Sin Anestesia
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Sinopsis
CapĂtulo 16
Prefacio
Capitulo 17
Capitulo 1
Capitulo 18
Capitulo 2
Capitulo 19
Capitulo 3
Capitulo 20
Capitulo 4
Capitulo 21
Capitulo 5
Capitulo 22
Capitulo 6
Capitulo 23
Capitulo 7
Capitulo 24
Capitulo 8
Capitulo 25
Capitulo 9
Capitulo 26
Capitulo 10
Capitulo 27
Capitulo 11
Capitulo 28
Capitulo 12
Capitulo 29
Capitulo 13
Capitulo 30
Capitulo 14
Capitulo 31
Capitulo 15
Capitulo 32
Piper es realista, desubicada, y mordaz; Aiden es centrado, arrogante e inteligente; Logan es liberal, autodidacta y sincero; Loreley es práctica, romántica y gruñona; Ellos simplemente viven en un mundo complicado… sin anestesia.
— Piper —escuché mi nombre, y me giré en busca de aquella voz tan conocida. Agitada, agotada y con el corazón en la boca, me acerqué casi corriendo a él. Se veía destruido y casi resignado. — ¿Cómo esta él? —pregunté con el alma en mis manos y a punto de desfallecer de agonía. La espera y las imágenes catastróficas que llegaban a mi mente no ayudaban. Su mirada rompió mi corazón en miles de pedazos, y sus brazos se aferraron a mí con tanta fuerza y emociones, que no supe que decir o hacer, más que responder a ese abrazo. Y así, rompí a llorar.
Capitulo 1 Todos tenemos súper-poderes Todos tenemos un súper poder, lo sé. Por ejemplo, el de la chica sentada junto a mí en el curso tiene el poder de parecer atenta a la clase, sin embargo, está durmiendo desde hace cuarenta minutos. El del médico que nos dicta el ateneo tiene el poder que hacer que un tema interesante, como lo es para mí la función renal, se transforme en algo tan tedioso como tener que cursar temprano en la mañana en pleno invierno londinense. Miré el reloj con deseos de que esto termine pero nada, la aguja sigue clavada en el veinte y no desea moverse. Maldije internamente e intenté hacer el esfuerzo extrahumano por oírlo, pero les aseguro que ese no es mi poder. De repente, la puerta se abre apenas y da paso a la entrada de un medico. Pero no es cualquier médico. No, no. Es de esos que solo ves en las series o películas: atractivos e inteligentes, con un sequito de mujeres babeando, y otros tantos hombres odiándolo y queriendo ser él. Sobra decir que las mujeres presentes nos quedamos boquiabiertas viéndolo, incluso mi compañera que dormía se despertó mágicamente. Y los hombres presentes, tensaron sus cuerpos e intentaron verse como los machos alfas de las manadas. Patéticos: ellos y nosotras, todos. Y yo más, porque llevaba regodeándome de su aspecto desde hacía días. Desde el momento en que lo vi, quedé deslumbrada por aquel pelo rubio oscuro, como el oro derretido, y oscuros ojos verdes, y esos rasgos que eran la perdición. Lo peor de todo, es que no podía saber quién era, y había algo en él que me resultaba familiar, más allá de la atracción. — Doctor Silverman —dijo aquel medico, tenía una voz profunda y armoniosa que iba a la perfección con su aspecto. El médico que nos daba el ateneo se giró sobre todo
por nuestra reacción, más que por el llamado—. Siento molestarlo, pero estaría necesitando su presencia —comentó en voz baja, con la mirada solo en él. «¿Y no quiere mi presencia también?» pensé inmediatamente. Tonta de mí, él estaba a miles de kilómetros de mí; yo solo soy una residente más. Él parecía alguien importante, con presencia, y probablemente sería algunos de esos médicos a cargo de algún servicio, aunque su aspecto era de alguien muy joven para estar en aquella posición. — Si, enseguida voy —dijo el doctor Silverman, y tras un ligero asentimiento el doctor apuesto se fue—. Eso es todo por hoy, y para mañana espero que presenten sus casos —nos dijo. Todos asentimos, aunque podía suponer que más de uno seguía aturdido por la presencia del doctor apuesto. Agarré mi mochila y me fui. Miré el reloj y sonreí. Tenía tiempo de ir a mi casa, dormir una pequeña siesta y volver al hospital. Y así de optimista, me fui.
Maldita sea, no pude dormir ni cinco minutos. Mi mente suele ser mi aliada, pero la mayor parte del tiempo en una traidora. Intentando dormir, me recordaba una y otra vez al doctor apuesto que ocupaba todos mis sueños, mi realidad, y mi tiempo. Para mí, dormir es importante porque nunca tengo tiempo, y cada momento que tengo debo aprovecharlo, pero esto no estaba bien. Nada de esto está bien. Mi mente era una especie de película de romance con escenas eróticas, en la que viene él a mi encuentro y me besa frenéticamente sobre la camilla, mientras en la sala hay muchas personas a nuestra espera. Ufh, de solo recordarlo me vuelve a agarrar calor. — Definitivamente necesitas sexo —me dijo mi mejor amiga. La miré ofendida, podía ser que tuviese razón pero no creo que fuese el lugar. Acababa de contarle mi sueño, y ella parecía tan tranquila y yo tan frustrada—. Tú fuiste la que vino aquí tras el sueño
erótico —comentó. Yo puse los ojos en blanco y resoplé, mientras desataba y volvía a atar mi pelo, negro y ondulado. —Tarde o temprano debía venir —reconocí, dando un paneo general al consultorio médico. — Si, hay cosas de las que no se puede escapar: los consultorios médicos, cuernos, y la muerte —respondió. Agudicé mi mirada sobre Loreley; llevaba un ambo color verde petróleo y sobre él la bata blanca. Su pelo negro estaba atado en una trenza, y el flequillo a un lado. — ¿Podrías dejar de hablar así? —le pregunté y señalé a su paciente frente a nosotras. — Tranquila, él no sabe de que estamos hablando —me dijo y miró al bebe entre sus manos—, ¿No es cierto bebé? ¿No es cierto? Ella necesita un rápido revolcón nada mas —hablaba con voz cantarina mientras movía al bebe para que no llorara. — ¡Loreley! —la reté. — ¡Calla mujer! —me dijo—. Eres demasiado santurrona a veces. Ve, busca al doctor Shepard y sácate las ganas —agregó. Respiré hondo para poder luchar internamente con la personalidad de Loreley. La amo, pero a veces la detesto… o algo parecido. Cerré los ojos y volvió a aparecer el doctor apuesto. Alto y buen mozo, tenía uno de los mejores rostros que vi en mis 26 años, y unos labios que eran pecaminosos. Según Loreley era el doctor Shepard, pero yo lo veía más como Sloan, o quizás como Avery. — Esto no es Grey´s Anatomy —me quejé. Ella puso los ojos en blanco y se giró en círculos para hacer reír al bebé. — Claro que no lo es —dijo—, si lo fuera, habría más sexo en nuestras vidas.
Loreley es frustrante al hacer ver todo tan sencillo. Y ese es su poder: lo complicado lo hace simple y practico. La detesto. —No, no me detestas, solo te molesta que te diga la verdad —me dijo. Mi expresión se volvió de sorpresa y ella sonrió divertida—. Lo dijiste en voz alta, tonta —Oh, genial. De repente, toda su postura y su expresión cambio, para pasar de la amiga desestructurada a la profesional instruida. Yo hice lo mismo, pero la gente siempre suele pensar que soy más seria de lo que en verdad soy; extrañas ironías de la vida. Loreley habló con la mamá de su pequeño paciente y tras indicaciones, ambos se fueron de la consulta satisfechos. Mientras tanto, yo permanecí a un lado para no estorbar, haciendo mi mejor papel de persona invisible, y déjenme decirles que me sale a la perfección. — Cariño… ¿Has visto la hora? —me preguntó Loreley. Negué mirando mi reloj. «Mierda, la consulta» pensé agarrándome la cabeza a modo de pánico, y tomando mi mochila para salir corriendo. — Nos vemos luego —grité. Y de pronto, recordé mi súper poder: siempre llego tarde a todos lados.
Capitulo 2 Quien dice tener vida social… Es un mentiroso, lo dije. A medida crecemos nos llenamos de mas responsabilidades y obligaciones que toman a nuestro tiempo prisionero de tal forma que te encuentras encerrado en la rutina diaria, y mueres de la cotidianidad. Es así, y quien se atreva a negarlo, merece un examen de colon. Lo irónicamente odioso de la vida, es que cuando menos responsabilidades tenemos y gozamos de tiempo no salimos por falta de dinero y edad. Que injusticia. —Brindemos por las injusticias —dije levantando mi vaso de cerveza. Recibí miradas de espanto y reprobación. —Creo yo —dijo Logan, mi mejor amigo, con cuidado—, que no eres quien para hablar de injusticias. Yo soy quien pasa más tiempo en los tribunales que tu —agregó. Movió su pelo rubio claro fuera de su rostro, y su mirada color avellana se posicionó en mí fijamente—. Y déjame contar una injusticia: que los tribunales ocupen tiempo importante resolviendo los problemas mediáticos de la farándula y no los verdaderamente serios — agregó con puntualidad. Él respiró hondo, frustrado, y bebió un largo trago de su vaso. Aún llevaba parte de su vestimenta de trabajo, del que solo habían sobrevivido los pantalones grises oscuros, la camisa azul desabotonada arriba, y la corbata floja. —Por favor, a mi no me vengan con injusticias —se quejó Loreley—, mírate a ti: tú eres una injusticia andante, y por favor, despréndete más esa camisa —le dijo a Logan con fingida suplica.
Él se volvió arrogante, con una sonrisa divertida, y yo reí. Desde el momento en que lo había conocido, Loreley había caído en lo que yo llamo el efecto Logan: te vuelves torpe a su lado cautivada por su aspecto y su personalidad, te enamoras de él hasta que descubres sus preferencias y te ahogas en la frustración. Pero ese efecto es solo en mujeres… —Tranquila cariño, de vez en cuando voy por una de tu género —comentó guiñándole un ojo. Loreley resopló, probablemente con deseos de que eso ocurra en este preciso momento. Logan y Loreley son mis mejores amigos. A ella la conozco desde la universidad cuando fuimos asignadas compañeras de cuarto. Debo decir que el primer tiempo no fue fácil, y a ambas nos costó acostumbrarnos. Cuando al fin la convivencia logró sus frutos fue que nos recibimos. Ahora, ambas seguimos siendo grandes amigas y compañeras en el hospital, pero ella vive con su hermana menor mientras yo vivo sola porque mi hermano se acabó de mudar. A Logan lo conozco desde la primaria. Éramos unos pequeños niños que no lograban identificarse con nadie más, en una sociedad que encasilla a todo. Yo tenía un comportamiento demasiado varonil para las mujeres, y era demasiado sensible para los varones; mientras que Logan tenia la imagen y comportamiento perfecto para encajar pero tenía una personalidad liberal y anarquista, con ideales propios. Un día nos conocimos, y nos dimos cuenta que nos éramos demasiado compatibles como para intentar encajar con otros. Así es como llevamos algo más de veinte años de amistad. Se podría decir que prácticamente somos un matrimonio. —Querida, ¿vas a dejar que la mujerzuela de tu amiga me trate así? —preguntó Logan mirándome, y posando su brazo tras la silla de mi espalda. Yo reí y bebí un poco más. Ambos éramos tan compatibles que muchas veces creían que éramos pareja; una vez, yo también creí lo mismo pero me llevó un largo tiempo darme cuenta que no podía ser. Y si, el efecto Logan comenzó conmigo.
Como ya dije: brindemos por las injusticias. —Cállate que tu querida ha estado toda la semana, el mes y espero que no sea el año entero baboseando por el doctor Sheslory —dijo ella. Logan me miró ofendido, y yo me sonroje queriendo no ahogarme con la bebida. —¿Doctor Sheslory? —preguntó, sus ojos grises con motas verde musgo flamearon. —Es la unión de Shepard, Sloan y Avery —expliqué—, y no es para tanto —me defendí mirando seriamente a Loreley. Los ojos aguamarina de ella brillaron con diversión—. No sabemos quién es, pero es muy atractivo. —Hmmm… ¿más que yo? —Dijo y yo dudé— ¿Puntuación? —Muy sobresaliente —respondí. Su boca se abrió y la volvió a cerrar; me causo mucha gracia que se viera como un pez sin agua. —Yo tuve apenas un sobresaliente —se quejó, y acomodándose en su silla dándole un vistazo al partido que pasaban en la televisión. Los tres nos encontrábamos en la cocina de mi modesta casa, habíamos terminado de cenar hacia tiempo pero éramos demasiados perezosos para ir a la pequeña sala. A esto ha llegado nuestra vida social, a pasar de juntarnos en bares a hacerlo en casas como los supuestamente adultos responsables que somos. Logan se había molestado, lo sabía bien. Nunca lo había visto tan concentrado en las porristas que pasaban en el partido. Loreley me miró con una inquietante sonrisa, y disimuladamente se levantó llevando consigo algunas cosas hacia el lavabo. Retuve el deseo de gritar y poner los ojos en blanco. Así que suspiré resignada de mi sacrificio y me acerque a abrazarlo. —No te pongas celoso —dije dándole un ligero beso en la mejilla. Él no respondió, solo se acomodó en la silla con los brazos cruzados sobre su pecho. Imploré internamente
tener más paciencia… porque la fuerza solo me daba ganas de matarlo—. ¿Qué tengo que hacer para que me perdones por la vil traición que he cometido? ¿Qué pena debo pagar su señoría? —pregunté dramáticamente, simulando llorar sobre sus hombros. Él lo pensó, y cruzando miradas con Loreley, me dijo: —El tribunal y el jurado, aquí presente, la encuentran culpable de alta traición, y como tal, la sentencian a tener que cocinarnos durante dos meses —sentenció… literalmente. Me horroricé ante eso. «¿Cocinar yo?» Era como pedir, no sé, que a Picazzo lo sentencien a escribir, y que a Borges lo obliguen a pintar, y que intenten sacar la muestra de un quiste con aguja gruesa siendo que es con aguja fina. —¿Aguja fina? —preguntó Logan. Levanté mi mirada hacia él, y giré a todos lados. —¿Lo dije en voz alta? —pregunté, y él asintió. «Mierda, ¿Qué me pasa que no puedo mantener las palabras en mi mente?» — ¿La sentencia no puede ser de menos tiempo? —pregunté. Él negó. Hice una cara triste, implorando misericordia, perdón y todo lo necesario. No era que odiara cocinar… aunque en verdad lo odiaba, solo que no cocinaba tan bien o eso creía yo—. Está bien —sollose derrotada. Escuché a Loreley festejar triunfal y percibí la sonrisa de Logan. Él me dio un beso en la frente. —¿Puedo pedir algo yo? —pregunté en voz baja. Logan posó su cabeza sobre la mia, permitiéndome el dialogo—. Podríamos salir de esta casa, necesito vida social — susurré. Logan rió y le silbó a Loreley. —Nunca te negaría eso querida —respondió. Me alejé de él y ensayé mi baile de festejo, era algo así como un movimiento descoordinado de cada parte del cuerpo, sin sentido y sin utilidad pero que me gustaba hacerlo.
Porque aunque no tengas vida social, esta bueno enga単arte que la tienes.
Capitulo 3 Todo cambia Y todo se vuelve extraño, ahí te das cuenta del paso del tiempo y te sientes viejo. Lo primero que hago al entrar al bar es renegar. Solo eso bastó para molestarme, y eso me da nota del grado de vejez que tengo. Antes, en los comienzos de los veinte, yo estaba como puerco en el barro en un bar con tanta gente, ahora, ya lejos de los primeros veinte simplemente me enojaba. Pero si yo me volvía gruñona, no me quería imaginar cómo estaría mi dichosa amiga. —Esto es una mierda —sentenció Loreley. Y ahí está la confirmación. Habíamos dejado mi casa habiéndonos arreglado apenas un poco, para parecer gente normal, y nos adentramos en unos de los bares de la noche londinense. Afuera el aire era húmedo pero ligeramente fresco. Aunque todavía no era primavera, se podía apenas sentir su presencia. Miramos alrededor en busca de lugar, pero allí no había espacio. Decepcionada me giré hacia Logan. Él era alto y con un porte de gran presencia, que hacía difícil pasar desapercibido. Su seriedad era inmutable hasta que una sonrisa se dibujo entre sus labios y elevó las manos en señal de saludo. — Vamos chicas, creo que puedo conseguir unos lugares —nos dijo comenzando a abrirse camino entre el gentío, como si fuese una celebridad—. Hola Jimmy —saludó al hombre corpulento tras la barra, y éste le saludo del mismo modo familiar. — Logan —dijo su nombre, y sus ojos se posaron en nosotras con alegría—, si son mis doctoras preferidas. ¿Por qué se han tardado tanto en volver? —preguntó Jimmy, a
quien conocíamos desde los primeros años de nuestra juventud. Él había tenido varios negocios: comida para llevar, restaurante, bares; pero siempre había permanecido a su lado como fieles seguidores. — La sociedad se dio cuenta de nuestro estado mental y nos internaron en el ala de psiquiatría por un tiempo: acabamos de escapar —respondí acercándome a él para saludarlo. Él se rió divertido, se giró para hacerle hizo señas a uno de los empleados y volvió su atención a nosotros. — Yo apuñalé a un enfermero con una cuchara —agregó Loreley sombría, con una sonrisa digna de película de Hitchcock. Jimmy meneó la cabeza y miró a Logan en busca de algún dato de interés que le sirviera para huir de nosotras en caso de que el relato fuese cierto. Pero él solo pidió una mesa y por arte de magia, tuvimos sitio para nosotros. Se siente bien tener este tipo de conexiones, de vez en cuando.
—Eres una tonta babosa —me dijo Logan. Me giré hacia él ofendida. Yo no estaba haciendo nada malo. Solo miraba el ambiente, mientras tomaba mi cerveza, y disfrutaba de la música. Si, quizás, podía ser que prestara más atención a los hombres allí, ¿pero que hay de malo de eso? Logan y Loreley parecen confabulados para que sea más extrovertida de lo que en realidad soy, y que arme una vida amorosa como si fuese lo más fácil del mundo. Hacia menos de seis meses que había terminado mi relación con Dylan, mi antiguo novio en la universidad. Y aún no estoy lo suficiente fuerte para comenzar algo de nuevo, aunque fuese algo sin ataduras. Mi corazón seguía doliendo por sus mentiras y mi mente no dejaba un minuto de pensar en él. Dylan había sido todo, y de repente, no tuve nada.
— Me conoces muy bien, y me hiere que me digas eso —me quejé. Logan puso los ojos en blanco, y tras dar un vistazo a Loreley que conversaban con personas de otra mesa, me miró con seriedad. — Lo digo porque te conozco —insistió—. Basta de andar baboseándote por idiotas que no valen la pena. Eres pésima eligiendo hombres en tu vida —me dijo. Mi rostro se desfiguró con horror y me erguí, sintiéndome a la defensiva. — ¡Ey! Te elegí a ti como mi mejor amigo —dije. — Ahí tienes la confirmación —comentó él con soltura—. Vamos, deja de pensar y sentir tanto. Eres joven, hermosa, una personalidad encantadora siempre y cuando no seas tan tú. Solo anímate y conoce: nada de tipos ricos, caras bonitas, metrosexuales, homosexuales. Tienes que ir por un hombre para ti de verdad —dijo con optimismo. Él hacía ver todo tan bien, como si fuese tan sencillo dejar de pensar y sentir. Como si hubiese un botón que solo desactiva todo. Pero no lo hay, solo somos humanos llenos de hormonas y conexiones nerviosas que nos obligan a sentir cosas que no queremos, con una mente que trabaja ni siquiera con la mitad de su potencial, y sin embargo siempre nos tortura. — ¿Aún existen los hombres de verdad? —pregunté, y él me dio una mirada de advertencia. Me sirvió más cerveza en mi vaso y se irguió para ver el ambiente con atención. Sabía que estaba haciendo, estaba viendo quien podía llegar a interesarme para enviarme a él como una vil victima de sacrificio. Sintiendo prisionera de mi propia vida y de mis amigos, tomé de mi bebida que era la única que no me defraudaba. Lo malo es que, si seguía así, me volvería una alcohólica. « ¿Cuáles eran los criterios diagnósticos?» me pregunté al mismo tiempo que noté la postura de Logan tensarse, y su mirada se vio como la de un águila que divisó su presa.
— ¿Qué hace aquí? —preguntó casi para sí mismo. Él se levantó de la silla, casi sumergido en un estado de hipnosis. Logan movía su cabeza y avanzaba poco a poco. Confundida y llena de curiosidad busqué entre las personas alguna cara conocida. Había conocido a algunos de los amoríos de Logan, y en su mayoría podía recordarlos. Pero buscando, solo encontré un rostro que no esperaba ver. Mis ojos se abrieron de la sorpresa al ver al doctor Sheslory, y mis sorpresa se volvió extraordinaria cuando Logan se acercó a él a hablar como familiaridad. Intenté que mis gestos volvieran a la normalidad, pero solo logré que Loreley volviera a su lugar. Ella notó mi expresión y sin poder decir nada le señalé el lugar que mis ojos no podían abandonar. Logan y el doctor de ensueño, comenzaron a hablar. Noté con la comodidad en que se desenvolvían uno junto al otro, y no pude dejar de preguntarme si el doctor sería gay y yo llevaba haciéndome falsas ilusiones… como siempre. La desilusión se escabullo a mí alrededor, haciéndome cosquillas, y tuve que acomodarme en la silla junto a Loreley, quien no dejaba de mirar la escena al igual que yo. Logan seguía conversando, viéndose algo molesto, mientras que el doctor solo miraba alrededor y sacaba su pelo de su cara con un movimiento elegante y sofisticado. Era extraño verlo tan normal. Nada de chaquetas, ambos o guardapolvos, solo un jean y una camisa. Pero aún viéndose así de normal, se veía magnifico; sus rasgos acentuados en sus pómulos y su mandíbula le daban un aspecto maduro, y sus ojos rasgados le otorgaban un misterio hipnotizante. Lo veía y me sentía patética, pero aún así no dejaba de mirarlo. Pero es que las mujeres somos así: nos encanta la idea del amor misterioso, casi prohibido, sensual y atractivo, sin embargo, nada de eso es algo real. Solo nos enamoramos de la idea del amor ideal, y terminamos proyectando esa imagen en la pareja que tengamos, y tras una serie de decepciones, la realidad te golpea y te das cuenta que has perdido el tiempo
siendo algo que no querías. Y no solo eso, porque por “amor” te comportas de forma que el otro puede considerarte perfecta, sin embargo dejas de ser tu. Entonces, ¿Qué es el amor? ¿Solo una forma de mentirnos unos a otros hasta hartamos? Intentando buscar esa respuesta, me doy cuenta que Logan se ve frustrado y que el doctor lo mira con severidad. Y tras decirle unas palabras, sus ojos siguen y siguen, y casi milagrosamente sus ojos se posaron en mí. Sentí la tierra detenerse, mi corazón latir una vez mas y mi cerebro sufrir un cortocircuito. Solo fue un momento pero fue eterno. Era la primera vez que nuestras miradas se conectaban, ya que pasaba más tiempo observándolo a él que a la inversa, y había sido lo que todo el tiempo había deseado. Él ni siquiera sabía quien era, y no me importaba, porque ese milésimo segundo hizo que mi corazón se detuviera y volviera a arrancar con vida. Era como sentir mariposas en el estomago… solo que es fisiológicamente imposible, con excepción que hubiese ingerido mariposas pero no se sentirían así. El momento se cortó. El doctor volvió su mirada a otros rumbos y yo no pude volver a arrancar. Oía la voz de Loreley pero no podía responder. «Patética» me dije una vez más. ¿Cómo es posible que me ilusione aún más con una simple mirada? «No tengo más remedio» pensé inmediatamente. — ¿Ese no es…? —preguntó Loreley cuando fui capaz de volver a ser yo misma. Asentí sin palabras, y cuando volví mi vista hacia Logan, el doctor ya no estaba más allí, y mi amigo se encontraba rumbo a nosotras. Podía notar el aura de enojo rodeándolo, pero que poco a poco intentaba liberar. Se sentó en su silla y tomó un largo sorbo de cerveza. Ni Loreley y yo dijimos algo, solo nos limitamos a seguir con la mirada en el bar que ya había dejado de ser tan interesante como hacia segundos. Yo no sabía qué hacer, y sentía la mirada preocupada de Loreley sobre mí. Suspiré y me acerque a Logan. Tenía miles de preguntas, pero temía la respuesta.
— ¿Está todo bien? —le pregunté preocupada por su actitud. Él intentó esbozar una sonrisa pero fracaso en el intento. Sacudió su pelo rubio claro y noté la oscuridad de sus ojos. — Lo mismo de siempre, él no cambia más —comentó él; su voz tenía un tejo de angustia y furia contenida. — ¿Quién? —pregunté. Él me miró como si hubiese algo evidente, y movió sus manos con la elegancia que lo caracterizaba. — Él, mi hermano —respondió. La tierra se detuvo por segunda vez en un corto tiempo. «¿Qué mierda…?» grité en mi mente. La expresión de Loreley era de sorpresa y suponía que la mía era la misma. ¿Entonces, el doctor de ensueño no es otro que Aiden Harrison? ¡Oh por dios!
Capitulo 4 La vida es bella Y a veces es una mierda, hay que admitirlo. Aún sigo conmovida por la noticia y eso que ya pasó un rato de aquella noticia. ¿Cómo podía ser que no me hubiese dado cuenta? ¿Cómo pude no haber visto bien y notar quien era? Conocía a Aiden desde prácticamente toda mi vida, y lo había olvidado. Por supuesto, él había cambiado mucho desde la última vez que lo vi y hasta donde tenía entendido él había vivido en Oxford donde estudió, y luego viajó a Estados Unidos a perfeccionarse. El doctor apuesto era Aiden. Aquel chico que me había hecho la vida imposible cientos de veces, que se burlaba de mis aparatos, de mis trenzas y de mi ropa. Que le decía a nuestras madres en los problemas en que nos metíamos con Logan y que siempre que podía nos recalcaba lo patéticos que éramos. Y ahora, yo me sentía más patética por haberme vuelto patética con él. Me sentí asqueada y la nube de encantamiento que había construido en base a su imagen se evaporó. ¡Pum! Se reventó. Él no solo era el hermano mayor de Logan, sino que también significaba todo lo que yo detestaba de un hombre: arrogante, soberbiamente encantador, inteligente y apuesto. Él siempre había tenido un aspecto cuidado y un atractivo medido; pero desde la pubertad, Logan era quien robaba la mayoría de las miradas y suspiros. Ahora algo había cambiado, él se había vuelto tan atractivo como Logan, o quizás más.
— ¿Por qué es tan impresionante que mi hermano sea medico? —preguntó Logan mirando a Loreley, quien no dejaba de hablar de Aiden sin mencionar el hecho de que era el Doctor Sheslory. — Sencillo —respondió Loreley con el vaso en la mano y movimientos fluidos—. Tu hermano es sexy en un sentido peligroso, y eso no es compatible con la mayoría de los médicos. Tú tienes que imaginarte un grafico. Pones de un lado los años de carrera, y del otro el aspecto físico. Te podemos asegurar que los años de carrera son inversamente proporcional al aspecto físico —ella terminó su explicación con un trago de cerveza y me apuntó. — Es verdad —dije yo—. Y mientras nosotras nos vemos divinas, los hombres se vuelven gordos, pelados, malhumorados y locos —terminé la explicación. Loreley asintió y Logan nos miró analítico. — Es el efecto Neville, pero a la inversa —murmuró ella—, ya saben, el de Harry Potter… — Creo que debe haber algo mal —dijo Logan con seriedad—. Ella no es divina, y desde que la conozco se ha vuelto más neandertal y no hay tanta dulzura —comentó apuntando a Loreley. Ella entrecerró los ojos con amenazaba y le dio una suave patada en la pierna. Logan rió divertido, y pude ver como el enojo y la frustración que lo gobernaban tras la conversación con su hermano se habían evaporado. Aiden solía tener ese efecto en Logan; lo hacía sentir menospreciado y burlado, no tenido en cuenta. Aún sigo sin poder creer que sea él. Las vueltas de la vida son grandiosas, y no siempre en un sentido bueno. Lo único que podía pensar era en qué cargo estaría, y si tendría que cruzarlo. Ambos no teníamos los mejores antecedentes, y si me trataba tal cual como en la niñez, iba a ser mi perdición.
Mi vida es perfecta, estable y totalmente llena de todo lo que deseé. Trabajo de lo que me gusta, soy una mujer joven independiente y hermosa, y tengo autoestima realista. Esto todo lo que cualquier mujer querría: ser respetada sin perder la esencia de la feminidad. Trabajé durante años para poder tener mi propia clínica. ¿Quién necesita amor cuando tienes una clínica que lleva tu nombre? — Piper —escuché mi nombre. ¿Qué? No, yo no necesito amor. Soy fuerte e independiente para necesitar amor — Piper —volví a oír. No, no estoy de acuerdo—, Piper despierta porque te juro que… Y en ese momento abrí los ojos y caí en la realidad de mi vida cotidiana, donde no era fuerte ni hermosa, sino alguien promedio con cuasi independencia y una médica recién graduada con demasiadas aspiraciones de avance. — ¿Porqué me despiertas? Estaba siendo feliz —me quejé, y noté la mirada advertencia y preocupación de mi compañera de residencia. Nairi movió sus ojos hacia un lado y algo me dijo que debía mirar. Me giré y maldije internamente. — Eh… Buenas tardes doctor —dije acomodándome en la silla; nos encontrábamos en uno de los pasillos del hospital, a la espera de que haya pacientes. Aiden entrecerró sus ojos, verdes oscuros, y las líneas de su rostro se volvieron serias. Luego observó a un lado y volvió a mi sumergido en su papel de “doctor sumamente eficiente e importante”. — Correspondería: buenas noches —me dijo. Giré hacia la ventana del costado, y noté la oscuridad de la ciudad. Las luces se veían vivaces, como luciérnagas. ¡Demonios! — Buenas noches entonces —comenté centrándome para ser alguien neutral y que todo mi conocimiento de él no repercutiera en mi comportamiento—, ¿Necesita algo? —pregunté, viendo que no se movía de su posición erguida, frente a nosotras. Nairi me miró con temor en su mirada de ojos negros.
Aiden dio un rápido vistazo al pasillo donde nos encontrábamos; era alejado de todo el gentío, tranquilo y perfecto para estudiar en soledad o simplemente dormir una siesta. — ¿Qué hacen aquí? —preguntó. Hmm… responder una preguntar con otra preguntar, era tan él. — Estudiar —respondí, y noté una de sus cejas elevarse con arrogante, y una suave y efímera sonrisa cruzó por sus labios—. Justo me encontraba en un recreo —agregué el pensar qué cosas podrían estar cruzando por su mente. Él asintió, con ese aire de superioridad que siempre lo había caracterizado. Nunca había perdido esa aura de sobria inteligencia y calma. — El doctor Silverman se encuentra en terapia intensiva de Pediatría, quizás necesite ayuda —dijo él. Nairi y yo nos miramos, poniéndonos de pie al mismo tiempo dispuesta a ir allí. — Moore —dijo mi apellido y me detuve a verlo. Pude ver un ligero brillo en su mirada, y tense mi espalda—, usted se queda. Tengo trabajo para que haga —dijo. Debajo de aquella fachada de dedicado profesionalismo, pude descubrir los tejos de diversión que estaba esperando tener a costa mía. Nairi me dio un último vistazo antes de alejarse con sus libros hacia Pediatría, mientras yo permanecía frente a él: una de las peores pesadillas que había tenido en mi infancia. Me paré erguida para hacerle frente a lo que fuera, con los brazos cruzados. Aiden se volvió más relajado y sacó a relucir la brillante sonrisa que llevaba ocultado. — Piper Moore, nunca se me cruzó por la mente que podía llegar a encontrarte aquí —comentó. Suspiré profundamente a modo de canalizar todo lo malo y transformarlo en bueno. — Que quieres que te diga Aiden, me conoces y sabes que me gusta sorprender… —le dije con mi humor, pero manteniendo la seriedad de mi faceta profesional. Él sonrió,
y si aún hubiese estado flechada por la imagen que me había creado antes de saber quién era, hubiese sufrido un paro cardiaco. — En realidad ya ni sé si te conozco, te ves cambiada y casi no te reconozco —dijo Aiden. Un ligero dolor molesto punzó en mi estomago con enojo—. Al fin pareces una persona madura —agregó ácidamente. Yo me eché a reír a carcajadas ante su estúpido comentario, el cual era lo más disparatado que había oído en mi vida. ¿Yo madura? Ni que fuera una fruta— ¿Puedo eliminar lo que dije? —preguntó él al ver mi reacción. Se veía un tanto incomodo con mi risa, y casi avergonzado. — No, ya lo dijiste —canturreé queriendo estabilizarme—. ¿Puedes repetirlo así lo grabó y Logan luego lo escucha? —le pregunté sacando mi celular. Su expresión se suavizo, y movió su mano hacia mí para alejar mi celular de él. — No, definitivamente no has cambiado en todos estos años —comentó en un tono que no logré identificar si lo decía como algo bueno o algo malo. — Bueno, si vamos a andar halagándonos de esta manera, déjame decirte que tú tampoco has cambiado mucho de tu encantadora personalidad —dije olvidándome ya de la profesionalidad y sintiéndome de nuevo en aquellos años de adolescente rebeldía—. Solo te has cortado la melena y deshecho de la campera de cuero negra —agregué sin filtro alguno. Él se contuvo de responder enseguida a mi comentario. Las líneas de su mandíbula se acentuaron, y sus ojos se afinaron con advertencia y sigilo. De repente, una inquietante sonrisa se dibujo haciéndolo ver ferozmente sombrío. — Como se nota que me has echado en falta, si hasta te has dado cuenta que cosas no tengo más —murmuró— Algún día lo reconocerás. Volví a suspirar profundamente, un ejercicio que se volvía casi cotidiano ante el estrés de la vida diaria. Me frené de mostrarle el dedo medio, y solo moví mis manos hacia un lado como restándole importancia.
— Sigue soñando con eso cielo —conteste. Un ligero silencio se hizo presente a nuestro alrededor. Solo se oía la ciudad de fondo, y nuestras miradas estuvieron por un momento conectadas como aquella noche del bar. No supe que decir ni hacer, y me sentí torpe en aquel instante. Luego, él se aclaró la garganta y miró al suelo rompiendo con aquella extraña situación que se había creado entre ambos. Los silencios entre nosotros siempre habían existidos; en un principio habían sido indiferentes pero luego pasaron a ser extraños, como ahora. Siempre me había preguntado como había podido suceder aquello, y que significaba. — Habías dicho que tenías trabajo para mí, ¿no es cierto? —pregunté para romper con aquel silencio. Su mirada volvió a mí, y su actitud retornó a la profesionalidad: dejando de ser Aiden, el maldito hermano de Logan, para ser el Doctor Harrison, el prometedor cirujano.
Capitulo 5 Una piedra en el zapato Es molesta, te pone de mal humor, y muchas veces no sabes cómo deshacerte de ella. Todos tenemos una piedra en el zapato. A veces, es literal, pero la mayor parte del tiempo es metafórica. Tengo muchas piedras en el zapato en mi vida, y una de ellas, es Aiden. Porque él no solo es molesto, sino que además se encarga de hacerte saber que eres un inservible, bueno para nada, y que lo mejor que puedes hacer es retirarte con la frente en algo en vez de seguir dando pena. ¿Qué cómo fue mi práctica con él? Una simple palabra: bochornoso. Y como si no fuese suficiente ponerme en ridículo, retarme como si fuese una niña, exponer frente a pacientes que mis conocimientos no son bastos, y hacerme realizar maniobras horribles y asquerosas por un día… se encargo de hacer eso conmigo durante una semana. ¿Conclusión? Una. Semana. Con. Aiden. Es. El. Infierno. Mismo. En realidad, extrañaba aquel tiempo en que no sabía quién era él, y él no me registraba. Extrañaba la ilusión que había creado de un ser humano que era una mezcla de Adonis, con Apolo y una pisca de Dionisio. Ahora, solo podía verlo como Hades, el Dios griego del inframundo. — Odio mi vida —murmuró Loreley respirando hondo su cigarrillo, sobre la ventana. La miré desde mi posición recostada en el sillón de mi casa; estará estirada ocupándolo todo y con las manos cruzadas tras mi cabeza. — No eres la única —comenté. Con Loreley siempre sucedían cosas extrañas como esas, donde teníamos pensamientos similares. Ella me miró por un segundo, volviendo a fumar, e hizo un gesto de desafío.
— ¿El perro de tu ex novio, el cual te engaño, cagó tu casa? —me preguntó. — No —respondí. — ¿Tu madre te dijo que se va a casar con un tipo que acaba de conocer hace menos de un año, y tiene mejor vida amorosa que tú? —preguntó. — Eh… no —respondí, teniendo a la seguridad que hasta donde tenía noticias mis padres seguían casados como de costumbre. — ¿Los estudiantes a tu cargo casi provocaron un caos con un paciente? — preguntó. — Definitivamente no —respondí… el caos casi lo había provocado yo. — Entonces no te hagas la dramática, mi vida es peor —murmuró volviendo a dar otra pitada. Yo dudé y suspiré resignada volviendo a rememorar cada escena en la que Aiden había hecho mi vida un infierno. Y si me remontaba a mi infancia, mi corazón simplemente latía de deseos de tener venganza. — Aiden es un cretino —comenté frustrada. Ir a trabajar se estaba convirtiendo en una odisea, y si seguía así iba a necesitar un psicólogo, o un psiquiatra. «¿Vincent se habrá convertido en un psiquiatra eficiente?» — ¿Para qué quieres al demente de Vincent? —preguntó Loreley. Volví mi cara hacia ella, temerosa de que parte de mis pensamientos escucho. — Estoy analizando la posibilidad de ser su paciente —admití. Su risa quebró el solemne ambiente, retumbando cantarinamente. Vestía un jean negro y una blusa color azul cielo. Su pelo negro y lacio estaba atado en una impecable coleta, a diferencia de mi revoltoso y ruliento pelo que nunca peinaba.
— Creo que le das demasiada importancia al doctor ardiente. Si, esta bueno, pero vamos cariño, te he visto enfrentarte con el mismísimo doctor Brock —dijo, y deseé poder tener tanta confianza en mí como la que ella me tenía. No era fácil lo que me pedía. Yo no tenía con el doctor Brock la misma historia que tengo con Aiden—. A ver dime, ¿Qué te ha hecho para que le tengas tanto miedo y enojo? —me peguntó. Hm… la pregunta era fácil en sí, pero no era tan sencillo rememorar todo. Bueno, tal vez sí. — Cuando lo conocí, a los diez años, me tiró tierra en mi pelo. Luego se encargó de hacerme comer una galletitas con hormigas que me provocaron alergia y tuve que ser asistida por médicos. Le arrancó la cabeza a una de mis muñecas favoritas. Escribió en un muro que yo era fea y me gustaba que me tiraran del pelo, y fue por eso que volvía de la escuela con dolor de cabeza. Se burló de mí durante un discurso en la escuela, y todos comenzaron a tirarme comida. Le hizo creer al chico que me gustaba, que era sucia y que salía con muchos chicos a la vez —dije y respiré hondo—. Te voy contando algunas de las cosas que me sucedieron hasta los 17, ¿Quieres que siga? Porque puedo estar hasta mañana —agregué. — No, ya es suficiente —suspiró—. Es un cretino, llevas la razón. Pero me parece que con todo lo que lo conoces, te debe ser más fácil enfrentarte a él. Vamos, tiene que haber algo en esa cabecita que sea útil en esta guerra —exclamó, y sentí en mi interior un cosquilleo optimista. Me sentía una especie de luchador oyendo a su entrenador, o un general siguiendo los consejos de su conciencia. Pensé, y pensé. Algo debía haber pero aún no podía encontrarlo. Loreley me observaba con sabio optimismo, y no podía defraudarla. En ese momento, el sonido del timbre resonó con fervor y nuestras miradas se cruzaron con complicidad. Ella sonrió y tiró el cigarrillo yendo hacia la puerta. Yo me levanté, acomodando mi vestido largo color petróleo. Llevaba unas botas color suela y
una chaqueta del mismo color. Me observé apenas en el espejo para sacudir el pelo y aumentar el efecto salvaje que tanto me caracterizaba. Era fin de semana y lo teníamos libre, lo que era ya de por sí algo que no se ve siempre. Y lo más increíble, era que teníamos ganas de salir, lo que es casi milagroso. Si sumamos todos estos hechos, dan por resultado salir con amigos que casi no ves y ya poco recuerdas. Tomé mi cartera, y corrí hacia la puerta, en busca de la felicidad perdida.
Adoro esos momentos en que te sientes bien contigo misma y con tu alrededor, donde no hace falta que suceda nada sino simplemente estar feliz por unos momentos. Y así, me sentía. No había problemas de ningún tipo, no era una chica en busca de reconocimiento laboral y personal, no había deuda, obligaciones ni responsabilidades. No era otra cosa más que Piper, solo Piper. Sonreí para mí misma sintiéndome optimista. Me había reunido con mis amigos a cenar en casa de Margot y Christopher, y luego habíamos terminado en una fiesta. Ambos era una pareja que conocíamos desde hacía muchos años y que poco a poco habíamos logrado crear una gran amistad. Ellos tenían 28 años y llevaban casados tres años. A ella la conocí durante una de mis primeras fiestas de la universidad, donde yo recién comenzaba y ella ya estaba bastante sumergida en si carrera de Psicóloga. A Christopher lo conocimos gracias a Logan, ya que ambos eran amigos y compañeros de estudios. Margot y Christopher ni bien se vieron fue como si sus mundos se hubiesen detenido y todo era perfecto junto al otro. Y así, nunca se separaron hasta el día de hoy. Ella es una prolífica psicóloga enfocada en lo penal, mientras él es un brillante abogado penal. Ellos hacían una pareja casi perfecta.
— Eres un inservible —le dijo Margot a Christopher, contemplándolo con preocupación. Como dije… una pareja casi perfecta. Margot llevaba su pelo castaño y lacio recogido con hebillas, resaltando los rasgos fuertes de sus pómulos y su barbilla en su rostro con forma de corazón. Christopher la miró desorientado, moviendo su rostro hacia Logan en busca de ayuda de algún tipo. Logan le sonrió con ironía. En ambos no había ni trajes, ni papeles, ni esa actitud fría y decidida. No, ahora solo eran dos chicos comunes que no siempre tenían las mejores ideas. — ¿Perdón? —preguntó él. Sus ojos negros se posaron en su esposa con divertida amenazada. — ¿Whisky? ¿En serio? ¿Eso me fuiste a pedir? —le preguntó ella, y él se encogió de hombros. Logan rompió a reír, quebrando aquel silencio—. ¿Qué parte de embarazo no te entra en la cabeza? —le preguntó. Christopher se lleno de horror y llevó su mano a su cabeza, habiéndose olvidado de aquel pequeño detalle. — Eres un desastre —rió Fred junto a Logan. — Yo… —intentó defenderse, pero ella movió su mano desestimando cualquier comentario y se giró para ir en busca de algún camarero. Loreley y yo nos miramos, negando con compresión, y vimos a Chris acercarse a Logan y Fred— Las hormonas me están volviendo loco, y probablemente ahora debe estar maldiciéndome en español y francés —torció el gesto levantándose de la mesa para ir tras ella. — Nosotros te lo advertimos antes de casarte… —argumentó Fred elevando la voz para que Chris lo escuchara, y éste le respondió mostrándole el dedo medio. Loreley golpeó con suavidad el brazo de Fred, y éste se rió divertido. Él era un amigo divertido y fresco, lleno de una vitalidad que todos quisiéramos tener. En el día trabaja de enfermero en nuestro hospital, y algunas noches trabaja de paramédico. Su
pelo rubio, más claro que el de Logan, brilló por las luces del lugar y sus ojos cristalinos observaron picarescamente la escena frente a nosotros. La música se elevó apenas, vibrante y magnética. Fred y Loreley se miraron cómplices de un mismo pensamiento, y sin dudarlo se movieron hasta la pista de baile. Ellos se movían danzarinamente, intentando coordinar entre ellos pero sin importarle el alrededor. La energía de ambos era contagiosa y vital. Observando aquello, sonreí divertida y tomé un sorbo de mi cerveza. — ¿Qué estas pensando? —me preguntó Logan trasladándose a mi lado, y posando su brazo tras el respaldo de mi silla. Suspiré y lo miré. — Simplemente en nada —respondí. Él me sonrió. Tenía una mirada grande y brillante, muy parecida a la de Aiden. Se le formaban arrugas en sus mejillas que me inspiraban ternura. — Tú nunca piensas en nada —me reprochó, y yo puse los ojos en blanco. — Ahora lo estoy haciendo, así que deja de retarme —comenté. Él meneó la cabeza y me miró con astucia. — Me dijo Aiden que has trabajado con él —murmuró, y mi rostro se ensombreció y mi mirada se volvió letal. Entre tantas cosas para hablar, ¿Por qué tenía que hablar de él? Logan retuvo el impulso de reír a carcajadas— Oh, tu expresión me lo dijo todo… — canturreó. Dramaticé el horror que sentía y le golpeé el pecho. — ¿Por qué nunca me dijiste que había vuelto a Londres? Y sobre todo, ¿Por qué no comentaste el hecho de que el cretino trabaja en el mismo hospital que yo, como un superior? —me quejé, volviendo mi voz un fino chillido molesto. Logan encogió su cuerpo para defenderse de mis ataques físicos y cerró los ojos, con una tonta mueca sonriente.
— Lo siento, lo siento —dijo—. Pero no creí que fuese algo de demasiada importancia para ti saber su presencia en la ciudad —agregó, y tuve que reconocer, para mí misma, que eso podía llegar a ser cierto, pero no se lo diría—. Y luego, me dijo que había recibido algunas ofertas de hospitales de aquí, pero que aún no se había decidido. Puse los ojos en blanco. Claro, el inmaculado Aiden no podía no recibir cientos de miles de ofertas de personas e instituciones interesadas en él. — Bueno, si lo hubieses comentado me hubiese ahorrado de mucho malestar personal y profesional. Al principio, no lo reconocí y él tampoco me había reconocido, y ahora, él sabe quién soy y me hace la vida imposible —exclamé con frustración. — Tranquila, cariño —murmuró él rodeándome con su brazo y acercándome a él para darme un beso en la frente— Mi hermano es un idiota la mayor parte del tiempo, pero de vez en cuando se comporta bien. Ya sabes cómo son los hermanos —dijo. Yo dudé de si aquello era verdadero, pero teniendo como antecedente a mi propio hermano quizás podía ser cierto. Respiré hondo intentando sacar toda esa energía negativa que se había acumulado en mi sistema. Me veía enchinchada, como una pequeña niña a la que no le habían comprado el juguete que quería. Observé a mí alrededor, y mis ojos se posaron en Loreley y Fred. Ambos bailaban haciendo el completo ridículo y estaba felices al respecto. A veces, me gustaría ser como ella a quien no le importa lo que piensen los demás, pero no lo soy. Solo soy alguien complicada con mi propia existencia. Mis padres en su momento habían sido mi piedra en el zapato, luego lo fue mi hermano y más adelante lo fue Dylan. Mi vida fue un transcurrir de piedras que logre quitar, pero muchas permanecieron.
— Deja de hacerte tanto drama, ven, bailemos —dijo Logan agarrándome de la mano y arrastrándome a la pista. Aún con la sensación de pesar, intenté bailar y fue en el transcurrir del tiempo que logré olvidarme de todo nuevamente.
Capítulo 6 Resaca Hay de distintos tipos; las hay literal y también metafóricas. En este preciso instante estoy padeciendo una literal. De esas que te agarran cuando te has bebido hasta el agua de floreros. Sientes que no eres más que un pedazo de carne sin vitalidad, tu cabeza es pesada y hasta el mínimo ruido es desencadenante para que sufras por toda la eternidad. En simples palabras: es el efecto del karma de ser un bebedor aficionado. Es horrible y denigrante. Me acomodé en el calor de mi cama, negada a abrir los ojos y a levantarme para volver a mi vida. Mi cuerpo, mi mente y hasta mi alma dolía. Respirando hondo, intenté rememorar la noche anterior pero solo tenía un gran borrón al respecto. «Mientras que no haya hecho ninguna locura» pensé acomodándome en la cama, y extrañamente sentí un calor que me hizo estremecer. Pero no en el sentido bueno… Abrí los ojos y la claridad me apuñaló. Salvaguardando mi vista con mis manos hice el esfuerzo de mirar donde me encontraba. Y puedo asegurar que la sensación de despertarme en una habitación que no es mía es lo peor que te puede pasar. Retuve la respiración y mis ojos se posaron en la persona en la cama junto a mí, que por cierto, no podía ver. «Mierda. Mierda. Mierda. Mierda» exclamé mentalmente. Me levanté de la cama con el mayor cuidado del mundo para verme vestida con mi ropa interior negra. «Genial Piper, posiblemente tuviste sexo tras tanto tiempo y no lo recuerdas» me dije con malhumor, pero enseguida me llene de vergüenza. Yo no soy de hacer ese tipo de cosas… aunque un par de veces intenté, pero no pude.
Busqué mi ropa tirada en el suelo y me vestí. Deseaba irme de allí, pero de repente comenzó a sonar un móvil y me di cuenta que era el mío. «Un momento ideal, por cierto» pensé buscándolo desesperadamente en el suelo hasta que al fin lo encontré. — Loreley no es un buen momento —hablé en voz baja mirando la habitación que me parecía extrañamente familiar. — ¿Qué? ¿Por qué? ¿Dónde te metiste anoche? ¿Sabes que tenemos que trabajar a la tarde? —me preguntó, y sentí un fuerte dolor de cabeza ante tanta pregunta. — Si te respondo júramelo que no te reirás y que no me lo recordaras por el resto de mi vida —le dije. La escuché reírse y puse los ojos en blanco… si era mucho pedir para ella. — ¿Qué hiciste? —me preguntó. Eh… ojala pudiese saberlo. — No lo sé —le respondí—. Desperté en una cama con alguien que no sé quien es —agregué caminando por la habitación para observar todo. De pronto me detuve en una foto, y mi mundo se detuvo—, Necesito salir de aquí, ¿puedes venir a buscarme? —le pregunté con urgencia. — Pero ¿a dónde? Si me dijiste que no lo sabes —comentó, y yo tragué el nudo que sentía en mi garganta. — En realidad, ahora sé donde estoy —dije intentando tomar la fuerza necesaria para girar y ver a la persona en la cama. Camine unos pasos y lo observé. Mi corazón se estremeció y mis ojos lucharon contra las lágrimas— Estoy en casa de Dylan, mi ex — respondí viendo su pelo castaño algo largo contra la almohada. Él dormía tranquilo, con una mano contra su cara y la otra estirada. — ¡Mierda! —exclamó Loreley, teniendo el mismo pensamiento que yo. ***
Dylan Morrison fue mi novio desde mi tercer año de universidad hasta hace seis meses. Fuimos novios por algo más de cinco años. Toda una vida dirían varios, pero no eso le importó a él en el momento en que decidió que esta relación no daba para más, según él. Yo lo amaba, y aún lo amo, creo yo, pero el dolor que me provocó aún no se va. Sigue latente bajo mi fachada de bienestar. Dylan significó más de lo que él quiso. Fue mi primero en más de un sentido, y eso no se borra de un día para otro. Lo que sufro en base a Dylan es lo que yo llamo una resaca metafórico. Un dolor sordo, molesto, que te recorre bajo la piel como lava hirviendo y se instala en tu corazón desarmándote de a poco. Es cierto, que todo esto es anatómicamente poco posible pero así es como se siente un corazón roto para mí. — ¿Nada? ¿Absolutamente nada? —me preguntó Loreley, mientras caminábamos por los pasillos del hospital. Me había ido a buscar a la casa de Dylan y él ni siquiera se enteró que yo me fui. Almorzamos en mi casa y tras prepararnos, nos fuimos a trabajar. Le había pedido fervientemente que hiciera caso omiso de lo que me había sucedido. No quería pensar al respecto, y mucho mas hablar. Pero que no haya hablado hasta ahora… era mucho pedir para Loreley. La callé con torpeza y miré a nuestro alrededor, donde las personas con miraban con curiosidad. Probablemente no estaban interesados en nuestra conversación pero si es nuestros aspectos juveniles y en la ropa que llevábamos. Siempre nos veían demasiado jóvenes para ser doctoras. — Te dije que no —le respondí bajando la voz. Ella resopló frustrada y se cruzó de brazos como forma de mostrarse en desacuerdo—. ¿Tú no puedes ayudarme en nada al respecto? —le pregunté. Sus ojos aguamarina se movieron circularmente, y me miró con reproche.
— No, ojala supiese algo. Solo sé que me fui con ese chico que conocí en la fiesta, Fred se fue a buscar a su novia, y Margot y Chris peleaban porque no se ponían de acuerdo sobre qué equipo de futbol va a ser. Ella está empeñada en que sea del Arsenal, y él de Tottenham. Pero cuando me fui, te deje a cargo de Logan —respondió—. Él debe saber que sucedió luego. Oh genial, simplemente maravilloso. «Posiblemente me haya dejado sola por perseguir a un buen culo» pensé. — ¡No creo que Logan haya hecho eso! —lo defendió y se acercó a mí. Otra vez mis pensamientos salen por mi boca—. Si hay que decidir sobre quien se fue tras un buen culo, esa fuiste tú —me dijo. Tuve que considerar que ella llevaba la razón. Entre las tantas cosas que Dylan tenía a su favor, una de ellas era su trasero. — ¿Puedes dejar de recordarme que dormí con mi ex, quien me dejo porque no soy lo suficientemente buena para su vida? —le pregunté molesta. Loreley parpadeó, y alguien que se aclaró la garganta a nuestras espaldas nos obligó a girarnos. Oh, santa mierda de Dios. Sentí la sangre abandonar mi cara al mismo tiempo que sentía demasiado calor. ¿Podía ser eso posible? — Eh… buenas tardes —saludó Aiden a ambas, pero sus ojos estaban fijos en los míos. Él se veía apuesto, fresco y esplendoroso, mientras yo me sentía una pequeña, insignificante, desastrosa y resacosa persona. — Buenas tardes doctor —saludó Loreley intentando que su sonrisa su saliera a flote. Sus ojos brillantes y lujuriosos lo recorrieron de pies a cabeza, y frené el deseo de sacudirla para que volviera en sí. Entre tantas personas, ¿Por qué debía ser él quien oyera sobre mi estrepitosa vida? Sintiéndome incomoda, acomodé mi pelo y suspiré volviendo mi vista a él.
— Buenas tardes —repliqué mirando a Loreley. Ella me miró apuntando su dedo hacia una de las direcciones. — Justo estaba por irme —me dijo. Afiné mis ojos sobre ella, irradiando todo el odio posible. Una juguetona sonrisa curvó sus labios antes de alejarse—. Más tarde hablamos. Con su permiso doctor —asintió yéndose. « ¡Perra!» La vi desaparecer entre los pasillos, y luego me volví hacia Aiden que seguía observándome analíticamente. — Dime, por favor, que no oíste todo eso… —murmuré en voz baja, queriendo sacar de mi misma la vergüenza que sentía. Aiden metió sus manos en sus bolsillos y se acercó un poco más a mí. — No escuché nada —me dijo, pero algo en su voz me decía que intentaba sonar convencido—. Pero si lo hubiese hecho… te diría que ese tipo es un cretino —agregó. Sus ojos eran vivaces y quedé anonadada. «Tú también eres un cretino a veces» pensé. La diversión lo hizo sonreír, y se trasladó a sus ojos. Él pasó su mano por su mandíbula hasta llegar a su boca para ocultar la sonrisa. — Si, a veces soy uno también. Por eso te lo digo: entre cretinos nos conocemos — comentó comenzando a caminar y pasando por mi lado. OH.POR.DIOS. — ¿Lo dije en voz alta? —le pregunté siguiéndolo. Aiden soltó una carcajada y asintió. MIERDA. Me llené de más horror y vergüenza. «¿Acaso no puedo ser alguien normal? ¿Es mucho pedir?» — Demonios —maldije sin darme cuenta que las personas podían oírme—. Lo siento —me disculpe. Él meneó su cabeza haciendo que se desprendiera su perfume fuerte y embriagador.
— No debes disculparte. Debe ser lo más cariñoso por lo que me has llamado en todos los años en que te conozco —me dijo mirándome de reojo. Eh… él tenía razón. — Lo dices como si hubiese pasado mi vida entera hablando mal de ti —murmuré. Él me miró con sus cejas elevadas con pedantería. Puse los ojos en blanco y resoplé, pudiendo al fin estar al ritmo de sus pasos mientras nos movíamos a través de los pasillos. Quizás podría tener razón, pero no lo iba a admitir. Me crucé de brazos, enchinchada, y seguí caminando. Ninguno de los dos decía nada, pero intercambiábamos miradas amenazadoras y llenas de advertencia. — La resaca siempre te ha sentado fatal —murmuró despiadadamente. Me detuve en seco para verme en algún reflejo. Llevaba el ambo color azul oscuro, y encima una campera negra. Mi pelo era un enredoso rodete sobre mi cabeza y si no fuera por las ojeras que tenía desde comienzos de la universidad, me vería bastante bien. Bastante. — Eres un mentiroso —le recriminé volviendo a caminar a la par de a sus largos pasos. Su risa resonó en el pasillo interno, donde ya no había más personas. Sus ojos me recorrieron juguetonamente, y suspiré. — Aún recuerdo aquella vez que llegué a mi casa y te encontré durmiendo en el sillón con un disfraz de oso, y a mi hermano en el suelo con cabeza de una muñeca gigante puesta —comentó, abriendo las puertas que separaban las alas del hospital y dándome paso—. Nunca supe cómo fue, realmente, lo que sucedió esa noche —agregó. Tapé mi boca con mi mano para amortiguar la risa. Había olvidado completamente esa noche. Logan y yo nos habíamos metido en una fiesta de disfraces que tenía como única condición para entrar ir disfrazado, y nos la habíamos apañado para conseguir por lo menos un pedazo de disfraz.
— Esa noche te perdiste de vernos bailar a tu hermano y a mí, sobre un alto parlante, una coreografía de las Spice Girls —comenté. Aiden me miró asombrado y comenzó a toser ahogado. — Oh, por el amor de Dios ¿Cómo me perdí de eso? —preguntó. — Creo que era la época de tu etapa rebelde, y salías con aquella chica gótica que nunca pude recordar el nombre —comenté, Aiden asintió pareciendo recordar aquellos años. — Se llamaba Claire… —respondió—, o algo parecido. Meneé mi cabeza, y sentí un ligero mareo que me recorrió. Estaba cansada y tenía hambre. Temía desfallecer en medio de algún acto médico… lo bueno, si es que se lo puede ver así, era que me encontraba en un hospital. Rumbo a la sala de médicos bostecé, sintiendo el juicio en la mirada de Aiden. — ¿Qué? —le pregunté. — ¿No se dan cuenta que ya están grandes para salir a fiestas como cuando eran dos adolescentes? —me preguntó. La tensión me recorrió, volviendo a sentir aquella actitud de él llena de análisis y reprobación. — Tu solo estas celoso que tenemos vida, y tu no —me quejé. Esperé que aquello le doliera un poco, o quizás bastante, y dejara de molestarme pero para mí horrorosa sorpresa él se echó a reír. «Maldito bastardo» — Tengo vida, de eso puedes estar segura —murmuró acercándose a mí con divertida amenaza. Lo miré son superioridad y puse los ojos en blanco—. Ahora intenta despertarte y vamos a trabajar. Hoy vas a ser mí asistente —agregó. Lo miré con horror. «¿Acaso no sabe qué tengo trabajo propio?» pensé inmediatamente buscando a algún profesor a mi alrededor.
— Lo sé, y una parte de tu trabajo es aprender —me dijo. Acaso… genial, lo de decir mis pensamientos se está yendo de control— ¡Vamos! —me ordenó señalando el lado contrario a la sala de médicos. Puse cara triste y lo miré. Él meneó la cabeza, decidido a no dejarse influenciar. Maldito sea. — ¡Te odio! —siseé yendo hacia donde me dijo. Su risa suave y burbujeante me siguió como un murmullo molesto que repercutió en mi estomago.
Capítulo 7 El tiempo borra las heridas Y si no las borra, hacen que sean menos sangrientas que antes. Bueno, eso es lo que pienso yo. — ¡Estoy cansada! —me quejé en cuanto tuve oportunidad, cuando se fue la señora que llego a la guardia con un corte profundo por un accidente domestico y que necesitaba puntos; una anciana adorable y un tanto bipolar que me recordó a mi propia abuela. Aiden me miró de soslayo haciendo de cuenta que no oía mis comentarios, mientras seguía escribiendo en la historia clínica de la paciente. Él estaba en el escritorio lateral mientras yo estaba tirada sobre la camilla fingiendo malestar. — aaaaaaaaaahhhhhhhh —grité dramáticamente despacio, estirándome y a punto de caerme al piso. — Eres insoportable —murmuró Aiden. «Vaya novedad» pensé. Él levantó, por primera vez, la vista hacia mí con advertencia y algo me dijo que yo había dicho eso en voz alta. ¡Maldición! — Disculpa, pero no fue mi idea que yo fuese tu asistente esta noche —comenté. — Si, gracias por recordar mis errores —dijo poniendo los ojos en blanco, lo que me resultó muy gracioso porque él no es de usar aquella expresión. — De nada —respondí encogiéndome de hombros.
El silencio volvió y yo me dedique, una vez más, a contemplar la sala de consulta. Mediana y de paredes blancas, era cómoda y limpia, con todos los recursos necesarios distribuidos magistralmente. Contaba con un escritorio, camilla, una balanza, un mueble gigante y una pequeña pileta. Con un suspiró molesto, me bajé de la camilla y me dirigí hacia la balanza. Me subí allí y me puse a juguetear intentando saber mi peso. 58 kilogramos. Sonreí para mí misma con mi peso normal, y de pronto sentí mi vibrar mi móvil en el bolsillo. Lo saqué y abrí el mensaje de texto. «Hola hija, ¿como estas? » Preguntó mi mamá. «Todo bien, en el hospital. ¿Allá como están las cosas?» Pregunté enseguida, pero la respuesta tardaba en llegar. Mi mamá solía tardar una eternidad en escribir un mensaje aunque llevase dos letras. «Todo bien. Tu padre sigue con sus vacaciones, y yo ando con dolor de espalda. ¿Qué podrá ser? » Inquirió. Resoplé y me acomodé haciendo que la balanza se tambaleara. «Miles de cosas pueden ser. Deja de preocuparte que cuando vaya me fijo» le respondí. «¿Y cuándo vas a venir?» Y ahí estaba la bendita pregunta, a la cual yo siempre respondía: cuando tuviese tiempo. Entonces ella decía: ¿Y cuando tienes tiempo?. A lo que yo respondo: nunca. «Intentaré ir mañana» respondí queriendo ahorrar todos los pasos de la conversación y recordando que mañana era la cena familiar semanal. «Sería una gran alegría tenerte acá. ¿Cómo se encuentran Lo-Lo?» preguntó, y me reí ante el sobrenombre que mi mamá les habían inventado a Logan y Loreley. «Ellos están bien, como siempre» respondí.
El sonido de Aiden aclarándose la garganta pero sacó del embrujo del móvil y me giré hacia él, que se encontraba de pie mirándome con cierta expectativa. — Hemos terminado —dijo, y asentí rápidamente bajándome de la balanza y despidiéndome de mi madre aún más rápido. Apresuré mi camino hasta llegar a él que abrió la puerta para ambos y me dejó pasar primero. Con un suspiro resignado guardé el celular en mi bolsillo. Cerré los ojos un segundo y disfrute del silencio que gobernaba el hospital en ese momento. Había soledad a través de los pasillos. Los pacientes dormían, algunos del personal también, y solo podía existir un poco de vida en el sector de emergencias. — ¿Estás bien? —la voz de Aiden me trajo a la realidad. Abrí los ojos para mirarlo con un pequeño asentimiento. — Solo un poco cansada —respondí—, pero nada que no pueda solucionarse con una taza extra grande de café —sonreí. Aiden me devolvió una sutil sonrisa y tras observar momentáneamente su móvil, señaló uno de los pasillos que se cruzaban. — ¿Quieres ir a la cafetería? —preguntó. — Me encantaría —respondí rogando por café. Y así, rumbo a la cafetería junto a Aiden me preguntaba sobre las heridas. Recordaba a la anciana con su corte en la mano en su afán de cocinar, y rememoraba las cientos de heridas que yo había sufrido en el afán de vivir. En todo el día, no había podido sacarme de la cabeza la imagen de Dylan recostado en su cama, y eso me hacia revolver los sentimientos que por meses había intentado domesticar. ¿Y quieren que les diga algo? No sirve de nada esforzarte por querer mejorar porque siempre todo queda en suspensión, o como la lava oculta en lo más profundo del volcán que cuando entra en actividad simplemente sale a la luz para destruir todo a su paso.
¿Estoy siendo extremista? Quizás si, pero no se supera fácilmente el hecho de haberte acostado en estado de ebriedad con tu ex novio que te dejó de un día para otro con la excusa de que sentía que su vida estaba estancada y que la única salida era tomar caminos separados. ¡¡Por dios!! ¿Quién le hace eso a la persona con la que compartiste alegrías, tristezas, pesares y diversiones, y con la que pasaste horas, días y años? — Piper —oí una suave voz llamándome—, Piper —el contacto de la mano de Aiden con mi hombro me hizo sobresaltar y erizar la piel. Llevé mi mano a mi pecho en señal del espanto que había sufrido. — Me asustaste —me quejé. — Ni que fuera tan feo —renegó él, y menos mal que no me preguntó que pensaba yo acerca de aquella frase porque podría haberle dicho cualquier cosa. Aiden desvió su mirada a un lado, obligándome con su mano a detenerme en donde me encontraba. Así que seguí la línea de su mirada oscura para encontrarme con un par de ojos color miel que eran mis estigmas. Tensé la espalda, y mi cuerpo hormigueó con debilidad. Por primera vez, el contacto con Aiden no significaba algo malo sino que era la única señal que me advertía que no estaba sola, y mucho menos, que no era un sueño. — Piper —Dylan dijo mi nombre y mi corazón se detuvo un milisegundo para comenzar a trotar a todo ritmo. Era extraño verlo tan cerca de mí y tan lejos al mismo tiempo, y en todo el tiempo que había pasado aún seguía manteniendo su pelo semi largo y la barba sobre su mandíbula para otorgarle un aire desenfadado a su aspecto. Dylan se acercó, a través del pasillo que comunicaba la sala de espera, hacia mí. Miró momentáneamente a Aiden para quizás reconocerlo y tenderle la mano. Aiden dudó
antes de responderle, si dejar de verse hermético y un tanto tenso. Su otra mano aún seguía en mi hombro, dándome estabilidad. — ¿Podríamos conversar? —me preguntó. Era la peor pregunta que me podía hacer. La última vez que me había preguntado eso me había roto el corazón a pedazos y aunque me esforcé por pegarlo, teniéndolo frente a mi me daba cuenta que solo había sido temporal. Miré a Aiden, más que para pedirle permiso….para rogarle ayuda pero él asintió con sus ojos brillantes sobre los míos que revolvió mi estomago. ¿Cómo podía ser que unos simples ojos hicieran tanto en mí? Maldito Aiden. — Esta bien —respondí resignada alejándome de él. Dylan me sonrió con pesar, y tras dedicarle un suave asentimiento a Aiden, ambos nos alejamos del pasillo para dirigirnos hacia la frescura de la noche. Los pasos retumbaban en las baldosas con firmeza y creaban un eco juguetón que repercutía en nuestro alrededor, bajo una noche oscura sin luna ni estrellas. Las nubes más oscuras que la noche se amontonaba dando preámbulo a lo que sería una gran llovizna. La humedad se filtraba a través de mi ropa y podía sentirla hasta en mis huesos, o quizás, lo que sentía no era la humedad sino el temor de verme cayendo de nuevo en mi drama personal. Dylan suspiró a mitad del camino hacia un banco para sentarnos. Y yo retuve la dispersión de mis sentimientos que revoloteaban en mi estomago. La altura de Dylan y su porte le daban gran presencia frente a cualquiera, y creaba intimides en aquellos que no lo conocían. Su mirada oscura, de ojos cafés, se mantenía en el suelo bajo nuestros pies y aunque moría de ganas de que me mirara, sabía que podía ser mi perdición.
Cerca del banco se detuvo, pasó su mano por su barba y revolvió su pelo. Lo veía nervioso, y eso me ponía aún más nerviosa. Sus ojos cruzaron con los míos, y eran oscuros y turbios. Dylan respiró hondo y me sonrió con cierto pudor. — ¿Cómo estás? —me preguntó. «Hmm… ¿no podría haber preguntado otra cosa?» pensé mordiéndome la lengua para no decirlo en voz alta. Me encogí de hombros para simular tranquilidad. — Bien —mentí descaradamente. Pero, ¿Cómo podía estar bien al ver al hombre que me había acabado con todas mis esperanzas frente a mí? — ¿Tu? —pregunté. Él asintió, y noté que intentaba ver tan tranquilo como yo. Dylan observó minuciosamente nuestro alrededor, antes de meter sus manos en el bolsillo de su sacó y mirarme. — Quería hablar de anoche… —comentó. Rápidamente, me sentí patética… más que de costumbre, y me alejé un paso de él negando con la cabeza. — Lo que haya pasado, puedes estar tranquilo que no volverá a ocurrir —dije enseguida. Vi su expresión agrietarse de desorientación, y se acercó a mí. Podía oler su perfume, fuerte y penetrante, que hacia quemar las pocas neuronas funcionales que tenía. — ¿Lo que haya pasado? —preguntó confundido. Refregué mi mano por mi cara, para opacar la frustración y vergüenza que de mí emergían. — Tomé de más anoche y no recuerdo nada, y no quiero recordarlo —exclamé. — Pero es que no pasó nada —dijo él, y quedé enmudecida mirándolo desencajada. — ¿Nada? —pregunté, y él negó de manera tan rápida y segura, que sentí mi cuerpo ser pinchado por miles de agujas de ira. — Nada de nada —me aseguró—. Recibí tantas llamadas tuyas que decidí atender. Estabas completamente borracha pero no creí que al punto de no recordar. Así que decidí
traerte a mi casa que era más cerca, y te tiraste a la cama para dormirte enseguida — explicó. Suspiré, un poco aliviada y otro poco enojada. ¿Y porque estaba enojada de saber que no había pasado nada, si hacía horas estaba enojada porque supuestamente había pasado todo? Soy bipolar, no hay otra respuesta posible. — Solo quería aclarar las cosas, que eso lo hice por todo lo que tuvimos, y no porque quisiera mas —dijo. Yo asentí sin palabras, viendo mi corazón resquebrajarse nuevamente. Él sentía pena por mí, y eso me rompía por dentro. — No era necesario aclarar nada —dije a la defensiva. Sus grandes ojos me miraron suplicantes y vi algo detrás, y ese algo es a lo que temía. — Disculpa, no quise sonar mal pero —murmuró torpemente—. Tengo… tengo algo que decirte, y… prefiero que lo sepas por mi —agregó. Sentí una ola de calor azotarme con violencia y de repente me sentí débil ante lo que sea que fuese a decir. ¿Podía ser que ya tuviese una nueva novia? ¿Tan rápidamente olvidable fui? Espere, y espere que hablara. El tiempo se volvió eterno y tortuoso. — Piper… soy gay —sentenció. ¿Qué cómo me siento ante aquella revelación? Como la mierda, porque las heridas que había logrado atenuar, volvieron a sangrar con más violencia que antes. Y no sabía como iba a hacer esta vez para hacerlas sanar.
Capitulo 8 Se busca Un corazón, porque el mío ya no sé donde esta… ¿Qué se puede sentir cuando ya no sientes? La oscuridad de mi consciencia es vertiginosa, y percibo caerme en un pozo del que quizás no pueda llegar a escapar. Los latidos de un corazón que quizás haya perdido para siempre son tenues, y cada imagen o voz que recorre mi mente prolonga mi agonía. Me siento estúpida por haber pensado, por tanto tiempo, que podía haber vuelta atrás. Una vez oí que no todo está perdido, pero era tarde para eso. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Acaso fui yo la razón? Eran las preguntas que hacían eco en mi mente. — Piper —oí mi nombre a la lejanía. No, no quería despertar porque así la realidad me golpearía una vez mas— Piper, despierta —oí de nuevo aquella voz que no lograba identificar. Y una vez más, me pregunté si se podía vivir con un corazón roto. — Cariño, despierta —otra voz se unió, y abrí los ojos. La luz de los focos me cegó y mi primer impulso fue tapar mis ojos con mis manos. — Piper respóndeme: ¿cómo te encuentras? —me preguntaron, e hice un esfuerzo para mirar a quien me hablaba. Desorientada, vi a Aiden y Loreley a mí alrededor. No sé cómo, pero me encontraba en uno de los consultorios de emergencia, y en ningún lado estaba Dylan.
Recordarlo fue una gran punzada en mi pecho, la angustia se acumuló y solo pude llorar. — Cariño, ¿Qué te sucedió? —preguntó Loreley preocupada, abalanzándose sobre mí para abrazarme. ¿Que podía decir si apenas yo lo entendía? Además, no tenía palabras ni voz. Rodeé mis brazos alrededor de su cuello y la abracé con todas las fuerzas que poseía. Ella era una de las pocas personas que podía ayudarme a encontrar un punto de sostén en aquella caída, la otra era Logan pero él no estaba allí. Loreley intentaba tranquilizarme, peinando mi pelo y rogándome que dejara de llorar. Pude sentir que en un momento habló con Aiden pero no logré identificar sus palabras, solo podía oír mi llanto desenfrenado y la voz de Dylan diciéndome que era gay. — Shh… tranquila cielo. Respira, intenta respirar —me ordenó e intenté hacerle caso aunque me costara. —Él… él no me quiere más —gimoteé con la poca fuerza que tenía. —No, no digas eso —me susurró para tranquilizarme, pero sabía que era cierto. El ataque de llanto se intensificó y sentía mi cuerpo débil temblar. No había palabras ni hechos que pudiesen ayudarme a controlarme, pero solo bastó unos minutos de silencio en brazos de Loreley para que lentamente el llanto cesara. Ella se alejó, en busca de pañuelos, y vi que Aiden había desaparecido de la habitación. Loreley me cedió papel para secar mis agrias lágrimas que seguían saliendo sin parar. El aire a mi alrededor no bastaba para mis pulmones. Ella se tomó unos segundos para servir un vaso con agua y me lo cedió. Tomé agua como si fuese agua de la fuente de la vida, con rapidez y torpemente. Devolviéndole el vaso intenté sentarme en la camilla y secando las lágrimas, miré a mí alrededor.
— ¿Cómo llegué acá? —pregunté. — Dylan te trajo y se quedó afuera, esperando —me dijo, y yo comencé a negar con la cabeza. No podía verlo, no quería verlo. — Dile que se vaya, que no estoy bien. No sé, inventa cualquier excusa —dije tartamudeando intentando sentarme en la camilla. La expresión de Loreley se llenó de confusión al no entender mi reacción. Ella quedó de pie frente a mí, como si esperara algo más de mí. Respiré hondo y sacudí mi pelo frustrada— Acaba de decirme que no tuve sexo con él porque no me desea, él es gay Loreley. Él es gay —exclamé ahogadamente volviendo a llorar. Loreley me abrazó de nuevo, con fuerza, pero no había nada en el mundo que pudiese ayudarme a deshacerme de esa sensación de vacío y malestar que me invadía. No podía dejar de preguntarme si lo que estaba viviendo eran realidad o una pesadilla, y como podía ser que alguien que creía conocer ahora me parecía un completo desconocido. — Sh…intenta tranquilizarte, yo ahora vuelvo —insistió Loreley secándome las lagrimas y dándome el aliento necesario para que me tranquilizara. Asentí con pesar y la vi alejarse hasta que salió por la puerta trasera que comunicaba con los pasillos internos. Respiré profunda y cortadamente, deseando tranquilizarme. Una marea de emociones entra en ebullición en mi interior y no sé cómo luchar contra ellos. De pronto la puerta se abre y me sobresalto. Los ojos de Aiden se posaron en mi con curiosa preocupación e inmediatamente corrí mi cara para que no me viera era una piltrafa por culpa de mis emociones. El sonido suave de la puerta cerrarse fue seguido de sus pisadas que se acercaban a mí, que mientras tanto seguía secando las lagrimas que seguían saliendo sin parar. Intenté refrenar mi ataque de llanto cuando se detuvo frente a mí y me obligó a mirarlo al levantar mi rostro con su mano.
— ¿Estás bien? —me preguntó. Y lo miré con toda la furia contenida, parte de ella que le correspondía a Dylan. — ¿En serio? ¿Tú me ves bien? —gruñí alejando mi cara de sus manos. El brillo de sus ojos se volvió opaco y sus gestos se volvieron indescifrables. — No voy a responder esa pregunta por miedo que tenga doble sentido — murmuró, al mismo tiempo que revisaba mi cabeza en busca de daño. Volví a gruñir y él esbozó una débil sonrisa— ¿Te duele algo? —preguntó. — El corazón —susurré suavemente. Él suspiró y me miró inquietantemente. — ¿Te hago un electrocardiograma? —preguntó. Mi miraba se volvió sombría sobre él y si tuviese un bisturí a mano se lo clavaria en el corazón a él para que sintiera lo mismo que yo. Aiden volvió a resoplar, pasó su mano por su pelo desordenándolo más y luego la posó en la camilla a un lado mío. Estaba tan cerca de mí que podía sentir su perfume, fuerte y dulzón que me recordaba a Dylan y me daban nuevamente ganas de llorar. — ¿Qué es lo que te sucede realmente? —me volvió a preguntar fuera de aquella actitud pedante y llena de confianza que suele tener. Volví a respirar hondo porque cada vez que lo pensaba volvía a llorar. Me sequé las nuevas lágrimas. — Es gay —lloriqueé. Él revoleó los ojos y agachó para poder ver mis ojos. — Sé que mi hermano es gay desde que tengo 19 años, y no creo que te hayas enterado ahora de eso… —comentó, y yo frustrada y emocionalmente inestable le golpeé el brazo. — No estoy hablando de Logan, sino de él… —señalé a la nada, queriendo que me entendiera, porque decirlo en voz alta me hacía sentir peor. Los rasgos de Aiden se arrugaron, lleno de confusión y resoplé molesta— Yo había planeado toda mi vida con él,
incluso había llegado a pensar en dejar la carrera por seguirlo a donde fuese para estar con él y tener sus hijos —me ahogué en llanto. Me movía casi convulsionando con el corazón destrozado. Aiden no dijo nada y eso era lo que necesitaba, solo silencio. Unos minutos más sentí calor de su mano en mis hombros. Su pulgar se movía sobre mi piel enviando escalofríos a mi todo mi cuerpo. — Soy un desastre —murmuré de pronto—, y tu hermano tiene razón, soy horrible para elegir hombres en mi vida —no podía dejar de quejarme, y no quería porque necesitaba sacar toda esa energía que me estaba matando por dentro. — No eres un desastre… solo lo normal —comentó él, y pese al humor de perros que tenía, comencé a reír a carcajadas. — ¿Porqué eres tan malo conmigo? —pregunté mirándolo. Él se encogió de hombros con actitud despreocupada y animosidad en su rostro. — Solo estoy intentando que vuelvas a ser la de siempre, y sabes que no hay nadie mejor que yo para sacar tu lado chispeante y vengativo —dijo con humor. Era imposible no reír, y por un instante, él me ayudó a olvidar todo lo que me estaba sucediendo. La puerta se abrió dando retornó a Loreley. Aiden se alejó de mí como si hubiese hecho algo malo y volvió a su postura de siempre. Lo miré enojada, y me giré hacia mi amiga que se veía abrumada. Ellas posó sus ojos curiosamente sobre ambos pero no dijo nada, y lo agradecí. — ¿Se fue? —pregunté. —Sí, acaba de irse. No quería pero lo hizo y me dijo que cuando quieras hablar con él que lo llames —respondió acercándose a mí. Torcí el gesto en desacuerdo sin saber si algún día podría estar preparada para hacer frente a él, una vez más. Me encogí de hombros como una niña decepcionada y me crucé de brazos. Aiden me miró analítico y suspiró mirando a Loreley.
— ¿Tienes tiempo para acompañarla hasta su casa? —le preguntó, y ella asintió rápidamente. — Pero aún no he terminado —me quejé aunque era más bien para llevar la contraria, porque en realidad no tenía ganas de trabajar. Aiden me dedicó una mirada precavida y se acercó más a mí. — Necesitas tranquilizarte y descansar, ve a tu casa. Acá está todo tranquilo y ante cualquier cosa, yo te cubro —me dijo. Dudé ante aquella oferta tan tentadora frente a la insistente mirada de él—. Deja de pensar tanto y ve —insistió y yo resoplé poniéndome de pie en un salto que me desestabilizó, obligándome a sostenerme de él. — Te debo un favor —dije en voz débil. Él sonrió de tal manera que su rostro se iluminó y sus ojos flamearon con oscura diversión. — Voy a contar los días para que me lo pagues —me guiño un ojo sacándome una sonrisa. Le golpeé el brazo con suavidad y me alejé de él. Vi a Loreley contener una sonrisa y girarse para salir junto a mi del consultorio. La puerta se cerró y una vez estuvimos lo suficientemente lejos para que Aiden no nos escuché Loreley gritó como una adolescente. Suspiré, meneando la cabeza para intentar desalojar cualquier tipo de ideas locas de su cabeza. — ¿Qué fue eso? —Exclamó— ¡Dios! Él esta bueno en muchos niveles posibles, y todos ellos son peligrosos. — ¿Puedes tranquilizarte? No creo estar de humor para este tipo de conversaciones —comenté. Ella rió y me abrazó con fuerza mientras seguíamos caminando. — Olvídate del idiota de Dylan, ¿cuántas veces te he dicho que no vale la pena? Abre tus ojos, tienes a Aiden a tu completa disposición —dijo ella con animosidad. Odio y al mismo tiempo amo la forma en que todo parece tan sencillo con ella.
— ¡Loreley! ¿Es que te has vuelto loca? —le dije sonriendo aunque internamente estaba molesta. «Mira las preguntas que hago» pensé inmediatamente. Su risa hizo eco en el pasillo. — Solo necesitas un clavo para sacar a otro, y ya lo tienes —me guiño un ojo. Negué con la cabeza rotundamente y como sabia que dijese lo que fuera ella iba a seguir hablando la dejé, porque solo ella podía distraerme de mi patética vida romántica.
Capitulo 9 Ser o no ser Un muerto viviente, ese es el quid de la cuestión. Han pasado minutos, horas, días y meses. Bueno, en verdad eso es lo que me gustaría decir pero no es así. Mi mente reproduce todo constantemente mientras mi corazón va muriendo cada vez un poquito más. De repente, el sonido del timbre suena y miró la puerta con la perspectiva de quedarme sentada allí a la espera de que quien sea que estuviese tras la puerta, se canse y se vaya. Pero el timbre otra vez suena, ahora con más urgencia y tuerzo el gesto con desagrado. Aún me encuentro tirada en el sillón de la sala, en pijamas y rodeada de cientos de frazadas. Hace tanto tiempo que estoy allí que ya no recuerdo cuando fue que llegue. El timbre suena otra vez y miró con todo el odio del mundo a la puerta. — ¿Puedes abrirme Piper? —escuchó del otro lado, pero no respondo—. Sé que estás ahí, puedo escuchar el televisor y te estoy viendo por la cerradura —agregaron. ¡Maldito acechador! — Vete, no quiero ver a nadie —grito. — Piper, ábreme ya porque llamo a mamá —me reta desde el otro lado Robert, mi hermano. Gruño y me levanto a regañadientes hasta la puerta. La abro y me vuelvo a tirar en el sillón, omitiendo el desastre que es mi casa que es la muestra fiel de mi estado emocional— ¿Qué demonios…? —preguntó él abriendo sus brazos son asombro, sin poder omitir lo que yo pude.
Puse los ojos en blanco y me acurruqué aún más. Mi hermano meneó la cabeza, y su cabello tan negro como el mío se movió danzarinamente. Rob dio unos pasos hacia el interior, cerrando la puerta y sin poder quitar aquella expresión en blanco que lo acechaba. Sus ojos negros me atravesaron como dagas, llena de juicio. — ¿Puedes decirme que mierda sucede? Mama me dijo que ibas a ir a cenar y me pidió que te buscara. Te llamé pero… —murmuró mirando el teléfono dentro de un vaso de agua. — Se me cayó accidentalmente —mentí. Sus ojos se afinaron sobre mí, advirtiéndome que intentara actuar como una persona acorde a mi edad. Pero, ¿Acaso hay alguien que actúe acorde a su edad? No lo se, pero precisamente Robert no es uno de ellos. Tras el minuto de silencio donde nuestras miradas intentaron ser más imponentes que la del otro, él resopló frustrado por mi comportamiento y se desplomó en el sillón junto a mi. Pero así era nuestra relación: a él le frustraba mi manera de ser, y a mí me frustrada su manera de actuar. — Dime que es lo que te sucedió —dijo y yo negué. Él puso los ojos en blanco y tomó el control de la televisión de mis manos y la apagó— No fue una pregunta… Me crucé de brazos y miré la pantalla en blanco. No era tan fácil decir lo que sucedía, porque solo me recordaba cuan patética era. — Dylan —decir su nombre hizo que mis ojos ardieran por las lagrimas que amenazaban con volver. Rob se giró hacia mí. Su mirada era tenue y llena de empatía—. Él… —dije, y mi hermano asintió esperando. Pero no podía. No quería. Las palabras se acumularon en mi garganta y las lágrimas salieron fácilmente de mis ojos. Aún no podía entender como mi vida había dando un giro tan abismal.
— ¿Él te hizo algo? —preguntó Rob preocupado. Sus rasgos clásicos se contrajeron de tensión a la espera de mi respuesta. Yo asentí para luego negar— ¿El bastardo te engaño? —preguntó irguiendo su postura, listo para cruzar la puerta para buscarlo y golpearlo. Sonreí entre lágrimas al imaginarme a mi hermano intentando golpear a Dylan. Rob era alto y tenía un cuerpo bien formado, pero no se comparaba en nada con Dylan. Un golpe de Robert no haría ni la mitad de daño que podría hacer una cachetada de Dylan. — Voy a intentar decirlo con palabras que usaría mamá: él patea para el otro lado —dije usando aquellos modismos argentinos de mi madre. La expresión de Rob perdió toda emoción, su palidez fue más visible e incluso sus pequeñas pecas desaparecieron. Él parpadeó hacia mí. — ¿Cómo? —preguntó en un susurro. Me encogí de hombro. — Quizás sentía más placer cuando un tipo le metía… —Robert me tapó la boca con la mano y me obligó callar. Lo miré con mis ojos entre lagrimas y vi la lastima en su mirada. Me negué a ver esa expresión; la única que podía tener lastima de mi era yo misma— Estoy bien, no me mires así —le dije sacando su mano de mi boca y secando las lagrimas. — Si, me doy cuenta que estas bien… —susurró él, con clara ironía, mirando el móvil dentro del vaso. Torcí el gesto al pensar en comprar un nuevo móvil. — Voy a superarlo… en algún momento —agregué. Suspiré profunda y entrecortadamente, mientras la mirada de Robert aún permanecía en mi. — Vamos a cenar. Olvídate de todo esto por un rato. No puedes permanecer aquí para siempre —me dijo. — Podría intentarlo —comenté, y él negó.
— No serviría de nada, tengo experiencia en esto —murmuró. Ladeé mi cabeza con la vista fija en él. Robert Moore, el don juan de la familia, el chico popular y favorito de todos, chico malo y estudiante perfecto. Hombre bipolar y espontaneo como ninguno, con las peores decisiones en su historial. ¿Él tenía corazón? — ¿Alguna vez superaste a Susan? —le pregunté. Sus ojos negros brillaron con la melancolía pasada, y supe que fuese cual fuese la respuesta, yo sabía cuál era la realidad. Él sonrió con pesar y palmeó mi pierna en su intento de levantarse. — Vamos hermanita, si te portas bien te compro todo el chocolate que quieras — dijo. Tentadora propuesta. Le sonreí y me puse de pie, pero antes de irme a dar una rápida ducha le di un abrazo. Él podía ser muchas cosas, pero era mi único hermano y lo quería de todas formas. Aún bañada, bien vestido y peinada seguía viéndome como un muerto viviente. Y no era la única que lo pensaba. Había sido lo primero que me había dicho mi madre: — Hija, te ves hecha un desastre —exclamó con tono de reproche una vez me abrió la puerta. Yo respondí con un par de frases no muy claras y entré a mi antigua casa. Rob se había encargada de distender el ambiente con una de sus historias sobre gente peleándose con más gente en una reunión de consorcio. Yo había puesto los ojos en blanco y me había tirando en el sillón junto a mi padre. Él me saludó y tuvimos la típica conversación de siempre: trabajo, clima y futbol. Lo única de esas tres cosas que parecía ir evolucionando en mi vida, era el futbol. Lo bueno de las reuniones con mis padres, o mejor dicho, de tener la presencia de mi madre es que no es necesario hablar tanto. Ella sola puede lograr recitar un monologo con una hora de duración sin cansarse o que su boca se seque. Muchas veces renegué de aquello porque parecía que nunca nada podía centrarse en mí un poco, sin embargo, esta vez lo agradecía.
Y así pasó el tiempo, lento y tortuoso, mirando la televisión con mi padre y oyendo de fondo la voz de mi madre. — ¿Sabe a quien me encontré hoy? —Preguntó mientras cenábamos, con la mirada puesta directamente sobre mí; extrañamente sentí un escalofrío al pensar que podría tener algo que ver con Dylan— A Katherine, hacia tanto tiempo que no la veía — sonrió antes de comer un poco de la pasta que había preparado. Yo suspiré aliviada mientras saboreaba la comida de mi madre, quien era una de las mejores cocineras de este condenado mundo. — ¿Si? ¡Que bueno! —dijo mi padre en un intento de interesarse por el tema, lo cual no estaba logrando en lo absoluto porque él y mi hermano estaban más ocupados comiendo. — Si —asintió mi madre, quitando de su rostro el pelo negro—. Le pregunte por sus encantadores hijos. ¿Sabias que Aiden volvió a Londres para trabajar en un prestigioso hospital? —me preguntó. El tenedor de comida se detuvo a medio camino de mi boca, y mis ojos se posaron en ella con una mezcla de peligrosa amenaza. Pude percibir la mirada de Rob en mi, probablemente llena de una cruel diversión. — Si, lo sabía —dije simulando una suave sonrisa. Su sonrisa se profundizó y movió sus manos con énfasis. — Me nombró el hospital, pero lo olvidé —comentó. Refrené mi instinto asesino y tragué la comida. Mi madre siempre fue olvidadiza y su mente suele estar en otros sitios cuando la gente le habla, algo que creo haber heredado. — ¿Puede que sea el London Hospital Porth? —preguntó mi hermano haciéndose el desentendido, pero el bastardo sabía bien donde trabajaba yo, y cual era mi aversión por Aiden y sus bromas porque muchas veces él lo había ayudado.
La expresión de mi madre se iluminó, y asintió. — ¡Ese! —exclamó. — Eh… ¿Cuál era Aiden? —preguntó de repente mi padre, claramente desorientado tras haber terminado su plato. — El mayor de los dos Harrison, el que estaba enamorado de ella —comentó mi mama a la ligera. — ¡¿Qué?! —me fue inevitable no chillar, horrorizada y mirándola boquiabierta. Ella puso los ojos en blanco y miró a Robert que no dejaba de reírse. — ¡Ay querida! —dijo en español— ¿Acaso nunca te diste cuenta? Pasaba más tiempo planeando bromas que hacerte que estudiando para el colegio —agregó mi mamá. «¡Qué romántico!» Pensé irónicamente y traté de eliminar todo tipo de imagen de Aiden pensando en mí. — Ella estaba demasiado ocupada con el otro hermano como para prestar atención —murmuró Rob, y tuve deseos de clavarle el tenedor en la mano. — Ah…. Ya me di cuenta —comentó mi padre. Entonces hice lo que siempre hago cuando el tema en discusión son mis problemas, y no los de los demás, y n tengo ganas de hablar ni oír nada: — Entonces, ¿Ya han planeado sus vacaciones? —pregunté. Mi mamá no lo pensó ni dos veces para comenzar a hablar, mi papa solo respiró hondo para bajar la comida y seguir con otra porción, mientras mi hermano estuvo un buen tiempo contemplándome con una sonrisa digna del gato Cheshire. Canalicé toda la paciencia del mundo y me hundí en mi silla avergonzada pero también agradecida, porque por este momento había olvidado cuan patética era mi vida diaria.
Capitulo 10 Nada es suficiente Siempre necesitamos más. Eso lo sé porque lo estudié en clases de psicología, o quizás lo oí de Margot, no tengo idea. Era algo sobre el deseo continuo que tenemos desde que nacemos de completar nuestra satisfacción, pero que nunca logramos porque de eso se trata la vida, de querer y no poder. Bueno, eso es lo que entendí. Cuando era una niña quería tener la mejor amiga de todo el mundo, y encontré a Logan lo que requirió un cambio de género para mi mejor amiga por siempre. Luego, deseé que mi mejor amigo por siempre se interesara románticamente en mí, lo que no fue para nada exitoso y desembocó en el descubrimiento de su orientación sexual. Estaba por graduarme de la escuela y lo que más deseaba era tener un novio con el cual casarme luego de mi finalizar mi carrera de medicina. Esto terminó con mi patética soledad luego de tropezar varias veces en mi intento de aprendizaje. Llegó el día en que estaba graduada de la universidad, con mi practica de residencia, y siendo una persona independiente lista para lo que fuese. Pero, ¿Qué pasó? Sí, mi novio me dejó y quedé sola nuevamente. Siempre algo tiene que faltar, es como una perversa broma del universo que hace todo para que aprendas a vivir el momento, y que se yo que más. Pero nunca vas a disfrutar todo lo que tienes, porque no estamos configurados para eso. — La psicología apesta —me quejé. — No, la que apestas eres tú —se quejó Margot mirándome con desagrado. Le toqué por última vez la panza y me alejé rebuznando.
— No tengo la culpa que un paciente haya decidido vomitar parte de mi indumentaria —murmuré. Ella afinó los ojos sobre mí con actitud paternalista. — ¿Cuánto pasó ya desde lo de Dylan? —preguntó. Yo me encogí de hombros, aparentando no saberlo: 3 semanas, 5 días, 16 horas— Piper, debes salir un poco y distraerte. Es entendible que estés mal, fueron muchos años y tú lo amabas, y todo se termino de repente, pero debes afrontar tus miedos y seguir —agregó ella. Yo me crucé de brazos, y miré el cielo gris que parecía querer abrirse. — Es fácil decirlo, pero no hacerlo —murmuré. Ella se vio frustrada y con su mano me atrajo hacia ella. — Lo sé, pero en este momento yo también estoy afrontando un miedo: este bebé —apuntó a su panza. Yo no respondí y seguí jugueteando con mis dedos sobre su piel hasta que le pegó en la mano y me obligó a alejarme—. Las contracciones se sienten como miles de cuchillos clavándose en mi interior y me dan ganas de asesinar a alguien con mis manos para luego despedazar cada parte de su ser. Además, el parto es terrorífico para mí —agregó con voz aterciopelada. — No, no es tan malo —intenté tranquilizarla, pero la realidad era que en todos los partos que había presencia había una sola cosa: sufrimiento. Sus ojos me dijeron que dejara de mentir y decidí moverme un poco por la habitación. Ninguna de las dos dijo algo más respecto al tema, pero ya sabía que era lo que opinaban todos. En todo este tiempo, ninguno había dejado de decirme cuan fuerte tenía que ser, como debía comportarme y que tenía que hacer, pero la realidad no es tan sencilla. — Corazón, ya llegue —Christopher se abrió paso en la habitación para encontrarse con su esposa. Ambos se besaron y tras conversar acerca de la presencia de Margot en el hospital, él se dio cuenta de mi existencia— ¿Qué es ese terrible olor? — preguntó. Moví mis manos con exasperación y decidí que lo mejor era irme.
— ¡Avísenme ante cualquier cosa! Aún si el niño nace a la madrugada —los reté, y tras saludarlos a la distancia para no incomodar con mi aroma, me fui. — Entonces… —hablo Logan con voz firme y actitud seria, algo que se contradecía con el ambiente dentro del bar en donde estábamos y la corona de cotillón que él llevaba en la cabeza con el mayor orgullo posible—, juguemos a un juego —sentenció. Mis ojos se posaron sobre él sentenciosamente. Él podía estar vestido de la manera más ridícula posible que nunca iba a perder esa arrogancia y actitud de macho alfa dominante, aunque no quisiese dominar precisamente a las hembras. — ¿A conoces a Ted? —pregunté en tono neutro. Sí, mi ánimo no era el mejor dada la situación que había vivido y que mi mejor amigo me haya obligado a acompañarlo a un bar no me hacia emerger en mi el buen humor. La expresión de Logan me hizo saber que mi actitud gruñona le daba por las pelotas y que si seguía así lo único que iba a conseguir era un gran sacudón por parte de él. Y la verdad, ya estaba pensando que sería una buena idea recibirlo. — Deja de ver tantas series —se quejó, y yo suspire rendida. — Si, ya. Terminé con todas las temporadas así que… —reconocí para tranquilizarlo—. Ahora estoy en Game of Thrones y Orphan Black —murmuré, e inmediatamente me arrepentí. Él abrió su boca para regañarme—. Lo siento, pero es lo único que me distrae… y hay tipos verdaderamente guapos —susurré. La mirada de Logan se volvió comprensiva por un instante. Me rodeó con sus brazos y me llevó hacia él en el asiento que compartíamos. Quedamos fundidos en un pequeño y sentido abrazo. — Nunca creí verte así —susurró él.
— ¿con el corazón partido? —preguntó. — Comportándote patéticamente —respondió. — Gracias por la sinceridad —señalé, y él ladeó su rostro para observarme mejor, luego suspiró y depositó un beso sobre mi cabeza. Frené el nudo que se formaba en mi garganta y parpadeé para que mis ojos no ardieran. — Creo que deberías hacer algo más para no pensar en él —murmuró. Respiré hondo y entrecortadamente, con una mueca de disgusto posando mi cara sobre él. — ¿Algo más? He pasado más horas del que me corresponde trabajando, miro series, como helado y chocolates, y limpio mi casa —respondí—. No me queda más nada que limpiar. ¿Tu casa sigue siendo el mismo desastre? —pregunté en un susurro. Logan me obligó a observar su rostro lleno de horror, pero aún así atractivo. — Mi casa no es un desastre, y tienes que dejar ser tan neurótica —me retó—. Vamos, arriba ese ánimo. Aquí hay buena música y buenos tipos. Alguno tiene que ser lo suficientemente bueno para que olvides un poco tu miseria. Miseria. Aquella palabra sonaba fuerte pero era verdad. Me detuve un instante a contemplarlo y a meditar aquella propuesta, pero lo cierto era que ya había llorado lo suficiente y llevaba demasiado alcohol en sangre como para poder pensar lógicamente. — Ok, vayamos a bailar —dije poniéndome de pie torpemente con la expectativa de divertirme.
La verdad es que después de una hora intentándolo, no logre divertirme. Solo logre cansarme, estar sedienta y con dolor de pies, y el único que logro tener algo de atención fue Logan. Así que si, apesto en todo sentido.
Me senté tras la barra con pesadez. — ¿Quieres algo doc? —me preguntó Jimmy. Yo sonreí un tanto optimista y asentí. — Una cerveza Jimmy —respondí, y tras un guiño de él lo vi desaparecer. Suspiré para eliminar la pesadez que sentí y justo en el momento en que Jimmy me alcanzó mi vaso sentí alguien sentarse a mi lado. — ¿Noche complicada? —oí a mi lado, y no me giré. No hacía falta para saber de quién se trataba. — De todos los sitios, no creí verte aquí jefe —respondí bebiendo un lado sorbo. Oí la risa tranquila y profunda de Aiden. Tantos años de haber sido víctima de él habían dado sus frutos: ahora sabía cómo comportarme frente a sus ataques, y trabajar de vez en cuando juntos daba una sensación de inmunidad. — Aja, ¿Y dónde creías que me verías? —preguntó con curiosidad. — En el infierno —respondí, mirándolo con una arrogante sonrisa. Él meneó la cabeza intentando disimular una sonrisa, y miró sobre mi hombro a la lejanía. — Creo que mi hermano tiene suerte últimamente —murmuró, un tanto sombrío, y posó sus ojos sobre mí. Yo suspiré y asentí, completamente acostumbrada a eso. Aiden me sonrió con pesar y torció sus labios hacia un lado. — ¿Qué tal tú día? —pregunté ante el silencio que se creó entre ambos. Él miró pensativo la barra. — Podría haber sido peor —respondió. Levanté mi vaso con optimismo y dije: — Brindemos por eso —murmuré y él posó sus ojos en su vaso. — Es agua. Tengo que conducir —aclaró penosamente. Tomé de mi vaso un sorbo y se lo cedí. Él lo miró como si se tratara de veneno.
— Vamos, solo un sorbo —dije. Sus cejas se elevaron juguetonamente, y podía asegurar que estaba a punto de decir algo pero se calló solo para beber. Sus ojos, verdes oscuros, brillaban con malicia y en ningún momento los separó de los míos, lo que me hizo sentir levemente incomoda. Pero así era el juego de él, poner nerviosas a las personas con aquella actitud pedante y encantadora. Tras unos tragos, dejó el vaso en la barra con satisfacción. — ¿Ves? No fue tan malo —murmuré y él negó. — No lo fue —aseguró. Nuestras miradas no se separaban, y aunque me aseguraba que era inmune a sus encantos y a las técnicas para intimidar a las personas, comencé a sentir una ligera incomodidad al recordar lo que había dio mi madre y mi hermano. Deseando aclarar mi mente, me giré hacia Logan y lo vi tan divertido y relajado que me daba culpa tener que interrumpirlo para pedirle que me sacara de allí. Sonreí para mis adentros, contemplándolo feliz aunque no fuese como tantas veces yo había soñado de niña, y decidí terminar mi vaso de cerveza para poder irme. — ¿Sedienta? —preguntó Aiden. — Cansada —respondí mirándolo, pero sus ojos estaban oscurecidos sobre su hermano hasta que se volvió a mí, sobre todo al dinero que le dejaba a Jimmy—. Me voy, si tu hermano pregunta: dile que seguí su consejo y me fui con un atractivo tipo que encontré por ahí atrás —sonreí triste de lo patética que sonaba con rumbo de buscar mis cosas. Pero sentí presión en mi brazo, y levanté mis ojos para verlo más cerca de lo que querría tenerlo. — ¿Piensas irte sola? —inquirió con sequedad.
— Ya te dije, si él pregunta dile eso. No te preocupes por mí, se cuidarme sola — respondí queriendo recuperar mi brazo, pero resultaba que él tenía más fuerza de la que podía suponer. «¿Habrá hecho Traumatología?» me pregunté. — Claro que hice Traumato, aunque prefiero Cardiología —comentó, y lo miré confusa. — Deja de leer mi mente —me quejé, y vi como retuvo el impulso de poner los ojos en blanco dramáticamente, y solo afinó su mirada con advertencia. — Voy a llevarte a tu casa. En el estado en que te encuentras dudo que logres dar tres pasos sin chocarte contra algo —me retó, recordándome las tantas veces que me había tratado así antes. Gruñí y tironeé de mi brazo a la defensiva. — Deja de tratarme como una maldita niña —me quejé, y aunque quería gritar y quizás golpearlo, me retuve de hacerlo. — Y tú deja de llevarme la contraria —contraatacó iracundo. Yo sonreí, porque hacía tiempo no lo veía sacarse tanto de quicio. — Esta bien, llévame a casa pero dejame decirte que antes quiero pasar a comprar algo para comer —comenté intentando verlo dudar, pero él bastardo solo se mantuvo inexpresivo unos minutos, respirando hondo y canalizando la frustración que yo le generaba en algo positivo. — El lunes estarás todo el día siendo mi residente a cargo —rió maquiavélicamente, tomando las llaves y el celular sobre la barra, sin dejar de contemplarme totalmente horrorizada. ¡Maldito sea! Hubiese sido genial que canalizara en otro tipo de idea, no en esa. Agarré mis cosas en un silencio mortuario y me acerque a la puerta para irme de allí. El viento me golpeó con frialdad y me estremecí sin querer.
Ni me di cuenta el instante en que Aiden se acercó a mí para estar a la par que yo. Ambos nos mantuvimos en silencio y agradecía que fuese así. Del mismo modo en que a veces podíamos llegar a congeniar con Aiden, podíamos volvernos fieros rivales. Aunque, en realidad, no sabía si estaba enojada con él o era conmigo misma por rendirme tan fácilmente, pero decidí descartar toda posible teoría. Se me vino a la mente las palabras de Aiden, y cuando iba a burlarme por haber hecho más de tres pasos sin chocarme con nada me vi tropezando y cayendo de cara contra el suelo. Y si, no era suficiente salir, pasarla más o menos bien e irte con el hermano insoportable de tu mejor amigo. Además, debía conseguirme un golpe. Algo así como una herida de guerra. Mierda, eso dolió.
Capitulo 11 Vientos de cambios La canción del grupo Scorpions. He estado escuchandola durante los últimos días como si eso hiciese algún cambio en mi vida. Pero nada de eso ocurre. Solo estoy trabajando como de costumbre y viviendo mi patética vida, y ahora no puedo dejar de tararear aquella canción mientras intento ocultar el golpe en mi frente con mi flequillo. — ¿Puedes dejar de mirarte al espejo, y ayudarme? —oí una voz llena de urgencia y salté ante la sorpresa de la cercanía de Aiden. Lo miré con recelo mientras seguía acomodando mi flequillo. Él miró hacia atrás y volvió sus ojos a mí—. La señora no para de hablar ni un segundo, y tú tienes que ayudarme en esto. Yo suspiré, frenando el deseo de golpearlo y me miré por última vez en el espejo del baño antes de dirigirme a él. Lo di vuelta y comencé a empujarlo nuevamente al interior del consultorio. — Así que, señora Green, ¿Por qué no me cuenta un poco acerca de sus nietos mientras el doctor la revisa? —le pregunté a la señora mayor sentada tras el escritorio. Su pelo gris estaba recogido con una hebilla, y sus brillantes ojos grises brillaron con alegría antes de que comenzase a hablar. Aiden me sonrió con complicidad antes de señalarle a la señora Green que se sentara en la camilla. Él tenía razón. Esa mujer no dejaba de hablar ni un minuto, y el trabajo de dejar oir sus pulmones y corazón se hacia más difícil, por lo que me ubique delante de ella, y le hablaba un poco de mi para que ella no hablara.
— Tras dos horas de trabajo de parto, por fin nació el hijo de mi amiga, y todos nos alegramos. Tuve que agradecer que me encontraba en el hospital, así que corrí a acompañarla porque estaba aterrorizada, y cerca de las 2 de la mañana nació el hermoso Lionel. Un precioso bebe de 3 kilos y 200 gramos —le contaba en voz baja. La señora Green emitió esos sonidos de ternura y cariño, y yo asentí—. Es precioso, aunque nació azul y con la cabeza deforme —comenté, y vi tras la espalda de la mujer a Aiden poner los ojos en blanco ante mi comentario. — Los niños son milagros de la vida, y es todo un acontecimiento que ustedes logren traer esas vidas —comentó ella con exclamaciones que obligaron a Aiden a apartar el estetoscopio de ella y mirarme molesto. Suspiré y la silencio rápidamente. — En verdad si, aunque no es fácil —comenté—. Una vez asistí un nacimiento, e intentando ayudar a la madre casi me rompe un dedo con la fuerza que le hacía a mi mano. Ahora hay ciertas cosas que son más naturales pero al principio son terroríficas. No poder controlar el dolor de la madre y sentirlo como propio. Y después, la fuerza, los gritos, las inyecciones y la episiotomía. Y en el momento que sale, es alucinante pero al mismo tiempo me daba terror porque siempre pensaba que no iba a poder respirar y que necesitaban sacarlo rápido… — Pero tiene el cordón sin cortar —comentó Aiden ubicándose a mi lado, para inspeccionar el pecho de la mujer. Yo me moví unos pasos, manteniéndome en los ojos de la señora Green. — Lo sé, si tiene el cordón sigue manteniendo la conexión con la madre, pero no era algo que pudiese pensar en ese momento —explique. Aiden me miró meneando la cabeza, con una inquietante sonrisa mientras oía la parte anterior de los pulmones. Casi milagrosamente, la señora Green se mantuvo en silencio esperando a que Aiden terminara de escucharla, y cuando él me aseguró que todo se oía bien, me dejó escuchar a mí para confirmar su teoría.
— Ustedes hacen una adorable pareja —murmuró la señora una vez me alejé de ella y la ayudé a bajarse de la camilla. Reí sin saber cómo sentirme al respecto, y busque a Aiden con la mirada. Él reía divertido mientras anotada en la historia clínica, y no decía nada. — Nosotros… —intenté decir, pero no sabía que decir. — Estamos a puntos de casarnos. No vemos la hora de tener un hijo, así se lo dejamos a las abuelas para que los críen y así dedicarnos a viajar por el mundo —comentó él firmando la hoja y cerrando la historia clínica. Me miró con malicia, y esa sonrisa encantadora, que tanto me recordaba al viejo Aiden. Me guiñó un ojo para luego posarse sobre la señora Green—. Creo que eso es todo, señora, se encuentra perfectamente. Eso sí, me gustaría ver pronto a su esposo —dijo él poniéndose de pie. La señora Green sonrió fascinada por él y ni siquiera me dejó replicar sobre aquello. Y así quede molesta, esperando a que la puerta se cerrada tras ella para quedar a solas con Aiden. — Eres un idiota —me quejé, cruzándome de brazos para no golpearlo. Él me sonrió tranquilamente, ubicándose a mi lado y moviendo con sus dedos mi flequillo. Yo me moví, instintivamente, lejos de sus manos. — Pronto no va a haber ni rastros de esa caída —dijo, y lo vi luchando por no tentarse. Descrucé mis brazos para golpear su brazo. — No te rías, no fue gracioso —me quejé. Aiden mantuvo su mirada irónica sobre mí, hasta que no pude aguantar y tuve que reír. Desgraciadamente, la maldita caída había sido graciosa. — ¿Acaso te has olvidado la vez que tu y Logan se rieron por dos meses de mi por haberme partido un diente al caerme de la escalera? —preguntó él, y cuando recordé aquello, tapé mi boca con mi mano para que mi risa no fuese demasiado ruidosa.
Él también rió a carcajada, una risa melódica que tantas veces había oído pero que casi había olvidado. Y tal como en los viejos tiempos, me hacía sentir extraña como si pudiese activar en mi reacciones que creí que no tuviese. Tras aquel ataque de risa, el silencio emergió suavemente, y lo único que quedó fueron nuestras miradas enlazadas con complicidad. Aiden respiró hondo y volvió a acomodar mi flequillo tal como estaba, antes de romper contacto visual y volver al escritorio. Yo intenté aclarar mi cabeza ante aquel dialogo que hacía vernos más cercanos de lo que en verdad éramos, y lo seguí. — ¿Próximo paciente? —pregunté. Él se peinó su pelo hacia atrás, y torció el gesto viendo la lista de pacientes. — Si, próximo paciente —asintió.
Tras la mañana llena de consulta, tenía toda la tarde libre y eso era maravilloso. Pero, antes de irme del hospital decidí pasar por la habitación de Margot y Lionel, donde ambos se estaban preparando para irse. Christopher parecía torpe alrededor del bebé, pero Margot hacia todo por tranquilizarlo. — La pediatra resultó ser una perra que prefirió quedarse coqueteando con un nuevo medico —se quejó ella, con una maliciosa sonrisa, mirando de reojo a Loreley. Mi boca cayó con sorpresa y me volteé hacia mi amiga, quien no podía dejar de sonreír como una tonta. — Ay, si lo vieras —exclamó ella acercándose a ambas—. Alto, de metro ochenta y cinco quizás, moreno y ojos verdes agua. Precioso, sexy, inteligente y cirujano —suspiró como una adolescente enamorada.
Margot aplaudió como una niñita, dejando que su esposo se hiciese cargo de las cosas que tenía, mientras nosotras conversábamos. — ¿Y cómo lo conociste? —pregunté. — En la cafetería. Resulta que estaba a punto de pedir algo, que él le preguntó algo a una de las que atienden y yo, tan gentil como me ven, me ofrecí para ayudarlo y así comenzamos a hablar —explicó dándose aire con la mano—. Está bueno en muchos niveles posibles —agregó. — Creí que habías dicho que el Harrison mayor estaba bueno en muchos niveles posibles —dijo Margot y la miré a Loreley con sigilo. — Si, pero para mi, éste es mejor. Además, Aiden claramente no esta interesado en este precioso espécimen mestizo ingles, canadiense y ruso —explicó señalándose a sí misma, y yo puse los ojos en blanco. — ¿No? ¿Y entonces en quien crees que esta interesado? —preguntó con curiosidad Margot, pero Loreley no respondió ya que Christopher se aclaró la garganta para llamar la atención. — Lamento interrumpir la reunión de consorcio, pero desearía irme a mi casa y ser feliz —comentó. Margot resopló, poniéndose de pie y tomando a Lionel entre sus brazos. — Bueno chicas, pronto nos vemos, ¿si? —ella nos saludó cariñosamente, y nosotras asentimos. Christopher volvió a cobrar vida para irse de allí, sin poder alejar su atención de su hijo.
Loreley y yo deambulábamos por los pasillos con rumbo hacia el exterior. Las puertas se abrieron frente a nosotras y respiramos ese aire fresco que me ayudó a calmar los extraños sentimientos llenos de hormonas que estaba experimentando. Por su parte,
Loreley sacó un cigarrillo y se posó a un lado para fumar. Yo gruñí ante aquella actitud, sin embargo no le dije nada porque ya estaba harta de insistir. — No hay cosa más preciosa que la vida, los niños y la familia —sonrió ella, viéndose positiva. Ciertamente, lo de aquel doctor lindo le había pegado bastante en el humor. Lo cual agradecía pero también temía. — ¿Y qué me dices de estar tirado en el sillón comiendo helado y viendo maratón de Harry Potter? —pregunté, y ella sonrió. — Eso es sublime —asintió, y yo estaba de acuerdo. Me quedé en silencio, a su lado, mientras observaba la vida que nos rodeaba. Personas sanas y enfermas, yendo y viniendo. Nada se detenía y todo seguía, y todo eso me hacía pensar en Dylan. Había detenido mi mundo por él, y podría haberlo hecho cientos de veces, y así estaba ahora. Sintiéndome patética y dando lastimas. Dylan había seguido su vida mientras tanto, yo seguia revolcándome en el pasado una y otra vez para recordar cuando miserable fui y soy, y no lograr salir mas de allí. — ¿En qué piensas? —me preguntó Loreley, frenando mis delirios internos. Yo respiré hondo, canalizando la frustración y eliminándola. — Dylan ha hecho que me detuviera, y creo que debo seguir —dijo. — ¿Solo lo crees? —preguntó retóricamente ella—. Debes seguir, aunque no lo quieras. Podrías hacer lo que te propongas y hasta ahora solo te he visto lamentarte. ¡Vamos! Vive un poco más el presente, cambia tu mente y solo sé lo que quieras ser — exclamó. Me quedé mirándola detenidamente. No sabía si era el efecto del chico el que hablaba, o en verdad creía aquello, pero tenía razón. Debía dar un giro, cambiar y no ser tan yo. Pero, ¿Por dónde comenzar?
De repente visualicé a Fred, arrastrando una camilla hacia el interior y decidí llamarlo. — ¿Qué hacen mis preciosas amigas? —preguntó él galantemente. — Fred, ¿recuerdas aquel chico que dijiste que me presentarías? —le pregunté y él me miró con claro asombro. — eh… si —respondió inseguro, y yo sonreí. — ¿Podría seguir pendiente aquello? ¿Por qué el viernes tengo un día libre? — pregunté. Pero no fue la Piper que se lamenta a si misma porque las cosas no le salen nunca como quiere, sino la nueva Piper, la atrevida que vive el día a día.
Capitulo 12 El tiempo vuela Pero el tipo éste logra el milagro de hacer que un par de horas sean eternas. En serio, llevo cenando con él hace media hora y da la sensación de que fuese hace un mes cuando empezó esto. Tengo que reconocer que físicamente no está nada mal; tiene mi altura y su modo de vestir me resulta elegante, su pelo negro esta peinado hacia un lado, y brillantes ojos turquesas. Pero lo que tiene de atractivo lo tiene de idiota. Desde que hemos llegado al restaurante no ha dejado de hablar de sí mismo, ni de su trabajo en una empresa automotriz, ni siquiera de su ex novia. Todo el mundo, incluso yo que soy horrenda para las cosas de las citas, sabe que no se puede hablar de tu ex en una cita con un posible futuro interés romántico. — Fue una de mis peores experiencias —dijo él procediendo a comer. Refrené el deseo de poner los ojos en blanco y solo tomé un poco del vino que poco a poco se iba terminando. Y si esto no se ponía más interesante, lo único que conseguiría seria una máximo borrachera. — Por lo menos ninguno te ha dicho que prefiere alguien de su mismo género — comenté yo, y él me miró entre risas. — Eso sería bochornoso, y un gran golpe a mi ego —exclamó él. Lo miré con recelo, presionando con fuerza mi tenedor y haciendo un gran esfuerzo para no clavárselo en la yugular. Ya me lo podía imaginar, cortándole la carótida y viéndome complemente bañada en sangre. Detuve toda aquella escena mental, dándome cuenta que era propensa a convertirme en una asesina serial y me concentré en comer lo último que me quedaba.
— ¿Qué edad me dijiste que tenías? ¿30? —Preguntó, y lo miré inaudita sin poder cerrar mi maldita boca— ¿Y ya sabes que harás de tu vida? Porque no es fácil comenzar una carrera siendo tan grande. Oh dios santo querido. Este tipo es un maldito cretino, y eso que conozco muchos, pero éste se lleva todo los premios y las medallas de honor. ¿Acaso no me escuchó cuando le hablé sobre mi vida? — Tengo 26 años, y estoy haciendo la residencia de clínica y un posgrado en medicina legal, para luego especializarme neurología —dije con tono firme, y observándolo fijamente para transmitirle toda la repulsión que sentía en ese instante. Pero él no pareció percibirlo porque sonrió y movió sus manos como si desechara lo que yo acaba de decir. «Nota mental: asesinar lenta y dolorosamente a Fred» me dije a mi misma tomando otro sorbo de vino, así mis boca no me engañaba diciendo mis pensamientos. Él siguió comiendo y hablando acerca de su vida, pero yo lo bloqueé inmediatamente así hacer descender el enojo que fluía en mi. El chico este, del cual apenas recordaba el nombre, era demasiado frustrando e idiota, en muchos niveles posibles. — Disculpa, debo ir al baño —dije de repente, necesitando estar a solas, mientras tomaba mi cartera y corría al baño antes de que él dijera algo. Me encerré en el baño y cerré los ojos para canalizar toda la furia que me corroía internamente. Si, había sido mi idea querer salir un poco pero no con semejante estúpido. — ¿Problemas en el paraíso? —oí que preguntaron y me tensé al mismo tiempo que abrí mis ojos para encontrarme con un par de ojos verdes oscuros que me conocían bien. — ¿Qué haces aquí Aiden? Es el baño de mujeres —me quejé. Él sonrió divertido, aunque intentó ocultar la risa mirando al suelo, y negó rotundamente.
Mis gestos se llenaron de confusión. Miré a mí alrededor y para mi vergüenza me encontraba en el baño de hombres. «Maldita sea mi suerte» pensé dándome la vuelta para correr fuera de allí. Pero Aiden fue rápido al agarrar mi brazo con fuerza, impidiendo que me vaya. — ¿Estás bien? —preguntó. Sus ojos eran suaves, al igual que sus rasgos, pero me negaba a creer que podía haber preocupación en él. — Perfectamente —respondió. Aiden me miró con ironía, dando un vistazo a mi atuendo; llevaba un pantalón negro y una camisa de gaza azul marino. Y como no podía quedarme viendo como era analizada, hice lo mismo. Él tenía puesto un jean, camisa y un saco; se veía serio y elegante. Desgraciadamente, también se veía bien. — Dile eso a tu cara —comentó, soltando mi brazo pero presionando con fuerza la puerta del baño—. Te ves como si estuvieses a punto de matar a alguien, y espero no ser yo —agregó. Puse los ojos en blanco, más que nada por todo el tiempo que me había impedido hacerlo. — Fred me presentó a un tipo que resulta ser una bazofia para el género XY, y probablemente sea el culpable de la exterminación de la raza humana —respondí austeramente. Aiden se tensó, y lo vi en las líneas de su mandíbula que se marcaron, y tras respirar hondo intentó sonreír con diversión. — Siempre creí que la única bazofia para el género masculino, según tú, era yo. Creo que estoy perdiendo mi toque —comentó ladeando su cabeza—. ¿Quieres que te ayude a huir? Puedo decirle que estas experimentando un brote psicótico y que lo importante es que huya lejos de ti —dijo. No puedo decir que no me pareció tentadora aquella idea. Una vez había inventado una escena con Logan, para que se presentara frente a un chico que había
pasado un mes asediándome para salir, diciendo que era mi esposo y haciendo un escándalo de porque lo estaba engañando. «Buenas viejas épocas» suspiré. — ¿estás recordando la vez que Logan y yo nos peleamos para asustar al colorado de la escuela? —preguntó, y yo sonreí al recordar aquello. Un suceso sublime pero que al parecer había olvidado. — No, estaba recordando otro momento similar —comenté, y me quedé en silencio contemplándolo fijamente. Él estaba bastante cerca, pero creo que el vino estaba haciendo efecto porque no me sentía nerviosa— ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté. — Eh… lo que se puede hacer en un baño —respondió, y lo miré con severidad—. Estoy cenando con un amigo —dijo. Yo asentí y finalmente suspiré bruscamente. — Creo que me lo tengo que sacar de encima, pero primero me voy a comer todo. Él insistió en pagar; será como una maquiavélica venganza —reconocí. Aiden no dijo nada. Se mantuvo observándome, y luego cedió un poco de espacio, sacando su mano de la puerta. — Entonces, suerte en la venganza —comentó dedicándome una suave sonrisa. Yo sonreí y abrí la puerta, deseando que no hubiese nadie cerca para no sentirme avergonzada por mi equivocación de baños.
— Realmente, esta noche fue mejor de lo que creí que sería —dijo mientras salíamos del restaurante. Yo tenía la urgencia de irme de allí lo más pronto posible, pero él estaba extendiendo todo—. ¿Qué te parece ir a tomar algo? No sé, quizás a mi departamento —agregó, mirándome con la mirada que supongo que debe usar cuando quiere llevarse a alguien a la cama. «¿En serio le funciona?» me pregunté.
— Eh… creo que mejor me voy a ir a casa. He tenido un día largo y estoy cansada —respondió. Él sonrió con diversión, y sus ojos brillaron incendiariamente. — ¿Es un tipo de jueguito que haces? No hablar en todo momento, y pretender que no te gusto —preguntó. Parpadeé y agarré con fuerza las tiras de mi cartera. Mi instinto asesino estaba a flor de piel, cuando decidí que lo importante no era un idiota presuntuoso. Me di la vuelta con deseos de irme, pero él agarró mi brazo con fuerza. — ¿En serio estás haciendo el jueguito de difícil? —preguntó. Reí sin humor, sin dejar de mirarlo. — Estuviste toda la noche hablando de ti, me has insultado de muchas formas posibles, pretendes que me acueste contigo sin ningún pudor, intento ser amable pero al parecer tu personalidad me lo impide —dijo sin ningún remordimiento. La fuerza de su mano en mi brazo se volvió más fuerte, y retuve el grito. — Piper —escuché mi nombre, pero no pude ver a Aiden hasta que estuvo a mi lado. — ¿Piper? ¿Quién es Piper? —preguntó el idiota, y mis ojos brillaron con furia. — ¡Yo soy Piper! ¿Qué maldito nombre crees que tengo? —estallé con furia, desprendiendo mi brazos de sus dedos. Sentí la mano de Aiden en mi espalda, y luego lo vi dirigirse hacia el idiota viéndose enfurecida— Ni te atrevas a golpearlo —le dijo sosteniendo su pecho para que no avanzara. Él me miró como si estuviese demente. — Por supuesto que no, mi mano vale más que él —comentó; yo asentí de acuerdo pero también un poco desilusionada. Su carrera de cirugía era brillante, y no iba a perder todo por el idiota que se mantenía mirándonos como dos raros. De repente, me iluminé y alejé a Aiden. Luego respiré hondo y con la base de mi palma golpeé la nariz del idiota, que comenzó a gritar dolorido con sus manos sosteniendo su nariz. La sensación de verme yo misma vengada, fue gloriosa.
— Quédate tranquilo, es auto limitado. Tomate unos analgésicos y pronto lo olvidarás —le susurré acercándome a él—. Adiós idiota —agregué alejándome, llevando del brazo a un Aiden que no podía dejar de reir y mirar al idiota con asombro. — ¿En serio, crees que lo olvidará? —me preguntó. Yo negué. — No, pero le servirá para no tratar a otra chica de la misma manera —comenté. Él siguió riéndose divertido, y la tranquilidad que emanaba me hizo volver a ser la Piper relajada y no la Piper asesina serial. Caminamos unos cuantos pasos aún riéndonos se lo sucedido en el instante que alguien se cruzó en nuestro camino. Era un hombre de nuestra edad, más o menos, alto y de tez morena, con unos brillantes ojos que no podía dejar de contemplar. No era necesario preguntarme quien sería porque tenía una ligera idea. — Creí que tendría que sacarte de la cárcel, de nuevo —dijo él con voz profunda, mirando a Aiden. Inquietantemente sorprendida, me giré hacia él. — No es algo que esté preparado para decirte ahora mismo —dijo él, y miró al hermoso hombre frente a nosotros—. Tú, mejor mantén la boca callada, idiota —gruño y finalmente suspiró—. Él es Matthew Snell, el presuntuoso nuevo cirujano y mi mejor amigo —lo presentó. Sonreí ante la actitud recelosa pero divertida que tenía Aiden, y a la sencillez que parecía tener Matthew a diferencia de muchos otros médicos cirujanos. — Un gusto conocerte Piper, puedes llamar Matt, todos lo hacen —me saludó él con simpatía y me detuve un instante meditabunda. — ¿Cómo supiste quien era? —pregunté. Vi a Aiden enrojecer, creo que por primera vez en mi vida, y Matt rió divertido.
— Él siempre nombra a una residente que se llama Piper que lo hace meter en problemas, así que dada la escena que acabo de ver… solo hubo que deducir —comentó. Intente verme amenazante y le golpeé el brazo con suavidad a Aiden. — Yo no te meto en problemas —me defendí. — ¿A no? ¿Y qué me dices de la vez que tuve que falsificar la firma de tu madre para que no se entere de tus malas notas? ¿O la vez que me golpeó aquel chico por tu le habías dicho que yo te estaba acosando, siendo que pasaba por casualidad por allí? ¿O cuando me castigaron por ayudarte a ti y a mi hermano a ir a un concierto que en verdad nunca les dieron permiso? —preguntó. Me quedé en silencio. El maldito tenía razón y no sabía que decir—. Como lo creí, yo tengo la razón —sonrió victorioso. Respiré hondo y puse los ojos en blanco. — Esta bien, lo siento —susurré. Y él se vio sorprendido. — ¿Perdón? No escuché —dijo. Me obligué a no golpearlo. — Dije que lo siento. ¡Siento haberte metido en problemas! —grité exasperada. Su sonrisa se pronunció y nos volteamos a ver a un Matt risueño. — ¿Qué? —dijimos Aiden y yo a la vez. Él levantó las manos y negó con la cabeza. — Piper, ¿qué te parece acompañarnos al bar a pocas cuadras de aquí? Presiento que podrías contarme fabulosas historias de nuestro amigo aquí presente —me dijo. Yo sonreí y busque en Aiden algo que me dijera que repelía la idea, pero se veía de buen humor, así que solo me encogí de hombros. — Por supuesto —respondí, y al cuerno todo. Había tenido uno de mis peores días, y citas. Solo necesitaba buscar algo que me ayudara a superarlo, y esto parecía ser lo ideal en aquel momento.
Capitulo 13 Pruebas Son cosas que la vida te pone para que te golpees bien duro y aprendas de ellos, y así seas una mejor persona. Bueno, aunque a veces puede fallar y convertirte en una peor persona. Y creo que si en mi camino sigo tropezando así como si nada voy a terminar convirtiéndome en una asesina serial. No sé, quizás podría esperar a tener mi especialidad forense terminada y así saber cómo ocultar cuerpos o borrar toda evidencia de mi paso. Son cosas que pienso de vez en cuando, en los momentos en que mi aburrida vida es demasiado monótona o cuando miro demasiados capítulos de Hannibal o Dexter. —Vamos, como si nunca lo hubiesen pensado —me quejé bebiendo un poco mas de mi cerveza. Aiden y Matt se miraron riéndose divertidos. Aiden fue el primero en elevar sus manos, en rendición. Su mirada estaba llena de picardía. — Las clases de medicina legal llevan a sitios oscuros de nuestras mentes, sobre todo si nos gusta CSI —reconoció él y yo aplaudí victoriosa. Lo miré a Matt con malicia, sonriendo y señalando a Aiden. — Ustedes son dos raritos seriales —comentó éste—. Siempre me sucede lo mismo: intento juntarme con personas normales y terminó sentado con dos inadaptados sociales con problemas de ira y psicópatas —meneó su cabeza con fingida decepción. Yo me mantuve riendo un buen rato, aun sorprendida de lo bien que la estaba pasando tras la horrorosa cita. Resultaba ser que Aiden y Matt eran mejor compañía de la que creí, sobre todo en un bar con algunas cervezas por medio.
— Ahora que pienso, ¿No tienes que conducir? —le pregunté a Aiden después de que se había tomado ya dos vasos de cerveza, y aún se mantenía en un mejor estado que Matt y yo. Él negó con la cabeza sin dejar de beber más de la cerveza, y señaló a Matt, quien no dejaba de observar el alrededor con bastantes personas; algunas de ellas se encontraban bailando o haciendo el intento. — Nuestras casas no están muy lejos de acá —me explicó Matt volviendo los ojos a mí. Él me sonrió y yo me mantuve por un instante contemplando sus preciosos ojos que eran como gemas. — Sabes, Matt no ha dejado de hablar en todo el día de una chica que se llama Loreley —comentó con picardía Aiden, sin dejar de ver a Matt; en sus ojos había una oscuridad que no supe identificar. Intenté que mi sonrisa no fuese tan evidente pero fallé, y negué tapando mi boca mientras Aiden estiraba su brazo en el respaldo de mi silla. — ¿En serio? Cuéntame un poco Matt —lo incité a hablar. La mirada de Matt se volvió momentáneamente iracunda sobre Aiden antes de que meneara la cabeza e intentara ocultar el enrojecimiento de sus mejillas. — Es pediatra en el hospital en que trabajamos, y nada… es preciosa —dijo, y no pude ocultar la alegría que eso me producía. Aiden y yo nos miramos por un momento. Sus ojos verdes eran serenos y en sus labios había una perpetua sonrisa. Él me miró con la misma expresión de triunfo con la que yo lo miraba— Un segundo —dijo Matt, y ambos nos volteamos hacia él—, ¿Tu la conoces? —inquirió. ¡Mierda! Me esforcé para ser seria pero no pude. Solo comencé a reír viéndome más alcoholizada de lo que en verdad estaba. — Es su mejor amiga —explicó Aiden. La expresión de Matt se llenó de confusión, y buscó en Aiden alguna especie de respuesta. — Creí que su mejor amigo era tu hermano —dijo este, y Aiden asintió.
— Logan tampoco es el centro de mi vida —dije volviendo, milagrosamente, a la seriedad. Es verdad que muchas de las cosas buenas y malas que pasé Logan había estado presente, él es una parte importante de mi vida pero a veces pareciera que todo lo que hago o dice tiene que ver con él. Eso es frustrante y siempre lo fue, porque me hace sentir como si no pudiese hacer nada por mí misma. Torcí el gesto evitando la mirada de Aiden y me terminé lo que quedaba de mi cerveza. Matt suspiró y movió su cabeza con un ligero asentimiento, quizás, percibiendo los sentimientos. — ¿Ella es soltera? —preguntó de repente Matt, y agradecí que la conversación siguiera por aquel rumbo. — Si —respondí—, y un pajarito me dijo que ha estado hablando bastante de ti — reconocí con cierto pudor; verdaderamente, no sé cómo reaccionaría Loreley si supiese que estaba intentando engancharla con Matt. Su rostro se iluminó de repente, y su postura se relajó. — ¿En serio los pajaritos te hablan? ¿Has pensado en consultar con un psiquiatra? —me preguntó Aiden. Lo miré con severidad y él intentó ocultar su sonrisa tras su vaso. En verdad, nunca le reconocería que varias veces lo había pensado. Matt se estiró sobre su silla. Le dio un paneo general al lugar y se puso de pie para ir a buscar más bebidas. Lo acababa de conocer y me caía muy bien. Había algo en él que resultaba atrayente, más allá de su obvia apariencia, y me permitía soñar con que él y Loreley tuviesen una linda historia de amor que yo nunca podre tener. De esos amores pasionales al estilo Romeo y Julieta pero sin las muertes y las familias enfrentadas. — ¿Estas pensando que has perdido tu oportunidad con Matt? —preguntó Aiden, sacando su brazo del respaldar, apoyándose sobre la mesa y quedando más cerca de mí.
— Eh… no —dije—. Estaba pensando sobre Romeo y Julieta; si no hubiese tenido tanta muerte ¿habría sido igual de memorable? —pregunté. Aiden parpadeó con la expresión en blanco, hasta que lentamente sus cejas se elevaron con ironía y las comisuras de sus labios se elevaron. — En serio, ¿Cómo haces para tener pensamientos tan extraños? —me preguntó. Abrí mis ojos con falso espanto, y tapé mi boca con mi mano, casi horrorizada por sus palabras. Casi. — Solo soy incomprendida en mi época, como todos los genios —dije, y torcí el gesto sin poder creer en mis propias palabras. Aiden se mantuvo mirándome con expresión incierta, y yo recordé su pregunta—. ¿Por qué crees que me interesa él? ¿Estás loco? Él puso los ojos en blanco y resopló por lo bajo. — Te conozco desde los 12 años Piper, cuando te gusta alguien pones esa expresión extraña en la que tus ojos brillan como dos luciérnagas convulsionando y olvidas todo lo que hay alrededor —dijo. Mi ego se sintió profundamente herido, y me acomodé para observarlo fijamente. — No me gusta, solo me llama la atención su físico. Hoy en día me sucede con casi todos —reconocí, con tanta facilidad que maldije al alcohol. Los ojos de Aiden se afinaron con análisis y ladeó la cabeza. — Nunca actuaste así conmigo —dijo recelosamente. «Nunca que te hayas enterado» pensé, y vi su expresión abrirse de la sorpresa para luego comenzar a reír a carcajadas. — ¿Dije eso en voz alta? —pregunté y él asintió. ¡Maldita sea! Tapé mi boca y oculte mi cabeza entre mis brazos sobre la mesa. Su risa comenzó a ser más baja, y sentí su mano peinar mi pelo.
— Lo siento, perdón por reírme. Es solo que… —me dijo, y lo oí tan cerca mío que sentí un golpe de calor recorrerme. Si, ya había tomado el suficiente alcohol como para volverme una estúpida aguda. Ladeé mi cabeza apenas, para poder ver sobre mi brazo. Sus ojos verdes poseían una profundidad y serenidad que pocas veces había visto en él. — Es solo que ¿qué? —insistí, percibiendo el calor de mi mejillas. Él respiró hondo, mirándome con metodismo. — Nada, solo estoy queriendo volver ocupar mi puesto de odiado numero uno por Piper —dijo. Yo sonreí a pesar de la vergüenza y me erguí, saliendo de la protección de mis brazos. — Siempre vas a tener un lugar entre los odiados, nunca lo olvides. Pero hoy por hoy, el primer puesto lo ocupa el idiota de la cita —dije. Él se encogió de hombros. — Algo es algo, supongo —dijo manteniendo una solemne seriedad. De pronto, volvió Matt pero lamentablemente no volvió con cervezas. Él nos miró como si intentara comprender que era lo que había sucedido en su ausencia, pero no preguntó anda sobre el tema—. ¿Sucede algo? —le preguntó Aiden. — Sí, voy a tener que irme. No me había dado cuenta que era tan tarde — respondió. Aiden suspiró pesadamente. — Al parecer la diversión ha acabado — sentenció.
Levanté la vista hacia el cielo nocturno y noté como las oscuras nubes se habían arremolinado, creando densa capa que impedía ver las estrellas y la luna menguante. El aire era húmedo y un tanto frio, y lo aspiré para intentar calmar el calor que sentía en mis mejillas, aunque el resto de mi cuerpo estaba realmente helado. Era como si me encontrara en el polo norte y en el mismísimo infierno al mismo tiempo. «¿O será que me
está llegado la menopausia?» me pregunté, e inmediatamente tapé mi boca con la mano y observé a Aiden. Él me miró confundido y recorrió con sus ojos su alrededor. — ¿Pasó algo? —preguntó con incertidumbre. — ¿Hablé en voz alta? —pregunté. Él negó rápidamente y yo respiré aliviada volviendo a mirar el camino que se abría frente a nosotros. Matt se había despedido rápidamente tras un par de cuadras, y ahora solo quedábamos Aiden y yo. No dejaba de mirar a todos lados en busca de taxi, cuando oí la risa suave de él, y lo miré fijamente. — Solo estaba recordando las tantas veces que con Logan hemos tenido que taparte la boca para que no digas lo primero que piensas —reconoció mirándome de reojo. Yo sonreí con culpa, y me acurruque en mi campera. — En serio, es algo que no se cómo controlar. Es horrible —exclamé tapándome la cara, y mirándolo a través de algunos dedos separados. Él sonrió con la mirada en el camino, manteniendo sus manos en el bolsillo, y esa actitud despreocupada y al mismo tiempo elegante en su andar. El silencio emergió como una suave brisa, que solo se resquebrajaba con el sonido ligero de nuestros pasos. Suspiré percibiendo la tranquilidad de la noche, y dándome cuenta que no había nada de incomodidad como otras veces. Quizás el alcohol en sangre, o quizás no. — Creí que tu casa estaba cerca del bar —comenté. — Lo está —respondió él—, solo estoy acompañándote —agregó. Me detuve instantáneamente sorprendida, y él me miró confundido por mi actitud. — No es necesario que me acompañes, soy grande y puedo protegerme. Hoy le di un golpe en la nariz a un hombre, ¿Recuerdas? —pregunté, y él asintió.
— No me voy a quedar tranquilo hasta saber que llegaste a tu casa —dijo él con seriedad. Puse los ojos en blanco y resoplé frustrada. — Aiden, ve a tu casa. Mañana probablemente tengas que trabajar y necesitas descansar. ¿Y qué si me voy caminando a mi casa? —dije. Él se encogió de hombros. — Te acompaño hasta tu casa entonces. Y no necesito descansar, ya me he quedado bastante tiempo viendo las cosas suceder frente a mí —dijo elevando la voz. Se acercó más a mí y logré ver la oscuridad tormentosa de sus ojos. — ¿De qué estás hablando? —pregunté también elevando mi voz, porque él no iba a hacer que yo me diera por convencida así como así. Todo tipo de emociones cruzaron durante un minuto en su expresión, y con sus manos peinó su pelo como si eso pudiese servir de catarsis. Finalmente respiró hondo y negó con la cabeza. Y aunque parecía que todo aquello se había esfumado, veía la tensión de su mandíbula y su cuerpo. — Nada no es nada —dijo, pero no le creí. Me acerqué más a él para contemplarlo cuidadosamente. — Yo también te conozco Aiden y algo te molesta. Y sé que cuando estas así después te comportas peor que lo usual —comenté. El silencio volvió a rodearnos pero esta vez con más intensidad, mientras él se peleaba con sus propios pensamientos. — ¿En qué momentos has actuado así conmigo? —preguntó de repente. ¿Eh? Parpadeé inaudita y ladeé mi cabeza viéndome como un cachorro confundido. — ¿De qué estás hablando? — Ya sabes de que hablo —dijo con enojo—. Hoy tú inconsciente te traicionó — agregó, y enseguida me di cuenta a que se refería. — No pienso responder a eso, es privado y no te interesa —respondí.
— Claro que me interesa, sino no estaría preguntando. Vamos, respóndeme, ¿O tienes miedo? Ah, no. ¿Yo con miedo? ¿Pero, quien se cree que es? Horrorizada, pensé en golpearlo pero solo cerré con fuerza mis manos controlándome para no hacerlo. Él esbozó una ligera sonrisa diabólica ante mi actitud, pero su expresión continuaba ensombrecida por el enojo. — Yo… yo… —comencé a decir, pero no sabía que decir—. ¡Dios! —Renegué mirando al cielo—. Solo un par de veces —respondí, queriendo verme relajada como si fuese algo sin importancia. Él asintió dramáticamente, con actitud imperturbable. — ¿En qué momento? —preguntó el desubicado. — Que se yo, en algún momento de nuestra vida —dije tropezando con mis palabras. — Nos conocemos hace 16 años Piper, sé mas especifica —insistió, y mi control se fue a la mierda. Mi puño estuvo a punto de golpearlo pero él fue rápido y me detuvo. Maldita sea su suerte y reflejos. Aiden meneó la cabeza con falsa desilusión— Te pones agresiva cuando algo te incomoda. ¿Yo te incomodo? —inquirió con inocencia. Una inocencia que era más falsa que billetes con la cara de Homero Simpson. — Por supuesto que no, solo que me sacas de quicio. Porque me haces sentir inferior, con tus bromas y sermones. No entiendo tu afán por saber cuándo me he comportado más tonta de lo común… —empecé a hablar con enojo pero de pronto me callé, cuando sentí la presión de sus labios sobre los míos. «¿Qué demonios…?» Aiden me estaba besando y yo se lo estaba permitiendo por más loco que sonase. Parecía un extraño sueño, y antes de despertar prefería saber cómo se sentían los labios que tantas veces había observado en la etapa en la que no sabía que era él. Dulzura, amargura y algo más se entremezclaban, pero poco me duró catar sus labios que se alejó rápidamente mirando a un lado de la calle.
— Lo siento, pero no dejabas de hablar —dijo haciendo un paso lejos de mí, como si no hubiese sucedido nada, recorriendo con sus dedos sus labios que resaltaban rojizos. Yo permanecí enmudecida, contemplándolo con la expresión en blanco. Luego sonrió y apuntó a un lado—. Creo que te gustaría saber que se acerca un taxi vacio —comentó, y volví a la vida inmediatamente. Me despedí con más torpeza de la habitual, y salí corriendo hacia el auto para frenarlo. Milagrosamente me vio y logré entrar. Una vez estuve dentro respiré hondo queriendo procesar parte de lo que había sucedido para terminar mirando hacia atrás a un Aiden que no dejaba de mirar con una inquietante mirada divertida. En el fondo, sentía que todo era parte de una prueba de fortaleza entre él y yo. Me negué a darle más importancia de la que en verdad tenía. Él solo me había besado por diversión, ¿no? Pero maldito sea él, su aspecto y sus labios.
Capitulo 14 ¿Cómo…? — ¿…qué te beso? —preguntó Loreley poniendo la voz fina. Mi expresión se llenó de mortificación, y le tapé la boca. — Shhh… —le dije, y miré a todos lados. Habían pasado tres días y aun no podía borrar la sensación de sus labios sobre los míos, y las de sus manos. ¡Por dios! Y decírselo a Loreley no parecía la mejor idea tras su reacción. Sus ojos no daban abasto para mirarme, y con mi mano la obligué a cerrar la boca. — Así como te conté. Fue para que me callara la boca y decirme que venía un taxi —reiteré, y ella meneó la cabeza inaudita. Movió sus manos y su rostro como queriendo decir algo pero las palabras simplemente no le salían. Y yo… aún seguía confundida por todo eso, aunque no quería darle verdadera importancia. — ¿Estás segura que solo fue para callarte? —Preguntó y yo asentí pero ella negó con la cabeza—. Muchas veces me he hartado de escucharte y nunca te he besado — comentó. Mis ojos se cernieron sobre ella con silenciosa amenaza. Loreley puso los ojos en blanco, y me obligó a moverse del sitio en el que estaba. Caminó hacia la puerta e hizo ingresar a un paciente y a su madre, que se veía bastante joven. — En serio, ¿Crees que te beso solo para callarte? —preguntó aún asombrada Loreley, mirándome fijamente mientras revisaba al niño sobre la camilla.
Mi expresión se volvió sería y sombría para indicarle que no era el momento de hablar sobre el tema, pero ella hizo caso omiso a mi expresión y miró a la mama del nene. — ¿Cuándo empezó con la tos? —le preguntó. — Eh… hace dos días, al principio era seca pero ahora no —respondió ella, y Loreley asintió volviendo a oír los pulmones del niño. Tras unos minutos de verla auscultarlo, me volvió a mirar con desacierto. — ¿En serio? —me preguntó. Parpadeé sin lograr comprender la pregunta, pero ella miró a la mujer junto al niño—. Un chico que conoces desde siempre, a veces se burla y a veces te ayuda, ¿puede besarte para callarte solamente? ¿Tú qué opinas? —le preguntó a la mujer. Boquiabierta y horrorizada sentí mi cara arder de la vergüenza. Tapé mi cara con mis manos mientras la madre del niño nos miraba como dos locas dignas del psiquiátrico de máxima seguridad del país. — Yo creo que en verdad usó lo de callarla como excusa —respondió la mujer, y ahogue un grito de frustración. — ¡Gracias! —exclamó Loreley con una dramática reverencia, alejándose del nene que la miraba con curiosidad. Separé mis manos para verla sonreír como una tonta mientras recetaba y completaba la historia clínica. Deseé que la tierra me tragara, y también deseé matar a Loreley. — ¿Estás loca? —le preguntó cuando estuvimos nuevamente a solas. Ella suspiró mientras sus ojos grises me miraban con ironía. — Deja el drama para las series y películas —comentó cerrando la carpeta y yendo hacia la puerta del pasillo interno—. Vamos que muero de hambre —agregó haciendo señas para que la siguiera.
A paso lento caminábamos a través de los pasillos, y a diferencia de otras veces me sentía paranoica de ver a Aiden en las cercanías, así que desde que había ingresado al hospital me encontraba mirando sigilosa mi alrededor como un búho, solo que mi cabeza no da vueltas. Desde el viernes solo intentaba comprender un poco lo sucedido pero lo único que lograba era confundirme, como siempre me sucedía con Aiden. Él generaba confusión en mi y esa era la causa principal de porque lo detestaba. Lo que sabía con seguridad era que debía hacer catarsis de alguna forma, y no quería contárselo a Logan. — ¿Y me dijiste que también estuvo con ustedes el doctor “tan caliente que es peligro ambiental”? —preguntó y reí ante el apodo. — Si, él preguntó por ti —respondí y ella dejó de caminar para mirarme asombrada. Eran pocas las veces que podía mantenerse callada, y la causa de la mayoría tenía que ver con chicos—. Preguntó si eras soltera, y le dije que si —agregue, pero se mantuvo en blanco por unos minutos hasta que chilló como una niña y empezó a saltar. — ¡Oh si señor bendito que envía ángeles demoniacos calientes para alegrarnos la vida! —exclamó levantando los brazos hacia arriba. — Y después dices que me deje de dramas, ¿por qué no te miras tú? —pregunté, pero ella estaba de demasiado buen humor para contraatacarme. Loreley me dedicó su más brillante y extensa sonrisa, para arrastrarme con más rapidez a través de los pasillos mientras le contaba aquella conversación con lujo de detalle. Loreley de mal humor puede llegar a ser un tanto difícil de tratar, pero de buen humor… directamente es insoportable. Es una bola humana de dulzura, optimismo y
pasión. Es una mezcla de un teletubie con una adolescente hormonal, y un viejo borracho y pervertido. — Aléjate de mí, ¡no te soporto! ¿Dime que has hecho con mi amiga? Devuélvemela —le grité mientras nos alejábamos del buffet. Ella solo sonrió y meneó la cabeza, mientras que Fred que estaba en medio nuestro nos observaba con diversión. — No te enojes conmigo, sino con él que fue el que te presentó al zángano infradotado —respondió, y ahí recordé acerca de mi venganza. — Tú —dije con furia apuntándolo y apretándole la mejilla. Él sonrió culpable y levantó las manos en estado de rendición. — Perdón, pero creí que podía llegar a funcionar. No sabía que se iba a comportar como un idiota —respondió. Gruñí para mis adentros y lo observé con furia cuando choqué contra algo. ¡Mierda! Abrí mis ojos y vi que no era algo, sino alguien. Ojos verdes como las agua del Caribe me miraron con curiosidad, y habia una suave sonrisa en sus labios que se extendió cuando se posaron en Loreley. — Buenas tardes —dijo Matt saludando a todos pero solo mirando a Loreley. Ella intentó verse seria y madura, pero si no fuese por el brillo demencial de sus ojos y esa expresión de estar babeando por él quizás lo hubiese creído. Aunque quizás él si lo creé… no sé. — Buenas tardes Doc —saludó Fred, pero ante la nula respuesta me miró con confusión. Yo negué con mi cabeza para hacerle saber que era mejor ni hablar porque no íbamos a ser escuchados. Ambos nos alejamos apenas de ellos que empezaron a hablar vaya a saber sobre qué. Finalmente, Fred decidió irse a seguir con su trabajo y se despidió dándome un beso en la mejilla.
Me quedé unos segundos contemplando a Matt y Loreley. Se los veía bien a los dos juntos, como si hubiese un tipo de energía que los rodeaba que los volvía más vivaces y juveniles. El rostro de Loreley era radiante, y el brillo de sus ojos era sin igual, con una tonta sonrisa que tantas veces había visto en ella y que me hacia alegrar. — Una expresión similar a la de ella, es a lo que yo me refería —oí decir en mi oído, y salté asustada. Con mi mano en mi pecho como si quisiera impedir que mi corazón saliese de mi tórax, me volteé para ver a Aiden a mi lado. Tan cerca que podía oler su perfume, dulce y refrescante. — ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué me asustas? —pregunté tropezando con mis palabras, queriendo que mis latidos se normalizaran. Una fugaz sonrisa atravesó sus labios, hasta que su expresión se volvió incierta y sus ojos opacos. — Llegué hace unos minutos, solo que parece que ya no me prestas la suficiente atención como para darte cuenta —respondió irguiéndose, contemplando a Matt y Loreley—. ¿Estás celosa de tu amiga? —preguntó. La ira se acumuló en mi puño pero me dije a mi misma que no valía enojarme, mucho menos por él. — ¿Por qué no te metes en tus propios asuntos? —pregunté y me giré para seguir mi camino por el pasillo. — Entonces, ¿Estas enojada porque el rubio solo está interesado en ti como amiga? —preguntó alcanzándome. Confundida, intenté pensar en quien me hablaba. — ¿Fred? —Pregunté— él solo es mi amigo que me presentó el tonto de la otra noche. — Y, ¿Por qué estas enojada? —volvió a preguntar. — ¡No estoy enojada! —grité, y su mirada estaba llena de ironía.
— ¿En serio? ¿Por qué no se lo dices a tu actitud? —preguntó con maliciosa diversión. Miré al techo en busca de ayuda espiritual pero lo único que encontré fue más odio. Decidí no caer en la telaraña de Aiden y seguí mi camino, pero su mano agarró mi brazo y me arrastró hacia uno de los consultorios vacios. — ¿Que mierda haces? —grité como una loca, pero él cerró la puerta tras nosotros y me tapó la boca con su mano. Sus ojos era glaciales y sombríos con la poca luz que había allí dentro. — No soy los idiotas con los que te juntabas en la escuela para que me trates como cualquiera —siseó con voz calma que me hizo sentir escalofríos. Él cuando quería, podía ser tan intimidante como un demonio. Miré sus manos sobre mi boca esperando que las sacara, y así poder contestarle. Con lentitud lo hizo pero se mantuvo pegado a mí, lo que me hacía pensar en muchas cosas… las cuales ninguna era precisamente conversar. — Ya estoy cansada que te burles de mi Aiden, harta. ¿No te cansas de tratarme como lo peor del mundo? Como si fuese un pequeño juguete con el que te puedes divertir un rato, riéndote y maniatándolo, y después lo dejas ahí tirado pudriéndose con sus sentimientos —respondí y luche contra las emociones que azotaban y se anudaban en mi garganta. Su rostro se suavizó, y noté sus ojos volverse turbulentos. Las comisuras de sus labios se torcieron a un lado, y cerró los ojos posando su frente sobre la mía. Paralizada por mis emociones, me mantuve en silencio y cerré los ojos para hacer frente a las inminentes lágrimas. Los últimos días no habían sido fáciles tras lo ocurrido con Dylan y aunque intentaba ser fuerte, no era fácil. Aiden respiró hondo y profundamente, manteniéndose tan cerca de mí que era difícil saber cómo sentirme; una parte de mi se estaba revolcando con horror mientras
otra parecía no estar en desacuerdo. La fuerza de sus manos sobre mis brazos disminuyó, y comenzó a mover sus dedos en pequeños círculos. — Lo siento Piper, nunca… nunca fue mi intención hacerte sentir así —susurró en voz baja, pero con el suficiente volumen para que sus palabras me sorprendieron, y quedase mirándolo estupefacta. Él nunca, en los casi veinte años en que nos conocíamos, se había disculpado conmigo… o con alguien más. Sus ojos se abrieron en busca de alguna respuesta, y yo mantuve la conexión visual, sin poder encontrar palabras. Intentaba encontrar algo que decir, pero el sonido de un celular resonó haciéndonos sobresaltar. Aiden se veía renuente a contestar pero finalmente, revisó su móvil. Guardó su móvil y se alejó de mí haciéndome sentir extrañamente perturbada. — Debo irme —dijo—, pero tú y yo aún no hemos terminado —sentenció mirándome fijamente, pero la frialdad iracunda de antes se había esfumado. Asentí con torpeza, más que nada para hacer algo. Él se acercó a mí e inesperadamente me dio un breve beso en la frente, antes de irse del consultorio dejándome a solas con mis pensamientos y sentimientos, que eran más confusos que antes.
Capitulo 15 Dormir es para débiles Puffff, ¿Quién necesita dormir? Nadie lo necesita porque las personas fuertes pueden pasar más de veinticuatro horas sin dormir tras estar de guardia para luego tener que estudiar para un examen. Porque la vida de personas como yo son así, recibirte para seguir estudiando hasta el día que te mueras y permanezcas pudriéndote en el cementerio. Pero ahí, aún podridos, horrorosos y malolientes, vamos a ser felices porque vamos al fin poder dejar de estudiar. Y las personas luego se preguntan por qué no tengo vida social… Choco mi cara contra la pila de libros sobre la gran mesa y quedó ahí. Yaciendo moribunda por el colapso mental. Cierro los ojos solo unos minutos para soñar que sueño, porque lo que quiero realmente no es ser millonaria o tener una clínica con mi nombre o encontrar mi verdadero amor porque ya sé quién es el dueño de mi alma, cuerpo, mente y corazón: la cama. Oí pasos ingresando a la sala de médicos pero no me moví. Luego el sonido de la silla arrastrarse fue seguido por el peso desplomarse sobre ella. — ¿Larga noche? —me preguntaron. Si hubiese estado mas despierta y con el ánimo más arriba, quizás reaccionaria de otro modo a la voz de Aiden, sin embargo solo emití un extraño sonido que salió de mí. — Alguna vez te ha pasado —comencé a hablar sin abrir mis ojos y abrazada a mi misma—, ¿qué quieres algo pero se ve tan lejano que lo crees imposible? —pregunté, aunque me resultaba poco creíble que hubiese algo imposible para él.
— Si —respondió él sin dudarlo, y abrí uno de mis ojos para asegurarme que no estaba bromeando. Él se veía serio y no había ninguna mueca sonriente. Lo miré de arriba hacia abajo y noté su límpido aspecto. El pelo con el desorden habitual, afeitado, sin manchas de suciedad en el ambo rojo oscuro. — ¿Acabas de llegar? —pregunté, y él negó. — Estoy aquí desde las ocho, y tuve dos cirugías —respondió. — ¿Cómo demonios puedes verte como si acabaras de levantarte tras dormir 100 años? —pregunté irguiéndome. Él sonrió suavemente y meneó la cabeza mientras extendía su brazo hacia mí. — Toma, bebe un poco —me dijo y sonreí como una nena a la que le regalan una muñeca hacia la tasa de café. Bebí un buen sorbo para despertar, y luego suspiré apoyándome en el respaldar. — ¿Qué haces aquí? —pregunté cediéndole la taza. Él encogió los hombros y se sentó desgarbadamente en la silla observando los libros. — Estaba aburrido, y Matt está operando a un chico con un craneofaringioma — comentó jugando con las lapiceras sobre la mesa y apoyando su cara sobre su mano. Torcí el gesto, apoyándome desestructuradamente sobre la silla y quedando con la mirada perdida en un punto lejano. Él me devolvió la tasa y disfrute la sensación del café intentar despertarme mientras oía el ensordecedor silencio del hospital ser corroído por el suave sonido de la música que salía de la radio. — ¿Y tú a quien tuviste que operar? —pregunté, devolviendo la tasa. Él bebió café y suspiro.
— A una mujer que llegó de un accidente y un hombre con abdomen agudo — respondió, y yo lo miré con desilusión. — Nunca vi una operación de abdomen agudo —murmuré haciendo puchero con mis labios. Los ojos de Aiden se volvieron turbulentos y esbozó una pequeña sonrisa. — Intentare avisarte la próxima vez y así podrás presenciar —dijo, y yo di pequeños aplausos. Aiden meneó la cabeza manteniendo el reservado humor, y cediéndome la taza, me miró con análisis. — ¿Has hablado con mi hermano? —preguntó, y yo negué. — La última vez que estuve con él fue ese día del bar que tú me llevaste a mi casa. Luego he hablado un par de veces, pero ambos hemos estado ocupados para poder reunirnos —le expliqué—. ¿Tu? — Un rato el domingo cuando fui a casa de mi madre. ¿Sabías que ya empezó a organizar su fiesta de cumpleaños? —Preguntó oyéndose totalmente sorprendido, y yo me reí por eso. — ¿Acaso, todavía no lo conoces? Él está organizando esa fiesta desde hace meses —dije entre risas—. Hay que agradecer que queden solo días, aunque va a estar propenso a muchos ataques de nervios —agregué. Aiden meneó la cabeza, con una inquietante sonrisa dibujada en sus labios. Involuntariamente, quedamos contemplándonos sin decir nada. Poco a poco comencé a sentirme incomoda hasta que oí que alguien entraba. Mis ojos se movieron hacia mi compañera mientras Aiden volvía a tener la actitud arrogante y profesional de siempre. — ¿Aún sigues estudiando Piper? —me preguntó Crystal Argent, también conocida como La Argent, seguida de un suspiro irritable. Sus ojos azules me miraron con desdén y una mueca burlona que desapareció completamente en el instante en que vio a
Aiden—. Doctor Harrison, es un placer encontrarlo acá —canturreó ella acomodando su perfecto pelo negro, acercándose a él. Se posicionó en medio de ambos, dándome completamente la espalda, permitiéndome poner los ojos dramáticamente en blanco sin que me viera. Aiden le sonrió, irguiendo su pose. — Oí que hizo una operación de abdomen agudo que fue un éxito —dijo ella y él asintió. Yo elevé una ceja y la miré con precaución—. Eso es maravilloso, y espero que si algún día desea tener una asistente me tenga en cuenta —ella sonrió, como lo hace siempre, para intentar resultar simpática y atractiva. Me instinto asesino se activó pero tuve que frenarme ante la mirada precavida que me dedicó Aiden. — Agradezco mucho la propuesta, pero aún no estoy buscando alguien que haga por mí mis cirugías —dijo él manteniendo la serenidad y el respeto. Ella parpadeó anonadada de ser rechazada, y su sonrisa se volvió más pronunciada para ocultar haber sido herida en su ego. Luego me miró e intente hacer que estudiaba para que no notara mi júbilo. — Eso me parece fantástico, y si algún día quisiera tener una residente a cargo que en verdad quiera aprender y ser buena en lo que hace, espero que piense en mí —dijo ella mirándome un momento. Sentí el enojo tensar mi espalda y me obligué a no mirarla para evitar enfurecerme, pero en mi mente imaginaba escenas violentas en las que ella era la víctima. Aiden asintió, y la siguió con la mirada hasta que desapareció de nuestras vistas. O mejor dicho la de él, porque yo seguía mirando las hojas de mi libro con mi mano aferrada violentamente a la birome, queriendo ceder aquella furia que me corroe cada vez que tengo que interaccionar con personas como ella: arrogantes y despectivas. Lo peor de todo, es que está repleto de personas como ella en la vida diaria.
— Piper —Aiden me llamó suavemente, pero no pude mirarlo hasta que posó su mano sobre la mía con torpeza—, estas cansada, y deberías dormir un poco —dijo. Retuve el aire en mis pulmones para que la furia no se transforme en llanto, porque era propensa a eso cuando no dormía bien. — Solo me queda unas horas más, intentaré seguir estudiando. Al parecer no soy lo suficientemente buena estudiante —respondí apretando los dientes y sintiendo mis ojos arder. Él negó mirándome con severidad. Sus ojos se oscurecieron, y movió su silla un poco más cerca de mí. — ¿En serio vas a dejarte vencer tan fácilmente por lo que ella diga? —Me preguntó— Quiero recordarte que eres la persona que dejó a un novio porque le decía como vestir, se vengó de un chico porque la había puesto en ridículo, hizo que una de las chicas más conocidas de la escuela se disculparan con ella y su mejor amigo por andar creando rumores, y que le rompió la nariz a un idiota —agregó. Yo reí con los ojos llenos de lagrimas que intenté secar; definitivamente la falta de sueño no era aliado de mis emociones. Aiden sonrió tenuemente contemplándome sereno. — Siento mucho haberme vengado de esa forma —comenté, y él se encogió de hombros despreocupadamente. — Realmente me lo merecía —dijo con una suave sonrisa. Seguí intentando dejar de llorar tomando un trago de café, y dejando la taza en la mesa suspiré pesadamente, desplomándome nuevamente sobre los libros. — Estar hormonal y con sueño, es realmente contraproducente —dije cerrando los ojos lentamente. El silencio emergió y sentí deseos de poder dormir. — Y si vas a… —comenzó a hablar Aiden pero le tapé la boca con mi mano.
— Shh… —susurré—, solo déjame dormir cuarenta minutos —dije alejando mi mano de él. — Entonces, tomaré el tiempo —comentó él, y yo asentí lentamente. — Si vas a despertarme, hazlo con suavidad. Y por favor, no me hagas alguna de tus antiguas bromas mientras duermo —comenté. Oí su risa suave y profunda. — Nada de bromas, te lo prometo —me aseguró, y yo sonreí queriendo confiar en él, sumergiéndome en mi deseado sueño.
Capitulo 16 Viviendo la vida loca Uno es más feliz, o por lo menos eso es lo que queremos creer. La cuestión es cuando tienes demasiado problemas y cosas que hacer que saturan tu tiempo produciendo que te transformes en un completo desquiciado bueno para nada. Y eso… es lo que le sucede a Logan. — ¡Esto va a ser un desastre! —exclamó dramáticamente deteniendo su andar justo en medio del televisor, frente a mí. — Eh… creo que no es para tanto —comenté moviendo mi cabeza para intentar seguir viendo la televisión. Logan me miró como si fuese un bicho raro, cruzando sus brazos, y yo retuve mi respiración mirándome en busca de algún defecto. Pero solo estaba en pijamas que era lo usual en mí en los momentos no laborales. — ¿Me estas escuchando? Dije que no consigo quien atienda el bar —me dijo, y yo resoplé acomodándome en el sillón. — Mira, eso es lo de menos. Puedo ocuparme yo de la barra si quieres, quizás Loreley me ayude u otra persona —respondí. Él no dijo nada, manteniéndose molesto y observó a un lado donde Loreley hacia su aparición— Oh, pero que aspecto más sexy y atrevido —canturreé al verla con un pijama más ridículo que el mío, unas pantuflas que simulaban ser garras de león, y un gorro con orejas de color verde. A eso, debía sumarse que estaba despeinada y con gafas de marco grande.
— Púdrete —me dijo desplomándose junto a mí en el sillón. Retuve la risa y miré a Logan con la diversión en su mirada aunque aún tenso por los problemas de su fiesta. — Deberías tratarme mejor ya que estas en mi casa —comenté maliciosamente, y ella puso los ojos en blanco. — Recuérdenme, por favor, porque era que ella esta acá —pidió Logan. — La bruja de mi madre está haciendo una maratón de sexo salvaje con su futuro marido en la casa de mi hermana y mía —respondió Loreley con malhumor. — Futuro marido que es mucho más joven que ella, y de algún lado que le regaló un bronceado perfecto —agregué. Loreley gruñó, y yo sonreí, sabiendo que lo odiaba principalmente por el bronceado. Ella se acurrucó en el sillón robándome el paquete de galletitas de mis manos, y miró a Logan con sarcasmo. — ¿Por qué estas enloqueciendo? ¿Tu nuevo novio no te atiende lo suficiente? — preguntó. Logan afinó sus ojos sobre ella, tensándose momentáneamente, y descargando la frustración con su pelo. Abrió su boca para hablar y la apunto, mirándola con severidad pero las palabras murieron antes de salir. Cerró los ojos y respirando hondo, volvió a deambular frente a nosotras. Loreley torció el gesto y me miró con curiosidad. — ¿Qué sucede? —me preguntó. Ladeé mi cabeza, sin dejar de observar a un Logan al borde de la locura. — No hay nadie que atienda el bar. Le ofrecí ser yo pero sigue indeciso —respondí. Loreley asintió y silbó para llamar la atención de Logan. Él se detuvo mirándola desorientado.
— Deja de caminar como un desquiciado que últimamente el ala de psiquiatría está muy vacía —dijo ella—. No te hagas problema nosotras nos hacemos cargo. Inclusive, puedo hacer un show erótico si es que hay buena plata —agregó. Meneé mi cabeza totalmente negada a imaginarse a Loreley bailando arriba de la barra. El enojo de Logan pareció esfumarse y una traviesa sonrisa cruzó por sus labios. — En serio te lo estoy diciendo, nosotras podemos hacernos cargo de la barra. Seguro hay alguien más que quiera ayudarnos —comentó Loreley y me miró con malicia—. Como en los viejos tiempos —movió sus cejas juguetonamente, y yo reí moviendo mis ojos de Logan a Loreley. — Como en los viejos tiempo —asentí.
La música resonaba frenéticamente, y todo el mundo estaba enloqueciendo eufóricamente de felicidad. La mayoría estábamos disfrazados pero nunca faltan los que no se creen suficientemente maduros para no disfrazarse. Llené dos vasos y se los di a caperucita roja y el lobo feroz. Ambos me sonrieron con simpatía y se alejaron rápidamente. Con una indeleble mueca de satisfacción, me giré hacia Loreley que no dejaba de bailar de un lado a otro vestida como Cleopatra. Fred estaba con nosotras, tras la barra, sirviendo tragos y recreando la vista de todas las chicas que lo contemplaban vestido como un sexy y atractivo gladiador romano. Di un vistazo por la fiesta para identificar, de pura suerte, a Logan vestido como un vampiro gótico, viéndose hermoso y mortal. Él me miró y me guiñó un ojo antes de cruzar la barra para unirse a nosotros. — Mi capitana, ¿Cómo van? —me preguntó tomando mi mano para obligarme a bailar. Yo reí divertida, sin estar segura si se debía a que estaba feliz o al alcohol, aunque poco había tomado.
— Todo perfecto —respondí, y él observó con minuciosidad mi disfraz de pirata, que era genial. Logan se vio satisfecho y comenzó a ayudarnos un poco. El salón no era muy grande y había las suficientes personas para que se viera repleto. Todos se veían alegres y divertidos, y eso era el principal deseo de Logan, aún cuando eso significaba que debía trabajar en su propia fiesta. Cuando la fiesta pasó por su apogeo, la barra estuvo menos ocupada y nosotros pudimos distendernos. Loreley, Fred, Logan y yo bailábamos de la misma forma que siempre: haciendo el ridículo. Logan no paraba de reír y eso me ponía feliz porque estaba disfrutando los frutos de haber estado estresado, haber gritado y pataleado, e incluso haber maldecido tanto que prácticamente ya tiene un lugar asegurado en el infierno. — No sé porque no me sorprende encontrarlos tras la barra —canturreó alguien y me giré para ver a mi hermano. Mi instinto asesino se puso alerta, pero me sentía tan bien que oír las burlas de mi hermano no me afectaban. Me acerqué a él, lenta y amenazadoramente. — ¿Qué quieres hombre? Ten cuidado conmigo que esta noche soy una pirata, y cualquier crimen es posible en el alta-mar —dije. Rob sonrió, afinando sus ojos, y me miró de arriba abajo con diversión. Él solo tenía un jean y una camisa, lo que me demostraba cuan patético era. — Una cerveza, Jack —me ordenó, y yo puse los ojos en blanco yendo a servirle una cerveza. — Así que… has decidido venir a una fiesta nuestra —comentó Logan acercándose a la barra, y apoyándose sobre ella, mirándolo con soberbia. Mi hermano sonrió de lado, agarrando el vaso que le cedí. Sus ojos brillaron y meneó la cabeza.
— No soy el único que ha decidido venir —murmuró crípticamente, dando un vistazo hacia atrás. Tanto Logan como yo nos ladeamos para observar en dirección a donde los ojos de Rob terminaban. Curiosa, deambulé por todos los rostros hasta que identifique a dos personas. Una de ellas, era Aiden; se veía un tanto discordando entre el gentío disfrazado siendo que estaba vestido con un jean y una camisa, pero aún así, resaltaba entre todos ellos con su belleza. El otro era Matt, que a diferencia de Rob y Aiden, estaba disfrazado con un traje de Willy Wonka. No pude evitar sonreír, y notar lo bien que le quedaba sin hacerlo caer en lo ridículo. Llamé a Loreley, y en solo segundos sentí sus brazos alrededor de mi cintura. — ¿Qué hay? —preguntó Loreley, hasta que lo vio y quedó con una sonrisa tonta en su rostro— Es lo más ridículamente hermoso que he visto en mi vida —me susurró demasiado fuerte como para que Logan lo escuchara. — Es gay —sentenció Logan, ladeando su cabeza hacia nosotras. — ¡No! —gritamos las dos, y yo decidí golpearlo, aprovechando que estaba más cerca. Logan sonrió con malicia para luego poner los ojos en blanco. Sus ojos se oscurecieron y su sonrisa se volvió burlona cuando volvió a mirar hacia adelante, para encontrarse frente a frente con su hermano que se acercaba a nosotros. — ¡Eres un cretino! —gritó Logan con soberbia— ¿Qué parte de fiesta de disfraces no has entendido? —le preguntó. — Tú no entiendes nada. Estoy disfrazado, y como estamos festejando tu cumpleaños, decidí homenajearte siendo algo que te describe —exclamó Aiden fingiendo estar dolido emocionalmente. Logan meneó la cabeza y afinó los ojos hacia su hermano, mientras Matt los miraba confundido y Rob divertido.
— ¿Gay? —inquirió Logan con atrevimiento. Pude reconocer el desafío en la mirada verde clara de Logan, pero también observé la oscuridad en los ojos de Aiden que se mezclaban con algo más. — Un mentiroso compulsivo —respondió entre risas. Logan meneó la cabeza, decidiendo presentarse ante un Matt risueño y sirviendo bebidas. Rob le golpeó la espalda con suavidad a Aiden y volvió sus ojos hacia la fiesta, mientras Aiden nos miró a Loreley y a mí. — Se ven bien señoritas —dijo, guiñándonos un ojo. Yo sonreí más que nada por el efecto de la alegría en mí que por el halago, y miré a Loreley. — No le puedo creer Dr Harrison, usted acaba de decir que esta noche es un mentiroso compulsivo —comentó Loreley con desenfado. La sonrisa de Aiden se volvió inquieta y sombría. — Siempre hay excepciones —sentenció. Loreley le pestañeó con exagerada seducción para mover su pelo y acercarse a un Mat que no había dejado de mirarla—. Oh capitán, mi capitán —canturreó él posando sus ojos firmemente sobre mí, suspiré e intenté no gesticular soberbiamente—, ¿cómo te fue en tu examen? —inquirió, y yo lo miré con atrevimiento. — ¿En serio? ¿Eso me vas a venir a preguntar en medio de la fiesta? —pregunté. Él asintió suavemente justo en el momento en que tomó un sorbo de su cerveza, sin romper el contacto visual conmigo. Resoplé, y asentí torpemente— Me fue bien, y logre una buena nota —dije un tanto avergonzada por hablar de esos temas, porque sí, de vez en cuando se me da por sentir pudor y esas cosas. — Felicitaciones, entonces —dijo él elevando su vaso hacia mí, yo busqué mi vaso para chocarlo con el de él, y hacer un pequeño brindis.
La mirada aguda y evaluadora de Logan nos recorrió, acercándose un poco más a mí. Sus gestos eran sombríos y parecía estar queriendo hacer el papel de amigo protector y celoso. — ¿Están brindando por tu examen? —me interrogó con precaución. Yo asentí, y él me sonrió, pasando su brazo alrededor de mi cintura para atraerme hacia él y besarme la cabeza—. Te dije que ella es inteligente y puede hacer todo lo que se propone —comentó él, mirando sagazmente a su hermano. Aiden se irguió, casi desafiante, con los ojos puestos en mí con una contemplación reflexiva. — Nunca lo dude —dijo él con tanta seguridad que me hizo sentir extraña. La sonrisa de Logan se volvió arrogante, y las miradas de ambos se cruzaron por unos segundos, repleta de sentimientos y pensamientos
sin identificar, que me
recordaban a nuestros años de infancia y adolescencia. Y solo podía pensar en que aún no lograba entender que querían expresar aquellos silenciosos diálogos.
Capitulo 17 El problema… No es el alcohol, sino lo que haces cuando te seduce y lo bebes. Hoy en día ser un bebedor aficionado no es fácil, porque la gente goza con la comodidad de tener teléfonos, cámaras y todo tipo de tecnología que hace que los momentos bochornosos que haces en estado deplorable perduren por toda la eternidad. — ¡Everybody, yeah! ¡Rock your body, yeah! ¡Everybody, yeah! ¡Rock your body right! ¡Backstreet´s back, alright! —gritábamos con todas nuestras fuerzas haciendo nuestro mejor intento para reproducir la coreografía del video. Debo confesar que yo estaba haciendo un buen esfuerzo, pero no podía decir lo mismo de Loreley, Logan y Fred. Incluso Matt estaba con nosotros en el centro del salón haciendo el ridículo, pero aún cuando era torpe o se olvidaba los pasos iba al ritmo de la canción. Las risas y los aplausos resonaban entre la música, hasta que de pronto la canción cambió e intentamos seguir cantando y bailando como un conjunto de locos disfrazados de cualquier cosa. — Dale a tu cuerpo alegría Macarena, que tu cuerpo es para darle alegría y cosa buena. Eh… Macarena —intentábamos bailarla, y solo un par lográbamos cantarla bien. Yo me detuve para encogerme de la risa ante las extrañas caras de Loreley, y sus movimientos asincrónicos. Las lágrimas salían de mis ojos y no podía controlarme. Aún no recuerdo el momento preciso en que dejamos de atender el bar y pasamos a ser el show de baile en la fiesta bailando las canciones de Ricky Martin.
Respiré hondo con cuidado y levanté mi vista para ver a mi hermano descompuesto de la risa con un teléfono en su mano, y grabándonos. La Piper amenazante se erigió internamente, porque por afuera seguía intentando controlar la risa. Dejé el centro y fui directo hacia él dispuesta a hacer cualquier cosa, pero lo primero que hice fue agarra su vaso y beber porque estaba sedienta. — ¿Qué haces idiota? —pregunté en un respiró mío. Él sonrió de lado, y acercó su cara a mí. — Esto me sacara de muchas depresiones en el futuro —comentó—, además, mañana te sentirás fatal y yo estaré ahí para mostrarte esto como el cruel hermano que soy —agregó, y puse los ojos en blanco. Seguí bebiendo un poco más y presté atención a nuestro alrededor. — ¿Y el otro cretino? —pregunté con curiosidad. La mirada de Rob se volvió burlona, mientras apagaba la grabación y se guardaba el celular. — No tengo idea, quizás se fue con alguien. ¿Por qué te interesa? —inquirió viéndose totalmente encantador y al mismo tiempo, regocijándose en la arrogancia. Definitivamente, ahora entendía como podía ser que él y Aiden fuesen amigos. — No me interesa —dije casi con desprecio, aunque algo en mi interior me decía que eso no era lo que sentía. Pero entonces, ¿Qué era? La sonrisa de Rob se profundizó y movió sus cejas juguetonamente. Me erguí para verme fuerte y me puse seria, devolviéndole la cerveza. Él continuó viéndome fijamente como si esperara que dijese algo, y puse los ojos en blanco mirando a los demás continuando con su baile. Estaban moviéndose descoordinadamente, aún sintiendo la perversidad en la mirada de Rob. Iba a vengarme, lo sabía.
De pronto me iluminé y llamé a Loreley que con torpeza me miró en el instante en que empujé a Rob hacia ellos, y Loreley lo arrastró con maliciosa diversión al grupo que lo absorbió como si se tratase de la glucosa pasando por el intestino delgado. Yo reí perversamente hasta que salté del susto que me dio cuando alguien me tocó la espalda. — ¡Mierda! —exclamé girándome. — Lo siento —murmuró un chico alto que me miraba fijamente. Parpadeé, observando a aquel tipo alto y de cabello castaño ondulado con brillantes ojos oscuros. Mis ojos se afinaron sobre él, con cautela. — No pasa nada —murmuré—, ¿Nos conocemos? Porque tengo tu cara de algún lado —le digo, viendo los rasgos de su rostro, la curvatura de su nariz y aquella media sonrisa con cierto encanto. — Si. Bueno, es un decir —dijo él y sonrió. Se veía torpe y me daba cierta ternura—. Tú trabajas en la London Hospital Porth, ¿no es así? —inquirió, y yo asentí— Entonces sí, eras tú, quien me atendió una vez que fui. No creo que… —dijo, y ahí tuve una pequeña ráfaga de recuerdos. Él había llegado de urgencia por un accidente, además de tener heridas moderadas, tenía mucho miedo. Yo me encontraba en mi rotación en traumatología, y él agarrado mi mano para no soltarme más. — Te recuerdo —dije, y él me miró sorprendido. Asentí y sonreí—. Tengo que agradecerte, fue una de las primeras veces que tuve que socorrer a alguien con fractura de humero y radio, y fue genial —agregué. Su rostro se iluminó ante mis palabras y sonreí tontamente mientras oía la música cambiar a algo más electrónico.
— Yo también debo agradecerte por la compañía, y tengo que disculparme por cómo me haya comportado ese día —me dijo, y yo asentí. — Hemos tenido peores —me encogí de hombros ligeramente—, una vez una mujer quiso golpear a un médico con un bastón. Él se rió divertido, y extendió su mano hacia mí lentamente. — Mi nombre es Luke —dijo, y yo apreté su mano con firmeza. — Piper —respondí y sonreí tontamente. Él y yo nos quedamos en silencio, y retiré mi mano con torpeza sin dejar de verlo hasta que noté que sus ojos se posaron a mi lado. — Necesito tu ayuda, Piper —dijo Aiden usando su voz más potente e intimidante, sin dejar de ver a un Luke que parecía curioso ante su actitud. — ¿Eh? —pregunté confundida. Aiden puso los ojos en blanco, acercándose más a mí. — En la barra. Necesito tu ayuda. ¿Dónde te crees que estaba? —inquirió ofendido. Me encogí de hombros y miré a Luke— ¿Puedes acompañarme? —preguntó exasperado, posando su mano en mi espalda, haciendo caso omiso de la presencia de Luke junto a mí. Me sentí torpe enviciada por el perfume que llevaba él; lo que me agradaba era que siempre usaba la medida justa y era suave, con un aroma que poco a poco reconocía más. Me detuve un instante a pensar como podía ser aquello, hasta que la mirada impaciente de Aiden me dijo que debía hacer algo. Suspiré resignada y miré a Luke. Él estaba con sus manos en sus bolsillos y nos miraba como si fuésemos algo raro. Ladeé mi cabeza y sonreí con simpatía.
— Lo siento Luke, debo irme. Fue un placer conversar contigo —le dije tendiendo mi mano. Él miró a Aiden con recelo para luego posar sus ojos sobre mí, y sonrió, pero fue una sonrisa tenue que no llegó a sus ojos. — El gusto fue mío —me dijo, y con un asentimiento de cabeza se despidió, alejándose de nosotros. Me quedé contemplándolo hasta que no lo vi más; él poseía un andar rápido y elegante. — Otra vez la mirada de luciérnaga —comentó fría y tajantemente Aiden. Me volteé hacia él con la mayor seriedad que podía llegar a tener a esa hora y estado. — ¿Porqué eres tan molesto? Ese chico me estaba agradeciendo por haberlo ayudado una vez que se accidentó —respondí cruzándome de brazos. Él gesticulo dramáticamente. — Ese tipo estaba coqueteando —se quejó sonando como un nene chiquito. Puse los ojos en blanco y comencé a caminar hacia la barra. — No estaba coqueteando —dije, aunque no estaba muy segura al respecto. Y al volver a pensar en aquel chico… no me molestaría mucho si quisiese coquetear conmigo—. Y si lo estaba, ¿cuál es el problema? —inquirió provocadoramente, solo para verlo ponerse más enojado. Sonreí para mí misma al ver sus ojos oscurecidos por la ira. Peinó su pelo con frustración, y siguió caminando tras de mi gesticulando como un inmaduro. Estuvimos en silencio unos minutos hasta que traspasamos la barra, y miré todo para ver el estado. Se veía bastante prolijo y me di cuenta que faltaban bebidas. Volteé hacia Aiden y él me hizo una expresión de resignación que me resultó muy graciosa.
Retuve las ganas de sonreír, y me dirigí hacia la parte de atrás donde se encontraba la reserva de bebidas y vasos. Él me siguió comportándose hurañamente mientras movíamos las botellas de un lugar a otro. — ¿Se puede saber qué es lo que te pasa? —inquirí ya un tanto molesta por el silencio entre ambos, aunque a nuestro alrededor la música continuaba. Él agarró una de las últimas botellas para volver a la barra pero le agarré el brazo libre y lo detuvo con firmeza. — Respóndeme —insistí—. Ya estoy cansada que en un momento nos llevemos bien y en el instante siguiente nos estemos odiando —dije. Sus ojos se tornaron turbulentos al contemplarme, en un primer momento parecía agresivo pero luego todo aquello se esfumo súbitamente. Cerró los ojos y respiró hondo, canalizando algún tipo de sentimiento. — Yo nunca podría odiarte —murmuró tan despacio que tuve suerte de oírlo. Sus palabras y la forma en que la dijo, hizo que algo en mi interior se removiera. Mi enojo fue pulverizado por la expresión de él, y la fuerza en mi mano sobre su brazo se volvió inexistente, dejándolo libre. — Yo tampoco podría odiarte, aunque muchas veces lo intenté —confesé sin pensarlo. Y no fue un pensamiento que dije en voz alta. No sabía porque pero tenía la necesidad de hacérselo saber. Ambos nos habíamos hecho la vida imposible por años, pero muchas veces también nos habíamos ayudado. Vivíamos en una especie de balanza que se mantenía en equilibrio. Aiden parpadeó con expresión incierta, contemplándome por unos minutos. Luego sonrió; fue una pequeña sonrisa pero que iluminó todo su rostro e hizo que sus ojos se tornaran de un verde esmeralda.
— ¿Por qué me haces esto? —inquirió. — ¿Hacer qué? —pregunté sin entender nada. Él ladeó la cabeza, y movió mi pelo a un lado. — Ilusionarme —suspiró pesadamente. Yo quedé anonadada, mirándolo sin saber que decir hasta que sonreí, sonrojándome. — Eso sonó bastante cursi —dije con torpeza, y a pesar de que pensé que se enojaría, él sonrió divertido y juvenil. — Si, es el alcohol —comentó. Su mano quedó detenida en mi mejilla y me apoyé sobre ella, sobre todo… porque lo había visto en tantas películas y series que quería saber que se sentía. Y la verdad, es que por alguna extraña razón se sentía bien. Quedamos mirándonos como si no hubiese más nada en el mundo, y sonreí al verlo mirarme los labios. Internamente me debatía entre el deseo de que me besara y el deseo de correr. Me recorrían sentimientos encontrados, como si fuese algo prohibido querer aquello, y al mismo tiempo, como si fuese algo que debía ser. ¿Estaba bien o estaba mal? No tuve tiempo de pensar una respuesta porque lo único que tuve en mente fueron los labios de Aiden. Hubo una mezcla de lentitud y rapidez que nos atrajo a uno con el otro. Nuestros labios colisionando y moviéndose al compás de sensaciones que iban más allá de lo que podíamos expresar con palabras. Él me agarró de la cintura para atraerme que su cuerpo, dejando a un lado la botella y haciéndome olvidar de la fiesta. Yo tuve la urgencia de agarrar su cuello mientras saboreaba sus labios suaves y firmes. Muchas veces había imaginado aquello, aunque no sé si lo confesaría tan fácilmente. Y ahora estaba allí, escuchando nuestros gemidos que se amortiguaban con el sonido de la música y sintiendo sus manos por todo mi cuerpo, cosquilleante y excitante.
En el instante en que se alejó de mi tuve deseos de arrastrarlo de nuevo a mi boca, pero se acercó nuevamente para darme pequeños besos en el cuello hasta que llegó en mi oído. — ¿Qué estamos haciendo? —me preguntó, sonando pensativo. Me alejé un poco para observar si estaba arrepentido, pero no había nada de eso. Al contrario, lo veía más despierto y jovial que antes. Torcí el gesto y negué. — No lo sé —respondí, y me atreví a deslizar mis dedos por su pelo para ordenarlo un poco—, pero sea lo que sea, creo que podría funcionar —agregué sintiendo mis mejillas enrojecer. No podía creer con lo inhibida que estaba, como aún lograba tener migajas de cordura y pudor… porque de vez en cuando, se me da por experiméntalos. La sonrisa Aiden se volvió extensa, y sus ojos brillaron, quizás como los míos. Yo sonreí sumida en la alegría de algo que desconocía, porque el problema no era Aiden, sino todo lo que me hacía sentir.
Capitulo 18 La primera vez Que vi a Aiden, fue cuando tenía 9 años, y estaba jugando con Logan y otros chicos más, en una plaza cerca de nuestras casas. Logan y yo estábamos corriendo alejándonos de unos de ellos. Entre risas y gritos, escuchamos la voz de alguien que se erigía en lo alto y nos obligó a detenernos. Busqué aquella voz en todos lados y me detuvo en la imagen de un chico que lo rodeaba un aura de belleza y serenidad. Tenía el pelo bien corto, rubio y la luz que nos rodeaba hacia resaltar sus ojos de un verde oscuro como las hojas de los arboles. Logan gritó, y Aiden le respondió, yéndose rápidamente y sin siquiera acercarse a nosotros. Logan se encogió, pateó la tierra bajo nuestros pies y se quejó, antes de darme un beso en la mejilla e irse tras su hermano. Pero yo no pude hacer nada, porque aún seguía eclipsada por aquella imagen. Cuando conocí oficialmente a Aiden, tenía 10 años y me encontraba en la casa de Logan para su cumpleaños. Había pasado un año mirando a Aiden a la distancia en la escuela pero nunca había hablado con él. Solo escuchaba cosas de mis compañeras y de Logan; a las chicas les encantaba y los chicos solían detestarlo. Ese día, me había quedado más tarde que todos los demás, como solía suceder. Estaba en el patio jugando y esperando que Logan decidiera volver a donde estaba. De pronto, oí gritos y me miré a todos lados hasta que vi a Logan gritar como un desaforado siendo perseguido por alguien. Se fue acercando cada vez más a mi hasta que se agachó, y sentí la tierra caer encima mío.
No pude evitar gritar y cerrar los ojos. Empecé a sacudirme hasta que oí una voz que se disculpaba continuamente, y me preguntaba como estaba. Tarde en responder, sintiéndome sucia. — Estoy bien —había dicho. Abrí mis ojos un poco y me encontré con los ojos más bonitos que había visto. Siempre me caractericé por prestar atención al color, ya que los míos eran negros y los veía demasiado comunes. En ese momento quedé enmudecida, y él ladeó la cabeza analizándome. — ¿En serio? —preguntó y yo asentí. Aiden me sonrió suave y tímidamente, y de pronto gritó del dolor tras el golpe que recibió por parte de Logan. — Mira lo que has hecho idiota —le gritó Logan protectoramente. Aiden lo empujó lejos de él y de mí, y lo miró con furia. — Tú comenzaste tirándome tierra. No sabía que serías tan cobarde de huir —se defendió Aiden, y volvió a la vista a mi—. En serio, no quise tirarte tierra —me dijo, y volví a asentir, porque no tenía palabras—. ¿Cómo te llamas? —me preguntó. — Ella es Piper, y es mía, aléjate —dijo Logan rodeándome con sus brazos. La expresión de Aiden se volvió sombría sobre él. — Creo que ella puede responder por sí misma —comentó molesto, y me miró junto a Logan por unos segundos—, o quizás no —agregó con cierta diversión que me hizo sonreír. Yo iba a decirle algo porque deseaba poder hablar algo con él, pero en ese instante la mamá de ellos nos llamó y no quedó más alternativa que hacerle caso. El tiempo pasó, y fuimos creciendo. En un primer momento fuimos una especie de trío que iba a todos lados, aunque no faltaban las peleas de ambos hasta que llegó un
tiempo en que nos fuimos alejando y solo quedamos Logan y yo. A Aiden lo veíamos de vez en cuando. Él solo tenía tiempo para estudiar, salir con chicas y con el grupo de amigos de la escuela. Pasó de ser el tímido inteligente al encantador, apuesto e inteligente de la escuela. Su actitud pedante y nuestro comportamiento inmaduro fue generando una brecha más y más grande. Y aunque, habíamos muchas cosas juntos, de pronto, todo se detuvo cuando él se fue a Oxford mientras Logan y yo preferimos quedarnos en Londres. Años después, Aiden decidió irse a Estados Unidos, y eso había sido todo. — Planeta tierra llamando a Piper, repito, planeta tierra llamando a Piper —me volvieron a la realidad con rapidez y miré a mi lado. Aiden estaba sentado a mi lado, en el sillón de la sala de su casa. Una casa muy bonita y sencilla. Yo parpadeé y lo miré desorientada. Llevaba gafas puestos, y tras del vidrio, sus ojos eran serenos pese a su expresión burlona. Sin los lentes de contacto que usualmente usaba, sus irises cobraban un color más cristalino verdosa como el agua. Luego, miré hacia su mano donde había una taza de café que me tendió. — ¿En que estabas pensando? —Inquirió con curiosidad, apoyando su codo en el respaldar y mirándome con análisis— Estoy diciéndote puras gansadas acerca de la película solo para ver si me oías. Reí sin humor. Le di un vistazo al televisor y noté la película de ciencia ficción que estábamos mirando. El protagonista estaba metido en lo que parecía un serio problema rodeado de algo que parecía baba, y podía dar cierto asco, menos a Aiden y a mí. Inmediatamente recordé cuando éramos chicos y nos reuníamos, solo podíamos ver películas de terror que Logan aceptase. Él siempre había sido un poco sensible a algunos tipos de imágenes de partes humanas disecadas y todo ese tipo de cosas. — Estaba recordando la primera vez que nos conocimos —murmuré.
Estaba esperando algún tipo de comentario sarcástico y burlón, sin embargo, quedó en silencio. Eso me sorprendió y me obligó a mirarlo. Él sonreía tenuemente. — ¿Estás hablando del incidente de la tierra? —Preguntó inquieto— porque yo te conocí a ti, mucho antes de eso —agregó, y mi expresión se llenó de curiosidad. Su sonrisa se volvió más notoria y se acomodó en el sillón para quedar mejor ubicado, frente a mí—. Fue alrededor de un año o dos antes del incidente de la tierra, y estábamos en la escuela. Tú estabas jugando y corrías de un lado a otro hasta que chocaste conmigo. Te raspaste las piernas y casi te largas a llorar, así que te ayude a levantarte. Te pregunté cómo estabas, me dijiste que bien, y como viste que tus piernas no estaban tan mal seguiste corriendo, sin siquiera mirarme —explicó. Quedé sin palabras, mirándolo absorte a los ojos que se veían alegres pero también melancólicos. Y ahí, me di cuenta de ese aire taciturno que tenía, y me preguntaba cómo podía ser que no lo vi antes. — ¡Pobrecito! —hice un mohín. Él meneó la cabeza y no dudó en agarrar mi cara para llevarme hacia él y besarme. Un beso breve pero profundo, lleno de desesperación y calidez. Aiden se alejó, y yo quedé con las emociones sacudidas y el cuerpo hormigueante. Quería más que solo besos pero tenía miedo. Miedo a las emociones que él despertaba en mi, miedo a lo que podía ser y a lo que no. Desde la fiesta, solo nos habíamos visto pocas veces y habíamos logrado poder conversar sin la necesidad de pelear… y teníamos un record de tres días sin peleas, lo que era mucho. Finalmente suspiré y abrí los ojos. — Estaba recordando la vez que te vi cuando fuiste a buscar a Logan en la plaza del barrio —dije con voz —, él me dejó allí y se fue gritándote —agregué, y lo vi poner los ojos en blanco. — Él siempre me grita —comentó—. ¡Aiden deja de ser tan cretino! ¡Aiden, ¿Por qué no te metes en tus asuntos?! ¡Aiden, ayúdame maldita sea! —exclamó imitando su voz, y no pude evitar reír a carcajadas ante la similitud.
Intenté controlar mi risa hasta que volví a la normalidad, y noté que continuaba viéndome contemplativo, lo que me hizo poner nerviosa. — ¿Qué? —pregunté. Él negó y señaló con su cabeza hacia la cocina. — Va a ser mejor que cenemos algo —dijo, dándome otro breve beso en los labios y yendo hacia la cocina. Lo vi alejarse rápidamente hasta desaparecer, y suspiré. Había algo que lo inquietaba, y que lo hacía ser medido y analítico. Torcí el gesto ante mis nulas ideas, y poniendo mi mente más en blanco de lo que estaba, me levanté para seguirlo.
— Sabes que he vivido solo por años, ¿no? —inquirió Aiden en tono de reproche, al verme ordenar todo. Puse los ojos en blanco y seguí lavando los platos tras la cena, sin importarme lo que diga. — Lo siento, es mi maldito TOC —me quejé y él suspiró resignado. — ¿Sigues haciendo eso de los números pares y las rayas? —inquirió y yo negué con felicidad. Hacía mucho tiempo se me había pasado lo de tener que hacer cosas con números pares: comprar dos remeras, poner el volumen en par, salir a la calle en horario par. Y lo de las rayas fue un sufrimiento; no podía usar cosas con rayas, o pisar rayas, ni siquiera podía verlas. Solo puedo decir que fue una época muy oscura de mi vida. — Se puede decir que soy casi normal —dije—, a excepción de mi obsesión con la limpieza… aunque a veces tengo ataques en donde no hago nada y mi casa es una locura. Aiden sonrió y comenzó a secar los platos.
Mientras hacíamos nuestro trabajo coordinadamente, de fondo se oía el sonido de la televisión donde había algún tipo de batalla intergaláctica o algo parecido. Y así seguimos, hasta que todo quedó limpio y seco. — Tiempo record —comentó Aiden ante todo ordenado, y me miró. — Si me hubieses dejado a mí, lo hubiese hecho más rápido, eres un blandengue en limpieza de cocinas —le dije. — Si, es que decidí especializarme en cirugía —me dedicó una mirada venenosa antes de volver a la sala. Lo seguí gesticulando infantilmente y en silencio hasta que dejé de caminar para contemplar la pila de libros ordenada meticulosamente en la biblioteca que se erigía en una habitación aledaña a la sala que parecía ser una especie de estudio o algo similar. — Tú te quejas de mis extrañas obsesiones pero veo que alguien no perdió la costumbre de ordenar todo según orden alfabético, tamaño de libros y color de portada —dije mirándolo tirarse en el sillón. Aiden pasó sus manos por su pelo, desordenándolo, y posó sus ojos sobre mí con desafío. — Cada loco con su tema —comentó estirando su mano hacia la mana y tironeándome hacia él. Grité ante el sorpresivo movimiento y él rió divertido, presionando sus labios sobre los míos. Y pese a que intentó alejarse rápidamente, lo retuve con mis manos, necesitando un poco más de aquello que estaba descubriendo. Sus besos tenían me generaban cierto desenfreno que no tenía ganas de detener. Sus manos se movían de un lado a otro, al igual que las mías. El sonido de nuestros labios era lo único que oíamos pese al volumen de la tele, y me dejé volar en el momento en que
sus labios abandonaron mi boca para recorrer mi cuello, comenzando a bajar lenta y provocativamente. Sentí sus dedos recorrer mi lado hasta que se enterraron en mis muslos, y sentí el deseo de gritar que quería que todo avanzara más deprisa pero él se detuvo repentinamente, respirando hondo y cerrando los ojos canalizadoramente. — Lo siento, no quiero… —susurró dudoso con voz grave, viéndose torpe. Y pese a la locura hormonal que se había desatado en mí, ladeé mi cabeza mirándolo detenidamente. — ¿No quieres qué? —pregunté con curiosidad y advertencia, temiendo un poco la respuesta. Volvió a abrir los ojos y se aseguró de mirarme fijamente. — No quiero ir tan deprisa —me dijo, y yo sonreí observándolo con ternura. — ¿En serio? ¿De prisa? Nos conocemos desde los 10 y 12 años, respectivamente —comenté percibiendo mi corazón latir desenfrenado. Él rió y negó. — Quiero hacer las cosas bien —me aseguró, y yo puse los ojos en blanco. — Eres Aiden Harrison, siempre haces las cosas bien —dije. Sus gestos se ensombrecieron repentinamente y se alejó de mi, poniéndose de pie. «Genial, el record ya se rompió» pensé pasando mis manos por mi cara con frustración, al mismo tiempo que intentaba tranquilizar a la Piper hormonal dentro de mí y sentarme de nuevo en el sillón. — ¿De qué record estás hablando? —inquirió mirándome enojado. Quedé boquiabierto y maldije internamente, o por lo menos, deseé hacerlo. — Tres días sin pelear, el record quedó abolido —comenté cruzándome de brazos y piernas. Él puso los ojos en blanco dramáticamente, caminando de un lado a otro de la sala— ¿Se puede saber qué es lo que te pasa? —pregunté.
Él no respondió inmediatamente. Siguió caminando un poco más intentando controlar aquello que evidentemente lo disgustaba, y mientras tanto, estiraba los dedos de sus manos haciéndolos resonar con crueldad. — Aiden, ¡deja de hacer eso! —le grité poniéndome de pie, y yendo hacia él para detenerlo. — Estoy cansado —me dijo—. Como tu estas cansada de mis comentarios, yo estoy cansado de las referencias hacia mí como si fuese alguien perfecto. No soy perfecto, tengo problemas como todos, y un maldito sentido del humor que parece disgustar a la mayoría —dijo mirándome fijamente, sus ojos eran como dagas llenas de dolor y furia. Inmediatamente me sentí culpable y no sabía cómo remediar aquello. — A mi no me disgusta tu sentido del humor —comenté, y él levantó sus cejas con ironía—. Bueno, algunos comentarios pueden molestar pero dentro de ciertos límites… no me disgusta —agregué—. Es solo que… —dije pero las palabras murieron en mi boca porque realmente no sabía que decir. — Mi hermano odia como me comporto así que por pura inercia, tú también lo debes hacer —dijo él, y aunque deseaba gritar que aquello era mentira, había parte de verdad. Bajé mi vista al suelo sin poder verlo realmente. Lo escuché reír sin humor y alejarse súbitamente. Perfecto, al parecer, esto iba a ser todo. — Ya te dije una vez, Logan no es el centro de mi vida y estoy intentando tener opiniones y gustos que sean de mi particularidad, y no adoptados de él —murmuré intentando que aquello sirviera de algo, pero lo único que escuché fue el sonido de una puerta cerrarse con fuerza. Salté ante el inesperado sonido, y me vi sola en la sala, con el corazón bombeando a todo lo que daba. Sacudí mi pelo, casi deseando arrancarlo por ser tan estúpida, pero
solo caminé hasta el sillón, desplomándome pesadamente sobre él, apagando el televisor para estar sola con mis pensamientos, y así seguir torturándome poco a poco.
De un momento a otro parpadeé, y me di cuenta que estaba siendo llevada de un lado a otro de manera lenta y cuidadosa. Me quejé y oí que me hicieron callar. — Soy yo —susurró Aiden, escuchándose demasiado cerca; su voz era clara y gentil, y tuve esperanzas de que el enojo se hubiese pasado. — ¿Seguís enojado? —pregunté, percibiendo como me dejaba sobre una superficie blanda y cálida. Abrí mis ojos y lo vi sereno. — No —respondió—. Siento mucho la forma en la que me comporté, yo… —dijo. — Yo también lo siento —le dije, interrumpiéndolo, mientras me encogía sobre mí misma—. Tenías razón y te prometo que voy a intentar no ser así de nuevo —agregué. Cerré los ojos un momento, disfrutando el sentimiento de estar en cómoda. Percibí la presión de un beso en mi frente, y tras un momento de silencio, sentí el movimiento de él a mi lado. — Yo también voy a intentar no ser tan yo —comentó, y yo negué. — No, por favor —suspiré agarrando su brazo y llevándolo bajo mi cuello, así podía acomodarme sobre su pecho. Hubo otro instante de silencio en el que creo que me dormí, pero volví a despertar en el momento en que Aiden volvió a hablar. — Creí que te habrías ido —dijo casi para sí mismo, acomodando frazadas sobre mí. Yo negué con seguridad. — Te conozco —dije, tras todas las veces que había presenciado rabias de Aiden.
Todo el mundo siempre hacía grandes escándalos al respecto, siendo que lo que solía resultar era dejarlo solo con sus pensamientos y sus emociones hasta que se atenuaran. Me hubiese gustado decirle algo más, pero en ese momento comencé a caer en un profundo sueño; cálido, alegre y prometedor.
Capitulo 19 El paraíso Es más o menos eso que sientes cuando duermes de forma tan pacifica y cálida, hundida entre frazadas como si fueses alguna especie de momia rodeada de telas, lista para ser embalsamada. ¿Y qué es el infierno? Eso que interrumpe tus preciosos sueños con chicos sexys y apuestos que te invitan a ir de vacaciones con ellos para pasear en yate, si es que realmente yo no tuviese miedo a andar en barcos. El despertador sigue sonando y estiro mi mano en busca de aquel aparato, producto de fuerzas realmente malvadas de este mundo, pero solo consigo golpear algo… o alguien que se queja. — Intenta ser más suave en los golpes —murmuró Aiden, sacando su mano para apagar el despertador, y volviendo a hundirla entre el calor de las frazadas y nuestros cuerpos. — Lo siento —susurro mientras me acomodo más contra su pecho. Si hay algo que nunca pero nunca…nunca podría haber creído, era que dormir junto a Aiden podía resultar ser tan cómodo. Un par de veces compartí mi cama con Logan, pero él habla dormido y da molestas matadas. Incluso mi ex novio era inquieto y solía robarme las frazadas. — ¿Podemos quedarnos acá para siempre? —susurré. Aiden me dio un breve beso en la frente y sonrió. — Eso desearía… pero no —comentó.
Y aunque pensé que se iba a levantar hecho una luz, directamente al baño, se quedó unos minutos más. Y en ese momento, me aferré más a él intentando que el tiempo pasara más lento. — Debo ir a bañarme —suspiró con resignación. Me quejé, aún en el momento en que me besó brevemente antes de salir de la cama. La cama se sentía fría sin él y por más seductiva que fuese la idea de seguir durmiendo sola, decidí levantarme. Lo bueno, era que estaba casi vestida y solo me faltaba ponerme el suéter. El sonido de la lluvia hizo eco en la habitación. Me acerqué al espejo frente a la cama y vi mi aspecto. «¡Qué espanto!» pensé al verme en estado deplorable. Mi pelo era remolino desordenado negro que parecía un nido de avispas, y mis ojos estaban hinchados. Y eso, sin hablar del aliento matutino. — Debo ir a mi casa antes de ir al hospital —grité hacia la puerta del baño—. Necesito sentirme limpia y necesito mi cepillo de dientes —agregué. Oí la risa de Aiden y mi estomago se retorció como respuesta. — Está bien —gritó—. Por cierto, si quieres un cepillo de dientes, puedes encontrar uno en el primer cajón del mueble. Desorientada, miré a todos lados hasta que vi el ropero de madera oscura. Me dirigí hacia él y abrí la primera puerta. Estaba llena de camisas, camperas y trajes que solo estimulaban mi imaginación. Luego bajé la vista y vi un par de cajones. Abrí el primer cajón y no puse evitar sonreír. ¿En verdad me sorprendía que Aiden fuese un adicto a la desinfección? Allí había cepillos de dientes guardados en sus paquetes, gel dental, jabones desinfectantes y todo tipo de productos que podían matar incluso a nosotros mismos. Tomé uno de los cepillos y cerré todo. Me dirigí al baño y golpeé la puerta.
— ¿Puedo pasar para cepillarme los dientes tan rápido como flash? —inquirí. — Me cuesta creer que estés pidiendo permiso —gritó él. Puse los ojos en blanco y tomé eso como un sí. Dentro del baño hacía calor y el vapor de la ducha inundaba todo. Miré todo con curiosidad al verlo dividido por un arco que separaba la ducha y el inodoro de todo lo demás. La limpieza y la modernidad resaltaban pulcramente. Debo reconocer que siempre observó minuciosamente los baños de las casas; es una manía un tanto extraña. Y la principal razón por la que elegí mi departamento es por la bañera que hay. — ¿Y qué tienes planeado para hoy? —pregunté mientras cepillaba mis dientes. — Consultorio, una cirugía a las 9, más consultorio. Encontrarme con mi hermano, y nada mas —respondió. — ¿Con Logan? —inquirí. — Si, es el único hermano que tengo —dijo burlonamente—. Él quiere seguir discutiendo sobre nuestra madre. Cree que ella debería vivir en un sitio más pequeño, ya que tras la muerte de mi padre y la ausencia de nosotros puede sentirse sola, pero no entiende que ella se rehúsa a irse de su hogar de toda la vida. Y también le molesta que ella quiera irse de viaje con su grupo de amigas —me explicó. Me sorprendí de no tener idea de esta discusión. Hacía poco había hablado con Logan, y él no había dicho nada. — Intenten ponerse de acuerdo cuanto antes. Los dos son tan tercos que podrían estar centenares de años discutiendo sobre eso —comenté. Lo oí reí pero no dijo más nada. Seguí lavando mis dientes y cuando terminé, lavé mi cara porque en serio, me vería mal. Y acomodé mi pelo en un nido de avispas un poco más pequeño.
— Me resulta un tanto incomodo saber que estamos separados por una cortina y una puerta, tu estas vestida y yo no —murmuró. Yo sonreí y meneé la cabeza. — Puedo desnudarme si quieres —dije en tono malignamente. Aiden se aclaró la garganta, y yo sonreí. — Preferiría que no, debemos trabajar —balbuceó con torpeza. Me encogí de hombros, sintiéndome triunfal. — Como tú quieras —intenté sonar tranquila—. Voy a intentar hacer el desayuno, tu sigue con lo tuyo —le aseguré saliendo del baño. Salí tan rápido que no pude oír claramente lo que susurró, pero pude distinguir las palabras: agua fría. No pude evitar reír.
Suspiró con cansancio mientras camino hasta la sala de mi casa y le alcanzó un paquete de galletitas a Loreley. Luego me tiro a su lado y comienzo a beber mi gaseosa mientras miramos la televisión, sin prestar atención a los libros que están a nuestro alrededor. El sonido de la televisión es lo único que se siente. Y pese a que la película es entretenida me siento inquieta, observando el celular a la espera de alguna señal de Aiden. Pero era claro que no iba a recibir nada, no es que él tuviese que rendirme cuentas a mí. En el hospital solo lo había visto un par de veces, y en esos momentos habíamos intentando actuar como hasta ahora lo hacíamos. La única diferencia con otras jornadas laborales era que tenía un maldito buen humor, y sentía que no tenía ningún tipo de problema. Todo estuvo bien hasta que Loreley me sacudió energéticamente para expresarme lo feliz que era porque iba a tener una cita con Matthew. Mi humor siguió siendo el mismo pero mi cerebro removido no.
— Entonces, ¿me vas a ayudar a elegir que me pongo para mi cita? —preguntó Loreley mirándome con seriedad. Yo asentí. — Te dije que sí, además, aun faltan días —comenté. Unas líneas se formaron en su frente, y me advirtió que estaba en desacuerdo. Me esforcé por no poner los ojos en blanco—. Está bien, lo siento. Faltan días cruciales donde cada detalle interesa —intenté retractarme. Ella sonrió y yo torcí el gesto… menos mal que ella es la práctica. — ¿Y qué sucede con Aiden? —preguntó ella con curiosidad, posando su cabeza en mi hombro. — Hm… nada por el momento —respondí y ella me dio una de sus caras irónicas y burlonas. La miré de lado e intenté no sonreír ante sus gestos—. Primero debo procesarlo y luego te digo —le aseguré. Loreley sonrió con malicia. — Oh si… procésalo y apretújalo de mi parte —dijo abrazándome con fuerza. Largué la carcajada y ella sonrió triunfal. En ese momento sonó un móvil. Creí que era el mío pero no. — Esta bien mujer, deja de gritar. Estoy yendo —exclamó Loreley a su madre, y cortó la llamada. Ella resopló y me miró con desilusión— Debo irme, tengo el cumpleaños de mi prima —dijo con molestia. — Cariño, ¿Para cuándo un novio? ¿Ya has planeado cuando tendrás hijos? ¿Y cómo va la carrera? ¿Cobran bien? —hice las clásicas preguntas de reuniones familiares, imitando la voz de mi tía abuela paterna. En medio del malhumor y cansancio que le emergió de golpe, Loreley sonrió. Luego tomó sus cosas y se fue. Todo fue tan rápido que quedé con la mente en blanco contemplando el televisor, y pese a que lo miraba, realmente no sabía que estaba sucediendo allí.
No sé cuánto tiempo me quedé pero para mí fue un instante. El sonido de la puerta me sacó de la ensoñación y me dirigí hacia ella. — ¿Qué olvidaste ahora Loreley? —pregunté para queda desorientada al ver a Aiden delante mío. Lo primero que vi de él fue su aspecto abatido. Mas allá de ello, él se veía bien como siempre, con un jean y una camisa azul. Su pelo estaba desordenado. Sus ojos estaban ensombrecidos y vi su mejilla lastimada y tras su mano, su boca enrojecida. — Logan y yo discutimos. Él me golpeó. No sabía con quien ir para descargar mi enojo porque Matt está de guardia y con los demás no tengo tanta confianza. Pensé que mi hermano estaría por acá, pero tras rondar la casa por media hora me dije a mi mismo que él no vendría —me explicó antes de que ni siquiera pensara en que preguntar. Le agarré la mano y lo metí dentro de la casa antes de que siguiera teniendo el aspecto de un perro desahuciado. — Ustedes no cambian más, ¿Cómo terminaron así? —pregunté llevándolo a la cocina en busca de hielo para el labio partido. — El asunto de mamá se nos fue de las manos y terminé diciéndole palabras no muy gratas —respondió agarrando la bolsa de hielo y colocándosela en parte del labio y la mejilla golpeada. La verdad que eso no me sorprende, pero no sé, pensé que al ser personas grandes y supuestamente maduras podrían llegar a dialogar sin golpes… pero al parecer no. — ¿Otra vez le dijiste que era un infeliz egoísta? —pregunté sonando como una mama regañando a su hijo. Aiden sonrió culpable. — Si —respondió, y yo suspiré. Pero por más que quería lucir enojada, terminé observándolo con una estúpida sonrisa. Él continuaba mirándome intentando definir mi estado de humor.
— ¿Prefieres que me vaya? —inquirió. Quería lucir severa, por lo menos para imponer un poco de respeto entre ellos, pero si su propia madre no había sido capaz de hacerlo, mucho menos yo podría hacerlo. — No —respondí sintiéndome extrañamente torpe con su mirada satisfactorio. Aiden sonrió y se acercó tímidamente a besar. Le respondí aquel beso con rapidez, porque había pasado todo el puto día pensado en sus labios contra los míos y en todas las emociones que me hacía sentir. Me sentía una quinceañera hormonal, llena de optimismo y sueños. Tuve la necesidad de profundizar el beso y lo atraje hacia mí. Él recorrió con sus manos mi cintura y me abrazó suavemente. Viva, juvenil y explosiva, eso generaba Aiden en mí pero debía controlarme solo porque él quería controlarse, además de que estaba golpeado. Aiden apretó más su cuerpo contra el mío, acorralándome contra la mesada. Yo no me quejé, porque se sentía bien el calor y peso de él, pero deseaba más. Y fue en el momento en que largó un quejido que decidí separarme apenas de él. — Aiden, el hielo —le advertí. Él hizo de cuenta que no me escuchó. Depositó un pequeño beso tras otro en mi mejilla, y siguió bajando. Creando un camino hasta mi clavícula, y haciendo obsoletas mis fuerzas. Cerré los ojos para dejarme llevar. Él aún estaba enojado con Logan y sabía que seguir con aquello podía llegar a ayudarlo, pero no era el camino. O por lo menos, eso quería creer. — Creí que habías dicho que querías ir despacio —comenté, aclarando mi garganta. Aiden se detuvo abruptamente y me miró con la expresión ensombrecido. Estaba enojado, podía sentirlo como una energía negativa en el ambiente. Si hubiese un termómetro de furia en algún lado de la cocina, quizás hubiese explotado.
— Estas enojado y no te la agarres conmigo. Llevamos casi un día sin pelear y quiero seguir manteniendo el record —aclaré antes de que él dijese algo. Él respiró hondo y miró hacia el techo en busca de ayuda espiritual. — A veces desearía que no recordaras cada estupidez que digo —comentó volviendo a mirarme. — No dices estupideces —dije volviendo a colocarle el hielo en la mejilla—, bueno, la mayoría del tiempo —comenté intentando sacarle una sonrisa. Lo contemplé hasta que su expresión se volvió menos tortuosa—. Vamos, ¿Qué haces cuando estas enojado y vas con Matt? No creo que lo beses a él para intentar tener sexo —dije. — No, él me ha rechazado muchas veces ya —respondió haciendo un mohín, y eso era señal de que su enojo estaba cediendo. Le agarré la mano libre para arrastrarlo a la sala. Lo senté en el sillón y me coloqué delante, sosteniéndolo el rostro con mis manos. — Dime como puedo ayudarte —exclamé al borde de la exasperación. — Puedes ayudarme mediante una práctica ancestral en la cual dos sujetos se encuentran desprovistos de indumentaria que puede interceptan los movimientos… — empezó a decir pero tapé su boca. — Ayer me dejaste como tonta, así que hoy pienso dejarte así a ti. Considéralo mi venganza —comenté. — Eres cruel —dijo él zafándose de mis manos— Esta bien. Con Matt solo miramos películas, bebemos cervezas o comemos, y de vez en cuando jugamos videos juegos — respondió. «¿Qué tienen? ¿17 años?» pensé. Sus ojos se afinaron sobre mí, y mi rostro lleno de sorpresa lo hizo mover su cabeza de arriba hacia abajo— Si, lo dijiste en voz alta —comentó agarrándome de las caderas, obligándome a sentarme sobre sus piernas— Estar con alguien en quien confío y con quien puedo ser yo mismo hace que me olvide del resto, y mi enojo se vaya —confesó.
Mi corazón se detuvo un instante y volvió a galopar como un loco desenfrenado. No quería ser mal intencionada o escuchar mensajes subliminales, pero entendía que yo era una persona de su confianza y con la que era capaz de que sus problemas se disolvieran. Eso me puso feliz y me dio ternura. Agarró su mandíbula para atraerlo a mí y besarlo brevemente. — Creo que puedo intentar ayudar —susurré. Aiden sonrió y con su mano peinó mi pelo. Me estremecí al verme, tan afectada por cada palabra, movimiento y contacto de él hacia mí. Respiré hondo, queriendo frenar mi corazón. — ¿Quieres comer conmigo? —preguntó. — Si, por supuesto. ¿Qué quieres que cocine? —inquirí, pero él negó con la cabeza. — Me refiero a una cita, una de verdad. No, como esas de mentiras que nos obligabas a jugar a Logan y a mi —dijo. Sonreí al recordar aquellos raros juegos de cuando teníamos 11 años. — Esta bien — respondí, nerviosa y alegre. Aiden me besó ruidosamente, con una radiante sonrisa. Sus ojos brillaban y todo el enojo se había esfumado, podía sentirlo y verlo en él. Quería pensar que algo había hecho bien, manteniendo aquel ambiente similar al paraíso.
Capitulo 20 Terror Miedo, pavor y pánico son algunos sinónimos que pueden explicar cómo me siento. Porque sí, yo tengo sentimientos y emociones que suelen ser como una montaña que suben y bajan. Al principio, muy al principio estaba feliz y con buen humor. Luego, comenzaron atacarme las dudas y un cosquilleo nervioso brotaba en mi estomago. Y ahora, estoy en la fase de pánico. Y lo mejor que puedo hacer cuando estoy en esta fase es limpiar. Y aquí estoy limpiando mi casa por tercera vez mientras escucho a Logan quejarse, y Loreley se prueba ropa en mi habitación. — Él siempre intenta ver lo malo en mí, sin embargo, no se fija lo que hace él mismo. Sigue creyendo que tengo ocho años y que puede ordenarme en todo. Que sus ideas son las únicas que importan y todo lo demás es mierda —hablaba Logan sin parar. Yo solo oía un lejano murmullo y lo único que podía hacer era asentir, porque dijese lo que fuera, él no me iba a dar la razón. — ¿Intentaste oír las razones de sus ideas? —pregunté a modo de idea, pero él me miró como si me saliera un pedículo del rostro. — ¿Acaso no me escuchas? Él solo hace lo que quiera, le importa poco conversar — sentenció, y yo dudé. Llevaba hablando del tema con Aiden durante días. Yo sabía que él quería conversar sobre las posibilidades, pero por la forma en que Logan había actuado la ultima vez, estaba negado a reunirse con él nuevamente. Lo miré intentando encontrar algo para decirle, pero él negó frustrado y se sacudió el pelo.
— Mira lo que vengo a decirte, tu ya tienes bastante con tus propios problemas — murmuró. Mi expresión se llenó de interrogantes en el instante en que Loreley entró a la sala para mostrarnos el vestido que llevaba puerta. — ¿Qué tal este? —inquirió ella, posando con el vestido negro que no llegaba a la rodilla, con un precioso escote en la espalda. — ¿Qué es lo que intentas demostrar en la cita? —preguntó Logan, y ella lo meditó. — Soy atrevida, inteligente, independiente, y si me lastimas puedo llegar a amputarte el miembro —respondió. Logan tragó saliva ante aquella hipotética imagen. — Ese es el correcto —respondió, aclarándose la garganta. Loreley sonrió con felicidad yéndose nuevamente la habitación, y yo volví a posar los ojos en él, con incertidumbre. — ¿A qué te refieres con “mis propios problemas”? —pregunté con curiosidad. — Ya sabes. Tu hermano es un parasito, tu madre proyecta sus frustraciones en ti, y el asunto del sujeto que empieza con D —respondió. Sonreí sin humor y negué. — Mi madre y mi hermano ya no son problemas desde el momento en que decidí aceptarlos tal cual son y cuando encontré la forma de que no me afectasen —respondí—. Acerca del sujeto que empieza con D. No es un problema, solo un asunto que tengo sin terminar —agregué. Los ojos de Logan se fijaron en mi analíticamente, y tras reflexionar sobre mis palabras, solo suspiró y asintió, viéndose culpable. — Lo siento —susurró, acercándose a mí. Depositó un suave y cariñoso beso en mi frente, y se alejó— Debo irme, necesito pasar por mi despacho antes de que cierre el edificio —me dijo. Yo asentí, un poco confundida por su actitud.
Logan me sonrió, luego pegó un grito en dirección a la habitación donde estaba Loreley, y así sin más, él se fue. Quedé dubitativa contemplando la puerta cerrada, notando cierto tormento en su mirada que antes no había logrado identificar con claridad, y preguntándome qué lugar ocupaba yo en eso. — ¿Por qué se fue? —preguntó Loreley volviendo a la sala, con la expresión llena de interrogantes. — Dijo que tenía cosas que hacer —respondí sin quitar mis ojos de la puerta. Tenía un presentimiento, de que algo le sucedía, y temía que no fuese capaz de poder ayudarlo. — Piper —me llamó Loreley. Sacudí mi cabeza, deshaciéndome de los paranoicos pensamientos que tenía, y la miré—. Tienes que prepararte —dijo. Confundida y desorientada, la observé como un bicho raro. — ¿Para qué? —pregunté. Arrogantemente, me miró con burla, y como vio que seguía sin comprender puso los ojos en blanco. — Tienes una cita esta noche. Ve a bañarte que llegaras tarde —reprochó como si fuese una niña y ella mi madre. Me sentí tonta al olvidar completamente la cita. Solo podía pensar en Logan, en sus inquietudes y en ver la forma de ayudarlo. Pero por un momento, me dije que debía pensar en mi misma. Y aunque los nervios volvieron a atormentarme, la culpa también.
Estaba llegando tarde, lo sabía. Era un desastre. Un completo y total desastre. Corría de un lado a otro de mi casa. Habitación, baño, habitación, sala, baño, cocina. Y así, lo único que hacía era chocarme con los muebles y ponerme más nerviosa acerca de aquella inquietante noche. Me detuve estrepitosamente frente al espejo de pie, en mi habitación, y me vi a cuerpo entero. Llevaba un vestido verde oscuro y unos incómodos pero preciosos zapatos
de tacón. Me veía estilizada y linda, aunque ellos significaran estar incomoda. Sonreí ante mi atuendo y mis accesorios, pero casi lloro al evidenciar el estruendoso horror que era mi pelo. Bueno, decir pelo era bueno, porque era más bien una nube densa y espesa color negro que rodeaba mi cara. «Santos cielos» exclamé mentalmente, corriendo de nuevo hacia el baño en busca de algo para sujetar eso que había reemplazado mi pelo. Intentaba con toda mis fuerzas solucionar el problema pelo pero el timbre retumbó, haciendo vibrar mi corazón luego de que se detuviera unos instantes. Mierda. Aiden había llegado y yo no estaba lista. Cerré los ojos como si eso lograra solucionar algo. Me miré a mi misma con expresión soberbia, y corrí hacia la puerta. — Aún no estoy lista, ¡perdón! —exclamé esperando una severa reprimenda de Aiden, pero quedé paralizada al verlo tan hermoso, elegante e informal. Si. Solo él podía verse fenomenalmente presentable con solo un jean y una camisa negra. Sencillo, elegante y apuesto. Me regodeé de su aspecto por un momento eterno, y luego mi mirada se oscureció. — Voy demasiado formal —exclamé, posando mi mano en mi frente, y alejé de él corriendo hacia mi habitación. — ¿Qué? —inquirió Aiden confundido entrando a mi casa, y con rostro consternado. No alcancé a responderle porque me deshice de mi vestido, agarrando una calza negra y poniéndome una camisa larga azul que ajusté a mi cintura con un cinto. Apresuré mi camino hacia el espejo e hice un rodete desestructurado que me dio un poco mas de confianza. Y cuando recobre mi confianza, me di cuenta del gravísimo error que estaba cometiendo y así, volví a hacer una maratón hacia la sala, donde me abalancé hacia un Aiden aún confundido. — Perdón —le dije abrazándolo con fuerza.
Él me rodeó la cintura depositando un beso en mi mejilla. Sonreí sintiéndome culpable y lo besé en los labios. Estaba exaltada y todas las emociones que me inundaban, jugaban en contra del deseo de querer tomar todo con calma. — Otra vez, lo siento —le dije al separarme y verlo fijamente a los ojos. Aiden se detuvo a observarme con análisis, ladeando su cara con una suave sonrisa. — ¿Cuántas veces te disculparás? —inquirió juguetonamente, recorriendo cada rasgos de mi cara. — Eh… las que sean necesarias para que me perdones por tardar en arreglarme, y ser muy tonta —respondí. Hizo un patético intento de ocultar la sonrisa. — Te veías bien con el vestido —murmuró, su voz profunda hizo que mi piel se erizara y me tensé bajo su tacto. — Era demasiado formal —renegué, y él hizo un mohín con sus labios, viéndose como un niño encaprichado. Posé mi mano en su mejilla, y negué suavemente—. La próxima cita —le guiñe un ojo. Aiden fingió verse ofendido pero todo se esfumó para mirarme con esa astucia soberbia que tiene. — ¿Estás bien? —preguntó. — Si —respondí con confianza, pero toda esa coraza de rompió ante la sinceridad que quería tener— No —me corregí—, estoy nerviosa, aterrada… — ¿Porqué? —inquirió incrédulamente. — No sé, tengo miedo de lo que sea que suceda —respondí. Aiden torció sus labios hacia un lado. Meditó y me dio un breve beso en los labios. — Yo también —confesó, y me sentí bien al saber que no era la única alterada de los dos—, pero al menos lo habremos intentado —susurró despacio, con la guardia baja.
Quedé ensimismada en su mirada, verde liquida, que me sumergía en un trance tranquilizador y sabio. Asentí mecánicamente. Aiden sonrió, recuperando un poco la actitud arrogante y desenvuelta que siempre erigía. — Vamos que llegaremos tarde, y el dueño del lugar es un maldito sádico — comentó. Sonreí ante su actitud despreocupada, percibiendo la energía que él irradiaba llena de optimismo y diversión.
El lugar en que cenamos era simplemente precioso. Un restaurante sencillo, que pasaba desapercibido entre los grandes y antiguos edificios londinenses. Poseía un ambiente íntimo y reconfortante. Nos encontrábamos en el piso de arriba, que estaba seccionado para dar más exclusividad. — ¿Disfrutaron de la cena? —inquirió a mitad de la cena un hombre vestido de traje. Él era un hombre que pasaba los 30 años, con el pelo rubio oscuro y ojos melancólicos. Su mirada me estudió analíticamente antes de posarse en Aiden. — Claro que sí —había respondido Aiden, con una maquiavélica sonrisa. El hombre sonrió con soberbia y volvió a mirarme fijamente—. Ella es Piper Moore. Piper, él es Douglas Karten, el dueño de este sitio —me presentó. Aquel hombre que exudaba poder y elegancia estiro su mano y yo no dudé en tomarla. Él depositó un beso en el dorso de mi mano, mirando de soslayo a Aiden, quien tenía expresión entre irritada y divertida. — Es un placer conocerte Piper —dijo Douglas. Asentí sin estar segura que responder y que sentir. Miré a Aiden, que meneó la cabeza suavemente. — Ella también se alegra de conocerte, ahora aléjate un poco —murmuró Aiden, moviendo sus manos urgente de que Douglas se alejara de mi.
Intenté que mi sonrisa no saliera a la luz, pero me resultó muy gracioso ver a Aiden comportarse así. Él me dedicó una mirada precavida, para que hiciera el esfuerzo de verme seria y así sus reprimendas fuesen tomadas en serio. — ¿Ustedes se conocen? —pregunté, aunque sabía que así era por la actitud que ambos tenían. — Somos amigos desde nuestros años en Oxford —respondió Douglas, sonriendo. Sus ojos eran ambarinos, sensuales y sombríos. — En un principio éramos compañeros de cuarto, y luego nos mudamos a un departamento con Matthew —me explicó Aiden, observándome precavidamente. — Oh… ya me puedo imaginar esas épocas: fiestas, resúmenes y mujeres; una delicia —comenté; mis ojos iban de Aiden a Douglas, y de nuevo a Aiden. Él tapó su sonrisa con su mano, mientras Douglas intentaba verse serio, negando con falsa seguridad—. Conmigo no vengan a hacerse los santos —me quejé. Douglas buscó en Aiden un poco de respaldo, pero él solo me miraba con una inquietante sonrisa. — ¿Tu también lo hiciste? —preguntó Aiden, y yo asentí. — Si había muchos hombres en las fiestas era por Logan, así que no se imaginen tanta alegría —reí. La expresión de Douglas se llenó de interrogantes, y noté que me miraba como si intentara descifrar algo oculto en mí. Aiden sonreía como si estuviese orgulloso. — Eres la Piper que cuando tenía 15 años golpeó al chico que le quebró la nariz a él —me preguntó, inquieto, Douglas señalándolo. Noté que Aiden se acomodaba en su silla, dedicándole una mirada venenosa a Douglas, y asentí—. Nunca supe porque le pegó, y mucho menos sabía que fueras a ser tan bonita —comentó Douglas y de pronto gritó.
Tensó su mandíbula mirando venenosamente a un Aiden que lo había pateado desde debajo de la mesa. — Compórtate —le dije, y él me miró como un cachorro desahuciado—. Ese chico lo golpeó porque este idiota salía con su novia. Intentamos que el caos no fuera tan lejos, pero terminó golpeándolo de todas formas —le expliqué, y ahora fue mi turno recibir esa mirada soberbia, atenta y llena de reprimenda. — Logan no dejaba de hablar y solo hizo que me metiera en más problemas —se explicó Aiden. Claro, porque él solito no había hecho nada para meterse en problemas… Puse los ojos en blanco y tomé un poco más de vino. Su sabor dulce se deslizó por mi garganta. Disfruté la sensación de sentirme despreocupada de todo y alegre, y sabía que todo eso se debía a estar pasando un buen momento con Aiden. — Ella me agrada —canturreó Douglas cruzándose de brazos, son expresión sombría. Y estoy segura que si pudiese gruñir cual animal salvaje, Aiden lo hubiese hecho. Sonreí al verlos mirarse como si estuviesen es una especie de lucha de egos, por cuál de los dos es capaz de fertilizar la mayor cantidad de hembras de la manada. Si tuviese que elegir un animal, Aiden, sin dudas, sería un lobo solitario pero con la necesidad de reclamar su dominio sobre el territorio colectivo si fuese necesario, mientras que Douglas sería un león, grande y poderoso, con la capacidad innata de atraer y gobernar lo que se propusiera. — Eh… me encantaría seguir viendo como pelean por ver quién es el macho alfa del año, pero preferiría continuar con el postre —murmuré. Aiden y Douglas me miraron. Sonreí con inocencia, mientras ellos desistían de esa pelea para caer en mis caprichos. Aiden alargó su mano hasta la mía, dándome un suave
apretón que me hizo olvidar todo el temor y nervio que antes había tenido. Sus ojos eran líquidos y brillantes. — Como tú desees —murmuró él, y sonreí victoriosa.
La cena terminó al igual que las presentaciones. Conversaciones, anécdotas, risas y vino. El tiempo transcurrió en un abrir y cerrar de ojos, y cuando finalmente había olvidado mis miedos y frustraciones, todo era una mezcla de brazos, manos y besos. Avanzamos y avanzamos en la oscuridad de la noche. El sonido de los besos repercutían en mi conciencia con excitación, y un extraño sentimiento burbujeaba en mi interior. La prisa y desinhibición quizás estaba influida por el vino, pero no era solo eso. Había más, y tal vez, era por el hecho de conocernos. No éramos extraños, pese a que los roles que jugábamos eran distintos. — ¿Estás segura? —me preguntó Aiden, mientras avanzábamos en el pasillo de su casa. La seguridad era relativa e indefinida. No me detuve y seguí besándolo mientras luchaba contra la torpeza de sacar su camisa pero él decidió para un milisegundo, que se sintió eterno, a mirarme. Podía reconocer la duda del camino hacia donde nos dirigíamos. Yo también la tenía, pero ¿estaba segura? La respuesta no fue difícil de pensar. — Si —respondí. La aceptación hizo que sus facciones se suavizaran por un instante antes de que volviera a besarme, con más desenfreno y llenos de libertad.
Capitulo 21 Simplemente A veces uno se siente optimista, y ese es mi caso. Estoy llena de energía, con buen humor y entusiasmada. Y el optimismo es tan alto que puedo estar rodeada de mis compañeros de residencia y no quejarme ni sentirme extenuada. Sentados en uno de los vacios consultorios, el grupo de alrededor diez personas está prestando atención a lo que dice el doctor Silverman que nos da la clase, excepto yo. Pese a que mis ojos están puestos en su gran figura y en aquel molesto bigote que tiene bajo su nariz, no dejo de pensar en la vida. Cuando digo vida, a lo que me refiero es a Aiden. Cuando me refiero a Aiden, vuelvo a aquella noche de la cita y en lo genial que fue todo. Mis pensamientos se cortan cuando oigo la molesta voz de La Argent. Suspiré irritablemente y traté de esforzarme para verme interesada en lo que va a decir pero la verdad era que no lo estaba. Todo lo que Argent tuviese para hacer o decir, traía aparejado grandes dosis de soberbia, un poco de sobre valoración para su persona, y unas piscas sadismos para el resto de los mortales que no somos tan perfectos y egocentristas como ella. Vi que sus labios dejaron de moverse sin tener idea acerca de lo que habló, y me giré hacia Silverman que la contemplaba con confusión, o quizás preocupado por el delirio que haya dicho. Le di un paneo rápido a los demás rostros, y reconocí el mismo enojo y recelo de siempre. Silverman sacudió la cabeza, descartando el comentario de Argent y obligándonos a prestar atención por un milisegundo más.
— Para la próxima quiero que profundicen sobre patologías abdominales más frecuentes —sentenció, dándonos paso a retirarnos. Respiré hondo y me apresuré a agarrar mis cosas para correr a mis primeras rondas en el consultorio. Nairi salió conmigo de allí, con tantos deseos de libertad como yo. — ¿Puede ser tan insoportable? —Preguntó ella, con respecto a la Argent, y yo no respondí, porque la respuesta era bien clara—. Debieron maltratarla cuando era una niña, o quizás la abandonaron, o quizás… la crió una manada de lobos hambrientos —opinó. Yo reí ante sus ocurrencias, y lo extrañamente lógico que me estaba resultando la última teoría. Nairi se caracterizaba por ser un tanto energética y vital; muy diferente a las tendencias vegetativas que poseemos Loreley y yo. — Y bien, ¿Qué hiciste el fin de semana? —inquirió, y estuve a punto de ahogarme con mi saliva para luego necesitan reanimación cardiopulmonar. — Eh… solo descanse —respondí, cuando en mi mente solo escuchaba: sexo, sexo, sexo, sexo, sexo. Maldita mente ninfómana. — ¿Mente ninfómana? —la expresión de Nairi se llenó de confusión. Sus ojos negros brillaron con malignidad y sentí mi cara enrojecer— ¿Hay algo que no me estés contando Moore? —me dijo, con una inquietante sonrisa que me hizo poner nerviosa. Odiaba cuando hacia eso. Ella muchas veces parecía débil, pero no, había un mercenario sanguinario dentro de su cuerpo mediano de tez morena. — Absolutamente nada que sea medianamente importante —dije en voz alta, mientras que mentalmente agregué: para ti. — Aja —susurró ella, volviendo la vista a los alrededores y haciéndose la que todo había pasado, simulando regodearse de todo aquel con buen aspecto—. ¿Dalley te dijo
que el próximo fin de semana se va a dar una fiesta en casa de Lange? —preguntó, volviendo a mirarme. Yo negué, la última vez que había conversando con Loreley había sido ayer a la tarde, y solo había hablado de Matthew y se había quejado del casamiento de su madre. — Al parecer, también van a estar un par de nuestros ex compañeros —comentó. Tanto Loreley, como Nairi y yo, habíamos concurrido al Imperial College London, así que eso ocasionaba que conociéramos a tantas personas en común. — ¿Se seguirá viendo atractivo Lange? —inquirí. Nairi largó la carcajada y ante las miradas extrañas, se obligó a callar. — Me enteré que se quedó pelado luego del divorcio con Bradford —comentó maliciosamente. Ambos habían sido la pareja dorada por años: inteligentes, atractivos y de familias ricas. Pero por lo visto, hasta la pareja dorada tenía fecha de vencimiento. — Con razón hace una fiesta ahora, quiere volver a los viejos tiempos —murmuré. — ¿Quién quiere volver a los viejos tiempos? —preguntó la figura que se metió en nuestro camino y me hizo asustar. Tropecé con mis propios pies y si no me hubiesen sostenido, hubiese caído de cara y habría necesitado reconstrucción facial… — Piper, ¿estás bien? —escuché la voz de Dios en el paraíso… o quizás era Nairi. — Eh… si —respondí intentando erguirse, sentí el calor de la mano sobre mi cintura antes de alejarse, y ver a Aiden. Oh, genial. Mi cara no podía ponerse más roja, ni siquiera si la hubiese pintado con temperas. El nerviosismo se hizo presente en forma de torpeza mientras intentaba esforzarme para actuar normal con Nairi a mi lado. — ¿En serio te encuentras bien Moore? Pareces que hubieses salida de la cama solar y no te hubieses puesto bloqueador —comentó él. Entrecerré los ojos venenosamente, y me tensé de inmediato.
— Si, solo que no estoy acostumbrada que las personas se metan en el camino de uno, además de que oigan sus conversaciones privadas —siseé mordazmente, cruzándome de brazos. Una soberbia media sonrisa se formó entre los labios de él. Y Nairi se preparó espiritualmente, para ver como mi cadáver era masacrado por un superior narcisista y despiadado. — Moore, me encantaría que esa actitud entusiasta que tiene para hablar de cualquier cosa la pusiera en práctica en las anamnesis —comentó con humor. Sonreí conteniendo las ganas de maldecirlo, mientras que él se veía radiante y hermoso. — Intentaré aplicarlo la próxima vez —dije con amargura. Él sonrió como si hubiese dicho que había ganado toda la plata del mundo, y con sus ojos verdes nos miró a Nairi y a mí. — ¿Y a dónde se supone que iban? —inquirió. Nairi y yo intercambiamos miradas y llenas de temor. — Estábamos yendo a los consultorios —respondió Nairi, y cuando vi el brillo maquiavélico en los ojos de Aiden supe que aunque nuestra extraña relación había dado pasos hacia delante, él no dejaría de ser un bastardo conmigo. — Maravilloso, entonces supongo que voy a poder ser testigo de cómo ejerce las anamnesis doctora Moore —murmuró. Quedé paralizada en mi lugar, con una tiesa sonrisa mientras en mi mente aparecía una serie de imágenes en las cuales Aiden sufría mucho. Diría que sufría demasiado. — Cómo quiera doctor Harrison —respondí. Nairi intentó contener el pánico en su expresión y comenzó a caminar, mientras Aiden y yo la seguimos hasta el sector de los consultorios.
Intenté no hacer contacto visual con él porque sabía que me provocaría aún más, así que solo miraba el suelo hasta que escuché a Nairi balbucear algo extraño para meterse, o escapar, en uno de los consultorios. Y así, de un momento a otro, me vi siendo arrastrada hacia el otro consultorio para que Aiden me acorralara contra la puerta. No tuve ni siquiera tiempo de quejarme que estaba metiendo su lengua en mi boca, y por supuesto, puedo llegar a detestarlo muchas veces pero no me puedo negar a aquello. Respondí con intensidad a sus besos. Sus manos me recorrían con maestría y yo me ocupaba mis manos en su pelo y cuello. Me encantaba escuchar los sonidos que hacia hasta que de pronto tironeé el pelo más fuerte y moví mi rodilla hasta tocar suavemente su entrepierna, separándome apenas de él. Sonreí con dulzura. — Solo tienes una oportunidad para decir lo que sea necesario antes que mi rodilla colisione con tus genitales y queden disfuncionales y estériles —dije. Los ojos de Aiden se oscurecieron y tragó saliva. — Eh… quiero recordarte que la última vez que evaluaste su rendimiento, quedaste muy satisfecha —comentó, y por más que aquello fuese verdad, le dediqué una mirada capaz de asesinarlo—. Está bien —murmuró—, solo quería sacarme de encima a Latarjet para estar un rato contigo —dijo. Lo contemplé con seriedad pero sentía un poquito de pena porque él tuviese que ser un cretino para poder pasar tiempo conmigo. — Pero no necesitas rebajarme frente a los demás —comenté. Él ladeó la cabeza y apoyó en mi hombro, aspirando el perfume que tenía y que se mezclaba con el olor a desinfectante del hospital. — Lo sé, pero no me pude resistir —murmuró y yo reí, totalmente resignada. Bajé mi rodilla y nos quedamos ahí, en una extraña e incómoda posición.
— ¿Hoy tienes guardia? —pregunté, cambiando de tema. Y él emitió un sonido extraño que parecía un quejido, que tomé como un sí. Sonreí, y pasé mi mano por su pelo— Probablemente sea un día tranquilo —intenté ser optimista, aunque nunca se sabía que podía suceder. — Va a ser el infierno mismo —susurró, y puse los ojos en blanco—, pero todo mejoraría si tú dices que sí —comentó, elevando la cabeza y mirándome con firmeza. La intensidad de su mirada me puso nervioso pero intenté no demostrarlo. — ¿Decir sí a qué? —pregunté insegura. — A ser mi estudiante a cargo en mis próximas cirugías —dijo—. Ya sabes que debes rotar por cirugía para poder aprobar la residencia —explicó, y yo respiré hondo. Aceptar eso era un reto bastante importante. — Esta bien, si —respondí tras pensarlo unos minutos. Aiden sonrió y me dio un breve beso en los labios. — Genial, hoy puedes hacer una prueba. A las tres tenemos una cirugía —me guiñó el ojo. — ¿Qué? ¿Cómo? —pregunté confundida. — Solo ocupo tiempo para que la guardia pase más rápido. Nos vemos luego —me besó fugazmente con intensidad, para irse apresuradamente. Dejándome aturdida. Respiré hondo para calmarme y pensar lo que había sucedido, pero solo sabía que debía despertar para seguir trabajando, aunque seguramente estaría todo el tiempo pensando en Aiden.
— Entonces, ¿Cómo va todo? —preguntó Margot, sin dirigirse a nadie en particular pero sabía que se refería a mi.
— Las cosas han ido mejor —respondí, mi voz era suave para no llamar la atención. — Con mejor se refiere a que ha estado todas las noches dándole duro con el cirujano —comentó Loreley con una maligna sonrisa. Margot y yo la miramos advertidamente. Y ella puso los ojos en blanco— ¿En serio? Lionel ni siquiera sabe de que estamos hablando —dijo ofendida, volviendo a posar los ojos en el bello durmiente bebe ubicado en el cochecito en medio de nosotras tres, que lo mirábamos con cuidado, como si fuese una esfera de cristal—. Además, puede ser que me haya referido a darle duro al trabajo —se encogió de hombros con inocencia. Margot puso los ojos en blanco y bebió un poco de su licuado de frambuesa, mientras yo no dejaba de mover la bombilla del vaso. No se bien en qué momento cambiamos las cervezas por los licuados, pero creo que fue más o menos en los últimos días del embarazo de Margot. — ¿Y hoy como estuvo? —inquirió Loreley, mirándome de soslayo. Hice memoria y suspire. Por más extraño que fuese, habían sido las horas mejor gastadas de mi vida y logré aprender más de lo que creí. Una incontrolable sonrisa se me formó. — Fue increíble —murmuré. Loreley y Margot se miraron entre ellas antes de reírse burlonamente. — ¡Nerd! —se quejaron ambas. Les saqué la lengua del modo más infantil que pude. — ¿Y ahora qué? —preguntó Margot, y en su mirada de ojos pardos había cierta malicia y agudeza que no sabía si temer. — ¿Ahora qué, qué? —preguntó un tanto desorientada. Loreley hizo una expresión un tanto dramática que me hizo sonreír— ¿Están preguntando por Aiden y por mi? — pregunté.
— ¿Duele la caída? —preguntó Margot. Retuve el deseo de mostrarle el dedo medio solo porque estábamos frente a su pequeño hijo. — No hay ningún lado a donde ir, no sé que intentan creer —comenté—. No es nada serio esto, para ninguno de los dos, es solo algo extraño entre él y yo —murmuré, sintiendo extrañamente nerviosa con las atentas miradas de mis mas maquiavélicas amigas. — Eso no te lo crees ni tu —canturreó Loreley, y abrí mi boca para quejarme pero Margot no me dejó. — ¿Me contarías de nuevo como se conocieron y los primeros años? —inquirió. — No, no dejare que me psicoanalices —la reprendí, y ella se vio falsamente ofendida. — Soy psicóloga penal querida mía, no me interesa trabajar acerca de tus tontos miedos irracionales y banales —me dijo—, pero si algún día quieres convérsalo con profundidad, ya sabes dónde encontrarme —me guiñó el ojo y suspiré resignada. El sonido de pasos nos distrajo y las tres nos volteamos para ver la gigante figura de Fred. Él vestía un jean y una camisa azul que lo hacía ver muy apuesta. Y sin dudarlo, las tres comenzamos a silbarle provocativamente. — Van a hacer que me sonroje —murmuró peinando su pelo, presuntuosamente—. Christopher quiere saber si Lionel se durmió, así lo ayudas a pelear contra Logan — comentó. Margot meneó la cabeza con suavidad, y tras un último sorbo del licuado se paró para ir hacia su marido, que estaba en la sala de su casa, probablemente discutiendo con Logan algún caso. — ¿Qué hacen tomando licuado? —Fred nos miró como si fuésemos bichos raros.
— En realidad, los nuestros tienen vodka —dijo Loreley levantando su vaso en un brindis, y empinándose lo que quedaba. Fred rió con diversión mientras yo sentí mi móvil vibrar. Cuando lo revisé, tenía un mensaje de Aiden: «Esto está demasiado aburrido. ¡Estoy muriendo!» preguntó. «Jajaja. Te creo, intenta distraerte con una película pero que no sea de terror, no es lo más recomendable porque no podrás dormir» respondí. «Tarde. No sé de quién fue la idea de ver actividad paranormal en un hospital de noche» dijo. Intenté no reírme, pero lo comprendía. En una de mis primeras guardias me traumé demasiado al ver una película de terror. Después de eso, no podía sentirme segura, escuchaba pasos a mí alrededor y no pegue un ojo en toda la noche. «¿A ti como te va con la cena?» preguntó antes de que pudiese contestarle. «Voy por mi segundo vaso de licuado con vodka, cuido de Lio con Loreley, pero creo que ella en cualquier momento se va a poner a bailar de forma ridícula con Fred» respondí, levantando mi vista. Ya era tarde. ¿En qué momento se pusieron a bailar así? «¿Matt tiene competencia?» Preguntó con curiosidad. «Hm… no lo creo. Si no sucedió nada hasta ahora, no creo que suceda» dije. Loreley y Fred eran tan buenos amigos que me costaba hacer una imagen de ellos como algo más. «Quizás, porque no se dio la oportunidad…» «O quizás, porque simplemente no se atraen de esa forma» «¿Y si se atraen pero no se dan cuenta? ¿O no saben qué hacer?» «Eh… no lo sé. ¿A qué viene todo eso?» mi expresión se llenó de confusión. ¿Tanto le importaba la relación de Matt y Loreley?
«A nada ¿Y mi hermano?» «En la sala con Christopher» respondí. «Lo he notado un tanto extraño, ¿Tu sabes si le pasa algo?» pregunté. «Si tu no lo sabes, yo menos. Sabes que no tenemos la perfecta comunicación, y la última vez que me vio me partió la cara de una piña» respondió. Torcí el gesto, y recordé su actitud un tanto distante. Pero quizás me estaba llenando la mente de cosas que no sucedían. «Él te quiere, lo sabes» dije. Él no respondió enseguida, y hasta dudé si lo haría hasta que mi móvil volvió a vibrar. «Lo se» puso. «Estoy cansado de todo esto, me voy a mi casa a dormir» me dijo. «¿Quieres que te despierte antes de las ocho?» le pregunté. «¿Quieres despertarme o quieres mantenerme despierto toda la noche?» inquirió, y noté la divertida malicia en su mensaje. Sonreí tontamente, intentando que Loreley y Fred no creyeran que me estaba volviendo loca. «Yo solo quiero el bienestar para las personas doctor, no sé bien que es lo que usted está pensando» dije. «Estoy pensando un par de cosas interesantes, ¿Quieres esta noche dormir en mi casa? Te paso a buscar» preguntó. No pude evitar ruborizarme, mientras miraba a mí alrededor con paranoica. Aunque realmente, no estaba haciendo nada malo. «Está bien. Cuando estés en tu casa avísame que voy para allá, no estoy tan lejos» respondí. «No voy a dejar que andes sola de noche» «Por mí no te preocupes, solo mándame un mensaje cuando estés. Y no te atrevas a seguir intentando convencerme» insistí.
«Ok, pero no siempre voy a ceder tan fácil. Nos vemos pronto» escribió, y le respondí tan rápido como pude. Deje mi móvil a un lado, y cuando elevé la vista me encontré con los ojos verdes de Logan. Él me contemplaba con expresión pensativa, y no sabía cuánto tiempo llevaba ahí, apoyando en el marco de la puerta con sus manos en sus bolsillas. Me quedé detenida sin saber que hacer hasta que él me sonrió con ternura, y mi corazón dudoso se ablandó, reflotando en mí una suave sonrisa. Logan me guiñó el ojo juguetonamente y se fue nuevamente hacia la sala, mientras yo permanecí allí, simplemente un tanto aturdida.
Capitulo 22 Recuerdos De vez en cuando vienen a mi mente, solo para que no me olvide quien fui y quién soy. Ya sean buenos o malos, ahí están… Mi infancia y adolescencia fue bastante normal. Por supuesto, todos tenemos nuestras peculiaridades y no fui la excepción. Aunque hay que tener en cuenta que mi mejor amigo era un chico que se sentía extraño junto a otros chicos y que no sabía lidiar con otras chicas que no fueran yo, y del tercer integrante ni hablar… él detestaba considerarse parte de nosotros, pero que sin embargo, de vez en cuando pasaba el tiempo con nosotros como si fuese uno más. Éramos extraños a nuestra manera, y por más que no lo aceptábamos, vivíamos con ello. Recuerdo claramente, una tarde de verano en la que Logan, Aiden y yo estábamos reunidos en su casa. Estábamos solos, bajo la mirada de su padre que no era precisamente lo más atento. Él dormía medio recostado en el sillón tras ver un partido de fútbol. En un principio había sido divertido hacerle bromas al señor Harrison, pintándole la cara con fibras y las pinturas de la señora Harrison, pero luego perdió la gracia y nos fuimos al patio a seguir dando vueltas alrededor de la pileta. —¿Y si vamos a casa de Mike? —Preguntó Aiden en un momento. Logan y yo lo miramos como si hubiese dicho que iba a partir una mesa con solo su cabeza. Y ante la nula respuesta, él suspiró ya cansado y se zambulló en la pileta. El agua nos había llegado y por más que nos quejáramos él no nos oiría. Teníamos 13 y 15 años; una edad en la que no sabes que hacer porque algunas cosas te suenan infantiles mientras que para otras eres demasiado joven. Logan y yo conversábamos de
los últimos episodios de nuestras series favoritas, y Aiden pensaba más que nada en estar con sus amigos para pasear y ver chicas. Eso me resultaba molesto porque él siempre se olvidaba de nosotros y nos trataba como si fuésemos unos buenos para nada. —¿Qué clase de maestro Pokemon serías si liberas todo lo que atrapas? — Le pregunté molesta. —Tu no entiendes nada, la libertad en lo que todo ser necesita, con excepción de quienes hacen cosas malas —me respondió inmediatamente Logan, sonando totalmente seguro de si mismo. Mi expresión se arrugó y ladeé mi cabeza. —¿Has estado otra vez viendo maratón de La ley y el orden? —le pregunté, y él sonrió culpable. Una sonrisa se formó en mis labios sin poderla controlar. Él era tan bonito con su pelo rubio y sus centelleantes ojos verdes que no podías estar enojado o en desacuerdo con él. —¡Tengo otra idea! —exclamó Aiden saliendo del agua repentinamente, asustándome y de paso llenándome de agua. Salió a la superficie y se sacudió como si fuese un perro. Su pelo rubio mucho mas oscuro que el de su hermano, brillaba dorado. — ¿Qué idea? —preguntó Logan, pero no tuvo tiempo de terminar la frase que Aiden estaba metiéndose en la casa y saliendo tiempo despues con una botella en la mano— ¿Qué haces con una cerveza? —reprochó Logan. — Papá el otro día me convido y me gustó. No tiene alcohol —explicó, poniendo en un vaso un poco. Yo no dudé ni un segundo en levantarme y acercarme. — Quiero probar —dije. — No —me retó Logan con severidad. — Tu no le dices que hacer, no eres su madre —dijo Aiden, dándome el vaso con una sonrisa excitante y divertida. Yo lo agarré sin problemas y lo bebí como si fuese jugo.
Grata no fue precisamente mi sorpresa cuando sentí su gusto por mi garganta y lo escupí. Logan se movió justo a tiempo para no ser mi víctima, mientras Aiden explotaba en risas. — Me pasó lo mismo, pero es solo al principio luego se pasa —explicó sin dejar de reírse. Miré el vaso con disgusto y se lo devolví. Aiden tomó un largo trago y con una sonrisa volvió a intentar que tome. Lo medité mientras oía las quejas de Logan. Aiden lo reprendió y volvió a insistir. — Si no te gusta, dejo que me golpees —dijo, y no dudé ni dos segundos en aceptar la propuesta. Bebí un sorbo más largo y me resultó más fácil tragarlo. Él sonrió, pero aún así lo golpeé en el brazo y seguí tomando del vaso. — ¿No te gustó? —preguntó sobándose el brazo con dolor. —Si, pero no iba a perder esta oportunidad —reí. Logan se mantuvo con expresión férrea hasta que logramos convencerlo y se unió a nosotros, quedándonos hasta el atardecer en el patio. Fue un hermoso día, pero ¿lo malo? El señor Harrison se despertó y nos vio comportarnos como idiotas. Resultaba ser que Aiden no se dio cuenta que la cerveza tenía alcohol, y terminamos los tres siendo la burla del señor Harrison cuando nos descompusimos. Y la burla continuó durante los posteriores años. — Que patéticos —suspiré con una tonta sonrisa, sintiendo el aire golpearle con suavidad, devolviéndome a la actualidad. — ¿Patéticos qué? —inquirió Aiden, mirándome con la cabeza ladeada y ojos curiosos. Él estaba con el pelo desordenado. Toda la imagen del eminente doctor había desaparecido, ahora se veía normal, tranquilo y desenfadado pero su belleza no se veía opacada por nada.
— Me acordaba de la vez que nos emborrachamos por primera vez, en el patio de tu casa —comenté. Curiosamente, ambos nos encontrábamos en el patio interno de mi departamento, donde solo se podían ver las paredes blancas que nos rodeaban pero disfrutábamos de un hermoso cielo nocturno despejado, mientras tomábamos una cerveza. La inexpresividad se plasmó en su rostro hasta que una sonrisa se formó entre sus labios, y poco a poco comenzó a reír divertido. La sinfónica melodía se expandió por mí alrededor y no pude evitar sonreír mientras lo contemplaba. No conocía a nadie más centrado que Aiden. Él todo lo que se proponía y quería lo lograba con esfuerzo y dedicación, podía ser muy conservador y serio. Sin embargo, también era un chico malo en nuestros años de adolescencia y pese a todo, parecía que aún quedaba parte de todo eso; de la diversión y esa energía que emana que hacer tan fácil que te agrade como también que lo odies. — Mi padre no nos colgó al árbol porque estabas tú, y mi madre tampoco nos dijo nada porque papa nos cubrió para así tenernos bajo su control —murmuró; su voz calma se oía pensativa y melancólica. — Él era un hombre bueno y un tanto maquiavélico —dije, al recordar a su padre y deseando que él no cayera en la eterna tristeza de no tenerlo más con él. Apreté su mano con fuerza, y él me sonrió. — Él era genial —susurró, acomodándose a mi lado y rodeándome con sus brazos el cuello. Respiré hondo, sintiendo mis estomago inundado de emociones. Apoyé mi cabeza en su hombro y cerré los ojos por unos segundos—. Nunca tuve el tiempo de agradecerte como era debido —dijo Aiden tras quedarse en un silencio donde solo podía oírse el sonido de los grillos y de las hojas moverse. Levanté mi rostro hacia él y lo miré con las cejas fruncidas en una expresión de desorientación.
— ¿Por qué? —le pregunté. Aiden respiró hondo, cerrando los ojos como si estuviese rememorando algo importante. — El día que mi padre murió, tú fuiste la única que supo realmente como tratar conmigo —respondió. Su expresión se suavizó cuando abrió los ojos y me miró meditabundo. Parpadeé sin saber que decir. Sus ojos eran turbios, podía ver que se arremolinaban emociones que no lograba identificar completamente. Mi corazón comenzó a latir con un ritmo extraño, y sonreí, sintiéndome torpe. Otro recuerdo vino a mí. El día que el señor Harrison murió tras un infarto, fue uno de los días más triste que viví. No hubo personas que no lamentaran su desaparición física y emocional. Si tuviese que describir su personalidad y actitud, diría que era la mezcla perfecta entre Logan y Aiden; la energía radiante y atrayente de Logan, junto con la oscura diversión y la mentalidad centrada de Aiden. El momento en que la noticia llegó, me encontraba junto a Logan. Pude ver perfectamente el quiebre que hubo en su personalidad y como su corazón se encogió. Su más inmediatamente reacción fue llorar mientras gritaba y golpeaba todo lo que hubiese a su paso; y había que reconocer que Logan con 16 años tenía mucha más fuerza de la que cualquiera podía suponer. En las horas que siguieron Logan fue una montaña rusa emocional, mientras que Aiden se había aislado, sin reaccionar realmente a aquella noticia. Había vuelto de la universidad para encerrarse en su habitación y no ser visto nunca más. El mundo entero enloqueció alrededor de su actitud austera y desinteresada, incluso Logan, pero nadie entendía que lo mejor que podían hacer con él era dejarlo solo. Así que lo único que pude hacer para ayudarlo fue cubrirlo, mintiendo y diciendo que
estaba encerrado en su habitación. Golpes y gritos resonaban en su puerta, cuando en realidad, él estaba encerrado en mi habitación en casa con una buena reserva de cervezas y papas. Volví a parpadear para salir de la ensoñación. Tenía dibujada una triste sonrisa y no pude evitar mover los mechones de pelo que se interponían en mi visión de sus ojos. Él podía haber madurado y cambiado con los años, pero seguía siendo el mismo Aiden que yo conocía desde siempre. — Era lo mínimo que podía hacer —comenté. Aiden meneó la cabeza y sonrió de lado, acercándose más para darme un lento beso en los labios que me hizo olvidar todo. — Te he hecho demasiadas maldades como para que te comportaras así conmigo —susurró. Manteniendo los ojos cerrados seguí sintiendo las sensaciones que había dejado al besarme. Emití un extraño sonido como respuesta y solo quise acortar la distancia que me separa de mi nuevo vicio, sus labios. Nuestros labios se unieron una vez más, volviéndose cada vez mas bruscos y profundos, como su tuviésemos mas y mas necesidad de estar juntos, envueltos en el otro. Y así, entre besos torpes y rápidos, dejamos las cervezas y nos fuimos arrimando. Yo terminé sentada sobre él, en un abrazo fuerte y donde nuestras manos creaban caminos fogosos. Mis manos jugaban con su pelo y su cuello, solo para oír sus suaves quejidos. En ese momento sonreía victoriosa, perdiéndome más en el momento mientras Aiden creaba caminos nuevos a través de mi cuello y mi pecho. Nos dejamos llevar tan rápido y abismalmente, que nos sorprendimos cuando un gritó resonó. Nos separamos a regañadientes, observando todos los alrededor, sintiendo nuestros corazón desenfrenados y las respiraciones inestables.
Aiden ladeó la cabeza, con una creciendo sonrisa burlona brotándole en sus labios que habían quedado rojos. Con cierta timidez, me atreví a pasar mis dedos por ellos, sintiéndome orgullosa de nuestro trabajo. Otro grito se escuchó seguido de un extraño gemido. Mi expresión se contorsionó entre horrorizada y divertida, y Aiden logró ser rápido en tapar mi boca con su mano para que mi risa no escapara. — Al parecer tus vecinos están bastante entretenidos en este momento; han sido más rápido que nosotros —susurró en mi oído; su voz era baja, tensa y ronca, con unas dosis importantes de maliciosa oscuridad. Sentí mi espalda tensarse bajo su toque y mi piel se erizó. Reí por los bajo, tomando su mano y sacándola de mi boca. El calor fluyó por mi interior y me moví sobre él, solo para hacerlo tensar, y me dirigí directamente a su oído. — ¿Quieres que les enseñemos quienes son mejores en este arte? —pregunté. Los dedos de él se clavaron en mi cintura, tensos y juguetones. Y necesitó aclararse la garganta para poder responder, algo que tomé como otra victoria. — Sabes bien que siempre fui un amante del arte —rió, haciéndome cosquillas. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no tentarme y reir a carcajadas. Y en aquel instante en que casí me doy por vencida, todo se aplacó con el contacto de sus labios y sus caricias. Él se movió en la silla. Supe que debía estar preparada para aferrarme con fuerza a él… esa noche sería larga, y aunque debía estudiar, nada importaba. No realmente cuando estaba con él. Y era extraño que nunca me había dado cuenta que siempre había sido así con Aiden, hasta ese momento.
Deseé darme la cabeza sobre la mesa.
Lo deseaba y lo hice. Un pequeño sonido seco se oyó, cuando mi cabeza se amortiguó con los libros que me rodeaban. Ellos estaban cada vez más cerca, amenazándome silenciosamente, torturándome y haciendo de mi vida una porquería. Sabía que Aiden me estaba mirando, sigilosamente y con el juicio clavado en la mirada. — Deja de perder tiempo y estudia —me dijo, desde su lugar en el sillón donde estaba sentado con su computadora y su agenda. — No quiero —lloriqueé dramáticamente. Aiden miró su computadora, escribiendo rápidamente y dejando todo de lado para acercarse a mí. Sentí la presión de su mano en mi hombro, pero aún no encontraba el entusiasmo necesario. A veces, solo a veces, desearía dejar todo de lado e irme a algún sitio lejano y solitario. — ¡Necesito vacaciones! —dije— Una largas y geniales —murmuré. Aiden me obligó a sentarme bien, depositando un largo beso en la cima de mi cabeza, y moviendo sus dedos en mi cuello y hombros. ¡Por dios! Era el dios de los masajes. — Con que dios de los masajes, ¿eh? —rió divertido, y le dedicó una mirada venenosa. ¿Es mucho pedir que mi cerebro este de acuerdo conmigo en estos momentos de crisis y no medianamente desactivado? — Cállate y sigue con los masajes —me quejé. Aiden rió por lo bajo, y el sonido se opacó con una llamada entrante. — ¿Disfrutando de tu día libre con Sheslory? —preguntó Loreley cuando atendía la llamada, poniéndolo en alta voz.
—¿Quién es Sheslory? —Aiden detuvo los masajes y me miró con curiosidad. Mi cara se volvió calurosa, al rojo vivo. — Una serie —respondí con torpeza—. Estoy con Aiden, estudiando y estas en el altavoz —dije lo último, unas cuantas notas más altas que lo demás. Loreley emitió un sonido de dolor, y la oí reír por lo bajo. — Doctor Harrison, que bueno es saber que está en buena compañía —canturreó maliciosamente. Tuve deseos de tenerla frente a mí y quizás ahorcarla con mis propias manos. — Puedes llamarme por mi nombre Loreley —dijo él y sentí una pizca de celos—, y espero que estés bien. — Quédate tranquilo Aiden que si mi amiga está bien, yo siempre voy a estar bien —exclamó. No supe si sonreír orgullosa o esconderme por vergüenza. Levanté mi vista hacia Aiden; él meneaba la cabeza con suavidad con una sonrisa indescifrable. — Lo mismo va para ti —respondió Aiden. Ahogue una exclamación. No creía que fuese el momento adecuado para que se pongan a conversar acerca de que cosas podían o no hacer si acaso lastimaban a sus amigos. Me aclaré la garganta con dramatismo, observando a Aiden de soslayo y al celular como si Loreley realmente estuviese allí físicamente. — ¿Y que estabas haciendo Lo? —pregunté, queriendo poner fin a aquella silenciosa pelea. — Depilándome mientras mi madre está peleando con mi hermana —respondió. Había cosas… que no todo el mundo quería saber.
— ah… con que tienes una cita con Matt —canturreó Aiden. Loreley rió y yo sonreí emocionada por ella—. Con razón él no podía encontrarse conmigo esta noche —agregó con tejes de recelo. — Si quieres puedes venir con nosotros, aunque creo que te divertirás mas con Pip —murmuró Loreley, sonando completamente enfocada en su ardua tarea. — Por supuesto que me divierto más con ella —susurró Aiden, sin que Loreley lo escuchara. Le sonreí suavemente, y volví a enfocarme en el teléfono. — ¿Y tu mamá y tu hermana porque pelean? —inquirí con curiosidad; nuestros dramas familiares siempre nos resultaban interesantes. — Mi mamá quiere hacer todo el evento de su casamiento al aire libre mientras que mi querida y desconfiada hermana sique diciendo que no debería casarse con él porque la está usando —explicó. — ¿Y tú que dijiste? —preguntó Aiden. — Lo que diría cualquiera… que es mejor ver la información meteorológica para organizar todo —dijo. Aiden rompió a reír. Y yo puse los ojos en blanco. — Tienes que entenderla —comenté, pensando en su hermana Ana; ella había sido una de las que más había sufrido tras el abandono de su padre. — Es que la entiendo —se quejó Loreley, sonando a una niña caprichosa—, y ya sé que diga lo que diga, ella va a seguir con el casamiento con el rarito de buen bronceado… lo que me recuerda que tengo que decirte que obtuve una dirección del lugar a donde a veces va —rió con perversidad. Sonreí, elevando la vista hacia un Aiden que confundido se veía adorable. — ¿Cómo obtuviste la dirección? —pregunté divertida, y ya totalmente despierta.
— Puede que quizás lo haya extorsionado con decirle a mi madre sobre quien realmente le estaba usando las cremas —dijo suavizando su voz con inocencia. Reí al imaginarla arrinconando al pobre sujeto y amenazándolo con sanguinaria decisión. — Eres cruel —comenté. —¡No soy cruel! —Exclamó con un fuerte grito—, Soy una persona tierna e inocente que solo va por la senda del señor comportándose como las antiguas escrituras mandan —dijo con desfachatez. ¡Ella ni siquiera es cristiana! —Mentirosa —susurré. — Mentirosa tu abuela —se quejó—, y hablando de mentirosos… ¿sabes a quien me encontré? —preguntó. Me encogí de hombros como si realmente pudiese verme. — ¿A mi hermano? — Cerca pero no. Me encontré a Logan —respondió—. Al parecer lo agarré en medio de una cita o a la espera de alguien porque estaba nervioso. Parecía que quería que me fuera e inventaba cualquier cosa —agregó. Mi expresión se lleno de enigma y preocupación. Que Logan estaba actuando raro ya estaba dejando de ser paranoia mía, para ser también compartida por Loreley. Y ahora, había dos opciones: ambas estábamos locas, o realmente a Logan le sucedía algo. — Debo hablar con él —murmuré, más que nada para mí misma. Percibí la mirada de Aiden, y no sabía si realmente si estaba preocupado o molesto porque tuviese que hablar con su hermano. Sacudí mi pelo con nerviosismo y frustración, a la espera de que Loreley dijese algo que realmente ayudara. — Si, realmente tienes que hacerlo, pero bueno chicos, me voy, Sigan teniendo sexo salvaje mientras yo me depilo —gritó.
Con vergüenza y horror choqué una vez más mi cara con los libros. No, era demasiado pedir que ella dijese algo para ayudarme y no hundirme en el ridículo… —¡Adiós Loreley! —la saludó Aiden, mientras yo solo movía mi mano. Él cortó la llamada, y sabía que me estaba mirando con una absurda y ridículamente hermosa sonrisa— Ella realmente me cae bien —opinó. —Lo sé —asentí. Nos quedamos en silencio por unos minutos. Aiden movió mi pelo, dejando una serie de besos en el cuello. — Ella realmente te quiere y se preocupa por ti, y creo que hace una buena dupla con Matt —comentó, sin dejar de darme besos que me hacían olvidar todo lo que Loreley había dicho y hecho—. Él esta tan entusiasmado que parece un niño de 7 años —agregó. Sonreí y levanté la cabeza, para dejar que siguiera con los besos, y quizás, ellos encontraran su camino hacia mis labios. — Ellos son geniales juntos —concordé. — Nosotros somos mejores —rió. — Si, lo somos —sonreí en el instante en que sus labios volvieron a los míos; sentí la excitación de tenerlo cerca mío y tomé su camisa para acercarlo aún más. La química entre nosotros volvió a explotar, y la habitación se volvió mas chica y calurosa a nuestro alrededor. Estaba a punto de mandar al diablo todo cuando él se separó bruscamente de mi, dejándome sin fuerzas y en blanco. — Debes estudiar —exigió. —Pero…
— Pero nada, estudia y después tienes todo lo que quieras —dijo alejándose de mi. Hice un mohín pero fue en vano. Él era objetivo y sabia lo que era necesario hacer para llegar a las metas; me agradaba eso de él, pero en este momento lo estaba detestando. Me dio un último caluroso y ensordecedor beso, y se alejó de mi con una sonrisa llena de suficiente vanidad. Le dediqué una mirada venenosa antes de volver a mis libros. Intenté estudiar, y lo hice, pero más alla de mi deseo hacia Aiden, en lo que estaba pensando era en Logan. Si, definitivamente, él y yo debíamos hablar largo y tendido.
Capitulo 23 El plan Era el siguiente: acorralar a Logan en un sitio, atarlo y amordazarlo para luego hacerle un arduo interrogatorio. ¿El problema? Es casi imposible llevarlo a cabo, sobre todo porque Logan tiene el doble de mi tamaño y más fuerza que yo. Aún así, ideé todo como si fuese a seguir eso aunque nada salió como quería… — ¿Porqué rayos estás escondida debajo de mi escritorio? —inquirió Logan, agachado para verme hacer un patético intento de espionaje y acorralamiento. — ¿Me crees si te digo que mis intenciones son muy buenas? —pregunté, totalmente incomoda. La única conclusión que pude sacar de eso, era que como contorsionista apestaba. Él entrecerró los ojos y me miró como una madre a punto de regañar a su hijo de ocho años por romperle las plantas de jardín. Le sonreí con inocencia en un intento de poder mejorar las cosas, y al parecer le di lastima ahí acorralada porque estiró su mano para ayudarme a salir de allí. Si hay algo que Logan es… es ser atento y caballeroso. Una vez lejos del escritorio, sacudí mi ropa mientras lo mirada de reojo analizarme intranquilamente. — ¿Cómo supiste que estaba ahí abajo? —pregunté; si alguna vez debía volver a hacer algo parecido, sentía la necesidad de saber que debía mejorar. — El escritorio abajo está abierto y te ves perfectamente ahí —murmuró en tono de reproche y yo torcí el gesto con disgusto. Realmente debía mejorar en lo que
concierne al espionaje—. ¿Y entonces? —preguntó inquieto Logan, evaluándome con sus ojos claros al mismo tiempo que tomaba su lugar. Él se veía muy atractivo con el traje negro y esa actitud de abogado todo poderoso. Peinó su pelo a un lado mientras yo me sentaba frente a él. — Tenemos que hablar —dije. Noté como una de sus cejas se elevó con diversión, y creo que si su personalidad y humor fuese el de siempre, se hubiese echado a reír. Pero no lo hizo. — ¿Me vas a venir con el “no eres tú, soy yo”? —inquirió, con la misma soberbia que hablaba Aiden; en momentos así, te dabas realmente cuenta que eran hermanos. Puse los ojos en blanco y me puse a jugar con el pisapapeles de su escritorio. — Algo te está sucediendo —escupí rápidamente, sentía que no valía de nada alargar las cosas para seguir atormentándome y creando cosas que quizás no existían—. Y antes de que me digas que no, quiero decirte que te conozco bien y no pienso dejar que me mientas para salirte con la tuya —le advertí, soñándolo con el dedo con mi más sincera expresión de amenaza mortal y apocalíptica. Logan abrió la boca y volvió a cerrarla. Esa mínima respuesta aunque sin palabras, ya me advertía que tan loca y paranoica no estaba. Otra cosa que Logan nunca perdía, era la capacidad de hablar y defenderse. Con un suave y elegante movimiento, se desprendió el saco para estar más cómodo. Levantó la vista para mirarme y apoyó su rostro sobre su mano, contemplándome pensativo. — ¿Qué te hace pensar que me sucede algo? —inquirió. Lo miré con evidente burla. — Eh… no sé, quizás que me estas respondiendo con otra pregunta —comenté, entrecerré mis ojos y dejando el pisapapeles con dramática fuerza.
Logan volvió a acomodarse el pelo y resopló con frustración. Lo veía observar todo, sin poder encontrar vaya a saber qué y sin mirarme a la cara. — ¡Logan! —elevé mi voz. Sus ojos verdes se posaron en los míos; oscuros, profundos y turbios. Era claro que algo lo atormentaba y me dolía haber tardado tanto en darme cuenta para intentar ayudarlo. — No me sucede nada Piper —respondió toscamente. Logan erigió una coraza completamente impenetrable de inexpresividad e insensibilidad, y no supe como sentirme. ¿Acaso no confiaba en mi? Estaba completamente segura que algo pasaba pero, ¿Por qué no podía decírmelo? ¿Nuestra amistad no significaba nada para él? ¿O quizás era que habíamos cambiado? Una punzada de amargo dolor me recorrió agriamente y tensé mi espalda para sentirme segura ante aquel tempano en el que se había convertido mi mejor amigo, a quien poco a poco sentía más lejos. Parpadeé sin saber que decir ante su actitud. Él miró su lejos y volvió a posar su mirada en mi, realmente sin mirarme a los ojos. — Creo que deberías irte, tengo trabajo que hacer. Si quieres, luego hablamos en mi casa —dijo en tono de orden. Genial. Me estaba echando de allí. Solté el pisapapeles y me alejé del escritorio rápidamente, poniéndome de pie mientras asentía mecánicamente, haciendo un enorme esfuerzo para que la frustración y el dolor no fuesen demasiado evidentes y no llorar.
— Esta bien —dije, deseando que aquella actitud no me afectase—. Sabes que cualquier cosa que pase, siempre voy a estar, ¿no? —pregunté. Logan asintió sin palabras, y me despedí en silencio para irme lo más rápido que fuese. — Piper —la voz de él me detuvo. Y me di cuenta que se encontraba más cerca de mí de lo que creí cuando agarró con fuerza mi hombro. La nota de tristeza en su voz me hizo sentir peor. No dije nada, a la espera de lo que sea que necesitaba decir. Pero él solo me rodeó en un abrazo fuerte, dándome un prolongado beso en la frente. — Aún no estoy preparado —susurró, casi para sí mismo. Y a pesar de que lo entendía, aún dolía—, más tarde intentaré llamarte —me dijo, dándome un último beso y liberándome de su abrazo. Su calidez y esa seguridad que siempre sentía a su alrededor se disolvió al alejarme e irme de su oficina. Seguí caminando, con la mirada puesta en el suelo porque no aguantaría intentar verlo a la cara, y no sentir que había fallado como amiga. Había ido con mis mejores intenciones, y volvía con el corazón casi destrozado. De nuevo.
Caminé y caminé. No me di cuenta por cuanto tiempo, y ni siquiera presté atención hacia donde iba hasta que me detuve. La frustración, la incógnita y el dolor habían disminuido, pero me sentía vacía y sin ánimos. Simplemente, era un ente deambulando por las calles de Londres, bajo un cielo nublado y con un clima inestable… tal como yo. No dejaba de pensar en que podría haber hecho mal o que era lo que le sucedía a Logan. Preguntas y más preguntas, sin respuesta. Miré mi mano sobre el timbre de la casa de Aiden. ¿Qué demonios estaba haciendo?
Sacudí mi cabeza, volviendo a la realidad y oyendo voces en el interior. Un sentimiento encontrado me recorrió. Él tenía visitas y yo ni siquiera lo había llamado ese día. Tendría que haber recurrido a Loreley, pero ella trabajaba así que me encontraba sola. Sola. Qué extraña palabra. Tan pequeña y de apariencia insulsa pero que no hace sentirnos tan desprotegidos. Viéndome a mi misma patética allí de pie, decidí irme en el momento en que la puerta se abrió. Y así fue, como quedé con la expresión en blanco mirando los ojos negros de una chica que no conocía. Ella era alta y de tez morena, con el pelo ondulado. Era preciosa y exótica, y por alguna razón me sentía amenazada. — Hola —me dijo ella, moviendo sus labios en una suave sonrisa. — Eh… hola —por poco se me olvida hasta como hablar. ¿Quién es ella? — Soy Allison —me dijo, y mi expresión se llenó de confusión hasta que quedé con la boca abierta como un pez. — Lo pensé en voz alta, ¿no? —inquirí y ella asintió con una sonrisa divertida. Torcí el gesto y sonreí con tristeza, quería decir algo, no sé lo que fuese. — Allie, ¿quién es? —oí la voz de Aiden; mi corazón se apretujó al verlo tan fresco, divertido y atractivo, a diferencia de mi apariencia completamente falta de entusiasmo. — Es Piper, tu novia —respondió ella. Tanto Aiden como yo la miramos como si fuese un bicho raro. No tenía idea como ella sabía de mi, y yo no de ella, pero aquello nos llenó de confusión. — Yo… —comencé a decir, pero Aiden le dedicó una mirada venenosa a Allison para que volviera al interior. Allison me sonrió con simpatía, y me guiñó un ojo antes de irse. Quedé contemplándola desorientada hasta que Aiden se interpuso en mi campo de visión.
— Esa niña es una metida —se quejó, aunque no sonaba realmente molesto. Peinó su pelo, con nerviosismo y se acercó más a mí, mirándome fijamente— ¿Estás bien? —Sí, yo solo… —respondí, y otra vez la torpeza volvió a mí al igual que las ganas de llorar. ¿Es que no puedo comportarme como es debido? Volví a esforzarme para que las lágrimas no salieran. Sentí la presión de sus dedos sobre mi muñeca pero eso me causaba más dolor. Cerré los ojos con fuerza. — ¿Intentaste hablar con mi hermano? —inquirió, sonando enojado y asentí mecánicamente. Aiden comenzó a maldecir y percibí como me atraía hacia él. Me abrazó y mi fortaleza se rompió. Lagrimas silenciosas caían mientras lo rodeaba por la cintura. — Te dije que no fueras, que yo mismo intentaría averiguar más —me reprendió, y como para no… alrededor de cincuenta veces me lo había repetido pero soy tan terca que no creí que él no quisiera hablar conmigo. — Pero él es mi amigo, ¿Quién mas lo va a ayudar si no soy yo? —susurré. — Quizás necesita tiempo, para ordenar su mente, saber que le pasa y como pedir ayuda —me dijo, su mano recorría suavemente mi espalda, y junto a los breves besos sobre mi frente y pelo, me sumergía en la sedación. Si algún día, necesitase anestesia y no pudiese encontrar un buen fármaco, creo que una buena dosis de Aiden sería ideal. — Eso mismo me dijo —murmuré, acurrucándome como un gatito. Él meneó la cabeza y estaba completamente segura que estaba pensando en decirme: “Te lo dije”. Aiden suspiró y siguió con sus suaves masajes. El sonido de las voces en el interior volvió a ocupar mi mente e intenté alejarme un poco para secar mis lágrimas. — Siento haber interrumpido —dije.
— No interrumpes nada. Matt se apareció en mi casa para conversar sobre el próximo congreso, y la molesta de Allie simplemente apareció con el infradotado del novio —me explicó burlonamente, dedicándome una suave sonrisa. — ¿Cuál congreso? —pregunté. — El próximo mes se hará un congreso sobre las actualizaciones de cirugía torácica y cerebral; Matt y yo seremos disertantes —su sonrisa se extendió y vi el orgullo en sus ojos. — Eso es grandioso —exclamé, olvidándome por un momento de mí y mi drama. Aiden asintió y con sus manos se deshizo de las últimas lágrimas que me quedaban. — Vamos —me dijo, agarrándome de la mano sin darme alternativa a rehusarme. Quise quejarme porque mi apariencia no era la mejor pero qué más daba. Solo me movía porque Aiden me llevaba con él. Recorrimos la sala y terminamos en la cocina, donde se encontraba Allison y Matt discutiendo con otro chico. Éste era joven como Allie, delgado y de pelo rubio oscuro. Él se reía divertido mientras le gritaba a Matt. — Mira bastardo —exclamó Matt mirándolo con determinación—, aleja sus sucios dedos de ella estando yo aquí porque te juro que me deshago de ti de alguna forma —lo amenazó. El chico rubio rió con fuerza, rebelándose y yendo hacia Allison para besarla apasionadamente. Los ojos de Matt se volvieron furiosos y cerró sus manos. Creo que estaba a punto de golpearlo si no fuese porque nos vio. — Hola Piper —dijo; todo el enojo se disolvió y me miró con una simpática sonrisa. — ¿Piper? ¿Ella es la Piper de la que siempre hablan? —preguntó el chico rubio, despegando sus labios de Allison y mirándome con intriga. Mi cara enrojeció y levanté los ojos hacia Aiden.
Él meneó la cabeza; apenado. Y Matt estiró su mano para golpear al chico con un movimiento seco mientras que Allison lo miró con impaciencia. — Piper, ella es Allison la hermana de Matt, y él es el bastardo de Chuck, el hermano de Douglas, no sé si lo recuerdas —me explicó. Por supuesto que recordaba a Douglas. Miré a Chuck y vi el parecido entre ambos, solo que Chuck se veía más desestructurado y desenfadado que su hermano que irradiaba poder y elegancia. — Buenas, preciosa —Chuck me guiñó un ojo, apoyándose en el mostrador. Era simpático y adulador, y eso me resultaba divertido. Matt posó su mano en su hombro poniéndolo bajo amenaza, y Allie se cruzó de brazos decidida a vengarse si era necesario—. Tu eres más preciosa, sweetheart —le dijo a Allie. Ella sonrió satisfecha. — Buenas tardes a todos —los saludé, sin saber cómo actuar ante aquella extraña escena. Aiden me ahorró el esfuerzo de pensar una forma de hacerlo, cuando volvió a tirar de mí hacia él, en un medio abrazo. — Ella se queda a cenar —dijo, mirándome implacablemente, sin dar lugar a negarme. — Estupendo, estoy harta de ser la única mujer entre ustedes —se quejó Allison, aplaudiendo como una niña. — Eso te pasa por meterte donde no te llaman —siseó Matt, y ella le mostró el dedo medio de su mano. — Ellos siempre son así —susurró Aiden—, y empeoraron cuando Allie y Chuck comenzaron a salir. Realmente… no quisieras ver a Douglas con ellos. Todo se vuelve sangriento y lamentable —me sonrió y no pude evitar responderle con una sonrisa. — Gracias —le dije; porque en este corto tiempo me había olvidado de todo y respondió cuando había necesitado no estar sola.
— No hay nada que agradecer —murmuró, besándome en la sien e invitándome a unirme al resto. Intente poner mi mejor actitud y sonrisa. Olvidarme de todo el plan que no funcionó, y centrarme en lo que si estaba funcionando. En Aiden.
Capitulo 24 Necesito Vacaciones Si, realmente necesito vacaciones, y creo que no soy la única. Suspiro antes de tomar un trago de mi té helado y sigo mirando a Aiden cada cierto tiempo. Él está en su estudio mientras yo solo descanso en el sillón de su casa, lejos del trabajo y del calor del verano. Al parecer, julio se decidió a regalarnos unos cuantos días de agobiante calor acompañado de más humedad y días nublados. ¡Ay, el encanto de Londres! — ¿Cómo vas? —preguntó elevando mi voz. Me muevo un poco para verlo torcer los labios con disgusto mientras sigue leyendo y escribiendo en su computadora. — Bien —responde, pero puedo oír en el tono de su voz que no está completamente seguro. Siento pena por él y me levantó para ir hacia el estudio, donde todo es un completo desastre. Miró todo y no puedo creer que el metódico de Aiden pueda estar allí, pero claro, él esta mas ocupado pensando en la conferencia que dará en el congreso que en orden que no hay en aquel sitio. — ¿Quieres? —le preguntó haciéndome paso hasta su lado. Aiden movió su pelo con frustración y me miró con ojos cansados. Con una suave sonrisa agarró la taza y aproveche para pispiar sus anotaciones. Técnicas, laboratorios, investigadores, más técnicas, fechas, estadísticas y más fechas… que divertido.
— No creo terminar pronto —murmuró largando el aire con pesadez antes de volver a tomar otro sorbo—. ¿Realmente quieres quedarte? No quiero aburrirte —me preguntó dejando la taza a un lado y dándome una mirada llena de culpa. Aprovechando el momento pasé mi mano por su pelo, para peinarlo o despeinarlo qué más daba. Me encantaba la sensación que me generaba, la suavidad y aspereza se mezclaban, y a él parecía no disgustarlo ya que siempre cerraba los ojos moviendo la cabeza hacia atrás. — Ya te dije que voy a quedarme —le aseguré; si había algo que sabía con seguridad era que mientras estuvieses ocupado algo importante, lo mejor es que alguien más se encargara del resto. Porque si hay algo para lo que la vida parece no alcanzar es para estudiar o trabajar y cocinar, limpiar, comer, bañarse… es decir, vivir. Aiden emitió un sonido que no llegaba a reconocer como estar en desacuerdo o de acuerdo, solo se acomodó en la silla mientras yo seguía masajeando su cabeza como si fuese un perrito. Sonreí y me acomodé, sentándome a horcajadas para continuar. — Creo que podría estar así no se… para siempre —susurró con voz ronca, sintiendo sus manos en la parte baja de mi espalda. — Si, pero primero debes terminar de memorizar lo que estás leyendo —le recomendé. Una sonrisa torcida apareció entre sus labios, al mismo tiempo que percibía sus manos moverse lentamente. — Lo sé —dijo y abrió uno de sus ojos; el verde de su iris estaba lleno de picardía pese al cansancio—, pero podría tomarme algún tipo de descanso —agregó. No pasó ni un segundo para que yo negara.
— Nop, nada de eso. Tu mismo me insististe cuando tuve que estudiar, ahora te toca a ti —sentencié. Aiden abrió sus ojos con expresión horrorizada. ¿Yo debía hacer lo que él decía pero no valía para sí mismo? — Pero… —intentó defenderse, sus dedos se clavaron en la mitad de mi trasero y aunque me hubiese gustado que siguiera, la discusión que llevábamos era más importante. — Pero nada —dije con determinación—. Piensa lo siguiente: si ahora te esmeras para hacer todo y que resulte brillante, después nos merecemos una jodidas buenas vacaciones… o por lo menos unas horas para poder dormir y comer como es debido —dije. Él levantó sus cejas con soberbia y una sonrisa sarcástica. — Me está interesando la idea… ¿qué más propone doctora? —inquirió. Lo medité por un momento, intentando no sonreír pero me era inevitable ante la expresión de él y las cosquillas que generaban sus manos sobre mí. — Podríamos hacer un viaje, a donde sea, y tal vez… solo si haces todo bien, tal vez… — Tal vez, ¿qué? —preguntó burlonamente. Sonreí con malicia para acercarme hasta su oído y susurrarle despacio. Lo sentí tensarse debajo de mí en más de un sentido. Enterró sus dedos aun más y largue una carcajada. — Debo decir —dijo, aclarándose la voz; sus ojos estaba dilatados y me miraba fijamente—, que eso es una muy buena motivación —sentenció, sonriendo con torpeza. Claro que era buena motivación. Pervertido. Continué riéndome hasta que lo bese suavemente y él profundizó el beso. Él se estaba entusiasmando con mi propuesta y yo también, pero primero era lo primero. — Debes continuar —dije separándome de él.
— ¡Ey! Eres tan injusta —exclamó, sonando como un nene. Puse los ojos en blanco ante su dramatismo. «Mira quien se queja»—. Escuché eso —dijo. ¡Mierda! — ¿Entonces? —pregunté. Él pareció tomar toda la fuerza de sí mismo para poder decir una respuesta. — Esta bien, acepto, solo si haces ese baile para mi vestida como yo quiera —me dijo, como si acaso estuviésemos discutiendo los términos para establecer la paz en medio oriente. — Bien, pero nada de disfraz de enfermera o doctora, tampoco de policía —le dije. Aiden hizo un mohín y ante mi insistente idea, él suspiró resignado. — ¿Y podemos tener algún que otro juguete accesorio? —preguntó. ¿En serio estamos discutiendo esto?— Si, estamos discutiendo esto —dijo. Demonios, mi boca sigue sin controlarse. — Ok, acepto —dije un tanto exasperada, sintiendo mi cara enrojecer. Él sonrió, con la mirada liquida, sacando su mano de mi cintura para acariciar mi acalorada mejilla. — Eres estupenda —susurro, y pensé que diría algo más pero solo aspiró profundamente aire para sonreírme. — Las condiciones han sido pautadas, ahora creo que podríamos tener sexo sobre el escritorio como forma de firmar el acuerdo —murmuró. Le dediqué una mirada venenosa y él rió divertido—. Ya sabía qué harías algo así. Depositó un pequeño beso sobre el puente de mi nariz y otro en mis labios antes de acomodarse, aún con todo el peso mío sobre él. — Voy a bañarme con agua helada y continuar… no sé si sabes, pero resulta que mi chica me acaba de dejar como una pava y ahora me siento solo —puso cara de
cachorro abandonado en medio de una lluvia torrencial en medio de Londres. Bastardo. Sonreí, sintiendo pena por él. — Puede que recibas un pequeño adelanto… solo si terminas de estudiar y después me lo dices todo a mí —respondí. — ¿Quieres oír una hora de conferencia? —preguntó. — Claro, pero será bajo mis propios términos —le guiñe un ojo, levantándose y dándole paso. Él meneó la cabeza y volvió a darme un pequeño beso en los labios antes de encaminarse hacia el baño. Yo permanecí con una sonrisa. «Mi chica» aquellas palabras volvieron a mí, y mi expresión quedó en blanco. Sonaba extraño, pero agradablemente extraño. Había visto un montón de chicas que habían sido las chicas de Aiden, ahora resultaba que yo era una de ellas. Sentí mi estomago retorcerse, sin saber si aquello era algo bueno o algo malo. ¿También terminaría como todas ellas? Sacudí mi cabeza, queriendo alejar temores infundados que solo querían confundirme. Solo en el presente, en eso debía centrarme. Eso era lo único bueno que había logrado rescatar de mi rompimiento con Dylan. Qué pena.
— Entonces, ¿aún no lograste averiguar nada? —me preguntó Loreley, acercándose a mí y susurrándome al oído haciéndome sobresaltar. Estaba demasiado concentrada en la conferencia como para darme cuenta de la existencia de Loreley, o de cualquier otra persona en el mundo. Y poco importaba que ya la hubiese escuchado. Nada se comparaba con tener a Aiden frente a una sala llena de personas, vestido de traje, viéndose más inteligente y apuesto que nunca. Santo Dios; esto definitivamente debía hacerlo más seguido, sino iba a obligarlo a hacer una conferencia para mi sola… otra vez.
Tomó parte de mi fuerza lograr sacar mis ojos de Aiden para ver a Loreley. En un principio la miré confundida pero luego me di cuenta a que se refería. Logan. — No —le respondí de inmediato—, ha pasado casi un mes y lo único que ha hecho es ignorarme —agregué, diciéndome a mi misma que no era lugar para sentirme miserable y llorar. Los ojos aguamarina de Loreley permanecieron mirándome por unos segundos. Podía sentir como observaba a través de mí, identificando mis sentimientos y probables pensamientos. — Es un bastardo egoísta —comentó, regalándome una sonrisa comprensiva. Aquello podía ser o no verdad, pero tenía la certeza de que ella solo lo decía para hacerme sentir mejor—, ¿Estás segura que no quieres que hable con él, lo amordacé y quizás lo torture? —inquirió. La idea fue tentadora pero decidí negar rápidamente. — Él dijo que me hablaría cuando estuviese preparado —respondí. Loreley torció el gesto, volviendo los ojos hacia el frente donde Aiden seguía explicando una de las técnicas más actualizadas para la cirugía torácica. Podía ver como ella, al igual que otras personas no le quitaban los ojos de encima. Sí, podía ser que estuviese hablando de un tema demasiado interesante y fuese lo suficientemente atrayente como para que las personas no se durmieran o se fueran, pero darme cuenta que algunas chicas lo devoraban con la mirada o que cuchicheaban sobre él, me hacía sentir mal. ¿Cuánto mal? Me daban ganas de clavarles un bisturí. Loreley interrumpió mis pensamientos asesinos golpeándome bruscamente con el codo. La observé con odio pero la curiosidad me picó cuando capté su mirada burlona que se dirigió hacia un lado. Ladeé mi cabeza y divisó a mi mejor amiga la insufrible de la
Argent, quien más sino, acompañada por algunas de sus lacayas y no dejaban de mirar a Aiden ni de sonreír como adolescentes. «Patéticas » pensé mordiéndome la lengua para no decirlo en voz alta. — ¿Celos? —me preguntó Loreley, seguramente al ver mi ojos irradiando rayos láseres hacia su presencia. — Nunca —susurré. Loreley me guiñó un ojo, dándome su apoyo, y volviendo a escuchar la charla. Me acomodé en la silla y suspiré pesadamente, sintiendo la amargura de saber que aunque fuese una pisca, siempre había sentido celos con respecto a la figura de él.
Mucha gente puede llegar a pensarse que lo interesante de los congresos y jornadas que se dan para los profesionales es la información que se brinda y lo que uno aprende. Sí, eso es lo políticamente correcto que hay que decir, pero en verdad, lo que todos quieren es: comida, conversar con colegas, comida, y alguna que otra fiesta. Quien diga que los profesionales de la salud somos aburridos, realmente no nos conocen… bueno, excepto los neumonologos, ellos suelen ser un poco aburridos. — La comida en estas cosas siempre es buena, pero la bebida es mejor —murmuró Fred apareciéndose entre nosotras—. ¿Ya vieron al doctor Silverman bailar con la doctora Flores? Nunca creí ver a una persona bailar como si se estuviese descaderando —comentó. Loreley y yo no pudimos aguantar la risa, y explotamos a carcajadas en una de las zonas alejadas de todo el gentío. Fred tenía razón, Silverman movía su trasero de un lado a otro, bailando rodeado de todos sus colegas y recordando viejos tiempos de cuando eran jóvenes. Ay, por dios. No hay cosa que vuelva más terrenal a tus profesores que verlos comer frenéticamente, tomarse todo el vino y bailar sin ritmo. Si fuese una persona no
decente, sacaría mi móvil y los filmaría para chantajearlos en el futuro. Ellos deberían agradecer que no sea así… Entonces, después de todas las conferencias, algunas aburridas y otras no tanto, todos nos distendemos en una extraña cena con música y donde algunos terminan mostrando las verdaderas razones por la que se los conoce. Por ejemplo, todos sabemos que a Silverman le gusta comer mucho y por algo tiene la panza que sobresale siempre de su atuendo y a Flores le gusta la música de los ´80. Y así, podes ver a los residentes revoloteándose unos a otros en busca de alguna alegría nocturna y otros, captando botellas de champagne. — ¡Miren que conseguí! —exclamó Nairi uniéndose a nosotros. Nos tuvimos tiempo de festejar que Fred tomó la botella para descorcharla y así servirnos. Di un paneo por toda la sala mientras bebía de mi vaso, pispiando con cautela para intentar ser disimulada en buscar a Aiden. Entre todos los rostros y miradas, di con él. Sus ojos resaltaban con las luces y lo capté mirándome. Sonreí involuntariamente y sentí alivio al verlo tan alejado de la trepadora de Argent y de otras más. Aiden me sonrió de nuevo, viéndose ensimismado en sus pensamientos y para nada concentrado en lo que Matt le decía. De pronto, bajó sus ojos y sacó su móvil para comenzar a escribir. Una extraña sensación se anudó en mi estomago al verlo olvidarme por un par de minutos hasta que volvió a concentrarse en mi. En ese instante, mi móvil comenzó a vibrar y lo saqué para encontrarme con un mensaje de él. «Te ves hermosa con ese vestido. Se tiene que dar una ocasión en que lo uses enteramente para mi» decía su mensaje. El ambiente se hizo más caluroso y todo el calor se acumuló en mis mejillas. Sonreí y respondí intentando ser rápida:
«Lo estoy usando enteramente para ti» escribí. Vi el momento exacto en que la torpeza lo recorrió y volvía sus ojos a mí para devorarme con la mirada. «Estoy a punto de acercarme a ti ya mismo y llevarte a donde sea para arrancarte el vestido» escribió. Me esforcé para no ahogarme con el champagne y también para que no notaran cuan entusiasmada estaba por la idea de Aiden. «Haces eso y luego todos pensaran que me acuesto contigo para lograr sacar más provecho en el hospital» respondí. «Menos mal que me lo aclaras…»puso en otro mensaje, y me envíe una mirada asesina a distancia. Lo vi poner los ojos en blanco mientras continuaba fingir que estaba interesado en lo que Matt y otros decían. «Es broma, solo que por estos mensajes no se entiende. La próxima lo aclaro» volvió a enviar. Aiden me sonrió conciliadoramente y le respondí con otra sonrisa, que no llegó a mis ojos. Odiaba que me hicieran sentir que usaba a las personas porque realmente no soy tan frívola para llegar a ese punto. Quería escribirle algo pero no sabía qué, y noté que Aiden estaba a punto de escribir otro mensaje cuando fue captado por algunos de los colegas y se lo llevaron lejos de mi vista.
— La próxima vez, intenta concurrir con un vestido menos escotado, me he pasado toda la noche intentando no matar a algunos hombres que no dejaban de verte y convenciendo a otros de que lo mejor era no coquetear contigo en algo relacionado con el trabajo —me reprendió Aiden como si fuese una niña, mientras estábamos en la sala de su casa. Lo miré un poco ofendida, y otro poco alegre. Ofendida por mi orgullo femenino, y alegre al saber que no era la única que se preocupaba por la competencia.
— Discúlpame, pero yo no era quien estuvo toda la noche rodeado de trepadoras que no dejaban de decirle cuanto les gustaría trabajar con él y cuan apuesto se veía —me quedé pestañeando ridículamente como ellas lo hacían. Por favor, algunas eran mujeres grandes y casadas—. Y déjame decirte que tú eres muy tonto. Ellas no hacían más que alagarte un poco y tú ya le hablabas hasta los codos de tus logros —agregué, intentando desencarnarme los zapatos. Tirando su saco con dramatismo, Aiden puso los ojos en blanco y me miró con soberbia. — Es obvio porque todas me rodeaban: soy atractivo, inteligente y uno de los cirujanos más prometedores —dijo, y le golpeé el brazo sin importarme si le dolía—. Ouch, ¡es broma mujer! — Bueno, resulta que no se prende una luz cuando estas de broma o no, así que no puedo adivinarlo —comenté. Aiden se detuvo a verme con cuidado. Su entrecejo se arrugo en una expresión de duda y curiosidad, para acercarse a mi suavemente como si fuese una fiera que debía ser enjaulada y que era muy peligrosa. Quizás, no estaba tan errado. — ¿Qué te sucede? —inquirió con preocupación alagando su manos hasta la mía. — Nada —respondí, lo que en idioma mujer significa todo. Pero lo realmente curioso es que no se qué era lo que me sucedía, simplemente estaba enojada. — La última vez que me dijiste que no te pasaba nada, me tiraste con adorno de mi madre —murmuró. Si, tenía razón pero en ese momento sabía que era lo que me pasaba; él había espantado a otro de los chicos que me gustaba en la adolescencia. — No sé, solo estoy enojada —le expliqué, deseando que me entendiera pese a que ni yo misma me entendía.
Aiden suspiro y se alejó de mi para ir hacia la radio. Me sentí aún más enojada al verlo alejarse pero cuando una música lenta comenzó a sonar, él volvió a mi agarrando mi mano y rodeándome por la cintura. — Creí que tú no bailabas —murmuré, rodeándolo suavemente. Él siempre había sido de los que se burlaban de quienes bailaban. — Hay excepciones —susurró con voz profunda, mientras apoyaba mi cabeza entre su hombro y su cabeza. Nos comenzamos a mover muy suavemente al ritmo de la música. Yo me dejaba guiar por Aiden, y los minutos se volvieron eternos. — Creo que era por los celos —dije en voz baja, contra la piel de su cuello. Aiden no respondió pero percibí como sonreía. Quise golpearlo por reírse de mí pero decidí seguir disfrutando el momento. — Es bueno saber que después de tantos años, no soy el único que los sufre —dijo, obligándome a separa de él para girarme y volvernos a acercar. — ¿De qué rayos estás hablando? —pregunté. — Celos, siempre los tuve sobre quienes te rodeaban —respondió—. Estaba celoso de tus compañeros de la escuela, de mi hermano, tus maestras, familiares, vecinos y de todo aquel que pudiera tenerte cerca y no te disgustara como yo lo hacía. No supe cómo reaccionar a ese descubrimiento. Solo me detuve y vi como la sinceridad estaba instalada en su rostro. — Tu no me disgustabas —dije—, solo no logramos interactuar del modo que ahora lo hacemos. Tenías tus amigos y pasatiempos, y cuando no estabas intentando hacer como si nosotros no existiésemos, había veces que lográbamos llevarnos bien —Vi como la burla pasó por los ojos de Aiden, así que seguí hablando antes de que hablase y arruinara todo—. Las veces que le hacíamos bromas a la señora Hoffman, cuando
complotábamos para ver películas de ciencia ficción y terror porque a Logan no le gustan, los momentos en que robamos alcohol de nuestros padres para tomar, o las situaciones en las que enfermé y tu ibas a escondidas a mi casa para llevarme golosinas. Aiden sonrió ante el recuerdo y supe que había ganado la batalla de los recuerdos. Él y yo, no siempre nos habíamos llevado mal. Y antes de que pudiera decir algo para rematar la idea, él volvió a hacerme girar para atraerme directamente a sus labios que tanto había deseado besar esa noche y rodeándome con sus brazos que era el único lugar donde quería estar. ¿Cuando me volví tan cursi? — ¿Qué me estás haciendo? —preguntó él en un susurro al separarse apenas de mi. Mantuve los ojos cerrados, sintiendo el hormigueo en mi cuerpo y en mis labios. Mi corazón estaba frenético y retumbaba en mi mente que no se dejaba de hacer la misma pregunta. ¿Qué me estaba haciendo Aiden?
Capitulo 25 ¿Esto es una cita doble? — Eh… no, supongo que ya deben estar cansados de tener citas, ¿no? — preguntó Loreley mirándome a mi y a Aiden. Ladeé mi cabeza, cual cachorro confundido, y la mirada de Aiden se llenó de sarcasmo. De reojo vi a Matt sonreír. — Cuando hablamos de citas, ¿Estás hablando de mirar películas en el sofá o cuando nos juntamos para que él me aceche para estudiar? —pregunté. — ¿O dormir siestas durante las largas guardias? —preguntó Aiden. Loreley y Matt intercambiaron miradas antes de negar. — Entonces no, no estamos cansados —comenté, recostándome sobre el respaldar de la silla y usando el brazo de Aiden como almohadón. — ¡Eres un pésimo novio! —se quejó Matt, riéndose cruelmente de Aiden que fingió ofenderse. Loreley y yo nos miramos involuntariamente, y sentí mi rostro enrojecer. Era la primera vez que hablábamos de nuestra relación como un noviazgo; eso lo volvía extraño en un modo genial pero también terrorífico. — Ey, yo soy la única que puede decir si es bueno o mal novio —dije, intentando sonar casual—. Bueno, yo y las incontables ex novias que tuvo —agregué. Aiden giró hacia mí con expresión amenazadora.
Hice caso omiso a sus gestos, y solo me acerqué a él para darle un breve beso en los labios, que lo amansó un poquito. — Ustedes son apestosamente pegajosos —canturreó Loreley maliciosamente. Tanto Aiden como yo la miramos un tanto indignados. Ella solo rodó sus ojos, divertida—. Mejor terminemos de comer, así después tienen sexo y se les mejora el maldito mal humor —ordenó. Le hubiese respondido algo acorde al momento, pero ese fue el instante en que el dueño del lugar decidió hacer una de sus magistrales apariciones, como sucedía cada vez que había estado en ese sitio. — ¿Qué tal la cena? —preguntó Douglas, mirando a sus dos amigos en busca de aprobación en sus miradas. — Excelente —respondió Matt mientras Loreley le respondía con un gesto de manos. Douglas sonrió, satisfecho, y al ver que Aiden le insistía que se uniera, desabrochó el sacó de su traje con una elegancia digna de aprender para luego sentarse. — ¿Cuándo osarás hacernos compañía? —le preguntó Matt provocadoramente. Douglas sonrió fanfarronamente y desvió su intrigante mirada ámbar a las personas que cenaban en la sala. — Con mi hermano y la tuya, tengo bastantes enredos amorosos rodeándome — murmuró. A Matt no le hizo nada de gracia que le recordara que su pequeña hermana estaba saliendo con el bastardo del hermano menor de él. El disgusto curvó sus labios y sus ojos cristalinos se oscurecieron. Douglas se encogió de hombros ante la reacción de Matt, mientras Aiden adquirió una actitud perversamente divertida. Si él tuviese una hermana menor… creo que actuaría igual y por eso no debía burlarse pero ni loca se lo diría, porque opacaría el brillante humor que tenía.
Afortunadamente, Douglas cambió de tema y comenzaron a hablar acerca de cosas que ni Loreley ni yo teníamos idea, así que simplemente nos desconectamos para entretenernos con nuestros delirios cotidianos y alguna que otra anécdota del trabajo. — ¿Aiden? ¿Matty? ¿Y Dougie? —una suave voz se erigió sobre el murmullo de las conversaciones, y de repente, nuestra mesa se silencio. Loreley y yo giramos hacia el origen de aquella voz, y nos quedamos contemplando a la chica que se había acercado a nosotros con una extensa sonrisa alegre. Ella era alta y de cuerpo menudo, podía notar su origen oriental en los rasgos de su rostro que le daban la apariencia de una perfecta muñeca. Su pelo castaño caía suavemente, y sus ojos negros se posaban fijamente en Aiden, con una mezcla de fascinación y sentimientos que hicieron que mi cerebro titilara con advertencia. — ¿Saori? —preguntó Aiden con incredulidad en su voz, y sin dudarlo, se levantó para abrazarla. Douglas y Matt también se levantaron, para saludarla. Se notaba una vibra de familiaridad e intimidad entre ellos hacia ella. Loreley yo cruzamos miradas; no sabía como ella se sentía, pero sabía cómo me sentía yo… extrañamente desubicada. — ¿Qué es de tu vida? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo no nos has avisado? —los tres preguntaban al mismo tiempo como si fuesen niños de jardín de infante avasallando a la maestra. Pero ella, lejos de estar confundida, sonreía mientras se organizaba para responder como era debido. — Llevo unos meses aquí, aún me estoy instalando así que no he tenido tiempo de hacer sociales. Ahora estoy comiendo con mis padres —dijo, acomodando su pelo. Su apariencia estaba bien cuidada, y se notaba que era una chica de mundo.
Se sentía cómoda con ellos, y eso me hablaba de un fuerte lazo de amistad. Matt la abrazaba con brutalidad, como lo hacía con su hermana, y Douglas se veía risueño, mientras que Aiden mantenía su sentido del humor pero era más medido. En mi mente, intentaba recordar su nombre de algunas de las tantas conversaciones que tuve con Aiden y Logan, pero nada salía. En un momento, me di cuenta que los tres habían dejado de hablar y que Saori nos miraba con curiosidad a Loreley y a mí. — ¡Buenas noches! —nos dijo ella, y ambas las saludamos con torpeza. No sé que estaba mal con nosotras, pero esa chica nos hacia poner la mente en blanco. — Sao es una antigua compañera de la universidad —Aiden nos explicó y se giró hacia ella, que no pareció muy conforme con la asignación que le dio de compañerismo—. Ellas son Loreley, la novia de Matt, y Piper, mi novia —le dijo Aiden, mirándome con una sonrisa que me hizo sentir más segura frente a lo que fuese que significaba ella. Le sonreí como tonta, porque algo más lindo que su sonrisa era que me hubiese llamado su novia. Y si, puede ser que me esté comportando como una perra territorial pero en algún momento iba a suceder. — Ah, pero veo que me he perdido de bastantes cosas en estos años —dijo ella, mirándonos a Aiden y a mí con una sonrisa, pero sus ojos estaba turbulentos, casi tristes. Sentí una tensa sensación, y no supe cómo reaccionar a la expresión con la que se mantuvo hasta que fue, llena de una ensoñación melancólica. Pero lo peor, era que no quería poner ideas en mi cabeza que no eran. Ya bastante tenía con el hecho de salir con el enemigo mortal de mi mejor amigo, el cual no me habla y tener la siempre pendiente conversación con mi ex novio, el cual es gay. ¿Cómo mierda pensé que mi vida era aburrida? Ya con esto tengo como para rellenar media temporada de Grey´s anatomy. Así que Shonda Rimes… tienes competencia.
— Pip Pip Pip ¡Piper! —me llamó Loreley, casi sonando como controlador de pulsaciones. Sacudí mi cabeza, volví a la realidad súbitamente, y me di cuenta que ya nos encontrábamos yéndonos del restaurante. «¿Cómo pasó el tiempo tan pronto?» Loreley entrecerró sus ojos, con una mezcla de provocación y sarcasmo en su mirada. Y así supe que estuve lo suficientemente desconectada del resto como para que ella se diera cuenta. — ¿Se notó mucho? —pregunté en tono culpable. Ella ladeó su cabeza y me dedicó una sonrisa tranquilizadora. — ¿Lo celosa que te pusiste o que te fuiste completamente a otro mundo? — inquirió. La miré con inocencia, y ella negó—. Ninguna de las dos cosas se dieron cuenta; ya sabes… son hombres —suspiró, enlazando su brazo con el mío para guiarme hacia la salida mientras los chicos intercambiaban unas últimas palabras con Douglas. Una vez afuera, apoye mi cabeza sobre el hombro de Loreley y respiré hondo el aire que nos rodeaba. Me sentía extraña y confundida. — ¿Está mal que me haya sentido celosa? —pregunté, porque me sentía tonta. Esa chica era realmente me agradaría si no fuese por las extrañas miradas hacia Aiden. — No, no está mal —respondió Loreley—, lo que está mal es que eso te afecte en tu vida y en tus relaciones. Solo tienes que tomar esos sentimientos, transformarlos en algo bueno y simplemente que desaparezcan los miedos —agregó. Ella lo hacía ver todo tan fácil. — ¿Qué haces cuando estás celosa? —pregunté, y supe que cometí un error cuando la sentí sonreír de oreja a oreja.
— Tenemos sexo hasta que se hace de día y debemos dormir para trabajar — respondió. Meneé mi cabeza con una sonrisa, y mantuvimos el silencio hasta que oí la voz de Aiden. — ¿Lista para ir a casa? —me preguntó, acomodándose la campera y ofreciéndome su mano. — Por supuesto —respondí, despidiéndome de Loreley y enlazando mis dedos con los de él. — Hasta mañana cariño —canturreó mi loca amiga, dándome un juguetón guiño. Sonreí para mis adentros, y me acurruqué contra el brazo de Aiden cuando él me rodeó. El eco de nuestros pasos resonaban, y disfrute de ese momento de silencio. Me obligué a no pensar ni hablar sobre la amenaza que me generaba la presencia de Saori, porque después de tanto tiempo estaba siendo feliz y no quería arruinarlo. Ni por mí, ni por él. Sentí la presión de los labios de Aiden sobre mi pelo, y cerré los ojos para disfrutarlo aún más. No quería romper esa armonía, lo necesitaba y no podía perderlo porque él, realmente, estaba ayudándome a sanar mi corazón.
Hay ciertas cosas que adoro. Una, los días que no debo trabajar de noche. Dos, cuando esos días de no trabajo coinciden con el fin de semana. Y tres, cuando en esos días hacemos noche de chicas. Algo que últimamente se ha visto medio desvirtuado dado que se ha unido un nuevo integrante del genero XY, pero bueno, se lo perdonamos porque es un bebe hermoso. Aunque… también se nos unió alguien más.
— Douglas y Matt están cansados de aguantarlos revolcándose en todos los rincones. Son más pegajosos que un chicle —comentó Loreley, mirando a Allison sonreírle con inocencia mientras tomaba un daikiri de frutilla. — Yo no tengo la culpa que mi novio sea caliente, hermoso y perfecto —respondió con soberbia. Margot la miró con la envidia clavada en la mirada. — Extraño aquellos buenos viejos tiempos —susurró casi para sí misma, contemplando a su hijo entre sus brazos. — ¿Porqué viejos tiempo? No, tienes que seguir manteniendo la pasión porque si no, todo cae —señaló con sus dedos hacia el suelo. Margot adquirió una expresión sombría. — Intenta tener sexo mientras cuidas que tu hijo no se ahogue, duerma bien, no se cague o no tenga hambre —respondió. Allie le sonrió y sus ojos brillaron. — Contrata a una niñera, váyanse un día a un hotel o a donde sea —dijo. — Las niñeras son desconocidas y extrañas, y cada vez que pienso en una, recuerdo a Jude Law engañando a Sienna Miller… —respondió, y se llenó de horror y enfado—. ¿En serio? ¿Cómo puedes engañar a Sienna Miller? — No lo sé, ella es perfecta —asintió Allison, estirándose contra el sillón—. Pero puedes contratarme a mí, sería una buena forma de que yo tenga un empleo, mi hermano deje de quejarse que paso todo el tiempo con Chuck, y te ahorras lo de la infidelidad porque ya vi a tu esposo… y no es mi tipo —agregó con cara de asco. Margot lo meditó, y nos miró. — Ella quizás sea lo más eficiente que puedas llegar a encontrar —comentó Loreley. Los ojos de Allie se entrecerraron sobre ella, con oscuridad. — Gracias por la ayuda —susurró.
— Ok, vas a ser a la primera que voy a llamar cuando requiera una —comentó—. ¿El fin de semana que viene estás ocupada? —le preguntó, y Allie negó—. ¡Fantástico! Allison chilló de felicidad y extendió su mano hacia mí para que choquemos los cinco, y volví a ocuparme de mi vaso con caipiriña, el cual estaba sintiéndose ofendido sin mi atención. Le di un vistazo a mi celular pero no había ningún mensaje. La única persona que podía escribirme, estaba de guardia probablemente entretenido con alguna genial cirugía. — Así que… supe que conocieron a Saori —dijo Allison, sorbiendo ruidosamente, de la bombilla de su daikiri, con sus grandes ojos recorriéndonos con expectación. Loreley me miró. Percibí como el ambiente de volvió turbio, al mismo tiempo que Margot nos miraba confundida. — ¿Quién demonios es Saori? —inquirió, buscando en alguna de las tres la respuesta. — Una antigua amiga de la universidad de Matt, Douglas y Aiden —respondió Loreley, sin sacar los ojos de mí. — Aja —asintió Allison, y sabía que había más, al igual que Loreley que la amenazó silenciosamente—. Ellos eran un extraño grupo, que la incluyó cuando Douglas comenzó a salir con ella. La cosa no funcionó y al parecer tampoco fue tan importante porque se siguieron tratando. — Hmm… ya sé por dónde va esto… —siseó Margot moviendo sus manos con desdén, con esa expresión de bruja sabelotodo que tiene de vez en cuando—. Ella estaba enamorada de uno de ellos pero nunca se dio. ¿No es así? —Preguntó, y Allie asintió, haciendo que se formara un nudo en mí estomago—. ¡Tan cliché! — Ella estaba como tonta por Aiden —Allison finalmente dijo lo que a tanto llevaba dandole vueltas. Cerré los ojos e intenté mostrarme totalmente tranquila.
Nada amenazada. Para nada. Porque ella estaba en Londres donde por trabajo y viviendo su vida. Lejos de Aiden. ¿No? — Aunque intentó tener algo con mi hermano —agregó. — ¡Ah… bueno! —Exclamó Loreley, sonando como un grito de guerra— ¿Con alguien más? Menos mal que no hay un cuarto o quinto integrante en el grupo —dijo y se detuvo un momento a observar a su cuñada con duda— No lo hay ¿cierto? —Nope —respondió. Loreley resopló y bebió de su caipiriña hasta terminarlo. — ¿Y fue por mucho tiempo? ¿Significó algo para él? ¡Responde Allison y deja de enviarle mensajes a Chuck! —exigió al ver que se distrajo con su móvil. — No sé, anduvieron por un tiempo, quizás 4 meses o por ahí, que se yo, nunca les preste atención —respondió. — Eso es más de lo que nosotros llevamos. ¡Oh por dios! Debo estar preparada para la competencia ¿Qué tiene ella que yo no tenga? Además de un cutis perfecto, una cara perfecta, pelo perfecto y seguramente una personalidad y trabajo perfecto… dime que se dedica a vender metanfetaminas —exclamó agobiada. Loreley estaba entrando en pánico, siendo que era de mi novio de quien Saori estaba enamorada. Pero entendía su punto. — Ella es profesora de biología en una secundaria —respondió Allison—, y tutora de alumnos en la universidad —agregó, sin ser de buena ayuda.
Loreley hundió su rostro entre sus manos, y suspiré profundamente, a la espera de que Margot dijese algo realmente sabio para ayudar pero ella estaba ocupada hamacando a Lionel. — El otro día me dijiste que el miedo no debía afectarme —le recordé a Loreley. Ella no estaba segura si reconocer o no sus palabras. Solo deambuló por la sala y se sentó de nuevo en el sillón con pesadez. — Ella no significó nada para Matt, y fue hace muchos años —al fin Allison dijo algo para ayudar a la situación de Loreley, aunque eso no me tranquilizaba a mí. De repente, todo se volvió silencioso. Continué bebiendo mi caipiriña y comencé a percibir las miradas sobre mí. Quizás era un poco de paranoica pero en el momento en que levanté la mirada, me encontré con los ojos comprensivos de Loreley y la mirada maternal de Margot. — ¡Deja de pensar! —me dijo Margot con severidad. Abrí mi boca para defenderme pero continuó—. Nada, no respondas. Ella no tuvo nada con Aiden —dijo y buscó en Allie una aprobación que recibió rápidamente—, y no lo va a intentar ahora — agregó, señalándome con su dedo. Margot era así, una madre autoritaria y exigente que te da una cachetada emocional para que entres en razón. Asentí mecánicamente, como un muñequito y luche por no hacer ningún gesto obsceno a Allison cuando se rió de mí por aquella actitud intimidada. — Si quieren, puedo ser su espía en esto de la Operación Saori —dijo ella, con malicia y excitación. Margot, Loreley y yo cruzamos miradas llenas de entendimiento. Ellas dos eran más malvadas que yo y por eso mismo, sonrieron. Yo no supe cómo reaccionar, lo único que quería un poco de menos drama.
El sonido de la alarma estaba rompiendo mis tímpanos, quebrando mis dulces sueños donde Michael Fassbender me invitaba a salir. Abrí los ojos con dificultad, y me encontré con mi habitación hecha un desastre. Y la cantidad de tragos que tomé anoche, tampoco ayudaba a poder despertar como era debido. Me senté en la cama con dificultad, y otra vez oí el timbre, pero aquello no era la alarma, sino que era el timbre de mi casa. «¿Quién mierda es a esta hora?» me pregunté, pero mirando mi celular me encontré con que eran solo las 10 de la mañana. Me levanté con torpeza de la cama, luchando con el dolor de cabeza y odiando la pastosidad de mi boca. «Maldita caipiriña» pensé. Intenté acomodar mi pelo para lucir más presentable, y me hubiese encantado vestirme mejor, pero quien fuese que estaba tras la puerta, parecía decidido a ser atendido cuanto antes. — ¡Ya va! —grité impaciente, porque entre las cosas que odio estar ser despertaba de tal forma, sobre todo con resaca. Apresuré el tramo que me quedaba hasta la puerta y la abrí. Quedé tildada mirando a la persona frente a mí, y aunque lo había conocido toda mi vida, tarde unos milisegundos es reaccionar a la presencia de Logan frente a mi. — Logan ¿Qué haces aquí? —pregunté, ya casi me había desacostumbrado a nombrarlo. Dejé la puerta abierta para que entrara y comencé a caminar hacia la cocina. Necesitaba hidratarme de manera urgente. Ni siquiera presté atención a la expresión oscura que tenía en su rostro, porque eso debía haberme dicho algo. — Piper, ¿Es cierto que sales con mi hermano? —preguntó, y en su voz reconocí un enojo colosal. Detuve mi andar, quedando petrificada y con una horrible sensación. Cerré los ojos, para luchar contra el dolor de cabeza y con la fría sensación que cruzó mi espalda. «Mierda»
Capitulo 26 No soy una Mentirosa — Ah, ¿no? Entonces, como demonios es que me entero ahora que estás de novia con el tipo más odioso del mundo —se quejó elevando la voz como si yo fuese una chiquilla. — Primero, nunca lo preguntaste. Segundo, no es que hayamos pasado tanto tiempo juntos últimamente como para que te lo haya podido decir —grité. Él puso los ojos en blanco, desestimando todo y yo me enfurecí aún más. — Me viste hace un tiempo en mi despacho —siseó, tensando su mandíbula. — Lugar del cual me echaste. ¿Qué piensas? ¿Qué iba a entrar así como si nada, y en mi cruzada por intentar saber que malditos infiernos te sucede, también decirte que me estoy acostando con tu hermano? Meneó la cabeza, con su expresión contorsionada por el horror, enojo y asco. Comenzó a caminar, frente a mí en la sala, y se sacudía el pelo como si eso fuese ayudar a tranquilizarse. — ¿Cuándo pensabas decírmelo? —preguntó. — No lo sé, cuando nuestra amistad hubiese vuelto a la normalidad —respondí, aunque no sé si estaba diciendo realmente la verdad. Si, en algún momento pensaba decírselo pero iba a buscar el mejor modo posible, quizás con una tarjeta u otra cosa. Quizás, vienen tarjetas que dicen “Felicitaciones, tu mejor amiga se acuesta con tu peor enemigo y hermano. ¡Supéralo!”. El cinismo se dibujo en sus gestos y sonrió con oscuridad.
— ¿Qué normalidad me estás hablando? —dijo, riendo sin humor. — ¿Me estás hablando jodidamente en serio? —pregunté, aunque claro era retorico, porque realmente me estaba hablando jodidamente en serio— No has dejado de evadirme, no respondes mis mensajes, ni siquiera has atendido o devuelto mis llamadas, te comportas extraño y me has tratado como si fuese una porquería. Deja de tratarme como una estúpida, Logan. — Muy inteligente no debes ser si andas con alguien como Aiden. Piper, lo conoces desde siempre, sabes lo mentiroso que es. Le gusta jugar con las mujeres, sin tomarlas en serio, y cuando se cansa las deja por otra. He intentado por años que esto no ocurra, y tú caes de todas formas. ¡Por dios! —dijo golpeando la pared. Me callé, porque si hablaba iba a empeorar la situación. Logan podía ser hiriente y odioso cuando quería. Decía las palabras más duras contra tu persona y se las ingeniaba para hacer que él fuese la víctima y yo la completa perra. ¿Cuál era mi falta? ¿Querer tener algo con su hermano? Solo estaba siendo sincera con mis sentimientos y con los de Aiden, y desde que estábamos juntos nunca me había dado las excusas necesarias para dudar de él. Tragué saliva para bajar el nudo en mi garganta pero no podía. Solo tenía los ojos bien abiertos para no llorar. Miraba a Logan seguir hablando pero no oía lo que decía. Él me estaba tratando como si fuese una cualquiera. Mi mejor amigo. Él me estaba rompiendo el corazón, aún más que Dylan. — Luego vas a venir a mí llorando como pasó con Dylan, pero no digas que no hice nada —insistía una y otra vez. Estaba sacado de quicio, y yo dolida. Las heridas físicas duelen menos que las heridas que producen las palabras, porque se meten en tu mente para retorcer tus emociones.
Quería hablar, gritar y pedirle que se fuera. No lo quería ver, ni escucharlo, porque solo me daba más dolor. Él no creía en mi. De pronto, escuché la puerta abrirse y los gritos se hicieron más fuertes, pero había un pitido en mi mente que me impedía oír. «Eres tonta» «él está jugando contigo» «Vas a volver con el corazón destrozado» «No digas que no te lo advertí» esas palabras una y otras vez se estrellaban en mi mente, con la voz de Logan. Cerré los ojos y tapé mis oídos para alejarme de ellas pero cobraban más fuerza. No podía evitar preguntarme qué era lo que había en mí que alejaba a quienes quería. Me alejé un poco de mis padres para no terminar exhausta, de mi hermano para no ser consumida por sus delirios, alejé a Dylan, y ahora a Logan. Lo sentía lejos, hasta que simplemente, no lo sentí más. — Piper —escuché, mientras hacía presión sobre mis manos para alejarlas de mis oídos—. Pip, soy yo —la voz de Aiden fue un soplo de aire fresco. Abrí mis ojos y entre las lágrimas lo vi. Lucía cansado por el trabajo, y triste. Me encontraba sentada en el suelo, y él me ayudo a levantarme, mientras acariciaba mi pelo. — Él se fue, todo está bien. Tranquila —me aseguró, y me escabullí a su abrazo. — Lo arruiné —lloriqueé abrazándolo con fuerza—. Yo quería… buena de decirle… él no me habla… no pude… y ahora me odia —intenté decir una frase entera pero fracasé, por suerte Aiden logró entenderme porque asintió. — Logan no te odia, solo está molesto y celoso. Él tampoco es un santo, así que no es quién para decir todo lo que te estaba diciendo —insistió besándome el pelo. Respiré entrecortadamente, y logré tranquilizarme, alrededor de 40 minutos después, cuando me acosté en el sillón con Aiden, sin dejar de abrazarlo. — ¿Qué le dijiste cuando lo viste? —pregunté en un susurro, había llorando tanto que poco a poco iba cayendo en un turbio sueño.
— Le ordené que cierre la boca y como no lo hizo, amenace con golpearlo, pero se dio cuenta que había hecho todo mal cuando te vio llorando y repitiendo todo lo que te había dicho, y se fue. Nunca, pero nunca lo vi tan furioso y triste —respondió en voz suave. Respiré hondo, advirtiéndoles a mis glándulas lagrimales que no produjeran mas lagrimas porque las extirparía. — Gracias por haber venido a tiempo —le dije, acomodándome contra él. Le di un beso en los labios y él sonrió con tristeza. — Esto es mi culpa, yo sabía cómo iba a reaccionar y sin embargo, no hice nada por evitarlo —murmuró. Le hice señas para que no hablara más; necesitaba silencio y estar con él. Esa era la única manera de poder mejorar. Y así, me dormí de nuevo.
Dormir después llorar, es peor que dormir luego de haber bebido cerveza, daikiris y vodka. Me duelen los ojos, la cabeza, el cuello, la espalda, el trasero y un par de músculos que pese a haberlos estudiado me olvide que existían. El olor a comida hizo que la vida volviera a mí y me senté con torpeza en el sillón, buscando a Aiden, pero él no estaba allí. Se estiré y caminé hacia la cocina, escuchando un par de voces hablar despacio. Allí, encontré a mi hermoso novio, al cual estaba más que agradecida por haberme ayudado, y también al zángano de mi hermano sentado en la mesa a la espera de comer. — Robb, que bueno verte —lo miré con malhumor, pero él no capto mi sarcasmo, o simplemente le hizo caso omiso. Él es bueno con las evasivas. — Vine a visitarte y me encontré con Aiden. Me invito a almorzar, y no podía decir que no —respondió, mirándome con maliciosa diversión. Entrecerré mis ojos hacia él, con la esperanza de poder hacerle daño con la mirada.
— Es extraño cómo pasa el tiempo y aún siguen comportándose igual —comentó Aiden mirándonos a ambos. Puse los ojos en blanco. Mi hermano siempre fue un presuntuoso holgazán hasta que fue a la universidad y ahora es un presuntuoso profesor de química. Y Aiden siempre lo defiende, porque ambos son amigos desde que se conocieron, y esa es la razón por la que omití todo tipo de comentarios y simplemente me senté en la silla. — ¿Con algún motivo en especial viniste? —le pregunté mientras veía a Aiden darle ordenes a Robb para que acomodara la mesa. Eso fue algo agradable de ver, e intenté no sonreír tanto. — Solo a visitarte —respondió, mirándome con unas cuotas de seriedad que me advertía que había otro motivo que por vaya a saber que ocultaba—. ¿Y cuando pensaban decirme que ustedes eran novios? —cambió de tema y se metió en otro que era más complicado. — Lo siento, seguro que la carta que te envié se perdió en el camino cuando la lechuza fue asesinada por cazadores —respondí, y él me sonrió con diversión. — Estoy muy ofendido dado que soy el capitán de este barco —respondió señalándonos. «¿Se cree que somos personajes de ficción? ¿Qué sigue? ¿Nuestros nombres fusionados?» La expresión de Robb se volvió sombría porque había dicho mis pensamientos en voz alta, y estoy segura que si no estuviese presente Aiden, cocinando y riéndose de nosotros, él me hubiese tirando con un repasador. — En realidad pensé en un par: Piden, Paiden, Aiper. Personalmente, me gusta Aiper —respondió como si estuviese hablando sobre las estadísticas a largo plazo de las consecuencias del calentamiento global en la salud de las personas. — A mí también me gusta Aiper —canturreó Aiden levantando una espátula al aire.
— A veces creo que me odias —murmuré mirando a mi hermano. — Eres demasiado dramática —se quejó—. ¿Y ya lo sabe Logan? —preguntó. Aiden y yo nos miramos, y mi hermano se dio cuenta que iba por terreno peligroso— Algún día madurara y se dará cuenta que no todo gira a su alrededor —comentó; noté que su voz sonaba severa y molesta; algo que no era habitual en él. No quería que la conversación siguiera dirigida hacia Logan, porque pensar en él me daban ganas de llorar, y cuando Aiden nos dijo que la comida estaba lista, tuve deseos de besarlo con fuerza. Él se sentó a mi lado y me dio un apretón en mi mano que me llenó de vitalidad, y me hizo sentir segura. Le sonreí, y vi de soslayo que mi hermano hacía gestos de asco y horror. Mostrándole el dedo medio, besé brevemente a Aiden para luego encargarme de servir la comida. Limpiaba los platos mientras obligaba a mi hermano a ayudarme. Él estaba más colaborativo de lo usual, cuando lo miré dudosa. Amaba a Robb, aunque fuese un cretino, holgazán y hubiese pasado más tiempo arrastrándome a sus problemas que ayudándome. También debía reconocer que desde que su relación con Susan terminó estrepitosamente, dejándolo en deudas y con el corazón aniquilado, él se había vuelto más humano. Robb era apuesto y no lo digo porque fuese su hermana. Podía ganar el corazón de cualquier chica que pudiese, con su avasalladora simpatía, la sonrisa encantadora y sus ojos soñadores oscuros que se achinaban cuando sonríe. Pero aún pudiendo tener todo, se había enamorado de la chica buena; él quiso darle todo para hacerla feliz, y ella quería cambiarlo para ser feliz. Y así, ambos se dieron cuenta que nada era suficiente para el otro. La relación no prosperó tras tantas idas y venidas. Y ahora, ahí estaba mi hermano mayor, haciéndose el corazón fuerte y anti sentimental, jugando a ser el mismo de antes. Pese a todo eso, sabía que en el fondo había cambiado, aunque de vez en cuando pienso que todo es un engaño. ¿Qué puedo decir? Soy un poco bipolar.
Hay cosas que la vida y la ciencia me han ayudado a identificar, por ejemplo cuando las personas están nerviosas o tensas por querer decir algo que no se animan. Dejé un plato en la mesada, y vi la tensión en la espalda de Robb, la inquietud de sus dedos e incluso como se rascaba el cuero cabelludo. Respiraba más rápido de lo normal y si pudiese ver de cerca sus ojos, probablemente estuviesen dilatados. Sistema simpático, que claro eres. — ¿Sucede algo Robb? —le pregunté en voz baja. Él levantó la mirada confundido, y observó hacia atrás; supuse que era para ver cuán lejos se encontraba Aiden. — ¿Qué? No —respondió a la defensiva. Entrecerré mis ojos hacia él, para liquidarlo con la mirada hasta finalmente se rindió y suspiró— Solo… es que… yo — titubeaba con torpeza para mostrarse tal cual era cuando estaba preocupado—. Solo ten cuidado —me dijo, mirándome fijamente, con sus ojos de la misma tonalidad que los míos—, se que Logan es tu amigo y siempre lo defiendes, confías en él pero, no siempre es lo que parece —agregó enigmáticamente. Podía diferir en él en algunas cuestiones… como en la de defenderlo siempre. Luego de la escena de esta mañana, ya dudaba siquiera que él me considerase amiga. — ¿A qué te refieres? —inquirí, con mi expresión contorsionada por la intriga que me generaban sus palabras, porque mi hermano nunca se preocupaba y cuando sucedía, había que temer. — Nada. Es que has idealizado tanto a Logan que quiero que sepas que él es tan humano e imperfecto como los demás. No dejes que te meta ideas tontas en tu cabeza — me dijo, moviendo su cabeza hacia la sala, donde Aiden se encontraba. Torcí mis labios en una mueca de disgusto. Robb llevaba la razón, pero por muchos años había encontrado en Logan la fuerza necesaria para seguir en mis momentos malos. Me costaba mucho trabajo verlo por lo que era, pero en algún momento debía pasar.
— ¿Todo bien? —la voz de Aiden quebró el silencio, mirándonos a Robb y a mí. — Si, solo estaba contándole a mi hermana que el próximo domingo hay reunión familiar —respondió Robb—. Lo puedes llevar —agregó, mirándome y señalándolo a Aiden como si fuese una mascota. Aiden me miró dubitativo, como si necesitara mi aprobación para estar feliz o infeliz por aquello. Hice caso omiso a mi hermano y le sonreí a Aiden. — Entonces, allí estaremos —comentó él, contemplándome con sus ojos turbulentos y una inquietante mueca sonriente, con la que me daba ganas de besarlo.
No mucho tiempo después mi hermano se fue, y agradecí poder volver estar a solas con Aiden. Cada vez que meditaba, me sorprendía cuán bien nos llevábamos él y yo tras tantas peleas en la infancia y adolescencia. Siempre lo había visto como un gran monstruo que me traía enojo, y ahora, solo me daba tranquilidad y seguridad. Una seguridad que necesitaba, ya que la mía estaba bastante golpeada con la vida misma y al parecer, no tenía ganas de recuperarse y seguir adelante. — Piper —oí mi voz y volví a la realidad, donde Aiden me miraba de pie frente a mí, que estaba sentada en el sillón para mirar la televisión que aún no lo había encendido. Muy normal lo mío. — ¿Qué? —pregunté. Aiden miró la televisión y a mí, pero no dijo nada. Solo suspiró y se acercó a mí. Me dio un beso en la cima de la cabeza, antes de sentarse a mi lado para recostarse con el respaldar del sillón. — Deja de pensar en mi hermano y en esta mañana —dijo, en su voz no había severidad pero si la suficiente firmeza para que sus palabras entraran en mi mente; ese tono de voz era el que usaba con los pacientes que nunca seguían con los planteamientos que él daba, y eso me hizo sentir un poco más miserable—. Él es así: se enoja, se aleja y después vuelve como si nada. Solo le gusta ser el centro de atención —agregó.
— Si, no se a quien habrá salido —murmuré, mirándolo irónicamente. Él entornó sus ojos sobre mí, y decidí que era mejor escuchar que comentar. — A lo que voy, es que debes dejar de girar en torno a él. Su relación es así desde que son amigos —dijo, moviendo su mano por la parte baja de mi espalda; sus dedos se movían suavemente por mi remera y mi piel, lo que me desconcentraba mucho de sus palabras—. Él se enojaba con alguien, y tu también; él lloraba porque no podía tener un juguete y tu le regalabas el juguete para que no se pusiera mal; Logan odiaba ir al club al que nos llevaban nuestras madres y tu decidiste no ir, siendo que te encantaba; cuando no quería algo se las arreglaba para conseguirlo aunque eso te lastimara a ti, como sucedió con esa muñeca que tenías —murmuró, y giré bruscamente para mirarlo. — ¿Qué muñeca? —pregunté, confundida. Los ojos verdes de Aiden se oscurecieron ante el recuerdo. — Esa rubia de pelo largo que era tu preferida; él la quería y como no pudo tenerla, le arrancó la cabeza. Lo encontré en el instante en que lo hizo y no pude evitarlo, pero para que no lloraras y te enojaras con él, decidí echarme la culpa —respondió, y puso los ojos en blanco por su actitud—. Ya sabes, supuestamente esas cosas hacen los hermanos mayores. Aunque no lo hice por él, lo hice por ti —agregó. Quedé con la boca abierta, contemplándolo aturdida. Aquella historia de la muñeca era antigua en nuestras vidas, pero la seguía rememorando por el enojo que me había dado que Aiden hiciera eso… y resulta que todo era mentira. No había sido Aiden, sino Logan, a quien siempre defendí como si fuese mi vida misma. — ¿Fue la única vez que te echaste la culpa? —pregunté, con el rostro el blanco del desconcierto. Aiden se encogió de hombros como si hubiese sido un niño. — Un par de veces más, pero ya no importa. Otras de mis maldades las hice a propósito, y otras de manera accidental, como lo que sucedió con las galletitas con hormigas… no eran para ti, sino para él, pero se dio cuenta y las intercambió —comentó
apenada, con expresión afligida; sentí la mano en mi espalda tensarse sobre mi y sostenerme con fuerza—. Creí que morirías cuando te agarró aquella crisis alérgica, y tuve tanto miedo que me prometí no tenerlo más. Por eso, estudie medicina —susurró, como si hubiese dicho un gran secreto que temía contar. Retuve
la
respiración,
sintiéndome
traicionada
y
miserable
con
mi
comportamiento. Fui una perra con Aiden y una completa dependiente de Logan. ¿Cómo no pude verlo? ¿Por qué fui así? Y ahí, me di cuenta que yo había estado enamorada por un tiempo de Logan. Eso elevó su figura al más allá, y me hizo una completa tonta. Mi hermano tenía razón, cuando una vez dijo, que mi atención había estado con el hermano Harrison equivocado. — ¿Por qué lo hiciste? —pregunté en un susurro, que ocultaba mi voz entrecortada. Mis ojos ardían pero no por lagrimas, sino de bronca y reproche hacia mi misma. — Siempre me gustaste, pero mi hermano te tomó como su propiedad y nunca supe como pedir un poco de tu atención para mí de la forma más correcta —respondió. Mi corazón se apretujó y me odié por no haberle prestado atención antes. Aiden se veía sincero y sus ojos brillaban con fuerza esperanzadora. Acaricié su rostro con mi mano, teniendo la necesidad del contacto físico para sanar el daño que le había hecho en el pasado. Su piel era suave bajo el tacto mis dedos, y repasé el contorno de sus labios antes de besarlo. — Perdóname —dije, con un gemido de dolor y aumentando la presión de mis labios contra los de él. Aiden me rodeó con sus manos por la cintura, obligándome a sentarse sobre él y me aferró a su cuerpo. — Te perdono. Y tú también debes perdonarme por mis maldades hechas solo por los celos —murmuró contra mi boca, y yo asentí, aún estupefacta por todo pero con necesidad de él.
Aiden empujó su cuerpo contra el mío, recostándome de espaldas en el sillón, y sintiendo su peso sobre mí volvió a besarme. Las sensaciones que despertó en mí, hizo que me olvidara de todo; no existía Logan, ni el pasado, ni los celos. Solo éramos él y yo, y eso me alcanzaba para que mi día no hubiese estado tan perdido ni arruinado.
Capitulo 27 Como perro con dos colas Imagínate cuan feliz debo estar, sabiendo que mi novio fue a cenar con su antigua amiga que estaba enamorada de él. Lo bueno, si es que hay algo bueno, es que también van a estar presentes Matt y Douglas. Lo malo… Loreley está completamente histérica por dicha cena, encallada en el sillón de mi casa, mirando la televisión con sus grandes anteojos, y abrazada a un pote de helado, mientras yo me encuentro en el suelo, sentada en la alfombra, y rodeada de libros y cuadernos para tomar apuntes. — Odio estudiar —lloriqueé. Loreley hizo un extraño ruido con su boca y me miró indignada. — Tendrías que haber pensado mejor cuando decidiste estudiar medicina. Tu vida deja de ser tuya para ser de la sociedad… como si vendieras tu alma al diablo —comentó. Mis cejas se elevaron involuntariamente. — ¿Estás diciendo que la sociedad es el diablo? —pregunté. — Si —respondió comiendo mas helado. Okey, ella estaba enojada, frustrada y de mal humor así que lo que fuese que dijese, iba a estar influenciado por eso. Puse los ojos en blanco y seguí estudiando, mientras Loreley continuaba cambiando los canales sin dejar algo. — Tengo curiosidad —comentó de repente, y dejé de leer para mirarla—, ¿Cómo se veían Logan y Aiden cuando eran adolescentes? —inquirió; la sola mención de Logan me hizo tensar. Ella sabía bien lo que había pasado, y aunque estaba enfurecida con él, no le producía el mismo efecto que a mí su nombre.
Hice memoria y busqué una forma de explicarme bien. — ¿Recuerdas la película Beastly? ¿El chico rubio y lindo? —pregunté. Loreley ladeó su cabeza, pensativa. — ¿Alex Pettyfer? —inquirió y yo asentí. — Similar a él era Logan —comenté—. Y Taylor Kitsh de la Friday night light y The convenant, Aiden era muy parecido —agregué. Loreley quedó boquiabierto con la cuchara con helado a medio camino de su boca. Sus ojos se oscurecieron fantasiosamente y yo sonreí. — Eras una maldita afortunada —murmuró, comiéndose el helado que había comenzado a derretirse sobre ella. Meneé la cabeza porque ella estaba realmente alejada de cómo fue mi adolescencia—. Aunque hubiese preferido a Aiden de mejor amigo — agregó, dándome una mirada severa. Puse los ojos en blanco y seguí leyendo. Loreley prefería chicos de pelo castaño antes que los rubios, así que sus preferencias no me extrañaban. Quizás, yo también debería haberlo preferido, pero en aquellos tiempos éramos un equipo los tres y sin querer, fuimos tomando caminos que no siempre fueron los mismos.
Un día cuando tenía 15 años, me encontraba en la casa de los Harrison, jugando videos juegos con Logan y Aiden. Los tres habíamos llegado de la escuela y lo único que queríamos era olvidarnos de todo eso. Me encontraba sentada entre los dos hermanos para que no se pelearan, y mientras ellos jugaban yo comía las galletitas que la señora Harrison nos había traído. En aquella época, el papa de ambos aún vivía y trabajaba en la tarde en las oficinas de un banco.
Logan le gritaba a la pantalla como si eso ayudara, y Aiden se burlaba de él. Yo me reí de ellos hasta que Logan perdió y comenzó a maldecir a su hermano. — ¡Eres un mal perdedor! —se quejó Aiden, que tenía 17 años, y sacudió su cabeza para que el pelo que llevaba mas crecido de lo habitual se fuera de su rostro. Logan le mostró el dedo del medio y gruñendo como un animal, subió las escaleras para ir a darse un baño. Sin poder dejar de sonreír miré a Aiden, y él me ofreció el otro mando a distancia. — ¿También eres mala perdedora? —preguntó; sus ojos eran intenso como el césped luego de la lluvia. Meneé la cabeza, y aunque pensé en ir hacia Logan para ver si estaba bien, acepté aquel desafío porque debía vengarme de alguna forma que él se hubiese burlado de mi ese día en la escuela. — Tu trasero será mío, Harrison —exclamé, y pese a que no tuve suerte de ganarle me reí mucho. Hacía tiempo que los dos habíamos pasado el tiempo compartiendo un espacio sin despreciarnos o pelearnos, y me costaba reconocer que la pasaba bien cuando Aiden era así… simplemente él, y no el idiota que se transformaba con sus amigos. — ¿Y ya sabes que es lo que vas a hacer cuando termines la escuela? —le pregunté en un momento. Él asintió rápidamente. — ¿No te dijo mi hermano? Voy a estudiar medicina, y quiero entrar en Oxford — respondió. Un extraño sentimiento me obligó a detenerme y mirarlo. — ¿Eso significa que te iras de Londres? —pregunté. Él torció sus labios con desagrado y se mostró melancólico. — Si, pero vendré seguido así no te olvidas de mí —sonrió, observándome juguetonamente.
Negué con la cabeza, pero aún así sonreí; aunque la verdad, es que luego de que ingresó a la facultad, la frecuencia con la que volvía era menor hasta finalmente no volvió más con su viaje a Estados Unidos. Y yo, me aferré a mi amistad con Logan, sin permitirle que se alejara de mi; ya había perdido la extraña amistad que tenía con Aiden y no podía perderlo a él también… hasta ahora. — Piiiiiiiiiiiiiiiiip —escuché, y me sobresaltó, soltando el bolígrafo y mirando a Loreley—, ¿A dónde demonios te fuiste? —me preguntó. La miré con irreverencia y sonreí culpable. Ella puso los ojos en blanco dramáticamente y señaló la puerta. Estaba por preguntar que quería cuando oí el timbre resonar intensamente. Así que resoplé molesta y me levanté a abrir la puerta. — ¿Qué hacías que no abrías la puerta? ¿Acaso estabas teniendo sexo con… — siguió hablando Margot, ingresando a mi casa con el cochecito de Lio y observó el interior de la casa—… Loreley? —me miró con horror y suspiré haciéndome cargo del cochecito, dejándola cerrar la puerta y afrontar la realidad. — No es la forma que deseábamos para decírtelo, pero ya deberías haberlo sospechado —dijo Loreley, mirándole con picardía. Margot me dedicó una mirada mordaz, mientras me sentada y saludaba a Lio, que dormía como un ángel. — Siempre creí que tendrías mejor gusto —murmuró. Loreley le sacó la lengua infantilmente, y Margot se acomodó en el espacio que quedaba libre. El sonido de la televisión prevaleció por un momento, y fuimos evaluadas por Margot antes de que se recostara sobre el respaldar del sillón. — ¿No era que te tomarías unos días este fin de semana para descansar de tu hijo? —pregunté. El mal humor se apoderó de ella y sus ojos se oscurecieron con enfado. — Iba a ser un fin de semana solos los dos, hasta que el inmundo de Logan llegó a casa ayer por la noche y secuestró a mi esposo para poder descargarse de sus problemas
—respondió tensamente, y posó sus ojos en mi—. Al parecer no se tomó nada bien que tú y Aiden estén de novios —se quejó. Inmediatamente me sentí culpable, porque parte de que ella no tuviese su fin de semana con su esposo era por mí. Me hundí en el sillón con el estado de ánimo caído. — Lo siento —susurré, y vi como ella y Loreley intercambiaron miradas horrorizadas. — ¿Por qué sentirlo? No fuiste tú quien obligó a Logan a que se lleve a mi marido a un bar —me reprendió como si fuese mi madre, y me encogí mas sobre mí misma. Abrí la boca para decir algo pero Margot levantó su dedo sobre mí para silenciarme—. Tampoco es tu culpa que él sea un inmaduro emocional que no puede soportar que seas feliz con una pareja, aunque esa pareja sea su hermano. Logan tiene un gran problema de dependencia hacia ti, como si creyera que es tu dueño para controlarte y tú te dejas influenciar fácilmente. La verdad… no se cual de los dos tiene que iniciar urgentemente terapia. Mi cara se contorsionó por el enojo y posé mis ojos en Loreley. — ¡Te dije que debía recurrir al demente de Vincent! —exclamé indignada. Ella volvió a hacer un extraño sonido de rechazo con su boca y continuó comiendo helado como un ente sin vida. Margot se esforzó por hacer caso omiso a mi extraña reacción y continuó observándome como si fuese uno de sus pacientes, mentalmente inestables que pueden llegar a ser un peligro inminente para una tercera persona. Lo que Margot debería evaluar bien, es que la tercera persona que tenía más cercana era ella y su hijo Lio. — Tienes que poner un punto y aparte. Debes cerrar etapas para poder avanzar, y pareces seguir viviendo en la pre adolescencia en tu relación con Logan… y ni hablar de Dylan —comentó. Un escalofrío hizo cosquillas en mi espalda y me erguí
imperceptiblemente, probablemente con la expresión contorsionada por el dolor que me producía su nombre. — ¿Qué pasa con él? —inquirí suavemente, notando que Loreley dejaba de prestar atención a la televisión para centrarse en mi nuevamente. Margot me dedicó una mirada que decía “¿Acaso no es obvio?”, y yo negué, teniendo la necesidad de saber. — Tienes que cerrar tu etapa con él también. Solo te la pasas mortificada con todo lo que su fantasma significa. Si no concluyes lo que sucedió con él, nunca vas a poder avanzar, y lo que haces de evitar nombrarlo o verlo solo empeora las cosas, convirtiéndote en una completa gallina —respondió. «¿Me llamó gallina?» — Si, dije gallina… cobarde, miedosa… y todo te pasa por rencorosa —exclamó hablando en español. Abrí mi boca con espanto ante la sinceridad brutal. — ¡No soy rencorosa! —respondí también es español, ya que mi madre me había enseñado lo suficiente como para apañármelas en algunas ocasiones; que Margot y yo compartamos sangre latina hacia que nuestra relación fuese más estrecha. Ella me miró con soberbia, totalmente incrédula. — Por supuesto que lo eres —respondió. — ¿Me pueden traducir qué demonios dicen? —inquirió Loreley, levantando la cuchara del helado. — La perra dice que soy rencorosa —gruñí, mirando de soslayo a Margot reírse de mí. — La perra tiene un poco de razón —dijo con un encogimiento de hombros. Me crucé de brazos y las miré venenosamente. Ellas estaban allí en mi casa, quejándose y hablando mal de mí, y mi cerebro parecía ser deficiente a la hora de defenderse.
— ¿Y en base a qué dicen eso? —inquirí, aparentemente mi cerebro pudo reaccionar. Margot y Loreley se miraron, como lo hacen dos seres maquiavélicos que están poniéndose de acuerdo para atacar a su enemigo. — Uno: aún no me perdonas por haberte comido esa torta cuando estábamos en la universidad; dos: recuerdas con lujo de detalle todo de aquellas personas que se burlaron de ti en la escuela; tres: cuando puedes, te recuerdas a ti misma de esa fulana que te robo a aquel chico de la universidad antes de que conocieras a Dylan; y cuatro: tu odio a Aiden —respondió Loreley, levantando sus deditos y posando desdeñosamente sonriente. Entorné mis ojos sobre ella, queriendo ser capaz de silenciarla, torturarla y quizás matarla, pero lo único que causó fue que ella se volviera más sonriente. Y Margot, solo se quedó callada asintiendo todo lo que Loreley decía. Quería gritar y decirles que estaban equivocadas…aunque un poco de razón tenía. Igual… no me iba a quedar sin pelear. — Uno: esa maldita torta la preparó mi abuela, y yo la amaba, y esa torta significaba mucho —dije, aunque realmente significaba que era una golosa egoísta—. Dos: ¿Cómo no voy a recordarlos? Ellos me traumaron —no, en verdad no lo hicieron pero algo debía decir—. Tres: yo había empezado a tener sentimientos hacia aquel chico —otra completa mentira que esperaba que ellas no se dieran cuenta—. En cuanto al punto 4, realmente no sé si odie a Aiden en algún momento. Si, lo detestaba la mayor parte del tiempo pero fue para protegerme de él y lo que generaba. Cuando él se fue a estudiar a Oxford estuve un mes llorando porque lo extrañaba y alrededor de dos años soñando con él —respondí. Y lamentablemente para mi, aquello era verdad y la primera vez que lo reconocía en voz alta. Evite las miradas de Margot y Loreley por miedo a que se burlaran. Respiré hondo y comencé a jugar con Lio, mientras sentir en mi interior un molesto nudo. ¿Iba a llorar? No sé, quizás.
Estaba tan susceptible que ya comenzaba a preguntarme en que etapa del ciclo me encontraba, hasta que oí a Loreley: — Awwww… —exclamó como si estuviese viendo a dos ositos cariñosos en la televisión. La miré con extrañeza hasta que sonrió y busque en Margot un poco de cordura. — Tú ya estabas enamorada de él en aquella época —dijo Margot. Y no, no era el tipo de cordura que buscaba. Me tensé, alejándome imperceptiblemente de ambas que me miraban como un bicho raro. Comenzaba a temerles y estaba evaluando la necesidad de alejarlas del pequeño Lio. Pobre criatura, una madre bastante loca le tocó. — ¿Qué? Yo no… —comencé a decir pero la mirada asesina de Margot me dio miedo. A veces… solo a veces me preguntó quien lleva los pantalones en la relación de ella y Christopher, y momentos como estos solo confirman mi teoría de que es ella. — Confrontar y avanzar, eso es lo que necesitas —dijo, elevando su voz para ser oído—. Repite conmigo: confrontar y avanzar. Permanecí mirándola como si acabara de decir que tenía un alien en su estomago y que estaba a punto de salir a la superficie pero la actitud impaciente me advirtió que siguiera con su juego. — Confrontar y avanzar —repetí como si fuese una niña de 7 años. «¿En verdad esto iba a ayudar?» — Suele funcionar —murmuró Margot en medio de un suspiró, y así, al parecer terminó mi sesión gratuita de terapia. ¡Por dios! Que estresante que fue.
Esa noche me costó dormirme por pensar en Logan, Dylan y Aiden. Ellos tres habían significado mucho para mí, y aún lo hacían. Mi corazón latía frenética y mi mente no dejaba de recordar viejos momentos compartidos. Estaba confundida y mareada, mi corazón no decía nada útil y mi mente mucho menos. Intente poner la mente en blanco, pero solo recordaba a Saori con Aiden y volvía a perder el sueño. Di vueltas en la cama y estuve a punto de hacer un cráter, cuando mi teléfono sonó y me llegó un mensaje de Aiden. Luego de eso, pasó alrededor de veinte minutos para que escuchara la puerta de mi casa abrirse y fue cuestión de segundos para que Aiden entrara a mi habitación, dándome un beso profundo y sentido que me dejó obnubilada. — ¿Tuviste una buena noche preciosa? —preguntó en un susurró que hormigueó mi cuerpo. Asentí y le expliqué en resumidas cuentas, cuan loca se había vuelto Loreley y como la visita de Margot la ayudó a ponerse de buen humor. Por supuesto que omití que el buen humor surgió en base a mi mal humor, pero eso no debía saberlo. — Al parecer, tuviste más diversión que yo —comentó sombrío, deshaciéndose de la camisa y acostándose a mi alrededor—. Aquellos solo estuvieron hablando de personas de la universidad a quienes detestaba y no perdieron tiempo en recordar los momentos bochornosos de mi vida —agregó. Sonreí y pasé mis manos por su pelo para despeinarla, además, era una buena estrategia para atraerlo a mí y besarlo. — Tú siempre encontraste gracioso tus momentos bochornosos —comenté, y él torció sus labios con disgusto, suspirando profundamente. — Solo son divertidos cuando están relacionados enteramente contigo, sino no. Odio quedar en ridículo —dijo seductoramente besándome. Sonreí sobre sus labios y lo alejé un poco.
— No sé si sentirme halagada u ofendida —lo miré pensativa. — Definitivamente, eso es un halago —comentó, pasando sus manos por mi cuerpo, haciéndome olvidar acerca de lo que hablábamos o sobre cuáles eran mis problemáticas antes de que él llegara. Estaba a punto de seguir conversando, pero sus besos comenzaron a tomar ferocidad y rapidez, haciéndome cosquillas. Aiden se divertía haciéndome reír, hasta que olvidamos todo el resto y las cosas cambiaron de tono. Lo único que puedo decir, es que luego de la actividad física logré conciliar el sueño en cuestión de segundos y el poco mal humor que tenía Aiden se evaporó junto a mis preocupaciones. Al parecer, ambos somos buenas anestesias para él otro… pero por supuesto, todo a buenas dosis terapéuticas.
Capitulo 28 Confrontar y Avanzar Confrontar y avanzar; he estado repitiendo esas palabras desde que Margot me las dijo como si fuesen alguna especie de mantra. Mientras tanto, me encuentro sentada en la sala de común, mirando una película de ciencia ficción en la televisión. No puedo dejar de bostezar, así que bebo un café e intento que mi brazo no se acalambre tras tener que soportar todo el peso de la cabeza de Fred. Y más allá de lo pervertida que pueda sonar, una de las parte del cuerpo de Fred más grande es su cráneo y no es que lo haya testeado por mí misma, sino que he oído ciertos rumores. Muchos rumores que lo hacen muy famoso entre las mujeres. — Puedes dejar de murmurar —me reprendió. Mi corazón se disparó y lo miré horrorizada. ¿Cuál de todos mis pensamientos oyó?— ¿Por qué repites confrontar y avanzar? —inquirió, y suspiré aliviada. — Solo es algo que Margot me dijo para poder olvidar el asunto con Dylan — respondí con un ligero encogimiento de hombros. Fred se acomodó en el pequeño sillón junto a mí, viéndose incomodo en intentar hacer que sus grandes dimensiones entraran en aquel sitio; esa era una de las ventajas de tener el cuerpo pequeño y proporcionado. — ¿No has hablado más con él desde aquella vez? —Preguntó, y negué suavemente— Deberías hacerlo. Poner un fin acorde a lo que vivieron; ustedes no fueron solo una aventura, lo de ustedes fue casi un matrimonio —comentó.
Puse los ojos en blanco; para Fred cualquier relación mayor a dos meses era un matrimonio, y eso se debía a que cambiaba de novia prácticamente todos los meses. Por eso mismo, él sabe que tiene que presentarme formalmente una novia cuando se decida a sentar cabeza, y así pueda encariñarme tranquilamente. — Voy a intentar hablar con él, eso ya lo he decidido —murmuré mirándome las manos como si fuesen tan interesantes como un trasplante de corazón. Elevé los ojos hacia Fred y percibí su inquietud sobre mí—. Tengo miedo sobre que puede pensar Aiden —susurré. — Lo de ustedes es serio ¿eh? —canturreó con una sonrisa divertida. Levantó su brazo y me rodeó para apretujarme dolorosamente contra su lado— ¡Mi niña se ha vuelto a enamorar! —exclamó dramáticamente. — Saca tus sucias manos de mi, engreído —siseé con más drama que él e intenté restarle importancia a lo último que dijo. Tenía demasiadas dudas en mí sobre mis relaciones como para poder definir qué era lo que Aiden y yo teníamos; éramos novios sí, pero, ¿estábamos enamorados? Si es que era así; ¿Cómo y en qué momento pasó? — Díselo, él te conoce. Incluso creo que Aiden sabrá ayudarte mejor que nadie a saber cómo avanzar —sentenció. Me quedé observándolo por unos minutos. Fred me dio su opinión y no podía negar cuanta certeza tenia. — Tienes razón, mañana mismo se lo diré —dije con optimismo, sonriendo para mí misma. Y así, volví a mirar a la película y Fred a usar mi brazo de almohada.
Si hubiese sido por mí, habría llegado a mi casa y dormiría hasta el fin de los tiempos. Pero, tenía un almuerzo familiar y eso acarrearía tener que levantar mi holgazán cuerpo hasta la casa de mis padres y hacer que mi frito cerebro se esmerara por pensar buenas respuestas en la conversación con mis padres.
Lo bueno de todo, era la presencia de Aiden. Él iría conmigo, y es de completo saber universal que mis padres aman a Aiden, que mi hermano es el mejor amigo de Aiden y que yo me siento bien junto a Aiden, así que se podría concluir con que Aiden es la salvación de la familia Moore, pero por supuesto que eso nunca se lo diría porque se le aumentaría el ego. — No es que esté nerviosa, pero me siento inquieta —le digo a Aiden a medida cruzo la puerta de la casa de mis padres. — No tienes porque, es solo una comida y son tus padres, no una autoridad policial —responde. Creo que frente a una autoridad policial no tendría tantos nervios como frente a ellos— Además ya los conozco a ellos, a tus historias vergonzosas, las fotos de bebe, los videos de mala calidad, no creo que haya algo que no hubiese visto antes — comentó con una maliciosa sonrisa. Quise besarlo hasta desmayarme y también quise golpearlo. — ¡Aiden! —exclamó mi mama en cuanto lo vio. Y si, lo saludó a él antes que a su propia hija. Menos mal que ya estoy curada de espanto. Lo abrazó como si fuese un osito de peluche, y le besó la mejilla. Podría haberme puesto celosa, pero estaba demasiado cansada. — Piper, cielo, te ves como si no hubieses dormido nada. ¿Trabajaste anoche? — me preguntó, acariciándome la mejilla. Se sentía tan bien que tenía ganas de dormirme sobre la palma de su mano. Asentí mecánicamente y tomando de la mano a Aiden lo obligué a avanzar por la casa. — Soy un zombi, si intento comerme tu mano, dispárame en la cabeza —le susurré. Aiden sonrió divertido y besó el dorso de mi mano, pero si fuese él, me lo hubiese tomado en serio. Mi cerebro está prácticamente disecado.
En la cocina encontramos a mi papá y tenía la ligera sospecha que mi madre había causado eso, obligándolo a ayudar para que sea útil y no permanezca sentado frente al televisor mirando un partido de futbol. Sus ojos brillaron al vernos y supe que fuimos una especie de salvación porque nunca lo vi tan feliz de verme, aunque él siempre estaba emocionado por mí. Que puedo decir, soy la niña de papá. — Me alegra que hayan llegado —exclamó, y tras besar mi frente, se acercó sutilmente a Aiden—. Tanto tiempo sin verte, es un placer tenerte en esta casa aunque debo advertir que si lastimas a mi hija puedo ir a cortar tus testículos —lo amenazó sin quitar la simpática sonrisa, lo que generaba aún más miedo y perturbación. Pero la verdad era que mi padre aunque quisiese nunca podría hacer eso. Primero, porque es un poco blandengue; en esta casa, los pantalones los lleva mi madre. Y segundo, ni siquiera estoy segura que sepa en qué sitios cortar adecuadamente pero no creo que eso importe cuando la intención es vengarte. Aiden sonrió tensamente y me miró de soslayo en busca de ayuda, ¿pero qué rayos podía hacer yo? — ¿Por qué no vas a mirar tele? Sigo ayudando a mamá —le dije, obligándolo a irse de allí, y lo empujé apenas hasta que desapareció—. Intenta que no te espanten, sabes que ladran pero no muerden —me quejé. Aiden pasó la mano por su pelo, desordenándolo, y negó con la cabeza, acercándose sigilosamente a mí y arrinconándome contra la mesada. — La única persona que puede alejarme, eres tú —murmuró, dándome pequeños y suaves besos en el cuello y el rostro que volvieron a traerme a la vida. Sonreí involuntariamente, sin poder hablar por la distracción que suponían sus labios hasta que se alejó de mí y se ubicó a mi lado, cruzado de brazos con aspecto de inocente.
Lo miré enojada e iba a reprocharle que continuara cuando vi a mi madre volver a la cocina para comenzar a ordenarnos a Aiden y a mí como cuando éramos niños; había cosas que nunca cambiaban. — ¡Hola familia, estoy en casa! —Gritó Robb cruzando toda la sala hasta la cocina, donde nos saludo amistosamente y se encontró con el amoroso abrazo de mamá— ¿Necesitan ayuda? —inquirió. — No, ve con tu padre a mirar el partido —le dijo ella risueña a su adorado y malcriado hijo. Robb nos sonrió a Aiden y a mí, que le dedicamos una mirada oscura. Y si, realmente, había cosas que nunca cambiaban.
Durante el pasado, en numerosas ocasiones estuve recostada en mi cama mirando la televisión o simplemente haciendo nada, acompañada de Aiden. Nunca nos preguntamos por qué hacíamos eso, sino que simplemente se daba. Él quería escapar de sus problemas y yo solo quería un momento en silencio; así que solo nos quedábamos ahí comiendo y pensando, y de vez en cuando discutíamos sobre temas banales solo para distraernos. — ¿Puedo admitir, sin el deseo de recibir algún tipo de broma de tu parte, que muchas veces quise estar en tu cama besándote? —preguntó Aiden, deteniéndose un momento de aquella sesión de besos que me estaba sumiendo en un trance peor del que ya me encontraba. Sonreí y lo miré con ternura, peinando su pelo. Yo también había tenido ese tipo de deseos. Había veces, que me era imposible tener a Aiden a mi lado quejándose de su hermano y no observarlo e imaginarme como sería ser besada y tocada por él. Pero aquello nunca lo había admitido en voz alta, por miedo a que fuese algo realmente importante… hasta aquel momento.
— Yo también he querido que me besaras en mi cama de adolescente, quizás escondiéndonos de mis padres y luchando porque Robb no nos delate —comenté encogiéndome de hombros—. Tengo una mente muy activa cuando quiero… Los ojos verdes de Aiden se oscurecieron un poco y cuando sonrió, adquirieron un tono más brillante y hermoso. Respiró profundamente y pensé que me diría algo, pero solo me besó; esta vez fue un beso más profundo y lento pero al mismo tiempo transmitiéndome una inquieta ferocidad que me hacia estremecer. Las cosas se estaban poniendo cada vez más calientes y frenéticas, lo que estaba ayudando a volver a despertarme y sentirme viva, pero en ese instante comenzó a sonar el móvil de Aiden. Él se alejó de mí a regañadientes mientras que yo gemí con decepción. Malditas sean las llamadas improvistas. — Hola madre —dijo tranquilamente, sentándose en la cama—. Todo bien, si. ¿Por qué? —Lo escuché preguntar mientras yo continuaba mirando el techo— ¿Qué? ¿Te dijo eso? —pude percibir el tono de enojo que comenzaba a tener su voz. Me acomodé en la cama y lo miré cuidadosamente— No, nada que ver madre. — ¿Sucedió algo? —le pregunté, en voz baja, en cuanto sus ojos se posaron en los míos. — Logan —pronunció su nombre sin sonido, y era toda la respuesta necesaria para suponer que había sucedido—. Madre, esta tarde iré a tu casa y hablaremos. Prefiero hablar en persona, y no me gusta que lo defiendas tanto sin siquiera saber que sucedió — insistió. Podía oír la voz de Katherine desde donde me encontraba, fuerte y posiblemente molesta porque todos sabían que el menor de los Harrison era su preferido—. Ok, lo siento. Luego hablamos —murmuró Aiden y tras cortar quedó en silencio. Lo contemplé silenciosamente hundir su cabeza entre sus manos y desordenar su pelo. No pude evitar alcanzarlo con mi mano y frotar su espalda con suavidad. Estaba tenso y enojado, así que preferí guardar silencio hasta que él decidiera decirme algo.
— Creo que puedes darte cuenta que es lo que sucede, ¿no? —dijo en voz baja y queda. — Si —respondí suavemente. Aiden suspiró profundamente y se puso de pie para recorrer la habitación. Torcí mis labios en una mueca de disgusto mientras lo contemplaba caminando de un lado a otro. Molesto y seguramente intentando deshacerse de lo que sentía, él caminaba sin parar. Y estaba por comenzar a hacer un agujero en el piso cuando se detuvo y me miró, con sus ojos verdes bien abiertos. — ¿Puedes creer que Logan le dijo que me he estado comportando como un idiota con él y que se ofendió tanto que prefiere no verme? —me preguntó. Solo suspiré, porque ya no me sorprendía más nada. — Él… él… se cree que puede hacer y decir lo que quiere, y no le importa nada — dijo con despreció, cerrando sus ojos y sacudiendo su pelo—. Estoy cansado, harto y ya no tengo paciencia para esto, mucho menos cuando te incluye a ti —agregó. Pude ver el dolor en su expresión. Me levanté de la cama y fui hacia él. — Shhh…tranquilo —le susurró abrazándolo por el cuello—. La familia es así, puedes tener la seguridad de que te comprendo. A veces los odias, en otras desearías no estar relacionado, luego los vuelves a amar, y así, una y otra vez —dije, peinándole el pelo para poder relajarlo de alguna manera. — Pero con Logan es distinto —exclamó, y me alejé apenas de él para verlo a los ojos. — No es distinto. Son hermanos y se quieren a su extraño modo. Yo también, aunque en este momento ambos lo detestemos —confesé—. Solo hay que confrontar y avanzar —asentí. Él me dedicó una extraña mirada y ladeé mi cabeza—. Es algo que Margot me dijo. A lo que me refiero es que debemos enfrentar lo que sucede, cerrar cosas y así poder continuar; como tú con tu hermano y yo con Dylan.
Cuando dije eso, me quedé en un incomodo silencio viendo como el enojo, la duda y la curiosidad se arremolinaban en su expresión. Seguí jugueteando con su pelo, solo por si acaso ayudaba. — ¿Qué tiene que ver tu ex novio con todo esto? —preguntó. — Absolutamente nada —respondí inmediatamente, y me encogí de hombros—. Es solo que desde hace un tiempo me estoy sintiendo culpable por no haber hablado más con él, sobre todo tras su confesión y no sé, me gustaría poder hablar y cerrar aquella etapa —agregué—. Llevó dándole vueltas al asunto, y quería saber tu opinión —susurré volviendo a abrazarlo—, por favor, no te enojes conmigo también. Él no respondió, sin embargo, rodeó mi cintura con sus brazos, firme y fuerte. Lo oí respirar profundamente y depositó un sentido y largo beso en mi cuello. — Nunca podría enojarme contigo —confesó, y mi corazón se derritió de amor. Lo apreté más fuerte solo para oírlo quejarse, y me alejé para vislumbrar una mínima sonrisa que me hizo sentir victoriosa. — Entonces, ¿crees que está bien que vaya a hablar con él? —Pregunté, borrando mi sonrisa y volviendo a degustar la culpa. Aiden me miró por un instante que se sintió eterno. Sentí su mirada atravesarme como rayos X, y había algo dentro de mí, que me decía que él podía saber más de mi misma que yo. — Solo porque mi mente, que en este momento enojada, me grita que no, voy a responder que sí. Porque sé que una vez esté tranquilo, mi yo diplomático respondería eso —dijo, ladeando su cabeza y lo miré como un perrito confundido. — ¿Sabes cuan confuso sonó todo eso? —pregunté, y él asintió. — En mi mente todo es menos complicado —comentó—, pero la realidad siempre se empeña para empeorarlo.
Sonreí y besé su mejilla haciendo un camino hasta sus labios que se habían vuelto mi perdición, haciéndome olvidar de todo y borrando cualquier miedo que pudiese tener. Aunque él podría haberse rehusado, cedió rápidamente a mí, dejando de lado todo lo demás. Me rodeó con más fuerza, arrastrando y obligándome a tirar en mi antigua cama. Un grito de exaltación, de mi parte, murió antes de salir cuando Aiden volvió a concentrarse en nuestros labios y en sus manos sobre mi cuerpo, en vez de los problemas que no rodeaban, y que siempre lo harían. Decidimos hacer de cuenta que no había nada más importante por ese momento, aunque una vez que saliéramos de aquella habitación tendríamos que confrontarnos a lo que tarde o temprano llegaría. El único deseo para mí misma era poder ser valiente.
Respiré, me mentalicé y caminé. Recorrí lo que parecía un largo tramo aunque realmente no lo era. Sentía calor, sin embargo, mi cuerpo estaba helado. No recordaba estar tan nerviosa desde mis primeras prácticas como médica, pero una vez que me detuvo y me encontré con un par de ojos que tiempo atrás habían significado todo, una extraña tranquilidad me rodeo. No había enojo ni rencor, solo conocimiento. — Buenas tardes Dylan —lo saludé; mi voz no salió tan firme como quería que saliera. Él parpadeó y me dedicó una suave sonrisa. — Me alegra mucho verte Piper —murmuró, señalando la silla frente a él—. No sabes cuánto necesitaba tu llamado —agregó, sonando como una confesión que le daba pudor decir. Sonreí, y me dejé llevar por su aspecto tan sereno. — Y yo necesitaba llamarte —coincidí. Ambos cruzamos miradas en un silencio que no era incomodo, sino suave y delicado, que te hacía sumergir en un ambiente de privacidad.
Estaba claro. La vida me había puesto pruebas para llegar a aquel momento, donde tenía que confrontar y avanzar. Mentalmente me lo repetí una vez más ese mantra, pero solo por costumbre.
Capitulo 29 Situaciones raras de vida Nivel: estoy tomando un café con mi ex novio gay, contándole mi vida durante los últimos meses, donde lo principal es que estoy saliendo con el hermano de mí mejor amigo, con el cual estoy peleada. Todo era muy normal aunque en un principio hubo un poco de silencio fue solo hasta romper el hielo. Y aunque podría haberme imaginado esta reunión cientos de veces, no era absolutamente concordante con algunos de mis escenarios imaginados; nada de gritos, ni llantos, ni derrames de bebidas por escenas de celos o de cachetadas por haber mentido, o juramentos de venganzas. Solo éramos Dylan y yo conversando, como en los viejos tiempos, y en momentos como ese recordaba porque él había sido uno de mis amigos más cercanos. Se nos daba fácil iniciar conversaciones, no temíamos en bromear o hacer comentarios pervertidos. — Debo reconocer que en algún momento estuve celoso de lo que significaba Aiden para ti, así que saber que estás con él no me sorprende —me dijo. Lo miré extrañada y creo que se dio cuenta por mi expresión lo confundida que estaba. Él me sonrió, meneando la cabeza. — ¿Lo que él significaba? —inquirí. Él entrecerró los ojos sobre mí, cual águila cazadora. — Él siempre fue importante en tu vida, de alguna forma y otra. Te la ingeniabas para hablar de él y quejarte cuan horrible había sido tu vida a costa suya, pero nunca te centraste en lo bueno, porque eso te gustaba quedártelo para tu intimidad. Los recuerdos de los buenos tiempos con Aiden eran tu tesoro más preciado, y yo sentía celos porque
deseaba que algún día tuvieses ese recelo de protección y melancolía por los momentos nuestros —comentó. Lo contemplé en silencio. Él parecía nunca haberse dado cuenta de la importancia que tenía en mi vida. Había sido el único novio formal y real que tuve, y hubiese dejado todo por él si me lo hubiese pedido. — Tú también eres importante en mi vida —le aseguré, queriendo que lo supiera. Dylan sonrió con tristeza, y pasó sus manos por su barba, para descargar tensión. — Tú también lo eres —murmuró, posando sus oscuros ojos sobre mí con templanza—. Te amé, y te amo, pero lo nuestro no se compara a lo que tienes con él. Lo nuestro es más fraternal. Creo que las cosas suceden por algo, y que nosotros no estábamos destinados a acabar juntos —dijo con convicción, haciéndome doler el alma pero también liberándome de la agonía. Suspiré, volviendo a tomar un poco de café para luchar contra el silencio que brotó. — No quiero preguntarte nada de tu sexualidad por respecto a tu privacidad, pero quiero saber una cosa —le dije. Su mirada me inspiraba tranquilidad y una confianza que extrañaba; tras meditarlo asintió—. ¿Fuiste feliz conmigo? —pregunté, y mi voz se quebró a mitad de la oración. Dylan se movió para estirar su mano y alcanzar la mía. La sostuvo un tiempo con fuerza, regalándome una de sus sonrisas más hermosas. — Fui el hombre más feliz —respondió, y sentí las lagrimas caer silenciosamente por mis mejillas—. Tú no te das cuenta, pero potencias lo bueno en las personas, y me hiciste el mejor hombre que pude ser —agregó solo para que mi corazón se revolcara un poco más en la melancolía. — Yo también fui muy feliz contigo —le aseguré, secando mi lágrimas mientras enlazaba sus dedos con los míos. Y ahí me di cuenta, que sentía una paz que no había
experimentado antes. Un gran peso se liberó en mí, haciéndome más liviana y permitiéndome centrar en lo que realmente importaba.
Alrededor de dos horas después, Dylan y yo nos despedimos para ir en diferentes direcciones. Me dio un beso en la mejilla con un abrazo tan fuerte que podría haberme roto, sin embargo, lo que hizo fue sanar esa herida que se estaba tardando en cicatrizar. — Nos estamos viendo —dijo antes de separarse de mí, y la sentí como una promesa de que a pesar de no perdurar como pareja, podíamos continuar como amigos, como siempre lo habíamos sido. Hice el recorrido hacia mi casa con una sonrisa melancólica y sin parar de recordar los momentos buenos. Hacía mucho tiempo no sentía tanta paz, y eso me hacía feliz. Pero tal como sucede en mi vida últimamente, la tranquilidad no duró mucho tiempo. Encontré a Aiden dentro de su auto, estacionado frente a mi casa. Me llamó la atención verlo ya que lo imaginaba en su casa o con Matt. Me acerqué a él y le golpeé el vidrio antes de entrar al auto. Besé sus labios pero noté una frialdad que no me había demostrado hasta el momento, y me tensé al imaginar que algo malo sucedía. — ¿Pasó algo? —pregunté. Él me miró inexpresivo con sus ojos oscurecidos—. ¿Pudiste solucionar las cosas con tu madre ayer? —inquirí, ya que no me daba respuesta alguna. — Si —respondió austeramente, pasando su mano por su pelo, nerviosamente, y tensando su mandíbula. — ¿Entonces qué sucede? Me estás asustando —me quejé. — Estaba con los chicos y, de repente, salió de que te encontrarías con Dylan. No me había sentido tan amenazado con él hasta que empezaron a bromear, y le pedí un consejo a Saori, y ella me dijo que debía confiar en ti, entonces salgó de allí y te encuentro
abrazada a él afuera del café, y te vi… te vi… —empezó a repetir, totalmente enfrascado en sus pensamientos, enojándose y reconocí dolor en su mirada. — ¿Cómo me viste? —pregunté, sin saber si sentirme ofendida porque una parte de él había desconfiado tanto de mi como para ir al sitio de reunión. — Te vi feliz con él y recordé todas las veces que te observé a la distancia, estando alegre y radiante con alguien que no era yo. Y me enfureció reconocer que no me necesitas para ser realmente feliz —dijo con la voz inestable, queriendo controlar las emociones que lo embargaban. Boquiabierta, lo contemplé en silencio por unos eternos minutos hasta que chaqueé mi lengua y lo miré con sarcasmo. — ¿Escuchaste la estupidez que acabas de decir? —pregunté enfurecida, y oí como gruñía del enfado— Primero y principal, deberías confiar en mí como dijo Saori. Me cuesta pensar que ella esté de mi lado, ya que evidentemente está enamorada de ti. Cosa que he notado hace tiempo y no te he hecho ningún planteo al respecto, ¿O sí? —le dije, apuñalando su brazo con mi índice. Aiden calló y me miró aún más ofendido—. Segundo, si, estaba feliz porque cerré un capitulo de mi vida, y me dijo cosas que hizo que me diera cuenta de algunos hechos que antes no —agregué, y otra vez lo apuñalé con mi dedo, solamente para que sufriera físicamente lo que a mí me dolía en lo emocional—. Y tercero, ¿Cómo mierda osas decir que no soy feliz contigo? Tú no sabes nada, Jon Snow. No sabes las veces que he envidiado a tus horribles novias de la escuela, o a las compañeras de la universidad por más feas que fueran, o las veces que he preferido que te burles de mí antes de que me ignores. Tú no tienes idea de lo feliz que me has hecho en este tiempo, y no tienes derecho a decir que no lo soy solo porque eres ciego para verlo. ¿Se entendió? —pregunté. Aiden enmudeció. Su expresión se suavizó a medida transcurría el tiempo, en silencio, y sus ojos se tornaron turbulentos pero ya no había enojo, solo un poco de reproche. Cerré los ojos y respiré hondo, recostándome sobre mi asiento.
— Me cuesta creer que hayas pensado eso, siendo tan inteligente —susurré. — Es como un sueño, y temo despertar en una realidad en la que no estás conmigo —habló por fin, con voz suave y meditabunda. Tuve ganas de llorar y agarré sus manos con fuerza, enlazando mis dedos con los de él. — No me voy a ir, ¿aún no te das cuenta que te amo? —le pregunté, abriendo los ojos en el instante en que quedó petrificado con mis palabras. No me sorprendería que dijera que no, apenas podía darme cuenta yo misma de mis sentimientos. Sequé las pequeñas lágrimas que corrían por mis mejillas y sonreí burlonamente cuando él continuó sin hablarme. Ya me sentía como aquellas chicas que le habían declarado su amor, y de las que él había escapado tan rápido como pudo. — Si sabía que ibas a entrar en pánico por asegurarte que soy feliz contigo, hubiese dicho otra cosa —bromeé para romper el hielo y deshacerme de la incomodidad que iba surgiendo en mí. — No —dijo él, lo miré con un hilo de terror—, no es eso —agregó, y tomó mi rostro entre sus manos para besarme. Fue un beso tan profundo y frenético que podría haber perdido el sentido, quizás muerto y haber ido al infierno, que no me importaría—. Yo también te amo Piper, y no te das una idea de cuánto —murmuró, apoyando su frente contra la mía y acariciando mi rostro suavemente. Sonreía y lloraba al mismo tiempo, sintiendo la calidez de Aiden rodearme protectoramente. Lo besé una vez más y lo abracé como si mi vida dependiera de él, porque en aquel instante él era todo lo que necesitaba.
Tras una larga sesión de sexo con mi atractivo novio no me quedó más alternativa que volver a la realidad al día siguiente, comenzando desde temprano en el hospital. Personas, recetas formuladas, alguna que otra enfermedad de transmisión sexual y un
par de quejas sobre cuando lento es el sistema de atención después, pude tener mí merecido descanso. Me hubiese encantado pasar el tiempo con Aiden pero debía conformarme con almorzar en compañía de Nairi y Loreley. Estábamos tragando nuestra comida como si acaso llevásemos tiempo en estado de inanición, y parecíamos neandertales subdesarrollados tragando nuestro almuerzo y riéndonos de cualquier cosa. — Y el nene gritaba con que no quería ser revisado, y se aferró a su mamá como una garrapata, y en el camino me pateó justo en la nariz —dijo Loreley ofendida, señalando el algodón en su nariz. Tuve que tapar mi boca con mi mano para no escupir todo, mientras Nairi reía a carcajadas; incluso pude ver que lloraba de la risa. Loreley nos miró venenosamente como una niña rencorosa, pero por más que lo intentáramos no podíamos parar. Siempre eran graciosas este tipo de cosas, más cuando les pasaban a los demás. Nadie estaba exento de accidentes de ese tipo, sobre todo quienes trabajaban continuamente con personas como nosotros. — De esas cosas uno no puede huir —dijo aún entre risas Nairi. — Exacto —murmuré—. Tampoco de quienes quieren salir contigo, de los adictos a las drogas y de aquellos que por buscar en internet los síntomas creen que saben más de la enfermedad que tienen más que tu —comenté yo, porque claro, es fácil buscar lo que tienes, lo difícil es dar con la tecla porque para internet siempre es cáncer. Y eso es peor cuando eres un estudiante de medicina hipocondriaco. No es que yo lo sea, es solo lo que me contaron… en serio. — Mucho peor es cuando un paciente psiquiátrico se obsesiona contigo —agregó Nairi. Loreley y yo nos quedamos en silencio, mirándola horrorizadas. Ella permaneció con la mirada perdida ante alguna clase de recuerdo hasta que suspiró. Demonios, hay cosas que realmente uno no quiere vivir.
— ¡Señoritas, espero que estén teniendo un buen descanso! —exclamó el doctor Silverman, acercándose a nosotros con aquel bigote enorme que tenía y que llamaba siempre la atención. — Muchas gracias doctor, ¿Cómo le va? —preguntó Loreley, siendo totalmente encantadora con nuestro superior, porque si hay algo que no hay que tener, es a tu superior en contra, sobre todo si es el jefe de residentes. — Muy bien —nos sonrió él—. Chicas, vengo a avisarles que ya están las fechas para el examen de residencia. Si no recuerdo mal es en un mes —nos dijo. Inmediatamente sentí la presión de lo que todo eso significaba; era mi último examen en la residencia y tendría mi título oficial de médico general. ¡Oh santo dios! El doctor Silverman aún no se había ido y ya estaba histérica. — ¡Silverman! ¡Al fin te encuentro! —exclamó alguien y me sacó rápidamente de mis pensamientos alborotados. Parpadeé y encontré al doctor Michans, regalándonos una de sus sonrisas más preciosas—. ¿Cómo les va? —nos preguntó risueño; las tres solo respondimos con unos sonidos extraños y sonrisas tontas. El doctor Michans era demasiado atractivo para su propio bien. Había pasado con éxito la cuarta década y parecía ser como el buen vino que cuanto más años, mejor. Era alto y de contextura media, con un cabello castaño espeso que recordaba al doctor Sheppard de Grey´s Anatomy, y precioso ojos castaños, y unos rasgos envidiables. Él podía gustarte o no, pero cuando te miraba y sonreía de manera tan amistosa, era imposible no caer en sus redes. Imposible. — Silverman, tenemos esa reunión con los demás. Snell y Harrison nos esperan en la sala de médicos —comentó, y al nombrar a Aiden recordé súbitamente que mi novio no tenía nada que envidiarle a Michans. — Cierto, la reunión —dijo el doctor Silverman, girándose hacia nosotras—. Luego vean la fecha del examen y cualquier duda que tengan me avisan —comentó,
saludándonos rápidamente. Michans movió sus manos como un capitán, y lo contemplamos embobadas hasta que desapareció. — ¡Qué buen trasero que tiene! —exclamó Nairi. Junto a Loreley explotamos en risas y tardamos en calmarnos. De pronto, la diversión se transformó en emoción y nervios. Dejamos la comida de lado porque el estomago se nos cerró ante la idea de la semejante prueba que teníamos por delante. — Es la recta final —susurré, mirándolas desconfiada. Loreley se sacudió emocionada y estuvo a punto de gritar si Nairi no le hubiese tapado la boca. — Podríamos hacer una fiesta y descontrolarnos un poco antes de volvernos locas —comentó Loreley, sacando la mano de Nairi, y noté como ésta torcía el gesto totalmente dubitativa. — No entres en pánico —le advertí a Nairi y ella negó, aunque sabía que internamente ya estaba enloqueciendo—. ¿Fiesta el fin de semana? —pregunté. — Fiesta el fin de semana —me respondieron ambas mecánicamente. Genial, teníamos un plan. Volvernos locos en una fiesta, y luego con el estudio. Teníamos una meta y podía venir el apocalipsis que no son importaría. Íbamos a poder con esto. Whoa… nunca me sentí tan optimista.
Capitulo 30 Piper se prepara para dar guerra. ¡Qué dolor, que dolor, qué pena! Poco importa si la canción es o no así… mucho menos importa si desentono o quede mal. Y probablemente todo se deba a que los pocos vasos de cerveza que tomé ya llegaron a mi cabeza. Comenzaba a cantar bailar de un modo extraño, como si tuviese algún tipo de síndrome motor o algo así, y me reía de mi misma con cada paso que daba, mientras atravesaba la sala de la casa de Loreley donde era la fiesta. Ella estaba en algún lugar de la casa haciendo karaoke con Matt y Fred, distrayéndose después de pelear un rato con su madre que quería quedarse en la fiesta. Los intentos de Loreley no dieron resultado, y su madre se quedó en la casa con su joven novio que deambulaba por ahí, un poco más ebrio que yo, y demasiado torpe. Crucé a Nairi sentada en el sillón, sonriéndole a un chico, y le guiñé un ojo aunque ella no me vio. Veía tantas personas que hasta dudé si realmente vi a Ana, la hermana de Loreley, pero probablemente haya sido un espejismo ya que últimamente donde sea que su madre estaba, ella desaparecía. Es una lástima, Ana es una de las personas más divertidas que he conocido en una fiesta. Eso sí, reconozco a un par de sus amigos de los cuales nunca recuerdo el nombre, y que siempre dudo si son o no pareja. Entre el amontonamiento identifico a un Douglas risueño en la travesía de ganar algún que otro corazón. Sonrío y busco a Logan, hasta que recuerdo que él me odia, volviéndome triste. Maldito sea él y sus caprichos. Extraño a mi mejor amigo, pero odio que sea un idiota en este tipo de peleas, sin dar el brazo a torcer.
Cruzándome de brazos con expresión molesta, identifico a una mujer pequeña de cabello corto y rubio, con ojos leoninos puestos en Aiden. Me tenso y voy directo hacia él, para abrazarlo con fervor. — Santos cielos Mara, deja de intentar quitarme mi novio —me quejé mirándola con arrogancia—. ¿No te conformas con el pedazo de carne fresca que tienes como futuro marido? —agregué. Mara me miró con sus ojos oscuros, tan diferentes a los ojos cristalinos de sus hijas. En lo único que Loreley y Ana se asemejaban a su madre era en la belleza exótica y exuberante; y las tres tenían un humor similar, aunque Ana suele ser la más centrada. — No querida, ya estoy pensando seriamente en cambiarlo por el tuyo —me dijo con una sonrisa maliciosa. Puse los ojos en blanco, sabiendo bien que no cambiaría a su juguete actual por nada del mundo; varias veces intentamos engancharla con otros hombres, y ella se negó. Nadie puede reprocharnos que no hiciéramos algo al respecto. — Mara me preguntaba desde hacía cuanto tiempo nos conocemos —dijo Aiden en mi oído, haciéndome erizar la piel y dándome ideas para el futuro de esa noche. — Sabes cuánto me gustan las historias de amor —canturreó Mara, apretándome las mejillas como si estuviesen echas de masilla. Me quejé como una niña y ella me sonrió con dulzura, haciéndome sentir querida—. Los dejo tortolitos, voy a buscar a mi chico — me guiñó un ojo con provocación y se alejó, encontrándose con un moreno alto y corpulento, que si no fuese porque sabíamos su edad, nadie supondría que era tan joven. Que puedo decir…al menos es mayor de edad. — ¿Soy el único que piensa que él tiene un complejo de Electra sin resolver? — preguntó Aiden, con la mirada puesta en el mismo lugar que yo.
— Nope —respondí, volviéndome a él para besarlo—. ¿Te dije hoy lo hermoso que estás, y cuanto te amo? —le pregunté. — Si, pero necesito que lo digas más seguido, mi ego debe mantenerse inflado de alguna forma —sonrió de lado, con sus ojos oscurecidos por la luz. Lo abracé por el cuello y me acerqué a su oído para hablarle suavemente y él me apretó con más fuerza— Que te parece si nos vamos de la fiesta y… —comentó, y negué entre risas arrastrándolo más al centro para obligarlo a bailar. El baile no era uno de los grandes talentos de Aiden, sin embargo, se las ingeniaba para ser sexy y atrevido en el intento. Rememoraba las viejas épocas, de cuando íbamos a los bailes estudiantiles, y mientras yo me esmeraba por verme desenfadada y arriesgada en mi vestimenta para ser más genial, Aiden lo lograba con mucha facilidad de manera maravillosa. Solo necesitaba ponerse sus jean oscuros, una camisa cualquiera y la campera de cuero de estrella de rock; su pelo era un poco más largo que ahora casi hasta la altura de su mandíbula y con un solo movimiento de sus manos a través de su pelo ya conquistaba a media platea femenina. A la otra mitad, la conquistaba con su mirada y si quedaba alguna duda, bailaba algún lento para despellejar corazones. Recordar aquello, me hacía sentir una chica con suerte. Sonreí para mí misma, ajustándome a su abrazo y besé su cuello. — Creo que podríamos fugarnos sin que nadie se diera cuenta —susurré, y sentí su risa a través de mi cuerpo. — Tus deseos son ordenes, cariño —dijo, besándome la coronilla—, eso sí, no sé si lograré aguantarme hasta llegar a casa —agregó, y me hizo girar sobre mi misma antes de darnos a la fuga. Y debo admitir que realmente no pudimos resistirnos hasta llegar a su casa, y fue una larga noche hasta que nos agotamos.
— ¡Basta Piper! —me gritó Loreley en mi propia cara, con su rostro rozagante, y sus ojos ocultos tras sus gafas de grandes marcos. Además se había atado el pelo en dos coletas y vestía un pijama de jirafas; parecía una niña. «¿Cuántos pijamas tiene?» me pregunté cuando recordé que me había gritado. — ¿Qué hice para que me grites? —le reproché, alejándome súbitamente de ella. Miré a mí alrededor y estaba sentada en mi cama, rodeada de libros. Lo más lamentable de todo es que en vez de mi novio, quien estaba a mi lado era Loreley. — Estas pensando en sexo. ¡Lo sé, porque pones una cara de extasiada ninfómana psicótica! —me dijo. Iba a preguntarle como era ese tipo de cara cuando se cruzó de brazos como una caprichosa niña y yo decidí no ser menos, y dedicarle mi mejor mirada venenosa y expresión enfadada. — No estoy pensando en sexo, solo pensaba en Aiden. ¡¡Lo extraño‼ —grité. Loreley puso los ojos en blanco, y en un pequeño salto se metió en la cama a mi lado. Los limites de amistad entre ella y yo estaban un poco desdibujados desde nuestras épocas de universidad. — Yo también extraño a mi Matty hermoso, mi sexy y egocéntrico neurocirujano con un cuerpo de adonis y mirada de… — ¡Loreley! —la detuve antes de que siguiera desvariando acerca de su novio. — A lo que voy —murmuró, no sin antes mirarme feo por interrumpir sus fantasías—, es que estas canalizando los nervios y temores del examen en el sexo con Aiden, mientras que yo en la comida —finalizó su discurso agarrando una tableta de chocolate que estaba sobre la mesa de luz. La miré horrorizada tragarse el chocolate debatiéndome internamente acerca de lo dicho. Si hacía un conteo de las veces que tuve sexo con Aiden desde que la fecha del examen de residencia de fijó, debía reconocer que el número de veces había aumentado
un poco. Cabe recalcar que tenemos una muy buena y envidiable vida sexual, porque no quiero que se piense mal. — ¿Y qué hago para calmar mis ansias? ¿Empiezo a fumar? —pregunté con un ligero encogimiento de hombros. Ella meneó la cabeza, y me convidó lo que quedaba de su chocolate. — Solo distráete con comida mientras yo esté frente a ti, luego si piensa en tu novio. Lo único que no quiero es que te propases conmigo, pervertida —declaró airosamente, agarrando sus libros para comenzar a leer. Resoplé sin otra alternativa que tener que cesar mis nervios con chocolate. Sentándome bien contra el respaldar leí lo más que pude, hasta que sentí que mis ojos ardían y eran capaces de resecarse para escapar de mi cráneo. Bueno, quizás no tanto pero leí bastante. Tiré el cuaderno al suelo con demasiado drama, y me concentré en la música que salía de mi computadora. Era un suave rock, melancólico y esperanzador. Deseaba que toda la frustración se evaporara pero cuando más pensaba en todo lo que debía estudiar y en el tiempo que me quedaba, que era apenas un mes, solo me preocupaba más y enloquecía haciendo cualquier cosa menos lo que debía hacer, que era estudiar. — Merezco un descanso —proclamé sin importarme la cara de malvada castigadora serial que pondría Loreley. Crucé el pasillo y deambulé por la sala y la cocina sin destino alguno porque lo único que necesitaba era distraerme del estudio. Estaba aturdida y cansada pese a que solo dormía. La frustración se arremolinaba en mi estomago, y en estos momento en que necesitaba ser fuerte era cuando me faltaba endereza. De pronto, me detuve porque escuché que alguien se acercaba a la puerta de mi casa, pero se detuvo y el timbre nunca sonó.
Dudé, pero aún así fui hasta la puerta y en un atisbo de incredulidad, creyendo que podría ser Aiden abrí la puerta. Para encontrarme con uno de los rostros que me atormentaban en mis pesadillas el último tiempo. — Logan —dije su nombre en un susurro, sin poder creer que lo veía frente a mi luego de tanto tiempo. Tenía en mi mente el recuerdo de la última vez que nos vimos, y el dolor de ese día aún no se iba. Le di un vistazo de arriba hacia abajo. Se veía igual de apuesto que siempre, aunque había dejado sus trajes para usar algo menos formal. Pero pese a que veía como mi Logan, notaba una seriedad y tristeza que hacía años no veía. Quizás, desde los años posteriores a la muerte de su padre. Sus ojos verdes estaban oscurecidos y percibí la duda en ellos. Se veía perdido y fuera de lugar allí. Contempló su alrededor y se volvió a mí, dando un pequeño paso que parecía requerir toda su fortaleza. — He venido varias veces —dijo, tras aclararse la voz. El sonido familiar produjo que mi corazón trastabillara—, pero nunca me he atrevido a llamar a la puerta —agregó. Lo observé en silencio. Sus hombros estaban caídos y su expresión era la de un niño que había hecho una travesura y debía enfrentar a su madre. Pero él no era un niño, y romper mi corazón no era una travesura. — ¿Qué es lo que quieres? —pregunté, sonando mas brusca y a la defensiva de lo que deseé. — Tu perdón —respondió con esa seguridad arrogante que desbordaba en él y que yo precisaba. Sonreí con ironía y amargura, teniendo deseos de golpear su perfecta cara, e intentar desarmar ese peinado ordenado que llevaba—. Piper, lo que hice estuvo mal. Fui horrible, patán, hipócrita y merezco ir al infierno si es que lo deseas, pero escucha — dijo, tomándome suavemente de la mano para que no escapara de su cercanía—. Lo único que he querido siempre fue protegerte —murmuró.
— ¿Protegerme? ¿Acaso crees que necesito que me protejan? No creo verme como una doncella en apuros —me quejé. — Para mi si —insistió, elevando solo un poco la voz—. Eres mi mejor amiga, mi alma gemela y siempre tuve la necesidad de protegerte para sentirme fuerte. Si yo sufro, tú siempre estarás para mí, pero cuando tú sufres enloquezco por no saber cómo ayudarte. — Apoyo —exclamé—, eso es una gran ayuda. Apoyo moral, psicológico, y entendimiento. Solo necesitaba eso, pero ni siquiera hablabas conmigo. Te encerraste en tu propio mundo, sin dejarme pasar para tratarme luego de ser mentirosa y una cualquiera —él puso una expresión de dolor antes mis palabras, aunque fueran verdaderas. Disfruté internamente de verlo así, porque por mucho tiempo me sentí horrible. — Lo siento —susurró—. Siento haberte alejado, siento haberte dicho todas esas cosas, pero no me arrepiento de querer cuidar de ti. ¿No entiendes que te amo? Eres un sostén para todo, y lo único que quiero es lo mejor para ti. Aunque sea rompiendo tu corazón —terminó en voz tan baja que tuve suerte de oírlo. Yo también lo amaba, pero eso no le daba el derecho de tratarme como quisiera. — Claro que me rompiste el corazón tratándome así —me quejé, y lo vi negar. — No me refería a eso —comentó—. Me refiero a Dylan; supe antes que tú que él era homosexual porque lo encontré en una fiesta gay, y lo obligué a decírtelo porque no soportaba verte mal por ese idiota que no lo vale —gritó. «¿¡Qué mierda!?» pensé y creo que también lo grité porque Logan se alejó apenas de mi, viéndose aturdido. — ¿Lo sabías y no me lo dijiste? —pregunté acusadoramente, pinchando su brazo con mis dedos; es una mala manía estar enojada y apuñalar con mi pequeño dedo.
Tener conciencia de la mentira y la traición dolía, aún cuando sentía que Logan había hecho añicos mis emociones que las creí hechas añicos. Logan se quejó, tomando mis manos para detenerme y me adentró en la casa, para alejarnos de los curiosos del vecindario. Aunque realmente no me importaba, era capaz de gritar a los cuatro vientos que Logan era un cretino, y podía certificar que era peor que su hermano. — No soy más cretino que Aiden —argumentó él, y maldije infernalmente a mi conciencia—. Y entiende que no podía ser yo quien te lo dijera, no me correspondía y, quizás, tampoco me creerías —explicó. Le dedicó una expresión de incredulidad mezclaba con asco, y él suspiró—. Y con respecto a mi hermano, intenta ponerte en mi lugar. ¿Cómo reaccionarias si la persona que más valoras en tu vida se va con la que más detestas? —preguntó. Puse los ojos en blanco, tan dramáticamente que me mareé. — Deja de ser tan exagerado. Tú no odias a Aiden, Aiden no te odia a ti. Son dos chiquilines inmaduros con poca comprensión de idioma como para poder comunicarse como personas decentes —grité—. Nos conocemos desde niños; tú te la has arreglado para hacerlo ver como el malo de la película, y a ti como un santo para que esté de tu lado, y ambos sabemos que ninguno de los dos es inocente —agregué queriendo zafarme de sus manos, hasta que él se dio cuenta y me soltó. — A veces eres demasiado terca y egoísta como para tener más empatía — exclamó, desordenando su pelo rubio; ahí me di cuenta que ambos hermanos tenían la misma manía. — ¿Perdón? ¿Terca y egoísta yo? ¿Tú no te has dado cuenta que eres igual? —lo reprendí—. Eres malvado, y un mal amigo. Mentiroso, y solo intentas quedar bien ensuciando a los demás. Y fíjate cuando vienes a enfrentarte a mí, justo en el momento en que mas necesito estar centrada, sacándome de quicio y haciéndome dudar de todo — lloriqueé porque la presión del examen, mis emociones y Logan estaban haciendo que me sintiera como un trapo de piso.
— Lo siento —murmuró, abrazándome contra mi voluntad. Me negué e incluso intenté apartarlo, pero él era fuerte y realmente extrañaba tenerlo a mi lado—. No quise molestarte, en serio. Solo quería arreglar las cosas, pero tengo el don para arruinarlas. Ni siquiera sé como soy abogado —sonrió apenas, moviéndonos a ambos y sumergiéndome en un hechizo que me estaba tranquilizando—. Estoy intentando ponerme en tu lugar; no he sido el mejor de los amigos. Dame una oportunidad y tenme paciencia —susurró, acunándome y acariciando mi pelo, mientras seguía llorando en su camisa. Sin poder hablar asentí. Logan se alejó, rozando con sus manos mi mejilla y depositando allí un suave beso para luego irse. Me quedé en silencio, compungida por todo, y apoyada en la pared abrazándome a mí misma. Escuché pasos a mí alrededor, y recordé la presencia de Loreley en la casa. Levanté mi vista y por su mirada supe que había oído todo. Ella se acercó y me abrazó, porque era lo que necesitaba y lo sabía. Era como si por un momento, entre Logan y yo, la guerra estalló. Trascurrieron bombardeos y lanzallamas, las municiones eran nuestras palabras, recuerdos e recriminaciones. Ambos habíamos salido heridos en el cruce de fuego, con cicatrices, quemaduras y cuchilladas mortales. Ahora todo se había detenido, solo quedaba lidiar con las consecuencias.
Capitulo 31 Un solo segundo Eso es lo que puede tardar la vida en cambiarte. Un solo segundo. ¿Sabes cuantas cosas pueden pasar en un segundo? Puedes volverte rico o pobre, recibir una noticia que te hará enormemente feliz o una triste. Un solo segundo puede ser vida, o ser muerte. Creo que muchas veces no nos damos cuenta de la importancia del tiempo, y es en los momentos malos en los que te detienes a meditarlo. Solo un segundo bastó para que mi mundo se detuviera ante la noticia que recibí. Mi corazón se detuvo un microsegundo y podría haberse infartado sino hubiese comenzado a latir frenéticamente. Y en lo que dura un chasquido, corrí hacia el hospital. — Piper —escuché mi nombre, y me giré en busca de aquella voz tan conocida. Era Aiden. Agitada, agotada y con el corazón en la boca, me acerqué casi corriendo a él. Se veía destruido y casi resignado. — ¿Cómo está él? —pregunté con el alma en mis manos, y a punto de desfallecer de agonía. La espera y las imágenes catastróficas que llegaban a mi mente no ayudaban. Su mirada rompió mi corazón en miles de pedazos, y sus brazos se aferraron a mí con tanta fuerza y emociones, que no supe que decir o hacer, más que responder a ese abrazo. Y así, rompí a llorar. — Tranquila —me susurró—. Todo está bien, ya salió de peligro —agregó, y pese a que creía invaluablemente en su palabra, no estaría tranquila hasta verlo con mis propios ojos.
— Necesito verlo —dije sollozando. — Ahora no se puede, está en terapia intensiva pero está estabilizado —insistió—. No hay nada de qué preocuparse, intentaré hablar con el jefe de terapia y veré si puedo convencerlo de que te deje pasar un rato —agregó. Le sonreí con tristeza, y no pude evitar no llorar cuando lo vi tan sereno y confiado. Lo besé profundamente y volví a abrazarlo, porque con él me hacía sentía más segura. Junto a Aiden, deambulamos por el hospital y hablamos con colegas hasta que nos permitieron pasar. Sentía los latidos de mi corazón cada vez más desenfrenados a medida me acercaba a la puerta, pero todo el temor del mundo se esfumó cuando vi a mi hermano, sentado en su cama conversando con una joven enfermera como si nada le hubiese pasado. «Maldito descarado seductor, ¿es que ni en estos momentos puede dejar de coquetear» pensé, y busqué en Aiden algún atisbo de queja, por si acaso había dicho mis pensamientos en voz alta. Menos mal que no fue así. Robb al vernos sonrió, y no pude evitar corresponderle. Tenía rasguños y magulladuras de su accidente en coche, pero se lo veía bien y eso bastó para tranquilizarme. Cuando estuve a su lado lo abracé tan fuerte que pude haber roto los huesos que habían logrado salvarse. Del otro lado de la cama, Aiden despidió a la enfermera con amabilidad y se acercó a su mejor amigo en la infancia con expresión tranquila. La preocupación que sus ojos me habían delatado, ya no existía. Él me sonrió suavemente
y
sin
querer,
comenzó
a
hacerle
preguntas
cotidianas
que
irremediablemente tomaron otro tono. — ¿Y te hicieron una tomografía? —inquirió, pispiando la bolsa con suero que colgaba a un lado y monitoreando la frecuencia cardiaca.
— Todo está bien, mamá y papá —se quejó Robert, desplomándose contra la almohada. Hice una expresión de dolor y me aseguré que no se lastimara o sufriera; era demasiado paranoica y propensa a sobre proteger a las personas que quiero. — ¡Ten cuidado Robert! —le dije, pero realmente, él no sentía nada, probablemente estaba tan sedado que ni siquiera se acordaría que estaba teniendo aquella conversación. Mi hermano se rió como si acaso hubiese dicho el mejor chiste del mundo, y déjenme decirles que todos mis chistes son horribles. Espantosos y denigrantes. Lo miré indignada, mientras Aiden ponía los ojos en blanco. El resultado de aquel choque había sido casi milagroso; dos autos colisionados, cero muertes, tres heridos. ¿Quiénes eran los otros? Pues, una pareja de jovencitos que iban discutiendo a medio camino de su casa, y mi hermano fue quien pagó por la distracción de ellos. La noche había caído desde hacía rato, y viendo que mi hermano estaba bien, lo mejor sería comentarle lo ocurrido a mis padres mañana en un momento en que ellos puedan comprender, yo pueda explicar y Robert no se ría por cada tontería que veía a su alrededor. — Dice Pip, sabe tu nombre —me dijo él, refiriéndose al sonido del monitor. Mi expresión se volvió irónica por un instante, y tuve que soportar que Aiden se riera de los chistes tontos de un Robb sedado. Era como volver a tener 15 años. ¡Santo cielo!
Caminábamos a través de los oscurecidos pasillos de un hospital que dormía. El murmullo de la ciudad y la atención en la guardia se filtraba suavemente. Aiden me guiaba, sosteniendo con firmeza mi mano, mientras me movía por pura inercia con la mente en mi hermano, pero mucho más tranquila.
Robert estaba bien, y eso significaba que yo también lo estaba. Él podía no ser perfecto, pero era mi hermano y lo amaba. Al llegar a una zona un poco más iluminada reconocimos en uno de los extremos, un grupo de personas; entre ellos, se encontraba Margot, Christopher y Loreley. Aiden y yo soltamos nuestras manos, como acto reflejo por encontrarnos en el hospital, y noté la expresión irónica de Loreley. — No sé porque se molestan en seguir simulando no tener una relación; ya todo el hospital lo sabe —comentó. Entorné mis ojos hacia ella, con malicia y contemplé con envidia el bonito ambo color turquesa que llevaba puesto, el cual combinaba con sus ojos. Ella me sonrió con soberbia. — ¿Cómo está Robb? —preguntó Margot, decidiendo omitir nuestro comportamiento poco maduro. — Él está bien, diría que mejor que todos nosotros —sonrió Aiden de costado, y su expresión se palideció al mismo tiempo que la mía, en el instante en que divisamos a alguien más allí. Me erguí, tomando coraje, como si tuviese que pelear una gran batalla. Tenía tanto conocimiento de mi expresión huraña como de la tensión en el cuerpo de Aiden. Sus manos se cerraron en puños y sus ojos se ensombrecieron. — Yo le avisé —dijo Loreley, como si acaso Logan necesitase que lo defendieran. La hubiese mirado de mala manera si acaso él no fuera amigo de ella y de mi hermano. — Tranquila Lo, no necesito que hables por mí, y así no te metes en problemas — comentó él, con ese dejo de desdén que lo caracterizaba—. Solo quería saber cómo estaba Robb, y como estabas tú —dijo, mirándome a los ojos.
Su mirada estaba encendida, y podía apostar que tenía tantas ganas de abrazarme como yo de que lo hiciera, pero el dolor en mí y el rencor que envenenaba mi ser no me permitía dar el brazo a torcer. No aún. — Estamos bien, gracias por venir —dije, sintiéndome tan tonta al oír la inseguridad de mi voz, y el pánico que ocultaba. Logan sonrió con tristeza y posó sus ojos en su hermano. Había rabia y recelo en su expresión. Estaba tan cansada de verlos así, como de la tristeza que me embargaba en el último tiempo. Respiré hondo y los encaré. — ¿Por qué no van a uno de los consultorios y hablan? —pregunté—. Creo que deben… — No tengo nada que hablar con él —exclamó Logan, aumentando la gravedad de su voz para romper con la poca calma que reinaba. — Es imposible hablar con él, ¿aún no te das cuenta que no hay esperanzas de madures en él? —me preguntó Aiden, pero sin quitar los ojos de Logan. La tensión aumento, cuando Logan se acercó más, irguiéndose para mostrar su superioridad corporal, pero aún así, Aiden no me aminoraba. Continuó mirándolo con provocación y autoridad. — En serio Piper, ¿Cómo haces para soportar su patanería diaria? Debe ser realmente bueno en la cama, con la vasta experiencia que tiene, sino no entiendo que puedas sobrevivir con él tanto tiempo —dijo Logan, desafiante, mirándolo tan cínicamente y fijo, que podría haber perforado el cráneo de Aiden con sus ojos—. ¿Recuerdas lo patéticos que nos hacía sentir? Cómo le gustaba juzgarnos y hacernos sentir como inferiores a todos, y él se divertía con sus amigos y sus novias de turno, y tu llorabas por él… Logan decía la verdad, una verdad que me recordaba todo lo feo y me enfurecía, pero su discurso se detuvo abruptamente en un solo segundo. En el momento en que
Aiden se cansó de todo el rollo psicológico que Logan le hacía, y cerró su mano en un puño que fue directo a su cara. Poco le importó su mano para operar, estar en un hospital o salvaguardar el bienestar de una persona. Y parecía que la guerra estallaría brutal y caóticamente, pero Christopher apareció tras Logan sosteniéndolo para que no golpeara a Aiden, y yo agarré del brazo a un Aiden sacado de quicio, junto a un Matt que no entendía nada pero que tenía la seguridad de que si Aiden era liberado, podría matar a un hermano…. o por lo menos dejarle una gran contusión. Mi mente quedó en blanco y por un momento no supe que estaba ocurriendo, hasta que Margot se materializó frente a nosotros, como si se tratara de un árbitro y se podría decir que Aiden y Logan tuvieron tarjeta roja, y yo una amarilla.
Entonces la situación fue la siguiente. Éramos un grupo de personas reunidas en la sala de la casa de Margot y Christopher, donde Aiden, Logan y yo éramos el eje central de todo eso, sentados en el gran sillón de la casa. Parecía un juicio oral y público; nosotros estábamos siendo juzgados, y Margot y Chris eran los jueces. — ¿Ustedes se dan cuenta todo lo que ha ocurrido en el último tiempo en sus vidas? —inquirió Margot en medio de su largo monologo, observándonos fijamente para mostrar toda su crueldad. Torcí mis labios con disgusto, mientras que Aiden y Logan, que me flanqueaban a cada lado, emitieron unos extraños sonidos que no eran ni una afirmación ni negación. La mirada de Margot se profundizó sobre ellos con furia, y no les quedó más alternativas que asentir como dos niños siendo reprendidos por su madre. Ella continuó hablando pero mi mente no soportaba tanto palabrería, y llegaba un momento donde me iba hacia la estratosfera. Por más tensa y seria que fuese aquella situación, tuve que luchar con la sonrisa que nacía de mis labios y tapé mi boca con mis
manos. Disimuladamente, busqué la mirada de Loreley y la encontré riéndose tras la espalda de Matt. En un momento sentí un codazo de Aiden, y lo miré con reproche antes de que comenzara a hablarme. — ¡Sh, no hables! —lo silencié antes de que continuara, para intentar salvar mi vida y la de él. — Pero… —comenzó a decir, con esa mirada de cachorro abandonado que me daban ganas de besarlo. — Aiden, calla tu maldita boca mientras hablo —gritó Margot. — Te lo dije —le susurré, y me encontré con su mirada oscura y demoniaca. Le sonreí tiernamente, pero no sirvió para una mierda, así que me crucé de brazos y quedé en silencio. — Ustedes tres deben darse cuenta muy bien la culpa que conllevan en todo esto —continuó hablando—. Tu eres un mentiroso, manipulador que no sabe comunicarse como se debe y has creado una relación toxica con Piper —lo señaló y me miró seriamente—; de ti ya hemos hablado, pequeña rencorosa con importantes problemas para reconocer, afrontar y avanzar —me gruñó, y tuve deseos de reprocharle que estaba equivocada… pero no era así—; y tu, señor excelente cirujano, solo escondes tus miedos y defectos, poniendo énfasis en los de los demás y teniendo una personalidad egocéntrica y sarcástica, y resultas ser igual que tu hermano en la comunicación y en afrontar realidades —agregó. — ¡Yo no soy igual que él! —Logan y Aiden gritaron al mismo tiempo, señalándose culposamente; viéndose lamentables. — ¡Si, lo son! —gritó Loreley, desde el otro lado de la sala, y sonrió al recibir todo el veneno de las miradas de Aiden y Logan.
— ¡Orden en la sala! —murmuró en tono desenfadado Christopher, dando pequeñas palmadas en su pierna. Margot puso los ojos en blanco, y volvió a nosotros. — Ustedes dos —canturreó, mirándonos de un modo que me heló hasta los huesos. Sus ojos se oscurecieron enigmáticamente, y podría asegurar que así de hermoso y terrorífico se vio Lucifer antes de caer del cielo—. Quiero que reconozcan cual es el problema con el otro, la causa de tanta competencia y enemistad, y la razón de porque no pueden tener una relación normal —les dijo. Oh… ella es realmente malvada. Me volví hacia cada uno de ellos, y lo vi luchando internamente contra sí mismos. Aquello no era fácil. Era remontarse hacia demasiados años atrás, rememorar todo e intentar dilucidar la esencia de las cosas. — ¿Alguno quieren comenzar? —insistió. Aiden miró con recelo a un Logan inexpresivo y pálido, que observaba sus manos como si fuesen la cosa más interesante del planeta. Lo vi atormentarse y resignarse, dando un resoplido audible que dio comienzo a su confesión. — Siempre nos peleamos con Logan, pero era a modo de juego. Nos enemistábamos y amigábamos cientos de veces al día, pero éramos los únicos amigos reales que teníamos —dijo. — Hasta que llegó Piper —agregó Logan en voz tan baja que quienes ocupaban la mesa, se preguntaron qué rayos había dicho. Sentí como que todo giraba en torno a mí, y la culpa me embargó. La mano de Aiden cubrió al mía, y la sostuve con fuerza para darme ánimo—. Con Piper conseguíamos en el instante en que nos conocimos, y fue imposible que nos separáramos. En cambio con Aiden era distinto… — Mientras Logan la perseguía para jugar, yo la perseguía porque simplemente quería estar a su lado, pero él no me dejaba. Insistía en que era suya, y me hacía sentir
fuera de toda esa amistad. Dejamos de ser Logan y Aiden, para ser Logan y Piper contra Aiden —explicó, y nuestras manos se apretaron con más firmeza. — Aiden solo quería molestarla, y creí que lo mejor para ella era no juntarse con él —opinó Logan. — ¿Lo mejor para ella? —preguntó Margot, casi desafiante. Logan resopló y se movió inquieto. — Quería que solo estuviera conmigo, si sabía cuan genial era Aiden, ella me dejaría por él, y dejaría de ser mi amiga… como al parecer sucede ahora —confesó. Lo miré con reproche, y si Aiden no sostuviera mi mano, le hubiese golpeado en el ojo que le quedaba sano. — Tú te alejaste de mí, ¿cuántas veces te lo tengo que decir? Dices que quieres protegerme, pero no hablas conmigo y no sabes que es lo que quiero. Haces las cosas según suposiciones —le dije, y respiré hondo para deshacerse del nudo angustioso—. ¿Así que ustedes se lleven mal es toda mi culpa? —pregunté enojada. Me vi realmente aliviada cuando ambos negaron. — Aiden siempre quiere tener la razón en base a mama y a las cosas de la casa —se quejó Logan. — No quiero tener razón, solo analizo los hechos y pienso en el bienestar de mamá. ¿En verdad prefieres que se quede encerrada en una casa solitaria, en vez de descubrir el mundo y relajarse de un modo que antes no pudo? —preguntó Aiden. Logan rebuznó, cual caballo en un campo, y podría haberle dado un poco de pasto si hubiese tenido a mano— Mamá no volvió a tener una pareja porque a ti te molestaba, se privó de hacer cosas que quería para hacerlas tal cual tus gustos para mantenerte satisfecho —renegó Aiden—. Tú tienes tu vida, déjala tenerla a ella también.
La mandíbula de Logan se pronunció con la fuerza que ponía en sus músculos. Se encogió sobre sí mismo y cerró sus manos en puños. Lo conocía bien; a Logan le gustaba mantenerse en el terreno de lo conocido, y temía a lo inexplorable. Era un chico costumbrista, por raro que pareciera, y que las cosas cambiaran, le resultaba caótico y lo llenaba de malestar. — Todo lo que hago es solamente para proteger a las personas que quiero; no me ha salido bien, pero no me culpen por intentarlo —susurró Logan, sonando como un ruego. Tuve ganas de llorar y con mi mano libre, sostuve la de él. Estaba a solo un latido de llorar como una niña. Logan aceptó mi pequeña ofrenda de paz, y enlazó sus dedos suavemente con los míos. Lo sentí relajarse poco a poco, sobre todo a medida que hablaba y Aiden escuchaba, opinando de manera correcta sin llegar a ofenderlo. Así repasamos lo que quedaba de la niñez, adolescencia y adultez. — ¿Y si resulta que no eran tan enemigos como parece que lo son, porque pueden tener una relación de hermanos normales, como la de ellos? —preguntó Christopher, señalando a Matt y Allie, quien tenía entre sus brazos al pequeño Lionel. Matt y Allie cruzaron miradas que parecían indicar más bien, que no eran precisamente el tipo de hermanos que debían de poner como ejemplo a seguir. — Nunca hablamos de todo esto, y siempre dimos por sentado hechos que no se aclararon. Dejamos correr el agua y nunca la detuvimos, callamos y guardamos con rencor cosas que intentamos echárnoslo en cara cuando podemos —murmuró Logan. Encontré en Aiden una expresión de asombro que costaba ver en él; quedó detenido por un instante y sacudió su cabeza. — Logan tiene razón —reconoció, y ahora fue el turno de Logan de verse asombrado. Los hermanos Harrison compartieron una pequeña mirada pacifica, repleta de entendimiento. Yo sonreí por ellos, con la esperanza de que todo eso pudiese ser el inicio
de una nueva etapa en la que ambos pudiesen dejar el pasado atrás y ser más unidos, aunque eso significara que debía dar un paso al costado. — Muy bien —murmuró Margot, cruzándose de brazos con pose altiva—. Ahora vamos contigo —me dijo y temí por mi vida—. Nosotras tuvimos una conversación sobre el rencor, el reconocer y avanzar. ¿Qué pasó con todo eso? —me preguntó. Me encogí de hombros y ella afinó sus ojos para indicarme que debía darle una respuesta más específica. — Sabes que he reconocido y avanzado bastante: hablar con Dylan me ayudo a avanzar y reconocer mis sentimientos con Aiden me liberó para poder perdonarnos por el pasado. Ahora estoy dejando todo eso atrás para iniciar una nueva etapa —respondí. Aiden hizo círculos con sus dedos en mi manos, y noté como la expresión de Logan cambiaba para mirarme confundido. — ¿Hablaste con Dylan? —preguntó. Lo miré con extrañeza, y asentí torpemente. — Hace unos días, nos reunimos a tomar un café. Él me habló de todos sus miedos e inseguridades al buscar una forma de decírmelo, y cuanto le costó reconocer a sí mismo que era lo que quería; entre otras cosas —le expliqué—. Aceptamos que fuimos felices mientras estuvimos juntos pero que no era realmente nuestro destino —agregué, sintiéndome pequeña con todas las miradas puestas en mí. — No lo sabía —susurró Logan, evidentemente sorprendido por aquel dato. — Era imposible que lo supieras tras todo lo que me dijiste —me quejé. El dolor y la culpa se dibujaron en su rostro, y oí a Margot quejarse. — Piper —dijo mi nombre como si acaso fuese mi mama a punto de reprenderme; esta mujer sí que sería buena madre para Lionel—, ¿qué dijimos del rencor? —inquirió. — Que soy una perra rencorosa —reconocí. Margot golpeó suavemente su frente con mano y suspiró, intentando encontrar la paciencia necesaria.
— Debes analizar, reconocer y avanzar en todos los aspectos, y todos sabemos que lo único que te queda pendiente es Logan, para poder liberarte —me dijo—. Necesitas decirle todo lo que tengas adentro —agregó. Ladeé mi cabeza para contemplarla como un cachorro confundido. Ya le había dicho todo lo que tenía dentro, pero aún así respiré hondo y me aferré a las manos que sostenía. — Eres mi mejor amigo, te amo ahora y siempre, y pese a que eres un idiota e imperfecto, te quiero así porque si no, no serías tu —murmuré. — Con eso queda claro que la única mejor amiga perfecta soy yo —susurró Loreley, un poco más fuerte de lo que debería, obligándonos a todos a mirarla con advertencia. Ella hizo caso omiso a todos y continúo jugando con su móvil. — Puedo perdonarte todo, pero no que me faltes el respeto del modo que lo hiciste y me hicieras sentir la peor mierda del mundo. Eso, realmente duele mucho —le dije. Logan sacudió su pelo con su mano libre, y miró nuestras manos enlazadas. — Lo lamento, en serio. Me siento terrible por como actué… con ambos, y sé que debo cambiar, e intentaré hacerlo —murmuró, apretando mi mano como si acaso me fuese a alejar—. No quiero perder a mi mejor amiga y a mi hermano. — Y yo tampoco quiero perder a mi mejor amigo —sonreí, sintiendo las lagrimas inundar mis ojos—, pero tampoco quiero perder a mi novio —agregué, mirando a un Aiden que estaba demasiado silencioso. Él me sonrió de un modo que me tranquilizó y me hizo saber que no estaba sola en eso. Y al volver a ver a Logan supe que todo estaba bien nuevamente y que todo aquello había quedado en el pasado para ser enterrado. — Muy bien, todo solucionado —susurró Margot aliviada. — ¡Genial! Se finaliza esta sesión formalmente —exclamó Christopher volviendo a la vida—, ahora necesito un whisky.
— ¡Yo quiero uno! —exclamó Chuck, y todos nos volvimos a él, dándonos cuenta de su presencie en aquel instante. — ¿Y tú qué haces acá? —preguntó con tono agresivo Matt. Chuck sonrió con sorna y le dedicó una encantadora mirada a su novia. — Mi chica me necesitaba, no la puedo dejar sola —se encogió de hombros con despreocupación. Matt se hubiese levantado para agarrarlo del cuello y sacarlo de la casa, si no estuviese tan cansado y con deseos de una bebida. Y así fue como todos siguieron a Chris, y nos quedamos Aiden, Logan y yo a solas en la sala. — ¿Y cómo se supone que debemos sellar este acuerdo de paz? —preguntó Logan juguetonamente pero con cierta timidez. Aiden sacudió su pelo, y yo dudé. — ¿Qué les parece si nos vamos al bar de Jimmy? Ando extrañando ese lugar — respondió Aiden. Logan y yo nos miramos con entendimiento, compartiendo una sonrisa. Aquel lugar era nuestro templo, y no dudamos en aceptar la propuesta, escabulléndonos sin que los demás nos vieran. Y fue cuando volví a pisar el bar de Jimmy que recordé la primera vez que estuve allí, y fue de un modo similar; con Aiden llevándonos a hurtadillas por ser menores de edad, y así poder creernos grandes como él. Ese recuerdo era una buena señal, o eso quería creer.
Capitulo 32 Cambio de perspectivas No es fácil cambiar las mentalidades de las personas. A veces, pareciera que es sencillo dejar todo atrás, comenzar de cero y dar riendas sueltas a todo lo nuevo, pero no. Tenemos nuestras historias de vida, los sentimientos ya sean buenos o malos que nos persiguen y no definen, y las mentalidades que por más que a veces intentemos modificar pueden perdurar. No es fácil para nosotros mismos, así que para los demás tampoco en sencillo, y ni hablar de aquellas personas que intentar cambiar a los demás para hacerlos ideales a sus gustos… pobre de ellos. Realmente a esos no los entiendo, si están con una persona y la quieren, ¿por qué cambiarla? ¿Dónde está la aceptación? Bueno, esa misma pregunta hizo mi querido hermano. — ¡La aceptación se puede ir a la mierda! No me puedo olvidar de eso, soy rencorosa y punto —se quejó Piper. Levanté mis cejas para mirarla con soberbia, y ella me sonrió con ternura, porque sabía que solo bastaba una de sus miradas para hacerme caer en su embrujo. La contemplé por unos momentos, y no deje de maravillarme con su fresca belleza; su pelo negro caía ondulante sobre sus hombros, y sus ojos castaños brillaban fogosamente. Así era ella siempre: energía y luz. — ¡Hola! ¿Pueden volver al planeta tierra y dejar de babear uno sobre el otro? — preguntó Logan llamando la atención, porque así es él, no soporta no ser el centro de
todo. Afortunadamente, ya estaba acostumbrado a eso y lo único que aprendí en estos años fue simplemente omitir sus ataques de diva—. ¿Podemos volver con nuestra discusión? —preguntó, y Piper resopló molesta, sin dejar de jugar con su mano sobre mi pelo. — Odio a la Argent, y no voy a superar el hecho de que salga con mi hermano. Entre tantas mujeres en el hospital, ¿por qué ella? —preguntó sacada, porque sí, todos sabíamos lo insoportable que era Argent y cuanto se detestaba con Piper. — Ya pasó mucho tiempo del accidente, creo no les queda mucha vida a su relación —comentó Logan, acomodándose en la silla junto a nosotros, con la vista puesta en el salón de fiestas. Entre los incontables invitados en la fiesta de casamiento de la mama de Loreley, se encontraba Robert y Argent, bailando románticamente en el medio de la sala. Ellos parecían querer mostrarse sensuales y atractivos, porque algo que tienen en común es su gran ego, pero lo único que generaban era rechazo. — En serio, ¿No se dan cuenta que no van siguiendo el tempo de la canción? — preguntó Piper con cara de horror. Necesité ocultar mi sonrisa tras mi mano; verla molesta y celosa era muy divertido, pero llegaba a verme riéndome, simplemente sería motivo para extirpar mis preciados genitales. — Lo que dice Logan es verdad —insistí—, tras los exámenes de residencia, cada uno se vuelve a su ciudad o intentan hacer residencias de otras especialidades —le recordé por si acaso lo había olvidado, y por la mirada que dedicó, supe que si lo recordaba a la perfección. Le bese la mejilla solo para que el enojo se escurriera de su cuerpo. — Por lo que oí, tiene ofertas de trabajo en Estados Unidos —comentó Piper, con cierto recelo. Mi experiencia en EEUU me había ayudado a reconocer cuanto extrañaba Londres, a mi familia y a Piper.
— Y tú tienes un puesto fijo en el London Hospital Porth, y la posibilidad de hacer una futura residencia en neurología si es que realmente lo deseas —dije. Ella hizo una mueca de insatisfacción, pero sin embargo no dijo nada. Era normal estar temeroso, al inicio o en el transcurso de la carrera, pero lo importante era tener vocación, y eso Piper lo tenía de sobra. Todo lo que se proponía lo lograba, y así logró rendir bien para ser oficialmente una médica clínica. — Deja de pensar en la Argent. Mejor bailemos —comentó mi hermano agarrándole la mano para arrastrarla a bailar. Él me guiñó un ojo con complicidad antes de alejarse. Acomodándome en la silla sonreí sintiéndome optimista con mi vida en aquel momento. Hacía un año tenía una vida vacía en Estados Unidos, estaba lejos de la mujer de la que estaba enamorado desde la adolescencia y mi relación con mi hermano era pésima. Ahora, mi relación con él había mejorado. Diría que era un giro de 180 grados, pero realmente no era así; somos hermanos así que no podíamos evitar pelear aunque ahora había más comunicación y un vínculo más sano del que teníamos en el pasado. Aquella extraña terapia grupal que tuvimos nos ayudó más de lo que podíamos reconocer en voz alta. Además, poseía el puesto que tanto quería en mi ciudad y mi novia era una mujer increíble… aunque en este preciso instante no bailara tan bien con Logan. Los miré a ambos burlonamente, porque aquello parecía un baile de indios en medio de una hoguera en vez de algo que pueda ser llamado baile. Piper me hizo señas para que me uniera y negué rotundamente. — Paso… tengo una imagen que cuidar —murmuró señalándome con condescendencia. Ella puso los ojos en blanco y Logan me mostró el dedo medio de su mano. ¡Qué encanto! — Creo que me acabo de enamorar —oí una voz a mi lado, y salté espantado de no haber oído a Douglas sentarse a mi lado. ¿Acaso se movía como un fantasma?
Él iba bien vestido, como siempre, con el pelo rubio peinado a un lado y sin barba para no verse según un mendigo… palabras suyas. Sus ojos estaban posados en dirección a Piper y Logan, y lo miré ofendido. — Espero que no de mi novia —me quejé. Ahí tendríamos problemas, y usaría mis manos si era necesario. Y si… Piper mi importa lo suficiente como para arruinar mis manos de cirujano. — No, ella no es mi tipo —respondió. Eso es completa mentira, todas son tu tipo. Mi expresión le debe haber advertido mis pensamientos porque sonrió con inocencia—. Solo soy amante de la belleza en todas sus formas —susurró, y puse los ojos en blanco. — Siempre dices que estas enamorado —oí otra voz, y nuevamente salté. ¿¡Cuándo mierda aparecieron a mi lado!? — Estabas concentrado mirando a tu novia —explicó Matt. La confusión bañó mi rostro y él me miró burlonamente—. ¿Juntarte mucho con Piper está haciendo que digas tus pensamientos en voz alta? —inquirió. — ¡Púdrete! —gruñí, pensando que quizás era cierto y debía cuidarme. Él meneó la cabeza, apuntando a Douglas que continuaba con la mirada perdida como si acaso le hubiesen ocasionado una contusión que lo dejó desorientado. Chasqueé mis dedos frente a él, y su mirada se volvió un poco más despierta. — Es hermosa y no sé cómo se llama, ni que hace en esta fiesta —me dijo. — Yo tampoco sé que estás haciendo acá —se quejó Matt. Agradecí que no hubiese ningún cuchillo a mano porque quizás Douglas habría apuñalado a Matt. — La cuestión es que no la encuentro —Douglas hizo un mohín, decidiéndose de omitir el comentario de Matt; la verdad era que Mara, la mama de Loreley, conoció a Douglas y le agradó tanto que lo adoptó como mascota… aunque su nuevo marido, con síndrome de Electra sin resolver, no está totalmente encantado con aquella idea.
— Ya la encontrarás… siempre haces lo mismo, te obsesionas con una chica, tienes sexo con ella y luego la olvidas —dijo Matt. Douglas lo amenazó con la mirada para que se callara, aunque dijese la verdad. Matt se rió por lo bajo y ocupó su boca en beber su vaso de vino. Un milagroso silencio se creó entre los tres. Contemplábamos la fiesta que estaba en su apogeo. Había más conocidos de los que creí en aquella fiesta; en la pista estaba Robb con Argent, Margot con Christopher eran de los que mejor bailaban, Nairi junto a Fred se habían unido a Loreley, Logan y Piper. Y en el sector de las mesas, de las pocas parejas que quedaban allí eran Allison y Charles. Sonreí divertido y observé a sus hermanos mayores de soslayo; ambos los miraban recelosos y protectores. — Algún día van a tener que resignarse a que sus hermanos ya no son dos niños — murmuré, y como supuse, recibí dos pares de miradas venenosas que podrían haberme matado. Ambos se miraron con complicidad y supe que ahora era mi turno de ser juzgado, así que bebí un poco de líquido y huí hacia Piper, oyendo sus risas tras mi espalda. — ¡Viniste! —chilló Piper, abrazándome con fuerza y besándome. — Te extrañaba —murmuré—, y aquellos dos estaban por hacerme alguna que otra broma —agregué. Ella sonrió y tomó mi mano, haciéndome sentir el más afortunado de ese lugar.
Hay cosas que debo confesar que no me gustan: las horas picos, la humedad, el té (si, pese a que soy inglesa), recibir vacunas o inyecciones, realizar Papanicolaou, estudiar patología, asistir a los pacientes que vomitan mucho, y perder. Si, odio perder cualquier tipo de competición aunque sea por el ramo de la novia.
Puedo llegar a frustrarme bastante fácil, y ni el examen de residencia me hizo sentir tan competitiva como esto. Es verdad que casarme no está dentro de mis prioridades pero una competición, es una competición. — ¡Gané! —gritó Loreley, y la miré con odio. Aquello estaba probablemente arreglado, no había otra explicación. — No vale —me quejé, acercándonos ambas a la mesa donde estaban los demás. Nairi caminaba a mi lado, y tuvo un punto coherente en aquella discusión: — Pudo ser peor… que lo agarré la otra —murmuró señalando con la cabeza a la Argent. Oh por los santos infiernos. ¡Es verdad! — Cierto —susurré. — Dejen de lloriquear perdedoras —exclamó Loreley, dejando el ramo en la mesa. La miré con mala cara y ella sonrió—. Si quieres me casó contigo —me dijo y me persiguió por alrededor de la mesa porque la pervertida quería darme un beso frente a mi novio. — No le insertes ideas llenas de perversión —me quejé señalando a Aiden. — Ey, me siento ofendido —susurró él con falso dolor—, realmente creí que tenías una mente más abierta. Le habría dado un pequeño golpe pero lo usé de refugió, sentándome sobre su regazo y ocultando mi cabeza sobre su pecho. Oí la risa de Logan riéndose de mis desgracias, y lo miré con recelo; él me envió un beso a la distancia y yo lo acepté. Tenerlo nuevamente junto a mí como antes eran una de las mejores cosas que sucedieron en el último tiempo. — ¡Cobarde! —gritó Loreley y dejó el ramo para besar a alguien que la aceptaría con más facilidad. Matt y ella se entusiasmaron dejando de lado el ramo, y yo comenzaba a idea como robarlo, aunque ya no tenía gracia.
— Gracias por protegerme —le dije a Aiden, dándole un beso en la mejilla. Él me sonrió con ternura y sus ojos se tornaron nebulosos mientras me aferraba más sobre él. Era tan extraño y magnifico como habían cambiado las cosas desde que nos habíamos reencontrado. Como si todas las cosas que nos sucedieron en la vida se hubiesen hecho para que ambos nos diéramos cuenta que éramos el destino del otro, lo único que nos hacía falta era reconocerlo para avanzar. Éramos el final feliz que estábamos buscando, aunque claro, esto es solo el comienzo. — Estoy para protegerte —susurró Aiden y tocó mi panza con suavidad—, a ambos —sonrió, sellando sus labios con los míos; él luchaba para no demostrar la desbordante felicidad debido a lo reciente que era todo, y yo, para que nadie se diera cuenta que aquella era la fiesta que más sobria estuve en años. — Chicas, después de todo, ¿quién era el doctor Sheslory? —inquirió Logan interrumpiendo a todos. Loreley y yo nos miramos con complicidad; había cosas que eran mejor que quedaran en secreto profesional…
FIN
Próximo Libro: Sin Reservas Extracto Todo aquel casamiento era una locura. Amaba a mi madre pero no estaba de acuerdo del modo en que se llevaba a cabo todo. ¿Pero qué pasaba? Era honesta y por eso mismo me consideraban loca. Ni siquiera Loreley, mi propia hermana, estaba de mi lado... ¡traidora! Y el único modo de poder refugiarme de todo aquel descontrol era mi trabajo, así que me escondí en la cocina; necesitaba poder aceptar que mi madre se casaba con un hombre mucho menor y no era porque estuviese transcurriendo una etapa de pseudoadolescente. Bueno, eso era lo que me estaba queriendo hacer creer. — ¡Ana! —oí que me llamaron, pero ni siquiera me molesté en levantar el rostro para saber quién eran. Conocía demasiado esa voz y el tono de reproche— Luana, ¿Quién era ese chico con quien hablabas, y que infiernos haces trabajando? —me gruñó mi mejor amiga al verme cuando entró a la gran habitación; no sé si estaba más ofendida porque me encontraba en la cocina dando órdenes o si era porque hablé con alguien que no le dije. — Sé más específica, he hablado con muchos —me quejé yendo y viniendo, revolviendo cosas, cortando verduras y acomodando los utensilios. Ella me miró con la soberbia de toda actriz cuasi narcisista, y le sonreí inevitablemente. — Alto, rubio, ojos claros, trajeado. Parece hijo perdido de Jax Teller y Christian Grey —agregó Tania, distrayéndose un segundo al encontrar su reflejo en una bandeja reluciente. Evité poner los ojos en blanco, solo para demostrar cuan madura soy. — No creo que sea físicamente posible que ambos tengan un hijo... sino, que te lo diga mi hermana —respondí con tono de queja. Sus ojos negros se oscurecieron aún más si es que eso era posible, pero toda la coraza de malignidad se desvaneció cuando Wayne se unió a nosotras.
— ¿Qué hacen aquí que no están en la fiesta? —nos preguntó lleno de entusiasmo. Aquella noche, él era un metro ochenta de puro estilo y encanto, aun manteniendo ese estilo rebelde que siempre tenía. Como siempre sucede, Tania me echó la culpa a mí, y volví a quedar como la mala de la película. Por su parte, Wayne meneó la cabeza para arrastrarnos a regañadientes a la fiesta, pero al ver a mi mejor amiga, supe en su mirada que el tema con el hijo de Jax y Christian no había terminado, pero es que tampoco había mucho que explicar, ¿o sí?