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Jimena Márquez. El show debe continuar

CON JIMENA MÁRQUEZ

El show debe continuar

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Por Gabriela Gómez

Fotos de la entrevistada y de la obra Nociones básicas para la construcción de puentes: Carlos Dossena

Dramaturga, directora de teatro, letrista de carnaval, Jimena Márquez (Montevideo, 1978) se ha dado todos los gustos que un teatrero puede soñar: desde trabajar muy joven escribiendo para grupos de teatro originados en la Movida Joven, hasta ingresar al mundo del carnaval como letrista, entre otros, en grupos como Queso Magro, Valores de Ansina y Cyranos. Ha dirigido tres veces el elenco de la Comedia Nacional: La duda en gira (2016); La sospechosa puntualidad de la casualidad (2017) y en uno de los recesos de la pandemia estrenó Nociones básicas para la construcción de puentes, un homenaje a Mario Benedetti en el que las experiencias personales de los actores son parte de la composición final de la obra. Desde su experiencia y con muchos años en contacto con diferentes públicos, Jimena aporta la opinión de alguien que es parte de nuestra cultura, la que se ha visto “suspendida” por motivos sanitarios en muchos casos y de forma arbitraria en otros, circunstancias que han dejado al ambiente teatral y al carnaval con pocas respuestas y muchas ganas de participar.

Te has destacado en el teatro y también en el carnaval, ¿cuál fue primero?

Primero fue el teatro. Empecé como casi todos los de mi generación: a través de Teatro Joven, con un grupo con el que trabajamos mucho y que nos presentábamos juntos: Los Pachachos, en el que actuaba y escribía. Yo escribía poesía desde chica y me pusieron a escribir porque era “la que escribía”. Quedé en ese grupo como cuatro o cinco años y después estuve en otro grupo, Japonesita Teatro, en 2005. En este caso me invitaron a dirigir y también escribí; ahí me quedé del lado de afuera del escenario. En 2009 estrenamos la primera obra en el circuito profesional, digamos, en el teatro El Galpón. Fue con la obra Cajas chinas, que eran en realidad tres obras, una dentro de la otra; tres obritas que habíamos hecho en Teatro Joven que duraban media hora. Ahí gané el Florencio Revelación y empezó todo.

¿Y en carnaval?

En carnaval, me subí a un escenario por primera vez en 2010 y empecé a escribir en Carnaval 2008. Sí había hecho Murga Joven antes. Pero primero fue el teatro.

En tu carrera, y en ambos ámbitos, la escritura siempre ha sido tu fuerte.

Sí, yo siempre digo que hago muchas cosas, pero me considero primero escritora. Que es lo que siento que soy, que siempre voy a ser, las otras cosas son circunstanciales. Y es verdad que, de esa época de Movida Joven, en todas las disciplinas, danza, murga, teatro, hay mucha gente de mi generación que está haciendo cosas, o sea que siguió por esos caminos. Que no era un divertimento del momento. Ahora conseguir salas es más accesible, por lo menos para mí, en aquel momento no era tan fácil y la Movida Joven te daba la posibilidad de que si vos ensayabas un espectáculo, lo mostrabas, entonces lo veía mucha gente. También se empezaron a generar oportunidades, porque a mí, para escribir por primera vez para carnaval, en La Gran Muñeca, me llamaron porque me conocían de Murga Joven con Cero Bola, una murga de mujeres, y ahí empecé en carnaval. La Movida Joven catapultó a mucha gente y dio muchas posibilidades.

¿También escribís poesía?

Sí, pero recién ahora lo estoy mostrando, estoy haciendo un espectáculo con la actriz Mané Pérez. Ella toca sus canciones y yo leo mis poesías. Estoy leyendo poemas de hace veinte años, porque siempre la poesía fue como para mí. Siempre escribí poesía y teatro, y carnaval. Antes era más de leer novelas… bueno, soy profesora de Literatura y he leído bastante, ahora no me siento a leer una novela. Me gustan más los libros que tienen alguna información o con algún aporte desde otro lado, pero es un tema de “cuelgue” momentáneo. Ahora estoy incursionando en el audiovisual porque estoy escribiendo una serie y voy a actuar en dos.

Tu faceta de actriz estuvo más postergada, ¿por qué? Faceta frustrada, porque di varias veces el examen para entrar a la EMAD [Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático] pero nunca entré y en un momento dije “bueno, no actúo y escribo para otros”. Las ganas de actuar me las saco en carnaval, que es otra cosa: con un micrófono, con pelucas, con maquillaje. Pero el año que viene estreno una obra en la que actúo solo yo. Ahora, no sé por qué me invitaron para actuar en dos series y yo digo que sí a todo, así que voy a sacarme las ganas. Es una serie de acá, que se llama El metro de Montevideo, que se está filmando en este momento, es para TV Ciudad y TNU, y luego

otra producción de Amazon, pero de esta falta todavía cerrar unos detalles.

¿Dónde te sentís más cómoda?

Me hubiera gustado ser actriz, y lo voy a ser, pero no estudié nada más que Literatura en el IPA. Para todo lo demás me fui formando al hacerlo. Después, de grande y con años de dirección, empecé a hacer talleres, porque también surgieron más cosas. Acá no había para estudiar dramaturgia ni para formación en dirección. En 2010 me fui a Barcelona, hice un curso de dramaturgia con Simon Stephens, del Royal Court Theatre, y ahí empecé a conocer más mundo y gente de otros lados. Este año hice un taller con Marianella Morena, el año pasado con Gabriel Calderón. Todo lo que hay en la vuelta yo lo hago, por compartir, por ver en qué andan los demás, siempre siento que me nutre. Con directores argentinos, solamente tomé un taller con Guillermo Cacace, el director de Mi hijo solo camina un poco más lento, con él estudié dirección en Buenos Aires.

¿El teatro es tu fuente de ingresos?

Sí, es mi fuente de ingresos. Yo di clases en Secundaria durante quince años, después dejé y me decidí a seguir en el teatro. No es solo el teatro, porque no es tan fácil recibir ingresos a través del teatro, salvo si te llama la Comedia Nacional, pero después no sabés.

¿Cómo ha sido tu experiencia en la Comedia Nacional?

Trabajé tres veces con el elenco y siempre tuve muy buena recepción. La primera obra que hice, La duda en gira, fue la que más mutó desde los primeros apuntes que presenté hasta lo que quedó, con la ayuda y la opinión de todos ellos. Con las otras dos fuimos por camino liso. Pero con la escritura siempre va variando porque de pronto escribo un corto para alguien, o un publicitario o un guion. Siempre estoy produciendo escritura para todos lados, sobre todo en los talleres de dramaturgia y de actuación.

Viéndote en retrospectiva, ¿cómo ha sido tu crecimiento en el teatro?

Yo no le digo crecer, siempre le digo cambiar. Obvio que miro para atrás, veo el camino recorrido y es largo, de mucha producción y siempre he estado haciendo algo. Ahora estoy en una etapa más tranquila, no estreno una obra por año y, bueno, la pandemia paró los estrenos de este año; solo estrené con la Comedia, pero tenía dos proyectos más.

También fue con el elenco de la Comedia Nacional que estrenaste en plena pandemia Nociones básicas para la construcción de puentes, con una dinámica que da participación a las vivencias propias de los actores.

De todas las obras que he hecho es la que más me conforma. El trabajo que hacemos en el laboratorio y otras dos obras más que voy a estrenar vienen todas por ese lado: se filtra algo de lo real. Es el testimonio, que es real. Se podría acercar más a lo que hace Lola Arias con el teatro documental, o Vivi Tellas, que son como faros. Esto fue muy poco ambicioso y creo que por eso salió bien. Yo antes tenía un pienso más puesto

en el montaje, en el color, en el vestuario perfecto, en la construcción de las actuaciones, y la vida te va cambiando, vas conociendo otras cosas y como que me bajé de ese tren y empecé más por el costado sensible. Fui más por el lado de los vínculos, los hilos de la comunicación real, en ver qué traen las otras personas que vienen al proceso. Y con Benedetti nos pasó eso, es un juego con lo que en la realidad sucedió, que es que cuando nos invitaron al proyecto dijimos “¿cómo hacemos una obra de teatro sobre Benedetti? Qué difícil, qué compromiso, cómo a todos nos gusta o no”. Fui encontrando todas las opiniones de los actores y dije “la obra es acá”. Es un grupo de gente que no se siente cómoda con el material que le tocó. Y en la obra lo dice. Está esa tendencia montevideana de que todo lo que sube, en algún momento, hay que bajarlo, y trabajamos desde ahí. Después terminamos enamorados de Benedetti. Yo le pedí a cada actor que me contara cuál había sido su primer vínculo con la obra de Benedetti y ellos contaron esas cuatro historias. Las grabé, me las traje y a partir de eso construí todo. Y quería construir algo con esas historias, pero realmente en un momento les dije que eran esas las historias, ya estaban construidas, estaban buenísimas porque tenían terrible carga, justo representaban una época distinta de Benedetti, y todo fue cuadrando.

¿Qué significó estrenar esa obra en pandemia y en el teatro Solís?

Además, cuando nuestra obra estaba prevista para hacer giras por barrios, para ir a liceos, a cooperativas, y no se pudo hacer así. Cuando vino Mario Ferreira y me dijo que era para representar en la sala grande del teatro Solís, dije “¿qué?”. Nosotros habíamos ensayado en un salón de tres por tres que tiene la Comedia, habíamos decidido que el vestuario era de civil, con una mesa y unas sillas y de pronto nos avisan que era en la sala grande del Solís. Entré en pánico, pero era la posibilidad que había de hacer teatro y quedó buenísimo. Cuando la vi, me di cuenta de que eso tenía su encanto, porque la Comedia tiene una trampa, porque cuando hacés una obra en el teatro independiente nunca tenés mucho dinero para montar las obras y cuando vas a la Comedia claro que tenés más posibilidades y hacés más cosas de las que necesitás. Me pasó con otras obras, tienen mucha producción con telones que suben y bajan, vestuario, etcétera. Todo enorme y después te das cuenta de que no es eso, que eso no genera nada, de repente sí, pero no es lo más necesario. Entonces, cuando vi las cuatro sillas y la mesita en el escenario pensé que tenía su sentido en estos tiempos de pandemia. Y fue muy emotivo el estreno, por un montón de cosas: porque se leía la

proclama de SUA [Sociedad Uruguaya de Actores], era el regreso a los teatros, la gente fue con mucho fervor ese día. Fue emocionante, además, porque la obra maneja una zona de emoción que me conmueve cada vez que la veo, también le pasa a los actores, entonces hay una cosa en el aire.

Esa dinámica de trabajar con actores que propongan desde su experiencia funciona muy bien.

A mí me encanta, porque el actor se hace parte del material, y los actores de la Comedia estuvieron muy abiertos a esta experiencia. Han transitado procesos de todo tipo y están más acostumbrados a que haya un texto preconcebido, que viene armado, una ficción que abordar, un caminar hacia, a representar personajes, no tanto a ser ellos mismos. En este caso, ellos hacían de ellos mismos, aunque siempre están actuando, porque al estar en el escenario te convertís en personaje. Aunque seas vos hay una actuación, pero no es lo mismo que caminar hacia ser un personaje de Las tres hermanas de Chéjov, por ejemplo. Hay un tremendo laburo ahí, sobre todo en el terreno de lo creíble.

¿Qué fue lo más difícil del abordaje tan particular de los personajes?

Tenés que tener la verdad latente siempre, eso fue lo que más nos costó. Porque a lo largo de las funciones las cosas se fueron instalando. La obra juega con que está siendo elaborada en ese momento, y es muy exigente actoralmente el tener la verdad a flor de piel todo el tiempo. No te podés esconder en una forma, en un vestuario, en nada, entonces la lucha de los actores contra la instalación de las cosas fue lo más lindo del proceso. A los actores les generó motivación para plantarse desde un lugar diferente. Esa apertura, tanto de los actores como en la escritura a que los actores traigan sus historias, me ha dado un aire, me encontré con un camino nuevo que me gusta, en el que me siento bien. También me di cuenta de que conmociona hacia afuera. Eso era una carencia enorme porque siempre lo quería, pero no lo lograba; quería remover, pero no sucedía. Me quedaban las obras cerradas en su mundo construido. Ahora no me pasa y me gusta que así sea. Y como que ahora yo voy detrás de eso, porque a medida que más cosas ves, se amplían los horizontes. Ahora intento abandonar un poco las formas e ir un poco más a las vísceras de las cosas, ahora los lenguajes verdaderos salen de compartir con el equipo. Antes el lenguaje venía todo desde mí: yo preveía todo, desde la escenografía al vestuario tenía todo concebido en mi mente y no estaba tan abierta a las cosas que podían pasar en el proceso. Eso es un aprendizaje de ahora, de la madurez.

¿En qué estás ahora?

Ahora estoy escribiendo una serie que son las cinco tragedias más famosas de Shakespeare, que suceden en un club de fútbol de tercera división, todas y al mismo tiempo. Es para una productora y la estoy escribiendo con mucha expectativa. Este año iba a estrenar en agosto, y no se pudo, una obra que se llama El desmontaje, con la que gané la beca FEFCA en Letras, en 2018, la vengo macerando hace tiempo. Es una obra donde actúo solo yo, se trata de un montón de historias personales, contundentes, con relación al teatro, a mi proceso teatral. Va a ser en la sala Zavala Muniz y voy a actuar. En vacaciones de julio, tampoco pude estrenar una obra con un grupo de actores, era para hacer en la sala Delmira. Es una obra para adolescentes que se llama Una vez me pasó, en la que los cuatro actores y cuatro actrices comparten historias personales de sus adolescencias. Son cosas que les pueden estar pasando a los adolescentes hoy y de las que no se habla mucho.

¿Y escribiste algo para carnaval?

Sí, claro, estábamos ensayando con humoristas Cyranos a full antes de que la intendenta Carolina Cosse nos pidiera que suspendiéramos. Escribo para murga Queso Magro y comparsa Valores de Ansina; además escribo y salgo en Cyranos. El carnaval es lo más gratificante, el público es muy fervoroso, se manifiesta, es calórico, te espera a la salida, te dice cosas, te trae dibujos, te escribe por las redes, te agradece. Y en el teatro también, la gente te escribe, pero no es la misma forma de vivirlo. A mí no me gusta hacer la analogía de por qué es así el carnaval y no el teatro, como si fueran públicos distintos, pero lo cierto es que algo hay, porque uno de los pensamientos que me llevo de este año es que hicimos las funciones de teatro en la sala del Solís y nos fue bárbaro con la obra; ahora salís a hacer funciones por los barrios en la sala Lazaroff o en el teatro Florencio Sánchez o el Centro de Artesanos y la gente aplaude en el medio de la obra, cantan una canción y aplauden, y ¿eso por qué? Es un misterio, es como una reacción más propia del carnaval que aplauden en cada chiste, en cada bloque ya arrancan a aplaudir. Hay algo en la congregación de

lo popular donde la vergüenza de manifestarse se va. Y, al contrario, la gente va a manifestarse. En el teatro la gente va a recibir de forma más pasiva.

¿Cuál es tu opinión con respecto a las disposiciones municipales y la suspensión de los espectáculos de carnaval?

Por ahora estamos parados con un espectáculo por la mitad que venimos ensayando hace mucho tiempo que, en caso de que no haya carnaval, la remuneración de ese trabajo ya hecho no sé dónde estará. En lo personal, no me parece respetuosa la forma en que se han manejado las cosas, me parece que hay un desconocimiento de parte de las personas que están manejando las medidas, sobre todo acerca de qué es carnaval y cómo funciona, el tiempo que lleva, cuándo empieza. Hay una ignorancia total del trabajo gigante que lleva montar un espectáculo de carnaval. Estoy un poco indignada con la situación. Me gustaría que encontráramos la forma entre todos de tener un carnaval alternativo, mucho más allá del concurso y de todo, respetando a los trabajadores porque decir que el carnaval para, es como cerrar una fábrica de cuarenta mil trabajadores sin seguro de paro. Vivo de esto, no tengo problema en decirlo y casi el cuarenta por ciento de mis ingresos anuales vienen del carnaval. Es un cambio de vida y de eso nadie se está haciendo cargo. Se lo está tomando como una fiesta y se dice “bueno, si este año no hay fiesta no pasa nada”, pero no es solo la fiesta. Me gustaría que la fiesta estuviera, que se estudiaran las circunstancias ya que el pueblo merece carnaval. En carnaval se purga, se descarga, nos encontramos, soltamos las penas, es un abrazo social que no puede no estar. Es el momento de lo políticamente incorrecto, de decir cosas que si las decís en otro momento no quedan muy bien, y cuando estamos todos juntos; se precisa eso. Exhorto a la creatividad de las autoridades y a todos los involucrados en todo esto, al diálogo que no ha habido, a pensar sensiblemente todo y a decir: algo tenemos que inventar para que la gente se ría. Me parece que hay como una quedada creativa de las autoridades. Entiendo que nos agarró un tsunami y que se están resolviendo cosas de emergencia y que la situación es crítica. Entiendo también que no se sabe qué va a pasar, pero hubo una pereza ahí porque se suspendieron los ensayos, pero hay espectáculos que se están haciendo en espacios cerrados, hay compañías de danza que ensayan en espacios abiertos. Creo que no se ve el mapa completo de lo que implica el carnaval. D

Gabriela Gómez. Docente de literatura. Periodista cultural.

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