Quimera Revista de Literatura | Número 349 | Diciembre 2012

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Imthe – Tratamiento y Gestión Documental, S.L. Paseo de las Delicias, 30, 7a planta 28045 – MADRID Tel. 91 277 80 17 Fax 91 230 24 79 imthemadrid@imtheconsultores.com

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ALFONS CERVERA

dossier

Tantas lágrimas handossier corrido desde entonces Con Esas vidas, Alfons Cervera quedó finalista del Premio Nacional de Narrativa 2010. En aquella ocasión, el escritor valenciano indagaba en ese territorio de extrañamiento que es la muerte. Aquella muerte era la de su madre. El protagonista de Tantas lágrimas han corrido desde entonces, uno de los muchos emigrantes económicos que buscaron refugio en Francia, regresa desde Orange a Los Yesares (el territorio de siempre en las novelas del autor de Maquis) para asistir el entierro de Teresa, la protagonista de Esas vidas. Un día, sólo un día, en que tendrá lugar el reencuentro con muchos de los hombres y mujeres de aquellos años, cuando niños y adultos vivían un tiempo aparentemente nuevo y feliz que al cabo no podría ser otro que el del desarraigo. Cuando alguien sale de su sitio de siempre ya son imposibles todos los regresos: se acaba siendo de ninguna parte.

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sumario

4 .................................................................................................................................................. Cómic

ViCente José CoCiña

6 ............................................................................................................................................ Wireless ilustración de Javier Jubera

Germán sierra

7 ........................................................................................................................................ BetaBooks

ÓsCar sáenz & Violeta Hernando

8 ............................................................................................................... Crónica de un proscrito Editor: miguel riera. Director: Jaime ro dríguez z. Corrección: laura díaz Herrera. Maquetación: eva Casas martínez. Publicidad: maría José dopacio. Edita: EdicionEs dE intErvEnción cultural s.l., c/ Juan de la Cierva, 6, 08339 Vilassar de dalt (Bcn) tel., administración, redacción, Publicidad y suscripciones: 937550832 / 937962631. www.revistaquimera.com redacción: redaccion@revistaquimera.com administración: pedidos@edicionesdeintervencioncultural.com Publicidad: publicidad@revistaquimera.com Fotomecánica: tumar autoedición, s.l. Imprime: trajecte, s. a..

acerca de salman rushdie-Joseph anton ÓsCar Carreño

13 .......................................................................................................... entrevista a Juan Gelman

Poesía y derrumbe económico noemí González saBuGal

16 ... ............................. la insólita reunión de los nueve ricardo zacarías ColeCtiVo Juan de madre

23 .. ................................................................... entrevista (mínima) ariana Harwicz GaBriela Wiener

32 ................................................................ la poesía entre el silencio y el pecado

un ensayo de ana Blandiana traducción de VioriCa Patea

derechos reservados –Prohibida la reproducción total o parcial de este número, sea por me dios mecánicos, químicos, fotomecánicos o electrónicos, sin autorización del editor. Quimera no retribuye las colaboraciones. los colaboradores aceptan que sus aportaciones aparezcan tanto en soporte impreso como en digital. la redacción no devuelve los originales no solicitados ni mantiene correspondencia sobre los mismos. la revista no comparte necesariamente las opiniones firmadas de sus colaboradores.

issn 0211-3325 / d.l.: B - 28332/1980 impreso en españa – esta revista es miembro de arCe. asociación de revistas Culturales de españa.

34 ................................................................................................................................. olga merino

“el escritor tiene que estar en una realidad paralela” ÓsCar Carreño

39 ............................................................................................................................................... Poema

Juan andrés GarCía román

40 ............................................................................ un relato de toño angulo daneri 58 ........................................................................................................................................

Polaroid

59 ................................................................................................................... el quirófano

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Zona CómiC. Espacio destinado a la creación libre de literatura gráfica. Este mes: ViCente José CoCiña

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Heterodoxia y paramodernidad Por Germán Sierra De vez en cuando, los suplementos literarios confeccionan listas de escritores “heterodoxos” cuya definición depende, por supuesto, de lo que cada cual, crítico o escritor, considere “ortodoxo”. en ocasiones se refieren al estilo, en otras a la imagen pública de un autor, incluso a sus opiniones políticas y actitudes sociales. en cualquier caso, el concepto mismo de heterodoxia presupone y refuerza la existencia de una ortodoxia, de una corriente principal, estética o de corrección política de la que es posible desviarse, divergencia que, según la postura del compilador de heterodoxos, puede considerarse un inconveniente o un mérito. la heterodoxia presupone el reconocimiento de la ortodoxia de la que pretende desviarse y tiene como consecuencia su re-legitimación. Quien califica a otro de heterodoxo, sea, como solía ser, con intención de marginarlo, o como suele ser ahora, de halagarlo, alimenta un esquema dualista y dialéctico de creación artística que hace ya tiempo ha dejado de ser operativo. inscribe una contratendencia que no es sino publicidad de la tendencia que critica. ni la ironía ni la sinceridad funcionan ya. no es casual que, por ejemplo, el más activo compilador de heterodoxos españoles, marcelino menéndez Pelayo, utilizase su catálogo para establecer muy claramente los límites de la ortodoxia. Hoy en día, calificar a un autor —o autocalificarse— de heterodoxo supone ignorar que las corrientes principales (si existieron alguna vez) hace tiempo que se han ido bifurcando y diluyendo hasta convertirse en redes no jerárquicas, en las que es imposible detectar desviaciones de la norma porque cada nodo se encuentra desviado con respecto a todo lo demás. no hay “mainstream” ni “progreso”, por eso es imposible calificar la heterodoxia como algo marginal o de vanguardia, como algunos pretenden. Como he comentado en otras ocasiones, desde principios de este siglo, los prefijos “post”, “after” o “avant” ya no señalan una dirección espacio-temporal determinada, sino un proceso continuo de fractalización, bifurcación, y constantes cambios de sentido. Svetlana Boym, en su próximo libro The Off-Modern Condition (pueden leerse algunos fragmentos en http://www.svetlanaboym.com/offmodern.html), vuelve a insistir en que todos estos prefijos, incluyendo también “neo”, “anti”, “trans” o incluso “sub”, que hemos estado utilizando para expresar una condición histórica ya no definible como “modernidad”, son inadecuados, precisamente por su “sugerencia de un implacable movimiento hacia adelante, contra o más allá de algo” mientras se intenta desesperadamente al mismo tiempo hacerse un hueco “dentro” de lo nuevo. Boym propone como alternativa el prefijo inglés “off”, definiendo lo “off-modern” como un desvío hacia las potencialidades inexploradas del proyecto moderno. Una cita de nabokov lo ejemplifica: “en la cuarta dimensión del arte las líneas paralelas no se encuentran, no porque no puedan, sino porque pueden tener otras cosas que hacer.” explica Boym que hay algo absurdo y ridículo en nuestra era que no sabemos exactamente cómo describir. no se trata de un conflicto entre modernidad y antimodernidad o postmodernidad, sino un choque de modernidades que aunque aparecen simultáneamente se encuentran en fases diferentes tanto espacial como temporalmente: “múltiples proyectos de globalización y glocalización que se superponen pero no coinciden.” ni tampoco se contradicen. advierte también Boym que “off-modern” no es un “ismo”, sino mas bien un modo de comprender los detalles irreductiblemente absurdos del presente y del pasado Quizás una traducción aproximada de “off-modern” podría ser “paramoderno”, y en lugar de ocuparnos de establecer ortodoxias y heterodoxias para mantener un supuesto equilibrio entre tradiciones y excentricidades varias, debamos encargarnos de reconocer las paradojas que nuestra condición presente trae consigo, y aventurarnos a trabajar en ellas, porque de otro modo estamos utilizando un mapa que ya no sirve para representar los sinuosos caminos de la realidad actual. Y reconocer que quienes han abierto caminos nuevos no han sido ortodoxos ni heterodoxos, sino nómadas, que no van a sorprenderse ahora de que estén desapareciendo las fronteras porque, para ellos, nunca han existido.

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CróniCa de un prosCrito aCerCa de salman rushdie- Joseph anton Joseph Anton, el esperado libro de memorias de salman rushdie (Bombay, 1947), es un extraordinario tratado sobre el miedo, la traición, la amistad y la solidaridad, pero también un kafkiano relato sobre un escritor condenado por un fanático estado totalitario. el texto que sigue propone una visión panorámica de la vida y obra de rushdie, siguiendo el hilo de ariadna que el escritor teje a través de sus páginas. Por Óscar carreño Literatura y vida una voz no conocida que se anuncia como periodista de la BBC asume, sin saberlo, el papel de heraldo negro. sin duda aquel día de san Valentín de 1989 salman rushdie (el proscrito en adelante) hubiera preferido recibir tan oscuro anuncio de una voz amiga. la oscura anunciación no porta la buena nueva de un nacimiento sino el presagio de la muerte, la próxima sustitución de una cotidianidad marcada por el conciso metrónomo de las teclas de una olivetti, por el silencio que rige la clausura del escondido; del sedentarismo propio del escritor por el nomadismo del desarraigado; de la quietud de la creación por el movimiento constante de la huída.

del año 1981, superando a doris lessing, muriel spark o ian mcewan entre otros finalistas, en reñida deliberación de un jurado presidido por el interplanetario Brian aldiss. la otra: otoño de 1988, en que aparece su cuarta novela Los versos satánicos y directamente ligada a ésta el mencionado día de san Valentín de 1989 en que se culmina, con el decreto de la fetua por parte de Jomeini, el descenso de una enorme bola de nieve, fruto del arrastre de conjeturas, equívocos y malas intenciones, que nacen en su originaria india en manos de rajiv Gandhi, pasan por el vecino pakistán y la lejana sudáfrica, antes de caer, empujada por la voz de Jomeini, como descontrolaba masa gélida sobre teheran.

esa fecha, no podía ser de otra manera, es el punto de partida de Joseph Anton, su esperado libro de memorias. en tan pocos escritores se dibuja con tanta precisión la encrucijada entre la vida y la literatura, pocos tienen tan marcada su trayectoria. dos obras y dos fechas marcan ese camino: 1980, la aparición de su novela Hijos de la medianoche y su broche de oro ganando el man Booker

Con Hijos de la medianoche el proscrito cimenta un papel de privilegio entre las letras anglosajonas de la segunda mitad del siglo XX, una entrada rutilante en la gloria literaria de la mano de una novela suntuosa, de una poderosísima imaginería; un milagro lingüístico que impregna las narices del lector de esencias olfativas hindús, sus ojos del cromatismo de un paisaje de leyenda, un mundo

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erigido a golpe de metáfora, un equilibrio perfecto entre historia y ficción, unos, tantas veces remarcados, cien años de soledad indis. Hijos de la medianoche convierte a rushdie en escritor, Los versos satánicos convierte al escritor en proscrito y personaje público más allá de sus méritos artísticos, éstos aquí no alcanzan a los mostrados en Hijos de la medianoche. además, Los versos satánicos convierte a rushdie en carnaza para los paparazzi y otros degustadores del amarilleo periodístico. universalizan su (mala) fama por motivos ajenos a su trabajo, fatal situación para un escritor que solo desea cimentar su prestigio desde la firmeza de su pluma. ese viraje vital que traza el devenir del proscrito después de la fetua constituye el punto de partida de Joseph Anton y desata uno de sus grandes conflictos: la relación inversamente proporcional entre la desaparición del hombre y la ampliación planetaria de su fama. Cuanto más se esfuerza en desaparecer más pública se hace su figura. un espacio de clausura individual e interna que se resquebraja ante las ávidas miradas que lo desnudan, “Durante toda su vida había sabido que existía un pequeño espacio cerrado en el centro de su ser donde nadie podía entrar, y que todo su trabajo y sus mejores pensamientos manaban de ese lugar secreto de un modo que él no entendía plenamente. Ahora, la intensa luz de la fetua había penetrado a través de las cortinas de ese diminuto habitáculo y su identidad secreta quedo desnuda bajo el resplandor” (p. 322) otro conflicto surge pronto de sus páginas y se traza con vigorosa fuerza y mano maestra: ¿cómo seguir escribiendo después de eso? se hace necesario replantearse los motivos de su escritura, ¿no es eso claudicar ante la amenaza? pero incidir en la 10 Quimera

libertad del creador apelando a la desacralización de los dogmas religiosos no significa dinamitar su carrera. son preguntas derivadas de practicar la literatura desde la libertad, de no abjurar del principio de libre albedrío a la hora de repicar teclas que materializan grafías que forman lexemas que a la vez concatenan frases que acaban erigiendo historias que reformulan el mundo. Y el proscrito intenta recuperar una aún lejana cotidianidad de escritura al tiempo que nos descubre sus lecturas en los tiempos del cólera (p. 123), un puñado de páginas ajenas para intentar comprender la propia situación; dickens y el faro moral de los textos de Graham Greene, la descripción de sus conflictos tan ceñidos a sus personajes y sus ambientes tropicales de cónsules en exceso amantes del licor, y a la vez tan universales; universal como la fetua, esa condena a muerte del hombre, que es también una condena al escritor, una situación que lo paraliza en el miedo y en la incertidumbre y lo colapsa. pero un día, la voz infantil de su hijo Zafar, que por teléfono, entre traslado y traslado, le apela: cuándo escribirás un libro para mí, y esa petición salva al proscrito. rápidamente imagina, verbaliza en imágenes la peripecia de harún, se empapa de la salubridad del mar de las historias, se lanza a la escritura de ese libro para su hijo, un libro que cuenta la peripecia de rashid Khalifa, un famoso relatador de historias que ha perdido el don de la inspiración; y en cómo harún, su hijo, decide ayudar a su padre acompañándolo al mar de las historias donde se cierne una batalla crucial entre los libros y la imaginación y la opresión y el silencio, sin duda la situación resulta familiar y fácil su traslado a la referencia autobiográfica. Y el proscrito, sin perder su condición, erige la historia de harún, dibuja los relatos de

Oriente y occidente, traza bocetos de la Granada de Boabdil para El último suspiro del moro, mientras las consecuencias de Los versos satánicos hieren sus oídos: apuñalado y gravemente dañado el traductor italiano, asesinado en el descansillo de su escalera el japonés, tiroteado y malherido su editor noruego en la civilizada oslo y atentados contra librerías y bibliotecas y… el proscrito sigue escribiendo hasta el momento en que se sitúa ante una nueva hoja en blanco y escribe las primeras tres frases de la que será su novela El suelo bajo sus pies: “El día de San Valentín de 1989, último día de su vida, Vina Aspara, la legendaria cantante popular, se despertó sollozando porque había soñado con un sacrificio humano en el que ella era la víctima prevista“ para volver a la fatídica fecha de enamorados y entrever, solo entrever, el final del círculo. eL proscrito y La amistad el proscrito transita un mundo minado por el odio y la violencia. Cada uno de sus pasos puede anteceder a la detonación final. en situación tan extrema no es extraño que Joseph Anton sea un tratado sobre la amistad y un catálogo de los nombres que la ejercieron incondicionalmente en un momento tan difícil, así como de aquellos otros que acabaron distanciándose de él tras discursos de respeto a la grandes religiones y la comprensión hacia aquellos ofendidos que clamaban por la muerte del ofendedor; en definitiva los no amigos se escudaron en el perverso argumento de convertir a la víctima en verdugo y a los verdugos en víctimas. especialmente duro resulta para el proscrito el papel de John Berger, integrante de una progresía que se apuntó al caballo ganador del intercambio de papeles. también el proscrito incide en la comprensión inicial mostrada por Kurt Vonnegut,


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matizada con el tiempo y diluida al poco como un azucarillo sobre la superficie oscura del café, así como en el papel de Cat stevens, (ahora Yusuf islam), sí, el mismo que creó canciones como Wild world o Peace train y que ahora apoya sin tapujos la condena a muerte a un escritor; o la larga disputa, recientemente cerrada y concluida, con John le Carré, una disputa que se alarga en una procesión de cartas en los periódicos, reproches en letra impresa entre el creador de smiley y un novelista perseguido que, emulando al personaje de le Carré, es recibido por agentes sin nombre del mi6, en una atmósfera de complots internacionales y preparados de polonio-210. Y en el lado opuesto de la balanza, decantándola con el peso de las amistades solidificadas, los Young novelist de Granta-1983: los martin amis, ian mcewan, Julian Barnes o Graham swift, gentes que le abren las puertas de una clausura de policías, de balas que se escapan para horadar el estuco de una pared de comedor, de disputas policiales sobre los lugares a los que puede ir y otros que restan precintados en nombre de la gestión responsable de los impuestos británicos; y sus viajes a eeuu para encontrarse con John irving, y en esto el proscrito cierra una cita para cenar con thomas pynchon y nos ofrece una impagable descripción de quien se ha de suponer que es thomas pynchon: “luego llegó Pynchon, con el aspecto que cabía imaginar que tendría Thomas Pynchon: alto, con la camisa de leñador roja y blanca y vaqueros, pelo blanco a lo Albert Einstein y unos dientes delanteros como los de Bugs Bunny” (p. 396). Y también el nacimiento de una fructífera amistad con paul auster, o cambiando de trópico la fidelidad de los premio nobel sudafricanos nadine Gordimer y J.m. Coetzee. después de los amigos novelistas, destaca el papel interpretado por el

ya finado Christopher hitchens, azote de las religiones monoteístas, punzante pluma que se ponen al servicio del proscrito en las más diversas columnas periodísticas del ámbito anglosajón; que abre puertas cerradas para el resto de los mortales; entre ellas la del despacho oval, para concretar una cita entre el proscrito y el presidente Clinton, bastante más breve que las que Clinton

ese viraje vital que traza el devenir del proscrito después de la fetua constituye el punto de partida de Joseph anton y desata uno de sus grandes conflictos: la relación inversamente proporcional entre la desaparición del hombre y la ampliación planetaria de su fama

cerraba con su becaria favorita. Y el chacal Wyle en su papel menos fiero y más humano o mejor más fieramente humano en defensa de su autor en peligro, y tantos otros amigos que le hacen olvidar por momentos que el suyo es un camino jalonado por minas. eL proscrito y eL amor decía Woody allen que algunos matrimonios acaban bien mientras que otros duran toda la vida, y según

esta famosa sentencia los del proscrito siempre acaban bien. llegamos pues al turno del amor y las mujeres, un tema con peso especifico en sus memorias. Y éste se lanza al ruedo amoroso siguiendo el patrón del cotilleo porteril, en malévola definición del lector malherido. Y lo hace para elogiar la perfecta relación ex conyugal que mantiene con Clarissa, su primera mujer y madre de su hijo Zafar, ex relación cuya perfección se tambaleará al son de lo que hace tambalear prácticamente todo: el dinero. Y después esa maravillosa marianne Wiggins, su novelista segunda esposa, cuya neurastenia le hace confundir a menudo la realidad con la ficción, siendo a la vez incapaz de aprovechar las vicisitudes que la realidad le ha brindado, compañera del proscrito en el momento de la fetua, e insistiendo en la construcción de ficciones para sus novelas que no se alzan nunca a la altura de las posibilidades que le depara la realidad. Y la tercera: elizabeth, que decide abrazar la causa del proscrito, jurando voto de clausura para acompañarle en la soledad de su amor. abnegación a la causa que pretende compensar urgiendo al proscrito a una segunda y costosa paternidad que concluye con el advenimiento de milan, su segundo hijo, bautizado con el mismo nombre que aquel novelista checo, residente en parís, que tanto admira. esa relación con elizabeth se va malmetiendo, en un proceso que se reconstruye a golpe de nota de dietario, y que encontrará su final en una epifanía de rotundas curvas, capaces de desafiar la gravedad del bípedo: padma lakshmi. Y el proscrito sabe que padma se evaporará pronto, que no aguantará mucho tiempo a su lado, que no será capaz de retenerla, otorgando a la crónica de ese amor la fatalidad de lo efímero; pero antes la epifanía de Quimera 11


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padma entre los rascacielos de manhattan, un cuchicheo amoroso, agarrados a un pretil que los separa del hudson, sobre sus cabezas el tintineo de neón del puente de Brooklyn, y tras el proscrito, una figura enclenque y risueña que le susurra, entre arpegios de clarinete, que no olvide que algunos matrimonios acaban bien mientras que otros duran toda la vida. y La crónica deL proscrito ¿Y cómo narra el proscrito su vida? pues lo primero en que reparará el lector es en el uso de la tercera persona del singular, el proscrito es otro, en una especie de autobiografía del él o biografía del yo. Y esa tercera persona responde al intento de crear un efecto de distanciamiento, que acaso facilite la exorcización de sus demonios, un despojo sincero de sus angustias, sus acciones y los motivos que las movieron, auspiciados por el miedo los motivos y no siempre honrosas las acciones. el 12 Quimera

proscrito recurre a la masa mercurial del recuerdo para recrear conversaciones y situaciones y a la materialidad del dietario para fijar impresiones. Joseph Anton arranca in medias res (la llamada anunciadora de la fetua), sigue con una analepsis (permítaseme el narratolazo genettiano) que a modo de preámbulo nos retrotrae a su infancia, su llegada a inglaterra, su ingreso en la rugby school, su poca gracia para los deportes y su apego precoz a la letra impresa; sus primeros ejercicios literarios: ficciones epistolares con las que informar a su madre de una feliz estancia en inglaterra; y después Cambridge, sus estudios de historia, los erizados penachos góticos del King’s College, descritos como un hogwarts sesentero en cuyas habitaciones los jóvenes escuchan a los Beatles; sus relaciones con los profesores, su fascinación atea por los movimientos religiosos

en conjunto y la figura de mahoma en concreto; y luego sus primeros pánicos ante la hoja en blanco, sus primeros fracasos, su incursión en el mundo laboral: agencias de publicidad que, a orillas del támesis y con la torre de londres en la profundidad de un plano grisáceo, bien podían recibir la visita del roger sterling o el don draper de turno; y así hasta Grimus, su primera novela, fantasía desarrollada al amparo referencial de Nuestra pandilla de philip roth, y después Hijos de la medianoche, resultado de un largo proceso de creación, su éxito, el Booker, y la entrada de los ochenta del siglo pasado y Vergüenza y Los versos satánicos y una mañana de san Valentín en que suena el teléfono privado del proscrito para preguntarle cómo se siente por ser justo eso: un proscrito, un proscrito sobre el que ha caído la maldición de ala, en boca de una hierática figura de barba blanca y oscuro turbante.


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PoeSía y derrumbe eCoNómiCo una entrevista a JuaN GelmaN Por Noemí GoNzález SabuGal FotoS de Pablo J. CaSal

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“Uno puede trabajar de víctima o hacer algo para que la situación cambie”

un hombre baja las escaleras de piedra. toca con sus manos la fría y vieja piedra de las escaleras. el frío de la piedra está ya en sus manos, el blancor de la piedra está en su pelo. el bigote del hombre sonríe, pero él no; o tal vez él sonríe y su bigote lo ignora. el hombre es un poeta y la gastada escalera es la del Parador de San marcos, en león, que ha sido convento y prisión, hospital y campo de concentración franquista. Por eso el hombre comprende a la piedra, comprende su frío. lo com prende porque es poeta, sí, pero también porque ese poeta se llama Juan Gelman. ¿la razón de que poeta y piedra se encuentren? la entrega en león del Premio leteo, que acaba de reconocer la voz de este argentino cuyos primeros golpes en la cantera de los versos fue14 Quimera

ron con el grupo El pan duro, una poesía cercana al pueblo, y que hasta obtener el Premio Cervantes hace unos años pasó por muchas cosas: la dictadura y el exilio, la desaparición de su hijo y su nuera, la recuperación de su nieta. y, perseverando contra la vida, contra el dolor, persistiendo en la esperanza, han pasado también cientos de versos. la poesía como resistencia, a pesar de que “Hay muchos nombres en la lluvia/ ¿Qué sabe el poema? Nada”.

—Tal y como están las cosas, ¿volverá la poesía de ‘El pan duro’? - Creo que eso depende de cada cual, de cada poeta. la relación entre la poesía y la época me parece muy difícil de definir. No necesaria-

mente cada época exige una determinada expresión. —¿Cuál debe ser el papel de los creadores ante este derrumbe económico y social? —Con esto siempre se crea una confusión. todo artista es además un ciudadano y como ciudadano jugará un papel activo en la sociedad o no lo hará. la presencia de lo histórico en la obra de cada uno también dependerá de él. recuerdo que cuando fue la Guerra de Corea de 1950, los poetas del Partido Comunista francés escribían contra la guerra y a Éluard le reprocharon que no lo hiciera. entonces dijo que él escribía cuando la circunstancia exterior coincidía con la circunstancia interior. Por otro lado, hubo en Grecia una guerra civil muy impor-


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tante sobre la que Paul Éluard escribió mientras que ninguno de sus compañeros del Partido Comunista lo había hecho. así que ya ves cómo es esa relación. Por lo demás creo que la definición de Éluard es aplicable a toda la poesía. Podrá haber artistas más permeados por la si tuación que viven y otros no, pero no se debe entender eso como una obligación.

son meros gerentes de intereses exteriores. ahora, lo que nunca ha sucedido de forma tan descarada es que se reúnan jefes de estado para aceptar las indicaciones del Fondo monetario internacional o del banco mundial. esto es insólito. Que los jefes de estado estén en eso me parece que es una situación clarísima que muestra quién está dirigiendo los asuntos mundiales.

—El peligro es crear una poesía muy combativa, pero mediocre. —Cuando se produjo la revolución cubana, en 1959, muchos escritores y poetas escribieron sobre ella, pero la mayoría de lo que se escribió eran panfletos. lo que no quita que el ciudadano que es también el artista haga lo que crea que debe hacer.

“ yo estoy contra el

—En uno de sus poemas, titulado la economía es una ciencia, dice: “En el decenio que siguió a la crisis/ se notó la declinación del coeficiente de ternura”. ¿Los problemas económicos nos harán peores personas? —Por supuesto, porque el paro no es una situación dichosa. Cuando sólo hay posibilidad de tener algunos empleos se produce una competencia triste y así como el dinero no hace la dicha, sí puede provocar muchas desdichas. —Este mismo verano, Argentina puso fin al corralito con el pago de los últimos bonos del Gobierno. Con la que está cayendo, ¿tiene España mucho que aprender de lo que pasó en su país? —yo creo que se está produciendo un fenómeno de alcance internacional muy notable porque en general se supone que la política debe determinar la economía, pero hace un tiempo que es al revés: es la economía la que determina la política en no pocos estados. y da la impresión de que muchos presidentes

olvido. la poesía no es el producto del dolor o de la felicidad. la poesía, dice el poeta mexicano José emilio Pacheco, es la sombra de la memoria.

—Su poesía, y su vida, están llenas de dolor. ¿La experiencia del dolor nos mejora o nos envilece? —depende de cómo lo enfoque cada uno. el dolor se puede convertir en una fuerza. uno puede quedarse acostadito, trabajar de víctima, o hacer las cosas que hay que hacer para que la situación cambie. ahora bien, hay dolores personales que son de otra dimensión, por supuesto. —Usted dice, en unos versos: “Cuando el dolor se parece a un país/ se parece a mi país”. —eso fue a principios de este siglo. la situación del pueblo era catastrófica, con un nivel de pobreza y de

miseria impensado para argentina, que es un país que puede dar de comer a 260 millones de personas por año con lo que produce el agro. era inconcebible. además, todavía no se había destruido la capa de impunidad que rompió el gobierno de Néstor Kirchner. de manera que los victimarios se paseaban tranquilamente por la calle y además no pocos de ellos seguían ocupando cargos; algunos estaban en la justicia como si nadie supiera que ellos habían contribuido a que la situación siguiera así. —Ahí está la cuestión, siempre compleja, del olvido. En sus poemas habla de “animal de baldío, memoria, comés pastos que no crecieron más”. —yo estoy contra el olvido. la poesía no es el producto del dolor o de la felicidad. la poesía, dice el poeta mexicano José emilio Pacheco, es la sombra de la memoria. y hay muchas definiciones de la poesía, pero la poesía es indefinible. yo digo que toda escritura es autobiográfica, pero no en el sentido de que habla del autor sino en el sentido de que todos los hechos de la vida de algún modo están presentes. uno de los poemas que escribí en el exilio dice “No te olvides de olvidar el olvido”, por lo que pasó en nuestro país. ahora, los que quieren olvidar di ciendo que es mejor no revolver el pasado, eso es porque muchos de ellos estuvieron comprometidos con la dictadura militar y no quieren que eso salga a la luz. Pero, y esto estaba en el discurso que hice cuando recibí el Premio Cervantes, ese no airear lo que sucedió es como un cáncer en el país. en argentina eso se está ventilando ahora con procesos de juicios. y yo creo que si se quiere tener una conciencia cívica que permita avanzar por supuesto que todo eso hay que hacerlo. Quimera 15


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Ilustraciones de Javier Jubera

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la InsólIta reunIón de los nueve rIcardo Zacarías un adelanto del nuevo artefacto propuesto por el colectIvo Juan de madre definidos como “un modo de aparición o de producción, una línea, una ficción”, el colectivo Juan de madre, ha llevado a cabo una investigación hitoriográfica acerca del científico toledadno ricardo Zacarías cuya vida rescatan en un libro que puede leerse como novela fragmentada o como ensayo ficcional. publica aristas martínez, este mes.

1905 5 de febrero ¿dónde estás, Jacob? ¿dónde estarás ese lejano 15 de febrero? ¿por qué no has venido?

duo no fuera más que una brizna de hierba. ese lugar debía ser la ciudad de nueva York. aquella inmensa metrópoli, separada por océanos, al fin, todo resultó en vano. Y maña- debía ser mi tierra prometida. Iría na lo veré, y sonreirá despreocupa- allí, conocería la ciudad, buscaría el do, sin rastro de esa traición que sitio idóneo para construir el gemecumplirá. lo B de mi artefacto y volvería a Barcelona. el dinero requerido para la máquina mal funcionó, apenas llevar a cabo mi odisea lo obtendría me dejó atisbar el lugar de nuestra de los últimos fondos que aún concita; pero fue suficiente para adver- servaba de una herencia familiar; tir su ausencia; la ausencia de Jacob ahora, prácticamente consumí toda lo ensombrece todo. fue en vano. esa riqueza. nunca tuve grandes desde aquel primer viaje a nueva gastos, reconozco que se me ha criYork... repasaré todo lo ocurrido ticado por vivir como un miserable desde entonces, voy a poner por es - poseyendo tierras en castilla y oro crito en este diario cada uno de mis en los bancos; pero, el dinero necepasos, tal y como me recomendó..., sario para alcanzar la felicidad lo me recomendé... de hecho, fue algo invierto sin reparos, lo demás, me más que una recomendación; aún resulta insignificante. Jamás dispuse oigo mi propia voz, tan distinta sin de carruaje, ni vestí los trajes según embargo, pronunciando aquella... parís, también hui de esos caserosentencia del destino. nes del tibidabo... ¿Qué habría hecho allí, tan lejos de las calles de decidí llevar a cabo el encuentro la ciudad, tan lejos de mi fiel compalejos de Barcelona, en un lugar ñero? pero a nadie puedo explicar donde nadie nos conociera, un lugar mi verdadero motivo, el porqué de en el mundo donde cualquier indivi- vivir como un desamparado en el

sótano de mi casa, aquí en un vecindario de barracas. ni siquiera me atrevo a ponerlo por escrito, como si alguien, además de mí, tuviera que leer este diario. encargué dos pasajes en un trasatlántico que saldría de el Havre el 21 de octubre, fue el pasado año. me acompañó un buen amigo, una de las únicas personas en las que puedo confiar de veras. su nombre es francisco ojos negros, que se quedó a vivir allí, en nueva York. francisco es gaditano, trabajó como marinero mercante hasta que el alcohol y un amor no correspondido lo dejaron anclado en Barcelona, a la edad de veintiocho años. malvivió numerosos meses por las calles del distrito Quinto, donde lo conocí. fue una noche en el marsella, desde el primer momento me pareció un tipo muy listo, más tarde descubrí que también era dignamente culto. pese a su espíritu avispado, el pobre me ofreció su compañía a cambio de algunas monedas; procurando no ofenderlo le dije que su barba lo alejaba de mis Quimera 17


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gustos. Él se disculpó con el rostro colorado. así iniciamos una charla que terminó en las playas de la Barceloneta, hablando de cádiz, del ajedrez, tánger y dios. una semana más tarde, francisco ojos negros se instaló en mi casa, habitando sus dos plantas con plena libertad; ya que yo me pasaba la vida, como hoy, entre las cuatro paredes de mi laboratorio del sótano. *** el 21 de octubre partíamos hacia américa, en el trasatlántico Prince, que en castellano significa príncipe, o infante. mi pasaje en primera clase me costó 152 francos; 17 el de tercera, para mi buen francisco. Qué extraño que hoy realicé el viaje de ida y el de regreso en un solo instante; mientras que aquí, en Barcelona, las gentes no habían terminado la palabra que empezaron cuando yo marché. aquel primer viaje de ida, en cambio, duró diez días, llegué a nueva York el último de octubre. alejarme de europa por primera vez me supuso la rotura de un extraño lazo, como ser parido por una madre distinta... más que por una madre, partir de europa sería como ser dado a luz por una abuela. cuando alcanzas alta mar, y ya no queda más horizonte que el océano, te extraña que tanto les costara a los antiguos entender que la tierra no podía ser plana. mi camarote era amplio y decorado con un lujo austero, disponía de baño propio y tocador; la cama era confortable, pero el lecho del mar no me dejó conciliar el sueño más que tres o cuatro noches. mi acompañante se conformó con un camastro en una sala comunitaria. la tercera clase compartía una sola estancia, llena de literas. pasé muchas noches allí con francisco, también insomne empedernido, hablando o jugando al ajedrez. lo cierto es que resultaba 18 Quimera

mucho más interesante la vida de aquel lugar que la de la cámara de música, reservada para mi gente. sobre todo, debido a la presencia de una pobre compañía de titiriteros alemanes, que viajaba a américa en busca de un circo donde trabajar. ensayaban sus trucos de feria a todas horas, y animaban las veladas eternas, mientras nos desplazábamos a paso lento sobre el atlántico. aquel circo3 hambriento lo componían cinco personas y tres monstruos de feria, sus bártulos cabían en dos maletas no demasiado gran-

alejarme de europa por primera vez me supuso la rotura de un extraño lazo, como ser parido por una madre distinta... más que por una madre, partir de europa sería como ser dado a luz por una abuela. des y una caja oblonga con el tamaño de un humano. los monstruos eran tristes: dos siamesas unidas por el costado, cada una de ellas con una sola gran teta mustia en el centro del pecho; un muchacho con cabeza parecida a la de un cocodrilo prehistórico, aunque el cartel que lo presentara hablara de un hombre-equino; y un anciano que fumaba por el agujero del ano y expulsaba el humo haciendo aros por la boca, al que vi reali-

zar el escabroso milagro decenas de veces y juro que no descubrí truco. el director de ceremonias –realizaron una puesta en escena completa en la cubierta del Prince, abierta al público de primera clase, el cual, poco acostumbrado a la terrible belleza de aquella suerte de monstruos, se mostró ofendido y maleducado– el locutor, digo, era de origen alemán, pero hablaba un perfecto francés, llevaba un mal corte de pelo militar, su cara era puntiaguda y las dos inmensas orejas le asomaban como las de un murciélago rubio. el resto de los miembros eran del este de europa, parloteaban en alemán; mediante ese idioma común francisco pudo hacerme de intérprete y tuve la oportunidad de conocerlos. Quien más interés me causó fue la anciana; una mujer de piel oscura nacida en Bohemia, con crin negra, crespada como la de algún músico loco, y con un cuerpo grande como el de una yegua embarazada. tenía una extraña infección en la boca, que le producía unas úlceras que cicatrizaban dejándole los labios sellados por unos coágulos amarillentos. un hilo de voz escapaba entre aquellas costras, solo el hombre-equino parecía descifrar las palabras contenidas en aquel sonido monocorde; mientras que con el resto de personas edina se comunicaba mediante la escritura. siempre llevaba una pizarra colgada del cuello, y las manos llenas de tiza blanca. apenas sabía escribir, pero resolvía esa falta con un arte excepcional en el dibujo. se ganaba su sueldo desvelando el futuro a quien tuviera el valor suficiente como para conocerlo. una de las noches, llegué al aposento de la tercera clase y encontré a francisco enzarzado en una fuerte discusión con edina. ella se mostraba tranquila, estirada como una


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ballena sobre su litera –ocupaba la cama más baja de las tres– porque hubiera sido incapaz de subirse en ningún otro catre y porque nadie habría querido dormir bajo tal montaña de grasa. más tarde, mi compañero me explicó lo ocurrido: edina le había dibujado un trozo de su porvenir. lo que había empezado como un juego, terminó por encender la ira de francisco. el motivo del dibujo no parecía relevante: representaba a francisco posando vestido de mujer para otro hombre. pero al gaditano le resultó indigno que nadie se atreviera a formular el futuro, y, aunque no lo dijera, creo que le apuró que una desconocida sospechara de aquella manera acerca de su hombría. “a los ojos de la virgen”, terminó por decirme, “esa gorda es una pecadora”. con cierta ironía celebré sus palabras, comentando que en el Infierno los llantos de los ojos de los adivinos bañan sus nalgas, ya que tienen la cabeza vuelta del revés y andan de espaldas. “Ya en vida dios la ha puesto en aviso”, corroboró francisco, “pues le ha cosido la boca”. mi buen amigo, que es católico a su manera, confía plenamente en el tiempo rectilíneo, tal y como lo describieron los racionalistas más recientes, por eso le parece terrible la idea de que alguien afirme poder recordar el futuro. no quise discutirle aquellas cuestiones. la última tarde del décimo día, cuando el horizonte del continente americano ya se descifraba a lo lejos, conseguí que francisco me hiciera de intérprete, quería conversar con la vieja oráculo. para hacerlo necesité la ayuda de francisco y también la del hombre caballo; edina silbaba una frase ininteligible, el muchacho del circo la pronunciaba en un alemán correcto y entonces mi compañero me la traducía al castellano. me interesaba, sobre todo, de qué manera

edina adivinaba aquello que estaba por suceder. no supo explicármelo, simplemente, me dijo, le ocurría. le venía un pensamiento, como un recuerdo de la infancia. así le ocurría desde que a los doce años una infección en las meninges la tuvo postrada en la cama, sin consciencia, durante tres meses. cuando despertó, había adquirido aquel cuerpo de giganta y el maldito don de visionar sucesos futuros. “después, las cosas se cumplen. con la misma sencillez con la que amanece el sol”, tradujo francisco. tengo la convicción

de que no guardamos memoria del futuro por alguna cuestión fisiológica de nuestro encéfalo; la meningitis comprime el cerebro, el cerebelo y también el bulbo raquídeo, esa enfermedad debió alterar la fisiología correcta del sistema nervioso central de nuestra edina. *** la isla de manhattan nos recibió cubierta de niebla y nieve; no era nieve blanca, sino negruzca, dura;

sobre esa capa de mierda, se alzaban majestuosas las columnas hercúleas de nueva York. conseguí que francisco esquivara los servicios de control de la inmigración, ya que constaba como criado; la administración norteamericana, en esos casos, registra al sujeto como res, y no como persona física. mi compañero, divertido frente a tal despropósito, dijo que se marcaría el lomo con mis iniciales; así lo cumplió pronto, cuando conocimos a un tatuador en los suburbios que rodean el puente de Brooklyn. la ciudad la exploré de la mano de una señorita francesa, que hacía poco más de un año residía allí. la conocí en un pequeño barco que me acercaba a la estatua de la libertad. apenas hacía tres días desde mi llegada; pero entonces, cuando habíamos alcanzado el puerto con el trasatlántico, la niebla nos había impedido contemplar el monumento. francisco no me acompañaba en mi visita a la isla de la libertad; él, cuando trabajaba de marino, ya la había visto dos veces sin demasiada impresión; pero en mi caso fue distinto. conocía su imagen de alguna fotografía, que no le hacía justicia; su realidad me deslumbró. la estaba contemplando, llegando a ritmo lento con ese barco destartalado, que ya solo servía para transportar a turistas sin escrúpulos, cuando una voz sonó a mi izquierda: “¿no la ves muy triste?... está tan sola”. la muchacha, que hablaba inglés con un marcado acento francés, lloraba sin reparos y con los ojos bien abiertos. supe de inmediato que no era aquel un anzuelo coqueto, era pura alma; desde ese momento nos tratamos como viejos amigos. michelle era linda, y de buena familia, pero noble. sus maneras educadas no estaban reñidas con la sencillez, y esto es un milagro. supongo Quimera 19


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que su nacimiento en tierras normandas, lejos de la capital francesa, tiene que ver con esas virtudes. como acompañante para conocer nueva York me resultó perfecta; en primer lugar por el idioma, ya que conozco mucho mejor el uso del francés que del inglés, que lo entiendo bien pero con torpeza lo hablo; también porque michelle se desenvolvía sin reparos por cualquiera de los lugares de manhattan. las primeras cuatro semanas nos vimos con frecuencia; después menos, pero no perdimos el contacto. ella vivía junto al village, un barrio céntrico donde se acumulan los artistas de esa basta ciudad. en parís había vivido en montmartre, me juró ser amiga de grandes artistas, que iban a poner el mundo del revés; la verdad es que no me sonó uno solo de los nombres que pronunció. Yo le sugerí que el único artista vivo que podría llegar a cambiar el mundo debía ser científico… “la ciencia volverá a ser alquimia en este siglo; y la alquimia es la mayor de las artes”, creo que le dije, a lo que ella rio como una gata callejera. respecto a sus razones para ir a vivir a manhattan, recuerdo que me contestó sin alegría: “por aburrimiento, vine aquí por puro aburrimiento”.

realidad que me abrió aquella pizca de mescalina me descubrió que aquel era el producto que debía utilizar para usar la máquina y no el combinado de haschisch y opio que planeaba. me traje unos miligramos en el equipaje.

la verdad es que vivía bastante sola y no parecía que hubiera logrado escapar de aquel aburrimiento que la había hecho huir de parís. en el tiempo que compartí con ella, apenas le conocí alguna amistad. cada viernes acudía a un salón, donde se reunía con un grupo de otras siete personas; me invitó una vez y comprobé que lo que allí les unía no era una hermandad humana, sino la realización de un ritual que me dejó perplejo. Imitando las ceremonias de los pueblos antiguos del centro de américa, toman mescalina, un alcaloide obtenido a partir del peyote, una planta mágica. el abanico de

so bloque de pisos de la avenida Greenwich, para un artesano del barrio. al principio, michelle guardaba con misterio el motivo de sus diseños; en confianza, una noche que compartíamos una botella de absenta, junto a francisco ojos negros, nos explicó que lo que hacía era imaginar artilugios de uso sexual. añadió que pronto pensaba abandonar la tarea, ya que aquel jornal se lo ganaba haciendo algo demasiado parecido a respirar. “adoro dibujar”, dijo bajo los efectos del alcohol con azúcar, “por eso prefiero esquivar que esa sea mi profesión. por la misma razón, jamás sería puta”. me mostró algunos

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aparte de ese grupo extraño de gente –que incluye a anarquistas, un importante dramaturgo y grandes magnates–, michelle vivía sin nadie. trabajaba sola en casa, en un inmen-

de sus inventos y me clarificó su forma de uso; prometió que había clientes a centenas que requerían aquella maquinaria, sobre todo en los burdeles que llenaban la calle Houston y alrededores; pero también señores que habitaban los predilectos apartamentos junto al gran parque central. entre sus objetos abundaban las esculturas fálicas, algunas del tamaño de un puño; también herramientas armamentísticas o de tortura, como látigos y pinzas; llamó mi curiosidad una vagina dentada, echa en vidrio. no he visto cosas parecidas aquí. pero si me llamó la atención aquella vagina de cristal no fue por su extraña utilidad o su perversión artística, sino por el perfecto uso del vidrio que suponía la fabricación de esa escultura. michelle me puso en contacto con el artesano y este me ayudó a fabricar la estructura principal de mis máquinas a y B; le pagué con generosidad y me enseñó cómo empaquetar con cuidado la columna de vidrio de la máquina a, que traje aquí a Barcelona; utilizamos un embalaje diez veces mayor al artilugio que transportaba y en el barco de regreso le reservé un camarote privado; los cuidados fueron certeros: al desembalarlo en mi laboratorio comprobé con alivio que la columna no mostraba ni un solo crujido. cuando marché, hacía varios días que no visitaba a michelle, lo cierto es que el trabajo me tenía enclaustrado; sin embargo, ella vino a despedirse al muelle. durante toda nuestra relación no supe hablarle de Jacob, temiendo que no comprendiera mi motivo, o que, de comprenderlo, fuera yo quien no la comprendiera entonces a ella... michelle, discreta como es, creo que nunca procuró adivinar mis pensamientos. deseo que michelle encuentre la felicidad allí en américa. pero


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ahora, cuando entiendo que Jacob no cumplirá nuestro pacto, maldigo nueva York y recuerdo la estatua de la libertad, rememoro la soledad de la estatua, la soledad de michelle, y la mía propia, que también es de cobre y se está oxidando de verde. *** el artefacto gemelo B, finalmente, lo armé en una pequeña estancia –que había hecho las funciones de lavabo– en la habitación número 202 de un hotel de manhattan, cuyo nombre hace referencia al barrio donde está ubicado: Hotel chelsea. el habitáculo donde lo construí mide tres pasos de largo por uno y medio de ancho, aproximadamente. resultó espacio más que suficiente para armar el gemelo B. solo debía asegurarme de que nadie entrase jamás en ese armario, francisco debe cumplir con esa vigilancia a lo largo de los próximos quince años. la habitación donde se encuentra el armario es espaciosa, e íntima. la única ventana de que dispone da a un estrecho cielo abierto, al menos doce pisos se alzan sobre la habitación, así que la tenue luz del cielo de nueva York apenas alcanza esos cristales. las ventanas de las habitaciones vecinas suelen permanecer cerradas y con las persianas corridas. escogí esa habitación buscando aquella intimidad. las paredes son de color naranja, la moqueta del suelo es granate y gruesa, los pasos sobre aquel suelo quedan enmudecidos. Hay una cama individual, con un colchón de lana y una cabecera de cobre; en el cajón de la mesita caben veinticuatro libros. la estancia hace seis pasos de largo y más de cuatro de ancho, así que resulta un buen lugar donde vivir, aún más amplio que mi laboratorio. en una esquina, frente a la ventana, hay una pequeña pica y

una suerte de fogón que nadie ha utilizado jamás. el rincón que más aprecié es un banco acolchado que hay bajo la ventana; allí me recostaba para descansar, y leer algo, mientras construía el artefacto B. pero si elegí ese lugar, y ningún otro, como ya dije, fue por su virtuosa intimidad. allí dentro parece que el resto del universo no es más que un recuerdo falso, y que nada más allá de aquellas paredes y de esa puerta blanca existe de veras.

su biblioteca acumulaba los libros hasta el techo, tan bajo que me rozaba el sombrero, y los volúmenes compartían espacio con distintos artefactos, muchos de ellos viejas herramientas de uso sexual.

recorrí manhattan en busca de ese lugar perfecto, donde cumplir esa cita futura que no llegará… en realidad, fue michelle quien me recomendó el hotel. “aquí vivió mark twain”, me dijo, y así me convenció. a esa ciudad le brota la existencia por las aceras. su desorden es aún más brutal que el de las urbes europeas; es una brutalidad más carnal y reciente; los mendigos parecen cubiertos de placenta. el pavimento se me antojaba de carne, como pisar una bestia quieta pero intranquila. en una ocasión tuve la

oportunidad de visitar tánger y nueva York se me desveló como gemela a aquella ciudad africana. francisco estuvo bastante de acuerdo conmigo cuando le cité tal paralelismo. creo que los industriales y aristócratas americanos hacen crecer los edificios a lo alto para alejarse de ese pavimento vital y oliente. Guardo con especial asombro dos imágenes de manhattan: las cuerdas de tender la ropa cruzan las calles, de ventana a ventana, como unas telas de araña que han cazado un ejército y lo han devorado, dejando solo la ropa; y el village, donde descubrí que los hombres caminan cogidos de la mano, también en tánger, pero en el village los caminantes no son amigos, sino amantes. aparte de la mescalina, encontré en esa ciudad bendita otro elemento imprescindible para el funcionamiento de mi ingenio: un cubo de Hinton; fue en la biblioteca subterránea del viejo artesano para el que trabajaba michelle. el anciano, de origen italiano y llamado martin triviani, que medía poco más de metro y medio, me hablaba sin levantar la vista del suelo y siempre vestía una bata con un estampado que imitaba las telas de oriente. Bajo la bata iba desnudo, lo que me permitió adivinar que se depilaba el pelo de todo el cuerpo, como una cortesana rica. su biblioteca acumulaba los libros hasta el techo, tan bajo que me rozaba el sombrero, y los volúmenes compartían espacio con distintos artefactos, muchos de ellos viejas herramientas de uso sexual. me llamó la atención una antigua figura de bronce de esculpido fálico, que portaba talladas palabras hebreas en su superficie; martin no supo decirme lo que ese grabado significaba. finalmente, le compré por cincuenta centavos una edición terrible pero ilustrada de La filosofía del Quimera 21


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tocador y un cubo de Hinton, realizado en perfecto vidrio oriental. en cuanto me encerré en mi habitación del hotel utilicé el cubo y discerní la cuarta dimensión con una claridad inmaculada. *** el uso de la máquina es terrible. la construcción del gemelo a, ubicado en este laboratorio mío de Barcelona, resultó mucho más rápida que la del Hotel chelsea; ya conocía las dificultades y sus atajos. terminé su fabricación el pasado mes. esta misma mañana lo utilicé; esperé al 15 de febrero porque la máquina solo funciona con ciclos anuales: mi encuentro con Jacob era para el 15 de febrero, de 1921 (el día no podía ser otro: lo escogí en honor a mi hermano). lo cierto es que no realicé ensayos; no podía probar con objetos o seres vivos, ya que el motor fundamental de la máquina es mi sistema nervioso: mi conciencia y mi voluntad. até mi espalda desnuda al panel de vidrio. Introduje las agujas en mis conductos linfáticos y el punzón entre mis cervicales atlas y axis; con impaciencia. comí una pizca de mescalina. canté hasta alcanzar ese monocorde tono que hizo vibrar el vidrio de la máquina. lloro al pensar que mi motivo era grandioso. Que esta mañana amanecí creyendo que por fin me encontraría con él. observé el cubo de Hinton un par de horas, que tal vez fueron siglos, sosteniendo en mi garganta aquella nota profunda, y ya estaba allí. dentro de aquel armario, quince años más tarde. con celeridad me desaté, me arranqué las agujas y vestí la ropa que tenía preparada y abrí la puerta, esperando encontrar en la habitación del Hotel chelsea al buen Jacob, hecho un hombre. 22 Quimera

en cambio, una visión horrorosa me ha dejado en un estado lamentable: como en una sala de espejos, en aquella estancia estaba yo, multiplicado, distribuido por los rincones, hablando conmigo mismo mediante un extraño monologo coral. en escasas decenas de segundos mi cuerpo se ha desgarrado y ha saltado de

vuelta a la Barcelona de 1905; he tenido tiempo para comprender que Jacob no cumplirá su promesa; luego he intercambiado unas palabras fantasmales y he contado, con dudosa exactitud, que en aquella sala estábamos reunidos, en un mismo instante, nueve ricardo Zacarías.


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entrevista (mínima)

ariana HarWiCZ

Matate, amor (Lengua de Trapo, 2012) es la primera novela de la argentina Ariana Harwicz (1977). En sus páginas late un pulso de animal herido y de bestia al acecho encarnada en una esposa, una madre, una amante que parece sumergirse, por voluntad propia, en lo más oscuro del bosque. Publicamos un breve extracto de la conversación que sostuvieron Harwicz y la periodista Gabriela Wiener en la sede de la editorial madrileña. por

Gabriela Wiener

—¿Cómo se pasa de la nada, literariamente hablando, a Matate amor? —Yo empecé estudiando cine, pero para mí era como si el guión cinematográfico no me alcanzara, no fuera suficiente, así que me mudé a la dramaturgia, y tampoco era esa la vía de expresión que necesitaba. entonces me mude una vez más, esta vez a la literatura. Con la novela creo haber encontrado finalmente la manera de abrir la boca, de expresarme. —Para situarnos, tenemos a una protagonista que es, la mayor parte del tiempo, la narradora. El entorno es rural, hay una descripción muy poética pero también muy precisa del bosque y de lo agreste, y tenemos a esta mujer que desde un primer momento se nos presenta como una persona desbordada por la vida con su marido y su hijo pequeño. La relación de la protagonista con su bebé está tratada de una manera que contradice cualquier idea convencional de “maternidad”… ¿cuál es el germen de esta relación? ¿fue tu propia maternidad algo determinante? —sí, definitivamente sí. sobre todo la sensación de haber parido al niño y preguntarte ¿ahora qué? o de verte a tí misma diciéndote “esto no alcanza”… no es un libro autobiográfico, pero sí es autobiográfica esa respiración agitada, sofocada, esa asfixia. el agobio y la desesperación tienen que ver con eso. —Tocas tema tabú: esa falta total de empatía con un niño que deviene absurdo, pienso en autoras como Lionel Shriver y su tenemos que hablar de Kevin, o en Irene Vilar y su “adicción” a los abortos. ¿Tu exploración del instinto maternal fue consciente en ese sentido o es solo un tema literario? —realmente no fue algo planteado como una tesis feminista, o una postura antimaternal. no hay ningún a priori teórico. es simplemente que tener un niño es agobiante. sí que 23 Quimera

está la imagen del niño que chupa, del parásito, de esa mirada del niño que te impide volverte loca y que es también castradora, represora… pero no ha sido nada planeado. —En un momento de la narración la protagonista dice que quisiera tener de vecinos a Egon Schiele, Lucien Freud y Francis Bacon. Esto, que me parece toda una declaración de intenciones, me lleva directamente a preguntarte por la impronta pictórica en la novela. Pienso no en el color, o en el trazo, pero sí en la imágenes, en estas imágenes de la putrefacción y lo grotesco, como reflejo del deterioro emocional. —pienso que si hay una cosa que une a estos tres artistas, o por lo menos una de las cosas que los une, es el tratamiento de los cuerpos, cuerpos torturados, desfigurados, desarmados, expresionistas, perforados. egon schiele pintaba niños desnudos de manera obscena… ese tratamiento deshumanizado de los cuerpos me hizo pensar que eran buenos cómplices para la protagonista. —Volviéndo al tema de las imágenes… —eso es algo que le debo a la dramaturgia: esa noción tan fuerte de “imagen generadora”. visualizar mas que conceptualizar. Hay algo de cinematográfico también. si hablo del deseo, lo primero que se me aparece a mí es la textura de una lengua al besar, después viene la noción narrativa. Y también hay mucho de cine en el tratamiento del plano detalle. —¿Alguna influencia directa en este libro? —sí, hay una escena al comienzo de una película llamada La novia polaca en la que vemos a una mujer que llega a una casa de campo como una sobreviviente, semidesnuda. llega arrastrándose animalizada, y se desploma frente a esa casa en medio del campo. Después la película va para otro lado, pero esa imagen, ese principio, tiene que ver con el estado original de mi protagonista.


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La poesía entre eL siLencio y eL pecado Un ensayo de ana BLandiana (segUido de poemas inéditos en españoL) traducción de Viorica patea

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no tenía más de cinco o seis años cuando vi, por primera vez, un poema impreso. apenas sabía leer cuando me regalaron un libro de versos para niños. antes de empezar a leer letra por letra –lo recuerdo incluso hoy– me extrañó el reducido número de palabras que contenía. en comparación con los voluminosos tomos de mi padre, cuyas páginas estaban totalmente cubiertas con letras, mi libro parecía realmente pobre; cada página tenía solamente unas cuantas líneas cortas, en donde las ilustraciones coloreadas y la serenidad blanca del papel cabían a sus anchas. cuando pregunté por qué mi libro tenía tan pocas palabras, recibí una contestación escueta: “así es la poesía”. en realidad, este descubrimiento sorprendente se halla en los orígenes de mis primeros versos. estaba en la escuela primaria –tal vez en segundo– cuando, en la clase de composición, la maestra nos mandó escribir un relato sobre nuestras vacaciones de verano y nos dijo que, después de haber escrito por lo menos dos páginas, podíamos salir al recreo. me acordé de los espacios blancos en el pequeño libro de poemas y pregunté cuántas páginas de versos debíamos escribir. es peraba que me dijera: muchas. para mi sorpresa, la maestra me dijo que si era capaz de escribir ver sos, podía escribir una sola página. así empezó para mí la relación extraña entre la poesía y las palabras, una relación que, con el paso del tiempo, demostró ser inversamente proporcional, y que me llevó finalmente al descubrimiento de que en un mundo en que se habla y se escribe tanto, el significado del poema consiste en restablecer el silencio. al principio fue la épica. Un inmenso río de palabras con ritmo y rima en el que se moldeaba todo sin olvidar

nada. no quedaba ningún resquicio para la duda, todo se expresaba plenamente: tanto la ira de aquiles como la metamorfosis de narciso y La leyenda de los siglosi. Lo que hoy llamamos poesía existía sólo en la pausa de la respiración entre los hexámetros, en la cesura de los alejandrinos, en el vacío entre las palabras. La poesía filosófica no consiste en pronunciar frases sabias sino en dar preferencia al silencio sobre las palabras. el primer gran poeta moderno fue quien lo descubrió. pero a lo largo del tiempo, los cálculos métricos son irrisorios, puesto que se da un paso para adelante e innumerables pasos hacia atrás. acerca de “La balada de las damas de antaño”ii el romanticismo ha vertido lienzos de historias versificadas. La poesía no es una serie de acontecimientos sino una secuencia de visiones. no constituye una abreviación banal, una simple concentración, sino que es esencialización y simbolización. y cuando digo simbolización no parto de la palabra ni del tropo con el nombre de símbolo, ni de la corriente llamada simbolismo, sino del símbolo matemático. en un tiempo infinitamente más largo, la poesía –como las matemáticas– ha pasado de las cosas al símbolo, del número de los objetos a la cifra llana. La poesía ha abandonado las palabras así como las artes plásticas han renunciado a la forma y la música a la melodía. se trata, en cierto modo, de abandonar los medios de expresión propios, un proceso que recuerda la reacción del maestro que arroja su cincel al ver que, con su mera respiración, puede dar vida a la estatua de mármol. este abandono indica el grado de confianza en sí mismo del artista. al descubrir el concepto de la sugestión, el poder evocador de la palabra pasó a ser la definición y la unidad de medida de la poesía. ya Quimera 25


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no importa lo que se dice ni cómo se dice, sino lo que se consigue sugerir a través de la palabra. el factor determinante es sólo la relación entre lo que se pronuncia y lo que se entiende. y tanto más alta es esta proporción cuanto más los versos se aproximan a la poesía. La elocuencia de la poesía ya no se mide mediante la concatenación de las palabras sino mediante el silencio existente entre ellas. el ideal consiste en expresar lo menos posible para sugerir mucho más. desde este punto, sin querer, mi pensamiento va incluso más lejos: si decir poco para sobreentender mucho supone aumentar el sentido artístico, entonces decir incluso menos para sugerir más es un paso adelante, y no decir nada para sobreentenderlo todo es la apoteosis del camino. allí donde no se dice nada se puede sugerir todo. mallarmé fue el primero en preferir el silencio a la poesía. esto puede parecer una locura, pero es algo lógico, puesto que el silencio contiene dentro de sí la poesía, de la misma manera en que el color blanco sintetiza todos los demás colores. pero al final de esta definición de la poesía moderna –que incluye mucho más fácilmente a novalis que a aragón– no puedo dejar de preguntarme ¿quién será capaz de distinguir el silencio de la serenidad? ¿Quién podrá separar el momento en que la canción ascienda de un alma a otra, frente a frente, sin que los vasos comunicantes se vean, sin que el oído perciba el murmullo del momento en que, cara a cara, con los ojos vacíos, ya no tendremos nada qué decirnos? ¿cómo podremos distinguir la poesía del futuro de lo que un filósofo llamaba “la muerte a causa de la infinidad de información”? ¿Qué fino aparato se tendrá que haber inventado para poder detectar y diferenciar el 26 Quimera

silencio de la serenidad? por supuesto que esa pregunta no tiene respuesta. en la comunicación artística entre la mente creadora y la mente receptora intervienen siempre los cinco – ¿o tal vez más?– sentidos. de su imperfección procede la imperfección del arte que no puede existir de manera absoluta a través de los sentidos. sin embargo, el arte no puede existir más allá de los sentidos. pero, si el arte es la aspiración hacia la perfección, y la perfección, como todos los valores absolutos, sólo existe más allá de los márgenes de la realidad, significa que el arte es una aspiración hacia la inexistencia, hacia el no ser, y la obra de arte es esa tenue línea, difícil de marcar, entre la existencia y la no existencia. en realidad, la poesía no es tanto una forma de sobrevivir como de morir, un modo de morir sin cesar, segundo tras segundo, hasta que ya no se pueda dejar de morir, jamás. La eternidad no es más que una muerte que no tiene fin. sólo puede existir lo que es imperfecto; la poesía es tendencia hacia la perfección, pero la poesía que alcanza la perfección desaparece. en este sentido, la obra de arte no es una cuestión de forma sino de ausencia de la forma. en el momento en que transcribe su fe en tropos, el poeta acepta implícitamente la degradación de su pensamiento a través de la multiplicación, la fragmentación, el entendimiento incompleto o erróneo a causa de su expresión. La poesía grande y verdadera es la que no se ha formulado aún. detrás de cada verso, sin la posibilidad de expresarse, hechiza lo inefable que no puede ser nombrado. mediante cada verso escrito, el poeta traiciona la perfección posible en él. en última instancia, el poeta, el gran poeta, no debería escribir ningún verso. Los que mueren jóvenes se acercan en mayor medida a este ideal absurdo. He dicho absur-

do porque el poeta puede morir, pero la poesía nunca: aunque nos hemos acostumbrado desde hace siglos a ver cómo los barcos flotan sobre el agua, no pensamos que un submarino muere cuando desciende a los abismos y sus antenas desaparecen de la superficie del agua. pero nunca, ningún poeta, por muy grande que fuera, o quizás por esta misma razón, va a renunciar a sus últimas palabras. Vivirá eternamente el drama de su indecisión entre dejar que su canción fluya suave, en silencio, inconsciente, como fluye la sangre a través de las venas, y la tentación de expresarla para que una multitud, un grupo, un hombre la entienda. renunciar a las palabras, algo deseado con exasperación por el verdadero poeta, es un gesto sobrehumano que le supera. Vi vimos siglo tras siglo, hora tras hora, el descenso de la poesía a la profundidad del silencio o sólo a la del lenguaje, y el repliegue de las palabras en sí mismas –al igual que las antenas de un caracol defraudado por lo que ha alcanzado– en un proceso que no tiene fin, semejante al tiempo infinito. no hay forma más allá de la imperfección de los sentidos, y la perfección es una cuestión de forma. el movimiento surgido de esta contradicción no cesará jamás y la definición de la poesía radica exactamente en este perpetuum mobile. La pregunta que surge es: ¿en qué medida puede la experiencia del poeta –es decir, yo misma– resistir a esta sucesión lógica de juicios y de conclusiones que ha generado? La primera reacción, casi de naturaleza psicológica, es un cierto temor ante la literatura (y la poesía se halla siempre más allá y no más acá de la literatura). el temor ante la ordenación del lenguaje, ante lo artificioso de las palabras, me pasma y, a veces, me provoca una total incapacidad


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para expresarme. después de los primeros dos versos que vienen espontáneamente, permanezco suspendida en una especie de tímido y obstinado orgullo que me impide cumplir intencionadamente lo que empezó por encima de mi voluntad. creo que se trata del mismo sentimiento del célebre “non sapere inventare nulla” de montale iii . yo tampoco sé inventar algo. sólo sé transcribir lo que vivo. no soy una escritora, sino solamente una poetisa. en los períodos de gracia, en mayor medida que en el resto del tiempo, he tenido siempre la sensación extraña y paradójicamente halagadora de que no soy yo la que compone sino que otra persona expresa a través de mí cosas que yo ni siquiera imaginaba unos instantes antes de escribirlas. tal vez, debería sentirme ofendida por esta dependencia total de fuerzas que ni siquiera puedo influenciar más que mínimamente, pero me siento feliz y orgullosa como una dama de la corte a la que el rey ha elegido para concebir un hijo. es una extraña combinación de humildad y de or gullo que sólo puede acabar en una forma especial de liberación. Hasta hace poco tenía la conciencia cierta de que escribo porque alguien en mi interior dicta, palabra por palabra, algo que sólo tengo que apresurarme a anotar, algo por lo que tengo que esforzarme para crear las condiciones necesarias para que esta voz interior hable y no cese de hablar. y aunque sería exagerado afirmar que yo misma era esa voz, un sentimiento profundo de parentesco, una relación verdadera de sangre, late entre mis páginas y yo. ahora me parece que ese alguien se ha instalado fuera de mí y, taciturno y poco comunicativo, ya no se mo lesta en aclararme nada, sino que, ajeno y apresurado, simplemente toma mi mano y la mueve sobre el papel.

así como en una conversación en una lengua que no domino bien –retomo con otros acentos una antigua reflexión de t.s. eliot– me sorprendo diciendo cosas distintas de las que pensaba, ya que, al no recordar las palabras exactas, me vienen a la mente otras con un sentido algo diferente; cuando escribo no puedo seguir nunca con precisión un plan – que, por otra parte, tampoco intento tener– porque otros vocablos, distintos de los que yo buscaba, substituyen mis deseos de materializarse en una frase y generan unos significados que me traicionan. por esto, en materia de poesía, tengo suficiente sentido común como para no tener ningún propósito. soy una poetisa, no me puedo permitir llegar a ser una versificadora. acabo de decir “soy una poetisa” y me siento incómoda, no sólo por la falta de modestia sino porque es una confesión un poco indecente. no he podido decir nunca “nosotros los poetas” sin sonrojarme así como tampoco he podido decir sin ruborizarme “nosotras las mujeres”. como si tuviera la sensación de aludir a cosas que no pueden nombrarse en voz alta, a realidades irracionales y secretas. La poesía me ha conferido la impresión de la presencia del otro en el mundo que nos rodea, ese otro que solamente en los momentos de gran cansancio llamaría nadie. y, aunque sé que no soy yo la que tiene poder de decisión sobre mi página, e incluso me enorgullezco de ello, me empeño en el compromiso de escribir, obligándome no solamente a expresarme, sino, también, a existir para ser expresada. me parezco a un vellón de lana que existe sólo en la medida en que alguien lo hila. Las relaciones entre la poesía y la literatura son complejas y contradictorias, y de ninguna manera, la poesía es, tal como nos enseñaban en la escuela, un género literario más, un

simple fragmento de la literatura. mientras la materia prima de la que surge la literatura sea la palabra, el misterio de la poesía se compone de silencios que las palabras sólo delimitan y valoran. de ahí, el deslizamiento continuo de los significados en una polivalencia misteriosa que crea, alrededor de las palabras, unas aureolas como aquellas que coronan las cabezas de los santos. el misterio jamás es nebuloso. empieza más allá, no más acá de la limpidez. La poesía insólita y difícil no es aquella en la que no se entiende nada, sino aquella que nunca se comprende de manera definitiva. de hecho, existen poetas que se niegan a comunicar y otros que permanecen enigmáticos incluso a través de la comunicación, mientras el misterio subyace incluso en la ilusoria certeza de aquellos que creen que lo han entendido todo. para mí, la poesía es el avance lógico de palabra en palabra, de piedra en piedra, sobre la tierra firme, hasta un lugar en el que el significado se abre de repente de manera inesperada sobre el vacío y se detiene conteniendo el aliento. ese momento lo es todo, esa irrupción del abismo, esa emoción repentina ante la frontera alcanzada; esa suspensión es más reveladora que seguir inconscientes el camino que nos lleva sobre el precipicio. al milagro he preferido siempre las preguntas sin respuesta de las que éste, en última instancia, procede. me seduce la poesía en la medida en que su lógica aún conserva las huellas de la lógica de los demás, esos signos misteriosos cargados de significados indescifrables, al igual que unos recuerdos incomprensibles de otra vida que –ahora ya no podemos dudarlo– ha existido. He soñado siempre con un texto que tiene varios niveles, perfectamente inteligibles, autónomos y distintos, parecidos a las paredes de algunos monasterios medievales recubiertas de Quimera 27


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paisajes en los que, desde ciertos ángulos, se descubren las figuras de los santos. en la poesía lo importante no es lo inaudito, sino algo que conocíamos de otra vida. La poesía no debe transmitir la sensación de un conocimiento sino de un reconocimiento. creo que debía haber empezado con la confesión de que jamás he cultivado lo nunca-visto, lo nunca-dicho, lo original, lo nuevo en busca de la admiración y el éxito. siempre he creído que la poesía no tiene que brillar sino iluminar. el emblemático verso de Baudelaire “au fond de l’inconnu, pour trouver le nou veau”iv me ha resultado siempre ajeno e incomprensible porque el arrogante deseo de buscar y encontrar lo nuevo, es decir, el éxito, pertenece a un terreno más inferior y mundano que el de la poesía. emparentado más bien con el deseo de impresionar que el de ser, el afán de originalidad me pareció más bien frívolo y capaz de romper el vínculo entre forma y contenido en favor de lo insólito. por el contrario, los arquitectos de las catedrales góticas no se esforzaban por evitar repetir el arte de los demás, sino que procuraban no diferenciarse entre sí. por muy paradójico que parezca, los grandes poetas se asemejan entre sí, sólo los mediocres pretenden la originalidad. Lo sublime carece de diversidad. Los que lo alcanzan se asemejan entre sí. en sus versos más elevados, shakespeare y novalis se parecen: lo inefable no tiene categorías. distintos, originales y diversos son sólo los mediocres. no es difícil ser nuevo, es difícil ser eterno. el orgullo y la poesía no son realidades cotangentes; existe, aunque no sea siempre evidente, una incompatibilidad entre el poeta y el farsante, entre el que escribe y el que se deja engalanar con laureles. Hace mucho tiempo que abandoné 28 Quimera


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la ilusión de poder controlar la poesía a través de la razón y que renuncié a la ambición de hacerlo. Hubo una época en la que la falta de relación entre la inteligencia y el arte me parecía una injusticia ante la que incluso me rebelé. sólo cuando entendí que la poesía se emparenta con el silencio, con la quietud y la sombra, más que con el resplandor y el desgarro interior, comprendí por qué motivo los dioses a menudo elegían a seres más bien lerdos para enviarlos a la tierra. ahora temo la soberbia de querer comprenderlo todo y de eliminar definitivamente lo que no se puede entender a través del intelecto. a veces, pensar la poesía significa negarla. pero si la aproximación racional y la capacidad intelectual pueden oponerse a la esencia de la poesía, ¿no lo hacen en igual medida las estructuras estéticas, las reglas y las normas de la belleza, los tropos y los adornos? entre la poesía y las doctrinas literarias existen muy pocos puntos de coincidencia, y las teorías acerca de las corrientes poéticas provienen generalmente de autores a quienes les resulta más fácil hablar de poesía que crearla. giordano Bruno intuía esta verdad cuando protestaba contra los “que hacían reglas para la poesía”, reglas cuyo destino era ser anuladas por los verdaderos poetas. Las formas fijas de versificaciones laboriosas, que han dominado con tan docta autoridad durante siglos enteros –“toute est prose rimée” decía rimbaud– me asustan por su habilidad de recubrir la nada con bellos ropajes, por la perfidia de crear uniformes sofisticados y encorsetados que pueden revestir, en igual medida, la poesía o la nada. conozco poemas que me recuerdan aquellos vestidos medievales conservados en los museos, tan profusamente adornados, que se sujetan orgullosos a sí

mismos, sin la necesidad de vestir un cuerpo vivo. sé que la poesía, cuando existe de verdad, es suficientemente poderosa como para vencer los obstáculos de sus propios adornos. sueño con una poesía simple, límpida y tan transparente que insinúe la sospecha de que ni siquiera existe. Una poesía en la que las palabras se unen obedeciendo órdenes misteriosas, no leyes inflexibles. sueño con la melodía fluida de los sonidos, con el ritmo que marca la música sin el cálculo forzado de la métrica. temo a la rima implacable, la que cae con aplomo como una espada al final de cada verso; me encanta la rima irregular que se asoma de improvisto a lo lejos y que reaviva algún significado olvidado como si fuera un amor antiguo. me emociona la rima que me da la sensación de emparejar las palabras que he conocido en otra vida y me asusta la rima aparente, erudita y ofensiva tanto como los fragmentos de un espejo que, en vez de reflejar un rostro, nos deslumbra maliciosamente con el sol a los ojos. porque nada me asusta más que el talento que se descubre a primera vista y la retórica que no se deja intuir siquiera desde el principio. pero podríamos desglosar al infinito la aversión ante la literatura que alberga cada poeta verdadero, y que constituye la definición de la naturaleza contradictoria de la misma creación poética, que se encuentra a igual distancia entre el gesto artístico y el místico. “estamos más cerca de lo invisible que de lo visible”, dijo en alguna parte novalis, resumiendo de manera muy sencilla el inestable e incierto equilibrio entre belleza y verdad. ¿es esto un pecado? ¿es esto, tal vez, el pecado original que vincula con fuerza a la vez que reticencia, la magia de la materia con la necesidad de desprendernos de ella? y, en el mismo orden de cosas

¿es realmente una culpa esta doble necesidad del poeta de ser y no ser entendido por los demás? sobre todo porque desde hace decenios el drama del poeta ya no consiste en la indiferencia de la sociedad, sino en el impulso con el que ésta le abraza, le manipula y le erige en símbolo. al tener que elegir entre el pecado de la palabra y el del silencio de la evocación, entre la aceptación o el rechazo de la expresión material –y, por eso mismo, limitada– la poesía tiene que tomar partido con cada verso. es una opción dramática que ella misma posterga hasta el momento en que su nacimiento ya no puede ser detenido. el carácter implacable de la poesía es su única y dolorosa razón de existir. y el dolor es siempre una certeza en un territorio tan incierto. no podría terminar sin arrepentirme de haber intentado transmitir cosas que se pueden expresar tan poco. “Quien la conoce no habla de ella, y quien habla de ella no la ha conocido”, dice Lao tsé refiriéndose a la realidad suprema y, por tanto, también a la poesía. ¿pero quién puede decir algo más sobre la poesía que la poesía misma? nadie formula preguntas antes de intuir su respuesta… a pesar de que –estoy segura de ello– a un caballo común, las alas de pegaso le parecen sólo una prueba de la incapacidad para correr.

notas. 1. epopeya que sintetiza la historia del mundo de Victor Hugo (1859) 2. poema de François Villon que conmemora a mujeres célebres de la historia y la mitología. 3. “no sé inventar nada”. 4. “a la profundidad del abismo para encontrar lo nuevo” Quimera 29


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Mi patria A 4 (Traducción de Antonio Colinas y Viorica Patea)

Qué difícil es acariciar ¡Qué difícil es acariciar las plumas de un ángel! por muy cerca que esté, rehúye el roce; por miedo a que lo atrapes, da vueltas, regresa —su aleteo inaudible, es el único sonido que puede producir. ellos, los ángeles, no saben hablar, no son adecuadas las palabras para su expresión, su mensaje mudo es la presencia. suelen acercarse para envolverte con su aura, pero enseguida se alejan, atemorizados por la intimidad, protectores, pero no familiares, dejan siempre una distancia por la que mis palabras se arrastran para alcanzarlos, sin saber si no son demasiado débiles para llegar a su oído. ¡El handicap de la fe!: no saber si te están escuchando, ni si escuchas. de todos los sentidos sólo queda el sueño táctil de acariciar, sin asustarlo, las plumas de un ángel…

Iglesias cerradas iglesias cerradas como casas cuyos propietarios se han marchado sin decir por cuanto tiempo, y sin dejar dirección. alrededor de la ciudad, dan vueltas tranvías y bicicletas, 30 Quimera


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Bocinas, reclamos, Los habitantes apresurados Venden y compran, venden y compran, comen de pie, y, de vez en cuando, cansados, se sientan a tomar café en una terraza próxima a una catedral del siglo Xi, a la que miran sin ver, puesto que hablan por teléfono y no preguntan Quién es aquel que ha vivido… alguna vez en Una casa tan grande.

Carnaval se tiñe de colores y con este brillante atavío pasa de hoja en hoja, Las convence de que el vuelo no duele, Que es una experiencia maravillosa, Luego, las desprende suavemente, y, por primera vez, libres, se encuentran fascinadas por la experiencia como si no fueran a morir. pero mueren. y él, el que las ha disfrazado para matarlas, permanece solo y coloreado como un payaso, en un mundo, de repente, más grande entre la catedral y la plaza, solo, y sin saber morirse, aunque sepa volar. Quimera 31


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El dueño del molino ¿de qué está hecho el polvo Que él deposita sobre las cosas, tan fino y casi invisible Que sólo duplica, con una aureola de sombra, su contorno? ¿dónde se halla el molino que tritura cuanto desaparece y produce este polvillo del no ser, como un polen que se pega a los dedos, cuando quieres acariciar una vez más algo del pasado? ¿o, acaso, el triturado es él, para que nadie se dé cuenta cuando desaparece y nadie recuerde de qué consta la diferencia entre el frío infinito y la eternidad ardiente? pero entonces ¿quién es el dueño del molino en el que La muerte es sólo una pobre manipulación? La historia del calendario aún no existía, sólo tú sabías que yo iba a ser. y a pesar de ello has fijado la fecha de la anunciación sin consultarme. ¿o, tal vez, a ti tampoco te consultaron? ¿a ti también te pusieron delante de los hechos consumados? al fin y al cabo ¿qué hubiera podido decidir mientras nadaba en el líquido amniótico, amando el traje de carne ardiente Que se preparaba a desvestirme para arrojarme al mundo desnudo envuelto como en la placenta de un cuento … dime de verdad: ¿tenías miedo de mí? ¿de la manera amenazadora en la que crecía dentro de ti, reemplazándote? ¿es por miedo por lo que has decidido poner entre tú y yo La historia del calendario? 32 Quimera


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Sobre patines ellos pasan patinando con los auriculares retumbando en sus oídos, y los ojos clavados en las pantallas, sin advertir que las hojas caen, Que los pájaros se van, ellos pasan patinando, mientras que, por encima de ellos giran las estaciones Las vidas, Los años y los siglos, sin entender qué es lo que pasa. ellos pasan sobre patines, por entre las sombras de la realidad Que creen que existen y entre personajes que piensan que son hombres, mecanismos creados por otros mecanismos a su imagen y semejanza, mientras, dios desciende entre ellos y aprende a patinar para poder salvarlos.

Clepsidra miro la clepsidra en la que la arena Quedó suspendida y se negó a caer. es como en un sueño: nada se mueve. miro el espejo: nada cambia. el sueño de un alto en el camino hacia la muerte se asemeja a la muerte.

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Olga Merino (Barcelona, 1965), ha vivido en Londres y Moscú, donde fue corresponsal de El Periódico de Catalunya, y es una enamorada de la literatura rusa y de la lengua castellana. Se considera “una esponja del idioma”.

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OLga MerinO

“eL eScritOr tiene que eStar en una reaLidad ParaLeLa” Ocho años después de la magnífica Espuelas de papel (alfaguara, 2004), aparece la nueva novela de Olga Merino (Barcelona, 1965) Perros que ladran en el sótano (alfaguara, 2012). Hablamos con la autora sobre estructuras narrativas y cultura popular, literatura e historia y sobre las difíciles vicisitudes que caracterizaron la escritura de la novela.

POr ÓScar carreñO —La conflictiva convivencia entre un anciano y su hijo, el Tetuán de los cincuenta del siglo pasado, el mundo de la farándula en la España que vive la agonía de Franco, Madrid a inicios del siglo XXI o la Barcelona de la Transición, son personajes, paisajes y tiempos históricos presentes en tu nueva novela Perros que ladran en el sótano ¿Cuál es la idea primigenia sobre la que comienzas a construir la historia? —Partí de dos intereses que al final acabaron confluyendo. Por un lado, me apasionaba la historia del Protectorado español en Marrue cos (1912-1956), un periodo bastante desconocido. aun cuando el tema africanista dio bastantes novelas, entre ellas algunos clásicos indiscutibles —Imán, de ramón J. Sen der; El blocao, de José díaz Fer nández; La ruta, de arturo Barea; y Quatre gotes de sang, de Josep Maria Prous i Vila—, siempre abordaban la cuestión desde el punto de vista bélico. era muy escasa la producción literaria desde el punto de vista civil, de la vida cotidiana; apenas la espléndida La vida perra de Juanita Narboni, de Ángel Vázquez, y la muy reciente El tiempo entre costuras, de María dueñas. Percibí

que ahí se escondía un filón narrativo. Por otra parte, un buen día, en la plaza de Santa Maria del Mar, en Barcelona, me asaltó una imagen: vi a un hombre cerrado de barba, vestido con una bata de mujer, que cantaba con un micrófono y un pequeño amplificador. Lo hacía bastante mal, y algunos críos se mofaban de él. ni se molestaba en pasar el platillo; él solo deseaba cantar disfrazado de mujer, y punto. Fue un relámpago: había material para escarbar en la idea de un individuo cuyo apasionamiento excede con mucho a su talento artístico o bien en aquel que tiene talento y, sin embargo, lo malbarata por falta de esfuerzo y constancia. —Los dos primeros capítulos de la novela se inician con el protagonista resolviendo una sopa de letras y con ese mismo protagonista, aún niño, observando, desde la atalaya de una azotea, el laberíntico trazado de Tetuán y el pulular de sus gentes. Buscar un orden significativo en el desorden total (la sopa de letras) y observar las vidas ajenas para recrearlas literariamente (atalaya) pueden parecer propósitos del nove-

lista ¿Responden esas imágenes a una intención programática? —esas imágenes no parten de una estrategia premeditada, pero su pongo que sí, que el subconsciente trabajó en ese sentido desde la recámara. entiendo la literatura como un camino de búsqueda para entender determinados momentos históricos o bien para escudriñar algún misterio del ser humano. a partir de la literatura, de la lectura y la escritura, entiendes la vida. O lo intentas. —Esa búsqueda para entender momentos y misterios humanos en cuentra a menudo en tu literatura formas de sabiduría que, lejos de los libros, nuestros abuelos encontraron en la experiencia. Sentencias llenas del saber que impone una cotidianidad de trabajo manual e historias explicadas a la luz del fuego ¿Qué papel juega en tus novelas la cultura popular? —desde muy niña, me apasionaron las palabras y el lenguaje, como éste se transforma y expande su capacidad expresiva, sobre todo en la cultura popular. como escritora, tuve la fortuna de nacer en el seno de una familia de orígenes rurales con un Quimera 35


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castellano muy rico, lleno de palabras y expresiones hoy casi perdidas. de niña, recuerdo haber apuntado en una libreta palabras extrañas que escuchaba en boca de mis abuelos. en Espuelas de papel hice un esfuerzo consciente por recuperar todo ese léxico proveniente de las tareas agrícolas, de los aperos de labranza, de objetos domésticos de uso cotidiano, del cambio de las estaciones y de la luz, estados de ánimo, etc. no puedo evitarlo: soy una especie de esponja para el idioma. aunque no quiera, absorbo los vocablos que inventa la calle, se me pegan. ahora se ha puesto de moda el verbo guatsapear. —El influjo de lo popular convive en tus novelas con estructuras narrativas complejas: alternancia de espacios narrativos, ruptura de la linealidad cronológica con la inserción de diferentes planos temporales… ¿Cómo trabajas estas estructuras? ¿Te la exige la historia que quieres explicar o bien partes de la base de adecuar aspectos de la historia a una estructura previamente establecida? —Suelo trabajar con estructura previa y el convencimiento de que cuando esté metida en harina cabe la posibilidad de que tenga que desandar lo andado, de que la historia me lleve por otros derroteros. trabajar con estructura tiene la gran ventaja de que no te pierdes: avanzas con mapa. Pero también presenta un grave problema: la eventualidad de la rigidez. Para que la estructura se acerque a la imposible perfección, todos los elementos han de encajar en justo equ ilibrio, y eso obliga a veces a malabarismos con las subtramas, personajes… creo que en Perros que ladran en el sótano la estructura compleja funciona, pero tal vez la se gunda parte habría necesitado más aire. Los personajes de la troupe de variedades que acompañan al pro36 Quimera

tagonista, habrían necesitado un poco más de espacio para desarrollarse, pero de haber sucumbido a ese deseo, la primera parte habría quedado descompensada. —Entiendo a lo que te refieres pero creo que es justamente esa síntesis constructiva de los personajes de la troupe de variedades lo que les confiere valor de metáfora de la España de Franco —aquí sí fue un intento deliberado de construir una metáfora, no sé si conseguida. La españa desnortada

Suelo trabajar con estructura previa y el convencimiento de que cuando esté metida en harina cabe la posibilidad de que tenga que desandar lo andado, de que la historia me lleve por otros derroteros.

que echa a andar tras la muerte de Franco, con unas ansias inmensas de libertad y sin saber a ciencia cierta hacia dónde encaminarse, con un sentimiento de orfandad y estafa, se encarna en una troupe de cómicos que entronca con la tradición picaresca. Por eso su diversidad geográfica: un faquir catalán, un tenor vasco, un enano gallego, un ra millete de vedettes andaluzas y

levantinas... una road-movie esperpéntica y cañí. —Una variedad geográfica, una alternancia de espacios narrativos que vincula Perros que ladran en el sótano, como antes vinculó espue las de papel o cenizas rojas, al fenómeno de la inmigración, del viaje forzado por las vicisitudes de perder una guerra o de intentar ganar calidad de vida ¿Cómo valoras el fenómeno de la inmigración en tu literatura? —Me he dado cuenta a posteriori que las tres novelas que he publicado hasta la fecha abordan, en realidad, el mismo tema: el individuo transterrado. en Cenizas rojas, un niño de la guerra rememora sus vicisitudes en el Moscú comunista, al tiempo que constata cómo se viene abajo el gigante soviético con pies de barro; Espuelas de papel narra la peripecia de una familia andaluza que emigra a la cataluña industrial durante la posguerra; y en Perros… el protagonista, nacido en tetuán, no sólo pierde el país en el que había nacido, con la independencia de Marruecos, sino que, ade más, su homosexualidad en tiempos oscuros lo obliga a una especie de desarraigo interior. es indiscutible, pues, que me interesa la cuestión. Barajaba incluso la idea —no sé si la acometeré— de novelar la epopeya de los españoles que se embarcaron a la conquista de américa en el siglo XVi, sin saber adónde se dirigían ni qué iban a encontrarse. Se ha escrito mucho desde la otra orilla, pero creo que poco desde aquí, desde el punto de vista del conquistador/expoliador/descubridor. —Decía Delibes que al leer las novelas de Cela percibía el momento en que éste paraba de escribir esperando al día siguiente para continuar la redacción. Reproche de cierta falta


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una Banda de cOMedianteS Sin ruMBO

Perros que ladran en el sótano. Olga Merino. Madrid: alfaguara, 2012. 272 págs.

tras su tercera novela podemos concluir que Olga Merino posee la virtud de exprimir la potencialidad expresiva que ofrecen las palabras. esa capacidad se concreta en la plasticidad con la que construye imágenes de un intenso lirismo o en la utilización de una gama léxica del castellano, en extinción, que se incrusta con gran naturalidad en el texto, alejándose del peligro de caer en un vacuo ejercicio de musculatura semántica. con esa palabra ha construido, para su última novela, una estructura compleja que nos conduce del tetuán del protectorado, al Madrid de inicios del siglo XXi, pasando por la Barcelona golfa de Ocaña o la lúgubre meseta castellana de la década de los setenta del siglo pasado recorrida por una troupe de comediantes. el resultado final supera la alta nota de su anterior novela Espuelas de papel (2008). Y la supera por controlar con más acierto la fuerza torrencial de su prosa, más equilibrada aquí, menos barroca y alambicada que en Espuelas de papel. de ésta volvemos a encontrarnos en Perros que ladran en el sótano el decisivo papel del paisaje, espacios narrativos que se ciñen al ánimo de los personajes. así el terruño marroquí de tetuán, donde el charqi aún transporta los ecos de las voces heridas en las cruentas guerras del rif, con su disposición laberíntica de callejuelas, se ajusta al accidentado trazado que rige el camino por la vida de los personajes maltratados por la Historia y atenazados por amores imposibles. un espacio que como la Sevilla de Espuelas de papel, subyugada por

la violencia del sanguinario díaz criado, parece descansar más en el terreno de la leyenda que en el de la Historia. Pero el gran logro de la novela es esa banda de comediantes que viaja sin rumbo por una geografía devastada, en busca de un rincón donde hincar un atrezo de miseria con la que engañar al hambre, pernoctando en lúgubres hoteles de carretera y deshojando una margarita cuyos pétalos remiten al unívoco destino de la pobreza. una banda de comediantes que sirve a Merino para recuperar la tradición valleinclanesca del esperpento, utilizando algunas de las sabías sentencias de Max estrella: España es una deformación grotesca de la civilización europea o Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas. amalgama de chicas almodóvar y atmósferas Fellinianas, la troupe acaba por convertirse en una brillante metáfora de esa españa tardofranquista mísera y desubicada de su tiempo. Buscando entre los elementos paratextuales, el título nos remite a otro de los grandes temas de la novela, la preparación para el morir. esos perros que reclaman con su ladrido subterráneo a aquellos que caminan con inestabilidad funambulesca por la superficie de la vida. título de inconfundibles ecos dostoievskianos (su admirada literatura rusa) que nos ensalza una historia de amor filial redimido, de la superación final de rencores pretéritos ante la agonía paterna y la cercanía de la muerte. Olga Merino ha encontrado un tono que, siendo deudor de una amplia herencia, logra trascender influjos pretéritos para configurar una voz singular a la que habrá que exigirle que no demore tantos años el canto de una nueva historia. (Óscar Carreño)

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de unidad tonal que Delibes notaba en la prosa de Cela. La construcción de Perros que ladran en el sótano se vio interrumpida por un grave problema de salud. El resultado final de la novela mantiene una impecable unidad tonal y esa vicisitud pasaría absolutamente desapercibida si no fuera por su mención en los agradecimientos finales. ¿Cómo volviste a enfrentarte al texto? ¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela? —Hace tiempo, leí una entrevista en que Javier Marías contaba que una de las primeras personas que leyó el tercer volumen de Tu rostro mañana le preguntó qué estaba escribiendo concretamente cuando lo sorprendió la muerte de su padre. Marías comprobó en su agenda que, al sobrevenir el fallecimiento, no había escrito una sola línea entre el 8 de diciembre de 2005 y el 28 de diciembre. “Pues no se nota nada”, le dijo el amigo. Si en sólo 21 días de paréntesis cabía preguntarse por la posibilidad de que el parón hubiese afectado al tono de la novela, imagínate en mi caso, que estuve prácticamente un año sin tocarla a consecuencia de una enfermedad (síndrome de guillainBarré), de la que estoy felizmente intacta y recuperada. Fue muy duro; casi imposible recalentar el guiso. Me ayudó el hecho de tener una estructura mental muy clara. Y, al mismo tiempo, necesitaba agarrarme a la escritura para reanudarme, para que mi vida recobrara sentido pleno, así como la enfermedad y la muerte de seres queridos, que me acompañó durante el proceso de escritura. el escritor tiene que estar en una realidad paralela. Mientras escribes, vives en la novela. Los parones pueden ser letales. —En Perros que ladran en el sótano subyace una tristeza que sobrevuela todas sus páginas y que no 38 Quimera

logra evaporarse ni al final del relato ¿Responde esta circunstancia a un estado de ánimo? —digamos que no escribí la novela en el mejor momento de mi vida. de todas maneras, quiero reivindicar un sentimiento que creo injustamente denostado: la melancolía,

digamos que no escribí la novela en el mejor momento de mi vida. de todas maneras, quiero reivindicar un sentimiento que creo injustamente denostado: la melancolía, cierta tristeza plácida…

cierta tristeza plácida, parecida a la saudade de los portugueses, en la que se mezclan la ternura, el alma y, por qué no, la alegría. no me siento incómoda en la melancolía; tal vez se deba al hecho de que viví cinco años en Moscú, y ese es un sentimiento muy ruso. también me gustaría precisar que anselmo, el

protagonista de Perros…, no es en absoluto un personaje autocompasivo, que se arregoste en el dolor. Lo acepta y convive con él sin amargura. —Que la historia reciente de España no está superada es un axioma que el presente periodístico demuestra día tras día. Perros que ladran en el sótano acaba con una sentencia tajante: Yo no perdono ni quiero olvidar; aun cuando la cita se pone en boca de uno de los personajes para referirse a una vivencia personal, parece que la máxima puede aplicarse al sentimiento mutuo que mueve la relación entre las dos Españas. —creo que es perfectamente extrapolable. La memoria histórica, cuando es indigesta, tiende a olvidarse con facilidad, y no creo que ese sea un buen ejercicio. estoy de acuerdo con la idea de que la transición se edificó sobre un pac to de amnesia colectiva —quizá, con las pistolas encima de la mesa, no había otra salida en aquel mo mento—, pero aún ahora estamos pagando las consecuencias de la desmemoria. Para que las heridas no cicatricen en falso, primero deben limpiarse. —Para acabar quería preguntarte qué lee Olga Merino, qué autores sigues con interés y qué otros te han sorprendido recientemente. —nunca fui ordenada en mis lecturas. como de todo, saltando de aquí a allá, sin método, ni ruta. este ve rano he vuelto a Ana Karénina, de tolstói, y he leído algunos textos del grandísimo chéjov que desconocía. Hace tiempo que renuncié a estar al día de novedades literarias. Voy picando. entre las lecturas recientes que me han sorprendido: Stoner, de John Williams, y los Cuentos reunidos de Bernard Mala mud que publicó el aleph.


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un poema de

Juan andrés García román

No conozco cielo más allá de las copas de los árboles y mis ángeles son monos

asómate y enseña la corona. ayúdame, ilumíname con una vela, como también nosotros te iluminamos con una vela. Ven, señor, tócame con mano grande. apóyate en la nube y ven. ¿Eres feliz? señor, ¿eres feliz? Hace tiempo te espero como un náufrago en un claro de bosque. Ven, que quiero presentarte al dinosaurio de mi muerte para que juegue contigo y seas feliz. señor, ¿no sabes que hace tiempo me río y me emborracho por ti? ¿Estás bien?

Pon tu brazo entre aquí y allí como si mi oración fuera tu gimnasia y déjame que te mire el corazón como también los médicos miran los relojes de oro de los pacientes o sus glúteos. señor, Galaath, mira cómo nos morimos. cuánta coquetería. Te digo que si no vienes, voy a ir yo, voy a salir por el espacio que queda entre mi padre y mi madre. antes de que se cierre. Voy a bucear por tu sangre, y desde tu sangre, como salmón, hasta la sangre de José de arimatea y de barba en barba, como ardilla, hasta la cabeza del Padre. señor, dame la mano y tira con toda tu fuerza. súbeme contigo al cielo o a tu espalda.

Todo está bien, todo estará bien.

amén, etc.

Juan andrés García román (Granada, 1979). Es poeta y traductor. La adoración (dVd, 2011) es su último libro.

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Fotos de Juan Yanes

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la verdad sobre el caso tarántula

un relato policial de toño angulo daneri Hace unos meses el escritor peruano Javier Arévalo puso en marcha una colección de literatura popular. La idea era atraer a la literatura de género a escritores que nunca la habían practicado. Y difundir sus historias masivamente. La iniciativa ha sido un éxito en Lima . Ha continuación ofrecemos un relato del cronista y escritor Toño Angulño, editor de la revista etiqueta negra (Lima) y coordinador de la revista eñe (Madrid) que debuta en el género policial con las aventurasdds de la doctora Barahona y el inspector Baquero.

blancas: P4d. abro yo.

lejana y dulce, como un eco, a través de los poros de las paredes. —te toca —le digo a la computadora. cierro el programa de ajedrez y reviso por quinta vez en una hora mi el artefacto me responde con un agenda para hoy. Para lo que queda ruido extraño, como los locos, mur- de hoy: murando todo lo que le pasa por la 6.00pm Huir de aquí. cabeza. un día me va a contestar de 6.30pm reunión en radio doble9. verdad y voy a salir corriendo. sí, tengo una reunión en doble9. negras: c3ar. la computadora hace Gracias a un amigo, hace unas semasu movimiento. nas les presenté un proyecto para un programa y me lo han aceptado. —ajá —le digo—. Me sacas la caba- Rockaholic. Rock is my job, así se va a llería. a ver cómo te va con esto. llamar. sólo viejos discos de vinilo. blancas: P4ad. the Yardbirds, the band, the stoonegras: P3r. ges, esa gente. empiezo mañana y blancas: c3ad. seguiré todos los viernes de 11pm a 1 negras: a5c. de la madrugada. no se lo pierdan. blancas: d2a… continúo: es una tarde aburrida en la agencia. 8.00pm Ya en casa, actualizar el la doctora barahona no ha regresado expediente de la niña escocesa desdesde el almuerzo y Marta, la secre- aparecida hace tres años en la costa taria, transcribe unas entrevistas de del sol. un caso antiguo y cerrado, sólo para sobra decir que el caso no avanza. el archivo. al cabo de unos minutos en el último mensaje que recibí de me llama por el intercomunicador y scotland Yard me decían que siguiera me pregunta si se puede ir. esperando su señal para actuar y que mientras tanto no hiciera nada por —claro —le digo—. nos vemos ma - mi cuenta ni hablara del tema con ñana. nadie. aunque se supone que no de bo responderles, lo hice con un senciMarta también se despide y me llo mensaje cifrado: “Por las tiesas recuerda que al salir cierre con llave barbas de nuestro señor Jesucristo, y ponga la alarma. su voz me llega ¿hasta cuándo?”. como un dúo de voces: nasal y metá- desde entonces no me han vuelto a lica a través del intercomunicador, y decir nada. Quimera 41


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9.00pm separar los discos de 45 y 33 rpm que llevaré a la primera emisión de Rockaholic. no sé si empezar con algo divertido tipo “bobby brown”, de Frank Zappa, o “Peaches”, de the stranglers, o con algo más en plan declaración de principios, como “Heart full of soul”, de los Yardbirds. da igual. no lo decidiré hasta un minuto antes de salir al aire. 10.00pm llamar a Patricia, mi vecina del 401, a ver si tiene ganas. 10.05pm si no tiene ganas, ver un capítulo de e! true Hollywood story. 11.00pm … suena el teléfono y me olvido de todo. Jalo la llamada desde mi anexo. es, cómo no, la doctora barahona, mi jefa. —¿Y Marta? —me pregunta a quemarropa. —Ha bajado a comprar no sé qué. —okaaayyy —dice con voz cantarina, señal de que no me ha creído ni un pelo—. dile que me llame. cuando vuelva. —okaaayyy —la imito. —¿Qué planes tienes para esta noche? —una cita. —cancélala. —no puedo. —te invito a comer —dice.

—Prepárate para oír esto —me anuncia efectivamente horas después cuando entra dando zancadas al restaurante que he elegido y se sienta a la mesa donde la estoy esperando con tres copas de vino. una de las copas está vacía, sin tocar. otra está llena. Y la tercera, mezclada ya con mis glóbulos rojos. le sirvo su copa. le da un buen sorbo. —a que no sabes qué casazo nos ha

la principal sospechosa del caso, hoy condenada por asesinato después de un juicio sumarísimo y encerrada en el penal de mujeres de chorrillos, es la ciudadana húngara Kriszta szalai nádudvari. 27 años, 1,78 de estatura, 98-63-94…

las estadísticas al respecto conforman una sólida e historiada base de datos y advierten que sólo hay dos motivos para que mi jefa me invite a comer una noche de un jueves cualquiera, como hoy: [a] Quiere contarme algo urgente. [b] Ha peleado con el novio de turno y es su forma de insinuarme que la ayude a matar al gusano del despecho.

caído hoy —dice, levantando su cartapacio de trabajo con un brillo de excitación en los ojos como si acabara de recibir una herencia—. ¡es una bomba! lleva puesto un vestido azul, ceñido, y el maquillaje a tono. se acaba de duchar, huele a eso. Y también a su perfume para las ocasiones de fiesta.

—¿en tu casa? —le pregunto para saber si se trata de la segunda opción. —no —dice—. Fuera. tú elige el lu gar y haz la reserva. Que sea discreto, eso sí. Ya no queda ninguna duda. Quiere contarme algo.

—te apuesto los dry-martinis de más tarde —digo— a que efectivamente no lo sé. tú dirás, en tu casa o en la mía. —estamos trabajando —me ataja. saca el expediente que contiene su cartapacio y de un golpe lo coloca

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sobre la mesa—. Ésta es una reunión de trabajo, no te equivoques. —lo intento. Pero no puedo evitar pensar que más que trabajar en el casazo que has aceptado, lo estamos celebrando. —todavía no —dice—. cuando lo hayas resuelto. Y en ese caso, ya veremos. Me mira desafiante, como diciéndome: a ver, ahora qué vas a decir. no digo nada. —el caso tarántula —me suelta de golpe. a pesar de su cara de espero tu reacción, so memo, tampoco digo nada. ni sonrío ni abro la boca ni le hago give me five o thumbs up. nada. ella pone cara de estás loco o qué. —el caso tarántula —repite, y me hace un gesto con las cejas para que mire el expediente—. ¿Qué parte de Caso o de Tarántula no has entendido? —ninguna —digo—. sólo que es un caso que ya está cerrado. —eso es lo que tú y yo y todos los peruanitos tontitos nos hemos creído. —se indigna con satisfacción, como si fuese justamente el tipo de comentario que estaba esperando—. o nos hicieron creer. Porque hay indicios para pensar, mi querido baquero, indicios muy serios, que no es así. Pero felizmente para eso estás tú. o mejor dicho: para eso te he invitado a comer. Para que tú, cual mesías con la corbata mal puesta, nos guíes por el camino de la verdad. chuf. Me acaba de disparar con su beretta. chuf. Para eso estás tú. chuf. con la corbata mal puesta. es lo que más le gusta en la vida. Y empiezo a creer que a mí también. en ese momento aparece el mozo. con unos movimientos a medio camino entre el pase torero y un solitario baile de tango, se acerca abriéndose paso entre las mesas y nos entrega las cartas.


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—¿Me permiten que les recomiende algo, los señores? —nos pregunta, ceremonioso. —sí —le dice mi jefa con una falsa sonrisa coqueta—. Por el momento, otra botella de vino tan buena como ésta. Pero antes —baja la voz y le pone su peor cara de no sea usted impertinente—, veinte minutos de privacidad. A solas, por favor. es que, ¿sabe?, estamos discutiendo nuestro divorcio.

dad. sólo hasta cierto punto, claro, porque evidentemente no se trataba de un suicidio. era un juego macabro, una estrambótica fantasía masoquista en la que el envoltorio original debía dejar una abertura a la altura de la boca para que el empresario pudiera respirar. alguien, sin embargo, había sellado la abertura. asfixiándolo. la principal sospechosa del caso, hoy condenada por asesinato después de un juicio sumarísimo y encerrada en —lo que usted diga, señora. el penal de mujeres de chorrillos, es la ciudadana húngara Kriszta szalai Y se va. nádudvari. 27 años, 1,78 de estatura, con esa dulce sonrisa de Kaláshnikov 98-63-94, piel bronceada, ojos grisque sólo los mozos saben poner a los azulados, pelo castaño, ex conejita de clientes engreídos y groseros como Playboy y, bajo el sobrenombre de nosotros. Miss réka, reputada dominatriz de fama mundial. la señorita szalai, de quien carrasco el caso tarántula conmocionó al país carter era uno de sus más célebres hace menos de un año. clientes, proclamó su inocencia una y el 21 de noviembre del 2001, el otra vez. en todos los interrogatorios empresario Gregorio carrasco car- a los que fue sometida repitió siemter, dueño de un canal de televisión, pre la misma historia: que ella sólo lo una compañía de telefonía celular y había envuelto con la intención de tres estaciones de radio, fue asesina- inmovilizarlo durante noventa minudo en uno de sus departamentos en tos, pues era la fantasía habitual del la playa santa María. tenía dos: uno empresario que ella complacía una gigantesco, lujoso y con una gran pis- vez al mes desde hacía un par de cina en la terraza a donde iba a pasar años. Pero que ese día, tras dar como los veranos en familia, y otro más de costumbre un paseo por la playa, pequeño, en el último piso del mismo había vuelto al departamento y lo edificio, cuya propiedad mantenía en había encontrado ya muerto. el verriguroso secreto. dadero asesino, decía, tuvo que Por lo que se supo después, ese se- entrar aprovechando su ausencia. gundo departamento le servía de también en su defensa dio siempre bulín. los mismos argumentos: Fue allí donde la policía lo encontró [1] la abertura por la que carrasco tumbado en una esquina de la sala, carter debía respirar fue sellada con en posición fetal, atado de manos y gutapercha, un material burdo y muy envuelto de pies a cabeza. como una distinto al sofisticado látex transpamomia. rente que ella usaba para envolverlo. el escándalo sobrevino cuando se [2] apenas se dio cuenta de la muerempezaron a filtrar las rocamboles- te del empresario, ella misma corrió cas circunstancias de su muerte. a la comisaría de santa María para carrasco carter no sólo estaba en - dar parte a la policía. si fuese la asevuelto así, como una momia, o casi sina, ¿lo lógico no habría sido huir de mejor: como una oruga a punto de allí y tomar el primer avión de regreconvertirse en mariposa, sino que él so su país? mismo había pedido que lo ataran y [3] carrasco carter era su mejor lo pusieran en ese estado de inmovili- cliente en lima. con él ganaba mucho

dinero. Muchísimo. no sólo la mayor parte de sus ingresos, sino regalos que iban desde joyas, perfumes, ropa y lencería cara, hasta un carro deportivo y el alquiler de su propio departamento en barranco. ¿Por qué entonces iba a querer deshacerse de él si era —así lo dijo— su gallina de los huevos de oro? a pesar de esto, ni la policía ni el juez ni la prensa ni nadie le creyó. la familia de carrasco carter exigió la cabeza de la dominatriz húngara, y todos hicieron su mejor esfuerzo para dársela. así, más que hablar del empresario y su absurda muerte, todos los focos y chismes apuntaron a ella. como en las comparecencias la señorita szalai aparecía siempre vestida de negro, la prensa sensacionalista la bautizó con el apodo de la tarántula. el corpulento arácnido que atrapa a su presa en su telaraña, la envuelve como un capullo y, juácate, le infringe su estocada mortal. con carrasco carter, un hombretón de 70 años, 1,85m y casi cien kilos de peso, millonario, poderoso y temido, los periódicos y noticieros de radio y televisión fueron más benevolentes. Por un lado estaba en juego su reputación de hombre católico, buen padre, abuelo cariñoso, empresario visionario y a la vez filántropo, predicador de la caridad y amigo íntimo del arzobispo de lima. Pero también el secreto a voces de que llevaba cinco décadas financiando por lo bajo a cuanto político aparecía en el Perú. o como con Fujimori, moviendo directamente algunos hilos invisibles del poder. de hecho, nadie lo llamaba por sus apellidos como a cualquier otro empresario o hijo de vecino, sino por su nombre de pila: Gregorio. Y tanto se expandía su onda de influencia que hasta los principales escritores peruanos lo habían incluido al menos una vez como personaje de sus novelas. durante el tiempo que duró el juicio, sólo un cómico de la televisión se atrevió a romper el pacto de silencio Quimera 43


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instaurado alrededor de carrasco carter y su muerte. un día, el cómico salió en su programa disfrazado de la Momia Juanita y, arrastrándose como un gusano, le pedía a una vedette caracterizada como la tarántula que lo azotara, lo pinchara con una aguja de tejer y otras torturas por el estilo. Parodiando también sus apellidos, dicha tarántula lo llamaba Qué Asco Catre. Fue un récord de audiencia. Pero aun así, y pese a que el cómico trabajaba para un canal que no era el de carrasco carter, el programa fue cancelado y él, despedido. dos botellas de vino y dos platos de tartar de buey después —nada mejor para un detective que la carne cruda, la doctora barahona dixit—, llamamos al mozo y le pedimos los postres, que comemos mientras terminamos de repasar los detalles más importantes del expediente del caso tarántula. también acordamos llevar el caso entre los dos y nos repartimos las tareas. Mi jefa se encargará de indagar por el lado de la familia carrasco carter, o lo que queda de ella, pues se dice que la esposa y los hijos están viviendo entre Marbella y Miami. Yo me ocuparé de Miss réka. al mozo, junto con la cuenta, le damos un propinón. Por las molestias causadas. Ya en la calle, mi jefa me dice que no ha traído su carro. —entonces será mejor que yo me lleve el expediente —le digo, estirando una mano hacia su cartapacio—. no vaya a ser que te lo roben. o peor, que lo dejes olvidado en el taxi. —te hacía más caballero —dice, y se abraza a él como una niña a su oso de peluche. —Un caballero sin corcel que maneja un roñoso Volkswagen de hippie —le recuerdo, citando de memoria sus propias palabras—. Y sin aire acondicionado. —es cierto —dice—. Había olvidado tu total falta de charm. 44 Quimera

esa noche, dos dry-martinis más tarde y mirando el cielo sin estrellas de lima desde su cama, aprovecho un instante de relajación y defensas bajas para preguntarle quién nos ha contratado para el caso tarántula. Mejor dicho: le pregunto con quién almorzó esta tarde. como si una cosa no tuviera que ver con la otra. —ay, baquero —dice como quien le habla a un niño tonto—. buen intento, pero demasiado obvio. —okay —digo—. Yo pierdo. ¿Quién es? —se dice el milagro, pero no el santo. —si la propina es de cuantía, hasta el santo desconfía. —lo que quieras, pero no te lo voy a decir. —seguro es otro pez gordo como carrasco carter. —cállate. —otro buen samaritano ex cliente de Miss réka. —Qué pesado. —¿empresario o político? apuesto a que es muy poderoso. Y que la extraña mucho. —cállate ya. —Hasta podría ser el arzobispo… Pero no digo más. ella me cierra la boca presionando mis labios con el índice de su mano izquierda. es zurda. en cualquier caso, acabo de perder mi oportunidad de averiguar para quién estamos trabajando. Para hacerle un favor a la señorita szalai y su posible inocencia, sí. la cuestión es: a cuenta de la billetera de quién. a la mañana siguiente, cuando suena el despertador, la doctora barahona ya se ha ido al gimnasio. en el espejo del baño descubro una nota escrita con colorete: “dúchate aquí o en tu casa, pero cámbiate de ropa. Y no llegues tarde”. la letra es tembleque, en mayúsculas, premeditadamente infantil. el trazo inequívoco de su mano derecha.

la visita masculina al penal de mujeres sólo está permitida los sábados, así que debo esperar hasta mañana para tener el gusto de conocer a la señorita szalai. Podría llamar a chumpi, el jefe de la policía de investigaciones, para pedirle que mueva sus contactos y me consiga una cita para esta tarde. Pero entre sus virtudes no está precisamente la de mantener la boca cerrada. Igual, es mejor así. no es bueno que un detective privado le ande pidiendo favores a nadie, menos a la policía. los favores cuestan. los que estudiamos en un colegio católico lo sabemos mejor que nadie. cuando te es concedida una gracia, con ella recibes también su factura. llego a la oficina antes que la doctora barahona. Marta ya está allí. le pido que encargue desayuno para los tres y le aviso que estaré en la sala de reuniones. —tenemos un caso que puede ser el caso del año —le digo no sin cierta solemnidad calculada, en parte para que no descubra en mi cara las huellas de la malanoche—. cuando llegue la doctora, por favor, que nadie nos interrumpa. si te dicen que es urgente, dices que estamos de viaje. en australia. —Got it, oh captain, my captain! Pido el desayuno y quedo lista para cualquier otra indicación. Cambio y fuera. Marta y sus cosas. no sólo es que nunca va a dejar de sorprenderme, sino que siempre que puede se ríe de mí. Y la cuestión es que siempre puede. —no te burles —le digo. —no me burlo —dice ella. Pero tiene las mejillas tan sonrosadas y los ojos tan abiertos como un dibujo animado japonés. Por la risa contenida que llevan dentro—. es sólo que… —sólo que… —la imito. —sólo queee… —sólo queee…


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—¡tienes una carita! —exclama por fin. —tuya cuando quieras —se me escapa. todos los gestos que venían componiendo su bonita sonrisa quedan desmantelados en menos de un segundo. —tú lo has dicho —dice—. cuando yo quiera.

dedico a otra cosa. a leer los periódicos, por ejemplo. —¿Y qué has pensado? —ignora mi comentario y señala el Planetario carrasco carter, interesada por fin en él. —Qué he averiguado, querrás decir. —está bien, baquero. ¿Qué has averiguado?

levanta el teléfono, marca un número y hace girar su silla para darme la espalda.

sin nada que alegar ni nada más que decir excepto a mí mismo —“seré imbécil”—, cruzo la oficina y me encierro en la sala de reuniones. unos minutos después entra la doctora barahona. sobre la mesa la esperan un humeante café con leche en vaso de cartón y unos pastelitos y sanguchitos variados. Y en la pizarra, dibujado por mí, una especie de sistema planetario con la familia, los empleados y demás relaciones sociales de carrasco carter. en el centro he trazado una circunferencia en la que he escrito su nombre, como si fuese el astro sol, y orbitando a su alrededor una serie de círculos concéntricos que agrupan a las personas más cercanas a él, como si fuesen los planetas. es una representación del mundo que rodeaba la vida del empresario. el universo público de un cadáver. —te hacía con la dominatriz —dice mi jefa a modo de saludo. le cuento lo del día de visita masculina y le explico lo que he estado haciendo en la pizarra. —Pero esto ¿no me tocaba a mí? —su voz, más que a reproche, suena a una teatralización de la supuesta vergüenza que le provoca tener que interactuar conmigo. al menos aquí y ahora, un día después, en horas de oficina y con Marta al lado. —bueno —digo—. si quieres me

en el centro he trazado una circunferencia en la que he escrito su nombre, como si fuese el astro sol, y orbitando a su alrededor una serie de círculos concéntricos que agrupan a las personas más cercanas a él, como si fuesen los planetas. coge un pastel de la mesa y le da un diminuto mordisco. al café con leche le dedica un sorbo inaugural equivalente. sólo cuando comprueba que están buenos les entra con ganas. —lo primero —digo, y me acerco a la pizarra y subrayo un nombre de la órbita más próxima al círculo central— es que una de las hijas de carrasco carter está en lima. es la menor, sofía. veintidós años, estudiante de periodismo en la católica. no sé cuánto se va a quedar ni dónde, pero… —¿lo segundo? —me interrumpe. —lo segundo es… ajá. Ya capto. así estamos hoy. —sí, así estamos. apurados.

Y con la mano con la que sostiene el pastel me hace la señal universal de la Gran obscenidad. el dedo medio que sobresale por encima de su minicheesecake de lúcuma. Que te sodomice un burro, ya mismo, pero antes acabemos con esto. He ahí su mensaje. —lo segundo —digo— es que carrasco carter tenía un chofer que lo llevaba a todos lados. chofer y guardaespaldas. —Perdón —me vuelve a interrumpir—. ¿el dueño de un emporio de las telecomunicaciones que no manejaba su carro porque tenía chofer y necesitaba seguridad? ¿en un país como el Perú? Fabuloso, baquero. Permíteme decirte que no hay día en que no te superes. cada vez que mi jefa lanza un comentario como éste pienso irremediablemente en mi madre. ella quería que en vez de jugar fútbol como cualquier niño probara con el esgrima. no sé por qué no le hice caso. un error y tu contrincante podría acabar con un trozo de oreja menos. Y aun así nadie pondría en duda de que es un deporte de damas y caballeros. en fin. continúo: —lo nuevo, o mejor dicho obvio, pero que nadie se ha molestado en mencionar, es que el chofer estuvo con él el día del asesinato. lo llevó a santa María. después desapareció. nadie lo buscó, nadie lo citó, nadie lo entrevistó. Hasta hoy. la gente inteligente y bien educada, como mi jefa, siempre encuentra la manera de disimular ciertas emociones. Que nadie se dé cuenta, por ejemplo, de en qué momento una información la ha cogido por sorpresa. Pese a ello, noto, satisfecho, que parpadea al procesar lo que acabo de contarle. los movimientos de sus párpados son rápidos pero espaciados. como el aleteo de una polilla. Quimera 45


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—ajá —exclama, y se termina el resto del pastel de un solo bocado—. ¿es un dato fiable? no figura en el expediente, pero eso no quiere decir nada, claro. lo importante es: ¿hay testigos? ¿le consta a alguien? ¿Quién te lo ha contado? Ése es el hilo, baquero. de ahí hay que jalar. ¿tenemos el nombre del chofer? ¿dónde vive? ¿Ha salido del país? no comprendo qué estás esperando. Hay que encontrarlo ya. He aquí la doctora barahona en todo su esplendor. la musculatura ejercitada en el gimnasio. la sangre y la mente cafeinadas y azucaradas. Y todo, en este instante, a punto de ser nicotinado. le acepto un cigarrillo y hago mi papel de aguafiestas. —Ése es el problema —digo—. no he tenido tiempo de hacer más averiguaciones. —cojo una butifarrita y me la llevo a la boca. la butifarrita desaparece por completo—. Igual, mi opinión es que deberíamos buscar a la hija primero. Deberías, quiero decir. Tú deberías buscarla. Porque como bien decías hace un rato, esta parte, efectivamente, te toca a ti. el resto del día lo dedicamos, cada quien por su lado, a jalar de los hilos que tenemos. Marta, desde la oficina, también ayuda. si conseguimos una pista que hace falta confirmar por teléfono o en Internet, es ella la que se encarga. Poco antes de la hora del almuerzo recibo un sMs de la doctora baquero que dice: “la dote ha aceptado. la veo esta noche. te cuento”. sonrío. Dote es el nombre que se acaba de inventar para llamar a sofía carrasco. la daughter. Yo le respondo con una verdad a medias: “Yo, gerente”. es lo bastante ambigua para que piense que estoy reunido o voy a reunirme con el ge rente del canal de televisión del empresario. Pero la verdad es que acabo de despedirme de él. a quien voy a buscar es a Pachequito, que así 46 Quimera

se llama —me lo acaba de decir el gerente— el chofer o antiguo chofer de carrasco carter. lo que aún no me queda claro es si seguía trabajando para él el día del asesinato. o si se jubiló antes. o fue despedido. un dato por demás extraño, en cualquier caso. la historia es la siguiente: la empresa más importante del holding carrasco carter, la que fue la niña de sus ojos, es el canal de televisión. se dice que con él logró influir de tal manera en la

He aquí la doctora barahona en todo su esplendor. la musculatura ejercitada en el gimnasio. la sangre y la mente cafeinadas y azucaradas. Y todo, en este instante, a punto de ser nicotinado. le acepto un cigarrillo y hago mi papel de aguafiestas. política peruana que los congresistas, ministros e incluso presidentes que durante años le debieron su existencia se cuentan por decenas. el último episodio en ese historial de contrabando de influencias ocurrió con Fujimori y Montesinos. Pero como junto al empresario asesinado hubo otros dueños de canales que directamente delinquieron —los crousillat, sin ir más lejos—, carrasco carter quedó ante la opinión pública como el bebé de los lobbistas. un corderito descarriado que se metió por error en el juego de los auténticos lobbies. de ahí la importancia de hacerle una

visita de cortesía, antes que a nadie, al gerente del canal. Que me pareció un tipejo, todo sea dicho. un fantoche. un argentino que no lleva más de tres años en el cargo y que no obstante se presentó a sí mismo como amigo personal del “malogrado broadcaster”, como él mismo lo llamó. —Éramos tan amigos —me dijo el gerente—, tan, ya sabe, íntimos, estábamos tan unidos, que Gregorio es, perdón, fue padrino de mi hijo, ariel Gregorio, ¿vio? Fueron sus primeras palabras cuando me hizo pasar a su oficina después de hacerme esperar una hora en un sucio sofá de un oscuro pasillo. Por lo visto es lo habitual en los canales de televisión. con excepción de las oficinas de los gerentes, y las de sus secretarias, las demás instalaciones no difieren en gran parte de un sótano de castigo para malos empleados en la más sórdida de las dependencias burocráticas. ambientes que hacen pensar en la ex rumanía de ceaucescu, por decir algo. con todo, lo peor no fue la espera ni el sucio sofá ni el oscuro pasillo. tampoco los aires de soy-una-persona-muy-ocupada-y-usted-viene-ahacerme-perder-el-tiempo con los que no me invitó a sentarme. ni su peinado de galán de cine mudo ni su terno de cuatro mil dólares sin contar la corbata o los zapatos. tampoco su colonia Marc Jacobs varios puntos por encima de lo aconsejable en una discoteca de Ibiza. no, lo peor no fue nada de eso. lo peor fue la conversación. tensa. retórica. aburrida. una sucesión de suspicacias por su parte. a cada pregunta que le hacía, él me respondía con otra que aludía a una segunda intención secreta o no formulada en mi pregunta original. con ese tono amable pero a la defensiva que pone la gente que supuestamente no tiene nada que ocultar pero tampoco nada que decir. o mejor dicho: que aun cuando tenga algo que decir, no piensa, no quiere, no le va a salir de las verijas hacerlo. eso


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sí, con los mejores modales del mundo aprendidos en los mejores colegios. Para eso se aprende a ser gerente. en un momento lo increpé: —¿no dice usted que fueron tan amigos? —sí —dijo como distraído, con la mirada puesta en los ventanales de su oficina. es decir, como cuando uno quiere distraerse a propósito y busca una ventana hacia la cual dirigir la mirada. —Pues entonces debería ayudarme —insistí. —no veo cómo. —a encontrar a su verdadero asesino. —a su verdadero… ¿Y eso según quién? —la verdad nunca es según quién. es la verdad. Por eso es verdad. —la verdad ya está en la cárcel. Juzgada y condenada. —¿Y si se estuviese cometiendo una injusticia? —¿Y eso según quién? Y así. nuestro encuentro duró exactamente dieciséis minutos con veintidós segundos. lo dice el contador de mi grabadora, que siempre llevo en mi saco. al minuto cinco con cero ocho le solté la pregunta sobre el chofer. —¡¿Pachequito?! —dijo, sorprendido—. eso sí que está bueno. si creés —me tuteó por primera vez— que Pachequito tiene algo que ver con la muerte de Gregorio, no me imagino a dónde vas a llegar con esto. a ningún lado, supongo. es más, creo que prefiero no saberlo. no me lo contés. Pachequito. ¡Ja! Y a continuación se dedicó a pintar a Pachequito como san Pachequito. un tipo buenote y noble. alto, negro y flaco como el mango de una sartén — la analogía fue suya—, pero —o sea, negro, pero— incapaz de hacerle daño a nadie. —Y mucho menos a Gregorio, que lo

quería como un padre —dijo a modo de conclusión. —claro —dije—. el santoral completo. san Pachequito y san Gregorio. la broma no le gustó. de mirar hacia la ventana pasó a apoyarse en el alféizar con los brazos cruzados. Igual, lo más interesante ocurrió en el minuto catorce. sonó su celular, que descansaba sobre su escritorio, y al ir a cogerlo y reconocer el número que aparecía en la pantallita digital superior, la cara le cambió por completo. se puso nervioso, empezó a tirar papeles al suelo como si se hubiera vuelto loco, y cuando encontró lo que buscaba, su agenda de mesa, se dedicó a pasar rápidamente las páginas. claramente necesitaba leer algo que había anotado allí. el nombre de alguien: tabchich tabaa, el apellido con dos aes al final. He recibido clases de lectura al revés. Y el número del que procedía la llamada era el 2210001, un fijo de san Isidro. todavía aturdido, contestó el teléfono y con un inglés perfecto y ese acento new england de los que han estudiado en una universidad de la costa este estadounidense, le dijo a mister tabaa que lo disculpara encarecidamente. Que en ese momento no lo podía atender. Que estaba en una reunión, pero que de inmediato la suspendería para devolverle la llamada. cuando colgó, sudaba de tal manera y había tal cantidad de onzas evaporadas de Marc Jacobs flotando en el ambiente que tuvo que llamar a su secretaria para que encendiera el aire acondicionado, pues él no atinaba a nada. luego me dedicó su mejor mirada de odio y nos despedimos. lo cual, obviamente, es una forma de decirlo. Y aquí estoy, yendo a buscar a Pachequito a su casa en la Perla, en el callao, dirección proporcionada por otro chofer del canal con el que aproveché para almorzar un sánguche de pavo en la panadería rovegno de la avenida arenales. este hombre risueño, campechano y lleno de anécdotas como suelen ser los choferes fue el

que me contó que su amigo Pachequito ya no trabajaba para carrasco carter cuando lo encontraron muerto en el departamento de santa María. le pregunté por qué, si ya le tocaba jubilarse o si había pasado algo entre ellos. no lo sé, me dijo con la atención más puesta en lo que ocurría en la calle. afuera pasaba una mujer guapa, de blusa y jeans apretados. el chofer hizo un chiste. ahora, mientras atravieso el tráfico de breña al ritmo de las combis, conecto el handsfree y llamo a Marta. le pido dos favores: averiguar a quién pertenece el teléfono de san Isidro desde el que llamaron al gerente y buscar en Internet quién es tabchich tabaa. Me dice que sí a todo con fría amabilidad y no me da tiempo para hablar de nada más. enciendo la radio y pongo doble9. al rato anuncian Rockaholic para esta noche. la casa de Pachequito es uno de esos típicos chalets de dos plantas, con la segunda de ellas construida mucho después que la primera, que abundan en los barrios populares de lima. a varios metros de la puerta se puede oír la canción que están escuchando dentro. “Mírame de frente”, de ray barreto. toco el timbre y sale una chica de unos veintitantos años en shorts, po lo y zapatillas. le pregunto por Pachequito. se lo digo así, en diminutivo. está durmiendo, me dice. sonrío. al volumen con que adalberto santiago canta “yo vengo sólo pa’ verte, para ti son mis deseos” no debe de ser fácil dormir la siesta. la chica me lee el pensamiento y me dice que el equipo de música está en el cuarto de su papá. entonces los dos sonreímos. le digo que no lo moleste, miro mi reloj —un cuarto para las cuatro— y le comento que ya volveré más tarde. Pero no me voy. Me quedo apoyado sobre el risitas, fumando un cigarrillo y tonteando con el celular, haciendo como que mando mensajes. Poco después sale a mi encuentro un Quimera 47


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hombre muy alto y muy flaco y con una tupida cabellera canosa. como Manguera villanueva si hubiera llegado a los sesenta años. —¿Qué se le ofrece? —me pregunta con desconfianza. se lo digo. —está bien, pero yo a usted no tengo nada que decirle —me ataja con la misma desconfianza, sólo que elevada al cuadrado. en la casa se ha apagado la música. la hija nos mira directamente a través de la ventana del primer piso, y arriba, tras una cortina, se oculta otra mujer, que también nos observa. le repito a Pachequito el argumento de que el verdadero asesino podría seguir suelto y en cambio hay una persona en la cárcel que podría ser inocente. un justo por un pecador. —nadie es sólo pecador ni nadie es sólo justo —dice él. Insisto. le digo que la policía ya sabe que después de él carrasco carter tuvo otro chofer que fue quien lo llevo a santa María el día en que lo mataron. Me mira sin decir nada. —es más —continúo—, una vez que lo encuentren y se descubra la verdad, vendrán a buscarlo a usted, señor Pacheco. si suena como una advertencia a medio camino de una amenaza es porque es eso. los métodos no escritos de un detective privado. —es día será ese día —me responde sin que se le mueva una ceja. a estas alturas, su inicial desconfianza ha dado lugar a una actitud de sereno desinterés por todo lo que yo le diga—. Y la policía es la policía. usted… —y entrecierra un ojo como para enfocarme mejor—. Yo ni siquiera sé quién es usted. 48 Quimera

tras varios minutos de intentar sacar algo de esta charla estéril, le entrego mi tarjeta y le pido que me llame si cambia de opinión. Invoco su sentido humano de la justicia y también la justicia divina. el respeto por la memoria de los muertos y su corazón de hombre bueno. el cariño que le tuvo a carrasco carter y el descanso eterno de su alma. Pachequito, hombre listo y transparente, me mira como diciendo: cállate ya y vete de una vez. cuando por fin arranco para irme, ray barreto está otra vez tocando las congas. unos chicos han puesto dos piedrones en cada extremo de la calle y están por comenzar un partido de fútbol. la música me persigue hasta que doblo la esquina. sólo cuando estoy por entrar en la avenida de la Marina me doy cuenta de que me están siguiendo. es un Peugeot 406 gris oscuro y de lunas polarizadas. Placa aGP-993. antes de llegar a Plaza san Miguel, giro a la izquierda y recorro erráticamente las calles que circundan el Parque de las leyendas hasta que pierdo de vista a mis perseguidores. es el barrio donde vive mi madre y por un instante se me pasa por la cabeza la idea de hacerle una visita sorpresa. Qué diría Freud de esto: sintiéndome perseguido, pienso en esconderme bajo el regazo de mi madre. Yo también podría decir muchas cosas sobre Freud, así que estamos a mano. al final entro en Plaza san Miguel. esta mañana, previendo que el día se me podía alargar más de la cuenta, cogí los discos que pienso pasar en Rockaholic y los metí en la maletera, así que todavía cuento con tiempo suficiente para hacer algunas cosas antes de llegar a la radio. Mientras atravieso el centro comercial rodeado por una multitud de parejas, familias y grupos adolescentes, todos con caras de viernes por la tarde, recibo una llamada de mi jefa.

—¿Quién es ese jordano? —me saluda. —¿Jordano? —un tal tabchich no sé qué. Marta acaba de decírmelo. —no sabía que era jordano. —ella tampoco está segura. la cosa es que tú le pediste que lo buscara y ahora tenemos un problema del carajo. Más que molesta, suena preocupada. Yo ya lo estoy. —¿Qué ha pasado? —pregunto. —las computadoras —dice ella por fin—. Marta estaba buscando información sobre ese tipo cuando de pronto empezó a recibir emails vacíos que ni siquiera tenían remitente. Miles, millones de emails, uno detrás de otro y a una velocidad de locos. Primero reventaron el outlook y ahora nos han jodido todas las computadoras de la oficina. no se puede encender ni una. ni la suya ni la mía. tampoco la tuya. Hemos probado todas y ninguna funciona. lo peor es que el teléfono también ha empezado a fallar. —¿tú estás allí? —no. He llamado a los de la rcP para que vayan a ver. Marta los está esperando. —Mmm. —¿Qué has dicho? —nada, estoy pensando. —no es momento para pensar, baquero. es momento de actuar. ¿Quién es ese jordano que nos ha cagado? —ahora no puedo decírtelo. —lo que nos faltaba. baquero, el misterioso. baquero, el llanero solitario. baquero, el que la caga y se esconde… —baquero, el que te pide un minuto. silencio. —okay —suspira—. Habla. —creo que tenemos que aplicar un plan b. no es broma. avísale a Marta, porfa, y busquemos cómo hablar en un rato. —Ya te dije que Marta está esperando a los de la rcP.


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ahora el silencio es mío. acaba de contravenir una de nuestras normas, que es no aludir a ninguno de los pasos que componen un plan b. en este caso, que Marta cierre la oficina y se vaya a su casa. lo que en otras palabras quiere decir: estado de alerta hasta nuevo aviso. —como prefieras —le digo finalmente—. Igual te tengo que cortar. Y corto. en Plaza san Miguel busco una tienda de celulares y compro uno con tarjeta prepago. desde allí le envío un mensaje cifrado a la doctora barahona con el nuevo número. Mientras espero su llamada o su mensaje, entro en una cafetería, pido un té y me siento a diseñar otro código. uno que pueda ser interpretado rápidamente por mis contactos en scotland Yard. cuando lo tengo, les mando una serie de letras, signos y números. la intención es que lean: “tabchich tabaa. en lima. ¿Quién es?”. unos minutos después suena el prepago con una música horrible. en la pantalla aparece un número desconocido. —¿aló? —¿Qué ha pasado, baquero? ¿Me puedes explicar? esta vez mi jefa no parece preocupada ni molesta, sino un paso más allá. —¿estás sola? —le pregunto. —sí. entonces le explico. le cuento todo con lujo de detalles: mi visita al gerente del canal, la repentina llamada y aparición en escena de tabaa, el nerviosismo del gerente al contestarle, mi fallido encuentro con Pachequito y, por último, la tímida persecución me dedicó el Peugeot de lunas polarizadas. cuando termino, mi jefa me somete a un exhaustivo interrogatorio, uno de esos que llevan su marca registrada. sobre todo quiere conocer mis

impresiones. Qué creo que pinta tabaa en todo esto y qué relación podría haber entre Pachequito y mi perseguidor, o perseguidores, del Peugeot. le digo lo que pienso. o sea, nada. ella tampoco ve relación entre unas cosas y otras. sólo que el asunto se pone interesante. Y vagamente peligroso. luego me dice: —¿sabes qué creía? —Me lo imagino.

sólo cuando estoy por entrar en la avenida de la Marina me doy cuenta de que me están siguiendo. es un Peugeot 406 gris oscuro y de lunas polarizadas. Placa aGP-993. antes de llegar a Plaza san Miguel, giro a la izquierda … —Que el jordano tenía que ver con la niña desaparecida. tu obsesión. —Ya. a continuación trazamos un plan. básicamente consiste en seguir con nuestras tareas asignadas: ella, cenar esta noche con sofía, la hija de carrasco carter, y yo, esperar a mañana, a ver qué me dice la señorita szalai en la cárcel de chorrillos. antes de enrumbar hacia doble9, aún tengo tiempo de pedirle a un amigo de la policía de tráfico que averigüe quién es el dueño del Peugeot. Hertz,

me informa al cabo de un rato. un carro alquilado. ¿sabes a nombre de quién?, le pregunto. ¿Y no quieres que te dé también los números ganadores de la tinka?, me dice. se lo dejo como tarea pendiente. también hablo con Marta. lo hacemos bajo el mismo procedimiento que con la doctora barahona: le envío mi nuevo celular con un mensaje cifrado y espero que me devuelva la llamada desde un número que no sea el suyo. Quiero saber si pudo averiguar a quién pertenece el fijo de san Isidro. Fácil, me dice. al country. el hotel, no el club. luego me pregunta por el problema con las computadoras y con el teléfono de la oficina. le digo la verdad, que no lo sé, pero que igual debería estar atenta a cualquier cosa rara que pudiera pasar durante el fin de semana. antes de despedirnos, le pido que se cuide. Y que me disculpe por lo de esta mañana. Ya en el carro, llamo al country de san Isidro y reservo una suite para esta noche. a nombre de Instalaciones Jiménez e Hijos, le digo a la recepcionista cuando me lo pregunta. sí, soy Ignacio Jiménez, y voy a querer factura. alejado del mundo real, el debut de Rockaholic va de maravillas. empiezo con “no Fun”, de the stooges, y para cuando llego a “Human Fly”, de the cramps, el productor de la radio se ha vuelto loco recibiendo pedidos. tengo que abrir el micrófono y anunciar que todas las plegarias serán atendidas en el próximo programa. Igual, alguien pide un tema que tenía reservado para hoy: “Good night ladies”, de lou reed. con ése cierro. buenas noches los pastores. de vuelta en el carro, reviso los celulares. diecinueve llamadas perdidas y cinco mensajes entre los dos. la mayoría de las llamadas son del nuevo número de mi jefa, así que conecto el handsfree y la llamo. Quiere contarme su encuentro con sofía carrasco. en resumen: una chica encantadora que ha vuelto a lima para arreglar sus papeles en la uniQuimera 49


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versidad, pues ha decidido seguir sus estudios en españa, y para resolver algunos asuntos de la familia, básicamente qué hacer con sus casas. su madre, en Marbella, está muy enferma, ha perdido peso y no habla con nadie, y sus hermanos mayores están intentando vender las empresas del padre desde Miami. la chica, por supuesto, no quiso responder a nada que tuviera que ver con su padre. Y cuando mi jefa le preguntó si conocía al otro chofer que trabajó para él tras la supuesta jubilación o despido de Pachequito, abrió los ojos como platos. —se quedó como avergonzada y me dijo que no sabía nada. Y la verdad es que no parecía saber nada de la vida de su padre —mi jefa hace una pausa—. tiene que ser duro tener un padre así. darte cuenta, después de muerto, de que has pasado toda tu vida al lado de un desconocido… —Y de tabchich tabaa —la interrumpo mientras busco un estacionamiento vacío en el country—. ¿le hablaste de él? —sí, también. Pero tampoco nada. Ya te digo: carrasco carter debió ser de esas personas que tienen una doble vida en todos los sentidos posibles. —como tú —bromeo. —Y como tú —me responde—. Por cierto —cambia el tono de voz—, ¿por dónde andas? —llegando a mi casa. silencio. Muy breve, pues lo rompo de inmediato: —Por cierto también, ¿no te ha seguido nadie? —nadie. Igual, tomé tres taxis. tres a la ida, y tres al volver. si me estaban siguiendo, tienen varias opciones para elegir dónde vivo, desde el María angola hasta el hipódromo. —bien. Y ahora, ¿qué has pensado hacer? —Irme a Marbella. —¿a Marbella? —a ver a la madre. —¿lo dices en serio? —la madre tiene que saber algo. a tu 50 Quimera

marido lo matan como si fuese un gusano. de paso se descubre que es un pinga loca y un masoca perdido. escándalo nacional. vergüenza para ti y para tus hijos. lo primero que quieres hacer es morirte, de acuerdo. Pero un año después, que siga deprimida, pesando 45 kilos y sin querer ver a nadie, eso tiene otra pinta. —¿Y tú crees que va a querer hablar? —nada se pierde intentándolo. nuevo silencio, que aprovecho para decirle que no con la mano al valetparker del hotel que ha venido a auxiliarme imaginando que tengo un problema con el risitas. como no se mueve, enciendo el motor para que vea que sí funciona y lo animo a irse. esta vez con las dos manos. aparatosamente. —¿baquero? —oigo la voz de mi jefa a través del auricular del handsfree— . ¿dónde estás? —sí, aquí estoy. Pensando en lo que acabas de decirme. —ahora soy yo el que hace una pausa, calibrando el tono justo de lo que voy a decir a continuación—. Y la pregunta que no termino de responderme es la siguiente: ¿Quién te va a pagar ese viaje? o más directamente: ¿Quién, con tanta plata, nos ha contratado para este caso? —no volvamos a lo mismo —resopla—. es un secreto, ya te lo dije. He dado mi palabra y no te lo puedo a decir. Por lo menos no ahora, hasta que resolvamos el caso. —okaaayyy —trato de poner mi mejor tono sarcástico-musical. luego añado, ya en serio—: ¿cuándo piensas viajar? —depende de cómo te vaya con la dominatriz. si logras sacarle algo, no viajo, ¿para qué? Pero si no, mañana mismo, antes de que regrese sofía y sea más difícil llegar a la madre. nos despedimos. bajo del risis y, escoltado por el valet-parker, que a su vez ha hecho llamar al portero con su walkie-talkie,

entro en el lobby vagamente británico del country club de san Isidro. en cuanto me registro y me entregan las llaves, le pido a la recepcionista el número de habitación de tabchich tabaa. es mi cliente, le explico. lo busca en la computadora y me dice que no hay nadie hospedado con ese nombre. se lo describo, como me imagino que puede describirse a un ciudadano de Jordania. o de siria. o del líbano. Incluso de Irak. le pregunta a su compañero, cuyo turno empezó antes que el de ella, pero a él tampoco le suena. ni el nombre ni la descripción. Me voy al bar, que a estas horas está casi vacío excepto por un grupo de gringos ruidosos y borrachos. estoy revisando los mensajes que tengo pendientes de leer cuando el tercero me salta a la cara como una sopapo. es del policía de tránsito. Me dice que el Peugeot está alquilado a nombre del canal de televisión de carrasco carter. Por supuesto. lógica elemental. regreso al lobby. con el cartel de idiota todavía pegado a la cara les explico a los recepcionistas que tal vez mi cliente tabaa está registrado a nombre del canal de televisión que lo patrocina. un minuto, me dicen. no, mueven la cabeza. aquí no hemos tenido huéspedes a nombre del canal desde hace varios meses. se ríen. desde que trajeron a shakira, ¿sabe? están cerrando el bar, así que el segundo whisky me lo pido para llevar. Ya duchado y desvestido y con 150 mililitros de chivas en el torrente sanguíneo, me quedo dormido. Poco después oigo entre sueños la musiquita horrorosa del prepago. acaba de entrar un nuevo mensaje. salto de la cama. lo que parece basura electrónica es claramente un código de scotland Yard. tardo hora y media en descifrarlo. es un email con su respectiva contraseña de acceso. cinco minutos después, los empleados de la recepción me ponen cara de qué le pasa a este loco cuando les pido una computadora con Internet. el email contiene once PdFs adjuntos en su bandeja de entrada. son docu-


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sexy que he visto en mi vida. es bonita y tiene un cuerpo imponente, eso por descontado. Pero lo que de veras perturba en ella y me hace pensar en cualquier hombre, no sólo carrasco carter, dispuesto a ser sometido a su tiranía sexual de dominatriz es la manera como ejerce su poder de seducción. la insolencia con que clava la mirada. la arrogante altivez de su cuello. la fingida discreción con la que, al cambiar de postura, deja al descubierto sus axilas o su cintura bronceada. no escapo a esa perturbación que provoca, así que abro la bolsa en la que me han hecho poner mis pertenencias y saco lo primero que veo. unos cocorocos de limón y cigarrillos.

mentos clasificados y todos referidos a las actividades empresariales de tabchich tabaa, un traficante de armas de nacionalidad efectivamente jordana y con prósperos negocios en países de europa del este como albania, ucrania, bosnia o la república de Moldavia. varios PdFs llevan el sello de blue lantern, el programa del departamento de seguridad de estados unidos para el control de armas a escala mundial. todos llevan una anotación que dice “strictly confidential”. Me entretengo mirando los documentos una y otra vez, ampliándolos de tal manera que llego a distinguir algunos nombres que han sido tachados. entre ellos el del presidente venezolano Hugo chávez. también el del rey de españa. ¿Qué interés puede tener un auténtico pez gordo como tabaa en una diminuta pecera como lima? con pensamientos como éste, y otros dedicados al gerente del canal de

televisión, regreso a mi cuarto. no miro el reloj porque sé lo que me va a decir. deben de ser casi las seis y a las ocho tengo que estar en chorrillos, en la cola para entrar al penal de mujeres. va por ti, Marta. Mañana tendré la raíz cuadrada de una carita. sentada en una silla de plástico y bajo una sombrilla de playa que vuelve más intensos sus ojos gris-azulados, Kriszta szalai nádudvari, Miss réka, me invita a sentarme a su mesa en un rincón del patio del penal de mujeres. lleva el pelo recogido en dos colitas que remarcan la delicadeza de sus facciones y le van rozando alternativamente las hombreras de su polo estampado con audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany’s. es uno de esos polos ombligueros que casi no tienen mangas, tan corto de la basta que apenas llega a tocar la pretina de sus jeans con agujeros en las rodillas. aun así, con esa ropa sencilla y sin rastro de maquillaje, es la mujer más

—¿Fuma? —le digo. —no. la que fuma es ella. Inclina el torso hacia mis ojos y me señala a la Hepburn, que, en efecto, sostiene una boquilla entre sus dedos. —¿Puedo? Quiero decir, ¿le molesta? —Puedes —mueve las colitas de su pelo—. Pero no me trates de usted. ¡Por dios! ¿de dónde ha salido esa costumbre peruana de hablarle de usted a la gente? Habla un castellano perfecto, lleno de matices y bastante peruanizado. Y aunque arrastra las erres, como se suele imitar a los rusos en las películas, tiene una voz dulce y curiosamente líquida. como salida de un conservatorio de música. —en las relaciones laborales es mejor así —le digo. —Que yo sepa, ésta no es una relación laboral. Yo no te he contratado. —Mejor aun. Me parece perfecto empezar por poner las cosas en su sitio. cuénteme, ¿quién nos ha contratado? —Ja. eso deberías decírmelo tú a mí. —¿Y si le digo que no lo sé? Me dedica una sonrisa condescendiente. —Yo nunca trabajaría para alguien a quien no conozco. Yo también sonrío. Quimera 51


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—Yo hubiese dicho lo mismo. Hasta hace poco. —lo único que puedo decirte ya se lo dije a la policía. soy inocente. —con una condena de treinta años por asesinato. —Por ahora —se le borra la sonrisa—. Mi abogado está trabajando en eso. Mi embajada también. sólo la policía no. Kriszta szalai lanza una larga mirada alrededor. Hoy, día de visita masculina, en todo el patio del penal se reproducen escenas similares a la nuestra. Internas en sus mesas de plástico conversando con sus padres, hermanos, novios o pretendientes de la infancia. con tápers de comida e incakolas de dos litros. con tamales y bolsas de fruta. trabajos manuales de sus hijos. ropa, jabón y papel higiénico. a ella, aparte de su abogado y uno que otro funcionario de la embajada de Hungría, no la visita nadie más. eso lo sé. también sé que aun así recibe una gran cantidad de regalos de remitentes anónimos. cátering de los mejores restaurantes de lima. Mallas y accesorios para hacer aeróbicos. una masajista china los días de visita femenina. —Yo tengo muchos clientes —dice como una niña rica a la que le piden que describa su colección de muñecas—. no sólo aquí, sino en todo el mundo. Muchos. cientos de clientes. —tenía —le corrijo. —tengo —repite—. Sigo teniendo. —veinte en gramática. —¿Qué? —Que es usted buena en gramática. —Hablo varios idiomas. Y no soy ninguna asesina. —demuéstremelo. —Ya lo hice, a la policía y al juez, pero no me creyeron. —lo hizo mal. —¿Perdón? —Que lo hizo mal. —eso ya lo entendí. ¿Qué hice mal? según tú. 52 Quimera

—no dijo quién mató realmente a carrasco carter. —¿Y yo cómo lo voy a saber? —eso es justamente lo que yo quiero saber. ¿Qué sabe? o mejor dicho: ¿Qué sabe usted, pero no se atrevió a decirles a la policía ni al juez? —lea el expediente y no me haga perder el tiempo. —Ya lo leí. ese expediente es una pérdida de tiempo.

en el hotel, antes de salir, compré una caja de bombones arequipeños, otra de toffees y varias docenas de taquitos de machacado de membrillo de lambayeque. las cajas las tuve que tirar, así que todo está suelto en la bolsa de plástico donde también tuve que meter mis cosas. separo lo mío y envuelvo la bolsa lo mejor que puedo para que parezca un paquete. —Para usted —le digo.

Hoy, día de visita masculina, en el patio del penal se reproducen escenas similares a la nuestra. Internas en sus mesas de plástico conversando con sus padres, hermanos, novios con tápers de comida e incakolas de dos litros. Pone los ojos en blanco. a continuación, lo que mira es el cielo sin cielo de lima. una imagen triste, sin duda. como un día de lluvia, pero sin lluvia. —¿Qué quiere? —dice por fin. —Que me diga, por ejemplo, quién fue el último chofer que tuvo carrasco carter. el que reemplazó a Pachequito. el que lo llevó al departamento de santa María el día en que lo… —¡Y yo qué voy a saber! —se exaspera—. Gregorio me había dado una llave para que yo llegara antes y lo esperara. Él también se iba primero. siempre fue así. Nunca vi a nadie más que a él. ni a Cachaquito, o como se llame, ni a nadie.

Me mira fijamente, sin prestar atención al paquete. —son unos chocolates y poco más. —estiro tanto los brazos que parece que le estuviera haciendo una ofrenda—. la próxima vez le traigo gulash. ¿o le gusta más el pörkölt? —Qué feo truco —niega con la cabeza. las colitas se le balancean de aquí para allá—. con azúcar puede ir a enamorar a un caballo. a mí no. —¿Y nunca le contó nada de su vida? —vuelvo a dejar el paquete en la mesa—. carrasco carter, digo. Piénselo. Haga memoria. algún problema con su mujer o con sus hijos. —no. —o de trabajo, tal vez. un negocio que no le salió. un socio que lo estafó. una bronca con el gerente de su canal… —no. nunca. ni de eso ni de nada. —los hombres que buscan el tipo de servicio que usted, digamos, ofrece, lo hacen también porque quieren hablar, ¿no? Parpadea. —¡Pero tú sí que eres tonto, ¿eh?! soy una dominatriz, no una prostituta. Yo era la que hablaba. Él no. Él obedecía. Haz esto, haz lo otro, sírveme una copa, hazme un masaje en los pies, báñame, enciérrate en tu cuarto, cállate. Para hablar tenía que pedirme permiso —hace una pausa—. además, a mí no me gusta escuchar a los hombres. siempre están diciendo tonterías. como tú.


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esta vez soy yo el que lanzo una larga mirada alrededor. Irónicamente, en el penal de mujeres, Miss réka ha hallado su paraíso. —¿cuántas veces lo envolvió? —le pregunto—. Quiero decir, a carrasco carter. Ya sabe, como una oruga. —no tengo por qué decírtelo. —es un dato —insisto—. Quizá el asesino, o la asesina, sabía que lo iba a encontrar como lo encontró. —Muchas —dice por fin—. las últimas veces siempre me lo pedía. Haz que desaparezca, me decía. Quiero ser nada. —¿Quiero ser nada? —sí, quiero ser nada. es muy común entre hombres tan poderosos. su fantasía es justamente… ¿en qué mundo vives? —en uno equivocado, sin duda. —Ya. Me había dado cuenta. durante un rato nos quedamos en silencio. ella mirando la bolsa-paquete que descansa sobre la mesa. Yo a la Hepburn. —bueno… —me remuevo en mi silla—. encantado de conocerla, señorita szalai. Ha sido un placer. —¿Pero qué, ya te vas? —sí. tengo que hacer. —te pierdes lo mejor. —suelta los hombros y deja caer los brazos, en esa actitud universal y vagamente infantil que significa aburrimiento y decepción—. después del almuerzo… —¿sí? —se arma una fiesta en el patio. con baile y todo. —¿Y? vuelve a poner los ojos en blanco. evidentemente, Kriszta szalai nádudvari, chica de 27 condenada a treinta años de cárcel por un crimen que tal vez no cometió, no es Miss réka. —nada. da igual —dice. Inclina la cabeza a un lado y una de las colitas le queda bailando, suspendida en el aire. luego continúa: —tengo unas amigas a las que te

puedo presentar —le entra la risa pícara—. de hecho, se nota a leguas que estás más solo que la una. tienes cara de que te falta una novia. —Gracias —sonrío—. otro día, tal vez. Hoy no puedo. —o sea que vas a volver. —no lo sé —se me escapa un bostezo—. si me animo, quizá le pase la voz a un amigo. creo que también lo conoce. se llama tabchich. tabchich tabaa, el empresario jordano. los ojos y la cara se le iluminan irradiando dos franjas de luz. una fina y azulada. la otra difusa, color caramelo. —está en lima —continúo—. Hoy almorcé con él. Me dijo que por ahí se pasaba a visitarla. carraspea y endereza la espalda, rígida como una tabla. —¿Quién? —dice. —tabchich —repito—. tabchich tabaa, con doble a. Por un segundo me parece asistir a la transformación de Kriszta szalai en Miss réka. es un cambio tan minúsculo y al mismo tiempo tan veloz que, más que percibirse, se intuye. no se trata de un cambio físico ni de estado de ánimo ni de actitud ante nada. Posiblemente sea una leve sacudida tectónica en el fondo de aquello que llamamos personalidad. aquello que está en las profundidades de sabe dios dónde. aquello invisible. —no me suena —dice por fin, la mirada apuntando otra vez a la bolsapaquete. —¿está segura? —insisto. —¿Por qué no habría de estarlo? —no ha respondido a mi pregunta. —te lo acabo de decir: no sé de quién estás hablando. además, como ya te dije también, yo he tenido, tengo muchos clientes. Puede ser alguien al que no veo hace años. —Puede ser. Pero también es alguien difícil de olvidar. su nombre quizá ya no le suene, pero si lo ve en foto… —¿tienes su foto? —da un leve respingo sobre su silla.

—no, pero se la puedo mandar. ¿Quiere? —Me da igual. —a él quizá no. —Mira, no sé a qué viene todo esto. si quieres decirme algo, dímelo. Pero esto de jugar a las adivinanzas me aburre. —Muy bien —me levanto y le doy la mano—. tabchich tabaa, no lo olvide. si viene a verla, déle mis saludos y trátelo con cariño. el mismo cariño con el que él la recuerda a usted. antes de abandonar el patio, me giro para hacerle adiós con la mano. Kriszta szalai nádudvari no se ha movido de su silla de plástico. la bolsa-paquete continúa sobre la mesa, en el lugar exacto donde la dejé. tres chicas más o menos de su edad y con aspecto de extranjeras la tienen rodeada y lanzan chillidos y aplauden y dan saltitos tribales con gran alharaca. una de las policías que custodian la puerta la golpea con su cachiporra para que me abran del otro lado. Me voy. la ecuación es: llevo dos noches casi sin dormir + el cielo está tan blanco que hiere los ojos + tengo puesta la misma ropa que ayer + me duele el cuerpo y la cabeza me estalla. el resultado: me voy caminando hasta el huarique de emilio y Gladys y me pido una cerveza y un cebiche de conchas negras. desde allí, llamo a la doctora barahona por el prepago. le cuento lo que anoche descubrí sobre tabaa y le resumo mi encuentro con la señorita szalai. cuando termino, me pregunta qué pienso. de fondo, oigo el zumbido de su secadora de pelo. Por su parte, ella debe oír la tecnocumbia y el griterío de voces que inundan el rincón cebichero más famoso de chorrillos. —Que la húngara conoce al jordano —le digo. Quimera 53


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—Ya. Pero si no quiere hablar, ¿eso qué nos da? —Poco. —lo pienso mejor—. nada, la verdad. —¿cómo crees que se conocieron? —no sé. Puede que haya sido su cliente. —Me llevo a la boca la concha negra más gorda que he visto en mi vida—. o puede que carrasco carter los presentara. —o que ella los presentó. —también. durante unos minutos nos dedicamos a imaginar todos los posibles nodos de conexión que podría haber entre los tres. no son muchos, así que pronto caemos en la cuenta de que estamos perdiendo el tiempo con una especulación estéril. Muerto carrasco carter y resistente szalai a soltar prenda, sólo nos queda buscar a tabaa. un trabajo difícil donde los haya. —¿Qué crees que deberíamos hacer? —le pregunto. —tú, buscar al jordano. —¿Y tú? —Marbella. —¿cuándo te vas? —esta misma tarde. o noche. ahora mismo te cuelgo y llamo a la agencia de viajes. efectivamente, me cuelga. al llegar al risitas me dedico un rato a observar cada uno de los otros carros que están estacionados alrededor. del lado de enfrente de la avenida Huaylas, a unos cincuenta metros de distancia, me fijo en un Peugeot granate con dos ocupantes adentro. tiene las lunas normales, de ahí que los pueda ver con relativa facilidad. los dos son muy altos y corpulentos, con las cabezas que casi tocan el techo, a pesar de que es el mismo modelo 406, grande y espacioso, que el gris de lunas polarizadas que me siguió ayer. arranco rápidamente y me dispongo a colarme cuanto antes en el tupido tráfico de la Huaylas. 54 Quimera

cuando consigo dar la vuelta en u y llego al lugar donde estaba estacionado el Peugeot, el espacio está vacío, a punto de ser ocupado por otro carro cuyo conductor cree que me ha ganado por puesta de mano. Me dedica una sonrisa, satisfecho. Piso el acelerador y pierdo una hora dando vueltas por los alrededores como un pollo sin cabeza. lo más cerca que estoy de alcanzarlo es una equivocación vergonzosa. no es un Peugeot, sino un toyota. el granate no es idéntico, sino de un matiz más opaco. sus ocupantes no son dos, sino una familia completa, con dos niños y el abuelo en el asiento trasero. estoy agotado, necesito una ducha. necesito dormir. el edificio donde vivo no se ha movido de su sitio. a la puerta de mi departamento no le ha pasado nada. Por los corredores se filtra el murmullo cadencioso y familiar de un sábado a esta hora de la tarde. Y sin embargo me da la impresión de que hay algo raro en el ambiente que no me acaba de cuadrar. Huelo. sí, quizá sea eso. sólo un olor extraño. el de un nuevo producto para trapear los pisos. o para limpiar las ventanas. o una colonia espantosa de alguien también espantoso que no hace mucho ha pasado por allí. Por si acaso, saco mi beretta y, tarareando la melodía apropiada para este tipo de situaciones de máxima tensión dramática —“el día de mi suerte”, de Héctor lavoe y Willie colón—, abro bruscamente la puerta. bingo. sentados en los sofás de mi sala, hojeando mis libros y revisando mis vinilos, me encuentro al gerente del canal de televisión de carrasco carter junto a otros cuatro individuos a los que no conozco de nada. o perdón, sí. dos de ellos son los mastodontes que hace un rato estaban en el Peugeot granate a la salida del penal de mujeres. tienen pinta de militares. Pero no de cual-

quier tipo de militares, sino de ex combatientes de la Guerra de los balcanes. o del ejército rojo de la ex unión soviética. o de algo parecido. o peor. también reconozco a un tercer individuo, no hace falta que me lo presenten. es nuestro buen amigo tabchich tabaa, empresario jordano de armas a escala mundial. todos, con excepción de tabaa y del gerente del canal, tienen pistolas en sus manos. Heckler & Koch, alemanas. cada cual con su respectivo silenciador. tabaa, en vez de una HK, sostiene sobre sus piernas mi edición autografiada del Physical Graffiti, de led Zeppelin. la pistola que en cierto modo le corresponde al gerente del canal no está en ninguna de sus manos. está, exactamente, detrás de su nuca. —veo que le gusta la buena música, mister tabaa —le digo a tabaa en inglés. —buenas tardes, inspector baquero —me saluda él con su acento oxford y un lejano dejo árabe, sólo que de los árabes que han vivido mucho tiempo en Inglaterra. —¿a qué se debe el honor? —no estoy aquí para escuchar las estúpidas ironías de un polizonte — me responde, haciendo énfasis en esa palabra despectiva con la que en inglés se suele llamar a los policías, sobre todo cuando no son policías sino detectives privados. —Podemos escuchar a led Zeppelin, si prefiere. apenas he dicho esto, me arrepiento. tabaa coge el álbum doble como si fuese un frisbee y lo estampa contra la pared. —bueno —trago saliva—. como veo que ésta no es una visita de cortesía, y como usted y sus amigos acaban de dejar de ser bienvenidos en mi casa, si me permite, los invito a irse. los mastodontes —pues el tercero también lo es, no al estilo Guerra de los balcanes ni ejército rojo, sino más


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bien al estilo Guardia republicana iraquí— siguen la conversación en silencio. también el gerente, pálido como un papel bond a4. —Inspector baquero —dice tabaa, ignorando mi último comentario—. Yo no tengo mucho tiempo e imagino que usted tampoco, así que vamos al punto. Pero antes, por favor, le pido que nos entregue su arma. Puede hacerle daño a alguien y aquí nadie quiere eso, ¿verdad? cojo la beretta por el cañón, le quito el cargador con las balas y la arrojo sobre un puff que hay al lado del gerente. Éste se encoge y se cubre la cara con las manos. —bien —continúa tabaa—. el señor Gregorio carrasco carter murió porque tenía que morir, no entremos en detalles ahora. el problema, como sabe, es que la justicia peruana ha encarcelado a una chica inocente por un delito que no cometió. Hace una pausa y me clava la mirada, como esperando mi reacción. sus cincuenta años bien llevados, con ese aplomo y esa serenidad que algunos le atribuyen a la gente poderosa y de mundo, se condensan, más que en cualquier otro rasgo, en sus ojos serenos pero asertivos. los ojos confiados de alguien que no tiene por costumbre que le digan que no a nada. —Y aquí viene el trato que caballerosamente he venido a proponerle, inspector. es muy simple. el señor aquí presente —se gira para mirar al gerente del canal— sabía que su amigo Gregorio iba a morir, pero no hizo nada por impedirlo. eso, no tengo yo que explicárselo a usted, lo convierte en cómplice. el gerente cierra los ojos. todavía sigue encogido por el susto que se llevó hace un rato. —es más —continúa tabaa—. Hasta podríamos decir que eso lo convierte en el asesino directo. ¿no le parece? —¿cuál es el trato? —pregunto. —Muy simple, inspector baquero. de hecho, tan simple que pensaba que ya lo tenía. —Hace una pausa para refor-

zar el sentido supuestamente humorístico de su frase—. un trueque. Miss réka por este señor. o este señor por Miss réka. como usted prefiera. —oh, qué listo es usted, mister tabaa —aplaudo. —Guárdese sus estúpidas ironías en el culo —dice él. —no me malinterprete, mister tabaa. Mi admiración es sincera. usted quiere, si no le estoy entendiendo mal, que yo haga como que descubro que el verdadero asesino de carrasco carter es este señor y así Miss réka quedará automáticamente en libertad. libre de polvo y paja,

el edificio donde vivo no se ha movido de su sitio. a la puerta de mi departamento no le ha pasado nada. Y sin embargo me da la impresión de que hay algo raro en el ambiente…

nunca mejor dicho. ¿no es así, mister tabaa? —así es, inspector. —Y para eso, usted, o sus amigos, por llamarlos de una manera, me darán todas las pruebas que necesito. ¿verdad? ahora el que aplaude es él. —¡Muy bien, inspector baquero! veo que lo subestimé. acepte mis disculpas por eso.

—sólo veo un problema —digo—. Que yo acepte. —ah. Pero no me subestime usted ahora, por favor —y hace un gesto con la cabeza dirigido a uno de los matones. el matón se levanta del sofá y entra en mi cuarto. al cabo de unos segundos vuelve con Marta. sí, Marta, la secretaria de Plan b. nuestra Marta. Que sale de la habitación con cara avergonzada y los párpados hinchados y enrojecidos de haber estado llorando. de rabia. de furia. de impotencia. conozco a Marta lo suficiente como para saber que no ha estado llorando por otro motivo. —¿Qué dice ahora, inspector baquero? ¿nos sentamos a negociar como dos caballeros? Miro a Marta. le sonrío. ella niega con la cabeza. —supongo que sí —digo—. ¿Ha traído el contrato? —Ja, ja, ja. ¡Qué tal inspector baquero éste! Por menos que eso conozco a gente que ha acabado sin dientes. Pero qué se le va a hacer, usted es así, y espero no volver a verlo jamás. —Ja, ja, ja —lo imito—. Qué curioso. Por fin una cosa en la que estamos de acuerdo. —Ya está bien —dice tabaa—. basta. —se repantinga en el sofá y vuelve a poner esa cara de quien nunca ha recibido una negativa en su vida, ni siquiera de su madre—. tengo que irme, así que pasemos a los detalles. como activado por un resorte, otro de los matones entra en mi cocina y vuelve con una pequeña cajita de cartón. —aquí tiene todo lo que necesita para resolver el caso —continúa tabaa—. todo con las respectivas huellas digitales de este señor. Él ya sabe lo que tiene que decirle a la policía, así que ahora lléveselo y cumpla con su parte del trato. cuando su descubrimiento se haga público y salga en los periódicos y todo eso, y cuando Miss réka ya esté muy lejos de este país, usted volverá a ver a su secretaria, inspector. Quimera 55


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—okay —digo—. Pero antes permítame hacerle un par de preguntas. sólo un par. —Be my guest —dice—. Por favor. —¿Quién fue el último chofer de carrasco carter? uno de los matones del ala balcanes/ejército rojo hace una venia al estilo japonés y me guiña un ojo con malicia. —¿Y tu nombre, muchacho, es…? el matón me mira con cara de púdrete. —Fuck you, inspector. Fuck you, you fucking fuck. tabaa sonríe. Pero no hay ni un grado de cordialidad en su sonrisa. Más bien todo lo contrario. —segunda pregunta —digo para ahuyentar el momento de tensión—. ¿usted tenía planeado todo esto, mister tabaa? Quiero decir… —sé perfectamente lo que quiere decir, inspector —me ataja—. Me halaga que lo pregunte. Y la respuesta es sí. Todo. —Pues ahora sí, mis respetos, mister tabaa. se lo digo en serio. no sé cómo lo ha hecho, pero es usted un crack. —una ironía más y le juro que se queda sin dientes. —le repito que se lo digo en serio. de veras. créame. —Me da igual. ahora sí, ¿nos despedimos, inspector? —una preguntita más. sólo una. se lo juro. a decir verdad, no sé qué más hacer para ganar tiempo. tampoco sé para qué podría servirme ese tiempo ganado, con Marta de rehén, sin mi beretta y con tres matones con pinta de haber sido entrenados en los peores escenarios de guerra de la última década. tiempo. su valor radica en lo que puedes hacer con él. En él. —la señorita szalai —digo—. ¿ella sabía de todo esto? —no —dice tabaa—. ella es inocente. en todo sentido. en ese momento tocan el timbre. tabaa me mira. Marta también me mira. 56 Quimera

los matones miran a tabaa. el gerente no mira a nadie. sigue con los ojos cerrados. —¿Quién es? —dice tabaa en voz baja. —¡¿Quién es?! —repito yo en voz alta, casi gritando. —Yo —me responden de detrás de la puerta. a todos nos queda claro que se trata de una mujer. —¿Quién es? —vuelve a decir tabaa en voz baja. —Mi novia. —usted no tiene novia —susurra. —bueno —admito—. Mi vecina. del 401. —dígale que se vaya. —¡vete! —digo. —así no, imbécil —dice tabaa. —¡así no, imbécil! —repito en voz alta. tabaa se levanta del sofá. con los ojos en blanco y las manos al cielo, pero sin hacer ruido. los tres matones, nerviosos, me apuntan con sus armas. Marta, haciéndose la nerviosa, hace como que se desmaya. el gerente está ahora más pálido que una hoja bond a4. —¿Qué? —exclama la voz de detrás de la puerta. —¿Qué hago? —le digo a tabaa entre susurros. —Pues ya te jodiste —me dice, tuteándome por primera vez—. otra a la que tendrás que rescatar. ábrele. abro. la doctora barahona da una patada a la puerta y entra al grito de “conchasumadre, que nadie se mueva”, seguida de un escuadrón completo de la policía de operativos especiales. el logo de la dIroes en los cascos y los chalecos antibalas. las botas de los efectivos que producen un ruido seco al rebotar sobre la alfombra de la sala. la balacera que se desata en todas las direcciones. las maldiciones y gritos para insuflar valor en varios idiomas. los muebles que se caen. los vidrios que se rompen. tabaa que corre a esconderse en mi

cuarto. el cuerpo falsamente desmayado de Marta que se revuelca por el suelo en dirección a la cocina. el llanto infantil y desconsolado del gerente del canal de televisión. Mi disco de led Zeppelin. Pero, sobre todo, el frío que hace un rato sentía en varias partes del cuerpo y que ahora se transforma en fuego candente. como los fierros quemadores con los que se marca al ganado, sólo que no en la superficie de la piel, sino por dentro. Y que me hacen sentir un dolor enloquecedor como el que jamás he sentido. un dolor que me asfixia. un dolor que me impide gritar, porque el grito corresponde a un estadio inferior de dolor. un dolor que me hace desear la muerte como alternativa positiva a ese dolor. eso es. el dolor de la muerte. Y entonces, la muerte misma. abro los ojos. tengo el cuerpo conectado a tubos de distintos grosores y estoy rodeado de paneles electrónicos que parecen los comandos de una cabina de avión. todo estaría bien si yo fuese un piloto de avión. Pero no soy un piloto de avión. soy el inspector baquero, detective privado. una mujer se me acerca de tal manera que veo todos sus rasgos deformados. como en uno de esos espejos de feria cuya imagen reflejada presenta una nariz que no guarda ninguna proporción con la boca. —Ya está aquí —me dice—. Ya está de vuelta. —¿Quién? —le digo, pero no me oigo decírselo. —usted, señor baquero. Ya está fuera de peligro. —¿Quién es usted? —la doctora sánchez. Pero no hable. descanse. cuando vuelvo a abrir los ojos ya no soy un piloto de avión. a mi lado reconozco a la doctora baquero, que


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carga una botella de Moët & chandon como si fuese un bebé, y a Marta, con un brazo enyesado y en cabestrillo. Más allá están chumpi, el jefe de la policía de investigaciones, y Patricia, mi vecina del 401. todos me miran con cara de estar viendo a un resucitado. —baquero —me dice Marta. —¿sí? —¡tienes una carita! —cuando quieras —le digo. —sí —se ríe—. cuando yo quiera. —caray, baquero —dice mi jefa—. Qué confianzas son ésas. Qué va a pensar chumpi de nuestra seriedad. —cuéntame —le digo. —¿Qué quieres que te cuente? —todo. —todo. okay —dice—. el operativo tarántula fue un éxito. tres bajas en las filas enemigas y ninguna en la nuestra, incluyendo al gerente del canal, que se orinó en los pantalones, pero salió ileso. Y sin contarte a ti, claro, que sigues vivito y coleando. Por cierto —se queda pensando, con una mano en el mentón y la cabeza inclinada—, ¿qué les hiciste? —¿Por qué? —Porque los gorilas se ensañaron contigo. en vez de dispararles a los efectivos de la dIroes, o en todo caso a mí, que los estábamos acribillando, todas las balas te las dedicaron a ti. te metieron tres balas, baquero. una por cada uno. —no sé —digo—. supongo que les caí mal. Marta se vuelve a reír. —es un pesado —dice—. Hasta yo le habría metido su cocacho por faltoso. todos se ríen y hacen bromas al respecto. —¿Y tabaa? —pregunto. ahora todos se miran a las caras. —tabaa fue detenido y llevado a seguridad de estado. —Ésa es la buena noticia, supongo. —sí. —¿la mala?

—Que ya no está en el Perú. —¿lo soltaron? —sí. Miro a chumpi. chumpi parpadea. luego sonríe con tristeza y mueve los hombros. Finalmente esconde la cabeza y se pisa los zapatos unos a otros, como un niño al que su abuela acaba de descubrir haciendo una fea travesura. como frotarse el pipí. o algo peor. —Mucho pez gordo para tan poca pecera —digo. —Para gente como él —dice la doctora baquero—, todo el puto planeta es una pequeña pecera. —Me imagino. ¿Y Kriszta szalai? —sabe dios. —¿salió libre? —sí. Y también tomó las de villadiego. —te dejó un sobre —dice Marta—. te lo he guardado. Mi jefa la mira. Patricia, mi vecina, también la mira. durante unos segundos todos miramos a Marta. Marta adopta la misma actitud que hace unos minutos tenía el desvalido jefe chumpi. —¿cómo sabías? —le pregunto a mi jefa. —¿Qué? —lo de mi casa. —¿Que había aquelarre? ¡Por Marta! Marta ahora se ruboriza. —Yo ya estaba en el aeropuerto — continúa mi jefa— cuando recibo su llamada. contesto y no me dice nada. Pero oigo las voces. lo demás fue deducción. Y bueno, saber un poco de ruso. —¿sabes ruso? —Da, tovarich. Me defiendo. así seguimos charlando durante un rato más, hasta que la doctora sánchez aparece y anuncia que la hora de visita ha terminado. Que debo descansar. Mi jefa deja el Moët & chandon en la mesita de noche.

—Para cuando puedas —se despide. —un ratito —le digo—. no te vayas. doctora —miro a la doctora sánchez, en plan súplica—, por favor. la doctora asiente. un minuto, nos indica con el dedo. todos se marchan discretamente y nos cierran la puerta. —¿Qué? —me pregunta mi jefa cuando estamos solos. —¿Quién fue? —¿Quién fue quién? —el que nos contrató. —Preferiría no hablar de eso. —Por favor. —un sinvergüenza —dice por fin—. un mierda. una persona a la que creía de confianza y que en realidad estaba trabajando para el jordano ése. Yo no lo sabía, te lo juro. —lo sé —digo—. nadie sabe para quién trabaja. —nadie conoce a nadie —dice ella. —¿Político? —no. —¿empresario? —no. —¿cura? silencio. —cura —repito, más para mí mismo que para ella. silencio al cuadrado. —Fue el arzobispo, ¿verdad? no digo más. Mi jefa me cierra la boca presionando mis labios con el índice de su mano izquierda. Mirando la botella de Moët & chandon me quedo dormido. sueño que soy un piloto de avión.

*”la verdad sobre el caso tarántula” pertenece a la serie buenas notIcIas Para los Que esPeran Malas notIcIas. las aventuras de la doctora baraHona Y el InsPector baQuero. Quimera 57


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polaroid

Han Nefkens, el señor de la foto, es el artífice de una beca (de la que ya se ha convocado la segunda edición) que permite a un autor menor de 35 años pasar un año en Barcelona, cursar el Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y publicar su libro con Alfabia. Nefkens, que además de mecenas es escritor, publicó el año pasado Tiempo prestado, una crónica visceral de su experiencia con la afasia y la encefalitis que casi acabaron con él. Holandés de origen y ciudadano de Barcelona, pasó algunos de los años cruciales de su vida en México y el destino (o el jurado de la primera beca) quiso que el primer ganador fuera Eduardo Ruiz Sosa, de Sinaloa, que en estos momentos trabaja en su primera novela. Notable esfuerzo por apoyar la cultura en tiempos de crisis.

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Joan DiDion Recaredo Veredas Raúl Quinto eDgar

lee Masters

alfons Cervera Isabelle Touton Óscar Carreño Carlos

Casares

leila guerriero Ricardo Martínez Llorca Anna Rosell Martin

MosebaCh

Jose Dalisay Ricardo Martínez Llorca


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el quirófano

hojas de hierba quemada. AntologíA de Spoon RiveR edgar lee Masters bartleby editores. Madrid, 2012. 376 págs. trad. Jaime Priede.

edgar lee Masters (Kansas, 1868- Pensilvania, 1950) fue un abogado comprometido y crítico cuyo trabajo le mostró las ineficiencias y contradicciones de la más vieja democracia del Mundo. eso le curtió. Dándole, de paso, materia prima para escribir. unos ojos abiertos que ven la realidad social como una compleja maraña de luces y sombras, una pluma afilada. Masters escribió el libro de poemas más vendido de la historia de eeuu y, aunque luego publicaría más cosas, solamente se le recuerda por este. otra nota: a veces el triunfo puntual equivale a un fracaso vital. en parte así fue la vida del abogado liberal que quiso ser escritor y obtuvo un éxito rotundo, y aún hoy. Porque todavía podemos leer las lápidas de spoon river como quien lee las líneas de la mano de una nación. así de certero fue. su vigencia continúa siendo apabullante y no solo por el contenido sino también por la forma. el qué y el cómo. lo que hoy seguimos llamando literatura de riesgo, esas radicalidades postmodernas que todavía enervan a algunos lectores extrañamente tradicionalistas de poemas, ya fueron escritas hace mucho tiempo. tanto como cien años. Construir, por ejemplo, un libro como un collage en red, donde cada poema es una voz que se narra a sí misma y se entrelaza, monólogo a monólogo, en un tejido común, desvaneciendo el yo romántico en la multiplicidad del nosotros-cada-unodueño-de-sí propio de los nuevos tiempos. todo eso sigue siendo moderno ahora, cuando gran parte de la poesía actual continúa atada a fórmulas mucho más antiguas. la antología de Spoon River fue publicada en 1915 y desde entonces es vanguardia poética. Pero también analítica. tan certero fue. si queremos entender qué es eeuu junto a los tratados de sociología o historia habrá por fuerza que leer este libro. ya pudimos leer otra traducción completa al castellano de la mano de Jesús lópez Pacheco en 1993, en ediciones Cátedra, ahora es Jaime Priede el que le pone voz a los muertos. Con algunas licencias, sobre todo para enfatizar ciertos coloquialismos propios de los personajes de extracción social baja, reproduce los diferentes tonos de los monólogos, aunque es, como ocurre también en el original, en los de perfil más bajo y realista donde adquiere más fuerza, mucho más que en los textos donde se pretende alcanzar supuestas alturas líricas. Destaca más la crudeza de la historia, el guiño irónico, el latigazo moral, que cualquier metáfora o juego verbal con el que Masters quisiera sorprender. la parte central de la Antología es un conjunto muy nutrido de monólogos declamados por los muertos del cementerio de spoon river, ciudad inventada pero que es un remedo de varias ciudades reales estadounidenses. Comienza con el poema la colina (p19) donde se realiza una panorámica general del camposanto introduciendo el tópico medieval del ubi sunt. qué fue de. Para a continuación responder a esa pregunta en boca de los propios muertos, que nos hablan de las circunstancias de su vida y de su muerte. voces que se van mezclando, generando eso que llamamos sociedad, pero ahora desnuda de ropajes e hipocresías. Con la vida declarando sus verdades ya sin tapujos, desde el impenetrable refugio de la muerte. Confesiones, historias de triunfos fugaces y fracasos eternos. algún que otro episodio que podemos relacionar con el género de las murder ballads. todo en primera persona, en un yo múltiple que se reparte en cada poema, salvo el del Padre Malloy (p238), probablemente más como descuido que como hecho significativo. la comunidad que en vida se mentía y se miraba desde la distancia y desde las jerarquías aparece aquí igualada por la muerte, todos ocupan el mismo peldaño en el suelo de la colina. Memento mori, que decían esos cuadros barrocos con esqueletos caminando sobre tiaras papales y coronas. la muerte es la verdadera democracia. Por eso entendemos este libro como el reverso 60 Quimera


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tenebroso de las Hojas de hierba de Walt Whitman. hojas de hierba quemada. Donde este canta a la fuerza impetuosa de una nación que se eleva sobre la igualdad y la democracia, lo que hace Masters es reseñar la verdadera igualdad en la muerte y desnudar la de la vida. en la colina no hay ya jerarquías, pero en la vida no hay otra cosa. el ímpetu real es el de la doble moral, el cinismo y la corrupción sistemática. el idílico resplandor de la democracia americana cantada por Whitman deja aquí al descubierto sus grietas obscenas: el caciquismo, la servidumbre al dinero y el doble discurso de las apariencias. Por eso hay una presencia entre estos muertos que destaca por encima de todas, la del banquero thomas rhodes, cuya sombra se proyecta en la biografía de gran parte del pueblo. su poder inmoral pero implacable. banqueros que atan y desatan la vida de toda una comunidad, en 1915 y cien años después. los muertos ajustando cuentas, las aristas de lo bien visto, la ingenuidad traicionada, el fariseísmo, la levedad de la vida y la persistencia del fracaso. la historia de una ciudad en sus gentes, que puede ser spoon river como cualquier otro enclave de eeuu o de cualquier otro país que haya comprado ese modelo. a cien años vista, a miles de kilómetros. Porque la historia de los lugares se escribe mejor en un poliedro complejo de mil caras que en una hoja plana. Cada punto de vista es necesario, cada uno de nosotros construimos la historia al fin y al cabo. acabados los monólogos nos encontramos con un fragmento ficticio firmado por uno de los muertos: el poeta que se apellida inequívocamente swift. y no es casual que se corresponda con el autor de Los Viajes de Gulliver, uno de los más corrosivos críticos sociales de la historia de la literatura. Masters se enmarca deliberadamente en esa corriente. la spooniada es un poema épico con el pueblo como protagonista donde aparecen muchos de los personajes muertos de la otra sección. volvemos a esa modernidad radical de hace un siglo y de hoy mismo. la ruptura de los géneros está ahí desde la misma nota introductoria al poema. Como si fuera borges o cualquier autor postmoderno. Más aún si atendemos al abrupto final, cortando una frase, que incide en la ficción del manuscrito encontrado cervantino pero añadiéndole algo de la estética de la ruina, propia del romanticismo histórico o del fragmentarismo más rabiosamente actual. insisto: lo moderno es antiguo y ya estaba aquí. Como sea. en la spooniada lo que antes eran hilos sueltos, las biografías apuntadas por los muertos, que se iban tejiendo de manera sutil acaba configurando un tapiz, narrando un par de episodios que podríamos describir, como el resto del volumen, como una tragicomedia sobre la democracia. acaba este largo libro de poemas con una pequeña obra de teatro que termina de dejar claro el aliento barroco que lo empapa todo. ese dramatis personae. ese teatro del mundo que diría Calderón, al que hemos asistido en cada uno de los monólogos, ahora cerrado directamente sobre un escenario. aquello, la vida de los ciudadanos de spoon river, o de cualquier sociedad a la que le vaya bien ese espejo, propuesta como una continua representación dramática, un baile de máscaras para contar una verdad o un secreto necesario. en este final, Dios y el Diablo juegan a las damas y este último decide crear su propia especie con todos los muertos de este libro-cementerio como espectadores. en un juego de correspondencias, donde el lector se acaba ubicando en el mismo graderío de los difuntos, como un personaje más cuya vida también se puede reducir a un poema. la vida como destellos en blanco y negro, el viento del error soplando en tantos y tantos corazones. Porque de uno en uno se hace el espesor de la hierba, la sociedad, la democracia. Por eso la Antología de Spoon River es el la cara b del sueño de Whitman. el sistema y sus piezas más pequeñas, intercambiables, desnudadas con rigor en este libro de poemas que bien podría ser una tesis sociológica, donde cada personaje desvela sus secretos, sus grandezas y miserias, y donde reconocerse es inevitable. y necesario. r aul quinto Quimera 61


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y érase una vez… galicia nARRAtivA bReve coMpletA carlos casares libros del silencio. barcelona, 2012. 312 págs. Diez años después de su muerte, libros del silencio pone al abasto del lector todos los relatos de Carlos Casares (orense 1941-vigo 2002). el volumen recoge los cuentos de su libro Vento ferido (1967), con cinco relatos añadidos, agrupados todos ellos bajo el título el juego de la guerra y otros relatos; y aquellos otros que formaron Los oscuros sueños de Clío (1979). a éstos se han incorporado una decena más, relatos dispersos, aparecidos en diferentes publicaciones entre la década de los sesenta del siglo pasado y los inicios del presente siglo XXi. los cuentos de El juego de la guerra…, por temática y poética, remiten directamente a su obra novelística; cuadros de costumbre que nos muestran la cotidianeidad de unos personajes que transitan por tiempos adversos. la violencia, bien soterrada, bien explícita, se erige como elemento cohesionador de los relatos. una buena parte de ellos están protagonizados por adolescentes, y es que pocos escritores como Casares han sido capaces de esculpir poéticamente el final del verano; sí, convertir en exquisita literatura una cosa tan autorreferencial para el lector como los días finales del mes de agosto y la vuelta al hogar, dejando atrás las vacaciones y los primeros amores adolescentes. en definitiva, hacer buena literatura con los temas que el Dúo Dinámico utilizaba para azucarar el despertar sexual de los jóvenes de la españa franquista de los sesenta. esa pulsión se palpa en cuentos como “el otro verano”, “aparecerá por la esquina” o en la variante “la muchacha del circo”, como también se halla en su novela El sol del verano (2002) y en la evocación que helena hace del caído Carlos; el sol estival cayendo sobre la casa de vacaciones para iluminar aventuras infantiles, y después la partida, el otoño y las sombras. la infancia también juega un papel clave. la mirada niña, desnuda de hipocresía que observa un entorno violento, de vencedores y vencidos. los niños que aparecen en relatos como “el juego de la guerra”, “la casa de epifanio”, “el arañazo del hombre malo” o “el lagarto de piedra”, a diferencia del Moncho de La lengua de las mariposas de Manuel rivas, por poner un referente próximo, perciben el mundo adulto no como un momentáneo refugio, sino como un espacio de peligro constante. Casares se sirve de unos y otros, niños y jóvenes, como también lo hicieron los escritores del medio siglo (aldecoa, garcía hortelano o el fernández santos de Cabeza rapada) para amplificar la devastación moral y física de un espacio asolado por el odio de los vencedores y la miseria en que subsisten los vencidos. los oscuros sueños de Clío, es una cartografía (des)mitificadora de galicia. a lomos de borges, con un marcado carácter iconoclasta, Casares erige un catálogo de estrafalarios personajes que pueblan el espacio narrativo de la galicia de antaño. en la mejor tradición borgiana, Casares alza un marco referencial apócrifo que bebe de vetustos libros de historia y misteriosos manuscritos, vestigios materiales que nos acercan a maravillosos personajes en una galicia de cantar de gesta; todo para hacer bueno el epígrafe, también apócrifo, de W. lubbë con el que se abre el compendio “pensaban que estos últimos (los textos apócrifos) tenían el poder de alterar el Pasado y orientar la humanidad en buen sentido.” Por último, los relatos dispersos se presentan como una miscelánea de temas que Casares recorre, de nuevo, de la mano del humor, y la farsa grotesca. hay ocasiones en que la fábula (“el lagarto rojo”) sirve para presentar una metáfora de los últimos coletazos de salvaje represión franquista. en definitiva, un magnífico volumen de relatos que nos muestra a un autor capaz de retratar con apenas unas pinceladas un inmenso fresco de la conducta humana; unos relatos que han de invertir la sentencia de su admirado Castelao, tan presente en el brevísimo relato “ante el retrato”, pues estos relatos gallegos fueron protesta exquisita y no emigrarán de la memoria del lector. ósCar Carreño 62 Quimera


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la intimidad de la lengua ajena tAntAS lágRiMAS hAn coRRido deSde entonceS Alfons cervera Montesinos. barcelona, 2012. 160 págs. el título Tantas lágrimas han corrido desde entonces, es un verso de edmond Jabès, cuya continuación desvelada en el epílogo, “la noche devora sólo a los que caen”, recuerda al lector que la narrativa de alfons Cervera no deja de marcar distancia con los que pretenden que “la guerra la perdimos todos”. el conflicto bélico ha trastocado la cronología de los derrotados; y para los exiliados —tanto por motivos económicos, como para la familia del narrador que se fue de niño, como por motivos más directamente políticos— el tiempo se mide en kilómetros. es esta experiencia de la arbitrariedad y del funcionamiento por redes y tartamudeos de la memoria la que interroga la novela. Más que nunca en la obra del autor, las voces autorizadas van cercando estas cuestiones —esas voces son tanto las de escritores o cineastas consagrados como las de actores humildes de la historia, provistos de un sentido agudo de la realidad, esas subjetividades que la historiografía a duras penas deja hablar— y vuelven una y otra vez sobre la proximidad incestuosa entre memoria e imaginación: “el recuerdo no es lo que sucedió de verdad sino lo que inventamos para no quedarnos vacíos por dentro”. una búsqueda casi ontológica que se trasluce, por una parte, en una estructura hojaldrada, de lectura ardua, que alterna entre el presente del entierro de teresa, de la que poco se sabe, y varios pasados —tiempo de la emigración económica a francia, 1963 (año de la muerte de Kennedy), 1975 (noche de los últimos fusilamientos ordenados por franco)— ya en orange (francia), ya en los yesares; y, por otra parte, en una prosa que llega a hacerse nominal, acumulativa, descriptiva de paisajes mentales. las reminiscencias o reescrituras de personajes, lugares, anécdotas y motivos entre las obras del novelista funcionan igual que el trabajo de la memoria: por asociaciones, azares, repeticiones y variaciones. el trauma es acrónico y atópico: “son los testigos de un tiempo roto en mil pedazos cuya reconstrucción es imposible. Me pregunto a veces si escribimos para eso. Para remendar los agujeros de un tiempo hecho con los jirones de otros tiempos”. Tantas lágrimas han corrido desde entonces parte de una fotografía en la que sale un niño africano que desembarca en patera en españa y con el que se identifica el narrador, un guionista para documentales cuyo oficio es, pues, escribir y dar a ver: “ese niño de once años soy yo”. la comparación que radica en la misma mirada extraviada por el miedo, entre los inmigrados de hoy en españa y los emigrados españoles de ayer en la francia del sureste, la ciudad de orange hoy dirigida por la extrema derecha, funciona mejor que cualquier panfleto político: “¿y quién dice que no éramos negros cuando estábamos en francia, eh, quién lo dice?”. la semejanza de situaciones no borra la singularidad de la experiencia del pasado que el narrador rechaza “recobrar”, respetando al “otro” en su extrañeza, repitiendo a saciedad los nombres de una constelación de familiares de su infancia —a Manuel, román, aurora, teresa, emile, Monsieur baas, antonella, alfons, Mohamed … —, y optando por una poética que se insinúa en la intimidad de la lengua ajena. De ahí que el relato sea a veces desgarrador, siempre indignado, pero nunca melodramático. román, aurora, los personajes más indignados, protestan contra los lugares comunes mentales de los nostálgicos: “Pero te lo digo ahora, que una mierda, que si uno no come pues no hay libertad que valga porque se muere”. Cuando la prosa de alfons Cervera se hace metaliteraria se presenta como una respuesta a cierta autocomplacencia: “el mundo no puede ser contado y por eso lo mejor es construir un relato donde el mundo no exista, sólo quien escribe. quien escribe es su propia ficción. Cuántas rarezas se inventan para justificar que detrás de la escritura no hay nada demasiadas veces”. “sin concesiones a una estética que negaría toda vocación de contar la verdad”, una verdad que el autor nos propone buscar en los detalles silenciados por la memoria, en la boca de los rostros invisibilizados por la sociedad de la imagen, en los lugares desasiabelle touton. parecidos, en “la mano del testigo extendida sobre el vacío”. Quimera 63


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Cierta luz: dos de Joan Didion lAS nocheS AzuleS Joan didion Mondadori. barcelona, 2012. 160 págs. traducción de Javier Calvo.

es difícil interpretar el mensaje de las noches azules, aquellas que con salvaje nitidez y durante el inicio del invierno preceden a la auténtica loS que SueñAn el Sueño oscuridad. lo es, aunque el contenido resulte doRAdo. obvio e inevitable, porque pocos autores logran Joan didion mantener la mirada. los privilegiados que no la Mondadori. barcelona, 2012. apartan y además saben narrar consiguen una 352 págs. nueva perspectiva sobre lo que casi todos sufritraducción de Javier Calvo. mos y sufriremos, lo queramos o no: nuestra propia vejez y la muerte de los seres más queridos. solo se librarán quienes como quintana, la hija de Joan Didion, se marchen antes de tiempo. Noches azules se emplaza a la altura de otros grandes libros testimoniales sobre la desdicha, como De Profundis, Mortal y rosa, Bajo el signo de Marte, Una pena en observación o Esa salvaje oscuridad. así ocurre porque Joan Didion —como Wilde, umbral, Zorn, lewis o brodkey, aunque sus registros y sus perspectivas sean muy diferentes— posee capacidad para distanciarse de sí misma y contemplar su propia tragedia con lucidez, medido desapego y plena conciencia de la existencia de un lector que debe entender sus matices y hacerla, en la medida de lo posible, suya. lo hace sin acudir al saldo de la sensiblería, escrutando sus propios sentimientos como quien descifra un código desconocido —nos ayuda a ver que nadie conoce, pese a que creamos lo contrario, cómo se sentirá cuando llegue el momento—. además evita, como una equilibrista, la fácil caída en uno de los dos extremos: la frialdad o la pedantería. al contrario, mantiene la templanza y la facilidad para simplificar, sin pérdida de tonalidades, lo complejo, una capacidad que había adquirido gracias a su larga experiencia en los frentes periodísticos y cinematográficos. y lo hace ante a unos hechos casi imposibles de asumir y, mucho más, de exponer sin remilgos a lectores desconocidos. Pero no solo la capacidad es suficiente, además es imprescindible coraje, una excelente técnica, un cierto exhibicionismo, casi inherente a la condición de escritor, y, reiterando el inicio, nunca desviar sus ojos del foco, ni siquiera frente al propio declive físico e intelectual. ¿Cuál fue, simplificando, la sucesión de los hechos? Joan Didion, nacida en 1934, se casó con el también escritor y guionista John gregory Dunne en 1964. Poco después adoptaron a una niña, su única hija, a la que llamaron quintana. todo marchó con razonable éxito —la pareja se mantuvo unida, la hija creció, incluso se casó, ambos cónyuges consiguieron un reconocimiento y una retribución razonables en sus carreras literarias y cinematográficas y congregaron a su alrededor a un buen grupo de amigos, amantes de la buena vida y de los cócteles— durante los treinta y nueve años siguientes, hasta que en 2003 llegó el temporal que cambiaría la vida de Didion para siempre y, paradójicamente, nos regalaría sus dos obras mayores. el 30 de diciembre, mientras cenaba en su casa, John gregory Dunne sufrió un infarto de miocardio que le llevó a la tumba. Poco antes quintana había sido hospitalizada por un shock séptico, inicio de la cadena de penalidades que la mataría en agosto de 2005. Cuando Didion publicó El año del pensamiento mágico, novela (porque, al igual que Noches azules cuenta con un importante componente narrativo) en la que narra el proceso de duelo causado por la muerte de su esposo, quintana aún estaba viva y con ciertas esperanzas de recuperación y en las páginas, sobre todo en las últimas, existía cierta luz. en Noches azules no hay nihilismo, Didion se aferra a la vida, continúa cuidando con esmero su imagen e ilusionándose por nuevos proyectos, como la adaptación teatral de El año del pensamiento mágico, pero la confirmación de la muerte de quintana y las marcas del tiempo sobre su cuerpo cierran la esperanza, no solo de la felicidad, sino de una despedida grata de este mundo. 64 Quimera


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¿la muerte de un hijo es más dolorosa que la de un cónyuge? ¿es esa la razón de que Noches azules sea incluso más poderosa que El año del pensamiento mágico? Didion utiliza en ambas las armas del mejor periodismo literario norteamericano: combina con fluidez la profundidad, la nitidez y la falta de concesiones. Podría afirmarse que realiza un largo reportaje/novela sobre sí misma. la estructura es similar a la de su precedente: breves capítulos, ráfagas dispersas que acaban componiendo un todo coherente. sin embargo, aquí hay más contención, más fortaleza, más precisión, menos pedagogía y más literatura. tal vez el transcurso de los años le haya concedido una mirada ante la vida y la memoria (es un libro sobre el recuerdo y su fragmentación, conoce sus mecanismos con una precisión digna de Proust) que antes no poseía, una perspectiva que parece propia de alguien que regresa de la muerte y sabe con certeza lo que aguarda al otro lado. no es, por otro lado, una obra dedicada al duelo, la auténtica protagonista es la manera en que Didion vive y acepta el fin. Pocos autores exponen las consecuencia de la erosión del tiempo con tanta sinceridad: podría vincularse su perspectiva con la de un autor en apariencia tan lejano como Kjell askildsen, quien también describe, de una forma muy distinta en mirada e idéntica en lucidez, las rutinas del último tramo de la vida. otro de los aspectos que demuestra su calidad literaria es la consecución de una mezcla insólita de tiempos: los recuerdos de la vida y muerte de su hija, tan vivos como el día a día, se combinan con el presente en una totalidad tan clara como perturbadora. también posee una considerable habilidad para crear tensión, incluso suspense, que demuestra, por ejemplo, cuando su hija recibe una carta de su hermana natural. el embrollo que supone el descubrimiento de su adopción y el difícil trato con la familia genética está narrado con absoluto control del ritmo y de la elipsis. también, aunque no lo pretenda, es una poeta de largo alcance. De hecho el cierre es una larga elegía por la ausencia. una lírica que nos avisa de aquello que, irremediablemente, está por llegar: Conozco la fragilidad y conozco el miedo. / Uno no teme por lo que ha perdido. / Lo que ha perdido ya está en el muro. / Lo que ha perdido ya está al otro lado de las puertas cerradas / Uno teme por lo que todavía no ha perdido. / Puede que ustedes no vean nada por perder. / Y, sin embargo, no hay día en su vida que yo no la vea. no es el único Didion de la temporada. Mondadori también ha publicado Los que sueñan el sueño dorado, recopilación en la que se muestra como una periodista certera y una excelente relatista, atenta a los hechos y a los detalles, dotada del mismo talento para la elipsis que el revelado en sus textos fúnebres. Cuenta, como Noches azules, con una excelente traducción de Javier Calvo. Didion pertenece a la escuela del nuevo periodismo norteamericano, que no olvida los hechos ni permite que el carácter del autor los devore pero sí entra en la conciencia de los personajes, crea escenas, espacios y progresiones con licencias propias de la literatura. escribió para los mejores medios de los sesenta y los setenta, desde el New York Times a Esquire, pasando por Life, y en su escritura se percibe el mismo aliento que guía las obras mayores de Mailer, Capote, talese o Wolfe. Posee su soltura, su ocasional ironía, y su capacidad para modular la distancia y cambiar de registro en función de lo narrado o de la perspectiva que quiera conceder a lo narrado. expone con valentía su punto de vista, por ejemplo cuando critica con dureza la política norteamericana sobre el salvador o cuando traza sutiles retratos, como su magistral descripción de la dorada decadencia de ese mito americano que era John Wayne. también demuestra, sobre todo, que su calidad no se limita a la literatura testimonial, que es capaz de escribir sobre los otros con el mismo vigor que sobre sí misma. r eCareDo vereDas Quimera 65


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vender la piel del oso antes de cazarlo el pRíncipe de lA nieblA, Martin Mosebach trad. de José aníbal Campos, acantilado, barcelona, 2012, 357 págs.

tomando como punto de partida un hecho histórico de la alemania guillermina y ubicando la acción en los últimos años del siglo XiX, Martin Mosebach (1951, frankfurt del Meno, alemania) pergeña una fábula que es a la vez un retrato de época y de todos los tiempos, en tanto que saca a la palestra actuaciones universales del comportamiento humano. Éste es el mayor mérito de una novela que airea los entresijos de la mentalidad y la actuación del prototipo del estafador moderno, tan real en los años de aquel cambio de siglo como en la actualidad. el príncipe de la niebla, sobrenombre del protagonista theodor lerner, muestra los mecanismos más clásicos de hacer negocio a base de la especulación. Condensando en su nombre la esencia de su personaje —lerner significa en alemán aprendiz— Mosebach construye en el dueto de los principales protagonistas —la señora hanhaus y theodor lerner— una relación maestra-alumno de la estafa. ella, una mujer frívola de oscuro pasado, vividora a la caza y captura de cualquier negocio imaginable, consigue captar para sus fines al pupilo lerner, un periodista ocasional cuya ingenuidad y ambición maneja a su placer. así es como ambos se embarcarán en la aventura de hacerse con la propiedad de la isla del oso, un arrecife situado al norte de noruega, con la expectativa de hacer allí negocio con el carbón y con lo que se pueda. este objetivo sirve a Mosebach para sacar a la luz el funcionamiento de la actuación especulativa, que vende la piel del oso antes de cazarlo (nunca mejor dicho) y se sirve de los medios que sean necesarios utilizando a este fin la imagen de exotismo y el espíritu de aventura fomentado por las revistas y diarios de la época colonial: con la excusa encubridora de un rescate humanitario uno consigue la financiación de su viaje, aprovechando la laguna legal se apropia de una isla desconocida que supuestamente se encuentra en el camino, se inventa riquezas del subsuelo y una empresa explotadora para la que sabe atraer algunos capitales, mueve políticos a través de sobornos y relaciones y así sucesivamente. los trazos básicos de la conducta de los personajes están diseñados con realismo y también está lograda la connivencia de la prensa en la creación de los tópicos que alimentan un imaginario de lo exótico, que es capaz de igualar el sáhara con el Polo norte. ello queda bien retratado con claro ánimo crítico y humor sutil en una escena de circo en que una mujer de color culmina un espectáculo de nieve con osos polares incluidos. sin embargo la novela muestra algunas carencias que, si bien en algunos casos pueden ser entendidas como una virtud al logrado servicio de la economía narrativa, en otros impide entender situaciones y relaciones entre los actores de la historia, lo cual repercute en la coherencia y la credibilidad y puede poner en entredicho la concesión al autor del Premio georg büchner 2007. las razones del jurado, que adujo "esplendor estilístico“, son difícilmente comprobables en la traducción y hay en la crítica alemana quien opina lo contrario — para sigrid löffler, en una entrevista en la emisora Deutschlandradio el 5 de octubre del mismo año, su léxico es afectado, ampuloso y anticuado—. la historia se lee como un caso de tantos de suprema actualidad en el marco de la imperante nueva economía neoliberal, y la novela podría ser calificada como aguda crítica social si no fuera porque acaba con el encarcelamiento de alguno de los actores y el fracaso estrepitoso de la estafa, lo cual no casa con la expectativa que el autor ha ido creando, ni con la realidad. De Mosebach, autor prolífico, que cultiva casi todos los géneros, se han publicado, además, en españa, en el sello El Tercer Nombre, El temblor (2008) y La luna y la niña (2009). a nna rossell 66 Quimera


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La tierra, de los mitos al saber

La filosofía de Stanley Kubrick

La ciencia contemporánea ha ampliado el campo de la historia: hoy sabemos que los seres vivos, la Tierra, el Universo, lejos de ser inmutables, son el fruto de una evolución que escapa a nuestros sentidos y que solamente se pone de manifiesto a través de la observación razonada que hace posible el método científico. Los discursos míticos y religiosos, en cambio, se basan en unos relatos imaginarios consagrados a inventar arbitrariamente, ex nihilo, esta evolución. Más allá de los prejuicios religiosos, que no han dejado de combatir los logros de la ciencia, existe una crítica fundamental al método científico, que cuestiona incluso el carácter de árbitro que ejerce en él la naturaleza. El rechazo de la noción de verdad científica tiene dos fuentes. Una es la lectura literal de los textos sagrados, otra es un relativismo en boga entre determinados especialistas de las ciencias humanas para quienes la ciencia es un mito como los demás. De este modo, la noción de verdad se disuelve y es sustituida por un simple consenso social a través del cual finalmente todos los discursos, míticos o simplemente absurdos, se vuelven equivalentes. Frente a esta irrupción del discurso social en el campo de la ciencia, Hubert Krivine se ha propuesto “rehabilitar la noción considerada ingenua de verdad científica contra la idea de que la ciencia no sería más que una opinión socialmente construida”.

A lo largo de medio siglo, Stanley Kubrick produjo algunas de las imágenes cinematográficas más evocadoras e indelebles de la historia del cine. Sus películas abordan una amplia variedad de temas y de preguntas sobre la vida, la conducta y las emociones humanas. Dentro de esta gran variedad temática, Kubrick examina los diferentes aspectos de la realidad y los unifica en una rica visión filosófica similar al existencialismo. Probablemente más que ningún otro concepto filosófico, el existencialismo –la creencia de que la verdad filosófica solo tiene sentido cuando es libremente elegida por el individuo– ha bajado de la torre de marfil de la filosofía para impregnar a la cultura popular en su conjunto. Los ensayos de este volumen examinan los intereses de Kubrick en la moralidad y el destino, y ponen de manifiesto una mentalidad estoica en muchas de sus películas. La obra de Kubrick se caracteriza por el escepticismo, la ironía y un hedonismo sin trabas. En películas como La naranja mecánica o 2001, una odisea del espacio, Kubrick se enfrenta a la noción del hombre en lucha contra sus propias creaciones científicas y tecnológicas. En conjunto, los ensayos de La filosofía de Stanley Kubrick constituyen una lúcida mirada sobre un universo físico y moral en constante transformación, y aportan profundidad y complejidad a la interpretación de la obra de Kubrick.

biblioteca buridán


01 PORTADA 349.qxp:PORTADA 282 20/11/12 20:40 Página 4

Juan Vilá

m

¿Qué es m? Un relato de ciencia ficción o de miedo, una sucesión de historias de amor, una fábula grotesca capaz de provocar más de una carcajada, una novela tan radical y rabiosa como exigen los tiempos que estamos viviendo, diferente a cualquier otra y destinada a convertirse en una obra de culto.

Virginia Woolf

La habitación de Jacob Virginia Woolf rompe amarras con la tradición realista de la novela inglesa y se introduce de lleno en el modernismo con La habitación de Jacob, un relato ambiguo y desestructurado, construido alrededor de una ausencia.

Piel de Zapa


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