BENEMÉRITA ESCUELA NORMAL “MANUEL ÁVILA CAMACHO”
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN PREESCOLAR
ASIGNATURA: TEORÍA PEDAGÓGICA
CUARTO SEMESTRE
El educador nato
QUE PRESENTA: “RAFAEL ALEJANDRO ZAVALA CARRILLO”
MAESTRA: Tehua Xóchitl Muñoz Carrillo
ZACATECAS, ZAC., FEBRERO DE 2015
Educador Nato. Rafael Alejandro Eduard Spranger
A partir del título del libro, considero que la lectura trata básicamente sobre los aspectos que debe poseer un buen profesor, pero no cualquier sino aquel que tiene una vocación natural en relación a dicha profesión. Así se mencionarán los puntos referidos a las características y cualidades, en donde a través de esto permitirá comprender el motivo e interés que lo llevan a seguir aprendiendo tanto de los alumnos como de sí mismo. Por lo que un profesor nato es aquel que desde los primeros momentos tiene el deseo de contribuir a la formación de otros individuos, es decir, el interés de poder transformar corazón y rostro para que sean sujetos con principios, actitudes y saberes que les permitan ser. III. En el laberinto de las comunidades -
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La educación ética implica formación de la voluntad, interviene en el desarrollo de las energías interiores. La instrucción forma para la objetividad, es decir, para la captación no prevenida de presupuestos de hechos. El influir moralmente sólo puede darse en el clima del contacto vivo entre hombres. El educador nato siente íntimamente que la educación ética no puede lograrse con la mera instrucción. La instrucción ha de contribuir a la educación. La educación es concebible únicamente dentro de la comunidad humana y por medio de las fuerzas de la comunidad humana. El encuentro con individuos puede ser de estelar importancia para la formación del propio ser. La educación es siempre la obra de un querer consciente. Los factores ambientales también ejercen su influencia sobre el educando No basta que sencillamente exista una comunidad, en la cual y para la cual se educa., lo que interesa son los contenidos éticos en relación a los cuales la comunidad actúa. La influencia formadora no puede quedar abandonada nunca a sí misma, como algo que “funciona” bien y con seguridad. Siempre ha de haber una personalidad que seleccione y dirija los efectos. La escuela debería revelarse del modo más puro el espíritu pedagógico. El objeto del maestro siempre es crear un clima bienhechor, pues siempre tiende a que a través de él se crezca interiormente. La familia no debe ser desposeída de sus derechos. Al contrario, es un arte pedagógico especial el tejer hilos entre familia y escuela.
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El verdadero influir en almas jóvenes pertenece el contagium, un algo que toca, y aún enciende; el verdadero educador es, a su modo, un mago y un hechicero. La tarea específica de la institución se impone con tanta fuerza, que uno la palpa, la ve y la oye incesantemente. Es posiblemente cometer el error de creer que constantemente deba notarse en el educador nato lo que hace. De que incesantemente intervenga regulando; de que deambule como ejemplo, y la excelencia, para la cual debe educar, brille en él. Lo inadvertido de su acción hacen al educador perfecto y la convivencia pedagógica no es sino una coexistencia de seres maduros y de los que están creciendo, por la cual se logran valiosos resultados. El educador necesita de cualidades, que no se basan en la intelección y que por lo tanto no pueden ser ni enseñadas ni aprendidas. Ante todo es necesaria una constante autodisciplina. Lo más bello es que este capital nunca se ahora, a no ser con el completo agotamiento de las propias fuerzas físicas. Algunos poseen este don desde el primer momento. Quien no lo tiene puede ser un hombre muy honorable, pero para ser verdadero educador le falta algo esencial. El mantener el orden tampoco se puede aprender. Más bien es necesario revisar cuidadosamente la propia interioridad. Son decisivas las cualidades específicas que permiten imponerse a la juventud en sus diferentes etapas. El verdadero formador de hombres siempre se inclinará a llevar con espíritu pedagógico las comunidades de vida no educativas y a despedagogizar las de decidida orientación pedagógica. Cuanto más se mueve el educador como hombre pleno, maduro, entre los que están a su cargo, tanto más libremente se irradiará en su círculo lo humano que es fin último. No se puede educar inmediatamente a una colectividad. Siendo que el individuo tiene alma, es el único portador de todas las objetividades trascendentes. Un poder espiritual supraindividual es la moral. Aparece en dos formas: como orden normativo de la convivenvia reconocido y seguido por los demás y en el cual se expresa cuáles son los valores que comúnmente se afirman. También se encuentra la consciencia personal El verdadero educador se siente custodio de la verdadera moral y la incluye en su responsabilidad. El educador nato ejerce en todos los tiempos una función de vigilancia en el dominio de lo moral
Comentario final: Me pareció interesante lo abordado en la lectura, debido a que el educador nato es aquel que desde el primer momento sabe que está destinado a ejercer la profesión de la educación; pero a pesar de ello, los que no poseen tal vocación pueden llegar a ser honorables. Asimismo, el educador nato tiene conocimientos pedagógicos que “forman” a los individuos con cualidades, en donde debe quedar claro que el docente no es un ejemplo a seguir ni tampoco es una excelencia que irradia luz sino solo un medio que favorece la transformación de los individuos no educados. En donde a la vez, es necesario que desarrolle un papel de mago, en el que toque y encienda, es decir; que a partir del contacto con el sujeto propicie el deseo de aprender. Además es necesario que el docente tenga ciertas características que le permitan desarrollarse de manera significativa, el cual es: la autodisciplina, la cual es referida a aprender aspectos a través de, y con, la práctica que le permitan entender lo que acontece en el aula; orden, con la finalidad de poder comunicarse y atender a todos los sujetos que atiende; además necesita moral. Y por ende crear un ambiente adecuado para despertar el interés del alumno por involucrarse, y por ende aprender lo que se propone.