Revista Anthropía N° 12, Año 12

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A ANTHROPI R e v i s t a

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a n t r o p o l o g í a

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A ANTHROPI R e v i s t a

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A NT HROP ÍA

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CRÉDITOS

AgrAdecimientos: Este número ha sido posible gracias a la ayuda de Alan Fairlie, decano de la Facultad de Ciencias Sociales; Juan Carlos Callirgos, coordinador de la especialidad de Antropología; y Nelly Chumpitaz, secretaria de la especialidad de Antropología. Un agradecimiento especial a todos nuestros colaboradores: a los profesores que conformaron el Consejo Asesor de este año, a los autores que mandaron sus textos y a los artistas que desinteresadamente nos han permitido publicar sus ilustraciones en este número.

AnthropíA. revistA de AntropologíA y otrAs cosAs. Año 12, Número 12. Noviembre del 2014. Lima: PUCP. Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: N° 2009-11766 Versión impresa: ISSN 2076-0574 Versión electrónica: ISSN 2076-2704 Impreso en Forma Imagen. Empresa gráfica. Av. Arequipa 4558 Lima 18, Perú. La presente publicación se realiza con la colaboración de la Facultad de Ciencias Sociales – Coordinación de la Especialidad de Antropología.

SUMARIO preliminAr Carta Editorial

7

Artículos Valuación económica de la naturaleza y proyectos de conservación: el caso del programa bosques / Gabriela García Benavente Sexualidad y Poder. Una aproximación antropológica a las relaciones de poder de un Juzgado de Paz Letrado de Lima / Julio Salazar Delgado Redes de reventa y dinámicas de corrupción en la producción de espectáculos públicos / Fabio D. Miranda Prácticas caníbales posmodernas cotidianas: incitación étnico discursiva en una bolsa de papas Marca Perú / José Enrique Solano del Castillo

13 21

FundAdores: Jaris Mujica y Carlos Young comisión editoriAl: Julio Salazar Delgado - Marcos López Aguilar - Aarón Núñez del Prado Távara - Reynaldo Aragón Olascuaga

31 39

dossier comisión de eventos: Gabriela García Benavente - Sayuri Andrade Guillermo Pelaez - Fabio D. Miranda

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ – Hacia una educación en libertad. La PUCP no se solidariza necesariamente con el contenido de las publicaciones que apoya. Anthropía es una publicación independiente fundada, dirigida y editada por estudiantes de la Especialidad de Antropología de la Pontifica Universidad Católica del Perú. Pueden enviar sus sugerencias, comentarios y observaciones al correo anthropia@pucp.edu.pe. Si quieres saber más de este proyecto, visita nuestro blog en http://anthropia.wordpress.com.

51 57

comisión de diFusión e imAgen institucionAl: José Enrique Solano del Castillo - Samuel Luján - Ana Paula Méndez Cosamalón - María Elena Francke

69

consejo Asesor: Dr. Alejandro Diez Hurtado - Dr. Alex HuertaMercado - Dra. María Eugenia Ulfe Young - Dra. María Luisa Burneo de la Rocha - Dr. Óscar Espinosa Rivero - Dr. Juan Carlos Callirgos - Mg. Erik Pozo

93

83

Foto reportAje 100

diAgrAmAción: Paulo Novoa logotipo de AnthropíA: Romina Puga ilustrAdores: Ana Lucía Araujo Raurau - Lorena ArévaloHumberto C. Cáceres - Rosaura De La Cruz Díaz - Alejandra Huamán - Aaron Julian - Paulo Novoa José Enrique Solano del Castillo - Diana Solís.

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¿Habla, Vas? / Abel Castañeda Castillejo

notAs críticAs 113 119

Esta revista está bajo una licencia Creative Commons. Se autoriza la distribución y copia de esta obra siempre y cuando esté debidamente citada, no sea utilizada para fines comerciales y no se altere, transforme o generen obras derivadas.

Apuntes sobre el poder rural / María Luisa Burneo Tierra y poder en tiempos de agroindustrias: el caso del Centro Poblado Santa Elena en Virú, La Libertad / Ana Lucía Araujo Raurau Tenencia y valor de la tierra en la comunidad campesina de Colán: nuevas formas de apropiación, dimensiones del valor y tensiones comunales a partir de la entrada de la agroindustria de etanol / Alejandra Huamán Tejo De la comunidad al partido: El estudio del movimiento regional Autogobierno Ayllu / Paloma Bellatin Nieto Ensayo sobre la aparición, razones y funcionamiento de los Municipios de Centro Poblado / Rafael Barrio de Mendoza Zevallos

Por un sesgo anarquista en lo político. A propósito del libro Elogio del anarquismo de James C. Scott. / Diego Palacios Llaque Mito, multi-naturalismo y percepción: El perspectivismo desde “La Princesa Mononoke” / Manuel Benza Ll.

postliminAr 122

Sobre el siguiente número

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A NT HROP ÍA

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CRÉDITOS

AgrAdecimientos: Este número ha sido posible gracias a la ayuda de Alan Fairlie, decano de la Facultad de Ciencias Sociales; Juan Carlos Callirgos, coordinador de la especialidad de Antropología; y Nelly Chumpitaz, secretaria de la especialidad de Antropología. Un agradecimiento especial a todos nuestros colaboradores: a los profesores que conformaron el Consejo Asesor de este año, a los autores que mandaron sus textos y a los artistas que desinteresadamente nos han permitido publicar sus ilustraciones en este número.

AnthropíA. revistA de AntropologíA y otrAs cosAs. Año 12, Número 12. Noviembre del 2014. Lima: PUCP. Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: N° 2009-11766 Versión impresa: ISSN 2076-0574 Versión electrónica: ISSN 2076-2704 Impreso en Forma Imagen. Empresa gráfica. Av. Arequipa 4558 Lima 18, Perú. La presente publicación se realiza con la colaboración de la Facultad de Ciencias Sociales – Coordinación de la Especialidad de Antropología.

SUMARIO preliminAr Carta Editorial

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Artículos Valuación económica de la naturaleza y proyectos de conservación: el caso del programa bosques / Gabriela García Benavente Sexualidad y Poder. Una aproximación antropológica a las relaciones de poder de un Juzgado de Paz Letrado de Lima / Julio Salazar Delgado Redes de reventa y dinámicas de corrupción en la producción de espectáculos públicos / Fabio D. Miranda Prácticas caníbales posmodernas cotidianas: incitación étnico discursiva en una bolsa de papas Marca Perú / José Enrique Solano del Castillo

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FundAdores: Jaris Mujica y Carlos Young comisión editoriAl: Julio Salazar Delgado - Marcos López Aguilar - Aarón Núñez del Prado Távara - Reynaldo Aragón Olascuaga

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dossier comisión de eventos: Gabriela García Benavente - Sayuri Andrade Guillermo Pelaez - Fabio D. Miranda

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ – Hacia una educación en libertad. La PUCP no se solidariza necesariamente con el contenido de las publicaciones que apoya. Anthropía es una publicación independiente fundada, dirigida y editada por estudiantes de la Especialidad de Antropología de la Pontifica Universidad Católica del Perú. Pueden enviar sus sugerencias, comentarios y observaciones al correo anthropia@pucp.edu.pe. Si quieres saber más de este proyecto, visita nuestro blog en http://anthropia.wordpress.com.

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comisión de diFusión e imAgen institucionAl: José Enrique Solano del Castillo - Samuel Luján - Ana Paula Méndez Cosamalón - María Elena Francke

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consejo Asesor: Dr. Alejandro Diez Hurtado - Dr. Alex HuertaMercado - Dra. María Eugenia Ulfe Young - Dra. María Luisa Burneo de la Rocha - Dr. Óscar Espinosa Rivero - Dr. Juan Carlos Callirgos - Mg. Erik Pozo

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Foto reportAje 100

diAgrAmAción: Paulo Novoa logotipo de AnthropíA: Romina Puga ilustrAdores: Ana Lucía Araujo Raurau - Lorena ArévaloHumberto C. Cáceres - Rosaura De La Cruz Díaz - Alejandra Huamán - Aaron Julian - Paulo Novoa José Enrique Solano del Castillo - Diana Solís.

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¿Habla, Vas? / Abel Castañeda Castillejo

notAs críticAs 113 119

Esta revista está bajo una licencia Creative Commons. Se autoriza la distribución y copia de esta obra siempre y cuando esté debidamente citada, no sea utilizada para fines comerciales y no se altere, transforme o generen obras derivadas.

Apuntes sobre el poder rural / María Luisa Burneo Tierra y poder en tiempos de agroindustrias: el caso del Centro Poblado Santa Elena en Virú, La Libertad / Ana Lucía Araujo Raurau Tenencia y valor de la tierra en la comunidad campesina de Colán: nuevas formas de apropiación, dimensiones del valor y tensiones comunales a partir de la entrada de la agroindustria de etanol / Alejandra Huamán Tejo De la comunidad al partido: El estudio del movimiento regional Autogobierno Ayllu / Paloma Bellatin Nieto Ensayo sobre la aparición, razones y funcionamiento de los Municipios de Centro Poblado / Rafael Barrio de Mendoza Zevallos

Por un sesgo anarquista en lo político. A propósito del libro Elogio del anarquismo de James C. Scott. / Diego Palacios Llaque Mito, multi-naturalismo y percepción: El perspectivismo desde “La Princesa Mononoke” / Manuel Benza Ll.

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Sobre el siguiente número

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CARTA

EDITORIAL

CARTA eDITORIAl

Humberto C. Cáceres

E

6

organización empeñada en retomar el debate al interior de la especialidad. Prueba de ello, son la gran cantidad de eventos que hemos realizado a lo largo del año 2014. También, queremos dar a conocer a nuestros lectores que este mismo año, hemos conseguido realizar dos eventos con ponentes del extranjero: Deborah Poole y Enrique Mayer. Con quiénes estamos eternamente agradecidos, no solo por su disponibilidad, sino también por aportar con sus conocimientos al debate antropológico. Asimismo, hemos conseguido realizar trasmisiones en vivo de cada uno de nuestros eventos y colgarlos en nuestro blog, con el fin de que estos puedan ser consultados por estudiantes del Perú u otros países con intereses afines. En este nuevo número de la revista, nuestro equipo de editorial ha trabajado de manera conjunta para organizar los textos que recibimos a lo largo de nuestra convocatoria. Al inicio, nuestro lector podrá encontrar artículos sin una temática específica, pero de gran relevancia para la comprensión del país. Luego, el lector se encontrará con nuestro dossier, esta vez dedicado a la comprensión de la política campesina y rural. A continuación, se encuentra el foto reportaje que busca responder a un problema de investigación a través de la fotografía. Finalmente, se encuentra nuestra sección de notas críticas, en la que usted podrá encontrar discusiones teóricas de la antropología a partir

l presente número de la revista Anthropía es la continuación del proceso de reestructuración iniciado en el año 2013. Como parte de ese proceso, hemos decidido preservar el concepto general debido a que este le otorga una mayor seriedad a la revista. Cada artículo, refleja el interés académico de los estudiantes y la rebeldía de los mismos para cuestionar los axiomas que otros pueden considerar premisas incuestionables. Las páginas con los cuáles nuestros queridos lectores se encontrarán, los hará interpelarse o ver con ojos más críticos una realidad mucho más compleja y abierta de lo que parece. Haciendo justicia al neologismo que nombra esta revista, cada uno de los artículos que conforma este número, ha tenido como objetivo cuestionar la mirada dicotómica con la cuál solemos mirar la realidad y demostrar que es mucho más compleja que buenos y malos, víctimas y victimarios, rural y urbano, etc. Este nuevo número es prueba de qué Anthropía ha dejado de ser únicamente una revista y ha trascendido hacia otros espacios. Tal cual lo imaginamos aquellos que participamos en el proceso de reestructuración de la revista, Anthropía ha vuelto a poner en boga la discusión antropológica. Este ha sido un año en el que –sin descuidar la revista-, hemos puesto mucho empeño en la difusión de la antropología a través de las redes sociales y nos hemos consolidado como una

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CARTA

EDITORIAL

CARTA eDITORIAl

Humberto C. Cáceres

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organización empeñada en retomar el debate al interior de la especialidad. Prueba de ello, son la gran cantidad de eventos que hemos realizado a lo largo del año 2014. También, queremos dar a conocer a nuestros lectores que este mismo año, hemos conseguido realizar dos eventos con ponentes del extranjero: Deborah Poole y Enrique Mayer. Con quiénes estamos eternamente agradecidos, no solo por su disponibilidad, sino también por aportar con sus conocimientos al debate antropológico. Asimismo, hemos conseguido realizar trasmisiones en vivo de cada uno de nuestros eventos y colgarlos en nuestro blog, con el fin de que estos puedan ser consultados por estudiantes del Perú u otros países con intereses afines. En este nuevo número de la revista, nuestro equipo de editorial ha trabajado de manera conjunta para organizar los textos que recibimos a lo largo de nuestra convocatoria. Al inicio, nuestro lector podrá encontrar artículos sin una temática específica, pero de gran relevancia para la comprensión del país. Luego, el lector se encontrará con nuestro dossier, esta vez dedicado a la comprensión de la política campesina y rural. A continuación, se encuentra el foto reportaje que busca responder a un problema de investigación a través de la fotografía. Finalmente, se encuentra nuestra sección de notas críticas, en la que usted podrá encontrar discusiones teóricas de la antropología a partir

l presente número de la revista Anthropía es la continuación del proceso de reestructuración iniciado en el año 2013. Como parte de ese proceso, hemos decidido preservar el concepto general debido a que este le otorga una mayor seriedad a la revista. Cada artículo, refleja el interés académico de los estudiantes y la rebeldía de los mismos para cuestionar los axiomas que otros pueden considerar premisas incuestionables. Las páginas con los cuáles nuestros queridos lectores se encontrarán, los hará interpelarse o ver con ojos más críticos una realidad mucho más compleja y abierta de lo que parece. Haciendo justicia al neologismo que nombra esta revista, cada uno de los artículos que conforma este número, ha tenido como objetivo cuestionar la mirada dicotómica con la cuál solemos mirar la realidad y demostrar que es mucho más compleja que buenos y malos, víctimas y victimarios, rural y urbano, etc. Este nuevo número es prueba de qué Anthropía ha dejado de ser únicamente una revista y ha trascendido hacia otros espacios. Tal cual lo imaginamos aquellos que participamos en el proceso de reestructuración de la revista, Anthropía ha vuelto a poner en boga la discusión antropológica. Este ha sido un año en el que –sin descuidar la revista-, hemos puesto mucho empeño en la difusión de la antropología a través de las redes sociales y nos hemos consolidado como una

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distintas e interesantes. En primer lugar, se encuentra el artículo de Gabriela García, el cual es una presentación del Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático y un análisis del proceso de implementación de dicho programa en la comunidad nativa de Puerto Ocopa en Satipo, Junín. En segundo lugar, el artículo de Julio Salazar se trata de un pre-campo acerca de la sexualidad en las relaciones de poder de un juzgado de paz letrado de Lima. Luego, el artículo de Fabio D. Miranda es un estudio de las lógicas e interacciones de los revendedores de entradas a eventos de entretenimiento y analiza de qué manera se articulan en redes de venta y cómo se integran en el sistema formal. Finalmente, el artículo de José Enrique Solano del Castillo es un ejercicio de antropología del consumo en el cuál realiza un análisis de un producto específico cuestionando el discurso de Marca Perú e interpelándonos a nosotros mismos a través de la pregunta ¿a quién nos estamos comiendo? Después, se encuentra el fotoreportaje realizado por Abel Castañeda Castillejo quién nos muestra la rutina diaria de un cobrador al cuál nosotros como pasajeros, terminamos por objetivizar arrancándole su humanidad. Por último, cerramos este número con la sección de Notas críticas. En esta oportunidad, contamos con un comentario crítico del libro “Elogio del anarquismo” de James C. Scott realizado por Diego Palacios Llaque que busca sostener que los verdaderos cambios en lo político se dan desde acciones espontáneas y no desde organizaciones. Por otro lado, se encuentra el comentario crítico realizado por Manuel Benza, el cual es un análisis de la película anime La princesa Mononoke (1997) del director Hayao Miyazaki a partir del perspectivismo, propuesta teórica del antropólogo Viveiros de Castro, específicamente desde el texto Metafísicas Caníbales. Esperamos que nuestros lectores disfruten de este nuevo número de la revista Anthropía y continúen el debate que se desarrolla en las páginas siguientes.

de libros o películas. Los artículos de este número también han sido acompañados por ilustraciones brindadas por artistas plásticos que expresan –de una manera distinta- las mismas preocupaciones. El dossier de este número está dedicado la política campesina y rural entendida como un fenómeno social en un espacio que está viéndose afectado por una serie de transformaciones que han llevado a cuestionar incluso la división misma rural/urbano. En ese sentido, el dossier se centra en comprender el ámbito “rural” como un espacio de conflicto en el cuál las instituciones políticas tradicionales –como la comunidad campesinase ven afectadas por la presencia de empresas agroexportadoras. El texto que abre el dossier ha sido elaborado por María Luisa Burneo y nos lleva a reflexionar sobre el fenómeno del poder no como un elemento que pueda tener un sujeto, sino un elemento que solo se hace manifiesto cuando se ejerce. En ese sentido, la autora reflexiona sobre las nuevas dinámicas políticas que surgen en el ámbito rural a partir de su experiencia de campo y abre una serie de preguntas con el fin de que puedan ser retomadas por los nuevos investigadores interesados en la política campesina. En segundo lugar,el artículo de Ana Lucía Araujo Raurau analiza la manera en que las agroindustrias influencian en la organización y las relaciones sociales en el Centro Poblado Santa Elena en Virú, La Libertad. Luego,se encuentra el artículo de Alejandra Huamán que se centra en comprender los cambios en la tenencia y el valor de las tierras comunales de Piura a partir del ingreso y presión de empresas de agro-industria. En cuarto lugar, el artículo de Paola Bellatin analiza los alcances a nivel local y las limitaciones partidarias del movimiento Autogobierno Ayllu en Cuzco. Finalmente, tenemos el ensayo de Rafael Barrio de Mendoza Zevallos que plantea una serie de hipótesis para comprender el origen y los mecanismos de funcionamiento de los Municipios de Centro Poblado en los Andes, una nueva institución política que representa un nexo entre las poblaciones rurales y el Estado. En cuánto a nuestra sección de artículos, nuestro lector encontrará una serie de textos que abordan otro tipo de espacios desde perspectivas

C omisión E ditorial

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distintas e interesantes. En primer lugar, se encuentra el artículo de Gabriela García, el cual es una presentación del Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático y un análisis del proceso de implementación de dicho programa en la comunidad nativa de Puerto Ocopa en Satipo, Junín. En segundo lugar, el artículo de Julio Salazar se trata de un pre-campo acerca de la sexualidad en las relaciones de poder de un juzgado de paz letrado de Lima. Luego, el artículo de Fabio D. Miranda es un estudio de las lógicas e interacciones de los revendedores de entradas a eventos de entretenimiento y analiza de qué manera se articulan en redes de venta y cómo se integran en el sistema formal. Finalmente, el artículo de José Enrique Solano del Castillo es un ejercicio de antropología del consumo en el cuál realiza un análisis de un producto específico cuestionando el discurso de Marca Perú e interpelándonos a nosotros mismos a través de la pregunta ¿a quién nos estamos comiendo? Después, se encuentra el fotoreportaje realizado por Abel Castañeda Castillejo quién nos muestra la rutina diaria de un cobrador al cuál nosotros como pasajeros, terminamos por objetivizar arrancándole su humanidad. Por último, cerramos este número con la sección de Notas críticas. En esta oportunidad, contamos con un comentario crítico del libro “Elogio del anarquismo” de James C. Scott realizado por Diego Palacios Llaque que busca sostener que los verdaderos cambios en lo político se dan desde acciones espontáneas y no desde organizaciones. Por otro lado, se encuentra el comentario crítico realizado por Manuel Benza, el cual es un análisis de la película anime La princesa Mononoke (1997) del director Hayao Miyazaki a partir del perspectivismo, propuesta teórica del antropólogo Viveiros de Castro, específicamente desde el texto Metafísicas Caníbales. Esperamos que nuestros lectores disfruten de este nuevo número de la revista Anthropía y continúen el debate que se desarrolla en las páginas siguientes.

de libros o películas. Los artículos de este número también han sido acompañados por ilustraciones brindadas por artistas plásticos que expresan –de una manera distinta- las mismas preocupaciones. El dossier de este número está dedicado la política campesina y rural entendida como un fenómeno social en un espacio que está viéndose afectado por una serie de transformaciones que han llevado a cuestionar incluso la división misma rural/urbano. En ese sentido, el dossier se centra en comprender el ámbito “rural” como un espacio de conflicto en el cuál las instituciones políticas tradicionales –como la comunidad campesinase ven afectadas por la presencia de empresas agroexportadoras. El texto que abre el dossier ha sido elaborado por María Luisa Burneo y nos lleva a reflexionar sobre el fenómeno del poder no como un elemento que pueda tener un sujeto, sino un elemento que solo se hace manifiesto cuando se ejerce. En ese sentido, la autora reflexiona sobre las nuevas dinámicas políticas que surgen en el ámbito rural a partir de su experiencia de campo y abre una serie de preguntas con el fin de que puedan ser retomadas por los nuevos investigadores interesados en la política campesina. En segundo lugar,el artículo de Ana Lucía Araujo Raurau analiza la manera en que las agroindustrias influencian en la organización y las relaciones sociales en el Centro Poblado Santa Elena en Virú, La Libertad. Luego,se encuentra el artículo de Alejandra Huamán que se centra en comprender los cambios en la tenencia y el valor de las tierras comunales de Piura a partir del ingreso y presión de empresas de agro-industria. En cuarto lugar, el artículo de Paola Bellatin analiza los alcances a nivel local y las limitaciones partidarias del movimiento Autogobierno Ayllu en Cuzco. Finalmente, tenemos el ensayo de Rafael Barrio de Mendoza Zevallos que plantea una serie de hipótesis para comprender el origen y los mecanismos de funcionamiento de los Municipios de Centro Poblado en los Andes, una nueva institución política que representa un nexo entre las poblaciones rurales y el Estado. En cuánto a nuestra sección de artículos, nuestro lector encontrará una serie de textos que abordan otro tipo de espacios desde perspectivas

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ARTÍCU LOS

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ARTÍCU LOS

G abriEla G arCía b EnavEntE 1

VAlUACIón eCOnóMICA De lA nATURAlezA y pROyeCTOS De COnSeRVACIón: el caso del programa Bosques en este trabajo se presentará brevemente cómo ha sido el proceso de implementación del programa nacional de conservación de bosques para la mitigación del cambio climático en la

comunidad nativa de puerto ocopa en satipo, junín. este programa establece la conservación de los bosques primarios de un área a cambio de un incentivo anual de

10 soles por hectárea

que son entregados a la comunidad para que sean administrados a través de planes de negocios inclusivos o de inversión elaborados en forma conjunta con el programa de bosques. este

tipo de programa corresponde a un nuevo paradigma ecológico ambiental, el cual asigna valores monetarios al bosque en un intento de reflejar el valor de los recursos naturales

fomentando una lógica de market environmentalism; además, a través de trasferencias directas condicionadas de dinero ejerce un tipo de

“disciplinamiento

ecológico” que busca

que el comportamiento de los pobladores se adecue a las metas y objetivos del programa.

se asignan precios monetarios a los organismos y ecosistemas mediante un cálculo referencial que resultó en un sistema de medición y valuación de los recursos naturales con el fin de poder administrar su intercambio internacional (McAfee 1999:2). Esta valuación monetaria puede considerarse como una estrategia para demostrar el valor de los recursos naturales en un lenguaje que refleje los puntos de vista políticos y económicos dominantes. En este enfoque los ecosistemas se representan como capital natural que provee a la sociedad servicios, bienes y beneficios considerados como fuera del mercado (aire limpio, regulación del clima, etc.), los cuales pasan a tener

introducción

D

urante los últimos años los proyectos de conservación se han expandido en el mundo respondiendo a una lógica de desarrollo verde que busca regular el “capital natural” del mundo. Así, a partir de los años noventa surgieron diversas instituciones interesadas en mitigar los problemas de degradación del planeta, pero sin reconocer que gran parte de estos habían sido causados por las trayectorias económicas que se han seguido. De este modo, surgió un paradigma económico mundial del medio ambiente en el cual

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Lorena Arévalo

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ARTÍCU LOS

G abriEla G arCía b EnavEntE 1

VAlUACIón eCOnóMICA De lA nATURAlezA y pROyeCTOS De COnSeRVACIón: el caso del programa Bosques en este trabajo se presentará brevemente cómo ha sido el proceso de implementación del programa nacional de conservación de bosques para la mitigación del cambio climático en la

comunidad nativa de puerto ocopa en satipo, junín. este programa establece la conservación de los bosques primarios de un área a cambio de un incentivo anual de

10 soles por hectárea

que son entregados a la comunidad para que sean administrados a través de planes de negocios inclusivos o de inversión elaborados en forma conjunta con el programa de bosques. este

tipo de programa corresponde a un nuevo paradigma ecológico ambiental, el cual asigna valores monetarios al bosque en un intento de reflejar el valor de los recursos naturales

fomentando una lógica de market environmentalism; además, a través de trasferencias directas condicionadas de dinero ejerce un tipo de

“disciplinamiento

ecológico” que busca

que el comportamiento de los pobladores se adecue a las metas y objetivos del programa.

se asignan precios monetarios a los organismos y ecosistemas mediante un cálculo referencial que resultó en un sistema de medición y valuación de los recursos naturales con el fin de poder administrar su intercambio internacional (McAfee 1999:2). Esta valuación monetaria puede considerarse como una estrategia para demostrar el valor de los recursos naturales en un lenguaje que refleje los puntos de vista políticos y económicos dominantes. En este enfoque los ecosistemas se representan como capital natural que provee a la sociedad servicios, bienes y beneficios considerados como fuera del mercado (aire limpio, regulación del clima, etc.), los cuales pasan a tener

introducción

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urante los últimos años los proyectos de conservación se han expandido en el mundo respondiendo a una lógica de desarrollo verde que busca regular el “capital natural” del mundo. Así, a partir de los años noventa surgieron diversas instituciones interesadas en mitigar los problemas de degradación del planeta, pero sin reconocer que gran parte de estos habían sido causados por las trayectorias económicas que se han seguido. De este modo, surgió un paradigma económico mundial del medio ambiente en el cual

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Lorena Arévalo

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territorial que buscan demostrar como la conservación de la biodiversidad puede mejorar a través de la capacitación técnica de los pobladores locales a los cuales se dirige el proyecto, demostrar como las instituciones locales pueden gestionar su fauna y hábitat de forma sustentable y evaluar la eficacia de la gestión local de los recursos naturales (MacDonald 2004:8). Proyectos que además utilizan mecanismos de pago por servicios ecológicos o incentivos económicos a cambio de conservación siguiendo el enfoque de market environmentalism. Este tipo de proyectos son reproducidos en el mundo, fomentados por las diversas instituciones que buscan un desarrollo verde llegando así a influenciar a los distintos gobiernos que mediante la adopción de este tipo de esquemas pueden conseguir financiación. Por lo que ante su expansión surge la pregunta ¿De qué forma influye en la relación que tiene una población con su territorio y bosque la implementación de un proyecto de conservación que tiene como base la monetización de los recursos naturales? Esta pregunta será respondida a partir de la ejecución del Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio en la comunidad Nativa de Puerto Ocopa, Junin. Además, se utilizarán extractos de entrevistas realizadas en el marco del curso “Práctica de Campo 2” de la especialidad de Antropología llevada a cabo del 10 al 16 de mayo del presente año en la comunidad en cuestión y en Satipo.

una contabilidad económica (Gómez-Baggethun & Ruiz 2011:3). Para valuar económicamente la naturaleza, esta pasa por un proceso de abstracción a través del cual los recursos naturales se vuelven conmensurables e intercambiables. Con el fin de llegar a este tipo de cálculos de valor y formulas universales que puedan ser aplicadas a cualquier ecosistema o recurso natural, estos últimos deben ser despojados de sus diferencias o particularidades (Prudham 2009: 129-130). Por lo que, este tipo de abstracciones no contempla los diversos significados y valores que puede tener la naturaleza para un determinado grupo social - sean estos de carácter simbólico, religioso, etc.- los cuales son difíciles de captar y aún más de calcular en términos monetarios (McAfee 1999:9). Sobre esta base económica surgió una lógica de Pagos por Servicios Ambientales en los cuales se dan transferencias condicionadas y voluntarias entre un “proveedor” y un “beneficiario” de algún servicio ambiental especifico y tiene como objetivo compensar a quienes mantienen y protegen los servicios de los a que a la vez se benefician. Así, durante los últimos veinte años han surgido diversos mecanismos que promueven este tipo de pagos bajo un enfoque de market environmentalism que busca que la gobernanza ambiental vaya de la mano con el crecimiento económico, la eficiencia en la asignación de recursos y la conservación del medio ambiente (Gómez-Baggethun & Ruiz 2011: 7). La creación de este tipo de mecanismos ha tenido efectos en los proyectos de conservación en los últimos años, pues debido al factor económico se ha producido un cambio del enfoque de conservación tradicional a uno que intente conciliar la conservación con el desarrollo y que tenga efectos económicos sustentables a largo plazo (Gómez-Baggethun & Ruiz 2011:2-3). Bajo este nuevo enfoque de proyectos se ha dado lo que Brosius considera como un giro estratégico en la conservación, el cual es evidente sobre todo en las empresas ligadas a la planificación y financiamiento de la conservación, las cuales ahora tienen como apoyo estos nuevos mecanismos para medir el éxito y garantizar la rendición de cuentas de los proyectos en los cuales están participando (2006:1). Es así que surgen proyectos de conservación

el progrAmA Bosques El Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático pertenece al Ministerio del Ambiente y depende del Viceministerio del Desarrollo Estratégico de los Recursos Naturales. Este fue presentado inicialmente en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 2008) para luego ser ratificado en la COP 2009 y aprobado en el Perú mediante el Decreto Supremo N° 008-2010-MINAM del 14 de julio de 2010 (PNCBMCC 2011a:3). El programa tiene como objetivo “conservar 54 millones de hectáreas de

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bosques tropicales como una contribución a la mitigación del cambio climático y al desarrollo sostenible” y como objetivos específicos identificar y mapear las áreas para la conservación de bosques, promover el desarrollo de sistemas productivos sostenibles con base en los bosques para la generación de ingresos a favor de las poblaciones locales más pobres, promover el desarrollo de sistemas productivos sostenibles en beneficio de las poblaciones locales de las áreas andinas que reduzca la migración hacia la selva y fortalecer las capacidades para la conservación de bosques de los gobiernos regionales y locales, a los miembros de las comunidades campesinas y nativas, entre otros2. De este modo vemos cómo este programa contiene algunas de las características anteriormente presentadas por MacDonald ya que tiene una lógica de reforzar las capacidades técnicas de la población, hacer un uso sostenible del bosque y evaluar el manejo del mismo. Asimismo, debido a las instancias en que fue presentado, podemos suponer que responde a esfuerzos mayores de instituciones que van en la línea del mencionado desarrollo verde pues como el mismo programa indica “conservar los bosques peruanos es una contribución del país, contundente y eficaz, a los esfuerzos globales de mitigación del cambio climático” (PNCBMCC 2011a:3). De los 54 millones de hectáreas que se tiene como objetivo conservar, el 26.14% pertenecen a comunidades nativas y campesinas de la Sierra y la Amazonía peruana. Éstas pueden participar de forma voluntaria mediante iniciativas productivas para aprovechar económicamente y de forma sostenible los bienes y servicios que les ofrece el ecosistema boscoso. Con este fin se crean convenios con una duración de 5 años, los cuales se ratifican anualmente y a través de ellos se establece el área de conservación de los bosques primarios de la zona. A cambio de esta, mediante el mecanismo de transferencias directas condicionadas, las comunidades reciben un incentivo anual de 10 soles por hectárea, los cuales son entregados directamente a la comunidad para que sean administrados a través de planes de negocios

inclusivos o de inversión elaborados en forma conjunta con el Programa de Bosques (PNCBMCC 2011b:4).

implementAción del progrAmA en sAtipo El programa se empezó a ejecutar con las comunidades nativas de Satipo hacia el año 2011. Para ello, primero se establecieron vínculos con las principales organizaciones indígenas de la zona, las cuales los ayudaban en el proceso de socialización del programa con el fin de tener una buena llegada con las comunidades nativas. Con estas se organizaron reuniones para dar a conocer el programa: cómo funcionaba, cuáles eran sus objetivos y qué beneficios obtendrían de él. Luego de esto se procedía a una a realizar otra reunión a la cual asistían los representantes de las comunidades interesadas en formar parte del mismo. Es así que la comunidad nativa de Puerto Ocopa se integró al programa en el año 2012, esta acordó conservar 8013 hectáreas de bosque a cambio de las cuales recibieron S/.80, 130. Este dinero le fue depositado a la comunidad a través de una cuenta en el Banco de la Nación que crearon con ayuda del Programa. Los compromisos que asumen consisten en que esta disponga como mínimo de 80% del dinero entregado como incentivo para elaborar un plan de inversión sostenible y un máximo de 20% con un fin social (arreglar la escuela, comprar un botiquín, hacer pequeñas obras de saneamiento, etc.). Asimismo, la comunidad tiene que conformar un comité de vigilancia comunal de bosques que se encargue realizar periódicamente una vigilancia rutinaria del área destinada a conservación, patrullajes, linderamiento, detección de amenazas de actores internos y externos. Este comité es capacitado en el uso de GPS, mapas cartográficos y linderamiento. Otro compromiso que tiene es la realización de un informe trimestral de las actividades y de rendición de cuentas que debe ser elaborado por el comité de gestión, integrado por el jefe, el secretario y el tesorero de la comunidad. Por su parte, el programa tiene el compromiso de brindar asesoría técnica, por lo que un ingeniero del programa visita la comunidad

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territorial que buscan demostrar como la conservación de la biodiversidad puede mejorar a través de la capacitación técnica de los pobladores locales a los cuales se dirige el proyecto, demostrar como las instituciones locales pueden gestionar su fauna y hábitat de forma sustentable y evaluar la eficacia de la gestión local de los recursos naturales (MacDonald 2004:8). Proyectos que además utilizan mecanismos de pago por servicios ecológicos o incentivos económicos a cambio de conservación siguiendo el enfoque de market environmentalism. Este tipo de proyectos son reproducidos en el mundo, fomentados por las diversas instituciones que buscan un desarrollo verde llegando así a influenciar a los distintos gobiernos que mediante la adopción de este tipo de esquemas pueden conseguir financiación. Por lo que ante su expansión surge la pregunta ¿De qué forma influye en la relación que tiene una población con su territorio y bosque la implementación de un proyecto de conservación que tiene como base la monetización de los recursos naturales? Esta pregunta será respondida a partir de la ejecución del Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio en la comunidad Nativa de Puerto Ocopa, Junin. Además, se utilizarán extractos de entrevistas realizadas en el marco del curso “Práctica de Campo 2” de la especialidad de Antropología llevada a cabo del 10 al 16 de mayo del presente año en la comunidad en cuestión y en Satipo.

una contabilidad económica (Gómez-Baggethun & Ruiz 2011:3). Para valuar económicamente la naturaleza, esta pasa por un proceso de abstracción a través del cual los recursos naturales se vuelven conmensurables e intercambiables. Con el fin de llegar a este tipo de cálculos de valor y formulas universales que puedan ser aplicadas a cualquier ecosistema o recurso natural, estos últimos deben ser despojados de sus diferencias o particularidades (Prudham 2009: 129-130). Por lo que, este tipo de abstracciones no contempla los diversos significados y valores que puede tener la naturaleza para un determinado grupo social - sean estos de carácter simbólico, religioso, etc.- los cuales son difíciles de captar y aún más de calcular en términos monetarios (McAfee 1999:9). Sobre esta base económica surgió una lógica de Pagos por Servicios Ambientales en los cuales se dan transferencias condicionadas y voluntarias entre un “proveedor” y un “beneficiario” de algún servicio ambiental especifico y tiene como objetivo compensar a quienes mantienen y protegen los servicios de los a que a la vez se benefician. Así, durante los últimos veinte años han surgido diversos mecanismos que promueven este tipo de pagos bajo un enfoque de market environmentalism que busca que la gobernanza ambiental vaya de la mano con el crecimiento económico, la eficiencia en la asignación de recursos y la conservación del medio ambiente (Gómez-Baggethun & Ruiz 2011: 7). La creación de este tipo de mecanismos ha tenido efectos en los proyectos de conservación en los últimos años, pues debido al factor económico se ha producido un cambio del enfoque de conservación tradicional a uno que intente conciliar la conservación con el desarrollo y que tenga efectos económicos sustentables a largo plazo (Gómez-Baggethun & Ruiz 2011:2-3). Bajo este nuevo enfoque de proyectos se ha dado lo que Brosius considera como un giro estratégico en la conservación, el cual es evidente sobre todo en las empresas ligadas a la planificación y financiamiento de la conservación, las cuales ahora tienen como apoyo estos nuevos mecanismos para medir el éxito y garantizar la rendición de cuentas de los proyectos en los cuales están participando (2006:1). Es así que surgen proyectos de conservación

el progrAmA Bosques El Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático pertenece al Ministerio del Ambiente y depende del Viceministerio del Desarrollo Estratégico de los Recursos Naturales. Este fue presentado inicialmente en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 2008) para luego ser ratificado en la COP 2009 y aprobado en el Perú mediante el Decreto Supremo N° 008-2010-MINAM del 14 de julio de 2010 (PNCBMCC 2011a:3). El programa tiene como objetivo “conservar 54 millones de hectáreas de

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bosques tropicales como una contribución a la mitigación del cambio climático y al desarrollo sostenible” y como objetivos específicos identificar y mapear las áreas para la conservación de bosques, promover el desarrollo de sistemas productivos sostenibles con base en los bosques para la generación de ingresos a favor de las poblaciones locales más pobres, promover el desarrollo de sistemas productivos sostenibles en beneficio de las poblaciones locales de las áreas andinas que reduzca la migración hacia la selva y fortalecer las capacidades para la conservación de bosques de los gobiernos regionales y locales, a los miembros de las comunidades campesinas y nativas, entre otros2. De este modo vemos cómo este programa contiene algunas de las características anteriormente presentadas por MacDonald ya que tiene una lógica de reforzar las capacidades técnicas de la población, hacer un uso sostenible del bosque y evaluar el manejo del mismo. Asimismo, debido a las instancias en que fue presentado, podemos suponer que responde a esfuerzos mayores de instituciones que van en la línea del mencionado desarrollo verde pues como el mismo programa indica “conservar los bosques peruanos es una contribución del país, contundente y eficaz, a los esfuerzos globales de mitigación del cambio climático” (PNCBMCC 2011a:3). De los 54 millones de hectáreas que se tiene como objetivo conservar, el 26.14% pertenecen a comunidades nativas y campesinas de la Sierra y la Amazonía peruana. Éstas pueden participar de forma voluntaria mediante iniciativas productivas para aprovechar económicamente y de forma sostenible los bienes y servicios que les ofrece el ecosistema boscoso. Con este fin se crean convenios con una duración de 5 años, los cuales se ratifican anualmente y a través de ellos se establece el área de conservación de los bosques primarios de la zona. A cambio de esta, mediante el mecanismo de transferencias directas condicionadas, las comunidades reciben un incentivo anual de 10 soles por hectárea, los cuales son entregados directamente a la comunidad para que sean administrados a través de planes de negocios

inclusivos o de inversión elaborados en forma conjunta con el Programa de Bosques (PNCBMCC 2011b:4).

implementAción del progrAmA en sAtipo El programa se empezó a ejecutar con las comunidades nativas de Satipo hacia el año 2011. Para ello, primero se establecieron vínculos con las principales organizaciones indígenas de la zona, las cuales los ayudaban en el proceso de socialización del programa con el fin de tener una buena llegada con las comunidades nativas. Con estas se organizaron reuniones para dar a conocer el programa: cómo funcionaba, cuáles eran sus objetivos y qué beneficios obtendrían de él. Luego de esto se procedía a una a realizar otra reunión a la cual asistían los representantes de las comunidades interesadas en formar parte del mismo. Es así que la comunidad nativa de Puerto Ocopa se integró al programa en el año 2012, esta acordó conservar 8013 hectáreas de bosque a cambio de las cuales recibieron S/.80, 130. Este dinero le fue depositado a la comunidad a través de una cuenta en el Banco de la Nación que crearon con ayuda del Programa. Los compromisos que asumen consisten en que esta disponga como mínimo de 80% del dinero entregado como incentivo para elaborar un plan de inversión sostenible y un máximo de 20% con un fin social (arreglar la escuela, comprar un botiquín, hacer pequeñas obras de saneamiento, etc.). Asimismo, la comunidad tiene que conformar un comité de vigilancia comunal de bosques que se encargue realizar periódicamente una vigilancia rutinaria del área destinada a conservación, patrullajes, linderamiento, detección de amenazas de actores internos y externos. Este comité es capacitado en el uso de GPS, mapas cartográficos y linderamiento. Otro compromiso que tiene es la realización de un informe trimestral de las actividades y de rendición de cuentas que debe ser elaborado por el comité de gestión, integrado por el jefe, el secretario y el tesorero de la comunidad. Por su parte, el programa tiene el compromiso de brindar asesoría técnica, por lo que un ingeniero del programa visita la comunidad

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cada dos semanas para asesorar y evaluar los avances del plan de inversión como la producción. La comunidad elaboró un plan de inversión para producir cacao y con el apoyo del programa se logró la obtención de plantones de injertos los cuales fueron distribuidos entre los comuneros que quisieran a razón de media cuadra por familia. Debido a que el cuidado de los injertos es distinto al de los sus cultivos “criollos”, el programa otorga también la asistencia de un equipo de cuatro técnicos de la zona o de la misma comunidad que realizan visitas diarias a las chacras de los comuneros para ver cómo va la producción y darles indicaciones más precisas sobre cómo cuidar sus injertos. Así, para lograr la cooperación de los comuneros en el cumplimiento de los objetivos y compromisos del programa, existe una lógica orientada al mercado en las “iniciativas de uso sostenible” (MacDonald 2004:14), representadas en el cultivo de plantones de injertos de cacao. El programa intenta que los cultivos que financie el plan de inversión sean de la zona ya que estos tienen mejores posibilidades de insertarse al mercado; además, los plantones de cacao entregados a la comunidad, al ser injertos, tienen una mayor producción por hectárea lo que beneficia directamente a los comuneros porque tienen más producción para vender. Esto último es lo que trata de promover el programa que a través del cultivo de injertos, que dan una mayor producción, la frontera agrícola de la comunidad no tendría que expandirse pues en un área más reducida se podría tener una mayor producción a diferencia de lo que podría obtenerse con los cultivos criollos, lo que la haría más sostenible

sus necesidades se concentra su principal fuente de riqueza (Chirif 1991: 20-24). Ante esto, si bien los representantes del programa manifiestan que “No es protección a raja tabla, la idea es que las poblaciones también se vean beneficiadas con los recursos del bosque, que puedan aprovecharlos, pero de manera sostenible”3, los comuneros tienen una sensación de que siendo el bosque su “mercado” y lugar de obtención de recursos, estas nuevas indicaciones podrían restringirlos pues los lugares de los que dispondrían para obtener los recursos que necesiten serían menos. Es por ello que los compromisos asumidos al integrarse al programa son percibidos por algunos miembros de la comunidad como una suerte de restricción en tanto a la libre posibilidad de hacer uso del territorio y el bosque como mencionaba Chirif. Algunos comuneros manifiestan que hay un cambio pues antes del ingreso del programa podían abrir chacras y sembrar en cualquier sitio; sin embargo, ahora solo pueden hacerlo en la purma. Por otro lado, en el área destinada a conservación las actividades de caza y extracción de madera solo pueden realizarse mediante la autorización del comité de gestión y solo con fines de consumo pues los recursos que saquen de allí no pueden venderse. Todo ello ha generado ciertas inquietudes entre los comuneros4:

usos del Bosque

“Estas tierras que tengo en 5 años ya no van a producir igual, como ya no podemos abrir más chacra no vamos a mejorar”

“Si conservan nada más no pueden surgir, ya no tenemos chacras donde sembrar, o madera para nuestras casa y tendríamos que traer de otros sitios, gastando más dinero, cuando ahí mismo tenemos los recursos pero no podemos utilizarlos”

Los pueblos indígenas tradicionalmente han usado el bosque para proveerse de los bienes materiales que necesitan para satisfacer sus necesidades y lo hacen bajo mecanismos que permiten que cada individuo adquiera la capacidad de hacerlo de forma racional a través de diversos conocimientos, técnicas y habilidades. En la abierta posibilidad que tienen todos de acceder a este y poder satisfacer

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Esta no podría resistirse abiertamente, a pesar de que existan personas que no se encuentran totalmente a favor del programa en la comunidad, pues a través del dinero se ejerce una forma de control social que puede constituirse por el hecho de que las comunidades no son cuerpos homogéneos o comparten un interés único, sino que existen diversos intereses, y en este caso fue decisión de la mayoría aceptar el ingreso de un programa de este tipo (MacDonald 2004:14). Esta idea de control social es característica de los proyectos de conservación a través de los cuales se puede reflejar una condición en la que bajo el propio consentimiento de los participantes estos son “gobernados” mediante tecnología social y reglas autoimpuestas mediante instituciones sociales. Este tipo de tecnologías y de instituciones sociales refuerzan lo que la gente puede hacer (reglas), el comportamiento y metas deseadas (normas y expectativas) y los resultados ecológicos adecuados a la lógica del proyecto (Robbins 2011:150). En el Programa Bosques este tipo de institución social, que refuerce las reglas y normas deseadas y adecuadas para sus objetivos, sería el comité de vigilancia comunal de bosques pues este es el encargado de realizar periódicamente patrullajes y verificación del área conservada como también talleres informativos con los comuneros para orientarlos sobre cuáles son las cosas que pueden o no hacer en el bosque. Por lo que la existencia de un comité de vigilancia, encargado de realizar inspecciones sobre el área del bosque destinada a conservación; las visitas diarias de los técnicos a las chacras de los comuneros para monitorear, orientar y dar indicaciones sobre nuevas técnicas de manejo de los cultivos y las visitas cada dos semanas del ingeniero para supervisar las actividades que están siguiendo tanto el comité de vigilancia, los técnicos y la comunidad en sí respecto a los objetivos y compromisos del programa y del plan de inversión dan cuenta del control y escrutinio a los que se enfrentan los miembros de este (Robbins 2004:165).

“¿Dónde vamos a sembrar y alimentarnos? No siempre habrá turismo, habrá problemas cuando la población crezca, se tendrán menos hectáreas para las generaciones, es una trampa” “Las mujeres son las que más sufren, ella piensan más por sus hijos, dónde van a abrir chacra, todo es tope”

Así, se manifiesta una creciente preocupación por el tema de la apertura de chacras para las futuras generaciones ya que debido a los compromisos de conservación no habría lugar para ellos. Además, se manifiesta la preocupación por los recursos que poseen sus bosques sobre los cuales ellos ya no pueden disponer de la misma forma y en algunos casos tendrían que recurrir a comprarlos. Finalmente, la preocupación por la productividad de la tierra en el futuro es muy importante, pues el programa busca que no se abran más chacras sino que por hectárea ya abierta se produzca más.

disciplinA ecológicA Estas indicaciones del programa que promueven la conservación del bosque, como se ha demostrado, son conocidas por la comunidad. Además, éstas siempre son recordadas en las revisiones y asistencias que otorgan los técnicos y el ingeniero. Sin embargo, debido al modo de expresarse ha surgido una idea de “sanción” muy vinculada al incumplimiento de las mismas. A los comuneros se les indica que no toquen el bosque o el monte porque si no los van a sancionar, a ellos o al jefe. La sanción consiste en no recibir más el incentivo económico del programa, pues este tiene la política de retirarse de la zona si no se cumplen los compromisos y no se administran bien los fondos. Si eso sucediera las cuentas bancarias serían congeladas y no se podría disponer más del dinero. De este modo vemos cómo el dinero está destinado a ejercer una suerte de “disciplina ecológica”, la cual modifica el comportamiento de los comuneros y hace que se adapten a un conjunto de prácticas prescritas por las demandas de un agente externo, que en este caso serían las indicaciones del Programa Bosques.

BeneFicios del desArrollo y mercAntilizAción de lA nAturAlezA Al conversar con los comuneros ellos manifestaban que uno de los motivos por el cual aceptaron ser

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cada dos semanas para asesorar y evaluar los avances del plan de inversión como la producción. La comunidad elaboró un plan de inversión para producir cacao y con el apoyo del programa se logró la obtención de plantones de injertos los cuales fueron distribuidos entre los comuneros que quisieran a razón de media cuadra por familia. Debido a que el cuidado de los injertos es distinto al de los sus cultivos “criollos”, el programa otorga también la asistencia de un equipo de cuatro técnicos de la zona o de la misma comunidad que realizan visitas diarias a las chacras de los comuneros para ver cómo va la producción y darles indicaciones más precisas sobre cómo cuidar sus injertos. Así, para lograr la cooperación de los comuneros en el cumplimiento de los objetivos y compromisos del programa, existe una lógica orientada al mercado en las “iniciativas de uso sostenible” (MacDonald 2004:14), representadas en el cultivo de plantones de injertos de cacao. El programa intenta que los cultivos que financie el plan de inversión sean de la zona ya que estos tienen mejores posibilidades de insertarse al mercado; además, los plantones de cacao entregados a la comunidad, al ser injertos, tienen una mayor producción por hectárea lo que beneficia directamente a los comuneros porque tienen más producción para vender. Esto último es lo que trata de promover el programa que a través del cultivo de injertos, que dan una mayor producción, la frontera agrícola de la comunidad no tendría que expandirse pues en un área más reducida se podría tener una mayor producción a diferencia de lo que podría obtenerse con los cultivos criollos, lo que la haría más sostenible

sus necesidades se concentra su principal fuente de riqueza (Chirif 1991: 20-24). Ante esto, si bien los representantes del programa manifiestan que “No es protección a raja tabla, la idea es que las poblaciones también se vean beneficiadas con los recursos del bosque, que puedan aprovecharlos, pero de manera sostenible”3, los comuneros tienen una sensación de que siendo el bosque su “mercado” y lugar de obtención de recursos, estas nuevas indicaciones podrían restringirlos pues los lugares de los que dispondrían para obtener los recursos que necesiten serían menos. Es por ello que los compromisos asumidos al integrarse al programa son percibidos por algunos miembros de la comunidad como una suerte de restricción en tanto a la libre posibilidad de hacer uso del territorio y el bosque como mencionaba Chirif. Algunos comuneros manifiestan que hay un cambio pues antes del ingreso del programa podían abrir chacras y sembrar en cualquier sitio; sin embargo, ahora solo pueden hacerlo en la purma. Por otro lado, en el área destinada a conservación las actividades de caza y extracción de madera solo pueden realizarse mediante la autorización del comité de gestión y solo con fines de consumo pues los recursos que saquen de allí no pueden venderse. Todo ello ha generado ciertas inquietudes entre los comuneros4:

usos del Bosque

“Estas tierras que tengo en 5 años ya no van a producir igual, como ya no podemos abrir más chacra no vamos a mejorar”

“Si conservan nada más no pueden surgir, ya no tenemos chacras donde sembrar, o madera para nuestras casa y tendríamos que traer de otros sitios, gastando más dinero, cuando ahí mismo tenemos los recursos pero no podemos utilizarlos”

Los pueblos indígenas tradicionalmente han usado el bosque para proveerse de los bienes materiales que necesitan para satisfacer sus necesidades y lo hacen bajo mecanismos que permiten que cada individuo adquiera la capacidad de hacerlo de forma racional a través de diversos conocimientos, técnicas y habilidades. En la abierta posibilidad que tienen todos de acceder a este y poder satisfacer

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Esta no podría resistirse abiertamente, a pesar de que existan personas que no se encuentran totalmente a favor del programa en la comunidad, pues a través del dinero se ejerce una forma de control social que puede constituirse por el hecho de que las comunidades no son cuerpos homogéneos o comparten un interés único, sino que existen diversos intereses, y en este caso fue decisión de la mayoría aceptar el ingreso de un programa de este tipo (MacDonald 2004:14). Esta idea de control social es característica de los proyectos de conservación a través de los cuales se puede reflejar una condición en la que bajo el propio consentimiento de los participantes estos son “gobernados” mediante tecnología social y reglas autoimpuestas mediante instituciones sociales. Este tipo de tecnologías y de instituciones sociales refuerzan lo que la gente puede hacer (reglas), el comportamiento y metas deseadas (normas y expectativas) y los resultados ecológicos adecuados a la lógica del proyecto (Robbins 2011:150). En el Programa Bosques este tipo de institución social, que refuerce las reglas y normas deseadas y adecuadas para sus objetivos, sería el comité de vigilancia comunal de bosques pues este es el encargado de realizar periódicamente patrullajes y verificación del área conservada como también talleres informativos con los comuneros para orientarlos sobre cuáles son las cosas que pueden o no hacer en el bosque. Por lo que la existencia de un comité de vigilancia, encargado de realizar inspecciones sobre el área del bosque destinada a conservación; las visitas diarias de los técnicos a las chacras de los comuneros para monitorear, orientar y dar indicaciones sobre nuevas técnicas de manejo de los cultivos y las visitas cada dos semanas del ingeniero para supervisar las actividades que están siguiendo tanto el comité de vigilancia, los técnicos y la comunidad en sí respecto a los objetivos y compromisos del programa y del plan de inversión dan cuenta del control y escrutinio a los que se enfrentan los miembros de este (Robbins 2004:165).

“¿Dónde vamos a sembrar y alimentarnos? No siempre habrá turismo, habrá problemas cuando la población crezca, se tendrán menos hectáreas para las generaciones, es una trampa” “Las mujeres son las que más sufren, ella piensan más por sus hijos, dónde van a abrir chacra, todo es tope”

Así, se manifiesta una creciente preocupación por el tema de la apertura de chacras para las futuras generaciones ya que debido a los compromisos de conservación no habría lugar para ellos. Además, se manifiesta la preocupación por los recursos que poseen sus bosques sobre los cuales ellos ya no pueden disponer de la misma forma y en algunos casos tendrían que recurrir a comprarlos. Finalmente, la preocupación por la productividad de la tierra en el futuro es muy importante, pues el programa busca que no se abran más chacras sino que por hectárea ya abierta se produzca más.

disciplinA ecológicA Estas indicaciones del programa que promueven la conservación del bosque, como se ha demostrado, son conocidas por la comunidad. Además, éstas siempre son recordadas en las revisiones y asistencias que otorgan los técnicos y el ingeniero. Sin embargo, debido al modo de expresarse ha surgido una idea de “sanción” muy vinculada al incumplimiento de las mismas. A los comuneros se les indica que no toquen el bosque o el monte porque si no los van a sancionar, a ellos o al jefe. La sanción consiste en no recibir más el incentivo económico del programa, pues este tiene la política de retirarse de la zona si no se cumplen los compromisos y no se administran bien los fondos. Si eso sucediera las cuentas bancarias serían congeladas y no se podría disponer más del dinero. De este modo vemos cómo el dinero está destinado a ejercer una suerte de “disciplina ecológica”, la cual modifica el comportamiento de los comuneros y hace que se adapten a un conjunto de prácticas prescritas por las demandas de un agente externo, que en este caso serían las indicaciones del Programa Bosques.

BeneFicios del desArrollo y mercAntilizAción de lA nAturAlezA Al conversar con los comuneros ellos manifestaban que uno de los motivos por el cual aceptaron ser

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parte del programa era para mantener sus bosques pues estos se han ido depredando y deforestando lo cual también se había vuelto una preocupación, porque sin el bosque no tiene recursos y se tienen que comprar las cosas que necesiten. Esta preocupación sustenta el motivo principal por el cual se integraron al programa que es el obtener dinero en efectivo. Además, algunos ven al programa como una oportunidad de mejorar y cambiar la situación en la cual se encuentran, lo que demuestra como en las comunidades existe el deseo de acceder a los beneficios del “desarrollo”, por lo que reconocen que el dinero otorgado a cambio de la conservación de sus bosques puede ser un medio para mejorar sus condiciones de vida locales (MacDonald 2004:10). De este modo, un líder de una comunidad puede dar diversas razones que motiven la participación de su comunidad en un proyecto de este tipo, pero el principal será la posibilidad de acceder a dinero en efectivo con el que puedan alcanzar los tan prometidos beneficios materiales del desarrollo. Así, la naturaleza mercantilizada se vuelve la base del desarrollo de la comunidad (MacDonald 2004:11). Esto coincide con las motivaciones que expresa el Jefe de la comunidad nativa de Puerto Ocopa, Javier Ponce5:

a la expansión del comercio de mercado a zonas que antes no lo eran. Asimismo, este implica el tratamiento conceptual y operacional de mercancías y servicios como objetos destinados para el comercio y también describe una modificación en las relaciones que antes no eran afectadas por este. Además, ellos mencionan que la mercantilización de los servicios del ecosistema se da en cuatro etapas: la primera consiste en el desarrollo de un marco discursivo económico de las funciones del ecosistema como servicios; el segundo paso consiste en expresar estos servicios en valor de cambio a través de la monetización y establecimiento de los precios; la tercera consiste en la apropiación de los servicios de los ecosistemas a través de la formalización de los derechos de propiedad sobre estos o en las tierras donde se producen, en algunos casos puede implicar la privatización, y la cuarta etapa consiste en comercialización de los servicios del ecosistema (2011:7-8). Es por ello que el Programa Bosques puede enmarcarse dentro de este proceso mercantilización la naturaleza y servicios del ecosistema pues este programa funciona bajo un paradigma económico que entiende a la naturaleza por los servicios que esta puede ofrecer, para esto realiza un proceso de abstracción de los servicios que culmina en la monetización de los mismos. Esta base económica le permite una suerte de apropiación de los bosques que conserva el programa ya que a través de los compromisos con la comunidad estos tienen que regirse bajo las instrucciones que les den. Finalmente, mediante los planes de inversión y la producción de injertos de cacao se realiza una comercialización de los servicios del ecosistema.

“Nos está mejorando en la calidad de vida también, más que todo con darles, si queremos igualdad debemos ser iguales en todo, ¿no? de repente tener buena salud, tener también economía, igual que tú y yo. Iguales, pero que digo de igualdad si el otro no tiene ni sol, no tiene ni una planta para que venda, para que tenga un sol, entonces no se habla de igualdad. Entonces, con este programa si se está viendo que la gente está comprendiendo, hay que trabajar nuestras parcelas con la finalidad de tener ingresos económicos para educar a nuestros hijos, el tema de salud.”

territorios indígenas en la Cuenca Amazónica. Lima: COICA; OXFAM. ěŲ GÓMEZ-BAGGETHUN, E., & RUIZ, M. 2011 Economic valuation and the commodification of ecosystem services. Progress in Physical Geography, 35(5): 613-628. ěŲ MACDONALD, K. 2004 Developing ‘nature’: Global ecology and the politics of conservation in Northern Pakistan. En J. Carrier, Confronting environments: Local understanding in a globalizing world. Walnut Creek: Altamira Press. ěŲ MCAFEE, K. 1999 Selling Nature to Save It? Biodiversity and the Rise of Green Developmentalism. Environment and Planning D, 17 (2): 133-154. ěŲ MINISTERIO DEL AMBIENTE (s.f.) Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático: http://www.bosques.gob.pe/ Recuperado el 18 de Mayo de 2014. ěŲ PROGRAMA NACIONAL DE CONSERVACIÓN DE BOSQUES PARA LA MITIGACIÓN DEL CAMBIO CLIMÁTICO. 2011a Boletín Informativo Nº1. Lima: MINAM. 2011b Boletín Informativo Nº2. Lima: MINAM. ěŲ PRUDHAM, S. 2009 Commodification. En N. Castree, D. Demeritt, D. Liverman, & B. Rhoads, A Companion to Environmental Geography (págs. 123-142). Blackwell Publishing.4 ěŲ ROBBINS, P. 2004 Conservation and Control. En P. Robbins, Political Ecology: a critical introduction (págs. 147-171). Malden: Blackwell Publishing.

de dinero ejercen un tipo de “disciplinamiento ecológico” que busca que el comportamiento de los pobladores se adecue a las metas y objetivos del programa. Esto se ve reflejado en el control social que se tiene en la comunidad a través del constante monitoreo y escrutinio a los cuales se ven enfrentan los miembros del programa respecto al uso y manejo del bosque. Por otro lado, los compromisos que la comunidad ha asumido con el programa están empezando a despertar cierta preocupación en torno al área conservada pues ya no se tiene un libre acceso al bosque de la comunidad. En las zonas destinadas a conservación ya no se pueden abrir chacras, cazar y extraer madera, esto solo se puede hacer bajo criterios establecidos por el programa, dejando en claro que la comercialización de estos productos está prohibida. Ante esto, el programa propone una alternativa de producción a través de los plantones de injertos de cacao los cuales encajan en la lógica de sostenibilidad que promueven y le permiten a la comunidad acceder a los “beneficios del desarrollo”. De este modo vemos como lo expuesto corresponde al nuevo paradigma ecológico ambiental, el cual asigna valores monetarios al bosque en un intento de reflejar el valor de los recursos naturales en los discursos dominantes, fomentando una lógica de market environmentalism. Esta es aplicada en el Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático el cual, a través de las transferencias directas condicionadas, fomenta el uso sostenible del bosque y las chacras de los comuneros, los capacita técnicamente para manejarlos y evalúa durante todo el proceso sus activides para que sean correspondientes con los obejtivos que proponen.

conclusiones BiBliogrAFíA Entonces podemos concluir que este tipo de proyectos de conservación, como el Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático, que tienen como base la monetización de los recursos naturales al implementarse en el territorio de una población, en este caso la comunidad nativa de Puerto Ocopa, a través de las trasferencias directas condicionadas

Por otro lado, retomando la idea de MacDonald sobre la mercantilización de la naturaleza, según Gómez-Baggethun y Pérez este concepto se refiere

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ěŲ BROSIUS, J. P. 2006 Common Ground between Anthropology and Conservation Biology. Conservation Biology, 20 (3): 683-685. ěŲ CHIRIF, A. 1991 El indígena y su territorio son uno solo: estrategias para la defensa de los pueblos y

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parte del programa era para mantener sus bosques pues estos se han ido depredando y deforestando lo cual también se había vuelto una preocupación, porque sin el bosque no tiene recursos y se tienen que comprar las cosas que necesiten. Esta preocupación sustenta el motivo principal por el cual se integraron al programa que es el obtener dinero en efectivo. Además, algunos ven al programa como una oportunidad de mejorar y cambiar la situación en la cual se encuentran, lo que demuestra como en las comunidades existe el deseo de acceder a los beneficios del “desarrollo”, por lo que reconocen que el dinero otorgado a cambio de la conservación de sus bosques puede ser un medio para mejorar sus condiciones de vida locales (MacDonald 2004:10). De este modo, un líder de una comunidad puede dar diversas razones que motiven la participación de su comunidad en un proyecto de este tipo, pero el principal será la posibilidad de acceder a dinero en efectivo con el que puedan alcanzar los tan prometidos beneficios materiales del desarrollo. Así, la naturaleza mercantilizada se vuelve la base del desarrollo de la comunidad (MacDonald 2004:11). Esto coincide con las motivaciones que expresa el Jefe de la comunidad nativa de Puerto Ocopa, Javier Ponce5:

a la expansión del comercio de mercado a zonas que antes no lo eran. Asimismo, este implica el tratamiento conceptual y operacional de mercancías y servicios como objetos destinados para el comercio y también describe una modificación en las relaciones que antes no eran afectadas por este. Además, ellos mencionan que la mercantilización de los servicios del ecosistema se da en cuatro etapas: la primera consiste en el desarrollo de un marco discursivo económico de las funciones del ecosistema como servicios; el segundo paso consiste en expresar estos servicios en valor de cambio a través de la monetización y establecimiento de los precios; la tercera consiste en la apropiación de los servicios de los ecosistemas a través de la formalización de los derechos de propiedad sobre estos o en las tierras donde se producen, en algunos casos puede implicar la privatización, y la cuarta etapa consiste en comercialización de los servicios del ecosistema (2011:7-8). Es por ello que el Programa Bosques puede enmarcarse dentro de este proceso mercantilización la naturaleza y servicios del ecosistema pues este programa funciona bajo un paradigma económico que entiende a la naturaleza por los servicios que esta puede ofrecer, para esto realiza un proceso de abstracción de los servicios que culmina en la monetización de los mismos. Esta base económica le permite una suerte de apropiación de los bosques que conserva el programa ya que a través de los compromisos con la comunidad estos tienen que regirse bajo las instrucciones que les den. Finalmente, mediante los planes de inversión y la producción de injertos de cacao se realiza una comercialización de los servicios del ecosistema.

“Nos está mejorando en la calidad de vida también, más que todo con darles, si queremos igualdad debemos ser iguales en todo, ¿no? de repente tener buena salud, tener también economía, igual que tú y yo. Iguales, pero que digo de igualdad si el otro no tiene ni sol, no tiene ni una planta para que venda, para que tenga un sol, entonces no se habla de igualdad. Entonces, con este programa si se está viendo que la gente está comprendiendo, hay que trabajar nuestras parcelas con la finalidad de tener ingresos económicos para educar a nuestros hijos, el tema de salud.”

territorios indígenas en la Cuenca Amazónica. Lima: COICA; OXFAM. ěŲ GÓMEZ-BAGGETHUN, E., & RUIZ, M. 2011 Economic valuation and the commodification of ecosystem services. Progress in Physical Geography, 35(5): 613-628. ěŲ MACDONALD, K. 2004 Developing ‘nature’: Global ecology and the politics of conservation in Northern Pakistan. En J. Carrier, Confronting environments: Local understanding in a globalizing world. Walnut Creek: Altamira Press. ěŲ MCAFEE, K. 1999 Selling Nature to Save It? Biodiversity and the Rise of Green Developmentalism. Environment and Planning D, 17 (2): 133-154. ěŲ MINISTERIO DEL AMBIENTE (s.f.) Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático: http://www.bosques.gob.pe/ Recuperado el 18 de Mayo de 2014. ěŲ PROGRAMA NACIONAL DE CONSERVACIÓN DE BOSQUES PARA LA MITIGACIÓN DEL CAMBIO CLIMÁTICO. 2011a Boletín Informativo Nº1. Lima: MINAM. 2011b Boletín Informativo Nº2. Lima: MINAM. ěŲ PRUDHAM, S. 2009 Commodification. En N. Castree, D. Demeritt, D. Liverman, & B. Rhoads, A Companion to Environmental Geography (págs. 123-142). Blackwell Publishing.4 ěŲ ROBBINS, P. 2004 Conservation and Control. En P. Robbins, Political Ecology: a critical introduction (págs. 147-171). Malden: Blackwell Publishing.

de dinero ejercen un tipo de “disciplinamiento ecológico” que busca que el comportamiento de los pobladores se adecue a las metas y objetivos del programa. Esto se ve reflejado en el control social que se tiene en la comunidad a través del constante monitoreo y escrutinio a los cuales se ven enfrentan los miembros del programa respecto al uso y manejo del bosque. Por otro lado, los compromisos que la comunidad ha asumido con el programa están empezando a despertar cierta preocupación en torno al área conservada pues ya no se tiene un libre acceso al bosque de la comunidad. En las zonas destinadas a conservación ya no se pueden abrir chacras, cazar y extraer madera, esto solo se puede hacer bajo criterios establecidos por el programa, dejando en claro que la comercialización de estos productos está prohibida. Ante esto, el programa propone una alternativa de producción a través de los plantones de injertos de cacao los cuales encajan en la lógica de sostenibilidad que promueven y le permiten a la comunidad acceder a los “beneficios del desarrollo”. De este modo vemos como lo expuesto corresponde al nuevo paradigma ecológico ambiental, el cual asigna valores monetarios al bosque en un intento de reflejar el valor de los recursos naturales en los discursos dominantes, fomentando una lógica de market environmentalism. Esta es aplicada en el Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático el cual, a través de las transferencias directas condicionadas, fomenta el uso sostenible del bosque y las chacras de los comuneros, los capacita técnicamente para manejarlos y evalúa durante todo el proceso sus activides para que sean correspondientes con los obejtivos que proponen.

conclusiones BiBliogrAFíA Entonces podemos concluir que este tipo de proyectos de conservación, como el Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático, que tienen como base la monetización de los recursos naturales al implementarse en el territorio de una población, en este caso la comunidad nativa de Puerto Ocopa, a través de las trasferencias directas condicionadas

Por otro lado, retomando la idea de MacDonald sobre la mercantilización de la naturaleza, según Gómez-Baggethun y Pérez este concepto se refiere

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ěŲ BROSIUS, J. P. 2006 Common Ground between Anthropology and Conservation Biology. Conservation Biology, 20 (3): 683-685. ěŲ CHIRIF, A. 1991 El indígena y su territorio son uno solo: estrategias para la defensa de los pueblos y

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SexUAlIDAD y pODeR Una aproximación antropológica a las relaciones de poder de un Juzgado de paz letrado de lima este artículo presenta una aproximación de pre-campo a las relaciones de poder de un juzgado de paz letrado de lima. nos centramos en la praxis de taxonomías con arreglo al sexo,

abordando el juzgado como una construcción social donde la normativa estatal es parte de prácticas que articulan un entramado simbólico mucho más amplio. a partir de la observación, Ana LucÌa Araujo Raurau

conversaciones, entrevistas y la lectura de expedientes hemos identificado cómo a través de los insultos verbales y el cochineo se expresan determinados registros morales sexistas,

suscitados como parte de la comunicación entre diversos actores en el local judicial: tanto funcionarios estatales como usuarios en procesos judiciales.

otros, es decir como relación y ejercicio de sujetos actuantes (Foucault 1988: 15). Así, este espacio es una construcción social articulada por una serie de relaciones sociales en cuyas prácticas la normativa estatal se ubica como un constructo simbólico efectivamente condicionante (y por ende importante), más no el único en funcionamiento. En términos de Crozier y Friedberg, hablamos de la praxis humana que produce un “constructo organizativo de las relaciones de poder” a partir de un “contexto organizativo” (organigrama, cargos, funciones, etc.) establecido en este caso por la normativa estatal (1990: 75). Nuestro objetivo es exponer algunas características de la <comunicación sexuada> que hemos identificado en las relaciones de poder de diversos actores enmarcados en la dinámica

introducción: el cAso

E

l presente ensayo es resultado de una breve experiencia de campo de una semana en un Juzgado de Paz Letrado de Lima2. En términos normativos, este Juzgado es un espacio físico sistemáticamente condicionado para el ejercicio de prácticas estatales particularmente referidas a la resolución de conflictos (instancia legal-judicial menor que únicamente ve casos de hurto de “menor cuantía” y lesiones físicas “leves”3), a través de la conciliación o la sentencia posibilitadas por la autoridad de un juez-abogado y con la participación presencial de las personas en conflicto. En cambio, en términos antropológicos partimos de entender “poder” como estructurar el campo de acción de

Aaron Julián

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SexUAlIDAD y pODeR Una aproximación antropológica a las relaciones de poder de un Juzgado de paz letrado de lima este artículo presenta una aproximación de pre-campo a las relaciones de poder de un juzgado de paz letrado de lima. nos centramos en la praxis de taxonomías con arreglo al sexo,

abordando el juzgado como una construcción social donde la normativa estatal es parte de prácticas que articulan un entramado simbólico mucho más amplio. a partir de la observación, Ana LucÌa Araujo Raurau

conversaciones, entrevistas y la lectura de expedientes hemos identificado cómo a través de los insultos verbales y el cochineo se expresan determinados registros morales sexistas,

suscitados como parte de la comunicación entre diversos actores en el local judicial: tanto funcionarios estatales como usuarios en procesos judiciales.

otros, es decir como relación y ejercicio de sujetos actuantes (Foucault 1988: 15). Así, este espacio es una construcción social articulada por una serie de relaciones sociales en cuyas prácticas la normativa estatal se ubica como un constructo simbólico efectivamente condicionante (y por ende importante), más no el único en funcionamiento. En términos de Crozier y Friedberg, hablamos de la praxis humana que produce un “constructo organizativo de las relaciones de poder” a partir de un “contexto organizativo” (organigrama, cargos, funciones, etc.) establecido en este caso por la normativa estatal (1990: 75). Nuestro objetivo es exponer algunas características de la <comunicación sexuada> que hemos identificado en las relaciones de poder de diversos actores enmarcados en la dinámica

introducción: el cAso

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l presente ensayo es resultado de una breve experiencia de campo de una semana en un Juzgado de Paz Letrado de Lima2. En términos normativos, este Juzgado es un espacio físico sistemáticamente condicionado para el ejercicio de prácticas estatales particularmente referidas a la resolución de conflictos (instancia legal-judicial menor que únicamente ve casos de hurto de “menor cuantía” y lesiones físicas “leves”3), a través de la conciliación o la sentencia posibilitadas por la autoridad de un juez-abogado y con la participación presencial de las personas en conflicto. En cambio, en términos antropológicos partimos de entender “poder” como estructurar el campo de acción de

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social de este Juzgado, a partir de una metodología basada en la observación abierta y participante4, conversaciones informales, entrevistas semiestructuradas y la lectura de expedientes judiciales.

de la lectura de expedientes y/o la observación presencial de rituales judiciales (“diligencia” y “dictado de sentencia”); 2) Como cochineo, el cual fue ejercido por “trabajadores estatales” (principalmente entre abogados/as-funcionarios/ as y entre estas y los policías) en mi presencia.

lA “comunicAción sexuAdA” El género5, como parte de la identidad del incardinado sujeto de deseo, se incorpora vía praxis como disposiciones y esquemas cognitivos transferibles y parcialmente sedimentados que son parte de los habitus (Bourdieu 1993: 86). La sexualidad, entendida como un eje central de las identidades de género, se experimenta y expresa de diferentes maneras por sujetos actuantes en contextos y configuraciones particulares de relaciones de poder, a través de prácticas discursivas lingüísticas y extra-lingüísticas (Laclau y Mouffe 1993: 111-145). En estas prácticas se ven ejercidas ciertas diferenciaciones y valorizaciones sobre las identidades, acciones y comportamientos de los sujetos a partir de taxonomías sexuales binarias: en ese sentido, general hasta este punto, hablamos de “comunicación sexuada”. A partir de una distinción analítica con arreglo a los actores hemos identificado al menos dos formas de expresión cotidiana de “comunicación sexuada” en el juzgado: 1) como agresión verbal, principalmente <insultos> enunciados entre personas que son parte de un conflicto y que llegan al juzgado luego de una (o más) denuncia(s)6. Esta forma fue estudiada a través

lA Agresión verBAl sexistA del insulto Dado que inicialmente opté por conocer lo que tomaba lugar en el Juzgado en relación a casos de violencia, centré mi atención en aquellos casos clasificados como “agresiones leves”7, dejando de lado los “hurtos menores”8. A partir de 32 expedientes revisados y de 12 rituales judiciales presenciados, podemos señalar que los conflictos judicializados que conocimos son heterogéneos, donde la gente parece generalmente pelearse compitiendo por personas, lugares y cosas, entre enemistades de diversa índole. Además, son conflictos antiguos o recientes, entre conocidos o desconocidos, y con múltiples cruces de palabras y golpes; muchos involucraron a más de dos personas. Estos conflictos se dan entre personas que: son familiares consanguíneos o (eran) afines (16 casos, la mitad), sobre todo parejas y ex parejas heterosexuales (y donde predomina la violencia contra la mujer); la pareja sentimental de una persona y la/el supuesta/o “amante” de esta (4 casos, 3 de estos entre mujeres); vecinos (6); comerciantes y/o clientes (7); y desconocidos que se “conocieron a golpes” (6). Un elemento prácticamente omnipresente en todos estos casos de agresiones físicas son las agresiones verbales: insultos y amenazas. Si

bien las físicas no siempre fueron mutuas, sí es posible referir sobre el generalizado carácter bidireccional de las verbales. Podemos tomar ambas formas de agresión como recursos de poder “pertinentes” de ser “movilizables” a las situaciones de conflicto estudiadas (Crozier y Friedberg 1990: 62). En las agresiones verbales nos centraremos en los insultos9 porque expresan una recurrente distinción: respecto a la persona insultada, son “asexuales” o “con arreglo al sexo”. Los primeros estuvieron dirigidos a las personas en general: insultos recurrentes como “basura”, “maldito/a”, “miserable”, “mierda”, “concha tu madre”10, etc.; en cambio, los segundos se dividen de manera excluyente entre insultos para mujeres y hombres: así, al agredir verbalmente a una mujer se suscitaron insultos como “robamaridos”, “puta”, “perra”, “zorra”, “cachera”, “facilona”, etc.; en marcado contraste, para agredir a los hombres se repitieron insultos tales como “maricón”, “cabro”, “cachudo”, “saco-largo”, etc. Es importante considerar que, al ser enunciados investidos de una “fuerza negativa” propia de las situaciones de conflicto, estos insultos y sus <significados> responden a dichos contextos y por lo tanto son irreductibles a la sexualidad y/o al hecho de que con ellos se pretenda o no expresar y/o evidenciar “la verdad” sobre los/as agredidos/ as. Así, pueden tener que ver con “cierta verdad” proyectada sobre las personas (como por ejemplo los conflictos entre dos mujeres por un hombre, donde una le dice a la otra “roba-maridos”), pero ante todo son producto del “calor” de estas situaciones de agresiones físicas diversas y de los sentimientos de enemistad que las caracterizaron: son recursos de poder cuyo objetivo “no necesariamente es claro ni coherente, ni siquiera unitario ni explícito” (ídem: 46), <enunciaciones para agredir> que integran el habitus de estas personas en tanto están

a medio camino entre lo mecánico y lo reflexivo (Bourdieu 1993: 86). En ese sentido, incluso si la puesta en discurso de estos insultos reflejara una instrumentalización de los mismos –sea en los hechos mismos de la pelea (donde el emisor “sin realmente creer” que “tal persona es tal cosa” los enuncia porque supone que producirán un efecto deseado de ofensa) o luego en el proceso judicial (como estrategia para justificar o tergiversar sus actos y así poner las cosas a su favor)– estas enunciaciones siempre hacen evidente un saber sobre lo que se espera del otro y por lo tanto sobre el otro, saber que incide en los intentos por obtener ventaja sobre el otro, es decir, de hacer efectiva una estrategia de poder (Foucault 1988: 19). En suma, nos remiten tanto o más a las disposiciones culturales del emisor del insulto que a las del receptor. El carácter sexuado de estos insultos los asemeja y diferencia a la vez, es decir, se desdobla: existe cierta equivalencia entre todos estos <significantes> porque a través de ellos parece estar ejerciéndose cierto cuestionamiento a la sexualidad “ilegítima” de la persona agredida (proyectada desde la agresora), pero son diferentes porque al hacerlo distinguen al agredido/a con arreglo a su sexo. Hablamos entonces de categorizaciones/ valorizaciones sobre la sexualidad femenina y masculina de los otros, a partir de una línea fuertemente divisoria entre ambas, que expresan concepciones sobre lo permisible, juzgable y esperable de cada sexo. Es así como el carácter sexuado de estos insultos es también sexista. Este sexismo existe desde que, presente o no algún elemento “sexual” (de cualquier tipo) en (cuales sean) las causas narradas de la pelea, “perra” y “zorra” son recursos lingüísticos –expresados en diversas agresiones físicas– únicamente pertinentes de ser enunciados hacia determinadas mujeres, de la misma manera que “saco-largo” y “cabro” no “encajaron” en ninguna mujer. Como ya mencionamos, sus puestas en discurso responden (en su pertinencia como recursos de poder) a un <repertorio para agredir> con arreglo al sexo, así como a los significados de la pelea, del conflicto y de la relación específica en general. Asimismo, los significados compartidos y la

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social de este Juzgado, a partir de una metodología basada en la observación abierta y participante4, conversaciones informales, entrevistas semiestructuradas y la lectura de expedientes judiciales.

de la lectura de expedientes y/o la observación presencial de rituales judiciales (“diligencia” y “dictado de sentencia”); 2) Como cochineo, el cual fue ejercido por “trabajadores estatales” (principalmente entre abogados/as-funcionarios/ as y entre estas y los policías) en mi presencia.

lA “comunicAción sexuAdA” El género5, como parte de la identidad del incardinado sujeto de deseo, se incorpora vía praxis como disposiciones y esquemas cognitivos transferibles y parcialmente sedimentados que son parte de los habitus (Bourdieu 1993: 86). La sexualidad, entendida como un eje central de las identidades de género, se experimenta y expresa de diferentes maneras por sujetos actuantes en contextos y configuraciones particulares de relaciones de poder, a través de prácticas discursivas lingüísticas y extra-lingüísticas (Laclau y Mouffe 1993: 111-145). En estas prácticas se ven ejercidas ciertas diferenciaciones y valorizaciones sobre las identidades, acciones y comportamientos de los sujetos a partir de taxonomías sexuales binarias: en ese sentido, general hasta este punto, hablamos de “comunicación sexuada”. A partir de una distinción analítica con arreglo a los actores hemos identificado al menos dos formas de expresión cotidiana de “comunicación sexuada” en el juzgado: 1) como agresión verbal, principalmente <insultos> enunciados entre personas que son parte de un conflicto y que llegan al juzgado luego de una (o más) denuncia(s)6. Esta forma fue estudiada a través

lA Agresión verBAl sexistA del insulto Dado que inicialmente opté por conocer lo que tomaba lugar en el Juzgado en relación a casos de violencia, centré mi atención en aquellos casos clasificados como “agresiones leves”7, dejando de lado los “hurtos menores”8. A partir de 32 expedientes revisados y de 12 rituales judiciales presenciados, podemos señalar que los conflictos judicializados que conocimos son heterogéneos, donde la gente parece generalmente pelearse compitiendo por personas, lugares y cosas, entre enemistades de diversa índole. Además, son conflictos antiguos o recientes, entre conocidos o desconocidos, y con múltiples cruces de palabras y golpes; muchos involucraron a más de dos personas. Estos conflictos se dan entre personas que: son familiares consanguíneos o (eran) afines (16 casos, la mitad), sobre todo parejas y ex parejas heterosexuales (y donde predomina la violencia contra la mujer); la pareja sentimental de una persona y la/el supuesta/o “amante” de esta (4 casos, 3 de estos entre mujeres); vecinos (6); comerciantes y/o clientes (7); y desconocidos que se “conocieron a golpes” (6). Un elemento prácticamente omnipresente en todos estos casos de agresiones físicas son las agresiones verbales: insultos y amenazas. Si

bien las físicas no siempre fueron mutuas, sí es posible referir sobre el generalizado carácter bidireccional de las verbales. Podemos tomar ambas formas de agresión como recursos de poder “pertinentes” de ser “movilizables” a las situaciones de conflicto estudiadas (Crozier y Friedberg 1990: 62). En las agresiones verbales nos centraremos en los insultos9 porque expresan una recurrente distinción: respecto a la persona insultada, son “asexuales” o “con arreglo al sexo”. Los primeros estuvieron dirigidos a las personas en general: insultos recurrentes como “basura”, “maldito/a”, “miserable”, “mierda”, “concha tu madre”10, etc.; en cambio, los segundos se dividen de manera excluyente entre insultos para mujeres y hombres: así, al agredir verbalmente a una mujer se suscitaron insultos como “robamaridos”, “puta”, “perra”, “zorra”, “cachera”, “facilona”, etc.; en marcado contraste, para agredir a los hombres se repitieron insultos tales como “maricón”, “cabro”, “cachudo”, “saco-largo”, etc. Es importante considerar que, al ser enunciados investidos de una “fuerza negativa” propia de las situaciones de conflicto, estos insultos y sus <significados> responden a dichos contextos y por lo tanto son irreductibles a la sexualidad y/o al hecho de que con ellos se pretenda o no expresar y/o evidenciar “la verdad” sobre los/as agredidos/ as. Así, pueden tener que ver con “cierta verdad” proyectada sobre las personas (como por ejemplo los conflictos entre dos mujeres por un hombre, donde una le dice a la otra “roba-maridos”), pero ante todo son producto del “calor” de estas situaciones de agresiones físicas diversas y de los sentimientos de enemistad que las caracterizaron: son recursos de poder cuyo objetivo “no necesariamente es claro ni coherente, ni siquiera unitario ni explícito” (ídem: 46), <enunciaciones para agredir> que integran el habitus de estas personas en tanto están

a medio camino entre lo mecánico y lo reflexivo (Bourdieu 1993: 86). En ese sentido, incluso si la puesta en discurso de estos insultos reflejara una instrumentalización de los mismos –sea en los hechos mismos de la pelea (donde el emisor “sin realmente creer” que “tal persona es tal cosa” los enuncia porque supone que producirán un efecto deseado de ofensa) o luego en el proceso judicial (como estrategia para justificar o tergiversar sus actos y así poner las cosas a su favor)– estas enunciaciones siempre hacen evidente un saber sobre lo que se espera del otro y por lo tanto sobre el otro, saber que incide en los intentos por obtener ventaja sobre el otro, es decir, de hacer efectiva una estrategia de poder (Foucault 1988: 19). En suma, nos remiten tanto o más a las disposiciones culturales del emisor del insulto que a las del receptor. El carácter sexuado de estos insultos los asemeja y diferencia a la vez, es decir, se desdobla: existe cierta equivalencia entre todos estos <significantes> porque a través de ellos parece estar ejerciéndose cierto cuestionamiento a la sexualidad “ilegítima” de la persona agredida (proyectada desde la agresora), pero son diferentes porque al hacerlo distinguen al agredido/a con arreglo a su sexo. Hablamos entonces de categorizaciones/ valorizaciones sobre la sexualidad femenina y masculina de los otros, a partir de una línea fuertemente divisoria entre ambas, que expresan concepciones sobre lo permisible, juzgable y esperable de cada sexo. Es así como el carácter sexuado de estos insultos es también sexista. Este sexismo existe desde que, presente o no algún elemento “sexual” (de cualquier tipo) en (cuales sean) las causas narradas de la pelea, “perra” y “zorra” son recursos lingüísticos –expresados en diversas agresiones físicas– únicamente pertinentes de ser enunciados hacia determinadas mujeres, de la misma manera que “saco-largo” y “cabro” no “encajaron” en ninguna mujer. Como ya mencionamos, sus puestas en discurso responden (en su pertinencia como recursos de poder) a un <repertorio para agredir> con arreglo al sexo, así como a los significados de la pelea, del conflicto y de la relación específica en general. Asimismo, los significados compartidos y la

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conocidos se expresa cierto cuestionamiento a estos significantes en tanto insultos, más no como enunciados sexistas: se defiende la sexualidad como libertad individual (defensa que se apoya en la normativa y en la convención de los agentes que la representan) cuestionándose la legitimidad de determinadas personas para juzgar a otras a través de esta diferenciación: la fórmula afirmativa de ello sería puedo o no ser perra/cabro/roba-maridos/ saco-largo (etc.), pero eso a ti no te incumbe. En suma se problematizan los significantes en tanto agreden, difaman, como una intromisión en la libertad del otro (en sus vidas privadas), pero nunca como jerarquización valorativa de los sexos: esta parece darse por sentada. El saber sobre el otro estructura la relación de poder y la sexualiza incluso cuando los hechos que generaron el conflicto aparentemente no tienen nada que ver con la praxis de la sexualidad de las personas involucradas: las sexualiza cuando para agredir a alguien se recurre a los tipos-ideales de <identidades sexuales ilegítimas> reproduciéndolas como formas pertinentes de agresión intersubjetiva. De esta manera, en sentido amplio, los conflictos se vuelven (si no lo eran ya) también un asunto sexual, una cuestión de dos sexos con legitimidades de acción claramente disímiles entre sí.

“fuerza” de sentimientos negativos que invisten la enunciación de cada uno de estos significantes es lo que les da consistencia como interpelación: al golpear e insultar se está juzgando al otro, en una balanza hecha de esquemas cognitivos y disposiciones corporales. Así, en este desdoblamiento existe un segundo nivel de equivalencias dentro de cada sexo, donde es posible agrupar los insultos exclusivos de mujeres y hombres en dos tipos-ideales muy diferenciados: por un lado, la equivalencia que llamaremos mujeres indecentes, donde el énfasis ofensivo parece anclarse en torno a la “impureza sexual femenina” a partir de la fórmula de equivalencias <promiscuidad ≈ infidelidad ≈ prostitución ≈ estar con hombres casados/mujer indecente>; en contraste, los insultos exclusivos de hombres refieren al tipo-ideal masculino de hombres femeninos, ubicando el énfasis despectivo en cómo estos “asumen roles femeninos” y en ello “denigran su hombría”: la fórmula equivalencial sería <homosexualidad ≈ víctima de infidelidad ≈ subordinado por una-su mujer/hombre femenino>. Así, los insultos parecen remitir a identidades, posiciones y prácticas a través de las cuales la gente agredida se relaciona sexualmente de manera ilegítima con otras personas, desfigurando, corrompiendo o saliéndose de los roles que les corresponden de acuerdo a su sexo. En el caso de los hombres ello se muestra también como carencias y “pasividades”, como lo que ellos no tienen, no hacen, o han permitido que les hagan las mujeres. De esta manera la masculinidad “peligra” de volverse feminidad si no se muestra como un “activo triunfo/alejamiento” sobre lo femenino (sobre lo femenino en uno mismo y sobre mujeres de carne y hueso); la feminidad, en cambio, se muestra “virtuosa” como una sexualidad “pasiva y monógama”, virtud que puede “perderse” sin despojar a la mujer de su feminidad. Con lo dicho no pretendemos remitirnos a un significado sexual “original” o “verdadero” propio de estos significantes, sino resaltar que su marcada repetición diferenciada expresa cómo han sido hegemonizados por determinado sexismo, hegemonía no privativa de las personas en conflicto: en el Juzgado y en los conflictos

el cochineo El cochineo es otro elemento discursivo de interacción, ejercido en este caso entre diversos/ as trabajadores/as estatales e integrado por un conjunto de disposiciones (formas de contacto físico y verbal) cuya característica principal en el Juzgado es desarrollarse entre personas que mantienen cierta cercanía, ejercido con soltura y en aparente agrado de los actores. Además, es “contagioso”, muchos/as en el ambiente lo compartimos, al punto que parece caracterizar los “ratos libres” de trabajadores/as en el Juzgado, cuando los/as funcionarios/as del Juzgado no están atendiendo gente y hay un mayor espacio para la conversación privada; a su vez, como parte de una relación de poder, se establece

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bilateralmente pero no necesariamente de manera simétrica (Foucault 1988: 8) sino recíproca pero desequilibrada (Crozier y Friedberg 1990: 57). Sin embargo, en el Juzgado tanto cochinear con y/o sobre el otro como ser cochineado por el otro se muestra como una reciprocidad básicamente equitativa –lo que tiene varias implicancias entre agentes estatales jerárquicamente diferenciados a través de la normativa–, y al ejercerse reproduce la posibilidad inmediata de “ser contestado”: es recurrente apreciarlo bajo la forma de bromas referidas a la orientación sexual, la apariencia física, las prácticas laborales, etc.; pero, ante todo, ello depende de la forma en que se enuncie la broma: no es lo mismo decir “el doctor se comporta como mujer” o “es maricón” que el doctor está en sus días (Lizeth11, especialista legal, 32 años). Ello nos lleva a considerar que cada actor establece relaciones de poder no transitivas (ídem): el cochineo consiste en una serie de prácticas cuya intensidad, diferenciada y delimitada en cada relación particular, se establece con arreglo al grado de familiaridad que se tiene con el otro, cuestión que se manifiesta como parte del ejercicio de las “facetas actuantes” (Golte y León, 2011). ¿Quiénes integran la puesta en práctica del cochineo que hemos identificado? Principalmente se suscitó entre las “especialistas legales”, entre estas y el juez y entre estas y los policías: debemos considerar que estas abogadas ejercen funciones bastante importantes, las cuales las llevan a interactuar constantemente con muchos actores: son ellas las que ponen en práctica las diligencias, donde escuchan y trascriben las versiones orales de las partes, reciben sus documentos y organizan y redactan los expedientes; deciden las fechas de las diligencias y cuándo es pertinente llamar “en grado de fuerza” a las partes… por lo tanto, manipulan una “zona de incertidumbre” (Crozier y Friedberg 1990: 92) que solo es comparable con el campo de acción del juez. Es claro que las personas no desarrollan ni la misma voluntad, interés, grado o tipo de cochineo

potencialmente puesto en interacción, por lo que no todas las relaciones se reproducen a través del cochineo, ni en este, a través de las mismas disposiciones o contenidos. Este parece ser una forma de reciprocidad, pues no solo se da, se recibe y se vuelve a dar en sí mismo, sino que es un medio que posibilita el mantenimiento positivo de las relaciones de poder: parece contribuir a mantenerlas en buenos términos, y en ese sentido también es parte de una estrategia de poder. En la relación especialista legal–juez, las bromas y chistes parecen hacer amena la relación y crea un ambiente donde ciertas libertades como poner música o pedir permiso para salir temprano son probables, pues responden a la confianza que guardan ambas partes entre sí; en el caso de las especialistas legales y los policías, esta relación deviene en <reciprocidad> (Mauss, 1971) en la medida que posibilita una serie de intercambios recíprocos de favores, eliminando o disminuyendo la barrera entre “desconocidos”:

(…) Este espacio reducido, cierto ¿ya? Pero a mí particularmente me gusta compartir establecimiento con la comisaría, porque yo sí he aprendido de ellos, me hacen favores, cuando los necesito me apoyan, vienen, gritan, corren, necesito que lleven algo lo llevan, les pido que se traslade a un detenido –se lo llevan, osea es cierto el espacio reducido pero ¿qué genera eso? Que yo tenga una buena relación con la gente de acá ¿no? Al tener una buena relación eso genera que ellos me apoyen y yo les apoye a ellos ¿no? (María, especialista legal, 26 años; el énfasis es mío).

Parte importante del cochineo entre policías hombres y especialistas legales mujeres es una suerte de “coqueteo ficticio” (que también presencié entre el juez del turno B y la especialista legal del turno A) que no parece pretender hacer efectivo un vínculo sexual (algo sin embargo no descartable), sino en cambio crear un ambiente propicio de amistad, o al menos de respeto mutuo y consideración. En ese sentido es evidente que

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conocidos se expresa cierto cuestionamiento a estos significantes en tanto insultos, más no como enunciados sexistas: se defiende la sexualidad como libertad individual (defensa que se apoya en la normativa y en la convención de los agentes que la representan) cuestionándose la legitimidad de determinadas personas para juzgar a otras a través de esta diferenciación: la fórmula afirmativa de ello sería puedo o no ser perra/cabro/roba-maridos/ saco-largo (etc.), pero eso a ti no te incumbe. En suma se problematizan los significantes en tanto agreden, difaman, como una intromisión en la libertad del otro (en sus vidas privadas), pero nunca como jerarquización valorativa de los sexos: esta parece darse por sentada. El saber sobre el otro estructura la relación de poder y la sexualiza incluso cuando los hechos que generaron el conflicto aparentemente no tienen nada que ver con la praxis de la sexualidad de las personas involucradas: las sexualiza cuando para agredir a alguien se recurre a los tipos-ideales de <identidades sexuales ilegítimas> reproduciéndolas como formas pertinentes de agresión intersubjetiva. De esta manera, en sentido amplio, los conflictos se vuelven (si no lo eran ya) también un asunto sexual, una cuestión de dos sexos con legitimidades de acción claramente disímiles entre sí.

“fuerza” de sentimientos negativos que invisten la enunciación de cada uno de estos significantes es lo que les da consistencia como interpelación: al golpear e insultar se está juzgando al otro, en una balanza hecha de esquemas cognitivos y disposiciones corporales. Así, en este desdoblamiento existe un segundo nivel de equivalencias dentro de cada sexo, donde es posible agrupar los insultos exclusivos de mujeres y hombres en dos tipos-ideales muy diferenciados: por un lado, la equivalencia que llamaremos mujeres indecentes, donde el énfasis ofensivo parece anclarse en torno a la “impureza sexual femenina” a partir de la fórmula de equivalencias <promiscuidad ≈ infidelidad ≈ prostitución ≈ estar con hombres casados/mujer indecente>; en contraste, los insultos exclusivos de hombres refieren al tipo-ideal masculino de hombres femeninos, ubicando el énfasis despectivo en cómo estos “asumen roles femeninos” y en ello “denigran su hombría”: la fórmula equivalencial sería <homosexualidad ≈ víctima de infidelidad ≈ subordinado por una-su mujer/hombre femenino>. Así, los insultos parecen remitir a identidades, posiciones y prácticas a través de las cuales la gente agredida se relaciona sexualmente de manera ilegítima con otras personas, desfigurando, corrompiendo o saliéndose de los roles que les corresponden de acuerdo a su sexo. En el caso de los hombres ello se muestra también como carencias y “pasividades”, como lo que ellos no tienen, no hacen, o han permitido que les hagan las mujeres. De esta manera la masculinidad “peligra” de volverse feminidad si no se muestra como un “activo triunfo/alejamiento” sobre lo femenino (sobre lo femenino en uno mismo y sobre mujeres de carne y hueso); la feminidad, en cambio, se muestra “virtuosa” como una sexualidad “pasiva y monógama”, virtud que puede “perderse” sin despojar a la mujer de su feminidad. Con lo dicho no pretendemos remitirnos a un significado sexual “original” o “verdadero” propio de estos significantes, sino resaltar que su marcada repetición diferenciada expresa cómo han sido hegemonizados por determinado sexismo, hegemonía no privativa de las personas en conflicto: en el Juzgado y en los conflictos

el cochineo El cochineo es otro elemento discursivo de interacción, ejercido en este caso entre diversos/ as trabajadores/as estatales e integrado por un conjunto de disposiciones (formas de contacto físico y verbal) cuya característica principal en el Juzgado es desarrollarse entre personas que mantienen cierta cercanía, ejercido con soltura y en aparente agrado de los actores. Además, es “contagioso”, muchos/as en el ambiente lo compartimos, al punto que parece caracterizar los “ratos libres” de trabajadores/as en el Juzgado, cuando los/as funcionarios/as del Juzgado no están atendiendo gente y hay un mayor espacio para la conversación privada; a su vez, como parte de una relación de poder, se establece

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bilateralmente pero no necesariamente de manera simétrica (Foucault 1988: 8) sino recíproca pero desequilibrada (Crozier y Friedberg 1990: 57). Sin embargo, en el Juzgado tanto cochinear con y/o sobre el otro como ser cochineado por el otro se muestra como una reciprocidad básicamente equitativa –lo que tiene varias implicancias entre agentes estatales jerárquicamente diferenciados a través de la normativa–, y al ejercerse reproduce la posibilidad inmediata de “ser contestado”: es recurrente apreciarlo bajo la forma de bromas referidas a la orientación sexual, la apariencia física, las prácticas laborales, etc.; pero, ante todo, ello depende de la forma en que se enuncie la broma: no es lo mismo decir “el doctor se comporta como mujer” o “es maricón” que el doctor está en sus días (Lizeth11, especialista legal, 32 años). Ello nos lleva a considerar que cada actor establece relaciones de poder no transitivas (ídem): el cochineo consiste en una serie de prácticas cuya intensidad, diferenciada y delimitada en cada relación particular, se establece con arreglo al grado de familiaridad que se tiene con el otro, cuestión que se manifiesta como parte del ejercicio de las “facetas actuantes” (Golte y León, 2011). ¿Quiénes integran la puesta en práctica del cochineo que hemos identificado? Principalmente se suscitó entre las “especialistas legales”, entre estas y el juez y entre estas y los policías: debemos considerar que estas abogadas ejercen funciones bastante importantes, las cuales las llevan a interactuar constantemente con muchos actores: son ellas las que ponen en práctica las diligencias, donde escuchan y trascriben las versiones orales de las partes, reciben sus documentos y organizan y redactan los expedientes; deciden las fechas de las diligencias y cuándo es pertinente llamar “en grado de fuerza” a las partes… por lo tanto, manipulan una “zona de incertidumbre” (Crozier y Friedberg 1990: 92) que solo es comparable con el campo de acción del juez. Es claro que las personas no desarrollan ni la misma voluntad, interés, grado o tipo de cochineo

potencialmente puesto en interacción, por lo que no todas las relaciones se reproducen a través del cochineo, ni en este, a través de las mismas disposiciones o contenidos. Este parece ser una forma de reciprocidad, pues no solo se da, se recibe y se vuelve a dar en sí mismo, sino que es un medio que posibilita el mantenimiento positivo de las relaciones de poder: parece contribuir a mantenerlas en buenos términos, y en ese sentido también es parte de una estrategia de poder. En la relación especialista legal–juez, las bromas y chistes parecen hacer amena la relación y crea un ambiente donde ciertas libertades como poner música o pedir permiso para salir temprano son probables, pues responden a la confianza que guardan ambas partes entre sí; en el caso de las especialistas legales y los policías, esta relación deviene en <reciprocidad> (Mauss, 1971) en la medida que posibilita una serie de intercambios recíprocos de favores, eliminando o disminuyendo la barrera entre “desconocidos”:

(…) Este espacio reducido, cierto ¿ya? Pero a mí particularmente me gusta compartir establecimiento con la comisaría, porque yo sí he aprendido de ellos, me hacen favores, cuando los necesito me apoyan, vienen, gritan, corren, necesito que lleven algo lo llevan, les pido que se traslade a un detenido –se lo llevan, osea es cierto el espacio reducido pero ¿qué genera eso? Que yo tenga una buena relación con la gente de acá ¿no? Al tener una buena relación eso genera que ellos me apoyen y yo les apoye a ellos ¿no? (María, especialista legal, 26 años; el énfasis es mío).

Parte importante del cochineo entre policías hombres y especialistas legales mujeres es una suerte de “coqueteo ficticio” (que también presencié entre el juez del turno B y la especialista legal del turno A) que no parece pretender hacer efectivo un vínculo sexual (algo sin embargo no descartable), sino en cambio crear un ambiente propicio de amistad, o al menos de respeto mutuo y consideración. En ese sentido es evidente que

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gusta el enamorado de mi hermana, es un imbécil. Por otro lado, es a través del cochineo que el discurso sobre el sexo aquí resaltó como análogo al que vemos expresado en los conflictos que llegan al juzgado: dos ejemplos que presencié nos permitirán entender este punto. Un primer ejemplo refiere a la especialista legal del turno A y su practicante, recién mencionados: ella es una mujer joven y alegre, que aparentemente se lleva muy bien con varios de los policías de la comisaría y que constantemente está poniendo el “toque de humor” en el local. Un día llegó una joven estudiante para dar su testimonio sobre la denuncia que había realizado anteriormente contra otra estudiante de su universidad, la cual la había agredido físicamente con la justificación de que “se quería meter con su marido”: luego de toda la diligencia y después de que la joven se retiró, la abogada le dice a su practicante y amigo: “oye tu novia [refiriéndose a la estudiante] no te dejaba de mirar, se hace la santa pero es tremenda coquetona; bien hecho que le hayan dado su chiquita” (María, especialista legal. El énfasis es mío). Un segundo ejemplo refiere a la relación entre una especialista legal y el juez, ambos del turno B: un día el juez había dictado sentencia condenatoria en un caso de violencia familiar, condenando al hombre que agredió a su ex pareja en una pollada (aparentemente por bailar y tomar con otros hombres) a jornadas laborales y pago de 200 nuevos soles. Respecto a este caso la especialista legal se refirió sobre la mujer agredida que se presentó a la lectura de sentencia como la siliconeada, denominación expresada entre (la confianza de) ella y la otra abogada del turno B. Luego, al día siguiente de la sentencia la especialista legal le dice al juez, en tono de broma: “a usted se le iban los ojos por la siliconeada doctor, por eso la hecho ganar su juicio (…) ¿a las 5 de la mañana en una pollada?”; a lo que el juez le contesta: “todo lo que tú quieras, pero él la golpeó” (Lizeth, especialista legal y juez, ambos del turno B. El énfasis es mío). Con estos dos ejemplos pretendo hacer notar cómo la clasificación de personas con arreglo a su sexo, expresadas bajo formas de agresión verbal (insultos) en los conflictos que llegan al Juzgado,

María instrumentaliza conscientemente su actitud (cierta sensualidad o coquetería, alegría, siempre con algo gracioso que decir) a través del cochineo con policías y jueces para facilitar las buenas relaciones en el Juzgado y poder cumplir mejor su trabajo, en un ambiente laboral agradable para ella y los demás. De esta manera el carácter recíproco del cochineo ejercido por las especialistas legales es funcional al desenvolvimiento de las “prácticas estatales” del Juzgado, pues pese (y gracias) al reducido espacio físico dispuesto para el trabajo cotidiano integrado por diligencias y otras actividades, estos vínculos parecen acelerar procesos sin llegar (aparentemente) a la corrupción. Por todo lo dicho hasta este punto, ¿de qué manera el cochineo constituye una comunicación sexuada y sexista? Además del “coqueteo ficticio”, considero que esto es así en más de un sentido. Para empezar, el habla cotidiana de las especialistas legales (dos por turno) dirigida entre ellas y hacia los jueces está “salpicada” de contenidos referidos al sexo. Parece ser que para que este pueda ser enunciado debe serlo como cochineo: como si existiera cierto recelo por expresar el sexo como un “asunto serio” en el ambiente laboral y circulatorio del Juzgado; como si la única manera pertinente de ponerlo en discurso entre trabajadores sea a través de la broma. Algunos ejemplos permitirán entender mejor a qué nos referimos. La mayor cantidad de cochineo de contenido sexual que presencié se dio en la relación entre María (26) y Luis (22), jóvenes amigos y especialistas legales del turno A (él, practicante): ella, una vez al mencionar algo sobre la limpieza, dijo soy alérgica al polvo… no a todos, claro, a lo que él le responde eres adicta a ese más bien, con lo cual los tres nos reímos; otra broma (que fue “tendencia”) refiere a ella diciendo que distintas mujeres que llegaban al Juzgado (utilizando el enunciado tu novia) habían estado coqueteándole a Luis; por último, hubo una broma dirigida hacia mí y Luis, en la cual María empieza diciéndome Julio, ¿tienes enamorada? A lo que yo respondo afirmativamente, y ella me contesta a qué pena, porque te quería dar a mi hermana; inmediatamente dice José tú eres un pepa potencial, pero vas a ser padre… es que no me

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no son tan ajenas a los habitus de los/as agentes estatales: al contrario, se hace evidente que el sexo aquí no solo toma la forma de cochineo dirigido “con cariño” entre personas conocidas entre sí y cara a cara, sino que al hacerlo expresa también (entre las abogadas, el magistrado y el practicante) una forma de concebir las relaciones entre personas, donde estas no son separables del “sexo al que pertenecen”: en otras palabras, el cochineo aquí enmascara un discurso que también identifica roles masculinos y femeninos más o menos definidos y juzga –más en estos casos no interpela–a las personas diferenciadamente a través de estos, así como pone en evidencia que el deseo y la atracción sexual desbordan escenarios “formales” como este. Esta constante necesidad de darle al sexo un espacio privilegiado en el habla puede suscitarse en buena medida a partir de la agradable sensación de libertad y goce que constituye su puesta en discurso (Foucault 2011: 150); pero es precisamente esa sensación la que posibilita invisibilizar toda la reproducción discursiva de la identidad (y sexualidad) propia y la relación con otros con arreglo a categorías sexuales. Aunque la aparente inocencia de los significantes no lo haga “obvio”, estos expresa una jerarquización de los roles sexuales12: la siliconeada que ganó su juicio por serlo y la coquetona que recibió su merecido por serlo no expresan una visión de justicia “sesgada” por estas categorías13, sino en cambio una manera de expresar la moralidad a través de la broma. Además, es interesante ver que aquí se manifiesta una suerte de tensión en torno al contenido de los roles de género, y en este caso respecto al sexo femenino: por un lado, si la mujer fue agredida físicamente, haya o no sido infiel o coqueteado con otros, dicho acto no es justificable en el marco de la decisión jurídica; pero por otro lado, dichos

actos sí se perfilan como sutil y eufemísticamente juzgables en la moral que excede a este marco legal, una moral que no está dirigida a transformarse en una penalización formal. Por lo tanto, hablamos de dos lógicas distintas de pensamiento y acción, aparentemente contradictorias, pero que en realidad ponen en evidencia que las taxonomías son mucho más complejas y se articulan dependiendo del contexto: así, se juzgan las acciones de la mujer bajo dos maneras distintas a partir de una única moral, ambas pertinentes para espacios simbólicos inseparables y diferenciados a la vez.

el registro morAl sexistA En su libro En torno a lo político (2009), Chantal Mouffe cuestiona cómo el nosotros/ellos toma en el discurso liberal-racionalista la forma de un registro moral, el cual posibilita la reproducción de las relaciones humanas bajo formas antagónicas (el nosotros/ellos en forma de amigo/enemigo) al alabar la bondad propia y despreciar la maldad que siempre es atribuida a los otros. Bajo la misma lógica, podemos decir que el lenguaje sexuado de los trabajadores estatales del juzgado funciona de una manera similar. Las relaciones del nosotros/ellos y de tú/yo aquí expresan cierto registro moral sexista donde se bosquejan formas de interpelar y juzgar los actos de los otros, de identificar en ellos lo correcto y lo incorrecto. Sabemos con Foucault que la “deseabilidad del sexo” fue construida históricamente en el occidente europeo moderno en tanto “principio de funcionamiento” de lo que él denomina el “dispositivo de sexualidad” (2011: 147); ahora bien, nuestra sociedad, en toda su inabarcable diversidad constitutiva, lejos de ser ajena a los procesos históricos propios de “occidente” ha estado intensamente ligada a su devenir y ha sido re-producida a partir de estructuras normativas en gran medida formalizadas a su imagen y semejanza: así por ejemplo, es característico de los “Estados modernos” como el nuestro aquella forma de poder que Foucault denominó “gubernamentalidad” (1999), así como la que conceptualizó como

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gusta el enamorado de mi hermana, es un imbécil. Por otro lado, es a través del cochineo que el discurso sobre el sexo aquí resaltó como análogo al que vemos expresado en los conflictos que llegan al juzgado: dos ejemplos que presencié nos permitirán entender este punto. Un primer ejemplo refiere a la especialista legal del turno A y su practicante, recién mencionados: ella es una mujer joven y alegre, que aparentemente se lleva muy bien con varios de los policías de la comisaría y que constantemente está poniendo el “toque de humor” en el local. Un día llegó una joven estudiante para dar su testimonio sobre la denuncia que había realizado anteriormente contra otra estudiante de su universidad, la cual la había agredido físicamente con la justificación de que “se quería meter con su marido”: luego de toda la diligencia y después de que la joven se retiró, la abogada le dice a su practicante y amigo: “oye tu novia [refiriéndose a la estudiante] no te dejaba de mirar, se hace la santa pero es tremenda coquetona; bien hecho que le hayan dado su chiquita” (María, especialista legal. El énfasis es mío). Un segundo ejemplo refiere a la relación entre una especialista legal y el juez, ambos del turno B: un día el juez había dictado sentencia condenatoria en un caso de violencia familiar, condenando al hombre que agredió a su ex pareja en una pollada (aparentemente por bailar y tomar con otros hombres) a jornadas laborales y pago de 200 nuevos soles. Respecto a este caso la especialista legal se refirió sobre la mujer agredida que se presentó a la lectura de sentencia como la siliconeada, denominación expresada entre (la confianza de) ella y la otra abogada del turno B. Luego, al día siguiente de la sentencia la especialista legal le dice al juez, en tono de broma: “a usted se le iban los ojos por la siliconeada doctor, por eso la hecho ganar su juicio (…) ¿a las 5 de la mañana en una pollada?”; a lo que el juez le contesta: “todo lo que tú quieras, pero él la golpeó” (Lizeth, especialista legal y juez, ambos del turno B. El énfasis es mío). Con estos dos ejemplos pretendo hacer notar cómo la clasificación de personas con arreglo a su sexo, expresadas bajo formas de agresión verbal (insultos) en los conflictos que llegan al Juzgado,

María instrumentaliza conscientemente su actitud (cierta sensualidad o coquetería, alegría, siempre con algo gracioso que decir) a través del cochineo con policías y jueces para facilitar las buenas relaciones en el Juzgado y poder cumplir mejor su trabajo, en un ambiente laboral agradable para ella y los demás. De esta manera el carácter recíproco del cochineo ejercido por las especialistas legales es funcional al desenvolvimiento de las “prácticas estatales” del Juzgado, pues pese (y gracias) al reducido espacio físico dispuesto para el trabajo cotidiano integrado por diligencias y otras actividades, estos vínculos parecen acelerar procesos sin llegar (aparentemente) a la corrupción. Por todo lo dicho hasta este punto, ¿de qué manera el cochineo constituye una comunicación sexuada y sexista? Además del “coqueteo ficticio”, considero que esto es así en más de un sentido. Para empezar, el habla cotidiana de las especialistas legales (dos por turno) dirigida entre ellas y hacia los jueces está “salpicada” de contenidos referidos al sexo. Parece ser que para que este pueda ser enunciado debe serlo como cochineo: como si existiera cierto recelo por expresar el sexo como un “asunto serio” en el ambiente laboral y circulatorio del Juzgado; como si la única manera pertinente de ponerlo en discurso entre trabajadores sea a través de la broma. Algunos ejemplos permitirán entender mejor a qué nos referimos. La mayor cantidad de cochineo de contenido sexual que presencié se dio en la relación entre María (26) y Luis (22), jóvenes amigos y especialistas legales del turno A (él, practicante): ella, una vez al mencionar algo sobre la limpieza, dijo soy alérgica al polvo… no a todos, claro, a lo que él le responde eres adicta a ese más bien, con lo cual los tres nos reímos; otra broma (que fue “tendencia”) refiere a ella diciendo que distintas mujeres que llegaban al Juzgado (utilizando el enunciado tu novia) habían estado coqueteándole a Luis; por último, hubo una broma dirigida hacia mí y Luis, en la cual María empieza diciéndome Julio, ¿tienes enamorada? A lo que yo respondo afirmativamente, y ella me contesta a qué pena, porque te quería dar a mi hermana; inmediatamente dice José tú eres un pepa potencial, pero vas a ser padre… es que no me

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no son tan ajenas a los habitus de los/as agentes estatales: al contrario, se hace evidente que el sexo aquí no solo toma la forma de cochineo dirigido “con cariño” entre personas conocidas entre sí y cara a cara, sino que al hacerlo expresa también (entre las abogadas, el magistrado y el practicante) una forma de concebir las relaciones entre personas, donde estas no son separables del “sexo al que pertenecen”: en otras palabras, el cochineo aquí enmascara un discurso que también identifica roles masculinos y femeninos más o menos definidos y juzga –más en estos casos no interpela–a las personas diferenciadamente a través de estos, así como pone en evidencia que el deseo y la atracción sexual desbordan escenarios “formales” como este. Esta constante necesidad de darle al sexo un espacio privilegiado en el habla puede suscitarse en buena medida a partir de la agradable sensación de libertad y goce que constituye su puesta en discurso (Foucault 2011: 150); pero es precisamente esa sensación la que posibilita invisibilizar toda la reproducción discursiva de la identidad (y sexualidad) propia y la relación con otros con arreglo a categorías sexuales. Aunque la aparente inocencia de los significantes no lo haga “obvio”, estos expresa una jerarquización de los roles sexuales12: la siliconeada que ganó su juicio por serlo y la coquetona que recibió su merecido por serlo no expresan una visión de justicia “sesgada” por estas categorías13, sino en cambio una manera de expresar la moralidad a través de la broma. Además, es interesante ver que aquí se manifiesta una suerte de tensión en torno al contenido de los roles de género, y en este caso respecto al sexo femenino: por un lado, si la mujer fue agredida físicamente, haya o no sido infiel o coqueteado con otros, dicho acto no es justificable en el marco de la decisión jurídica; pero por otro lado, dichos

actos sí se perfilan como sutil y eufemísticamente juzgables en la moral que excede a este marco legal, una moral que no está dirigida a transformarse en una penalización formal. Por lo tanto, hablamos de dos lógicas distintas de pensamiento y acción, aparentemente contradictorias, pero que en realidad ponen en evidencia que las taxonomías son mucho más complejas y se articulan dependiendo del contexto: así, se juzgan las acciones de la mujer bajo dos maneras distintas a partir de una única moral, ambas pertinentes para espacios simbólicos inseparables y diferenciados a la vez.

el registro morAl sexistA En su libro En torno a lo político (2009), Chantal Mouffe cuestiona cómo el nosotros/ellos toma en el discurso liberal-racionalista la forma de un registro moral, el cual posibilita la reproducción de las relaciones humanas bajo formas antagónicas (el nosotros/ellos en forma de amigo/enemigo) al alabar la bondad propia y despreciar la maldad que siempre es atribuida a los otros. Bajo la misma lógica, podemos decir que el lenguaje sexuado de los trabajadores estatales del juzgado funciona de una manera similar. Las relaciones del nosotros/ellos y de tú/yo aquí expresan cierto registro moral sexista donde se bosquejan formas de interpelar y juzgar los actos de los otros, de identificar en ellos lo correcto y lo incorrecto. Sabemos con Foucault que la “deseabilidad del sexo” fue construida históricamente en el occidente europeo moderno en tanto “principio de funcionamiento” de lo que él denomina el “dispositivo de sexualidad” (2011: 147); ahora bien, nuestra sociedad, en toda su inabarcable diversidad constitutiva, lejos de ser ajena a los procesos históricos propios de “occidente” ha estado intensamente ligada a su devenir y ha sido re-producida a partir de estructuras normativas en gran medida formalizadas a su imagen y semejanza: así por ejemplo, es característico de los “Estados modernos” como el nuestro aquella forma de poder que Foucault denominó “gubernamentalidad” (1999), así como la que conceptualizó como

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masculino/femenino. Este registro moral sexista es sexuado y sexualizante en tanto reproduce dichas taxonomías y estructura las relaciones de poder entre personas: es expresado de manera distinta (insultos y cochineo) y su pertinencia de poder responde a relaciones y contextos diferentes: unas violentas y las otras amicales, sea en los calores del conflicto judicializado o en la aparente comodidad del espacio laboral, respectivamente. Sin embargo, estas taxonomías no son las únicas lógicas en juego en la praxis de estas personas, pues se ven articuladas con otras maneras de clasificar a las personas y de juzgarlas. Es en el local del Juzgado donde se expresa cierta tensión en las taxonomías sexuales, en cuanto a través de la puesta en práctica de la normativa que las excede se expresa una forma mucho más “asexual” y equitativa de juzgar las acciones de las personas, y por lo tanto de influir en sus vidas, como lo hacen estas autoridades judicial-estatales respecto a las personas en conflicto. Por lo tanto, las taxonomías sexuales analizadas encuentran límite a su división sexista cuando la pertinencia de la normativa interiorizada en los/as funcionarios/as iguala a las personas, en vez de diferenciarlas jerárquicamente por su sexo. Es de esta manera que en la praxis entre agentes estatales y usuarios la hegemonía de este carácter diferenciador juega un rol importante, pero a su vez ve reducidos los espacios de su ejercicio y disminuye su influencia (al menos en lo apreciable) sobre las acciones de las personas.

“biopoder” en tanto sujeción de los cuerpos – anatomopolítica del cuerpo humano– y control de las poblaciones –biopolítica de la población– (2011: 130). En ese sentido, los actores que integran este Juzgado como constructo social y lo dotan de una organización determinada también se inscriben en esa práctica tan “moderna” de hablar sobre el sexo y a través de la sexualidad, de ponerlo en discurso para conocerlo y para posibilitar la eficacia simbólica de la sensación de libertad que involucra poder sacar a “relucir” parte de su contenido (nunca todo, es seguro que siempre se mantiene una dimensión privada, íntima): como en el caso de las abogadas, me parece que expresarse en relación a los casos de conflicto constituye una justificación para expresar una sexualidad y mentalidad muy propias, las cuales bajo la forma de la broma recíproca no solo normalizan una forma de concebir el sexo, sino de estructurar relaciones de poder con arreglo a categorías sexuales que de manera tan sutil manifiestan un “sentido común”. Este sentido común, respecto al sexo, tiene su polo más “políticamente correcto” en las bromas entre agentes estatales en el Juzgado (en esta puesta en escena gozosa y “liberal” del sexo) y su polo más “burdo” en los conflictos que llegan al mismo: es por ello que en mis conversaciones con abogadas y jueces se hace evidente lo relativamente fácil que es distinguir por qué se dan los problemas de “los otros”; pero no es tan fácil percibir cómo los problemas de los otros son posibilitados por concepciones sobre las personas tan similares a la “mentalidad” propia.

tardío/ Seyla Benhabib ; Drucilla Cornella compiladoras -- Valencia : A. El Magnanim, Instituto Valenciana d’Estudis i Investigacio, pp. 193-211. 2007 El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Ediciones Paidós, Ibérica. Traducción de Antonia Muñoz. ěŲ CROZIER, Michel y E. FRIEDBERG 1990 El actor y el sistema: las restricciones de la acción colectiva. Alianza Editorial, México. ěŲ FOUCAULT, Michel 1988 “El sujeto y el poder”. En Revista Mexicana de Sociología, Vol. 50, No.3 (Ju. Sep.,1988), pp. 3-20. 1999 “La gubernamentalidad” En Estética, ética y hermenéutica. Barcelona: Paidós. 2011 Historia de la sexualidad. Vol. 1: La voluntad de saber. Traducción de Ulises Guinazú. México: Siglo XXI. ěŲ GOLTE, Jürgen/ LEÓN, Doris 2011 Polifacéticos: jóvenes limeños del siglo XXI. IEP, Atoq Editores. ěŲ LACLAU, Ernesto/ MOUFFE, Chantal 1993 “Posmarxismo sin pedido de disculpas” En Ernesto Laclau: Nuevas reflexiones sobre revolución de nuestro tiempo. Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión SAIC, pp. 111-145.

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MAUSS, Marcel

1971 “Ensayo sobre el don”. En: Sociología y antropología. Madrid, Tecnos.

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2009 En torno a lo político. 1ª ed. 1ª reimp. –Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

BiBliogrAFíA reFlexiones FinAles ěŲ BOURDIEU, Pierre 1993 El sentido práctico. Madrid: Taurus. Cap. 3: Estructuras, habitus, prácticas, pp. 85-105. 1990 La dominación masculina. Paris: La Teoría. ěŲ BUTLER, Judith 1990 “Variaciones sobre sexo y género” En Teoría feminista y teoría crítica: ensayos sobre la política de género en las sociedades del capitalismo

Hemos identificado dos formas diferentes de comunicación ejercidas entre actores y espacios sociales muy distintos, que a su vez se asemejan por expresar taxonomías sexuales a través de las cuales se distingue de manera marcada la legitimidad de las acciones de cada persona: personas que son juzgadas a través de cierto saber sobre el sexo, el cual se da por sentado en su incisión binaria característica:

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ěŲ SCOTT, Joan 1996 “El género: una categoría útil para el análisis histórico”. En Lamas Marta (compiladora). El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. PUEG, México. Pp. 265-302. ěŲ SISTEMA PERUANO DE INFORMACIÓN JURÍDICA 2014 CODIGO PENAL. DECRETO LEGISLATIVO Nº 635. Revisado el 17 de noviembre de 2014. http://spij.minjus.gob.pe/ CLP/contenidos.dll?f=templates&fn=defaultcodpenal.htm&vid=Ciclope:CLPdemo

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masculino/femenino. Este registro moral sexista es sexuado y sexualizante en tanto reproduce dichas taxonomías y estructura las relaciones de poder entre personas: es expresado de manera distinta (insultos y cochineo) y su pertinencia de poder responde a relaciones y contextos diferentes: unas violentas y las otras amicales, sea en los calores del conflicto judicializado o en la aparente comodidad del espacio laboral, respectivamente. Sin embargo, estas taxonomías no son las únicas lógicas en juego en la praxis de estas personas, pues se ven articuladas con otras maneras de clasificar a las personas y de juzgarlas. Es en el local del Juzgado donde se expresa cierta tensión en las taxonomías sexuales, en cuanto a través de la puesta en práctica de la normativa que las excede se expresa una forma mucho más “asexual” y equitativa de juzgar las acciones de las personas, y por lo tanto de influir en sus vidas, como lo hacen estas autoridades judicial-estatales respecto a las personas en conflicto. Por lo tanto, las taxonomías sexuales analizadas encuentran límite a su división sexista cuando la pertinencia de la normativa interiorizada en los/as funcionarios/as iguala a las personas, en vez de diferenciarlas jerárquicamente por su sexo. Es de esta manera que en la praxis entre agentes estatales y usuarios la hegemonía de este carácter diferenciador juega un rol importante, pero a su vez ve reducidos los espacios de su ejercicio y disminuye su influencia (al menos en lo apreciable) sobre las acciones de las personas.

“biopoder” en tanto sujeción de los cuerpos – anatomopolítica del cuerpo humano– y control de las poblaciones –biopolítica de la población– (2011: 130). En ese sentido, los actores que integran este Juzgado como constructo social y lo dotan de una organización determinada también se inscriben en esa práctica tan “moderna” de hablar sobre el sexo y a través de la sexualidad, de ponerlo en discurso para conocerlo y para posibilitar la eficacia simbólica de la sensación de libertad que involucra poder sacar a “relucir” parte de su contenido (nunca todo, es seguro que siempre se mantiene una dimensión privada, íntima): como en el caso de las abogadas, me parece que expresarse en relación a los casos de conflicto constituye una justificación para expresar una sexualidad y mentalidad muy propias, las cuales bajo la forma de la broma recíproca no solo normalizan una forma de concebir el sexo, sino de estructurar relaciones de poder con arreglo a categorías sexuales que de manera tan sutil manifiestan un “sentido común”. Este sentido común, respecto al sexo, tiene su polo más “políticamente correcto” en las bromas entre agentes estatales en el Juzgado (en esta puesta en escena gozosa y “liberal” del sexo) y su polo más “burdo” en los conflictos que llegan al mismo: es por ello que en mis conversaciones con abogadas y jueces se hace evidente lo relativamente fácil que es distinguir por qué se dan los problemas de “los otros”; pero no es tan fácil percibir cómo los problemas de los otros son posibilitados por concepciones sobre las personas tan similares a la “mentalidad” propia.

tardío/ Seyla Benhabib ; Drucilla Cornella compiladoras -- Valencia : A. El Magnanim, Instituto Valenciana d’Estudis i Investigacio, pp. 193-211. 2007 El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Ediciones Paidós, Ibérica. Traducción de Antonia Muñoz. ěŲ CROZIER, Michel y E. FRIEDBERG 1990 El actor y el sistema: las restricciones de la acción colectiva. Alianza Editorial, México. ěŲ FOUCAULT, Michel 1988 “El sujeto y el poder”. En Revista Mexicana de Sociología, Vol. 50, No.3 (Ju. Sep.,1988), pp. 3-20. 1999 “La gubernamentalidad” En Estética, ética y hermenéutica. Barcelona: Paidós. 2011 Historia de la sexualidad. Vol. 1: La voluntad de saber. Traducción de Ulises Guinazú. México: Siglo XXI. ěŲ GOLTE, Jürgen/ LEÓN, Doris 2011 Polifacéticos: jóvenes limeños del siglo XXI. IEP, Atoq Editores. ěŲ LACLAU, Ernesto/ MOUFFE, Chantal 1993 “Posmarxismo sin pedido de disculpas” En Ernesto Laclau: Nuevas reflexiones sobre revolución de nuestro tiempo. Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión SAIC, pp. 111-145.

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Hemos identificado dos formas diferentes de comunicación ejercidas entre actores y espacios sociales muy distintos, que a su vez se asemejan por expresar taxonomías sexuales a través de las cuales se distingue de manera marcada la legitimidad de las acciones de cada persona: personas que son juzgadas a través de cierto saber sobre el sexo, el cual se da por sentado en su incisión binaria característica:

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ěŲ SCOTT, Joan 1996 “El género: una categoría útil para el análisis histórico”. En Lamas Marta (compiladora). El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. PUEG, México. Pp. 265-302. ěŲ SISTEMA PERUANO DE INFORMACIÓN JURÍDICA 2014 CODIGO PENAL. DECRETO LEGISLATIVO Nº 635. Revisado el 17 de noviembre de 2014. http://spij.minjus.gob.pe/ CLP/contenidos.dll?f=templates&fn=defaultcodpenal.htm&vid=Ciclope:CLPdemo

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ARTÍCU LOS

F abio d. m iranda 1

ReDeS De ReVenTA y DInáMICAS De CORRUpCIón en lA pRODUCCIón De eSpeCTáCUlOS púBlICOS la reventa aparece como una práctica inconexa del sistema general de venta de entradas para eventos públicos de entretenimiento (conciertos, partidos de fútbol, ferias, etc.) basada en

el aprovechamiento de la desorganización y falta de control por parte de inescrupulosos individuos o grupos organizados de manera externa al sistema. en base a observaciones y entrevistas con revendedores intentaré reconstruir las formas de organización y funcionamiento de los mecanismos de aprovisionamiento de entradas para entender su

articulación con el sistema formal. asimismo, se rechaza la idea del revendedor como agente externo y se analizan los incentivos internos que promueven este tipo de prácticas.

E

s una vista demasiado común la de decenas de revendedores agolpándose en las inmediaciones de cualquier recinto en el que dentro de varias horas se llevará a cabo algún espectáculo, sobre todo si este evento se trata de uno de carácter masivo. Conciertos y partidos de fútbol son los predilectos para aparecerse y ofrecer sus servicios a los potenciales espectadores. A pesar de sus preferencias por los eventos de gran convocatoria, también cuentan entre sus productos entradas para raves y fiestas en discotecas exclusivas. Con preocupación, los medios de comunicación informan durante las fechas contiguas a cualquier evento de gran magnitud que un grupo de personas ajenas al público normal y esperable que, con un ilegítimo sentido de empresa, aprovechan para

Paulo Novoa

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“hacer su agosto” en cualquier otro mes a través de la innoble e incluso salvaje y violenta práctica de la reventa.2 En estos informes, por lo general, la reventa aparece como una práctica realizada por grupos ajenos al inocente público general y empresas organizadoras de eventos, entorpeciendo el correcto desenvolvimiento de la venta normal. Desde ese sentido común, se pasa por alto la realidad de las prácticas de los revendedores, quienes haciendo uso de tácticas de aprovisionamiento, se articulan con estrategias empresariales poco discutidas. En las siguientes páginas haremos un ejercicio de exploración empírica sobre el funcionamiento de la reventa a partir de entrevistas cortas y observación directa. Para los alcances de este artículo, nos limitaremos a la reventa de

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ReDeS De ReVenTA y DInáMICAS De CORRUpCIón en lA pRODUCCIón De eSpeCTáCUlOS púBlICOS la reventa aparece como una práctica inconexa del sistema general de venta de entradas para eventos públicos de entretenimiento (conciertos, partidos de fútbol, ferias, etc.) basada en

el aprovechamiento de la desorganización y falta de control por parte de inescrupulosos individuos o grupos organizados de manera externa al sistema. en base a observaciones y entrevistas con revendedores intentaré reconstruir las formas de organización y funcionamiento de los mecanismos de aprovisionamiento de entradas para entender su

articulación con el sistema formal. asimismo, se rechaza la idea del revendedor como agente externo y se analizan los incentivos internos que promueven este tipo de prácticas.

E

s una vista demasiado común la de decenas de revendedores agolpándose en las inmediaciones de cualquier recinto en el que dentro de varias horas se llevará a cabo algún espectáculo, sobre todo si este evento se trata de uno de carácter masivo. Conciertos y partidos de fútbol son los predilectos para aparecerse y ofrecer sus servicios a los potenciales espectadores. A pesar de sus preferencias por los eventos de gran convocatoria, también cuentan entre sus productos entradas para raves y fiestas en discotecas exclusivas. Con preocupación, los medios de comunicación informan durante las fechas contiguas a cualquier evento de gran magnitud que un grupo de personas ajenas al público normal y esperable que, con un ilegítimo sentido de empresa, aprovechan para

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“hacer su agosto” en cualquier otro mes a través de la innoble e incluso salvaje y violenta práctica de la reventa.2 En estos informes, por lo general, la reventa aparece como una práctica realizada por grupos ajenos al inocente público general y empresas organizadoras de eventos, entorpeciendo el correcto desenvolvimiento de la venta normal. Desde ese sentido común, se pasa por alto la realidad de las prácticas de los revendedores, quienes haciendo uso de tácticas de aprovisionamiento, se articulan con estrategias empresariales poco discutidas. En las siguientes páginas haremos un ejercicio de exploración empírica sobre el funcionamiento de la reventa a partir de entrevistas cortas y observación directa. Para los alcances de este artículo, nos limitaremos a la reventa de

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mismo tipo de agente. Por otro lado, los sujetos involucrados en estas redes de comercio irregular de entradas no siempre ocupan las mismas posiciones en la estructura constituida temporalmente, en primer lugar porque en determinados momentos el comprador de entradas puede pasar a ser también proveedor para los revendedores o transformarse el mismo en un revendedor. Ahora bien, es también importante enmarcar el estudio sobre las redes de reventa dentro de un esquema mayor de corrupción. El debate acerca de la naturaleza de este fenómeno es largo y se perfilan diversas argumentaciones. Por un lado, la postura estándar y tradicional afirma que la corrupción es “el uso o abuso de bienes o cargos públicos para beneficio privado” (Hodgson & Jiang 2008: 58), mientras que las posteriores se erigen a partir de críticas a esta definición de base. Podemos resumir las principales observaciones que se le han hecho a la definición estándar en cinco puntos:

entradas para eventos más abiertos y de carácter público, específicamente en dos que pudimos observar directamente en dos fechas distintas. El primer caso se trata de un partido entre la selección peruana y la ecuatoriana con ocasión de las eliminatorias para el mundial de Brasil. La visita se realizó el día anterior a la apertura general de las casetas de venta de entradas, el 31 de mayo de 2013, fecha en que se realizó la preventa para los fanáticos que, aprovechando la promoción de la Federación Peruana de Fútbol «Apoya siempre a tu selección» podría adquirirlas con anticipación presentando la entrada usada del partido PerúTrinidad y Tobago realizado meses antes. La venta de entradas se llevó a cabo en el Estadio Nacional. Las observaciones ahí realizadas serán la principal fuente de análisis para este trabajo; sin embargo, nos apoyaremos también en algunas observaciones realizadas durante el concierto de la banda británica de rock progresivo Yes en el escenario del Parque de la Exposición, el 16 de mayo del mismo año. El principal interés en este artículo es analizar los sistemas que se encuentran detrás de los revendedores que, si bien se presentan ante el comprador a modo de unidades separadas que trabajan por cuenta propia y sin mayor articulación, funcionan en la práctica como una red de apoyo y prestaciones diversas. Esta red; sin embargo, no es estabiliza necesariamente en el tiempo ni se fundamenta en relaciones de tipo contractual ni mucho menos: se trata básicamente de redes basadas en la oportunidad y que se encuentran en constante tensión, pues sus propios elementos constitutivos son al mismo tiempo competidores y colaboradores transitorios. Como segunda característica de esta red, podemos señalar que es efectivamente móvil y plástica, respondiendo de manera flexible a las características del negocio del que se sirve para funcionar. Al tratarse estos eventos de carácter cambiante —la ubicación en donde se realizan, la empresa productora y las personas que sirven de «interfaz» para que se haga efectiva la transacción son en casi todas las ocasiones individuos diferentes— se hace necesario que los nexos entre revendedores y agentes (pasaremos a explicar esto luego) sean versátiles y múltiples con distintos miembros del

1) Afirmar que la corrupción es el «uso o abuso de bienes o cargos públicos» la restringe a la esfera del Estado, ignorando aquella que ocurre en el ámbito de la empresa privada; 2) en esa misma dirección, la división entre lo público y lo privado no se puede trazar de manera tan estática y absoluta, dado que aquello que en determinado país se encuentra bajo el rótulo de «estatal», en otro bien podría haber pasado a las manos de la iniciativa privada, sobre todo a partir de las reformas neoliberales que abogaron por un radical programa de privatización de los servicios del estado; 3) tiene un pronunciado sesgo ideológico contrario a la actividad del Estado, lo que lleva, en casos extremos, a soluciones simplistas que proponen su abolición para «abolir» la corrupción (Tanzi 2000: 112); por otro lado, afirmar que la corrupción se ejerce exclusivamente en beneficio privado también tiene sus dificultades, pues, 4) reduce la acción personal al cálculo utilitarista en que toda consideración contextual se subsume a una operación de suma y resta entre incentivos y constreñimientos sistémicos al comportamiento; y finalmente, 5) no se define bien aquello que se denomina «beneficio privado», que no se reduce al beneficio monetario inmediato, habiendo también

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para el partido Perú-Ecuador. Como dijimos líneas arriba, estos se dividen en compradores y revendedores, y producción (del evento, en este caso se trata de la Federación Peruana de Fútbol) y empresa que brinda servicios de seguridad, por ello, los dividiremos en dos sub-sistemas, haciendo alusión a la posicionalidad móvil de los actores a la que nos referimos antes. Siguiendo el enfoque económico de análisis de la corrupción, utilizaremos el esquema de agente-principal que presenta del Castillo (2001: 279). Bajo este modelo, un cliente se relaciona, solicitando a un agente —que intercede en nombre del principal— que haga uso de sus facultades, que han sido delegadas por el principal para conseguir un fin determinado. En el caso que nos concierne, podemos identificar, entonces, a la FPF como el principal, ya que se trata de la entidad superior que organiza el recurso y que finalmente reparte el producto a traficar luego. La FPF contrata luego a una empresa de seguridad (cuyos agentes son coloquialmente conocidos como VIPs. Utilizaremos este término para evitar la confusión que podría resultar de repetir el término agente con dos significados distintos) que se encarga de vigilar las inmediaciones del estadio, supervisar la acreditación del público mediante la presentación de su DNI y el tarjeta del partido anterior para poder acceder a la ventanilla de compra. Estos son los intermediarios entre la organización mayor y los compradores, aunque, como ya veremos, también sirven de nexo con el siguiente grupo de actores, los revendedores. Estos son, entonces, los clientes, los interesados en modificar la conducta del agente para la consecución de sus intereses. En este modelo, el cliente es el corruptor y el agente el potencial corrupto, aquel que contraviene las disposiciones de la organización a la que pertenece, evitando la concretización de sus objetivos, entiéndase, la venta de entradas al público en general. Así, en un escenario (a), los llamados VIPs son los agentes y los revendedores, los clientes, mientras que en un escenario (b) los agentes siguen siendo los mismos, pero los clientes son los potenciales compradores, el público que acude a comprar entradas para su propio consumo. No obstante esta última separación, debemos aclarar

motivaciones morales o necesidad de supervivencia en un contexto de inestabilidad laboral. Siguiendo estas críticas, consideramos, pues, que la corrupción es un fenómeno generalizado en cualquier actividad social institucionalizada y cristalizada en organizaciones jerárquicas. En ese sentido, adoptamos el concepto de «corrupción organizacional» elaborado por Hodgson y Jiang y definido como aquella que « [...] involucra al menos dos agentes, X y Y, donde al menos Y desempeña un rol determinado que es adscrito a una organización específica. Este rol organizacional obliga a Y a seguir un conjunto de reglas éticas establecidas, al menos algunas de las cuales son coherentes con los objetivos de la organización. X emprende conscientemente una acción planeada deliberadamente para persuadir a Y de que viole al menos uno de esos objetivos coherentes con las reglas éticas, de las que X y Y son conscientes. Aunque tiene la opción de actuar de otra manera, Y viola esta regla de acuerdo con los deseos de X» (Hodgson & Jiang 2008: 70). Un acto corrupto sería, siguiendo esta definición, todo aquel que, contraviniendo las formas de comportamiento sancionadas por la organización, debilite sus capacidades para llevar a cabo aquello que ella misma se ha propuesto como propósito. Los casos aquí presentados no se encuentran, bajo una primera inspección, en el ámbito clásico de la esfera pública, por cuanto los protagonistas en ambos son agentes privados; por un lado, compradores y revendedores, producción del evento y empresa de seguridad por el otro; sin embargo, prestando una mirada más atenta al asunto se podrá ver cómo en los dos casos ambas esferas se influyen mutuamente y dan espacio a interacciones que son oficialmente reconocidas pero también otras que se esconden bajo un manto de clandestinidad.

¿quiénes pArticipAn en lA reventA?

Para entender cómo funcionan estas redes debemos primero identificar a los actores involucrados en cada uno de los casos. Comenzaremos por aquellos que aparecen en el caso de la reventa de entradas

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mismo tipo de agente. Por otro lado, los sujetos involucrados en estas redes de comercio irregular de entradas no siempre ocupan las mismas posiciones en la estructura constituida temporalmente, en primer lugar porque en determinados momentos el comprador de entradas puede pasar a ser también proveedor para los revendedores o transformarse el mismo en un revendedor. Ahora bien, es también importante enmarcar el estudio sobre las redes de reventa dentro de un esquema mayor de corrupción. El debate acerca de la naturaleza de este fenómeno es largo y se perfilan diversas argumentaciones. Por un lado, la postura estándar y tradicional afirma que la corrupción es “el uso o abuso de bienes o cargos públicos para beneficio privado” (Hodgson & Jiang 2008: 58), mientras que las posteriores se erigen a partir de críticas a esta definición de base. Podemos resumir las principales observaciones que se le han hecho a la definición estándar en cinco puntos:

entradas para eventos más abiertos y de carácter público, específicamente en dos que pudimos observar directamente en dos fechas distintas. El primer caso se trata de un partido entre la selección peruana y la ecuatoriana con ocasión de las eliminatorias para el mundial de Brasil. La visita se realizó el día anterior a la apertura general de las casetas de venta de entradas, el 31 de mayo de 2013, fecha en que se realizó la preventa para los fanáticos que, aprovechando la promoción de la Federación Peruana de Fútbol «Apoya siempre a tu selección» podría adquirirlas con anticipación presentando la entrada usada del partido PerúTrinidad y Tobago realizado meses antes. La venta de entradas se llevó a cabo en el Estadio Nacional. Las observaciones ahí realizadas serán la principal fuente de análisis para este trabajo; sin embargo, nos apoyaremos también en algunas observaciones realizadas durante el concierto de la banda británica de rock progresivo Yes en el escenario del Parque de la Exposición, el 16 de mayo del mismo año. El principal interés en este artículo es analizar los sistemas que se encuentran detrás de los revendedores que, si bien se presentan ante el comprador a modo de unidades separadas que trabajan por cuenta propia y sin mayor articulación, funcionan en la práctica como una red de apoyo y prestaciones diversas. Esta red; sin embargo, no es estabiliza necesariamente en el tiempo ni se fundamenta en relaciones de tipo contractual ni mucho menos: se trata básicamente de redes basadas en la oportunidad y que se encuentran en constante tensión, pues sus propios elementos constitutivos son al mismo tiempo competidores y colaboradores transitorios. Como segunda característica de esta red, podemos señalar que es efectivamente móvil y plástica, respondiendo de manera flexible a las características del negocio del que se sirve para funcionar. Al tratarse estos eventos de carácter cambiante —la ubicación en donde se realizan, la empresa productora y las personas que sirven de «interfaz» para que se haga efectiva la transacción son en casi todas las ocasiones individuos diferentes— se hace necesario que los nexos entre revendedores y agentes (pasaremos a explicar esto luego) sean versátiles y múltiples con distintos miembros del

1) Afirmar que la corrupción es el «uso o abuso de bienes o cargos públicos» la restringe a la esfera del Estado, ignorando aquella que ocurre en el ámbito de la empresa privada; 2) en esa misma dirección, la división entre lo público y lo privado no se puede trazar de manera tan estática y absoluta, dado que aquello que en determinado país se encuentra bajo el rótulo de «estatal», en otro bien podría haber pasado a las manos de la iniciativa privada, sobre todo a partir de las reformas neoliberales que abogaron por un radical programa de privatización de los servicios del estado; 3) tiene un pronunciado sesgo ideológico contrario a la actividad del Estado, lo que lleva, en casos extremos, a soluciones simplistas que proponen su abolición para «abolir» la corrupción (Tanzi 2000: 112); por otro lado, afirmar que la corrupción se ejerce exclusivamente en beneficio privado también tiene sus dificultades, pues, 4) reduce la acción personal al cálculo utilitarista en que toda consideración contextual se subsume a una operación de suma y resta entre incentivos y constreñimientos sistémicos al comportamiento; y finalmente, 5) no se define bien aquello que se denomina «beneficio privado», que no se reduce al beneficio monetario inmediato, habiendo también

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para el partido Perú-Ecuador. Como dijimos líneas arriba, estos se dividen en compradores y revendedores, y producción (del evento, en este caso se trata de la Federación Peruana de Fútbol) y empresa que brinda servicios de seguridad, por ello, los dividiremos en dos sub-sistemas, haciendo alusión a la posicionalidad móvil de los actores a la que nos referimos antes. Siguiendo el enfoque económico de análisis de la corrupción, utilizaremos el esquema de agente-principal que presenta del Castillo (2001: 279). Bajo este modelo, un cliente se relaciona, solicitando a un agente —que intercede en nombre del principal— que haga uso de sus facultades, que han sido delegadas por el principal para conseguir un fin determinado. En el caso que nos concierne, podemos identificar, entonces, a la FPF como el principal, ya que se trata de la entidad superior que organiza el recurso y que finalmente reparte el producto a traficar luego. La FPF contrata luego a una empresa de seguridad (cuyos agentes son coloquialmente conocidos como VIPs. Utilizaremos este término para evitar la confusión que podría resultar de repetir el término agente con dos significados distintos) que se encarga de vigilar las inmediaciones del estadio, supervisar la acreditación del público mediante la presentación de su DNI y el tarjeta del partido anterior para poder acceder a la ventanilla de compra. Estos son los intermediarios entre la organización mayor y los compradores, aunque, como ya veremos, también sirven de nexo con el siguiente grupo de actores, los revendedores. Estos son, entonces, los clientes, los interesados en modificar la conducta del agente para la consecución de sus intereses. En este modelo, el cliente es el corruptor y el agente el potencial corrupto, aquel que contraviene las disposiciones de la organización a la que pertenece, evitando la concretización de sus objetivos, entiéndase, la venta de entradas al público en general. Así, en un escenario (a), los llamados VIPs son los agentes y los revendedores, los clientes, mientras que en un escenario (b) los agentes siguen siendo los mismos, pero los clientes son los potenciales compradores, el público que acude a comprar entradas para su propio consumo. No obstante esta última separación, debemos aclarar

motivaciones morales o necesidad de supervivencia en un contexto de inestabilidad laboral. Siguiendo estas críticas, consideramos, pues, que la corrupción es un fenómeno generalizado en cualquier actividad social institucionalizada y cristalizada en organizaciones jerárquicas. En ese sentido, adoptamos el concepto de «corrupción organizacional» elaborado por Hodgson y Jiang y definido como aquella que « [...] involucra al menos dos agentes, X y Y, donde al menos Y desempeña un rol determinado que es adscrito a una organización específica. Este rol organizacional obliga a Y a seguir un conjunto de reglas éticas establecidas, al menos algunas de las cuales son coherentes con los objetivos de la organización. X emprende conscientemente una acción planeada deliberadamente para persuadir a Y de que viole al menos uno de esos objetivos coherentes con las reglas éticas, de las que X y Y son conscientes. Aunque tiene la opción de actuar de otra manera, Y viola esta regla de acuerdo con los deseos de X» (Hodgson & Jiang 2008: 70). Un acto corrupto sería, siguiendo esta definición, todo aquel que, contraviniendo las formas de comportamiento sancionadas por la organización, debilite sus capacidades para llevar a cabo aquello que ella misma se ha propuesto como propósito. Los casos aquí presentados no se encuentran, bajo una primera inspección, en el ámbito clásico de la esfera pública, por cuanto los protagonistas en ambos son agentes privados; por un lado, compradores y revendedores, producción del evento y empresa de seguridad por el otro; sin embargo, prestando una mirada más atenta al asunto se podrá ver cómo en los dos casos ambas esferas se influyen mutuamente y dan espacio a interacciones que son oficialmente reconocidas pero también otras que se esconden bajo un manto de clandestinidad.

¿quiénes pArticipAn en lA reventA?

Para entender cómo funcionan estas redes debemos primero identificar a los actores involucrados en cada uno de los casos. Comenzaremos por aquellos que aparecen en el caso de la reventa de entradas

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de la explanada sur, costaba aproximadamente 30 soles adquirir un lugar en la cola. Desde ahí hasta la actualmente llamada «Alameda de la Integración» en el extremo sur, ya colindante con el Parque de la Reserva los precios se reducían hasta los 20 soles, con tiempos de espera superiores a las 3 o 4 horas. Para quienes no contaban con la tarjeta del partido con Trinidad y Tobago quedaba la opción de incorporarse a la larga cola y esperar hasta el día siguiente para adquirir sus entradas; sin embargo, una gran parte del espacio, por los menos los más valiosos por su cercanía —como describimos arriba— estaba ya ocupado por los revendedores desde hace unos 5 días antes. No podemos afirmar con absoluta certeza que todos los presentes hayan sido revendedores, pero, según un grupo de efectivos de policías que rondaban el lugar, la mayoría si lo eran. Así, la única opción viable para un potencial espectador era «arrendar» el sitio a uno de los revendedores. Cada ubicación era ocupada por una carpa, liderada por uno o dos revendedores, quienes guardaban lugar a aproximadamente entre 8 y 9 ocupantes adicionales. Otra presentación menos recurrente era la de un simple cartón sobre el suelo. Tras pagar el importe, el «arrendatario» podría pedir en préstamo una frazada en caso sea requerido. Bajo esta dinámica es que la posicionalidad de los actores deja de ser estática, ya que estos puede pasar fácilmente de ser meros clientes de un revendedor a revendedores ellos mismos. Debido a la alta inversión de tiempo que debe uno hacer para llegar a la ventanilla de venta, una salida conveniente es la de adquirir entradas de sobra, las cuales no serán necesariamente consumidas por el comprador. Los precios iniciales de las entradas se clasifican de la siguiente manera3:

que distinguir entre compradores y revendedores se torna difícil y quienes podrían ser llamados «revendedores de oficio», por su dedicación al negocio pueden ser confundidos con los que llamaré «revendedores casuales», espectadores que haciendo uso de la oportunidad adquieren un número mayor de entradas necesarias para luego ser ofertadas, por un lado a otros posibles espectadores o, en su defecto, a los revendedores de oficio. El factor diferenciador es la intención última de entrar al estadio y consumir el producto, el espectáculo deportivo o artístico.

FútBol y conciertos La dinámica observada el día 31 de mayo se divide, a su vez, en dos: la de la preventa, en que los compradores deben presentar la tarjeta del partido pasado para canjearla por la posibilidad de adquirir las entradas del Perú-Ecuador bajo la modalidad de 1x1 (una tarjeta por una entrada); por otro lado, aquella que corresponde a la cola para la venta regular. En esta ocasión, la venta oficial de entradas estaba anunciada para el sábado primero de junio del 2013, para la que los espectadores y revendedores desarrollaron estrategias de aprovisionamiento para aguardar en las afueras del Estadio Nacional, formando largas colas que dibujaban todo el perímetro del recinto deportivo. Aquí, la reventa existe también, pero se da en función al espacio. Aquellos lugares más cercanos a las casetas de venta eran, lógicamente, más caras y a medida que se iban alejando, el precio sufría un notable decrecimiento. Las ventanillas en las cuales se adquieren las entradas se ubican en los extremos Norte y Sur del estadio, por lo que forman dos polos bajo los cuales los precios de los espacios se ven afectados. Los espacios más próximos a los polos llegaban a costar hasta 80 soles y el tiempo de espera correspondiente a esos lugares era, según los cálculos de los revendedores de espacio, de entre 1 y 2 horas; a partir de la puerta N° 18 (a unos 330 metros de la caseta Norte), hasta antes de la puerta N° 24, el precio rondaba los 50 soles. A partir de este hito hasta la mitad

SECTOR OCCIDENTE CENTRAL OCCIDENTE LATERAL ORIENTE CENTRAL ORIENTE LATERAL NORTE Y SUR

PRECIO (S/.) 500 400 300 200 80

El cálculo de costo y tiempo para las entradas populares, Norte y Sur, lleva a que la alternativa más racional para los compradores sea la descrita más arriba. Así, un espectador que pague por lo menos 50 soles solamente por el espacio y utilice aproximadamente un día entero puede aprovechar la oportunidad de compra y adquirir las 4 entradas que la FPF decreta como límite por persona para recuperar lo gastado originalmente por el espacio. De esta manera, con S/. 320 de inversión mínima, un solo comprador puede obtener hasta S/. 540 de retorno, pero haciendo algunas consideraciones de tiempo e interés, este puede disminuirse, al fin y al cabo, no son todos los compradores los que se dedican a la reventa directa, muchos lo hacen a través de intermediarios. Como dijimos, estas entradas compradas en exceso son a su vez revendidas a otros posibles espectadores, o a los mismos revendedores de oficio que, al no tener interés por atender al evento, pueden esperar en las afueras a nuevos compradores. Al día jueves 6 de junio, día anterior al partido, los precios de reventa fueron como sigue4: SECTOR OCCIDENTE CENTRAL OCCIDENTE LATERAL ORIENTE CENTRAL ORIENTE LATERAL NORTE Y SUR

revendedores de oficio utilizan otra dinámica. Un jefe con el suficiente capital reúne a un grupo de conocidos que, incluyendo a familiares y amigos, suman aproximadamente 10 miembros, a quienes asigna una fracción del dinero, con la que cada uno hará la adquisición de las 4 entradas reglamentarias. Una vez realizada la compra, retornarán a donde el jefe, quien les pagará una comisión por su trabajo, que oscila entre los 30 y 40 soles por persona. Queda claro que esta modalidad requiere de una inversión mucho más grande e involucra a una red ya establecida previamente. No sería extraño, entonces, suponer un engarzamiento entre la reventa de espacios y la reventa de entradas. Para establecer una red de este tipo se requiere como mínimo un capital de S/. 1200 solo para pagar la compra de entradas y la remuneración de los miembros de la red. A eso se debe sumar el costo de las carpas que se instalan en la cola y otros enseres para sustentar al equipo durante el tiempo que tome la jornada de trabajo. Si bien no es una suma extremadamente elevada, sobre todo si se trata de invertir en el aparentemente lucrativo negocio de la reventa, podemos suponer que no todos cuentan directamente con la suma indicada. Es aquí donde entra a tallar el negocio de la reventa de espacios. Como explicamos párrafos arriba, cada lugar en la cola está ocupado por una carpa en la que entran al mismo tiempo entre 6 y 8 personas que pagan precios que varían entre los 20 y 80 soles. Así, una carpa alquilada en su totalidad puede llegar a dar retornos de hasta S/. 640, que se pueden reinvertir en la compra de entradas que luego serán vendidas a un precio mayor. Una vez establecida la relación entre ambos tipos de reventa, de espacios y de entradas, es interesante reparar en el hecho de que si bien existe cierta cooperación entre los revendedores, también existe mucha competencia, sobre todo en el ámbito de la cola. Durante la visita se ensayó un experimento que consistió en intentar conseguir un espacio para 10 personas (ficticias); sin embargo, el revendedor nos explicó que esto sería imposible, puesto que existe un mecanismo de autorregulación de la fila. Los revendedores tienen un límite de clientes que pueden acomodar en su espacio, de

PRECIO (S/.) 600 500 400 300 180

Podemos ver que en todos los sectores se da un incremento de S/. 100. A pesar de esta inflación del precio de las entradas, el margen de ganancia de los revendedores de oficio es, a decir de algunos entrevistados, mínimo. Dada la propia inversión que deben hacer ellos mismos para recolectar las entradas a las que de otro modo no tendrían acceso, sus ingresos se ven severamente disminuidos. Cuando no le compran a los espectadores-revendedores, con quienes el trato es una mera transacción económica y por lo tanto, con precios más elevados, los

Ver: http:// www.fpf.com.pe/f_pub_det.asp?cpd=2787

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de la explanada sur, costaba aproximadamente 30 soles adquirir un lugar en la cola. Desde ahí hasta la actualmente llamada «Alameda de la Integración» en el extremo sur, ya colindante con el Parque de la Reserva los precios se reducían hasta los 20 soles, con tiempos de espera superiores a las 3 o 4 horas. Para quienes no contaban con la tarjeta del partido con Trinidad y Tobago quedaba la opción de incorporarse a la larga cola y esperar hasta el día siguiente para adquirir sus entradas; sin embargo, una gran parte del espacio, por los menos los más valiosos por su cercanía —como describimos arriba— estaba ya ocupado por los revendedores desde hace unos 5 días antes. No podemos afirmar con absoluta certeza que todos los presentes hayan sido revendedores, pero, según un grupo de efectivos de policías que rondaban el lugar, la mayoría si lo eran. Así, la única opción viable para un potencial espectador era «arrendar» el sitio a uno de los revendedores. Cada ubicación era ocupada por una carpa, liderada por uno o dos revendedores, quienes guardaban lugar a aproximadamente entre 8 y 9 ocupantes adicionales. Otra presentación menos recurrente era la de un simple cartón sobre el suelo. Tras pagar el importe, el «arrendatario» podría pedir en préstamo una frazada en caso sea requerido. Bajo esta dinámica es que la posicionalidad de los actores deja de ser estática, ya que estos puede pasar fácilmente de ser meros clientes de un revendedor a revendedores ellos mismos. Debido a la alta inversión de tiempo que debe uno hacer para llegar a la ventanilla de venta, una salida conveniente es la de adquirir entradas de sobra, las cuales no serán necesariamente consumidas por el comprador. Los precios iniciales de las entradas se clasifican de la siguiente manera3:

que distinguir entre compradores y revendedores se torna difícil y quienes podrían ser llamados «revendedores de oficio», por su dedicación al negocio pueden ser confundidos con los que llamaré «revendedores casuales», espectadores que haciendo uso de la oportunidad adquieren un número mayor de entradas necesarias para luego ser ofertadas, por un lado a otros posibles espectadores o, en su defecto, a los revendedores de oficio. El factor diferenciador es la intención última de entrar al estadio y consumir el producto, el espectáculo deportivo o artístico.

FútBol y conciertos La dinámica observada el día 31 de mayo se divide, a su vez, en dos: la de la preventa, en que los compradores deben presentar la tarjeta del partido pasado para canjearla por la posibilidad de adquirir las entradas del Perú-Ecuador bajo la modalidad de 1x1 (una tarjeta por una entrada); por otro lado, aquella que corresponde a la cola para la venta regular. En esta ocasión, la venta oficial de entradas estaba anunciada para el sábado primero de junio del 2013, para la que los espectadores y revendedores desarrollaron estrategias de aprovisionamiento para aguardar en las afueras del Estadio Nacional, formando largas colas que dibujaban todo el perímetro del recinto deportivo. Aquí, la reventa existe también, pero se da en función al espacio. Aquellos lugares más cercanos a las casetas de venta eran, lógicamente, más caras y a medida que se iban alejando, el precio sufría un notable decrecimiento. Las ventanillas en las cuales se adquieren las entradas se ubican en los extremos Norte y Sur del estadio, por lo que forman dos polos bajo los cuales los precios de los espacios se ven afectados. Los espacios más próximos a los polos llegaban a costar hasta 80 soles y el tiempo de espera correspondiente a esos lugares era, según los cálculos de los revendedores de espacio, de entre 1 y 2 horas; a partir de la puerta N° 18 (a unos 330 metros de la caseta Norte), hasta antes de la puerta N° 24, el precio rondaba los 50 soles. A partir de este hito hasta la mitad

SECTOR OCCIDENTE CENTRAL OCCIDENTE LATERAL ORIENTE CENTRAL ORIENTE LATERAL NORTE Y SUR

PRECIO (S/.) 500 400 300 200 80

El cálculo de costo y tiempo para las entradas populares, Norte y Sur, lleva a que la alternativa más racional para los compradores sea la descrita más arriba. Así, un espectador que pague por lo menos 50 soles solamente por el espacio y utilice aproximadamente un día entero puede aprovechar la oportunidad de compra y adquirir las 4 entradas que la FPF decreta como límite por persona para recuperar lo gastado originalmente por el espacio. De esta manera, con S/. 320 de inversión mínima, un solo comprador puede obtener hasta S/. 540 de retorno, pero haciendo algunas consideraciones de tiempo e interés, este puede disminuirse, al fin y al cabo, no son todos los compradores los que se dedican a la reventa directa, muchos lo hacen a través de intermediarios. Como dijimos, estas entradas compradas en exceso son a su vez revendidas a otros posibles espectadores, o a los mismos revendedores de oficio que, al no tener interés por atender al evento, pueden esperar en las afueras a nuevos compradores. Al día jueves 6 de junio, día anterior al partido, los precios de reventa fueron como sigue4: SECTOR OCCIDENTE CENTRAL OCCIDENTE LATERAL ORIENTE CENTRAL ORIENTE LATERAL NORTE Y SUR

revendedores de oficio utilizan otra dinámica. Un jefe con el suficiente capital reúne a un grupo de conocidos que, incluyendo a familiares y amigos, suman aproximadamente 10 miembros, a quienes asigna una fracción del dinero, con la que cada uno hará la adquisición de las 4 entradas reglamentarias. Una vez realizada la compra, retornarán a donde el jefe, quien les pagará una comisión por su trabajo, que oscila entre los 30 y 40 soles por persona. Queda claro que esta modalidad requiere de una inversión mucho más grande e involucra a una red ya establecida previamente. No sería extraño, entonces, suponer un engarzamiento entre la reventa de espacios y la reventa de entradas. Para establecer una red de este tipo se requiere como mínimo un capital de S/. 1200 solo para pagar la compra de entradas y la remuneración de los miembros de la red. A eso se debe sumar el costo de las carpas que se instalan en la cola y otros enseres para sustentar al equipo durante el tiempo que tome la jornada de trabajo. Si bien no es una suma extremadamente elevada, sobre todo si se trata de invertir en el aparentemente lucrativo negocio de la reventa, podemos suponer que no todos cuentan directamente con la suma indicada. Es aquí donde entra a tallar el negocio de la reventa de espacios. Como explicamos párrafos arriba, cada lugar en la cola está ocupado por una carpa en la que entran al mismo tiempo entre 6 y 8 personas que pagan precios que varían entre los 20 y 80 soles. Así, una carpa alquilada en su totalidad puede llegar a dar retornos de hasta S/. 640, que se pueden reinvertir en la compra de entradas que luego serán vendidas a un precio mayor. Una vez establecida la relación entre ambos tipos de reventa, de espacios y de entradas, es interesante reparar en el hecho de que si bien existe cierta cooperación entre los revendedores, también existe mucha competencia, sobre todo en el ámbito de la cola. Durante la visita se ensayó un experimento que consistió en intentar conseguir un espacio para 10 personas (ficticias); sin embargo, el revendedor nos explicó que esto sería imposible, puesto que existe un mecanismo de autorregulación de la fila. Los revendedores tienen un límite de clientes que pueden acomodar en su espacio, de

PRECIO (S/.) 600 500 400 300 180

Podemos ver que en todos los sectores se da un incremento de S/. 100. A pesar de esta inflación del precio de las entradas, el margen de ganancia de los revendedores de oficio es, a decir de algunos entrevistados, mínimo. Dada la propia inversión que deben hacer ellos mismos para recolectar las entradas a las que de otro modo no tendrían acceso, sus ingresos se ven severamente disminuidos. Cuando no le compran a los espectadores-revendedores, con quienes el trato es una mera transacción económica y por lo tanto, con precios más elevados, los

Ver: http:// www.fpf.com.pe/f_pub_det.asp?cpd=2787

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sobrepasarlo, los competidores «zapatean», es decir, se quejan, dejándolo bajo la amenaza de ser expulsado. Inmediatamente negoció con uno de sus vecinos, con quien acordó realizar una repartición del grupo. El primero acomodaría a tres personas y el ahora socio, a los siete restantes. La tensión que tal acuerdo podía suscitar entre el resto de revendedores se manifestó en su advertencia de que debíamos ir llegando poco a poco y en parejas para evitar levantar suspicacias entre la competencia. Hasta ahora hemos descrito principalmente lo observado durante la etapa de recaudación de entradas para la reventa y la lógica de cooperación tensa entre los propios revendedores, además de las estructuras que se forman para conseguir sus objetivos. No se puede afirmar que exista corrupción en este tipo de prácticas dado que no se está rompiendo ningún reglamento ético intraorganizativo ni manipulando la conducta de un tercero a cambio de dinero; sin embargo, la reventa podría interpretarse como una manera de acaparamiento y especulación, que si están tipificados como delito en el Código Penal Peruano5. El Código hace referencia a la comercialización de productos de primera necesidad, rótulo bajo el que entradas para conciertos y partidos difícilmente podrían ser incluidos, no obstante, el principio se mantiene. La reventa genera un mercado paralelo al acaparar desde el inicio una gran proporción de las entradas, que en el caso del partido de la selección suman alrededor de 35 mil 1736. No tenemos cifras duras acerca de cuantas de estas van a parar a manos de los revendedores, pero a juzgar por el apabullante número de personas que esperan con muchos días de anticipación y las tácticas que utilizan para recolectar entradas, además del malestar que genera en el sector de la población que asiste a este tipo de eventos, se puede inferir que se trata de un gran porcentaje.

Por ello, volvemos a preguntarnos, ¿dónde está la corrupción? La respuesta es que no se encuentra en la transacción entre el ansioso espectador y el revendedor, sino en los modos de obtención de las entradas. A partir de lo observado en el concierto en el Parque de la Exposición, obtuvimos algunas luces sobre los métodos que utilizan los revendedores para conseguirlas, además de las estrategias colectivas de apropiación del recurso (la «redes de 10 [personas] x4 [entradas]» que describimos). Una forma recurrente, y alarmante, en que estos revendedores llegan a las entradas es la filtración deliberada de entradas por parte de la empresa productora del evento. Según nos explicó una revendedora, a través de familiares de los titulares de las empresas productoras de estos eventos (en su caso se trata de conciertos, la mayor parte de las veces), las entradas «de cortesía» van a parar a sus manos. Dejó entrever, también, que no solo se trataría de entradas inicialmente gratuitas, sino que una parte de las entradas de venta regular pasan por canales alternativos para llegar hasta la reventa. La entrevistada era una revendedora de oficio de rango menor, cuyas ganancias se reducen a la venta del día. Según nos reveló parcialmente, dispone de proveedores de en las empresas, quienes le darían un número limitado de entradas para ser vendidas en las inmediaciones del recinto. La estructura de principal-agente-cliente se repite aquí, recreando además una situación de clientelismo. El principal sería la empresa productora; el agente, el proveedor no identificado que forma parte de la producción, mientras que el cliente sería la revendedora. En lo posible ella se mantiene cercana a este agente, que al mismo tiempo se comporta a modo de patrón de la relación clientelar: «tengo que estar en las buenas y en las malas, sino de ahí, le dan a otro las entradas». Tal como sucede en este tipo de relaciones, el patrón puede mantener vínculos múltiples con un gran número de clientes, pero estos deben mantenerse cerca y en torno al patrón, quien finalmente elige a quien conceder el producto. Si seguimos la definición de corrupción organizacional, podríamos decir que a través de estas dinámicas corruptas, en las que los recursos se desvían de un canal regular a otro de carácter

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boleto, siempre a cambio de una suma de dinero. Para hacer efectivo el trato, al momento de llegar el cliente a la revisión del boleto, la revendedora se ubicaba en las cercanías para hacerle señas, indicando al VIP que se trataba de un cliente suyo. Analizar en detalle estas relaciones requeriría de un trabajo más extenso y pormenorizado, incluyendo el desenvolvimiento de la empresa en este tipo de situaciones, y en particular a los actores involucrados directamente en la filtración de entradas; sin embargo, hemos podido mostrar ciertas dinámicas que reportan perjuicios a los aparentes objetivos de una empresa dedicada a la venta de entradas, pero como hemos señalado, esto podría no ser así, más bien convirtiendo este tipo de prácticas en funcionales al objetivo primordial de enriquecimiento que toda actividad económica tiene como fundamento. De ser este el caso, el perjudicado resultaría ser el organismo regulador de este tipo de iniciativas privadas, es decir, el Estado y a quienes representa, la ciudadanía y en particular a los consumidores de este tipo de eventos.

informal, se perjudica el objetivo de la empresa de vender a un precio definido un producto a un público determinado. Sin embargo, para no pecar de ingenuidad, podríamos afirmar quizá con cierta malicia, que este sistema a fin de cuentas beneficia ilegalmente a la empresa, ya que las propias regulaciones del mercado de espectáculos determinan cómo y dónde deben realizarse las ventas, reportando sus ganancias y devolviendo una parte en forma de impuestos. No es difícil ver cómo el uso de canales alternativos de venta puede facilitar la evasión de impuestos por parte de la empresa. Esta hipótesis requiere; no obstante, de mayor indagación. Por otro lado, y a manera de complemento de este canal de provisión, la entrevistada también hacía uso de la estrategia que describimos más arriba, que llamamos «redes de 10x4». Otra situación de corrupción que logramos identificar, pero que se circunscribe al recinto en que se llevó a cabo el concierto, fue el trato que la revendedora tenía con los agentes del Servicio de Parques de Lima (SERPAR). El concierto se dio, como dijimos al inicio, en el escenario del Parque de la Exposición, que bajo condiciones normales cierra sus puertas a las seis de la tarde. Dada la situación extraordinaria del concierto, los agentes de SERPAR se ubicaron en la puerta principal del parque, dejando ingresar solamente a aquellos que tenían entradas válidas. Pudimos observar cómo negociaba con los agentes el ingreso de los clientes con los que aún no había hecho la transacción, pero a quienes esperaba adentro para recibir el dinero y entregarles el pase. A cambio de una módica suma, usualmente cinco soles, que ella le entregaba, el agente de seguridad accedía a hacerlos traspasar el umbral del portón de hierro. Una última situación de corrupción, esta vez entre la revendedora y los agentes de seguridad privados, se repetía. Ella se dedicaba a ofrecer no solamente entradas físicas a los compradores. Su gama de productos incluía el pase con boleto, sin boleto, y con brazalete (suponemos que estos son los filtrados por la producción). La revendedora tenía un trato explícito con los VIPs de dejar pasar a los clientes que había adquirido el derecho al espectáculo sin

BiBliogrAFíA ěŲ DEL CASTILLO, A. 2001 El soborno: un marco conceptual para su análisis. En: Gestión y Política Pública, Vol. X, N° 2, segundo semestre [pp. 275-307]. CIDE, México. ěŲ HODGSON, G. & JIANG, S. 2008 La economía de la corrupción y la corrupción de la economía: una perspectiva institucionalista. En: Revista de Economía Institucional, Vol. 10, N° 18, primer semestre [pp. 55-80]. Bogotá. ěŲ TANZI, V. 2000 Politics, Institutions and the Dark Side of Economics. Cheltenham: Edward Elgar.

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sobrepasarlo, los competidores «zapatean», es decir, se quejan, dejándolo bajo la amenaza de ser expulsado. Inmediatamente negoció con uno de sus vecinos, con quien acordó realizar una repartición del grupo. El primero acomodaría a tres personas y el ahora socio, a los siete restantes. La tensión que tal acuerdo podía suscitar entre el resto de revendedores se manifestó en su advertencia de que debíamos ir llegando poco a poco y en parejas para evitar levantar suspicacias entre la competencia. Hasta ahora hemos descrito principalmente lo observado durante la etapa de recaudación de entradas para la reventa y la lógica de cooperación tensa entre los propios revendedores, además de las estructuras que se forman para conseguir sus objetivos. No se puede afirmar que exista corrupción en este tipo de prácticas dado que no se está rompiendo ningún reglamento ético intraorganizativo ni manipulando la conducta de un tercero a cambio de dinero; sin embargo, la reventa podría interpretarse como una manera de acaparamiento y especulación, que si están tipificados como delito en el Código Penal Peruano5. El Código hace referencia a la comercialización de productos de primera necesidad, rótulo bajo el que entradas para conciertos y partidos difícilmente podrían ser incluidos, no obstante, el principio se mantiene. La reventa genera un mercado paralelo al acaparar desde el inicio una gran proporción de las entradas, que en el caso del partido de la selección suman alrededor de 35 mil 1736. No tenemos cifras duras acerca de cuantas de estas van a parar a manos de los revendedores, pero a juzgar por el apabullante número de personas que esperan con muchos días de anticipación y las tácticas que utilizan para recolectar entradas, además del malestar que genera en el sector de la población que asiste a este tipo de eventos, se puede inferir que se trata de un gran porcentaje.

Por ello, volvemos a preguntarnos, ¿dónde está la corrupción? La respuesta es que no se encuentra en la transacción entre el ansioso espectador y el revendedor, sino en los modos de obtención de las entradas. A partir de lo observado en el concierto en el Parque de la Exposición, obtuvimos algunas luces sobre los métodos que utilizan los revendedores para conseguirlas, además de las estrategias colectivas de apropiación del recurso (la «redes de 10 [personas] x4 [entradas]» que describimos). Una forma recurrente, y alarmante, en que estos revendedores llegan a las entradas es la filtración deliberada de entradas por parte de la empresa productora del evento. Según nos explicó una revendedora, a través de familiares de los titulares de las empresas productoras de estos eventos (en su caso se trata de conciertos, la mayor parte de las veces), las entradas «de cortesía» van a parar a sus manos. Dejó entrever, también, que no solo se trataría de entradas inicialmente gratuitas, sino que una parte de las entradas de venta regular pasan por canales alternativos para llegar hasta la reventa. La entrevistada era una revendedora de oficio de rango menor, cuyas ganancias se reducen a la venta del día. Según nos reveló parcialmente, dispone de proveedores de en las empresas, quienes le darían un número limitado de entradas para ser vendidas en las inmediaciones del recinto. La estructura de principal-agente-cliente se repite aquí, recreando además una situación de clientelismo. El principal sería la empresa productora; el agente, el proveedor no identificado que forma parte de la producción, mientras que el cliente sería la revendedora. En lo posible ella se mantiene cercana a este agente, que al mismo tiempo se comporta a modo de patrón de la relación clientelar: «tengo que estar en las buenas y en las malas, sino de ahí, le dan a otro las entradas». Tal como sucede en este tipo de relaciones, el patrón puede mantener vínculos múltiples con un gran número de clientes, pero estos deben mantenerse cerca y en torno al patrón, quien finalmente elige a quien conceder el producto. Si seguimos la definición de corrupción organizacional, podríamos decir que a través de estas dinámicas corruptas, en las que los recursos se desvían de un canal regular a otro de carácter

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boleto, siempre a cambio de una suma de dinero. Para hacer efectivo el trato, al momento de llegar el cliente a la revisión del boleto, la revendedora se ubicaba en las cercanías para hacerle señas, indicando al VIP que se trataba de un cliente suyo. Analizar en detalle estas relaciones requeriría de un trabajo más extenso y pormenorizado, incluyendo el desenvolvimiento de la empresa en este tipo de situaciones, y en particular a los actores involucrados directamente en la filtración de entradas; sin embargo, hemos podido mostrar ciertas dinámicas que reportan perjuicios a los aparentes objetivos de una empresa dedicada a la venta de entradas, pero como hemos señalado, esto podría no ser así, más bien convirtiendo este tipo de prácticas en funcionales al objetivo primordial de enriquecimiento que toda actividad económica tiene como fundamento. De ser este el caso, el perjudicado resultaría ser el organismo regulador de este tipo de iniciativas privadas, es decir, el Estado y a quienes representa, la ciudadanía y en particular a los consumidores de este tipo de eventos.

informal, se perjudica el objetivo de la empresa de vender a un precio definido un producto a un público determinado. Sin embargo, para no pecar de ingenuidad, podríamos afirmar quizá con cierta malicia, que este sistema a fin de cuentas beneficia ilegalmente a la empresa, ya que las propias regulaciones del mercado de espectáculos determinan cómo y dónde deben realizarse las ventas, reportando sus ganancias y devolviendo una parte en forma de impuestos. No es difícil ver cómo el uso de canales alternativos de venta puede facilitar la evasión de impuestos por parte de la empresa. Esta hipótesis requiere; no obstante, de mayor indagación. Por otro lado, y a manera de complemento de este canal de provisión, la entrevistada también hacía uso de la estrategia que describimos más arriba, que llamamos «redes de 10x4». Otra situación de corrupción que logramos identificar, pero que se circunscribe al recinto en que se llevó a cabo el concierto, fue el trato que la revendedora tenía con los agentes del Servicio de Parques de Lima (SERPAR). El concierto se dio, como dijimos al inicio, en el escenario del Parque de la Exposición, que bajo condiciones normales cierra sus puertas a las seis de la tarde. Dada la situación extraordinaria del concierto, los agentes de SERPAR se ubicaron en la puerta principal del parque, dejando ingresar solamente a aquellos que tenían entradas válidas. Pudimos observar cómo negociaba con los agentes el ingreso de los clientes con los que aún no había hecho la transacción, pero a quienes esperaba adentro para recibir el dinero y entregarles el pase. A cambio de una módica suma, usualmente cinco soles, que ella le entregaba, el agente de seguridad accedía a hacerlos traspasar el umbral del portón de hierro. Una última situación de corrupción, esta vez entre la revendedora y los agentes de seguridad privados, se repetía. Ella se dedicaba a ofrecer no solamente entradas físicas a los compradores. Su gama de productos incluía el pase con boleto, sin boleto, y con brazalete (suponemos que estos son los filtrados por la producción). La revendedora tenía un trato explícito con los VIPs de dejar pasar a los clientes que había adquirido el derecho al espectáculo sin

BiBliogrAFíA ěŲ DEL CASTILLO, A. 2001 El soborno: un marco conceptual para su análisis. En: Gestión y Política Pública, Vol. X, N° 2, segundo semestre [pp. 275-307]. CIDE, México. ěŲ HODGSON, G. & JIANG, S. 2008 La economía de la corrupción y la corrupción de la economía: una perspectiva institucionalista. En: Revista de Economía Institucional, Vol. 10, N° 18, primer semestre [pp. 55-80]. Bogotá. ěŲ TANZI, V. 2000 Politics, Institutions and the Dark Side of Economics. Cheltenham: Edward Elgar.

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J osé E nriquE s olano

dEl

C astillo 1

pRáCTICAS CAníBAleS pOSMODeRnAS COTIDIAnAS: Incitación étnico discursiva en una bolsa de papas Marca perú el derecho inalienable de todos los peruanos a comer rico se ha convertido en uno de los estandartes de marca perú y de la identificación nacional de los ciudadanos. a partir de ello es pertinente preguntarnos

¿qué

es lo que estamos comiendo? o mejor dicho

¿a

quién

nos estamos comiendo? en el presente trabajo exploro cómo el estado-mercado en vez de conformarse a partir de la imposición de una única cultura y el compañerismo horizontal,

se sustenta por medio de la diferenciación constante de sus pobladores a partir de sus

particularidades étnicas definidas. lo que se produce es una obstinación de las instancias de poder por escuchar de la etnicidad y sus detalles más íntimos. a través de marca perú y

la gastronomía la etnicidad es trasladada a un ámbito relacionado con la producción y el

consumo. las mercancías pasan a adquirir un valor dependiente al trabajo y la materialidad de los elementos físicos. el carácter misterioso de la mercancía queda anulado por el reconocimiento del productor/indígena. sin embargo, dicho reconocimiento se basa en el

establecimiento de una ficción. el enigma es reemplazo por una ilusión que es aceptada como real. esto da paso y configura el consumo como una práctica caníbal a través de la cual nos

comemos a un otro adaptado a nuestro paladar. con el fin de ahondar en estos mecanismos es que tomo como ejemplo en el presente trabajo la marca de papas fritas embolsadas viva

la papa!

Diana Soís

L

os Estados modernos suelen ser pensados como conformados por una única nación impuesta sobre las otras para homogeneizarlas, trasplantarlas y ligarlas a un mismo territorio. Esto supone la aspiración a una identidad unitaria que defina las subjetividades y prácticas de los sujetos dentro de un marco cultural y una historia construida y compartida que los cohesione como una comunidad capaz

1

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de ser reconocida e imaginada. Tal aspiración conlleva a la supresión y censura de todas aquellas identidades locales que se contraponen al proyecto hegemónico de homogeneización cultural. A diferencia, enfoques, como el de Benedict Anderson, exponen que las naciones se construyen sobre diferentes lenguas y religiones, a partir de personas y grupos distintos que se imaginan como hermanos unos con otros. La

Estudiante de Antropología en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Correo electrónico: jesolanodc@gmail.com

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J osé E nriquE s olano

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pRáCTICAS CAníBAleS pOSMODeRnAS COTIDIAnAS: Incitación étnico discursiva en una bolsa de papas Marca perú el derecho inalienable de todos los peruanos a comer rico se ha convertido en uno de los

estandartes de marca perú y de la identificación nacional de los ciudadanos. a partir de ello es pertinente preguntarnos

¿qué

es lo que estamos comiendo? o mejor dicho

¿a

quién

nos estamos comiendo? en el presente trabajo exploro cómo el estado-mercado en vez de

conformarse a partir de la imposición de una única cultura y el compañerismo horizontal, se sustenta por medio de la diferenciación constante de sus pobladores a partir de sus

particularidades étnicas definidas. lo que se produce es una obstinación de las instancias de poder por escuchar de la etnicidad y sus detalles más íntimos. a través de marca perú y

la gastronomía la etnicidad es trasladada a un ámbito relacionado con la producción y el

consumo. las mercancías pasan a adquirir un valor dependiente al trabajo y la materialidad de los elementos físicos. el carácter misterioso de la mercancía queda anulado por el

reconocimiento del productor/indígena. sin embargo, dicho reconocimiento se basa en el establecimiento de una ficción. el enigma es reemplazo por una ilusión que es aceptada como

real. esto da paso y configura el consumo como una práctica caníbal a través de la cual nos comemos a un otro adaptado a nuestro paladar. con el fin de ahondar en estos mecanismos es que tomo como ejemplo en el presente trabajo la marca de papas fritas embolsadas viva

la papa!

Diana Soís

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os Estados modernos suelen ser pensados como conformados por una única nación impuesta sobre las otras para homogeneizarlas, trasplantarlas y ligarlas a un mismo territorio. Esto supone la aspiración a una identidad unitaria que defina las subjetividades y prácticas de los sujetos dentro de un marco cultural y una historia construida y compartida que los cohesione como una comunidad capaz

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de ser reconocida e imaginada. Tal aspiración conlleva a la supresión y censura de todas aquellas identidades locales que se contraponen al proyecto hegemónico de homogeneización cultural. A diferencia, enfoques, como el de Benedict Anderson, exponen que las naciones se construyen sobre diferentes lenguas y religiones, a partir de personas y grupos distintos que se imaginan como hermanos unos con otros. La

Estudiante de Antropología en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Correo electrónico: jesolanodc@gmail.com

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la verdad. De esta forma, la etnicidad no debe ser considerada únicamente como una cuestión cultural, sino también de verdad y falsedad. Al mismo tiempo, esta es también un asunto de Estado, un asunto por el cual las subjetividades del cuerpo social están instadas a la vigilancia (Foucault 2002: 20, 57,112). Por medio de este mecanismo es que pueden configurarse distintos “cuerpos de clase” dotados de características particulares configuradas por criterios étnicos. Estos criterios son los que hacen posible la conciencia de clase y la distinción de los múltiples grupos a través del reconocimiento perpetuo de sus diferencias atravesadas por asimetrías de poder. Asimismo, la conformación de estos “cuerpos de clase étnica” resultan ser un elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo que logra la inserción controlada de los cuerpos y subjetividades a un sistema de producción caracterizado por la mercantilización étnica (Foucault 2002: 112, 119-121, 132). De esta manera, la diferenciación étnica que fundamenta el Estado-nación también cimienta las bases de la producción y consumo. El Estado y el mercado no están constitutivamente separados, su existencia y funcionamiento dependen de la simbiosis que conforman para sobrevivir. En este sentido, todo sujeto nacional se configura como ciudadano consumidor-consumido. Una de las muchas combinaciones que surge de la simbiosis del Estado y el mercado es Marca Perú y el derecho inalienable de todos los peruanos a comer rico. Criticar la comida implica expresar una ofensa hacia las bases que simultáneamente nos unen y diferencian como peruanos. Tal como en el siglo XX, los antropólogos actuaban como agentes de aculturación de acuerdo al supuesto homogeneizador, en el siglo XXI los publicistas y cocineros son las voces autorizadas que celebran la alteridad controlada de los múltiples otros que se vuelven parcialmente visibles en los alimentos que ingerimos. El consumo establece las bases de distinción que definen los “cuerpos de clase étnica”, y por ende, a los consumidores y los consumidos. Este es una parte integral del sistema social que comunica y visibiliza categorías culturales y que opera como medio de construcción intersubjetiva

nación, entonces, más que denotar un sentido de cultura única implica un profundo compañerismo horizontal derivado de un sentimiento común de amor a la patria que configura el nacionalismo (Anderson 1993: 20-25). La antropología surge en Latinoamérica durante el siglo XX con una misión: forjar patria para la construcción del naciente Estado. Para ello debía resolver a la interrogante de qué hacer con el indio o qué se podría lograr a pesar de él. Definitivamente el pensamiento evolucionista basado en la incapacidad y retardo biológico del indio quedaba descartado debido el fatalismo inscrito en el destino nacional (un país incapaz de “progresar”). En contraposición, resultaba más conveniente configurar a los indígenas como seres atrapados en el tiempo de la melancolía prehispánica capaces de ser redimidos a través de su aculturación. Los antropólogos serían los encargados de idear y ejecutar mecanismos directos de intervención para este propósito. La educación y la imposición del castellano fueron parte de las formas predilectas para lograr este cometido (Castro Pozo 1924; Gamio 1972; Holmberg 1966). Sin embargo, si en vez de pensar la formación del Estado desde la imposición de una única cultura, la censura de identidades locales y la constitución de una comunidad basada en el compañerismo y las relaciones horizontales, nos planteamos la posibilidad de que este tenga como condición de su mantenimiento la existencia de múltiples grupos diferenciados e interconectados por asimetrías de poder. Tal como Foucault explicaba que el sexo en vez de haber sido censurado de la vida social, como lo anunciaban las teorías represivas, había proliferado en la práctica dentro de una diversidad de discursos. Las particularidades étnicas de los distintos grupos han estado expuestas a una constante incitación discursiva, mercantil e institucional. Lo que se ha producido, entonces, es una obstinación de las instancias del poder por oír hablar acerca de la etnicidad y de sus detalles más íntimos, por configurar una nación que depende de la perpetua diferenciación. Esto se expresa en la generación de registros de saber tales como la antropología, el turismo y la gastronomía que se dedican a la producción, sin perjuicio de enmascararla, de

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(Bauman 2007; Douglas & Isherwood 1990). Es a partir del consumo que se establece un lenguaje en el que se incita constantemente a hablar de la etnicidad de un “otro” contenida y definida en aquello que resulta exótico, atrayente e inofensivo. Asimismo, la obsesión de hablar acerca de ella se efectúa por su propia autoseducción, las personas lo desean genuinamente y lo disfrutan. El amaestramiento social se produce de forma flexible y autogestionada por los propios sujetos partícipes, el disciplinamiento resulta costoso y desactualizado para el control de la población (Lipovetski 2002: 55). De esta forma, resulta pertinente preguntarnos, ¿qué es lo que estamos comiendo? o mejor dicho ¿a quién nos estamos comiendo?

haciendo algunas compras en el supermercado y cuando pasé por el pasadizo de los snacks miré de reojo unas papas que llamaron rápidamente mi atención. La bolsa era bastante colorida, tenía un diseño de telar tipo “andino” y en el centro había una fotografía en tonalidades grises excepto por algunas partes que estaban coloreadas. Ese mismo mes me fue asignado en la universidad un trabajo acerca de comida chatarra para el curso de Antropología del consumo, no le pensé dos veces y decidí profundizar acerca de esa bolsa de papas con la que me había encontrado. La información que presentaré a continuación consta de los registros de la página web que revisé durante ese trabajo y del diseño que entonces tenían las bolsas. Al poco tiempo después que entregué mi ensayo, Viva la Papa! cerró su página web y cambió ligeramente el diseño de sus empaques. Viva la Papa! es una empresa creada en el 2009 por Alec Cousins y Robert Arpino, ambos de nacionalidad inglesa, con la premisa de producir un snack gourmet en base a papas peruanas fritas o “chips”. En un comienzo, este producto estaba destinado a la exportación y se vendía en países como Inglaterra, Estados Unidos, Chile y Japón. Sin embargo, a partir del “boom de la gastronomía peruana” se decidió también comercializarlo dentro del país aprovechando el discurso nacional promovido por Marca Perú que convocaba a una simbiosis entre los intereses del Estado y el mercado para configurar a un nuevo consumidor/ciudadano. Como lo expresa la “Head Chip” de Perú en una entrevista en el canal Willax “el consumidor ha cambiado un poco su estilo y hay una nueva tendencia a consumir productos de alta calidad y premium en el Perú” (2013). La promoción de una identidad nacional basada en la gastronomía ha abierto nuevas posibilidades de consumo así como originales formas de seducción publicitaria que moldean los cuerpos y las subjetividades de los sujetos. A pesar de que la publicidad busca estimular los deseos de consumo no puede lograr este objetivo, sino a partir de generaciones narrativas inspiradas en las tendencias e ideas contemporáneas que reposan en el imaginario

mArcA perú en unA BolsA de pApAs FritAs: vivA lA pApA! No todos los alimentos son símbolos patrios, pero eso no significa que no tengan el potencial de serlo. Al pensar en nuestro panteón de divinidades gastronómicas rememoramos platillos como el arroz con pato, el chancho al palo, el cebiche, el chaufa, el cuy chactado y el suspiro a la limeña. Estos son alimentos con los cuales nos identificamos, añoramos cuando estamos fuera del país y con los que establecemos vínculos emocionales. Sin embargo, ¿algo tan burdo como una bolsa de papas fritas podría acaso situarse junto a ellos? Productos como los chicitos, los doritos o las papas lays son indiscutiblemente definidos por la sociedad como “comida chatarra”, ¿cómo estos pueden dejar de ser basura para ser catalogados como “gourmet”? Justamente, la transformación de estos productos encarna las pretensiones de Marca Perú: presentar y definir a un “otro” esencializado, inofensivo y celebratorio que es consumido y aceptado como tal cotidianamente sin mayor problematización. A través de mecanismos tan sutiles como aquellos inscritos en una bolsa de papas fritas es que “la verdad” es producida y reproducida de forma cotidiana a vista y participación de todos. Fue a mediados del año pasado que vi por primera vez una bolsa de Viva la Papa!. Estaba

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la verdad. De esta forma, la etnicidad no debe ser considerada únicamente como una cuestión cultural, sino también de verdad y falsedad. Al mismo tiempo, esta es también un asunto de Estado, un asunto por el cual las subjetividades del cuerpo social están instadas a la vigilancia (Foucault 2002: 20, 57,112). Por medio de este mecanismo es que pueden configurarse distintos “cuerpos de clase” dotados de características particulares configuradas por criterios étnicos. Estos criterios son los que hacen posible la conciencia de clase y la distinción de los múltiples grupos a través del reconocimiento perpetuo de sus diferencias atravesadas por asimetrías de poder. Asimismo, la conformación de estos “cuerpos de clase étnica” resultan ser un elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo que logra la inserción controlada de los cuerpos y subjetividades a un sistema de producción caracterizado por la mercantilización étnica (Foucault 2002: 112, 119-121, 132). De esta manera, la diferenciación étnica que fundamenta el Estado-nación también cimienta las bases de la producción y consumo. El Estado y el mercado no están constitutivamente separados, su existencia y funcionamiento dependen de la simbiosis que conforman para sobrevivir. En este sentido, todo sujeto nacional se configura como ciudadano consumidor-consumido. Una de las muchas combinaciones que surge de la simbiosis del Estado y el mercado es Marca Perú y el derecho inalienable de todos los peruanos a comer rico. Criticar la comida implica expresar una ofensa hacia las bases que simultáneamente nos unen y diferencian como peruanos. Tal como en el siglo XX, los antropólogos actuaban como agentes de aculturación de acuerdo al supuesto homogeneizador, en el siglo XXI los publicistas y cocineros son las voces autorizadas que celebran la alteridad controlada de los múltiples otros que se vuelven parcialmente visibles en los alimentos que ingerimos. El consumo establece las bases de distinción que definen los “cuerpos de clase étnica”, y por ende, a los consumidores y los consumidos. Este es una parte integral del sistema social que comunica y visibiliza categorías culturales y que opera como medio de construcción intersubjetiva

nación, entonces, más que denotar un sentido de cultura única implica un profundo compañerismo horizontal derivado de un sentimiento común de amor a la patria que configura el nacionalismo (Anderson 1993: 20-25). La antropología surge en Latinoamérica durante el siglo XX con una misión: forjar patria para la construcción del naciente Estado. Para ello debía resolver a la interrogante de qué hacer con el indio o qué se podría lograr a pesar de él. Definitivamente el pensamiento evolucionista basado en la incapacidad y retardo biológico del indio quedaba descartado debido el fatalismo inscrito en el destino nacional (un país incapaz de “progresar”). En contraposición, resultaba más conveniente configurar a los indígenas como seres atrapados en el tiempo de la melancolía prehispánica capaces de ser redimidos a través de su aculturación. Los antropólogos serían los encargados de idear y ejecutar mecanismos directos de intervención para este propósito. La educación y la imposición del castellano fueron parte de las formas predilectas para lograr este cometido (Castro Pozo 1924; Gamio 1972; Holmberg 1966). Sin embargo, si en vez de pensar la formación del Estado desde la imposición de una única cultura, la censura de identidades locales y la constitución de una comunidad basada en el compañerismo y las relaciones horizontales, nos planteamos la posibilidad de que este tenga como condición de su mantenimiento la existencia de múltiples grupos diferenciados e interconectados por asimetrías de poder. Tal como Foucault explicaba que el sexo en vez de haber sido censurado de la vida social, como lo anunciaban las teorías represivas, había proliferado en la práctica dentro de una diversidad de discursos. Las particularidades étnicas de los distintos grupos han estado expuestas a una constante incitación discursiva, mercantil e institucional. Lo que se ha producido, entonces, es una obstinación de las instancias del poder por oír hablar acerca de la etnicidad y de sus detalles más íntimos, por configurar una nación que depende de la perpetua diferenciación. Esto se expresa en la generación de registros de saber tales como la antropología, el turismo y la gastronomía que se dedican a la producción, sin perjuicio de enmascararla, de

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(Bauman 2007; Douglas & Isherwood 1990). Es a partir del consumo que se establece un lenguaje en el que se incita constantemente a hablar de la etnicidad de un “otro” contenida y definida en aquello que resulta exótico, atrayente e inofensivo. Asimismo, la obsesión de hablar acerca de ella se efectúa por su propia autoseducción, las personas lo desean genuinamente y lo disfrutan. El amaestramiento social se produce de forma flexible y autogestionada por los propios sujetos partícipes, el disciplinamiento resulta costoso y desactualizado para el control de la población (Lipovetski 2002: 55). De esta forma, resulta pertinente preguntarnos, ¿qué es lo que estamos comiendo? o mejor dicho ¿a quién nos estamos comiendo?

haciendo algunas compras en el supermercado y cuando pasé por el pasadizo de los snacks miré de reojo unas papas que llamaron rápidamente mi atención. La bolsa era bastante colorida, tenía un diseño de telar tipo “andino” y en el centro había una fotografía en tonalidades grises excepto por algunas partes que estaban coloreadas. Ese mismo mes me fue asignado en la universidad un trabajo acerca de comida chatarra para el curso de Antropología del consumo, no le pensé dos veces y decidí profundizar acerca de esa bolsa de papas con la que me había encontrado. La información que presentaré a continuación consta de los registros de la página web que revisé durante ese trabajo y del diseño que entonces tenían las bolsas. Al poco tiempo después que entregué mi ensayo, Viva la Papa! cerró su página web y cambió ligeramente el diseño de sus empaques. Viva la Papa! es una empresa creada en el 2009 por Alec Cousins y Robert Arpino, ambos de nacionalidad inglesa, con la premisa de producir un snack gourmet en base a papas peruanas fritas o “chips”. En un comienzo, este producto estaba destinado a la exportación y se vendía en países como Inglaterra, Estados Unidos, Chile y Japón. Sin embargo, a partir del “boom de la gastronomía peruana” se decidió también comercializarlo dentro del país aprovechando el discurso nacional promovido por Marca Perú que convocaba a una simbiosis entre los intereses del Estado y el mercado para configurar a un nuevo consumidor/ciudadano. Como lo expresa la “Head Chip” de Perú en una entrevista en el canal Willax “el consumidor ha cambiado un poco su estilo y hay una nueva tendencia a consumir productos de alta calidad y premium en el Perú” (2013). La promoción de una identidad nacional basada en la gastronomía ha abierto nuevas posibilidades de consumo así como originales formas de seducción publicitaria que moldean los cuerpos y las subjetividades de los sujetos. A pesar de que la publicidad busca estimular los deseos de consumo no puede lograr este objetivo, sino a partir de generaciones narrativas inspiradas en las tendencias e ideas contemporáneas que reposan en el imaginario

mArcA perú en unA BolsA de pApAs FritAs: vivA lA pApA! No todos los alimentos son símbolos patrios, pero eso no significa que no tengan el potencial de serlo. Al pensar en nuestro panteón de divinidades gastronómicas rememoramos platillos como el arroz con pato, el chancho al palo, el cebiche, el chaufa, el cuy chactado y el suspiro a la limeña. Estos son alimentos con los cuales nos identificamos, añoramos cuando estamos fuera del país y con los que establecemos vínculos emocionales. Sin embargo, ¿algo tan burdo como una bolsa de papas fritas podría acaso situarse junto a ellos? Productos como los chicitos, los doritos o las papas lays son indiscutiblemente definidos por la sociedad como “comida chatarra”, ¿cómo estos pueden dejar de ser basura para ser catalogados como “gourmet”? Justamente, la transformación de estos productos encarna las pretensiones de Marca Perú: presentar y definir a un “otro” esencializado, inofensivo y celebratorio que es consumido y aceptado como tal cotidianamente sin mayor problematización. A través de mecanismos tan sutiles como aquellos inscritos en una bolsa de papas fritas es que “la verdad” es producida y reproducida de forma cotidiana a vista y participación de todos. Fue a mediados del año pasado que vi por primera vez una bolsa de Viva la Papa!. Estaba

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social. El hecho de que la publicidad haya logrado invadir nuestra cotidianidad y la cultura comercial sea omnipresente, no significa que sea omnipotente y creadora. Los individuos no se encuentran perversamente sobre determinados por una estructura y fuerzas eternamente reproducidas, sino que también son agentes de cambio social capaces de reconocer las predisposiciones estructurales y subvertir el orden (lo que no elimina las limitaciones y dificultades de esto). Los comportamientos del hiperconsumidor dejan mal parados a los supuestos poderes plenos de la mercadotecnia y publicidad, los consumidores jamás han sido tan desconfiados, inestables e infieles a las marcas (Lipovetski 2011:174-175). Viva la Papa! logra crear un producto que abandona su denominación tradicional de basura correspondiente a su calidad de “snack” para obtener un aura que lo convierte en “gourmet”. Esto es conseguido a partir de la articulación de discursos que recogen los imaginarios contemporáneos que denominan la jerarquización de la comida para reinterpretarlos y apropiarse de ellos. De esta forma, se toman los ideales de la ecología (los productos naturales como superiores) y el exotismo étnico (danzas, cocina, ropa y artesanías) que son acompañadas por la responsabilidad social bajo una tonalidad paternalista. Esta articulación discursiva se materializa en la selección de ingredientes, la elección de abastecedores, el proceso productivo, la estética del empaque final y la legitimidad institucional del producto (Marca Perú). Sin embargo, el sentido inicial de estos discursos preconstituidos queda oculto en un nuevo lenguaje generado que se enriquece de su valor social atribuido y articula sus símbolos para apropiarse de ellos y constituir sus principios de seducción (Barthes 1981). El lenguaje y sus respectivos símbolos, entonces, son reconfigurados para un nuevo contexto y otras finalidades. Debido a su carácter interconectado y mutuamente condicionado, la publicidad no puede ser entendida si la separamos de los procesos de producción, distribución, intercambio y consumo.

lA Ficción del Fetichismo de lA gAstronomíA y el consumo cAníBAl del “productor/indígenA” El proceso productivo de Viva la Papa! comienza con el abastecimiento de los insumos obtenidos a partir de una relación directa con distintas asociaciones de productores de papas nativas a nivel nacional que de acuerdo a la empresa siguen estrictos patrones de calidad. La relación con los agricultores o “farmers” es descrita de la siguiente forma: “We love our farmers. These guys grow the best potatoes in the world. Many are direct descendants of families who first grew potatoes thousands of years ago so they really know what they are doing! They share our passion for the incredible, versatile tuber and for the gentle rhythm of nature” (Viva la Papa!: 2013). La variedad de papa utilizada es la denominada “Papa Capiro”. Según la empresa la particularidad de esta reside en que; por un lado, puede ser obtenida en distintas regiones durante todo el año de acuerdo a las temporadas de cosecha (lo que asegura un producto fresco); y por otra parte, al crecer por encima de los 2500 metros sobre el nivel del mar retiene menos aceite y concentra un delicado sabor a tierra (como si estuviera recién cosechada). Una vez cosechadas, las papas son transportadas en lomos de burro o en un tractor a un almacén en donde son embolsadas y enviadas a las cocinas de Lima. Al llegar ahí son calentadas en una gran cacerola con aceite de girasol puro al 100%. Cuando ya están calientes, estas son cortadas en rodajas (con la cáscara incluida y con un grosor mayor al de la competencia) directamente en la cacerola. Luego, al obtener el grado de crocantés adecuado son retiradas y se les agrega sal u otros condimentos naturales de acuerdo a los distintos sabores. Estos consisten en sal de maras, ajíes y limón y anticucho bbq. Por último, las papas son puestas en sus empaques. Todo este proceso es observado atentamente, ya que “las papas pueden engañarnos; parece como si tuvieran vida propia” (Viva la Papa! 2013). Al finalizar la producción, las bolsas de papas fritas son enviadas a sus centros de venta. Estos pueden ser masivos supermercados

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en el énfasis del cáracter “natural” y “fresco” de los insumos que le otorgan un aura “saludable” a lo que de otra manera sería considerado como “comida chatarra”. Las papas utizadas no provienen de espacios invisibilizados ni comparten propiedades genéricas, sino que crecen solo por encima de los 2500 metros sobre el nivel del mar, son extraidas durante todo el año para asegurar su frescura, retienen menos aceite y tienen un delicado sabor a tierra como si estuvieran recien cosechadas. Luego estas son transportadas en lomo de burro, después fritas con el más puro aceite de girasol y son constatemente vigiladas porque en realidad “están vivas”, ¡cómo no van a estarlo si son la naturaleza misma materializada! Por supuesto esto cede el paso al exotismo étnico, pues quién más podría realizar la labor del cuidado, sino “los descendientes de aquellas familias que ya sembraban y cosechaban esos mismos tubérculos hace miles de años”. ¿Quiénes estarían más capacitados que estos seres milenarios conectados con el trabajo agrícola y el ritmo de la naturaleza? De igual forma, la tonalidad paternalista se hace evidente tanto en la frase “we love our farmers” así como en la ONG seleccionada que trabaja problemas relacionados con infancia y educación. Pareciera que lo que en realidad quisiera expresar el término “farmer” es “indígena”. Esta constitución narrativa sintetiza en seres identificables los discursos planteados y al mismo tiempo los refuerza de forma interdependiente dentro de una relación dialéctica. La naturaleza, la etnicidad exótica y el paternalismo pierden sus contornos y confluyen indiferenciadamente en un ser que las reproduce. El “indígena” es planteado y reconocido como aquella persona con una fuerte identidad étnica exótica, cercano a la naturaleza y necesitado de tutelaje para insertarse a la modernidad. Inversamente, el carácter natural, exótico y asitencialista del producto es reconocido por la presencia del cuerpo que los encarna y representa. De esta manera, se repite la narrativa de seres apolíticos, autocontenidos y atemporales. Sin embargo, ya no están aislados, pues viven felices produciendo papas para todo el mundo tal como lo dicta su mileneria tradición. La publicidad, a partir de los imaginarios

como Wong y Plaza Vea, supermercados más exclusivos como Vivanda o privilegiadas boutiques gourmet como Delifrance. Una vez vendidas, una parte del porcentaje de las ganancias va hacia ONG como Amantani que trabaja en promoción de la educación infantil en “los andes”. Otra parte de las ganancias es destinada a la compra de bonos de carbono de Planetair para contrarrestar las emisiones generadas durante la distribución de los productos. Adicionalmente, estos bonos favorecen directamente a proyectos para mejorar la calidad de vida de los pobladores cusqueños. Si bien todo este proceso productivo y el destino final de parte de las ganancias pareciera sobreidealizado y requiera de una mayor investigación para ser estudiado y comprobado, lo que resulta sorprendente es que no se promueve una completa invisibilización de la producción como tal vez lo haría Apple tras los escándalos de numerosos suicidios y denuncias de trabajo infantil en las fábricas de sus subcontratistas. Por el contrario, la exhibición del proceso de producción a través de su página web representa una forma de publicidad bajo la cual se apropian y reproducen los discursos ecológicos y de exotismo étnico que intentan seducir al consumidor. De una manera planteada muy conveniente para la empresa se presenta la mercancia como trabajo social objetivado, lo que se está vendiendo es el productor “indígena”. El valor de las papas se constituye de forma dependiente al trabajo y a la materialidad de los elementos físicos (Marx 1975). Así, estos pasan a conformar el carácter subjetivo de la imagen que transforma a la mercancía en objeto de deseo y le concede parte de su valor. El carácter fetichista de la mercancía queda anulado por el reconocimiento del productor y no su invisibilización. Lo que paso a denominar fetichismo de la gastronomía justamente consiste en develar el carácter misterioso de la mercancía por medio de una ficción que es construida, aceptada y celebrada como real. Por medio de esta ficción, el sujeto/productor mostrado es esencializado y objetivado al gusto del paladar del consumidor. Dicha ficción se sostiene a partir de la articulación de la ecología, el exostismo étnico y el paternalismo. El discurso ecológico se dilucida rápidamente

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social. El hecho de que la publicidad haya logrado invadir nuestra cotidianidad y la cultura comercial sea omnipresente, no significa que sea omnipotente y creadora. Los individuos no se encuentran perversamente sobre determinados por una estructura y fuerzas eternamente reproducidas, sino que también son agentes de cambio social capaces de reconocer las predisposiciones estructurales y subvertir el orden (lo que no elimina las limitaciones y dificultades de esto). Los comportamientos del hiperconsumidor dejan mal parados a los supuestos poderes plenos de la mercadotecnia y publicidad, los consumidores jamás han sido tan desconfiados, inestables e infieles a las marcas (Lipovetski 2011:174-175). Viva la Papa! logra crear un producto que abandona su denominación tradicional de basura correspondiente a su calidad de “snack” para obtener un aura que lo convierte en “gourmet”. Esto es conseguido a partir de la articulación de discursos que recogen los imaginarios contemporáneos que denominan la jerarquización de la comida para reinterpretarlos y apropiarse de ellos. De esta forma, se toman los ideales de la ecología (los productos naturales como superiores) y el exotismo étnico (danzas, cocina, ropa y artesanías) que son acompañadas por la responsabilidad social bajo una tonalidad paternalista. Esta articulación discursiva se materializa en la selección de ingredientes, la elección de abastecedores, el proceso productivo, la estética del empaque final y la legitimidad institucional del producto (Marca Perú). Sin embargo, el sentido inicial de estos discursos preconstituidos queda oculto en un nuevo lenguaje generado que se enriquece de su valor social atribuido y articula sus símbolos para apropiarse de ellos y constituir sus principios de seducción (Barthes 1981). El lenguaje y sus respectivos símbolos, entonces, son reconfigurados para un nuevo contexto y otras finalidades. Debido a su carácter interconectado y mutuamente condicionado, la publicidad no puede ser entendida si la separamos de los procesos de producción, distribución, intercambio y consumo.

lA Ficción del Fetichismo de lA gAstronomíA y el consumo cAníBAl del “productor/indígenA” El proceso productivo de Viva la Papa! comienza con el abastecimiento de los insumos obtenidos a partir de una relación directa con distintas asociaciones de productores de papas nativas a nivel nacional que de acuerdo a la empresa siguen estrictos patrones de calidad. La relación con los agricultores o “farmers” es descrita de la siguiente forma: “We love our farmers. These guys grow the best potatoes in the world. Many are direct descendants of families who first grew potatoes thousands of years ago so they really know what they are doing! They share our passion for the incredible, versatile tuber and for the gentle rhythm of nature” (Viva la Papa!: 2013). La variedad de papa utilizada es la denominada “Papa Capiro”. Según la empresa la particularidad de esta reside en que; por un lado, puede ser obtenida en distintas regiones durante todo el año de acuerdo a las temporadas de cosecha (lo que asegura un producto fresco); y por otra parte, al crecer por encima de los 2500 metros sobre el nivel del mar retiene menos aceite y concentra un delicado sabor a tierra (como si estuviera recién cosechada). Una vez cosechadas, las papas son transportadas en lomos de burro o en un tractor a un almacén en donde son embolsadas y enviadas a las cocinas de Lima. Al llegar ahí son calentadas en una gran cacerola con aceite de girasol puro al 100%. Cuando ya están calientes, estas son cortadas en rodajas (con la cáscara incluida y con un grosor mayor al de la competencia) directamente en la cacerola. Luego, al obtener el grado de crocantés adecuado son retiradas y se les agrega sal u otros condimentos naturales de acuerdo a los distintos sabores. Estos consisten en sal de maras, ajíes y limón y anticucho bbq. Por último, las papas son puestas en sus empaques. Todo este proceso es observado atentamente, ya que “las papas pueden engañarnos; parece como si tuvieran vida propia” (Viva la Papa! 2013). Al finalizar la producción, las bolsas de papas fritas son enviadas a sus centros de venta. Estos pueden ser masivos supermercados

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en el énfasis del cáracter “natural” y “fresco” de los insumos que le otorgan un aura “saludable” a lo que de otra manera sería considerado como “comida chatarra”. Las papas utizadas no provienen de espacios invisibilizados ni comparten propiedades genéricas, sino que crecen solo por encima de los 2500 metros sobre el nivel del mar, son extraidas durante todo el año para asegurar su frescura, retienen menos aceite y tienen un delicado sabor a tierra como si estuvieran recien cosechadas. Luego estas son transportadas en lomo de burro, después fritas con el más puro aceite de girasol y son constatemente vigiladas porque en realidad “están vivas”, ¡cómo no van a estarlo si son la naturaleza misma materializada! Por supuesto esto cede el paso al exotismo étnico, pues quién más podría realizar la labor del cuidado, sino “los descendientes de aquellas familias que ya sembraban y cosechaban esos mismos tubérculos hace miles de años”. ¿Quiénes estarían más capacitados que estos seres milenarios conectados con el trabajo agrícola y el ritmo de la naturaleza? De igual forma, la tonalidad paternalista se hace evidente tanto en la frase “we love our farmers” así como en la ONG seleccionada que trabaja problemas relacionados con infancia y educación. Pareciera que lo que en realidad quisiera expresar el término “farmer” es “indígena”. Esta constitución narrativa sintetiza en seres identificables los discursos planteados y al mismo tiempo los refuerza de forma interdependiente dentro de una relación dialéctica. La naturaleza, la etnicidad exótica y el paternalismo pierden sus contornos y confluyen indiferenciadamente en un ser que las reproduce. El “indígena” es planteado y reconocido como aquella persona con una fuerte identidad étnica exótica, cercano a la naturaleza y necesitado de tutelaje para insertarse a la modernidad. Inversamente, el carácter natural, exótico y asitencialista del producto es reconocido por la presencia del cuerpo que los encarna y representa. De esta manera, se repite la narrativa de seres apolíticos, autocontenidos y atemporales. Sin embargo, ya no están aislados, pues viven felices produciendo papas para todo el mundo tal como lo dicta su mileneria tradición. La publicidad, a partir de los imaginarios

como Wong y Plaza Vea, supermercados más exclusivos como Vivanda o privilegiadas boutiques gourmet como Delifrance. Una vez vendidas, una parte del porcentaje de las ganancias va hacia ONG como Amantani que trabaja en promoción de la educación infantil en “los andes”. Otra parte de las ganancias es destinada a la compra de bonos de carbono de Planetair para contrarrestar las emisiones generadas durante la distribución de los productos. Adicionalmente, estos bonos favorecen directamente a proyectos para mejorar la calidad de vida de los pobladores cusqueños. Si bien todo este proceso productivo y el destino final de parte de las ganancias pareciera sobreidealizado y requiera de una mayor investigación para ser estudiado y comprobado, lo que resulta sorprendente es que no se promueve una completa invisibilización de la producción como tal vez lo haría Apple tras los escándalos de numerosos suicidios y denuncias de trabajo infantil en las fábricas de sus subcontratistas. Por el contrario, la exhibición del proceso de producción a través de su página web representa una forma de publicidad bajo la cual se apropian y reproducen los discursos ecológicos y de exotismo étnico que intentan seducir al consumidor. De una manera planteada muy conveniente para la empresa se presenta la mercancia como trabajo social objetivado, lo que se está vendiendo es el productor “indígena”. El valor de las papas se constituye de forma dependiente al trabajo y a la materialidad de los elementos físicos (Marx 1975). Así, estos pasan a conformar el carácter subjetivo de la imagen que transforma a la mercancía en objeto de deseo y le concede parte de su valor. El carácter fetichista de la mercancía queda anulado por el reconocimiento del productor y no su invisibilización. Lo que paso a denominar fetichismo de la gastronomía justamente consiste en develar el carácter misterioso de la mercancía por medio de una ficción que es construida, aceptada y celebrada como real. Por medio de esta ficción, el sujeto/productor mostrado es esencializado y objetivado al gusto del paladar del consumidor. Dicha ficción se sostiene a partir de la articulación de la ecología, el exostismo étnico y el paternalismo. El discurso ecológico se dilucida rápidamente

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establece al consumo como una práctica canibal a través de la cual nos comemos a un otro indígena adaptado a nuestro paladar. Al examinar el diseño de los empaques de Viva la Papa! se explicitan la visibilización ficticia y la articulación discursiva que conjuntamente generan al “indígena”. Recuerdo que lo primero que me llamó la atención del empaque fue el fondo. Este coincide con una estética que hace alusión a textiles andinos.

sociales que la producen, realiza un doble proceso a partir del cual se engendra el fetichismo gastronómico. Primero crea una ficción que dilucida el carácter misterioso de la mercancía al “visibilizar” al productor/indígena detrás del proceso. Luego a partir de su falso reconocimiento se apropia de su materialidad para esencializarla con la finalidad de concederle su carácter aurificado que seduce a los consumidores. Esto

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hay una gran sonrisa blanca. Todos lo sujetos aparecen riéndose y es que la esencialización indígena que se plantea es motivo de celebración (incluso de los propios actores consumidos). En ella, se articulan los intereses del Estadomercado para invisibilizar la marginación social de los grupos subalternos y los problemas a nivel social, político y económico que atentan contra su sobrevivencia y reproducción. No es ninguna casualidad que las imágenes elegidas no consistan en marchas políticas, en las condiciones de trabajo de las grandes agroexportadoras o en escenas de conflictos socio ambientales. La construcción de un otro esencializado y desempoderado a partir del consumo permite la configuración de un “ciudadano/consumidor” con una identidad nacional adscrita al mercado (por medio del canibalismo) y al mismo tiempo conlleva la deslegitimación de todo movimimento social potencialmente “peligroso”. Incitar a la constante diferencia entre los sujetos en vez de equiparar a todos en el mismo nivel de humanidad resulta una característica constitutiva del Estado-mercado. Por último, en el reverso del empaque aparecen las insignias de las instituciones que legitiman la autoridad de la bolsa de papas. Entre ellas, está el símbolo de Marca Perú que le otorga su cualidad de producto embajador y sustenta la veracidad de sus enunciados. También están presentes la insignia y el nombre de Amantani, lo que exhibe el paternalismo y la “”responsabilidad social” que aurifican la imagen del producto. Por último, está la descripción del contenido y los múltiples sellos de certificación del producto como kosher, apto para vegetarianos, libre de GMS, libre de gluten y libre de grasa trans que avalan su carácter natural y saludable.

No obstante, una vez que me acerqué y vi el paquete de cerca me di cuenta que la fotografía era lo cental. En las fotos se ilustran a pobladores andinos y afro descendientes correcatemente uniformados , es decir, vestidos con los atuendos adecuados para producir el efecto simbólico deseado relacionado a la reproducción discursiva (Bourdieu 1988). Por un lado, están las vestimentas que resaltan el exotismo étnico; y por otro, las tareas u oficios que le son pertinentes (como hacer anticuchos). Luego, está el detalle del color que resalta que es lo más importante de la imagen: la ropa y los alimentos. Incluso, en el caso de las papas “Mixed Chillies & Lime”, los sombreros son coloreados de rojo y verde para explicitar su asociación con los ajíes y el limón. En la foto de “Sal de Maras”, los tonos rosa de los chuyos podrían indicar alguna asociación con la sal rosada. En cualquier caso, el color hace énfasis en aquellos elementos a los que debemos prestar mayor atención y que representan la esencia de lo consumido, mientras que lo que permanece en el fondo gris son las imágenes secundarias. Los rostros quedan relegados por aquello que debe volverse visible y seducir a los consumidores. La ficción se construye a través de la exhibición y el ocultamiento simultáneo del otro que es desprendido de su humanidad para convertirse en mercancia. Las personas pierden la centralidad, ellos son quienes adornan y son poseídos por las imágenes coloreadas y no al revés, como si se tratara de maniquíes. Ellos están a la vista de todos, pero no pueden ser vistos como distintos y separados a su vestimenta y comida. El fundamento racista de la ficción establece un grado de humanidad que define su valor a partir de los objetos portados. De esta manera, se reproduce la práctica canibal planteada a partir de la cual esencializamos al otro, lo volvemos inofensivo y lo adaptamos a nuestro gusto en un cuerpo de clase étnica específico. El canibalismo se inscribe como parte de los mecanismos sutiles que sustentan la dominación a partir de la diferenciación constante y cotidiana de los “ciudadanos” entre consumidores y consumidos. Hay un detalle más sutil que todas las fotografías comparten y es que en medio de los rostros grises

lA conFigurAción de cuerpos y suBjetividAdes étnicAs: el despliegue de etnopoder A través de la creación de una ficción que exhibe y oculta la base social de la producción, se somete a los cuerpos a una modificación que responde a

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establece al consumo como una práctica canibal a través de la cual nos comemos a un otro indígena adaptado a nuestro paladar. Al examinar el diseño de los empaques de Viva la Papa! se explicitan la visibilización ficticia y la articulación discursiva que conjuntamente generan al “indígena”. Recuerdo que lo primero que me llamó la atención del empaque fue el fondo. Este coincide con una estética que hace alusión a textiles andinos.

sociales que la producen, realiza un doble proceso a partir del cual se engendra el fetichismo gastronómico. Primero crea una ficción que dilucida el carácter misterioso de la mercancía al “visibilizar” al productor/indígena detrás del proceso. Luego a partir de su falso reconocimiento se apropia de su materialidad para esencializarla con la finalidad de concederle su carácter aurificado que seduce a los consumidores. Esto

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hay una gran sonrisa blanca. Todos lo sujetos aparecen riéndose y es que la esencialización indígena que se plantea es motivo de celebración (incluso de los propios actores consumidos). En ella, se articulan los intereses del Estadomercado para invisibilizar la marginación social de los grupos subalternos y los problemas a nivel social, político y económico que atentan contra su sobrevivencia y reproducción. No es ninguna casualidad que las imágenes elegidas no consistan en marchas políticas, en las condiciones de trabajo de las grandes agroexportadoras o en escenas de conflictos socio ambientales. La construcción de un otro esencializado y desempoderado a partir del consumo permite la configuración de un “ciudadano/consumidor” con una identidad nacional adscrita al mercado (por medio del canibalismo) y al mismo tiempo conlleva la deslegitimación de todo movimimento social potencialmente “peligroso”. Incitar a la constante diferencia entre los sujetos en vez de equiparar a todos en el mismo nivel de humanidad resulta una característica constitutiva del Estado-mercado. Por último, en el reverso del empaque aparecen las insignias de las instituciones que legitiman la autoridad de la bolsa de papas. Entre ellas, está el símbolo de Marca Perú que le otorga su cualidad de producto embajador y sustenta la veracidad de sus enunciados. También están presentes la insignia y el nombre de Amantani, lo que exhibe el paternalismo y la “”responsabilidad social” que aurifican la imagen del producto. Por último, está la descripción del contenido y los múltiples sellos de certificación del producto como kosher, apto para vegetarianos, libre de GMS, libre de gluten y libre de grasa trans que avalan su carácter natural y saludable.

No obstante, una vez que me acerqué y vi el paquete de cerca me di cuenta que la fotografía era lo cental. En las fotos se ilustran a pobladores andinos y afro descendientes correcatemente uniformados , es decir, vestidos con los atuendos adecuados para producir el efecto simbólico deseado relacionado a la reproducción discursiva (Bourdieu 1988). Por un lado, están las vestimentas que resaltan el exotismo étnico; y por otro, las tareas u oficios que le son pertinentes (como hacer anticuchos). Luego, está el detalle del color que resalta que es lo más importante de la imagen: la ropa y los alimentos. Incluso, en el caso de las papas “Mixed Chillies & Lime”, los sombreros son coloreados de rojo y verde para explicitar su asociación con los ajíes y el limón. En la foto de “Sal de Maras”, los tonos rosa de los chuyos podrían indicar alguna asociación con la sal rosada. En cualquier caso, el color hace énfasis en aquellos elementos a los que debemos prestar mayor atención y que representan la esencia de lo consumido, mientras que lo que permanece en el fondo gris son las imágenes secundarias. Los rostros quedan relegados por aquello que debe volverse visible y seducir a los consumidores. La ficción se construye a través de la exhibición y el ocultamiento simultáneo del otro que es desprendido de su humanidad para convertirse en mercancia. Las personas pierden la centralidad, ellos son quienes adornan y son poseídos por las imágenes coloreadas y no al revés, como si se tratara de maniquíes. Ellos están a la vista de todos, pero no pueden ser vistos como distintos y separados a su vestimenta y comida. El fundamento racista de la ficción establece un grado de humanidad que define su valor a partir de los objetos portados. De esta manera, se reproduce la práctica canibal planteada a partir de la cual esencializamos al otro, lo volvemos inofensivo y lo adaptamos a nuestro gusto en un cuerpo de clase étnica específico. El canibalismo se inscribe como parte de los mecanismos sutiles que sustentan la dominación a partir de la diferenciación constante y cotidiana de los “ciudadanos” entre consumidores y consumidos. Hay un detalle más sutil que todas las fotografías comparten y es que en medio de los rostros grises

lA conFigurAción de cuerpos y suBjetividAdes étnicAs: el despliegue de etnopoder A través de la creación de una ficción que exhibe y oculta la base social de la producción, se somete a los cuerpos a una modificación que responde a

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hacen posible la conciencia de clase, la distinción entre grupos y los parámetros que definen su relación. Como lo afirma Foucault, el poder nos es un atributo o se encuentra dentro de una estructura, sino que este se expresa de forma relacional en la acción (2002: 89). Es a partir de la puesta en escena de un proceso productivo ficticio que se configura un “otro” indígena cercano a la naturaleza, exótico, necesitado de tutelaje y que no tiene otra finalidad que la de ser consumido. La ironía del dispositivo de etnicidad coincide con el de la sexualidad y es que nos hace creer que en él finalmente reside la “liberación” (Foucault 2002: 152). Marca Perú describe un país en el que prima una diversidad armoniosa unificada en una sola nación, lo que resulta motivo de celebración. Los “otros” no son negados, eliminados o invisibilizados, sino que son constantemente expuestos y valorados a partir de su especificidad. El racismo y la discriminación se convierten en problemas inexistentes y superados. De igual manera, el desarrollo económico del país encuentra una nueva fuente de ingresos a partir de su capital “étnico-humano”. Como lo expresa el popular logo institucional “El Perú Avanza”, progresa, se unifica como nación. Sin embargo, como se ha repetido a lo largo de este trabajo, lo que he pasado a denominar como el fetichismo de la gastronomía devela lo que debería ser invisible a través de una nueva ficción exhibida y aceptada como realidad, es decir la creación de un simulacro (Baudrillard 2004). Lejos de permitir la “liberación”, el dispositivo de etnicidad deshumaniza y exhibe como mercancía a los “otros” consumidos. Este establece un lenguaje común que posibilita y circunscribe la comunicación de los actores en términos caníbales y la aceptación de la objetivación de los consumidos que solo pueden argumentar legítimamente y ser escuchados desde su posición de mercancía consumida.

la alteridad y exotismo al que la identidad étnica debe materializar para ser reconocida. Los rostros ocultos por vestimentas y alimentos autentifican el discurso de verdad que rerproduce en la práctica a los seres consumidos y que los convierten en un grupo identificable de clase étnica. El reconocimiento de esta necesidad parte de la configuración exótica que debe tener el cuerpo del “otro” para que resulte seductivo y atrayente dentro del aparato capitalista de mercatilización étnica que crea la distinción entre los ciudadanos consumidores. Es a partir de las posibilidades económicas implicadas en la etnicidad que la incitación discursiva institucional sobre esta se vuelve seductora para el Estado-mercado (que anhela a su sobrevivencia y expansión) y para los consumidores quienes encuentran las bases legímitas de su distinción en el canibalismo. De esta manera, las individualidades son moldeadas y sometidas dentro de un esquema étnico que produce y reproduce subjetividades y corporalidades exóticas y específicas que se relacionan con su inserción en el aparato de producción. La etnicidad se convierte, entonces, en algo que debe ser protegido, cuidado y preservado para la estabilidad del estatus de las relaciones de poder imperantes (Foucault 2002:59,119) en vez de ser considerada como una expresión de atraso o impedimento para la generación de una identidad nacional unitaria. El etnopoder a diferencia del biopoder ya no tendría como objetivo directo los cuerpos de la población (Foucault 2002: 132), sino su etnicidad. El propósito de la organización de la vida no se efectua a través del control directo de los cuerpos, sino de la etnicidad que define la configuración de los sujetos consumidos. Es por medio de la creación de esta como verdad que los cuerpos adquieren su forma y son moldeados para representarla y actuarla cotidianamente. El saber étnico se convierte en realidad al estar constantemente siendo hecho; y por lo tanto, comprobado en la cotidianidad. Las prácticas canibales representan el momento de interacción entre los consumidores y los consumidos en que se expresan las asimetrías de poder y la configuración de disintos “cuerpos de clase” que dadas sus características étnicas

BiBliogrAFíA: ěŲ ANDERSON, Benedict. 1993 Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo.

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Junio de 2013 <http:/www.vivalapapa.net> ěŲ WILLAX TELEVISIÓN 2013 Entrevista a Marlene Saravián [videograbación].Lima. Consulta 19 de Junio de 2013 < https://www.youtube.com/ watch?v=Mra_GHu8FfY>

Traducción de Eduardo L. Suárez. México, D.F: Fondo de Cultura Económica. ěŲ BAUDRILLARD, Jean. 2004 “Conclusión. Hacia una definición del “consumo””. En: El sistema de los objetos. Buenos Aires: Siglo XXI ěŲ BAUMAN, Zygmund. 2007 Vida de consumo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica ěŲ BARTHES, Roland 1981 Mitologías. México, D.F.: Siglo Veintiuno. ěŲ BOURDIEU, Pierre 1988 “Espacio social y poder simbólico” En Cosas dichas. Buenos Aires, Gedisa. ěŲ CASTRO POZO, Hildebrando 1924 Nuestra comunidad indígena. Lima: El Lucero ěŲ DOUGLAS, M. & ISHERWOOD, B. 1990 El mundo de los bienes. Hacia una antropología del consumo. México: GrijalboCNCA. ěŲ FOUCAULT, Michel 2002 Historia de la sexualidad: la voluntad del saber. Buenos Aires: Siglo Veintiuno. ěŲ GAMIO, Manuel 1972 Arqueología e Indigenismo. México: Sepesentas ěŲ HOLMBERG, Allan 1966 Vicos, método y práctica de Antropología Aplicada. Lima: Editorial Estudios Andinos ěŲ LIPOVETSKY, Gilles 2011 Penia: Goces materiales, insatisfacción existencial”. En: La Felicidad paradójica. Barcelona Anagrama. 2002. “Narciso o la estrategia del vacío”. La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Barcelona: Anagrama. ěŲ MARX, Karl. 1975 El carácter fetichista de la mercancía y su secreto. El Capital libro primero, volumen I, sección I, parte 4. ěŲ VIVA LA PAPA! 2013 Viva la Papa!. Consultado el 19 de

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hacen posible la conciencia de clase, la distinción entre grupos y los parámetros que definen su relación. Como lo afirma Foucault, el poder nos es un atributo o se encuentra dentro de una estructura, sino que este se expresa de forma relacional en la acción (2002: 89). Es a partir de la puesta en escena de un proceso productivo ficticio que se configura un “otro” indígena cercano a la naturaleza, exótico, necesitado de tutelaje y que no tiene otra finalidad que la de ser consumido. La ironía del dispositivo de etnicidad coincide con el de la sexualidad y es que nos hace creer que en él finalmente reside la “liberación” (Foucault 2002: 152). Marca Perú describe un país en el que prima una diversidad armoniosa unificada en una sola nación, lo que resulta motivo de celebración. Los “otros” no son negados, eliminados o invisibilizados, sino que son constantemente expuestos y valorados a partir de su especificidad. El racismo y la discriminación se convierten en problemas inexistentes y superados. De igual manera, el desarrollo económico del país encuentra una nueva fuente de ingresos a partir de su capital “étnico-humano”. Como lo expresa el popular logo institucional “El Perú Avanza”, progresa, se unifica como nación. Sin embargo, como se ha repetido a lo largo de este trabajo, lo que he pasado a denominar como el fetichismo de la gastronomía devela lo que debería ser invisible a través de una nueva ficción exhibida y aceptada como realidad, es decir la creación de un simulacro (Baudrillard 2004). Lejos de permitir la “liberación”, el dispositivo de etnicidad deshumaniza y exhibe como mercancía a los “otros” consumidos. Este establece un lenguaje común que posibilita y circunscribe la comunicación de los actores en términos caníbales y la aceptación de la objetivación de los consumidos que solo pueden argumentar legítimamente y ser escuchados desde su posición de mercancía consumida.

la alteridad y exotismo al que la identidad étnica debe materializar para ser reconocida. Los rostros ocultos por vestimentas y alimentos autentifican el discurso de verdad que rerproduce en la práctica a los seres consumidos y que los convierten en un grupo identificable de clase étnica. El reconocimiento de esta necesidad parte de la configuración exótica que debe tener el cuerpo del “otro” para que resulte seductivo y atrayente dentro del aparato capitalista de mercatilización étnica que crea la distinción entre los ciudadanos consumidores. Es a partir de las posibilidades económicas implicadas en la etnicidad que la incitación discursiva institucional sobre esta se vuelve seductora para el Estado-mercado (que anhela a su sobrevivencia y expansión) y para los consumidores quienes encuentran las bases legímitas de su distinción en el canibalismo. De esta manera, las individualidades son moldeadas y sometidas dentro de un esquema étnico que produce y reproduce subjetividades y corporalidades exóticas y específicas que se relacionan con su inserción en el aparato de producción. La etnicidad se convierte, entonces, en algo que debe ser protegido, cuidado y preservado para la estabilidad del estatus de las relaciones de poder imperantes (Foucault 2002:59,119) en vez de ser considerada como una expresión de atraso o impedimento para la generación de una identidad nacional unitaria. El etnopoder a diferencia del biopoder ya no tendría como objetivo directo los cuerpos de la población (Foucault 2002: 132), sino su etnicidad. El propósito de la organización de la vida no se efectua a través del control directo de los cuerpos, sino de la etnicidad que define la configuración de los sujetos consumidos. Es por medio de la creación de esta como verdad que los cuerpos adquieren su forma y son moldeados para representarla y actuarla cotidianamente. El saber étnico se convierte en realidad al estar constantemente siendo hecho; y por lo tanto, comprobado en la cotidianidad. Las prácticas canibales representan el momento de interacción entre los consumidores y los consumidos en que se expresan las asimetrías de poder y la configuración de disintos “cuerpos de clase” que dadas sus características étnicas

BiBliogrAFíA: ěŲ ANDERSON, Benedict. 1993 Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo.

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Junio de 2013 <http:/www.vivalapapa.net> ěŲ WILLAX TELEVISIÓN 2013 Entrevista a Marlene Saravián [videograbación].Lima. Consulta 19 de Junio de 2013 < https://www.youtube.com/ watch?v=Mra_GHu8FfY>

Traducción de Eduardo L. Suárez. México, D.F: Fondo de Cultura Económica. ěŲ BAUDRILLARD, Jean. 2004 “Conclusión. Hacia una definición del “consumo””. En: El sistema de los objetos. Buenos Aires: Siglo XXI ěŲ BAUMAN, Zygmund. 2007 Vida de consumo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica ěŲ BARTHES, Roland 1981 Mitologías. México, D.F.: Siglo Veintiuno. ěŲ BOURDIEU, Pierre 1988 “Espacio social y poder simbólico” En Cosas dichas. Buenos Aires, Gedisa. ěŲ CASTRO POZO, Hildebrando 1924 Nuestra comunidad indígena. Lima: El Lucero ěŲ DOUGLAS, M. & ISHERWOOD, B. 1990 El mundo de los bienes. Hacia una antropología del consumo. México: GrijalboCNCA. ěŲ FOUCAULT, Michel 2002 Historia de la sexualidad: la voluntad del saber. Buenos Aires: Siglo Veintiuno. ěŲ GAMIO, Manuel 1972 Arqueología e Indigenismo. México: Sepesentas ěŲ HOLMBERG, Allan 1966 Vicos, método y práctica de Antropología Aplicada. Lima: Editorial Estudios Andinos ěŲ LIPOVETSKY, Gilles 2011 Penia: Goces materiales, insatisfacción existencial”. En: La Felicidad paradójica. Barcelona Anagrama. 2002. “Narciso o la estrategia del vacío”. La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Barcelona: Anagrama. ěŲ MARX, Karl. 1975 El carácter fetichista de la mercancía y su secreto. El Capital libro primero, volumen I, sección I, parte 4. ěŲ VIVA LA PAPA! 2013 Viva la Papa!. Consultado el 19 de

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l número de la revista plantea abordar lo que ustedes han llamado el ‘poder rural’. Me pidieron que plantee algunos puntos sobre la problemática rural actual para motivar posibles temas para este número de la revista. Voy plantear algunas ideas y problemáticas sobre el escenario actual de lo rural en el Perú, pero antes quisiera decir algo sobre la entrada que han propuesto. Lo primero es que creo que deben reflexionar sobre la noción misma que se plantean como entrada, el “poder rural”, porque este puede ser a la vez un término muy abarcador, pero también muy abstracto. Sobre ruralidad podemos discutir luego, pero ¿qué están entendiendo por poder? ¿Cómo piensan abordar el tema del ‘poder rural’? ¿Se refieren al poder en un sentido amplio –esto es, implícito y presente en todas las relaciones sociales– o se refieren al poder que se despliega en un ámbito político institucional? Sobre esto, quisiera anotar que como antropólogos, es importante no quedarnos en la comprensión más formal del poder, aquella que nos lleva a pensar en el poder centralizado en alguna institución. En segundo lugar, creo que tampoco debemos centrarnos en su dimensión coactiva; siguiendo un poco una interpretación weberiana podrían preguntarse sobre quién ejerce esa coacción, qué tipo de autoridad funciona y dónde reside su legitimidad. Desde una perspectiva más institucionalista, podrían preguntarse por el poder político y orientar esta

pregunta a cómo actúa el Estado, cómo funcionan sus instancias en las localidades rurales y cuál es el impacto –mal término para un antropólogode sus políticas. No es que estas preguntas no sean importantes, pero creo que no podemos restringirnos a esta visión del poder que se asocia básicamente a un ámbito institucional o formal, ni tampoco a aquella que lo percibe solo como una ‘cosa’ que alguien – o una institución– pueda tener o ejercer. Me resulta más sugerente pensar en otras formas de comprender el poder, como aquel que se difumina y se oculta pero que moldea las conductas a través de múltiples mecanismos, prácticas y discursos que construyen sentidos comunes y reproducen un orden y sus jerarquías. Me parece que deberían plantearse esto, en primer lugar, para luego hablar de ‘poder rural’. Y pienso que es más provechosa una comprensión del poder que nos permita abordarlo en un complejo de relaciones que se expresan no siempre de manera tan evidente; en ese sentido, hay que pensar también en el poder simbólico – en términos de Bourdieu– que lo que busca es imponer significados o ciertas visiones como las legítimas (sin aparentar ni hacer evidente esta intención), y que oculta las relaciones en las que la posibilidad de esta imposición se sustenta. O, tomando a Foucault, discutir, por ejemplo, cómo develar los rastros y flujos de un poder que se descentra y desdibuja pero que produce saberes y

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l número de la revista plantea abordar lo que ustedes han llamado el ‘poder rural’. Me pidieron que plantee algunos puntos sobre la problemática rural actual para motivar posibles temas para este número de la revista. Voy plantear algunas ideas y problemáticas sobre el escenario actual de lo rural en el Perú, pero antes quisiera decir algo sobre la entrada que han propuesto. Lo primero es que creo que deben reflexionar sobre la noción misma que se plantean como entrada, el “poder rural”, porque este puede ser a la vez un término muy abarcador, pero también muy abstracto. Sobre ruralidad podemos discutir luego, pero ¿qué están entendiendo por poder? ¿Cómo piensan abordar el tema del ‘poder rural’? ¿Se refieren al poder en un sentido amplio –esto es, implícito y presente en todas las relaciones sociales– o se refieren al poder que se despliega en un ámbito político institucional? Sobre esto, quisiera anotar que como antropólogos, es importante no quedarnos en la comprensión más formal del poder, aquella que nos lleva a pensar en el poder centralizado en alguna institución. En segundo lugar, creo que tampoco debemos centrarnos en su dimensión coactiva; siguiendo un poco una interpretación weberiana podrían preguntarse sobre quién ejerce esa coacción, qué tipo de autoridad funciona y dónde reside su legitimidad. Desde una perspectiva más institucionalista, podrían preguntarse por el poder político y orientar esta

pregunta a cómo actúa el Estado, cómo funcionan sus instancias en las localidades rurales y cuál es el impacto –mal término para un antropólogode sus políticas. No es que estas preguntas no sean importantes, pero creo que no podemos restringirnos a esta visión del poder que se asocia básicamente a un ámbito institucional o formal, ni tampoco a aquella que lo percibe solo como una ‘cosa’ que alguien – o una institución– pueda tener o ejercer. Me resulta más sugerente pensar en otras formas de comprender el poder, como aquel que se difumina y se oculta pero que moldea las conductas a través de múltiples mecanismos, prácticas y discursos que construyen sentidos comunes y reproducen un orden y sus jerarquías. Me parece que deberían plantearse esto, en primer lugar, para luego hablar de ‘poder rural’. Y pienso que es más provechosa una comprensión del poder que nos permita abordarlo en un complejo de relaciones que se expresan no siempre de manera tan evidente; en ese sentido, hay que pensar también en el poder simbólico – en términos de Bourdieu– que lo que busca es imponer significados o ciertas visiones como las legítimas (sin aparentar ni hacer evidente esta intención), y que oculta las relaciones en las que la posibilidad de esta imposición se sustenta. O, tomando a Foucault, discutir, por ejemplo, cómo develar los rastros y flujos de un poder que se descentra y desdibuja pero que produce saberes y

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sus casos de estudio y su material de campo, y que esto sea un reto para el número de la revista. Y siguiendo la misma lógica, habría que hacer un ejercicio similar para discutir el tema del Estado, para alejarnos de la visión que lo convierte en algo monolítico, coherente y cuya existencia se plantea por encima o fuera de la sociedad (imagen producida que para Mitchell sería el ‘efecto del Estado’ mismo). En ese sentido, siendo la frontera entre Estado y sociedad resultado del ejercicio mismo del poder y no un hecho concreto, el ojo del antropólogo debiera estar puesto en develar las condiciones de ese efecto. Es decir, no solo en el funcionamiento de un aparato, sino en las prácticas cotidianas y las múltiples interrelaciones entre sujetos y las agencias estatales, y en cómo estas moldean las representaciones y significados acerca del Estado mismo. O podríamos partir de la idea de los márgenes de Deborah Poole y Veena Das, como espacios donde el poder del Estado se ‘muestra’, pero también donde este llega a ser cuestionado; bien entendidos, los márgenes son un espacio social, no territorial, pero toman una forma particular en ciertas zonas donde se hace evidente su precariedad (o sus intenciones). Pienso, por ejemplo, en la manera como las industrias extractivas tienen el campo libre para ingresar a zonas rurales imponiendo sus propias formas de transacción, negociación y compensación; e incluso de medición de la ‘realidad’ y, por ende, de aprehender el mundo. Entonces, podríamos preguntarnos cómo abordar ciertas problemáticas de los ámbitos rurales desde esta entrada; esbozar preguntas como ¿De qué manera se construyen las clasificaciones desde las cuales se ubica a los distintos agentes y su lugar en los procesos políticos del espacio rural? o ¿qué subjetividades se producen en estos procesos con relación al Estado y sus ‘efectos’? Dejaré este tema aquí, para pasar a discutir sobre las problemáticas rurales, esperando que los textos puedan reflexionar en este sentido y no se limiten a preguntarse sobre cómo funciona una entidad pública a nivel local o a describir los impactos de algún programa estatal. Creo que la antropología nos reta a ir más allá de esta mirada y buscar otros caminos.

‘verdades’, despliega dispositivos y usa tecnologías que moldean hasta los cuerpos. Preguntarnos sobre cómo se crean (y recrean) los significados de las cosas es, también, un asunto de poder. Así, podríamos decir que en los ámbitos rurales hay una serie de dimensiones en las que el poder se despliega y que se escapan a esta otra mirada con la que tendemos a vincularlo. Por ejemplo, cómo va cambiando en las familias rurales la manera en que se decide la herencia entre los hijos y qué criterios operan en estas decisiones; cómo se recrea una forma de usar-vivir un espacio cada vez más disputado; desde dónde se legitiman las nuevas valoraciones sobre la tierra –es decir, qué dispositivos discursivos operan en la producción de estas nuevas verdades–. Y para ello, habría que pasar noches escuchando conversaciones al interior de una familia y no solo recoger lo que se dijo púbicamente en una asamblea; o habría que caminar horas por los mismos caminos de la gente, comprendiendo un espacio-tiempo y una forma de vivirlo, y –por eso el valor de la etnografía- no solo sentarse a llenar una encuesta sobre usos del tiempo. No es tan evidente, pero todo ello esto es un asunto de poder y también, es un asunto político. Desde los temas que yo trabajo, que lejos de ser la única, son tan solo una manera de abordar la problemática rural, podría proponer, por ejemplo, analizar aquellos ámbitos donde se definen los usos de los recursos naturales, pero también qué elementos subyacen a la idea de ‘lo que es un recurso’; analizar cómo se empieza a imponer una visión sobre la manera en que se deben usar las tierras –la pequeña agricultura familiar vs. la gran propiedad, por ejemplo– y cómo cambian los vínculos políticos a partir de las formas y sus niveles de apropiación –como podría ser la relación entre familias campesinas y organizaciones comunales–. Creo que esto es importante porque se asumen muchas cosas como dadas, pero no nos estamos preguntando por la historia desde la que se construyen y legitiman ciertas nociones y sentidos; esto podría funcionar también para otros temas distintos a los que trabajo. Entonces, los animo a que reflexionen sobre cómo discutir esta idea del poder en los ámbitos rurales, desde

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caer en la tentación de la fotografía. Si pensamos en la historia más reciente, tenemos, por una parte, el proceso que se desprende de la Reforma Agraria y, luego, de la parcelación de la tierra, que es toda una veta por explorar: no solo la reestructuración de la propiedad y la parcelación que genera determinadas formas de organización y de tenencia de la tierra sino, también, los relatos sobre una historia que producen una interpretación específica de las dinámicas actuales de expansión de los inversionistas privados. Por otra parte, están las reformas neoliberales de la década del noventa que cambian las reglas del juego de acceso a tierras en el país, derechos sobre tierras comunales, titulación de tierras, vallas de decisión en asambleas, entre otras; son variables que no podemos dejar de lado para comprender lo que sucede hoy en día con muchas poblaciones rurales, campesinas, comunales –incluso nativas en la Amazonía–. Y no me refiero solo al plano político-normativo, sino a esa dimensión simbólica del poder de la que hablé al inicio, desde la que se legitiman los sentidos comunes y se producen ‘verdades técnicas’: sucede, por ejemplo, que todo este proceso de reformas neoliberales viene acompañado de un discurso pro-inversión y un discurso muy poderoso que vamos a llamar “la puesta en valor de las tierras”. Este discurso induce a una forma de concebir las tierras como “tierras con valor” si y solo si están siendo producidas y, además, producidas de determinada manera: a gran escala y en grandes extensiones. Se trata, pues, de una dimensión del poder que ‘produce’ y seduce y no necesariamente que coacciona, pero que, como explicaré al final, redefine los vínculos entre sujetos sociales y distintas formas de gobierno del espacio rural –como son las comunidades campesinas–. Entonces, volvamos a los dos temas planteados: el primero, el gobierno del espacio rural. Aquí se trata de comprender las interacciones entre los diversos sujetos que gobiernan el espacio rural, pero también, como se contraponen sus distintas lógicas –por ejemplo, la pequeña agricultura comercial con el avance de la agroindustria–; asimismo, de preguntarnos por los múltiples dispositivos – materiales, simbólicos, discursivos– y tecnologías

Ahora, dicho esto, quería plantearles dos posibles líneas de discusión actual, entre tantas otras, sobre las que creo se puede trabajar: la primera es sobre el gobierno del espacio rural; es decir, quiénes y cómo se reconfigura el espacio rural y desde qué lógicas operan los agentes que buscan usarlo y/o apropiárselo. La otra, más específica, el estudio de las dinámicas sobre la apropiación de las tierras en ámbitos comunales, que cambian de manera profunda la relación política entre grupo/espacio/comunidad. Las visiones románticas de lo rural se han ido diluyendo en las dos últimas décadas para dar paso a una comprensión más articulada en la que los ámbitos rurales ya no aparecen con una frontera rígida frente a los ámbitos urbanos, y en la que esta dicotomía ha perdido fuerza. Se trata entonces de abordarlos en sus complejas y constantes articulaciones. La imagen de la ruralidad como espacio exclusivo de lo agropecuario, también ha quedado atrás. Hoy en día los ámbitos rurales son espacios donde las disputas por recursos y visiones han adquirido una escala global: en estos espacios confluyen pues, familias que desarrollan múltiples actividades (no solo agropecuarias), comunidades campesinas y nativas, inversionistas, corporaciones trasnacionales y otros agentes estatales y privados. Son espacios en los que se traslapan y superponen distintas lógicas de usos del suelo; se cruzan, por ejemplo, zonas de uso agropecuario con importantes procesos de expansión urbana y distritalización. Todo ello en un escenario de fuerte expansión de capitales privados y un proceso importante de concentración de tierras que redefine las relaciones de poder y de poder político en estos ámbitos; no solo alrededor de la propiedad sino también, en términos de relaciones laborales y otras. Este es el escenario actual de lo rural en el Perú. Para analizar estas tendencias, es importante considerar un conjunto de variables que vienen de procesos históricos –incluyendo los ‘efectos del Estado’– así como aquellas que vienen de los flujos del capital más recientes en territorios rurales y de las propias dinámicas de cambio y crecimiento de estos ámbitos. Se trata de retomar estos procesos para situarnos en el presente sin

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sus casos de estudio y su material de campo, y que esto sea un reto para el número de la revista. Y siguiendo la misma lógica, habría que hacer un ejercicio similar para discutir el tema del Estado, para alejarnos de la visión que lo convierte en algo monolítico, coherente y cuya existencia se plantea por encima o fuera de la sociedad (imagen producida que para Mitchell sería el ‘efecto del Estado’ mismo). En ese sentido, siendo la frontera entre Estado y sociedad resultado del ejercicio mismo del poder y no un hecho concreto, el ojo del antropólogo debiera estar puesto en develar las condiciones de ese efecto. Es decir, no solo en el funcionamiento de un aparato, sino en las prácticas cotidianas y las múltiples interrelaciones entre sujetos y las agencias estatales, y en cómo estas moldean las representaciones y significados acerca del Estado mismo. O podríamos partir de la idea de los márgenes de Deborah Poole y Veena Das, como espacios donde el poder del Estado se ‘muestra’, pero también donde este llega a ser cuestionado; bien entendidos, los márgenes son un espacio social, no territorial, pero toman una forma particular en ciertas zonas donde se hace evidente su precariedad (o sus intenciones). Pienso, por ejemplo, en la manera como las industrias extractivas tienen el campo libre para ingresar a zonas rurales imponiendo sus propias formas de transacción, negociación y compensación; e incluso de medición de la ‘realidad’ y, por ende, de aprehender el mundo. Entonces, podríamos preguntarnos cómo abordar ciertas problemáticas de los ámbitos rurales desde esta entrada; esbozar preguntas como ¿De qué manera se construyen las clasificaciones desde las cuales se ubica a los distintos agentes y su lugar en los procesos políticos del espacio rural? o ¿qué subjetividades se producen en estos procesos con relación al Estado y sus ‘efectos’? Dejaré este tema aquí, para pasar a discutir sobre las problemáticas rurales, esperando que los textos puedan reflexionar en este sentido y no se limiten a preguntarse sobre cómo funciona una entidad pública a nivel local o a describir los impactos de algún programa estatal. Creo que la antropología nos reta a ir más allá de esta mirada y buscar otros caminos.

‘verdades’, despliega dispositivos y usa tecnologías que moldean hasta los cuerpos. Preguntarnos sobre cómo se crean (y recrean) los significados de las cosas es, también, un asunto de poder. Así, podríamos decir que en los ámbitos rurales hay una serie de dimensiones en las que el poder se despliega y que se escapan a esta otra mirada con la que tendemos a vincularlo. Por ejemplo, cómo va cambiando en las familias rurales la manera en que se decide la herencia entre los hijos y qué criterios operan en estas decisiones; cómo se recrea una forma de usar-vivir un espacio cada vez más disputado; desde dónde se legitiman las nuevas valoraciones sobre la tierra –es decir, qué dispositivos discursivos operan en la producción de estas nuevas verdades–. Y para ello, habría que pasar noches escuchando conversaciones al interior de una familia y no solo recoger lo que se dijo púbicamente en una asamblea; o habría que caminar horas por los mismos caminos de la gente, comprendiendo un espacio-tiempo y una forma de vivirlo, y –por eso el valor de la etnografía- no solo sentarse a llenar una encuesta sobre usos del tiempo. No es tan evidente, pero todo ello esto es un asunto de poder y también, es un asunto político. Desde los temas que yo trabajo, que lejos de ser la única, son tan solo una manera de abordar la problemática rural, podría proponer, por ejemplo, analizar aquellos ámbitos donde se definen los usos de los recursos naturales, pero también qué elementos subyacen a la idea de ‘lo que es un recurso’; analizar cómo se empieza a imponer una visión sobre la manera en que se deben usar las tierras –la pequeña agricultura familiar vs. la gran propiedad, por ejemplo– y cómo cambian los vínculos políticos a partir de las formas y sus niveles de apropiación –como podría ser la relación entre familias campesinas y organizaciones comunales–. Creo que esto es importante porque se asumen muchas cosas como dadas, pero no nos estamos preguntando por la historia desde la que se construyen y legitiman ciertas nociones y sentidos; esto podría funcionar también para otros temas distintos a los que trabajo. Entonces, los animo a que reflexionen sobre cómo discutir esta idea del poder en los ámbitos rurales, desde

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caer en la tentación de la fotografía. Si pensamos en la historia más reciente, tenemos, por una parte, el proceso que se desprende de la Reforma Agraria y, luego, de la parcelación de la tierra, que es toda una veta por explorar: no solo la reestructuración de la propiedad y la parcelación que genera determinadas formas de organización y de tenencia de la tierra sino, también, los relatos sobre una historia que producen una interpretación específica de las dinámicas actuales de expansión de los inversionistas privados. Por otra parte, están las reformas neoliberales de la década del noventa que cambian las reglas del juego de acceso a tierras en el país, derechos sobre tierras comunales, titulación de tierras, vallas de decisión en asambleas, entre otras; son variables que no podemos dejar de lado para comprender lo que sucede hoy en día con muchas poblaciones rurales, campesinas, comunales –incluso nativas en la Amazonía–. Y no me refiero solo al plano político-normativo, sino a esa dimensión simbólica del poder de la que hablé al inicio, desde la que se legitiman los sentidos comunes y se producen ‘verdades técnicas’: sucede, por ejemplo, que todo este proceso de reformas neoliberales viene acompañado de un discurso pro-inversión y un discurso muy poderoso que vamos a llamar “la puesta en valor de las tierras”. Este discurso induce a una forma de concebir las tierras como “tierras con valor” si y solo si están siendo producidas y, además, producidas de determinada manera: a gran escala y en grandes extensiones. Se trata, pues, de una dimensión del poder que ‘produce’ y seduce y no necesariamente que coacciona, pero que, como explicaré al final, redefine los vínculos entre sujetos sociales y distintas formas de gobierno del espacio rural –como son las comunidades campesinas–. Entonces, volvamos a los dos temas planteados: el primero, el gobierno del espacio rural. Aquí se trata de comprender las interacciones entre los diversos sujetos que gobiernan el espacio rural, pero también, como se contraponen sus distintas lógicas –por ejemplo, la pequeña agricultura comercial con el avance de la agroindustria–; asimismo, de preguntarnos por los múltiples dispositivos – materiales, simbólicos, discursivos– y tecnologías

Ahora, dicho esto, quería plantearles dos posibles líneas de discusión actual, entre tantas otras, sobre las que creo se puede trabajar: la primera es sobre el gobierno del espacio rural; es decir, quiénes y cómo se reconfigura el espacio rural y desde qué lógicas operan los agentes que buscan usarlo y/o apropiárselo. La otra, más específica, el estudio de las dinámicas sobre la apropiación de las tierras en ámbitos comunales, que cambian de manera profunda la relación política entre grupo/espacio/comunidad. Las visiones románticas de lo rural se han ido diluyendo en las dos últimas décadas para dar paso a una comprensión más articulada en la que los ámbitos rurales ya no aparecen con una frontera rígida frente a los ámbitos urbanos, y en la que esta dicotomía ha perdido fuerza. Se trata entonces de abordarlos en sus complejas y constantes articulaciones. La imagen de la ruralidad como espacio exclusivo de lo agropecuario, también ha quedado atrás. Hoy en día los ámbitos rurales son espacios donde las disputas por recursos y visiones han adquirido una escala global: en estos espacios confluyen pues, familias que desarrollan múltiples actividades (no solo agropecuarias), comunidades campesinas y nativas, inversionistas, corporaciones trasnacionales y otros agentes estatales y privados. Son espacios en los que se traslapan y superponen distintas lógicas de usos del suelo; se cruzan, por ejemplo, zonas de uso agropecuario con importantes procesos de expansión urbana y distritalización. Todo ello en un escenario de fuerte expansión de capitales privados y un proceso importante de concentración de tierras que redefine las relaciones de poder y de poder político en estos ámbitos; no solo alrededor de la propiedad sino también, en términos de relaciones laborales y otras. Este es el escenario actual de lo rural en el Perú. Para analizar estas tendencias, es importante considerar un conjunto de variables que vienen de procesos históricos –incluyendo los ‘efectos del Estado’– así como aquellas que vienen de los flujos del capital más recientes en territorios rurales y de las propias dinámicas de cambio y crecimiento de estos ámbitos. Se trata de retomar estos procesos para situarnos en el presente sin

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por las nociones de ‘derechos’ y ‘seguridad’. En este contexto, las transnacionales y grupos empresariales nacionales tienen a su disposición mecanismos para acceder a la tierra que no toman en cuenta a la comunidad, o que requieren negociar dentro de parámetros ajenos a las prácticas políticas comunales de distribución de tierras. Tienen al propio Estado actuando a través de decretos legislativos, a los notarios de las capitales provinciales –que legalizan actas de sesión de tierras a privados, generando documentos de compraventa–, a funcionarios de registros públicos –que los convierten en títulos de propiedad privada– o a los bancos que pueden embargar tierras a comuneros en el caso de ‘contratos de asociatividad’ incumplidos con alguna empresa, por una mala cosecha de la que esta no se hará responsable. Es así que, en este escenario configurado a lo largo de las últimas dos décadas, la naturaleza misma del vínculo autoridad comunal y apropiación del espacio está siendo cuestionada y redefinida: este vínculo implica una relación entre individuos y comunidad –aunque con sus propias tensiones–, que es fruto de una historia de apropiación compartida; la apropiación es entonces la figura que sintetiza esta compleja relación. Con las actuales dinámicas, el acceso a la tierra ya no se construye en esta historia ni en una relación entre comuneros que comparten un espacio. Se trata de transacciones en donde el nexo entre la corporación y el espacio se funda en derechos de propiedad privada adquiridos por un valor atribuido a la tierra en el mercado. Esta lógica gana terreno en el imaginario de los comuneros; el nexo con la instancia comunal se desvirtúa y recompone bajo nuevos términos. Dicho de otro modo, el territorio, como producción de una historia de apropiación comunal y familiar se va perdiendo. En este contexto, la defensa de la tierra y del territorio como contenido central del discurso de las dirigencias comunales, ya no es suficiente. Como he sugerido en un texto anterior, ya no se trata solo de defender las tierras, sino de responder a las distintas lógicas de acceso, criterios de valoración y formas de apropiación que existen, a la vez que dialogar con las nuevas expectativas de los comuneros que hoy son una realidad.

que se utilizan en estas nuevas formas de acceso, apropiación y control del espacio y los recursos. Una de ellas, por ejemplo, son los títulos de propiedad individual otorgados desde los años noventa al interior de territorios comunales: presentados como herramientas de desarrollo y ‘modernidad’, en ciertos contextos –como el de landgrabbing en la costa norte–, operan como mecanismos de acceso a tierras que antes eran inembargables. Tomando a Harvey, me atrevo a decir que, en algunos casos, funcionan como una tecnología para el despojo. El segundo tema, más acotado, es el que estoy trabajando actualmente: las dinámicas comunales de apropiación de la tierra en comunidades campesinas, en particular, en la costa norte. En el escenario rural actual, además de los efectos de factores externos también hay procesos internos, dentro de las mismas comunidades, que tienen que ver con nuevas valoraciones y nuevas expectativas de las propias familias rurales sobre lo que quieren para su futuro, para la vida de sus hijos, sobre la comunidad misma y su vigencia. ¿Qué sucede entonces con la comunidad como nexo legítimo privilegiado –y en algunos lugares, exclusivo– entre comuneros y acceso a la tierra? ¿Ha sido (o está siendo) desplazada? ¿Qué dispositivos operan en este desplazamiento? Desarrollaré estas preguntas a continuación. La naturaleza del vínculo que une esta forma de organización a la porción del espacio que gobierna, se expresa en el término complejo de ‘posesión’. Este no implica, sin embargo, pertenencia; así, como sugiere Gruenais, esta noción es constitutiva de un nexo entre organización local –en este caso, comunal–, los sujetos y el espacio. Ello encierra inevitablemente un asunto político en tanto la legitimidad de ese vínculo requiere del reconocimiento social y su renovación en una historia compartida. Por otro lado, la relación entre el capital privado y el acceso a la tierra nos traslada a la noción de propiedad privada, que desplaza el ámbito más político de las transacciones de tierra para convertirlas en un asunto económico y jurídico; se suprime así la necesidad del nexo entre el grupo y el espacio –que en este caso, sería la comunidad–, sustituyendo esa referencia concreta

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otras problemáticas existentes, espero que estos temas les sugieran algunas ideas para abrir un espacio de discusión en este número de la revista.

Para terminar, quiero hacer el nexo con el discurso de la “puesta en la valor de las tierras” –en este caso comunales– al que me referí anteriormente. Este discurso, que supone que las tierras que no están siendo producidas son ‘tierras ociosas’ o ‘en abandono’, ignora las dimensiones sociales y políticas de la relación con la tierra. En primer lugar, porque oculta otros usos potenciales que vinculan al grupo con la organización comunal –como las ocupaciones poblacionales del desierto cuando el territorio de las zonas bajas se inunda a causa del fenómeno El Niño-; en segundo lugar, porque invisibiliza que el acceso a la tierra depende de un proceso histórico, de la posición de los individuos en este y en el grupo, y de la forma en que la instancia local de gestión territorial la distribuye; en tercer lugar, porque implica que solo ciertos actores tienen la posibilidad de ‘poner las tierras en valor’. Ello, porque estas ya no solo se trabajan o se usan, sino que se reconvierten en un bien con un valor económico que debe producir a determinada escala; entonces si en el desierto de la costa se quiere poner las tierras en valor, se requiere una inversión inmensa de capital político, técnico, jurídico, y claro, también económico. El efecto de todo esto es que solo determinados agentes tienen los recursos para hacerlo; ello excluye a un conjunto de sujetos, entre ellos, a la comunidad como instancia de regulación y control territorial, y a las familias de pequeños agricultores. Los invalida, también, como agentes con legitimidad para ser parte del debate sobre ‘desarrollo’. Este discurso es un dispositivo de poder en sí mismo que, junto con otros, está generando el desplazamiento de vínculos políticos, valoraciones y sujetos. En el escenario rural actual son múltiples los nuevos agentes que se apropian del espacio y que buscan “poner en valor esas tierras”, así como lograr un acceso prolongado para otros usos, como la extracción de los recursos del subsuelo. Tenemos aquí toda una veta para explorar estas dimensiones del poder y lo político, y comprender qué quiebres, qué rupturas o qué recomposiciones se generan en las familias campesinas y en la producción de un espacio dinámico y disputado. De esto también se trata el poder en los ámbitos rurales. Entre tantas

(Autores que están detrás de las ideas expuestas: Bourdieu, Foucault, Gruenais, Mitchell, Poole & Das y Harvey).

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por las nociones de ‘derechos’ y ‘seguridad’. En este contexto, las transnacionales y grupos empresariales nacionales tienen a su disposición mecanismos para acceder a la tierra que no toman en cuenta a la comunidad, o que requieren negociar dentro de parámetros ajenos a las prácticas políticas comunales de distribución de tierras. Tienen al propio Estado actuando a través de decretos legislativos, a los notarios de las capitales provinciales –que legalizan actas de sesión de tierras a privados, generando documentos de compraventa–, a funcionarios de registros públicos –que los convierten en títulos de propiedad privada– o a los bancos que pueden embargar tierras a comuneros en el caso de ‘contratos de asociatividad’ incumplidos con alguna empresa, por una mala cosecha de la que esta no se hará responsable. Es así que, en este escenario configurado a lo largo de las últimas dos décadas, la naturaleza misma del vínculo autoridad comunal y apropiación del espacio está siendo cuestionada y redefinida: este vínculo implica una relación entre individuos y comunidad –aunque con sus propias tensiones–, que es fruto de una historia de apropiación compartida; la apropiación es entonces la figura que sintetiza esta compleja relación. Con las actuales dinámicas, el acceso a la tierra ya no se construye en esta historia ni en una relación entre comuneros que comparten un espacio. Se trata de transacciones en donde el nexo entre la corporación y el espacio se funda en derechos de propiedad privada adquiridos por un valor atribuido a la tierra en el mercado. Esta lógica gana terreno en el imaginario de los comuneros; el nexo con la instancia comunal se desvirtúa y recompone bajo nuevos términos. Dicho de otro modo, el territorio, como producción de una historia de apropiación comunal y familiar se va perdiendo. En este contexto, la defensa de la tierra y del territorio como contenido central del discurso de las dirigencias comunales, ya no es suficiente. Como he sugerido en un texto anterior, ya no se trata solo de defender las tierras, sino de responder a las distintas lógicas de acceso, criterios de valoración y formas de apropiación que existen, a la vez que dialogar con las nuevas expectativas de los comuneros que hoy son una realidad.

que se utilizan en estas nuevas formas de acceso, apropiación y control del espacio y los recursos. Una de ellas, por ejemplo, son los títulos de propiedad individual otorgados desde los años noventa al interior de territorios comunales: presentados como herramientas de desarrollo y ‘modernidad’, en ciertos contextos –como el de landgrabbing en la costa norte–, operan como mecanismos de acceso a tierras que antes eran inembargables. Tomando a Harvey, me atrevo a decir que, en algunos casos, funcionan como una tecnología para el despojo. El segundo tema, más acotado, es el que estoy trabajando actualmente: las dinámicas comunales de apropiación de la tierra en comunidades campesinas, en particular, en la costa norte. En el escenario rural actual, además de los efectos de factores externos también hay procesos internos, dentro de las mismas comunidades, que tienen que ver con nuevas valoraciones y nuevas expectativas de las propias familias rurales sobre lo que quieren para su futuro, para la vida de sus hijos, sobre la comunidad misma y su vigencia. ¿Qué sucede entonces con la comunidad como nexo legítimo privilegiado –y en algunos lugares, exclusivo– entre comuneros y acceso a la tierra? ¿Ha sido (o está siendo) desplazada? ¿Qué dispositivos operan en este desplazamiento? Desarrollaré estas preguntas a continuación. La naturaleza del vínculo que une esta forma de organización a la porción del espacio que gobierna, se expresa en el término complejo de ‘posesión’. Este no implica, sin embargo, pertenencia; así, como sugiere Gruenais, esta noción es constitutiva de un nexo entre organización local –en este caso, comunal–, los sujetos y el espacio. Ello encierra inevitablemente un asunto político en tanto la legitimidad de ese vínculo requiere del reconocimiento social y su renovación en una historia compartida. Por otro lado, la relación entre el capital privado y el acceso a la tierra nos traslada a la noción de propiedad privada, que desplaza el ámbito más político de las transacciones de tierra para convertirlas en un asunto económico y jurídico; se suprime así la necesidad del nexo entre el grupo y el espacio –que en este caso, sería la comunidad–, sustituyendo esa referencia concreta

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otras problemáticas existentes, espero que estos temas les sugieran algunas ideas para abrir un espacio de discusión en este número de la revista.

Para terminar, quiero hacer el nexo con el discurso de la “puesta en la valor de las tierras” –en este caso comunales– al que me referí anteriormente. Este discurso, que supone que las tierras que no están siendo producidas son ‘tierras ociosas’ o ‘en abandono’, ignora las dimensiones sociales y políticas de la relación con la tierra. En primer lugar, porque oculta otros usos potenciales que vinculan al grupo con la organización comunal –como las ocupaciones poblacionales del desierto cuando el territorio de las zonas bajas se inunda a causa del fenómeno El Niño-; en segundo lugar, porque invisibiliza que el acceso a la tierra depende de un proceso histórico, de la posición de los individuos en este y en el grupo, y de la forma en que la instancia local de gestión territorial la distribuye; en tercer lugar, porque implica que solo ciertos actores tienen la posibilidad de ‘poner las tierras en valor’. Ello, porque estas ya no solo se trabajan o se usan, sino que se reconvierten en un bien con un valor económico que debe producir a determinada escala; entonces si en el desierto de la costa se quiere poner las tierras en valor, se requiere una inversión inmensa de capital político, técnico, jurídico, y claro, también económico. El efecto de todo esto es que solo determinados agentes tienen los recursos para hacerlo; ello excluye a un conjunto de sujetos, entre ellos, a la comunidad como instancia de regulación y control territorial, y a las familias de pequeños agricultores. Los invalida, también, como agentes con legitimidad para ser parte del debate sobre ‘desarrollo’. Este discurso es un dispositivo de poder en sí mismo que, junto con otros, está generando el desplazamiento de vínculos políticos, valoraciones y sujetos. En el escenario rural actual son múltiples los nuevos agentes que se apropian del espacio y que buscan “poner en valor esas tierras”, así como lograr un acceso prolongado para otros usos, como la extracción de los recursos del subsuelo. Tenemos aquí toda una veta para explorar estas dimensiones del poder y lo político, y comprender qué quiebres, qué rupturas o qué recomposiciones se generan en las familias campesinas y en la producción de un espacio dinámico y disputado. De esto también se trata el poder en los ámbitos rurales. Entre tantas

(Autores que están detrás de las ideas expuestas: Bourdieu, Foucault, Gruenais, Mitchell, Poole & Das y Harvey).

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TIeRRA y pODeR en TIeMpOS De AgROInDUSTRIAS: el caso del Centro poblado Santa elena en Virú, la libertad la apertura de los mercados internacionales de alimentos y la reconcentración de la

propiedad de la tierra en el perú, ha permitido que las agroindustrias involucren a los

espacios agrícolas tradicionales en sus cadenas productivas. el presente artículo tiene

como objetivo entonces, analizar y sobre todo comprender los procesos de transformación las lógicas de acceder y de producir la tierra a partir del asentamiento de estas empresas

en el centro poblado santa elena. para ello, nos enfocamos en examinar dos relaciones productivas que entablan agricultores y agroindustrias en torno al control de la tierra y del producto de ella: los contratos de arriendo y los contratos de articulación productiva.

a partir de ello, concluimos que la presencia de agroindustrias ha sido estructurante de este espacio local porque

1)

ha permitido consolidar nuevas relaciones de los pobladores con

la tierra como espacio productivo; transformando así también

2) la posición de los diversos

agricultores, propietarios y trabajadores agrícolas dentro de santa elena.

Ana Lucía Araujo

L

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a propiedad de la tierra es, ante todo, una relación entre sujetos. Si bien los diferentes tipos de propiedad sobre este recurso – privada, colectiva, comunal- establecen diferentes tipos de vínculo o, en otras palabras, diferentes modos de usar y representar la tierra; estas diversas formas de tenencia no obtienen sentido sino dentro de una estructura de relaciones de poder constituida justamente a partir de la propiedad o no propiedad del espacio en cuestión. Así, en ciertos casos, le permite al propietario imponer un precio y ciertas reglas por el usufructo de su tierra a un arrendatario o, en la época de las Haciendas

peruanas por ejemplo, disponer de la fuerza de trabajo no asalariada de grandes poblaciones: Destruir las comunidades no significaba convertir a los indígenas en pequeños propietarios y ni siquiera a en asalariados libres, sino entregar sus tierras a los gamonales y a su clientela. El latifundista encontraba así, mediante la concentración de la tierra, más fácilmente, el modo de vincular el indígena al latifundio. (Mariátegui 1928: 62. El énfasis es nuestro)

La propiedad como relación de poder entonces, no

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TIeRRA y pODeR en TIeMpOS De AgROInDUSTRIAS: el caso del Centro poblado Santa elena en Virú, la libertad la apertura de los mercados internacionales de alimentos y la reconcentración de la

propiedad de la tierra en el perú, ha permitido que las agroindustrias involucren a los

espacios agrícolas tradicionales en sus cadenas productivas. el presente artículo tiene

como objetivo entonces, analizar y sobre todo comprender los procesos de transformación las lógicas de acceder y de producir la tierra a partir del asentamiento de estas empresas

en el centro poblado santa elena. para ello, nos enfocamos en examinar dos relaciones productivas que entablan agricultores y agroindustrias en torno al control de la tierra y del producto de ella: los contratos de arriendo y los contratos de articulación productiva.

a partir de ello, concluimos que la presencia de agroindustrias ha sido estructurante de este espacio local porque

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ha permitido consolidar nuevas relaciones de los pobladores con

la tierra como espacio productivo; transformando así también

2) la posición de los diversos

agricultores, propietarios y trabajadores agrícolas dentro de santa elena.

Ana Lucía Araujo

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a propiedad de la tierra es, ante todo, una relación entre sujetos. Si bien los diferentes tipos de propiedad sobre este recurso – privada, colectiva, comunal- establecen diferentes tipos de vínculo o, en otras palabras, diferentes modos de usar y representar la tierra; estas diversas formas de tenencia no obtienen sentido sino dentro de una estructura de relaciones de poder constituida justamente a partir de la propiedad o no propiedad del espacio en cuestión. Así, en ciertos casos, le permite al propietario imponer un precio y ciertas reglas por el usufructo de su tierra a un arrendatario o, en la época de las Haciendas

peruanas por ejemplo, disponer de la fuerza de trabajo no asalariada de grandes poblaciones: Destruir las comunidades no significaba convertir a los indígenas en pequeños propietarios y ni siquiera a en asalariados libres, sino entregar sus tierras a los gamonales y a su clientela. El latifundista encontraba así, mediante la concentración de la tierra, más fácilmente, el modo de vincular el indígena al latifundio. (Mariátegui 1928: 62. El énfasis es nuestro)

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dinámicas de poder se juegan en torno a la tierra y al producto de la tierra? Todo ello teniendo en mente una pregunta mayor ¿Qué relaciones de poder se han constituido a partir de la gran propiedad agroindustrial? ¿Qué función política ha ganado la gran propiedad de la tierra en la localidad de Santa Elena? Y con esto ¿Qué nueva estructura poder se está constituyendo en los espacios rurales?

se presenta de una forma única. En el proceso de constitución de las haciendas peruanas fue mediante la concentración de la propiedad de la tierra que se logró la subordinación de las otrora comunidades indígenas y con esto, la transformación total de un espacio de organización comunal a un espacio de explotación y organización latifundista. No es pues el tipo de propiedad sino que son los procesos sociales y económicos de cada localidad y de cada país los que le otorgan una determinada función política a la propiedad de la tierra y a los diferentes vínculos que se puede tener con ella. Lo importante de esta reflexión, y con esto de volver a pensar la Hacienda y la propiedad, es que en la actualidad vivimos nuevamente en una buena parte del país un proceso de reconcentración de la propiedad privada de la tierra en manos de pocos dueños (Burneo 2011). De esta manera, si durante la Reforma Agraria el gran acaparamiento de tierras por parte de los hacendados y la organización social de las Haciendas dejó de ser funcional a la modernización y demandas sobre el sector agrícola, hoy en día al contrario, la promoción de la gran propiedad es la principal política agraria de los últimos gobiernos (cf. Eguren 2004). Sea mediante la habilitación de tierras no cultivables, licitaciones públicas o despojos de tierras comunales o individuales, las grandes empresas compuestas por capitales nacionales y extranjeros se han constituido como los nuevos grandes propietarios de nuestro espacio rural peruano. En el caso específico de la agricultura, son las agroindustrias las abanderadas de esta nueva producción agrícola fundamentada en la gran propiedad: aquella dirigida a la exportación de productos procesados y bien valorizados en los mercados extranjeros. A nivel local, la presencia de estas empresas agroindustriales ha significado no sólo presión sobre la disposición de recursos como el agua, la tierra (Burneo 2011, Boelens 2011) y la fuerza de trabajo (Marañón 1993), sino también, como es el caso del Centro Poblado Santa Elena, la articulación de los pequeños agricultores a la cadena productiva agroindustrial. Nos preguntamos entonces ¿Bajo qué mecanismos se vinculan agroindustrias y agricultores? ¿Qué

sAntA elenA en movimiento. de lA hAciendA A lA AgroindustriA El Centro Poblado menor Santa Elena se encuentra dentro de la provincia de Virú, departamento de La Libertad. Sin tener el estatus de distrito, esta localidad está atravesada por dos vías principales que la ubican dentro del espacio económico local: la vía ‘Valdemar’, la cual conecta Santa Elena con la Panamericana Norte y le da acceso rápido a la capital de provincia, Virú, y a la capital de departamento Trujillo; y la carretera ‘Víctor Raúl Haya de La Torre’ que tiene como destino Trujillo y que permite la integración comercial del Centro Poblado al circuito de transportistas. Ahora bien, a diferencia de lo que podría intuirse, esta alta conectividad no responde a una creciente urbanización y desagrarización de la población; sino que, por el contrario, nos remite al papel central que ha jugado Santa Elena en la historia agraria de la región. Gracias a su estratégica ubicación al margen derecho del río Virú, Santa Elena se constituyó para inicios del siglo XX como la principal hacienda del valle de Virú con aproximadamente 1000 Ha de tierras cultivables repartidas entre el cultivo de maíz amarillo duro como producto principal dirigido a avícolas nacionales, y cultivos de panllevar dirigidos a los mercados regionales. Otras 1000 Ha más2 de tierra no cultivable eran destinadas a la residencia de los peones que iban y venían de la sierra durante las temporadas de

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agrícola en Santa Elena. En 1994, después del shock económico que ocasionó la quiebra de las industrias esparragueras y el abandono de este cultivo, el Estado anunciaría la ejecución de la primera parte del Proyecto Especial Chavimochic (PECH) que permitirá la irrigación constante de los valles antiguos y sobre todo de los grandes desiertos alrededor del valle de Virú. De esta manera, se logró habilitar en los otrora arenales cerca de 50 000 Ha de tierra cultivable, las cuales fueron licitadas entre diferentes tipos de agroindustrias –desde nuevas transnacionales hasta antiguas procesadoras extranjeras y nacionales- orientadas principalmente a la producción, procesamiento y exportación de hortalizas, frutas y productos industriales derivados de insumos agrícolas. A diferencia de otros espacios agrícolas rurales en donde los intermediarios compradores y transportistas son la principal presencia del mercado, con el PECH los capitales nacionales y globales se consolidan como agentes socio-económicos concretos a nivel local. Así pues, en Santa Elena y en otras zonas de ex-hacienda como El Carmelo o Huancaquito la presencia de empresas agroindustriales en conjunción con esta nueva disposición de agua ha permitido conectar las demandas de los mercados internacionales de alimentos con estos viejos espacios de producción agrícolas: nuevos cultivos como el espárrago o el pimiento ingresan a los ciclos agrícolas tradicionales. En paralelo, la demanda de mano de obra ha producido el surgimiento de nuevos asentamientos urbanos como ‘Víctor Raúl’ y ‘California’ y la explosión demográfica de otros antiguos como ‘Puente Virú’. Se configura pues una nueva distribución del espacio económico y de poder en donde resalta 1) la aparición de núcleos agrícolas no tradicionales dominados por la gran propiedad agroindustrial y los intereses de los mercados internacionales, 2) la transformación productiva de los núcleos agrícolas históricos caracterizados por la pequeña propiedad y 3) el surgimiento y consolidación de varios núcleos urbanos poblados por trabajadores agrícolas asalariados.

cosecha. Posteriormente, con la llegada de la Reforma Agraria en 1969 y la expropiación de las 2000 Ha de propiedad en favor de los trabajadores, la nueva Cooperativa Agraria Santa Elena se erigió como empresa pionera en la producción de nuevos cultivos como el tabaco y la caña los cuales eran vendidos también a industrias nacionales. En ambos momentos, el acceso colectivo a pozos subterráneos y bombas de extracción de agua fue vital para intentar mantener la mayor cantidad de tierras en producción durante las épocas de sequía. La mala administración y el endeudamiento, sin embargo, llevaron a la Cooperativa a la quiebra y parcelación de sus tierras en el año 1978. Se dio paso entonces a un proceso de re-distribución del espacio y del trabajo agrícola en pequeñas propiedades de 2Ha a 7Ha explotadas por cada familia. En paralelo, se instalaron alrededor de Santa Elena pequeñas y medianas industrias procesadoras que iniciaron el ‘boom’ de la producción de espárrago blanco para la exportación, transformando casi todo el territorio de la localidad en el centro de este movimiento económico. Dependiendo de la cantidad de agua que podían comprar a los ahora dueños de los pozos subterráneos, la mayoría de agricultores y trabajadores que migraban de la sierra participaron en diversos grados de esta bonanza esparraguera. El cultivo de panllevar desapareció casi por completo, mientras el maíz amarillo fue desplazado como producto principal del año. Lejos del aislamiento con el que generalmente se representa a las sociedades campesinas, la dinámica del espacio agrícola de Santa Elena ha sido un producto de 1) grandes procesos de distribución de la propiedad agrícola en donde el Estado ha jugado un papel central, 2) una articulación cambiante con diversos mercados locales e internacionales en relación con 3) una transformación constante de la organización social de la explotación agrícola. Todo esto en un contexto geográfico en donde la disposición y el acceso al agua han marcado los límites productivos y han puesto en marcha procesos de desarrollo e innovación tecnológica. Fue justamente en torno al agua y habilitación de tierras cultivables que se llevaría a cabo una de las últimas grandes transformaciones del espacio

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dinámicas de poder se juegan en torno a la tierra y al producto de la tierra? Todo ello teniendo en mente una pregunta mayor ¿Qué relaciones de poder se han constituido a partir de la gran propiedad agroindustrial? ¿Qué función política ha ganado la gran propiedad de la tierra en la localidad de Santa Elena? Y con esto ¿Qué nueva estructura poder se está constituyendo en los espacios rurales?

se presenta de una forma única. En el proceso de constitución de las haciendas peruanas fue mediante la concentración de la propiedad de la tierra que se logró la subordinación de las otrora comunidades indígenas y con esto, la transformación total de un espacio de organización comunal a un espacio de explotación y organización latifundista. No es pues el tipo de propiedad sino que son los procesos sociales y económicos de cada localidad y de cada país los que le otorgan una determinada función política a la propiedad de la tierra y a los diferentes vínculos que se puede tener con ella. Lo importante de esta reflexión, y con esto de volver a pensar la Hacienda y la propiedad, es que en la actualidad vivimos nuevamente en una buena parte del país un proceso de reconcentración de la propiedad privada de la tierra en manos de pocos dueños (Burneo 2011). De esta manera, si durante la Reforma Agraria el gran acaparamiento de tierras por parte de los hacendados y la organización social de las Haciendas dejó de ser funcional a la modernización y demandas sobre el sector agrícola, hoy en día al contrario, la promoción de la gran propiedad es la principal política agraria de los últimos gobiernos (cf. Eguren 2004). Sea mediante la habilitación de tierras no cultivables, licitaciones públicas o despojos de tierras comunales o individuales, las grandes empresas compuestas por capitales nacionales y extranjeros se han constituido como los nuevos grandes propietarios de nuestro espacio rural peruano. En el caso específico de la agricultura, son las agroindustrias las abanderadas de esta nueva producción agrícola fundamentada en la gran propiedad: aquella dirigida a la exportación de productos procesados y bien valorizados en los mercados extranjeros. A nivel local, la presencia de estas empresas agroindustriales ha significado no sólo presión sobre la disposición de recursos como el agua, la tierra (Burneo 2011, Boelens 2011) y la fuerza de trabajo (Marañón 1993), sino también, como es el caso del Centro Poblado Santa Elena, la articulación de los pequeños agricultores a la cadena productiva agroindustrial. Nos preguntamos entonces ¿Bajo qué mecanismos se vinculan agroindustrias y agricultores? ¿Qué

sAntA elenA en movimiento. de lA hAciendA A lA AgroindustriA El Centro Poblado menor Santa Elena se encuentra dentro de la provincia de Virú, departamento de La Libertad. Sin tener el estatus de distrito, esta localidad está atravesada por dos vías principales que la ubican dentro del espacio económico local: la vía ‘Valdemar’, la cual conecta Santa Elena con la Panamericana Norte y le da acceso rápido a la capital de provincia, Virú, y a la capital de departamento Trujillo; y la carretera ‘Víctor Raúl Haya de La Torre’ que tiene como destino Trujillo y que permite la integración comercial del Centro Poblado al circuito de transportistas. Ahora bien, a diferencia de lo que podría intuirse, esta alta conectividad no responde a una creciente urbanización y desagrarización de la población; sino que, por el contrario, nos remite al papel central que ha jugado Santa Elena en la historia agraria de la región. Gracias a su estratégica ubicación al margen derecho del río Virú, Santa Elena se constituyó para inicios del siglo XX como la principal hacienda del valle de Virú con aproximadamente 1000 Ha de tierras cultivables repartidas entre el cultivo de maíz amarillo duro como producto principal dirigido a avícolas nacionales, y cultivos de panllevar dirigidos a los mercados regionales. Otras 1000 Ha más2 de tierra no cultivable eran destinadas a la residencia de los peones que iban y venían de la sierra durante las temporadas de

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agrícola en Santa Elena. En 1994, después del shock económico que ocasionó la quiebra de las industrias esparragueras y el abandono de este cultivo, el Estado anunciaría la ejecución de la primera parte del Proyecto Especial Chavimochic (PECH) que permitirá la irrigación constante de los valles antiguos y sobre todo de los grandes desiertos alrededor del valle de Virú. De esta manera, se logró habilitar en los otrora arenales cerca de 50 000 Ha de tierra cultivable, las cuales fueron licitadas entre diferentes tipos de agroindustrias –desde nuevas transnacionales hasta antiguas procesadoras extranjeras y nacionales- orientadas principalmente a la producción, procesamiento y exportación de hortalizas, frutas y productos industriales derivados de insumos agrícolas. A diferencia de otros espacios agrícolas rurales en donde los intermediarios compradores y transportistas son la principal presencia del mercado, con el PECH los capitales nacionales y globales se consolidan como agentes socio-económicos concretos a nivel local. Así pues, en Santa Elena y en otras zonas de ex-hacienda como El Carmelo o Huancaquito la presencia de empresas agroindustriales en conjunción con esta nueva disposición de agua ha permitido conectar las demandas de los mercados internacionales de alimentos con estos viejos espacios de producción agrícolas: nuevos cultivos como el espárrago o el pimiento ingresan a los ciclos agrícolas tradicionales. En paralelo, la demanda de mano de obra ha producido el surgimiento de nuevos asentamientos urbanos como ‘Víctor Raúl’ y ‘California’ y la explosión demográfica de otros antiguos como ‘Puente Virú’. Se configura pues una nueva distribución del espacio económico y de poder en donde resalta 1) la aparición de núcleos agrícolas no tradicionales dominados por la gran propiedad agroindustrial y los intereses de los mercados internacionales, 2) la transformación productiva de los núcleos agrícolas históricos caracterizados por la pequeña propiedad y 3) el surgimiento y consolidación de varios núcleos urbanos poblados por trabajadores agrícolas asalariados.

cosecha. Posteriormente, con la llegada de la Reforma Agraria en 1969 y la expropiación de las 2000 Ha de propiedad en favor de los trabajadores, la nueva Cooperativa Agraria Santa Elena se erigió como empresa pionera en la producción de nuevos cultivos como el tabaco y la caña los cuales eran vendidos también a industrias nacionales. En ambos momentos, el acceso colectivo a pozos subterráneos y bombas de extracción de agua fue vital para intentar mantener la mayor cantidad de tierras en producción durante las épocas de sequía. La mala administración y el endeudamiento, sin embargo, llevaron a la Cooperativa a la quiebra y parcelación de sus tierras en el año 1978. Se dio paso entonces a un proceso de re-distribución del espacio y del trabajo agrícola en pequeñas propiedades de 2Ha a 7Ha explotadas por cada familia. En paralelo, se instalaron alrededor de Santa Elena pequeñas y medianas industrias procesadoras que iniciaron el ‘boom’ de la producción de espárrago blanco para la exportación, transformando casi todo el territorio de la localidad en el centro de este movimiento económico. Dependiendo de la cantidad de agua que podían comprar a los ahora dueños de los pozos subterráneos, la mayoría de agricultores y trabajadores que migraban de la sierra participaron en diversos grados de esta bonanza esparraguera. El cultivo de panllevar desapareció casi por completo, mientras el maíz amarillo fue desplazado como producto principal del año. Lejos del aislamiento con el que generalmente se representa a las sociedades campesinas, la dinámica del espacio agrícola de Santa Elena ha sido un producto de 1) grandes procesos de distribución de la propiedad agrícola en donde el Estado ha jugado un papel central, 2) una articulación cambiante con diversos mercados locales e internacionales en relación con 3) una transformación constante de la organización social de la explotación agrícola. Todo esto en un contexto geográfico en donde la disposición y el acceso al agua han marcado los límites productivos y han puesto en marcha procesos de desarrollo e innovación tecnológica. Fue justamente en torno al agua y habilitación de tierras cultivables que se llevaría a cabo una de las últimas grandes transformaciones del espacio

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propiedad pero con el costo de la exclusión y total desvinculación con la que es/era su tierra durante la duración del contrato (cf. Marshall 2008: 569570). No se los incluye como parte del cuerpo de trabajadores, y sólo se les convoca para los pagos y la negociación de un posible nuevo contrato. Sin embargo, si bien el rendimiento de una parcela y la calidad de los productos pueden ser mejorados, el riesgo de una mala cosecha no puede ser evitado. En el caso del cultivo de alcachofa, la ausencia de una temporada fría más duradera que permita el crecimiento de la planta y la intensificación de las plagas ha incrementado significativamente la cantidad de aplicaciones de hormonas y venenos necesarias en las tierras arrendadas. Ante ello, la distribución eficaz de sus tecnologías e insumos –motores de fumigación, venenos, foliares-, de sus trabajadores –fumigadores, regadores, deshierbadores, transportistas- y de los supervisores de campo por todas las tierras ha sido casi imposible. Como resultado, la mayoría de su producción no logra satisfacer ni la cantidad y ni la calidad proyectada por hectárea. En este nuevo escenario, los criterios para el arriendo de la tierra toman en cuenta ya no sólo las cualidades físicas de los suelos sino que incorporan nuevas condiciones en función de reducir el riesgo de plagas y de mejorar el control sobre el proceso productivo. Criterios como el periodo de rotación que ha tenido la chacra, el rendimiento que tuvo en las campañas pasadas, así como el número de hectáreas puestas a disposición y otros relacionados a la historia de la tierra a arrendar se ponen en juego en este tipo de contratos. Este conjunto de nuevas exigencias ha conllevado a que existan grupos de agricultores privilegiados para el arriendo: los nuevos medianos propietarios. Entre empresarios trujillanos y otros sujetos externos a Santa Elena que compraron sus propiedades durante la crisis del espárrago; estos nuevos medianos propietarios han encontrado en los contratos de arriendo una forma de obtener ganancias permanentes y seguras del total o de parte de sus tierras sin invertir el tiempo y el capital que la agricultura necesita. Esto a diferencia de los ex-colonos de hacienda y sus herederos,

el Arriendo de lA tierrA. trAnsFormAciones en lA conFigurAción del espAcio AgrícolA Uno de los principales intereses de las agroindustrias en el valle de Virú es incrementar sus áreas de explotación. Las tierras arenosas características de sus fundos y la alta demanda de productos la que tienen que atender han generado la necesidad de buscar más y mejores espacios de cultivo fuera de sus dominios. En Santa Elena, esto ha significado la constitución de un flujo económico entre agricultores y empresas en donde los primeros se han convertido en proveedores de tierras de las segundas. Así, mediante contratos de arriendo que elevaron el costo de S/. 750 a S/. 4000 la hectárea al año, las agroindustrias han logrado posicionar el alquiler como una posibilidad bastante atractiva para los pequeños agricultores de la localidad. De esta manera, si en un comienzo hubo cierto escepticismo, ya para el 2006 las empresas consiguen arrendar en Santa Elena 420 Ha –más de 20% del territorio del CP- e involucrar con ello a más de 80 agricultores locales en estos contratos. El arriendo sin embargo, es un proceso que no comienza ni termina en la cesión de las parcelas. Apenas va comenzando la cosecha del maíz amarillo a fines del verano, los ingenieros y técnicos de las agroindustrias van observando la calidad de las tierras de los agricultores y evaluando los posibles arriendos con el fin de obtener las condiciones ideales para reproducir el control que tienen sobre sus propias tierras3. Con el contrato de arriendo entonces, las agroindustrias apuntan a un rendimiento de calidad mediante la aplicación de su propia fuerza de trabajo regulada, el uso racionalizado de insumos químicos y revisiones técnicas constantes en las tierras seleccionadas. Los propietarios, por su parte, motivados generalmente por la falta de capital para sembrar y por el dinero ofrecido, acceden a arrendar su 3

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medida, entre los ex-colonos de hacienda y sus herederos que se mueve el usufructo de la tierra. Así, cuando a fines de enero el inicio de la cosecha de maíz amarillo duro anuncia el comienzo del fin del ciclo agrícola, y con esto el fin de los contratos de arriendo, pequeños propietarios y pequeños y medianos agricultores arrendatarios salen unos a ofrecer tierras y otros a pedirlas tomando en cuenta tanto la confianza como las posibilidades económicas que se ponen en la mesa. Al igual que las agroindustrias, los agricultores disputan sobre todo las tierras que hayan sido más rotadas para evitar las plagas, mientras que los más pequeños prefieren arrendar tierras de amigos cercanos a la expectativa de poder negociar un precio más bajo. De esta manera, el espacio agrícola de Santa Elena se re-distribuye entre empresas, agricultores arrendatarios y ex-colonos y queda listo para el nuevo ciclo agrícola que avecina.

quienes, también medianos propietarios, tienen en la agricultura su actividad principal y por tanto prefieren seguir cultivando sus tierras a arrendar. Para las agroindustrias, la extensión de las propiedades de estos empresarios facilita un control más intensivo y unificado de los cultivos, mudando así desde un proceso productivo disperso entre diversas parcelas a un patrón de arriendo centralizado en ciertas partes del territorio. Se generan así vínculos de confianza y de preferencia, que apoyados en la predisposición de estos espacios y productores agrícolas permiten una lógica ‘moderna’ de explotación de la tierra. Si bien los pequeños propietarios, en su mayoría antiguos peones de la hacienda, ex-socios de la Cooperativa y sus herederos no tienen la opción de arrendar sus tierras a las empresas, la posibilidad de alquilar sus parcelas a otros agricultores se ha constituido como una de sus principales apuestas económicas: “aquí los que más arriendan, ya nadie que es dueño cultiva, imagínese tienen 7 Ha que les den cuatro mil soles por Ha al año ya tienen la vida resuelta” (Agricultor no propietario). Así, la generalización del incremento del precio del arriendo ha transformado las dinámicas de acceso y circulación de la tierra dentro Santa Elena. Disminuyen, por un lado, las transacciones de compra y venta en favor de la posibilidad de arrendar; y por el otro, aumenta el número de propietarios históricos que abandonan la agricultura. Sólo aquellos que disponen del capital y del tiempo suficiente son los que pueden costear el arriendo y asumir los gastos y el cuidado de una producción agrícola más costosa y más demandante. Así, mientras la mayoría de los pequeños propietarios se ha retirado y sus hijos han optado por trabajar en otros rubros o migrar hacia la capital, los trabajadores agrícolas migrantes más antiguos y sus hijos son los que han asumido la iniciativa en arrendar las tierras. Iniciando con una o dos hectáreas de maíz amarillo, en la actualidad casi la totalidad del área que ocupaba la otrora Cooperativa es explotada por estos ex-trabajadores agrícolas que llegan a arrendar entre 5 y 30 Ha anuales en promedio. Es entre estos pequeños y medianos agricultores arrendatarios y, en menor

el dominio de lA ‘ArticulAción productivA’ La especialización de los espacios arrendados por las agroindustrias no ha significado la exclusión de los nuevos pequeños y medianos agricultores de las relaciones productivas con estas empresas. En la práctica, no es sólo mediante la posesión directa de la tierra sino también mediante los llamados contratos de ‘articulación o habilitación productiva’ que las agroindustrias han logrado expandir su territorio de explotación: El comprador (la agroindustria) presta los elementos necesarios para la producción — plantines, fertilizantes y ayuda técnica—, mientras que el pequeño agricultor aporta su terreno y su fuerza de trabajo y se compromete a vender su producción exclusivamente al comprador con el cual ha firmado el contrato. El comprador fija […] la calidad de la producción [...] para finalmente comprar la cosecha que cumpla con los criterios requeridos. […] En caso contrario, rechaza la producción recibida y obliga al pequeño agricultor a devolver los elementos que

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propiedad pero con el costo de la exclusión y total desvinculación con la que es/era su tierra durante la duración del contrato (cf. Marshall 2008: 569570). No se los incluye como parte del cuerpo de trabajadores, y sólo se les convoca para los pagos y la negociación de un posible nuevo contrato. Sin embargo, si bien el rendimiento de una parcela y la calidad de los productos pueden ser mejorados, el riesgo de una mala cosecha no puede ser evitado. En el caso del cultivo de alcachofa, la ausencia de una temporada fría más duradera que permita el crecimiento de la planta y la intensificación de las plagas ha incrementado significativamente la cantidad de aplicaciones de hormonas y venenos necesarias en las tierras arrendadas. Ante ello, la distribución eficaz de sus tecnologías e insumos –motores de fumigación, venenos, foliares-, de sus trabajadores –fumigadores, regadores, deshierbadores, transportistas- y de los supervisores de campo por todas las tierras ha sido casi imposible. Como resultado, la mayoría de su producción no logra satisfacer ni la cantidad y ni la calidad proyectada por hectárea. En este nuevo escenario, los criterios para el arriendo de la tierra toman en cuenta ya no sólo las cualidades físicas de los suelos sino que incorporan nuevas condiciones en función de reducir el riesgo de plagas y de mejorar el control sobre el proceso productivo. Criterios como el periodo de rotación que ha tenido la chacra, el rendimiento que tuvo en las campañas pasadas, así como el número de hectáreas puestas a disposición y otros relacionados a la historia de la tierra a arrendar se ponen en juego en este tipo de contratos. Este conjunto de nuevas exigencias ha conllevado a que existan grupos de agricultores privilegiados para el arriendo: los nuevos medianos propietarios. Entre empresarios trujillanos y otros sujetos externos a Santa Elena que compraron sus propiedades durante la crisis del espárrago; estos nuevos medianos propietarios han encontrado en los contratos de arriendo una forma de obtener ganancias permanentes y seguras del total o de parte de sus tierras sin invertir el tiempo y el capital que la agricultura necesita. Esto a diferencia de los ex-colonos de hacienda y sus herederos,

el Arriendo de lA tierrA. trAnsFormAciones en lA conFigurAción del espAcio AgrícolA Uno de los principales intereses de las agroindustrias en el valle de Virú es incrementar sus áreas de explotación. Las tierras arenosas características de sus fundos y la alta demanda de productos la que tienen que atender han generado la necesidad de buscar más y mejores espacios de cultivo fuera de sus dominios. En Santa Elena, esto ha significado la constitución de un flujo económico entre agricultores y empresas en donde los primeros se han convertido en proveedores de tierras de las segundas. Así, mediante contratos de arriendo que elevaron el costo de S/. 750 a S/. 4000 la hectárea al año, las agroindustrias han logrado posicionar el alquiler como una posibilidad bastante atractiva para los pequeños agricultores de la localidad. De esta manera, si en un comienzo hubo cierto escepticismo, ya para el 2006 las empresas consiguen arrendar en Santa Elena 420 Ha –más de 20% del territorio del CP- e involucrar con ello a más de 80 agricultores locales en estos contratos. El arriendo sin embargo, es un proceso que no comienza ni termina en la cesión de las parcelas. Apenas va comenzando la cosecha del maíz amarillo a fines del verano, los ingenieros y técnicos de las agroindustrias van observando la calidad de las tierras de los agricultores y evaluando los posibles arriendos con el fin de obtener las condiciones ideales para reproducir el control que tienen sobre sus propias tierras3. Con el contrato de arriendo entonces, las agroindustrias apuntan a un rendimiento de calidad mediante la aplicación de su propia fuerza de trabajo regulada, el uso racionalizado de insumos químicos y revisiones técnicas constantes en las tierras seleccionadas. Los propietarios, por su parte, motivados generalmente por la falta de capital para sembrar y por el dinero ofrecido, acceden a arrendar su 3

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medida, entre los ex-colonos de hacienda y sus herederos que se mueve el usufructo de la tierra. Así, cuando a fines de enero el inicio de la cosecha de maíz amarillo duro anuncia el comienzo del fin del ciclo agrícola, y con esto el fin de los contratos de arriendo, pequeños propietarios y pequeños y medianos agricultores arrendatarios salen unos a ofrecer tierras y otros a pedirlas tomando en cuenta tanto la confianza como las posibilidades económicas que se ponen en la mesa. Al igual que las agroindustrias, los agricultores disputan sobre todo las tierras que hayan sido más rotadas para evitar las plagas, mientras que los más pequeños prefieren arrendar tierras de amigos cercanos a la expectativa de poder negociar un precio más bajo. De esta manera, el espacio agrícola de Santa Elena se re-distribuye entre empresas, agricultores arrendatarios y ex-colonos y queda listo para el nuevo ciclo agrícola que avecina.

quienes, también medianos propietarios, tienen en la agricultura su actividad principal y por tanto prefieren seguir cultivando sus tierras a arrendar. Para las agroindustrias, la extensión de las propiedades de estos empresarios facilita un control más intensivo y unificado de los cultivos, mudando así desde un proceso productivo disperso entre diversas parcelas a un patrón de arriendo centralizado en ciertas partes del territorio. Se generan así vínculos de confianza y de preferencia, que apoyados en la predisposición de estos espacios y productores agrícolas permiten una lógica ‘moderna’ de explotación de la tierra. Si bien los pequeños propietarios, en su mayoría antiguos peones de la hacienda, ex-socios de la Cooperativa y sus herederos no tienen la opción de arrendar sus tierras a las empresas, la posibilidad de alquilar sus parcelas a otros agricultores se ha constituido como una de sus principales apuestas económicas: “aquí los que más arriendan, ya nadie que es dueño cultiva, imagínese tienen 7 Ha que les den cuatro mil soles por Ha al año ya tienen la vida resuelta” (Agricultor no propietario). Así, la generalización del incremento del precio del arriendo ha transformado las dinámicas de acceso y circulación de la tierra dentro Santa Elena. Disminuyen, por un lado, las transacciones de compra y venta en favor de la posibilidad de arrendar; y por el otro, aumenta el número de propietarios históricos que abandonan la agricultura. Sólo aquellos que disponen del capital y del tiempo suficiente son los que pueden costear el arriendo y asumir los gastos y el cuidado de una producción agrícola más costosa y más demandante. Así, mientras la mayoría de los pequeños propietarios se ha retirado y sus hijos han optado por trabajar en otros rubros o migrar hacia la capital, los trabajadores agrícolas migrantes más antiguos y sus hijos son los que han asumido la iniciativa en arrendar las tierras. Iniciando con una o dos hectáreas de maíz amarillo, en la actualidad casi la totalidad del área que ocupaba la otrora Cooperativa es explotada por estos ex-trabajadores agrícolas que llegan a arrendar entre 5 y 30 Ha anuales en promedio. Es entre estos pequeños y medianos agricultores arrendatarios y, en menor

el dominio de lA ‘ArticulAción productivA’ La especialización de los espacios arrendados por las agroindustrias no ha significado la exclusión de los nuevos pequeños y medianos agricultores de las relaciones productivas con estas empresas. En la práctica, no es sólo mediante la posesión directa de la tierra sino también mediante los llamados contratos de ‘articulación o habilitación productiva’ que las agroindustrias han logrado expandir su territorio de explotación: El comprador (la agroindustria) presta los elementos necesarios para la producción — plantines, fertilizantes y ayuda técnica—, mientras que el pequeño agricultor aporta su terreno y su fuerza de trabajo y se compromete a vender su producción exclusivamente al comprador con el cual ha firmado el contrato. El comprador fija […] la calidad de la producción [...] para finalmente comprar la cosecha que cumpla con los criterios requeridos. […] En caso contrario, rechaza la producción recibida y obliga al pequeño agricultor a devolver los elementos que

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las condiciones de cada agricultor para lograr la calidad exigida para el producto. Dependiendo de sus diferentes clientes, tanto Danper como Josymar establecían sus propios criterios de calidad y con ello, sus propios estándares productivos a los que debía someterse la producción local. Así pues, una vez que los agricultores elegían con qué empresa trabajar, cada una de sus parcelas era asignada a un ingeniero o técnico encargado de supervisar periódicamente el cultivo con el fin de determinar qué químicos y qué cantidad debían ser aplicados según el estado de la tierra, el clima y las plagas presentes. Una planta no irrigada adecuadamente, un clima caliente o un suelo muy contaminado tenían como resultado no sólo una mayor cantidad de aplicaciones ordenadas por los ingenieros, sino en concreto, una deuda mayor con las agroindustrias y menores ganancias para los agricultores. De esta manera, las diversas condiciones productivas de cada tierra en tensión con los requerimientos de los mercados se tradujeron en diversos grados de control sobre el proceso productivo, en donde unos agricultores quedaban más sujetos que otros a las disposiciones de las agroindustrias. Ante este riesgo, muchos desarrollaron sus propias estrategias productivas. Este fue el caso de los medianos agricultores, que sin ser necesariamente propietarios históricos fueron adquiriendo conocimientos cosecha tras cosecha para determinar cómo y cuándo debían realizar aplicaciones a sus plantas. Mientras unos desechaban por completo el uso de hormonas para utilizar abonos orgánicos; otros cambiaban las fechas programadas e incluso tienen sus propias mezclas de químicos para ellos más eficaces que las sugeridas por los técnicos: “Uno ya conoce su planta, sabe lo que necesita, porque si uno lo echa lo que te dan ni efecto le hace. Si fuera por ellos (por los ingenieros) a las justas recupero mi capital, en cambio por mí es que gano” (mediano agricultor). Por su parte, los agricultores con menos hectáreas que no disponían de tanto capital ni experiencia optaron en muchos casos por disminuir al máximo posible el número de aplicaciones en sus campos. Esto con la expectativa de reducir sus deudas y vender los químicos sobrantes a terceros para

le fueron otorgados para su labor. Al final de la cosecha, el agricultor debe reembolsar todo aquello que el comprador le ha dado (Marshall 2008: 570. El énfasis es nuestro).

Se trata entonces de un mecanismo que fundamentado en el préstamo de insumos y tecnologías fuera del alcance económico de los agricultores, permite a las agroindustrias obtener derechos anticipados sobre el fruto de la tierra sin asumir los riesgos de una mala cosecha. Por su parte, los agricultores acceden a estos contratos con la expectativa de obtener mejores ganancias que en otras cadenas productivas locales a pesar de la posibilidad de quedar endeudados y quedar fuera de la siguiente campaña en caso fracase la producción. En esta relación asimétrica, el control y cuidado sobre cada etapa del proceso productivo se hace vital: tanto para las agroindustrias con el fin de asegurar la calidad de los productos cosechados, como para los agricultores con el fin de obtener la mayor de las ganancias.

A) cAdenAs de control: lA cAlidAd como mecAnismo de suBordinAción Cuando en el 2006 la alcachofa alcanzó un precio y una demanda considerable en los mercados internacionales, la agroindustria danesa Danper y la peruana Josymar comenzaron una búsqueda intensa por aumentar la producción de este cultivo en el valle antiguo de Virú y por defecto en el territorio de Santa Elena. Para ello, además de las tierras que tenía arrendada la primera y los pocos agricultores que estaban vinculados a la segunda, ambas empresas comenzaron una campaña por todo el valle con el fin de entablar contratos de articulación productiva que les permitiera aumentar aún más su producción y asegurar una posición dominante respecto a la competencia. En poco tiempo, la producción de alcachofa pasó de ser un cultivo minoritario a convertirse en el cultivo principal de la campaña grande durante el invierno. Este nuevo patrón productivo trajo consigo nuevas diferencias y distinciones relacionadas a

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tal manera la producción, que obligó a Danper a tachar definitivamente de su lista de proveedores a cada agricultor que fuera descubierto, al costo de perder territorio productivo frente a la competencia. Incluso se tomaron medidas extremas como contratar vigilancia privada alrededor de las tierras y en la carretera durante la temporada de cosecha para ejercer el control que los contratos no podían asegurar más. La extensión de Santa Elena y la especificidad del tiempo productivo de cada campo, sin embargo, hicieron imposible detener las ventas informales. Se configuró entonces una dinámica de negociaciones ‘por debajo de la mesa’ que permitió circular los productos rompiendo con los vínculos de exclusividad, y por defecto, con el poder de Danper para posicionar a la ‘calidad’ como criterio único y absoluto de valoración del cultivo de la alcachofa. La lógica de subordinación por la que el acceso al mercado quedaba sujeto a una serie de condicionamientos productivos si bien no se vence, se agrieta.

tener un respaldo en caso de malos resultados. A pesar de estos intentos, a los 5 meses el envejecimiento propio de esta planta reduce drásticamente el margen de ganancia de los agricultores: mientras que en las primeras cosechas el corazón de la mayoría de alcachofas está bien formado, durante las siguientes la contextura deja de ser la adecuada. Es por ello que además de la asistencia técnica brindada, los contratos de articulación productiva condicionan la duración y los precios de venta establecidos a la calidad del producto. Así, si formalmente las agroindustrias deberían pagar entre $ 0.38 y $ 0.40 por kilo de alcachofa en la práctica el precio se podía reducir hasta entre $ 0.35 y $ 0.36 por kilo. Para las últimas cosechas los agricultores no sólo tenían que vender sus productos a precios bajos, sino que el porcentaje de alcachofa que no alcanzaba siquiera el límite de calidad –y por la que no se pagaba nada- aumentaba considerablemente. Durante la campaña del 2007 esta situación de clara desventaja daría un giro con el ingreso de las grandes agroindustrias Camposol (familia Dyer-Coriat) y SAVSA (familia Nicolini) a la comercialización de alcachofa procesada. Las pequeñas peruanas Josymar y -la apenas ingresante- Procesadora del Norte fueron tercerizadas como proveedoras; mientras que Danper, hasta ese momento agroindustria dominante en Santa Elena, se vio amenazada por una competencia con una demanda de producto mucho mayor que en años pasados. En este escenario, tanto Josymar como Procesadora no sólo disputaban mayores espacios de cultivo sino que ofrecían comprar las alcachofas por un mejor precio y sin ningún condicionamiento por la calidad ($ 0.45 - $ 0.50 pagados ‘al barrel’) incluso a aquellos productores en contrato con Danper. Ante el riesgo de no ganar lo suficiente y de terminar con sus productos ‘botados’, la mayoría de agricultores comenzó a proveer de alcachofa informalmente. Así, mientras preferían realizar sus contratos con Danper para obtener plantines de calidad y tener mejores frutos, las cosechas eran vendidas parcialmente a las otras agroindustrias por un mejor precio. Esto afectó de

B) competenciA territoriAl y lA privAtizAción de lA goBernAnzA soBre lA tierrA Frente a la alcachofa, el cultivo de caña de azúcar representa una forma diferente de producir la tierra: siendo una planta tradicional, no necesita de mayor cuidado más que un riego abundante hasta su maduración a los 18 meses; y, en tanto la cosecha es superficial, las mismas raíces pueden volver a rebrotar una y otra vez después de cada corte. Este ritmo productivo más lento característico del ciclo agrícola de la caña trajo consigo 1) su desplazamiento y reducción en el espacio agrícola de Santa Elena ante las posibilidades económicas que ofrecía la alcachofa en un tercio de tiempo, y 2) su relego a los agricultores más tradicionales: los antiguos ex-colonos de hacienda y sus herederos, quienes por falta de tiempo y/o de costumbre al despliegue de trabajo y de dinero que demandaba la alcachofa optaron por cultivar caña a pesar de su baja rentabilidad.

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las condiciones de cada agricultor para lograr la calidad exigida para el producto. Dependiendo de sus diferentes clientes, tanto Danper como Josymar establecían sus propios criterios de calidad y con ello, sus propios estándares productivos a los que debía someterse la producción local. Así pues, una vez que los agricultores elegían con qué empresa trabajar, cada una de sus parcelas era asignada a un ingeniero o técnico encargado de supervisar periódicamente el cultivo con el fin de determinar qué químicos y qué cantidad debían ser aplicados según el estado de la tierra, el clima y las plagas presentes. Una planta no irrigada adecuadamente, un clima caliente o un suelo muy contaminado tenían como resultado no sólo una mayor cantidad de aplicaciones ordenadas por los ingenieros, sino en concreto, una deuda mayor con las agroindustrias y menores ganancias para los agricultores. De esta manera, las diversas condiciones productivas de cada tierra en tensión con los requerimientos de los mercados se tradujeron en diversos grados de control sobre el proceso productivo, en donde unos agricultores quedaban más sujetos que otros a las disposiciones de las agroindustrias. Ante este riesgo, muchos desarrollaron sus propias estrategias productivas. Este fue el caso de los medianos agricultores, que sin ser necesariamente propietarios históricos fueron adquiriendo conocimientos cosecha tras cosecha para determinar cómo y cuándo debían realizar aplicaciones a sus plantas. Mientras unos desechaban por completo el uso de hormonas para utilizar abonos orgánicos; otros cambiaban las fechas programadas e incluso tienen sus propias mezclas de químicos para ellos más eficaces que las sugeridas por los técnicos: “Uno ya conoce su planta, sabe lo que necesita, porque si uno lo echa lo que te dan ni efecto le hace. Si fuera por ellos (por los ingenieros) a las justas recupero mi capital, en cambio por mí es que gano” (mediano agricultor). Por su parte, los agricultores con menos hectáreas que no disponían de tanto capital ni experiencia optaron en muchos casos por disminuir al máximo posible el número de aplicaciones en sus campos. Esto con la expectativa de reducir sus deudas y vender los químicos sobrantes a terceros para

le fueron otorgados para su labor. Al final de la cosecha, el agricultor debe reembolsar todo aquello que el comprador le ha dado (Marshall 2008: 570. El énfasis es nuestro).

Se trata entonces de un mecanismo que fundamentado en el préstamo de insumos y tecnologías fuera del alcance económico de los agricultores, permite a las agroindustrias obtener derechos anticipados sobre el fruto de la tierra sin asumir los riesgos de una mala cosecha. Por su parte, los agricultores acceden a estos contratos con la expectativa de obtener mejores ganancias que en otras cadenas productivas locales a pesar de la posibilidad de quedar endeudados y quedar fuera de la siguiente campaña en caso fracase la producción. En esta relación asimétrica, el control y cuidado sobre cada etapa del proceso productivo se hace vital: tanto para las agroindustrias con el fin de asegurar la calidad de los productos cosechados, como para los agricultores con el fin de obtener la mayor de las ganancias.

A) cAdenAs de control: lA cAlidAd como mecAnismo de suBordinAción Cuando en el 2006 la alcachofa alcanzó un precio y una demanda considerable en los mercados internacionales, la agroindustria danesa Danper y la peruana Josymar comenzaron una búsqueda intensa por aumentar la producción de este cultivo en el valle antiguo de Virú y por defecto en el territorio de Santa Elena. Para ello, además de las tierras que tenía arrendada la primera y los pocos agricultores que estaban vinculados a la segunda, ambas empresas comenzaron una campaña por todo el valle con el fin de entablar contratos de articulación productiva que les permitiera aumentar aún más su producción y asegurar una posición dominante respecto a la competencia. En poco tiempo, la producción de alcachofa pasó de ser un cultivo minoritario a convertirse en el cultivo principal de la campaña grande durante el invierno. Este nuevo patrón productivo trajo consigo nuevas diferencias y distinciones relacionadas a

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tal manera la producción, que obligó a Danper a tachar definitivamente de su lista de proveedores a cada agricultor que fuera descubierto, al costo de perder territorio productivo frente a la competencia. Incluso se tomaron medidas extremas como contratar vigilancia privada alrededor de las tierras y en la carretera durante la temporada de cosecha para ejercer el control que los contratos no podían asegurar más. La extensión de Santa Elena y la especificidad del tiempo productivo de cada campo, sin embargo, hicieron imposible detener las ventas informales. Se configuró entonces una dinámica de negociaciones ‘por debajo de la mesa’ que permitió circular los productos rompiendo con los vínculos de exclusividad, y por defecto, con el poder de Danper para posicionar a la ‘calidad’ como criterio único y absoluto de valoración del cultivo de la alcachofa. La lógica de subordinación por la que el acceso al mercado quedaba sujeto a una serie de condicionamientos productivos si bien no se vence, se agrieta.

tener un respaldo en caso de malos resultados. A pesar de estos intentos, a los 5 meses el envejecimiento propio de esta planta reduce drásticamente el margen de ganancia de los agricultores: mientras que en las primeras cosechas el corazón de la mayoría de alcachofas está bien formado, durante las siguientes la contextura deja de ser la adecuada. Es por ello que además de la asistencia técnica brindada, los contratos de articulación productiva condicionan la duración y los precios de venta establecidos a la calidad del producto. Así, si formalmente las agroindustrias deberían pagar entre $ 0.38 y $ 0.40 por kilo de alcachofa en la práctica el precio se podía reducir hasta entre $ 0.35 y $ 0.36 por kilo. Para las últimas cosechas los agricultores no sólo tenían que vender sus productos a precios bajos, sino que el porcentaje de alcachofa que no alcanzaba siquiera el límite de calidad –y por la que no se pagaba nada- aumentaba considerablemente. Durante la campaña del 2007 esta situación de clara desventaja daría un giro con el ingreso de las grandes agroindustrias Camposol (familia Dyer-Coriat) y SAVSA (familia Nicolini) a la comercialización de alcachofa procesada. Las pequeñas peruanas Josymar y -la apenas ingresante- Procesadora del Norte fueron tercerizadas como proveedoras; mientras que Danper, hasta ese momento agroindustria dominante en Santa Elena, se vio amenazada por una competencia con una demanda de producto mucho mayor que en años pasados. En este escenario, tanto Josymar como Procesadora no sólo disputaban mayores espacios de cultivo sino que ofrecían comprar las alcachofas por un mejor precio y sin ningún condicionamiento por la calidad ($ 0.45 - $ 0.50 pagados ‘al barrel’) incluso a aquellos productores en contrato con Danper. Ante el riesgo de no ganar lo suficiente y de terminar con sus productos ‘botados’, la mayoría de agricultores comenzó a proveer de alcachofa informalmente. Así, mientras preferían realizar sus contratos con Danper para obtener plantines de calidad y tener mejores frutos, las cosechas eran vendidas parcialmente a las otras agroindustrias por un mejor precio. Esto afectó de

B) competenciA territoriAl y lA privAtizAción de lA goBernAnzA soBre lA tierrA Frente a la alcachofa, el cultivo de caña de azúcar representa una forma diferente de producir la tierra: siendo una planta tradicional, no necesita de mayor cuidado más que un riego abundante hasta su maduración a los 18 meses; y, en tanto la cosecha es superficial, las mismas raíces pueden volver a rebrotar una y otra vez después de cada corte. Este ritmo productivo más lento característico del ciclo agrícola de la caña trajo consigo 1) su desplazamiento y reducción en el espacio agrícola de Santa Elena ante las posibilidades económicas que ofrecía la alcachofa en un tercio de tiempo, y 2) su relego a los agricultores más tradicionales: los antiguos ex-colonos de hacienda y sus herederos, quienes por falta de tiempo y/o de costumbre al despliegue de trabajo y de dinero que demandaba la alcachofa optaron por cultivar caña a pesar de su baja rentabilidad.

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pactan un acuerdo de respeto de las zonas de explotación que acaba con la competencia y transforma las dinámicas de poder sobre los espacios agrícolas en juego, entre ellos el de Santa Elena. En esta negociación Cartavio se aseguraba la producción de los fundos ubicados en los valles de Trujillo y Chicama, mientras Laredo se hacía con la exclusividad en los valles de Moche y los más pequeños de Virú y Chao. Esta división del control territorial de la producción entre ambas agroindustrias se tradujo en un poder monopsónico de Laredo sobre la explotación agrícola: un sólo comprador, y cada vez más pequeños vendedores deseosos de vender. En este nuevo entramado de poder, los contratos de articulación productiva cambiaron sus términos: mientras el préstamo de las semillas se volvió opcional y la mayor parte del proceso productivo es asumido por el agricultor; es la cosecha la que queda fuera de su potestad y es controlada directamente por Laredo. Para ello, una vez firmado el contrato, la empresa exige que los campos sean evaluados por los técnicos para ser inscritos en un calendario agrícola que estipula las fechas probables de cosecha. Una vez las muestras que estos técnicos realizan manifiestan que la caña tiene una sacarosa ideal, se les indica a los transportistas tercerizados – otrora eslabones comerciales- llevar la maquinaria, los trailers de carga, y también a las contratas de macheteros que se encargan de la quema y el barbecho de la caña. El agricultor era apenas notificado y algunos ni siquiera estaban presentes durante este proceso. De esta manera, focalizando el control en la cosecha, Laredo se aseguraba la exclusividad de la compra final sin necesidad de arriesgar en algún tipo de préstamo a los agricultores. Con esta posición de poder ganada, la empresa se ha hecho con la potestad de ajustar los precios y valorar la caña según nuevos criterios. Esto a pesar de que los precios internacionales del azúcar siguieron elevándose (cf. IPAE 2011):

A inicios del 2009, sin embargo, la súbita alza de los precios internacionales del azúcar y la disminución drástica de la producción local que se reprodujo en los valles de Moche, Virú y Chao por el ingreso de nuevos cultivos, configuró una nueva dinámica económica para el cultivo de caña. Las agroindustrias azucareras Cartavio (grupo Gloria) y Laredo (grupo colombiano La Manuelita), que dependían de la producción de estos valles para satisfacer sus necesidades comerciales, comenzaron una disputa reñida por adquirir la caña de los agricultores locales con el fin de completar su producción y aprovechar estos precios favorables. Así, ambas empresas pasaron de negociar el producto con intermediarios para implementar contratos de articulación que otorgaban directamente a los agricultores semillas seleccionadas a cambio de la exclusividad de la caña cosechada. Por supuesto, al igual que con el cultivo de alcachofa, tanto Laredo como Cartavio ofrecían comprar informalmente por un mayor precio parte de las cosechas de los agricultores que habían contratado con la competencia. De esta forma, la caña se apreció hasta alcanzar la exorbitante cifra de S/.135 por tonelada, y la ganancia neta de los pocos agricultores cañeros durante la campaña 2008-2009 llegó a estar entre S/.20 000 y S/.40 000 por Ha. En Santa Elena, este lucro totalmente inusual permitió que estos ex-colonos y sus herederos pudieran incrementar considerablemente su capacidad productiva: “[...] Entonces arrendé para cultivar más, [...] seguí ganando más; pasé de 8Ha que tengo de propiedad a tener como 18 Ha arrendadas toditas para la caña” (Agricultor, heredero de colono). Ante el éxito de éstos, muchos otros pequeños agricultores comenzaron a mudar también sus propios plantíos para sembrar caña de azúcar con la expectativa de alcanzar esta alta rentabilidad. La mayoría optó incluso por abandonar la tradicional variedad ‘Chicama’ y sembrar la ‘Colombiana’ que había sido distribuida por Laredo en un inicio y que se caracterizaba por una gran productividad. Así, la caña se fue posicionando poco a poco como uno de los cultivos dominantes en el espacio agrícola. El año 2010, sin embargo, Laredo y Cartavio

Antes (cuando había competencia) te compraba toda la caña igual, no importaba cuánta sacarosa tenía; ahora ya está más especial. Por ejemplo yo cultivo la Colombiana que rinde más pero tiene

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los largos periodos de producción de caña juegan en contra de los agricultores, quienes hacen una inversión proyectando una ganancia que en muchos casos se transformó en pérdida. Si bien en la actualidad algunos de éstos siguen manteniendo la caña por su capacidad de rebrotar, la mayoría de pequeños agricultores no ha podido consolidar una ganancia considerable con este cultivo por lo que han terminado por ‘voltear’ la caña y probar con otras cadenas de producción más estables como la de alcachofa o el maíz. Esto por el momento, a la espera de nuevas demandas del mercado que puedan aprovechar a través de las empresas.

poca sacarosa; Laredo por esa caña me va a pagar 35 soles la tonelada. Si cultivo Chicama me va a dar menos pero tiene más sacarosa, Laredo me paga 55 soles. Ya depende de ti como haces para que tengas buen rendimiento y puedas vender bien también (Agricultor, ex-colono)

Advirtamos aquí una cuestión no tan visible en el caso del cultivo de alcachofa: la baja o alta calidad del producto no es una característica natural de la planta a la que se tienen que adaptar las empresas, sino un estándar que imponen las agroindustrias según el poder para controlar la circulación del producto de un espacio agrícola determinado. En ese sentido, si bien los contratos liberan formalmente la conducción y el manejo de la parcela a los agricultores, la imposición de una nueva valorización de la caña condiciona e informa el proceso productivo4. Como salida, los medianos agricultores optaron por distribuir diferentes variedades de cañas entre sus distintas tierras y entre el tiempo agrícola. Así, gracias a la adaptación y flexibilidad de la caña, se realiza la siembra de cada parcela en diferentes meses del año dando como resultado hasta tres procesos productivos paralelos en diferentes etapas cada uno. De esta manera, se aprovecha en una parte del año los precios altos de algunas variedades y en otras su productividad, con el fin de afrontar la variación de los precios y poder mantenerse como productores cañeros. Nuevamente, sin la constante disposición de agua que se tiene a partir del PECH esta distribución sería imposible. Esta realidad sin embargo no se aplica a todo el espectro de agricultores. Los más pequeños que normalmente sólo pueden arrendar 3 Ha o menos se ven directamente afectados por la drástica caída de precios: “uno cultiva pero ¿ha visto usted los precios de la caña? No se puede pues, con eso a las justas da para pagar lo que te prestaste, nada más” (Agricultor). En estos casos por el contrario,

conclusiones y reFlexiones FinAles Como hemos mostrado a lo largo de nuestro desarrollo, la subordinación que ejercen las agroindustrias sobre el espacio agrícola de Santa Elena no ha significado la expansión de su propiedad efectiva sobre la tierra, sino que se fundamenta en la expansión de su control exclusivo sobre el proceso productivo. Los contratos de arriendo y de articulación productiva son en este sentido, relaciones económicas que se constituyen como dispositivos de poder que permiten este control en diferentes grados sobre el espacio productivo. Así, mientras que el arriendo permite una dirección total de la parcela, los contratos de articulación productiva se valen del préstamo de semillas y/o tecnología para normar la explotación de la tierra. El establecimiento de uno u otro dispositivo ha dependido del riesgo que las empresas están dispuestas a asumir en razón de las exigencias de rendimiento y calidad de los mercados a los que se dirigen; pero también en razón de las condiciones productivas que caracterizan Santa Elena: la disposición de agua, la organización de la propiedad de la tierra, o la rotación de los cultivos en una parcela, cada recurso va asumiendo un límite y una forma según los patrones que caracterizan estas demandas. En ese sentido, es preciso señalar que el tamaño de la propiedad de la tierra de la que disponen los agricultores ha sido una importante variable a tomar en cuenta

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pactan un acuerdo de respeto de las zonas de explotación que acaba con la competencia y transforma las dinámicas de poder sobre los espacios agrícolas en juego, entre ellos el de Santa Elena. En esta negociación Cartavio se aseguraba la producción de los fundos ubicados en los valles de Trujillo y Chicama, mientras Laredo se hacía con la exclusividad en los valles de Moche y los más pequeños de Virú y Chao. Esta división del control territorial de la producción entre ambas agroindustrias se tradujo en un poder monopsónico de Laredo sobre la explotación agrícola: un sólo comprador, y cada vez más pequeños vendedores deseosos de vender. En este nuevo entramado de poder, los contratos de articulación productiva cambiaron sus términos: mientras el préstamo de las semillas se volvió opcional y la mayor parte del proceso productivo es asumido por el agricultor; es la cosecha la que queda fuera de su potestad y es controlada directamente por Laredo. Para ello, una vez firmado el contrato, la empresa exige que los campos sean evaluados por los técnicos para ser inscritos en un calendario agrícola que estipula las fechas probables de cosecha. Una vez las muestras que estos técnicos realizan manifiestan que la caña tiene una sacarosa ideal, se les indica a los transportistas tercerizados – otrora eslabones comerciales- llevar la maquinaria, los trailers de carga, y también a las contratas de macheteros que se encargan de la quema y el barbecho de la caña. El agricultor era apenas notificado y algunos ni siquiera estaban presentes durante este proceso. De esta manera, focalizando el control en la cosecha, Laredo se aseguraba la exclusividad de la compra final sin necesidad de arriesgar en algún tipo de préstamo a los agricultores. Con esta posición de poder ganada, la empresa se ha hecho con la potestad de ajustar los precios y valorar la caña según nuevos criterios. Esto a pesar de que los precios internacionales del azúcar siguieron elevándose (cf. IPAE 2011):

A inicios del 2009, sin embargo, la súbita alza de los precios internacionales del azúcar y la disminución drástica de la producción local que se reprodujo en los valles de Moche, Virú y Chao por el ingreso de nuevos cultivos, configuró una nueva dinámica económica para el cultivo de caña. Las agroindustrias azucareras Cartavio (grupo Gloria) y Laredo (grupo colombiano La Manuelita), que dependían de la producción de estos valles para satisfacer sus necesidades comerciales, comenzaron una disputa reñida por adquirir la caña de los agricultores locales con el fin de completar su producción y aprovechar estos precios favorables. Así, ambas empresas pasaron de negociar el producto con intermediarios para implementar contratos de articulación que otorgaban directamente a los agricultores semillas seleccionadas a cambio de la exclusividad de la caña cosechada. Por supuesto, al igual que con el cultivo de alcachofa, tanto Laredo como Cartavio ofrecían comprar informalmente por un mayor precio parte de las cosechas de los agricultores que habían contratado con la competencia. De esta forma, la caña se apreció hasta alcanzar la exorbitante cifra de S/.135 por tonelada, y la ganancia neta de los pocos agricultores cañeros durante la campaña 2008-2009 llegó a estar entre S/.20 000 y S/.40 000 por Ha. En Santa Elena, este lucro totalmente inusual permitió que estos ex-colonos y sus herederos pudieran incrementar considerablemente su capacidad productiva: “[...] Entonces arrendé para cultivar más, [...] seguí ganando más; pasé de 8Ha que tengo de propiedad a tener como 18 Ha arrendadas toditas para la caña” (Agricultor, heredero de colono). Ante el éxito de éstos, muchos otros pequeños agricultores comenzaron a mudar también sus propios plantíos para sembrar caña de azúcar con la expectativa de alcanzar esta alta rentabilidad. La mayoría optó incluso por abandonar la tradicional variedad ‘Chicama’ y sembrar la ‘Colombiana’ que había sido distribuida por Laredo en un inicio y que se caracterizaba por una gran productividad. Así, la caña se fue posicionando poco a poco como uno de los cultivos dominantes en el espacio agrícola. El año 2010, sin embargo, Laredo y Cartavio

Antes (cuando había competencia) te compraba toda la caña igual, no importaba cuánta sacarosa tenía; ahora ya está más especial. Por ejemplo yo cultivo la Colombiana que rinde más pero tiene

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los largos periodos de producción de caña juegan en contra de los agricultores, quienes hacen una inversión proyectando una ganancia que en muchos casos se transformó en pérdida. Si bien en la actualidad algunos de éstos siguen manteniendo la caña por su capacidad de rebrotar, la mayoría de pequeños agricultores no ha podido consolidar una ganancia considerable con este cultivo por lo que han terminado por ‘voltear’ la caña y probar con otras cadenas de producción más estables como la de alcachofa o el maíz. Esto por el momento, a la espera de nuevas demandas del mercado que puedan aprovechar a través de las empresas.

poca sacarosa; Laredo por esa caña me va a pagar 35 soles la tonelada. Si cultivo Chicama me va a dar menos pero tiene más sacarosa, Laredo me paga 55 soles. Ya depende de ti como haces para que tengas buen rendimiento y puedas vender bien también (Agricultor, ex-colono)

Advirtamos aquí una cuestión no tan visible en el caso del cultivo de alcachofa: la baja o alta calidad del producto no es una característica natural de la planta a la que se tienen que adaptar las empresas, sino un estándar que imponen las agroindustrias según el poder para controlar la circulación del producto de un espacio agrícola determinado. En ese sentido, si bien los contratos liberan formalmente la conducción y el manejo de la parcela a los agricultores, la imposición de una nueva valorización de la caña condiciona e informa el proceso productivo4. Como salida, los medianos agricultores optaron por distribuir diferentes variedades de cañas entre sus distintas tierras y entre el tiempo agrícola. Así, gracias a la adaptación y flexibilidad de la caña, se realiza la siembra de cada parcela en diferentes meses del año dando como resultado hasta tres procesos productivos paralelos en diferentes etapas cada uno. De esta manera, se aprovecha en una parte del año los precios altos de algunas variedades y en otras su productividad, con el fin de afrontar la variación de los precios y poder mantenerse como productores cañeros. Nuevamente, sin la constante disposición de agua que se tiene a partir del PECH esta distribución sería imposible. Esta realidad sin embargo no se aplica a todo el espectro de agricultores. Los más pequeños que normalmente sólo pueden arrendar 3 Ha o menos se ven directamente afectados por la drástica caída de precios: “uno cultiva pero ¿ha visto usted los precios de la caña? No se puede pues, con eso a las justas da para pagar lo que te prestaste, nada más” (Agricultor). En estos casos por el contrario,

conclusiones y reFlexiones FinAles Como hemos mostrado a lo largo de nuestro desarrollo, la subordinación que ejercen las agroindustrias sobre el espacio agrícola de Santa Elena no ha significado la expansión de su propiedad efectiva sobre la tierra, sino que se fundamenta en la expansión de su control exclusivo sobre el proceso productivo. Los contratos de arriendo y de articulación productiva son en este sentido, relaciones económicas que se constituyen como dispositivos de poder que permiten este control en diferentes grados sobre el espacio productivo. Así, mientras que el arriendo permite una dirección total de la parcela, los contratos de articulación productiva se valen del préstamo de semillas y/o tecnología para normar la explotación de la tierra. El establecimiento de uno u otro dispositivo ha dependido del riesgo que las empresas están dispuestas a asumir en razón de las exigencias de rendimiento y calidad de los mercados a los que se dirigen; pero también en razón de las condiciones productivas que caracterizan Santa Elena: la disposición de agua, la organización de la propiedad de la tierra, o la rotación de los cultivos en una parcela, cada recurso va asumiendo un límite y una forma según los patrones que caracterizan estas demandas. En ese sentido, es preciso señalar que el tamaño de la propiedad de la tierra de la que disponen los agricultores ha sido una importante variable a tomar en cuenta

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a los criterios de valor sobre las cosechas. Así, el aumento de los pequeños agricultores arrendatarios a pesar de los precios bajos de la alcachofa no podría entenderse sin conocer que Josymar y Procesadora compraban informalmente este producto; mientras que no podríamos comprender tampoco porque la caña se ha relegado sólo a medianos agricultores sino supiéramos que Laredo se ha constituido como único comprador de este producto y que ha impuesto precios demasiado bajos, imposibles de afrontar para los más pequeños. Los agricultores no han sido simples espectadores de este proceso. Todo lo contrario: si por un lado la intensidad del control sobre el proceso productivo los ponen directamente en una dinámica de poder con las agroindustrias definida en términos de calidad, por el otro, es justamente la extensión de este control por el territorio de Santa Elena la que se disputa entre las agroindustrias en términos de precios. Las diversas estrategias que han trazado los agricultores se orientan justamente a disputar estos dos flancos. En cuanto a la intensidad, hemos observado en el caso del cultivo de alcachofa la preferencia por incorporar conocimientos propios en cuanto al control de plagas; y en el de la caña, una nueva distribución del proceso productivo en el espacio y en el tiempo agrícola. Mientras tanto, para disputar la extensión de este control, la estrategia común ha sido la afiliación a nuevas cadenas de valor a través de ventas informales a otras empresas lo que ha resultado ser más efectivo y amenazador para el control de las empresas. En todos los casos, nuevamente, el terreno de estas pugnas se da a nivel de la producción: sea usando diferentes químicos, alterando la cosecha, o sembrando en diferentes parcelas los agricultores intentan crear algunas grietas en el dominio de las empresas. El capital y con ello, la gran propiedad de la tierra de la que disponen las agroindustrias les ha garantizado, sin embargo, un acceso único y privilegiado al mercado que les permite subordinar en un sólo territorio económico un conjunto de procesos que abarca desde la explotación misma de la tierra hasta el procesamiento final de los productos. En ese sentido, la variedad

tanto para el arriendo como para los contratos de articulación productiva, siendo en todos los casos los medianos propietarios y medianos agricultores los que mejor se han adaptado a los condicionamientos de las agroindustrias. Los pequeños propietarios en cambio, han sido prácticamente excluidos de la actividad agrícola dejando sus parcelas a disposición de los pequeños agricultores que quieran arrendarlos y arriesgarse a cultivar con las empresas. Observamos entonces que las dinámicas de control sobre el proceso productivo definidas por esta tensión entre mercado y condiciones productivas han ido estructurando categorías de agricultores/propietarios y categorías de tierras que en conjunción configuran un territorio económico con espacios agrícolas diferenciados: el área arrendada por los pequeños agricultores a los pequeños propietarios para cultivar alcachofa a través de contratos de articulación, el área arrendada por las agroindustrias a los nuevos medianos propietarios para diversos cultivos, y el área cultivada por los colonos y sus herederos dominada por la caña de azúcar y habilitada también por articulación productiva. Cada espacio no sólo con sus propios mecanismos de control, sino compuesto por sus propias reglas de acceso y la circulación de la tierra caracterizadas por el abandono de las lógicas tradicionales del ‘quién debe’ acceder o trabajar a la tierra, para pasar a la lógica capitalista de ‘quién puede’ arrendarla o producirla según ciertos condicionamientos. Esta nueva organización del espacio agrícola, sin embargo, no está estructurada de forma arbitraria sino que depende y se transforma según el poder que tienen las agroindustrias para imponer un precio y una valorización de los productos. En ese sentido es vital comprender, además de los mercados a los que se dirigen estas empresas, su posición en la estructura de poder local. En Santa Elena, hemos observado cómo la extrema competencia en el caso de la alcachofa y el contexto monopsónico en el caso de la caña han producido diferentes situaciones en torno a la exclusividad del cultivo, y con esto, diferentes matices en torno a los mecanismos de control (arriendo y articulación) y

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Lima: CEPES. N°17, 1993, pp. 27-52. ěŲ MARIÁTEGUI, José Carlos 1928 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Amauta ěŲ REVESZ, Bruno 1982 Estado, algodón y productores agrarios. Piura: CIPCA

de relaciones productivas que estas empresas han ido estableciendo con los agricultores, sea el arriendo o la articulación productiva, involucran y atan el espacio agrícola de Santa Elena a las dinámicas y reglas que imponen en estas cadenas productivas. Se trata justamente, de la producción y control de un territorio. Es por eso que si bien las agroindustrias están organizadas como una empresa y funcionan como tal (cf. Gómez 2008), las relaciones que despliegan en Santa Elena no se pueden definir ni se limitan a este carácter empresarial. Su presencia en este espacio agrícola ha producido dinámicas de poder que han alterado los vínculos que los diversos sujetos sociales –agricultores y propietariostienen con la tierra y. con ello, los vínculos que tienen entre ellos mismos y las posiciones que guardan dentro de la localidad –pequeños/ medianos agricultores, propietarios nuevos/ históricos-. Su especificidad radica justamente en esta capacidad de transformar y configurar una estructura social a partir de su posición de poder en la cadena de producción/valor garantizado por su gran propiedad. En nuestro caso, esta es la nueva función política de la gran propiedad de la tierra.

BiBliogrAFíA ěŲ BOELENS, Rudger 2011 Justicia hídrica: acumulación, conflicto y acción social. Lima: PUCP-IEP ěŲ BURNEO, Zulema 2011 El proceso de concentración de la tierra en Perú. Roma: ILC ěŲ EGUREN, Fernando 2004 “Las políticas agrarias en la última década: una evaluación”. Sepia X. Lima: SEPIA ěŲ GOMEZ, Rosario 2008 “La agricultura comercial en el Perú. El caso de la agricultura de exportación no tradicional (1997-2005)”. En SEPIA XII Damonte G. y otros. Lima: SEPIA ěŲ MARAÑÓN, Boris 1993 “Obreros en la industria esparraguera: valles de Chao-Virú e Ica” En Debate Agrario.

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a los criterios de valor sobre las cosechas. Así, el aumento de los pequeños agricultores arrendatarios a pesar de los precios bajos de la alcachofa no podría entenderse sin conocer que Josymar y Procesadora compraban informalmente este producto; mientras que no podríamos comprender tampoco porque la caña se ha relegado sólo a medianos agricultores sino supiéramos que Laredo se ha constituido como único comprador de este producto y que ha impuesto precios demasiado bajos, imposibles de afrontar para los más pequeños. Los agricultores no han sido simples espectadores de este proceso. Todo lo contrario: si por un lado la intensidad del control sobre el proceso productivo los ponen directamente en una dinámica de poder con las agroindustrias definida en términos de calidad, por el otro, es justamente la extensión de este control por el territorio de Santa Elena la que se disputa entre las agroindustrias en términos de precios. Las diversas estrategias que han trazado los agricultores se orientan justamente a disputar estos dos flancos. En cuanto a la intensidad, hemos observado en el caso del cultivo de alcachofa la preferencia por incorporar conocimientos propios en cuanto al control de plagas; y en el de la caña, una nueva distribución del proceso productivo en el espacio y en el tiempo agrícola. Mientras tanto, para disputar la extensión de este control, la estrategia común ha sido la afiliación a nuevas cadenas de valor a través de ventas informales a otras empresas lo que ha resultado ser más efectivo y amenazador para el control de las empresas. En todos los casos, nuevamente, el terreno de estas pugnas se da a nivel de la producción: sea usando diferentes químicos, alterando la cosecha, o sembrando en diferentes parcelas los agricultores intentan crear algunas grietas en el dominio de las empresas. El capital y con ello, la gran propiedad de la tierra de la que disponen las agroindustrias les ha garantizado, sin embargo, un acceso único y privilegiado al mercado que les permite subordinar en un sólo territorio económico un conjunto de procesos que abarca desde la explotación misma de la tierra hasta el procesamiento final de los productos. En ese sentido, la variedad

tanto para el arriendo como para los contratos de articulación productiva, siendo en todos los casos los medianos propietarios y medianos agricultores los que mejor se han adaptado a los condicionamientos de las agroindustrias. Los pequeños propietarios en cambio, han sido prácticamente excluidos de la actividad agrícola dejando sus parcelas a disposición de los pequeños agricultores que quieran arrendarlos y arriesgarse a cultivar con las empresas. Observamos entonces que las dinámicas de control sobre el proceso productivo definidas por esta tensión entre mercado y condiciones productivas han ido estructurando categorías de agricultores/propietarios y categorías de tierras que en conjunción configuran un territorio económico con espacios agrícolas diferenciados: el área arrendada por los pequeños agricultores a los pequeños propietarios para cultivar alcachofa a través de contratos de articulación, el área arrendada por las agroindustrias a los nuevos medianos propietarios para diversos cultivos, y el área cultivada por los colonos y sus herederos dominada por la caña de azúcar y habilitada también por articulación productiva. Cada espacio no sólo con sus propios mecanismos de control, sino compuesto por sus propias reglas de acceso y la circulación de la tierra caracterizadas por el abandono de las lógicas tradicionales del ‘quién debe’ acceder o trabajar a la tierra, para pasar a la lógica capitalista de ‘quién puede’ arrendarla o producirla según ciertos condicionamientos. Esta nueva organización del espacio agrícola, sin embargo, no está estructurada de forma arbitraria sino que depende y se transforma según el poder que tienen las agroindustrias para imponer un precio y una valorización de los productos. En ese sentido es vital comprender, además de los mercados a los que se dirigen estas empresas, su posición en la estructura de poder local. En Santa Elena, hemos observado cómo la extrema competencia en el caso de la alcachofa y el contexto monopsónico en el caso de la caña han producido diferentes situaciones en torno a la exclusividad del cultivo, y con esto, diferentes matices en torno a los mecanismos de control (arriendo y articulación) y

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Lima: CEPES. N°17, 1993, pp. 27-52. ěŲ MARIÁTEGUI, José Carlos 1928 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Amauta ěŲ REVESZ, Bruno 1982 Estado, algodón y productores agrarios. Piura: CIPCA

de relaciones productivas que estas empresas han ido estableciendo con los agricultores, sea el arriendo o la articulación productiva, involucran y atan el espacio agrícola de Santa Elena a las dinámicas y reglas que imponen en estas cadenas productivas. Se trata justamente, de la producción y control de un territorio. Es por eso que si bien las agroindustrias están organizadas como una empresa y funcionan como tal (cf. Gómez 2008), las relaciones que despliegan en Santa Elena no se pueden definir ni se limitan a este carácter empresarial. Su presencia en este espacio agrícola ha producido dinámicas de poder que han alterado los vínculos que los diversos sujetos sociales –agricultores y propietariostienen con la tierra y. con ello, los vínculos que tienen entre ellos mismos y las posiciones que guardan dentro de la localidad –pequeños/ medianos agricultores, propietarios nuevos/ históricos-. Su especificidad radica justamente en esta capacidad de transformar y configurar una estructura social a partir de su posición de poder en la cadena de producción/valor garantizado por su gran propiedad. En nuestro caso, esta es la nueva función política de la gran propiedad de la tierra.

BiBliogrAFíA ěŲ BOELENS, Rudger 2011 Justicia hídrica: acumulación, conflicto y acción social. Lima: PUCP-IEP ěŲ BURNEO, Zulema 2011 El proceso de concentración de la tierra en Perú. Roma: ILC ěŲ EGUREN, Fernando 2004 “Las políticas agrarias en la última década: una evaluación”. Sepia X. Lima: SEPIA ěŲ GOMEZ, Rosario 2008 “La agricultura comercial en el Perú. El caso de la agricultura de exportación no tradicional (1997-2005)”. En SEPIA XII Damonte G. y otros. Lima: SEPIA ěŲ MARAÑÓN, Boris 1993 “Obreros en la industria esparraguera: valles de Chao-Virú e Ica” En Debate Agrario.

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TenenCIA y VAlOR De lA TIeRRA en lA COMUnIDAD CAMpeSInA De COlán:

nuevas formas de apropiación, dimensiones del valor y tensiones comunales a partir de la entrada de la agroindustria de etanol el incremento paulatino de agro-industrias orientadas a la producción de biocombustibles, así como

otros procesos en donde grandes capitales ingresan a zonas rurales, ha generado diversas formas

de presión sobre los recursos, especialmente sobre la tierra, desencadenando nuevas formas de concentración y provocando nuevas tensiones en el ámbito político y económico rural. este artículo

busca analizar los cambios en torno a la tenencia y el valor de la tierra comunal en la costa norte del perú a partir del ingreso de diversas agro-industrias de caña de azúcar para etanol. de este

modo, se explorarán las estructuras de estos cambios, arraigados en historias locales y regionales, y se discutirá sobre las tensiones entre familias campesinas, las agro-industrias y la comunidad

campesina, así como lo que la superposición de diferentes lógicas del manejo de la tierra implica para las dinámicas políticas y económicas locales.

fuertes presiones comerciales y globales sobre dicho recurso que ponen en riesgo la seguridad alimentaria a nivel mundial (Ward 2012). El Perú, que no es ajeno a este fenómeno, “ha ido paulatina pero firmemente insertándose en él a través de las políticas de sus gobernantes” (Burneo, Z. 2011, p. 11)2. A diferencia de los fenómenos de concentración de tierras en el continente

introducción: presión soBre lA tierrA, AgroindustriA y cAmBios en lA tierrA comunAl

Alejandra Huamán Tejo

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n los años más recientes, se ha producido una nueva fiebre por la tierra caracterizada por el acaparamiento de tierras y por

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TenenCIA y VAlOR De lA TIeRRA en lA COMUnIDAD CAMpeSInA De COlán:

nuevas formas de apropiación, dimensiones del valor y tensiones comunales a partir de la entrada de la agroindustria de etanol el incremento paulatino de agro-industrias orientadas a la producción de biocombustibles, así como

otros procesos en donde grandes capitales ingresan a zonas rurales, ha generado diversas formas

de presión sobre los recursos, especialmente sobre la tierra, desencadenando nuevas formas de concentración y provocando nuevas tensiones en el ámbito político y económico rural. este artículo

busca analizar los cambios en torno a la tenencia y el valor de la tierra comunal en la costa norte del perú a partir del ingreso de diversas agro-industrias de caña de azúcar para etanol. de este

modo, se explorarán las estructuras de estos cambios, arraigados en historias locales y regionales, y se discutirá sobre las tensiones entre familias campesinas, las agro-industrias y la comunidad

campesina, así como lo que la superposición de diferentes lógicas del manejo de la tierra implica para las dinámicas políticas y económicas locales.

fuertes presiones comerciales y globales sobre dicho recurso que ponen en riesgo la seguridad alimentaria a nivel mundial (Ward 2012). El Perú, que no es ajeno a este fenómeno, “ha ido paulatina pero firmemente insertándose en él a través de las políticas de sus gobernantes” (Burneo, Z. 2011, p. 11)2. A diferencia de los fenómenos de concentración de tierras en el continente

introducción: presión soBre lA tierrA, AgroindustriA y cAmBios en lA tierrA comunAl

Alejandra Huamán Tejo

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n los años más recientes, se ha producido una nueva fiebre por la tierra caracterizada por el acaparamiento de tierras y por

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africano3, las concentraciones latinoamericanas están orientadas, principalmente, hacia cuatro fines: para la producción agrícola de productos para agro-exportación; para la extracción minera y de hidrocarburos; para la explotación forestal; y para la producción de agro-combustibles a partir de la caña de azúcar y la palma (Burneo, Z. 2011; Eguren 2013). Ahora bien, la mayoría de investigaciones en ciencias sociales se han centrado en las concentraciones dedicadas a la extracción, ya sea forestal, minera o de hidrocarburos, dejando de lado el fenómeno de la agro-industria, que no por ser tan abiertamente conflictivo resulta menos complejo o tensional. Con las reformas de corte neo-liberal que se ejecutaron en varios países de Latinoamérica se ha iniciado un proceso de cambio en el ámbito rural con varias similitudes a la dinámica previa a la reforma agraria: “inversión de empresas extranjeras en pos de la extracción de recursos; exportación de materias primas sin procesamiento industrial; presión sobre la tierra comunal y campesina que ocasiona el desplazamiento de sus ocupantes originales; inexistente regulación o control en los modos de apropiación de las empresas de los territorios otorgados en concesión; y, concentración de poder económico en grupos particulares y reducidos” (Wiener 2011: 2). No obstante, es un proceso que si bien posee varias similitudes, también difiere sustancialmente de lo sucedido años atrás. Estas diferencias están ancladas precisamente en su vinculación con el land grab y con procesos económicos y políticos globales como la globalización de la demanda de alimentos, de agro-combustibles, y de tierras para producirlos (Eguren 2013), los cuales han impulsado las diferentes reformas neo-liberales propuestas desde la década de los noventas hacia adelante. Así, el mercado de tierras está en proceso de globalización (Eguren 2013), y el acaparamiento se tiñe de un carácter global, tanto el proceso mismo4 como las reglas de

juego que lo estructuran (Diez 2011) – de este modo, las características de un proceso global son ancladas en diferentes historias nacionales y locales, dándole forma propia a este fenómeno. En este escenario rural cambiante se inscribe nuestra investigación, la cual busca retomar la cuestión de la tierra como eje central del análisis, especialmente a través de los cambios que se generan en las tierras comunales a partir de la presión ejercida sobre la tierra eriaza y agrícola. Concretamente, se observarán dos dimensiones de la tierra comunal: la tenencia y el valor de la tierra, y cómo estas dos dimensiones se transforman a partir del ingreso de empresas dedicadas a la agro-industria y sus diferentes mecanismos de control y apropiación del recurso. Cuando nos referimos a la tenencia de la tierra, hablamos tanto de los regímenes de acceso, uso, y transferencia de la tierra sujetos a diferentes cambios y tensiones a lo largo del tiempo; como de la apropiaciónmaterial de latierra5. Además, nos aproximamos al valor desde un sentido antropológico6, tomando en cuenta distintos

Estas son un locus

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criterios y narrativas que se tejen a su alrededor, las cuales entran en disputa por erigirse como el discurso dominante y que son expresados en diferentes espacios de intercambio mostrando que el valor se encuentra siempre en constante cambio y tensión. Así, la tierra pasa por diversos sentidos sociales-comunales y familiares, por la relación cotidiana entre el campesino y el recurso, por el uso de la misma, por diferentes trayectorias de vida de los conductores de parcela; y, al mismo tiempo, forma parte de estimaciones económicas en relación al valor de cambio del recurso. Se han aterrizado los cambios en la tenencia y el valor de las tierras comunales en un estudio de caso7 caracterizado por la presión del recurso y por el ingreso de las agro-industrias: el caso de la Comunidad Campesina San Lucas de Colán, ubicada en la cola del margen izquierdo del valle del río Chira en Piura. Debido a la complejidad de los diferentes fenómenos comunales, se ha partido de un conjunto de familias campesinas del predio de la ex hacienda La Tahona, que si bien no son representativas de la totalidad y diversidad de las familias comuneras, nos permiten reflexionar en profundidad acerca del tema propuesto. Así, se ha realizado un trabajo de campo etnográfico que hace el esfuerzo de reconstruir historias de apropiación de tierras, analizar el acceso y los diferentes grados de apropiación de la tierra, y explorar las narrativas sobre el valor de la tierra para la comunidad y las diferentes formas de construir el valor para las familias, para contrastar las dinámicas comunales con las familiares. Los resultados son presentados en este artículo a partir de tres secciones: el contexto político e histórico de la comunidad campesina; los procesos de cambio en la tenencia y apropiación de la tierra a partir del caso del predio La Tahona; y los patrones de valoración de la tierra y disputas en torno a una narrativa oficial del valor de la tierra. Para cerrar el artículo, se plantearán algunas conclusiones analíticas sobre los procesos de cambio dentro de las comunidades campesinas considerando

cómo procesos de carácter global transforman y se construyen a partir de historias locales.

lA comunidAd cAmpesinA sAn lucAs de colÁn: Ayer y hoy La comunidad de San Lucas de Colán – antes comunidad de indígenas – es una de las más antiguas y ancestrales del norte del Perú, pues, si bien, sus antecedentes más antiguos como institución datan del siglo XX con la “Sociedad de Comuneros de Colán” (Paz Velásquez 2009), sustentan sus derechos legales ante el Estado con documentos (verídicos o no) del siglo XVI. Posee cerca de 39 000 hectáreas dentro de su territorio, de las cuales cerca de 5 000 son parcelas agrícolas de uso familiar. El número de comuneros inscritos crece año a año, pasando de 3 000 comuneros inscritos desde finales del 2012 a cerca de 5 000 en la actualidad. La comunidad también posee un pasado de hacienda, las cuales fueron formadas a partir de las deudas de comuneros a los principales comerciantes del pueblo y la puesta en garantía de sus parcelas para cubrir esas deudas. A partir de la Reforma Agraria en 1972 y la adjudicación de tierras a la comunidad (ahora) campesina, se formaría la empresa comunal y una larga historia de disputas entre los comuneros directos o antiguos, y los comuneros indirectos o beneficiarios de Reforma Agraria, ex trabajadores migrantes. Esta historia de tensiones y disputas terminaría en los procesos de segmentación de la empresa comunal en comités especiales y posteriormente en la parcelación individual de cada comunero. La comunidad, antes activa dentro de la política local ligada a partir de las bases de Izquierda Unida, iría perdiendo su fuerza, al igual que los partidos políticos más fuertes de la época. Al iniciar la década de los noventas, la comunidad se sumergiría en un periodo de inactividad y letargo, incapaz de articularse de manera activa con la política local y con sus bases, del cual saldría a mediados del 2000 con el ingreso de una empresa petrolera a su territorio.

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africano3, las concentraciones latinoamericanas están orientadas, principalmente, hacia cuatro fines: para la producción agrícola de productos para agro-exportación; para la extracción minera y de hidrocarburos; para la explotación forestal; y para la producción de agro-combustibles a partir de la caña de azúcar y la palma (Burneo, Z. 2011; Eguren 2013). Ahora bien, la mayoría de investigaciones en ciencias sociales se han centrado en las concentraciones dedicadas a la extracción, ya sea forestal, minera o de hidrocarburos, dejando de lado el fenómeno de la agro-industria, que no por ser tan abiertamente conflictivo resulta menos complejo o tensional. Con las reformas de corte neo-liberal que se ejecutaron en varios países de Latinoamérica se ha iniciado un proceso de cambio en el ámbito rural con varias similitudes a la dinámica previa a la reforma agraria: “inversión de empresas extranjeras en pos de la extracción de recursos; exportación de materias primas sin procesamiento industrial; presión sobre la tierra comunal y campesina que ocasiona el desplazamiento de sus ocupantes originales; inexistente regulación o control en los modos de apropiación de las empresas de los territorios otorgados en concesión; y, concentración de poder económico en grupos particulares y reducidos” (Wiener 2011: 2). No obstante, es un proceso que si bien posee varias similitudes, también difiere sustancialmente de lo sucedido años atrás. Estas diferencias están ancladas precisamente en su vinculación con el land grab y con procesos económicos y políticos globales como la globalización de la demanda de alimentos, de agro-combustibles, y de tierras para producirlos (Eguren 2013), los cuales han impulsado las diferentes reformas neo-liberales propuestas desde la década de los noventas hacia adelante. Así, el mercado de tierras está en proceso de globalización (Eguren 2013), y el acaparamiento se tiñe de un carácter global, tanto el proceso mismo4 como las reglas de

juego que lo estructuran (Diez 2011) – de este modo, las características de un proceso global son ancladas en diferentes historias nacionales y locales, dándole forma propia a este fenómeno. En este escenario rural cambiante se inscribe nuestra investigación, la cual busca retomar la cuestión de la tierra como eje central del análisis, especialmente a través de los cambios que se generan en las tierras comunales a partir de la presión ejercida sobre la tierra eriaza y agrícola. Concretamente, se observarán dos dimensiones de la tierra comunal: la tenencia y el valor de la tierra, y cómo estas dos dimensiones se transforman a partir del ingreso de empresas dedicadas a la agro-industria y sus diferentes mecanismos de control y apropiación del recurso. Cuando nos referimos a la tenencia de la tierra, hablamos tanto de los regímenes de acceso, uso, y transferencia de la tierra sujetos a diferentes cambios y tensiones a lo largo del tiempo; como de la apropiaciónmaterial de latierra5. Además, nos aproximamos al valor desde un sentido antropológico6, tomando en cuenta distintos

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criterios y narrativas que se tejen a su alrededor, las cuales entran en disputa por erigirse como el discurso dominante y que son expresados en diferentes espacios de intercambio mostrando que el valor se encuentra siempre en constante cambio y tensión. Así, la tierra pasa por diversos sentidos sociales-comunales y familiares, por la relación cotidiana entre el campesino y el recurso, por el uso de la misma, por diferentes trayectorias de vida de los conductores de parcela; y, al mismo tiempo, forma parte de estimaciones económicas en relación al valor de cambio del recurso. Se han aterrizado los cambios en la tenencia y el valor de las tierras comunales en un estudio de caso7 caracterizado por la presión del recurso y por el ingreso de las agro-industrias: el caso de la Comunidad Campesina San Lucas de Colán, ubicada en la cola del margen izquierdo del valle del río Chira en Piura. Debido a la complejidad de los diferentes fenómenos comunales, se ha partido de un conjunto de familias campesinas del predio de la ex hacienda La Tahona, que si bien no son representativas de la totalidad y diversidad de las familias comuneras, nos permiten reflexionar en profundidad acerca del tema propuesto. Así, se ha realizado un trabajo de campo etnográfico que hace el esfuerzo de reconstruir historias de apropiación de tierras, analizar el acceso y los diferentes grados de apropiación de la tierra, y explorar las narrativas sobre el valor de la tierra para la comunidad y las diferentes formas de construir el valor para las familias, para contrastar las dinámicas comunales con las familiares. Los resultados son presentados en este artículo a partir de tres secciones: el contexto político e histórico de la comunidad campesina; los procesos de cambio en la tenencia y apropiación de la tierra a partir del caso del predio La Tahona; y los patrones de valoración de la tierra y disputas en torno a una narrativa oficial del valor de la tierra. Para cerrar el artículo, se plantearán algunas conclusiones analíticas sobre los procesos de cambio dentro de las comunidades campesinas considerando

cómo procesos de carácter global transforman y se construyen a partir de historias locales.

lA comunidAd cAmpesinA sAn lucAs de colÁn: Ayer y hoy La comunidad de San Lucas de Colán – antes comunidad de indígenas – es una de las más antiguas y ancestrales del norte del Perú, pues, si bien, sus antecedentes más antiguos como institución datan del siglo XX con la “Sociedad de Comuneros de Colán” (Paz Velásquez 2009), sustentan sus derechos legales ante el Estado con documentos (verídicos o no) del siglo XVI. Posee cerca de 39 000 hectáreas dentro de su territorio, de las cuales cerca de 5 000 son parcelas agrícolas de uso familiar. El número de comuneros inscritos crece año a año, pasando de 3 000 comuneros inscritos desde finales del 2012 a cerca de 5 000 en la actualidad. La comunidad también posee un pasado de hacienda, las cuales fueron formadas a partir de las deudas de comuneros a los principales comerciantes del pueblo y la puesta en garantía de sus parcelas para cubrir esas deudas. A partir de la Reforma Agraria en 1972 y la adjudicación de tierras a la comunidad (ahora) campesina, se formaría la empresa comunal y una larga historia de disputas entre los comuneros directos o antiguos, y los comuneros indirectos o beneficiarios de Reforma Agraria, ex trabajadores migrantes. Esta historia de tensiones y disputas terminaría en los procesos de segmentación de la empresa comunal en comités especiales y posteriormente en la parcelación individual de cada comunero. La comunidad, antes activa dentro de la política local ligada a partir de las bases de Izquierda Unida, iría perdiendo su fuerza, al igual que los partidos políticos más fuertes de la época. Al iniciar la década de los noventas, la comunidad se sumergiría en un periodo de inactividad y letargo, incapaz de articularse de manera activa con la política local y con sus bases, del cual saldría a mediados del 2000 con el ingreso de una empresa petrolera a su territorio.

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Los nuevos ingresos y recursos disponibles, económicos y políticos, revitalizarían a la comunidad campesina y sus asambleas, convirtiéndola otra vez en una de las instituciones más importantes dentro de la política local. Sin embargo, el ingreso de la empresa no fue el único nuevo proceso al que haría frente la comunidad. Amenazas en las tierras eriazas de empresas pesqueras de Paita y agroindustrias hicieron que la comunidad se propusiera y lograra la titulación de cerca de la mitad de las tierras eriazas, además de desplegar nuevas estrategias de apropiación de la tierra8. No obstante, esto no significa que la comunidad no esté abierta al diálogo con diferentes empresas interesadas en invertir en los eriazos: recientemente fue aprobado un proyecto de producción de energía eólica por mayoría absoluta y se evalúan proyectos de agroindustrias de mono-cultivos para exportación. Si bien los nuevos procesos en los eriazos son materia de discusión pública en asambleas, también existen nuevos procesos insertos dentro de las tierras agrícolas, más privados y familiares y más alejados de las acaloradas asambleas. Empresas dedicadas a la agro-exportación de productos orgánicos y a la plantación de caña de azúcar para etanol (biodiesel) entran de manera casi desapercibida al territorio comunal a través de diferentes formas de trabajo asociativo y créditos, más conocidos como la agricultura por contrato9. Además, disfrazándose de contratos de alquiler de hasta por 99 años, un oscuro y silencioso mercado de tierras avanza lentamente por los campos de la comunidad sin que los dirigentes puedan hacer mucho al respecto debido a que gran parte de las tierras agrícolas han sido tituladas como propiedad privada por el PETT. En efecto, hay varias tensiones entre el control comunal y normativo de las tierras y el uso y apropiación familiar de las parcelas agrícolas, mucho más sutil que la tensión que surge por el control de los eriazos.

Esta investigación busca centrarse en estos últimos procesos silenciosos sobre las parcelas agrícolas, analizando cómo la tenencia y el valor de las tierras están siendo re-configurados a partir de múltiples procesos ya mencionados dentro del territorio comunal. Para ello, partiremos del estudio de caso del predio agrícola de La Tahona, constituido en su totalidad por comuneros indirectos o beneficiarios de Reforma Agraria.

historiAs de ApropiAción y regímines de tenenciA comunAl: el cAso de “lA tAhonA” La historia de los comuneros del predio La Tahona y de sus tierras se inicia a principios del siglo XX: época de bonanza del algodón y de apropiación de tierras por los gamonales. En aquella época, los comuneros de La Tahona eran migrantes de Sechura, Bajo Piura y Sullana que venían a trabajar de manera estable en la hacienda, incrementándose el flujo de migraciones hacia 1940; es por eso que muchos no reconocen a las tierras de la hacienda como parte de las tierras ancestrales de la comunidad. El hacendado, parte de la élite regional piurana, veía a la hacienda más como un mecanismo de estatus que como un negocio rentable, lo cual se hace evidente hacia la década del sesenta, en donde se comienza a trabajar a pérdida, sin salario y sin patrón, provocando que muchos trabajadores la abandonen y que solo unos cuantos se queden, incentivados por la seguridad de la tierra y la posibilidad de reproducirse socialmente gracias a los cultivos de pan llevar (maíz, camote y menestras, entre otros). Así se inicia un fuerte cambio en el uso y apropiación de tierras; con el hacendado, todas las tierras eran cultivadas con algodón, a excepción de pequeñas parcelas en la periferia utilizadas como “huertos familiares” de subsistencia. Luego, la obtención de créditos sin el hacendado se tornó difícil, por lo que solo las mejores tierras fueron sembradas con algodón, y el restante de hectáreas de pan llevar, con la participación activa de los trabajadores sobre las decisiones de cultivo. Ahora

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previo a la parcelación10, el último gran cambio en las estructura de apropiación y tenencia de tierras, el cual volvió a otorgar independencia a los campesinos sobre el uso de sus parcelas. Así, se trata de un grupo heterogéneo de parceleros de La Tahona: de un lado, los trabajadores estables – quienes también son los comuneros mayores– quienes no han tenido una buena relación con la comunidad; del otro, los eventuales –en su mayoría, comuneros más jóvenes y de la generación siguiente a los estables– quienes sí reconocen a la comunidad como dueña legítima y algunos de ellos les agradecen haberles permitido tener un poco de tierras. El acceso a las tierras a partir de la parcelación fue simultáneo, en cantidades homogéneas pero cualitativamente diferentes de acuerdo al tipo de trabajador11; y de uso individual o familiar. Además de estas tierras, al predio de La Tahona y sus agricultores se les ha re afirmado la posesión muy recientemente sobre el predio de la ex hacienda San Jorge, de 57 hectáreas, pues debido a una inundación sus ex trabajadores pasaron a formar parte de la parcelación de La Tahona. Así, todo el conjunto de comuneros es posesionario de estas tierras, las únicas de uso colectivo. Estas tierras siguen el esquema de otros predios: producen panllevar y se encuentran divididas en muchas parcelas, casi todas de la misma extensión, donde también se encuentran tierras de propiedad privada titulada mucho antes del PETT y cuyos dueños son terceros, ajenos a Colán, cuyos predios sobrevivieron a la Reforma Agraria y no fueron adjudicados

los trabajadores no se veían obligados a viajar para trabajar en otras haciendas, sino que se asentaban cada vez con más y más fuerza en la casa-hacienda y sus caseríos aledaños. Así, la relación con la tierra era mucho más cercana y si bien no había un grado de apropiación total de las tierras, este era mucho mayor que en cualquier otra hacienda, ejerciendo diferentes mecanismos de control sobre el recurso. El segundo gran cambio tiene lugar con la Reforma Agraria en 1972, cuando los trabajadores de La Tahona tenían más de diez años cultivando la tierra casi independientemente. Las tierras, en lugar de ser otorgadas a los trabajadores, fueron entregadas a la comunidad campesina a través de la recién formada empresa comunal. Así, estos lucharon duramente por no ser adjudicados a la comunidad, siendo esta una lucha infructuosa. El esquema de apropiación de las tierras volvió a cambiar, siendo paradójicamente más parecida a la lógica de la hacienda que a la lógica de uso que habían tenido por los últimos diez años: las decisiones eran otra vez centralizadas, ahora por la directiva de la empresa comunal, quienes planifican los cultivos por zonificación; nuevamente se sembró únicamente algodón y también regresaron los huertos familiares en la periferia. En este proceso se incorporan nuevos comuneros al trabajo; los ex golondrinos o eventuales de otras haciendas pasaron a ser la masa eventuales de la empresa comunal. Entonces, los trabajadores estables de La Tahona empezaron una campaña en contra de la empresa comunal y a favor de la creación de comités independientes; así, la lucha por la tierra que no llegó a existir contra el hacendado se convirtió en una lucha por la tierra contra el control de la comunidad. Finalmente, en 1982, se desmembró la empresa comunal y se crearon los comités especiales en cada predio, desilusionando a los estables una vez más con la inclusión de diferentes eventuales de otras haciendas dentro del comité. La tensión entre ambos se mantuvo, separando las tierras durante la parcelación por el tipo de trabajador (eventual o estable). La figura del comité había servido solo como un paso

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Los nuevos ingresos y recursos disponibles, económicos y políticos, revitalizarían a la comunidad campesina y sus asambleas, convirtiéndola otra vez en una de las instituciones más importantes dentro de la política local. Sin embargo, el ingreso de la empresa no fue el único nuevo proceso al que haría frente la comunidad. Amenazas en las tierras eriazas de empresas pesqueras de Paita y agroindustrias hicieron que la comunidad se propusiera y lograra la titulación de cerca de la mitad de las tierras eriazas, además de desplegar nuevas estrategias de apropiación de la tierra8. No obstante, esto no significa que la comunidad no esté abierta al diálogo con diferentes empresas interesadas en invertir en los eriazos: recientemente fue aprobado un proyecto de producción de energía eólica por mayoría absoluta y se evalúan proyectos de agroindustrias de mono-cultivos para exportación. Si bien los nuevos procesos en los eriazos son materia de discusión pública en asambleas, también existen nuevos procesos insertos dentro de las tierras agrícolas, más privados y familiares y más alejados de las acaloradas asambleas. Empresas dedicadas a la agro-exportación de productos orgánicos y a la plantación de caña de azúcar para etanol (biodiesel) entran de manera casi desapercibida al territorio comunal a través de diferentes formas de trabajo asociativo y créditos, más conocidos como la agricultura por contrato9. Además, disfrazándose de contratos de alquiler de hasta por 99 años, un oscuro y silencioso mercado de tierras avanza lentamente por los campos de la comunidad sin que los dirigentes puedan hacer mucho al respecto debido a que gran parte de las tierras agrícolas han sido tituladas como propiedad privada por el PETT. En efecto, hay varias tensiones entre el control comunal y normativo de las tierras y el uso y apropiación familiar de las parcelas agrícolas, mucho más sutil que la tensión que surge por el control de los eriazos.

Esta investigación busca centrarse en estos últimos procesos silenciosos sobre las parcelas agrícolas, analizando cómo la tenencia y el valor de las tierras están siendo re-configurados a partir de múltiples procesos ya mencionados dentro del territorio comunal. Para ello, partiremos del estudio de caso del predio agrícola de La Tahona, constituido en su totalidad por comuneros indirectos o beneficiarios de Reforma Agraria.

historiAs de ApropiAción y regímines de tenenciA comunAl: el cAso de “lA tAhonA” La historia de los comuneros del predio La Tahona y de sus tierras se inicia a principios del siglo XX: época de bonanza del algodón y de apropiación de tierras por los gamonales. En aquella época, los comuneros de La Tahona eran migrantes de Sechura, Bajo Piura y Sullana que venían a trabajar de manera estable en la hacienda, incrementándose el flujo de migraciones hacia 1940; es por eso que muchos no reconocen a las tierras de la hacienda como parte de las tierras ancestrales de la comunidad. El hacendado, parte de la élite regional piurana, veía a la hacienda más como un mecanismo de estatus que como un negocio rentable, lo cual se hace evidente hacia la década del sesenta, en donde se comienza a trabajar a pérdida, sin salario y sin patrón, provocando que muchos trabajadores la abandonen y que solo unos cuantos se queden, incentivados por la seguridad de la tierra y la posibilidad de reproducirse socialmente gracias a los cultivos de pan llevar (maíz, camote y menestras, entre otros). Así se inicia un fuerte cambio en el uso y apropiación de tierras; con el hacendado, todas las tierras eran cultivadas con algodón, a excepción de pequeñas parcelas en la periferia utilizadas como “huertos familiares” de subsistencia. Luego, la obtención de créditos sin el hacendado se tornó difícil, por lo que solo las mejores tierras fueron sembradas con algodón, y el restante de hectáreas de pan llevar, con la participación activa de los trabajadores sobre las decisiones de cultivo. Ahora

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previo a la parcelación10, el último gran cambio en las estructura de apropiación y tenencia de tierras, el cual volvió a otorgar independencia a los campesinos sobre el uso de sus parcelas. Así, se trata de un grupo heterogéneo de parceleros de La Tahona: de un lado, los trabajadores estables – quienes también son los comuneros mayores– quienes no han tenido una buena relación con la comunidad; del otro, los eventuales –en su mayoría, comuneros más jóvenes y de la generación siguiente a los estables– quienes sí reconocen a la comunidad como dueña legítima y algunos de ellos les agradecen haberles permitido tener un poco de tierras. El acceso a las tierras a partir de la parcelación fue simultáneo, en cantidades homogéneas pero cualitativamente diferentes de acuerdo al tipo de trabajador11; y de uso individual o familiar. Además de estas tierras, al predio de La Tahona y sus agricultores se les ha re afirmado la posesión muy recientemente sobre el predio de la ex hacienda San Jorge, de 57 hectáreas, pues debido a una inundación sus ex trabajadores pasaron a formar parte de la parcelación de La Tahona. Así, todo el conjunto de comuneros es posesionario de estas tierras, las únicas de uso colectivo. Estas tierras siguen el esquema de otros predios: producen panllevar y se encuentran divididas en muchas parcelas, casi todas de la misma extensión, donde también se encuentran tierras de propiedad privada titulada mucho antes del PETT y cuyos dueños son terceros, ajenos a Colán, cuyos predios sobrevivieron a la Reforma Agraria y no fueron adjudicados

los trabajadores no se veían obligados a viajar para trabajar en otras haciendas, sino que se asentaban cada vez con más y más fuerza en la casa-hacienda y sus caseríos aledaños. Así, la relación con la tierra era mucho más cercana y si bien no había un grado de apropiación total de las tierras, este era mucho mayor que en cualquier otra hacienda, ejerciendo diferentes mecanismos de control sobre el recurso. El segundo gran cambio tiene lugar con la Reforma Agraria en 1972, cuando los trabajadores de La Tahona tenían más de diez años cultivando la tierra casi independientemente. Las tierras, en lugar de ser otorgadas a los trabajadores, fueron entregadas a la comunidad campesina a través de la recién formada empresa comunal. Así, estos lucharon duramente por no ser adjudicados a la comunidad, siendo esta una lucha infructuosa. El esquema de apropiación de las tierras volvió a cambiar, siendo paradójicamente más parecida a la lógica de la hacienda que a la lógica de uso que habían tenido por los últimos diez años: las decisiones eran otra vez centralizadas, ahora por la directiva de la empresa comunal, quienes planifican los cultivos por zonificación; nuevamente se sembró únicamente algodón y también regresaron los huertos familiares en la periferia. En este proceso se incorporan nuevos comuneros al trabajo; los ex golondrinos o eventuales de otras haciendas pasaron a ser la masa eventuales de la empresa comunal. Entonces, los trabajadores estables de La Tahona empezaron una campaña en contra de la empresa comunal y a favor de la creación de comités independientes; así, la lucha por la tierra que no llegó a existir contra el hacendado se convirtió en una lucha por la tierra contra el control de la comunidad. Finalmente, en 1982, se desmembró la empresa comunal y se crearon los comités especiales en cada predio, desilusionando a los estables una vez más con la inclusión de diferentes eventuales de otras haciendas dentro del comité. La tensión entre ambos se mantuvo, separando las tierras durante la parcelación por el tipo de trabajador (eventual o estable). La figura del comité había servido solo como un paso

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a la comunidad. Entonces, las tierras no son un bloque único y ordenado de propiedad comunal, sino que más bien se asemejan a una tela parchada, con múltiples dueños y formas de tenencia de la tierra. Estos diferentes regímenes de tenencia coexisten y a veces se superponen: los derechos otorgados por la comunidad campesina aparentan ser contradictorios con los títulos de propiedad individual otorgados por el Estado a varias de estas parcelas; sin embargo, se superponen y coexisten sin provocar una mayor contradicción dentro de la comunidad, como nos lo muestran varios comuneros que enseñan orgullosos tanto su título de propiedad como su certificado de posesión comunal. Sin embargo, la tenencia de la tierra en la práctica nos muestra un grado de apropiación de la parcela familiar más alto de lo que está estipulado en la norma comunal. Así, el conductor de la parcela puede darle el uso que desee a la misma, es dueño de su propia producción, puede dar la tierra en herencia e inclusive puede ir contra el estatuto comunal y alquilar su parcela a otros comuneros, sin generar mayores tensiones o contradicciones. No obstante, este esquema de tenencia está siendo modificado por el ingreso de la agroindustria y transferencias con diferentes grados de legitimidad y conflictividad. Por un lado, la compra-venta a terceros, prohibida en el estatuto, empieza a practicarse aunque todavía es percibido como moralmente incorrecto. Es el caso de las tierras de uso comunal de La Tahona, propiedad de la comunidad campesina, que ahora pertenecen “en alquiler” a la empresa Azúcares Piuranos12. En la práctica, si bien todavía se trata de tierra comunal, la empresa es la propietaria de la tierra pues se ha apropiado por completo de ella a partir de un contrato de alquiler por la cifra irrisoria de 99 años con todos los derechos de acceso, usufructo y transferencia, con la inminente amenaza 12

de la inscripción en registros públicos como propiedad privada. Por otro lado, la agricultura por contrato cambia el esquema de apropiación, dejando al comunero sin control sobre el uso, la planificación y la producción de una porción de su parcela, y negándole la posibilidad de alquilar, heredar o trabajar al partir su parcela. De este modo, estos diversos regímenes de tenencia coexisten y se superponen, interactuando de diversas maneras con lo que reconocen como norma formal (ya sea el estatuto comunal o el código civil) inscritas en relaciones de poder, complejizando mucho más la tenencia de la tierra en la práctica. A continuación, veremos la toma de decisiones y las tensiones que surgen con el ingreso de las agroindustrias, ya sea a través de la agricultura por contrato o los alquileres a empresas, a partir de un análisis del valor de la tierra.

Alejandra Huamán Tejo

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AproximAciones soBre el vAlor de lA tierrA comunAl Las agro-industrias han cambiado las reglas en la tenencia de la tierra, pero también ha provocado que los comuneros examinen el valor de sus propias tierras. En efecto, tanto la agricultura por contrato como la cesión de uso de porciones del predio implican un cambio en los grados de apropiación de los comuneros y una pérdida del control sobre la tierra. Ambos cambios implican una reflexión sobre la relación que se teje con la tierra, el valor que se le da al control de este recurso y a la relación entre la comunidad y la familia comunera. Para analizar los cambios en el valor de la tierra, es necesario describir qué dimensiones posee el valor para los comuneros, qué patrones o formas de valorar la tierra existen y empiezan a emerger, y cómo estos confluyen con distintas narrativas del valor de la tierra comunal que buscan consolidarse como el discurso dominante. Es necesario situar la relación entre los campesinos y la tierra en la historia que ya hemos mencionado: los comuneros mayores, ex

El dueño de esta empresa es un antiguo gamonal de

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trabajadores estables, propulsaron una lucha en contra de la adjudicación de tierras a la comunidad y a favor de la parcelación, además de considerar las tierras como propiedad original del hacendado13, y de tener un alto grado de apropiación de las tierras. Del otro lado, la generación más joven de ex trabajadores eventuales poseen una historia radicalmente distinta: se apoyan en la figura de la comunidad campesina para formar parte de los beneficiarios, además de reconocer a la comunidad como propietaria única de las tierras desde sus orígenes14. Además, estas tierras son consideradas por sus comuneros y por otros como las más productivas del valle de Colán

debido a sus buenas producciones históricas de algodón durante la empresa comunal y el manejo a través del comité. A partir del análisis de estos datos etnográficos y situándonos en estas relaciones históricas con la tierra, se han encontrado cuatro dimensiones del valor de la tierra desde el análisis del valor antropológico: estas dimensiones están interconectadas entre sí, implican una relación social, se superponen y retro alimentan. Además de las clásicas nociones económicas de valor de uso y valor de cambio15, propongo dos dimensiones más, sociológicas y simbólicas: la socio-espacial y la normativa-ideal. En primer lugar, la dimensión del uso de la 15

13 La comunidad manda casi para el cerro, para acá no (…) eran tierras del hacendado y se las quitaron por Reforma Agraria. Ahí se las dieron a la comunidad”

lógica del mercado

14 Éramos 24 eventuales, nos unimos y me nombraron Presidente de los Eventuales. Yo fui a liderar a Piura para que tierras”.

golondrino

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a la comunidad. Entonces, las tierras no son un bloque único y ordenado de propiedad comunal, sino que más bien se asemejan a una tela parchada, con múltiples dueños y formas de tenencia de la tierra. Estos diferentes regímenes de tenencia coexisten y a veces se superponen: los derechos otorgados por la comunidad campesina aparentan ser contradictorios con los títulos de propiedad individual otorgados por el Estado a varias de estas parcelas; sin embargo, se superponen y coexisten sin provocar una mayor contradicción dentro de la comunidad, como nos lo muestran varios comuneros que enseñan orgullosos tanto su título de propiedad como su certificado de posesión comunal. Sin embargo, la tenencia de la tierra en la práctica nos muestra un grado de apropiación de la parcela familiar más alto de lo que está estipulado en la norma comunal. Así, el conductor de la parcela puede darle el uso que desee a la misma, es dueño de su propia producción, puede dar la tierra en herencia e inclusive puede ir contra el estatuto comunal y alquilar su parcela a otros comuneros, sin generar mayores tensiones o contradicciones. No obstante, este esquema de tenencia está siendo modificado por el ingreso de la agroindustria y transferencias con diferentes grados de legitimidad y conflictividad. Por un lado, la compra-venta a terceros, prohibida en el estatuto, empieza a practicarse aunque todavía es percibido como moralmente incorrecto. Es el caso de las tierras de uso comunal de La Tahona, propiedad de la comunidad campesina, que ahora pertenecen “en alquiler” a la empresa Azúcares Piuranos12. En la práctica, si bien todavía se trata de tierra comunal, la empresa es la propietaria de la tierra pues se ha apropiado por completo de ella a partir de un contrato de alquiler por la cifra irrisoria de 99 años con todos los derechos de acceso, usufructo y transferencia, con la inminente amenaza 12

de la inscripción en registros públicos como propiedad privada. Por otro lado, la agricultura por contrato cambia el esquema de apropiación, dejando al comunero sin control sobre el uso, la planificación y la producción de una porción de su parcela, y negándole la posibilidad de alquilar, heredar o trabajar al partir su parcela. De este modo, estos diversos regímenes de tenencia coexisten y se superponen, interactuando de diversas maneras con lo que reconocen como norma formal (ya sea el estatuto comunal o el código civil) inscritas en relaciones de poder, complejizando mucho más la tenencia de la tierra en la práctica. A continuación, veremos la toma de decisiones y las tensiones que surgen con el ingreso de las agroindustrias, ya sea a través de la agricultura por contrato o los alquileres a empresas, a partir de un análisis del valor de la tierra.

Alejandra Huamán Tejo

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AproximAciones soBre el vAlor de lA tierrA comunAl Las agro-industrias han cambiado las reglas en la tenencia de la tierra, pero también ha provocado que los comuneros examinen el valor de sus propias tierras. En efecto, tanto la agricultura por contrato como la cesión de uso de porciones del predio implican un cambio en los grados de apropiación de los comuneros y una pérdida del control sobre la tierra. Ambos cambios implican una reflexión sobre la relación que se teje con la tierra, el valor que se le da al control de este recurso y a la relación entre la comunidad y la familia comunera. Para analizar los cambios en el valor de la tierra, es necesario describir qué dimensiones posee el valor para los comuneros, qué patrones o formas de valorar la tierra existen y empiezan a emerger, y cómo estos confluyen con distintas narrativas del valor de la tierra comunal que buscan consolidarse como el discurso dominante. Es necesario situar la relación entre los campesinos y la tierra en la historia que ya hemos mencionado: los comuneros mayores, ex

El dueño de esta empresa es un antiguo gamonal de

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trabajadores estables, propulsaron una lucha en contra de la adjudicación de tierras a la comunidad y a favor de la parcelación, además de considerar las tierras como propiedad original del hacendado13, y de tener un alto grado de apropiación de las tierras. Del otro lado, la generación más joven de ex trabajadores eventuales poseen una historia radicalmente distinta: se apoyan en la figura de la comunidad campesina para formar parte de los beneficiarios, además de reconocer a la comunidad como propietaria única de las tierras desde sus orígenes14. Además, estas tierras son consideradas por sus comuneros y por otros como las más productivas del valle de Colán

debido a sus buenas producciones históricas de algodón durante la empresa comunal y el manejo a través del comité. A partir del análisis de estos datos etnográficos y situándonos en estas relaciones históricas con la tierra, se han encontrado cuatro dimensiones del valor de la tierra desde el análisis del valor antropológico: estas dimensiones están interconectadas entre sí, implican una relación social, se superponen y retro alimentan. Además de las clásicas nociones económicas de valor de uso y valor de cambio15, propongo dos dimensiones más, sociológicas y simbólicas: la socio-espacial y la normativa-ideal. En primer lugar, la dimensión del uso de la 15

13 La comunidad manda casi para el cerro, para acá no (…) eran tierras del hacendado y se las quitaron por Reforma Agraria. Ahí se las dieron a la comunidad”

lógica del mercado

14 Éramos 24 eventuales, nos unimos y me nombraron Presidente de los Eventuales. Yo fui a liderar a Piura para que tierras”.

golondrino

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tierra está ligada a la historia y trayectoria productiva de cada campesino, y a la vinculación por medio del trabajo; es decir, qué uso se le da y de qué forma se maneja la tierra. El valor de uso no solo se limita a la tierra como medio de producción fundamental y responsable de la reproducción familiar, y como bien heredable para la subsistencia de los hijos; además, se debe tomar en consideración los cambios en el valor de la tierra a partir de este uso social. Existe una correlación para los comuneros entre el trabajo duro, considerado como ideal, en la parcela y el valor agregado que esto le otorga16: esto no solo

se traduce en estimaciones monetarias respecto al valor de cambio, sino también en la relación ideal que se teje con la tierra, a la dedicación y compromiso que cada productor está dispuesto a entregar: “No se dedican tanto como yo. Siembran camote, eso es fácil nomás, un abono nomás y ya está, te olvidas. Con el maíz, eso es diferente. Largo tiempo he estado con el maíz, por eso mi tierra está mejor, de mejor calidad. Mis pozitas (de albahaca) también son harto trabajo... Así voy mejorando mi tierra” (Francisco Olivares). Así, el manejo de la parcela y de sus cultivos, la forma de apropiarse de la parcela, en conjunto con la importancia de la tierra como medio de reproducción familiar, constituyen el valor de uso de la tierra. Por otro lado, tenemos el valor de cambio de la tierra: este implica las estimaciones monetarias que se pueden construir en torno a abstracciones especulativas del mercado. Se rige bajo la lógica de la mercancía, y son las estimaciones que suelen realizar los campesinos

16 “La chacra es una herramienta de trabajo, hay que trabajarla para que produzca. El carro es una herramienta de trabajo que hay que mantenerlo para que produzca, y si no lo mantienes, se va a acabar, se va envejeciendo, y si no has sido precavido para Inclusive, yo les digo ‘mi chacra, si la trabajo, está bien bonita. A través del tiempo, su precio se va a ir incrementando. El carro, lo compran nuevo, muy bonito, pero a través del tiempo, lejos de costar más, va a ir bajando, va ir bajando…’ (...) Todo es así, yo no soy economista pero yo tengo ese concepto de lo que es el trabajo.” Don

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aprobadas antes por la asamblea; por otro lado, las transferencias de tierras (venta o alquiler) a terceros están prohibidas. En la práctica, estas condiciones cambian. La historia de posesión de la tierra en este predio no es muy larga: la mayoría de conductores de parcela son todavía la primera generación de dueños, cuyas edades oscilan entre 50 y más de 90 años; así, las transferencias entre comuneros no han sido comunes. Las formas de herencia (traspaso entre familiares) son aceptadas como legítimas dentro de la comunidad, pero las transferencias a otros comuneros (que incluyen un pago como venta) deben ser aprobadas en asamblea. No obstante, en la práctica la gran mayoría de comuneros se toma esta atribución como propia, y desde hace 10 años no se suele regularizar esto en asamblea. No obstante, la transferencia a terceros sí es vista como ilegítima por la gran mayoría de comuneros17. De esta forma, para comprender el valor de la tierra es necesario tomar en cuenta estos diferentes sentidos; en síntesis, el valor es la triangulación (Cook 2006) de estas diferentes dimensiones, en donde una de ella termina por imponerse a las demás y por cobrar un mayor sentido, siendo esta dimensión predominante la que le da forma al valor en un contexto y dentro de un espacio de intercambio o de toma de decisiones regido por diferentes lógicas. Por ello, para analizar el valor, es necesario partir de espacios observables de intercambio y toma de decisiones, como acuerdos de cesión de uso, y espacios de decisión del futuro de la tierra, ya sea en la privacidad de la familia o públicamente en asambleas comunales. Se han analizado dos situaciones que contemplan el intercambio y la toma de decisiones con respecto a la tierra. En primer lugar, respecto a la agricultura por contrato y a la cesión del control de la tierra, se ha evidenciado la importancia de las historias personales y las

en torno a dos cualidades internas, aunque no estáticas, de la tierra como su capacidad productiva y la calidad de suelos, y la ubicación del conjunto de parcelas en el valle, sobre todo asociándolo al riesgo de accidentes por desborde del río. Estas tierras son consideradas por los campesinos como las mejores del valle de Colán y, al consultar con el juez de paz de la localidad sobre los precios de alquiler, estos suelen ser mayores que los de otros predios agrícolas. Además, quisiéramos complementar estas nociones clásicas con las dimensiones sociológicas y simbólicas del valor: el valor socioespacial y el valor normativo-ideal. El primero hace referencia a la tierra como un espacio social en donde se entretejen y reproducen relaciones con la familia y los amigos. Como hemos mencionado, la parcelación se dividió entre eventuales y estables, configurando el espacio de manera tal que los vecinos de parcela son personas del mismo grupo de edad a quienes conocen de años, y, en más de una ocasión, parte de la familia debido al orden alfabético de asignación. Además, existe una tendencia por parte de las primeras generaciones de matrimonio dentro del grupo de trabajadores (eventuales o estables) del predio, por lo que gran parte de las familias están emparentadas entre sí. Este sentido social ha sido construido a través de las relaciones familiares, de compadrazgo y amicales construidas entre el mismo grupo de comuneros desde hace 40 años, relaciones que se traducen en la parcela como espacio social y lugar de encuentro. Así, al salir a las parcelas se participó de las conversaciones y bromas entre vecinos, en el intercambio de noticias sobre las familias y sobre la parcela, entre otros. Por otro lado, la dimensión normativa habla sobre la relación con la institución comunal, las narrativas oficiales, las normas y la moralidad que se construye a partir del “deber ser” y las obligaciones con la comunidad, frecuentemente asociadas a la ancestralidad de las tierras y el respeto a la labor de generaciones pasadas. El estatuto comunal permite las transferencias de tierras a otros comuneros, pero estas deben ser

17 “¡Basta ya de irregularidades! (…) ¡Que se mantenga la tierra comunal! En vez de defender las tierras comunales las estamos perdiendo poco a poco”

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tierra está ligada a la historia y trayectoria productiva de cada campesino, y a la vinculación por medio del trabajo; es decir, qué uso se le da y de qué forma se maneja la tierra. El valor de uso no solo se limita a la tierra como medio de producción fundamental y responsable de la reproducción familiar, y como bien heredable para la subsistencia de los hijos; además, se debe tomar en consideración los cambios en el valor de la tierra a partir de este uso social. Existe una correlación para los comuneros entre el trabajo duro, considerado como ideal, en la parcela y el valor agregado que esto le otorga16: esto no solo

se traduce en estimaciones monetarias respecto al valor de cambio, sino también en la relación ideal que se teje con la tierra, a la dedicación y compromiso que cada productor está dispuesto a entregar: “No se dedican tanto como yo. Siembran camote, eso es fácil nomás, un abono nomás y ya está, te olvidas. Con el maíz, eso es diferente. Largo tiempo he estado con el maíz, por eso mi tierra está mejor, de mejor calidad. Mis pozitas (de albahaca) también son harto trabajo... Así voy mejorando mi tierra” (Francisco Olivares). Así, el manejo de la parcela y de sus cultivos, la forma de apropiarse de la parcela, en conjunto con la importancia de la tierra como medio de reproducción familiar, constituyen el valor de uso de la tierra. Por otro lado, tenemos el valor de cambio de la tierra: este implica las estimaciones monetarias que se pueden construir en torno a abstracciones especulativas del mercado. Se rige bajo la lógica de la mercancía, y son las estimaciones que suelen realizar los campesinos

16 “La chacra es una herramienta de trabajo, hay que trabajarla para que produzca. El carro es una herramienta de trabajo que hay que mantenerlo para que produzca, y si no lo mantienes, se va a acabar, se va envejeciendo, y si no has sido precavido para Inclusive, yo les digo ‘mi chacra, si la trabajo, está bien bonita. A través del tiempo, su precio se va a ir incrementando. El carro, lo compran nuevo, muy bonito, pero a través del tiempo, lejos de costar más, va a ir bajando, va ir bajando…’ (...) Todo es así, yo no soy economista pero yo tengo ese concepto de lo que es el trabajo.” Don

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aprobadas antes por la asamblea; por otro lado, las transferencias de tierras (venta o alquiler) a terceros están prohibidas. En la práctica, estas condiciones cambian. La historia de posesión de la tierra en este predio no es muy larga: la mayoría de conductores de parcela son todavía la primera generación de dueños, cuyas edades oscilan entre 50 y más de 90 años; así, las transferencias entre comuneros no han sido comunes. Las formas de herencia (traspaso entre familiares) son aceptadas como legítimas dentro de la comunidad, pero las transferencias a otros comuneros (que incluyen un pago como venta) deben ser aprobadas en asamblea. No obstante, en la práctica la gran mayoría de comuneros se toma esta atribución como propia, y desde hace 10 años no se suele regularizar esto en asamblea. No obstante, la transferencia a terceros sí es vista como ilegítima por la gran mayoría de comuneros17. De esta forma, para comprender el valor de la tierra es necesario tomar en cuenta estos diferentes sentidos; en síntesis, el valor es la triangulación (Cook 2006) de estas diferentes dimensiones, en donde una de ella termina por imponerse a las demás y por cobrar un mayor sentido, siendo esta dimensión predominante la que le da forma al valor en un contexto y dentro de un espacio de intercambio o de toma de decisiones regido por diferentes lógicas. Por ello, para analizar el valor, es necesario partir de espacios observables de intercambio y toma de decisiones, como acuerdos de cesión de uso, y espacios de decisión del futuro de la tierra, ya sea en la privacidad de la familia o públicamente en asambleas comunales. Se han analizado dos situaciones que contemplan el intercambio y la toma de decisiones con respecto a la tierra. En primer lugar, respecto a la agricultura por contrato y a la cesión del control de la tierra, se ha evidenciado la importancia de las historias personales y las

en torno a dos cualidades internas, aunque no estáticas, de la tierra como su capacidad productiva y la calidad de suelos, y la ubicación del conjunto de parcelas en el valle, sobre todo asociándolo al riesgo de accidentes por desborde del río. Estas tierras son consideradas por los campesinos como las mejores del valle de Colán y, al consultar con el juez de paz de la localidad sobre los precios de alquiler, estos suelen ser mayores que los de otros predios agrícolas. Además, quisiéramos complementar estas nociones clásicas con las dimensiones sociológicas y simbólicas del valor: el valor socioespacial y el valor normativo-ideal. El primero hace referencia a la tierra como un espacio social en donde se entretejen y reproducen relaciones con la familia y los amigos. Como hemos mencionado, la parcelación se dividió entre eventuales y estables, configurando el espacio de manera tal que los vecinos de parcela son personas del mismo grupo de edad a quienes conocen de años, y, en más de una ocasión, parte de la familia debido al orden alfabético de asignación. Además, existe una tendencia por parte de las primeras generaciones de matrimonio dentro del grupo de trabajadores (eventuales o estables) del predio, por lo que gran parte de las familias están emparentadas entre sí. Este sentido social ha sido construido a través de las relaciones familiares, de compadrazgo y amicales construidas entre el mismo grupo de comuneros desde hace 40 años, relaciones que se traducen en la parcela como espacio social y lugar de encuentro. Así, al salir a las parcelas se participó de las conversaciones y bromas entre vecinos, en el intercambio de noticias sobre las familias y sobre la parcela, entre otros. Por otro lado, la dimensión normativa habla sobre la relación con la institución comunal, las narrativas oficiales, las normas y la moralidad que se construye a partir del “deber ser” y las obligaciones con la comunidad, frecuentemente asociadas a la ancestralidad de las tierras y el respeto a la labor de generaciones pasadas. El estatuto comunal permite las transferencias de tierras a otros comuneros, pero estas deben ser

17 “¡Basta ya de irregularidades! (…) ¡Que se mantenga la tierra comunal! En vez de defender las tierras comunales las estamos perdiendo poco a poco”

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dinámicas familiares dentro de la esfera privada. Hemos visto la importancia de las historias de apropiación de la tierra y de las trayectorias productivas personales, los cuales generan distintos patrones en la toma de decisiones18. Sin embargo, un punto común es la prioridad del valor socio-espacial de la parcela: la toma de decisiones está influenciada por la ubicación espacial y social de la parcela, generando adhesiones (o no) a la agricultura por contrato “en bloque”. En los espacios de intercambio y toma de decisiones de tierras de uso colectivo del ya mencionado ex fundo San Jorge se pudo observar nuevamente la importancia de las historias de apropiación de la tierra y del uso social de la misma: esta era una tierra con un grado de apropiación material bajo, pues no eran cultivadas desde hace 30 años. Después de varias discusiones y con el temor de realizar actos ilegítimos a espaldas de la comunidad, se acordó ceder en uso las tierras19 inclusive convenciendo a las generaciones mayores de ex trabajadores estables, quienes suelen darle mucha importancia al valor normativo-ideal de las tierras. Esto resulta paradójico considerando que varios de estos mismos comuneros no quieren participar jamás en la agricultura por contrato, por miedo a perder control sobre sus tierras y “meterse en problemas” con la comunidad. Allí resulta interesante volver a la apropiación de la tierra y la importancia de la misma al actuar dentro de los espacios de transacciones y regirse por diferentes lógicas: la generación del vínculo con la tierra le

otorga valores sociológicos y simbólicos –como la dimensión socio-espacial y la normativa-ideal– y al no existir ese vínculo, la relación material con la tierra queda resumida a la relación moral con la comunidad, mucho más abstracta. Esto terminó por convencer a la mayoría de preferir los beneficios materiales de la cesión del uso, y de empezar a entrar a la lógica de mercancías. Así, se empiezan a construir dos narrativas vinculadas a la transacción de tierras: aquella en donde prima el valor normativo- ideal que da sentido a la tierra a través de su relación con la comunidad y, por lo tanto, con la capacidad de control que esta ejerce sobre la tierra; y aquella que prefiere priorizar el valor de cambio de la tierra y los beneficios familiares. Así, lógicas comunales y lógicas de mercancía entran en disputa, y resurge con fuerza la tensión familiar-comunal; durante las asambleas, ambas narrativas de valor entran tensión y buscan predominar la una sobre la otra. No obstante, la lógica de mercancía y el valor de cambio es un proceso todavía emergente, no es reconocido como legítimo, y no es tomado a la ligera. Aquel que decida actuar bajo esta lógica, sabe que pone en riesgo su vínculo con la comunidad, llevando al extremo del quiebre la tensión entre familia y comunidad20.

conclusiones y reFlexiones FinAles Los principales resultados que arroja la investigación nos muestran que las agroindustrias, particularmente las empresas de producción de caña para etanol, sí acceden al control de la tierra de los comuneros, ya sean a través del alquiler de tierras en común o a través de la agricultura por contrato. De este modo, se empiezan a construir nuevos mecanismos de acceso y control permanente a la tierra similares a la compra-venta que, camuflados bajo la forma de alquiler o cesión de uso, buscan lograr un poco de legitimidad frente a la institución comunal, pero

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cesión de uso venta

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tensión con las narrativas del valor de la tierra de algunos sectores de la comunidad campesina y con las narrativas del valor que propone la agroindustria. Con esto, queremos resaltar la tensión que existe entre algunos sectores de la comunidad que crean narrativas del valor de la tierra basadas en su carácter ancestral, comunal y familiarheredado y, por el otro lado, las narrativas del valor de la agro-industria, en donde una tierra solo es valorada en cuanto aumente su productividad a través de determinados mecanismos técnicos que no están a la mano de la mayor parte de familias de agricultores –salvo posean la ayuda de una empresa. Al centro de la disputa están las familias comuneras y los dueños de parcela, quienes muchas veces cuestionan sus propias nociones sobre el valor de la tierra y el sentido que le dan a la misma; pero también la masa total de comuneros, pues gran parte de estas disputas giran en torno a las tierras eriazas comunales. De este modo, se redefine la tensión familiar-comunal al entrar en cuestión la relación que debe tener el comunero con su tierra y con la institución comunal, la dimensión normativa del valor bajo la lógica comunal; y las narrativas promovidas por las agro-industrias y, en buena medida, por el Estado mismo, basadas en la puesta en valor solo a través de tecnología que no está al alcance de las familias comuneras, una narrativa donde el valor de cambio se impone bajo una lógica de mercancías dentro del capitalismo globalizado. Este fenómeno está también intrínsecamente relacionado con la soberanía política de la comunidad campesina y con las formas de control que la comunidad ejerce sobre la tierra, lo cual deviene en diferentes grados de tensión entre la comunidad y las familias comuneras. Estas tensiones no solo se dan por las tierras agrícolas: por el contrario, las disputas más públicas están en los terrenos eriazos. Esto ha provocado que la comunidad se vuelque a la gestión de estas tierras, lo cual generará grandes cambios a futuro en la comunidad campesina. De esta forma, la presión sobre el territorio de diversas empresas e industrias genera cambios no solo en la tenencia y el valor de las tierras agrícolas

terminan poniendo en riesgo la relación entre los comuneros y la comunidad; estos nuevos mecanismos invisibilizan incipientes mercados de tierras agrícolas de uso familiar. De otra parte, la agricultura por contrato es otra forma de control sobre la tierra en donde la empresa se apropia de ella sin ser legalmente la propietaria, consolidando nuevas formas de concentración de tierras que se escapan de la medida cuantitativa y de formas estatales de medición como el censo. Los grados de apropiación de las familias comuneras, dependiendo de sus propias historias de acceso a la tierra, han ido cambiando a lo largo del tiempo y actualmente varias familias van perdiendo el control sobre sus tierras ya sea al dedicarse a la agricultura por contrato o arrendándolas a empresas, en un escenario donde múltiples trayectorias familiares y productivas se encuentran. Asimismo, es necesario resaltar la importancia de la historia política nacional y regional con los procesos locales y con la forma que toman las dinámicas de hoy en día: los primeros procesos de concentración de tierras permitieron el asentamiento de familias de gamonales que en la actualidad se consolidan como medianos productores trabajando para la agro-industria, con miras a seguir expandiendo sus tierras. Así, la agro-industria toma forma a partir de viejas estructuras jerárquicas que la legitiman y que continúan la reproducción de dichas relaciones de poder, manteniendo a las familias campesinas a merced de los grupos dominantes. La tenencia de la tierra en la comunidad campesina está en transformación: el lento pero incipiente ingreso al mercado de tierras – sobre todo en las áreas eriazas– pone en tensión nuevamente el vínculo forjado entre familias comuneras y la comunidad campesina y sus dirigentes. En efecto, la suma de diferentes historias particulares pero comunes a un grupo, como la relación histórica con la comunidad campesina y las historias de acceso a la tierra, dan forma a patrones de decisiones sobre la tenencia de la tierra y a formas de valorar la tierra. Además, se ha reflexionado sobre los diferentes patrones de valoración familiares que entran en

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dinámicas familiares dentro de la esfera privada. Hemos visto la importancia de las historias de apropiación de la tierra y de las trayectorias productivas personales, los cuales generan distintos patrones en la toma de decisiones18. Sin embargo, un punto común es la prioridad del valor socio-espacial de la parcela: la toma de decisiones está influenciada por la ubicación espacial y social de la parcela, generando adhesiones (o no) a la agricultura por contrato “en bloque”. En los espacios de intercambio y toma de decisiones de tierras de uso colectivo del ya mencionado ex fundo San Jorge se pudo observar nuevamente la importancia de las historias de apropiación de la tierra y del uso social de la misma: esta era una tierra con un grado de apropiación material bajo, pues no eran cultivadas desde hace 30 años. Después de varias discusiones y con el temor de realizar actos ilegítimos a espaldas de la comunidad, se acordó ceder en uso las tierras19 inclusive convenciendo a las generaciones mayores de ex trabajadores estables, quienes suelen darle mucha importancia al valor normativo-ideal de las tierras. Esto resulta paradójico considerando que varios de estos mismos comuneros no quieren participar jamás en la agricultura por contrato, por miedo a perder control sobre sus tierras y “meterse en problemas” con la comunidad. Allí resulta interesante volver a la apropiación de la tierra y la importancia de la misma al actuar dentro de los espacios de transacciones y regirse por diferentes lógicas: la generación del vínculo con la tierra le

otorga valores sociológicos y simbólicos –como la dimensión socio-espacial y la normativa-ideal– y al no existir ese vínculo, la relación material con la tierra queda resumida a la relación moral con la comunidad, mucho más abstracta. Esto terminó por convencer a la mayoría de preferir los beneficios materiales de la cesión del uso, y de empezar a entrar a la lógica de mercancías. Así, se empiezan a construir dos narrativas vinculadas a la transacción de tierras: aquella en donde prima el valor normativo- ideal que da sentido a la tierra a través de su relación con la comunidad y, por lo tanto, con la capacidad de control que esta ejerce sobre la tierra; y aquella que prefiere priorizar el valor de cambio de la tierra y los beneficios familiares. Así, lógicas comunales y lógicas de mercancía entran en disputa, y resurge con fuerza la tensión familiar-comunal; durante las asambleas, ambas narrativas de valor entran tensión y buscan predominar la una sobre la otra. No obstante, la lógica de mercancía y el valor de cambio es un proceso todavía emergente, no es reconocido como legítimo, y no es tomado a la ligera. Aquel que decida actuar bajo esta lógica, sabe que pone en riesgo su vínculo con la comunidad, llevando al extremo del quiebre la tensión entre familia y comunidad20.

conclusiones y reFlexiones FinAles Los principales resultados que arroja la investigación nos muestran que las agroindustrias, particularmente las empresas de producción de caña para etanol, sí acceden al control de la tierra de los comuneros, ya sean a través del alquiler de tierras en común o a través de la agricultura por contrato. De este modo, se empiezan a construir nuevos mecanismos de acceso y control permanente a la tierra similares a la compra-venta que, camuflados bajo la forma de alquiler o cesión de uso, buscan lograr un poco de legitimidad frente a la institución comunal, pero

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tensión con las narrativas del valor de la tierra de algunos sectores de la comunidad campesina y con las narrativas del valor que propone la agroindustria. Con esto, queremos resaltar la tensión que existe entre algunos sectores de la comunidad que crean narrativas del valor de la tierra basadas en su carácter ancestral, comunal y familiarheredado y, por el otro lado, las narrativas del valor de la agro-industria, en donde una tierra solo es valorada en cuanto aumente su productividad a través de determinados mecanismos técnicos que no están a la mano de la mayor parte de familias de agricultores –salvo posean la ayuda de una empresa. Al centro de la disputa están las familias comuneras y los dueños de parcela, quienes muchas veces cuestionan sus propias nociones sobre el valor de la tierra y el sentido que le dan a la misma; pero también la masa total de comuneros, pues gran parte de estas disputas giran en torno a las tierras eriazas comunales. De este modo, se redefine la tensión familiar-comunal al entrar en cuestión la relación que debe tener el comunero con su tierra y con la institución comunal, la dimensión normativa del valor bajo la lógica comunal; y las narrativas promovidas por las agro-industrias y, en buena medida, por el Estado mismo, basadas en la puesta en valor solo a través de tecnología que no está al alcance de las familias comuneras, una narrativa donde el valor de cambio se impone bajo una lógica de mercancías dentro del capitalismo globalizado. Este fenómeno está también intrínsecamente relacionado con la soberanía política de la comunidad campesina y con las formas de control que la comunidad ejerce sobre la tierra, lo cual deviene en diferentes grados de tensión entre la comunidad y las familias comuneras. Estas tensiones no solo se dan por las tierras agrícolas: por el contrario, las disputas más públicas están en los terrenos eriazos. Esto ha provocado que la comunidad se vuelque a la gestión de estas tierras, lo cual generará grandes cambios a futuro en la comunidad campesina. De esta forma, la presión sobre el territorio de diversas empresas e industrias genera cambios no solo en la tenencia y el valor de las tierras agrícolas

terminan poniendo en riesgo la relación entre los comuneros y la comunidad; estos nuevos mecanismos invisibilizan incipientes mercados de tierras agrícolas de uso familiar. De otra parte, la agricultura por contrato es otra forma de control sobre la tierra en donde la empresa se apropia de ella sin ser legalmente la propietaria, consolidando nuevas formas de concentración de tierras que se escapan de la medida cuantitativa y de formas estatales de medición como el censo. Los grados de apropiación de las familias comuneras, dependiendo de sus propias historias de acceso a la tierra, han ido cambiando a lo largo del tiempo y actualmente varias familias van perdiendo el control sobre sus tierras ya sea al dedicarse a la agricultura por contrato o arrendándolas a empresas, en un escenario donde múltiples trayectorias familiares y productivas se encuentran. Asimismo, es necesario resaltar la importancia de la historia política nacional y regional con los procesos locales y con la forma que toman las dinámicas de hoy en día: los primeros procesos de concentración de tierras permitieron el asentamiento de familias de gamonales que en la actualidad se consolidan como medianos productores trabajando para la agro-industria, con miras a seguir expandiendo sus tierras. Así, la agro-industria toma forma a partir de viejas estructuras jerárquicas que la legitiman y que continúan la reproducción de dichas relaciones de poder, manteniendo a las familias campesinas a merced de los grupos dominantes. La tenencia de la tierra en la comunidad campesina está en transformación: el lento pero incipiente ingreso al mercado de tierras – sobre todo en las áreas eriazas– pone en tensión nuevamente el vínculo forjado entre familias comuneras y la comunidad campesina y sus dirigentes. En efecto, la suma de diferentes historias particulares pero comunes a un grupo, como la relación histórica con la comunidad campesina y las historias de acceso a la tierra, dan forma a patrones de decisiones sobre la tenencia de la tierra y a formas de valorar la tierra. Además, se ha reflexionado sobre los diferentes patrones de valoración familiares que entran en

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y eriazas, sino que puede generar cambios en la estructura misma de la comunidad. Su estructura y funciones están centradas en la tierra, por lo cual los nuevos sentidos y valores que terminen predominando serán los que dicten sus patrones de acción: dependiendo del momento histórico, se puede consolidar una narrativa de valor de la tierra que condicione la relación entre los comuneros y la comunidad, y la comunidad deberá reorganizarse estructuralmente en función a ello. Así, la función de la comunidad no es una y no es estática, sino que una predomina sobre otras dependiendo de un momento histórico dado.

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2003 “Propriété et non-propriété de la terre. L’illusion de la propriété collective archaïque (première partie)” En: Études rurales. N° 165-166. París: EHESS. 2004 “Propriété et non-propriété de la terre. La confusion entre souveraineté politique et propriété foncière (deuxième partie) “ En: Études Rurales N° 169-170. Paris: EHESS. WARD, Anseeuw et. Ál. 2012 Land Rights and the Rush for Land. Findings of the “Global Commercial Pressures on Land” Research Project. Roma: ILC. WIENER, Elisa 2011 La concentración de la propiedad de la tierra en América Latina: una aproximación a la problemática actual. Roma: ILC.

2009 Especial: Concentración de tierras. La Revista Agraria, N° 107, pp. 7-21, mayo. Lima: CEPES.

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EGUREN, Fernando

2013 “Acaparamiento de tierras. Reflexiones a partir de estudios de caso”. En: HISTOIRE(S) de l’Amerique Latine. Vol. 8. Art. N° 5. Paris: HISAL. Consulta: abril del 2014 http://www.hisal.org/revue/article/Eguren2013-8

BiBliogrAFíA

2006

DIEZ, Alejandro

2012 “Gobierno comunal: entre la propiedad y el control territorial. El caso de la comunidad de Catacaos”. En: Perú: El problema agrario en debate. SEPIA XIV. Lima: SEPIA. 2011 “Concentración versus colectivización

COOK, Scott “Commodity Cultures, Mesoamerica and

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y eriazas, sino que puede generar cambios en la estructura misma de la comunidad. Su estructura y funciones están centradas en la tierra, por lo cual los nuevos sentidos y valores que terminen predominando serán los que dicten sus patrones de acción: dependiendo del momento histórico, se puede consolidar una narrativa de valor de la tierra que condicione la relación entre los comuneros y la comunidad, y la comunidad deberá reorganizarse estructuralmente en función a ello. Así, la función de la comunidad no es una y no es estática, sino que una predomina sobre otras dependiendo de un momento histórico dado.

Mexico’s changing indigenous Economy”. Critique of Anthropology. USA: Sage Publications

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COOK, Scott “Commodity Cultures, Mesoamerica and

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P aloma b Ellatin n iEto 1

De lA COMUnIDAD Al pARTIDO: el estudio del movimiento regional Autogobierno Ayllu

2

la presente investigación es un estudio de caso a profundidad de un movimiento regional en el cusco

de bases campesinas: el movimiento autogobierno ayllu. en primer lugar, describe el proceso por el cual la federación de campesinos del cusco se movilizó y articuló a diversos actores para conformar este movimiento. en segundo lugar, analiza

–mediante su desempeño en sus gestiones municipales–

cuál es la forma particular de entender la relación con el estado, la participación política y la ciudadanía de este grupo campesino.

E

n el Perú, las organizaciones campesinas nunca han logrado representación política electoral a nivel nacional, y los intentos por conformar partidos locales han sido esporádicos y efímeros (Van Cott Lee, 2005; Madrid, 2012). El proceso de descentralización política iniciado en el 2002 dio paso al surgimiento de nuevos actores en la esfera de la representación política: los movimientos regionales. Esto ha abierto el campo para que se incluyan a nuevos actores e intereses en el plano electoral, pero ¿han podido las organizaciones campesinas aprovecharlos para saltar al plano político institucional? La presente investigación busca en primer lugar, describir cómo una federación campesina se movilizó para saltar al plano político institucional y conformar una organización política regional. En segundo lugar, busca analizar cuál es su forma particular de entender la relación con el Estado, la participación política y la ciudadanía. 3

lA FederAción de cAmpesinos del cusco y lA luchA por lA tierrA: un ethos común La primera parte de esta investigación describe la trayectoria de la Federación de Campesinos del Cusco (FDCC) y cómo logró articularse con partidos de izquierda y otros actores para conformar una organización política. La FDCC fue fundada en 1961, en medio de una fiebre sindicalista que se extendía por todo el departamento. Combinaba entre sus integrantes a sindicatos campesinos de distintas provincias y distritos y a asesores especializados en luchas políticas, en su mayoría abogados comunistas. Su actividad principal se basó en la expropiación de las tierras de los hacendados pre y post la reforma agraria. Ya en 1962, organizaron tomas de tierras en Paucartambo y en diferentes provincias del Cusco (Cotler, 1976). Con la entrada del SINAMOS en el Cusco durante el gobierno militar, la FDCC se pronunció reclamando

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De lA COMUnIDAD Al pARTIDO: el estudio del movimiento regional Autogobierno Ayllu

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la presente investigación es un estudio de caso a profundidad de un movimiento regional en el cusco

de bases campesinas: el movimiento autogobierno ayllu. en primer lugar, describe el proceso por el cual la federación de campesinos del cusco se movilizó y articuló a diversos actores para conformar este movimiento. en segundo lugar, analiza

–mediante su desempeño en sus gestiones municipales–

cuál es la forma particular de entender la relación con el estado, la participación política y la ciudadanía de este grupo campesino.

E

n el Perú, las organizaciones campesinas nunca han logrado representación política electoral a nivel nacional, y los intentos por conformar partidos locales han sido esporádicos y efímeros (Van Cott Lee, 2005; Madrid, 2012). El proceso de descentralización política iniciado en el 2002 dio paso al surgimiento de nuevos actores en la esfera de la representación política: los movimientos regionales. Esto ha abierto el campo para que se incluyan a nuevos actores e intereses en el plano electoral, pero ¿han podido las organizaciones campesinas aprovecharlos para saltar al plano político institucional? La presente investigación busca en primer lugar, describir cómo una federación campesina se movilizó para saltar al plano político institucional y conformar una organización política regional. En segundo lugar, busca analizar cuál es su forma particular de entender la relación con el Estado, la participación política y la ciudadanía. 3

lA FederAción de cAmpesinos del cusco y lA luchA por lA tierrA: un ethos común La primera parte de esta investigación describe la trayectoria de la Federación de Campesinos del Cusco (FDCC) y cómo logró articularse con partidos de izquierda y otros actores para conformar una organización política. La FDCC fue fundada en 1961, en medio de una fiebre sindicalista que se extendía por todo el departamento. Combinaba entre sus integrantes a sindicatos campesinos de distintas provincias y distritos y a asesores especializados en luchas políticas, en su mayoría abogados comunistas. Su actividad principal se basó en la expropiación de las tierras de los hacendados pre y post la reforma agraria. Ya en 1962, organizaron tomas de tierras en Paucartambo y en diferentes provincias del Cusco (Cotler, 1976). Con la entrada del SINAMOS en el Cusco durante el gobierno militar, la FDCC se pronunció reclamando

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los grupos políticos de la izquierda mantenían al campesinado en una condición subordinada (Rénique, 1991). Esto se mostraba en que las bases campesinas estaban obligadas a votar en base a programas y directivas enviadas desde Lima. En efecto, los entrevistados del movimiento provenientes de la FDCC relataron que no se sentían representados políticamente por ninguno de los partidos nacionales. Varios resaltan que “no había nadie que represente al sector rural”, ni que “visibilice su riqueza cultural”. La tendencia hallada durante las entrevistas es que, a pesar de estar ligados políticamente a grupos de izquierda, ya sea a como militantes a Izquierda Unida, o como bases del Partido Unificado Mariateguista (PUM) y de Vanguardia Revolucionaria (VR), sentían que estos grupos los utilizaban y no representaban adecuadamente sus intereses como campesinado. Asimismo, varios de los entrevistados líderes del PUM durante los 80’s y 90’s expresaron que la forma de hacer política y de vínculo con sus bases sociales, era vertical y autoritaria. Los entrevistados relatan que su forma de ver a los militantes de la FDCC, era como instrumentos, una masa despersonalizada que serían los cuadros necesarios para la lucha y la toma del poder. Es este modo, había una estructura piramidal de representación política y poca conexión con las bases. Tanto los entrevistados provenientes de comunidades campesinas como los exlíderes del PUM y VR consideran que este era un estilo de política llevado “desde arriba”. Asimismo, dentro de la FDCC, muchas veces se plantearon propuestas para el desarrollo económico (agrícola) y social del grupo, las cuales no fueron recogidas o implementadas por ningún partido. Es por ello que en la FDCC había la tensión latente de que debían aprender a organizarse mejor y formar un partido que lleve a cabo sus intereses: “Fue allí donde vi la necesidad de ser parte de un grupo político, también vi la necesidad de gestar un proyecto político desde el campesino, en tanto no había un movimiento que representara al sector rural. Desde la izquierda se decía que se representaba a los campesinos, pero en verdad no lo hacía o no lo era.” 4 Finalmente, un actor importante en este

la inmediata confiscación de todas las haciendas y la erradicación del trabajo gratuito, así como la implementación de un programa de desarrollo agrario administrado por el campesinado organizado (Maestro, 1979). Sin embargo, al igual que otras organizaciones gremiales campesinas, fue excluido de las organizaciones del gobierno y de los procesos de toma de decisiones. Fue uno de los más fervientes críticos de la reforma agraria y de las demás medidas del gobierno militar, a quien tildaban de “corporativista”. La FDCC no actuaba de manera autónoma, sino estaba fuertemente influenciada por partidos políticos llamados de la “nueva izquierda”, que surgieron en la región en la época post-Velasco de los 70’s. A diferencia del Partido Comunista (Unión) –de la línea “soviética”– que se enfocaba en clases urbanas y sectores tradicionales de las clases populares, la “nueva izquierda” se centraba en articular a nuevos actores como maestros, vanguardias campesinas y pequeña burguesía. El partido Vanguardia Revolucionaria (VR) fue quizás el exponente más importante de este cambio. Fundado en 1965, este partido había tenido influencia en la FDCC y disputaba ideológicamente con otros grupos maoístas como Bandera Roja (BR). A diferencia de este último, para quienes la lucha campesina debía ser una “guerra popular prolongada” sin sistema, los primeros ponían énfasis en el desarrollo de organizaciones campesinas de base y empoderamiento de líderes locales con miras de armar una organización nacional (Enriquez, 1981). VR tenía como eje de sus políticas y su acción iniciar un nuevo periodo de las luchas por la tierra, esta vez contra las empresas asociativas del régimen militar. Guiado por VR, la FDCC encabezó diversas tomas de tierras en la segunda década de los 70’s, en las provincias de Paucartambo, Anta y La Convención. En el tercer congreso de esta federación hubo fuertes enfrentamientos entre los grupos de la izquierda que querían recuperar su control, lo cual llevó a una parálisis en la toma de decisiones. Posteriormente, VR se dividió y dio paso a un nuevo partido: el Partido Unificado Mariateguista (PUM), quien entonces tomaría el control de la FDCC. Sin embargo, lo más saltante que se evidenció en este congreso, fue que todos

proceso fue la iglesia Sur Andina. Esta estaba muy influenciada por la “Teología de la liberación” de Gustavo Gutiérrez y tuvo un rol central en la denuncia a las medidas económicas de fines de los 70’s y en la protestas sociales de esos años. En particular, la Prelatura de Sicuani se encargaba de organizar y financiar en conjunto con algunas ONGs, escuelas y “Centros de promoción campesina”. Estos eran centros de información y asesoría de las organizaciones campesinas a las cuales acudían las bases ligadas a VR. Sin embargo, tal como señala la siguiente cita, también se involucraban directamente en las luchas de toma de tierras: “Recuerdo que en esa época trajeron varios heridos a Sicuani porque en Espinar no había hospital, entonces nos ayudaron (…) Ellos eran alemanes que estaban trabajando en Espinar, había una ONG de la prelatura de Sicuani hacían promoción campesina, esta ONG ayudaba a la gente, ellos también estaban en las luchas.”5 Los fines de los 90’s trajeron un cambio en la arena de juego del campesinado, y particularmente trajeron la municipalización de la acción política. El campo de confrontación pasó a ser las elecciones antes que las protestas y levantamientos. En esta línea, los miembros del movimiento tuvieron una serie de experiencias en la representación municipal, principalmente en las provincias de Espinar, Anta y Canas. En estas experiencias, fueron líderes campesinos respaldados por los líderes del PUM, y estuvieron marcadas por discursos reivindicativos a la cultura andina y por una fuerte influencia de programas de extensión agraria. Sin embargo, dentro del PUM ya había señales de su futura ruptura desde inicios de los 90’s producto de conflictos ideológicos y programáticos. Estos conflictos se dan como respuesta a contradicciones en cuanto a cuáles son los “fines” y los “medios” adecuados para la acción política. Una rama del PUM, más ligada a la izquierda “dura”, seguía el modelo tradicional de partido único y centralista. Otra rama del partido, estaba formada por los líderes de las experiencias de Espinar, Anta y Canas. De este modo, compartían un discurso favorable

a la incursión en política subnacional y ciertos referentes compartidos, tal como “democracia participativa” y “proyectos productivos”. Asimismo, cabe remarcar que estos líderes eran todos locales de Cusco y estaban más ligados a la FDCC y a la tradición de las comunidades campesinas. De acuerdo a las narraciones de los actores involucrados en este proceso, se comenzó a plantear el tema del interés en incursionar en política sub nacional en reuniones internas desde el año 1993. Se propuso que se formaran una serie de movimientos regionales recogiendo cultura y experiencias locales, y que el PUM se remitiera a ser el centro articulador y guía de estas experiencias. Sin embargo, esta propuesta no fue bien recogida por los líderes de la agrupación, quienes consideraban que esto consistía en una traición a sus principios partidarios y a sus objetivos. Asimismo, consideraban que la incursión de estos en proyectos productivos distraía a la población civil de su verdadera misión: la movilización. En 1998 se dio la reunión definitiva en la cual también participó la CCP, en la cual se rompió la central del PUM en dos: los líderes que seguirían bajo la línea de izquierda unida, y los líderes que formarían el Ayllu. Estos convocaron a una asamblea de la FDCC a representantes gremiales y presidentes comunales de 80 distritos del Cusco a fines del mismo año. Es allí que plantearon por primera vez de forma concreta la necesidad de fundar un partido político propio de la FDCC, que fuera realmente representativo de su identidad y de sus intereses: “Nosotros queríamos tener compañeros que lleguen al poder y representen realmente al movimiento campesino. Es decir queríamos un dirigente que gobierne conociendo la realidad del campesino.”6 De este modo, organizaron reuniones sucesivas en que se discutía este tema. El periodo de debate sobre el tema duró hasta el año 2000. En esos dos años, se utilizó un sistema de consulta a bases, el cual consistía en que un representante de cada distrito debía acudir a las comunidades campesinas que lo conformaban para consultar sobre si consideraban necesario la formación de un movimiento campesino 6

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los grupos políticos de la izquierda mantenían al campesinado en una condición subordinada (Rénique, 1991). Esto se mostraba en que las bases campesinas estaban obligadas a votar en base a programas y directivas enviadas desde Lima. En efecto, los entrevistados del movimiento provenientes de la FDCC relataron que no se sentían representados políticamente por ninguno de los partidos nacionales. Varios resaltan que “no había nadie que represente al sector rural”, ni que “visibilice su riqueza cultural”. La tendencia hallada durante las entrevistas es que, a pesar de estar ligados políticamente a grupos de izquierda, ya sea a como militantes a Izquierda Unida, o como bases del Partido Unificado Mariateguista (PUM) y de Vanguardia Revolucionaria (VR), sentían que estos grupos los utilizaban y no representaban adecuadamente sus intereses como campesinado. Asimismo, varios de los entrevistados líderes del PUM durante los 80’s y 90’s expresaron que la forma de hacer política y de vínculo con sus bases sociales, era vertical y autoritaria. Los entrevistados relatan que su forma de ver a los militantes de la FDCC, era como instrumentos, una masa despersonalizada que serían los cuadros necesarios para la lucha y la toma del poder. Es este modo, había una estructura piramidal de representación política y poca conexión con las bases. Tanto los entrevistados provenientes de comunidades campesinas como los exlíderes del PUM y VR consideran que este era un estilo de política llevado “desde arriba”. Asimismo, dentro de la FDCC, muchas veces se plantearon propuestas para el desarrollo económico (agrícola) y social del grupo, las cuales no fueron recogidas o implementadas por ningún partido. Es por ello que en la FDCC había la tensión latente de que debían aprender a organizarse mejor y formar un partido que lleve a cabo sus intereses: “Fue allí donde vi la necesidad de ser parte de un grupo político, también vi la necesidad de gestar un proyecto político desde el campesino, en tanto no había un movimiento que representara al sector rural. Desde la izquierda se decía que se representaba a los campesinos, pero en verdad no lo hacía o no lo era.” 4 Finalmente, un actor importante en este

la inmediata confiscación de todas las haciendas y la erradicación del trabajo gratuito, así como la implementación de un programa de desarrollo agrario administrado por el campesinado organizado (Maestro, 1979). Sin embargo, al igual que otras organizaciones gremiales campesinas, fue excluido de las organizaciones del gobierno y de los procesos de toma de decisiones. Fue uno de los más fervientes críticos de la reforma agraria y de las demás medidas del gobierno militar, a quien tildaban de “corporativista”. La FDCC no actuaba de manera autónoma, sino estaba fuertemente influenciada por partidos políticos llamados de la “nueva izquierda”, que surgieron en la región en la época post-Velasco de los 70’s. A diferencia del Partido Comunista (Unión) –de la línea “soviética”– que se enfocaba en clases urbanas y sectores tradicionales de las clases populares, la “nueva izquierda” se centraba en articular a nuevos actores como maestros, vanguardias campesinas y pequeña burguesía. El partido Vanguardia Revolucionaria (VR) fue quizás el exponente más importante de este cambio. Fundado en 1965, este partido había tenido influencia en la FDCC y disputaba ideológicamente con otros grupos maoístas como Bandera Roja (BR). A diferencia de este último, para quienes la lucha campesina debía ser una “guerra popular prolongada” sin sistema, los primeros ponían énfasis en el desarrollo de organizaciones campesinas de base y empoderamiento de líderes locales con miras de armar una organización nacional (Enriquez, 1981). VR tenía como eje de sus políticas y su acción iniciar un nuevo periodo de las luchas por la tierra, esta vez contra las empresas asociativas del régimen militar. Guiado por VR, la FDCC encabezó diversas tomas de tierras en la segunda década de los 70’s, en las provincias de Paucartambo, Anta y La Convención. En el tercer congreso de esta federación hubo fuertes enfrentamientos entre los grupos de la izquierda que querían recuperar su control, lo cual llevó a una parálisis en la toma de decisiones. Posteriormente, VR se dividió y dio paso a un nuevo partido: el Partido Unificado Mariateguista (PUM), quien entonces tomaría el control de la FDCC. Sin embargo, lo más saltante que se evidenció en este congreso, fue que todos

proceso fue la iglesia Sur Andina. Esta estaba muy influenciada por la “Teología de la liberación” de Gustavo Gutiérrez y tuvo un rol central en la denuncia a las medidas económicas de fines de los 70’s y en la protestas sociales de esos años. En particular, la Prelatura de Sicuani se encargaba de organizar y financiar en conjunto con algunas ONGs, escuelas y “Centros de promoción campesina”. Estos eran centros de información y asesoría de las organizaciones campesinas a las cuales acudían las bases ligadas a VR. Sin embargo, tal como señala la siguiente cita, también se involucraban directamente en las luchas de toma de tierras: “Recuerdo que en esa época trajeron varios heridos a Sicuani porque en Espinar no había hospital, entonces nos ayudaron (…) Ellos eran alemanes que estaban trabajando en Espinar, había una ONG de la prelatura de Sicuani hacían promoción campesina, esta ONG ayudaba a la gente, ellos también estaban en las luchas.”5 Los fines de los 90’s trajeron un cambio en la arena de juego del campesinado, y particularmente trajeron la municipalización de la acción política. El campo de confrontación pasó a ser las elecciones antes que las protestas y levantamientos. En esta línea, los miembros del movimiento tuvieron una serie de experiencias en la representación municipal, principalmente en las provincias de Espinar, Anta y Canas. En estas experiencias, fueron líderes campesinos respaldados por los líderes del PUM, y estuvieron marcadas por discursos reivindicativos a la cultura andina y por una fuerte influencia de programas de extensión agraria. Sin embargo, dentro del PUM ya había señales de su futura ruptura desde inicios de los 90’s producto de conflictos ideológicos y programáticos. Estos conflictos se dan como respuesta a contradicciones en cuanto a cuáles son los “fines” y los “medios” adecuados para la acción política. Una rama del PUM, más ligada a la izquierda “dura”, seguía el modelo tradicional de partido único y centralista. Otra rama del partido, estaba formada por los líderes de las experiencias de Espinar, Anta y Canas. De este modo, compartían un discurso favorable

a la incursión en política subnacional y ciertos referentes compartidos, tal como “democracia participativa” y “proyectos productivos”. Asimismo, cabe remarcar que estos líderes eran todos locales de Cusco y estaban más ligados a la FDCC y a la tradición de las comunidades campesinas. De acuerdo a las narraciones de los actores involucrados en este proceso, se comenzó a plantear el tema del interés en incursionar en política sub nacional en reuniones internas desde el año 1993. Se propuso que se formaran una serie de movimientos regionales recogiendo cultura y experiencias locales, y que el PUM se remitiera a ser el centro articulador y guía de estas experiencias. Sin embargo, esta propuesta no fue bien recogida por los líderes de la agrupación, quienes consideraban que esto consistía en una traición a sus principios partidarios y a sus objetivos. Asimismo, consideraban que la incursión de estos en proyectos productivos distraía a la población civil de su verdadera misión: la movilización. En 1998 se dio la reunión definitiva en la cual también participó la CCP, en la cual se rompió la central del PUM en dos: los líderes que seguirían bajo la línea de izquierda unida, y los líderes que formarían el Ayllu. Estos convocaron a una asamblea de la FDCC a representantes gremiales y presidentes comunales de 80 distritos del Cusco a fines del mismo año. Es allí que plantearon por primera vez de forma concreta la necesidad de fundar un partido político propio de la FDCC, que fuera realmente representativo de su identidad y de sus intereses: “Nosotros queríamos tener compañeros que lleguen al poder y representen realmente al movimiento campesino. Es decir queríamos un dirigente que gobierne conociendo la realidad del campesino.”6 De este modo, organizaron reuniones sucesivas en que se discutía este tema. El periodo de debate sobre el tema duró hasta el año 2000. En esos dos años, se utilizó un sistema de consulta a bases, el cual consistía en que un representante de cada distrito debía acudir a las comunidades campesinas que lo conformaban para consultar sobre si consideraban necesario la formación de un movimiento campesino 6

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para la participación electoral local. Esta estrategia resultó muy útil para sumarle legitimidad al movimiento y asegurar el posterior apoyo de dichas comunidades. Asimismo, los entrevistados reconocen al movimiento como una decisión colectiva y por ende, de responsabilidad compartida.

y mediante la movilización de sus recursos: Experiencias en gobiernos locales y en proyectos productivos; redes y fortaleza administrativa, finalmente lograron su inscripción el 21 de Febrero del 2006. Desde entonces, han participado a nivel provincial y distrital en todos los procesos electorales subsiguientes, con un éxito moderado pero estable. Esta información se describe en el Cuadro 1:

“Es aquí donde discutimos la necesidad de fundar un partido político junto a las demás federaciones como Espinar, Canas y Canchis, después de dos años (1998-2000) de discutir sobre este tema a nivel regional, se decidió que todo el movimiento campesino del Cusco afiliados a la FDCC iba a fundar el Ayllu. El ayllu nace por acuerdo de las federaciones provinciales y distritales del Cusco, es decir no fue decisión de una o dos personas sino de un colectivo.”7

cuAdro 1: pArticipAción y éxito en los procesos electorAles

2002 2006 2010 2014 2002 2006 2010 2014

En el año 2000, y bajo el marco del gobierno de Alejandro Toledo, se tomó la decisión final de inscribir el movimiento, con miras a las elecciones regionales del año 2002. Para lograr su inscripción como movimiento regional, necesitaban 14 mil firmas. Se armaron comités entre los secretarios provinciales del gremio, y se repartieron la tarea de recolección de firmas, en base a voluntarios miembros de la federación. A pesar de recoger 20 mil firmas, sólo 10 mil de estas fueron validadas por la RENIEC y no se pudo llegar a la inscripción formal para el año 2002. Es así, que en asamblea, sus líderes plantearon la posibilidad de realizar una alianza con el partido nacional “Renacimiento Andino”8. Sin embargo, los entrevistados no consideran esa experiencia como favorable dado que limitó su libertad de agencia, e impuso sus propias propuestas para el gobierno. Por ello en el año 2003, ya con miras a las elecciones regionales del año 2006, se realizó la I Convención departamental Autogobierno Ayllu, en la cual se llegó al acuerdo de postular independientemente en la siguiente campaña,

Distrital

Provincial

52 27 45 61 8 5 8 9

3 6 5 10 2 2 2 0

Fuente: Infogob, 2014. (Elaboración propia)

Como podemos ver, el movimiento ha tenido un éxito moderado, pero una participación y presencia constante. Hemos analizado que las localidades en las cuales tienen mayor éxito son las provincias y distritos de Paucartambo, Quispicanchis, Chumbivilcas y Canas, los cuales particularmente fueron los bastiones más fuertes de la FDCC. Esto abre una serie de preguntas: ¿Hasta qué punto hay una presencia campesina en el movimiento después de su fundación? ¿Qué características particulares tiene la participación política campesina?

cómo viven ActuAlmente lA políticA: ¿comuneros o compAñeros? A continuación, buscamos ver cómo vive la política este movimiento. Buscamos de este modo entender cuáles son las formas de entender la ciudadanía, la relación con el Estado y las dimensiones que debe

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forma de movilización de miembros para las tareas cotidianas son las faenas comunales en las cuales todos los comuneros aportan su mano de obra en las tareas agropecuarias o de construcción requeridas. ¿Cómo influencian estas características a las dinámicas tanto internas como externas del movimiento Autogobierno Ayllu? ¿Replican su experiencia política en comunidades campesinas o han perdido esta dimensión y usan solamente su simbolismo como estratégica partidaria? A partir de un análisis de los discursos de los entrevistados, sus documentos oficiales y una revisión de su historia organizativa, hallamos ciertas conclusiones que dan luces a sus características organizativas y a su forma de desenvolverse tanto en el plano electoral como dentro del movimiento en sí. En primer lugar, tanto sus ideales de gobierno como sus mecanismos concretos una vez en posiciones de poder, se asemejan a lo representado en el manejo político en las comunidades campesinas. De acuerdo a sus entrevistados, su principio central e ideal es la “Democracia participativa”. Este concepto se refiere a que la población delibere sobre sus necesidades e intereses y luego que tome la decisión sobre qué es lo que se debe hacer. El papel del gobernante es de ejecutar los intereses de la población y tiene la obligación de cumplir con ello. Es así que tiene menor maniobra de acción que en la democracia representativa clásica, en la cual el gobernante es elegido para tomar estas decisiones conciliando los intereses de distintas facciones de la sociedad civil y de otros intereses.

abarcar la participación política. Sin embargo, para entender eso en su contexto, presentamos primero algunas características de la política en las comunidades campesinas y en particular sus formas de dirigencia y de toma de decisiones. Diversos autores señalan que las comunidades campesinas son cada vez más espacios e instituciones políticas antes que económicas (Monge, 1994; Diez, 1999). Sus principales funciones son ser instancias de organización, regulación y solución de conflictos entre sus miembros, de interrelación con el exterior y los agentes externos y de defensa de su integridad territorial frente a terceros (Diez, 2007). En particular, la dirigencia comunal es un tema interesante y complejo debido a la gran heterogeneidad que hay. La mayoría de las comunidades tienen una dirigencia comunal que comparte el espacio directivo con otras autoridades de organizaciones modernas y en algunos casos con representantes rituales (Plascencia, 1994). Su nombramiento se realiza por elecciones directas entre los comuneros inscritos y el mecanismo para ello no siempre es la votación, sino que depende del contexto histórico y cultural de cada comunidad. Varios estudios resaltan la importancia de la posición y la trayectoria de los líderes que obtienen los cargos en el funcionamiento comunal (Sánchez Praga, 1986; Diez, 1992). Así, la dirigencia refleja la estructura social de los comuneros y está condicionada por la historia comunal y el territorio de cada comunidad (Diez, 2007). La dirigencia comunal sería el locus de la construcción de equilibrios y el punto nodal de la política comunal (Damonte, 2013). Ahora bien, el mecanismo mejor institucionalizado de toma de decisiones dentro de la comunidad es la asamblea comunal. Esta es considerada la máxima instancia en el gobierno comunal y el centro de su vida política. Su dinámica interna depende mucho de cada comunidad. Los pocos estudios existentes las describen como espacios complejos de confrontación de intereses y facciones, por los que las definen más como espacios de exhibición y definición de la correlación de fuerzas que como instituciones democráticas (Seligman, 1992; Diez, 1999). Por otro lado, la

“Quienes están en el gobierno a esos prácticamente obedecen. (…) Así es, a lo que vemos en otros movimientos es lo contrario. Digamos, todas las propuestas, todo, nace en los que están gobernando y eso se impone a la población, es lo contrario, ¿no? En cambio el movimiento Ayllu de la población hacia su gobierno, esa filosofía es la que a nosotros, bien dice…nos gustó y eso es por eso que estamos en el movimiento Ayllu. ” 9

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para la participación electoral local. Esta estrategia resultó muy útil para sumarle legitimidad al movimiento y asegurar el posterior apoyo de dichas comunidades. Asimismo, los entrevistados reconocen al movimiento como una decisión colectiva y por ende, de responsabilidad compartida.

y mediante la movilización de sus recursos: Experiencias en gobiernos locales y en proyectos productivos; redes y fortaleza administrativa, finalmente lograron su inscripción el 21 de Febrero del 2006. Desde entonces, han participado a nivel provincial y distrital en todos los procesos electorales subsiguientes, con un éxito moderado pero estable. Esta información se describe en el Cuadro 1:

“Es aquí donde discutimos la necesidad de fundar un partido político junto a las demás federaciones como Espinar, Canas y Canchis, después de dos años (1998-2000) de discutir sobre este tema a nivel regional, se decidió que todo el movimiento campesino del Cusco afiliados a la FDCC iba a fundar el Ayllu. El ayllu nace por acuerdo de las federaciones provinciales y distritales del Cusco, es decir no fue decisión de una o dos personas sino de un colectivo.”7

cuAdro 1: pArticipAción y éxito en los procesos electorAles

2002 2006 2010 2014 2002 2006 2010 2014

En el año 2000, y bajo el marco del gobierno de Alejandro Toledo, se tomó la decisión final de inscribir el movimiento, con miras a las elecciones regionales del año 2002. Para lograr su inscripción como movimiento regional, necesitaban 14 mil firmas. Se armaron comités entre los secretarios provinciales del gremio, y se repartieron la tarea de recolección de firmas, en base a voluntarios miembros de la federación. A pesar de recoger 20 mil firmas, sólo 10 mil de estas fueron validadas por la RENIEC y no se pudo llegar a la inscripción formal para el año 2002. Es así, que en asamblea, sus líderes plantearon la posibilidad de realizar una alianza con el partido nacional “Renacimiento Andino”8. Sin embargo, los entrevistados no consideran esa experiencia como favorable dado que limitó su libertad de agencia, e impuso sus propias propuestas para el gobierno. Por ello en el año 2003, ya con miras a las elecciones regionales del año 2006, se realizó la I Convención departamental Autogobierno Ayllu, en la cual se llegó al acuerdo de postular independientemente en la siguiente campaña,

Distrital

Provincial

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3 6 5 10 2 2 2 0

Fuente: Infogob, 2014. (Elaboración propia)

Como podemos ver, el movimiento ha tenido un éxito moderado, pero una participación y presencia constante. Hemos analizado que las localidades en las cuales tienen mayor éxito son las provincias y distritos de Paucartambo, Quispicanchis, Chumbivilcas y Canas, los cuales particularmente fueron los bastiones más fuertes de la FDCC. Esto abre una serie de preguntas: ¿Hasta qué punto hay una presencia campesina en el movimiento después de su fundación? ¿Qué características particulares tiene la participación política campesina?

cómo viven ActuAlmente lA políticA: ¿comuneros o compAñeros? A continuación, buscamos ver cómo vive la política este movimiento. Buscamos de este modo entender cuáles son las formas de entender la ciudadanía, la relación con el Estado y las dimensiones que debe

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forma de movilización de miembros para las tareas cotidianas son las faenas comunales en las cuales todos los comuneros aportan su mano de obra en las tareas agropecuarias o de construcción requeridas. ¿Cómo influencian estas características a las dinámicas tanto internas como externas del movimiento Autogobierno Ayllu? ¿Replican su experiencia política en comunidades campesinas o han perdido esta dimensión y usan solamente su simbolismo como estratégica partidaria? A partir de un análisis de los discursos de los entrevistados, sus documentos oficiales y una revisión de su historia organizativa, hallamos ciertas conclusiones que dan luces a sus características organizativas y a su forma de desenvolverse tanto en el plano electoral como dentro del movimiento en sí. En primer lugar, tanto sus ideales de gobierno como sus mecanismos concretos una vez en posiciones de poder, se asemejan a lo representado en el manejo político en las comunidades campesinas. De acuerdo a sus entrevistados, su principio central e ideal es la “Democracia participativa”. Este concepto se refiere a que la población delibere sobre sus necesidades e intereses y luego que tome la decisión sobre qué es lo que se debe hacer. El papel del gobernante es de ejecutar los intereses de la población y tiene la obligación de cumplir con ello. Es así que tiene menor maniobra de acción que en la democracia representativa clásica, en la cual el gobernante es elegido para tomar estas decisiones conciliando los intereses de distintas facciones de la sociedad civil y de otros intereses.

abarcar la participación política. Sin embargo, para entender eso en su contexto, presentamos primero algunas características de la política en las comunidades campesinas y en particular sus formas de dirigencia y de toma de decisiones. Diversos autores señalan que las comunidades campesinas son cada vez más espacios e instituciones políticas antes que económicas (Monge, 1994; Diez, 1999). Sus principales funciones son ser instancias de organización, regulación y solución de conflictos entre sus miembros, de interrelación con el exterior y los agentes externos y de defensa de su integridad territorial frente a terceros (Diez, 2007). En particular, la dirigencia comunal es un tema interesante y complejo debido a la gran heterogeneidad que hay. La mayoría de las comunidades tienen una dirigencia comunal que comparte el espacio directivo con otras autoridades de organizaciones modernas y en algunos casos con representantes rituales (Plascencia, 1994). Su nombramiento se realiza por elecciones directas entre los comuneros inscritos y el mecanismo para ello no siempre es la votación, sino que depende del contexto histórico y cultural de cada comunidad. Varios estudios resaltan la importancia de la posición y la trayectoria de los líderes que obtienen los cargos en el funcionamiento comunal (Sánchez Praga, 1986; Diez, 1992). Así, la dirigencia refleja la estructura social de los comuneros y está condicionada por la historia comunal y el territorio de cada comunidad (Diez, 2007). La dirigencia comunal sería el locus de la construcción de equilibrios y el punto nodal de la política comunal (Damonte, 2013). Ahora bien, el mecanismo mejor institucionalizado de toma de decisiones dentro de la comunidad es la asamblea comunal. Esta es considerada la máxima instancia en el gobierno comunal y el centro de su vida política. Su dinámica interna depende mucho de cada comunidad. Los pocos estudios existentes las describen como espacios complejos de confrontación de intereses y facciones, por los que las definen más como espacios de exhibición y definición de la correlación de fuerzas que como instituciones democráticas (Seligman, 1992; Diez, 1999). Por otro lado, la

“Quienes están en el gobierno a esos prácticamente obedecen. (…) Así es, a lo que vemos en otros movimientos es lo contrario. Digamos, todas las propuestas, todo, nace en los que están gobernando y eso se impone a la población, es lo contrario, ¿no? En cambio el movimiento Ayllu de la población hacia su gobierno, esa filosofía es la que a nosotros, bien dice…nos gustó y eso es por eso que estamos en el movimiento Ayllu. ” 9

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En este sentido se halla un valor intrínseco a que la población tome las decisiones y esto se valora más que la injerencia de profesionales y/o expertos. De acuerdo a los entrevistados, la democracia participativa implica asimismo la participación de la población en la ejecución del gobierno y la implementación de las medidas que se decidan. Por ejemplo, en una de las experiencias narradas, la población debía colaborar poniendo su mano de obra en la construcción de carreteras y pistas. Al seguir estos mecanismos, los entrevistados consideran que se llegaría al “autogobierno del pueblo”, el cual es la forma idealizada de gobernar que comparten los miembros del movimiento. De acuerdo a la siguiente cita, extraída de un documento oficial del movimiento, se considera que esta forma de gobierno tiene su raíz en la democracia comunal andina y en la forma de gobierno desde las comunidades campesinas: “Esta nueva y auténtica democracia tiene su raíz en la democracia comunal andina, y uno de sus pilares es la búsqueda de consensos para construir una nueva sociedad de justicia social; la rotación periódica de dirigentes y la dirección colectiva.“10 Del mismo modo, hemos visto que la asamblea comunal es el centro de la vida política de la comunidad, y la principal instancia de toma de decisiones (Diez, 2007). Al llegar a puestos de gobierno en alcaldías provinciales y distritales, los líderes del ayllu han tomado una forma “asambleísta” de gobierno y usado la asamblea local como principal mecanismo de toma de decisiones. Esta ha sido asimismo considerada como principal fuente de legitimidad y locus de poder de la gestión. Esto se demuestra en sus experiencias en alcaldías distritales y provinciales. Por ejemplo, una vez en el gobierno, los líderes del movimiento Autogobierno Ayllu han puesto énfasis en el uso de diversos mecanismos participativos, tales como el presupuesto participativo, los consejos de coordinación local y vecinal (CCL y CCV) y las rendiciones de cuentas periódicas. Los miembros del Ayllu sostienen que en sus

municipios provinciales y distritales, convocan a los talleres de presupuesto participativo a todas las organizaciones sociales de la región (Frentes de Defensa, Rondas Campesinas, SUTEP) y a representantes de la mayoría de comunidades campesinas inscritas y que de acuerdo a ello asignan la mayor parte de su presupuesto municipal. Otro de sus mecanismos claves de gobierno son los Consejos de Coordinación Vecinal (CCV). Se toma la mayoría de decisiones en estos consejos y en estos también se evalúan los proyectos del presupuesto participativo. Al igual que en los talleres del presupuesto participativo, se convoca a este consejo a los líderes de todas las organizaciones sociales relevantes de la región y, de este modo, se busca tener una mayor representatividad y legitimidad sobre las decisiones tomadas. Una característica particular de la forma de toma de decisiones en el gobierno, es que a diferencia de lo que es habitual por los gobiernos locales, las sesiones de consejo municipal se llevaban a cabo a puerta abierta y con la participación de líderes de organizaciones sociales. Asimismo, las decisiones que toma el consejo deben estar aprobadas y validadas por la población. Por ejemplo en la gestión municipal del año 2006 en la provincia de Chumbivilcas, hasta las medidas menores (como pavimentar la calle) debían ser consultadas con la población. De este modo, las sesiones tenían una amplia duración y muchas veces no se realizaban los proyectos que el equipo de gobierno había propuesto. En este caso, el equipo de gobierno deseaba realizar proyectos de salud, sin embargo la población priorizó la construcción de carreteras. Fue esta última medida la cual finalmente se llevó a cabo. En este sentido, tal como señala la siguiente cita, podría considerarse que los líderes del movimiento replican sus experiencias políticas previas en dirigencias comunales y que transfieren estas al plano institucional. “Teniéndolo digamos un concepto ancestral, nuestras las comunidades campesinas siempre desde su origen ha practicado la democracia participativa, porque en las comunidades

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priorizados en las comunidades campesinas, en las cuales la trayectoria del líder determinará la calidad del funcionamiento y gobierno comunal. De este modo, podemos afirmar que sus características organizativas son determinadas por dos factores principales que se complementan entre sí. El primero es el constructo idealizado de lo que sería la organización política en una comunidad campesina. Hay gran heterogeneidad entre comunidades campesinas –aun dentro de una misma región– y los miembros del movimiento hacen continua referencia a “las comunidades campesinas” como modelo e ideal. Podemos asumir que se refieren a un constructo idealizado de comunidad campesina y a sus simbolismos:

campesinas, su vivencia es la democracia participativa. Las comunidades quién dirige a sus dirigentes, y sus dirigentes cumplen lo que deciden la asamblea comunal, lo que hace el dirigente: Informa a su asamblea comunal, y su asamblea comunal también evalúa lo que está haciendo su dirigente, está bien o está mal. (…) Entonces esa experiencia es lo que gobierna el Ayllu, lo recoge, lo toma para poner en gobiernos locales, en gobierno regional incluso también hasta en gobierna nacional.” 11

Otra característica que se asemeja a la vivencia dentro de las comunidades campesinas es el ánimo por la fiscalización y la rendición de cuentas de los dirigentes. En lugar de dejar espacio a la discrecionalidad, los miembros del Ayllu ponen especial énfasis en la rendición de gastos ante las comunidades campesinas y sus bases locales. Tal como señala la siguiente cita, sus miembros tienen la impresión y convencimiento de que es así como se manejan las cuentas dentro de las comunidades campesinas y es así como debería ser en el gobierno local: “Nosotros por ejemplo el movimiento lo hemos, en la campaña hemos dicho las cosas tienen que ser transparente (…) Porque en las comunidades campesinas, por ejemplo, en qué se ha gastado, las comunidades siempre los comuneros reclaman a sus miembros para que puedan rendir cuentas, boleta a boleta.” 12 Del mismo modo, su énfasis en incluir la mano de obra de la población en la construcción de obras públicas tiene similitud con la forma de organización y movilización en las comunidades campesinas de las faenas comunales. Finalmente, el énfasis en el perfil de los líderes, los cuales en lugar de salir de otros sectores ni ser exitosos “empresarios de política” carismáticos o clientelares (Grompone, 2013), tienen una trayectoria política marcada por activismo social y la pertenencia anterior a dirigencias comunales, se relaciona con los perfiles de dirigencias

“ Entrevistadora:¿Por qué? ¿Qué siente que le identifica [con el movimiento el Ayllu]? Entrevistado: Por qué es histórico, es parte del país es parte del ser humano peruano, es parte de los serranos en sentirnos Ayllistas Ayllu, otra cosa que nos ha enseñado es pues la historia de los incas que nos ha dejado, que legado nos ha dejado.” 13

Sin embargo, un segundo punto que no fue reconocido por los miembros del movimiento es que sus características actuales están marcadas por las experiencias gremiales de este movimiento mediante la FDCC y la organización de partidos de izquierda como VR y el PUM. La mayoría de los entrevistados tuvo experiencia en alguna de estas organizaciones previamente a la formación del movimiento y es allí donde obtuvieron su entrenamiento político. Los miembros más jóvenes tuvieron familiares ligados a estos grupos y de cierta forma replican su “forma de hacer política”. Por ejemplo, su estructura interna, la cual incorpora comités distritales, provinciales y finalmente al comité regional como su principal instancia de decisión, se asemeja a la organización gremial de la FDCC en la cual las federaciones distritales y provinciales coordinaban independientemente pero se regían por los dictámenes de la Federación regional de Campesinos del Cusco.

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En este sentido se halla un valor intrínseco a que la población tome las decisiones y esto se valora más que la injerencia de profesionales y/o expertos. De acuerdo a los entrevistados, la democracia participativa implica asimismo la participación de la población en la ejecución del gobierno y la implementación de las medidas que se decidan. Por ejemplo, en una de las experiencias narradas, la población debía colaborar poniendo su mano de obra en la construcción de carreteras y pistas. Al seguir estos mecanismos, los entrevistados consideran que se llegaría al “autogobierno del pueblo”, el cual es la forma idealizada de gobernar que comparten los miembros del movimiento. De acuerdo a la siguiente cita, extraída de un documento oficial del movimiento, se considera que esta forma de gobierno tiene su raíz en la democracia comunal andina y en la forma de gobierno desde las comunidades campesinas: “Esta nueva y auténtica democracia tiene su raíz en la democracia comunal andina, y uno de sus pilares es la búsqueda de consensos para construir una nueva sociedad de justicia social; la rotación periódica de dirigentes y la dirección colectiva.“10 Del mismo modo, hemos visto que la asamblea comunal es el centro de la vida política de la comunidad, y la principal instancia de toma de decisiones (Diez, 2007). Al llegar a puestos de gobierno en alcaldías provinciales y distritales, los líderes del ayllu han tomado una forma “asambleísta” de gobierno y usado la asamblea local como principal mecanismo de toma de decisiones. Esta ha sido asimismo considerada como principal fuente de legitimidad y locus de poder de la gestión. Esto se demuestra en sus experiencias en alcaldías distritales y provinciales. Por ejemplo, una vez en el gobierno, los líderes del movimiento Autogobierno Ayllu han puesto énfasis en el uso de diversos mecanismos participativos, tales como el presupuesto participativo, los consejos de coordinación local y vecinal (CCL y CCV) y las rendiciones de cuentas periódicas. Los miembros del Ayllu sostienen que en sus

municipios provinciales y distritales, convocan a los talleres de presupuesto participativo a todas las organizaciones sociales de la región (Frentes de Defensa, Rondas Campesinas, SUTEP) y a representantes de la mayoría de comunidades campesinas inscritas y que de acuerdo a ello asignan la mayor parte de su presupuesto municipal. Otro de sus mecanismos claves de gobierno son los Consejos de Coordinación Vecinal (CCV). Se toma la mayoría de decisiones en estos consejos y en estos también se evalúan los proyectos del presupuesto participativo. Al igual que en los talleres del presupuesto participativo, se convoca a este consejo a los líderes de todas las organizaciones sociales relevantes de la región y, de este modo, se busca tener una mayor representatividad y legitimidad sobre las decisiones tomadas. Una característica particular de la forma de toma de decisiones en el gobierno, es que a diferencia de lo que es habitual por los gobiernos locales, las sesiones de consejo municipal se llevaban a cabo a puerta abierta y con la participación de líderes de organizaciones sociales. Asimismo, las decisiones que toma el consejo deben estar aprobadas y validadas por la población. Por ejemplo en la gestión municipal del año 2006 en la provincia de Chumbivilcas, hasta las medidas menores (como pavimentar la calle) debían ser consultadas con la población. De este modo, las sesiones tenían una amplia duración y muchas veces no se realizaban los proyectos que el equipo de gobierno había propuesto. En este caso, el equipo de gobierno deseaba realizar proyectos de salud, sin embargo la población priorizó la construcción de carreteras. Fue esta última medida la cual finalmente se llevó a cabo. En este sentido, tal como señala la siguiente cita, podría considerarse que los líderes del movimiento replican sus experiencias políticas previas en dirigencias comunales y que transfieren estas al plano institucional. “Teniéndolo digamos un concepto ancestral, nuestras las comunidades campesinas siempre desde su origen ha practicado la democracia participativa, porque en las comunidades

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priorizados en las comunidades campesinas, en las cuales la trayectoria del líder determinará la calidad del funcionamiento y gobierno comunal. De este modo, podemos afirmar que sus características organizativas son determinadas por dos factores principales que se complementan entre sí. El primero es el constructo idealizado de lo que sería la organización política en una comunidad campesina. Hay gran heterogeneidad entre comunidades campesinas –aun dentro de una misma región– y los miembros del movimiento hacen continua referencia a “las comunidades campesinas” como modelo e ideal. Podemos asumir que se refieren a un constructo idealizado de comunidad campesina y a sus simbolismos:

campesinas, su vivencia es la democracia participativa. Las comunidades quién dirige a sus dirigentes, y sus dirigentes cumplen lo que deciden la asamblea comunal, lo que hace el dirigente: Informa a su asamblea comunal, y su asamblea comunal también evalúa lo que está haciendo su dirigente, está bien o está mal. (…) Entonces esa experiencia es lo que gobierna el Ayllu, lo recoge, lo toma para poner en gobiernos locales, en gobierno regional incluso también hasta en gobierna nacional.” 11

Otra característica que se asemeja a la vivencia dentro de las comunidades campesinas es el ánimo por la fiscalización y la rendición de cuentas de los dirigentes. En lugar de dejar espacio a la discrecionalidad, los miembros del Ayllu ponen especial énfasis en la rendición de gastos ante las comunidades campesinas y sus bases locales. Tal como señala la siguiente cita, sus miembros tienen la impresión y convencimiento de que es así como se manejan las cuentas dentro de las comunidades campesinas y es así como debería ser en el gobierno local: “Nosotros por ejemplo el movimiento lo hemos, en la campaña hemos dicho las cosas tienen que ser transparente (…) Porque en las comunidades campesinas, por ejemplo, en qué se ha gastado, las comunidades siempre los comuneros reclaman a sus miembros para que puedan rendir cuentas, boleta a boleta.” 12 Del mismo modo, su énfasis en incluir la mano de obra de la población en la construcción de obras públicas tiene similitud con la forma de organización y movilización en las comunidades campesinas de las faenas comunales. Finalmente, el énfasis en el perfil de los líderes, los cuales en lugar de salir de otros sectores ni ser exitosos “empresarios de política” carismáticos o clientelares (Grompone, 2013), tienen una trayectoria política marcada por activismo social y la pertenencia anterior a dirigencias comunales, se relaciona con los perfiles de dirigencias

“ Entrevistadora:¿Por qué? ¿Qué siente que le identifica [con el movimiento el Ayllu]? Entrevistado: Por qué es histórico, es parte del país es parte del ser humano peruano, es parte de los serranos en sentirnos Ayllistas Ayllu, otra cosa que nos ha enseñado es pues la historia de los incas que nos ha dejado, que legado nos ha dejado.” 13

Sin embargo, un segundo punto que no fue reconocido por los miembros del movimiento es que sus características actuales están marcadas por las experiencias gremiales de este movimiento mediante la FDCC y la organización de partidos de izquierda como VR y el PUM. La mayoría de los entrevistados tuvo experiencia en alguna de estas organizaciones previamente a la formación del movimiento y es allí donde obtuvieron su entrenamiento político. Los miembros más jóvenes tuvieron familiares ligados a estos grupos y de cierta forma replican su “forma de hacer política”. Por ejemplo, su estructura interna, la cual incorpora comités distritales, provinciales y finalmente al comité regional como su principal instancia de decisión, se asemeja a la organización gremial de la FDCC en la cual las federaciones distritales y provinciales coordinaban independientemente pero se regían por los dictámenes de la Federación regional de Campesinos del Cusco.

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una ventana de oportunidad política para independizarse del PUM y en el marco del proceso de descentralización, saltar al plano regional. Asimismo, hemos visto que las características del movimiento tienen dos orígenes de igual importancia: la política de las comunidades campesinas y las experiencias gremiales en la FDCC y en organizaciones de la izquierda. Los miembros reconocen la primera como su modelo de política y ejemplo a replicar en la política municipal. Recogen su simbolismo y una idealización de sus formas de democracia. Esto se demuestra en sus formas de gobierno y de tomar decisiones (asambleístas, énfasis en la fiscalización y en la participación de la población). Pese a no reconocerlo directamente, el análisis y observación realizada a este movimiento político permite afirmar que también tienen una fuerte influencia de las organizaciones políticas gremiales y de izquierda de donde surgieron. Esto se demuestra por sus formas de organización interna y sus liderazgos. Es así que ambas características se complementan e influencian de igual manera las características centrales del movimiento el Ayllu. Sin embargo, esto abre la pregunta, ¿Pueden estas formas de gobierno ser factiblemente aplicadas a nivel regional? Los líderes del movimiento se han postulado en las dos últimas elecciones regionales con escaso éxito. Parte de los motivos de esto es que no cuentan con financiamiento fijo para sus campañas, y se niegan a hacer alianzas con grupos de tendencia urbana por no sacrificar su identidad campesina. Esto les provee limitaciones para salir del plano local. Asimismo, sus mecanismos participativos son apreciados en contexto locales, como provincias y distritos rurales donde la forma de relación con el Estado y de ejercer la ciudadanía es directa y activa. Sin embargo, en contextos de mayor magnitud y heterogeneidad urbano-rural, como el nivel regional, sería inviable ponerlos en práctica. Fuera de ello, este movimiento ha logrado representar una forma particular de entender y vivir la política, dando respuesta a demandas desde el sector rural y llevando mecanismos de gobierno de las comunidades campesinas al plano institucional. Esto nos permite

Asimismo, se asemeja a la estructura descrita de “células” organizadas provinciales y distritales dentro del PUM. Asimismo, su organización por padrones, sus estatutos y sus normativas internas implican una semejanza con esta forma de gobierno. Su dinámica interna durante las asambleas y forma de interrelación entre sus miembros es otro aspecto que fue observado durante el trabajo de campo. Los miembros del movimiento se refieren unos a otros como “compañeros”, sin importar la distinta jerarquía que tengan en el movimiento. Se recogió de las entrevistas que esta denominación de “compañero” viene desde las época de las luchas por la tierra de los 60’s y que ha seguido siendo usada hasta el momento. Finalmente, a pesar de haber tenido algunos cambios, la directiva regional del Ayllu no se ha renovado por completo desde su fundación. Es así que los líderes que guiaban a la FDCC desde el PUM y VR, y los líderes de la FDCC siguen siendo dirigentes en el movimiento con los cargos más altos. A pesar de ello, los líderes a nivel provincial y nivel distrital sí se han renovado y se han incorporado nuevos cuadros, en su mayoría jóvenes, y pertenecientes a otras organizaciones sociales de importancia políticas, tales como Frentes de Defensa y el SUTEP. Esto concuerda con lo que sus entrevistados consideran como un liderazgo colectivo. Lo cierto es que no hay caudillos claros en el movimiento y a pesar del rol protagónico de algunos alcaldes provinciales, el poder sigue estando distribuido de forma relativamente democrática.

3. conclusiones Lo expuesto puede llevarnos a las siguientes conclusiones. A pesar que la FDCC era un grupo muy activo políticamente, a inicios del 2000 se encontraban sub representados en el plano electoral. Eran manejados por diversos partidos de izquierda que no capturaban sus intereses ni especificidad. Este vacío de representación fue aprovechado por un grupo de actores del PUM y VR, quienes utilizaron tanto las redes y la fortaleza organizativa de la FDCC, como recursos tales como experiencias previas en gobiernos locales y en proyectos productivos. Estos actores aprovecharon

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1991 Los sueños de la sierra: Cusco en el siglo XX. Lima: Centro Peruano de Estudios Sociales – CEPES ěŲ SÁNCHEZ, Rodrigo 1987 Organización andina, drama y posibilidad. Huancayo: IRINEA. ěŲ SELIGMAN, Linda 1992 La jerarquía político-religiosa actual en la sierra sur andina en Henrique Urbano, compilador: Tradición y modernidad en los Andes. Cusco: CERA Las Casas. ěŲ VAN COTT, Donna Lee. 2005 From movements to parties in Latin America: the evolution of ethnic politics. New York: Cambridge UniversityPress.

cuestionarnos sobre qué vacíos hay en la democracia representativa actual, y qué aportes a ella podemos recoger de estas experiencias.

BiBliogrAFíA ěŲ

DAMONTE, Gerardo 2013 Las comunidades campesinas en el Perú. [Diapositivas]. Lima: PUCP. ěŲ DIEZ, Alejandro 1992 Pacaipampa: Un distrito y una comunidad. Piura: CIPCA 1999 Diversidades, alternativas y ambigüedades. Instituciones, comportamientos y mentalidades en la sociedad rural. En: ÁGREDA, DIEZ y GLAVE (eds.). Perú: el problema agrario en debate. Sepia VII (pp 247-326). Lima: SEPIA. 2007 Organización y poder en comunidades, rondas campesinas y municipios. En Grupo Allpa, ¿Qué sabemos de las comunidades campesinas? (pp. 107-152). Lima: Grupo Allpa. 2012 Tensiones y transformaciones en comunidades campesinas. Lima: CisepaPUCP ěŲ ENRIQUEZ, Rodrigo 1981 Toma de Tierras y Conciencia Política Campesinas. Lima: IEP. ěŲ GROMPONE, Romeo 2012 La creciente vigencia de los movimientos y partidos regionales, sus alcances y límites. Lima: JNE. ěŲ MADRID, Raul 2012 The Rise of Ethnic Politics in Latin America. Cambridge: Cambridge University Press ěŲ MONGE, Carlos 1989 Las demandas de los gremios campesinos en los 80. Lima: Debate Agrario. ěŲ PLASCENCIA, Rommel 1994 Relaciones inter étnicas en Lircay. Tesis de magistratura en Antropología. Lima: PUCP ěŲ RÉNIQUE, José Luis

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una ventana de oportunidad política para independizarse del PUM y en el marco del proceso de descentralización, saltar al plano regional. Asimismo, hemos visto que las características del movimiento tienen dos orígenes de igual importancia: la política de las comunidades campesinas y las experiencias gremiales en la FDCC y en organizaciones de la izquierda. Los miembros reconocen la primera como su modelo de política y ejemplo a replicar en la política municipal. Recogen su simbolismo y una idealización de sus formas de democracia. Esto se demuestra en sus formas de gobierno y de tomar decisiones (asambleístas, énfasis en la fiscalización y en la participación de la población). Pese a no reconocerlo directamente, el análisis y observación realizada a este movimiento político permite afirmar que también tienen una fuerte influencia de las organizaciones políticas gremiales y de izquierda de donde surgieron. Esto se demuestra por sus formas de organización interna y sus liderazgos. Es así que ambas características se complementan e influencian de igual manera las características centrales del movimiento el Ayllu. Sin embargo, esto abre la pregunta, ¿Pueden estas formas de gobierno ser factiblemente aplicadas a nivel regional? Los líderes del movimiento se han postulado en las dos últimas elecciones regionales con escaso éxito. Parte de los motivos de esto es que no cuentan con financiamiento fijo para sus campañas, y se niegan a hacer alianzas con grupos de tendencia urbana por no sacrificar su identidad campesina. Esto les provee limitaciones para salir del plano local. Asimismo, sus mecanismos participativos son apreciados en contexto locales, como provincias y distritos rurales donde la forma de relación con el Estado y de ejercer la ciudadanía es directa y activa. Sin embargo, en contextos de mayor magnitud y heterogeneidad urbano-rural, como el nivel regional, sería inviable ponerlos en práctica. Fuera de ello, este movimiento ha logrado representar una forma particular de entender y vivir la política, dando respuesta a demandas desde el sector rural y llevando mecanismos de gobierno de las comunidades campesinas al plano institucional. Esto nos permite

Asimismo, se asemeja a la estructura descrita de “células” organizadas provinciales y distritales dentro del PUM. Asimismo, su organización por padrones, sus estatutos y sus normativas internas implican una semejanza con esta forma de gobierno. Su dinámica interna durante las asambleas y forma de interrelación entre sus miembros es otro aspecto que fue observado durante el trabajo de campo. Los miembros del movimiento se refieren unos a otros como “compañeros”, sin importar la distinta jerarquía que tengan en el movimiento. Se recogió de las entrevistas que esta denominación de “compañero” viene desde las época de las luchas por la tierra de los 60’s y que ha seguido siendo usada hasta el momento. Finalmente, a pesar de haber tenido algunos cambios, la directiva regional del Ayllu no se ha renovado por completo desde su fundación. Es así que los líderes que guiaban a la FDCC desde el PUM y VR, y los líderes de la FDCC siguen siendo dirigentes en el movimiento con los cargos más altos. A pesar de ello, los líderes a nivel provincial y nivel distrital sí se han renovado y se han incorporado nuevos cuadros, en su mayoría jóvenes, y pertenecientes a otras organizaciones sociales de importancia políticas, tales como Frentes de Defensa y el SUTEP. Esto concuerda con lo que sus entrevistados consideran como un liderazgo colectivo. Lo cierto es que no hay caudillos claros en el movimiento y a pesar del rol protagónico de algunos alcaldes provinciales, el poder sigue estando distribuido de forma relativamente democrática.

3. conclusiones Lo expuesto puede llevarnos a las siguientes conclusiones. A pesar que la FDCC era un grupo muy activo políticamente, a inicios del 2000 se encontraban sub representados en el plano electoral. Eran manejados por diversos partidos de izquierda que no capturaban sus intereses ni especificidad. Este vacío de representación fue aprovechado por un grupo de actores del PUM y VR, quienes utilizaron tanto las redes y la fortaleza organizativa de la FDCC, como recursos tales como experiencias previas en gobiernos locales y en proyectos productivos. Estos actores aprovecharon

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1991 Los sueños de la sierra: Cusco en el siglo XX. Lima: Centro Peruano de Estudios Sociales – CEPES ěŲ SÁNCHEZ, Rodrigo 1987 Organización andina, drama y posibilidad. Huancayo: IRINEA. ěŲ SELIGMAN, Linda 1992 La jerarquía político-religiosa actual en la sierra sur andina en Henrique Urbano, compilador: Tradición y modernidad en los Andes. Cusco: CERA Las Casas. ěŲ VAN COTT, Donna Lee. 2005 From movements to parties in Latin America: the evolution of ethnic politics. New York: Cambridge UniversityPress.

cuestionarnos sobre qué vacíos hay en la democracia representativa actual, y qué aportes a ella podemos recoger de estas experiencias.

BiBliogrAFíA ěŲ

DAMONTE, Gerardo 2013 Las comunidades campesinas en el Perú. [Diapositivas]. Lima: PUCP. ěŲ DIEZ, Alejandro 1992 Pacaipampa: Un distrito y una comunidad. Piura: CIPCA 1999 Diversidades, alternativas y ambigüedades. Instituciones, comportamientos y mentalidades en la sociedad rural. En: ÁGREDA, DIEZ y GLAVE (eds.). Perú: el problema agrario en debate. Sepia VII (pp 247-326). Lima: SEPIA. 2007 Organización y poder en comunidades, rondas campesinas y municipios. En Grupo Allpa, ¿Qué sabemos de las comunidades campesinas? (pp. 107-152). Lima: Grupo Allpa. 2012 Tensiones y transformaciones en comunidades campesinas. Lima: CisepaPUCP ěŲ ENRIQUEZ, Rodrigo 1981 Toma de Tierras y Conciencia Política Campesinas. Lima: IEP. ěŲ GROMPONE, Romeo 2012 La creciente vigencia de los movimientos y partidos regionales, sus alcances y límites. Lima: JNE. ěŲ MADRID, Raul 2012 The Rise of Ethnic Politics in Latin America. Cambridge: Cambridge University Press ěŲ MONGE, Carlos 1989 Las demandas de los gremios campesinos en los 80. Lima: Debate Agrario. ěŲ PLASCENCIA, Rommel 1994 Relaciones inter étnicas en Lircay. Tesis de magistratura en Antropología. Lima: PUCP ěŲ RÉNIQUE, José Luis

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enSAyO SOBRe lA ApARICIón, RAzOneS y fUnCIOnAMIenTO De lOS MUnICIpIOS De CenTRO pOBlADO 2

el presente ensayo presenta una serie de hipótesis sobre el origen y los mecanismos que dan forma al funcionamiento de los municipios de centro poblado en los andes rurales peruanos.

aborda algunas de las funciones de las instituciones ediles previas, como las agencias

municipales y los municipios delegados, y examina cómo las gestiones de distritalización articulan estas modalidades. asimismo, propone tres hipótesis sobre las razones de su

formación: como solución institucional a un déficit de gestión local, como un esquema de

gestión que persigue implementar proyectos de transformación local, y como una modalidad de articulación con la institucionalidad estatal.

L

as municipalidades de Centro Poblado se han ido convirtiendo, durante las últimas décadas, en uno de las formas de gobierno rural más ubicuas en el campo peruano. Una revisión de las cifras, solo para tener una primera vista del fenómeno, nos muestra que entre 2009 y 2013 se crearon 175 municipios de centro poblado, sumando 2302, superando a los municipios distritales, de los cuales se desprenden3. No obstante este incremento, las trayectorias de formación de estas instancias están lejos de ser

Sandra Rodriguez

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entendidas, y lo más probable es que, en términos de su complejidad, roles, importancia y sostenibilidad, la variedad sea la regla. La importancia de entender la lógica de estas organizaciones apunta a desentrañar los modos en los cuales las sociedades rurales locales han resuelto o intentado resolver la ausencia de mecanismos de provisión y gestión de sus servicios y bienes, implementando o tratando de implementar sus visiones territoriales, y construido, en el proceso, ensayos de formas estatales en entornos inmediatos. El presente texto

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el presente ensayo presenta una serie de hipótesis sobre el origen y los mecanismos que dan forma al funcionamiento de los municipios de centro poblado en los andes rurales peruanos.

aborda algunas de las funciones de las instituciones ediles previas, como las agencias

municipales y los municipios delegados, y examina cómo las gestiones de distritalización articulan estas modalidades. asimismo, propone tres hipótesis sobre las razones de su

formación: como solución institucional a un déficit de gestión local, como un esquema de

gestión que persigue implementar proyectos de transformación local, y como una modalidad de articulación con la institucionalidad estatal.

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as municipalidades de Centro Poblado se han ido convirtiendo, durante las últimas décadas, en uno de las formas de gobierno rural más ubicuas en el campo peruano. Una revisión de las cifras, solo para tener una primera vista del fenómeno, nos muestra que entre 2009 y 2013 se crearon 175 municipios de centro poblado, sumando 2302, superando a los municipios distritales, de los cuales se desprenden3. No obstante este incremento, las trayectorias de formación de estas instancias están lejos de ser

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entendidas, y lo más probable es que, en términos de su complejidad, roles, importancia y sostenibilidad, la variedad sea la regla. La importancia de entender la lógica de estas organizaciones apunta a desentrañar los modos en los cuales las sociedades rurales locales han resuelto o intentado resolver la ausencia de mecanismos de provisión y gestión de sus servicios y bienes, implementando o tratando de implementar sus visiones territoriales, y construido, en el proceso, ensayos de formas estatales en entornos inmediatos. El presente texto

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carretera, la dotación del puesto de salud y la reparación de los canales de agua para consumo. A su vez, organizaba la feria semanal en la localidad, y viajaba a la feria de la capital distrital para coordinar su agenda con el alcalde y los regidores. En Yanas, Huánuco, el agente municipal tenía la responsabilidad de organizar las reuniones, hacer pequeños viajes a la capital de provincia para mediar algunas gestiones o representar, junto a los directivos comunales, a su localidad en las fiestas cívicas. En Machacancha, Calca, los agentes coordinaban con las autoridades de la municipalidad provincial las obras en la comunidad, como la construcción de piletas de agua, saneamiento, la habilitación de caminos o la limpieza de las vías bloqueadas, sobre todo en época de lluvias. Es razonable pensar que el papel de los agentes municipales apuntaría a documentar y coordinar las necesidades de bienes y servicios ediles en sus comunidades y localidades, e inscribir estas agendas dentro del panorama de gestión de los municipios distritales. Asimismo, ejercerían roles jurisdiccionales, como mediación en conflictos del “fuero comunal”. Es posible que su rol se expandiera de acuerdo a cada caso, desempeñando mayores rangos de representación, como la autorización y reunión de faenas, rituales cívicos y comunales. Una incógnita interesante recae en las formas de elección de los agentes municipales y los recursos con los que contaban. Otra institución que podría estar en los orígenes de los municipios de centro poblado es la municipalidad delegada. Las mismas dinámicas les darían forma, y la diferencia sería más de grado. Como los agentes, los municipios delegados, ahí donde los hay, estarían completados por un grupo de “funcionarios” más cercanos a la organización edil: un alcalde y vocales o regidores con especializaciones que atender. Dependientes del municipio distrital o provincial en términos de recursos, este grupo de autoridades recrearían las funciones y ritualísticas básicas de los gobiernos ediles: son investidos en elecciones, donde compiten ternas, tienen roles de representación, algunas oficinas y recursos burocráticos acondicionados –normalmente mínimos-, y están vinculados al espacio

tiene la intención de ensayar brevemente algunas hipótesis sobre el origen, las razones y las funciones de la existencia de estos municipios, y forma parte de un proyecto mayor de sistematización y teorización en marcha sobre este fenómeno de gobierno rural. Necesariamente, y dados los fines del texto, la evidencia mostrada será parcial e insuficiente, y tiene su fuente en mi experiencia de campo y la revisión de estudios afines. Presenta, asimismo, un argumento aún inacabado y prescinde de referencias a literatura académica, dados los fines del ensayo. Por ello, hay más de propuesta y razonamiento sugerente que de hallazgos.

orígenes Una de las pistas más útiles para entender el surgimiento de estos municipios es seguir el camino de la ley. Al fin y al cabo, se trata de instancias creadas por una legislación que no deja de ser ambigua, apoyada por el espíritu de descentralización de funciones ediles para lugares alejados del centro del poder distrital o provincial. Desde la década de 1980, la legislación sobre municipalidades ha contemplado la posibilidad de creación de municipios delegados para localidades alejadas, con presupuestos acotados y ligados al pliego de la municipalidad provincial. Estas instancias han tomado la forma, en la mayoría de los casos, de “agentías” o agencia municipales, y de municipalidades delegadas. Las “agentías” o agencias normalmente están depositadas en una persona, el agente municipal, un comunero y/o vecino con una serie de roles. Fijar los roles resulta difícil, ya que cada comunidad prepara ciertos deberes al agente. En el caso de Chacán, en Cusco, el agente solía llevar un libro de actas –donde tomaba notas de las reuniones de la directiva comunal y algunas inspecciones y faenasy mediaba los conflictos por tierras, afectaciones, daños y robos. En Occobamba, también en Cusco, el agente era el representante de la localidad –no existen comunidades campesinas en el distrito- y como tal, tenía un recuento de necesidades de obras, muy vinculadas al mantenimiento de la

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“vecinal” del centro poblado de su entorno local. Un tercer origen, no necesariamente excluyente de los primeros –de hecho, lo más probable es que la aparición y funcionamiento de las dos instituciones escuetamente descritas líneas arriba estén articuladas en un mismo tipo de proceso- es el de la distritalización de comunidades campesinas. La creación de distritos, y por ende de gobiernos ediles formalmente adscritos a la organización política del Estado, es un proyecto que muchas directivas comunales, solas o asociadas con otras, han emprendido en los entornos rurales. Ahora detenido por moratorias que el Congreso de la República fijó hace pocos años, debido a la multiplicación de pedidos, el proceso de distritalización muestra el camino institucional por el que muchas comunidades campesinas optan por evolucionar su gobierno: la articulación al Estado. Esta tendencia a la fragmentación de los distritos, ahí donde se da, indica a su vez una demanda por recursos y activos burocráticos ahí donde existe una sociedad local lo suficientemente consistente en términos demográficos, institucionales e identitarios como para ensayar la secesión y lograr prerrogativas para desplegar su propio proyecto territorial. Es posible encontrar que ahí donde existen proyectos de distritalización, las agencias municipales y los municipios delegados tienen una existencia y rendimiento asentados, evolucionados en municipalidades de centro poblado, con asignaciones presupuestales, infraestructura de operación –mínima, normalmente-, estabilización de los cargos ediles en la gobernanza local-comunal, etc. Pensar estas pistas para trazar una genealogía de la institución edil en los entornos locales nos lleva a plantear algunas hipótesis y entradas de análisis sobre la actualidad de los municipios de centro poblado. Una idea sugerente apunta a la replicación de los arreglos institucionales municipales para el gobierno de lo local: recrear más municipios en lugar de agregarlos4, avanzar hacia la obtención

de mayores grados de autonomía para reemplazar la dependencia de las capitales distritales.

hipótesis soBre lAs rAzones y los FuncionAmientos de los municipios de centros poBlAdos Una primera hipótesis sobre las razones y desempeños de los municipios de centro poblado apuntan a su papel como solución a un dilema de acción colectiva. En Chacán, la instalación y mayor protagonismo de las figuras ediles (agente municipal, municipio delegado y de centro poblado) va de la mano con la aparición de déficits de gestión de la directiva comunal. Pensado dentro de una lógica de especialización de los organismos comunales, la agencia municipal y el posterior municipio fueron vistos e investidos como comités pro-gestión de una serie de tareas, no muchas veces claras, relacionadas a la habilitación de bienes y servicios urbanos en la comunidad. La preparación de un comité de comuneros electos en asamblea comunal, pero cuyas acciones y coordinaciones fueran articuladas desde la municipalidad de la provincia, tuvo como resultado la apertura de un espacio de gobierno que fue desprendiéndose de la institucionalidad comunal y fue mostrando mayores réditos en la provisión de bienes y servicios. El dilema se presentaría de la siguiente manera: ahí dónde la especialización de la institucionalidad comunal no puede saldar la carencia de gobierno de la urbanización comunal, los costos de proveerse de este gobierno deben de ser externamente asumidos –por el municipio provincial o distrital-. En otras palabras, la capacidad de activar cooperación comunal para proveerse de bienes y servicios urbanos por parte de la institución comunal tiene altos costos –competencia por el tiempo de trabajo de los comuneros en mercados laborales rurales cada vez más dinámicos y variados, entre otras razones-, y la fórmula tradicional de la gestión externa de la directiva comunal por obras se desgasta. El financiamiento externo de un equipo de comuneros especializados e inscritos en el circuito de decisiones ediles provinciales prueba

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carretera, la dotación del puesto de salud y la reparación de los canales de agua para consumo. A su vez, organizaba la feria semanal en la localidad, y viajaba a la feria de la capital distrital para coordinar su agenda con el alcalde y los regidores. En Yanas, Huánuco, el agente municipal tenía la responsabilidad de organizar las reuniones, hacer pequeños viajes a la capital de provincia para mediar algunas gestiones o representar, junto a los directivos comunales, a su localidad en las fiestas cívicas. En Machacancha, Calca, los agentes coordinaban con las autoridades de la municipalidad provincial las obras en la comunidad, como la construcción de piletas de agua, saneamiento, la habilitación de caminos o la limpieza de las vías bloqueadas, sobre todo en época de lluvias. Es razonable pensar que el papel de los agentes municipales apuntaría a documentar y coordinar las necesidades de bienes y servicios ediles en sus comunidades y localidades, e inscribir estas agendas dentro del panorama de gestión de los municipios distritales. Asimismo, ejercerían roles jurisdiccionales, como mediación en conflictos del “fuero comunal”. Es posible que su rol se expandiera de acuerdo a cada caso, desempeñando mayores rangos de representación, como la autorización y reunión de faenas, rituales cívicos y comunales. Una incógnita interesante recae en las formas de elección de los agentes municipales y los recursos con los que contaban. Otra institución que podría estar en los orígenes de los municipios de centro poblado es la municipalidad delegada. Las mismas dinámicas les darían forma, y la diferencia sería más de grado. Como los agentes, los municipios delegados, ahí donde los hay, estarían completados por un grupo de “funcionarios” más cercanos a la organización edil: un alcalde y vocales o regidores con especializaciones que atender. Dependientes del municipio distrital o provincial en términos de recursos, este grupo de autoridades recrearían las funciones y ritualísticas básicas de los gobiernos ediles: son investidos en elecciones, donde compiten ternas, tienen roles de representación, algunas oficinas y recursos burocráticos acondicionados –normalmente mínimos-, y están vinculados al espacio

tiene la intención de ensayar brevemente algunas hipótesis sobre el origen, las razones y las funciones de la existencia de estos municipios, y forma parte de un proyecto mayor de sistematización y teorización en marcha sobre este fenómeno de gobierno rural. Necesariamente, y dados los fines del texto, la evidencia mostrada será parcial e insuficiente, y tiene su fuente en mi experiencia de campo y la revisión de estudios afines. Presenta, asimismo, un argumento aún inacabado y prescinde de referencias a literatura académica, dados los fines del ensayo. Por ello, hay más de propuesta y razonamiento sugerente que de hallazgos.

orígenes Una de las pistas más útiles para entender el surgimiento de estos municipios es seguir el camino de la ley. Al fin y al cabo, se trata de instancias creadas por una legislación que no deja de ser ambigua, apoyada por el espíritu de descentralización de funciones ediles para lugares alejados del centro del poder distrital o provincial. Desde la década de 1980, la legislación sobre municipalidades ha contemplado la posibilidad de creación de municipios delegados para localidades alejadas, con presupuestos acotados y ligados al pliego de la municipalidad provincial. Estas instancias han tomado la forma, en la mayoría de los casos, de “agentías” o agencia municipales, y de municipalidades delegadas. Las “agentías” o agencias normalmente están depositadas en una persona, el agente municipal, un comunero y/o vecino con una serie de roles. Fijar los roles resulta difícil, ya que cada comunidad prepara ciertos deberes al agente. En el caso de Chacán, en Cusco, el agente solía llevar un libro de actas –donde tomaba notas de las reuniones de la directiva comunal y algunas inspecciones y faenasy mediaba los conflictos por tierras, afectaciones, daños y robos. En Occobamba, también en Cusco, el agente era el representante de la localidad –no existen comunidades campesinas en el distrito- y como tal, tenía un recuento de necesidades de obras, muy vinculadas al mantenimiento de la

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“vecinal” del centro poblado de su entorno local. Un tercer origen, no necesariamente excluyente de los primeros –de hecho, lo más probable es que la aparición y funcionamiento de las dos instituciones escuetamente descritas líneas arriba estén articuladas en un mismo tipo de proceso- es el de la distritalización de comunidades campesinas. La creación de distritos, y por ende de gobiernos ediles formalmente adscritos a la organización política del Estado, es un proyecto que muchas directivas comunales, solas o asociadas con otras, han emprendido en los entornos rurales. Ahora detenido por moratorias que el Congreso de la República fijó hace pocos años, debido a la multiplicación de pedidos, el proceso de distritalización muestra el camino institucional por el que muchas comunidades campesinas optan por evolucionar su gobierno: la articulación al Estado. Esta tendencia a la fragmentación de los distritos, ahí donde se da, indica a su vez una demanda por recursos y activos burocráticos ahí donde existe una sociedad local lo suficientemente consistente en términos demográficos, institucionales e identitarios como para ensayar la secesión y lograr prerrogativas para desplegar su propio proyecto territorial. Es posible encontrar que ahí donde existen proyectos de distritalización, las agencias municipales y los municipios delegados tienen una existencia y rendimiento asentados, evolucionados en municipalidades de centro poblado, con asignaciones presupuestales, infraestructura de operación –mínima, normalmente-, estabilización de los cargos ediles en la gobernanza local-comunal, etc. Pensar estas pistas para trazar una genealogía de la institución edil en los entornos locales nos lleva a plantear algunas hipótesis y entradas de análisis sobre la actualidad de los municipios de centro poblado. Una idea sugerente apunta a la replicación de los arreglos institucionales municipales para el gobierno de lo local: recrear más municipios en lugar de agregarlos4, avanzar hacia la obtención

de mayores grados de autonomía para reemplazar la dependencia de las capitales distritales.

hipótesis soBre lAs rAzones y los FuncionAmientos de los municipios de centros poBlAdos Una primera hipótesis sobre las razones y desempeños de los municipios de centro poblado apuntan a su papel como solución a un dilema de acción colectiva. En Chacán, la instalación y mayor protagonismo de las figuras ediles (agente municipal, municipio delegado y de centro poblado) va de la mano con la aparición de déficits de gestión de la directiva comunal. Pensado dentro de una lógica de especialización de los organismos comunales, la agencia municipal y el posterior municipio fueron vistos e investidos como comités pro-gestión de una serie de tareas, no muchas veces claras, relacionadas a la habilitación de bienes y servicios urbanos en la comunidad. La preparación de un comité de comuneros electos en asamblea comunal, pero cuyas acciones y coordinaciones fueran articuladas desde la municipalidad de la provincia, tuvo como resultado la apertura de un espacio de gobierno que fue desprendiéndose de la institucionalidad comunal y fue mostrando mayores réditos en la provisión de bienes y servicios. El dilema se presentaría de la siguiente manera: ahí dónde la especialización de la institucionalidad comunal no puede saldar la carencia de gobierno de la urbanización comunal, los costos de proveerse de este gobierno deben de ser externamente asumidos –por el municipio provincial o distrital-. En otras palabras, la capacidad de activar cooperación comunal para proveerse de bienes y servicios urbanos por parte de la institución comunal tiene altos costos –competencia por el tiempo de trabajo de los comuneros en mercados laborales rurales cada vez más dinámicos y variados, entre otras razones-, y la fórmula tradicional de la gestión externa de la directiva comunal por obras se desgasta. El financiamiento externo de un equipo de comuneros especializados e inscritos en el circuito de decisiones ediles provinciales prueba

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y simbólicos de su espacio. Normalmente, estos proyectos pueden ser pensados como procesos de urbanización y habilitación productiva. En el primer caso, las sociedades rurales locales persiguen la gestión de bienes, espacios y servicios asociados con la vida y el paisaje urbano, como plazas, centros cívicos, estadios, mercados, calles pavimentadas, alumbrado público, saneamiento, comercio y cierta monumentalidad cívica, además de escuelas y puestos de salud. La posibilidad de ser cabecera de su entorno geográfico inmediato y dar forma al crecimiento demográfico animaría los trámites de distritalización emprendidos las colectividades rurales. En el segundo caso, la instalación de activos que permitan reforzar y/o propiciar actividades económicas estaría asociada a la labor de un organismo como el edil. La construcción de infraestructura productiva, programas de entrenamiento laboral, fomento de actividades agrícolas y no agrícolas, cuidado y aprovechamiento de recursos naturales, entre otras agendas, compondrían parte de este proyecto territorial local que busca transformar y evolucionar las bases ecológicas, económicas y demográficas de las sociedades rurales. Con mayor o menor nivel de acuerdo, como se dijo antes, estos proyectos territoriales son negociados por los actores, facciones y agrupaciones políticas, y por protagonistas externos que van dibujando lo que se entiende por desarrollo local. Este desarrollo estaría asociado, ahí donde existen, a la creación de entidades ediles que sirvan de vehículo para su realización, y a la constitución del espacio distrital como el lugar de formulación, disputa e implementación de estos procesos. Una tercera hipótesis apunta a la construcción de la “estatalidad” en espacios locales. Los municipios de centro poblado existen a partir de la posibilidad legal de implementarlos: son una institución posibilitada por el Estado. Esto remite a dos lecturas. La primera, sobre la forma en la que el Estado peruano ha tendido, al menos en las últimas décadas, a espacializar su presencia y ausencia, y en las modalidades de su accionar territorial. Los municipios de centro poblado no son pensados, desde el espíritu de la legislación, como una

ser una solución con rendimientos valorables. Dependiendo de cada caso, los recursos con los que puede contar un municipio de centro poblado puede habilitarlo a realizar pequeñas obras o financiar las coordinaciones necesarias para que un agente externo las implemente. Pero más allá de que este dilema se presente o sea saldado de esta manera, la existencia de los municipios de centro poblado sugiere el funcionamiento de arreglos institucionales de gestión del espacio local que replican los lenguajes de gobierno de las municipalidades. Las organizaciones locales, tanto comunidades campesinas como otro tipo de instituciones, han interactuado, se han articulado y han mediado con gobiernos ediles desde la creación de estos, y sobre todo desde su puesta en funcionamiento más sostenida, desde principios de la década de 1980. El municipio como forma de gobierno y el distrito como espacio político han ido ganando protagonismo frente a la anterior política comunal, y ahora la ruralidad andina es incomprensible sin la presencia de alcaldes y regidores. Esto ha propiciado la formación de configuraciones de gobierno, gobernanzas, con combinaciones variadas, pero con el protagonismo edil en la mayor parte de los casos. La disposición de un aparato burocrático – acotado y mínimo, probablemente-, su articulación con el circuito y sistema de decisiones – políticas y de política pública- y dotaciones –presupuestales, logísticas y simbólicas- del Estado, y de cuadros de representantes –alcaldes y regidores- crecientemente pensados como los interlocutores más importantes del espacio rural, presentan a la municipalidad como una institución -en lo que a relación entre reglas de juego y bienes y servicios provistos se refiere- con mayor potencial para evolucionar el manejo de los proyectos territoriales locales. Esto lleva a una segunda hipótesis. Las sociedades rurales locales, con mayores o menores niveles de consenso, tratarían de implementar a través de los municipios de centro poblado sus propios proyectos territoriales, esto es, un recuento coherente de transformación de los activos ecológicos, económicos, demográficos

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instancia más de gobierno local, sino como una “sucursal”, un desprendimiento de funciones públicas mínimas ahí donde su presencia no se ha implementado. Por ello, genera la posibilidad de que sea construida por los mismos individuos asociados a los cuales esta carencia afecta. Esto lleva a una segunda lectura. Una vez constituido el espacio legal y formal “desde arriba”, las funciones públicas son construidas y asumidas “desde abajo”: la acción colectiva se encuentra y articula con el espacio legal, y crean “estatalidad” o, en la práctica, una nueva instancia de gestión territorial local sobre lo público. Es posible, en ese sentido, considerar al menos dos lógicas que animarían la aparición de esta instancia: por un lado, el futuro de la realización de los proyectos locales pasa por una adscripción más inmediata de las instituciones locales al dominio –al menos formal, ya no burocrático o logístico- del Estado; por el otro, esta adscripción buscaría generar mayores rangos de autonomía con respecto al nivel estatal del cual se depende, como el municipio distrital, y encarar con mayor control el desarrollo local. Estas tres hipótesis buscan, a grandes rasgos, pensar de manera sugerente la aparición, funcionamiento y razones del municipio de centro poblado en áreas rurales. En gran medida, son propuestas ensayadas y precarias, debido a la ausencia de evidencia recogida a esta luz o desde aproximaciones cercanas, que pongan como foco de su esfuerzo a estas entidades.

BiBliogrAFíA

ěŲ BARRIO DE MENDOZA, Rafael 2014 “Más vecinos, más distrito: la transición de la tenencia de tierra y su relación con la formación de una Municipalidad de Centro Poblado en la Comunidad Campesina de Chacán, Cusco” en Alejandro Diez, Fort, Ricardo y Raez, Ernesto. En Perú: el problema agrario en debate. Sepia XV. Lima: SEPIA. ěŲ BLONDET, Mariana 2013 Proceso de distritalización y gestión de territorio en dos comunidades campesinas del Callejón de Huaylas, en Ancash. Tesis para obtener el grado de bachiller en Antropología. Lima: PUCP. ěŲ QUIÑONES, Patricia 2012 “Gobierno y gobernanza territorial en municipios de centros poblados en la zona sur de Puno: los casos de Caspa y Molino” en Raul H. Asensio, Eguren, Fernando y Ruiz, Manuel. En Perú: el problema agrario en debate. Sepia XIV. Lima: SEPIA, CIPCA y Universidad Nacional de Piura. ěŲ PAJUELO, Ramón 2009 No hay ley para nosotros. Gobierno local, sociedad y conflicto en el altiplano: el caso Ilave. Lima: IEP, SER y Projur.

conclusión No obstante lo dicho, es importante no sobreestimar el papel de estos municipios. Se sabe poco sobre ellos, y lo que se sabe es fragmentario e insuficiente. Para dar definiciones más precisas sobre los municipios de centros poblados es necesario recoger más y mejores datos. Existen estudios pioneros como los de Pajuelo (2009), Quiñones (2012), Blondet (2013) y Barrio de Mendoza (2014), entre otros, que desde distintas entradas tratan de componer un cuadro más integral sobre este tema.

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y simbólicos de su espacio. Normalmente, estos proyectos pueden ser pensados como procesos de urbanización y habilitación productiva. En el primer caso, las sociedades rurales locales persiguen la gestión de bienes, espacios y servicios asociados con la vida y el paisaje urbano, como plazas, centros cívicos, estadios, mercados, calles pavimentadas, alumbrado público, saneamiento, comercio y cierta monumentalidad cívica, además de escuelas y puestos de salud. La posibilidad de ser cabecera de su entorno geográfico inmediato y dar forma al crecimiento demográfico animaría los trámites de distritalización emprendidos las colectividades rurales. En el segundo caso, la instalación de activos que permitan reforzar y/o propiciar actividades económicas estaría asociada a la labor de un organismo como el edil. La construcción de infraestructura productiva, programas de entrenamiento laboral, fomento de actividades agrícolas y no agrícolas, cuidado y aprovechamiento de recursos naturales, entre otras agendas, compondrían parte de este proyecto territorial local que busca transformar y evolucionar las bases ecológicas, económicas y demográficas de las sociedades rurales. Con mayor o menor nivel de acuerdo, como se dijo antes, estos proyectos territoriales son negociados por los actores, facciones y agrupaciones políticas, y por protagonistas externos que van dibujando lo que se entiende por desarrollo local. Este desarrollo estaría asociado, ahí donde existen, a la creación de entidades ediles que sirvan de vehículo para su realización, y a la constitución del espacio distrital como el lugar de formulación, disputa e implementación de estos procesos. Una tercera hipótesis apunta a la construcción de la “estatalidad” en espacios locales. Los municipios de centro poblado existen a partir de la posibilidad legal de implementarlos: son una institución posibilitada por el Estado. Esto remite a dos lecturas. La primera, sobre la forma en la que el Estado peruano ha tendido, al menos en las últimas décadas, a espacializar su presencia y ausencia, y en las modalidades de su accionar territorial. Los municipios de centro poblado no son pensados, desde el espíritu de la legislación, como una

ser una solución con rendimientos valorables. Dependiendo de cada caso, los recursos con los que puede contar un municipio de centro poblado puede habilitarlo a realizar pequeñas obras o financiar las coordinaciones necesarias para que un agente externo las implemente. Pero más allá de que este dilema se presente o sea saldado de esta manera, la existencia de los municipios de centro poblado sugiere el funcionamiento de arreglos institucionales de gestión del espacio local que replican los lenguajes de gobierno de las municipalidades. Las organizaciones locales, tanto comunidades campesinas como otro tipo de instituciones, han interactuado, se han articulado y han mediado con gobiernos ediles desde la creación de estos, y sobre todo desde su puesta en funcionamiento más sostenida, desde principios de la década de 1980. El municipio como forma de gobierno y el distrito como espacio político han ido ganando protagonismo frente a la anterior política comunal, y ahora la ruralidad andina es incomprensible sin la presencia de alcaldes y regidores. Esto ha propiciado la formación de configuraciones de gobierno, gobernanzas, con combinaciones variadas, pero con el protagonismo edil en la mayor parte de los casos. La disposición de un aparato burocrático – acotado y mínimo, probablemente-, su articulación con el circuito y sistema de decisiones – políticas y de política pública- y dotaciones –presupuestales, logísticas y simbólicas- del Estado, y de cuadros de representantes –alcaldes y regidores- crecientemente pensados como los interlocutores más importantes del espacio rural, presentan a la municipalidad como una institución -en lo que a relación entre reglas de juego y bienes y servicios provistos se refiere- con mayor potencial para evolucionar el manejo de los proyectos territoriales locales. Esto lleva a una segunda hipótesis. Las sociedades rurales locales, con mayores o menores niveles de consenso, tratarían de implementar a través de los municipios de centro poblado sus propios proyectos territoriales, esto es, un recuento coherente de transformación de los activos ecológicos, económicos, demográficos

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instancia más de gobierno local, sino como una “sucursal”, un desprendimiento de funciones públicas mínimas ahí donde su presencia no se ha implementado. Por ello, genera la posibilidad de que sea construida por los mismos individuos asociados a los cuales esta carencia afecta. Esto lleva a una segunda lectura. Una vez constituido el espacio legal y formal “desde arriba”, las funciones públicas son construidas y asumidas “desde abajo”: la acción colectiva se encuentra y articula con el espacio legal, y crean “estatalidad” o, en la práctica, una nueva instancia de gestión territorial local sobre lo público. Es posible, en ese sentido, considerar al menos dos lógicas que animarían la aparición de esta instancia: por un lado, el futuro de la realización de los proyectos locales pasa por una adscripción más inmediata de las instituciones locales al dominio –al menos formal, ya no burocrático o logístico- del Estado; por el otro, esta adscripción buscaría generar mayores rangos de autonomía con respecto al nivel estatal del cual se depende, como el municipio distrital, y encarar con mayor control el desarrollo local. Estas tres hipótesis buscan, a grandes rasgos, pensar de manera sugerente la aparición, funcionamiento y razones del municipio de centro poblado en áreas rurales. En gran medida, son propuestas ensayadas y precarias, debido a la ausencia de evidencia recogida a esta luz o desde aproximaciones cercanas, que pongan como foco de su esfuerzo a estas entidades.

BiBliogrAFíA

ěŲ BARRIO DE MENDOZA, Rafael 2014 “Más vecinos, más distrito: la transición de la tenencia de tierra y su relación con la formación de una Municipalidad de Centro Poblado en la Comunidad Campesina de Chacán, Cusco” en Alejandro Diez, Fort, Ricardo y Raez, Ernesto. En Perú: el problema agrario en debate. Sepia XV. Lima: SEPIA. ěŲ BLONDET, Mariana 2013 Proceso de distritalización y gestión de territorio en dos comunidades campesinas del Callejón de Huaylas, en Ancash. Tesis para obtener el grado de bachiller en Antropología. Lima: PUCP. ěŲ QUIÑONES, Patricia 2012 “Gobierno y gobernanza territorial en municipios de centros poblados en la zona sur de Puno: los casos de Caspa y Molino” en Raul H. Asensio, Eguren, Fernando y Ruiz, Manuel. En Perú: el problema agrario en debate. Sepia XIV. Lima: SEPIA, CIPCA y Universidad Nacional de Piura. ěŲ PAJUELO, Ramón 2009 No hay ley para nosotros. Gobierno local, sociedad y conflicto en el altiplano: el caso Ilave. Lima: IEP, SER y Projur.

conclusión No obstante lo dicho, es importante no sobreestimar el papel de estos municipios. Se sabe poco sobre ellos, y lo que se sabe es fragmentario e insuficiente. Para dar definiciones más precisas sobre los municipios de centros poblados es necesario recoger más y mejores datos. Existen estudios pioneros como los de Pajuelo (2009), Quiñones (2012), Blondet (2013) y Barrio de Mendoza (2014), entre otros, que desde distintas entradas tratan de componer un cuadro más integral sobre este tema.

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a bEl C astañEda C astillEJo 1

No podemos negar que en el imaginario contemporáneo del limeño las combis y sus referentes denotan negatividad, inclusive durante algunos años en la década del 2000 era habitual encontrar el término “combi asesina” en los diarios, debido al gran índice de accidentes fatales por esos años como resultado de la informalidad vial y el pésimo estado de las unidades. Lo interesante es que ante esta propuesta de solución, este sistema caótico de transporte gesta una organización social donde el chofer y el cobrador son los protagonistas. Este último es quien se lleva la peor parte, ya que es quien tiene trato directo con el usuario y es víctima de prejuicios, resentimientos sociales y sobre todo indiferencia. Qué es sino para el pasajero el cobrador sino un rol en su cotidiano. Es a quien le entregamos nuestro dinero para llevarnos a nuestro destino. A lo mucho, dentro de los prejuicios “fundamentados” (excusados para ser precisos) propios de nuestra sociedad, sentimos desconfianza, peleamos con él, lo creemos timador, sucio, inculto, maleducado, sin decirle ni una sola palabra más que “cóbrate” o “paradero baja” y despojamos de esta imagen todo atributo de humanidad. Solo es un rol parcialmente animado dentro de la rutina del limeño promedio. Esta serie se presenta a Marco, cuyo nombre sin apellido basta y sobra para denotar a un individuo, un sujeto que se levanta temprano, va a trabajar para después regresar a descansar con la satisfacción de haber producido para su hogar y pensar en el siguiente día. Esta descripción de rutina, de cotidiano, calza perfectamente con la de miles de personas que se movilizan en combi. El mostrar la rutina laboral de Marco, es decir, darle un atributo que concebimos como propio del humano, cumple la función de identificación para darnos cuenta que ese personaje de los viajes matutinos también tiene una familia probablemente y que su papel como cobrador solo significa una parte de su vida.

¿HABlA,VAS?

E

n estos días, mucho hablamos de la reforma de transporte, gran paso para comenzar un proceso de “ordenamiento” en Lima. El actual sistema de transporte es una trágica herencia de lo establecido en la década de 1990 en el gobierno de Fujimori: El aumento de población en Lima desbordó el sistema de transporte que existía en la ciudad a finales de 1980. Ante la existencia de una alta demanda, comenzaron a operar los microbuses quiénes trazaron sus propias líneas de manera espontánea. En ese entonces, el presidente Alberto Fujimori Fujimori firmó el Decreto Legislativo N° 651 que estableció la libre competencia en las tarifas del transporte urbano y el libre acceso a nuevas rutas en tanto se observa un desarrollo en beneficio de los usuarios; asimismo, autorizó a personas naturales y jurídicas a prestar el servicio “en todo tipo de vehículos automotores, salvo camiones y vehículos de dos ruedas”2. Luego, con Ley N° 25789 de octubre de 1992, el Gobierno derogó todas las disposiciones que prohibían o restringían la importación de bienes usados, lo que desencadenó en el aumento de pequeñas camionetas Volkswagen, hoy denominadas combis3. En otras palabras, la liberalización del sistema de transporte –entendida como la curaresulto peor que la enfermedad. Sin embargo, ¿carece de un “orden” el sistema de transporte?

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No podemos negar que en el imaginario contemporáneo del limeño las combis y sus referentes denotan negatividad, inclusive durante algunos años en la década del 2000 era habitual encontrar el término “combi asesina” en los diarios, debido al gran índice de accidentes fatales por esos años como resultado de la informalidad vial y el pésimo estado de las unidades. Lo interesante es que ante esta propuesta de solución, este sistema caótico de transporte gesta una organización social donde el chofer y el cobrador son los protagonistas. Este último es quien se lleva la peor parte, ya que es quien tiene trato directo con el usuario y es víctima de prejuicios, resentimientos sociales y sobre todo indiferencia. Qué es sino para el pasajero el cobrador sino un rol en su cotidiano. Es a quien le entregamos nuestro dinero para llevarnos a nuestro destino. A lo mucho, dentro de los prejuicios “fundamentados” (excusados para ser precisos) propios de nuestra sociedad, sentimos desconfianza, peleamos con él, lo creemos timador, sucio, inculto, maleducado, sin decirle ni una sola palabra más que “cóbrate” o “paradero baja” y despojamos de esta imagen todo atributo de humanidad. Solo es un rol parcialmente animado dentro de la rutina del limeño promedio. Esta serie se presenta a Marco, cuyo nombre sin apellido basta y sobra para denotar a un individuo, un sujeto que se levanta temprano, va a trabajar para después regresar a descansar con la satisfacción de haber producido para su hogar y pensar en el siguiente día. Esta descripción de rutina, de cotidiano, calza perfectamente con la de miles de personas que se movilizan en combi. El mostrar la rutina laboral de Marco, es decir, darle un atributo que concebimos como propio del humano, cumple la función de identificación para darnos cuenta que ese personaje de los viajes matutinos también tiene una familia probablemente y que su papel como cobrador solo significa una parte de su vida.

¿HABlA,VAS?

E

n estos días, mucho hablamos de la reforma de transporte, gran paso para comenzar un proceso de “ordenamiento” en Lima. El actual sistema de transporte es una trágica herencia de lo establecido en la década de 1990 en el gobierno de Fujimori: El aumento de población en Lima desbordó el sistema de transporte que existía en la ciudad a finales de 1980. Ante la existencia de una alta demanda, comenzaron a operar los microbuses quiénes trazaron sus propias líneas de manera espontánea. En ese entonces, el presidente Alberto Fujimori Fujimori firmó el Decreto Legislativo N° 651 que estableció la libre competencia en las tarifas del transporte urbano y el libre acceso a nuevas rutas en tanto se observa un desarrollo en beneficio de los usuarios; asimismo, autorizó a personas naturales y jurídicas a prestar el servicio “en todo tipo de vehículos automotores, salvo camiones y vehículos de dos ruedas”2. Luego, con Ley N° 25789 de octubre de 1992, el Gobierno derogó todas las disposiciones que prohibían o restringían la importación de bienes usados, lo que desencadenó en el aumento de pequeñas camionetas Volkswagen, hoy denominadas combis3. En otras palabras, la liberalización del sistema de transporte –entendida como la curaresulto peor que la enfermedad. Sin embargo, ¿carece de un “orden” el sistema de transporte?

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La familia Quispe: Victor, Doña Ana, Nancy, Marisol y Ronny seleccionando y preparando las papas para su venta.

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Los puestos azules se arman cada domingo al borde del Río Chumbao, aquí se reúnen productores de todas las comunidades campesinas andahuaylinas para la venta e intercambio de productos.

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Los puestos azules se arman cada domingo al borde del Río Chumbao, aquí se reúnen productores de todas las comunidades campesinas andahuaylinas para la venta e intercambio de productos.

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d iEGo P alaCios l laquE 1

pOR Un SeSgO AnARqUISTA en lO pOlíTICO. A propósito del libro elogio del anarquismo de James C. Scott.

J

ames C. Scott es un politólogo que ha realizado trabajo antropológico en zonas campesinas del sudoeste asiático. En Elogio del anarquismo (Scott 2013)2, realiza un ensayo que sintetiza algunas de sus ideas de textos anteriores (Scott 1986, 1990, 1998), pero les da un giro a partir de un <<sesgo anarquista>> (pp. 10) al estudio de lo político y el cambio político. Desde esta perspectiva, busca mostrar facetas de fenómenos sociales – los movimientos populares, revoluciones, política cotidiana, el Estado – que antes no se habían tomado en cuenta. Así, retoma algunos ideales anarquistas: mutualismo, tolerancia a la improvisación del aprendizaje político, confianza en la acción espontánea. A partir de ellos, defiende que la política conlleva conflictos, debates e incertidumbres que no son necesariamente negativos para ella, al contrario de una mirada científica de la política, que busca la aplicación de leyes científicas a conflictos políticos con el objetivo de producir juicios racionales que iluminen las acciones políticas gubernamentales. Un primer tema que resalta en el libro es la influencia de las instituciones en las personas y en lo político. Para Scott es necesario que nos preguntemos no por la eficacia y capacidad de las instituciones (desde la familia y la escuela, hasta el Estado y la empresa), sino por los efectos acumulados de sus acciones sobre los seres humanos y el tipo de persona que producen. Enfatiza que, desde la

Aaron Julián

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revolución industrial, cada vez más personas se han quedado sin propiedades y dependientes para su supervivencia de organizaciones jerárquicas autoritarias que tienden a formar <<hábitos jerárquicos>> (pp. 113). ¿Qué efectos puede tener este hábito jerárquico institucional en la calidad de ejercicio de la ciudadanía en una democracia? Pues se producen ciudadanos que carecen de iniciativa propia y espontaneidad, y que se encuentran en una esfera pública relativamente libre, pero que por sus características autoritarias están en contradicción con los principios del diálogo democrático. En cuanto a los efectos en lo político, Scott reflexiona sobre las medidas cuantitativas que los gobiernos utilizan para medir la calidad de su debate político y sus políticas públicas. Para Scott, el atractivo de la aplicación las medidas cuantitativas de calidad se sustenta en dos ideas: 1) la creencia democrática en la igualdad de oportunidades; 2) la moderna convicción de que el mérito puede ser medido científicamente. El autor nos dice que los modernos creyeron que, a través de la aplicación de leyes científicas a los problemas sociales, una vez conocidos los “hechos objetivos”, se eliminarían los debates políticos por un juicio técnico neutral. Sin embargo, en el uso de las técnicas cuantitativas existen dos paradojas. Primero, los mismos ciudadanos piden a los gobernantes procedimientos de decisión

1 2 meaningful work and play

Two cheers for anarchism. Six easy pieces on autonomy, dignity, and

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d iEGo P alaCios l laquE 1

pOR Un SeSgO AnARqUISTA en lO pOlíTICO. A propósito del libro elogio del anarquismo de James C. Scott.

J

ames C. Scott es un politólogo que ha realizado trabajo antropológico en zonas campesinas del sudoeste asiático. En Elogio del anarquismo (Scott 2013)2, realiza un ensayo que sintetiza algunas de sus ideas de textos anteriores (Scott 1986, 1990, 1998), pero les da un giro a partir de un <<sesgo anarquista>> (pp. 10) al estudio de lo político y el cambio político. Desde esta perspectiva, busca mostrar facetas de fenómenos sociales – los movimientos populares, revoluciones, política cotidiana, el Estado – que antes no se habían tomado en cuenta. Así, retoma algunos ideales anarquistas: mutualismo, tolerancia a la improvisación del aprendizaje político, confianza en la acción espontánea. A partir de ellos, defiende que la política conlleva conflictos, debates e incertidumbres que no son necesariamente negativos para ella, al contrario de una mirada científica de la política, que busca la aplicación de leyes científicas a conflictos políticos con el objetivo de producir juicios racionales que iluminen las acciones políticas gubernamentales. Un primer tema que resalta en el libro es la influencia de las instituciones en las personas y en lo político. Para Scott es necesario que nos preguntemos no por la eficacia y capacidad de las instituciones (desde la familia y la escuela, hasta el Estado y la empresa), sino por los efectos acumulados de sus acciones sobre los seres humanos y el tipo de persona que producen. Enfatiza que, desde la

Aaron Julián

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revolución industrial, cada vez más personas se han quedado sin propiedades y dependientes para su supervivencia de organizaciones jerárquicas autoritarias que tienden a formar <<hábitos jerárquicos>> (pp. 113). ¿Qué efectos puede tener este hábito jerárquico institucional en la calidad de ejercicio de la ciudadanía en una democracia? Pues se producen ciudadanos que carecen de iniciativa propia y espontaneidad, y que se encuentran en una esfera pública relativamente libre, pero que por sus características autoritarias están en contradicción con los principios del diálogo democrático. En cuanto a los efectos en lo político, Scott reflexiona sobre las medidas cuantitativas que los gobiernos utilizan para medir la calidad de su debate político y sus políticas públicas. Para Scott, el atractivo de la aplicación las medidas cuantitativas de calidad se sustenta en dos ideas: 1) la creencia democrática en la igualdad de oportunidades; 2) la moderna convicción de que el mérito puede ser medido científicamente. El autor nos dice que los modernos creyeron que, a través de la aplicación de leyes científicas a los problemas sociales, una vez conocidos los “hechos objetivos”, se eliminarían los debates políticos por un juicio técnico neutral. Sin embargo, en el uso de las técnicas cuantitativas existen dos paradojas. Primero, los mismos ciudadanos piden a los gobernantes procedimientos de decisión

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modernización han fallado. En los lugares en donde sí han funcionado, no solo se sustentan en el sistema formal del orden oficial, sino también en prácticas locales y procesos informales no reconocidos; sin estos, el orden oficial no podría seguir existiendo. Sin embargo, si bien el Estado-nación ha sido el <<enemigo jurado del anarquista>> (pp. 86), en esta época de globalización, los enemigos también son las organizaciones transnacionales (FMI, OMC, BM). En efecto, estas organizaciones se encargan de homogenizar las economías del mundo, bajo los estándares normativos de los países del Atlántico-norte, a través de la “ayuda” económica y monetaria a cientos de países. La tendencia en la actualidad es que las instituciones globales hagan pasar sus propias tradiciones económicas noratlánticas como verdades universales de prosperidad económica. Para Scott, el resultado es una reducción de la diversidad cultural, política y social; de diferentes mundos de vida no-noratlánticas. Por otro lado, Scott nos plantea un tercer tema a partir de la defensa de la pequeña burguesía como agente en el cambio social. El autor menciona que los pequeños propietarios son representantes de los ideales anarquistas de la autonomía, la libertad y el mutualismo, porque a diferencia de los proletarios y oficinistas, ellos controlan “su trabajo y su horario laboral sin apenas, o ninguna, supervisión” (pp. 122). Esta sensación de autonomía y libertad es una aspiración social que ha sido despreciada por los marxistas, pues los pequeños burgueses son amigos de conveniencia de la izquierda, ya que su objetivo es convertirse en grandes capitalistas. La intelectualidad y la aristocracia también los menosprecia por la “preocupación por el dinero y por las propiedades que caracteriza a los nuevos ricos” (pp. 124). Por último, el Estado los rechaza, pero por una causa de origen estructural: la pequeña propiedad es difícil de controlar y regular por el Estado. Para Scott, todo sueño pequeño burgués consiste en poseer alguna propiedad. El atractivo radica en que no solo puede generar independencia, autonomía y seguridad ser propietario de algo, sino también confiere rango, honores y dignidad asociados a la pequeña propiedad frente al Estado y los vecinos – por ello, en las sociedades campesinas, se busca poseer

objetivos y transparentes. Ante ello, el éxito de la técnica radica en aparecer apolítica ante las proclamas de los ciudadanos, es decir, que aparentemente sea científica y accesible al público. Segundo, si bien se presenta como apolítica, la técnica logra insertar un programa político que resulta opaco e inaccesible. En efecto, su política está incrustada en qué y cómo se medirá, qué escala se usará, cómo se transformará las observaciones en números y en cómo se utilizarán esos números para tomar decisiones políticas. Estas medidas cuantitativas de calidad funcionan como una <<máquina antipolítica>> (pp. 153). El autor señala que países desarrollados han adoptado criterios meritocráticos y técnicos para la distribución de fondos públicos entre diferentes sectores de la sociedad para que aparente ser más justo. No obstante, estos criterios son establecidos y controlados por técnicos que buscan reducir las discusiones políticas a un examen de calidad numérico. Al confiar en las medidas cuantitativas de “los expertos neutrales”, se produce una despolitización del debate público, pues las decisiones trascendentales de gobierno son sacadas de la esfera pública de debate. Así pues, los expertos y sus técnicas se ubican en una posición de neutralidad en la cual tienen un campo libre para decidir sobre las acciones de gobierno mientras que, al mismo tiempo, se oscurece el elemento político en la misma toma de decisiones. La falla de estas técnicas de gobierno está en que, en nombre del progreso y la igualdad democrática, se produce una máquina antipolítica que elimina los espacios de discusión política al dejar las decisiones de gobierno en manos de comités técnicos. El orden político compatible con estas técnicas es un ‘régimen desinteresado’ formado por una élite técnica que usa su conocimiento científico para regir asuntos humanos; es decir, un orden político neoliberal que al escudarse “en el cálculo científico, han llegado a reemplazar otras formas de razonamiento” (pp. 173). Un segundo tema que sobresale a lo largo del libro son las luchas que surgen entre los órdenes oficiales y los órdenes locales. Desde el nacimiento del Estado, éste y otras grandes organizaciones han ido apropiándose y destruyendo prácticas locales y tradicionales con el objetivo de uniformizar los espacios sociales. No obstante, los órdenes locales han resistido a estos intentos y muchos planes de

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pueden ser clasificados en dos: los desordenes invisibles y los desordenes visibles. En cuanto a los desordenes invisibles, Scott retoma su concepto de <<formas cotidianas de resistencia>> (pp. 34) y nos señala que pequeños actos de insubordinación anónima de las clases subalternas pueden ser peligrosos para los Estados (debido a su anonimato, no se registran en los archivos históricos). Estas formas cotidianas de resistencia son invisibilizadas por: quienes la realizan – su efectividad y seguridad radica en que permanezcan anónimas; y los funcionarios oficiales – no pueden llamar la atención sobre estos actos, pues otros pueden sumárseles3. Luego, Scott retoma otro concepto para señalar que las élites y los pobres cuentan con armas de lucha política. Las armas de las élites son las leyes y las instituciones del Estado; en cambio, las armas de campesinos y subalternos son acciones ilegales (apropiación y destrucción propiedades, deserción del ejército, uso y robo de bienes ajenos, etc.) que cuestionan las mismas armas de las élites. Estas armas son la única política cotidiana (infrapolítica) a su alcance. Cuando no funcionan, se da paso a los desórdenes visibles. Ciertamente, los desórdenes visibles están precedidos por una intensificación de la infrapolítica. En esta parte, Scott no se dedica a pensar las diferentes formas de desórdenes visibles (para el autor son: revueltas, revoluciones, acciones populares en masa etc.), sino reflexiona sobre los partidos políticos, revoluciones y el cambio social. Así pues, en la política democrática liberal rutinaria no se hace nada por los pobres hasta que una crisis los impulsa a realizar disturbios; recién en esos momentos se llevan a cabo reformas estructurales4. Scott señala que esto

aunque sea la más mínima porción de tierra. Además, los sueños frustrados de poseer alguna propiedad por parte de la pequeña burguesía son el habitual fermento de las revoluciones. En el caso del campesinado, su participación en las revoluciones del siglo XX se dio por el intento de conseguir tierra en propiedad y el rango e independencia que ello conllevaba. Un último tema importante, al cual Scott dedica gran parte del libro, gira en torno a la política institucional, la política de las clases subalternas y los cambios sociales en la democracia. Sobre la primera, Scott propone <<la paradoja de la organización>> (pp. 16). En contra de lo que se suele señalar, las organizaciones e instituciones nacen de los movimientos de protesta, y no al revés. Es más, estas mismas organizaciones tratan de “domesticar” la protesta para que encaje en las vías institucionales de la política; lo paradójico para las reformas democráticas es que estas organizaciones nunca han logrado un cambio estructural significativo en favor de los más pobres a través de la política institucional. Así pues, las transformaciones estructurales suelen suceder cuando existen masivas protestas no institucionalizadas que desafían al orden institucional. Aunque no todo desafío deviene en un cambio revolucionario; también puede llevar al autoritarismo o fascismo, pero es necesaria una protesta no institucional para un cambio estructural en las sociedades. En contraposición al orden institucional, la política en las clases subordinadas, durante gran parte de su historia, ha estado ajena a las instituciones y organizaciones. Para el campesinado y la primera clase obrera del siglo XIX existe un reino de la política que está afuera del espectro a lo que solemos considerar “política”. Scott la llama <<infrapolítica>> (pp. 19) y consiste en: “largas acciones o inacciones, furtivismo, ratería, disimulo, sabotaje, deserción, absentismo, ocupación y huida” (pp. 20); en otras palabras, acciones que no confrontan directamente el orden establecido sino que, a través de sus intersticios, logran cuestionarlo pero sin correr los riesgos de un enfrentamiento directo al orden oficial; sin embargo, la acumulación de miles de estos actos pueden desestabilizar estructuras sociales. Scott llama a este tipo de actos <<los usos del desorden>> (pp. 27). Para el autor, los desordenes

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modernización han fallado. En los lugares en donde sí han funcionado, no solo se sustentan en el sistema formal del orden oficial, sino también en prácticas locales y procesos informales no reconocidos; sin estos, el orden oficial no podría seguir existiendo. Sin embargo, si bien el Estado-nación ha sido el <<enemigo jurado del anarquista>> (pp. 86), en esta época de globalización, los enemigos también son las organizaciones transnacionales (FMI, OMC, BM). En efecto, estas organizaciones se encargan de homogenizar las economías del mundo, bajo los estándares normativos de los países del Atlántico-norte, a través de la “ayuda” económica y monetaria a cientos de países. La tendencia en la actualidad es que las instituciones globales hagan pasar sus propias tradiciones económicas noratlánticas como verdades universales de prosperidad económica. Para Scott, el resultado es una reducción de la diversidad cultural, política y social; de diferentes mundos de vida no-noratlánticas. Por otro lado, Scott nos plantea un tercer tema a partir de la defensa de la pequeña burguesía como agente en el cambio social. El autor menciona que los pequeños propietarios son representantes de los ideales anarquistas de la autonomía, la libertad y el mutualismo, porque a diferencia de los proletarios y oficinistas, ellos controlan “su trabajo y su horario laboral sin apenas, o ninguna, supervisión” (pp. 122). Esta sensación de autonomía y libertad es una aspiración social que ha sido despreciada por los marxistas, pues los pequeños burgueses son amigos de conveniencia de la izquierda, ya que su objetivo es convertirse en grandes capitalistas. La intelectualidad y la aristocracia también los menosprecia por la “preocupación por el dinero y por las propiedades que caracteriza a los nuevos ricos” (pp. 124). Por último, el Estado los rechaza, pero por una causa de origen estructural: la pequeña propiedad es difícil de controlar y regular por el Estado. Para Scott, todo sueño pequeño burgués consiste en poseer alguna propiedad. El atractivo radica en que no solo puede generar independencia, autonomía y seguridad ser propietario de algo, sino también confiere rango, honores y dignidad asociados a la pequeña propiedad frente al Estado y los vecinos – por ello, en las sociedades campesinas, se busca poseer

objetivos y transparentes. Ante ello, el éxito de la técnica radica en aparecer apolítica ante las proclamas de los ciudadanos, es decir, que aparentemente sea científica y accesible al público. Segundo, si bien se presenta como apolítica, la técnica logra insertar un programa político que resulta opaco e inaccesible. En efecto, su política está incrustada en qué y cómo se medirá, qué escala se usará, cómo se transformará las observaciones en números y en cómo se utilizarán esos números para tomar decisiones políticas. Estas medidas cuantitativas de calidad funcionan como una <<máquina antipolítica>> (pp. 153). El autor señala que países desarrollados han adoptado criterios meritocráticos y técnicos para la distribución de fondos públicos entre diferentes sectores de la sociedad para que aparente ser más justo. No obstante, estos criterios son establecidos y controlados por técnicos que buscan reducir las discusiones políticas a un examen de calidad numérico. Al confiar en las medidas cuantitativas de “los expertos neutrales”, se produce una despolitización del debate público, pues las decisiones trascendentales de gobierno son sacadas de la esfera pública de debate. Así pues, los expertos y sus técnicas se ubican en una posición de neutralidad en la cual tienen un campo libre para decidir sobre las acciones de gobierno mientras que, al mismo tiempo, se oscurece el elemento político en la misma toma de decisiones. La falla de estas técnicas de gobierno está en que, en nombre del progreso y la igualdad democrática, se produce una máquina antipolítica que elimina los espacios de discusión política al dejar las decisiones de gobierno en manos de comités técnicos. El orden político compatible con estas técnicas es un ‘régimen desinteresado’ formado por una élite técnica que usa su conocimiento científico para regir asuntos humanos; es decir, un orden político neoliberal que al escudarse “en el cálculo científico, han llegado a reemplazar otras formas de razonamiento” (pp. 173). Un segundo tema que sobresale a lo largo del libro son las luchas que surgen entre los órdenes oficiales y los órdenes locales. Desde el nacimiento del Estado, éste y otras grandes organizaciones han ido apropiándose y destruyendo prácticas locales y tradicionales con el objetivo de uniformizar los espacios sociales. No obstante, los órdenes locales han resistido a estos intentos y muchos planes de

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pueden ser clasificados en dos: los desordenes invisibles y los desordenes visibles. En cuanto a los desordenes invisibles, Scott retoma su concepto de <<formas cotidianas de resistencia>> (pp. 34) y nos señala que pequeños actos de insubordinación anónima de las clases subalternas pueden ser peligrosos para los Estados (debido a su anonimato, no se registran en los archivos históricos). Estas formas cotidianas de resistencia son invisibilizadas por: quienes la realizan – su efectividad y seguridad radica en que permanezcan anónimas; y los funcionarios oficiales – no pueden llamar la atención sobre estos actos, pues otros pueden sumárseles3. Luego, Scott retoma otro concepto para señalar que las élites y los pobres cuentan con armas de lucha política. Las armas de las élites son las leyes y las instituciones del Estado; en cambio, las armas de campesinos y subalternos son acciones ilegales (apropiación y destrucción propiedades, deserción del ejército, uso y robo de bienes ajenos, etc.) que cuestionan las mismas armas de las élites. Estas armas son la única política cotidiana (infrapolítica) a su alcance. Cuando no funcionan, se da paso a los desórdenes visibles. Ciertamente, los desórdenes visibles están precedidos por una intensificación de la infrapolítica. En esta parte, Scott no se dedica a pensar las diferentes formas de desórdenes visibles (para el autor son: revueltas, revoluciones, acciones populares en masa etc.), sino reflexiona sobre los partidos políticos, revoluciones y el cambio social. Así pues, en la política democrática liberal rutinaria no se hace nada por los pobres hasta que una crisis los impulsa a realizar disturbios; recién en esos momentos se llevan a cabo reformas estructurales4. Scott señala que esto

aunque sea la más mínima porción de tierra. Además, los sueños frustrados de poseer alguna propiedad por parte de la pequeña burguesía son el habitual fermento de las revoluciones. En el caso del campesinado, su participación en las revoluciones del siglo XX se dio por el intento de conseguir tierra en propiedad y el rango e independencia que ello conllevaba. Un último tema importante, al cual Scott dedica gran parte del libro, gira en torno a la política institucional, la política de las clases subalternas y los cambios sociales en la democracia. Sobre la primera, Scott propone <<la paradoja de la organización>> (pp. 16). En contra de lo que se suele señalar, las organizaciones e instituciones nacen de los movimientos de protesta, y no al revés. Es más, estas mismas organizaciones tratan de “domesticar” la protesta para que encaje en las vías institucionales de la política; lo paradójico para las reformas democráticas es que estas organizaciones nunca han logrado un cambio estructural significativo en favor de los más pobres a través de la política institucional. Así pues, las transformaciones estructurales suelen suceder cuando existen masivas protestas no institucionalizadas que desafían al orden institucional. Aunque no todo desafío deviene en un cambio revolucionario; también puede llevar al autoritarismo o fascismo, pero es necesaria una protesta no institucional para un cambio estructural en las sociedades. En contraposición al orden institucional, la política en las clases subordinadas, durante gran parte de su historia, ha estado ajena a las instituciones y organizaciones. Para el campesinado y la primera clase obrera del siglo XIX existe un reino de la política que está afuera del espectro a lo que solemos considerar “política”. Scott la llama <<infrapolítica>> (pp. 19) y consiste en: “largas acciones o inacciones, furtivismo, ratería, disimulo, sabotaje, deserción, absentismo, ocupación y huida” (pp. 20); en otras palabras, acciones que no confrontan directamente el orden establecido sino que, a través de sus intersticios, logran cuestionarlo pero sin correr los riesgos de un enfrentamiento directo al orden oficial; sin embargo, la acumulación de miles de estos actos pueden desestabilizar estructuras sociales. Scott llama a este tipo de actos <<los usos del desorden>> (pp. 27). Para el autor, los desordenes

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NOTAS

es una contradicción de la teoría política democrática, pues necesita de episodios de desorden no institucionalizado (que en su mayoría son violentos) para que existan cambios democráticos-estructurales. El papel de los sindicatos y partidos políticos es el de institucionalizar la protesta a través de la transformación de la frustración de los pobres en un programa político claro y directo desde el cual se tomen decisiones políticas, se negocie con las élites y sean digeridas por las instituciones legislativas. De esta forma, las organizaciones progresistas alcanzan visibilidad por la rebeldía que no han incitado ni controlado, pero obtienen influencia por la presunción de que pueden disciplinar las demandas de las masas insurgentes y encausarlas en la política institucional. No obstante, mientras más disciplinan las protestas también se aminora su capacidad de afectar y cambiar la política institucional. En las páginas finales, Scott reflexiona sobre la construcción de relatos y explicaciones científicas sobre lo político en las ciencias sociales y en el orden oficial. El autor menciona que las ciencias sociales y la historia tienden a crear relatos coherentes sobre acontecimientos y acciones de movimientos sociales con el fin de hacerlos legibles y comprensibles. Al hacer esto, los científicos sociales destierran las contingencias que experimentan los actores en sus momentos históricos pues les confieren justificaciones y razones que estos no necesariamente fueron capaces de ver en el momento en el cual sucedían los eventos. De esta manera, se confiere un orden retroactivo a acontecimientos que pudieron ser desordenados o contingentes. Sin embargo, esta tendencia a ordenar y simplificar acontecimientos no solo es un error epistemológico de la academia, sino una lucha política en la cual el poder oficial, a través del trabajo simbólico, busca ocultar el desorden e improvisación del poder político. Las élites y los poderes oficiales construyen relatos pulcros para transmitir imágenes de control, pero que en realidad son imágenes de

causalidad histórica que “no nos dejan ver que la mayor parte de revoluciones no son obra del trabajo de partidos revolucionarios, sino el resultado de una acción espontánea e improvisada” (pp. 188); que los movimientos sociales organizados son producto y no causa de las protestas; que los logros de emancipación humana no son producto de acciones institucionales, sino de actos desordenados e impredecibles que hicieron fisuras – desde abajo – en el orden establecido. Como hemos podido leer a lo largo del texto, los temas ejes del libro son cuatro: los efectos de las instituciones en las personas y en lo político, las tensiones entre los órdenes locales y oficiales, el papel de la pequeña burguesía en la transformación social, y lo político y el cambio social en las democracias. En cuanto a lo que se refiere esto último, en la teoría política contemporánea existen autores que están proponiendo nuevas formas de comprender lo político y la democracia: una de ellas es Chantal Mouffe. La autora propone que es necesario distinguir <<lo político>> de <<la política>>: lo primero es la dimensión ontológica del antagonismo de las sociedades a partir de la confrontación de identidades políticas – amigos/enemigos – y lo segundo es el conjunto de instituciones que establecen un orden a partir de la organización de la conflictividad de lo político (Mouffe 1999 y 2009). Además, señala la necesidad de una política democrática pluralista y radical que tenga un modelo adversarial de la política, es decir, un enfoque que transforme el antagonismo de lo político en un agonismo, en el cual no se destruirá a un enemigo, sino debatirá y discutirá propuestas políticas diferentes con un adversario sobre la organización del espacio simbólico común – las instituciones democráticas liberales – en el cual se impondrá, temporalmente, alguna de ellas (hegemonía) – aunque nunca se podrá eliminar el antagonismo, solo sublimarlo (Mouffe 1999, 2003 y 2009). Proponemos que algunas ideas planteadas por Scott no serían totalmente contradictorias con las de Mouffe: si bien no lo expresa de la misma manera, para nuestro autor lo político es el espacio de constante conflicto y debate, y la política es el lugar en el cual se domestica la protesta a través de organizaciones e instituciones. Sin embargo, la diferencia con Mouffe radica en que, para Scott, la política si bien tiene

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una dimensión institucional, también cuenta con una más: la infrapolítica (de las clases subalternas), que se desarrolla en un nivel no-institucional, con estructuras temporales y organizadas a través de redes. Esta distinción es importante, pues para Mouffe el cambio social estaría en la lucha hegemónica a través de una política agonista en el plano institucional mientras que, para Scott, la transformación nunca sucede a través de instituciones, sino a partir de la exacerbación de la infrapolítica y de protestas que nacen de esta intensificación. En otras palabras, a Scott no le sorprende que las organizaciones progresistas busquen el cambio social a través de la política institucional, como propone Mouffe, ya que ese es el plano en el que existen. El problema es que las instituciones siempre trabajarán para mantenerse a sí mismas y la contradicción de la democracia es que nunca ha logrado un cambio realmente importante a través de las mismas instituciones que la hacen existir. Así, mientras que Mouffe es optimista de que la transformación social a través de las instituciones democráticas liberales es posible, Scott plantea una desconfianza anarquista de las mismas para señalar que solo desde acciones espontáneas no institucionales se han logrado las verdaderas revoluciones emancipadoras de la humanidad. De esta forma, el diagnóstico de Scott sobre el cambio social en las democracias es esperanzador, pero terriblemente trágico: nos señala que sí pueden existir cambios sociales significativos, pero que son consecuencias estructurales de un incremento progresivo (y violento) de tensiones y disputas en la infrapolítica. En otras palabras, “otro mundo es posible”5, pero no lo podemos buscar ni impulsar previamente a través de algún grupo organizado porque quedará atrapado en <<la paradoja de la organización>>; solo nos queda esperar la exacerbación de los conflictos en la infrapolítica (que derivan en los <<desórdenes visibles>>) que la propia estructura del sistema (democrático y capitalista) se genera a sí misma. Si bien Scott no busca proponer una vía de

CRÍTICAS

acción política, pues su libro es un análisis inductivo desde las ciencias sociales sobre los diferentes procesos históricos y políticos, una lectura radical de su diagnóstico podría llevar a un nihilismo político que simplemente espere el cambio social significativo por las fallas del sistema democrático y que, además, acepte la violencia que aquel puede acarrear. Cualquier intento premeditado de impulsarlo o encausarlo solo devendrá en el reforzamiento institucional del sistema. Sin embargo, tomar realmente en cuenta el sesgo anarquista al que nos invita Scott, sin caer en los abismos nihilistas, nos exige pensar y crear modos de cambio social no-violentos a partir de algún tipo de agencia que no caiga en el refuerzo de la institucionalidad existente y que no se derive de las fallas estructurales del sistema democrático y capitalista. Los desarrollos teóricos políticos contemporáneos, como la democracia pluralista radical de Mouffe, nos muestran que todavía no alcanzamos a superar los impases señalados por Scott.

BiBliogrAFíA ěŲ MOUFFE, Chantal 1999 El retorno de lo político: comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical. Barcelona: Ediciones Paidós. 2003 La paradoja democrática. Barcelona: Gedisa. 2009 En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. ěŲ SCOTT, James C. 1986 Weapons of the weak: everyday forms of peasant resistance. New York: Yale University. 1990 Domination and the arts of resistance: hidden transcripts. New Haven: University Press. 1998 Seeing like a State: how certain schemes to improve the human condition have failed. New Haven: Yale University. 2013 Elogio del Anarquismo. Barcelona: Editorial Planeta, 2013.

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es una contradicción de la teoría política democrática, pues necesita de episodios de desorden no institucionalizado (que en su mayoría son violentos) para que existan cambios democráticos-estructurales. El papel de los sindicatos y partidos políticos es el de institucionalizar la protesta a través de la transformación de la frustración de los pobres en un programa político claro y directo desde el cual se tomen decisiones políticas, se negocie con las élites y sean digeridas por las instituciones legislativas. De esta forma, las organizaciones progresistas alcanzan visibilidad por la rebeldía que no han incitado ni controlado, pero obtienen influencia por la presunción de que pueden disciplinar las demandas de las masas insurgentes y encausarlas en la política institucional. No obstante, mientras más disciplinan las protestas también se aminora su capacidad de afectar y cambiar la política institucional. En las páginas finales, Scott reflexiona sobre la construcción de relatos y explicaciones científicas sobre lo político en las ciencias sociales y en el orden oficial. El autor menciona que las ciencias sociales y la historia tienden a crear relatos coherentes sobre acontecimientos y acciones de movimientos sociales con el fin de hacerlos legibles y comprensibles. Al hacer esto, los científicos sociales destierran las contingencias que experimentan los actores en sus momentos históricos pues les confieren justificaciones y razones que estos no necesariamente fueron capaces de ver en el momento en el cual sucedían los eventos. De esta manera, se confiere un orden retroactivo a acontecimientos que pudieron ser desordenados o contingentes. Sin embargo, esta tendencia a ordenar y simplificar acontecimientos no solo es un error epistemológico de la academia, sino una lucha política en la cual el poder oficial, a través del trabajo simbólico, busca ocultar el desorden e improvisación del poder político. Las élites y los poderes oficiales construyen relatos pulcros para transmitir imágenes de control, pero que en realidad son imágenes de

causalidad histórica que “no nos dejan ver que la mayor parte de revoluciones no son obra del trabajo de partidos revolucionarios, sino el resultado de una acción espontánea e improvisada” (pp. 188); que los movimientos sociales organizados son producto y no causa de las protestas; que los logros de emancipación humana no son producto de acciones institucionales, sino de actos desordenados e impredecibles que hicieron fisuras – desde abajo – en el orden establecido. Como hemos podido leer a lo largo del texto, los temas ejes del libro son cuatro: los efectos de las instituciones en las personas y en lo político, las tensiones entre los órdenes locales y oficiales, el papel de la pequeña burguesía en la transformación social, y lo político y el cambio social en las democracias. En cuanto a lo que se refiere esto último, en la teoría política contemporánea existen autores que están proponiendo nuevas formas de comprender lo político y la democracia: una de ellas es Chantal Mouffe. La autora propone que es necesario distinguir <<lo político>> de <<la política>>: lo primero es la dimensión ontológica del antagonismo de las sociedades a partir de la confrontación de identidades políticas – amigos/enemigos – y lo segundo es el conjunto de instituciones que establecen un orden a partir de la organización de la conflictividad de lo político (Mouffe 1999 y 2009). Además, señala la necesidad de una política democrática pluralista y radical que tenga un modelo adversarial de la política, es decir, un enfoque que transforme el antagonismo de lo político en un agonismo, en el cual no se destruirá a un enemigo, sino debatirá y discutirá propuestas políticas diferentes con un adversario sobre la organización del espacio simbólico común – las instituciones democráticas liberales – en el cual se impondrá, temporalmente, alguna de ellas (hegemonía) – aunque nunca se podrá eliminar el antagonismo, solo sublimarlo (Mouffe 1999, 2003 y 2009). Proponemos que algunas ideas planteadas por Scott no serían totalmente contradictorias con las de Mouffe: si bien no lo expresa de la misma manera, para nuestro autor lo político es el espacio de constante conflicto y debate, y la política es el lugar en el cual se domestica la protesta a través de organizaciones e instituciones. Sin embargo, la diferencia con Mouffe radica en que, para Scott, la política si bien tiene

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una dimensión institucional, también cuenta con una más: la infrapolítica (de las clases subalternas), que se desarrolla en un nivel no-institucional, con estructuras temporales y organizadas a través de redes. Esta distinción es importante, pues para Mouffe el cambio social estaría en la lucha hegemónica a través de una política agonista en el plano institucional mientras que, para Scott, la transformación nunca sucede a través de instituciones, sino a partir de la exacerbación de la infrapolítica y de protestas que nacen de esta intensificación. En otras palabras, a Scott no le sorprende que las organizaciones progresistas busquen el cambio social a través de la política institucional, como propone Mouffe, ya que ese es el plano en el que existen. El problema es que las instituciones siempre trabajarán para mantenerse a sí mismas y la contradicción de la democracia es que nunca ha logrado un cambio realmente importante a través de las mismas instituciones que la hacen existir. Así, mientras que Mouffe es optimista de que la transformación social a través de las instituciones democráticas liberales es posible, Scott plantea una desconfianza anarquista de las mismas para señalar que solo desde acciones espontáneas no institucionales se han logrado las verdaderas revoluciones emancipadoras de la humanidad. De esta forma, el diagnóstico de Scott sobre el cambio social en las democracias es esperanzador, pero terriblemente trágico: nos señala que sí pueden existir cambios sociales significativos, pero que son consecuencias estructurales de un incremento progresivo (y violento) de tensiones y disputas en la infrapolítica. En otras palabras, “otro mundo es posible”5, pero no lo podemos buscar ni impulsar previamente a través de algún grupo organizado porque quedará atrapado en <<la paradoja de la organización>>; solo nos queda esperar la exacerbación de los conflictos en la infrapolítica (que derivan en los <<desórdenes visibles>>) que la propia estructura del sistema (democrático y capitalista) se genera a sí misma. Si bien Scott no busca proponer una vía de

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acción política, pues su libro es un análisis inductivo desde las ciencias sociales sobre los diferentes procesos históricos y políticos, una lectura radical de su diagnóstico podría llevar a un nihilismo político que simplemente espere el cambio social significativo por las fallas del sistema democrático y que, además, acepte la violencia que aquel puede acarrear. Cualquier intento premeditado de impulsarlo o encausarlo solo devendrá en el reforzamiento institucional del sistema. Sin embargo, tomar realmente en cuenta el sesgo anarquista al que nos invita Scott, sin caer en los abismos nihilistas, nos exige pensar y crear modos de cambio social no-violentos a partir de algún tipo de agencia que no caiga en el refuerzo de la institucionalidad existente y que no se derive de las fallas estructurales del sistema democrático y capitalista. Los desarrollos teóricos políticos contemporáneos, como la democracia pluralista radical de Mouffe, nos muestran que todavía no alcanzamos a superar los impases señalados por Scott.

BiBliogrAFíA ěŲ MOUFFE, Chantal 1999 El retorno de lo político: comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical. Barcelona: Ediciones Paidós. 2003 La paradoja democrática. Barcelona: Gedisa. 2009 En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. ěŲ SCOTT, James C. 1986 Weapons of the weak: everyday forms of peasant resistance. New York: Yale University. 1990 Domination and the arts of resistance: hidden transcripts. New Haven: University Press. 1998 Seeing like a State: how certain schemes to improve the human condition have failed. New Haven: Yale University. 2013 Elogio del Anarquismo. Barcelona: Editorial Planeta, 2013.

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CR ÍTICAS

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m anuEl b Enza l l . 1

MITO, MUlTI-nATURAlISMO y peRCepCIón: el perspectivismo desde “la princesa Mononoke”

2

a i lli

E

Rosaura De la Cruz Díaz

A NT HROP ÍA

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n la película La Princesa Mononoke (1997) dirigida por Hayao Miyazaki, Ashitaka es el príncipe de una tribu que está a punto de desaparecer. Su aldea fue atacada por un jabalí poseído por un espíritu maligno, un ser cuyo cuerpo se corrompía desde las entrañas. Al luchar contra este ser, Ashitaka es herido en un brazo. La mancha negra que emergerá como herida en él lo obligará a ir hacia el oeste para buscar una cura y descubrir la procedencia de la bola de hierro que descubrió dentro del cadáver de la bestia corrupta que logró derrotar. En el camino se encuentra en medio de un enfrentamiento entre samuráis y aldeanos, es allí que descubre el poder de destrucción de la posesión maligna, al disparar una flecha con su brazo manchado y que ésta le arrancara la cabeza a un agresor. Tras esto, conocerá al monje Jido, extraño personaje que le hablará de “La Ciudad de Hierro” mientras observa detenidamente la bola metálica que Ashitaka le presenta. El protagonista de esta historia se dirigirá hacia dicha ciudad en búsqueda de la cura para la posesión. Es así que se encuentra en medio de una guerra entre los humanos de la Ciudad de Hierro liderados por Lady Eboshi, que utilizan la tala de árboles del bosque para la obtención de madera y carbón para la forja de hierro; los animales, que adoran y comprenden al espíritu del bosque; y las tropas del rey Asano, el cual está pugnando por el derecho a un porcentaje

de la producción de hierro. Es entonces cuando se presenta la Princesa Mononoke: San, una humana criada por los lobos del bosque y que busca a toda costa la muerte de Lady Eboshi. Los personajes manifiestan lo que para Viveiros de Castro sería una epistemología indígena, ya que el alma está implícita en todas las entidades del mundo. Así, los animales con sus distintas “tribus” (lobos, jabalíes), los humanos y sus grupos (samuráis, habitantes de la ciudad de hierro, etc.) e incluso las plantas (kodamas) poseen alma. Por el contrario, el cuerpo corresponde “a la responsabilidad de los agentes” (Viveiros de Castro 2010: 30). La existencia del alma es el criterio ontológico fundamental que determina a los cuerpos, sólo así se entiende la transformación del mundo. La Naturaleza no pertenece al campo de lo objetivo, sino que su proceso de aprehensión se da a partir de lo no-construido, de la subjetividad. Entonces, “la cultura” o el sujeto representarían la forma de lo universal”, mientras que “la naturaleza” o el objeto la forma de lo particular (2010:34). El multinaturalismo es la “variación como naturaleza” (2010: 58). Así, el objeto que es sujeto natural está “insuficientemente interpretado” (2010:42). La diferencia se experimenta con un potencial de humanidad reconocido por la existencia del alma. Sin embargo, el etnocentrismo está presente, ya que se reconoce la diferencia desde

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MITO, MUlTI-nATURAlISMO y peRCepCIón: el perspectivismo desde “la princesa Mononoke”

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Rosaura De la Cruz Díaz

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n la película La Princesa Mononoke (1997) dirigida por Hayao Miyazaki, Ashitaka es el príncipe de una tribu que está a punto de desaparecer. Su aldea fue atacada por un jabalí poseído por un espíritu maligno, un ser cuyo cuerpo se corrompía desde las entrañas. Al luchar contra este ser, Ashitaka es herido en un brazo. La mancha negra que emergerá como herida en él lo obligará a ir hacia el oeste para buscar una cura y descubrir la procedencia de la bola de hierro que descubrió dentro del cadáver de la bestia corrupta que logró derrotar. En el camino se encuentra en medio de un enfrentamiento entre samuráis y aldeanos, es allí que descubre el poder de destrucción de la posesión maligna, al disparar una flecha con su brazo manchado y que ésta le arrancara la cabeza a un agresor. Tras esto, conocerá al monje Jido, extraño personaje que le hablará de “La Ciudad de Hierro” mientras observa detenidamente la bola metálica que Ashitaka le presenta. El protagonista de esta historia se dirigirá hacia dicha ciudad en búsqueda de la cura para la posesión. Es así que se encuentra en medio de una guerra entre los humanos de la Ciudad de Hierro liderados por Lady Eboshi, que utilizan la tala de árboles del bosque para la obtención de madera y carbón para la forja de hierro; los animales, que adoran y comprenden al espíritu del bosque; y las tropas del rey Asano, el cual está pugnando por el derecho a un porcentaje

de la producción de hierro. Es entonces cuando se presenta la Princesa Mononoke: San, una humana criada por los lobos del bosque y que busca a toda costa la muerte de Lady Eboshi. Los personajes manifiestan lo que para Viveiros de Castro sería una epistemología indígena, ya que el alma está implícita en todas las entidades del mundo. Así, los animales con sus distintas “tribus” (lobos, jabalíes), los humanos y sus grupos (samuráis, habitantes de la ciudad de hierro, etc.) e incluso las plantas (kodamas) poseen alma. Por el contrario, el cuerpo corresponde “a la responsabilidad de los agentes” (Viveiros de Castro 2010: 30). La existencia del alma es el criterio ontológico fundamental que determina a los cuerpos, sólo así se entiende la transformación del mundo. La Naturaleza no pertenece al campo de lo objetivo, sino que su proceso de aprehensión se da a partir de lo no-construido, de la subjetividad. Entonces, “la cultura” o el sujeto representarían la forma de lo universal”, mientras que “la naturaleza” o el objeto la forma de lo particular (2010:34). El multinaturalismo es la “variación como naturaleza” (2010: 58). Así, el objeto que es sujeto natural está “insuficientemente interpretado” (2010:42). La diferencia se experimenta con un potencial de humanidad reconocido por la existencia del alma. Sin embargo, el etnocentrismo está presente, ya que se reconoce la diferencia desde

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es “extendida” a otras especies, en este caso a los lobos, y es totalmente negada a los humanos de la ciudad de hierro. Si bien es cierto, la Princesa Mononoke no practica el chamanismo amerindio, su práctica tiene un carácter de arte político, ya que interpreta las expresiones de los lobos y de los humanos tomando partido en el acontecimiento desde la acción, atribuyendo una intención a la conducta de ambos grupos. Siguiendo a Viveiros de Castro: “…la buena interpretación chamánica es la que logra ver cada acontecimiento como siendo, en verdad una acción, una expresión de estados o de predicados intencionales de un ente cualquiera. El éxito interpretativo es directamente proporcional al orden de intencionalidad que se logra atribuir a un objeto o noema” (2010:41). La Princesa Mononoke es como un humano-lobo y un lobohumano. Además, su condición de no-lobo y nohumano, genera tensiones tanto por el lado de los animales, como por el lado de los humanos. Este arte político se manifiesta también en Moro (lobo) y Okkoto (jabalí), líderes de sus tribus que pueden conectar entre ellos e interpretar sus intenciones y tomar decisiones para los intereses de sus respectivas tribus y de los animales del bosque. Es necesario detenerse para analizar al “espíritu del bosque” ya que es él quien, en palabas de Moro, “da y quita la vida”. Es un espíritu revelado que representa el pre-cosmos: “una diferencia infinita, aun cuando (o porque) esa diferencia es interna a cada personaje o agente” (2010:46). El cambio de forma de animal a caminante que experimenta el espíritu del bosque, entidad mítica que sostiene la vida en la película, representa “…un acontecimiento; es decir, un cambio sin moverse del lugar, una superposición de estados heterogéneos, más que una trasposición extensiva de estados homogéneos” (Íbid.). Ese cambio es cíclico, parece darse desde siempre, no es pues un “proceso” histórico. Ésta escena de cambio representa esa metamorfosis que se da antes de la forma y que determina el mundo de lo sensible. Otro elemento que es necesario analizar es la posesión demoníaca. Es la presencia del odio, según los personajes de la película. Sin embargo, no es sólo un sentimiento, sino es

lo natural y no desde lo cultural, porque la forma es secundaria. Así, el etnocentrismo se da desde niveles más profundos de alteridad: reconociendo un grado de mayor o menor humanidad. Esto pasa con los conflictos en la película, pasando así a la lógica predatoria inscrita en una jerarquía cósmica. En la película, todos los grupos: humanos, animales, plantas estaban sumidos en esta lógica predatoria. Por un lado, la ciudad hierro se expande depredando el bosque, mientras que los animales intentan vengarse de los humanos. Asimismo, los distintos grupos humanos compiten por hegemonía: los hombres del monarca liderados por el monje Jido en contra de todos (humanos, animales y el bosque), manipulando a Lady Eboshi para lograr sus fines. Por otro lado, los lobos, jabalíes y monos discrepan con respecto a la estrategia de guerra en contra de los humanos. Mientras el bosque, que se presenta como una entidad autónoma, busca una especie de equilibrio natural a través de la intervención de su propia manifestación: el espíritu del bosque. Esta búsqueda la realiza con la ayuda de Ashitaka, que es un foráneo. De esta manera: “La similitud de las almas no implica que se comparta lo que esas almas expresan o perciben. La forma como los humanos ven a los animales, a los espíritus y a otros actuantes cósmicos es profundamente diferente de la forma como esos seres los ven y se ven” (2010:35). Asimismo, según el autor, el perspectivismo no se aplica a todos los animales, sino a “los grandes predadores y carroñeros” (2010:36). Esto coincidiría con la importancia que tienen en la película las perspectivas de los grupos lobo y jabalí, manifestándose jerarquías y tensiones, por lo que “la capacidad de ocupar un punto de vista son cuestión de grado, de contexto y de posición, antes que propiedades distintivas de tal o cual especie” (2010:37). De esta manera, así como el autor señala en un pie de página: “El término “humano” no designa una sustancia sino una relación” (2010:38). Por ejemplo: la Princesa Mononoke tiene una relación afectiva y de lealtad política con la tribu de los lobos. Oponiéndose a los propios humanos aun cuando luce como uno de ellos. La condición de persona

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la representación del caos inminente ante la ruptura del orden mítico, pre-cósmico. Es como la lógica predatoria en sí misma, desatada, suelta. La enfermedad no es más que la respuesta ante el cambio, es la destrucción del equilibrio. Cuando Lady Eboshi le corta la cabeza al espíritu del bosque empieza a reinar el caos, el orden mítico se rompe y la única manera de restablecerlo es devolviéndole la cabeza al espíritu. Al desatarse la vuelta a la vida, la reestructuración se da. La muerte y el renacimiento del espíritu se dan de manera cíclica. Como un acontecimiento a-histórico casi necesario, preconcebido. La espada de Lady Eboshi es la espada mono-naturalista, la Gran Divisora. Luego, todo regresa al orden mítico. Incluso Ashitaka sabe que su lugar es con los humanos y la Princesa Mononoke con los lobos. En esta película podemos observar el objeto de estudio del perspectivismo: “una diferencia intensiva que lleva la diferencia humano/nohumano al interior de cada existente.” (2010:51).

BiBliogrAFíA: ěŲ Miyasaki, H. (Director) 1997 La Princesa Mononoke [Película]. Tokio: Studio Ghibli. ěŲ Viveiros de Castro, Eduardo 2010 Metafísicas Caníbales: Líneas de antropología postestructural. Madrid, España: Katz Editores.

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NOTAS

es “extendida” a otras especies, en este caso a los lobos, y es totalmente negada a los humanos de la ciudad de hierro. Si bien es cierto, la Princesa Mononoke no practica el chamanismo amerindio, su práctica tiene un carácter de arte político, ya que interpreta las expresiones de los lobos y de los humanos tomando partido en el acontecimiento desde la acción, atribuyendo una intención a la conducta de ambos grupos. Siguiendo a Viveiros de Castro: “…la buena interpretación chamánica es la que logra ver cada acontecimiento como siendo, en verdad una acción, una expresión de estados o de predicados intencionales de un ente cualquiera. El éxito interpretativo es directamente proporcional al orden de intencionalidad que se logra atribuir a un objeto o noema” (2010:41). La Princesa Mononoke es como un humano-lobo y un lobohumano. Además, su condición de no-lobo y nohumano, genera tensiones tanto por el lado de los animales, como por el lado de los humanos. Este arte político se manifiesta también en Moro (lobo) y Okkoto (jabalí), líderes de sus tribus que pueden conectar entre ellos e interpretar sus intenciones y tomar decisiones para los intereses de sus respectivas tribus y de los animales del bosque. Es necesario detenerse para analizar al “espíritu del bosque” ya que es él quien, en palabas de Moro, “da y quita la vida”. Es un espíritu revelado que representa el pre-cosmos: “una diferencia infinita, aun cuando (o porque) esa diferencia es interna a cada personaje o agente” (2010:46). El cambio de forma de animal a caminante que experimenta el espíritu del bosque, entidad mítica que sostiene la vida en la película, representa “…un acontecimiento; es decir, un cambio sin moverse del lugar, una superposición de estados heterogéneos, más que una trasposición extensiva de estados homogéneos” (Íbid.). Ese cambio es cíclico, parece darse desde siempre, no es pues un “proceso” histórico. Ésta escena de cambio representa esa metamorfosis que se da antes de la forma y que determina el mundo de lo sensible. Otro elemento que es necesario analizar es la posesión demoníaca. Es la presencia del odio, según los personajes de la película. Sin embargo, no es sólo un sentimiento, sino es

lo natural y no desde lo cultural, porque la forma es secundaria. Así, el etnocentrismo se da desde niveles más profundos de alteridad: reconociendo un grado de mayor o menor humanidad. Esto pasa con los conflictos en la película, pasando así a la lógica predatoria inscrita en una jerarquía cósmica. En la película, todos los grupos: humanos, animales, plantas estaban sumidos en esta lógica predatoria. Por un lado, la ciudad hierro se expande depredando el bosque, mientras que los animales intentan vengarse de los humanos. Asimismo, los distintos grupos humanos compiten por hegemonía: los hombres del monarca liderados por el monje Jido en contra de todos (humanos, animales y el bosque), manipulando a Lady Eboshi para lograr sus fines. Por otro lado, los lobos, jabalíes y monos discrepan con respecto a la estrategia de guerra en contra de los humanos. Mientras el bosque, que se presenta como una entidad autónoma, busca una especie de equilibrio natural a través de la intervención de su propia manifestación: el espíritu del bosque. Esta búsqueda la realiza con la ayuda de Ashitaka, que es un foráneo. De esta manera: “La similitud de las almas no implica que se comparta lo que esas almas expresan o perciben. La forma como los humanos ven a los animales, a los espíritus y a otros actuantes cósmicos es profundamente diferente de la forma como esos seres los ven y se ven” (2010:35). Asimismo, según el autor, el perspectivismo no se aplica a todos los animales, sino a “los grandes predadores y carroñeros” (2010:36). Esto coincidiría con la importancia que tienen en la película las perspectivas de los grupos lobo y jabalí, manifestándose jerarquías y tensiones, por lo que “la capacidad de ocupar un punto de vista son cuestión de grado, de contexto y de posición, antes que propiedades distintivas de tal o cual especie” (2010:37). De esta manera, así como el autor señala en un pie de página: “El término “humano” no designa una sustancia sino una relación” (2010:38). Por ejemplo: la Princesa Mononoke tiene una relación afectiva y de lealtad política con la tribu de los lobos. Oponiéndose a los propios humanos aun cuando luce como uno de ellos. La condición de persona

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la representación del caos inminente ante la ruptura del orden mítico, pre-cósmico. Es como la lógica predatoria en sí misma, desatada, suelta. La enfermedad no es más que la respuesta ante el cambio, es la destrucción del equilibrio. Cuando Lady Eboshi le corta la cabeza al espíritu del bosque empieza a reinar el caos, el orden mítico se rompe y la única manera de restablecerlo es devolviéndole la cabeza al espíritu. Al desatarse la vuelta a la vida, la reestructuración se da. La muerte y el renacimiento del espíritu se dan de manera cíclica. Como un acontecimiento a-histórico casi necesario, preconcebido. La espada de Lady Eboshi es la espada mono-naturalista, la Gran Divisora. Luego, todo regresa al orden mítico. Incluso Ashitaka sabe que su lugar es con los humanos y la Princesa Mononoke con los lobos. En esta película podemos observar el objeto de estudio del perspectivismo: “una diferencia intensiva que lleva la diferencia humano/nohumano al interior de cada existente.” (2010:51).

BiBliogrAFíA: ěŲ Miyasaki, H. (Director) 1997 La Princesa Mononoke [Película]. Tokio: Studio Ghibli. ěŲ Viveiros de Castro, Eduardo 2010 Metafísicas Caníbales: Líneas de antropología postestructural. Madrid, España: Katz Editores.

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CRÍTICAS


A NT HROP ÍA

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POST-LIM INAR

pOST-lIMInAR: Sobre el siguiente número

E

los problemas a los que se enfrenta un movimiento indígena cuando trata de institucionalizarse y formar parte de la esfera “formal” de la política. Finalmente, el ensayo de Rafael Barrio de Mendoza nos ha propuesto tres hipótesis para comprender el origen de los Municipios de Centro Poblado en los Andes, una institución que tiene como principal objetivo articular el Estado con las zonas denominadas rurales. Por otro lado, en la sección de artículos, nuestros lectores habrán podido observar los intereses de los estudiantes de Antropología y cómo estos se encuentran ligados a temas de conservación ambiental, relaciones género, micro-corrupción y etnicidad. Sin embargo, ninguno de estos temas puede ser comprendido como una esfera separada de otras y es que la reflexión sobre los temas mencionados anteriormente está relacionada con la política, la economía y –sobretodo- el poder. El artículo de Gabriela García nos ha mostrado como la conservación del ambiente no es ajena a los interese del capital que incluso le ha puesto un precio a la naturaleza que se pretende conservar. En segundo lugar, el artículo de Julio Salazar nos muestra registros morales sexistas que –al parecer-

l dossier del presente número se ha centrado en discutir la política campesina y rural comprendiéndola como una esfera interrelacionada con otros fenómenos sociales como, por ejemplo, la economía. Asimismo, los textos, ensayos y artículos que conforman el dossier dan cuenta de que el ámbito rural se encuentra atravesando un proceso de transformación que hace cada vez más imposible distinguirlo como una esfera separada de lo urbano. Motivo por el cuál, los artículos exploran el impacto que pueden tener la aparición de nuevos agentes en este espacio, por ejemplo, las agroindustrias. En ese sentido, el texto de María Luisa Burneo ha presentado una serie de preguntas animando a los jóvenes investigadores a intentar responderlas con el ánimo de comprender estos nuevos procesos que van surgiendo en el espacio que se ha denominado rural. En ese sentido, los artículos de Ana Lucía Araujo y Alejandra Huamán han contribuido a este debate, ya que ambos giran en torno al impacto que de las empresas agroindustriales en la costa norte del Perú y cómo este nuevo agente está transformado la política campesina. Por otro lado, el artículo de Paola Bellatin nos ha expuesto

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lo que nos depara un futuro de conflicto entre los pueblos indígenas que también implica la contraposición de dos lógicas de ver el mundo distintas. En segundo lugar, porque el tema del derecho indígena y la cuestión de la etnicidad ha estado presente en los artículos que hemos recibido. Prueba de ello, es el artículo elaborado por José Enrique Solano. Asimismo, hemos recibido artículos vinculados a la ley de consulta previa, sin embargo por la coyuntura antes mencionada consideramos especial realizar un dossier específico sobre el tema. Principalmente, porque la consulta a los pueblos originarios es un tema que compete a la antropología y, sin embargo, está ausente del debate. En ese sentido, los antropólogos le hemos cedido el espacio a los abogados. A nivel de equipo, consideramos que es momento de retomar el debate sobre los pueblos indígenas, sobre su constitución como sujetos y sobre los marcos legales que pueden actuar como dispositivos de control atravesando su territorio o construyéndolo.

han sido naturalizados y forman parte de la comunicación diaria de los funcionarios y usuarios del poder judicial. Por otro lado, Fabio D. Miranda ha expuesto la articulación de los revendedores de entradas informales con la esfera de la economía formal, un claro estudio de como la corrupción se reproduce en niveles micro que hemos naturalizado. Finalmente, el artículo de José Enrique Solano del Castillo cuestiona el discurso de Marca Perú y analiza de qué manera el marketing contribuye a la exotización de las poblaciones indígenas del Perú convirtiendo su etnicidad en una mercancía que los consumidores devoramos, lo que nos convierte en caníbales al comernos al otro indígena. Para el próximo número, mantendremos una temática libre, pero –en aras de mantener el concepto de la revista- contaremos con un dossier dedicado al tema de etnicidad y derecho indígena. El motivo por el cuál elegimos dedicarle un dossier de la revista a este tema, se debe a dos factores. En primer lugar, porque en el año 2014, el gobierno peruano ha aprobado un paquete de reformas económicas que tiene como objetivo frenar el “desaceleramiento” de la economía peruana que claramente benefician a las industrias extractivas,

a ntHroPía -E quiPo 2014

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POST-LIM INAR

pOST-lIMInAR: Sobre el siguiente número

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los problemas a los que se enfrenta un movimiento indígena cuando trata de institucionalizarse y formar parte de la esfera “formal” de la política. Finalmente, el ensayo de Rafael Barrio de Mendoza nos ha propuesto tres hipótesis para comprender el origen de los Municipios de Centro Poblado en los Andes, una institución que tiene como principal objetivo articular el Estado con las zonas denominadas rurales. Por otro lado, en la sección de artículos, nuestros lectores habrán podido observar los intereses de los estudiantes de Antropología y cómo estos se encuentran ligados a temas de conservación ambiental, relaciones género, micro-corrupción y etnicidad. Sin embargo, ninguno de estos temas puede ser comprendido como una esfera separada de otras y es que la reflexión sobre los temas mencionados anteriormente está relacionada con la política, la economía y –sobretodo- el poder. El artículo de Gabriela García nos ha mostrado como la conservación del ambiente no es ajena a los interese del capital que incluso le ha puesto un precio a la naturaleza que se pretende conservar. En segundo lugar, el artículo de Julio Salazar nos muestra registros morales sexistas que –al parecer-

l dossier del presente número se ha centrado en discutir la política campesina y rural comprendiéndola como una esfera interrelacionada con otros fenómenos sociales como, por ejemplo, la economía. Asimismo, los textos, ensayos y artículos que conforman el dossier dan cuenta de que el ámbito rural se encuentra atravesando un proceso de transformación que hace cada vez más imposible distinguirlo como una esfera separada de lo urbano. Motivo por el cuál, los artículos exploran el impacto que pueden tener la aparición de nuevos agentes en este espacio, por ejemplo, las agroindustrias. En ese sentido, el texto de María Luisa Burneo ha presentado una serie de preguntas animando a los jóvenes investigadores a intentar responderlas con el ánimo de comprender estos nuevos procesos que van surgiendo en el espacio que se ha denominado rural. En ese sentido, los artículos de Ana Lucía Araujo y Alejandra Huamán han contribuido a este debate, ya que ambos giran en torno al impacto que de las empresas agroindustriales en la costa norte del Perú y cómo este nuevo agente está transformado la política campesina. Por otro lado, el artículo de Paola Bellatin nos ha expuesto

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lo que nos depara un futuro de conflicto entre los pueblos indígenas que también implica la contraposición de dos lógicas de ver el mundo distintas. En segundo lugar, porque el tema del derecho indígena y la cuestión de la etnicidad ha estado presente en los artículos que hemos recibido. Prueba de ello, es el artículo elaborado por José Enrique Solano. Asimismo, hemos recibido artículos vinculados a la ley de consulta previa, sin embargo por la coyuntura antes mencionada consideramos especial realizar un dossier específico sobre el tema. Principalmente, porque la consulta a los pueblos originarios es un tema que compete a la antropología y, sin embargo, está ausente del debate. En ese sentido, los antropólogos le hemos cedido el espacio a los abogados. A nivel de equipo, consideramos que es momento de retomar el debate sobre los pueblos indígenas, sobre su constitución como sujetos y sobre los marcos legales que pueden actuar como dispositivos de control atravesando su territorio o construyéndolo.

han sido naturalizados y forman parte de la comunicación diaria de los funcionarios y usuarios del poder judicial. Por otro lado, Fabio D. Miranda ha expuesto la articulación de los revendedores de entradas informales con la esfera de la economía formal, un claro estudio de como la corrupción se reproduce en niveles micro que hemos naturalizado. Finalmente, el artículo de José Enrique Solano del Castillo cuestiona el discurso de Marca Perú y analiza de qué manera el marketing contribuye a la exotización de las poblaciones indígenas del Perú convirtiendo su etnicidad en una mercancía que los consumidores devoramos, lo que nos convierte en caníbales al comernos al otro indígena. Para el próximo número, mantendremos una temática libre, pero –en aras de mantener el concepto de la revista- contaremos con un dossier dedicado al tema de etnicidad y derecho indígena. El motivo por el cuál elegimos dedicarle un dossier de la revista a este tema, se debe a dos factores. En primer lugar, porque en el año 2014, el gobierno peruano ha aprobado un paquete de reformas económicas que tiene como objetivo frenar el “desaceleramiento” de la economía peruana que claramente benefician a las industrias extractivas,

a ntHroPía -E quiPo 2014

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BASES

GENERALES

COnVOCATORIA De TexTOS 1. BAses generAles i.

ii.

Humberto C. Cáceres

iii.

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iv.

2.BAses según el tipo de texto

Todos los textos y/o fotos deben ser inéditos y producto de una reflexión académica dentro del campo de las ciencias sociales y afines. La convocatoria está abierta a cualquier universidad, tanto a estudiantes de pre-grado y maestría como a egresados.

La convocatoria está abierta para cuatro tipo de textos: artículos, foto reportajes, crónicas y reseñas.

Serán enviados en formato Microsoft Word (.doc o .docx) bajo las siguientes indicaciones: Fuente: Times New Roman tamaño 11 Espaciado: 1.15 Márgenes: 2.54 x 2.54 cm. Pie de página: Times New Roman tamaño 10, Espacio 1.0. Título y subtítulos: Deben estar en negrita, sin subrayado o cursivas y sin numerar. Párrafo: Justificado y sin ningún tipo de sangría.

i.

Artículo académico El objetivo del artículo es exponer los principales hallazgos de una investigación; para ello, debe poseer una introducción al tema, objetivos claros y específicos, resultados y conclusiones. El texto no debe ocupar más de nueve páginas sin bibliografía. Cada artículo deberá venir acompañado de una sumilla de no más de quince líneas donde se indique el tema de investigación y un esbozo de sus hallazgos.

ii.

Foto-reportaje En el marco de la antropología visual, el foto-reportaje debe explorar un tema a través de las fotografías. El objetivo es que las imágenes sean una parte importante y relevante en la explicación del tema y no sólo un accesorio visual.

La bibliografía deberá consignarse en orden alfabético al final del texto, sin ningún cuadro o viñeta. Tanto la bibliografía como el citado de fuentes deben seguir el formato APA como es señalado en la Guía PUCP para el registro y citado de fuentes documentales. Por ejemplo: APELLIDO, Nombre año Título del texto. Ciudad: Casa Editorial.

El foto-reportaje debe contar con aproximadamente diez fotografías en blanco y negro o a colores de 20cmx20cm, con un mínimo de 300 DPI y en formato TIFF. El texto que acompañe al foto reportaje no debe exceder los cuatro párrafos y debe introducir al lector en el tema a desarrollar. Cada fotografía debe estar acompañada de un texto de máximo dos líneas en donde se indique el contexto en el que fue tomada, el autor y la descripción de la cámara.

En caso de tener alguna imagen para acompañar el texto, esta debe ser enviada por separado en formato TIFF de preferencia y debe ser de al menos 20cmx20cm, blanco y negro. Este punto no incluye a las imágenes de los foto-reportajes.

iii.

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Crónica de campo


BASES

GENERALES

COnVOCATORIA De TexTOS 1. BAses generAles i.

ii.

Humberto C. Cáceres

iii.

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iv.

2.BAses según el tipo de texto

Todos los textos y/o fotos deben ser inéditos y producto de una reflexión académica dentro del campo de las ciencias sociales y afines. La convocatoria está abierta a cualquier universidad, tanto a estudiantes de pre-grado y maestría como a egresados.

La convocatoria está abierta para cuatro tipo de textos: artículos, foto reportajes, crónicas y reseñas.

Serán enviados en formato Microsoft Word (.doc o .docx) bajo las siguientes indicaciones: Fuente: Times New Roman tamaño 11 Espaciado: 1.15 Márgenes: 2.54 x 2.54 cm. Pie de página: Times New Roman tamaño 10, Espacio 1.0. Título y subtítulos: Deben estar en negrita, sin subrayado o cursivas y sin numerar. Párrafo: Justificado y sin ningún tipo de sangría.

i.

Artículo académico El objetivo del artículo es exponer los principales hallazgos de una investigación; para ello, debe poseer una introducción al tema, objetivos claros y específicos, resultados y conclusiones. El texto no debe ocupar más de nueve páginas sin bibliografía. Cada artículo deberá venir acompañado de una sumilla de no más de quince líneas donde se indique el tema de investigación y un esbozo de sus hallazgos.

ii.

Foto-reportaje En el marco de la antropología visual, el foto-reportaje debe explorar un tema a través de las fotografías. El objetivo es que las imágenes sean una parte importante y relevante en la explicación del tema y no sólo un accesorio visual.

La bibliografía deberá consignarse en orden alfabético al final del texto, sin ningún cuadro o viñeta. Tanto la bibliografía como el citado de fuentes deben seguir el formato APA como es señalado en la Guía PUCP para el registro y citado de fuentes documentales. Por ejemplo: APELLIDO, Nombre año Título del texto. Ciudad: Casa Editorial.

El foto-reportaje debe contar con aproximadamente diez fotografías en blanco y negro o a colores de 20cmx20cm, con un mínimo de 300 DPI y en formato TIFF. El texto que acompañe al foto reportaje no debe exceder los cuatro párrafos y debe introducir al lector en el tema a desarrollar. Cada fotografía debe estar acompañada de un texto de máximo dos líneas en donde se indique el contexto en el que fue tomada, el autor y la descripción de la cámara.

En caso de tener alguna imagen para acompañar el texto, esta debe ser enviada por separado en formato TIFF de preferencia y debe ser de al menos 20cmx20cm, blanco y negro. Este punto no incluye a las imágenes de los foto-reportajes.

iii.

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Crónica de campo


A NT HROP ÍA

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Estos textos reflexionarán y discutirán sobre la actividad en campo y el recojo de información etnográfica. El objetivo de la crónica es discutir dificultades y oportunidades metodológicas a partir de una experiencia de campo concreta.

Enviar el texto adjunto en un correo dirigido a anthropia@pucp.edu.pe de la siguiente manera: Asunto: (Tipo de texto enviado) – Título del texto. Contenido: Nombre completo Especialidad e Institución / Centro de Estudios al que pertenece Correo institucional

El texto no debe ocupar más de cuatro páginas, sin contar bibliografía. Cada crónica debe estar acompañada de una sumilla de no más de quince líneas donde se indique el tema sobre el que se reflexionará. iv.

Ejemplo: Asunto: (Foto reportaje) – La pequeña agricultura en la encrucijada Contenido: Juan Pérez López Estudiante de Antropología – Pontificia Universidad Católica del Perú juanperezlopez@pucp.edu.pe

Reseña Se entiende por reseña un brevísimo resumen y discusión crítica de un texto, evento o película afín a la antropología o al dossier especial de este número. El texto no debe ocupar más de cuatro páginas, sin contar bibliografía. Deben estar basados en un texto, película o evento reciente. En el caso de los textos y películas, deben ser publicaciones del año 2008 en adelante o una revisión nueva de un texto o película clásica. En el caso de los eventos, deben haber sido realizados en el presente año.

todo texto que no cumplA con lAs BAses serÁ AutomÁticAmente descArtAdo. cuAlquier dudA o consultA enviArlA A AnthropiA@pucp.edu.pe

3. criterios de evAluAción Los textos serán evaluados por los miembros del Comité Editorial y el Consejo Asesor conforme a cuatro criterios: 1. Redacción (claridad y estilo) 2. Coherencia interna (argumentativa y académica) 3. Contribución a la reflexión o debate en ciencias sociales o humanidades 4. Utilización pertinente de fuentes y/o bibliografía

4. envío de textos

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Estos textos reflexionarán y discutirán sobre la actividad en campo y el recojo de información etnográfica. El objetivo de la crónica es discutir dificultades y oportunidades metodológicas a partir de una experiencia de campo concreta.

Enviar el texto adjunto en un correo dirigido a anthropia@pucp.edu.pe de la siguiente manera: Asunto: (Tipo de texto enviado) – Título del texto. Contenido: Nombre completo Especialidad e Institución / Centro de Estudios al que pertenece Correo institucional

El texto no debe ocupar más de cuatro páginas, sin contar bibliografía. Cada crónica debe estar acompañada de una sumilla de no más de quince líneas donde se indique el tema sobre el que se reflexionará. iv.

Ejemplo: Asunto: (Foto reportaje) – La pequeña agricultura en la encrucijada Contenido: Juan Pérez López Estudiante de Antropología – Pontificia Universidad Católica del Perú juanperezlopez@pucp.edu.pe

Reseña Se entiende por reseña un brevísimo resumen y discusión crítica de un texto, evento o película afín a la antropología o al dossier especial de este número. El texto no debe ocupar más de cuatro páginas, sin contar bibliografía. Deben estar basados en un texto, película o evento reciente. En el caso de los textos y películas, deben ser publicaciones del año 2008 en adelante o una revisión nueva de un texto o película clásica. En el caso de los eventos, deben haber sido realizados en el presente año.

todo texto que no cumplA con lAs BAses serÁ AutomÁticAmente descArtAdo. cuAlquier dudA o consultA enviArlA A AnthropiA@pucp.edu.pe

3. criterios de evAluAción Los textos serán evaluados por los miembros del Comité Editorial y el Consejo Asesor conforme a cuatro criterios: 1. Redacción (claridad y estilo) 2. Coherencia interna (argumentativa y académica) 3. Contribución a la reflexión o debate en ciencias sociales o humanidades 4. Utilización pertinente de fuentes y/o bibliografía

4. envío de textos

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