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La COP27: ¿Son realmente importantes las cumbres climáticas globales?
Por Carlos Ernesto Severino Valdez, Ph.D. cseverino.valdez@gmail.com Diciembre de 2022 Catedrático de geografía política UPR
Precisamente este año de 2022 se cumple el trigésimo aniversario de la segunda Conferencia sobre Ambiente y Desarrollo auspiciada y organizada por las Organización de las Naciones Unidas. Aquella magna conferencia celebrada en Río de Janeiro fue también bautizada como la Cumbre de la Tierra y fue allí donde por primera vez se hizo un llamamiento de alerta a la humanidad a cobrar conciencia sobre el tema del calentamiento global. Producto de las deliberaciones de esa mítica conferencia mundial en Río de Janeiro se adoptó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Desde entonces hemos visto sucederse decenas de reuniones mundiales para atender y detener con preocupación la situación del calentamiento gradual de nuestra atmósfera y sus efectos adversos. Algunas de ellas se han convertido en eventos icónicos como la COP1 celebrada en Berlín en 1995 y que se conoce mejor como el Mandato de Berlín En esta primera “conferencia de las partes” (conference of the parts), los Estados participantes acordaron reunirse regularmente para buscar asumir el control sobre el calentamiento global y acordar mecanismos firmes y detallados para reducir las emisiones de gases de invernadero mundialmente.
Poco después del Mandato de Berlín, el 11 de diciembre 1997, se presenta y se adopta el famoso -y también icónico- Protocolo de Kioto que entró realmente en vigor en el año 2005. En la actualidad 200 Estados del mundo lo han ratificado luego de ser enmendado en Doha
(Enmienda de Doha) en el año 2012 y en París en 2015 (Acuerdo de París). Ratificar estos acuerdos implica que cada país presente también su propio plan vinculante de reducción de emisiones de invernadero. A grandes rasgos, el Protocolo de Kioto es la puesta en funcionamiento de la Convención Marco de la ONU sobre el Calentamiento Global. En particular en esa ronda de reuniones se establecieron los objetivos de descarbonización vinculantes para 37 Estados que para 1997 eran responsables de la mayor parte de las emisiones de gases de invernadero. Uno de esos objetivos concretos consistió en reducir 5% las emisiones de carbono con respecto de los niveles de 1990. Pero estos avances se han quedado cortos para lograr los verdaderos objetivos que desde el lado científico-técnico se han venido estableciendo como prioritarios para evitar o detener lo que pudiera ser una alteración dramática en cómo las sociedades, especialmente las occidentales, se han venido desenvolviendo en los últimos 150 años.
¿Pero cuáles son los más importantes objetivos que se han trazado para detener el calentamiento global? Durante 30 años de KlimaPolitik se han producido muchísimas discusiones, deliberaciones, acuerdos y desacuerdos. También han aflorado múltiples presiones y tensiones muy grandes entre algunos grupos de países. Pero si fuéramos a destacar todo lo más relevante que se ha acordado, podríamos resumirlo en los siguientes puntos hasta este momento:
Como marco de referencia para frenar y revertir el calentamiento global, se ha establecido la era preindustrial, que ha sido definida como el periodo comprendido entre 1850-1900.
A pesar de los acuerdos, persiste un disenso importante entre la esfera científicotécnica y los políticos. La recomendación técnica consiste en hacer todo lo posible para que al terminar el siglo 21 la temperatura global no exceda 1.50 Celsius por encima a los niveles de la era preindustrial. La esfera política ha hecho todo lo posible por flexibilizar ese tope en 2 grados Celsius.
Para adelantar ese objetivo, se ha acordado que para el venidero 2030 todos los Estados del mundo hayan hecho transiciones energéticas, en especial los de mayores impactos, para lograr poner las emisiones de gases de invernadero en una tendencia recesiva general.
Para el año 2050 se debería lograr el objetivo de la “descarbonización” de las economías de la mayor parte de los Estados del mundo. Esto implica primeramente que los niveles de emisiones estén por debajo de los de 1990. Pero además implica que literalmente por cada tonelada de carbono emitida sea removida otra tonelada de la atmósfera.
Otro de los grandes objetivos recientes estipulados desde hace varias COP atrás ha sido establecer un fondo anual de 100,000 millones de dólares para que en particular los Estados que no cuentan con los recursos financieros puedan iniciar sus imprescindibles transiciones energéticas hacia la descarbonización. Este fondo tiene foco especial en el sur global.
Realmente la situación no es muy esperanzadora. Los datos establecen que el calentamiento de la atmósfera se puede cifrar hoy en una media de 1.10 Celsius, es decir, nos encontramos a tan solo 0.4 décimas de grado para alcanzar lo que se supone no alcancemos ni sobrepasemos durante este siglo.
Como si fuera poco, las circunstancias desde la pandemia, la desarticulación en las cadenas de suministros globales y finalmente el conflicto en Ucrania han creado una situación muy desalentadora. Pero, sin dudas, la perturbación de los mercados energéticos ha arruinado mucho de lo que se venía logrando en el proceso de descarbonización regional y global.
El aumento vertiginoso del precio del petróleo y del gas natural ha vuelto a hacer crecer el uso de carbón para producir energía. En un clima político internacional de inseguridades y desconfianzas, muchos Estados han optado, por ejemplo, por comprar hidrocarburos para llevar sus reservas al máximo. Se puede decir que los grandes ganadores del conflicto ucraniano han sido los productores, vendedores y especuladores del mercado de los combustibles fósiles.
En ese marco general es que se ha celebrado la COP27 de este año en la ciudad de Sharm-El Shiej en Egipto, en la que no han faltado controversias políticas comenzando con la recriminación por lo bajo de que el gobierno egipcio en realidad haya adoptado la sede más bien para limpiar su imagen de golpista que para ayudar a hacer avanzar los objetivos esenciales para contrarrestar el calentamiento global Lamentable lo que debió haber sido una de las más cruciales y decisivas COP, ha transcurrido en realidad sin pena y sin gloria.
La única gran noticia que ha surgido sorpresivamente de esta COP27 ha sido la aprobación por las partes de un fondo especial de financiamiento para costear pérdidas, daños y reparaciones a los Estados más vulnerables del mundo que ciertamente no figuran entre los mayores emisores de gases de invernadero. Esta era una propuesta que la Alianza de Pequeños Estados Isleños (39 miembros), con una participación estelar del Caribe y el liderato de la nueva república barbadense, lleva décadas cabildeando y organizándose diplomáticamente como pocos otros grupos. Después de todo, en realidad son los pequeños Estados isleños los que ya están pagando muy caro los estragos del calentamiento global.