EDITORIAL
Mujeres en su lucha diaria Por: Rafael Tamayo
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oy en día las mujeres han tomado mayor posesión en el ámbito laboral. Podríamos considerar que desde la segunda guerra mundial las mujeres han tenido que realizar trabajos de fuerza bruta, desde ensamblar vehículos hasta tomar el arma y disparar al ejército contrario. Esta realidad no ha sido igual en otros países, en Latinoamérica por ejemplo las mujeres siempre se les ha dado el cargo de estar en casa, lavar, planchar, cocinar, barrer y cuidar a los niños. Se les da a entender que son el miembro más débil y es por eso que no deben hacer nada. Todo esto cambio, a partir de un 8 marzo, considerado como día internacional de la mujer, día en que la mujer lucha por sus derechos y se vio efectivo. Ahora vemos a mujeres que desempeñan trabajos de administración pero en altos cargos, por ejemplo en la educación siendo rectoras o directoras, o en empresas siendo gerentes. El nombre de la revista es “Sonba Sona” que significa mujer en tsáfiqui. El motivo por el cual consideré poner este nombre, fue para recuperar la parte cultural que tiene la provincia de
Santo Domingo que contiene una pequeña población de aborígenes Colorados, pero no solamente es eso. En cada historia que se refleja en la revista, es una lucha constante contra la vida. Muchas de las mujeres que hemos considerado para esta edición, son personas que la vida les ha preparado un camino de espinas para triunfar. En esta edición hemos abordado el tema de las mujeres en el ámbito laboral y rescatar su esencia feminista, que lucha contra las desigualdades de la sociedad y de las políticas civiles que las discrimina. Nuestras crónicas se basan en entrevistas, pero también en coberturas periodísticas las cuales descubrimos cómo es su diario vivir y que es lo que más les duele en la vida. Aprender de una mujer no significa humillación, todo lo contrario, es saber que un ángel toca tu vida, lo moldea y más aún te abre el camino para triunfar. En la actualidad es todo lo contrario, pero siempre es grato volver al primer amor en donde se descubre que la mujer no te dejará solo. Sonba Sona
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Créditos Revista Sonba Sona (Mujer valiente en Tsáfiki) N° 1, Agosto 2019 Escuela de Comunicación Social Pontificia Universidad Católica del Ecuador Sede Santo Domingo Docentes Tutoras Mg. Martha Luz Forero, Editora Dis. Aide Zumba, Jefe de Diseño Colaboradores: Rafael Tamayo (Autor) Mishell Gaibor Dayana Coloma
Índice Editorial pag. 3 Créditos e Índice
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Mujeres cuidando la educación págs. 5 - 7 Mujeres entre subsistencia y tercera edad págs. 8 - 11 Sin importar el tiempo, encuentra la forma de trabajar págs. 12 - 14 Estefany Diaz, luchadora y valiente págs. 16 - 17 María Montero, el taxismo es su profesión págs. 18 - 19 En esta profesión no hay fechas especiales págs. 20 - 21 Voluntariado Idente, más que una familia págs. 23 - 25 María Suqui, entre el campo y la vida diaria págs. 26 - 28 La Doña de los autos págs. 29 - 31
Foto: Feliz día de la mujer Fuente: Fotosearch
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Crónica
Foto: Sor Marcia (Izq.) Paola Ontoneda (Med.) Marcia Palacios (Der.) Fuente: Rafael Tamayo
MUJERES CUIDANDO LA EDUCACIÓN Por: Rafael Tamayo
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ace 20 años era inimaginable que una Unidad Educativa fuera administrada por una mujer. En ese entonces, las principales autoridades de escuelas y colegios debían ser hombres, en algunos casos provenientes de la carrera militar o religiosa, o simplemente que dominaran el ámbito de la
educación. Hoy en día, las cosas han cambiado y las mujeres lideran la administración educativa. Quise entrar en los detalles de ese mundo de la educación básica. Esa tarde la recuerdo como si hubiera sido ayer. El calor era insoportable, pero tenía que llegar al colegio escogido para indagar sobre el tema. Al llegar al colegio La Providencia vi que la puerta estaba casi cerrada. La abrí y me encontré, coincidencialmente, con la propia rectora. Me presenté, le comenté sobre este proyecto y accedió a la entrevista. Mientras nos dirigíamos al despacho de ella, su perro protector, un french poodle blan-
co salió de la oficina a ladrarme. Sor Marcia lo hizo callar, y yo dejé de preocuparme. Su oficina estaba pintada de azul, había un pequeño altar dedicado a la Virgen María, de forma muy sencilla por supuesto con detalles caseros que resaltaban su devoción. Detrás de su escritorio se encontraban algunos muebles de madera ya apolillados por el tiempo. Algo que me sorprendió fue ver su mesa de trabajo sin exceso de documentos, pero a más de eso su biblia personal estaba colocado a su derecha. Durante la entrevista, Sor Marcia o mejor dicho Mariana Isabel Sonba Sona
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Crónica Obando Díaz, como es su verdadero nombre; me explicó sobre su origen, la obtención de sus títulos académicos y después del cómo llegó a administrar varias escuelas y colegios en Ecuador. Ella me resaltó que su mayor logro ha sido la obtención de su magister a los 69 años, la única canosa del grupo, como lo expresó en su día de incorporación.
"Yo más que rectora, procuro ser una más entre los niños y los adolescentes, ganarme la confianza de ellos. Que vengan que me cuenten sus problemas y dificultades por que más se gana con la miel que con la hiel. Entonces ellos no tienen recelo ni miedo, tienen confianza".
En los cortos minutos de diálogo, Sor Marcia me resaltó algo muy importante.
Foto: Sor Marcia posando para la camara. Fuente: Rafael Tamayo
Al terminar la entrevista, la hermana me regaló una estampita del fundador de la congregación religiosa. Ella me extendió su mano derecha, para un fuerte apretón de manos, se despidió y me acompaño hasta el portón del colegio, para cerrar la puerta. Al día siguiente, tenía en agenda una reunión a las 10h00 con la rectora de la Unidad Educativa “Héroes de Paquisha”. Salí de clases y me dirigí para sus instalaciones. Eran alrededor de las 09h30 de la mañana y Paola Ontaneda, quien es la actual rectora, me escribió un mensaje de texto ofreciendo disculpas por cambiar la hora de la cita. Cuando el reloj marcó las 14h30, yo me encontré ya en el lugar y Paola llegó, me preguntó para qué asignatura era la entrevista, le explique con detalles este proyecto y accedió. Mientras hablábamos de su vida personal, académica y profesional me hizo notar las preocupaciones que guardaba por dentro, e incluso su desánimo por trabajar en la educación. Entre sus intervenciones, llenos de desánimo, me comentó su expectativa con los niños: “Hay niños que sí tienen ganas de aprender, esto se refleja en los infantiles que están desde inicial a 5to de educación básica. A partir de 6to, 7mo y 8vo ese entusiasmo de aprender se les olvida por completo”.
Foto: Paola Ontoneda posando ante la camara. Fuente: Rafael Tamayo
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Crónica Esa misma tarde, me dirigí de improviso hasta la Unidad Educativa Julio Moreno. Al acercarme a la Unidad Educativa me presentaron a Marcia Palacios, quien tiene 32 años de servicio en la educación. En la conversación, me explicó que existe un proceso de evaluación para docentes que quieran aplicar cargos administrativos en unidades educativas, al final el estado les da un nombramiento. Por el tiempo que le quedaba, no podía seguir entrevistándola, le solicitaban de urgencia en otra actividad, pero me dejo una bonita reflexión: “Los niños y jóvenes son nuestra razón de ser, prácticamente es el objetivo de por qué existe las instituciones educativas, como administradora y rectora de la Unidad Educativa Julio Moreno tengo que buscar el ambiente adecuado, los recursos necesarios para el niño y joven puedan lograr su objetivo, prepararse en el nivel que se les ha asignado según a su edad. Desde el punto vista de mujer, protegerlo y como madre tratar de orientarlo y reciba una educación correcta”.
Foto: Marcia Palacios en su escriorio. Fuente: Rafael Tamayo
Muchas mujeres encuentran inspiración en sus ganancias pero la mayoría prefieren la sonrisa de un niño por saber que aprendió. No solamente es la mujer común la que buscar fortalecer sus conocimientos sino también la militar, la religiosa e incluso la ama de casa que intenta terminar sus estudios así sea a distancia. El ámbito educativo no es el único protagonista que tiene estas escenas, esto también ocurre en otros campos laborales, donde el trabajo de la mujer es el menos preciado.
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Crónica
Foto: Sra. Nataly (Izq.) Sra. Yolanda (Med.) Sra. María Teresa (Der.) Fuente: Mishell Gaibor
MUJERES ENTRE SUBSISTENCIA Y TERCERA EDAD Por: Mishell Gaibor
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s viernes y el sol está por esconderse. A esa hora los obreros que trabajan en la reparación de las vías del pueblo comienzan a recoger sus herramientas. Las calles de la parroquia “El Esfuerzo” han estado olvidadas por mucho tiempo. En estos últimos meses se ha venido trabajando en el alcantarillado por lo que, el asfalto de las calles está levantado y hay mucho polvo y escombros por doquier. En el parque central se escuchan risas, los pasos rápidos de quienes regresan a sus hogares después del trabajo y el rechinar de unos columpios viejos que sirven de deleite para los niños. En la calle principal, cerca de una esquina, se levanta una gran cortina de humo y un aroma que despierta el apetito de los transeúntes.
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Los asados de Nataly
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obre la vereda y bajo un techo de hojas de zinc viejas, hay un par de mesas con sillas a su alrededor. La parrilla aparentemente fue hecha con un tanque viejo de lata. Una mujer que se moviliza a paso lento, es la encargada del asado. Algo agitada, ella toma la tenaza y le da vuelta a la carne que está asándose. Sus ojos reflejan mucho cansancio y se nota agobiada. ¿Cuántos años tiene? No lo sé con exactitud. Quizás unos 73. Por la mañana como toda ama de casa, dice dedicarse a los quehaceres domésticos y a cuidar a su nieta. A las 2 de la tarde empieza a colocar su puesto de trabajo en la vereda. -¿Alguien más la ayuda en su trabajo de las tardes? – le pregunté. -No, siempre soy yo la que ha estado con la idea de vender estos asados. Mi hija es enfermera y ella no tiene tiempo para estar aquí ayudándome.
Crónica -¿Y su nieta siempre pasa con usted? -Sí, ella no molesta es una niña muy tranquila. En la mañana se va a la escuela y en la tarde es cuando pasa más tiempo conmigo hasta que llegue su mamá. En ese momento, llegan varias personas a comprar los asados de doña Nataly. Todos son muy amables con la mujer y ella les habla como si los conociera de hace mucho tiempo. “Las personas de aquí saben lo mucho que he luchado para salir adelante, no tengo un esposo que me ayude, y cuando me enfermo no cuento con un seguro médico. Ahora usted me puede ver vieja pero a esta edad yo aún le doy guerra a la vida, no me dejo vencer jamás” acota la mujer. La nostalgia se apoderó de su temple, y aunque Nataly decía que aún podía con todo ese ajetreo, su semblante se notaba cansado. Necesitaba urgentemente un respiro, ella no lo decía, se lo guardaba. Sin embargo, los ojos no callan lo que sienten. Foto: Sra. Nataly atendiendo su puesto de comida Fuente: Mishell Gaibor
María Teresa, recicla y atiende un bar
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oras más tarde, estoy frente a una casa pequeña pero acogedora. Dentro está una mujer muy delgada, de cabellera blanca y mirada tierna. Me mira por la ventana y abre la puerta. -Pasa niñita, -me dice-, de seguro quieres alguna entrevista o esas cosas de periodistas, ven siéntate. Teresa es muy amable, antes ya me ha ayudado con unas fotografías para una materia de la universidad, ella siempre está dispuesta a colaborar. Le gusta mucho conversar con las personas de su barrio. Dentro de sí misma necesitaba hablar, contar, llorar, reír un poco y ser escuchada. Y es así como nos conocimos. Ahora se dirige a la parte de atrás de su casa. Lo primero que se logra divisar son sus plantas
y de la nada aparecen 4 perros, empiezan a ladrar y a saltar. La mujer los acaricia y los perros se calman y corren por el patio de la casa. Hacía el lado derecho hay un pequeño cuarto sin puerta, dentro es sorprendente ver todos los cartones que hay, pero, lo más impactante es ver como todos estos cartones están perfectamente arreglados en plancha. Plancha tras plancha, uno encima de otro, respetando espacios, llenando de manera perfecta el pequeño lugar. -La pobreza no es sinónimo de desorden, eso siempre debes tenerlo presente, afirmó -¿Qué días son los que dedica a buscar los cartones para reciclarlos? -Los lunes, miércoles y viernes. Voy por todo el pueblo, de tienda en tienda, de casa en casa. Mi hijo es quién me ayuda. Sonba Sona
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Crónica Para sus 63 años, el trabajo de recolectar cartones todas las semanas es algo que cansa y se nota en el semblante de Teresa. Además, éste no es un trabajo que le genere grandes ingresos económicos. Comenta que hace un par de meses cayó enferma con un gran dolor en su pecho pero gracias a su Dios hoy se encuentra casi recuperada. Durante el tiempo que estuvo enferma, su hijo decidió colocar un tipo de bar en su casa y actualmente la mujer es quien lo ayuda. Ahora, está sentada, descalza en lo que antes fue la sala de su casa y ahora es un lugar donde se vende cerveza. Siempre acompañada de sus fieles mascotas, sus 4 perros. Cabizbaja mientras cuenta un pedacito de su vida, parece muy feliz mientras acaricia a un cachorro que tienen en sus piernas. Pero, otro temple dibuja su rostro y su cuerpo.
Foto: María Teresa posa para la foto Fuente: Mishell Gaibor
La ropa lavada de Yolanda
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ontinuando con este recorrido, llego hasta una casa ubicada en una pequeña colina. Es complicado subir y llegar a la entrada. Parece que nadie está dentro de la casa pero de pronto se escuchan voces y risas de niños, pero nadie aparece por ahí, por lo visto provienen de la parte de adentro de la casa. Al instante, un ladrido de perro pone en sobre aviso que alguien se encuentra fuera de casa. Una mujer pequeña se presenta en el lugar. Abre la puerta principal, esta es de hojas de zinc. Lo primero que se puede observar es una piedra de lavar, el agua derramándose por un pequeño canal hecho en la tierra y tres grandes canastas de ropa. Yolanda saca un par de sillas para poder estar cómodas. Antes de sentarse se dirige hasta la piedra de lavar y coloca deja en una gran tina
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con agua. Regresa y se sienta. Este trabajo es el que le da de comer. Su único hijo es quien también le ayuda con los gastos del hogar pero tanto el como ella no tienen un trabajo estable, ni mucho menos cuentan con un seguro en caso de que alguien de la casa llegara a enfermarse. Además, tiene 3 nietos a los que cuida todos los días y siendo 5 miembros de la familia esto ya implica gastos. Hace varios años intentó empadronarse al Seguro Social Campesino que hay en la parroquia, pero su petición fue negada sin saber por qué. Nuevamente la mujer se levanta de la silla y corre hacía dentro de la casa. Justo ahí, aparecen tres niños que reían sin parar. El más pequeño, que tendría unos 4 años, estaba sin ropa y corría por el patio mientras que en su mano derecha llevaba un shampoo. La señora
Crónica rápidamente los mandó a bañarse a todos, y ellos entre risas obedecieron. -Disculpe niña, mis nietos son muy juguetones, me dijo -Yo solo sonreí. ¿No ha intentado cambiar de trabajo? -Lo he intentado. Pero ahora no contratan a una persona vieja, prefieren a los jóvenes. Y yo tengo que buscar la forma de poder mantener a mis nietos. De pronto se quiebra su voz, hay un silencio que hace pensar en muchas cosas. La mujer toma aire, suspira y se queda cabizbaja. Su vida ha sido muy difícil. Tras ese silencio que parece interminable, ya ha oscurecido. La noche está nublada y aparentemente lloverá. He finalizado el recorrido por las calles de mi pueblo, un trayecto lleno de historias que valen la pena conocer. Es increíble como la sociedad puede ignorar a las personas de la tercera edad, como les cierran las puertas ante oportunidades y trabajos en los que ellos sí podrían desempeñarse aún. Las sociedades están envejeciendo. Sin embargo no todas las personas envejecen de la misma manera, ni con las mismas condiciones. Diversas maneras de vivir, diversas maneras de envejecer. Tres historias se cruzaron en el camino de quien escribe esta crónica y cada una ha dejado una huella que no debe pasar desapercibida.
Foto: Sra. Yolanda lava la ropa de sus clientes. Fuente: Mishell Gaibor
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Crónica
Sin importar el tiempo y lugar, encuentra la forma de trabajar Por: Dayana Coloma
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n día como hoy, al salir hacer deporte camine por el callejón obscuro con miedo. La calle es empedrada llena de baches, fundas de basuras regadas. Se encuentran perros, gatos, vagabundos, todo tipo de personas. Los postes de luz están destruidos, llenos de afiches rotos y escritos por todo lado. Las paredes pintadas de grafitis y llenas de publicidad electoral. Lo narrado en esta crónica es en el barrio “El bosque” cerca del río Code. Una noche de invierno, con la neblina que apenas se ve la luz de una lampara. El aire contaminado. El frio es incontrolable. Al momento de sacar los perros hacer sus necesidades, se vive cerca de una realidad cotidiana y conmovedora. La historia de tres mujeres luchadoras que trabajan en un horario nocturno.
Combatir obstáculos con tal de llevarse unas monedas a su hogar
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aga frío, calor, lluvia, vientos; ella siempre está ahí firme, luchando por dejar las calles más limpias. Camina por calles, asfaltadas, empedradas, casi limpias y también las mas sucias. Ella junto a carros recolectores, escobas y otros implementos que usa para dar batalla a la basura que se genera en las arterías de la ciudad, es una mujer digna de destacar. Cada día desde las siete de la noche, María llega hasta las oficinas centrales para recoger sus implementos de trabajo y escoba en mano “sacar la mugre” de las calles y tratar de mostrar un aspecto más estético de la ciudad. Ella que trabaja en este horario se arriesga para afrontar la realidad que se presentan en las calles. Combatiendo contra la inseguridad y los peligros habituales que se dan por el horario en que trabajan. Acomodarse a las exigencias de tan delicada labor, la complejidad pasa en principio por los factores climáticos, ya que se tiene que lidiar con días de abrasador calor o con jornadas en que las lluvias se apoderan de las calles, o en último caso con los vientos helados que congelan la piel. Barrer es difícil, quizá la gente diga que no, pero la realidad es otra, cuando barren, los carros tocan la bocina, no quieren dar paso. Los vecinos con el pretexto de que pagan ponen sus bolsas dónde ellos quieren y no pueden hacer nada, sólo resignarse.
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Foto: Enfermera atendiendo a adulto mayor Fuente: Dayana Coloma
Crónica Disponibilidad 24 horas
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espertador puesto a las 4:20 de la mañana del día jueves sale del turno aquella enferma y madre. Se escucha el gallo cantar. Al transcurso de ir a casa no hay mucha distancia conduciendo, 15 a 20 minutos dependiendo la suerte de los semáforos. A partir de esa hora se repite la misma historia. Inmediatamente llega a casa, pasando por el callejón obscuro del barrio. Un día cualquiera para comenzar un turno nocturno como enfermera. Después de coger el transporte público y llegar a la unidad, la compañera de noche se queja porque he llegado dos minutos tarde, según su reloj. Con sueño, intenta obviar el tema, y con el café aguado calentísimo todavía en su estómago, agudiza sus cinco sentidos para recoger la información de tu colega cascarrabias. Va di-
ciendo nombre a nombre, paciente por paciente, hablando rapidísimo, lo más importante de cada uno para poder terminar a tiempo: movilización de pacientes, citas, operaciones, consentimientos informados, avisos a celadores, envío de pruebas de heces, orina, sangre o cualquier fluido del cuerpo y mucha documentación. Día a día consiste en ser un todoterreno, pero sin tener apenas autoridad para decidir. Todo lo tiene que ordenar un médico y ha de estar puesto por escrito. El hecho de cambiar un vendaje ya les da algo de respeto a las enfermeras. La organización está muy bien estructurada, los horarios se cumplen y las horas extras son pagadas. Sin embargo, el único sacrificio es no poder estar con su familia en momentos especiales.
Foto: Enfermera atendiendo a adulto mayor Fuente: menorcaaldia.com
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Crónica
Oportunidad de comenzar
Foto: Señora atendiendo una gasolinera Fuente: Dayana Coloma
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as mujeres en este tiempo son las que cabeza del hogar. Al tomar el bus para ir a casa, la misma rutina de todos los días. Se observa el humo de los carros, el tráfico, la bulla de la gente, el pito de los carros. Es algo estresante.
Por más raro que parezca. Como todos los días la gasolinera es lugar de dónde se almacenan y distribuyen combustibles líquidos, en ellos existen los riesgos comunes de todos los centros de trabajo de una gasolinera. Ese ambiente esta expuesto a muchos peligros.
A las 8 de la noche, al ir hacer trabajo de campo, observe en algunas gasolineras a mujeres trabajando. El semáforo estaba en luz roja a segundos de pasar a verde. Los conductores empiezan a desesperarse por ir su destino y empieza el tráfico. Una cuadra antes de llegar a la gasolinera de la Av. Esmeraldas ya se percibía el olor de la gasolina y otros elementos. Me quede a observar el trato que recibe la señora mientras atiende al cliente.
La jornada laboral comienza a las 19:00 horas.
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Durante 8 horas está atendiendo a un sin número de personas que llegan a veces enojadas y otras veces de buen humor. Ella tiene que lidiar con la actitud de los clientes es quizá el aspecto más difícil de su trabajo. Su rutina es la misma todo los días de la semana.
Entrevista Perfil
Foto: Entrenando Fuente: Estefany Diaz
Estefany Díaz, luchadora y valiente Por: Rafael Tamayo
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stefany Díaz es comunicadora social y deportista de Kick Boxing, disciplina que mezcla el boxeo con patada. Ella llegó a consolidarse como campeona en tres países como: Brasil, Chile y México. En la actualidad, Estefany se retiró del Kick Boxing y ahora colabora para Radio Festival, los días sábados en la mañana. El programan se denomina “Hogar y Salud” y habla de temas deportivos, pero también de aspectos relacionados con las mujeres. Por este espacio,
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convoca a mujeres a participar del proyecto “Entrenando Juntas”, que consiste en hacer deporte en espacios públicos. En sus tiempos libres, Estefany se dedica a la confección textil de Jerseys ropa de entrenamiento para trotar, ciclismo, natación e indumentaria para peleadores. -¿Por qué te retiraste del Kick Boxing? -El kick boxing es un deporte nuevo que no está federado. Por ende tiene poco apoyo. Ha sido muy duro entrenar y más cuando intenté compaginar universidad y entrenamiento. Me costó muchísimo entrenar y estudiar. En los últimos semestres donde me sacaron el aire y más cuando quería competir. Diría que tuve un desequilibrio que no me dejó equilibrar en esos dos entornos. -Y ¿Cómo financiabas tus competencias?
Entrevista Perfil -Cuando competí internacionalmente, por ejemplo, busque buenos patrocinios para que cubran mis gastos. Pero debo reconocer que la universidad me apoyo como nadie lo ha hecho. Yo creo que es grato reconocer y agradecer. Estefany me comento que la Universidad la becó siete veces, principalmente por sus competiciones internacionales. Tuvo la oportunidad de estar en Brasil, Chile y México, obteniendo oro pero aparte seis medallas más en otras modalidades. Entre otras experiencias internacionales, en el 2018 tuvo un combate con una señora de Rumania, a quien le ganó en K1, modalidad del Kick Boxing la cual consta de boxeo, patada y rodilla. La pelea se desarrolló en Quito evento que se llamó Punished. Otra experiencia internacional fue en este año, Estefany peleó con una chilena de buena trayectoria, quien había conocido de los sudamericanos. Para esta ocasión, el evento se desarrolló en Riobamba en la Liga de Peleadores Stricker o Liga de peleadores que pelean de pie. La pelea fue en la modalidad K1 para la liga de MMA, pero perdió, desde ese momento no ha vuelto a competir. La falta de entrenamiento y concentración en la pelea fueron los factores que perjudicaron a Estefany a perder el combate contra la chilena. -“Me he dado cuenta que a partir de que me ganaron, yo no he vuelto a entrenar así como antes, cuando estaba en la universidad me vino bien pelear y viajar; pero ahora que estoy trabajando, me cuesta mucho entrenar, porque no te reconocen en el ámbito laboral que seas deportista, que hayas estado en tal campeonato o que incluso hayas traído oro al país, eso es invisible en el trabajo. A raíz de los entrenamientos, me comenzaron a llamar la atención deportes como el triatlón o el ciclismo de montaña.” Entre sus comentarios, se expresó que lastimosamente en este país y en toda América del sur, las mujeres no son fuertes, las relacionan con tareas del hogar o de protección. -Yo creo de por sí, que si hay fuerza externa también hay fuerza interna. Hoy en día, las mujeres somos víctimas de robos en las calles o
Foto: Entrenando Fuente: Estefany Diaz
blancos para trabajar más. Es importante, yo creo, que está bueno fomentar que las chicas entrenen y desarrollen esta fuerza interna; porque el entrenamiento es dolor y una vez que lo superas, cuando te golpeen te encuentras preparado para los problemas a futuro. En las federaciones, los deportes de contacto, en su la mayoría, están llenas de hombres y ninguna mujer; pero si se tratara de gimnasia rítmica, fuera todo lo contrario, pero ella escogió un deporte que le cambio la vida. -“Te comento que estoy practicando un deporte nuevo y que me ha venido bien que es el MTB o ciclismo de montaña. Es interesante y bonito a la vez entrenar en el espacio público y silvestre, y ayuda mucho a la vez. Como parte de mi proyecto, quisiera organizar un evento deportivo, con el fin de fomentar el MTB en mujeres ya que hay un gran número que se están motivando a participar en este deporte. Hay chichas de la universidad que lo están practicando.” A pesar de que ha dejado los entrenamientos, no piensa en el retiro. Uno de sus proyectos es mantenerse en el ámbito deportivo pero desde la organización de eventos o ayudando a personas (entre estos adultos y niños) a que se beneficien de la actividad deportiva, por el compromiso que tiene a la ciudad y al país. Otra meta que se propuso, es pertenecer a las fuerzas armadas, de aviación o la naval. Sonba Sona
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Entrevista Perfil
Foto: María manejando su taxi Fuente: Mishell Gaibor
El taxismo es su profesión Por: Mishell Gaibor
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aría es una mujer pequeña de piel trigueña y cabello negro. Lleva puesto su uniforme de trabajo, una camisa blanca de tela la cual tiene estampado el sello de su cooperativa y un pantalón negro. Sus manos están sobre en el volante y su mirada fija hacia el adelante, pendiente del camino. Hace 5 años María Montero se quedó desempleada. Ella laboraba cosiendo ropa. Al encontrarse sin una fuente de ingresos económicos para solventar los gastos de su hogar y de sus dos hijas, buscó trabajo por todas partes pero no tuvo suerte. Una semana después llegó un vecino hasta la puerta de su casa y le ofreció ser la chofer de un taxi. Ella había conducido carros desde que tenía
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Entrevista Perfil 15 años. Por lo que aceptó rápidamente la propuesta. En el momento no lo pensó, pero horas después vinieron a su cabeza miles de preguntas, principalmente sobre los riesgos que podría correr una mujer taxista. Además, algo que le preocupaba era que no compartiría mucho tiempo con sus hijas, por lo que María acordó con su madre para que ella cuide de sus hijas todos los días. Su primer día de trabajo es algo que ella no puede olvidar, se sentía muy nerviosa porque no es común ver a una mujer frente al volante de un taxi. Se subían los pasajeros y para ella
era inevitable no darse cuenta de la cara de asombro que estos ponían. Pero nadie le preguntaba nada, y por esa parte, estaba bien. “Yo siempre, era y soy muy amable con todas las personas, y espero que ellos sean recíprocos conmigo. Para ser un primer día, me fue muy bien”. Así, María trabajó 3 años con el taxi de su vecino. Tenía un salario que le alcanzaba para poder solventar los gastos de su familia. “Mi ganancia variaba, dependía de como esté el día. Había días en los que me hacía 80 dólares. La mitad era para mí y la otra mitad para el dueño del taxi. Pero, también había días muy malos en los que reunía 30 o 40 dólares y era muy poco lo que quedaba para cada uno.” Esto la llevó a optar por comprar su propio taxi. Y lo consiguió, con mucho esfuerzo. Pero su
satisfacción es grande debido a que ahora todo el dinero que reúne en el día queda para ella. -¿Ha experimentado algún suceso de desigualdad en su trabajo? La verdad, sí. Recuerdo que una vez se subió un hombre con un semblante no tan amigable, y mientras me dirigía al lugar que me pidió, insinuaba que me iba a chocar y que no conocía bien el lugar. Simplemente le recalqué que ya llevo 4 años trabajando en mi taxi y que conozco perfectamente la ciudad. Además le mencioné, de que estaba completamente segura de que yo podía conducir mucho mejor que él. El taxismo no debería tener género. Es un trabajo digno. -Si tuviera la oportunidad de cambiar de trabajo, ¿lo haría? No lo haría, en este trabajo soy mi propia jefa. Puedo llevar a mis hijas al colegio y traerlas nuevamente a casa. Tengo un horario flexible, no trabajo los fines de semana para pasar con mis hijas. Aunque en las noches también las veo. Las ganancias que me deja el taxi son buenas y he logrado administrar bien mi dinero. Sé que es un trabajo algo peligroso para una mujer pero creo que las barreras son mentales, siempre me encomiendo a Dios todos los días y todavía hay una ‘María Montero’ que quiere guerrearle a la vida por muchos años más.
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Entrevista Perfil
Foto: Patricia Ortega trabajando Fuente: Dayana Coloma
En esta profesión no hay fechas especiales Por: Dayana Coloma
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atricia Ortega (35) de la ciudad de LojaQuilanga, es viuda, madre de 2 hijos y enfermera. En el momento de la entrevista sentada junto a sus hijos noté en su mirada un poco de tristeza, ocultada por una sonrisa fingida y forzada. En su carrera profesional le ha tocado irse a diferentes lugares del país, esto ha sido una de las cosas más difíciles en su vida y ha tenido que superar ese obstáculo a medida que han ido pasando los años. Cada año le tocaba irse lejos de su familia y sus dos hijos nunca tuvieron un lugar estable para vivir y estudiar, pero a pesar de eso, ella siempre pedía a Dios por sus hijos, ya que ella no siempre podía estar con ellos.
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Entrevista Perfil En la casa donde arrienda en la Av. Río Lelia junto a la escuela 9 de octubre, se puede observar el día soleado, mientras me sirve un vaso de jugo de tomate de árbol. Sus hijos juegan en el patio. Ella me comentó que en el año 2012 le dieron una gran oferta de trabajo en el hospital del IESS, Santo Domingo, que tal vez iba hacer el último lugar dónde trabajaría hasta jubilarse. Era una decisión difícil por el motivo de sus hijos. Ella tuvo una semana para decidir. Patricia había tomado la decisión más importante de su vida, venir a una ciudad, Santo Domingo, dónde venía a explorar sin conocer a nadie. Pero el trabajo que ella aceptó, era diferente al resto, ya que en el de ahora era más disciplinado y en regla todo, no hay palancas y todo era como debía ser en mis anteriores trabajos. Estaba cansada de las injusticias que pasaba anteriormente. El día que llegó a Santo Domingo lo difícil fue conseguir un departamento y escuela para sus hijos, pero con la ayuda de algunas personas encontró rápido. También se le hizo complicado ir el primer día al trabajo, ya que el Hospital del IESS era recién hecho y todos los que iban a trabajar en ese entonces eran nuevos. Patricia es una persona humilde, fuerte y con muchas ganas de seguir adelante a pasera de las dificultades que la vida le ha puesto, como la perdida de su esposo. Y por eso en su trabajo de enferma se le hace pequeño el corazón al saber que hay personas que ya no se le puede salvar la vida. En la entrevista he podido cono-
cer los sentimientos de una enferma en situaciones de pérdida, duelo y sus reacciones ante estas situaciones. En su vida como enfermera ha tenido que ser, profesora, amiga, madre para poder entender al paciente y que ellos se sientan bien en una camilla de un hospital. Muchas veces por el motivo de los turnos ha tenido que pasar malas noches, sin mi familia, sin feriados, sin navidad, sin fechas especiales. Cuando empezó su trabajo de enferma era consiente que iba a perder esas fechas importantes y reemplazándolas por un día en el hospital cumpliendo su servicio, porque para ser una enfermera se necesita vocación. Patricia, dijo “muchas veces me buscan los pacientes para que yo los atienda y eso me hace feliz, ya que eso significa que hago bien mi trabajo y con responsabilidad”. Cada día trata de ser un bastón firme en las necesidades físicas, emocionales y espirituales de las familias y de la persona que llegan al hospital. En donde claro no negar el sentimiento que se vive y el duelo que uno mismo llega a vivir. Muchas veces no le importan las horas extras que haga, pero esa es su vocación y del conocimiento unido para el bienestar de todos. Lo cual es lo que más disfruta. “Cuando eres una enfermera, tú sabes que cada día tocarás una vida y una vida tocará la tuya”.
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Crónica
Foto: Grupo de Voluntariado Idente en la Parroquia San Antonio de Padua Fuente: Juventud Idente (Archivo 2018)
Voluntariado Idente, más que una familia Por: Rafael Tamayo
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ertenecer a un grupo juvenil o a un voluntariado es sinónimo de perseverancia, fuerza y dedicación. El Voluntariado Idente, desde el periodo académico 2016 01, ha tratado de posesionarse en la PUCE Santo Domingo y en la ciudad. Ha pasado por muchos conocidos, desde quienes en su actualidad están como directores en la sede, hasta docentes y amigos de otras empresas. La mayoría de sus integrantes son mujeres. Ellas se dedican a organizar la actividad en conjunto con las misioneras Identes que están a cargo del voluntariado. En su mayoría, de sus integrantes son de las Escuelas de Ciencias Administrativas y Contables, Enfermería
y Ciencias de la Educación. Compartimos un día con ellas en la Parroquia San Antonio de Padua, ubicada en la Cooperativa Rumiñahui. Al llegar a la parroquia, encontramos a Pamela Morales, voluntaria idente, quien estaba jugando con los niños a los “policías y ladrones”. Poco después, llegó la catequista para abrirnos la puerta de un salón de clases, donde solo había sillas para niños apiladas en columnas y arrimadas a la pared. Eran alrededor de las 10h00, y los demás profesores no llegaban. Pamela seguía jugando en el patio con los niños, ahora “a las escondidas”. Al juego se integraban más pequeños a medida que iban llegando. Luego de 20 minutos, hicieron su arribo dos profesores Identes y empezaron a jugar entre todos al “Virón – Virón”. Los niños se sacaban sus suéteres y los usaban como sogas para no separarse. Eran alrededor de las 10h45 am y el resto del grupo de profesores no llegaba. El líder de la
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Foto: Niñas riendo mientas posan a la camara Fuente: Rafael Tamayo
actividad se encontraba nervioso, fue entonces cuando decidió llevarlos a todos los niños a la cancha de fútbol. Diez minutos más tarde llegaron las profesoras del voluntariado y decidieron llevarse a las niñas al salón principal de la parroquia. Mientras se organizaban otros juegos, un grupo inició “el baile de la silla”. Todos los participantes querían, a como del lugar, quedarse con la silla. La algarabía se escuchaba hasta afuera. Al terminar el juego, Melany Paladines, profesora de la Juventud Idente, les propuso el juego de “¿Quieres ser parte de mi cola?”. Una dinámica para romper el hielo, con los niños que se han ido sumando al encuentro. Una pequeña de 7 años, empezó el juego de forma voluntaria. Se levantó de la silla y cantó y con sus bracitos hacia los movimientos de una serpiente. La letra decía:
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-Soy una serpiente que anda por el bosque buscando una parte de su cola ¿Quiere ser usted una parte de mi cola? El juego continuó por un largo tiempo. Todos tenían que ser la cola de la serpiente, arrastrarse por el piso, por debajo de las piernas de los demás e ir al último lugar de la fila. Mientras llegaba otro grupo de niños que estaban jugando fútbol, algunos profesores prepararon el refrigerio y el obsequio que llevaban a los pequeños. La actividad finalizó con la limpieza del salón y también con el toque carismático, un espacio en el que ellos cuentan en breves palabras lo aprendido de la sesión del día. Para estas voluntarias, Juventud Idente es más que el encuentro de amigos que se reúnen para organizar una actividad y luego ejecutarla. Es una familia. No solamente trabajan con
Crónica los niños sino que como grupo, en cualquier actividad, trabajan por el bien común de todos. -Guini ¿desde el primer día que vinieron, has visto cambios? -Sí, especialmente cuando nosotros estamos llegando a las instalaciones de la parroquia, apenas estamos cruzando la puerta, los niños ya nos reconocen y salen a abrazarnos. Ha sido un gran cambio en su conducta, pero no solamente eso, también se abren contándonos cosas que les suceden. Nos consideran cercanos a pesar que no lo somos. -¿Qué opinas tú, Melany? -Desde el primer día, he visto que algunos niños realmente han cambiado en su forma de ser. Algunos eran tímidos y groseros, pero cuando empezaron a interactuar con otros ni-
ños su conducta va cambiando. Siempre estamos en un ambiente en el que tratamos de poner en práctica los valores. Los niños se van amoldando a lo que ven y a lo que al menos en este momento viven con nosotros. Su metodología es siempre el trabajo en equipo. Quienes se integran a las primeras sesiones deben acoplarse. Ayudar no lo es todo pero es una parte del cambio, para ellos no se puede hacer cambio sino se inicia con pequeñas acciones. Participar de Juventud Idente, en especial del Voluntariado, es más que oración, es apreciar las pequeñas cosas que no importan nada más que una sonrisa. Más que una actividad, juegos recreativos o dinámicas simplemente no están ayudando a los niños, sino que estos pequeños ayudan a cambiar a estos voluntarios.
Foto: Niñas riendo mientas posan a la camara Fuente: Rafael Tamayo
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Foto: María Suqui limpiando el terreno detrás de su casa Fuente: Mishell Gaibor
Entre el campo y la vida diaria Por: Mishell Gaibor
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a noche se tornaba calurosa y el silencio que abrazaba la parroquia “El Esfuerzo” era penetrante. Las calles del pueblo estaban un poco transitadas por las personas que salen a tomar aire y a caminar. En el momento menos pensado se escucharon ladridos de perros. Efectivamente eran cuatro y estos ponían nervioso a cualquiera que tuviera que pasar por esa calle. Al lado derecho del lugar, había una hilera de seis casas, fuera de una de éstas se encontraba estacionada una camioneta blanca. Al golpear la puerta de este hogar apareció un niño muy tímido, rápidamente se acercó una mujer pequeña, de cabello rizado, ¿su edad? aún no lo sé. En su mano derecha sostiene su celular y casi no levantaba su mirada. -Justo a tiempo – me dijo
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-¿Es su hijo? – le pregunté refiriéndome al niño que estaba junto a ella. -No, yo no tengo hijos ni esposo. Él es mi sobrino, lo estoy ayudando con una tarea de la escuela, por eso está aquí. El niño se despidió de la mujer y se fue corriendo hasta la casa de alado. Enseguida la mujer me invitó a pasar y sentarme. Ella seguía un poco entretenida en su celular. Por dentro, la casa es acogedora. La sala tenía las paredes color rojo lo cual llamaba mucho la atención, había muchos cuadros y fotografías que parecían ser muy antiguas. Al frente estaba una pequeña televisión que tampoco se veía de esta época. María se notaba un poco cansada. Y ella lo afirmaba, comentando que el único momento
Crónica que tenía para descansar era en las noches, por eso le encantaba estar en su celular, viendo videos, novelas o chateando con su familia y amigos. Todas las mañanas se levantaba a las 5 am, preparaba el desayuno, por lo general molido de verde con huevo o salchicha. Después de comer se alistaba para ir al trabajo. Una vez cambiada se ponía sus botas, agarraba un machete y algunos sacos. Cerraba su casa y la dejaba bien asegurada, luego se dirigía al parque central. Este parque es el punto de encuentro de todos los agricultores. A las 6 am ella y los demás debían estar listos para ir hasta su lugar de trabajo. Desde las 5:45 comenzaban a llegar sus
compañeros, y así se iban reuniendo todos. La mujer llegó y saludó a los demás. Ya en el lugar había 10 hombres y ella era la única mujer. Pero, minutos después llegaron dos mujeres más. En total eran un grupo de 15 agricultores que todas las mañanas se dirigían a las fincas de la vía a Quevedo, donde sacaban yuca. Para esto, estaba a su disposición un camioneta que los llevaba hacía su destino. María comentaba que ama su trabajo, aunque sea muy agotador. Es que aquí no existe quien le dé órdenes o le diga que hacer. Ella iba a su ritmo y sabía cuánto era capaz de rendir diariamente en el campo. Sacaba la yuca, picaba las ramas, usaba el machete, era algo que desde
Foto: María Suqui recogiendo naranjas Fuente: Mishell Gaibor
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Crónica que era adolescente había aprendido con su padre. En su ambiente laboral nadie la había tratado mal o la había hecho sentir menos por ser mujer y realizar un trabajo que por lo general lo hacen los hombres. Al contrario, todos sus compañeros se llevaban muy bien con ella y la respetaban. Dice que cuando ella ha necesitado ayuda todos le han dado la mano en el trabajo. La jornada de María era extensa, desde las 6h30 am hasta las 17h30. Al llegar a su casa, lo primero que hacía es darse un refrescante baño. Luego, preparaba la merienda sólo para ella, aunque decía sentir mucha pereza de cocinar, igual lo tenía que hacer. -A veces sé dejar haciendo arroz en la mañana y al llegar en la noche sólo lo caliento y como con atún o de una vez preparo algún estofado o seco de lo que haya en el congelador. -¿Y se siente cansada todos los días después de trabajar?
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-Con el tiempo, el cuerpo se acostumbra. Tengo unas horitas para pasar en el celular y luego a recuperar energías durmiendo – comentó Además, en sus días libres que son los sábados y domingos, aprovechaba para ir al río, salir con su familia y obviamente hacer limpieza profunda de su casa. De pronto, la mujer bosteza mientras cuenta su historia. “Disculpe niña, es que ha sido un día cansado.” Después de decir esto, sonríe. “Lo más importante y lo que no debería olvidar es que cualquier trabajo que sea digno, mientras seas feliz y te guste, sabrás que estás en el lugar correcto. A mí me llena de orgullo mi trabajo, creo que no lo cambiaría.” Así, la mujer se despidió, dejando claro que su trabajo es único. En su mirada se podía observar un poco de fatiga y cansancio, pero a su vez irradiaba la satisfacción que le daba el poder hacer lo que había aprendido desde niña. Se sentía orgullosa de ser una mujer independiente y fuerte, lo demostraba en cada palabra que salía de su boca.
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Foto: Margot Palacio impiando un camión Fuente: Dayana Coloma
La Doña de los autos Por: Dayana Coloma
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i amigo siempre manda a lavar su auto con la misma persona y en el mismo lugar. No importa el día ni la hora, siempre termina volviendo al mismo paraje. Pero en esta ocasión, yo lo acompañaba. La calle era solitaria, unas pocas casas se vislumbran en la lejanía. El asfaltado, tal parrilla caliente, emanaba un aire que era difícil de respirar. Cuando bajé la ventanilla del auto, el intenso sol rebotaba en mis ojos. De pronto, me distraje unos segundos observando a la robusta señora que lavaba los autos. A pocos centímetros de nuestro coche, y sin poder escuchar lo que sucedía, dos niñas en uniforme escolar mantenían una charla. Al mismo tiempo, la robusta señora lavaba un
auto Kia. No había un hombre, el escenario que observaba, estaba ocupado solo por mujeres. Di tres pasos, y al instante, la mujer se acercó como invitándome a charlar. Su apariencia desaliñada me decía que había permanecido horas cepillando autos. Sus ojos ojerosos lucían cansados, pero intentaban lucir alegres. Nos esperaba una larga tarde, yo estaba lista para ponerme cómoda y escuchar. -Me llamo Margot Palacio, disculpen toda esta agua -refiriéndose al suelo- estaba empezando a lavar el primer auto. Pero tomen asiento, pregunten lo que quieran, nos dijo Margot. Sonba Sona
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Crónica Mi amigo ya conocía a Margot y la familiaridad entre ambos se hizo notar. La saludó agitando su mano, se puso cómodo, sacó su celular, y permaneció en silencio por un largo tiempo. Mientras Margot lavaba el auto me comentó que no llegó ahí por casualidad. El padre de sus dos hijas la abandonó hace 9 años, producto de una infidelidad, justo después del nacimiento de su hija menor. Cuando levanté la mirada, noté su ceño fruncido. Sus frases se habían vuelto pausadas, y su tono de voz mucho más grave. Las dos niñas, de nueve y once años, permanecían en una banca de metal entre jugarretas y risas. La rutina de las menores siempre era la misma: Iban a la escuela, regresaban a casa, esperaban que mamá comprara el almuerzo, hacían sus deberes y ayudaban a lavar carros. -Un día productivo, le dije en tono burlesco. Todo esto había despertado mis dudas. ¿Compran su comida?, ¿A quién? La calle era demasiado solitaria, muy rara vez pasaba un auto y
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la casa más cercana se encontraba a unas diez cuadras. Cuando estaba dispuesta a saciar mi duda un hombre entró al lavadero. Tenía una larga barba negra, cabello cenizo, piel clara y baja estatura. Sus arrugas eran pronunciadas, como si hubiesen sido dibujadas. Y finalmente, un diente de oro, la perfecta combinación. Su apariencia era sencilla, pero elegante. Margot lo saludó con familiaridad. En las manos del elegante hombre, había tres tarrinas que se dejaban ver por la delgada funda que las envolvía. Aquel hombre era la respuesta a mi duda. Todos los días, a las dos en punto de la tarde, llevaba el almuerzo a la familia Palacio. Recorría diez cuadras en bicicleta desde su pequeño restaurante. Sin darme cuenta, ya había pasado una hora. El Kia P5 brillaba, sus llantas se veían relucientes y sus ventanas transparentes. Pero ya era el turno del siguiente auto. Una de las niñas, la mayor, había cambiado su uniforme por una gran blusa holgada, zapatillas y dos manoplas
Crónica de lavado. De pronto, la otra niña apareció con un atuendo similar y con una franela. Las pequeñas parecían adorables. No pude evitar ver las protuberantes venas que sobresalían de las piernas de la madre. -Son producto del trabajo – dijo Margot, señalando sus piernas. Mientras más tiempo llevo parada más aparecen. ¿Pero qué puedo hacer?, ya la gente sabe que soy Doña que lava los autos. Y los clientes pagan muy bien. “La Doña tiene ocho años lavando autos, los carros vienen de todas partes para que ella los lave”, comentó inesperadamente mi amigo, antes de agachar su cabeza y volver a mirar su celular. El segundo auto estaba casi listo. Margot hizo
una pausa, se dirigió hacia el mostrador y me mostró una caja de madera. Había $23 en la caja, un llavero, y un dulce de menta. El pago no era malo, pero el sacrificio era duro. La mujer tenía solo cuarenta años, pero su rostro aparentaba sesenta. Aunque a primera vista lucía imponente, sus ojos denotaban fatiga, sus uñas estaban carcomidas y sus talones gastados. Su imagen era un completo contraste. El día se estaba yendo y las luces de la calle empezaban a encenderse. Cuando nos subimos al auto de regreso a casa, por última vez en el día, logré ver sus cansados ojos mientras se despedía. A pocas cuadras de la casa vi una publicidad que decía: “Margot Palacio, la Doña de los autos”
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