2 minute read
Olmecas en París
from Identidades 17
Javier Pulido Biosca
Por más que el montaje de la exposición es magnífico, algo digno de París, la Ciudad Luz, el mensaje es muy vistoso pero insustancial, tanto para los europeos como –mucho más– para los mexicanos del sur de Veracruz.
Advertisement
Y es que una colección de piezas escultóricas sacadas de su contexto geográfico y cultural sirve de
poco para comprender cualquier cultura –menos, una tan distante en tiempo y espacio como lo es la civilización olmeca. 4
La colección es magnífica, pero se centra en el diletantismo estético, sin comprender que las piezas no fueron hechas con la intención estética, sino que su uso era ritual. ¿Qué rituales tenían los antiguos olmecas? Eso es lo que se desconoce. Eso es lo que sí conocen algunos mexicanos del sur de Veracruz.
Bueno, hay un desvío que centra la vista en lo estético de las piezas, pero nadie puede negar la calidad escultórica que justifica la apreciación estética, de esto no hay duda, pero las piezas son de uso ritual y, al desconocer sus posibles usos lleva a desvirtuar lo que se diga de ellos.
Colonialismo
Por otro lado, los museos y las colecciones presentadas al gran público son herederos de las épocas en que las joyas escultóricas y artísticas eran presentadas y guardadas como parte del botín de guerra. Así llegaron innumerables piezas de Egipto a los museos de Europa, como efecto de la conquista de Napoleón sobre esas tierras o de los diversos exploradores –ingleses en su mayoría– que llevaron sarcófagos, momias, esculturas y pinturas a los museos de sus países. Faltó que llevaran las grandes pirámides y templos, aunque ganas no les hayan faltado.
De esa manera fue llegaron al Vaticano los códices prehispánicos, como el Códice Borgia, el Códice Vaticano, el Matritense, etc. Así llegó también el llamado “Penacho de Moctezuma”. Así es presentada también la bella muestra de los Olmecas en París.
¿Y la región olmeca?
No pasa de ser presentado en un mapa, para que los visitantes de París ubiquen geográficamente el origen de estas piezas. Pero hay un completo abandono de los lugares desde donde fueron saqueadas –oficialmente– estas piezas.
Antonio Plaza, de donde sale el famoso Luchador, es un pueblo abandonado. Las Limas, en Jesús Carranza, cerca de Acayucan, es otro, del que fue sustraído el Señor de Las Limas, que tiene una historia de robos y recuperaciones muy florida.
El Azuzul perdió los Gemelos de la Loma del Zapote; Tamuín, Tamtoc, en la huasteca, así como El Manatí, han dejado salir las piezas para quedar abandonadas como comunidades. No existe una estrategia para que esas comunidades sean visitadas por los posibles turistas que, entusiasmados por la muestra museográfica, decidan visitar la región de donde emanan esas piezas. Eso sí sería importante para dar vida a un estado tan deprimido económicamente como es Veracruz. Pero lejos de ello, el gobierno de México dedicó significativos recursos para el lustre banal en Europa mientras que carece de una estrategia para estimular el turismo cultural en la entidad jarocha, lo que sí beneficiaría a los mexicanos y justificaría el dispendio que hace de recursos públicos, que pasarían de la mera vanidad colonialista a ser una inversión en la promoción de una región que –supuestamente– es muy valorada por quien tiene esa responsabilidad pública.