Escrito

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BENEMÉRITA ESCUELA NORMAL “MANUEL ÁVILA CAMACHO”

LICENCIATURA EN EDUCACIÓN PREESCOLAR

ASIGNATURA:

EL NIÑO COMO SUJETO SOCIAL COMPOSICIÓN

SEXTO SEMESTRE

MAESTRA: ANA MARÍA FRAUSTO DE LA TORRE QUE PRESENTA:

“RAFAEL ALEJANDRO ZAVALA CARRILLO

ZACATECAS, ZAC, 28 DE ABRIL DEL 2016


La leyenda perdida del Jardín de niños Tenamaztle Todo comenzó un once de abril cuando un joven maestro; con estatura de 1.83 cm, cuerpo atlético, y corte a la moda. Arribó a una pequeña colonia localizada en Guadalupe, Zacatecas. El profe, como era conocido por los más celebres eruditos de su barrio, imaginaba a ese lugar como una caja sorpresa; lleno de alegría, risas, encanto, dulzura e inigualables sorpresas. Mientras transcurría su viaje en la ruta, su imaginación se expandía como el globo que infla un infante en el parque. Minutos más tarde, y según doña Roxen, el profe gritó -¡Ah, qué bueno sabe mi arrocito con leche!-, que se convirtieron en las últimas palabras que se escucharon de éste antes de que su vida cambiara….¡ para siempre!. -Pasajeros con destino a la colonia del misterio cuentan con dos minutos para desalojar la micro, repito pasajeros con este destino cuentan con dos minutos para desalojar- dijo entusiasmado don Carmelo, chofer del camión. –¿Del misterio?exclamó asustado el profe. –Ya, bájese, que estar aquí me da escalofríos- gritó don Carmelo. Apresurado y temeroso el profe comenzó a descender lentamente. Pero sólo pasaron diez segundos, y al ver lo que le esperaba derramó su arrocito con leche de la abuelita. Con una voz quebrantada dijo –esto es tal y como me lo habían comentado-.Al apartarse el camión de su mirar, el profe vio detenidamente el jardín de niños al que iba ir a practicar. Todo era diferente a lo que había imaginado, por lo que por un instante se quedó sin aire. Y armándose de valor exclamó a los cuatro vientos –Soy educador, soy de la BENMAC y soy fresnillense de corazón-. Así, corrió tembloroso por la calle y se colocó en la puerta del jardín. Espero, espero y espero; y al no ver respuesta, utilizó sus musculosos brazos para abrir de par a par esa pequeña reja metal. Primero se asomó, y enseguida metió un pie y luego el otro pie. Al no ver a nadie, comenzó a tararear –señor conserje, señor conserje, dónde está-. Pero por más que se esforzaba no recibía respuesta alguna, por lo que en puntitas se dirigió al


salón asignado; ese espacio se caracterizaba por tener altas temperaturas pero también por la penumbra que se percibía. Aproximadamente, eran las ocho horas con cuarenta minutos, y el profe se encontraba acomodando sus cosas para recibir a aquellas sombras; que la señora Sánchez le decía diariamente. Pasaron algunos minutos, y lo único que se escuchaba eran los latidos del corazón de aquel pequeño joven profesor. Pero de pronto… un gran ruido lo hizo voltear a la puerta del salón. Estremecido, y con nervios, miró fijamente a las veintidós sombras que estaban paradas frente a él. El latido de su pequeño corazón se aceleró, por lo que no pudo decir nada al instante. De esas sombras ostentadas en la puerta se produjo un sonido escalofriante, y luego de ello se escuchó lo siguiente: -Maestro Rafa, podemos pasar- Con angustia y temor, lo que hizo éste fue acomodarlos uno por uno. Mientras lo hacía evitó mirar sus pequeños ojos rojos. Todos ellos eran diferentes entre sí, y cualquier cosa que

hacía o decía los alteraba y… transformaba.

Provocando que el profe tuviera miedo de acercarse; ya que pensaba que iban a devorar lentamente cada parte de su cuerpo escultural. Alrededor de seis horas éste estuvo frente a ese grupo. Pero tanto

las

investigaciones realizadas como pruebas recabadas, y sobre todo a partir de charla compartida de doña Ortega, señalan que el profe en ese lugar estuvo cerca de dos semanas. Allí, y según lo que la gente cuenta, la experiencia que vivió el maestro fue espeluznante y aterrorizadora. Entre lo descubierto podemos encontrar los siete rasgos atemorizantes para el profe. Número uno, el duendecillo inquieto e intimidante del aula; número dos, las sombras socializadoras; número tres, el monstruo distractor del exterior; número cuatro, el libro silencioso pero comunicativo; número cinco, las piedras vs. las tijeras en el aula; número seis, la risa macabra; y número siente, el descontrol propio de la esencia. Ello produjo que el aula ardiera, y esas sombras lentamente se convirtieran en llamas que produjeron quemaduras al profe. De inmediato, se escuchó del interior


de la llamaradas –qué vengan los bomberos que me estoy quemando, qué vengan los bomberos…-. Y sólo bastó un minuto para que llegaran bomberos, policías, soldados y tránsitos al rescate del profe. Eran más de cinco mil personas en contra de aquellas sombras con flamas, pero nada los podía parar. Parecía que por más que se les combatía más se resistían. De pronto, surgió un resplandor blanco que sosegó a todos los presentes en esa aula del terror. De esa luz surgió una mujer que poseía una barita en una de sus tres manos, y de forma instantánea lanzó cinco poderes, los cuales eran: número uno, paciencia; número dos, diálogo; número tres, respeto; número cuatro, empatía; y número cinco, apertura. Minutos más tarde, se respiró la calma en el aula. Las sombras, los policías, los bomberos, etc., habían desaparecido. Y en el aula sólo estaba el docente y la mujer, pero de pronto comenzaron a surgir niñas y niños de carne y hueso de los fragmentos que quedaron de las sombras flamantes. Pero no sólo dejaron de existir las sombras, sino que la zona en la que estaba el jardín se convirtió en un paraíso….tal y cómo lo había soñado el profe. ¡Ya no había casas obscuras ni destruidas!, sino que había hogares llenos de alegría, tranquilidad y paz. La mujer se elevó al cielo, y mientras lo hacía dejaba a su paso alegrías y confetis. Mientras pasaba ello, el profe disfrutaba de un rico festín en compañía de sus alumnos. De pronto abrió sus ojos, observó a su alrededor, y no vio nada de lo que estaba viviendo. Por lo que comprendió que sólo se trataba de un sueño más. Minutos más tarde, y a punto de arreglarse para irse a la escuela, escuchó el timbre de la puerta. Se dirigió lentamente a ésta, y al salir observó a veintidós sombras blancas que lo incitaban a ir al camión de un señor que llamaba Don Carmelo. Desde ese entonces, y cada once de abril, se puede observar el camión que viaja a toda velocidad en busca de los profes.


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