5€
febrero / 2012 / 84 págs
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ISABEL ALBA
La verdadera historia de
Matías Bran
Una noche de octubre del 2010, Matías Bran decide quitarse la vida. En la caja de la persiana de una de las habitaciones de su casa, guarda una maleta que perteneció a su abuelo y después a su padre. En su interior están las claves de una historia. Matías nunca ha abierto la maleta. Si esa noche muere, la historia se perderá para siempre. Con una prosa limpia y una original estructura, casi cinematográfica, que combina diferentes momentos históricos con fotografías, citas y fragmentos de biografías de personajes reales y ficticios, Isabel Alba urde, en La verdadera historia de Matías Bran, un relato apasionante que busca rescatar la memoria en sus vertientes personal, familiar y colectiva y señalar el nexo incuestionable que las une. La historia individual de Matías, sus decisiones y las de quienes lo precedieron –una saga familiar que comienza en Hungría a finales del siglo XIX y finaliza en Madrid a primeros del siglo XXI–, se fusionan con la crónica de los movimientos colectivos en los que se vieron inmersos –las revoluciones que agitaron Europa durante el siglo XX
M o n t e s i n o s
www.elviejotopo.com
EDSON LECHUGA
Llovizna Este libro pertenece a la más antigua de las estirpes narrativas: el cuento. Pero no cualquier cuento, sino aquel que será dicho alrededor de la fogata y en presencia de los cazadores, dioses, guerreros y adivinas que fundaron la tradición oral. Lechuga ha inventado una épica y su virtud está en la capacidad para dialogar con esa tradición al tiempo que encara a sus contemporáneos. Edson Lechuga contruye mundos para destruirlos, dios vengativo que colecciona cuerpos y se fascina por el erotismo que es capaz de provocar en sus criaturas: un asesino obsesionado por los insectos; un músico en desgracia que interpreta su última pieza; un zoofílico con gula caníbal; o un don Juan oloroso a naftalina forman parte de un universo que se construye bajo el signo de la identidad doble: la ciudad y el campo, la muerte y la vida, la luz y las bestias.
M o n t e s i n o s
03 Editorial 339.qxp:Presentaok 23/01/12 7:37 Página 3
Evasión y realidad Por Jaime RodRíguez z. /
Habrá notado el lector que Quimera ha perdido su color. No pasa nada. En tiempos de crisis conviene ponernos vintage y recordar que hace exactamente un siglo, cuando el blanco y negro, la vieja Europa se enfrentaba también a una crisis que en su momento produjo grandes revoluciones. A principios del s. XX las revoluciones se libraban con sangre de por medio. A principios del siglo XXI ¿qué? Se lo preguntamos a Isabel Alba, cuya trilogía La verdadera historia de Matías Bran –el primer volumen, El recinto Weiser, acaba de aparecer en Montesinos– narra toda una saga familiar que se inicia en la Hungría del s. XIX y desemboca en el Madrid del s. XXI. Comprometida, ideologizada, panfletaria, la novela de Alba resulta ahora inquietantemente contemporánea, aunque los jóvenes de hoy lejos de ir a las trincheras vayan simplemente al paro. Y a las plazas. Nosotros, por el momento, hemos decidido enfrentar la oscuridad con oscuridad y publicamos tres relatos insólitos de tres autoras contemporáneas: la argentina Mariana Enríquez, la catalana Laura Fernández y la peruana Gabriela Wiener. El misterio, la fantasía y el horror como forma de escapismo, sí, pero también como respuesta creativa al desierto de lo real. Más delirios ilustrados: publicamos una “noticia” del periodista robert Juan-Cantavella que forma parte de una instalación sui generis: a la artista francesa Clotilde Viannay se le ocurrió recrear el famoso kios-
ko que aparece en Watchmen, la célebre novela gráfica, y llenarlo de revistas y periódicos que reflejen el universo de los personajes creados por Alan Moore. Una muestra del resultado en la página 26. Ya en terrenos más concretos, el poeta Martín rodríguez Gaona –reciente ganador del XXIV Pre mio de Poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad, con el libro Madrid, línea circular– propone una nueva nomenclatura que, lejos de antojadizas etiquetas generacionales, signifique una herramienta de análisis real de la poesía española actual.: Postprotagonistas es el nombre del libro que pre para el autor, y cuyo prólogo adelantamos acompañado de una muestra del trabajo de algunos antologados. Además, adelantamos un poemario de género de la mexicana Sayak Valencia (Adrift’s Book. Aristas Martínez, 2012), conversamos con el periodista Borja Bergareche, autor del volumen Wikileaks Confidencial y publicamos la crónica ganadora del II Premio Las Nuevas Plumas, organizado por la Universidad de Guadalajara (México) y la Escuela de Periodismo Portátil, que dirige el cronista chileno Juan Pablo Meneses. Por último un relato del peruano Enrique Planas que, según los organizadores de la FIL de Guadalajara, es “uno de los secretos mejor guardados de América Latina”. Hasta el próximo mes. Y en blanco y negro. Quimera 3
04 SUMARIO. QXP :SUMARIO287ok 23/01/12 8:00 Página 4
Revista de literatura
sumario febrero 2012
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el cómic entrevista mínima: isabel alba por jaime rodríguez z.
10 Editor: Miguel Riera. Director: Jaime Rodríguez Z. Diseño: M. R. Cabot Fotografía: Lisbeth Salas Publicidad: María José Dopacio.
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Edita: EDICIONES DE INTERVENCIÓN CULTURAL S.L., c/ Sant Antoni, 86, local 9 08301 Mataró (Bcn) Tel., Administración, Redacción, Publicidad y Suscripciones: 937550832 / 937962631. www.revistaquimera.com Redacción: redaccion@revistaquimera.com Administración: info@revistaquimera.com Publicidad: publicidad@revistaquimera.com Fotomecánica: Tumar Autoedición, S.L. Imprime: Trajecte, S. A..
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18 Derechos reservados – Prohibida la reproducción total o parcial de este número, sea por medios mecánicos, químicos, fotomecánicos o electrónicos, sin autorización del editor. Quimera no retribuye las colaboraciones. Los colaboradores aceptan que sus aportaciones aparezcan tanto en soporte impreso como en digital. La redacción no devuelve los originales no solicitados ni mantiene correspondencia sobre los mismos. La revista no comparte necesariamente las opiniones firmadas de sus colaboradores. ISSN 0211-3325 / D.L.: B - 28332/1980 Impreso en España – © De las reproducciones autorizadas VEGAP, 1995, Barcelona. Esta revista es miembro de ARCE. Asociación de Revistas Culturales de España.
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wireless libre, no gratis por germán sierra
un poema de óscar curieses
crónica meneses el hombre que se convirtió en espejo por eliezer budasoff
postprotagonistas muestra de poÉticas contemporáneas por martín rodríguez gaona
watchmen, una instalación otra historia de amÉrica por robert juan-cantavella
adrift’s book por sayak valencia
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“ni wikileaks hace periodismo ni assange es el director de un medio de comunicación” entrevista a borja bergareche por recaredo veredas
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cafeteras de otro mundo vanderbilt un relato de laura fernández
por ejemplo, k. un relato de gabriela wiener
mujer atrapada en habitación con tormenta un relato de enrique planas
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el quirófano
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polaroid
41loca como los pájaros
cuentos de fantasía, horror y misterio. escriben mariana enríquez, laura fernández y gabriela wiener. diversidad creativa, diálogo cultural y relaciones internacionales
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el desentierro de la angelita un relato de mariana enriquez Quimera 5
Zona CómiC. Este espacio está destinado a la creación libre de literatura gráfica. Hoy: mario Trigo
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EntrEvista (mínima)
isabEl alba por Jaime RodRíguez z. —“Estos magnates de las finanzas no solo nos han metido en esta crisis económica y se han ocupado de agudizarla mientras les ha convenido, sino que ahora tienen la osadía de exigir al gobierno que les saque de ella.” En su libro esto lo dice una revolucionaria húngara en 1919. ¿Son realmente tan parecidos los comienzos del s. XX y del s. XXI? —Aunque parezca sorprendente, sí. La primera guerra mundial, con sus casi diez millones de muertos, fue un gran negocio para muchos. Industriales y financieros se enriquecieron a costa de las arcas públicas. Después sobrevino la crisis, había que adaptar una economía de guerra a una de paz y no fueron precisamente los enriquecidos capitalistas quienes cargaron con las consecuencias, sino una población diezmada, hambrienta y en paro. Las medidas que tomaron los gobiernos entonces fueron dirigidas, como ahora, a recortar derechos y a gravar económicamente a los más desfavorecidos. —La verdadera historia de Matías Bran tiene tanto de poesía como de panfleto. ¿Cómo se logra esta peculiar convivencia? —No he buscado esa convivencia, ha surgido de la historia y de sus personajes. Quizás las partes más panfletarias son también las más poéticas, las penetra la pasión y la rabia de los personajes. En cambio, en los momentos dramáticos, la escritura es distante. —¿Qué la llevó a escribir sobre la revolución proletaria en Hungría? ¿Cómo surgió la idea? —Surgió de manera casual en 2003. El punto de partida fue una cita sobre la democracia burguesa de Bela Kun, dirigente del partido comunista y comisario de exteriores durante la República Asamblearia de Hungría de 1919. Gracias a ella descubrí una revolución pacífica que en tan solo 133 días, y acosada desde el exterior por tres ejércitos, y en el interior por una guerra civil, había logrado cambios en Hungría con los que ahora ni nos atreveríamos a soñar. —¿Cómo fue su proceso de documentación? —Obsesivo. Hay en la novela una enorme pasión por recuperar la memoria histórica. Recogí citas, personajes reales, momentos históricos, anécdotas con benjaminiana obcecación coleccionista: ensambladas de forma creativa 8 Quimera
en una obra de ficción recuperaban todo su sentido pasado, pero actualizándose, dando lugar a algo nuevo. No puedo dejar de pensar en Walter Benjamín. Por otra parte, para la recopilación de datos no desdeñé ninguna fuente: blogs, páginas, comics, libros. Ahora mismo el esfuerzo por rescatar la memoria está muy presente, por ejemplo, en el comic. —La verdadera historia de Matías Bran es una trilogía de la que por ahora solo conocemos la primera parte: El recinto Weiser. ¿En qué estado está el resto del proyecto? —El hilo argumental, el devenir de los personajes, está cerrado para los tres volúmenes, pues lo elaboré antes de comenzar a escribir El recinto Weiser. En lo que respecta al proceso de escritura, estoy trabajando en el segundo libro, Los Bran. —En el libro las mujeres parecen llevar gran parte de la iniciativa revolucionaria, hay incluso un capítulo dedicado a Rosa Luxemburgo…. —El hilo conductor de la historia es masculino, pero las verdaderas protagonistas son las mujeres. Así fue en la realidad, los hombres estaban muriendo en el campo de batalla y las mujeres, en las fábricas, en los campos, llevaban el peso de la economía. Fueron ellas quienes se echaron a la calle reclamando sus derechos y pidiendo el fin de la guerra. Pero las mujeres somos las grandes olvidadas de la historia, nuestras aportaciones siempre han quedado en la sombra. En la revolución húngara este protagonismo femenino es aún más evidente si se tiene en cuenta que una de las primeras cosas que hizo el gobierno de la nueva república fue concederles los mismo derechos y salarios que a los hombres. —La estructura del libro abarca distintos formatos, desde el monologo y la arenga, al guión cinematográfico y la inclusión de imágenes. ¿Fue la historia la que demandó este tipo de narración o fue un ejercicio deliberado de escritura fragmentaria? —No fue un ejercicio deliberado, en absoluto. Fue el fruto de una larga búsqueda y la parte complicada del proceso de creación. Hice varios intentos de escritura que resultaron fallidos. No podía ser un relato lineal, era imprescindible mostrar la relación existente entre acontecimientos
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En El recindo Weiser, primera entrega de la proyectada trilogía La verdadera historia de Matías Bran (Montesinos, 2011), isabel alba narra una saga familiar que comienza en Hungría, a finales del s. XiX y finaliza en Madrid a principios del XXi. Hablamos de literatura comprometida. Y urgente. históricos distantes en el tiempo o cercanos entre sí temporalmente pero lejanos en el espacio, también entre estos acontecimientos y las vidas individuales, evidenciando, además, que las decisiones individuales, todas, tienen repercusión. Finalmente, un día surgió el capítulo sobre la emperatriz Sissi que abre El recinto Weiser; a partir de ahí se puso en marcha una estructura narrativa episódica, fragmentada, con saltos temporales adelante y atrás, en la que se mezclaban sin transición distintas formas narrativas, personajes reales y ficticios, citas y textos originales. La parte gráfica es también importante: los tipos de letra, los espacios, y las imágenes. Creo que esta estructura tiene mucho que ver con el cine, pero también con nuestra forma de zambullirnos en internet. —Como autora se siente cercana a otros escritores de su generación? —Siempre he vivido en la periferia, en el sentido más amplio. No tengo relación con otros escritores, tampoco conozco de forma sistemática la literatura actual. Soy una lectora voraz de novela, de ensayo, de comic, pero elijo los libros por intuición y soy desconfiada con lo nuevo. Prefiero cubrir lagunas o descubrir una nueva obra de un autor que ya conozco. Hay quién ha visto en el libro la influencia de tal o cual autor, que yo no había leído, mientras que nadie me ha mencionado a Bertolt Brecht, Walter Benjamín o John Berger, a los que me siento muy ligada. Cada momento histórico tiene sus necesidades narrativas, están ahí, esperando a que las descubramos. A menudo, varios autores dan con ellas al mismo tiempo.
Foto: Jaime Rodríguez Z.
—A comienzos del siglo pasado las revoluciones se libraron con sangre de por medio ¿cómo ve nuestro futuro inmediato? ¿hay espacio para la revolución? ¿de qué tipo? —Como se ha podido oír en muchas manifestaciones últimamente, “violencia es ganar 600 euros”. Creo que se está ejerciendo una violencia económica y social tan brutal sobre el noventa por ciento de la población mundial, que necesariamente pide una respuesta –ese freno de ma no del que hablaba Benjamín y con el que abro el libro–. Esa respuesta hay que darla desde la izquierda si no queremos que, una vez más, con el beneplácito del uno por ciento que se ha apropiado de todo, la capitalice la extrema derecha. ■ Quimera 9
10 Wireless 339.qxp:columnacerok 23/01/12 7:42 Página 10
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WIRELESS
Libre, no gratis Por Germán Sierra En Julio de 2011, la exquisita editorial independiente californiana Les Figues Press lanzó en Kickstarter un proyecto para financiar la edición de I’ll Drown My Book, una antología de poesía conceptual escrita por mujeres. La cantidad solicitada para cubrir los gastos de la edición era 4.000 dólares, una contribución a partir de 35 $ suponía la recepción de un ejemplar del libro. Aunque el plazo que se habían fijado para reunir esa cantidad era de 40 días, a las 48 horas ya se habían sumado suficientes contribuciones para costear la publicación. Al finalizar el plazo del proyecto, Les Figues Press había recaudado casi 9.000 $ procedentes de 180 donantes. En la página web del proyecto puede apreciarse que la mayoría de los donantes ha pagado 35$ (el precio de venta del libro una vez publicado será de 40$), pero 37 personas han donado por lo menos 50$. La mayoría de los donantes no hemos ocultado nuestra identidad, por lo que es posible hacerse una idea bastante aproximada de quienes somos los que hemos pagado para que el libro se publique. Información muy interesante, ya que muchos de los nombres y nicknames que aparecen en la lista no son desconocidos para los lectores interesados en la poesía conceptual contemporánea. Hay escritores, críticos, bloggers y estudiantes universitarios. De hecho, es bastante probable que la mayoría de los que hemos contribuido a la publicación del libro ya hayamos leído una buena parte de los poemas que están siendo antologados. La mayoría de nosotros no hemos simplemente comprado un libro; hemos pagado para que el libro se publique. La polémica acerca de la obtención gratuita de contenido en Internet (de forma legal o ilegal) ha llegado al mundo de la literatura, y se repiten, como era previsible y muchos habíamos predicho, la serie de lugares comunes que no han cesado de sonar en relación a otros contenidos que han sido digitalizados antes que los libros. Que el asunto no está resuelto lo demuestra la reciente aprobación en varios países, con la excusa de la “piratería”, de leyes peligrosamente restrictivas; leyes que, como de costumbre, van muy por detrás de las capacidades tecnológicas y de las iniciativas de los propios autores del contenido audiovisual o literario. Leyes que están siendo contestadas desde numerosos colectivos como un atentado a la libertad. En inglés, la palabra free significa a la vez libre y gratuito. Lo que no quiere decir que libre y gratuito sea lo mismo. Si nuestras reivindicaciones se centran exclusivamente en la gratuidad del contenido final, lo que acabaremos por conseguir es un her10 Quimera
metismo cada vez mayor de los códigos que subyacen al contenido. Si el valor económico se concentra en la tecnología que permite el acceso al contenido, esta tecnología se blindará cada vez más, se hará cada vez más inaccesible al usuario. A medio camino entre el orgullo profesional, la reivindicación de un software libre y la conspiranoia, acostumbra a decir el informático que si no programas, eres programado. Si no dominas el código, eres codificado. No es casual la polisemia de la palabra código. Un código representa una serie de instrucciones que, por imperativo legal o debido a un estado concreto de organización de la materia (código genético, código informático), han de ser obedecidas para que un proceso tenga lugar. Un código es un lenguaje que restringe el azar y facilita la aparición de orden espontáneo, permite que ciertos proceso sean, hasta cierto punto, predecibles, de acuerdo a la lógica simbólica de la que han derivado. Un código eficaz (como el alfabeto, o el genoma) debe permitir un enorme número de combinaciones de elementos, ya que el contexto en el que se desarrolla limitará la existencia real de muchas de esas combinaciones. Pero también sabemos que un código eficaz no es estricto, está sujeto a la posibilidad de la contradicción, de la ambigüedad, de la paradoja, del sinsentido. Un buen código hace referencia a otros códigos. Debemos mantener esas vías libres. Cada vez parece más evidente que a medida que nos vamos acomodando a un mundo técnico manejado por “técnicos”, renunciamos más y más a nuestra libertad de decisión en muchísimos aspectos que ya están determinando nuestras vidas. Dejamos que supuestos saberes codifiquen para nosotros. Nos hemos puesto cómodos mientras vemos aumentar nuestra capacidad para planificar proyectos individuales a cambio de perder control sobre las acciones colectivas —las acciones codificadas. Cory Doctorow, en una reciente conferencia titulada The Coming War on General Purpose Computation, nos advierte de que, en el futuro, la libertad requerirá que tengamos la capacidad de monitorizar y programar nuestros aparatos, examinar y, en su caso, interrumpir los procesos que tienen lugar en ellos, mantenerlos como servidores honestos de nuestra voluntad, no como traidores y espías al servicio de otros. Pagar para que un libro se publique no es lo mismo que comprar el libro. Es convertirse en productor. Es mirar también desde el otro lado, por si acaso. ■
11 Poema 339.qxp:columnacerok 23/01/12 7:43 Página 11
Un poema de
Óscar Curieses
HaY Una JaULa en Cada pÁJaRo La jaula está en Barcelona, más concretamente en la calle Marina, número 133, 5º piso, puerta 1ª. La jaula y yo estamos solos en una casa que no es la mía, que no es la de la persona que me ha invitado a la casa, o, al menos, no lo es del todo. La jaula ha estado mordisqueando las flores que le acerqué al pájaro y ahora salta de un lado a otro, nerviosa e insegura ante mis ojos. Sé que se ha puesto contenta y quiere sorprenderme. La miro sin verla. De vez en cuando la jaula picotea algo de pan o alpiste pero no se lo come; me observa y vuelve a sus juegos. La jaula también mordisquea sus propios palos, los del pájaro, y me dice que está muy a gusto así, consigo misma, junto al animalito. (Ayer en la sesión de psicoanálisis G. me dijo: «sin límite, no hay posibilidad».) Y vuelvo a mirar a la jaula en su pájaro: hace siempre lo mismo. Después, me llega otra frase de la que no puedo escapar que enjaula todo el texto, como en la terapia de ayer, y que pregunta: «si el pájaro es mi alma y yo soy una posibilidad, ¿quién escribe y qué es la jaula?». Suena el timbre.
Óscar Curieses (Madird, 1972). Ha publicado hasta la fecha Sonetos del útero (Bartleby Editores, 2007) y Dentro (Bartleby Editores, 2010). Próximamente aparecerá Voces e imágenes (audiolibro/antología) en la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker. Es también autor de los inéditos Hombre en azul (narrativa), sobre el pintor Francis Bacon, y Leer en la imagen: Paul Auster y el cine (ensayo). Sus poemas se han traducido al inglés y al francés, y su obra ha se ha recogido en distintas antologías dentro y fuera de España. Forma parte del grupo de audioperformance AMC313. Quimera 11
12 Crónica Meneses 339.qxp:entr julia 23/01/12 7:43 Página 12
El hombrE quE sE convirtió En EspEjo Esta crónica –la extraordinaria historia de un periodista que falsificó o plagio numerosas entrevistas con escritores célebres– resultó ganadora del II Premio Las Nuevas Plumas, organizado por la Universidad de Guadalajara (México) y la Escuela de Periodismo Portátil, que dirige el cronista chileno Juan Pablo Meneses. El jurado estuvo compuesto por Alberto Salcedo Ramos, Alejandro Almazán, Marcela Turati y el propio Meneses. Quimera la publica en España mientras que en otros países lo harán las revistas Gatopardo, SoHo, Etiqueta Negra, Emeequis, ADNcultura del diario argentino La Nación y los diarios La Estrella de Chile. por
EliEzEr Budasoff
El mesón de Jeremías es un restaurante que no existe, ubicado en un punto preciso de la costanera de Gualeguaychú, frente a la isla Libertad. Lo inventó Nahuel Maciel, que no se llama Nahuel Maciel, para poder escribir sobre cocina en el diario El Argentino: los clientes de Jeremías nacían al llegar al lugar y morían un párrafo después del proceso de cocción, una vez agotadas sus historias de pasiones cotidianas, la receta, el espacio disponible para el texto.
Libro de Buenos Aires Elogio de la utopía, una edición de conversaciones ficticias o copiadas con García Márquez, prologada por un texto de Eduardo Galeano que Galeano nunca escribió, con un prefacio a cada capítulo plagiado casi literalmente de un libro del sacerdote argentino Mamerto Menapace, a cuyos textos les había cambiado la palabra “Dios” por “utopía”.
Maciel abandona una sonrisa a mitad de camino y apura el cigarrillo. Lo tira. Lo pisa.
Nahuel Maciel tiene 47 o 48 años, y hace más de diez que trabaja en Gualeguaychú, una ciudad entrerriana de 90.000 habitantes, en el límite con Uruguay, famosa en el país por sus carnavales. Un lunes de agosto de 2011 le pregunté si había nacido en Entre Ríos. Estábamos en su oficina, en la redacción del diario El Argentino, sin grabadores. “No”, me dijo, “no sé, no sé”, y su mirada se tornó esquiva un instante. En otra vida llegó a tener varios documentos, dijo. En el de ahora, ha dicho, figura como Arquímedes Benjamín Maciel. Pero hace 20 años que firma las notas con el mismo nombre.
—Pero claro, algunos ya preguntaban: “¿Volviste a las andanzas, Nahuel?”.
Nahuel Maciel, que no se llama Nahuel Maciel, no se cambió el nombre.
A principios de los 90, Nahuel Maciel se convirtió en leyenda por plagiar e inventar con eficacia, sin vacilación, largas entrevistas a personalidades como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti y Carl Sagan, que fueron publicadas entre 1991 y 1992 por el suplemento de cultura de El Cronista. Los hechos a los que nos referimos ocurrieron hace dos décadas, en Buenos Aires, y se prolongaron algunos años en Paraná, capital de Entre Ríos, donde se fue a vivir después del hito más conocido de su pasado, lo que se considera el punto más elevado al que lo llevó el ciclo ascendente de la mitomanía: en 1992, ante una sala repleta de 500 personas, el joven Maciel presentó en la Feria del
“El pasado te alcanza siempre”, me dijo esa tarde.
—Algunos lectores llamaron al diario para saber cómo podían llegar al restaurante— dice Maciel, mirando hacia el río. Es de noche, la orilla está iluminada. —En un momento llegó a haber como 10 o 15 personas que aseguraban que habían comido en el mesón de Jeremías. Era una ficción, ¡un recurso!
12 Quimera
Nahuel Maciel no quiere que escriba sobre él. “Estoy cansado, flaco”, me dijo. “Me han matado”. El último que mató a Nahuel Maciel fue Eduardo Montes-Bradley, un polemista argentino que hace documentales, porteño por adopción, cuya perspectiva particular de la realidad nacional, en este caso, podría describirse como la mirada de un turista extranjero indignado: una señora pituca de Buenos Aires que acaba de volver
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(o entrevistas ficticias con escritores extraordinarios)
Quimera 13
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al país después de unas largas vacaciones en Miami, y todo lo que ve a su alrededor le genera pánico moral y rechazo estético. Así es como suena. En 2004, MontesBradley leyó una nota sobre Maciel en la Revista Noticias —El gran simulador—, y se fue a Gualeguaychú con una cámara, a buscar una complicidad que no halló. “Habla el más exquisito embaucador del periodismo, tras años de anonimato. La increíble historia del hombre que inventó hasta un libro con García Márquez”, decía la presentación de la nota. Era un diálogo telefónico a distancia, redactado con la aparente pretensión de ocultar con sarcasmo una mirada superficial.
y la impostación en este país son extraordinarias”, y que sus compatriotas son unos imbéciles, y todo eso lo escandaliza y lo frustra muchísimo. Uno no entiende por qué en las críticas del film se repiten tanto las palabras “provocador” y “provocación”.
—¿A vos te costó encontrarme?— pregunta Nahuel Maciel apenas se sienta en la mesa del bar. Es la primera vez que nos vemos. La pregunta es retórica.
—“Prestigio: del latín preaestigium… Engaño, ilusión o apariencia con que los prestigiadores emboban y embaucan a la gente…”.
—¿Viste? Después sale que estoy escondido. Que estoy en el anonimato: todas las semanas firmo mis notas con el mismo nombre. Trabajo en una empresa que cumplió 100 años. Cada vez que quise contar que estoy agradecido (porque había que tener huevos para tomarme entonces, cuando me tomaron en El Argentino), sale que estoy escondido.
—¿Viste? Cuando te dicen que alguien es “un prestigioso periodista”, hay que tener cuidado con lo que están diciendo.
—Pero yo no pondría esas cosas.
Nahuel Maciel, que no se llama Nahuel Maciel, es un personaje trágico y un hombre feliz.
—Sí, todos dicen lo mismo. Yo te puedo hablar de la mala praxis con nombre y apellido. Yo te puedo hablar de la confianza, porque la perdí en mí mismo. Yo escribía algo y decía: “Pero, ¿esto es mío, o creo que es mío y lo leí?” Yo tuve que laburar mucho la confianza en mí. Y después tenés que bancarte que cualquier boludo venga a cobrarte una factura, y vos ni lo conocés. ¿Y vos quién sos?
Eduardo Montes-Bradley. Su “documental-ensayo” El gran simulador, presentado en Uruguay como No a los papelones, se estrenó en Punta del Este en enero de 2007, en pleno conflicto argentino-uruguayo por la instalación de una inmensa fábrica de pasta de celulosa en Fray Bentos, frente a Gualeguaychú, del otro lado del río Uruguay. Montes-Bradley sale de Buenos Aires, maneja 226 kilómetros, llega a Gualeguaychú, se escandaliza porque ve carteles rotos en las calles, busca a Nahuel Maciel, se frustra por su modo de reconocer el pasado, busca polémica entre los ambientalistas, se escandaliza con la clase media entrerriana, se burla de sus argumentos contra la contaminación, busca a Nahuel Maciel, se frustra porque habla en serio de sí mismo, filma íconos religiosos en la ruta, y todo eso lo lleva a concluir que “la simulación 14 Quimera
—Buscá “prestigio”— dice Maciel, y me pasa uno de los libros marrones que forman una pila en su escritorio, al lado de la computadora. Es una edición vieja, en tomos, del diccionario de la Real Academia, con tapas semiduras y ribetes descoloridos por el uso, por el paso del tiempo.
Me mira de reojo. —Y este no es un diccionario que escribió Nahuel Maciel, eh.
**** —A Paraná cayó a principios del 93. Nosotros hacíamos el semanario, pero ya estábamos con el proyecto del diario. Cayó con los libros que había publicado con El Cronista: se conoce el de García Márquez, pero tenía más, como cuatro o cinco. Vino a preguntar qué podía hacer. Y yo lo puse a capacitar gente. Dice Daniel Enz, director del Semanario Análisis de Paraná y ex director de Hora Cero, el diario donde Maciel empezó a trabajar cuando se fue de Buenos Aires. —Justo me faltaba alguien que me ayudara a preparar gente para la redacción del Hora Cero. ¿Entendés? Entonces lo puse a hacer una especie de taller intensivo para varios, que fue lo que hizo durante tres o cuatro meses. Y lo hizo bien. Al loco le gusta enseñar. Además, Nahuel es bueno en eso: tiene mucha parla. “Me presentan un tipo morocho, de barba, flaquísimo, muy locuaz pero a la vez muy tímido, de gestos muy suaves, de palabras muy suaves y cuidadosas, muy caballero. Muy seductor: no sólo con las mujeres sino con todo el mundo, inclusive con los niños. Y de veras que tenía una
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impronta muy diferente a todos nosotros. Maciel era de una madera distinta. Pero a todo esto lo puedo ver ahora. Lo puedo leer ahora, después del paso del tiempo”, dice Marcela Canalis, y en realidad logra que su descripción tenga el destello de un trance, que es como recuerda esos años: con la consistencia de una atmósfera cálida, un poco alucinada, que no se diluye a pesar de los ruidos de la esquina más transitada de Paraná un lunes a mediodía.
vez, el hecho de que la prensa porteña haya sucumbido primero, tan voluntariamente, a la figura del descendiente de mapuches que hacía entrevistas por fax; el hecho de que Maciel hubiera penetrado tan limpiamente en las grandes estructuras de la capital, que se suponen más evolucionadas e inaccesibles. Una mirada igualmente improductiva para la realidad de Nahuel Maciel, que sólo reconoce como motor íntimo la mezcla fatal de insatisfacción y locura que cargaba esos días.
En 1993, Marcela Canalis regresó a vivir al Litoral argentino después de pasar ocho años en Buenos Aires, y Enz la convenció para que se sumara al proyecto de Hora Cero, donde terminó al frente de las producciones especiales. Canalis tenía experiencia en gestión cultural y en televisión, pero nunca había hecho gráfica. Esos primeros días le pidieron que ayudara a organizar los talleres que iba a dar Nahuel Maciel, un periodista recién llegado, que venía con credenciales de Le Monde.
—Yo tuve mil oportunidades de zafar en el 92. Podría haber dicho: “Con esto demostré la mediocridad, primero, del mercado cultural argentino, y segundo la debilidad del sistema, que cualquier cosa se publica”. Y quedaba como un capo. Primero me iban a hacer papilla nacional, pero después me convertía en un héroe: el caso va a la universidad y se estudia. Pero era mentira. Yo sabía que no era sí. Aquello fue un error. ¿Cuál fue el error? No separar entre la fantasía y la realidad.
—Él mantenía una distancia con nosotros. Era un profesor, y realmente lo era. Asumió ese rol entonces, como luego asumió un montón de otros roles. En ese momento, cuando estaba en la cresta de la ola, él era el personaje que vos querías que él fuera.
“Error involuntario”, dice Maciel, es una expresión redundante.
“¿Un indio mapuche que hace entrevistas por fax? El concepto no podía ser más fascinante. Tenía ese contraste que tanto nos seduce a los periodistas: esa mezcla del mundo primitivo y la hipercivilización”, escribiría después Mario Diament, ex director de El Cronista, en una versión de la historia que publicó en 1996 en la revista Noticias. La primera vez que Maciel apareció en la redacción de El Cronista, cuenta Diament, fue a finales de 1991, una mañana que a la editora de El Cronista Cultural se le había caído su nota principal: “Se presentó como un indio mapuche que había escrito artículos para Le Monde de París y el National Geographic, algunas de cuyas fotocopias traía consigo para probarlo. Venía a ofrecer —dijo— una entrevista con Mario Vargas Llosa que había realizado vía fax, lo cual, para una editora que ve pulverizarse la nota principal del suplemento, caía como maná del cielo”. El pasado mítico de Nahuel Maciel (su crianza o filiación indígena, su conexión con grandes figuras literarias y con medios gráficos internacionales) operó con la misma eficacia cuando apareció por primera vez en El Cronista, en Buenos Aires, y cuando llegó a Paraná, dos años después. En Entre Ríos, sin embargo, se reconoce como un plus, como un atenuante y un rasgo de genialidad a la
Y pone en marcha el auto. **** En diciembre de 1995, Eduardo Galeano publicó una nota en el semanario uruguayo Brecha — “Resignación”—, en la que narraba el hallazgo del prólogo que supuestamente había escrito para el libro de Maciel: se había topado con Elogio de la utopía por casualidad, en una biblioteca de los Estados Unidos, tres años después de su publicación. Galeano, que nunca escribe prólogos, advertía al comienzo de este prólogo: “Es tarea y es propio de los maestros prologar las obras de sus discípulos, pero lo cierto es que no considero a este joven periodista como un discípulo, puesto que casi siempre es él quien me enseña”. En Argentina los libros se habían quitado de circulación tiempo después de la presentación: fueron recuperados y quemados ante escribano público cuando el sacerdote Mamerto Menapace envió a los editores las pruebas del plagio. En junio de 1996, a seis meses de la nota de Galeano, Mario Diament publicaba su versión del paso de Maciel por la redacción de El Cronista. Allí, en su texto — “Inventando a Gabo”—, decía lo siguiente sobre el libro que había derivado en la ruptura definitiva del idilio con Maciel: “No pude asistir a la presentación, pero pregunté al día siguiente cómo había salido todo, y si Galeano había estado presente, y todo el mundo me aseguró que sí”. Quimera 15
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Los finales también tienen un mito de origen. El de la historia de Mario Diament es un muerto: Samuel Yosef Agnón, escritor israelí que recibió el Nobel de Literatura en 1966, fallecido en 1970. Una tarde, escribe Diament, cuando Maciel ya se había convertido en colaborador permanente de El Cronista, Nahuel se le acercó en la redacción para preguntarle si le interesaba “una nota con el Premio Nobel israelí I. S. Agnón”: “‘¿Él quiere hacerla?’, le pregunté. ’Bueno, se puede intentar’, me respondió, masticando su bigote como solía hacerlo. ‘Tengo buenos contactos’. ‘Tienen que ser muy buenos’, le dije, ‘porque resulta que Agnón está muerto’. Se quedó cortado un momento, y luego murmuró: ‘No lo sabía’”, cuenta. Y también cuenta esto: que después de ese episodio, que había profundizado sus inquietudes, Maciel publicó en El Cronista una entrevista más, a Juan Carlos Onetti — que era conocido por su aversión a las entrevistas—, antes que “se impusiera una veda a la publicación de sus notas”. —Yo siempre me peleo con los periodistas porteños: ninguno hizo nada para ver cómo lo sacaban adelante a Nahuel. Todos lo condenaban, pero ninguno hacía nada. Cuando yo cuento la historia, todo lo que hicimos con Nahuel y cómo se recuperó, los porteños no saben dónde meterse. Se meten la lengua en el ojete— dice Enz —Y terminan pidiendo perdón. Hay tres cosas que cualquier periodista de Entre Ríos sabe sobre Daniel Enz: que su furor por el periodismo es ingobernable, que sus empresas han sido duras pagadoras, y que su reflejo de protección a quienes considera en situación de extrema debilidad es instintivo y está por fuera de todo cálculo. Para mayo de 1994, cuando comenzó a salir a la calle Hora Cero, el rango de Maciel en la estructura de la redacción había entrado en transición. “Lo puse al frente de un suplemento de la zona de La Paz (interior de Entre Ríos). Él coordinaba todo eso y hacía una contratapa. Ahí encontramos que su contratapa tenía similitudes con algunas notas de Soriano. Entonces yo empiezo a averiguar: ahí me entero”, dice Enz. Un llamado a un colega en Francia confirmó que Maciel
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no trabajaba para Le Monde, y tendió una soga de pólvora hasta Buenos Aires, donde estaba anudada a una bomba con su pasado reciente. Enz se asesoró, confrontó a Maciel con las pruebas, le ofreció ayuda profesional, y lo puso a producir en segundo plano, para que pudiera seguir escribiendo. —Nahuel tiene una capacidad de producción como pocos. Puede escribir un suplemento de 12 páginas por día, si quiere. Además, porque le vuela el mate. Y le encanta jugar así, al límite entre la verdad y la ficción— , dice Enz, mientras su coche traquetea por calles de tierra, en las afueras de Paraná, antes de tomar la ruta hacia Gualeguaychú. “Él había caído en desgracia y yo necesitaba gente que escribiera. No podía escribir un suplemento por día los siete días de la semana: ni me interesaba ni era mi rol. Entonces me dieron a Nahuel. Hacíamos un suplemento que se llamaba Chau chau cocina, y a lo mejor, ponele, paralelamente, nos tocaba hacer uno sobre Evita. O sobre Perón. Y él escribía, desde textos sobre los funera-
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les de Evita hasta unas notas espectaculares sobre vinos. Vos pensá que no se podía googlear. No era que él entraba a una computadora y se ponía a cortar y pegar. Él se sentaba en una máquina, te hacía la nota y te la traía, escrita magistralmente”, recuerda Canalis.
**** “Google es el oráculo de los mediocres”, me dice Nahuel Maciel otro lunes, frente al mismo río. Es la segunda vez que nos vemos. Maciel no ha cambiado su opinión respecto de la nota. No le interesa hablar del pasado. “No es una película”, dice, “yo al principio pensé que era una película, pero esto no tiene final feliz”. Le digo que su presente parece contradecirlo. Que se lo ve entero. Que parece feliz. —Claro, yo soy muy feliz. ¿Para qué tener una charla, entonces? ¿Para qué pelearme con un sentimiento, si después sale publicada cualquier cosa? Yo tengo una actitud que es reparadora: hacer lo que tengo que hacer, de la mejor manera posible, sabiendo que no tengo margen para el más puto error. Vos podés escribir una crónica y olvidarte una cita, y no pasa nada. Yo no puedo. ¿Entendés? No tengo derecho al olvido. “Hay cosas con las que no podría convivir; con eso puedo convivir. No sé si está bien o está mal: a mí me joden otras cosas. Pero yo vi un veneno terrible. Cuando llegaron detalles de la situación de él, hubo gente que hizo causa común. Gente que decía: ‘Nos estafó a todos’. Y yo decía: ‘¿Pero desde qué lado…?’”, recuerda Alfredo Ibarrola una mañana de septiembre de 2011, tres meses antes de ser nombrado Secretario de Cultura de Paraná por su extensísima experiencia en el área. Ahora, en la vieja estación de trenes donde funciona su oficina, Ibarrola regresa a esa época, hace 17 años, en la que lidiaba con su separación, con la muerte de su padre, y con la distribución del diario Hora Cero. Durante algunos meses, Ibarrola alojó a Maciel en una casita que había alquilado en calle Misiones, en Paraná. Ambos compartieron, simultáneamente, el hogar y la intemperie: los dos asistían entonces al derrumbe de lo que habían sido sus vidas hasta hace muy poco. Ibarrola disfrutaba de estar con Maciel, cuenta, de su humor ácido y de su conversación, y no hacía demasiadas preguntas. Tenía suficiente con sus propios demonios. —Yo estaba tratando de no caer en la depresión, mis hijos
me daban mucha mano y Nahuel fue uno de los tipos que estuvo ahí, que se quedó cerca. Después en un momento tomó su rumbo. Cuando termina el Hora Cero, él se va a Concepción del Uruguay. Ahí conoce a su actual mujer, tuvo un hijo, tuvo una hijita. Cuando retomé el contacto, ya estaba en Gualeguaychú hace varios años. Lo vi estabilizado como persona, ya fuera del personaje. Lo que pasa es que yo también veía que había cosas que lo perseguían y que lo van a seguir persiguiendo de por vida. Me digo que es una exageración: que los periodistas que llegan a Maciel buscando ese impostor fabuloso, y lo reconstruyen tal como necesitan que sea y no como es, no son enviados por los dioses del olimpo periodístico a comerle el hígado, como castigo, cada vez que le crece uno nuevo. Que haber desafiado —burlado, ignorado, actuado como si no existieran— los códigos de un sistema que se propone representar “la realidad”, no es lo mismo que revelar el secreto del fuego. Que es un despropósito hablar de Prometeo, o de su análogo Loki, ese personaje camaleónico de la mitología nórdica, de maldad atenuada, que se mezcló libremente con los dioses, los estafó, y fue castigado. Pero uno a veces necesita recurrir a los mitos, para que el propio relato no se convierta en uno. Porque hay una lógica de fábula que persiste en esta historia si evadimos la comodidad del maniqueísmo: Nahuel Maciel, haya sido o no su voluntad, terminó revelando que ese olimpo también estaba construido de palabras y de creencias, que esas proezas y esas jerarquías también eran obra de unos hombres y de sus ambiciones. Que también se cree porque se quiere creer. —Nahuel nos marcó a todos, porque interactuó con todos. Era tan Zelig, que con cada uno se relacionaba desde otro lugar. Era un poco la exacerbación del personaje de cada uno. Los varones grandes, por ejemplo, lo tenían a allá, a la distancia. Creo que les puso un espejo a todos. El espejo de la propia invención que uno hace de uno mismo, ¿no? Todos hacemos un personaje. Y si no tenés eso más o menos claro… Cuando te ponen frente a ese espejo, sobre todo a los varones, a los machos alfa de la redacción, les provocaba un pánico, un terror. Canalis tantea su atado de cigarrillos de arriba de la mesa. Saca uno. Lo enciende. Exhala. —Me parece que lo que pasó fue eso: que fue un espejo para todos. Y los que estábamos más o menos bien de la cabeza, o peor, pudimos no asustarnos con ese espejo— , dice, y se queda unos segundos en silencio. Alrededor hay menos ruido. Son casi las 14. En Paraná, la agitación de mediodía cede lugar a la siesta.■ Quimera 17
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En la actualidad, internacionalmente el mainstream musical, cinematográfico y artístico convive con una serie de subculturas y nichos de mercado, que comparten un mismo afán de libertad y autonomía: lo alternativo, lo indie y una pléyade de movimientos y tendencias como el vídeoarte o la estética relacional, son prueba de esto. La vitalidad y diversidad de la poesía contemporánea española y sus nuevos protagonistas son, entonces, una expresión cultural más de la era postindustrial. Este proceso, no puede ser negativo, considerando que la poesía nunca encontró un lugar adecuado dentro de la cultura de masas. Es momento de reconocer las posibilidades de las variadas propuestas poéticas, encontrar su especificidad y asumir sus canales respectivos. La creación y la comercialización de la poesía se
o en su uso indiscriminado de fotografías y vídeos, los blogs van construyendo una forma nueva de aproximarse a la palabra y a la lectura. En ellos se aprecia, por lo tanto, una serie de concepciones distintas hacia lo poético. Un asunto completamente diferente –y, sin embargo, crucial frente al cambio de paradigmas- implica dilucidar cuáles y por qué algunas de estas propuestas serán editadas, y el modo en el que sus autores se van asimilando a la institucionalidad literaria. En ese trasvase, la calidad intrínseca de la obra parece ser sólo un aspecto entre muchos, y pocas veces el decisivo. Algo que equivale a reconocer que, pese a sus posibilidades, Internet es fundamentalmente un espejo: sus páginas más visitadas reproducen el tono que caracteriza a una determinada sociedad. En el caso de España esto
PostProtagonistas MUEstra DE PoÉtiCas ContEMPorÁnEas por Martín rodríguez gaona ¿Cómo ha influido la red en las formas de producción y difusión de la poesía española actual ? ¿Es el poeta una microempresa en sí mismo? ¿Quiénes ejercen el poder en la era de las postautonomías? Rodríguez Gaona propone una nueva definición para un grupo de autores que, más allá de cualquier etiqueta gremial o generacional, cortocircuitan día a día los mecanismos de la industria. van dando cada vez más de acuerdo a la alta especialización propia de la producción postindustrial, que busca consumidores específicos y diferenciados. En este devenir, Internet se muestra como el formato privilegiado para la producción poética. Resulta cada vez más evidente que la sustitución del libro tradicional y el empleo de otros formatos ha dejado de ser una posibilidad remota para convertirse en una práctica cotidiana. De los poetas que integrarían Postprotagonistas, la mayoría cuenta con bitácoras virtuales, algunas muy populares y otras casi secretas. Pero éstas, que no se limitan a la mera publicación de poemas, exponen la particular concepción que sobre el lector posee cada uno de sus autores, y la voluntad de acercarse a ellos sin intermediarios. Sea como espacios publicitarios o de reflexión, sea en su fidelidad al texto
supone, en cuanto a lo literario y lo artístico, una producción cultural profundamente conservadora, ligada a lo institucional, las subvenciones, el espectáculo y lo mediático corporativo. La red, entonces, no elimina por completo el riesgo de la promoción y la canonización de obras totalmente condescendientes con las estructuras del poder comercial y político. Los blogs también pueden ser una versión digital del simulacro que promueve la cultura corporativa, que anhela un consumidor mayoritariamente empático, irreflexivo o pasivo, entregado a la moda o al entretenimiento. Ante estas circunstancias, el surgimiento de internet como medio de difusión de propuestas poéticas ha consolidado también una práctica posmoderna, deconstructiva, que relativiza los cánones, las jerarQuimera 19
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quías y los formatos, haciendo de la desconfianza en esta institucionalidad una posibilidad de creación y acción. Algo que responde, internacionalmente, a un escepticismo sobre la existencia de instancias que aseguren una desinteresada concesión de prestigios en el mundo del arte y las letras. Un proceso que, incitado por la revolución tecnológica y la explosión demográfica, deriva también en el fin de la trascendencia y de la inmaterialidad románticas. El fenómeno ha sido recientemente estudiado por Néstor García Canclini en lo que denomina arte y literatura postautónomos: los creadores ven que la especificidad de su producción se pierde al estar estrechamente vinculada con las necesidades del mercado y los medios de comunicación de masas. Y, por lo tanto, están obligados a considerarlas dentro de sus propuestas, sea para seguirlas o negarlas. La condición postautónoma sería, entonces, consecuencia de la sospecha posmoderna: el anhelo de independencia y la actividad incesante responden a que los autores contemporáneos han constatado que la historiografía literaria, el canon y las listas de ventas no se construyen sólo textualmente, por lo que las aspiraciones y enfoques artísticos resultan insuficientes. Es decir, tanto el mercado como la institucionalidad literaria, instancias que otorgan visibilidad y prestigio a las obras, se muestran condicionados en gran medida por los medios masivos de comunicación, los cuales promueven una cultura corporativa, de intereses predominantemente comerciales. Así, en la ecuación comunicacional entre emisor, medio y receptor, los autores han aprendido que lo que predomina es el medio. Y el empleo de Internet como plataforma alternativa responde a que en España, en la actualidad, la cobertura que propone la mass media es insuficiente y su discurso está desfasado: persiste la idea de un autor de superficial filiación romántica y se promueve un mercado masivo. En los Postprotagonistas, por lo tanto, predomina la postautonomía. Es decir, sus obras proponen la democratización, la desmitificación, la deconstrucción y la secularización de la praxis poética. Fuera de diferencias estilísticas o discursivas, estos autores escriben y buscan tener control de los medios de producción por los que se diseminan sus escritos. 20 Quimera
Algo que se observa claramente a partir de la reivindicación de dos circunstancias: la independencia radical de la experiencia creativa y el sentido de pertenencia a una comunidad, un gremio. Dicho de otro modo, la función publicitaria de la red actualmente también sirve a intereses opuestos a los de la institucionalidad cultural o a los de los medios masivos. En su uso comunal, la red supone un instrumento para la creación y difusión de eventos literarios de toda índole. En concreto, esto es lo que sucede semanalmente en muchos centros urbanos, en los que las convocatorias a recitales de poesía, jam sessions y fiestas diversas son parte de una recuperación de la oralidad y de una reivindicación de lo local. Tales propuestas, protagonizadas casi siempre por poetas jóvenes (con el apoyo de redes sociales virtuales), manifiestan el anhelo de una mayor independencia frente a la institucionalidad literaria (los autores mayores, la prensa y las editoriales). Los jóvenes que participan de dichos eventos no esperan ya que la edición y la consagración lleguen de una generación previa o a través de los suplementos culturales. Esta independencia frente a lo institucional deriva en la creación de circuitos paralelos, una nueva versión de la contracultura, apoyada en lo virtual y en la edición artesanal. Son precisamente estos sectores quienes mejor asimilan los cambios culturales que supone la presente etapa de la sociedad postindustrial, proponiendo ya nuevas categorías y valores como el aprecio de la independencia y lo alternativo, el trabajo con lo comunal y la aceptación de lo efímero. Así, quizá lo decisivo para comprender el sentido de esta producción, esa infinita serie de personajes y eventos, sea aceptar que los autores en la red escriben desde una perspectiva nueva, en la que el valor de lo literario (lo sublime y lo formal) es residual o hasta resulta secundario: lo importante estaría en la inmediatez y en la repercusión obtenida en una comunidad concreta, creada en tiempo real. La centralidad del texto va cediendo ante estrategias comunicativas en las que la fotografía, el vídeo y la presentación en vivo cobran preponderancia, pues son herramientas fundamentales para el desarrollo de lo local, lo comunitario y lo relacional. Lo efímero y, en algunos casos, lo intrascendente son una mera consecuencia del cambio en las condiciones de producción.
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Batania (Vizcaya, 1974)
Francisco Carreño (Madrid, 1965)
LA GENTE DE MADRID SE MATA A LOS VEINTICINCO AÑOS
SEGUNDO DÍA DE PESO Dura es la mirada del agua cayendo siempre hacia la tierra sedienta donde las piedras esperan sin boca una palabra del cielo más fuerte que su firme resistencia al vuelo.
La gente de Madrid se mata a los veinticinco años. La gente de Madrid nace blanca y crece en rojo, pero se mata a los veinticinco años. La gente pinta y sueña cometas y bufandas, pero se mata a los veinticinco años. Se cruje en la cuna y ríe adolescente, pero se mata a los veinticinco años. Se cuelga en la soga de la hipoteca. A los veinticinco años. Se tira del séptimo del matrimonio. A los veinticinco años. Se toma el veneno de los hijos. A los veinticinco años. Se pega el tiro de las ocho horas. A los veinticinco años. Aquí siempre trabaja el mismo marmolista: Raquel Merino: muerta a los veinticinco años. Aurelio Guerrero: muerto a los veinticinco años. José Carvajal, Julián Gómez, Rosa Cañas, tus amigos no te olvidan: muertos a los veinticinco años. ¡Si hubieran salvado a su héroe! ¡Si hubieran vivido a contramuerte! ¡Si hubieran sembrado claveles con alas o lunes trepando por los trapecios! A los veinticinco años. La gente de Madrid se mata a los veinticinco años. Fallecida de muerte natural a los veinticinco años.
DÍA SIN JUICIO Hacerse añicos contra el suelo ver si tiene un corazón es todo lo que espera este pájaro de vértigo. DÍA DE TODOS Son las diez de la noche, sigue haciendo calor. La gente mira al cielo de tormentas que no llegan. Una historia que nadie conoce sucede. Todos los que ahora pasamos tenemos un solo pensamiento diferente. Nada invisible nos une, nada visible nos separa. Formamos parte de una obra inacabada: un cuadro ciego, un mudo madrigal.
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Miguel Ángel Curiel (alemania, 1966)
José Daniel Espejo (alicante, 1975)
LA PALABRA El poder de la palabra es el poder de la brea RECUERDO DE ALEMANIA Henrich Böll tenía nombre de escritor. Escribía poemas de la cola o del barniz. Su valor el del espejo para desahogarse. Amaba para desahogarse. No sé si o el del agua parada en las cisternas; bebía. Se decía cristiano y eso en un alemán significa ser su brillo el de la luna ético, ser palabra, no palabras. Henrich Böll es un nombre su vida la de las estatuas de escritor como pocos otros. H.B. Otro nombre de escri- sus vasallos cobardes y sus víctimas tor es Albert Camus. A.C. Yo no tengo exactamente un cada uno de nosotros, todos los días. nombre de escritor. Aunque soy escritor el nombre no me acompaña. Entre yo y mi nombre completo hay demasia- LA MÁQUINA do espacio. Entre H.B. y A.C. hay una sola palabra. Rilke Nos perseguimos perdió el nombre, Kafka también. Eran checos. Eran hom- para matarnos. bres extraños, tenían apellidos extraños. He perdido el Esperamos el momento oportuno nombre y ahora soy sólo un prénome. Soy una sola pala- para el golpe por sorpresa la emboscada definitiva. bra para que toda la energía se quede dentro de ella. H.B. En la práctica esta guerra está sonando hoy en la radio. Nieva en la calle. Suena en la se reduce a una larga voz de una mujer. Henrich Böll. La diéresis son dos moscontinua vigilancia. Lo peor son las noches cas. El chicle de menta en la boca para decir Böll, Kafka, afilando cuchillos. Rilke. Una sólo palabra los identifica. Yo también soy una sola palabra. David Mayor (Zaragoza, 1972) UNA FOTOGRAFÍA SIN REVELAR La borrasca y el poema están en el papel. La lluvia y la poesía en la realidad. He apagado la luz. La nieve es negra. La noria saca el agua, el poema la poesía. La noria entresaca algunos peces, los cambia de curso. La poesía cambia de curso las palabras. Mira a la mano de ese niño que aprieta su dedo cortado.
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TIEMPOS MODERNOS Vestido corto y zapatos de ligero tacón, Julie Christie morena por la acera del free cinema. Sigilosa, como los fantasmas pasan por el cuerpo, secreta, infatigable, insensata. Medianoche en los ojos y media vida por llenar, dinamitera amable en el espacio iluminado de las cosas sin porqué. Una calle en cualquier ciudad y un tipo irremediablemente perplejo. Desde entonces ella le acompaña con fidelidad de tatuaje a sólo cinco minutos del futuro, cuando los poetas toman las armas, para recordarle que la verdad siempre es concreta, que no hay dato sin sospecha, que la ira y el deseo nos hacen y deshacen. Le acompaña entre bares de marfil y garitas de librero, con palabras que son movimiento de reina: Por mucho que lo intentes, amor mío, todo sueño tiene un precio, no hay buen entrenador con malos jugadores.
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María salgado (Madrid, 1984) LOOP DE KTE & EL BELLO MUCHACHO un bello mu-cha un bello mu-cha un bello mu-cha-cho el otro día a go-od boy a gd-oo boy a vd-ooo child a voo-do child haciendo rimas en el parque el otro día sus broches de dislexia haciendo idioma en un trono del parque el otro día un chi-co de co-lor un chi-co-co-lor píxel mi mo-zo-pi-xe-la-do mi afro hermoso mi afro des-le-í mi a-fr-o des-leí--do en vaso de co-lor el otro día mi boy-friend mi bo-dy-friend mi fr-iend-ly-boy-el es-cri-tor de brea-k -- el il-e-tra-do el de-le-té-reo bello lo deletreo - lo beso l oletr - edees looob, el otro día hicimos un enjoy, enjoy depeche the mode the silence -- el otro día -- un loop de amor del otro día a hoy de hoy al otro día, del otro día al hoy, de hoy al otro día Mercedes Díaz Villarías (albacete, 1977) AFTER SUN tema: An orchid is a flower that thrives on neglect, Aroah Es extraño que no recordáramos las mismas cosas. Los mismos desfiles, los mismos parques. Estaban las oseras vacías y las patinadoras. Las barcas. A mí en el fondo me gustaba quemarme. No era por la crema, ¿sabes?, ni por el olor como yo te decía. Era un pequeño amor infantil por la autolesión, la piel enrojecida. Aquella tarde que pasamos haciendo fotos en la puerta de la calle, agachados y colocando los objetos que nos gustaban de cierta manera frente al objetivo. Los peatones pasaban y nos miraban un momento. Eso me gustaba. Me gustabas tú porque no usabas todos esos ridículos términos cuando hablabas de los libros, ni hacías anacrónicas listas para salvar el arte, ni tampoco te dabas importancia. Pagabas la merienda y me aconsejabas no tomar demasiado café. Yo sabía que aunque tu vida estuviera llena de cosas (cócteles con actores coreanos o los tejados de Berlín) no te preocupaba lo más mínimo. Era por eso que me gustaba discutir contigo. Está bien. Lo reconozco: no era la crema. Quimera 23
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PostProtagonistas: DiEZ notas soBrE PoEsÍa Y PErsonaLiZaCiÓn MasiVa Para tiEMPos DE Crisis 1. Autores y obras desvirtuados por un mercado y una institucionalidad ineficientes, en busca de otros medios y circuitos para dar a conocer sus proyectos. Poetas que descubren que lo virtual no es tan poderoso como parecía y que, si bien las posibilidades de lenguaje parecen infinitas, los conflictos sociales son cada vez más evidentes e insoslayables. Una poesía de gran vitalidad, calidad y riesgo, en la que ninguna vertiente puede considerarse hegemónica. Se acerca el momento en el que los poetas tomarán posiciones.
mercado, la poesía es también un territorio en disputa, uno de los objetivos de la contrarreforma centralista de las grandes corporaciones (las de la información y las nuevas tecnologías, en primer lugar), que buscan tener mayor control de la ciudadanía y condicionar su consumo hacia el mainstream. 4.
En las presentes circunstancias, la creación de comunidades poéticas supone el uso natural de nuevas tecnologías como los blogs, facebook y twitter. Pero, no siendo internet un formato propicio para la lectura atenta o concentrada, el empleo de 2. estas herramientas se limita a la incesante convocatoria de eventos, lecturas, fiestas y presentaciones El regreso de lo político, consecuentemente, es un de libros. Esto deriva en el auge de la práctica de la falso regreso: vuelve algo que nunca se había ido. literatura como un acto social. La crisis financiera, iniciada en 2008, ha dado visibilidad a lo oculto. Si bien ahora resulta tristemente obvio que la generación mejor preparada de la historia de España enfrenta un futuro bastante 5. incierto, el interés por lo político siempre estuvo allí. Y aquello que no se quería ver –y que muchos La creación de comunidades, circuitos alternativos, poetas trabajaron en silencio- supone el cuestiona- prestigios e incluso celebridades previos a la obra miento de un sistema político y económico caracte- publicada (o circunscritos a la lectura pública) rizado por su desprecio a la ciudadanía, el cual ha puede tener, a mediano plazo, aspectos que traspuesto en peligro los logros que permitieron la exis- ciendan la mera acción publicitaria, si se analiza el tencia de la sociedad de bienestar. fenómeno más allá de propuestas tradicionales o exclusivamente literarias. Esta superación de lo textual, tanto en el espacio virtual como en la eclosión 3. de lo performativo, sería parte de un largo proceso por el cual la escritura en la modernidad ha preDesde una perspectiva mayor, la producción poéti- tendido ser siempre algo más que simple escritura, ca española de inicios del siglo XXI es apenas un desde los homenajes a la música por los románticos, síntoma de un fenómeno mucho más complejo y la obsesión por la sinestesia de los simbolistas o el trascendente. Sea por sus implicaciones en la polí- collage del simultaneismo surrealista. tica directa, o en la pugna por posicionarse en el 24 Quimera
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meno de la celebridad expresa la crisis del sistema de representación y el ansia de diferenciación proLa comercialización y posterior canonización de pios de las sociedades postindustriales. En cuanto a nuevas propuestas requiere la consolidación de la extrapolación de este modelo en el mundo de las una comunidad, que se identifica, promueve y artes y las letras, el conflicto radica en que dicha avala las mismas. Una comunidad, virtual o físi- condición torna hasta cierto punto innecesaria la ca, que propone su propio sistema de valoracio- propia obra (y la evaluación de la misma). O, quizá nes y prestigios, y que incluso puede consagrar a con más exactitud, la obra ya no se limita a la escriun autor o convertirlo en una celebridad. Esta tura sino que supone la creación de todo un sistema última figura, la de la celebridad, es la que res- de representación simbólica alrededor del sujeto. ponde con mayor exactitud a las exigencias del mercado y la cultura corporativa. La incógnita es si este tipo de reconocimiento podrá, simultánea- 9. mente, responder a los patrones de calidad del paradigma ilustrado o ser sólo una expresión más Consecuentemente, por presión comercial de los de un populismo mediático. editores, los autores que aspiran a ser publicados en papel se ven obligados cada vez más a empren7. der una gesta en pos de una visibilidad o significación social, luchando contra el anonimato y la indiPese a su raíz romántica, el culto a la celebridad, en ferencia. El nuevo paradigma implica apreciar lo su naturaleza materialista y efímera, se opone a la que tiene poder o aura: es bello lo que posee éxito, trascendencia, a la gloria, pero también al pensa- utilidad económica. Antes que en el deleite o la miento crítico o a la belleza abstracta. Contravi - contemplación, la emoción se hallará al identificar niendo paradójicamente sus potencialidades eman- el valor social y comercial de una propuesta. Así, lo cipadoras y democráticas, la red y la cultura de la artístico -o los remanentes de esta categoría- podría celebridad que en ella predomina, no son favora- estar en la manera en la que se accede a la celebribles a enfoques formalistas, la techné o lo sublime. dad, y en cómo ésta se mantiene, a través de una Las propias condiciones epistemológicas de la nave- constante renovación. gación en la red denotan una predilección por el reconocimiento (lo que se ha visto antes en los medios) frente al conocimiento (lo que descubre uno 10. mismo). La muestra Postprotagonistas recoge la obra de la última generación formada fundamentalmente 8. bajo un paradigma ilustrado. Su escritura, ambiciosa formalmente y atenta a cambios discursivos y Perdida la posibilidad clara de establecer prestigios, formales, supone un logro en sí misma, pero se proser célebre en la actualidad supone convertirse en pone también como un puente, como un diálogo un personaje con presencia en los medios y que da abierto con autores más jóvenes, nativos digitales, que hablar a una comunidad. Una condición que ya inmersos plenamente en la revolución tecnológirequiere, en primer lugar, aceptar vivir la vida ca y en sus nuevos paradigmas. El objetivo común, públicamente, con el menoscabo de la intimidad o si existiese, sería consolidar la convivencia y la diel silencio. La celebridad es, entonces, la manera versidad de propuestas que, en su búsqueda de canueva de constatar la excepcionalidad del indivi- lidad y autonomía, superasen las limitaciones imduo al diferenciarse de la masa anónima. El fenó- puestas por el populismo mediático. ■ 6.
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Watchmen, una instalación
otra historia de américa
A la derecha, un fotograma de la película Watchmen (2009) y un boceto de la instalación que la artista francesa Clotilde Viannay realizó el año pasado en el Palais de Tokyo, de París. La idea de recrear el kiosko de Watchmen era, en la estela del propio Moore, reelaborar libremente la realidad de los EE UU de los stenta y ochenta a través de artículos de prensa. Arriba, a la derecha, algunas de las portadas de los medios más representativos en este otro universo paralelo. 26 Quimera
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En octubre del año pasado, la artista francesa Clotilde Viannay exhibió en París la muestra W, en la que se apropia del universo Watchmen, el cómic de culto de Alan Moore y Dave Gibbons. Como parte de ese proyecto, Viannay realizó una instalación que recreaba el famoso kiosko que aparece en la novela gráfica y lo llenó de revistas y periódicos cuyas noticias y artículos fueron escritos exprofesamente por autores franceses, americanos y españoles. Robert Juan-Cantavella fue uno de los escritores invitados y en las páginas siguientes reproducimos su contribución al proyecto.
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Operación Paraíso: el enemigo del futuro La Operación Paraíso, que inaugura la guerra del futuro y fue ejecutada en los últimos días por el ejército del aire, llegó a su fin ayer noche con un éxito rotundo. Todavía es pronto para hacer un análisis exhaustivo, pero en el siguiente reportaje les ofrecemos todos los datos de los que se dispone hasta el momento. RobeRt Juan-Cantavella nuestros lectores ya lo saben, fue Daniel Dreiberg quien puso en marcha este nuevo juego de guerra, la operación Paraíso, una estrategia a largo plazo con otros motivos y enemigos distintos. nadie sabe a ciencia cierta cómo el señor Dreiberg, más bien conocido como segundo búho nocturno, ha podido conseguir la atención del Gobierno, pues hace casi una década que él y los suyos fueron apartados de las calles y condenados a la vida civil. aunque no son pocos los que apuntan a la huída repentina del Dr. Manhattan. Quién lo hubiese dicho hace apenas unos meses. el superhombre existe, además es americano, y además resulta que se ha instalado en Marte y no contesta al teléfono. a nixon no le queda ningún as en la manga, la guerra fría ha empezado a arder. el Presidente sabe que sin la protección del Dr. Manhattan, sea lo que sea lo que vaya a suceder con los soviéticos, no depende de él en absoluto. De ahí que el alto mando del Gobierno haya decidido darle una oportunidad al plan del búho nocturno precisamente
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ahora, en 1985. ¿Para detener al viejo enemigo? no, para adelantarse al próximo. un enemigo invisible, despiadado y poderoso, un enemigo que ni siquiera es todavía un enemigo declarado: el enemigo del futuro. así es, el plan de Daniel Dreiberg establece un nuevo tablero de juego. Ya no se trata de la guerra nuclear sino de “la guerra de las finanzas” y sus efectos no van a dejarse entrever hasta dentro de unos veinte años. Por eso es tan importante mover ficha en primer lugar, adelantarse a los acontecimientos, cortar el mal de raíz. acabar con el enemigo cuando todavía es un cachorro indefenso. Pero empecemos por los hechos, pues sólo ellos pueden ayudarnos a desentrañar los secretos de este nuevo escenario en que van a desarrollarse las estrategias políticas y militares de las próximas décadas. acaba de empezar la guerra definitiva. lo cierto es que en las últimas horas el ejército del aire ha borrado del mapa seis pequeños lugares del planeta tierra. algunos ni siquiera eran países. bombardeos selectivos
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aunque de forma masiva. Guerra preventiva de carácter quirúrgico contra los enemigos del mañana. Virtus unita fortior así es, lo han visto ustedes en sus televisores, sobres sellados, zafarrancho de combate, aviones de guerra, cientos de bombarderos despegando de cada una de las bases militares más cercanas a los distintos objetivos, sangre y fuego de nuevo, sangre y fuego como hacía varias décadas. Y no han sido los soviéticos. ni es una guerra nuclear. Virtus unita Fortior… ese era el lema de andorra, “la virtud unida es más fuerte”. Y puede que el destino no sea al fin tan risueño ni falsario, ni nos juegue en esta ocasión una de esas irónicas jugadas. ahora andorra ya no existe, y si ha dejado de hacerlo ha sido en verdad de ese modo, hay que aceptarlo: de forma unida. tres días de bombardeos sin cuartel, con sus cuatro noches, con miles de toneladas de explosivos y sin descanso. a estas horas, en ese privilegiado enclave de la frontera hispanofrancesa no quedan más que brasas y ceniza, 468 km² borrados del mapamundi. esa es precisamente la idea, el propósito de la operación Paraíso: estrategia de tierra quemada. afortunadamente, si es que tiene sentido hacer juicios con los datos de que disponemos, las bajas humanas han sido mínimas. Y es que todo andorrano, luego veremos el cómo y el por qué, dispuso del tiempo y los medios necesarios para salir indemne. De su país no queda nada, pero casi todos ellos están vivos. tendrán que aprender a llevar ese lema grabado en su corazón, los colores de la bandera, el recuerdo de su hogar, la ilusión de aquel país.
en su momento, Mónaco supo esquivar hábilmente y con los modales de un exquisito anfitrión el terror de la segunda guerra mundial. esta vez ha sido distinto. Hay un chico en Mónaco que esquía muy bien, lo hace con cierta frecuencia, fue el primero en abandonar su palacio. el país entero ni siquiera llega a 2 km². ahora totalmente calcinados, arrasados por unas pocas decenas de bombarderos en apenas 24 horas. tampoco queda nada. un color menos en el mapa, incrustado en el sureste de Francia. a estas horas Mónaco ya no existe. Como andorra. Y como liechtenstein, que tampoco había tenido mayores problemas en los años cuarenta. también liechtenstein ha sido bombardeado. ni Suiza ni austria volverán a preguntarse por ese lugar resbaladizo y habilidoso enclavado entre el uno y el otro, esa manchita pequeñita pequeñita y llena hasta los topes de billetes de cien dólares que apenas ocupaba 160 km² y ahora es sólo fuego. exactamente lo mismo que ha sucedido en la isla de Man, de repente estabas regando las plantas tranquilamente en tu casa ajardinada de la Isla de Man y el cielo se oscurecía plagado de aviones de combate, oyes la primera explosión, no sabes si lejos o cerca, la segunda sin duda más próxima, la tercera explosión y la cuarta y la quinta y mil explosiones y sientes un impulso que te eleva y ardes, ardes pero no parece importarte, flotas, todo es blanco y desapareces. 572 km² menos entre el Reino unido e Irlanda. la Corona británica acaba de perder su Dependencia preferida justo en medio del mar de Irlanda. 572 km² de nada y de fuego. otro tanto ha sucedido en las Islas Cook, en el océano Pacífico Sur, entre Hawái y nueva Zelanda. Quince islas, 240 km², también
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reconvertidas en un escenario apocalíptico que tardará muchas décadas en volver a albergar vida financiera. Y por último Gran Caimán, Pequeño Caimán y Caimán brac, las tres han caído bajo el fuego de las bombas. Si va usted a buscarlos ya no encontrará aquellos preciosos arrecifes en los que bucear, no queda nada de las Islas Caimán, de Seven Mile beach, de el Castillo St. James en bodden town, de Stingray City. 260 km² menos, al sur de Cuba. otra mancha de color blanco en el mapamundi del futuro. la virtud unida es más fuerte. la virtud es de color blanco. así las cosas, la extensión total eliminada es de unos 1.700 Km². Por el momento no tenemos ningún dato sobre las toneladas de bombas que han hecho falta, trataremos de averiguarlo para próximas ediciones. Seis ataques masivos por aire de forma simultánea y 1.700 Km² borrados del mapa en pocos días. lo cual tampoco es tanto. 1.700 km² es lo que mide más o menos la zona metropolitana de londres. una cifra más que aceptable según fuentes gubernamentales. en términos estratégicos, la operación ha sido un éxito. Detalles de la Operación Paraíso Pero ¿en qué cosiste la operación Paraíso?, ¿cómo llegó el búho nocturno a diseñar este nuevo escenario internacional?, ¿por qué se ha bombardeado precisamente estos seis enclaves repartidos en distintos lugares del planeta?, y lo que en primera instancia resulta todavía más acuciante, ¿cuál ha sido el precio en vidas humanas de este ataque simultáneo que ha
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disuelto en el aire seis regiones aparentemente inconexas en apenas 96 horas? Para responder a estas preguntas debemos acudir a la biografía de nuestro héroe enmascarado. Su padre el señor Dreiberg, como es de dominio público, se dedicaba a la banca de inversión, conocía bien el mundo de las finanzas, los subterfugios de la fiscalidad, los secretos de la economía creativa. así es como se hizo multimillonario en muy poco tiempo. De ahí que el bueno de Daniel pudiese permitirse todos esos juguetitos tecnológicos que todavía hoy esconde en su sótano y con los que solía patrullar los cielos de nueva York en los años setenta (Arquímedes, por ejemplo, esa especie de nave espacial con ojos de lechuza; o sus sofisticadas gafas de visión nocturna). “la guerra nuclear está en manos del Dr. Manhattan”, señaló ayer mismo en rueda de prensa, “si el mundo va a salvarse o no, es algo que no depende en absoluto de los seres humanos. nosotros, como es lógico, trabajamos con la hipótesis más optimista, pues la otra, simplemente, prescindiría de la vida tal como la conocemos. Y si la tierra sobrevive a esta década, nuestra obligación es seguir trabajando por el futuro, por la seguridad en el mundo entero. en cuanto a los pormenores de la operación Paraíso”, siguió informando Daniel Dreiberg, “no me preguntéis cómo puedo saberlo pero lo cierto es que tras esta guerra sin disparos que nos enfrenta desde hace tanto al poder soviético llegará otra más sutil, drásticamente mortífera, mucho más cruel y más sádica, creedme: la humanidad no ha conocido un terror comparable al que desataría ‘la guerra de las
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finanzas’. Por eso hemos decidido atacar primero. estos seis paraísos que hemos neutralizado en las últimas horas constituían el germen del peor de los males, auténticos agujeros negros dispuestos a tragarse la dignidad de nuestra civilización convertida en dólares, traducida a billetes de cien, reducida a su mínima expresión. Comprendo que ahora les cueste entenderlo”, concluyó dirigiéndose a la prensa con los ojos entornados, “pero la economía del futuro está en juego, y eso es tanto como decir la vida de nuestros hijos, nuestra evitable condición de esclavos en el futuro”. Por lo demás, el Gobierno también ha hecho público un comunicado en el que se detallaban los protocolos seguidos en la “operación Paraíso”. el punto más importante, subrayado y en negrita, decía así: “no ha sido una guerra contra el hombre sino contra el país. no ha sido una guerra contra el país sino contra sus fechorías financieras”. Según parece, estos seis ataques fueron planeados hace más de un mes. Y hace aproximadamente veinte días los gobiernos de andorra, Mónaco, liechtenstein, Isla de Man, Islas Cook e Islas Caimán fueron puntualmente avisados: “Por motivos estratégicos su país va a ser reconceptualizado en aras de una nueva ordenación del mapa del mundo. Pongan en alerta a su población, tienen ustedes quince días para recoger sus cosas y salir del país. a cada uno de sus ciudadanos le será expedido pasaporte americano y se le concederá un crédito por dos millones de dólares para empezar de nuevo”. la idea era no matar a nadie. no había ninguna razón para matar a nadie. el
plan del búho nocturno no pasaba por matar a nadie. todos en andorra, en liechtenstein, en Isla de Man, en Islas Cook y en Islas Caimán, incluso en Mónaco, tuvieron tiempo más que suficiente para embalar sus cosas y trasladarse cómoda y gratuitamente a un país vecino con sus posesiones materiales y sin menoscabo alguno de su integridad física. Había que destruir el país, eso sí, eso resultaba inevitable, arrasarlo hasta sus cimientos para evitar que a principios del siglo que viene colaborasen, como muchos de ellos ya habían hecho hace algunas décadas en los tiempos del tercer Reich, con la mayor máquina de matar jamás conocida, aunque en este caso esa mortífera maquinaria fuese otra: la exención fiscal. Y así se ha hecho. la primera fase de la operación Paraíso se daba oficialmente por concluida ayer a las 20:00 horas. Según informan fuentes gubernamentales, estos seis ataques no han sido más que el principio. los próximos objetivos a rendir, en no más de dos meses y a través de la segunda fase de la operación Paraíso (que contará con un total de tres fases), afectará entre otras a los siguientes paraísos fiscales de hoy y del mañana, sus gobiernos ya han recibido el mensaje de aviso, la falta de transparencia de su yugo económico tiene los días contados, sus habitantes dispondrán incluso de más tiempo que los arriba citados para emprender una nueva vida. Son: Islas Marshall, vanuatu, San Cristóbal y nieves, San vicente y las Granadinas, Santa lucía, Islas vírgenes británicas, San Marino y tonga. Seguiremos informando.
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Adrift’s Book sayak Valencia
Lo que sigue son las primeras piezas de un puzle, fragmentos de la exploración detectivesca por un territorio agreste. Lo que sigue son los primeros versos de un poemario y los primeros capítulos de una novela policial. La mexicana Sayak Valencia nos da su propia visión “del material del que están hechos los sueños” (Shakespeare/Bogart dixit), en un libro inclasificable que publica este mes Aristas Martínez.
[LA MUJER DEL TIEMPO] El Detective, los labios acercándose hacia el vapor. Los labios temblando con el primer sorbo. El sabor agarroso y amargo, el flashazo de lucidez. Es lunes. [Esto se trata de otra cosa, de los detalles imperceptibles, de los actores de fondo, de las voces lejanas, del mobiliario vencido, del sonido de la máquina.] Mientras bebe del humeante vaso, el Detective se dirige a su escritorio, echa un vistazo a la correspondencia, abre un par de sobres, todo son cosas vencidas: avisos, invitaciones, reclamaciones. Son las 8 de la mañana. Afuera llueve despiadadamente, adentro está a punto de llover. Mientras el Detective se pierde en cavilaciones, La Mujer del Tiempo anuncia que la lluvia permanecerá impertérrita durante toda la semana. Suena el teléfono.
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[LA LLUVIA IMPERTÉRRITA] Observa la caída. Un pensamiento intrusivo lo atraviesa: cae lo más bajo que se pueda caer.i El Detective especula sobre la lluvia que se piensa a sí misma y se lanza desde lo alto. El auto-odio. Piensa en lo imparable. En el proceso largo de evaporarse, subir y luego de vuelta a la tierra, inexorablemente contra la tierra. La lluvia: un Sísifo diminuto contra los cristales. LOS HECHOS Es Lunes. Son las Ocho de la mañana. Suena el teléfono.
DESCRIPCIÓN DE UN TELÉFONO Electricidad, voz, distancia. Utilizar vibraciones causadas por la voz sobre un disco flexible o diafragma, con el fin de activar y desactivar un circuito eléctrico y producir unas vibraciones similares en un diafragma situado en un lugar remoto, que re produciría las vibraciones originales. [[[[[Las vibraciones originales.]]]]] La burbuja sónica rompe a timbrar. Son las ocho de la mañana.
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[LA RESPIRACIÓN] Suena el teléfono. Una mano que tiembla coge el auricular. Sólo se escucha la respiración. La respiración. La respiración que finalmente dice: Detective, solicitamos su presencia inmediata, hemos encontrado a una mujer muerta. La mano cuelga el auricular. Algo tremendamente certero ha pasado en su oído. EL DETECTIVE Cae, la lluvia incesante, cae. El Detective tiene ganas de tenderse en el río. En el lugar preciso donde encontraron a La Muerta; sentir la humedad arriba, abajo, acribillándolo. Alguien (un oficial) le dice: Detective, venga, protéjase de la lluvia, se está empapando. El Detective no quiere protegerse, quiere toda la inmisericordia de los truenos, sentir en carne propia la falta de piedad del agua embistiéndolo. Se queda ahí, pensando. Observa el punto preciso donde La Muerta fue encontrada. Vuelve al centro de sí y, por enésima vez, escucha la voz de su (in)conciencia. [Gertrude Stein le dice: tiene la extraña cualidad de un mundo que uno no ha visto nunca y el aspecto de cosas destruidas como nunca han sido destruidas.] El Detective resuelve que quiere andar el mundo de La Muerta, ver ese mundo. Se pide el caso. Inicia la caza.
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[ESTO ES UN CLOSE UP DE SONIDO] Estertor... estertor... estertor... estertor... E S T E R T O R... La Mujer de Los Detalles sufre en este preciso momento un ataque de ansiedad. El temblor de la desvinculación y la autonomía personal. Segundos antes se enteró de la condición cambiante de la vida. La voz de un hombre le dijo que la mujer con la que constantemente se cruzaba en el rellano de la escalera, ahora era oficialmente una mujer muerta: La Muerta. La condición cambiante de la vida decide colocar hoy a La Mujer de Los Detalles en la mira de El Detective. PENSAR UNA ESCALERA La Mujer de Los Detalles y La Muerta compartían la huella y la contrahuella. El rellano de una escalera. Resulta indescriptible la amistad que puede formarse en los peldaños. La repetición de los pasos. Un destino manifiesto que escuece y tiñe sobre los pasillos del esófago. Si pudiéramos saber lo que ambas pensaban al encontrarse en el rellano, antes de que la sonrisa de cordialidad apareciera y luego, súbitamente el sonido de las llaves: ambas pensaban en la posibilidad del rojo sin refutaciones. En su inadaptación ante los mundos dobles. Fuera del rellano La Mujer de Los Detalles y La Muerta compartían una pared y la música del daño. John Cage. [Pensar una escalera es una escalera.]
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Borja Bergareche
“Ni Wikileaks hace periodismo Ni assaNge es el director de uN medio de comuNicacióN” En Wikileaks Confidencial (Anaya, 2011) Borja Bergareche no solo reflexiona sobre el fenómeno –del que se esperan aún nuevas revelaciones–, también traza un completo análisis del estado del periodismo y de su difícil transición a lo digital. Bergareche conoce el tema: ha sido director de la sección digital del diario ABC, del que ahoraes es corresponsal en Londres. Desde allí contesta nuestras preguntas.
por
recaredo Veredas
A finales de 2010 cinco medios de reconocido prestigio –de los pocos que aún soportan la presión combinada de la crisis y la digitalización– publicaron al unísono la “exclusiva del siglo” y llevaron al estrellato a un tipo de pelo blanco, inquietante atractivo y curriculum borroso. Julian Assange se convirtió en el hombre del año y, aunque su estrella haya declinado, las consecuencias aún sobreviven y se sabe que pronto llegarán nuevas revelaciones, que actualizarán el protagonismo del australiano y su aura revolucionaria-maldita. —Me interesa cómo contextualiza Wikileaks dentro de un mundo saturado por la información. Cómo la vincula con otras filtraciones, de menor y mayor relieve. ¿Es Wikileaks un fenómeno más o menos cotidiano, enfatizado por el renombre de los difusores y las nuevas tecnologías? —Son dos preguntas diferentes. Wikileaks es un nuevo actor en el esquema de la comunicación de la era digital. Y aunque la organización dirigida por Julian Assange desapare36 Quimera
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ciera mañana, habría organizaciones similares que seguirían formando parte de la ecuación de la comunicación en lo que podemos denominar como “era Wikileaks”. La era digital permite que buzones electrónicos como los que han habilitado OpenLeaks, Al Jazeera, Wall Street Journal o MiniLeaks en España –con distintas características técnicas-, reciban y difundan mucha más información comprometedora que la que antes podíamos gestionar los periódicos tradicionalmente. No hay que olvidar que los “garganta profunda” que envían sobres con documentos a un periodista han existido siempre. En ese sentido, Wikileaks no supone ni el final de una era ni el principio de algo nuevo. La “era Wikileaks” supone, simplemente, una aceleración de las manifestaciones de la era digital, una era de lo digital al cuadrado. Y una enorme sacudida para la manera en que los Estados gestionan sus secretos. —¿Son las filtraciones de 2010 las mayores de la historia? —Las tres mega filtraciones que protagonizó Wikileaks en 2010 no fueron las más importantes. Los Papeles del Pentágono tuvieron una implicación política mayor, al poner de manifiesto que hasta cuatro presidentes habían engañado al país por el curso de una guerra que seguía en curso. El material de mayor importancia histórica que aporta Wikileaks está en los “diarios iraquíes”, porque permitieron sumar 15.000 víctimas civiles del conflicto que no estaban contabilizadas hasta entonces. Los cables del departamento de Estado aportaron “texturas y matices” a la conducta de las relaciones internacionales, eran interesantísimos pero no contenían grandes secretos de Estado. Si miramos las cifras comprobaremos que el 40% de los cables filtrados por Wikileaks estaban clasificados como “confidenciales”, solo el 6% era “secreto”, y no había ninguno clasificado como “top secret”. No aparecía casi nada sobre el conflicto de Oriente Próximo o sobre operaciones de inteligencia. Este tipo de secretos muy secretos discurren por otros canales a los que, por ahora, no se ha podido acceder. Según datos que aporto en el libro, Wikileaks solo filtró el 2,38% de los cables clasificados transmitidos por los diplomáticos de EE.UU. en 2004-2010, el periodo del que proviene la mayoría. Wikileaks solo era conocido en ambientes “hackers” y “techies” hasta que publicaron el vídeo “collateral murder”, que mostraba imágenes de un helicóptero de EE.UU. disparando y matando a doce civiles iraquíes, incluidos dos periodistas. Y con las tres filtraciones de 2010 pasó a formar parte del paisaje 38 Quimera
mediático cotidiano, en el que sigue incrustado el propio Assange con su complicado panorama procesal en Reino Unido, Suecia, Australia y EE.UU. Me interesa más Wikileaks como fenómeno que como noticia, y eso es lo que analizo en el libro. Y, en ese sentido, creo que en España hubo mucha confusión. Ni Wikileaks hace periodismo ni Assange es un director de un medio de comunicación. Emplean esa terminología para que les ampare la libertad de expresión (que debe ampararles, en mi opinión). Son un grupo de activistas con una agenda radical que no comparto: niegan el derecho de los gobiernos y las empresas a guardar secretos. Y, como digo, aunque mañana desaparezcan el rol que juegan seguirá presente en nuestras vidas. —En la presentación de su libro, el director de ABC afirmó que el periódico debe ser leal a sus propietarios. ¿Comparte esta opinión? ¿Dónde se encuentra el límite entre la coherencia y el servilismo? —Nadie habla de servilismo. En la era digital, la mejor garantía de supervivencia de las grandes cabeceras es precisamente la imagen de marca que arrastramos, que muchos lectores asocian a rigor (imperfecto) y profesionalidad (falible). En ese sentido, quienes deben ser coherentes con sus lectores y consigo mismas son las cabeceras. Los individuos que trabajamos en ellas debemos ser profesionales guiados por el código ético y profesional de esta profesión, lo cual no exige suscribir ideológicamente cada posicionamiento de tu periódico. La lealtad primera es a los lectores, a los que debes conocer bien. Y la era digital nos permite conocer mucho mejor a nuestras audiencias, y comunicarnos con mucha más gente. Pero, por supuesto, quienes creemos en la importancia de la pluralidad de medios, y del importante papel cívico que desempeñan las empresas de medios, tenemos el deber de lealtad profesional hacia los accionistas de nuestras empresas, formadas a menudo por familias comprometidas desde hace décadas con la función social de la prensa. Esta lealtad no debe confundirse con la sumisión, de un lado, ni con la interferencia innecesaria en el proceso editorial, del otro. —¿Avanza la transparencia en la administración española? ¿Cómo influye en esta evolución la enorme dispersión de nuestras administraciones y de sus leyes? —España es el patito feo de la transparencia en Europa. 23 países de 27 miembros de la UE tienen leyes de transparencia, casi 90 en el mundo. El PSOE incluyó una ley de acceso a la información en sus pro-
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gramas de 2004 y 2008. Nunca llegó. Los diputados jamás le dedicaron un minuto hasta que el movimiento 15-M planteó la demanda. Debilitados y temerosos de la pérdida de credibilidad que rodeó a las elecciones de mayo de 2011, PP y PSOE corrieron a aprobar borradores de ley. Ahora el presidente Rajoy se ha comprometido a aprobar una ley de transparencia en los primeros 100 días de su gobierno. Veremos. Hay resistencias en muchos ministerios. Tener una ley es
“En internet, las grandes factorías de información son los medios “tradicionales”, que además ocupan posiciones de liderazgo en la web. Lo que ha cambiado es que ya no tenemos el monopolio del altavoz. Que existen muchos más actores. Y que lo que escribimos genera un eco, un “feedback” y una reacción inmediata que antes no ocurría. Pero el contenido lo sigue aportando ese ecosistema tan valioso que llamamos redacciones”.
importante porque abre muchos espacios de acción gubernamental y de gasto público a mayores posibilidades de fiscalización por la prensa o los ciudadanos. Pero lo importante es que cambie la cultura burocrática que hace que en España los funcionarios consideren que la información que manejan es suya, cuando la información pública es propiedad del administrado y no del administrador. La respuesta más habitual en España a una petición de información es el silencio
administrativo o un “Y a usted que le importa”. En todo caso, en el contexto digital, las leyes de transparencia deben superar la lógica del acceso –esa que hace que cada año el gobierno federal de EE.UU. reciba 600.000 demandas de información al año al amparo de la Freedom of Information Act. Y deben obligar a las Administraciones Públicas a publicar, de forma periódica y en formatos electrónicos navegables, información relevante, como los sueldos del staff de la Casa Blanca, que la Administración Obama ha publicado este año por primera vez en la historia. —¿Sirvió Wikileaks para que el gobierno estadounidense mostrara que sus secretos no son tan graves como imaginábamos, para derribar teorías conspirativas? —Los cables demostraban, en general, que los diplomáticos de EE.UU. cumplen bien con su papel de defender el interés de su país, y que tienen una notable capacidad de análisis del mundo en que vivimos. Los “diarios iraquíes”, por el contrario, pusieron en evidencia que el alto mando militar de EE.UU. mintió al inicio de la invasión de Irak cuando afirmaban que no guardaban la cuenta de las víctimas civiles que causaban. El gobierno de EE.UU. es, en todo caso, un monstruo de generar secretos, y Wikileaks solo nos permitió verle las pezuñas. La mayoría de los secretos de EE.UU. siguen siendo… secretos. En 2010 sus funcionarios pusieron el sello de “clasificado” en unas 750 millones de páginas, su sistema de clasificación mantiene las características de la Guerra Fría, es inviable. Wikileaks debería haberles servido para entender que en la “era WL”, secreto digital es una contradicción in termini. Tienen derecho a guardar secretos, por supuesto. La defensa de la seguridad nacional o la diplomacia lo justifican. Pero deben aprender a guardar muchos menos secretos, y a almacenarlos mejor. La pelea está en dónde situamos el umbral de lo que puede esconderse y lo que no. El imperativo democrático y el principio de transparencia invitan a bajarlo. Pero también consideraciones prácticas desde el punto de vista de los Estados. Si se confirma que Bradley Manning es el “garganta profunda” de Assange, las circunstancias en las que accede a sistemas de comunicación presuntamente protegidos son de chiste. —¿La luz del sol es el mejor desinfectante? ¿Dónde está el límite que separa a la desinfección de la quemadura? —Es una frase de un juez del tribunal supremo de EE.UU. de principios del siglo XX, que da nombre al movimiento “Sunshine” en EE.UU., el origen del movimiento pro transparencia en el que de hecho Quimera 39
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nace Wikileaks. La transparencia disminuye los espacios de arbitrariedad de la administración y los márgenes de malversación de dinero público. Fuerza a los gobiernos a ser más eficientes, a gobernar mejor. En el libro cito a funcionarios y diplomáticos británicos que hablan del coste de la transparencia. Dificulta la discusión de opciones políticas por el riesgo de que una demanda de acceso les obligue a hacerlas públicas más adelante. Usan sus emails personales en vez del oficial para evitar tener que entregarlo. Hay que encontrar un equilibrio. Pero no concibo que en un país como España siga habiendo los niveles de opacidad que hay todavía. La reina de Inglaterra publica en su web cuántos coches tiene, mientras que la web del Parque Móvil del Estado es de broma. En España ha sido imposible controlar el gasto de ayuntamientos y autonomías en contratos pequeños que deberían ser publicados en internet sin que nadie lo pida. Hay que abrir muchas cortinas todavía. —En los últimos días ha entrado en concurso un periódico y han cerrado varias revistas ¿Ha servido Wikileaks para detener la sangría del periodismo? ¿Necesita el periodismo un flujo constante de breaking news para no desfallecer? —La crisis en el periodismo tiene que ver con las transformaciones que ha traído la era digital, de las que Wikileaks es una manifestación más, no una causa. Algunos creen que Wikileaks ha venido para robar el papel tradicional de los medios. Yo creo que complementa el rol que siguen jugando los medios en desvelar información incómoda para los gobiernos. Además, al asociarse a varios periódicos para difundir su material, Wikileaks estaba reconociendo que, dentro de este empacho de información en el que vivimos, las grandes cabeceras son las únicas que pueden poner el sello de “creíble” y difundirlo a una audiencia universal. Es un error hablar de “medios tradicionales”. En internet, las grandes factorías de información son los medios “tradicionales”, que además ocupan posiciones de liderazgo en la web. Lo que ha cambiado es que ya no tenemos el monopolio del altavoz. Que existen muchos más actores. Y que lo que escribimos genera un eco, un “feedback” y una reacción inmediata que antes no ocurría. Pero el contenido lo sigue aportando ese ecosistema tan valioso que llamamos redacciones. Y generarlo cuesta dinero. La respuesta no está en las “breaking news”, la noticia hoy día la puede dar un bloguero, un tuitero, un periódico, una agencia, un ciudadano. La solución pasa por encontrar fórmulas, soportes y formatos para contenidos por los que la audiencia esté dispuesta a cobrar. 40 Quimera
—¿Ha escrito un libro sobre Wikileaks o un libro sobre el futuro del periodismo que toma a Wikileaks como pretexto? —El libro es una investigación periodística, en el sentido de que cada capítulo está concebido como una gran reportaje. He entrevistado a más de treinta periodistas diplomáticos y expertos y toma Wikileaks como caso de estudio para analizar las transformaciones que la era digital ha traído en el periodismo, por un lado, y en la manera en que los Estados trabajan, por otro. Me gusta creer que interesa a toda aquella persona que desea entender el mundo en el que vivimos. —¿Ha causado Wikileaks consecuencias en el mundo real? ¿La difusión de las filtraciones influyó en, por ejemplo, las revueltas árabes? —Es discutible. Las consecuencias directas fueron modestas, apenas 5-6 dimisiones: un par de embajadores de EE.UU., el jefe de gabinete del ministro de Exteriores alemán, un portavoz del departamento de Estado… La influencia indirecta es difícil de calcular. Wikileaks obviamente, asegura que jugaron un papel clave. En Túnez sí difundieron material relevante, que confirmaba los excesos de la familia de Ben Ali, y circuló mucho. En lugares como Libia o Siria, no consiguieron ninguna influencia. Y, sobre todo, no lograron el objetivo marcado por Assange: generar una indignación tan grande en EE.UU. que forzara una retirada de Afganistán como la de Vietnam. —¿Cómo marcha la edición digital de este libro? ¿Cree en la supervivencia del papel? —Todavía no tiene edición electrónica, cada editorial sigue su propia estrategia, algunos libros tienen buenos resultados en soporte electrónico, otros no. El papel sobrevivirá, claro. Hay revistas de mucha calidad como Orsai, Revue XXI en Francia. Político se edita ya en papel en Washington y Nueva York. The Economist no deja de ganar lectores. Y habrá un mercado para periódicos de calidad, compactos, gráficos e inteligentes. —Una pregunta tópica e inevitable: ¿Cuál es su próximo proyecto? —Contar historias desde Londres cada día. Intento gratificar a nuestros lectores y también que quienes disfrutan con los cantos de cisne del periodismo tradicional y anuncian el fin de nuestro mundo puedan seguir comentando nuestro trabajo. ■ Wikileaks Confidencial. Anaya, 2011.
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Loca como los pájaros Cuentos de fantasía, horror y misterio. Escriben Mariana Enríquez, Laura Fernández y Gabriela Wiener.
Ilustración: Lamare
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El dEsEntiErro dE la angElita Una relato de Mariana Enriquez A mi abuela no le gustaba la lluvia y antes de que cayeran las primeras gotas, cuando el cielo se oscurecía, salía al patio del fondo con botellas y las enterraba hasta la mitad, todo el pico bajo tierra. Yo la seguía y le preguntaba abuela por qué no te gusta la lluvia por qué no te gusta. Pero ella, nada, evasiva, con la palita en la mano, frunciendo la nariz para oler la humedad en el aire. Si finalmente llovía, fuera garúa o tormenta, cerraba puertas y ventanas y subía el volumen del televisor hasta tapar el ruido de las gotas y el viento –el techo de su casa era de chapa—; y si el aguacero coincidía con su serie favorita, Combate, no había quien pudiera sacarle una palabra porque estaba perdidamente enamorada de Vic Morrow. Yo adoraba la lluvia porque ablandaba la tierra seca y permitía que se desatara mi manía excavatoria. ¡Qué de pozos! Usaba la misma pala que la abuela, una muy chica, del tamaño que usaría un niño para jugar en la playa, pero de metal y madera, no de plástico. La tierra del fondo albergaba pedacitos de botellas de vidrio color verde, con los bordes tan lisos que ya no cortaban; piedras suaves que parecían cantos rodados o pequeñas rocas de playa, ¿por qué estarían en el fondo de mi casa? Alguien debía haberlas sepultado. Una vez encontré una piedra ovalada, del tamaño y color de una cucaracha pero sin patas ni antenas. De un lado era lisa, del otro unas muescas formaban los claros rasgos de una cara sonriente. Se la mostré a mi papá, enloquecida porque creía encontrarme ante una reliquia, y me dijo que las marcas formaban un rostro de casualidad. Mi papá nunca se entusiasmaba. También encontré dados negros, con los puntos blancos ya casi invisibles. Encontré restos de vidrios esmerilados verde manzana y turquesa. Mi abuela se acordó de que habían sido parte de una puerta vieja. También jugaba con lombrices y las cortaba en pedacitos bien chiquitos. No me divertía ver el cuerpo dividido retor-
ciéndose un poco para al final seguir adelante. Me parecía que si picaba bien a la lombriz, como a una cebolla, sin dejar contacto alguno entre los anillos, no iba a poder reconstruirse. Nunca me gustaron los bichos. Encontré los huesos después de una tormenta que convirtió al cuadrado de tierra del fondo en una piscina de barro. Los guardé en el balde que usaba para llevar los tesoros hasta la pileta del patio, donde los lavaba. Se los mostré a papá. Dijo que eran huesos de pollo, o a lo mejor de bifes de lomo, o de alguna mascota muerta que debían haber enterrado hacía mucho. Perros o gatos. Insistía con lo de los pollos porque antes, en el fondo, cuando él era chico, mi abuela tenía un gallinero. Parecía una explicación posible hasta que mi abuela se enteró de los huesitos y empezó a arrancarse los pelos y a gritar ‘la angelita la angelita’. Pero el escándalo no duró mucho bajo la mirada de papá: el admitía las ‘supersticiones’ (así las llamaba) de la abuela siempre y cuando no se desbordara. Ella le conocía el gesto de desaprobación y se tranquilizó a la fuerza. Me pidió los huesitos y se los di. Después me pidió que me fuera a la habitación a dormir. Yo me enojé un poco porque no entendía la causa de la penitencia. Pero más tarde, esa misma noche, me llamó y me contó todo. Era la hermana número diez u once, mi abuela no estaba demasiado segura, en aquel entonces no se les prestaba tanta atención a los chicos. Se había muerto a los pocos meses de nacida, entre fiebres y diarrea. Como era angelita, la sentaron sobre una mesa adornada con flores, envuelta en un trapo rosa, apoyada en un almohadón. Le hicieron alitas de cartón para que subiera al cielo más rápido, y no le llenaron la boca de pétalos de flores rojas porque a la mamá, mi bisabuela, le impresionaba, le parecía sangre. Hubo baile y canto toda la noche, y hasta Quimera 43
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hubo que echar a un tío borracho y reanimar a mi bisabuela, que se desmayó por el llanto y el calor. Una rezadora india cantó trisagios, y lo único que les cobró fue unas empanadas. —¿Eso fue acá, abuela? —No, en Salavino, en Santiago. ¡Hacía un calor! —Entonces no son los huesos de la nena, si se murió allá. —Si que son. Yo me los traje cuando vinimos para acá. No la quise dejar porque lloraba todas las noches, pobrecita. Si lloraba con nosotros cerquita, en la casa, ¡lo que iba a llorar sola, abandonada! Así que me la traje. Ya era huesitos nomás, la puse en una bolsa y la enterré acá en los fondos. Ni tu abuelo sabía. Ni tu bisabuela, nadie. Es que nomás yo la escuchaba llorar. Tu bisabuelo también, pero se hacía el tonto. —¿Y acá llora la nena? —Cuando llueve nomás. Después le pregunté a mi papá si la historia de la nena angelita era cierta, y el dijo la abuela ya estaba muy grande y desvariaba. Muy convencido no parecía, o a lo mejor le resultaba incómoda la conversación. Después la abuela se murió, la casa se vendió, yo me fui a vivir sola sin marido ni hijos, mi papá se quedó con un departamento de Balvanera, y me olvidé de la angelita. Hasta que apareció al lado de la cama, en mi de partamento, diez años después, llorando, una noche de tormenta. La angelita no parece un fantasma. Ni flota ni está pálida ni lleva vestido blanco. Está a medio pudrir y no habla. La primera vez que apareció creí que soñaba y traté de despertarme de la pesadilla; cuando no pude y empecé a entender que era real grité y lloré y me tapé con las sábanas, los ojos cerrados fuerte y las manos tapando los oídos para no escucharla –porque en ese momento no sabía que era muda. Pero cuando salí de ahí abajo unas cuantas horas después la angelita seguía ahí con los restos de una manta vieja puesta sobre los hombros como un poncho. Señalaba con el dedo hacia fuera, hacia la ventana y la calle, y así me di cuenta que era de día. Es raro ver un muerto de día. Le pregunté qué quería pero como respuesta siguió señalando como en una película de terror. Me levanté y salí corriendo hacia la cocina, a bus44 Quimera
car los guantes que usaba para lavar los platos. La angelita me siguió. Apenas una primera muestra de su personalidad demandante. No me amedrentó. Con los guantes puestos la agarré del cogotito y apreté. No es muy coherente intentar ahorcar a un muerto, pero no se puede estar desesperado y ser razonable al mismo tiempo. No le provoqué ni una tos, nada más yo quedé con restos de carne en descomposición entre los dedos enguantados y a ella le quedó la tráquea a la vista. Hasta ese momento no sabía que se trataba de Angelita la hermana de mi abuela. Seguía cerrando los ojos bien fuerte a ver si ella desaparecía o yo me despertaba. Como no funcionaba le caminé alrededor y vi, en la espalda, colgando de los restos amarillentos de lo que ahora sé era la mortaja rosa, dos rudimentarias alitas de cartón con plumas de gallina pegoteadas. En tanto años tendrían que haber desaparecido, pensé y después me reí un poco histérica y me dije que tenía un bebé muerto en la cocina, que era mi tía abuela y que caminaba, aunque por el tamaño debía haber vivido apenas unos tres meses. Tenía que dejar definitivamente de pensar en términos de qué era posible y qué no. Le pregunté si era mi tía abuela Angelita –como no habían hecho tiempo de anotarla con un nombre legal, eran otros tiempos, la llamaron siempre por ese nombre genérico—; así descubrí que no hablaba pero contestaba moviendo la cabeza. Entonces mi abuela decía la verdad, pensé, no eran del gallinero, eran los huesitos de su hermana los que desenterré cuando era chica. Lo que quería Angelita era un misterio, porque más que mover la cabeza afirmativa o negativamente no hacía. Pero algo quería con suma urgencia, porque no sólo seguía señalando, sino que no me dejaba en paz. Me seguía por toda la casa. Me esperaba atrás de la cortina del baño cuando tomaba una ducha; se sentaba en el bidet cuando yo hacía pis o caca; se paraba al lado de la heladera cuando lavaba los platos y se sentaba al lado de la silla cuando yo trabajaba con la computadora. Seguí haciendo mi vida normal durante la primera semana. Creía que a lo mejor se trataba de un pico de estrés con alucinación, y que se iría. Me pedí unos días en el trabajo, tomé pastillas para dormir. La angelita seguía ahí, esperando al lado de la cama a que me despertara. Algunos amigos me visitaron. Al
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principio no quise atender los mensajes ni abrirles la puerta pero, para no preocuparlos más, accedí a verlos aduciendo agotamiento mental. Ellos comprendieron, estuviste trabajando como una negra, me decían. Ninguno vio a la angelita. La primera vez que me visitó mi amiga Marina metí a la angelita en el placard, pero para mi terror y disgusto, se escapó y se sentó en el brazo del sillón, con esa fea cara podrida verdegrís. Marina ni se dio cuenta. Poco después saqué a la angelita a la calle. Nada. Salvo ese señor que la miró de pasada y después se dio vuelta y la volvió a mirar y se le descompuso la cara, le debe haber bajado la presión; o la señora que directamente salió corriendo y casi la atropella el 45 en la calle Chacabuco. Alguna gente tenía que verla, eso me lo imaginaba, seguramente no mucha. Para evitarles el mal momento, cuando salíamos juntas –mejor dicho, cuando ella me seguía y a mi no me quedaba otra que dejarme acompañar—lo hacía con una especie de mochila para cargarla (es feo verla caminar, es tan chiquita, es antinatural). También le compré una venda tipo máscara para la cara, de las que se usan para tapar cicatrices de quemaduras. La gente ahora cuando la ve siente asco, pero también conmoción y pena. Ven a un bebé muy enfermo o muy lastimado, ya no a un bebé muerto. Si me viera mi papá, pensaba, él que siempre se quejó de que iba a morirse sin nietos (y se murió sin nietos, yo lo decepcioné en esa y muchas otras cosas). Le compré juguetes para que se entretuviera, muñecas y dados de plástico y chupetes para que mordiera, pero nada parecía gustarle demasiado, y seguía con el dichoso dedo apuntando para el sur –de eso me di cuenta, era siempre para el sur—mañana tarde y noche. Yo le hablaba y le preguntaba, pero ella no se podía comunicar bien. Hasta que una mañana se apareció con una foto de mi casa de la infancia, la casa donde yo había encontrado sus huesitos en el patio del fondo. La sacó de la caja donde guardo las fotografías: un asco, dejó todas las otras manchadas de su piel podrida que se desprendía, húmedas y pringosas. Ahora señalaba la casa con el dedo, bien insistente. Querés ir ahí, le pregunté, y me dijo que sí. Le expliqué que la casa ya no era nuestra, que la habíamos vendido y me dijo que sí otra vez. La cargué en la mochila con su máscara puesta y nos tomamos el 15 hasta Avellaneda. Ella no mira
por la ventana en los viajes, tampoco mira a la gente ni se entretiene con nada, le da a lo exterior la misma importancia que a los juguetes. La llevé sentada upa para que estuviera cómoda, aunque no sé si es posible que esté incómoda o si eso significa algo para ella; ni siquiera sé qué siente. Solamente sé que no es mala, y que le tuve miedo al principio, pero hace rato que no. Llegamos a la que fue mi casa a eso de las cuatro de la tarde. Como siempre en verano, había un olor pesado a riachuelo y nafta sobre la Avenida Mitre, mezclado con tufos de basura; en las esquinas, helados caídos de cucuruchos que dejaban el suelo pegoteado. Hay muchas heladerías sobre la avenida y mucha gente torpe. Cruzamos la plaza caminando, después pasamos por el Sanatorio Itoiz donde se murió mi abuela y finalmente rodeamos la cancha de Racing. Atrás estaba mi casa vieja, a dos cuadras de distancia del estadio. Pero ahora que estaba en la puerta, ¿qué hacer? ¿Pedirle a los dueños nuevos que me dejaran pasar? ¿Con qué pretexto? Ni lo había pensado. Claramente me estaba afectando la mente andar para todos lados con una niña muerta. Angelita fue la que se encargó de la situación. No hacía falta entrar. Era posible asomarse al fondo por la medianera, eso era lo único que ella quería, ver el fondo. Espiamos las dos, ella en mis brazos –la me dianera era más bien baja, debía estar mal hecha— . Ahí, donde solía estar el cuadrado de tierra, había una pileta de natación de plástico azul, empotrada en un hueco del suelo. Evidentemente habían levantado toda la tierra para hacer el hoyo, y con esa acción, habían tirado los huesos de la angelita vaya a saber dónde, los habían revoleado, se habían perdido. Me dio lástima pobrecita, y le dije que lo sentía mucho, que no podía solucionárselo; hasta le dije que lamentaba no haberlos desenterrado otra vez cuando la casa se vendió, para sepultarlos en algún lugar pacífico, o cerca de la familia si a ella le gustaba así. ¡Pero si tranquilamente podría haberlos puesto adentro de una caja o un florero, y llevarlos a casa! Estuve mal con ella y le pedí disculpas. An gelita dijo que sí. Entendí que las aceptaba. Le pregunté si ahora estaba tranquila y se iba a ir, si me iba a dejar sola. Me dijo que no. Bueno, contesté, y como la respuesta no me cayó muy bien salí caminando rápido hasta la parada del 15 y la obligué a corretear atrás mío con sus pies descalzos que, de tan podridos, estaban dejando asomar los huesitos blancos. ■ Quimera 45
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Cafeteras de OtrO MundO Vanderbilt Un relato de Laura Fernández Mel Caramel sirvió un par de tazas de café y se sentó a la mesa de la cocina. Su rechoncho trasero alienígena se estrelló contra la silla con un sonoro (PLAM) mientras su esbelta señora alargaba su mano verdosa hacia una de las tazas, y repetía: —Eso es lo que me ha dicho. —¿Una cita?—bramó Mel, con su voz cavernosa. Mel Caramel estaba usando, por cierto, una de aquellas aletas de tiburón de plástico para cubrir su tercer ojo. Algunos habitantes de Rethrick lo hacían. Especialmente cuando querían viajar a la Tierra o cuando querían tener sexo con sus esbeltas señoras. La visión de un presumible terrícola las ponía cachondas. —Ajá. Una cita—dijo Meredith y, soplando antes para no quemarse, dio el primer sorbo a su café. —¿Qué tal está?—preguntó su marido. —Horrible—dijo Meredith, arrugando la frente. —¿Has oído eso?—bramó Mel. —Sí, señor. Mejor la próxima vez—dijo la cafetera. —Eso es lo que dijiste la última vez—repuso Mel. —Ese cacharro quiere envenenarnos, Mel—dijo su mujer. —No, señora. Lo siento, señora. Mejor la próxima vez—dijo la cafetera. —Ya. Claro—Mel miró de soslayo a su mujer, con una sonrisa incipiente entre los labios, y degustó con el gesto torcido y la nariz de plástico empañada, aquel café del demonio—Dios, ¿qué es esto? ¿Agua sucia de la Tierra? —Te dije que no era una buena idea. Aunque sabía a rayos, Mel se bebió su café. Y luego preguntó: —¿Ha llamado Wayne? Wayne era el hermano de Meredith. Había salido a la Tierra en una expedición clandestina hacía tres días y aún no había vuelto. —No. —Y mi pequeña Rhonda tiene una cita. —Sí—dijo Meredith. —Les recomiendo Galletas Bulb, señores Caramel. Las galletas Bulb son el mejor complemento para una
buena taza de café. Galletas Bulb—bramó la cafetera. —Oh, Dios, Mel, apaga eso—dijo Meredith. Mel se levantó, no sin cierta dificultad, pues su tamaño empezaba a ser excesivo para la modesta cocina de los Caramel, y apagó la cafetera. —La próxima vez pregúntale a Rhonda qué tal con su pequeño monstruo—dijo luego—Apuesto a que su café es mejor que el nuestro. Rhonda Caramel vivía sola en un pequeño cubículo alojado en la tercera planta de un edificio de apartamentos cubículo del centro. Los apartamentos cubículo eran lo último en alojamientos baratos para jóvenes de Rethrick. El presidente de los Estados Unidos de Rethrick solía decir que eran un sueño hecho realidad. —Yo habría dado mi tercer ojo por uno de esos en otra época—había dicho. Cuando debería haber dicho: —Yo habría dado mi tercer ojo por uno de esos en otra vida. Porque lo cierto era que el presidente de los Estados Unidos de Rethrick, máximo mandatario del planeta, había sido un niño rico, y luego un joven rico y finalmente un viejo presidente rico. —Galletas Bulb. Le recomiendo Galletas Bulb, señorita Caramel. Nada mejor para acompañar una estupenda taza de café que un par de galletas Bulb—dijo la cafetera de Rhonda, un modelo XVBH en rojo y mostaza similar al que presidía la cocina de sus padres, en un suburbio de clase media de la capital del país, los Estados Unidos de Rethrick, por supuesto. —Oh, sí—dijo la chica, como si acabara de recordar algo y, acto seguido, se levantó del taburete y llevó su poco esbelto trasero hasta su bolso, que había dejado en el sillón de ver la televisión. —Las compré ayer mismo—dijo, sacando del bolso un paquete de galletas. Luego regresó con él al taburete, se acomodó, extrajo una, la olisqueó y le dio un bocado. —¿Qué tienen de especial?—preguntó. Quimera 47
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—Son galletas Bulb—dijo la cafetera—El mejor complemento para una buena taza de café. —¿Sabes? A mi madre no le gustan las galletas. Dice que engordan. —Las galletas Bulb tienen cero materia grasa. —¿De veras?—Rhonda colocó el paquete frente a su tercer ojo y lo examinó con interés—Bah, mamá no las comería de todas formas. —¿Por qué no?—preguntó la cafetera. —Porque diría que engordan. Cuando era niña nunca me dejaba comer galletas. —Los niños deben comer galletas—dijo la cafetera. Su voz era ligeramente mecánica. Una impersonal voz masculina ligeramente mecánica. —Díselo a mi madre—Rhonda saboreaba su galleta sabor vainilla—A papá le encantarían. —Disfrute de una deliciosa taza de café y un par de galletas Bulb mientras el aspirador Gatillo dispara. Rhonda frunció el ceño, mirando a la cafetera. —No necesito un aspirador. —Deje que su aspirador Gatillo trabaje duro mientras usted disfruta de una taza de café y sus deliciosas galletas Bulb. —¿Gatillo? —También puede disfrutar de una refrescante cerveza Arden—dijo la cafetera. —¿Una cerveza? —Asegúrese de que nunca falte un pack de cervezas Arden en su nevera. Sus amigos se lo agradecerán, señorita Caramel. —¿Señorita Caramel? Un momento—Rhonda se levantó del taburete y se dirigió hacia la cafetera con el ceño fruncido, un ceño de tres ojos gris perla—¿Qué eres? —Su cafetera, señorita Caramel. Un fabuloso modelo XVBH en atractivos colores que, por lo que veo, combinan a la perfección con su espectacular cocina. Rhonda se agachó junto a la máquina. No medía más de un palmo. Tenía el altavoz junto al dispensador de café. No era el modelo más caro. El modelo más caro tenía el tamaño de un niño de cinco años, antenas incluidas, y expedía sus propios vasos. El modelo más caro tenía incluso ruedas que permitían a la cafetera seguirte a todas partes y servirte el café en una bandeja de llamativos colores. —¿Eso de ahí es un trabajo?—preguntó Rhonda a la cafetera, examinándola con detenimiento y descubriendo un par de agujeritos en los que seguramente había instalados un pequeño micrófono y una minicámara. —No la entiendo, señorita Caramel. —Si eso de ahí es un trabajo quiero saber cómo lo ha 48 Quimera
conseguido porque estoy buscando trabajo. —Cervezas Arden, señorita. Recuerde… —Mierda—dijo Rhonda, y desconectó el aparato. Vince Prize se recostó en la silla y encendió un cigarrillo. Esperó a escuchar el mensaje que emitían desde la oficina central cada vez que un AC (Apreciado Cliente) decidía que ya había tenido suficiente. Cuando la chica de la central, una tal Cindy Ropper, le dijo que su AC había quedado fuera de juego, le pidió un par de minutos para acabarse el cigarrillo y servirse una taza de café. Luego podía conectarle con el siguiente AC si quería. Pero necesitaba aquel par de minutos. —Por supuesto, señor Prize. Tómese su tiempo. —Gracias—dijo Vince, luego cerró los ojos y abrió la boca. Lo que quería decir a continuación era: Por cierto, Cindy, ¿haces algo esta noche?—¿Cindy? —¿Señor Prize? Un carraspeo. Nada más. —¿Señor Prize? —La… La chica—Vince se rió. ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Qué chica? ¿Por qué se reía? ¿Acaso podía alguien reírse de su propia estupidez? Vince Prize no era estúpido. Sólo demasiado tímido. Vince Prize no tenía un solo amigo. Se pasaba las noches viendo uno tras otro capítulos de una serie de televisión sobre estúpidos y enamoradizos terrícolas que Philip Gostard, su contacto terrestre, le traía del Planeta Azul. Eso era todo lo que Vince Prize hacía. Eso, y trabajar para Cafeteras De Otro Mundo Vanderbilt. —Mi última AC me dijo una cosa—añadió Vince. —¿Qué le dijo, señor Prize? —Oh, nada. Sólo que… Bueno, me preguntó si esto era un trabajo. —¿Esto? —Lo que hacemos. Hubo algo en aquella afirmación, cierta cautiva complicidad, que excitó a Vince Prize, el tipo que veía series de televisión terrestres y que ocultaba sus antenas bajo un sombrero vaquero, importado de los mismísimos Estados Unidos de América por el citado Philip Gostard. —¿Y qué le dijo usted, señor Prize? —Nada. Seguí con el guión. Galletas, aspiradora, cervezas. —Bien hecho, señor Prize.
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—Pero dice que necesita un trabajo. —Supongo que eso no es asunto nuestro, señor Prize. Vince titubeó. Alzó el dedo índice de su mano derecha, dispuesto a añadir algo, pero no dijo nada. —¿Señor Prize? —Sí. —Avíseme cuando esté listo. —Claro. Vince Prize miró la punta de su cigarrillo. Estaba ardiendo. ¿Qué podía hacer si no? No era más que un cigarrillo. En la sala de reuniones de Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt, el vicepresidente de la empresa repasaba la lista de anunciantes. Crecía un 215% a diario. Y eso quería decir que cada día tenían al menos 200 nuevas empresas deseosas de que una de aquellas cafeteras escupiera su nombre, como quien escupe un puñado de azúcar, un vaso de plástico o diecisiete mil minúsculos granos de café instantáneo. Por eso el vicepresidente de Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt se palmeó el pecho, como un estúpido orangután, y graznó: —JAJA. Los tenemos, Bren. —¿A qué se refiere, señor? Bren era su secretario. Bueno, no exactamente, pero como si lo fuera. Lo único que hacía Bren era ir de un lado a otro con un par de carpetas bajo el brazo y una taza de café en la mano. La taza de café era para el vicepresidente, por supuesto. A Bren no le gustaba su trabajo, pero a su esbelta mujer le traía sin cuidado. Lo único que su esbelta mujer quería era que utilizara una de aquellas aletas de tiburón cuando hacían el amor. Bren había parido ya tres veces y a menudo creía que sus hijos tenían la culpa de que tuviera que perseguir a un tipo que no sabía lo que era cambiar un pañal con un par de carpetas bajo el brazo y una taza de café en la mano. —¡Por todos los dioses galácticos, chico! ¡La televisión es historia! El vicepresidente, Roman Lanski, que vivía con un gato terrestre y un pez de colores de dos cabezas importado de una de las lunas de Cremon, se estaba refiriendo al hecho de que los anunciantes preferían sus cafeteras a la televisión. Lo que significaba que, en breve, las presumiblemente inocentes charlas que las cafeteras mantenían con sus dueños iban a volverse mucho más retorcidas. Roman no lo sabía pero uno de sus trabajadores,
Vince Prize, estaba a punto de poner a prueba ese nuevo sistema. Y lo iba a hacer sin necesidad de ser adoctrinado por uno de los equipos de publicistas. Rhonda Caramel había conocido a Brad32 en un chat para amantes de las cafeterías terrestres. Brad32 era también Roger32 y Run29 y por este orden también era amante del tenis, deporte terrestre que volvía locas a las chicas de Rethrick, y del cine de Lars Von Trier. Lars Von Trier era un director terrícola. En sus películas, las mujeres se volvían locas por culpa de niños, tipos o pueblos enteros. La razón de que Run29 se declarase fan de Lars Von Trier con la intención de ligar no está muy clara. Así que puede que Run29 fuese la verdadera identidad de Brad32. Pero con quien Rhonda Caramel había quedado era con Brad32. —¿Brad?—Esa era Rhonda, abordando a un rethrickiano de más de doscientos kilos, en la puerta de la cafetería Big J’s. —Sí. Oh, tú debes ser…—La aleta de tiburón que Brad utilizaba como nariz se arrugó, a consecuencia de un tic nervioso, y cayó al suelo, entre sus gigantescos pies—Oh, vaya, lo siento. Mientras Brad se agachaba a recoger su nariz, Rhonda evaluó sus posibilidades de huida. Para cuando decidió que probablemente no tenía ninguna, Brad ya se había vuelto a colocar la nariz sobre su tercer ojo, y la sujetaba con los dedos de su mano izquierda, para que no volviera a caer. —¿Entramos?—preguntó Brad. —Cla-claro—dijo Rhonda, preguntándose que iba a decirle a Liby cuando llamara aquella noche. Liby era su mejor amiga y había advertido a Rhonda de que quedar con uno de esos tipos era perder el tiempo. Liby lo había hecho cientos de veces. Y siempre había resultado una pérdida de tiempo. Como lo resultó aquella tarde. Rhonda y Brad fingieron interesarse el uno por el otro, charlaron animadamente sobre el peinado de Austin Grossman, el presentador estrella de la cadena de mayor audiencia del planeta, mencionaron un par de libros y se dedicaron estúpidos piropos de primera cita, a sabiendas de que no habría una segunda. Cuando se acabaron sus cafés, se dirigieron al cubículo de Rhonda y lo hicieron en la cocina. Luego, visiblemente decepcionada, Rhonda encendió su cafetera Vanderbilt y esperó a que le preparara una taza de aquel parduzco brebaje. Mientras lo hacía, la cafetera insistió en el asunto de la aspiradora. —Señorita Caramel, ¿le he dicho ya que…? —¡Shh! ¿Quieres bajar la voz? Quimera 49
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—Oh, lo siento—dijo la cafetera y, bajando la voz, prosiguió—Veo que no está degustando una de sus deliciosas galletas Bulb, el mejor complemento… —Oh, cállate—dijo Rhonda—Creo que he cometido el mayor error de mi vida. —Debería comprar un aspirador Gatillo. —¿Es que no lo ves? —¿Verlo? —Sé que me estás viendo. —Señorita Caramel, lo único que veo es que no está degustando una de sus maravillosas galletas Bulb… —Acabo de acostarme con ESO—Rhonda miró a Brad, acurrucado en el suelo de la cocina y añadió— Dios, es una ballena. —¿Cómo dice? —¿Es que no lo ves? ¡Es una ballena, por todos los dioses galácticos! Tendido en el suelo, entre un taburete y el carrito de la fruta, parcialmente cubierto por un paño de cocina extragrande, Brad32 resollaba como un cerdo. —Puede servirle una deliciosa cerveza Arden—dijo la cafetera. —No puedo llamar a Liby. La cafetera emitió un silbido y dijo: —Su café está listo. —Me matará cuando se entere—Rhonda cogió su taza de café y le dio un sorbo a aquel brebaje del demonio—Y lo peor es que ni siquiera me gusta. —EJEM—dijo la cafetera. —¿No te ha pasado nunca? ¿Acostarte con alguien que ni siquiera te gusta? —Pues, eeeh, ¿le he dicho ya que ese café le sentaría de maravilla si lo acompaña de una deliciosa…? —Galleta Bulb—imitó Rhonda y agachándose para mirarle directamente a los ojos, en realidad, directamente a lo que ella creía que era la pequeña cámara insertada en aquel cacharro, bramó—¿Quieres dejarlo de una vez? En su cubículo, Vince Prize dio un pequeño y ridículo salto en su silla giratoria, impulsándola sin querer contra la pared que quedaba a su espalda. Necesitaba un cigarrillo. Necesitaba hablar con Cindy. ¿Acaso podía contestar a su pregunta? ¿Estaba permitido? ¿Y si le estaban escuchando? ¿No perdería su trabajo? ¿Qué demonios iba a hacer si se quedaba sin trabajo? Se quedó callado. Encendió un cigarrillo, aunque sabía que iba contra las normas, y esperó. 50 Quimera
¿Quién podía estar vigilándole? ¿Cómo podían estar haciéndolo? ¿Acaso había un tipo, un vigilante, por cada uno de los trabajadores de Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt, por cada uno de los miles de trabajadores de aquella jodida empresa? ¿Y quién vigilaba al vigilante? ¿A quién podía importarle que charlara un rato con, eh, sí, ese debe ser su nombre, Rhonda, Rhonda Caramel? —Bien. Así me gusta—dijo la chica. Vince carraspeó, luego separó sus ásperos labios cortados y preguntó: —¿Viste anoche el programa de Austin Grossman? Rhonda frunció el ceño. —¿Vas a venderme una camiseta de Austin Grossman? —¿De ese capullo?—dijo la cafetera. Rhonda sonrió. —El capullo con el culo más gordo de Rethrick— dijo la chica. Vince miró alrededor en su pequeño cubículo, buscando el pilotito rojo de la cámara, y tras dar una profunda calada a su cigarrillo, añadió: —Tú lo has dicho. La primera conversación entre Rhonda Caramel y Vince Prize tuvo lugar el 16 de noviembre de 2019 (diez años menos en la Tierra) y fue registrada por el Súper Escucha XGHJ34 que controlaba un tipo llamado Chip Furman. Chip no le dio mayor importancia, aunque incluyó una pequeña nota en su informe diario sobre extremar la vigilancia del sujeto VDOM247. Dos semanas después, y tras un exhaustivo análisis de las treinta y cuatro conversaciones que el individuo en cuestión había mantenido con su AC (Apreciado Cliente), Chip Furman y su superiora, una chica llamada Crystal, hicieron llegar un detallado informe de doscientas sesenta y cuatro páginas al vicepresidente de Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt, Roman Lanski y éste hizo que su secretario lo estudiara durante al menos una semana más antes de permitirle ofrecerle un resumen oral del caso. —Es importante, señor Lanski—estaba diciendo Bren, el secretario del vicepresidente en aquel momento. —¿Tan importante como esta uña, Bren?—El vicepresidente se estaba cortando las uñas. Había un tipo a su lado sujetándole la mano y él estaba haciendo todo el trabajo (TAC TAC TAC). —Uuuh, eh, creo que sí, señor Lanski. —Muy bien. Ahora tengo un minuto—El vicepresidente hizo una perfecta media luna con la uña de su
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verdoso dedo índice—Dime, Bren. —El Vendedor de Otro Mundo 247 está intimando con uno de sus Apreciados Clientes. —¿Intimando? ¿A qué te refieres? —Le ha pedido una cita, señor. —Oh, es maravilloso—dijo el vicepresidente. —¿Maravi…lloso? —Envíale un ramo de flores a la chica—dijo Lanski. —Eso va contra las normas, señor—dijo Bren. —¿Y quién dicta las normas aquí, Bren?—preguntó Lanski, señalándose con el cortauñas—¿Quién? ¿Yo? —No, señor, lo hace el señor presidente. Roman Lanski palideció. —Claro, Bren. El presidente. ¿Y qué hace el presidente? No lo sabemos. ¿Existe un presidente? No lo sabemos. Pero es él quien dicta las normas. Tienes razón, Bren. Nosotros sólo hacemos que esto funcione—La uña del dedo corazón saltó (CHAS) y se estrelló contra la mejilla izquierda de Bren. —Sí, señor—dijo Bren. —Despídelo—dijo el vicepresidente. —De eso quería hablarle, señor. —Habla—El vicepresidente estaba visiblemente molesto. No le gustaba hablar del presidente, porque no le gustaba recordar que existía, no le gustaba recordar que había alguien por encima de él que dictaba aquellas estúpidas normas. La señorita Crystal ha descubierto, tras analizar las treinta y cuatro conversaciones que el sujeto en cuestión ha mantenido con su Apreciado Cliente, que el sistema que utiliza el vendedor 247 es infinitamente más efectivo que el que emplean todos los demás. —¿Más efectivo?—Lanski alzó la vista. Sus tres ojos marrones escrudiñaron la oronda figura de su secretario—¿A qué te refieres? —Pues a que su efectividad es del 100%, señor Lanski. —¿Qué efectividad? ¿De qué demonios estás hablando? —La señorita Rhonda Caramel, el Apreciado Cliente del que estamos hablando, ha comprado todas y cada una de las cosas que nuestro vendedor le ha sugerido. Y ha hecho caso omiso de todo aquello que el sujeto 247 parecía aborrecer. —¿El sujeto 247?—preguntó el vicepresidente. —Nuestro vendedor, señor. —Oh, claro—Lanski dejó a un lado el cortauñas y enroscó su mano derecha en su obesa barbilla. Añadió un (UHM)—Interesante. —La señorita Crystal cree que podría ser una buena idea probar lo que ella llama Técnica Prize con otro de nuestros Apreciados Clientes, señor.
—¿Técnica Prize? —Intimar, señor. El vicepresidente sonrió. Tenía una dentadura perfecta. Dientes cuadrados, ligeramente afilados, y dispuestos en una envidiable fila india. —¿Cafeteras pidiendo citas a sus clientes? Bren asintió. El vicepresidente dio una palmada. Luego otra, y otra más. Estaba aplaudiendo. —Eso es maravilloso, Bren, maravilloso—decía aquella boca de dientes cuadrados y perfectos—¿Y qué harán todos nuestros clientes cuando descubran que no pueden salir con una cafetera? Bren se encogió de hombros. —¿Acaso importa?—dijo una voz a sus espaldas. Una esbelta figura femenina, de un pálido rosa verdoso, se dirigía a ellos con los brazos cruzados y las antenas ocultas bajo lo que parecía una peluca rojo sandía. —¿Quién es usted?—preguntó, contrariado, el vicepresidente. La mujer esperó hasta alcanzar la mesa del señor Lanski para contestar. —Crystal Hynde, señor—dijo, tendiéndole la mano, y haciendo a la vez una pequeña reverencia. Roman Lanski adoraba las reverencias. Crystal lo sabía. —¿Usted es, eh, es usted quién ha descubierto al, cómo se llama, vendedor de otro mundo?—preguntó, halagado y sorprendido a la vez por la belleza de su empleada, el vicepresidente. —Sí, señor—dijo Crystal y, acto seguido, hizo rechinar su tacón derecho en el inmaculado suelo de mármol del despacho del vicepresidente. Pretendía evitar que el sonido de sus tripas zanjara la conversación. Crystal había tenido que dejar a medias una magnífica ensalada César América para acudir a aquella cita improvisada. Bren había llevado consigo un intercomunicador instantáneo para hacerle saber a Crystal en qué momento accedería el vicepresidente a escuchar la historia del vendedor Prize. Y el momento había llegado. Mel Caramel sumergió su rollizo dedo índice en el tarro de mantequilla de cacahuete y rebañó el fondo. Luego lo sacó, se lo chupó y accionó aquella cafetera del demonio. —Es tu última oportunidad, pequeña—le dijo. Los Caramel le habían dado infinidad de oportunidades a su malogrado modelo de Cafeteras de Otro Quimera 51
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Mundo Vanderbilt. Pero, por más que aquel cacharro se esforzara, lo que escupía no tenía mejor sabor que el que tendría el agua con la que acaba de fregarse un concurrido restaurante chino. A sabiendas de que no tendría otra oportunidad, la cafetera se empleó a fondo aquella vez. Molió el grano, le sirvió agua del manantial de Cremon (la mejor del mercado) y esperó a que se obrara el milagro. No quería acabar en el contenedor. —Uhm. Eso huele francamente bien, chica—dijo Mel. Estaba preparándose un emparedado de chorizo austríaco (importado por el mismísimo Philip Gostard). Meredith estaba en el jardín, plantando aquellas pequeñas plantas carnívoras que anunciaban a todas horas por televisión. Ponga una planta carnívora en su vida y acabe con todo lo que no le gusta, rezaba el anuncio. Por lo que no le gusta se entendía insectos del tamaño de ratas, demasiado abundantes en otoño y en los cuidados jardines de Rethrick. El pitido de la cafetera (SU CAFÉ ESTÁ LISTO, SEÑOR) a punto estuvo de hacerle tirar el cuchillo. ¿Por qué demonios se había asustado? ¿Y qué hacía su mujer entrando como alma que lleva el diablo en la cocina? —APAGA ESO—dijo Meredith que, de un manotazo, dio con los huesos de la taza de café en el suelo. —¿Por qué has hecho eso? Meredith miró a su marido. Luego miró al emparedado. —Deja de comer—dijo, y le retiró el cuchillo, el café y, por supuesto, el emparedado recién preparado—Y tira ese chisme a la basura. —¡Le dije que le daríamos una última oportunidad!—suplicó Mel, como un niño al que prometieron ir al zoo y descubre que va a pasar la tarde en el probador de una tienda de ropa—¿Por qué has hecho eso? —¿Es que nunca me escuchas?—bramó Meredith. —¿Qué he hecho ahora? —Ha llamado tu hija. Meredith Caramel parecía francamente preocupada. —¿Todo bien?—preguntó Mel. —No. —¿No? —No sé si… ¡Oh, Mel!—Meredith se dejó caer en una de las sillas que rodeaban la mesa de la cocina y sumergió su delicado rostro entre sus verdosas manos. —¿Qué pasa, cariño?—El gordo ejemplar de rethrickiano se arrodilló junto a su esposa, besó una de sus manos y añadió—¿Le ha pasado algo a Rhonda? Meredith sufrió un pequeño ataque de nervios. 52 Quimera
Golpeó la mesa con ambas manos, se mordió el labio, tiró un pedazo de piel de mandarina terrestre (por supuesto, importada por Philip Gostard) por la ventana abierta de la cocina y, entre sollozos, respondió al fin: —¡SE HA ENAMORADO! Instantáneamente, Mel dibujó una sonrisa en su saludable y enorme cara. —¿Y desde cuándo eso es malo? —¡SE HA ENAMORADO DE ESA… ESA…—y señalando su modelo de Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt, concluyó—ESA MALDITA CAFETERA! Como accionado por un resorte, Mel Caramel se puso en pie y bramó: —¿QUÉ? —Lo que oyes, querido. —¿Cómo puede enamorarse de un… chisme? —No lo sé, cariño—Meredith se tocaba la antena izquierda, como hacía siempre, desde que era niña, cuando algo no le sentaba bien. Rhonda Caramel introdujo su pringosa y gigantesca mano derecha en la bolsa de patatas Wise que sostenía sobre su regazo y trató de llevarse una a la boca, pero un acceso de tos, seguido de una estrepitosa carcajada, se lo impidió. —¿Todo bien por ahí arriba?—preguntó Vince Prize. Su voz salía del único altavoz que poseía el modelo XVBH de Cafetera de Otro Mundo Vanderbilt del que Rhonda Caramel aseguraba estar enamorada. —Sí—Rhonda carraspeó y su boca se contrajo en una sonrisa estúpida—Eso creo. —¿Otra cerveza?—preguntó Vince, desde su cubículo, el número 247, situado en el edificio de cubículos—cafetera de Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt. —Nah—dijo Rhonda y luego añadió, refiriéndose a lo que acababan de ver por televisión, aquello que le había provocado la carcajada que había acabado con el acceso de tos—Pero, ¿lo has visto? ¡Por todos los dioses galácticos, Vince! ¿Lo has visto? Sí, Vince lo había visto. Había visto a Austin Grossman tratar de domesticar un edificio del tamaño de un mosquito. Le había visto cerrar con fuerza los ojos y repetir: Saluda a nuestros espectadores, Bret (porque así había llamado al edificio en cuestión, un diminuto edificio de oficinas de cinco plantas), vamos, pequeño, ¡vamos! El edificio se había limitado a parpadear. Cada vez que parpadeaba, las persianas de dos de las tres ventanas del tercer piso subían y bajaban.
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—Lo he visto—dijo Vince Prize. Luego encendió un cigarrillo, se quitó el sombrero y dijo: —Cervezas Arden. Tenga siempre un pack de cervezas Arden en su nevera. Sus amigos se lo agradecerán. Cervezas Arden. —¿Es que no puedes dejar de hacer eso?—preguntó Rhonda. —No—dijo Vince—Galletas Bulb. Las mejores amigas de una buena taza de café. Galletas Bulb. Apetitosas. —¿Por qué? —Es mi trabajo. —Pero se supone que esto es una cita—dijo Rhonda, alzando la cafetera y colocándosela a la altura de los ojos, para poder mirarla fijamente. —¿Una cita?—preguntó Prize, ciertamente sorprendido. —Sí, una cita. Dijiste que te tomarías la noche libre. —¿Cuándo? —Hoy. —¿Hoy?—preguntó Vince, el cigarillo colgándole del labio inferior—Rhonda, mi turno acaba de empezar. No hemos hablado hoy. —¿Cómo que no? ¡Hemos hablado esta mañana! ¡Me has dicho que tenías la noche libre! ¡Que podíamos salir! —¿QUÉ? Bien, ahí lo tienes, Vince. Acabas de dar un paso en falso. Después de todo, ¿por qué no iba a haber alguien vigilándote? ¿Si podían gastarse millones de rethcords en fabricar una jodida cafetera parlanchina acaso no podían contratar a alguien para que espiara a todos sus vendedores? Ni siquiera tenían que hacerlo en tiempo real porque, evidentemente, todo lo que decían estaba siendo grabado y tarde o temprano, todo podía ser escuchado por, ¿quién? ¿El vicepresidente? Despídete de tu estúpido trabajo, estúpido. —¿Vince? ¿Estás ahí?—Esa era Rhonda. —Creo que estoy despedido—dijo. —Pero, ¿qué dices? ¡He comprado el maldito aspirador! —¿Cómo? —Y esas jodidas fresas amarillas de Tallchief, ¿por qué demonios son tan caras? ¿Y para qué se supone que las he comprado si no vas a poder probarlas? ¡Estás metido ahí dentro!—bramó, enfadada, Rhonda Caramel, todavía con la cafetera a la altura de sus tres ojos. —¿Quién te ha dicho eso?—preguntó Vince, cada
vez más asustado. ¿Era posible…? ¿Era posible acaso que…? ¿Y si alguien le había reemplazado? —¡Tú! —¿Estás segura de que era yo. —¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Crees que me estoy volviendo loca? —No, lo que creo es que lo saben. —¿Lo saben? ¿Quién? —Ellos—dijo Vince. —¿De qué hablas? He comprado el maldito aspirador, Vince ¡y ni siquiera tengo dónde ponerlo! —Lo siento, tengo que dejarte. —¿CÓMO? —Apaga la cafetera, Rhonda. —¿Qué demonios está pasando, Vince? ¿Estás intentando dejarme? ¿Vas a dejarme así? ¿Era eso todo lo que querías? ¿Que comprara el puto aspirador Gatillo? ¿Y ahora vas a dejarme? —Galletas Bulb, el mejor complemento para una buena taza de café. —No hagas eso. —Tome cerveza Arden. El mejor remedio contra la sed. —¡NO HAGAS…—gritó Rhonda Caramel y, tirando con todas sus fuerzas, arrancó la cafetera del enchufe y la lanzó contra la pared—… ESO! El pilotito rojo se apagó. Vince Prize alzó entonces el intercomunicador. —Lo sabe, señor vicepresidente—Esa era Crystal Hynde, desde su acristalado despacho, hablando con Roman Lanski, el vicepresidente de Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt, que acababa de adquirir un nuevo ejemplar de pez de colores de las lunas de Cremon. Sólo que este tenía tres cabezas en lugar de dos. —¿Ha pensado en lo que le dije?—preguntó el presidente, absorto en la contemplación de la perfecta mezcla de colores de su pez cremoniano. —Señor, esto es importante—dijo Crystal. —Yo decido lo que es importante, señorita Hynde— dijo Lanski. Y lo que era importante para el señor Lanski tenía que ver con una cita a la luz de las velas del planeta restaurante Arfin. Roman Lanski, el vicepresidente de Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt, quería salir con Crystal Hynde, pero no sabía que Crystal no acostumbraba a salir con rethrickianos. —Señor, el sujeto VDOM 247 nos ha descubierto. —¿Qué sujeto? —El Vendedor de Otro Mundo, señor—Crystal especificó—Prize, señor. Quimera 53
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—¿Prize? —Vince Prize, señor vicepresidente.¿Es posible que sea tan estúpido?, pensó Crystal.Y luego pensó que le apetecía una cerveza terrestre. —¿Y qué demonios significa eso? —Que tiene que despedirle, señor. —¿Yo? —Puede enviarlo a mi despacho, si quiere, pero en estos momentos se dirige al suyo, señor—dijo Crystal. —¿Cómo… lo… sabe?—preguntó el vicepresidente. Crystal Hynde había hecho instalar una cámara diminuta en el sombrero vaquero de Vince Prize. Pero no podía decirle eso al vicepresidente. Así que se limitó a decir: —Lo sé. —Ponme con el vicepresidente, Cindy—dijo Vince Prize, todavía en su cubículo. —¿Cómo?—Cindy Ropper titubeó. Cindy era una buena chica. Se limitaba a hacer su trabajo. Y su trabajo consistía en conectar a Vendedores de Otro Mundo (VDOM) con Apreciados Clientes (AC). —Ha pasado algo, Cindy. Y necesito hablar con (EJEM) él. Vince Prize se mordió una uña. Le sudaban las manos. Su tercer ojo parpadeaba sin cesar. Le ocurría siempre que se ponía nervioso. Se lo tapó con su aleta de tiburón de emergencia. La guardaba en el primer cajón del escritorio. Lo abrió, la cogió y lo cerró con un estrépito, sobresaltando a Cindy. —¿Qué ha sido eso, Vince? ¿Qué ha pasado?—preguntó la chica. Vince sintió que la quería. No la había visto nunca pero la quería. La quería con todas sus fuerzas. Quería abrazarla y llevársela lejos, tal vez a la Tierra, el lugar del que provenían su sombrero y aquella serie sobre tipos que se enamoraban perdidamente de chicas que se llamaban Robin. —Cindy, lo he estado pensado y creo que deberíamos salir—dijo Vince entonces, de un tirón, sin titubeos—Voy a dejarlo. Podemos vernos. —¿Vernos? —Quiero que salgamos, Cindy. —¿Salir? —Quiero invitarte a cenar, Cindy. —Oh. Cindy Ropper, que acababa de dejarlo un escritor frustrado llamado Roy que soñaba con invadir la Tierra, un escritor que había sido formado en la Academia para Escritores Stamp y que había trabaja54 Quimera
do en el Parque de Atracciones Patatas Fritas Wise (era cuidador de delfines), siempre había sido de las que creen que un clavo saca a otro clavo, así que, ¿por qué no? Después de todo, Vince parecía un buen chico. —¿Qué me dices?—preguntó Vince. Su tercer ojo parpadeaba sin descanso. El cigarrillo se extinguía sobre su labio inferior. —Dame media hora. Te estaré esperando frente al escaparate principal de Missy Brennan. Estaré leyendo una novela de Robbie Stamp. En su cubículo, Vince Prize sonrió. —Tienes que venir, Bren—le dijo Roman Lanski a su intercomunicador. —Imposible, señor vicepresidente. —Es una orden, Bren. —Tengo a uno de los pequeños con fiebre, señor. —Voy a llamar al presidente, Bren. —¿CÓMO?—Bren no daba crédito. ¡Aquel maldito saco de huesos verde! ¿Así era como le pagaba todo lo que hacía por él? ¿Su estúpido ir de un lado para otro con carpetas, su redactar de informes, todas las veces que le había cortado, por todos los dioses galácticos, LAS UÑAS?—No puede hacer eso, señor. —Necesito que venga. —Mi pequeño tiene fiebre, señor. —No es mi problema, Bren—El vicepresidente se apartó del auricular. Bren escuchó golpes de nudillos en algún lugar—Ya está aquí. —¿Quién? —¡ESTÁ AQUÍ, BREN!—gritó el vicepresidente. —¿QUIÉN? —¡ÉL! ¡EL SUJETO, BREN! ¡EL SUJETO! —¿QUÉ SUJETO, SEÑOR LANSKI? —¡EL SUJETO, BREN! —Cálmese, señor—Bren sujetaba al crío con una mano, mientras con la otra hacía malabares con su intercomunicador casero y el biberón—Dígame, ¿es peligroso? —¿QUIÉN? —Cálmese, señor—dijo Bren, y especificó—El sujeto. —¡EL SUJETO!—Nuevo golpe de nudillos en alguna parte—Por todos los dioses, Bren, ¿quieres hacer el favor de venir, por favor? —¡Dígame si es peligroso! —¿Y cómo quiere que lo sepa?—susurró el vicepresidente. —Abra la puerta—dijo Bren—Y grite HULAHOP si cree que puede serlo. Me quedaré aquí y llamaré a Woah Bill si eso ocurre. Ahora ABRA la puerta. Abra la jodida puerta, saco de huesos verde.
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—Sí—El vicepresidente se aclaró la garganta—Voy. El tipo con sombrero no tenía aspecto de tipo peligroso. Tenía tres ojos (uno de ellos, por cierto, no dejaba de parpadear, parpadeaba sin cesar), era verde y calzaba unas destrozadas Rozycki rojas pero no tenía aspecto de peligroso. Su cara, larga, aburrida, y parpadeante (aquel ojo del demonio) se frunció en un intento de sonrisa cuando le tendió la mano en busca de un apretón. Como no tenía nada mejor que hacer, el vicepresidente estrechó la mano del tipo del sombrero y susurró: —Hulahop. —¿Cómo dice? —¿Quién es usted? —Vince Prize, el vendedor 247, señor. —Oh. Usted. El sujeto. —¿Cómo? —Me temo que tengo malas noticias, señor Pride. —Prize. —Prite. Vince echó un vistazo al interior del despacho. Acristalado, y con vistas a las lunas de Cremon y el mar flotante de Russian Doll. Así que era aquello, cuando su padre decía, Tienes que llegar a lo más alto, Vince, se refería a aquello. Un despacho acristalado con vistas al mar flotante de Russian Doll. Vince se rascó la barbilla. Dijo: —No puede hacer eso, señor. —¿El qué?—El vicepresidente Lanski abrió mucho los ojos, sus tres ojos color miel y se dio un abrazo involuntario, lo que, francamente, resultó bastante estúpido. —¿Qué hace? —¡HULAHOP!—gritó. —¿Qué? —Está despedido—susurró a continuación el vicepresidente, mirándose las puntas de sus zapatos y repitiendo—¡HULAHOP! —¿Qué demonios le pasa?—Vince Prize zarandeó al menudo rethrickiano aficionado a los peces de colores con más de una cabeza que, asustado, preguntó: —¿Va a matarme? ¿Va a matarme AHORA? —¡No!—bramó Prize—¿Está usted loco? ¿Por qué iba a matarle? —¡Acabo de despedirle! —¿Y? ¿Acaso cree que quiero quedarme? Venía a decirle que lo sé todo. —¿Todo? —Odio sus horrendas cafeteras. —¿Horrendas?
—Y no estoy enamorado de Rhonda Caramel. —¿Caramel? —¿Qué demonios le pasa? De repente, un estrépito interrumpió la conversación, la más delirante de las que se habían mantenido en el idílico despacho del vicepresidente Lanski. Woah Billy, lo más parecido a Hulk, el superhéroe verde, que su novia terrícola había visto jamás, acababa de hacer pedazos la puerta del despacho. —Lo siento, doc, creí que estaba encerrado—dijo el mastodóntico rethrickiano. —¡Por todos los dioeses galácticos, Bill!—bramó el vicepresidente. —¿Quién demonios eres tú?—preguntó Vince Prize. —El tío que va a partirte los dientes, estúpido—dijo Woah Billy, tensando los músculos de su brazo derecho en una pose claramente culturista. Llevaba una camiseta de tirantes que apenas alcanzaba a tapar uno de sus tres pezones, un pantalón corto violeta y unas Rozycki amarillas recién estrenadas. El vicepresidente tragó saliva con un sonoro (GLUM). —Eh, amigo—acertó a decir Vince, mientras Woah Billy y todos sus músculos se acercaban, más, cada vez más, cada vez un poco… más—Me gustan mis dientes, preferiría conservarlos. —¿Doc?—Woah Billy estaba mirando al vicepresidente Lanski, que en aquel preciso instante estaba absorto en la contemplación de las musculadas piernas del rethrickiano, pensando que con unas piernas así, Crystal Hynde no se le hubiese resistido de aquella manera tan estúpida, con unas piernas así, ¡oh, por todos los dioses galácticos! ¡Cualquier cosa sería posible! —Eeeeh… ¿Bill?—acertóa balbucear. —¿Tengo que partirle los dientes, doc? —No, Bill, creo que será suficiente con que, eeeeh, le acompañes a la puerta, Bill. El señor Prite se va. Nos deja. No le gusta su trabajo. Y tampoco le gusta el café. —Prize—corrigió Vince—Y sí me gusta el café, señor. Lo que no me gustan son sus horrendas cafeteras. —No son horrendas—dijo Lanski. —Sí lo son, y lo que hacen con ellas también. —¿Qué?—Lanski le miró con sus tres ojos como platos—¿A qué se refiere, estúpido sujeto? ¿No ha dicho que le gustaba el café? —¡A mí y a todos los rethrickianos! ¡Por eso lo que hacen no está bien! ¡Les venden una cafetera y luego intentan venderles un montón de cosas estúpidas! Quimera 55
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¡Cuando lo único que ellos quieren es CAFÉ! —¿Le parto los dientes, doc?—preguntó Woah Billy. —¡SÁQUELO DE AQUÍ DE UNA MALDITA VEZ! —SÍ, SEÑOR—bramó Woah Billy, y a continuación pasó su brazo, aquel enorme montón de carne verde, por encima del hombro del ex Vendedor de Otro Mundo (VOM) 247, responsable, sin llegar a ser consciente de ello, de la Técnica Prize de publicidad para cafeteras que acabaría revolucionando en el negocio de la compraventa en el felizmente aislado planeta Rethrick, y añadió—Vamos fuera, amigo. Amigo. Ya. Y ahora me partirá los dientes. Y todo lo que verá Cindy Ropper cuando llegue al escaparate principal de Missy Brennan será un tipo con sombrero vaquero y una horrible boca hinchada y desdentada. Oh, mierda, joder, pensó. Y luego susurró: —No me jodas los dientes, tío. Te lo suplico. —¿Por qué iba a joderte los dientes, tío?—preguntó el gigante verde—Lo único que voy a hacer es acompañarte a la puerta. Como dicen en esas estúpidas películas que le gustan a mi novia: Voy a mostrarte la salida, chaval. Vince Prize suspiró aliviado. Cindy Ropper le esperaba frente al escaparate principal de Missy Brennan. Llovía. Su paraguas resultaba ciertamente ridículo. Era rosa, un color que las rethrickianas aborrecían y que, sin embargo, los hombres de aquel planeta adoraban. Todos menos Vince Prize, que prefería el azul. Nadie es perfecto, pensó el recién despedido Vendedor de Otro Mundo, mientras cruzaba la calle y saludaba, con su mano de alargados y verdes dedos, a la chica del paraguas rosa. Bien, ahí voy, pensó. Oh, ahí viene, pensó Cindy Ropper. Cindy no tenía ni idea de lo que había habido entre él y Rhonda Caramel. Y él no tenía ni idea de lo que otro tipo estaba a punto de tener, en su nombre, con Rhonda Caramel. Y era mejor así. Brandon Man creía en Goldfaden. Goldfaden era su dios galáctico favorito. Brandon Man tenía su habitación cubierta de pósters de Goldfaden. En los pósters, Goldfaden tenía un aspecto terrible. No parecía el 56 Quimera
simpático y altruista pez humanoide de dos cabezas que había sido, sino un dragón marino de afilada doble dentadura que no hubiera sido invitado a un buen almuerzo desde hacía mucho, mucho tiempo. Pero eso a Brandon no le importaba. Eso, pensaba Brandon, era lo de menos. Brandon encendía cada noche una vela, la misma vela roja, y le pedía a su dios escamado un puesto de trabajo en Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt. —Todo lo que quiero es trabajar en Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt, oh, Dios Escamado—decía. Hacía más de tres meses que Brandon Man había hecho llegar su currículum al departamento de recursos rethrickianos de la empresa, y no había recibido respuesta alguna. Pero Brandon Man no perdía la fe. Sabía que, tarde o temprano, Goldfaden escucharía sus plegarias. Y no se equivocaba. Cuando recibió la llamada de Crystal Hynde, Brandon Man devoraba una bolsa gigante de patatas fritas Wise (AUTÉNTICO SABOR AMERICANO) mientras leía una novela de Robbie Stamp: Paraíso 23. ¿Y qué hacía Crystal Hynde? Crystal daba sorbos a su Framby Diet, el refresco de extracto de frambuesa de Livia más popular de Rethrick, y llegaba a la conclusión de que no había un candidato mejor para sustituir a Vince Prize que aquel gordo llamado Brandon. —Eeeeeh… —¿Señor Man?—preguntó Hynde. —Eeeeh, ¿sí? ¿Usted? —Crystal Hynde. Le llamo de Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt, señor Man. —OH. —Nos envió usted su currículum, señor Man. —Eeeeeeh—Brandon se atragantó. Tosió. Se recuperó. Dijo—Sisisi… sí. —Queremos que sustituya a alguien, señor Man. —¿Yoyoyoyo… yo? —Usted. —Clacla—clacla—claclaro. —Quiero que venga esta tarde a verme, señor Man. Trabajará usted a prueba la próxima semana. Ocupará el lugar de Vince Prize, un excelente vendedor que ha sido ascendido a un nivel superior. Vince Prize es el responsable de la Técnica Prize de Venta Personalizada, señor Man, y usted, su sucesor. —Sí—susurró Brandon. Acababa de guiñarle el ojo a uno de sus pósters de Goldfaden. Estaba pensando: Oh, tío, gracias, tío. —Tendrá usted que ocupar su lugar—insistió Crystal.
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—Su lugar—repitió Brandon. —Establecerá una relación con Rhonda Caramel— reveló Crystal—¿Está usted dispuesto a establecer una relación con una cliente, señor Man? ¿Una relación? ¿Qué tipo de relación?, quiso saber Brandon Man. —Justo la que usted necesita—dijo Crystal Hynde, sonriéndole a la fotografía mal hecha de aquel rethrickiano con aspecto de ballena verde. Un flamante nuevo modelo de Cafetera de Otro Mundo Vanderbilt presidía la diminuta cocina de Rhonda Caramel. Estaba conectado al único enchufe de la estancia y su pilotito rojo permanecía encendido día y noche. Después de la discusión, aquella terrible discusión que había acabado con los huesos metálicos de su modelo XVBH en el suelo de su apartamento, y, como alertada por la falta de uno de sus trabajadores, la empresa le había hecho llegar a casa un nuevo modelo (llamado XVBHPlus), que Rhonda se tomó como la disculpa de Vince. De ahí que no se sorprendiera cuando, al conectarla, escuchó la impersonal voz masculina ligeramente mecánica de Vince Prize. La voz dijo: —Galletas Bulb. Y Rhonda dijo: —Corta el rollo. —¿Rhonda?—preguntó la voz. —¿No me ves?—Rhonda se aproximó a la minicámara instalada en la cafetera. —¡Creí que jamás volvería a verte!—bramó, desde su cubículo, Brandon Man, interpretando a la perfección el guión que Crystal Hynde había escrito para aquel primer contacto—¡Creí que te habías desecho de mí para siempre! —La cagaste, Vince. —Lo siento—dijo Brandon—Rhonda. —Ya, ¿y? —No volverá a pasar. —¿El qué? —No volverá a pasar—repitió Brandon. No tenía nada más adecuado escrito en su guión. —Ya, ¿y tengo que creerte? —Créeme—le dijo Brandon Man a la imagen que le devolvía la pequeña pantalla instalada en su cubículo. Imagen que emitía, simultáneamente, la pantalla que presidía el despacho acristalado de Roman Lanski, donde Crystal Hynde celebraba cada nueva intervención de Brandon Man con una estúpida palmada.
—¿Lo ve?—preguntó en aquel instante a Roman Lanski. Lo único que veía Roman Lanski era el escote de la señorita Hynde. Asintió sin dudarlo. —Ahora le dirá que su cita debe repetirse. Y le pedirá que compre fresas amarillas de Tallchief y ella lo hará. Con la Técnica Prize incrementaremos en un 200% nuestra efectividad. Puede llamar a todos los anunciantes. ¡Darán cualquier cosa porque uno de nuestros Vendedores de Otro Mundo los mencione! Cualquier cosa, pensó Lanski. Yo también daría cualquier cosa, pensó Lanski, sin poder apartar la vista del pronunciado escote de la eficiente Crystal Hynde. —¿Y qué clase de nietos vamos a tener, Mel? ¿Qué clase de nietos? Meredith Caramel daba vueltas alrededor de una de sus plantas carnívoras, en el cuidado jardín de su casa, mientras su marido daba cuenta de un pedazo de pan y tres rodajas de mortadela terrestre. —No lo sé, cariño. —¡Oh, yo sí lo sé, Mel! —¿Sí? —¡Ninguno! —Cariño… —¿No has oído lo que ha dicho? ¡Quiere que conozcamos a su cafetera! ¡A su maldita cafetera! —¿No la conocemos ya? —¡Es un modelo nuevo! —¿Está de veras nuestra Rhonda saliendo con su cafetera? —¡No va a ningún sitio! ¿A dónde podría ir? ¡La maldita cafetera tiene que estar conectada!— Meredith gritó de rabia. Le dio una patada a un manojo de Dientes de Cebra criados por la mismísima Lea Thompson. —No te pongas así, cariño. —¿Y CÓMO QUIERES QUE ME PONGA, MEL? ¿QUÉ CLASE DE NIETOS CREES QUE VAMOS A TENER? —¿Y si es un buen chico? Meredith miró a su marido con sus tres ojos inyectados en sangre. —¿No es un buen chico? —¡No es un chico, Mel! —Es una cafetera—dijo Mel. Y lo pensó: Una cafetera. ¿Acaso podía alguien enamorarse de ese chisme? ¡Hacía un café terrible! ■ Quimera 57
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Por ejemPlo, K. Un relato de Gabriela Wiener Con respecto a los viajes espacio-temporales, es sorprendente lo poco que se han estudiado los hechos relativos a la transposición del alma. Desintegrada la materia en su forma original el alma se pierde en un limbo oscuro, un pozo oscilante entre la paralización moral y una frenética actividad interna que se suele asociar con ciertos estados catatónicos pero que la mayoría de nosotros conocemos como: locura. El alma no retorna al cuerpo reconstituido. Al menos no con los atributos previos al viaje espacio-temporal. Pero el alma existe a pesar de todo y se resiste a morir: se convierte en una entidad errabunda, en una voluntad idiotizada por un exilio que contradice la Gran Armonía. Y el alma entra en pugna con Dios. Hoc autem est anima, quae quodammodo est omnia. ¿En qué invierte el dolor su tiempo libre? El sueño del viajero del tiempo es donde este detritus consciente muestra su cara más terrible. La más violenta. Líbranos Señor del sueño del viajero del tiempo. I. El Dr. Sueño activa el interruptor y se hace la oscuridad. Dentro de la cápsula, está la pequeña Maggie. Su último contacto con la vigilia son dos puntos rojos que tintinean en lo que le parece una gigantesca máscara. Entonces, justo antes de cerrar los ojos, escucha la canción. Al principio no logra identificar lo que despierta en ella. ¿Nostalgia? Es como algo que viene del pasado. Con un último rezago de consciencia intenta desesperadamente recordar de dónde viene esa canción. Uno, dos. Entonces entra definitivamente en el sueño y nadie vuelve a saber nada de ella. II. Tres, cuatro. El Dr. Sueño cierra la puerta. Se frota fuertemente los ojos. Mira el expediente. Maggie Burroughs, edad: 11 años. Norteamericana.
El viento barre la avenida Dexeus pero adentro cualquier sonido ajeno a la respiración es imperceptible. Es de noche en la parte alta de la ciudad, pero al Dr. Sueño eso apenas le preocupa. Hace muchos años que vive sin días y sin noches. Comprueba los registros. A través del grueso cristal que separa su despacho-observatorio del Módulo de Experimentación Parahipnótica, observa el delgado cuerpo apenas cubierto por un camisón blanco de algodón. La actividad es normal. Las pulsaciones son normales. La respiración es normal. Algo anda mal. Entonces, casi resignadamente extrae el estuche negro que guarda en el tercer cajón de la parte izquierda de su escritorio y vuelve a guardarse la pequeña llave en el bolsillo. Prepara la dosis sin prisas, con más impaciencia que verdadera ansiedad, y se busca la vena. El Dr. Sueño se administra un cóctel de metanfetamina, fenciclidina y modafinilo. Después vuelve a la habitación donde está Maggie y durante un lapso considerable de tiempo la viola repetidas veces. III. 5.6. El Dr. Mendivil inició sus investigaciones en la década de los ochenta, basándose principalmente en la observación del comportamiento cerebral durante los procesos de reelaboración de informaciones almacenadas en la memoria, y particularmente en la conducta pesudopsicótica desatada por un abrupto despertar durante la fase del sueño conocida como REM. Sus polémicos métodos, en cuya aplicación el científico animaba a dejar de lado sentimientos humanos como la compasión, la solidaridad o el amor, no solo le hicieron una figura de indudable prestigio en el ámbito académico sino que atrajeron hacia él a pacientes de todas partes del mundo, deseosos de ofrecer su propia mente como territorio de experiencia. Aunque los tratamientos y recomendaciones del Dr. Mendivil se han hecho inmensamente populares, siempre en un sentido edificante y, según se cree, curativo, existen nuevos y reveladores indicios de que hacia el ecuador de sus investigaciones —ya entrada la década de los noventa— estas tomaron un curso hasta hoy desconocido. Un leve dislocamiento de su paradigma deontoQuimera 59
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lógico, digámoslo así. Los motivos son aún desconocidos y no son materia de este informe. Basta decir que la aparente obsesión del Dr. Mendivil por proporcionar a sus pacientes —entre los que, como se sabe, existía un alto porcentaje de niños— rutinas de marcada tendencia conductista hacia la deriva del sueño tenía como única finalidad alimentar una voluntad oculta que podríamos definir simplemente como: el mal. Un vistazo a los archivos de la llamada Clínica del Sueño del Dr. Mendivil proporcionará al investigador material suficiente para comprobar la naturaleza antiética de los últimos experimentos llevados a cabo por el médico hacia finales de siglo pasado. La lista de casos tratados es enorme pero existen una serie de “pacientes” cuya naturaleza singular llama la atención de inmediato. Tomemos, por ejemplo, a K. Frederick Charles K. dista mucho de ser un caso típico dentro de la historia de la Clínica. Su primer ingreso está fechado en 1984 y desde entonces realizó hasta siete estancias que variaron entre los 4 y los 14 días. La verdadera naturaleza de estas visitas es aún motivo de investigación. Esa parte de los expedientes desapreció poco después de estallar el escándalo. Cabe señalar que dada la enorme demanda para la aplicación del llamado Método Mendivil, y el riguroso proceso de selección y admisión que dicha demanda conllevaba, resulta muy poco creíble que el también llamado Dr. Sueño no hubiera estado al tanto de los antecedentes criminales de K. Por eso cuando, tras la desaparición del célebre psiquiatra, los Mossos d’Esquadra encontraron el cuerpo horriblemente desfigurado, atado a una de las camillas de la Clínica y vestido con un grotesco disfraz que recordaba a un presidiario, o a un payaso haciendo de presidiario o, más concretamente, a un loco que actuara como un payaso haciendo de presidiario, nadie se sorprendió de que las pruebas forenses negaran cualquier identificación con Mendivil. Los pocos indicios que pudieron extraer los forenses del cuerpo descompuesto, revelaron que había sido torturado durante días, quizá semanas. Aparente mente, el torturador había logrado manipular de manera artificial las células nerviosas del bulbo raquídeo haciendo que el cerebro recibiera como coherente la información que no debía serlo. Cuando encontraron su cuerpo K llevaba muerto casi siete meses. IV. ¿Dónde está Maggie? ¿Cuál es el límite? Desde donde nos mira, Maggie es solo la velocidad a la que escapa. La pulsación de un instrumento roto en 60 Quimera
una calle oscura que ahora ocupa una sombra alargada. Tropieza con unos botes de basura provocando un ensordecedor ruido metálico. Se levanta y emprende nuevamente la huída tapándose las orejas con ambas manos. Siete, ocho. La sombra está cada vez más cerca y una de sus manos parece estar hecha de cuchillos que chirrían al rasguñar las paredes. Maggie se encuentra ahora en una fábrica abandonada. Hay una densa humedad en el aire, vapor, paredes calientes. No quiere escuchar más esa canción pero la escucha. Solo que ahora ya sabe lo que significa y no le gusta lo que sabe. Por eso se tapa las orejas. Por un momento, o tal vez menos de un momento, vuelve a ser consciente de que se encuentra en una clínica del sueño, y casi puede verse a sí misma metida en la cápsula, con todos esos cables conectados a su cabeza. Pero esa imagen se desvanece casi antes de aparecer. Y ahora sus manos tocan las tuberías mojadas de la fábrica. Sabe que está detrás de ella y que no hay salvación posible. Instintivamente ha protegido su espalda contra la pared, sabe que la pared es el límite, que nada puede hacerle daño desde allí y acaricia con sus dedos su rugosidad. De pronto sus manos encuentran un relieve. Una porción solo un poco menos tibia de dureza: cuando la pared se vuelve elástica es el terror, no los brazos del verdugo los que la rodean. Y mientras se hunde en el pozo interminable en el que existirá a partir de ahora, busca con la mirada, por última vez, a Freddy. Nueve, diez. Antes de despertar alcanza a escuchar la voz desquiciada del Dr. Sueño, el Enemigo de los Niños. No temas, pequeña, papá está aquí, con nosotros. V. La historia comienza cuando los niños no quieren dormir. Todos las historias comienzan así. Cuando Maggie Burroughs fue llevada por sus padres adoptivos a la afamada Clínica del Sueño del Dr. Mendivil, sobrevolando un mar interminable y oscuro, hacía meses que Edmond y Emily Burroughs buscaban una solución al desorden de Maggie. La niña podía pasarse hasta 72 horas seguidas sin dormir. Solían encontrarla deambulando por los pasillos de la casa familiar, en medio de crisis que fueron rápidamente diagnosticadas como terror nocturno. Cuando finalmente lograban inducirla al sueño mediante barbitúricos la niña solía despertarse en estado vegetativo, presentando además una copiosa sudoración, taquicardias e hiperventilación. Tras cuatro meses de terapia de sedación los especialistas, incapaces de solucionar el problema desde una perspectiva farma-
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cológica, decidieron que era el momento de probar otros métodos. Los Burroughs fueron citados a un consejo médico en el que se les informó de las ventajas del Método Mendivil, un sistema que, según dijeron, había tenido un alto porcentaje de éxitos allí donde habían fallado otros tratamientos más convencionales. La terapia consistía en una estancia de días, semanas, e incluso meses en las instalaciones de la Clínica ubicada en Barcelona. Entonces la historia se convierte en una historia de padres. VI. El mal. Ocurre casi siempre de manera natural, como la hierba que crece alrededor de un camino desconocido. El Enemigo de los Niños fue una vez el Niño. En la puerta de la vieja casa familiar del carrer de l’Olmo, cuando está a punto de marcharse a la Facultad de Medicina de la Universidad Me di terránea, el joven Mendivil le dice a sus padres que ha encontrado la fórmula para acceder a la Gran Armonía. Ahora asumirá el papel que el destino le ha reservado. Los señores Mendivil tiemblan ligeramente anticipando grandes desgracias, pero no saben bien qué hacer. Mientras el hijo se aleja de la casa paterna, la mujer que es su madre recuerda o cree recordar un incidente que ocurrió años atrás. Cuando el joven que está a punto de abandonarla se acurrucaba en su regazo para escapar de la noche. Cuando sueñas, le había dicho ella mientras le tapaba los ojos con las manos, el mundo desaparece. Y todo lo que es malo se lo lleva el dios del sueño. Mientras el hijo se aleja de la casa paterna, este recuerda o cree recordar un incidente que ocurrió años atrás. Hay una cerradura, desde luego, y un crucifijo y una película en la tele. Ellos no quieren que la vea. Duerme, le dicen. Pero él mira con ojos entrecerrados. Cuando finalmente tiene que cerrarlos del todo descubre que no puede cerrar los oídos. La melodía tarda pero llega, se instala en su cerebro hirviente. Ya viene por ti. Y entonces se duerme para escapar de la pesadilla. Todo lo que es malo. Todo lo que es bueno también. VII. Frederick Charles K., el acuchillador de Springwood, llega a tiempo. La persecución se produce a través de calles extrañas que antes fueron refugio de reyes sanguinarios, de crueles dictadores, de asesinos
sin nombre. Cuando finalmente alcanza la parte alta de la ciudad, Dr. Sueño, el Enemigo de los Niños, lo espera. —Bienvenido—dice Mendivil. Y repite, con voz apenas audible: Bienvenido. VIII. Freddy & Maggie. Sólo una inscripción en la tapa de un cuaderno al que ya casi no le quedan hojas. Una pegatina de Eurythmics que resulta extraña para una niña tan pequeña. Regalos que son siempre generosos y entregados puntualmente en la puerta del colegio. Maggie cree en él porque a los ocho años ha dejado de creer en todos. Él sabe todo acerca de ella. El tío Freddy y sus uñas tan largas y su ridículo jersey a rayas. Le cuenta historias de la vieja caldera, donde van a parar los niños que se han portado mal. Y entonces ella quiere portarse bien, pero solo por él. Ni su padre ni su madre saben del tío Freddy. Nadie puede verlo. IX. Es posible que el espermatozoide fuera de Roll. En los ojos de Roll había demasiada determinación como para haber dejado que alguien le ganara en los créditos finales. Varios entraron antes y des pués, pero él era el más fuerte. Todos estaban locos y ahora puedo decir que la locura no solo es contagiosa sino que puede cogerse en cuestión de minutos. Al poco tiempo de convertirme en la cerda de todos esos dementes yo también había perdido la razón. Siempre he pensado que en eso Dios tuvo algo que ver. Si no hubiera sido una fiel sierva del Señor tal vez Freddy nunca habría nacido y yo estaría muerta. Mi nombre es Amanda K. Tengo 38 años. Hace veinte años servía en el Hospital psiquiátrico Westin Hills como hermana de la caridad. ¿Quién podría creerse que algo así podía ocurrir por accidente? Dijeron que me encerraron accidentalmente con un centenar de locos. Me echaron a los leones y los leones tenían hambre. Me condenaron: el sexo es un calmante para locos pero también para los cuerdos. ¿Por qué siempre en las películas de terror el sexo es brutal y asqueroso? Yo veo mi vida así, como una película de terror, pornográfica y enferma. Cuando se cansaron de violarme, en realidad cuando creyeron que había muerto y yacía derrumbada como una hilacha humana sobre la mierda de todos, alguien se dio cuenta de mi falta y fui rescatada. Un rápido examen reveló que me habían clavado varias uñas en los Quimera 61
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ojos, que había perdido la vista en el ojo derecho y que apenas veía por el izquierdo. Casi no me quedaban dientes y tenía rotas todas las costillas. Habían devorado parte de mis pechos, mis pezones habían desaparecido y no me había desangrado solo porque me mordieron como pequeñas ratas mordiendo las un queso duro. A veces pienso que fue Roll y otras veces pienso que fue Dios o todos los roedores del mundo. ¿Qué puedo decir del mal si es mi entraña? X. Al hilo de las investigaciones realizadas por el Dr. Mendivil, recientemente un grupo de científicos pudo desarrollar nuevas teorías sobre la incidencia de los “complejos K” —ondas lentas bifásicas aparecidas durante la fase 2 del sueño— en los desórdenes agrupados bajo el nombre genérico de: terror nocturno. A este sorprendente giro de unas señales cerebrales antes asociadas a estadios tempranos de relajación previos al sueño profundo, se le ha llamado: efecto K.
Los pocos indicios que pudieron extraer los forenses del cuerpo descompuesto, revelaron que había sido torturado durante días, quizá semanas. Aparentemente, el torturador había logrado manipular de manera artificial las células nerviosas del bulbo raquídeo haciendo que el cerebro recibiera como coherente la información que no debía serlo.
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XI. El Dr. Sueño, también conocido como el Enemigo de los Niños, persigue a K por las calles de la zona alta de la ciudad. La oscuridad es intermitente. El miedo es intermitente. La melodía no para de sonar en su cabeza. —Despierta Freddy—grita el Dr. Sueño— ella está con nosotros. El Dr. Sueño se abre la camisa y de su pecho brota una carita húmeda, pequeña, redonda, conocida. —Papi— dice Maggie. XII. Un día Charles Frederick K. despertó y vio las cosas que había cometido. Adolescentes mutilados, sucedáneos, vanos intentos de llegar a ella. No recordaba de dónde venía el ansia o si era justa. ¿Qué es lo que creen que hice? De entre todas las atrocidades que se le revelaron, ninguna había producido en él el deseo de volver, hasta que comprendió que, tarde o temprano Maggie le reclamaría. Estamos en el futuro. En el futuro K combate a muerte con el Dr. Sueño. El resultado de este conflicto es irrelevante. Ellos son los dueños del tiempo. ■
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Mujer atrapada en habitación con torMenta Un relato de Enrique Planas
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Para Franz Galich Muchos hombres me han dicho que Managua es como una novia fea. Yo creo que es una ciudad seductora solo si te pones de espaldas a ella, si le buscas más allá el mar, las lagunas, sus cráteres. Es una ciudad imposible para ver desde arriba: no tiene edificios ni miradores para subir y cambiar la perspectiva. Quizás sea mejor así. Tanto árbol en la calle no dejaría ver el paisaje de una ciudad acompañada por la permanente gárgara metálica de la lagartija que aquí llaman perrozompopo. Si pudiéramos planear sobre ella como una bandada de pericos veríamos la postal común de la Managua que no llega a ser metrópoli por culpa de los terremotos, los políticos, y las siete familias que gobiernan el país. Agreste, dispersa, sin corazón. Autopistas que no llegan a ninguna parte, plazas levantadas donde no hay motivo, buses repletos que dejan abiertas sus puertas y ventanillas para liberar la presión y la miseria que no acordona la ciudad, sino que la salpica como frijoles en el gallo pinto. El enorme barrio verde parece el suburbio de una ciudad inexistente, quizás sumergida bajo el gran lago, donde nadie puede nadar sin enfermarse. —¿Para eso me has traído pué? La Guajira parece fastidiada. Abandona el balcón desde donde estábamos viendo la calle y entra a la habitación. Lo sé. Seguramente hubiera deseado que la llevara a un rincón más acogedor de la ciudad. A mí me encanta escucharle hablar aunque ella solo recite sus demandas. Las nicas son expertas para jugar con el lenguaje. Lo sé bien. Cuando podía viajar en bus, solía escuchar a la gente. La más de las veces conseguía diálogos que valían oro. Como aquel intercambio entre el cobrador y la pasajera: —¡Oiga señora, póngase de lado! —Y no ve que soy redonda, ¡hijo de puta! O cosas así. Siempre voy atento cazando las palabras de la gente. Lo que se me queda en la memoria, va al cuento. Lo demás, se pierde. No creo en las libretas. No soy de esos escritores que se pasan la vida tomando notas sin darse cuenta que ella se les escapa por el costado. En verdad, soy medio relajado. La pereza me ha hecho daño: un día le di a una muchacha mil hojas escritas a mano para que pasara la novela a la computadora. ¿Quién me iba a decir que la chavala iba a escribir como ella creía que era la cosa? Cuando fui leyendo lo que me trajo impreso me di cuenta de que se comió renglones, que me cambió palabras, que me poetizaba los diálogos. Y es que aquí los poetas y los que se lo creen son cosa grave. Años 66 Quimera
de modernismo florido ha provocado que la gente te hable en verso. Y si me quejo de esta herencia de Darío, creador del cielo y de la tierra, los colegas me miran con recelo. Algunos se molestan y otros me dan por perdido: Hagámonos los locos, ¿no ves que es guatemalteco?, dicen sobre mí. Si supieras lo que me costó reconstruir el texto que me enredó la niña aquella. Aunque me demore el doble, yo mismo lo voy a pasar. Y se acabó el verso. Decía que me gustaba escuchar hablar a la Guajira, incluso cuando sus palabras se endurecen cuando me mira. De un tiempo a esta parte, prefiero no decirle nada por no molestarla. Me quito la guayabera sudada y para tomar un segundo aire me siento sobre la silla de paja al lado de la mesita. Me paso el pañuelo por la frente. Resoplo. La observo como quien mira un hermoso paisaje. Ella es la prueba viviente de que en toda Centroamérica no hay mujer como la nicaragüense. No hay más guapa y sensual, con una agresividad especial que asombra. En ningún otro lugar una muchacha puede acercarse a decirte: ¿Bailamos, amor? Aquí te sacan el brillo a la hebilla. Sí, señor, le agarras la cintura, dos pasos para allá y pega el regreso. Un quiebre, un caderazo y luego el pubis colocado muy cerca. Así de interesante es la mezcla de indígena y español. Liviana, fácil, hermosa. Esa exhuberancia en la que tanto tiene que ver el trópico. Yo quisiera ponerme a bailar con ella, pero en este momento siento el primer cuchillazo sobre la ingle. Sucede por estar sentado y no recostado boca arriba como ordena el médico. Mis amigos me han dicho que no tenga miedo, que me curaré pronto, pero qué va a ser. Últimamente, solo les hago caso a los que me advierten que tenga mucho cuidado. En estos días temo mucho que el dolor me derrote con lo que imagino un calambre frío e intenso. Pero la Guajira no se da cuenta de eso. Ella solo tiene cabeza para pedir atenciones mientras le da vueltas a habitación que he podido conseguirle. Puede que tenga razones para mostrarse tan disgustada. Al final de cuentas, yo le había prometido todo un mundo y lo único que puedo ofrecerle ahora es una habitación sin número al final de un corredor estrecho. Aunque tuviera vista a la calle, no vale el precio que exige la encargada, una coreana de pocas pulgas y palabras. En un cuadrado de tres metros de lado entran una cama de dos plazas, un armario sin una de sus puertas y, en equilibrio sobre este, un televisor de perilla cuyo cable cuelga sin el enchufe de remate. Detrás de las cortinas, una puerta nos separa del pequeño balcón con la baranda de hierro forjado al viejo estilo, donde la Guajira apoya los codos para observar la luz blanca que oculta la calle. Le bastan algunos minutos para reconocer el obvio ritmo del barrio y el oficio de sus
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vecinas que, como ella, pasan buena parte de su tiempo encerradas en pequeñas habitaciones. La mujer de enfrente, por ejemplo, recibe las visitas de otros hombres que ya tienen aprendido el número de su puerta. Bajo sus pies, un adolescente travestido espera un automóvil, mientras que otras dos se ofrecen bajo el portal de la pensión antes de doblar la esquina. No me gusta ver a la Guajira suspendida en ese estado de alerta. Algún hombre pasaría bajo su balcón y ella podría abandonarme de nuevo. Entonces entendí la razón de su mirada más dura, y quise enrojecer de vergüenza: Nuevamente estaba a punto de convertirla en protagonista de una historia tópica, la de una mujer desesperada obligada a ofrecerse si vales la pena y la paciencia. No importa si en la transacción contrabandea un cuerpo herido de malos recuerdos. Entonces vuelve la cólera. —¿Este será mi mundo? Me pregunta. Intento explicarle que ese era el único espacio que entonces podía darle. Estoy débil, estoy enfermo. No puedo dictar clases en la universidad. En casa me extiendo desnudo sobre la cama, sujetando el matamoscas mientras clavo la mirada al techo. Pero al final, tengo la esperanza de que pese a mi situación ella acepte quedarse conmigo. Entonces la Guajira se recuesta sobre la cama y se acaricia la entrepierna con la mano derecha, como aprovechando la intimidad de quien se sabe sola y deliciosa. Empiezo a creer que, frente a ella, yo no existo. ¡La gran púchica! Machete estate en tu vaina, pienso al encontrarla así, tan desafiante. Mientras se palpa, cierra los ojos, quizás para no distraerse con las manchas de humedad en las paredes. Pronto descubre una incómoda depresión al centro del colchón, fatigado por los muchos cuerpos que se habrían hundido sobre el mismo punto. Y jugando a ser una muñeca incrustada en su empaque de exhibición, la Guajira intenta encajar perfectamente dentro de la espuma hundida. Observo jugar a mi Barbie morena y pienso en volver a casa con los míos y abandonarla en aquel lugar, regalarle algunas mínimas comodidades antes de escapar para siempre de su vida. Pero soy un cobarde. Aún no tomo una decisión que se extienda más allá de conseguirle aquella habitación y prepararle ese mundo pequeñito para ella. —Qué es lo que quieres hacer?- Le pregunto —No sé, tú dime. Cuando tienes un personaje como la Guajira frente a ti, te duele cuando eres incapaz de llegar a lo más profundo de su carácter, cuando me evita deliberadamente. Entonces se incorpora para sentarse frente al espejo
detrás de la puerta del armario. Saca del bolso su estuche de maquillaje y pinta primero sus labios y luego repasa de polvos las mejillas. No mucho, lo suficiente para iluminar mi imaginación. Sé que tengo que tomar una decisión urgente: No llegaré a ningún lado teniendo a la Guajira encerrada en esta pieza. De pronto, escuchamos el ruido del catre de la habitación de al lado golpeando con monótono ritmo la pared. Me toca reconocer que, al menos, los vecinos tienen una vida sexual más entretenida. La Guajira se incorpora, se acerca al muro y por traviesa da tres breves golpes con el puño, pero solo escucha como respuesta la música de las cañerías. Aburrida, vuelve a la cama. Intenta encender la televisión, pero al enchufar las dos puntas peladas de cobre en el tomacorriente solo logra encender una chispa seguida de un sordo estallido. Se deja caer al lado del aparato muerto. Podría dejarle dinero al salir, pero temo que con algún capital ella resultara ser lo suficientemente independiente como para escaparse de mis manos. Calculo rápidamente la cantidad de dinero necesario como para que no huya. Podría dejarle en el bolso dos billetes de cien córdobas, ¿o debería decir pesos? En este país nadie llama a su moneda nacional por su nombre. Añadiría con un puñado de monedas. Siempre me gustó esa frase, un puñado de monedas. Suena a traición y beso en la mejilla. Podría alcanzarle, a lo mucho, para una semana de comidas. Pero temo que la Guajira pueda utilizar el dinero para subir a cualquier bus rumbo a Granada o León. Prefiero no darle ese poder. ¿Encadenarla a la cama? Eso ya lo había leído antes. De pronto, justo cuando la Guajira se prepara a abandonarme, la lluvia interrumpe sorpresivamente un día de sol espléndido. Las gotas se estrellan en la ventana y licúan el paisaje. Minutos después, al otro lado de la pared, donde antes se habían sentido los golpes del catre, escuchamos discutir a un hombre y una mujer. La pelea se corta por el estallido seco de una bofetada. Mi abuela me contó una vez que los sueños no se convierten en realidad, pero bien pueden anunciar las tormentas. Sé que sus palabras conllevan algo más trágico y más confuso. La primera vez que la Guajira se cruzó en mi camino, entonces escribía con una buena dosis de odio, de rabia contra un enemigo al que no podía identificar. Siempre quise escribir la gran novela, pero cuando vas madurando te das cuenta que a estas alturas de la vida lo mejor es alegrarse si has llegado a reunir algunas historias buenas. El ejercicio de la literatura para mí siempre ha sido un goce, pero entonces estaba convencido que debía estar al servicio de algo. No se trataba de jugar por jugar nomás. Me sentía llamado a escribir sobre un país donde la guerra se había trasladado de la montaña a las ciudades, y donde los protagonistas de la Quimera 67
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violencia ya no eran los sandinistas y los contras, sino como al inicio de los tiempos: los ricos contra los pobres. Llegada la democracia, los combatientes de ambos bandos se quedaron oliéndose el dedo. Y dejaron de creer en todo, salvo en su bolsa. Ahora miro a la Guajira y me doy cuenta hasta qué punto ella ha empezado a alcanzar una dimensión simbólica: En la historia rápida que escribí para ella, todos los que se habían enfrentado a balazos por un país ahora se enfrentan en una noche por ella. Había mucha sangre, mucha droga, mucho sexo. ¿Recuerdas Managua Salsa City?. Y todo sucedía aquí, en esta tierra que presume ser la más tranquila de Centroamérica. Hay una historia mucho más terrible que nadie ha podido escribir. Si la Guajira pone mala cara por haberla llevado a esta habitación, seguramente no le habría gustado nada estar en Guatemala del 79 al 85. Una cosa espantosa: Cacería de intelectuales y universitarios. Desapariciones forzadas, torturas, genocidios en las aldeas, masacres de indígenas. Una cosa de pesadilla, algo que te eriza los pelos. No hay gente más cruel que los conservadores de Guatemala y El Salvador. En comparación, Somoza parecía medio bonachón. Yo me vine para Nicaragua el día que lo mataron, allá en Asunción. Octubre del ochenta. Entonces se celebraba el primer aniversario de la Revolución. Meses antes habíamos salido exiliados para Costa Rica, el destino de la mayoría de los que huían de Guatemala, pero no podíamos trabajar allí. Y del dinero ya te puedes imaginar. Una oficina de las Naciones Unidas para los refugiados nos daba lo necesario para sobrevivir. El agua de lluvia ha entrado por el balcón, convirtiendo el marrón tenue de la alfombra en un negro profundo. Cierro la puerta, pero la humedad que empieza a inflarnos los pulmones nos grita lo precario de nuestra estancia, la necesidad de pedir ayuda, de salir de aquella madriguera. Recuerdo que al llegar a esta ciudad caía un palo de agua, otro aguacero terrible. Y a fines de mes ya me había contratado la universidad. Entonces me fui integrando a la escuela de español, me iba mezclando con los nicas. Fue así que te descubrí, justo cuando entendía que soy una persona partida en dos, escindida entre ambos países. Ya me voy acercando a la mitad de mi vida de vivir fuera de Guatemala. Ello me convertiría en alguien que no tiene patria, sin embargo, el árbol no niega a la copa, menos sus frutos. Soy un guatemalteco que escribe cuentos y novelas nicaragüenses, pero también soy un nicaragüense que escribe novelas y cuentos guatemaltecos. Soy un centroamericano que sobrevive y se refugia con una mujer de invento. Me basta una mano franca, un pedazo de azul y blanco en el cielo, sus ojos, su sonrisa femenina, y una copa para entrar en calor. 68 Quimera
gunta.
—¿Y si nos regresamos pa’ Guatemala?- ella pre—No sé pué.
La paranoia es tremenda. Solo después de 15 años regresé del exilio. Invitado a un congreso de literatura. No quería salir de noche. Ni tomar un bus. Ni caminar solo. Ni moverme siquiera. Todavía me da miedo, un miedo distinto al que siento ahora cuando vuelve el dolor. Cuando la herida se abre por dentro y sin embargo, el fluido que corre abajo no es caliente. Es tan frío que me congela el cuerpo. Pero con todo, me acerco hasta el borde de la cama donde ella me espera para encoger mi cuerpo a su lado, buscando su calor para ablandarme. Me siento de pronto flotar dentro de una bañera de agua helada cuando creía que descansaba sobre la deforme espuma. Debí adivinarlo pué, el colchón se había convertido en una enorme esponja después que la lluvia penetrara en la habitación a través de las goteras en el techo. La Guajira se despertó empapada y temblando, sorprendida por la infinidad de filtraciones. Temió enfermarse, ahora que andábamos tan pobres. Y yo me siento impotente y responsable cuando me abraza empapada, temblando. Sentí un escalofrío como si también lloviera dentro de mi cabeza. ¿Quién encontraría a la Guajira si yo no llego a curarme? ¿Qué sería de ella si yo comienzo a descomponerme? El miedo puede colocarse por encima de la imaginación. Te resta, te limita. ¿Cómo componer un techo con goteras, si poco a poco me doy cuenta que ya no puedo levantar un martillo? Pronto, ni siquiera podré golpear las palabras. He debido hacer un gran esfuerzo para imaginar esta habitación. Triturando el castellano con la misma mano con que sostengo el bolígrafo, pienso en cómo sopla el viento en Guatemala para llevarse las nubes cargadas, y recuerdo una imagen tan trillada como la lluvia disolviendo las lágrimas de una mujer. Pero me canso rápido. Pienso que necesito más palabras para discutir con ella, para hacerla salir a la calle, para inventarle una aventura que, por ahora, estoy incapacitado de resolver. Todo se mezcla: La Guajira ha pegado fuerte en las historias donde la gente es radicalmente mala y desesperada y los balazos se escupen de un lado a otro. Ahora quisiera que llorase feliz si un príncipe la despertara resolviéndolo todo con un beso en la boca. Siento el calor e imagino a la Guajira como una consumidora voraz de helados. Me gustaría imaginar su lengua deslizándose sobre la crema. El helado agitaría su calma. La boca se le haría dulce. Comer dulce es también una forma de saciarse, de olvidarse, de mimarse, pienso mientras recuerdo el plato de mi dieta blanda sobre la cama. Levanto la voz para que alguno de mis hijos se los lleve, le pediré que incline el ventilador hacia mis pies, o que
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me revise el vendaje para ver si no se ha infectado la sutura. Me han sacado el extremo del intestino grueso a través de la pared abdominal y las heces que se movilizan a través de él se vacían en una bolsa adherida al vientre. Felizmente es temporal. Igual de temporal imagino que será lo que pueda servirme del lenguaje. ¿Cuánto tiempo deberé pasar sujeto a esta rutina para olvidar definitivamente las palabras? Cuando alguien llega para atenderme, escondo la historia que escribo antes que la Guajira pueda escapar de la habitación donde la he dejado encerrada. Me pregunto cómo definir el término claustrofobia sin llamarla directamente por su nombre. Imagino sinónimos para la palabra desesperado. Pienso si la haré detenerse en el algún semáforo, si mirará algún cartel, si contemplará alguna vidriera. Le haré repetir una serie de pequeñas acciones hasta encontrar una que desencadene, finalmente, el movimiento de su historia. Secaré su habitación, aspiraré la humedad de la alfombra y mantendré a la Guajira el resto de la tarde apoyada en la baranda de su balcón, observando la calle. Allá afuera ya casi no lloverá, pero algo profundo nos obligará a ambos mantenernos fieles a nuestra estrategia de roedores, arrinconados en una habitación, sacando la cara por la ventana solo para tomar bocanadas de aire fresco. Uno nunca estará satisfecho con lo que escribe, ni con la vida que ha elegido. La literatura conlleva una lucha permanente con uno mismo, dicen. En mi caso, la pelea se extiende a toda mi familia. Cuando era estudiante del bachillerato, cuando le revelé mi vocación a mamá, me dijo preocupada que los escritores se morían de hambre. Ahora esas lamentaciones se repiten con mi mujer. Que eso no da dinero, que no se cuando podremos vivir como la gente. Yo le digo que espere a que me recupere. ¿Cuándo?, responde ella, ¿cuándo? Hay un momento en que, después de tantas preguntas, tú mismo te cuestionas para qué todo esto. Si escribir no es en verdad una pérdida de tiempo. Lo peor es darte cuenta de que es lo único que tienes. Y sufres por eso. Porque sabes que esto de escribir no lo has decidido tú. Más bien, que tú eres el llamado, el elegido. Y cuando más seguro estoy de ello, la Guajira vuelve a mirarme, como si hubiera recordado el lugar dónde me encontraba en su habitación, como si no pudiera calcular el tiempo en que la he observado en silencio. Entonces me encara preguntándome con las cejas si por fin voy a darle lo que quiere. Me acerco despacio y cuando intento retomar el control de su cuerpo, ella apoyaba suavemente su cabeza en mi pecho. Le acaricio el cabello recordando a los animales pequeños y frágiles, suaves al tacto, que cuidé en mi infancia. Llevo mi boca a la suya y recibe sin chistar la delicada raspadura de mi lengua. Me estiro sobre ella, mi lengua le recorre el cuello, y le muerdo el lóbulo de la oreja, creo que le gusta ese dolor. Mis manos ansiosas, tor-
pes como las de un novato, luchan por desabrocharle los botones. Por eso, ella prefiere desnudarse frente a mí. Mira mi pecho, ya no tengo cicatrices ni una bolsa que cuelga de mi vientre. Soy joven, fuerte, convencido de mi poder. La abrazo y reconoce con sus uñas una espalda ancha y fibrosa. Acaricio sus pechos, los aprieto tan fuerte que la Guajira debe decirme cuidado, me lastimas. Más suave entonces, los lamo, los muerdo, sujetando sus oscuros pezones entre mis labios. Mis manos dejan de temblar cuando toman firmemente sus nalgas para acercarlas lo más posible hacia mi cuerpo. Creo poder desarmarla como una figura recortable. Ella responde como si estuviera hecha de un material hueco, con partes que se encajaban y desencajan a la perfección. Vuelvo contra la Guajira, la penetro y no quiero soltar este momento. Temo que la mujer que me recibe se desvanecerá si cometo el error de abrir los ojos. Golpeo dentro, inquieto. Allá afuera, Managua sigue aguardando como una novia fea. Cuando nuestro zumbido se hace ensordecedor, me abraza del cuello y chilla feliz. De regreso del trabajo, al abrir la puerta de casa, mi mujer escucha los gritos que doy con la Guajira. Cruza el enorme jardín a la carrera, esperando lo peor. Cuando corre la cortina estampada de flores que separa el dormitorio de la sala, puede distinguir entre la densa humedad la silueta de un hombre recortado sobre la cama. Soy yo, pero en este momento no me reconozco. Llevo un camisón traslúcido que me hace parecer un fantasma. Ella quita la vista del vendaje y de mis piernas pálidas y delgadas. Me observa callada, como la Guajira al comienzo del cuento. No dice siquiera No te preocupes vos, el doctor dice que vas a estar mejor, como me dice otras veces para animarme. Esta vez, mi posición fetal sobre las hojas manuscritas le asusta de verdad. Entonces sale de la habitación. Puedo escucharla. Por el tiempo que se toma, imagino que ha llegado hasta mi estudio. Abre el último cajón del mueble más inaccesible. Reconozco el chirrido de las gavetas. Cansada de esos papeles garabateados, de escucharme tantas veces pronunciar el nombre de la Guajira mientras duermo, de preguntarme para qué hago lo que hago, regresa a mi lado. Entonces abre la caja que lleva en sus manos, extrae de ella el cigarro y me lo enciende en la boca. Es bueno el tabaco nicaragüense. Entonces se aleja para verme absorber el humo con una necesidad que, seguramente, le conmueve. Me relaja. Disuelve en algo el dolor. Me recuerda el sabor de la salud. Sospecho que después de tantas preguntas que no le respondo, de mantenerme escribiendo porque no sé hacer otra cosa, no es por amor o por solidaridad que ella me devuelve un viejo hábito prohibido. Tampoco por ser obediente al precepto de mantenernos juntos en la salud o la enfermedad. Tal vez, simplemente, siente lástima porque no puedo terminar esta historia. ■ Quimera 69
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EL QUIRÓFANO ® La cuenta de la realidad CanCión de tumba Julián Herbert Modadori. Barcelona, 2011. 206 páginas. Uno de los malentendidos más odiosos sobre la escritura biográfica es el que asegura que el artificio literario está enemistado con lo real. Al parecer, no se puede invocar un pasado íntimo con estructuras complejas; la escritura debe de ser lo menos sofisticada posible (neutra, lineal, sin retorcimientos sintácticos, sin faltas de ortografía: la confesión desnuda) porque solo esa austeridad garantiza el despliegue de la verdad. Una vía de escape a este prejuicio la ha abierto la autoficción. Pero, más que disolver el prejuicio, lo que ha hecho la autoficción ha sido bombardear la superstición y dinamitar el debate, antes incluso de que el propio formato cuaje. Al final, creo yo, la autoficción privilegia el artificio sobre lo demás. No le interesa tanto imbricarse en lo real como el efecto de ambigüedad sobre lo que ocurrió y lo que es una invención, sobre lo que reclama un testimonio y lo que aparece como consecuencia ficcional de determinados sucesos. Por eso me atrevo a predecir que la herejía seguirá vigente un tiempo. Lo único que puede contrarrestarla es que aparezcan libros con fuerza suficiente para revelar que lo biográfico no riñe con la técnica. Canción de tumba, del mexicano Julián Herbert (Acapulco, 1971), hace ver eso y mucho más. Aquí no se tiene la sensación de que el autor ha retorcido su biografía bajo capas de destellos formales. Aquí, los avances y retrocesos en la trama, los engaños, los juegos con la verdad y con el delirio de la fiebre, así como la intromisión del narrador 70 Quimera
revelando que la novela es un mecanismo, no contribuyen a construir un prodigio de ingeniería literaria sin alma. Todo lo contrario: la maquinaria de Herbert perfila lo biográfico con gran audacia, en unos casos, y lo magnifica en otros. El artificio no se impone, aunque tampoco se desdeña. Estamos leyendo una novela, sí; estamos leyendo una novela que deja claro en todo momento que estamos leyendo una novela, también. Pero eso no le impide a su autor darle al dolor que suscita el vistazo atrás una forma que parece auténtica. Esta forma, apuntémoslo, nace de la paradoja de apoyarse en hechos vividos y de considerar que la verdad personal no es ni un añadido a la inmensa lista de párrafos escritos ni tampoco la coartada perfecta (mi-texto-es-auténtico-porquecuenta-lo-que-sufrí). Ya la modernidad nos enseñó que las verdades explotan desde el interior del texto, porque el texto es un organismo autónomo de lo real que fabrica sus propias reglas estéticas y su propia lógica (también nos enseñó que son las fricciones entre esa república y lo que hay afuera lo que ocasiona la experiencia estética). Consciente de ello, para contarnos su infancia Herbert utiliza la fuerza de la poesía, los requiebros tramposos de la metaliteratura y ese tono lastimoso imperante en todo el texto y que empieza a ser, en esta era post-Boom, el santo y seña de una comunidad latinoamericana que –como aquel Perú de Vargas Llosa– nunca deja de estar jodida. Ahora bien, la novela permite más que un análisis formalista. En el texto, un narrador que es Herbert-autor, cuenta parte de su infancia junto a su madre –una prostituta– así como la leucemia que la llevó a la tumba. La confesión supura una mezcla de sentimientos
encontrados: el narrador lamenta muchas cosas, pero no deja que el resentimiento gane la partida. A fin de cuentas, por mucha infancia desestructurada que se haya llevado, hay una deuda con la sangre, lo que no excluye la melancolía (ojalá-las-cosas-hubieran-sido-de-otromodo), las inculpaciones ni dejar de asumir por escrito los desvíos éticos. Lo que quiero decir con esto es que Herbert ha parido el centauro de las biografías: un texto que no se agota en un solo perfil (pongamos el resquemor familiar, pongamos la nostalgia de lo no vivido, pongamos la exhibición de los errores propios, pongamos la miseria personal como indicativo político y social de un país) sino que lo aglutina todo en un decurso vibrante que enseña que la cuenta de la realidad sale de sumar muchas emociones y de combinar muchos artificios.
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EL QUIRÓFANO ® Populismo táctico. O cómo darle una patada en los huevos a un rico. sobre una economía de casino y una democracia del espectáculo, donde las principales inversiones se realizan, no en los sectores de la economía real destinados a la producción de bienes tangibles, sino en el mercado de los bienes inmateriales, un coto de caza ideal para Olvídate de la saga Crepúsculo, Clepto - todas aquellas aves de rapiña que despía, de Matt Taibi, es una de las mejores een obtener pingües beneficios, pero no historias de vampiros que se han escrito. quieran arriesgarse en la contratación Su interior está repleto de historias para de trabajadores asalariados (que tarde o mear y no echar gota, entre las que des- temprano lucharán por sus derechos). taca el relato de cómo Goldman Sachs, La burbuja de los puntocom –primeroAIG, Citigroup y cia. se hicieron con el y la burbuja inmobiliaria –después- hipoder de las finanzas internacionales y cieron realidad por unos instantes, a los arruinaron la economía mundial. El ori- ojos de la ideología dominante, aquello gen de todo esto se remonta a la década que Marx consideraba técnicamente impode los 80, coincidiendo con la revolu- sible: un crecimiento económico basado ción de los gerentes que describen Bol- en el intercambio perpetuo de valores tanski y Chiappello en su Nuevo Espíritu epistémicos, como el riesgo o la condel Capitalismo, cuando una panda de fianza. En realidad, la revalorización yuppies adoctrinados en la ideología del del capital financiero a un nivel cons“objetivismo” neoliberal, se tomaron en tante durante toda la década de los serio aquello de la “revolución del 2000 fue posible gracias al endeudaAtlas” que propugnaba su querida líder miento de las familias, hasta la caída de Ayn Rand; lo que en terminología mar- Lehman Brothers, y a partir de esa fexista se conoce como “guerra de clases cha, gracias al endeudamiento de los desde arriba”. La estrategia adoptada estados. Y en esas estamos ahora. por los que llegarán a estar involucrados De la redacción de Cleptopía cabe destaen hasta tres crisis financieras es, en ver- car su falta de modales y su abundancia dad, bien sencilla: aprovecharse aque- de argumentos. Taibbi ofrece una lecllos sectores financieros con menor ción magistral de cómo suscitar en el regulación estatal para obtener grandes lector un sentimiento de indignación beneficios a corto plazo mediante inver- con fundamento empírico: mientras siones que, cuando no traicionaban explica los entresijos de la crisis finantoda ética empresarial, violaban toda ciera global, desde una perspectiva sisprudencia financiera, a sabiendas de témica y estructural, el autor no escatique, en caso de que todo se fuera al ga- ma en insultos a la hora de referirse a rete, todavía contarían con el dinero de los culpables (así, llama a Lloyd Blanklos contribuyentes, que fluiría de la Re- fein “hijo de puta”, a a Joe Cassano “ta serva Federal a su bolsillos (como en rado”, a Win Neuger “bufón egomaníaenfecto ocurrió). Un negocio redondo, co”, a Fabrice Tourré “caricatura aniun crimen perfecto. mada de un rico gilipollas y arrogante”, Nada, por otro lado, que no sospechá- pero es Alan Greenspan quien se lleva ramos. Vivimos en la época del capita- la palma: “el mayor capullo del univerlismo global financiero, sustentado so”, según Taibbi). Así, este libro es una
Cleptopía matt taibbi Lengua de Trapo. Madrid, 2011. 399 páginas.
muestra brillante del populismo táctico como formato literario para la redacción de textos políticos que sepan, por parafrasear a Horacio, enseñar cabreando. Cleptopía transgrede con claridad y estilo las normas de cortesía que mutilan el pensamiento antagonista, imponiendo la tiranía de “lo políticamente correcto” y sustituyendo el sentimiento de injusticia de las clases subalternas por el sentimiento de compasión de las clases privilegiadas. “Puedes reírte del pelo de Donald Trump, incluso puedes hablar en abstracto de la economía de clase utilizando términos asépticos como ‘de sigualdad de ingreso’. Pero en nuestros medios de comunicación no puedes pegarle una patada en los huevos a un rico. No puedes usar el lenguaje de la guerra de clases. El tabú no es tanto el contenido, el tabú es el tono.”
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EL QUIRÓFANO ® Teoría y praxis de Juan Benet ensayos de inCeRtidumbRe Juan benet Lumen. Barcelona, 2011. 523 págs.
término ocasionaba en el autor, tér mino al que Benet otorgaba la condición de anatema. El volumen lo configuran una veintena de textos escritos entre 1969 y 1986, y un vaRiaCiones sobRe epílogo que, bajo el título de opinio nes impertinentes, recoge tema RomántiCo una serie de máximas que Benet Juan benet Lumen. Barcelona, 2011. 117 págs. fue dejando a largo de los años en diferentes entrevistas. La guía utiliNo será necesario redundar en el zada por Ignacio Echeverría, ediin flujo personal y literario que tor del conjunto, son las ediciones Juan Benet ejerció sobre la genera- del trabajo teórico de Benet recogición de novelistas españoles inme- das por Mauricio Jalón en los volúdiatamente posterior a la suya, so - menes: Biografía literaria y Infidelidad bre los Javier Marías, Eduardo del regreso, ambos publicados en Men doza, Javier Fernández de 2007. Así, Ensayos de incertidumbre Cas tro, José Ángel González resulta ser una miscelánea que Sainz... Aun cuando la estética y muestra con claridad diáfana los las opiniones de una buena parte gustos de Benet y los pilares refede los protagonistas de la nueva renciales sobre los que erigió su narrativa española divergen de Be - obra creativa. Como afirma net, excepcionales adhesiones in- Echevarría en su prólogo, si algún condicionales como la de Javier elemento hilvana los argumentos Calvo confirman la regla, la reedi- de Benet, la elección de los autores ción constante de sus libros de rela- y obras referenciadas y aun el tos, de las ediciones críticas de sus hiperbólico tratamiento de filias y novelas, de sus ensayos literarios o fobias, es únicamente su gusto litesu variopinta y sabrosa correspon- rario, el deleite estilístico que una dencia ponen de manifiesto la lectura espontánea, no sujeta a vigencia de su obra. Los dos libros apriorismos y sobre todo no mediaque aquí ocupan: Ensayos de incerti- tizada por el prejuicio, provoca en dumbre y Variaciones sobre un tema ro- un lector atento y abierto a recibir mántico, ambos publicados por Lu- con entusiasmo el noble estilo promen, ilustran esa vigencia y ampli- saico que toda obra literaria ha de fican las resonancias del Juan Be- perseguir. Y efectivamente sirve net ensayista y autor de género esto para sus filias: Cervantes, Kabreve. fka, Proust, los escogidos del boom (Juan Rulfo, Vargas Llosa o García El primero de los títulos se configu- Márquez) y el pre-boom (su pasión ra como una antología esencial del por Car pentier contrasta con la trabajo crítico que Juan Benet des- aspereza con la que trata a Borges) arrolló a lo largo de su vida, y digo y sobre todo Faulkner, como para crítico a pesar del sarpullido que el sus fobias, encabezadas por Virgi 72 Quimera
nia Woolf o su frialdad receptiva de la obra de Joyce. Junto a ese gusto intuitivo, la segunda característica del conjunto de los escritos que forman Ensayos de incertidumbre es su carácter polemista, polémica que pone al servicio de contrarrestar el canon establecido por el mundo académico. Y esta es, sin duda, una de las grandes aportaciones de Benet: remover el debate literario en la gris España de su época; una España en que el cultivo de las ideas sobre la creación literaria descansaba en la inmovilidad de un purgatorio perpetuo, y en el dudoso prestigio de la toga y el bonete, y promover una visión no castiza de la literatura (concepto que tomo prestado de un famosísimo y muy benetiano artículo de Javier Marías). Ese espíritu del polemista, tan innato en Benet, lo lleva a censurar a Dante por la necesidad de utilizar seis versos para
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crear la imagen poética de una picada de serpiente, ocasionando en la fluidez del poema un recargamiento formal excesivo e innecesario. Resulta inevitable cotejar esta opinión teórica, enmarcada en una reflexión más amplia sobre la metáfora, con la obra creativa de Benet y recordar la cuarentena larga de páginas que el novelista utiliza en su primera novela para situarnos ante el espacio simbólico de Región, pormenorizando su estructura geológica y orográfica hasta niveles difícilmente superables aun para el más afanoso lector. Sirve este ejemplo también para contraponer la teoría y la praxis de Benet ya que sus dados más emponzo ñados contra los críticos se dirigen hacia la inocua práctica que caracteriza su prescindible labor en el mundo de la literatura, a saber: su empeño en convertir la crítica en un ejercicio científico destinado a esclarecer las claves de los textos, abasteciendo de respuestas al lector; añade Benet que la vacuidad de este empeño es total porque el buen novelista siempre trabaja con preguntas veladas y nunca con respuestas por desvelar. Este argumento es la clave para plantear el conflicto entre literatura y ciencia y la manifiesta intolerancia que ha de regir sus relaciones. Sacando de nuevo a colación las decenas de pá ginas, ya referidas, que Benet dedica en Volverás a Región, novela fundacional de su territorio, a la descripción técnico-científica del espacio, resulta sorprendente que juzgue con tanta rotundidad la incompatibilidad manifiesta de la literatu-
ra y la ciencia; más aún cuando en esas páginas el ingeniero de puentes y caminos se impone al novelista. En cambio sí que Benet demuestra una exigente coherencia a la hora de aplicar en la praxis la que posiblemente sea su idea más reiterada: la exigencia de una voluntad de estilo que eleve la prosa literaria hasta un estado de nobleza, donde la sucesión de palabras y el cuidado de la sintaxis ha de responder a una ambición literaria no sujeta a las exigencias del mercado ni a la predisposición de un lector complaciente. Ahí radica el esfuerzo del auténtico novelista que solo se debe a su ambición formal y su exigencia estilística (maravilloso al respeto su artículo “Los escritores y la edición de libros”, donde defiende que autor y editor se enfrentan en la defensa de interés antagónicos). Esa exigencia y esa búsqueda del alto estilo se percibe en los textos de Ensayos de incertidumbre, una mar ca indeleble que es el estilo Benet también presente en Variaciones sobre tema romántico. Variaciones sobre tema romántico reúne 5 relatos de Benet inéditos hasta la fecha, con un preámbulo que, bajo el título de “El tema”, se confiere como pórtico del conjunto. Como se afirma en el introito los relatos son ejercicios de asueto en la colosal aventura que el novelista em prendió alrededor del espacio mítico de Región. De hecho, Región solo aparece en el titulado “La hostería”, donde el lector reencontrará su frondoso paisaje y un escenario de ribazos que caen hasta la confluencia del río Torce. El gusto
por el misterio, por lo no desvelado más que en una amalgama de claroscuros que difuminan motivos y razones (tema y apuesta formal de “Amor vacui”), y las redefiniciones de la conflictividad amorosa y de la ausencia (“La excursión”) forman el eje temático de un conjunto en el cual Benet se sirve de la frase larga para introducir digresiones, penetrar en impenetrables paisajes y ensanchar los límites del relato. Encontraremos un marco referencial que se remonta, para hacer honor al título, a las leyendas de Béc quer o las rimas de Espronceda, a la hondura shakespeariana a la hora de tratar los conflictos humanos, pero echaremos en falta el aliento épico y el flujo torrencial de sus mejores relatos situados en Región. Ninguna de estas variaciones, aun siendo buenas muestras del género corto, se acercan a la magnitud de Una tumba, posiblemente uno de los mejores relatos escritos nunca en lengua española. Podemos utilizar para referirnos a Benet la misma idea que expone sobre Baroja en Otoño en Madrid hacia 1950: “Había pasado para siempre la época de los dinosaurios y los mastodontes y la herencia de aquella colosal raza extinguida exigía una reducción en todos los órdenes. El novelista ya no podía aspirar más que a obras reducidas…” (p. 47). Así como antes hiciera Baroja, Benet recogió la herencia de los titanes para situar la novela española en los flujos de co rriente de su tiempo. ó sCaR CaRReño Quimera 73
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EL QUIRÓFANO ® Un thriller notable e incómodo eJéRCito enemigo alberto olmos Mondadori, Barcelona, 2011. 279 págs. Hablando sobre Javier Marías, Gonzalo Torné afirmaba en las páginas de esta misma revista que los temas esenciales de sus obras mayores, Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí, eran «la escucha y el secreto». No está de más señalar la presencia de elementos del género de misterio en la obra de uno de los escritores «literarios» españoles por excelencia: al fin y al cabo, las dos obras citadas pivotan sobre legendarios enigmas familiares (la primera) y muertes que implican y obsesionan al narrador, cuya vida se ve reducida a orbitar tensamente en torno a su irresolución (la segunda). Algo muy parecido ocurre en Ejército enemigo, la nueva novela de Alberto Olmos (Segovia, 1975) —autor que ha expresado su respeto por Marías en más de una ocasión—: aquí es la investigación de la muerte de un amigo del narrador, Santiago, la que capitaliza la narración, que deriva en una suerte de novela negra de ritmo ejemplar que no renuncia a incluir en su seno cargas de profundidad crítica en torno a la solidaridad, su incidencia y motivaciones reales y su destino. El engarce entre tesis y narración es exacto: Olmos, fiel a su convicción de que la literatura ambiciosa no debe dejar fuera de la ecuación cierto componente de espectáculo y di versión, triunfa en su voluntad de amalgamar la capacidad adictiva de los me jores thrillers con la voluntad analítica y estética, pese a ciertos hilos narrativos algo más endebles (como el modo, un tanto inverosímil, en que Santiago descubre al asesino). 74 Quimera
También aquí el secreto y cierta modalidad de la escucha, pasada por el filtro de las nuevas tecnologías, resultan motivos centrales. La novela no existiría sin la presencia del correo electrónico entendido como reservorio de la intimidad, a través del cual puede Santiago acceder a la conciencia del difunto y reseguir su radicalización ideológica. Ejército enemigo no es una novela plenamente pangeica, en terminología de Vicente Luis Mora (la imagen como elemento del discurso narrativo tiene una presencia anecdótica, y las nuevas formas de textualidad cibernética, pese a que en ocasiones aparecen reproduciendo sus características originales, como los encabezados de los e-mails, funcionan más como mecanismo narrativo y material de análisis que como innovación técnica o conato de traducción intersemiótica), pero quizá por ello mismo, por poner el foco de atención en Internet como tema antes que en buscar procedimientos formales para incorporar su lenguaje a la narración, constituye, en mi opinión, una de las aproximaciones más acertadas y naturales al efecto que tiene la red sobre nuestra experiencia e intimidad. Ejército enemigo debe no poco a la experiencia de Olmos a los mandos del exitoso blog Lector mal-herido, que, leído ahora, parece el campo de pruebas para lograr la misántropa, cínica, gruñona y, en fin, narrativamente irresistible voz de Santiago, que remite directamente a Michel Houellebecq. Como en ese caso, sus sentencias airadas y altisonantes devienen valiosas no por ejercer un diagnóstico exhaustivo sobre la realidad, sino como intuiciones incómodas y extremas, tanto por resultar en ocasiones reductivas e incluso peligrosamente tendenciosas como por la lucidez difícil
de asumir que encierran en otras, o los escenarios peligrosamente apocalípticos a los que nos abocan—si las manifestaciones son solo un espectáculo cosmético inútil, ¿es la catarsis violenta nuestra única salida?—. Es cierto que el desfile de las celebrities exhibiendo su profunda conciencia social resulta algo bochornoso, y que las motivaciones de los manifestantes no siempre nacen exclusivamente del altruismo ni de una posición verdaderamente informada sobre el status quo, pero uno se resiste a creer que la cuestión pueda liquidarse con un par de exabruptos o examinar desde un único punto de vista algo sesgado. Con todo, las cuestiones que Olmos pone sobre la mesa son candentes y espinosas, y logra insertarlas en un dispositivo narrativo extraordinariamente eficaz. Suficiente como para considerar Ejército enemigo una de las sorpresas más agradables de los últimos meses.
maRC gaRCía gaRCía
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EL QUIRÓFANO ® Una lucha contra la ficción la histórica, el ensayo político y la narrativa con pretensiones literarias. Una zona muy frecuentada por Javier Cercas cuya correcta praxis requiere una considerable capacidad narrativa. CoTan peculiar titulo es fiel reflejo de lo mo hizo el extremeño-barcelonés tanto que contiene: una novela original, en Soldados de Salamina como en Anamoderadamente arriesgada, más o tomía de un instante, Binet se embarca en menos deconstruida (lo suficiente para una lucha ambigua contra la ficción. mostrar cierto coraje, halagar la inteli- Ambigua porque a la vez que critica la gencia del lector y no perder las rien- falsedad de las convenciones literarias das del bestseller) y un pelín tramposa. acude a ellas. Es decir, fustiga a quien Una obra, en suma, que evidencia la inventa el indispensable atrezzo– coaparición de un auténtico profesional rrelato objetivo, siendo redichos- que de la literatura. De un autor que, posi- acompaña el discurrir de los personablemente, no tenga mucho que decir jes por las páginas, sea la marca del pero sabe cómo exprimir su mensaje y, vehículo que conducen, la sequedad o sobre todo, cuál es la fórmula de exhi- agudeza de los diálogos y, al mismo bición más eficaz. tiempo, construye el suspense con una HHhH es otro eslabón de la apreciable dedicación propia de Frederick Forrecuperación de la novela francesa tras syth. Sin duda el propio Binet es consdécadas de decadencia literaria y ciente de sus contradicciones y sabe mediática. Un nuevo aliento que pue- que la narrativa continúa siendo el de apreciarse tanto en el vigor de sus mejor, y tal vez único, modo de comclásicos modernos (Michel Houlle - prender esa curiosa construcción denobecq, Pierre Michon, Pierre Bergou- minada realidad. También sin duda innioux, Patrick Modiano) como en el tuye que su novela contribuye al cueséxito de sus bestsellers de qualité (Jo - tionamiento de cuestiones demasiadas nathan Littlle o el propio Laurent Bi- veces subsumidas dentro de la convennet) fronterizos entre lo literario y la ción literaria, de aquello que consideraexplotación del agotador morbo del mos inherente a la escritura narrativa. nazismo. Nota al margen: Binet parece Las contradicciones de Binet no pueconsciente de su competencia con el den hacernos olvidar su madurez ilustre vecino de Gracia y le dedica un narrativa, que se percibe en la capacipar de punzantes comentarios. dad para combinar la reflexión, la conDebemos congraciarnos por este tinua desfocalización, miradas hacia regreso y anhelar su continuidad. Un nuestros tiempos, pullazos hacia sus regreso triunfal de Francia comple - colegas, reflexiones múltiples (metalitementaría la omnipresencia del maravi- rarias, sobre la inmensidad de la guelloso realismo norteamericano y res- rra) y, al mismo tiempo, mantener la tauraría la conciencia, la autoestima y tensión de un conflicto cuyo desenlace el prestigio (falaz, pero qué prestigio no es sobradamente conocido, sea por la lo es) de nuestro maltrecho continente. cultura histórica del lector, por una HHhH camina en el terreno interme- visita a Wikipedia o por la lectura a dio y resbaladizo que separa a la nove- una contracubierta un tanto impru-
HHhH laurence binet. Seix Barral. Barcelona, 2011. 400 páginas.
dente. Eso sí, la profundidad de los personajes se resiente. Es una debilidad tal vez premeditada, que responde a la teórica de un autor que reniega de la especulación –ningún pretexto teórico justifica unos personajes flojos– y, también, a la imposibilidad de añadir una pelota más al malabarismo. En estos tiempos se afirma demasiadas veces que una obra es necesaria. Tal elogio se ha convertido en un cierre fácil para cualquier reseña. El mundo puede vivir sin HHhH pero su existencia contribuye levemente a nuestra autoconciencia, lo que no puede afirmarse de demasiadas novelas. Así ocurre porque nos alerta frente a la inercia totalitaria, a la vez previsible e irremediable, que sufre Europa desde que nuestra peninsulita empezó a creerse el centro del universo.
ReCaRedo veRedas Quimera 75
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EL QUIRÓFANO ® Resumir lo monstruoso los náufRagos del “batavia” simon leys Traducción de José Ramón Monreal. Acantilado. Barcelona, 2011. 86 págs. Cornelisz es un tirano. Es un hombre cruel, despiadado, un carnicero, un asesino. A Cornelisz no le tiembla la voz cuando dicta una sentencia de muerte. Y los motivos que le llevan a tomar tal determinación, van del egoísmo al capricho, de la supervivencia al odio gratuito o, para ser más concretos, al odio indefinido, ese que supone odiar a todos. Juega a ser Dios y el Diablo. Se transforma en Mister Hyde elevado a la máxima potencia. Es el peor veneno convertido en un montón de carne y huesos y sangre, cubiertos de piel hasta adquirir apariencia humana. A su lado, una mente como la de Annibal Lecter es el intelecto de un crío antojadizo. Es juez pero no es verdugo. Está más cerca de los criminales que ordenaron la construcción de Auswitchz, de los que diseñaron su ejercicio, que del soldado que apunta con su rifle formando parte de un pelotón de fusilamiento, o que del guardaespaldas del mafioso que propone ofertas imposibles de resistir. Porque cuando llega la hora de mancharse de sangre, Cornelisz se viene abajo. Se ha limitado a dar órdenes y se refugia en su vocación divina. Es un déspota y de haber podido, hubiera sido un genocida. Pero jamás un verdugo. Porque su principal arma es un pico de oro, una deslumbrante persuasión, un ingenio digno de los mejores cínicos y los mejores abogados. Su reinado apenas duró tres meses y sus súbditos, sus víctimas, fueron dos centenares largos de hombres. En apenas ochenta páginas, el 76 Quimera
escritor belga afincado en Australia, Simon Leys (Bruselas, 1937), pseudónimo de Pierre Ryckmans, resume los acontecimientos que llevaron al tal Cornelisz a protagonizar, nadando en san gre, el naufragio más monstruoso de la historia. La obra debería haber sido una novela, una historia real novelada. Pero Leys desistió de su empeño cuando en el año 2002 se publicó Batavia’s Graveyard (ed. esp.: La tragedia del Batavia, Lumen, 2003), una extensa obra de Mike Dash en la que se cuentan los pormenores del suceso: el naufragio de un gran navío comercial, en junio de 1629, encallado en un archipiélago del oeste australiano, y el régimen de terror y violencia a que somete Cornelisz a los supervivientes, mientras el sobrecargo y el patrón del barco están ausentes, en busca de ayuda. Para no competir con una obra que ya había conseguido lo que él pretendía, Leys se limita a redactar una obra breve, más cerca de la sinopsis que del relato. Una obra que cumple a la perfección lo que pretende: uno sale de su lectura deseando saber más del suceso. La depuración de Leys llega a ser atronadora y, en consecuencia, emotiva. En dos brochazos describe a los actores de la representación, y con apenas ese esbozo uno ya siente la tensión. Algo que se ve incrementado con la valoración de la épica de la navegación del siglo XVII, una aventura satánica, algo que era preferible únicamente a la muerte. Y así mella las visiones románticas de la vida de los marineros y los piratas, a las que nos acostumbraron películas como El Halcón del Mar o El temible Burlón. La brutalidad en la que conviven estos hombres es descorazonadora: fetidez, promiscuidad, calor y frío, mugre, parásitos, ratas, gusanos, agua estancada, escorbuto… to-
do un catálogo de horrores que culmina con la perversión sádica de Cornelisz: “es su arbitrariedad misma la que constituye la esencia eficaz y sin apelación de todo Terror”. Una forma de conclusión que, por más empeño que ha puesto Leys en su investigación, no significa conseguir explicar la mente del genocida. Pues la obra se escenifica en la distancia narrativa de la crónica, y no en la conflictiva de una novela. En este sentido, es inevitable referirse a El señor de las moscas, donde sí se logra expresar cómo se pudre la mente hasta generar la de un exterminador. Con todo, hay un resquicio por el que entra un aire que si no es limpio, al menos es potente. Y ese es la aparición, dosificada a cuentagotas, de personajes secundarios con una inmensa aptitud para sobrevivir, lo cual constituye, en último término, una expresión digna del he roísmo.
RiCaRdo maRtínez lloRCa
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EL QUIRÓFANO ® Mirar el poema hasta deformarse los ojos la adoRaCión Juan andrés garcía Román. DVD Ediciones. Barcelona, 2011. 128 págs Juan Andrés García Román (Granada, 1979) publicó no menos de cinco libros antes de prender la luz de El fósforo astillado (DVD, 2008), tal vez uno de los poemarios más significativos de la pasada década. A veces la belleza distinta o la seguridad rotunda de un discurso, puede extraviarse en pasos menudos, pero llega. El problema va después del salto, si una vez rozada la luna no quedan fuerzas para retomar el impulso. O se queda uno a vivir allí arriba, orbitando. La Adoración tiene el gran defecto de no iluminar como las astillas de un fósforo, pero no es, ni mucho menos, un paso atrás. Es la misma dirección, y recorriendo, por momentos, las mismas huellas. Está la voz y su sello: la audacia expresiva, la mezcla entre imágenes ingenuas y alucinadas, las referencias y los disfraces, la puerta entornada por donde se filtran los vapores de la magia. Decir “árboles torcidos para ahorcados indecisos” (p.100) o narrar un partido de “tenis nocturno” (p.66), donde los jugadores se pasan la luna llena reflejada en sus espejos de mano. Belleza rara. Eso que llamamos poesía. Y sin embargo esto no es un libro de poemas. Ni tampoco, o no del todo, un experimento de hibridación genérica al uso. La poesía se desarrolla ahora con la forma de una pequeña novela alucinógena, o de un cuento infantil raro y perverso. Pero hay más. El propio autor nos desvela el andamiaje del edificio en el capítulo 19. No es un libro de poemas, si acaso, un libro sobre los poemas. Y sobre el poeta. Un ejercicio autobiográ-
fico y una extensa poética acerca de las relaciones entre la vida y la escritura. Así, en este cuento mágicoenfermo, con algunas caídas y muchos vuelos, asistimos a una incursión otra en el mito romántico. El viaje de un héroe-poeta que, irremediablemente, habrá de ser trágico: condenado al fracaso de antemano en su intento por “morir de belleza”. Y en ese itinerario se descubren y cruzan los enrevesados caminos de la tradición y la poesía contemporánea. Y tal y como avalan las recetas de románticas, el fracaso lleva implícita una forma de belleza más terrible, pero inevitable: “Y tú sabes que han encontrado esqueletos de pájaro orbitando alrededor del planeta, pájaros que se calcinaron al remontar la atmósfera.[…] No sé nada, yo no quiero hacer nido, el nido de Ícaro es su fuego” (p.84). Un viaje al fracaso, irónico. Asomando la cabeza triste y sonriente por “la grieta entre el lenguaje y su adoración” (pag 43). Envuelto en la llama. Una historia vieja sobre las palabras donde El Principito son las sagradas escrituras y la autoconciencia el ruido de fondo. Y, esto es un cuento, una tropa de extraños personajes que harán de lazarillos dantescos, clarificando el camino y apartando la maleza, hasta que el protagonista los abandone conforme se desmorone la utopía del poema, representada por un kibutz con el inequívoco nombre de La Adoración, cuya construcción y desplome es uno de los ejes argumentales del libro. Lo dijo antes García Román: la literatura es una coordenada entre la sintaxis y la utopía. Y allí se sitúa. En compañía animada de virgilios con cuerpo de niño o de perro, como síntoma de ese primer reino de las posibilidades poéticas por venir que es la infancia. Pero también va de la mano de
un antropólogo marxista y un profeta, es decir, la dialéctica, a veces feroz, entre lo espiritual y lo pura y suciamente humano. Igual que la idea del lujo y su enajenación, vestida de un absurdo y decadente aristócrata, o la figura del filósofo autista, encerrado, solo, y finalmente suicida. Un cuento teórico. Una poética fabulada. Marionetas de palo, metáforas y conceptos que dicen, callan y confunden. Algo parecido al método paranoico crítico de Dalí: mirarte dentro hasta deformarte los ojos, o perder las gafas, que aquí ejercen su papel mediador con el mundo. Entonces, romanticismo, el yo y su vida: la tragaperras que muestra una triple foto de carné del padre muerto. Eso. Que se muere de vida y la belleza sólo es una excusa.
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EL QUIRÓFANO ® Lenguaje aventurado es bRizna marcos Canteli Pre-Textos. Valencia. 2011. 50 págs. La obra poética de Marcos Canteli (Bimenes, Asturias, 1974) es la operación del lenguaje aventurado. Hacia el poema o desde el poema. Si tomáramos el género poético –tal cosa– como lugar de anclaje, la escritura en Canteli podría verse como un movimiento de llegada (advenimiento poético) o de partida (la pura aventura del lenguaje). Si la trayectoria del asturiano pudiera comprenderse como un itinerario de cabotaje, podríamos cartografiar por ahora dos obras portuarias: su primer libro, Reunión (Icaria, 1999), y el que acaba de publicar, Es brizna (Pre-textos, 2011). En medio, una década de sargazos, corrientes discontinuas y el olor distante de los pinos alerces (“siempre un venir de otro, alerces la noche / alerces”); una travesía en tres noches: enjambre (Bartleby Editores, 2003), su sombrío (DVD, 2005, Premio Ciudad de Burgos) y catálogo de incesantes (Bartleby Editores, 2008), a cada cual más radical, alejándose progresivamente más y más del protocolo poético. A Canteli se lo suele enmarcar en la “indeterminación del lenguaje” (Martín Rodríguez-Gaona) o en la renovación de la “poesía del silencio” (Rafael Morales Barba) que, en buena medida, supuso la antología La otra joven poesía española (Ígitur, 2003), en continuidad con Las ínsulas extrañas (Galaxia Gutenberg, 2002), patrocinado por poetas de estética piedracelista como Valente o Sánchez Robayna. Como decíamos, en Reunión el poeta comienza una ampliación barroquizante de esta línea, pero lo hace partiendo –parafraseo a Elena 78 Quimera
Medel– de cierto respeto por las formas canónicas de representación poética. Todavía en el radio de influencia de su primer libro, el autor hablará en 2002 del género poema en términos de confianza representacional: “El poema abre huecos, horada” (…) “cargado” por la “interacción de vida y lenguaje”. A partir de aquí enjambre comienza a plantear una escisión entre realidad y representación (“Cada día forzando la visión. Para que el mundo aparezca”), una dicotomía fundamental entre el mundo como flujo, pelaje, huesos, pájaros, y la detención estéril que significa la percepción discursiva del mismo (“Calla, mira, piensa. Almacena resinas”). En esa misma dirección trabaja su sombrío. Consolidada ya su voz, la división es total (“el ámbar de un decir –en que / crujiera la lengua”). La palabra transita “lo cerrado” (tirando del Heidegger de ¿Para qué poetas?), es cicatriz, asombro sombrío en la medida en que su aparición es fogonazo y es quiebra: “El poema –dirá– como marca de imposibilidad: la de dar cuenta de sí mismo, de su condición, naturaleza. Cada poema es una lucha interior, contra su estarhecho-de-palabras.” De este modo, si bien suele pensarse que catálogo de incesantes es su libro más complejo, la com plejidad esencial en Canteli surge en los dos libros anteriores como condición ontológica de la escritura. Canteli ya nos ha golpeado con la crispación de la sintaxis, la composición y el sentido: estamos más allá del poema y la secuencialidad de catálogo solo significa un nuevo recurso compositivo (más intuitivo, menos retórico: “Todo sin hilo, todo voluntariamente disperso, guiado únicamente por el capricho, el gusto personal o la sorpresa”) y que proviene de la proximidad del poeta con lo artístico; ha
leído a Motherwell, a Viola o a Kapoor y siente “sus problemas más cercanos que los de muchos poetas”. Con Es brizna regresamos a una poesía aliviada, donde el aprendizaje ahora asume un tono meditativo más tranquilo, donde la pérdida se puede permitir valor atributivo, ser brizna. Sí, “lo que no poseemos va a durar”, y Canteli todavía escribe “en el lugar de la disolución”; pero le acompaña cierta mirada al frente, aireada, con que desvelar el paraje; figuras conscientes y gráciles, alrededor de la casa (“rodilla tobillo / oración del prado // nexo de flexibilidad / plexo loto”); Canteli cámara al hombro y sin sonido (“el mundo por lo mudo, con mansos limones rugosos con / unas manos”), filmando en celuloide muy fino la belleza (“qué metódico murmullo conmigo contigo los pastos la / mañana”). Este es un libro bello.
unai velasCo
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EL QUIRÓFANO ® El género está implícito nominar contracultura, jipismo o lo que sea que contemple la conjungación entre la búsqueda de formas de vida alternativas y el uso (y abuso) de drogas. Mientras, por el otro, aparece el interés de problematizar mediante los mecanismos del humor aquello que les rodea usando el autoescarnio como principal basa para En una carta fechada el 21 de enero de dibujar su lugar en el mundo desde 1977, extraída de Your vigor for life appals donde hablan. me: Letters 1958-1977 (Fantagraphics, Así las cosas, cabe advertir que en las 1998), Robert Crumb le confiesa a su casi trescientas páginas del volumen se amigo Mike Britt que lleva dos años dan cita la repetición constante y los viviendo con Aline Kominsky, una temas recurrentes de una pareja que ha mujer a la que define como inteligente y elegido retratarse sin tapujo alguno, lo cómica (como son cómicos los humoris- cual conlleva, mientras se avanza en la tas judíos), además de buena en la ca- lectura, una sensación de familiaridad ma. Luego la piensa como mujer, la que entraña una paradoja: generar exhace víctima de su misoginia, y añade trañeza en un ámbito donde cualquier que es muy posible que cuando Britt codificación es posible porque nada recibiese la misiva sería soltero otra vez, sucede. evidenciando así la fragilidad de sus Dicho esto, cabe hacer hincapié que relaciones de pareja. Para entonces, el entre el estilo nervioso y abigarrado de tándem Crumb-Kominsky ya había Crumb y el trazo tosco de Kominsky se empezado a experimentar con cómics construye una lectura del cotidiano que autobiográficos donde ambos se dibuja- da lugar a la glorificación de la banaliban a sí mismos sin transar un ápice en dad y lo corriente. Glorificación que ambiciones ni estilo. Y así siguieron cuenta con el contrapunto que generan haciéndolo hasta 2011, año en el que los monólogos disparatados, los diálogos publican la última de las colaboraciones mordientes y las acotaciones (en forma que recoge ¡Háblame de amor!, con tapa de pequeños carteles) que salpican de dura, algo ya habitual en el medio, aun- observaciones sardónicas cada una de que –¡por fin!– sin poner lo de ‘Novela las historias que componen el volumen. Gráfica’ en ninguna parte. Un ejemplo claro de este proceso es la En términos prácticos, y siendo breve, aparición de Sophie Crumb, hija de ¡Háblame de Amor! es un volumen que ambos, quien (¡desde antes de nacer!) se retrata una terapia de pareja de carácter convierte en un eje temático sobre el libérrimo y esquinado donde ambos que giran tanto las tensiones entre preautores exploran el aspecto cotidiano de sente y pasado (“¿cómo le digo a mi hija que su relación así como el entorno en el que no se drogue si en mi trabajo explico que me se desarrolla. Esto, por ejemplo, resulta ponía hasta las cejas?”) como las relativas llamativo en una de las primeras historias al cambio de vida que ello significa y así (Aline ‘n’ Bob’s Funtime Funnies, 1974) don- hasta que ella misma roba plano. Es de un cameo de Timothy Leary en ma - decir, se dibuja a sí misma completando llas evidencia dos cosas: por un lado,la una triada de impecable talento. cercanía de la pareja con lo que se suele Aquí no hay, por cierto, grandes refle-
¡Háblame de amoR! Robert Crumb y aline Kominsky-Crumb Trad. Francisco Pérez-Navarro. Edicioines La Cúpula. Barcelona, 2011. 268 págs.
xiones de la vida en pareja. No se trata de eso. Lo que si encontramos son discusiones, con sus respectivos abandonos y reconciliaciones, sexo desenfrenado y grotesco, adultos que salen de compras, pases de cine en festivales, constantes cambios de vestuario, cenas y visitas de amigos —¡cameos de Art Spiegelman y Charles Burns!—, desfiles de moda y la entrada del dinero en una relación que, al comienzo, había hecho de la precariedad tema de variadas digresiones. Si es verdad que la vocación de Crumb proviene de sus dificultades para relacionarse con el entorno, como se subraya en el volumen epistolar antes mencionado y en el documental que Terry Swigoff estrenó en 1994, este trabajo junto a Kominsky hace explícito que esas dificultades siguen ahí. Vigentes, sí, pero también compartidas durante 35 años.
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EL QUIRÓFANO ® Ex Libris el CalleJón de las almas peRdidas William lindsay gresham Sajalín. Barcelona, 2011. 444 págs.
paseos Con mi madRe Javier pérez andujar. Tusquets. Barcelona, 2011. 184 págs.
A Arthur Conan Doyle, devoto espiritista, no le hubiese gustado esta novela. En El callejón de las almas perdidas, editada ahora por Sajalín en una nueva muestra de su acierto al recuperar obras inéditas del lado oscuro del sueño americano (Selby, Bunker o Fante así lo acreditan), William Lindsay Gresham procede a la demolición absoluta del circo de la credulidad, inscribiendo a su protagonista en una ilustre nómina de timadores americanos que tiene en el Elmer Gantry de Sinclair Lewis a uno de sus mayores exponentes. Hay que dar crédito al autor por la valentía temática y discursiva exhibida en el lejano 1946 (se dan cita aquí, de la mano de un radical escepticismo, los monstruos de circo con el aborto, el psicoanálisis y la caza de brujas) y por introducir cierta ambición en el marco de la novela pulp, usando como muleta estructural las cartas del Tarot y experimentando ocasionalmente con el monólogo interior y medidas dosis de lirismo. Pero, ante todo, El callejón se sostiene en su narrativa tan clásica como potente y efectiva, de una circularidad trágica y negrísima. Un rescate oportuno.
La rive gauche del Besós nada tiene que ver con la parisina del Sena. Sobre aquella se levanta una parte de Sant Adrià del Besós surgida del compulsivo quehacer constructor del desarrollismo franquista, conjunto de ladrillo y argamasa que habría de acoger a las familias que, llegadas a los lindes de Barcelona, buscaban el progreso de 14 pagas y unos pocos días de vacaciones. Pues ese territorio es el protagonista del nuevo libro de Javier Pérez Andújar (Sant Adrià del Besós, 1965) como ya lo fuera en su magnífica Los príncipes valientes (2007). Y es que el libro que aquí ocupa compite en excelencia con aquel. Paseos con mi madre es un viaje a la semilla; una búsqueda de la esencia primigenia de la identidad individual que huye como la peste de las catarsis colectivas. Texto donde conviven la historia de la lengua de Lapesa y el cultivo de la literatura popular; la experiencia iniciática de trabajar en el PRYCA y los primeros pasos en Ajoblanco y donde se establece una lucidísima relación entre Barcelona y su periferia; entidades separadas no solo por fronteras físicas.
maRC gaRCía
ósCaR CaRReño
80 Quimera
los sonetos Robert Juan-Cantavella El Gaviero Ediciones. Almería, 2011. El soneto es un animal salvaje, un dragón: Valente dio instrucciones de cómo pintarlo y Robert Juan-Cantavella (Almassora, 1976) nos exige darle caza. Complicada tarea. Construye un alegato contra las imposturas de la tradición y sus liturgias, con el único propósito de continuar la farsa e inventar nuevos miedos a los que datar (p.14). Porque no es posible escribir sobre uno mismo, nos dice, y no es posible escribir como se ha hecho siempre. El lenguaje es un dragón escurridizo. Aunque el peso de la tradición literaria y de la vida en sí acechen dentro, como parásitos de todo texto. El autor lo intenta, entre el delirio y la ironía, a través del balbuceo y la violencia sintáctica. Una especie de barroco tóxico. Y lo que ofrece es ruido: mezcla textual, marasmo de historias. Y la búsqueda del poema atravesando el libro como un sampler, una pirueta que nos recuerda algunos hallazgos de Maillard. No es un libro amable con el lector, nadie dijo que la caza de un dragón debiera serlo.
Raúl Quinto
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colaboran en este número
carlos acevedo (Santiago de Chile, 1984). Es redactor jefe de www.elbutanopopular.com, fundador y coordinador del colectivo de agit-prop Lló lo beo a si y colaborador regular de la web www.librodenotas.com. sebastián cárdenas (Popayán, Colombia, 1978). Escritor y traductor, su última obra es Zumbido (451 Editores, 2010).
traductora y profesora titular de Filología Italiana en la Universidad de Murcia. Ha publicado, entre otros, el libro Poética y ensayo en Ortega y Pirandello: el humorismo en el arte moderno (2011). melina Knoll. Es guionista de TV y autora de textos dramáticos y libros infantiles, entre los cuales consta la colección de novelas del personaje “Gaturro” publicadas por Editorial Sudamericana.
Óscar carreño (Badalona, 1973). Es programador cultural en Biblioteques marco Kunz (Basilea, 1964). Es catede Barcelona. Coeditor de la revista de drático de Literatura Española en la poesía Caravansari. Universidad de Lausana.
Jorge carrión (Tarragona, 1976). Es lamare. Es ilustradora. escritor y crítico literario. Su último ensayo es Teleshakespeare (Errata Na - ricardo martínez llorca (Sala turae, 2011). manca, 1966). Es escritor. En 2008 publicó El carillón de los vientos (Alcalá). ernesto castro córdoba (Madrid, 1990). Es estudiante de Filosofía en la Javier moreno (Murcia, 1972). Es UAM. Crítico de cine, arte y literatura. escritor. Alma (Lengua de trapo, 2011) Su ensayo Contra la posmodernidad acaba es su última novela. de aparecer en Alpha Decay. Jaime Priede (Langreo, Asturias, sergio colina martín (Barcelona, 1965). Es escritor y traductor. 1985). Diplomático. Licenciado en Derecho. En 2010, INJUVE publicó raúl Quinto (Cartagena, 1978.) Ha su poemario La agonía de Cronos. publicado, entre otros, el poemario La flor de la tortura (Renacimiento, 2008) y miguel espigado (Salamanca, el libro de ensayos híbridos Idioteca (El 1981). Es escritor. Acaba de publicar Gaviero, 2010). El cielo de Pekín (Lengua de trapo, 2011). antonio J. rodríguez (Oviedo, 1987). Es escritor y crítico literario. Ha luis Gámez (Córdoba, 1981). Es es- publicado la nouvelle Exhumación (Alpha critor. Decay, 2010) junto a la poeta Luna Miguel. marc García (Barcelona, 1986). Es crítico literario. Colabora en The Bar - marta sanz (Madrid, 1967). Es escricelona Review y es coeditor de la revista tora. Su última novela es Black, black, online www.mamajuanadigital.com black (Anagrama, 2010).
Escritor y profesor de Bioquímica. En 2009 publicó la novela Intente usar otras palabras (Mondadori). Juan terranova (Buenos Aires, 1975). Publicó, entre otras, las novelas El Caníbal, Hiroshima y El Vampiro Argentino. También las crónicas La Virgen del Cerro, Unos días en Córdoba y un libro de poemas, El Ignorante. Su único libro de relatos, Música para rinocerontes, es parte del prestigioso catálogo de la editorial boliviana El Cuervo. www.elconejodelasuerte.blogspot.com. roberto Valencia (Pamplona, 1972). Crítico literario y profesor de Escritura Creativa. Ha publicado el libro de relatos Sonría a cámara (Lengua de Trapo, 2010). recaredo Veredas (Madrid, 1970). Ha publicado el libro de relatos Pendiente (Dilema, 2004) y el manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema, 2006). Colabora con diversos medios, tanto impresos como digitales. manuel Vilas (Barbastro, 1962). Es narrador y poeta. Su última novela es Aire nuestro (Alfaguara, 2009). Gabriela Wiener (Lima, 1975). Es periodista. Ha publicado los libros Sexografías (Melusina, 2007) y Nueve Lunas (Mondadori, 2009). laura Fernández (Barcelona). Es periodista y escritora. Su último libro publicado es Wendolin Kramer (Seix Barral, 2011).
mariana enríquez (Argentina, 1973) Es periodista y escritora. Ha publicado Bajar es lo peor (1994) y Como desapabelén Hernández González. Es Germán sierra (La Coruña 1960). recer completamente (2004), entre otros.
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Se llama Libros del K.O. y es un sello realista por donde se mire. Su lema: “Todo va a salir mal, y nos parece estupendo.” Su misión: recuperar el libro como formato periodístico. Y adivinen qué, con sólo tres libros en circulación –el último de ellos es Mata a tus ídolos, una recopilación de artículos de Luc Sante– empiezan a posicionarse como un espacio de referencia para el periodismo de largo aliento, ese que, según afirman, escapa de la “desesperante tierra de nadie” en que se han convertido los periódicos en papel: “ni satisfacen la pulsión eléctrica de los yonkis de la actualidad, ni cubren las expectativas del lector de crónicas de factura más larga y reposada”. LIbros del K. O. son, de izquierda a derecha, Guillermo López, Álvaro Llorca y Emilio Sánchez Mediavilla. La foto es de Paloma Cabeza.
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FÉLIX OVEJERO LUCAS
La trama estéril Izquierda y nacionalismo Hay pocos asuntos más fatigosos en los que se atienda menos a datos y razones que los que tienen que ver con el nacionalismo. Insensibles a cualquier argumento que no coincida con sus planteamientos, nuestros nacionalistas contraponen su idea de nación a la nación de ciudadanos. La izquierda, heredera más natural y consecuente del ideal de ciudadanía, del republicanismo político, ha comenzado un camino de vuelta que la ha llevado a recuperar, con otro celofán, la peor idea de nación, la reaccionaria, la que nace en contra de las revoluciones democráticas.
M o n t e s i n o s
www.elviejotopo.com
J. BENITO FERNÁNDEZ
Gide/Barthes André Gide y Roland Barthes: Aparentemente, se trata de dos gigantes cuyos intereses intelectuales, incluso sus vivencias, sus biografías, están muy alejados. José Benito Fernández, sin embargo, pone de relieve todo lo contrario. Las coincidencias son notables: ambos son coquetos; son tuberculosos, su salud quebradiza marcará su existencia. Son huérfanos de padre; tanto uno como otro se criaron entre mujeres y sus relaciones con la madre son muy estrechas. Los dos son homosexuales. Veneran a Walt Whitman. Están fascinados por la música: desde muy temprana edad tocan el piano con mayor o menor destreza. Adoran a Schumann. El marxismo hizo mella en ellos en algún periodo de su vida. Les unen todas las formas de placer; son dos hedonistas que nos hablan de goce, de deseo, de sensualidad. Las confluencias no acaban ahí. No se trata de vidas paralelas, pero sí puede decirse que en ellos se percibe el aliento de las mismas exigencias, las mismas inquietudes, la misma honestidad, el mismo compromiso con la literatura y su verdad.
M o n t e s i n o s
Una introducción a la filosofía de la biología
Elementos de una vida
La biología es una ciencia que despierta un interés creciente entre los ciudadanos y ocupa, en comparación con otras ciencias, una atención destacada en los medios de comunicación. Ello se debe en buena medida tanto al impacto cultural de algunas de sus propuestas teóricas, particularmente la teoría darwinista de la evolución, como a los enormes beneficios y perjuicios potenciales que parecen seguirse de sus aplicaciones tecnológicas, muy en especial en el campo de la ingeniería genética. No es de extrañar, por ello, que desde hace unas décadas la filosofía haya sentido con especial fuerza la necesidad de reflexionar sobre las peculiaridades metodológicas, conceptuales y prácticas de la biología como ciencia. Las preguntas planteadas dentro de este ámbito emergente de la filosofía de la biología no pueden ser de mayor relevancia: ¿qué es la vida?, ¿qué son los genes?, ¿hasta dónde influyen éstos en nuestra conducta?, ¿en qué consiste exactamente la selección natural?, ¿sobre qué entidades actúa?, ¿es la única explicación válida de la evolución?, ¿es incompatible su aceptación con el mantenimiento de la creencia en Dios?, ¿cuál es su estatus científico?, ¿podrá la ciencia alguna vez explicar todo lo relevante del ser humano y de los demás seres vivos acudiendo sólo a principios físico-químicos?, ¿cómo encaja la mente en todo este paisaje evolutivo?
El 16 de octubre de 1957 Albert Camus estaba cenando en un pequeño restaurante de la Rive Gauche de París cuando un camarero le dio la noticia: acababa de oír por la radio que le habían concedido a Camus el premio Nobel de Literatura. Camus insistió en que debía tratarse de un error porque, según dijo, había muchos que se merecían el premio más que él. Sin embargo, Camus era ya reconocido en todo el mundo como la voz de una generación.Publicó su primer libro, El extranjero, en 1942 y surgió de la guerra como el portavoz de la Resistencia y, pese a que se negó a asumir la etiqueta, también como uno de los principales exponentes de la filosofía existencialista. Sus obras posteriores: novelas (La peste, La caída), filosofía (El mito de Sísifo, El hombre rebelde), teatro (El malentendido, Los justos) y crítica social consolidaron su reputación literaria e intelectual. En este libro, que se caracteriza por su claridad y su pasión expositiva, Robert Zaretsky explica por qué Albert Camus fue un autor importante en vida y por qué sigue siendo un autor importante hoy, centrándose en algunos de los momentos clave que determinaron el desarrollo de Camus como escritor y como pensador, como intelectual comprometido y como persona.
BIBLIOTECA BURIDÁN