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ARTE,
PAZ REINTEGRACIÓN Y
Índice Editorial Kino ‘El Laudable’, un ejemplo de resistencia a la violencia urbana La música llena la vida de Pedro Casadiegos Javier, el Poeta que le escribe versos a la Paz El cerro de la paz y la reintegración La música como instrumento de memoria histórica
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Reintegraci贸n, una oportunidad de fortalecer las familias
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a presente edición de la revista ‘Paso a Paso’ aborda un tema fascinante y de profunda sensibilidad: el arte. Me llena de alegría conocer las diferentes historias de personas desmovilizadas en proceso de Reintegración que han hallado en el arte una forma de contar historias, de relacionarse con sus comunidades e incluso, de salir adelante con empeño y espíritu de lucha a través de la música, la pintura, la poesía, la danza, entre otras.
Arte, Reintegración y Paz Por: Joshua Mitrotti Director General Agencia Colombiana para la Reintegreción
No cabe duda que el arte, en todas sus manifestaciones, juega un papel fundamental en la construcción de la memoria, y asimismo de una cultura de paz. Al ser la Reintegración, uno de los elementos fundamentales tanto para la reconciliación como para la construcción de una paz estable y duradera, es vital conocer todas estas historias y visibilizar que hay mil maneras de contribuir a la paz. En las estrategias de la Agencia Colombiana para la Reintegración relacionadas con Reintegración Comunitaria y ‘Mambrú no va a la guerra, este es otro cuento’, para prevenir el reclutamiento de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, el arte ha estado presente en 24 de las 29 intervenciones que se han ejecutado en el país, beneficiando a 1800 niños y niñas de zonas en riesgo de reclutamiento infantil. Que un niño o una niña en una zona vulnerable a la violencia e influencia de grupos armados o pandillas tenga la opción de aprender música, danza, pintura o cualquier actividad lúdica, es sin duda una forma de generar entornos protectores para que se mantengan al margen del conflicto. Gracias a esta estrategia también se han fortalecido aspectos como la dotación de instrumentos musicales, asesorías técnicas de docentes especializados en música, pintura y fútbol, que han reforzado las habilidades de estos niños y niñas en el arte y el deporte. Por otra parte, en procesos de posconflicto en países como Perú, Suráfrica, Irlanda del Norte, entre otros, la gente ha encontrado en el arte una forma de recordar su pasado y buscar explicar su presente. Colombia también necesita este ejercicio de memoria histórica, no para abrir heridas sino aspirando a la reconciliación con pleno respeto por las víctimas de este conflicto de más de 50 años. El arte influye en cómo un país recuerda e interpreta su historia. De cómo se manifiesten todos aquellos que se atreven a expresarse a través del arte, incluyendo a las personas que se desmovilizaron de los grupos armados y hoy se reintegran a la sociedad, contribuirá en gran medida a reconfigurar la forma en que nos vemos a nosotros mismos como sociedad y a seguir transformándola para que esta sea una sociedad reconciliada y pacífica en la resolución de sus conflictos. Desde la ACR esperamos aportar con nuestro trabajo a que esto sea una realidad y a incentivar a través del arte la reintegración y la paz que anhelamos todos.
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sus 24 años, su sueño es ser un ejemplo para su barrio amado, la Graciela de Dosquebradas, que aún vive la inclemencia de la violencia urbana, reflejado en el vicio, la violencia intrafamiliar y el pandillismo. Mauricio Alejandro Arias, más conocido en el ámbito de la música como Kino ‘El Laudable’, nació en la ciudad de Pereira y creció en el barrio la Graciela del municipio de Dosquebradas Risaralda, sector popular distinguido por problemas de orden público y de desigualdad social. Su infancia la marcaron las dificultades sociales propias del sector y unas vivencias familiares difíciles.
Por: Adan Ramírez Zuluaga
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Kino ‘El Laudable’, un ejemplo de resistencia a la violencia urbana
Kino es hoy un prometedor cantante de reguetón, género que sigue creciendo entre los jóvenes y que se ha convertido en una alternativa de expresión para quienes ven en éste, una herramienta de voz popular. Aunque las letras de estas canciones por lo general están cargadas de sexo y para muchos con mensajes ofensivos, algunos artistas como Kino, tratan de bajar un poco este mensaje y cantarle a la cotidianidad con un poco de humor picante para no ser tan explícito. Kino es el compositor e intérprete de la canción que representa la iniciativa ‘Mambrú no va a la guerra, este es otro cuento’, que lidera la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), estrategia diseñada para prevenir el reclutamiento infantil de niños, niñas, jóvenes y adolescentes por parte de los grupos armados. Kino ‘El Laudable’, en entrevista con la revista ‘Paso a Paso’ compartió parte de su historia y nos contó qué lo inspiró para escribir dicha canción.
Kino, ¿compártenos cómo creas la canción de ‘Mambrú no va a la guerra, este es otro cuento’? Nos llamó la atención crear la canción de Mambrú, cuando conocimos del proyecto por medio de los videos que se están desarrollando en todo el país, conocimos las historias y nos impregnó a todo el equipo de DJ’s, técnicos y productores que también son del barrio la Graciela y que conocemos la violencia, la pobreza, lo que es no tener oportunidades y lo que es el reclutamiento forzado. Nos inspiramos en la tranquilidad de la paz, en lo que refleja ser joven, tener oportunidades y en este caso, de la mano del arte.
Dices que conoces de primera mano la violencia y la pobreza. ¿Cómo fue eso? Soy hijo de un padre que era drogadicto, murió en la calle por problemas de drogadicción, el bazuco lo consumió y acabo con él, mi madre sufrió mucho, ya que ella trabajaba para que no nos faltara nada, pero mi padre se llevaba las cositas que ella conseguía, además, había una violencia en mi casa muy fuerte, ya que él la maltrataba, le pegaba siempre… siempre fue muy tenaz esa época, pero mi madre nos sacó adelante.
¿Cómo fue vivir en el barrio la Graciela con tantas dificultades? La vida en el barrio, tristemente es complicada, es un barrio de mucha gente buena, es el barrio de mis amores, un lugar de bajos recursos, aunque mucha gente confunda la pobreza con la inferioridad de las personas, que son cosas diferentes, ellos son personas llenas de sueños, pero el porcentaje es muy alto de los jóvenes que terminan de jíbaros, es más, puedo asegurar que con quienes crecí, el 70% de ellos ya no están, porque los mataron debido a que su única oportunidad fue refugiarse en las pandillas o se vincularon a grupos de paramilitares.
¿Cómo es que no terminas involucrado en todo lo que te rodeaba? A pesar de estar rodeado de tantas cosas malas, siempre tuve muy claro lo que yo quería de mi vida, el espejo de mi padre -que al final se convirtió en algo muy lindo para mí- porque todo lo malo que le pasó a él me sirvió para decidir que yo eso no lo quería vivir y no era lo que yo quería para mi proyecto vida. En mi niñez, viviendo rodeado de tanta cosa, yo me dediqué al fútbol. Mi gran sueño era ser futbolista profesional, jugaba de delantero y todo el día me la pasaba dándole patadas a un balón, y eso me ayudó a estar ocupado y alejarme de los vicios y demás cosas.
¿Pero tus amigos y conocidos, sí estaban involucrados? Siempre me ofrecieron marihuana, bazuco, cigarrillo, pero ellos siempre me respetaban, porque siempre fui el mismo, sabían cómo era yo y los sueños que yo tenía y me respetaron,
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además, yo nunca he hecho a un lado a nadie y por eso creo que la gente me respeta, creo que los problemas de cada persona solo ellas los viven y los conocen y yo no soy nadie para juzgarlos, eso solo lo hace Dios y la justicia divina.
¿Por qué la música llega a tu vida? La música siempre estuvo presente en el colegio, cantaba en los actos de bandera y me iba muy bien, siempre la música ha estado presente, y como lo del fútbol no se dio, la música -que la amo- fue mi decisión. Además, en mi familia me influenció mi tía, que fue una cantante de rancheras muy reconocida en su tiempo en Pereira y bueno, creo que de ahí nace ese amor, aunque yo me incliné por el reguetón, por lo urbano.
¿Mucha gente cree que el reguetón no es música, por tanto no es arte, para ti qué es la música que cantas? El arte es la magia que permite que una persona plasme sus sentimientos para poder demostrarle al mundo, a qué se viene a éste, lo que es tener buenas ideas y poder aportar en positivo. Por eso para mí la música es el arte, es el sentimiento más positivo, ya que permite hacer feliz a las personas, y con una sola persona que sea feliz el objetivo de que sea arte se cumple.
¿Un mensaje para los jóvenes que luchan por su sueño de ser artista y que como tú ha tenido dificultades para seguir adelante? A los jóvenes, que a pesar de sus dificultades, sigan con sus sueños, pero que tengan en cuenta que el camino bueno es el indicado, así uno se demore más, el camino malo nunca será jamás una buena idea. Cada joven sabe cuál es ese camino malo, y aunque uno pueda ser más largo, en el camino bueno siempre tendremos la certeza de que llegaremos bien y seguros.
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egún recuerda Pedro Casadiegos, persona desmovilizada en Proceso de Reintegración con la ACR Santander, desde los 11 años de edad comenzó a hacer lo que más le gusta: cantar. “En la noches oscuras de mi pueblo cantaba baladas y rancheras en casa de unos vecinos, en mi barrio Pueblo nuevo, en Pailitas, Cesar. Desde entonces corre por mis venas un sentimiento y gusto por la música, por el canto y por la composición”, afirma.
Por: Adriana Ruiz Herrera
La música llena la vida de Pedro Casadiegos
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Entre esas canciones que comenzaron a hacer parte del repertorio de Pedro se encuentran las rancheras de Vicente Fernández, artista favorito de su niñez. Por su origen, el vallenato también lo lleva en la sangre. Uno de sus temas predilectos es ’Los caminos de la vida’, una de las primeras letras que aprendió. Pedro asegura que “a un vecino le gustaba mucho oírme cantarla, y repetidas veces me pedía que la entonara, allí empecé a interpretar vallenato, podría decir que desde esa experiencia se alimenta en mí un gusto muy fuerte por esta música propia de mi región”. Pedro fue reclutado a un grupo armado ilegal a los 16 años, donde permaneció 3 años de su juventud. Tras la desmovilización inició su Proceso de Reintegración y la música ha sido un elemento fundamental para él. “La música mueve emociones, sentimientos, y nos transporta a situaciones de alegría y regocijo que nos ayudan a olvidar el pasado, fortalecer el presente, y evocar con su magia a buscar un mejor futuro”, asegura. Con un carisma que le llega a todos y una gran elocuencia, Pedro, hoy con 25 años, está por terminar sus estudios de pregrado en Derecho, pero como él cuenta la música lo encontró, no pudo escabullirse de ese sentimiento que lo invade cada vez que canta y compone. “La música es la pasión por la vida que ha sido mi alimento, lo que me sostiene en mis momentos de angustias, de pena y de dolor. También me ha ayudado a que mi vida sea más llevadera, es como mi refugio, el escondite al cual acudo cuando quiero y deseo estar solo”. El talento que tiene Pedro le ha permitido lograr, en lo personal, darse a conocer y le ha facilitado ser parte de la sociedad e interactuar con personas de todos los
sectores sociales sin ningún distingo. Y en lo profesional, le ha permitido ser mejor persona cada día, con un alto sentimiento de responsabilidad social y de querer -desde sus conocimientosaportarle más a la sociedad, a la paz y a la reconstrucción del tejido social del país.
CANCIONES PARA LA PAZ Cantar y transmitir un sentimiento, es lo que busca Pedro Casadiegos con sus canciones. “La capacidad de estremecer las fibras de quienes escuchan mis composiciones, ponerlas en un estado de alegría y de parranda donde se olviden de las preocupaciones diarias, lograr que se dediquen a escuchar y sentir cada nota, haciendo suyo lo que la canción transmite es lo que persigo”, cuenta. Casadiegos, inspirado en la construcción de paz, compuso la canción Soy Capaz, con el fin de transmitir a la sociedad un sentimiento de paz y de responsabilidad social. “Quiero contarle a la gente, que la paz solo es posible, si todos nos comprometemos, pues la paz no es solo un compromiso del Estado, sino de todos”, concluye Pedro.
Ocho canciones ha compuesto Pedro inspiradas en el amor, la amistad, la reconciliación y la paz. A continuación los coros de algunas de sus composiciones. Soy Capaz “Yo soy capaz de pedirle perdón a quien ofendí entre tanta violencia… Para los niños, una Colombia mejor, sin odio y rencor, digo NO a la guerra”
Muero por tus besos “Quiero estar en tus sueños para decirte que te amo, que por las noches ya no duermo, mis sueños tú los has robado, sabes, no puedo ocultarlo me muero por tus besos por el néctar de tus labios”.
Ya te olvidé “La luna clara se asomó a mi ventana y el frío me consumía, me dijo no sufras por ella que ella no te ama, ven invéntate una nueva vida…. Las estrellas me miraron se echaron a reír y un lucero me consoló, me dijeron que tú pues eras feliz, que por qué no hacía lo mismo yo, yo te voy a olvidar te voy
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a olvidar, aunque de pena muera mi corazón, yo te olvidaré yo te olvidaré, aunque de pena muera mi corazón ooo ooo ¡!”
Entre amigos Amigo mío olvídala, mira que ella ha destrozado, tus sentimientos, el amor que llevas dentro y no te quiere,… amigo mío déjala ir, no te merece y es mejor, que se marche y se olvide de ti…amigo
Orgullo Y yo que no di motivos, para que ella se alejara, hoy juro que no pequé,
ella y que dice lo mismo, me cuenta su confidente, que la conoce muy bien… quién de los dos fue el que tuvo la culpa, ilumíname señor, - será que yo soy culpable de todo, enséñame a pedir perdón.
Ojos negros “¡Ay! Ojos negros que me matan que me llenan de pasión, con tan sólo una mirada, embrujas mi corazón.
Luna “Luna… tú qué sabes cuánto la amo dile que regrese, cuéntale, que en las noches ya no duermo pensando en su
cariño, dile, que he llorado mil noches al igual que un niño, porque su cariño aún está conmigo… luna, luna, dile que regrese… Cuéntale que en las noches ya no duermo, dile… dile que me muero… Si no tengo el calor de tus besos…”
Ella “Gracias mi vida, gracias mi amor, por compartir conmigo tu vida y los versos más bonitos de esta ilusión, gracias mi vida, gracias mi amor, gracias mi vida te llevaré siempre en mi corazón…”
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uego de abandonar el conflicto armado, Javier retornó a la legalidad y a los brazos de su familia. Gracias a la poesía, ha podido superar el dolor de la guerra y tener un Proceso de Reintegración exitoso. “Habitas donde nacen soles, despertados con música de seda. Descubres en astros hidratados, la vasta bondad, el oleaje crepuscular de la existencia”. Su vida es un poema, como muchos, como éste. De esos que se leen entre líneas, que despiertan los sentidos y dejan al descubierto el corazón. Su vida es un poema, como esos que tallan el alma, reescriben el presente y marcan la historia.
Por: Andrea del Pilar Barrero B.
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Javier, el Poeta que le escribe versos a la Paz
Cuando Javier*cursaba cuarto semestre universitario, tomó la decisión de irse a un grupo armado ilegal. Se fue por voluntad propia, con la convicción de alentar con sus ideas una buena causa de justicia social. Allí duró tres años, lejos de su familia, de sus amigos, pero más cerca de una realidad que no quiere repetir: “Hay cosas con las que uno a veces se estrella. Uno va con unos ideales, con un referente, pero las cosas en la guerra no son así”. Javier habla del miedo y de la soledad que se vive cuando se está en el conflicto armado. Del dolor de ver morir a sus compañeros en el campo de batalla. De la impotencia que produce estar encerrado en la selva. “El ser humano en la guerra se enfrenta a todos los miedos: miedo de la guerra misma, de estar entre la vida y la muerte; miedo a la soledad y a no volver a la ciudad. Allá todo es una intranquilidad constante”.
Un vuelo infinito Javier le escribe al amor, a la vida y al anhelo de un país de alcanzar la paz. A través de la poesía ha podido escribir de su pasado, de su presente y de su futuro. También lo ha hecho de su vida sentimental. Su vena poética empezó desde que estaba en el colegio, estimulado por las letras de autores como Pablo Neruda, Paulo Coelho, Jorge Luis Borges, Gioconda Belli y Eduardo Galeano. Un cuaderno y un esfero han sido su compañía diaria. Incluso, cuando estaba en el grupo armado, no dejó de plasmar líneas cargadas de la sensibilidad que sólo produce la guerra. Hoy en día sigue escribiendo, en hojas sueltas, libretas, en el celular, en el computador.
No tiene límites cuando aflora la inspiración. “La poesía para mí es un vuelo infinito hacia muchos lugares. Es mi estilo de vida, con lo que uno se compromete y lo hace muy suyo. La poesía se vuelve una herramienta pedagógica, de socialización, de terapia emocional, se vuelve un pretexto para no perder el tiempo, para aprovecharlo”, resalta Javier.
Javier hoy habla –y también escribe– de su nueva vida. De la tranquilidad que siente, de poder gozar de la libertad que un día se negó tener y que, además, le intentaron coartar. De haber tomado otra decisión –esta vez la más acertada– de abandonar las filas guerrilleras para retornar al camino que siempre animó sus sueños: seguir estudiando, trabajar y disfrutar del amor y la compañía de su familia.
Gracias a su talento, ha participado en diferentes concursos de poesía, en talleres literarios y también ha logrado varias publicaciones. Como algunos otros colombianos que dejaron atrás un pasado en el conflicto armado, para pedir una segunda oportunidad, Javier prefiere no revelar su identidad. Está terminando una carrera tecnológica, cuenta con un empleo formal y espera terminar su carrera universitaria. Con la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) sigue, en silencio, escribiendo versos curtidos, versos renovados, versos del alma; versos que lo motivan a seguir su camino, del que no debió apartarse.
Él hace parte de los colombianos que se cansaron de la guerra y que, a punta de valentía y confianza, dejaron atrás un pasado de temores, amargas noches y extenuantes marchas, para reconstruir sus proyectos de vida en la legalidad. Javier inició su Proceso de Reintegración en el 2008 y hoy es más que un ciudadano reintegrado a la sociedad: es un escritor y un poeta de tiempo completo.
“Estamos en una sociedad que le ha tocado vivir con el conflicto. Hay que abrirnos mucho de mentalidad y de corazón para asumir ese compromiso de paz y de reconciliación. Si realmente queremos la paz tenemos que saber que no es tanto que se callen los fusiles, sino hacer la paz desde la comunidad misma, el colegio, la universidad, el trabajo. Yo sí creo que la paz es posible”, agrega.
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Y aunque estando en la guerra, perdió todos sus escritos, eso no extinguió su inspiración. Hoy, con más de 50 poemas, Javier es un verdadero poeta de la paz. De mis entrañas afloran gritos de paz, hervidos en calderas de otros mundos. Otros paraísos encumbrados y celestes, auroras incandescentes de himnos de hermandad (…). Así se lee la primera estrofa de su poema PAZ. (*) Nombre cambiado a petición de la fuente
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nmerso en la comuna 8 de Medellín, en donde por muchas décadas sus pobladores han sufrido el flagelo de la violencia, se levanta un cerro en el que las fronteras imaginarias desaparecen y la paz, la reconciliación y el manejo del medio ambiente son la esperanza de la población de barrios como San Antonio, Villa Tina y la Sierra. Por su ubicación, era uno de los lugares preferidos por las bandas criminales para atrincherarse y poder sembrar zozobra entre los pobladores, pero desde el 2004, con el sueño de reparar a una comunidad, 12 personas desmovilizadas que actualmente hacen parte del Proceso con la Agencia Colombiana para la Reintegración, empezaron a trabajar en el lugar teniendo como principal función la cultura y el medio ambiente. Cuando se llega al cerro, el sonido de
Por: Carlos Botero Vargas los pájaros irrumpe con la tranquilidad
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El cerro de la paz y la reintegración
del lugar, el verde de los árboles se mezcla con los colores de las figuras a escala que realizan las personas que trabajan allí. En medio de la naturaleza aparece José Joaquín Calle Ramírez, una persona desmovilizada en Proceso de Reintegración que todos los días trabaja por la reconciliación de Colombia. “La reconciliación es la respuesta no violenta a la acción violenta que vivimos, es cambiar lo negativo por lo positivo, yo cambié las herramientas militares por las de trabajo y le regalamos a Medellín un cerro donde encuentran un proyecto integral del medio ambiente”, comenta Joaquín Calle. El Cerro de los Valores es el punto de acopio del reciclaje de más de mil 500 viviendas que conforman la comuna 8, donde reclasifican y convierten en materia prima el material para el sustento de la empresa. Aparte de esto realizan abono natural conocido como compostaje. Producto de esta labor, acuden estudiantes de universidades de Medellín capacitaciones en el tema
diariamente colegios y para recibir ambiental y
de paso se les enseñan valores como el respeto, la tolerancia, el perdón, la honestidad, entre otros. “Anteriormente a los padres les daba desconfianza que sus hijos se juntaran con nosotros y ahora los colegios y las guarderías llegan para que les demos una capacitación, eso es construir paz”, afirma Joaquín. Dentro de todas las actividades culturales, ambientales y educativas que se realizan en el Cerro de los Valores está la creación de figuras artesanales a escala hechas con varillas, costales y pintadas con aerógrafos, trabajo que ha sido ganador por 3 años consecutivos de uno de los concursos que realiza la Alcaldía de Medellín en diciembre. “En las figuras tenemos animales como hormigas que simbolizan el valor del trabajo en equipo y eso es lo que nos representa a nosotros ahora”, recalcó Calle. Todas las acciones que realizan las 12 personas desmovilizadas que trabajan en el Cerro, van orientadas a la reparación de la comunidad, además, quieren que la sociedad no los estigmatice más por un pasado que quieren olvidar. “La justicia tiene una faceta que es el derecho a la oportunidad, todos cometemos errores y hay personas como nosotros que estamos dando un paso a la reconciliación, entonces no nos tienen que marcar por siempre”, dice Joaquín con una mirada que refleja la esperanza de ver algún día su país en Paz.
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ésar López es un músico bogotano que ha encontrado en la música y el arte una forma de aportar a la construcción de paz en Colombia. Conocido por ser el creador de la ‘escopetarra’, una AK 47 convertida en guitarra, como símbolo de la no violencia, César se ha caracterizado por su compromiso con temas sociales a través de iniciativas en las que las víctimas son las protagonistas y también en proyectos que contribuyen a la construcción de memoria histórica a través de la música.
Por: Diana Suárez Díaz
La música como instrumento de memoria histórica
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Actualmente hay 27 ‘escopetarras’. Cada una se exhibe en museos y casas culturales en diversos lugares del mundo. En la India, en el Museo Gandhi; en Berlín, Alemania en la Casa de las Culturas; en España en la Casa de América de Cataluña; en París, Francia en la Unesco y en ciudades como Nueva York, Viena, Río de Janeiro, entre otras. En Colombia hay tres ejemplares, una en el Museo de Antioquia, otra en el Museo de la Policía de Bogotá y la primera que se diseñó se encuentra en la casa del músico. En entrevista con la revista ‘Paso a Paso’, César compartió sus posiciones sobre el verdadero papel del arte en la construcción de una mejor sociedad y sobre otros proyectos relacionados con la música y la paz.
¿En qué momento César López decide imprimirle a su carrera el interés por los temas sociales y de no violencia? Desde el año 94 yo tocaba en clínicas psiquiátricas, en centros donde había niños con situación de discapacidad, ciegos, enfermos y en cárceles. Fue pura curiosidad y eso me fue llevando a involucrarme con estos temas. Yo hacía parte de ‘Poligamia’ que era un ejercicio muy comercial. En el 97 digo ¡no más!. Lo mío va por otro lado. Y ha sido como la carretera destapada que va al mismo punto, pero que está en construcción. Luego vinieron proyectos como ‘Toda bala es perdida’ y 24 – 0. La primera tiene una finalidad pedagógica artística y social con canciones para aportarle a Colombia otras miradas y nuevos argumentos en la construcción de paz. El disco es gratuito y puede descargarse en www.
todabalaesperdida.com La segunda consiste en que cada 2 de octubre, día mundial de la no violencia y el nacimiento de Gandhi, haya 0 muertes violentas por 24 horas. La experiencia se ha replicado ya en 10 países.
¿En qué consiste la iniciativa de donación de instrumentos a víctimas del conflicto que impulsa actualmente? Todo inició porque doné unos instrumentos de vallenato en Las Pavas, Sur de Bolívar. Empiezo a darme cuenta de que eso que parecía algo tan sencillo, que una comunidad tuviera unos instrumentos, realmente lo que posibilitaba era que estas personas contaran cómo el conflicto armado había afectado sus vidas, pero también cómo era el pueblo y quiénes eran sus habitantes. De ahí nació la propuesta de crear un banco de instrumentos.
¿Cualquier persona puede donar un instrumento? ¿Cuáles son los parámetros? Además de la posibilidad de que empresas donen instrumentos, la idea es que personas particulares también lo hagan. Algunos acompañan la donación de una carta. La idea no es entregar instrumentos que están estorbando o en mal estado sino que signifiquen algo para el que los dona. Se está creando un mecanismo para que cada persona sepa dónde estará el instrumento que donó, a través de un correo o herramienta virtual que permita saber en qué comunidad o municipio del país está el mismo.
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La idea es que esta iniciativa sea permanente. El proyecto también contempla beneficiar a los jóvenes. Hay ‘pelados’ que no son músicos, pero recibir estos instrumentos ayuda a que no se metan en problemas. De esta forma también se previene el reclutamiento por parte de pandillas, combos o grupos armados.
¿Si un ciudadano quiere donar un instrumento, cuál es el protocolo? ¿A quién debe acudir? El mecanismo para donar el instrumento se hace a través de los centros de atención de la Unidad de Víctimas y ellos se encargan de que el instrumento no dé vueltas y se pueda identificar el lugar más cercano donde está el instrumento y el que lo necesita.
¿En qué zonas del país ya se han donado instrumentos? En El Tigre, Putumayo; Las Pavas, sur de Bolívar; Aquitania, Antioquia. El reto es que el proyecto se replique en unos 100 lugares. Yo tengo una estadística que a mí me ayuda a entender el sentido de este propósito. Y es que con lo que cuestan los bombardeos de una noche dotamos esos cien grupos o personas de todos los equipos que necesitan.
En este momento se habla mucho de paz, ¿cómo no caer en lugares comunes y realmente contribuir desde la música para que el aporte sea real? Actualmente hay muchas canciones por la paz. A mí me preocupa la tergiversación profunda del mensaje. Todo el mundo está pegado a la palabreja. Yo me pregunto: ¿Qué debería suceder en realidad? Y creo que una acción unida con la de otro, comienza a crear un clima de que esto es importante, que no es un ejercicio aislado. Es una vaina que se respira permanentemente y eso es lo que se identificaría con una cultura de paz. En el momento en que todo el mundo está hablando del tema en una revista, en una canción, en una obra de teatro, en una danza, pero de una manera propositiva y respetuosa realmente se puede contribuir.
¿Considera que se ha caído en pensar que el arte lo resuelve todo? ¿Cómo evitar esto? Ese tema del arte y la transformación social y la paz es una cosa que en todo el planeta sigue siendo un proceso en construcción. No es algo que sepamos hacer todavía aquí. Es un proceso que va lento todavía. Hay gente que lo hace por el lado de los ancestros, la pacha mama, de formas técnicas y prácticas. El tema allí es poder delimitar qué es lo que el arte está en capacidad de hacer y no creer que hay una respuesta mágica, -que no la hay- y yo soy precisamente más de una política de dejar de estimular la idea de que el arte lo resuelve todo. El arte sí contribuye a generar espacios pero necesita tener el direccionamiento correcto. Lo que si pienso es que hay niños que se acercan al arte y por ser un tema que estimula los sentidos desde pequeños, crecen con una paleta más amplia
de sensibilidades, pueden ser más sensitivos, más solidarios y ahí pienso que el papel es súper fundamental.
¿Teniendo en cuenta que el arte no puede ser una solución considera que sí puede ser una herramienta para la construcción de memoria histórica? El arte como herramienta de memoria histórica es poderosísima. Casi que uno podría escuchar todas las canciones de Mercedes Sosa y Charly García para saber lo que pasó en Argentina durante la dictadura militar. Aquí en Colombia hay muchas canciones de comunidades como las de El Salado (Bolívar) y Bojayá (Chocó) que nos cuentan el antes y después de las masacres y también hay comunidades como la de Las Pavas que con su propia voz están contando su historia. Yo creo que finalmente la música le genera a quien la ejecuta una cosa que muchos de los muchachos -ya sean víctimas o personas desmovilizadasnecesitan, y es que les devuelve su autoestima, resaltan en medio de su grupo social, y si lo que hacen es bueno, esos muchachos pueden llegar a pensar que su camino es el arte. Con pleno convencimiento de que es necesario dimensionar correctamente las expectativas de lo que se puede lograr con el arte, César López recuerda que tuvo la oportunidad de conocer a un joven que construía los estudios de grabación para alias ‘Julián Conrado’, conocido como el mariachi de las Farc. Para él era muy interesante porque este joven construía las paredes de insonorización con árboles, plantas y materiales que generaban un espacio acústico dentro de la selva. “Este es un conocimiento valiosísimo”, afirma. En caso de una desmovilización de las Farc y el ELN, López espera poder trabajar con aquellos que quieran dedicarse a temas relacionados con la cultura, teniendo en cuenta que el arte también involucra actividades conexas como organizar tarimas, sonido, video y luminotécnica y no necesariamente implica estar frente a un escenario. Con el decidido compromiso para contribuir a la paz, César López se considera en continua resistencia a la violencia. Para él “toda bala es perdida y toda víctima es hermana”.
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urante el Festival de la Leyenda Vallenata del 2013, el cantante mexicano Juan Gabriel visitó la ciudad de Valledupar (Cesar) para realizar una actuación. Esa vez no solamente cantó y deleitó a su fanaticada, sino que también se dejó impresionar por el talento de un artista que a través de sus pinturas refleja la magia de aquella ciudad vallenata. Sin saberlo, Juan Gabriel se interesó en un cuadro realizado por un hombre que años atrás había pertenecido a un grupo armado ilegal, pero que ahora se dedica a su más grande pasión: el lienzo y el pincel. “Sé que hay pinturas mías en Estados Unidos y otros países de América Latina. Lo más cómico del tema es que nunca he estudiado nada de arte, es innato”, admite Jainer.
Por: Giuseppe Palacino Villamil
Así es la vida del pintor vallenato después de venderle su obra a Juan Gabriel
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En un rincón de la improvisada sala de la casa de Jainer Quintero reposan más de 20 cuadros, de distintos tamaños, distintos cada uno del otro, pero parecidos a la vez por manejar la técnica de impresionismo. El polvo que puede haber en el lugar no es capaz de deteriorar los lienzos que el hombre de 37 años de edad trabaja en sus tardes libres como una pasión y un vicio al mismo tiempo. El calor que hace en el barrio ubicado al sur de Valledupar, capital de departamento del Cesar, se mantiene sobre los 30 grados centígrados, y con un pequeño tejado que cubre el patio Jainer trabaja sus creaciones. En momentos de temperatura intensa descansa y bebe un vaso de gaseosa que le brinda su esposa Nelly, con la que tiene dos pequeñas, de 5 y 2 años. Bajo la sombra que le brinda la teja de metal está su mesa de madera, el caballete y la paleta de colores que cuelga en la puerta de entrada como si fuese un símbolo de que allí vive el pintor de Valledupar, ese que en el Festival Vallenato resultó afortunado por la compra de un cuadro por parte del ‘Divo de Juárez’, pero que nada de prepotencia y arrogancia por el hecho demuestra. Para él es otro cliente más que se fijó en sus dibujos. Sentado en una silla, ya en su taller, el vallenato cuenta que se crio solo, su padre y su madre ya murieron, y lo abandonaron cuando tenía 15 años. “Comencé a vivir una vida sin rumbo, desde ahí empecé a trabajar en Maicao (Guajira) como comerciante
con un señor que me ayudó. Pero me sentía solo y aburrido, de ahí salí para Barranquilla, donde vivía una hermana. Luego volví a Valledupar y comencé a estudiar”. Sin embargo, Jainer dejó sus estudios y en el año 2004 ingresó a las filas del grupo Mártires de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), “ese fue un cambio rotundo, yo no me metí porque quisiera hacerlo realmente, sino por necesidad. Luego de cuatro años llegó la desmovilización colectiva y pude salir”, comenta. Cuando Jainer dejó el grupo armado comenzó el Proceso de Reintegración que brinda el Gobierno colombiano a través de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), en el que lleva cerca de seis años. Tiempo en el que ha terminado su bachillerato y se ha capacitado en mecánica automotriz y diseño de interiores, ambos cursos por medio del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena). En el 2008, mientras estaba en Barranquilla, se enamoró de quien hoy en día es su esposa, un año después se fueron a vivir juntos a Valledupar y aparte del bichito del amor, el gusto por la pintura también lo picó. “Sin hacer cursos ni nada empecé a pintar. Aunque siendo niño cogía pedacitos de icopor del que viene en los electrodomésticos, y hacía figuritas, de Mickey Mouse y otros personajes. Se las regalaba a mis amigos del colegio, algunas me las compraban”, recuerda. Mientras mira la fachada de su casa en ladrillo, llena de puntillas para colgar sus dibujos, Jainer recuerda cómo se inició en esta labor. Comenta que fue cuando estaba en Barranquilla. Allí conoció a un amigo, que había hecho un curso en Bellas Artes. “Un día me dijo ‘¿quieres pintar?’ Me pasó una cartulina y un pincel; y comencé a pintar mis primeros mamarrachos”. Mientras comentaba su anécdota, el hombre, ya con actitud de artista, sacaba los cuadros arrumados en el interior de la construcción. Colgó el primero, uno de los más grandes, explicando que era ilusionismo, de inmediato los colores resaltaban encima de la sobria vivienda. Uno a uno fueron puestos en todas las puntillas que hallaba y la vivienda resultó tener más color que cualquier otra, llamando la atención de quienes pasan por allí. Continúa su relato y admite que ya en Valledupar comenzó a trabajar más fuerte en el tema, buscaba ideas en
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17 libros, investigaba en enciclopedias y compró su primer lienzo. “Ese fue un cuadro típico, lo tienen en Barranquilla, era un acordeón abierto, una guacharaca y unas montañas. Me gusta pintar los paisajes de mi país. Una psicóloga que me atendía como parte del Proceso de Reintegración me lo compró”. Fue entonces cuando en el barrio San Joaquín, al sur de Valledupar, en donde nació y se crio, conoció a Agustín Nieves, un pintor que vivía en la ciudad. “Yo estaba haciendo un cuadro de una pareja desnuda. A él le gustó, pero me dijo que fuera a su casa para darme algunas instrucciones por unos errores que me había visto. Hablando con él le comenté que nunca había estudiado arte. Entonces Agustín dijo: pues si no has estudiado arte no tienes errores”, narra. Este hombre le enseñó cosas básicas, le mostró cómo aflojar la mano con ayuda de planas de figuras geométricas y le dio un block para que practicara. Pero Jainer no usó el papel, al contrario cogió los pocos lienzos que tenía en su casa y comenzó a practicar en
ellos en sus ratos libres, pues siempre alternó la pintura con trabajos de construcción, remodelación de espacios y paradójicamente pintando, pero casas. Nelly Galeano mira desde la puerta de la casa cómo Jainer cuenta su historia, entre risas comenta que ella también pinta, pues se dedica a labores de belleza y según ella “pintar las uñas también tiene su ciencia”. Mientras tanto, Jainer recuerda el día que, sin pensarlo, dibujaba el cuadro que estaba expuesto en una muestra artística durante el Festival de la Leyenda Vallenata del 2013, junto a otras pinturas de Jainer y de muchos artistas más de la región, de renombre y conocidos ya por su trayectoria. En el corredor del Centro Comercial Guatapurí Plaza se ubicaban las pinturas y artesanías, mochilas arhuacas y hamacas típicas de la región, todo estaba dispuesto para deleitar al famoso cantante. Dentro de ese paisaje de artesanías hubo una pintura que llamó la atención de Juan Gabriel, era el paisaje del río Guatapurí, de inmediato la encargada
de la exposición, Leydis Montero, le explicó al intérprete que se trababa de una obra hecha por un ex combatiente de las Autodefensas, y que ahora estaba en un proceso de retorno a la sociedad. Este aspecto llamó la atención de Juan Gabriel y no dudó en llevárselo. El pintor vallenato, aún con el vaso de gaseosa en la mano, afirma que “el cuadro era el río Guatapurí, cuando uno llega ve una estatua de una sirena, pero yo decidí reemplazarla por un hombre tocando acordeón. Cuando estaba haciendo el cuadro, a pesar de que no había iniciado el festival de ese año, ya el ambiente era de fiesta y se sentía que se aproximaba. Por eso la reemplacé”. Además, el agua del cuadro no es azul, pues según su autor era un anochecer, así que optó por dibujarla oscura. El hombre tocando acordeón lo plasmó basado en su sobrino, quien toca el instrumento. Pero justo este dibujo ya tenía dueño, Jainer se lo había vendido al encargado de la ACR en su región en ese tiempo. Así las cosas, el cuadro solamente estaba en exposición, no a la venta.
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Eduardo Santos, ex coordinador de la ACR en Valledupar, recuerda que compró el cuadro de Jainer y lo colgó en su oficina. “Yo admiro su forma de pintar y le he comprado varios (cuadros), de hecho ese fue uno de los primeros que le compré, ese puntualmente lo tenía colgado en mi despacho, junto a otros tres”. Ahora, un año después, recuerda la cómica situación cuando se enteró que su cuadro no retornaría a la oficina, sino que iba a ser empacado directamente al país azteca. “Lo jocoso del caso, es que el día de la muestra artística del Festival Vallenato yo accedí a que se
Jainer le mostrara al hombre, al otro lado de la línea, su agradecimiento por haberse fijado en su talento.
llevaran mi pintura para complementar la exposición, jamás me imaginé que el cuadro iba a resultar vendido”.
sus cuadros por coincidencia a otros lugares.
A pesar de su rotundo éxito, que le permite vender sus cuadros a varios clientes, que lo buscan, le encargan y le apartan sus dibujos, la humildad de Jainer es lo que primero salta a la vista. Puede que no todos los días le venda un cuadro a un famoso de renombre, pero da todo de sí para que, sea quien sea, quede complacido con su trabajo. Incluso, admite que sus cuadros se encuentran en el exterior, pues clientes que conoce en su tierra han llevado
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Como era de esperarse, la compra de la pintura tuvo tal resonancia en los medios de comunicación que llegó a oídos de un medio mexicano. Los periodistas se contactaron con el vallenato y con el cantante, y por vía telefónica los presentaron. Jainer ríe mientras cuenta que “yo no me esperaba la llamada de Juan Gabriel, de hecho me tomó por sorpresa, conozco a muchas personas que se llaman Juan, en el momento no caí en cuenta. Ya cuando escuché el acento y me dijo que era el cantante lo ubiqué”. Hablaron poco, casi un minuto, pero fue suficiente para que
No se sabe si Juan Gabriel colgó su cuadro en alguna pared de su hogar o si lo regaló a un ser querido, tampoco se habla del precio que pagó, pues Jainer y él – en esa corta llamada pactaron no hablar del tema, pero lo que sí se sabe es que este hombre, vallenato, sin estudios en arte, sin universidad, y con un don que trabaja día a día lo deslumbró y se llevó más que aplausos de Colombia, se llevó un pedazo del río Guatapurí, sin sirena, pero con acordeón.
¿Qué busco como artista con el arte en la Reintegración?
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O
toniel Romero es actor profesional, con experiencia en iniciativas culturales y artísticas con población vulnerable, como habitantes de calle en la ciudad de Cali. Hace más de 20 años trabaja en temas de construcción de paz, vivió de cerca las desmovilizaciones de los grupos de autodefensa, trabajó con el antiguo Programa para la Reincorporación a la Vida Civil PRVC, del Ministerio del Interior y Justicia, luego con la Alta Consejería para la Reintegración, ahora Agencia Colombiana para la Reintegración. En las trochas del Magdalena Medio, un día un campesino le preguntó a Otoniel Romero qué buscaba con el arte en los caminos de la guerra. Para dar respuesta a este interrogante Oto, como lo llaman sus amigos y compañeros, escribió este artículo. Busco con el arte recuperar la risa, la risa espontánea y fresca, la subversiva risa que humedece los labios, la que nace en lo más profundo de los sueños, la que se hace sol, la que se hace fuego. Busco con el arte desmontar la mueca; la mueca desdentada de mirada de hielo: gesto sutil y violento, calculado, montado, aprobatorio del crimen y usado como escudo para aparentar la fuerza y esconder el miedo.
Busco con el arte recuperar el espacio para los sueños y lo busco entre la hojarasca triste de la desilusión y el desencanto donde la muerte lo encierra: espacio que no ha muerto, que está herido, pero vivo en algún rincón de los habitantes de esta miseria. Busco con el arte rescatar de la violencia, en el hacinamiento y con aquellos a quienes se miran como harapientas montañas de basura humana el espacio para el juego, y propicio y comparto con ellos segundos vitales de pintura, música, teatro, cuento, risas, juegos; segundos vitales donde se re-crean sus cuerpos, sus historias de vida y la realidad que les rodea y por segundos logramos que la vida sea bella. Segundos que quiero se hagan minutos, minutos horas, horas días, días meses, meses años, años vidas…. en fin, busco que descubran y construyan una nueva opción de vida. Con el arte labrador, el arte que toma partido, con el arte como medio y objetivo, armado de amor, hinchado de alegría, busco como artista y sobre todo, como ser humano contacto con aquellos habitantes cercanos al infierno que tienen bien sea dormido o escondido o castigado o estampillado en sus cicatrizados cuerpos, corazones de hombres y mujeres donde gracias al arte, encontramos potenciales hombres y mujeres de un mundo nuevo.
Y gracias al contacto físico, al abrazo, al apretujón, a la invitación a mirar y a sentir sus cuerpos y a mirar y a sentir (no como fin) el cuerpo del otro, a la consideración de sus palabras, a la consideración de sus aportes en nuestro juegos, al reconocimiento de sus garabatos, de sus cuentos, del papel que doblan, del modelado, del juguete que han hecho; a la aceptación de sus olores o simplemente gracias a escucharlos y a mi silencio, he podido adentrarme en sus mundos y habitar en ellos, y que sus mundos me habiten y hagan grande el acto de ser un juglar: portador de la risa, el amor y el juego, en un espacio donde impera el silencio, el desamor y el miedo. Busco con el arte opacar el reflejo de los cuchillos. Busco con el arte relajar el ceño. Busco con el arte un inventario de vidas y no de muertos. Busco como artista rescatar a un hombre a través del arte y a través del juego. No les quitaré el hambre, a lo mejor tampoco les encontraré empleo, pero sí creo que con el ARTE, en sus vidas, lograremos que la VIDA haga ECO.
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uando suena una cumbia o un mapalé, todos los huesos de su cuerpo se mueven al son de las tamboras. Con este movimiento no solo encuentra un sentido a su vida, sino que olvida que perteneció durante seis años a un grupo armado ilegal en Arauca y, según lo afirma, por una causa sin sentido. Alexis Alarcón, de 24 años de edad, practica la danza desde que era un niño. Recuerda con una sonrisa en su rostro, que duraba horas y horas bailando en el colegio, con el único objetivo de ser el mejor. Con lo que nunca contó, era que su destreza para el baile, sería utilizada para reclutar niños y jóvenes a los grupos armados al margen de la ley.
Por: Jorge Barreto Guzmán
Danza y Reintegración, juntos por la Paz
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Así vivió gran parte de su adolescencia en lo corrido del 2005, practicando su más versátil pasión, y motivando a otras personas a hacer parte de los grupos guerrilleros que operaban en Arauca y sus alrededores. Esto lo hacía por la influencia de su papá, un comandante de las milicias del frente décimo ‘Uriel Londoño’ de las Farc. Sus profesores y amigos de infancia siempre reconocieron que su talento y gusto por las artes lo llevarían al éxito, y pese a los tropiezos que ha tenido en su vida, Alexis sigue recorriendo caminos y sobrepasando obstáculos para obtenerlo. Luego de su desmovilización en el 2011, la búsqueda por conquistar sus sueños, lo trajo al lugar indicado, la capital musical de Colombia. Allí, ha podido terminar sus estudios de bachillerato y actualmente se encuentra estudiando Entrenamiento deportivo en el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) Tolima.
La familia, su mayor motivación Aún recuerda a su abuela, quien lo crio desde niño en un sector muy humilde en Arauquita y le decía constantemente: “Su mamá es una prostituta y lo dejó abandonado en una carretera“. Según ella, esto sucedió cuando Alexis tenía escasos tres meses de haber nacido.
Esas palabras, se convirtieron para Alexis en una sombra que lo acompañó durante toda su infancia y adolescencia, sin embargo, pese a crecer con la idea de ser abandonado por su madre, siempre permaneció en él la ilusión de conocer algún día a su
progenitora y preguntarle a ella misma si lo que decía su abuela era cierto. Poco a poco, esta sombra se convirtió en una luz, en el resplandor que motivó a Alexis a dejar de hacer parte de la milicia, para encontrar a su madre. Así se dieron las cosas luego de ser visto una mañana de julio del 2012 por una tía, quien al ver el parecido físico de Alexis con su mamá, no dudó un momento en preguntarle su nombre y procedencia. “Yo conozco a su mamá”, afirmó su tía con propiedad. En ese instante, la vida de Alexis dio un giro de ciento ochenta grados. Su emoción y curiosidad por conocer a su madre, superaron los ideales infundados en el grupo armado ilegal y lo motivaron a abandonar este estilo de vida, mezclado entre sus actividades escolares y la danza. Como si fuera una novela, Alexis y su tía planificaron el encuentro que trajo la mayor felicidad para madre e hijo. En una tienda de Bogotá, Alexis llegó y vio a su mamá, quien se encontraba atendiendo el local, y con sentimientos encontrados de alegría, temor e incertidumbre, se dieron un primer abrazo, que fue suficiente para reconocer que el amor familiar y la búsqueda de la verdad son suficientes para dejar un pasado atrás y empezar una nueva vida. Hoy, conoce a sus dos hermanas menores y tiene una excelente relación con ellas.
Vida con arte Pese a que Alexis pasó una infancia y adolescencia haciendo parte de los grupos armados ilegales y estuvo inmerso en la cotidiana violencia de la región Araucana, hoy en día, se ha esforzado por ser un destacado líder artístico y deportivo en Ibagué. Sus logros se evidencian al dirigir grupos de más de 30 personas, que al igual que él, comparten su pasión por la música y la danza. Ha sido merecedor de varios premios, obtenidos en concursos intercolegiales, donde los grupos bajo su dirección se han destacado y sobresalido a nivel regional. Cualquier espacio abierto o cerrado, grande o pequeño, con facilidad Alexis lo convierte en un escenario donde puede ensayar y descargar una alta dosis de energía al son de las guabinas, bambucos y ritmos caribeños.
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Por esta razón, ha descubierto en la docencia una manera de generar pasión y motivar a las nuevas generaciones para disfrutar cada instante de la vida, viviendo en familia y construyendo Paz desde el arte. Sueña con ser un licenciado de las artes y el deporte. “Yo cometí un error, del cual hoy me arrepiento, pero he tenido una segunda oportunidad que me brindó la vida, y no la desaprovecharé”, afirma Alexis Alarcón, quien hoy, gracias al apoyo de muchas personas que creen en la paz,
la reconciliación y la reintegración, le han brindado una mano amiga para que continúe viviendo una vida llena de desafíos positivos para él.
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n la ciudad de Villavicencio vive una mujer que teje con versos, rimas y prosas la historia de la guerra, el desafío de la vida y la fortaleza de sus sueños, una mujer que escribe por gusto, por pasión, por convicción y porque desde pequeña entendió que a través de las letras podía sanar sus heridas y reinventar su propia realidad. Ella es Diana Carol Forero, quien se interesó por el tema de la escritura desde que tenía 13 años y empezó a conocer a los poetas de ‘Entre letras’, un grupo cultural que existía en aquella época en su lugar natal, Villavicencio. “Yo era una niña poeta, después la guerra me mató la musa y viví ausente de mí misma por muchos años”, recuerda ella con nostalgia.
Por: Mónica Pedraza Verbel
Letras cruzadas, un nuevo comienzo hecho palabra
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En el sofá de su modesta pero acogedora casa y frente a los trofeos que ha ganado por sus obras, Diana relata su historia entre la tranquilidad y las sonrisas que la caracterizan. Empieza por contar que formó parte de las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), ingresó por voluntad propia porque en su adolescencia después de residir en Bogotá, cursar algunos semestres de ingeniería y regresar a vivir con su madre cerca del departamento del Tolima, sufría de constantes depresiones que la llevaron a tener intenciones de suicidarse. Afirma que a pesar de su deseo de no vivir más no era capaz de hacerse daño y creyó que ingresando a este grupo al margen de la ley moriría pronto y en cualquier instante. Recuerda que se arrepintió a los pocos días y que esta decisión le costó 12 años en la guerra. Cuando estaba en el grupo armado conoció a su actual esposo y quedó embarazada, al tener a su hijo escaparon juntos e iniciaron el Proceso de Reintegración en noviembre de 2010. Diana, quien actualmente se desempeña como promotora de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) en el departamento del Meta, afirma: “He ido avanzando en mi ruta, en la construcción de mi proyecto de vida y el de mi familia, con el apoyo del proceso terminé técnico en cocina, actualmente estoy estudiando psicología en la UNAD –Universidad Nacional Abierta y a Distancia- y he podido continuar con el oficio literario”.
A lo largo de su vida, esta escritora se ha destacado obteniendo méritos y reconocimientos entre los que se encuentran ser egresada del taller de poesía de la Universidad Nacional en 1994, del taller de escritores de la Universidad Central en 1995, del taller de poesía de la Universidad Externado en 1996 y finalista en el concurso de Poesía Prensa Nueva de Ibagué en 1996. En el año 2013 se vinculó al taller de literatura de IDEARTES y obtuvo el primer puesto en el concurso de cuento corto virtual de la UNAD y el segundo puesto en el concurso de poesía de la misma institución. Hablar de sus poetas favoritos hace que mencione los nombres de José Asunción Silva, Federico García Lorca, Juan Manuel Roca, Sandra Uribe Pérez, Gustavo Adolfo Becquer, Antonio Machado, Pablo Neruda y Mario Benedetti. Entre ellos destaca la obra del uruguayo Benedetti, pues asegura que sus letras son universales, de lectura fácil e interesante. “Yo quisiera tener esa facilidad de construir palabras tan bellas y a la vez tan sencillas, esa es una de mis metas, escribir para que todos me entiendan”, agrega. Antes de ingresar al conflicto armado Diana escribía sobre el amor, sobre la vida, el dolor y la muerte; ahora le escribe a la paz, a la reconciliación, a la ilusión, le escribe a su hijo -su mayor motivación-, le escribe a un nuevo comienzo. “Así escriba acerca de una flor o describa el sol que brilla, siempre quiero mostrar que podemos vivir en paz, que la paz empieza por nosotros y que todos debemos desarmar los corazones”. Cuando habla de Johan, su pequeño hijo de cuatro años, se muestra conmovida y orgullosa porque como ella misma lo expresa, él fue quien la trajo de vuelta a la vida, y por él es que ahora lucha día a día para construir desde sus acciones y sus palabras un mejor país. Diana vive para su hijo, pues cuando decidió enfrentar a la guerra por ser madre, entendió que Johan era la prueba de que en medio de la muerte se podía amar a la vida y luchar por ésta. Actualmente, tiene tres libros inéditos: ‘Fórmula para un exorcismo de piel’, Poesía, 1995; ‘Sin límites – Borderline’, Novela, 2013 y ‘El canto del fénix’, Poesía, 2014, estos textos no han sido publicados oficialmente
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pero Diana espera que su obra vea pronto la luz. Asegura convencida que continuará escribiendo mientras tenga vida porque encontró en el arte de las letras la fórmula para sanar sus propias heridas, el camino para contar a través de múltiples lenguajes su historia y la manera más contundente de contagiar al mundo su deseo de paz. FRAGMENTOS Dislexia
Ideografía
Hubo un momento -de esto hace un tiempoen que sentí que no podía ya seguir jugando con las palabras. Ahora ellas juegan conmigo.
… para qué jugar ajedrez con el lenguaje, si es en el simple y brutal canto de la vida y la muerte donde el color de las palabras encuentra mejor su significado.
Dialéctica pacífica La paz, intrincado acertijo de conjuras y rumores finalmente nos emboscará en la penúltima esquina de una recién planchada esperanza que, con el país de ensueño florecido en el ojal sonríe aguardando anhelante a la entrada del museo …
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L
a cita era a las 4 de la tarde en los bajos del edificio Coltejer en la ciudad de Medellín, era viernes y los truenos anunciaban que la lluvia estaba pronta a caer. Yo estaba de pie caminando un poco impaciente dándole tiempo a Jorge y a Orlando para llegar. En medio del ruido y el ir y venir de la personas el tiempo pasaba más lento de lo habitual. Quince minutos después de lo acordado Jorge y Orlando llegaron a la cita, -“el tránsito de la ciudad es cada vez más complicado”- aseguraban mientras nos saludábamos y entrabamos al lugar. Jorge y Orlando son dos amigos de apariencia bonachona y muy sonriente, que comparten la pasión por el canto como medio para expresar sus pensamientos y llevarle al mundo mensajes de paz. Hoy conforman el grupo musical ‘Los auténticos parranderos’, pero esto, no siempre fue así.
Por: Paula Jaramillo Vásquez
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La Paz se escribe con P de Perdón
Después de entregar los documentos de identidad, ingresamos a las instalaciones de RCN Radio en Medellín, tal como le había prometido a Jorge íbamos a grabar una nota de radio sobre su testimonio del cambio y de cómo por medio de la música y de la fe había regresado a la vida. Una vez en cabina y como si estuvieran acostumbrados a las consolas de sonido y a los micrófonos, invitan al resto del grupo conformado por los hijos de Orlando, quienes con sus instrumentos y uniformes dejan ver la seriedad con la que toman su oficio. Antes de conformar el grupo ‘Los auténticos parranderos’, Jorge hacía parte de las Farc, y Orlando era parte de los cientos y miles de campesinos que eran desplazados por grupos armados ilegales, justamente en la misma región donde operaba Jorge. La vida al cabo de unos años había unido en otro escenario a los que antes habían sido víctima y victimario. “Detenerme en el pasado es absurdo porque hoy tengo mis ojos puestos en el futuro; sin embargo, para mí es un regalo de la vida estar hoy dando testimonio del cambio y de lo que la fe y el buen obrar han hecho por mí. Me desmovilicé en el 2008 de las Farc y cuando realicé mi Proceso de Reintegración en la ACR rescaté una fe que tenía dormida, así que me formé y
empecé como pastor en una iglesia”, relata Jorge. “Dar testimonio del cambio en mi vida ha sido mi mayor motivación, fue allí donde conocí a Orlando, un buen hombre, con una bella familia, quienes me abrieron las puertas de su vida y hoy juntos componemos y cantamos canciones por un país en paz”, agrega Jorge, quien en medio de la entrevista busca la mirada cómplice de Orlando que escucha atentamente. En el fondo de la entrevista se alcanzan a escuchar fragmentos de una canción que habla de la paz; esa paz que hoy es pan de cada día en los medios de comunicación y la vida cotidiana, y de la que muchos hablamos sin preguntarnos cuál es nuestro papel para alcanzarla. En medio de la entrevista, Orlando con sensatez define lo que para él es la principal fórmula para conseguirla. “La paz no es otra cosa que un propósito personal y un compromiso con nuestros propios principios. Cuando conocí a Jorge como pastor de la iglesia quise asistir a la predicación de alguien, que antes había provocado dolor y angustia en mi vida; sin embargo, algún día tuve la oportunidad de escucharlo y sin entender ni aceptar muchas cosas de las que hizo, conocí su pasado, creí en el presente que vive y le aposté al futuro que estaba construyendo, descubrí un gran ser humano, un muy buen amigo y un socio para el canto”, asegura Orlando mientras le da una palmada en la espalda y le aprieta fuertemente el hombro a su compinche. Entre risas, canto y miradas cómplices pasa la tarde en el estudio de grabación de RCN Radio en Medellín. Vamos recogiendo y organizando todo para salir, mientras Edilberto -la persona encargada del máster- indaga sobre la historia, precisa detalles y trata de entender la realidad del país desde sus protagonistas. “Es una historia de reconciliación muy bonita, y uno no siempre puede conocer a estas personas en vivo y en directo, es un ejemplo de lo que debemos hacer en la sociedad, replantear nuestras vidas y darle espacio a las personas que se han equivocado”, concluye Edilberto mientras nos acompaña a la salida.
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A la izquierda Jorge Gómez y a la derecha Orlando Calderón del grupo Auténticos Parranderos
Con un apretón de manos de esos que se sienten sinceros, Jorge y Orlando se despiden y agradecen que esta ventana sea abierta, para contar por medio del testimonio, que la paz se escribe con P de Perdón.
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“Sentí que los pasos se acercaban y apreté los ojos para fingir que estaba dormida, a ver si se iba y no me llamaba, pero el milagro no ocurrió”, así inicia el relato de Luz Paulina de la Rosa, una mujer de 49 años que vivió en carne propia la guerra. Estas palabras las escribió siete años atrás, cuando, como parte de una actividad de su Ruta de Reintegración, el camino que deben recorrer los combatientes que dejan las armas y desean ingresar a las filas de la paz, plasmó su experiencia de vida junto a otros 37 compañeros con el fin de recopilar sus vivencias en el libro ‘Retomo la palabra’.
Por: Giuseppe Palacino Villamil
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El poder de la palabra
En el bolso de cuero café que carga Luz Paulina guarda el manuscrito de la historia que escribió hace siete años, con algunas correcciones, tachones y borrones cuenta el inicio de una vida en la guerra y las filas del conflicto armado colombiano. Pero todo parece que quedó allí, en el papel, su mirada viva y ojos verdes que transmiten esperanza se mantienen fijos cuando habla de la nueva persona que es. “El Proceso de Reintegración me enseñó a amar y vivir tranquila”, comenta mientras pone en el escritorio la historia de su vida. Vida que la inspiró a compartir sus vivencias con los demás como una forma de dejar atrás el pasado tormentoso que inició una mañana, en el sur del departamento de Bolívar, a sus 26 años. Para ese entonces ya tenía una familia, vivía con su esposo y sus tres hijos, pero no era una mujer feliz. Estaba cansada del maltrato en su casa y de las constantes borracheras de su esposo, con quien llevaba 14 años. Un día decidió huir, esperó a que fueran las 4:30 de la mañana, su esposo subió la montaña para ir a trabajar, cuando éste desapareció entre la oscuridad de la madrugada se metió en el rancho a alistar su partida. “Entré con pasos apresurados al rancho, llamé a mis tres hijos (de siete, dos y un año en ese momento), alisté una mochila, esculqué su bolso y hallé ochenta mil pesos. Eché cosas de comer, fui al patio y agarré una gallina para venderla en el camino, monté a mis hijos en una burrita y decidí dejar todo atrás”, relata Luz Paulina. Pero ese no fue el final feliz de su cuento, por el contrario era el comienzo de su vida en un grupo armado ilegal. Cuando bajó por la carretera llegó a un caserío en donde estaba la guerrilla,
la llevaron a su campamento y la apresaron junto a sus hijos por ocho días. Un miércoles en la mañana hubo un enfrentamiento con militares y los guerrilleros tuvieron que huir, dejaron a Luz Paulina y los tres pequeños atrás en medio del fuego cruzado. “De ahí me dirigí a Valledupar a la casa de mi madre, con la ropa que tenía puesta y mis tres hijos, sin una sola moneda. Pero ya estaba más tranquila, empecé a trabajar en lo que me saliera, lavaba, atendía en restaurantes, cocinaba, pero pasaba muchas necesidades. Luego ocurrió lo peor, mi mamá murió y ya no tenía quien me cuidara a mis niños. Estaba muy preocupada”, Luz Paulina respira profundo y recuerda que un amigo le ofreció trabajar para los ‘paracos’, que pagaban bien. Por la necesidad que estaba pasando no lo pensó dos veces, buscó quien cuidara sus hijos y se fue.
Retorno a la legalidad Luz Paulina se desmovilizó en el 2006, luego de seis años en el grupo de las Autodefensas Unidas de Colombia. “Mientras escuchaba que se iban a producir las desmovilizaciones colectivas decía que yo sería la primera en salir, no quería seguir en la guerra”. Los ojos de esta vallenata se iluminan cuando cuenta la felicidad que sintió al volver a estar con sus pequeños Jazmín, Wendy y Oscar. Al salir del grupo era analfabeta, no había terminado su primaria y mucho menos pensaba tener un título. Sin embargo, sus ganas de salir adelante le empujaron a entrar en el Proceso de Reintegración que ofrece el Gobierno nacional, a través de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR). En el 2010 se graduó de bachiller en la Institución Educativa Técnico la Esperanza, en Valledupar. También pasó por el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), es técnica en lombricultura, técnica en mercadeo y ventas; cuenta con cursos de camarera, proyectos empresariales, y se ríe diciendo que parece que ya no tienen cupo en el SENA para ella, pues ha hecho cuanto curso ha podido. “Me di cuenta que yo tenía potencial y que no lo sabía, vivía encerrada en mi propio mundo y no había tenido la oportunidad de estudiar”, comenta.
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El poder de ‘Retomo la palabra’ El proyecto ‘Retomo la Palabra’ comenzó en el 2007. En ese entonces la Alta Consejería para la Reintegración, ahora Agencia Colombiana para la Reintegración, realizó con convenio con el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, el Caribe, España y Portugal (Cerlalc) con el fin de desarrollar un proyecto de lectura y escritura para hombres y mujeres ex combatientes. Luz Paulina fue una de las primeras en inscribirse para participar en los talleres, que eran acompañados por escritores y literatos, que guiaban a las personas por la dirección correcta para crear sus historias de vida.
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“Cuando nos hacían los talleres psicosociales trabajábamos en actividades de escritura y lectura, fue entonces cuando comenzó una actividad que se llama ‘Retomo la palabra’, allí traían libros, cuentos, los llevábamos incluso a la casa y compartíamos lecturas con nuestros hijos. La psicóloga que hacía estos talleres vio potencial en mí, y un día yo le comenté que a mí me gustaría escribir un libro, sobre mi vida, sobre todo lo que me ha pasado. Entonces me apuntaron en los talleres de escritura del libro”, cuenta Luz Paulina.
Al pronunciar el título de su historia, Luz Paulina no solamente parece más entusiasmada que siempre, sino que toda su vitalidad se refleja en sus palabras, fuerte y concreta, alegre pero sutil, y con todo el profesionalismo de quien ya ha escrito para editoriales. “Yo escribía a lápiz, tachaba y volvía a empezar, cuando me gustaba como estaba quedando le pedía el favor a Evangelina, una psicóloga de la ACR, que me pasara el texto a computador. También me ayudaba para que las ideas quedaran más claras. Hasta que lo conseguí”.
Entre el 15 de octubre del 2007 y el 15 de febrero del siguiente año, el proyecto se desarrolló en 32 municipios del Darién Chocoano, Urabá Antioqueño, Bajo Cauca Antioqueño y el Cesar. Durante cuatro meses, 22 promotores de lectura adelantaron 929 sesiones de promoción de lectura y escritura a un total de 4.303 personas entre población desmovilizada en Proceso de Reintegración, sus familias y comunidades.
De todas las regiones se inscribieron 100 personas y fueron publicados 38 relatos. Para su elaboración se emplearon estrategias creativas y lúdicas que les permitieron a los participantes acercarse a diferentes autores y géneros literarios. Por otra parte, los integrantes del proyecto tomaron talleres de escritura que fueron de vital importancia para el proceso de la elaboración de los textos. El libro final se publicó en el año 2008.
Con emoción y algo de nostalgia, Luz Paulina recuerda que se hacían talleres para practicar escritura, profesionales acompañaban las tardes en donde se sentaban a escribir sobre su pasado, a recordar y anotar cada detalle para enriquecer el texto. “En mi caso, una mujer que se llama Mariana, nos revisaba y nos decía qué partes funcionaban o cómo hacer que la historia tuviera más coherencia. Así nos fue enseñando”. Mariana Schmidt, fue editora y promotora de lectura en el proyecto, y ayudó a que mujeres y hombres como Luz Paulina cogieran un lápiz y contaran lo que no habían sido capaces de decir al público. “Un libro escrito por ex combatientes es un tesoro para la sociedad porque nos muestra una cara distinta del país”, comentó Mariana en una Feria Internacional del Libro en Monterrey (México).
“Cuando me entregaron el libro yo no lo podía creer, escribí un libro, y en ese entonces no había ni terminado el bachillerato”, finaliza jocosamente Luz Paulina.
“Mi fragmento se iba a llamar ‘La vida es bella’, pero Mariana me decía que no iba a tener mucho impacto ese título, así es que mi historia estaba a medio terminar, pero sin nombre. En una ocasión ella me miró a los ojos y me dijo: ‘Cuándo tú dejaste esa vida, ¿qué fue lo primero que pensaste?’ Yo pensé y me remonté a ese momento cuando venía bajando por la montaña, recuerdo que me arrodillé y dije ´Dios mío no me deje mirar atrás’. Así se llamó la historia”.
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CONSTRUIMOS PAZ
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PASO A PASO
uno a la hora de enumerar los trabajos, tareas, valores y cualidades que, de una u otra manera, pueden ayudar a escribir las historias de paz.
Por: Angélica María Alzate Benítez Si hablamos de las acciones que
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La paz se escribe con ‘R’
o tengo mala ortografía, al contrario soy una fiel seguidora del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y cuando dicté clases en el programa de Comunicación Social y Periodismo de una Universidad, les bajaba décimas en la nota a los estudiantes que omitían las tildes en sus escritos. Tampoco sufro de disgrafía disléxica o disortografía, como se conoce como el trastorno que enmarca el conjunto de errores de la escritura que afectan a la palabra. A pesar de mi obsesión por la buena gramática, tengo que asumir que, desde unos meses para acá, se me ha metido en la cabeza esa idea de que la paz se escribe con ‘R’. A este monosílabo, al que por su fama de inalcanzable se le han atribuido poderes mágicos y que la mayoría de los seres pensantes perseguimos como si se tratara de alcanzar la meta en una carrera de mujeres desesperadas buscando la fuente de la eterna juventud, le cabe, perfectamente, una letra más la ‘R’. Me atrevo a decir que a las tres letras que conforman esta palabra, que puede tener tantos significados como estrellas hay en el cielo, o como huecos hay en las calles de Bogotá, para que la metáfora sea más fácil de aterrizar, se le puede sumar, tácitamente la letra ‘R’, porque casi todas las acciones que contribuyen a la construcción de la paz, se escriben con ‘R’. La letra que ocupa el puesto número 21 en el alfabeto español, ocupa, hoy en día, en Colombia, el puesto número
el Gobierno Nacional, desde sus agencias y unidades, se están realizando para sumar contribuciones a la construcción de la paz, la ‘R’ es la protagonista: Reparación para las víctimas, Reintegración para los excombatientes, Restitución para los que perdieron sus tierras y ahora tienen la opción de recuperarlas, y, Reconciliación para una sociedad que debe Replantear su papel en la Reconstrucción de un sociedad que lleva décadas Repasando los efectos nefastos de la guerra.
Sin embargo, la vibración fonética de la ‘R’ debe acentuarse con mayor fuerza en la escritura de las acciones más pequeñas, pero no menos significativas y que no dependen de la ‘Reingeniería’ del Estado en pro de la paz (que es fundamental), si no de la voluntad y de la Reprogramación que realizamos de nuestro comportamiento cotidiano. Me gusta decirle la paz de las pequeñas acciones, esa que se sostiene con el Respeto por el otro y hasta por uno mismo; esa que se sostiene con la Responsabilidad en el cumplimiento de nuestros deberes y compromisos ciudadanos, esa que se sostiene con la Reconciliación con nuestros vecinos, lo que no significa que tengamos que ser todos los mejores amigos, sino simplemente, aprender a convivir en un marco de derechos y deberes, donde lo que prima es ese tan sonado mandamiento de “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”. Recordar lo dura que ha sido la guerra también ayuda a dar pasos hacia la consecución de la paz, pero no recordar para revictimizar o para aumentar el odio, si no recordar para avanzar, para pasar la página y para asegurarnos de que historias tan trágicas como las que han acompañado a todas las generaciones que hoy estamos vivas en Colombia, no se repitan. Lo que necesitamos es una memoria que libere, no que ate y que no permita
ganar terreno en la generación de escenarios de Reconciliación. Otra tarea que se escribe con ‘R’ y que es fundamental a la hora de pensar en la construcción de paz es la Resignificación que debemos hacer dentro de la sociedad de cientos de acciones y comportamientos, que, vistos desde otra mirada, pueden significar un avance en la tarea de Reconciliarnos. La Reconstrucción de los pueblos afectados por la violencia y de la sociedad misma, no solo en su estructura física y urbana, si no en la Recuperación de proyectos de vida de los individuos y de la posibilidad de cumplir los sueños, debe ser también una prioridad en la lista de tareas para pensar en una paz sostenible, basada en la dignidad como principio que fundamenta los derechos humanos. Pero la paz no solo la debemos pensar entre las personas. Pensamos siempre en defender los derechos humanos, sin embargo, nuestro entorno, los recursos naturales, los animales, las plantas… todo lo que conocemos como ambiente, se merece un lugar protagónico si lo que queremos es un país en paz, por eso, verbos como el de Reforestar y Reciclar, cobran importancia. La lista podría ser más larga, más si tenemos en cuenta que el afijo ‘Re’ que se le antepone a muchos verbos, como ‘Reconstruir’, ‘Replantear’, ‘Reevaluar’… también se han vuelto comunes para hablar de las acciones encaminadas a la construcción de paz y que, lo que buscan es recalcar la importancia que tiene la Repetición, con mejoras notables, de acciones del pasado que no surtieron un buen efecto. Más allá de una disertación en torno a la ortografía o a la gramática, en esta oportunidad histórica para el país, es necesario empezar a escribir la paz con ‘R’. No se necesita de mucha infraestructura, puede bastar, simplemente con Reír más y, como lo propone una sencilla, pero efectiva campaña de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), basta con Respirar paz, para que este sueño se vuelva realidad en nuestra cotidianidad.
CONSTRUIMOS PAZ
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ARTE,
PAZ REINTEGRACIÓN