REVISTA
BIOMA
ENERO 2014
ISSN 0719-093X
VIDA AL SUR DE LA TIERRA
especial PICAFLOR GIGANTE La aventura de la vida
El Pulso de la Naturaleza La reina de la noche
REVISTA
BIOMA VIDA AL SUR DE LA TIERRA
EDICIÓN especial de ENERO 2014
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Picaflor Gigante, la aventura de la vida. En las tardes mientras el verano se encamina para llegar, se siente como las hojas de los lánguidos eucaliptus caen para atiborrar el suelo, para crear un verdadero colchón que por lo ácido y reseco dista mucho de la rica biomasa húmeda tan característica de los bosques del sur...
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EL PULSO DE LA NATURALEZA Que mejor que iniciar este nuevo año compartiendo con ustedes una conmovedora vivencia, que experimenté durante la noche, en medio de la montaña, en el corazón de los dominios de la chinchilla... Mario A. Ortiz Lafferte.
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EDITORIAL Las reflexiones respecto al año que ha pasado, son diversas, en ocasiones son negativas por eventos vividos que han dejado una marca indeleble en las almas de las personas, otras por el contrario son más positivas y esperanzadoras. Pero el valor de todo ello, es hay que aprender de cada una de esas experiencias, buenas o malas, eso es una verdad absoluta para todos. Sin embargo, la visión hacia el futuro es una mejor manera de hacer reflexión, con el fin de proyectar y aplicar esas lecciones aprendidas ya sea para ser repetidas o para no volver a cometer los mismos errores. Y en ese contexto, estos años de trabajo en Revista BIOMA, han hecho de cada uno de nosotros personas más sensibles y perceptivas ante la vida que existe en los hábitats que hemos explorado, eso nos a dado la convicción de saber que cada acción que hagamos para protegerlos, sin importar su dimensión física o logística, sí tiene un valor incalculable para la madre naturaleza… cada pequeño esfuerzo que hagas, cuenta… Por otro lado reconozco que tenemos una gran pasión por el arte de la fotografía y todo lo que implica, como por ejemplo trabajar con equipos de última generación o como también la emoción que produce ir por Chile haciendo expediciones y conocer tanto lugares como gente nueva. Pero siempre teniendo en claro que no hay que alejarse de nuestra mi-
sión y visón, sabiendo que lo que hay detrás de todo eso es lo que importa, no es la fotografía ni la cámara, no es el diseño de nuestra web ni el nombre de la revista… es la naturaleza la que importa, su estado de conservación, su belleza sin contaminación, su inocencia y pureza ajena a la intromisión humana, etc. Hay mucho por hacer todavía y muchas conciencias a las que hay llegar, hemos explorado tan sólo el borde de este universo de vida, no lo digo por que a Revista BIOMA le falte experiencia, sino por que al ser humano en sí nos falta explorar no sólo el mundo que nos rodea, sino nuestro mundo interior. Conocernos mejor resultará en conocer y respetar el suelo que pisamos, el aire que respiramos, el agua que bebemos y las criaturas con las que cohabitamos. Suena a cliché, pero es verdad, somos parte un tejido de una tela de vida, cada hilo es esencial para mantener y sostener esta inmensa red, el daño que hacemos a una de ellas, por ínfima que parezca, nos lo hacemos a nosotros mismos. Sí… lo hemos leído u oído mil veces, pero es verdad… hagamos algo hoy… podemos hacerlo… por los que vienen. Bienvenidos a esta nueva edición de Revista BIOMA César Jopia Quiñones Director
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PICAFLOR GIGANTE
La aventura de la vida
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n las tardes mientras el verano se encamina para llegar, se siente como las hojas de los lánguidos eucaliptus caen para atiborrar el suelo, para crear un verdadero colchón que por lo ácido y reseco dista mucho de la rica biomasa húmeda tan característica de los bosques del sur. Mientras el viento mece las delgadas copas de los árboles, la variopinta avifauna local pulula inquieta por todos los rincones de los bosques de la IV región. En ese andar encontramos en una rama semi tendida de un Eucaliptus (Eucaliptus globulus), casi a punto de caer, una forma que a lo lejos no parece pertenecer al árbol que la aloja, se trata de una verdadera tasa de té perfectamente confeccionada con diminutas ramitas, musgos y líquenes recogidas por el entorno cercano, incluso fibras de lana de oveja, se trata de un pequeño y acogedor nido de una madre Picaflor gigante (Patagonas gigas gigas). Semanas antes habíamos visto un sospechoso quehacer de esta ave por los alrededores, un constante ir y venir, pero de alguna misteriosa y maravillosa forma esta ave logró evitar que supiéramos donde realizaba su obra de diminuta ingeniería. El picaflor, bueno en este caso, "la" picaflor es la especie más grande del mundo que habita desde Atacama hasta Arauco. Mide entre 21 y 22 centímetros sólo un par de centímetros más pequeño que el P. gigas peruviana que llega a medir 24 cms. Esperamos ver sus dos pequeños herederos, para eso aguardamos pacientemente a que la abnegada
madre dejara el nido para espiar respetuosa y cuidadosamente su contenido, luego de una hora ella de manera sorpresiva vuela casi instantáneamente dejando al descubierto su secreto, los albos cascarones ordenadamente dispuestos miden alrededor de 21 mm pero el espacio parece, al menos por ahora, cómodo para estos huevos, pero pronto eclosionarán y cada día el "apartamento" familiar comenzará a verse… y sentirse más pequeño. Vale decir que este habitáculo ha sido siempre así, la mecánica del instinto animal y la información genética que promueve el comportamiento de esta ave ha determinado las dimensiones correctas del nido para el desarrollo de su progenie.
Los picaflores son aves extraordinarias, viven
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prácticamente al límite de sus capacidades
Las semanas han transcurrido y la apacible vida de cuidado de la madre con las esmeradas jornadas de vigilia empollando los huevos ha terminado, dos calvos y temblorosos polluelos ocupan ahora el nido y se acomodan como pueden por recibir un poco de calor del vientre de la picaflor, los polluelos, al salir del casca-
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rón miden no más de 10 o 12 mm. aprox. Ella vuela apresuradamente por momentos para ir en busca de los nectarines de la flora circundante, pero regresa tan pronto como puede, por que en el hábitat que para nosotros es de tranquilidad y silencio, para ellos es ciertamente un paisaje salvaje donde los depredadores, que aunque en nuestro país son pequeños… no dejan de ser menos voraces, asechan a cada momento. Dos suculentos e indefensos polluelos son toda una tentación y muy buen bocado por ejemplo para una serpiente arbórea… incluso otras aves, a pesar de que la Picaflor escogió la rama más adecuada ya sea por la inclinación o la ubicación para construir su nido. A propósito de lo anterior, un día que observábamos desde la distancia el nido distinguimos entre el follaje a dos Diucas (Diuca diuca) que volaban y se posaban cada vez más cerca de la mamá Picaflor, como si la curiosidad las instara a hacerlo, pero en un acto en que en nuestro lenguaje se entendería como "irracional" y que desgraciadamente -debemos reconocerlo- no pudimos captar para ustedes, por la rapidez inesperada con que sucedió este desconcertante comportamiento, las dos grises aves se abalanzaron sobre la Picaflor en un vuelo rasante como para amedrentarla, afortunadamente no repitieron esa acción de acecho, luego de un momento la Picaflor regresó nerviosa a su lugar, no sin antes sobre volar el entorno con su inigualable capacidad de flo12
tar estacionariamente batiendo sus alas (50 veces por minuto*), luego de ello reacomodó a sus polluelos y los protegió con su pequeño cuerpo que pesa algo más de 20 gramos. En la naturaleza nosotros no debemos intervenir, pero no hay quien no pueda reconocer que la compasión invade nuestros corazones al ver como dos indefensas criaturas, están siendo asechadas por otros animales, en lo que parece un acto despiadado y vil, pero no es así… es una ley natural de evolución y sobrevivencia del más apto. Las Diucas son aves agresivas y tienden a defender sus nidos, eventualmente sospechamos que el motivo del ataque, que vale decir fue aislado, fue precisamente inspirado por que vieron tal ves que la madre Picaflor representaba un peligro para sus polluelos. Cada día vamos a ver cómo crecen nuestros pequeños amigos y cómo se encuentra la mamá, es una labor inspiradora y muy satisfactoria el que se nos permita ser testigos de un evento natural, que a simple vista es común, pero que es en todo sentido un episodio extraordinario de la biodiversidad. El Sol arrecia con fuerza, es casi entrada la tarde y noviembre es prácticamente la antesala al verano, desde lejos vemos como el nido se encuentra sólo. Dos calvas cabezas asoman desde el borde y parecen lanzar un grito silencioso al cielo para llamar a su madre, ella llega en menos de un minuto… siempre hablamos de la madre pero no del padre… en la especie P. gigas casi no hay dimorfismo sexual, es decir que no existen dife-
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Omo rencias significativas entre el macho y la hembra, por ende, no siempre estamos seguros quien es que está de turno cada día. Los picaflores son aves extraordinarias, viven prácticamente al límite de sus capacidades, su hábito de vuelo demanda tanta o más energía de la que en ocasiones logran absorber. El costo energético que exige esta incomparable habilidad obliga a los Picaflores a alimentarse al menos cada 30 minutos, por ello en nuestras "rondas diarias de visita" vemos como el Omora (picaflor en lengua Yagán) desaparece cada cierto lapso de tiempo en busca de algo para comer, ciertamente deben asimilar casi el 100% del alimento azucarado que ingestan, aun así equilibran su dieta con proteínas que obtienen de pequeños insectos, arañas y moscas, esto les ayuda a renovar sus tejidos y delicado plumaje.
...Durante la noche baja su
actividad metabólica y su temperatura
corporal lo que le
permite ahorrar hasta un 58% de energía...
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Entonces nos surge la duda, en tanto nos sentamos observar su trajín diario, ¿Si requiere de tanta energía, qué sucede si no se alimenta bien? Es simple… pero a la vez magnifico en su esencia, el Píngara como también es conocido, realiza una acción fisiológica excepcional que la naturaleza le ha dado, durante la noche baja su actividad metabólica y su temperatura corporal lo que le permite ahorrar hasta un 58% de energía. De hecho hay algunas observaciones que indican que el picaflor hiberna durante los meses más fríos colgado en el follaje de los árboles esperando nuevas y más altas temperaturas ambientales. De vuelta en el nido y conforme pasan los días, vemos como se fortalecen los dos pequeños hermanos en el nido, la madre se afana por traerles los néctares recaudados en el bosque. Es mediado de noviembre y en ocasiones el valle se vuelve tan ventoso que es difícil enfocar nuestras cámaras en el nido y sus ocupantes, ya que la rama va y viene, sube y baja a merced del viento y a los dos pequeños no les afecta, en tanto la Picaflor llega e imaginamos debe sentir lo que un piloto de avión de combate siente a intentar aterrizar en un portaviones que navega por aguas turbulentas, pero la madre naturaleza nutre de una habilidad prodigiosa y la madre se posa sin ninguna dificultad en el delgado borde del nido. Día a día, el plumaje aparece, pasando de pelusa a pluma más gruesa y fuerte, adquiriendo tonalidades oscuras, los que fueron diminutos po22
lluelos pelados y temblorosos, ahora son dos cuerpecitos más voluminosos, han abierto sus ojos como dos pequeñas y brillosas perlas negras, ávidos de reconocer el mundo que los rodea no dejan de escudriñar todo, creemos que a nosotros también, a pesar que hemos hecho todo para camuflarnos. Como decíamos anteriormente el espacio se ha vuelto tan estrecho que las colas más largas, quedan fuera del nido se deben doblar hacia abajo para dormir o sólo las posan sobre el borde del nido. Una tarde notamos un inusual movimiento, como temblores repentinos o espasmos, temimos lo peor, la madre no se veía por ningún lado, nos acercamos y el lente de 200 mm nos dio la posibilidad de enterarnos que habían llegado hormigas que encontraron en el nido una buena despensa, con preocupación pensamos que estas maquinas devoradoras de todo harían de los polluelos su alimento, pero al parecer fue a revés, a la tarde siguiente ya no había ninguna. Otro aspecto que llamó nuestra atención en este largo periodo de observación del nido fue que los padres no estaban en casa, cada vez con menor frecuencia los veíamos venir, ya no eran empollados ni abrigados, sólo venían a alimentarlos. Se trata probablemente de un comportamiento natural, este "abandono parcial" de las crías, es cierto que aunque quisieran quedarse no podrían, por que a duras penas caben los dos hijos con menor razón cabrían los tres. Comienza el ajetreado mes fin de año, los picaflores en el nido con su
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plumaje juvenil aún no vuelan, las plumas en los extremos de las alas están como curvadas aerodinámicamente hacia arriba, como se ve en los adultos. Cuando el viento arrecia vemos como este impulso de la naturaleza los alienta a abrir sus alas, el instinto los llama con fervor, sus negros ojos redondos nos dan la impresión que se pierden mirando hacia el horizonte como si el mundo los invitara a comenzar sus nuevas vidas. Pero a pesar de esta inquietud de emprender el vuelo, todavía dependen de sus padres, luego de una buena ración de agua y néctar, casi como un hábito de higiene acicalan su plumaje y estiran sus patas y alas, como preparándose para dormir. Cada día es más raro ver a los padres. Aún es mediados de diciembre y el ambiente se siente distinto, es como si el aire tuviera otro carácter, los polluelos ya se ven ajenos a la rama del árbol que los vio nacer… Una mañana en que Sol quedó oculto por una gruesa capa de nubes, con una temperatura ambiental más baja, como si fuera invierno. Sentimos esa sensación de que algo sucedería, entonces vimos como la silueta del nido con sus dos ocupantes a la cual estábamos tan acostumbrados a reconocer, se veía diferente y era por que había un sólo Picaflor en el nido… el mayor se había marchado, siempre lo vimos más inquieto y despierto. En otras especies esta diferencia de vitalidad marca en ocasiones el destino de cada cría, por suerte en el caso de los Picaflores no sucede. No pasarían más de un par de días antes que el hermano menor em25
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prendiera también su camino, pendientes de este último evento de esta especie intentamos no perder de vista el nido, una tarde antes de oscurecer en un gesto de despedida el segundo polluelo nos lanzó una mirada y emitió un ligero silbido, al día siguiente apresurados acudimos antes que amaneciera hasta el puesto de observación pero el joven picaflor ya no estaba, sólo quedó el viento meciendo el nido como siempre pero esta vez estaba vacío… Satisfechos y felices pero con sentimientos encontrados nos alegramos al concluir que el largo proceso de postura de los huevos, el empollado, la eclosión y el cuidado de los dos pichones hasta su estado juvenil por parte de sus abnegados padres resultara bien. De todas formas era una escena nostálgica que guarda poderosas similitudes, con rasgos obviamente diferentes pero iguales en es esencia, con los ciclos de vida que experimentamos todos los seres vivos del planeta, en este caso cuando los hijos dejan el hogar para emprender sus propios caminos. Para entonces un nuevo ciclo de la vida se había cerrado, no como un fin sino como un nuevo comienzo…
*Las especies más pequeñas baten sus alas hasta 70 veces por minuto.
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"Nacer es existir, existir es ma escontinuar continuar en la recreación en la recreación de sí mismo...
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El Pulso de la Naturaleza Reina de La noche Noche profunda… era una noche especial, apenas podía ver el antiguo sendero en desuso, que se extendía difuso entre espinas de leoncillos y tupidas ramas de carbonillos, mientras subía por la ladera de exposición norte, en busca del misterioso reino de las chinchillas. Provisto de una pequeña linterna, que mantenía la mayor parte del tiempo apagada, llegué hasta el corazón de sus dominios. Me quedé un instante inmóvil, buscando un primer contacto auditivo. La primera respuesta fue un silencio sepulcral que me conmovió hasta lo más profundo. En ese momento tan emotivo, el silencio de la noche, inevitablemente, me transportó hacia episodios trágicos de la historia de la chinchilla. Imaginé que ese mismo silencio, prosiguió a la captura de las últimas chinchillas, en muchos rincones de su distribución original. Hasta los más inaccesibles parajes de la montaña semiárida, llegó la trampa y la piedra implacable, a silenciar la voz de la chinchilla, el baqueteo y otros métodos violentos, se hicieron
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presentes para arrancarlas de cuajo de sus cálidos refugios, despojándolas de su milenaria supremacía nocturna, apagando la luz de su vida, que desde tiempos inmemoriales, noche a noche, se concertaba con la luz de las estrellas. Repentinamente, un sonido inconfundible puso fin a mi visión de la tragedia, un canto metálico llegó hasta mis oídos, como una esperanzadora noticia, sí, era el canto de una chinchilla que levantaba su voz sobre la brisa nocturna, para decirme que aun había esperanzas. Si, después de todo, me encontraba en el último refugio de las chinchillas, y era testigo de un acontecimiento que muchas personas deberían presenciar, una chinchilla elevaba la voz en medio de la oscuridad, y otra le respondía a la distancia, en un diálogo entre sombras ancestrales que nos habla de un compromiso ineludible, para garantizar la sobrevivencia de esta irreemplazable, reina de la noche. Mario A. Ortiz Lafferte
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ILUSTRACIÓN: César Jopia Q.
Para explorar... para descubrir... para conservar...
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