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BUENOS AIRES, MIERCOLES 22 de febrero de 2012

Código adolescente

Los chicos se comunican por medio de un lenguaje propio, a veces indescifrable para los adultos. Pero mientras algunas voces denuncian un “empobrecimiento del idioma”, otros aseguran que las palabras no se pierden, sino que se transforman. Para la escuela, el desafío es formar hablantes conscientes, que sepan adecuarse a las distintas situaciones de comunicación. Aquí, algunas respuestas. Páginas 2 a 5

Consejos para encarar la vuelta al colegio El comienzo de las clases requiere una preparación paulatina y acompañada. Especialistas y docentes aportan ideas para que los padres favorezcan la readaptación de los chicos a la rutina. Páginas 6 y 7

De maestra a alumna, a los 77 Pág. 8


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>> informe para docentes y padres archivo clarín

Lo que dicen los jóvenes

La creación de un código propio es un rasgo típico de los adolescentes de todos los tiempos. Pero en esta generación hipercomunicada, los cambios en los lenguajes juveniles se multiplican.

Los adolescentes actuales son muy creativos a la hora de inventar palabras y expresiones para comunicarse con sus pares. Estos nuevos códigos ingresan también al aula, y plantean un desafío a los docentes. Claves para aprovechar y orientar estos usos lingüísticos en la escuela. La mirada de educadores y especialistas. Luciana Aghazarian Especial para Clarín

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uego de la lectura de La metamorfosis en clase de Literatura, la profesora le pide a Sol que explique el comienzo del relato de Kafka. La alumna contesta: “Cuando el chabón se despertó tipo que se dio cuenta que era un insecto”. La escena se repite una y otra vez, sobre todo en los primeros años del secundario. Algunos docentes todavía se horrorizan, otros lo toman con mayor naturalidad. Los primeros reclaman por la escasez de vocabulario y observan con preocupación la dificultad de jóvenes y adolescentes para comunicarse. Los segundos, valoran la creatividad de los chicos a la hora de inventar nuevos términos y aseguran que solo es cuestión de enseñarles a adecuar los registros a los correspondientes contextos. En cada época, jóvenes y adolescentes diseñan sus propios códigos

lingüísticos; sin embargo, hoy, con el avance de las nuevas tecnologías, el boom de la comunicación a través de las redes sociales y la inmediatez del mensaje vía chat, el cambio parece más evidente e invade las aulas. “Alta onda” –cuando algo les gusta–, nada –como muletilla–, “rechú” –viene a reemplazar a “concheto”–, “de una” –utilizado para responder en forma afirmativa con énfasis–, son algunas de las expresiones que más se escuchan en boca de estas nuevas generaciones hipercomunicadas, a toda hora y en todo momento, a través de celulares, netbook, iPod, tablet, entre otros soportes. ¿Es preocupante este uso del lenguaje, o forma parte de la configuración de la diferenciación necesaria de la adolescencia? ¿Deben los docentes apropiarse de este nuevo léxico para comprenderlo y acercarse a sus alumnos, o es necesario corregirlos y fomentar desde el aula la incorporación de vocabulario nuevo?

En cada época, los adolescentes diseñan sus propios códigos lingüísticos y crean nuevas expresiones ¿Empobrecimiento o cambio? “Así, los jóvenes empobrecen el lenguaje”, suele ser una de las quejas más reiteradas. Clarín Educación buceó en las profundidades de este reclamo que proviene muchas veces de los docentes, de especialistas de la lengua e incluso de los padres, para echar luz sobre el origen de este conflicto y comprender un poco más sobre el empleo de este vocabulario juvenil en

el contexto escolar. “No es empobrecimiento, es cambio”, aclara Alejandro Raiter, profesor de Sociolingüística en la carrera de Letras de la UBA. “El cambio dialectal –continúa– lo que significa es que cambian las formas, algunas desaparecen y otras surgen. Que una palabra desaparezca no implica empobrecimiento, hay que ver cuáles otras aparecieron. La cantidad de palabras se mantiene constante”, sostiene. Francisco Petrecca, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras, va más allá: “A mí no me preocupa que digan chabón, tipo, fulano, hombre, persona, señor o caballero, no es realmente lo grave, el problema sería si no es una elección. Hablar es tener conciencia permanente de que hay otro delante de mí, elegir un modo para relacionarme con él y adoptar un procedimiento, y aquí es donde está la libertad de utilizar la mayor o menor cantidad de registros. Si

no es una elección, se transforma en empobrecimiento”, asegura. Según los especialistas, algunos términos de este lenguaje juvenil no traspasan la barrera de la adolescencia, es decir que su uso queda supeditado a una franja etaria y se disuelve con el tiempo. En cambio, hay otros usos que permanecen y, hoy más que nunca, se incorporan a los distintos cronolectos (variedad lingüística utilizada por un determinado grupo etario). ¿Por qué sucede este fenómeno y cuánto influye éste en un posible empobrecimiento del lenguaje de los más chicos? Juventud, divino tesoro Explica Raiter que desde hace unos 20 años “la experiencia dejó de ser un valor social, ahora lo es la juventud”. Considera que hay grupos, como la clase dirigente o los docentes, que fueron perdiendo prestigio y su lugar lo ganaron los jóvenes: “Cuando yo era adolescente –continúa– estaba desesperado por ponerme un traje, mi


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>> CONSEJOS PARA PADRES

Ricardo Braginski

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comentarla. Así, en lo cotidiano, se pueden trabajar distintas formas de expresión y compresión que el niño capitalizará en la escuela.

tas recomiendan que los jóvenes lean lo que les guste: novelas, poesía, historieta, revista de deportes.

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Estimular a los hijos a que lean, escuchen música, vean películas, vayan al teatro; todas esas prácticas facilitan la incorporación de vocabulario. En cuanto a la lectura, los especialis-

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Cantidad no siempre es calidad. Escuchar lo que tienen para decir los jóvenes aunque sea un rato al día les da más posibilidades de encontrar las palabras para expresarse en su vida cotidiana.

No imitar a los jóvenes. Es necesario que el padre tome el rol del adulto para poder transmitirle al chico valores, experiencias, saberes, y con ellos vocabulario nuevo. Un ejercicio recomendable es compartir, aunque sea una vez al día, una lectura o una serie de TV y

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rbraginski@clarin.com

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Involucrarse lo más posible en las tareas y trabajos escolares del adolescente. Si bien es el profesor el que lo corregirá y lo guiará, el intercambio familiar invita a reflexionar acerca de lo hecho en clase. Esto constituye una base importante para que el alumno alcance un aprendizaje significativo.

Leandro Monachesi

testimonio 1

rosana

ROSANA PULIDO 25 AÑOS de DOCENCIA PROFESORA DE LENGUA EN LA ESCUELA RODOLFO WALSH Villa PUEYRREDÓN e Cuando era adolescente las

expresiones eran “tirame las agujas”, “se fue a la lona”, todo un vocabulario que usábamos y nuestras madres preguntaban “¿qué estás diciendo?”, no se lo apropiaban. Hoy por hoy el chico se encuentra con que el vocabulario de los adultos es igual al de él. e Desde hace muchos años cuan-

do hacés leer un texto, la síntesis arranca: “el chabón y la chabona”, en sus versiones múltiples. Lo que nos preocupa no es que utilicen esas palabras sino que no tengan la libertad de elegir otras, porque carecen de toda la variedad de registros.

hermana por pintarse y ponerse los tacos altos. Ahora los viejos se ponen zapatillas y jeans, tratan de imitar a los más jóvenes. Lo mismo sucede con el dialecto, lo que hace que el cambio que está sucediendo no sea tan solo un cronolecto, una cuestión etaria, sino que se vaya imponiendo en el conjunto de la sociedad y todos nosotros lo vayamos incorporando”. Ahora bien, según Petrecca “esta situación habría que estructurarla dentro de una crisis global que se está viviendo en estos momentos y que va a llevar a nuevas reconsideraciones sobre las funciones de cada adulto. Creo que considerar que el mundo de los chicos es el mundo ideal es peligrosísimo para los chicos y para los grandes. Hay que ver qué herramientas les damos para cuando crezcan, porque lo de ser jóvenes es una cuestión que pasa con el tiempo”. La reiteración y síntesis de palabras, la variedad de abreviaturas y la dificultad en la interpretación de consignas encienden la alarma en los docentes que asumen que la falla suele provenir del espejo en el que rebotan los jóvenes al mirar a los adultos. “Antes el lenguaje de los adolescentes era de los adolescentes, hoy los padres, e incluso

Para Rosana Pulido, profesora de secundaria, lo preocupante es que los chicos no manejen distintos registros.

algunos docentes, se apropiaron de ese modo de hablar. La mala palabra y las faltas de ortografía se naturalizaron en determinados ámbitos”, puntualiza Rosana Pulido, profesora de Lengua de primero a cuarto año en la Escuela Rodolfo Walsh. Decir en contexto Aquella libertad a la que hace referencia Francisco Petrecca sobre la elección de un término y no de otro en determinada situación, frente a un determinado interlocutor, es en lo que focalizan algunos docentes. El objetivo es determinar, a través de diversos ejercicios en clase, si los alumnos pueden adecuar los distintos registros según el contexto. “El lenguaje –opina Gabriela Di Salvio, profesora de Lengua en el Instituto Santísima Virgen Niña– no es bueno ni malo, está en el emisor saber apropiarse de la situación y usarlo eficazmente”. Para repensar la utilización de las palabras en distintos escenarios y con diversos interlocutores, la docente trabaja en primer año con un ejercicio de role-playing en el que la consigna es dramatizar en forma improvisada una conversación con un amigo en casa, con la profesora

En los últimos años, las “malas palabras” y las faltas de ortografía se naturalizaron en ciertos ámbitos en el colegio, con un directivo de la institución, así como recrear una situación en una cancha de fútbol o en una misa. Otra práctica tiene que ver con la corrección por parte del alumno de textos –diálogos, cartas a un amigo, solicitud de empleo– con errores en la elección de registros. “Cuando en un trabajo o una prueba abrevian las palabras, se las marco –continúa Gabriela–, no como error sino como una equivocación de registro. El Facebook y el chateo, por ejemplo, habilitan ese tipo de comunicación sintetizada, pero el trabajo en clase no”. Marcela Ollacarisqueta y Danie-

la Mini, profesoras de Lengua y Sociales en el nivel primario del Instituto Sudamericano Modelo, coinciden: “En general, lo que sucede es que aparecen términos coloquiales. Recién leía en la prueba de un alumno que «los españoles eran muy vivos», y no es que esté mal, pero le llamé la atención sobre la utilización de un registro que no es adecuado para la situación de examen”. El valor de la palabra Ni el chat, ni las redes sociales, ni los nuevos soportes de comunicación, ni las netbooks en las escuelas preocupan a los especialistas respecto de esta nueva forma que tienen los jóvenes de comunicarse. Además de la importancia de la ampliación de vocabulario y su adecuación a la situación comunicacional, el énfasis está puesto en otro punto: cuánto valor tiene lo que se dice en la sociedad en general y cuánto de ese valor es transmitido a los más chicos. Petrecca añade una reflexión: “No interesa si el niño escribe como habla; lo que importa es que cuando una persona habla lo hace con menos prudencia que cuando escribe, entonces una cultura

Mucho más que contar palabras Cada tanto, los medios se hacen eco de ciertas voces que alertan sobre el escaso vocabulario de los jóvenes. Sesudos especialistas cuentan cuántas palabras usan los pibes hoy y las comparan con el número que utilizaban ellos en sus años mozos. El lenguaje, el correcto español, pareciera estar atacado por un virus, para el cual todavía no se habría encontró antídoto, y que se llama “juventud”. Que los adolescentes creen sus propio lenguaje es algo tan antiguo como la misma experiencia humana. Siempre existió ese código etario, así como la jerga de los abogados, los médicos, o cada grupo que busca diferenciarse. Pero hay algo que caracteriza al actual lenguaje adolescente con respecto al de otros años: es la nueva forma en que circula. Ya no sólo mediante el contacto cara a cara sino, además, en forma viral y descontrolada a través de las nuevas tecnologías de comunicación. Conocer la nueva lógica de circulación y creación del lenguaje adolescente y trabajar con él es un gran desafío para los educadores. Los especialistas y docentes consultados para esta nota de tapa de Clarín Educación hacen hincapié en la necesidad de enseñarles a los chicos a que adecúen los registros según los distintos contextos de comunicación. Así como la importancia de que aprendan las distintas opciones que ofrece el lenguaje, ante las diferentes situaciones. Es probable que los jóvenes estén usando pocas palabras. Pero también que están más alertas que nunca, y manejando herramientas que los acercan al mundo como antes nadie hubiera imaginado. Quizás, más que lamentarnos por el número de palabras que no usan convenga enfocarse en la cantidad de oportunidades a las que los podemos ayudar a acceder.

Consejo Asesor Tres especialistas contribuyen a definir los temas y el enfoque de las notas en Clarín Educación. Rebeca Anijovich

Especialista y Magister en Formación de Formadores (UBA). Docente en UBA y Univ. San Andrés. Asesora en escuelas argentinas y latinoamericanas.

Guillermo Jaim Etcheverry

Médico y doctor en Medicina (UBA) Ex rector de la UBA. Miembro de la Academia Nacional de Educación

Juan José Llach

Licenciado en Sociología (UCA) y en Economía (UBA). Ex ministro de Educación de la Nación.


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>> informe para docentes y padres claves para el aula 1. Analizar la propia práctica

2. Estimular la lectura por placer

3. Actualizar los contenidos

4. Trabajar con los otros profesores

5. Personalizar las estrategias

Esta reflexión permite encontrar soluciones concretas para las necesidades de cada curso, ya sea falta de vocabulario, dificultad para interpretar consignas o en la adecuación de registros.

Es fundamental que lean por placer y no por obligación. Una estrategia recomendada es la lectura en clase, desligada del deber posterior de contestar preguntas o hacer algún trabajo.

Si se da mitología griega, que sea a través del vínculo con una película actual o, por ejemplo, a partir de la relación del mito de Penélope y Ulises con la canción de Joan Manuel Serrat.

La problemática de la comunicación oral y escrita no debe ser exclusiva de Lengua. El adecuado dominio de los registros, la ortografía y el vocabulario debe atravesar toda la currícula.

El camino es una escuela más conversada, más participativa. Es clave reservar un tiempo para reflexionar acerca de qué y cuánto aprende el chico en clase e interactuar al respecto con él.

Néstor garcía

En la charla con Clarín Educación, Marcela y Daniela, por su parte, aportan otra cara del mismo punto de vista: “Si bien creemos que hace falta más tiempo para la reflexión sobre lo que se dice o escribe, lo más importante es que ellos se puedan expresar, porque el problema a veces es que no saben cómo hacerlo. Dicen: ‘Yo estudié, lo sé, pero no lo puedo escribir’. Entonces, esos vacíos de lenguaje son más preocupantes en realidad que cuando llenan ese lugar con términos o palabras que no corresponden tanto al ámbito. Tal vez sea preferible que puedan decir algo, y no que se queden en silencio”.

testimonio 2 MARCELA OLLACARISQUETA Y DANIELA MINI 25 Y 1 AÑO DE DOCENCIA PROFESORAS DE LENGUA Y SOCIALES EN PRIMARIA EN EL INSTITUTO SUDAMERICANO MODELO - ALMAGRO e Lo que sucede con el vocabulario

preadolescente y adolescente pasa en todas las épocas; es un vocabulario de una determinada edad que después evoluciona. Pero los alumnos saben que hay un código escolar y lo respetan. No hablan de la misma manera con la maestra, los padres o los compañeros. e A veces se cuelan algunos tér-

minos fuera de contexto y se los corregimos, no como erróneos, sino que les pedimos por ejemplo que adecuen el registro al de un examen o un trabajo. e El año pasado recuperamos la

marcela

daniela

narración oral y nos dimos cuenta de que les gusta mucho.

Marcela Ollacarisqueta y Daniela Mini valoran la narración oral como un medio para enriquecer el lenguaje.

de lo oral le quita reflexión a los dichos”. Gabriela Di Salvio, en este sentido, destaca: “Desde hace un tiempo, no solo en los adolescentes sino en la sociedad en general, lo que se ve es como un lifting semántico: pareciera que las palabras no tienen sentido, no tienen peso; un día se dice una

cosa, al otro día otra. Es la cultura del videoclip: todo en cantidad, rápido, efímero. Y en el colegio tratamos, por el contrario, de sentarnos, leer, meditar el texto, para que comprendan que cada palabra tiene su importancia, que el autor la eligió en lugar de otra porque tiene un significado”.

Según los expertos, este vaciamiento de contenido de algunas palabras y esta “verborragia” generalizada es uno de los verdaderos problemas a los que se enfrentan los docentes día a día, con el que nada tienen que ver las nuevas tecnologías. “Si el interés está en reforzar el lenguaje natural, no es

un problema de medio, si es por chat, por mail, o si es epistolar u oral, lo que hay que mejorar es la conciencia que se tiene al hablar en los chicos y en los grandes. Hay que enseñarles mejor cómo decir, y ese cómo decir no está debidamente enfatizado en la escuela”, sostiene Petrecca.

Cómo enfrentar la cuestión Empobrecimiento o enriquecimiento, transformación profunda o modificación temporaria, lo cierto es que cada año la forma de expresarse de las nuevas generaciones enciende el debate en la escuela. No es cuestión de echar quejas sino de encontrar soluciones o adecuaciones a estos cambios lingüísticos que afloran, con especial fuerza, en el ámbito escolar. Entonces, ¿son los jóvenes que crean estos términos para diferenciarse y tener un código propio? ¿Son los adultos que ya no son un modelo a imitar? ¿Es la escuela que debe encontrar el modo de capitalizar estos cambios? Es un poco de todo. En esta línea, Raiter pone en discusión algunos mitos: “Es verdad que hay cambios lingüísticos, como también hay términos marginales propios de una edad que se diluirán, pero esto no es una traba para la educación porque no lo fue en ninguna época. Es un problema que tiene que ver con capacitación docente, con políticas educativas y con algunos discursos que nos quieren convencer de que todo es un desastre: Los chicos no leen, no saben escribir, hablan mal”. Según su óptica, es necesario valorar que los chicos lean best-sellers (como Harry Potter, por ejemplo), que escriban aunque sea a través del chat o el mensaje de texto y trabajar desde la escuela sobre estos puntos positivos para transmitirles a partir de ahí vocabulario nuevo. Gabriela propone: “Mirar nuestra propia práctica, poder analizarla y verla sobre tu alumno real, no el alumno de los libros; es la mejor forma de conocer las dificultades de los chicos y probar posibles soluciones para ese curso específico, ese alumno en particular, esa problemática puntual”.


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David Fernández

gabriela

testimonio 3 GABRIELA DI SALVIO 19 AÑOS de DOCENCIA PROFESORA DE LENGUA EN EL INSTITUTO SANTÍSIMA VIRGEN NIÑA VILLA DEL PARQUE

e No podemos desconocer la rea-

e En primer año lo primero que

e Ya en 1984 George Orwell plan-

trabajamos es el circuito de la comunicación, y desde ahí la adecuación al registro. Es importante que tengan distintos registros y que sepan con cuál se tienen que manejar en cada situación comunicativa: que comprendan que no se utilizan las mismas palabras para dirigirse a un profesor o a un director, que no es lo mismo hablar con un familiar o con un amigo.

teaba esto de la “neo-lengua”, que es lo que hoy pasa con los celulares, con los mensajes de texto, con la abreviatura de letras, la síntesis de palabras. Lo interesante es poder trabajarlo desde la escuela, ver las posibilidades que da el lenguaje, lo significativo de cada palabra, poner énfasis en que uno siempre comunica y enseñarles a ser receptores activos.

lidad, los nuevos vocabularios, los códigos que manejan los estudiantes. Si no, no se da el feedback, la comunicación no vuelve.

su opinión

En sus clases de Lengua, Gabriela Di Salvio plantea los contenidos a partir de un enfoque comunicativo.

¿Cómo lograr en la escuela un equilibrio en el que se respeten las formas de hablar de los adolescentes, pero se les enseñe también a adaptar sus usos lingüísticos en función del contexto en el que se

encuentren? ¿Cómo ayudarlos a expresarse y a enriquecer su lenguaje? Invitamos a los lectores a enviar sus opiniones sobre este tema a nuestra dirección: educacion@clarin.com


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> enfoques archivo clarín

Cómo empezar con el pie derecho Retomar paulatinamente los horarios, involucrar a los chicos en la preparación de los útiles y acompañarlos desde el primer día. Consejos para volver al colegio de la mejor forma. Andrea Miranda

Especial para Clarín

El primer día de clases marca el comienzo de una rutina diferente.

Así como el final de clases merece un buen cierre y ciertos rituales de despedida del año, el comienzo de un ciclo lectivo necesita un preámbulo, una bienvenida, que si se hace con alegría, será un punto de partida positivo”, dice Victoria

Monzón, psicopedagoga y maestra de segundo grado en el Colegio Pestalozzi, del barrio porteño de Belgrano. El descanso de las rutinas escolares que se da en vacaciones permite que los chicos se despejen y recarguen energía para comenzar nuevamente el colegio. “Las vacaciones bien vividas aportan experiencias poderosas que, indirectamente, favorecen la construcción

de nuevos aprendizajes”, sostiene Monzón. Pero ahora llegó el momento de volver a clases. Retomar paulatinamente los horarios, involucrar a los chicos en la preparación de los útiles y acompañarlos desde el primer día son algunas de las claves que los especialistas dan para iniciar el nuevo ciclo de la mejor forma posible. Adaptación paulatina Durante el receso escolar se flexibilizan los horarios y las rutinas de los chicos, que suelen acostarse y levantarse más tarde y se suspenden las actividades extraescolares. Para que este marco de relax propuesto por las vacaciones dé paso a las rutinas establecidas del año escolar, las especialistas sugieren que el reajuste de esos horarios se haga en forma paulatina. Gisela Holc, psicóloga especializada en trastornos de ansiedad en niños, adolescentes y adultos, propone que, en las últimas semanas de vacaciones, se vaya acortando de a media hora la hora de ir a dormir “para acercarlos a un horario más razonable”; y lo mismo con la hora de levantarse: “Si bien no hay que levantarlos a las siete, sí es bueno ir haciéndolo cada vez más temprano y, en la última semana, hacer un ajuste hasta llegar al horario normal”, dice la especialista del Centro de Estudios del Stress y la Ansiedad Hemera. Para darle un buen cierre a las vacaciones, Holc sugiere ayudar a los chicos a “poner en palabras” el período, para poder ver si sienten que les quedó algo pendiente por hacer y, de ser posible, hacerlo: una salida al cine, o un paseo con los abuelos, por ejemplo. Por último, evaluar y conocer qué les gustó del año pasado, qué actividad quisieran repetir o cuál nueva probar, para así empezar a planificar y pensar el año que se inicia con mayor conocimiento. Los chicos que terminaron el año anterior sin dificultades no necesitan hacer un repaso antes de volver a clases. Monzón afirma que si el aprendizaje es “acorde a lo esperado por la institución”, lo ideal es que “los chicos y sus fa-


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• milias gocen plenamente de las vacaciones” por la riqueza de sus experiencias. La escuela contempla una adaptación y puesta en marcha en las primeras semanas de clases. “Para levantar vuelo, el avión primero carretea y luego comienza a volar”, grafica Holc. “Para los que recibieron una instrucción especial de repaso por parte del colegio, recomiendo no desgastar el vínculo familiar y poner una ayuda externa”, que será mejor si se sostiene durante el año pues “permite detectar a tiempo las dificultades, a partir del seguimiento en el cuaderno, en vez de tener que retomar todo en los últimos quince días del año”, señala Monzón. Este apoyo, además de

aportar al nivel académico, suma en la autoestima del niño, al realizarse en forma continua. Para involucrar a los chicos positivamente con el reinicio, los especialistas recomiendan a los padres preparar el material con ellos: que elijan juntos mochila, cartuchera, lápices; y al ponerle nombre a sus pertenencias, ayudarlos a reforzar el valor de las cosas y su cuidado. Monzón dice que “librar a los chicos de los temores, desconfianzas e inseguridades de los padres, confiar en la institución que eligieron y trasmitir que allí lo pasarán genial” es un buen inicio. Es imprescindible “que los chicos sepan y sientan que van a estar en un buen lugar”.

Acompañados por sus padres •

Si un chico necesita apoyo en un área específica, la psicopedagoga Victoria Monzón sugiere dárselo poco a poco y en forma lúdica. Para mejorar la lectura, una idea es que le lea parte de un libro a su hermanito, padres o abuelos; para ejercitar la escritura, jugar juegos de letras, escribir cartas o mails; para reforzar el área de matemática, jugar cartas o dados; y para mejorar la motricidad, amasar masitas (o

plastilina), armar bijouterie, jugar juegos con piezas pequeñas, hacer arte (pintar, sellar con papas, etc.). • Para los chicos a los que les cuesta el vínculo social, un buen puntapié es invitar amigos, generar un contacto antes que empiecen las clases. Organizar una merienda, una salida o armar un partido de fútbol, son algunas ideas. • Es muy positivo estimular una independencia acorde a la edad del niño: que pasen tiempo con sus abuelos, que se aten los cordones, y que tengan ciertas responsabilidades, favorece su autonomía. Ese desempeño autónomo incide, luego, en su forma de aprender.

“Cuando tiene ciertos campos libres para elegir en su casa, responsabilidades y acciones sin la supervisión continua del adulto, esos espacios de libertad se manifiestan en la escuela: es un chico más seguro, con más confianza, puede opinar, argumentar y hasta hacer la tarea solo”, subraya Monzón. • Desde el primer día de clase, los chicos necesitan el acompañamiento de sus padres. “Sentirse acompañados, ser partícipes en la preparación de materiales y el afecto” son claves que destaca la psicóloga Gisela Holc.


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Juan Manuel Foglia

> retrato Con 77 años, Juana decidió sumergirse en el mundo de las computadoras e Internet.

De maestra a alumna Juana Merello se recibió de maestra en 1951, pero volvió a la escuela en 2011 para estudiar computación. Hoy navega por Internet como una nativa digital.

perfil en Facebook es sólo porque no quiere. “Mi vida es privada –explica–. No me interesa mirar las fotos y meterme en la vida de gente que no conozco”. Al principio, claro, no fue tan fácil. “No terminaba de tenerme confianza”, reconoce. Fue cuestión de paciencia y perseverancia: nada más y nada menos. Ahora que conoce los secretos de Word, Excel y Google, asegura: “Con una instrucción precisa y bien dada, captás enseguida”. Y valora especialmente la tarea de su profesor en la Escuela N° 2, Javier Duarte: “Es joven, es fantástico y es muy didáctico para explicar”. Hay quienes dicen que la edad de las personas no se mide por sus años, sino por su curiosidad. En ese caso, Juana sigue siendo tan joven como cuando enseñaba a sumar y restar a sus alumnos, allá por los años 50. Además de aprender computación, baila folclore en Boca Juniors, estudia la lengua serbocroata y lee las novelas de Agatha Christie en italiano. Además, es fanática de los sudokus. “Quiero seguir aprendiendo y haciendo cursos. No hay edad para estudiar”, afirma convencida. Seguramente la haya marcado la historia de su madre, que enviudó muy joven. “A ella le dio vergüenza terminar la primaria. Tenía 50 años”, recuerda Juana. Tal vez por eso Juana haya decidido no tener nunca vergüenza de aprender. Y contagiar ese entusiasmo a sus amigas: “Siempre les digo que aprovechen las oportunidades que hay, por ejemplo los cursos para adultos que ofrecen las escuelas vespertinas. Trato de motivar a mis amigos a que sigan estudiando y se mantengan activos”. En esas palabras se resume lo que Juana trata de transmitir: “Si bien tengo muchos años, no soy vieja. Creo que siempre hay un lugar en nuestra cabeza para aprender”. La invitación no es un lugar común: es la experiencia de una maestra que, a los 77, se animó a ser alumna.

espués de 60 años, Juana Merello volvió a la escuela. Y no a cualquiera: a la misma escuela en la que había dado clases tras recibirse de maestra, en 1951. Fue una tarde de 2010: infinidad de recuerdos se cruzaron cuando volvió a atravesar la puerta de la Escuela N° 2 Carlos R. Vignale de La Boca. Esta vez ya no era “la señorita Juana”: con más de 70 años, ahora le tocaba ser alumna.

Quería aprender computación. Todas las noches, la Escuela N° 2 ofrece cursos para adultos: desde Tejido hasta Dactilografía. Este último es, en realidad, un taller de informática. Cuando se enteró de esta opción, Juana supo de inmediato que tenía que aprovecharla. Ahora manda mails todos los días a los amigos que cosechó a lo largo de sus años. “Una de las cosas que más me costó fue adaptarme al teclado de la computadora, porque yo estaba acostumbrada a escribir a máquina”, dice Juana. Basta verla un minuto frente a la pantalla para desmentir el viejo

el próximo

El miércoles que viene, en Clarín Educación, un informe sobre la formación docente y las opciones de capacitación. Las jornadas de actualización son un clásico de la previa a la vuelta a clases. Pero ¿qué alternativas existen para los educadores que quieren seguir formándose durante el año?

Alfredo Dillon

adillon@clarin.com

D

Cursos para adultos La Escuela N° 2 Carlos R. Vignale, de La Boca, ofrece no sólo talleres de Computación, sino también de Inglés, Cocina, Corte y Confección, Tejido, Electricidad, etc. La inscripción está abierta; las clases empiezan el 28/02.

prejuicio de que los adultos aprenden más lento. Hace apenas un par de años, Fabricio, su sobrino nieto de 22 años, le daba las prime-

En el marco del proyecto Aprender Trabajando, todos los trabajos de los alumnos de los cursos de Tejido y Corte y Confección son donados a fin de año a la Casa Garrahan. Para este fin, la escuela recibe donaciones de telas y lanas. Más info: llamar al 4362-5614 o escuelavignale@gmail.com

ras lecciones en su casa para enseñarle a agarrar el mouse. Hoy ella navega por Internet con la soltura de una nativa digital, y si no tiene


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