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El sentir

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MAR INMENSO

MAR INMENSO

Clemente Mújica Ponce México

Me ha susurrado tu nombre en la penumbra de la noche

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¡Ese ángel bueno me ha mostrado que existes!

Y besando mi cuello, él afirma que en muchas vidas me has amado

¡Un poco!

Confinado en el limbo, no encuentro el camino hacia la redención, pues te extraño sin saberte.

Y mi sed eterna no se aplaca con nada, me enseñan la luz y no permiten que me toque. No logro purificarme, pues, me atormenta tu recuerdo y cada centuria un ángel bueno me besa tiernamente, susurrando tu nombre en lo blanco de mi alma.

Tal vez no es un premio tu recuerdo y es mi castigo por amarte y cuando este ángel de fuego besa mis labios, tu aroma invade mi cuerpo.

Veo tus ojos y reconozco tu recuerdo. Es entonces cuando sufro más y pido ser perdonado, He olvidado mi pecado, No sé en qué fallé.

Tal vez te amé tanto, que terminé muriendo.

Y cuando sonrío un quántum de tiempo por saber quién eres, este ángel blanco de fuego eterno me hiere mi pecho con una espada de hielo

¡Duele a tal grado que la luz se aparte de mi alma!

Nueve musas recogen mi cuerpo y me amortajan con versos eternos, y un ángel puro de bronce fundido me toma en sus brazos ¡Unos instantes!

Y me dice No temas, pues, muerto no estás. En el limbo eterno me tengo cautivo, esposado con cadenas ardientes de besos perdidos.

Estoy suspendido entre la vida y la muerte ¡Buscando un perdón!

Sin recordar el pecado

Me torturan, susurrándome tu nombre, enseñándome tus ojos y soplan sobre mi rostro tu aroma.

Mi castigo es saber que te amo y no recordarte.

Por eso en mi limbo me encuentro perdido, aprendiendo lecciones que nunca comprendo.

Suspendido entre fuegos helados y hielos ardientes, se me habla del amor y vida infinita, hasta que pueda recordar nuestra historia.

Y querrás liberarme del limbo al arrancarte de mi olvido ¡Perpetuo!

Viajeros

Clemente Mújica Ponce México

Y en el frío de la madrugada, justo cuando la noche es más oscura, recuerda el amor perdido y con toda la calma se sienta frente a su altar. No hay tristeza en su rostro, pero tampoco hay alegría y ante las imágenes de deidades antiguas; prende esa vela sagrada la que le dio su protector. No lleva ropa alguna y unge su cuerpo con lociones y esencias. Del pequeño cofre que está entre veladoras rojas saca el pequeño muñeco hecho de ropa y cabellos de su amado. Y sobre el plato de barro negro coloca la figurilla y la acaricia tiernamente y pone alrededor gotas de cera de las velas rojas. Con las viejas tijeras corta un mechón de su vello púbico y lo comienza a quemar con la vela negra y las cenizas caen sobre el preciado muñeco. Y del cajón que está en la mesa del altar saca el primordio mágico que ha hecho durante tantos años, busca cuidadosamente la página donde escribió el hechizo de amor prohibido y allí en medio del libro hay una vieja foto donde se le mira joven y hermoso junto él y ambos están sonrientes y felices. No siente el frío de la noche y comienza a leer la oración escrita y baila suavemente y pareciera que la flama de las velas tienen cierto movimiento rítmico con su cuerpo. Y cuando ya ha repetido cantando siete veces esa poderosa oración, su cuerpo cae inconsciente al piso, es cuando se ve como su espíritu se desprende de la carne unido a un fino hilo de plata; comienza a elevarse y sale de casa. Muy lejos, en otro país, ve un anciano dormido en una cama en un hospital y está conectado a un respirador y más equipos médicos.

Nadie lo cuida, ya no hay esperanzas para él. Y en el frío de la madrugada se ve aparecer la figura joven y hermosa del brujo, esta joven y desnudo, se acuesta cuidadosamente junto al hombre enfermo y besa su frente. Le toma de sus manos y después lo abraza. Y allí, en la noche, entre la tenue luz, le da el beso de despedida a su amor y este comienza a marcharse; su latido se detiene y cuando el brujo se incorpora allí parado junto a él, está el alma de su amado. Ya no es un anciano, está joven y le sonríe y lo abraza. Un beso de amor une las almas. Su amado debe partir y así ante la luz celestial desaparece. El cuerpo astral del brujo regresa a su hogar y entra en su cuerpo. Al instante despierta, se incorpora y toma el muñequito que representaba a su amado y lo besa, después en la flama del velo sagrado comienza a quemarlo y el fuego lo consume en el viejo plato de barro. Toma las cenizas que quedaron y sale al patio de su casa, allí entro los árboles, sopla las cenizas al viento. El amor es eterno y si en vida no estuvieron juntos puede ser que en una eternidad se encuentren nuevamente

El Cocido Castellano

Deorinda Vallecillo Guerra

Valladolid, España.

Cocido castellano

El menú de todo hogar, Garbanzos con tocino

Pues no daba para mas.

En los años cincuenta

Para comer cocido Con magro y sin medida, Solo el terrateniente.

Los jornales humildes

Malamente si llegan Para garbanzos y pan.

Familias numerosas Abuelos y alguien mas, Pero la fe es tan grande Triste consuelo el pensar.

Que otros tenían menos Solo un mendrugo de pan, Cocido castellano, Comido con humildad.

Repartido con amor, Jamás estaban duros

Nunca sabían mal, Mirando de soslayo.

Para el plato siguiente

No fuese mas cantidad

Pobrecitas las madres

¡ay! Si con su mirada

Ella pudiera doblar

Esa pobre comida

Que tanto amor le da.

Cocido castellano

Con agua y sal,

Al toque del mediodía

A la señal de la cruz

Fue el menú de todo hogar.

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