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NĂŠstor Rueda El bajo mundo del arte 11
MelancolĂa
Editorial Aristóteles decía que “todos los hombres excepcionales son melancólicos”. Pero la melancolía es un sentimiento que nos ha tocado a todos: ricos, pobres, viejos, jóvenes, ¡todos! Y no hay cura para ello. Procuramos dejarnos llevar por ese “no sé qué”; acostarnos en la cama, a oscuras, buscando respuestas, mirando una y otra vez en la pantalla del celular el perfil de aquel viejo amor, de aquella persona amada, o simplemente, nos quedamos mirando al techo, llenándonos de recuerdos, de rabia, de dolor, de nostalgia... hasta quedar dormidos sobre la almohada empapada. Con esta edición, intentamos sacarle jugo a esa tristeza y hacer lo que mejor sale de ella, arte. Aquí encontrarán muchos corazones rotos, historias llenas de dolor, del sin sabor de lo que fue y lo que no pudo ser; fotografías e ilustraciones cargadas de emociones de gente que supo qué hacer con esa melancolía. Por eso, al igual que ellos, déjese llevar y disfrute el dulce-amargo de este postre que hemos preparado con mucho cariño.
Portada Gonzalo Torres // En la foto Néstor Rueda Contraportada Luisa Contreras Revista COMA /| Undécima edición // Melancolía Bucaramanga - Colombia
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literatura 07 08 13 14 15 16 18 20 21 22 26 29
Mayra Medina Pablo Jaramillo Paula Terrasa Luisa Fernanda Contreras Noxi Noslloren Adriana Fuentes Ana María Díaz Juan Guillermo Neira Jack Hernández Juandiego Serrano Diego Galvis Yuly Gutiérrez
30 31 32 33 34 35 36 37 38
Jimmy Fortuna William Cacua Yuslewinson Arrieta Yorman Clavijo Diego Figueroa Alexander Pérez Mayra Martínez Thefan Mosto Silvia Fernanda Villalba
81 Mención especial Johann Sebastián Martínez The Riverman
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fotografía 40 46 48 50 53
Luisa Fernanda Contreras Natalia Pinilla - Bruja roja Maria Camila Bahamón Valentina Lesmes Rafael Martínez Benedetto
54 Especial portada Néstor Rueda Gonzalo Torres Andrea Montoya
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ilustración
69 Bicho 70 Yarithza Juliana Mendoza 71 Felipe Camargo 72 Maria Gabriela 73 Angie Mena 74 David Machado Guzmán
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Qué Porquería Malatesta Yicelly Mesa Rafael Valenzuela Rueda Camilo Morales Esteban Plata
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Melancolía Tristeza vaga, profunda,
sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada.
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*Real Academia Española
relatos cuentos poesĂa
Melancolía Britney Spears es el anticristo Hoy compré un paquete de cigarrillos con un billete de 5.000, eso era todo lo que tenía, había sacrificado el almuerzo y una limonada porque el hambre es algo fácil de quitar… pero ¿y la tristeza? Antes de entregarlo miré ese rostro de José Asunción Silva escrutándome y entre tanta pobreza, rememoré séptimo de bachillerato y la biografía que expuse del poeta; recordé que el hombre se pegó un tiro directo al corazón por melancólico y pobre… mala combinación. Lo último que José hizo con su “capital” fue comprarle flores a su hermana, luego cayó en quiebra, se suicidó y muchos años después quedó convertido en billete de cinco mil pesos colombianos. Reí, entregué el billete para sentir el humo nadar en mis pulmones muy cerquita del corazón; caminé directamente hacia donde el sol moría con más rapidez, aferrándome
con pasión a cada instante de eternidad, que se me escapaba del reloj plateado que recibí cierto cumpleaños, quizás, para recordarme cuánto estaba envejeciendo. Para combatir la vejez, incrusté mis ojos heridos en un televisor, me encontré seducido por la nueva e infantil carne pop, recordé cuántas veces una mujer me había abandonado y cuántos billetes de 5.000 había invertido para tener un poco de amor, porque en todas las delicias del alma siempre hay barquitos de billetes navegando en los charcos de la carne, y ahora no imaginas cuánto me gusta ver gente desnuda cubriéndose de dólares, euros y pesos, porque eso me hace sentir único, me hace sentir que tengo alma y que debo evitar comprar flores y revólveres para mi corazón, porque, contrario a las estrellas pop, yo tengo uno.
Mayra Medina
26 años, pelirroja de la ciudad de Duitama. Escritora furtiva.
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El mundo huele a mierda de gato Estoy enfermo, adolezco de la más crónica juventud y me siento cansado. Mis expectativas de vida bajan de a dos dígitos por año, no encuentro paz. Me deprimo con regularidad, no me emborracho, no uso drogas, corro en la noche, me acuesto temprano y me levanto sintiéndome miserable. No soy bueno para nada, soy especialmente malo para todo lo que me gusta. Cada vez que comienzo nunca termino, dejo todo a medias y entre más empeño pongo en una tarea, peor sale. Encuentro la soledad refrescante, pero le temo al silencio. Aunque la oscuridad me reconforta, escucho susurros ligeros, veo sombras moverse, destellos del pasado, gente sufriendo por mis huellas. Siempre que el remordimiento me visita, me tomo la cabeza con ambas manos e imagino que me estalla, que me vuelvo uno con la nada y que nada me aterra. Inhalo con energía, suspiro con fuerza, una vez, sin control. Me siento curado cuando la gente ríe, con, de o sin mí. En la alegría ajena encuentro una ventana, el sol de media tarde escabulléndose por las cortinas; al final siempre recuerdo que la ventana está cerrada, recuerdo que no hay brisa. Nunca lloro, nada me gusta por mucho tiempo, me cuesta hacerme entender. Mis palabras cobran peaje, se me olvidan, se mezclan, tartamudeo. Salgo a correr para sentirme mejor porque hablar no puedo; todo lo
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hago por ego, por autoestima reciclada; no puedo decir mucho sin cometer errores, no aprendo nunca y extraño poco. Me gusta el olor de la mañana, todo lo demás huele a mierda de gato. El mundo huele a mierda de gato durante 20 horas. Ojalá mi voluntad me permitiera respirar más seguido la frescura, siento que el medio día es eterno, cuando la mierda es más difícil de ignorar. Me paso el día tomando aromáticas de piña, disimulando el hedor del mundo. Una vez, me sorprendí una mañana levantado y sonriente, bajo un cielo sin nubes. Yo olía a mierda. Nadie se tomó la molestia de ignorar el hecho de mi aroma, tampoco se lo guardaron. Amo a la gente honesta, pero ella no suele quererme o eso supongo. Cuando uno estima, es normal guardarse un par de incomodidades sobre la pareja para sacarlos a relucir con amigos entre copas, pero nadie tiene un nivel de afecto tal conmigo, sin embargo, no soy del todo un extraño, así que hay confianza por costumbre: sinceridad sin peros. Después del día en el que el mundo me pegó su aroma, la gente me tomó una confianza a toda prueba, soy el que escucha, el que no juzga, el que hace ver los consejos como ideas de ellos; mi olor les recuerda que siempre pueden oler peor.
Melancolía
A. David me confesó que se moría. Me soltó la bomba mientras comíamos papas: “No le digas nada a Nata” me pidió ofreciendo las de él. —¿Qué tipo de cáncer?— le pregunté aceptándolas todas. —De pulmón—. Se echó a reír y yo hice lo mismo. Él tenía cientos de amigos, según creía, pero nadie más lo escucha con tanta paciencia; como nunca tengo nada que decir, todos se despachan conmigo o contra mí con la naturalidad del ave: cayendo en picada. David nunca ha fumado en su vida, nada. Fue futbolista hasta el accidente de la rodilla, sano y santo. —Me queda un año como mucho — terminó arrebatándome el paquete. B. Natalia me confesó que dejaba de fumar. Supuse que a David se le había caído la careta de machote y se había deshecho en confesiones. Tanteé el terreno, pero ella no sabía nada. Lo de dejar un vicio, era el de dejarlos todos, tenía dos meses de embarazo. Le brillaba la mirada como nunca. Somos amigos desde hace años, fue mi amor de infancia, yo fui su disculpa incómoda; nunca olvidamos nuestra primera gran disculpa incomoda: “Esto nunca me pasa, lo juro”, “no eres tú, soy yo”, “me juró que era el mejor producto que tenía”, “eres mi mejor amigo”, fue la de ella. No tenía por qué quererme, me costó aceptarlo, pero nunca terminé de comprender por qué mi mejor amigo se comprometió con ella.
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Le vi brillar los ojos el día que lo conoció, ese día, mientras se confesaba, parecían faros, yo me quedé en silencio y ella paró de sonreír. Supuse que olía a mierda de gato otra vez. Natalia quiso decir una última cosa, no se animó; tomó su bolso y se despidió rápido. A ella le encantaba salir conmigo, yo siempre aceptaba de buen humor sus planes, no me quejaba por que llegara tarde y no le preguntaba el por qué se iba. C. La noticia no fue difícil para los padres de David, ambos estaban muertos. No tenía hermanos, y un par de primos lejanos estaban demasiado ocupados viviendo sus propios dramas. Me lo contó a mí y a su terapeuta Fernanda, una psicóloga cuyo esposo la dejó por una tripulante de cabina de una aerolínea turca. Fernanda, que había pasado muchos años estudiando sobre el duelo, le recomendó que no hiciera más que arreglar sus asuntos, que donara lo que tuviese, que no se casara. Por eso ahora tengo dos neveras y tres televisores. Era irónico, los últimos meses de David estaban dedicados a preparar el terreno para el confort de quienes se quedaban con su recuerdo. La psicóloga hablaba cada vez menos sobre él, trataba más todo este plan filantrópico de botar literalmente la casa por la ventana. David comenzó a desesperarse, me buscaba más. En parte, porque tenía sus electrodomésticos y aún se sentía en plena forma; en realidad, el único aparato que echaba en falta era mi
ausencia de carácter. Primero fue un día, luego se quedó a vivir conmigo un mes. Estaba aterrado y no por la muerte. D. Las amigas de Natalia se enteraron por casualidad. En realidad, Natalia les insinuó durante quince días que su cambio de actitud tenía nombre propio, y próximamente registro civil. No todas se lo tomaron bien. Natalia supuso, en parte por la televisión, que sus amigas estallarían en un alarido solo audible para los elefantes, supuso que la noticia sería el suceso de la década y no despertó más que una sonrisa, una mirada larga y una pregunta. —Pues no, no se lo he dicho aún —fue la respuesta. Juana le dijo que tenía que contárselo cuanto antes. E. Para mí no fue una sorpresa, ella me lo contaba todo en cuanto se le ocurría y yo opinaba para hacerlo más preciso, así que el plan de emboscar a David en su casa fue casi mi idea, aun cuando no me importaba cómo terminaría todo, quise ver hasta dónde podían llegar las cosas. El mismo día le prometí a David comprarle un medicamento. La tos se volvió cada vez más intensa y afuera comenzó a llover a mares, además, estaba ocupado preparando la maleta, tenía un vuelo esa misma tarde a un país de Europa al que nunca le presté atención—Me voy quién sabe cuánto —me confió David. Pensaba visitar a unos primos y ver hasta dónde su enfermedad lo llevaba. —Creo que alejarme desde ya es lo mejor, ya sabes, para que no haya tanta
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nostalgia —. Regresé justo a tiempo para dejar entrar a Natalia y me senté en un rincón de la cocina con los ojos bien abiertos y el pelo mojado. David, con la maleta en la mano y un pañuelo en la otra se quedó de piedra al ver a Natalia en medio de la sala. Su primera reacción fue huir, pero Natalia lo abrazó con tanta pasión que parecía una llave. David dejó la maleta en el suelo y se abandonó en ese abrazo, que él suponía sería el último. Ella hizo lo mismo, pensando que era el primero de muchos otros. Fueron cinco minutos, los conté. —¿Para dónde nos vamos? —preguntó Natalia, en lo que ella creía que era una broma perfecta. David palidecía y agarró la maleta, como queriendo esconderla. —Donde mi primo, el alemán —respondió sin pensarlo mucho. No sé si mencioné que David era un pésimo mentiroso, Natalia siempre lo supo, ella fingía que la engañaba, pero sabía reconocer siempre la verdad en sus palabras. Tal vez sí eran tal para cual después de todo. Se miraron, creo que nunca se habían observado realmente, se estaban calculando, como dos desconocidos. David quería huir del interrogatorio, Natalia quería creer que todo estaba bien, pero ambos sabían que no podían escapar, y, aun así, David salió corriendo, maleta en mano y se subió al primer taxi que encontró. F. Tomamos un taxi al aeropuerto, en una persecución lenta y ridícula, pues la tormenta hizo del tráfico un caos y los carros avanzaban de a poco. Natalia aprovechó para interrogarme. La primera pregunta
Melancolía me la hice yo, ¿por qué estoy siguiendo a David en medio de la lluvia con su novia devastada, en un taxi maloliente? No soy yo. No soy yo el que huelo a mierda de gato, era la lluvia que se lleva los hedores o era mi conciencia que por primera vez se preocupaba por alguien o algo. Estaba haciendo algo por la única mujer que he amado. —¿A dónde va? —no me acuerdo. —¿Viaja con alguien? —no sé. —¿Alguna vez piensas en alguien que no sea en ti mismo? —Silencio.
por pasar por el detector de metales. La seguridad aeroportuaria la detuvo. Nos vimos por un momento él y yo, tal como él vio a Natalia en mi casa, nos observamos por primera vez, amigos desde siempre, desconocidos eternos. —¡Cuídalos! —dijo. Entonces pasó por el detector.
G. En todo el aeropuerto sólo había una persona empapada, mojada hasta los huesos. Ese hombre corrió hasta la puerta de embarque 12. Corrió ensopado, dejando un rastro de charquitos a su paso. La mujer encargada de los pisos del aeropuerto deseó entre dientes que se cayera el avión de quien fuera el desconsiderado. Nosotros seguimos ese rastro. Natalia alcanzó a David que estaba
Pablo Jaramillo J.
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Experiencia de la contingencia.
Directora de arte y styling: Luisa Fernanda Contreras Quintero. // Modelo: Karol Meza Fotรณgrafa: Madeleine Uribe // Maquillaje: Ana Maria Cipagauta Ver mรกs pรกg. 40
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Melancolía Enganchados 1 —“No volveremos a vernos.” 2 Pasó un año desde la noche en que nos despedimos. ¿Qué hubiera pasado si yo hubiera mostrado desacuerdo con lo que dijo? No creo que hubiera cambiado demasiado el curso de los acontecimientos. Me da la sensación de que en esta historia, independientemente de lo que decimos o hacemos, las cosas van sucediendo tal como el destino dicta que tienen que ser. 3 Y es que nos vimos un par de veces más en Sevilla, pero no fueron más que desencuentros. Cuántas frases que no eran ciertas hemos dicho, cuántas cosas que deberíamos decirnos no nos hemos dicho. Cuánto miedo siempre. Malentendidos, ausencias permanentes. Para colmo, las cosas se complicaron aún más cuando lo detuvieron. Sí, me había enganchado emocionalmente a un
presunto delincuente. Un ser que transgrede las normas una detrás de otra y que encima cree que el mundo está contra él en lugar de él contra el mundo. El esfuerzo sobrehumano que tuve que hacer para dejar de ver el lado precisamente “humano” a la hora de encarar el tema me agotó. Una vez más, patas arriba cualquier principio o premisa sobre la vida o las personas. Esto es un proceso de descodificación personal y recodificación nada fácil, para alguien con las ideas sobre el “bien” y el “mal” tan asentadas y aseguradas en la cabeza. Las experiencias nos abren la mente, más y más, ampliando la capacidad de entender o digerir a los otros, de aceptar que los demás no son como queremos sino como son. Para mi tranquilidad racional, el “presunto” quedó solamente en presunto al ser inocente, y nuevamente estaba en libertad tras un buen susto. A los pocos días de su salida, coincidimos en una librería con el mismo libro en la mano. Nuevamente estábamos enganchados.
Paula Terrasa
Mallorquina exiliada en Colombia. Abogada, investigadora y lectora empedernida.
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Denso A veces, casi nunca sale de ahí. Tenía que irse, moverse, momento de interpretar (tiempo – espacio). Quién sabe hace cuanto se repite todo eso. ¿Y es que sabes una cosa? Estar en ese preciso momento era anacrónico, contemporáneo de otra época. Era masivo, como llevar un big bang dentro. Todo le parecía muy extraño, como un sueño recordado a medias, sabía perfectamente quién era, y sabiendo que el conocimiento no era reciproco, había decidido quedarse con mucho desgano, se odiaba por no saber su misión verdadera, por mirar a dios sin obedecer. Sentía cómo el tiempo se escurría entre sus dedos, era confuso, no sabía si era una realidad onírica o lo había vivido en realidad. Lo único que si podía asegurar es que ese momento fue un recuerdo del futuro, de un presente no tan distante. Maldito tiempo proveedor de fuerza y agonía, que nunca detiene su marcha a cruel destino. Estuvo jugando a recordar lo irrecordable. Encendió el pensamiento y atraviesó el cielo hasta romper la atmosfera, saliendo de orbita en un parpadeo,
navegando a través de cuerpos celestes todavía sin nombres, en lo vanamente explorado alcanzó a ver cada idea que concebía hasta en su mínimo detalle, al punto de reproducirse uno a uno en la evolución de signos y señales que interpreta a su semejanza; viendo crecer el repulsivo e involuntario lapso que tenía que ver con su respiración misma, que al exhalarla y que al acto desvanecía todo lo contemplado y lo dejaba por estar de nuevo allí solo y de pie ante la noche. La manera de volar tan alto con la duda saciada, vida en todo su real sentido, y de haber tanta dentro de su ente inerte. Propietario de este camino resguardado en cuatro paredes de la hora en donde el hombre más fuerte se hace nada, nada, nada, nada muy l e n t a m e n t e, parecido a sus ataques de nauseas. Buscando la respuesta, sabiendo que la única regla era no mentir, concluyó que eran para siempre, eternos cada uno en su propia escena, levitando entre múltiples sensaciones hedonistas, sin importar la fecha y el estado de ánimo de la atmosfera.
Luisa Fernanda Contreras Quintero
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Melancolía El pianista que no quería ser, o que quería ser otro Al igual que el famoso personaje de P. Süskind, el pianista no dejaba su olor en las sábanas. Hablaba poco, por miedo a oírse más que a que le oyeran los demás. Se daba miedo y había logrado que su aroma no se lo recordara continuamente. Llegó un día a un lugar mágico. Y fue feliz. Pronto comenzó a dejar esencias de sí en los recodos, en las toallas, en el trapo de la cocina. Incluso en la piel de una mujer a la que amó fugaz e intensamente, como solo puede quien es capaz de plasmar en un papel en blanco una sinfonía que escucha en su interior y nadie más es capaz de percibir. Se fue sin besos, sin palabras, sin maripositas en el estómago. Triste, alicaído, solo, confuso, lleno de ira por no haber sabido dejar fluir su espíritu en
forma de bellos aromas. Marchó huyendo de sí –a la búsqueda por los siglos infructuosa; y lo sabía– de un piano invisible que le dejaría más solo aún. Ella respiraba amables palabras. Y el jazmín de noche impregnaba cada átomo con su penetrante esencia.
Noxi Noslloren
Bióloga, traductora y madre. En los últimos años ejerce de neorural en el Sureste de la península Ibérica. Y escribe –poco– en sus ratos libres, escasos.
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La piel de las orejas Toda la lluvia de hoy, cada pedazo de ella y de sus reproducciones: charcos, gotas, partículas, viento ametrallador; todo ese escándalo, se metió en mis zapatos. Tengo húmeda la mitad del cuerpo y he desplazado todas mis Adrianas a otro mundo, las aíslo para sobrevolar tranquila en medio de toda la vaga reflexión que me pongo a hacer diariamente. Afuera no hay nada, dentro de esta casa, yo y la cama fría y amplia. Me acuesto en ella y la sábana se me transforma en papeleo, y, desnuda, me dedico a recordar. Estoy... no sé, ¿pensando? 24 horas del día en eso, buscando la famosa inspiración, esa que rebosa todas las copas, todos los libros que todavía sin cojones no he publicado, de esos que a medias me golpean la cara. Mi sueño ese de ser mejor... ¿Mejor que quién? Mejor que aquellos que no salen a la calle, que no se buscan un lío, que no han tenido ganas de golpear a alguien porque, ¡carajo! Sí que hay razones para explotar dentro, sí que
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tengo razones para limpiar el revólver que me tatué en el pecho, apuntar... sin temblar... y dispararte. Eliminarte de una vez de mis archivos, levantarme tarde y que el sol ya no quepa en la habitación, que se devore todo lo tuyo. Y ese hueco en el colchón que me desacomoda de noche, que volteo a la pared y me hundo, ese baño que también fue tuyo, sin espuma, agua helada, donde te vi una vez golpeándote la cara con ese chorro y me reí como si me fuera a reventar la boca. Que desaparezcan. Tengo entutelada la suerte por tu culpa, tengo el criterio muy alto, el ego muy alto, me creo un dios por tu culpa. Dios... ¿estás loco? Yo sola ya subía mis propias montañas con estos mismos zapatos sucios, de barro, de pasto, de lástima, sola... tú, en la cima, me hiciste volar. Hijo de puta serás, que me hiciste la más grande mujer, que me anchaste las caderas, que me llevaste también a esos rincones donde nunca esperé tocarme, amarme
Melancolía
y sentirme complacida. Y soy erótica y soy majestuosa porque lo provocaste, y cuando me manifesté dolorosa y cansada me dijiste: “levántate” y yo, lo hice. Echaré de menos tu ojo izquierdo, la mancha en la espalda, la piel de tus orejas, la habitación jamás conquistada por tu parte, esa, roja, donde esperé de tardes a que te sentaras en el suelo, a leer otra vez a Safranski, a escuchar esa de Rapsodia, el merenguito, a bailar por segunda vez en tantos años. No quiero decirle a toda esta gente que te quiero, no quiero que los bares de siempre me vean llegar sola porque sabrán que me dejaste, no que yo te dejé cabrón, que me dejaste. Es increíble que me crea el mundo tanta cosa
junto a ti. Yo ya deseo que esta pesadilla acabe, que desaparezcas. Quiero marcharme, mandarme de cara a la lluvia y quemar tanta carta sin enviar, tanta bobada, todo ese cliché de llamarte, extrañarte, llorar un luto despreciable, inexistente. Quiero bajarme, quiero irme. Y que este vaivén se termine, y que piensen que estoy loca. No me importa. Ya llevo tres guaritos y no se me pasa tu sabor, me metí un cigarrillo, ¡que estupidez! ¿Quién es esta mujer? —Señorita: ¿va a comprar pandeyucas o no? —¡Por supuesto que no!
Adriana Fuentes
Con textos extraordinarios, música en el cuerpo, vino en las arterias, pésimas decisiones y arrepentimientos estúpidos, gobierno sobre esta tierra.
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Ser Realmente, quisiera saber para quién son estas letras, he entendido que la mayoría del tiempo divago más tratando de imaginar el quién que buscando la respuesta a un por qué. Se dice que, desde antiguos escenarios, las estrellas han servido de guías a los magos, brujas y hechiceros. Y yo te he visto, te he visto allá cual mago diciente tratando de aclarar la espesura de mi negro corazón, con tu brillo crepuscular; de alguna manera has logrado penetrar mis sueños. ¿Qué artimaña te ha llevado a lograrlo? ¿Has podido ser más poderoso que yo? Mis hechizos ya no sirven contra ti, me has llevado a la desesperación, querido Mago inocente, no sigas en mi búsqueda, no utilices más conjuros prohibidos, eso dice mi mente, pero cuando llega la noche y observo esas estrellas en busca de consuelo, llegas a mí y entonces solo me dejo llevar por aquel bello, único y legítimo momento, sentirte cerca, aunque físicamente es imposible. ¿Lo recuerdas aún amado mío? ¿Recuerdas aún hace algunas vidas, cuando me encontraste?… Y entonces el
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mismísimo destino se apareció como aquel poderoso anciano en un destello de luz justo en medio y gritó con aguardentosa voz: “¡Jamás!”, y te arrastró a otra dimensión, a partir de ese día no tuve consuelo, desde entonces en cada vida sin saber a veces quién soy yo misma, te escribo de manera instintiva, invadida de nostalgia. La magia se me acaba, querido mío, temo que un día mire las estrellas y no te sienta más, nuestra única vía de comunicación, el único recuerdo de un fuimos. Pero hay una pregunta que redunda en mi cabeza: ¿Es tan grave nuestro existir? ¿Es tan grave que profesemos nuestro amor? ¿Qué será acaso eso tan grave que hicimos un día juntos y que hizo que el propio destino apareciera frente a nosotros en aquel intento de juntar por fin nuestros labios? ¿Te lo preguntas también, mi amado? He muerto infinidad de veces por buscarte, he hecho toda clase de intentos tratando de deshacer este maleficio, es imposible, mago de mi vida, sabes que cada hechizo me cuesta un fragmento de mi alma, te
Melancolía pierdo y me pierdo más en cada intento. Llega entonces la resignación, que no es más que la muerte en vida, le he rogado a la misma muerte que me regrese allá atrás, donde te quedaste, ni
ella puede hacer nada, el destino la amenazó con volverla humana, insignificante y humillada... se agotan las posibilidades, el único consuelo es verte a través de las estrellas.
Ana María Diaz
Estoy metida en el contexto del arte desde los 6 años y siempre he tenido apoyo de mi madre. Nunca olvidaré ese primer impulso creativo en una pared con un par de crayolas, que me valieron mi dignidad frente a mis familiares por las represalias que esto significó, pero fue ese primer acto que más adelante me daría siempre la fuerza de defender mi arte y la irreverencia, claro está. Por eso en este mundo me hago llamar Crayola, porque siempre esa palabra no sólo recordará a los demás quien soy, sino que también me lo recordará a mí cuándo lo necesite. Tengo 24 años y soy estudiante de Diseño Gráfico Profesional en etapa práctica, amo el Rock and Roll, la caricatura clásica de los años 30's y me obsesionan los cráneos y el color amarillo. Instagram: @crayola_design
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Euforia Las flores que adornaban tu cabello, las recogí del suelo cuando te fuiste, las he bañado en oro y ahora son tan inmortales como tu recuerdo. Aún no me atrevo a decir tu nombre, por miedo, pues tus caricias siguen vivas, efervescentes en lo que queda de mi corazón, se están esfumando los sueños, las alegrías y las risas se escurren entre nuestras manos desde aquella mañana de domingo. Le he gritado al cielo y a un clérigo mis sollozas suplicas, que no son más que un mínimo intento por un breve encuentro. A los colores, los sonidos y los olores me aferro, porque a mí también se me está yendo la vida; me gustaría negarte la batalla que tengo, que tenemos, pero la ausencia nos consume en un abismo perpetuo. A la luz del sol y entre la sombra de los árboles de tu pueblo, está
creciendo lentamente un brote de euforia. Tu rostro inmaculado, tu voz vigorosa, tu espíritu, se encuentra en las lágrimas de quienes te escribimos poemas y de quienes tenemos miedo a olvidar inevitablemente. La desesperanza nos rodea, nos enceguece, nos invalida vorazmente, defraudándote y deshonrándote. Mi hermana naufraga en océano eterno, mi madre deambula por un desierto sin rumbo y mi abuelo aún se sienta junto a tu silla, sabiendo que no tiene compañía. Las flores que adornaban tu cabello, las recogí del suelo cuando te fuiste, las he bañado en oro y ahora cuelgan de mi cuello, al lado de mi alma, tu nuevo hogar; con esfuerzo he aceptado la tristeza y la melancolía porque mientras yo viva, tú no morirás, te prometo amarte con tal fuerza que Dios se arrepienta.
Juan Guillermo Neira Loaiza
23 años, soñador empedernido, melancólico, satírico, doctor en procrastinación, creativo, amante de la poesía, autor de textos inéditos extraviados, cinéfilo, animalista, ambientalista, sin partido político, vigía de la justicia, promotor de la diversidad, protector de la felicidad, selecto con los amigos, cercano con la familia, catador de cervezas, vegetariano por convicción, agnóstico por decisión y estudiante de periodismo de la Universidad Autónoma de Bucaramanga.
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Melancolía Ya no existes... Caricias sombrías, Sin vida, miradas vacías, …Perdidas, palabras sin sentido, sin gestos ni gemidos; ya no hay magia… Ya no hay gloria… Ya no estás en mi memoria. Inertes corazones, muertos… Sin razones, fingidas sensaciones, sin causa ni ilusiones, sólo hay besos sin pasiones y abrazos sin emociones; ya no hay magia… Ya no estás en mi memoria.
Noches solas, …Sin sombras, noches frías, …Umbrías, noches tenues, noches grandes, sólo hay noches fascinantes, sólo hay muertes consecuentes por los actos incoherentes, por el brillo de la luna, por su entrega taciturna. Ya no hay odio, no hay rencor, sólo...se acabó el amor.
Sentimientos siniestros, funestos, tardíos reencuentros, absurdos… Molestos, falsas frases sin suspiros, falsos gestos escondidos.
Jack Hernández
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Veinte días Imposible no despertar súbitamente. Salté, miré hacia el techo, y agarré mis bolas. Desperté reaccionando. Tras la aflicción del sueño, di el satisfactorio abrazo a un nuevo día, masajeando las chiquillas de cristal carnudo. —Qué hijo de puta viaje —exclamé, todavía ronco. Desenchapé las capas de ropa, me quité el buzo y llegué a la cocina para romper dos huevos sobre un sartén y revolver, con desorden somnoliento, el batido del vaso. Con una canción en la boca, balbucí: “No comeremos mañana, ni hoy, honey… ¡hey!”. Dos pasos para prender el pecé; uno hacia el comedor, y a masticar. Un pedo salió rodando cuando me incorporé, y me dirigí al baño impulsado, completando la estrofa de la canción, que ya había puesto a sonar: “Nos comeremos aquí, entre los dos, nena… ¡hey!”. Adiós a la ropa; delicadamente arreglé el mostacho de mi rostro, y, sin más, inicié el peor de los momentos del día: el baño, bien temprano en la mañana. “Jui, jui, jui”, silbaba; qué extraño. Al secarme, pensaba en todo lo que me había sucedido los veinte días previos. Había follado como animal, tomado con ropavejeros y músicos de calle, abrazado y reído sistemáticamente, cocinado y amanecido levitando, escrito en total soltura, musiqueado con
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ensimismamiento, besado y hecho el amor. Caminado, ido y regresado. E, incluso así, me sentía incompleto. Ajusté el reloj en la muñeca, puse el desodorante y la loción sobre el cuerpo, y me puse el disfraz. —Hoy es día de negro fantasma —mencioné, entre las muelas, antes de completar la vestimenta. Solté tres hielos sobre el vaso sagrado de té que moja los cigarrillos de mis días, y prendí el primero, junto a la estrecha ventana donde resoplo. Quería un abrazo; no sé qué quería: algo llegando por detrás. No sucedió. —¡Eh! —exclamé. Puse los audífonos en mis oídos y, siendo las 7:15 de la mañana, salí despavorido a espachurrarme treinta minutos en un bus, camino al trabajo. Trabajo es trabajo; no se piensa en nada más. 1:25 p. m. “¡Oh! Jungla frondosa; ¡oh!, jungla: aquí estás. Furia encantada, capricho del sol”, sonaba a tenor una nueva pieza en los audífonos. Exaltado, decidí parar la tecleadera y escucharla con entrega. Agarré la tasa del café con una mano y me tomé una foto con la otra. Todos los días lo hago, y compilo una colección –creo– para que alguien más sienta la diferencia de mis días, justamente cuando ya no la siento. Salida a almorzar duro, fuerte, y
Melancolía tomar una siesta en el pastizal junto a un comensal amigo. Al aire libre, dormía, con el desprecio de un niño cansado de correr por el parque. —¿Amor? ¿Amor? ¡Hola! Me encanta ese bucito negro que llevas puesto —me despierta la voz, que vuelve a hacerlo, tormentosamente, como en el despertar matinal. —¿Que qué? Qué bucito ni qué carajos… —respondo malgeniado, e indeseablemente despierto. Levanto a mi compañero de sueño, y regresamos al día. —Siéntate. Conéctate. Un tinto, y todo comienza —me digo. Trabajo es trabajo; no se piensa en nada más. 7:45 p. m. “I wanna make it; make it Wit-Chu… I wanna make it; make it Wit-Chu”, sonaba en los audífonos, que llevaba bien puestos de camino en el regreso a casa. De extraña manera, sentí que había salido tarde para llegar a casa. Pensé brevemente. Por lo general lo hago tarde; pero la sensación era que haber ido al gimnasio, a ejercitarme un poco, me había ‘alejado’ de algo. Las veces en que llegué a casa temprano me acostumbraron a tener un motivo para comenzar la noche antes de que oscureciese, dándole un descanso a mis cuarenta y cinco minutos de caminata; usualmente con un beso. —¿Un beso? —me pregunto. Ya ni sé en qué voy pensando. Aquí voy, sintiendo que voy tarde.
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Sí; en eso iba. 8:30 p. m. El cielo ha estado nublado y lluvioso en el trayecto, y, tal vez por ello, he aprovechado para vaciar los incontenibles contrastes de ser contratista en una institución pública. —La concha maciza de sus putas madres, si no quieren trascender. Para tozudos, los rebeldes, y se encontraron con el peor —concluí con furia. Saqué mis frustraciones una a una, succionando el lixiviado estomacal por la boca, ayudándome con el impulso de cada canción. Deslicé los improperios en el excelso silencio con que el ruido de la gran ciudad tapa las palabrotas individuales, con el estruendo de todos. Me deslizo. Deslizado; llego romántico, cosquilleante. Abro la puerta, dejo la sombrilla abierta en la cocina, el maletín en la cama del cuarto y la chaqueta en el clóset. Finalmente, cuando el silencio del hogar es la bulla de mis pensamientos, me doy cuenta. —Qué mierda. Me haces mucha falta —acepto. Deliberadamente pongo a sonar otra canción; en esta ocasión, totalmente convencido. Su letra da cuenta de una historia más apropiada: “A chili wind is blowing / And I’m all covered up, with despair and desperation… And the sun it going down / And the streets are all in tears / And there not a soul
around. / It’s coming time to face the truth. / If I could have one more chance, with you by my side… I’ve got to get up and get over you”. Y he quedado sentado; y he parado la reproducción, invadido por una melancolía cursi. Quince horas antes desperté consternado; mi brazo despertó extendiéndose hasta la almohada. La silueta encorvada, que buscaba, estaba plana. Sobé la sábana con mi cuerpo, con mi miembro, abrazando vorazmente la planicie. Con nada me encontré, pues encontré a la nada. De cuando nada no es nadie; de cuando nada, es un ente ausente. Durante el día, entré al cuarto cuando pretendí salir, como queriendo despedir a un familiar. Recuerdo que, en medio de todo, lo quise negar, diciendo: “Qué hijo de puta viaje”. Ahora nada se me escapa. Veo mi cuarto ordenado, mi clóset lleno de espacio, mis zapatos en el cajón; mi cama tendida y desocupada. Recuerdo que me bañé rápido, no reí de mis pedos y fumé esperando algo. —¡Pero si toda la vida lo hice! Lo he estado haciendo, y todos los días lo hago. ¿Qué es lo que me ocurre? —me cuestiono, intentando evadirme, y a sabiendas. 1:32 a. m. El silencio de las horas es el provecho de la memoria. Después de hacer lo que en mi adultez practiqué sin recelo, parezco sufrir de la atrofia
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de rodearse de una persona para hacerlo. Y alguien, que llegó a cambiarlo todo, a desordenar el rigor apático de una vida, como muy pocas veces, no estuvo del todo mal. En realidad, estu vo muy bien. Puede que sea mi primera vez. —Veinte días, amigo. ¡Veinte días junto a ella! —me aclaro. Lo soporté; era un alcance numérico cuando celebraba el que se hubiera ido. Lo he soportado, al punto de no soportarlo más. Diluyendo o acelerando la marcha, veinte horas se extienden por sobre el pálpito de veinte excelsos días. Comencemos por escribirle a mano, para hacer algo. Es increíble que hayamos pasado veinte días juntos. Pero, lo increíble, es que todo indica que no han sido suficientes para mí. Te extrañaré en mis pasos, en las gotas que me bañan, en un ropero vacío, en mis espaldas lectoras, en cada cena casual, en tu profundo respirar. Mi dedicación tiene nombre, y la cuido; me cuido junto a su nombre. Puede ser el nombre tuyo, o ese sentimiento que hace que los nombres tornen a verbos, en singular. Don Walteros Castilblanco, el ‘rulos’, Bardo, el viejo del Imperio, Lymbo y el argentino. ¿Te suenan? Todas esas personas, en esos lugares, y las vivencias que compartimos junto a ellas, vinieron a nosotros, y durante veinte días, con el estrepitoso
Melancolía beneplácito de hacernos parecer a nosotros mismos que somos de los pocos que observamos el derredor mientras nos amamos. Ellos, nos entregaron palabras en el entremés de sus lágrimas al futuro. Un futuro que no es de ellos, pues en ellos es tan oscuro como la noche, que los tiene devorados: sin amor, viendo a los amantes pasar. Esos
personajes, y esas vivencias, a tu lado, dicen mucho de lo que somos. Pues eso seré. Seré tu futuro. Te recontraamo, campesinita de ojos dulces. Por fin algo de sosiego. Ahora sí: una meada para dormir, antes de acordarme nuevamente. De ella; sí, qué carajos.
EN EL REPRODUCTOR: Oh, hermano, ¿no echarás una mano? Estoy solo en una habitación, y estoy esperando el amor. No sé cuándo van a acabar estos sueños; pero te dije, amigo: no quiero despertar. Por favor, pincha “Una canción para los amantes” esta noche. RICHARD ASHCROFT, “A Song for the Lovers” Letra: Richard Ashcroft Director de video clip: Jonathan Glazer (CD: Alone with Everybody, 2000)
Juandiego Serrano Durán
(Bucaramanga, Colombia, 19 de agosto de 1984). Historiador por la Universidad Industrial de Santander. Melómano, radio productor, editor y gestor cultural de vocación. Docente del programa de Literatura de la Universidad Autónoma de Bucaramanga y miembro de la Fundación Santandereana para el Desarrollo Regional - Fusader. Ensayos, relatos, crónicas, microteatro, comentarios musicales, cuentos y mixturas de su autoría, pueden encontrarse en distintas publicaciones seriadas y plataformas digitales. Su libro de cuentos Toda esa suciedad (Ganador de la 1ª Convocatoria Primer Libro de Creación Literaria UIS, colección Emergentes; Ediciones UIS, 2019) es su primera publicación como unidad narrativa. Este cuento hace parte de una unidad no publicada del autor, dentro de su serie “El amor durante el amor”.
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A veces soy consciente de que no soy un astro ni satélite ni estrella que estoy en un cuerpo humano y que vivo atrapado en este planeta que no tengo habilidades levitatorias ni puedo alterar los estados de la materia a mi voluntad pero mierda cómo me gustaría ser nube vapor con consciencia o no pero estar ahí arriba acariciando un poco más cerca todos los astros difuminarme con el viento y reaparecer kilómetros más adelante un poco más denso o más sutil ser la amalgama de todos los ríos evaporados ser las lágrimas de todos los hombres en verano bañarme de luna de sol de todas las estrellas muertas que me saludan como fotografías antiguas como canciones antiguas solo me quedo quieto estático mirando para arriba las manos me cuelgan como los días que voy perdiendo y en mi mente me voy evaporan-
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do nada pasa claro busco la llave abro la puerta y se siente el calor de la soledad esperándome de qué sirve regar una planta seca? hablo con las otras plantas que siguen verdes me disculpo estoy tan metido acá adentro que me olvido de ustedes no sé por qué tienen que estar presenciando esto un poco más de agua cuántos días han pasado? Doy like a fotos en Instagram en donde hay más plantas en donde hay sonrisas otras vidas mirándome Yo no existo pero me gustaría tanto ser esa hoja verde que está al costado de la brasilera en donde se le ve tan tranquila Sí puedo? etiquetarme y pensar que soy esa hoja tan lejos de este abismo que hay entre alarma y alarma entre día y día entre nube y nube entre cada abrir y cerrar de puerta yo que uso un cuchillo como puente y me asomo levemente cuando completo con la salsa
Melancolía doble tap doble tap y nada pasa ¿En el laberinto soy el minotauro o soy Teseo? porque me siento solo un ladrillo sosteniendo el peso de un camino sin salida No ningún mito soy mi propio laberinto soy mi propio fuego combustionándome de apoco aguatierrafuegoaire la masa multiforme que escribe esto desde otro tiempo que ya no existe que escribe para sí mismo porque cada letra es un latido cada letra sístole cada poema diástole Soy el agua que me ahoga la tierra que me cubre
una metáfora sobre otra metáfora mejor un símil mi cabeza es como una piedra que pesa y rueda sobre la corriente de mi cuerpo que es como un río que se desborda en las horas más densas de la noche, aunque cuando el sol pega tanto en la ventana y se derriten mis esperanzas debo quedarme quieto para evaporarme y empezar a ser otro, pero no logro ser otro la misma oración la misma frase calándome la negación sobre la negación que resulta una negación más grande porque menos por menos es la pobreza de alma los huecos en mi atmósfera como entradas a más laberintos en donde todo entra pero nada sale.
Diego Galvis
1990 Cocina, escribe y toca canciones. Más melancolía en mueremeunpoco.tumblr.com
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Especial piortada
Melancolía
Quiero decir Hoy, Duermo en tu mano Huelo tu almohada Me undo en tu lado de la cama Quiero decir: Piel, brazos y pelo Ojo, lobo, beso Pierna mansa Esto, Sí Viento Caricia
Yuly Gutiérrez Artista
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Infinita tristeza El reencuentro con el pasado es la muerte misma de la realidad presente. Entre recuerdos de infancia y adolescencia, sucumbe mi futuro. Los pasos dados, décadas atrás, son retrocesos en mi eterno presente. Borges y Saramago, mis antiguos mentores, tenían razón. La línea es la misma. No hay pasado ni presente. Entre viajes imposibles, descubrí que no me conozco, que hoy ya no soy yo, que siempre es hoy, que la música que retumba en mi rocola mental es la misma, que los Pumpkins son visionarios y que Corgan es un iluminado.
Jimmy Fortuna
Licenciado en Idiomas UIS y Magíster en Semiótica UIS. Docente, traductor, corrector de estilo, periodista y escritor. Integrante del colectivo artístico y canal de difusión cultural 2entesmagazin arte y cultura.
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Melancolía
Pirañas hambrientas Si la noche avanza y no puedes dormir, masturba al insomnio, déjalo cansado a un lado de la cama. Si insiste, si es insaciable y no te deja dormir, si los recuerdos encienden la luz, ¡tápate con la cobija! Si te susurran por un roto y comprendes que no puedes evadirlos, llora, llora todo
lo que puedas, haz con tus lágrimas una charca, nada hasta la otra orilla, sal de ella rápidamente, arrójale pirañas hambrientas, empuja los recuerdos que han engordado con el tiempo y no te dejan descansar por el peso, para que sean devorados hasta las uñas y ya no puedan rasgar tu soledad.
W. Cacua
Sepulturero del tiempo. Sus escritos y poemas han sido plasmados en diferentes periódicos, revistas literarias y antologías nacionales. Ha publicado dos libros de poesía: Vija y Patio 5
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Te llevo entre mis sombras Te llevo entre mis sombras, entre días de recuerdos pasados, metida en mi pecho… mortalmente hermosa.
Como aquella noche que crucé tu puerta y pensé que sería para siempre y no lo fue.
Pero tus ojos, ya no me observan, sólo queda tu frío presionando mi pecho, llenando mi cabeza.
Ahora solo somos dos extraños, yo aun queriéndote, tú ya me has olvidado, yo sin ti, sin mí y tú que nunca fuiste mía.
Fuiste más que un todo, mi sueño solemne, mi deseo calmado, la casa a donde llegar después de un día hecho trizas.
Yuslewinson Arrieta
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Melancolía Poema del muerto Decidí detenerme y reconsiderar cuál sería el destino que fijaría a mi vida con tal de acabar esta intranquilidad que azota mis días e impide que viva un rato de paz, Esa que sentí cuando confiado decía evitar el mal, infortunio perverso que destruye mi dicha, mengua mis fuerzas A costo de gozar la libertad que piensas que por derecho y sin vacilar te ofrece este mar, océano gigante, sistema corrupto que con luces de adorno pretende engañar ofreciendo deleite a todo lo que haces y oculta la cruda verdad.
Todo en la vida cuesta y cuando menos piensas no tienes como saldar esa deuda creciente que con sus intereses te conduce cautivo, Como todo mortal, a pagar con tu vida la que nunca pediste y en este momento no quieres abandonar. Ahora en mi lecho cansado y hambriento concluyo que el tiempo me ha ganado ya. Debí detenerme antes aun cuando mis fuerzas me podían facultar a dar ese vuelco que un día transformaría mi deambular. y este mensaje habría de cambiar.
Yorman Clavijo Ortega
Oriundo de Sardinata (Norte de Santander), tengo 41 años, estudié licenciatura en Música en la Universidad Industrial de Santander; actualmente soy docente de aula de la institución Colegio Integrado Madre de la Esperanza del municipio de Sabana De Torres, Santander; siempre he tenido la pasión por las letras y he hecho algunas publicaciones en mi cuenta de Facebook, motivado por el dolor que embargó a mi familia unos años atrás y estos son escritos de tipo reflexivo que buscaban generar esperanza.
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Diego Camilo Figueroa
Melancolía Muerte digna Si me escucharas decir: ¿qué espera hoy mi corazón? ¿Qué anhelaría mi alma hoy? Si me escucharas decir. Si me escucharas decir: ¿cuál es mi luz, mi dirección? ¿Cuál es el rumbo, a dónde voy? ¿Qué más esperas de mí? Porque el tiempo va de paso en mi vida, porque a través de los años no dejé de luchar; me encuentro en un camino que no tiene salida, de nada vale intentar. Recuerdo las promesas oídas, recuerdo cada palabra que escuché proclamar: me hablabas de un propósito especial con mi vida, y nada fue realidad. Mentiste sobre el infierno y el día del juicio final; no existe un paraíso eterno, no hay ángeles ni eternidad. Los sueños de esta puta vida son sólo una falsa ilusión. El mundo te dará la espalda, lo verás, mi amigo.
Hoy, el dolor está en mí: mis huesos se sienten quebrar, mi cuerpo ya no puede más; es un amargo existir. Oigo sus voces decir que todo debe continuar, que mientras pueda respirar debo aferrarme a vivir. Pero el tiempo va de paso en mi vida, y aunque a través de los años no dejé de luchar, me encuentro en un camino que no tiene salida, y sólo quiero descansar. El silencio es mi esperanza amiga, este dolor prolongado quiero terminar; no hay otra decisión, que nadie más decida porqué me debo quedar. Este mundo es el real infierno, y el diablo, este inmenso dolor. No esperes que un cielo eterno consuele tu desolación. Los sueños de esta puta vida son sólo una falsa ilusión. El mundo te dará la espalda, lo verás, mi amigo.
Alexander Pérez
Vocalista y compositor del grupo de rock R.I.P de Bucaramanga.
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Sin nombre Yo que he visto al asfalto levantarse en una nube de polvo y comerse la ciudad. Yo que los he visto llegar con la ropa intacta y el corazón muerto. Yo que los he escuchado planear el futuro sabiéndose dioses. Yo que los he visto decidir sobre la vida de los otros pero nunca sobre las suyas. Yo que he sentido su dolor pero nunca he podido llorar. Yo que los he visto destruirse bajo la sombra de los que no son. Yo que los he visto levantar templos e inventar dioses. Yo que los he visto patear la vida en una esquina. Yo que he visto a un vagabundo convertirse en poeta. Y a un poeta convertirse en vagabundo. Yo que he visto al poema pasearse en la pared de un basurero Yo que me he dado duro en la cabeza, escribiendo poemas en medio de tanta mierda y tanto polvo.
Mayra Martínez
Estudiante de Trabajo Social de la Universidad Industrial de Santander, activista del Colectivo Feminista Red Rojo y Violeta Santander. Participó en el IV Encuentro “Ahí Están Pintadas”, del Museo de Arte Moderno de Bucaramanga, en la lectura de poemas: “Por un mundo sin muros: poesía en la calle y en los barrios” que se dio en el marco de lo que propone el movimiento poético mundial (World Poetry Movement o WPM), así como en cuanto micrófono abierto ha encontrado desde que escribe poesía. Todavía no es poeta, ni nada que se le parezca, pero de vez en cuando escribe una que otra línea.
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Melancolía
Pajarito ¡Basta ya! Te abro la reja de esta jaula, de la que te acostumbraste. ¡Ya no más! Te dejo ir, te dejo volar hacía otros horizontes para que tus alas crezcan sin ningún problema. Te doy un consejo, no te las vuelvas a dejar cortar, no te convendrá. Ahora sí, te dejo ir pajarito.
Thefan Mosto
Nació en Bucaramanga, 2001.
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Melancolia de mi piel triste Apareces de repente, me duele, me gusta, me fortalece. Suspiro y cierro mis ojos, viajo al pasado. Pasado que añoro, que extraño, que odio, que amo. Siento aún su piel sobre la mía, “mi vida somos uno”, decía. ¡Que malvada eres, melancolía! ¿Acaso matarme de amor pretendes? Su recuerdo quiero borrar, su nombre quiero olvidar, melancolía ¡déjame en paz!, melancolía no te vayas jamás. Eres dolor y placer, sufro, pero sabe bien. Veneno que penetra mi ser, sin compasión haces mi pecho estallar; gracias melancolía. Adoro esta satisfacción celestial. Mi fuerte corazón quiebra su armadura En mis ojos su mirada quema cual llama pura. Al tiempo que mis ilusiones no futuras Se desvanecen así, como lo hace de madrugada la tierna bruma. Con la mirada perdida te ruego, arráncame esta agonía, amiga melancolía. Agonía que trasciende cada noche, cada día. Me agrada vivir este estado, tan tranquilo, tan callado. Profundo y liviano.
Quiero creer que ese tiempo regresará, pero la conciencia me grita, ¡Todo se ha ido y jamás volverá! Sentada en mi ventana, aquellas palabras, fugaces, llegan posándose en mi alma los tibios arreboles, calientan mis entrañas, triste felicidad que desvanece mi orgullo, mis raíces y mi erguida raza, se derrumban con el ocaso en un sueño profundo, descanso en mi regazo. El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Dilema indispensable para sentir amor de verdad; Simbiosis que se pega a toda debilidad, te alimentas de suspiros, lágrimas y falsa verdad. ¡Ay! Esta amiga mía, si tú, placentera melancolía masticas el dolor, implacable y cruel, ¿no sientes acaso? poco a poco mis latidos pierden ritmo hasta quedar sin voz. Sin ti, fiel compañera no habría noches en vela, Amantes desdichados y eternas lunas llenas. No existiría la pintura, la música, el poema. Eres la inspiración de Mostyn, Clayderman y Khalo. Sin dolor no hay gloria, dicen. Sin dolor no hay inspiración, siento yo.
Silvia Fernanda Villalba Gómez
San Vicente de Chucurí, Santander Seguidora del amor en todas sus formas. Estudiante de Tecnología en Escritura para Productos Audiovisuales SENA CIDM Floridablanca, Santander.
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fotografĂas
Experiencia de la contingencia
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Directora de arte y styling
Luisa Fernanda Contreras Modelo
Karol Meza FotĂłgrafa
Madeleine Uribe Maquillaje
Ana Maria Cipagauta
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Melancolía
Natalia Pinilla Rodríguez - Bruja Roja
Realizadora audiovisual y fotógrafa, formada en la universidad nacional de las artes, en Argentina. Parte de la colectiva de mujeres fotógrafas "Tejiendo miradas". Interesada en el cine y la fotografía documental. Amo experimentar con la fotografía analógica y las técnicas alternativas de revelado. Me gusta enseñar, compartir e intercambiar conocimientos constantemente. Cazadora de crepúsculos y amante de las casualidades.
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La liviandad del olvido
A ella, sin saberlo: El día siete trajo consigo la sensación del día seis. No sé si son asuntos de la superstición, del sentir, pero algo no encajaba del todo bien. Una sensación de no sé qué, iba y venía. A veces, podía sentir que mutaba en ira, fastidio o tristeza. Horas más tarde palabras de una voz masculina, más la prontitud de su llamado, ayudaron a calmar las aguas. Ya me sentía mejor. Lo dije todo, lo vomité todo y resultó bien. Inesperado. Estoy en casa y cada tanto asomo mis ojos en el borde derecho de la puerta de la habitación de la abuela. De fondo escucho martillazos, el ladrido incansable del perro de arriba, el ajetreo de papá en la cocina con sus empanadas de pescado, mientras la miro sin que ella se de cuenta que estoy ahí. Tengo los ojos aguados, tengo el corazón súper
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arrugado y sonrío. Escucho que mamá viene y parpadeo rápidamente para que las lágrimas se disipen. Vuelvo a mi habitación, me siento durante unos segundos en cama y tengo de nuevo una sensación. Pero a ésta ya la conozco. Vuelve cada vez que me despego del borde derecho de la puerta de la habitación de la abuela. La nostalgia está en todos los rincones. Sin embargo, sólo la inocencia y el olvido constante la abarcan a ella. A veces olvida cómo ponerse sus gafas, cómo usar un tenedor o una cuchara, su nombre y el de todos en casa. Olvida cómo completar las ideas que están en su cabeza, éstas siempre quedan a medias o la mayoría de ellas ya nunca tienen sentido. En otras ocasiones mezcla el jugo con la sopa a la hora del almuerzo.
Melancolía
Bota al piso la comida o se la riega encima. Las conversaciones ya no duran ni un minuto. Varias veces pregunta: “Ve, y ¿ese/esa quién es? y apunta con su dedo hacia algún lugar vacío. Ha comido jabón, esconde su chapa inferior debajo de la almohada. Quiere ponerse todos sus collares y joyas a la vez. No quiere verse sus canas. Odia que la bañen, odia el frío. Dice seguido que tiene hormigas en la cara y en las manos y se sacude. No reacciona si le meto un dedo en el oído. Ríe mucho si la muerdo en son de juego. Ama los dulces de leche, las paletas de corazón y los
besos. Pregunta que dónde están sus cigarrillos. Mira por horas hacia la nada, el piso, la cama, la ventana. Ya es de noche en el día siete y son las ocho y media de la noche. Estoy sentada durante un rato a su lado, como todos los días. Ella, con su brazo izquierdo apoya todo su cuerpo en mi pierna derecha. Mientras la veo así, tan fresca, tan ella no dejo de creer en los actos genuinos, cómplices, amorosos y confianzudos. Yo, la tomo de la mano y por milésima vez antes de dormir, memorizo su textura para mi “eternidad”.
María Camila Bahamón Pontiluis
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Foto + texto. Modalidad: Fotografía Técnica: Alto contraste Año: 2017
La simultĂĄnea presencia y ausencia de aquello que nos hace sentir bien
TĂŠcnica: / Collage digital
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Técnica: Bordado sobre fotografía
Técnica: / Collage digital
Valentina Lesmes
tengo 19 años y estudio diseño gráfico. Nací y actualmente vivo en la ciudad de Bucaramanga. Me gustan mucho los colores (sobretodo el amarillo), el cine, bordar y plasmar ideas, emociones, convicciones, conceptos, experiencias personales y lo que se me venga a la cabeza por medio de la fotografía y el arte en general. @SoyCaleidoscopia
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"Su copa estaba llena, tal vez su vida vacía" Rafael Martínez Benedetto
Venezolano residenciado en Bogotá, fotógrafo apasionado por documentar todo lo relacionado con música, movida cultural, eventos, etc; persigo hacer una fotografía espontánea donde el sujeto no perciba que esta frente a una cámara, que con criterio en la composición de la imagen logre transmitir el momento vivido/sentido por el sujeto.
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Especial portada
Néstor Rueda Fotografías Gonzalo Torres // Texto Andrea Montoya En nuestro camino, nos topamos con un artista de trayectoria de nuestra región, que nos contó un poco del proceso y las técnicas que ha empleado para sacar todo el arte que lleva adentro y cómo ha influído en él la melancolía.
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Me reuní con el Maestro Néstor una tarde de julio, para conversar sobre su vida artística, conocer un poco de su forma de ser y de percibir el mundo, su mundo. Acordamos vernos en el que podría ser uno de los lugares menos melancólicos de la bonita… o tal vez no. La tarde estaba recién bañada por la lluvia, en la mesa de al lado un grupo de amigos celebraban un cumpleaños, cinco pasos más a la derecha unos sujetos encorbatados tomaban café y discutían sobre algún negocio −nosotros también pedimos café− al otro extremo, un par de enamorados construían un recuerdo y en la barra un niño lloraba porque quería un helado. Recordé que cuando conocí al maestro, me dijo: “uno no produce cuando se siente pleno, cuando uno está feliz viene a Mc Donald’s y se come un helado”.
El bajo mundo del arte
Lo primero que le pregunté fue: ¿Quién es Néstor Rueda Castellanos? Y tuve una definición casi de diccionario: −Dícese de la persona que ya es reconocida por
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la comunidad como artista —y continuó—: Soy Comunicador Social y Periodista de la UNAB, lo ejercí un tiempo con el diario El Colombiano y después me dediqué única y exclusivamente al bajo mundo del arte. ¿El bajo mundo?, ¿por qué? −Comencé como gestor cultural, por esa necesidad de apoyo entre artistas, “el colegaje”, porque es un medio difícil, sobre todo en Colombia, pues siento que hay otras sociedades en Latinoamérica que le tienen un poco más de respeto al artista. Aquí, es complejo abrirse paso entre 52 años o más de conflicto, acomodarnos a una economía de guerra, a unas cosas que parecen descabelladas, pero ese es el oficio y no es imposible.
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Claro, y ante lo complejo del asunto a veces aparecen los herméticos, los individualistas… —lo que pasa es que muchas veces parece que estamos en la orilla opuesta. Uno gobierna con amigos, no con enemigos, se harían cosas inimaginables uniendo talentos y esfuerzos. Trayectoria en colores, texturas, letras.
Maestro, y en este bajo mundo, ¿a qué arte le ha dedicado todos sus esfuerzos? —Comencé haciendo dibujos, dibujos malos. Es decir, durante mucho tiempo dibujé hasta que me di cuenta que era pésimo dibujante (risas). Después me dediqué a pintar, y me di cuenta que era mi campo de batalla “echar color” en eso me he especializado, le perdí miedo al color después de joder con los pigmentos y tonalidades, ahora me dejo llevar… puedo mezclar en un lienzo rojo, amarillo y morado y el resultado es bastante bueno…creería que es mi plus. Pero mira que, hace dos o tres años entré en un conflicto interno con el color, nos hemos alejado. Hago cosas esporádicas, por encargo, y creo que me sirve mucho porque cuando las hago vuelvo a encarretarme, pero me quería quitar esa sensación, se me estaba volviendo trabajo y eso es lo que menos deseo, quiero que el arte siempre sea esa lúdica, ese goce, esa cosa feroz de expresar. Si me volviera pintor por oficio, no sé… tal vez no viviría mucho…
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Entonces, ¿cómo se salva de esa sensación? —Entonces, para no perder la esencia de artista, estoy haciendo fotografía. Llevo unos cuatro años aproximadamente, y eso me ha dado la oportunidad de experimentar otras cosas, entre esas la escritura. Así que estoy en ese rollo, porque el artista es un hacedor de tiempo completo, no se puede quedar quieto. Y … ¿cómo es ese experimento con la escritura? —No sé, de pronto represión, el oficio de docente, o el simple deseo de experimentar, dar vueltas y no quedarme solo en lo visual. Suelo escribir mucho, me gusta hacer memorias de las cosas que produzco. ¿Solo de trabajo o también escritos personales? —También de la juerga (risas). Me encantan los sitios con mucha gente, pues el ser humano es forma y sentidos, eso me nutre, por ejemplo, si voy a algún municipio de Colombia, hago una visita casi obligada a la plaza de mercado, creo que ahí está la cultura y la tradición viva de cada lugar, es el punto de partida para muchas historias, por eso ando siempre con una libretica.
MelancolĂa
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Melancolía Soy un tipo de sentidos y procuro cultivarme en eso, porque las personas en general no son tan sensibles, por eso tomo fotos casi todos los días y escribo, ese es el trasfondo de lo que estoy haciendo con Textos visuales y Poética de la imagen fragmentaria, que la textura se vuelva texto.
El arte surge del sentimiento Escuchaba a Néstor y no pude evitar recordar a Ludwig Feuerbach, el discípulo de Hegel, quien en sus meditaciones afirmó sin equivocarse, que “únicamente el encanto doloroso del recuerdo, de lo que ya no es, es el primer artista, el primer idealista entre los hombres”. Le pregunté entonces, ¿qué es melancolía? —Como había dicho antes, estoy totalmente seguro de que uno no produce en un estado de felicidad, se produce a partir de un dolor interno: ausencia, vacío o, para resumir, en un estado de carencia, eso es lo que me mueve… si estoy lleno del alma, me siento pleno, estoy lleno y ya, no pasa más. Pienso que al mundo lo mueve la carencia, y eso se puede expresar de mil formas, ahí
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aparece la melancolía, esa atmósfera dolorosa que se va adornando de flores. Es como esa felicidad de estar triste… —¡Exacto, qué frase! Ese es para mí el mejor para trabajar y fue lo me pasó cuando me di cuenta que todavía en Bucaramanga prefieren tener un bodegón en la sala que otra cosa, y fue el punto de partida para Textos visuales, mi primera exposición fotográfica a blanco y negro y escala de grises, lo que salvó mi vida artística, podía morirme o sacarle provecho a esa carencia. Debo confesar que más que la cámara profesional, mi cámara aliada ha sido la del celular, desde los inicios con la belleza del Blackberry Z10 hasta hoy con este smarthphone, me permite ser más discreto y me brinda otras ópticas, y eso me gusta. Maestro ¿cómo percibe la escena cultural en la ciudad? —Tengo fe, las cosas han ido cambiando, pero creo que hay un problema en las instituciones, en las políticas públicas que no están pensadas para proyectar el arte y generar la cultura de valor por la escena artística. Bucaramanga es muy pequeña y se llenan más los centros comerciales que las casas culturales.
Por último , ¿qué piensa de proyectos como las Revista COMA? —Siempre me ha parecido que los proyectos culturales son cosa de quijotes, requieren de sudor y lágrimas, los admiro. Me encantaría que surgieran más iniciativas así, y sobre todo que fueran más apoyadas. Aquí el problema es que nos cuesta trabajar en equipo.
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Textos visuales y Poética Néstor Rued
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de la imagen fragmentaria, da Castellanos
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Yarithza Juliana Mendoza Villamizar
Es licenciada en español y literatura, pero desde sus más tiernos recuerdos es una artista dedicada. Actualmente, cursa el programa de Artes Plásticas en la Escuela Municipal de Arte de Bucaramanga. Su trabajo se caracteriza por realizar pinturas en acuarelas, dibujos e ilustraciones digitales.
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Melancolía
Felipe Camargo
Tengo 25 años y soy de la ciudad de Bucaramanga en donde estudio Artes audiovisuales. Para mi la melancolía es uno de mis males mas cercanos y por el cual me puedo motivar ... o desmotivar. Uno de mis hobbies es la ilustración digital con el que trato de crear un mundo apastelado con temáticas mas adultas y publicarlas a Internet.
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Gab
Me dicen Gab porque Maria Gabriela Garnica Cadena es un nombre demasiado largo. En mis 19 años han podido nacer múltiples sentimientos que me gritan ser expresados en el arte. Empecé a dibujar a temprana edad y me di cuenta que era una forma de liberar mis inquietudes. Con el paso del tiempo, escribí en mis diarios lo que mi cobarde corazón sentía en aquel entonces y acerté que era mi escapatoria al desamor. Ahora, estudiando fotografía, descubrí otra forma de proyectar mi personalidad. Abrazándome a la nostalgia de mis días, empecé a ilustrar hace más de un mes, usando el dibujo con frases aliquebradas para plasmar el llanto ahogado de mi alma.
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Melancolía
Angie Mena
Tengo 21 años, chocoana radicada en la ciudad de Medellín y estudiante de Diseño gráfico. Tomo la ilustración como un medio que me permite hacer terapia sobre mis pensamientos que desde lo visual otros entiendan mis percepciones y opiniones. @eldiariodememo.co
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David Machado Guzmรกn
Melancolía
Qué Porquería
Soy Qué Porquería (aunque algunos todavía me dicen Santiago) y sumido en las malas memorias me retraté en estado más talentoso que tengo y este resulta en la suma del alcohol y melancolía. Por eso me declaro un autentico melancoholico, sin cara ni fuerza... Solo tristeza.
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Malatesta
(Bucaramanga):Ilustrador ocasional. Conspirador paranoide. IG: @malatxsta
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Melancolía
Yicelly Mesa
Soy una diseñadora e ilustradora originaria de Bucaramanga, siempre me ha encantado el arte del dibujo y su expresión, el tenebrismo y arte oscuro me encantan, espero aprender cada vez más y llegar a hacer trabajos que agraden y toquen pensamientos.
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Rafael Valenzuela Rueda TĂŠcnica: Grabado en madera
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Melancolía
Camilo Morales
Nació en Bogotá, Colombia. Es ilustrador y diseñador gráfico. A lo largo de los años su trabajo ha venido evolucionando; empezó por la ilustración manual hasta llegar a la intervención de todo tipo de elementos. "Pienso que todo el mundo tiene una forma propia de ver el mundo. Hay cosas que saltan a la vista de algunas personas mientras que a otras les pasan desapercibidas", explica Camilo; razón por la que ha buscado mediante su trabajo integrar lo que para él y los demás significa música, buscando cada día la empatía de algo que no es tangible en algo visual. De ahí nace su propuesta por integrar elementos de lo digital y lo análogo. En su caso, la ilustración siempre ha sido una meditación: en lo que hace, en lo que siente y en lo que quiere proyectar a quienes lo ven. "Busco que la gente sienta esa armonía entre aquellas artes que, aunque han intentando separar, siempre van a ir de la mano", concluye.
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Esteban Plata
Soy estudiante de diseño de comunicación social de la Universidad de Comfenalco Santander. Voy de cuarto semestre y me inclino más a lo que es cómic e ilustración.
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Melancolía
“Y de pronto, un día despiertas y ya no tienes diecisiete años. Todo termina. La piel se gasta, los ojos se duermen y los besos se acaban. Ya los abrazos bajo la lluvia no son nada. Ya solo esperas el trueno para salir corriendo antes de que el relámpago te parta en dos por segunda vez”.
Daniela Barreto
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Diseñadora Industrial e ilustradora Técnica: Grafito, acuarela y acrílico. @Labarreto
Mención especial La lluvia ¿Y si en medio de la lluvia no fuésemos más? Que nos ignorasen los días venideros, que viésemos al sol brillar en pretérito, y las horas no avanzaran más en tus muñecas. ¿Y si en la radio solo repitiesen la misma palabra? La que una vez el viento ocultaba en su seseo, terco y tartamudo en medio de los hombros del mudo que perdió sus lentes y le prestó su miopía al mundo. ¿Y si nos burlamos de la vergüenza en el futuro? De todo el frenesí de la risa no consumida. De todo el afecto que aún no se ha proyectado, y la pasta dental que aún no blanquea mi sonrisa. O de las cintas de video sobre la cama destendida. y todas las malditas veces que me perdí en la diatriba. …y me quedé aquí sin ti, a la deriva. Ahora te pido unos segundos, para que me dejes volver a imaginar, y repetir de nuevo lo que he de comenzar. ¿Y si en medio de la lluvia no fuésemos más? Que ni las cartas ni la letra chica de los libros, ni el trebejo de mi arte nos dejase regresar. Ni mis lágrimas o todas tus bufandas en lino. Ahora llueve. …ahora llueve.
Johann Sebástian Martinez J. The Riverman
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