Los puntales de la Dolorosa. Análisis iconológico de los ángeles de Salzillo que la acompañan. José Cuesta Mañas La recurrente presencia de los angelitos en la iconografía mariana, tiene también su vertiente pasionista, siendo también frecuente ver estas figuras infantiles flanqueando las imágenes de María dolorosa tanto en pintura como en escultura, generalmente en actitud llorosa lo cual aún las hace más enternecedoras. The recurrent presence of the angels in Marian iconography also has its passionist aspect, and it is also frequent to see these infantile figures flanking the images of Our Lady of Sorrow in both painting and sculpture, generally in a tearful attitude which makes them even more moving.
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n Murcia los angelitos que rodean a la Dolorosa Coronada de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús son un paradigma dentro de la gran cantidad de esculturas de angelitos que conocemos, incluso dentro de la misma producción de Salzillo, característica esta de excepcionalidad que poseen la práctica totalidad de las imágenes que este escultor realizó para dicha institución religiosa. En este caso dando por sentado y conocido la perfección anatómica de los infantes, la morbosidad de su modelado y la delicada y veraz policromía que muestran, debemos de tener en cuenta que en este caso los angelitos no son un mero adorno o complemento de la imagen principal de la Virgen, como suele suceder en este tipo de representaciones, sino que la perfeccionan y dan sentido a la iconografía representada, haciendo su lectura más fácil y convincente. De hecho, estos ángeles por separado no tendrían mucho sentido, aunque deliciosos en su individualidad cada uno de ellos necesita del complemento del resto del “misterio” para poder entender el mensaje que su autor nos quiere transmitir. En número de cuatro se sitúan en los cuatro vértices de la imagen de la Dolorosa, pero en posiciones y actitudes totalmente distintas, pues cada uno tiene una misión. Lo primero que hay que tener en cuenta es el carácter itinerante de la Virgen, con una composición muy abierta y un marcado ademán de avance, detalle este que ahora se puede ver con claridad al dejar ver sus pies asomar por debajo del vestido, en tiempos pasados, incluso en la época de su creación, esto no sería posible por pudor y por el mucho mayor ahuecamiento de la falda. Estos niños alados están situados fuera de la propia peana de la Virgen, lo cual hace que no impidan, visualmente, el andar de la Dolorosa en su camino hacia Jesús, especialmente los dos delanteros. La iconografía de la imagen anterior de la cofradía ataviada de luto, en una composición cerrada (lo que hoy llamaríamos en Murcia una Soledad) no se adaptaba al planteamiento teatral de la representación de la calle de la amargura, escenificada el viernes santo, por lo que en 1756 la Cofradía decide sustituir esa imagen por esta, obra máxima del arte de Francisco Salzillo, que representa de manera sublime el trágico momento que representa: el encuentro de María con Jesús con la cruz a cuestas en la calle de la Amargura. Hay que recordar que hasta bien entrado el siglo XIX este encuentro doloroso se producía entre las dos imágenes durante el transcurso de la procesión de Viernes Santo donde también el Señor daba la bendición con un mecanismo que le aportaba el movimiento al brazo derecho; de este dispositivo, aunque suprimido, aún quedan vestigios en la imagen de Nuestro Padre Jesús. Tal fue el impacto y el acierto en la concepción de esta imagen del dolor sublimado que su advocación original de Nª Sª de los Dolores se eclipsa y hasta se ignora ante el apelativo genérico pero rotundo de “la Dolorosa” no una dolorosa cualquiera, esta imagen fue y será La Dolorosa de las dolorosas.
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