El teatro mexicano, un asunto de gestion patrimonial con imagenes

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“El teatro mexicano, un asunto de gestión patrimonial” Autor: Arq. Ramón Javier Martínez Burgos Grado Académico: Licenciatura Facultad de Arquitectura, UNAM

Sección: Testimonios y/o Patrimonio Información: Paginas: 15 Palabras: 4,489 Caracteres s/espacios: 24,246 Caracteres c/espacios: 28,699 Párrafos: 50 Líneas: 331


Sin lugar a dudas uno de los temas que más realce ha tomado en los últimos años en torno a la preservación del patrimonio arquitectónico, es aquel que tiene que ver con la gestión y el manejo del mismo, hacia donde?, y en qué términos?, la conservación de los innumerables inmuebles que lo conforman debe llevarse a cabo, es una de las tantas batallas que este gran acervo histórico debe librar en tiempos actuales, sobre todo cuando en un espejismo o imaginario colectivo, la cantidad y variedad es tan vasta, que por momentos parece incalculable e inclusive todavía más riesgoso; parece inagotable!. Ahora bien, si a esto sumamos el hecho de que la acepción de lo “patrimonial” se ha vuelto cada vez más compleja; al grado que ahora nos vemos inmersos en la búsqueda de definiciones y discusiones que oscilan entre binomios indisolubles como: lo tangible y lo intangible ó lo natural y lo construido; el panorama que se nos presenta para la conformación de un marco teóricopráctico que nos permita incidir en la toma de decisiones sobre el devenir y porvenir, de lo que, en este amplio panorama representan, tan solo los monumentos arquitectónicos; la situación se torna crítica.

Imagen 01.- Casona de finales del siglo XIX, en la Col. San Chapultepec 1ra sección, México D.F.; reutilizada con giros comerciales. Fotografía del autor. México 2009


Por lo que se refiere a la gestión si entendemos esta como el ejercicio democrático, incluyente y responsable del quehacer patrimonial y no solo el normativo administrativo 1, este ejercicio nos implica una responsabilidad y un compromiso que va más allá de lo social e inclusive de lo generacional, pues las decisiones que se tomen aquí y ahora en torno de estas muestras culturales, trascenderán a las generaciones futuras, en el mejor de los casos sentando las bases de su conservación, uso y aprovechamiento. Ante estas disyuntivas es posible identificar un común denominador que mueve y promueve todo tipo de iniciativas en torno del patrimonio arquitectónico, este factor común es su CONSERVACIÓN. En números redondos en México existen 29 sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO2, que incluyen patrimonio natural y patrimonio tangible con arquitectura arqueológica, histórica y contemporánea; además de 14 declaratorias que albergan patrimonio documental bibliográfico, grafico y sonoro3; alrededor de unas 220,000.00 zonas arqueológicas y tan solo 176 de ellas cuentan con algún servicio de infraestructura cultural 4, además de un número incontable de inmuebles con valor histórico y otros tantos con valor artístico, cuyos respectivos catálogos se encuentran muy lejos de dimensionarlos; estas cifras en ningún momento toman en cuenta toda la amplia riqueza que en términos de patrimonio natural e intangible cobija este enorme país.

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Viladevall i Guash, Mireia, Coordinadora, Gestión del Patrimonio Cultural. Realidades y Retos, contraportada, Dirección General de Fomento Editorial, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2003. 2 Por sus siglas en inglés: “Organización de Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura” 3 Es importante mencionar que en este apartado de 14 declaratorias de Patrimonio de la Humanidad, se incorporó en 2003 “las fiestas indígenas dedicadas a los muertos”, como la primera y única manifestación del llamado patrimonio intangible que se ha logrado reconocer a nivel internacional en nuestro país. 4 Cifras tomadas del portal de internet perteneciente al Sistema de Información Cultural (SIC) de CONACULTA


Imagen 02.- Casa maya en Yucatán, Cañón del Sumidero en Chiapas, Montealban en Oaxaca, Catedral de Oaxaca y Biblioteca Central en Ciudad Universitaria, México D.F. Fotografías del Autor 2008-2009

Regresando al punto medular de este documento, lo anteriormente expuesto nos obliga a reflexionar entorno de su preservación, por lo menos en dos aspectos, el eminentemente técnico y su contraparte social; en el primer caso, estamos ante la preservación del valor testimonial y la autenticidad del patrimonio; en el segundo, nos encontramos ante su valor y función social. Mientras que en el primero nos encontramos ante el impulso a la investigación y la tecnología dirigidas a la conservación; en el segundo, se nos presenta la inserción de la protección del patrimonio en las políticas públicas de toda nación5. Bajo estos preceptos es importante resaltar, que la gestión del patrimonio debe incorporar a los distintos actores que participan y coadyuvan de manera directa e indirecta en su conservación,

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Becerril Miró, José Ernesto, La Gestión Jurídica del Patrimonio Cultural en México, en Gestión del Patrimonio Cultural. Realidades y Retos, pag. 46, Dirección General de Fomento Editorial, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2003.


para que de esta forma trabajen de manera sistémica y coordinada, bajo los marcos legales y administrativos elaborados para tal fin. Llevando a la conservación de los bienes culturales, cualquiera que sea su origen, al entendimiento de su función y adopción social, en la búsqueda de una gestión que involucre tanto al estado como a la sociedad; una gestión que permita que los bienes culturales y particularmente el patrimonio arquitectónico, tengan una vigencia, permanencia y un uso digno; que no ponga en entredicho su esencia, pero que sean capaces de dar respuesta a las demandas sociales de nuestra modernidad y para que ninguna muestra por mínima que parezca sea subvalorada y en el peor de los escenarios desechada. Un caso muy particular que ejemplifica esta situación, en donde el término -y la acción- de la “Gestión Patrimonial” parece haber llegado demasiado tarde; lo constituyen los espacios y edificios teatrales; un género arquitectónico que muestra un devenir histórico excepcional, cuyos más remotos antecedentes en nuestro país se remontan a las épocas mesoamericanas y cuya continuidad evolutiva tiene verificativo hasta la década de 1970, en pleno siglo XX. La deuda generacional en torno de la gestión y manejo de estos majestuosos ejemplares de arquitectura histórica es grande, sin tomamos en consideración la destrucción de que han sido objeto o en su defecto el abandono total, iniciado también en las postrimerías de esa misma década (1970). México cuenta con una amplia y profunda tradición teatral, cuyas raíces inician con la tradición mesoamericana y continúan con la amplia gama de expresiones contemporáneas, cuya importancia reflejada en sus espacios, en algunos casos de la cotidianidad prevaleciente en el momento, conforman un testimonio tan importante como cualquier testimonio documental, así mismo sus edificaciones integran una amplia gama de valores que van desde los meramente tecnológicos y funcionales, hasta los más altos valores estéticos prevalecientes en su propia arquitectura.


Por fortuna –si es que podemos así decirlo- muchos de los ejemplares de la arquitectura teatral histórica se han conservado en nuestro país, pues por encima de su valor utilitario y funcional, para la gran mayoría de nuestra sociedad, son claro ejemplo de jerarquía urbana y refinamiento social. Sin embargo vale la pena mencionar que si bien esta arquitectura se ha conservado, la mayoría de estas edificaciones carecen de un uso específico, condenando a la mayoría de los históricos teatros de México a una subutilización y en el mejor de los casos a una reutilización de sus colosales interiores, para eventos poco afines a sus instalaciones.

Imagen 03.- Interior del Teatro de Iturbide, Litografía de Casimiro Castro (siglo XIX). Colección Banco Nacional de México


Semblanza histórica del teatro en México Antecedentes: Se denomina teatro a la rama del arte escénico, relacionada con la actuación, que representa historias frente a una audiencia usando una combinación de discurso, gestos, escenografía, música, sonido y espectáculo. Es también el género literario que comprende las obras concebidas en un escenario, ante un público. Tratar la historia del teatro, en muchos casos una historia no escrita, nos remonta a los propios orígenes de la humanidad, históricamente se encuentra documentado que la historia del teatro (como actividad y espacio construido) tiene sus orígenes en la antigua Grecia (del griego Theatrón, “lugar de contemplación”) surge de la evolución de las ceremonias y fiestas como el de la “vendimia” ofrecida a Dionisios, en la cual jóvenes iban danzando y cantando al templo de los dioses a ofrecerles las mejores vides. En el siglo V a.c. se establecieron en Grecia los cánones clásicos de la comedia y la tragedia, para cuyas representaciones en ese mismo siglo se erigieron teatros como el de Epidauro y el de Dionisio en el siglo IV a.c. El teatro griego se realizaba al aire libre, contaba con coro (dirigido por el Corifeo o maestro del coro) que cantaban y danzaba en torno a un altar. En el teatro griego se representaban dos tipos de obras: la tragedia, obra dramática de final desgraciado que trataba de temas de leyendas heroicas y utilizaba, oportunamente, a los dioses para su final, y la comedia satírica, que criticaba humorísticamente a políticos y sus obras e incurrían en una mímica iniciada por un coro de sátiros, y comedias que tenían por tema asuntos de la vida cotidiana; todas estaban escritas en verso y utilizaban máscaras. Dicho lo anterior me atrevo a aseverar que en su forma más pura y básica, la activada teatral es un medio de comunicación, esencial y común a toda la humanidad, desde sus propios orígenes,


cuyo lenguaje articuló la cotidianidad y la magia o religiosidad, intrínsecamente contenidas en la sencillez de los ritos mas ancestrales. Para el caso mesoamericano esto no puede ser más cierto, la estrecha relación que entablaron los grupos indígenas con su entorno natural y construido, así como la interpretación de sus fenómenos naturales, propicio un innumerable bagaje de expresiones escénicas y escenográficas dignas de cualquier macro producción contemporánea, los ritos y actos cívico religiosos realizados en los majestuosos espacios (escenarios) naturales, como los cerros, volcanes, lagos, ríos, cenotes, bosques, etc. constituyeron la aprehensión mágica del mundo donde todo influye; sobre todo donde las fuerzas favorables o antagónicas, visibles o escondidas, pueden ser explotadas por el hombre para fines de propiciación o de conjuro; donde los espacios son permeables todavía donde el mundo entero es una escena que no conoce ni los límites ni la exclusión; donde sucede la concentración religiosa que discrimina más claramente los espacios y muestra una participación más activa del hombre al espectáculo que le proporciona la naturaleza6. De igual forma en su entorno construido, sus edificaciones y particularmente el conjunto Plaza-Templo(s) generaron el marco ideal de sus representaciones cotidianas, donde lo mágico y lo cívico formaban un estrecho lazo escénico y escenográfico que les permitía representar y explicar su cotidianidad, que les explicaba el mundo que les rodeaba y el que habían creado, trasladando esta escenografía en muchos de los casos a la escala de lo habitacional. Sin menoscabo de otras edificaciones como las canchas del juego de pelota e inclusive algunas muy particulares como los complejos gemelos de Tikal en el Petén guatemalteco, que ha decir de algunos investigadores de esta Universidad, pudo ser un foro teatral ideal.

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Johansson Patrick, Espacios Rituales Prehispánicos, Teatros de México, pag. 13, Fondo Cultural Banamex A.C., México 1991.


A la llegada de los españoles en el siglo XVI, estas actividades mesoamericanas y sus escenarios lejos de desaparecer sufrieron una transformación que les permitió, a las primeras órdenes de religiosos llegados a la Nueva España, llevar a cabo una de las tareas sustanciales de la conquista, “La evangelización”; las iglesias, capillas, capillas abiertas y demás espacios religiosos conformaron la sustitución de los llamados espacios rituales paganos, cuyas muestras de las tradiciones, costumbres y ritos indígenas trascendieron mas allá de la a-culturización, así entonces como ejemplo podemos decir que: los evangelizadores franciscanos del siglo XVI en la Nueva España, introdujeron un teatro didáctico religioso a través del cual esperaban lograr una mayor incorporación de los grupos indígenas al mundo cristiano y al Imperio de España. Fue un teatro de clara raigambre medieval en cuanto su estructura y sus propósitos, al cual los misioneros fácilmente permitieron la asimilación de un caudal de soluciones que había caracterizado al teatro religiosos prehispánico7. Para los arquitectos novohispanos la generación de la capilla abierta como un género arquitectónico nuevo e innovador, articuló el cúmulo de tradiciones y costumbres que los grupos mesoamericanos tenían por cotidianas, articulando un espacio de calidad teatral en cuyos espacios tenían verificativo actividades teatrales en forma, tal como se relata de lo sucedido en la capilla de San José de los Naturales: ….un teatro menor al que los naturales bautizan en su idioma como “neixcuitilli”(ejemplo), representaciones cortas que complementan todos los domingos en la tarde las palabras del sermón. (Arroniz, pag.99)8.

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Estrada de Gerlero, Elena Isabel, El Teatro de Evangelización, Teatros de México, pag. 23, Fondo Cultural Banamex A.C., México 1991. 8 Ibidem, pag.30.


Imagen 05.- Capilla abierta de Mani, Yucatán; Juan Benito Artigas; Capillas abiertas aisladas de México; Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional Autónoma de México; México 1992

En la continuación e intermediación de los siglos XVI al XVIII, las artes teatrales practicadas por los religiosos, si bien no desaparecieron, si fueron cediendo y compartiendo su espacio con puestas en escena, más triviales o mejor dicho cívico-sociales, a la par de lo que sucedía en los templos religiosos, para finales del siglo XVI, otras actividades de tintes sociales comenzaban a articular todo suerte de movimientos escénicos; procesiones, investiduras, fiestas patronales o simplemente los paseos de la nobleza virreinal, estrechaban entre danzas, alusiones pictóricas, ornamentaciones de flores y fuegos artificiales, las calles y plazas de las ciudades virreinales, que enmarcadas por la dramatización y profusión de la arquitectura barroca, convenían la


escenografía urbana ideal para dichas actividades, muestra de ello lo podemos encontrar en diversos fondos de pinturas de época, que dejan ver esa cotidianidad teatral que enmarcaba la sociedad virreinal9; quien no ajena de las costumbres europeas trasladó para el siglo XVII, del teatro de cámara italiano, su interpretación intramuros con un teatro cortesano que en sus casonas o en el mismo Palacio Virreinal y su “Salón de Comedias” sirvió de digno escenario para la puesta en escena de sátiras comedias, tanto como de representaciones dramáticas.

Imagen 06.- Detalle de Biombo Alegoría de la Nueva España, Óleo sobre tela, anónimo (siglo XVIII). Colección Banco Nacional de México

Una actividad sumamente imbuida de las artes escénicas, que tiene verificativo en este periodo y que pocas veces es analizado desde esta perspectiva, pero que conforma en torno del evento una serie de actividades teatrales de suma complejidad, es la fiesta taurina, que para principios del

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La mayoría de estas pinturas son de escenas religiosas, como procesiones patronales o eventos como el traslado de encierro de las Monjas Catarinas de Valladolid, pintado en 1738


siglo XVIII se encuentra sumamente arraigada en la sociedad virreinal, considerada inclusive ya como “una fiesta nacional”10. Así entonces, si bien para el siglo XVI existían estos salones de comedia, ya entrado el siglo XVII esta actividad se había trasladado a los patios de las casonas virreinales, en donde los amplios patios se trasformaban de vacios cuadrángulos, en verdaderos escenarios para tal actividad, el patio era considerado un auténtico auditorio y en veces parte del proscenio, cuyo espacio se dividía en tres secciones, el escenario con un tablado de madera en no más de la mitad, que inmediatamente tenía unos bancos ( los espectadores más cercanos), un área denominada el “mosquete” propia para el género masculino, en donde los espectadores se acomodaban de pie, dividido por una cerca o baranda, que separaba convenientemente la denominada galería baja, territorio exclusivo de mujeres solas. Esta disposición varió en algunos casos para mediados del siglo XVII, adosándosele una grada de tres niveles, que corrió por tres de sus lados, cerrándose como una pinza en torno del escenario. Tal fue el éxito de estos improvisados pero efectivos teatros, que para 1638 fue encargado a Juan Gómez de Trasmonte el llamado “Coliseo de México” a semejanza del modelo del teatro sevillano, que no obstante digno encargo, el espacio destinado no fue muy afortunado, se destinó para esta edificación el claustro de un hospital, dando paso en la siguiente centuria a una relación poco común entre los enfermos y la comedia, que solo terminó cuando en 1722 fue consumido por el fuego. Para la nueva edificación se destino un espacio separado, pero desvinculado del hospital, pues para la nueva edificación su utilizaron terrenos propiedad del hospital, el nuevo teatro o coliseo no tuvo buena fortuna, pues a tan solo 27 años de su edificación ya tenía graves daños que representaban riesgos inminentes. El último de estos coliseos se edifico entre a

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Cuadriello, Jaime, El Ámbito del Teatro Mexicano, Teatros de México, pag. 23, Fondo Cultural Banamex A.C., México 1991.


mediados del siglo XVIII, teatro 11 que no obstante sus innumerables modificaciones funciono hasta la tercera década del siglo XX en que otro incendio acabo con él.

Imagen 07.- Calle de Mecateros, hoy 5 de Mayo; al fondo el Teatro Nacional; en Ciudad de México, compendio cronológico de su desarrollo urbano; IPN; México 2003

Para el siglo XIX, no obstante la profunda secularización social, el Teatro se conformó como la cuña política y social de la vida urbana, la transformación de este espacio es notable pues para este siglo, sus espacios no solo servían para la puesta en escena de obras líricas o dramáticas, también se llevaban a cabo dentro de sus escenarios, conciertos, reuniones, actos cívicos y políticos, así como eventos sociales, escolares e inclusive científicos; para esta centuria y de la mano del trabajo escolarizado impuesto por las enseñanzas de la escuela de arquitectura de la Real Academia de San Carlos, los teatros que se construyeron por todo el país ya contaban con todas las exigencias y requerimientos, no nada más del teatro lírico y dramático, sino del 11

Este teatro fue conocido también como “El Teatro Principal”


naciente teatro musical y con la introducción de nuevos materiales de construcción, amén del acero se edificaron monumentales escenarios dignos de los más representativos en toda Europa; el Teatro Llave de Orizaba y el Teatro de Santa Anna por mencionar solo algunos, conformaron lo que socialmente constituyó no solo el espacio de la sátira representación, fue también el espacio de comunión y legitimación de una sociedad en búsqueda de su propia aceptación. El siglo XIX fue entonces el siglo de oro de la construcción teatral, con majestuosos y colosales ejemplares de este género por todo México; a los ya mencionados se sumaron muchos otros, el “Teatro Alarcón de San Luis Potosí”, el “Teatro Francisco Paula de Toro” de la ciudad de Campeche, el remodelado “Teatro Principal” y el nuevo “Teatro Nacional” en la ciudad de México, el “Teatro de Iturbide” en la ciudad de Querétaro y el “Teatro Degollado” en la ciudad de Guadalajara, el “Teatro Doblado” y el “Teatro Juárez” en Guanajuato, así como el “Teatro Morelos” en la ciudad de Aguas Calientes, el “Teatro Rosas Moreno” en la ciudad de Lagos, San Luis Potosí y el “Teatro Peón Contreras” de la ciudad de Mérida, además de los muchos otros construidos en la ciudad de Veracruz, Xalapa, Córdoba, Huatusco, ciudad del Carmen, Tlaxcala y Puebla, sin menos cabo de la valía de muchos otros que no están aquí mencionados.

Imagen 08.- Interior del Teatro Degollado; Palcos y butacas; Guadalajara, Jalisco; en Teatros de México. Fomento Cultural Banamex. México 1991


Todos ellos con amplios espacios, plagados de un profundo clasicismo; el Pancoup`e, los imafrontes, vestíbulos ovales, fachadas porticadas y majestuosas columnatas, palcos, amplios pasillos de circulación, tragaluces de colores, salas oblongas, foros entablerados, espléndidos cielos rasos, murales al fresco, camerinos, galerías y plateas, etc. fueron elementos arquitectónicos que, acompañaron y vistieron la dignidad formal y funcional de tan importantes espacios, cuyo principio de su fin tal vez y con temor a equivocarme, inicio con la demolición del Teatro Nacional de la ciudad de México y el encargo del monumental “Palacio de Bellas Artes” al arquitecto italiano Adamo Boari. Ya en el siglo XX, por lo menos en sus primeras cuatro décadas, algunos nuevos teatros trataron de guardar la estereotomía neoclásica de sus elementos, sin embargo la introducción del cine a la vida social de México y particularmente como divertimento de las clases menos afortunadas, obligo a muchas de las nuevas edificaciones y aún, a algunas de las ya construidas a modificar sus elementos arquitectónicos, para la introducción de cabinas de proyección y diseños de salas más acordes para esta nueva actividad. La dignidad arquitectónica que acompaño durante el siglo anterior al género de los teatros, se mantuvo vigente y legitimada, solo a través de un hecho circunstancial y desafortunado; el encargo realizado en el porfiriato al arquitecto Boari, cuyo proyecto inicio su construcción en 1905, y que fue abandonado en 1910 por diversas causas, concluyéndose hasta 1934 a manos del arquitecto Federico Mariscal, con un diseño tomado de las antiguas proporciones clásicas, interiores impregnados del naciente Art Noveau y las inserciones realizadas por Mariscal con detalles Neoindigenistas al exterior e interior retocados al estilo Art Decò; el Palacio de Bellas Artes por casi 30 años constituyó una imagen congelada en el tiempo de una tradición que consolidó por poco más de tres siglos a la sociedad mexicana y cuyo género arquitectónico para


las siguientes cuatro décadas del siglo XX (1960-2000), fue progresivamente sustituido por las salas cinematográficas. Imagen 09.- Palacio de Bellas Artes, vista de Eje Central. Fotografía del Autor. México 2008

Desplazando

la

arquitectura teatral a lo que en los inicios del siglo XXI parece ser una actividad de elite, bajo la sombra de las butacas vacías. Los cambios conceptuales y filosóficos en la actividad teatral del siglo XX, marcaron no solo un cambio en la materialización del espectáculo, pues influyó también en la evolución de sus espacios, la desmitificación de sus relaciones entre el pensamiento y la naturaleza por una representación más realista, las reformas pictóricas y plásticas en los escenarios teatrales, el teatro de masas y más recientemente el estancamiento teatral producto de la posguerra, contribuyeron a la definición del teatro moderno multifuncional, que da cabida a todo tipo de espectáculo, así como a la complejidad de la práctica del nuevo teatro y sus derroteros, que buscan cobijo bajo los ahora llamados “Centros Culturales”, que neutralizan en el mejor de los casos, a los edificios teatrales históricos, cuyo verificativo tiene su mejor ejemplo en la propia ciudad de México, en donde vemos lo mismo al monumental Palacio de Bellas Artes en aparente plenitud, que recordamos al ya desaparecido Teatro Ideal ubicado en la calle de Dolores o nos asombramos del trasformado Teatro Silvia Pinal en la colonia Roma convertido ahora en centro religioso, amén de acostumbrarnos


tristemente a ver el abandono que sufre el Teatro VizcaĂ­nas y muchos otros, que ahora junto con las majestuosas salas cinematogrĂĄficas forman parte de nuestra abandonada cotidianidad.


Imagen 10.- Detalle de la fachada del cine Latino; Av. Reforma. México D.F. 2000; Googlemaps.

De lo particular En congruencia con lo anteriormente expuesto, baste como ejemplo específico sin menoscabo de los ya mencionados, el caso del “Teatro Politeama”, ubicado en antiguo callejón de López a un costado de la calle San Juan de Letrán, constituyó un icono histórico para el desarrollo cultural de nuestra nación; inaugurado en 1928 incursionó en el teatro de revista bajo las representaciones de la compañía Ortega y Prida, por sus espacios desfilaron y se formaron personajes de la talla de Guty Cárdenas, Agustín Lara, Mario Ruiz, Eduardo Vigíl Robles, Jorge del Moral, Joaquín Pardavé, Pedro Vargas y Lucha Reyes, entre otros muchos que marcaron la llamada “época de oro”; y que a través de sus espectáculos dieron forma a la tradición generacional del siglo XX; para 1933 con motivo de la ampliación de la calle de San Juan de Letrán –proyecto desarrollado


por el urbanista Carlos Contreras- obligo a la destrucción de invaluables monumentos virreinales y en su primer tramo libero también la actual Avenida de Izazaga, hecho que permitió la ampliación y apertura de una nueva fachada del teatro por esta avenida, sin embargo y muy a pesar de estos hechos de alto valor histórico, para los inicios de 1980 se encontraba en lamentable estado de abandono y con motivo de los programas de reactivación del centro histórico, fue demolido para dar paso a la construcción de un edificio de departamentos y una plaza comercial para el reordenamiento del comercio ambulante, y que dicho sea de paso hasta la fecha no fue ocupada más que por indigentes.

Imagen 11.- Fachada del Teatro Politeama hacia 1980. México D.F. 1980


Imagen 12.- Detalle de las fachadas oriente y poniente del Teatro Politeama, hacia 1980. México D.F. 1980

Lamentable resulta a la vuelta de casi tres décadas rememorar tal situación, la perdida de la conciencia histórica no inicia con la pérdida de sus muestras materiales, inicia tal vez con la perdida de los valores que nos hacen devaluar los monumentos, ocasionando en el patrimonio arquitectónico documentos insustituibles.


Imagen 13.- Detalles del interior del Teatro Politeama, hacia 1980 en completo estado de deterioro. México D.F. 1980

Conclusiones El quehacer de la gestión no termina con la conservación y perpetuación de los espacios, materiales, sistemas constructivos, acabados y decoraciones, inicia con estos trabajos pero se consolida con la permanencia de las tradiciones y costumbres en su utilización, hechos que dan cohesión y articulan a los grupos humanos en su lectura cronológica; pero también con la diversidad y multiplicidad de usos y funciones que integran la filosofía de la nueva arquitectura; que confronta la necesidad de realizar la tarea ancestral de la conservación, de la mano de la gestión que busca la integración de los nuevos mecanismos y complejidades que demanda


nuestra modernidad; para que esta arquitectura no solo se conserve y en su caso se restaure, sino también para que se mantenga viva y vigente en nuestra sociedad, a la par de los nuevos usos o actividades que en estos espacios concurran, la gestión del patrimonio arquitectónico es una actividad que debe involucrar los aspectos pragmáticos filosófico ideológicos y técnicos de la conservación, paralelamente a las actividades administrativas y de compromiso social necesarias para la proyección en el presente y en el futuro de este y cualquier otro género arquitectónico, sin menoscabo de la salvaguarda del testimonio histórico que la arquitectura representa para la humanidad.

Aquí

y

ahora

es

necesario

reflexionar

y

conjuntar

esfuerzos

multidisciplinarios,

interdisciplinarios e inclusive transdisciplinarios, que nos permitan abordar la problemática de la gestión y conservación del patrimonio arquitectónico de nuestra sociedad, el adjetivo de lo “arqueológico”, “histórico” y “artístico” no debe ser mas que un vehículo de su comprensión, pues el ejemplo de los teatros y su situación actual de desuso, es tan solo una muestra superficial del patrimonio que se nos escapa de las manos, cual flujo de agua y que día con día se va agotando. Gestionar es la acción de administrar, de realizar diligencias para la obtención de un objetivo, la gestión de patrimonio, por tanto no es solo la administración de los recursos de que se compone, es también la consecución de su fin causal, que es su conservación y utilización en el presente con proyección al futuro; que hacer?, y cómo hacerlo? requiere de profesionistas preparados cuyos cimientos se construyan en la estructura básica de nuestra educación y se consoliden en la formación profesional, profundizando en los posgrados; pero aquí y ahora es importante mencionar el vacío existente en la etapa de consolidación, pues es en esta etapa que los profesionales de la arquitectura cuentan con poca o en algunos casos nula preparación, no


obstante el importante campo de trabajo que para el arquitecto significa la Reutilización del patrimonio arquitectónico.

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