BonsĂĄi Literatura mĂnima
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Directorio Editores Miréia Anieva Herson Barona
Consejo editorial Belinda Ortiz Graciela Romero Jezreel Salazar Rafael Zamudio
Bonsái. Literatura mínima. Año 1. Número 6. Diciembre 2011. México.
Asesores Alberto Chimal Cristina Rivera Garza Blanca Rodríguez Gaona Liliana Weinberg
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Ă rbol, me arrancaron los frutos para las bocas. Fernando Pessoa
Contenido POESÍA
TUITS
,7 Víctor Cabrera Espantapájaros, 18 Canción mixteca, 19 Taller de encuadernación japonesa, 20 Inti García Santamaría Tres poemas, 29 Vladimir Nabókov (versiones de Natalia Litvinova) Hablantina de exilio, 41 Carolina Zorrilla Marketing #5, 48 Canción de la raíz, 49 Arturo Loera
Toda la tierra es un camino, 10 Araceli Arriaga
VARIA INVENCIÓN De la asimetría del sueño, 13 Leopoldo Lezama
CUENTO
ENSAYO
El artista, 8 Pablo Mata Olay
Cuatro ensayos, 37 H. L. Mencken (traducción de Diego Olavarría)
Jardín zen de Medellín, 21 Luis Felipe Lomelí Un deseo, 32 José Luis Zárate Horizontes, 43 Dara Rivera
PALÍNDROMOS Yo soy la sal y la sed yo soy, 22 Hilda Acevedo
POESÍA
Víctor Cabrera
Cortaré los dedos de mi zurda y tocaré con su recuerdo, con la pura ilusión de sus falanges, un ragtime afantasmado. Del letargo de mi diestra, en cambio, nacerá un ramaje que el viento o el azar agitarán sobre la isla –su oscuro maderamen− para pulsar las notas de una melodía otoñal. De mi mano derecha crecerá la ortiga del delirio. De mi muñón izquierdo, la rosa cerebral: su contrapunto. En medio de la isla se yergue ahora un cerezo floreciente. Mi oscuro corazón es su semilla. Adentro de mi cráneo se extiende un jardín de paradojas.
________________ *
(Kōjō no Tsuki): Luna sobre el castillo en ruinas. Aud.: “Japanese
Folk Song” (Kōjō no Tsuki) [Rentaro Taki (arr. Thelonious Monk)]; en: Thelonious Monk, Straight, No Chaser, Columbia Records, 1967 (reed. en CD, 1996), 16:43 min.
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CUENTO
Pablo Mata Olay
El artista De pie, en solitario, el actor espera el momento inminente para representar el papel de su vida.
Justo en este momento de concentración absoluta, el
actor recuerda todos los obstáculos que debió vencer para llegar a este lugar.
Este lugar, oscuro y frío. Cuántas historias no han
ocurrido aquí. El actor respira su aire casi sagrado: desde seres anónimos y grises hasta las más consagradas estrellas han pisado este lugar. Qué orgullo. Qué responsabilidad.
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Aspira, exhala. Recuerda sus líneas. La intención, el
color, el tono, la naturalidad. Todo lo sabe, todo lo domina. Y sin embargo, tiene miedo.
Porque el público es famoso por su altivez, su certeza
de que puede desechar a cualquier impostor. El actor sabe de otros que por una duda, un traspié, han causado una revuelta.
La espera es desgastante. Piensa sus líneas otra vez.
Recrea en su mente el recorrido por el escenario. En teoría es fácil, pero nada está escrito.
Sus líneas, sus líneas. Las talla en su cabeza, las hace
CUENTO
su bastón, su fortaleza. No es nadie sin sus líneas. Se lo dijo quien lo introdujo a este mundo: “nunca olvides”.
De pronto, el estruendo. No hay marcha atrás: por unos
instantes no existirá más que él y su público. El telón frío se abre justo frente a él.
El actor toma aire, da un paso y sonríe. Con voz firme,
pasos seguros y una gran sonrisa, suelta sus líneas:
―Dama, caballero, le traigo a la venta el CD MP3, cien
grandes éxitos de lo mejor de la cumbia y la salsa…
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TUITS
Araceli Arriaga @Arissima
Toda la tierra es un camino 1. Las piedras son hermosas porque en ellas no veo mi reflejo. 2. Un cachito de piedra para el terrenito que te compré en los anillos de Saturno. 3. Violentas la creación con piedras. Con ellas hago un tótem en efigie de tu estruendo. 4. Sólo te pido una piedrita para mi canto, un cachito de barro, Tlaltecuhtli. 5. Y los edificios de piedras junto a las casitas de hormigas, ¿eso no es hablar de ti?
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6. Piedras que danzan en el agua, piedras que fingen una muerte, que hacen huecos en la tierra, crían flores en otoño, ¿no son tú? 7. Soy de las que avientan las manos y esconden las piedras. 8. Ara de seis años se escapó a un acantilado a morder piedras, saltó. Recuerdo que perdí los brazos en una guerra invisible. Sola quedo. 9. Pasas como agua en cantera, mineral anguloso o fértil. 10. Caminar descalzo entre pedruscos de fuego. 11. Tantos guijarros en el bosque que me hacen pensar que toda la tierra es un camino.
TUITS
12. Cuando te vea pondré una flor en tu boca y rezaré con la tristeza de un muerto cercano, con el calor de una fiera cicatriz. 13. Y las piedras que danzan en el agua, las piedras que fingen la muerte, las que hacen huecos en la tierra y crían flores en otoño, ¿no son tú? 14. ¿Por qué mi cuerpo tiene nombres que yo no puse? Quiero que mis ojos se llamen “flores” y mis pies “noches”. Noche izquierda y derecha. 15. Me desdoblo entre orquídeas dibujadas con tu lengua. Me desdoblo a oscuras y a tientas de saberte. 16. Hoy quiero estar hecha de musgo. Tener bosque en vez de piel. 17. Malvones que rugen bajo el viento, bestias con raíz. 18. Incendiaron la tierra para disimular las flores. 19. Glicinas afilando la primavera y cayendo al primer incendio del cielo. 20. Me escondo en el cuarto secreto de la casa del horror. Encuentro una vasija con flores, soplo a tus cenizas. Río para después llorar. 21. Imperial cadáver de un beso, roído por liquen distante.
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TUITS
22. ¿Recuerdas cuando dije que tus manos sabían hacerme musgo terciopelo? O es que lo pensé a voz añeja ya demasiado lejos. 23. A esta lágrima le llamaría bosque, cerezo o balcón o gato. No sé. 24. De todas las piedras, flores quedan.
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VARIA INVENCIÓN
Leopoldo Lezama
De la asimetría del sueño Yo hubiera querido que las cosas entraran en una somnolencia, una distensión en la cual sus más elementales características fueran cediendo a descomposiciones progresivas. Un armazón deshebrándose, una presión casi imperceptible y de pronto las luces de la calle serían un espasmo maleable.
Había calor impregnado como si hubiera llovido, la
vigilia negaba un campo de operación para la realidad impaciente; sopor, nubes difusas, cáscaras del día desintegrándose en el suelo. Yo hubiera querido subir una escalera y dejar que las formas avanzaran solas, se pasearan sonámbulas por los cuartos nerviosos. La escalera se desplegaba como abanico angustiado, el techo se resquebrajaba, se erguía, las lámparas querían salir por las ventanas. Entre las ramas del árbol el tiempo era un colibrí asustado; frágil como una flama a punto de extinguirse. Entre las ramas, el tiempo redactaba con temor su apología del movimiento. Una cadencia demasiado esbelta venía empujando; el cuerpo se levantaba unos centímetros de la cama, el pensamiento anhelaba un asueto mortífero; la circunferencia lógica se volvía vitrina, se iba asentando en zonas rígidas. Vapores sensuales organizaban una matemáti-
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VARIA INVENCIÓN
ca indecisa, dibujaban trazos divagantes pero la geometría tenía un padecimiento, un resfrío. El entorno lógico quería afirmarse a partir de vapores vacilantes, el ambiente se fue definiendo en proporciones humosas. El vapor ascendía, los lapsos entre una secuencia y otra eran inconsistentes; otra luz inundaba la noche, nadaba de espaldas, flotaba lejos, proveía de un raro volumen a la vastedad creciente. Surgieron hendiduras de las cuales se filtraron otros mundos, recuerdos imprecisos, imágenes sin origen ni propósito, habitaciones
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confusas ordenadas bajo su magia fría; pero el sueño, balanceándose sobre su columpio fijo, dejó de mover las pantorrillas.
El vapor ascendía, era la matriz de las formas, el lugar
en que se hallaban concentradas las posibilidades para los caprichos de la mente adormecida. El vapor ascendía, intensificaba su proyecto de disgregación sistemática; la nueva geografía buscaba privacidad, vertebración independiente. El espacio se pobló de una materia neutra: el sueño adquirió texturas museísticas, instaló una iluminación de estatua vespertina. El sueño moldeaba una espesura para proteger
VARIA INVENCIÓN
a los objetos de los ruidos; los objetos se disgregaban, eran vapor que carecía de altura, flujo ascendente, cabellera de imágenes impacientes por llegar a otra rutina. Había demasiada amplitud, demasiada sensación de crecimiento; el alma se ensanchaba, un brillo voraz desarticulaba sus fronteras. Y la debilidad del sueño se fue erizando: de sus filamentos se desprendieron irisaciones violentas, diminutas ondas agresivas rasgaron el equilibrio de las proporciones; las piernas brincaron debajo de las sábanas, fueron un salto de liebre levantando pequeñas polvaredas. El cuerpo yacía inmóvil, pero el alma festejaba dormida. Yo hubiera querido que la noche nos regalara otros espacios, un umbral, un surtido de conformaciones sorprendentes que impidieran la tragedia de levantarse entre las redes de humo y preparar café, abrir las ventanas.
Pero el sueño prefirió ir por una brecha, por terruños
que gozaban de sus propias zonas neutras. Emanaciones de luz fracturada pretendían abarcar la lejanía: en vez de distancias recorríamos un conjunto de pasadizos inestables: el sueño subía por la escalera y se mareaba. El amanecer se acercaba
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VARIA INVENCIÓN
como una seriedad vital; la línea del sueño, temblorosa, iría de un lado a otro a la caza de áreas fértiles, de figuras. Ya se estiraba buscando la conformación de un polígono, ya se arrastraba arañando una espiral. En el sueño la esencia de las cosas podría ser su fachada; la noche sería entonces un gran círculo de agua, una caja musical con las melodías mohosas. La membrana del sueño sería la víspera de otra piel, una exhalación que no terminaría de condensarse, un refugio en el que se esconderían líneas angustiadas en busca de figura.
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La noche quería seguir sembrando sus trampas, el vapor se articularía de nuevo, los contornos se harían débiles y aparecerían nuevas formas: una calle con las pupilas dilatadas, una estación de autobús atacada por la lluvia, una nube con escamas.
Nadie nos dijo que al dormir las imágenes se sumergían
y salían convertidas en animales corpulentos, en escenarios empapados de maleabilidad futura. El sueño garabateaba rostros casi conocidos, telares y telares de lo real bajo un torrente indefinible; tejidos difusos, tejidos incorpóreos enfrentándose a la duda de ser, fuerzas disuasivas arrastrando
VARIA INVENCIÓN
el mareo de las primeras horas. El cielo sería agua expandida, cúpula atenta; la tierra agua sedentaria desbaratándose sobre sus propias ruinas.
Yo hubiera querido que por la noche las cosas
se presentaran de otra forma, un cataclismo expuesto, un hechizo. Habría que dejar el flujo inverso terminar sus piezas, habría que entrar a esas llanuras con la sensibilidad certera.
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POESÍA
Inti García Santamaría
Espantapájaros Fui besado por una campesina y mi cerebro se convirtió en una ciruela amarga. Para que devoraran mis brazos ella dibujó un árbol genealógico de mantis religiosas sobre mi piel. Bajo cirros de cobre la tarde es un amanecer de brasas que se apagan. Pregúntame sobre el estado del tiempo y te responderé que vivo dentro de un planetario de tonos verde pastel. En medio del camino había... una mulita muerta.
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POESÍA
Canción mixteca El cielo exhibe antiguas colecciones de brújulas sobre una mesa de póker negro y mi brazo señala una ruta fantasma hacia ciudades del noroeste. Yo sé que vivo allá, en ese país de avenidas fluorescentes donde exhiben pasteles condimentados con droga. ¿Dónde están las edecanes anaranjadas que bailan a esta hora con las señales de tráfico aéreo? Es mi respiración una sala de espera donde los pasajeros sueñan con mi sobrino, una antología de nocturnos.
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POESÍA
Taller de encuadernación japonesa ¿Alguna vez encuadernaste conmigo un álbum de insectos a las tres de la mañana? Hoy dibujo escarabajos en láminas de papel arroz. La memoria es un potro enfermo que marcha forzado hacia la casa colonial donde trabajábamos con agujas. ¿Quién de los dos gustaba de sentarse en el patio y personalizar el estudio del color a través de los hilos? Si las tapas de nuestro álbum fueran anaranjadas, elegirías textiles blancos para anudar lo que nunca podrá ser atado. Es un álbum de osamentas
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y el óxido del cobre no ha cambiado tu rostro.
CUENTO
Luis Felipe Lomelí
Parque zen de medellín Si no se le conoce, uno puede pasar por aquí y concluir que es como cualquier otro: con su estanque de patos al centro, sus cafés con sombrillas y sus viejos jugando al dominó. Pero la vida del Parque Zen se da justo al alba, cuando los adoradores se sientan alrededor del lago de cemento y comienzan a entonar con sus cítaras y sus acordeones, y las serpientes surgen del agua y los corredores de apuestas se apresuran por entregar los billetes que decidirán, tras latigazos de crótalos y dentelladas, quiénes serán los viejos que jueguen al dominó este día, quiénes los meseros del café, quiénes los patos, quiénes…
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PALÍNDROMOS
Hilda Acevedo
Yo soy de sal y la sed yo soy 1. Anularemos a su mal aire. Cerca crecería la musa, somera luna. 2. Arde y al aire se va, ave sería la yedra. 3.
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Amor azul a la idea. Cae día, la luz aroma. 4. Adoro soñar esa, su manera. Lame, mata desamor A la sed allí me sé semilla de sal. Aroma, sed: átame mal. Arena, musa: ser años oro da.
PALÍNDROMOS
5. Ave, una niña de sal, soñará mar, amó, desea: sed es. A ese domar, amar años. La sé dañina, nueva. 6. Sé piano tocar: es atonal adagio, ese tono Do mayor, o ya modo, nótese. Oiga: da la nota. Ser acotó naipes. 7. Lee él al revés: «Sé verla». Lee él.
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PALÍNDROMOS
8. Oíd, repase: erró Tal a peón dama. Él a casilla, allí sácale. Amad, ¡No!, ¡Epa! La torre esa perdió. 9. Yo herida crecí,
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salé. Eso no es amar. Dar, es. A él yo herí, mi vida di. Vi, mire hoy, lea: ¿Será drama? Sé o no sé él. Así cerca diré hoy. 10. Amé o pesé, yo herida, diré hoy ese poema.
PALÍNDROMOS
11. SEAN Ella saca la luna del río, a Luna tal posea yo: joya, eso, plata nula. Oírle, da nula la casa, llena es. 12. AMA Llorará tu paloma, a la casita se va sola, ave, su cucurrucucú se va. A losa ves, a ti, sácala, amó. La puta raro llama. 13. Al río ella camina, se va, mayor, al cielo. Leí claro y ama. ¿Ves ánima? Callé: oírla.
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PALÍNDROMOS
14. SEA Casa, pétalo alado yo sí soy. A luna tal posea yo: joya, eso, plata nula. Yo sí soy oda, la ola te pasa, caes.
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15. Sé rama o casa del árbol. Amar allí rama, allí mes. Azul luz a semilla amarilla, ramal obra le da: sacó amares. 16. Yo soy yerba solitaria y a Luna llena evado, sola voy al río a oírla. Y óvalos, oda vean:
PALÍNDROMOS
ella, nula ya, irá tilo. Sabré y yo soy. 17. Yo sí te di. De ti soy. 18. —¡Yo sí te doy! —¿Eu? —¡Que yo de ti soy! 19. Yo sí te domaré, vas a ver, amo de ti soy. 20. Ríe, rareza, paz era reír. 21. A él acude, él le educa: ¡Lea!
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PALÍNDROMOS
22. Odio leer a sus ojos, usaré el oído. 23. Eres yo: dudo. Yo soy eso, lo sé, sí: nada, ni sé. Solo sé: yo soy o dudo y seré.
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POESÍA
Vladimir Nabókov
Tres poemas (versiones de Natalia Litvinova) ¿En que pienso? En las estrellas fugaces... Mira, allí hay una, silenciosa como el espíritu, su trazo de diamante cortó el aire, y su camino se apagó... No me preguntes dónde cayó la estrella. ¡Te ruego, guarda silencio, no respires! Siento que se partió en rayos en la profundidad de mi alma.
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POESÍA
poemas
Al mediodía, caminando por el jardín abandonado, vi en el aire ciego, dos mariposas de ojos grandes que reían a carcajadas sobre el ombligo aterciopelado del girasol. Y en la ciudad vi una casa que tenía aspecto de risa contenida, pasé al lado dos veces y después me eché a reír; pero la casa no, ni se movió, solo una pequeña luz
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se encendió por un instante. Todo esto lo recuerda mi alma, todo esto es una señal de que en el cielo Dios ríe como un niño, y mira como un serafín descalzo se inclina y le hace cosquillas a nuestro mundo con su pluma celeste.
POESÍA
Cartas Aquí están todas tu cartas (en sus pliegues ya se deshacen las huellas del impetuoso lápiz). Durante el día, doblándose, duermen entre flores secas en mi cajón perfumado, y a la noche salen. Semidiáfanas y débiles, se deslizan, se enredan sobre mí, como mariposas: atrapo una con los dedos, a través de ella observo la noche azul y las estrellas se transparentan.
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CUENTO
José Luis Zárate
Un deseo Tengo que leer los espacios vacíos, las entrelíneas. Por desgracia es sencillo. Puedo practicar. Cada vez hay más. Pausas incomodas, rodeos del tema, salidas por la tangente. Miro mi expediente y comprendo nítida, completamente, el silencio de mi doctor.
Debo empezar los adioses. Una copa de vino, una cena
tranquila, un momento de esa serena paz que compartimos tanto tiempo. Adiós cuerpo, digo, y él, como siempre, no dice nada. ¿Para qué? Llevamos toda una vida entendiéndonos.
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Me organizo para no dejar nada pendiente. Miro la
ventanilla cerrada. Suspiro. Pienso en fantasmas, en almas en pena que lo que dejaron atrás fue un trámite. No volteo a ver quién suspira, inmaterial, detrás de mí.
Digo que me voy de viaje, que me mudo a lejanas playas.
A quienes en verdad amo les digo la verdad. Nada me responden las fotografías de quienes están en costas ajenas, sonriendo bajo otros cielos.
Disfruto del cielo azul, del sol, de la risa de los niños,
de la tranquilidad del parque, de las risas de los otros como quien pone una sábana blanca sobre muebles que no va usar.
CUENTO
La crisis del gato: Pienso con angustia ¿quién le dará la
leche, el pedazo de pan de la mañana, la mano en el lomo, las palabras mínimas que sólo él y su amo conocen?
Las pastillas las organizo por tamaños, por comidas,
por horarios, por montones, por rutinas, por nostalgias. Me digo que no van a enterrar mi cuerpo sino, solamente, un bote más que las contuvo.
No puedo dormir. Miro la noche. ¿Si juntamos todas
esas habitaciones iluminadas a deshoras qué tendríamos? Ciudad de angustia, de soledad, de silencio. ¿Qué diferencia con la ciudad que habitamos cada día?
Hoy detuve todos los relojes de la casa. Disfruto del
tiempo inmóvil de la habitación. Duermo libre de tic-tacs. Despierto y puedo sentir, clarita, cómo cae la arena en mis venas.
Basta de autocompasión. Hola sol, mañana, aire,
amigos que no he visto en años. Hola pelotita de goma que compro para el gato y que voy jugando por la calle.
¿En qué va a parar esto?, me dice, y pienso que nunca
lo sabré y sonrió. A fin de cuentas estoy a salvo del alto costo
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CUENTO
de la vida.
Tomo camiones a ninguna parte, me dedico a ver a
desconocidos con suma atención. No quiero, no debo, no voy a decirme que también eso hacen los fantasmas.
Cuando el dolor cede un poco, acaricio al gato con ter-
nura. Pobre, le digo, siete vidas no valen la pena si hay que pagarlas con siete muertes.
Al ver una estrella fugaz pide un deseo. Olvidaron decir
“fugaz”. Miré el cielo y me dije que iba a gastar la vida en
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desear tanto.
Por teléfono hablo de playas, de arena. Sonriendo cuel-
go y me siento lo suficientemente bien para anotar que debo comprar un protector contra el sol.
Llovió toda la semana. La playa gris, el mar picado, el
estruendo. ¿Qué importaba? Nuestros cuerpos eran costa suficiente. Extrañamos, eso sí, las gaviotas.
Hojeo las fotos de ese viaje. Las pusimos bajo plástico
para salvarlas del olvido. Cruje la hoja amarillenta casi deshaciéndose. Crujen mis dedos.
Lo ahorrado: tenía que gastarse. La comida en latas,
CUENTO
abierta. Las estrellas, el mar, cada recuerdo debía repasarlo una y otra vez.
Cierro el libro abierto en la mesa. Con ese simple
gesto entierro siete vidas, un amor, la guerra interminable de Crimea.
Visto mi mejor traje, me perfumo. Voy a reunirme
contigo, amor. Acaricio lo que olvidaste. Cierro los ojos para verte.
El correo lleva una postal. No lleva dirección ni remi-
tente. Basta que viaje, que en ella saludemos los dos.
Algo vital se detiene dentro de mí. Se sintió, exacto,
como el día que ella hizo las maletas.
Dejaste de escribir. Nada teníamos que decirnos. ¿Por
qué no nos enviamos, cada tanto, una hoja en blanco?
Cierro los ojos y ahí estás tú, ellos, esa multitud que
esperó hasta hoy para recibirme.
Al fin, estoy libre de mí: con alivio entierro definitiva-
mente la corbata en un cajón.
Tres postales. Tres mares. No quiero saber, nunca
quise, si también hubo tres tormentas.
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CUENTO
Reúno el expediente de mi caso. Leo hacia atrás, como
si fuera curándome.
Dejo sobre la mesa del comedor el boleto de lotería que
compré.
El gato camina, resuelto, en cada rincón, en su estruen-
dosa ausencia.
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Hoy anoto, para mí, que me voy a playas lejanas.
Veo una estrella. Pido un deseo. Mil más aparecen.
Cierro los ojos. El mundo muere allá afuera.
Tres cosas quiero: mar sereno, gaviotas, silencio.
Mi cuerpo ha dejado de hablarme.
Me cobijo en el silencio.
Soy al no ser.
Tengo mi deseo.
Mar sereno,
Gaviotas,
ENSAYO
H. L. Mencken
Cuatro ensayos (traducción de Diego Olavarría) El pariente La muy normal antipatía que el hombre profiere a sus parientes –en particular, a aquellos de segundo grado– suele recibir explicaciones improbables y tortuosas de parte de los sicólogos. La verdadera explicación, creo yo, es mucho más sencilla y recae en el simple hecho de que todo hombre ve en sus parientes, particularmente en sus primos, una grotesca serie de caricaturas de sí mismo, las cuales exhiben sus cualidades de forma aumentada o disminuida. Esto llena al hombre de una inquietante sensación de que esta imagen es, tal vez, la que le presenta al mundo. Esto, además de herir su amor propio, le resulta intensamente incómodo.
El hombre de negocios Existe un instinto muy válido que nos lleva a relegar los negocios al más bajo de los escalafones profesionales, y esto
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ENSAYO
le ocasiona al hombre de negocios una sensación de inferioridad social que no logra sacudirse, ni siquiera en los Estados Unidos de América. De hecho, el hombre de negocios acepta resignadamente este supuesto de inferioridad, aun cuando llegue a protestar contra él. El hombre de negocios es el único, además del verdugo y el pepenador de basura, que vive pidiendo disculpas por su trabajo. La suya es la única profesión en la que, una vez logrado el objetivo de los esfuerzos –es decir, la obtención de grandes sumas de dinero–, se argu-
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menta que este no era el objetivo primordial del trabajo.
El hombre de familia Nos encontramos una y otra vez con malos escritores que defienden sus folletines dominicales y sus novelas animadas a partir del argumento de que tienen una esposa, y que por honor están obligados a mantenerla. He visto a algunas de estas esposas, y me parece que la obligación es disputable...
ENSAYO
En cuanto a los subproductos biológicos de la fidelidad, les otorgo una calificación incluso menor. Muéstrenme 100 niños ordinarios que valgan lo que El corazón de las tinieblas, y me retractaré. En cuanto a Lord Jim, no lo cambiaría por todos los escuincles nacidos en Trenton, Nueva Jersey, desde la guerra con España.
El buen hombre El hombre, en el mejor de los casos, es como un animal al que le falta un pulmón. Nunca es total ni perfecto de la misma forma en que, digamos, una cucaracha es perfecta. Si muestra una cualidad valiosa, es casi un hecho que será la única. Si tiene cerebro, es porque la falta corazón. Si tiene un corazón con capacidad de un galón, su cabeza tiene espacio apenas para una pinta. El artista, en nueve de cada diez casos, es un inútil que se deleita corrompiendo vírgenes, o mujeres que dicen serlo. El patriota es un fanático y, en la mayor parte de
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ENSAYO
los casos, un tipo vil y timorato. El valiente está generalmente a la misma altura intelectual que un predicador bautista. El gran intelectual tiene problemas de riñones, además de que es incapaz de meter un hilo por el ojo de una aguja. En todos mis años de búsqueda por el mundo, desde el Golden Gate en el Oeste hasta el río Vístula en el Este, desde las Islas Orcadas en el Norte hasta la Nueva España en el Sur, jamás conocí a un hombre íntegramente moral que fuera a su vez honorable.
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POESÍA
Carolina Zorrilla
Hablantina de exilio 1 Esta es la hora perfecta para matar. ¿A quién, a quién? No sé, tal vez todos duerman. (Y nos hicimos de palabras y nadie fue héroe, no, nadie en realidad.) 2 Si el tiempo es la pregunta, la respuesta es temporal. Sigo esperando que alguien me diga: “hay un destino maravilloso a mitad de precio”. Cosas de uno, uno que siempre está solo como toda la gente que es como uno. Y la promesa de la noche no soy yo, ni eres tú. Habrá que ir a buscarla. 3 Miles de personas enamoradas, lejos de la mano que les alcanza el amor. Fin del mundo, dame un tiempo límite de entrega.
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POESÍA
4 “Hay gente corta, pero en dimensiones, la tierra es igual para todos”, dijo el que con arrepentimiento sintió que pudo haber sido otro muy lejos de su nombre. 5 ¡Buenos días! Nos dijimos todos al amanecer,
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en la explanada de nuestras conspiraciones. Después nos dimos la espalda. Nos pusimos a escribir para destruir horas y construir almanaques en imperativo.
CUENTO
Dara Rivera
Horizontes ¿Qué voy a hacer contigo? Y ella lo miró. Y él sintió que aunque ella no hablara su idioma, aunque ella no hablara en absoluto, podía escucharlo y entenderlo. Si no era tonta.
Su madre había llevado las dos gallinas la semana
pasada. Le había pedido a la vieja escuálida de la esquina que la acompañara al mercado. Él aborrecía a esa anciana, siempre comentaba lo largo que traía el pelo, lo corto que le quedaban los pantalones o lo reservado que era. A ver si no te sale uno de esos niños raritos que no hablan nunca y se quedan solos. No, cómo cree, él es muy listo, se la pasa dibujando y esas cosas. Como los loquitos, yo nomás te aviso para que lo lleves al médico y le dé una checada, nada quita, ¿no? No diga esas cosas, señora.
Desde que podía recordar, su madre había comprado
pollos y gallinas para criarlos y luego prepararlos en caldo. Una tarde que iba sobre la bicicleta se paró a pensarlo: era algo muy cruel. No comérselos, lo cruel era llevarlos a casa. Imaginar que las aves estaban en el corral de esa señora del mercado después de un largo viaje en un camión apestoso que echaba humo por todas partes, encerradas en cajas,
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CUENTO
apretadas unas contra otras y pensando, porque él sabía que ellas pensaban, que estaban a tres segundos del terrible final. Y no.
Las aves que su madre compraba vivían en el jardín de
atrás, grande, verde, con árboles, como todos los jardines de atrás de todas las casas del mundo. La diferencia es que su madre las dejaba corretear por todas partes. A veces encontraba un pollo cagando bajo la escalera, a veces había gallinas en la vieja casa del labrador, antes grande y fuerte y ahora
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viejo e incapaz de intimidar a las intrusas. Estaba mal darles una probada de cielo y luego aventarlas al lago de verduras hirvientes.
Un día decidió que también era cruel comérselos.
Estaba bien comerse a los pollos que no habían correteado a su labrador, pero no a éstos, era como devorarse al vecino. Dejó de comer cualquier cosa que su madre hubiera criado. Era un trato que hacía con los pollos antes de agarrarlos por las patas y meterlos a la cocina. Te juro que no quiero, te juro que no, pero si solo como espinacas y rábanos me voy a enfermar. Mamá dice que hasta los pollos comen carne, que
CUENTO
es lo normal. Te prometo que yo no probaré el caldo, porque sé que tú no probarías una sopa que lleve mis piernas.
Estas gallinas eran más grandes, así que podía hablar-
les de cosas serias. El primer día hablaron del viaje desde la granja hasta el mercado, de lo buena que era esa mujer gorda que las metía en un corral lleno de maíz para venderlas; las limpiaba antes de hacerlo, les arreglaba las plumas, les ponía periódico para que la jaula no les lastimara las patas y agua limpia cada cuatro horas. Y no hacía caras de asco cuando remplazaba los periódicos llenos de mierda por unos nuevos. Los siguientes días él protagonizó las historias. Les hablaba de esa niña que siempre jugaba con él y no pensaba que era raro, de su bicicleta, de su madre, de su labrador, de la escuela, de las otras aves que habían pasado por ahí, del parque, de las piedras, de las sombras de los pinos.
Un día, al volver a casa del mercado, encontró que su
madre había matado ya a una de las gallinas. La niña lo había acompañado a comprar calabazas y zanahorias, fue un tonto por no haberlo supuesto. Te dejo la bici, espérame aquí. Corrió al jardín de atrás y cogió a la gallina sobrante, la metió
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CUENTO
en la canastilla de la bicicleta y se fue con ella y la niña. Se cuidó de no pasar por pollerías ni carnicerías, no quería asustarla.
La dejaron en un parque, pero la gallina no se iba. La
dejaron en un puente, pero ella no caminaba. La dejaron frente a la escuela, pero se quedaba quieta. ¿Qué voy a hacer contigo? Y ella lo miró. Y él sintió que aunque ella no hablara su idioma, aunque ella no hablara en absoluto, podía escucharlo y entenderlo. Si no era tonta. Deberíamos subirla
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a un árbol para que pueda verlo todo y decidir hacia dónde quiere ir. Él miro a la niña, cómo no se le había ocurrido eso antes de que anduvieran siete kilómetros en bicicleta.
Volvieron al parque, a las afueras del pueblo, y la niña
encontró el árbol más alto. Él trepó con la mano derecha, mientras sostenía a la gallina entre el brazo y su costado izquierdos. Era lo más difícil que había hecho en su vida, tardó media hora en subir hasta la cima, casi perdió el equilibrio dos veces y los zapatos se le rompieron. Dejó a la gallina en la rama más alta y bajó lentamente.
Esperó por cinco minutos a que la gallina hiciera algo,
CUENTO
que marcara el rumbo, que apuntara hacia algún lado, cualquier señal. Pasó una hora y nada más. Volvió a trepar por el tronco y descubrió que bajar era más difícil que subir. ¿Por qué no te vas? Sé que no eres un pato pero pensé que podrías hacer algo, bajar aleteando, no sé.
Tal vez no es un árbol lo suficientemente alto para verlo
todo, ¿no? Tal vez no.
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POESÍA
Arturo Loera
Marketing #5 Un árbol es el anuncio de un árbol y el otoño su propaganda
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CUENTO
CanciĂłn de la raĂz Crece crece crece una raĂz bajo tierra crece y llega al cielo el infierno es una vena baja baja baja susurra el nombre de las piedras baja escarba arena la vida fue toda mentira calla calla calla y niega con dorado silencio
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POESÍA
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éste no es un árbol
es la hoguera
donde nace
lo extinto
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Colaboradores Hilda Acevedo
México, DF, 1970. Su obra es un collage de las actividades que ha desarrollado a lo largo de su vida: música , ajedrez, pintura y obra gráfica. Ha participado en numerosas exposiciones en México, Nueva York, Miami, Boston, Munich, etc. En 2008 representó a México en Beijing, en el Primer Campeonato Mundial de deportes mentales. En 2010 estudió un semestre en SMFA (School of the Museum of Fine Arts) en Boston, MA, con exposiciones colectivas. Asistió a la olimpiada de Ajedrez en noviembre de 2010, como capitán del equipo femenil en Khanty Mansyisk, Rusia. Actualmente se encuentra estudiando y trabajando principalmente en obra gráfica, combinando fotografía, impresión digital y grabado en la Ciudad de México.
Araceli Arriaga
México, DF, 1987. Gusta de palabras como “orquídea indomable, flor animal”. Tiene un blog: hidropony.wordpress.com
Víctor Cabrera
Arriaga, Chiapas, 1973. Es autor de dos libros de poemas, una cartilla de episodios moralizantes y un breve manual de
cocina redactado en endecasílabos. Compiló un volumen de ensayos que reúne a algunos valores juveniles en torno a la obra de Eduardo Lizalde. Trabaja como editor en la más prestigiosa universidad de México.
talleres de creación literaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y en la Asociación de Escritores de México (AEMAC). Ha trabajado en el Fondo de Cultura Económica y en Random House Mondadori.
Inti García Santamaría
Gómel, Bielorrusia, 1986. Reside en Buenos Aires, Argentina. Traduce a los poetas rusos. En el 2010 publicó un libro de poemas, Esteparia (Ediciones del Dock), tradujo la antología de la poeta Shajriza Bogatyreva, Rumbo a Karachay (Casa Refugio Citlaltépetl / Bonobos, México, 2011).
México, DF, 1983. Es autor de Nunca cambies. Poemas 2000-2010 (Aldus, 2011). En 2010 obtuvo una residencia artística en Estación Pringles, Argentina. Fue becario del programa Jóvenes Creadores del FONCA (2005-2006). Administra el blog Nueva Provenza y el canal de videos Autismo Producciones.
Leopoldo Lezama
México, DF, 1980. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha colaborado en diversos medios como la Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Tierra Adentro, Punto de partida, Alforja, Círculo de poesía, Revista mexicana de literatura, entre otras. Es coordinador del libro Perduración de la palabra. Antología de poetas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, México, UNAM, 2008. Ha impartido
Natalia Litvinova
Arturo Loera
Chihuahua, México, 1987. Estudia actualmente Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Chihuahua, UACH. Fundador del colectivo Paralelos. Delegado/representante de Chihuahua en la Red Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura. Ha publicado en la revista Metamorfosis de la Universidad y una plaquette titulada Cruz y ficción gracias a Bakcheia Cartonera. Mantiene la columna “Razón Social” en Contra magazine (www.thecontramag.com).
Luis Felipe Lomelí
Etzatlán, México, 1975. Escritor y doctor en ciencia y cultura. Ha publicado los libros de cuentos Todos santos de California (2002) y Ella sigue de viaje (2005), la novela Cuaderno de flores (2007) . Entre las distinciones que ha recibido destacan el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí 2001 por el libro Todos santos de California, y el Premio Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés 2004, por “El cielo de Neuquén”. En 2011 compiló el tercer volumen de la antología de Sólo cuento de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha colaborado en diversas publicaciones como La Jornada, Letras Libres y Milenio, entre otras.
Pablo Mata Olay
Colima, México. 1982. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), donde descubrió su gusto por la literatura, vocación que confirmó al ingresar al Diplomado de escritores de la SOGEM y a los talleres de cuento impartidos por los escritores Alberto Chimal y Mónica Brozon. Es autor de La rana Mariana y El espagueti y el bigote. Obtuvo
el premio de literatura infantil El Barco de Vapor 2010, de Ediciones SM. Fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes 2010 y actualmente de la Fundación para las Letras Mexicanas.
Diego Olavarría
México, DF, 1984. Nació en México, pero pasó casi toda su infancia viviendo en países centroamericanos y en Estados Unidos. Ha ganado concursos de crónica, cuento y ensayo. Sus textos han aparecido en diversos medios impresos de México y España (La Tempestad, Punto de Partida), así como digitales (Distintas Latitudes, BMEzine). Actualmente, además de escribir, trabaja como intérprete y traductor.
Dara Rivera
México, DF. 1990. Nació, creció y tal vez muera en la Ciudad de México. Estudia Ciencias de la Comunicación y producción audiovisual en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. A los seis años robó La vuelta al mundo en ochenta días, El Principito y El diario de Anne Frank del librero de la maestra y quedó impune.
José Luis Zárate
Puebla, México, 1966. Es uno
de los más activos creadores actuales del género de ficción en México. Ha publicado, entre otros, los libros Hyperia (1999), Las razas ocultas (1998), Xanto, novelucha libre (1994) y La ruta del hielo y la sal (1998). Entre su obra más reciente se encuentra Quitzä y otros sitios (2002), y En el Principio fue la sangre (2004). Mantiene activa su cuenta de Twitter @joseluiszarate donde publica minificciones.
Carolina Zorrilla
Zapotlán el Grande, México. 1982. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Ha obtenido varios premios de poesía. Sus poemas se han publicado en revistas como Luvina, sus artículos y ensayos en El Informador, La Gaceta de la U.de G. y en publicaciones de la BUAP.
BonsĂĄi Literatura mĂnima
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