No. 1 • marzo | abril
El escritor que recibió un premio pensando que era una injusticia Crónica de la entrega XXVIII del Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares
Ensayo sobre la inmovilidad Obra de teatro de Alberto Villareal
Índice
04
Literatura, una disciplina coqueta
06
Era el génesis, la aurora • Cardinales
Editorial
por Nabil Valles
08
El día • Trampadera por Jesús Gamboa
10
Semántica • Teogonía
12
La decisión del amor: ¿Leriano como enfermo de amor o como mártir narcisista?
por Ivonne Ramírez Ramírez
por Ana Cristina Garza Díaz
20
Post por Jesús Armando Molina
21
Que la soga baile lento
22
El escritor que recibió un premio pensando que era una injusticia
por Héctor González González
por Marco Antonio López
27
Ensayo sobre la inmovilidad. Gestos y trazos a partir de “La Metamorfosis” de Franz Kafka por Alberto Villareal
Recepción de textos: textos.albedrio@gmail.com Contacto: redaccion.albedrio@gmail.com
41
Paisajes citadinos por Rafael Alejandro Leyva Rodríguez
42
Miseria por Édgar Martínez Jiménez
44
Flotando por Emmanuel Sariñana
48
Paso a paso a la maquila; los sueños se pierden en el camino por Marco Antonio López
56
El tiempo en un bolsillo por Thelma Bueno
60
Iván por David Gerardo López
63
Perturbación por Guadalupe Salcido
64
(celebración de un día ordinario) • (travesía) por Nelson Ibarra
66
Un poema a un poema por Valerie Rodarte
EDITORIAL
Literatura,
una disciplina coqueta
L
a literatura es como los ríos, marca un límite (de aquí para allá sí es, lo demás no), sí, pero los ríos se mueven, van serpenteando y así la literatura coquetea con otras disciplinas. Cuando alguien escribe o lee tiene que decidir qué camino va a tomar, ese primer paso de un punto cero a cierta dirección es Albedrío, estas páginas pretenden dar cabida a todo texto literario de manera que las fronteras se erosionen y que la literatura sea literatura por el texto, no por el autor ni por el género. Queremos ser la oportunidad de mostrarse de los nuevos talentos. Queremos hacer periodismo y queremos hacer literatura sin que eso implique hacer cosas distintas. Hay sí, en efecto, particularidades que marcan distancia entre el periodismo y la literatura; hay también divergencias iguales o más grandes entre los distintos géneros literarios. Cada texto tiene su personalidad y cada texto encuentra su forma en determinada estructura y, cuando está bien logrado, seguramente no pudo haberse escrito de otra manera, no sería lo mismo. Por ejemplo, el teatro te da las herramientas para construir un personaje en base a los diálogos, los personajes son, entonces, lo que dicen; el cuento los construye a través de argumentos y conflictos, y los personajes son lo que hacen; la novela lo puede hacer a través de la descripción y el personaje es su desarrollo en el ambiente y contexto narrados; y la poesía, las imágenes por excelencia, el ritmo, la música, la métrica. Pero la cosa no es tan doctrinal, no tiene que ser así y casi siempre un género se asoma en otro y en otro. ¿Y el periodismo dónde queda? Específicamente la crónica o periodismo narrativo es la combinación de todos los géneros, un ornitorrinco (como lo llama Villoro), esa suerte de fusión de especies que no es ninguna pero es todas y es única. Entonces por qué hacerlo a un lado, la crónica periodística, en definitiva, es literatura, es cuento, es teatro, novela, poesía, reportaje, nota, en fin: “La crónica es un cuento que es verdad”, dice García Márquez. Y la frontera, de a poco, se va borrando
Colaboradores
Alberto Villareal (Ciudad de México) • Nabil Valles • Jesús Armando Molina • Valerie Rodarte • Héctor González González • Ana Cristina Garza Díaz (Ciudad de México) • Jesús Gamboa • David Gerardo López (Ciudad de México) • Thelma Bueno • Nelson Ibarra (Mérida) • Ivonne Ramírez Ramírez (Toluca) • Édgar Martínez Jiménez (Toluca) • Guadalupe Salcido • Rafael Alejandro Leyva. (Foto de portada: Emmanuel Sariñana. Vista de Paquimé)
y los escritores a veces son periodistas y viceversa, ahí están García Márquez, Martín Caparrós, Juan Villoro, los más conocidos, pero no los únicos, son muchísimos los que le apuestan a contar el lado humano de la noticia, más allá de los datos duros se trata de aceptar que detrás del hecho hay una historia; y se trata de aceptar también que no es cierto que el periodismo pueda ser objetivo cuando la objetividad no existe, la noticia la cuenta un hombre y lo que decida escribir u omitir es subjetividad, en la crónica hay un ser humano que escribe la historia de otro ser humano, con sus limitaciones y desde un ángulo, como la fotografía, sería un error decir que en una foto se captura la verdad cuando se captura sólo un lado de la verdad, un pequeño pedazo, efímero fragmento que es la verdad de un hombre que disparó desde donde creyó conveniente y manejando la luz desde su personalidad y conocimiento, esa es una verdad entre un infinito de verdades. En una ciudad en la que el gobierno estatal destina 5 pesos por persona al año para cultura -que es muy poco en comparación, por ejemplo con los 40 que se invierten en la capital, Chihuahua, una ciudad con 500 mil habitantes menos- Albedrío no pretende ser una revista de masas, pretende, más bien, una relación estrecha de amistad y profundo respeto con sus lectores, con sus colaboradores, por eso queremos hacer una balanza entre textos de calidad y nuevos escritores, queremos crecer junto con ustedes y demostrarnos que el ejercicio de la lectura y la escritura puede cambiar las cosas, es cuestión de ponernos a pensar.
Redacción Albedrío
Marco A. López Editor en jefe
Daniela Ramírez Coeditora
Emmanuel Sariñana Director creativo
Año 1. Número 1 marzo - abril 2014. Albedrío es una publicación bimestral editada y publicada digitalmente en Ciudad Juárez, Chihuahua, México. Los textos aquí publicados son en su totalidad responsabilidad del autor. Queda prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización.
Era el génesis, la aurora
poemas por Nabil Valles
Cuando él me ciñó a su costado con el dolor de una vieja fractura y en el orden de sus huesos hallé espacio y soldó un cosmos,
Nabil Valles • Poetisa, becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas 2013.
Cuando al vernos en el primer día ya nos reconocíamos y adelantamos en la mirada un tramo de eternidad, Cuando supimos que nuestras manos estaban malditas y volverían a la tierra fundidas como un mismo hierro.
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Cardinales Clavaron el infierno en el deseo de irme lejos y mi frente se quebró como un ánfora de barro. Clavaron el infierno en el corazón de mi sombra Y un pájaro de sangre nació en mi mano derecha. Clavaron el infierno en el pecho del que quise y estallaron los huesos de mi mano izquierda. Clavaron el infierno en las paredes de mi casa y fueron mis pies las raíces de un árbol descuajado. Era el día de la crucifixión, eran las llagas y la rosa de los fuegos.
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El día
por Jesús Gamboa
E
l rumor se había extendido con prodigiosa celeridad. El pequeño pueblo, cuyos habitantes parecían ser la imitación sencilla de un solo modelo, apostado en una cima desconocida y graciosa, cayó en la oscura cuenta. Gritillos de grillos. Las figuritas, dos diminutas sombras arrinconadas, cuchicheaban temblorosos sonidos. ¿Es verdad que…? Ya lo creo, dijo el otro. Un adulto sollozaba, amargo, tras el mostrador. Snif. ¡Licor! ¡Ja! -Bueno, supongo que esta vez tendremos que pensar bien las cosas, exclamó un sujeto alto, desgarbado y, evidentemente, borracho como un mico. Narices enrojecidas, ojos vidriosos, mandíbulas castañeantes. Bonito rumor tabernero.
Jesús Gamboa • Periodista y licenciado en Literatura.
-Escuchen, habló el anciano campirano, barbicrecida grissombrero calado. Hay que sobreponerse. No podemos dejarnos caer así. Un viejo ha hablado. Yo muero, ustedes siguen viviendo. Ley aristotélica. Scala naturae. Tremendo granuja ese. Los colores disminuían en grado creciente, la oscuridad se prolongaba audaz. Sol solo. Solaz solitario. La botella de oporto, humedecida, cayó. Una sombra macilenta, cara arrugada por una juventud avejentada, manos traicioneramente flacas, endeble; miró con espanto el estruendo. Estruendo. Qué triste es todo esto. El alcohol huye de nosotros. También. -Yo digo que bebamos, vituperó el más alto de los diez. Los finales deben dar preámbulo al comienzo, ¿no? Creación. Ex nihilitas. ¿Cómo ocurrió?, llora, llora un pobre desdichado. Debimos ser más cuidadosos, abrigarlo, mimarlo, creer… Callen, amigos. Callemos y forjemos ese silencio blasfemo. Las dos imagencitas salieron. Uno: vamos a casa. Otro: estamos en ella. Uno: este sitio ha dejado de ser nuestro. Otro: ¿a dónde iremos, entonces? Uno: a casa. Juntos, caminaron hasta el inmenso árbol. Gula. Y allí, ebrios, cayeron pesadamente. Pereza. Contemplaban el cielo diurno, opalino y rojizo a un tiempo. Estamos de acuerdo en algo. Él y yo meditamos lo mismo, justo aquí. El polvo, ¡oh!, delicia. Vamos a casa.
08
Cortejo que pasa presuroso. Dos enfrente, dos atrás. ¿Quién lo diría? Universo cargado por una tortuga. La inmensidad sostenida por la mensidad. ¿Los seguimos? No, suficiente. Féretro. INRI. RIP. -¡Cuidado, bestias! Sombrero bombín. Ira. ¡Sí, claro! Después de que lo matas (aunque realmente fuimos todos, ja), ahora insultas. Bestia. 666. Te condeno. Sólo sujétenlo bien. Discutir es vana complacencia. Vanagloria. Las piedras del camino ofrecían algunos obstáculos importantes; sin embargo seguíamos, paso a paso. Soberbia. Ni siquiera podremos divertirnos cuando esto termine. La conciencia es demasiado voraz. ¿Ves aquello que emerge? Resplandor rojizo. Luxuria se desplaza. Sí, lo veo. Extraño, tanta redondez. No es habitual. Llamémosle mulier. Hermes Trismegisto: arriba es abajo, y abajo es arriba. Unidad múltiple. Pues, querido, presiento que necesitaremos muchas de esas. Adicción al círculo. Sfaira. Avaritia. El mundo se convirtió. En el cielo algo había ocurrido. Los ángeles están de luto: Deus est mortus.
Trampadera Trampar morrita (loc. adv., ‘trampar’, de construir trampa; ‘morrita’, jovencita, de ‘morra’, mujer) I. Expresión popular nacida en el siglo XX al norte de México, que denota la intención de establecer una relación amorosa. Aunque se trata de una frase de uso cotidiano y muy generalizada entre adolescentes, en la práctica normalmente adopta diferentes matices semánticos, según el contexto: “Me enamoré en cuanto la vi, por eso decidí tramparme esa morrita, porque se convirtió en mi todo, en mi amorsote”, significado solemne; “¿Qué pedo wey, no trampaste morrita anoche o qué? ¡A eso íbamos!”, significado ligero; “Trampar o no trampar, he aquí el dilema”, significado filosófico y abstracto; “Trampeaste mal a la morrita, por eso te dijo: mañana salimos, hoy estoy cansada”, significado estratégico; etcétera. II. La locución también ha sido, a partir de mediados del siglo XXI, utilizada con frecuencia en el ámbito literario, por escritores laureados como Pancho Zenón (1987) o Lulo Vázquez (1970). A continuación un fragmento del poema Trampadera, del autor chihuahuense Pancho Zenón: “Tramparte a medianoche, cuando mis trampas cedan a tus trampas de cuerpo y labios y besos/ Tramparte en las calles, en el polvo de un callejón, bajo la luna espermática de Juárez/ Y entonces despertar y ver que me has hecho trampa, que me has trampeado el pensamiento y el corazón”.
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Semántica por Ivonne Ramírez Ramírez
De puente, la pelvis. La calle, mi cuerpo. Deseo fluido. L L U V
Ivonne Ramírez Ramírez • Licenciada en Literatura y cofundadora del Colectivo Palabras de Arena.
I A. Tormenta tus ojos. Chispas y aliento. Caricias a gotas empapan la calle. Mi cuerpo inundado.
Orgasmo y los rayos.
Desplome en los poros.
Efluvio de besos. El carro impregnado, su marcha el naufragio.
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Calle despejada y cielo soleado.
Teogonía
E
l abrazo limpio, necio, los aferraba a la noche que se desvanecía rápidamente sobre sus cuerpos. Como el sol que entra a veces intruso por las ventanas, los sorprendió el desdén con la mañana. Poco humedecidos ya, aquellos seres charlatanes antes en las sombras, se negaron a su historia. Hoy sólo se sabe de ellos el rumor de su aflicción al caminar separados por puntos cardinales autoimpuestos, no se sabe si ficticios; algunos más cuentan que aún se seducen por las noches, cuando más pálida se le contempla a la luna.
La decisión del amor:
¿Leriano como enfermo de amor o como mártir narcisista? por Ana Cristina Garza Díaz
Ana Cristina Garza Díaz • Estudiante de Letras Inglesas, UNAM.
L
a Obra de Cárcel de Amor 1 de Diego de San Pedro, escrita en el siglo XV, lleva consigo un antecedente ideológico donde la tradición cortesana llevaba a la nobleza tanto a admirar el ideal caballeresco, como a practicar el amor cortés; por otra parte, su obra también nos muestra la inminente llegada del Renacimiento, más que nada con la evolución del lenguaje. La ideología, como la práctica, no estuvieron exentas de un lento perfeccionamiento en su filosofía; el amor, como el enamoramiento, llegó a ser concebido como enfermedad con dos posibles soluciones; la primera era remediarla momentáneamente mediante el acto sexual; la segunda, y probablemente la más aceptada dada la postura de la iglesia, era fomentar dicha enfermedad y alcanzar un nivel más puro en el amor mediante el sufrimiento y finalmente, la muerte. Diego de San Pedro incorpora toda esta tradición aristócrata a su obra, donde mediante el uso de alegorías, epístolas y narrativa, nos presenta un personaje como Leriano, que a primera instancia, parece desesperado de su situación emocional, sin embargo, conforme el texto avanza el lector se encuentra con la posibilidad de que este mismo estado de depresión en el que se encuentra Leriano, sea inducido por él mismo para así consumar el ideal del amor perfecto y ser recordado como un mártir a causa de éste; algo que también puede ser interpretado como narcisismo, sin embargo, antes de plantear dicha hipótesis, es necesario hacer un breve recuento de las características del ideal caballeresco, el amor cortés y el amor como una enfermedad.
EL IDEAL CABALLERESCO
Todas las épocas tienen sus costumbres y su particular manera de ver la vida; durante la segunda mitad de la Edad Media, el ideal caballeresco marcó tanto la historia europea, como sus costumbres y literatura. Primeramente, un caballero formaba parte de la fuerza militar, ya sea de un señor feudal, como del rey. Éste tenía la tarea y obligación de luchar en la guerra, de respetar y enaltecer el código de honor de los
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caballeros y hacer cuanto le fuera posible para agrandar su fama de una manera honesta. Gracias a las Cruzadas les fue posible crear órdenes militares donde se organizaron jerárquicamente como vasallos de un señor, y donde les fue posible hacerse a la idea de un código de honor que habría de seguirse. Un caballero tenía que cumplir con una vasta serie de expectativas; por una parte se esperaba que no sólo tuviera la fuerza y habilidad para hacer frente en el combate, sino que también domara su lado agresivo como guerrero con un lado cortés a su naturaleza. A pesar de que no había un código de honor establecido como tal, los caballeros actuaban según un sistema moral que iba más allá de las reglas de combate, y que con el tiempo, introdujo el concepto de amor cortés, donde se idealizaban las cualidades caballerescas tales como la valentía, la cortesía, el honor y la galantería hacia las mujeres. Por otra parte, la ideología caballeresca estaba completamente influenciada de creencias religiosas, tanto el ideal como las creencias estaban puestas unas al servicio de las otras; éstas dictaban su código de honor donde su principal propósito era imitar a los santos, por lo que comparaban sus acciones en base a qué tanto se asemejaban a la de éstos mediante un camino de abstinencia, templanza, caridad, fe y devoción a Dios. Johan Huizinga, en su libro titulado El Otoño de la Edad Media 2, resalta constantemente que el ideal caballeresco servía como un atenuante de la situación en la que vivían y la incomprensibilidad que su tiempo tenía para ellos. Era esta la única forma en que podían comprender de algún modo los sucesos. En realidad, tanto la guerra como la política de su tiempo eran extremadamente informes, faltas, en apariencia, de toda congruencia. La guerra era, las más de las veces, un proceso crónico de incursiones y correrías aisladas y diseminadas sobre un gran territorio; la diplomacia, un instrumento muy complicado y deficiente, regida en parte por ideas
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tradicionales muy genéricas y en parte dominado por una confusión inextricable de pequeñas cuestiones jurídicas. Incapaz de descubrir en ello una verdadera evolución social, la historiografía se apoderó de la ficción del ideal caballeresco, para reducirlo todo por medio de ella a un hermoso cuadro de honor de príncipes y de virtud de caballeros, a un lindo juego de nobles reglas, y crear, al menos, la ilusión de un orden (89). De esta manera, la sociedad medieval no sólo se hacía una ilusión de orden, sino que también, el ideal caballeresco, les proporcionaba una imagen más noble y colorida de la vida. El prototipo del caballero leal, piadoso, y a la vez culto, cortesana y literariamente (98-96) se convirtió en un modelo a seguir, su propósito era estimular a los jóvenes tanto a una vida de honor y virtudes, como a unirse a una orden militar y prestar sus servicios ya sea a un señor, como a su país.
EL AMOR CORTÉS
El amor cortés era una filosofía del amor propia del siglo XI que buscaba expresar el amor en una forma noble, caballeresca y llena de virtudes; su práctica era exclusiva de la nobleza y aristocracia, y se llevaba a cabo en secreto, ya que en la mayoría de los casos representaba un amor adúltero. Huizinga señala que el amor cortés y el ideal caballeresco estaban estrechamente unidos, primeramente, porque el amor se convirtió en el campo en que había de florecer toda perfección estética y moral. Según la teoría del amor cortés, el noble amante se convierte en virtuoso y puro por su obra de amor (146). La idea del amor puro, cortés, fiel y abnegado, era un elemento esencial del ideal caballeresco (155) durante la edad media; este ideal también tenía el propósito de embellecer la vida, ya que como dice C.S. Lewis, << Marriage had nothing to do with love, and no “nonsense” about marriage was tolerated 3. All matches were matches of interest, and, worse still, of an interest that was continually changing. When the alliance which had answered would answer no longer, the husband’s object was to get
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rid of the lady as quickly as possible. […] Any idealization of sexual love, in a society where marriage is purely utilitarian must begin by being an idealization of adultery 4 (15-16). >> (<<El matrimonio no tenía nada que ver con el amor y tonterías acerca de éste no eran toleradas. Todos los matrimonios eran a causa de un interés, y peor aún, de un interés que cambiaba constantemente. Cuando la alianza a la que respondían dichas uniones dejaba de ser ventajosa, el esposo se veía en la necesidad de deshacerse de su esposa lo más rápido posible. […] Cualquier idealización de amor sexual, en una sociedad donde el matrimonio era algo meramente utilitario, debía empezar con la idealización del adulterio.>>) El amor cortés sirvió a la clase dominante durante la segunda mitad de la Edad Media, como un medio para concretar todo su conocimiento de la vida y su erudición en el marco de un ars amandi 5 (146) 6; sin embargo, pareciera que este arte de amar servía más como otro medio por el cual alcanzar fama y poder ya que las mismas virtudes dejaron de representar el ennoblecimiento del amante, para convertirse en medios eficaces para ganar la gracia y favor de la dama. José Luis Canet refuerza el argumento de Huizinga al decir que la tradición erótica se basa, ante todo, en la conquista de las damas mediante una serie de recursos prácticos, según los consejos de los ars amatoria 7. Se ha dicho repetidas veces que la ars ovidiana celebra no el amor sino la técnica de la seducción, la conquista amorosa 8 (228). Por otra parte, no ha habido ninguna otra época en la que el ideal de la cultura temporal haya estado tan íntimamente ligado al amor a la mujer como desde el siglo XII al XV. Todas las virtudes cristianas y todas las virtudes sociales, el desarrollo entero de las costumbres, encontrábanse insertas en el marco de un amor fiel, por obra de la práctica del amor cortés (146). Podemos concluir que el amor cortés fue una manera de estilizar el amor, aunque éste no fuera más que un juego vano en donde la violencia y la pasión impulsó a la sociedad de la última Edad Media a dar a su vida erótica la forma de un bello juego, sometido a nobles reglas (147). Este intento de embellecer la pasión y la erótica fue una manera de ponerle un freno al desenfreno, ya que la inminente llegada del Renacimiento se proyectaba en el deseo de la aristocracia de separase de los estigmas religiosos que vetaban tanto el deseo como la pasión; de esta manera se aseguraba que la sociedad no cayera en los extremos del libertinaje, y al mismo tiempo, permitía el goce mismo de la belleza y el deseo.
LA ENFERMEDAD DEL AMOR
A partir del siglo XI, el amor se empezó a concebir como una enfermedad que podía ser remediada mediante el acto sexual, cosa que no era bien vista por la iglesia, o bien, mediante la auto inducción de un estado
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emocional depresivo y melancólico, para llegar a un estado más puro y espiritual, donde el amante desesperado podía remediar su sufrimiento mediante la muerte, y así, ser recordado como un mártir que murió a causa del deseo, sin haber caído en el pecado para consumar su amor. José Luis Canet, citando a Albucasis, nos presenta dos causas de esta enfermedad; la primera por la necesidad del organismo humano de expeler los humores- a la que denomina amor hereos 9 - y otra, causada por una afección del alma, que surge cuando se desea ardientemente un objeto (229). Basado en esto, nos proporciona los síntomas, tanto físicos como emocionales, de un hombre enfermo de amor; estos síntomas, conocidos por todos, son la turbación de los sentidos, la falta de sueño y apetito; lo que puede llevar al enamorado a la locura o la muerte. De acuerdo con Huizinga, uno de los cambios más importantes que llevó a cabo el espíritu medieval es el que se verificó cuando este espíritu desarrolló, por primera vez, un ideal de amor con un tono fundamentalmente negativo (145). Esta nueva manera de idealizar el amor, permitió que los anhelos y dolores del enamoramiento cobraran una belleza antes no contemplada; éstos se volvieron elementos estéticos tanto en la ideología del amor cortes, (ya sea en el ámbito carnal como en el emocional), como en el imaginario de las obras literarias. El rápido enaltecimiento de la mujer se debió al embellecimiento que ésta proporcionaba al amor, no había nada más noble que sufrir a causa de una dama, que sin perder su virtud y honor, al mismo tiempo que movía la esperanza de un hombre, la destruía; esta esperanza consistía en la probabilidad de la satisfacción, la promesa, el deseo, la privación y la cercanía de la dicha. De acuerdo con Huizinga, el amor también es capaz de convertir el sufrimiento en belleza y posee, por ende, un valor vital infinitamente superior. Puede recoger los elementos morales de la fidelidad, de la fortaleza, de la noble dulzura y unirse de este modo con otras direcciones que tiene también por objetivo un ideal de perfección, sin limitarse al mero ideal del amor (152). Con esto podemos concluir que la enfermedad del amor no sólo ennoblecía al enamorado, sino que también le permitía destacarse en otros aspectos, como en el ideal caballeresco, o bien, resaltar su honor y virtudes a costa del sufrimiento que éstas le pudieran causar.
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LA DECISIÓN DEL AMOR: ¿LERIANO COMO ENFERMO DE AMOR O COMO MÁRTIR NARCISISTA?
Tomando en cuenta las características anteriores, se puede hacer un análisis más certero del personaje de Leriano en la obra Cárcel de Amor. Primeramente, éste cumple con las características del ideal caballeresco, el ‘autor’ lo describe como un hombre justo y honrado que sigue los preceptos de la iglesia, cuida tanto su virtud como su honor, y en momento de necesidad, sabe defender la justicia, sus ideales y a aquellos que ama; en este caso, Laureola. Por otra parte, a pesar de su estado emocional, sigue con exactitud los códigos del amor cortés; se comporta como un caballero a la hora de escribir a Laureola, en el momento de hacer frente en la batalla lo hace con valentía y no busca más remedio que la esperanza, por muy vana que sea. En cuanto a su estado emocional, podemos decir que Leriano, a pesar de que expresa su deseo de ser redimido, no llega a lamentarse de haberse enamorado, como se muestra en el siguiente fragmento. Quién yo soy quiero decirte, de los misterios que ves quiero informarte, la causa de mi prisión quiero que sepas, que me liberes quiero pedirte, si por bien lo tuvieres. […] Ordenó mi ventura que me enamorase de Laureola, hija del rey Gaulo, que ahora reina, pensamiento que yo debiera antes huir que buscar. Pero como los primeros movimientos no se pueden en los hombres excusar, en lugar de desviarlos con la razón confírmelos con la voluntad, y así de Amor me vencí, […] debes saber que aquella piedra sobre quien la prisión está fundada es mi Fe, que determinó de sufrir el dolor de su pena por bien de su mal (4). A través de la obra, el ‘autor’ nos presenta un hombre atormentado, no sólo por el amor, sino por el temor de provocar descontento y problemas a la amada; sin embargo, conforme avanza el texto, el lector puede percibir cómo en el momento en que el honor de Leriano es puesto en juego, éste busca defenderlo hasta la muerte; Leriano se muestra insatisfecho cuando el rey le perdona la vida a Persio, no por los problemas que le ocasionó a Laureola, sino por haber puesto en duda su honor de caballero. Por otra parte, cuando se trata del honor de Laureola, Leriano no lo hace su prioridad, éste está dispuesto a luchar hasta la muerte para limpiar su propia imagen y ser recordado como alguien que defendió la justicia y a la mujer que amaba, sin embargo, no muestra la misma determinación cuando se trata del honor de su amada, quien repetidas veces se escusa diciéndole que
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redimirlo sería condenarse a sí misma, como luego sucede en la obra. A pesar de que Laureola hace clara su prioridad de mantener su honor e imagen de mujer virtuosa aun a expensas del sufrimiento, tanto de Leriano como el suyo, el enamorado le impone sólo dos alternativas, dos alternativas bastante egoístas, ya que la primera consiste en redimirlo por medio de la esperanza, acto que pone en juego el honor de Laureola, o bien, darle la muerte, cosa que también perjudicaría su imagen, por ser retratada como una desagradecida que dejó morir a su fiel enamorado y defensor. El pesar que tengo de tus males te sería satisfacción de ellos mismos, si creyeses cuanto es grande, y él sólo tomarías por galardón, sin que otro pidieses, aunque fuese poca paga, según lo que me tienes merecido, la cual yo te daría, como debo, si la quisieses de mi hacienda y no de mi honra. […] Dices que nunca me hiciste servicio: lo que por mí has hecho me obliga a nunca olvidarlo y siempre desear satisfacerlo, no según tu deseo, mas según mi honestidad. La virtud, piedad y compasión que pensaste que te ayudarían para conmigo, aunque son aceptas a mi condición, para en tu caso son enemigos de mi fama, y por esto las hallaste contrarias. Cuando estaba presa salvaste mi vida y ahora que estoy libre quieres condenarla. Pues tanto me quieres, antes deberías querer tu pena con mi honra que tu remedio con mi culpa. Mucho te ruego que te esfuerces como fuerte y te remedies como discreto. No pongas en peligro tu vida y en disputa mi honra, pues tanto la deseas, que se dirá, muriendo tú, que galardono los servicios quitando las vidas; lo que, si al rey venzo de días, se dirá al revés. Tendrás en el reino toda la parte que quisieres, creceré tu honra, doblaré tu renta, subiré tu estado, ninguna cosa ordenarás que revocada te sea. Así que viviendo causarás que me juzguen agradecida, y muriendo que me tengan por mal acondicionada (32). Incluso cuando Laureola le deja claro a su enamorado que las alternativas que éste le da para remediar su dolor son causa de problemas, Leriano decide dejarse morir, y aunque justo antes de su muerte rompe y se come las cartas de Laureola para evitarle inconvenientes en un futuro, éste actúa de una manera egoísta y contraria a lo que predica durante toda la obra. Leriano pone su comodidad antes que las posibles repercusiones que su consuelo pueda tener en la imagen de Laureola. Por otra parte, ambas soluciones que éste impone a su amada sólo resultan ventajosas para él; primeramente, la opción de morir no representa una difícil decisión, ya que dada su condición de caballero, no puede mostrar temor a la muerte, y aparentemente no lo hace; y la segunda, porque ambas opciones, además de ofrecerle consuelo, no ponen en duda su honor, sino todo lo contrario, el ser librado de su sufrimiento, como morir a causa de éste, lo hacen ver como un héroe que ganó el favor de su amada después de una dura batalla contra el amor y las adversidades que éste le presentó, o bien, como un caballero que, a pesar de llevar
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una vida honesta y llena de valentía, murió como un mártir de amor. Huizinga señala que de la soberbia estilizada y sublimada ha nacido el honor, norte de la vida noble (90), esto parece comprobarse con el personaje de Leriano; no importa cuánto justifique sus actos y su muerte con el amor, finalmente, lo que gana de ellos es un reconocimiento de la sociedad. Aun antes de morir, Leriano hace una defensa a la mujer que termina por agrandar su condición de mártir, y que finalmente lo logra retratar como el perfecto caballero y amante. La aspiración a la gloria caballeresca y el honor está unida inseparablemente a un culto de los héroes (91), y finalmente, los héroes, como los mártires son figuras legendarias que inspiran a la imitación y al constante elogio. La muerte de Leriano no proporciona solución alguna a Laureola, ésta sólo representa un remedio fácil a su dolor, que termina por agrandar su admiración de sí mismo por actuar tan valiente y ‘desinteresadamente’; a lo largo de la obra, los actos de Leriano sólo alimentan su orgullo de sí mismo convirtiéndolo en un personaje, no solamente soberbio y egoísta, sino en un hombre narcisista que no deja de admirarse de su propia ‘devoción’ al amor y al código de honor caballeresco.
1. San Pedro, Diego de. Obras. Ed. Samuel Gili y Gaya. Madrid: Espasa-Calpe, 1950. De aquí en adelante, los textos citados serán de esta misma edición. 2. Huizinga, Johan. El Otoño de la Edad Media. Ed. Alianza Editorial. España, Madrid. 2008. De aquí en adelante, los textos citados serán de esta misma edición. 3. Fauriel. Lit, Tom I, pg 497. Citado en: Lewis, C.S. The Allegory of Love: A Study in Medieval Tradition. Oxford University Press. 1985. 4. Lewis, C.S. The Allegory of Love: A Study in Medieval Tradition. Oxford University Press. 1985. 5. Arte de amar. 6. El otoño de la Edad Media por Johan Huizinga. 7. Arte de amar.
Para concluir, el narcicismo es admiración excesiva que alguien siente por sí mismo 10; a pesar de que Diego de San Pedro no muestra explícitamente a un personaje con constante delirio de grandeza, un análisis más a fondo, y con las referencias tanto ideológicas como sociales de la Edad Media, es posible llegar a la conclusión de que en la mayoría de las obras caballerescas, se nutre el ideal de honor que conlleva a la admiración propia, y en algunos casos, como en el de Leriano, a un orgullo y búsqueda de reconocimiento excesivo, que finalmente terminan por retratarlo como un narcisista.
8. Canet, José Luis, “El proceso del enamoramiento como elemento estructurante en la ficción sentimental”, Historias y ficciones: Coloquio sobre la Literatura del siglo XV, ed. R. Beltrlán, J.L. Canet y J. L. Sirera, Valencia, Universitat de Valencia, 1992. 9. Hereos se refiere a la melancolía. 10. Definición según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. BIBLIOGRAFÍA • SAN PEDRO, Diego de. Obras. Ed. Samuel Gili y Gaya. Madrid: Espasa-Calpe, 1950. • HUIZINGA, Johan. El Otoño de la Edad Media. Ed. Alianza Editorial. España, Madrid. 2008. • LEWIS, C.S. The Allegory of Love: A Study in Medieval Tradition. Oxford University Press. 1985 • CANET, José Luis, “El proceso del enamoramiento como elemento estructurante en la ficción sentimental”, Historias y ficciones: Coloquio sobre la Literatura del siglo XV, ed. R. Beltrlán, J.L. Canet y J. L. Sirera, Valencia, Universitat de Valencia, 1992. • PORTÁLES BESÓ, César. “El sentimiento amoroso en la Cárcel de amor”. Espéculo. Revista de estudios literarios, VIII. 21 (2002).
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Post
Jesús Armando Molina • Poeta, cuenta cuentos y estudiante de la maestría en Investigación Literaria.
por Jesús Armando Molina
Abrimos las puertas y la plaga de langostinos revolotea se come al día en los ojos de quienes nos miran. Ojalá desaparecieran nuestras huellas dibujadas por el fuego. Estamos condenados a guiar al odio ciego por este laberinto a echar puentes entre barrancos, a no fumar tabaco en lo apacible y a martillar campanas en la mirada de los antílopes. Amanece y la sed es enorme y no hay ríos bajo las rocas sólo están los cadáveres que parieron al mundo. El estertor de octubre nos aquieta, caminamos al bosque a encontrar la oquedad más luminosa. Y nos volvemos invisibles.
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Que la soga baile lento por Héctor González González
A Mauricio Martínez
Héctor González González • Estudiante de la Licenciatura de Literatura Hispanomexicana en la UACJ.
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sa mujer que siempre te amó, esperando hasta el final, sin recriminar su postrero turno en la fila, la que ignorabas por miedo de sus abrazos asfixiantes, delgados hilos rencorosos que evitaran que otros brazos te calienten, a su amor que soporta el peso de tu decisión, por temor a su muda voz, que obliga a monologar al silencio. Que la cuerda dance a manera de epitafio, para conocer sus ásperos ojos, que los cuerdos llaman nudos, nudos ciegos, que sin ser espejo te reflejan, y muestran mi incapacidad de invitarla a bailar. La soga continúa en la pista, el ritmo, ahora es un danzón para despedir al corazón. Como madre que espera tu retorno al vientre, y sabe que sólo has salido a tomar aire, sabe también que apenas salgas, te espera la mano del tiempo, golpeando tu inocente trasero, que más tarde reclamará como suyo, es la muerte; partera de la vida. Ahora bailas con la soga, es un vals. Desenredada la duda, se elevan hacia el cielo, no más danza sobre el suelo, te gusta su arrítmica visión de mundo que a tus ojos calla mientras traviesa besa el adornado cuello, despides el último aliento, el vals termina y no evoco las deseadas mariposas. Que la soga baile sobre el cuello, en un vals llamado tedio.
El escritor que recibió un premio pensando
que era una injusticia Marco Antonio López Romero • Estudiante de la Licenciatura de Literatura Hispanomexicana en la UACJ.
por Marco Antonio López Romero
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s viernes, octubre 23, una de esas noches en las que el desierto confunde, ¿hace frío?, ¿hace calor?, ¿aire?, ¿lluvia?, ¿qué hace? Una línea de arena se pasea reptante por el suelo y realmente el clima no termina de hacer nada más que reír de los confundidos que no saben si taparse o no, irse a su casa o no, algunos entran al teatro. Van a ser las siete de la tarde, sobre la avenida Hermanos Escobar pasan pocos carros, no hay tráfico, en la entrada del Centro Cultural Universitario los fotógrafos de espectáculos “cazan” parejas, “¿me permiten una foto para el periódico?”, y el teatro, de a poco, como de granitos en un reloj de arena, empieza a llenarse.
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ALBERTO VILLARREAL (Ciudad de México 1977) Autor, director y pensador de teatro. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México FONCA. Su trabajo creativo abarca más de cuarenta puestas en escena -la mayor parte de su autoría-; con presencia en once países. Es licenciado en Literatura Dramática y Teatro por la UNAM con medalla Gabino Barreda y ha cursado residencias de especialización como las del teatro Royal Court de Londres, la Fundación Carolina de Madrid, o con el Lark Center de Nueva York. Ha creado en teatros como Vila Flor en Guimaraes Portugal y con compañías como Teatro del Tablón en Esquel Argentina. Sus textos están publicados por editoriales como Nick Hern Books en Londres, Cierto Pez en Santiago de Chile y El Milagro en México. Ha sido invitado a festivales y teatros como el Transamerique de Montreal, el Iberoamericano de Cádiz, o el NTH8 en Lyon. En México ha obtenido varias becas de creación como Jóvenes Creadores y Fundación para las Letras Mexicanas. En su trabajo como ensayista ha ganado el premio de ensayo teatral CITRU-Paso de Gato y ha escrito para revistas de arte como Letras Libres o Tempestad. Ha impartido cursos en ciudades como La Habana, Madrid y Sao Paulo. De 2001 a 2011 fue director artístico de la compañía Artillería Producciones y del Teatro La Madriguera. Sus Principales montajes son: El “Lado B” de la materia (2013) Ensayo sobre débiles (2011) y Memorias de una máquina a vapor (2008). En 2013 se le otorgó el premio nacional de literatura: José Fuentes Mares por su libro “Siete años en ensayos” e ingresó al consejo académico de la Cátedra Ingmar Bergman en Cine y Teatro de la UNAM.
Ante un auditorio Gracia Pasquel casi lleno Alberto Villarreal sube despacio los escalones de la tarima, todos lo siguen con lo mirada, lo empujan con la mirada, su lugar está arriba, ahí lo esperan autoridades de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, sabe por qué sube y, sin embargo, no se le ve nervioso, es como si Alberto todos los días recibiera un pre-
Alberto Villarreal.
mio, como si todos los días ganara el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares. Hay muchas maneras de empezar un discurso, pero la manera de hacerlo es muy importante, la entrada es lo que crea en las primeras palabras empatía (o apatía, cuando así se lo propone el autor) con el público y nos revela también algo de la personalidad del escritor. Por ejemplo, Vargas Llosa, en su discurso al recibir el Premio Nobel en 2010, no intentó disfrazarse en la falsa humildad, y reveló lo que él considera más importante, a él mismo, “Aprendí a leer a los cinco años”, dijo. En contraparte Saramago, doce años antes, al recibir el mismo premio, empezó diciendo: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”, y habló de su abuelo y del trabajo en el campo y de él mismo descalzo hasta los catorce años, pobre, irremediablemente. Saramago tampoco se disfrazó y se mostró humilde, como era. O ¿qué tal ése?: “Comienzo con una palabra que todos los hombres, desde que el hombre es hombre, han proferido: gracias”, sofisticado, sólo lo pudo haber dicho Octavio Paz. Pero Alberto no es Paz, ni Vargas Llosa, ni Saramago, ni estamos en Suecia, y éste no es el Premio Nobel. Hay que decir algo, por eso Alberto camina con seguridad, así se para, así también comienza a hablar agradeciendo a las autoridades ahí presentes cuando le ceden el micrófono y le piden unas palabras, las
palabras revolotean alrededor del teatro, van saliendo separadas unas de otras por breves pausas. Lo que dice parece sencillo, pero no lo es. No es sencillo pararse ante un auditorio expectante y decir “un premio es una gran injusticia”, pero lo dice y es como si dijera “gracias”, parece que nadie se da cuenta, algo en su tono de voz invita a la duda, pero más tarde, conversando con él, la mirada terminará de convencer, está siendo realmente humilde. Alberto no es muy expresivo, no es de esas personas que hablan también con las manos, su técnica es diferente, hace énfasis en una frase que quiere resaltar pausándola más, cambiando un poco el ritmo de la conversación va diciendo “los premios siempre son, creo, una distinción que no se merece”, y recuerda que no llegó hasta aquí, a esta frontera, a este premio, sólo por él, piensa ahora en todos los que están atrás del premio, de su libro, de su especialidad: el teatro. “En realidad los premios o un premio, sobre todo de un libro de teatro, implica el trabajo de muchísima gente y es sólo una persona la que recibe el premio y la que aparece y es nombrada, pero en realidad es el trabajo de más personas que están siendo premiadas hoy y al final todo acaba en un nombre y creo que eso hay que reconocerlo, hay que regresar con generosidad y trabajar por otras personas, un premio implica mucho compromiso, el teatro implica lealtad”, la segunda “l” de la palabra lealtad la sostiene con la lengua en el paladar, seguramente la lealtad es importante.
DÓNDE EMPIEZA LA TRAVESÍA DEL TEATRO
“Siempre el teatro, como todas las artes, se trata de una relación con lo imposible y lo insustituible, la única forma de mantenerse en esto trabajando constantemente es que realmente no puedes hacer otra cosa, hay algo que absorbe, hay algo que llama y finalmente no tienes opción. Creo que si hay opción de hacer otras cosas hay que hacer esas otras cosas, solamente el que llega aquí, el que permanece aquí, es el que no quiere, no puede, no necesita hacer otra cosa y creo que es finalmente donde llega el teatro, donde el teatro te atrapa”, platica enérgico, efusivo y en sus ojos pasa un dejo leve de nostalgia, pareciera que recuerda el principio, tal vez las palabras lo lleven a La Casa del Lago en el Parque Chapultepec, teatro para el pueblo y tal vez recuerde los aplausos de su primer montaje cuando apenas tenía
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diecinueve años, tal vez recuerde la adaptación que hizo de El guardagujas, de Arreola, cuando todavía era estudiante, en ese ambiente tranquilo, familiar, a veces una casa de locos, de personajes melancólicos, olvidados, olvidadizos, tal vez atraviesa las imágenes de la construcción de Siete años de ensayos, tiempo y título de su obra, hoy premiada, hoy reconocida, hoy aplaudida.
QUÉ HAY DE LOS QUE EMPIEZAN
Alberto es joven y habla también para los jóvenes, para los que apenas empiezan: “No crean nada de las desgracias que les cuentan sobre esto, en realidad esto para mí ha sido el mejor trabajo posible. Cuando yo era estudiante de teatro mucha gente me decía que no debía hacerlo, que debía cambiar de profesión, que en el teatro te mueres de hambre y no ha sido así, al contrario. Entonces les diría realmente que no le hagan caso a nadie”, y hay una sonrisa que se quiere asomar aplastando sus mejillas, “si hay una intuición hay que aprender a seguir esa intuición y a buscarse a sí mismo en el teatro”. El teatro, dice Alberto, es un compromiso, primeramente con uno mismo, con el ente creador, pero este compromiso individual es también colectivo pues, dice, “ir hacia la propia subjetividad y defender una visión muy particular es lo que estamos necesitando de la realidad, en realidad la cosa va con no ser doctrinales ni morales, me parece que la cosa va más allá y no tiene que ver con la idea de buscar provocar un acto social, a veces, simplemente en la búsqueda de la profundidad, de los conflictos, de la honestidad, de la propia mirada de la realidad aparece algo muy revelador para los demás lo importante del escenario es entender lo que no se está diciendo”. Las personas ya se levantaron de sus asientos, van caminando en procesión hacia la salida, “lo que realmente me parece importante es esta mirada de ser totalmente radical con tu verdad aunque ésta parezca un disparate”, “tu verdad” fue lo pausado en esta oración y las últimas palabras de Alberto caen agonizantes por el teatro ahora vacío. “Suerte”, se despide amable y sale del teatro, más tarde de la frontera, con una sonrisa porque Alberto ahora sabe que a veces las injusticias no son tan malas como las platican.
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Ensayo sobre la inmovilidad
Gestos y trazos a partir de “La Metamorfosis” de Franz Kafka por Alberto Villarreal
Personajes Actriz sin papel Hermana de la actriz sin papel Gregorio Greta El Padre La Madre El Supervisor El Huésped
I Casa a medio derrumbe. Gente puesta en espacio. La Hermana de la actriz sin papel con un pájaro disecado sobre su dedo. Un pedazo de espacio como escenario usado con fines personales. Ahí, pequeños actos y escenas de introducción. Entretenimiento de malos sueños.
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ctriz/La Madre. Esta no es una obra hecha para un espacio. Sino un espacio en obra. Perdón. La impermeabilización del techo se ha atrasado, pueden ver el deterioro de la estructura original. Sin embargo el edifico cumple todas las reglas de protección civil. Esas flechas, indican la dirección de la salida ¿ven? Es para allá. Esta obra nunca saldrá de aquí. No puede. No sabe. Se ha ensayado, presentado, y se morirá aquí. Alguien dijo que era una obra idiota. La vida es movimiento, pero esta obra se quedará aquí. Es como nosotros, que en vez de salir corriendo hemos decidido quedarnos, dando vueltas o sentados, como un manojo de cebollas. Hermana de la Actriz sin papel. Dicen que no siempre fue así. Hubo otros tiempos. Redondos. Donde sin desearlo, uno volvía a su origen. La tierra era redonda y en determinado momento del viaje, al doblar la siguiente esquina, uno se topaba con la casa de su infancia. Encontraba los muebles, y la luz de la ventana puestos en su mismo lugar. La lavadora prendida esperando su carga de ropa blanca. Encontraba a sus padres viejos, remojados, en su pila de años y de cajas de medicinas. Olvidándose de las mismas cosas, recordando las mismas cosas. Preparando una sopa
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de verduras para nosotros como si nunca nos hubiéramos ido. Entonces bastaba sentarse en la puerta trasera; ver el rumbo por el que se había partido entonces. La calle era idéntica, excepto por las remodelaciones de mal gusto de los vecinos. Bajo los techos recubiertos de azulejo azul cielo se aceptaba no haber entendido nada. Uno escupía en el suelo y se sentía conforme con la vida. Nosotros en cambio, vivimos como un glaciar derritiéndose. Si hay suerte, alguien por descuido te encuentra a tiempo, y te pone en su hielera. Junto a otros hielos que endurecieron para hundirse en vasos minúsculos. Actriz sin papel. Amo los ventiladores. Son la más noble de las máquinas inventadas por el hombre. Los ventiladores nos traen a los inmóviles los aires de otras regiones. Si se pasan las suficientes horas frente a él sin contraer neumonías o resfriados, se puede aprender a percibir los olores lejanos. El guisado quemado de los vecinos de ayer, la fresca pasta dental en los dientes de leche de un niño, el cigarro fumado con prisa, la diferencia entre las heces fecales de los perros de la calle y los de hogar.
II Gregorio duerme sobre una máquina industrial para dormir. Pesadilla de Gregorio Samsa: Imágenes de vigilia. Mujeres que mueven su cabeza de pájaro. Cuerpos de mujeres forman una campana ensordecedora. Una noche de pesca sobre un piso negro. Juegos de feria y ruedas de la fortuna hechas con vestidos. Gregorio despierta. Animal disecado sobre su máquina industrial para dormir.
Gregorio. Sigue durmiendo Gregorio, sigue durmiendo. Olvida todo, duerme y olvida. Se pasará, no darle importancia. Miedo del cerebro, nada más. No puedo dormir. Si no me pongo sobre el lado derecho no puedo dormir. Que trabajo doloroso tengo. Viajando, moviéndome siempre. El trabajo del exterior es mucho más sofocante que el del interior de un negocio. Soportar las molestias del viaje, la preocupación por el horario de los trenes, la mala comida, fría e irregular. El trato con gente cambiante, nunca duradero, nunca humano ni amable. Esto de levantarse temprano me ha dejado idiota. El hombre tiene que tener sus horas de sueño. Otros viajantes viven como mujeres en un harén. Cuando yo regreso a media mañana a pasar en limpio los pedidos, esos señores están todavía desayunando, llevando la cuchara lentamente a su boca como si se les fuera a cansar. ¿Sería mejor para mí? No. Me contengo por consideración a mis padres. Por consideración a mí hace mucho que me hubiera plantado delante del jefe para maldecirlo. Él habría rodado fiel a su volumen de cerdo desde su banco hasta el lodo rojo de la alfombra. Pero la esperanza no está perdida, sólo ahorcada en el perchero. Cuando tenga el dinero para pagar las deudas de mis padres, en unos cinco o seis años, lo maldeciré. Por lo pronto a levantarse, el tren sale a las cinco. ¡Santo Dios, son las seis y media! Me reportaré enfermo. No lo
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creerán, en cinco años nunca me he declarado enfermo. Vendrá el médico del seguro, que reprochará a mis padres tener un hijo tan holgazán y dirá que soy una persona perfectamente sana y perfectamente haragana. Quizá no esté equivocado. Los siguientes personajes están en otro cuarto; invisibles; sólo escuchamos sus voces a través de la puerta.
Madre. Gregorio. Son cuarto para las siete. ¿No te tenías que ir? Gregorio. Sí Madre, ya me levanto. Tiempo lógico de la angustia.
Padre. Gregorio, Gregorio. ¿Qué te pasa? ¿Necesitas algo? Gregorio. Lo que sea menos entretenerse inútilmente en la cama. Son las siete, las siete y todavía hay niebla. Suena el timbre de la casa.
No abren. Suena el timbre de la casa.
No abran. Suena el timbre de la casa. Se escucha a Greta correr para abrir. El golpear de sus zapatos contra lacias escaleras. Entran los zapatos roncos del supervisor.
Gregorio. El Supervisor, el Supervisor en persona viene. Estoy condenado a servir en una empresa donde al menor descuido se sospecha lo peor. Gregorio cae de la máquina.
Supervisor. Allá dentro ha caído algo. Gregorio. ¿Podría a este hombre pasarle algo así? Madre. Aquí está el Supervisor. Padre. Gregorio, ha venido el señor Supervisor. Quiere saber por qué no saliste en el tren de la madrugada. No sabemos qué decirle. Desea hablar contigo personalmente. Por favor, abre la puerta. El Señor Supervisor tendrá la bondad y educación de perdonar el desorden de tu cuarto. Supervisor. Buenos días señor Samsa. Madre. No se siente bien, créame. Gregorio sería incapaz de perder
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un tren. Mi hijo no tiene otra cosa en la cabeza que el negocio. A veces me enojo con él porque nunca sale de noche, siempre está en casa. Aquí junto a mí lee el periódico o la guía de trenes. Pero estoy feliz que haya venido señor Supervisor, solos no hubiéramos conseguido que Gregorio abriera la puerta. Es tan terco. Supervisor. Espero no sea nada grave. Debo admitir que nosotros, los hombres de negocios, por desgracia o por suerte, a veces no tenemos mayor remedio que sobreponernos, en interés de la empresa, a una ligera indisposición. Padre. Bueno ¿puede entrar ya el señor Supervisor? Supervisor. Señor Samsa, ¿qué pasa? Se atrinchera en cuarto, no contesta ni con un sí ni con un no, preocupa grave e innecesariamente a sus padres y desatiende sus obligaciones laborales de forma inaudita. Le hablo en nombre de sus padres, de su jefe y de su nación, le exijo una explicación ahora mismo. Estoy asombrado. Decepcionado y asombrado. Creí conocerlo, una persona razonable, tranquila, y ahora hace gala de caprichos extravagantes. Es cierto que el jefe insinuó esta mañana la posible causa de su falta, pero yo di mi palabra de honor de que esa sospecha es totalmente falsa. Y ahora que veo su increíble terquedad estoy perdiendo las ganas de jugarme la credibilidad del jefe en mí, ganada después de tantos años de trabajo. Toda mi carrera, todos mis días laborales arriesgados por usted. Puedo perder todo por su culpa. ¿Entiende eso? Tenía la intención de decírselo en privado, pero como usted me hace perder el tiempo, no sé por qué no habrían de saberlo también sus pobres padres. Últimamente sus servicios eran muy poco satisfactorios. Y esta actitud deja claro el motivo de sus nulas ventas. Pereza y falta de respeto al horario y a la empresa, faltas imperdonables que exhiben su deslealtad y conducen a una vida malsana que nosotros los supervisores no debemos permitir en beneficio de ustedes mismos. Por lo que señor Samsa, me veo en la necesidad de informarle que queda usted cesado de toda actividad… Gregorio. Pero señor Supervisor si ya estoy abriendo la puerta, un leve malestar me impidió levantarme, pero ya me siento mejor, ahora salgo de la cama, aun no estoy bien pero ya me siento mejor… Supervisor. No he entendido nada ¿No será que se burla de nosotros? Madre. Quizá está muy enfermo y nosotros lo atormentamos. Greta ve a buscar un médico, Gregorio está enfermo, ¿oíste como habla? Supervisor. Era la voz de un animal. Madre. Aquí hay otra llave. Otra llave. Entran al cuarto. Por primera vez son visibles al público.
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Gregorio. Me vestiré y tomaré el tren, como ve Señor Supervisor me gusta trabajar. Viajar es penoso, pero no podría vivir sin viajar. ¿Dónde va señor Supervisor? En un momento de la vida uno puede ser incapaz de trabajar, pero es cuando hay que recordar los servicios prestados por el empleado. Me preocupan mis padres, estoy en sus manos, el viajante siempre ausente es fácil víctima de habladurías. No se vaya sin decirme que comprende algo de lo que digo. Madre. Por el amor de Dios, líbrame de él. Los padres salen del cuarto.
III La Actriz Sin Papel enciende otra área de la casa. Una esquina húmeda y sucia.
Hermana de la actriz sin papel. Siempre he sido alérgica. Mi cuerpo tiene miedo del mundo, cree que cualquier cosa, como un pelo de gato o dormir sin calcetines, pueden matarlo. Por eso no he caminado ni un paso más allá del límite amarillo de la banqueta que indica la zona de no estacionar. No he ido más allá, ni ustedes tampoco. Actriz sin papel. Cuando uno se mete a uno de estos cuchitriles debe tener un seguro contra siniestros. Todo aquí apesta. Ustedes son la peste del mundo.
IV Greta entra al cuarto de Gregorio.
Greta. No pudo haber volado. Camina por el haz de luz que deja entrar la puerta del cuarto. Deja el plato en el centro del cuarto y sale. Gregorio no puede comer cosas cocinadas para personas. Greta vuelve. Sobre la sopa deja caer su propia ropa y sale.
Actriz sin papel. Estos son tiempos planos. La tierra es plana y en algún punto se termina. Hermana de la actriz sin papel. Shhhh. La actriz sin papel entra al baño. Gregorio come. Greta regresa.
Greta. Esto sí le ha gustado. Greta recoge el plato y sale. La Actriz Sin Papel jala al escusado y sale de nuevo secándose las manos con una toalla. La Hermana de la Actriz sin Papel abre una ventana.
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V La familia Samsa entra al comedor. Cuadro preciosista y barroco. La Actriz sin Papel y su hermana en una esquina.
Madre. Estamos muy orgullosos de ti hija. ¿Ha mejorado? ¿Cómo está el cuarto? Greta. Sucio, huele mal. Padre. Siempre debe haber dos personas en la casa. Greta. ¿Quieres una cerveza pa? Puedo ir a buscarla yo misma, puedo decirle a la portera que... Padre. Greta, no podrás ir al conservatorio de música este año. Buscaremos una maestra local para tus clases de canto. ¿Qué estará haciendo? Del dinero que traía Gregorio he ido guardando algo. No alcanza para pagar las deudas, pero con él podremos vivir un año o dos. No lo tocaremos, debemos dejarlo para una emergencia. Hija, hasta ahora has podido vivir cómodamente, pero hemos llegado al extremo de que necesitamos que ganes dinero. Nunca deben abrirle la puerta. Tápense la nariz al entrar. Después de estar en su cuarto no toquen nada de nuestra comida. Denme un poco de paz. Si hace ruido, ustedes hagan otro más fuerte. Actriz sin papel. ¿Por qué mierdas están hablando de Kafka? Nuestro país se está muriendo de osteoporosis. Y ustedes hablando de Kafka. Mi corazón se está muriendo de osteoporosis. Y ustedes hablando de cucarachas. No me alcanza el dinero para pagarme un dentista. Ni me alcanza la inmadurez para llorar toda la tristeza que tengo entre los huesos, y ustedes hablando de gente más deprimida que uno. Deberían encerrarlos a todos. Ustedes son la peste. Represión y escarnio de la actriz sin papel.
VI Greta entra al cuarto de Gregorio. Se abren las ventanas de la casa, entra la luz del alumbrado público real de la calle. El sonido del tránsito a esa hora exacta.
Greta. Ven madre, no se ve. Las mujeres sacan los pesados muebles del cuarto.
Madre. Será mejor dejarle su cama, a él le gustaba mucho donde la tenía.
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Greta. Así estará bien, tendrá más espacio. No la usa. Mamá. Si le sacamos los muebles pensará que ya hemos perdido la esperanza y que lo abandonamos, mejor dejemos las cosas así, para que cuando Gregorio vuelva, encuentre todo como estaba y sea más fácil olvidar, seguir como antes. Greta. Lo sé madre, desea olvidarse de todo, de cómo era antes, prefiere su cuarto vacío. Sin nada que le estorbe. Canción usada por mujeres que laboran en fábricas o el campo. Greta ve a Gregorio.
Greta. Ven mamá vamos a descansar un poco. La madre mira a Gregorio y se desmaya. Las hermanas prenden un pequeño fuego.
Greta. Gregorio, miserable. Maldito Gregorio. Gregorio sale del cuarto y va hacia la sala. Se escucha el timbre. Greta va a abrir. El padre llega a casa.
Padre. ¿Por qué tienes esa cara? ¿Y tu madre? Greta. Mamá tuvo un desmayo, ya está reaccionando pero... Gregorio se ha escapado. Padre. Lo sabía, siempre se los he dicho, pero ustedes mujeres nunca quieren entender. El padre entra y golpea a Gregorio largamente. La Actriz Sin Papel pone sangre derretida como cera o un dulce agrio sobre el cuerpo de Gregorio.
VII Gregorio ensangrentado se levanta y canta. Los presentes bailan.
VIII La Hermana de la Actriz sin papel abanderada.
Hermana de la Actriz sin Papel: Ni con promesas ni con amenazas pudieron hacerle renunciar a la religión de Jesucristo. Y por esto fue condenado a morir a saetazos, atado a un palo, muy cerca del palacio del emperador. Las flechas fueron hiriendo su cuerpo llenándolo de sangre. Los arqueros disparaban sin
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cesar y sin equivocar un solo disparo. Pero Sebastián iba sonriendo y tenía los ojos brillantes de una alegría celeste. Por fin los cerró, y su cabeza y cuerpo cayeron desfallecidos. Los verdugos lo dejaron, creyéndole muerto... Sin embargo, vivía aún. Una santa mujer, llamada Irene, hizo retirar su cuerpo para darle sepultura; pero viendo que respiraba, lo hizo llevar a su casa, para reanimarlo, curándose en pocos días todas sus heridas. Entonces, en vez de esconderse, presentose con más valor que antes al emperador Diocleciano, que se llenó de pánico al verle, pues le creía ya muerto y sepultado. El Santo Mártir proclamó ante él su fe y le reprendió por su crueldad. Indignado Diocleciano, le echó de su presencia, mandando que fuese azotado hasta una muerte. Así se cumplió. Y para impedir que los fieles lo sepultasen, echose el cadáver en una cloaca. Pero Santa Lucina tuvo por la noche una visión, en la que el propio Mártir le dijo dónde estaba su cuerpo y dónde quería que se le enterrase. La santa cumplió el encargo; y el glorioso héroe fue enterrado en unas catacumbas, sobre las cuales edificose, y existe todavía, una iglesia en honor suyo. Es invocado San Sebastián universalmente como protector contra la peste. Así lo hace constar la inscripción de su sepulcro: “A Sebastián, mártir y campeón de Cristo, defensor de la Iglesia, terror de la peste”. (texto extraído de la WEB de autor desconocido)
Actriz sin papel. Esas son mentiras. Quieres saber de mártires yo te diré de algunos: Un niño de cinco o seis años que corría llorando, rodó por el suelo. Otros niños que corrían junto a él huyeron despavoridos pero un chiquito como de seis años se regresó a sacudirlo: “Juanito, Juanito, levántate”. Lo empezó a jalonear como si con eso fuera a reanimarlo: “Juanito ¿qué te pasó?”. Seguramente no sabía lo que es la muerte, y no lo iba a saber nunca, porque sus preguntas ya no se oyeron, sólo un quejido, y los dos pequeños cuerpos quedaron tirados sobre el asfalto, el uno encima del otro. Yo lo vi todo. Quería arrastrar al pequeño hasta la zanja donde me encontraba. Le grité varias veces pero como las balas silbaban por todas partes no me atreví a ir por él. Me limité a gritarle: “¡Niño, niño ven acá, niño!”, pero estaba demasiado ocupado en revivir a su amigo. ¡Hasta que le dio la bala! Sé que soy un cobarde, pero sé también que el instinto de conservación es terriblemente egoísta. (Texto tomado del libro “La Noche de Tlatelolco” de Elena Poniatowska) ¿Quieres que te cuente otra?: Era un relajo; yo iba al puesto de socorro a ver cómo funcionaba y regresaba a las ruinas. Después de 15 horas de haber hecho un túnel para que saliera una persona que estaba en el módulo central del Nuevo León, logramos arrastrarlo hasta la parte izquierda del edificio; sacarlo y bajarlo de la mole de escombros. Abajo nos esperaban para recibirlo
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con una camilla. Cuando el hombre vio el edificio caído, dijo que iba a regresar por su televisión. Por más que le gritamos que era peligroso, él insistió: -Quiero mi televisión, voy por mi televisión. Ya estaba rescatado, sólo faltaba que lo subieran a la camilla y se lo llevaran. -No, yo no tengo nada y voy por mi televisión. Más gritos de peligro; estábamos a punto de detenerlo cuando se echó a correr. Se metió al túnel de donde lo habíamos sacado. Provocó un derrumbe y el derrumbe lo mató. (Texto tomado del libro “Nada, nadie” de Elena Poniatowska) Hermana de la Actriz sin Papel. No le hagan caso. Lo dice porque es una amargada. De niñas mamá la obligaba a espiar por las cerraduras de las puertas donde hombres malos se acostaban con mujeres malas. Mamá… Actriz sin papel. Cállate. Hermana de la Actriz sin Papel. Mamá trabajaba como detective de maridos infieles y ella miraba por las cerraduras y le decía a mamá lo que veía, quien sabe cuántas cosas vio, tiene el ojo sucio, por eso sus ojos son como alcantarillas, los ojos cerdos. La Actriz sin Papel golpea a la Hermana de la Actriz sin Papel.
Actriz sin Papel. Eso no es cierto. Diles que no es cierto. Hermana de la Actriz sin Papel. Sí es cierto, tú nos lo contaste en un ensayo. Actriz sin Papel. Las autoridades deberían prohibir este tipo de antros, todos, todos ustedes son unos enfermos.
IX Máquinas y agujas de coser. El padre se queda dormido.
Madre. Vamos a dormir. Padre. No no, te ayudo con algo, debes entregar este trabajo mañana. Continúa el trabajo hasta que el padre se duerme de nuevo.
Greta. Será mejor llevarlo a su cama, mañana debe estar a las seis de guardia y ya es muy tarde. Greta se lleva al padre.
Padre. Éste es el descanso de mis últimos días.
Greta regresa.
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Madre. No podemos más, hemos cumplido con todo lo que el mundo exige a los pobres. Tu padre yendo a comprar el desayuno de los empleados más miserables del banco, yo cosiendo ropa ajena y tú con los pies cortados de correr todo el día detrás de ese mostrador. Mañana se muda un huésped, pagará bien el alquiler, vaciaré el cuarto de Gregorio. Greta sale.
X Actriz/Madre: Disculpen. Quiero tomar un momento para actuar un fragmento de “El Rey Juan”, una obra de Shakespeare. No sé cómo explicarlo, para una mujer dice ahí todo lo que ésta no sabe como decir. ¿Me ayudarías? Rey Felipe. ¡Miren quién llega! Una tumba en un alma, que en la vil prisión del afligido aliento retiene contra su voluntad al espíritu eterno. Te ruego, señora, ven conmigo. Constanza. No, rechazo todo consejo, todo socorro, Verdadero socorro. Muerte, muerte, oh amable amada muerte, sana putrefacción, peste odorífera, sal de tu eterna noche, odio y terror de la prosperidad, y besaré tus huesos detestables, y pondré las órbitas de mis ojos en las bóvedas de tus párpados, y con tus familiares gusanos anillaré estos dedos, y detendré este hueco de aliento con nauseabundo polvo, y seré un monstruo de carroña como tú. Ven, hazme una mueca, y creeré que sonríes y te besaré como tu esposa. Amada de la Miseria, ¡ven a mí! Rey Felipe. ¡noble aflicción, calla! Constanza. ¡No lo haré mientras tenga aliento para llorar! ¡que mi lengua se hallara en la boca del trueno! Entonces con mi cólera sacudiría al mundo y alzaría del sueño ese caído esqueleto que no escucha la débil voz de una dama, que menosprecia tan banal invocación. Cardenal Pandulfo. Señora, expresas locuras y no pesar. Constanza. Eres un monstruo por censurarme así. Es mío este cabello que me arranco. No estoy loca. Yo no estoy loca;
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le pediría a Dios que lo estuviera, pues así quizá me olvidara de mí. ¡si pudiera, qué pena no olvidara! Predica alguna filosofía que me vuelve loca, Loca, podría olvidarme de mi hijo, o pensar locamente que es un bebé de trapo. No estoy loca. Demasiado bien siento de cada calamidad la diferente plaga. Padre cardenal, yo lo he escuchado decir que a nuestros amigos en el cielo los volveremos a ver y a conocer. Si eso es verdad, veré a mi hijo de nuevo, Pero ahora el gusano pesaroso va a comerse a mi flor y a destruir la natural belleza de sus mejillas, y se verá tan escuálido como un fantasma, tan pálido y magro como un escalofrío, y así morirá; y al alzarse de nuevo, cuando lo encuentre en la corte del cielo, no lo reconoceré. Cardenal Pandulfo. Le tienes espantoso respeto a la pena. Constanza. Me habla a mí quien nunca tuvo un hijo. Rey Felipe. Amas la pena tanto como a tu hijo. Constanza. La pena llena la habitación de mi hijo ausente, yace en su cama, anda conmigo arriba abajo, asume sus bellos rasgos, repite sus palabras, me recuerda su hermoso cuerpo llena sus vacías prendas con su forma. Tengo entonces razón de amar la pena. Si tuvieras una pérdida tal, yo te daría a ti mejor consuelo. (Fragmento de El Rey Juan de Shakespeare: versión de Alberto Villarreal a partir de la traducción de Pedro Serrano).
XI El huésped come en el comedor. Se escucha a Greta cantar
Padre. ¿Le molesta al señor el ruido? Huésped. Al contrario, ¿no le gustaría a la señorita venir acá? Padre. Con mucho gusto, no tarda. El padre trae a Greta ante el Huésped. Greta canta y baila para el huésped. Estilo norteño, un corrido de gesta heroica de ilícitos.
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Atraído por los música, Gregorio sale de su cuarto. El huésped ve a Gregorio.
Huésped. ¡Señor Samsa! Padre. Pase a su cuarto, por favor, no es nada, nada Huésped. No me empuje, qué es eso, a mí no se me trata así. Padre. Pase por favor, no lo verá más. Huésped. Declaro, que, en vista de las repugnantes condiciones de esta casa y en esta familia, ahora mismo… El huésped escupe en el suelo.
… rescindo el contrato de alquiler. Naturalmente no pagaré ni un céntimo por los días que he vivido aquí y aún pensaré si no les voy a demandar por daños y perjuicios. Es todo lo que diré. El huésped sale. Gregorio permanece inmóvil. Greta limpia con la mano el escupitajo.
Greta. Papá, mamá, no podemos seguir. Si ustedes no lo quieren entender, yo sí. Delante de este monstruo no voy a pronunciar el nombre de mi hermano y por eso les digo que nos lo tenemos que quitar de encima. Hemos hecho lo humanamente posible por cuidarlo y soportarlo, nadie puede hacernos el mínimo reproche. Padre. Tiene razón. Greta. Tenemos que deshacernos de él, los va a matar a los dos, cuando alguien trabaja como nosotros, no puede soportar semejante martirio en casa. Yo tampoco puedo ya. Padre. Pero niña qué podemos hacer. Si nos entendiera. Si nos entendiera se podría llegar a un acuerdo con él, pero así. Greta. Se tiene que ir, es el único remedio que tenemos. Sólo tienes que quitarte de la cabeza que eso es Gregorio. Que lo creímos durante tanto tiempo ahí está nuestro error. ¿Cómo podría ser ese animal nuestro Gregorio? Si fuera él habría comprendido desde hace mucho que nadie puede convivir con semejante animal. Por sí mismo se habría ido. Entonces no habría más hermano y nosotros podríamos seguir viviendo y honrando su memoria. Pero este animal nos persigue, espanta a los inquilinos, quiere apoderarse de la casa, al final todos dormiremos en la calle. ¡Mira padre! Empieza otra vez.
XII Actriz sin papel. Se murió la cucaracha. Ya la llevan a enterrar, entre cinco zopilotes… La Hermana de la Actriz sin Papel le da un golpe. Está abanderada. El pájaro de su mano se acerca al águila de la bandera.
Hermana de la actriz sin papel. Estos son tiempos planos. Pero ven-
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drán otros, no podemos imaginarlos, pero vendrán, ni ustedes ni yo los veremos. Hemos nacido en un tiempo intermedio, la cantidad de humanidad que nos precede, es igual a toda la que nos sucederá. Somos intermedios afortunados. Desventura es ser los primeros o los últimos humanos, la cáscara de la especie. Todo en nosotros es como un intermedio, el momento donde uno puede salir, fumarse un cigarro, perder el tiempo. ¿Alguien tiene un pañuelo? Actriz sin papel. Yo sólo tengo uno. No alcanzará para todos. Hermana de la actriz sin papel. Úsalo tú. Eres la que más has llorado, siempre lloras como una idiota. No sabes controlarte. Actriz sin papel. Si no hay para todos, será mejor que nadie lo use. Eso es ser humano fascistas de mierda, compartir las carencias.
XIII Las Hermanas sin papel juegan con una pelota sobre una mesa. Greta entra al cuarto de Gregorio. Gregorio está muerto en el cuarto.
Greta. Papá, Mamá. Entran los padres.
Madre. ¿Muerto? Greta. Sí Padre. Bueno, ahora podemos dar gracias a Dios. Señor Concédenos no ver nuestro cuerpo jamás en tales condiciones. Actriz sin papel. Deberían encerrarlos, miren las estupideces que dicen. Hermana. ¿Quieres el pañuelo? Actriz sin papel. No, sólo hay uno. Eso es pensar en los otros, idiotas, en vez de hacer a Kafka, hacer a Kafka qué mierda. Padre. Líbranos de la peste señor. La que corre por la sangre de nuestra familia. La del desconocido al que tú aborreces. Líbranos del sufrimiento. Greta. Mira que flaco está, tal como entraba la comida volvía a salir. Vengan. El huésped se asoma a la habitación.
Padre. Abandone inmediatamente mi casa. Huésped. ¿Qué quiere decir? Padre. Exactamente lo que digo. El huésped sale de la casa. El padre introduce el cuerpo de Gregorio en un bote de basura.
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XIV Las Hermanas sin Papel frente a un arco de la casa.
Hermana de la Actriz sin papel. Mi gran negocio, será poner una agencia de tinacos usados. Los venderé como mi viejo vendía autos. Serán para esconderse, para flotar en privacidad fetal. Para llenarlos de cartas, golosinas o escupitajos. Todos tienen derecho a su pequeño planeta cerrado. Por lo menos cualquiera debería tener el consuelo de un pañuelo con el cual limpiarse las lágrimas. La Actriz sin papel mira al techo destruido del edificio. Con voz de niño canta y reza. Su hermana con lápiz labial marca las palmas de la Actriz sin Papel y lágrimas de sangre. La familia, en el cuarto de Gregorio, pone una alfombra de pasto sintético; siembra un árbol en el centro del cuarto; y luego traen tablones con los que tapian la entrada al cuarto. Aparece un hombre con un ventilador y un algodón de azúcar. El ventilador se enciende, el algodón es presionado contra el ventilador de forma que el algodón vuela por todo el espacio y llueve sobre los asistentes. Un milagro dulce. Una lluvia rosa, una redención simple.
Actriz sin Papel. Kafka al momento de su muerte, pidió a su amigo Max Brod que quemara todos sus textos, si el amigo hubiera obedecido nunca hubiéramos hecho esta obra. La traición es el detonante de la inmortalidad. La lealtad trae el castigo y la muerte. Si hubiera obedecido no estaríamos ahora juntos sin esperar nada, más que esto se termine. Nosotros, como se sabe desde el principio, aquí nos quedaremos, no hay sorpresas. Nos quedaremos en la paz de saber que mientras paguemos el recibo, no nos cortarán la luz y el ventilador seguirá girando, a nosotros nos basta que gire, esas nobles máquinas es lo mejor que ha hecho la humanidad. Nuestro mundo no es más que un mal humor de Dios, uno de esos malos días. Hermana de la Actriz sin Papel. ¿No existe entonces esperanza? Actriz sin Papel: Bastante esperanza, infinita esperanza, sólo que no para nosotros. (De Walter Benjamín en Para una crítica de la violencia y otros ensayos.) Pero podemos ofrecerles un café caliente. Eso es un consuelo… Se ofrece café a los asistentes. Pequeña reunión de extraños.
Ciudad de México Octubre del 2005
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Paisajes citadinos por Rafael Alejandro Leyva Rodríguez
Rafael A. Leyva Rodríguez • Estudiante de la Licenciatura de Literatura Hispanomexicana en la UACJ.
A
I veces me da por aburrirme y salgo a la calle con la aparente ilusión de quien busca algo, nada busco en realidad, pero podría buscar la rueda de un camión haciendo salpicar un charco o aplastando una paloma. Algunas veces me toco el pelo y siento como si un cadáver negro hubiera acariciado con sus dedos mi cabeza, es la muerte disfrazada de muerte, que atraviesa muros y se pudre lentamente en finos interiores adornados de belleza. A veces también cruzan la calle los perros. II Una mujer camina delante de mí con paso lento y burdo, arrastra sus dos lianas y deja tras de sí un rastro de perfume impúdico, nauseabundo. La mujer vuelve su mirada y recarga su espalda al pie de un ídolo inmóvil en la avenida. A la vuelta, una luz corre por un callejón buscando pequeñas manchas de grasa agonizantes y frente a sí encuentra un brillante vestido de noche. La ciudad nocturna parece un cementerio, y un ebrio de voz estridente en calidad de dios, fecunda una esquina con torrencial lluvia dorada. Ante la apenada oscuridad los grandes obeliscos cubren los rumores. III Sería un acontecimiento hermoso si el viento soplara y agitara edificios como si fueran flores en el campo, sin embargo, me conforta ver agitarse las largas cabelleras de las mujeres que cruzan. IV A veces camino por una calle extensa llena de grietas hasta dar con el café que frecuento, veo todo, a veces hay sangre que gotea de los dedos de la gente que mi vista limpia, veo también una ventana donde están bailando pares de zapatos elegantes, mocasines y bostonianos, en una danza herida, casi muda, veo deshechos vaciarse en recipientes que la gente come sin asco y veo piedras que se adhieren a los huesos de los hombres y que dejan un dolor punzante. Me siento en mi rincón favorito, lloro amargamente.
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Miseria
Édgar Martínez Jiménez • Pasante de la Licenciatura en Historia, estudiante de Periodismo Político.
por Édgar Martínez Jiménez
E
1 l niño despertó cuando sus padres aún dormían. No sabe que es día de reyes, no escribió una carta pidiendo juguetes carísimos. El olor a “mona” y a alcohol barato inunda el pequeño cuarto; su padre ronca y su mamá descobijada deja ver su cuerpo, los moretones como lunares marcan su espalda, el cuello. Es un día cualquiera, no hay fechas y a veces ni días o noches. No hay estufa, ni siquiera algo para desayunar. Sus hermano más pequeño despierta y empieza a buscar el seno flácido y vacío de su madre, que ignora llantos y mordidas. 2 El señor delegado del barrio más pequeño del municipio más rico del Estado, se cree amigo del gobernador, discípulo del presidente e íntimo confidente de la presidenta municipal. Reparte despensas a mujeres fieles al partido. Mujeres y hombres del barrio saben que ha robado computadoras de la biblioteca, material para construcción y dinero. El gobierno tiene en él la seguridad de su permanencia, de su triunfo electoral; le ha dado tarjetas que valen 600 pesos, con ellas comprará votos y se irá después del pueblo. Cuando vuelva, nadie recordará que fue delegado, su sonrisa de dientes chuecos se dibujará debajo del bigote negro cuando nos salude.
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3 La señora, de vestimenta pulcra y obediente fidelidad a los horarios de misas y rosarios, se sienta en la oficina de la iglesia. Su cargo: fiscala, una vieja tradición de la religión católica de nuestro país que exige servidores a la misma. Encargados de las necesidades del edificio, de los sacerdotes y de la administración. Se le puede ver en todos los actos religiosos y festivos que de la capilla de este barrio emanan. Aunque a muchas y muchos les molesta su presencia, nadie quiere estar en sus zapatos. Bueno, tal vez cuando cobra por los servicios del templo. Por ejemplo cuando acuden los fieles a pedir una misa para sus difuntos, un domingo en una sola ceremonia se les cobra a cuatro familias los servicios de luz, el pago para el sacerdote y una ayuda para la iglesia (forzosa). La cantidad rebasa los 1 500 pesos. Son años en el cargo, son muchos los fieles y mucho el perdón que el pueblo requiere. 4 Hoy escribí basura. Textos dignos de deshacer y avergonzar a cualquier aspirante de escritor. No encuentro en la lectura de los diarios un espacio, al menos, para una buena noticia. Me he sentado en esa casa mal hecha a beber mezcal barato, me he reunido en las oficinas de iglesias y delegaciones en busca de historias y chismes. Lo que encuentro me lo he cayado, me lo he guardado en no sé dónde. Ahora cargo una libreta para notas que nunca uso. Ya tengo un celular que me mantiene “conectado” y cuido una hija que pregunta por mí. Me frustra ser robado por mis alcohólicos vecinos, presenciar la adoración a santos inermes y a un señor que representa la fiel imagen de un servidor público. Me siento miserable, incurable de esta maldición que pudre el territorio al que llaman país. Ya no busco, he encontrado lo suficiente para escribir un libro que sacie las primeras preguntas de mi nena en la miseria.
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Flotando por Emmanuel Sariñana
B
eckham demuestra su lado paternal. “¡Pinches noticias basura!”, pensé. Cómo es que demostrar afecto paternal puede convertirse en una noticia sensacionalista, vaya que todos vemos expresiones sentimentales a menudo en todos lados y nadie hace alboroto. Si el futbolista ése demuestra o no afecto a sus hijos, qué más da, es una persona más. Aspiré una bocanada de humo de cigarro mientras arrugaba y tiraba a la basura esa sección de farándula, luego giré la mirada hacia el techo y lo expulsé lentamente de mis pulmones a través de su cárcel de dientes. Un techo con manchas en forma de cara con sus ojos clavados en mí, no pude evitar sentirme momentáneamente espiado, violado, “no seas pendejo, son manchas”, me calmé.
Emmanuel Sariñana Pérez • Licenciado en Diseño Gráfico.
Seguí hojeando el periódico, pues en ese momento, encerrado en un cubículo de un metro por metro y medio, no más, con un piso sucio, rayones vulgares y graciosos por todos lados y un rollo de papel alarmantemente a punto de terminarse, toda esa tinta formando palabras e imágenes me parecía sólo eso, tinta sin sentido alguno. Decidí deshacerme del periódico dejándolo a un lado de mi pantalón que casi rozaba el suelo y saqué los cigarros de la bolsa de mi camisa. Era uno de esos empaques blandos que si te descuidas y lo aplastas, mandas a la chingada todos los cigarros. Eran unos tabacos de los que acostumbro fumar desde hace años y que, a pesar de ser la burla de cuantos me conocen (cigarros jodidos, de pobre, dicen) me gustan, y no sólo el sabor sino su color, la forma, ese dibujo de un tipo agradable con sombrero, en fin, me gusta todo. Saqué lentamente uno pensando en todas las cosas que me gustaban de ellos y me lo llevé a los labios. Quedó suspendido unos segundos, como ajustándose a la textura de la piel y luego lo encendí. Justo después de tomar la primera bocanada escuché la puerta abrirse de golpe, luego ruidos de pasos apresurados (quizás nerviosos, no lo sé), y unos gritos que no dejaban nada claro, más allá de una evidente ira, apuñalaron el silencio del baño.
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Por un momento pensé que se trataba de alguna discusión malhumorada entre dos tipos, seguramente por alguna estupidez, y seguí en mi labor, pujando y fumando varias bocanadas de humo (según dicen, fumar te afloja y puedes cagar mejor, en este momento no me parecía muy acertado el remedio, de la caca ni sus luces) mientras oía parte de la discusión, la cual, por supuesto, seguía sin entender. Pasaron unos minutos en los que como no queriendo, poco a poco, le fui prestando más atención a lo que sucedía en el baño, claro que deseaba saber por qué discutían y con un poco de emoción morbosa quería ver el baile de golpes, pero me era imposible, me bastaba en ese momento escuchar la actuación salvaje y ver, de vez en vez, a través de la pequeña ranura del armazón del cubículo, figuras indefinibles moviéndose veloces. Para mi desilusión, jamás logré escuchar algún indicio que me diera pistas sobre el motivo de la pelea, eran más bien súplicas, gritos y gemidos de dolor, quizás cansancio o rabia, algunos susurros indescifrables seguidos de nuevas súplicas que decían casi siempre: “no güey, no mames, no seas mierda por favor, no me mates”. Estaba en proceso de volver a fumar del cigarro, mientras en mi cabeza imaginaba cómo serían los sujetos, dibujaba en mi cabeza rostros aleatorios desfigurados por ira y terror, imaginaba los trayectos en cámara lenta de puños impactándose en alguna cara, seguidos de gotas muy rojas asustadas, huyendo de tanta violencia a toda prisa por el aire, incluso imaginé la ropa que posiblemente tendrían, cuando inesperadamente alguno de los cuerpos se proyectó contra la puerta del baño en el que me encontraba y me dio un susto tremendo. El cigarro cayó de mi boca directo hacia mi pierna desnuda, peligrosamente cerca de mi pene, lo que me regresó a la realidad. Rápido, quité con la mano la ceniza pegada a mi piel y levanté el cigarro que había terminado su recorrido justo en mi calzón, que al tiempo ya había devorado hambriento un pequeño círculo de tela, dejando un hueco con bordes
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cafés. Enseguida caí en la cuenta de que tal susto me había hecho soltar un pedo, quizás serviría de algo y me haría por fin poder defecar. Me equivoqué, de la caca ni sus luces. Después del susto, que me costó una molestia en la pierna y un calzón quemado, algo en la discusión, el tono quizás o la disminución de actividad, me cayó como presagio; algo más estaba por suceder. “Espero que lo único que pase sea que me salga ya esta maldita mierda”, dije para mí. De nuevo un susurro, pero esta vez seguido de una risa que me pareció fingida, luego el sonido seco de una pistola automática siendo cargada y el llanto fusionado nerviosamente con la súplica haciendo un diálogo casi falto de sentido. Cómo es que a estas personas les gusta complicarse la vida más de lo que ya es. Para mí es ya de por sí un martirio estar estreñido y tener que detonar dinamita en mis entrañas para poder expulsar sólo un poco de excremento, como para ir por la vida buscándome problemas que me podrían costar más que alguna hemorroide o un agotamiento físico por tanto pujar, no lo entiendo, pensé. De pronto, sin ninguna señal, uno, dos disparos. Un eco se fue apagando lento, como el sonido de una piedra golpeando el fondo seco de un pozo. Seis pasos apresurados y una puerta que cruje y rechina tras abrirse y cerrarse, luego un silencio denso, casi irreal, pero enseguida recuerdo que se trataba de un baño, un lugar de penas, donde a mucha gente el pudor les obliga a permanecer mudos, retraídos, escondidos tras una puerta juzgándose, como si cagar o soltar pedos fuera un crimen, un ataque personal al resto de los ocupantes. Sentí un ligero olor a muerte en el ambiente, y me hizo sacudir en escalofríos, poniendo en guardia cada uno de mis bellos regados con un ligero sudor frío, “cálmate, sólo es el olor a orines y mierda vieja saliendo del retrete que traspasa el hueco entre tus piernas y recorre el camino de botones de tu camisa hasta tu nariz, el olor a muerte no existe, de ser así temblaríamos de miedo de saber que siempre está cerca”, me tranquilicé con una dosis de usual realismo. No negaré que sentí una terrible tensión involuntaria que tras un par de respiraciones profundas logré controlar. Fumé una lenta y larga bocanada, como si el humo acariciando mis pulmones fuera a relajar mis músculos tensos. Luego, un río carmesí milimétrico desfiló sin pri-
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sa sorteando los surcos del mosaico frente a mi cubículo mientras sostengo en suspenso el humo y el cigarro en mi boca. Sigo sin entender por qué después de pujar y pujar durante varios minutos, sólo hasta ese momento en que terminó la escena, logré descargar una caca mal formada. ... Al terminar mis pensamientos con olor a pólvora, humo de cigarro y excremento, me preparo para salir; corto y enrollo en mi mano derecha dos, tres, cuatro rollitos de papel con exactamente tres cuadros cada uno. Mientras realizo el barrido entre mis piernas, comienzo a imaginar cómo va cortándose lentamente también, no sé si de uno en uno o de tres en tres cuadros, los últimos momentos de vida del infeliz baleado a unos metros de mí. Levanto mi pantalón mientras observo con cuidadoso desprecio mis desechos flotando en el agua. Bajo la palanca del inodoro y abro la puerta. Al salir no logro contener esa necesidad de morbo taladrando mis pensamientos, y busco con calma los restos de la escena antes escuchada. Observo con cuidadoso desprecio ese desecho humano flotando ahí en el ambiente denso y silencioso del baño. Enjuago mis manos sin dejar de lanzar miradas por el grande espejo, brillante y con ciertas manchas indescifrables, tal como el agua del retrete en donde momentos antes estaba sentado, y sólo veo un deshecho inerte, feo. Tiro mi cigarro al suelo, y lo dejo como último testigo antes de que alguien decida bajar de nuevo la palanca.
Paso a paso a la maquila; los sueños se pierden en el camino
por Marco Antonio López Romero Fotos Emmanuel Sariñana
A las tres de la madrugada Monserrat se sacude en la cama.
Marco Antonio López Romero • Estudiante de la Licenciatura de Literatura Hispanomexicana en la UACJ.
Quisiera que las cobijas la acariciaran y le dijeran “cálmate, descansa” pero las cobijas no hacen nada. Por eso se tiene que mover ella, por eso, mientras duerme, sus sueños se mezclan y confunden con su voz cuando dice “pásame la bolsa” y el sonido sale para difuminarse con el frío y con la noche que tienen abierta la entrada a través de ese orificio que quedó en la pared cuando, hace meses, Monserrat, para mitigar el calor de mayo, abrió la ventana que se cayó... desde entonces, seis meses han pasado, esa parte de pared sigue desnuda. Noche molesta, noche bronca, noche necia, noche norte, noche, noche, Monserrat sueña. Y sus sueños son distintos a los de muchos otros de su edad, ella a pesar de sus 17 años imagina bolsas de seguridad para autos y máquinas de coser; es lo que hace de lunes a viernes en la maquiladora Key Safety Sistems (KSS). Monserrat no descansa, no es materia inerte, trata de zafarse de algo, se sacude, habla. Está entre dos perras de dudosa procedencia pues uno las ve y no sabe de dónde pudieron surgir estos peculiares personajes, Esponja y Rapunzel. Curiosamente Rapunzel es la que menos pelo tiene, es rara sí, pero es un regalo y los regalos ya no se dan, no se quitan, no se venden, no se van, los regalos como “Rapu” se han ido quedando. Esponja llegó sola, es más fea, bastante más, es como un chihuahua pero de pelo largo y lacio, cuerpo pequeño y patas largas, no le gusta que la bañen y trata de evitarlo a toda costa, pero cuando lo hacen se le esponja el pelo negro, de ahí el nombre, luego se lo alacia ella sola cuando da vueltas por la tierra para que sepan que ella manda. Pero no
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es rencorosa y a esta hora de la madrugada Esponja desearía tener las patas aún más largas para abrazar a Monse como ella la abraza. Cuando el cielo todavía no sabe nada del sol, el despertador, huésped incómodo pero necesario, le recuerda a Monserrat que es hora de levantarse. Entre ladridos, el canto de un gallo y el silbido de un tren que parece no terminar de pasar nunca, ella toma el aparato entre sus temblorosas manos, lo desactiva y como no queriendo pone los pies en el suelo. Suelo “a secas” de cemento, puesto ahí por el abuelo, fuerte abuelo que en sus buenos tiempos alzó cada una de las paredes que sostienen el techo de esta casa, lleno de ilusión al traer a esta frontera, sueño industrial, obrero, que apenas comenzaba a formarse a principios de la década de los setenta, cuando México ya era la tercera potencia de países maquiladores sólo por detrás de Alemania occidental y Canadá. Llegaron desde un pequeño rancho llamado El Cuije, allá por Torreón, Coahuila. Él hubiera querido poner piso de cerámica pero no le alcanzó la vida para juntar ese dinero, ya no está, el tiempo es finito en las personas, ahora los pies de su nieta sobre su obra se mueven despistadamente antes de caminar a la maquila. Monse, le dicen de cariño, sabe cuánto tiempo le quita cada movimiento, por eso un día antes calentó agua en una olla supliendo al bóiler que aquí no existe, y se lavó el cabello y el cuerpo antes de acostarse a soñar con bolsas y máquinas de coser. Monse se peina, se maquilla, se lava los dientes todavía somnolienta, torpe, contrario a su manera de moverse cuando está bien despierta, sólo necesita unos minutos más, un poco de aire y un cigarrillo, no
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come nada, no hay, el refrigerador no sirve, pero los cigarros no se refrigeran, esos nunca faltan, enciende uno, se lo fuma tranquila. Justo a las cinco de la mañana con treinta minutos toma la bata color azul rey que está colgada de la pared, se la pone, “mi trabajo salva vidas”, está escrito en su espalda, toma los lentes grandes y trasparentes y dice como para ella misma “quesque por seguridad” y los mete en una de las dos bolsas que tiene su uniforme para luego salir de su casa. Va por Gaby, su vecina, entra a la cocina que algún día fue anaranjada, ahora es difícil saberlo por lo ahumado del calentón de leña, que es un bote de lámina y la grasa de la estufa, Gaby le ofrece un café mientras conecta la plancha que luego pasa despacio por su bata, “vámonos pues”, dice y toma los cigarros sueltos de encima del refrigerador. En esta urbe de un millón 335 mil habitantes, 494 mil son pobres, es decir, tienen al menos una carencia en necesidades básicas, y sólo 25 por ciento no vive en pobreza, ni es vulnerable a ella, según datos del Colegio de la Frontera Norte (Colef). A las cinco con cuarentaidós minutos van caminando por la calle Diego Lucero de la colonia México 68 en el norponiente de Ciudad Juárez hacia el Parque Industrial Gema, doblan a la izquierda en aquel tramo de pavimento que, ellas no lo saben, lo malo es que no lo saben y por eso no se pueden reír o enojarse, cada mañana les juega una broma pesada, Revolución Proletaria, se llama. Caminan por esa calle hacia el poniente, la luna es la lámpara más brillante y apunta directo a sus frentes cuando en la calle Rodolfo Fierro se les une otra joven en su vuelta a la derecha, otra vez a la izquierda... de frente una vez más la luna les llena los sentidos de una cierta nostalgia a cama y a cobijas. La calle se empieza a poblar de personas con batas azules sobre las sudaderas, si no fueran de
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ese color y si no fuera por sus rostros, sus brazos y sus piernas, sería lógico pensar en hormigas, eso es esta calle a las cinco con cuarentaisiete, un hormiguero de personas azules. Con los brazos cruzados sobre el pecho, tratando de hacerse algo de calor en medio de esta seca y gélida madrugada Monse platica como para amenizar el viaje, “todos los días es exactamente lo mismo, igual, las mismas personas, ese camión de allá siempre está a esta hora”, y señala un camión prendido que no avanza, que no se mueve. Cada quien sabe cuál es su lugar en esta cíclica peregrinación, cada uno tiene su lugar en esta calle, unos por la banqueta, otros en medio. Las personas se agrupan, de tres en tres o de dos en dos, pero nadie se queda solo. Aquí hay lugar para todos. Monserrat también sueña despierta cuando a veces piensa que le gustaría estudiar, pero las opciones se le han ido cerrando igual que su camino al trabajo que ahora se va volviendo más estrecho y de tierra pues hay que atravesar las ladrilleras. A los costados llantas inservibles, basura y casas de cartón y madera escuchan a Monse cuando dice un tanto desencantada: “sí me gustaría estudiar, ya fui a preguntar a varias escuelas pero no puedo por el horario porque salgo hasta las tres”. No existe la opción de dejar el trabajo. Y es que tiene que ayudar a su hermana mayor con los gastos de la casa porque están solas. Lo que no sabe Monse es que no es la única con problemas para terminar la escuela, ella no lo sabe pero no es más que un número en la estadística, que como ella hay otras miles de historias que no se saben, que no se van a contar nunca: Desertaron de su actividad escolar un total de 15 mil 649 alumnos de entre primaria, secundaria y preparatoria durante el ciclo escolar 2010-2011 en la ciudad. Según datos del sistema de indicadores de calidad de vida Así Estamos Juárez durante este ciclo hubo un total de 288 mil 818 alumnos de nivel básico a medio superior de los cuales el 5.4 por ciento abandonó las aulas. La etapa más crítica es la preparatoria en donde se encuentra únicamente el 14.4 por ciento del total de alumnos. De todos los jóvenes que se inscribieron a preparatoria 17.8 por ciento terminaron por abandonarla, esto durante el ciclo escolar en mención. En secundaria estuvo el 23.9 por ciento de todos los alumnos de estos niveles; el 6.9 por ciento dejó de hacerlo.
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La primaria fue la más poblada durante estos años captando el 61.7 por ciento del total de los estudiantes, en esta etapa se registró una deserción del 2.2 por ciento. Pero para ser operador de maquiladora no se necesita preparatoria. La otra gran actividad comercial tradicional de la ciudad, además del narcotráfico, son las cantinas. En la década de 1940 a raíz de la Segunda Guerra Mundial se generó una concentración de soldados en la base militar Fort Bliss, en El Paso, Texas, que enriquecieron los servicios de cantinas y prostitución de la avenida Juárez y Mariscal. Desde entonces el Centro y estas dos avenidas principalmente, quedaron marcadas como escenario de fiesta y exceso, de alcohol y drogas, de sexo a cambio de dinero. La mamá de Monse, Sofía, trabajó en el Centro muchos años, como fichera, esas mujeres amables que escuchan penas y piropos mientras sirven a su cliente una cerveza, así mantuvo a sus hijas. Pero tuvo que dejar el trabajo, se fue de la casa para cuidar a sus sobrinos, porque el papá de los niños, policía municipal, fue acusado de asesinar a unos sicarios en una persecución, y aunque no hay pruebas de que él haya disparado
está esperando sentencia en el Cereso. La hermana de Sofía trabaja toda la noche en el tercer turno de una maquila, duerme en el día y necesita la ayuda, por eso Sofía dejó a sus dos hijas en la casa de la colonia México 68, por eso Monse tuvo que trabajar, por eso camina por esta calle oscura y fría de madrugada.
Justo a las cinco de la mañana con treinta minutos toma la bata color azul rey que está colgada de la pared, se la pone, “mi trabajo salva vidas”, está escrito en su espalda
Investigadores de la problemática de deserción escolar, como la doctora en Ciencias Sociales de la UACJ, María Nieves González, aseguran que la culpa no es de los estudiantes. La doctora dice que para que un alumno deje la escuela se tienen que mezclar varios factores que se van “cocinando” hasta desembocar en la salida del alumno del centro escolar.
Los principales factores que ocasionan la deserción, mencionó la investigadora, son: en primer lugar la pobreza; luego la falta de educación sexual que propicia los embarazos no deseados; la dinámica social de los padres que prefieren que los hijos sean productivos económicamente en cuanto puedan y la violencia dentro de los salones de clases -bullying-. Miguel Cortés, psicólogo del Centro de Asesoría y Promoción Juvenil A.C., concuerda en el sentido de que la deserción es “una combinación de factores, uno es el económico”, pero menciona que “hay casos severos de déficit de atención y dificultades de aprendizaje a los que si le sumas que los padres piensan que sus hijos son malos para la escuela y que por lo tanto no deberían ir, pues tenemos un problema”. Miguel asegura que las zonas más afectadas por esta situación son el norponiente y el suroriente, pues la pobreza que caracteriza a estos sectores es un factor detonante en esta problemática. “Para muchos la escuela se acaba en la edad en que son aceptados en la maquila”, dice. Según documentos de la UACJ, para 1970 en Ciudad Juárez ya estaban instaladas veintidós industrias maquiladoras que daban trabajo a 3 mil 135 personas, y diez años después, la consolidación de la ciudad industrial era una realidad, para ese año ya se habían establecido cuatro parques industriales de los cuales en tan sólo uno, el Antonio J. Bermúdez, se alojaban veintiséis plantas.
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El INEGI registra en su Estadística de la Industria Maquiladora de la Exportación que para 2007 en Juárez trabajaban 196 mil 500 personas en 278 plantas. La figura de Monse a pesar de ser delgada no transmite fragilidad, al contrario, se le ve fuerte, así es o así trata de ser siempre. Admite que se cansa, que llega a su casa a dormir, que una vez se fue a trabajar con unos zapatos que le apretaban y casi llora pero las diez horas de pie no fueron suficientes para soltarla en llanto, que se desespera pero no se rinde, ahora jala fuerte de las agujetas de sus tenis Nike, les hace un nudo y avanza. Luego dice firme “pero voy a acabar la prepa allá en el comunitario”, refiriéndose al Centro Comunitario Granjas de Chapultepec en el que ofrecen a jóvenes y adultos la posibilidad de estudiar la secundaria y preparatoria en la modalidad “abierta”. Monse piensa que si estudia se abre un abanico de oportunidades mucho más amplio del que se le presenta ahora, pero no es fácil, está en desventaja, lo sabe, sin embargo eso no la desanima. Ya se ve iluminado el edificio de paredes blancas que la albergará hasta las tres de la tarde, casi llegan. Afuera de la planta KSS algunos hombres despiden a sus parejas, se besan tiernamente como si estuvieran disfrutando un día en el parque, qué importa que sea o no un parque, si no es ahora, cuándo, cada minuto antes de entrar a ese edificio es vital, les recuerda que son humanos, se pasan a través de sus bocas un poco de aire, un poco de vida. Pero hay que despedirse, hay que trabajar, hay que llegar a casa los jueves pasadas las tres de la tarde con los setecientos pesos de la semana, por eso la levantada, por eso el esfuerzo. Hay que ayudar a la familia. Hay que comer. Monse abre la puerta principal, da unos pasos lentos como de arrepentimiento, un titubeo, vuelve la cabeza a la calle, imposible regresar. Se pierde entre la multitud de gentes azules, ya no se distingue, ahora Monse podría ser cualquiera, cualquiera de esas batas azules. Pasadas las seis de la mañana el camino antes altamente transitado está desolado. Aquí, a esta hora y en esta colonia ya no queda nadie que “salve vidas”, hasta que por la tarde regrese el ejército azul y Monse llegue a su casa, salude a su hermana y se acueste a dormir cansada de trabajar, para soñar que trabaja.
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El tiempo en un bolsillo por Thelma Bueno
Thelma Buen • Estudiante de la Licenciatura de Literatura Hispanomexicana en la UACJ.
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amino a casa me topé con un par de eventos desafortunados. Mi mente era como un juego de canicas ese día, un encuentro malo de músicos de jazz. El cuerpo frígido, una mirada profunda enterrando pasiones y pasos que se desvanecían me acompañaban al hogar. Mi lecho: un lugar donde los sentimientos buenos son el disfraz de los villanos; una cueva que enseña la poca luz que tiene y deja escondida en lo más profundo la otra parte; un lugar donde la alegría trataba de ser todo pero por desgracia no era así, no en una familia como aquélla. Lo único que me salvaba de no estar en ese lujoso nido era ir a la escuela, aunque tuviera desventajas, pues cualquiera de las dos, de una u otra manera, me afligían. Por eso prefería pasear por las tentaciones. De los pájaros que había, uno estaba a punto de volar y los otros apenas emprendían su viaje. Un pájaro superior al que siempre comparaban con cualquier cosa. En realidad pretendía que fuera un éxodo cotidiano pero no fue del todo mi objetivo porque nunca lo logré. Cada una de mis semanas empezaba con un miércoles seguido de un viernes, luego un martes y después el sábado pegado a un demente jueves, no existían en mi mundo ni los lunes ni domingos; días así, con un espectáculo soporífero, ni al caso. Cuatro de esos días me correspondían para acudir a la escuela, el de Venus, Marte, Júpiter y Mercurio. La escuela era como mi antídoto a la casa, un sitio capaz de atraer desconocidos e inesperados personajes que lo hacían fascinante. El instituto, un ambiente que no permitía inyectarme el veneno de otros aunque estuviera repleto de serpientes. Y no es porque me encantara la escuela, sino por ese extraordinario recorrido cuando voy hacia ella. Un viaje completamente en otra dimensión. Como si volaras a través del tiempo. Donde correr y no alcanzarlo sería un intento más por capturarlo. Un tiempo inagotable que nunca me cansaba. Mientras regresaba a casa el tiempo transcurría lentamente, el reloj puesto en mi muñeca derecha se derretía despacio, era como dejar las velas de cumpleaños encendidas y observar la aguada cera que se comía mis años. Me detuve a contemplar mi estado y miré a mi alrededor. A la gente acarreada por las calles no la veía desde otra perspectiva más que la de una manada. Del otro lado, perversa pero a la vez dichosa -todo lo
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que analizaba era un sinfín de niños acelerados- una pequeña le preguntaba a su progenitor en qué se basaba la civilización y yo sólo fumaba un cigarrillo. La ciudad era el encuentro feroz de esta especie, una especie exclusiva con problemas de existencia. ¿Se dirá con certeza que fuimos hijos del maíz? O mejor dicho ¿hechos a imagen y semejanza de dios? En fin, dejé esos problemas y me concentré en caminar hacia algún lado. El asfalto hecho de excremento, los árboles derrumbados, los edificios sin vida y los anuncios sin valor alguno que se tratan de vender son unas cuantas situaciones de esta metrópoli, con una población libertina, perversa y necia. A pesar de eso, el sol siempre nos daba su compañía sin reprochar nada aunque el día fuera bastante malo, fatal o desagradable, estaba ahí. Como la luz que nos ilumina cuando hay obscuridad. Esa estrella que buscas en el horizonte opaco y la acompañas. Casi podría decir que el sitio al cual pertenezco son las dichosas tinieblas que se mencionan a veces en cuentos, pero quizá sólo exagero. Por un momento me imaginé bajo el techo de descontadas razones con un vaso de cerveza ¿No sería sensacional, no contemplar nada y sólo beber? Por fin seguí caminando sin pensar, buscando mi dirección y traté de luchar para hallarla. Di unos extravagantes pasos y ya estaba a la mitad de la avenida intentando encontrar mi camino, pensé que un autobús sería la mejor opción y opté por ella. No razoné en ese momento ¿por qué tomar un autobús, si es lo que más se tarda? Sin embargo proseguí con mi acción. A lo lejos creí haber visto uno, pero mis ojos me engañaron, eran tres carros que iban muy juntos, mi mente al instante los relacionó con piezas del juego de Lego. ¿Qué diablos pasaba conmigo? A lo largo de la avenida coqueteaba con unos segundos que no me dejaban en paz y después de los fabulosos veinte minutos galácticos que esperé, lo vi venir. Hice esa señal extraña que todos hacen y se detuvo con un chillante sonido que provenía de sus grandísimas y relucientes ruedas. Al subir, me dieron instrucciones de pisar el tercer escalón, luego el segundo y por último el primero. Nunca imaginé un autobús como ese, pintado con
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colores psicodélicos, el volante un manubrio de bicicleta, unas puertas que las jalaban unos pequeños monos para que se abrieran y los asientos con colchones saltarines. Mi cabeza daba vueltas otra vez. Tal vez era la noción del tiempo o un presagio o la prisa innecesaria de llegar a ninguna parte. En el lapso que estuve parada todo andaba bien hasta que descubrí a unas hormigas con sus enormes patas que se metían poco a poco en mi estómago hablándome de cuán fuertes eran ellas sin importar su tamaño, yo les contestaba que era algo absurdo. Aparte ¿quién demonios se pondría a hablar con unos insectos diminutos? ¿Qué proeza era esa? Comencé a sentir una sensación espeluznante, como si flotara, observé mis pies y no estaban en el suelo. Fue desequilibrado lo que hacían esas hormigas. Poco pasó, creo, para que me encontrara sentada en la parte media del autobús en uno de esos asientos saltarines muy confortables. Salté con impacto cuando vi que la persona de al lado era un joven mantis, cosas del destino, el salto se confundió en la desafortunada ruta del camión que cayó en un bache, por eso no me atravesó con sus filosos brazos. Otra vez estaba aconteciendo, era como si alguien en ese instante me sacudiera la cabeza de un lado a otro, no lo aceptaba. La fobia que les tengo a esos insectos verdes, largos y horribles es de lo más inmenso que pudiera tener. Traté de disimular volteando al lado izquierdo pero me maravilló ver a un señor topo, ese tipo de animal desde mi infancia había sido de mi total agrado, lo cual me recuerda que hace poco vi a uno en la escuela escondido bajo tierra y asomaba su corta cabeza al exterior. Bueno, al fin, tuve que cambiarme de lugar porque no soportaba la presencia del otro. Claro, tuve que decirle a mis colegas las hormigas que me movieran de lugar. Estando un poco más atrás escuché una horrible risa y muriéndome de curiosidad por ver quién se reía tan feo volteé, me arrepentí de haberlo hecho, una señora con orejas, manchas y patas de hiena era esa persona. No tenía que estar pasando esto. Bajé la mirada y me llevé otro susto porque vi unos pies enormes y peludos, subí un poco más la mirada y encontraba lo mismo en las manos. Era como una mezcla pintoresca de artista reprimido. Me cuestionaba si acaso era la única normal en ese transporte. Que me perdonara la naturaleza por haber nacido así. Era claro que mientras avanzaba el autobús sucedían cosas más insólitas, también era realidad que la ruta del famoso guagua fuese toda una aventura desde la velocidad de estrella fugaz que llevaba hasta su montón de pasajeros efímeros. Jamás había de descubrir ese transporte de vida con todo y almas. Continuaba confundida, sin querer pensar en lo sucedido. No es que uno lo planee pero el movimiento arrulla, dormí un poco en el trayecto a casa y tuve un sueño muy peculiar. Todo comenzaba en un espacio verde, cálido y sereno, me dejaba llevar y seguía una línea morada, creí que simplemente perseguía una cola de ratón pero en realidad eran unos ecos en forma de nube los que me guiaban. Al
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momento que los percibía me embarcaba en diferentes lugares, uno níveo y obscuro, otros húmedos y sofocantes y algunos nublados y tristes. En cada extensión notaba a un arquetipo de persona de acuerdo con el clima. Lo entendido fue que no supe a cuál pertenecía. Y eso me sacaba de quicio porque constantemente sabía cuál era mi lugar en cualquier ocasión. Luego un cuadro puesto en la nada me susurraba al oído y aconsejaba que me alejara de ese sueño. Y eso era lo que haría porque la advertencia de un pedazo de tela es criminal, fue lo suficiente para que hiciera caso. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba despierta y sentada en las filas del camión. Y aún así los pasajeros continuaban atemorizándome. De pronto vi que el camión no tenía fondo, nunca se iba a llenar y mucho menos vería a los otros viajeros con sus rarezas. Sí, en verdad no conservaba un fin ese largo pasillo sucio, con raíces de árboles como tubos y un soporte de hule como arenas movedizas. Estuve a punto de caer pero uno de esos tubos se extendió para sostenerme. Todo por la maldita culpa del chofer que sin darse cuenta estuvo a punto de pasarse el glorioso semáforo en rojo y atropellar a una hermosa ardilla. Por el otro extremo se deslizaba un enigmático personaje que al pasar no pude contenerme y lo aceché como si fuera una presa. Acosaba terriblemente sus pasos, en lo más profundo de mí lo deseaba atrapar aunque nunca lo conquisté, pues me perdí en un abismo cósmico, cada paso que él daba era infinito. Lo único que alcancé a distinguir fue su identidad marcada en la piel. Su olor penetraba hasta mis entrañas y me dejó impregnada con su olor extraño. Empapaba todo el lugar con su presencia, los demás pasajeros eran personajes desapercibidos en esos instantes. Todo lo que podía hacer era tratar de saber de dónde descendía ese grandioso individuo de la especie humana que me había dejado en total impacto. De pronto apareció un relámpago y me devolvió a la parada del camión. Me quedé callada. Mi mente pensaba por qué demonios no pudo descansar el día anterior, el hecho de pensar todo el día fue lo que no permitió hacérselo. No estaría apenas despertando en esta banca sólida enfrente de un centro comercial. Todo ese tiempo fue como si estuviera guardado en mi bolsillo agujerado.
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Iván
por David Gerardo López
David Gerardo López • Especialista en psicología gestalt.
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etrás de una sonrisa existe un sentimiento. Detrás del llanto existe un sentimiento. Detrás de una ausencia existe un sentimiento. Un olvido es producto de un sentimiento más fuerte, tan fuerte que preferimos ocultarlo, como si no existiera, qué incongruencia: el olvido está presente en nuestro interior con mucha mayor intensidad, tanto que sin darnos cuenta, mueve nuestra voluntad y gobierna nuestras emociones. No, los sentimientos no pueden repetirse, tal vez hayan existido experiencias y momentos similares que hacen parecer a las emociones iguales a otras, pero eso es simplemente imposible”. Estar escribiendo en mi diario en ese momento, a diferencia de otras ocasiones, me resultaba en angustia y es que normalmente tengo varios cuadernos, planeando tener siempre uno con que reemplazar a aquel que ya está lleno, entonces no había previsto que estaban por terminarse las hojas de mi diario y al estar escribiendo y darme cuenta que sólo me quedaban dos hojas me invadió una ansiedad que en un instante se transformó en coraje porque ese día en especial tenía tantas cosas que decirme, tantas que dos hojas eran insuficientes. Afortunadamente me di cuenta cuando todavía era tiempo de planear bien lo que habría de escribir, es decir, de administrar ese reducido espacio, de tal manera que en pocas palabras narrara lo que en otras condiciones habría ocupado mucho mayor espacio. Nunca me había sucedido algo similar en los cuarenta años que tenía de escribir mi diario y qué bueno, porque seguramente a los dieciocho años, cuando terminé de escribir mi primer cuaderno, de haberme sucedido esto no habría podido resumir... pero que estoy pensando ¿tiene algo de importancia eso ahora? Ni siquiera sé si valió la pena escribir paso a paso, cada día desde entonces, hasta ahora, la historia de mi vida. Sin embargo, ahí estaba frente a las dos últimas hojas vacías, esperando estar llenas de mi historia o tal vez simplemente estar llenas. Antes de seguir escribiendo me levanté de la silla y fui hacia la cocina a prepararme un café. Al pasar por la sala, estaba mi hijo Antonio y como normalmente sucede, al verme me reclamó no haber estado con él en sus años de formación, durante su niñez y su adolescencia y también, como normalmente lo hago, lo escuché sin objetarle nada, sin preten-
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der defensa alguna, no podía hacer menos que dejar que se desahogara, sólo le pedí que me permitiera prepararme el café, él no lo sabe, pero al escuchar algo en lo que es evidente tener una carga fuerte de sentimientos, necesito estar acompañado de mi taza de café. –Ahora sí– le dije, te escucho. –Papá, me duele siempre que te veo hablarte para decirte lo mismo. Ha pasado tanto tiempo que difícilmente podría ser de otra manera. Me duele en primer lugar no llevar como todos los hijos primogénitos que conozco, incluyendo el mío, tu nieto, tu nombre. En ese momento cerré mis ojos y recordé el día en que decidimos su nombre, entonces era muy importante para mí lograr que mi hijo supiera que nada lo obligaba a intentar siquiera ser como su padre, que no podría llegar a sentir mayor orgullo que darme cuenta que mi hijo no era remedo de nadie, que tenía la capacidad de ser él mismo, pero los sentimientos no solamente no se repiten, ademas suele suceder que de una persona a otra se interpretan de una manera totalmente diferente. No le dije nada, no quería que nada le impidiera desahogarse y cerré los ojos porque sabía que no iba a poder soportar escuchar viendo su imagen estática y sentir su mirada tan lejana, sin poder abrazarlo y besarlo. Era precisamente esa lejanía la que impedía modificar cualquier sentimiento. No había duda, los sentimientos no se repiten, pero pueden permanecer estáticos, constantes, como la luz del sol que en ocasiones parece tenue, en otras fuerte como apenas soportable y algunas veces tan sutil que da la impresión de haberse perdido, pero el hecho de estar oculta no significa que no existe y llegado el momento surte sus efectos en el ánimo y la voluntad, igual los sentimientos, algunos, los menos, tantos como lo permita el umbral de la cordura, permanecen constantes, aparentemente olvidados. -No me llamo Iván, me llamo Antonio y como mero requisito llevo tu apellido. No estuviste conmigo cuando por primera vez fui a la escuela. No fuiste tú quien me enseñó a abrochar la agujetas de mis zapatos, ni acudí a ti para hacerte ver lo orgulloso que me hacía sentir vestirme solo. No fue contigo con quien compartí el júbilo de dominar mi bicicleta. Jugué a la pelota, corrí, salté, aprendí a hacer travesuras y me divertí mucho, pero nunca contigo. Aprendí a valorar la soledad pero nunca conseguí entender tu ausencia y a veces me era muy difícil soportarla. También en mi infancia lloré cuando se me dificultaba alcanzar un objetivo, no pude evitar dejar de sentirme fracasado y no fuiste tú quien me enseñó que la derrota y el fracaso son distintos, sin embargo lo aprendí. Obtuve reconocimientos importantes, fui un alumno destacado, muchas veces con aplausos, trofeos y diplomas me
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dijeron los adultos y otros tantos muchachos de mi edad lo buen estudiante que era, no sé si te importe pero con qué gusto hubiera deseado que tus manos fueran una extensión de las mías para recibir con ellas las felicitaciones o el reconocimiento materializado y con qué orgullo lo hubiera compartido. No me juzgues tonto, pero aun acompañado de tu ausencia, sin siquiera conocerte, en tu nombre y para ti, di el mayor de mis esfuerzos y compartí con tu imagen confusa y abstracta pero siempre idealizada, lo mejor de mí. Necesitaba quererte aun cuando otras personas lo hubieran merecido más que tú, pero fui egoísta y guardé siempre el cariño de hijo con la esperanza de algún día dártelo todo junto. De haber sabido que nunca volvería a verte me hubiera consumido ese cariño con otra gente. Esos sentimientos hacia ti no se empolvaron ni permanecieron constantes, tomaron más fuerza pero una fuerza contraria, llegó un momento, no sé exactamente cuándo, que dejó de ser amor para convertirse en rencor. ¿Tuviste otros hijos? No me respondas, prefiero pensar que sí, porque de otro modo no entendería tu egoísmo. Abrí mis párpados y estaba todavía, con el mismo semblante, con la misma mirada inmutable. Permanecí frente a él unos segundos en silencio, sabía que el pasado con nada se modifica, no tenía sentido decir nada, entendí que no sólo las emociones no se repiten, además algunas experiencias y que las emociones permanecen ocultas para siempre. Me levanté y volví a mi recámara. Me senté frente a mi escritorio, sobre él estaba mi diario, las dos últimas páginas vacías que antes me parecían insuficientes ahora las encontraba inmensas ¿qué expresar frente a esa elocuente realidad? Sentí miedo de no poder describir mis emociones producto de permanecer lejos de mi hijo y a la vez una cierta justificación producto de mi cobardía al ver tan poco espacio. Estando frente a mi cuaderno, justo en la última hoja blanca no pude evitar dejar correr lágrimas. Al verlas caer sobre la hoja blanca sentí que había perdido mi tiempo tratando de expresar con palabras mis sentimientos, no evité pensar en nada, nada hice por impedir el llanto, dejé que brotara libremente, no sé en qué momento dejé de llorar, pero sí sé que esas dos últimas hojas fueron bien aprovechadas, lloré mi arrepentimiento, mi soledad, mi nostalgia, mi amargura, mi rabia y mi impotencia y lloré su silencio provocado por mi ausencia, entonces puse su fotografía contra la mesa, esa fotografía acusadora que con justa razón alzaba sus reclamos.
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Perturbación
Guadalupe Salcido • Directora Editorial del periódico Norte, Ciudad Juárez.
por Guadalupe Salcido
Sé de mí de mi piel y mi miel recorre con tus labios agitados mi cuerpo estremecido sosiégame con tu desnudez ardiente palpitante jadeante sudorosa enamorada. Envuélveme acariciame con las palabras enciéndeme con tu chispa de morboso atractivo, de íntima razón y deseo. Contágiame arrástrame a tu caudal, erosióname mientras floto en tu torrente.
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(celebración de un día ordinario)
Nelson Ibarra • Poeta, licenciado en Literatura Latinoamericana por la Universidad Autónoma de Yucatán.
por Nelson Ibarra
no sé dónde estamos ni el tiempo exacto que nos muer(d)e para distinguir la palabra arrastra cualquier vestigio de nube soy vertical de un tiempo que dibuja su voz carcomida quisiera nombrarte lluvia temor de los niños a lo gigante alotrópico rayo de luz creer que no eres efímera sobre el vientre de los días sin distinguir el momento en que la piel escapa la gente de adentro pisotea su rostro (el mío) como quien corre en el germen del agua atraviesa tus ojos presente en (la calle) esta ciudad simétrica germina sus huellas donde se dobla él mismo (único silencio)
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(travesía)
busco tu nombre como quien busca relámpagos en el horizonte en la mirada distante de quien toca el aire pajizo ausente de ti misma y de cualquier voz (cuando callas) un ritmo delicioso cae en tus labios enmudece el aleteo del ave (caminan los instantes azules en condición de espejo miro tu rostro cuando callas) cruza entre la calle un reguero de cobre se estremecen los vientos sobre el techo (el tímido péndulo de la humedad se corta extiendo la mano y acaricio tu risa de igual manera que el agua te invento mía
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Un poema a un poema por Valerie Rodarte
Ay, bellísimo trozo de papel, tú has desorientado el modo de ver que tengo hacia el mundo, pues voy a creer que es bello ser pálido y blanco clavel.
Valerie Rodarte • Estudiante de la Licenciatura de Literatura Hispanomexicana en la UACJ.
Maldita anoréxica que eres tú, que me has encantado con tus palabras escritas sobre ti y con las que labras la dulce sensación como el betún. Tienes la enfermedad llamada poema que se ha vuelto común en estos días y tiene belleza o cursilerías según cómo se unan los fonemas. Oye capitana, mi capitana, tus encantos están más que presentes pero quisiera que tú nos presentes pruebas de que no eres villana. Esas tonificadas piernas bellas, esos brazos pálidos y pecosos, son de los tamaños de los colosos, son los versos que con tinta tú sellas. Cada peca de aquella piel divina es limpiada con un significado; una palabra o sentido olvidado que perteneció a la vida latina. Oye, poema, que tu alma es una profunda. Tu rostro es la imagen que nos evoca. Tu alma el sudor de aquel que se equivoca: el poeta dentro de su emotiva funda. Tú hablas elocuentemente retórica. Tu ingenio desconoce todos los límites. Tan poco existe que a ti te limite que engañas hasta siendo metafórica.
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Eres pretenciosa con esas rimas. Peor si te conviertes en un payaso con mucho maquillaje que ni al caso y flores con que tus vestidos mimas. Me choca cuando te crees la más cool cuando libertina tú eres también, pues con falta de elocuencia crees bien carecer finura por verte cul…
Tuya es figura retórica maestra, porque puedes convencer a cualquiera, sin importar si es de esta o anterior era, de poseerte de manera diestra.
Aún con tus virtudes y defectos, aún cuando odie cuando eres pretenciosa, y cuando eres rebelde, floja y una sosa, son innegables tu arte y tus defectos.
No niego que eres divina princesa, o príncipe si tu dios posee senos. No niego tu rostro bello que se nos escapa si la metáfora no cesa.
Eres el bien más malo que ha pasado. Eres el mal bueno que requerimos. Contigo, el ego obtiene más arrimos. Sin ti, el mundo pierde su lado osado.
¡Mas, princesa, aburres con tus voces! Malgastas tu talento en lo de siempre. Si no es de tu inchecito amor en diciembre, sufres por alguien que tú ni conoces.
Mejor ya pongo aquí el punto final, pues una hipócrita he sido en verdad: con este poema lamenté una beldad y hablé de mi amor por lo original.
Si realizas otro de tus dramitas, te juro que mi sopa te vomito. Sabemos que amor es mal: no es un mito, pues ¿por qué tus problemas nos vomitas? ¿Por qué hablas de ti siempre únicamente? ¿Por qué babeas en amor como perro? Suelta a las aves que con ese encierro no pueden siquiera oír su propia mente. Tu voz derrite orejas como el fuego, mas tu acento puede ser molesto. ¿A qué me refiero cuando digo esto? Que ves tu modo de hablar como un juego.
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Agradecemos a todas las personas que con su amable participación hicieron posible este primer número de albedrío. Sin su colaboración no sería posible este proyecto. Asimismo extendemos nuestra gratitud a todos los lectores y futuros colaboradores que ven nacer esta revista. ¡MUCHAS GRACIAS!