Editorial: Malvinas. Entre el nacionalismo y lo miserable.

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EDITORIAL Por Rocío Di Loreto Lic. en Ciencia Política Universidad del Salvador

La motivación inicial que dio lugar estas líneas fue la indignación. Y la vergüenza. Se trata del documento publicado y viralizado hace poco tiempo atrás por medios de comunicación y redes sociales, bajo el seductor título de “Una mirada alternativa”, en el cual se trata la cuestión de Malvinas. Si a ello le sumamos la firma de un amplio abanico de figuras tales como Jorge Lanata, Marcos Novaro, Hilda Sabato o Beatriz Sarlo (entre otros), pues bien, nos encontramos ante una propuesta de lectura difícil de rechazar. El mensaje era claro: en nombre del fervor producido por una fiebre nacionalista, se buscaba desvincular el tratamiento de la Cuestión Malvinas de la agenda nacional, que entienden, nada tiene que ver con este asunto. Vea, lector, hay que ser sincero, nos fue necesario releerlo varias veces para asegurarnos de que no se trataba de un artículo propio de algún medio informativo inglés. Fue hasta tragicómico, cuando poco menos de una semana después de la publicación de este documento, un tal Mister Roger Cohen desde su columna del New York Times se refería a la Argentina casi como una niña caprichosa “obsesionada con una perdida pequeña guerra en las Malvinas hace más de tres décadas”. Pues bien, entendemos que obligatorio dedicar estas líneas a aquellas personas que sostienen tales afirmaciones, ya que no podemos aceptar que se incurra en tanta ignorancia –en el mejor de los casos- en torno a un tema de tanta importancia para el pueblo argentino como es el tratamiento de la Cuestión Malvinas. Para ello, y en primer lugar, es necesario realizar una breve revisión sobre aquellas nociones de hecho que, aparentemente, estos renombrados intelectuales desconocen. Los ideólogos que dieron vida a este documento hacen referencia a los conflictos de Malvinas como algo de hace dos siglos, anterior a nuestra unidad nacional y cuando la Patagonia no estaba aun bajo dominio argentino, por ello, consideran que no hay derecho a avasallar los derechos de quienes viven y trabajan en el archipiélago. En conclusión, los habitantes de las Islas Soledad y Gran Malvina deben ser reconocidos como sujetos con derecho a su libre autodetermi-

nación. Pues bien, la autodeterminación de los pueblos no tiene nada que ver con la decisión de una colonia, inseminada en territorio geográfica e históricamente nacional desde el momento en que Argentina dejó de ser colonia y los territorios antiguamente virreinales españoles pasaron a su jurisdicción. Así lo enseña Bonifacio del Carril: producida la revolución de la independencia de las colonias hispanoaméricanas, el dominio de las islas Malvinas correspondió a la República Argentina por aplicación del principio de uti possidetis. Este hecho no fue discutido sino hasta 1826 cuando en Londres comenzaron a circular las insinuaciones de navegantes respecto de la conveniencia estratégica de poseer las islas. Para ese momento, la Argentina era una joven nación que apenas comenzaba a caminar por sí sola, en tanto que el Imperio Británico se encontraba en pleno apogeo, por lo que, la usurpación de las islas no tardó en llegar: tan solo 7 años después se perpetraba la ocupación. Si de avasallamiento de derechos vamos a hablar, entonces comencemos por el principio y no perdamos de vista el despojo sufrido en 1833. En vistas de esto, no podemos aceptar la apelación a la autodeterminación de un pueblo ya que, además de incurrir en

un error conceptual, estaríamos adoptando un argumento tan desgastado como inglés. ¿Conclusión? En las islas Malvinas no hay pueblo que pueda autodeterminarse. Se trata de una colonia inseminada cumpliendo una misión de población específica, que tal como indica el Informe sobre perspectivas de la población mundial de las Naciones Unidas, carece de posibilidad de incremento en su número. El alto standard de vida de los isleños es fácilmente comprensible una vez que se conocen los recursos que la tierra y el mar de las Islas reportan, tanto para ellos como para su celosa madre. Arrojar luz en puntos como este pasa a ser tan importante como necesario: si no logramos establecer un consenso nacional respecto a puntos clave como este, imposibilitamos que el debate

logre alcanzar una instancia propositiva respecto a los medios y modos de llevar a cabo la descolonización. Sin dudas, es necesario resignificar y ajustar el foco con el que debatimos sobre Malvinas. La dolorosa guerra en la que un gobierno de facto –sustentado en la complicidad y apoyo de varios sectores de la población- nos embarcó en 1982 siempre será un capítulo en nuestra memoria nacional. Pero no el único. La historia de ocupación y usurpación comenzó mucho tiempo antes. Es de vital importancia no perder de vista este recorrido histórico, así también comenzar a pensar en el futuro nacional. ¿Alguna vez pensamos cómo los recursos naturales existentes en Malvinas podrían mejorar la realidad de nuestro país? Coincidimos en la necesidad de elaborar una visión que aporte soluciones, pero ella no será alcanzada mediante la elaboración y publicación de una supuesta visión alternativa basada en el desconocimiento –voluntario o no- de cuestiones de hecho y derecho. El error se encuentra en creer que para construir, se debe destruir. La apuesta debe ir más allá. No es justo ni aceptable que Malvinas sea rehén del escenario binario al que muchos deciden asistir en la actualidad. En este caso, ser oficialista o no, es coyuntural. Ser original no es buscar el camino de la polémica gratuita con tal de resonar en algún titular o en los programas de análisis político. Original fue la cancillería argentina en los tempranos sesenta capitaneada por Zavala Ortiz, que logró hacer cargar al Reino Unido con el fatídico mote de “país colonizador” por decisión de la Asamblea General de la ONU, la cual también exhortó al país de Su Graciosa Majestad a iniciar el inmediato diálogo con Argentina. Original es Alfonsín soportando el mote de venedpatria y cipayo en 1982 (Cualquier similitud con la actualidad no es mera coincidencia) cuando señaló que el desembarco en el Atlántico Sur era una aventura temeraria hecha por un gobierno decadente para ganar oxígeno; que terminaría echando por tierra todo lo que se había avanzado diplomáticamente. No es necesario aclarar que coincidimos en que el enfoque y tratamiento –nacional e internacional- que se le dio en los últimos años a esta cuestión no fue el más adecuado ni beneficioso para nuestro país, pero no por ello elaboraremos una construcción del tema Malvinas irracional y perjudicial para el interés nacional. Habiendo tantos puntos de objeción y debate coherentes ¿Hasta dónde puede llegar la irracionalidad de unos cuántos con tal de oponerse a? Pues bien, no nos quedan dudas respecto que este documento es una muestra bastante ilustrativa de ello. No solo se dilapidan solos: atrasan. ■


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