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Premios y castigos

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Retailing

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Llegamos al tercer mes del 2023 cansados de resistir. Hartos del apriete constante, de que nos impulsen a desinvertir, que nos lleven hasta el filo de la cima más alta para que nos desplomemos en el vacío.

El gobierno nacional nos pone entre las cuerdas, nos sube a un ring sin que tengamos intenciones de comenzar una pelea y nos brinda cero chances de ganar aun logrando un nocaut. Y así es difícil.

En las últimas ediciones hemos hablado del crecimiento del sector, de cómo muchas empresas optaron por expandirse mediante franquicias para poder subsistir en un mercado cada vez más competitivo y con impuestos cada vez más altos. Incluso en esta edición verán cómo algunas cadenas de supermercados con presencia internacional siguen apostando a la Argentina con el afán de generar puestos de trabajo y crecimiento comercial, a cuesta del padecimiento inflacionario, la presión sindical y el momento económico-social que vive el país.

Los castigos están a la orden del día y los titulares de los diarios empeoran cada vez más. En los últimos días pudimos ver encabezados como: “Con una nueva multa de $300 millones en marcha, Matías Tombolini endurece Precios Justos” o “Massa y Tombolini se parecen cada vez más a Moreno y Echegaray: ¿Cómo extorsiona el gobierno a los frigoríficos para frenar el aumento de la carne?”. Estamos sumergidos en la política del ajuste, el caretaje, las amenazas y la subordinación.

Por el contrario, y en línea con lo mencionado anteriormente, no se ha premiado a ninguna empresa por llevar adelante inversiones en los últimos años, por generar puestos de trabajo genuinos en distintas provincias y hasta en localidades donde la tasa de desempleo es muy alta. No hemos visto un guiño por parte de quienes nos gobiernan por hacerle bien al país, por seguir siendo el motor de la industria y la comercialización, por estar firmes con cada tienda o góndola para brindarle lo mejor a los clientes y consumidores. Lo que sí hacen es utilizar la mediatización para poner al motor del país como el enemigo, como los culpables de la situación macroeconómica que atraviesa la Argentina.

No hay mea culpa, no hay autocrítica, no hay medidas que le pongan paños fríos a esta situación económica, no hay indicios para animar al sector empresarial a seguir invirtiendo. Lo que sí hay es déficit fiscal; una inflación del cien por ciento anual; productores apretados para poder generar insumos debido al alza del dólar y la falta de competitividad; cadenas atadas de pies y manos para cumplir con los mil programas que propone el Estado: Precios Justos, Precios Cuidados, Ahora 3,12 y 18, Cortes Cuidados, entre otros; y leyes que también influyen en gastos extras como Ley de Etiquetado Frontal o Ley de Góndolas.

Sabemos que es un año eleccionario y que todos se rasgarán las vestiduras con tal de obtener un voto, el problema está en que nadie brinda soluciones viables para el momento que estamos viviendo o parece ver lo que realmente sucede. Mientras el oficialismo y la oposición discuten sobre si se pondrán de acuerdo con el papeleo que tienen en el Congreso, los bolsillos se vuelven cada vez más flacos y las amenazas por parte del Ministerio de Industria se tornan asfixiantes.

No pretendemos globos de colores en cada inauguración o por cada puesto de trabajo cedido. Tampoco pretendemos una felicitación constante ante la inversión por parte del supermercadismo o la industria. Cuando hablamos de “premios” no hablamos de aplausos, sino que nos referimos a que nos suelten un poco la soga del cuello, que nos alienten positivamente a desembolsar millones de dólares en la Argentina, que nos hagan sentir que vale la pena seguir sosteniendo el país.

Hasta el momento nada de eso sucede. Y por cómo viene la mano, todos los caminos indican que la situación empeorará. <<

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