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EDITORIAL
EL DESENLACE DEL PROCESO ELECTORAL mexicano culminado el día primero de julio de 2018 nos induce a reflexionar en torno a la siguiente pregunta: ¿cuál fue el factor decisivo en el indiscutible triunfo de Morena? Desde nuestro punto de vista, ese factor decisivo lo constituyó la presencia de un definido liderazgo político, en este caso, representado por Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial.
Él fue quien mejor llenó el perfil de un verdadero líder social, configurado por su capacidad para promover un cambio al modelo neoliberal de desarrollo vigente; para proponer un nuevo proyecto de desarrollo incluyente, beneficiario de las grandes mayorías; para informar con puntualidad y veracidad sobe los principales problemas del país; y para potenciar, con tesón y paciencia, la relación dialéctica que va surgiendo entre el individuo, el grupo y el líder.
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Así, mientras el PRI proponía como candidato presidencial a un frío y lejano administrador (Meade) y el PAN, a un ambicioso e insustancial dirigente (Anaya), Morena proponía a un auténtico líder social (López Obrador). De esta experiencia electoral podemos obtener la siguiente valiosa lección: los liderazgos verdaderos no se inventan, pues como inversiones sociales que son, se van forjando durante muchos años de lucha, aprendiendo a oír y sentir el latido inconforme de la sociedad en general y del pueblo en particular.