BonsĂĄi Literatura mĂnima
Directorio Editores Miréia Anieva Herson Barona
Consejo editorial Belinda Ortiz Graciela Romero Jezreel Salazar Rafael Zamudio
Bonsái. Literatura mínima. Año 1. Número 1. Julio 2011. México.
Asesores Alberto Chimal Cristina Rivera Garza Blanca Rodríguez Gaona Liliana Weinberg
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El fruto es el resumen del รกrbol.
Roberto Juarroz
Contenido POESÍA
CUENTO
ENSAYO
Flores, 9 El hombre de arena, 11 Yaxkin Melchy
Sigues, 24 Eva Rivera
Scrittore traditore, 18 La vanidad de subrayar, 20 El círculo perfecto, 22 Fabio Morábito
Origen, 26 Alguien que no soy tú, 13 Brianda Pineda Del tacto nadie queda intacto, 15 Zoológico de animales Continuidad de la piel, 16 muertos, 29 Frank Lozano Gabriel Rodríguez La vida me coge, 27 Ashauri López Por el puerto, 43 Adiós, 45 Deshojando, 46 Juan Luis Mora El alambrado, 49 Alejandro Zambra La mujer del muelle, 59 Nínive, 61 Pavel Andrade
Cuerpo con cuerpo, 73 Graciela Romero
CRÓNICA
TUITS
RESEÑA
Región X, Los Lagos, 64 Triacontaedro sobre la Los esclavos, de Diego Olavarría lectura, la escritura y Alberto Chimal, 40 otras magias, 37 Guso Macedo Pérez Martín Quintana Como un árbol Espejo roto en crecería, 50 dieciséis pedazos. Herson Barona Diálogos imaginarios, 47 Belisa Bartra La medida de mis posibilidades, 54 Marco Colín Espera, 70 José Luis Martínez
PRESENTACIÓN
La literatura es presente: creación y, más todavía, lectura presentes. Lo que se escribe y se lee ahora. Los textos del pasado siguen ahí, en caso de que tengamos suerte, pero ninguno termina de existir ni de completarse por sí mismo: son semillas, o bombas, que germinan o estallan (o viceversa, claro que viceversa) pero sólo cuando leemos. Si es que leemos. Ahora. Siempre ha sido así, pero en otras épocas teníamos más fe o éramos más inocentes: creímos que los confines de la página eran todo lo existente y creímos también que lo escrito, lo fijo más allá de la memoria humana, podía existir con independencia de nosotros. Ya no nos queda nada de estas dos ilusiones. Todavía conservamos, por otra parte, una tercera: la ilusión de que el lenguaje nos habla. No es poca cosa: mientras lo creamos podremos seguir sondeando, con la ayuda del lenguaje, nuestras vidas de adentro y de afuera, para entenderlas o para vislumbrar, al menos,
su tamaño verdadero y tremendo. Es un efecto mágico: la creencia en poder del lenguaje es el poder del lenguaje. Y, por lo menos, ese poder no ha disminuido, aunque se encuentre disperso por todas partes y aparezca en todos los géneros, en notas banales y en proyectos de obra completa, en libros ob(s)esos y en tuits intangibles. Bonsái se abre desde aquí a este presente, y sobre todo a su parte más rápida: la que está hecha de lo más breve. El futuro que tienen los lectores a una página o dos de distancia está a punto de llegar. Ahora:
Alberto Chimal
POESÍA
Yaxkin Melchy
Flores Todo en el mismo poema en el mismo poema abandonado crecen algas y animales florecientes Una cinta, la lectura que se enrosca una serpiente de trenzas es la lectura quien lee las trenzas como rayos negros Corren las prosas de los vagones se separan los muslos del poema el poema está en lilear el campo y nuestra vida se repitió en las flores Tú paseas por un campo que te envuelve con tinta seca no entiendo sino que la noche es una flor ya abierta y lejos en el horizonte se asoma el botón de su muerte
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POESÍA
Una flor de rayos naranjas y por fin lo ves, al mismo poema recostado con las letras de otro día: omnia iam vulgata Virgilio dijo hace dos mil años: Todo está dicho Y sembré 2000 flores nuevas por los años y 730 000 flores por los días
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que me he tardado en escribir este poema
POESÍA
El hombre de arena un muchacho maya dijo hace 2000 años, todo está dicho así que este poema lo escribí antes de nacer Antes cuando yo no existía Miraba el Universo Me sacaba la ropa La corbata que me puso mi madre La camisa húmeda Antes cuando yo no existía y el Universo era de mariposas Y los soles de gelatina y los fantasmas de los que vienen también estaban plegados en una semilla Antes cuando cada palabra estaba pegada en mi hombro y cada árbol estaba en cada palabra Cada árbol de lenguaje Antes cuando todo pasaba entre mi pene y mi boca Cuando la Vía Láctea aún era un punto cómico Y las cortinas de las auroras no se habían levantado Antes cuando era nuevo el espacio y recién cortado el tiempo Antes que Dios cayera y aparecieran las montañas Cuando yo no existía Ni la palabra amor ni su reflejo de vampiro en el mar Cuando todo era una trampa y los gitanos corrían desnudos y se arrancaban los cabellos Cuando la célula era más grande que mi pensamiento Y mi cerebro giraba en un carrusel de dinamita Cuando yo no existía y habitaban los esqueletos sin mandíbula y sin cabeza Y miraba arañas oscuras que
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POESÍA
iban tejiendo el cuerpo de esta red de pesca llamada espacio Yo no sabía mucho Casi nada Y los peces dorados me llevaban a la morgue Y entonces pensaba Aunque sea un niño desnudo el mundo me desatará la lengua y Escogía mi cuerpo Y me vestía de los animales y las plantas Alzaba mis brazos que aún no existían Alzaba mi poema muerto entre las preguntas
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POESÍA
Frank Lozano0
Alguien que no soy tú Hay alguien enfrente. Alguien está enfrente de mí. Yo estoy enfrente de alguien. Yo soy alguien. (¿Se elige ser alguien, o al ser algo, ser alguien es un regalo, una añadidura? ¿O alguien te regala su alguien y te hace alguien en algún lugar, o un no lugar?) Entre nosotros hay una mesa de madera. Debajo de nosotros el piso es de madera. Quizá por dentro también llevemos un Roble. Tal vez las manos se tornen ramas. Quizá las plantas de los pies añoren volverse leños. Estamos en el tercer piso de un edificio singular. Es un edificio que casi es una mujer. Es una mujer que se curva. Es una curva que juguetea con el aire. Es el aire que da vuelta por la calle Vertiz. Nuevamente, es esta ciudad de las penurias. Hablamos. Nos miramos. Por alguna razón ese alguien que está frente a mí viene y va de adentro hacia fuera en una suerte de flujo escénico. Por razones distintas, mi propio alguien responde y se desdobla, se vuelve una antena, un pararrayos, un receptor parabólico de señales que el otro 0
Fragmentos de El libro de Alaciel.
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POESÍA
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alguien emite de forma no solo insospechada, sino también nítida. Sus ojos hablan. Habla su piel. Hablan sus cejas. Habla su cabello. Habla su boca. Cada molécula cuenta una historia. Cada poro narra su versión de los hechos. Las uñas susurran, los vellos del cuerpo relatan. Frente a mí, acontece una crónica de lo inacabado. Yo mismo soy una crónica inacabada. Flecha rota. Espejo fragmentado. Noción de astilla. No cuento. No narro. Guardo silencio y permito que por dentro las hormigas devoren mi nombre. Son rojas y son millones. Están furiosas. Las hormigas no saben detenerse a pensar. Elevan sus antenas y siguen un rastro. Avanzan por mi cuerpo desde el corazón a los confines del pelo y la uña. No puedo matarlas sin matarme. No puedo vomitarlas sin quedar exangüe. Me hacen ser alguien: alguien que quizá no soy, alguien que quizá seré, alguien que tal vez ya fui; alguien que pudo ser. Alguien contigo. Alguien sin ti.
POESÍA
Del tacto nadie queda intacto Ahí está la trinchera, corre, arrójate. Es un lengua, una nube, una mano, un torso lleno de filamentos. Es un ojo abierto. Es el oído de las cosas que nadie quiere escuchar. Es el centro del universo. Es una piedra de sacrificio. Es un mundo adentro del mundo que está en el mundo que solo tú habitas. Llega ahí, yo ya llegué. Quédate un poco, aunque quedarse sea ir demasiado lejos. Yo estoy ahí sin haber llegado del todo. Yo estoy ahí a modo de penumbra humana. Yo estoy ahí desprendiendo ese olor a travesura que el musgo extrae del corazón seco de la roca. Llega. Tiéndete. Sé también una lengua que habla del origen de la guerra y del comienzo de la paz. Acuéstate sobre la nube y llueve. Échate como mano que golpea la mesa porque quiere más. Cobíjame. La música comenzó: llegó tu pelo, llegó tu cuerpo. Mis manos terminan donde comienza tu gemido. Las llevo más adentro hasta que encuentren su propia asfixia y mueran.
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POESÍA
Continuidad de la piel Calla. Aunque no hables, calla. Aunque calles, calla. Yo callo. También he caído. Afuera, la ciudad de las penurias es otro silencio. No me dejo engañar por el grito, por el maullido de un auto, ni por la falsa algarabía que sale de la boca de la glorieta. Tampoco te engañes, el silencio de la ciudad no es un silencio, es un ofrenda. Nace en nuestros pechos, ahora sudados. De nuestras bocas que ahora susurran. De las manos que se tocan. De los hombros que sacan breves chispas.
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Calla. Cállate. Está hablando el aroma a sexo. Dice cosas; dice que la música nos inunda; que la música no sabe callar. Pero cállate y cállame. Este momento se tramó hace millones de siglos. Este instante nació de la cauda de un cometa que surcaba en silencio el silencio mismo del espacio. Callémonos. En otro momento tendremos que hablar de aquel momento donde callamos, de aquel páramo en el que nos tendimos a desmembrar la piel como continuidad del silencio. Del sortilegio, del azar y la penumbra. Siempre habrá una excusa para hablar o escribir, pero este
POESĂ?A
momento, que ya es pasado, dice y dice bien: aprendamos a callar. Piel adentro, en la membrana de las cosas, en la molĂŠcula adormilada del tiempo, un coro de memorias ensaya el canto de una noche de mayo. DejĂŠmosle en paz.
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ENSAYO
Fabio Morábito
Scrittore traditore A los siete años me enamoré de un compañero del colegio. Me habría podido enamorar de una niña, pero en mi escuela los niños y las niñas estaban separados, así que me enamoré de la única niña que estaba a mi alcance, y esa niña era Massimo P., un niño tímido de facciones delicadísimas que no hablaba con nadie. Era el primer día de colegio, estábamos en el recreo y Massimo se acercó a pedirme que le amarrara los cordones de los zapatos. Se veía desvalido entre tantos niños que gritaban correteando en el patio, y quedé prendado de
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su hermosura y de su fragilidad. “Pareces una niña”, le dije, y él, quizá acostumbrado a oír eso, se limitó a sonreír. Acabó el recreo y regresamos al salón de clase. Su lugar estaba separado del mío por dos hileras, nunca volteó a verme y pensé que se había olvidado de mí. Llegó la hora de la lectura. Cada uno debía leer en voz alta algunos trozos de un cuento que venía en el libro. Leyeron unos cuantos niños antes de que el maestro señalara a Massimo. Él puso su dedo sobre el inicio del párrafo y pronunció la primera palabra; mejor dicho, la balbuceó; en la segunda palabra volvió a atorarse, y también en la siguiente. Leía tan mal, que no pudo concluir la frase, el
ENSAYO
maestro perdió la paciencia y le dijo a otro que siguiera leyendo. Acepté la triste verdad: Massimo P., a pesar de su apariencia angelical, era un burro redomado. Entonces llegó mi turno. Tomé una decisión repentina: leer peor que Massimo. Pienso que, de haberlo hecho, ahora sería un hombre diferente del que soy, sin duda mejor. Si hay episodios decisivos en la infancia, ése fue uno de ellos, porque después del primer trastabilleo adrede, me di cuenta de que no podría seguir estropeando una palabra más, y me solté a leer con una fluidez que el maestro aprobó con gesto de admiración. Esto es leer bien, dijo, y creo que fue entonces cuando vislumbré que mi vocación sería escribir libros, casi al mismo tiempo que conocí el sabor de la traición. Siempre he pensado que son dos vocaciones estrechamente unidas.
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ENSAYO
La vanidad de subrayar Un amigo mío, al que ya no veo, no abría un libro sin tener un lápiz a la mano para subrayar lo que le gustaba. Era indiferente el género del libro: poesía, novela, historia, ensayo político o científico. Leer y subrayar para él eran casi sinónimos. Tardé cierto tiempo en entender por qué me producía tanta incomodidad esa ansia suya por dejar alguna marca visible en las páginas de sus libros. Él aspiraba a escribir, tenía un indudable talento para ello, pero algo lo bloqueaba secretamente. Bastante mayor que yo, no había publicado
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una sola línea. Ahora creo que su manía de subrayar fue una de las causas de su esterilidad. Para empezar, era la coartada perfecta para no tener ningún libro prestado, pues se supone que uno no debe subrayar un libro que tiene que devolver. Así, en su vasta biblioteca no había un solo libro ajeno, todos eran suyos y, como eran suyos, podía subrayarlos libremente. Pronto entendí que había caído en un círculo vicioso y que no los subrayaba porque eran suyos, sino que, al ser suyos, tenía que subrayarlos. En cierto modo, no eran verdaderamente suyos hasta que no tuvieran algún subrayado. Llegó a confesarme que habría sido capaz de reconocer sus subraya-
ENSAYO
dos en medio de miles de otros, no sólo por el carácter de las rayas que hacía, que en verdad no tenían nada de particular, sino por el tipo de cosas que le gustaba destacar. Pero cuando le pregunté qué eran esas cosas tan peculiares, sólo hizo un gesto vago e intuí que ese hombre varios años mayor que yo era un ser vanidoso e inseguro, que nunca publicaría nada. Subrayaba de manera compulsiva, como un sustituto de la escritura misma. Al subrayar tanto, se defendía de los libros, los mantenía a raya con sus rayas, y por eso nunca se animó a escribir uno. Jamás habría soportado que alguien subrayara un libro escrito por él, pues aspiraba a escribir un libro perfecto, un libro subrayable desde la primera a la última palabra, y encontrarse con un lector que sólo hallara algunas partes dignas de subrayarse, lo habría sumido en una profunda consternación.
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ENSAYO
El círculo perfecto Es muy conocido el apólogo chino en el que un rey le pide al pintor más famoso de su reino que pinte un círculo perfecto. El pintor acepta el encargo, pero le pide al rey diez años para realizarlo, además de un palacio lleno de sirvientes y de toda clase de lujos. Durante ese tiempo no toma una sola vez el pincel y se dedica a disfrutar la vida palaciega. El último día, cuando el mensajero del rey toca a su puerta para pedirle el cuadro prometido, se acerca a la tela y delante de los ojos del mensajero dibuja con un solo gesto un círculo perfecto. Es
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a todas luces una parábola sobre el talento: el que lo tiene sabrá expresarlo en cualquier momento sin esforzarse. Pero imaginemos una variante de la historia: el rey le advierte al pintor que, a cambio del palacio, tendrá que matarlo si no logra pintar el círculo. Merced a esa amenaza de muerte entendemos que durante los diez años de aparente holgazanería el pintor no hizo más que trabajar en su cuadro y que la totalidad de ese tiempo confluyó en los cuatro segundos que le tomó trazar con pulso impecable el círculo solicitado por el monarca. Entendemos también que el palacio es una jaula de oro. El pintor nunca sale de él, no porque le esté prohibido,
ENSAYO
sino porque se resentiría su dedicación al cuadro prometido, echando a perder el resultado. El pintor vive literalmente en cautiverio, y todo por un simple círculo. Entiende al final de su vida la trampa que le tendió el rey. Éste, celoso de su fama, lo encerró en aquel círculo y, dándole un palacio suntuoso, lo hizo esclavo de un trazo de pincel de la duración de unos pocos segundos. Durante los diez años que duró su esplendoroso exilio el pintor no sólo dejó de pintar sino, sobre todo, de vivir, pues su mente estaba absorbida día y noche por el círculo. Lo que ignoran ambos, el pintor y el rey, es que la fama del primero ha trascendido los siglos gracias a ese cuadro. Su obra que le diera tanta fama yace olvidada junto con la de todos sus contemporáneos y hoy gracias a ese círculo sabemos de él, del rey y de aquel reino.
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CUENTO
Eva Rivera
Sigues Ayer fui al lugar donde alguna vez vivimos. Ahí siguen nuestros recuerdos, aunque ahora están llenos de polvo y soledad. Ya no hay quién los revise ni quién se preocupe por recordar qué cosa u olvidar esta otra. Es increíble cómo pasa el tiempo y todo sigue siendo igual. Que no te olvido y que te extraño, pero ya no te lloro tanto. Pude ver de nuevo tu letra y acordarme de cuando escribiste mi nombre en mi espalda. Pude ver tu ropa desordenada, tus cosas cubiertas por oscuridad y un velo de suciedad.
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Prendí las velas con las que te despedí e inspeccioné los rincones para encontrarte en ellos de nuevo. Pude ver todo con ese aire de nostalgia que antes no había. Encontré tu linterna con la que alguna vez jugamos, aunque ya éramos adultos. Quise jugar, pero ya no era divertido. Siguen ahí nuestros besos y caricias, aunque ya no gritan nuestros nombres. Todavía está el calendario que te regalé para que recordaras nuestras fechas importantes, aunque siempre lo olvidabas. Julio es el mes donde lo dejaste. Aún entra viento por la ventana rota, aunque ya no me da frío como antes. Sigue estando ahí el lugar donde nos perdi-
CUENTO
mos y muchas veces nos encontramos. Donde está tu barco con el nombre de ella. Ahí sigue, aunque no quisiera. Cerré la puerta que siempre está abierta por una extraña razón que desconozco cuando paso a visitar el lugar. Ya no hay fotos tuyas, pero te sigo viendo en todas las habitaciones, en todas las esquinas. Un sin fin de imágenes mentales tuyas: una donde te lavas los dientes frente al lavabo, otra donde cocinas arroz rojo en la cocina, otra donde te sientas a la orilla de la cama a amarrarte los zapatos, una más donde cuelgas tu ropa en el cuarto que era tu armario, otra donde te ajustas el nudo de la corbata para que quede acuerdo con tu traje, otra donde estás sentado a la mesa escribiendo cartas de disculpa y una última en el pequeño espacio que teníamos como jardín, donde miras sin mirar. Cuando entro, todos tus tú me saludan y les sonrío. Paso tiempo con cada uno de ellos, aunque no diga nada; me gusta verte hacer tus actividades. Que me mires y me preguntes en qué pienso, con una dulce sonrisa y una mirada desconcertante. Y a todos tus tú les doy la misma respuesta: en que te fuiste.
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CUENTO
Brianda Pineda
Origen Se perdieron los recuerdos a través de los años, la arena se escapó del reloj y llegó hasta mi puño. Enterré mi primer sonido, mi primera palabra, mi primera invención. ¿Qué fue lo que me hizo olvidarme del abismo de las entrañas de mi madre? ¿Qué olor del mundo entró por primera vez en mis fosas nasales? ¿Mi llanto primigenio fue de tristeza, de enojo, o de confusión? ¿Supe por instinto quiénes eran
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mis padres o tuvieron que enseñármelo? No logro recordar el origen. El fruto se olvidó de la semilla, la tierra se piensa sin agua, esto que soy ahora, un despojo, un reniego del pasado, se pasa la tarde llorándole a un niño muerto, sin rostro, cubierto con un manto tejido por las manos del olvido.
POESÍA
Ashauri López
La vida me coge La vida me coge como si no me fuera a dar propina. Soy un silencio embarrado en el último ocaso que miraron mis abuelos mientras que la vida me coge y el cielo retumba, las máquinas se deshacen sobre el pavimento y nada se cuela, nada se estima, nada roza mi rostro en las noches después de que el sol me discrimina. Una rima al sol en silencio, el cigarro devorando su propia colilla y todo estalla de nuevo; las banquetas truenan, los árboles se retuercen y rozan mis pantorrillas, el cielo es un mar siniestro donde se sumergen todos los que tienen miedo. Dejo atrás el miedo. Recuerdo a mi madre, recuerdo al perro que me lamió la mano en la calle y me burlo de las piernas abiertas. Es el juego de llegar corriendo al lugar donde nadie te espera. Al lugar donde la vida se alza la falda y la aspiro como si fuera una blanca colegiala. Al lugar donde estallo, donde observo cómo el universo gesta nuestras entrañas hasta que mis abuelos se besan de nuevo y renazco como flor solitaria que lucha contra el pavimento. La vida me coge como si quisiera despertar a mi lado cada año nuevo, cada noche de calor donde desnudos le cantamos al fuego, cada martes, cada jueves, cada instante en que respiro, me tiro y
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POESĂ?A
derrito con el tiempo creciendo como helecho de sueĂąos. La vida me coge y yo sigo enamorado del cielo.
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CUENTO
Gabriel Rodríguez
Zoológico de animales muertos De vez en cuando se aprecia vida en el Zoológico de Animales Muertos. Son los buitres devorando. Quién sabe desde dónde vienen, con sus antojos urgentes y sus tétricas caras de rodilla. Parecen ancianitas tejiendo con maestría una prenda de hilos rojos. En una misma jornada las aves de rapiña almuerzan, comen, cenan y mueren empachadas, volviéndose parte de la muestra. Dos veces por semana se repite la ceremonia con parvadas renovadas y copiosas. Y justo cuando piensas que dentro de las jaulas prevalece la inercia, otro movimiento casi imperceptible domina las prisiones, dotándolas de una sutil dinámica rutinaria que bien podría ser confundida con necios achaques de vida. Basta con observar los dioramas detenidamente para que de pronto “algo” se agite milimétricamente (como observar un tramo de césped o mojar música). Criterios entusiastas jurarían que es debido a que los animalitos fallecidos están eligiendo en qué otra especie reencarnar. Más bien se trata del movimiento continuo de las innumerables moscas que se frotan las manos formulando planes y sobrevolando con insistencia de amor no correspondido por entre las vísceras, los tejidos rotos, los
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CUENTO
químicos internos goteando, la carne pudriéndose y los anos aún con mierda. Regimientos de bichos lisonjeros rentan domicilio en cada uno de los bellos animales fenecidos que, por sólo cuarenta pesos de martes a domingo, entre las nueve de la mañana y las seis de la tarde, son visitados por familias enteras, turistas, poetas, periodistas, morbosos, niños, niñas, adolescentes y adultos. El zoológico es un éxito y su misterioso dueño se está haciendo millonario. La gente abarrota las taquillas con premura,
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temiendo que tarde o temprano la exhibición sea declarada desperdicio. Los espectadores humanos se pasean en lentos turnos visitando cada cadáver encerrado. La descomposición de los animales evoluciona con constancia, provocando que la travesía siempre esté dotada de novedades y olores distintos al del día anterior, además de innegables detalles macabros que sólo un ocioso podría especificar sin tener que contener el vómito. Así pues, resulta encantador darle satisfactorio seguimiento a dicho bestiario del fin del mundo. La señalética informativa del zoológico todavía ilustra el paseo común y corriente que los animales vivos brindaban
CUENTO
apenas hace unos cuantos meses. Aquel burdo pormenor provoca entre los visitantes un inconsciente pesar silencioso. Es como habitar transitoriamente a lo largo de un extenso “minuto de silencio” susurrado entre todos y para la salvación de las almas de aquellas bestias momificándose y hediendo. Un despacho de diseño ya se encuentra ideando los nuevos panfletos y guías. Además se tienen planeados diferentes souvenirs que extiendan la experiencia del visitante adinerado. Una línea de muñecos de peluche saldrá a la venta a finales de mes. Los juguetes representan adorables animales muertos con la lengua de fuera y ojos de tache. Estampas, llaveros y cuadernos para colorear se venderán en cada una de las tres tiendas de recuerdos ubicadas al inicio, al final y en medio del traslado. Si las cosas siguen como hasta ahora, se tiene pensado lanzar una página web que atraiga visitantes lejanos. No es raro que los veladores asignados comenten entre ellos: “Por las noches aquí espantan”. De día el viaje transcurre así: Entre las primeras atracciones se encuentra la jaula del rinoceronte. Poco queda ya de su imponente fuerza, aquella
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CUENTO
armadura finamente soldada ahora luce más como un tiradero de ollas, cazos y cucharas oxidadas y oxidándose. Pobre tanque tristemente inútil. Al cadáver le han crecido precipitadas flores encima de la macilenta escala de grises que escurre de sus huesos. Alguien hurtó el cuerno. La jaula de los pandas es una película violenta en blanco y negro y rojo. A los niños les encanta. Si viras a la izquierda te topas con el aviario. Todo ahí dentro es la redundancia última de un eco formado por gritos
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alegres de ave colorida. En el suelo se despliega un tapiz de pájaros pisoteados y aplastados como hojas de otoño y monedas. En algunas secciones del macabro tapete se alcanzan a esbozar las marcas concatenadas de un insistente neumático. A los visitantes se les incita a que utilicen la cámara fotográfica de sus celulares para retratarse al lado de los ángeles de sangre que quedaron marcados en las paredes cuando las aves comenzaron a estrellarse desesperadas. Allí a un lado está la plaza ocupada por los avestruces. No es sencillo encontrar las palabras para describir la forma en que se exhiben sus humillantes muertes. Un pésimo pintor venía
CUENTO
cada dos o tres días, se sentaba al frente del matrimonio de pajarracos y bosquejaba lo que terminó siendo un cuadro que nada tiene que ver con la realidad: plumas volando suspendidas y dos avestruces con la cabeza metida en la tierra del suelo. Sólo un detalle nos permite afirmar que los animales han perdido la vida: una procesión de hormigas entra y sale por el hueco donde los polluelos gigantescos depositaron su cara. Deltas de hormigas entran y salen removiendo trozos de merienda. A la derecha se ubica la jaula que congrega más personas. Un letrero dice: “Favor de no arrojar comida a los animales”. Otro dice: “León”. Pero el león muerto no aparece. Los niños pasan horas esperando a que surja uno, pero, como a veces sucede en los zoológicos de animales vivos, no hay rastro alguno de la fiera. Dicen que son tres. Un chiquillo grita: “Ahí está”. Pero no. Se trata de las vísceras de una rata metiche que en paz descansa. Con el tigre ocurre algo muy distinto. Murió al centro de su cajón y rodeado de sus cachorros. Recién nacidos que nunca ingirieron alimento y, por lo tanto, carecen de flora bacterial
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CUENTO
que los descomponga. Desabridos, rodean a su madre solicitando teta. Pasado el mediodía, a la tigresa se le forma una aureola circular que le rodea la cabeza. Los religiosos se exaltan y la hija del misterioso dueño propone que al animal se le inserten varias flechas de utilería justo al centro de sus manchas más bonitas. El oso murió de pie y con prisa se va transformando en un irreconocible cuerpo carnoso al que acaban de rapar. En breve quedará reducido a huesos, ya que el sol le pega de
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frente. Se prevé que su equivalente en peluche sea el más vendido. Quien analice su cadáver con malicia notará cierto detalle: parece que fue torturado. Grasiento, su esqueleto lucha por permanecer erguido o saludando. “Rufo”, lo llamaban. “Rufo”, dice el collar morado de estrellas y lunas que le cuelga del desfasado cuello. Dios estallaría en rabia e hipos al ver cómo exhiben aquí a su animal favorito y privilegiado: la jirafa. Allá a lo lejos está la rotonda del elefante, pobre globo desinflado. Saqueado por roedores de diferente índole y coladera, mantiene su bofa prepotencia con ayuda de muletas
CUENTO
y poleas de brillante gris. Un gracioso sistema de ductos le ayuda a disparar agua por la trompa retorcida. El agua lo asea renovándose y la gente puede descansar los pies en las banquitas alrededor de dicha fuente. Más allá está el acceso al serpentario, cementerio de letras que no existen. O bien víboras que comieron víboras que comieron víboras hasta concluir en un embutido de pellejos y texturas, rombos de diez o doce lados. Huele a zapatos mojados, a sexo y a veneno venido a menos. La cebra es el animal que más sufrió. La quemaron. No queda nada de su piel de prisionero, nada de su escrupuloso tatuaje falso, nada de sus enigmas en vivo cuneiforme. El hipopótamo flota involuntariamente en su estanque, como cuando un bebé es arrojado a una alberca. Chapotea mimoso y caricaturesco, incluso tierno. A veces se atasca en una de las esquinas y entonces hay que esperar a que perezosamente gire la panza, se hunda y regrese zarandeando el agua puerca. Falleció con el hocico abierto. La gente aplaude porque parece como si aún después de muerto siguiera tragando. Le arrojan pescaditos de goma, bolsas de fritangas vacías y pañales.
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CUENTO
“¡Mira, papá!”, grita una niñita y señala a un abandonado fulano que llora cabizbajo. Es el entrenador de las focas. En las jaulas de los simios, tres en total, se dispusieron varias vitrinas donde se pueden colocar quincenalmente diferentes anuncios publicitarios. Esta semana: una crema antiedad, una pasta de dientes ultrafresca y varios jugos a base de néctar ciento por ciento natural. El vidrio que protege las lonas promocionales devuelve un reflejo quisquilloso: humanos calvos, obesos y preevolucionados reunidos con
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mirada de asombro. Los cadáveres de los changuitos reposan después de la masacre. O acaso después de la orgía. ¿Cómo murieron los animales?, se pregunta más de uno. Los guías instruidos saben que la respuesta es sencilla: “No sabemos pero conviene comprar el pase semestral, lleno de convenientes descuentos y beneficios. Además, cada jueves los adultos mayores entran gratis”. Claro. Los ancianos, material de carroña, rara vez vienen.
TUITS
Martín Quintana @fragmentario
Triacontaedro sobre la lectura, la escritura y otras magias 1. Primer mandamiento. La lectura y la escritura son, ante todo, formas de juego. 2. (Una mujer leyendo desnuda.) 3. Cada lectura es una nueva obra. Cada edad de relectura es también una lectura diferente. 4. (En la habitación entra un hombre con una libreta. Él está vestido. El hombre mira a la mujer. La mujer no lo ve.) 5. Principio de no correlación. Escritores geniales con una historia de pésimas lecturas. Grandes lectores que jamás escribieron una línea. 6. (El hombre, sin hacer ruido, se ubica en un ángulo que le permite ver el libro.) 7. Se escribe a lápiz para sacarle punta al mundo. 8. (El libro es La broma, de Milan Kundera. Saciada su curiosidad, el hombre se sienta en la cama y hace garabatos en la libreta.) 9. El conocimiento es un efecto secundario de la literatura. Se lee para encontrar placer. El aprendizaje viene enredado. 10. (El hombre describe a la mujer. Su cuerpo se convierte en la palabra cuerpo.)
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TUITS
11. La moral de la escritura es la belleza. 12. (En medio de los dos sucede algo inaprensible. Sucede también la lluvia, el canto de las ranas.) 13. Las verdaderas marcas de lectura están más en las elecciones de vida que en los párrafos subrayados. 14. (La mujer lee algo sobre una habitación con una mujer desnuda y un hombre vestido.) 15. Los ensayos se escriben en piedra. Los cuentos, en la madera. La poesía, en el agua.
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16. (El hombre recuerda un cuento de parques continuos. Recuerda un personaje que lee de espaldas a la puerta.) 17. Leer es dormir siempre en la intemperie. 18. (La mujer escucha el sonido de la ropa que cae al piso. Su respiración se acelera. No deja de leer.) 19. La escritura aparece cuando el autor se esconde. 20. (Se abren despacio, hasta caer rendidas, las páginas del libro.) 21. Como en la borra del café, como en las manos, en las palabras también hay un futuro por leerse. 22. (El lector sabrá si en este momento se detiene o no la lluvia.)
TUITS
23. Escribimos sobre el mundo para recordarnos, todos los días, cómo era el mundo. 24. (Se muerden, se buscan con urgencia en el cuerpo ajeno.) 25. Excurso: el cuerpo de este texto también se lee entre líneas. 26. (Ahora es ella quien lo arroja. El lápiz yace en el piso, junto a la libreta.) 27. El acto de escritura es a la vez inauguración, finalización, derrota. 28. (Un furor contenido estalla en dos geografías.) 29. Después de todo, a quién le importan las historias. 30. (Alguien escribe una historia.)
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RESEÑA
Guso Macedo Pérez
Los esclavos, de Alberto Chimal Dada la generación a que pertenezco, quizá debería avergonzarme porque no conocía la obra de Alberto Chimal. Pero pasó que algún amigo me dio a leer Grandes hits, vol.1: nueva generación de narradores mexicanos, compilado por Tryno Maldonado y editado por Almadía; y entre cuentos cortos y fragmentos de novelas —unos maravillosos, otros olvidables, otros más deplorables— sobresalió
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ante mis ojos la porción mostrada de Los esclavos de Chimal. Lo que el compilado exhibía de la novela se leía turbio, obsceno, viscoso y perturbador; tanto, que en tres días ya tenía mi copia de la obra completa, con su sobrecubierta en cartón negro, bella y austeramente editada por Almadía (2009). Chimal narra dos historias de sumisión absoluta, la de Marlene y Yuyis y la de Mundo y Golo. Ambas “realidades” (porque Chimal dice que Nabokov dice que la palabra “realista” debe entrecomillarse siempre) se presentan lo convenientemente alejadas como para no amenazarnos, pero con la cercanía suficiente para incomodarnos. En la primera historia,
RESEÑA
Marlene crea a su esclava, quien no conoce otra realidad que no sea vivir para su ama. En la segunda, Mundo se entrega como esclavo, accede. Las tramas se van desdoblando a través de las 136 páginas, de pronto marcando una línea muy clara, de pronto zigzagueando, pero siempre a altas velocidades y con ese efecto “sostengo la respiración durante todo el párrafo” que a veces se logra. El lenguaje de Chimal varía entre ambas historias, como dos chimales tratando el mismo tema en diferentes tiempos: uno narra la historia de Yuyis y Marlene con parquedad y diálogos, el otro la de Golo y Mundo con amplias descripciones y close-ups a las reflexiones de los personajes. En Los esclavos no hay malos ni buenos. Se viven situaciones sórdidas —Yuyis creciendo con un dildo como único juguete—, humillantes —Mundo orinado por otra esclava— y francamente decadentes —los amos ofreciendo libertad a sus esclavos, quienes se horrorizan ante la idea—. Pero se brindan pistas que develan no una ausencia de moral, sino una relatividad de la misma. Así, vemos como Golo y Mundo se enorgullecen de su relación y tachan de hipócritas a quienes
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RESEÑA
las ocultan; mientras que Marlene es la madre tuerta en la tierra de las madres ciegas. Los cinco capítulos de la novela están conformados por 101 secciones concisas (no las conté, vienen numeradas) que van marcando un compás en la lectura. Se aspira profundo, se atraviesa una sección de quince líneas y luego se levanta la mirada unos segundos… antes de meterse en la siguiente sección, de siete o quizá veinte líneas. Cada sección es concreta, centrada en la historia, sin dar espacio a adornos o apéndi-
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ces, siempre arrojando información nueva o, para mayor dramatismo, desmintiendo la ya dada. A pesar de lo denso de la “realidad” abordada, Los esclavos es una obra de rápida lectura, no de esas que requieren masticarse y digerirse, sino más como aquellos licores que se empujan de un solo trago y aturden en minutos. Cerrar el libro brinda alivio, devuelve la cadencia a la respiración. Y dan ganas de volverse a enervar.
POESĂ?A
Juan Luis Mora
Por el puerto por el puerto se asoma una barca a lo lejos viene de la memoria no es de este tiempo ya se acerca la barca no trae remeros que vengan a contarte lo que te quiero por el puerto se asoma una barca a lo lejos viene de la nostalgia no es de este tiempo en la madera lleva tu nombre escrito para que sepas lo que te necesito por el puerto se asoma una barca a lo lejos
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POESĂ?A
viene de la esperanza no es de este tiempo se despide la barca en la orilla un niĂąo se divierte en el agua con tu cariĂąo por el puerto se pierde una barca a lo lejos
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viaja hacia nuestro amor no es de este tiempo
POESÍA
Adiós cuando nuestros silencios no sean los de ahora (silencios de sábana, luna y compañía) sino que sean presagio de ausencia de besos palabras muertas o salas de espera de algún hospital habrá que decir algo adiós, por ejemplo
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POESÍA
Deshojando y así vamos deshojando las mañanas, los amores y las luces, las semanas, el enemigo y las sombras y los meses, el cansancio y el dolor, pasan los años, la memoria y el olvido y la vida
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deshojándonos a golpe de segundo y no nos damos cuenta
TUITS
Belisa Bartra @soybelisa
Espejo roto en dieciséis pedazos. Diálogos imaginarios 1. En el primer acto hay un leve movimiento, un pedazo de ficción resquebrajado. No se abrió el telón: te insinuabas en mi espejo. 2. Patiné en el espejo hasta hundirme en él. Dejé la puerta abierta, pero invisible, sólo la huella deleble en el vaho pulido. 3. A media luz dibujé la mitad de tu contorno en el reflejo de la media luna. 4. El sueño —que no es más que la otra cara de mi espejo— te contiene. 5. Amor, no tengo otra forma de vivir más que esta: detrás del espejo. 6. ¿Es el amor imaginario del amor imaginario más real que él mismo? 7. ¿Y si nos imaginamos hasta perdernos en la inexistencia? 8. Más te vale que seas real, me costó mucho imaginarte. 9. Me invento partes de ti que ni siquiera sabes que tienes. 10. Estoy segura de que si dejo descansar mi cabeza en tu pecho, podría escuchar el mar. 11. Eres mar adentro en la luna de mi espejo. Tu beso de agua me hace aguas.
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TUITS
12. Se llama naufragio si llego hasta tus orillas, si me dejo llevar por la embestida de tus olas. 13. La muralla te contiene, te aprisiona el espejo, se deslizan mis dedos, te difuminas entero. 14. No cabes en mi memoria, por eso te reinvento. 15. No te espero, sólo destejo cada día nuestra historia. 16. Último acto: un brusco movimiento, una grieta en tus mu-
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rallas. No se cierra el telón: se rompe el espejo donde estás.
POESÍA
Alejandro Zambra
El alambrado En todo caso el árbol continúa Su absurdo crecimiento en los alambres Incluso si su forma se detiene Un árbol es un golpe de raíces Que rompen la costuras del bolsillo Incluso si sus ramas se detienen Y hacen la figura sospechosa Del tiempo acomodado en su maceta El árbol continúa en los alambres Creciendo como un árbol crecería.
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RESEÑA
Herson Barona
Como un árbol crecería 1. Raíces Alejandro Zambra (Santiago, 1975). Colaboraba en diversos periódicos como El Mercurio, La Tercera, The Clinic y Las últimas noticias, donde mantuvo la columna de crítica literaria Hoja por hoja. Fue conocido como poeta (Bahía inútil, 1998 y Mudanza, 2003) hasta 2006, cuando saltó a la narrativa con su primera novela, Bonsái (Anagrama).
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2. Maceta De un puñado de semillas que originalmente eran poemas, Bonsái creció para sublimarse en algo que parece una novela, un cuento largo, una nouvelle. A Zambra no le interesaba ceñirse a un género; para él, su libro es ante todo —y acaso solamente— el resumen de sí mismo: “una historia liviana que se pone pesada”. 3. El árbol vivo Julio conoce a Emilia. Mantienen una relación amorosa
RESEÑA
basada en los libros: en ellos encuentran el erotismo, el romance y la satisfacción de sentirse personajes literarios. “Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura”, leemos en el primer párrafo. El resto es Bonsái, una pieza narrativa miniaturizada, un libro en el que más que contarse una historia, se sugiere. Esta obra puede leerse como el viaje iniciático de dos estudiantes de literatura. Una novela sobre dos jóvenes tristes que se refugian en una habitación a leer novelas, fumar marihuana, coger (porque no se sienten tan chilenos para culiar y no tienen edad para hacer el amor), prodigarse alguna mentira de vez en cuando y a esperar que lo suyo durara por lo menos el tiempo necesario para terminar los siete tomos de En busca del tiempo perdido. Pero no, el amor —si era amor— se les termina antes. En este sentido, Zambra escribe en realidad una historia, no de iniciación, que ya hay bastantes, sino de despedida, de elaboración de un duelo, una suerte de homenaje. Julio, muchos años después, sin saber qué hacer de su vida y sin haber olvidado nunca a Emilia, termina escribiendo una
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RESEÑA
novela que se titula Bonsái y al mismo tiempo decide hacer un bonsái; compra manuales y revistas, consigue las herramientas y lo hace. “Escribir es como cuidar un bonsái, piensa Julio”. Bonsái es, entonces, la historia de un hombre que busca darle forma a una historia que no pudo tener un final, de alambrar el lenguaje para hacerlo decir, por una vez, algo claro, de la misma manera en que se alambra un árbol para darle su forma breve de bonsái: una novela podada (Zambra
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ha declarado que el texto no llegaba a las cuarenta páginas y que, de ser una novela, es “una novela que desconfía de las novelas”). Un bonsái es una réplica artística de un árbol en miniatura, dice uno de los manuales que lee Julio. Bonsái es una réplica artística de una historia en miniatura. 4. Crecimiento Escribir es aprender a elegir qué no escribir. Escribir es contar la historia del árbol narrando solamente los huecos del follaje por donde se filtra la luz. Alejandro Zambra sabe
RESEÑA
que las historias ocurren después y que también son sólo un pretexto. Que la majestuosidad de un árbol grande puede contenerse en la brevedad de un bonsái, sólo es necesario hacer un acercamiento. Que las historias, así como los árboles, también continúan en el cielo y en lo subterráneo.
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TUITS
Marco Colín @MarcoColin
La medida de mis posibilidades 1. La noche es un silencio largo y artificial, como si esto fuera un foro gigantesco y cinematográfico. Pero no, es un bosque de verdad. 2. Y en el bosque hay escondido un vecindario y encajado en él hay una casa. Y en esa casa hay un hombre que escribe en silencio. 3. El hombre que esto escribe —o el de la historia, porque es imposible diferenciar entre uno y otro— cuenta la historia de otro hombre.
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4. “Esto es un pinche origami del infierno”, dice una mesera en un café de chinos muy lejos del vecindario. La mesera se llama Estrella. 5. Un hombre en la mesa contigua a la que atiende Estrella dibuja una calaca en una servilleta. “Yo quisiera que ya fuera martes”, piensa. 6. El hombre en la casa que escribe esta historia no entiende la historia del café de chinos ni conoce a Estrella. No entiende nada. 7. “Debo seguir escribiendo”, piensa mientras observa un incendio lejano en la montaña. “Algo se quema y no soy yo,
TUITS
vamos de gane”. 8. Son las once de la noche y el fraccionamiento en el bosque se hace profundamente oscuro: el silencio es su cueva. “Algo anda mal”. 9. La mesera del café de chinos le dice al policía: “No me llamo Estrella”. El policía toma una hormiga del tazón de azúcar y la come. 10. El policía mira detenidamente al hombre que escribe y le pide una historia. El hombre se esconde y el policía amenaza a Estrella. 11. Estrella y el policía salen del café y abordan un Valiant color caca. Huele a nuevo. La mesera se excita. El policía es idéntico a ti. 12. Cruzan la ciudad inundada por un aguacero que no para. Han entrado empapados al coche y ella percibe el olor agrio de él. Se acercan. 13. “Esta película no es para niños”, dice la vecina mientras lee con desgano la caja de un cereal del que sus hijos comen a puños.
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TUITS
14. “Y esto no es cereal, esto es la muerte”. La madre toma una cuchara y le saca los ojos a sus hijos cuidadosamente con ella. 15. Los hijos se someten a la ceremonia en silencio y sin dolor. “No podremos ver caricaturas nunca más”, piensan. Estrella toca la puerta. 16. El policía la espera afuera mientras ella sube. La madre y la mesera pelean. Un vecino prepara la pequeña alberca inflable y el lodo.
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17. El hombre que escribe escucha una manguera en el jardín del vecino. Escucha gemidos de mujeres y golpes. Piensa que es Wimbledon. La TV. 18. El hombre deja de escribir y sale al jardín trasero de su casa y entra al del vecino. A través de la ventana mira a un niño sin ojos. 19. El policía, en la calle, escucha al hombre en el jardín y decide investigar. Uno de los niños ciegos canta una canción de José José. 20. Arriba, la lucha sube de intensidad y las mujeres se han despojado de su ropa. Pero no hay problema porque los niños
TUITS
son ciegos. 21. El policía mira la espalda del hombre, indefenso y mirando una ventana amarilla en un segundo piso. La noche es azul y fría y hermosa. 22. “Esto es una locura”, piensa el hombre que escribía probablemente esta historia. “No sé dónde termina”, dice. Y decide salir a caminar. 23. En el jardín de su casa, el hombre mira a un policía que está acercándose a otro hombre que mira pelear a unas mujeres desnudas. 24. “Habrá muertes y heridos si no intervengo”, piensa el hombre que escribía mientras recita un poema que calma a las mujeres. 25. El policía intenta evitar al hombre que escribe pero el otro hombre lo detiene con un acto de mímica prehistórico. Los niños bailan. 26. Las mujeres se visten y bajan. Los niños recogen sus ojos y los insertan en sus cuencas. Los perros ladran. El policía llora. Amanece. 27. Las mujeres ponen la mesa en el jardín. En una sencilla
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TUITS
ceremonia se casan, una con el policía, la otra con el hombre. Hay baile. 28. Las mujeres ayudan a los niños a hacer la tarea. El policía y el hombre hablan del futbol. El hombre que escribe observa el cielo. 29. Estrella y la madre hablan de novelas. Los niños juegan. El policía y el hombre beben cerveza light. El escritor decide volver a casa. 30. El hombre se vuelve a sentar frente a su computadora y
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piensa: “Tengo que escribir una historia”.
POESÍA
Pavel Andrade
La mujer del muelle Tomar por la cintura a una mujer a la orilla de un muelle cubrirle el pecho con un brazo adorar la caída del sol sobre su insistencia de niña amarle la piel desnuda el húmedo correr de la sal bajo su cuerpo la tibieza de la espalda contra el viento amarle los pies descalzos y las piedras que los sostienen el libre albedrío de los cabellos amarle la respiración que crece los hombros que simulan horizonte de mar y luz amarle por el resto de la tarde de pie por un segundo sostener su mano de peregrino amarle ciegamente, indistintamente la seca longitud del cuello erigida en suave curvatura
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POESÍA
amarle más allá de la frente luminosa de sudor y de agua la boca del vientre cálido los hijos que no vendrán los que no volverán a nacer amarle el temblor de las piernas la dureza de las rodillas las pupilas frágiles como la espuma amarle las líneas del rostro
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la unión, la coyuntura de los labios roja, empapada de grana amarle por un instante infinitamente y después partir un poco más allá a aquel lugar donde la gente se sienta a alimentar a las gaviotas.
POESÍA
Nínive En la cima de Nínive hay ruinas olvidadas por su belleza un paso entre oriente y occidente donde nacen calles y bibliotecas un río desteñido de sangre un muro vivo no del arrepentimiento ni de los clicios Nínive tallada en piedra de jardines de agua que bañan hombres y mujeres ciudad de Ishtar y Senaquerib de palacios, acueductos y murallas levantados por manos de barro con nombre y rostro ciudad de niños heridos por un capricho de dios Nínive se levanta en un cúmulo de nubes que no ha sido tocado por el fuego es naciente y es eterna
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POESÍA
sus ruinas son las ruinas de su tiempo sus palabras las palabras de sus muertos Nínive vuelve a nacer sin arrepentimiento y limpia de pecado vestida de hierro y bronce el nombre libre de polvo las manos blancas de tierra Nínive, cuando vengan con largos dedos hablando de tu idolatría
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sabré besar tus cicatrices sabré mirar tu suelo fértil hasta que otra vez a ti llegue la guerra entonces la guerra haré contigo mi mano firme a un costado de la tuya así desaparecerás un día por mano del tiempo y su destino irremediable no por las palabras de un loco no por las entrañas de un pez ese día vas a renunciar al nombre y a esta historia hecha de ruinas
POESÍA
dirás, Este es mi verdadero nombre este es mi cuerpo este mi brazo izquierdo soy aún porque seguí siendo entonces cruzaremos las murallas de este mundo.
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CRÓNICA
Diego Olavarría
Región X, Los Lagos ¿Qué tanto es posible ver a través de un cristal empañado? Afuera, la lluvia no cesa de estrellarse contra el asfalto, contra el pasto y el agua de los lagos. Afuera, la lluvia diluye la claridad, la convierte en una semioscuridad confusa. ¿Dónde estoy? La pregunta no podría ser más honesta que ahora que me enfrento a un mundo irreconocible. Con el calor de mi mano he dibujado un círculo en una ventana para borrar la ceguera e intentar ver más allá de la cortina de lluvia, pero el paisaje siempre pasa como borrones.
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Apenas ayer había sol. Apenas ayer el cielo azul y claro permitía mirar las montañas, la nieve acumulada por milenios en los volcanes. Apenas ayer nos sentamos en un bosque silencioso a mirar las reverberaciones del agua en un lago. Pero hoy es como si me hubiera mudado de planeta. ¿Qué me rodea? No sé. El autobús de Puerto Varas a Puerto Montt avanza en un mundo gris. En Puerto Montt habremos de despedirnos. Aún no asimilo lo que ocurre: estás en el asiento junto al mío, jugamos con nuestras manos ateridas, las articulaciones dolidas y la piel mojada. Y mañana ya no. Apenas anoche: bajo las sábanas de una cama encontrada
CRÓNICA
de último minuto, con un vino comprado en el último minuto (entré de contrabando al supermercado, por la puerta de salida, pero es que ese vino lo tenía que comprar), masticamos aceitunas y queso de cabra. Apenas anoche, sabor a vides en el paladar, el olor de una recámara en el sur de Chile, un refugio en el que podríamos evitar la lluvia, el frío, la soledad que empezó a gestarse desde el segundo en que nacimos. Apenas anoche: me quitaste la ropa y te quité la tuya. Con ternura, me sujetaste, acercando tu piel a la mía. Como lo hemos hecho todo este tiempo, hasta hoy, cuando todo cambiará. Apenas anoche me sentí ligeramente acostumbrado a tu cuerpo, a pesar de todo lo que vendría. A pesar de que tu cuerpo estaría a punto de convertirse en una sensación del pasado. ¿Qué tanto ocurre allá afuera? La lluvia inmoviliza el paisaje. Las montañas se aburren, las tormentas están en guerra con la visibilidad, ganan las primeras. Del bosque patagónico que alguna vez llenó los campos, queda apenas madera aniquilada que decora fachadas que la lluvia flagela. Un recuerdo que llora el momento en que lo convirtieron en casas y bar-
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CRÓNICA
cos. Unos lagos, unos kilómetros de tierra triste, un poco de quietud chilena bajo la melancólica lluvia de Chile. Apenas anoche: cubiertos por las sábanas, por un techo y paredes que alejan la niebla húmeda y nocturna, la carne como un refugio contra el destino. Nuestros movimientos son cadenciosos y rítmicos, como los de un navío a la zozobra. Las costillas son como puñales que amenazan con atravesarnos, con acuchillarnos. Mordemos nuestros labios en busca de respuestas, de un entendimiento. Y de pronto, entre sus-
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piros, lentamente, como si una marea dentro se retrajese y luego golpeara, se acaba. Tú sollozas, recibes mi semilla en tu vientre estéril por obra de los químicos. Un vientre, que al igual que esta recámara, es sólo para nuestro placer. ¿Qué me esperará cuando lleguemos a Puerto Montt? Un último beso y un adiós incierto. Despedirme de ti en una terminal de autobuses, allí junto al mar donde Chile se termina y se despedaza en solitarios trozos de tierra y hielo. Unos minutos después, subirme a un autobús incómodo y atravesar los baldíos de un país en busca de un avión que me regrese a otro sitio, mientras tú sigues por las carreteras, por las regiones
CRÓNICA
que podrán tener nombre y número pero que ambos sabemos que no son ninguna parte. Apenas hace unas horas: dormimos entrelazados, nuestras manos acomodadas en las partes más tibias de nuestros cuerpos. Jugamos otro poco, pero te sientes desgastada. Te acomodas de rodillas sobre la cama, el tórax erguido. Con el dedo recorro el camino entre tus pechos y tu pubis como si fuera una carretera recta y no hubiera marcha atrás. No olvidaré este instante, te digo, registrándote: la suavidad de tu vientre, las líneas que tus pechos marcan, los vellos de tu pubis como la punta de una flecha. Me concentro y tatúo esta última imagen tuya en mi mente. Ya en la estación, colocamos las mochilas sobre el suelo. Las personas se desparraman por todas partes. Estamos en la época de vacaciones, el verano en todo su esplendor. Pero eso resulta difícil de creer si miramos por la ventana: el color del cielo es una variante del cemento. Entonces descubro que me miras a los ojos. Y me doy cuenta que duele. Que tus ojos son la única parte de tu cuerpo que me resulta insoportable mirar.
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CRÓNICA
Así que busco algo más. Entre baldosas sucias y heladas, me concentro en otra cosa que no sea la luz: en la risa de un niño que atraviesa pasillos, en los murmullos pesados de los pasajeros, en el olor de la lluvia mezclada con zapatos sucios. Allá atrás de la ventana, pienso con ojos cerrados, el mundo no ha cambiado, ni cambiará. Y aunque se supone que hay unos lagos y hay vida, deben ser grises también. Como la muerte. No me amas, ¿o sí?, preguntas.
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Mañana sabremos qué sentimos. Mañana sabremos qué buscamos. Mañana, cuando ambos estemos lejos el uno del otro, sabremos de qué se trató. Y sabremos qué sigue, te digo, sin responder tu pregunta. Pero en el fondo sé que esto es el final. ¿Qué tanto es posible ver a través de un cristal empañado? Al lado de la carretera, y por el círculo que dibujé en la ventana, por ese ojo de cristal, veo cómo pasamos velozmente junto a un letrero con un mapa dibujado. En la parte superior dice: Región X, Los Lagos. ¿Eso responde a alguna interrogante? No, a ninguna.
CRÓNICA
Un último beso y unos pasos que se alejan. Me siento en el suelo a esperar. Sollozos sin lágrimas y la distancia que comienza a fraguarse: un pulso que se expande circular y concéntrico. Como la sangre que los latidos bombean, como las ondas que recorren la superficie de un lago hasta trastocarla toda. No te amo, pero eres lo más parecido al amor que tengo, respondo en mi cabeza. Lo pienso. No te lo digo. Sólo lo pienso.
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TUITS
José Luis Martínez @JoseJardinero
Espera 1. Un trago. Suspiro. Ojos cerrados y cabeza hacia atrás. Silencio. Otro trago. Espera. Se abre la ventana. 2. Después de muchos tiempos caen las primeras gotas. Apenas aprendía a vivir sin ser fértil. 3. La última persona que pasó por aquí quedo enterrada. Encima le puse recuerdos inventados y arena. 4. Si no fuera por el viento y el crujir de los insectos, esta canción eterna no se habría inventado. 5. Maldito horizonte, está por todos lados.
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6. ¿Qué pasaría si la luz se apaga? La de tu mano. La de tu dedo. La de tu uña. La de la mugre bajo ella. 7. Antes tenía pies, pero los enterré. Y al verlos cubiertos de arena decidí regalárselos al desierto. Los necesita más que yo. 8. Estúpido tiempo, se disfraza de arena y cree que nadie lo ve. 9. Volví a echar la cabeza hacia atrás, lo más lejos que pude. 10. Traté de recordar cuando era niño, pero hace tanto que ya no es hoy por la mañana. 11. Además, pensar sin cabeza no me ayudará a encontrarla. 12. Me quité una mano. La que no dejé entre tus piernas. La
TUITS
aventé lejos para que fuera a buscar cosas, espero que no regrese con mi otra mano. 13. Cómo saber si tú te vuelves desierto o el desierto se vuelve tú. 14. Quiero ver tu ombligo. Quizá así recuerde dónde dejé la cabeza. 15. Traté de imaginar mi muerte, pero dicen que los desiertos no mueren. 16. Maldito viento, cree que un puñado de arena y palabras secas va a derrumbar lo poco que soy. 17. Querida cabeza: Donde quiera que estés te pido que le digas a mis manos que se agarren fuerte, donde quiera que estén. 18. Después de que mis brazos se desprendan del cuerpo, pienso donarlos a alguien que esté más solo que yo. 19. Ser desierto es algo que no acabaría de explicarte ni con toda la arena del mundo. 20. Increíble, soy un pedazo de pecho abandonado en la arena que sigue esperando que llegues. 21. Ahora que soy de arena me dedicaré a contar historias
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TUITS
sobre tiempo. 22. Se cierra la ventana. Llega. Beso. Se abren los ojos. Silencio. 多Un trago?
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CUENTO
Graciela Romero
Cuerpo con cuerpo Cuánto tu nombre. De alguna forma no más sueños y en cambio escalofríos y el perturbador sonido hueco de un solo corazón. Sobre la cama el cuerpo, y en el cuerpo, agazapado entre las piernas, el sexo que se piensa olvidado pero se descubre siempre latente. Sobre la mente el rostro deforme, tétrica caricatura de la fealdad con hermosos labios de color incierto. Otra vez escalofrío pero tu nombre. Al sexo lo penetran deseos, y de pronto, sobre el cuerpo: un cuerpo. Ahora sudor entre los pliegues que forma la carne de los enormes senos. Ojos abiertos nada contemplan en el dibujo de las sombras. Jadeos. Cuánto tu nombre. El cuerpo en incontrolable necesidad de sentir un cuerpo dentro. Antes que los labios de trazo perfecto dibujen sonrisa que deforme el grotesco ceño, sobre la cama el cuerpo, sobre la cama sangre y un objeto afilado. Hay pasos. Hay un cuerpo que se aleja sin actitud culpable. Al menos ya no escalofríos, ya no deseo, ya no tu nombre: un cuerpo. Extraño dolor que se disipa al goteo de los segundos y, al fin, silencio. Ya ni siquiera silencio.
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Colaboradores Pavel Andrade
México, DF, 1985. Hizo la licenciatura en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. Ha impartido clases de Historia de América Latina en el siglo XX. Escribe poesía y cuento. Se le puede leer en: memoriadesimpleshechos. blogspot.com
Herson Barona
México, DF, 1986. Estudió simultáneamente Lengua y Literaturas Hispánicas y Estudios Latinoamericanos, ambas en la UNAM. Ha obtenido premios de cuento, ensayo y poesía. Textos suyos han sido publicados en revistas como El Tímpano, Periódico de Poesía, Literal Magazine, La palabra y el hombre, entre otras.
Belisa Bartra
Nació en Inglaterra y vive en Barcelona. Desde siempre imagina historias, se inventa el mundo a cada paso y, cuando aprendió a hacerlo, también comenzó a reescribirlo. En la actualidad cuenta con un proyecto de microliteratura y escribe en su blog personal: www.soylasalamandra.com
Marco Colín
Monterrey, México, 1967. Publicista. Escribe, lee, dibuja, hace palíndromos, persigue la felicidad y aprende a ver todos los días.
Ashauri López
México, DF, 1988. Narrador postapocalíptico, twittero frenético y poeta imprevisto. Su vida y obra transcurre en la urbe, entre las tocadas clandestinas y los deleitables horrores de la vida cotidiana. Su primera novela, Hiroshima, una suerte de telenovela-manga sobre los últimos días de la Ciudad de México, está pronta a salir del laboratorio para hacer florecer un jardín de estallidos en la mente de sus lectores.
Frank Lozano
Jalisco, México, 1974. Filósofo, atlista, gestor cultural involuntario y colaborador de Milenio Jalisco. Ha hecho de las letras su estilo de muerte. Vive en sus ratos libres y también deja vivir. Escribe en frank-lozano.blogspot.com
Guso Macedo Pérez
Chihuahua, México, 1978. Psicólogo social dedicado a la museología. Muy lector, poquito escritor. Obstinado usuario de las redes sociales y devoto de la música de vanguardia y las bicicletas. Publica sus apuntes en: gusopuntocom.blogspot.com
José Luis Martínez
Monclova, México, 1978. Diseñador Industrial y MA en Diseño y Comunicación. Ac-
tualmente radica en Saltillo, Coahuila, donde se dedica a la Publicidad y la Imagen Corporativa. Como personaje, José Jardinero nace de una confusión y es, entre otras cosas, silbador profesional y perdedor de objetos valiosos. Se le puede leer en: josejardinero.blogspot.com
Yaxkin Melchy
México, DF, 1985. Escribe un libro que se llama El Nuevo Mundo, del cual ha publicado dos partes: El Nuevo Mundo I (2008), El Sol verde (2010) y un libro satélite en órbita: Los poemas que vi por un telescopio. Ha publicado en fanzines, revistas y libros cartoneros algunos compendios como: Nada en contra, Las pequeñas galaxias y ADN Digital. Ha participado como editor nómada de la revista Trifulca y fue coordinador del portal de poetas, libros y movimientos emergentes: Red de los poetas salvajes.
Juan Luis Mora
Madrid, España, 1973. Se inicia en la escritura a edad temprana, dedicando la mayor parte de su obra a la poesía. En la última etapa participa activamente en redes sociales orientando dicha participación hacia la microliteratura, prepara un libro de relatos cortos
y ultima la grabación de un disco con canciones propias. Tiene dos libros de poemas autopublicados, La luz sin sombras (2004) y La muerte en vida, la mosca en el espejo y otros silencios (2010).
Fabio Morábito
Alejandría, Egipto, 1955. Poeta, narrador, ensayista y traductor. De padres italianos, fue llevado a Milán desde niño y más tarde a la Ciudad de México, donde escribió los poemarios Lotes baldíos (Premio Carlos Pellicer 1995), De lunes todo el año (Premio Aguascalientes de Poesía, 1991) y Alguien de lava. En 1997 obtuvo el Premio Internacional White Raven por su novela Cuando las panteras no eran negras. En prosa, también escribió Caja de herramientas, La lenta furia, La vida ordenada y Grieta de fatiga (Premio de Narrativa Antonin Artaud, 2006). En 2009, publicó su segunda novela, Emilio, los chistes y la muerte y en 2011, el poemario Delante de un prado una vaca.
Diego Olavarría
México, DF, 1984. Nació en México, pero pasó casi toda su infancia viviendo en países centroamericanos y en Estados Unidos. Ha ganado concursos de cróni-
ca, cuento y ensayo. Sus textos han aparecido en diversos medios impresos de México y España (La Tempestad, Punto de Partida), así como digitales (Distintas Latitudes, BMEzine). Actualmente, además de escribir, trabaja como intérprete y traductor.
Brianda Pineda
Xalapa, México, 1991. Xalapa todavía conserva las ruinas de su infancia en sus parques. Estudia Lengua y literatura hispánicas en la facultad de letras de la Universidad Veracruzana.
Martín Quintana
Chaco, Argentina, 1985.Ahora vive en Corrientes. Es profesor de literatura en la escuela pública. Le gustan las ventanas que tienen paisajes y las manos que se levantan para decir que no. Se le puede leer en http://fragmentario.com.ar
Eva Rivera
México, DF, 1991. Estudiante de Psicología, mamá, papá, pseudoescritora lectora, y sobreviviente de un tornado llamado vida. Ella es tragedias, no mujer. Se le puede leer en: oleosobrehojuelasdemaiz. blogspot.com
Gabriel Rodríguez
Tepito, México, 1980. Ha escrito el libro de cuentos El Demonio Perfecto (BUAP, 2008)
y la novela Balas en los Ojos (Ediciones B, 2011).
Graciela Romero
Guadalajara, México, 1982. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara y ha publicado cuento en el Periódico Público (Milenio en Guadalajara) y la revista El perro, y artículos en Palabras Malditas y Blink. El resto de lo que escribe es todo en internet, antes en blog y ahora Twitter.
Alejandro Zambra
Santiago, Chile, 1975. Poeta, crítico y narrador elegido en 2010 por la revista británica Granta entre los 22 mejores escritores de lengua española menores de 35 años. Entre su obra como poeta están Bahía Inútil (1998) y Mudanza (2003). En 2006 salió a la luz su primera novela, Bonsái, editada por Anagrama y traducida al inglés para Melville House. En 2007, publica la novela La vida privada de los árboles y en 2011, Formas de volver a casa, ambas también en Anagrama.