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Isabel Infantes

EL BESO INTANGIBLE

La existencia de este proyecto cobra luz y forma desde el deseo inconsciente de reencontrarme con mi padre. En apenas un minuto, abandonó su ser tangible para transformarse, al filo del tiempo, en suaves retazos de la memoria que empezaban a poblar mi imaginario. Emprendo así un viaje imprescindible hacia ese mundo incierto de los recuerdos lejanos que, a menudo, la memoria por algún mandato imperativo sepulta a cal y canto y reduce al olvido. En la travesía silenciosa por las capas más sensibles de mi memoria, descubro, a partir de aquellos objetos que pertenecieron a mi padre (o formaron parte de su vida cotidiana), a la niña, a la adolescente y a la adulta que soy. De este modo, el recorrido extraordinario iniciado da paso, como un gran hallazgo, a la dimensión temporal que enlaza simultáneamente dos miradas únicas: aquella que fue en el pasado y perdura en la memoria, y la que es en este preciso instante. Así, del encuentro de esos dos universos, nace una imagen que se compone de la memoria antigua y de la actual que, en suma, plasman mis sentimientos hacia la persona ausente. Este arduo ejercicio de introspección, se traduce finalmente en un trabajo de identidad, ya que mediante objetos personales, a través de mis recuerdos, narro de forma cronológica un itinerario de vida que juntos compartimos a lo largo de cuatro décadas. Este proyecto, sin embargo, existe exclusivamente gracias al esmero de mi madre por conservar intactas las pertenencias de mi padre, tal y como quedaron en el momento de su partida. Por ello, son sus manos las que veladamente guían este relato, despertando del largo letargo al que fue su mejor compañero de vida. He rendido así un homenaje a la figura de mi padre, si bien lo realmente hermoso de este viaje a través del tiempo ha sido devolverlo a la vida por siempre jamás.

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Alfredo Oliva Delgado

Es posible que hayas reaccionado con cierta sorpresa cuando alguien te ha comentado que sabía que una foto era tuya antes de conocer tu autoría. Te has sorprendido porque pensabas que tus fotos eran muy diferentes entre sí, pues no tienes un estilo muy definido. Incluso podrías coincidir en parte con Susan Sontag, cuando afirma que el estilo no existe en fotografía por lo fácil que resulta saltar un estilo a otro. Esta dificultad para reconocer el propio estilo es muy generalizada, ya que con frecuencia nos cuesta trabajo encontrar nuestra huella en las fotos que hacemos, hasta el punto de que podemos no ser conscientes de lo mucho que nos repetimos. Damos con un tipo de imágenes que consiguen cierta aceptación en las redes sociales y lo machacamos hasta que el filón no da más de sí. Y es que con frecuencia nos obsesionamos con desarrollar un estilo propio que nos otorgue una identidad en el mundo de la fotografía.

Pero esa búsqueda y afirmación de un estilo es un arma de doble filo, y comenzamos a cavar la tumba de nuestra creatividad cuando damos con él. Poco a poco vamos adquiriendo ciertos hábitos, en las imágenes que buscamos, en los puntos de vista, en las focales, en las luces o en los procesados. Y cuando en un acto de rebeldía rompemos con esas rutinas, y exponemos nuestras fotos a los demás sin conseguir los mismos likes que antes, esa desaprobación nos hace volver al redil de "nuestro estilo". Un "estilo" que no hace sino limitarnos como fotógrafos. Y probablemente también como personas.

Mi propuesta es sencilla, trata de hacer algo distinto. Pierde el miedo a fracasar y arriésgate.

Lo primero que tendrás que hacer es tomar conciencia del tipo de fotos que haces. Y es que, si bien algunas veces son el fruto de una búsqueda deliberada, en muchas ocasiones hemos desarrollado unas rutinas fotográficas sin que seamos muy conscientes de ellas. Puedes mirar tus fotos prestando atención a los motivos, a las distancias focales, a la saturación, a los encuadres o a los procesados que sueles utilizar. También puede serte de mucha ayuda que preguntes a algún amigo aficionado. Ya he comentado antes que los demás suelen tener más claro que nosotros mismos la continuidad en nuestro estilo.

El paso siguiente es el de salir de esa zona de confort en la que tan bien te mueves, y experimentar con algo diferente. Incluso haciendo todo lo contrario a lo que suele ser tu hacer fotográfico: Suéltate la melena y atrévete hasta con esas fotografías que no te atraen demasiado. Y, sobre todo, déjate llevar. Si ya has adquirido cierta maestría y dominio de la técnica, va siendo hora de que te olvides de ella en el momento de la toma. Deja de pensar y abre los sentidos a lo que te rodea. En ese estado de conciencia plena es más fácil que vuelques tu sello personal en las fotos que haces sin que te empeñes en ello, sin que seas consciente de que lo estás haciendo. Todas las experiencias vividas y todos los conocimientos y habilidades adquiridas dirigirán tu mirada.

Tal vez te estés preguntando qué sentido tiene todo esto ¿Acaso se trata tan solo de mejorar tus fotos ampliando tu zona de confort y tu reportorio fotográfico? En parte sí, pero no solo por eso. Como he comentado en más de una ocasión, nuestras fotografías dicen mucho de nosotros mismos, de nuestro carácter o personalidad. Y situarnos en el polo opuesto puede servir para que seamos más conscientes de las fotos que hacemos, y de por qué las hacemos. La fotografía puede ser un camino de autoconocimiento que nos acerque a nuestro yo menos consciente. Tal vez empecemos a comprender qué nos lleva a desenfocar, saturar o contrastar las fotos. O a acudir con tanta frecuencia a esos contrapicados extremos. Situándonos en el polo opuesto estaremos aludiendo a nuestra dualidad y alcanzando un mejor equilibrio personal tras la zozobra inicial. No en vano la dualidad y el balance entre fuerzas opuestas son el motor del crecimiento para algunas filosofías orientales, como el taoísmo, y para muchas teorías psicológicas. Carl Jung se refirió a la integración de los opuestos en el desarrollo personal. La integración dialéctica del pensamiento intuitivo y el racional es para la psicología el nivel intelectual más avanzado. Y para el Tao, los principios de la realidad son el luminoso Yang y el sombrío Ying. Por lo tanto, atrévete, dale la vuelta a tus fotos y ya veremos qué pasa. Es posible que escapes de ese enredo que te tiene seco y atrapado.

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