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Músicos Trompa de Hule
Músicos Tro mpa De Hule
Mozart Sessions
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Pedro Flores
Mi papá era amante de la música, principalmente del género clásico. Sin embargo, sus gustos también incursionaban bastante adentro en otros mundos musicales, digamos, más populares. Tenía una buena colección de grandes bandas, jazz, cantantes melódicos, crooners, tanto masculinos como femeninas, en inglés y español. Compatible con su admiración al pueblo alemán, también había en su discoteca música popular alemana, bávara, polkas; bueno, hasta marchas de la Alemania nazi. También entraban a la casa discos de grupos contemporáneos de bossa nova o de moda como los Hermanos Castro. No era infrecuente escuchar música de tríos o cha cha cha. Debo decir que mi mamá lograba introducir en la colección también algunos de sus gustos, José Alfredo Jiménez, La Tariácuri Amalia Mendoza, Miguel Aceves Mejía. Los domingos la casa se inundaba de música, reproducida en una majestuosa consola Stromberg Carlson de bulbos.
No puedo dejar de mencionar una colección de discos de relatos cómicos del inefable humorista español Miguel Gila, que se ponga. Nos hacía reír no importaba cuántas veces lo volviéramos a escuchar.
Por supuesto que los hijos heredamos el gusto musical, aunque nosotros preferíamos la música de nuestra generación, el rock. Un maravilloso regalo que nos dieron nuestros padres en una navidad fue un tocadiscos portátil con una pequeña colección de discos de 45 rpm con música que seguramente el vendedor de la discoteca les sugirió: The Beatles, Eric Burdon and the Animals, The Doors, The Monkees. Shocking Blue. Nunca podré agradecer lo suficiente ese regalo, nos hizo felices.
Al dejar la casa familiar en Culiacán para ir a estudiar la licenciatura seguimos explorando cada quien un camino por la música, pero siempre compartiendo con nuestro padre los descubrimientos que hacíamos. Muchos años después, en su viudez, cuando mi papá ya estaba limitado físicamente por sus enfermedades, solíamos hablar por teléfono y en la conversación siempre había un apartado para la música. A mi papá, quien era un excelente conversador, le gustaba mucho contar anécdotas de sus héroes musicales, las cuales yo disfrutaba mucho. Ya no recuerdo si una de ellas era sobre Arthur Rubinstein. El pianista decía que en su juventud los intérpretes de música clásica preferían tocar obras de compositores de mucha energía, Chopin, Beethoven, pero que en la madurez todos
Desde casa en Culiacán no se perdía un programa musical que se transmite aún en Radio Universidad de Sinaloa, Radio UAS, Hablemos de música. El programa es producido y conducido de manera magistral por Aldo Rodríguez, un erudito en musicología que es compositor, artista multimedia e investigador de raros campos de la músico-tecnología. Siempre presenta temas por demás interesantes y hace una gran labor de difusión de la cultura musical. Un par de veces mi papá le llamó al estudio para hacer alguna consulta sobre algún tema tratado en su programa.
Yo creo que algunas veces los temas escapaban a la atención de mi papá y se quedaba con la duda. Una vez me dijo por teléfono, oye, en radio UAS Aldo comentó que había muerto Mick Jagger, ¿lo sabías? Yo me quedé helado, no, no lo sabía ni había escuchado la noticia. Bueno, dijo que era un músico innovador en técnicas para interpretar la guitarra, incluso hizo algunas modificaciones de diseño a una guitarra especial, la guitarra arpa, para poder interpretar sus composiciones. Murió hace unos años en un accidente automovilístico.
Ahí respiré aliviado: si había muerto unos años antes, seguro que no era el cantante de Rolling Stones. Pero el cariño a mi padre y los temas interesantes que planteaba siempre eran un reto para investigar más. Busqué en internet con la información suelta que tenía y pronto encontré que seguramente se trataba de Michael Hedges. De ahí a correr a Mix up a buscar sus discos. No los había así que acudí a la complicidad de Claudia, quien se deleitaba, igual que yo por el mío, por complacer a su padre. Cada dos semanas viajaba a Ciudad Juárez y podía con facilidad cruzar la frontera a El Paso donde se podía acceder a cosas no tan fáciles de encontrar acá. A su regreso, ya tenía en mis manos Breakfast in the Field, disco de Michael Hedges que me sigue maravillando. La última pista del disco, Lenono, es un homenaje a John Lenno y Yoko Onno; podría escucharlo infinitamente con deleite. Al siguiente viaje que hice a Culiacán llevé de regalo el disco y mi papá se puso feliz de escucharlo.
Otro día me dijo que había escuchado un episodio de Hablemos de Música en el que Aldo presentó un disco al que alabó mucho. Me dijo que la particularidad que Aldo había destacado del disco es que se trataba de una interpretación fantástica de Mozart por dos grandes músicos que eran más reconocidos en un campo de la música distinto de la clásica; ambos se identificaban más con el jazz, aunque uno era también conocido por ser un conductor de música clásica.
Pero no recuerdo quiénes son, me comentó mi papá. Seguimos platicando y yo trataba de obtener más información. Me dijo que uno de ellos había tenido un éxito musical con una canción muy pegajosa, be happy. Yo pensé que tal vez mi papá estaba mezclando información de la plática de Aldo con otro episodio. Pero al buscar en internet mi sorpresa fue descubrir que él estaba en lo correcto. Bobby McFerrin, súper dotado vocalista de jazz, era el intérprete de Don´t worry, be happy. Y sí, McFerrin había grabado un disco con un virtuoso del piano, Chick Corea, llamado The Mozart Sessions.
La historia del disco, que presenta dos de los conciertos más conocidos de Mozart, empieza en 1990 cuando Corea y McFerrin hicieron juntos un recorrido por media docena de ciudades de Estados Unidos: un gran pianista de jazz y un asombroso vocalista. En esas presentaciones solían hacer improvisaciones a partir de la nada. La fascinación de esas noches de magia musical se había quedad grabada en la cabeza de McFerrin,
al igual que un comentario ocasional que le escuchó a Corea sobre su amor por la música de Mozart. Un día McFerrin tuvo una ocurrencia y le llamó a Corea: Chick, interpretemos algo de Mozart. No, fue la respuesta, Mozart es para el clóset, dijo Corea. Sin embargo la extravagancia de la ocurrencia de McFerrin persistió y de tanto en tanto le volvía a llamar a Corea para pedirlo. No, nuevamente era la respuesta. Finalmente, con McFerrin dirigiendo la Sinfónica de San Francisco, Corea aceptó pero con algunas condiciones: la primera, no abordarían a Mozart de manera convencional. Hicieron algunos cambios en las pausas entre movimientos del Concierto en re menor. Entre el segundo y tercer movimiento hay una larga pausa donde todos tosen, afinan, hacen comentarios hasta que quedan en silencio. El director alza los brazos y todo vuelve a comenzar. Pero entonces Chick se siguió sin pausa al tercer movimiento tomando a todo el mundo por sorpresa. Los músicos saltaron y continuaron tocando. El último movimiento terminó literalmente ardiendo, como fuego. McFerrin le dijo, tenemos que grabar.
En 1994 McFerrin ya era el director creativo de la Orquesta de Cámara de St. Paul. Al siguiente año se dieron el tiempo para entrar al estudio y grabar los Conciertos para piano n° 20 en Re menor, K.466, y n° 23 en La mayor, K.488, de Mozart, interpretado con The Saint Paul Chamber Orchestra. El resultado, The Mozart Sessions, disco que se estrenó en octubre de 1996.

Como otros pianistas de su tiempo, Wolfgang Amadeus Mozart se enorgullecía de su habilidad para improvisar en el teclado, tanto en trabajos solistas como en conciertos. Esa práctica abandonada hace mucho tiempo fue uno de los elementos de la idea de Chick Corea de introducir improvisaciones con ideas propias, sin faltar al respeto al autor ni a la audiencia. Corea no deseaba empezar con solemnidad directamente con el concierto clásico, así que convenció a McFerrin de que iniciara con un preludio vocal. Lo que tenía en mente era la idea de las sesiones de jazz que se dan en un bar o pequeño auditorio en donde los músicos inician calentando con temas un poco ligeros mientras los espectadores van llegando, se acomodan, saludan, los músicos hacen ajustes, hasta que, ya en ambiente, empieza el banquete musical.
De nuevo con la complicidad de Claudia a la siguiente semana ya tenía el disco en mis manos y un boleto de avión para Culiacán. Debe haber sido el año 2002. El vuelo que suelo tomar llega a las 7:00 am y mi compadre Chuy Salido generosamente me recibe para después ir a desayunar y ponernos al tanto en noticias. Esta vez le pedí que me dejara directamente en casa de mi papá. Después de la fiesta de abrazarnos y saludarnos él se sentó a la mesa del comedor. No podía estar de pie por mucho tiempo.
Yo le platicaba cómo iban las cosas, noticias de mi familia, del trabajo, esas cosas. Mientras, sacaba de la maleta varios pequeños regalos que me fascinaba llevarle. Entonces le dije, ¿recuerdas que me comentaste de unos músicos de jazz que habían grabado un disco de Mozart?
¿No me digas que lo conseguiste?, dijo, al tiempo que yo le ponía el disco en sus manos. Se emocionó como un niño y me dijo déjame abrazarte mientras se ponía de pie. Nos dimos un gran abrazo y yo sentí un enorme placer y agradecimiento por poder emplear las cosas materiales para complacer aunque fuera con algo pequeño las inquietudes y gustos de mi padre. De inmediato lo pusimos.
La experiencia de escuchar el disco es electrizante. Del silencio aparece la voz de McFerrin con sus notas que parecen condensar el aire alrededor. Señorialmente grave y límpido, hace su entrada el piano de Corea, se pausa, se vuelve reflexivo y luego cobra velocidad hasta que, en una lluvia plateada de agudos, fluye a la perfección hacia los tutti orquestales y desembocamos en Mozart, habiendo llegado por medio de un preludio tan seductor como sencillo. Nunca existió nada así hasta ese momento.
Seguimos escuchando el disco y continuamos con nuestro encuentro, que duró todo el fin de Ahora ya no están en este plano terrenal ni mi padre, ni Claudia ni, recientemente, Chick Corea. Doy gracias a la vida que me haya otorgado el privilegio de haber estado en la conjunción de caminos de personas tan generosas, con un corazón enorme, que siguen iluminando mi vida.
Gracias, Chick Corea, por tu gran legado, seguramente ahora mi papá podrá tener conversaciones musicales muy placenteras contigo.
Referencias
Corea, Ch.; Mc Ferrin, B. (1996)
The Mozart Sessions (CD audio)
USA: SONY MASTERWORKS
México Música: un retrato musical de México en cien discos (2/4)
Alex Hernández
En esta segunda entrega de esta recopilación recorremos mundos sonoros populares y de concierto; de canción tradicional y del rock más nuestro; vamos al cine y al pasado. Somos pueblo originario puro y país que se proyecta al mundo, que recibe al mundo y se hace uno con él. Seguimos recorriendo los muchos Méxicos que somos.
MéxicoMúsica 35: "Salvador Flores Rivera es
Chava Flores y este disco es su Antología". Imposible entender el nacimiento de las urbes mexicanas y la vida en la "provincia" del centro del pais sin Don Chava. Retratos como el de Manuela: crudos y sincerotes pero siempre alegres. esa raíz vía los instrumentos de época y la clara voz de Jaramar.

MéxicoMúsica 37: Reflejos de la noche, Mario
Lavista. Exploración de sustancias sonoras de naturaleza casi líquida, un fluir por la noche, un continuo casi sin sobresaltos, asimilándose a los sonidos de ciertos lugares.
MéxicoMúsica 36: Canciones y danzas de la edad
media y del renacimiento, de Ars Antiqua. Soberbia grabación del ensamble de Eduardo Arámbula. Paseos por jardínes de naranjos, por tierras áridas de olivos, tardes frescas en las que se escucha el agua correr junto a la fuente mientras a lo lejos se ven pastoras trabajando. Nuestra veta española conectándonos directo a
MéxicoMúsica 38: La Llorona, Lhasa de Sela.
Infortunadamente fallecida muy joven en batalla contra el cáncer, Lhasa creo un extrañísimo y melancólico disco en donde el klezmer encuentra a la música popular mexicana, uniendo sus dos raíces.
MéxicoMúsica 39: ¡México!, de Rolando Villazón. Potente tenor que ya había mostrado su registro en, por ejemplo, "Cielo e mar", y que en este disco se inscribe en la tradición de los grandes cantantes que hacen suyo el repertorio popular mexicano. Tal vez nuestro equivalente a Mario Lanza o Enrico Caruso.
MéxicoMúsica 40. Electroacústico, de
Iracema de Andrade. Brasileña avecindada en México desde hace varios años, Iracema nos obsequia con una grabación que se centra en experimentaciones electrónicas de su instrumento con música de compositores de México, Cuba, Brasil y E.U. Viaje en variaciones de ritmos y texturas sonoras que van de la serpiente devorando al conejo, hasta un vasto espacio que se contrae.
música para fagot es poco menos que imposible. Pero lo que no sorprende es la poesía inducida por los tonos de ese ganso triste convertido en instrumento de aliento.
MéxicoMúsica 42. Antología, de Tin Tan. Energía desmadrosa con inventiva nacida en el cine pero proyectada a todos los aspectos de la vida nacional, con registro en canciones que sirven para bailar, para enamorar pero sobre todo para reír.
MéxicoMúsica 43. Música de Tres Siglos, de Ana
Gabriel. Nostalgia de un México de campesinos y pescadores, de bohemios y rebeldes, reconciliaciones, abandonos y amores macabros que pueblan la imaginación desde el lejano siglo XIX al actual XXI y que seguimos cantando como definición sentimental.
MéxicoMúsica 44. Santa Sabina, de Santa Sabina. Como una glorieta de la colonia del Valle, al disco llegan avenidas de voces como instrumento de
MéxicoMúsica 41. De tus manos brotan pájaros, de Wendy Holdaway. Si hacer música de cámara ya es una labor de heroínas y héroes, hacerlo con
viento, como recitativo entre poesía enfurecida y pre hip-hop, llegan guitarras afiladas, ritmos entre lo latino y lo sincopado y saxofones aullantes. Y las letras son certezas en la incertidumbre, son imágenes que vienen de obscuros sueños urbanos. Y desembocan en una nueva vía, rock nacional más allá de los clichés, más allá de la geografía.
MéxicoMúsica 45. Mi Chelada, de Alvaro Bitrán. Paseo ecléctico que lleva de lo angustiante a lo sereno, de lo familiar a lo insólito, de oriente a occidente. Y como hilo conductor, el cello que en distintas técnicas y tonos se convierte en voz de nuestras sensaciones urbanas.
MéxicoMúsica 46. Un tributo. Lección dos de educación sentimental en tributo reelaborado por una generación más joven en un género casi en las antípodas de las versiones original. Sin exentar la crítica y tal vez por ello mismo, logra que el homenaje sea sincero y llegue al fondo de una paradoja que no se puede ignorar: José José no era el autor y si que era el autor.
MéxicoMúsica 47. La Malagueña, de Alejandra
Robles. Voz brava de las costas de Oaxaca. Voz suave de las orillas de una laguna. Fandango y son. Y algunas reinterpretaciones que nos hacen recordar que repente puede aparecer quien puede enmendar la plana a las grandes maestras.
MéxicoMúsica 48. Si yo nunca muriera, de
Jaramar. Casi infinitas resultan las aventuras musicales de Jaramar, y es buena prescripción seguirla en ellas por la gran felicidad que causan. En esta nos trae de nuevo cantos y conceptos de los antiguos mexicanos que siguen definiendo la manera como nos entendemos en el mundo. Vida y muerte en sacrificio, flores y cantos como vestido.
MéxicoMúsica 49. Fonoteca INAH
Vol. 9 Música indígena de México. No puede ensalzarse de sobra el trabajo de campo del INAH para preservar raíces de música nacional en franco peligro de extinción. Trabajo realizado en una intersección de heroísmo y amor al arte, este volumen hace repaso de las músicas de algunas de las naciones originarias. Verdadero muestrario de concepciones que resultan a un tiempo de una sorprendente novedad y de una entrañable cercanía.
MéxicoMúsica 50 Y tu mamá también, Música de la película. Aquí las verdades se dicen al son del de desmadre, como demuestra esta historia. Ilustrada insuperablemente con un soundtrack que no escatima en referencias a la fiesta y a la canción sentimental, remata en la necesaria reflexión de cruda que otorga la pieza prestada de Zappa.