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TINTERO
Desesperes de Mamá
Aída GAXIOLA*
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Los niños de otros
Es curioso que, a pesar que estamos esperando de nuevo el contacto social, nuestra capacidad de tolerancia y empatía ha disminuido. un ensimismamiento que nos hace egocéntricos, pero más concientes.
Entonces, se organiza una salida grande al súper: tu amiga decide incluir a otra amiga (ya vamos 3) y esa amiga (que no es tuya, por cierto) decide llevar a su hija de kinder y su hijo el grande (prepa); osea, el carro lleno. Tú no entiendes por qué llevó a los niños si no se pueden bajar al súper; por otro lado, ¿dónde diablos van a caber las despensas de 3 casas? No tienes idea, pero al
Llegan al súper y tu amiga y su amiga deciden que vayas tú primero; sin falla, viste el espacio del carro -que por cierto era microscópico- y pues decides ser prudente y solo comprar lo indispensable por lo que relativamente sales rápido del súper. Después tu amiga y su amiga se bajan a comprar y pues a despejarse (esto lo entendiste después).
En eso, te das cuenta que te has quedado de niñera: la niña te pone sus juguetes en la cara al grado de golpearte, estabas viendo el celular y te lo quita, estabas hablando y te gritó para a su hermano que juegue con ella, quien está metido en el celular sin pelarte. Le tienes piedad a la “niña chuky” y la llevas a dar una vuelta al estacionamiento. Se jalonea, te patea y para poco de raíz con tierra. BASTA -dice tu cabeza- de una hora- regresa con mil cosas y decides no delatar a la delincuente de 6 años. Subes al carro y te atiborran de cosas (porque claro que no cabían). En eso, el adolescente le dice a su mamá “Pues Aída se llevó a la niña quien sabe a dónde, ni me avisó”; claro que tú te molestas porque aparte de cuidar a una cría que ni tuya es, ahora resulta que hasta regañada sales. Enseguida, la pequeña dice “Es que Aída no quiso hacerme caso”. La dueña del carro te ve con ojos de pistola, tú suspiras y en tu cabeza resuena “Mis hijos son mejores, pequeños
* Psicóloga Clínica, madre, yogui Fascinada por las historias que florecen pero sobre todo de la maravilla del desarrollo humano.
aidagaxiolav@hotmail.com
Pasiva-agresiva
Jasmina HARTIANA*
Saben, tengo una compañera castrosita, de esas insoportables que quieren quedar bien con el Jefe y la manera de hacerlo es recalcar los errores de sus compañeros. Bueno, en realidad hostiga más a las mujeres, a los varones los seduce a su manera y así los mantiene de alguna forma a su servicio. Al principio, era una cuestión que lejos de caerme mal, ya empezaba a detestarla y, de alguna forma, a obsesionarme con su presencia y sus actitudes.
Tengo que aceptar que tuve que tomarme mi tiempo; primero, para calmarme y no terminar soltándole un par de cachetadas, bien merecidas por cierto, y segundo, para autoanalizarme. Llevo más o menos el tiempo de la pandemia -o a lo esa parte mía que me lleva a tener riñas con los demás; es como si un día me levantara con la liberará de una energía que ha estado ahí dentro acumulándose. Así que he comenzado a ser una persona amable con aquellas que no lo son tanto conmigo, por ejemplo, con la familia criticona que sólo ve defectos, y con la otra amigui que siempre me cuenta el mismo problema y que he tenido que respirar muchas veces para encontrar la forma de escucharla sin hacer gestos; pienso que sólo necesita desahogarse, no necesita resolver nada, tan solo hablarlo con alguien.
*Soy fotográfa y cuentista Cuentos: Anabel, Miel con veneno, Imágenes que cuentan, Entretenimiento para Adultos, El Cerrajero, y la Chica del Tutu. jazminahartiana@hotmail. com
Debo confesar que, con esta chica del trabajo, me llevó un tiempo extra ser amable y durante ese lapso, yo fui agresiva, es decir, pasivo-agresiva. Sí, la he ignorado muchas veces, a tal punto de volverla transparente en mi mente; literal, no escucho ninguna de las preguntas que me realiza. todo agresiva en el proceso, de hecho fui bastante grosera, porque es una forma de borrar a alguien del panorama y creo que nadie se lo merece por muy mal educado que sea. Pero en realidad, yo lo necesitaba, necesitaba hasta poner mis pensamientos en su lugar y a ella colocarla en el lugar que corresponde, no en la vida, ni para darle una lección de educación, ni mucho menos para borrarla del todo de mi mente. Sino para saber he solucionado del todo, pero creo que se parece bastante a mí cuando joven. Ella tendrá unos diecinueve años (yo me acerco a los cuarenta a la velocidad de la luz), ella es como era yo a su edad: me encantaba llevar y traer y chismes -por algo creo que soy escritora- y la mayor parte del tiempo no me daba cuenta que ponía en evidencia cosas que a los demás no les gustaban mucho. Ahora veo o escucho cosas sobre las demás personas, pero muchas, créanme muchas veces me calló.
Ahí estaba parte de mi lado oscuro como un viejo espejo recordándome quién soy (ahora lo suelo disimular muy bien): la chismosa. Cuando me di cuenta de eso, se abrió una puerta, la de la compasión. No es que me dejen de irritar sus acciones, ni tampoco creo que me corresponda corregirla. Cada quien tiene sus propios caminos, sus propios “veintes” que les caen. No creo tampoco que ahora se convierta en mi mejor amiga y que por eso no deje de caerme tan gorda, pero al menos puedo verla con más respeto. Ello incluye que no debo ignorarla porque eso también es una forma de rabia, y la que tiene un problema con los chismes ahora es ella y por mí parte, el problema inmediato es con la ira.