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BENEMÉRITA ESCUELA NORMAL “MANUEL ÁVILA CAMACHO”

LICENCIATURA EN EDUCACIÓN PREESCOLAR

ASIGNATURA:

PRÁCTICA PROFESIONAL ARTÍCULO SÉPTIMO SEMESTRE

MAESTRA: MARTINA ALVARADO SÁNCHEZ

QUE PRESENTA:

“RAFAEL ALEJANDRO ZAVALA CARRILLO

ZACATECAS, ZAC., ENERO 2017


La reflexión en la práctica docente El pensamiento reflexivo es un proceso que comienza cuando se desea dar frente a un obstáculo que se propicia en un momento y espacio específico. Con el fin de que se comprenda se relevancia en el quehacer docente es menester que se contemple, y de acuerdo con Dewey (2004), dos aspectos (uno ajeno a la reflexión, y otro propio a tal tipo de pensamiento). La primera corresponde a la acción rutinaria, la cual se caracteriza por la costumbre e inercia, en donde se asume la realidad tal y como es sin llegarla a cuestionar. En lo que respecta a la acción reflexiva, segundo aspecto, se hace trascendental que exista un papel activo del sujeto para entender la realidad. Es imprescindible que se presente una mente abierta para que se comprenda cualquier aspecto que se suscite durante o en la acción de determinada práctica. Lo que da pauta para entender que “la reflexión no consiste en una serie de pasos o procedimientos que serán utilizados por los maestros, es más bien una forma holística de atender y responder a los problemas, una forma de ser maestro” (Kenneth, 1996). Es un proceso en el que interviene diversas habilidades que favorecen analizar la realidad con el fin de transformar lo que se hace. Esto “no implica tan sólo una secuencia de ideas, sino una consecuencia, esto es, una ordenación consecuencial en la que cada una de ellas determina la siguiente como su resultado, mientras que cada resultado, a su vez, apunta y remite a las que le precedieron” (Dewey, 2004: 20). Las ideas que se forman, los pensamientos que se ponen en práctica y cada imagen que se construye de la realidad, constituye una fase para ir hacia algo. Además, da pauta para que se visualice al pensamiento reflexivo como un medio para indagar sobre un tópico de interés. La reflexión no descansa en la creencia sino en la evidencia. Lo que permite que se tenga prueba, garante o testigo de lo que se dice o se piensa de algo, tanto específico como general. Motivo por el cual es posible definir al pensamiento como “la operación en la que los hechos presentes sugieren otros hechos (o verdades) de tal modo que induzcan a la creencia en lo que se sugiere sobre la base de la relación


real entre las cosas mismas, relación entre lo que sugiere y lo sugerido” (Dewey, 2004: 27). Al momento en el que el docente efectúa una retrospección de su práctica le coadyuva a dar respuesta a una necesidad emergente. Lo que brinda las bases (iniciativa y deseo) para iniciar un proceso acerca de qué hacer y cómo actuar. Se es necesario que se tome en cuenta los aspectos que en verdad contribuyen al propósito que se tenga, por lo que es imprescindible que se realicen cuestionamientos constantes para una búsqueda continua de solución. De caso contrario propiciara un desconocimiento total, y por ende una actitud negativa hacía lo que se emprende. Todo profesional reflexivo debe de demostrar una serie de habilidades, conocimientos y actitudes para que a partir de la duda e incertidumbre se despierte un interés por investigar el propio quehacer docente. Una actitud necesaria es la mente abierta, la “cual implica tener un deseo activo de escuchar varios puntos de vista, prestar atención a las alternativas y reconocer la posibilidad de estar equivocado incluso en nuestras creencias más arraigadas” (Kenneth, 1996: 3). Lo que coadyuva a valorar las decisiones y acciones, aspectos clave para refutar todo aquello negativo o ajeno a lo que se concibe en, durante y sobre la acción. Referente para entender que las creencias propias, caracterizadas por la subjetividad y a la vez por la objetividad, pueden transcender a una idea perfectible a partir de la confrontación de otros supuestos originados en la intervención docente. Conforme a esto, un sujeto que desarrolla y pone en práctica un pensamiento reflexivo siempre está sometido a constante análisis y valoración tanto propia como del otro. Lo que evita un estado de confort, y ello favorece al debate de debilidades, obstáculos, fortalezas y áreas de oportunidad. “La segunda condición necesaria para la acción reflexiva, según Dewey, es una actitud de responsabilidad que implica considerar con mucha atención las consecuencias de cada acción” (Kenneth, 1996: 3). Es por esto, que es menester que se haga un cuestionamiento de lo que se hace, en ello es imprescindible que exista un análisis profundo del efecto que produce cada acción diseñada o aplicada.


“Para Dewey, la honestidad es la tercera actitud necesaria para la reflexión. Al decir honestidad, Dewey se refería a que la mente abierta y la responsabilidad deben ser los componentes centrales de la vida profesional del maestro reflexivo” (Kenneth, 1996: 4). Para alcanzar esto es importante que se realice, y como se menciona anteriormente, una retrospección. Una característica propia de un sujeto reflexivo es el compromiso, en el que la auto-exigencia favorece a que haya disposición e interés hacia consigo mismo y sobre todo a lo que se hace a favor del otro. De lo anterior es posible reconocer que “la reflexión también puede darse durante la acción. Con frecuencia, los profesionales se acercan de forma reflexiva a la resolución de problemas, esto es, intentan definirlos y resolverlos en el momento en que éstos surgen” (Kenneth, 1996: p. 7). Con base a Perrrenoud (2010), no puede presentarse una acción compleja sin que se reflexione en el proceso. De ahí es imprescindible que exista un cuestionamiento de lo que transcurre, lo que puede pasar, lo que se puede efectuar, lo que se debe hacer, lo que implica la acción a ejecutar, etc. Razones por las que es necesario reconocer que las acciones más exactas se ven influidas constantemente de una acción más general. A la vez, las acciones de gran trascendencia se constituyen a partir de una serie de acciones más específicas. Reflexionar en la acción es hacerlo sobre lo que se suscita, de ahí que la acción se caracteriza por ser efímera. Es por ello que “la acción presente, es decir, el período de tiempo durante el cual nos encontramos en la misma situación, varía considerablemente de un caso a otro y, muy a menudo, deja tiempo para reflexionar sobre lo que estamos haciendo” (Shön, 1996 en Perrenoud, 2010, pp. 31). Con el objetivo de que se desarrolle la reflexión en la acción en el individuo es importante actuar más a fondo en lo que se presenta. Así, la reflexión en la acción se caracteriza por ser vertiginosa, en el que la decisión inmediata toma relevancia a consecuencia de que no hay opinión de otro agente. Es posible que no haya una decisión efectiva al instante, pero se convierte en el medio eficaz para analizar después tal situación. Pero ello puede ser trascendido


al momento en el que hay un entrenamiento del sujeto. Lo que dará como resultado que exista una regulación constante en la acción que favorece a la reflexión sobre la práctica. Es importante considerar que, y al reflexionar desde fuera del impulso de la acción, es posible dar frente o considerar de forma crítica un problema o inquietud. Esto permite que se cuestione racionalmente lo que se hace, lo que involucra de manera directa, el conocimiento que se dispone, la forma en la que se procede con ello, las estrategias y saberes que se tienen, como base para dar solución a una determinada situación. En el que el informar toma relevancia, ya que a partir de ello se pueden reconstruir las creencias, ideas y razonamientos presentes en la acción. Dando pauta para que se observen los puntos débiles o errores que se suscitan, y que llegan a obstruir la consecución de un propósito. Ello es esencial, ya que al momento en el que se tiene inquietud de saber y conocer más sobre lo que sucede la evidencia se convierte en el sustento, pero sobre todo favorece a que haya una refutación constante de la información. Cuando hay un cambio de interés, o la necesidad se transforme, la acción cambia. Es por ello que “llamaremos esquemas de acción a los que, en una acción, se pueden trasponer, generalizar o diferenciar de una situación a la siguiente, dicho de otra forma, lo que hay de común en las diferentes repeticiones o aplicaciones de la misma acción” (Piaget, 1972: p. 23; citado por Perrenound, 2010; p. 37). Lo cual propicia la aparición del término de “habitus”, que hace referencia al conjunto de esquemas que coadyuvan a afrontar situaciones similares a las que se ha vivido, sin embargo, y con el fin de que exista renovación se hace imprescindible la presencia de interés del sujeto para cambiar sus estructuras. Acorde a esto, la reflexión sobre la acción provoca que haya un cambio propio de pensar y en el actuar; que se caracteriza por ser constante a partir de los factores internos (interés y disposición) y externos (condición en la que uno se desenvuelve) que se ven influidos directamente. Lo que propicia que haya vínculos con otros agentes u otras organizaciones. De modo que es necesario tomar en cuenta los motores que incitan a la reflexión. Algunos de ellos, y como se mencionaba, son:


“problemas que hay que resolver, decisión que hay que tomar, regulación del funcionamiento, autoevaluación de la acción, reorganización de sus categorías mentales, deseo de comprender lo que pasa, investigación de sentido, búsqueda de identidad, regulación de las relaciones con otro, rendir cuentas”. (Perrenound, 2010: p.40) Un punto esencial en el pensamiento reflexivo, es que no se llegue a caer en prejuicios o creencias. Debido a que pueden obstaculizar el proceso de mejora a partir de ideas preconcebidas, es decir sin fundamento. Lo que evitaría llegar a la veracidad de un aspecto, y en el caso de la práctica docente impediría entender la realidad. Es posible concluir, que la reflexión es un proceso cognitivo que implica investigación. Y esto es así, ya que se parte de una evidencia a la cual se logra “significar” para entender la realidad en la que se ve inmersa. En la que se ve involucrado la duda y la búsqueda de la verdad. Es de suma importancia que se logren erradicar representaciones que se tienen, y que son definidas como ideas que se forman los sujetos a través del tiempo (Pagés, 1996). Y éste es un punto clave en el proceso de identificación y codificación de la información, debido a que a partir de la idea que se tenga va a ser la manera en la que traduzca, así como se seleccione, lo que se llegue a identificar. De esta manera, toma relevancia la regulación. La cual tiene como función principal diseñar, rediseñar y replantear acciones que contribuyan gradualmente a la consecución de lo que se desea. En suma, la intervención docente favorece el desarrollo y el reforzamiento de las competencias que poseen los alumnos, pero de forma inherente a las del docente. Por lo que un elemento esencial para alcanzar tales propósitos es la observación. La cual permite identificar, conocer y reconocer un determinado aspecto con la finalidad de tomar alguna decisión. Por lo que es considerada como el punto de partida para realizar un análisis crítico de la realidad en la que se desenvuelve. Pero tal habilidad no sólo coadyuva en reconocer aspectos referidos al sujeto, sino que también aquellos relacionados en el contexto institucional, así como social, en el que se encuentra inmersa la institución educativa.


Aunado a lo expuesto, es preciso mencionar que la “reflexión” es parte de un “proceso educativo que se produce a partir de unas intenciones formativas explicitadas con mayor o menor detalle, pero, en todo caso, existentes y desencadenantes de decisiones orientadas a su desarrollo y logro” (Gadino et al; 2001).

La cual sirve como estrategia para erradicar prácticas, metodologías,

técnicas y procesos que se efectúan constantemente. Asimismo, propicia una retroalimentación. Lo que contribuye en que continuamente se esté mejorando para favorecer una construcción y reconstrucción del proceso de enseñanza, y de forma inherente el del aprendizaje. De ahí que “el interés de analizar la práctica desde una perspectiva de secuencia formativa permite ser sistemáticos y rigurosos en el análisis de una realidad tan compleja como es el proceso de enseñanza-aprendizaje” (Gine, 2003). Acorde a ello es necesario que al docente le surja la inquietud de analizar su práctica, debido a que este es el primer paso para realizar la reflexión de lo que hace e implementa en su quehacer cotidiano. En ello el docente debe de estar consciente de que cualquier acción que llegue a implementar va a producir un efecto, ya sea positivo o negativo, en el aula. De esta manera se hace fundamental que se comprenda netamente la realidad en la cual está inmerso. Ya que ello va a propiciar la información de lo que acontece en el aula. Cuando se logra identificar, rectificar y valorar lo que se hace, se tiene la posibilidad de diseñar estrategias que favorezcan a la mejora progresiva, así como a la eliminación de causas que originan problemáticas en el aula.


Bibliografía DOMINGO, À., & Gómez, V. (2014). La práctica reflexiva. Bases, modelos e instrumentos. Madrid: Narcea. 152 pp. ISBN: 978-84-277- 1999-6 ESCUDERO, Juan M. (1997), “La formación y el aprendizaje de la profesión mediante la revisión de la práctica”, en Diseño y desarrollo del curriculum en la educación secundaria, Barcelona, ICE- Horsori (cuadernos de la profesión del profesorado), pp. 157-165. GADINO, A. (2001) Gestionar el conocimiento. Estrategias de enseñanza y aprendizaje. Santa Fé: HomoSapiens GINÉ, N. y Artur. Parcerisa (coords.)(2003) Planificación y análisis de la práctica educativa. Barcelona: Graó PAGÈS, J. (1996): Las representaciones de los estudiantes de maestro sobre las Ciencias Sociales: ¿cuáles son?, ¿cómo aprovecharlas? En: Investigación en la Escuela nº 28. PERRENOUD, P. (2006). Pedagogía diferenciada. De las intenciones a la acción. Madrid: Editorial Popular ___________. (2008) Construir competencias desde la escuela, Santiago: J:C. Sáez

SANTOS, M. A. (1988). Patología general de la evaluación educativa. I n f a n c i a y Aprendizaje 41,143‐158. SEP (2011). Plan de estudios 2011. Educación Básica. México: SEP-Subsecretaría de Educación Básica. Recuperado

de http://basica.sep.gob.mx/dgdc/sitio/pdf/PlanEdu2011.pdf

SMYTH, J. (1991). “Una pedagogía crítica de la práctica en el aula”, en Revista de Educación. VAN MANEN, Max (1991): El tacto en la enseñanza. El significado de la sensibilidad pedagógica. Barcelona. Ed. Paidós, 1998. ZEICHNER, Kenneth M. y Daniel P. Liston (1996), [“Raíces históricas de la enseñanza reflexiva”], “Historical roots of reflective teaching”, en Reflective Teaching. An Introduction, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, pp. 8-18.


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