Revista AVANCE de la Libertad - Número 9, Marzo de 2021

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HISTORIA

Los liberales del siglo XX ante el fascismo Es preciso recordar los errores del pasado para evitar su repetición. La relación de muchos liberales con el fascismo de hace un siglo fue de ejemplar rechazo. La de otros, por un pragmatismo mal entendido y a la postre suicida, no estuvo a la altura. Gabriel Suárez

E

l viejo refrán afirma que somos la única especie que tropieza dos veces en la misma piedra. Es una gran injusticia, y la afirmación no resiste un mínimo análisis racional. Sólo tiene por objeto lamentarnos de la imperfección humana, sabiendo en el fondo que mucho más acusada es la de cualquier animal irracional. Pero sí, los humanos tropezamos más de una vez en el mismo obstáculo, cometemos en más de una ocasión el mismo error. Y esto es muy aplicable a todas las familias del amplio conjunto de corrientes de pensamiento que llamamos individualismo político: liberales clásicos y sus diversas mutaciones, libertarios en sus distintas fases y variantes, agoristas varios, anarcocapitalistas de todas las escuelas imaginables, agoristas, objetivistas… todos. Y la piedra contra la que nos estrellamos una y otra vez es dejarnos llevar por la visión binaria de la política, según la cual hemos de unirnos a uno de nuestros enemigos, el pretendidamente menos malo, para combatir con fiereza al otro, bajo amenaza cierta de sucumbir si no lo hacemos. A lo largo de nuestro periplo en los siglos recientes, podemos encontrar

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infinidad de ejemplos locales de este error. Pero el mayor ejemplo lo tenemos en lo acontecido durante el periodo de Entreguerras en esta vieja Europa nuestra. Estaba reciente la Revolución Rusa, y los ex aristócratas, junto a muchísimos representantes de la clase media rusa, se habían refugiado en las grandes capitales europeas. Los testimonios que daban, confirmados por los corresponsales desplazados a Moscú y San Petersburgo, confirmaban los horrores que durante muchas décadas anteriores habían pronosticado quienes alertaban sobre el desenlace último del socialismo revolucionario. El comunismo ya controlaba un primer país, atrasado y periférico, pero inmenso. ¿Qué debían hacer, ante esa amenaza, los partidarios de la libertad? Muchos de ellos, en España y en

toda Europa, supieron ver que el auge del fascismo, y de su mutación esotérica en Alemania, no podía ser de ninguna manera motivo de esperanza. Salvador de Madariaga y sus equivalentes de más allá de los Pirineos señalaron una y otra vez el parecido y el origen común de los dos totalitarismos que encandilaban a grandes porciones de la población. Se les tachó de puristas, de idealistas extremos que, por no admitir la menor concesión, ponían en riesgo la posición liberal. Se les dijo que en tiempos tan difíciles y con la amenaza bolchevique a las puertas, no quedaba más remedio que ser pragmáticos. Había que elegir uno de los dos males frente al otro, asociándose con él transitoriamente. Una vez conjurado el peligro rojo, ya se ocuparían de hacer frente al otro enemigo.

En el fascismo era esencial todo un sindicalismo de derechas no muy diferente del de izquierdas. Su icono fue la Carta del Lavoro mussoliniana.


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