Transmigraciones

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Año 9. Nº 3 / Abril 2020

TRANSMIGRACIONES Club de lectura Las Olgas

Sobre la vida y obra de Olga Orozco

POESÍA EN LA ESCUELA

Maite Aranzábal / Susana Canavesi / Julia Centeno Ale Cortez / Stella Micelli / Carina Nosenzo Ana Julia Quiroga / Alejandra Tesoniero

ISSN 1853-8649

Coordinan: Marisa Negri y Alejandra Correa


EDICIÓN DIGITAL / POESÍA EN LA ESCUELA Marisa Negri y Alejandra Correa http://poesiaenlaescuela.blogspot.com/ poesiaenlaescuela@gmail.com Argentina, Abril 2020

ISSN 1853-8649


Las Olgas Olga Orozco la poeta. Olga Orozco la periodista encubierta, refugiada detrás de máscaras y nombres, y la otra, la que opinó y ensayó críticas, la que se puso el nombre propio como armadura, recreándolo infinitamente. Olga Orozco la narradora. Buceando en la infancia para poder decir la melancolía, la pérdida, lo que el tiempo sostiene a través de la memoria. Olga y su voz de caverna, dando vida a personajes de radioteatro, cantando tangos, diciendo sus poemas nocturnos. La Olga que escribió guiones, ensayos y obras de teatro. La que tradujo del francés a poetas y dramaturgos y mantuvo una abultada correspondencia con amigos célebres de diferentes partes del mundo. Olga la esposa, la amante, la amiga solidaria, la que escribe cartas, la que enseña, la que da espacio a lxs otrxs. Olga la adivinadora, la que realiza transacciones con el destino para anticiparlo y hacerlo posible como relato. Y para quienes la han conocido: su voz es un talismán, una presencia amiga que envía sus señales desde el otro lado del jardín. En febrero de 2020, desde Poesía en la Escuela, propusimos un recorrido por las diferentes escrituras de Olga Orozco. En ese recorrido, hemos cosechado hermosos diálogos, textos e intercambios literarios que hoy les acercamos a través de esta publicación virtual. Transmigraciones es un testimonio sobre la riqueza de la lectura de este espacio compartido.

Marisa y Alejandra

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Carina Nosenzo

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AUTOBIOGRAFÍA A LA MANERA DE OLGA OROZCO Nací en un lugar con médanos, olor a vino y plantaciones de uva abandonadas Vivíamos en una casa de adobe rodeada de olivos, extensiones inútiles de tierra seca, cascotes y ríos de piedras blancas con nombres de dos sílabas y algún diptongo: soi-tué, a-tuel. Mientras mi mamá pelaba gallinas para hacer la sopa, yo corría por los montes o trepaba cerros, quería ser taxidermista y me entretenía en la arena persiguiendo lagartijas. Crecí, enamorada del olor de los fardos de pasto y de la excitación húmeda en los músculos sudados de los caballos, un corazón que les late en el cuello, en los ojos, en los genitales… No voy a olvidarme nunca del olor de la bosta, su sonido caliente al caer, al resbalar por las patas traseras y la cola. Durante muchos veranos pensé que sería agradable tener una cola para espantarme las moscas. En ese tiempo, ¡cómo me gustaba leer enciclopedias! Memorizar los nombres científicos de los insectos… A veces, en lugar de hablar de mí, prefiero enumerarlos: mantis religiosa, forfícula auricularia, lucilia sericata … En cuanto a mis hermanas, siempre sufrimos de una altura desigual, por eso a mí me gustaba esconderme en el bajo mesada y comer ajos y plantines de cebolla, también hojas de tomate, que terminaron por darle a mis dientes algún tono vegetal. Apenas digo “yo” se me abalanzan espumas, resplandores opacos que me hacen dudar de cuál es mi nombre o si existe otro que me fue dado por un coro antiguo, anterior a mi bautizo. Un nombre que se derrama como la sidra pero que tiene el color y la consistencia del caramelo quemado. Por eso apenas me nombro ¡carina! me vuelvo espesa y empalagosa como las moscas que se persiguen buscando sol en los días nublados... las lucilias sericatas. transmigraciones


catedral sueñan las campanas a los cuatro vientos de la noche el sacerdote escucha grumos de saliva blanca y esponjosa gotean en el confesionario ese reducto en donde señoras y señores os desenmascaráis ese depósito de vergüenzas donde se intercambian y negocian la piel y las apariencias en su mostrador un caballo sonríe y nos muestra los dientes “mi verdadera piel he recuperado”, dice

Poema a partir de frases de Olga Orozco

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YO SOMOS NOSOTRAS yo somos tú Olga Orozco podría decirte algunos nombres: por ejemplo bessie por ejemplo edna por ejemplo gloria amo tu voz tu voz de negra que canta y cuando te escucho yo somos nosotras donde antes había un niño, donde después abandoné a su encierro vegetal esta apariencia salgo de la casa, nado entre las hojas que rocío nunca volver y así me escapo somos una voz que tiene cuerpo y es derramada cuando se abren madreselvas nuestro cuerpo es una ostra con su perla negra con su negra garganta y cuando cantamos yo me inflo los muslos nos crecen y todas las cadenas morirán todas las cadenas en nosotras los grilletes los dolores y tobillos se irán y las espaldas que los soportan

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pon tu peso en una carga por ejemplo billie por ejemplo sara por ejemplo gloria nosotras tenemos este cuerpo que suda en los cabellos y las mangas grandes están llenas de grillos y un amor nos huele a ajo y a lactancia en el baile transmigramos la percusión nos entrega con hipos y arrumacos a este himno salvaje somos pies, dando saltos y sabemos que el mundo será pura textura y un final nuestros cuerpos son oscuros y redondos por eso betsie katie billie gloria adentro, nuestros pasos son blandos, son mariposas trepando en las cortezas por eso elijo todas nuestras lenguas como pieles que un día nos podrán abrigar

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Stella Micelli Hoy Stella, a tus 58 años, puedo decirte que mueres. ¿Tal vez porque se acallaron las voces de aquellos a quienes amaste? ¿O porque en ti resuenan más, sus voces? ¿Cierto? Ya no son sonidos delirantes... Sin darte cuenta fuiste hilvanando esas presencias sonoras. Y hoy podrán ser tu corona de estrellas tu elixir de uvas chinche tu talismán de lentejuelas y flores Porque sé que cuando circunvalas la casa encuentras micas como Adrianita Y este tiempo es un remanso un lago traslúcido una espuma de algas ondulantes el clamor volátil de un mundo que tus muertos te han legado para que tú lo recojas.

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La venganza 1 Los he echado a todos con un solo chasquido de dedos. Ahora estamos, en esta habitación, la soñadora y yo. Se ha metido en la bolsa sin chistar. Entregada, sumisa, con la debilidad de quienes no merecen ocupar un espacio en este mundo, por eso merezco ser El invencible, porque todos hacen lo que pido y ésta entró como mosquita muerta a esa bolsa de arpillera que encontré en el galpón de don Atilio... vaya a saber a cuántas asquerosas ratas habrá dado albergue, si cuando la agarré estaba llena de granitos a medio roer y tuve que sacudirla varias veces para que salieran todos los restos... Sé que aún queda ese olor a ratas y ella, pobrecita, ahí encerrada, la tontita soñadora se dará cuenta y su terror recorrerá la blancura de su cuerpo como colitas de ratas huyendo de su depredador. Y yo a puro disfrute me apoltrono en el sillón que está en la esquina, cruzo una pierna a la espera... Observo la quieticita bolsa, erguida en su miedo nocturno, en su inmovilidad de perrita abandonada al costado de la ruta, en su quietud aterida por una muerte repetida una y otra vez para acatar mi orden de quietud, a la espera de que mi hermana, otra tonta, la encuentre.

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La venganza 2 Mi corazón empezó a latir a mil, mis piernas a temblar… Comencé a transpirar... Sentí la escasez de oxígeno...

¡Quiero

salir!…

pero

no

pude

hablar,

«cuidado con chistar», me dijo… Entonces empecé de a poco a respirar pausado… tres tiempos para inhalar y exhalar. Un bienestar balsámico me había llegado y me sentí cómoda como una larva subterránea que come tiernas raíces cuyos nutrientes alimentan su blando y cilíndrico cuerpo. Poco a poco, el tiempo de espera se alejó de mi larvario y noté cómo Miguel había empezado a bufar como un animal enojado. La desgastada espera había obrado de justiciera. Algo lejano hizo crujir los herrajes de la vieja puerta de la habitación. Yo, ya habia ingresado a otro tiempo, era otro ser. Nunca me hallarían ni él ni su hermana.

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Desde otro reino

Esa cara, alargada y mezquina, se borra Como si una ráfaga piadosa soplara en la memoria Sobre ese fuego bajo y helado que parece consumirla. Me atrae y vuelvo para probar cuál está siendo en mí cuál puede ser cuando no es lo que es debajo del antifaz. Por dentro siempre juego a lo peor a lo que me arroja hasta el fin de la pendiente.

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notas para el traductor de un poema I cuando el cielo se aquieta en el horizonte y una cortina de plomo cae como un desamparo sobre los hombres y los pájaros aterrados buscan árboles donde guarecer su miedo lo que nace debajo del olvido es aquella noche no podrás huir, no tendrás cobijo ni detrás de las paredes rezagadas de la intemperie no podrás huir, no tendrás cobijo verás pasar despavoridas siluetas que inútilmente se prueban las caras del terror no podrás huir, no tendrás cobijo verás pasar la travesía de un sol fraguado con su escalofriante risa de guijarros no podrás huir, no tendrás cobijo mil bocas te rozarán susurrán en tus oídos la nada misma te pregunto, cómo traducir aquella noche si no la has vivido

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JULIA CENTENO Autobiografía Amo mi nombre. Tengo una pequeña libreta de tapas negras que utilizo a la mañana para anotar los sueños y siempre la dejo al lado de la cama porque si la dejo abajo al llegar ya me olvido de los detalles oníricos fundamentales y me da tanta bronca que ya no anoto nada. Me definen los sueños donde se expresan mi más ansiados placeres y mis más terribles miedos, ambos se fusionan en una conjunción Saturno Venus en mi la tan extraña casa XII. Mi abuela se llamaba Aurora, también amo su nombre. Cuando viajamos por primera vez en avión, ella y yo solas, sacó un rosario y pidió a Dios que el avión no se caiga. A veces, en cualquier circunstancia, hago lo mismo. Tengo miedo desde siempre, aunque muchas veces no lo veo. Ahora puedo trabajar con él como quien talla la madera o el mármol, con la única convicción de una necesidad desesperada. Mi vocación es incierta, aunque me destaco por hablar y pensar muchas cosas, nimiedades en el mundo, oro puro en una casa repleta de palabras como la que me tocó en nacimiento. Me crié en una casa de mujeres, que a su vez, fueron criadas por mujeres en un linaje antiguo de matriarcados y chamanas. Cuando me vino la menstruación por primera vez mi mamá improvisó un rito y cuando supo que tenía que partir también. Tengo tanto miedo que soy extremadamente intrépida.

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Secretamente busco siempre compañía, pero me sale todo mejor cuando estoy sola. Es un camino arduo el de mi ascendente capricorniano. Amo el mar. Amo la sensación de la arena en el intersticio de los dedos de mis pies. Amo tener que correr porque me quema el sol abrazador de la playa. He aprendido a convivir con mil fantasmas y también he aprendido a hacerme amiga de algunos. Tengo dos gatos y una cachorra que me cuidan, pero más me piden que los cuide, y a mí me es necesario hacerlo. Nací con un alma vieja y cuidadora. Cuando era chica era gorda que es una palabra muy fuerte y todos prefieren decir rellenita. Mi papá decía que era un problema. Lo cierto es que la comida representaba para mí un contacto directo con algo tangible dado que mi cabeza volaba muy rápidamente y me dejaba desterrada en vuelos incandescentes y resultaban un vértigo insoportable. Mis amigos creen que adivino el presente con las palabras. A veces no sé hacerlo conmigo misma. Quisiera ser una yogui o una maestra zen y quedarme en ese estado de comunión o de brote íntimo con el todo o de expansión salvaje, pero debo quedarme aún en la llanura, caminando, para aprender a dejar los pasos marcados. Mi hermana camina conmigo como quien toca un instrumento a cuatro manos y me evoca con su seriedad la comicidad del mundo. Somos almas en viaje hace mucho y ella también lo sabe. Amo las partículas que vuelan en la ventana las mañanas con sol de otoño cuando Lucrecio se despereza al lado mío y se acerca para olerme el pelo que es su forma de bien venir el día que trae olor a café con leche. ¿Qué más puedo decir?

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Hexagrama 15 / La modestia Si después de tu imperiosa necesidad de reconocimiento ajeno de nimiedades cotidianas que exalten una grandilocuencia mentirosa Si aún allí queda un resquicio de momento Si en ese instante de último fulgor recuerdas algo pequeño algo Envuélvelo en un papel de seda y agradécele su fulmínea existencia que no fue más que un sueño que juntos nos animamos a pensar Déjalo ir en las aguas de lo maravilloso que no te pertenece que no me pertenece que se desgrana en el susurro de mi ventana dile adiós con un gesto invisible tan sólo con un ademán Ya la eternidad comprende todos los gestos nimios por favor no esgrimas una grandeza impostada por favor no intentes ser más que el todo que destella

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CANTOS A LUCRECIO

I. De las 24 horas que tiene el día Lucrecio duerme 19 por eso estoy empezando a sospechar que yo solo represento en èl un sueño recurrente. La pregunta que tengo es si sabrá que yo me aferro a su compañía como la más certera realidad cotidiana. La pregunta que tengo es si en los intersticios de mí vigilia y su sueño en ese entre algún día nos encontraremos en igual estado de conciencia y podremos mirarnos sin huir hacia otro mundo agazapado II. Lucrecio vuelve a las penumbras del día desciende como lluvia con la lluvia se encuentra me devuelve alguna certeza de este mundo Lucrecio es el hacedor de mis días yo no soy sino en tanto él me piensa como clinamen perdura o perece y así nacemos los dos a veces perezosos y desconfiados por los vaivenes de la vigilia nueva deseantes de letargo acompasados

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De mi t o s d o b l e s

Soy la llorona que quiere comer saciarme hasta dejar de sentir comprarme y venderme para llenar mis días. Soy la niña que patalea frente a los escaparates brillosos de la panadería, mientras de relame su pecho oscuro y doliente por la indiferencia imaginada. Soy el mito de mí misma volcando severas notas de autoridad patriarcal en tardes de lectura obligada. ¡Basta de comer te dije! ¡Basta de gritar! ¡Quedate quieta como todos los demás que hacen feliz a su padre y no angustian a su pobre madre! ¿Quiénes son aquellos, los demás, y dónde están en este día fuera de tiempo? Soy la necia rebelde que súplica atención mediante deseos intempestivos e inconvenientes. Se ríe, la escucho reírse y decir: - Librarte es tu extinción vivir es vivir despejando tu frente de aquellos personajes temibles. Deja de pelear que cada día te pareces más a mí.

Las caras inimaginables Con ojos absortos/ se borra en cuanto uno deja de verla/ me atrae/ me arroja/ deslizamiento de animal/ me hace una seña/ como un fantasma/ suspendida en un abismo./ La oscuridad tiene ojos también/ ojos de párpados dorados/ soy una adherencia en esta nada/ y allí está la luz.

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Susana Canavesi Autobiografía Nací en una ciudad a la que le florecen los tilos en noviembre. Entonces sus calles de tetera gigante y cada seis cuadras una plaza, un enorme damero, excesivo sin dudas. Fui patizamba de niña, después las ortopedias y corrí como todos. Sol en Leo, aunque disimulo. Me encantaría ser maga. Y hacer que las personas y cosas aparezcan y se curen. Mis preferencias: Que estallen las flores y el olor del mar y la quietud el río y la poesía y las palabras, todas, hasta las nonatas.

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Para hacer

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un talismรกn

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Maite Aranzábal una niña escucha el pitido de un tren y se incorpora en la cama quiere salir quiere salir inmediatamente quiere verlo pasar saludar como siempre al señor que va atrás en el último vagón al que viaja iluminado por su propio candil todos duermen en la casa aún así baja las escaleras en puntitas de pie lo hace y vuelve a su cama nadie atraviesa las puertas cerradas como yo- susurra y duerme encendida sabiendo que algo de ella sigue en viaje ahora lo escucha en la tarde lánguida cuando el mundo parece acabarse y ella también no puede salir de casa otra vez nadie puede todas las puertas están canceladas las calles desiertas sin embargo entrecierra los ojos lo intenta con fuerza no ha perdido su instinto de pequeña saludadora esta vez el hombre del último vagón cuelga el candil y le tiende los brazos al reconocerla toma impulso la anciana trepa a tiempo

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Alejandra Tesoniero

Ensayo para una autobiografía Con la luna en cáncer y ascendente en Aries llegaba a la tierra una noche de julio. El lugar se llama “La Llanada" y está en Río Negro. Recuerdo algunos de los pedidos de mi madre. Uno de ellos: ir a juntar espárragos a la orilla de los canales. Un sauce llorón era nuestra nave de viajes. Una de las tantas travesuras con mis hermanos. El otro pedido era el agua de un aljibe. El sonido del balde se expandía por laberintos subterráneos. La puerta gigante hecha de una especie de chapa hacía las veces de pizarrón para estudiantes imaginarios. Un gran cajón en donde se transportaba fruta en cantidad, era mi casita. Los domingos entre aromas de geranios y tuco, jugaba con mis primos al abrigo de mis abuelos. Esos frutales se transformaron en montañas cerca de la frontera con Chile. El comercio reemplazó a la tierra, ya se avecinaban los loteos y las grandes corporaciones. Hoy me encuentro barriendo la misma escalera de aquel tiempo , en la ciudad del desierto, de flores y mariposas amarillas, rodeada de poesía y adolescentes en la escuela.

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Olga y el talismรกn

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Transmigrar A mí me encanta la transmigración. Extender días a siglos. Y érase una vez y el tiempo se hizo un remo hacia vidas pasadas. Fue entonces cuando viajé al otro lado del océano a escuchar historias. Y vuelvo a partir atravesando siglos y siglos que conducen aquí. Traduje y desenhebré la genealogía. Vi casi todo: guerras, hambre, dolor, progreso, crisis y resurrecciones. Y llego acá, al destino invisible y terrible, al mismo tiempo. El principio y el final de la imaginación. Me habitaron distintas personas, contengo multitudes.

Poema Blanco entre ramas llegaste. Eras uno entre tres. Fue al primero que tomó en sus manos, ella. Siempre cuidando otros distintos. Y se alejó. El destino de la calle vino a llevarte. Lunas pasaron Y regreso a buscarte, siempre. Donde quieras que estés. Que el amor te envuelva.

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ALE CORTEZ

Autobiografía a la manera de Olga ¿Por qué estoy viva y el iris lleno de agua? Duermo de costado en el útero de la noche. Viajo en colectivo leyendo manos, miradas suspiros y corridas. Nunca me recupero de la poesía. Si me obligo a recordar olvido. Me asusta gritar. Hay música que no tengo. Tengo cosas perdidas malheredadas desparramadas. Estoy preparando una mudanza. No tengo nada.

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La noche llama a la noche Hay figuras que se arrinconan en la pared de la tarde. La noche llama tres veces antes de cerrarse en sí misma. Una lechuza derrama acecho en un solo vuelo de promesas. En ese romance entre vos y las sombras quisiera que me mires. Miyi Tiembla mi voz tiembla. Ninguna deidad sería llamada así. Querido, ¿qué pasa? ¿De qué estás hecho a esta hora? ¿Quién soy en tu oscuridad nítida y desnuda? Sale por la ventana, salta el paredón, logra que ya no lo piense. Vuelve con un maullido tembloroso, vibrante, conmovido. La noche entre tanto conjuro le ha ofrendado un cuy una calandria una rata.

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Mi transmigración Yo voz en la tierra. Mis manos de niña, ahuecadas, son un ojo, una lente que gravita por encima de mi cabeza y se calibra girando cada vez más rápido hasta dejar de ser pies sobre el piso circular que sella la boca del pozo que ya no es ciego. El primer envión fuerte se anuncia en la boca del estómago. Soy cosquilla feroz, bostezo de giganta melenuda cuando me cuesta peinarme y lo hago con el viento en contra, perpetuando ese ojo fino, muy fino. La caída hacia un arriba se desarma en millones de partículas depositándome burbuja estallada años después. Una cabeza de piñón en la mesita del "living" de la casa de mi amiga Mariela que me explica que soy del pehuén de la cordillera y estoy a punto de volver a estallar para ser piñón en Carri Lil. El calor entre las brasas me despierta con el hermano del Lonco Aigo. Él me levanta arrastrándome con un palo por las cenizas para pelarme mirando por la ventana silenciosa. Miro, pienso, escucho el agua. Corro briosa entre las rocas, a la par de corceles negros que galopan en ronda feroz. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a esos días de Nguillatún en un círculo que se agiganta cuando soy canto que sube al cielo y caigo en rayos de sol. En palabra biendicha sobre la tierra. La cursiva corresponde a El infierno musical de Alejandra Pizarnik.

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Poema a partir de un cuento de Olga Exhausta hasta de tener miedo, a fuerza de no comprenderla piedra que me cayĂł encima como un reclamo de plumas. Intercambian y negocian las apariencias y la piel, incapaces de reconocer o de manifestar algo. La voz viene desde adentro de todo con el Ăşltimo aliento que le queda suspendida en un abismo desde ahora y para siempre. En el encierro estĂĄ la fuente toda la fe toda la esperanza es cuanto queda ahora un resto de memoria insistente.

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Ana Julia Quiroga Autobiografía Soy un momento de contemplación con la mirada puesta en la nada. Soy la entrada triunfal al mar sobre los hombros de mi papá y la llegada a lo más profundo. Soy la emoción de mi mamá cuando la vida se hace grande. / Soy el té en la cama y el olor a manzana y canela. Soy curiosidad, soy ojos que atesoran. Soy niña, soy para adentro./ Soy mi abuela, sus poemas y las llamadas a la radio. Soy su Alfonsina, soy su Sor Juana./ Soy mi otra abuela y su despliegue al pelar manzanas. Soy de a retazos, soy de a ratitos, soy todo esto./ Soy los recuerdos que me asaltan en modo random al abrir mis libros. Soy suspensión, soy puro anhelo./ Soy lentitud para hacer y lentitud para llegar./ Soy esas plantas que crecen en los balcones. Soy la danza de mis pies y esas ganas de haber nacido gitana./ Soy toda tierra. / También soy París, Rue La Pompe, y un doloroso desarraigo. Soy algunas muertes y sus cenizas./ Soy una foto en un puente de Praga y soy su amor. Soy mis hermanas y mi hermano./ Soy a la vera de este instante y también soy lo porvenir. Soy este punto final y el blanco que se abre.

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Canto I Vigía de las sombras y la noche cómo no agradecer tu gesto protector. Centinela de mi sueño y de esta, nuestra casa, con todo lo que aquí vibra y no vemos, con todo lo que aquí habita y no sabemos. Pero las dos pensamos que sería más justo decir que yo no sé, porque vos sí sabés, criptógrafa de los imposibles mensajes, vos sí sabés … Mandinga, alquimia de ternura y arrogancia, centinela de mi sueño, te doy mi gratitud.

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Transmigración A mí me encanta la transmigración. Puedo mudar a roca llena de salitre marino, a escarabajo, o ser un pequeño, pero eterno, grano de arena en el más grande de los desiertos. Entonces viajo en loco remolino, pero cuando toco tierra me convierto en fino cristal, soy esa copa donde bebe el licor mi tatarabuela. Participo a veces de las libaciones a las deidades griegas, soy líquido que se vierte, aunque a veces me torno oráculo o demudo en pitonisa. Los instantes en que mi existencia es mar no paro de pensar en lo infinito. Entonces soy el vaivén de lo eterno, de lo que estuvo antes de estar, algo que solo es comparable al magma. Cuando me agoto de este pulular incierto me vuelvo crasa y florezco en la quietud de un balcón. Y cuando me reconozco nuevamente en este, mi cuerpo, me establezco y conjuro un mapa de constelaciones conocidas, pero no pasa mucho tiempo hasta que mi gata me mira con sorna y me reconozco en ella, y ya no sé si soy en mi cuerpo o si soy en esa gata que me mira en espejo. Algunas mañanas me despierto con polvo de estrella en los pies, y me da vértigo pensar en los años luz que cargo sobre mis huesos. Mis territorios crecen de este modo de manera incalculable. Y los llevo conmigo. Los pliego, los despliego, los torturo, los siembro, los recorto, los trituro, los mezclo, los devoro, los exhalo, y si quiero los pliego una vez más, los estrujo en la mano y los dejo caer entre los dedos. Esto me sucede desde que tengo memoria, o mejor dicho memorias, porque de cada transmigración me queda una, es así que tengo genealogías minerales, marítimas, ígneas, animales, botánicas, estelares... Encarno todos los cortejos del pasado y los séquitos del porvenir, fluyendo, refluyendo hacia un punto central —mi propia anatomía— que arde como un carozo incandescente. La itálica corresponde a citas de Olga Orozco.


El Correo de

Valeria Guzmán Valeria: Tengo treinta años. Me enamoré de un muchacho tres años menor que yo. Al comienzo esto era un simple detalle, pero con el pasar del tiempo (llevamos dos años juntos) comencé a notar esta diferencia de edad en situaciones que, aunque parezcan tontas, al sumarse, hacen que comience a preocuparme por el tipo de relación que estamos construyendo. Por ejemplo, cuando nos cuesta ponernos de acuerdo en algo, él comienza a burlarse, a hacer chistes como restando importancia. Otras veces cuando algo de mí lo enoja se va a comer a la casa de su madre, vuelve como si nada, me cuenta qué comió y habla un buen rato de lo excelente cocinera que es. Como éstos, son muchos los ejemplos que demuestran que la diferencia de edad no es un detalle sin importancia. No sé cómo puedo explicarle a él mi preocupación. Me desespera pensar que quizá siempre fué así y yo recién ahora lo veo. ¿Qué puedo hacer? Ale C.

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Ale: Como las frutas, los hombres envejecen rápido pero maduran lento. Esto es una verdad inexorable y lo que te sucede a ti le sucede a varias. Si consideras que vale el esfuerzo el amor que le tienes podrías emplear recursos tales como dejar en evidencia su inmadurez, así como la inconsistencia de esos chistes y bromas juveniles. Proponer visitar a su madre, de modo conjunto y una vez al mes, podría brindarle esa dosis de cariño maternal, que pareciera necesita como el aire, sin que eso interfiera en su vida de pareja. Pero tampoco hay que pedirle peras al olmo, si dudas de que pueda cambiar, no pierdas tiempo y ve en busca de nuevos horizontes. Al correr el velo se nos revela que a veces es el miedo a lo nuevo lo que nos aferra a lo viejo. V. G. (Según Ana Julia Quiroga)

La poeta Olga Orozco, trabajó, entre 1963 y 1972, como periodista en la Revista Claudia. Firmaba sus notas con más de ocho seudónimos diferentes. Uno de ellos era Valeria Guzmán. Bajo esa identidad, respondía cartas de lectores que la consultaban sobre los más variados temas. transmigraciones


Estimada Valeria: Socava mi corazón un problema familiar gatuno no inclusivo. Le cuento. Durante mi caminata semanal hacia el cementerio hice una parada en la ermita de San Cayetano. Entre rezo y rezo escuché un maullido leve que provenía del canal aledaño al lugar sacrosanto. Investigué y observé a un pequeño gatito a punto de caer en las aguas cloacales. En el acto llamé a los bomberos voluntarios que llegaron quince minutos después. Con un despliegue que multiplicó mi asombro los jóvenes bomberos, provistos de arneses y sogas, rescataron al gatito y a su hermanito, otro, cuya presencia escapaba de mi vista. Con una campera que llevaba envolví a los dos gatitos y regresé a mi casa sin antes agradecer la acción heroica de los bomberos. Mi hija fue quien los bautizó: Bombín y Copito. Pasó el tiempo. Fueron creciendo, aprendieron a hacer popó en el patio, compartieron la cama grande hasta que la convivencia fraternal se malogró. Copito, el más blanquito, de ahora en más, el dominante, logró expulsar a Bombín de mi casa. He visto que el dominante lo tiene a maltraer y el expatriado buscó cobijo en un lugar desconocido de la cuadra. Suelo ver al exilado escondido entre el follaje del patio y lo llamo «Bombín! Bombín!» pero sólo asoma su rostro que se ha vuelto hostil por el miedo. Valeria, ¿qué puedo hacer para que Bombín regrese a mi casa y reine nuevamente la paz familiar gatuna? Stella

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Valeria: tengo una pregunta que me urge responder, soy una joven de 33 años que no dejo de pensar en la necesidad de abrirme paso como educadora pero tengo miedo de que ponga en jaque mi tiempo de hogar y familia ¿qué consejo me puedes dar? Julia C.

Querida Julia: cuando una idea se vuelve deseo y necesidad se está viviendo un momento crucial en la vida. Usted lo sabe. Pensar mucho una idea genera altas exposiciones de consciencia y sensatez. Sin embargo, pensar a la luz de un deseo puede revelarse en instantánea de sombra y temores que quizá puedan estarle confesando miedos muy antiguos. Es un momento especial el que la encuentra. Preste atención, usted ya decidió. No tema. Valeria Guzmán (según Ale Cortez)

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