9a edición Revista Lúdica

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Sobre Lúdica

Sobre Lúdica Lúdica surge como un espacio para el intercambio de ideas y conocimientos psicoanalíticos estimulando propuestas novedo­ sas que jueguen con las clásicas fundamentales del psicoanálisis. Reconociendo los alcances de los diversos enfoques psicoanalíticos, se abre este espacio para complementar las diversas perspectivas que componen este campo, brindando mayor riqueza al quehacer clínico al estimular nuevas inquietudes y nuevos senderos en la práctica clínica. En estas páginas fundamos un lugar de respeto y diálogo para las distintas teorías psicoanalíticas con el objetivo de inaugurar un nuevo espacio psíquico convergente para quien acuda a su lectura. EDICIÓN Si deseas obtener más Claudia Castro información, envía tus Claudia Melville comentarios o sugerencias a Liza M. info@revistaludica.com o ingresa Zachrisson a www.revistaludica.com DISEÑO Liza M. Además puedes seguirnos en: Zachrisson Revista Lúdica

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REDACCIÓN Coralia López­ Selva PORTADA Diseño Rafael Aycinena

Imágen Vanessa De La Cruz EXPRESIONES Vanessa De La Cruz AUTORES María Andrea Guzmán José Ángel Rodríguez Ribas Ricardo Rodulfo Fabiana Tomei Gabriel J. Zanotti

IMÁGENES Carl Larsson Susan Marie Tabush Jozsef Rippl­ Rónai Peter Paul Rubens Leonardo Da Vinci

Contacto: Revista Lúdica 6a av. 6-63 zona 1 0, Edificio Sixtino 1 , oficina 301 Guatemala, Guatemala


Índice

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Sobre Lúdica Escritos

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Situaciones disruptivas: “asistencia por presencia”. Aproximación teórica sobre un tipo de intervención terapéutica posible en el estadio agudo Fabiana Tomei

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La torre en guardia Ricardo Rodulfo

Escritos sobre estructuras y cuerpo 22

*EDICIÓN ESPECIAL*

El cuerpo obsesivo en el paradigma psicoanalítico José Ángel Rodríguez Ribas

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La histeria y el cuerpo María Andrea Guzmán

Expresiones

Abstracción de una realidad existente Vanessa De La Cruz

39 Conceptos Deseo

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En cartelera Zelig

Gabriel J. Zanotti

49 En el taller 51 Sobre autores

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Escritos

Situaciones disruptivas: “asistencia por presencia”. Aproximación teórica sobre un tipo de intervención terapéutica posible en el estadio agudo

Fabiana Tomei

En este trabajo se intenta dar cuenta de un tipo de intervención terapéutica posible en situaciones disruptivas, en el momento agudo en el que hubo una solicitud de presencia, hecha al analista en su condición de especialista en niños, que excedía el dispositivo y los modos de intervención habituales de su trabajo. La adecuación del terapeuta a esta solicitud, en función de objeto subjetivo, “estar físicamente presente y adaptarse suficientemente bien a los pedidos y a la demanda” parece en una análisis retrospectivo, haber sido, entre todas, la intervención más eficaz. Como holding material al colocarse el objeto analista bajo la omnipotencia del otro crea la idea de un entorno controlable eficaz operativamente para el aparato afectado, y así ayuda a restablecer la confiabilidad (anterior al derrumbe) en el ambiente que lo sostiene permitiendo la regresión (benigna) a la dependencia y reduciendo la posibilidad de que el niño recurra al autosostén como medida defensiva ante lo traumático. Como holding representacional contraresta la vivencia de desvalimiento psíquico y favorece la metabolización de lo disruptivo en el “entre”.

Introducción La clínica de lo traumático es compleja y variada. En este trabajo intentaré dar cuenta de un tipo de intervención terapéutica posible en situaciones disruptivas, en el momento agudo, con la que tropecé 3

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accidentalmente en la clínica y que requiere ser pensada. En los casos que estoy aquí considerando hubo una demanda de ayuda concreta y/o de presencia concreta de un analista, formulada inmediatamente después de ocurrido un acontecimiento disruptivo en el


Escritos seno de una familia y en el que directa o indirectamente estaba involucrado un niño. He sido informada con premura de la muerte o accidente padecido por un familiar muy cercano, antes o al mismo tiempo que otros familiares y, siempre antes que el pequeño por quien solicitaban mi ayuda. Regularmente la demanda (del adulto sobreviviente, de los abuelos o ambos padres dolientes) incluía que asistiera al hospital, a la casa, a los velatorios y a los sepelios. En esta “solicitud de presencia”, como prefiero llamarla por el momento, ha sido determinante el rol que me otorgaban de “psicóloga especialista en niños”(en palabras de los adultos afectados). Los niños y los padres se mantuvieron cerca de mí en esas circunstancias (velatorio,

hospital, casa) y agradecieron posteriormente mi presencia (a excepción de una familia). En algunos casos preexistía un vínculo terapéutico con la familia o el niño por el que se requería esa asistencia especial estaba ya en análisis; en otros, la intervención que menciono fue el primer acercamiento al niño y/o su familia y en ocasiones, el único. En casi todos los casos una de las intervenciones fue “estar” ( o “ser” ­jugando con la ambigüedad del verbo en inglés­ un lugar, en el sentido de lugar para alojar … la angustia, la esperanza, una garantía, la muerte proyectada…). “Estar físicamente presente y adaptarme suficientemente bien a los pedidos y a la demanda” parece hoy, en una análisis retrospectivo, haber sido, entre todas, la intervención más importante o más eficaz. Lo inesperado en la clínica Expondré estas situaciones que generaron cierta perplejidad, en tanto sacan al analista de su encuadre y de su tarea más habitual. El trabajo con niños y adolescentes, así como con los pacientes con cuadros no neuróticos, nos tiene acostumbrados a crear dispositivos y modos de intervención singulares, que nos apartan del tranquilizante esquema de trabajo clásico.[1] Rocío y Julieta (6 y 8 años) No conocí a Rocío ni a Julieta, ni a sus familias, antes de los velatorios de sus padres a los que asistí un tanto desconcertada y preguntándome cuál era

de Leonardo Da Vinci

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Escritos mi función en ese contexto. La mamá de Rocío me llamó por teléfono casi a medianoche cuando se enteró que su marido, que jugaba un campeonato de rugby en otra ciudad, había fallecido imprevistamente de un aneurisma. El hermano púber de Rocío se había enterado de la noticia por sus amigos presentes en aquel partido, que a través de sus celulares y con sus cámaras le trasmitieron los últimos momentos. La mama articuló un pedido impreciso en relación “a acompañarlas” y ayudarle a darle a la más pequeña de la familia la desgraciada noticia. Temía por el impacto que podía tener, entiendo, el aciago acontecimiento, aunque ella lo desplazaba a la comunicación primera. Los familiares de Julieta golpearon la puerta de mi domicilio con desesperación una mañana. No me conocían, alguien les había dado mi nombre y recomendado como “especialista en niños”. En un accidente automovilístico acababan de fallecer los padres de la niña, que estaba en el hospital y milagrosamente 5

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había salido ilesa. Los parientes no podían comprender aún qué había ocurrido. Me llevaron al hospital, para sostenerlos a ellos, para transmitirle a Julieta algo que ya sabía, para que monitoreara su reacción, para ayudarlos a entender lo incomprensible ….? Y luego me “la encargaron” durante el velatorio. Así de ambiguo y amplio fue el pedido.

Julián(3 años 5 meses) Fui convocada a la casa de un niñito cuya hermana falleció accidentalmente por un disparo de arma. Los padres anonadas pidieron a un familiar que me fueran a recoger y me llevaran a la casa donde había ocurrido el siniestro. Años antes yo había sido la analista de uno de los hijos. El pequeñito permanecía en el sillón en el que había ocurrido la tragedia, manchado de sangre. Había gente a su alrededor pero estaba solito como si nadie pudiera hablar con él, mirarlo o sacarlo de esa escena trágica. Cuando le hablé me reconoció de inmediato (generalmente acompañaba a su hermana hasta el consultorio). En ese sillón del que no se quería mover

hicimos el juego del garabato luego, lo llevé al baño, lo conduje a otro domicilio y lo acompañé hasta la noche. En ese tiempo comió, descansó y volvimos a jugar al garabato. En sus dibujos plasmó el ruido del estallido del arma, el peso del cuerpo de su hermana sobre su espalda y “un conejo se iba a un cielo ­ lleno de puntitos de color rojo­ en una escalera”. Hablamos largamente del conejo y le dibujamos juntos una casa en el cielo. Los papás llegaron muy entrada la noche, y pusieron palabras a lo que él “ya sabía” (y había dibujado) en mi presencia, con mi ayuda y sus dibujos. Tiempo después manifestó síntomas e iniciamos un análisis que resultó exitoso. A los 8 años, nuevamente volvió a terapia porque no podía hacer las cuentas. Tenía la misma edad que la hermana al morir y se preguntaba si iba a seguir siendo mayor que ella. No quería “pasarla, no quería cumplir años”. A los 15 años retornó por tercera vez. Jaqueado por imágenes del accidente que se activaban automáticamente en el duermevela, y en las que


Escritos "En casi todos los casos una de las intervenciones fue “estar” (o “ser” ­jugando con la ambigüedad del verbo en inglés­ un lugar, en el sentido de lugar para alojar … la angustia, la esperanza, una garantía, la muerte proyectada…). 'Estar físicamente presente y adaptarme suficientemente bien a los pedidos y a la demanda' parece hoy, en una análisis retrospectivo, haber sido, entre todas, la intervención más importante o más eficaz." yo aparecía, venía a preguntarme si había sido así la escena o si estaba alucinando, volviéndose loco. En los años siguientes él y sus papás hicieron consultas cada vez que se “disparaba” una esquirla en su cabeza, volvían a revivir esos fragmentos y necesitaban chequear su veracidad. Todavía hoy, para estos papás y para él ya un joven, soy quien tengo la memoria de lo sucedido. De hecho, afirman que soy “la única que sabe cómo llegó el arma a la casa”. Ellos no pueden recordar la conversación con el policía “a la que me llevaron” en la que se reconstruyó ese camino. También me han participado de las buenas nuevas como el nacimiento de una nueva hija, la graduación de mi antiguo

paciente o un logro familiar (la mudanza a otra casa, el inicio de un negocio familiar…). Omar (9 años) y Zaira (6 años) Habíamos hecho un recorrido juntos previamente, a partir del fallecimiento de un hermanito discapacitado. Cuando me vieron arribar a su casa acompañando al papá se pusieron de inmediato a llorar. Me confesaron que al verme en su casa comprendieron que algo le había pasado a su mamá. Y comenzaron a lamentarse por el destino de tres cachorritos que estaban a su cuidado. Efectivamente ese día ella había decidido “reunirse con el hijo muerto”, anhelo que les había expresado unos días antes cuando había sido el aniversario. Juanita (4 años, 8 meses)

(La situación que sigue merece un apartado especial ya que difiere de las que veníamos tratando en su curso y desenlace así como el lugar asignado al analista). Vi a la niña un par de ocasiones antes del siniestro. El papá y su nueva pareja, que ejercían la tenencia provisoria, habían solicitado un psicodiagnóstico. Motivaba el pedido la sospecha de que Juana estaba siendo abusada sexualmente por una persona del entorno materno. Ésta sólo se comunicó conmigo por teléfono para autorizar el estudio, cruzando acusaciones con la pareja del ex marido, y canceló sistemáticamente todas las entrevistas que pautamos. En el primer encuentro con Juana surge con contundencia que vive bajo las amenazas constantes de su madre de L Ú D IC A 6 Lúdica, enero 2014, pg. 6


Escritos que se va a suicidar, que efectivamente cumple arrojándose al río al promediar la tercera consulta. Cuando las autoridades se comunican con el padre, él depositó literalmente a la niña en mi consultorio (no tenía sesión ese día y la dejó con la persona encargada de abrir la puerta). Regresó 4 horas después cuando finalizaron los trámites policiales. En el interín, mientras implementaba con Juanita el juego del garabato, nos comunicamos alternativamente por teléfono varias veces. Me pidió imperiosamente que le dijera a Juana lo que había ocurrido con la madre, demanda que me negué a responder en los términos que él la formulaba. Sonaba como una orden desconsiderada para que yo

efectuara un trámite más, tal vez para evitarse él el dolor de enfrentarse a la niña y a sus propios afectos. Le señalé que era él o cualquier familiar cercano a la niña (que lo acompañaban en ese momento) o por lo menos en su presencia quienes debían decírselo, en el consultorio y con mi ayuda, atendiendo a las dificultades que me impresionaban en la contratransferencia. De todas maneras, y dado lo imprevisto de esa consulta y del tiempo transcurrido fue necesario poner en palabras la situación. Le dije a Juana que su papá la había traído al consultorio porque había surgido una situación compleja con su mamá que requería que él se ocupara. Inmediatamente la niña tomó un recipiente, lo llenó de pegamento e insertó una

"En estas situaciones imprevistas ante las cuales colapsaban sus propios recursos psíquicos necesitaban pensar con otro… recomponer algo de sus propios recursos antes de enfrentar al niño aunque algunos pedían una prótesis prefabricada (que 'se le dieran el texto' o un mito) más que un espacio para pensar juntos o bien que la analista tomara el lugar de ellos y se encargara directamente de dar la desdichada información." 7

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calavera (que reinaba en la punta de un lápiz del consultorio). Nunca más vi a Juana ni al padre después que se retiraron aquel día arrojándomela niña la calavera que arrancó del pegamento. Poco tiempo después el padre me llamó para comentarme que se iban de la ciudad para “dejar lo feo atrás” (sic). Nunca abonaron esa consulta. Desmenucemos estas situaciones: ­ Sobre la Demanda En todas ellas hubo una demanda de presencia muy concreta, formulada al inicio muy ambiguamente. Era difícil determinar si había un pedido de ayuda para ellos, para los niños o para ambos y estrictamente, qué tipo de ayuda imaginaban. En algunos padres prevalecía el pedir ayuda para ayudar a sus hijos (una fantasía de que la analista pudiera ponerlos a resguardo, atenuar el impacto o evitar los síntomas y garantizar su salud).


Escritos Otros, parecían pedir ayuda para poder transmitirles a sus hijos una verdad terrible o dolorosa. En estas situaciones imprevistas ante las cuales colapsaban sus propios recursos psíquicos necesitaban pensar con otro… recomponer algo de sus propios recursos antes de enfrentar al niño aunque algunos pedían una prótesis prefabricada (que “se le dieran el texto” o un mito) más que un espacio para pensar juntos o bien que la analista tomara el lugar de ellos y se encargara directamente de dar la desdichada información. Además, requerían mi presencia concreta en el hospital, el velatorio, el sepelio, que “los acompañara”, desbordando una intervención puntual o simplemente de donación o construcción representacional. Una presencia sostenida, continua, que se desplazara por los distintos espacios (del hospital a la casa o al velatorio, cuando comían, se aseaban, cuando lloraban…). Siempre estaba involucrado un niño/a (cuyas edades oscilaban entre 3 a 8; los hermanos más grandes no aparecían con tanta insistencia). Nunca hubo una demanda exclusiva o directa de ayuda para los padres o la hicieron a través de ellos (que los ayudara a ayudar…). ­ En lo que respecta a la Transferencia: Con Omar y Zaira preexistía una relación terapéutica y Juanita había desplegado ya sus angustias en sus primeros encuentros. Para Julián era una figura conocida y hasta idealizada por el carácter transitivo con su hermano. Rocío y Julieta no me conocían. Todos los padres refirieron al analista

“como especialista en niños”. Todos (excepto Juanita aunque luego su papá me telefoneó para comentarme su mudanza) aceptaron y posteriormente agradecieron mi asistencia (atípica) en tales circunstancias. ­ Sobre las intervenciones: Con algunos padres se pudo trabajar analíticamente: acogiéndolos en su anonadamiento, para poner en palabras a sus afectos y a sus temores, para sostenerlos en sus funciones o como soportes representacionales y libidinales de sus hijos, para articular una primera representación de lo sucedido para poder ser donada a sus hijos y a ellos mismos…. Resultó más importante y eficaz el ser (estar) del analista en función de superficie que lo dicho. Se trataba más de que funcionara como un espacio factible de adaptarse sin fallas a sus necesidades. La presencia misma de la analista fue la intervención para Rocío y Julieta y sus familias “como el garante u observador ­garante del buen curso de las cosas” ya que no hubo otras intervenciones más que acompañarlas o hacer holding en su llanto o recogiendo las pocas palabras que balbucearon. Para Omar y Zaira la llegada a su casa del analista fuera del entorno habitual generó un efecto de significación y desplegaron sus temores a través de los “cachorritos” que pudieron comenzar a ser trabajados en ese momento. Con Julián y Juanita nos comunicamos a través del juego del garabato, que se extendió por horas. L Ú D IC A

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Escritos ­ Desenlace: Algunas condujeron posteriormente a un trabajo analítico sostenido (Julián, Omar y Zaira). En otros casos se trató de una intervención puntual (Rocío y Julieta). En Juanita el trabajo previo fue suspendido, se proyectó lo terrible en ese espacio y en la ciudad y, la familia completa huyó con planes maníacos. ­ Afectos contratransferenciales: Cierta perplejidad ante un requerimiento tan amplio y ambiguo (estar en distintos y muy íntimos lugares que un analista frecuenta raramente con sus “consultantes o pacientes”). Incomodidad en situaciones muy lejos del encuadre analítico, especialmente cuando ciertas diferenciaciones (tranquilizadoras) entre el familiar y el no

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familiar se volvían himenoides y me encontraba ayudando a un niño a cambiarse la ropa manchada o acompañándolo a dormir, cuando llevaba al baño velatorio o a su casa a una pequeña que apenas conocía porque no quería estar sola, cuando entraba a los distintos ambientes de la casa de mis pacientes (a sus mundos concretos, ya no fantaseados), cuando la policía me confundía con un familiar y me daba un reporte (sobre el accidente de auto o un arma), cuando los padres me llevaban para hablar con el médico o con el encargado del servicio fúnebre. Fuerte sentimiento, a pesar de las preguntas y temores, que debía estar allí y ajustarme a esos requerimientos, que debía permanecer en ese rol y en esos lugares hasta que ellos lo dispusieran. Un pensamiento insistente o consigna de trabajo en transferencia a Winnicott sobre “brindar un encuadre humano”. La constante alerta y vigilancia para

"Cemetery in the great plain" de József Rippl­Rónai


Escritos mantenerme lo suficientemente cercana afectivamente a los traumatizados para entenderlos y al mismo tiempo, con la distancia necesaria para sostener el rol analítico. El temor de infringir la prescripta abstinencia o excederme en una situación novedosa para la que no contaba con un modelo preestablecido o avalado por los colegas de antemano. Al mismo tiempo la convicción de “¿quien mejor entrenado que un analista para transformar una relación humana ante una catástrofe en un contacto de contención y holding?” (Benyakar [2]). En busca de un marco teórico Dos autores acudieron a mí en el intento de articular estos abordajes singulares con un marco teórico. Ellos son Winnicott y Moty Benkayar. Comenzaré en sentido inverso a cómo aparecieron en mis asociaciones. Benyakar (2005) [3] distingue 3 estadios de intervención en casos de catástrofes y desastres sociales: 1­El agudo 2­El inmediato después del

evento que comienza entre dos a tres meses y el año 3­El crónico (que se prolonga después del año) Cada uno de estos tiene cualidades específicas y requiere intervenciones diferenciales. El autor insiste en marcar la diferencia entre asistencia y tratamiento que considero pertinente sostener y en postular que los analistas debemos estar presentes en situaciones de catástrofe o desastre social, tanto en la asistencia como en el tratamiento de los damnificados. Así, diferencia “la atención por presencia” ­que según él excluye la demanda­ y “la atención por demanda”. En la primera, el analista se presenta “como referente de cualquier necesidad que surgiese ante una situación terrible” (evoca su participación como terapeuta en la Guerra del Golfo cuando luego de un bombardeo ayuda a los damnificados a alojarse en un hotel, y distribuye jabones, toallas,etc.). Sostiene que el carácter repentino de los impactos disruptivos provoca una enajenación en el damnificado que coarta la demanda y que es esta sutil presencia del analista en la situación de catástrofe

misma la que posibilitará a posteriori el surgimiento de una “verdadera demanda terapéutica” o sea, que cifra casi toda su efectividad en ese potencial de apertura de una labor terapéutica (más clásica) posterior más que en la intervención puntal misma. Es en el segundo momento donde se realiza la tarea “esencial del psicoanálisis” esto es, la construcción de significados y la interpretación de los fenómenos del inconsciente. Destaca que el despliegue de las cualidades de contención y holding, con la flexibilidad necesaria para moverse en un encuadre no sólido, sin perder la actitud analítica son propios del trabajo del analista durante el estadio agudo de una situación disruptiva. Adhiero a su idea pero me propongo indagar por qué son necesarias estas cualidades en ese momento y por qué resulta efectiva ese tipo particular de presencia. Sobre estos puntos volveré luego de visitar a Winnicott. Algunas diferencias con nuestro dispositivo se nos L Ú D IC A

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Escritos imponen ya. En primer lugar la diferencia entre catástrofe o desastre social, como son las guerras en las que el dispositivo que menciona el autor se gestó, en las que todo un orden resulta trastocado y en las que el mismo analista está inmerso y, un evento disruptivo que afecta a una familia, que impacta en un niño y en su entorno de una manera singular y a veces en diferentes grados en cada uno de ellos. Por otro lado, Benyakar es miembro de los recursos sanitarios y del ejército del Estado israelí. Su presencia no es requerida en el momento agudo por un particular como en los casos que me han tocado en suerte, de allí que anule la demanda en ese estadio (presente en mi muestra). Además, el hecho de tratarse de una guerra disminuye al papel de la impreparación (puede no anticiparse un ataque pero es posible imaginarlo, hasta esperarlo en la medida que hay una guerra en curso y “prepararse”) . Winnicott : Consulta terapéutica y el juego del garabato ¿Puede ser pensado este 11

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dispositivo novedoso y de intervención puntual como una consulta terapéutica? Winnicott la propone para “problemas clínicos agudos”, “crisis agudas con mucho sufrimiento que promueven una demanda de atención”[4], casos en los que por diversas razones no es posible poner en marcha un proceso analítico o éste no sería en esas circunstancias más efectivo o mejor para un paciente. Nuestras situaciones cumplen los criterios para su aplicación a excepción “de la de contar con una ambiente suficientemente bueno” o “una familia en funcionamiento”[5] . En los ejemplos que he descripto el ambiente está igual de conmocionado, shockeado, paralizado o arrasado por lo imprevisto como lo está el niño, pero no por esto deja de ser suficientemente bueno. El pedir ayuda, el poder identificarse con el sufrimiento de sus hijos evidencia la persistencia en su funcionamiento a pesar del golpe. Advierte Winnicott que aunque esta práctica no es psicoanálisis en el sentido de una labor continuada

donde emergen en un proceso elementos de la neurosis de transferencia para ser interpretados, “hay posibilidades de efectuar un trabajo psicoterapéutico profundo y eficaz si se hace un buen aprovechamiento… de ellas”[6] . La posibilidad de intervenir y ser eficaz radica en el particular lazo transferencial que se produce en esos encuentros. Winnicott advirtió que los niños soñaban con él la noche anterior. El paciente concurría a la consulta con una creencia o capacidad para creer en una persona que lo ayude y comprenda. “El terapeuta tiene un rol preasignado que se basa en la pauta de expectativa del paciente”[7] . Esta confianza, esta esperanza del paciente le da “una cualidad sagrada al momento” y una gran oportunidad al terapeuta de intervenir si la aprovecha, si se deja tomar por esa atmósfera, si juega ese rol preasignado. ¿No queda acaso posicionado en ese lugar el analista, como objeto subjetivo, y no es esa la creencia que opera en los padres y familiares de Rocío, Julieta, Julián, Omar


Escritos "Destaca que el despliegue de las cualidades de contención y holding, con la flexibilidad necesaria para moverse en un encuadre no sólido, sin perder la actitud analítica son propios del trabajo del analista durante el estadio agudo de una situación disruptiva." y Zaira cuando me llaman? ¿No es ese rol y esa atmósfera de confianza y fe la que me brinda la posibilidad de establecer con estos niños una comunicación profunda corporal, fantasmática, representacional, donde aparecen sus impresiones, sus afectos, su “saber” sobre los hechos, sus temores, sus primeras versiones? La búsqueda de esa comunicación es el propósito principal de estas consultas y la creación de un “entre” (más que la resolución sintomática). Para Carlos Tkach [8] “el juego del garabato ­que fue simplemente un medio para hacer contacto con Julián y Juanita­, evidencia en la materialidad de los dibujos que el producto no es exclusivamente de uno o de otro…sino de la superposición de las zonas de juego”. Brindar un encuadre humano es la única consigna técnica propuesta por Winnicott. Por lo demás el analista debe gozar de libertad para adoptar cualquier técnica que sea apropiada al caso. Si este objetivo se cumple el sujeto puede abrigar la esperanza de continuar en una terapia sostenida…. Algunos de los consultantes mencionados en este trabajo luego devinieron pacientes. Veamos ahora por qué el uso de la consulta terapéutica se ha revelado

efectivo en situaciones traumáticas. ¿Qué características intrínsecas coadyuvan? ¿Por qué es necesario jugar como objeto subjetivo en la transferencia? Para ello examinemos qué califica Winnicott como trauma [9]. Su significado varía en función de la etapa del desarrollo emocional. En la etapa de dependencia produce un quiebre en la continuidad existencial. Implica un derrumbe en el ámbito de la confiabilidad del ambiente a causa de su falla o intrusión violenta que echa por tierra la experiencia de ilusión y la idealización del objeto (y secundariamente desencadena odio en el sujeto que lo vive como persecución), es una pérdida de la fe en la provisión ambiental que sostiene, en la capacidad de creer. Winnicott [10] también habla del trauma como derrumbe de la organización yóica no experimentado por el sujeto debido a que ha ocurrido en una etapa muy temprana, origen de angustias impensables, ante el cual se organiza defensivamente una enfermedad. En estos casos Winnicott se refiere a aquellos hechos (a esos derrumbes) que el sujeto no puede recordar, que “aún no han tenido lugar porque el paciente no estaba allí para que sucediese”, o en L Ú D IC A 12 Lúdica, enero 2014, pg. 12


Escritos otras palabras a aquello que la integración yóica no es capaz de abarcar. Más allá de la etapa del desarrollo en que se encontraban mis consultantes, en su mayoría preescolares [11], ¿no son estas trágicas pérdidas “hechos que aún no han tenido lugar” como dice Winnicott porque el sujeto no estaba allí para experimentarlo? Se trata de suicidios y accidentes, muertes trágicas e imprevistas de las figuras de apego y de identificación a las que los niños estaban fuertemente enlazados. Estas muertes además conmocionaron de tal manera el entorno y a las figuras de apego sobrevivientes, que aunque vivas temporalmente, funcionaron como no disponibles psíquicamente y hasta los niños temieron por su suerte (en el caso de Julián el padre cayó en una depresión profunda que requirió internación, la madre de Rocío desarrolló una enfermedad grave, y durante mucho tiempo fue incierto el destino de Julieta). Estas serie de rupturas generaron angustias intensísimas en los niños (que no corresponden al orden de la castración). Puedo articular este punto, no sin cierto forzamiento, con Benyakar [12] cuando dice que si bien un sujeto traumatizado (estos niños y padres) dispone de la información consciente, es decir no desconoce lo sucedido y puede reproducirlo, no hay una apropiación subjetiva de lo acaecido. Benyakar habla de una internalización pasiva, desubjetivamente de lo fáctico externo como modo de inscripción propia de lo traumático, que da como resultado (en cualquier etapa del desarrollo) un producto que denomina introducto (para diferenciarlo del resultado de la introyección normal) que se activará, de 13

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manera automática, conservando sus propiedades perceptuales como en Julián y Omar. El trabajo analítico posterior emprendido con ambos (en sus terapias) tuvo como objetivo transformar esa inscripción no articulable, no entramable en la cuenta psíquica en un relato evocable. Volviendo a Winnicott, al funcionar el analista bajo la omnipotencia del sujeto, ¿no posibilita que estos fenómenos queden bajo este ámbito para propiciar su inscripción subjetivante?, ¿no restablece la ilusión abruptamente interrumpida por la situación traumática? Podría pensarse que en la contratransferencia esa necesidad de no fallar y creencia en la necesidad de ajustarme a las necesidades responde a esa necesidad del paciente de controlar al medio indispensable para inscribir. El dispositivo todo ofrece una nueva provisión ambiental que restituye la confiabilidad en el ambiente y posibilita la dependencia (la regresión “en sentido benigno” [13]), donde todo puede recomenzar. Juanita y su papá controlan el medio a través de una identificación proyectiva. Tal vez la función del analista también sea acoger lo terrible proyectado, que el medio se haga cargo o responsable de la agresión y soporte la agresión (ya que ha fallado grosera e imprevistamente). Según esta perspectiva, es posible que mi negativa a darle la noticia a Juanita sin la presencia del padre haya malogrado su espacio y el vínculo transferencial con la familia.


Escritos En términos clásicos esta expectativa de que el analista funcione adaptándose a las necesidades de los consultantes y la identificación proyectiva podrían atribuirse a la puesta en funcionamiento de pulsión de dominio como forma de lidiar con lo traumático. [14]

desvalimiento [15] y permite sostener la confianza en la activación de los propios recursos elaborativos (por identificación). 3­ Como consecuencia de los dos anteriores puede propiciar condiciones para que surja posteriormente una demanda de análisis.

Conclusiones Aunque no podamos predecir el efecto que sobre un aparato psíquico tengan eventos fácticos disruptivos como los que hemos descripto ni evitar la posibilidad de desarrollos psicopatológicos considero que el acompañamiento o asistencia y la intervención en esos primerísimos momentos pueden tener un carácter “preventivo” en tanto: 1­En su dimensión de holding material o concreto ayudan a restablecer la confianza en un vínculo y en la comunicación en momentos en que el entorno ha colapsado y prima el desamparo. Al colocarse el objeto analista bajo la omnipotencia del otro crea la idea de un entorno controlable eficaz operativamente para el aparato afectado, y así ayuda a restablecer la confiabilidad (anterior al derrumbe) en el ambiente que lo sostiene permitiendo la regresión (benigna) a la dependencia y reduciendo la posibilidad de que el niño recurra al autosostén como medida defensiva ante lo traumático. 2­Como oferta de holding representacional el analista es garantía de que alguien conserva sus capacidades de elaboración y va a poder guiar o ayudar a entender; es testimonio de un lugar y un otro no dañado. Contrarresta la vivencia de

[1] “En pacientes con determinado diagnóstico, la provisión y el mantenimiento del encuadre son más importantes que la tarea interpretativa. Si esto ocurre, uno siente un desafío… ”, Winnicott (1964) en “La importancia del encuadre en el modo de tratar la regresión en Psicoanálisis”. [2] M. Benyakar: “El psicoanalista ante desastres y catástrofes sociales”, en Actualidad Psicológica Nº 336, Año XXX, Noviembre 2005, Bs. As. [3] Op. cit. [4] Carlos Tkach : “ La consulta terapéutica y la práctica clínica”, en Actualidad Psicológica Nº 4002, Año XXXVI, Noviembre 2011, Bs. As. [5] D. Winnicott: “ El concepto de trauma en relación con el desarrollo del individuo”(1965), en Exploraciones Psicoanalíticas I, Ed. Paidos; Bs . As. ,1991. [6] D. Winnicott : “El valor de la consulta terapéutica” (1965) en Exploraciones Psicoanalíticas II, Ed.Paidos , Bs. As.,1993 [7] D. Winnicott: Clínica psicoanalítica infantil, Introducción, Ed. Lumen Hormé, Bs. As.1993 [8] Ob. Cit [9] D. Winnicott: “El concepto de trauma en relación con el desarrollo del individuo dentro de la familia” (1965), en Exploraciones psicoanalíticas I, Ed. Paidos , Bs. As., 1991

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Escritos [10] D. Winnicott: “El temor al derrumbe” (1974), en Revista de Psicoanálisis, Vol. IV, N º 2, 1982 [11] La idea de trauma …significa una experiencia para la cual las defensas yoicas fueron insuficientes en la etapa del desarrollo emocional que a la sazón se hallaba el individuo, o en el estado del paciente (…) después …prontamente se organizan nuevas defensas , pero en el milésimo de segundo anterior a ello, el individuo ve quebrada su continuidad existencial…” “Lo cierto es que la dependencia temprana sigue teniendo sentido a lo largo …… quizá en forma disfrazada de toda la vida” , Winniccott en “EL concepto de regresión clínica comparada con el de organización defensiva” ( 1967) [12] M. Benyakar: Lo traumático, tomo I, Ed.Biblos, Bs. As., 2006 [13] D. Winnicott: “El concepto de regresión clínica comparado con el de organización defensiva “ (1967), en Exploraciones Psicoanalíticas I, Ed. Paidos, Bs. As. [14] S. Freud: Más allá del principio de Inercia, O. C , Amorrortu; Bs. As. [15] Vivencia de desvalimiento: percepción endopsíquica de la propia incapacidad para procesar, de la pérdida de recursos para articular (Benyakar, op. cit.) REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS M. Benyakar: Lo traumático, tomos I y II, Ed.Biblos, Bs. As., 2006 M. Benyakar: “El psicoanalista ante desastre y catástrofes sociales”, en Actualidad Psicológica Nº 336, Año XXX, Noviembre 2005, Bs. As. S. Freud: Más allá del principio de inercia , O.C . , Amorrortu

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C.Tkach: “La consulta terapéutica y la práctica clínica”, en Actualidad Psicológica Nº 4002, Año XXXVI, Noviembre 2011, Bs. As. C.Tkach: “El concepto de trauma de Freud a Winnicott: un recorrido hasta la actualidad”, trabajo inédito presentado en las XII Jornada de Actualización en Clínica y Psicopatología Infanto Juvenil, Noviembre de 2009, Secretaría de Extensión Universitaria, Ftad. de Psicología, UBA, D. Winnicott : “El valor de la consulta terapéutica” (1965) en Exploraciones Psicoanalíticas II, Ed.Paidos , Bs. As.,1993 D. Winnicott: Clínica psicoanalítica infantil, introducción, Ed. Lumen Hormé, Bs. As.1993 D. Winnicott: “El concepto de trauma en relación con el desarrollo del individuo dentro de la familia” (1965), en Exploraciones psicoanalíticas I, Ed. Paidos , Bs. As., 1993 D. Winnicott: “Importancia del encuadre en el modo de tratar la regresión en psicoanálisis” (1964), en Exploraciones Psicoanalíticas I, Ed. Paidos, Bs. As., 1991 D.Winnicott: “Notas sobre el repliegue y la represión ” (1965), en Exploraciones Psicoanalíticas I, Ed. Paidos, Bs. As., 1991 D.Winnicott:“El concepto de regresión clínica comparado con el de organización defensiva” (1967), en Exploraciones Psicoanalíticas I, Ed. Paidos, Bs. As., 1991 D. Winnicott: “El temor al derrumbe” (1974), en Revista de Psicoanálisis, Vol. IV, N º 2, 1982 Apuntes personales tomados del Seminario “Teoría y Clínica del niño preescolar y escolar” dictado por el Prof. Dr. Carlos Tkach en 2010, Carrera de Especialización en Prevención y Asistencia


Escritos Psicológica en Infancia y Niñez, Ftad. de Psicología, UBA.

de Carl Larsson

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Escritos

La torre en guardia

Ricardo Rodulfo

"En Alicante ha sucedido la torre en guardia que se ha caído. Si se ha caído que la levanten, Dinero tienen los estudiantes." Canción popular española

Una de las escenas que Winnicott siempre merodea y a las que invariablemente retorna: la del niño derribando alegremente la torre de bloques que ha erigido, a veces con sumo cuidado, paciencia y dedicación. Obsérvese que la alegría es un componente absolutamente esencial a la escena, que sería de naturaleza muy distinta si se le notara al niño angustia o cosa por el estilo, o peor aún, culpa. Esto hace de la escena algo de suma dificultad para el análisis psicoanalítico puesto que esta disciplina se ha acostumbrado a realizar sus decursos de investigación prescindiendo hasta por completo de la alegría, nada menos. Winnicott se percata, está seguro, de que hay algo muy importante allí, como para fundar, por ejemplo, en ese acto de destrucción gozosa nada menos que la genuina creatividad, el deseo no reactivo de hacer algo que perdure y que sirva, lo cual valoriza esa acción, volviéndola condición verdadera del deseo de hacer algo, algo de verdad creativo, no las tareas obligadas o para pagar con o apagar un sentimiento de estar en falta. Ningún 17

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arrepentimiento sigue a la realización cometida de derribar la torre, hacerla volar de una patada o de un manotón en innumerables pedazos, volar por el aire, estallada su precaria como soberbia unidad. Sólo ser capaz de destruir esta verticalidad levantada como la bipedestación, esta erección como la fálica, se me regalará, me habré ganado el armar algo con gusto. La fruición en derribar es intensa aunque otro haya sido quien la levantó, pero la observación clínica valida una diferencia de gozo a favor de quien demuele la suya propia. La desconstrucción inventada por Jacques Derrida en la pasada década de los 60 comparece aquí, convocada por un punto común; derribar las jerarquías, las relaciones jerárquicas entre dos o más elementos culturales, forjadas por la tradición de la metafísica occidental. Para empezar por donde empezó él, vale el ejemplo de la valoración de la palabra hablada por sobre la escritura, Dios habla antes de escribir. Saltando las edades el adolescente es un provocativo derribador de torres, se ensaña


Escritos y se las agarra con toda jerarquía vertical, desafía el principio de autoridad fundado en la primacía del grande sobre el chico, del padre sobre el hijo, del profesor sobre el alumno. No quiere que “le pongan límites” no tanto por su pasión hacia lo ilimitado como porque quiere y reclama participar activamente en su constitución, rechazando el aceptar el trazado de una frontera en el que se ha prescindido de consultarlo. Como decir, siguiendo ahora a Deleuze, que opta

misma quien diese por tierra con su en demasía cerrado y coherente sistema teórico. De no ser así, argüía, serían otros quienes tendrían que poner manos a la obra. De esa posición suya derivaba su capacidad para ideas propias, o en sus propios términos, plagiadas a su propia manera. Lo que no pueden hacer aquellos que afanosamente defienden “el edificio teórico del psicoanálisis”. Sin advertir que al hacerlo contribuyen También derribador de torres, Winnicott le escribía a a que éste derive en un lenguaje muerto. La Melanie Klein una famosa vivacidad que hace falta carta en 1955, para atacar las torres se aconsejándole ser ella prolonga en las nuevas ideas que, a partir de este derribamiento fundador, emergen a la luz del día. El psicoanalista no debería consagrar sus horas y sus afanes a tareas de mantenimiento. por la transversalidad, o volviendo a Derrida, por la diferencia no opositiva, no binaria. Es por esta razón que muchas veces, las más, me siento a su lado (si no usa el diván) en lugar de escritorio por medio. La asimetría entre ambos persiste, pero ya no con esa dicotomía fálica característica de las relaciones médico/paciente.

Múltiples procesos pueden interferir hasta bloquear esta alegría creadora, desde la represión generadora de inhibiciones que detienen la suelta motricidad del niño, hasta sutiles intervenciones reapropiadotas, que proponen como bueno todo ahogamiento de la violencia espontánea… lo que apareja como problema principal estimular la violencia reactiva. Winnicott considera que es éste y no otro el punto más L Ú D IC A "Torre de Babel"

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Escritos "Esta cuestión del valor de la molestia, del deseo y de la necesidad del niño de molestar merece una atención mayor de la que ha tenido, en verdad ninguna, pues molestar es un modo esencial de plantear un humano su singularidad, y su deseo visceral de reconocimiento, llamando la atención sobre su presencia en este mundo. Cabe decir lo mismo del adolescente. Y derribar torres, con ese ruido que se hace, molesta mucho. Mucho y a muchos." espinoso de la violencia, el de su sofocamiento en tanto espontánea para dar lugar a un segundo florecimiento, el de la reactiva. La existencia es violenta, el jugar lo es, también por supuesto el erotismo, y por lo demás los procesos llamados naturales. No es éste el punto. Lo que no comprenden ni los miembros del club The rifle, ni aquellos pretendidamente “progre” que en nombre del “pacifismo” prohìben a sus hijos el uso de juguetes bélicos. Ni unos ni otros entienden nada del asunto. Ni nada del jugar. Propone él la fórmula de una “agresividad sin cólera” para caracterizar el ánimo dominante en el sano derribamiento de la torre. No, por ejemplo, si lo hace un niño por celos amargos hacia su hermanito; sí cuando lo que quiere es divertirse molestándolo. Esta cuestión del valor de la molestia, del deseo y de la necesidad del niño de molestar merece una atención mayor de la que ha tenido, en verdad ninguna, pues molestar es un modo esencial de plantear un humano su singularidad, y su deseo visceral de reconocimiento, llamando la atención sobre su presencia en este mundo. Cabe decir lo mismo del adolescente. Y derribar torres, con ese ruido que se hace, molesta mucho. Mucho y a muchos. 19

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Se esboza una concepción donde la potencia creativa surge gracias a una diáfana capacidad para, como se dice en Buenos Aires por lo menos, hacer algo mierda, lo que guarda alguna lejana pero efectiva resonancia con ciertos rastros levantados por el psicoanálisis de la primera generación, el de Kart Abraham, el Ferenczi, Rank, Sachs y otros, también Adler. Sugiere el movimiento del texto que, el sentimiento de responsabilidad –que no deberíamos asimilar al de culpa­ en su posibilidad de nacer y de formarse, está implicado en esta trama, que desemboca en la misma experiencia cultural, que Winnicott desmarca de una concepción positivista de experiencias más o menos “naturales”, más vinculadas a la idea de instinto o de pulsión que al jugar y su decisivo estatuto en el pensador inglés. Una experiencia cultural, derivación sofisticada de los juegos de la niñez, no se parece a una por ejemplo experiencia de satisfacción en términos freudianos clásicos, desimplicada de toda influencia propiamente cultural, en última instancia apoyándose y variando y apartándose a la vez del mecanicista circuito acción­ reacción o estímulo–respuesta. En cambio la otra se apuntala en esa transicionalidad que el jugar es capaz de producir creando lo que ya está ahí. Winnicott desconstruye


Escritos el modelo freudiano en el mismo acto en que parece coincidir con él, reduplicar la supuesta alucinación primitiva del seno anhelado; la invención del juguete, como el mismo pezón puede llegar a serlo regularmente, no es idéntica a una alucinación fisiológicamente facilitada por la imaginería biologista. Con lo alucinado no es posible jugar, con lo creado que ya estaba pero sin ser, sí. Y la diversidad de situaciones en que tal proceso creativo se despliega exceden en mucho el recurso a zonas erógenas como la oral tan en particular. Ya no hace falta la postulación de ninguna libido sustantificada. Un mito y una historia La torre de Babel: La lectura de hoy ya no ve el mal en la diversidad de lenguas; todo lo contrario, se celebra el fallo de la erección: demasiado una. El atentado a las torres gemelas en el 2001 en New York: Que sea un acto propiamente suicida, y de suicidio en grupo, pone de manifiesto esa complicación patológica que sucede si el derribar derriba en lugar de sustantivos, el mismo verbo crear. Y se precipita un círculo vicioso de destruir por destruir, no para hacer algo a continuación; nada más que destruir, pero al pretender la destrucción completa del otro y de su otra cultura me destruyó al quedarme sin esa alteridad que me permitía diferenciarme, con lo cual lo aparentemente irracional a fondo de la autodestrucción revela su secreta e implacable lógica. También un adolescente extraviado, o un grupo de ellos, puede caer en tal circularidad en la que la derivación no acaba sino en el hundimiento de la potencia creativa en sí misma, que termina

por ser el blanco de tal ataque.

Winnicott asedia el juego de derribar la torre, intrigado por el enigma de ese juego que no entrega su enigma así nomás, al punto de contagiarnos su obsesión y su pasión asediante. Uno termina por, intrigado, asediar a su vez a la torre en su juego invariable y a su asediador espiándola. Misterio a guardar con cuidado. Por eso nos hemos referido a funciones y a condiciones de ese derribamiento sin tocar apenas el riesgoso plano del sentido, donde todo puede banalizarse fácilmente en explicaciones y esclarecimientos “psicoanalíticos”. El porqué de ese acto infinitamente redescubierto y re­repetido esconde su clave. Uno se acuerda de esa risa inevitable aunque políticamente incorrecta que provoca el ver a alguien caerse en la calle, cuanto más formal y enhiesto tanta más incontenible la hilaridad que se desata a costa de las buenas maneras y de todo lo reactivo de este mundo más demasiado preocupado por la violencia fresca que por la crispada de las formaciones conceptualizadas por Freud en algunos de los mejores párrafos de su obra. Apreciamos que fuera desconfiado al respecto, que no confundiera nunca una cosa con otra, sobre todo en nombre de los grandes principios. Es que desdeñarían ocuparse de un juego tan rudimentario supuestamente. No es en cambio un asunto menor el ocuparse de inventariar y reconocer todas las ilimitadas variantes de este juego, trabajo aún por hacer, lo mismo que establecer sus lazos posibles o presumibles con el juego de arrojar lejos, lo más lejos posible, ejerciendo otra vez una flamante L Ú D IC A

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Escritos potencia con suma alegría. Por ejemplo, un material al azar, un niño juega siempre a armar un recinto con un solo personaje adentro; una vez armado, el recinto entero se cae sobre el personaje protagonista, aplastándolo, con un montón de bloques apilados sobre su cuerpo derribado. Aquí la derriba es por partida doble y aplasta a un personaje que podría ser el del niño mismo, a juzgar por otros indicios del material.

Un paso más nos llevaría a pensar que lo que se trata de derribar no es sino la inderribabilidad misma. No otra cosa. No una cosa, un objeto, un sustantivo. Una cualidad extremadamente “purificada”. Es eso lo que suscita tamaña alegría, vencer la pretensión de inderribabilidad después de haber jugado a creer en ella.

Como para abrir el juego y nuestros ojos a fin de reconocer un grupo típico alrededor del eje del de la torre erigida para ser devuelta a lo informe, perdida su orgullosa estatura, que el jugador a menudo extrema al límite, colocando con infinita delicadeza un pedacito sobre otro hasta que casi tiemblan. Preservación para derribarte mejor.

"The lost battle of Anghiari" de Peter Paul Rubens

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El cuerpo obsesivo en el paradigma psicoanalítico* Erixímaco dice, que la medicina es la ciencia de las eróticas del cuerpo. No se puede dar, creo yo, mejor definición del psicoanálisis (J.Lacan. Sem VIII, 87) Cuando nuestro común colega J M Álvarez * muy amablemente me invitó a participar en esta jornada y a cuyos organizadores agradezco encarecidamente, no dudé un momento sobre el tema a tratar. El problema es que la cosa se fue complicando progresivamente, a medida que iba avanzando en la reflexión de ese ente llamado cuerpo hablante, ya que no deja de interrogar cuestiones que apelan no sólo, al orden nosológico o clínico sino, a su vez, al antropológico e incluso al epistémico. Veamos entonces, en primer lugar la fenomenología clínica del cuerpo desde el psicoanálisis, para en un segundo momento, proponer a debate las cuestiones que convoca. 1.­ El cuerpo en la Neurosis obsesiva. Para orientarse en la bibliografía freudiana, podemos comenzar con un pequeñito artículo: “Carácter y erotismo anal” (S. Freud, 1908), donde a partir de circunscribir una determinada zona erógena del cuerpo y la satisfacción libidinal que le acompaña Freud va a establecer las características del carácter que se muestra. Ahí se nos dice, que los sujetos con una caracteriología anal son ordenados, económicos y tenaces. Además son pulcros, escrupulosos y coléricos. Al ser acentuada esta zona la defecación les producirá un placer, con lo que necesitarán su tiempo para llegar a

José Ángel Rodríguez Ribas

dominar la incontinencia. Para Freud, las diversas zonas erógenas rinden aportaciones a la excitación sexual: mientras que una parte sirve para la vida sexual, la otra es desviada a otros fines sublimatorios. Pero en el supuesto anal, el erotismo resulta inutilizable para los fines sexuales: de ahí se explican dichas cualidades. Freud concluye entonces, que los rasgos del carácter son continuación de los instintos primitivos. No es gratuito que hayamos comenzado con esta primera referencia, porque en el caso canónico de la neurosis obsesiva: “El hombre de las ratas” (1909) el cuerpo no L Ú D IC A 22 Lúdica, enero 2014, pg. 22


Escritos sólo desempeña un papel primordial en el establecimiento del carácter hasta el punto de llegar a condicionar toda una estructura clínica. El sujeto a tratar, de entrada se nos presenta con temores muy concretos, impulsos obsesivos y prohibiciones. De su pasado, recuerda que en la curiosidad e investigación del cuerpo femenino, a edades muy tempranas, cifra los temores por la muerte del padre. Lo cual, dicho sea de paso, demuestra algo tan freudiano como que toda neurosis es neurosis infantil. A partir del encuentro con el relato sobre un tormento con ratas que le hizo su capitán “malo” mientras estaba de maniobras, le surge la idea horrorosa y placentera a la vez que le pueda pasar algo similar a su padre y su amada. A partir de ahí se van a desencadenar toda una serie de compulsiones, ligadas a una deuda que no podía pagar, y que es reflejo a su vez, de una deuda que remite al propio conflicto paterno: entre la inclinación amorosa y la voluntad de sobrevivir. Sin duda que en el amor y la voracidad del super yó, encontramos algunos de los grandes reflejos de la sintomatología obsesiva. Por otra parte, el significante rata revela una asociación semántica directa con las lombrices, el dinero y los niños revelando, a su vez, los impulsos sádicos que le acuciaban de pequeño. Como causa precipitante, Freud nos hace observar que en la obsesión las premisas actuales del trauma infantil se conservan, pero se les despoja de afecto. De esta manera, el azar y la literalidad de las palabras va a ayudar a la producción de los síntomas haciendo uso básicamente, del 23

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mecanismo de desplazamiento: y en concreto, de la elipsis (omisión). A su vez, varias ideas obsesivas de textos literales diferentes, son en el fondo una sola y única idea que retorna deformada, integrando las huellas de la defensa primaria. Por eso, el texto del sueño se revela como una de las vías privilegiadas de acceso al deseo inconsciente. Resumiendo entonces, la neurosis obsesiva son reproches transformados que retornan de la represión referido a un acto sexual ejecutado con placer. En este caso que tratamos, hallamos la emergencia precoz, y represión prematura, del instinto sexual visual y de saber que regula toda una parte de la vida sexual infantil. En un segundo momento del texto, Freud nos va a hablar de los productos obsesivos que equivalen a auténticos actos psíquicos que son determinados como: deseos, tentaciones, impulsos, reflexiones, dudas, mandatos y prohibiciones. De manera tal que el pensamiento patológico, que llega a calificar de delirante, toma la forma de supersticiones, dudas e ideas de omnipotencia o muerte. De ahí emerge la ambivalencia producida por auténticos dilemas inconscientes: en este caso, entre el favor de ambas mujeres. En la medida que el pensamiento va a reemplazar la acción, se va perfilando una parálisis de la voluntad y como la energía no renuncia a la ocasión de hallar una descarga en el acto sustitutivo, aparece la angustia. Por eso, advierte, que tanto el pensamiento obsesivo como la acción obsesiva, son productos que califica de transaccionales. A su vez, los componentes sádicos de cavilación referidos al pensamiento, recaen sobre el proceso intelectual, haciéndose


Escritos

"Es ahí donde radica que la anatomía ya no sea un puro ente fisiológico, para poder devenir cuerpo hablante y deseante.."

recurrentes ciertas ideas con la energía que debía haber sido destinada a la acción de manera que, fundamentalmente, aparecen pensamientos que representan actos. El sujeto obsesivo, en resumen, se defiende de una idea inconsciente, de la que se protege antes de hacerse consciente, creándose un intervalo entre la situación patógena y la idea obsesiva consecutiva, por medio de la generalización, quedando dicha idea, protegida contra la labor consciente. 2.­¿Qué afectos, pues, para el cuerpo obsesivo? Con lo visto hasta ahora, ya podemos colegir que Freud otorgó un lugar eximio al cuerpo, al haber planteado que determinados desórdenes funcionales, ajenos a la lógica orgánica, van a dar cuenta de la posición inconsciente del sujeto. Ya con anterioridad pudo sostener lo mismo con la histeria y la fobia; y más tarde lo hará con las psicosis. Es ahí donde radica que la anatomía ya no sea un puro ente fisiológico, para poder devenir cuerpo hablante y deseante. En el obsesivo podremos distinguir tres rasgos relevantes: 1.­ El cuerpo obsesivo como objeto de

demanda. En el juego niño­madre de retener–expulsar y en la medida que dicha demanda es formulada en significantes; vamos a encontrar el fantasma del neurótico: el sujeto, identifica la falta del Otro con su Demanda dando a las heces todo su valor como don para el Otro. De esta manera el objeto, se va a situar, no solo como resto sino como causa de deseo, en la que el sujeto se constituye como una metonimia respecto a un primer objeto perdido. En adelante, los objetos reencontrados serán metáforas o sublimaciones de aquel que haga función y valor de causa. Si el objeto (“a”), simboliza la castración, en tanto separa goce y deseo podemos localizar ahí, referido al objeto anal, el fantasma de oblatividad tan caro al obsesivo. 2.­ El narcisismo. Al obsesivo le interesa la imagen en la medida que carece de resto. Por lo tanto su condición será que ese objeto de goce, causa de deseo, no aparezca. De ahí que el deseo se muestre como imposible llevándolo todo a la contabilidad significante, en una pura sucesión de imágenes (así se pueden explicar fenómenos como la procastinación, la hesitación o la compulsión). 3.­ El amor y la muerte. Lo que ama el obsesivo forma parte de él. Por lo tanto, es necesario que esa imagen suya no falte en L Ú D IC A

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Escritos que no horade su cuerpo con “piercing” o arandelas, o jovencita americana que no se opere las nalgas o el pecho; o joven que no se depile, se dicen absolutamente fuera de lugar. Todos metrosexuales, iguales pero diferentes, se escucha en los lugares de encuentro de la mirada pública. Muerte del Cuerpo será pues, en tanto sustrato subjetivo, donde el artificio se ve sustituido por lo artificioso. Es el tele­cuerpo de la pantalla de las consolas, el ordenador o los móviles. En que la virtualidad de un Facebook puede prescindir de la huella real y simbólica por un puro goce de la mascarada.

de Leonardo Da Vinci

el partenaire. El precio de sostener dicha imagen en el otro, es el alejamiento y el sacrificio de sí mismo. Deseo muerto, el suyo, que va a tomar la modalidad de un apego y fortalecimiento del su yo imaginario. ¿Cómo se muestra el Cuerpo, obsesivo, contemporáneo?. Resumamos con cierto apresuramiento aquello que puede cifrar un valor sintomático: En lo Imaginario: el cuerpo se enmascara de ropajes especulares, se fortalece, mira y educa. Nos referimos a un cuerpo a la moda del Hipermercado. Idealización del cuerpo híbrido tuneado o customizado, adaptado al gusto del cliente. Se le somete a ejercitaciones y ortesis. Un adolescente 25 L Ú D IC A Lúdica, enero 2014, pg. 25

Por ello, no deja de ser particularmente llamativo el enorme incremento que han experimentado los trastornos psicomotores: tics, paratonías, sincinesias, inestabilidades e inhibiciones, dificultades de lateralización, disfemias o tartamudeces... Se trata, en numerosos casos, de respuestas sintomáticas ante un imperativo superyóico que anula toda posibilidad de soportar la diferencia del goce del Otro. La hiperactividad es uno de los efectos de dicha hiperestimulación normalizadora. La vigorexia, la ortorexia, la bulimia son otros de sus monosíntomas. Y todo ello no va sin despersonalizaciones, dismorfofobias, hipocondrias, desrealizaciones, depresión o mera angustia. En lo Simbólico: el cuerpo es soporte de marcas, letras, tatuajes y graffitis de los orígenes: hablamos en este caso de las tribus o klanes. Donde se implantan diferencias sin un Otro. El cuerpo se mide, se programa, evalúa y etiqueta en el casillero. Pero también se pone en riesgo, en la radicalización extrema de lo Uno que constatamos en diferentes prácticas deportivas, sociales, sexuales. En lo Real: su promoción actual quizás sea


Escritos de lo más genuino. Con el cuerpo se experimenta, se explota, se trocea, se segrega y clona. Adicciones, compulsiones, estiramientos, modificaciones quirúrgicas, genéticas o metabólicas apuntan a lo real del horror. El cuerpo se sobrealimenta y medica, o se le priva, a base de dietas y suplementos. Las prótesis estéticas, el botox, los piercings, chips, perforaciones y escarificaciones son otras tantas operaciones de producción de la Cosa subjetiva que pueden proclamar un plus de goce que no ha podido ser sintomatizado.

3.­ Algunos interrogantes epistémicos. Sabiendo ya que no existe El cuerpo, sino uno por uno, y mostrada la fenomenología clínica del cuerpo en la posición obsesiva, volviendo para atrás, no podemos dejar de notar que dicha concepción somática, resulta subsidiaria de la propia versión del cuerpo que Freud sostenía en determinada época de su enseñanza. Si esto es así, tal y como pudimos demostrar en

nuestra propia Tesis Doctoral (USE. Sep 2011) ¿cómo es el cuerpo al que se refiere Freud en la época que redacta el caso del Hombre de las ratas?. Y podemos comprobar fehacientemente como dicho cuerpo obsesivo extrae rasgo de un tercer modelo, Erógeno (1897­ 1908) y de un cuarto Narcisístico (1909­1919). Si el Tercer Paradigma: Cuerpo Erógeno (1897­ 1908), pone el acento en las formaciones del inconsciente, bajo un modelo metapsicológico. A lo largo del presente periodo, se va alumbrando como el cuerpo aparece no sólo como la sede de las formaciones del inconsciente sino, el mismo, como una formación del inconsciente más. Más tarde aparecerá el llamado modelo psicodinámico en el que el cuerpo así, o determinados segmentos, se convierten en zonas erogenizadas aptas para dar expresión a la libido excitada. Ya no es sólo cuestión de anatomía sino de los investimentos libidinales proyectados en determinadas zonas. En el Cuarto Paradigma: Cuerpo Narcisístico (1909­ 1919), la fantasmática iría

avanzando cada vez más en la conceptualización freudiana como encarnación psíquica de la pulsión y matriz misma del síntoma. Aparece, entonces, el concepto de narcisismo. En dicho estadío las pulsiones parciales ya se habrían reunido en la elección de objeto; además, el objeto ya se contrapone a la persona propia como un objeto ajeno. Freud va desplazando progresivamente el interés del cuerpo de las pulsiones genitales, primarias, hasta marcar el acento en un cuerpo yóico, secundario. De hecho, encontramos, por esta época, el esbozo de una teoría del cuerpo en comunidad, social y perceptor de una ley civilizadora. El cuerpo del que acá se trata es el cuerpo de la satisfacción, de sus modos y de sus objetos, de sus fijaciones, de sus distribuciones y sus desplazamientos: visto así, esta etapa se puede aproximarse a un cuerpo de relaciones objetales. Sin embargo no podemos ignorar que otros modelos del cuerpo [1], señalaron su impronta en las diferentes tópicas freudianas y lacanianas:

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Escritos ­Primer Paradigma: Cuerpo Funcional (1886­1893). ­Segundo Paradigma: Cuerpo Represión (1894­1896). ­Quinto Paradigma: Cuerpo Pulsional (1920­ 1938). Los paradigmas del Cuerpo en J. Lacan. ­Primer paradigma: Cuerpo Imaginario (1953­1956). ­Segundo paradigma: Cuerpo Significante (1957­1958). ­Tercer paradigma: Cuerpo Imposible (1959­1962). ­Cuarto paradigma: Cuerpo Fragmentado o Normal (1963­1968). ­Quinto paradigma: Cuerpo Discursivo (1969­1971). ­Sexto paradigma: Cuerpo Uno (1972­1979). Vayamos concluyendo. Si pudimos verificar que la concepción del cuerpo planteada, es homóloga y coherente con los presupuestos conceptuales que regían en ese momento sobre la obra freudiana; ¿no sería dable poder formular otros modelos del cuerpo obsesivo dentro del psicoanálisis?. Incluso: ¿no sería posible pensar diferentes paradigmas y modelos para la propia neurosis obsesiva dentro de la obra psicoanalítica?. De hecho sucede tal que así: no sería exactamente lo mismo la obsesión en el primer Freud que en el último. O en el primer Lacan que en el tercero o sexto. Sin duda, dicho estudio nos aportaría una riqueza y finura que enriquecería notablemente nuestra escucha e intervención. Lo cual nos retrotrae a una reflexión nunca terminada de resolver: ¿qué cuerpo propio es ese al que remite el psicoanálisis?, ¿qué diferencias presenta con las actuales 27

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concepciones orgánicas de un paradigma neurocognitivo; que al promover ciertos marcadores biológicos y estadísticos del trastorno para distinguir lo meramente deficitario de una presunta y siempre volátil normalidad personal, termina erigiéndose en monopolio de las Buenas Prácticas?. Son estas, algunas consideraciones que traigo a colación, a la luz de la deriva banalizante y normativizante que va tomando nuestra disciplina, alentada por a criterios mercantilistas y desubjetivadores; cuyo verdadero interés no es otro que el de la propia extinción de nuestro bagaje clínico y profesional. Es por ello, que todo un deber de rigor psicopatológico y defensa del sujeto concernido por el sufrimiento, se nos va imponiendo. *Comunicación leída el 25 de mayo 2012, en el marco de las Jornadas de la Otra Psiquiatría, celebradas en Valladolid (España), dedicadas a la Neurosis Obsesiva. [1] Ver en http://jrribas.blogspot.com.es/


Escritos

La histeria y el cuerpo “Podría engañarme, creer que soy hermosa como las mujeres hermosas, como las mujeres miradas, porque realmente me miran mucho. Pero sé que no es cuestión de belleza sino de otra cosa...Ya estoy advertida. Sé algo. Sé que no son los vestidos lo que hacen a las mujeres más o menos hermosas, ni los tratamientos de belleza, ni el precio de los potingues, ni la rareza, el precio de los atavíos. Sé que el problema está en otra parte. No sé dónde. Sólo sé que no está donde las mujeres creen.”

María Andrea Guzmán

Marguerite Duras, en su novela “El Amante”. Seducida por el discurso psicoanalítico lacaniano, fui por primera vez a escuchar a un psicoanalista que titulaba su seminario “El amor lo(cura)”. Por primera vez escuché de Jacques Lacan y su declaración que la mujer no existe. Quedé atrapada por este discurso; no hay significante para la mujer. Años más tarde, sin saber a qué camino me llevaría esa incógnita, me topé con un concepto básico: el cuerpo. Confrontar qué es tener un cuerpo por medio de la experiencia analítica, desemboca en el hecho de que se trata de un cuerpo que goza. Aunque muchas veces a nivel inconsciente “siempre se es feliz”, como decía Lacan, ello causa un gran malestar. No siempre es por el mismo sentido por el que se llegan a experimentar los conceptos, pero en mi caso los conceptos de mujer, histeria y cuerpo son los que me mantienen queriendo “saber” más del psicoanálisis. Entre los múltiples temas que he escuchado

y he leído elegí el cuerpo de la histérica, la Otra mujer y lo femenino para realizar este trabajo. Hablaré del sujeto histérico como si fuera “la histérica”. Cuando empecé a buscar los artículos con los que quería trabajar me di cuenta de que muchos autores han hablado de este tema. Parece ser que es un tema que existe desde hace mucho. Freud hablaba de las tres salidas de la feminidad y Lacan en 1958 expone la pregunta de la histérica “¿Qué es ser una mujer?”. Es complejo entenderlo pero ser mujer y tener una estructura histérica son conceptos distintos. Muchas veces se le otorga a la histérica características que la suponen mujer, lo cual es erróneo. Por un lado está la seducción, el coqueteo, la delicadeza; y por otro el ser mujer. Fueron las mujeres histéricas quienes, con su cuerpo “enfermo”, dieron origen al psicoanálisis. Josef Breuer atendía a una histérica, Anna O, una mujer de 21 años que se presentó ante él con una serie L Ú D IC A

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Escritos perturbaciones corporales. Anna O bautizó el método terapéutico como “talking cure”, que es la liberación de un afecto del cuerpo por medio del hablar (tratamiento catártico). Su gran descubrimiento fue que “el síntoma histérico reacciona ante la palabra” (Colette Soler). Pudo comprobarse que cuando había una catarsis del afecto al narrar un acontecimiento traumático se aliviaba el síntoma que se padecía; la palabra y el cuerpo tienen una conexión. Freud afirmaba que el inconsciente tenía efectos en el cuerpo. Cuando se habla de cuerpo, no es el cuerpo biológico al que nos referimos. Ese organismo con el que se nace debe ser investido por alguien para que se convierta en un cuerpo. Desde que Lacan elabora el estadio del espejo aclara que para que un sujeto se constituya deberá pasar por el Otro. El niño experimenta un cuerpo fragmentado y es la madre (en algunos casos) la que le dice respecto de su imagen: “ése del espejo eres tú”. La imagen reflejada es la que permite al niño reconocerse como con un cuerpo entero y unificado. Es decir: mediante la identificación a la imagen de un otro el niño adquiere la suya propia. Sin embargo, es necesario que esta identificación imaginaria pase por el registro simbólico: nos referimos, en el ejemplo, a las palabras pronunciadas por la madre. Es así como la constitución de la imagen corporal es también un efecto que viene de lo simbólico. El cuerpo es causa del Otro.

que tiene el sujeto, más se les “escapa”. Lo que hace imposible que se lo pueda clasificar es que presenta insistentemente padecimientos corporales novedosos. Y, sin embargo, la histérica hace un síntoma para dirigírselo al Otro, para que sea el Otro el que lo nombre o lo pueda identificar. Sólo se puede gozar si se tiene un cuerpo. La histérica posee un cuerpo que goza, y muchas veces se ata al dolor corporal porque es una vía para sentirse viva. Así que podemos decir que si hay un sujeto que nos anuncia que tiene un cuerpo “gozoso”, ése es seguramente el sujeto histérico. Para mejor comprensión quiero aclarar que cuando hablo de un cuerpo que goza, me refiero a que un goce supone una satisfacción en el sufrimiento. Si hay goce en el cuerpo, es que por medio de un sufrimiento corporal hay una satisfacción

¿Qué cuerpo tiene la histérica? La histérica posee un cuerpo en el cual se manifiestan síntomas, conversiones y malestares. Los síntomas histéricos siempre han sorprendido a los doctores de cada época, pues cuanto más tratan éstos de diagnosticar lo 29

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de Leonardo Da Vinci


Escritos pulsional en juego. Satisfacción conlleva la palabra acción, lo cual aclara que hay una participación por parte del sujeto aunque sea desconocida. Si se le supone al sujeto algún goce, éste puede ser llamado a responder en su análisis a eso, lo cual podría llevar a la rectificación subjetiva y la experiencia de lo que es “tener un cuerpo” más allá que el biológico. Podemos ver cómo la histeria demuestra lo que es “tener un cuerpo”, en tanto es un cuerpo gozado. Cuando por medio de la imagen de este cuerpo la histérica busca nombrarse como mujer, no suele encontrar respuesta. Ante lo extraño su feminidad, y por no encontrar la respuesta en ella misma, buscará en otro cuerpo la respuesta, en este caso el de otras mujeres. Hace unos días una mujer se quejaba de que su novio no le comentaba en sus fotos de Facebook que la quería, de que no demostraba allí su amor. Le pregunté ¿por qué era tan importante para ella que lo comentara en las fotos? Ella me contestó “para que las ex novias vean que me quiere”. El novio no podía

entender porqué eran tan importantes los comentarios en Facebook, y ella no podía dejar sus ganas de que las otras supieran cuánto la quería el novio. La queja de esta mujer reflejaba cómo la histérica hace existir a la Otra mujer como un tercero, y en consecuencia el interés que le despiertan las otras mujeres. Ella no podía dejar de ver fotos de las ex novias porque más que ver, ella pretendía saber “qué les había visto el novio”. En este caso podemos clarificar cómo la histérica necesita triangularse para sostener su deseo, y de ahí el interés por saber qué habían hecho estas ex novias con el novio, qué era lo que les había funcionado, cómo las había llegado a querer. En el Seminario 3, Lacan expone que la pregunta histérica por excelencia es “¿Soy hombre o mujer?”. Dora culmina su análisis con Freud con una pregunta, no sobre su sexo sino sobre qué es una mujer. Freud, interesado por la cuestión de los objetos, se centralizó alrededor de ‘qué’ desea Dora, en lugar de ‘quién’ desea en Dora, que era la Sra. K. La identificación con el Sr. K. permite a Dora entender eso que no encontraba

manera de simbolizar, su propio órgano femenino. Creyendo que la Sra K. es la que tenía la respuesta a su pregunta, Dora se interesa en la Sra K. no por un interés homosexual, sino porque ella ocupa el lugar privilegiado de la Otra mujer para Dora. El significante de “La mujer” no existe. Esto quiere decir que no hay una representación psíquica en la que las mujeres se puedan apoyar para significarse. Del lado de la masculinidad está el falo, que organiza el mundo del sujeto masculino, pero el sujeto femenino a falta de significante deberá inventarse. Es por eso que la histérica, como vemos en el caso de la mujer de las fotos del facebook, se interesa en la Otra mujer, por la idea fantasmática de que es la otra la que sabe “hacer con los hombres”, es la otra la que sabe de “su goce”. Las mujeres histéricas miran a la Otra tratando de nombrar lo que no se puede simbolizar en el lugar de lo femenino. La posición histérica no es la misma que la posición de la mujer; en otras palabras, aunque muchas veces histeria y feminidad se relacionen y lleven a L Ú D IC A

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Escritos "Sólo se puede gozar si se tiene un cuerpo. La histérica posee un cuerpo que goza, y muchas veces se ata al dolor corporal porque es una vía para sentirse viva. Así que podemos decir que si hay un sujeto que nos anuncia que tiene un cuerpo 'gozoso', ése es seguramente el sujeto histérico." confusión, no son lo mismo. Ante los ojos de los espectadores la histérica puede parecer muy femenina, pero eso no tiene que ver con el acceso a la feminidad como tal. El camino para la realización de la mujer es más complicado. Lacan expone que “volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son dos cosas esencialmente diferentes”. Lacan aclara que preguntárselo es lo contrario de serlo. Colette Soler explica que Lacan distingue el modo mujer y el modo histérico; el modo histérico es identificarse con el deseo excluyendo identificarse con el objeto de goce. No se puede decir que el sujeto histérico no goce; pero goza de la falta, no goza de la carne. La posición de la histérica es “no satisfacer el goce”, y cuando se trata de responder a la pregunta “¿qué quiere una mujer?”, la respuesta es “quiere gozar”. Si la histérica quiere ser el falo, la feminidad implica lo contrario: es tener relación con el hombre para realizarse como síntoma. La mujer quiere ser un objeto de goce y la histérica un objeto del deseo y el amor. En tanto al cuerpo, Lacan aclara: “una mujer por ejemplo es el síntoma de otro cuerpo. Si no se da el caso, no sale del síntoma histérico.” Es pasar del cuerpo mortificante de la histeria a una sustancia gozante: así lo expresa Marisa Morao. Quiero terminar este pequeño ensayo del cuerpo histérico, la otra mujer y lo femenino 31

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diciendo que es por medio del análisis que una mujer histérica puede hacer un pasaje a una posición de lo femenino, ir más allá del goce fálico. Quisiera concluir citando a Lacan en su seminario “Aún”, para expresar que hay un goce más allá de lo fálico: “Hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce suyo del cual quizá nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe. Lo sabe, desde luego, cuando ocurre. No les ocurre a todas”, Lacan 1972­1973.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Durand, I. (2008). El superyó, femenino: las afinidades entre el superyó y el goce femenino. Buenos Aires: Tres haches. Farias, F (2010). El cuerpo de la histeria­ el cuerpo femenino. Página electrónica: champlacanien.net Freud, S. (1910). “Cinco conferencias de psicoanálisis”, Obras Completas, Vol XI. Lacan, J. (1984). El Seminario de Jacques Lacan. Libro III: Las Psicosis. Barcelona, Buenos Aires y México: Paidós. (Versión Original 1955­1956). Lacan, J.(1997). El Seminario de Jacques Lacan, Libro XX: Aún. Buenos Aires: Paidós (Versión original 1972­1973).


Escritos Morao, M (2009). Ser síntoma de otro: Una respuesta a la paradoja del lazo entre los sexos. Revista Digital Virtualia. Soler, C. (2006). Lo que Lacan dijo de las mujeres. Buenos Aires: Editorial Paidós.

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Expresiones

Abstracción de una realidad existente

Vanessa De La Cruz

"Plano y curvo"

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Expresiones Aquí la realidad existente se vuelve un proceso de descubrimiento. Es una realidad vista a través de unos ojos diferentes, una visión sumamente excitante y no necesariamente a través de ojos humanos, son ojos de otro mundo.

"Blanco, negro y gris"

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Expresiones Cambian los colores, o más bien, desaparecen, se agrega el movimiento, lo estático se vuelve dinámico, se entrelazan las imágenes, se crean nuevas realidades a partir de una existente que ya pasaba desapercibida.

"Quietud y movimiento"

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Expresiones El proceso de este nuevo descubrimiento se vuelve fascinante… se ve algo que estaba allí, pero que antes no se veía, se vuelve hasta una manía seguir girando todos los lados posibles para descubrir más lugares que en la realidad anterior no se veían.

"Ir y venir"

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Expresiones La luz, la vista, la mente son nuevos juguetes descubiertos en esta nueva realidad y hasta que no los descubrimos y aprendemos a jugar con ellos seguimos atrapados en una realidad estática, probablemente una que tuvo movimiento en algún momento y luego se quedó parada.

"Subiendo y bajando"

¿Y qué pasa con el color?

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Expresiones Las diferentes realidades son… tal cual son, ni alegres, ni tristes… ni frías, ni calientes… El color, la temperatura y el sentimiento cambiarán dependiendo de la realidad en que se viva el momento en el que se descubre la imagen que representa ese lugar insospechado. La realidad tal cual no tiene color…. El color lo da la luz…. ¡¡¡ Aquí se encuentra una abstracción que se mimetiza y transforma con la realidad de cada persona que la ve, ya que toma un nuevo giro, una nueva interpretación, una nueva visión, la mente vuela y comienza de nuevo el proceso.

"Junto y separado"

¿Y de quién es esta realidad?

Es una realidad de alguien a quien se le inspiró la vida en una de las necesidades primigenias del ser humano “el lugar que lo abrigue de los elementos naturales… la casa”, arquitecta de profesión e inspiración, fotógrafa por pasión.

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Conceptos

Deseo Al hablar de deseo en psicoanálisis, nos referimos inevitablemente al deseo inconsciente. Freud ubicaba el deseo en los signos infantiles indestructibles, en los síntomas como formas de transacción. Fue en 1900 en su obra “La interpretación de los sueños” cuando estableció que en cualquier sueño, no importando lo de Susan Marie Tabush terrorífico que resultara, había un deseo encubierto. El sueño como síntoma nos ayuda a codificar y al mismo tiempo decodificar deseos disfrazados. Lacan decía que el deseo nace de la separación entre necesidad y demanda: el deseo adviene más allá de la demanda como falta de un objeto, un objeto perdido por medio de un fantasma (representación imaginaria) de este objeto supuesto como perdido. El grito del niño que demanda a una madre (a un Otro) que supone la demanda del niño significándola a través del lenguaje. El deseo del sujeto hablante es el deseo del Otro, se constituye a través del Otro (Otro en falta). Este carácter constitutivo del deseo a través del Otro aparece en la obra de Piera Aulagnier, quien ligaba el deseo a la pulsión de vida imponiendo violentamente el deseo propio como interpretación de esa demanda infantil. De esta forma, se consigue entrelazar deseo de uno y necesidad del otro, dando lugar a la demanda. El deseo de quien ejerce la violencia pasará, a partir de allí, a ser demandado por quien la padece: “Esta demanda sólo buscará el objeto de la necesidad porque puede convertirse en el signo forjado y reconocido por el deseo humano: sucesor legítimo entonces, aunque sea al precio de una heterogeneidad radical de lo que la psique demandaba en un primer momento. En ambos casos, lo demandado concierne a lo que la psique espera y busca para lograr que un estado de placer sea alcanzado, y que su deseo encuentre su objeto en la respuesta del Otro.” (Castoriadis Aulagnier, P. 1977, p.132). Referencias: Castoriadis Aulagnier, P. (1977). La violencia de la interpretación: del pictograma al enunciado 2a edición. Buenos Aires: Amorrortu, 2010. Chemama, R. y Vandermersch, B. (2004). Diccionario del Psicoanálisis 2a edición. Buenos Aires: Amorrortu. Freud, S. Obras Completas. Laplanche, J. y Pontalis, J.B. (1967) Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2004. 39 L Ú D IC A Lúdica, enero 2014, pg. 39


En cartelera

Zelig Análisis de Gabriel J. Zanotti

1. Introducción La película “Zelig”, de Woody Allen (1983) es uno de los textos más ricos, desde un punto de vista psicológico, que se hayan producido últimamente. De analogías y símbolos profundos e importantes, no es raro que haya sido desatendida académicamente y vista como una comedia más. Nuestra intención es analizar, faliblemente desde luego, sus mensajes psicológicos a la luz de Freud, como un caso de psicología de las masas. Para ello procederemos del siguiente modo: a) un breve resumen del argumento de la película; b) un breve resumen de los contenidos psicoanalíticos de Psicología de las masas y análisis del yo [1]; c) un consiguiente análisis del caso Zelig a la luz de lo visto en el punto b; d) una reflexión sobre consecuencias adicionales del caso a la luz de El malestar en la cultura [2]. 2. Argumento de la película [3] La película se desarrolla a modo de documental (cabe aclarar que es todo totalmente L Ú D IC A 40 Lúdica, enero 2014, pg. 40


En cartelera ficticio). Relata la vida de Leonard Zelig, un humilde oficinista, de origen judío, que comienza a tener episodios extraños de identificación grupal, hacia fines de la década del 20. Cuando está con negros se convierte en negro, cuando está con gangsters, se convierte en ellos, cuando está con jugadores de béisbol, los imita perfectamente, cuando está con músicos, se convierte en un músico, y así sucesivamente. Estos episodios son relatados de manera humorística, exagerando y caricaturizando los casos de modo de producir la risa del espectador. Con ello logra Woody Allen mitigar el carácter trágico de la infancia de Zelig, marcada por episodios de violencia familiar presentados también de manera humorística. Debido a uno de estos episodios de identificación (después veremos si era en el sentido psicoanalítico del término) Zelig es internado en el hospital psiquiátrico de Manhattan, donde Woody Allen aprovecha para poner toda su cuota de humor en los tratamientos médicos convencionales y, además, sigue describiendo el caso Zelig con ribetes de imposibilidad que tienen que ver con su permanente recurso cinematográfico del realismo mágico (utilizar elementos imposibles para dar credibilidad y continuidad al relato [4]). Allí se encuentra con la Doctora Eudora Fletcher, la cual desafía a la comunidad médica al hacer un diagnóstico sólo psicológico, no orgánico, de Zelig. Dice que es como un camaleón humano, que utiliza las formas de otros grupos para protegerse y pasar inadvertido. Da una conferencia académica sobre el tema reclama a Zelig para su cuidado. Aparece entonces en escena la hermana de Zelig, Ruth, quien reclama a Zelig ese mismo cuidado. El hospital cede ante los reclamos de la Dra. Fletcher. Ruth comienza a utilizar a su hermano como un espectáculo público, donde Zelig, ante multitudes, se convierte en cualquier cosa. Él, sin embargo (voz en off de la película) seguía una “existencia inexistente”. Finalmente, ante peripecias siempre descriptas desde el lado del humor, Ruth es asesinada por su novio (drama que nuevamente es presentado por Woody Allen como comedia) y el hospital recupera la tenencia legal de Zelig. Se le encarga el tratamiento a Eudora Fletcher, quien decide para su paciente un tratamiento que habría que ver si es psicoterapéutico o psicoanalítico (Woody Allen introduce en su cuasi­documental testimonios de psicoanalistas profesionales). Lleva a Zelig a su casa de campo, donde lo somete a condiciones de hipnosis. Fuera de la hipnosis, Zelig insiste en que es médico psicoanalítico, y fracasan totalmente las primeras sesiones donde, con psicoterapia común, Eudora intenta llevarlo al criterio de realidad. Repentinamente se 41

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En cartelera le ocurre la siguiente técnica: en situación de hipnosis, Eudora finge ser paciente, y coloca a Zelig en la situación de supuesto saber. Ante las preguntas de Eudora a su “médico”, éste se derrumba, y ante la pregunta de quién es él, surge la interesantísima respuesta “I am nothing”. Lentamente, en sucesivas sesiones de hipnosis, otro Zelig va apareciendo, con sus gustos propios, e incluso le confiesa su amor a Eudora. Finalmente la Dra. Fletcher obtiene la curación de Zelig, y ambos obtienen fama y reconocimiento, tanto de la comunidad académica, como de la opinión pública en general, al mismo tiempo que Eudora rompe con su antiguo novio y, como era de esperar, anuncia su casamiento con Leonard Zelig. Parece el happy ending de la película. Pero entonces sucede lo inesperado. Aparece una vedette que dice haberse casado con Zelig, y presenta su certificado de matrimonio. Otras mujeres van apareciendo alegando lo mismo. Otras situaciones, descriptas obviamente con el humor de W. Allen (desde pintor, dentista y médico partero) van apareciendo también. Obviamente Zelig no las recuerda y es plausible que todas hayan estado realizadas en sus estados de trance de identificación. Pero había producido “daños a terceros” y la opinión pública comienza a volcarse en contra de Zelig, en medio de batallas legales por los daños ocasionados. Son momentos difíciles y Eudora teme una recaída de Zelig, la cual finalmente sucede. Sencillamente desaparece y nadie sabe dónde está. Con esto se inicia la parte más importante para nuestro análisis. Ya casi sin esperanzas de poder encontrarlo, Eudora ve por causalidad un noticiero sobre Alemania, donde se hace una nota sobre una manifestación callejera del partido nacional socialista. (La década del 30 ya había comenzado). Entre la multitud de soldados del partido nazi, Eudora ve a alguien notablemente parecido a Zelig. Viaja a Alemania tratando de encontrarlo, y, en una manifestación nazi multitudinaria, mientras Hitler está dando un discurso, Zelig reconoce a Eudora (la voz en off dice “esforzándose por ser vista, los dos se ven”) y sale nuevamente de su trance “masificador”. Y deciden volver juntos a EEUU, pero tienen que huir antes de la persecución nazi, que Woody Allen construye de manera desopilante: llegan a un aeropuerto. Eudora era piloto aficionada, logra despegar un pequeño avión militar de combate, pero se desmaya en el intento, y Zelig, entonces, se convierte él en piloto y logra llegar directamente a EEUU con el avión cabeza abajo…. La heroica hazaña devuelve a Zelig la admiración de la opinión pública. Tiene un desfile triunfal en las calles de Nueva York y obtiene el perdón presidencial por sus L Ú D IC A

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En cartelera procesos legales anteriores. Pero abandona esa repentina y feliz re­aparición pública y se casa con Eudora en una sencilla y familiar ceremonia en la casa campestre que fue lugar de su curación. La voz en off termina diciendo “…al final, lo que salvó su vida no fue la admiración de muchos, sino el amor de una mujer”. 3. La psicología de las masas en Freud Como vemos, la película tiene muchos elementos para ser analizados desde un punto de vista psicoanalítico. Nosotros concentraremos nuestro análisis en sólo uno de ellos, si ello fuera posible: la masificación que Zelig tiene en el ejército nazi. Para ello, repasemos antes algunos elementos básicos del análisis freudiano de las masas y el yo. El primer lugar cabe destacar el comentario que hace Freud a Le Bon en su caracterología de las masas. La no represión de las pulsiones inconscientes y la sugestibilidad le llaman a Freud poderosamente la atención. La sugestibilidad se relaciona a su vez con la hipnosis y el poder mágico de las palabras. Frued destaca que, etimológicamente, “sugestión” tiene una familia de palabras en común con “incitar” y “estímulo” que tienen que ver con la libido. O sea que el estado de sugestión en el que se haya un individuo masificado, y su sensibilidad al estímulo lingüístico, ya tienen que ver con una peculiaridad de la libido que él estudiará en este mismo texto. En segundo lugar Freud describe lo que ocurre en fenómenos religiosos y en el ejército como casos donde un jefe ha sustituído la función de padre y ama a todos por igual. ¿Por qué? Hay un desorden en la evolución de la libido. En las etapas infantiles de libido

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hay, por un lado, una identificación con el padre y la libido está orientada hacia la madre. Esta representa lo que se quiere “tener”. Pero en ciertos casos, la libido objetal es retrotraída hacia el mismo yo que se identifica con el padre. El yo absorbe en cierto sentido las cualidades de ese objeto, objeto que se ha convertido en un “ideal del yo” con el cual ahora el yo tiene una identificación. O sea que se trata en ese caso de una introyección. En estos casos de introyección, la identificación con el “jefe de la horda” es el resultado. Hay en tercer lugar una analogía con el origen de la homosexualidad que es muy interesante. En vez de seguir el complejo de Edipo su camino habitual, y sustituir a la madre prohibida con otro objeto libidinal, el individuo se identifica con la madre (sustituye con ello la libido objetal). Freud incluso da el ejemplo no necesariamente homosexual de la identificación con el objeto perdido para evitar la angustia del duelo, como por ejemplo un niño que imita al gatito que perdió. Hay que destacar, en cuarto lugar, que en estas identificaciones e introyecciones Freud diferencia claramente enamoramiento de ternura, y ello es esencial para la psicología de las masas. En el enamoramiento, por un lado, tenemos: a) idealización y cierta proyección en el objeto del ideal del yo; b) la ausencia de crítica al objeto amado; c) la consiguiente casi anulación del individuo en el objeto: el objeto ha devorado al yo. En la ternura, en cambio, el impulso sexual es cortado hacia su fin, se sublima en expresiones de ternura, y, desligado de fines sexuales, alcanza una estabilidad que es común a amigos, hermanos, hijo a madre. Esto es esencial porque en las relaciones de masas, los individuos tienen una igual identificación del yo, igual identificación que responde al jefe. En ambos casos el impulso sexual es “cortado L Ú D IC A

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En cartelera hacia su fin”, proporcionando ello mayor estabilidad y cohesión al grupo (sin que de ningún modo ello implique que no se paguen precios a nivel de neurosis). En quinto lugar, cabe destacar que en la masa, el individuo pasa por una etapa maníaca donde el yo y el ideal del yo se encuentran identificados, y por ende el ideal del yo no puede reprimir el comportamiento del yo. Por eso, esa etapa maníaca tiene características orgiásticas (Freud da el ejemplo de los carnavales como “alivio momentáneo” a esa represión) que en una masa más organizada se expresa –agregamos nosotros­ en el no remordimiento por seguir las órdenes del jefe, pues éste y el individuo son sólo uno y por ende los impulsos del jefe son copiados por el individuo como un paradójico ideal del yo. No aparece el súper yo, sino en las prohibiciones del jefe de la horda (Freud recuerda para esto todas sus analogías totémicas). Finalmente cabe destacar que así como la libido cortada hacia sus fines sexuales (ternura) instala al individuo en la “hermandad” de la masa, el amor sexual “saca” al individuo de la masa, y así explica Freud la defección de ciertas funciones grupales para ir “individualmente” al encuentro del objeto sexual. Destacaremos después la importancia de esta cuestión. Obviamente, esta apretada síntesis puede haber dejado de lado muchas cuestiones importantes o puede haber errado en algo, pero los elementos tomados corresponden a lo que nos parece esencial para el análisis del caso en cuestión. 4. Zelig a la luz del análisis psicoanalítico de masas Es evidente que Zelig es un ejemplo de masificación, sobre todo cuando se une al ejército nazi, donde, por otra parte, Hitler producía un verdadero efecto hipnótico (la “magia” de las palabras) en personas predispuestas para ello. Qué tipo de neurosis padece Zelig, o si era un caso psicótico, no sólo excede a mi capacidad de análisis sino que el mismo Woody Allen juega con la pregunta a lo largo de la película. Que su caso haya sido posible de encarar bajo un diálogo parece despejar una psicosis, y cabe destacar que es dudoso que haya “entrado en análisis”, salvo que Woody Allen quiera simbolizar de manera no ortodoxa dicha cuestión con el trance hipnótico, pero, sobre todo, con el descubrimiento por sí mismo (aunque rápido) del origen de su propio conflicto. O sea: de algún modo no fue una típica psicoterapia del yo. Si quisiéramos encuadrar a Zelig en los orígenes que Freud destaca respecto a la 45

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En cartelera masificación, sobre todo en el trastorno de la libido objetal, convertida en transferencia e identificación, deberíamos decir que no tenemos texto suficiente, aunque ficticio, para saberlo. Tenemos sí el testimonio, obtenido en hipnosis, de violencia familiar, pero no sabemos si ello, incluso, complica la cuestión. Podríamos conjeturar una neurosis histérica, caricaturizada por el relato de Woody Allen, y también podríamos conjeturar un agudo trastorno del aparato psíquico donde el yo quedó totalmente desdibujado (por eso el “I am nothing”) justamente porque no hubo función paterna que pudiera producir un grado manejable de neurosis en relación al complejo de Edipo y la castración consiguiente. O sea, podríamos conjeturar que el aparato psíquico de Zelig se re­equilibra permanentemente con ideales del yo imaginarios, con cuya identificación juega permanentemente, produciendo entonces fenómenos permanentes de masificación. En esos episodios entra, además, en etapas maníacas donde, al igualar absolutamente su yo con el ideal del yo imaginario, copia totalmente el comportamiento de la masa sin ningún tipo de represión de un súper yo. Eso explica además que su trance máximo sea precisamente el ejército nazi, donde no solo copia al soldado nazi sino que encuentra la función de jefe de la horda perfectamente manifestada con sus componentes hipnóticos. Pero esto explicaría, a su vez, lo que sucede en el tratamiento con Eudora. En realidad, la hipnosis que Eudora maneja no es la hipnosis a la que se refiere Freud en el caso de las masas, sino, creemos, una simbolización irónica (hay que aceptar la castración que Woody Allen impone a la misma teoría psicoanalítica) de la transferencia. A su vez, contrariamente a las recomendaciones de Freud [5], Eudora permite que esa transferencia se convierta en pleno enamoramiento. Ello sí encaja ortodoxamente en lo que Freud explica: porque, al dirigir su libido objetal hacia Eudora, “sale” de la situación de masificación, en la cual su impulso sexual había sido sublimado por el amor “ternura” entre los miembros del grupo, incluso (o sobre todo) en aquellos que asumían funciones que implicaban la virginidad. Con una libido objetal sexualmente dirigida a Eudora, Zelig “sale” de la masa y por ende de algún modo sale de sus trances de masificación o, de algún modo, no los necesita: su aparato psíquico parece re­ordenarse y equilibrarse de algún modo (con neurosis manejables). Lo cual encaja, tanto con el final de la película, como con el momento donde “se cura” en el cual vuelve a tener un típico súper­yo. 5. Zelig en relación con El malestar en la cultura Contrariamente a los apartados anteriores, no resumiremos el contenido de El malestar en la cultura ni haremos una comparación sistemática. Baste aclarar que dicho escrito de Freud es una clara advertencia de las dificultades que la humanidad tiene consigo L Ú D IC A

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misma (si se me permite decirlo así) al aclarar que altos grados de neurosis son el precio que tenemos que pagar por la cultura (advertencia ante la cual, y ello se ve claro hacia el final, Freud no saca de ningún modo conclusiones post­modernas ni de vuelta a un estado primitivo del cual advierte también que desconocemos sus precios psíquicos). Estamos ante un círculo vicioso en cierta medida: para escapar del sufrimiento, el aparato psíquico recurre a diversas instancias. Narcóticos, sublimaciones, obras de arte, delirios y el mismo amor erótico pueden ser diversos intentos de retorno a una situación donde el yo no tenga que estar librando desiguales batallas contra diversos frentes: el ello, el súper yo, el principio de realidad. Pero, también, está la misma evolución de la cultura, definida como instituciones que nos distancian de los animales no humanos y que son funcionales a dos fines: protegernos de la naturaleza y regular las relaciones entre los humanos. Para ello se desarrollan ideas, sistemas de limpieza y deshechos, y la técnica, desde la conquista del fuego hasta nuestra técnica moderna que nos ha convertido, según su feliz expresión, en dioses con prótesis, con las cuales tampoco parecemos sentirnos muy contentos. Pero finalmente, el derecho, lo jurídico, con toda su carga de control, tanto de los impulsos sexuales, como los de agresión. Pero, advierte Freud, el psiquismo humano no parece “feliz” con ese mecanismo de control, evolucionado, paradójicamente, para la supervivencia. Los impulsos agresivos del hombre, su “homo homini lupus” no parece tener solución, y menos aún cuando las diversas neurosis parecen ser consecuencia de esa misma cultura que necesitamos para ser nosotros mismos. No es un texto precisamente optimista y concluye con una casi apocalíptica pregunta sobre si algún día terminaremos exterminándonos entre nosotros mismos. Contrariamente a casi todas sus películas, en esta Woody Allen parece tener una 47

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En cartelera perspectiva paradójicamente optimista. Porque, por un lado, en sus críticas a la masificación nazi, como en sus burlas a la opinión pública incoherente, cambiante y obviamente inclinada al morbo que rodea a Zelig, Woody Allen parece describir lo peor de lo humano, en medio de la fina ironía de sus bromas que nos conducen a una misericordiosa hora y media de hilaridad. Pero, por el otro, su visión del amor sexual, como redentor de Zelig, la tierna visión de la relación de Eudora y Leonard (uniendo intensamente ternura y eros, unión que Freud parece haber separado al menos en el texto anterior) parecen tener una visión menos apocalíptica. Al menos, el Leonard “curado” aparece como un neurótico adaptado, tierno e inofensivo, un anti­héroe donde se esconde quizás un mensaje profundo: no busquemos lo mejor de nosotros mismos en súper­man, nuestro aparato psíquico es demasiado delicado como para no terminar en pequeños hitleres escondidos detrás de verdaderos delirios de grandeza. Aceptemos la castración, los límites, aprendamos a convivir con nosotros mismos y con los demás de ese modo, pongámosle un poco de humor y sigamos buscando un amor imposible para compensar, al menos, un impulso de muerte posible, como salida más humilde y humana ante lo difícil que es no ser solamente un cuerpo…

[1] En Freud Total 2.0, Ediciones Nueva Hélade, 2002. Salvo indicación en contrario, las obras citadas de Freud son de esta edición. [2] Op.cit. [3] La propia interpretación que Wody Allen da a su película puede encontrarse en Bjorkman, S.: Woody por Allen, Plot Ediciones, 1995. [4] Ver al respecto Schickel, R.: Woody Allen por sí mismo, Robinbook, Bueno Aires, 2005. [5] En Compendio de Psicoanálisis [1940], op.cit.

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En el taller

Te invitamos a participar en los siguientes eventos académicos: "Concensos Psicoanalíticos: Lo corporal" Presencial impartido por Lúdica y Sui Generis en Sophos Fontabella Guatemala, Guatemala 26 de febrero 6:00 pm a 8:00 pm contacto: info@revistaludica.com *reservar espacio, cupo limitado. "Concensos Psicoanalíticos: Lo vincular " Presencial impartido por Lúdica e invitado especial en Sophos Fontabella Guatemala, Guatemala fecha pendiente contacto: info@revistaludica.com *reservar espacio, cupo limitado. "Cine club: En busca del tiempo perdido" Presencial impartido por Círculo Psicoanalítico Mexicano (CPM) Coyoacán, México 11, 17 y 24 de enero contacto: www.cpmac.net "Taller clínica psicoanalítica de la psicosis" Presencial impartido por Centro Eleia México DF, México 25 de enero o 1 de febrero 10 am a 1 pm contacto: www.centroeleia.com.mx *cupo limitado

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"Taller cuando el psicoanálisis no cura. Pseudoanálisis y perturbaciones del proceso" Presencial impartido por Centro Eleia México DF, México 25 de enero o 8 de febrero 10 am a 1 pm contacto: www.centroeleia.com.mx *cupo limitado "Family and couple psychoanalysis around the world" Presencial impartido por International Psytherapy Institute and International Psychoanalytic Association Maryland, Estados Unidos 6 a 9 de febrero contacto: info@theipi.org "Clínica Psicosomática I" Presencial impartido por LLiza M. Zachrisson en Universidad Rafael Landívar, Campus Central Guatemala, Guatemala 13 de febrero a 3 de abril 6:00 pm a 9:00 pm contacto: cursoslibres@url.edu.gt *reservar espacio, cupo limitado. "Curso de introducción al psicoanálisis" Presencial impartido por Círculo Psicoanalítico Mexicano (CPM) Sedes CPM, México todos los miércoles del 19 de febrero al 9 de julio contacto: www.cpmac.net


En el taller "Joseph Sandler psychoanalytic research conference: the unconscious" Presencial impartido por Sigmund­Freud­Institut Frankfurt, Alemania 28 de febrero a 2 de marzo contacto: http://www.sfi­ frankfurt.de/veranstaltungen/tagungen­ und­workshops/sandler­conference­ 2014.html "Clinical working parties" Presencial impartido por New York Psychoanalytic Society and Institute Nueva York, Estado Unidos 8 y 9 de marzo contacto: rshaw@ashcomm.com "Inconsciente político: una historia del psicoanálisis en la Argentina" Presencial impartido por Asociación de Psicoanálisis de La Plata Buenos Aires, Argentina 13 de marzo contacto: bflp@lpsat.com www.aplp.org.ar

"El objeto de psicoanálisis" Presencial impartido por Asociación de Psicoanálisis de La Plata Buenos Aires, Argentina 20 de marzo contacto: bflp@lpsat.com www.aplp.org.ar

www.revistaludica.com info@revistaludica.com Revista Lúdica RevistaLudica

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Sobre autores Vanessa De La Cruz Arquitecta. Directora División Inmobiliaria Grupo Integral Regional (mayo 2002 ­ Presente) Arquitecta independiente. Diseño, planificación y ejecución (mayo 2002­ Presente). Arquitecta Consultora Evaluación de Impacto Ambiental en Proyectos Arquitectónicos y Urbanísticos (junio 2002 a diciembre 2005). Arquitecta diseñadora Grupo Cayalá ­ Encinos de Cayalá Sector de Arquitectura y planificación (marzo 2003 ­febrero 2001) http://www.linkedin.com/pub/vanessa­de­la­cruz/35/949/504

María Andrea Guzmán Psicóloga clínica egresada de la Universidad Francisco Marroquín. Maestría en clínica psicoanalítica con niños y adolescentes en Universidad de Barcelona: Escuela de Psicoanálisis de Barcelona. Formación psicoanalítica (2011­2013) en la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (Barcelona, España) y en el Instituto del Campo Freudiano. Actualmente alumna de la NEL Guatemala y miembro de la junta directiva de ProSaMe. mandreaguzman@gmail.com

José Ángel Rodríguez Ribas Médico. Doctor en Psiquiatría (USE). Psicoanalista. Psicomotricista. Miembro de la ELP y de la Asoc. Mundial de Psicoanálisis (París). Formador en Práctica Psicomotriz y miembro de la Comisión de Formadores de la ASEFOP (Bruselas). Profesor Facultad de Ciencias Actividad Física. Univ. Gales­ EADE (Málaga). Director Master Desarrollo Psicomotor UCJC. Málaga. Investigador Grupo: ”Sujeto, sufrimiento y sociedad” (USE. Sevilla). Miembro APP, AEC, AEH X­XI, CORPUS y AEN. j.angelr.ribas@gmail.com

Ricardo Rodulfo Doctor en Psicología. Psicoanalista con especialidad en niñez y adolescencia. Catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesor Consulto Titular y Profesor Regular Titular Plenario. Ha obtenido el Premio “Gran Maestro” a la trayectoria como Catedrático de la UBA en el Centenario de su fundación. Director de la Carrera de Especialización en Prevención y Asistencia Psicológica en Infancia y Niñez y Director del Programa de Actualización en Clínica de Niños y Adolescentes de la Facultad de Psicología de la UBA. Profesor Titular de Psicopatología y Psicopatología Infanto Juvenil en la Universidad Siglo 21 Córdoba. Es Profesor invitado en la Pontificia Universidad Católica de San Pablo, Brasil. Alternativamente, y con una frecuencia variable ha sido Profesor invitado en la Universidad Libre de Berlín, en la Universidad Complutense de Madrid, en la Universidad Sor Juana Inés de la Cruz de México, en la UNISINOS de Porto Alegre, en la Universidad Nacional del Comahue, en la Universidad Alberto Hurtado de Chile, en la Universidad Nacional de Rosario y en la 51

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Sobre autores Universidad Nacional de La Plata Argentina. Huésped Oficial de la Universidad Nacional de Rosario Argentina. Evaluador de la CONEAU. Presidente de la Fundación Estudios Clínicos en Psicoanálisis de la Ciudad de Bs. As. Sus libros publicados son: “Andamios del psicoanálisis”. Editorial Área Paidós. 2013; “Padres e Hijos” en tiempos de la retirada de las oposiciones. Editorial Paidós. 2012; “Trabajos de la lectura, lecturas de la violencia. Lo creativo­lo destructivo en el pensamiento de Winnicott”. Editorial Paidós. 2009; “Futuro porvenir. Ensayo sobre la actitud psicoanalítica en la clínica de niñez y adolescencia”. Noveduc. 2008; “El psicoanálisis de nuevo. Elementos para la deconstrucción del psicoanálisis tradicional”. Eudeba. 2004; “Dibujos fuera del papel”. Paidós. 1999; “El niño y el significante” Paidós. 1988; "Estudios Clínicos: Del Significante al Pictograma a través de la práctica psicoanalítica". Paidós. 1992; “La problemática del síntoma”. Paidós. 1997; “Trastornos narcisistas no psicóticos”. Paidós. 1995; "Pagar de Más". Nueva Visión. 1987; "La clínica Psicoanalítica en Niños y Adolescentes”. Lugar. 1986. Es autor de treinta capítulos de libros. Orador Oficial en más de cuatrocientos Congresos y Jornadas nacionales e internacionales. ricardorodulfo@arnet.com.ar.

Fabiana Tomei Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA) , egresada en 1987 con diploma de honor. Egresada de la Carrera de Especialización en Prevención y Diagnóstico Psicológico en la Infancia y Niñez , en 2012 y, del Programa de Actualización en Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes, en 1995, ambos por de la Facultad de Psicología , UBA Ejerce como psicóloga clínica desde 1988. Fue Miembro fundacional y psicóloga de planta del Hospital de Día “Dr. Ramón Carillo”, dependiente del Hospital Regional de Agudos de Zárate “Virgen del Carmen”. Supervisora de Evaluación Diagnóstica del Gabinete Central de la Dirección de Enseñanza Especial del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Bs. As, desde 1994 hasta 2009. Supervisora del Área asistencial de la Fundación Estudios Clínicos en Psicoanálisis hasta 2009. Docente Regular de grado en la de la Cátedra Psicopatología­Infanto Juvenil, Facultad de Psicología UBA, desde 2001 hasta la actualidad. Docente de Postgrado en la Carrera de Especialización en infancia y niñez, Director Prof. Ricardo Rodulfo, UBA en las Seminarios Duelo y Trauma y Práctica Pericial, desde 2009. Docente en Cursos de Capacitación Profesional en el Proyecto de Extensión Universitaria de Asistencia a niños con discapacidades, desde 2001 , UBA. Fue colaboradora docente en distintas Carreras de Postgrado en la UBA, en la Universidad Nacional de La Plata y Coordinadora Docente de la Fundación Estudios Clínicos en Psicoanálisis. Publicaciones: “Reflexiones sobre la prehistoria de las depresiones” en Diarios Clínicos 7, Ed. Lugar, 1994; Cap . de libro: “ Trastornos Narcisistas no Psicóticos”, R. Rodulfo compilador, Editorial Paidos 1995; Cap. de libro : “La problemática del síntoma”, M, Rodulfo y N. Gonzalez compiladoras, Ed. Paidos , 1997; Publicaciones internas Cátedra Psicopatología Infanto Juvenil, Ftad de Psicología UBA y carrera de especialización en Prevención y Diagnóstico en infancia y Niñez, UBA. fabianatomei@arnet.com.ar L Ú D IC A

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Sobre autores Gabriel J. Zanotti Doctor en Filosofía por la Universidad Católica Argentina. Profesor titular de Epistemología de la Comunicación en la Universidad Austral y profesor visitante en la Universidad Francisco Marroquín. En el área de relación entre filosofía y psicología ha escrito “¿Es el Psicoanálisis una ciencia?”, en Actas de las V Jornadas Peirce en Argentina, Academia Nacional de Ciencias, Centro de Estudios Filosóficos Eugenio Puciarelli, Grupo de Estudios Peircianos, Sección Argentina, pp. 243­254. 2012", y las ponencias "Ponente en las XVI Jornadas de Epistemología de las Ciencias Económicas, 7 de Octubre de 2010 en la UBA: “Racionalidad en economía y psicoanálisis, según L. Von Mises”; Ponente en las VI Jornadas de Estrés y Ansiedad, Fundación ICAAP/UP, el 22 de Octubre de 2010: “Interacción entre sujeto y mundo”; Ponencia “Del objeto de la pulsión a la entrega al otro en tanto otro”, en el 21 Congreso Internacional de Psiquiatría, el 7 de Octubre de 2013. gabrielmises@yahoo.com

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REVISTA LÚDICA y REVISTA SUI GENERIS les informan del acuerdo mutuo de colaboración que ambas revistas han realizado en el cual se intercambiarán textos de ambas revistas con el fin de enriquecer el contenido para nuestros lectores y compartir la diversidad de perspectivas de psicoanálisis. La revista SUI GENERIS es una publicación oficial de la Universidad Autónoma de Nuevo León (Monterrey, México) a través de la facultad de Psicología. El objetivo principal es ser un medio impreso y digital que abarque temas relacionados a la Psicología y otros tópicos de interés común para consolidarse como un referente del estudio de la Psicología en Nuevo León y México. Cuentan con ISSN; tiraje de 1000 números impresos, y de lectura digital a través de su página web: www.SuiGenerisFaPsi.com Contacto: suigeneris.psi@gmail.com www.facebook.com/SuiGenerisUANL

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