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Chocolate Café

Por Álvaro Bazán

Lo último que podría haberle ocurrido a Gabriela y Carolina en enero del año 2020, cuando con sus ahorros y dinero prestado compraban el céntrico Chocolate Café, es que tendrían que cerrar intempestivamente dos meses después.

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Las calles vacías de la ciudad de Tarija, que de por sí son plácidas, se silenciaron durante meses al igual que las de todo el mundo durante la pandemia, configurando un escenario económico calamitoso en especial para los restaurantes, los cafés, los hoteles y todo lo que tenía que ver con la industria del ocio y entretenimiento.

Una industria que impacta en miles de familias, porque es intensiva en productos, servicios y mano de obra local, el tipo de industria que le da vida a la economía porque es la savia que alimenta a todos, desde la raíz hasta la punta del árbol.

Pero con el paso del tiempo las cosas volvieron poco a poco a revivir y Chocolate Café volvió a abrir, a llenarse de nuevo con las risas de los amigos, los susurros de las parejas, las conversaciones de negocios y hasta el silencio de quien busca tomar un buen café en solitario. El café tiene esa magia, pero el café boliviano es más mágico aún, porque tiene calidad mundial por fuerza de la diversidad de la tierra en la que se cultiva y la pasión y tenacidad de los caficultores y torrefactores bolivianos.

Ese café en manos emprendedoras como las de Gabriela y Carolina, se transforma virtuosamente para crear valor una vez más, en los cafés donde la experiencia del cliente se multiplica con sándwiches, paninis, galletas, budines, brownies, alfajores, medialunas, todos productos locales hechos artesanalmente en casa.

Brindemos por los miles de emprendedores que día a día transforman sus economías y construyen país, como los caficultores, torrefactores y distribuidores de café, y también los pequeños negocios que perfuman de café cada esquina del país como Chocolate Café en la bella Tarija.

El orden de los factores

Por Cecilia Levy

Durante la mayor parte de nuestro día a día, alteramos el orden de los factores inconscientemente, de acuerdo a diferentes paradigmas culturales, sin pensar en las consecuencias del resultado. En matemáticas, sabemos que el orden de los factores no altera el producto, dos más dos será siempre cuatro. Sin embargo, cuando hablamos en términos del ser humano, la persona, naturalmente que el orden de los factores va a alterar el resultado o producto. El uno es el ser y el dos es el hacer, en el dos se encuentran el tener y el saber. Cuando nos identificamos primordialmente con el dos, nuestra percepción del mundo cambia, nuestra visión se distorsiona, también difiere la manera con la que nos relacionamos con nuestros semejantes.

Cuando retornamos al orden original de los factores, soy el ser antes que el hacer, es que nos alineamos con el verdadero propósito de la existencia humana, vale decir que soy uno antes que dos, es cuando nuestra visión y manera de relacionarnos con el mundo cambia, la forma de observarme a mí mismo, la manera de solucionar los problemas y cómo me relaciono con los demás es completamente diferente.

En la actualidad el ser humano, está identificado: con el dos, donde se incluye, los haceres, sentires y saberes, cuando es en el uno, el ser, la esencia, donde encontramos, todas las herramientas que nos permitirán conseguir el dos.

Al emerger en nuestro carácter la tolerancia, el respeto, la responsabilidad, la dignidad y la honestidad entre muchos otros valores intrínsecos y universales, estamos construyendo un uno, la persona, que nos permitirá allanar el camino para obtener un dos, que son nuestros haceres saberes y teneres.

Cuando inviertes en el ser, el desempeño es altamente efectivo.

Cuando hablamos en términos del ser humano, la persona, naturalmente que el orden de los factores va a alterar el resultado o producto. “

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