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EXPUESTO Miércoles, 13 agosto 2014
La pincelada documentalista de Tapiró Josep Tapiró. Pintor de Tànger MNAC BARCELONA Comisario: Jordi À. Carbonell Parc de Montjuïc Tel. 93-622-03-60 www.mnac.cat Hasta el 14 de septiembre
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Pintura El MNAC muestra la obra de uno de los mejores acuarelistas de su tiempo, seducido por el orientalismo de inspiración tangerina: un mundo de riqueza estética y etnográfica
Junto a estas líneas, ‘Retrat del santó darcawi de Marràqueix’ c. 1895 Acuarela sobre papel MNAC, BARCELONA
Arriba, ‘Núvia berber’ c. 1883 Acuarela sobre papel
Abajo: ‘Festa dels issawa’, c. 1885 Acuarela sobre papel
MNAC, BARCELONA
COLECCIÓN PARTICULAR, REUS
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nidad diplomática, y porque era la única zona del imperio jerifiano segura para los extranjeros. Marruecos conservó una identidad propia distinta a la de los territorios que conformaron el Imperio Otomano, más sobria por sus raíces bereberes. El orientalismo de inspiración marroquí nació en Tánger, la ciudad más ecléctica y culturalmente contaminada de la región, si bien Tapiró se centró en la idiosincrasia magrebí borrando toda huella occidental en sus cuadros. Fiel a su idea del arte, Tapiró apenas evolucionó pictóricamente desde que se prendió del abigarrado mundo tangerino. Cuando la enfermedad le impidió viajar y controlar sus ventas, su nombre cayó en el olvido. En España empezó a molestar por lo que entendían que era la técnica por la técnica, obviando el intento de trascender la mirada superficial hacia la alteridad sobre la cual se construía la homogeneizadora colonización cultural. Mientras otros artistas hacían escala en Tánger para producir material de consumo rápido en Europa, Tapiró invirtió en otro tempo, se integró en el lugar, se ganó la confianza de la sociedad tradicional y, con fidelidad fotográfica, rescató para la riqueza etnográfica de un microcosmos hoy distinto. |
Miércoles, 13 agosto 2014
nacional, cuelgan en paredes de Nueva York o Doha. No es de sorprender que en la brumosa Londres se aguardase con expectación la visita de sus vistosas acuarelas, cuyo acabado era similar al del óleo, pero con las transparencias de los pigmentos al agua sobre papel, imágenes afiligranadas de detalle exquisito e intenso cromatismo de las que emergía el carácter íntimo de sus modelos, perpetuados por una mirada que, si bien idealizaba, lo hacía de un modo más comedido que los artistas que se apuntaron al orientalismo. Sus santones darcawi, adeptos gnawa, novias bereberes, jerifes o criados, envueltos en una atmósfera cargada de ensoñación extática y fijados con curiosidad antropológica, triunfaron antes de la eclosión de las vanguardias. Tapiró fue lo bastante avispado para abandonar la superproducción de acuarelas de su anterior etapa romana, con las que habría obtenido un reconocimiento de corto vuelo, y obligarse a dar un salto cualitativo para saciar las necesidades occidentales de evasión a un mundo misterioso, sensorialmente exuberante y lleno de estereotipos. Y para ello Tánger era el paraíso más accesible: por su proximidad, por acoger una importante comu-
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“Es probable que estas obras nunca puedan volver a verse juntas”. La frase de Jordi À. Carbonell –comisario de la muestra y autor de la monografía sobre este pintor reusense que inaugura la serie de estudios sobre artistas catalanes que edita el MNAC– viene corroborada por la muy dispar procedencia de las 25 acuarelas y el esfuerzo por reunirlas, boda de los Mittal incluida, gracias a la cual el museo adquirió El santón darcawi de Marrakech. Josep Tapiró (1835-1913) fue un artista con una iniciativa estética y una capacidad emprendedora acorde con una sociedad que corría hacia la globalización: se formó en España, exploró su vocación en Italia, se instaló en Marruecos y vendió sus obras en Inglaterra. Desde que en 1877 fijara su residencia en Tánger cada año se embarcaba en el vapor que unía la ciudad del Rif con la capital inglesa para mostrar su producción anual, que no solía exceder las seis acuarelas. La crítica anglosajona lo coronó como uno de los mejores acuarelistas de su tiempo y sus obras se cotizaban muy bien. Puesto que la mayoría acabó en manos privadas, hoy sus estampas tangerinas, diluidas al poco con la llegada de la época dorada de la Zona Inter-
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FERRAN MATEO