LA RELIGIÓN
Lección 2ª
L A RE LIG I
ÓN
EL MÁS ALLÁ EL MÁS ALLÁ ¿Qué sucede cuando morimos? ¿Nada? ¿Conseguimos la felicidad completa, “la vida eterna”, o simplemente hay un algo insustancial y vago?
CyC
Los materialistas y ateos responderán que “nada”. Para ellos la vida es un proceso puramente biológico; cuando el cuerpo muere la personalidad muere con él, del mismo modo que deja de generarse electricidad cuando una batería falla. Para estas personas la vida no puede “ir a ningún otro sitio”. Estos racionalistas señalan a menudo que la antiquísima creencia en una vida futura es un mero reflejo del terror que el hombre siente por la muerte, por ser olvidado.
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lugar donde expiarán sus culpas.
Todas las religiones suponen la existencia de un mundo del más allá, invisible, extraño y familiar a la vez. Pero no todas lo conciben de la misma manera.
Para judíos, cristianos y musulmanes, el alma se libera del cuerpo para alcanzar un mundo eterno. Según las religiones de la India, cada individuo está sometido al ciclo de reencarnaciones. El ideal del sabio consiste en romper ese ciclo para así alcanzar el nirvana, la extinción final del dolor inherente a la condición humana.
¿Qué nos espera en la vida después de la muerte? Los yoguis tibetanos afirman que los vivos provienen de los muertos, sentencia que no procede de simples tradiciones o creencias, sino de testimonios de personas que aseguran haber muerto y reingresado conscientemente al útero humano. El legado de los monjes tibetanos puede ser una guía de confianza a la hora de la muerte, un estado que a todos los seres que vivimos en el planeta nos espera al final del camino. Distinta es la concepción de la muerte que tienen las religiones occidentales, explican que la vida después de la muerte es un estado espiritual eterno sostenido por las acciones que los hombres realizaron en su vida carnal. Así, el cielo será ganado por aquellos seres justos; pero aquellos que erraron en el camino de la vida y se desenvolvieron entre el odio, la codicia y el rencor, serán enviados a las tinieblas,
En China y en África, (debiera decir, en algunos lugares de China y de África) se cree que el alma del difunto sigue “viviendo” con sus seres queridos.
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ESCATOLOGÍA Estudio del más allá
El libro Egipcio de los muertos
¿Qué sucede cuando morimos? ¿Nada? ¿Conseguimos la felicidad completa, “la vida eterna”, o simplemente hay un algo insustancial y vago? Los materialistas y ateos responderán que “nada”. Para ellos la vida es un proceso puramente biológico; cuando el cuerpo muere la personalidad muere con él, del mismo modo que deja de generarse electricidad cuando una batería falla. Para estas personas la vida no puede “ir a ningún otro sitio”. ¿Qué nos espera en la vida después de la muerte? Los yoguis tibetanos afirman que los vivos provienen de los muertos, sentencia que no procede de simples tradiciones o creencias, sino de testimonios de personas que aseguran haber muerto y reingresado conscientemente al útero humano. El legado de los monjes tibetanos puede ser una guía de confianza a la hora de la muerte, un estado que a todos los seres que vivimos en el planeta nos espera al final del camino. Distinta es la concepción de la muerte que tienen las religiones occidentales, explican que la vida después de la muerte es un estado espiritual eterno sostenido por las acciones que los hombres realizaron en su vida terrena.
Los egipcios imaginaban que la vida después de la muerte era semejante a aquel en que vivían, es decir, al valle del Nilo. Para la religión Egipcia, el más allá es una especie de desierto dividido por un largo río que fluye en medio de una faja de tierras cultivables de unos treinta kilómetros. En cuanto al alma, los egipcios la representaban bajo la forma de un pájaro con rostro de difunto. En el instante de la muerte esta alma voladora dejaba el cuerpo momentáneamente privado de su Ka, es decir, su vida. A esta alma viajera y preparada para la felicidad, había que nutrirla y llenarla de ofrendas, por que su existencia en la vida después de la muerte dependía de la piedad y de los cuidados materiales que le dedicaban los vivos.
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¿Existe
una religión sin concepción del más allá?
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una
¿Cabe imaginar una moral sin Dios , y por tanto sin más allá?
La opinión de las sociedades profundamente religiosas es que no.
El ser humano es la única criatura que sabe que es mortal. No ha dejado de preguntarse por el sentido de su existencia: ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, ¿por qué estamos aquí?, ¿qué será de nosotros después de la muerte? La Religión ofrece respuestas a estas preguntas existenciales. Por eso, en cualquier sistema religioso es imprescindible una concepción del más allá. A veces ese más allá está muy cerca de los vivos, a su alrededor; éste es el caso de las llamadas religiones “animistas”, basadas en la creencia en espíritus. En las religiones monoteístas, que contemplan un más allá claramente dividido en un Paraíso y un infierno, se concibe como espacio de retribución por las acciones de los seres humanos durante su vida.
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El término escatología atiende a las creencias relativas a la muerte, el más allá, juicios finales y premios y castigos en el Otro Mundo. Así, la idea de un juicio final, o de los muertos, es una creencia muy extendida en muchas religiones y data de tiempos muy antiguos. Entre los egipcios, el difunto debía aparecer frente a Osiris y su pesada alma en una balanza. Si se declaraba justo, pasaba al mundo orsiriano, si se declaraba injusto, era devorado. Judaismo
En la antigua Israel del siglo II a.C. aparece la idea de juicio final, en donde el pueblo hebreo será absuelto y las naciones gentiles, castigadas. Actualmente, para el judaísmo, aunque establece la inmortalidad del alma, no especula sobre paraísos e infiernos. Las almas, esperan hasta la creación de un mundo futuro (olam aba). CRISTIANISMO En el cristianismo, se refiere a la doctrina sobre el destino de las almas de la humanidad en general y se relaciona con la vuelta de Cristo para restablecer el reino de Dios en la tierra. La idea del juicio aparece reflejada en el Evangelio de Mateo y también en el Apocalipsis según Juan. ISLAMISMO EL libro sagrado del Islam es El Corán en donde Alá revela a Mahoma (a su vez considerado por la shahada como el enviado de Alá) cómo deben vivir los hombres. Cuando el Profeta (saws) estaba por dejar este mundo, consolaba a sus queridos compañeros (raa) y les decía: “Los dejo con dos grandes maestros. Uno es silencioso y el otro les
habla.” Cuando le preguntaron quienes eran, él contestó: “El maestro silencioso es la muerte y el que habla es el Sagrado Corán.” La vida después de la muerte no es como dicen aquellos que solo se la imaginan. Ni las torturas de la tumba, el interrogatorio de los ángeles, el castigo, el dolor, las criaturas que se arrastran, las serpientes, escorpiones, el fuego del infierno; ni la tumba transformada en jardín de rosas, palacios, jardines, los ríos del Paraíso; nada allí tiene alguna semejanza con los horrores o las hermosuras de este mundo de materia. Nada allí se parece a lo que los ojos o las mentes puedan imaginar. Este mundo de materia consiste de tiempo y espacio y cosas y seres de tres dimensiones. Pero todo esto es temporal. Todo lo que ha sido construido será destruido. Todo lo que existe se desvanece, cambia y desaparece. Todo lo que nace, muere. Todo esto desaparecerá o será transformado quedándose aquí, nada de eso ira al Más Allá excepto el Ruh, el alma. BUDISMO Budismo El budismo rechaza el determinismo ya que las personas totalmente libres para marcar sus destinos, aunque hereden ciertas consecuencias de lo vivido en otras vidas (Ley del Karma). Para el budismo, en el universo no existe nada permanente, y por lo tanto tampoco puede existir una satisfacción eterna, por lo tanto, la vida siempre está impregnada de sufrimiento, tal es la enseñanza de las Cuatro Verdades Nobles: Dukkha: la vida es sufrimiento
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Samudaya: el deseo es la causa del sufrimiento Nirodha: eliminar sufrimiento
el
deseo
elimina
el
Magga: la iluminación se alcanza a través del Óctuple Sendero (camino espiritual basado en ocho aspectos centrados en la confianza, la conducta ética y la meditación). HINDUISMO La mayoría de los hinduístas creen en muchos dioses, por lo que se trata esencialmente de un credo politeísta. Algunos de éstos son Brahamán, Visnú, Shiva, Sarasvati, Indra, Lakshmi, Kali y Krishna. Sin embargo, una única realidad subyacente nuclea el credo: al morir el alma reencarna y vuelve a nacer en otro cuerpo (samsara). De esta forma, las personas que llevan una vida correcta vuelven a nacer en una vida superior, mientras que los que no, lo harán en una inferior. Esta es pues, la ley del karma. Así, el fin último es liberarse del ciclo de reencarnaciones para alcanzar la liberación (moksha).
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Profundización Novísimos: Hace alusión a la rama de la teología que trata de lo que sucede tras la muerte, también llamado escatología.
El Cielo ¿Qué es el Cielo? “El Cielo es la participación en la naturaleza divina, gozar de Dios por toda la eternidad, la última meta del inagotable deseo de felicidad que cada ser humano lleva en su corazón. Es la satisfacción de los más profundos anhelos del corazón humano y consiste en la más perfecta comunión de amor con la Trinidad, con la Virgen María y con los Santos. Los bienaventurados serán eternamente felices, viendo a Dios tal cual es”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1023_1029, 1721_1722)
Pero ¿qué tal si piensas en el Cielo como la suma de todos tus momentos felices, de todos tus deseos cumplidos, de todas tus diversiones realizables? Seguro que te empieza a sonar interesante, pero... es inútil. Todo lo que podamos decir acerca del Cielo, siempre se quedará corto. Muchos autores y teólogos, ante la imposibilidad de explicar lo que es el Cielo, han intentado describirlo como lo que no es: en el Cielo no habrá sufrimiento, no habrá hambre, ni sed, ni cansancio, ni injusticias, no existirá el dolor y tampoco la muerte. Es un buen intento, pero es demasiado pobre describir el Cielo como la ausencia del mal, pues el Cielo es eso y mucho, mucho más. Puedes imaginarte el Cielo como quieras: imagina el lugar más bello que hayas visto, llénalo de todo lo que te guste y quítale todo lo que te disguste, después pon en él todo lo bueno que te puedas imaginar, acompañado de gente extraordinariamente buena y simpática, haciendo aquello que más te guste. Cuando hayas terminado de visualizar así el Cielo, puedes estar seguro de que esa imagen es NADA junto a lo que realmente será. Preguntas sobre el Cielo ¿Por qué se usa el cielo como símbolo del Cielo? La bóveda celeste, el firmamento, es el símbolo que desde siempre se ha utilizado para representar el Cielo. Este símbolo significa lo trascendente, lo inaccesible, lo infinito.
Una imagen estática del Cielo resulta muy poco atractiva para cualquiera. EL MÁS ALLÁ
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¿Es el Cielo un lugar? ¿En dónde se encuentra?
de perlas preciosas (Mt 13, 45.), de onzas de oro, de una oveja perdida y recuperada. Nos habla de un banquete, de una fiesta de bodas, de redes colmadas de peces, de un tesoro escondido en el campo. Todos estos símbolos que utiliza Jesucristo dan idea de la felicidad en el Cielo.
No lo podemos ubicar ni arriba ni abajo, ni delante ni detrás, pues el Cielo no es un lugar, sino un estado en el que el ser humano encuentra la felicidad buscada para toda la eternidad.
Algunos testimonios de los que han visto lo que es el Cielo
¿En el Cielo seremos como ángeles o tendremos también cuerpo?
Han existido muchos santos a los que Dios les ha concedido la gracia de poder ver lo que es el Cielo. He aquí algunos de sus testimonios, con los cuales han tratado de explicarnos con palabras terrenas lo que nos espera en el Cielo: San Pablo: Dios es capaz de hacer indeciblemente más de lo que nosotros pedimos o imaginamos (Ef 3,20). Nada son los sufrimientos de la vida presente, comparados con la gloria que nos espera en el Cielo (2 Cor 4,17).
Dios nos ha creado como seres humanos. San Pablo habla de esto en I Cor 15, 40 ss.: Sonará la trompeta y los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que ese ser corruptible sea revestido de incorruptibilidad y que ese ser mortal sea revestido de inmortalidad. ¿Cómo podré ser feliz si alguna de las personas a quienes amo están en el infierno?
Teresa de Jesús: Pude ver a Jesús en su Santa Humanidad completa. Se me apareció con una belleza y una majestad incomparables. No temo decir que, aunque no tuviéramos otro espectáculo para encantar nuestra vista en el Cielo, ya sería una gloria inmensa. (Vida de Santa Teresa).
Esto es un misterio, pero la felicidad que recibirás en el Cielo colmará todas tus necesidades y nada podrá limitarla. Tendrás el conocimiento perfecto y una claridad absoluta acerca de las intenciones de los demás, te darás cuenta de que los condenados no están recibiendo un castigo injusto, sino que ellos mismos lo han escogido libre y voluntariamente. Su sufrimiento no afectará tu felicidad plena.
San Agustín: Es más fácil decir qué cosas no hay en el cielo, que decir qué cosas hay: En el Cielo contemplaremos y descansaremos, descansaremos y alabaremos, alabaremos y amaremos, amaremos y contemplaremos. (Confesiones).
¿Habla Jesús acerca del Cielo?
San Juan de la Cruz: Tanto es el deleite de la vista de tu ser y hermosura, que no la puede sufrir mi alma, sino que tengo que morir viéndola, máteme tu vista y hermosura. (Cántico espiritual).
Jesús habla en el Evangelio muchísimas veces acerca del Cielo y nos lo explica en un lenguaje que podemos entender: A los hambrientos les hablaba de pan, a la samaritana de un agua que sacia definitivamente la sed (Jn 4, 1 ss). Hablaba
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San Francisco de Asís: El bien que espero es tan grande, que toda pena se me convierte en placer. Infierno En muchos textos de la Sagrada Escritura se fundamentan las verdades reveladas acerca del infierno. Se enseña la pena de daño, o sea, la privación de la vista de Dios, en “Apartaos de mí, malditos,...” (Mt 25, 41); la pena de sentido, o sea, el sufrimiento que proviene de cosas sensibles, en “ ...id al fuego...” (id); la eternidad de las penas, que no terminarán jamás, en “...eterno.” (id); y acerca de sus habitantes: “Éstos irán al castigo eterno...” (Mt 25, 46). El Purgatorio La existencia del Purgatorio es un dogma de fe y que en la práctica el pueblo cristiano siempre ha demostrado creer en él. No se explicaría de otra manera la asidua costumbre rezar por los muertos.Todos somos conscientes de que en esta vida hay personas muy buenas que se sacrifican por los demás, que son todo un ejemplo de generosidad, paciencia, fe... y que tampoco faltan quienes se dedican a abusar de los demás, a explotarlos, gente egoísta, soberbia, cruel... Algo nos dice que tiene que hacerse justicia en el momento de la muerte, de modo que no sea indiferente ser bueno o malo. Todas las
religiones hablan de premio o castigo. Es verdad que los cristianos creemos en la misericordia de Dios y por ello, aunque exista la posibilidad de la condenación eterna, nos parece acorde con el amor de Dios que exista un castigo merecido de carácter temporal. Eso es el Purgatorio, una especie de tormento purificador que no es eterno. Las representaciones artísticas del Purgatorio y del Infierno difieren enormemente: mientras en el infierno sólo se ven rostros de desesperación y diablos y bichos raros, en las que hacen referencia al Purgatorio está también representado Dios, la Virgen María y el Cielo; aparecen rostros doloridos, pero no desesperados. Y nada de diablos. Ya sabemos que éstas imágenes, son sencillamente maneras de ayudarnos a entender una realidad mucho más profunda. No hace falta ningún lugar para sufrir, sino que es suficiente el tormento del alma. El limbo ¿Qué ha quedado del limbo? El tema del limbo de los niños tiene una importancia enorme, sobre todo para los millones de padres de familia que han visto morir a un hijo muy pequeño (antes o después de nacer) sin haberle podido ofrecer el don del bautismo. En la primavera de 2007 fue publicado un Documento de la Comisión teológica internacional titulado “La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo”. El Documento había sido discutido por la Comisión teológica internacional después de dos reuniones generales, en 2005 y 2006. Posteriormente, el Cardenal William Levada, presidente de la Comisión, con el “consentimiento” del Papa
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Las propuestas agustinianas han cuajado, con el pasar del tiempo, en la idea del limbo de los niños, un lugar en el que se encontrarían las almas de los niños muertos sin bautizar. En el limbo no habría castigos o serían mínimos (pues esos niños no han cometido ninguna culpa personal), pero quienes allí estuvieran destinados no podrían gozar de la visión de Dios que es propia de quienes ya están en el cielo.
Benedicto XVI, aprobó la publicación del texto. El fin del Documento es claro: ofrecer una reflexión sobre el tema del limbo especialmente para aquellos padres de familia que han perdido un hijo (antes o después de nacer, cf. “La esperanza de salvación...” n. 68) sin haberlo
La idea del limbo para los niños llegó a convertirse en una doctrina católica común, enseñada como tal a los fieles, hasta mediado el siglo XX. Sin embargo, nunca fue declarada como dogma de fe ni como algo definitivo: era una tesis teológica ampliamente difundida. En el siglo XX los teólogos buscaron nuevos caminos para estudiar el tema, especialmente para conciliar la voluntad salvífica de Dios, que también miraría a los niños que mueren, antes o después de nacer, sin haber recibido el bautismo, con la doctrina según la cual sólo a través de la eliminación del pecado original es posible lograr la visión beatífica. El bautismo sacramental, lo sabemos, es el camino querido por Dios para introducirnos en el mundo de la salvación. ¿Puede Dios actuar su designio salvador a través de otros caminos? ¿Es posible que un niño no bautizado sea librado del pecado original a través de una participación especial en el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo? .
podido bautizar, y que desean saber si su hijo llegará o no al cielo, si gozará de la visión de Dios. 1. Dios quiere que todos los hombres se salven, según el texto conocido de 1Tm 2,4. 2. La salvación es dada sólo a través de la participación en el misterio pascual de Cristo, es decir, por medio del bautismo 3. Los niños no pueden entrar en el Reino de Dios si no han sido liberados del pecado original a través de la gracia redentora de Cristo
Un texto del Concilio Vaticano II ofrece caminos para replantear este tema. En Gaudium et spes n. 22 se nos explica cómo Cristo ha asociado a su misterio pascual a todos los hombres. De modo especial, están asociados los creyentes (los que han recibido el bautismo y viven coherentemente con su condición de hijos en el Hijo). Pero también, por vías que no conocemos, se unen
Durante siglos, la Iglesia católica de rito latino ha reflexionado sobre estas verdades con la ayuda de las ideas de san Agustín. Agustín, en su polémica con Pelagio, pensaba que los niños muertos sin bautismo no podían alcanzar el cielo por no haber sido purificados del pecado original (cf. “La esperanza de salvación...” nn. 15-18).
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a Cristo quienes no han sido bautizados. Dice el texto: “(...) Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual” (Gaudium et spes n. 22).
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Entonces, ¿qué ocurre con los niños que mueren sin el bautismo? Desde la Revelación podemos esperar que Dios les ofrecerá el asociarse al misterio salvífico de Cristo, por caminos que no conocemos pero que Dios sí conoce. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf. 1Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: «Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis» (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Cuando el bautismo no ha podido ser administrado a los niños, podemos esperar que el misterio salvador de Cristo llega a ellos de maneras que sólo Dios conoce.
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