Sorteando la censura inquisitorial: la representación de los siete príncipes del cielo, a propósito del retablo mayor de la Iglesia de San Miguel de Murcia. Álvaro Hernández Vicente El descubrimiento de una pintura mural en Palermo en el siglo XVI, generó la difusión intercontinental de la devoción a los Siete Arcángeles. Numerosos conventos y parroquias representaron esta nueva iconografía, entre ellos el retablo mayor de la parroquia de San Miguel en Murcia. Sin embargo, el Santo Oficio comenzó a perseguir este tema, cuando la Iglesia consideró apócrifos a cuatro de los siete arcángeles. Sería en el Nuevo Mundo donde el culto al Septenario Angelical llegaría a su máximo exponente sin censuras, incidiendo de especial forma en el virreinato de Perú. The discovery of a wall painting in Palermo in the 16th century, provoked the intercontinental spread of the devotion to the Seven Archangels. Many convents and parishes represented this new iconography, being among them the main altarpiece in San Miguel parish in Murcia. However, the Inquisition began to pursue this issue, when the Catholic Church considered four of the seven archangels apocryphal. It would be in the New World where worshipping the Angelic Septenary would reach its maximum exponent without censorship, affecting the viceroyalty of Peru in a special way.
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esde los escritos de Dionisio el Areopagita, el mundo celestial y las jerarquías angelicales se habían hecho visibles, apareciendo en todas sus formas durante la Edad Media, y con gran clasicismo y belleza durante el Renacimiento. A pesar de la variedad de coros angelicales que había, la devoción la protagonizaban los tres arcángeles canónicos: Miguel, Gabriel y Rafael. Sin embargo, un hallazgo interferiría en el tradicional culto a los arcángeles dando lugar a una absoluta revolución. Corría el año 1516 cuando se descubrió en la iglesia de San Ángel de Palermo, un fresco de aires bizantinos en el que aparecían siete arcángeles en lugar de tres. La sorpresa fue mayúscula cuando comprobaron que, además de portar unos atributos identificativos, los cuatro desconocidos arcángeles iban acompañados de un nombre: Uriel, Barachiel, Jehudiel y Sealtiel. Inmediatamente, se realizaron numerosos grabados y estampas de este hallazgo, entre ellos el de Jerónimo Wierix [Fig.1], ya que el fresco original desapareció con el colapso de la iglesia. La representación de los arcángeles acababa de cambiar para siempre y la monarquía hispánica se erigió como protectora de esta devoción durante más de un siglo. Sería el emperador Carlos V el que participara como protector, nombrado miembro de la Confraternità Imperiale impulsada por el vicario general de Sicilia, Tomasso Bellorusso y el virrey Ettore Pignatelli. La devoción llegaría a Roma a manos de Angelo del Duca, sacerdote siciliano, que convenció al Papa para levantar la iglesia de Santa María degli Angeli —sobre las termas de Diocleciano— aunque no consiguió ponerla bajo la protección de los Siete Arcángeles como habría deseado1; también se extendió a los territorios del Sacro Imperio Romano Germánico, pues cada arcángel se llegó a vincular a un príncipe elector, revistiendo de poder aquel imperio mayestático vinculado al poder celestial de las milicias divinas2.
1. GONZÁLEZ ESTÉVEZ, E., “Los Siete Príncipes de los ángeles, un culto para la monarquía”, en Las Artes y la Arquitectura del Poder, Castellón de la Plana: Universidad Jaime I, 2013. 2. MÂLE, E., El arte religioso de la Contrarreforma, Madrid: Ediciones Encuentro, 2002, pág. 280-282.
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