BonsĂĄi Literatura mĂnima
tres
Directorio Editores Miréia Anieva Herson Barona
Consejo editorial Belinda Ortiz Graciela Romero Jezreel Salazar Rafael Zamudio
Bonsái. Literatura mínima. Año 1. Número 3. Septiembre 2011. México.
Asesores Alberto Chimal Cristina Rivera Garza Blanca Rodríguez Gaona Liliana Weinberg
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Las parejas y las revistas literarias / duran casi siempre dos nĂşmeros. FabiĂĄn Casas
Contenido POESÍA
CUENTO
Emplazamiento, 7 (Inútil), 8 Burquier, 9 Enrique Winter
Naturaleza muerta, 10 (In)significados: los Nadia Villafuerte textos huecos, 18 Vicente Luis Mora
La punta de la mirada, 22 Fuera de cuento, 27 Guillermo Samperio L a m e n t a d a, 23 Cuauhtémoc PérezMedrano
ENSAYO
Animalia, 38 Rafael Toriz
Los dominios perdidos, 31 Vida frágil, 34 Microensayos, 53 Epístola con carácter Enrique Nájera Chávez Jezreel Salazar de urgente, 32 Andrés bello, 33 Iván Cruz Osorio
Somnolencia, 45 Esfumines, 46 Víctor Burgos
TUITS
RESEÑA
VARIA INVENCIÓN
La noche es infantil espera, 14 Josefa Isabel Rojas
El mejor de los verdes Prosemas, 50 posibles, 24 Isaí Moreno Graciela Romero
Palíndromos: Al leer, Inventario de somos, 29 ausencias, 42 Esteban Ponce de León Herson Barona
Tanta tinta, 47
Ilustración “Koala”, 41 A. R. Buitrón
POESÍA
Enrique Winter
Emplazamiento
0094
Un pueblo flanqueado a la diestra por la usina (materia prima: los maderos como leña (el interior, bosque)) y a la siniestra por la ballenera (materia prima: el cetáceo como aceite (el exterior, mar)). No se produce acero, no se faenan ballenas. Apenas queda bosque. No. El mar.
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POESÍA
(Inútil)
0101
Los dirijo por un túnel que no sé dónde empieza menos dónde termina y al recorrerlo intuyo que no va a parte alguna.
8
A la muerte le hacemos zancadillas con las alas de este paréntesis. Una canica un rodamiento medio cuchillo una tapa una argolla. Luego de seis paladas se encuentran los ojos. Se empañan más que los ojos.
POESÍA
Burquier
0105
Si el monumento es de un pájaro, natural es que los niños lo giren para que vuele y desatornillado caiga sobre uno o dos de ellos.
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CUENTO
Nadia Villafuerte
Naturaleza muerta Me pregunto cómo terminará esto. Ayer E me insultó y respondí con un golpe en su mejilla. Después salí a la calle. Tuve miedo al atravesar el pasillo —mierda de perros, hierba seca, basura en las esquinas—. Un miedo más grande que la paz del cementerio en plena ciudad. Gris sobre gris. Muertos sobre muertos. Una ventana alta, romper el cristal, saltar y descubrir lo que uno es: apenas un coágulo de sangre seca. Me dirigí al trabajo. Cuando estuve en el ascensor, pensé en E.
10
—Anoche me rechazaste.
—Estaba dormida.
—¿Con quién soñabas?
—Escucha: “Los celos pueden comerse un corazón has-
ta el centro”.
Entregué unos documentos y salí deprisa. Tuve miedo.
Un miedo igual de cálido que un crepúsculo entrando a la humildad de una oficina vacía. No quería volver a casa. Subí al autobús. “Seguir siendo humano es romper un impedimento. Quiérelo si eres capaz. Quiérelo si te atreves”, recordé. Anne Carson. Llamó mi atención una mujer que leía en su asiento.
CUENTO
Llevaba un libro de Fernando Vallejo. Me pareció una turbia casualidad. El colombiano no es un autor precisamente feliz, no al menos para leerse en el transporte, por naturaleza deprimente. En la portada, el título del libro tenía una tachadura negra. Decía: “La puta de Babilonia”. La censura de la palabra “puta” me gustó. Un hoyo negro: pudor, represión, discreción.
Silencio.
Ocultar.
Callar.
Solté una risita. Era una risa opaca, diría que empática.
La mujer siguió leyendo.
Tenía hambre. Quise cambiar el rumbo, la rutina. Bajé
en el centro de la ciudad. Bajar hacia el centro, imaginé, como quien araña las paredes circulares de un pozo y no tiene otra alternativa que ahogar los ojos en la noche inmensa. Ámbar y almizcle al fondo. Luz.
“Si todas las luces de la casa estuvieran apagadas
podrías adornar esta herida
con su brillo”.
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CUENTO
Así me sentía. Caminé por la avenida, cegada con mi
propio resplandor. Me detuve en el aparador de una tienda. Había, en la orilla de la pared, una hilera de cabezas. Cabezas de muñecas. Yo estaba ahí, con mi cabeza pegada al muro, sin cuerpo. Tuve miedo. Un miedo más grande que los maniquíes mirándome sin parpadear.
Entré a un restaurante. Pedí frutas y café. Había cande-
labros y óleos como salidos de una revista italiana. La noche se extendió como supongo se tiende el sosiego sobre un lago.
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Me pregunto cómo terminará esto, murmuré otra vez,
entre dientes. El miedo fue desvaneciéndose en la medida en que mordía cada trozo de fruta. El bálsamo rojo de la sandía. Una piña colérica que hizo rechinar mis dientes. El verde susurro del kiwi.
Son las cosas cotidianas las que guardan con celo, como
si fueran cajas, nuestras experiencias. Y una sabe que una caja está hecha de un material frágil. Supuse que el miedo tenía que ver con la posibilidad de que todas las cajas que guardaba en el cuarto de mi cabeza, se abrieran de par en par, haciendo rechinar sus goznes.
CUENTO
E y yo.
Cerrar la puerta.
Despedirnos.
Mudar de domicilio.
Observ茅 el plato. Estaba desnudo.
S贸lo quedaban, claro, algunas migajas.
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TUITS
Josefa Isabel Rojas @Joisab
La noche es infantil espera 1. Tener la vida lista. Siempre. El corazón bien dispuesto. Las manos calientitas. Limpia la lengua. Las palabras precisas. 2. Salamanquesa, cualquier rato me pondré a inventar palabras... ojalá me salga una así. 3. La noche escurre, mis palabras no pueden sostenerla, es arena, agüita que se va, se pierde entre todo el lodo de lo que ya no habrá. 4. Por cada palabra que aquí escribo, tiro a no sé dónde (sí que sé pero no lo diré) por lo menos otra más que no supe
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usar. 5. Las letras que conforman la palabra noche son viscosas, gelatina insípida llena de fantasmas. 6. La palabra volver es redonda. Esquina, pica. La palabra lodo se te pega, salamandra no se deja agarrar. Fantasma... ésa ni se ve. 7. Noche, palabra mojada y llena de escalones... 8. Éstas no son palabras, son sabores: madreselva, leche, mandrágora, resina, talco, marquesina. No, son palabras, claro ¿Y níspero, tampoco? 9. Y este placer de las palabras dónde lo pongo que es tan
TUITS
grande que casi me ahoga. 10. Este placer que busco y encuentro de enhebrar una palabra con otra y otra más, hacer nudos, cadenas, escaleras, lianas, amarras. 11. Anclarme en una red llena de letras. 12. Una sombra de la que creí haberme separado, desde la infancia: palabra. 13. Me duelen las palabras como astillas en el corazón. No todas. Sólo las de madera. 14. Las palabras no son nada si la piel no está dispuesta a repetirlas. 15. Me dejaste con la palabra en la boca. Se alimentó con fruición de mi saliva tibia y arropada con mi lengua dulce, creció como no imaginas. 16. Esta noche la noche es una palabra mal escrita. 17. No decir nada para que me respondas. Enlistar palabras: sanmiguelitos, neón, lodos ambarinos, bufadora, bisagra, aceite, propóleo y canapé. 18. Si yo fuera palabra, ¿que preferiría ser? ¿Punto, oscuridad, gato, malo? ¿O ser cerio, ámbar, tumefacto?
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TUITS
19. Hay palabras que no ambicionan mucho: aguamanil, trompillo, lapislázuli... pobres palabras tan bien hechas y abarcan tan poco. 20. Eterno es una palabra sumamente ambiciosa. 21. Las palabras escritas tienen el delirio del elefante en circo, agarradas de la trompa y las colas, dan vueltas sin parar. 22. Algunas palabras vertidas como plata derretida en mi vientre. Necesito. 23. Las palabras como plata derretida son líquidas y blancas,
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caen como cascada suave y fresca, aunque calientan. Mucho. 24. ¿Qué necesita una palabra para estar más mojada? El agua le brota por los ángulos y por las redondeces, salpica goterones desde los acentos. 25. Ya basta de tanta estupidez. Las palabras me dan vuelta, me jalan del cabello y se me ponen en los dedos, para que les dé letras. Control. 26. Sucede que afuera no hay palabras, sólo cosas que nombrar. 27. La palabra lengua está mojada. Y lame. 28. Dulce palabra: tenerte. Tenerte dulce. Mente. Dulce té
TUITS
inerte, palabra. 29. El que no puede decirse con palabras, no puede ni aunque tenga mil o una letras, o ciento cuarenta. 30. Necesito dormir mis palabras, que no son m铆as pero son las que me rondan, me pican los ojos, el coraz贸n. El coraz贸n sobre todo.
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ENSAYO
Vicente Luis Mora
(In)significados: los textos huecos T. S. Eliot habló del horror de los hombres huecos en The Hollow Men, y tan terrible como esa imagen me parece la de los textos huecos, los libros que han perdido el significado. En sus Mitologías de invierno, Pierre Michon imagina a un monje guerrero capaz de armar un ejército y ejecutar una matanza sólo para apoderarse de un ejemplar de los Salmos con cuya lectura ha disfrutado. Al conseguirlo finalmente, comienza a releerlo pero “de repente, ya no tiembla, ya no ríe, está triste, tiene frío, busca en el texto algo que ha leído
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y ya no encuentra, en la imagen, algo que ha visto y ha desaparecido”.1 José María Merino cuenta en “Los libros vacíos” la historia de un enloquecido personaje –que puede verse como paciente de un extraño síndrome Quijano o como un exasperado profesor de Hermenéutica–, que llega aterrado a una librería porque sufre un terrible mal: comenzó a leer En busca del tiempo perdido y “aquel libro no parecía el mismo que yo creía haber recordado”.2 Había perdido algo, se había vaciado de metáfora (o, como resume Michon en su relato medievalista, “el libro no está en el libro”). Para el personaje de Merino, En busca del tiempo perdido contenía de pronto
ENSAYO
sólo chismes de snobs franceses, y La isla del tesoro era una magra historia de la piratería. Jorge Luis Borges, en “La cámara de las estatuas”, habla de un misterioso libro blanco, del que “no se pudo descifrar su enseñanza, aunque la letra era clara”.3 La pérdida de significado en los libros es un mal terrible, una ceguera pasiva donde la invidencia pasa a situarse en el objeto, no en el sujeto lector. Es el libro el que no ve, pese a que nosotros recorremos sin dificultad las letras. Todos estos cuentos pueden leerse como metáforas de la privación del sentido, de la necesidad de la interpretación, de la libertad lectora –y seguramente lo son–. Toda escritura es un acto de libertad, y la lectura también. Los textos huecos son una metáfora tan pavorosa como la de los no-libros, los libros quemados, los libros perdidos, los que se hicieron polvo o fueron pasto de ratas. Todos nos alejan de la posibilidad de acceder a su significado, de alimentar nuestra imaginación. Dice Bloom que las obras maestras o fuertes se alimentan de la restricción de sentido, y Aira recuerda, con parte de razón, que no se deben dar textos claros a los niños, “porque a los niños les encanta, los hechiza la palabra que no entienden”.4 En
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ENSAYO
los textos huecos –por eso son angustiosos– todo lo que hay es claro y sin embargo ha desaparecido lo nuclear, la lección, la enseñanza, aquello (inteligible o hermético) que constituía su sustancia misma. La receta que se nos prescribe es la obviedad, lo fácil, lo evidente, lo visible, lo vendible. Todo parece en estos tiempos apelar a la accesibilidad, a la falta de misterio; la nueva Edad Media, la de los media, nos conduce por su falta de (auto)crítica al resplandor vacío, al texto hueco, a la imposibilidad de interpretación porque el texto tiene electro-
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encefalograma plano, porque la historia del saber ya no es más, como apuntaba Blumenberg, la historia de sus metáforas; porque las palabras, contradiciendo a Nietzsche, ya parecen decir sólo lo que dicen, son materia desvestida, píxeles ardientes. La literatura es misterio contra lo deliberadamente claropaco, penumbra contra la oscuridad, luz negra (Sánchez Robayna), apuesta invisible (Méndez Rubio), enigma que sostiene la escritura (Blanchot), “cosa para andar en lo oculto” (Valente), (in)significado. Guardémonos de los textos claros, pues todos están huecos, como la cabeza de Pinocho o el anillo de Clarisse, antes del milagro de la literatura.
ENSAYO
21 ________________ NOTAS 1 Pierre Michon, “Tristeza de Columbkill”, Mitologías de invierno, Alfabia, Barcelona, 2009, p. 44. 2 J. M. Merino, “Los libros vacíos”, en J. J. Muñoz Rengel, Perturbaciones. Antología del relato fantástico actual, Salto de Página, Madrid, 2009, p. 31. 3 J. L. Borges, Historia universal de la infamia, en Obras Completas, tomo I, Emecé Editores, Buenos Aires, 1989, p. 336. 4 C. Aira, entrevistado en Letras Libres, noviembre 2009, p. 48.
POESÍA
Cuauhtémoc Pérez-Medrano
La punta de la mirada la punta de la mirada está el miedo, vertical dibuja
una silueta,
en gotas cae perenne y
penetrante, en el centro de nuestra
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ca be za
POESÍA
Lamentada A mí mismo por la aridez
el pestífero ambiente secretado por las cinco lúnulas en cuarto creciente se arremeten en una figura cuasi cuneiforme, se deletrea al mismísimo Ciro en la estela del souvenir, mas, qué lo trajo a la mamoria qué dolorosa rememuera: el in vocativo expresado, las polineuropatías en Erato, el metano y cresas de la poesía lo exigen. Y eso… Como dijo Hans-Peter-Fritz: nada más es el nombre:
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RESEÑA
Graciela Romero
El mejor de los verdes posibles Un libro de cuentos es un cuento, es un cuento, es un cuento, hasta que uno de sus personajes decide mudarse a una novela; se lleva las historias que habitó como quien carga con su equipaje para amueblar su presente e ir construyendo desde ese nuevo hogar su futuro. Hace casi 15 años años, Cristina Rivera Garza escribió el libro de cuentos La guerra no importa (ganador del Premio
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nacional de Cuento San Luis Potosí en 1987), pero importa lo demás, importan quienes lucharon, y Xian, personaje de aquellos textos, salió de ahí para seguir su vida, empezar una nueva o continuar la de otro en Verde Shanghai (Tusquets, 2011). Sin embargo, este es el libro de Marina, una mujer que es su propio personaje, que vive sólo su vida junto a su esposo, en su ciudad, que es su origen y su destino, hasta que tras un accidente automovilístico, que emocionalmente es un choque contra ella misma, descubre, tal vez recuerda o inventa o le inventan, que también es Xian.
RESEÑA
Así como Marina es Marina y es Xian, esta novela, que va de los recuerdos vagos de los personajes a los datos duros de la historia, es además otros textos, desde las notas periodísticas (en el capítulo titulado “Noticias intrascendentes”) y los recuerdos del pueblo chino asentado en el país, escapando de su historia para comenzar otra no menos difícil, hasta los cuentos de La guerra no importa, en los que Marina va encontrando la vida de Xian, su propia vida, su otra vida, su yotro, pasando incluso por los encuentros de la escritora, que es también personaje, con los habitantes de su narración. Quien lee Verde Shanghai se aventura a una persecusión. Habiéndola descubierto tras el accidente y en sus historias, en lo que le cuentan otros personajes, en el café de chinos que da nombre a la novela, Marina persigue a Xian queriendo atraparla para encontrarse, mientras el lector va a su vez persiguiendo a Marina entre las páginas, deseando develar su historia, saber quién es, quién debió ser, de qué clase de abandono huía que terminó por abandonarse a sí misma. «Supongo que nosotros también formamos parte de esa raza que ha perdido la guerra. Supongo que tampoco impor-
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RESEÑA
ta. Pero anonada», se lee en uno de los cuentos que se leen en la novela, y como anonada, hay que seguir persiguiendo a Marina, hay que aclarar esto, hay que saber. Ya en la última sección de la novela se lee el título “Andamos perras, andamos diablas”, que bien puede ser una advertencia tardía de qué clase de personajes enfrentará el lector. Enfrentarlos, sí, como quizá Cristina Rivera Garza tuvo que enfrentar a Xian después de La guerra no importa. Enfrentarlos porque son personajes que, aunque algunos huyen,
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no se esconden, y para los que el sexo, por ejemplo, ya no es refugio sino salida; personajes que aun enredados en su propia locura cotidiana quieren conocer su historia y que ésta se sepa, que quieren ser al fin lo que tengan que ser, así no existan, así se mueran. Después de leer Verde Shanghai será difícil acudir a un café de chinos sin preguntarse si alguien ahí estará viviendo la vida de la que uno escapó. O, más allá, sin preguntarse si uno puede realmente escapar, si uno es quien es, pero también alguien más con el que eventualmente, y «uno nunca sabe qué sucede después», se encontrará.
CUENTO
Guillermo Samperio
Fuera de cuento en la mañana del lunes estoy escuchando a Bob Dylan mientras un camarógrafo me enfoca y me entra una tristeza potente que yo no esperaba pues la combinación de las viejas canciones de Dylan con la cámara enfrente me llevan en viaje de evocación hacia los días en que mi padre me llevaba a los rodajes de la películas en las que él salía y se une también con la primera vez que estuve ante una cámara para la TV e iba muerto de miedo y yo entonces era un muchacho de unos 20 años lleno de pavor y desconfianza sin creer que yo fuera escritor sino un simple amanuense o un hombre que el 2 de octubre del ‘68 se había salvado de morir además de otras ocasiones por x o y circunstancias sociales y el Señor de Casiopea me tenía reservado más sufrimiento con la inyección letal de una tarántula de pelaje sanguíneo muy pegado a su cabeza y que iba a irme envenenando poco a poco al pasar de los años y si cuento las veces en que no me he muerto ya no tengo dedos ni los de los pies para contarlas pero en ese tiempo de los Dylan y las Janis creía que era un hombre feliz y que morir con un propósito a favor de los humanos jodidos no era tan despreciable pero quién iba a decir que la inoculación
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CUENTO
de la tarántula me alcanzaría hasta una mañana de julio del 2011 cuando yo pensaba que pasaría de los 80 años y aquí me tiene la arácnida sufriendo un día más mientras la melancolía insondable es como una telaraña espesa que se adhiere a mis pulmones y hace que se me dificulte respirar y que las lágrimas se queden allí en el centro del pecho sin salir y luego yo dar buena cara a los presentes sabiendo que la tarántula está aquí subiendo por la gran arteria del corazón y se me dificulta mucho respirar como si la vena cava me oprimiera el
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tórax cada momento con suma pesadez y ya me es imposible articular palabra ni respirar y menos poner buena cara, con el intolerable dolor en el pecho, ante la sonrisa vehemente del camarógrafo, pero al menos se llevará un buen video, ideal…
TUITS
Esteban Ponce de León @Sarcastiprethar
Palíndromos: Al leer, somos 1. Leer, eso somos. Ser, es a los autores. Ser o tú, a solas eres. Somos o seré el 2. son a Moravia: con amor o idilio. Oí lidió Roma, no caí, va romanos; 3. soñé: uso, da prana. Hoy sé silueta, leer tras oír beso diurnos; son ruidos ebrio Sartre, —él: até Ulises; —yo: han arpado sueños 4. allá, calles o dalo, vos. Ojo solo: casa. Duren los arrabales. Sé la barra, sol. Neruda, saco los ojos, o volados, ella calla; 5. oí volada mota, saca árida, verá Cortázar a la raza trocar, evadirá a casa tomada, lo vio, 6. ¡oh Cid! a Hesse: lobo, ruta. A tu robo les sé. Ha dicho: 7. —Séneca habla no mitos -acaso- llenos; la brevedad da, de verbal son. Ellos acaso, timón, alba hacen. Es 8. Edipo Rey, ojos él a él, saturados, apagados; oportuno Layo (o ya lo nutro) posó daga, pasó. Da rutas leales, o joyero pide: 9. —A Dublinés, ama Dedalus, a ese par, un retrato; dotar ternura. Pese a su, la de dama, senil buda, 10. Émile Lacan, retorno ha leído, ala real no cae, sí dona
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TUITS
ese verbo, obré ¿ve? sean odisea con la era, la odié, la honró; terna calé, limé 11. seso. Id, Sol, al leer erró, caí, no Goethe, o iris alivia con esa vida a diva, seno, caí vil, así río, ¿eh? teogonía, correré el, la, los dioses, 12. leí pala, recalo sed, ras anima, Camus sale, versa la caída, a día calas, revelas suma, caminas, ardes o lacera la piel, 13. ¡zapa! atonal, allá coronel posó coros, revisa. Así, verso rocoso, pleno: rocalla, la nota a Paz.
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POESÍA
Iván Cruz Osorio
Los dominios perdidos No tenemos una patria, tenemos un paisaje, tenemos cólera, indignación, tenemos divinidades rotas, tenemos a los muertos hundidos en las entrañas, tenemos un puñado de escombros que el viento intenta dispersar.
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POESÍA
Epístola con carácter de urgente Queridos asesinos: Buscamos, pedazo a pedazo, un sueño desmembrado para revivir nuestros cuerpos, para encender nuestros cadáveres, para reunir el cielo, el mar, y las montañas de este país de archipiélagos. Quizá puedan ayudarnos, quizá, si trabajamos en equipo, si nos apuramos, quizá todavía se muevan solos, quizá aún palpiten los miembros arrebatados. Por favor, dense prisa, la hierba ya ocupa el lugar de nuestros cráneos,
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de nuestras narices, del cuenco agusanado de nuestros ojos...
POESÍA
Andrés Bello Navegué toda la noche con la mirada fija en los días por delante, con el miedo apretado en los puños. Algo de la Tierra que dejé atrás ha labrado mi sombra y mi abismo, y aún no sé de qué patio, de qué puerto sin brillo partí con los sueños desvanecidos. Pero sé que no habrá regreso, porque nadie vuelve para atizar los rescoldos de su propia ceniza.
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CUENTO
Enrique Nájera Chávez
Vida frágil A Jess Cocozza
Estaba con Chester en la caseta de vigilancia. Chester es alcohólico y tiene 40 años más que yo. El viejo siempre saca buenas historias y uno puede ir a fumarse un porro con toda confianza (se supone que vigila que nadie vaya y se robe un auto, pero a quien cuida es a nosotros). Desde tempra le pega al pisto. Para entrar en calor. Me dijo que en su juventud fue luchador, bien duro, de ésos de barrio. Hasta tuvo su bue-
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na racha. Alzando un cinturón de campeón, con esos ojos azules de brillo rabioso, traía muertas a todas las morras del vecindario. Ahora se junta con putas añejas o con mujeres piedrosas, pero igual tiene compañía femenina y así va pasando la vida, entre copa y copa. Chester se había bebido el resto de su charro negro. Eran casi las dos, hora de la salida. Comenzó a redactar el informe: once de diciembre de dos mil siete… catorce horas… SIN NOVEDAD. En ese momento el tiempo se desfasó vagamente. Todo sucedió muy rápido. Escuchamos un golpe en la ventana y vimos caer un bultito. Una pandilla de zanates que perseguía
CUENTO
a un gorrión había girado bruscamente en el aire. El gorrión, más concentrado en escapar de sus victimarios que en otra cosa, se había estrellado contra el vidrio de la caseta y ahora permanecía inmóvil en un escalón despostillado. Chester lo recogió. Era una cría. Sus párpados estaban cerrados. Sus párpados parecían difusamente humedecidos, como el rastro que queda de un halo sobre un cristal ahumado. Chester comenzó a soplarle en la nuca, a frotarle el pecho. No respondía. Abrió su pico y se lo puso en la boca para darle aire. Tampoco. El golpe lo había dejado extraviado. Con frialdad quirúrgica fue girándolo de cabeza hasta que el gorrión, por instinto, aleteó un poco. Sus ojos seguían cerrados, pero ya abría el pico. Luego lo paró sobre uno de sus dedos y por sí solo se mantuvo erguido. Chester me dijo que si no se paraba, se moría. Tomó la botella de tequila y se echó unas gotas en la palma de la mano. Le mojó la nuca y la cloaca y otra vez le dio respiración con la boca. El gorrión entreabrió los ojos a la mitad y supe que ese horizonte representaba el paso ambiguo entre la vida y la muerte. Parecía no decidirse. Chester extendió sus alas y surgió un hermoso abanico
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CUENTO
multicolor, desde el amarillo limón hasta el gris pardo. No te mueras, cabrón, le decía el viejo. Tomó un buche de agua simple y le dio de beber en el pico. El gorrión agitó las alas, pero esta vez con más vigor. Al fin consiguió abrir los ojos por completo. En medio de dos océanos castaños, sus pupilas brillaban dilatadas y expectantes, como si la visión de la realidad fuera algo insoportablemente nuevo. Su pico seguía entreabierto, pidiendo oxígeno, o tal vez un poco de sosiego. Chester puso de pie al gorrión, sujetando sus patas entre el
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índice y el pulgar. Así se carga un ave, para no lastimarla, me dijo. Salimos de la caseta. Los zanates se habían posado en un árbol lejano. Para ellos, nosotros somos el peligro. Chester acarició la cabeza del gorrión y le sopló de nuevo. Le dio unos tirones del pico, como hacen con los gallos de pelea que agonizan. El instinto de las aves siempre supervisa sus partes más vulnerables, las obliga a reaccionar cuando están prensadas. Repitió la maniobra hasta que el pico quedó totalmente sellado. Con ese movimiento el gorrión parecía afirmar la vida como nunca nadie lo ha hecho. Aunque Chester se había mostrado circunspecto todo el tiempo, por
CUENTO
primera vez lo noté verdaderamente relajado. Me miró y se sonrió. Evidentemente, Chester ya había reanimado a varios animales desahuciados. Creo que a un perro que se había comido unas tortillas envenenadas. ¡Los cabrones le vaciaron veneno en la comida!, me dijo. Y yo pensé, qué cabrones. Mientras tanto, la pequeña ave contemplaba el estacionamiento posada sobre la mano de aquel viejo borracho que le había regalado un suspiro.
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ENSAYO
Rafael Toriz
Animalia La hiena La hiena es un animal inmundo e infame; carroñero como el marabú, se diferencia de aquél porque puede cazar su alimento y por su risa destemplada ante la desgracia ajena. Vive en las cercanías de los cementerios y en ocasiones suele engañar a los humanos con gritos de auxilio con la finalidad de devorarlos. Los antiguos sostenían que la hiena posee una piedra
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mágica en los ojos y aseguraban que colocándola debajo de la lengua sería posible predecir el futuro. Es el único habitante de Animalia capaz de vencer a la leona y posee un clítoris gigante que en algún momento hizo pensar a los estudiosos que se trataba de un animal hermafrodita. “Cualquiera tiene la posibilidad de observar que una hiena que en el año presente es macho, al siguiente estará convertida en hembra; en cambio, si ahora es hembra, pasará a ser macho. Estos animales adoptan uno u otro sexo, cambiándolo cada año, y pueden ser esposo y esposa; de esta
ENSAYO
forma, no se comportan con actitudes arrogantes, sino que con hechos concretos demuestran que Ceneo y Tiresias son seres antiguos” Claudio Eliano, Historia de los animales
Rémora Difícil es hablar de la rémora sin prejuicios debido a que existen demasiadas leyendas negativas en torno suyo. No fueron pocos los testimonios que gritaban a voz en cuello que la rémora, al adherirse a los barcos, los retenía para siempre en mares oscuros y olvidados. Se pensaba también que era un animal parásito incapaz de valerse por sí mismo, pero ahora se sabe que es un agente necesario para ciertos animales sin brazos como los tiburones. Lo cierto es que la rémora es un animal inofensivo, de
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ENSAYO
gusto insípido y que pasa su vida en riguroso silencio. Estudios necrológicos han demostrado que todos los hombres desamorados viven con una rémora diminuta muy cerca del corazón.
Koala 40
Si existe un amo del disfraz sin duda se trata del koala. Este simbólico, apacible y tranquilo marsupial endémico de Australia es en realidad una planta epífita que vive sobre el eucalipto, que a su vez también es un simulacro porque no es una planta sino un insecto palillo de colosales dimensiones. El koala, al ser una planta, es un ser epizoótico, es decir, una planta que vive sobre un animal. De tal manera que el eucalipto y el koala viven en la más perfecta de las simbiosis engañando al mundo entero. (Por cuestiones políticas y folclóricas que sólo atañen a
ENSAYO
los habitantes de Oceanía, y para evitar las desilusiones de los niños, se recomienda mantener esta información en secreto escrupuloso.)
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RESEÑA
Herson Barona
Inventario de ausencias El casi proverbial fragmento de Heráclito dice que no se puede entrar dos veces en el mismo río; a contrapelo, esta novela se desarrolla bajo la intuición de que lo imposible es salir de ese río (un río de mierda que nos revuelca y ahoga en su porquería). Hundida en el tedio de la cotidianidad, la vida de Genaro, el narrador, transcurre sin sobresaltos, sin motivos. Su madre era una mala pintora con problemas
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de visión. Cuando accedió a hacerse unos lentes pudo ver finalmente sus obras como realmente eran y entró en crisis, destruyó la mayoría de ellas y nunca más volvió a pintar. Consiguió una pistola con la que se paseaba diciendo que era una artista a todo el que se le acercara. Ella se mató y no dejó nada tras de sí. Entonces Genaro se da a la tarea de buscar alguna pintura de su madre como sobrevivencia, como vestigio de que alguna vez existió. “Mi padre se va a morir —dice Genaro— y luego yo y luego mi hermana y ya nadie recordará jamás que Maribel Balbuena fue una pésima pintora”. Guiada más por la inercia que por la voluntad, la búsqueda es, al
RESEÑA
mismo tiempo, una revisión de la vida de Genaro, las aristas en las que se disgrega la narración: su trabajo, que detesta; sus pasiones (la literatura, que abandonó, y el futbol, que, a falta de cualquier tipo de experiencia significativa, termina por convertirse en lo único importante) y su relación con las personas cercanas a él (una amante, su hermana, su mejor amigo y su padre), que no son más que extraños a los que frecuenta. Finalmente, este recorrido no es otra cosa que un inventario de ausencias. Sin embargo, la muerte de la madre —si bien es el motor de la narración— es simplemente un hecho que se asume sin dramatismo, con un poco de frialdad incluso, como se puede ver desde la primera línea: “Me gusta la historia del suicidio de mi madre”. En este sentido, Balas en los ojos (Ediciones B, 2011), la primera novela de Gabriel Rodríguez Liceaga, pertenece a ese tipo de literatura que, al comenzar por el clímax, muestra sus cartas y trabaja con otro tipo de pacto con el lector. Se trata de un ejercicio de honestidad narrativa más que de artificio. Imposible no ver los vasos comunicantes con otra novela ineludible: El extranjero, de Camus, en cuyo ini-
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RESEÑA
cio se lee: “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé”. Mas no hay que confundir el existencialismo de ésta con el desencanto, la apatía y el humor negro con el que está cargada aquélla, que la hace guardar cierto parentesco con las voces de Fadanelli y Fernando Vallejo. Los breves capítulos de Balas en los ojos se suceden sin tropiezos en un tono que no intenta moralizar ni hallarle sentido a la experiencia. La madre ha muerto y ante eso no hay nada que hacer, pero tampoco hay nada que aprender. Lleva-
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mos ya mucho tiempo ensuciándonos en el mismo río con todos nuestros muertos, es por eso que “tal vez a los humanos nos estorba la memoria”.
POESÍA
Víctor Burgos
Somnolencia Cuando la ciudad duerme, sueña con insectos recitadores de monótonos monólogos y ladridos de perros invisibles, con vientos súbitos y fríos, con sirenas de cristal que aúllan en la oscuridad, con motores que rugen hambrientos de combustiones y con el pavimento mojado que brilla lechoso bajo el halo de una terrenal luz blanca. Puertas que se abren a medias o que se cierran tras un amén de llaves pasadas y cerraduras puestas, con bombas de aguas insomnes, con aves de canto dormido. Una ciudad que se mueve inquieta bajo alcantarillas sueltas y grietas en el asfalto, una ciudad coronada por cerros minados de muertos de hambre, putas y ladrones que en medio de la noche brillan como piedras preciosas de países exóticos. Sueña también con aceras pobladas de fauna madrugadora e incierta, con areperas que abren las veinticuatro horas y los setecientos días de la semana, con risas obscenas y minifaldas generosas, con mujeres encerradas en cuerpos de hombres vendiendo placeres fingidos a ingenuos solitarios y devoradores de placeres.
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POESÍA
Esfumines Estrellar tu nombre contra la pared y derramar tu voz tu ausencia tu cuerpo tu soledad tus ojos cerrados allí no queda más que tu sombra
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crucificada en la pared, nublada y silenciosa la profundidad sin tiempo de toda tu ausencia.
TUITS
Tanta tinta @chicosintuiter 1. La escritura atinta contra el olvido. 2. Las palabras mueren entintadas al salir de la pluma; cuerpos ensangrentados rodando en los peñascos de la hoja en blanco. 3. Toda palabra, desde la tinta, sueña con ser piedra. @fragmentario 4. Algunas noches también apartar la tinta es escribir palabras. @kittyYbarra 5. ¿Qué cuentos cantan los ríos de tinta? @Sufrodemencia 6. Tanta tinta, que volvió la hoja en un océano. 7. Tan grande es mi deseo por escribirte, que se me hacen tinta las palabras.
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TUITS
@TiempoDetenido 8. Se me hacen tinta las manos al pensarte. @Cy___ 9. Soy tinta negra en escribir poemas. @abrapalabra 10. En la tinta que no hará historia, será el naufragio de la memoria.
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@LuzMFG 11. Cierra las palabras que se te va a correr la tinta. 12. Para ser tinta hay que tener vocación de historia, río de palabras, tatuaje de color. @cosmopollito 13. Estaba escribiendo un cuento erótico y se corrió la tinta. @diestoische 14. Anclamos en la tinta a la palabra propensa al vuelo.
POESÍA
15. Si cortas al silencio, sangra tinta. @BesosdeViento 16. Tengo tinta en los dedos para quitarle lo pálido a las nubes. @DavidLavie 17. La ceniza en la hoja, y en el humo, fugaz e inmortal, la tinta. @Sarcastiprethar 18. La tinta incita al recuerdo. 19. Secó la tinta, la historia no terminó.
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VARIA INVENCIÓN
Isaí Moreno
Prosemas De los nombres 1. No cumplirás en vano Bastan cinco palabras para jurar en un nombre cualquiera y tres para indicar que no me acuerdo. Nunca olvido las promesas ni los pactos, sino el nombre que invoqué al jurarlos. También la ejecución de la promesa se hace en el nombre de un nombre, el original y sólo éste, para no cumplir en vano.
50 De los nombres 2. Wittgenstein Declara el médico que visitó por última vez a Wittgenstein que sus ojos nublados de dios griego aún miraban las cosas de este mundo cuando ya se adentraban en el otro. Sin tiempo como medida, quiso llamar a Platón por su nombre verdadero. Invocó a Schopenhauer y a Spinoza y a Tolstoi, a su madre (la natural y la patria) y a los jinetes de la guerra, incluso a
VARIA INVENCIÓN
Adolf Hitler llamó, insatisfecho en todos los casos porque no eran sus nombres verdaderos (él mismo no era Ludwig). Antes de recobrar la lucidez por un minuto y solicitarle decid a los amigos que fui feliz, o fue después, dice el galeno, musitó una dicción con voz temblorosa, desarticulada, casi silencio, y con rostro complacido comenzó a dialogar con el nombrado sobre la inexistencia del tiempo y del agua, coincidiendo en que nadie, nunca, puede bañarse dos veces en el mismo río.
51 De los nombres 3. Al dios reticular
En el cubo inacabado, en las posibilidades del cubo inacabado, en la combinatoria de las posibilidades del cubo inacabado, ausente de un trazo se difumina la geometría de un dios líqui-
VARIA INVENCIÓN
do cuyo nombre se escribe delineando aristas.
Ave A Evelyn Alguien se pregunta un buen día si ser ave ha sido siempre:
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se eleva del peso de la tierra ya instrumento del vuelo, ya ave como palabra o ave como plegaria. Pronuncias ave cuando te remontas, rezas ave para que aparezca tu luz mientras alguien musita: ave, reza: ave, ave maría, ave césar, ave: vuela. En todo ello nos encontramos y nos perdemos: hay un ave ahí, y sabemos que del cielo a la tierra hay tan sólo un salto, o una amnesia, sabemos sin que nadie nos lo diga que el misterio del vuelo es que el aeroplano es un ave sin sueños y el ave un ángel perdido.
ENSAYO
Jezreel Salazar
Microensayos Duración de la eternidad Los relojes suponen que la duración es precisa. Los suizos basan buena parte de su identidad en esta mentira. El mundo nos impone horarios establecidos; cada encuentro se agenda anotando, puntualmente, una cifra en el calendario; para realizar un proyecto (se nos ha dicho) debemos diseñar rigurosos cronogramas; toda programación supone intervalos medibles. Sabemos lo que haremos de un momento a otro, revisando cuánto ha avanzado el reloj o a qué momento del día hemos arribado. Ninguno de estos hábitos, sin embargo, refieren a la verdadera duración de las cosas. Cada experiencia es un universo singular con sus propias dimensiones temporales, con su propia vitalidad destructiva o creadora. Un baile o una mirada, por ejemplo, pueden durar no una eternidad, pero sí mucho más de los seis minutos o los tres segundos que el cronómetro les concedió de vida. Ciertas experiencias nos disocian del mundo y de sus tiempos perfectos; es en esas treguas interiores en donde la realidad se presiente y sucede. La herida producida en la honda profundidad de
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ENSAYO
un solo instante puede perpetuarse de manera indefinida. ¿Quién puede saber, en verdad, cuánto duró aquella conversación que nos cambió la vida, que nos lanzó hacia el planeta de los misántropos –dejándonos sin conexión con el universo tranquilizador que hasta ese momento habitábamos? El tiempo también muere y a veces renace. El placer redimensiona la eternidad de cada santiamén. El lapso de los días depende del miedo cotidiano.
54 Cegar la mirada La literatura, más que retrato del mundo, constituye (cada vez más) una reacción en torno a lo ocurre en el mismo. Escribimos para mostrar irritación, vergüenza o azoro —es nuestro desconcierto hablando—. También escribimos para darle sentido a la insensatez. Ordenar el caos es uno de los motivos profundos que tiene la literatura y esto no deja de
POESÍA
ser poco triste y poco esperanzador: pareciera que sólo ahí, en ese mundo de imágenes perfectas, la realidad logra de algún modo aligerar su carga de horror cotidiano. Cuando el desencanto es la atmósfera que respiramos y a través de la cual vemos a los otros y nos vemos a nosotros mismos, resulta difícil mostrar una representación oportuna, coherente o indiscutible de la existencia. El espejo se suele llenar de manchas y se vuelve imposible dar una imagen adecuada y eficaz de lo que retrata. La creación más que acto reactivo, a veces debiera ser un modo de cegar la mirada para imaginar la luz. Cuando la realidad es demasiado transparente se vuelve imprescindible abrir los ojos en medio de la niebla.
Elogio de lo desapercibido Él pensaba que había que hacer un manifiesto a favor de lo desapercibido, a favor de que las cosas pasasen —por voluntad
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RESEÑA
propia— inadvertidas. Su apuesta era hacer de la estética de Hemingway (la teoría del iceberg) una ética. En medio de un mundo en donde el escándalo era la norma y la fórmula del éxito, suponía necesaria una forma de vida en donde lo más importante quedara silenciado: escribir la mejor de las obras sin publicarla, evitando así el horror y el desprestigio del mercado; perfeccionar la voz al grado de la genialidad y transmitir el logro en una estación virtual y de madrugada; lograr el descubrimiento de la piedra filosofal y sólo contar-
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lo a los amigos. El arte verdadero, decía, debería de quedar encerrado en baúles: Kafka y Pessoa habían sido traicionados. Si estaba contra algo era en contra de las reiteraciones de sí mismo, pensaba que había que evadir todo tipo de publicidad o autopromoción y en su lugar restituir las historias que ocurrían en el anonimato y lo trivial. Recordaba los cuentos de Chéjov, en los que la anécdota es exigua, casi inexistente, pero en los que ciertos momentos constitutivos de la vida de alguien eran cifrados: un personaje, a partir de un encuentro, un encuentro justamente con lo banal, ve afectada toda su existencia… Lo suyo eran las épicas minúsculas, la apología
POESÍA
de la miniatura. Así debía titularse el manifiesto, pensaba: “Por una épica menor”. Se trataba de remitirse a las cosas insignificantes, completamente fútiles y mínimas, aquellas acciones, espacios o sucesos baladíes que si a la mayoría no importaban, podían tener el más valioso significado para un ser en particular o para dos. Según él, la defensa de los acontecimientos anodinos era primordial y la vitalidad debía responder a lo diminuto: fomentar pequeñas acciones y gestos cuya finalidad sólo pocos pudiesen intuir, llevar a cabo rituales cotidianos que permitiesen cerrar ciclos, que establecieran nuevas relaciones con el mundo, básicamente interior. Pensaba por ejemplo, en aquel momento en el que alguien decide dejar un departamento que le significó un proceso de ruptura y metamorfosis, pero en lugar de celebrarlo con una fiesta, simplemente se prepara una cena, guarda sus cosas en una maleta y se va.
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Colaboradores Herson Barona
México, DF, 1986. Estudió simultáneamente Lengua y Literaturas Hispánicas y Estudios Latinoamericanos, ambas en la UNAM. Ha obtenido premios de cuento, ensayo y poesía. Textos suyos han sido publicados en revistas como El Tímpano, Periódico de Poesía, Literal Magazine, La palabra y el hombre y Opción, entre otras.
A. R. Buitrón
México, DF, 1979. Grabador e ilustrador egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Cuenta con más de 15 exposiciones colectivas y 3 individuales en diversos museos de México y el extranjero. Seleccionado en la 1ra. bienal de estampa Shinzaburo Takeda de Oaxaca 2008. Seleccionado en 3 ocasiones y 1 mención honorífica en el catálogo de ilustradores CONACULTA. Seleccionado en los catálogos 12 13 y 15 de la Asociación cultural TEATRIO de Italia. Ilustrador de los cortos animados: Imaginantes “Cómo nace un cuento” de Gabriel García Márquez, “La píldora de la imaginación” de Carlos Fuentes, “Días de guardar” homenaje a Monsivaís, “Me encontrarás en el polvo de
la ciudad” homenaje a Carlos Fuentes.
Víctor Burgos
Caracas, Venezuela, 1988. Escritor, autodidacta de bajo presupuesto, insomne. Profeso la estética del desconcierto y hago sombra cuando hay sol.
Iván Cruz Osorio
México, DF, 1980. Finalizó la carrera de Lengua y Literaturas Modernas Inglesas en la UNAM. Es miembro del consejo editorial de la revista de literatura y gráfica Viento en vela y codirector y editor de Malpaís ediciones. Es fundador y co-organizador de Vértigo de los aires. Encuentro Iberoamericano de Poetas (ediciones 2006, 2007, 2009 y 2011). Es autor de los poemarios Tiempo de Guernica (Editorial Praxis, 2005) y Contracanto (Malpaís, 2010). Poemas suyos aparecen en diversas antologías como Un orbe más ancho. 40 poetas jóvenes. 1971-1983 (Punto de partida/ UNAM, 2005); Los mejores poemas mexicanos. Ediciones 2005 y 2006 (Joaquín Mortiz/ FLM, 2005, 2006); Anuario de poesía mexicana 2005 y 2006 (FCE, 2006, 2007); La luz que va dando nombre [19651985]. Veinte años de la poesía
última en México (Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, 2007); El oro ensortijado. Poesía viva de México (Ediciones Eón/Secretaría de Cultura de Puebla, 2009); 20 años de poesía. Jóvenes Creadores del fonca (conaculta, 2010); y Cajita de música. Poetas de España y América del siglo XXI (AEP, Madrid, España, 2011). Fue becario del programa Jóvenes Creadores del fonca durante el periodo 2009-2010, en el área de poesía.
Vicente Luis Mora
Córdoba, España, 1970. Es un escritor, poeta, ensayista y crítico literario. Colabora en revistas como Ínsula, Animal sospechoso, Clarín, El invisible anillo, Mercurio y Quimera, así como en el suplemento Cuadernos del Sur del Diario Córdoba. Ha publicado libros de poesía, narrativa y ensayo. Ejerce la crítica cultural y literaria en su blog Diario de lecturas (Premio Revista de Letras al Mejor Blog Nacional de Crítica Literaria): vicenteluismora.blogspot.com
Isaí Moreno
México, DF, 1967. Ha publicado las novelas Pisot (Lectorum, Premio Juan Rulfo para Primera Novela) y Adicción (Planeta-
Joaquín Mortiz). Su novela El suicidio de una mariposa resultó finalista en el 2009 del Premio Rejadorada en Valladolid. Colaboraciones suyas se encuentran en diarios y revistas como La Jornada, Cuaderno Salmón, La Tempestad, Nexos y Círculo de poesía.
Enrique Nájera Chávez
México, DF, 1985. Diseñador de la comunicación gráfica y sociólogo rural en formación. Participa en un proyecto multidisciplinario sobre economía solidaria en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Sus vías de expresión predilectas –en orden cronológico de incursión– son el dibujo, la palabra escrita, la música. Lleva la cuenta de Twitter @guamafune.
Cuauhtémoc Medrano
Pérez-
México, DF, 1983. Licenciado en Estudios Latinoamericanos. Es becario del Kompetenzzentrum Kulturelle Topographien der Universität Basel, Suiza. Ha publicado en algunas revistas literarias en México. Actualmente prepara el libro poesía Arpóphysis coralkoide: poeta menor; y la traducción de algunos cuentos del escritor suizo Franz Hohler.
Esteban Ponce de León el Instituto Mora. Colaboró
Cananea, México, 1960. Ha publicdo los poemarios Para que escampe, Detenerte tanto, y Versiones del porqué; y en prosa: Casi un cuento.
en la edición del Archivo de José Juan Tablada y ha publicado diversos ensayos sobre crítica cultural y literatura latinoamericana. Actualmente es profesor-investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma de la ciudad de México y profesor de literatura y teoría cultural en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado La ciudad como texto. La crónica urbana de Carlos Monsiváis (Premio Nacional de Ensayo Alfonso Reyes 2004) y coordinó el libro La conciencia imprescindible, ensayos sobre Carlos Monsiváis (FETA, 2009).
Graciela Romero
Guillermo Samperio
Morelia, México,1985. Realizó estudios en Psicología en la ciudad de Guadalajara. Actualmente, en la Ciudad de México, se encuentra realizando estudios de desarrollo urbano y regional, en el ánimo de salvar la ciudad que es hecha para el humano, el espacio peatonal, y de algún modo, caminar los rincones del país. Carga libretas y a veces un libro, lápiz, goma y sacapuntas.
Josefa Isabel Rojas
Guadalajara, México, 1982. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara y ha publicado cuento en el Periódico Público (Milenio en Guadalajara) y la revista El perro, y artículos en Palabras Malditas y Blink. El resto de lo que escribe es todo en internet, antes en blog y ahora Twitter.
Jezreel Salazar
México, DF, 1976. Es licenciado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y maestro en Sociología Política por
México, DF, 1948. Ha publicado más de veinticinco libros de cuento, novela, ensayo, literatura infantil, poesía y crónica. Se ha hecho acreedor de premios como: Casa de las Américas 1977, en la rama de cuento por el libro Miedo ambiente, y Nacional de Periodismo Literario al Mejor Libro de Cuentos por Cuaderno Imaginario, y el reconocimiento que por sus 25 años de escritor le rindieron en el palacio de Bellas Artes las instituciones educativas y culturales más im-
portantes de México (UNAM, IPN, CONACULTA e INBA). Ha sido también Director de Literatura del INBA y Director de Difusión Cultural de la Universidad de las Américas y del IPN.
Rafael Toriz
Xalapa, México, 1983. Fue becario en el área de ensayo de la primera generación de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha publicado los libros Animalia (Universidad de Guanajuato, 2008) y Metaficciones (UNAM, 2009). Ha sido distinguido con mención honorífica en el Concurso Internacional de Ensayo convocado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la República Islámica de Irán (2001). Es ganador del Premio Nacional de Ensayo “Carlos Fuentes” (2004).
Nadia Villafuerte
Chiapas, México, 1978. Autora de Barcos en Houston (Coneculta-Chiapas, 2005), Presidente, por favor (Edaf, España 2005), ¿Te gusta el látex, cielo? (FETA, 2008), y Por el lado salvaje (Ediciones B, 2011). Ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y de la Fundación para las Letras
Mexicanas.
Enrique Winter
Santiago, Chile, 1982. Es autor de Guía de despacho (Premio Concurso Nacional de Poesía y Cuento Joven, 2010), Rascacielos (Ciudad de México, 2008; Buenos Aires, 2011), Rascacielos, anticipo (beca del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 2006) y Atar las naves (Premio Festival de Todas las Artes Víctor Jara, 2003; Rancagua-Valparaíso, 2009).