Año 9. N º 4 / Noviembre 2020
UN JARDÍN AL SUR Clubes de lectura Las Chiquilinas y La oración de la flor
Coordinan: Marisa Negri y Alejandra Correa
Bibiana Alonso / Víctor Alejandro Aybar / Sandra Becerra Ana Belmonte / Norma Cardozo / Gabriela Carlevari / Melina Diotto Mariel Farías / María Jesús Fariña / Melisa Gnesutta Delfina Kersich / Diana Masini / Leticia Roldán Daniela Roncagliolo / Juana Inés Ruiz Diaz Sabina Stampanone / Alejandra Tesoniero
ISSN 1853-8649
Foto: Marisa Negri
EDICIÓN DIGITAL / POESÍA EN LA ESCUELA
http://poesiaenlaescuela.blogspot.com/ poesiaenlaescuela@gmail.com Argentina, Noviembre 2020
ISSN 1853-8649
Ilustración: Diana Masini
En el fondo de todo Este año 2020, será recordado por todxs como uno de los más complejos, inquietantes e inesperados que hayamos vivido colectivamente. Para nosotras, además, será el año en que compartimos muchas lecturas y escrituras desde nuestros Clubes y talleres. Con avidez, buscando un reparo, con ganas de transportarse a través de las vías que propone la poesía, han pasado por ellos, alrededor de trescientas personas Así, llegamos a fin de año, recopilando los trabajos realizados en el marco de dos Clubes: Las Chiquilinas donde abordamos la poesía de Amanda Berenguer, Marosa di Giorgio, Idea Vilariño y Delmira Agustini; y La oración de la flor, en el que recorrimos la obra de: Diana Bellessi, Emily Dickinson, Mary Oliver y Beatriz Vallejos. Hemos cosechado hermosos diálogos, textos e intercambios literarios que hoy les acercamos a través de esta publicación virtual. Un jardín al sur es un testimonio sobre la riqueza de ese espacio compartido.
Marisa y Alejandra
Un jardín al sur
Un jardĂn al sur
Nota biográfica Alejandra nació en Cipolletti en el austral del universo. a los 180 días de un solsticio A los 5 años a las 5 AM se levantaba para sus labores. A los 6 años empezó con los amores. A los 17 se encontró con la ciudad. Luego fue madre. Algunos de los suyos han muerto. Es abuela y escribe versos.
Un jardín al sur
Obra: Ana Quittard
Alejandra Tesoniero
A la manera de Emily Dickinson
El hogar se conoce por la noche La humedad por los huesos. Por la ráfaga intensa el viento. La muerte por la ausencia. Aromas por la primavera que llega. Por el útero, los jardines submarinos.
Bardas
La ciudad tiene un jardín. Lugar otro. Hoy morada de flores: maipue, jarilla... Mañana semillas que viajarán sobre alas para el continuo perdurar.
Un jardín al sur
Caminata submarina Desde tiempos remotos Abrazadas a las rocas Hoy ocĂŠano al descubierto Abanicos petrificados. Molusco marino En su interior Una perla yace Hoy yacen en las arenas de la meseta. Soy la ostra.
Un jardĂn al sur
María Jesús Fariña CITRUS PARADISI La lujuria del paraíso en forma esferoidal. Ni limón ni naranja. Oculta nieve y sangre en su interior. Extraídos de su envoltura transparente sus gajos ofrendan ambrosía acibarada espléndida pulpa para quien ama el juego de los contrarios. En la incerteza de su origen destaca su mestizaje. Elogio del pomelo. Elogio de la hibridez.
REFUGIO
La tarde se disuelve en lluvia y gotea su pena sobre el asfalto. En los pequeños charcos formados en los bordillos de las aceras el mundo se refleja y se fragmenta. Solo el color de algún paraguas lejano contradice el gris del aire y de la calle. Buscamos nuestro refugio detrás de las ventanas aun sabiendo que nada nos protegerá de la inclemencia.
Un jardín al sur
Melina Diotto YA NO
Ya no volveré A tocar tu boca con la mía Tus manos con las mías Ya no Ya no reiré a carcajadas Ni me brillarán los ojos de amor Ya no Ya no pisaremos los mismos suelos paralelamente Ya no Ya no leeremos juntos poesía Ya no Ya no volveré Adiós
Un jardín al sur
Pera, perita, perota Pyrus communis Gran fruta del peral Tiene precisa relación con rosáceas Pera tipo pomo perita tipo carnosa Perota pulposa, consistente y jugosa Dulce como la miel Piel delgada y suave como tus besos. Pera, perita y perota Envueltas en los tonos Verde pastel Amarillo sol Café mañanero o nocturno Rojizo como flor de rosedal. Pera, perita, perota Con tu forma oval, cónica, redonda o globosa Estás prendida a una bella copa Símil a una pirámide egipcia Que pasa a ser ovalada como no lo es este planeta La copa con flores blancas o rosadas Tiene hojas aovadas o redondeadas Con destellos que encandilan.
Un jardín al sur
Obra: Alejandra Correa
Carrilobo, 2 de octubre de 2020 Mi Onetti: No me ni te olvido. Te escribo y no quiero recordarte. Mi corazón ya no late, ya no, ya no… Mi boca ya no ríe, ya no, ya no… Mis ojos ya no brillan de amor. Aún me siento estupefacta ante tal situación vivenciada. Éramos tres, donde cabían sólo dos: vos y yo. “Si hubiera modo de borrar eso de la memoria le pediría que lo hiciera”. Como sea, pero ya no más. No hay más amor. No vengas. Yo no iré. Me abstendré. Y aunque quiera llamarte, estas serán las últimas palabras que leerás con mi voz y que fueron escritas con mi corazón latiendo en partes. Sé muy bien, sé muy bien que “hay dos tipos de ataques nostálgicos; el de esta tarde de lluvia y el ayuno que consiste en una soportable desesperación por no haber, realmente, hablado contigo”. No lo soporto, pero más ansío el momento en el cual te olvido y renazco, lúcida y orgullosa, tan yo, ya no. Emeide
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Un jardín al sur
Norma Cardozo El jardín de los alambres Tintinean las campanas en la mañana recién llovida Lilas, azules, blancas… amarillas, rosadas… ¡Estallaron! Desplegaron su fulgor en los alambres desprolijos y oxidados ¡Solas! ¡Espontáneas! ¡Por gracia de lluvia! ¿Solas? ¿Quién las cuidaba?¿Quién las tenía? ¿Quién era el jardinero? A escondidas se producen el misterio y el asombro Desde la oscuridad y dureza de la tierra reseca Oscuridad y luz conjugadas originan el esplendor, Experiencia de la vida Flores, semillas y plantas mueren para siempre o se renuevan.
Un jardín al sur
Primeros días de octubre… ¡han nacido los pichones! Temprano empieza la sonatina. El oído goza con la variedad de trinos y gorjeos aleteos permanentes. Desde los postes a las ventanas, desde los techos a los árboles, de los árboles al alto cielo. Las palomitas pasean en el patio bajo el sol de la siesta. Buscan semillitas y briznas mientras los gorriones se enredan en arrumacos. Campanitas azules y violetas bordean las veredas Un pollito posa en la palma de la mano de un niño. Y la primavera seca, que extraña tanto a la lluvia, florece y florece aquí en el Chaco. Asombroso milagro de la floración Azul jacarandá, fucsias santarritas blancos y rosados laureles colorean la esperanza de este mundo en peligro.
Un jardín al sur
Mary me instruye:
Atiendo me sorprendo me rindo al asombro lo cuento. Mary pregunta: ¿hablan los árboles? Respondo que sí Hablan con el agresivo y ardiente viento norte, Se les resisten Hablan con el abrasador y candente sol Dueño de esta región boreal del hemisferio austral. Se escuchan sus quejas en el devastador desmonte Ensordecidos sus gritos por el atronador rugido de las motosierras en el Impenetrable chaqueño. ¿En qué se convierten sus cuerpos? ¿en pilares de luz? ¿en poemas donde son incluidos y contenidos?
Un jardín al sur
Septiembre Media mañana Asciende la luz dorada del día Gorjeos–trinos-silbidos-arrullos y zureos inundan el espacio. Algazara - variadas melodías Inicia el concierto matinal El sol, director de orquesta, señala los tiempos del repertorio de estrofas y variaciones del cante… El reloj cantor marca el paso de la mañana que avanza. ¡Llueve, Señor! Es la súplica implorada, Lluvia esperan las semillas ocultas en los surcos. Pasan los días, los meses, y del cielo, ni una gota se precipita… Desde abajo, desde lo profundo de la tierra, los brotes empujan, surgen, se abren a la luz entre la tierra reseca entre las hendijas del cemento. Y florecen.
Un jardín al sur
Gabriela Carlevari Fotos: Robert Mapplethorpe
Un jardĂn al sur
el diario de los sentidos
escurridiza renegrida no te dejás acariciar como la piedra suavemente desgastada ola tras ola en una danza inquieta capturás la atención del planeo de (otras) alas te llevás (la mirada) las sonrisas de los rayitodesoles del barranco en flor seducís a lo permanente que a graznidos quiere acompañarte renegrida (alegre) anunciás el primer verano de la niña que está por nacer adivinás el hexagrama con el que caminará las piedras con las que seguramente tropiece? los hijos de otros la mutación de los cromosomas caprichosos aleteás el vuelo de tu brújula hexagrama de despedidas de reencuentros mientras (algunos) escuchamos el secreto del mar ola tras ola
Un jardín al sur
pasar la tarde en la plaza la de los veranos infantiles donde navegaba mi lanchita a control remoto rodeada de ventanas estacionales desfila una calandria las estatuas guardan secretos en los pliegues verdosos la fuente seca resiste los juegos ya no son tan atractivos ay! paisaje urbano besado por la mar en qué detendría mi mirada entonces vuelve la calandria se acerca
controla?
veo pasar correas que los hacen dueños de miradas extraviadas
Un jardín al sur
auriculares que les impide emborracharse con el olor del césped recién cortado la calandria hace su ronda alrededor de la palmera petisa controla! con cada niño imanto la mirada nos volvemos esenciales mientras el sol indeciso confunde a las flores invita a que el viento defina la tarde se resiste a caer en el vértice de la plaza donde los chimangos celan a las palomas ay! las palomas! sabia desde el otro vértice la mar lo espera como de costumbre sabría la lanchita que viviría tan cerca algún día? se enciende la calesita
Un jardín al sur
Un jardĂn al sur
Diana Masini Tenerte así, en mis manos. Aspirar tu perfume hondamente. El color de tus pétalos suaves, amarillo de soles que renacen. Un trocito de amor en un instante, frágil efímero.
Un jardín al sur
Primavera El viento susurra en los árboles. Un silbido ronco agita el cielo oculta el ladrido de los perros. Se oye el agua cayendo en el estanque. el silencio está habitado. Una piedra, como luna rota, bajo el malvón. Tiene una muesca y un vestido naranja agradece que la acune en mi mano. Tiene algo que contarme. Una paloma revisa su plumaje en el fondo, el cielo azul. Tres aves blancas pasan lejanas ella no se inquieta Murmura con insistencia ¿A quién? ¿Por qué? El sol y la brisa iluminan su plumaje. No tiene apuro. ni le incomoda la soledad. Dos gorriones se persiguen, entre las ramas del árbol. Hay cortejo, es primavera. La paloma ha partido. También yo me voy, con mi piedra a escribir una historia.
Ana Belmonte Nos compartimos fotos pixeladas de pájaros cuyos nombres desconocemos. Me mandás un audio del zorzal que está en la plaza (parece contestarle al vendedor de huevos) Cuando surge un brote en nuestras macetas -una nueva flor, una papa que te sorprendió en el compostempieza la competencia de colores, la feria de hojas en mi celular. Hoy me visitó un colibrí, ayer un benteveo se posó en el alambre del toldo, aparecieron unos bichos nuevos en el pasillo unas palomas quieren hacer su nido en el termotanque. Nos alivia saber que estamos en contacto con esas cosas, me gusta ver tus manos cuando me mostrás la coronita de novia. Son formas de estar cerca, son formas de decirte “no te preocupes, estoy acompañada”.
Un jardín al sur
Sabina Stampanone Amanece Algo nuevo comienza pájaros buscan alimento la brisa fresca. Desayuno entre las flores encanto, rocío, sol la vida, su sentido allí, en ese instante. Flores naranjas, rosas, rojas lilas las lavandas el colibrí con su aleteo mariposas de colores… su vuelo. Estoy aquí Nada más bello, sutil, etéreo aroma a rocío, tierra fresca nuevo día, sol que renueva.
Un jardín al sur
Daniela Roncagliolo Autobiografía Soy Daniela, de Buenos Aires, la ciudad, hija de Oda poeta de la lírica cotidiana y doméstica artista en la casa y la vida, hija de Jorge andante en rutas y caminos, fin de semana de valijas llenas de aventuras, hermana de Victoria, corazón sin frontera, desbordado más allá de la espera. Soy Daniela, compañera de Alejandro motor rebelde, frágil, invitante, mamá de Micaela, capullo que creció multicolor, alegre y se abrió inquebrantable. Soy Daniela. Acá estoy, desovillándome, tejiéndome, cada día, cada hora, a cada instante.
Un jardín al sur
Con algo de Marosa
Hay una casa, con una abuela horneando pasteles una madre labrando el azúcar y la miel una niña de cabellos rojos, mitad rosa, mitad lobo. Hay un bosque, pinos, cedros, frutales. Las magnolias coronan su entrada, amarillas, blancas, rosas, con rayas. Todo estalla de glicinas, hortensias, gladiolos, claveles. Azucenas, rosas y violetas acompañan. Los colores vibran aquí, allá. Las uvas se desgranan de rosa, los higos vierten sus mieles. Los sentidos se embriagan con perfumes a azahares y almendras. Por los senderos del huerto, papas y cebollas, acelgas azules y tomates como rubíes. Mariposas de todos los colores conmemoran el encuentro, las gallinas ofrendan sus huevos de colores. Donde la luna tiende su embrujo los seres espectrales danzan con trajes vaporosos de hilos plateados y dorados, ángeles y hadas forman ronda, novias adornadas de diademas, novios con trajes de organdí. Y los perros aúllan como lobos.
No
No pudimos, no supimos, no quisimos ver, escuchar. Quedamos en suspenso, ignorándolo todo, con la orfandad en la piel. El vacío ocupó un lugar en nuestras mesas, la soledad se hizo nuestra hermana.
Víctor Aleja
Mi mamá dice que tengo buena mano para las plantas. A la hora de su mate con yuyos y del mio, hecho de saquito, en ese momento exacto que un silencio se aproxima, ella me pregunta por mis plantas de Mutquín, cómo estarán, se habrán secado, o habrán florecido, cómo el sol va a secar los geranios o las rosas. Me dice vizcachera por andar moviendo la tierra para trasplantar algún gajito. Ese silencio qué pensamientos ocultará, no lo sé todavía. Pero me he propuesto en traducirlos a poemas. Muchos de los últimos que he escrito están relacionados con esas frases que no le salen, en medio de las que sí le salen. Recuerdo la primera plantita que quise tener, era un yuyito con flor rosa y mínima, casi un suspiro. Algo le hice entre las raíces; algo de aire debo haber dejado entrar; algo floja la tierra; algo de poca agua. Algo pasó que me dije que no tengo buena mano para las plantas como ahora dice mi madre que tengo. No, yo creo que es José, mi novio, quien sabe de plantas. Puede cavar la tierra, medir la profundidad del hueco, trajinar la planta sin temor como partera con el cuerpo de un recién nacido, ajustar la fuerza entre los tallos y las hojas; aguar la tierra para no embarrar ni resecar. He tratado de imitar esas acciones en forma de ritual. .
Un jardín al sur
ndro Aybar
Así quizá el dialogo sea certero. ¿Pero cómo hablar con las manos? ¿Cómo hacer sentir la esperanza de una flor sin que suene una exigencia de amo? Solamente he podido hacerme entender a la manera de danza y sacrificio: una vez plantada, las manos –pequeñas que me tocaron- comienzan a apretar el surco circular y a esta pequeña danza le sigue la de los pies cuando los dedos, talones y planta sellan paso a paso alguna burbuja de aire que haya quedado entre la tierra y las raíces. Una danza quizá antigua; o una nueva pero primera. Luego casi siempre le sigue un sacrificio: cortar las hojas que no sobrevivirán, un tallo que quita vida, o un rasguño en mi piel si la planta se defiende. Ambos nos sacrificamos en pos de esa flor, la primera que será por agradecimiento al agua, luego vendrán las demás para verse inquieta de tanta belleza. Y uno se pregunta y se responde todo el tiempo mientras planta. Una voz recorre este ritual aunque el silencio sea dueño del patio. Quizá la poesía esté entre esa voz y el deseo de la nueva hoja, la nueva flor, el nuevo cogollo, como ahora está entre esta voz y las palabras que son deseo de mirar de nuevo el mundo. Quizá mamá me pregunta para que yo escriba, se calla para que escriba. Quizá riega en círculos para que escriba lo que es el centro del plantín nuevo.
Un jardín al sur
una carrera sin tregua se da en el jardín plantados en el otoño dulces retoños geranios y crisantemos buscan el aire
quizá la sequía de este octubre que llega acorte la altura amortigüe pimpollos o rebeldes se unan en una danza por lluvia
mi niño baja sus ojos pidiéndome regar la manguera se enreda en mis pies por no dejar caer ni una de sus lágrimas ni una a este guadal de falsa primavera
vi la casa con tiempo y tres estaciones la transitaron las sombras del otoño en la espera de nutrir el rincón de los geranios el sello de la escarcha haciendo dormir a azucenas y rosas el sol nuevo buscando a la enamorada del muro pero más de la primavera la casa nunca esta quieta y hoy me ha mostrado el garrón de una columna desmoronarse en polvo y nervios de hierro Mamá me cuenta que los paraísos están huecos las hormigas se organizaron para voltearlos Mamá me cuenta que están tan abrazados que ni el zonda se los llevaría el tiempo se deja ver en esos detalles
MARIEL FARÍAS
adiv alos anu ed solatéP
I
en esta tarde fría del sur donde la primavera apenas despunta observo jugar a mi hija con su perra / puro risas y ladridos/ llenando el aire del patio dos o tres horneros picotean /persistentes/ bajo la canilla en busca de barro blando algunas plantas/ las más fuertes/ resistieron las heladas la vida continúa a pesar de todo/ a pesar de tanto en medio de este encierro voy a dejar que me envuelva /decretar/ que crezca exuberante como un gran lazo de amor
Un jardín al sur
II
III algo se posa en el borde de mi boca
Clarisa Ollivier
después de la lluvia transparencias una gota pende lánguida de juega la luz se multiplica/estalla es casi infantil esta sensación que abreva hoy si pareciera que anda /Dios/ descalzo y frágil entre las plantas del jardín
otra vez deshilando el barro dos horneros ya son parte del patio aunque su casa se construya en otro sitio alguna cumbrera/ o la rama alta de quién sabe qué árbol/ a contraluz dos horneros restaurando mi fe en el lenguaje /de lo simple/ en la arcilla elemental
Un jardín al sur
podría ser una pintura pero ¡ah! eligió ser un poema corro día tras día llenando las horas con cosas (en verdad) innecesarias olvido la naturaleza y el aire este aire tan mío/ como tuyo a veces siento que soy ese pez terco que nada contra la corriente por eso escribo ¿o se escribe solo este poema? ¿es un poema? peces
y
aire de eso quería hablarte
Conversando con Mary Oliver
esto intenta ser un poema sobre peces y aire
Juana Inés Ruiz Diaz
Un jardín al sur
Desde mi patio Hilvanes incandescentes de espuma las colitas de liebre, las hierbas buenas son en cada amanecer una procesión dorada de sol desde la ventana del dormitorio. A veces se esconden tras la globosa planta de mandarina o se escabullen por el lejano horizonte de chañares, de tuscas muy ásperas. Gorjeo de horneros y el pítere, pítere, pitogué, se escucha entre el latir sonoro del jacarandá y los algarrobos. “Duérmete mi niña, duérmete mi sol…” Arrulla mi voz lavando el aire del patio sin muros donde también alguna mariposa es alcanzada por la infancia feliz de las niñas, descalzas corriendo hacia la grevillea de amentos de miel. Son los cascabeles frutos del palo de jabón que duermen desnudos en el pozo vacío en la tierra que hoy da lugar a malvones rojos y los nuevos colonizadores. El patio de mi casa está poblado de recuerdos y laten en arpegios suaves: “Duérmete pedazo de mi corazón”.
Un jardín al sur
Mi Jardín Sobrevivientes son… Más que simples herbáceas y arbustos. Despojados de toda investidura ni los portes arbóreos se doblegan. El jacarandá, mi esquelético-como yo lo llamose atrevió una vez más a florecer. ¡Es un resiliente botánico, créanme! ¡Resistiendo están! Las azucenas rojas y blancas, al manto invernal de las heladas y la sequía durísima. Muestra su agresividad la tierra abierta en grietas y dispuesta a engullir el césped. Van aterrizando los paracaidistas celestes en su ayuda. Valerosos, soportan los malvones, la Santa Rita y los crespones, sedientos y desafiantes con sus brotes primaverales. Contra el muro, moribundos de pie, los pomeleros languidecen en una suave lluvia de hojitas secas. Su autoridad abusan el viento norte y el sol arrasador. Plantados los chivatos, mostrando sus armas envainadas, se manifiestan elevando banderas de verdor intenso. Hordas de gorriones, palomitas y horneros; ¡agitan el banderazo de colores! Mi jardín conoce la miseria pero se regocija inquebrantable y sufriente respirando aires de lluvias y rebrotes espantadores de ¡Karaí octubre!
Un jardín al sur
BIBIANA ALONSO DAMA DE NOCHE Reza la flor todavía con sus manos estrechadas, la noche y yo esperamos su
blanco despertar.
Emily, tu santuario perfumado me desvela.
COMO EMILY El fuego se conoce por el viento. La lluvia por el cielo que no resiste la celda. El zorzal por los Insomnios. Por su fuerza el ardor de la semilla. La inocencia por el puñal Inadvertido. Los secretos por los transgresores goces. Por el aire, los milagros.
Un jardín al sur
Hay un pequeño jardín
Todo se mueve
cada mañana,
en la espera lunar,
en cuyo centro
hasta las sombras
un río de
migran hacia
sangre y lirios
el aire.
se mece.
Cada cual tiene voz
Su lenta melodía
en el entierro,
va dando
aún la lluvia que no salva
formas al aire,
de la muerte,
poco a poco verde
ni aquel trébol
y otros fríos intermitentes.
nacido de una albahaca arrepentida.
Contempla la flor su desvelo
Todo en el jardín
sin sobresaltos.
es un ir y quedarse, un viaje interminable
Un lazo de amor se estira,
de promesas.
acaricia a la suculenta
Es su cicatriz,
rígida e inmóvil
su mejor textura,
El geranio suaviza
la brújula para
las espinadas frases del cactus
volver a casa.
y han sucumbido al caracol algunas hojas.
Obras de Ana Quittard
Un jardĂn al sur
Melisa Gnesutta Instantáneas I Hacemos un pacto Con el jazmín mi agua a cambio de su flor De su perfume Mi cuerpo.
II Un pimiento ostenta su piel carnosa. En gotas perfectas la humedad lo acaricia. La lavanda se entrega a la lengua del colibrí.
III la fauna minúscula del patio se mueve amenaza de la rosa alimento del gorrión. Quién depredará mi savia.
Un jardín al sur
Duerme la acacia en la noche. Sus hojas se recuestan unas sobre otras se pliegan graves y oscuras. Espera el llamado de la luz. Y respira en su juventud de árbol de madera tersa y brillante. Respira sin cansarse. Una vez tuve que aprender a respirar otra vez y veía a mi abdomen moverse con violencia como el oleaje en luna llena. Pero mi acacia nunca ha sufrido el ahogo. Aun sin hojas su cuerpo respira, en la premura de octubre respira y derrama su espíritu de árbol sobre las flores que esperan a beberse su respiración y su sombra.
Antes del poema antes antes un golpe de ceniza el llamado del espinal. Tu pájaro trizando el humo me alcanza, llega hasta mi nombre y quiere devorar mi voz. ¿Qué debo cantar Beatriz? ¿La violencia de una flor que cae? ¿la mano que pone la muerte? ¿el fuego? En el idioma de las gárgaras del rocío hago un canto al cordero blanco del sacrificio, del monte en llamas.
En itálica, versos de Beatriz Vallejos
Leticia Roldán Mary en el bosque Estás sentada sobre un tronco caído buscaste en su hueco un silencio de amasijo: musgo y hojarasca con olor a esta tierra pasa un pájaro y dibuja una escena (la habías olvidado) los cipreses chillan con una voz que te llama a habitar el instante ¿a quién importan las excursiones a la lengua? ¿es el ritmo algo cercano a este ulular constante que brota sin pretender ser escuchado? Pasan las horas pasa un bosque con sus estaciones Mary y en el viento las alondras inventan una voz tuya como la lluvia o los ojos sobre el lomo salvaje.
DELFINA KERSICH
Un jardín al sur
I He creado un mágico jardín y cada vez que me adentro en él se oye el canto de un rubí colibrí. "Solo vine a ver el jardín", dice, desplazando su bermellón encanto por el centro multicolor de la tarde. Luego, se eleva finamente hacia la luna en busca de nuevas lilas y alelíes; dejando a mi jardín, convertido ya, en un dorado bosque musical.
Un jardín al sur
II Observar a la flor y hallar en la tarde carmín la magnitud de una morada magnolia resplandeciendo sobre el jardín. Observar a la flor y encontrar al sol tejiendo un círculo de pétalos crepusculares. Observar a la flor y soñar al pájaro elevando sueños al cielo, sueños sin tiempo... Sueños de viento… Sueños azules...
Un jardín al sur
SANDRA BECERRA Soñaré un futuro... en mi jardín El sol lo inundará cada mañana. Los pájaros cantarán en acordes de La y Mi mayor. El siempre verde se extenderá, como desperezándose para abrazar todo el jardín. El jazmín florecerá y su aroma flotará en el aire, se mezclará con la sutil dulzura de las fresias. Habrá un lugar para el desierto, en un cactus, se esconderá el agua, y toda la miel, en sus espinas. Será un refugio, amparo de vida, motor de luz, de seda natural.
Bajo otro cielo Beatriz Verdes puros, acumulados de azul, amparo vital de ĂĄmbar caramelo. La ilustre aridez vive, bajo este cielo Âżla ves? Majestuosa y simple, hace inmenso lo diminuto. Bajo este cielo, Âżsientes el aroma del
viento?