FÚTBOL Y PAZ
FÚTBOL Y PAZ
Agenci a Colom b ian a pa ra la Rein tegr a ción
PASO A PASO
FÚTBOL Y PAZ
ÍNDICE
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Editorial:
LA PAZ PUEDE SER REDONDA
Revista Paso a Paso No. 01
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Introducción:
Fútbol y paz
Fútbol y paz
Director General Agencia Colombiana para la Reintegración: Alejandro Eder
Secretario General
Omar Alfonso Ochoa MALDONADO
Directora Programática de Reintegración Gisella De Andreis Gámez
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La reintegración puso a rodar el balón en un resguardo indígena de Caldas
Asesor de Comunicaciones:
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El día en que el Pascual Guerrero fue blanco
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Voces de fútbol y paz
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Colaboradores:
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Álex Bonilla Niño Angélica Alzate Benitez Cristian Torres Rodríguez Diana Suárez Díaz MarÍa Antonia Duque Castellanos Paula Ardila Rendón
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Del pase a pase al paso a paso
Diseño gráfico:
Mauricio Mora Echeverry
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Fotografías: Cortesías:
Impresión:
Imprenta Nacional
Agencia Colombiana para la Reintegración
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Carlos, un instructor de fútbol que le quita niños a la guerra
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“Si algo debe unir a los pueblos es el fútbol”: Carlos Antonio
Calle 12C No. 7-19 Pisos 11-15
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“Cambiar el campo de batalla por el fútbol es un gran avance”: Eduardo Arias
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El comandante del fútbol
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Una familia unida por el fútbol y la reintegración
Tels: 5932211
www.reintegracion.gov.co Facebook: Amigos de la Reintegración Twitter: @Reintegracion Youtube: Reintegración ACR
Vélez
Bogotá D.C., Colombia ISSN: 2344-7621
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Con el Golombiao los jóvenes construyen paz
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Juan Aguayo. Mercadeo RCN Radio. (Fotos Carlos Antonio Vélez) Eduardo Arias FREDDY ARANGO, LA PATRIA
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Hernando Salazar Palacio
La paz puede ser redonda
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Alejandro Eder
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ás allá del juego de palabras de este título, la paz puede ser redonda. Sí, porque la paz puede nacer de un balón de fútbol, porque el fútbol, como la paz, requiere de juego en equipo, de que se cumpla con las reglas y de que cada uno ponga de su parte. El juego de palabras que usé en el título de este editorial surgió de un libro muy interesante, “Dios es redondo”, escrito por el mexicano Juan Villorio.
FÚTBOL Y PAZ
Introducción
El fútbol y la paz
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elson Mandela, quien pasó más de un cuarto de siglo preso por razones de conciencia en Suráfrica y luego fue presidente de su país, cuando cayó el régimen segregacionista del Apartheid, dice que el deporte tiene el poder para cambiar el mundo y unir a las personas en una sola dirección.
El balón de fútbol, esa bola mágica detrás de la cual corren 22 jugadores en una cancha, mueve todos los días a miles de millones de personas en todo el mundo.
El fútbol es, sin duda, uno de los deportes que generan más pasión y unión. Congrega bandos contrarios y permite, así sea por unos instantes, olvidarse del conflicto y los problemas que enfrenta un país. Esta edición de la revista de la ACR está dedicada al poder transformador del fútbol en un país como Colombia que construye paz y reintegra a miles de personas desmovilizadas Paso a Paso.
Muchos amantes del fútbol viven en Colombia, donde existen 36 clubes profesionales y una selección que pone a vibrar a los 46 millones de habitantes
La historia nos ofrece ejemplos de cómo en medio de la guerra hubo treguas para que incluso los bandos contrarios aprovecharan para jugar un ‘picadito’.
Como en la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) conocemos el fervor de millones de colombianos por el fútbol, desde comienzos del 2013 pusimos a rodar una iniciativa que busca enviar un mensaje de paz y reconciliación en un país que lleva más de medio siglo en conflicto.
El 24 de diciembre de 1914, durante la I Guerra Mundial, tras el hastío de los combates, en Ypres, actual Bélgica, ingleses y alemanes permanecían en sus respectivas trincheras. En el lugar no había altos oficiales. El bando alemán comenzó a decorar los frentes de batalla con objetos navideños y a cantar la popular ‘Noche de paz’. Los ingleses se unieron al coro y se empezaron a asomar banderas blancas.
Y porque sabemos del inmenso poder de convocatoria del fútbol, le hemos dedicado esta revista a ese deporte. Sabemos que el fútbol es una pasión capaz de parar guerras, de prevenir el reclutamiento de niños, niñas, jóvenes y adolescentes, una pasión capaz de generar fuertes lazos, una pasión capaz de reconciliar a rivales y, por supuesto, una pasión capaz de generar identidad nacional. Que la paz sea redonda no quiere decir que sea un balón de juego, sino, más bien, un vehículo que nos invita a todos, como sociedad, a trabajar juntos, independientemente de que pertenezcamos a diferentes equipos y luzcamos camisetas distintas.
Luego hubo un intercambio de bebidas, comida, cigarrillos y un soldado apareció con un balón. Y luego alemanes y británicos jugaron al fútbol, sin matarse. En medio de una de las guerras más sangrientas de la historia (que dejó 8 millones de muertos y 6 millones de inválidos), dos bandos enemigos dejaron las armas para unirse alrededor del fútbol y tener un momento de paz. Existen testimonios que cuentan que en la guerra civil española (1936-1939) los soldados rasos de los bandos republicanos y nacionales también intercambiaban tabaco y papel para armar cigarros, y aprovechaban los momentos de tranquilidad para jugar partidos de fútbol. En Colombia, el fútbol es tal vez uno de los acontecimientos que une a la mayoría de las personas, sin distingos de clase social, partidos o militancias políticas. Cuando juega nuestra Selección Colombia, se paralizan los que están en el monte, los que se desmovilizaron, los que pertenecen al Ejército o la policía, los que son civiles y están ajenos al conflicto. Además, el fútbol se ha convertido en una herramienta para prevenir el reclutamiento de la niñez y juventud en el conflicto armado, así como para promover espacios de convivencia y aprovechamiento del tiempo libre. Actualmente, personas que se desmovilizaron de grupos armados y están en Proceso de Reintegración enseñan fútbol a niños y jóvenes para ofrecer espacios sanos de esparcimiento.
De otra parte, en Ríosucio, Caldas, un grupo de personas en Proceso de Reintegración construyó una cancha como parte de su Servicio Social, con el fin de generar espacios de reconciliación en una comunidad indígena. Esta cancha se quería construir hace 20 años y solo ahora, gracias al trabajo voluntario de estas personas que se reintegran a la sociedad, ha sido posible generar un espacio de paz en un territorio que antes estaba azotado por el conflicto armado.
Unidos por el fútbol El año pasado se hizo famosa la historia de Luis Arturo Arcia, un sargento del Ejército Nacional, que estuvo en poder de las Farc durante 14 años. Arcia es la persona que más tiempo ha permanecido secuestrada en el país. Liberado el 2 de abril del año pasado, este soldado y un comandante de la guerrilla tenían algo en común: eran hinchas fervientes del Santa Fe. En una de las pruebas de supervivencia que envió desde su cautiverio Arcia vistió una camiseta gris con el escudo de su equipo favorito, que él mismo bordó en cautiverio. Por esto, cuando fue liberado, hinchas de Santa Fe le hicieron llegar varias camisetas a través de la Cruz Roja. Una de ellas se la obsequió el sargento Arcia al comandante guerrillero. “En la selva, Santa Fe también tiene su hinchada”, le dijo el guerrillero al soldado. Emergen así los distintos matices del conflicto, en el que se humaniza al “enemigo”, tal y como sucede en la película de Sergio Cabrera, Golpe de Estadio, una parodia del conflicto en la que ambos bandos hacen una tregua para vivir la fiesta del fútbol y se desdibuja así la delgada línea de los estereotipos entre buenos y malos, víctimas y victimarios. Colombia, con un conflicto de más de cinco décadas, necesita del fútbol y el deporte para ir en una sola dirección, la dirección de la construcción de la paz. Este país necesita entrenar como un verdadero equipo, jugar limpio y tener el apoyo de una gran hinchada que promueva la paz y la reconciliación.
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Por eso hicimos un Clásico Blanco entre el Deportivo Cali y el América de Cali; por eso haremos otro clásico en Barranquilla entre los equipos de la Costa Caribe y por eso estamos construyendo una alianza con la Federación Colombiana de Fútbol, que en el pasado partido Colombia-Bolivia les dio empleo a más de 50 personas desmovilizadas que están en Proceso de Reintegración.
También gracias al fútbol personas en Proceso de Reintegración han trabajado en la logística de importantes encuentros como el de las eliminatorias en Barranquilla, el pasado 22 de marzo, en el que Colombia ganó 5-0 a Bolivia. Esta ha sido una oportunidad para que estas personas y el Proceso de Reintegración se visibilicen, pero también para que tuvieran ingresos económicos.
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La reintegración puso a rodar el balón en un resguardo indígena de Caldas Por Angélica María Alzate Benítez
U n g r u po de personas en Proceso de Reintegración construyó una can c h a d e f ú t b o l q u e e s hoy el punto de encuentro para los habitantes de la comunidad d e Si s i r r á . E s t a a c c i ó n de Ser vicio S ocial se convir tió en un mecanismo de unión y re c o n c i l i a c i ó n , e n t o r n o al balón de fútbol.
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esde hace ocho meses, los 150 habitantes de la comunidad de Sisirrá, en el resguardo indígena de San Lorenzo, en Ríosucio (Caldas), se gozan más los partidos de fútbol que organizan, sagradamente, cada ocho días.
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Carlos Andrés Castro, líder del Centro de Servicios de la ACR en el Eje Cafetero, destaca que esta acción es una de las muchas que los colombianos en Proceso de Reintegración están haciendo por sus comunidades y recuerda que en esta cancha se hizo un torneo navideño que integró a 10 equipos de 4 comunidades.
“Los encuentros se adelantaban los domingos, cada equipo debía pagar su arbitraje y una pequeña inscripción para la premiación final, la cual consistió en unas anchetas. Esta fue una actividad que le sirvió a la comunidad para integrarse, para celebrar y para seguir consolidando los lazos de paz. También es muy importante contar que las mingas culturales de la comunidad de Sisirrá tienen epicentro en la cancha de fútbol y estas se convierten en toda una fiesta”, dice Castro. En el sitio también se han hecho convites, que han servido para la ampliación de la cancha y la nivelación del terreno. Desde el mes de marzo, en el Resguardo de San Lorenzo se desarrolla un campeonato de fútbol, en el que participan más de 20 comunidades adscritas al resguardo y la administración local del municipio de Ríosucio. La cancha construida por los personas en Proceso de Reintegración cumplió con las características necesarias para ser uno de los escenarios del torneo y, por primera vez, esta comunidad puede disfrutar de la fiesta del fútbol, sin tener que emprender largas caminatas por las trochas de sus montañas.
Él es una de las personas en Proceso de Reintegración que prestó sus manos y sus fuerzas para aplanar el terreno que se convirtió en el centro de encuentro de estas 150 personas, que hoy disfrutan del fútbol con la seguridad de que la pelota, la reina de esta fiesta, no terminará rodando por uno de los voladeros que escoltan a esta comunidad que, después de ser escenario de guerra, hoy es una zona que respira paz.
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personas en Proceso de Reintegración participaron en la construcción de la cancha de fútbol de la comunidad de Sisirrá. Durante 20 años esta comunidad había esperado esta obra.
“Teníamos unos hermanos que se habían ido a empuñar las armas, hoy están con nosotros y eso ya es motivo para celebrar”, Ángel Bueno, médico indígena del resguardo de San Lorenzo (Ríosucio – Caldas).
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Ese día, en este resguardo ubicado a una hora y 40 minutos a pie, de la comunidad se San Jerónimo, en Ríosucio, hubo fiesta, hubo ritual de armonización a cargo de un médico indígena, hubo guarapo y foto con el alcalde del pueblo. Ese día también hubo tiempo para recordar cómo, hace 10 años, subir hasta donde estos indígenas de la comunidad Embera Chamí era casi firmar una sentencia de muerte, ya que este era un territorio dominado por las Farc, a donde prácticamente solo subía el viento.
Él fue uno de los primeros invitados en llegar a la inauguración de la cancha y hoy, ocho meses después de la entrega de este escenario deportivo, califica el trabajo de las personas desmovilizadas en Proceso de Reintegración como un aporte a la construcción de comunidad y de unión entre los pueblos.
Para cuidarla y bautizarla como un territorio de paz, a la cancha le hicieron un ritual de armonización y, con el humo de un tabaco y el olor de esencias extraídas de plantas ancestrales, el médico indígena Ángel Bueno le hizo un con-
juro. “Teníamos unos hermanos que se habían ido a empuñar las armas, hoy están con nosotros y eso ya es motivo para celebrar”, aseguró el médico indígena.
“Gracias a la reintegración no solo volvimos a ver a nuestras familias y nos salvamos de la muerte que era lo único que podíamos tener seguro, sino que también estamos haciendo cosas positivas por nuestros hermanos. La cancha de fútbol es una muestra de ello. Este es un sueño que teníamos todos y hoy lo podemos disfrutar con nuestros hijos”, dice Luis Gonzaga Gañán.
El 10 de septiembre del 2012, gracias a una acción de Servicio Social que hicieron 12 personas en Proceso de Reintegración, los habitantes de Sisirrá inauguraron su primera cancha de fútbol de superficie plana.
“Los habitantes de esta comunidad llevaban mucho tiempo esperando un espacio para reunirse, para recrearse. Esta zona fue un escenario de guerra y ahora uno puede decir que es de paz. La gente volvió. La tierra está siendo cultivada de nuevo. Hay esperanza. Uno hubiera querido hacer algo antes, pero las condiciones de acceso son difíciles, una máquina no puede subir. Gracias a que las personas desmovilizadas, a punta de pico y pala, construyeron la cancha, se cumplió el sueño”, dice Abel David Jaramillo, alcalde de Ríosucio.
Aunque no es de gramilla verde impecable, sino de tierra que parece arcilla, la cancha se convirtió en el punto de encuentro y el motivo de felicidad para esta comunidad, que había esperado, por dos décadas, que le construyeran un espacio para poner a rodar el balón y organizar fiesta en torno al fútbol y al sabor del guarapo.
foto: Freddy Arango cortesía La Patria
20 años esperaron para aplanar un terreno, ubicado en la cima de una montaña y lograr que un balón les durara para todo un torneo, pues casi todos los perdían, no por viejos ni por rotos, sino porque se rodaban por una loma.
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mil personas, aproximadamente, asistieron al primer ‘Clásico Blanco’ realizado por la ACR en enero en Cali.
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El día en que el Pascual Guerrero fue blanco Por: Angélica María Alzate Benítez
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a combinación de todos los colores da como resultado el blanco y el blanco es el color de la reconciliación, es el color de la paz. Puede que esta afirmación tenga detractores, que la quieran cuestionar con argumentos desde la física, por aquello de la luz y del color; o desde la filosofía, por aquello de que la paz no tiene color. Sin embargo, habiendo sido testigo, junto con otras cerca de 25 mil personas, de lo que pasó en las tribunas del estadio Pascual Guerrero de Cali la tarde del 21 de enero del 2013, me atrevo a decir que la afirmación es completamente cierta. Ese día, el templo del fútbol vallecaucano no estaba vestido de verde, como cuando se llena con los hinchas del Cali, tampoco lucía adornado con el rojo escarlata que tanto emociona a la afición americana. Ese día, el imponente escenario deportivo que sobresale en medio de las calles del tradicional barrio San Fernando, se llenó de camisetas blancas, en la fiesta que fue bautizada como el ‘Clásico Blanco’ por la Reconciliación y la Reintegración.
Las más de 25 mil personas que presenciaron esta fiesta del fútbol por la Reconciliación y la Reintegración no tuvieron que comprar la boleta. Las entradas para esta tarde futbolera fueron entregadas de manera gratuita a los niños que integran las escuelas deportivas de Cali y algunos municipios vecinos. También se compartieron con la Policía, el Ejército y algunas entidades que apoyaron la logística del evento, como la Gobernación del Valle, la Alcaldía de Cali, la Unidad de Acción Vallecaucana, la Cámara de Comercio de Cali y la Fundación Paz y Bien, entre otras.
Ese día no importaba si los asistentes al estadio eran seguidores de un equipo o de otro. Ese día lo que importaba era llenar el estadio para apoyar una causa que ya se está alojando en los imaginarios de los colombianos: la de la reintegración a la sociedad, de las personas que han dejado los grupos armados ilegales.
En el campo de juego los protagonistas fueron los jugadores del Deportivo Cali, del América de Cali y las glorias del fútbol regional, quienes le pusieron el corazón al partido preliminar,
que abrió la programación deportiva en una tarde memorable para el Pascual Guerrero. Dentro de los jugadores ya retirados de la competencia, pero que siguen activos para trabajar por causas que benefician al país y que cumplieron la cita con la Reconciliación, estuvieron Freddy Rincón, Harold Lozano, Jairo Arboleda, Sergio ‘Checho’ Angulo, Walter Escobar, Leonardo Fabio Moreno y James Cardona. Rincón, quien hizo parte de la Selección Colombia y del América de Cali, fue uno de los más entusiastas con la actividad. Cuando se preparaba para saltar a la cancha manifestó que “jugar por la paz de Colombia es una necesidad porque todos la necesitamos”. Para muchos niños, que fueron al estadio acompañados, en su mayoría, por sus padres, ver a Rincón correr tras un balón fue como un sueño cumplido. “Yo había oído hablar de él toda la vida, que porque le hizo un gol a Alemania, que porque era muy bueno, que porque ha sido de lo mejor que ha tenido el América y hoy logré verlo jugar”, dijo David, un pequeño, de ocho años, aficionado al América, quien llegó al partido acompañado de su familia. Freddy Rincón señaló también que la construcción de paz debe comenzar por las familias, y eso, precisamente, fue lo que se vivió en la tarde del 21 de enero en el Pascual Guerrero, una fiesta de las familias, por la paz y la reconciliación.
Sin mucha habilidad salieron a la cancha el ministro de Minas, Federico Renjifo; Samuel Azout, en ese momento director de la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema; Alfonso Otoya, quien actuaba como alcalde encargado de Cali; las medallistas olímpicas Yuri Alvear y Jackeline Rentería; la actriz y cantante Yolanda Rayo; Felipe Montoya, quien era el responsable del Centro de Servicios de Cali y finalmente Alejandro Eder, director general de la ACR. Todos le apostaron al gol en el arco defendido por el exarquero Jorge Rayo. Sin embargo, solo Yolanda Rayo logró anotar. Eso sí, lo que quedó claro es que todos, desde su trabajo, desde su vida diaria, le quieren meter goles a la guerra. “Con el ‘Clásico Blanco’ ganamos todos”, dijo Eder al finalizar la actividad futbolística. El marcador del juego de fondo de aquella tarde futbolera, del 21 de enero, en el Pascual Guerrero, favoreció al Cali, que ganó un gol a cero al América. El día en que el Pascual fue blanco quedará en la memoria de todos los asistentes, de la prensa que registró el evento, de los funcionarios que asistieron, de los artistas y deportistas que se unieron y de los niños, muchos de ellos que celebraron su primera visita al estadio. Pero sobre todo, ese día, quedará en la memoria de las decenas de personas desmovilizadas en Proceso de Reintegración, que sintieron que el país los puede recibir, que sintieron que así como pudieron compartir juntos una gradería en un estadio podrían compartir la fila de un bus, el trabajo en una empresa, un escritorio en un colegio y, lo mejor de todo, compartir el sueño de un país sin guerra, donde los goles que se anoten sean los de la reconciliación y los partidos que se ganen sean los de la paz.
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El Clásico Blanco quedará en la memoria de las decenas de personas desmovilizadas en Proceso de Reintegración, que sintieron que el país los puede recibir.
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Para las glorias del fútbol el ‘Clásico Blanco’ fue una excelente excusa para reunirse, para ver a viejos amigos y para demostrar que aún son unos excelentes jugadores. El juego central, en el que participaron con nóminas mixtas el América y el Cali, les abrió espacio a unos inexpertos con el balón, que se robaron el show a la hora de cobrar los llamados ‘Penaltis por la reconciliación’.
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“Jugar por la paz de Colombia es una necesidad porque todos la necesitamos”, Freddy Rincón, ex jugador del América de Cali y de la Selección Colombia.
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Por: Cristian Torres Rodríguez
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ecibir un pase de Carlos ‘El Pibe’ Valderrama en un campo de juego fue un sueño cumplido para muchas personas desmovilizadas en Proceso de Reintegración de Barranquilla. Verlo jugar después de 10 años de retiro también fue un sueño cumplido para los amantes del fútbol, que adoran y extrañan al eterno 10 de la selección Colombia. Sentado en un canapé de su apartamento, con la camiseta de la selección puesta, jeans rotos y los pies descalzos, ‘El Pibe’ dice con su inconfundible acento que su cabellera dorada, que brilló en los principales estadios del mundo durante 23 años de carrera profesional, no está en venta. Y agrega que está “¡mamao de la violencia!”. A sus 51 años, ‘El Pibe’ mantiene los pases, los taquitos, el trote lento, la elegancia y el dominio del balón que desesperó a un sinnúmero de rivales, y le pide calma al gentío que lo aborda para las fotos, que le hala la camisa y le suplica por un autógrafo. Dice ‘El Pibe’ -con extrema sencillez- que sentir el desbordado cariño de las personas “es lo más rico del mundo”. En el partido con las personas desmovilizadas en Barranquilla la máxima figura de la historia del fútbol colombiano demostró por qué sigue siendo el más grande. Él considera que jugar un partido de esta naturaleza “es un granito de arena” que puede aportar para la reconciliación y la paz del país. Además de ‘El Pibe’, al partido llegó el legendario Marcos Coll, recordado por ser el autor del único gol olímpico hecho hasta ahora (Chile 1962) por una selección Colombia en una Copa Mundial de la FIFA.
“Con ‘El Zipa’ González hicimos una jugada en pared que terminó en tiro de esquina. Pedernera (Director Técnico de entonces) me dijo que yo debía cobrar los tiros de esquina del lado izquierdo, porque yo era derecho. Cuando yo voy a cobrar, pongo la pelota, miro al área y veo que el ruso más bajito medía uno ochenta y pico, ¡unas vigas!, y mis compañeros Klinger, Rada y Acero eran todos bajitos. En ese momento me viene a la memoria tirarlo a media altura. Efectivamente yo le pego sin mucha fuerza, pero el que cubría el palo se abre, entra la pelota y ¡pum! Ese gol marcó mi vida, en la calle ya no me dicen Marcos, me dicen olímpico”, recuerda Coll con nostalgia. Todo eso ocurrió por un error del mejor portero del mundo de la época, Lev Yashin, conocido como ‘La Araña Negra’. Eran pasadas las 4:00 de la tarde del 3 de junio de 1962 en el estadio Carlos Dittborn, en Arica, norte de Chile, cuando la Unión Soviética, a los 68 minutos del partido, recibió ese gol de Colombia. Al final, el marcador fue 4 a 4, que presenciaron 8.040 personas. Con tula en mano, Coll se calzó unos guayos olvidados por el tiempo y con algo de timidez, pero con grandeza, jugó fútbol a sus 77 años. Él enfatiza que “necesitamos que la paz aparezca ya, de una vez por todas”.
Y Coll agrega que a las personas desmovilizadas en Proceso de Reintegración “hay que reintegrarlas para que puedan volver a tener una vida, una familia”. En Barranquilla, el día del partido con las personas desmovilizadas, el público incrédulo preguntaba: “¿el viejito va a jugar?”. Ese día la ACR hizo posible algo sin antecedentes en la historia del fútbol colombiano: que ‘El Pibe’ jugara en un mismo equipo con Marcos Coll, dos históricos mediocampistas y mundialistas.
“Si nosotros ayudamos a reintegrarlos a la sociedad, estas personas podrán ayudar a otros”, comentó ‘El Pibe’ antes de entrar a la cancha de la Unidad Deportiva que lleva su mismo nombre. El director técnico de este equipo fue Iván René Valenciano, el segundo mejor goleador en la historia del fútbol profesional colombiano, quien tiene un acumulado de 217 goles. Según Valenciano, el mejor gol que ha hecho en su vida “es haber vivido tranquilo, en paz, en un país como este que es muy lindo”.
En este partido jugó una nómina de lujo, que desempolvó los mejores recuerdos del Junior de Barranquilla, con ‘El Pibe’ y Marcos Coll, Víctor Danilo Pacheco ‘Pachequito’, Orlando Ballesteros, Emerson ‘El Piojo’ Acuña y Leonardo Rojano, todos con el mismo objetivo. Por eso Eveth, una persona en Proceso de Reintegración, agradeció a la ACR y a los exfutbolistas “por creer que la paz se construye con espacios de reconciliación”. Valenciano no tuvo éxito en su primera experiencia como director técnico, su equipo el de las estrellas y personas desmovilizadas en Proceso de Reintegración perdió 7 a 5 con el de los periodistas, resultado que pasó a un segundo plano, porque era un asunto de Paz, Reconciliación y Reintegración. “¡Paso a paso construimos paz!”, dijo Iván René.
“Compartir con esta gente en un partido de fútbol es un lindo motivo. En un país donde las cosas no son fáciles, todos queremos vivir en armonía, con tranquilidad y paz en Colombia”, manifestó el máximo goleador en la historia del Junior. El escenario no pudo ser mejor, la “Unidad Deportiva Carlos ‘El Pibe’ Valderrama”, que tiene de marco el estadio Metropolitano, la casa de la selección. Allí asistieron varios aficionados, como ‘El Cole’, hincha número uno de la selección Colombia. “Cuando uno ha tocado fondo es cuando entiende esto, y lo entiende porque uno toma decisiones equivocadas, por falta de oportunidades, porque de pronto no tuvo una formación adecuada en el hogar. ¿Qué es lo importante de esto? Reflexionar y volver a ser esa persona. Qué bacano uno poder decir: lo logré, tuve un pasado que hoy en día es historia y me siento realizado”, sentenció ´El Cole. Para Danka Bolívar, responsable de la ACR en Barranquilla y Atlántico, así como el fútbol se construye pase a pase, la Reintegración ´se hace paso a paso y uno de esos pasos fue que 50 personas en Proceso de Reintegración trabajaran en la logística y acomodación en el estadio Metropolitano, gracias al apoyo de la Federación Colombiana de Fútbol. Así como Carlos Valderrama nunca olvidará el 5 a 0 que Colombia le propinó a Argentina en Buenos Aires, gracias a sus excelsos pases, estas 50 personas tampoco olvidarán la oportunidad que les dieron de trabajar en el Metropolitano el día en que Colombia derrotó 5 a 0 a Bolivia, en medio de la cumbiamba y el porro que animó el partido de ese día.
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En Barranquilla se jugaron dos partidos por la reconciliación y la Reintegración. Uno reunió a glorias del fútbol del C a r i b e, c o m o ´ E l Pi b e ´ Va l d e r r a m a y Marcos Coll, a periodistas y a personas desmovilizadas e n Pr o c e s o d e Reintegración. El otro, entre Colombia y Bolivia, empleó a 50 personas, que se reintegran a la sociedad, en la logística.
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Voces de fútbol y paz Clásico B lanco. A m é r i c a d e C a l i V s . D e p o r t i v o C a l i “Siempre que se realicen estos partidos vale la pena participar. Debemos apoyar a las personas desmovilizadas. Invito a la gente para que estos clásicos se vivan en paz y para los que están allá en la selva piensen en el futuro de Colombia, que se desmovilicen, que aquí la van a pasar mejor”:
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B a r r a n q u i l l a - Pa r t i d o p o r l a E l i m i n a t oria al Mundial Brasil 2 0 1 4 ( C o l o m b i a - Bolivia) “Aquí también, en Barranquilla, les vamos a dar oportunidades, a aquellas personas que decidieron dejar atrás las armas, de reintegrarse a la vida de todos los colombianos, que es una vida en donde reina la paz”. Elsa Noguera De la Espriella (Alcaldesa de Barranquilla 2012 - 2015).
“El odio, el rencor y el egoísmo son contrarios a la paz. Aquí hay muchos niños y niñas. No debemos olvidar que en cualquier sociedad ellos son primero”:
“Se debe fomentar el deporte y la cultura entre los jóvenes para que tengan algo positivo en qué pensar y no sean un objetivo para la guerra”. *Claudia (Persona en Proceso de Reintegración del Centro de Servicios ACR en Barranquilla. Promotora Deportiva). *Nombre protegido.
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Harold Lozano (Exfutbolista colombiano, quien jugó con el América de Cali e hizo parte de la Selección Colombia en los Mundiales de 1994 y 1998).
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Angelino Garzón (Vicepresidente de la República).
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“Lo lindo de todo esto es que la gente empiece a disfrutar con la familia, que los niños puedan asistir al estadio. El fútbol es de familia, es una fiesta para vivir en paz”: Alexis Viera (Portero del América de Cali).
“La paz se construye desde el hogar, desde allá se forma a las personas y los ciudadanos”: Freddy Rincón Valencia (Exfutbolista colombiano, autor del gol del empate contra Alemania en el Mundial Italia 1990).
“La verdadera paz se construye abriendo espacios para que esas personas que decidieron renunciar a la “La Reintegración de personas desmovilizadas es un trabajo guerra puedan reintegrarse a la sociedad como debe ser. muy importante, en el que se ayuda a personas que han tenido una vida marginada y difícil. También es una labor muy Todos debemos apoyarlos bonita, porque es muy gratificante transformar positivamente desde la administración sus vidas. Hay que darles una segunda oportunidad porque pública, la empresa privada y todas las instancias del país”. son seres humanos y debemos entender el por qué ingresaron a los grupos armados ilegales”. José Vargas Palacio (Alcalde de Galapa, Atlántico).
Carlos Sánchez (Futbolista de la Selección Colombia).
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Carlos, un instructor de fútbol que le quita niños a la guerra Por: María Antonia Duque Castellanos
es el bueno y quién es el malo y que no quieren ser como ´los muchachos´.
y que iba a tener su equipo de fútbol, una promesa que no le cumplieron.
“Este ha sido un barrio complicado y de aquí han salido grupos delincuenciales de Medellín”, explica Juan Fernando Vélez, responsable del Centro de Servicios de la Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR, en Medellín.
“El que quería llevarme era una persona que se había criado conmigo en el pueblo, cuando me casé, manejaba una canoa para atravesar el río. A diario me insistían y me ofrecían más sueldo y nunca quise recibir esa oferta. Un día construyeron un puente y yo no sabía qué hacer. El alcalde del pueblo me llamó y me dijo que yo era una insignia del deporte en el pueblo y que me quería colaborar, pero como no terminé el bachillerato no se pudo… ahí no sabía qué hacer y las Auc insistiéndome y yo sin plata y con señora… (Al amigo) le dije que me iba, pero si me montaba una escuela de fútbol, me lo prometió, yo no quería hacer nada más”, narra Carlos.
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Según Vélez, estos son contextos complicados, porque se crean círculos de violencia, en los que los referentes para estos niños son los muchachos mayores que pertenecen a bandas criminales. “En estos barrios hay que ser el ‘parao’, el bandido, el que anda ‘enfierrao’ porque al ‘pelao’ bien lo tratan mal y nadie le para bolas. Ese es el modelo a seguir, porque son los que tienen las muchachas más bonitas, los que mejor se visten y que andan con su moto y fierro. Así es muy complejo trabajar en evitar el reclutamiento desde estos barrios, porque los modelos a seguir son arraigados a la ilegalidad”, asegura Vélez.
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on las 2 de la tarde en una comunidad afectada por la violencia de la ciudad de Medellín. A pesar de la lluvia, un grupo de niños espera en la cancha de fútbol a su entrenador. Cuando lo ven a lo lejos celebran su llegada, como si fuera el momento más esperado del día. ‘El profe’ sonriendo se acerca a los niños, que lo rodean, los saluda de mano y se va en busca de los conos y los balones de fútbol para iniciar el entrenamiento. -¡Hey profe! ¿Qué vamos a hacer? ¡Juguemos un partidito!- le dicen los niños, ansiosos. -Esperen muchachos ¡con calma que ya les digo qué vamos a hacer!- responde el profe Carlos*, con una sonrisa y un gesto de tranquilidad.
“Uno les aporta mucho a esos niños en la educación de la vida. Yo me atrevería a decir que le estoy quitando esos 170 niños a la guerra”: Carlos.
Desde muy pequeño, Carlos es un apasionado del fútbol. Lo considera una herramienta para ayudar a estos niños de las comunas de Medellín a estar ocupados y soñar con una vida diferente a la que ven en sus barrios.
un equipo. El fútbol es bueno, porque uno con eso puede salir adelante”, dice Andrés, uno de los 170 niños que entrena en esta cancha, considerada un espacio de paz en medio del conflicto.
“La verdad es que antes me daba un poco de miedo llegar al barrio, pero ahora me siento muy feliz, lo que hago con estos muchachos habla por mí y por eso nadie se mete conmigo y me dejan trabajar. Los niños me tratan como si fuera el papá de ellos, salen corriendo a abrazarme y a saludarme”, dice el profe de fútbol de uno de los barrios más violentos de la ciudad.
“Veo delincuencia y robos, en mi barrio matan a mucha gente y yo no quiero hacer esas cosas. No quiero irme por malos caminos, quiero ser soldado cuando sea grande. El fútbol lo aleja a uno de cosas malas, de robar y de meterse por ahí en bandas que son malas porque matan a las personas. Eso es muy feo y yo quiero sacar a mi familia adelante y ‘jugar balón’”, afirma Andrés*, quien a sus 8 años, desde la ventana de su casa, ha presenciado la muerte.
El profe organiza los conos para que los niños los pasen en forma de zigzag y oficialmente inicia el entrenamiento. “Yo quiero ser un futbolista y para eso juego en
Por su dedicación como entrenador de fútbol, Carlos se ha ganado el respeto y admiración entre estos niños.
Cuando sean grandes, ellos quieren ser soldados, para “salvar a toda la gente, para no hacer males, cuidar a los animales, volverse más serios y no hacer cosas malas!”, dice Juan*, orgulloso con su uniforme muy bien puesto y un chaleco con el nombre de su equipo que le llega hasta las rodillas. Juan cree que el fútbol le ayuda a la gente a ser más grande y a tener más fuerza. “Uno con el fútbol aprende a no pelear, a no decir groserías”, enfatiza el niño. A estos niños, que apenas descubren el mundo, les robaron la inocencia. Cuando estamos en el entrenamiento, a ellos los vigilan ‘los muchachos’, una banda criminal que controla cada movimiento del barrio, quién entra y quién sale. Aun así, los niños tienen claro quién
Es entonces como nacen diferentes estrategias para mantener a estos niños ocupados en otro tipo de actividades. En Colombia más de 6.000 personas desmovilizadas, de las 30.500 que están en Proceso de Reintegración con la ACR, están realizando acciones de Servicio Social en todos los rincones del país. Unos tienen escuelas de boxeo, otros acompañan a los niños de su barrio en clases de patinaje, hacen brigadas de salud, pintan escuelas, recuperan espacios públicos, cuidan adultos mayores, les enseñan a tocar instrumentos musicales y otros, como Carlos, son profesores de fútbol. Carlos nació en la Costa Pacífica colombiana, siempre fue una persona carismática, y entre 9 hermanos él era ‘el futbolista’. Quiso jugar en un equipo profesional, pero dice que por vivir lejos de la ciudad no tuvo la oportunidad de serlo. Durante 9 años Carlos perteneció a un grupo armado ilegal, se desmovilizó y decidió entrar al Proceso de Reintegración y aportarle a la construcción de paz desde la legalidad. Como Director Técnico de Fútbol, entrena a 170 niños para que no tomen decisiones equivocadas en su vida. Sueña con volver a su pueblo y crear un semillero para ayudarle a los talentos de su municipio a ser futbolistas profesionales. “Carlos siempre ha sido un líder. Yo creo que con acciones como las de él se demuestra que el Proceso de Reintegración sí funciona, que es exitoso cuando se ven iniciativas como ésta, que le aportan a la comunidad y ayudan a prevenir el reclutamiento de niños en la guerra”, asegura Juan Fernando Vélez. Como persona en Proceso de Reintegración, ‘el profe’ considera que el pasado quedó atrás. Asegura que fue por su carisma de futbolista que las Auc insistieron en reclutarlo con la falsa promesa de que nunca empuñaría un arma
“Ahora me siento mejor que nunca, todo el mundo me felicita por mis logros, por ser bachiller, por estudiar en el Sena la Tecnología en Dirección Técnica de Fútbol. Yo creo que mi carisma siempre me ha ayudado. Hoy soy una persona común y corriente. Me siento muy importante, porque le aporto a la sociedad, me siento muy feliz. La gente no me cree que soy una persona desmovilizada por mi manera de ser, es más importante lo que hago ahora que mi pasado. Ahora, voy tranquilo por la vida”. Para él, el fútbol es todo y asegura que a través de él inculca toda una filosofía de vida, de respeto propio y por los demás, que es la base para conseguir todo lo que se sueña.
“Uno les aporta mucho a esos niños en la educación de la vida. Yo me atrevería a decir que le estoy quitando esos 170 niños a la guerra. El mundo en el que viven esos niños es bastante violento, la manera de enseñarles es por medio del juego. Ellos aprenden a adaptarse a otra vida y eso me hace sentir excelente. Algún día quiero llevar este proyecto a mi tierra para seguirle quitando niños al conflicto. Mi propósito es montar una escuela de formación para darle talentos al fútbol colombiano”, sostiene Carlos. Hoy el entrenamiento no duró más de 15 minutos, porque algunos integrantes de las bandas criminales del barrio llegaron a sacarnos de la cancha. Los niños se fueron corriendo para sus casas. *Para proteger la vida de los protagonistas de esta historia no se mencionan ni sus nombres reales, ni los barrios donde viven.
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Desde muy pequeño, Carlos es un apasionado del fútbol. Lo considera una herramienta para ayudar a estos niños de las comunas de Medellín a estar ocupados y soñar con una vida diferente a la que ven en sus barrios.
Así fue como se convirtió en una especie de mensajero, pagaba el arriendo y mercaba. Cuando lo obligaron a entrenar para protegerse en caso de un ataque, trató de irse, pero no se lo permitieron, porque ya conocía la estructura de las Auc. Después de 9 años, hizo parte de una desmovilización colectiva y dejó el grupo.
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“Al igual que cualquier otro deporte, o las prácticas culturales. Un campeonato de fútbol puede servir para limar asperezas entre miembros de una comunidad dividida por algún conflicto.” “Infortunadamente hay personas que confunden rivalidad con odio. Y como el fútbol suele ser un reflejo de la vida, en un país tan violento y polarizado como este es muy fácil trasladar esos odios del mundo real a los escenarios deportivos y al ambiente del fútbol.”
FÚTBOL Y PAZ
El fútbol
es infinitamente más poderoso que la política y aglomera varios elementos que van más allá de dos equipos de 11 jugadores dándole patadas a una pelota. De hecho, es una actividad social global. La Federación Internacional de Fútbol Asociado, FIFA, tiene 207 afiliados, en contraste con los 193 miembros de la Organización de Naciones Unidas, ONU. Muchos de los aficionados al fútbol se preocupan por el dato más mínimo, para construir la historia de este magnífico deporte. Uno de esos aficionados es Eduardo Arias Villa, conocido más por periodista que por biólogo, título que obtuvo en 1982 en la Universidad de Los Andes. Buena parte de sus 55 años de vida Eduardo los ha dedicado al fútbol, al periodismo y a la música. Él es bogotano, hincha de Santa Fe -desde 1966 por influencia de dos tíos suyos- y coautor de varios libros sobre el fútbol, entre ellos El libro del mundial: historia, estadísticas y protagonistas, publicado en 1994. Desde 1980, Eduardo ejerce el periodismo. Creó la desaparecida revista Chapinero y ha trabajado en El Tiempo, Citytv, La Prensa, Cambio 16 y Revista Diners. Fue libretista del programa Zoociedad, protagonizado por el inolvidable Jaime Garzón. En la actualidad conduce Todo lo que vemos en Señal Colombia, es columnista en la Revista SoHo y es editor de cultura en la Revista Semana. Eduardo hace parte de una familia muy famosa, de la que hacen parte el poeta León De Greiff y el profesor Otto De Greiff, entre otros. El fútbol llegó a su vida porque la abuela lo llevaba a donde su hermano, Otto de Greiff, quien estaba pendiente de los partidos y apostaba al ‘Totogol’ y el ‘5y6’, dos juegos hoy extintos. Eduardo jugó fútbol en el colegio como cualquier niño y en 1992 inició una colección de camisetas gracias a que Manu Chao le regaló una del Athletic de Bilbao. Después, compró las de Santa Fe, Boca Juniors, Ajax, San Lorenzo, Colombia, Alemania, Inglaterra, Holanda, Suecia y Sudáfrica. Cuenta que su gran amigo, Karl Troller, le regaló la del Vasco Da Gama y la periodista Andrea Varela la del Envigado. Eduardo aceptó hablar de fútbol y reconciliación para la revista de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR).
¿Cuál es el aporte que le hace el fútbol a la sociedad? No sé... es una pregunta complicada. A veces pienso que el aporte es positivo. Convoca.
¿El fútbol aporta más a la paz o la guerra? El fútbol es un ritual de la guerra. Bien administrado, ayuda a canalizar nuestros instintos primarios de cerebro reptil hacia un terreno en que todo se resuelve en un campo de juego o la pantalla de un televisor en 90 ó 120 minutos de juego. Mal administrado, se convierte en una mueca de la guerra, de pronto menos dañina que una batalla, pero donde aflora ya no una metáfora de la violencia y la guerra, sino violencia de verdad, ya sea física o sicológica o ambas.
¿Todo el mundo quiere la paz y todo el mundo quiere al fútbol? No creo que todo el mundo quiera la paz. La guerra es un gran negocio y alborotar a los pueblos en causas bélicas hace que naciones enteras, como Alemania en tiempos de Hitler, se entusiasmen con la idea de una guerra. Guardando proporciones, puede decirse lo mismo de personajes como George W. Bush, Reagan, Uribe. Con respecto al fútbol, lo quieren miles de millones de personas. Pero conozco bastantes que no les interesa y que hasta lo abominan.
¿Un hincha de Santa Fe se puede abrazar y reconciliar con uno de Millonarios? ¡Claro! La mayoría de mis amigos de la vida son hinchas de Millos. Karl Troller, Luis Carlos (El Chiqui) Valenzuela, Alberto Gómez, Mauricio Silva, hasta mi prima favorita, Nidia Arias, que nació en un hogar santafereño, es hincha de Millos. Ahora trabajo con Vladdo, hincha furibundo de Millonarios y Angélica Casallas, que forma parte del equipo, es fanática de Millos y es una anti Santa Fe declarada, incluso fue porrista de Millonarios. Así que los he abrazado infinidad de veces, eso sí, trato de no tocarlos si tienen puesta la camiseta de Millonarios.
¿Un aficionado al fútbol quiere más a su equipo local o a la selección nacional? Es una pregunta difícil de contestar. Se dan ambos casos en todos los países del mundo. En mi caso, la selección nacional es un amor comparativamente más racional, más de pensar en el presente y futuro del fútbol colombiano. Santa Fe es mucho más emocional.
¿Encuentra diferencias entre el sentimiento por un equipo y el sentimiento patrio que despierta la selección? En el caso de Colombia, sí. La selección casi siempre convoca a todos. Aunque a veces florecen regionalismos, la Selección se vuelve una causa común, en la que comulgan muchísimas personas a las que les tiene sin cuidado el torneo local o la Champions League. En países como España es normal encontrar catalanes, vascos y asturianos que quieren que pierda la selección española porque la consideran un símbolo del franquismo y del imperialismo castellano.
¿Colombia está lejos de vivir el fútbol en paz? Muy lejos. Infortunadamente hay personas que confunden rivalidad con odio. Y como el fútbol suele ser un reflejo de la vida, en un país tan violento y polarizado como este es muy fácil trasladar esos odios del mundo real a los escenarios deportivos y al ambiente del fútbol.
Pienso que sí. Al igual que cualquier otro deporte, o las prácticas culturales. Un campeonato de fútbol puede servir para limar asperezas entre miembros de una comunidad dividida por algún conflicto. Pero pienso que eso se logra con una motivación previa. Es decir, se hace necesario vender o promocionar el partido o el campeonato como, por decir algo, la Copa Amistad. Porque ese mismo deporte puede utilizarse para ahondar rencores, como sucedía en Colombia en los años 80, cuando la rivalidad entre bogotanos y antioqueños o vallunos y antioqueños era realmente venenosa. Los desprecios y odios regionalistas generados por el narcoterrorismo se trasladaban al campeonato local. El odio que le tenía un apreciable porcentaje de hinchas de Nacional a los de América o Millonarios era bastante grande. No eran casos aislados.
¿Conoce ejemplos en la historia del fútbol mundial que hayan servido para resolver conflictos? Recuerdo el partido entre las dos Alemanias, en plena Guerra Fría, durante el Mundial de Alemania de 1974, que fue un juego tranquilo que ayudó a explicar que, si bien, razones
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¿El fútbol sirve para reconciliar a la sociedad?
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políticas los separaban, los jugadores de ambos equipos formaban parte de una misma cultura. Oye uno de historias de soldados que, durante alguna tregua, juegan entre ellos, o antiguos ex combatientes que los reúnen para que se reconcilien a través del fútbol. En juegos olímpicos se han visto gestos muy dicientes, como la gran amistad que nació en los juegos de Berlín de 1936 entre el atleta negro norteamericano Jesse Owens y el alemán Lutz Long, quienes eran rivales en la competencia de salto alto. Long, el prototipo del alemán ario, le dio consejos a Owens de cómo no cometer faltas en la serie de clasificación. A pesar de que Hitler estaba en la tribuna, Long y Owen conversaban animadamente. Al final Owens ganó la medalla de oro, Long la de plata y mantuvieron su amistad por correspondencia hasta que Long cayó en combate en el frente oriental durante la Segunda Guerra Mundial.
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Otro caso muy conocido es el de la selección de rugby de Sudáfrica que ganó el Mundial de 1995. Mandela lo utilizó para unificar al país en torno a un deporte que era excluyente, de blancos.
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Me parece que estos gestos operan más en el campo simbólico, lo cual no les resta, para nada, la gran importancia que tienen. Por el contrario. Estos gestos simbólicos terminan siendo alegorías que se aplican al denominado mundo real.
Sí. Yo lo he hecho, he ido a partidos con amigos que le hacen fuerza al equipo rival. De hecho, la última vez que fui a El Campín fue a un partido Santa Fe - Nacional con mi amigo Tato Lopera, que es hincha de los verdes. Deben tenerse también en cuenta temas mucho más de fondo. Si le soy franco, a mí me preocupa mucho más el racismo que se vive en las tribunas, al menos en El Campín, y más exactamente en Occidental, donde supuestamente están las personas más cultas y educadas. El odio racial que se vive allí es repugnante. El problema es que personas que en su vida diaria son tolerantes y amables al entrar al estadio dejan de ser ellas mismas y pasan a formar parte de ese “monstruo de mil cabezas”. Me detengo en una anécdota personal. Hace unos 13 ó 14 años fui a ver un partido Santa Fe - Nacional. Antes de que comenzara el juego, las bastoneras de Santa Fe le dieron la vuelta a la pista atlética y cuando pasaron por la tribuna norte, los hinchas de Nacional comenzaron a insultarlas y lanzarles objetos. Como reacción,
la Guardia Albi Roja Sur comenzó a cantar: “Antioqueño cabrón, antioqueño cabrón, sos un hijo de puta, la puta madre que te parió”. Yo, que estaba enfurecido, sin darme cuenta me uní al coro. De pronto caí en cuenta que mis tres primeros apellidos (Arias, Villa y De Greiff ) son antioqueños. ¿Qué hacía yo, que tengo sangre antioqueña en mis venas, cantando ese coro? Y me callé, aterrado de ver cómo la masa me llevó tan fácilmente a una conducta que sería inimaginable cuando me comporto como un individuo.
En el Mundial de Francia’98, las selecciones de dos países rivales, Estados Unidos e Irán, quedaron en el mismo grupo. Pese a la presión de los medios, los jugadores de ambos equipos dieron un golpe de opinión y saltaron al campo de juego tomados de la mano, cambiaron flores de obsequio, se abrazaron, estrecharon sus manos y se tomaron fotos intercalados. El partido se jugó en paz y terminó 2 a 1 en favor de Irán. ¿Cree que ejemplos como este o las actividades simbólicas en favor de la reconciliación son necesarias, sirven de algo? Claro que sí. En este caso concreto, a poner en su sitio al periodismo, que por razones de rating acude al amarillismo cada vez que puede. Este fue un caso que, como usted dice, fue amplificado por la prensa. Al terminar el partido quedó claro que una cosa es lo que dicen y promueven los políticos y los periodistas, y otra muy distinta lo que sienten los pueblos. Este partido le mostró a audiencias manipuladas por el amarillismo de la prensa que buena parte de esos odios son creados desde arriba por intereses políticos y económicos.
¿Qué opina de las iniciativas que adelanta la ACR con las personas desmovilizadas que están en Proceso de Reintegración, como hacerlos partícipes en partidos de fútbol con jugadores reconocidos u orientarlos en su Servicio Social para que contribuyan en la formación deportiva de niños y población vulnerable? Me parece muy importante. Por lo que decía antes, el cambiar el campo de batalla por un campo de fútbol es un gran avance. Además, el partido de fútbol no es sólo el juego. Una vez terminado, se puede reflexionar acerca de lo que se vio. Una falta descalificadora se puede asociar a un hecho violento, y el sólo hecho de ver cómo al final de un partido se saludan y hasta se abrazan dos jugadores que estuvieron dándose pata con todo, tiene una carga simbólica y práctica muy grande. Me parece que el fútbol, por ser una alegoría del campo de batalla, es un escenario óptimo para reconciliar a través del juego y reflexionar acerca de cómo se pueden canalizar rivalidades. Y si uno se fija en las estadísticas, en las que se dice el altísimo porcentaje de menores que han sido reclutados por los grupos ilegales, ese partido de fútbol muy seguramente será la primera oportunidad que tengan para pensar en algo en lo que jamás tuvieron tiempo ni oportunidad de pensar, de reflexionar.
¿Cree que el fútbol debe cumplir la labor social de prevenir el reclutamiento de menores de edad a los grupos armados ilegales? Por supuesto. Lo mismo que las orquestas juveniles, los grupos de música y los talleres de manualidades.
“Si algo debe unir a los pueblos es el fútbol”:
C a r l o s A n t o ni o V é l e z Por: Cristian Torres Rodríguez
Carlos
Antonio Vélez es un reconocido comentarista deportivo que está cumpliendo 40 años en el periodismo. Nació hace 60 años en Manizales y es uno de los periodistas que más sabe de fútbol en el país. De ahí el sobrenombre “El Profe Vélez”, ya que él fue un pionero en el periodismo deportivo por su forma de analizar el fútbol. Vélez es conocido por ir más allá de las jugadas destacadas y en detenerse en las tácticas con tablero en mano durante las transmisiones televisivas. El “doctor Carlos Antonio”, como le dicen sus colegas de RCN y Win Sports, dice que su pasión por el fútbol se la inculcó su padre, quien lo llevaba a los estadios desde cuando tenía 2 años de edad, para ir a ver al Once Caldas. Como periodista, Vélez tiene el récord de haber cubierto 9 de las 18 copas mundiales de fútbol, es decir, que desde Argentina 1978 él le ha dado la vuelta al mundo y no ha faltado a ningún campeonato. El Profe Vélez ha publicado dos libros: 100 Términos de uso común en el diccionario del fútbol (1990) y Fútbol hoy (1994). Carlos Antonio Vélez atendió a la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) en los estudios de RCN en Barranquilla, antes de que se iniciara el partido en el que Colombia derrotó 5 a 0 a Bolivia, y en el que 50 personas desmovilizadas en Proceso de Reintegración prestaron sus servicios de logística.
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El fútbol es un deporte que enfrenta a dos equipos ¿Es posible que la sociedad colombiana disfrute con madurez y sin agravios de un partido? Por ejemplo, que nos podamos tolerar los unos a los otros sin importar el color de la camiseta…
Me parece que el fútbol, por ser una alegoría del campo de batalla, es un escenario óptimo para reconciliar a través del juego y reflexionar acerca de cómo se pueden canalizar rivalidades.
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¿En 40 años de carrera profesional ha encontrado algún ejemplo de paz y reconciliación en el fútbol?
va más allá. Además, las raíces de ambos, de Austria y del sector alemán de Suiza tienen la misma razón de ser, la misma raíz, no tienen diferencias, políticamente lo fueron, pero en el mundo moderno no lo son.
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Irán e Irak (que estuvieron en guerra hace tres décadas) son otros casos, ya que en la cancha olvidan cualquier situación de lo que no es deportivo.
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Son ejemplos puntuales de lo que es historia enfrentada, pero a través del fútbol, compitiendo deportivamente y con el principio del juego limpio que la FIFA tanto promueve.
Usted me decía que estuvo en la Copa del Mundo de Alemania 2006, y en el ‘Grupo A’ coincidió Alemania contra Polonia (1-0), un país que estuvo invadido por la propia Alemania y la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Por ser países vecinos con problemáticas históricas ¿encontró diferencias entre los asistentes o simplemente la gente lo tomó de manera deportiva? Yo vi ese mismo partido en el Mundial de Argentina ’78 (Grupo B Partido Inaugural: 0 – 0), y la verdad es que ya hay un concepto muy moderno de las cosas. Obvio, existe la rivalidad en la vecindad, independiente de lo que la historia pudo haber contado y sucedió, pero no
El comandante del fútbol
¿El fútbol cómo puede aportar a Colombia en temas de paz, ya que en el país padecemos de regionalismos o no toleraramos diferencias? ¿Se deben generar espacios de reconciliación? Yo creo que eso es de la naturaleza del ser humano. Y le voy a poner un ejemplo muy claro. Nosotros no creíamos que pudiera subsistir durante mucho tiempo esa apertura del contacto entre autores del espectáculo con espectadores a la que obligó el mundial juvenil en Colombia (2011). La FIFA obliga (en competiciones mundiales) a tumbar esas mallas separatorias y en Colombia esas mallas se tumbaron durante el mundial ¿Qué problema iba a haber? Porque todos eran invitados, aquí rivales no había. Sin embargo, con preocupación veíamos que en un juego de alto riesgo del fútbol local se fuera a presentar algún incidente con invasión y fíjese que, hoy por hoy, después de dos años de ese mundial de fútbol las mallas siguen desaparecidas. Lo que indica que evidentemente existe un respeto. Así una minoría a veces falle, la mayoría de la gente entiende que debe haber unos espacios para la diversión, y que por mucha rivalidad que exista, la tolerancia tiene que reinar, aunque el fútbol se nutra de errores y la prueba es que se ha respetado la integridad de los árbitros.
¿Usted cree que el fútbol puede contribuir a la construcción de paz? Claro, pero no le vamos a echar toda la responsabilidad al fútbol. El fútbol no es el generador de violencia que mucha gente cree y tampoco el único mecanismo para que exista paz. El fútbol hace parte de un país y si este está mal económicamente, hay guerra, hay desorden y hay anarquía. El fútbol no puede ser la excepción. Si el país es próspero y tranquilo, así será el fútbol. El fútbol se parece a cada país y hace parte de un vehículo masivo para transmitir mensajes y valores.
Por: Paula Andrea Ardila Rendón.
Carlos
* se levanta todas las mañanas para buscar el sustento de su esposa, sus 4 hijos y el nieto que tiene a cargo. Prende su mototaxi, se encomienda al cielo, pide que este día tenga más trabajo, y recibe como respuesta la primera carrera del día, una vecina que tiene que ir al banco, en el centro de Florencia, la capital del Caquetá. Salen del barrio, uno muy humilde ubicado entre los pocos cerros que se asoman en Florencia, y en medio del polvo, el sudor y el implacable sol, emprenden su ruta por las carreteras destapadas hacia el centro de la ciudad. ‘El paisita’, como es conocido en el barrio, no solo trabaja arduamente por mejorar la calidad de vida de su familia, ampliando el patio de ropas ladrillo a ladrillo, sino que también busca compensar, de alguna forma, a su comunidad por las malas decisiones que tomó en el pasado. Él les dedica algunas horas de las tardes de los sábados y domingos a más de 160 niños que crecen en medio de la violencia, la disfuncionalidad de sus familias, las amenazas de las bandas criminales y el acoso sexual. “Tomé el camino equivocado durante 12 años de mi vida. Empecé haciendo mandaditos, poquitos, a las Farc. Me utilizaban para algunas cosas y yo me dejaba. En ese tiempo, mi suegra, a quien siempre quise como a una madre, estaba muy mal, tenía cáncer en el útero y la situación económica no era buena. Me fui a tocar puertas a las alcaldías para que me ayudaran, pero me rechazaron. Desesperado, tomé una chalupa y me fui sin rumbo, por el Caguán abajo”, cuenta el hombre.
Y añade que en medio de su recorrido por la selva se encontró a un grupo de guerrilleros y a su Comandante, quien después de escuchar la difícil situación de Carlos, decidió darle 7 millones de pesos para que atendiera a su suegra. Pero 8 días después el mismo Comandante que le había entregado el dinero lo llamó para cobrarle el favor. Le encargó unos mandados y lo convenció de que estudiara la ideología de las Farc. “Me dejé lavar el cerebro y después de un mes y medio ya estaba manejando la política y el entorno social del grupo armado”, explica Carlos, quien le ocultó a su esposa durante 12 años su verdadero oficio, justificando sus largas ausencias con viajes a fincas dizque para marcar ganado. “Para el 2004 tuve la oportunidad de conocer a ‘Jorge Briceño’ (El Mono Jojoy). Ahí me nombraron Comandante de milicia del Área Urbana. Empecé a hacer cosas más grandes y tenía a cargo hacerle inteligencia a quien en ese entonces era el Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, porque creían que él era una amenaza para la revolución”, cuenta Carlos con un aire de vergüenza. Con su nuevo rol en las Farc, Carlos empezó a ver que las ideas que inicialmente le habían vendido no eran consecuentes con las normas impuestas por la organización. Los consejos de guerra que les hacían a los guerrilleros por el solo hecho de comerse un chontaduro sin autorización, las violaciones a los derechos humanos -que eran comunes- e, incluso, las ambiciones económicas que primaban sobre los ideales políticos que decían profesar lo hicieron dudar de su permanencia en el grupo.
“Hay personas generosas que dan segundas oportunidades, pero esta oportunidad de vivir de nuevo me la dio mi Dios. A mí me hicieron un allanamiento el 28 de marzo del 2008. Me encontraron un armamento que tenía y me capturaron por el delito de rebelión y porte ilegal de armas. Me llevaron amarrado a la base militar y allí conocí a un coronel muy bueno, lo recuerdo mucho, el coronel Jiménez. Él me habló del proceso de Desarme, Desmovilización y Reintegración y me dijo que no le parecía justo que una persona como yo se pudriera en la cárcel cuando tenía una familia por la cual responder”, recuerda.
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Israel ha jugado contra Alemania y estamos hablando de lo que vivieron los judíos en la época ‘hitleriana’, que es algo de lo que siempre se ha querido zafar Alemania. Los alemanes se han querido reconciliar con el mundo en dos ocasiones, con motivo de los dos mundiales que organizaron (1974 y 2006) y yo creo que ha sido un éxito para ellos desde el punto de vista de la venta de imagen, que el mundo conozca que el alemán no es lo que muestran las películas de guerra. Yo tuve la fortuna de vivir ese segundo mundial (2006) y el mensaje era el mismo, Alemania no es un país devastador, ni la raza aria que quería gobernar al mundo, sino que la Alemania de ahora es la que quiere tener las puertas abiertas para todos.
El fútbol hace parte de un país y si este está mal económicamente, hay guerra, hay desorden y hay anarquía. El fútbol no puede ser la excepción. Si el país es próspero y tranquilo, así será el fútbol.
Lo mismo sucede con Rusia. Hoy por hoy ellos juegan contra todo el mundo y la Unión Soviética en su momento fue una potencia futbolística y jugó contra todo el mundo. No solo a nivel mundial se integran, lo hacen a nivel de clubes en la Liga de Campeones de Europa, o la Copa UEFA. El Zenit de San Petersburgo fue campeón de una copa de Europa y, sin embargo, ellos fueron recibidos en Alemania e Inglaterra como cualquier otro competidor. Estoy convencido de que hay heridas que cerraron completamente y la nueva generación no las recuerda.
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Muchísimos. Yo creo que si algo debe unir a los pueblos, aunque en muchos casos los separa, es el fútbol. Ha habido de todo, ha habido guerra del fútbol, como sucedió en Centro América (Honduras - El Salvador en eliminatoria de México ’70), pero también ha existido una manera de involucrar a una serie de comunidades, de países y de grupos étnicos señalados desde el punto de vista político. De los 207 países que tiene afiliados la FIFA hay unos que no son reconocidos como independientes por un sector de la comunidad internacional, es el caso de Palestina, que tiene una selección reconocida de fútbol y que ya ha jugado partidos contra Israel. La historia dice que son conglomerados humanos enfrentados por razones de tipo religioso y político.
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Carlos inicia camino h acia r eint e gr aci ón
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“Cuando logramos conseguir una casita propia en Florencia, vimos el Polideportivo y eso me alegró mucho, pero luego vi a tantas niñas hasta tarde de la noche, incluso en la madrugada, por ahí en la calle, paradas en esquinas haciendo lo que no tenían que hacer a esa hora, y luego muchachos mal relacionados, probando maldades sin necesidad. Vi todo eso y decidí que tenía que hacer algo”, explica ‘el paisita’.
“Una vez nos ganamos 50 mil pesos en un campeonato interbarrios. Con ese dinero compramos un balón y unos petos para poder distinguirnos de los otros equipos, pero nos hacen falta muchos elementos deportivos para poder entrenar y jugar en un nivel superior”, cuenta Katherina, una morena de 13 años, que espera impaciente las instrucciones de su entrenador para entrar al juego que se desarrolla en el Polideportivo del barrio. Estas jóvenes se encuentran agradecidas por la oportunidad que les brinda Carlos al compartir lo que sabe de su deporte favorito con ellas. “Él es serio, exigente, le gusta que seamos puntuales con los entrenamientos y a nosotras nos gusta que sea así, porque sabemos que es lo mejor para nosotras y queremos llegar a ser como él algún día, disciplinadas y serias con las cosas que propone”, dice Dalia, otra de sus pupilas, de 11 años.
Los padres de estas niñas se encuentran a gusto con el trabajo que viene realizando Carlos en la comunidad. A pesar de su pasado, cuenta con toda la confianza y el respaldo de ellos, que, incluso, insisten en la presencia de ‘el paisita’ para las salidas a otros municipios o paseos a piscina que organiza la misma comunidad.
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Y lo está haciendo. Con su poder de convocatoria, Carlos logra reunir, en unos minutos, a 22 de sus pupilas, unas jóvenes caqueteñas sonrientes que presumen de sus logros en el fútbol, contando el número de veces que han sido campeonas en sus colegios y otras que han tenido la oportunidad de viajar fuera de su municipio para dar a conocer el talento que, con paciencia y muchos sacrificios, han cultivado al lado de ‘el paisita’.
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Hace 5 años Carlos ingresó al Programa de Reintegración, colaboró con la justicia entregando información sobre secuestrados y campamentos, y empezó a caminar por la Ruta de la Reintegración, gracias al programa que ofrece la Agencia Colombiana para la Reintegración, con el fin de resarcir el daño que causó a su comunidad durante los años que perteneció al grupo ilegal.
Sin embargo, las necesidades económicas de las jugadoras y del mismo Carlos se ven reflejadas en los implementos deportivos que usan para practicar su pasión. El grupo juega con balones de trapo, tenis rotos y sin uniforme. Tampoco tienen colchonetas. “Cuando no tenemos con qué jugar, ‘el paisa’ nos ayuda a organizar una rifa de un pollo asado y una gaseosa, o ahorramos del dinero que nos dan en la casa para el recreo y así logramos comprar un balón”, explica con orgullo Katherina, refiriéndose a los sacrificios que hace al lado de sus compañeros.
“La determinación para seguir adelante de mis 160 hijos hace que valgan la pena todos los momentos difíciles que he pasado. Me siento orgulloso de los logros que están alcanzando y tengo la esperanza de que algún día nuestro trabajo sea apoyado y admirado por todos”, concluye orgulloso este comandante del fútbol, quien no se cansa y sigue tocando puertas por el futuro de sus promesas del fútbol caqueteño. *Identidad protegida.
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Conocido como el juego de la paz, el Golombiao utiliza el fútbol como herramienta para sembrar valores y brindar opciones para el adecuado uso del tiempo libre. Jairo*, un joven que fue reclutado a los 16 años por las Farc, y que ahora está en Proceso de Reintegración a la sociedad, está convencido de que a través del fútbol la juventud aprende a no tomar caminos equivocados. Esta metodología nació en el 2003, fruto de una alianza entre el Programa Presidencial Colombia Joven, el Fondo de las Naciones Unidas para la Niñez y la Infancia, Unicef, y la Agencia de Cooperación Alemana (GIZ). En 2010, la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) y Colombia Joven hicieron una alianza para aplicar esta estrategia con jóvenes y personas que pertenecieron a grupos armados y desarrollan su Proceso de Reintegración, con familiares y con comunidades receptoras, con el fin de fortalecer espacios de reintegración. La ACR tiene claro también que, al brindar espacios sanos de esparcimiento, el Golombiao, además, contribuye a la prevención del reclutamiento de la niñez y juventud por parte de los grupos armados ilegales.
El juego de la paz se ha implementado en países en conflicto o pos conflicto como Afganistán y Ruanda, con el propósito de construir paz e identidad, y apoyar la recuperación del tejido social en comunidades afectadas por la violencia.
Con el Golombiao los jóvenes construyen paz Por: Diana Suárez Díaz
U n j u e g o c o n r e g las propias La Agencia Colombiana p a r a l a Re i n t e g r a c i ó n , ACR, trabaja con personas que fueron reclutadas en su niñez y están en P r o c e s o d e Re i n t e g r a c i ó n , y contribuye a prevenir el reclutamiento de la niñez y juventud por parte de los grupos armados ilegales.
El Golombiao promueve la no violencia a través de una forma distinta de jugar fútbol, en la que no hay árbitros, sino asesores de juego, y las reglas las definen los mismos jugadores. Aquí juegan mujeres y hombres bajo el principio de igualdad, en un encuentro en el que no siempre gana el que haya anotado más goles, sino el equipo que cumpla los acuerdos de convivencia que se definen al inicio de cada partido. En estos encuentros no existen las diferencias de edad, género y origen étnico y, por el contrario, se vive la igualdad, la integración y el juego limpio. El Golombiao tiene como plataforma el fútbol, pero asume otras reglas particulares: los equipos deben ser mixtos, el primer gol de cada equipo y de cada tiempo debe ser hecho por una mujer y, después, los goles se intercalan entre hombres y mujeres.
En Santander de Quilichao, Cauca, Carlos*, un joven que ha participado en uno de los torneos, resalta que “Golombiao es difícil entenderlo si no lo juegas”. Al comienzo cada equipo elige cuál es el valor que va a prevalecer. Carlos explica que si, por ejemplo, todos eligen que lo más importante es ‘cuidarse y cuidar al otro’, aquí entran a jugar aspectos como evitar la violencia, y si algún compañero se cae, hay que ayudarlo a levantarse y ser solidarios. Si todos escogieran ‘la igualdad’, entonces no cabe el racismo, o cualquier otro tipo de discriminación, por razones de género o clase social.
“Lo más bonito de este juego es que uno puede integrarse con los muchachos y el fútbol deja de ser un deporte solo para hombres”,
aseguró Clara*, una de las jóvenes que participó en uno de los torneos en Medellín y que fue reclutada por las Farc cuando tenía 16 años de edad.
Por su parte, para Noel* lo más valioso de este juego es que se aprende a poner en práctica el respeto al otro y la solidaridad. “A veces en el fútbol se permiten muchas faltas y el juego sucio. En Golombiao aprendemos que lo importante no es ganar a toda costa, porque no se trata de hacer goles, sino de respetar los acuerdos que definimos los equipos desde el inicio”, agregó este joven de 24 años, que fue reclutado por grupos de autodefensas en el Urabá antioqueño, cuando tenía 17 años de edad. Para Alejandro*, de 21 años, quien participó en otros juegos que se celebraron en San Rafael de Lebrija, Santander, fue grato aprender de las experiencias de los demás participantes. “El objetivo de este juego es llevarse lindas experiencias que le enseñen a uno a ser mejor persona y ser capaz de aplicar en su vida cotidiana los valores aquí aprendidos”, afirmó Alejandro. Jóvenes como Clara, Carlos, Noel y Alejandro son parte de las 9.153 personas que han jugado Golombiao, en el marco de la alianza entre Colombia Joven y la ACR, promoviendo un camino en el que la cultura de paz fortalece el tejido social del país. *Identidad protegida por seguridad de la fuente.
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Gracias a la alianza hecha por la ACR, el Golombiao ya se ha jugado en más de 10 ciudades capitales y 40 municipios del país, en un proceso que ha vinculado a autoridades locales y organizaciones que se han comprometido con la construcción de paz.
Mientras se juega con esas reglas, se promueven principios como la no violencia, cuidarse y cuidar al otro, la igualdad, la participación activa, la no discriminación, la libertad de expresión y el cuidado del entorno.
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PASO A PASO
Una familia unida por el fútbol y la reintegración Por: Alex Bonilla Niño
C a r l o s Sánchez, jugador de l a Selección Colombia, es primo de S irley, u n a P r o f e s i o n a l R e i n t e gradora que trabaja en el Chocó. Ambos, desde diferentes ámb i t o s , a p o r t a n a l a c onstrucción de un país mejor.
FÚTBOL Y PAZ
Mientras Carlos avanzaba en su carrera deportiva, Sirley también lo hacía profesionalmente. En 2010 ella se graduó en una especialización en Gerencia de Servicios Sociales y en el 2012 hizo otra en Intervenciones Psicosociales. La Reintegración aparece en la vida de estos primos hermanos en agosto de 2008, cuando Sirley ingresó a la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), al Centro de Servicios (CS) de Quibdó, que fue cerrado en enero de 2009. Pero ella siguió vinculada a la ACR, como profesional reintegradora en la región, adscrita al Centro de Servicios de Medellín. La labor de los más de 400 reintegradores como Sirley que trabajan en la ACR consiste en realizar un acompañamiento profesional a las personas desmovilizadas de los grupos armados ilegales que están en Proceso de Reintegración. El propósito de los reintegradores es apoyar la construcción de su nuevo proyecto de vida en sociedad. Este trabajo es desarrollado teniendo como base diferentes dimensiones: personal, educativa, productiva, ciudadana, familiar, de salud, de habitabilidad y de seguridad. Carlos conoce y admira el trabajo de su prima Sirley. Con motivo del partido entre los seleccionados de Colombia y Bolivia, por la Eliminatoria al Mundial Brasil 2014, realizado el pasado 22 de marzo en Barranquilla, el jugador lo dejó en claro:
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Y ella, orgullosa de su trabajo y de Carlos, respondió:
Colombia, domingo 9 de marzo de 1986. En la ciudad Quibdó, departamento del Chocó, nació Carlos Alberto Sánchez Moreno, quien hoy es jugador de la Selección Colombia de fútbol. Carlos, hijo de doña Nereida del Carmen Moreno Martínez, es el tercero de cuatro hermanos. Su niñez la vivió en la casa de su abuela materna, al lado de su tía Rosa Myriam Moreno Martínez y sus primos Samir, Séider y Sirley. Sirley Yamile Moreno Moreno, la prima de Carlos, también nació en la capital chocoana, pero el 28 de septiembre de 1982. Ella es la segunda entre sus hermanos.
Los primeros años de vida de Sirley y Carlos estuvieron marcados por las tradiciones de la cultura y costumbres de su región. Como muchos chocoanos, para ella el estudio y las inquietudes intelectuales estuvieron siempre a la orden del día; mientras que él se debatía entre la escuela y las canchas de fútbol. Cuando Carlos estaba en séptimo grado, se fue a vivir con su familia a Medellín, y allí ingresó a la escuela de fútbol de Alexis García. En la capital antioqueña, Carlos finalmente se hizo bachiller, pero ya tenía claro que su vocación era el fútbol. Mientras tanto, Sirley Yamile seguía en el Chocó, donde ya estaba estudiando trabajo
social, aunque había querido ser psicóloga. A mediados de la década pasada, ella se graduó en la Universidad Tecnológica del Chocó – Diego Luis Córdoba. Al igual que varios futbolistas colombianos, Carlos Alberto no fue profeta en su tierra. Sus méritos deportivos y personales lo llevaron a iniciarse, en el 2003, como jugador profesional en el Danubio de Uruguay, plantilla que lo vio crecer y lo acogió durante tres años. En el 2005, llegó al River Plate de Uruguay y en ese país estuvo hasta el 2007, cuando salió hacia Francia, para debutar en el fútbol europeo, en el Valenciennes, equipo para el cual presta actualmente sus servicios deportivos.
“Me parece muy bueno que mi primo opine sobre el Proceso de Reintegración y sobre la paz, porque es una persona que se ha esmerado mucho por salir adelante. Él tomó el deporte como su opción y forma de vida. Además es un ejemplo para que las personas que se encuentran en los grupos armados ilegales transformen positivamente sus vidas, y para que los jóvenes no caigan en las dinámicas de la guerra”. Estas historias entrelazadas son una muestra de cómo en una familia dos personas, que han tomado caminos profesionales diferentes, son ejemplo, aportan y seguirán aportando a la causa de construir una Colombia en paz.
“Mis padres me enseñaron tres cosas fundamentales: que para poder estar orgulloso de ti mismo, y ser alguien, hace falta trabajar; es preciso actuar con seriedad; y debes respetar a los demás para recibir respeto a cambio. Trabajo, seriedad y respeto. Si haces estas tres cosas, podrás ser alguien en la vida, me dijeron”. Zinedine Zidane.
parece muy bueno que mi primo opine sobre el Proceso de Reintegración y sobre la paz, porque es una persona que se ha esmerado mucho por salir adelante. Él tomó el deporte como su opción y forma de vida. Además es un ejemplo para que las personas que se encuentran en los grupos armados ilegales transformen positivamente sus vidas, y para que los jóvenes no caigan en las dinámicas de la guerra”.
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“Me siento orgulloso de ella. Creo que está ayudando a cambiar vidas. Además considero que las personas desmovilizadas merecen una segunda oportunidad, pues muchas veces por debilidad y flaqueza mental tomamos malas decisiones, pero nunca es tarde para enderezar el camino y buscar una salida”.
“Me
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PASO A PASO
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Fร TBOL Y PAZ
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SIGANOS EN NUES TRAS REDES S OCI ALES:
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Age n c ia Colom b i a n a par a la R e i n t e g ra ciรณn