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Memorias de una falda - Emely L. Cofresí Valerio

MEMORIAS DE UNA FALDA

Emely L. Cofresí Valerio

Estudiante de Licenciatura en Derecho en la UASD, presidenta y fundadora del grupo estudiantil Defensa Jurídica Estudiantil (DEJUES) y, coordinadora política juvenil.– República Dominicana

Inmediatamente imaginamos a una mujer con aquella prenda de vestir, que consiste en una tela que se ajusta en su cintura y cubre las piernas o parte de ellas; la imaginamos o la percibimos de diferentes colores, diferentes manera se convirtió en el símbolo femenino.

La inclusión de las faldas en la sociedad y en la política no fue tan fácil, transitar en la histórica antigüedad del mundo y de diseños y en diferentes nuestro país, nos permite estereotipos de mujer, de esta visualizar a la mujer desde un punto estático, sin participación, sin educación, sin voz y voto; su función era servir en todo momento al hombre y en algunas actividades religiosas para disfrutar de cierto protagonismo.

Aquella introducción a la participación política y al trabajo social de la mujer dominicana pertenece a la independencia de la República en aquel 1844, cuando las doncellas también se consideraban independentistas, como lo hizo María Trinidad Sánchez, cuando decidieron aportar desde sus conocimientos, confeccionando la bandera, como lo hizo Concepción Bona y de cuando imaginaron que sus faldas eran pantalones y que sus manos merecían un arma para pelear por la democracia del país, como lo hizo Yolanda Guzmán sin importar que un disparo abriera sus pechos. Desde ese entonces, el hombre, el país y la sociedad se dieron cuenta de que en la historia se aludía el nombre de una mujer.

Han concurrido muchos años luego de estos sucesos, pero las faldas y aquellos pintalabios carmesí no han dejado de lucir, haciendo presencia en los típicos asuntos y lugares de hombres y Estado. Es una realidad, pues ya se cuenta con la lista de las mujeres más poderosas de República Dominicana, las que forman parte de las tomas de decisiones entre el sector público y el privado, siendo agentes de cambio, innovación, dispuestas a dejar su trono de ama de casa, para ocupar un cargo de representación pública o privada, tras sentirse comprometidas con el desarrollo sostenible, la paz y la justicia de su comunidad y país.

Han concurrido muchos años luego de estos sucesos, pero las faldas y aquellos pintalabios carmesí no han dejado de lucir, haciendo presencia en los típicos asuntos y lugares de hombres y Estado

Los partidos políticos sin duda alguna han sido la brecha, el impulso y los que le han dado la oportunidad de una formación diplomática, hoy en día contamos con una gran cantidad de mujeres políticas, activistas, líderes, fundadoras, ministras, presidentas, periodistas, docentes, estudiantes, militares, entre otros cargos y funciones, mencionar un ejemplo en específico se podría considerar una falta de respeto y sé que mientras leías cada cargo, te imaginaste a una mujer, lo que evidencia que los tacones no han parado de lucírselas, ya forman parte de lo que un día era una fantasía como el de pertenecer a los juzgados, e incluso en los tribunales superiores como lo es el Tribunal Constitucional. En fin, la inclusión se convirtió en una realidad justa e igualitaria, se convirtió de un “yo quiero” a un “yo puedo”.

El privilegio de elegir y ser elegida, ha tenido un alcance supremo estipulándose así en la Constitución Dominicana en su artículo 39, el cual reza en su numeral 5 lo siguiente:

“El Estado debe promover y garantizar la participación equilibrada de mujeres y hombres en las candidaturas a los cargos de elección popular para las instancias de dirección y decisión en el ámbito público, en la administración de justicia y en los organismos de control del Estado”.

Todo esto ha creado una nueva sociedad, cabe resaltar que, si bien es cierto que, dentro del manejo para la asignación laboral de ciertos cargos públicos o privados, han querido practicar el abuso y discriminación hacia la falda, ésta no lo ha permitido y lo ha llevado hasta sus últimas consecuencias, lo imposible no existe para la mujer, solo que en algunos asuntos se le toma tiempo en conseguirlo.

Sin ánimos de abandonar su esencia, la falda que va ajustada sobre aquella mujer de cabellera larga, corta de forma lisa o con ondas, de piel canela, mestiza, oscura o blanca, no importa el estereotipo, lo que importa es que la mujer se consideró y se considera humana, con alma, razón y corazón para trabajar con dedicación y liderazgo en cualquier escenario y de igual forma dominar grandes masas; el giro político social ha sido la causa de esta oportunidad, la intención no ha sido ser la principal opositora del hombre, siempre ha sido demostrar que también llevan pantalones, que pueden mantener estabilidad, pueden ser imparcial, y pueden ser fría.

Contar con un país libre, soberano e independiente, con respeto y garantía a la igualdad y libertad de expresión, construye en su trayectoria, memorias de faldas.

Todo esto ha creado una nueva sociedad, cabe resaltar que, si bien es cierto que, dentro del manejo para la asignación laboral de ciertos cargos públicos o privados, han querido practicar el abuso y discriminación hacia la falda, ésta no lo ha permitido y lo ha llevado hasta sus últimas consecuencias, lo imposible no existe para la mujer, solo que en algunos asuntos se le toma tiempo en conseguirlo.

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