“La figura más arrogante que el arte puede dar”: Las trazas y la estética del Ángel de Salzillo José Alberto Fernández Sánchez La creación escultórica del ángel del paso de la Oración en el Huerto por parte de Francisco Salzillo supone uno de los hitos creativos de la plástica barroca peninsular. A los valores artísticos que le acompañan en el conjunto referido a los dramáticos sucesos acaecidos en Getsemaní, se le suma la paradigmática escultura del mancebo cuyas cualidades estéticas exceden las pautas estilísticas del siglo XVIII para integrarse en el nuevo panorama semántico de la cultura contemporánea. A su constitución como hito de la estatuaria peninsular se le une la relevancia simbólica que, merced a la nueva visión estética, ha reforzado las ya de por sí importantes cualidades de la obra. The sculptural creation of the angel of the procesional float of the Prayer in the Garden by Francisco Salzillo is one of the creative milestones of the peninsular baroque art. To the artistic values that accompany in the set referring to the dramatic events that occurred in Getsemaní, the paradigmatic sculpture of the young man is added. His aesthetic qualities exceed the stylistic guidelines of the 18th century to integrate into the new semantic panorama of contemporary culture. Its constitution as a landmark of peninsular statuary is joined with the symbolic relevance that, thanks to the new aesthetic vision, has reinforced the already important qualities of the work.
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l ángel por excelencia de Francisco Salzillo, aquel integrado La Oración en el Huerto (1754) de la cofradía de Jesús Nazareno, transgrede el ámbito contextual del paso para convertirse en símbolo estético en sí mismo. Por encima de la lectura específica del pasaje iconográfico, en efecto, se revela un ámbito particular en el que la rotundidad escultórica, aquel complejo juego de masas volátiles ideado por el escultor, así como los valores sensitivos ensalzados por la interpretación lumínica de la policromía, le confieren un protagonismo esencial dentro de la producción escultórica nacional. Este hecho, adscrito a una temprana fortuna historiográfica, desarrollada poco después de la muerte del artista y aún favorecida por el romanticismo decimonónico, secunda una concepción visual plena de matices donde lo sublime se constituye argumento fundamental de su discurso1. Esta interpretación de Salzillo se despliega más allá de sus habituales representaciones angelicales, muchas de ellas conservadas en los retablos de los templos diocesanos, suponiendo la consumación de una visión barroca bien precisa. Así, partiendo desde la factura de aquellos tallados para el retablo de San Miguel en 1731, se articula una formulación personalísima donde la guía compositiva de las trazas berninescas encuentra una feliz adecuación a los matices verídicos de la práctica polícroma peninsular. Frente a la espontánea veracidad de sus apóstoles, sayones y demás figurantes de la Pasión, aquellos que los ilustrados acertaron a interpretar como “tomados del natural”, sobresalió la configuración ambigua del ángel donde cristaliza toda una teoría retórica alrededor de lo sublime2. La enjundia de este asunto está fuera de duda y aboga, por ahora, a una revisión cercana en que se aborde, precisamente, la relación efectiva tanto “del sujeto creador como del sujeto que goza de la obra de arte”3.
1. “Este ángel revela una obra culminante de la plástica española, en su acercamiento a la belleza formal; con razón se habla del carácter apolíneo de la figura”. MARTÍN GONZÁLEZ, J.J.: Escultura Barroca en España. 1600/1770, Madrid, Cátedra, 1991: p.529 2. Los valores artísticos de este paso han sido puestos de relieve por BELDA NAVARRO, C., Estudios sobre Francisco Salzillo, Murcia, Editum, 2015: pp.59-67. 3. ECO. U., Historia de la Belleza, Barcelona, Random House Mondadori, 2010: p.275.
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