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Recordando a Mario Bravo Vela
from Identidades 24
Recordanto a Mario Bravo Vela
J.P. Biosca
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Ya olvidé la fecha en que conocí a Mario Bravo Vela, todo un personaje de la música, el arte, la ciecia y la conciencia de Coatzacoalcos.
Y disfrutaba del dueto de Mario & Eloína. Me pasaba como a los niños, que admiran tanto a unos personajes que no quieren ni hablar con ellos y tiemblan de inseguridad ante la posibilidad de mantener un diálogo y conocerlos realmente. Así fue en un principio. Y se me restregaban las ideas en la cabeza. Significaban todo lo que quería ser y, a la vez, todo lo que no era. Eloína hermosa, con su timbre de voz privilegiada; sus hermanas Sara y Gabriela muy femeninas, muy interesantes, muy distantes para mi persona que comenzaba una vida en Coatzacoalcos. Como todos los círculos, eran cerrados para los ajenos. Me era más fácil dialogar con políticos, con el secretario de Marina, con el director de Pemex, con el gobernador Gutiérrez Barrios. Pero eran diálogos, a veces preguntas candentes, que algunos, como La Quina, Joaquín Hernández Galicia, respondían de manera dura y directa, desde sus posiciones de mando.
Un día –ya ni recuerdo cómo– nos presentaron: “él es Mario, Mario Bravo y ella Eloína…” Disfruté el instante, quería estacionarme en el momento. El diálogo fue agradable, recuerdo algún tema relacionado con su presentación. Ya sentí la puerta abierta y me acerqué cuantas veces pude.
Las Noches Bohemias
Con mucho éxito fluyeron las Noches Bohemias que llevó a cabo, por su primera temporada, el Volare, a cargo de Rebeca Ponce Jiménez, quien tuvo en el escenario a Mario & Eloína por varios años todos los sábados.
Después de miles de sinsabores, el Volare tuvo que cerrar sus puertas y Rebeca emigró a otra ciudad del estado de Veracruz. Coatzacoalcos dejó de ser la ciudad con vida bohemia por las noches. Después, Asunción Alcántara tomó su papel de amiga y fomentó las noches bohemias, que cristalizaron en el Patio de Lorenz por un lapso más bien corto pero muy nutrido. En ese entonces, éramos un equipo para la promoción y realización de esa actividad. Coatzacoalcos mostró su vocación para estas actividades, aún en el marco de la inseguridad percibida.
Muere el músico Mario Bravo
“Mario ya no está con nosotros…” una manera suavizada de decir Mario falleció, pero sucede que los artistas nunca mueren. “Los poetas nunca mueren”, escribió Jean Cocteau. Esto se comprende, la poiesis es creación y, quienes son capaces de crear, nada –ni la muerte– los destruye. Muere la persona, no la obra.
Y Mario Bravo Vela, junto con Eloína Muñoz Jiménez, su compañera de toda la vida, crearon obra, música, dibujo, sátira, textos. Educaron a jóvenes y, así, construyeron todo un mundo artístico. Mario en la guitarra y Eloína en su voz. Mario daba cursos de matemáticas, física y química, primero en la Universidad Veracruzana, después en su domicilio. Los beneficiados, centenares de alumnos que necesitaron reforzar sus conocimientos en la ciencia y los maestros de oficio carecían de la empatía para lograr la enseñanza. Y bien dice Aristóteles “la garantía de que una persona sepa algo es que puede enseñarlo”. Mario se movía como un verdadero pez en el agua de las matemáticas, la física y la química. Y así enseñaba también la música. “Todo vibra, el viento, la luz de las estrellas, su voz, los latidos de su corazón…”.
Todo vibra, en consecuencia todo tiene sonido. Podía hablar de la música de las esferas celestes, pero prefería hablar de los ritmos del corazón. Y así entraba en tema. El ritmo como componente esencial de la música, después pasaba a la melodía, las notas musicales, las escalas, hasta llegar a la armonía.
Con ejercicios físicos que hacen divertido el aprendizaje, sus alumnos leían en poco tiempo la música, conocían los ritmos, los tiempos, las armonías y, sin saber cómo, lograban una gran capacidad para apreciar la música. Así era Mario, enseñaba como los grandes maestros y a la hora de cobrar, poco o nada cobraba. Enseñaba por el gusto, ese gusto ya era su paga, pero los amigos le insistíamos que cobrara y lo hacía, muchas veces para comprar los alimentos de los más de 20 gatos que cuidaba, de los perros que llegaban a su casa. Todos sus gatos tenían nombre y decía. “Cada gato trae su nombre, hay que preguntárselo”. También decía que tienen tres nombres, uno para el vulgo, otro el personal de cada gato y otro el nombre oculto.
Del tema ocultista prefería no hablar, aunque su vida estuvo inmersa en ese mundo y la música es parte de ese reino. Pero de ese tema preferimos hablar poco, respetando la decisión de Mario de no ingresar en ese mundo. Ahora, todo esto está en el mundo eterno del recuerdo. Como toda su producción artística que nunca muere, porque fue capaz de crear todo un mundo. ¡Gracias Mario!