Quimera Revista de Literatura | Número 362 | Enero 2014

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REDACCIÓN Editor: Miguel Riera Director: Fernando Clemot Redactor Jefe: Juan Vico Consejo de redacción: Álex Chico, Ginés S. Cutillas, Iván Humanes, Jordi Gol

5-10 s espejos e lo El salón d

4 El foyer

Literatura finlandesa: una toma de contacto

Jyrki Nummi: El cisne y el bardo: lo europeo y lo local en la literatura finlandesa (11)

Entrevista a Jacobo Siruela

Elsi Hyttinen: Leer es poder: los primeros años de la literatura obrera en Finlandia (15) Fernando Clemot y Carolina Figueras: Una visión de la literatura en Finlandia: entrevista con Aleksi Siltala (17) Evan Wright: Las dicotomías ecológicas de Arto Paasilinna en El año de la liebre (21)

Colaboradores nº 362:

Sergi Bellver, Marina P. de Cabo, Agustín Calvo Galán, Rubén Castillo Gallego, Ernesto Castro, Andrés Catalán, Stephen Dunn, Ángeles Encinar, Carolina Figueras, Víctor García Antón, Rebeca García Nieto, Ioana Gruia, Luisa Gutiérrez Ruiz, Juoni Harala, Elsi Hyttinen, Rosa Liksom, Juan Carlos Márquez, Inka Martí, Fernando Martínez, Francisco José Martínez Morán, Inés Mendoza, José María Merino, Lauri Olander, Julia Otxoa, Gemma Pellicer, Riikka Pulkkinen, Raúl Quinto, Alejandro J. Ratia, Laila Ripoll, Miquel Rof, Matti Rönkä, Anna Rossell, Rolando Sánchez Mejías, Mónica Sempere, Aleksi Siltala, Jacobo Siruela, Álvaro Valverde, José Antonio Vila, Silja Vuorikuru, Evan Wright.

11-33 aso El cielo r Dossier. Literatura finlandesa

Fernando Clemot: Entrevista a Riikka Pulkkinen (24) Con Rosa Liksom en el Bellevue (27) Entrevista a Matti Rönkä (30) Silja Vuorikuru: Una aproximación a la obra de Sofi Oksanen (32)

42-43 mana La voz hu zul 38-41 A a b r a B de Entrevista a El castillo 36-37 perlas e d s re o d a sc e Laila Ripoll p Tres Poemas de Los 34-35 e v re Stephen Dunn La vida b Microrrelato inédito de

Relato inédito de Inés Mendoza

Fotografía de portada: Fernando Clemot © Ilustraciones del dossier: Miquel Rof © Maquetación y cubierta: Jordi Gol ISSN: 1211-3325/D. L. B. 28332/1980 Edita: Ediciones de Intervención Cultural S. L. C/Juan de la Cierva, 6. 08339 - Vilassar de Dalt (BCN) Tel. Admón., Redacción, Publicidad y Suscripciones: 937550832/937962631 www.revistaquimera.com www.quimerarevista.wordpress.com redaccionquimera@gmail.com publicidad@revistaquimera.com pedidos@edicionesdeintervencioncultural.com

Fotomecánica: Tumar Autoedición S.L. Imprime: Trajecte S.A. Derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de este número, sea por medios mecánicos, químicos, fotomecánicos o electrónicos, sin la autorización del editor. Quimera no retribuye las colaboraciones. Los colaboradores aceptan que sus aportaciones aparezcan tanto en soporte impreso como en digital. La redacción no devuelve los originales no solicitados ni mantiene correspondencia sobre los mismos. La revista no comparte necesariamente las opiniones firmadas por sus colaboradores.

Esta revista ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

José María Merino

44-47 the Beach on Einstein

Apuntes sobre la cuentística de tres escritores actuales: José María Merino, Julia Otxoa e Ignacio Martínez de Pisón; de Ángeles Encinar

48-59 ú El ambig Rebeca García Nieto: Lisboa song de José Vidal Valicourt (48) Rubén Castillo Gallego: El libro de los pequeños milagros de Juan Jacinto Muñoz Rengel (49) Anna Rossell: En tiempos de luz menguante. Novela de una familia de Eugen Ruge (50) Ernesto Castro: El sermón sobre la caída de Roma de Jérôme Ferrari (51) Marina P. de Cabo: Colegiala de Osamu Dazai (52) Álvaro Valverde: Patrick Leigh Fermor, una aventura de Artemis Cooper (53) José Antonio Vila: Imágenes del desencanto de Pedro Pérez del Solar (54) Alejandro J. Ratia: De cine. Aventuras y extravíos de Eugenio Trías (55) Gemma Pellicer: La más cruel de las certezas de Mario Pérez Antolín (56) Raúl Quinto: Limbo y otros poemas de Ada Salas (57) Francisco José Martínez Morán: Las horas sumergidas de Jorge de Arco (58) Ioana Gruia: La lluvia de Antonio Rivero Taravillo (59) Agustín Calvo Galán: ¿Por qué hay poemas y no más bien nada? de Ángel Cerviño (60)

64-66 acto El tercer 63 r do Columnas de Juan Carlos El apunta

61-62 ta Pasen y lean, de Luisa El pianis Gutiérrez Ruiz Fernando Martínez y Mónica

Sempere, de la librería Diarium (Barberà del Vallès, Barcelona)

Márquez, Julia Otxoa y Rolando Sánchez Mejías


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El Foyer

Literatura finlandesa: una toma de contacto nHe de confesar que no conocía demasiado de la literatura finlandesa antes de comenzar la realización de este dossier, allá por el mes de julio. Conocía a Arto Paasilinna al que leí en la década pasada y también había leído recientemente a Sofi Oksanen en Salamandra. Poco más. Apareció la posibilidad de visitar Finlandia y aprovechamos para acercarnos más a un país que culturalmente estará en el punto de mira durante los próximos meses (país invitado en la feria ARCO y en la Feria del Libro de Frankfurt). Por empeño, audacia y posibilidades sin duda esta literatura dará que hablar en los próximos tiempos como ya lo ha empezado a hacer parte de la literatura escandinava en los últimos años. Con frecuencia la proyección internacional de una literatura depende tanto del talento de sus escritores como del empeño de los órganos que la rigen en divulgarla. Podemos decir entonces que la literatura finlandesa tiene en este momento todas las posibilidades y herramientas que un día pudimos tener aquí y que se dejaron malograr o se escaparon. Volviendo a Finlandia. Una vez en Helsinki tuvimos la oportunidad de conocer una literatura joven (como el país, podemos considerar que la literatura contemporánea finlandesa tiene poco más de cien años) pero completamente decidida a dar a conocer a los talentos jóvenes y asentados de un estado que ha gestionado con eficacia la cultura en las últimas décadas. Así en nuestra visita pudimos conocer a autores clásicos de la literatura finesa como Rosa Liksom (galardonada con el premio Finlandia y que próximamente publica su novela Compartimento número seis con Salamandra)

o Mati Rönkä y también valores en pleno desarrollo internacional de su carrera como Sofi Oksanen o Riikka Pulkkinen. Para completar este pequeño panorama que queremos ofrecer de Finlandia nos faltaba también la opinión de un editor que nos acercara a la realidad diaria del oficio. En este caso nos fue de grandísima ayuda Aleksi Siltala, editor de Siltala, que nos dio la visión que estábamos buscando. Queremos destacar también la indispensable ayuda que nos han facilitado la traductora Luisa Gutiérrez desde el Instituto de Finlandia de Madrid y a Silja Hakulinen del FILI de Helsinki. Sin su ayuda no hubiera sido posible este dossier que esperamos sirva como apoyo al conocimiento de una literatura pujante y de grandísimo interés. Fuera del especial de literatura finlandesa volvemos a contar con contenidos extraordinarios como son las entrevistas al editor Jacobo Siruela y a Laila Ripoll así como los materiales inéditos de Inés Mendoza, José María Merino, Stephen Dunn y Ángeles Encinar, esta última en nuestra sección de ensayo, «Einstein on the Beach». Se completa el número con las reseñas de actualidad de «El ambigú», la visita a la librería Diarium de Barberà del Vallès y las columnas de «El tercer acto» de Juan Carlos Márquez, Julia Otxoa, Rolando Sánchez Mejías y Leonardo Valencia. Esperemos que todos estos contenidos referidos puedan servir para completar el conocimiento de una literatura y de unos autores. Que pueda servir este número tanto como nos ha servido a nosotros.

Podemos decir entonces que la literatura finlandesa tiene en este momento todas las posibilidades y herramientas que un día pudimos tener aquí y que dejamos escapar o malograr.

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Fernando Clemot Director de Quimera. Revista de literatura


El salón de los espejos

Entrevista a Jacobo Siruela

«Todo el que aún sigue creyendo en el mito del progreso es un reaccionario»

Entrevista a Jacobo Siruela Por Sergi Bellver Fotografías: Inka Martí

.En las tres últimas décadas, Jacobo Siruela (Madrid, 1954) ha descrito una de las trayectorias editoriales más singulares y prestigiosas del mundo hispanoamericano. En 1980 editó su primer libro, La muerte del rey Arturo, un anónimo del siglo XIII del que bien podría haber salido el propio Jacobo Siruela como personaje caballeresco, noble paladín de causas literarias y perseguidor de varios griales. Lo que sucedió en las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo, con la revista El Paseante y, sobre todo, la consolidación de la editorial Siruela, forma ya parte de la historia de la edición española. Pero Jacobo Siruela es, decididamente, un editor del nuevo siglo, un tahúr que encara estos tiempos extraños con el as en la manga de Atalanta, sello con el que apuesta por religar el saber de nuestros ancestros a la necesidad de imaginar un horizonte para el hombre actual. Entusiasmado con sus últimos libros, Jacobo Siruela nos recibe en su casa del Ampurdán, distendido pero con el ánimo dispuesto a arrancar a Excalibur de cualquier roca y hacer que ruede la cabeza del materialismo.

Imagino al joven Jacobo como un lector entusiasta, luego explorando su vocación de artista y finalmente sabiéndose editor. En esa transformación fue clave la figura de Jorge Luis Borges. ¿Cómo recorriste ese camino? ¡Puf! Hablemos un poco del siglo pasado... En los años setenta yo era pintor abstracto y un poco artista conceptual. En aquella época leía mucho, escuchaba mucha música y visitaba muchos museos y galerías de arte. Sin duda, Borges marcó mi orientación literaria. Entonces, a finales de los años setenta descubrí la literatura medieval y la profundidad de su lenguaje simbólico, y ahí empezó todo. En 1982 decidí comenzar a publicar libros medievales, cuidadosamente editados, con buen papel, etcétera. Libros que, contra todo pronóstico, comenzaron a funcionar muy bien. Vamos a pasar de largo, si te parece, por tu larga trayectoria al frente de la editorial Siruela, de la que ya hay registro suficiente, no sólo en hemerotecas y otros medios, sino sobre todo en la mente y en los anaqueles de tantos lectores que, en cierto modo, nos he-

mos formado también con colecciones como El Ojo sin Párpado. Cuéntanos cómo y por qué nace el proyecto de Atalanta. En 1998 vendí Siruela y me compré una casa de campo en el Ampurdán. Había llegado al acuerdo de dejar en manos de los nuevos dueños todo el aspecto empresarial para dedicarme a dirigir seis colecciones de literatura y ensayo, prácticamente desde mi casa ampurdanesa. Viajaba a Madrid todos los meses, pero el trabajo lo hacía en casa. De modo que me di cuenta de que hoy en día se puede llevar una editorial desde el campo. En realidad, desde cualquier sitio. Así que empecé a ver que necesitaba un gran cambio en mi vida y que esta mutación pasaba por fundar una nueva editorial e imaginarme de nuevo a mí mismo, de modo que en el 2004 decidí romper con Siruela y emprender un nuevo proyecto editorial. Pero empezar de nuevo no debe significar volver a hacer lo mismo que antes, sería grotesco. Entonces, pensé que una empresa pequeña era lo idóneo para estos tiempos. El objetivo a cumplir debía ser tener pocos gastos fijos, publicar pocos libros al año y llevar

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a cabo una idea distinta y coherente. Los barcos medianos pueden hundirse en la tormenta, en cambio, un pequeño trozo de corcho puede sortear cualquier ola sin irse al fondo. Las grandes compañías, esas fuerzas anónimas que siguen ciegamente las leyes del mercado, quieren crear un mundo de monopolios, un mundo uniforme a la imagen de sus propios apetitos. Pero lo humano siempre demanda pluralismo, y para compensar la balanza han surgido de forma natural un montón de pequeñas editoriales que ofrecen matices, color y espíritu al inmenso supermercado del libro.

transversal, como dices. Cuando me ofrecen novelas y contesto que nosotros no publicamos novelas, se sorprenden. Tenemos una colección dedicada al cuento. Las novelas que publicamos son antiguas, como La historia de Genji o la novela china del siglo XVIII Jin Ping Mei. Pero, como dice uno de nuestros más preclaros autores, Nicolás Gómez Dávila, para un buen lector todas las obras son contemporáneas. Porque una obra que resiste el severo juicio del tiempo y no envejece tiene mucho que decir a un lector de nuestra época. La sustancia literaria siempre está más allá de las apariencias.

Hay en todo el catálogo de Atalanta una concepción transversal de la cultura, más parecida a un tejido vivo y atemporal que a una sucesión progresiva de hitos. Conviven en sus colecciones la «conversación con los difuntos» y una atención libre de prejuicios hacia nuevas ideas. Sí, a pesar de existir muchas editoriales, la verdad es que casi todas buscan lo mismo: publicar novelas de éxito. Por eso quise hacer algo distinto o

Vivimos un tiempo de olvido, un tiempo todavía fascinado por la vieja idea del progreso. ¿Le toca al siglo XXI recuperar la sabiduría antigua, la que no puede asentarse sólo en la acumulación aséptica de conocimientos? ¿Crees que esa regeneración es posible? Para mí, todo el que aún sigue creyendo en el mito del progreso es un reaccionario. Alguien que no ha reflexionado mucho sobre las consecuencias

naturales, morales e incluso sociales en cuanto a alienación del llamado progreso que, en esencia, ya se ha convertido en una progresión hacia nuestra propia autodestrucción. Pero volviendo al terreno de la cultura, sí, desde luego, nuestra época debería intentar recuperar la sabiduría antigua. Vivimos el momento de mayor conocimiento de la historia, y sin embargo la sabiduría brilla por su ausencia. La sabiduría antigua es aquello que nos falta, el tesoro que hemos perdido. Más de uno pensará que soy yo el reaccionario, pero lo único que sucede es que reacciono contra las mentiras instauradas, contra los eslóganes establecidos. Actualmente existe una enorme superstición con lo nuevo. Pongamos por caso a aquellas novelas de hoy en día que buscan ser «modernas» o «nuevas»: yo me pregunto por qué se llama con tanto aplomo «vanguardia» al manierismo, si casi todo lo que pretende pasar hoy por nuevo lo hicieron con mayor intensidad nuestros abuelos hace ya ochenta años. Se escribe a la manera de tal o cual autor contemporáneo. Casi todo es manierismo, y lo más curioso es que el establishment acepta como un color nuevo lo que sólo es un nuevo barniz. El eslogan de las vanguardias está tan metido en nosotros que ya no distinguimos la verdad: que todo eso se hará viejo en menos de diez años; que es una pura convención, que ya no hay nada de riesgo en ello, sino que sólo sigue las necesidades del mercado de la misma forma que lo hacían los pintores de floreros en 1915, porque hoy lo que


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Entrevista a Jacobo Siruela

Las renovaciones más radicales de nuestra historia se basaron siempre en el pasado. Lo nuevo siempre surge de lo antiguo. se aplaude es lo joven y aparentemente nuevo. Las renovaciones más radicales de nuestra historia –el Renacimiento y el arte moderno– se basaron siempre en el pasado. Lo nuevo siempre surge de lo antiguo. El Renacimiento de la cultura clásica de Grecia y Roma. El arte abstracto de las cuevas de Lascaux y del arte simbólico oriental antiguo. Paul Klee utiliza jeroglíficos. Rothko estudia a fondo las teorías estéticas medievales de la luz. El Ulises de Joyce tiene siempre presente a Homero. Es por eso que hemos dedicado una colección a la memoria. Porque la memoria tiene algo más nuevo y renovador que contarnos. Vives conectado al mundo pero aparte del ruido general, cerca del silencio, para poder volver a escuchar el latido de las cosas y el tuyo propio. ¿Cómo te ha ayudado a ganar perspectiva elegir ese margen? Una de las características más notorias de nuestro tiempo es el ruido que produce. Nuestras ciudades son ruidosas. El exceso de oferta de todo tipo y la ingente dosis de información que nos golpea a cada momento es también una metáfora del runrún del ruido que se extiende por todas partes. Y eso no te deja escuchar las melodías sutiles que suenan al fondo del barullo. Porque también se hacen cosas extraordinarias. Mantenerse al margen es para mí la única manera de vivir en el mundo de hoy. Como escribió Breton en su primer manifiesto: la vida está en otra parte. ¿Pero qué queda de todas esas ideas de la vanguardia clásica? Nada.

Aunque esto es también aparente. Los medios de comunicación nos hacen creer que lo importante es lo efímero, la noticia, el libro en las listas de ventas, cuando lo que debemos buscar es lo verdaderamente vivo. Pero esto puede parecer un poco «ingenuo» hoy en día. Hay que estar de vuelta de todo, es decir, cubrirse obedientemente con ese vano escudo de cinismo con el que se protegen los cobardes. Eres un editor con un criterio literario muy definido, pero también intuitivo, no un clásico editor técnico al modo anglosajón. También eres consciente de que un editor transforma siempre la obra que tiene entre manos. Generalmente, se cree que un buen editor es el que descubre a nuevos autores o talentos. Pero todo eso resulta siempre azaroso. La gente no percibe que un editor «transforme» una obra, y no me refiero sólo a los editors, en ese sentido anglosajón del término, que editan el texto y sugieren cambios, sino a las cubiertas y solapas del libro, al estilo de edición o al prestigio de una editorial. Todo eso da una cualidad distinta a la obra. El continente debe potenciar al contenido. Editar es una especie de culto por la obra en tanto contenido y continente. Los tres grandes pilares de Atalanta son lo breve, la memoria y la imaginación. Me resulta chocante que, a estas alturas, el lector medio aún no termine de identificar tu editorial con el cuento, cuando en la colección Ars Brevis hay verdaderas joyas del relato universal.

Gracias. La idea consistió en escoger un canon de cuentos de países y épocas distintas, siempre prologados. De la antigua Roma tenemos el mito escrito más largo que se conserva de la época pagana, Eros y psique. Precioso. O un cuento libertino paradigmático del siglo XVIII, Sin mañana. El volumen de Wells guarda una pequeña sorpresa: los dos finales de El país de los ciegos. O también el texto magistral de Tournier sobre el suicidio de Kleist en su volumen de cuentos. Los cuentos de Tsutsui son de culto, pero tampoco se venden mucho. Quizá se pirateen sin parar, quién sabe. El libro que más éxito ha tenido es El arte de conversar, de Wilde. Curiosamente, los «descubrimientos», es decir, Robert Aickman, Francisco Tario, Nayer Masud o Liudmila Petrushévskaia, como no se conocen, tienen una salida mucho menor. En general la gente prefiere reconocer a conocer. Y, desgraciadamente, aún no se identifica a Atalanta con los cuentos. Llama la atención que eso suceda también con autores hispanoamericanos tan genuinos y especiales como el mencionado Francisco Tario o, por ejemplo, Salvador Elizondo. El libro de Salvador Elizondo es literariamente extraordinario. Su estilo y originalidad son formidables, pero la crítica fue parca. Y Elizondo en México era algo parecido a Benet en España, un autor de referencia para una generación de jóvenes escritores que estaban deseando superar la tradición literaria nacionalista mexicana. Tario es

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La literatura fantástica nos devuelve a ese sentimiento original de perplejidad ante los eternos misterios que fascinan al ser humano. el raro, el escritor oculto, también muy original para su tiempo, y no ha perdido nada de vigor. Ha funcionado bien, pero Elizondo ha pasado sin pena ni gloria. En fin, riesgos del oficio. Esto es una tómbola. El último gran título de la colección ha sido la Antología universal del relato fantástico, una edición a tu cargo que, sin duda, va a quedar como referente. Eres muy amable. Esta antología es mi homenaje a la literatura fantástica. Contiene cincuenta y cinco cuentos de autores del XIX y XX de tres continentes, Europa, América y Asia. Para mí, la literatura fantástica no es solamente un género asociado al terror. Es una categoría estética universal que trata de devolvernos la experiencia interior con el misterio del mundo que nos arrebató el racionalismo de la Ilustración, una vez que sentó las bases de la ciencia. El mundo de los hechos quedó exento de poesía, vacío de contenido interior, y la literatura fantástica nos devuelve a ese sentimiento original de perplejidad ante los eternos misterios que fascinan al ser humano: la muerte, el mal, el tiempo, etcétera. Todos los territorios en los que ahonda el cuento fantástico son metafóricos, y si piden una suspensión del juicio es porque todo el significado del texto descansa en lo que Keats calificó como «la verdad de la imaginación», que es eterno deleite. El segundo pilar de Atalanta, la memoria. Esa «conversación con los difuntos», pero también un registro de lo vivo en la colec-

ción Memoria Mundi, con referencias a las fuentes más remotas del pensamiento y la historia universal, y a la vez con títulos tan apasionantes como la Historia de mi vida de Casanova. Sí, hay grandes textos literarios de nuestra cultura como los de Casanova o Gibbon, el Jin Ping Mei o el Ramayana. Pero también hay otras obras que plantean una manera diferente de ver el mundo, como el I Ching o los libros de Kingsley sobre Parménides y Empédocles, o los de Tarnas sobre el pensamiento occidental y las cualidades psíquicas del cosmos. En general, el mundo literario se aparta de ellas, o incluso las desdeña, porque generalmente se desdeña aquello que se desconoce. Pero, en realidad, si uno penetra en estas visiones, resultan fascinantes. Otra música. Me interesa romper los compartimentos estancos. El siglo XXI es pluriversal. Y Atalanta se opone al relato que nos ha contado la cultura materialista. Se enfrenta a su dogmatismo. El mundo se ha vuelto demasiado seco, demasiado hueco, demasiado descarnado y caótico, y, de algún modo, necesitamos dar un giro, un ensanchamiento de miras, una nueva claridad interna, y esto nos lo otorgan las sabidurías antiguas con su serena mirada espiritual. Pero claro, aunque tenemos muchos seguidores, a partir de aquí comienza la tórrida turbulencia de malentendidos subjetivos... Sorprende que uno de los best seller de la editorial sea precisamente La historia de Genji. ¿A qué crees que se debió el fenómeno?

Desde luego, es asombroso. Quizá sea debido a la moda de todo lo japonés, que nos pilló por sorpresa. Pero La historia de Genji es extraordinaria. Resulta conmovedor que esta mujer del siglo XI, perteneciente a una de las cortes más refinadas que han existido, escribiera una obra de más de mil páginas, la obra de toda su vida, para un público tan reducido como la emperatriz y sus noventa cortesanas. El asunto tiene moraleja e ironía, porque Murasaki Shikibu inventa la novela gracias a una prohibición. Como en aquella época no se permitía a las mujeres acceder a la instrucción de las letras, puesto que en ese tiempo los escritores japoneses seguían modelos chinos muy estrictos y convencionales, Murasaki se pone a narrar el mundo en el que vive en la corte Heian, y así se inventa la novela. ¡Gracias a una prohibición! Y llegamos al tercer pilar de la editorial, tal vez el de un potencial más insospechado: la imaginación. Tres títulos recientes, y también dos de vuestros autores actuales más importantes, son Las extensiones interiores del espacio exterior, de Joseph Campbell, La tradición oculta del alma, de Patrick Harpur, y Una historia secreta de la consciencia, de Gary Lachman. No se me ocurre qué otra editorial podría haber realizado una apuesta semejante. Imaginatio Vera es una de las colecciones más audaces aparecidas en el panorama en español en los últimos años. Bueno, generalmente se piensa que la imaginación es una forma de escapis-


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mo. Y la verdad es que debemos distinguir entre la fantasía, que corresponde a un subjetivismo sin sustancia, y la imaginación que, tal como la entendieron Keats, Coleridge, Blake o Yeats, los creadores de mitos, o Corbin, nos revela verdades interiores. Lo mismo que el psicoanálisis descubrió que los relatos oníricos tienen un significado, las creaciones imaginales están plenas de sentido y se comportan como un órgano psíquico de conocimiento. Si uno analiza los mitos o ciertas novelas simbólicas, obtiene una segunda lectura que va profundizando en diferentes capas de sentido. Esta es la imaginación verdadera. Háblanos un poco de ese otro gran proyecto que ha cristalizado en la publicación del primer tomo de los Libros proféticos de William Blake, con sus ilustraciones originales, y precedida por esos ocho ensayos de Kathleen Raine sobre el genio. Este año es para nosotros el año Blake. Se habla mucho de Blake, pero poca gente sabe en realidad qué significa su obra ni hasta qué punto sus poemas son indisociables de la imagen. Por primera vez se presentan todos los poemas proféticos, en versión bilingüe, junto a sus láminas en color. Blake se veía como un miniador medieval, escribiendo códices, en los cuales la imaginación es la fuente de toda su lúcida visión del mundo. Es un autor fascinante, fue la mente más moderna de su época y, a la vez, la que ejerció la crítica más profunda sobre la modernidad.

Volviendo al tema de la sabiduría posible en este tiempo, el mito tiene una importancia caudal en la propuesta de Atalanta, el mito como fábula pero también sabiduría eterna, encriptada tal vez, mas al alcance del buscador. Desde un punto de vista exterior, los mitos son fábulas, pero desde el ángulo interior son verdades sobre el ser humano. Como dice Campbell, los hechos míticos religiosos no son literales ni históricos. Se han de ver como símbolos, como metáforas vivas de nuestra realidad interior. Para él, su función es abrir la mente y el corazón a lo que llama «la suprema maravilla del ser». Es el arte más bello y profundo. Sería maravilloso descubrir en nuestra época cuáles son los mitos que se están creando bajo la alfombra.

Tu libro El mundo bajo los párpados fue como el machete que abre camino en un terreno vedado y esquivo: la historia no contada de los sueños, un trabajo al que me consta que dedicaste no sólo ocho años de tu vida, sino también una implicación por el tema que te acompaña ya a diario. Estuve investigando el mundo onírico a fondo durante seis años y la ejecución del libro duró otros dos. Me propuse la osada y extemporánea idea de escribir una historia de los sueños, una historia de los hombres que duermen. Un ensayo narrado en el que nada de lo expuesto fuese subjetivo ni inventado, pero que, por otro lado, constituyera el cuerpo de un relato narrativo que, de alguna manera, aunara cuatro de las propuestas que Calvino propuso para el próximo milenio: ligereza, rapidez, exactitud y multiplicidad. Es

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decir, quería profundizar pero a través de una forma que lo hiciera leve. Quería ser rápido y ágil, pero con exactitud, y quería encarar el tema desde una multiplicidad de perspectivas cruzadas: históricas, mitológicas, metafísicas, científicas, metafóricas y demás, pero siempre evitando las vaguedades. El libro no trata sobre la interpretación de los sueños sino sobre lo que es el fenómeno de soñar en relación con la historia, lo sagrado, el tiempo, el espacio onírico y la muerte. Así que, a pesar de ser un rosario de relatos, pretende llegar a un sentido, porque en realidad es una investigación, una osada meditación sobre los límites de la realidad. Junto a tu ensayo, el Cuaderno de noche de Inka Martí, tu compañera de viaje vital y editorial, delata cierta poética del sueño en Atalanta. Inka y yo compartimos esta poética. Mi libro es un ensayo filosófico narrativo. El suyo son sus propios sueños. Escogió unas decenas de sueños de un total de casi un millar. Al contrario de mí, ella recuerda casi cada noche sus sueños y los registra al día siguiente. Lo interesante, lo particular, lo distinto de este libro es que sus narraciones poéticas vienen del otro lado. Son relatos que vienen de ese otro lado del espejo. Pero Inka no intervino en ellos y los relató con una limpieza y claridad de estilo que los hace doblemente poéticos. Sus sueños son extraordinarios, por eso quise publicarlos. Soy onirólogo, y la verdad es que ha reunido un corpus maravilloso. Fue una suerte que varios

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buenos críticos de España y México repararan en este precioso mensaje poético y lo sacaran del terreno del exotismo. Contra lo que pudiera pensar el lector más apegado a sus prejuicios, Jacobo Siruela es un editor del siglo XXI, también por su fidelidad al papel y al modelo de edición tradicional, pero no desde lo tradicionalista, sino precisamente después de atender con curiosidad en los últimos años, y con sentido crítico hoy en día, al lento desmoronamiento de la panacea digital. Me alegra escuchar esto. La verdad es que el griterío dice otra cosa. No estoy en contra del e-book, me parece muy funcional. Estoy en contra de la necia reverencia hacia la tecnología. El libro electrónico tiene ventajas prácticas de uso, pero la biblioteca digital es un fiasco. Pasado mañana cambiarán los soportes y sucederá como con las discotecas de vinilo o las videotecas: te quedas sin nada. La tecnología es demasiado cambiante y frágil. El libro, la biblioteca de papel, es más consistente, y me sigue pareciendo el mejor vehículo de transmisión cultural para este siglo. ¡Basta ya de tantas virtualidades! Estoy a favor del objeto real y sensual. Del libro útil, bello y riguroso. Y estoy convencido de que el libro de hoy es el libro tipo Atalanta. Cuando hace unos años vi que Penguin, la editorial que inventó el libro de bolsillo, sacaba una colección con un diseño y un papel sofisticadísimos, me dije: he aquí la constatación de que el libro de hoy y de mañana es el libro cuidado.

Sin embargo, a mi modo de ver, lo que revela de forma más clara a Atalanta como una editorial del siglo XXI es su audacia a la hora de aceptar y estudiar ideas, su interés por la ciencia, la cultura, el arte y las potencias de la imaginación como medios para que el ser humano recupere todas esas partes de su naturaleza que el materialismo y la velocidad de este tiempo le han ido mutilando. Después de las paradojas de la física cuántica, de la elegante teoría de cuerdas y su propuesta de varios universos paralelos, después de la psicología analítica de Jung sobre la fenomenología de la psique y después de la conciencia participativa de Husserl, ya no podemos contemplar el mundo desde el estrecho ángulo de visión del materialismo decimonónico. Las fronteras se han ensanchado a pesar de que los celosos guardianes de las viejas verdades traten desesperadamente de cerrar las compuertas. El mundo se está desmoronando, las viejas verdades se han marchitado bajo el ala siniestra del progreso aniquilador. ¿Acaso no debemos reaccionar? ¿Acaso no debemos buscar otros caminos? Para mí los nuevos caminos pasan por el redescubrimiento de los antiguos. Pasan, como decía Meyrink, por mirar las viejas formas con ojos nuevos, en lugar de seguir mirando las formas nuevas con ojos viejos.

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Sergi Bellver es escritor y guionista. Ha trabajado como editor, periodista cultural, crítico literario y profesor de narrativa. Es autor del libro de relatos Agua dura (Ediciones del Viento, 2013) y uno de los fundadores del movimiento Nuevo Drama.


El cielo raso

dossier: Jyrki Nummi. El cisne y el bardo: lo europeo y lo local en la literatura finlandesa

EL CISNE Y EL BARDO

Lo europeo y lo local en la literatura finlandesa Jyrki Nummi

.El reloj de arena de la literatura Como norma general, las obras canónicas de la literatura finlandesa son articulaciones de la tensión entre algunas tradiciones europeas y las tradiciones locales que caracterizan el desarrollo de la cultura del país. La tensión nunca fue tan evidente como durante la primera mitad del siglo XIX, cuando una nueva literatura daba sus primeros pasos en medio de grandes cambios políticos e históricos. En 1809 Finlandia pasó de ser una parte del este de Suecia a Gran Ducado del Imperio Ruso. Hasta el fin de las guerras napoleónicas no podemos hablar de una Finlandia separada del reino de Suecia, lo que significa, entre otras cosas, que tanto el padre fundador de la lengua finesa escrita y traductor del Nuevo Testamento (1548), Mikael Agricola, como muchos poetas y escritores de salmos de los siglos XVII y XVIII, fueron autores suecos que escribían en sueco o fines. Cuando el zar ruso Alejandro I declaró la independencia de Finlandia como nación, se inició un auténtico cambio de conciencia cultural. El paso del siglo XVIII al XIX tuvo un gran impacto en diversas literaturas del continente. El estudioso español Claudio Guillén describió la literatura europea con la metáfora de un reloj de arena: amplia y unitaria desde la Edad Media hasta el siglo XVII, estrechada por el nacionalismo durante el XVIII y el XIX, y de nuevo ampliada a través de sistemas cada vez más complejos durante parte del siglo XIX y, sobre todo, el XX. La literatura finlandesa se adapta bien a este modelo. La llegada del cisne de Apolo Los primeros signos del despertar los aportó la conexión entre la recién nacida escena cultural y la tradición clásica, de mano de un talentoso y joven poeta, Johan Ludvig Runeberg, quien publicó en 1830 su primer libro, Poemas. El autor articula la aparición de esa nueva literatura por medio de un emblemático poema titulado El cisne. El cisne en cuestión, embajador de Apolo, dios de la poesía, aparece tras una brillante nube púrpura. Los efectos de luz crean un brillo majes-

tuoso en su movimiento descendente y enmarcan el poema con un aura clásica. El momento de su llegada es preciso: el cisne está viajando al norte, en primavera, el primum tempus, estación del paraíso y de la Edad de Oro, pero también metáfora de la juventud y de un nuevo comienzo. Ese atardecer de mayo bien puede hacer referencia a la resolución de la larga disputa entre la literatura moderna y la antigua, la querelle des anciens et des moderns: el cisne llega desde una cultura clásica que se desvanece para dar paso a una nueva y victoriosa cultura moderna. Poemas es un libro consciente de su papel pionero en la recién nacida esfera cultural finlandesa. También lo es de situarse entre las corrientes de transmisión de la cultura clásica en un lugar que siempre ha sido literariamente periférico y, al mismo tiempo, de ser un continuador de la literatura sueca en Finlandia. Hasta 1809, la mayor parte de la literatura sueca se escribía en la parte oeste del golfo de Bothnia, mientras que el destino de una parte más pequeña de ella era luchar por su existencia en Finlandia. El siglo bajo el nuevo régimen soviético sería testigo del gradual progreso en la cultura y la lengua finlandesas, un proceso apoyado por los gobernantes de San Petersburgo, interesados en cortar lazos con el viejo reino. En las últimas décadas del siglo XIX, la élite cultural finlandesa de habla sueca comenzó a sentir que su posición de liderazgo estaba seriamente amenazada por el creciente número de lectores en Finlandia. En la década de los ochenta, la lengua sueca y su herencia cultural y étnica tuvieron que asumir definitivamente su estatus minoritario. Amigos de infancia (1886), de K.-A. Tavaststjerna, la primera novela finlandesa moderna, da cuenta de todo esto de forma simbólica. Su protagonista, un joven estudiante de derecho, abandona la perspectiva de convertirse en funcionario para hacer carrera como cantante de ópera. Viaja para estudiar a Roma y a París, cae enfermo y regresa fracasado a Finlandia, donde no encontrará trabajo, posición social ni futuro. La novela de Tavastjerna produjo también una ruptura respecto a las normas de la literatura sueca, y estable-

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ció una nueva tradición, la literatura fino-sueca, que ha sido enormemente productiva desde entonces. La huida y retorno de Väinämöinen Otra fuente de inspiración e invención literaria en el siglo XIX fue la tradición oral. A través del patrimonio de los antiguos textos rúnicos cantados y, particularmente, a partir de la primera traducción del Kalevala en 1835, Elias Lönnrot reconstruye el universo mítico perdido y lo transforma en pasado heroico del pueblo finlandés. Al final del poema épico, Väinämöinen, el gran cantor rúnico, vive una situación complicada que marca un nuevo inicio histórico. El nacimiento mágico de un nuevo héroe enfurece a Väinämöinen quien, temeroso de su potencial, acaba enfrentándose a Ukko, el Dios supremo de la mitología finlandesa. El viejo maestro cantor decide abandonar Finlandia, ultrajado porque nadie parece necesitarlo más. La huida del bardo y su promesa de retorno es otro de los mitos fundacionales de la literatura finlandesa y su cultura. La promesa de Väinämöinen de volver será pronto convertida en mito y en profecía del renacimiento cultural finlandés. El mito permanece sesenta años después como una poderosa fuente de recursos para la generación finisecular de artistas que encuentran en el tesoro del Kalevala un lugar de inspiración étnica. Jean Sibelius y los pintores Akseli Gallén-Kallela y Eero Järnefelt, los escritores Juhani Aho, Eino Leino y otros, que tomaron el Kalevala como fuente y modelo, formarán un movimiento denominado Karelianismo. Configuran la parte esencial del periodo romántico nacionalista, que da nombre también al primer intento de renacimiento cultural finés. Curiosamente, los artistas de este movimiento tan caracterizado como «nacional» estarán al mismo tiempo más unidos que nunca a la vanguardia europea, conformando así una de las corrientes de mayor apertura de la cultura finlandesa. El proyecto de una literatura nacional En la creación de una esfera semiótica distintiva y separada de la cultura sueca y rusa, el Kalevala proveerá símbolos de identidad al recién nacido movimiento nacional. La ruptura escenificada por el nacionalismo en Finlandia estuvo particularmente conectada también con el nacimiento de una clase media de lengua finesa que buscaba una posición y una identidad propias frente a la población de habla sueca que solía conformar las clases altas. La cultura supondría

un área en que la nueva clase naciente podía ganar prestigio y autoestima sin el riesgo de ser identificada como rival político por las esferas dominantes. La cultura nacional y su literatura serían así una herramienta eficiente para atraer publicidad a la causa, y su desarrollo vendría de la mano del nuevo gran medio de comunicación: la prensa. De esta manera la nueva clase media reivindicaba su estatus y su identidad y reforzaba sus posiciones sin temor a que las clases altas de lengua sueca reaccionaran para enfrentarse a ella de una forma inmediata. Esta idea fue desarrollada programáticamente por el eminente filósofo y estadista J. V. Snellman bajo el epígrafe de Literatura Nacional. El concepto herderiano del espíritu del pueblo (Volk) se expresaba a través de un concepto literario específico denominado «la descripción de un pueblo». En el seno de la novela realista encontramos a menudo un entorno muy específico (el campo), unos personajes principales (la población rural, artesanos y campesinos), unos paisajes reconociblemente «nacionales», como la sauna, y costumbres muy identificables, como la de beber de una forma salvaje o las luchas y conflictos con los sacerdotes, los funcionarios y el resto de representantes de los estratos superiores de la sociedad. Hay varios contextos históricos dentro de esta tradición. La primera versión, romántica e idealista, fue creada por J. L. Runeberg, particularmente en su epopeya nacional Las canciones de Ensign Stål (1848-60), un relato de los soldados finlandeses en las guerras ruso-suecas, y por Zacharias Topelius, en su novela histórica Las historias del cirujano (1865-66), que narra el desarrollo histórico de la «Nación Finlandesa» desde el siglo XVII hasta el final del XVIII por medio de una saga familiar. De este autor también destaca una obra muy leída en las escuelas primarias: El libro de nuestra tierra (1875). La versión realista y humorística, por otro lado, fue una reacción a esta versión idealizada y romántica, y también una adaptación de los programas literarios realistas y naturalistas del momento. Siete hermanos de Aleksis Kivi (1870), junto a sus otras obras de relevancia, como Los zapateros de la landa y Kullervo (ambas de 1864), se presentan como los mejores ejemplos; más adelante, también los cuentos y novelas cortas de Juhani Aho, especialmente Ferrocarril (1884). La versión simbolista del movimiento aparecerá entre finales del siglo XIX y principios del XX. Se parte de unas premisas más conceptuales –con referencias especiales al mundo y los héroes del Kalevala–, pero artísticamente


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muy modificadas. La obra de Eino Leino El cisne de Tuonela (1900) y su poesía posterior son ejemplos ilustrativos, aunque la corriente simbolista se encuentra mucho más claramente representada en las artes visuales, como en las pinturas de Axel Gallén sobre temas relacionados con el Kalevala. Diversos procesos políticos y sociales en la frontera del XIX con el XX condujeron a una reevaluación radical de la ideología nacional en Finlandia. La versión crítica de la idea herderiana de la «descripción de la gente» aparece a principios del siglo XX, cuando el modelo de Runeberg y Topolian se consideraba obsoleto frente a las nuevas presiones sociales y políticas. Esta deriva puede verse ya en las novelas humorísticas de Maiju Lassila y en Vida cotidiana de Maria Joutni (1909). La guerra civil de 1918 cambió profundamente los temas y creó una versión completamente estereotipada del nuevo modelo de historia a desarrollar. En esta época se mantuvo el tono crítico, pero pronto la crítica abierta fue suprimida y sustituida por un nuevo enfoque artístico más estilizado. El tratamiento de los motivos comenzó a ser muy controlado, distante, y el estímulo irónico borrado, al igual que todo sentimiento y emoción. Tres novelas aparecidas poco después de la Guerra Civil están por encima de las demás: Santa miseria (1919) de F. E. Sillanpää, Putkinotko (1919-20) de Joel Lehtonen y José de Ryysyranta (1924) de Ilmari Kianto. Sillanpää ganará el Premio Nobel de 1939, la única vez que este galardón ha recaído en un escritor en lengua finlandesa. En los primeros años del decenio de 1960, el programa de Snellman muestra ya claros signos de agotamiento. Sus objetivos estaban asumidos: la nación había resuelto, a través de las experiencias traumáticas de la Guerra Civil de 1918, de la Guerra de Invierno (1939-40) y de la Segunda Guerra Mundial, conocida también en Finlandia como la Guerra de Continuación (1941-44), sus principales problemas sociales, económicos y culturales. La novela más importante de la posguerra que profundiza en este proceso es la trilogía de Väinö Linna Aquí bajo la estrella del norte, escrita entre 1959 y 1962. En el momento de su publicación, la trilogía de Linna fue leída como una novela histórica que presentaba un cuadro correctivo de los episodios más traumáticos de la historia finlandesa, particularmente los de la Guerra Civil de 1918. Con la distancia que otorga el tiempo, la novela también puede verse hoy como una auténtica enciclopedia literaria y un análisis del programa de la literatura nacional.

En 1960 el reloj literario en Finlandia comenzó a acelerarse y se produjo una apertura a nuevos temas contemporáneos: el tercer mundo, la política internacional, los movimientos pacifistas, los problemas étnicos y de género. En ese momento, el movimiento tradicional, nacional y autosuficiente, mostraba ya claros signos de agotamiento. ¡Abre las ventanas a Europa! En 1885 un literato finlandés, O. A. F. Lönnbohm, publicó un texto en el que señalaba que «ha sido importante y necesario para el pueblo finlandés abrir ventanas para poder mirar a otra parte, para construir vehículos y puentes entre nosotros y otros pueblos». Desde entonces, todas las escuelas y movimientos renovadores han adoptado el mismo grito de guerra en Finlandia, recogido de las líneas introductorias del poema de Pushkin El jinete de bronce (1832), en sus manifiestos y declaraciones de renovación literaria: «¡Abre las ventanas a Europa!». El grito de guerra revela, una vez más, una tensión entre los dos polos de la tradición literaria finlandesa: cada vez que los recursos de la tradición nacional se han secado, el renacimiento artístico sólo parece posible volviendo el punto de mira hacia el continente. Bajo la etiqueta de «modernismo finlandés» se encuadra generalmente a una serie de escuelas y movimientos que difieren entre sí en relación con el lugar, el lenguaje y el programa poético. Tenemos por un lado el realismo y naturalismo de la década de 1880 y 1890 que se desarrolla como un periodo de profundo cambio en la orientación cultural finlandesa: la dominación cultural de Berlín es reemplazada por la brillantez de París. Llega también la mejor hornada de la literatura rusa con Dostoievski, Tolstoi y Turguénev, y más tarde el avance modernista escandinavo de autores como Strindberg e Ibsen. Todas estas influencias literarias ayudaron a la joven generación de escritores finlandeses a terminar de afianzar definitivamente las relaciones con el nuevo centro literario europeo. Solo (1890), La esposa del sacerdote (1894) y La tierra del padre, de Arvid Järnefelt (1893), fueron las novelas más destacadas del período que acabaron modernizando la prosa finlandesa. Minna Canth será la primera escritora importante en lengua finesa, autora de varias obras que generaron escándalo, como La esposa de un trabajador (1885), Hanna (1886) y Pobres (1888), en las que se abordaban cuestiones sociales y de género en un momento en que aún era posible épater le bourgeois.

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El simbolismo fin de siècle o neo-romanticismo nacional (1890–1910) conformará la época de oro del arte finlandés. En poesía esto se refleja, por ejemplo, en la obra de Eino Leino, de formas estilizadas y con algunos temas provenientes del Kalevala, así como en la prosa decorativa de las obras Betsabé (1902) y Parsifal (1910) de Volter Kilpi, quien publicó años después una de las más peculiares e intraducibles novelas modernistas, En el salón de Alastalo (1933). En la década de los años veinte aparecen dos movimientos literarios bien definidos. Entre sus abanderados destaca, por un lado, el poeta Katri Vala, que experimentará a fondo con el metro, la rima y la estrofa en lengua finlandesa, y por otro algunos modernistas finlandeses en lengua sueca más conscientemente relacionados con las vanguardias europeas, como Gunnar Björling y Edith Södergran, este último particularmente interesado en el expresionismo alemán y el futurismo ruso. Más recientemente ha sido diferenciado también otro grupo modernista, el izquierdista Kiila (Cuña), un grupo activo en los años treinta y cuarenta, conformado por poetas de orientación política como Elvi Sinervo y Arvo Turtiainen. El más talentoso de los autores de este colectivo fue Pentti Haanpää, cuya obra en prosa es una magistral combinación de narración modernista, relato folclórico y gusto por un tipo de nouvelle afrancesada, à la Maupassant. Su producción incluye también novelas de guerra como Las botas de nueve hombres (1945) y novelas de crítica social como Círculo vicioso (1931-1956), en la mejor tradición picaresca. En los primeros años tras la Segunda Guerra Mundial, las corrientes líricas más modernas fueron encuadradas bajo la denominación «Modernismo de los 50». La centralidad dada a la poesía en esta época descuida sin embargo la transformación que tuvo lugar en la prosa de ficción, una transformación que, de hecho, continuó por medio de una corriente radical que llegaría hasta finales del siglo XX. Los poetas más importantes del periodo son Eeva-Liisa Manner, que representa a toda una generación de talentosas mujeres poetas, y Paavo Haavikko, quien «condujo a los guerreros contra el rey» en su primer libro, Caminos distantes (1951), y escribió: «Europa, tierra nativa, ¿por qué no debería alabarte?». La poética de la prosa modernista se encuentra bien representada en las novelas de Marja-Liisa Vartio, particularmente en su ópera prima, Así que es primavera (1957), y

en los trabajos de Veijo Meri, que introducen los primeros trazos postmodernistas en la prosa finlandesa, especialmente en novelas como La cuerda (1957) y Los eventos del año 1918 (1960). El nuevo orden literario mundial Los primeros años de la década de los ochenta supusieron una época de apertura para la literatura finlandesa. La nueva generación de escritores se introdujo de lleno en la literatura postmoderna con una rica variedad de formas y temas. Los escritores más representativos del periodo son Pirkko Saisio, novelista y dramaturga interesada especialmente en cuestiones de género, Juha Seppälä, prosista centrado en temas relativos a la sociedad postmoderna, e Ilpo Tiihonen, poeta que fusiona varias corrientes de la tradición poética finlandesa y que ofrece una nueva articulación de las conexiones con Europa por medio de inteligentes composiciones, en las que es capaz, por ejemplo, de mezclar de forma macarrónica el inglés, el sueco y el dialecto savo en versos como estos: «We are European också / vaikkei kaikki sitä hoksoo» («Somos europeos, también, / aunque nadie parece haberse dado cuenta»). La literatura de los últimos años ha debido enfrentarse a una situación completamente nueva, a un mercado literario mundial interesado en cuestiones globales, como la inmigración, que han entrado de lleno en el repertorio de los escritores finlandeses. La desaparición de la Unión Soviética se ha convertido en un tema importante para la joven autora Sofi Oksanen, cuya obra Purga (2008), ambientada en la Estonia postsoviética, ha obtenido un gran éxito internacional y ha recibido numerosos y prestigiosos premios literarios, como el Prix Femina Ètranger, en 2010, y el Premio de la Academia Sueca, en 2013. El trabajo de Oksanen resuelve finalmente la tensión entre Europa y Finlandia, lo central y lo periférico, lo universal y lo local, insertándose en un nuevo repertorio, el de la literatura mundial, que ya no reconoce a Europa como centro del universo literario.

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Traducción del inglés: Fernando Clemot y Juan Vico Jyrki Nummi es Investigador Principal en el Departamento de Estudios Finlandeses, Fino-ugrios y Escandinavos de la Universidad de Helsinki, Finlandia.


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dossier: Elsi Hyttinen. Leer es poder: los primeros años de la literatura obrera en Finlandia

Leer es poder: los primeros años de la literatura obrera en Finlandia Elsi Hyttinen Ilustración de Miquel Rof

.En la primavera de 1906 se publicó en un folleto de la Guardia Roja finlandesa un artículo radical donde se argüía que la mujer no era sólo definida socialmente por su clase, sino también por su género. Según este texto, no importaba cuál fuera su clase social: la mujer asumía siempre el estatus de propiedad mientras el hombre desempeñaba siempre la función de propietario. ¿Cómo podrían adquirir las mujeres un estatus independiente? Mediante la unidad, integrándose en el movimiento social democrático, porque la solución de la desigualdad de las mujeres depende fundamentalmente de la adecuada organización de la clase obrera en la sociedad del futuro. Aun así, como los proletarios en el proletariado, como los pobres entre los pobres, siempre tendrán que vigilar sus derechos y defenderlos contra sus propietarios: los hombres.

El contexto de la publicación de este artículo es extremadamente interesante. El folleto, Kevätjulkaisu punaisille kaarteille (Publicación primaveral para la Guardia Roja), está dirigido a un público identificado con la milicia en cuestión, y en la portada, donde normalmente deberíamos encontrar el nombre del jefe del redacción, figura el nombre del jefe de ese cuerpo, Johan Kock. Es difícil pensar en un texto cuyo origen esté más cercano al corazón del movimiento obrero finlandés de la época. La Guardia se habían formado un año antes, durante una huelga general, y constituyeron la primera muestra visible del poder unificado de la clase obrera en el país. Aun así pronto sería prohibida, ya en el otoño 1906, tras una confrontación armada contra las tropas del zar ruso en la isla de Viapori, frente a Helsinki.

Argumentaciones como las del citado artículo, en el que se subrayaban las diferencias dentro de la clase obrera, no eran comunes. Su efecto era limitado, a pesar de que aquí se contara con la autoridad del jefe de la Guardias para subrayar la importancia de esa diferencia sexual como tema sobre el que deberían reflexionar los miembros de las organizaciones rojas. Resulta interesante, en este sentido, que Elvira Willman, una de las voces en su momento más conocidas de la esfera cultural obrera finlandesa, haya sido olvidada casi por completo. Incluso los estudios sobre literatura obrera han incurrido en ese olvido, interesados a menudo en pretender ver el mundo cultural obrero de un modo uniforme, como una esfera en la que no se acentuaban las diferencias, que buscaba siempre la identidad de una clase unida. En una visión de la historia así no tiene cabida nombres como el de Willman. La historia de la literatura obrera finlandesa se entreteje orgánicamente con la propia historia del movimiento obrero. El primer periódico obrero del país, Työmies (El Obrero) comenzó a circular en 1895, mientas que el primer partido de izquierda fue fundado en 1899. La aparición de Työmies está considerada como el punto de partida de la literatura obrera nacional. En sólo un par de años, Finlandia quedó inundada de folletos, revistas y periódicos obreros, y surgieron muchos grupos de teatro, imprentas y asociaciones. Los años que van desde el fin del siglo XIX hasta la guerra civil del año 1918, componen un período realmente excepcional en la literatura finlandesa. Nunca, antes o después, han existido de tal modo dos esferas culturales relativamente independientes, la burguesa y la obrera. Antes de este periodo, la esfera pública era en su totalidad controlada por un grupo pequeño de intelectuales animado por el nacionalismo

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cristiano, y después del periodo referido ambos ámbitos se fusionaron formando uno solo en el que la lucha por la hegemonía ha sido continua. Pero durante esos años iniciales del siglo XX, insistimos, la cultura obrera formaba una esfera autónoma en la que podríamos ubicar aproximadamente a unos ciento setenta escritores. En este contexto, la figura de Elvira Willman resulta tan típica en algunos sentidos como atípica en otros. Debutó como dramaturga en el Teatro Nacional de Finlandia en 1903, cuando el movimiento obrero todavía era favorable a esta institución. Más tarde Willman trabajaría sólo con grupos de teatro pequeños o aficionados obreros. Durante la guerra civil estuvo del lado de los rojos, y por eso tuvo que emigrar a su fin a la Rusia soviética. En Rusia murió ejecutada en 1925, acusada de haber participado en un enfrentamiento armado entre los rojos finlandeses emigrados en San Petersburgo. Elvira Willman no era una trabajadora, sino una escritora que tenía incluso estudios universitarios. Aunque era indudablemente una revolucionaria, ella se interesó sobre todo por la posibilidad de cambiar el mundo a través de la escritura. Casos como el suyo, de hijos de las clases altas que por motivos ideológicos se insertaban en la esfera cultural obrera, eran frecuentes en la época, y mu-

chas de las obras de literatura obrera más conocidas fueron escritas por ellos. El rasgo característico de la cultura literaria obrera del cambio de siglo no era, en fin, que los pobres hubiesen tenido por primera vez la oportunidad de formar parte en la vida literaria. Ya en el siglo XIX en Finlandia teníamos una sistema de educación básico bastante funcional, así que durante la época del nacimiento de la cultura obrera casi toda la población sabía leer, al menos a un nivel fundamental. Además, miembros de las capas bajas de la sociedad ya formaban parte de la intelligentsia, aunque su posición no era fácil en absoluto. La literatura obrera se distinguió sobre todo frente a la convencional por su público. Por primera vez alguien se dirigía a los ciudadanos más modestos considerándolos integrantes de una clase social e invitándoles como miembros de esa clase a asumir un papel cultural determinado. Leer, pues, no era ya un simple medio para mejorar la posición social y aspirar a convertirse en un «señor», sino un modo de poner en tela de juicio la soberanía de los representantes de las clases altas.

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Elsi Hyttinen trabaja en el Departamento de Literatura Finlandesa de la Universidad de Turku.


dossier: Una visión de la edición en Finlandia: Entrevista con Aleksi Siltala

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UNA VISIÓN DE LA EDICIÓN EN FINLANDIA: ENTREVISTA CON ALEKSI SILTALA (KUSTANNUSOSAKEYHTIÖ SILTALA) Por Fernando Clemot y Carolina Figueras

.Nos aconsejaron desde el primer momento que charláramos con Aleksi Siltala, nos dijeron que hablaba español fluido desde que había vivido unos años en Madrid. Aleksi es uno de los dos editores de Kustannusosakeyhtiö Siltala, sello que desde 2008 dirige junto a su hermano Touko. Siltala tiene el perfil de editorial mediana e «independiente» que nos interesaba y Aleksi fue sin duda el interlocutor perfecto. La oficina de Siltala no estaba en el centro de Helsinki. Hubo que coger un taxi hasta llegar a Sörnäinen, uno de los barrios más modestos de la ciudad, más allá del puente de Unionkatu. El lugar que buscábamos era un edificio aparentemente residencial y allí, en un piso normal y corriente, estaban las oficinas de la editorial. Sólo una placa en el buzón indicaba la presencia de una empresa. Todo era sencillo y funcional, un espacio diáfano y unas

personas trabajando, no había fotos, ni bronces ni chapas, ni grandes expositores: quizá esta fue una de las primeras sorpresas en Siltala. La conversación posterior con Aleksi Siltala nos puso al día de cómo funciona una editorial finlandesa, una visión más desahogada de lo que estamos acostumbrados, aunque quizás no tan alejada de una editorial española. Salimos muy satisfechos de la entrevista, pero no encontrábamos el tranvía de vuelta al centro. Finalmente dos señoras rusas con las que nos entendimos por signos nos acompañaron a la parada del tranvía número siete. Helsinki no se acaba en los lahti, las dos grandes masas de agua que cierran su centro histórico, y parece que para el mundo de la edición tampoco todo se acaba ahí. He aquí un resumen de la larga charla con Aleksi.

Imagino que tanto tú como tu hermano Touko ya habíais trabajado en ámbitos cercanos a la edición. ¿Nos podrías explicar cuál había sido tu experiencia anterior a la creación de Siltala? ¿Qué os impulsó a tu hermano y a ti a fundar un sello propio? Hace más de veinticinco años que empecé en la editorial que entonces era la más grande de Finlandia: WSOY; todavía sigue siendo grande, aunque fue comprada por Bonniers, una gran editorial sueca, hace poco, en el año 2011. Empecé ahí como ayudante a la edición, haciendo textos, y fui posteriormente editor de no ficción durante nueve años; mi hermano también estaba ahí como editor de ficción. En 1997, WSOY fue adquirido por el grupo Sanoma, lo que llamamos ahora «una corporación media», que también publica revistas y periódicos en muchos países europeos pero que se ha fundado aquí, en Finlandia. En ese tiempo todo

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Aleksi y Tuoko Siltala | © Lauri Olander

siguió igual, yo tuve una relación muy directa con la que seguramente es la figura más internacional de la literatura finlandesa, Arto Paasilinna, y de la que me siento orgulloso. En 2005 las cosas comenzaron a cambiar y lo que entendíamos que era la base de la edición, sus valores, empeoraron. Dejamos de tener libertad, hubo mucha administración, muchos mítines y muchas cosas detestables de las que prefiero no hablar y que antes no existían. La cultura de la empresa iba desapareciendo. De esta manera, en el año 2006 mi hermano y yo empezamos a pensar en un nuevo plan. Viajamos mucho juntos, porque no sólo somos hermanos, también somos buenos amigos, y una noche en Frankfurt lo hablamos en serio. Tomada la decisión, a la vuelta ya pensamos cómo conseguir el dinero para hacerlo; aun así seguimos con nuestro trabajo en la editorial. Dos amigos nuestros que eran autores fue-

ron corriendo la voz del proyecto y en el 2008 me llamaron del periódico más importante de Helsinki para preguntarme si era verdad que íbamos a dejar la editorial. Les dije que era todo mentira, ¿qué podía hacer?, pero me sentí mal. Así que fui a hablar con mi hermano y le dije que teníamos que irnos, y ese mismo día fuimos al banco con un plan financiero y la verdad es que todo fue bastante bien, porque esa salida tan rápida también nos dio una cierta publicidad. ¿En ese primer año cuántos libros publicó Siltala? Pocos. Hubo un periodo inicial en que tuvimos que arreglar todo, afianzarnos, y sólo a finales del 2008 empezamos a publicar, creo que empezamos con tres o cuatro libros: dos novelas, un ensayo y una parodia de Paulo Coelho que tuvo mucha aceptación.

¿Cómo situaría a Siltala dentro del ámbito de las editoriales finlandesas? No somos una editorial grande, es evidente, pero tampoco pequeña. Tenemos en este momento cinco autores incluidos en la lista de los más vendidos y también varios nombres de gran importancia como Hannu Raittila, que ganó el premio Finlandia en 2001. Ahora sacamos una novela de Tuomas Kyrö, que es un escritor que incide mucho en lo humorístico. También tenemos a Kari Hotakainen, que en España ha publicado con la editorial Meettok. Estos tres libros son la base de nuestra colección de ficción. Nuestra lista viene a ser de unos veinticinco o treinta libros al año. Tenemos dos colecciones: una de ficción, bastante literaria, con traducciones y autores finlandeses, y otra de no ficción, en la que hay mayoritariamente libros de historia, autobiografías, un poco de política, pero


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sobre todo narrativa histórica. No publicamos ni libros infantiles, ni juveniles, ni de cocina, y hasta ahora también muy pocos libros ilustrados; o sea, que hacemos cosas bastante tradicionales, como nosotros queríamos. La idea ha sido siempre mantener todo lo que publicamos bastante controlado porque únicamente somos cinco personas: tenemos una editora, un diseñador gráfico o jefe de arte y un chico que lleva las ventas. Y claro, siendo tan pocos no podemos sacar cincuenta libros al año. Nosotros no podemos pagar por un anuncio en las revistas, lo que hacemos es presentar los libros a los periódicos, a los medios, aunque tampoco cada día, porque si insistes continuamente luego no te hacen caso. Otra de las ventajas es el contacto directo: si un autor quiere trabajar con nosotros, con una llamada basta, se habla, no hay intermediarios, en eso somos muy transparentes. Creemos que esto es una ventaja, ya que en una editorial grande, con muchos departamentos, al final es imposible controlarlo todo y que salga como tú quieres, e incluso a veces para el autor es muy difícil llegar a conocer al editor. No hay control sobre lo que editas, y esa es la ventaja de una editora pequeña. Porque cuando uno empieza una pequeña empresa hay que aprender de todo, cómo hacer la distribución, de dónde sacar los muebles, etc. El primer año éramos mi hermano y yo nada más y en ese tiempo aprendimos mucho. Con el tiempo también hemos ido adquiriendo derechos de libros extranjeros y creo que tenemos un buen catálogo de traducciones, con autores como David Foster Wallace, Milan Kundera, Céline, César Aira, Rivera Letelier, etc. Según su experiencia, ¿cuáles son los temas que en este momento interesan más al lector finlandés?

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Creo que la historia. También nos hemos dado cuenta de que con el tiempo ha ido ganando mucho peso el tema de Rusia. Como ya saben es un país con el que hay una relación complicada, la historia ha hecho difícil esta relación, y sin duda lo que allí pasa nos interesa mucho. Rosa Liksom, por ejemplo, una de nuestras mejores escritoras, le da una gran importancia a este país en su narrativa, y nosotros este año publicamos varios libros que hablan de la realidad inmediata e histórica de Rusia. Es curioso cómo ha cambiado la imagen que había de este país: cuando yo era pequeño se decía que tuvieras cuidado si te cruzabas con un ruso por la calle. Había recelo, un recelo extremo que con el tiempo ha ido variando hacia un gran interés. Nos hemos ido conociendo mejor. Incluso en las calles de Helsinki se escucha hablar más en ruso que en sueco, es un turismo muy pujante, puedes ver muchos rusos en la calle, en los hoteles y, sobre todo, en la rebajas de Stockmann1. Profundizando en el tema, ¿qué tipo de mirada crees que los autores finlandeses tienen sobre Rusia? Creo que hay mucho romanticismo en eso, se ve por ejemplo en lo que escribe Rosa Liksom, aparecen tipos duros que están en el campo, personas que beben mucho vodka y cuentan sus historias. Sigue sin aparecer todavía un tipo de ruso educado, bien formado, que habla idiomas, que viene a trabajar y que compite profesionalmente. Me temo que la imagen que tenemos aún es un poco estereotipada. Se funciona con estereotipos, 1. Grandes almacenes situados en el distrito centro de Helsinki, en la Aleksanterinkatu, frente a la gran avenida Mannerheinmintie.

igual que hasta hace poco se tenía en Finlandia la imagen del escritor como un borracho. Esto ha cambiado, por suerte ha surgido una imagen más normalizada del escritor, más seria y más profesional, especialmente en las nuevas generaciones. Recientemente Siltala estuvo en la FIL de Guadalajara. ¿Qué impresión se tiene del mercado editorial español e hispanoamericano? Fui yo mismo, sí: hablaba español y eso era una gran ventaja. Quería buscar algo nuevo y lo mejor que saqué de esos días es que pude obtener los derechos de Juan Rulfo. También vi que Guadalajara era una feria muy profesional. El mundo editorial en México es totalmente distinto de lo que yo pensaba, y la presencia de recursos es muy abundante. Los puestos de la feria eran lujosos, potentes, y mostraban con mucha profesionalidad los libros que se exponían. Me sorprendió que estuviera tan fuertemente subvencionada por el Estado. Una parte de las ediciones de cada libro es comprada por el Estado para distribuir en librerías y bibliotecas, ese es un buen camino que aquí ya no existe. En México tienen todavía un concepto proteccionista de la cultura. Por ejemplo convierten a los escritores en diplomáticos. Se respeta la cultura. Sabemos poco de la geografía de la edición en Finlandia. ¿Se centralizan las editoriales más importantes en Helsinki, o también en otras ciudades se pueden encontrar editoriales importantes? No, fuera de Helsinki no hay grandes editoriales, todo está centralizado en la capital y su área metropolitana. Como excepción, por ejemplo, en Turku o Tampere hay dos o tres editoriales interesantes, pero muy pequeñas. También hay que tener en

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dossier: Una visión de la edición en Finlandia: Entrevista con Aleksi Siltala

Con Markku Kuisma, autor de Siltala © Lauri Olander

cuenta que casi el cincuenta por ciento de la población está en el sur de Finlandia. ¿Ha afectado la crisis al mercado editorial finlandés? ¿En qué medida? ¿Qué apoyo da el Estado a la edición? El apoyo directo a la producción no existe, dejó de existir en los años noventa. Ahora existe un apoyo por parte de FILI a las traducciones, que no llega al total del gasto pero ayuda. También nos ayudan si publicamos algo sobre un país extranjero. Aquí en los últimos cinco años las cosas han cambiado mucho. La editorial más grande (WSOY) fue vendida a Bonniers, la gran editora de Estocolmo de la que hemos hablado antes. Eso fue ya un síntoma de cómo andaban las cosas. Todas las personas clave han cambiado de puesto, y han desaparecido más o menos un treinta por ciento de los empleos del sector. Es una crisis evidente, las ventas han bajado en los diez últimos años, no demasiado, pero sí se nota de año en año un descenso continuo y preocupante.

Se calcula que en el mercado español ya hay entre un cinco o un diez por ciento de ventas que se hacen a través del formato e-book, aunque los datos oscilan mucho. ¿Cómo está resultando la implantación de este nuevo formato en el mercado finlandés? Insignificante. Vendemos libros para plataformas muy variadas con formato e-book, este es el problema, que no existe una plataforma única que pueda recoger todos los libros de las colecciones. En nuestras ventas esto viene a representar un uno por ciento o un poco menos de las ventas. Dentro del mercado finlandés existen algunas editoriales que publican en sueco (unos 300 000 finlandeses tienen el sueco como primera lengua). ¿Qué facilidades y dificultades tienen estas editoriales? Hay dos editoriales grandes que publican en lengua sueca y sus dueños son sus principales apoyos, sin ellos no podrían funcionar. Hay un capital privado que las sostiene, si no fuera así no aguantarían. Es algo lógico. Nosotros, por ejemplo, hemos hecho libros biográficos de los

patrones de una gran empresa de papel finlandesa, dos biografías redactadas por historiadores prestigiosos que fueron pagadas por el fondo de la papelera. Nosotros producíamos el libro y hacíamos el marketing, y a cambio ellos compraban cierta cantidad de libros. Esta es una forma de hacer negocio para todos, aunque sólo la ponemos en práctica de tarde en tarde. Es rentable y permite seguir adelante. Siltala sería sin duda un perfil atípico dentro del mundo de la edición española… ¿Cuesta mucho trabajar codo a codo con tu hermano? Aquí es normal lo de las compañías familiares, como es el caso de Otava, una de las grandes editoriales junto a WSOY y Teos, fundada en el siglo pasado y que siempre la ha dirigido una familia. Quizás cuando llevemos treinta años nos habremos matado o nuestros hijos se pelearán… Es difícil conocer el futuro. Pero no, de momento nos llevamos muy bien y ha sido todo muy fácil. Somos dos buenos amigos.

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dossier: Evan Wright. Las dicotomías ecológicas de Arto Paasilinna en El año de la liebre

Las dicotomías ecológicas de Arto Paasilinna en El año de la liebre Evan Wright Ilustración de Miquel Rof

.Arto Tapio Paasilinna nació

el veinte de abril de 1942 en Alakylä (Kittilä), Finlandia. Cuando hablamos de él hablamos de un símbolo y también de un autor prolífico, ya que es autor de treinta y cinco novelas, además de obras de otros géneros. Paasilinna, de hecho, ha escrito y publicado tanto que, a menudo, se ha hecho referencia a sus libros como «el Paasalinna de cada otoño»1. Su primer libro, Karhunkaataja Ikä-Alpi, data de 1964 y su última publicación hasta la fecha ha sido la novela Elävänä omissa hautajaisissa, del 2009. Paasilinna pertenece, por otro lado, a una familia muy vinculada con la literatura, dado que también sus hermanos, Erno, Reino y Mauri han desarrollado carreras literarias. Jäniksen vuosi (El año del liebre), nuestro objeto de análisis, es una de sus novelas más reconocidas y exitosas. También es la más conocida internacionalmente, desde que se publicara en 1975, un «año de la liebre» según el zodiaco chino. Fue adaptada al cine en 1977 con el mismo título, y se ha traducido a más de veinte idiomas. Fuera de Finlandia, se convirtió en una pieza de éxito, incluso de culto, en Francia2 especialmente, país donde se rodó una segunda adaptación de la película (existe también una versión más, italiana3). La novela se caracteriza por una trama episódica y cuenta con un protagonista cercano a los del género picaresco;

toda la novela, en gran medida, puede ser entendida como una trasposición contemporánea de este género4. Al igual que muchas otras de las obras de Paasilinna, El año de la liebre basa su desarrollo en una serie de dicotomías. Las principales, aquí, enfrentan lo ético y lo social con lo personal y lo moral. Hay asimismo confrontaciones ejemplares entre humanos y animales, y en última instancia entre diversos entes administrativos, como Finlandia y la Unión Soviética. Un trasfondo ecológico acompaña siempre a los elementos satíricos de la novela, esos episodios humorísticos con los que Paasilinna critica la nueva sociedad urbanizada. El autor señala los «síntomas» de este estrés en la relación entre los seres humanos y su entorno físico, para acabar configurando una crítica con claro trasfondo ecologista. El protagonista de la novela, el periodista Vatanen, es uno de los «dos hombres cansados»5 cuyos «ojos irrita la puesta de sol a través del parabrisas del coche en el que los dos hombres descansan»6. La irritación y la frustración que Paasilinna muestra al inicio de la novela dibuja ya la imagen de un hombre verdaderamente insatisfecho, con poca esperanza de cambio y con una nula capacidad para escapar de lo mundano. Vatanen se encuentra en la fase central de su vida, entre un pasado que queda fuera del ámbito de la

1. Kemppainen, pág. 158.

4. Hemmilä, pág 53.

2. Carbone, pág. 12.

5. Paasilinna, pág. 9.

3. Kantola, pág. 451.

6. Paasilinna, pág. 122.

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novela y los primeros momentos de su propio «año de la liebre», el tiempo en que se desarrolla la acción. Esta parte de la trama discurre además en un sitio de tránsito, una carretera en algún lugar entre la oficina de partida de Helsinki y su objetivo final en los bosques finlandeses. A Vatanen lo acompaña su fotógrafo, «que se acerca a la mediana edad»7. Paasilinna hace especial hincapié en esta fase central de la vida de Vatanen con la apertura de la novela en plena juhannuskesä (solsticio de verano, San Juan), cuando el sol apenas se pone en estas latitudes de Finlandia. Es en este momento central del año y de la vida cuando el destino de Vatanen cambia irrevocablemente. Su coche choca contra una liebre en la carretera haciendo que la trama de la novela cambie también para orientarse hacia las dicotomías creadas a partir de las opiniones contrarias de los dos periodistas. Mientras el conductor, el fotógrafo, desea continuar adelante, Vatanen decide desaparecer en el bosque en un intento de curar a la liebre herida. El animal se recupera rápidamente, pero Vatanen no vuelve a ser el mismo, ya que parece que en cierta manera el episodio rehabilita su alma. Él era también, pues, un ser herido, «engañado y engañando»8 en su vida urbana de Helsinki. El accidente de coche y la imagen del vuelo en el bosque son las primeras de las muchas transgresiones de El año de la liebre. Cada una de ellas pondrá de relieve la dicotomía que ejercen los nuevos escenarios y la tensión ejercida por ellos sobre el personaje. Este artículo no catalogará exhaustivamente la complejidad de las transgresiones y dicotomías de El año de la liebre, pero tratará al menos de proporcionar una perspectiva de los temas clave de la novela. Al abandonar su vida en Helsinki, Vatanen, parece que da prioridad a su vida personal y a cierta obligación moral que siente sobre la liebre, a la que comenzará a poner por encima de sus responsabilidades sociales y éticas. Casado y empleado, Vatanen se siente aferrado por las promesas adquiridas con su esposa y siente que debe cumplir también con sus obligaciones con la revista para la que trabaja. Decide finalmente rechazar estas exigencias sociales cuando entran en conflicto con las obligaciones que él ahora entiende con mayor peso, representadas por el cuidado de la liebre indefensa.

Estos años de la liebre, es decir, tanto la novela como el año narrado de Vatanen, comienzan con la dicotomía que desencadena el animal para terminar con una dicotomía similar pero más amplia, entre sus responsabilidades sociales y las transgresiones que perpetrará en los dos países por los que discurre la acción. Vatanen pronto se enfrentará con el gobierno de la Unión Soviética por cruzar ilegalmente la frontera con Finlandia, aunque paradójicamente será tratado al final con mayor severidad por su propio país: las autoridades soviéticas obviarán amablemente sus responsabilidades penales para devolverlo a su país donde, en cambio, tendrá que enfrentarse a una larga y dura letanía de veintidós cargos penales. Los tratamientos que la figura de Vatanen recibe del sistema judicial de su país natal, Finlandia, y de la vecina URSS, ofrecen así un fuerte contraste. Después de ser detenido por los soviéticos, Vatanen será felicitado por las autoridades por el éxito de la caza del oso que le ha llevado a atravesar de forma ilegal la frontera, al igual que lo exculparán de un cargo por un presunto contrabando de vodka, y afirmarán que aquella situación «sólo es una formalidad»9. A la espera de los interrogatorios, Vatanen, además, confiesa que se le permite «moverse libremente por Petrozavodsk»10. La novela yuxtapone este tratamiento con el posterior encarcelamiento en Finlandia, donde Vatanen estará encerrado en una celda definida por un capellán de la prisión como «un lugar muy triste para un animal inocente» y «un lugar insano para un animal salvaje según la Ley de Protección Animal»11. Con estas consideraciones, Paasilinna aborda satíricamente el tema de los derechos humanos y de los derechos de los animales en ambos estados para acabar cargando con dureza contra las prácticas institucionales finlandesas. Y al mismo tiempo exige a los lectores que observen las diferencias entre los comportamientos humanos y animales, la otra gran dicotomía de la novela. La relación entre Vatanen y la liebre es el ejemplo inicial de ello, pero también aparece enfrentado a otros dos animales: un cuervo y el mencionado oso. La fuerza física y la resistencia definirán la competencia con el oso, que amenaza a 9. Paasilinna, pág. 71.

7. Ibid.

10. Paasilinna, pág. 72.

8. Paasilinna, pag. 72.

11. Paasilinna, pág. 116.


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dossier: Evan Wright. Las dicotomías ecológicas de Arto Paasilinna en El año de la liebre

Vatanen de noche durante su acampada y vuelve a herir a la liebre, por lo que la lucha entre ambos adquiere matices de venganza. «La liebre está sedienta de la sangre del oso»12, se dice en cierto momento. Esta persecución lleva a Vatanen a través de un paisaje indómito donde las pruebas de resistencia son continuas. El oso rompe un poste indicador, en lo que constituye un mensaje a Vatanen: «aléjate, humano, todavía tengo intacta mi fuerza»13, que lleva al protagonista a preguntarse: «¿es esta persecución extenuante sólo para el oso?»14. La competencia del personaje central con el cuervo será diferente, y estará basada en un esquema previo de inteligencia. Mientras Vatanen está talando unos árboles, un cuervo invade su campamento. El animal, horriblemente herido, despierta en un principio la simpatía de Vatanen, que lo considera «muy melancólico», pero también «miserable» y «horrible», «escuálido», «como un perro reumático»15. Esta simpatía inicial cambia con el tiempo y va degenerando en odio toda vez que el cuervo engorda y se recupera para acabar robando el suministro de alimentos de Vatanen mientras él está ausente. Para combatir la inteligencia de este nuevo enemigo, Vatanen elabora una «trampa eficiente y cruel»16 con una lata de carne, que hará que el pico del cuervo quede atrapado y 12. Paasilinna, pág. 126. 13. Paasilinna, pág. 124. 14. Paasilinna, pág. 116. 15. Paasilinna, pág. 119. 16. Paasilinna, pág. 128.

le produzca unas terribles heridas en la cabeza. Aunque esta competencia final parezca una pugna entre la inteligencia del cuervo y la de Vatanen, vehicula también de una forma clara una comparación más amplia entre la crueldad de los animales y la de los humanos. Y finalmente parece que es Vatanen, el humano, quien gana la competición.

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Traducción del inglés: Fernando Clemot Evan Wright trabaja en el Departamento de Estudios Escandinavos de la Universidad de Washington, Seattle..

Bibliografía Carbone, Fabrizio. «Arto Paasilinna in Italy». Books from Finland (1999). Hemmilä, Olavi. «Litteraturvetenskapliga perspektiv på begreppet hållbar utveckling». Tidskrift För Litteraturvetenskap (2010). Kantola, Janna. «“Finland Is Not Europe, Finland Is Only Finland”. The Function of Funny Finns in Fiction». Orbis Litterarum (2010). Kemppainen, Jouni K. Onnellinen mies: kirjailija Arto Paasilinnan elämä. Espoo: Paasilinna, 2012. Paasilinna, Arto. Jäniksen vuosi: romaani. Helsinki: Weilin + Göös, 1975.

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ENTREVISTA A RIIKKA PULKKINEN Por Fernando Clemot .Riikka Pulkkinen (Tampere, 1980) es uno de los grandes nombres de una nueva generación de escritores finlandeses que ha empezado a asomar también en las listas de novedades editoriales de otros países europeos. Se dio a conocer en el año 2006 con la novela Raja (La frontera) publicada por la editorial Gummerus, a la que siguió Totta (La verdad, 2010) publicada en Finlandia por Otava y en España por Salamandra en el año 2012. Fue este libro el que catapultó a Riikka Pulkkinen hacia un estatus diferente dentro del mundo literario finlandés y europeo (ha sido traducido al danés, alemán, holandés, inglés, francés, sueco, estonio, español e italiano). También le hizo ser finalista del premio Finlandia en 2010, el galardón más importante de su país. Vieras (Extranjero) publicada por Otava en 2012, es su última novela, todavía inédita en España. Los límites de la vida, de nuestra dignidad, de la familia y de la pareja bajo el prisma de una visión femenina son los temas principales de la obra de Riikka Pulkkinen. Nos encontramos con ella en un café de la Esplanadin, cerca del puerto y de la plaza del Senado, en pleno centro de Helsinki, para que nos diga en qué le han cambiado todos estos reconocimientos y cuáles son sus expectativas para el futuro.

¿Cómo fueron tus inicios en la literatura? ¿Hubo una experiencia profesional anterior a ella? Apenas he tenido pasado adulto fuera de la literatura. Ha sido siempre mi trabajo, empecé estudiando Filosofía y Literatura en la Universidad de Helsinki y prácticamente desde el momento en que salí mi destino ha estado unido a ella. Sólo recuerdo al margen esos clásicos trabajos de verano que asumen los estudiantes, como hacer hamburguesas y cosas por el estilo. Esto sí que lo he hecho, aunque no demasiado. Creo que ya en la universidad aprendí a escribir leyendo. Ahora, además de escribir, trabajo para una editorial como freelance. Y antes estuve contratada en otra editorial, Siltala, con el hermano de Aleksi, al que conoces, Tuoko Siltala. En España la literatura finlandesa no es tan conocida como otras literaturas cercanas, por ejemplo la sueca. ¿Qué autores recomendarías a los lectores y editores españoles y cuál crees que es el momento actual de la literatura finlandesa? Creo que es una literatura con un buen pasado, con buenos autores, quizá no demasiado conocidos en el resto de países y, sobre todo, con un futuro espléndido. Tenemos a un gran número de escritores jóvenes y también a otros muy interesantes que están en el

mejor momento de sus carreras, como Matti Rönkä, Maria Peura, Sofi Oksanen o Rosa Liksom. Creo, por todo esto y por toda la promoción que se les está dando, que el momento es estupendo, muy prometedor. Diría que en términos generales la finlandesa es una literatura muy centrada en lo realista, en lo histórico, pero abierta también a nuevas ideas. Entiendo que no existe una literatura única, una forma única de ver las cosas ni una sola forma de contar las historias. Volviendo a la formación, en España es común que los jóvenes empiecen a escribir en escuelas de escritura. ¿Aquí también existen? En Finlandia son generalmente las universidades las que ofrecen este tipo formación a través de cursos de narrativa creativa. Se ofrecen cursos por niveles, aunque yo creo que este tipo de enseñanza (aunque interesante y necesaria) muchas veces hace que se acabe formando un único estilo de creación. En Helsinki hay una escuela de escritura importante y a menudo es criticada por ello, sobre todo porque también venden sus servicios haciendo entender a la gente que si vas allí, a sus cursos, acabas convirtiéndote en escritor, y creo que en la mayor parte de casos eso no funciona así.


dossier: Entrevista a Riikka Pulkkinen

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En España también es frecuente la autopublicación de muchos autores noveles... Sí, y aquí, pero especialmente son los poetas los que utilizan este cauce. Unos años atrás era mucho más habitual que ahora, aunque tras esas autopublicaciones se buscaba de forma inmediata una forma de destacar, y se acababa acudiendo indefectiblemente a los editores y editoriales clásicas. Pese a tu juventud has recibido ya alguno de los premios más importantes de la literatura finlandesa, como el Premio Kaarlen en 2007 por Raja (La frontera) o tu nominación para el premio Finlandia en 2010 por Totta (La verdad). Este tipo de premios siempre están en debate. ¿Qué importancia han tenido en tu desarrollo como escritora? Con mi segunda novela estuve nominada para el premio Finlandia, sí. Ocurrió pronto, era joven, y estoy muy orgullosa de ello. Le ha dado otra proyección a mi obra y me ha permitido que salga al extranjero, que llegue a muchos países. Pese a esta buena experiencia, desde mi punto de vista si un escritor escribe sólo con la mirada puesta en un premio y no por el placer de hacerlo, al final acaba fracasando. Este tipo de aspiraciones que no tienen que ver con tu trabajo directo acaban desgastándote, secándote la mente, aunque también entiendo que para algunos escritores más consagrados contar con grandes premios sea una necesidad para ver realzada su obra. Hasta ahora siempre has escrito novelas. ¿Has pensado en escribir algún libro de relatos? ¿Ves alguna dificultad en ello?

Sí, de hecho mi primera novela, Raja (La frontera), estaba planteada inicialmente como un cuento, pero al empezar a escribirla vi que de forma natural se iba alargando. De hecho creo que en el fondo conserva todavía esa idea porque es episódica y entiendo que cada capítulo podría leerse como una pequeña historia. La idea de exportar el formato de los cuentos a las novelas me parece muy interesante, muy atractiva, y no renuncio a hacerlo en el futuro. Si por ejemplo construyes ocho historias independientes, pero relacionadas entre sí, creo que se puede crear un formato interesante, no sólo para el escritor sino también para el lector. Hablemos de esa primera novela que mencionas, Raja (La frontera), del año 2006. ¿Qué características presentes en ella crees que se mantienen en lo que escribes ahora, siete años después? Creo que los elementos temáticos básicos que me interesaban entonces también me siguen interesando ahora, además de otros aspectos importantes como el fraccionamiento por capítulos o la estructura general de las obras, que no ha variado demasiado con los años. Respecto al estilo, creo que sigo manteniendo el mismo fondo porque todas ellas exploran los límites de la persona, de la familia, de las relaciones. Las grandes cuestiones de aquella primera novela tenían que ver con la forma en la que tú puedes llegar a potenciarte, a amarte, con los pasos que te abren al mundo, en lo ético y en lo personal, y seguramente el núcleo de las últimas novelas siga siendo el mismo.

Los pequeños universos de la familia y la pareja, muchas veces con una visión femenina de ellos, con sus secretos, miserias y problemas, son la base de La verdad y de algunas otras de tus narraciones. ¿Te sientes cómoda en estos ambientes tan cerrados, opresivos? ¿Has pensado en explorar otros ambientes, como el laboral, o temáticas como la historia? Me gustaría incidir en lo histórico porque la literatura tiene infinitos enfoques históricos y es como un juego descubrirlos, cambiar las tramas en función del tiempo en el que se desarrollan, creo que es muy interesante y aleccionador, sobre todo para los escritores jóvenes. Lo que yo escribo, lo que he escrito hasta ahora, entiendo que profundiza más en criterios filosóficos que históricos; por ejemplo he incidido en los lazos rotos de las familias, en problemas que pueden ir más allá de lo puntual y resultar universales. Me interesan los hechos históricos, pero no los uso como un hilo narrativo principal. Por otro lado, sí que pienso que la familia es un centro del universo, de la sociedad, y lo es para todas las culturas, y cuando escribo sobre ella utilizo de esta manera una materia densa, universal. Lo que escribo se puede ver como una especie de zoom, un acercamiento, y es posible relacionarlo luego con la sociedad en general, como por ejemplo en mi segunda novela, con una historia familiar desarrollada en los años sesenta. ¿Qué sientes cuando alguien de otro país tan diferente como yo, de España, te dice que le ha gustado tu novela? Es extraño y precioso establecer este tipo de relación de ida y vuelta con

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dossier: Entrevista a Riikka Pulkkinen

una persona de otro país. Me ocurrió especialmente cuando estuve en Italia, conocí a muchas personas que querían transmitirme lo que sintieron con mi novela y para mí era algo muy extraño, hermoso, que personas que no conocías y de un contexto cultural tan alejado acabaran compartiendo experiencias y sensaciones muy similares a las tuyas. Es realmente gratificante. Otros de los grandes temas de La verdad serían la muerte, la enfermedad y la memoria. ¿De qué forma los abordas? Utilizo pequeñas historias insertadas en el seno de cada familia y hago relucir su verdad, esa relevancia que estos temas tienen en la memoria de todos. La memoria de uno mismo, la historia de uno mismo, esa experiencia, esa visión, es lo que resulta interesante para mí, además de la dimensión filosófica profunda que hay detrás de todo ello, del modo en cómo ves o afrontas la muerte, lo que pasa a tu alrededor, cómo asumes esa nueva y definitiva circunstancia. En cuanto al tema de la enfermedad, en mi novela está escenificado en el hospital, un lugar donde estás al límite de ti mismo, en la posibilidad misma del drama. ¿Qué peso crees que tiene el evidente cuidado del lenguaje en tus novelas? ¿Qué quieres transmitir con ello? El lenguaje viene de algún modo determinado por el sentido con el que construyes el relato. En mi segunda novela, La verdad, utilizo un tiempo concreto de presente porque el tono lo requiere y es lo que siento. Realmente no es que busque un lenguaje cuidadoso expresamente, y de hecho he intentado cambiarlo cuando he estado escribiendo con jóvenes. El escritor es el que crea el lenguaje en cada ocasión y, si lo consigue, la novela acaba siendo más fluida.

©Juoni Harala En España todavía no se ha publicado tu última novela, Vieras, ¿nos podrías describir brevemente el argumento y los puntos fuertes de ese libro? El título significa extranjero. Es la historia de una joven cristiana que vive en un pequeño pueblo, forma parte de un extraño grupo de adolescentes. Ella sufre anorexia nerviosa y está rodeada de un entorno hostil, xenófobo. La protagonista conoce a una chica de otra religión con la que establece un fuerte vínculo de amistad, aceptando también otra realidad a la vez que, poco a poco, va creciendo en ella la necesidad de protegerla de ese entorno. Hablo del hambre que siente María, la protagonista, de la pérdida de la inocencia, la ira, el castigo, etc. Aparecen además

cuestiones que tienen que ver con la religión y, cómo no, también hay aproximaciones filosóficas, al igual que en las anteriores. Los personajes asumen desafíos que los enfrentan a ellos mismos, a sus convicciones, y que también los enfrentan a los otros personajes. Una última pregunta, como curiosidad, ¿conoces autores de la literatura hispanoamericana? ¿Cuáles son los que más te atraen? Sí, aunque no sé si es un tema que domine con la profundidad suficiente como para opinar. Conozco bien y me gusta especialmente Julio Cortázar.

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Transcripción y traducción del inglés: Carolina Figueras


dossier: Con Rosa Liksom en el Bellevue

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CON ROSA LIKSOM EN EL BELLEVUE Por Fernando Clemot

.Encontrarse con Rosa Liksom es hablar también de uno de los grandes nombres de la literatura finlandesa de las tres últimas décadas. Nacida en 1958 en una aldea de Laponia, en el norte de Finlandia, en su larga carrera ha vivido y se ha atrevido con todo. Estudió Antropología y en su una juventud estuvo vinculada al movimiento squad. Vivió en la colonia de Cristiania de Copenhague, en París, en Noruega, en Islandia y en Moscú durante la época de Breznev, el último hálito del comunismo. Regresó a Helsinki en 1987 y desde entonces ha desarrollado su actividad como cuentista y novelista, con tres novelas principales: Reitari, Kreisland y Hytti nro 6. Con esta última (a punto de publicarse en España bajo el título Compartimento número seis con la editorial Salamandra) consiguió el Premio Finlandia de 2012, el máximo galardón de las letras finlandesas. La entrevista la ha gestionado FILI (organismo finlandés para la difusión de la literatura de ese país) y no ha podido elegir un lugar más apropiado: el restaurante ruso Bellevue, fundado en 1917, detrás de la Catedral Ortodoxa de Helsinki. En todos sus rincones se respira un ambiente previo a la revolución de ese año, con sus cortinajes y terciopelos, y también evoca un poco el ambiente de Hytti nro 6, una novela ambientada en los años ochenta en la que se reproduce una larga conversación entre una estudiante de Arqueología

finlandesa y un hombre ruso, un agricultor, descrito en el libro como «un estajanovista, carne de máquina, héroe concreto, brutal, de habla dura, muy apegado a su vodka». En este lugar tuvimos una extensa charla con Rosa Liksom, en la que hablamos muy especialmente de Compartimento número seis, pero también sobre Rusia, Siberia, de su vida en Laponia y algunas otras cosas. Valió la pena la visita al Bellevue. Sí, viajé en el Transiberiano, en el año 1986. Era una estudiante y había también un hombre a mi lado, no sé si exactamente como el del libro. ¿Evocas siempre tus experiencias vitales cuando escribes? Como en Compartimento número seis, muchas veces estas historias tienen protagonistas con la misma edad que yo tenía cuando sucedieron situaciones similares a las que se describen. La protagonista de este libro tiene la edad que yo tenía cuando estuve en la Unión Soviética, pero en este caso creo que somos muy diferentes. Hay cosas que nos unen, también es cierto. De entrada, viajar en el compartimento con un hombre mayor, lo que desde luego no es nada excepcional. Tú mantienes una imagen muy revolucionaria, como de enfant terrible dentro de las letras finlandesas, se destaca siempre

no sólo tu narrativa, sino también cierta actitud vital. ¿Mantienes este sello personal en la novela? Si se compara con mis anteriores obras, entiendo que ha habido un gran cambio. He escrito libros que causaron una gran conmoción por sus temas, por su forma de entender la narrativa. Creo que este libro es totalmente diferente en el estilo y en lo que narra. Suena extraño, pero resulta mucho más convencional que los anteriores, los de los años noventa. Puede que sea mi primer libro para el gran público, aunque al mismo tiempo considero que la historia no es en absoluto comercial, no creo que todo tipo de público pueda llegar a su sentido último. Fue una sorpresa que ganara el Premio Finlandia y fuera candidato al Premio Escandinavia, no me parece nada comercial, no tiene ese perfil. En el fondo traté de escribir sobre la vida en Siberia de una forma neutral. Para una finlandesa escribir sobre Rusia puede resultar complicado… Sí, lo es. Pero hablo de su lengua, de su forma de ver la vida, y lo hago desde un gran interés por su país, por su cultura. Rusia es uno de los grandes temas de la literatura finlandesa. Viviste en Dinamarca de okupa, en la mítica Cristiania. ¿Has escrito algo relacionado con esa vivencia?

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Estuve en Cristiania, en efecto. Fue una experiencia vital inigualable, pero aún no he escrito nada sobre todo aquello. También estuviste en Rusia, viene ese interés de lejos… Mi relación con Rusia viene desde mucho antes de este libro. Intento profundizar en ella y en la novela se desarrolla en niveles diferentes. A un primer nivel está la historia entre este hombre duro, directo, y la chica joven. No es una historia de amor sino de odio, de desconfianza. Es una historia de dos personas totalmente diferentes que se encuentran y se analizan. Dos culturas, dos personas que no tienen nada que ver. ¿En Compartimiento número seis alguno de los dos personajes está en una situación de inferioridad? Se diría que podría estarlo la estudiante. No, no. Hay una voz dominante en la conversación, pero no creo que llegue a haber intimidación o inferioridad. Tampoco le he dado importancia a este aspecto en la conversación. ¿Cuál es el siguiente nivel al que te referías? Entiendo que hay una representación de la Guerra Fría, personificada entre Finlandia y la Unión Soviética en aquel momento, representada también por las personalidades del hombre y la estudiante. Los dos países están muy cerca y a la vez muy lejos, como el hombre y la joven en el compartimento. Hay un viaje interior, áspero, muy físico.

¿Quién es el hombre, el ruso? Es un criminal, un tipo duro, implacable, ha matado a su mujer. Ha estado muchos años en la cárcel y ahora está libre y va a ver a su hijo adolescente que vive en Moscú. Es una realidad fuerte, extrema, de supervivencia. ¿Has tratado de retratar la identidad rusa de alguna manera? Es un personaje ambivalente y no creo que retrate un carácter nacional, sino una situación. Podría aterrorizar, es un asesino, es un tipo fuerte, rudo, brutal, pero también desprende cercanía, aunque suene extraño el personaje tiene un gran corazón. No hay una lectura unívoca. Su personalidad es amplia, y por tanto resulta muy interesante, profunda, muy literaria. En cuanto a Rusia, me gustó describir la naturaleza de Siberia, como si la viera desde una ventana, tal vez desde ese mismo tren. ¿Describes los sitios qué ya has visitado del interior de Rusia? Sí, los vi entonces y hago que los vean ellos. La chica joven y el hombre los pueden observar bien, ya que el tren se detiene varias veces a lo largo del trayecto. Tú naciste en Laponia. Puede que eso se transfiera también al entorno físico de Siberia… Seguro que sí, por eso me atrae ese lugar de esta manera. Supongo que también por ello el Transiberiano y los lugares que recorre forman una parte muy importante de mí. Era fácil describirlo, conectaba con experiencias directas, algunas de ellas muy profundas.

¿Cómo es la vida en Laponia? Para nosotros que vivimos en otras latitudes y en grandes ciudades es difícil imaginarlo. Cuando creces en según qué circunstancias y lugares no piensas que estés viviendo en ningún sitio especial o distinto, te desarrollas en un entorno que sólo aprecias cuando maduras y conoces otros: sólo entonces se destaca lo especiales que eran. Los inviernos eran durísimos y visto ahora crecíamos como si fuésemos esquimales. Pero estábamos totalmente acostumbrados a ese entorno. Hacíamos lo mismo que nuestros antepasados y para nosotros era la vida normal, aunque en muchos pueblos vivieran sólo dos personas o una única familia en invierno. Te acostumbras a esas condiciones, a ese aislamiento. En verano aquellas aldeas están más habitadas, regresa la gente de las ciudades. ¿Vuestra lengua era el sami? ¿Tenías alguna ciudad importante cerca de vuestra aldea? No, en Laponia hay varias lenguas aparte del sami, que tampoco es la mayoritaria. Hablábamos un dialecto parecido al sueco, ya que nuestra comunidad estaba muy cerca de la frontera con Suecia. Este dialecto es la lengua que hablo con mi familia. La ciudad, vamos a llamarla así, más grande que teníamos cerca era Ylitornio, pero aun así es muy pequeña; está cerca de la frontera sueca, como digo, de la ciudad de Haparanda, ya en la parte sueca de Laponia. Mi hogar estaba en mitad del bosque, a unos cincuenta kilómetros de lo que se llama «centro comunal», que no es


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exactamente una ciudad pero sí lo que más se le parece en Laponia. Rovaniemi es la ciudad más grande de Laponia y está lejos. Mi pueblo es muy pequeño, tiene sólo dos calles y muchos hoteles. Si andas diez metros desde el hotel ya estás en medio del bosque. Es un lugar estupendo para visitar en verano, no es una naturaleza peligrosa, hay buenos servicios turísticos, incluso se puede dormir en el bosque. Parece un entorno idílico y a la vez extremo… Si, lo es, creo que también te hace fuerte. La literatura es narrar cuentos cerca del fuego, no se leen libros pero se explican historias de hace cientos de años, que nos han llegado de nuestros antepasados por transmisión oral. ¿Has escrito cuentos sobre esa realidad? Sí, he escrito muchos libros de cuentos sobre eso que se han traducido al alemán y al francés, pero por ahora no al español. Compartimento número seis será mi primer libro traducido a vuestra lengua. Me ilusiona, ya que mi primer libro traducido al francés fue hace veinticinco años. Me gustaría conectar con un nuevo público. ¿Has estado alguna vez en España? Sí, como casi todos los finlandeses. He visitado Barcelona y Valencia, pero sólo durante estancias cortas, de turismo. Me gustaría conocer más y espero hacerlo pronto.

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© Pekka Mustonen

Transcripción y traducción del inglés: Carolina Figueras

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ENTREVISTA A MATTI RÖNKÄ Por Fernando Clemot .El hombre con cara de asesino (Alfaguara, 2013) es la primera novela de Matti Rönkä (Kuusjärvi, 1959) traducida en España. La carrera de Rönkä dentro del género negro es larga y ha sido reconocida dentro y fuera de Finlandia con premios tan importantes como el Glasnyckeln o el Deutscher Krimi Preis. En este libro aparece la figura de Viktor Kärppä, un delincuente de origen ruso que nos acompañará por los bajos fondos de la capital de Finlandia. Con Matti Rönkä hablamos del género negro en su país, del mundo del hampa, de los personajes que viven en el estrecho filo que separa la delincuencia de las vidas comunes. El hombre con cara de asesino es tu primera novela traducida al español. Se trata de una novela de género en la que aparece con profusión el mundo de la mafia rusa en Finlandia, además de policías finlandeses corruptos, pequeños héroes turbios, etc. En la tradición nórdica o escandinava del género negro suele haber grupos de policías que trabajan para acabar con el crimen organizado y que conectan con la sociedad porque son políticamente correctos. Para mi primera novela quería crear algo diferente. En cuanto a Rusia, es un tema ineludible. Tenemos una situación compleja con las difíciles relaciones entre ambos

países. La historia política la sabemos todos. Ha habido épocas de relaciones terribles con Rusia, guerras, invasiones, pero al mismo tiempo hay muchos acercamientos y concomitancias étnicas, como ocurre por ejemplo con el folklore en la región limítrofe de Carelia, que conozco bien. La relación es complicada y apasionante a la vez. Tenemos con ellos una relación de amor y odio, como una pareja cualquiera. También aparece el tema de la inmigración… A comienzos del siglo XXI existía la sensación de que la Unión Europea entraría en colapso por los inmigrantes, y aquí, a Finlandia, vino mucha gente a trabajar, especialmente del Este. Es un problema común, claro, en muchos países de Europa Occidental se han creado estas minorías. Aquí tenemos rusos, estonios, gente de los Balcanes también. Me interesa hablar de los orígenes o de las relaciones de los finlandeses con gente de otras culturas, no sólo ahora, sino en toda nuestra historia. Me interesa ocuparme de lo dramático de ciertas situaciones, es una nueva realidad, una nueva situación que da una nueva perspectiva a todo, supone una vuelta de tuerca para la sociedad finlandesa y europea, y aún está por ver cómo acaba.

En tu novela, la ciudad de Helsinki constituye un escenario muy distinto de la imagen de ciudad próspera y tranquila que generalmente se tiene. Sí, me gusta hablar de la muerte, de la enfermedad, de la maldad. Helsinki y Finlandia en general no son ajenas a todo eso. En cualquier gran ciudad podemos encontrar todo tipo de miserias humanas, aunque haya gente que pasee por la ciudad sin ver esta realidad malsana. Me interesa la otra cara de la moneda, la que no se enseña al turista. Sobre este mismo aspecto me interesó una película localizada en Barcelona, Biutiful de González Iñárritu, me afectó mucho, me llegó su contenido, las relaciones humanas que aparecen en ella, su atmósfera. Es preciosa y dura. Me gusta Bardem, claro. También mostraba una Barcelona diferente, aparecían sitios poco visitados por los turistas. Me atrajo su forma de exponer esa perspectiva que busco. En algunos momentos hablas de los mafiosos rusos y estonios desde un punto de vista poco habitual, tierno, humano. Si no lo hiciera así no lo encontraría interesante. Es muy fácil decir: él es un criminal y, en consecuencia, un demonio. Se trata de acercar sus costumbres a la gente, para que las entienda.


dossier: Entrevista a Matti Rönkä

El cielo raso

¿Es, en cierto modo, la primera novela negra de la literatura finlandesa? No, no lo es, pero sí que es cierto que las otras que se han escrito están mucho más apegadas a esa tradición escandinava del thriller que mencionaba antes. Hablemos de Viktor Kärppä, el protagonista. Es una especie de solucionador de problemas siempre al límite de la ley. El apellido de este personaje, en español, significa armiño. Le va bien el nombre, ya que es como una pequeña bestia de muchas caras, aunque también muy humano. He publicado siete novelas en Finlandia, y en esta, la primera de ellas, ya aparecía el personaje de Kärppä. Él siempre bordea la frontera, se sitúa entre lo legal y lo ilegal, en parte como una metáfora de su oficio, en el límite, pero también de la emigración misma. En las organizaciones criminales no hay espacios muy separados entre lo legal y lo ilegal, todo se puede mezclar. Juegan en el filo, se mueven en esta franja de inseguridad. Lo que mencionas también ocurre en política, por lo menos en España. Es cierto, y por aquí, de momento, parece que esto no ha pasado. Finlandia es un país muy pequeño. Tenemos sólo cien años de historia y todavía algunos ideales de cómo debe funcionar

la sociedad, un funcionamiento que debería pretender ante todo la igualdad entre los ciudadanos. Disponemos de algunas ventajas al no tener monarquía o nobles y viejas familias con mucho dinero. Somos jóvenes y supongo que en gran parte eso nos da ventaja. Tú también eres periodista… ¿Cuál es ahora mismo la situación del periodismo en Finlandia? Difícil, incluso algunos de los principales diarios tienen problemas. Las noti-

cias en digital lo han cambiado todo. Puedes ir a Internet, estés donde estés, y ver las noticias sin tener que comprar el diario en papel. La historia de esta nueva forma de información es muy corta, así que aún hay que situarse. No sabemos lo que podrá ocurrir, es el gran enigma. Si todo va mal, entonces habrá que hacer otra cosa. Queda por ver qué pasará.

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Transcripción y traducción del inglés: Carolina Figueras

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Una aproximación a la obra de Sofi Oksanen Silja Vuorikuru .Para describir los lazos culturales entre Finlandia y Estonia se ha utilizado tradicionalmente el nombre de un puente finés, el Suomen silta, que ese extiende a través del golfo de Finlandia conectando ambas naciones. En la práctica, sin embargo, las conexiones culturales entre Finlandia y Estonia han atravesado periodos muy distintos. A principios del siglo XX, por ejemplo, numerosos autores finlandeses admiraron la atmósfera cultural de Estonia. Uno de los primeros fue el poeta Eino Leino, quien incluso pretendió cambiar de nacionalidad y soñó con la unión de los dos países. Durante la ocupación soviética de Estonia (1940-1941), en cambio, el vínculo entre Finlandia y Estonia se debilitó sustancialmente, y ya bajo el dominio soviético Estonia fue aislada del mundo occidental. Poco a poco las conexiones fueron restableciéndose, y en los años sesenta se abrió de nuevo la circulación entre Helsinki y Tallin, aunque en la práctica hubo numerosas restricciones para visitar Estonia hasta la restauración de su independencia en 1991. Muchos finlandeses vivieron con desinterés el periodo soviético de Estonia. La URSS, además, era raramente criticada en los ambientes culturales de los años ochenta, al menos de forma pública. En consecuencia, y durante mucho tiempo, la historia reciente de Estonia suscitó muy poco interés en Finlandia. Podemos afirmar que los escritores, tanto finlandeses como estonios, han sido siempre los mayores constructores de puentes entre ambas sociedades. Durante la primera mitad del siglo pasado, por ejemplo, hubo dos importantes autores finoestonios, Aino Kallas y Hella Wuolijoki, cuyas obras figuran hoy en día en los cánones literarios de los dos países. Por otro lado, durante la ocupación soviética de Estonia, su cultura logró llegar al mundo occidental gracias a los refugiados, entre los que se contaban algunos de sus más renombrados literatos. Ya en el siglo XXI, la autora fino-estonia Sofi Oksanen (nacida en 1977) ha obtenido un éxito sin precedentes, tanto en Finlandia como en el extranjero. Oksanen escribe en finés y publica sus obras en Finlandia, pero la mayoría de sus historias están ambientadas en la Estonia histórica. En consecuencia, el trabajo de Oksanen pertenece a la literatura

contemporánea de ambas naciones. También su origen se divide entre las dos, ya que su madre es estonia y su padre finlandés. Sin embargo ha vivido siempre en Finlandia. Sofi Oksanen debutó en 2003 con Stalinin lehmät (Las vacas de Stalin, 451 Editores, 2008), que es al mismo tiempo la historia del desarrollo de una chica joven y la descripción de las mujeres de tres generaciones. Su novela de debut revela algunas de las referencias autobiográficas de la autora. La protagonista, Anna, es una muchacha fino-estonia cuya infancia transcurre en los años ochenta. Por aquel entonces, la Unión Soviética no toleraba las críticas públicas, ni siquiera en Finlandia. Curiosamente, la opinión pública en Finlandia durante esa época sostuvo fuertes prejuicios contra los estonios. Anna aprende pronto que, según el parecer general, todos los hombres estonios son ladrones y todas las mujeres estonias prostitutas. Mientras crece, Anna se siente avergonzada de su procedencia y evita hablar de Estonia. La vergüenza y el secreto son experiencias que en la novela se transmiten de madre a hija y de hija a nieta. Puhdistus, de 2008 (Purga, Salamandra, 2011) es la novela que hizo a Sofi Oksanen mundialmente conocida. Fue galardonada con el Premio Finlanda, el premio literario más respetado del país. Internacionalmente, Oksanen obtuvo también numerosos reconocimientos, incluidos el Premio de Literatura del Consejo Nórdico y el Premio Femina de Francia para obra extranjera. Desde entonces, el libro ha sido traducido a docenas de idiomas, entre ellos el alemán, el ruso y el español. ¿Cuál es el secreto del éxito de Purga? En primer lugar, la novela abre una ventana a un periodo histórico de Estonia muy poco conocido. Purga describe la lucha vital de diferentes generaciones de mujeres estonias en los años del dominio soviético. La novela utiliza la técnica del flash-back para contar la historia de las dos protagonistas (Allide y Zara) y dar cuenta de los traumas de su pasado. Aunque el contexto histórico de Purga es el de la ocupación soviética de Estonia, la novela narra fundamentalmente la historia de las víctimas de la opresión y la violencia de un modo extrapolable


El cielo raso

a cualquier lugar o época. La humillación constituye aquí una experiencia tanto individual como colectiva, que atañe a toda la nación. En Estonia, no obstante, Purga recibió críticas negativas. Fue acusada por ejemplo de incurrir en inexactitudes históricas. Según la opinión de algunos críticos, como el famoso autor estonio Jann Kaplinski, la descripción de la etapa soviética resulta demasiado unilateral. También hay que tener en cuenta en este sentido la competencia de escritoras locales con un perfil parecido al de Oksanen, como Viivi Luik y Ene Mihkelson. El hecho de que los temas de Purga no sean nuevos en la literatura estonia puede explicar el éxito ligeramente menor de la autora en ese país. La tercera novela de esta serie es Kun kyyhkyset katosivat, publicada en 2012 (Cuando las palomas cayeron del cielo, Salamandra, 2013). Está ambientada en la Estonia ocupada, tanto durante la ocupación soviética como durante la breve ocupación alemana (desde 1941 hasta 1944). Como en las dos novelas precedentes, Cuando las palomas cayeron del cielo yuxtapone los destinos individuales y las condiciones sociales de Estonia. El matrimonio entre los dos protagonistas, Juudit y Edgar, se sustenta en la vergüenza y la mentira. Como en las primeras obras de Oksanen, esa vergüenza se entrelaza con la sexualidad. Al mismo tiempo, la presión social también obliga a la gente a ocultarse, de forma literal y metafórica. Sofi Oksanen ha desarrollado un amplio trabajo en el mundo cultural finlandés, incluso antes de su gran éxito como autora. Trabajó por ejemplo como columnista y redactora,

dossier: Silja Vuorikuru. Una aproximación a la obra de Sofi Oksanen

y una buena muestra de esa faceta periodística la podemos encontrar en la colección de artículos Kaiken takana oli pelko, publicada junto a Imbi Paju en 2009. Estos textos comparten muchos temas con su producción ficcional, como la falta de libertad de expresión en la Estonia soviética o la violencia sexual, ambas cuestiones tratadas tanto en su aspecto social como en su dimensión de tragedia individual. La opresión y la violencia están presentes también en otras obras de ficción de la autora no ambientadas en Estonia, como es el caso de la novela Baby Jane (2005). El puente de Finlandia es una metáfora de la especificidad cultural de los lazos entre Finlandia y Estonia. Como se ha señalado, las obras de Sofi Oksanen indican que los autores aún están construyendo ese puente en pleno siglo XXI. Las novelas de Oksanen abren una ventana a un periodo histórico poco conocido, tanto para los lectores finlandeses como para un público internacional. Al mismo tiempo, sus temas centrales no están limitados por un tiempo y un entorno específicos. Cuestiones como la esclavitud y la opresión recorren la historia, la vergüenza histórica es una experiencia común para todos los pueblos sometidos, aunque en los trabajos de Oksanen esas tragedias humanas adopten casi siempre el rostro de ciudadanos estonios.

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Silja Vuorikuru es doctora e investigadora post-doctoral en Literatura en el Departamento de Estudios Finlandeses, Fino-ugrios y Escandinavos de la Universidad de Helsinki, Finlandia.

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Nostalgia del Velero Inés Mendoza

.Si de visita con dos amigos en el jardín de un lujoso chalet, nada más romper la primavera, el anfitrión nos invita a apreciar el aroma de un rosal que ha cultivado él mismo, lo primero que me viene a la cabeza es que el mar pronto inundará aquella casa. Una ocurrencia extravagante hasta para un insensato como yo. Pero si por accidente, poco después, vuelvo la cara hacia la tapia que delimita el jardín al fondo de la propiedad, resulta que mis ojos tropiezan con algo más raro aún: el casco de un velero sin velas repleto hasta la borda de camelias rojas. Además del colorido de semejante imagen, me llega un hedor como a pescado o salitre. Ni mi amiga ni su compañero parecen notar nada. Tampoco nuestro anfitrión. En cambio yo sospecho que el rasguño que me sala el paladar proviene de ese barco, quizá empeñado en revivir sus tiempos remotos de bravo artilugio marino. Naturalmente, me parece justo. Condenado a sufrir otro verano más el sopor de un burdo adorno doméstico, su única estiba es la cama de tierra para macetas donde nuestro anfitrión ha plantado camelias rojas y hasta ridículos capullos de jazmín. Es bien seguro que el velero recuerda su vida anterior, cuando bogaba a muchos nudos entre brumas de mares únicamente poblados por el eco frío de las leyendas, cuando su vela mayor se abultaba de cara al oleaje del temporal o las cuadernas del casco frenaban el aletazo de los monstruos en altamar… y los callos en los dedos del timonel, y los torsos desnudos al sol que cada tarde se gritaban blasfemias encaramados a la arboladura como gaviotas hediondas. Después de un buen rato al sol, mis amigos siguen al anfitrión olisqueando de mala gana unos claveles. En cambio yo finjo acariciar los pétalos de unos arriates que huyen hacia el fondo de la parcela. Es así como arribo por fin a la zona de

la tapia donde está el velero. No me choca lo que descubro. Una capa de moluscos viscosos, inexplicable en el aséptico huerto de un chalet burgués, se funde con el casco como para confirmar mi impresión de venganza marina. Escarbando con las manos la tierra donde se asienta la embarcación, sorprendo un leve hundimiento de la proa en el terreno del jardín. Se diría que el peso de esas malditas camelias ha desfondado al barco, que se va a pique. Un poco más allá reparo en un ancla picada de moho, que se recuesta en la tapia como si fuera un rastrillo. Entonces no me quedan demasiadas dudas. De pronto mis piernas quieren temblar; empiezo a marearme, y eso que ya hacía casi media hora que había perdido de vista ese rasguño salobre en el paladar, ese olor a pescado. Con tanto clavel y tanto perfume de rosal, no creo que nuestro anfitrión descubra a tiempo la inclinación a estribor, casi imperceptible, que una de estas noches veraniegas terminará por volcar el velero: un capitán imprudente. Por eso lo más natural es que zozobre, que al fin su proa fije rumbo hacia las profundidades oscuras de la tierra igual que en cualquier naufragio, aunque ya ningún torso bañado en sudor gruña blasfemias mientras achica el agua. Tal vez ese caluroso amanecer, nuestro anfitrión oiga desde su chalet los gritos de auxilio de los desgraciados que se ahogan. Y les vuelva la espalda arrebujado en sus sábanas limpias, como ocurrirá en más de una travesía a ultramar. Llegado el otoño, incluso puede que las costillas del casco se astillen y algunos tablones manchados de humus descollen sobre el suelo del jardín. Entonces el velero quedará sepultado para siempre, feliz de alcanzar el prestigio de los barcos hundidos, soñando que custodia tesoros podridos de camelias muertas que sólo conseguirán exhumar –tras meses de faena– buzos futuros.


La vida breve

Inés Mendoza. Nostalgia del velero, relato inédito

de Guernesey. El compañero de mi amiga cruza conmigo una mirada a punto de mofa. Igual que un necio, de pronto tengo ganas de advertir al anfitrión sobre el motín que se avecina, pero al minuto siguiente me siento asqueado de mí, como puede que se sientan los profanadores de tumbas. Mientras tanto, el velero sin velas persevera en su fingido sopor, en esa postura sumisa tan natural para cualquier maceta, como un siervo agradecido de llevar su carga de camelias rojas, presto a recibir el perfume mimado de los lirios exóticos. Y sin embargo yo sé que no es así. Me lo dice este rasguño salado en el paladar, el ancla vigilante, la asquerosa capa de moluscos, tan fuera de lugar. Y sobre todo la sospechosa inclinación a estribor. Igual que un marinero curtido en toda clase de peligros, lo que en realidad el velero espera es el momento de su venganza, porque después de tantas travesías seguramente sabe que el tiempo está de su lado, mucho más que del nuestro.

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© Víctor García Antón

(Del libro inédito Objetos frágiles) Aún sigo agachado junto al velero cuando oigo que mi amiga grita mi nombre. Me siento como un criminal, así que sudo para devolver a la zanja el montoncito de barro, apisono un poco la tierra y me sacudo las palmas en el pantalón. Nada más divisarles cerca del templete del jardín, camino hacia una criada uniformada que recibe instrucciones del anfitrión. A estas alturas las caras de mis pobres amigos son la viva imagen del hastío y la sed. Menos mal que el dueño nos invita a sentarnos alrededor de una mesa dentro del templete. La criada vuelve con una bandeja de plata y sus manos nos sirven limonada en unos vasos muy pulcros. Casi me atraganto cuando el anfitrión nos cuenta que este verano piensa aprovechar un bote que ya no usa para plantar los costosos lirios que ha mandado a traer

Inés Mendoza es arquitecta y escritora. Nació en Venezuela, aunque vive en Madrid desde hace más de una década. Ha colaborado en medios nacionales e internacionales de prensa y en publicaciones especializadas de arquitectura. Imparte talleres en la Escuela de Escritores de Madrid, y en instituciones como el Museo del Romanticismo de Madrid. Su trabajo como narradora ha sido galardonado en varios concursos nacionales e internacionales y recogido en antologías entre las que destaca Mar de pirañas, nuevas voces del microrrelato español (Menoscuarto, 2012). Su libro de relatos El Otro Fuego (Páginas de Espuma, 2010) fue elegido «libro de la semana» en julio de 2010 por el Fondo de Cultura Económica de Madrid.

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José María Merino. Microrrelato inédito

José María Merino Microrrelato inédito Ilustración de Miquel Rof

Convivencia La primera vez que lo oí, pensé que alguien había entrado en casa. Eran las siete de la tarde, mi mujer se había ido al cine con unas amigas, yo estaba en la sala leyendo el periódico y me llegó su murmullo desde el otro lado del piso. Me levanté: al fondo del pasillo, tras la puerta abierta de mi estudio, brillaba la lámpara de la mesa y una voz tarareaba una melodía familiar. Me quedé escuchándola hasta descubrir que el causante del tarareo era yo mismo: me había quedado allí a pesar de haberme ido a la sala. Muy asustado por el incidente, regresé a la sala y permanecí escuchando el tarareo hasta que se extinguió. Volví a mi estudio: la lámpara estaba apagada y no había nadie. Unos días después, otra tarde en la que también mi mujer estaba ausente, se repitió el fenómeno: esta vez me encontraba en mi estudio, enfrentado al ordenador, cuando empecé a escuchar la televisión en la sala. Desde el pasillo, vislumbré mi propio bulto sentado en el sofá con el periódico en las manos. Ahora, cuando me encuentro solo en casa, soy consciente de estar en la sala o en el estudio, pero sé que al mismo tiempo me encuentro en el otro lugar. Mi temor inicial se ha ido apaciguando, pero permanezco sin moverme hasta que mi ruido en el otro sitio se extingue y la luz se apaga, horrorizado de que algún día podamos encontrarnos yo y yo.

José María Merino (La Coruña, 1945) es autor de números libros de cuentos y microrrelatos, novelas, ensayos y poemarios. En 1998 fue elegido académico de la Real Academia Española. En 1993 ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por No soy un libro, y en 2013 el Premio Nacional de Narrativa por su novela El río del Edén.

Los pescadores de perlas


Los pescadores de perlas

Alejandro Pedregosa. La hija de Ginés, relato inédito

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Stephen Dunn Tres poemas Traducción de Andrés Catalán

Tras hacer el amor Nadie debería preguntarle al otro «¿En qué pensabas?» Nadie, claro está, que no quiera oír cosas acerca del pasado y de sus moradores, o de la extraña soledad del presente repleta, por muy absoluta que pueda ser, de placer, o de esos fogonazos del futuro, otras cabezas distintas en otros cuerpos diferentes. Algunas personas realmente anhelan sinceridad. No deben de haber irrumpido nunca en su propia casa vacía después de haber perdido la llave, nunca deben de haber visto con los ojos de un intruso lo que les pertenece. (de Loosestrife)


El castillo de Barba Azul

Stephen Dunn. Tres poemas

Poesía No tiene relevancia el lugar en que uno empieza, ¿acaso no subvierte todo comienzo las tiranías del tiempo y del lugar? New Jersey o Vermont, esa es la zona gris en la que normalmente me encuentro con escaso propósito o designio. Un huerto de manzanos, un viejo hotel... al introducirlos me siento transportado a un lugar en el que ya he estado antes; tan reconfortante como el sonido de los yambos encadenados para una oreja nostálgica. Y aun así también es útil aquí en la mitad, hasta cierto punto entretenido, tener un coche rojo y rápido y una sinuosa carretera rural. Olvidarse de uno mismo puede ser un arte. «Frost estaba equivocado acerca del verso libre», me dijo ella. «Derriba la red, convierte la cancha en una pista de baile»1. Daba la casualidad de que era hermosa, además, lo cual pareció reforzar aún más su observación. Siempre marca la diferencia el cómo acaba uno, ¿no son los finales el lugar donde cierras la puerta pero no echas el cerrojo? Música extraña que comienza, la pista de baile que empieza a llenarse ahora. (de Loosestrife)

1. El gran poeta norteamericano Robert Frost dijo en una ocasión que lo mismo daba jugar al tenis sin red que escribir en verso libre (N. del T.).

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La hermosura Hace años, cuando estaba podrido de virtud, pensaba que la hermosura era solo una cara, una flor, sin lado oculto, sin oscuras complicaciones. Algún tiempo después estaba seguro que no podría ser más que esto: cantar en grupo «We shall overcome», cogidos de las manos, 1968, el doble elixir de ira y convicción volviéndonos profundamente íntimos. Pero he sentido la hermosura de un momento delicado despareciendo en el momento que le sigue, he leído libros que ralentizaron una vida el tiempo suficiente para que yo entrara en ella, una vida tan peligrosa y corta que he empezado a estar furioso ante todos los aplazamientos en la mía, todas las difuntas imperdonablemente correctas tardes…

Stephen Dunn (Nueva York, 1939) ha escrito quince libros de poemas y ganó el Premio Pulitzer de Poesía en 2001 por su libro Different Hours, recién publicado en España como En otro momento (Delirio, 2013). Ha trabajado como jugador profesional de baloncesto, como publicista y como profesor de escritura creativa en varias universidades. Actualmente vive a camino entre Nueva Jersey y Frostburh, Maryland.


El castillo de Barba Azul

Stephen Dunn. Tres poemas

El año pasado en una estancia donde supervivientes se reunían observé la calma obstinada de un hombre cuando llegó su turno para agradecer a Dios, cómo mantuvo lo que era de él suyo, la encantadora discrepancia entre lo que el mundo exigió y lo que le entregó. O quizá era simplemente tímido, y le convertí en el hombre que yo necesitaba entonces. De cualquier manera yo estaba feliz por ser testigo y formar parte de algo que aun tan pequeño podía estremecer el corazón, inclinarlo hacia la plenitud. Esta noche el presentador ofrece lo brutal sin que su voz se altere, y la cámara se acerca a la extraña hermosura de una herida; me recuerda lo que un niño escribió acerca de una flor triste: la cosa amarilla del medio era azul. (de New and selected poems: 1974-1994)

Andrés Catalán (Salamanca, 1983) es poeta y traductor. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, ultima su tesis doctoral sobre relaciones entre imagen y poesía. Es autor de los poemarios Composiciones de lugar (U.P. José Hierro, Premio Félix Grande), Mantener la cadena de frío (Pre-Textos, Premio RNE), escrito junto al ibicenco Ben Clark, y Ahora solo bebo té (Pre-Textos, Premio Emilio Prados). Ha traducido a poetas como James Merrill, Robert Hass, Stephen Dunn o Philip Levine.

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Entrevista a Laila Ripoll

La voz humana

Entrevista a Laila Ripoll Por Iván Humanes .Laila Ripoll (Madrid, 1964)

es actriz, dramaturga y directora de escena. Cofundadora de la compañía teatral Micomicón. Ha dirigido obras para el Centro Dramático Nacional, la Compañía Nacional de Teatro Clásico y el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Su teatro comprometido, rebelde, del horror y la memoria, construido desde diferentes perspectivas (metateatrales, oníricas, metafóricas, humorísticas, grotescas…), y su relectura de los clásicos, le han valido diferentes premios: Caja España, Ojo Crítico, Premio José Luis Alonso, Certamen de Directoras de Escena, Artemad, finalista en el premio Max, etc. Recientemente ha estrenado la obra Paradero desconocido, de la escritora Katherine Kressmann Taylor. Por La ciudad sitiada (1996) recibió el Premio Caja de España, fue uno de sus primeros textos, homenaje a las mujeres fuertes que sobreviven y sacan la poca vida que les queda en las distintas guerras civiles del planeta. ¿Cuál es el motivo del olvido? ¿Cree que España saldrá en algún momento de su «amnesia» y recuperará la memoria histórica? La ciudad sitiada fue mi primer texto. En 1996 Micomicón recorrió durante varios meses Centroamérica. En aquella zona devastada por la guerra, por la angustia y por la violencia pude reconocer decenas, centenares de situaciones

familiares, no por haberlas vivido en primera persona, pero sí por haberlas vivido intensamente a través del relato de mis abuelas: el hambre, la muerte, el miedo, la indefensión. «Daños colaterales», tituló un crítico el espectáculo, y eso era. En el texto hay mujeres y varones, ancianos y niños, gente corriente que sufre una situación de guerra, de conflicto armado: violadas, niños soldado, madres desesperadas, población hambrienta, mutilada, aterrorizada... Sucedió en España hace tiempo, pero sucede todos los días y a todas horas en muchos, muchísimos lugares del planeta. El problema es que ya, de puro cotidiano, ni lo vemos ni lo oímos. Somos capaces de escucharlo en el telediario mientras comemos y sin que se nos corte la digestión. En cuanto a la amnesia española, soy poco optimista, la verdad. Parafraseando a Zoilo, su personaje en Santa Perpetua, y a una de sus preguntas en la obra, ¿sucede que «no quieren saber la verdad»? Sucede que hay quien no quiere que los demás la sepamos. La verdad es muy incómoda porque arrastra vergüenzas económicas, sociales, familiares..., empresas que se beneficiaron de las circunstancias utilizando mano de obra esclava, fortunas que se hicieron a base de esquilmar a los vencidos, propie-

dades robadas, denuncias anónimas... Vivimos inmersos en una enorme injusticia y, evidentemente, a los que se benefician o se beneficiaron de ello no les interesa que se conozca la verdad. En 1992 dirigió el primer espectáculo de la compañía Micomicón: Los melindres de Belisa, de Lope de Vega. En su línea de trabajo combina los clásicos con la denuncia actual, ¿existe entonces otra forma de releer a los clásicos? Los melindres de Belisa fue, en efecto, el primer espectáculo de Micomicón, y creo que todos le tenemos un especial cariño. Lo dirigió Susana Cantero, yo empecé en la dirección un poco más tarde, con El acero de Madrid. Desde entonces, principio de los 90, hasta ahora, han sucedido muchísimas cosas. Los melindres de Belisa era un espectáculo muy dinámico, muy fresco, pero todavía muy convencional. Con los años fuimos aprendiendo a hacer los clásicos de otra manera, hasta llegar a montajes como Mudarra, o Los cabellos de Absalón, que dirigió Mariano Llorente, en los que abordábamos a Lope o a Calderón de la manera que nos gustaba, como mejor nos sentíamos. Creo que hay infinitas maneras de leer o releer a los clásicos. Marsillach hizo un gran trabajo en la CNTC que nos abrió un camino a muchos teatreros que queríamos hacer los clásicos de otra manera.


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Santa Pepetua, Atra bilis, Victor Brevcht, Los niños perdidos, Un hueso de pollo, son algunas de sus obras. Isabelle Reck, en su ensayo El teatro grotesco de Laila Ripoll (Revista Signa, UNED, nº 21, 2012) las definió como «plenamente grotescas por su “humorismo satánico”». ¿Qué importancia tiene el infierno y la muerte, la matanza o el crimen en ellas? ¿Cómo trabaja la tragedia en el texto? El infierno poca, la verdad. La muerte, toda. Lo demás viene añadido. Siento que pertenezco a una tradición, a una línea recta que se inicia, posiblemente, con Quevedo, con el Lazarillo, con Don Quijote, una tradición a la que pertenecen Goya, Picasso, Valle Inclán, Buñuel, Azcona, Berlanga, El Roto... Una tradición de humor negro, grotesco, de denuncia a través del humor, la mueca, lo fantasmal... La tragedia aparece por añadidura. Comedia y tragedia son dos polos que se tocan. ¿Qué importancia tienen para usted los espacios físicos en su teatro? ¿Son mani-

Entrevista a Laila Ripoll

festación de los lugares sicológicos de los personajes? El espacio es muchas veces (por no decir casi siempre) el punto de partida: personajes y espacio, lo demás viene solo. En ocasiones, como en la Trilogía de la Memoria (Atra bilis, Los niños perdidos, Santa Perpetua) o en Luz en tinieblas, el espacio físico es un personaje más al que le suceden cosas, que transpira, que rezuma, que, incluso, habla. Antonin Artaud decía al respecto de su Teatro de la Crueldad: «Y el público creerá en los sueños del teatro, si los acepta realmente como sueños y no como copia servil de la realidad, si le permiten liberar en él mismo la libertad mágica del sueño, que sólo puede reconocer impregnada de crueldad y terror». ¿Lo suscribe? Artaud me resulta contradictorio: seductor y peligroso, apasionante por un lado, pero con una sinrazón y una gratuidad que asustan. Un teatro «artaudiano» puede ser un ladrillo infumable, un pestiño reaccionario y apestoso. Ahora mismo no sé si lo suscribo

o me hace salir corriendo, la verdad. He visto tanta porquería empanada en Artaud que me ha empachado. Fue la primera autora que estrenó obra en el Centro Dramático Nacional (Los niños perdidos, con la compañía Micomicón en 2005). ¿Cree que se ha llegado a reconstruir el panorama escénico? ¿Qué situación vive hoy en día el teatro? Soy muy pesimista respecto a la situación actual del teatro en España. Los circuitos están destruidos, las compañías desaparecen porque no hay actuaciones, se cierran salas... un desastre. Vivimos un momento extraordinario en cuanto a autoría dramática, en cuanto a creación en general y, sin embargo, el teatro se asfixia. Es muy difícil, por no decir imposible, vivir exclusivamente del teatro, hay que compaginarlo con otros trabajos (si es que se encuentran) para poder sobrevivir, algo que era impensable hace algunos años. Es terrible lo que está sucediendo y lo peor es que lo que se destruye es irrecuperable.

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Apuntes sobre la cuentística de tres escritores actuales: José María Merino, Julia Otxoa e Ignacio Martínez de Pisón Ángeles Encinar .La convivencia de autores dedicados al cuento es una realidad enriquecedora al evaluar el panorama literario español reciente. Escritores de diferentes generaciones, o promociones, han contribuido a la vitalidad y al auge de la narrativa breve en los últimos años. Junto a los mayores, Javier Tomeo, Juan Eduardo Zuñiga, Cristina Fernández Cubas o Soledad Puértolas, por citar solo algunos nombres, lo han practicado otros más jóvenes, como Gonzalo Calcedo, Hipólito G. Navarro, Cristina Grande, Ángel Olgoso o Patricia Esteban Erlés. Vamos a enfocar la obra de tres autores representativos nacidos en diferentes décadas: José María Merino (La Coruña, 1941), Julia Otxoa (San Sebastián, 1953) e Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960). El cuento tiene un lugar privilegiado en la producción de José María Merino. De hecho, el escritor está considerado como uno de los mejores cuentistas españoles del último cuarto del siglo XX y del momento actual. A esto cabe añadir sus profundos conocimientos teóricos sobre el género y su evolución a lo largo de la historia de la literatura1. Al caracterizar la narrativa breve, ha manifestado que el elemento fundamental no radica en el tema o la forma sino en el movimiento, la «sustancia narrativa» del cuento exige, según él, «movimiento, tensión, conflicto»2. Estas ideas 1. José María Merino es autor de dos antologías sobresalientes en el panorama del cuento español contemporáneo: Cien años de cuentos (1898-1998). Antología del cuento español en castellano (Alfaguara: Madrid, 1998) y Los mejores relatos españoles del siglo XX (Alfaguara: Madrid, 1998). Los prólogos a las mismas son de sumo interés. 2. Véase el prólogo a Historias del otro lugar. Cuentos reunidos (19822004) (Alfaguara: Madrid, 2010), pág. 18.

se han reflejado con magisterio en su práctica del relato. A continuación, nos centraremos en tres de sus colecciones. El viajero perdido, publicado en 1990, es una buena muestra del arte cuentístico del autor y de su predilección por lo fantástico. Están presentes en este volumen tres elementos claves de su narrativa: el motivo del viaje, como se indica desde el título, las pérdidas –de las raíces, de las palabras, de la memoria y de la identidad– y la escritura. La colección se inicia con el relato que da título al libro y que además dialoga con el último, dando así una idea de circularidad y unificación al conjunto. El protagonista escritor de ambos cuentos se encuentra en el proceso de escritura de un relato y una novela, respectivamente, y en las tramas textuales se presentarán los problemas que afronta en su proceso. La autonomía unamuniana del personaje y las interferencias entre realidad y ficción son focos continuos de reflexión en las dos narraciones. La intratextualidad afecta asimismo a otras historias; de este modo, la extraña desaparición del profesor Souto en «Las palabras del mundo» encontrará respuesta en «Del Libro de Naufragios». Es en este libro cuando aparece por vez primera un personaje recurrente en la narrativa meriniana, el profesor Souto, que llegará a convertirse en alter ego de su creador. Una pieza clave de este conjunto es «Imposibilidad de la memoria». En este relato se concentra con plenitud la preocupación del autor por el tema de la pérdida de identidad en el mundo actual, secuela directa de un abandono de valores y principios, sometidos los personajes a un microcosmos caracterizado por el continuo cambio y la aceleración. Imágenes y ficciones se combinan y forman una singular manifestación artística en Cuentos del libro de la noche (2005),


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Ángeles Encinar. Apuntes sobre la cuentística de tres escritores actuales

volumen constituido por ochenta y cinco minicuentos acompañados cada uno por un dibujo. Un buen número de éstos han sido realizados por el propio autor, otros provienen de distintos artistas y el escritor los ha manipulado libremente, y sólo ha incluido tres reproducciones totalmente originales de tres creadores. El contrapunto entre palabras e imágenes tiene un gran poder de evocación y sugiere al lector múltiples interpretaciones. La noche marca el transcurso de un relato totalizador que, a modo de collage formado por un lenguaje visible3, acoge temas y recursos constantes en el escritor: dualidad entre sueño y vigilia, vida y muerte, realidad y ficción; metamorfosis; referencialidad y metaliteratura. En El libro de las horas contadas (2011), el afán experimentador e innovador de Merino queda plasmado de modo magistral, pues bajo una estructura casi novelesca se incluyen cuentos y microrrelatos. Si bien se pueden leer de forma independiente, unos conducen a otros y son pequeñas 3. Se refiere a esta expresión W. J. T. Mitchell y precisa que, en literatura, implica al discurso de la pintura y de la visión en nuestra interpretación de la expresión verbal; véase su libro Picture Theory, University of Chicago Press: Chicago y Londres, 1994, págs. 111-112.

teselas que configuran el dibujo del mosaico ficticio. El primer relato, protagonizado por tres amigos, sirve de punto de partida y de fuente originaria de las otras narraciones; se presenta un abanico de historias de infancia, adolescencia y madurez, historias fantásticas y oníricas, que reflexionan, entre otros muchos temas, sobre el cosmos, el tiempo y el espacio, los sueños, la confusión y la certeza, la posibilidad de otros modos de vida, la escritura; en definitiva, sobre la existencia humana. A día de hoy, la autora donostiarra Julia Otxoa es poseedora de una obra literaria que ha sido reconocida por el público lector y por la crítica. Comenzó su andadura en la poesía, y en el campo de la prosa se ha dedicado con exclusividad a la narrativa breve. Ha publicado los libros de relatos Kískili-Káskala (1994), Un león en la cocina (1999), Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee (2002), Un extraño envío (2006), Un lugar en el parque (2010) y, su última entrega, Escena de familia con fantasma (2013). En toda la narrativa de Otxoa sobresale la presencia de un elemento onírico e irreal y a partir de él se hace hincapié en una temática muy variada: la violencia, la deshumanización, el poder del lenguaje como medio de comunicación o, por el contrario, como vehículo que la imposibilita, la reflexión metaliteraria, la vida política, etc. Todos estos focos narrativos convergen en un tema fundamental: la reflexión sobre el mundo actual, caracterizado con frecuencia por la irracionalidad. Para expresar esta temática con el vigor de sus ficciones se vale de unos procedimientos que domina a la perfección: el absurdo, la ironía y el humor. Este último recurso, el humor, nos permite subrayar otro de los rasgos más notables: el afán lúdico. La autora juega con el lector

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(y lo decimos en el sentido exclusivo de hacerlo partícipe) y hace que éste sea y se sienta cómplice en el juego. «Cerdos y flores» es el título del primer relato «extenso» del volumen Un extraño envío. Estructurado mediante el género epistolar, el cuento consta de dos cartas: la que dirige el jardinero al porquero y la repuesta de este último, que es la que configura la mayor parte de la narración. Desde el comienzo se instaura un elevado tono humorístico, y además el lector descubre con nitidez el procedimiento discursivo: la presencia de una «fantasía aditiva», de la que hablaba Lauro Zavala4, es decir, de un elemento excepcional añadido al mundo real. En este caso se trata de la caracterización del cerdo con una conducta humana. Es obvio que la fabulación reflexiona sobre la condición del ser humano, y que la revelación final del comportamiento del protagonista apunta a las ideologías radicales y a la intolerancia presente en tantas ocasiones en la sociedad actual. El control de los poderosos sobre los más débiles se hace patente en el texto y, si en el inicio del cuento se producía una personificación del animal, en la conclusión habría que hablar de una animalización o, para ponerlo en términos más suaves, deshumanización del individuo.

La obra de Julia Otxoa ha destacado de manera muy especial dentro del género del microrrelato. Es habitual encontrar su nombre en el índice de todas las antologías en lengua española dedicadas a la microficción. Según ella misma ha comentado: «…este tipo de narración me proporciona la posibilidad de un espacio literario abierto, lúdico, en el que se puede utilizar la ironía, el misterio, el juego intelectual, literario y lingüístico como ingredientes esenciales en la estructura narrativa que me interesa, clara y concisa»5. El sentido dislocado y el juego con el lenguaje estructuran y caracterizan el microcuento «Avenida Lincoln». La atmósfera de confidencialidad aparente, creada por el yo de la narradora y por la anécdota enfocada, la petición de mano, se transforma en una de horror al comprobar que dicha ceremonia se lleva hasta las últimas consecuencias lingüísticas y se hacen realidad los dichos populares de «hay amores que matan» y «comer a alguien a besos». La descripción surrealista de la sangre invadiendo todo el espacio produce el efecto impactante buscado en el final. El título de «Lenguaje» remite sin rodeos a una temática recurrente en la autora, que ha tratado en varias ficciones: el poder del lenguaje como mediador en la comunicación o la incomunicación entre los seres humanos. Organizado en tres secuencias narrativas en disminución, en la primera se hace referencia al marco estructural: una entrevista televisiva, en un programa cultural, entre el locutor y una escritora cuyo diálogo alcanza un sinsentido total, ya que al entrevistador no le interesan las respuestas y sigue preguntando de acuerdo al guión preestablecido. Esta situación ficticia, próxima al mundo real como se puede comprobar en ocasiones, mueve a la protagonista a instaurarse en un mismo nivel de irracionalidad. La ironía resulta hiperbólica en la última secuencia, pues la frontal falta de entendimiento les conduce, sin embargo, a una paradójica cercanía personal.

5. Véase «Literatura de la brevedad. Nuevas representaciones contemporáneas», en Irene Andres-Suárez y Antonio Rivas (eds.), La

4. En su «Prólogo» a Un león en la cocina (Las Tres Soroes: Zaragoza,

era de la brevedad. El microrrelato hispánico, Menoscuarto: Palencia,

1999).

2008, págs. 559-567.


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Ángeles Encinar. Apuntes sobre la cuentística de tres escritores actuales

El cuento ha estado siempre presente en el devenir literario de Ignacio Martínez de Pisón. Al volumen de 1985 Alguien te observa en secreto, en la línea de la concepción cuentística de Cortázar, hay que añadir las colecciones El fin de los buenos tiempos (1994), Foto de familia (1998), con el que obtuvo el premio NH al mejor libro de cuentos, y Aeropuerto de Funchal (2009), una antología realizada por él mismo a los veinticinco años de su primera publicación. En ella declaraba que esta selección «quiere hablar del escritor que soy». En esta etapa reciente se inclina por seguir en la tradición de Chéjov más que en la tendencia instaurada por Poe. No se busca producir un efecto rotundo en el relato, bien a través de la anécdota o de un giro imprevisto de la misma, sino conseguir la creación de un ambiente, o presentar la tensión o la incertidumbre experimentada frente a los sucesos. Se recogen en esta antología personal ocho cuentos, desde uno procedente de la primera colección hasta cuatro publicados de forma dispersa, que se reúnen aquí para conformar el presente volumen, pasando por otros de las colecciones intermedias, entre ellos «La hora de la muerte de los pájaros», que se podría considerar un relato independiente dentro de la totalidad de la novela de 1992 Nuevo plano de la ciudad secreta. En una visión general, hay que hablar de algunos temas recurrentes: las relaciones familiares y personales y el comportamiento de los individuos abocados a un suceso desconcertante

o insólito, que, sin embargo, se presenta de una forma natural y pretende negar toda cualidad de extrañeza. La primera persona narrativa es la preferida en seis de estas historias, y desde esta perspectiva de mayor subjetividad se indaga en la vida privada de los personajes. Así sucede en «Los nocturnos», donde el joven músico es narrador y narratario de lo contado por Ramón: su desafortunada historia de amor con la cantante de la orquesta que recorre en verano pueblos en fiestas; o en la rememoración de las vacaciones veraniegas en la adolescencia del protagonista de «La hora de la muerte de los pájaros», enamorado secretamente, o no tanto, de su prima Alicia; también es el caso del padre que narra la recuperación y la nefasta recaída de su hija enferma en un breve periodo de tiempo; y del hermano, testigo privilegiado, a su pesar, de la difícil relación de su hermana mayor con su pareja en «Foto de familia». Al reflexionar sobre la totalidad de estos cuentos, resultan apropiados algunos rasgos que observaba Ramón Acín6, hace ya algunos años, al referirse de forma general a la narrativa del autor aragonés: la intensidad psicológica y la perversión mental; la presencia del azar y la casualidad; el enfrentamiento del mundo exterior e interior; los procesos de aprendizaje; y la búsqueda de identidad. Las diferentes aproximaciones al género efectuadas por estos tres escritores confirman la heterogeneidad y la multiplicidad de tendencias que predomina en el cuento español de las dos últimas décadas.

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Ángeles Encinar es profesora de Literatura Española en Saint Louis University, Madrid Campus. Entre sus libros cabe destacar: Novela española actual: La desaparición del héroe; la edición crítica de La orilla oscura, de José María Merino; La pluralidad narrativa. Escritores españoles contemporáneos (1984-2004), coedición.; Más por menos. Antología de microrrelatos hispánicos actuales, coedición.; las antologías Historias de detectives, Cuentos de este siglo. Treinta narradoras españolas contemporáneas, Cuento español contemporáneo; y, recién publicada, una nueva antología en la editorial Cátedra: Cuento español actual (1992-2012). 6. En Los dedos de la mano. Javier Tomeo, José María Latorre, Soledad Puértolas, Ignacio Martínez de Pisón y José María Conget, Zaragoza: Mira, 1992, págs. 107-131.

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Lisboa song de José Vidal Valicourt: reseña de Rebeca García Nieto

Interferencias Rebeca García Nieto Lisboa song José Vidal Valicourt Eutelequia: Madrid, 2013 83 págs.

nLa narración (¿poema?, ¿nouvelle? o, si nos tomamos al pie de la letra el título del libro, canción) arranca ante la visión del carguero Gran Ripango, aparentemente inmóvil, allí donde el Tajo comienza a confundirse con el océano. Y recita, o cuenta, o canta, los pensamientos/recuerdos de un catedrático que ha perdido el hilo del discurso de una conferencia, un discurso que es una aleación de hechos biográficos, poemas, canciones, películas y reflexiones varias. La fragmentación, el maridaje entre la «alta cultura» y la «cultura popular» («Tú puedes ser Annabel Lee. La de Poe y la de Cortázar, pero también la de Radio Futura») y la intertextualidad («Entonces, haciéndole un guiño a Cortázar y a sus jitanjáforas, escribo al fin que: ermúreos hemisferios lanjean el cómoro ilustre de los trifulques sudáneos») caracterizan un discurso que, como el Gran Ripango, está aparentemente varado y no termina de desembocar. Al igual que el carguero, el protagonista parece estar entre dos aguas: entre el sueño y la vigilia, o entre la cordura y la locura: «Dicen que se han escapado varios internos del psiquiátrico y que todos han coincidido en la orilla del río, como quien desemboca sin esfuerzo en el lugar idóneo para la descarga, para el aullido animal y desgarrado, para el silencio que todo lo expresa. Soy un asiduo de estas reuniones». Y entre reflexión y reflexión, y en medio de innumerables referencias a directores de cine como Alain Tanner o Wim Wenders y a escritores como Artaud, Malcolm Lowry o Robbe-Grillet, los cabos sueltos de una historia de amor. Porque eso es, en esencia, Lisboa song, un haiku dilatado dirigido a la mujer amada, Ana, «la P.J. Harvey del fado». Ana, que recuerda a la Annabel Lee de Edgar Allan Poe, es la única destinataria de los versos disfrazados de frases cortas que componen Lisboa song. Tanto que a veces una tiene la sensación de estar espiando una conversación privada entre dos amantes, una conversación, en ocasiones, de gran belle-

za, aunque de una belleza distinta, eso sí, ya que «el concepto clásico de belleza ya no nos servía […]. El equilibrio, la proporción, la mesura, en fin, la armonía habían saltado por los aires. Quedaba la disonancia, la distorsión, el impacto». Un ejemplo de esta disonancia lo encontramos en el hecho de que los versos más bellos aparezcan al lado de reflexiones filosóficas menos literarias: «Soy siempre el que está de cuerpo presente, pero pensando en otra cosa, en una vía de escape, que traza líneas de fuga y que, como diría Deleuze, se desterritorializa para territorializarse en otro lugar, y así sucesivamente». Este tipo de divagaciones que salpican el texto por aquí y por allá hacen que Lisboa song no sea un libro para todos los públicos, cosa de la que el poeta/narrador parece ser muy consciente: «Sé que la historia que les cuento les concierne a todos mis alumnos. Si los conocieses, te darías cuenta de que formamos parte de una especie de cofradía de seres extraños, aunados por un interés a ratos enfermizo. Y yo, cual gurú de la secta, desgranando en plan pedante todo un rosario de hipótesis y teorías a todas luces, y nunca mejor dicho, peregrinas». Dice Vidal Valicourt en una entrevista publicada en 40Putes que Lisboa song podría sonar a interferencias, que «recuerda el gesto de buscar sintonías en la radio. Uno va girando y, mientras tanto, uno puede escuchar fragmentos de jazz, fado, punk, morna, blues, quejíos jondos, algún programa en el que sólo se conversa, algo de Tom Waits o de P.J. Harvey, algo de gregoriano para despistar, algo de Bach». Confieso que no soy muy aficionada a hacer zapping, y que, con tanto cambio de sintonía, me ha resultado difícil distinguir la música del ruido de fondo. También es cierto que no me apasionan las improvisaciones de los músicos de jazz y que soy más de pararme a escuchar la letra, más aún cuando el que ha escrito la canción está tan dotado para la poesía. Pero eso es cuestión de gustos.

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El libro de los pequeños milagros de Juan Jacinto Muñoz Rengel: reseña de Rubén Castillo Gallego

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Milagros de tinta Rubén Castillo Gallego

El libro de los pequeños milagros Juan Jacinto Muñoz Rengel Páginas de Espuma: Madrid, 2013 131 págs.

nEl asombroso universo de los microrrelatos tiene, al menos, dos virtudes innegables y bien definidas: de un lado, sirven para detectar con un alto índice de fiabilidad a los narradores de mérito, que evitan en ellos el chiste, la boutade, la ocurrencia o el eructo; del otro, permiten distinguir a aquellos críticos que, alejados de las etiquetas convencionales, se aproximan al género con una mirada abierta y receptiva, desprovista de prejuicios. En ocasiones (Ángel Olgoso, Manuel Moyano, Miguel Ángel Zapata, Jesús Esnaola, Fernando León de Aranoa), la calidad de los textos es tan notoria que sólo un exceso de miopía puede justificar su preterición o su desdén. El malagueño Juan Jacinto Muñoz Rengel, novelista y cuentista de probada excelencia (ha recibido premios, ha sido reseñado en los medios más prestigiosos, ha merecido buenas traducciones y está editado en una decena de países), lanza ahora El libro de los pequeños milagros, un volumen delicioso «que contiene las pormenorizadas y muy veraces micronarraciones de los grandes hechos sobrenaturales y extraordinarios de este mundo» (pág. 5). En él, divididas en tres secciones («Urbi», «Orbe», «Extramundi») y un asombroso epílogo («Índice para la confección de un bestiario»), se nos ofrece un centenar de viñetas narrativas, en las cuales descubrimos una proliferación vertiginosa de personajes anómalos: mendigos que disfrazan sus lacras para no parecer histriones; francotiradores ubicuos que se erigen en metáfora de los tiempos que corren; madres de gemelos que, justo a la hora de dormir, susurran cierta frase al oído de uno de ellos; niños que depositan su fervor y su ternura sobre un muñeco de nieve, gólem gélido; y hombres que, tras perpetrar una acción execrable, realizan un descubrimiento atroz, que asalta sus ojos y su ánimo. Con la complicada sutileza que ha de guiar siempre la escritura de este tipo de textos, Juan Jacinto Muñoz Ren-

gel va eligiendo temas, tallando argumentos, seleccionando vocablos y puliendo el resultado final hasta que lo deja sin aristas ni imperfecciones, inmaculado, esférico. Conforme los lectores avanzamos por las páginas del tomo comprobamos esa sostenida maestría, que se traduce en inquietantes juegos de cajas chinas (como el que vertebra el relato «Reproducción a escala»), retratos de un período de la vida o del espíritu (el magnífico texto titulado «15»), actualizaciones ingeniosas o mordaces de viejas historias («Hamelín»), refutaciones sorprendentes del antropomorfismo divino («Tres días»), contundentes parodias de la pedantería literaria («Persistencias»), horripilancias que estremecen el ánimo del lector («En mitad de la noche») y hasta imágenes de zoología moderna, deliciosamente simpáticas o terribles («Biobuitre»). Leí hace años una monografía sobre Miguel Hernández (cuyo título no puedo anotar, porque de él y de su autor no guardo memoria), en la que se afirmaba que al poeta de Orihuela le producía fascinación, como a otros muchos vates, la arquitectura férrea del soneto, porque lo obligaba a la disciplina y a la contención. Y que un poeta sin ningún tipo de cauces que lo moderen –continuaba el estudioso– deviene torrente desbocado y sólo ocasionalmente bello. La aseveración era, desde luego, injusta: Lope de Vega («Potro es gallardo, pero va sin freno») y Pablo Neruda constituyen dos ejemplos palmarios. Algo similar, salvando lógicamente las distancias, podría afirmarse de los autores de microrrelatos: el género que han decidido elegir les impone una dictadura espacial muy estricta, muy marcada. Y sólo quienes sean capaces de producir belleza y exquisitez en ese reducido marco alcanzarán el rango de literatura perdurable. Juan Jacinto Muñoz Rengel demuestra en este volumen condiciones objetivas más que suficientes para ser recibido con honores en ese selecto club.

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En tiempos de luz menguante. Novela de una familia de Eugen Ruge: reseña de Anna Rossell

De la utopía socialista a la reunificación alemana Anna Rossell

En tiempos de luz menguante. Novela de una familia

nEncomiable esta novela de inspiración autobiográfica de Eugen Ruge (Sosva, Urales, 1954) que, de modo parecido a La Torre, de Uwe Tellkamp –publicada también por Anagrama–, narra la evolución de la República Democrática Alemana a través de cuatro generaciones de una saga familiar, en este caso, a diferencia de la de Tellkamp, perteneciente a la nomenklatura. Partiendo de una historia que es la propia, Ruge arma con maestría la trama novelada de la que fue su vida y la de su familia, desde la emigración de los abuelos comunistas a México, pasando por su regreso para contribuir a la construcción de la nueva república alemana, hasta poco después de la caída del muro, la reunificación y la nueva Alemania en la que crecerá el biznieto. El autor reúne a sus actores en escenarios idóneos para su fin, las fiestas familiares a las que asisten representantes gubernamentales, para mostrar la diferencia ideológica entre personajes y sobre todo entre generaciones. Medio siglo de historia desfila ante nuestros ojos: la construcción de la RDA, la huída de los hijos a Moscú, la deportación a un campo siberiano, la reestalinización, la perestroika y el final del sueño socialista. Como avanza el título, que condensa bien el contenido, el lector asiste a la degradación del socialismo utópico, convertido en socialismo real, a través de los representantes de cada una de las cuatro generaciones. Sin embargo el autor no se debate con sus predecesores en un ajuste de cuentas. Lejos de afanarse en culpabilidades, aunque sin rehuir los naturales reproches políticos de los hijos a los padres, sabe dibujar con fino sentido del humor y distancia los defectos de sus personajes, consiguiendo una narración ecuánime y objetiva según el punto de vista de cada cual, al tiempo que muestra sin ira el trazo caricaturesco –sobre todo en el caso del patriarca de la familia– que tenían muchas actuaciones de la primera generación de adictos al régimen acólito de la Unión Soviética.

Eugen Ruge (Traductor: Richard Gross) Anagrama: Barcelona, 2013 394 págs.

Si bien Ruge se integra a sí mismo en la ficción bajo la figura de Alexander Umnitzer –Sasha–, nacido como él en 1954 y como él emigrado al oeste en 1989, la narración no adopta como eje su punto de vista. Uno de los méritos de la novela es precisamente su arquitectura perspectivista, que no responde a un tiempo lineal, sino que organiza los capítulos saltando cronológicamente hacia delante y hacia atrás, sirviéndose en cada uno de un personaje central distinto. Ruge, que a partir de 1989 se dedicó exclusivamente al teatro, hace gala de sus conocimientos dramatúrgicos, tanto en la organización escénica del material narrativo como en el virtuosismo que despliega en el dominio del estilo indirecto libre y de los diferentes registros que maneja en función de la edad y el carácter de sus protagonistas, todo ello vertido con muy buen tino al español en la traducción de Richard Gross. Con gran diferenciación de matices, el autor compone un mosaico de caracteres que con magistral sutileza nos ofrece una panorámica de una buena parte de la historia europea del siglo XX. Lejos de proponernos probaturas narrativas experimentales, Ruge centra sus esfuerzos en desarrollar con ingenio la técnica realista, que afina con rigor. Así el autor consigue con éxito plasmar ambientes –la atmósfera bohemia de los años 70 y 80 en el barrio de Prenzlauer Berg del Berlín oriental– o dar a conocer hechos fundamentales de la novela sin abordarlos de modo directo –la separación matrimonial de Alexander o el diferenciado espectro de personajes opuestos al sistema–. En tiempos de luz menguante fue merecedora en 2011 del premio alemán de literatura más prestigioso, el Deutscher Buchpreis.

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El sermón sobre la caída de Roma de Jérôme Ferrari: reseña de Ernesto Castro

La escolástica escondida de los anuncios de Estrella Damm El sermón sobre la caída de Roma

Ernesto Castro

Jérôme Ferrari (Traductor: Joan Riambau Moller) Mondadori: Barcelona, 2013 192 págs.

nA nadie puede sorprender que El sermón sobre la caída de Roma de Jérôme Ferrari ganara el premio Goncourt. Nada alteraba el orden de fuerzas que la competencia fuera Jöel Dickier y la decisión pudiera parecer reñida cara a la galería. La verdad sobre el caso Harry Quebert del segundo apenas alcanza la complejidad narrativa, la profundidad sintáctica, la construcción de personajes que exhibe la novela que tenemos entre manos. Los hechos son así: El sermón contiene una narración cincelada sobre la página en blanco. O hablando en plata, sus enunciados muestran una complejidad que, si no estuviera supeditada a generar reflexiones sobre la caducidad de los intentos humanos, una forma en última instancia de extendernos por encima de nuestras posibilidades, estos párrafos que arrebatan el aliento –decíamos– podrían resultar hasta ofensivos ante los enemigos de la virguería. El grosor de los ejemplares publicados en castellano por Mondadori quizá llame a engaño. Ahora bien, 192 páginas dan para mucho, empezando por la Primera Guerra Mundial, siguiendo por Dien Bien Phu y terminando por unos jóvenes regentes de un garito en Córcega. Así pues, la primera lección extraída de El sermón tiene pocos misterios: abandone el lector toda impaciencia antes de entrar. ¿Y una vez dentro? Nos hallamos en África, una destinación indefinida, mientras un veterano llamado Marcel intenta hacerse cargo de la muerte de su mujer, una señorita calificada de bobalicona justo unos párrafos antes, tonta pero feliz, cuya muerte responde a una serie de complicaciones en el parto. Asistimos a los comienzos de una estirpe, el linaje de los Antonetti, cuyos miembros principales cara a la narración serán el hijo de Marcel, Jacques, y su nieto Matthieu. Este último estudia filosofía, tiene claras inclinaciones leibnizianas, suele pensar que el mundo efectivo es el mejor de los posibles. Permanece impávido casi siempre ante la destrucción de los escasos momentos de perfección que tuvo la suerte de vi-

vir. Su compinche de batallas será Libero, otro estudiante de filosofía, esta vez con una tesis escrita acerca de San Agustín. Ambos aborrecen la investigación académica, sobre la cual Ferrari deja caer unas cuantas verdades como puños, tomando para ello el torrente de conciencia de Libero: «no eran unos cabrones sino unos payasos y unos fracasados, él el primero, a los que se había formado para producir disertaciones y comentarios tan inútiles como irreprochables, pues tal vez el mundo aún necesitara a Agustín y a Leibniz, pero no a los miserables exegetas de estos». Ambos toman el camino hasta Córcega, una vez instalados deciden probar suerte sirviendo cervezas, y tienen la fortuna de contratar a unas camareras que alegran la existencia desde detrás de la barra. Los personajes femeninos de Ferrari tienen siempre el discreto encanto del patriarcado, señoritas liberadas cuyo lúbrico presente y pasado truculento aseguran un remanente de tensión sexual hasta la última página del libro. Ahí está la cuarentona de Annie, cuyo currículum vitae toca abreviar diciendo que tiene la virtud de acariciar la entrepierna de los comensales. O Izaskun, criada en Zaragoza y abandonada en una discoteca, cuyo lecho frecuenta Matthieu en calidad de «hermano incestuoso». Y se preguntarán: ¿qué relación tiene este anuncio novelado de Estrella Damm –escenario mediterráneo, féminas por doquier, alcohol a raudales– con la caída del Imperio Romano? Bien sencillo: la generación de Matthieu habita una nueva Edad Media sin saberlo. La drôle de guerre y la pérdida de Indochina fueron vividas por Marcel como la invasión definitiva de los bárbaros. La vida de los hombres sigue siendo igual de estúpida que entonces, parece decirnos Ferrari, quien titula sus capítulos tirando de los sermones de San Agustín, ese africano que todavía seguía siendo romano, a sabiendas de la caducidad de cualquier institución terrenal.

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Colegiala de Osamu Dazai: reseña de Marina P. de Cabo

Ella es el hipocentro del dolor Marina P. de Cabo

Colegiala Osamu Dazai (Traductores: Ryoko Shiba y Juan Fandiño) Impedimenta: Madrid, 2013 260 págs.

nAquel que haya leído a Osamu Dazai (1909-1848) estará de acuerdo conmigo en que todo en él es exquisitamente devastador. Tras la publicación en España de Indigno de ser humano y Ocho escenas de Tokio, de las que se encargó Sajalín Editores, y de Cuentos de cabecera por parte de Satori Ediciones, Impedimenta amplía su catálogo de narrativa nipona con Colegiala. El volumen compila relatos narrados en primera persona del femenino, adscribiéndose así al género watakushi shōsetsu (novelas del yo), surgido en Japón a principios del siglo XX, que resulta idóneo para manifestar los procesos psicológicos y las pulsiones de los personajes protagonistas. Es esa la razón de que se le considere el Dostoyevski japonés, aunque sostengamos que Crimen y castigo jamás podría haber sido concebida fuera de Rusia, y mucho menos por un asiático. El parco realismo de Dazai consigue recrear la complejidad del universo femenino del Japón de la época. El uso de la primera persona al que he aludido le permite vincular estados emocionales, cotidianidad y realidad histórica: elabora un atlas de los usos de la mujer japonesa, toda delicadeza y represión, y contextualiza el resultado en el período convulso en que el Imperio decide acometer la ofensiva contra Estados Unidos e Inglaterra pasando a tomar parte activa en la II Guerra Mundial. La guerra es cuchillo y grieta: rasga los estados de ánimo, separa a las familias, trunca la suerte de la población civil. En ese contexto, la mujer extravía su luz en el sacrificio de la reprobación social mientras la sombra de la vergüenza da alcance a cada una de sus reacciones y perturba la ensoñación. La vergüenza, sí: la palabra se repite incesantemente a lo largo de las páginas, desdoblándose como un ser monstruoso expuesto a un juego de espejos. La vergüenza lo envenena todo: la pobreza, el cuerpo, la bondad, la belleza, la coquetería, el amor. Una trinchera de omisión resguarda

el palacio de la mujer, erigido con su dolor y culpabilidad. No sólo las críticas, la enfermedad y los defectos son motivo de turbación; también los halagos, las virtudes, las aptitudes, la capacidad de superación. Toda aquella peculiaridad, en suma, que revela identidad, diferencia. No es casual que uno de los relatos se titule «Vergüenza», ni que la protagonista de «Dinero» llegue a aseverar lo siguiente: «Si aún queda algo de humanidad dentro de usted, avergüéncese, por favor. Avergonzarse es un sentimiento de lo más humano» (pág. 223). Debido al temor a murmuraciones y calumnias, el tormento femenino se encuentra con frecuencia abocado a la más estanca intimidad, a la incomprensión y a la soledad. La conservación de las apariencias adquiere suma importancia y convierte la vida en terreno intransitable. Asuntos vitales y nimiedades se tornan conductas inconfesables, motivo de degradación. La vida es lacra. La comunicación se hace impracticable. Cientos de miradas censoras se posan sobre el más mínimo gesto de la mujer. Los relatos que compila Colegiala son una excelente muestra de la sensibilidad y tiento que poseen algunos artistas a la hora de representar al sexo opuesto. Desde esta perspectiva, traspasando disciplinas y aptitudes, su obra remite a Vermeer, Waterhouse, Lars von Trier, Aronofsky, Eurípides y Flaubert, entre otros. La crudeza y elegancia que crea la pluma de Dazai se encuentran también presentes en su trayectoria vital. El hedonismo abyecto, la evasión de la vida, la imprudencia, la enfermedad, el miedo y la locura convergieron en una existencia a la que trató de dar fin en varias ocasiones, consiguiéndolo finalmente en 1948, cuando decidió ahogarse junto a su amante en un canal del río Tama, en Tokio. Como legado dejó la tragedia de su escritura, la tragedia de la memoria.

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Patrick Leigh Fermor, una aventura de Artemis Cooper: reseña de Álvaro Valverde

Paddy Patrick Leigh Fermor, una aventura Artemis Cooper (Traductora: Dolores Payás Puigarnau) RBA: Barcelona, 2013 480 págs.

nQue hay vidas y vidas lo demuestra la que tuvo Patrick Leigh Fermor (Londres, 1915 –Dumbleton, 2011), que fue plena, larga, intensa y feliz como nos cuenta, y de qué precisa y apasionante manera, Artemis Cooper en su libro Patrick Leigh Fermor, una aventura. Ella le denomina Paddy, que es como le llamaban cuantos le conocieron. Para los griegos, Mihali. (Por cierto, la traducción es obra de Dolores Payás, autora de un librito delicioso: Drink Time! En compañía de Patrick Leigh Fermor). La biografía comienza en Weedon Bec, el paraíso perdido de su infancia, donde estuvo mientras sus padres, Lewis y Aeyleen, permanecían en la India junto a su hermana Vanessa. Fue un niño difícil, algo gamberro, que planteó no pocos problemas de conducta y que pasó por centros educativos de todo tipo. En vano, pero sólo en el sentido práctico, pues se convirtió en un hombre curioso, amante del arte, las lenguas clásicas y la poesía, así como en impenitente lector. Hijo de padres separados, Paddy mantuvo con sus progenitores una relación también distante y complicada. La sensación de haberlos defraudado, una vez asumido su fracaso académico, le impulsó a abandonar el país para recorrer Europa a pie. Hasta Estambul; para él, Constantinopla. Entre 1933 y 1934 caminó desde Rotterdam hasta Las Puertas de Hierro como una especie de estudiante vagabundo. Son años decisivos, pero reconoció que apenas se dio cuenta de ello mientras recorría las orillas del Rin y del Danubio con unos pocos pertrechos (donde no faltaban las odas de Horacio) y la curiosidad infinita que le acompañó a lo largo de su vida: memorizando poemas, aprendiendo lenguas y canciones, investigando costumbres por los campos y ciudades de aquella Europa «eterna y culta» que tanto amó. Era el perfecto huésped, un tipo guapo, encantador, educado y divertido capaz de entretener a todo el mundo. Como explica Cooper, tenía un don: «conseguir que el prójimo se sintiera mejor». La conversación estuvo en el centro de su existencia. Por

Álvaro Valverde eso le resultó fácil recorrer aquellos campos, de casa en casa, recibido con gusto tanto por campesinos como por aristócratas y diplomáticos, gente que, tras la guerra, desapareció del mapa para permanecer sólo en sus libros. Ya que los menciono: Un tiempo para callar (la vida monástica), El tiempo de los regalos, El árbol del viajero (el Caribe), Entre los bosques y el agua, Mani, Roumeli… Mientras caminaba, «aprendía a escribir». En 1935 llegó por fin a Constantinopla, un viaje que, como el anterior, como todos los que emprendió, fue «una cadena de pequeños discursos de despedida». Para entonces, «viajar se había convertido en una forma de vivir». Y Grecia en su «meta real». Allí se encuentra por primera vez con la realidad de la guerra. Esta vez la vio. Y allí pasa días felices, premonitorios, en el molino de Lemonodassos con una de las mujeres de su vida: Balasha Cantacuzene, una Wendy a la que acompañará a otro enclave emblemático: Băleni. Con la llegada de la Guerra Mundial, Paddy se alista. Lo intenta en la Guardia Irlandesa y acaba en el Cuerpo de Inteligencia. Después de pasar por distintos destinos, termina en Creta como colaborador de la resistencia, donde vive su mayor aventura: la Operación Kreipe, el secuestro de un general alemán, que éste calificó como «hazaña de húsares», y con quien Paddy recitó a Horacio. La heroicidad le valió la Orden del Imperio Británico y la eterna amistad de los cretenses. La llegada de la paz está unida al nombre de Joan Rayner, el gran amor de su vida, «su imán», de quien, a pesar de su nomadismo, sus problemas económicos y otros desvíos (hacia Diana Cooper, pongo por caso), nunca llegó a separarse. Un amor que tiene como núcleo la casa maniota de Kardamyli, bajo la luz mediterránea, entre olivos y al borde del mar. Su libro más duradero, según Betjeman. Es imposible condensar aquí una vida tan rica. Una legendaria obra de arte. Ni citar a sus muchos amigos: poetas, gitanos, nobles, kapetans… Por suerte contamos con este libro y, claro, con los suyos, escritos en el extranjero (su patria), con extremo cuidado y a duras penas (Seferis lo llamaba penelopear), donde, desde su prodigiosa memoria, Paddy revive su itinerario vital. Solvitur ambulando, le dijo a Chatwin: se resuelve caminando, lo que siempre hizo.

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Imágenes del desencanto de Pedro Pérez del Solar: reseña de José Antonio Vila

El cómic y la Transición José Antonio Vila nLa colección La Casa de la Riqueza de Iberoamericana Vervuert añade ahora a su ya nutrida nómina de estudios sobre la historia cultural española un interesante volumen dedicado al «nuevo cómic»; historietas que gozaron de gran popularidad entre finales de los setenta y primeros ochenta gracias a la notable difusión en quioscos de revistas como El Víbora, Cairo, Rambla, Makoki o Madriz. Pedro Pérez del Solar, profesor de la Universidad de El Paso, contribuye así a llenar un vacío en lo tocante a este medio, por lo general ignorado en el mundo académico español. La tesis del libro es clara: el «nuevo cómic», que bebía de las fuentes del underground americano, se construye como relato alternativo a la imagen oficial del país, tanto la residual de la España franquista como la de los primeros años del socialismo. El autor sitúa perfectamente las coordenadas histórico–culturales, en los años inmediatos a la muerte del dictador, de la aparición de un fenómeno paralelo al de la explosión de publicaciones de ideología libertaria (Ajoblanco), revistas de sátira política y social (El Jueves) o la moda del «destape». El trabajo recorre además con erudición los avatares del cómic, no sólo en España (de las publicaciones infantiles y tebeos de aventuras a las estampas familiares toleradas por el régimen), sino también en el contexto internacional: su discutido estatuto artístico, su tensa relación con la «alta cultura» (pintura, literatura), cuyos recursos asume y rechaza alternativamente en busca de un nicho propio en el campo de las artes. Partiendo de ahí, se resiguen las principales tramas del período, la evolución desde lo grotesco, con su fascinación por la brutalidad, las drogas y el sexo, hasta la neo-picaresca de quinquis, chulos y putas, que tendrán los bajos fondos de La Rambla como escenarios sempiternos en las historias barcelonesas. De igual modo, se atiende a las polémicas surgidas del antagonismo que vienen a encarnar El Víbora y Cairo: la primera como parangón de la iconoclastia, la segunda clasicista y deudora del tebeo europeo (Hergé, Hugo Pratt). En este sentido, quizás el capítulo cuarto proporcione el momento más jugoso, pues es donde se plantea la debatida cuestión del cómic como medio artístico «adulto», y las controversias que originó. Una lucha apasionante por la delimitación del «campo artístico» que redundaba en una atención por el medio desconocida en España, con la llegada de los ensayos de Umberto Eco y la idea del tebeo como quintaesencia del pop art. Es de lamentar,

Imágenes del desencanto Pedro Pérez del Solar Iberoamericana Vervuert: Madrid, 2013 330 págs.

por tanto, que Pérez del Solar no amplíe la mirada para dirigirse entonces al ámbito literario, porque en esos mismos años, tras la resaca «experimentalista» de los 60 y 70, y el nuevo idilio de público y escritores con el «retorno a la narración», Fernando Savater y Juan Benet polemizaban en torno a la clase de literatura merecedora de consideración «artística», mientras Ferlosio, en un famoso artículo («La cultura, ese invento del gobierno»), llamaba a desconfiar de los políticos demasiado generosos con los cheques en blanco. O que tampoco se atienda a las transformaciones que en el ecuador de los 80 sacuden al cómic angloamericano, donde gentes como Alan Moore, Neil Gaiman o Frank Miller ponen patas arriba la historieta de superhéroes e insuflan nuevo vigor al género, cosechando de paso la perpleja admiración de intelectuales (Norman Mailer) y ganándose un público insospechado más allá del círculo de los devotos. Se comparta o no la asunción tácita por parte del autor del discurso crítico con las componendas de la Transición, el «pacto entre las élites», debe decirse que la fuerza motriz de esa tesis lo lleva a obviar cómo la calidad estética de algunos comics se resiente al adoptar sin fisuras determinados planteamientos izquierdistas; así en obras como España, una, grande y libre, de Carlos Giménez, el resentimiento y el maniqueísmo panfletario enturbian una legítima voluntad de crítica social. Ese mismo humus libertario o contracultural dio obras originales, como el recordado Peter Pank de Max, pero en las que el mensaje político queda ya más diluido para dejar paso al espectáculo de las modas de estética agresiva como nuevo lenguaje de la juventud, algo no muy distante en realidad de los rockeros bien relacionados con el poder político, bendecidos (y subvencionados) por Tierno Galván en el papel de sumo pontífice de la «movida». Con todo, el conocimiento enciclopédico del material que demuestra Pérez del Solar hace del libro una muy útil guía de referencia para quienes, por la senda de los cómics, deseen adentrarse en los recovecos del decenio tumultuoso que siguió a la muerte de Franco.

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De cine. Aventuras y extravíos de Eugenio Trías: reseña de Alejandro J. Ratia

Profundidad de campo Alejandro J. Ratia De cine. Aventuras y extravíos Eugenio Trías Galaxia Gutenberg: Barcelona, 2013 362 págs.

nEugenio

Trías intuía un laboratorio tras cada propuesta filosófica. El suyo confesó que era la Estética, «la reflexión sobre las obras de arte, y sobre todo la recreación de éstas […] a través de mi propia forma de encarar el estilo y la escritura». A las obras de arte las convoca como mediadoras del conocimiento. Su autonomía, que no se consume en la mediación, les permite ser extrañamente eficaces. Trías se ha ocupado de la Arquitectura, de la Pintura y de la Escultura. Pero los dos objetos más fecundos para su reflexión estética han sido la Música y el Cine. Esta reflexión se desarrolló en artículos sueltos, pero sobre todo en tres libros ambiciosos. El canto de las sirenas y La imaginación sonora fueron su contribución al pensamiento musical. De cine. Aventuras y extravíos, aparecido al poco de su muerte, tiene una ambición parecida en relación al séptimo arte –que, por llegar tarde, se convierte (dice Trías) en microcosmos de los demás–. Como precedente, el filósofo había publicado en 1982 un libro bastante leído, Lo bello y lo siniestro, donde Vértigo de Hitchcock servía a su tesis sobre la condición liminar de lo bello. Y más tarde, en 1998, surgió otro libro completo de la digestión de esa misma película: Vértigo y pasión. El cine es algo que comparte Trías con otros autores de su generación, y del contexto barcelonés, como Argullol, Gimferrer o Terenci Moix. A diferencia de Terenci, a la parte sociológica y nostálgica le dedica poco espacio en este nuevo libro, una breve referencia a la sala Partenón, el cine de su adolescencia. Necesita ir al grano. Selecciona un canon de grandes directores. Cada uno tendrá un capítulo. Ninguno está por capricho. Fritz Lang, Hitchcock, Kubrick, Welles, Coppola, Tarkovski, Bergman y David Lynch. En un apéndice añade otros nombres sin capítulo, pero que se intuyen candidatos a completar la lista. Así Buñuel o Rossellini. De cine guarda de este modo similitud con sus dos libros

sobre música. Allí, lo era cada compositor, y aquí es cada director el objeto de análisis, sintetizándose una «idea» que se concreta en un título. Estos títulos representan un único concepto iluminador o una pareja conceptual que interactúa. En El canto de las sirenas, por ejemplo, el capítulo dedicado a Mozart se titulaba «Tragedia y comedia». El dedicado a Kubrick en De cine, «La inteligencia y sus fantasmas». La síntesis que suponen estos títulos habla del interés por hacer legible al autor entero. Trías habla de los autores como constelaciones de películas. Sólo desde lejos, la constelación se lee con sentido. En un viaje de vuelta a las películas, estas ideas sirven a su relectura. Trías las repasa y nos las cuenta, y al recontarlas, va iluminándolas. Nos sabe contar películas imposibles de contar, como Nostalgia de Tarkovski. Resulta extraordinario el capítulo dedicado a Orson Welles. Tras él se intuye una gestación prolongada que termina estructurándose de modo contrapuntista, en el que reaparece como tema principal El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons). Un concepto cinematográfico como la profundidad de campo se transforma aquí en una herramienta moral, primero, y metafísica, más tarde. Los directores escogidos podrían resultar una lista tópica, pero las ideas-resumen con los que Trías los define nunca lo son. La falsa culpabilidad suele ser la clave con que se interpreta a Hitchcok. Para Trías el gran tema hitchcokiano es el amor, y su escenario es la mansión, perturbadora y siniestra. El filósofo reinterpreta Vértigo. Ya no es un ejemplo para su superación de la estética kantiana. Ahora la belleza se asocia con la falsedad y la mentira, convalidando «las tesis estéticas y ontológicas de Nietzsche». Una referencia a la que se vuelve al hablar del 2001 de Kubrick, y no sólo por la utilización del Also Sprach Zarathustra en la banda sonora, sino, sobre todo, por ese final donde un embrión gigante remite a las metamorfosis del espíritu nietzscheanas.

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La más cruel de las certezas de Mario Pérez Antolín: reseña de Gemma Pellicer

Decir sintiendo Gemma Pellicer La más cruel de las certezas Mario Pérez Antolín Baile del Sol: Tenerife, 2013 156 págs.

nTras la publicación de Profanación del poder (2011), este nuevo libro de aforismos, cuyo título alude a la muerte, es la segunda de las tres entregas que ha previsto el autor. Ambos comparten el empeño de criticar el poder y su ejercicio, además de un sinfín de reflexiones sobre la condición humana. En el volumen inicial de la trilogía, donde reúne aforismos, microensayos y poemas, junto a varias reflexiones en torno al cultivo del género aforístico, al que el autor desemboca desde la poesía, se anuncia su concepción del género: «Escribo filosofía; doy testimonio de mi ruina sin inmutarme»; o bien: «Hay maneras y maneras de anunciar el desastre: prefiero la que más se acerque a la hiperrealidad» (pág. 48). Si en aquella primera incursión en el aforismo ponía de manifiesto su interés por diversos asuntos relacionados con el espíritu: ya se tratara de cuestiones más o menos abstractas, como la inspiración, el ansia de poder, el éxito y el fracaso; ya de pasiones netamente humanas, como la vanidad o, por el contrario, la capacidad de resistencia, entre otras; en el nuevo libro ahonda en esta misma senda de exploración del alma humana, y de cuanto la concierne, convencido de que en épocas de incertidumbre el pensamiento aforístico se revela crucial. Esta vez, sin embargo, el libro parece alimentarse de una interesante aportación: la que supone introducir el uso de la ficción narrativa; un recurso del que ya se hacía eco el profesor José Ramón González en su Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos. Antología (1980-2012), y de la que Pérez Antolín se aprovecha de igual modo: «Entre la pregnancia de lo real y lo ideal alambicado hay una hienda por la que se cuela la ficción, adoptando formas sagradas o profanas. Este relleno lubricante facilita el deslizamiento de los bloques titánicos de racionalidad» (pág. 138). No podemos estar más de acuerdo con el autor, aparte de ser un hecho que cuando

se remonta a las esferas celestes de la abstracción resulta, en ocasiones, algo retórico y alambicado; mientras que cuando desciende al terreno de lo real manifiesto, sin necesidad de pecar de anecdótico, parece mucho más certero, llevando a buen puerto el desarrollo de su elucubración. La variedad de temas convierte este libro en una miscelánea de saberes y sentires que no duda en ofrecer desde la adopción de géneros diversos. Para ello, junto al aforismo y cierta narración que acerca sus textos al microrrelato sin dejar de ser microensayos narrativos, Pérez Antolín recurre al poema reflexivo, aunque más a menudo redondee sus pensamientos dentro de las hechuras del microensayo libérrimo de Montaigne, y que más tarde cultivaría Goethe, bajo la apariencia de «escritos de ocasión». En este sentido, Victoria Camps no duda en señalar en su prólogo lo siguiente: «Merece la pena detenerse en las ocurrencias que encierra este libro y dejarse interpelar por ellas» (pág. 8). También el propio autor lo destaca en sus páginas como una posible poética del género: «En estas notas escribo lo primero que se me ocurre, cuando menos me lo espero y dando al resultado la menor importancia posible» (pág. 16). Así, en lugar de ser un defecto, esta escritura de circunstancias se revela todo un acierto. «Has de ser menos elocuente para parecer convincente. La superioridad intelectual nos hace perder credibilidad emocional» (pág. 26), comenta. Y, sin embargo, comparado con su anterior libro, en estas páginas creo que desarrolla un estilo más pulcro y llano que casa muy bien con cuanto quiere transmitir. No en vano, al finalizar su lectura nos queda la impresión de haber recorrido un momento decisivo de nuestro tiempo: el que atañe a la primera década del siglo XXI, tan sobrepasado ya de por sí, con tantísimos frentes abiertos que el autor no deja de abordar.

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Limbo y otros poemas de Ada Salas: reseña de Raúl Quinto

El poema como síntoma del vértigo Limbo y otros poemas

Raúl Quinto

Ada Salas Pre-Textos: Valencia, 2013 96 págs.

n«Mi pensamiento es doble», dice un verso de Safo que cita Ada Salas (Cáceres, 1965) en una de las páginas de este libro que también es doble. Dos libros y casi dos poetas, o al menos dos caras de lo que puede ser la poesía. Por un lado Limbo, con una serie de composiciones construidas con el andamiaje de la intensidad y el desgarro, y que llevan a la autora a alcanzar unos picos expresivos como nunca antes en su obra; en Limbo hay una voz rota pero absolutamente propia, sin apenas reflejos de aquellas deudas que sobre todo en sus primeros libros eran más obvias, y con las que ya se había iniciado un voluntario y declarado alejamiento en su anterior poemario, con el elocuente título de Esto no es el silencio (Hiperión, 2008). Una voz potente, suya, que hace mella. Mientras la otra parte, la que genéricamente se engloba en Otros poemas, ofrece un discurso poético más reconocible y mucho más amable con el lector, como si se hubiera querido atemperar la tensión de las primeras páginas. El limbo es el no-lugar por excelencia, la tierra de nadie en mitad de la nada, probablemente a medio camino entre cielo e infierno. Y desde ahí se escriben estos poemas, desde una caída que se antoja interminable: la de la pérdida, la del amor, o el sentido, que termina y lo asola todo por fuera y por dentro. Comienza con un epílogo, por el final del amor, cuando ya no es y la ruptura se lo come todo. Salas nos quiere hablar de ese abismo, de un pozo que, como todo lo que implica ascenso y caída, no se puede contar si no es a través del vértigo. No existe el relato del dolor, sólo sus síntomas, su exterior. La única posibilidad es la de asir los bordes de algo que se desmorona, aferrarse. El poema como síntoma del vértigo, como segregación y nunca como relato. Escribir desde los bordes de algo que se hunde hacia dentro, escribir dentro de ese dolor. Eso intenta Ada Salas, y nos arrastra al interior de ese pozo, de ese limbo, porque es fácil encontrar en estos poemas el reflejo familiar

del desgarro: todo el que ha sido uno con otro y ya no. El amor como una lucha que consiste en abatir al otro, en caer ambos. Las diferentes fases de esa caída en estos poemas, el pozo como muro de contención. El poema pozo. El limbo. «Una roca molida / entre / las mandíbulas / del corazón» (pág. 39). A esta primera parte sobre el desamor y la ruptura le sigue una «Coda», más breve, que en realidad no es sino el prólogo (título del primer poema) de lo que en Limbo era epílogo: el amor cuando sí es. Poemas que intentan contar, en balde, el ascenso y la maravilla del amor. También su peligro. El ascenso, igual que la caída, tampoco puede ser contado ni cantado, tan sólo es síntoma y experiencia incomunicable. Porque «lo que dice / tu cuerpo no tiene / boca» (pág. 49). Y con esto se cierra el primero de los libros, el que a mi juicio sitúa la voz de Ada Salas al lado del vértigo necesario. El otro libro, el de los otros poemas, que con buen criterio se desgajan incluso en el título del resto, es ya otra cosa. Casi podríamos decir que otro género literario. Los otros poemas transitan por un territorio lingüístico y referencial más tranquilo y más reconocible. De Limbo no se sale indemne, son poemas para y desde el desgarro, mientras que estos otros están construidos como discurso estético, como comentario cultural y re-creación. Son textos que parten de una anécdota exterior para glosarla o expandirla desde una óptica oblicua; así con obras de arte, paisajes o personajes históricos con los que la poeta se vincula. De todas las series podríamos destacar, por su enfoque original, a ratos feminista y siempre perturbador, la de «Anunciación», donde se mira el tópico de la visita del ángel mensajero a María desde su representación pictórica y desde el drama de una mujer condenada por su dios a una maravilla que no ha pedido. De alguna manera entronca con la primera parte del libro, pero tal vez para terminar de soltar amarras y poder adentrarse sin peso en otro libro mucho más liviano.

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Las horas sumergidas de Jorge de Arco: reseña de Francisco José Martínez Morán

Fluir del verso exacto Francisco José Martínez Morán Las horas sumergidas Jorge de Arco Algaida: Sevilla, 2013 59 págs.

nLibro tras libro, Jorge de Arco demuestra que la mayor virtud de su poesía es la fluidez, una estilizada elegancia en la dicción que siempre, invariablemente, contribuye no sólo a una factura formal personalísima, sino también a una intensidad discursiva inusual. Con Las horas sumergidas (editada por Algaida y galardonada con el vallisoletano Premio Nacional José Zorrilla), de Arco afina más, si cabe, la armonía. Bien podría leerse el poemario como un cuaderno de variaciones musicales. En el preludio queda asentado el tema principal de toda la obra: «…No puede ser el mismo, y sin embargo, / lo ha sido, lo está siendo / ahora, cuando escribe estas palabras / amarillas, que el viento va limando / con su lengua y su aliento de lebrel acezante» (pág. 13). El tiempo se recorre desde la palabra, desde cada hendidura de tinta en el papel; el espacio del poema es la corriente del recuerdo y, al unísono, el cauce de todo porvenir. La imaginería de la colección se asienta en estos versos: sueño y realidad en las tierras de una cronología evadida, arte de letra y reflejo para un viaje en constante ascenso hacia la redención. La primera parte del poemario explora el tránsito que realiza el recuerdo, por obligación, hasta plasmarse en el texto: «No tengo otra moneda que el recuerdo, / otra constancia / que conversar a solas con mi ayer, / rellenar de adjetivos y cenizas / las suelas de mi asombro» (pág. 17). Las metáforas metaliterarias y los modelos del homo viator funcionan con serena maestría. La soledad es tangible, la nada cerca voz y memoria, pero el esfuerzo del poeta es irrenunciable, su tarea es precisamente la de no desfallecer. Así: «De nuevo palpo / aquella voz, / aquel volcán remoto / que sin premura esconde / su muy leve tic-tac» (pág. 18) o, más adelante en esta misma línea: «Al borde del olvido hay una isla / que mira solitaria hacia la nada» (pág. 20). La culpa intermedia esas regiones desoladas, lastra y oscurece los denodados intentos del verbo: «Sólo me restan / la sed y los instantes que incendiaran / mis inmortales sombras, / el negro territorio de la culpa» (pág. 21). La segunda sección, todavía más oscura, se inicia con

una potente alegoría que parangona en polifonía bosques y desposesiones, túneles y miedos, aguas y colores estancados, «túneles del olvido, que nunca fueron nuestros» (pág. 27). Las tonalidades pictóricas se refuerzan, se agolpan los contrastes; duelen los trazos imposibles, las lejanías nunca cicatrizadas: «las negras flores, / los celestes lagos, / los amarillos cielos / que pintase tu mano enamorada» (pág. 28). Resuenan, por supuesto, los clásicos del Siglo de Oro que con tanta soltura y respeto maneja de forma habitual Jorge de Arco, pero también los enigmas borgianos («Tu mano izquierda pinta / la noche, el laberinto / de nubes que te abriga y te desviste» [pág. 29]), el matiz atormentado de los brumosos escenarios cirlotianos («Son lágrimas tan largas: un vendaval de llanto / que va desperezándose / como un dulce aguacero. / Ya es invierno en nosotros» [pág. 30]) y las turbias dicciones del Éluard más lúcidamente carnal y simbólico («La sal de tu desnudo: / inventario solemne / de una misma y fugaz melancolía» [pág. 32]) La tercera serie dialoga, como consecuencia de los soliloquios y las frustradas conversaciones precedentes, con Dios: al cabo de la intemperie el poeta encuentra el refugio de un misticismo propio, acuñado desde la más radical soledad, pero con la mirada puesta en la esperanza de absoluto: «Fue la esperanza / idilio enmudecido, / palabra fugacísima, / inasible, perenne / deseo» (pág. 41). El encuentro tiene lugar en los sentidos creadores de la metáfora («y escribo la metáfora infinita / que anida junto a Dios» [pág. 45]) y da paso a las ventanas abiertas del cuarto y último grupo de poemas. Una música expansiva invade campos y cuerpos, deja regusto a vida en cada rincón («Un pueblo se despierta en mis adentros, / y en mis venas, sus calles» [pág. 51]). En «Coda», el ciclo vuelve a iniciarse, la melodía vuelve a su comienzo, el libro se mira letra adentro para encontrar el nombre de lo pasado y la ceniza paciente y vivificadora de lo inexorable.

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La lluvia de Antonio Rivero Taravillo: reseña de Ioana Gruia

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La danza de la lluvia Ioana Gruia La lluvia Antonio Rivero Taravillo Renacimiento: Sevilla, 2013 84 págs.

nAntonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963), excelente poeta, traductor, crítico literario y biógrafo, acaba de publicar en la editorial Renacimiento su último libro de poemas, La lluvia. Como el propio título indica, la lluvia, esa cosa que según Borges sucede en el pasado, es la protagonista de una serie de poemas poderosos y delicados a la vez, que convocan una multitud de ámbitos: el amor, los recuerdos de la infancia, las figuras paternas y la intimidad doméstica. Escritos con un lenguaje sobrio pero teñido de ternura inteligente, los versos construyen una historia personal, la de un yo poético niño en los años sesenta y setenta, deslumbrado por ejemplo ante la belleza de unas niñas a las que corteja en «Las hijas del comandante Oráa» con el empeño aprendido en los westerns de Ford o, ya algo mayor, boxeando con ahínco en «Peleas de 1975», que recuerda el ambiente de las novelas de Marsé. Ese yo niño o adolescente dialoga con el yo maduro que se asoma a sus recuerdos, al antiguo y kafkiano «deseo de ser piel roja», de cabalgar a lomos del mundo. De manera magistral, la lucha encarnizada de «Peleas de 1975» es evocada para describir un cambio de perspectiva decisivo: «Con frialdad y sin énfasis / nos golpeábamos. / Queríamos ser hombres, cuando ahora / solamente anhelamos / que termine el último asalto». La escritura del tiempo, del tiempo de una vida, delimitado por dos líquidos, el amniótico y el del tránsito final (separados por un acertadísimo espacio entre los dos primeros versos, espacio que es la vida o tal vez la nada), estructura también el corto y magnífico poema «El hombre»: «El líquido amniótico // y la laguna Estigia. // Entre dos aguas, / nada». Lo líquido es el ambiente privilegiado de La lluvia, que vincula, en una sutil y continua circulación de sentido, el ritmo de la vida, la muerte y la pulsión erótica. Líquidas son, en «Otra clepsidra», la avenida inundada por la lluvia y la intimidad sexual, escenarios unidos por la humedad en los que los

amantes se convierten en «criaturas acuáticas», fantásticos seres mágicos que funden en el sexo todo un ciclo vital de deslumbrantes peces y amebas. Los espacios de La lluvia dibujan una cartografía sensual y doméstica, donde las actitudes y los objetos más cotidianos cobran una inesperada calidez, como «En el cuarto de baño»: «Oigo el agua correr y sobre todo / esos largos silencios, / misterios de qué harás, conjeturas / de qué cremas o máscaras / bordarán la bandera de tu piel». No sólo la historia personal, también la colectiva está presente en La lluvia, por ejemplo en el sobrecogedor poema «Desocupados», donde alrededor de las zanjas de las obras, que aspiraban en otro tiempo a ser símbolos de prosperidad, se agrupan ahora los desempleados, los perdedores del sueño burbujeante de un país que exhibe las «pústulas», las cicatrices en la piel de la ciudad, el despertar brutal del delirio de la construcción: «Hoy, sin embargo, / en torno de las obras escasísimas / –las aceras levantadas como pústulas, / los solares abiertos, los montones de tierra–, / matan el tiempo los desempleados, / parados para no abrir mucho el apetito / de vuelta a casa –si la tienen–. / La envidia excava así sus ojos jóvenes / y miran como a un Rolls, / o un último modelo de descapotable, / oxidada y temblor, la hormigonera». Las figuras de los padres también son importantes en el libro. En «Presencias» aparece la evocación de la madre: «No los años –ya tantos– que me faltan, / sino los nueve meses / que fuimos uno ». En el espléndido poema final, «Casa de cambio», un hijo recuerda al padre, su herencia de amor y esfuerzo, y le envía, «de esta región remota (no Manhattan, / el país de los muertos que quisimos / y esa esquina de su alma con la nuestra)», el regalo de «la luz / revoloteante, anaranjada» de unas mariposas contempladas en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Al acabar el libro, nos damos cuenta de que este destello, este parpadeo de luz, aletea en cada poema, lo ilumina por dentro.

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¿Por qué hay poemas y no más bien nada? de Ángel Cerviño: reseña de Agustín Calvo Galán

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Aires metapoéticos Agustín Calvo Galán

¿Por qué hay poemas y no más bien nada? Ángel Cerviño Amargord: Madrid, 2013 141 págs.

nAsí como la música y el teatro son artes que precisan de intérpretes para poder ser disfrutadas por el público, en la pintura o la poesía la exposición directa a la obra, sin intermediarios, impone una comunicación unidireccional que fluye entre autor y espectador o lector. Sin embargo, el planteamiento del gallego Ángel Cerviño en su último libro, ¿Por qué hay poemas y no más bien nada?, es acercar la idea de autor a la de actor y, por tanto, la de interpretación a la de creación, vinculando la obra literaria a su recepción y abriéndola a cuestiones más complejas y contradictorias como la fragilidad del oficio de poeta frente a la grandilocuencia del oficiante de la poesía. Así, nos invita a perdernos en este libro en forma de pregunta, de cuestionamiento con tres partes, aparentemente, muy diferenciadas. En la primera, titulada «Nordés» (viento frío del norte, en Galicia), el poeta realiza un ejercicio de equilibrios y elabora los poemas desde la contraposición de frases, no para que se estorben entre ellas ni para crear extrañezas, sino en busca de una expresividad de contrastes. Aquí ya surgen las paradojas de la dualidad autor-lector sobre las que se va construyendo el libro: «escribir a tientas / para leer a ciegas» (pág.18). En la segunda parte, «Bura» (viento continental, en Croacia), el poeta continúa su reflexión sobre la escritura, la autoría del texto y su recepción, y va borrando el binomio autor-lector al unir sus voces, adelantándose al lector, pensando su lectura y sus posibles interpretaciones: «El poema vampiriza al lector» (pág. 64), a veces en forma de conversación entre un lector que cuestiona y un autor que responde sin tapujos, haciendo evidentes sus pretensiones y asumiendo la polisemia de los personajes-actores como campo abonado para la creatividad literaria. La tercera parte, «Metelmi» (viento de las islas del Egeo, en Grecia) resulta ser un largo monólogo interior, torrencial y reflexivo, en el que lo discursivo se va interrumpiendo a

cada paso y se va reinventando; y, tal como sucede de manera inconsciente, va realizando conexiones a veces inesperadas. Aquí el autor vierte temas que van desde la identidad personal a los intangibles y más propiamente poéticos: «para el caso que nos ocupa casi todo lo que se puede argumentar resulta irrelevante» (pág. 92). De nuevo las referencias al lenguaje literario van haciendo aflorar posibilidades imaginativas, como convertir al autor en enfermo y al lector en terapeuta o, también, al autor en interrogado y al lector en detective. En este sentido, las alusiones al cine y al teatro hacen del libro el escenario ideal para una reflexión fructífera sobre la vulnerabilidad de lo llamado poético: desde la escritura misma a la aceptación final de la obra, pasando por el enmascaramiento de los intervinientes en el proceso comunicativo. En el transcurso de las tres partes, Ángel Cerviño deshace las formas poéticas convencionales, cuestionándolas de manera implícita, para rehacerlas como texto seguido en el que los versos se dividen con una barra (como ocurre cuando queremos citar versos dentro de otro texto) y, por tanto, los poemas acaban teniendo apariencia de prosas. Se juega, asimismo, con la letra cursiva y con los pies de página o las citas para enfatizar el pulso reformador y construir un discurso con nuevos referentes, cuestionando toda estandarización. A pesar de las vanguardias, a pesar de los mil intentos por reinventarse, la poesía sigue estando llena de lugares comunes, ejemplarizados en una serie de dualidades, como fondo y forma, silencio y voz, texto y grafismo, autor y lector. Ángel Cerviño propone, por el contrario, un discurso metapoético en el que se superan dichas dobleces y se devuelve al lenguaje el protagonismo de la vinculación humana. Los tres vientos, las tres partes de este libro se interrogan sobre la naturaleza misma de la creación poética y su razón de ser, e interpelan y sacuden a los lectores habituados a la calma mortecina de los convencionalismos.

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El pianista

Entrevista a Fernando Martínez y Mónica Sempere, de la librería Diarium

Entrevista a Fernando Martínez y Mónica Sempere Librería Diarium (Barberà del Vallès, Barcelona) Por Ginés S. Cutillas

¿Por qué Diarium? Mónica llevaba tiempo jugando con la idea de montar una librería especializada. La actividad principal de Studi9.net es el diseño gráfico y la ilustración editorial, pero al trasladarnos al local de la Vía Sant Oleguer de Barberà del Vallès vimos la oportunidad de poner en marcha una Microlibrería especializada en microrrelatos y libros ilustrados. En julio de 2013 Diarium nacía para despertar al sueño.

mañana. El microrrelato es un desconocido para el 90% de nuestros clientes. Por eso hemos creado un club de lectura del género dirigido por Miguelángel Flores, se reúne el tercer jueves de cada mes. También tenemos un kiosco con prensa diaria, revistas de gran tirada y otras más selectas como Quimera. La gente entra a por el diario y nos pregunta qué es eso del microrrelato, primera semilla sembrada. El resto son lectores habituales de microficción.

¿Qué tipo de clientes os visitan? Los mejores, claro [risas]. Estamos en el pequeño gran barrio de La Romànica. Sabemos que una librería especializada en microrrelatos no será un negocio de la noche a la

¿Cómo influye el estar en una ciudad pequeña? La verdad, estamos muy a gusto. Apenas cuatro meses de vida y ya conocemos a casi todos nuestros vecinos. De todas formas estamos junto a Sabadell

y a sólo veinte minutos de Barcelona. Creemos que el lector especializado vendrá a Diarium porque nuestra oferta es única. Además, abrimos también el domingo por la mañana. ¿Cuál es el valor añadido de Diarium? Queremos hacernos con la mayoría de libros de microrrelatos publicados y con una selección óptima de libros ilustrados. Creo que Diarium es de los pocos lugares donde los clientes pueden tocar, oler y ojear estos libros. Decidir cuál comprar en vivo y en directo, sin encargarlo a ciegas en su librería habitual o a través de Internet. No somos una librería convencional, no sólo por el fondo, que también, sino por nuestro abanico de actividades culturales.

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Entrevista a Fernando Martínez y Mónica Sempere, de la librería Diarium

¿Qué tipo de actividades programáis? Dentro de la librería tenemos EspaiDiarium, un espacio destinado a presentaciones de libros, exposiciones, talleres e incluso microconciertos. Ya he hablado del club de lectura, cada mes acogeremos una exposición (fotografía, ilustración, pintura…). Yo mismo coordino un taller de cómic todos los jueves y en enero dará inicio un taller de fotografía y uno de narrativa breve a cargo de Xavier Blanco. Además publicamos un blog muy recomendable donde se pueden leer autoreseñas de libros que tenemos en la tienda escritas por los propios autores: http://diariumbarbera.blogspot.com.es/ ¿Competencia? Internet, sin duda. Conseguir que

las distribuidoras suministren libros de editoriales pequeñas es una tarea compleja. Muchos editores tienen dificultades para que acepten su catálogo. A veces comprar online es la única solución. ¿Qué gente interesante ha pasado por Diarium? Son tantos en tan poco tiempo… El grupo de rock catalán Prunes of Ver nos ofreció el último concierto de su gira en acústico; las exposiciones de la ilustradora Martuka y del fotógrafo Juan Muñoz; y además las visitas de la familia del microrrelato: Jesus Esnaola, David Vivancos, Pedro Herrero, Purificación Menaya (que vino desde Zaragoza), Susana Camps, Xesc López, Xavier Blanco, Migue-

El pianista

lángel Flores… Seguro que nos dejamos alguno. ¿Qué tipo de relación tenéis con la biblioteca Esteve Paluzie, situada también en Barberà y especializada en microrrelato? Sin La Microbiblioteca no existiría Diarium, o sería difer-ente. Aglutinar en la misma población una biblioteca pública y una librería con fondo especializado en narrativa breve es algo que convertirá a Barberà en Capital Mundial del Microrrelato, o casi [risas]. Estamos en contacto con la biblioteca para coordinar actividades. ¿Que vosotros seáis escritores de micros tiene algo que ver? Tú dirás. ¿O es una pregunta retórica?

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El apuntador

Luisa Gutiérrez Ruiz. Pasen y lean

Pasen y lean Luisa Gutiérrez Ruiz

nEn un inmenso número de lenguas, al teléfono se le denomina con una palabra que permite al lego deducir intuitivamente su significado: telephone, telefon, telefonkészülék, telepono... En finés es puhelin (puhe, habla, -in, sufijo para aparatos o instrumentos). Éste pequeño ejemplo refleja bien que el finés es un idioma sintético (el castellano es analítico), característica que brinda amplias posibilidades a la creatividad lingüística. El hablante, el escritor, puede inventar palabras, incluso sobre la marcha, que se comprenden, aunque no se hallen en el diccionario. Al crear se persigue incluir matices, algo muy peculiar del finés: la idea de chirriar o crujir se expresa con múltiples verbos, según si el sonido que se escucha es metálico, sordo, el propio de la madera, el de los pasos, el de pasos con tacones... El lector u oyente puede imaginarse ese mundo inventado con palabras. En castellano, esos matices, esa descriptividad, se suele plasmar con adjetivos o adverbios. Una vez empleé un verbo inventado, jijitear, para describir un modo de reír, infantil y nervioso, pero el editor me dijo: «No vale, no está en el diccionario». Otra de las particularidades del finés que influyen a la hora de traducir es que en el lenguaje escrito se refleja lo que en castellano se transmitiría a través de la entonación o del lenguaje no verbal. Existen ciertas partículas que indican el tono, que algo se subraya o que los interlocutores comparten determinada información... Sinä lupasit significa prometiste, es neutral, pero si le añadimos -hän, es decir, sinähän lupasit, se indica que el hablante le está diciendo al oyente que recuerda perfectamente que éste hizo una promesa y que seguramente también él se acuerde. Es ese «prometiste» que se pronuncia mirando significativamente a los ojos del otro, asintiendo leve y repetidamente con la cabeza, levantando el dedo... ¿Cómo reflejar eso en papel?

La naturaleza finlandesa constituye un reto para el traductor. El vocabulario que describe el paisaje es cotidiano, está presente en las redacciones de los escolares de primaria. Para describir un bosque, existen numerosos términos: si el bosque es grande o pequeño, si está inhabitado, si está densamente poblado, si cubre una montaña, si se encuentra alejado, si se levanta sobre turberas y éstas son de una manera u otra... Sin embargo, una de las palabras más difíciles de traducir es piha, curiosamente una de las más cotidianas. Así se denomina al espacio con o sin plantas, delimitado o sin vallar, situado delante o detrás de una casa, de un edificio o de un bloque de viviendas. Para encontrar la palabra correcta en castellano hay que ver el lugar, emplear los ojos. A veces piha puede referirse a un patio, otra a una explanada, a un corral, a un jardín, a la calle, o simplemente indicar que algo está afuera. Al hablar de una persona, en finés no se sabe si se trata de una mujer o de un hombre, a no ser que se explicite. Esa ausencia de género constituye una de las causas por las que se considera que Finlandia es un país tan igualitario, pero ocasiona preguntas que rayan en lo absurdo. Quien sirve el café en la página 308, ¿es un camarero o una camarera? Nosotros vemos el mundo en masculino y femenino. Los escritores abren los ojos como platos cuando el traductor les pregunta su opinión. Y no es para menos. Parafraseando al tradicional director de circo: «Señoras y señores, acérquense al maravilloso mundo de la literatura finlandesa. Pasen y lean. Pasen y lean».

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Luisa Gutiérrez Ruiz es traductora de literatura finlandesa. Ha traducido a Sofi Oksanen, Rosa Liksom o Riikka Pulkkinen, entre otros, y su traducción de obras de teatro para niños y jóvenes recibió en 2011 el premio María Martínez Sierra a la mejor traducción teatral.

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Hijo, ve a la cama que viene la cultura. Juan Carlos Márquez

Troles nDe todo cuanto bulle en los blogs de reseñas de libros, lo que más atrae

ción de las descalificaciones personales a escritores noveles o mi atención es la figura del trol. Se trata de un interés antropo- con ventas moderadas, porque habría que ser muy inmaduro lógico, dirigido a comprender cuáles son sus verdaderas moti- para envidiar a un tipo que tras escribir durante dos años un vaciones, pues los contenidos (un aglomerado de opiniones, libro vende quinientos ejemplares y se lleva cuatrocientos eureproches más o menos risibles, medias mentiras, medias ver- ros netos. Tampoco me parece que el mero hecho de publicar dades e insultos) son más bien pobres, propios en su mayoría pueda ser «envidiable», porque nunca han existido tantas fade inteligencias famélicas. A los detractores de los troles, a me- cilidades como hoy para publicar. No puede ser envidia. Me nudo lo que les resulta más irritante de ellos es el anonimato. niego a creer que sea envidia. Tiene que ser algo peor. Yo me No es mi caso. Yo creo que el anonimato es, si no inocente, inclino por el odio. Un odio que nace de que yo merezco más al menos no culpable. Una nota sin rúbrica lo mismo puede que tú ese poquito que tú has conseguido. Un odio a menudo traernos noticias de la pasión secreta de una compañera de cercano, cuya procedencia puede olerse. Si el roce hace el catrabajo o una vecina que anunciarnos un seriño, con la misma o mayor intensidad habrá cuestro o el comienzo de una extorsión. Tan de contribuir al odio. Puede haber muchas anónima es la firma de El lazarillo de Tormes razones para odiar, a mí se me ocurren algucomo anónimas fueron muchas denuncias a nas. Son ridículas, pero es que este modelo la Santa Inquisición o lo son algunas donade odio o manía persecutoria es ridículo. ciones económicas y el sexo en los cuartos 1. Porque tú ganaste ese premio al que yo oscuros. Ahora bien, no hay que ser histotambién me presenté. riador ni un taquígrafo de la realidad para 2. Porque en esa editorial donde tú publicas saber que, más que con la denuncia de las rechazan mis manuscritos. injusticias o la expresión artística, el uso ha3. Porque yo también quería esa beca o ese bitual del anonimato se relaciona con la popuesto en ese organismo. sibilidad de hacer daño a los demás sin expo4. Porque tengo que publicar mis libros en nerse. Considero, por otra parte, que sólo se editoriales fantasma sin distribución ni le puede reprochar el anonimato, en cuanto presencia o autoeditarme cuando objetivagesto de cobardía, a quien es protagonista o mente soy mejor escritor que tú. participa de forma activa del ejercicio de la 5. Porque cada vez que veo tu foto y tu libro actividad juzgada, en este caso literaria. Si no en un periódico o en un blog me hierve se cumple esa variable, anónimo y desconocido la sangre porque ahí deberíamos estar mi Juan Carlos Márquez son palabras sinónimas. Lo mismo da Paco libro y yo. Pérez López o sumo sacerdote de la lectura 6. Porque yo hablé bien de tu libro y cuando que anónimo de las 16.15 h. Obviaré los comentarios de los te envié el mío (sin que me lo pidieras) tú troles sobre los libros (esa enumeración pedante y cansina no dijiste nada en Facebook ni lo reseñaste. de recomendaciones de libros y escritores canónicos mejores 7. Porque tú te mueves muy bien en el mundillo, que yo te veo que el reseñado), que me importan por lo general medio pien todas las presentaciones de libros. miento, para centrarme en los que suelen aparecer sobre los 8. Porque tú perteneces al grupo ese de escritores, esa secta, y escritores, pero no sobre los escritores de éxito, superventas, a mí nunca me citáis en las entrevistas ni me dais bola. o los de prestigio, sino sobre los escritores que empiezan o 9. Porque tú estás todo el día en Facebook y la gente te pone han publicado unos cuantos libros en editoriales pequeñas o más «me gusta» que a mí y además no sé cuándo escribes. medianas. Es fundamental eliminar a los escritores de éxito de 10. Porque no me has llamado para la antología X ni me has ventas y de prestigio porque aquí la motivación parece clara: mencionado en la lista Y de mejores lecturas del año. la envidia y/o la denuncia pública de lo que se considera un 11. Porque tengo miedo de las posibilidades remotas de que fraude. Sin embargo, no creo que la envidia sea la justificatengas éxito.

HIJO, Ve A LA CAMA QUE VIENE LA CULTURA

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El tercer acto

Circo de pulgas. Julia Otxoa

El escarmiento

nEscribo este pequeño texto en día de difuntos, en este primero de noviembre en el que en muchas lápidas cuelga siniestro el cartel que recuerda a las familias que los gastos del entierro están todavía por pagar. Tal vez por eso este año los cementerios han estado muy poco concurridos. Ni la muerte se salva de la crisis. Y si de muertos hablamos, tampoco hay flores en tiempo de tiniebla para esos ciento cincuenta mil esqueletos anónimos pertenecientes al bando republicano de la Guerra Civil repartidos por toda la geografía española. Cartografía de la vergüenza. Víctimas fuera de registro en las cunetas, bajo los sembrados y los edificios. Ocultados osarios, pura nada para los cómplices del olvido. La casualidad ha hecho que precisamente hoy traiga hasta la atención del lector El escarmiento, del escritor navarro Miguel Sánchez–Ostiz (Pamplona, 1950), publicado en la editorial Pamiela. Autor JULIA de una extensa trayectoria literaria, con novela, poesía y ensayo, relata en esta apasionada crónica lo que sucedió en Navarra durante la Guerra Civil. Allí no hubo frente, sólo matanza. No es un libro al uso más sobre los desastres de la guerra, sino una obra que, como su propio autor indica, está rescatada de las historias orales contadas con miedo entre los vencidos, o encontradas en la penumbra de librerías de viejo, bibliotecas y archivos. Pero sobre todo sus páginas conmueven porque el relato se hace a través de una excelente escritura que a veces recuerda lejanamente a Baroja en la exacta descripción de ambientes y personajes, en el escepticismo sobre la condición humana, en la ironía. Sus estilos, sin embargo, son muy distintos. En El escarmiento las palabras se arriesgan y

arden como tinta arrebatada, dibujando los pormenores del fanatismo y la cobardía, la sangría de las víctimas. Su lenguaje parece crecer sobre un volcán, se transparenta el poeta en estas negras estampas goyescas de una Navarra tomada por el miedo y la delación, por el fascio de requetés y falangistas, por las sotanas cómplices en la celebración de la caza del rojo. Entre marzo y julio de 1936, el general Mola, director de la barbarie, diseñó desde la Capitanía de Pamplona la sublevación militar, de forma cruel y minuciosa, sobre un territorio, el navarro, que fue desde el primer momento zona liberada de cualquier vestigio republicano. La hemeroteca del Diario de Navarra da cuenta de su famoso bando del 19 de julio de 1936: «Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta […]. El restablecimiento del principio de autoridad exige inexcusablemente que los castigos sean ejemplares, por la seriedad con que se impondrán y la rapidez con que se llevarán a cabo, sin titubeos ni vacilaciones...». OTXOA La trama, la dinámica trepidante de los personajes que circulan en todas direcciones por sus páginas, en breves capítulos, la rica documentación, hacen imposible el abandono, su lectura atrapa inevitablemente desde un comienzo. Miguel Sánchez-Ostiz confiesa haber quedado seriamente tocado en la línea de flotación por cuanto relata el libro, por asistir como narrador al horror del que puede ser capaz el ser humano. Pese a todo, a El escarmiento seguirá en breve una segunda parte titulada El Botín. Esperaremos su publicación con interés.

CIRCO DE PULGAS

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Palabra perdidiza. Rolando Sánchez Mejías

El tercer acto

Prosiguiendo el hilo… nProsiguiendo

el hilo, tantas veces interruptus, de mis pobres aseveraciones. Bastante tenemos con deslizarnos en el desfiladepensamientos, ha llegado la hora de la confesión. Cuando ro de la credulidad y la incredulidad como para reparar en frases vivo, y cuando escribo, finjo en parte que vivo y que escribo. largas como la anterior y simétricas como la presente que aunque Y espero, llegada la hora de la muerte, que finja con pronti- aspiran a la verdad destilan el dulce perfume del sofisma. tud, y sin acritud, mi arte de morir. Vosotros, seres humanos, que en nombre de la especie cada A este paso, ya os confundo a vosotros conmigo, y eso no día tienen que reestablecer el tejido que los compenetra con la está bien. Respeto vuestras vidas y vuestra muerte, y mi arte de realidad, o sujetarse de los escasos hilos que los atan con la realifingimiento no tiene por qué ser semejante al vuestro, aun- dad, ya tienen suficiente trabajo o van vagando en su no sé qué, que seamos uno, en la especie. Nunca lo convenientemente y no merecen mis molestias, y comprendería –yo lo haría– que concebida, pero especie. Y no siempre la especie –humana– abandonasen, unánime o individualmente, la presente lectura, tiende a su destrucción, también tiende a su perfección. La y se dedicaran a menesteres más gratos de supervivencia. entropía, que es una de las formas en que se actualiza Dios Os comprendo. Sé las dificultades para pasar del Mundo –Deus Absconditus–, es destrucción y perfección. A al Mundo C, pasando por el Mundo B. Mucho más trePido que me crean que no soy un repremendamente saltándose el Mundo B. Tales sentante de la especie enteramente falso, es estrategias han costado a la especie no escadecir, un falsario, un peso falso. Soy bípedo, y sas sorpresas, cuyo desarrollo, o progresivo algo erectus, y el esfuerzo que hago para fingir y deterioro, no ha escatimado las abruptas sono fingir que estoy escribiendo para vosotros, luciones de continuidad. y no sólo para mí, habla de mi honestidad, En el Mundo B no existen las guerras, ni el conseguida a golpe de milenios. Incluso si Plamás mínimo atisbo de violencia, cuestión que tón me embreara de plumas, no tendría forincompletaría la naturaleza humana. Tampoco zosamente que comportarme como un pollo. existen los sombreros, en el Mundo B, y eso Hablaría: «No soy un bípedo con plumas». Y afecta profundamente no sólo a la cultura de la ahorraría la asistencia de Diógenes con su gaespecie, sino al status ontológico de los sombrello desplumado burlándose de Platón. ros, y por qué no, de nuestras propias cabezas. Debo postular, también, que «la decaAhora ha llegado la hora de rematar mi dencia de la mentira» no es exactamente confesión. Con total modestia, metafísica y la decadencia de la verdad. Ser auténticos gramatical, debo declarar que soy un golpe de es propósito de la especie, y la autenticidad efecto de la especie. No un faux pas de la espeRolando Sánchez Mejías cie, pues en tanto relativo, soy tan absoluto requiere de la apariencia y la apariencia es una suspensión de la duda entre la verdad y como ustedes. Mis afectos, mis querencias, la mentira, y esta última, también sustento de la especie en mis carencias, las comparto con vosotros –tanto en el Mundo nombre de la supervivencia. A como en el Mundo C–. Pero debo seguir confesando –y –«¿Qué estás escribiendo, o fingiendo que escribes, para ahora asoman lágrimas en mis ojos– que no ocurre así en el tus improbables lectores, que brillan ahora por su ausen- Mundo B, donde soy la imposibilidad misma de la especie. cia?», me dice con sus ojos verdemente bellos y acusadores No estoy jugando con las palabras ni mucho menos con la gata que ahora me mira. vosotros y vuestras pasiones o desazones luminosas y oscuras. –«Tú, a tu caza de ratones, que bastante finges que los cazas, Me merecen todo el respeto, con sombrero o sin sombrero. incluso cuando brillan por su ausencia. Tu especie no es tan Os amo desde mi soledad en el Mundo B, pero juro que en distinta a la mía. Mi especie también ha cazado y comido rato- pocos segundos me reuniré con vosotros, humanos. nes. Vuelve a tu mundo, a tu umwelt, donde ni siquiera existe la Aunque sé que ya sé que no me están leyendo o desleyencirculación del dinero ni la circulación de las palabras». do en nombre de la especie o en nombre de la nada, y que yo Participo de la creencia de que el mundo existe porque yo simulo y no simulo que escribo en nombre de la especie, sin existo y que desaparecerá cuando yo deje de existir pero a los embargo, tú y yo, aquí, y ahora. demás –y con justa razón– no ha de interesarles tal género de En esta frase te estoy esperando.

PALABRA PERDIDIZA

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