Revista Salvo el crepúsculo No.2

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NÚMERO 2 ● DICIEMBRE 2012 - MARZO 2013

● MÓNICA MARISTAIN

ÚLTIMA ENTREVISTA A ROBERTO BOLAÑO ● CARLOS SANTIBAÑEZ A.

POESÍA EN LA ALTA CONFIANZA ● SERGIO ARÉVALO

FOTOGRAFÍA: MATE Sergio Arévalo ● Gladis Leonor Ataide ● Jesús Carmona-Robles ● Oscar Cortés Tapia ● Victor Galván ● David Guerrero Salazar ● Alba Monserrat Hernández C. ● Selene Maldonado López ● Miguel Ángel Meza R. ● Mauricio Morales Ramos ● Karla Lizbeth Peña ● Algo Revfaulknest ● Armando Salgado ● José Germán Solórzano H. ● Jorge Yam Yah ●

Revista Literaria Digital

POESÍA

CUENTO

CRÍTICA

ENSAYO


Revista literaria digital Año 1, número 2.

Dirección: José Antonio Iñiguez Narváez Subdirección: Luis Alberto G. Sánchez Asistentes de redacción: José Antonio Iñiguez Narvaéz René Alberto Vera Contreras Diseño: Luis Alberto G. Sánchez Sinae Dasein Consejo editorial: José Antonio Iñiguez Narvaéz Luis Alberto G. Sánchez. Colaborador: Miguel Ángel Meza Robles René Alberto Vera Contreras

* * * Autores: Sergio Arévalo * Gladis Leonor Ataide * Jesús CarmonaRobles * Óscar Cortés Tapia * Víctor Galván * David Guerrero Salazar * Alba Monserrat Hernández Cervantes * Selene Maldonado López * Mónica Maristain * Mauricio Morales Ramos * Karla Lizbeth Peña * Aldo Revfaulknest * Armando Salgado * Carlos Santibañez Andonegui * José Germán Solórzano Hidalgo * Jorge Yam Yah.

Salvo el crepúsculo. Revista literaria digital, es una publicació n trimestral de formato electró nico, generada en la ciudad de Benito Juá rez, Cancú n, Quintana Roo, M é x i c o . A d j u n t a d a e n l a p á g i n a w e b : http://issuu.com/revista_salvoelcrepusculo. Correo-e: revista_salvoelcrepusculo@hotmail.com Las opiniones contenidas en los artıćulos irmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducció n total o parcial de los textos incluidos en Salvo el crepúsculo, revista literaria digital, siempre que se cite la fuente y el autor.


A MANERA DE PRESENTACIÓN Toda revista literaria comienza con el previo impulso, llámese inquietud o necesidad para formar un proyecto, con los ingredientes necesarios de una revista literaria. El tiempo, la calidad y la voluntad dirán si ese proyecto se mantiene en pie, o bien, si opta por evolucionar su formato. Para toda revista, ese panorama es irrechazable, y más para las que, como nosotros, aprovechan las variantes en el campo de la tecnología, para desarrollarse y facilitar la autosuficiencia. Salvo el crepúsculo, camina sobre esta vía: difundir las voces nacionales por el medio virtual, porque consideramos que esta vía será la mesa de lectura del futuro. No se podría pensar en una revista independiente, sin que detrás haya voces entusiastas y decididas en el trabajo que han decidido emprender. Nos entusiasma, en efecto, pensar en el formato impreso, pero para ello el esfuerzo y la exigencia editorial debe ser doble, tomando como base el divertimiento literario y, por ende, el goce estético como respuesta a esa búsqueda. En cumplimiento de esas exigencias, Salvo el crepúsculo abrirá nuevas secciones; ya no se digan las voces que seguramente desfilarán por estas páginas y enriquecerán al lector y al escritor animoso que siempre –sobre todo el juvenil- estará en busca de explanadas de expresión artística. La tarea es ardua: exige paciencia, rigor y sensibilidad. La travesía, aunque a largo plazo gratificante, está llena de obstáculos y de breves chubascos, pero el tiempo, el lector infalible, estará a nuestro favor. CONSEJO EDITORIAL



COLABORADORES ENTREVISTA Última entrevista a Roberto Bolaño. Mónica Maristain 08 / POESÍA Elogio de El Santo. Óscar Cortés Tapia 18 / Un cuervo ceñido a mi garganta. Leonardo Morán 22 / CUENTO Otra vez amanece. Víctor Galván 23 / RESEÑA Jorge Contreras, poesía en la alta confianza. Carlos Santibáñez Andonegui 24 / POESÍA Huracán. Jesús Carmona Robles 26 / Heteromancia. Aldo Revfaulknest 27 / Cobijo carnal. David Guerrero Salazar 28 / Analogía. Gladis Leonor Ataide 29 / GRAFÍA Mate. Sergio Arévalo 30 / CUENTO Schatten. Mauricio Ramos Morales 35 / POESÍA Vietnam. Armando Salgado 37 / ENSAYO Onetti tan memorable: una semblanza de sus cuentos [Primera parte]. Alejandro José López Cáceres 38 / POESÍA Perfil de un paisaje tardío. José Germán Solórzano Hidalgo 43 / Laberinto sin letras. Jorge Yam Yah 44 / RESEÑA La identidad en conflicto en “Persona” de Ingman Bergman. Carlos Giménez Soria 45 / POESÍA [*]. Karla Lizbeth Peña 51 / RESEÑA Leonardo da Jandra: mujeres posmodernas. Miguel Ángel Meza R. 52 / POESÍA Polinizadores. Selene Maldonado 54 / ENSAYO El mundo de los ciegos: ojos que no ven, realidad inexistente. Alba Monserrat Hernández C. 55 / RECOMENDACIONES René Alberto Vera C. 60 / COLABORADORES 62




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a obra de Roberto Bolaño (Chile, 1953-Blanes, 2003), es por sí misma cautivadora y, por momentos, desbordante. Para muchos, la vida personal de Bolaño resulta tan interesante como su propia obra. En El hijo de Míster Playa, Mónica Maristain retrata y entrevista a las personas que estuvieron cerca del escritor chileno. Nombres como Ignacio Echeverría, Ricargo Pligia, Jorge Volpi, Rodrigo Fresán o Jorge Herralde, sirven para formar el vasto perfil del autor de Los detectives salvajes. Publicada la misma semana de su muerte en la edición mexicana de Playboy, esta entrevista resulta de gran interés por ser la última que Roberto Bolaño ofreciera a Maristain, antes de su muerte.

Por: Mónica Maristain

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n el desvaído panorama de la literatura en lengua española, un espacio en el que todos los días aparecen jóvenes redactores más preocupados por ganar becas y puestos en los consulados que por aportar algo a la creación artística, se destaca la figura de un hombre enjuto, mochila azul en ristre, anteojos de enorme marco, cigarrillo sempiterno entre los dedos, fina ironía a bocajarro siempre que haga falta. Roberto Bolaño, nacido en Chile en 1953, es lo mejor que le ha pasado en mucho tiempo al oficio de escribir. Desde que con su monumental Los detectives salvajes, acaso la gran novela mexicana de la contemporaneidad, , se hiciera famoso y se embolsara los premios Herralde (1998) y Rómulo

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Gallegos (1999), su influencia y su figura han ido en crecimiento constante: todo lo que dice, con su afilado humor, con su exquisita inteligencia, todo lo que escribe, con su pluma certera, de gran riesgo poético y profundo compromiso creativo, es digno de la atención de quienes lo admiran y, por supuesto, de quienes lo detestan. El autor, que aparece como personaje en la novela Soldados de Salamina, de Javier Cercas, y que es homenajeado en la última novela de Jorge Volpi, El fin de la locura, es, como todo hombre genial, un divisor de opiniones, un generador de antipatías acérrimas a pesar de su carácter tierno, su voz entre atiplada y ronca, con la que responde, cortés, como todo buen chileno, que no escribirá un cuento para la revista pues su

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MÓNICA MARISTAIN:

Última entrevista a

próxima novela, que tratará sobre los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, ya va por la página 900 y todavía no la acaba. Roberto Bolaño vive en Blanes, España, y está muy enfermo. Espera que un trasplante de hígado le dé resto para vivir con esa intensidad que alaban quienes tienen la fortuna de tratarlo en la intimidad. Dicen ellos, sus amigos, que a veces se olvida de ir a la visita médica por escribir. A los 50 años, este hombre que recorrió Latinoamérica como mochilero, que se escapó de las fauces del pinochetismo porque uno de los policías que lo encarceló había sido su compañero en la escuela, que vivió en México (alguna vez la calle Bucareli en un tramo llevará su nombre), que conoció a los militantes del Farabundo Martí que luego se convertirían en los asesinos del poeta Roque Dalton en El Salvador, que fue vigilante en un camping catalán, vendedor de bisutería en Europa y siempre un hurtador de buenos libros porque leer no es sólo una cuestión de actitud, este hombre, decíamos, ha transformado el rumbo de la literatura latinoamericana. Y lo ha hecho sin avisar y sin pedir permiso, como lo hubiera hecho Juan García Madero, antihéroe adolescente de su gloriosa Los detectives salvajes: “Estoy en el primer semestre de la carrera de Derecho. Yo no quería estudiar Derecho sino Letras, pero mi tía insistió y al final acabé transigiendo. Soy huérfano. Seré abogado. Eso lo dije a mi tío y a mi tía y luego me encerré en mi habitación y lloré toda la noche” El resto, en las 608 páginas restantes de una novela cuya importancia los críticos han comparado con Rayuela, de Julio Cortázar, y hasta con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Él diría, frente a tanta hipérbole: ni modo. Así que mejor vayamos a lo que importa en esta coyuntura: a la entrevista.

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ROBERTO BOLAÑO

MM: ¿Le dio algún valor en su vida el haber nacido disléxico? RB: Ninguno. Problemas cuando jugaba al fútbol, soy zurdo. Problemas cuando me masturbaba, soy zurdo. Problemas cuando escribía, soy diestro. Como puedes ver, ningún problema importante. MM: ¿Siguió siendo Enrique Vila-Matas amigo suyo luego de la pelea que tuvo usted con los organizadores del Premio Rómulo Gallegos? RB: Mi pelea con el jurado y los organizadores del premio se debió, básicamente, a que ellos pretendían que yo avalara, desde Blanes y a ciegas, una selección en la que yo no había participado. Sus métodos, que una pseudo poeta chavista me transmitió por teléfono, se parecían demasiado a los argumentos disuasorios de la Casa de las Américas cubana. Me pareció que era un error enorme que Daniel Sada o Jorge Volpi fueran eliminados a las primeras de cambio, por ejemplo. Ellos dijeron que lo que yo quería era viajar con mi mujer e hijos, algo totalmente falso. De mi indignación por esta mentira surgió la carta en donde los llamé neostalinistas y algo más, supongo. De hecho, a mí me informaron que ellos pretendían, desde el principio, premiar a otro autor, que no era VilaMatas, precisamente, cuya novela me parece buena, y que sin duda era uno de mis candidatos. MM: ¿Por qué no tiene aire acondicionado en su estudio? RB: Porque mi lema no es Et in Arcadia ego, sino Et in Esparta ego.

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MM: ¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros? RB: No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio. MM: ¿Cuál es la diferencia entre una escribidora y una escritora? RB: Una escritora es Silvina Ocampo. Una escribidora es Marcela Serrano. Los años luz que median entre una y otra. MM: ¿Quién le hizo creer que es mejor poeta que narrador? RB: La gradación del rubor que siento cuando, por pura casualidad, abro un libro mío de poesía o uno de prosa. Me ruboriza menos el de poesía. MM: ¿Usted es chileno, español o mexicano? RB: Soy latinoamericano. MM: ¿Qué es la patria para usted? RB: Lamento darte una respuesta más bien cursi. Mi única patria son mis dos hijos, Lautaro y Alexandra. Y tal vez, pero en segundo plano, algunos instantes, algunas calles, algunos rostros o escenas o libros que están dentro de mí y que algún día olvidaré, que es lo mejor que uno puede hacer con la patria. MM: ¿Qué es la literatura chilena? RB: Probablemente las pesadillas del poeta más resentido y gris y acaso el más cobarde de los poetas chilenos: Carlos Pezoa Véliz, muerto a principios del siglo XX, y autor de sólo dos poemas memorables, pero, eso sí, verdaderamente memorables, y que nos sigue soñando y sufriendo. Es posible que Pezoa Véliz aún no haya muerto y esté agonizando y que su último minuto sea un minuto bastante largo, ¿no?, .

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y todos estemos dentro de él. O al menos que todos los chilenos estemos dentro de él. MM: ¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria? RB: Yo nunca llevo la contraria. MM: ¿Usted tiene más amigos que enemigos? RB: Tengo suficientes amigos y enemigos, todos gratuitos. MM: ¿Quiénes son sus amigos entrañables? RB: Mi mejor amigo fue el poeta Mario Santiago, que murió en 1998. Actualmente tres de mis mejores amigos son Ignacio Echevarría y Rodrigo Fresán y A. G. Porta. MM: ¿Antonio Skármeta lo invitó alguna vez a su programa? RB: Una secretaria suya, tal vez su mucama, me llamó una vez por teléfono. Le dije que estaba demasiado ocupado. MM: ¿Javier Cercas compartió con usted las regalías por Soldados de Salamina? RB: No, por supuesto. MM: ¿Enrique Lihn, Jorge Teillier o Nicanor Parra? RB: Nicanor Parra por encima de todos, incluidos Pablo Neruda y Vicente Huidobro y Gabriela Mistral. MM: ¿Eugenio Montale, T. S. Eliot o Xavier Villaurrutia? RB: Montale. Si en lugar de Eliot estuviera James Joyce, pues Joyce. Si en lugar de Eliot estuviera Ezra Pound, sin duda Pound. MM: ¿John Lennon, Lady Di o Elvis Presley? RB: The Pogues. O Suicide. O Bob Dylan. Pero, bueno, no nos hagamos los remilgados: Elvis forever. Elvis con una chapa de sheriff conduciendo un Mustang y atiborrándose de pastillas, y con su voz de oro. MM: ¿Quién lee más, usted o Rodrigo Fresán? RB: Depende. El Oeste es para Rodrigo. El Este para mí. Luego nos contamos los libros de nuestras correspondientes áreas y parece que lo hubiéramos leído todo. MM: ¿Cuál es el mejor poema de Pablo Neruda según usted? RB: Casi cualquiera de Residencia en la Tierra.

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última entrevista a roberto bolaño

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MM: ¿Qué le produce el hecho de que Arturo Pérez Reverte sea actualmente el escritor más leído en lengua española? RB: Pérez Reverte o Isabel Allende. Da lo mismo. Feuillet era el autor francés más leído de su época. MM: ¿Y el hecho de que Arturo Pérez Reverte haya ingresado a la Real Academia? RB: La Real Academia es una cueva de cráneos privilegiados. No está Juan Marsé, no está Juan Goytisolo, no está Eduardo Mendoza ni Javier Marías, no está Olvido García Valdez, no recuerdo si está Alvaro Pombo [probablemente si está se deba a una equivocación], pero está Pérez Reverte. Bueno, [Paulo] Coelho también está en la Academia brasileña. MM: ¿Qué le hubiera dicho a Gabriela Mistral si la hubiera conocido? RB: Mamá, perdóname, he sido malo, pero el amor de una mujer hizo que me volviera bueno. MM:¿Y a Salvador Allende? RB: Poco o nada. Los que tienen el poder [aunque sea por poco tiempo] no saben nada de literatura, sólo les interesa el poder. Y yo puedo ser el payaso de mis lectores, si me da la real gana, pero nunca de los poderosos. Suena un poco melodramático. Suena a declaración de puta honrada. Pero, en fin, así es. MM: ¿Y a Vicente Huidobro? RB: Huidobro me aburre un poco. Demasiado tralalí alalí, demasiado paracaidista que desciende cantando como un tirolés. Son mejores los paracaidistas que descienden envueltos en llamas o, ya de plano, aquellos a los que no se les abre el paracaídas. MM: ¿Octavio Paz sigue siendo el enemigo? RB: Para mí, ciertamente, no. No sé qué pensarán los poetas que durante esa época, cuando yo viví en México, escribían como sus clones. Hace mucho que no sé nada de la poesía mexicana. Releo a José Juan Tablada y a Ramón López Velarde, incluso puedo recitar, si se tercia, a Sor Juana, pero no sé nada de lo que escriben los que, como yo, se acercan a los cincuenta años. MM: ¿No le daría ahora ese papel a Carlos Fuentes? RB: Hace mucho que no leo nada de Carlos Fuentes.

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MM: ¿Se arrepiente de haber criticado el menú que le sirvió Diamela Eltit? RB: Nunca critiqué su menú. Si acaso, tendría que haber criticado su humor, un humor vegetariano o, mejor, a dieta. MM: ¿Le duele que ella lo considere mala persona después de la crónica de aquella malograda cena? RB: No, pobre Diamela, no me duele. Me duelen otras cosas. MM: ¿Ha vertido alguna lágrima por las numerosas críticas que ha recibido por parte de sus enemigos? RB: Muchísimas, cada vez que leo que alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, ¿por qué yo, por qué yo, que ningún mal les he hecho? MM: ¿Cuál es la opinión en torno de su obra que más valora? RB: Mis libros los lee Carolina [su esposa] y después [Jorge] Herralde [el editor de Anagrama] y después procuro olvidarlos para siempre. MM: ¿Qué cosas compró con el dinero que ganó en el Rómulo Gallegos? RB: No muchas. Una maleta, según creo recordar. MM: ¿Se ha quemado la piel con un cigarrillo? RB: Nunca voluntariamente.

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MM: De su época que vivía de los concursos literarios, ¿hubo alguno que no pudo cobrar? RB: Ninguno. Los ayuntamientos españoles, en este aspecto, son de una probidad fuera de toda sospecha. MM: ¿Era buen camarero o mejor vendedor de bisutería? RB: El oficio en el que mejor me he desempeñado fue el de vigilante nocturno de un camping cerca de Barcelona. Nunca nadie robó mientras yo estuve allí. Impedí algunas peleas que hubieran podido terminar muy mal. Evité un linchamiento [aunque de buena gana, después, hubiera linchado o estrangulado yo mismo al tipo en cuestión]. MM: ¿Ha experimentado el hambre feroz, el frío que cala los huesos, el calor que deja sin aliento? RB: Como dice Vittorio Gassman en una película: modestamente, sí. MM: ¿Ha robado algún libro que luego no le gustó? RB: Nunca. Lo bueno de robar libros [y no cajas fuertes] es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito. MM: ¿Ha caminado alguna vez en medio del desierto? RB: Sí, y en una ocasión, además, del brazo de mi abuela. La anciana señora era incansable y yo pensé que de ésa no salíamos. MM: ¿Ha visto peces de colores debajo del agua? RB: Por supuesto. En Acapulco, sin ir más lejos, en el año 1974 o 1975. MM: ¿Ha tallado en un tronco de árbol el nombre de la persona amada? RB: He cometido desmanes aún mayores, pero corramos un tupido velo. MM: ¿Ha visto alguna vez a la mujer más hermosa del mundo? RB: Sí, cuando trabajaba en una tienda, allá por el año '84. La tienda estaba vacía y entró una mujer hindú. Parecía y tal vez fuera una princesa. Me compró algunos colgantes de bisutería. Yo, por descontado, estaba a punto de desmayarme. Tenía la piel cobriza, el pelo largo, rojo, y por lo demás era perfecta. La belleza intemporal. Cuando tuve que cobrarle me sentí muy avergonzado. Ella me sonrió como si me dijera que lo entendía y que no me

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preocupara. Luego desapareció y nunca más he vuelto a ver a alguien así. A veces tengo la impresión de que era la mismísima diosa Kali, patrona de los ladrones y de los orfebres, sólo que Kali también era la deidad de los asesinos, y esta hindú no sólo era la mujer más hermosa de la Tierra sino que también parecía ser una buena persona, muy dulce y considerada. MM: ¿Le gustan los perros o los gatos? RB: Las perras, pero ya no tengo animales. MM: ¿Qué cosas recuerda de su niñez? RB: Todo. No tengo mala memoria. MM: ¿Coleccionaba figuritas? RB: Sí. De fútbol y de actores y actrices de Hollywood. MM: ¿Tenía una patineta? RB: Mis padres cometieron el error de regalarme un par de patines cuando vivimos en Valparaíso, que es una ciudad de cerros. El resultado fue desastroso. Cada vez que me ponía los patines era como si me quisiera suicidar. MM: ¿Cuál es su equipo de fútbol favorito? RB: Ahora ninguno. Los que bajaron a segunda y luego, consecutivamente, a tercera y a regional, hasta desaparecer. Los equipos fantasmas.


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MM: ¿A qué personajes de la historia universal le hubiera gustado parecerse? RB: A Sherlock Holmes. Al capitán Nemo. A Julien Sorel, nuestro padre, al príncipe Mishkin, nuestro tío, a Alicia, nuestra profesora, a Houdini, que es una mezcla de Alicia, de Sorel y de Mishkin. MM: ¿Se enamoraba de las vecinas más grandes que usted? RB: Por supuesto. MM: ¿Las compañeras de la escuela le prestaban atención? RB: No creo. Al menos yo estaba convencido de que no. MM: ¿Qué cosas debe a las mujeres de su vida? RB: Muchísimo. El sentido del desafío y la apuesta alta. Y otras cosas que me callo por decoro. MM: ¿Ellas le deben algo a usted? RB: Nada. MM: ¿Ha sufrido mucho por amor? RB: La primera vez, mucho, después aprendí a tomarme las cosas con algo más de humor. MM: ¿Y por odio? RB: Aunque suene un poco pretencioso, nunca he odiado a nadie. Al menos estoy seguro de ser incapaz de un odio sostenido. Y si el odio no es sostenido, no es odio, ¿no? MM: ¿Cómo enamoró a su esposa? RB: Cocinándole arroz. En esa época yo era muy pobre y mi dieta era básicamente de arroz, así que lo aprendí a cocinar de muchas formas. MM: ¿Cómo era el día que se hizo padre por primera vez? RB: Era de noche, poco antes de las 12, yo estaba solo, y como no se podía fumar en el hospital me fumé un cigarrillo virtualmente encaramado en el artesonado de la cuarta planta. Menos mal que no me vio nadie desde la calle. Sólo la luna, habría dicho Amado Nervo. Cuando volví a entrar una enfermera me dijo que mi hijo ya había nacido. Era muy grande, casi calvo del todo, y con los ojos abiertos como preguntándose quién demonios era ese tipo que lo tenía en los brazos.

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MM: ¿Lautaro será escritor? RB: Yo sólo espero que sea feliz. Así que mejor que sea otra cosa. Piloto de avión, por ejemplo, o cirujano plástico, o editor. MM: ¿Qué cosas reconoce en él como suyas? RB: Por suerte se parece mucho más a su madre que a mí. MM: ¿Le preocupan las listas de ventas de sus libros? RB: En lo más mínimo. MM: ¿Piensa alguna vez en sus lectores? RB: Casi nunca. MM: ¿Qué cosas de todas las que le han dicho sus lectores en torno de sus libros lo han conmovido? RB: Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el Diccionario filosófico de Voltaire, que es una de las obras más amenas y modernas que conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que existe. MM: ¿Qué cosas lo han enojado? RB: A estas alturas enojarse es perder el tiempo. Y, lamentablemente, a mi edad el tiempo cuenta. MM: ¿Ha tenido miedo alguna vez de sus fans? RB: He tenido miedo de los fans de Leopoldo María Panero, el cual, por otra parte, me parece uno de los tres mejores poetas vivos de España. En Pamplona, durante un ciclo organizado por Jesús Ferrero, Panero cerraba el ciclo y a medida que se aproximaba el día de su lectura la ciudad o el barrio donde estaba nuestro hotel se fue llenando de freaks que parecían recién escapados de un manicomio, que, por otra parte, es el mejor público al que puede aspirar cualquier poeta. El problema es que algunos no sólo parecían locos sino también asesinos y Ferrero y yo temimos que alguien, en algún momento, se levantara y dijera: yo maté a Leopoldo María Panero y después le descerrajara cuatro balazos en la cabeza al poeta, y ya de paso, uno a Ferrero y el otro a mí. MM: ¿Escribe a mano? RB: La poesía, sí. Lo demás, en una vieja computadora de 1993.

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MM: ¿Qué siente cuando hay críticos como Darío Osses que considera que usted es el escritor latinoamericano con más futuro? RB: Debe ser una broma. Yo soy el escritor latinoamericano con menos futuro. Eso sí, soy de los que tienen más pasado, que al cabo es lo único que cuenta. MM: ¿Le despierta curiosidad el libro crítico que está preparando su compatriota Patricia Espinoza? RB: Ninguna. Espinoza me parece una crítica muy buena, independientemente de cómo vaya a quedar yo en su libro, que supongo que no muy bien, pero el trabajo de Espinoza es necesario en Chile. De hecho, la necesidad de una, llamémosla así, nueva crítica, es a l g o q u e e m p i e z a a s e r u rg e n t e e n t o d a Latinoamérica. MM: ¿Y el de la argentina Celina Mazoni? RB: A Celina la conozco personalmente y la quiero mucho. A ella le dediqué uno de los cuentos de Putas asesinas. MM: ¿Qué cosas lo aburren? RB: El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado. MM: ¿Qué cosas lo divierten? RB: Ver jugar a mi hija Alexandra. Desayunar en un bar al lado del mar y comerme un croissant leyendo el periódico. La literatura de Borges. La literatura de Bioy. La literatura de Bustos Domecq. Hacer el amor.

MM: ¿Y el infierno? RB: Como Ciudad Juárez, que es nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la libertad y de nuestros deseos. MM: ¿Cuándo supo que estaba gravemente enfermo? RB: En el '92. MM: ¿Qué cosas de su carácter cambió la enfermedad? RB: Ninguna. Supe que no era inmortal, lo cual, a los 38 años, ya iba siendo hora de que lo supiera. MM: ¿Qué cosas desea hacer antes de morir? RB: Ninguna en especial. Bueno, preferiría no morirme, claro. Pero tarde o temprano la distinguida dama llega, el problema es que a veces no es una dama ni mucho menos es distinguida, sino más bien, como dice Nicanor Parra en un poema, es una puta caliente, que es algo que hace dar diente con diente al más pintado.

MM: Cierre los ojos, ¿cuál de todos los paisajes de Latinoamérica que usted recorrió le viene primero a la memoria? RB: Los labios de Lisa en 1974. El camión de mi padre averiado en una carretera del desierto. El pabellón de tuberculosos de un hospital de Cauquenes y mi madre que nos dice a mi hermana y a mí que aguantemos la respiración. Una excursión al Popocatépetl con Lisa, Mara y Vera y alguien más que no recuerdo, aunque sí recuerdo los labios de Lisa, su sonrisa extraordinaria. MM: ¿Cómo es el paraíso? RB: Como Venecia, espero, un lugar lleno de italianas e italianos. Un sitio que se usa y se desgasta y que sabe que nada perdura, ni el paraíso, y que eso al fin y al cabo no importa.

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MM: ¿Con quién le gustaría encontrarse en el más allá? RB: No creo en el más allá. Si existiera, qué sorpresa. Me matricularía de inmediato en algún curso que estuviera dando Pascal. MM: ¿Pensó alguna vez en suicidarse? RB: Por supuesto. En alguna ocasión sobreviví precisamente porque sabía cómo suicidarme si las cosas empeoraban. MM: ¿Creyó en algún momento que se estaba volviendo loco? RB: Por supuesto, pero me salvó siempre el sentido del humor. Me contaba historias que me volvían loco de risa. O recordaba situaciones que hacían que me tirara al suelo a reírme. MM: La locura, la muerte y el amor, ¿de qué de estas tres cosas ha habido más en su vida? RB: Espero de todo corazón que haya habido más amor. MM: ¿Qué cosas lo hacen reír a mandíbula batiente? RB: Las desgracias propias y ajenas. MM: ¿Qué cosas lo hacen llorar? RB: Lo mismo: las desgracias propias y ajenas. MM: ¿Le gusta la música? RB: Mucho.

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MM: ¿Usted ve su obra como la suelen ver sus lectores y críticos: arriba de todo Los detectives salvajes y luego todo lo demás? RB: La única novela de la que no me avergüenzo es Amberes, tal vez porque sigue siendo ininteligible. Las malas críticas que ha recibido son mis medallas ganadas en combate, no en escaramuzas con fuego simulado. El resto de mi "obra", pues bueno, no está mal, son novelas entretenidas, el tiempo dirá si algo más. Por ahora me dan dinero, se traducen, me sirven para hacer amigos que son muy generosos y simpáticos, puedo vivir, y bastante bien, de la literatura, así que quejarse sería más bien gratuito y desagradecido. Pero la verdad es que no les concedo mucha importancia a mis libros. Estoy mucho más interesado en los libros de los demás. MM: ¿No le sacaría algunas páginas a Los detectives salvajes? RB: No. Para sacarle páginas tendría que releerlo y eso mi religión me lo prohíbe. MM: ¿No le da miedo que alguien quiera hacer la versión cinematográfica de la novela? RB: Ay, Mónica, yo les tengo miedo a otras cosas. Digamos: cosas más terroríficas, infinitamente más terroríficas. MM: ¿El ojo Silva es un homenaje a Julio Cortázar? RB: De ninguna manera. MM: Cuando terminó de escribir El ojo Silva, ¿no sintió que había escrito un cuento capaz de estar a la altura, por ejemplo, de Casa tomada" RB: Cuando terminé de escribir El ojo Silva dejé de llorar o algo parecido. Qué más quisiera yo que se pareciera a uno de Cortázar, aunque Casa tomada no es uno de mis favoritos. MM: ¿Cuáles son los cinco libros que marcaron su vida? RB: Mis cinco libros en realidad son cinco mil. Menciono éstos sólo a manera de punta de lanza o embajada aviesa: El Quijote, de Cervantes. Moby Dick, de Melville. La Obra Completa, de Borges. Rayuela, de Cortázar. La conjura de los necios, de Kennedy Toole. Pero también debería citar: Nadja, de Breton. Las cartas de Jacques Vaché. Todo Ubú, de Jarry. La vida, instrucciones de uso, de Perec. El castillo y El proceso, de Kafka. Los aforismos de Lichtenberg. El Tractatus, de Wittgenstein. La invención de Morel, de Bioy Casares. El Satiricón, de

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de Petronio. La Historia de Roma, de Tito Livio. Los Pensamientos, de Pascal. MM: ¿Se lleva bien con su editor? RB: Bastante bien. Herralde es una persona inteligente y a menudo encantadora. Tal vez a mí me convendría más que no fuera tan encantador. Lo cierto es que ya hace ocho años que lo conozco y, al menos de mi parte, el cariño no hace más que crecer, como dice un bolero. Aunque tal vez me convendría no quererlo tanto. MM: ¿Qué dice de los que piensan que Los detectives salvajes es la gran novela mexicana de la contemporaneidad? RB: Que lo dicen por lástima, me ven decaído o desmayándome en las plazas públicas y no se les ocurre nada mejor que una mentira piadosa, que por lo demás es lo más indicado en estos casos y ni siquiera es pecado venial. MM: ¿Es cierto que fue Juan Villoro el que le convenció para que no titulara Tormentas de mierda a su novela Nocturno de Chile? RB: Entre Villoro y Herralde. MM: ¿De quién más escucha consejos alrededor de su obra? RB: Yo no escucho consejos de nadie, ni siquiera de mi médico. Yo doy consejos a diestra y siniestra, pero no escucho ninguno. MM: ¿Cómo es Blanes? RB: Un pueblo bonito. O una ciudad pequeñita, de treinta mil habitantes, bastante bonita. Fue fundada hace dos mil años, por los romanos, y luego pasaron por aquí gente de todos los lugares. No es un balneario de ricos sino de proletarios. Obreros del norte o del este. Algunos se quedan a vivir para siempre. La bahía es bellísima. MM: ¿Extraña algo de su vida en México? RB: Mi juventud y las caminatas interminables con Mario Santiago. MM: ¿El mundo tiene remedio? RB: El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y ésa es nuestra suerte.

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Colección: I want to read my bicycle Ilustración: Virginia Herrera

MM: ¿A qué escritor mexicano admira profundamente? RB: A muchos. De mi generación admiro a Sada, cuyo proyecto de escritura me parece el más arriesgado, a Villoro, a Carmen Boullosa, entre los más jóvenes me interesa mucho lo que hacen Alvaro Enrigue y Mauricio Montiel, o Volpi e Ignacio Padilla. Sigo leyendo a Sergio Pitol, que cada día escribe mejor. Y a Carlos Monsiváis, el cual, según me contó Villoro, motejó como Pol Pit a Taibo 2 o 3 [o 4], lo que me parece un hallazgo poético. Pol Pit, ¿es perfecto, no? Monsiváis sigue con las uñas aceradas. También me gusta mucho lo que hace Sergio González Rodríguez. MM: ¿Usted tiene esperanzas, en qué, en quiénes? RB: Mi querida Maristain, vuelve usted a empujarme a los potreros de la cursilería, que son mis potreros natales. Yo tengo esperanza en los niños. En los niños y en los guerreros. En los niños que follan como niños y en los guerreros que combaten como valientes. ¿Por qué? Me remito a la lápida de Borges, como diría el ínclito Gervasio Montenegro, de la Academia [como Pérez Reverte, fíjese usted] y no hablemos más de este asunto.

2.16


última entrevista a roberto bolaño

MM: ¿Qué sentimientos le despierta la palabra póstumo? RB: Suena a nombre de gladiador romano. Un gladiador invicto. O al menos eso quiere creer el pobre Póstumo para darse valor. MM: ¿Qué opina de quienes opinan que usted ganará el Premio Nobel? RB: Estoy seguro, querida Maristain, de que no lo ganaré, como también estoy seguro de que algún atorrante de mi generación sí que lo ganará y ni siquiera me mencionará de pasada en su discurso de Estocolmo. MM: ¿Cuándo ha sido más feliz? RB: Yo he sido feliz casi todos los días de mi vida, al menos durante un ratito, incluso en las circunstancias más adversas.

mónica maristain

MM: ¿Qué le hubiera gustado ser si no hubiera sido escritor? RB: Me hubiera gustado ser detective de homicidios, mucho más que ser escritor. De eso estoy absolutamente seguro. Un tira de homicidios, alguien que puede volver solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de los fantasmas. Tal vez entonces sí que me hubiera vuelto loco, pero eso, siendo policía, se soluciona con un tiro en la boca. MM: ¿Confiesa que ha vivido? RB: Bueno, sigo vivo, sigo leyendo, sigo escribiendo y viendo películas, y como les dijo Arturo Prat a los suicidas de la Esmeralda, mientras yo viva, esta bandera no se arriará.

Caligramas de Nicanor Parra para Roberto Bolaño Publicado en Revista Proa, Editorial Universitaria. Septiembre 2004


POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

ÓSCAR CORTÉS TAPIA

ELOGIO DE “EL SANTO” [Versión remasterizada]

PRIMERA CAÍDA [Elogio del tiempo antiguo]

Durante la noche del crimen, más vasta que la Ciudad de México, te anudabas la máscara de quien navega bajo tormenta y sabe salir entero Montabas un veloz jaguar con rumbo a la amenaza [tu capa de estrellas flotaba en el sueño del guerrero]: ibas del cuadrilátero con criminales de feroz libreto al callejón de los golpes, a las mansiones del miedo Te anudabas la máscara y la plata argumental de tus puños machacaba los sofismas del ladrón y el vampiro del hombre lobo y el científico rudo Te anudabas la máscara y la plata en vuelo de tus topes suicidas alumbraba la noche del Mal Poca cosa eran las balas en busca del imán de tu pecho Poca cosa era el puñal y su instinto trapero Mayor peligro había en la soledad y sus venenos En la mujer que con lenta lengua se humedecía los labios Pero tú, el primero de los invencibles, lograbas zafarte del abrazo del oso que te rompería los huesos del alma Te anudabas la máscara, capitán de todas nuestras esperanzas, y el mundo era seguro

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2.18


SEGUNDA CAÍDA [Victishonos]

Pelea sucia y calles oscuras no son ya tu dominio Admítelo, tus puños perdieron la elocuencia y los músculos ágiles son consuelo de la memoria No lamentes la artritis ni las arrugas No enmascares tus proezas de abuelo No te avergüences de tus viejas películas Tu heroísmo es otro

Fuente: http://dannlord.deviantart.com

Sin embargo, una noche de viernes, enmascarado como Rodolfo Guzmán, vuelve a la arena que caía en pedazos con la sola fuerza de tu nombre en nuestros labios Avejentada, en su asiento de primera fila, te espera la Ciudad Subirá a tu esquina y será tu aliada siempre siempre, aunque los nuevos malvados venzan al hombre sin rostro que vive en tu carne y que se anuda la máscara durante la noche del Mal

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TERCERA CAÍDA [Santo de nuestra devoción]

No te negaremos aunque el réferi te cuente tres palmadas sobre la lona No te negaremos a pesar de los monstruos de utilería de las computadoras de cartón de la victoria ensayada sobre momias, espectros y hechiceras No olvidaremos cantarte Las mañanitas el día de tu santo No olvidaremos prenderte un reflector en el altar casero de nuestro corazón

Eres Santo Santo Santo Y no vienes en nombre del Señor Productor Nuestra angustia nuestra fe en ti desde niños te dieron la misión remasterizable ¡Oh, golpe justiciero! (¡Párteles la madre!) ¡Oh, rodillazo sin mancha! (¡Desgüévalos!)

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2.20


óscar cortés tapia

Eres Santo Santo Santo Y seguiremos orgullosos de ti pues tus puños mantendrán con vida el discurso que aprendimos en un viejo cine: el Bien gana en la tercera caída

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2.21

POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

elogio de “el santo”


POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

LEONARDO MORÁN

Un cuervo ceñido a mi garganta me asfixia, es la palabra sin conjugar, inmóvil como blanco. Me arroja a otro espacio. No soy el plomo ni el humo que aromatiza el cuarto vacío. No soy la tiza ni el llanto de las hojas secas en las Fiestas de San Juan. Apenas puedo descubrirme en la chispa, en un rezo. Luna durmiente: destruyo tu luz inaudible como si apagara un cirio con los dedos para dejar un poco de fortuna en mis manos. Y el cuervo con su sonoridad desierta me invita al vacío. Entre apariciones de santos comencé a darle paso a los rostros. Golpe dentro de otro golpe enterrado en el silencio. Grabamos nuestra alma en el óxido de los tranvías y autobuses.

Hoguera o pájaro absoluto, la memoria crepita entre tus alas.

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2.22


CUENTOCUENTOCUENTOCUENTO

VICTOR GALVÁN

OTRA VEZ AMANECE

L

os tenues rayos del sol se filtraban a través de la pequeña ventana de la fría habitación. Las gruesas paredes retenían el extremoso clima otoñal. Abrí los ojos lentamente. El mundo seguía su rutina. El tiempo no iba a detenerse porque yo lo deseara.

Me incorporé con lentitud, como si midiera cada movimiento. Quedé sentado al borde de la cama, pensativo, mis manos entrelazadas y mis codos apenas apoyados en las rodillas, mirando al suelo. Fueron apenas un par de minutos en esa posición, en los que múltiples imágenes pasaron ante mí. Tres días transcurrieron y en sus tres noches me refugié en un sórdido bar, a media luz y con música ambiental, invariablemente romántica. A ratos fijaba la vista en la pared, fumaba y veía el humo ascender y disiparse lentamente. ¿Esto era lo que buscaba?, ¿escuchar estas melodías mientras me embriago? ¿No estaré siendo demasiado cursi? Había caído en lo que muchos caen. “¡Qué poco imaginativo y qué pendejo eres!”, me dije mientras vi a la mesera acercarse otra vez. Sólo hasta entonces la observé detenidamente. Era joven, más joven de lo que creía. Su cuerpo, aprisionado en un ajustado vestido rojo y corto, se movía voluptuosamente a cada paso, o al menos así me parecía, inmerso como estaba en los efectos del alcohol. Al llegar se detuvo a mi derecha y me preguntó secamente. - ¿Te traigo otra? Mis ojos se fijaron en su rostro y con un leve ademán le sugerí que se acercara más. Ella se inclinó, esperando mis palabras. Mis dedos apartaron su negro cabello ondulado, que caía sobre sus hombros y bajaba por sus pechos, y descubrieron su oído. - ¿Cómo te llamas?– le pregunté. - Miriam– respondió viéndome a los ojos. Los suyos eran negros. Intensamente negros. - ¿Cuántos años tienes? - Veinte. - Veinte– repetí. –Cuídate mucho… porque eres una niña muy bella– le dije sin quitar mis dedos de su terso cabello. Ella, sin apartar su vista de mí, sonrió tímidamente y después se alejó desconcertada. Estaba acostumbrada a escuchar otras palabras de quienes frecuentaban ese lugar.

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Al salir abordé un taxi. Absorto en mis pensamientos no conversé con el chofer, pero él de todos modos platicaba animadamente de un sinfín de temas. Yo apenas lo escuché y cuando pidió mi opinión le contesté con monosílabos, sin importarme que pensara que era un descortés o un mal educado. Pedí bajar donde hace tres días caminé no sé cuantas calles bajo la lluvia. Avancé estrecha y solitaria por una calle que descendía, iluminada apenas por la luz tenue de los faroles. El viento soplaba helado. Te vi de espaldas en la siguiente esquina, envuelta en el resplandor de un vestido blanco que rozaba el suelo y tu dorada cabellera acariciaba tu cintura. Volteaste un instante y diste vuelta en la esquina. El resplandor se confundió con la bruma de la noche y con la tenue luz del farol. Regresé a la casa y tomé una ducha. Con los ojos cerrados experimentaba la sensación del suave golpeteo del agua tibia en el cuerpo. Abrí mis ojos instintivamente. Estabas frente a mí, sin el vestido blanco, mirándome fijamente. Tomé tus manos, te atraje a mí y rodeé tu talle. Abracé tu cintura y recorrí con suavidad tus redondeces. Las gotas de agua se deslizaron entre ambos, confundiéndose en el descenso con nuestras exudaciones mientras tu cuerpo se diluía entre mis dedos. La mañana me sorprendió en la cama, sudoroso, envuelto entre las sábanas. Recordé mi niñez. Cuando mi madre me reprendía por alguna travesura salía de la casa, cruzaba corriendo un pequeño campo donde jugaba futbol, llegaba hasta un pirul frondoso que se levantaba en una esquina y subía a él. Ahí transcurrían las horas hasta el atardecer, cuando veía a los pájaros cruzar el cielo regresando a sus nidos y escuchaba su alegre trinar. Recorrí con la vista la habitación. Ahora ya no tengo al pirul… Ni escucho a los pájaros.

2.23


RESEÑARESEÑARESEÑARESEÑA

CARLOS SANTIBÁÑEZ ANDONEGUI

JORGE CONTRERAS, POESÍA EN LA ALTA CONFIANZA

RESEÑA A UN POEMARIO DE JORGE CONTRERAS

Reseña al poemario de Jorge Contreras Herrera, Inventario de Caricias, Editorial Fridaura, [fridarte@hotmail.com], (Col. Los libros del Salmón), Portada: ”La Virgen Rota”, de Danthe Loyola, prólogo de Guillermo Vega Zaragoza y Diseño Editorial de Juan Carlos Valdovinos, 2011.

Después de todo, el amor, tan humillado, acaso despreciado por las extravagancias de la vida moderna, siempre ha estado ahí y es, al final del día, lo único que nos mantiene vivos. Un poeta que ama es un pilar que convoca, un faro que alumbra, que da cita. Un autor tan intenso como James Joyce pudo afirmar: “acompañadme, acompañadme/ todos los que aman”. (Música de Cámara #10). Es en este impulso convocante donde yo ubicaría la poesía de Jorge Contreras, autor de: ¿Quién Soy Otro sino Tú? y Poemas del Candor, ambos con Editorial Fridaura, publicado en las Antologías: El sol desmantelado W. H Auden, revisitado; Borrachos fest Homenaje a Bukowski; Un mundo y aparte; Bukowski a quince años de su muerte y algunas más en México y el extranjero. Colaborador en la gaceta Los hijos del alebrije; sus poemas han sido musicalizados por Enrique Ramírez Cipactli en blues y jazz y en música electrónica por Juan Carlos Sosa Montiel. Organizador de Encuentros de Poetas, yo le conocí, en la versión 2011 del World Festival of Poetry justamente una mañana tirando a mediodía, cuando la luz en la isla se acrecentaba después de una amenaza fugaz de que nos alcanzara el huracán “Rina”. Su poesía corrió pareja al avance del día, y elevó las conciencias como ese verso suyo que establece: “Nos levanta la garra que sostiene el corazón”.

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Un modo de instalarse en la poesía es por la caricia. Acariciar es una virtud que se ha perdido en la vida moderna. Ante la prisa, el estupor y la angustia de la sobrevivencia, ¿quién osa perpetrar una caricia? Dice Vega Zaragoza en el prólogo del poemario de Jorge que hoy nos ocupa: Inventario de caricias, “los versos de Jorge son casi caricias”. Cuánto en común tienen, -gracias Vega Zaragoza- la poesía y la caricia. En todo el que vive y sueña late a querer o no, una profunda profesión de fe, una vía formativa, una razón de amor. Lo más que puede hacer el poeta es una caricia a su lengua materna, en la palabra aprendida a pulso, confiando en que el futuro la haga universal. “Vivimos, dice Jorge, miramos el mundo a través del poema/ y la poesía nos sonríe y abraza”.


Contrariamente a esta confianza, hay un saber macabro, el “Saber del inconstante”, el del amante que se acostumbra a pensar en el otro como una ausencia. Todo se muda o cambia en el amor: “A dónde vamos, si a cada instante somos otros”, se pregunta el poeta. Si Valery apuntaba: “¿Qué devienes, momento de dorado éxtasis?”, el poeta de la caricia, Jorge Contreras cuenta: “Hoy amé a mi mujer con el tiempo detenido”, y nos lleva al orgasmo, poéticamente: “el orgasmo vino caído en gotas, lentamente expandido/ palpable incluso en la mirada, en el aliento que florece/ en la piel que se estremece en insondable placer”. Escribe porque está vivo, por necesidad de salvar a su amada, del olvido. Su “nosotros”, es aquel “nosotros, que no somos sin el otro”.

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Escribe, consagra el cuerpo, es un enamorado de la respiración en ascenso, “…todo, lo que podamos decir lo dicen nuestros cuerpos”. A la poesía le es dado el secreto de contar el camino que va de lo sensual, a lo erótico y esto es precisamente un ritual: “Mi saliva danza en la punta de la lengua, inicia el ritual alrededor de tus pezones”. Y es que el amante sabe, según Propercio, cuándo morirá y de qué muerte. Como en el Anábasis de Perse, como en la retirada de los diez mil, nosotros nos iremos, nos vamos, de ahí la bendición de esta poesía que desemboca en verde caminata por el bosque, del verde “encantadoramente poderoso”, de la única manera digna de avanzar por el mundo, que es “volviendo al Ser que nunca ha dejado de Ser”.

2.25


POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

JESÚS CARMONA ROBLES

HURACÁN

Se me acabaron las flores y las estrellas, se me acabaron las ganas de seguir cantando. Ya no río como el agua que se revuelve en las cortinas, ya no soy paciente con la noche. De pronto me veo hecho río, me veo temblando en las ansias de hacerme revolver y caer como el agua, caer, como cayeron mis cortinas, la noche cuando el huracán vino a visitarme y quemó mi cama. Caí como cayó el Dios de los pájaros, un Dios que jamás pudo ser gato y nunca aprendió a caer como caí yo ese día en donde el huracán que mis amigos bautizaron con tu nombre, inundó la iglesia de mis pensamientos y ahogó a un Cristo ya harto de saberse mudo.

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2.26


HETEROMANCIA

Seremos niños del irisado mañana tornasol del verbo enterrado en el búnker niños brotados tréboles entre escombros de juguetes seremos niños que resguarden el sol enfetado lejos de guerras por laurel y de héroes de mármol no habrá ropaje de estandartes en el zurcido cielo que heredamos ni en las iconoclasta estrellas ni en odas heteróclitas ni en días de tiernaluz seremos artauds con devota heteromancia viendo caer relámpagos del alba desde los árboles.

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2.27

POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

ALDO REVFAULKNEST


POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

DAVID GUERRERO

COBIJO CARNAL

Uno a otro somos reflejo a voz jadeante signos inmateriales tu vientre salino burbujea acomodas el cuerpo y caigo tras tu sombra, sonrojas la noche. Te descubres en voces ajenas en sueños de augurio la distancia, siempre mi cerebro en la preñez con los dioses que no miran en la lengua que nos traga sobre espuma de vacío en el cobijo carnal de la sangre que me mana en la sobajes de tus parpados ingle de tus miedos dentro del pecho que mamas en el sexo que develas. Y la herida baña el gesto desencajado la oblicua absurdez el prurito instinto y caigo sobre tu sombra en voces ajenas como un reflejo uno a otro.

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2.28


ANALOGÍA

Había cruzado un mar plácido bajo la palidez del cielo sobre acantilados y algas escaroladas. [Éxtasis vago en el crepúsculo difuso.] Voces del viento, toscas y guijarros la lastimaron. Una niebla espesa la tornó paisaje. Regresó del sueño, herida. Y comenzó a dolerle el recuerdo.

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2.29

POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

GLADIS LEONOR ATAIDE


FOTOGRAFÍAFOTOGRAFÍA

SERGIO ARÉVALO

Nace en Saltillo, Coahuila el 13 de Junio de 1991. Egresado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila. Entre su trabajo podemos destacar la participación en diferentes números de la Revista Cultural S.O.S y fue productor de radio por internet en Experienciaradio.net de diferentes programas en el periodo 2009-2011. Tomó el taller de Realización de Documental (2011) en la Escuela Internacional de Cine, en San Antonio de los Baños, Cuba. Y terminó el Diplomado en Fotografía (2012) en la Ciudad de México en EduMac. Hoy en día es colaborador del semanario de análisis policiaco EL FISCAL.

Fotógrafo: Sergio Arévalo [13 junio 1991] Pertenecientes a la serie: Mate.

Un ajedrez humano capturado en imagen, mostrando cómo las piezas del ajedrez luchan por sobrevivir, unos con más posibilidades que otros, como la vida misma. Sergio Arévalo.

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2.30


Torre contra peón. Sergio Arévalo - Mate.

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Reina negra. Sergio ArĂŠvalo - Mate.

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Reina negra II. Sergio ArĂŠvalo - Mate.

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Ni luz ni sombra. Somos, ENTRE AMBAS, el eventual rebote inacabado. Gregorio BonmatĂ­ [Madrid 1934]

Meditaciones de una noche de insomnio [1997]

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2.34


SCHATTEN Y su afanoso sueño De sombras, otra vez, será el retorno A esta corporeidad mortal y rosa Donde el amor inventa su infinito. Pedro Salinas.

CUENTOCUENTOCUENTOCUENTO

MAURICIO RAMOS MORALES

C

uando llegamos al café, tú estabas ahí. Al acercarnos fui yo quien notó tu presencia; te observé un instante. Llevabas un vestido corto, azul cielo; sobre tus hombros dos cintas sostenían el escote en V, una margarita en tu sien derecha adornaba el cabello liso y castaño, mantenías cruzadas tus esbeltas piernas. Entramos para buscar otra mesa, no te vi más. Él comía tranquilo. Yo no podía explicarme la repentina necesidad de verte y estar junto a ti. Imaginaba, inquieto, que a cada momento agotabas tu café y en cualquier segundo te irías a otro sitio. No quería quedarme así, estático ante esa luz, únicamente con el recuerdo de tu figura y las ansias súbitas de amarte. Mis pensamientos desesperados dieron con una idea descabellada: dejarlo. Me atreví. Comencé a separarme, fue doloroso para los dos pues habíamos estado juntos toda nuestra vida. Bastaron algunos segundos. Al liberarme totalmente volteé a verlo, en su mirada era evidente el asombro que de alguna manera también yo sentía. No pude hacer nada para aliviar su reacción. Di media vuelta. En los primeros momentos fue difícil avanzar, pero al ver que las personas se asustaban y gritaban al encontrarme supe que debía salir rápido. Afuera, sobre el pasillo de adoquines, tú ya no estabas sentada en la segunda mesa de la izquierda, tu figura se alejaba caminando. Un impulso me obligó a correr, sentí que la vida surgía en mí, gradualmente asimilé mi independencia; dejaba atrás el peso de todo lo que había compartido con mi persona: los miedos, la angustiante soledad, días y noches invariables, una vida de aburrimiento. Nací entonces como un nuevo ser, libre, sin ningún prejuicio; esperanzado no advertí el riesgo, no imaginé lo difícil que sería vivir así, siendo una sombra. Avancé sobre las calles, siguiendo tus pasos.

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La señal de un semáforo te detuvo y pude alcanzarte. Mientras las personas a tu alrededor me veían y señalaban espantadas, diste media vuelta. Fue el momento preciso. Debiste también sentir, al mirar mi silueta, lo que yo en ese momento no podía entender: energía violenta, inesperada; tormenta de ideas y latidos, una emoción impetuosa que me había arrancado de mí sólo para estar contigo y a ti te hizo recibirme con una sonrisa serena. Para los que aún seguían presentes fue extraordinario verme subir a tu cuerpo y cobrar forma sobre él. Después seguiste caminando, llevándome ya muy cerca de ti. Desde ése momento estuvimos juntos, más de un día, muchas noches. Por calles, en parques, cafés, en tu casa, en cada cuarto; con todos los climas, a todas luces y a todas horas, fundiéndonos; profundamente emocionados, vivos. La gente seguía sin creer, un espectro a tu lado era imposible, no debías estar conmigo, decían. Tú no escuchaste sus juicios, ignoraste las miradas. Me querías, eras dulce y amable, pero algo te hizo cambiar y poco a poco te alejó de mí: una necesidad que no pude complacer. Pronto la frustración. Deseabas sentirme, conocer mis manos, tomarlas entre las tuyas; besar mis labios, abrazar mi cuerpo. Una noche entendí tu anhelo. Delineaste mi figura sobre tu sábana y el roce fue frío; entre sollozos te quedaste dormida. Tenías el mismo vestido azul del primer día; entonces recordé a mi antiguo compañero: aquel ser de sangre, carne y palabras que confinó por tanto tiempo sus ganas de amar en mí.

2.35


mauricio rámos morales

schatten

Imaginé que él podría regresarnos la alegría y decidí buscarlo. Corrí desesperado y esquivo por calles grises, para aquellos que lograron verme fui una aparición lúgubre, señal de un porvenir nefasto. Llegué a la casa, me deslicé rápido por los muros hasta entrar a su habitación. Él dormía. Al acercarme encontré hojas regadas en el piso; su escritura convulsa había marcado el papel con palabras de irregulares formas, extrañas como sombras. Se repetían algunas ideas; descripciones, relatos sin coherencia de la vida que imaginaba contigo. Despertó. Mirándome sobre sus textos, perdido en la melancólica oscuridad, creyó recordar todo lo que tú y yo vivimos. Se levantó dejando caer el libro que abrazaba; drama releído una y otra vez, episodios de un doctor Alemán insatisfecho y, en páginas especialmente marcadas, enamorado. Habló entonces, muy alterado, para convencerse de que no estaba perdiendo la cordura. No encontré la manera de explicarle todo lo que había pasado. Por eso no sabe que debe buscarte, no entiende porqué, desde esa noche, sus sueños, mis recuerdos; parecen tan reales, tan cercanos. Hoy se ha levantado con la misma idea, el anhelo persistente: si la encuentra al mediodía en el café se acercará para decirle, por fin, que la quiere y le gustaría estar con ella. Pero al caminar cerca de ti nuevamente no se atreve, tú ni siquiera volteas a verme. Me consume la angustia y él, nervioso, se aleja perdiéndose en sus pensamientos, está seguro de que es imposible, encontrarme así fue un mal sueño, soy sólo una sombra.

Vincent Van Gogh - Terrasse du café le soir, Place du forum, Arles, 1888 Óleo 81 cm × 65.5 cm - Museo Kröller-Müller, Otterlo

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2.36


VIETNAM

Salgo de la cueva. Respiro el vuelo de pájaros y la cercanía de la mujer amada. [Vi levantarte del suelo. La península en tu espalda mostraba un cielo con relámpagos. La casa de bambú esperaba cobijarte de la fiebre. Seguían los disparos. Pensabas que tigres invisibles olerían tu sangre. Sin más, tomaste del suelo las cenizas de tu padre y aspiraste el gesto que asiste al cazador al encontrar nutrias amarillas. Cerraste los ojos. El mar de tu dorso consumió la fuerza; se derramó en el suelo de la choza. Recordaste los pescados, el monocordio, la forma de reír. Al llegar a mis brazos -repleto de sangre- cruzamos el río al cruzarnos las balas]. Veo la cicatriz de mi brazo. No pienso: me devoro a mí y arranco del cielo tres plumas. Recuerdo mi ombligo. Empiezo a deshojarme.

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2.37

POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

ARMANDO SALGADO


ONETTI TAN MEMORABLE:

Una semblanza de sus cuentos Por: Alejandro José López Cáceres

Juan Carlos Onetti [Montevideo 1909 - Madrid 1994] nombrado “Padrino oculto e inquietante de la literatura latinoamericana” es uno de los escritores de mayor reconocimiento en el ámbito de la lengua española y tal vez de más prestigio en la actualidad. En esta ocasión Alejandro José López Cáceres nos ofrece la primera parte del ensaño: Onetti tan memorable: una semblanza de sus cuentos. I Hay algunas obras maestras de la literatura que lo son porque llegan a dar cuenta —sin explicarlos— de fenómenos profundos, complejos, arquetípicos, de la condición humana. Esto hace que dichas obras resulten inolvidables para el lector, quien siente que una parte de su ser pasa por ahí de modo evidente o recóndito. Al mismo tiempo, esa capacidad para penetrar agudamente en los arduos aspectos que constituyen nuestra naturaleza hace que estas obras permanezcan siempre abiertas a nuevos sentidos y razonamientos; es decir, que no se dejen apresar en una sola línea de interpretación. Tal es lo que sucede, por ejemplo, con un relato como “Bartleby el escribiente” de Herman Melville, en el cual se indaga de forma exquisita el fenómeno de la desidia. Otro tanto hace Chéjov, con relación al desamparo, en su perdurable “Vanka”; o Hoffmann respecto de lo siniestro en su famosa historia “El hombre de arena”; o Maupassant en lo que toca al oportunismo con su célebre “Bola de Sebo”; o Poe con la culpa en su “Corazón delator”. También la crueldad ha sido condensada singular y memorablemente en un cuento magistral: “El infierno tan temido”, de Juan Carlos Onetti. Pero aunque éste es seguramente su mayor logro en el género cuentístico, no es el único. De los cuarenta y siete excelentes cuentos que escribió el maestro uruguayo a lo largo de su vida (1909-1994), en su periplo por Montevideo, Buenos Aires y Madrid, hay por lo menos cinco que merecerían estar en una hipotética antología de cuentos inolvidables de todos los tiempos: “Un sueño realizado” (1941), “Bienvenido, Bob” (1944), “Esbjerg, en la costa” (1946), “El infierno tan temido” (1957), y “Jacob y el otro” (1961). Todos comparten la fortuna de haber amalgamado de manera sorprendente ese mundo en descomposición, desolado y oscuro —que está en la base de la cosmovisión onettiana—, con un lenguaje y una técnica narrativa de impecable factura. La ficción ha sido tejida en ellos con tanta eficacia que el lector habita la ilusión sin percatarse de las costuras que la sostienen ni de los hilos que la constituyen; en otras palabras, éstos son cuentos orgánicos, sin fisuras, o, como suelen decir los cuentistas, redondos.

2.38


ensayo: onetti tan memorable

II El de Juan Carlos Onetti es un mundo a la vez complejo y apasionante. Su universo está en las antípodas de la simplificación, pues estamos ante un narrador que ha elegido rastrear sin tregua las contradicciones del alma y sus sorprendentes intersticios. Detengámonos un momento en sus personajes para ilustrar algo de lo dicho. Hay un rasgo que muchos de ellos comparten, una especie de vocación o conducta recurrente. Dado que suelen sobrellevar existencias grises, anodinas, o que viven asediados por el fracaso de todas sus empresas, llega un momento en el cual una encrucijada de hastío o derrota los obliga a buscar una salida. Sí, la vida que llevan se les revela de pronto insufrible, tal vez sólo insustancial; entonces, dan un salto de vértigo. Quizá las cosas podrían ser de otra manera si habitaran un lugar distinto; así que transitan hacia allá, pasan a un entorno de fantasía, de ficción. Muy temprano aparece en la obra de Onetti este arbitrio que no solamente atravesará su producción ulterior sino que llegará a ser uno de los rasgos más característicos de toda su narrativa: la construcción de mundos sucedáneos. Pero es en su tercer cuento —el primero en el cual aparece una factura literaria ya consolidada—, que tituló “El posible Baldi” y que fue publicado en La Nación de Buenos Aires (1936), donde nos introduce de fondo en esta alternancia. De Baldi sabemos que es un abogado, un hombre corriente que va por la calle. Tiene una novia, a quien llama Nené —justamente esta noche se verá con ella—, y posee en su bolsillo, lo puede palpar, el dinero necesario para cubrir los gastos de los preparativos y de la cita misma. Se siente completamente feliz, pleno. Entretanto, una pequeña mujer, ingenua y de grandes ojos azules, camina muy cerca suyo. Viene asustada porque un hombre de largos bigotes la asedia, la persigue. Baldi, percatado de la situación, en un gesto casi fortuito de automatismo solidario, se les acerca, con lo cual el bigotudo huye. La muchacha, prendada y agradecida, prosigue su camino junto al salvador, quien sólo desea continuar adelante con los planes de su cita. Pero ella quiere saber algo acerca de este hombre tan distinto de los otros y le pide referencias de su vida extraordinaria. Él accede —con la intención de deshacerse rápidamente de la mujer—, así que inventa una extravagante historia sobre un Baldi que vigilaba esclavos negros en las minas de diamantes, en Sudáfrica. Le cuenta cómo asesinaba a sangre fría a quienes intentaban escaparse; sin embargo, ella no experimenta repugnancia sino que se compadece del victimario y lo justifica. . El embustero carga aún más las tintas e ingenia situaciones de pasmosa atrocidad, pero todo resulta inútil al fin propuesto. Habiéndole

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alejandro josé lópez cáceres

tomado gusto al juego, él renuncia a sus planes y, “con un estilo nervioso e intenso, siguió creando al Baldi de las mil caras feroces que la admiración de la mujer hacía posible”.[1] Hasta que algo inopinado ocurre: al compararse con su personaje, el autor de aquellas invenciones cae en la cuenta de lo insulsa que es su existencia, “porque no se había animado a aceptar que la vida es otra cosa, que la vida es lo que no puede hacerse en compañía de mujeres fieles, ni hombres sensatos. Porque había cerrado los ojos y estaba entregado, como todos. Empleados, señores, jefes de las oficinas”.[2] Al despedirse de la muchacha, Baldi le pasa unos billetes, le dice que los ha ganado traficando cocaína y se marcha, ensombrecido. Buena parte de los elementos más caros a la obra de Onetti se prefiguran ya aquí, en especial éste al cual podríamos referirnos como una cierta vocación por la mentira. La ficción es una necesidad esencial de sus personajes. En el bello prólogo que escribió para la edición de los “Cuentos completos”, Antonio Muñoz Molina lo plantea de esta manera: Aparte del amor, la tarea preferida por un número considerable de personajes de Onetti es la de inventar, la de contar mentiras y oírlas, la de dotarse de vidas falsas a través de la credulidad del que escucha, pero en ocasiones el propósito de la narración es otro, exactamente el inverso: contando puede alcanzarse una verdad que de otro modo sería inaccesible, una identidad más cierta o más honda que la establecida por las apariencias, incluso una forma amarga de absolución. [3] Y es que para Onetti, antes que un proceder indeseable, la invención constituye una categoría humana de rango esencial. Sin ella la vida misma se haría insufrible —más de lo que ya es—, lo cual nos pone sobre un aspecto central de su cosmovisión. Para el maestro uruguayo, al igual que para sus contemporáneos europeos Sartre y Camus, la existencia es una dura carga; y, en su caso, una experiencia imposible de sobrellevar si no se apela a alguna suerte de suplantación. Detengámonos todavía un poco más en la mentira, esa conducta de la cual derivaba el origen de su escritura. En la entrevista televisiva que le concedió a Joaquín Soler Serrano, en 1977, Onetti decía:

[1] Onetti, Juan Carlos (prólogo de Antonio Muñoz Molina). “El posible Baldi”. En: Cuentos completos. Editorial Alfaguara. Madrid, 2007 (1994). Pág. 53. (Todas las citas de los cuentos provendrán de esta edición.) [2] Ídem. Págs. 53, 54. [3] Muñoz Molina, Antonio. “Sueños realizados: invitación a los relatos de Juan Carlos Onetti” (Prólogo). En: ONETTI, Juan Carlos. Op. cit. Pág. 23.

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alejandro josé lópez cáceres

ensayo: onetti tan memorable

Me preguntan ¿cuándo empezó usted a escribir? Y yo no puedo saber. Recuerdo sí que en mi infancia empecé a mentir; es decir, yo volvía a mi casa contando aventuras que nunca habían ocurrido, ni ocurrirán, ¿no? Y a los chicos del barrio también, los amigos míos, les contaba mentiras; así que, para mí, el escritor empezó ahí, mintiendo. Después sigue mintiendo ahí en todos los libros, seguro. [4]

III Tal vez sea lícito rastrear algunas fuentes de esta proclividad al embuste en la propia biografía de Onetti, cuya vida estuvo signada por fuertes experiencias de estrechez y derrota. Hubo uno, crucial, del que nos ha quedado un curioso registro. Recordemos que, habiéndose casado muy joven, cuando tenía veintiún años, el maestro uruguayo se vio muy pronto obligado a sustentar una familia —su primer hijo nacería un año después, en 1931—. Pero lo que hizo especialmente dramática su situación fue que, al no disponer de un respaldo económico patrimonial, ni de una formación profesional, ni de título académico alguno, Onetti tuvo que desempeñar oficios arduos, y mal remunerados. En Buenos Aires, adonde se habían trasladado, los suyos conocieron tenaces privaciones. Sin embargo, poco o nada se refirió a esto en las entrevistas que concedió, la mayoría de ellas en su definitivo exilio español. Cuando Luis Harss habló con él durante la preparación de su ya clásico libro titulado “Los nuestros” —que habría de ser, desde la perspectiva de la crítica, el lanzamiento del llamado Boom latinoamericano—, el maestro uruguayo fantaseó sobre su pasado escolar. En el capítulo que Harss le dedicó, aparece dicho así: “Nuestra historia comienza en Montevideo, en 1909. Allí pasó Onetti su juventud y cursó la escuela secundaria. Habla de todo eso con una voz sorda, malhumorado, como si estuviera tratando de recordar una versión perdida de un cuento desagradable. Actitud ésta que define tanto al hombre como al escritor.” Y más adelante complementa el crítico: “Poco descubrimos de los primeros años de Onetti. Bachiller, cuando tenía aproximadamente veinte años de edad, se fue a vivir a Buenos Aires, la tierra prometida, donde merodeó por la Universidad, sin caer en sus redes (…)”. [5]

[4] Soler Serrano, Joaquín. “A fondo”. Radiotelevisión Española. Madrid, 1977. [5] Harss, Luís. “Juan Carlos Onetti, o las sombras en la pared”. En: Los nuestros. Editorial Suramericana. Buenos Aires, 1977 (1966). Págs. 223, 224. (El subrayado no es del original.)

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Hoy sabemos que las cosas sucedieron de otro modo, y que la realidad fue mucho más cruel con Onetti durante sus primeros años. En el grato y amoroso estudio que Vargas Llosa le dedica —un libro en que recorre cronológicamente la vida y obra del maestro uruguayo, haciendo una especie de biografía crítica— encontramos la referencia a este episodio de su vida, ocurrido cuando él tenía trece años, en estos términos: Onetti abandonó el colegio apenas había empezado el liceo, es decir, la secundaria. Había ingresado a él a duras penas, con una calificación pobrísima —“Regular Deficiente”—, y la explicación de su deserción escolar que dio más tarde, que se debió a “que nunca pudo aprobar el curso de dibujo”, no parece muy convincente. Sus biógrafos dan otras razones, no menos extrañas —según una de ellas fue a causa de la depresión que le produjo que un compañero le robara su impermeable en ese primer año del liceo y según otra el terror que le causaban los exámenes—, aunque probablemente la de más peso sean las dificultades económicas de la familia. El abono del ferrocarril para ir de Colón a la ciudad donde estaba el liceo Vásquez Acevedo resultaba una carga y tal vez eso contribuyera a aquella deserción y a que los padres se resignaran a ella. [6] No debería sorprendernos que haya tantas versiones —unas más disparatadas que otras—, o que el hecho mismo se hubiera ocultado. Tengamos en cuenta que el origen principal de estas explicaciones fue el propio Onetti, quien parece haberse divertido jugando a ser Orsini, o Brausen, o Baldi, o cualquiera de sus embusteros. Lo que se vuelve profundamente revelador es la forma en que tramitó consigo mismo y frente a los demás este episodio tan definitivo de su vida.

IV Desde temprana edad, Onetti leyó de modo voraz e impenitente; así llegó a hacerse con una vastísima cultura. Fue un autodidacta. Con todo, entre los muchos autores que recorrió y que le entusiasmaron, ninguno marcó su literatura tan profunda y diversamente como lo hizo William Faulkner. Esta fue una deuda que siempre reconoció y a la cual tributó diversos homenajes a lo largo de su vida. En ocasión del [6] Vargas Llosa, Mario. El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti. Editorial Alfaguara. Madrid, 2008. Pág. 39.

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fallecimiento del gran narrador norteamericano, ocurrido el 6 de julio de 1962, Onetti escribió un par de obituarios muy recordados. En uno de ellos afirma: “Era, literariamente, uno de los más grandes artistas del siglo”; enseguida añade que, en un futuro cercano, todo el mundo “estará de acuerdo con una simple perogrullada: la riqueza, el dominio del inglés de William Faulkner equivalen a lo que buscó y obtuvo William Shakespeare”.[7] En el otro celebra su capacidad de consagrarse, más allá del ruido externo, de los conciliábulos y de la fama, a la ejecución de su obra: “ Obtenía en la noche y la soledad, sólo para sí mismo, sus triunfos y sus fracasos. Sabía que lo que llamamos éxito no pasa de una vanidad amañada: amigos críticos, editores, modas”.[8] Pero hay un recurso literario, un principio ficcional que Onetti heredaría del maestro norteamericano —tal como le sucedió a García Márquez y a Juan Rulfo— y que habría de ser cardinal en toda su obra: la fundación de un mundo mítico. Faulkner inventó el condado de Yoknapatawpha y allí instaló sus personajes. En este universo también cifró las claves de aquellos dramas vividos por el Sur de su país tras ser vencido en la Guerra de Secesión. Justo es decir que al mismo tiempo estaba creando una de las más profundas y bellas metáforas de la derrota humana que hayan sido escritas en la historia de la literatura. De dicho proceder narrativo descienden otras geografías míticas, como Macondo o Comala. Y en lo que toca a Juan Carlos Onetti, Santa María, en cuyo territorio discurre la mayor parte de sus cuentos y novelas. Aunque apareció por primera vez en el cuento titulado “La casa de arena” (1949), sería en la cuarta novela publicada por el maestro uruguayo, “La vida breve” (1950), donde se construiría de un modo ya más profuso esta ciudad imaginaria. Allí condensó las contingencias derivadas del ingreso a la modernidad, de la vida citadina y sus avatares de incomunicación, corrupción y desencanto. Si bien acogió un recurso ficcional de Faulkner, es claro que lo aplicó a una cosmovisión propia: sus insumos imaginarios y geográficos son otros. En tal sentido, el crítico Emir Rodríguez Monegal anotó: “Juan Carlos Onetti ha incrustado en la realidad del mundo rioplatense un territorio artístico que tiene coordenadas claras y se compone de fragmentos argentinos y uruguayos”.[9] [7] Onetti, Juan Carlos. “Réquiem por Faulkner, padre y maestro mágico” (Marcha, Montevideo, julio 13 de 1962). En: Obras completas III: Cuentos, artículos y miscelánea (edición de Hortensia Campanella). Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2009. Pág. 494. [8] Onetti, Juan Carlos. “William Faulkner”. (Acción, Montevideo, julio 15 de 1962). Ídem. Pág. 497. [9] Rodríguez Monegal, Emir. Literatura uruguaya del medio siglo. Editorial Alfa. Montevideo, 1966. Pág. 258.

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Onetti. Por Hermenegildo Sábat Fuente: http://www.onetti.net

Esta característica, la de construir un escenario común para sus narraciones —cuentos y novelas—, potencia a su vez la significación de ellas. El lector, aunque comprende a plenitud cada relato en las páginas que lo conforman, accede a una dimensión de mayor trascendencia si va de uno a otro. Esto equivale a decir que así, gracias a los vasos comunicantes que se establecen entre las historias, es posible ensanchar el conocimiento de los personajes y sus dramas, de sus relaciones y sus antecedentes, como en una saga. Una de las muchas ilustraciones de este hecho se evidencia en el cuento “Tan triste como ella” (1963). No se nos dice dónde suceden los hechos, ni conocemos los nombres de esta pareja, de estos protagonistas cuyo matrimonio se haya carcomido por las infidelidades y el tedio. Con esa contundencia que posee el maestro uruguayo para capturar estados del alma, nos cuenta: “Durante aquellas mañanas él no trataba, en realidad, de mirarla; se limitaba a mostrarle los ojos, como un mendigo casi desinteresado, sin fe, que exhibiera una llaga, un muñón”.[10] Muy de a poco —tal como acostumbra en todos sus relatos—, Onetti nos va entregando más información; así llegamos a averiguar que este marido se había casado con ella sabiendo que esperaba un hijo de otro, un tal Mendel. [10] Onetti, Juan Carlos. “Tan triste como ella”. En: Cuentos completos. Op. cit. Pág. 296.

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alejandro josé lópez cáceres

ensayo: onetti tan memorable

Asistimos a la destrucción del jardín, único solaz de la mujer, por orden del esposo, quien avasalla de cemento lo que habría podido ser una fronda vegetal. Y escuchamos el llanto del niño como una señal recurrente que anticipa aquel fatídico desenlace, el mismo que da las claves para comprender ese inicio del cuento, entre vaporoso y onírico. Pero la identidad de los personajes nos viene dada por los vínculos narrativos que mencionábamos atrás. En un momento dado, como de paso, nos dice el narrador: Aunque ella había nacido allí, en la casa vieja alejada del agua de las playas que había bautizado, con cualquier pretexto, el viejo Petrus. Había nacido, se había criado allí. Y cuando el mundo vino a buscarla, no lo comprendió del todo, protegida y engañada por los arbustos caprichosos y mal criados, por el misterio —a luz y sombra— de los viejos árboles torcidos e intactos, por el pasto inocente, alto, grosero.[11] Al toparnos con esta información, nos damos cuenta de que ella es la hija de Jeremías Petrus, el dueño de aquella derruida fábrica de barcos en torno al cual gravita la historia de otra novela: “El astillero” (1961). Nos ubicamos claramente en Santa María, así que la mujer es Angélica Inés, la misma que desde niña ha vivido interna en la amurallada casa de su padre. Y esto nos permite captar más profundamente sus desgracias.

Bibliografía:  

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[11] Onetti, Juan Carlos. “Tan triste como ella”. En: Cuentos completos. Op. cit. Pág. 297, 298.

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Harss, Luís (1977): Los nuestros. Editorial Suramericana, Buenos Aires. Morales, María Luz (selección) (2006): Libro de oro de la poesía en lengua Castellana: España y América, siglos XIIXX. Editorial Juventud, Barcelona. Onetti, Juan Carlos (2007): Cuentos completos. Editorial Alfaguara, Madrid. Onetti, Juan Carlos (edición de Hortensia Campanella) (2009): Obras completas III: Cuentos, artículos y miscelánea. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona. Rodríguez Monegal, Emir (1966): Literatura uruguaya del medio siglo. Editorial Alfa, Montevideo. Ruffinelli, Jorge (1985): Palabras en orden. Universidad Veracruzana, México. Vargas Llosa, Mario (2008): El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti. Editorial Alfaguara, Madrid. Revistas y otros Hiriart, Rosario: “Apuntes sobre los cuentos de Juan Carlos Onetti”, Cuadernos Hispanoamericanos, 1974, número 292. Onetti, Juan Carlos: “Unas citas de Onetti”, Cuadernos Hispanoamericanos, 1974, número 292. Rodríguez Monegal, Emir: “Onetti o el descubrimiento de la ciudad”, Revista Capítulo Oriental, 1968, número 28. Soler Serrano, Joaquín: “Entrevista con Juan Carlos O n e t t i ” , P ro g r a m a t e l e v i s i v o A F o n d o , 1 9 7 7 , Radiotelevisión Española. Varios autores: Revista Ínsula, 2009, año LXIV, número 750. Varios autores: Revista cultural Turia, 2009, número 91.

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PERFIL DE UN PAISAJE TARDÍO

Desde la ventana se pueden observar los árboles vestidos de sombras reacias; la hojarasca delata entre raíces un tallo iracundo; entre el remolino se escucha una gota tempestuosa, se esconde entre las ramas, entre los peces enrojecidos. La afonía de las hojas secas se llena de lágrimas y sangre; la verde tinta se derrama.

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POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

JOSÉ GERMÁN SOLÓRZANO HIDALGO


POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

JORGE YAM

LABERINTO SIN LETRAS

El reflejo de las letras brinca en las líneas de este mar vacío, tímidas forman un rompecabezas donde ninguna pieza se adapta a su sombra. Esta noche se durmieron mis ideas, lapiceros mudos coqueteando a mis recuerdos que saltan como peces, como letras empolvadas cubriendo mi silencio: el silencio de escribir ya nada.

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I

RESEÑA Carlos Giménez Soria

La identidad en conicto en “persona” de UNA APROXIMACIÓN ANTROPOLÓGICA:

INGMAR BERGMAN

Entre los grandes pensadores del siglo XX, el antropólogo canadiense Erving Goffman ha sido uno de los que mejor han descrito las acciones de los individuos dentro de la vida social. Goffman establece una serie de conceptos que permiten analizar el comportamiento de la persona en su entorno cotidiano: conceptos tales como actuación, fachada o medio, entre otros. Un estudio antropológico sobre las relaciones de poder y sumisión en Persona (1966), la obra maestra de Ingmar Bergman y una de las películas más importantes de la cinematografía moderna, es un modo de aplicar estas ideas a un caso concreto que se presta especialmente a ello. El film aborda la relación de vampirismo que se produce entre las dos mujeres protagonistas: la actriz Elisabeth Vogler (Liv Ullmann), recluida en un hospital tras haber decidido guardar silencio absoluto, y la enfermera Alma (Bibi Andersson), la especialista encargada de sus cuidados. Aisladas en un paraje costero, Elisabeth se revelará como una figura dominante que trata de instaurar su particular posesión sobre el otro. Susan Sontag se ha referido al componente erótico que subyace de manera latente en esta historia. La ensayista americana afirma que entre los personajes se da “una poderosa, aunque muy inhibida, relación sexual”[1]. Sontag alude concretamente a la escena en que Alma, sentada frente a Elisabeth, explica su

[1] Susan Sontag, Estilos radicales, Muchnick, Barcelona, 1985, pág. 143.

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participación en una improvisada orgía en la playa. Este momento genera una violenta atmósfera sexual sin necesidad de recurrir a imágenes explícitas. Con todo, esta lectura sexual resulta importante porque el sexo implica posesión del otro y, por eso, se establece siempre esa relación erótica entre el vampiro y el sujeto vampirizado, entre quien posee y el poseído. En este momento del film, Bergman recurre al potencial dramático de dos grandes actrices para mostrar el extraño proceso de dependencia que hay implícito detrás de la confesión. La palabra y su negación es el artefacto que el cineasta emplea para que Elisabeth tienda sus redes sobre Alma. El silencio es, en este caso, el instrumento vampírico con el que la persona ejerce su dominio. El concepto de actuación propuesto por Goffman describe las intenciones de las dos protagonistas. Alma cree en sus actos, está sinceramente convencida de que la impresión de realidad que pone en escena es la verdadera realidad. Llega incluso a pronunciar un soliloquio que demuestra la seguridad interior que le proporciona la asunción de ese rol: Es extraño. Una va por ahí haciendo las cosas casi siempre igual. Hace casi las mismas cosas de siempre. Me casaré con Karl-Henrik y tendremos unos cuantos hijos que yo criaré. Todo eso está decidido. Está dentro de mí. No hay nada que pensar. Es Ludwig AEO un enorme sentimiento de seguridad. Tengo un trabajo que me “Plutón”. gusta y con el que soy feliz. Eso también es bueno, pero de otra manera. El rol de Alma va asociado directamente al humanitarismo que se le presupone por su profesión de enfermera. Sin embargo, su actitud posterior no demuestra una sensación de autenticidad tan clara: Alma acaba constatando, con amargura, que sus ideas sobre la vida no concuerdan –como ella esperaba– con las acciones que lleva realmente a cabo. Por el contrario, Elisabeth es una actriz que se ha vuelto completamente escéptica acerca de sus propios actos. Para refugiarse de la agresión continua del mundo exterior, decide permanecer callada. La falta de confianza interna en su propio rol origina esta conducta. Se establece, por lo tanto, una diferencia notable entre la actuación de ambas mujeres, centrada en la idea de sinceridad en la representación de un papel social. Goffman amplia el sentido de este movimiento natural refiriéndose a la formulación del concepto de persona que lleva a cabo Robert Ezra Park: Probablemente no sea un mero accidente histórico que el significado de la palabra “persona” sea “máscara”. Es más bien un reconocimiento del hecho de que, más o menos, conscientemente, siempre y por doquier, cada uno de nosotros desempeña un rol. (…) Es en estos roles donde nos conocemos mutuamente; es en estos roles donde nos conocemos a nosotros mismos. […]

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reseña: ingman vergman

carlos giménez soria

En cierto sentido, y en la medida en que esta máscara representa el concepto que nos hemos formado de nosotros mismos –el rol de acuerdo con el cual nos esforzamos por vivir–, esta máscara es nuestro “sí mismo” más verdadero, el yo que quisiéramos ser.[2] En ese sentido, todo el discurso interno de Persona se encamina hacia la destrucción de esa máscara en el caso de Alma y hacia el reconocimiento de la misma en el caso de Elisabeth. El oficio de enfermera y la vida familiar son los dos grandes pilares sobre los que Alma intenta construir su identidad ante el mundo. Pero el propio modo que tiene de autoconvencerse ya demuestra la escisión que hay dentro de ella. En el fondo, su actuación –por sincera que se pretenda– no se corresponde con la persona que desearía ser, con la imagen que le gustaría tener de sí misma. Por otro lado, Elisabeth se refugia en el silencio porque no quiere seguir mostrando a los demás la identidad de su persona. Este acto demuestra una gran fuerza mental a la vez que una obstinada voluntad de aislamiento, de mantenerse excluida del entorno social. El monólogo de la doctora resulta muy revelador acerca de este aspecto. La psiquiatra parece adivinar los motivos por los que la actriz ha decidido, dentro de sus posibilidades, ocultar su personalidad: ¿Crees que no lo entiendo? El sueño imposible de ser. No de parecer, sino de ser. Consciente en cada momento. Vigilante. Al mismo tiempo, el abismo entre lo que eres para los otros y para ti misma, el sentimiento de vértigo y el deseo constante de, al menos, estar expuesta, de ser analizada, diseccionada, quizás incluso aniquilada. Cada palabra una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca. ¿Suicidarse? ¡Oh, no! ¡Eso es horrible! Tú no harías eso. Pero puedes quedarte inmóvil y en silencio. Por lo menos así no mientes. Puedes encerrarte en ti misma, aislarte. Así no tendrás que desempeñar roles, ni poner caras ni falsos gestos. Piensas. Pero, ¿ves? La realidad es atravesada, tu escondite no es hermético. La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a reaccionar. Nadie pregunta si es real o irreal, si tú eres verdadera o falsa. La pregunta sólo importa en el teatro. Y casi ni siquiera allí. Te entiendo, Elisabeth. Entiendo que estés en silencio, que estés inmóvil, que hayas situado esta falta de voluntad en un sistema fantástico. Te entiendo y te admiro. Creo que deberías mantener este papel hasta que se agote, hasta que deje de ser interesante. Entonces podrás dejarlo. Igual que poco a poco fuiste dejando los demás papeles. No obstante, Susan Sontag afirma que si bien Bergman no descarta la explicación psicológica, tampoco la asocia directamente con las motivaciones que inducen a la actriz a permanecer muda, ya que durante el resto del film no vuelve a referirse explícitamente a esta explicación. Otra posible hipótesis en torno al silencio de Elisabeth es la que el propio cineasta propone en su libro de memorias: La señora Vogler ansía la verdad. La ha buscado por todas partes y a veces ha creído encontrar algo sólido, algo duradero, pero de pronto el suelo ha cedido. La verdad se ha diluido y desaparecido o en el peor de los casos se ha convertido en una falsedad. [3]

[3] Ingmar Bergman, Imágenes, Tusquets, Barcelona, 1992, pág. 56.

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La contemplación de una realidad tan aterradora podría constituir una razón más que suficiente para optar por el mutismo como modo de anular socialmente la imagen de la propia persona. Llegados a este punto, valdría la pena incorporar varios conceptos que Goffman introduce en sus reflexiones. El primero es la idea de fachada, entendida como “la dotación expresiva de tipo corriente empleada intencional o inconscientemente por el individuo durante su actuación”[4]. Esta idea se divide a su vez en dos partes: el medio y la fachada personal. El medio incluiría los elementos propios del trasfondo escénico donde el individuo lleva a cabo su actuación, mientras que la fachada personal haría referencia a aquellos otros elementos íntimamente identificables con el actuante mismo (el sexo y la edad, las características raciales, el tamaño y el aspecto, las expresiones faciales, los gestos y otras características semejantes). Si aplicamos estos conceptos en Persona, podemos constatar que el medio habitual de Elisabeth como actriz es el teatro. Sin embargo, los roles se invierten en la casa de la costa y la señora Vogler se convierte en observadora de la actuación de Alma. La enfermera transforma la casa en el escenario de su actuación, el medio donde exhibe las miserias humanas que ordinariamente intenta esconder bajo el hábito propio de su oficio. A través de este intercambio de papeles, Bergman empieza a introducir solapadamente una confusión de identidades. Por otra parte, la fachada personal de Elisabeth Vogler y el medio que la envuelve (la carta de su marido y el retrato de su hijo, las imágenes televisivas de un bonzo que se autoinmola en Saigón y la fotografía de la invasión nazi del gueto de Varsovia) ponen de manifiesto aspectos de su identidad que ella ha procurado ocultar bajo la pasividad de su actuación, bajo el estrépito de su silencio. Bergman decide mostrar entonces el mismo discurso sobre la maternidad no deseada de Elisabeth desde dos puntos de vista distintos.

[4] Irving Goffman, La presentación de la persona en la vida cotidiana, Amorrortu, Buenos Aires, 1997, pág. 34.

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reseña: ingman vergman

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En el primero, el ángulo de visión de la cámara descansa sobre la actriz y, en el segundo, sobre Alma. Los términos de este discurso son de una crueldad extrema, pero constituyen el método al que recurre la enfermera para que la señora Vogler salga de sí misma y hable: Fue una noche en una fiesta, ¿verdad? Se hizo tarde y era muy escandalosa. Hacia el amanecer alguien en el grupo dijo: “Elisabeth, como mujer y artista lo tienes prácticamente todo en tu bagaje, pero careces de sentimientos maternales”. Tú te reíste porque pensaste que era una tontería. Después de un rato, empezaste a pensar en lo que te había dicho. Te preocupo más y más. Dejaste que tu marido te fecundase. Querías ser madre. Cuando supiste que estaba confirmado, te asustaste. Te asustó la responsabilidad, el estar atada, el dejar el teatro. Te asustó el dolor, la muerte, el que tu cuerpo se hinchase. Pero tú interpretaste el papel. El papel de una futura madre, joven y feliz. Todo el mundo dijo: “¡Qué hermosa está! Nunca ha estado tan hermosa”. Mientras, tú intentaste abortar varias veces. Pero fracasaste. Cuando viste que era irreversible, comenzaste a odiar al bebé y deseaste que fuese mortinato. Deseaste que el bebé estuviese muerto. Deseaste un bebé muerto. Fue un parto largo y difícil. Sufriste durante varios días. Finalmente, el bebé nació con fórceps. Miraste con disgusto y terror a tu bebé chillón y susurraste: “¿No puedes morirte pronto? ¿No puedes morirte?”. Pero sobrevivió. El niño gritaba día y noche. Y tú lo odiabas. Estabas asustada y tenías remordimientos de conciencia. Por fin se hicieron cargo del niño unos parientes y una niñera. Tú ya podías levantarte de la cama y volver al teatro. Pero el sufrimiento no había terminado. El niño se vio atrapado por un inconmensurable amor hacia su madre. Tú te defiendes. Te defiendes desesperadamente. Sientes que no puedes corresponderle. Así que lo intentas y lo intentas, pero entre nosotros sólo hay encuentros crueles y zafíos. No puedes hacerlo. Estás fría e indiferente. Él te mira. Él te ama y es tan tierno… Tú quieres pegarle, porque no te deja en paz. A ti te parece repugnante, con su boca gruesa y su cuerpo feo, con sus ojos húmedos y suplicantes. Es repugnante y tú estás asustada. Este monólogo, que extrae una radiografía del alma de Elisabeth, pone al descubierto la podredumbre humana de la actriz. Podredumbre y miseria que, en el fondo, no están tan alejadas de la confusión mental de la enfermera: ambas han atravesado por un momento en sus vidas en el que han podido comprobar la falta de concordancia entre la identidad del sujeto y los roles que éste se ve forzado a llevar a cabo. En el film, esta revelación produce un efecto de simetría entre las dos mujeres. Como bien explica Juan Miguel Company, este efecto de simetría conduce, a su vez, a un efecto de condensación : las mitades de los rostros de las protagonistas se funden formando uno solo. Este primer plano compuesto establece la complejidad de las relaciones de transferencia entre las dos mujeres.[5] En este punto de su recorrido, la película muestra abiertamente el proceso de confusión entre ambas identidades: Elisabeth y Alma terminan por fusionarse. Bergman conduce al espectador de un proceso físico de dualidad a un proceso de fusión de identidades y cuerpos.

CONCLUSIONES FILOSÓFICAS: Sin dejar a un lado todo lo dicho hasta el momento en este análisis antropológico, podemos concluir, desde una perspectiva más puramente filosófica, que el tema principal de la película es la problematicidad de la identidad personal. En esta obra de Bergman, se establece una lucha continua por construir-reconstruirreconocer la propia identidad. No obstante, como hemos afirmado anteriormente, este tema está abordado desde la vampirización. Durante ese proceso, alguien que no está vivo absorbe la sangre de un ser que sí lo está, trasladándolo, con ello, al submundo de los vampiros: una escena en particular nos muestra a la enfermera abofeteando insistentemente a la actriz después de que ésta le haya mordido en el brazo. En este caso, Elisabeth Vogler es quien no está viva: su auténtica tragedia es que ha caído en la disolución absoluta de su identidad y, por eso, no puede apropiarse de sus antiguos roles-máscaras y, consecuentemente, calla. Desde esa condición, Elisabeth trata de quitarle la vida a Alma, hasta que ésta la recupera: resulta decisiva la escena final en la que Alma se vuelve a vestir de enfermera, recuperando y reafirmando así su propio rol, a pesar de todo y después de todo.

[5] Juan Miguel Company, >Ingmar Bergman, Cátedra, Madrid, 1993, pág. 102.

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carlos giménez soria

ensayo: ingman vergman

De hecho, Alma no está un paso más atrás de la Sra. Vogler (situada en la ingenuidad de quien no percibe el abismo y el sinsentido de la existencia) sino un paso más adelante (pues ya ha participado de esa visión, pero le parece que absolutizarla –como hace Elisabeth– es un error y, por eso, la ha dejado atrás). La profundidad real del film reside en saber mostrar que no hay identidad detrás de la máscara y que, aunque nosotros no nos podamos fundir con nuestras máscaras –ya que hay siempre una distancia insalvable entre éstas y el yo–, tampoco es posible un yo al margen de las mismas: ahí es donde Alma “vence” finalmente a la Sra. Vogler, liberándose de su nihilismo simplista. Con el paso de los años, la apuesta por el complejo análisis del ser humano en su identidad y su fisicidad ha convertido a Persona en una obra de singular fascinación, gracias a un lenguaje que muestra el artificio cinematográfico y, al mismo tiempo, prescinde de él para alumbrar una puesta en escena sobria y depurada, dispuesta a adentrarse en ámbitos metafísicos con una enorme capacidad de abstracción.

Bibliografía: 

Bergman, Ingmar: Imágenes. Barcelona: Tusquets, 1992.

Company, Juan Miguel: Ingmar Bergman. Madrid: Cátedra, 1993.

Goffman, Erving: La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu, 1997.

Park, Robert Ezra: Race and Culture. Glencoe: The Free Press, 1950.

Sontag, Susan: Estilos radicales. Barcelona: Muchnick, 1985.

2.50


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Fragante vuelo en colores de escama:

la mariposa. Eclosiona y es ChuangTzu: un hombre. Inmutable, solo en sueños, viaja la flor.

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POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

KARLA LIZBETH PEÑA


RESEÑARESEÑARESEÑARESEÑA

MIGUEL ÁNGEL MEZA

LEONARDO DA JANDRA: MUJERES POSMODERNAS

L

a sexualidad femenina asumida con plenitud y sin culpa, la independencia de la mujer en un mundo edificado sobre un machismo atávico difícil de socavar y la valentía de las féminas para levantar universos propios, al margen de los hombres o contra ellos, son temas que han sido tratados de diversas maneras por los escritores mexicanos de las últimas décadas. Las protagonistas femeninas con fortaleza de espíritu y recio carácter, dotadas de insólita fuerza para enfrentar su cotidianidad existencial —en la familia, en la pareja o en la soledad—, no escasean en la literatura mexicana de fin de siglo. Sin embargo, tal vez pocos han enfrentado estos temas con tal originalidad y desenfado, con tal frialdad y ausencia de sentimentalismo como Leonardo da Jandra, el escritor chiapaneco que en 1986 deslumbró a la crítica con Entrecruzamientos, una ambiciosa trilogía de tesis y aventura que propone la restauración de la Utopía y la edificación de una nación espiritual fundada en la mexicanidad. En Los caprichos de la piel (Seix Barral, 1996), Da Jandra se aleja de las densidades conceptuales e iniciáticas que supusieron aquellas obras, y abandona la experimentación lingüística de otra que les siguió (Tanatomicón), y entrega un libro gozoso, sensual y fresco, de lectura ágil y ligera, aun cuando sus contenidos temáticos se impregnan de las dramáticas vivencias cotidianas de sus mujeres protagonistas y ponen en discurso asuntos inquietantes como el alquiler de vientre, la promiscuidad mortal, la deificación femenina de Onán y, sobre todo, un tópico recurrente: los conflictos interraciales.

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Las tres novelas cortas que conforman este libro retratan, pues, a personajes femeninos con tal vocación de individualidad y sentido de autonomía que uno no puede dejar de pensar en que son así las auténticas mujeres posmodernas de la era del vacío:antirrománticas, individualistas, conocedoras del poder sexual que ejercen sobre los hombres y sabias a la hora de utilizarlo, contra ellos si es necesario. En Los caprichos de la piel, Julia, Ingrid y Elena —las tres dotadas de belleza física y sensualidad extraordinarias— expresan de manera fría, y a veces despiadada, un doloroso resentimiento contra el mundo masculino y actúan en consecuencia. Ambientadas en Huatulco, Oaxaca —donde el autor vivió durante más de 20 años— las tres historias reflejan, sin embargo, universos distintos: el jerarquizado del turismo de lujo y sus sofisticados ofrecimientos a quienes puedan pagarlos; el de los jóvenes aventureros hedonistas, desencantados del neoliberalismo, que arriban diariamente a Zipolite, Puerto Ángel y pueblos aledaños, y que buscan en la filosofía del exceso y en la liberalidad de las conductas una salida al laberinto del sistema; y, finalmente, el de la pobreza extrema y la ignorancia de una joven nativa impetuosa, inteligente y solitaria al lado de la riqueza y el ocio de una pareja alemana que huye del ajuste de cuentas a los nazis. Como trasfondo de estos universos surgen, soterrados pero inocultables, odios y supremacías de raza que difícilmente se suavizan con los convencionalismos sociales y que se manifiestan de diversas maneras: en el trato preferencial o despótico, en la difícil convivencia de mexicanos con extranjeros —lo que provoca ríspidos choques culturales—, y en el encuentro presente de tradiciones de distinto cuño: la racional y lógica del europeo; y la irracional y mágica del mundo prehispánico.

2.52


reseña: leonardo da jandra

miguel ángel meza

Un vientre tan dulce, la primera novela, permite conocer la historia de una empresaria turística que reniega de su origen latino y alquila su vientre a extranjeros para procrear hijos que nunca conoce; Un destino casi inevitable, la segunda, narra la historia de una hermosa teutona que hace su descenso al infierno mexicano de la promiscuidad y la vejación sexual, y que, a su manera, se venga del abuso del mundo machista que la dañó; Del negro al amarillo, la tercera, relata la vida de una joven zapoteca que tras sufrir un intento de violación descubre los placeres de la autocomplacencia erótica y erige un mundo sensual, cerrado y mágico, en donde las mujeres rubias —primero las de las revistas femeninas, luego Marlene Dietrich— conforman la imagen de la belleza, el triunfo y el modelo a seguir en la vida. Los caprichos de la piel, en suma, contiene tres novelas cortas fascinantes. La enorme fuerza narrativa del autor impide que uno abandone esta lectura fácilmente. La sensualidad naturalmente contextualizada y la originalidad en el tratamiento de los temas permiten, por otra parte, comprender un tipo de mujer cada vez más común en el mundo contemporáneo, más allá de sus particulares vicisitudes existenciales: una mujer muy independiente que no necesita de una pareja para construir sus propios universos, en la más inquietante de las soledades.

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POESÍAPOESÍAPOESÍAPOESÍA

SELENE MALDONADO

POLINIZADORES Viajeros con destino fijo. Alas pequeñas, alas grandes, picos, hocicos, plumas, lo que te define es tu misión de transportar vida, con paciencia esperas la bienvenida de la flor que después de un abrazo le prometes la llegada de un fruto. Amapolas, magnolias, jazmines, han competido por cientos de años por tu atención ofreciéndote los mas particulares perfumes, exquisitos colores y sabores, todo para conseguir tu fidelidad. Diversas son tus formas, pero siempre remplazando el trabajo de los amantes, amantes de toscas formas que no delatan tu delicado proceder, o por el contrario, dueño de una figura esbelta y alas aterciopeladas de colores que sólo tú puedes vestir. Si no es el sonido de tus movimientos juguetones serán tus colores brillantes los que delaten tu presencia. Cuando eres de carácter reservado prefieres la discreción de la noche, brujos nocturnos de rostros casi humanos, o con apariencia de hadas viejas de suaves alas grises y ojos granate. Puedes vestir la misma severidad en el día, con ojos oscuros y cuerpo robusto como un guerrero, o como un soldado que cumple con su misión de manera precisa. Cualquiera que sea tu naturaleza, tus formas y carácter, tu presencia indicará que la vida continúa, que habrá frutos, semillas, arboles, plantas, y seguirás recorriendo los mismos caminos, llegarás en el tiempo preciso, y con paciencia, esperarás de nuevo la bienvenida de la flor.

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EL MUNDO DE LOS CIEGOS: OJOS QUE NO VEN, REALIDAD INEXISTENTE De los bienes de este mundo nadie nos pasa nada, vivimos en gran peligro, en vida muy apenada. Tan ciegos como un vestiglo no vemos del mundo nada.

ENSAYOENSAYOENSAYOENSAYO

ALBA MONSERRAT HERNÁNDEZ CERVANTES

Juan Ruiz 'El arcipreste de Hita'

S

omos parte de una vivencia humana que está vinculada con otros seres y pese a nuestra individualidad, cohabitamos con más personas que ambicionan un fin similar: gozar de una cálida vida, extensa y con

beneficios. Sin embargo el panorama personal hace una separación entre cada uno de nosotros. La manera en cómo realizamos nuestras jornadas depende de la fusión entre lo que se sabe y lo que se piensa, es decir, los conocimientos adquiridos a través de la experiencia y la propia convicción de querer aprender más con los principios adaptados ya sea voluntaria o involuntariamente desde la infancia, estos últimos forjados además por la familia —primera educación esencial—, la convivencia de quienes se rodea y el contexto social que establece las normas morales y que funciona de una manera cada vez más cuestionable. Los ojos son el filtro que lleva a la comprensión y realización de nuestra vida, son el portal a la realidad con la que el cerebro mantiene una conexión; se sabe que éste es quien mira y lo hace a través de las pupilas. Un ciego no mantiene dicha relación y por ende tampoco un conocimiento de lo que existe a su alrededor. Es cierto que cuando se padece de ceguera otros órganos, en respuesta a la falta de funcionalidad de éste, se desarrollan con mayor agudeza, pero qué es palpar una flor, olerla quizás, si no se puede admirar la belleza de la que es portadora. La utilización de la palabra invidencia en el ámbito literario y filosófico alude a un tema controversial sobre quiénes son los que en verdad no pueden ver y qué es eso que les impide mirar la auténtica realidad y que es representada con una tela negra —en un caso peculiar y literario también se manifiesta como blanca— que matiza su verdad hasta el punto de ponerla en duda. Remontémonos a la antigua Grecia, dos obras clásicas de la literatura, La Ilíada y La Odisea son atribuidas al aedo y quizás ciego hombre griego Homero, especialmente en este último poema aparece un personaje mitológico que es conocido por carecer de la vista y poseer los dones de la adivinación. Tiresisasresponde a las dudas de Ulises cuando éste desciende al Hades y le manifiesta a su vez el porvenir que le depara, además de sus advertencias si tocase las reses de Helios. Existe más de una anécdota de cómo fue que quedó ciego, algunas relatadas en Las metamorfosis de Ovidio. Éste es el punto de partida naciente en la mitología clásica para hacer de la ceguera una metáfora que describirá a los verdaderos enfermos de nuestro mundo. ©Claudia Hans. De la serie M " orido”

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INDIVIDUALIDAD Y DEPENDENCIA La individualidad actual ha causado un distanciamiento entre personas, la supervivencia y responsabilidad de cada uno lleva a pasar por desapercibido todo problema social que no se inmiscuya en sus labores. Es aquí donde no sólo la tolerancia decae sino la preocupación de lo que afuera esté sucediendo. En el Cantar de ciegos[1] las súplicas de los menesterosos ciegos comparten lo planteado, piden ayuda a quienes caminan por donde ellos se encuentran, asegurando una compensación buena además de divina si se presenta un cuidado a estos pobres invidentes: “Si de vos no lo obtenemos, otros bienes no tenemos con los que desayunar; no lo podemos ganar con estos cuerpos desgraciados, ciegos, pobres y apenados” [2] Doble es su ruego, imploran a la gente por una miga de pan o una moneda, y a la vez a Dios y los santos por el pago que estos le darán a quien regrese a su auxilio. Si bien la intención iba inclinada hacia lo religioso, la idea principal se rescata: la atención al sufrimiento ajeno, a desviar la mirada hacia lo que se rodea y que tal vez es la verdadera realidad, la que casi nadie se atreve a mirar. Aquí la perspectiva de ceguera cambia, ¿quiénes son los que no miran? Aquellos suplicantes hombres que en penumbras conocen la crueldad e injusticia existentes o los otros, los que caminan, los que proyectados en sus ambiciones no doblegan su enraizada mentalidad y por consiguiente elaboran un juicio carente de razón. Hay dos maneras de vivir en oscuridad: una es nacer ciego y la otra es perder la vista después de años de vida por distintas razones. A diferenciación de la primera, en la segunda, cuando se desvanece la luz, aparece la nostalgia y las lamentaciones porque se rompió el contacto visual que existía con el mundo, y éste es el momento en que uno se percata de la mínima idea que se poseía acerca de la vida. A Tiresias se le privó de su vista y Júpiter le regaló el don de la adivinación ante el desaire de Juno; la ceguedad, como otros tantos ejemplos que podría mencionar, no sólo son dolencia y decaimiento, también son la oportunidad esperada de cambiar, para llegar a ver con verdaderos ojos. Como dice el refrán “No hay mal que por bien no venga”. Si la mayoría corriera con mucha suerte, se podría decir que llegará el día en que se termine este padecimiento y entonces la perspectiva de mundo cambie, porque una vez vista la luz, la oscuridad ya no se encontrará digna. Es imposible que esto último no nos remonte a la Alegoría de la Caverna hecha por Platón; cuando uno explora el verdadero mundo y regresa a la caverna, la encontrará más oscura y el conocimiento que habitaba en el interior será descubierto como algo sensorial, secundario, ficticio.

[1] Último cantar de El libro del buen amor de Juan Ruiz “El arcipreste de Hita”. [2] Arcipreste de Hita, El libro del buen amor, España, Edicomunicación S. A., 1999, p. 282.

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ensayo: el mundo de los ciegos

alma monserrat hernández cervantes

Siguiendo con la diferenciación sobre la manera de ser un ciego, Ernesto Sabato en su Informe sobre ciegos[3] comprende la vida de Fernando Vidal Olmos y hasta dónde llega su locura que crea esta documentación tras una inquietante obsesión que desde niño poseía acerca de los ciegos y su afirmación al creer que existe una secta secreta dominada por ellos para controlar el mundo terrenal. Él refiere de nuevo este conflicto pues los ciegos de nacimiento que se encuentran en la secta rechazan a los que aparentemente pueden ver, mas existe un odio que predomina el anterior y es el odio hacia los advenedizos que de un instante al otro dejaron de ver, Fernando Vidal llama a este rencor un “orgullo de casta”. Este orgullo de casta es aún presente, no se ha erradicado todavía la diferenciación entre distintas clases sociales (situación demasiado explotada en las telenovelas). La circunstancia es muy peculiar y digna de un análisis: quienes quedan sin vista y están dispuestos a conocer ese nuevo mundo se encuentran con una barrera que les impide hacerlo y es el egoísmo de no querer que la verdad crezca y esté al alcance de muchos. ¿Quién esconde esta verdad? El conocimiento muchas veces se ha visto suprimido para algunos y el poder acompañado de la sabiduría ha hecho de esta fusión un verdadero problema. En el informe recalca que: “la única forma de mantener la paz entre los seres humanos era mediante la ignorancia recíproca y el desconocimiento, únicas condiciones en que estos bichos son relativamente bondadosos y justicieros, ya que todos somos bastante ecuánimes con relación a las cosas que no nos interesan.”[4] El conflicto ahora crece, estamos ante la paradoja de desear una erradicación de la ignorancia para ser una humanidad más progresiva y armoniosa y la superioridad que, junto con la pretensión, habita en quienes creen saberlo todo o en su caso, atesorarlo. Una de las conclusiones a las que el personaje llega es que si Dios gobierna el cielo, los ciegos deben de regir la tierra: “Mi conclusión es obvia: sigue gobernado el Príncipe de las Tinieblas. Y ese gobierno se hace mediante la Secta Sagrada de los Ciegos. Es tan claro todo que casi me pondría a reír si no me poseyera el pavor.”[5] Siguiendo con la falta de interés que predomina en muchos de nosotros, José Saramago en su Ensayo sobre la ceguera maneja, de una manera espléndida y clara, las consecuencias de una inalienable vida. Hace uso de la mencionada metáfora y envuelve a los personajes en una misma situación, son portadores de una ceguera blanca que nubla sus sentidos, revela la naturaleza del hombre, del poder, de la misma individualidad ligada a una dependencia que coexiste en toda la obra. La peculiaridad del caso es que crece el contagio al tener un contacto con la persona afectada y al igual que la ignorancia, llegará el punto en que el caos se haga presente: “por todos los diablos, la ceguera no se pega, Tampoco la muerte se pega, y todos nos morimos”.[6]

[3] Ernesto Sabato, Sobre héroes y tumbas, Barcelona, Sol, 2002, p. 251. a, El libro del buen amor, España, Edicomunicación S. A., 1999, p. 282. [4] Ibídem [5] Ibídem [6] José Saramago, Ensayo sobre la ceguera, México, Punto de lectura, 2006, p. 41.

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NEGACIÓN Es así como se vuelven incrédulos ante el inexplicable suceso de quedar ciegos de un momento para otro, además de la redundante individualidad, de los recuerdos y la tristeza, también se encuentra una negación característica en ellos. Percatarse de no ver es evidentemente rápido o al menos eso parece, es a q u í d o n d e s u rg e d e n u e v o e l j u e g o d e l deslumbramiento, ¿cuánto tiempo necesitamos para captar y después aceptar que quizás no vemos lo verdadero? Cuesta ceder ante opiniones ajenas y aunque no caeremos en un conflicto respecto a la tolerancia, muchas veces lo real o es distorsionado o pasa desapercibido a nuestros sentidos; la incredulidad del médico al tratar el primer caso de ceguera blanca demuestra la negación a lo que pasa frente a nuestros ojos, ahora es más tangible notarlo. El arraigamiento de ideas impide aceptar nuevas, la mente cada vez se cierra más ante un mundo que día a día crece en la mayoría de sus aspectos. Los ciegos se niegan a aceptar que no ven, pese a que sólo perciben oscuridad (o un manto lechoso). “A los oídos le llegaba el rumor del tráfico, una u otra voz más alta cuando se detenía el taxi, también ocurre a veces, estamos dormidos, y los ruidos exteriores van traspasando el velo de la inconsciencia en que aún estamos envueltos, como en una sábana blanca. Como una sábana blanca.”[7] Ahora bien, la negación caracterizará a los ciegos, en un principio porque no quieren ver, después porque no creen que los otros logren hacerlo y lo que les resulta peor, que sea algo distinto a lo que ellos perciben.

MIEDO Y VALOR El miedo siempre es un constante en nuestra vida, tememos a lo incierto, a lo desconocido, a lo que de alguna u otra forma creemos que nos perjudicará. Temer es parte de la adaptación que cada ser humano tiene que pasar. Los ciegos viven con este espanto porque reconocen el poder de los demás, de la misma vida y sin embargo, nada hacen para intentar superarlo. Fernando Olmos conoce bien esta sensación, camina advertido entre calles con la idea de que muchos de los que andan por las avenidas forman parte de la Secta Secreta. Vagamos entre ciegos, en la multitud nadie se percata de quienes caminan frente a nosotros. [7] Ibídem.

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El temor, si bien es universal, se presenta diferente en cualquiera de nosotros, y con mayor vigor en quienes no quieren ver. La ceguera apresa a los que se encuentran bajo su dominio, y en ellos existe un miedo más grande e intenso, no conciben lo que en realidad sucede en el mundo, no perciben los hechos que en él acontecen, son cautivos del pánico y su indiferencia a la vez. Justamente ahora nos encontramos en una situación criticable y en proceso de una destrucción que día a día presenta límites mayores. Ante esta circunstancia, es inevitable caer en un estado de paranoia, mas hay que tener presente que temer, aunque sea un estado natural y propio del ser humano, nos coloca en una posición de completa indiferencia: mirar el embrollo y no decir nada, no hacer nada. Resulta inadmisible situarnos en esta postura que aludirá a causar la reiterativa indiferencia que carga consigo cualquier ciego. Ante el contexto en el que nos encontramos, la reparación más sencilla es la de tomar lo que ocurre como algo cada vez más rutinario. Me atrevo a decir que la única solución a esta situación crítica y violenta en la que nos encontramos, es enfrentar el miedo, enfrentarlo de manera hábil y con valor. En el ambiente creado por Saramago, sólo una mujer se libra del terrible padecimiento de la invidencia, nuestra figura de valentía se presenta en ella, quien, pese a que podría quedarse oculta y esperar a que se fueran los ciegos, decide enfrentar su mundo fingiendo ser una más de ellos. Y aunque encuentre en la situación cierto temor, comprende que la única manera de exterminarlo es mirar a su alrededor, analizarlo y buscar la mejor alternativa de contraponerse ante el presente mundo sucio y destrozado, ese en el que los ciegos, aún en pleno proceso de adaptación, sólo enuncian quejas. “Los ojos se le nublaron, Voy a quedarme ciega, pensó, pero luego comprendió que no sería esta vez, eran sólo lágrimas lo que cubría su vista, lágrimas como jamás las había llorado en su vida”.[8]

EL DESCONOCIMIENTO Y LOS REMORDIMIENTOS Cuando el miedo nos acoge, confunde y paraliza nuestra asimilación, altera la forma en cómo actuar ante cierto suceso y a su vez causa en nosotros una pérdida del conocimiento respecto a lo que somos y todo aquello que nos rodea, algo como cuando se cree haber sido observado por algún ente fantasmagórico. Existen otros presentes, los sentimos pero nadie los ve con certeza. [8] José Saramago, op, cit., p. 119.

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ensayo: el mundo de los ciegos

“Y la gente cómo va, preguntó la chica de las gafas oscuras. Van como fantasmas; ser fantasma debe ser algo así, tener la certeza de que la vida existe, porque cuatro sentidos nos lo dicen, y no poder verla”[9]. Al lograr percatarnos de este hecho habremos abierto los ojos, estaremos en proceso de abandonar nuestra ceguedad. Los remordimientos surgirán y con estos las preguntas, la iniciativa propia de averiguar qué es lo que está aconteciendo y el despertar de nuestra dormida esencia. El reconocimiento de los errores es un excelente comienzo para despojarnos de la venda que nos han puesto y han ajustado otros a través de los años. Experimentamos una culpabilidad justa que incitará a descubrir nuestra efectiva humanidad. Éste es el gran paso que nuestro mundo espera, la verdadera y profunda meta que cualquier ser humano debe alcanzar, su única ambición permitida.

LA SABIDURÍA ¿Cómo alcanzar la sabiduría sin deslumbrarnos por el egoísmo y el alarde? Actuar en armonía, sin arranques emocionales y efímeros éxitos se puede cosechar si hacemos del aprendizaje algo inalcanzable e infinito. Como lo dijo Einstein “Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”. Necesitamos una constante entrega a querer aprender más, a conocer lo más que se pueda en este mundo múltiple y valioso. Aprender de todo, incluso, si es necesario de los mismos ciegos que nos rodean por las calles, tal como lo hacía Olmos. Si bien hoy en día resultaría escéptico intentar adentrarnos en el mundo del misticismo y la adivinación como el don que Tiresias poseía, lo que sí podemos es introducirnos en el mundo de la cultura, hacer de la educación algo permanente que nos permita hacer uso de nuestro buen juicio.

alma monserrat hernández cervantes

Todos hemos sido ciegos alguna vez y basta mirar a nuestro entorno para comprender que lo habitamos incluso con la contaminación que existe y que hace más ruinoso nuestro vivir. Los ciegos de nuestra actualidad no son quienes no miran nada, son quienes a pesar de mirar, regresan la vista y prosiguen con completa indiferencia. Tal vez ahora resulta más difícil evitar caer en el universo de los ciegos, pero estos mundos literarios permiten profundizar y hacer un análisis retrospectivo de cada uno de nosotros. El problema reside desde décadas y siglos atrás. No es sorprendente que Tiresias no pueda ver y sin embargo adivine y condene todo acto de quienes acuden a presenciar su sabiduría, tampoco el cantar de los ciegos con su inagotable esperanza que conociendo su pobreza, poseen una fe mayor a la de muchos. Fernando Vidal Olmos estaba convencido de que aquellos ciegos no eran ignorantes, al contrario, tenían tanta influencia y poder para mantener discreción y no causar pánico a la población. Los contagiados de la ceguera blanca descubrieron la ambición y el poder que radica en el hombre, el instinto salvaje que conservan cuando la confusión los envuelve y lo ciegos que estaban desde antes que la epidemia comenzara. Como advertencia a los ingenuos, concluiría que formemos en nosotros un perfil de responsabilidad respecto a lo que ocurre en nuestra tierra, el anhelo del aprendizaje y la iniciativa propia. Es imposible conocer todo el universo, pero “en el país de los ciegos el tuerto es rey”.[10]

Bibliografía:      

Homero. La odisea, México, Herrero Hnos., 1960. Ovidio Nason, Publio. La metamorfosis, México, Anaya Editores, 2006. Arcipreste de Hita. Libro de buen amor, España, Edicomunicación, 1999. Sabato, Ernesto. Sobre héroes y tumbas, Barcelona, Sol, 1961. Saramago, José. Ensayo sobre la ceguera, México, D.F., Punto de Lectura, 2009. La biblia, Madrid, Verbo Divino, 1989.

Tiresias aparece ante Odiseo durante el sacrificio Heinrich Füssli, 1780-85 Graphische Sammlung der Albertina (Viena).

[9] José Saramago, op, cit., p. 249.

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[10] José Saramago, op, cit., p. 106.

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Autores

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ARÉVALO SERGIO: Saltillo, Coahuila, 13 Junio 1991. Egresado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila. Ha participado en diferentes números de la revista cultural S.O.S y fue productor de radio por internet en Experienciaradio.net de diferentes programas durante el periodo 2009 - 2011. Tomó el taller de Realización de Documental (2011) en la Escuela Internacional de Cine, en San Antonio de los Baños, Cuba. Y terminó el Diplomado en Fotografía (2012) en la Ciudad de México en EduMac. Es actual colaborador del semanario de análisis policiaco "EL FISCAL". ATAIDE, GLADIS LEONOR: Es docente jubilada. Actualmente vive en Argentina. Escribe cuentos y poesía. Ha participado en talleres literarios y encuentros poéticos. Sus trabajos figuran en varias antologías y libros colectivos. Fue becada por el Fondo Nacional de las Artes de Argentina. CARMONA - ROBLES, JESÚS: Chihuahua, 1992. Es autor del poemario "Tos" (ICHICULT 2012). Aparece en las antologías "Astronave: novísima poesía mexicana" (Fundación para las Letras Mexicanas / UNAM 2012) y "Somos un lugar inventado" (Universidad Autónoma Metropolitana 2012). Es cofundador de la editorial cartonera Bakcheia. Ha sido seleccionado en el área de poesía, para el Curso de creación literaria para jóvenes 2011, de la Fundación para las Letras Mexicanas. Actualmente estudia la licenciatura en Letras Españolas en la UACH.

MALDONADO LÓPEZ, SELENE: Maestra en Ciencias Biológicas por la UNAM. Ha asistido a talleres literarios como cuentista y narradora. Actualmente vive en Morelia, Michoacán. MEZA ROBLES, MIGUEL ÁNGEL: México, Distrito Federal. Poeta, crítico y editor. Fundó y dirigió la revista TROPO a la uña. Fue Director de la Casa del Escritor de Cancún, de 1998 a 2004. Es autor del poemario Destellos de mareas (Praxis, 2004). Segundo lugar del Concurso de Cuento Corto de la Casa de la Cultura (2004). Primero y segundo lugar en el Concurso de Poesía de la Casa de la Cultura de Cancún (2007). Primer lugar del 2do.Certamen Estatal de Cuento convocado por IEQROO, en 2007. Es autor también del libro de cuentos El verbo acosado y otras perversiones (de próxima publicación). Actualmente coordina varios talleres de lectura. MORALES RAMOS, MAURICIO: Estudió psicología educativa en el Sistema de universidad abierta y educación a distancia de la UNAM. Desde hace cuatro años escribe cuento. Hasta el momento ha publicado ocho cuentos en el suplemento cultural Arteria, del periódico El sol de Tlaxcala. Ha publicado en la revista Creatósfera del ITC. Co-fundador de la organización “Los fabuladores”. En el 2011 participó en la organización del primer encuentro de narrativa “Los fabuladores en la Cosmopista”. Actualmente vive en Tlaxcala.

CORTÉS TAPIA, ÓSCAR: Chilpancingo, 1960. Autor de Voces como silencio (poesía, 1995), Tierra de palabras (poesía, 1996), Cuaderno de iluminar ausencias (poesía, 1997), La misma pluma (poesía, 1998), Breve espera (cuentos, 1998), Su inútil servidor, Margarito Ledesma (antología, 1999), Elogio de El Santo y otros poemas (poesía, 2001), Elogio de lo baladí (poesía, 2004) y Las hijas pródigas (poesía, 2011). GALVÁN, VICTOR: Distrito Federal, 1964. Periodista desde hace veinte años en medios impresos. Director Editorial del periódico digital Ultimas Noticias. Colaborador en las revistas Quintana Roo Gráfico y Expresiones con artículos culturales. Escribe cuento y poesía. GUERRERO SALAZAR, DAVID: México, D.F. 1982. Poeta novel. Asiste al taller de Creación Poética del Instituto de la Cultura y las Artes. Ha publicado un libro cartonero de poesía La fe de los diositos [Edit. Cartonera Hortera]. Reside actualmente en la ciudad de Cancún, Quintana Roo. HERNÁNDEZ CERVANTES, ALBA MONSERRAT: Estudiante de Literatura en la Unidad Académica de Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas, e integrante del permanente taller de narrativa de la UAZ. Ha colaborado en la revista Barca de palabras y Abrapalabra que edita la misma Universidad.

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PEÑA, KARLA LIZBETH: Acapulco,1987. Promotora cultura. Coordinadora de la Sala de Lectura La Tlacuila. Ha participado en talleres con los poetas Ramón Iván Suárez Caamal y Miguel Ángel Meza. REVFAULKNEST, ALDO: Estudió la Licenciatura en Historia, en la Universidad de Guanajuato. Ha publicado en las revistas Dédalo, Zistemä, Los Bastardos de la Uva, Pollo Rostizado, Gaceta Río Arriba entre otras. Algunos poemas suyos aparecen en los libros de Letras Versales: Signo de sol (Guanajuato, 2011) y Signo de lluvia (San Luis Potosí, 2011).

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SALGADO, ARMANDO: Uruapan, Michoacán, 1985. Diplomado en cine y literatura, profesor normalista por la Escuela Normal Rural Federal “Vasco de Quiroga” de Tiripetío, Michoacán, y maestro en educación básica por la UPN. Autor de los libros Liturgias (SECUM, 2011) y Variaciones de una vida rota (SECUM, 2011) con los que obtuvo el Premio Michoacán de Literatura 2011, Corvus Suvroc (Mantis Editores/H. Ayuntamiento de Hermosillo. Premio Nacional de Poesía “Alonso Vidal”, 2011) y Azogue Suite en prensa. Premio Nacional de Literatura Joven “Salvador Gallardo Dávalos”, 2011, en poesía. Miembro de la Sociedad de Escritores Michoacanos (SEMICH). Actualmente se dedica a la docencia en Morelia, Michoacán. SANTIBAÑEZ ANDONEGUI, CARLOS: Estudió Letras Hispánicas en la UNAM, y más tarde la carrera de Derecho. Co-fundador del grupo editorial Liberta Sumaria y Nautilium. Ha publicado: Para decir buen provecho (Liberta Sumaria, 1978), Llega el día, vuelven los brindis (Col. Libros del Fakir, Editorial Oasis, 1984), Fiestemas (Punto de Partida UNAM, 1986), Glorias del Eje Central (Nautilium, 1993), Con Luz en persona (Eds. Mixcóatl, 1999), Ofrezca un libro de piel (Eds. Coyoacán, 2005). Antologado en: Asamblea de Poetas por Gabriel Zaid (Siglo XXI Editores), Palabra Nueva por Sandro Cohen (Ed. Premiá), 500 años de poesía en el valle de México (Ed. Extemporáneos), Poesía Erótica Mexicana por Enrique Jaramillo Levi (Ed. Domés). Lo acogen también: La región menos transparente por Héctor Carreto (Ed. Colibrí), Puerto Norte y Sur por José Oxholm, (Michigan, U.S.A), Donde la piel canta por Arturo Trejo (Ed. Cofradía de Coyotes) y el Diccionario Bio Bibliográfico de Escritores Mexicanos del INBA. Ha sido Becario del Instituto Nacional de Bellas Artes en 1979 para la rama de poesía, y del FONCA en 1993. Asistente en diversos Encuentros de Poesía, como el Festival Internacional Cervantino 2010, y The World Festival of Poetry, Isla Mujeres, 2011. SOLÓRZANO HIDALGO, JOSÉ GERMÁN: Nace en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 24 de Noviembre de 1976. Es miembro del Taller Literario “Syan Caan” de Bacalar. Es Licenciado en Educación Primaria, egresado del Centro Regional de Educación Normal “Lic. Javier Rojo Gómez” plantel Bacalar. Ha participado en diversos encuentros de Escritores en la Casa Internacional del Escritor de Bacalar y en talleres de Creación Poética impartidos por diversos poetas. Sus poemas han publicados en la Antología Poética “En la puerta del Cielo” y en la desaparecida revista del taller literario “Resumen de Olas”. Actualmente se encuentra preparando su primer libro de poesía. YAM YAH, JORGE: Nace en Bacalar, Quintana Roo en 1980. Miembro del Taller Literario Syan Caan. Participó en la tercera semana Estatal de la Juventud en el evento denominado composición a Bacalar ocupando el primer lugar. Ha publicados en la revista Resumen de Olas, Resquicios de la Imagen. Textos suyos aparecen en la antología poética En la puerta del cielo, al igual que en trípticos literarios y en algunos periódicos del Estado de Quintana Roo.

salvo el crepúsculo diciembre 2012 - marzo 2013 - No.2

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AL OIDO DE ALDEBARAN VI Se alarga la noche. Estoy en el pu単o de una sombra incurable. OLGA ARIAS


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