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DE LOS POLÍTICOS Y OTROS DEMONIOS

Colombia

Mg. Raúl Vélez Tamayo: Politólogo Universidad Nacional de Colombia, Magister en Educación y Derechos Humanos, Especialista en Pedagogía de la Universidad Autónoma Latinoamericana, Medellín, Colombia, con cursos avanzados de Alta Gerencia, Políticas Públicas, Participación Ciudadana y Planeación Prospectiva. @Raveta88

Es curioso que en América Latina hagamos un comparativo casi semántico y epistemológico sobre los políticos, se hace referencia a los artistas de las mañas, a la mejor exposición de los tartufos elocuentes que tienen el don de “embolatar un duende1”. La capacidad de elocuencia, la fanfarronería y la determinación para la convicción, son virtudes de muchos líderes que han definido su rumbo de vida al servicio de lo público, que para ser más efectivos, no son más que los POLÍTICOS.

No podemos llegar a una etimología exacta de los políticos, sabemos, por erudiciones de muchos politólogos que la política es “la administración del poder (autoridad) para la búsqueda del bien común”, pero entonces ¿Qué es lo político? o mejor, para dar respuesta al título de este escrito ¿Quiénes son los políticos? El dulce parafraseo de este título con un majestuoso libro de García Márquez, que nos recuerda la vida y amor de sus padres en la dulce

1 Definición colombiana para definir alguien que es embaucador, sinónimo de la palabra embrollar: 1.tr Enredar, confundir algo. 2.tr. Par y Ur. Apropiarse de algo mediante engaño.

De los políticos y otros demonios Colombia

literatura mágica de su pluma, también podemos determinar que los políticos, como el amor, hay muchos, pero poco son verdaderos, con la certeza legítima de sus acciones públicas.

La ironía de la visión política de los políticos (valga la cacofonía) no trasciende de una cultura egocéntrica, basada en la capacidad de aludir a los civiles quienes ciegamente creen en ellos. Sin embargo, el sistema político, como el mercado, está sustentado en dinámicas individualistas; podríamos decir que el ejercicio político, parafraseando a Mises: se basa en la acción humana, es decir, en la decisión de la persona para definir su porvenir. Por ello, la política debe ser un arte, entre tanto, los políticos deben ser los artistas, entre mayor calidad humana, mayor cercanía, mayor inteligibilidad en la administración de lo público, y la acción de poder tiene mayor calidad.

Los políticos son necesarios, son insumos fundamentales para que la democracia tenga la legitimidad y el reconocimiento propio de las mazas; de esta manera, los políticos cargan con la responsabilidad, no solo de sus electores, sino de toda una comunidad que deposita en él su confianza. Es más, los políticos no siempre están soportados por las decisiones electorales, muchos surgen desde la capacidad de opinión, con una inteligencia práctica que le otorga una credibilidad casi santigua, donde su operatividad se basa en la capacidad de entender el contexto y la necesidad de toda una comunidad. La visión del político platónico, es decir, el político perfecto: filósofo, científico y humanista, se retrotrae y se alimenta de otros elementos que nutren sabiamente la democracia y la noble ciencia política.

Cuando los políticos se llenan de mañas, diatribas y otros malestares de nuestra cultura, se convierte en un lastre humano; la utilización de su credibilidad para alimentar su ego, lo hace, en palabras de Thomas Hobbes, un “regicida”, capaz de entregar su credo político y su visión social por intereses mínimos que lo socavan a una increíble desconfianza en la ciudadanía. De esto se basa la idea de que un político no puede ser corrupto, un político no puede enaltecer su ego para su propio favor, esto no es un político, por el contrario es la

desconfiguración de tan noble acción, el ser político, es, entonces, el adalid de la justicia y el más preclaro hombre entre toda la sociedad.

Los políticos son necesarios, pero si en el transcurso del tiempo de su gestión se llena de vicios macabros, de intereses particulares y pierden su norte por encontrar su propio confort, se debe cambiar, porque lo que no sirve, estorba. El cambio de los políticos se sustrae justamente de la capacidad de suceder su liderazgo a nuevas generaciones, que tengan la capacidad de entender lo bueno y corregir lo malo del líder empoderado; de esta manera, la escuela de liderazgo por excelencia son los partidos políticos, cunas de ideas, y liceo de la democracia, de aquí se debe retomar la sabia frase del Canciller Konrad Adenauer: “sin partidos políticos no hay democracia”, porque estos partidos sean un salón de clase, donde brotan las ideas, se defienden los principios y se construyen políticas públicas y de gobierno, debe tener gente que tengan vocación de servicio, no el caudillismo casi mesiánico de Latinoamérica, sino esa capacidad de generar procesos que perduren en el tiempo.

Entonces el malestar de los políticos no es culpa de la democracia; el desdén a los políticos es por culpa de los propios políticos, para que haya fidelidad en los seguidores de los líderes públicos debe haber varios elementos que deben cargar consigo mismo. El primero, es el carisma social, tener el don de gentes, con la capacidad de entablar una discusión con el más encopetado ciudadano, hasta poder discutir el clima con el más humilde campesino. El segundo es la verdad, que no es más que el principio innato para la libertad, sin verdad no hay libertad, el error constante de nuestros políticos son promesas incumplibles, presagios de acciones que nunca va a cumplir, el mejor gesto de credibilidad es cumplir con la palabra. El tercero es la disciplina, esto nos lleva a que un líder esté siempre en contacto con sus propios principios, que tenga la capacidad de defenderlo, para tener la virtud de ganar, más que una elección, triunfar con sus seguidores. Un cuarto punto está en la capacidad de administrarse como persona, un líder platónico (exclusivo para la sociedad) es una buena sintonía de la política metafísica, por ello, el líder actual, como un humano, debe tener sus propios escenarios, su propia intimidad, pero no exponerla como fuente de su riqueza electoral, sino conservarla como el tesoro más significante de su gestión.

Estos cuatro momentos, equilibrados con su rol de líder, debe ser un constante en su vida pública o privada, porque así logrará exorcizar los males del poder, la corrupción de autoritarismo y la conversión de ciudadanos demócratas confiados en sus decisiones y con altos niveles de participación en sus escenarios públicos.

Los políticos, como el amor, siempre son un mal necesario, el dilema está en que los políticos emergen de la espontaneidad de la historia, y el amor, surge de las coincidencias del destino, sin embargo, los dos están catalogados como seres de otros mundos, como demonios, seres de otras galaxias, con el atenuante, que el político sí se puede cambiar, el amor, solo se transforma.

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