Buenanueva nº 50

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Contenido

mosaico [Director] Jorge L. Santana Dumas [Jefe de redacción] Raquel Fernández de Bobadilla [Consejo de redacción] Luciano García Matas Juan José Guerrero Victoria Serrano Blanes César Allende García Victoria Luque Vega Horacio Vázquez Cermeño [Administración] Josué Santana Neira [Dirección comercial] Antonio Luque [Directores de zona] Almudena García Peña Juan Frutos Soria Juan Manuel Balmes Juan Antonio Tuñón González [Colaboradores] Francisco Lerdo de Tejada Jesús Castro Cortés Fernando Cerezo Carlos Linares Juárez Fernando Zufía García Valentín de Prado Julio Cerezo [Maquetación] J. Kiróbel Rodríguez [Ilustraciones] Patricia Guerrero Padrón Julian García [Web] Josué Santana Neira [Edita] Asociación Bendita María Avda. Pablo VI, 9 - Local 12 A 28224 Pozuelo de Alarcón Madrid Tel.: 91 759 79 68 [E-mail] info@revistabuenanueva.com [web] www.buenanueva.es [Depósito legal] M-26182-2006

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HACIA ORIENTE 3 Jesús, la respuesta de Dios ARCA DE NOÉ 4 Mi alegría Emma Rodríguez

5 Navidad 2014 Antonio Pavía

9 Oh noche amable Jaime Mestre

CANTEMOS AL SEÑOR 10 Salmo 125 P. Ángel Moreno

TESTIGOS DE LA VERDAD 12 Entrevista a Olga, cubana católica Victoria Serrano

ECHANDO LAS REDES 20 Si alguno me ama, guardará mi palabra Antonio Pavía

ALDEA PLANETARIA 54 New Age, un dios sin rostro Pilar Moiño

NUEVA ESTÉTICA 58 “Nosotros iluminamos Amsterdam” María Tarruella

60 La hermosura de Dios Maravillas Larios

SED SANTOS 66 Buenafuente del Sistal Victoria Serrano

78 Teresa de Calcuta Victoria Escudero

MOSAICO 84 La fuerza de los débiles Jesús Esteban Barranco

88 “El Niño Susú” Jerónimo Barrio

92 Enigma en la catedral Manuel del Pino

EDUCACIÓN PARA LA VIDA 100 Homero, Virgilio y Dante 24 sicopatía Antonio Barnés José Antonio Gris

SI HOY ESCUCHÁIS SU VOZ 30 Zaqueo Francisco Lerdo de Tejada

34 ¡¿Hay alguien ahí?! César Allende

38 Con amor eterno te amé Miguel Iborra

KERIGMA 40 Tu libertad Javier Alba

ESPADA DE DOS FILOS 42 La Viña del Señor Ramón Domínguez

46 Mirando al Apocalipsis Enrique Solana

FAMILIA DE NAZARET 52 Un regalo del cielo Antonio Arias Crespo

BENDITA MARÍA 102 Primer misterio doloroso Enrique Solana

CINE 104 La Biblia y el cine Pedro Barrado

108 Boyhood Gloria Mª Tomás y Garrido

LUZ PARA EL MUNDO 116 Yo también soy cristiano de Irak Josué Villalón-AIN

FUERZA EN LA MIRADA 120 Entrevista a Andrés, seminarista chino Victoria Luque

124 No somos la generación perdida Marta A. Guerrero

ENTRETENIMIENTO ORACIÓN

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hacia oriente

El cielo se une a la tierra; el misterio abre sus hojas herméticas para divisar un ventanal por donde entre la luz en ráfagas de esperanza; los sellos del discernimiento descubren un universo ignorado y extraño; el velo que cubría la mirada imposible se rasga de arriba al suelo para dejar al descubierto la nitidez inmensa de la verdad; la belleza olvidada por la negrura de las apetencias y los instintos amanece en un sucio pesebre, iluminando todos los espacios de nuestras percepciones; y sobre todo, los antiguos grilletes oxidados imposibles de resquebrajar, se revientan en las mínimas manos de un recién nacido, de Emmanuel.
 Es la respuesta de un Dios que se abaja a la condición del hombre, que desciende al ámbito carnal de nuestro barro, para concedernos la exclusión definitiva del temor, el miedo y la angustia; es el poder de un siervo, que a través de la sumisión, la afrenta y la ignominia es exaltado hasta lo sumo, confiriendo el nombre sobre todo nombre, arrancándonos de las garras de nuestros enemigos que nos tenían esclavizados y sometidos. Se han abierto las cancelas, rotas las esclusas, destrozadas las cadenas que nos impedían la libertad; ha despedazado el yugo que nos tenía sometidos en la noria, donde embadurnados dábamos vueltas y vueltas sobre nosotros mismos. Es el verbo, la palabra y la sabiduría transformadas en nuestra misma carne; respuesta inconcebible para el príncipe de este mundo y, para el hombre, la esperanza de una vida nueva. Es la réplica de Dios al sufrimiento del hombre; el miedo y el temor se desvanecen, la angustia que ha producido la muerte se degrada, la culpa incrustada en la carne a través de la acusación y la denuncia constantes da paso al perdón, donde el hombre renueva la esperanza para mirar de nuevo a esa estrella que nos lleva hacia Jesús, el salvador. Ha nacido con Él la posibilidad del retorno, de la conversión, la facultad de volver a la senda de la prosperidad y el júbilo, de orientar nuestros pasos en un caminar hacia la libertad de los hijos de Dios. Sí, es la salvación que ha nacido en un pesebre, es la respuesta de Dios a la muerte para manifestar su infinito amor al hombre. La encarnación del Señor es el misterio donde brilla la belleza de Dios

Jorge L. Santana 3


mosaico

E m m a

M .

R o d r í g u e z

A r i a s - V a l d é s •

¡Qué alegría! Sí, qué alegría cuando me dijeron: ven, vamos a la casa del Señor, ¡ha llegado el Mesías esperado!, ¡ha nacido Jesús, el Salvador! ¡Qué alegría! Yo dejé todo cuanto allí tenía, solo elegí el cordero más hermoso y corrí por los montes y cañadas al encuentro del Todopoderoso. Brillaban las estrellas en el cielo, más grandes, más espléndidas, más puras, las voces de los ángeles cantaban: ¡Hosanna! ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Aleluya! ¡Aleluya! El sol resplandecía en el pesebre, la noche de repente se hizo día, se rasgaron de golpe las tinieblas y una luz celestial nos envolvía. ¡Qué alegría! Allí estaba, en los brazos de María, el niño-Dios, el trigo de Belén. Mi corazón latía apresurado pues quería abrazarle yo también. Me acerqué vacilante y vi en sus ojos el fuego del amor que me ofrecía, ¡y me llené de Dios en ese instante! y comprendí el por qué de mi alegría.

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P o e t i s a


mosaico

A n t o n i o

P a v í a

M i s i o n e r o

C o m b o n i a n o

El Misterio de Dios se encarnó y puso su tienda entre

nosotros bajo el nombre de Emmanuel. Desde entonces la oración es, más que hablar, escuchar a Dios. Sí, escucharle más que

hablarle porque cada vez que su Evangelio nos encuentra con el oído abierto (Is 50,5), aguas vivificantes del manantial de

la Vida (Sal 36,10) discurren presurosas entre los veneros de nuestras entrañas creando un nuevo ser (2 Co 5,7).

¡¡¡El Misterio de Dios se hizo carne!!!

Esto es lo que

celebramos en cada Navidad. Ojalá dejemos que el Misterio nos abrace tanto, tanto, que lleguemos a ser parte de Él.

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arca de Noé

¿Y qué árbol es ese que mencionas? El maestro respondió: Todas las potencias del Santo, bendito sea, están superpuestas y configuran un árbol; y así como un árbol produce sus frutos gracias al agua, de igual modo el Santo, bendito sea, hace crecer las fuerzas del Árbol. ¿Y cuál es el agua del Santo, bendito sea?

La jokmá (sabiduría), en tanto que las almas de los justos surgen de esa fuente (maaián), para llegar al Gran Canal que asciende y anima todo el Árbol. Y ese «Árbol», ¿gracias a qué florece? Gracias a Israel. Si él (pueblo) se muestra justo y bueno, la Shejiná, la Divina Presencia, permanece en su seno, se transparenta en sus actos, que el Creador fertiliza y multiplica.

sta zar la sabiduría ha ijo el sabio– alcan te, an or ign un r se –No pretendo –d estigo, para no inv la te en . lam do so el ápice; el hombre cuer ejor que ella para bio pues nada hay m jo mío, no seas sa sabio a su hijo: Hi a te tic ác pr ía ur –Así amonestó el bid sa la de obra, porque aquí se de palabra, sino o, y la de palabra er nid ve do un m el en á iar fic ne be s, queda. pañía de los sabio jó: Busca la com se te on ac si y le , n rán bié ña –Tam s, te ense honrarán; si yerra pues si sabes, te ficiarán. ía a exhortan, te bene entajó en sabidur sabio por qué av un a eite n ac aro en nt do gu re sta –P : Porque he ga tó es nt co y s, ro sus compañe vino. más que ellos en

C-O-M-O-D-I-D-A

Un grupo de misione ros que oraba por la paz del mundo clamaba al cie lo. —¿Cuál es la clave, Se ñor, para que el mu ndo viva en armonía? Entonces, los cielos se abrieron y desp ués de un magnífico estruen do, la voz de Dios les dijo: “C-O -M-O -D -I-D -A-D” . Los misioneros se miraron sorprendid os y extrañados al escuch ar tal afirmación de l mismo Dios.

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-D

—¿Comodidad, Seño r? ¿Qué quieres de cir con eso? —No habéis entendid o porque interpretáis muy rápido —respondió Dios—: La clave pa ra un mundo nuevo y feliz ya os la di una vez po r todas con el ejemplo de mi vida y mi muerte: ¡Co mo di, dad! Es decir, así como yo entregué mi vida al Padre por todos, en tregadla también vo sotros.


arca de Noé

Casamentera, casamentera

e le preguntó: ó al rabí José una mujer qu im rox ap le se n, sió oca En cierta ndo? llevó seis días crear el mu -¿Es cierto que a Dios le -Sí, es cierto -respondió. s desde entonces. ha estado haciendo Dio é qu e am díg í, rab , ces -Enton rabí. Reflexionó ó por sorpresa al gran tom jer mu la de nta La pregu foria, respondió: y, después, con cierta eu durante unos instantes estado ocupando haciendo? ¡Pues se ha -¿Que qué ha estado de cada nuevo tes an te! ¿Sabía usted que, quién? Y esta de emparejar a la gen con ará cas e decidir quién se qu ne tie s Dio to, ien nacim s, es tan difícil como hecho, a los ojos de Dio De il. fác ea tar a un es no abrir el Mar Rojo. or de casamentero erse aquello de que la lab cre ía rec pa no jer mu la Pero demostrarle su error, cía el rabí José; y, para de o com ícil dif tan ra fue ello, emparejó a mil que el Creador. Para decidió hacerlo mejor n todos el mismo día. es, los cuales, se casaro hombres con mil mujer su alegría no iba a su increíble logro, pero La mujer disfrutaba con mbres y mujeres ho l uiente, los dos mi sig día al es, pu , cho durar mu les emparejado tan mal. protestaron por habérse é y le confesó: La mujer volvió al rabí Jos trimonios se tienen claro que los buenos ma -Tenía usted razón. Está que decidir en el Cielo. parejados que estén, Pero, por muy bien em -Sí -coincidió el rabíno-: que su matrimonio que esforzarse para hacer marido y mujer tendrán uí en la tierra. pueda ser consagrado aq funcione, para que, así, ikta Buber 11 b -12 a]

[FUENTE TALMÚDICA: Pes

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arca de Noé

La confianza Una vez se estaba incendiando un edificio de nueve pisos en el centro de una gran ciudad. Los ocupantes, al enterarse que este estaba en llamas, rápidamente salieron de sus apartamentos, a excepción de un niño de ocho años de edad que dormía en el octavo piso, pues su padre había salido un momento a comprar y su madre se encontraba de viaje. El fuego crecía cada vez más e iba subiendo piso por piso. Los bomberos intentaban apagarlo pero sus esfuerzos eran vanos. El edificio estaba prácticamente en llamas. Cuando apareció el padre del niño y explicó angustiado que su hijo se encontraba atrapado en el edificio, aumentó el drama. El fuego iba ya por el quinto piso y las escaleras no podían apoyarse en las paredes del edificio por haber fuego en todas ellas. De momento se escuchó el llanto del niño, gritando: —¡Papá, tengo miedo! El padre llorando le dijo: —¡Hijo! No tengas miedo que yo estoy aquí abajo. Pero el niño no lograba ver a su padre: —Papá, no te veo. Solo veo humo y fuego. El Padre, que sí veía al hijo en la ventana, pues las llamas iluminaban la escena, le dijo: —Pero yo sí te veo, hijo. ¡Tírate!, que aquí te agarramos todos los que estamos abajo. —¡No te veo, papá! —Yo sí, hijo, y estoy aquí. Cierra los ojos y lánzate. —Papá, no te veo, pero si me dices que estás ahí y me vas a coger, allá voy. El niño se lanzó al vacío con la confianza puesta en su padre y así los bomberos pudieron rescatarlo. Así es nuestra vida, muchas veces hay incendios, problemas… Sin embargo, no estamos solos y nuestro Padre Dios nos dice: ¡Tírate! ¡confía en mí! ¡No me ves, pero aquí estoy, contigo! Y nosotros debemos lanzarnos confiando en Él, aunque no veamos ni sintamos nada. Su palabra nos basta.

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La anestesia Gonzalo Gallo González

Es bien interesante conocer cómo y cuándo se empezó a utilizar la anestesia, lo cual nos remonta a los años 1840. Fue un dentista de los Estados Unidos llamado Horacio Wells quien decidió experimentar los efectos sedantes del protóxido de nitrógeno. Le aplicó el gas al asistente de su colega el Dr. Colton, y la persona perdió el sentido y cayó al suelo; después dijo que no había sentido el golpe. Entonces Wells se hizo extraer un diente y, al no sentir dolor, vio que se abría un nuevo campo para la Odontología. Luego fue el Dr. Morton, un discípulo de Wells, quien realizó la primera intervención quirúrgica con éter, el 16 de octubre de 1846. Me fascina recordar estos avances; primero, para agradecer tantas maravillas y, segundo, para animarme a servir. ¿Cómo no animarse a hacer el bien al hacer memoria de aquellos que mejoraron nuestra calidad de vida? Tenemos una deuda de gratitud con los que vivieron antes y un compromiso de servicio con los que vendrán. No permitas que el egoísmo te anestesie.

Un Dios por modelo o: ¿Somos emos a un Dios por model «Dichos nosotros que ten e. ebr pes s que nace en un pobres? Tenemos a un Dio coronado emos a un Dios que fue ¿Somos despreciados? Ten e. ent dem un o de espinas y tratado com emos ante as y sufrimientos? Ten ¿Nos atormentan las pen muere que y as, llag de o iert s cub stra nuestros ojos a un Dio nue a n apa esc ecimientos que en medio de unos pad comprensión. s que sus ? Tenemos a un Dio ¿Sufrimos persecuciones . erte mu enemigos lo llevaron a la se somete s? Tenemos a un Dios que ¿Padecemos tentacione a la tentación. tentaciones rimientos, de penas o de En cualquier estado de suf s que va Dio stro nue a emos siempre en que nos hallemos, ten cuantas veces oria vict la s ono ánd gur delante de nosotros, ase y, Sermones (San Juan María Vianne la deseemos de veras». escogidos)


arca de Noé

P. Jaime Mestre De nuevo ante las puertas de Navidad. Un año más en la cuenta. Y todos sabemos lo que esto quiere decir: viejos y más viejos es igual a ancianidad. Y como dicen en Colombia: “La vejez no viene sola“. Y no me quejo, pues esto es la deuda que llevo encima por vivir los años que Dios me ha permitido. Cuando se va un dolor viene otro, o más bien se añade. Y así todos los días oigo la voz de Dios que me pregunta: ¿Dónde estás? Y la respuesta es la de un “quejica”, o la respuesta de un cristiano que ha entendido aquello de “el que quiera ser mi discípulo, que cargue con su cruz y me siga”. Así, Dios en este tiempo nos pregunta lo mismo: ¿Dónde estás? ¿Cuál es nuestro caminar hacia Belén? Y la respuesta para mucha gente es: “¡Estoy de compras hasta la coronilla!”. Buscamos complacer a todo el mundo —en el fondo, comprando afectos, cariños y agradecimiento— cuando lo único que nos pide el Señor es que demos amor como Él, haciéndose pequeño, criatura humana, para entregarse a los hombres. Los hebreos dicen que Dios es Santo porque no deja de entregarse eternamente a sus creaturas. La santidad y la entrega se unen en un abrazo sin fin en Dios. Que la Navidad sea para cada uno de nosotros ansias de entrega a todos, sin exigir a nadie una respuesta. Darse gratuitamente como Él se nos da. No nos exige otra cosa que “dejadme que os ame”. ¡Oh noche que guiaste! ¡oh noche amable más que el alborada! ¡Oh noche en que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada! Que esta sea la noche de Navidad para cada uno de nosotros, y de ahí el salto al año nuevo que sea de plenitud en deseo y anhelo de santidad.

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cantemos al Señor

Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos». El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Recoge, Señor, a nuestros cautivos como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. P. Ángel Moreno Capellán de Buenafuente del Sistal Los textos de la Sagrada Escritura son reveladores por sí mismos de lo que Dios nos quiere decir. Pero para comprenderlos mejor ayuda mucho saberlos leer en un contexto más amplio. El salmo 125 rezuma la experiencia del retorno del exilio, de la prueba dolorosa que padeció Israel al ser deportado a tierras de Babilonia, y sufrir la contingencia de la debilidad, hasta el extremo de sentir que todo se acababa y que el pueblo sería exterminado. Es un texto que contiene una enseñanza existencial que se puede aplicar a muchas situaciones límite, en las que la razón no tiene dónde proveerse de esperanza. Sin embargo, el creyente se atreve a esperar, a mantenerse fiel, porque sabe que Dios no defrauda ni prueba más de lo que uno es capaz de soportar.

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cantemos al Señor

Experiencia de salvación La experiencia fundante del pueblo de Israel, deportado en tierras lejanas, se hace palpable. Al resto de Israel, la Providencia divina le deja gustar que no está abandonado a su suerte sino que quien lo eligió como pueblo suyo lo acompaña, lo defiende y lo restablece. Si los canales de Babilonia fueron testigos de las lágrimas —así lo canta el salmista: “Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras” (Sal 136,1-2)— el retorno a Jerusalén es un motivo de intensa alegría: «Qué alegría cuando me dijeron “vamos a la casa del Señor”» (Sal 121). Esta experiencia se puede percibir en la vida de cada uno, y es importante tener la referencia bíblica para saber esperar. Actitud clave del creyente, como canta el salmo 26: «Espera en el Señor, sé valiente, espera en el Señor, que volverás a alabarlo».

Si leemos el salmo desde el Nuevo Testamento, es decir, desde Cristo, descubrimos que el texto contiene la profecía del Misterio Pascual y las enseñanzas de Jesús sobre el monte. Es fácil encontrar a la hora de la recitación sálmica la resonancia del Sermón de la montaña: «Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados», y en esta concurrencia se aglutina la paradoja evangélica que recorre toda la revelación: «El que quiera salvar la vida, que la pierda». El llanto y el gozo se unen, y el creyente sabe descubrir en las lágrimas la siembra de los cantares; y en la posible tristeza presente, la alegría futura, como dice Jesús: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo» (Jn 16,20).

En Ti pongo mi esperanza

El salmo 125 rezuma la experiencia de Israel del retorno del exilio, tras ser deportado a tierras de Babilonia

Tengo en mi vida grabado el salmo 125 como parte de mi biografía y de la de Buenafuente del Sistal (Guadalajara). Cuando llegué a este lugar todo era ruina, desolación, y los más intuitivos adelantaban un final inexorable con la desaparición del monasterio. La comunidad de monjas, sin embargo, mantenía la esperanza a pesar que el dolor por la falta de viabilidad de la abadía, según el criterio humano, se cernía sobre ellas. La Providencia se valió de muchas circunstancias, y ahora, pasado el tiempo, cada vez nos sentimos más sobrepasados por los acontecimientos que han sucedido y por ver cómo un lugar que parecía destinado a la ruina se ha convertido en centro de acogida.

Cuando cantamos el salmo 125 sentimos el escalofrío de cantar la historia vivida, y por lo mismo, la razón de permanecer en cada encrucijada fiándonos de Dios. Desde la perspectiva de la Historia de salvación, el salmo nos ayuda a mantener la confianza, porque Quien dirige los designios de la vida de los hombres es magnánimo y misericordioso. El creyente se atreve a confiar.

El texto se puede aplicar a muchas situaciones límite en las que el creyente sabe que Dios no prueba más de lo que uno es capaz de soportar 11


testigos de la verdad

Olga es cubana y su infancia transcurrió al margen del conocimiento de Dios. Pero como el Espíritu obra cuando, donde y como quiere, en el recodo más inesperado de su adolescencia le esperaba misteriosamente el propio Jesús. En el ardor aventurero de sus catorce años inicia la lectura de un viejo y raído catecismo que de manera trivial cae en sus manos. Y es en esa rendija abierta por la curiosidad por donde se coló la gracia. Es difícil explicar con criterios humanos la explosión de la misma, pero lo cierto es que al acabar la lectura un torbellino de sentimientos le hace brincar de alegría. Es Jesucristo quien se posa en su corazón como una caricia consoladora y ya nada vuelve a ser como antes. No importa la ideología envolvente ni el ir a contracorriente, la fuerza de aquel encuentro superó y supera cualquier traba. Y es que, desde entonces, no cabe para Olga mayor bien que amar a Cristo.

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testigos de la verdad ENTREVISTA A OLGA, CATÓLICA CUBANA Victoria Serrano Blanes Periodista

¿Cómo conociste el amor de Dios en tu vida? Nací en la Habana aunque desde hace más de diez años vivo en Miami. La adolescencia es una etapa de rebeldía y yo, que crecí en un país comunista, me rebelé conociendo a Jesucristo. Antes de la revolución de 1959 mis padres conocían “socialmente” la Iglesia, iban a misa pero solo por tradición. Cuando se instauró el régimen dejaron de ir. A mi hermana y a mí nos bautizaron pero crecimos sin que se nos hablara para nada de Dios. Sin embargo, Dios se ha colado en mi vida de una manera “casual”. El esposo de una tía mía había estado años atrás muy metido en la Acción Católica, y cuando se marcharon de Cuba hacia España dejaron en su casa todos sus enseres; entre ellos, un catecismo de la Iglesia Católica. Yo tenía entonces catorce años y me dio por leer, así que cuando lo vi me lo llevé para mi casa. Al acabarlo pensé: “Yo creo en Dios”.

¿Qué te hizo llegar a esa conclusión de un modo tan sencillo? Lo iba descubriendo internamente a través de la lectura; no era ni siquiera una Biblia, sino un catecismo de los antiguos. Tan antiguo que la referencia a la misa estaba en latín. ¡Menuda sorpresa me llevé cuando un tiempo después viví una misa diferente! Una noche me descubrí haciendo oración sin saber cómo se rezaba. Pero sentía que había algo muy fuerte dentro de mí: Jesucristo. Me dio tanta paz y tranquilidad que hasta la fecha no he dejado de querer estar con Él.

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testigos de la verdad

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testigos de la verdad

Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa

¿Cómo viviste ese proceso de búsqueda y encuentro con el Señor? No se lo comenté a nadie, ni siquiera a mis padres. Cuando ya tuve edad para salir sola de casa decidí acercarme a la Iglesia, pues sentía una necesidad muy grande de compartir lo que estaba viviendo en mi interior. Entré en la catedral de la Habana disimuladamente, como si fuera una turista más. ¡Quería pasar desapercibida! Entré, me senté en un banco y me puse a rezar. Al salir pensé que un policía me detendría, pues era a principios de los años 80 y la revolución estaba en pleno apogeo, pero nadie reparó en mí y seguí mi camino. ¡Estaba feliz! La siguiente vez que fui le pregunté a un joven cómo podía hablar con el sacerdote. Me llevó hasta él y le conté que creía en Dios y que quería profundizar en la fe. Como le dije que estaba bautizada me invitó a prepararme para la Primera Comunión.

¿Cuál era la razón de vuestra alegría? El mismo Jesucristo. Si de verdad te abres a esa presencia, aunque estés en el fondo, te levantas y descubres la dignidad de ser hijo de Dios. Cuando la gente encontraba a Jesucristo le envolvía una paz que contagiaba a los demás. Aunque pasara penurias, teniendo a Cristo lo tenía todo. El conocer a María también transformaba la vida de la gente. Desde luego, la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, es la que ha hecho que la fe se haya mantenido en mi país y que las iglesias nunca llegaran a cerrarse. Aun en los años duros de la revolución, donde más represión religiosa había, muchas personas mayores han mantenido la fe intacta.

¿Vivíais la fe secretamente? ¿Recibías catequesis en la misma catedral? Sí, todos los domingos antes de la misa teníamos unos encuentros de formación. En cuanto mi hermana se enteró que iba a la Iglesia, le picó la curiosidad y ella también comenzó a interesarse por la religión. Descubrimos una pequeña iglesia cerca de casa, donde estaban las Siervas de María, Ministras de los enfermos, y acudimos allí. Ellas nos prepararon para recibir el sacramento de la Comunión. Éramos unos cuantos jóvenes con inquietudes y formamos un grupo de oración. Estábamos muy unidos; teníamos convivencias, retiros… Nos sentíamos muy felices.

Más o menos. No te jugabas la vida pero los encuentros eran clandestinos. Las convivencias —que fueron determinantes pues allí conocí a los Carmelitas Descalzos y sembraron en mí la semilla de la adoración y la contemplación a Dios— las teníamos en una casa regentada por las Hijas de María Auxiliadora, a las afueras de la Habana. Con dinero procedente de la Iglesia alemana construyeron una especie de albergue para jóvenes y allí nos reuníamos con los Carmelitas. Pero tuvieron que decir que era para las monjas, porque si se enteraban que había sido construido para convivencias con jóvenes la cerraban inmediatamente. También estudié tres años en un instituto de cultura religiosa y éramos muchos los que acudíamos allí a formarnos, no solo postulantes y novicios.

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testigos de la verdad

Quien me ha visto a mí ha visto al Padre

Cristo me dio tanta paz y tranquilidad que hasta la fecha no he dejado de querer estar con Él

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¿Cómo mantenías encendida la llama de la fe? Desde el año 1986 hasta el 2002, año en que salí de Cuba, me ayudó mucho el vivir asiduamente los sacramentos, el encuentro con Jesucristo en la Eucaristía y el apoyo de la comunidad cristiana, es decir, el ver que no estaba sola, que éramos cada vez más los que queríamos hacer de la fe nuestro estilo de vida. Allí o eres coherente o no puedes decir que tienes fe. Así que vivíamos este encuentro con Dios tan intensamente que organizábamos misiones de evangelización para anunciar a Jesucristo. No sabíamos ni a qué puerta estábamos llamando; si dábamos con una casa de alguien del partido nos montaba una que para qué, y teníamos que salir corriendo. ¡Qué pena me da que algunos consideren a Cuba un paraíso! Ahí vimos las carencias de la gente, y no solo en lo básico y material, también en el plano espiritual. Había mucho desconocimiento e ignorancia porque durante décadas no se transmitió la fe. Solo el que tenía cierto interés buscaba la manera de profundizar en ella. Los cubanos a la hora de elegir tenemos un problema, y es que no sabemos hacerlo. Nos hemos criado sin cultura de la elección.


testigos de la verdad ¿Cómo reaccionaba la gente ante el anuncio “revolucionario” del evangelio, pero tan opuesto a la revolución socialista de Fidel castro? Muchos nos escuchaban con interés porque estaban decepcionados con el régimen. Y es que era normal; tiene que haber algo superior. Tú no puedes por el Che Guevara, por lo que él dijo o por los dirigentes, hacer cosas que requieren verdadero sacrificio, porque ellos no te cambian la vida. En cambio, por Jesucristo sí lo puedes hacer porque Dios te da la gracia para ello. El sistema en el que han basado su vida y sus valores no se sostiene por ningún lado.

Y no solo económicamente. La gente siente un vacío muy grande ante la sed de eternidad que tiene. Necesita algo en qué agarrarse pero lo que tiene a su alrededor se desploma. Ese era y es el meollo de la evangelización en Cuba: decirle a la gente que Dios le ama. Pero no en abstracto, que Dios ama a todo el mundo. No. ¡Es que Dios te ama a ti en concreto, en tu vida, en tu realidad!

¿Percibieron algún cambio en ti tus padres, tus amigos? ¿Se sorprendieron? Sí. Descubrir que Jesucristo está vivo y pasar a ser alguien para mí me hizo tener paz, pedir perdón, ser más servicial… La intimidad con el Señor no quedaba en la oración sino que era una constante en mi vida, y eso lo notaban todos aunque yo no les dijera nada. Incluso un día una tía mía me dijo medio jugando: “¡Tú estás enamorada de Jesucristo! ¡Y no te vayas a meter a monja!”. Me quedé perpleja.

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testigos de la verdad

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testigos de la verdad

Oh, qué dulce es tu amor conmigo ¿Cómo es la Iglesia en Cuba? Es una Iglesia muy asistencial —Caritas allí funciona muy bien— pero la evangelización es lo más importante. Si lo ha sido en los años duros de la revolución cómo no lo va a ser ahora. Es una Iglesia valiente que ante todo anuncia a Jesucristo. No es solo hacer un comedor donde vengan los viejitos a comer, se hace una oración y ya está, cada uno a su casa. No. La Iglesia en Cuba muestra a la gente, ante todo, el amor de Dios.

¿Cómo sales de la isla e inicias una nueva vida fuera de tu país? Mi madre se fue de vacaciones a Miami a casa de sus hermanos y allí se quedó. Luego, nos reclamó a mi hermana y a mí, y en el 2002 pudimos salir. Yo lo tuve complicado porque soy enfermera y al personal sanitario no le dejan salir con facilidad. A los tres años me marché a Ponce (Puerto Rico) a estudiar el bachillerato de Psicología en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico. ¡Un sueño que se me cumplió! Allí descubrí que no bastaba con asistir a misa los domingos, con ser buen cristiano, cumplir los mandamientos, frecuentar los sacramentos… ¡Dios me llamaba a algo más! Regresé a Miami y continué los estudios por Internet, aunque ya dejó de ser lo fundamental en mi vida. Mi meta era tener más intimidad con el Señor, amar el silencio para escuchar a Dios. Después estuve dos años en España viviendo con unos tíos mayores que necesitaban a alguien que les cuidara. Me encantó vivir aquí y darme cuenta que la Iglesia está presente en todo el mundo. Un católico, donde quiera que vaya, si hay una iglesia se siente en casa, ya sea en La Habana, Miami, Ponce o Madrid. Después regresé a Miami y allí sigo.

¿En qué punto está ahora tu vida? En un tiempo hice misión porque Dios me lo pedía, en otro participé activamente en la parroquia con catequesis, apostolado, etc. Ahora me llama a la vida contemplativa siendo laica, es decir, a vivir la radicalidad del Evangelio. Siento un gran amor de su parte, que es el mismo que le dio a su Hijo en la cruz. Si Él se entregó por mí, ¡no lo voy a despreciar!

¿Crees que Dios ha sido bueno contigo? Sí, y muy misericordioso. Mi vida ha sido una serie de acontecimientos para encontrarme con Él, desde algo tan sencillo como la lectura de un catecismo hasta su presencia viva en los sacramentos. He vivido un camino de purificación, de despojarme de lo que me sobra…, y Dios ha tenido mucha paciencia. La sorpresa es que me levanto cada día y Dios me habla en cada acontecimiento. Lo único que espero es poder serle fiel y descansar en sus brazos.

la Iglesia en Cuba es muy asistencial pero el anuncio de Jesucristo es lo más importante 19


echando las redes

Anton i o

Pav í a • Misionero Comboniano

Las últimas palabras que Jesús lega a sus discípulos antes de subir al Padre definen la misión de la Iglesia y su razón de ser: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20). El anuncio del Evangelio de la gracia y de la salvación es el elemento identificador de los pastores llamados por el Hijo de Dios. Pastores que son reconocidos como tales en la medida en que la luz del Evangelio brilla en sus ojos y se convierte en palabras de vida en sus bocas.

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echando las redes Hay, sin embargo, un aspecto fundamental para comprender la relación entre Evangelio, Iglesia y Misión. Si nos fijamos bien, al tiempo que el Hijo de Dios pone ante el corazón de sus discípulos el mundo entero como campo de misión, les exhorta a que enseñen a los hombres a guardar el Evangelio que de Él han recibido: “…enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”. Tengamos en cuenta que en Israel el verbo mandar no tiene el mismo significado que en nuestra cultura occidental. Nosotros asociamos el mandato a toda una serie de elementos que conforman la legalidad: ley, mandamiento, obligación, deber… No así para los israelitas. Estos identifican los términos mandamiento o mandato con la fuerza de la palabra, antes que cualquier otra connotación. El mismo Jesús llama mandamientos a las palabras que su Padre le hace oír en orden a su misión; asimismo llama mandamientos al Evangelio que proclama a sus discípulos: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Jn 15,10).

El Evangelio, dado por el Hijo de Dios al mundo al precio de su sangre, no es en absoluto un listón o medida para ser sus discípulos sino, por encima de todo, un don. Pablo lo llama “fuerza de Dios para la salvación” (Rm 1,16). Jesús no impulsa a sus discípulos convencer a nadie y, menos aún, a que se comprometan con una serie de normas hasta alcanzar la idoneidad exigida para formar parte de la inmensa multitud de discípulos. La aptitud llegará en su momento y como fruto de la fuerza de la Palabra que escuchan y ¡guardan en el corazón! De ahí su apreciación: “enseñándoles a guardar”. Con esta puntualización, el Hijo de Dios nos revela uno de los rasgos esenciales de la misión de la Iglesia. Guardar la Palabra no es una faceta o corriente de la espiritualidad de la Iglesia. El mismo Jesucristo subraya que este guardar su Palabra es la prueba cristalina y diáfana de que una persona ama realmente a Dios; el amor tal y como es, sin sugestiones ni sublimaciones generadas por carencias humano-afectivas o por otras causas. En el corazón y la mente de Jesús, sus pastores serán también

maestros, ya que han de enseñar a los hombres a guardar en su corazón la Palabra que ellos mismos guardan.

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echando las redes

El tarro precioso

En el amor a Dios y al prójimo está encerrado todo camino de perfección. El que ama no miente a su hermano ni le ofende Buscando, pues, la autoridad del Hijo de Dios nos unimos al grupo de los apóstoles, y, con ellos, compartimos mesa alrededor del Maestro y escuchamos su bellísima catequesis durante la última cena. “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras…” (Jn 14,23-24a). Les está hablando de la vida eterna que van a recibir como don suyo (Jn 14,1-3), y sobre todo les habla del Padre.

a la Iglesia entera. Su mayor servicio al mundo consistirá en ser anunciadores de sus palabras. Por ellas —su Evangelio— el hombre llegará a saber que Dios le ama, que se le manifiesta, incluso que convive con él. También sabrá que es Dios mismo quien se abre al hombre. Respondió Jesús y le dijo: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ame, mi Padre le amará; yo le amaré y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23).

No sabemos hasta dónde pudo llegar la comprensión de estos hombres ante estas confidencias de su Señor y Maestro. Sin duda que pesaba demasiado la casi certeza de su muerte ya próxima; recordemos que Judas había salido de la sala para consumar su traición. Aun así, uno de ellos, Judas Tadeo (no el Iscariote), se preocupa de todos los hombres y mujeres de la tierra. De ahí su pregunta: “Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?” (Jn 14,22) La respuesta de Jesús es toda una declaración de intenciones acerca de la misión de estos hombres que están junto a Él y que alcanza

En el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo está encerrado todo camino de perfección. El que así ama no miente a su hermano ni le engaña; no se sirve de él ni le roba; no le calumnia ni le ofende; le ayuda sin juzgarle… Así es como ama Dios y los que suyos son. Y suyos son los que guardan su Palabra. Lo son por pertenencia que, por encima de todo, es compañía y convivencia con Él: “Vendremos a él y haremos morada en él”. Como dice el teólogo Paul Jeremie: “El Evangelio es el tarro precioso de donde Dios saca sus ternuras para con nosotros”.

Su alianza con Dios solo es válida y real si se desdobla en alianza con todos los hombres, los lejanos y los cercanos

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libertad y dignidad

Todo aquel que ha sido llamado por Jesucristo a ser pastor y que hospeda en su corazón el Evangelio está viviendo algo asombroso e inaudito: ¡convive con Dios! La Palabra albergada en su interior forma en él un corazón apto para conocerle, como nos dicen los profetas (Jr 24,7). Hablamos, pues, de pastores que conocen a Dios, y de Él reciben la capacidad de enseñar a sus ovejas a convivir con el Trascendente. Estos pastores viven sumergidos en una existencia al mismo tiempo mundana y extramundana. Están en el mundo —su campo de misión— sin ser del mundo (Jn 17,15-16). Son pastores para todos los hombres, no porque sean mejores que ellos sino por Aquel que vive en sus entrañas (Ga 2,20). Viven al ritmo de una prodigiosa aleación de cuerpo y espíritu. Esta forma de existir no les repliega sobre sí mismos, más bien al contrario, les impulsa a abrirse al mundo entero sin excepción alguna; a un mundo pobre, carente y escaso de vida por la inmisericorde y brutal opresión que ejerce sobre su alma el dios-dinero (Mt 6,24); no en vano Jesús ofreció a todos los hombres esta invitación tan especial como necesaria: “Venid a mí los que estáis cansados y sobrecargados, y yo os daré descanso… Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt 11,28-29). El drama que cargan tantos y tantos hermanos suyos impide a

estos pastores hacer oídos sordos a sus gritos de auxilio, por lo que, al igual que Pablo, se exhortan a sí mismos: “¡Ay de mí si no evangelizare!” (1Co 9,16). Bien saben estos pastores que su alianza con Dios solo es válida y real si se desdobla en alianza con todos los hombres, los lejanos y los cercanos. Por eso están prontos a partir a donde su Señor les envíe. No hay frontera que se resista a una alianza tejida con los hilos del amor eterno e indestructible de Dios. Estos discípulos son pastores según el corazón de Dios, lo que les hace insultantemente libres. No están sujetos ni condicionados por “la última lumbrera”, cuyo esplendor no pocas veces “es como flor de hierba que se seca y desaparece” (1P 1,24). Son auténticos hombres de Dios que Él regala al mundo; se identifican con aquellos discípulos de los que habla Jesús. “Todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo” (Mt 13,52). En su misión conjugan libertad con dignidad, propias de su Maestro y Señor, quien les parte la Palabra. Él es la Fuente de donde sacan, con gozo indescriptible, las aguas de la salvación (Is 12,3). Su ministerio refleja la libertad y la dignidad en estado puro, no en vano ambas son creación de Dios.

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educación para la vida

José Antonio Gris • Especialista en Psicología Clínica

Los adolescentes con este trastorno presentan un patrón de conducta desadaptado, no respetan los derechos de los demás, tienen fracaso escolar, roban, mienten y son muy agresivos. Sus relaciones con los demás —familia, profesores y compañeros— son muy problemáticas. En la edad adulta se agravan las conductas irresponsables e irrespetuosas con las normas y los derechos de los demás. Una característica muy importante es que el enfermo nunca se siente culpable del daño que provoca. No siente ningún remordimiento por las consecuencias de sus conductas.

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Suele ser impulsivo, temerario, le atrae el peligro, miente, manipula a los demás para conseguir lo que quiere y solo busca su placer o interés personal. No respeta la ley y suele planificar robos, fraudes, destrucción de objetos y propiedades ajenas. Cuando el trastorno se agrava tiende a ser muy obstinado, autosuficiente y fanfarrón. Siempre se cree superior a los demás y con derecho a todo. Desprecia a la sociedad y a todas las personas que conoce, y maltrata a su mujer y a sus hijos.


educaci贸n para la vida

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educación para la vida

ad ald o y fri Domin ini io Dom frial dad La antes llamada “psicopatía” y ahora “trastorno de personalidad antisocial” se puede expresar de muy diferentes formas: en su forma leve, el que la padece es el simpático de guante blanco que intenta sacar todo lo que puede de los demás (debe dinero a todos). En los casos más graves se trata de, desde el atracador de bancos que no tiene miedo a nada, hasta el asesino en serie. Si trabaja en una empresa es muy probable que robe o planee una estafa. Su inadaptación va siempre en aumento y toda su conducta está encaminada a conseguir siempre “sus derechos”, aunque para ello tenga que usurpar los derechos del prójimo. Cada vez va adquiriendo más crueldad y habilidad en manipular y ejercer el poder hacia los demás. Se generalizan sus mentiras y aumenta su desconfianza general hacia todos. Llega a desarrollar un temor subconsciente de que le exploten o le humillen, por ello se protege de los demás siendo independiente, autodeterminante y muy autosuficiente. Expresa un gran poder y prestigio, y aumenta su hostilidad y violencia.

Se trata de un trastorno extraordinariamente complicado por lo siguiente: 1. Cuadro clínico: representa un trastorno de personalidad activo-independiente en términos de la matriz de refuerzo. Esto significa que busca activamente el refuerzo a través de su realización personal. Este trastorno de personalidad se caracteriza por ambición, persistencia, conducta dirigida hacia sus intereses personales, una aparente necesidad de controlar el ambiente y una dificultad en confiar en las habilidades de los demás. Esta personalidad se caracteriza por un tipo de personalidad agresiva, con diferentes grados a lo largo de un continuum sintomatológico desde formas leves hasta formas extremadamente graves. La forma leve es estimulada por nuestra sociedad actual competitiva, donde la dureza y la astucia son atributos admirados. 2. Conducta aparente: en la forma leve es percibido socialmente como valiente y temerario, y en las formas más graves como violento y con ataques de ira. Es impulsivo y eficaz en sus actividades. Rara vez se inhibe ante el peligro. No teme el castigo y es imprudente. Las conductas de riesgo le estimulan. Los demás pueden verle como agresivo e irresponsable, vigoroso, enérgico y dominante.

3. De conducta arriesgada, las normas sociales, la ética y las costumbres son descuidadas y pueden convertirse en un espectro de conductas agresivas e irresponsables. Por eso, muchos terminan en confrontaciones con la ley o adquiriendo todo un historial criminal. 4. Conducta interpersonal. Su conducta con los demás varía de oposicionista a beligerante. Confía en sí mismo y desconfía del otro. Tiene pocos sentimientos de lealtad interpersonal y no siente remordimiento al usar a los demás para conseguir sus objetivos. Muchas personas le evitan porque se sienten intimidados por su conducta agresiva y arrogante. La gente a menudo siente que es frío, duro e insensible con los sentimientos ajenos. Sin embargo, en realidad, está perceptualmente en alerta y pueden armonizar en la interacción con los demás, porque elige proyectar esa imagen para aprovecharse de esa percepción y ser intencionadamente duro si surge la necesidad.

se inicia en la infancia y se agrava en la adolescencia, siendo más frecuente en los hombres

(3%) que en las mujeres (1%) 26


educación para la vida

Sin empatía ni remordimientos 5. Tiene dificultades para mantener durante un período largo responsabilidades o relaciones íntimas. Por ello, la mayoría termina separándose de su pareja. 6. Tiende a ser agresivo y puede llegar a ser abusivo y cruel con otras personas. 7. Tiende a ser muy competitivo y mal perdedor. Tiene gran necesidad de control (su mecanismo de defensa). 8. Su estilo activo-independiente de buscar refuerzo deriva tanto de su confianza en su propio valor como en su temor general y desconfianza de los demás. Por tanto, es inseguro en su relación interpersonal. Su apariencia es de seguridad cuando controla la situación y es independiente de la voluntad de quienes podrían amenazar su seguridad. 9. Puede llegar a expresar conductas beligerantes y vengativas. Puede parecer que obtiene satisfacción de los errores y humillaciones de los demás, particularmente si los demás representan una amenaza potencial o competitiva o si de alguna manera los han perjudicado en el pasado. 10. Este trastorno, con frecuencia, deriva en conductas vengativas y punitivas hacia los demás. 11. Cuando el trastorno se desarrolla, pierde la compasión interpersonal y el respeto hacia las cualidades humanas. A menudo, desprecia la contemporización y el compromiso, asociando tales estrategias interpersonales con signos de debilidad.

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educación para la vida 12. En la forma más grave, los derechos de los demás son ignorados por medio del fraude y la agresión por la fuerza. Para él, el fin siempre justifica los medios. En casos extremos, puede resistirse a la autoridad. El castigo no impide su conducta. Esta conducta le lleva a la confrontación con la ley y a desarrollar toda una patología criminal. 13. Estilo cognitivo: comienza en la forma leve con individualismo y en su forma grave termina con fanatismo. Tiene patrones cognitivos rígidos e inflexibles. La flexibilidad cognitiva y la introspección tienden a ser evitadas porque representan inconsistencia y esfuerzo inútil, respectivamente. Estos patrones cognitivos están caracterizados por una naturaleza controladora y unas formas tortuosas. 14. En su forma leve puede ser considerado como asertivo y realista, características deseables en el mundo de los negocios y el trabajo. Por este motivo, frecuentemente son seleccionados en entrevistas de trabajo. 15. Cuando el trastorno se desarrolla más, percibe el entorno como amenazante y permanece siempre vigilante y atribuye su hostilidad y conductas vengativas a la acción de los demás. Considera a los demás como más desviados y punitivos que él mismo. 16. Expresión afectiva: sus emociones varían desde la hostilidad a la malevolencia. Los sentimientos, la cordialidad y la intimidad suelen ser evitadas, porque son signo de debilidad. Es suspicaz ante la compasión o el altruismo de los demás. Considera las emociones humanas como amenazantes y como obstáculo para el éxito. La negación de emociones le protege de recuerdos dolorosos, especialmente en la infancia.

ante una situación de

17. Tiende a expresar sus emociones más agresivas, que van desde la ira a la hostilidad. Cuando las cosas van como él quiere, puede parecer afectuoso y simpático. 18. Tiene poca tolerancia a la frustración, pierde el control y aparecen los ataques de ira. En un segundo se pone furioso, resentido y vengativo. En la forma grave, esta ira puede pasar a la violencia física.

mentira, engaño y manipulación 19. Tiende a ser fácilmente provocado a atacar, despreciar, humillar y dominar a otros, sin ningún sentimiento de culpa ni remordimiento. 20. Se percibe a sí mismo como competitivo, dominante, enérgico, autorrealizado y obstinado. Piensa que es fuerte, realista y duro. En la fase avanzada, desea dominar a las personas y los acontecimientos. Desea controlar el ambiente que le rodea y se considera por encima de las reglas y normas e incluso por encima de las leyes. 21. Se percibe a sí mismo como una persona especial, con un pensamiento fuerte, activo, independiente y confiado en sí mismo. 22. Ante una situación de estrés, persistente o extraordinario, se autoengaña a sí mismo distorsionando la realidad y despreciando a los demás para reducir la tensión o ansiedad que experimenta en ese momento.

tiene dificultades para mantener responsabilidades o relaciones íntimas; la mayoría termina separándose de su pareja

estrés se autoengaña distorsionando la realidad y despreciando a los demás 28


educación para la vida 23. Mecanismos de defensa de la personalidad antisocial: el mecanismo de defensa más utilizado es el acting out, que se refiere a su tendencia impulsiva a expresar pensamientos, emociones o conductas claramente contrarias a las normas sociales. El objetivo deseado de tales conductas es desahogar, por medio de la discusión, cualquier tensión interna que haya surgido y que pueda aumentar si no es descargada. En lugar de transformar esta conducta socialmente indeseable en una forma socialmente aceptable, estas tensiones son descargadas directamente y con frecuencia de forma indiscriminada, sin ninguna preocupación por las consecuencias interpersonales de tales descargas. No tiene ningún sentimiento de culpa o remordimiento por los problemas que ha causado a los demás. 24. La personalidad antisocial se desarrolla por medio de distorsiones cognitivas sostenidas, desprecio de las conductas de afecto y cooperación interpersonal, una conducta oposicionista que produce en los demás un antagonismo, el refuerzo negativo de la conducta y finalmente el temor a ser utilizado y colocado en una posición inferior. 25. En su caso más grave frecuentemente aparece el trastorno de la personalidad mixto antisocial-paranoide. 26. Su cuadro clínico se puede resumir así: • Conducta aparente: insensible a temeraria. • Conducta interpersonal: antagonista a hostil. • Estilo cognitivo: ira a resentimiento. • Expresión afectiva: agresiva a malévola. • Percepción de sí mismo: duro a dominante. • Mecanismo de defensa: acting out.

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si hoy escucháis su voz

F r a n c i s c o L e r d o d e Te j a d a

C ap e l l án Un ive rs i d a d C E U - Monte pr í n c ip e

Son tres los movimientos que vemos al acercarnos a la figura de Zaqueo: subir, bajar y mantenerse en pie; tres pasos o grados de crecimiento espiritual. Subir (Lc 19,4): El pecado baja a la persona, le resta alientos, le puede llevar al fango, a lo denigrante. Cuando se convierte, pasa de ese estado bajo a otro superior donde todo resulta más amable, más luminoso o, en su acepción positiva, simplemente más. Zaqueo por causa de Jesús se eleva, es elevado. Es el Señor el que le ha hecho subir para poder verlo todo mejor, con otros ojos…, ojos que son ya de fe.

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si hoy escucháis su voz Este impulso motivado por la gracia le produce a Zaqueo un primer despojo, un primer renunciamiento —como diría José María Pemán—: el desalojo de los respetos humanos. Un cobrador de impuestos subido como un chiquillo a un árbol, encaramado todo él. Ha supuesto un proceso de superación de miedos y de puesta en marchas de deseos sanos, saludables, divinos. Ha superado su natural pequeñez subiendo. Se agiganta su sombra… ¡Y todo por Jesús!, es decir, por amor a él y gracias a él. Con la Encarnación, el Hijo se hace pequeño, humano en dimensiones. Fue así posible el trueque. “Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Co 8,9)

El segundo movimiento se inicia con la bajada (Lc 19,5-6); el volver a la pequeñez inicial pero ya con otro estilo, con otras maneras. Zaqueo recupera la tierra dejando el árbol, pero los pies que pisan esa tierra ya no son mundanos; son pies de niños, que persiguen corderos y no dineros (Gn 33,14), nuevos discípulos para el Señor. Ojos que ven, pies que se transforman, que trastocan su anterior destino: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del que anuncia la paz” (Is 52,7). Zaqueo — que significa puro, inocente— es ya semilla de mensajero, portador de nueva alegría para sus congéneres.

De puño monetario a mano abierta Zaqueo se encuentra elevado porque ha pisado miedos y ha encontrado Paz. Forzosamente tenía que ver a los demás hermanos pecadores con una cierta superioridad. El elevado cuando mira a la tierra lo hace hacia abajo. Se cumplen las palabras del libro de Job: “Dios salva al que baja los ojos” (Job 22,39). Su posición no le da otra posibilidad. La persona se siente, en cierto sentido, superior. No es cuestión de orgullo, es cuestión de posición. Mientras ve a la gente que se mata por el dinero, por honras, por puestos de honor, por placeres rastreros… , él planea por regiones etéreas, altas, muy altas. Siente el gozo de vivir que lo superior es su aire, su entraña; hasta siente una humilde compasión por sus hermanos de prisión, que no atinan a subir quebrando resquemores, temores y desazón. Este aventurero de las escaladas tiene que bajar ahora a causa del mismo Jesús. Es el Señor que le está haciendo bajar, le manda que baje. Muy imperfecto quedaría el camino si Zaqueo se hubiera quedado arriba, como Pedro quiso en el Tabor (Lc 9,28-36). San Agustín, tras su conversión no ansiaba sino permanecer

en comunidad contemplativa, saboreando la Verdad, abasteciéndose de Belleza, amando al Amor en soledad. Pero esa paz blanda solo le duró tres años. Dios le llamó al combate episcopal, pastoreando numerosas iglesias de África. Retiro inmolado, paz conventual, silencio de cristal, trocado en ajetreo apostólico, con problemas y todo. Agustín tuvo que bajar. Tenía que bajar y… “deprisa” (Lc 19,5). Este recaudador de puño monetario será dentro de poco mano abierta, alivio de pobres. Es un proceso de apertura este de la conversión. Apertura tras apertura… Sí, todo es cuestión de abrirse a la Caridad, a su encanto. Explosión en cadena de las sorpresas de Dios —así podría uno imaginarse el mismo Cielo, con una cierta dosis de libertad literaria—.

Subir, bajar y mantenerse en pie; tres grados de crecimiento espiritual 31


si hoy escucháis su voz

Quiero trepar y verte Zaqueo dio en la diana: dramatizarse él para ensalzar a Jesús, en público homenaje. Unamuno se confundió de táctica en los primeros versos de su poema: “Agranda la puerta… Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, yo he crecido a mi pesar”. Zaqueo, cuando subió al árbol se empequeñeció a sí mismo, entró “por la puerta estrecha” (Lc 13,24), dejó intacto el árbol en su tamaño natural; dejó que la prueba fuera prueba, intacta, como Cristo en la cruz, sin paliativo avinagrado (Mt 27,34). Subió porque quiso. Ahora baja porque quiere; porque quiere él, el Maestro. En su ascensión vegetal hubo mucho de iniciativa. En la bajada ya había mucho de obediencia. Queda despejado al ser despojado de coberturas superficiales. Ya no le importa ser niño que juega a colgarse de un árbol. Es la felicidad de infantes la que comporta la cercanía con Dios. Sus respetos humanos reciben una segunda embestida. Si antes subió como un niño, dejando atrás su categoría, ahora baja porque obedece, como un niño también. Obediencia pública, para más dolor y eficacia, que le va disponiendo para abrirse, para abrir esas manos que engañaron, que atribularon a los semejantes. Uno se abre realmente cuando obedece a la gracia, al don de Dios. La mano se convierte en industria de dádivas, en muestras de cordialidad. Porque baja de verdad se arrepiente de verdad. A veces es al revés: porque me arrepiento de verdad bajo con velocidad. Ambas relaciones son auténticas. La bajada no tiene límites porque la humildad no tiene fondo.

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Zaqueo ha vivido lo cómico en sí mismo, lo jocoso, lo caricaturesco: la subida de un señor respetable a un árbol. “Por ser pequeño (…) echó a correr hasta ponerse delante, se subió a un sicomoro para verle” (Lc 19,3-4). Hilaridad —hilarancia si se me permite la invención— que es tragicomedia. Y ahora, en un segundo paso, asume lo humilde: la obediencia a otra voz, a otro Dueño que no es uno mismo. Dios, cuando se decide “derribar del trono” (Lc 1,46-55) corre el riesgo de las estampidas, como de búfalos asustadizos. Muchos no aceptan “la mano humillante” de Dios, “son enemigos de la cruz de Cristo” (Flp 3,18). No “se humillan bajo la poderosa mano de Dios” (1 Pe 5,6); ni siquiera encaja en sus mentes el concepto profético de un Dios “que hunde en el abismo y levanta, humilla y enaltece” (Is 2,1-10). Es el momento trágico de la caída por mandato. Zaqueo sigue a Cristo “que se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz” (Flp 2). Esta situación traumática del santo puede ser puntual o progresiva, según el caso. En San Pablo fue una derribada total. En otros es cuestión de ulteriores procesos, más pedagógicos quizás, en su conjunto. Y es justo aquí donde se dan las siguientes opciones o salidas: o bien la persona no supera la prueba y refunfuña ocasional o vitaliciamente, o bien la supera ampliamente, o bien la supera imperfectamente. Es decir, queda la persona tan herida por la humillación que no la traga y aunque hace lo que se le dice, interiormente queda resentida, turbada, por los suelos anímicos. Estamos en el momento crítico, ya final. Damos entrada al tercer paso:


si hoy escucháis su voz

Santidad llevada a la acción Permanecer en pie, estar: el ciclo queda cerrado —perfecto— con la estatura, quiero decir, con el estar, con el ser no derruido, con el no ser derruido. “Se puso en pie” (Lc 19,8). La humillación no nos ha quebrado, al contrario, nos ha perfeccionado (Magnificat). No hemos caído en complejo o depresión. No nos hallamos hundidos. No quedamos por los suelos. Estamos con la cabeza en alza, no tristones ni mordientes. Alegría de borbotón, puerto de llegada de mi ventura. Sí, de pie, firme, servicial, feliz. Hemos superado la prueba.

Decía San Luis María Grignon de Monfort que “a quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María”. De igual modo a los que quiere santificar los lleva Dios por bajadas vertiginosas que no son sino otras tantas subidas que acaban en posturas salmódicas: “de pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir” (Sal 44). Subir, bajar, estar de pie, sí. Ese subir es bajar, ese bajar es subir. Juego inteligible de ángeles, nuevas escalas de Jacob (Gn 28,11-19), ediciones irrepetibles de lo sacro en cada uno. Todo acaba en estatura espiritual, de pie. La noblería está en la bajedumbre (perdón por el invento).

Dios, cuando se decide “derribar del trono” (Lc 1,46-55) corre el riesgo de las estampidas. Muchos no aceptan su “mano humillante”

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si hoy escucháis su voz

C é s ar

A l l en d e

G arc í a

«Marta [ y María también luego] dijo a Jesús: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”... Jesús le respondió con fuerte voz: “¡Lázaro, sal fuera!”. Y el muerto salió...» (Jn 11,1-44). He citado este pasaje de Juan entrecortadamente, entre otras razones, para hilar al texto evangélico esta meditación con todo el respeto y veneración posibles, y porque visto así, el asombro y la admiración que su relato me provoca es aún mayor de los ordinarios. La admiración por estos textos “fuertes”, anastásicos, de resurrección, proviene de que en ellos — sobre todo en este— veo que la cosa tratada por Juan tiene de un lado, la muerte y del otro, la vida. “Irse y volver” es una cosa tan extraordinaria que solo puede contarse de forma extraordinariamente sencilla. 34

Así lo hace Juan 11,1-44. En sus narraciones hay “un poco y...; otro poco y...”, o bien, un “momento ahora”, con otro “antes” y otro “después”, a cada lado. Además hay también un “aquí” situacional que escenifica la intervención de Jesús admirablemente: Él en el centro; a sus lados, unos y otros. De esta forma, la descripción resulta narrativa y la narración es deliciosamente descriptiva: yo diría que es un autosacramental, sobre todo porque representa sacramental, simbólica y misteriosamente lo más escondido del drama del vivir y morir. Juan nos acerca a tan profundo misterio suave y fuertemente, no para comprenderlo y así dominarlo, sino para acceder a la comunión con Él, para encontrar una forma de intimidad, que es su más acabada posesión e intelección.


si hoy escucháis su voz Bécquer, en la Rima LXXIII, acompasa los versos al ritmo de una reflexión honda y sentida: “¡qué solos se quedan los muertos!”. La soledad y la compañía nos viene del rostro humano. Es el rostro el que despierta esa íntima relación de contacto y proximidad personal que crea el ámbito de lo humano y establece el apego, la solidaridad, y el amor. Es un ejercicio de responsabilidad hacia el otro mirar a su rostro, haciéndose cargo de su persona, asumiendo su irrepetible e incondicionada singularidad. En su rostro, el otro me entrega una tarea: introducirme en su mundo. Y ya desde entonces no estamos solos. Dos rostros que se miran fundan la comunidad, rompiendo la soledad y el aislamiento. También en el caso de Dios y nosotros. El rostro de Yahvé tiene gran relevancia para el A.T.: contemplar el rostro de Dios es mantenerse en su presencia y encontrar el bien y la felicidad; por el contrario, que Dios oculte su rostro equivale a bajar a la fosa, según el salmista (Sal 143,7).

Pues bien: el rostro de un hombre muerto altera en profundidad esta relación y sumerge al fallecido en la soledad original, y a quien lo contempla lo desplaza fuera, a la periferia de la comunión. Se necesita un adicional intento de acercamiento, que generalmente se opera gracias al afecto, a la amistad, al amor: sentimientos que solo están en los aún vivos. Si no es por el amor, el esfuerzo de acercamiento se frustra en la “incapacidad” del rostro del otro por mirarme, por “llegarse a mí”. Bécquer tenía razón: el cadáver yace en la impavidez y en la impasibilidad. La muerte levanta una barrera, a la vez que un límite infranqueable...

Contemplar el rostro de Dios es mantenerse en su presencia y encontrar el bien y la Felicidad

¿Infranqueable? ¿Del todo imposible de traspasar? La fe cristiana introduce en este momento un cambio sustancial. A Jesús de Nazaret le cubrieron el rostro antes de su sepelio, conforme a la costumbre judía (y oriental) de sepultar (Jn 19,40). Entre nosotros también. Bécquer iniciaba su Rima así: «Cerraron sus ojos/ que aún tenía abiertos;/ taparon su cara/ con un blanco lienzo...». Ahonda el poeta: con este gesto nuestro corazón experimenta el desarme, el vaciamiento y el anonadamiento totales, porque «Allí le acostaron (en el nicho)/ tapáronle luego,/ y con un saludo/ despidióse el duelo». La despedida se alea con la soledad y alcanza esa dimensión profunda e insondable que mejor define nuestra sensibilidad humana. Por eso Jesús lloró y nosotros lloramos. En modo alguno es una enfermiza neurosis; es la expresión de haber llegado, en la muerte de otro, a tocar fondo en nosotros. Fondo que es movedizo, muy impresionable y lábil. La fe atiende a los reclamos de la naturaleza y a la recta filosofía: la grandeza del hombre honesto consiste en emerger de aquel fondo al nivel consciente de lo cotidiano, asumiendo nuestros límites y conviviendo con la angustia de la finitud. Pero en Cristo, Dios nos ha mostrado que emerger de la nada angustiosa supone “descender con Él en la muerte, para con Él subir a la Vida”.

El hombre —todo hombre— ha de bajar a la muerte; pero ningún hombre está “condenado” a permanecer allí. Haber sido salvados por Cristo significa ontológica y existencialmente experimentar que la soledad de dentro encuentra respuesta de fuera: viene de Otro que pasó por lo mismo. En términos teológicos: Cristo no solo murió sino que estuvo “ek necrón” (entre los muertos). Las citas neotestamentarias son abundantes, y su significado está en que su paso por la muerte fue completo, pero sostenido por el poder del Padre para engendrar en nosotros la experiencia de una pascua como la suya: «porque si nos hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección como la suya» (Rm 6,5). Considero que este breve texto de Pablo es quizá la mejor explicación de qué es “ser salvados en Cristo”. Dicho de otra manera: la temporalidad humana nos lleva al final de la vida como un acabar entre los muertos, y la condición natural no da para más. Pero la orgánica unión con la vida de Cristo resucitado, a través del Bautismo, nos da como don gratuito la esperanza de no permanecer en el sepulcro “para siempre”. Él, el Señor, volverá y nos abrirá desde fuera, desde un punto que nosotros no podríamos alcanzar. El Señor Jesús nos espera en el límite mismo de nuestras posibilidades.

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si hoy escucháis su voz La muerte, en la línea ontológica de Heidegger, bloquea el tiempo y conduce al anonadamiento del ser, del mío, y por tanto me encierra en la angustia de la nada final. En la línea de E. Bloch —desde la perspectiva de la vida como culminación de la tarea que “aún nos queda por hacer” junto con los demás, para convertir el mundo en “el verdadero hogar” del hombre— lleva en sus entrañas la radical fragmentación de aquella tarea: yo solo puedo ofrecer una fracción del trabajo a la par que mi implicación o inmersión en el colectivo, como un organismo vivo que crece hasta elevar al individuo a un ser mayor que él. La muerte así me acaba a mí, antes de que yo acabe mi tarea o vea acabada la tarea del mundo1. De este modo, la angustiosa soledad que desprende el rostro fallecido (y más si es el de un ser amado) polariza nuestra pregunta inicial “¡¿Hay alguien ahí?!” en una tensión que solo se alivia desde la donación de Amor gratuito “fuerte como la muerte” (como dice el Cantar de los Cantares 8,6) y encontrado fuera (Ct 8,1).

Solamente el Amor nos ofrece la interpretación verdadera de la muerte, de la nuestra (personal y colectiva), como solo y exclusivamente el Amor todopoderoso de Dios Padre puedo devolver a Cristo de “entre los muertos”. Cito un fragmento de Levinas: «Lo que denominamos, con un término algo adulterado, amor, es fundamentalmente el hecho de que la muerte del otro me afecta más que la mía... Es mi forma de acoger al prójimo, y no la angustia de la muerte que me espera, lo que constituye la referencia a la muerte».

todo hombre ha de bajar a la muerte; pero gracias a Cristo ningún hombre está “condenado” a permanecer allí

vasijas de barro revestidas de inmortalidad Un hombre atrapado por el derrumbe de la vida entiende perfectamente que en la pregunta inicial toda la cuestión está en tres elementos que establecen el circuito de la comprensión existencial del vivir y tener que morir: el “ahí”, el “aquí” y el “alguien”. Los dos primeros son los bornes y el tercero el hilo conductor. Escombros que ocluyen la salida al viviente; la muerte apelmaza el tiempo, funde su longitudinalidad en un “punto final” inadmisible porque el final es injusto. Esa piedra “enormemente grande” (Mc 16,4), semejante a la Sísifo, solicita de nuestra libertad adulta vivir la vida fundiéndola en el ethos (carácter, personalidad) de lo auténtico, de lo que me es permitido hacer en la demarcación de mi temporalidad y caducidad. Esto es cierto pero insuficiente. La “injusticia de morir” está en que sobrevivir nos es necesario, pero también nos resulta imposible por nosotros mismos2.

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La propuesta cristiana es la respuesta a la pregunta de entrada de esta reflexión, y que ya Platón en el “Banquete” (también lo cita Levinas) llamaba el “deseo de inmortalidad”. La resurrección del Maestro fue entendida no en abstracto, sino en sus efectos sobre nosotros: nos convirtió en destinatarios del incondicional Amor de Dios. Bien pronto escribió Pablo a Timoteo señalando certeramente de qué sustrato de gracia se alimentan la fe y la esperanza: de la determinación de Dios por salvarnos en Cristo Jesús «quien ha destruido la muerte y ha iluminado la vida y la inmortalidad (fotísântos de Zoén kaí azanasían) por el Evangelio» (2 Tim 1,10).

la “injusticia de morir” está en que Sobrevivir nos es necesario pero nos resulta imposible por nosotros mismos

Es interesante la reflexión de E. Levinas a propósito de Heidegger y E. Bloch en “Dios, la muerte y el tiempo”. Cátedra. Madrid.1998.

1

Javier Gomá Lanzón: “Necesario pero imposible”. (Taurus. Madrid. 2013)

2


si hoy escucháis su voz Los testigos de tal Amor dieron su vida por una vida así: este es el gran argumento de validación de la respuesta cristiana. Encerrados tras los escombros de la muerte, ¿podremos oír algo al otro lado? Sí, que “Jesús ha muerto por nuestros pecados y ha resucitado para nuestra justificación”. Hay en Cristo Jesús una oferta de gracia que colma y supera el “azanasias eros”, en un trueque admirable: «esto mortal se revestirá de inmortalidad» (2Co 1,1-10; 1Co 15,50-53). Esto mortal es la envoltura de la inmortalidad, de un “germen” de vida divina permanece dentro del bautizado en Cristo como nacido de Dios (1Jn 3,9). ¿De qué es esta vasija de ba-

rro en que llevamos un tesoro así? (2Co 4,7) ¡Qué pregunta! Si no fuera porque no cualquier “barro” puede contener una riqueza así, sería una tontería, pero no lo es. La pregunta es de lo más pertinente: el barro de que están hechas nuestras vasijas es el barro-carne original (Gn1,27) con que Dios amasó este cuerpo en el que reprodujo la imagen de sí mismo, cuyo cuño es su Hijo, el Señor Cristo Jesús. Las vasijas son de un barro-carne marcado por la debilidad y rescatado a la plenitud de la vida por Dios: atravesado por su Amor indefectible. Este Amor es la palanca que desde fuera abre el sepulcro de todo Lázaro: «¡Ven afuera!».

Bienaventurados los que mueren en el Señor Bécquer se lamentaba de “cuán solos se quedaban los muertos” encerrados en la tumba. Quevedo fue admirablemente más allá en el último terceto del poema “A María al pie de la cruz”:

«Pues aunque fue mortal la despedida, aún no pudo de lástima dar muerte, muerte que solo fue para dar vida». El cristiano muerto lleva el reclamo de la eterna Bienaventuranza. Mirando su rostro con fe se ve en él un atisbo, un “pignus aeternae gloriae” (prenda de la gloria futura): su cuerpo es —junto al de Jesús ya resucitado— un culto racional (Rm 12,1), sacrificio del Logos, el último, el supremo antes de encontrarse con su Dios y Señor; ya no es un cadáver. Es una Eucaristía, en sentido transido de plenitud. Y, para acabar, no me resisto a escribir unos versos de José Mª Pemán, de certera intuición cristiana a la par que de exquisita sensibilidad lírica. Forman la parte final de “Viático” ante “un cacho de (su) mi alma”:

«¡Señó güeno, que llamaste aquella noche a mi puerta pá llevártela! Señó güeno, güerve pronto pá librarme de esta pena que ajoga y que me mata; pá llevarme al lado suyo, Señó güeno, al ladito de aquel cacho de mi alma... Y si al lado no pué sé porque en la gloria no se armiten pecadores junto a santas, aparéjame a lo menos un sitico a la vera de la puerta pá mirarla». De cierto: El Señor vendrá y no tardará. Él siempre es así.

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si hoy escucháis su voz

Miguel Iborra Viciana

“El Señor es mi Pastor, nada me falta” (Sal 23). Conocíamos el salmo, pero ahora conocemos al Pastor. En cuanto descubrimos a Dios, comprendimos que no podíamos hacer otra cosa más que vivir para Él. Pero debido a nuestra debilidad, es muy difícil conservar bien las gracias recibidas de Dios. Llevamos este tesoro —más valioso que el cielo y la tierra— en vasijas de barro: un cuerpo corruptible con un alma débil e inconstante que, por nada, se turba y se abate. “Si alguien quiere venir en pos de mí —dice el Señor— niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16,24). Necesitamos descubrir todo lo que el Señor quiere de nosotros, pero sin quedarnos en meras emociones, sentimientos o reacciones. Hay que sonreír, vivir y agradecer siempre; a veces no resulta nada fácil, sin embargo, el Señor nos dice: “Yo estoy contigo, ven y sígueme”, a pesar de los altibajos, sombras y luces, susurros y cercanía. “Él mismo tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Mt 8,17).

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“El que tenga sed, que venga a mí y beba” (Jn 7,37) y prometió hacer manar fuentes de agua viva. Diálogo paciente, generoso, apasionante, este es el camino, el único camino. Dios se conmueve de nosotros: “Te he amado con un amor eterno y he tenido piedad de tu nada” (Jr 31,3). Ahora nos toca gozar y sobre todo construir. He ahí nuestra responsabilidad. “Tú eres, Señor Jesús, la piedra firme, la piedra inmovible, el Dios fiel” (2 Tes 3,3). Solo en ti confiamos, porque eres, oh Cristo, la fuente de la que surge la vida eterna (Jn 4,14). Tú nos ha dotado con las armas de la Luz (Rom 13,12). “No os inquietéis pensando qué comeréis, que beberéis o con qué os vestiréis” (Mt 6,31). Todo está en manos de Dios y confiamos en Él. Una promesa que no defrauda. Dios nos abrió paso a la vida y aceptamos por medio de su gracia las circunstancias. Benedicto XVI nos dijo: “En el mundo hoy hay una sola tristeza: la de no estar cerca de Dios”. Orad sin interrupción (1 Tes 5,17) y permaneced cimentados en la fe (Col 1,23).


si hoy escucháis su voz

No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar. Amarás como a la niña de tus ojos (Dt 32,10) a todo el que te hable del Señor. Mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi Padre (Mt 12,50), seamos, pues, imitadores de su paciencia y, si por causa de su nombre tenemos que sufrir, glorifiquémosle. Como decía San Ignacio de Antioquía: “Si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en sí entenderá lo que quiero decir y se

compadecerá de mí, sabiendo cuál es el deseo que me apremia”. “¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!” (Sal 8,2). Este es el esplendor de la esperanza; algo fascinante que nos mueve a estar sumamente agradecidos porque Cristo se hace presente en nuestra vida. “El Espíritu del Señor está sobre mí, pues Él me ha consagrado con su unción y me ha enviado a evangelizar a los pobres” (Is 61,2). Dios escribe recto en nuestros renglones torcidos. ¡Que el Señor en su misericordia nos bendiga!

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Kerigma

Javier Alba

Ade eseveceshijomequedueletomalaellibertad del que tengo a mi lado, la libertad de mi prójimo, camino equivocado, de ese hermano que a veces resulta insoportable.

Me duele tu libertad, hermano mío, y me escandaliza tu error, tu falta, tu ira, tu pecado. Entonces yo quisiera encadenarte como a un pájaro en su jaula para que no sufras; mas no puedo porque Dios te ha dado libertad. A veces me duele la libertad de todos aquellos que practican la injusticia con tantos pequeños, inocentes, indefensos.

También me duele su libertad, la de ellos, y me escandaliza que nadie les pare los pies cuando caminan por la senda de la maldad, y que nadie les ate las manos cuando maltratan y asesinan. Y yo quisiera encadenarlos como a un pájaro en su jaula para que no sufran tantas víctimas inocentes; mas no puedo porque Dios les ha dado libertad. A veces me escandaliza mi propia libertad, que tantas ocasiones me ha llevado a tomar el camino fácil, cómodo y equivocado, y a despreciar y abandonar a mi prójimo, a mi hermano, al que esperaba de mí una mano tendida y un abrazo. Sobre todo me duele mi libertad y me escandaliza mi debilidad y mi pecado, mi vanidad, mi orgullo y mi soberbia. Y me derrumbo ante Dios hecho carne y me arrodillo ante Cristo crucificado, enamorado, pues no hay amor sin libertad... También me duele, y no comprendo, la libertad de los que nos persiguen. Señor, ¿qué hacer con la libertad de los que nos odian?

Cuando me duele tu libertad, hermano mío, pido al Señor que me libere de las cadenas de mi orgullo y mi soberbia, y que, dejándome amar por Cristo, como cordero enamorado, pueda ofrecer mi cuello a tu espada en libertad.

Tu libertad, vuestra libertad, mi libertad, que a veces me duele y escandaliza, siempre canta el amor del Esposo por la esposa. Pues tanto ama el Amado a su amada que le ha dado libertad, sin violentarla —“mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap 3,20)— para esposarse con ella en libertad. 40

Después de muchos años de camino solo le pido a Dios el don de amar su voluntad y respetar tu libertad.


mosaico

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espada de dos filos

Ramón Domínguez Balaguer

Director de la extensión Dominicana del Pontificio Instituto de Juan Pablo II

La historia del hombre, desde el momento en que —engañado— se apartó de la voluntad de Dios, ha estado marcada por el constante empeño de Dios en reconducir al ser humano a su verdadera vocación: la comunión de amor entre Dios y su criatura. Pero en esta historia de salvación, Dios no ha actuado por separado ni independientemente del hombre, porque ya se sabe que la comunión de amor es cosa de dos y supone la libre iniciativa de uno y la libre acogida de parte del otro.

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Por eso el Señor se escogió un pueblo que estuviera dispuesto a entrar en su compañía y cooperara con Él en su obra de salvación. Primero lo fue enamorando haciéndose presente en la historia de sus antepasados, los patriarcas hebreos; luego los preservó de la aniquilación rescatándolos de la esclavitud en la que estaban sometidos en el país de la muerte y, después de mostrarles su poder y su misericordia, cuando les abrió el mar y les alimentó en el desierto sin tener en cuenta sus murmuraciones, los condujo a la montaña del Sinaí y allí estableció una alianza de amor entre Él y el nuevo pueblo que se había forjado: una verdadera alianza matrimonial, un pacto conyugal por el que “yo seré tu Dios —YHWH— y tú serás mi pueblo Israel”. De este modo, Israel, que no era más que un puñado de esclavos sin futuro, condenados al exterminio por el asesinato de sus hijos recién nacidos, fue establecido por Dios como el pueblo de la Alianza: un pueblo de sacerdotes, de profetas y de reyes consagrados al Señor para extender por el mundo la luz admirable de la Torá. Dios se escogió una esposa que compartiera con Él su pasión por el mundo y le ayudara en su obra de salvación. Es esta Alianza conyugal lo que da razón de ser a este pueblo, pues sin ella no es nada.

Dios estableció una alianza de amor entre Él y el nuevo pueblo, un pacto conyugal


espada de dos filos

El pueblo de la Alianza Israel es plenamente consciente, como constantemente se lo estarán recordando los profetas y su propia historia, de que su supervivencia como pueblo depende de su fidelidad a esta Alianza. Pero Israel no se mantuvo fiel a su único esposo, sino que marchó buscando y sirviendo a los baales —los dioses de los pueblos paganos— de los que esperaba inútilmente el sustento y la vida. A pesar de ello, el Señor se mantuvo fiel, pues como dirá más tarde San Pablo: “Si le negamos, también él nos negará; si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo” (2Tm 2,12b-13). Dios es amor y no puede dejar de amar, pero el amor implica también la corrección de las desviaciones del amor, y, por otro lado, el adulterio produce mal y dolor, sobre todo cuando uno muerde la mano que le alimenta y desprecia al que ciertamente le ama, abandonando a Aquel que es para ir detrás de lo que no es.

El libro del Deuteronomio lo explica de este modo: por haber descuidado poner en práctica las palabras de la ley volverá a Egipto. “Y allí os ofreceréis en venta a vuestros enemigos como esclavos y esclavas, pero no habrá ni comprador” (cf Dt 28,58-68). Este pueblo ya no sirve para nada, ni siquiera como esclavo. Palabra que nos recuerda aquellas otras del Evangelio: “Si la sal se vuelve sosa, ¿con qué se la salará?” (Mt 5,13).

La situación que experimenta el Israel infiel la describe bellamente el profeta Isaías en su canción por la viña: “Voy a cantar a mi amigo la canción de su amor por su viña. Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. La cavó y despedregó, y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella, y además excavó en ella un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agraces… ¿Qué más se puede hacer ya a mi viña, que no se lo haya hecho yo? Ahora, pues, voy a haceros saber, lo que hago yo a mi viña: quitar su seto, y será quemada; desportillar su cerca, y será pisoteada. Haré de ella un erial que ni se pode ni se escarde, crecerá la zarza y el espino, y a las nubes prohibiré llover sobre ella” (Is 5,1-6). Esta palabra fue cumplida porque, a pesar de los reiterados reclamos de los profetas, el pueblo elegido hizo oídos sordos y se empecinó en seguir por la senda de la idolatría. Pero la naturaleza de este pueblo es ser el pueblo de la Alianza. Esto es lo que le constituye en su “ser”; si reniega de ella se destruye a sí mismo, deja de ser pueblo y retorna al lugar del que procede: la esclavitud. La historia deuteronomista explica de este modo el aparente absurdo de un pueblo escogido y establecido por Dios, que se desvanece en la nada porque ha desestimado su vocación.

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Linaje escogido, sacerdocio real, nación santa Cristo se ha buscado una esposa, salida de su costado, para que le ayude en su misión de restablecer la comunión de Dios con el hombre La imagen de la viña la retoma el evangelista San Juan señalando que es el Padre celestial el viñador encargado de cultivarla. También San Pedro nos recuerda en su primera carta la elección de la Iglesia como esposa de Cristo, pues al igual que Israel: “Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable, vosotros que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois Pueblo de Dios, de los que antes no tuvo compasión , pero ahora son compadecidos” (1 Pe 2,9-10). Cristo se ha buscado una esposa salida de su costado, para que le ayude en su misión de restablecer la comunión de Dios con el hombre, como había hecho antaño con el pueblo de Israel. Pero, ¿qué pasa cuando el nuevo pueblo de Dios, dejando de lado el contrato matrimonial, se vuelve hacia otros amantes? ¿Qué ocurre cuando abandonando la Verdad se deja llevar por ideologías aparentes y vacías que, incapaces de dar vida, son sembradoras de muerte?

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No podemos perder la radicalidad y conformarnos con una luz mortecina y una sal insípida que de nada sirve al mundo. Al cristiano hay que pedirle, y hoy más que nunca, actos heroicos, a no ser que nos resignemos a amortiguar la luz y dejemos que la sal se deteriore para quedarnos en un mundo en penumbra, insípido y corrompido. La advertencia es clara: “se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos” (Mt 22,43). Tenemos ejemplos recientes, en el triste espectáculo que está ofreciendo la Iglesia Anglicana, una iglesia en disolución e irrelevante, porque si predica lo que dice el mundo, ¿para qué sirve? En otro orden de cosas, tenemos también el fruto no previsto de la llamada “teología de la liberación” que, a pesar de su enorme buena voluntad, no ha sabido dar al hombre lo que verdaderamente necesita, encerrándolo en un mundo de inmanencia. Como resultado, millones de personas han sido arrojadas a los brazos de las sectas que dan solo apariencia, pero que han sabido tocar la fibra de la trascendencia para la que el ser humano ha sido “programado”.

No dejemos que la sal se deteriore y nos quedemos en un mundo en penumbra, insípido y corrompido


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El bien vencerá ¿Y qué pasa en el mundo occidental; antaño foco de civilización y democracia por sus raíces judeocristianas? La Palabra de Dios es perenne y siempre actual; lo acaecido a Israel no es cosa del pasado, puede volver a suceder en algunos sectores de la Iglesia, a nivel personal o de grupos y de carismas, que no permanecen fieles a su vocación original. ¿Qué puede pasar en el mundo “cristiano occidental” cuando reniega de sus principios cristianos, rechaza a Dios y se pone a servir al nuevo y antiguo baal del dinero? La razón de ser del pueblo cristiano es la de iluminar y salar el mundo. Si deja de cumplir dicha misión de nada sirve, sino para ser arrojado al camino y ser pisoteado por la gente.

Esto está sucediendo en el antiguo pueblo “cristiano” de occidente, que asombró al mundo con el esplendor de la luz de Cristo; ahora que abandona la luz de la verdad para gobernarse por el desconcierto de la opinión, reniega de su misión y se destruye a sí mismo. Se preparan días de mucho dolor en España, Europa y el mundo entero, porque el hombre ha abandonado la Sabiduría y se ha ido tras sus locas apetencias siguiendo sus caprichos. ¿Hará falta un nuevo “destierro” que purifique al pueblo de Dios de sus idolatrías, abandone a sus amantes y le haga retornar a su verdadero esposo? Es posible, y el instrumento esté, tal vez, preparándose en el mundo islámico. Pero no hemos de olvidar que la primera y la última palabra es de salvación, y que todo contribuye para bien de aquellos a los que el Señor ama.

El hombre ha abandonado la Sabiduría y se ha ido tras sus caprichos, pero la primera y la última palabra es de salvación

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El término Apocalipsis significa “Revelación” (de lo que ha de venir). La aparente dureza de su lenguaje no debe asustarnos, ya que la auténtica dureza está en vivir apartados de Dios. Está dirigido a toda la Iglesia, pues el sentido del número siete —las siete iglesias— es la totalidad. A través de una ventana entreabierta en el Cielo se ve una figura enigmática que lo preside todo en su trono y que se presenta como “el que es, el que era y el que vendrá”, tal como Dios

se presentó a Moisés: “Soy el que Soy”. Ese “Soy” expresa un “ahora y siempre” que incluye el pasado y el futuro. En esta figura atemporal está presente el mismo Dios, y aparece rodeado de veinticuatro ancianos y cuatro vivientes en los que se representa, respectivamente, la historia de la salvación y la evangelización, lo pasado y lo venidero. Es decir, aquella figura que es Dios contempla complacido toda la historia, y Él sabe que todo está bien.

La Escritura nos da la clave de la existencia: venimos de Dios y hacia Él vamos

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“Escudriñad las Escrituras, pues ellas hablan de mí” La figura del trono presenta un libro sellado que nadie es capaz de abrir ni en el cielo ni en la tierra, lo que causa un llanto incesante porque sin su interpretación estamos a oscuras. Aparece entonces la figura de un Cordero, el único ser que puede romper los siete sellos, lo que conlleva un combate a muerte entre el mal y el bien. Para describir el mal, el texto utiliza unas figuras temibles: un dragón, dos bestias con siete cabezas y diez cuernos, y espíritus inmundos, que actúan en situaciones a cada cual más espantosa: fuego, un mar de sangre, tinieblas, relámpagos, truenos, terremotos, pedrisco y desplome de las ciudades de las naciones. No hay que quedarse en el dramatismo de la descripción, que no es más que la forma literaria escogida. Lo que se expresa aquí es que se trata de fuerzas espirituales depravadas e inmensas, muy superiores a nosotros. El dragón alude al mal absoluto, que no es algo sino alguien, pues tiene nombre, Satanás, y un número que lo representa: el 666, la total imperfección. El maligno es pues real e imperfecto.

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El bien se presenta como un Cordero manso —no existe figura más indefensa— y solo Él combate por el bien. Las fuerzas en lucha no pueden ser más desequilibradas; sin embargo, vencerá el Cordero porque “el amor es más fuerte que la muerte”. Si miramos las figuras que representan el mal, vemos que el dragón aparece en el Cielo; se trata del ángel que se rebeló contra Dios y que fue arrojado de allí. Y vemos también que es él quien da poder a los hijos de las tinieblas, representados en dos bestias que no vienen del Cielo, sino que una surge del mar y la otra de la tierra. Esto es muy importante porque viene a decir que Dios no ha creado el mal. Esas dos bestias, el mal y la muerte, no han nacido en el Cielo, vienen del maligno, son fruto de su engaño. Dice el texto que la primera bestia se parece a un leopardo, ágil, sigiloso y certero. Nosotros reconocemos esa forma de actuar del mal, que nos acecha a escondidas, con mentiras, con una seducción irresistible dirigida contra el interior, que nos hace entregar lo más precioso y genuino que tenemos: el yo interior, el corazón.


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Sin Dios dejamos de ser Y aparece una señal, la de “una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas, está encinta y grita con los tormentos de dar a luz”. Se trata de la misma mujer del Génesis, cuya descendencia ha de aplastar la cabeza de la serpiente. Hoy sabemos que se trata de la Virgen María que da a luz al Emmanuel, a quien el dragón persigue a muerte. Al final, “despechado contra la mujer, el dragón va a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús”. Satanás odia a la humanidad, que es depositaria del espíritu divino a través de la encarnación del Hijo de Dios. He aquí la entrada en escena de la Iglesia, que unida a su Señor, “como la vid al sarmiento”, se cobija bajo “las dos alas del águila grande”, el Espíritu que la conduce al desierto, a la oración, donde está segura. La Iglesia no tiene otra misión que la evangelizar, para ello se le concede un tiempo, el mismo tiempo que se les concede a las bestias para tentar.

el Cordero es el único que puede romper los siete sellos, lo que

conlleva un combate entre el bien y el mal La palabra que sigue reproduce las plagas de Egipto. Si en el Éxodo el Señor envía diez plagas al Faraón, en el Apocalipsis envía siete al mundo, pero con la misma finalidad, liberar a los suyos de la esclavitud de los ídolos, es decir, una gracia. Muchas veces la ira de Dios es la única forma que le queda para recuperar a sus hijos rebeldes; por tanto, ha de entenderse como una expresión de amor hacia ellos. Las plagas son como espada de doble filo, sanan o matan y son enviadas en cálices como bebida de salvación o de condenación, como lo fueron las plagas de Egipto, que protegían a los israelitas y perjudicaban a los egipcios. O como la Cruz, “escándalo y estupidez para los sabios de este mundo, mas fuerza de salvación para los creyentes”.

los hijos de las tinieblas están representados por dos bestias

que no vienen del Cielo sino del mar y de la tierra;

lo que significa que Dios no ha creado el mal 49


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“Soy yo, tu gran libertador, y vengo manchado de rojo” El vencedor es el Cordero que aparece en pie sobre el monte Sión (la Iglesia) bajo unas aguas que vienen del Cielo (el Bautismo para “nacer de lo alto”) y en medio de una celebración que alude a la Eucaristía (personajes de blanco, citaristas que cantan himnos desconocidos para los no iniciados, ángeles y cálices) presidida por el mismo Dios, significado en el humo de su presencia. Sabe la Iglesia que el combate está vencido y que aunque el enemigo puede causar estragos, el final está ya sentenciado. La Iglesia no ya conoce, sino que celebra la victoria definitiva y la celebra permanentemente. Afirma Scott Hahn que la clave que la Iglesia tiene para interpretar y celebrar estos acontecimientos es la Eucaristía. En ella se actualiza todos los días esa victoria que da sentido definitivo a la existencia y es la razón de que la vivamos como una celebración. Y aparece una visión preciosa: “Un Cielo nuevo y una Tierra nueva, la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén que baja del Cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo”. El amor va de la mano de la belleza plasmada aquí por el gran Arquitecto del Universo en la perfección de las proporciones de la Ciudad Santa, en la que la longitud es igual a la anchura y a la altura (un cubo perfecto), y en la belleza de sus materiales, oro similar al vidrio puro, algo inmaterial, brillante y transparente. “La ciudad no necesitará sol ni luna que la alumbren porque allí no habrá noche”, ni tendrá Santuario, porque el Cordero, el cuerpo de Cristo inmolado y resucitado será el lugar de culto, y las piedras del Templo definitivo serán los corazones de aquellos que hacen de su

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vida una liturgia de santidad haciendo suya la voluntad de Dios (“Se acercan los auténticos adoradores, que lo harán en espíritu y en verdad”). Ciertamente, una de las mayores alegrías de esta vida es comprobar la unidad de la Escritura. Emociona contemplar la similitud y belleza de los cuadros con que aquella se abre y se cierra. En ambos libros, Génesis y Apocalipsis, se habla de un río de agua de vida que brota, bien del Jardín del Edén, bien del trono de Dios y del Cordero, donde hay un Árbol de la Vida que da fruto todos los meses del año, y que sus hojas sirven de medicina para los gentiles. Desde el principio de la historia, Dios había pensado en este Árbol de la Vida, que es la imagen de la inmortalidad, y que en el momento culminante de la historia se plasmó en ese madero de cuatro brazos —la Cruz— del que saldrían sendos ríos de agua viva para dar un alimento imperecedero para todos los hombres: la misma vida de Dios, su carne y su sangre. Si el pasado de la humanidad está inundado del amor de Dios, el futuro no lo está menos, pues lo que realmente subyace al mirar el Apocalipsis es la bondad de Dios, que conduce la historia hacia la comunión plena con Él. Dios nos amó y nos amará. ¡Abramos los ojos! El mal y la muerte son totalmente ajenos a Dios. Constituyen esa gran Babilonia convertida en guarida de demonios que camina hacia su total destrucción, y de la que hemos de salir para no ser cómplices y merecer el mismo final.



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Ar ia s

C r es p o

Un regalo del cielo Mi querida Carmen: Isabel tendría ahora doce años. Estaba a punto de cumplir los dos añitos cuando sufrió el ataque cerebral que la sumió en una disminución física y psíquica. Los médicos diagnosticaron que la evolución sería progresiva y con un final como en realidad ha ocurrido. Cuando Dios se hace presente en la vida de las personas, el hombre se convulsiona. Pero, en general, solemos estar ciegos a esta realidad y muy pocas veces lo vemos actuando en nuestra biografía personal. Y si lo vemos, no siempre lo entendemos y, menos aún, lo aceptamos. Todo lo más que hace nuestro corazón es juzgar en silencio, murmurar, quejarnos y pedirle explicaciones. Así somos de rebeldes, de limitados, de débiles… Isabel tenía disminuido su cuerpo y su cerebro hasta cotas increíbles. No obstante, junto a esa miseria había un corazón sensible que valía un Potosí, fruto de una semilla de Dios. Su vida se ligó directamente a la mía por la enfermedad, ¿o fue al revés? Su padre y yo hemos hecho por ella lo que hacen tantos y tantos padres: aceptarla así y amarla. Tener una hija en estas condiciones te hace mucho más sensible e incluso te da un plus de serenidad. Al principio nos preguntábamos por qué tenía que tocarnos a nosotros si las posibilidades son las mismas para todos. Pero hemos aprendido que esta situación de Isabel nos obligaba a diario a relativizar muchas cosas. Y para nosotros nuestra hija ha sido una bendición. Es cierto que no aprendió a hablar, como tampoco supo comer ni vestirse sola. Ni estuvo al corriente de otras muchas cosas. No obstante, las mínimas que hizo las bordó y, desde luego, muchísimo mejor que otros. A veces, los ojos de Isabel, su brillo, su vivacidad parecían no estar afectados por la enfermedad. Eran verdes, enormes, inexpresivos..., ¡pero dulces! Mirarlos valía la pena pese a cuanto he pasado por ella. No los habría cambiado por nada del mundo; ellos me compensaban con creces. ¡Cuántas veces se los besé! Aquellos ojos me mostraron lo que el resto de su cuerpo me negaba: que Isabel vivía por dentro, que era consciente de que la amábamos tal cual era. En su mirada siempre había gratitud. Jamás llegué a captar en ella ni resentimiento ni amargura; siempre vi sus ojos limpios de todo reproche. Su cara, por el contrario, tenía una expresión indescifrable, con un rictus propio de la enfermedad que padecía. Pero cuando sentía que se le hacía un favor —siempre por casi nada— su gratitud resultaba angelical. ¡Qué sonrisa! Se nos hacía un nudo en la garganta cada vez que nos obsequiaba con ella. Al pasar por su lado y alcanzar del suelo la muñeca de trapo que se le había caído de entre sus torpes manos carentes de coordinación y fuerza, sus ojos te buscaban y te sonreía; era un regalo de Dios. Es preciso haber pasado muchas horas y muchos años a su lado para saber que ese gesto era una sonrisa y que con ella te daba las gracias. Me pagó con creces todas sus atenciones; devolvió mucho más de lo que recibió. A su padre lo adoraba. Se volvía loca de contenta cuando Ángel regresaba del trabajo. Isabel no hablaba; de su garganta todo lo más que emitía eran ruidos ininteligibles y débiles. Pero en cuanto veía a su padre aparecer por la puerta del salón se le alegraba el alma y su boca era un torrente de potencia y expresividad. En ninguna otra ocasión se comportaba de esta manera. Isabel celebraba a diario, y año tras año, estos encuentros. Mientras Ángel la besaba, le hablaba y le regalaba golosinas que después casi nunca consumía, ella manifestaba a su manera cuánto se alegraba de verlo. Si a veces por problemas de trabajo Ángel se retrasaba, no había forma de llevar a Isabel a la cama. Se quedaba allí en su sillón esperándole. En cuanto su padre aparecía por el salón y recibía sus caricias, ella expresaba su alegría del modo habitual. Ni un solo día se fue a dormir sin antes ver la llegada de su padre a casa. 52


familia de Nazaret

aquellos ojos me mostraron lo que el resto de su cuerpo me negaba: que Isabel era consciente de que la amábamos tal cual era Es verdad que Isabel nos recortó libertad, nos ató a la casa y, por las atenciones que le debíamos prestar, nos obligó a una sujeción con ella. Pero te aseguro que la situación de Isabel nos ha ayudado en nuestro matrimonio. Atenderla y cuidarla no ha sido ninguna carga sino una bendición de Dios para todos nosotros. Si bien, sobre todo al principio nos costaba una barbaridad atenderla, a buen seguro que se debía a que deseábamos hacerlo bien desde la ley y la obligación, y así no se puede aguantar mucho tiempo porque cansa. Ángel y yo pronto nos dimos cuenta que íbamos hacia el desastre, pues surgieron tensiones entre nosotros. Rezamos mucho para que el Señor iluminase nuestra situación y, después de un tiempo, caímos en la cuenta de que Dios quería probar nuestra fe. Jamás vimos en Isabel un castigo divino sino su amor de Padre. Cuando se nos regaló el don de que pudiésemos hacer con nuestra hija lo que Dios ha hecho con nosotros, es decir, amarla tal cual era, sin exigencias, sin leyes…, te aseguro, Carmen, que no nos ha costado. Hemos cogido el toro por los cuernos, hemos aceptado la voluntad de Dios y todo lo demás se nos ha dado por añadidura. Ha sido un regalo, una gracia, un milagro. Cierto que a veces nos hemos rebelado contra esta situación, como fruto de nuestra condición humana. Pero cuando de verdad nosotros dos nos hemos sentido amados y perdonados ¡una vez más!, la situación ha vuelto de nuevo a ser normal. Isabel estaba ahí, necesitada de nuestras atenciones y cuidados —fundamentalmente de que la amásemos. Sin darnos cuenta se lo hemos dado ¡y hemos sido felices! Ahora que ella ya no está seguimos siéndolo, pero no porque nosotros seamos buenos, fuertes y capaces —que no lo somos— sino porque Dios es fuerte, bueno y capaz. A Ángel y a mí nos ha desconsolado en el alma, hasta el extremo, la muerte de Isabel. Nuestro pesar es infinito y el corazón lo tenemos hecho añicos; hemos perdido a una hija querida y deseada. Tú que también eres madre lo comprenderás muy bien. Pero tenemos paz y tranquilidad porque sabemos que ella ahora forma parte del Amor, que es Dios. “El que crea en Mí, aunque muera, vivirá” (Jn 11,25). Nuestro mayor problema, y el de todos, es que nos aferramos tanto a la vida que esa tarea nos cansa, nos abruma. Tenemos una visión tan pobre y tan chata de la vida eterna que nos asusta perder esta de aquí abajo. Nos apegamos a ella como una lapa porque deseamos ser felices a toda costa, y no sabemos que la felicidad solo está en Dios. Isabel fue un regalo. El Señor nos la dio y Él mismo nos la ha quitado. ¿Quiénes somos nosotros para quejarnos? Mientras la tuvimos, la amamos y la cuidamos; otra cosa mejor no supimos hacer. Que Dios tenga piedad de nosotros. Cordiales abrazos a todos.

María Luisa

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Pilar Moiño Carrillo

El hombre de hoy, es un hombre masificado, alienado, cansado de lo racional, de la técnica, del hedonismo que nos envuelve, como han expresado pintores como Picasso, Bacon, Canogar con sus máscaras, y tantos otros que nos muestran esos rostros distorsionados, en soledad. Por eso el hombre anhela encontrarse consigo mismo y recuperar su dimensión trascendente, espiritual, y por ende, su identidad perdida. De ahí la fascinación de Occidente por la espiritualidad oriental una vez olvidadas —o al menos oscurecidas— sus raíces judeo-cristianas. Es así como se explica el nacimiento de esa espiritualidad alternativa y sacralidad holística, esotérica, difusa, sincretista, mezcla de influjos tanto de religiones orientales como de la psicología transpersonal —Willian James y Jung—, teosofía, astrología, cábala, sufismo, budismo zen, gnosis y un largo etc., y que invoca la física cuántica para reducirlo todo a una única e inmensa energía en distintos grados de vibración: Dios, hombre, alma y cuerpo, cosmos, materia y espíritu…

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Todo cuanto hay en el universo está interrelacionado. “El Todo está en cada cosa y cada cosa en el Todo”. Se trata de la “New Age” (Nueva Era); Era de Acuario que substituirá, en este tercer milenio a la Era de Piscis, que corresponde al cristianismo. Propone un “Nuevo Paradigma” de vida, “Holístico”, la resacralización de la Madre Tierra —Gaia— y la creación de una nueva conciencia espiritual en sintonía con la naturaleza y el cosmos. ¿Cómo lograr esa experiencia interior de armonía y unidad e incluso fusión con esa energía

universal, cósmica, llamada también crística, interior al hombre y que lo envuelve todo? Mediante diversas técnicas o terapias, generalmente guiadas por Maestros tales como el channeling (canalización) a través de médiums, meditación trascendental, Reiki, visualización, terapias nutricionales, iridiología, masajes de distintos tipos, reflexiología, sanación psíquica, cristaloterapia, cromoterapia (a través de colores) y muchas otras que se propugnan como medicina alternativa, ya que la fuente de la sanación —dicen— está dentro de nosotros mismos.


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La tentación de ser como dioses Esta sanidad holística se centra en el importante papel de la mente en la sanación. Somos co-creadores y creamos nuestra propia realidad. Mediante las técnicas de expansión de la mente se revela al hombre su poder divino: “Dios es lo más profundo del hombre mismo. No es distinto del hombre, el hombre es Dios”. Hay que recordar que ya el humanismo ateo de Feuerbach afirmaba que “no es Dios quien crea al hombre, sino el hombre quien crea a Dios” y, en el mismo sentido, “que el hombre sea para el hombre el Ser Supremo”. También se podría citar a Nietzsche y su teoría del “superhombre” y del “eterno retorno” tras decretar la “muerte de Dios”. Pero en ambos autores se observa un ateísmo que la New Age no puede aprobar, ya que se trata precisamente de un “revival” religioso, un despertar de espiritualidad que el hombre tanto necesita.

Sí se me ocurre recordar la tentación que aparece en el Génesis: “seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3,5). En este caso no se niega a Dios, sino que el hombre se equipara a Dios, e incluso intenta imponer sus propios valores para evitar la dependencia de un Ser Supremo. Algo que parece avenirse con la formulación de la Nueva Era, que llega a afirmar que en algunas personas —como Jesús, Buda, Zaratustra etc.— la energía crística penetra tan profundamente en su interior que se convierten en Maestros de sabiduría, para enseñar a los hombres a acceder a ese estado de conciencia cósmica, el estado crístico de la mente, la experiencia directa de la divinidad que mora en nosotros y en todas las cosas. Así pues Cristo es el ideal a conseguir, la meta a alcanzar, lo que el hombre está llamado a ser.

Esta sanidad holística se centra en el importante papel de la mente. Somos co-creadores y creamos nuestra propia realidad

Para llegar a esa iluminación, el seguidor de la Nueva Era debe recorrer un sendero hacia el interior de sí mismo mediante autocontrol, disciplina, desapego de lo que le ata al “ego”, e incluso de sucesivas reencarnaciones. Hay que advertir que la reencarnación en la New Age difiere de la hinduista, sujeta a la ley del karma (según haya sido nuestro comportamiento en la pasada reencarnación así serán las condiciones de la vida futura). Si en el caso de la hinduista se trata de una purificación y avance hasta llegar a la iluminación, en la New Age la reencarnación se entiende no como purificación —puesto que no existe el pecado— sino como conocimiento imperfecto (influencia de la gnosis). Es, por tanto, únicamente un camino de perfeccionamiento individual hasta llegar a alcanzar la autoconciencia y fusionarse, disolverse en la conciencia crística universal y cósmica, y constituirnos en el alma divina que late en el universo.

Nace una espiritualidad alternativa, esotérica, sincretista, mezcla de religiones orientales: cábala, sufismo, budismo zen, etc. que reduce todo a una única e inmensa energía: Dios, hombre, cosmos, materia y espíritu…

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Dos rostros que se funden en uno solo No se trata de energía vital que lo inunda todo, como dice la New Age, sino de un Dios que es Amor, personal, trinitario, al que podemos llamar Abba, Padre

En la concepción de la New Age, y dentro del paradigma holístico, se observa un claro panenteísmo: “Dios está en todo y todo está en Dios”. Pero no es un Dios personal ni tampoco el Creador del Universo, sino una energía impersonal, un principio vital, el espíritu o alma del mundo, la suma total de la conciencia que existe en el mundo. Es, por tanto, un dios sin rostro. Y es también un hombre sin rostro, ya que la identidad del hombre consigo mismo se pierde en las sucesivas reencarnaciones hasta llegar a la disolución en el ser universal, en la conciencia cósmica. Dice Berdiaev que “el cristianismo es la religión del rostro”. Si bien en el Antiguo Testamento, Yahveh se manifiesta en lejanía, a través de la “zarza ardiendo”, la “nube” o “columna de fuego”. En el Éxodo, esa presencia de Dios —Shekinah— llega a plenitud en el Nuevo Testamento con la Encarnación de Cristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre.

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El hombre tiene sed de Dios, de trascendencia, lo finito ansía lo infinito, de ahí el grito del salmista: “¿Cuándo podré ver tu rostro, Señor?” (Sal 42). En el rostro de Cristo, recupera el hombre su rostro y también el rostro de Dios: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9). Dice el Papa Francisco: “Jesús nos entrega dos rostros; es más un solo rostro, aquel de Dios que se refleja en tantos rostros, porque en el rostro de cada hermano, especialmente el más pequeño, frágil, indefenso y necesitado está presente la imagen misma de Dios”. Y nos exhorta a “caminar siempre en esta ley de los dos rostros, que son un solo rostro: la ley del amor”. Ya no se trata de energía vital que lo inunda todo, como en la Nueva Era, sino de un Dios que es Amor, personal, trinitario, al que los hombres podemos llamar Abba, Padre. Pero para ver ese rostro necesitamos mirar desde el hondón del alma, desde nuestro espíritu, desde nuestro ser interior, porque como dice San Agustín: “Dios es más interior a ti que tú mismo” y “en el interior del hombre habita la verdad”. Para ello hay que poner silencio en nuestras vidas, “silencio que no es ausencia de ruido sino de ego” (Javier Melloni). Solo así nos conoceremos a nosotros mismos, recuperaremos nuestra identidad perdida y, al menos, atisbaremos el misterio de Dios. “Conózcame a mí, conózcate a Ti”, pero es necesario

seguir el consejo del Obispo de Hipona: “Trasciéndete a ti mismo” porque tú no eres Dios. Entrar, pero también salir: “Sal de tu tierra y de la casa de tus padres…” como se dijo a Abrahán, para dejar hueco a la divinidad. Hay, en esta visión cristiana, una clara alteridad entre creatura y Creador. Si bien, la meta del hombre es lograr esa identificación con Cristo —“ser el mismo Cristo”—, pero no como fusión o disolución, como veíamos en el paradigma holístico de la New Age, sino en el sentido del Apóstol Pablo: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. Es llevar a lo más alto esa imagen y semejanza de Dios en que consiste la plenitud humana y que será definitiva tras la resurrección. En ella conserva el hombre su “mismidad” tanto en su cuerpo, alma y espíritu, que constituyen una unidad y que permanecerán trasformados y glorificados en la vida eterna. Nada sería posible con el solo esfuerzo humano, como se propone en la visión de la Nueva Era, sino que resulta imprescindible la ayuda de la Gracia y de ese modelo —Camino, Verdad y Vida— que es el Hijo Encarnado, nuestro Salvador, que pasó haciendo el bien, aceptando libremente el dolor, la injusticia, también la amistad de los hombres, y que por amor entregó hasta la última gota de su sangre en la Cruz.


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“Nosotros iluminamos Amsterdam” es una instalación artística expuesta durante la temporada navideña en las calles de Amsterdam. Fue creada para el Festival de Luz que se organiza desde hace tres años en la ciudad y que dura desde noviembre a enero. Esta instalación ha sido realizada por un movimiento artístico llamado “Conectar Creando Encuentros” y, como su nombre indica, su meta es transformar espacios públicos con intervenciones artísticas que de alguna forma consigan conectar a los habitantes del barrio, creando encuentros entre ellos, sacándoles del individualismo y de la soledad urbana. Esta pieza se realizó con la cooperación de vecinos que aportaron sus lámparas usadas, ya fueran viejas o de diseño moderno, para unirlas y encenderlas a la vez en la plaza del barrio. Los creadores de la obra de arte, además de voluntarios de la zona, contaron con escenógrafos, electricistas y técnicos para configurar la instalación.

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Al final, unas cien personas ayudaron a formar esta obra de arte y a cada participante se le llamaba “héroe”. Héroe por entregar su tiempo y su esfuerzo para el bien común de forma altruista. Cada luz podría representar a uno de estos héroes, que quizás ellos mismos no se veían como tales pero desde el momento en que proyectan luz se trasforman en transmisores de energía. Una persona me comentó que cuando se acercó a la instalación le dio la sensación de caos, de desorden, casi de vertedero de lámparas en plena calle. Pero que ante su confusión alguien le indicó que subiera a una escalera para verlo mejor. Dudó si le interesaba pero al final se aventuró... ¡Vaya espectáculo apareció ante sus ojos! Todo el desastre se había unificado creando las palabras “NOSOTROS SOMOS AMSTERDAM” y las lágrimas llenaron sus ojos.


nueva estética Cada lámpara individualmente podría ser casi un objeto de contenedor, sin ningún interés. Pero unida a las demás y creando una luz agrupada, todo cobraba sentido. Es claramente una metáfora de nosotros mismos, de nuestra pobreza individual, que cuando es puesta al servicio de los demás da un fruto por encima de nuestras posibilidades. Es interesante que la grandeza y la belleza de la instalación no se compruebe hasta que la persona osa ascender y verla con perspectiva desde lo alto. Tantas situaciones en nuestra vida se nos hacen un nudo y solo vemos el caos, hasta que nos arriesgamos a entregárselas a Dios, a despegarnos de la tierra y verlo desde Su perspectiva, entregándoselo a Él. Solo entonces todo cobra sentido y el desastre se transforma en belleza.

Sin duda, al decir que las personas que irradian luz son las que configuran Amsterdam, es una forma en el título de decir que únicamente existes si das luz a tu alrededor, si proyectas la Luz de Dios a los que te rodean. “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12); seamos nosotros bombillas de esa luz en el mundo, aunque nuestras lámparas no valgan nada. La luz que proyectan está por encima de la estructura que las proyecta.

¡Feliz Navidad, y sed radiantes!

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¿Hay una definición concreta para la belleza? ¿Y para el arte? Según Platón —al que Benedicto XVI nombraba asiduamente hablando del camino de la belleza, de la Vía pulchritudinis— la belleza hace atractivo el Bien, la Verdad: “La función esencial de la belleza es provocar en el hombre una saludable sacudida que le haga salir de sí mismo, le arranque de la resignación, de la comodidad de lo cotidiano. Le haga también sufrir, como un dardo que lo hiere pero que lo despierta, abriéndole nuevamente los ojos del corazón y de la mente, poniéndole alas, empujándole hacia lo alto”.

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nueva estética En los cánones helenísticos, la simetría y la proporción era lo que daba belleza a las formas. Esto era así para la belleza estética, aunque se quedaba incompleta. Siglos más tarde, Santo Tomás de Aquino coincidirá con esa definición pero profundizará mucho más: la Belleza es la armonía de las cosas, la justa proporción; lo bello es agradable al conocimiento. Para Santo Tomás ya no solo se trata de un conocimiento estético —por tanto incompleto— sino que se refiere al conocimiento del bien. Igualmente, este gran santo y doctor de la Iglesia menciona el arte como el recta ratio, es decir, “la razón correcta” de las cosas. Esto hace que el arte se coloque entre las perfecciones del alma racional. En definitiva, el arte es un “saber hacer”. Antonio Gaudí (1852-1926) define la belleza como un destello de la Verdad que seduce a todo el mundo, por eso es universal, y subraya que cuando por la búsqueda de originalidad se pierde ese poder de seducción que tiene la belleza, entonces no hay obra de arte. Su contemporáneo Joaquín Sorolla (1863-1923) define la belleza como luz, resplandor: “Cuanto más luz hay en los cuadros, más verdad, más belleza y más vida hay”, expresa el pintor valenciano. Son muchas y variadas las denominaciones de la belleza, pero todas encierran lo mismo: la Verdad, que sobrepasa los siglos, no tiene fecha de caducidad. Fuera del bien y de la verdad —que deben ir siempre unidas— ya no hablamos de belleza sino de su falsificación, de su caricatura.

La belleza atrae al amor

San Juan Pablo II, en los ejercicios espirituales que impartió en 1962 a un grupo de artistas siendo cardenal de Cracovia, les dijo que se originaba una “cacofonía” cuando no hay armonía entre la conciencia estética y la moral. Es decir, que se produce un desorden. Esta afirmación de Karol Wojtyla la enlazamos con la de San Agustín: “No hay nada ordenado que no sea bello. Todo orden viene de Dios”.

La Belleza es sensitiva —a través de los sentidos podemos percibir parte de ella— pero también es intuitiva: sabemos que existe y nos sobrepasa, y queremos llegar a ella. Por esa razón, el hombre la identifica sin que nadie se lo explique. Así, decía San Agustín: “¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera”. Porque la belleza suprema, su máxima

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expresión es Dios y nos deja su huella en sus criaturas, como guía hacia Él. ¿Qué contemplamos al mirar la naturaleza? ¿Por qué no necesita explicación? ¿Por qué intuimos que está llena de algo grande y sublime que nos desborda? Porque rebosa de Belleza, rebosa de Dios. Nos seduce su atractivo y nos atrae, pero no con el fin en sí mismo sino para elevarnos mas allá de nuestros sentidos, para transportarnos a la belleza espiritual que toda alma humana tiene como huella en su ser. Y en esa plenitud hayamos la paz, el descanso y el sosiego para admirar esta belleza en su grandeza, en su verdad, en su centro. El placer causado por la belleza reúne no solo a los sentidos sino a toda la persona: emociones, pasiones, razón e intelecto.


nueva estética

Intuitiva y fecunda Cuando se intenta manipular la belleza dándole connotaciones nuevas, anteponiendo que sean “innovadores, modernos, más actuales, vanguardistas etc.”, el alma no descansa, no se agita por la emoción sino que provoca confusión, rechazo y cierta indignación. Entonces estamos cayendo en la degeneración de la belleza. Exactamente este mismo caos y confusión es lo que se pretendía en Alemania antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial: quitarle a la palabra su significado, a la música su sinfonía y al arte su armonía, y en concreto, eliminar al retrato su parecido. Predominó entonces una nueva forma de expresión artística: la abstracción, el cubismo, como lenguaje interpretable según la opinión de cada uno. Esta degeneración de la belleza es muy común hoy en día, donde prevalece la originalidad pero rayando la extravagancia frente a ese poder de seducción del que nos hablaba Gaudí. Casi como si fuera vergonzante el pasado y sus maravillosas obras de arte, muchas veces hoy en día parece que sus expresiones han quedado obsoletas, caducas y anticuadas, despreciando frente al nuevo reclamo de la modernidad aquellas técnicas utilizadas y el esfuerzo que requería —no pocas veces una vida entera— para crear una verdadera obra de arte.

Es el triunfo de lo grotesco frente a lo bello. Hemos llegado hasta tal punto que hoy en día hay que educar a los niños a distinguir qué es bello y qué no lo es, pues están invadidos de esta mal deformado espíritu de lo grotesco, hasta en sus juguetes, que suelen ser monstruos y héroes con aspectos horribles. La fealdad no viene de Dios sino del padre de la mentira y príncipe de este mundo: el demonio. Nosotros naceremos, viviremos y moriremos, pero la Belleza permanecerá inamovible, eterna. Creeremos que hemos descubierto la mejor manera de expresarla, lo que será un logro, pero eso no presupone inventarla, sino descubrirla y asomar un destello en nuestras obras de esa Belleza latente. El Cardenal Wojtyla decía que “la Belleza es el objeto y finalidad del arte mismo” y llamaba a los artistas “geniales constructores de la belleza”. Geniales en cuanto a su talento natural como don del Espíritu Santo; constructores en cuanto a artífices co-creadores de la belleza de Dios. Hablaba también de la paradoja entre pereza y creatividad como actitudes que se contraponen entre sí. “El artista —decía— debe ser sensible a la belleza para poder crearla”.

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Experiencia salvadora Después de esto llegamos a la conclusión de que ser artista no es crear algo de la nada. El fraile mercedario y renombrado filósofo Alfonso López Quintás (1928) lo define muy bien: “Somos creativos cuando asumimos activamente alguna posibilidad que nos brinda la realidad y colaboramos a que surja algo nuevo dotado de valor”. El artista no es original porque decida serlo o porque busque la manera de expresión más extravagante sino porque, al ser sincero consigo mismo, busca más allá de sí y entonces comienza a descubrir la belleza, ese camino que no termina nunca y que algún día contemplará en su máxima expresión. En el momento que el artista se cree dueño de manipularla, falsificarla e incluso redefinirla, no estará hablando de belleza sino que se buscará a sí mismo en expresión de las formas, en el mensaje, en todo. Ya no estará esa búsqueda sincera que le sobrepasa, y eso en la obra se trasmite. Lo podemos contemplar en lo absurdo, inconexo, feo, grotesco, y no pocas veces ridículo, pero admirado por un público que sin entender lo más mínimo su significado y sentido lo aplaude por estar de moda, por ser lo que se lleva, moderno. Como no cambiemos los criterios en este “arte vanguardista” la belleza no encontrará su sitio y podremos hablar de expresión pero no de arte. A este nivel de tergiversación de la belleza hemos llegado, por eso hay que aclararlo y devolverle su grandeza. Como decía Chesterton: “Hay un problema en la sociedad cuando hay que explicar lo evidente”.

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El placer causado por la belleza reĂşne no solo a los sentidos sino a toda la persona: emociones, pasiones, razĂłn e intelecto

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Victoria Serrano Blanes - Periodista

Más conocido como Buenafuente del Sistal, es el único monasterio cisterciense que se mantiene todavía en activo en esta parte de la provincia de Guadalajara. Sus orígenes se remontan a los tiempos de la reconquista cuando, expulsados los moros, el rey de Castilla Alfonso VIII quiso repoblar estas tierras por medio de la construcción de monasterios y de los núcleos rurales que se formaran en torno a ellos. Así, junto a una pequeña ermita que albergaba una fuente de aguas consideradas milagrosas, unos monjes franceses de la Orden Canónica Regular de San Agustín construyeron en 1177 este monasterio. Todavía hoy, casi nueve siglos después, la fuente continúa manando en el interior de la iglesia románica.

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Pasaron los años, y en 1245 fue cedido a una comunidad de monjas cistercienses de la Común Observancia —a diferencia de la rama cisterciense de la Estricta Observancia, que son los trapenses—, que se mantiene hasta nuestros días. «El Sagrario lleva ininterrumpidamente ochocientos años ocupando la capilla, a pesar de tantas guerras como han ido sucediendo. Únicamente en la guerra civil (1936-39) las monjas se ausentaron durante un año, ya que por aquí se estableció un frente republicano y les aconsejaron huir a Medinaceli. Aunque dos de ellas se quedaron muy cerca», explica la Madre María, abadesa.


sed santos

Es el único monasterio cisterciense que se mantiene activo en esta parte de la provincia de Guadalajara. La Orden del Císter ha sido muy relevante en la historia de la Iglesia. Su espiritualidad se apoya en tres pilares: ascetismo, liturgia y trabajo manual —el célebre “ora et labora” de la regla de San Benito. Esto propició que durante los siglos siguientes el monasterio de Buenafuente reuniera importantes propiedades que daban trabajo a numerosos aparceros. Sin embargo, en 1835 la Desamortización de Mendizábal supuso para las monjas la pérdida completa de sus bienes y derechos; solo pudieron mantener el edificio y lo que en él contenía. «Lo peor es que tras la desamortización los colonos pasaron a trabajar para otros dueños, y estos fueron muy inmisericordes. Las monjas eran más suaves; un año porque habían tenido un niño, otro porque la cosecha era mala…, se lo perdonaban todo». En la actualidad, el monasterio se compone de las dependencias claustrales, el templo y un conjunto de casas que forman un pequeño pueblo como centro de espiritualidad y recogimiento, donde se acoge a todo aquel que quiera compartir la liturgia, el silencio y la contemplación con esta comunidad cisterciense.

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sed santos

El espíritu del Señor llena la tierra La mayor de las nueve hermanas es la Madre Soledad —una vez que se ha sido abadesa se conserva el sobrenombre de Madre. Aquejada de Alzheimer, la comunidad se deshace en atenciones y mimos hacia esta hermana de 87 años. «Está preciosa. Es como una niña», comenta con cariño la Madre María, abadesa. La siguiente en edad es Sor Lucía, natural de Trillo y hermana del P. Ángel Moreno, capellán de Buenafuente. La tercera es la priora, Sor Soledad, nacida en Cuenca pero criada en Vallecas (Madrid). Después le sigue Sor María Nela, de La Puebla de la Barca (La Rioja), Sor María Jesús, aragonesa, y Sor Inmaculada, la hospedera, que es valenciana. Desde hace más de un año se ha unido a la comunidad una novicia, Isabel, y desde el mes de noviembre, María, postulante. Las hermanas profesan un amor especial a la Virgen, bajo la advocación de Santa María de Buenafuente. En el Císter, María tiene un puesto central: es madre, compañera, abadesa…, y los monjes y monjas están plenamente consagrados a ella. «El día de la Asunción, que es nuestra patrona, le entregamos las llaves, la ponemos en el sillón del capítulo como signo de que es nuestra abadesa, y le rendimos cuentas», señala la Madre María. Pudiera parecer un contrasentido que se ayude a la humanidad sin estar en primera línea de batalla. Pero, ¿quién establece los límites entre vanguardia y retaguardia? La Madre María no tiene ninguna duda: «Dios quiere nuestra mediación. Sin necesitarnos para nada, nos quiere hacer cómplices, partícipes, mediadores de la felicidad que Él quiere dar a cada uno de sus hijos. Podría prescindir totalmente de sus criaturas, pero quiere asociarnos con Él porque nos ha hecho a semejanza suya.

La misión que nosotras tenemos es de intercesión, es decir, estar entre medias del Señor y la humanidad. Llevar al Señor todas las esperanzas y angustias de los hombres y, a la vez, que el consuelo y el amor de Dios se manifieste en los hermanos». Cada día viven la plenitud del Evangelio como la única razón de todos sus quehaceres. Por eso la oración es el hilo conductor que eslabona sus horas y sus días. «Empezamos la jornada a las seis de la mañana —detalla la abadesa—: Nos levantamos a las 4:45 y poco después tenemos Maitines, un rato de oración personal y Lectio Divina. Al acabar, rezamos Laudes y después salimos a la sala capitular donde se lee un fragmento de las reglas. En el Capítulo diario aprovechamos para dar algún aviso, alguna exhortación de la abadesa, la vestición de una novicia, etc. Luego, a las 8:15 celebramos la eucaristía y a las 9 desayunamos. Entonces nos ponemos cada una a realizar los trabajos encomendados. A las 12,40 se toca la campana para convocarnos al rezo de la Hora Sexta. Comemos a las 13:15 y después hay un rato de descanso. A las 15:30 rezamos la Hora Nona y acto seguido, dependiendo de cada día, tenemos formación o diferentes actividades en torno a la Palabra de Dios. A las 17:30 dedicamos cincuenta minutos de adoración ante el Santísimo y a las 18:30 rezamos Vísperas. Cenamos a las 19:15 y, tras una hora de recreación en comunidad y un rato de lectura, rezamos Completas y a la cama a descansar. En verano se alarga un poco la jornada».

“Nuestra misión es de intercesión, es decir, estar entre medias del Señor y la humanidad” (Madre María)

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Quiero mirar con tus ojos, amar con tu corazón No se puede hablar de Buenafuente sin hacer mención a Madre Teresita, la hermana que en la JMJ Madrid 2011 pudo saludar personalmente a Benedicto XVI en el encuentro con las religiosas en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, y comentarle que entró en clausura el mismo día que él nació. En TV pudimos apreciar lo entrañable de este encuentro. «Todo lo que le iba diciendo el Papa se lo repetía yo a ella. Por lo que, disculpándome, le dije: “Santo Padre, es que tiene el oído un poco duro”. “Tiene oído interior”, me respondió él», recuerda la Madre María. Entró al monasterio con diecinueve años y murió a los 105 años, con lo que vivió 86 felices años siendo monja cisterciense en Buenafuente del Sistal.

Cuentan las hermanas que era de una madurez asombrosa, y en todos cuantos la conocieron ha dejado la huella de su afecto generoso. Con 27 años le nombraron priora y durante 21 años fue madre abadesa. Su santidad se reflejaba en la sencillez y caridad exquisita de su trato. Nunca ocultaba su especial predilección hacia Benedicto XVI. «Cuando me muera decidle que allí le espero”, nos dijo. Y así hicimos», explica la abadesa.

No se puede hablar de Buenafuente sin hacer mención a Madre Teresita

Madre Teresita

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sed santos «Cuando nos enteramos de la renuncia de Benedicto XVI se lo informé. “¡Madre mía! Pero si no podía, es lo mejor que ha hecho”, me confesó Madre Teresita. Ella le comprendía perfectamente porque había habido entre ellos una plena comunión de almas. Leía muchísimo y vibraba por todo pero estaba mascando como el Papa lo que era la limitación. Cuando estaba al final de sus días tan malita y con unos dolores tan fuertes se despidió de nosotras siendo plenamente consciente. Nos dijo que la Virgen le había anunciado que vendría y se la llevaría, y vivía su muerte con serenidad y paz. Todas pensábamos que la partida sería inminente pero pasó esa noche y le dije: “¿Qué, Madre Teresita, el tiempo en la otra orilla no es como en esta?”. Me contestó: “Es que me falta un poquito y tengo que sufrir”. Y no se quejó nada, aunque sabíamos que los dolores eran tremendos. Una hermana le dijo: “Piense en algo agradable”, y se le iluminó la cara con una sonrisa. “Pienso en lo que me queréis”».

«Creíamos que no íbamos a poder vivir sin Madre Teresita —añade Sor Lucía—: Su hermana, la Madre Margarita, y ella eran una columna para el monasterio, ¡una referencia de fe en el Señor! Siendo tan mayores se levantaban las primeras y nunca se venían abajo. Eran de Foronda (Álava), sus padres les habían enseñado a llevar una pareja de bueyes y no se arredraban por nada. Madre Teresita tenía 105 años y todavía se levantaba a las 5:00 para rezar Maitines. “Hija mía, para ser santa hay que pasar mucho. Pero tú no te desanimes y abrázate a Jesucristo”, me decía».

Buenafuente es un centro de espiritualidad donde se acoge a todo aquel que quiera compartir la liturgia con la comunidad

“He visto al Señor” La Madre María es la abadesa desde el año 1999 y anteriormente también fue maestra de novicias. Tiene 67 años y es natural de Torrecampo (Córdoba). «Sentí la llamada al seguimiento del Señor a los dieciocho años. Sin embargo, o no tuve valor o me creí muy prepotente, y le dije al Señor que mirara para otro lugar porque yo me iba a organizar mi vida. Pasaron los años y cuando escuché la frase que Jesús le dice a la samaritana: “Si conocieras el don de Dios”, quise conocerlo. Me sorprendió que esa llamada que creía que se la había llevado el gato siguiera insistiendo. Entonces quise darme completamente al Señor y me fui, a los 26 años, como misionera seglar con las Siervas de San José a Zaire (actualmente El Congo). En esos tres años empecé a amar la Iglesia. Vine de visita a España y como mis padres tenían la salud muy quebrantada y yo era la única hija soltera, me quedé con ellos. No volví a Zaire pero en mí seguía viva la llamada a entregarme a mis hermanos a través de la vida consagrada en clausura. Año y medio después vine en junio a misa con unas amigas y en agosto volvimos para hacer unos ejercicios espirituales.

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Madre María


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«¿Cuál es el cometido de una abadesa? Servir. ¡No me lo puedo tomar de otra manera!» (Madre María)

A una de ellas le picó un bicho y tuvimos que volver a Córdoba a los dos días, pero me fui sabiendo que quería ser monja. Yo no elegí la Orden ni el lugar, sino que ellos me eligieron a mí. Fui a visitar en Córdoba al monasterio del Císter de la Encarnación y la abadesa me dijo: “El lugar es muy importante porque nosotras hacemos votos de estabilidad, obediencia y conversión de costumbres, pero solo Dios y el alma saben cuál es”. Al oírlo le dije: “Madre, pues entonces mi sitio es Buenafuente”. A lo que me contestó: “Si lo tienes tan claro, vete, y que Dios te bendiga”. Vine a hacer una experiencia y al llegar pensé: ¡Es mi casa!». «¿Cuál es el cometido de una abadesa? Un día se lo preguntaron a una hermana y ella respondió “Decir amén a lo que decimos las demás”. Pues eso, servir. ¡No me lo puedo tomar de otra manera! Es el Señor el que lo hace».

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«Cuando me vine aquí, día a día me sentía como una planta que trasplantan y rejuvenece». (Sor Lucía)

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Sor Lucía es de Trillo, tiene 78 años y es la hermana del P. Ángel Moreno, el capellán. Nos cuenta que lleva cuarenta felices años en Buenafuente aunque sesenta de vida religiosa, pues antes fue clarisa en el monasterio de Sigüenza. «Desde siempre he querido ser religiosa y a los 18 años me encauzaron para allí. Estando en el convento oí hablar a Pío XII que los monasterios de clausura debían ser focos de espiritualidad donde los seglares pudieran participar de la oración y la liturgia. Me identifiqué con esta apertura hacia la gente, que yo veía tan necesitada de oración. Las clarisas nos levantábamos para Maitines a la 1 de la madrugada y mi naturaleza no lo soportaba; romper la noche me producía muchos dolores de estómago y vómitos. Tenía 22 años y parecía una anciana, pero por el Señor todo lo aguantaba. Mi hermano Ángel fue ordenado sacerdote y se vino a Buenafuente para asistir a las hermanas. Me contaba que este monasterio era un centro de espiritualidad y justo eso era lo que mi corazón deseaba. “Señor, si no es tu voluntad, que todo el mundo me diga que no”, y le expuse a mi abadesa y a mi confesor el deseo de venirme. Ellos se lo preguntaron al obispo y dijo: “¡Qué bien para esas hermanas porque son muy poquitas!”. Y así fue como el Señor me lo puso en bandeja de plata. Cuando me vine aquí, día a día me sentía como una planta que trasplantan y rejuvenece».


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“Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí” Isabel, la novicia, es de Madrid. «Soy la quinta de nueve hermanos y he vivido la fe en familia. Hace años sentí la llamada del Señor y estuve casi ocho años en una congregación religiosa de vida activa, pero no acababa de encontrar mi sitio. Me marché y volví a la vida “normal”, con todas las dificultades que eso conlleva pues me quedé en tierra de nadie. Empecé a tener dirección espiritual con un sacerdote y a colaborar en una parroquia en la catequesis, el coro, los campamentos, etc. Pensé que mi vida iba a ser así para siempre

pero en un encuentro de catequistas sentí cómo el Señor me decía: “¿Pero hasta cuándo me vas a hacer esperar?”. Con un gran miedo empecé a plantearme la clausura, ya que la vida escondida en Dios me llamaba mucho la atención. Conocí a esta comunidad y pude ver claro que era mi lugar. Entré el domingo de la fiesta de Cristo Rey del año pasado y estoy muy contenta».

Isabel

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María Antonia

María, la postulante, tiene 21 años. Nació en Granada y es la mayor de siete hermanos. «Desde los catorce años llevo viniendo con mi familia a Buenafuente en Pascua y una semana en verano. El año pasado hice un curso de Diseño de Moda donde aprendí y disfruté un montón, pero sentía un vacío que no me dejaba ser feliz. Necesitaba que el Señor me dijera qué quería de mí y un día se lo pedí a gritos. A los veinte minutos recibí un correo de una amiga hablándome de una congregación religiosa; a las pocas horas otra amiga me invitó a conocer unas monjas; y además, el Evangelio de ese día decía: “Hágase en mí tu voluntad”. “¡Ay, Señor, me estás dando miedo!”, le dije. Me puse delante del sagrario: “Sí, me voy a Buenafuente”, y hasta físicamente fue como quitarme un peso de miedos e incertidumbres de encima.

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Si Él llama no puedes resistirte porque al final vence. Ahora veo que todo en mi vida ha sido una consecución de acontecimientos para que yo esté aquí. Pero Dios elige a lo peor. Yo soy una orgullosa de mucho cuidado que no merezco ni que me quiera la gente, ¡cómo voy a merecer que me quiera el Rey de reyes! Pero tengo la certeza de que Él lleva mi vocación». Antonia Efsola es de Yaundé (Camerún) aunque vive en España desde hace muchos años. Tras comentarle a su párroco el deseo de hacer un retiro espiritual, este le aconsejó Buenafuente. «Mi familia es católica y me transmitieron la fe. Vine a Torrejón de Ardoz (Madrid), me casé con un español y tengo cuatro hijas. Llevo solo tres días aquí y siento mucha paz porque se siente a Dios muy cerca. Las experiencias de la vida me han enseñado a agarrarme más a Dios y encontrar la paz espiritual dentro de los muchos problemas que tengo. La fe me hace estar alegre y tranquila”.


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Sin ti, Dios eterno, ¿quién puede vivir? En Buenafuente, como en cualquier otro monasterio o convento, todo se mueve en el ámbito de la Providencia de Dios. «Nuestro medio de vida es la acogida de la gente. Vienen un día, dos, tres, máximo ocho y cada uno aporta lo que buenamente puede o quiere. Pero si tenemos necesidad de hacer alguna obra el Señor siempre se nos adelanta. El año pasado estuvimos reparando los baños del noviciado y al arreglar las tuberías de desagüe vieron que dieciocho vigas que sostenían el cargadero se encontraban en un estado lamentable. ¡Eran las vigas originales del siglo XII! ¡Que no ocurriera nada ha sido un milagro! En ese tiempo nos comunicaron que una señora dejaba en su testamento una parte para el monasterio. Con ese dinero pudimos arreglar las vigas. Estar en las manos de Dios son las más seguras que hay», explica la Madre María. Así de sorprendentes son las cuentas de Dios, cuyo balance siempre es positivo cuando se encarga Él. Y es que, a pesar de las duras épocas de carestía, siempre ha habido benefactores movidos por la semilla evangélica que las hermanas siembran. «Madre Teresita nos contó que durante la guerra, todos los días daban pan a una señora que estaba sola. Pasados los años y a punto de morir dijo: “El trocito de tierra que tengo es para las monjas por el pan que me dieron” —recuerda Sor Lucía—: Otra vez, siendo abadesa, la hospedera le informó que no tenían nada para dar de comer a la gente. “Voy a hablarlo con San José, que lo tengo por administrador”, le contestó Madre Teresita. No había pasado una hora cuando llamaron a la puerta y era un señor con un saco de judías verdes. “Me lo he encontrado y lo traigo para las monjas”».

«Aquí se siente a Dios muy cerca» (Antonia)

En el corazón de la vida contemplativa prevalece la obediencia. Seguir la regla ayuda a ser fiel en la vocación pero, como dice la constitución de las monjas dominicas “no como esclavas bajo la ley, sino como libres por la gracia”. «El demonio está en todos los lados, ¡y no es ajeno a Buenafuente! Tiene una baza a su favor muy fuerte y es que en muchos ambientes se le ignora. El otro día leí una frase que me impactó: “Dios es conocido pero no es amado; el demonio no es conocido pero es amado”. Al mundo no le interesa saber que el demonio existe; es mejor creer que es una invención del oscurantismo de la Edad Media. Pero lo que no saben es que al ignorarle le dejan libre y entonces él va ganando terreno. Y así, en cuanto hacemos —o no impedimos hacer— las obras del demonio lo estamos amando, le estamos dando culto. Y sin embargo, Dios, que es el Amor pleno, el único que nos plenifica y hace felices, o le niegan o no les interesa», asegura la madre abadesa.

Como en San Pablo, Dios para ellas es la causa primera y todo lo estiman basura con tal de ganar a Cristo. «El hábito me ayuda a adaptarme a esta vida de pobreza y sencillez —reconoce Isabel—: Como dice el salmo, “siento que el Señor me ha desatado el sayal y me ha vestido de fiesta”, como una novia. Él va marcando y acompañando. Las hermanas, el horario, el trabajo, etc. estimulan y ayudan a salir de una misma. Siempre sucederán acontecimientos que nos entristezcan, y la cruz estará ahí, pero el Señor nos regala una felicidad básica, de fondo, que es el saber que uno está haciendo su voluntad. Aquí soy feliz porque sé que estoy donde Dios quiere». «¡Con lo presumida que soy y me encanta llevar esta ropa de postulante! —confiesa, a su vez, María—: La imagen esclaviza mucho y Dios me ha librado de eso. El mundo de la moda es muy banal y he visto lo necesitada que está la gente de oración. Son corazones preciosos pero vacíos».

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sed santos

Yo soy de mi amado Al igual que un buen día pasó Jesús junto al lago de Genesaret e invitó a Pedro y a su hermano Andrés a seguirle, y ellos así hicieron, las hermanas han imitado a los apóstoles en la santa locura de abandonarlo todo por Dios. «A los catorce años tuve unas fiebres muy altas y se me resintió el oído. Poco después me llevaron al sanatorio de San José en Madrid para operarme. Cuando pude levantarme de la cama fui a la capilla del sanatorio y al ver cantar a las hermanas sentí como un flechazo: “Te quiero para mí”. Desde ese momento supe que Dios me llamaba a ser religiosa», explica Sor Lucía. «Me cuesta deshacerme de mi vida anterior, sobre todo dejar a mi hermanillo Nicolás, de cuatro años. Pero estar con el Señor es lo mejor. Es más lo que se recibe que a lo que se renuncia. He pasado de ser la hermana mayor en casa a ser la hermana menor aquí en la comunidad, pero hay una comunión entre todas que me hace tener mucha paz», comenta María.

«Es más lo que se recibe que a lo que se renuncia». (María)

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Son mujeres que han apostado por los valores evangélicos como norma de vida. Es Dios el que orienta, acompaña y les hace con su gracia perseverar en un camino de sacrificios y renuncias, pero estar radiantes de alegría. «Cuando yo llegué aquí las ventanas no tenían cristales y hacía un frío horroroso. En las celdas estábamos a cinco grados bajo cero y nos poníamos mantas sobre mantas para aliviar el frío. Las familias del pueblo acabaron marchándose y aquí no venía nadie. Solo comíamos sopas de ajo pues, aunque había gallinas, los pollos y huevos los teníamos que vender para comprar aceite, harina… Pasábamos necesidad pero por amor a Dios estábamos felices». La paz de las hermanas hace visibles las riquezas del Reino de Dios, pues ante la incertidumbre del mañana prevalece la confianza en Dios, como señala la madre abadesa: «Si digo que el futuro no me preocupa miento. Somos solo nueve y confieso que me gustaría que fuéramos más, tener un coro más potable… Sin embargo, con lo escondido que está y nunca han faltado vocaciones. Muchos dicen que Buenafuente es un capricho de Dios y así es».


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sed santos

Victoria Escudero

Voluntaria de las Misioneras de la Caridad

de Madre Teresa La inmensa obra de amor reconocimiento pronto fue objeto de s diversas institupor parte de las máde s. Su entrega inciones y personalidas pobres cautivó la condicional a los más observadores que mirada de numeroso co de interés por la convirtieron en fo ial y los medios de parte del público mund go de su camino, comunicación. A lo lar más de ochocienMadre Teresa recibióo refrendaba así el tos premios. El munda que, sobrepasando valor de una entreg , era expresión aulo meramente humanoDios. téntica del amor de

ban su propia vida apela Su labor y, aún más, sde a, an m hu a del alm a las profundidades no co n entre cuantos la pertando admiració s, za ra las barreras de cían y traspasando las religión. En 1962 le la o les las clases socia ay los premios Magsays fueron entregados dPa y to Internacional por el Entendimien es nc to en l de manos de ma Shri, este último . ad as Pr a dr a, Rajen convirtió en la presidente de la Indi la Madre Teresa se 73 19 En gó n el premio Tempapa Pablo VI le otor era galardonada co im pr nEn enero de 1971 el tado , o de la Religión, sie la Paz Juan XXIII pleton por el Progres im no il el primer Premio de m a s res do Te de re ad ás s, que la M de entre m ra a lib gid il ele m ez do s di ale n co cip in do pr de una colonia de lee representaban las destinó a la creación esh. El 15 de octubre naciones qu igiosas del mundo. En marzo ad tradiciones rel l amor y prosos en Madhya Pr fundación Joseph P. de 1975 la FAO, reconociendo “e la o, añ o ism m e de es trados por ió el premio anual de la preocupación ejemplar demos ed nc co le Jr. y ed nn de los poKe bre tos y los más pobres hington. En noviem su institución en Was bierno indio le con- los hambrien en su medalla Ceres la efigie Go bres”, estampó del año siguiente el ta vez con el Premio de Madre Teresa. es o, ev nu de ría ra deco mo sido considerada co Nerhu, tras haber ioes pr im ás m s cione “una de las manifesta ”. do un m el todo nantes de caridad de

a lo largo de los anos

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de s á m ó i b i c e r a s e r e T e r d a M ochocientos premios


sed santos

Premios y

reconoci m i e ntos em

bajadora de los pobres

Con el discurrir de los años, los premios y galardones procedentes de todos los lugares del mundo se sucedían sin término en la vida de una persona que nunca se sintió digna de ninguna consideración especial. Sin embargo, la Madre Teresa siempre aprovechó las ocasiones de reconocimiento público para convertirse en la voz de los desheredados de la tierra. Los ámbitos universitarios también laurearon con las más altas distinciones su labor. Así, en 1975 recibió el Premio Internacional Albert Schweitzer de la Universidad de Carolina del Norte; fue nombrada doctora en leyes por la Universidad San Francisco Javier de Antigonish, Nueva Escocia; en 1976 fue distinguida como doctora en literatura por la Universidad Viswa Bharati de la India en reconocimiento por su significativa contribución a la causa de los sufrimientos de la humanidad; en 1977 la Universidad de Cambridge le concedió el título de doctora en Teología. Ante tan altas distinciones, su profunda humildad le dictaba estas palabras: “No sé por qué motivo las universidades y escuelas me otorgan estos títulos. Nunca sé si me corresponde o no aceptarlos; para mí no representan nada. Sin embargo, me ofrecen la oportunidad de hablar de Cristo a personas que, de otro modo, no oirían hablar de Él”.

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altavoz de los valores eternos El 17 de octubre de 197 9 se conoció la noticia de que había sid o otorgado el Premio Nobel de la Paz a aquella mujer de cuyas ma nos —según explicaría la aca demia sueca— “los más infortun ados habían recibido compasión y no condescendencia”.

Una vez más, las palabr as de Madre Teresa hacían vol ver la mirada del mundo entero sobre los más necesitados: “No lo merezco, pero doy gracias a Dios por este bendito don hec ho a los pobres”. A la dotación del premio, noventa mil libras, se sumó el importe del banquete conmemorativo habitual —tres mil libras— que, a petición de Madre Teresa, se canceló con el fin de destinar más fondos a los des amparados. Además, la generosid ad de la sociedad sueca se tradujo en treinta y seis mil libras más rec ogidas en una colecta popular org anizada por la juventud del país. En la ceremonia de entreg a del premio, la Madre Teresa hab ló de la dignidad de los pobres, del amor de Dios por la humanid ad, del valor infinito de la vida y de la amenaza que para esta supone el aborto —cuya práctica acababa de ser aproba da a cuenta del Estado en el país que la recibía.

La Madre Teresa, que jun to al numeroso público asistente hab ía rezado la oración de San Francisco : “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz…”, terminó instando a los suecos a que

supieran amar, compartir lo que tenían y sonreír. Y es que la son risa era para ella algo esencial. Forma ba parte de su idea de la santidad, alg o que, lejos de ser el lujo de unos pocos , constituía un deber para todos los cri stianos (cfr. Mt 5, 48). “La verdadera santidad consiste en hacer la voluntad de Dios con una sonrisa” explicaba. La santidad era para Madre Teresa “un mu y alto grado de amor”.

el Premio Nobel de la Paz se canceló a petición de la Madre,

el banquete conmemorativo por

con el fín de destinar las tres mil libras a los desamparados


a indispenY para alcanzarla er r a través ño Se al sable la unión Eucaristía, de la oración y de la aría, a la M así como la unión a en sus or am su que manifestaba isioM las , jas hi s palabras a su fer : “A raos neras de la Caridad redadera en al Rosario como la se aferra al árbol”.

a que tanta Más allá de la figur alcanzarelevancia mediática ió toviv a ría, la Madre Teres as ism m las n dos sus días co rlo ce ha s, ne afa y aspiraciones ir fielmentodo por Dios y serv r Su sed te Su voluntad; sacia la oscuz lu Su y alumbrar con conver; es br m ho ridad de los ra rfecto del Señor pa tirse en un reflejo pe di de Su la humanidad. entregar Su amor a os añ os tim anzó los úl cación fue tal que alc su de haber cumplido z pa la n de su vida co misión.

aunque no se sentía digna, aprovechaba los premios para convertirse en la voz de los desheredados: “me ofrecen la oportunidad de hablar de Cristo a personas que, de otro modo, no oirían hablar de Él”

Teresa fue

re toda la existencia de Mad amor de Dios al y a d i v la a o n m i nh

u


sed santos

el regreso a la casa del Padre

Su precaria salud —sufr ía, entre otras patologías, malaria y una grave enfermedad cardiaca— le habían llevado a tomar la decisión de elegir una sucesora al frente de la Orden . Así, el 13 de marzo de 1997 la herma na Nirmala fue nombrada superiora general de las Misioneras de la Ca ridad. Dos meses más tarde, y desoye ndo todos los consejos médicos, Ma dre Teresa realizaría su último viaje con el fin de presentar en persona a la hermana Nirmala al Santo Padre. Ad emás, en su recorrido aceptaría el que ser ía su último premio, otorgado por el congreso de Estados Unidos, en el que pro nunciaría su último discurso en público . “La muerte no es más que regresar a la casa de Dios”. Seguramente la Madre Teresa habría meditado mu chas veces sobre su propio regreso. Los santos viven proyectados perma nentemente en él. El intenso dolor con que comenzó aquel 5 de septiemb re de 1997 hizo surgir en su interior una pregunta: “¿Qué está pidiendo Jesús de mí ?”. En apenas horas lo sabría. A última hora de la tarde prá cticamente no podía respirar. El sacerd ote la ungió. Manteniendo la conscienc ia, musitó las oraciones rodeada de las hermanas misioneras. Finalmente, Ma dre Teresa elevó su mirada, cerró los ojo s y respiró por última vez.

Eran las 21:30 horas de aqu el primer viernes de mes, día del Sagrad o Corazón de Jesús. Pero aquel día, aquella hora no fueron principio ni fin al de nada. La Madre Teresa había lleg ado a ser un reflejo tal de Dios que no era ella la que abandonaba este mundo ni su obra. La inmensa carta que Dios escrib ió de ella a la humanidad sim a través plemente había alcanzado un punto y aparte. La respuesta de sincero amor hacia Madre Teresa y profundo dolor por su pérdida rápidamente cri stalizó en las expresiones de cientos de miles de personas de todas las nac ionalidades, credos y clases sociales que , unidas en un mismo sentimiento, aguardaron durante horas y horas bajo la lluvia y el sol para rendirle su último homenaje. El Gobierno de India la honró con un funeral de Estado al que asi dignatarios de todo el mu stieron ndo. Los restos mortales de Teresa de Calcuta recibieron finalmente sep ultura en la Casa Madre. Su tumba es en la act destino de peregrinación par ualidad a multitud de personas que, agradecidas, continúan inspirándose en su vida y me nsaje.

“aferraos al Rosario como la aferra al árbol”, les decía

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enredadera se a sus hijas


sed santos

2003, coincidiendo El 19 de octubre de l de las Misiones, la con la Jornada Mundia ada beata por San Madre Teresa fue proclam de cardenales, mero Juan Pablo II. Gran nú igiosas, junto a rel y obispos, sacerdotes y representantes les fie l unos trescientos mi se reunieron en la de numerosos países ra asistir a la Misa plaza de San Pedro pa la ensalzó en su pa de Beatificación. El Pa palabras: “Ella fue es nt uie sig las n homilía co , de la presencia os un signo del amor de Di asión de Dios que de Dios y de la comp da hijo de Dios, ca recordaba la dignidad de ado”. am ser y creado para amar Madre Teresa fue Toda la existencia de y al amor de Dios un himno a la vida ación más elevada, materializado en su cre el ser humano.

o todos los Desde el cielo, com resa sigue Te santos, hoy la Madre tra s oscues nu iluminándonos en es. El testibr m ridades e incertidu el testimonio monio de su vida es permanece al de Dios mismo que sus miles de lado del hombre. Y ridad contiMisioneras de la Ca or en los cinnúan su preciosa lab co continentes.

ra s: “Si alRecordando sus palab a, segurasant guna vez llego a ser a de la oscunt sa a un mente seré e ausente del ridad. Estaré siempr aquellos que cielo para ser luz de la oscuridad”. en la tierra están en Así es. bn

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del S

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Jesús Esteban Barranco

Doctor en Teología Dogmática

La noción de fuerza es una de esas ideas que todos sabemos qué es y la experimentamos, y que nos cuesta definir. El concepto de fuerza, en el campo de la física, recurre a definiciones complicadas, aunque en definitiva se necesita la interacción entre dos cuerpos para que se dé la fuerza de uno sobre otro, bien modificando su movimiento, su estructura o ambas cosas a la vez (empujo un mueble, levanto pesas, machaco una nuez…). En física, pues, fuerza es toda causa capaz de modificar el estado de reposo o de movimiento de un cuerpo. No entraremos en cómo se mide esa fuerza y cuál es su unidad; como tampoco gastaremos saliva o tinta para hablar de la fuerza física humana: quién gana un pulso, quién corta el tronco de árbol más rápidamente, quién pega a quién (el boxeo), etc.

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En el mundo en que vivimos nos imbuye este concepto como algo necesario para sobrevivir superando la competencia de los otros: tengo que ser más fuerte para conseguir ese puesto de trabajo antes que Fulano, o si tengo que trepar por encima de Mengano, allá él…; y así proliferan los poderosos, muchos ricos, los prepotentes, los detentadores de fuerzas manipuladoras sobre las vidas y conciencias ajenas. La ONU, por ejemplo, pone entre la espada y la pared a pueblos subdesarrollados negándoles ayudas económicas y medicinales si no se someten a sus dictámenes anticoncepcionistas, abortistas, etc.; todos los regímenes absolutistas persiguen el primer puesto del podio a toda costa, doblegando la dignidad humana de los suyos; la prepotencia acampa a sus anchas por doquier y, sin ir más lejos, también en nuestros propios ámbitos, cuando miramos por encima del hombro a los demás, incluso en la propia familia y hasta en el propio matrimonio…

- Yo le doy gracias en mi cautiverio, anuncio su grandeza y su poder (Tb 13,7).

En la Sagrada Escritura aparece muchísimas veces esta palabra, con contenidos y significados no solo más amplios sino también más profundos, que obedece a una traducción de los términos originales hebreos, griegos y latinos, siendo los más conocidos para nosotros los de dynamis y virtus. En ellos se esconde una realidad sobrenatural que pobremente se manifiesta con la variedad de expresiones recogidas en numerosos textos y vocablos sinónimos (fuerza, poder energía, vigor…). Espiguemos solo algunos:

- Dichoso el que encuentra en ti su fuerza (Sal 84,16).

- Espera un poco y verás cómo su gran poder te atormentará a ti y a tu descendencia (2 Mac 7,17). - Sosegó el mar con su poder (Job 26,12). - Levántate, Señor, con tu fuerza, y al son de instrumentos cantaremos tu poder (Sal 26,14). - El Señor es mi fuerza y mi escudo (Sal 28,7). - Por ti velo, fortaleza mía, que mi alcázar es Dios (Sal 59,10). - Tocaré en tu honor, fuerza mía, porque tú, oh Dios, eres mi alcázar (Sal 2918). - Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos (Sal 77,15).

- El Señor es mi fuerza y mi energía (Sal 118,14), copiando casi textualmente a Is 12,2, y evocando el inicio del Canto triunfal de Moisés después de cruzar el Mar Rojo: «Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria» (Ex 15,2). Igualmente Jeremías: «Señor, mi fuerza y fortaleza…» 16,2), etc. (porque podíamos traer muchísimas más citas).

en el mundo en que vivimos la prepotencia acampa a sus anchas 85


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Tú, Señor, rompiste mis cadenas Todo esta mentalidad bíblica refleja una situación de «debilidad» en el hombre que lo imposibilita para salir por sí solo de esa «cárcel», si la liberación, la salvación, no viene de lo alto. Hay un lastre original que tiene al hombre encadenado, impotente para escapar de esa muerte en vida. Esta es la condición humana, sometida a la caducidad, nacer para morir tributarios de los avatares del tiempo y del espacio, que con frecuencia se convierten en una losa pesadísima, que para los existencialistas es «la náusea» y, para quienes miramos a lo alto, es esperar la voz que dice: «Escucha, Israel».

su propio ombligo, sin capacidad de ver a los demás, meros instrumentos de sus ansias de dinero, poder y placeres? Son aquellos que «andan como enemigos de la cruz de Cristo; su paradero es la perdición; su Dios el vientre; su gloria sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas» (Flp 3,18-19). Son precisamente los que viven en el polo opuesto de las bienaventuranzas:

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Felices los que oprimen a otros, porque el aislamiento será su recompensa y la opresión con que oprimen se volverá contra ellos.

Al hombre no solo lo hiciste, Señor, algo inferior a los ángeles (ver Salmo 8), sino que quedó dañado en el meollo de su naturaleza por el mordisco de la serpiente, pero Tú, Señor, «rompiste mis cadenas» Sal 116,16), por eso eres «Bendito», «porque has visitado y redimido a tu pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación», «nos has arrancado de la mano de los enemigos» y has mandado un «sol que viene de lo alto para iluminar a los que vivíamos en tinieblas» (ver Lc 1,68ss) porque, en el fondo, eres Tú quien «me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo» (Sal 92,10), como, de hecho, ocurrió: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo” (Hch 1,8).

4

Felices los que usan la justicia en beneficio propio, porque el juicio del mundo les llenará de vergüenza.

¿Y quiénes son los que se presentan hoy como los grandes adalides de la Humanidad, como el ideal del hombre del progreso, como la aspiración de una sociedad perpetuamente insatisfecha, buscando con anhelo insaciable el más y más en el futuro, huyendo continuamente del presente, mientras con grandes contradicciones adoran

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1 Felices los ricos, porque se hacen esclavos de su riqueza renunciando a la libertad y temiendo por su vida. 2 Felices los que ríen sin ton ni son, porque la alegría que brota del corazón está lejos de ellos.

5 Felices los de corazón duro, porque nadie se acordará de ellos y su nombre caerá en el olvido. 6 Felices los que manejan negocios contra la dignidad de las personas, porque tienen que vivir ocultos para que nadie les afee su conducta. 7

Felices los que ganan dinero con la guerra, porque «quien a espada mata, a espada muere».

8 Felices los que persiguen a los que nada tienen, porque al mirar sus manos siempre las encontrarán vacías. 9 Felices los que aplauden la violencia, los asesinatos o los que los manipulan en favor suyo, porque se verán aislados de la gente de buena voluntad.


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¿de dónde me vendrá el auxilio? El espíritu evangélico es muy otro, como sabemos. ¡Cuántas veces el Señor, en toda la Historia de la Salvación, se ha servido de instrumentos inútiles, apocados, desobedientes… para llevar a cabo su plan de salvación del género humano! Con mucha frecuencia aparece en la Escritura la expresión «Ego ero tecum» (Yo estaré contigo), consciente de que el hombre no podía llevar a cabo misión alguna y que era Él quien daba el «querer y el obrar para realizar su designio de amor» (Flp 2,13). Moisés se resistió todo lo que pudo para no presentarse al Faraón; Jeremías se quejaba de que era solo un niño y no sabía hablar; Jonás se escapó para no ir a Nínive… Solo Dios buscó a la más mínima entre las mínimas de las criaturas, la Virgen María, para «estar con ella» haciéndola su propia Madre, que pudo cantar “el Poderoso ha hecho grandes cosas en mí” (Lc 1,49). San Pablo, ya de vuelta de sus amargas experiencias como fariseo, experimentó que lo único que le salvaba de sus pecados era la gracia: «Te basta mi gracia». La fuerza se manifiesta en la debilidad… porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12,9-10), como ya lo había expuesto en su carta anterior: «Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios… Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular lo que cuenta…» (1 Co 1,27ss). ¿Acaso el Señor se complace masoquistamente pretendiendo ajustarnos al espíritu de las bienaventuranzas, llamando dichosos a los pobres, los que sufren, los que lloran, a los castos, a los humildes, a los mansos, a los hombres de

paz…? ¿O se trata más bien de ponernos en las manos nuestra propia realidad, para que viendo lo que somos, cómo somos, de dónde venimos y a dónde vamos, podamos levantar los ojos a lo alto: «Levanto los ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor» (Sal 121,1-2)? ¿Se trataría, pues, de una prepotencia innoble por parte de Dios o, mejor, un gesto de su incontenible amor por nosotros? La prueba es Jesucristo: «porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). El hombre dejará de vagar erráticamente solo cuando concuerde su “axis” con Jesucristo, “camino, verdad y vida” (Jn 14,6): ahí encontrará su verdadero carné de identidad y su auténtico ADN. Y ¿cómo lleva a cabo el Señor esta transformación? Me voy a remitir a la lucha de Jacob con Dios en el vado de Yaboc (ver Gn 32,23-33): una pelea durante toda la noche deja a Jacob tocado en el tendón de Aquiles, como signo de su imposibilidad de quedar por encima del Señor, quien además lo bendice de forma especial cambiándole el nombre: «Ya no te llamarás Jacob, sino Israel porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido» (v. 29). El hombre que se «agarra» a Dios hasta arrancarle su bendición, se vence a sí mismo y Dios queda, a su vez, con-vencido de esa criatura, que llevará siempre la marca divina, la de su atracción irresistible, consciente de que «llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros» (2 Co 4,7).

El hombre que se «agarra» a Dios hasta arrancarle su bendición se vence a sí mismo y Dios queda con-vencido de esa criatura 87


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“El Niño Susú” Texto: Jerónimo Barrio Ilustraciones: Patricia Guerrero Padrón

Sor Teresa, la monjita del colegio encargada de la pastoral a los de Infantil aprovechó la colocación del flamante Belén en la entrada del centro para hablar a los pequeños alumnos sobre la Navidad, al mas puro estilo original de San Francisco. Martita, de tres años, se lo aprendió todo de maravilla y al llegar a su casa cogió de la mano a su padre y le llevó al Belén que también en su casa habían colocado, como era tradición. Martita comenzó a explicar a su padre cada figura y escena del Belén con un discurso propio de su edad. —Ete e el niño Susú. Eta e la Virgen María, que e mu guapa y mu buena. Ete e San José….. El niño Susú e mu bueno…. Ete e el rey “Hedores” que e mu mu malo, porque quiere hacer pupa al niño Susú…. Los reyes mago son mu buenos y le llevan regalos al niño Susú…. Ete e Baltasá que e negrito. —¿Y todos estos quiénes son, Martita? —le interrumpió su padre acostumbrado a los discursos de su pequeña. —Son los “patores” que van a ver a niño Susú. El papá de Martita le lanzó la siguiente pregunta para sondear el inocente corazón de su niña. —¿Y por qué le van a ver al Niño Jesús, si es pequeñito y además muy pobre? Martita se quedó mirando a su padre con rostro de extrañeza, como si él le estuviese haciendo una pregunta sin sentido, y encogiendo los hombros exclamó: —¡Pues porque es el Niño Susú, y e mu bueno. ¡Y ya está….! —Gabriela, la hija mayor, contemplaba la escena y, aunque estaba acostumbrada a la peculiar verborrea de la pequeña, no podía evitar troncharse de risa al escucharla.


mosaico —No hagas caso a papá con sus preguntas tontas. ¡Qué bien te sabes las figuras del Belén! Y le dio un sonoro besito en su regordete moflete. Su padre, aprovechó la situación para picar a su hija mayor, su ojito derecho, ya en el primer año de Universidad y que siempre había hecho el nunca reconocido y difícil papel de hermana mayor de sus otros cuatro hermanos —¡Seguro que tú no te sabes tan bien las escenas del Belén como tu hermana…! —Claro, papá, te recuerdo que fui la primera en ir a ese colegio con las monjas para asegurarte de que no te saliera atea. No te preocupes tanto por mi alma que voy bien encarrilada. Lo que sí creo que he perdido es el entusiasmo de Martita por el niño “Susú”. Lo reconozco. —Pues recupéralo. La Navidad es para eso, para conmemorar, que es más que recordar, es revivir este misterio. Esta nochebuena conmemoramos el acontecimiento más misterioso y sobrenatural de la historia. Dios, por pura iniciativa suya, se hace hombre, se encarna como uno de nosotros y nace en un lugar concreto de la tierra y en un momento concreto del tiempo. Desde ese momento, los cristianos nos llamamos así por el amor a la persona de Cristo, el Mesías. —No te pongas plasta, papá, con las charlitas teóricas…. Pero dime una cosa, ¿por qué a nadie le impresiona ya esto que me cuentas con tanta solemnidad? Reconozco que es cierto lo que dices, yo también lo trato de vivir cada día. ¡Es alucinante que Dios se haga carne mortal! Pero no parece que haya causado mucho impacto a los actuales vivientes de la tierra. En mi clase de la Universidad se cuentan con los dedos de una mano los que vamos a misa los domingos, y eso que somos más de 120 alumnos. —Pues porque o no lo saben o no se lo creen. No cabe otra, porque un hecho así debería ser trascendente en la vida de cualquier hombre. No puedo vivir igual sabiendo que ese Dios, creador de todo, se ha hecho uno de nosotros y encima ha muerto por mí. Eso no es cualquier cosa. Ninguna religión contempla semejante situación. Un Dios que viene por propia iniciativa, no un dios que el hombre se inventa a su medida. Ninguna religión osa decir que Dios se hace carne sin dejar de ser el mismo Dios. Y lo más asombroso es el modo en que ocurrió: pobre, frágil como todo bebé, perseguido por Herodes…. Perdón, quise decir “Hedores” para Martita. ¿Por qué nadie se asombra ya de esto? El hombre parece haberse olvidado de la trascendencia. Vive la vida como si fuese autosuficiente para todo, sin pensar en nada más que en lo inmediato y lo útil. No se pregunta por el sentido de su existencia y, si lo hace, la respuesta es cualquier cosa menos el reconocimiento de su condición de criatura. Vivimos como dioses de nosotros mismos. Por eso poco importa preguntarse por otro Dios que viene a nosotros. No parece interesar. Ya lo tenemos, somos nosotros.

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mosaico —Sin embargo, resulta curioso ver cómo estos días nadie renuncia a las fiestas, banquetes y regalos. Todos decoran sus casas, se felicitan, la palabra Navidad es la mas traída y llevada incluso por los no creyentes, pero pocos hablamos de ese niño que nació en Belén, el Mesías, el Salvador. ¿Salvador de qué? —preguntó Gabriela. —Pues precisamente de eso —le contestó su padre—: de los banquetes, regalos, fiestas, viajes y miles de superficialidades con las que tratamos de ser felices todos los días del año y que nos seducen y nos pretenden hacer olvidar que un día moriremos y tendremos que responder ante Dios, hayamos o no creído en Él. El Mesías se ofrece para dar sentido a nuestras vidas para ponerlas un rumbo auténtico, el Reino de los cielos. —Ya nadie cree en esas cosas, papá. En mi clase te digo en lo que creen: en Apple, en Samsung, en el Audi descapotable, en el Real Madrid, en las pelis del cine, en el gimnasio, en la ropa de moda, en el baile de Beyoncé, en la disco de moda, en las pelas, y en el niño mono de la clase. Todo eso es lo guay, eso sí que nos arrastra y nos mueve. La historia de un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre que ocurrió hace más de dos mil años no tiene tirón. Aunque fuese el mismo Dios. —Lo que dices es cierto, y al mismo tiempo trágico, porque demuestra que el hombre vive en una ceguera completa; no ve más que lo que quiere ver, lo que le gusta y le fascina. La trascendencia en la vida del hombre no pertenece al mundo de los gustos, sino al de la Verdad y la Esperanza con mayúsculas. La gran Esperanza, no las pequeñas satisfacciones y metas de la vida. En ese mundo de la trascendencia da lo mismo la ropa que lleves o el móvil que uses, solo importa saber si tienes las agallas suficientes para reconocer la Verdad existencial de tu vida y si eres coherente con ella. Ahí está situado el niño del pesebre de Belén.

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—Ya, pero con dieciocho años no se piensa en esas cosas. Quieres vivir la vida y no te comes la cabeza con esas historias. —No siempre tendrás dieciocho años, ni tampoco tres como Martita que, como ves, se encuentra en la cima de la reflexión teológica. ¿Hay alguna razón más alta para abrazar el Bien sino porque es el mismo Bien? Cuando crecemos, como te pasa a ti, buscamos razones para cimentar nuestra fe, pero también las buscamos veladamente para rebajar nuestros compromisos con Dios. Y ya no creemos en Cristo por ser quien es, sino porque su doctrina es más o menos excelsa, porque me hace sentir más o menos bien, porque nos promete el cielo… La cumbre de la fe es la que viven los niños. El niño “Susú” es bueno y por eso hay que quererlo, porque sencillamente yo amo y busco el Bien que es Dios. Solo por eso. Es como la piedra que se va al suelo cuando la dejas caer. —¡Qué pestiño eres papá! —Por cierto, hija, ¿sabes que esta pregunta sobre el niño Jesús que le he hecho a tu hermana te la hice a ti hace quince años en este mismo lugar y delante de este mismo Belén? —Pues de ti, con ese complejo de cura que tienes, me lo creo todo… ¿Y qué te contesté? —Me acuerdo perfectamente. Pusiste una cara parecida a la de tu hermana y dijiste enfadada: “¡Pues porque es el Niño Susú, y e mu bueno. ¡Y ya está….!”. —No fastidies! ¡Lo mismo! —Sí —O sea, que es genético. —Sí, el amor a Dios también es genético.

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TEXTO: MANUEL DEL PINO ILUSTRACIONES: JULIÁN GARCÍA

A finales de enero, cuando Jaén celebraba la festividad de la Virgen de la Candelaria, Sor Consuelo se acercaba para ayudar a los más necesitados que acudían al calor de la gente. La gente bullía en la retorcida carretera que llevaba al castillo, rebosante de jóvenes alegres, familias con sus niños y visitantes de toda la provincia. Mientras tanto, Sor Consuelo oraba ferviente dentro de la imponente catedral, en pleno casco histórico, allí donde las estrechas cuestas permanecían silenciosas y oscuras. Al salir a la plaza de Santa María, absorta en sus beatíficos pensamientos sobre la grandeza de Dios, Sor consuelo se topó de repente con un bulto extraño. Bajo los naranjos que rodeaban la plaza descubrió en el suelo tenebroso el cadáver de un hombre maduro, de pelo cano, con la camisa ya cubierta de gallinazas de los palomos.


mosaico Sor Consuelo miró alarmada alrededor, buscando ayuda. La enorme plaza nocturna estaba desierta. Al fondo de la catedral solo estaba el deán, que Sor Consuelo vio mientras oraba: debía hallar otra solución más rápida y efectiva. La monjita buscó en el bolsillo de su hábito, que parecía una caja mágica de donde podría sacar cualquier cosa, y cogió su teléfono móvil. Sor Amparo, la madre superiora del convento de las teresianas en Albera, les aconsejaba a las hermanas que llevaran un móvil siempre que salieran, por si acaso. Y menos mal. Llamó a la policía de Jaén y también al inspector Leiva de Albera, con quien tenía confianza por haber compartido ya algunos casos. Albera estaba al sur de Jaén, bien comunicada por carretera con la capital, y también con Granada y Córdoba. El inspector Leiva tardó una hora en llegar. La plaza de Santa María ya se encontraba llena de policías nacionales y guardias civiles rodeando el cadáver. Por suerte, llevaba la cartera encima. Los policías miraron los documentos a la luz de una farola: “Rafael Moreno Arias”, con domicilio en la Avenida de Andalucía, también llamada Gran Eje. ¿Qué hacía solo y tan lejos de su casa a esas horas? Aquella extraña muerte parecía un suicidio si no fuera por las puñaladas que tenía en el costado, todo manchado de sangre aún fresca. Alguien le había pegado varios navajazos a traición para asegurarse de matarle. Entonces la cuestión pasó a ser: “¿Quién?” y “¿por qué?”. Entre sus documentos figuraba una tarjeta de crédito de “TuBanko”. No era una tarjeta normal, sino negra, reservada solo a empleados de confianza. La policía también halló en la cartera una carta manuscrita doblada. Estaba escrita con una letra de caracteres ovalados pero infantiles y casi monstruosos, que parecía de una mujer iletrada: “SI ME DESAUCIAN POR TU CULPA I ME DEJAN CON MIS IJOS EN LA CAYE LO PAGARÁS.” El inspector Leiva le dijo al teniente de la guardia civil: —Bien, esto parece que está claro. Don Rafael Moreno es director de alguna oficina de TuBanko aquí en Jaén. Solo hay que averiguar de cuál, y quién era la clienta que estaba a punto de ser desahuciada, para detenerla por homicidio. —Lo haremos mañana mismo a primera hora —dijo el teniente. Tras ellos, los ojillos de Sor Consuelo brillaban suspicaces. El inspector Leiva se acercó a Sor Consuelo para felicitarla: —Gracias, madre, por regalarme un caso tan sencillo. Ya está resuelto. 93


mosaico —¿Ah, sí? —repuso la monjita—: ¿Y por qué mataron aquí a ese pobre hombre, tan lejos de su casa? —Es obvio que le citaron en esta plaza solitaria, mientras todo Jaén celebra las fiestas en el recinto ferial, para apuñalarle por la espalda. —Eso también me intriga. ¿Las mujeres suelen matar a hombres a navajazos? ─Esta parece que sí lo ha hecho. Estaba desesperada. ─¿Y por eso salió corriendo en seguida, tras apuñalarle, sin pararse siquiera a quitarle la cartera donde llevaba sus documentos de identidad, e incluso la carta amenazante que esa mujer le había escrito de su puño y letra? —¡Claro, huyó aterrorizada de lo que había hecho! —Pero ella sabría que la localizaríamos con facilidad. —La desesperación y la venganza la obcecaron. Quizá esa mujer piensa que es mejor cualquier cosa, incluso ir a la cárcel por asesinato, antes que ser desahuciada con sus hijos. —¿Por qué iba a cometer un delito de sangre para empeorar mucho más su drama? El inspector Leiva empezaba a perder la paciencia esa noche con Sor Consuelo. —Usted, madre, vaya a ayudar a los necesitados de Jaén, si es para lo que ha venido, y deje trabajar a la policía sin entorpecer. Por fortuna, el caso ya está resuelto. Mañana mismo averiguaremos la identidad de esa mujer e iremos a detenerla acusada de homicidio. 94


mosaico * * * Sor Consuelo tenía otros planes. No pensaba dejarlo estar tan rápido. Se preguntaba cómo localizar a esa misteriosa mujer, de la que no tenía datos. Se le ocurrió una idea para adelantarse a la policía. Rafael Moreno vivía en la Avenida de Andalucía, seguramente cerca de la oficina bancaria donde trabajaba y cerca también de donde vivía la pobre mujer víctima del desahucio. Bajó a pasito ligero hasta el Gran Eje, donde preguntó en los bares que seguían abiertos a pesar de que la fiesta de la Virgen de la Candelaria se celebra en el castillo de Santa Catalina. En el segundo bar donde entró, unos clientes le informaron de la vecina a la que iban a desahuciar. Se llamaba Ángela Gómez. Divorciada hacía años, estaba sola con dos niños pequeños. Vivía en la avenida de abajo, calle Muñoz Grandes. La monjita se acercó al humilde edificio color beige, antiguo, donde la calle al final se ampliaba en una placita. Llamó al piso en cuestión y le abrieron sin ningún reparo.

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mosaico Era un segundo. Sor Consuelo subió unos escalones grises, con barandilla de los años setenta, gotelé blanco en las paredes y descansillo oscuro. La mujer que abrió la puerta la recibió con una sonrisa, aunque sus ojeras estaban marcadas por la angustia y el sufrimiento. Rubia, casi tan menudita como la propia Sor Consuelo, quizá pasaba de los cuarenta. Era difícil imaginarla apuñalando por la espalda a un hombre de mediana complexión, aunque la desesperación multiplica las fuerzas. El rostro de Ángela Gómez se iluminó a ver a la monjita en su puerta. —¿Viene a ayudarme con lo del desahucio? Sor Consuelo asintió turbada. ¿Cómo explicarle que era sospechosa del asesinato de Rafael Moreno y que la policía iba a detenerla en cuanto amaneciera? Ángela la invitó a pasar. Era un piso modesto pero limpio. Los niños ya estaban acostados. Le contó que trabajaba de limpiadora, aunque su sueldo no le daba para todo. Sin embargo, no era iletrada. Sor Consuelo observó una nota de compra pegada en la nevera: su letra no era tan deforme como la de la presunta carta amenazante.

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mosaico La monjita derivó la conversación en seguida hacia Rafael Moreno. En vez de ponerse nerviosa, Ángela le explicó que ya no tenía nada contra él. Sus superiores iban a despedirle del banco por negarse a ejecutar más desahucios contra familias indefensas. Entonces Sor Consuelo empezó a comprender. Rafael Moreno era un hombre íntegro, ese fue su error. La monjita se despidió cariñosa de Ángela Gómez, asegurándole que haría todo lo posible por evitar que la echaran de su piso. * * * Sor Consuelo investigó en Internet desde su moderno móvil quién era el director de zona de TuBanko en Jaén. Don Antonio Gallardo. Figuraba un domicilio en una calle con solera cerca de la catedral. ¡Bingo! —¿Quién llama a estas horas? Ahora tenía a Antonio Gallardo delante en pijama, casi calvo, con bigote y gruesas gafas. Era corpulento, con fuerza física de sobra, esta vez sí, para apuñalar a un hombre de cuerpo mediano. Su rostro orondo estaba descompuesto. Solo había abierto la puerta tras llamar muchas veces al timbre, para evitar el escándalo. —¿Quién llama a estas horas? —Quería preguntarle algo —dijo Sor Consuelo—: ¿Qué es para usted la honradez? Gallardo trató de cerrarle en las narices, pero Sor Consuelo interpuso el móvil en el suelo. La puerta no se cerraba. La monjita aprovechó el momento de confusión para colarse en el piso. Era muy diferente al de Ángela Gómez: amplio, iluminado, rica decoración, muebles lujosos que aún olían a madera nueva. Gallardo protestó: —¿Quiere que llame a la policía para que la detengan? —Sí, ¿por qué no la llama? Así se evitará explicarme qué es la honradez. El rostro crispado de Gallardo quería estallar. —¿Pero qué demonios quiere de mí una monja en mi casa a las tantas?

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—Yo creo que lo sabe muy bien. Le contaré un cuento. Imagine que tiene en el banco un subalterno, director de oficina, demasiado honrado. Se niega a ejecutar más desahucios. Incluso desprecia la tarjeta negra que usted les otorga a sus mejores hombres para que gasten sin límites sin tener que dar cuentas a nadie, y le obedezcan contentos y callados. —Menuda tontería. Usted está loca. Llamaré ahora mismo a urgencias. —Imagine que ese empleado no responde y, harto de presiones, le amenaza a su vez a usted con soltarlo todo en el periódico o la televisión local. ¿Usted qué haría ante el peligro de perder sus privilegios? ¿Estaría dispuesto a matar a ese subalterno tendiéndole una trampa, y echarle luego la culpa a la desgraciada que iban a desahuciar? Esta vez don Antonio Gallardo se sintió ofendido en su orgullo. ─¿Y cómo piensa demostrar ese cuento?

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─Tenemos una nota amenazante con su letra, aunque deformada. Será fácil cotejarla con otras muestras de su mano. Tenemos la tarjeta negra que usted le regaló a Rafael Moreno. Será fácil comprobar su antigüedad y sus gastos. Apuesto a que el honesto Rafael apenas gastó nada con esa tarjeta, aunque llevara mucho tiempo en su poder. —Eso son indicios circunstanciales. —Imagino que habrá tirado la navaja y que se habrá lavado las manos muy bien. Pero podrían quedar restos de la sangre de Moreno en su mano derecha, o en el puño de su camisa. Hoy en día los laboratorios de la policía hacen un trabajo muy fino. Con tantos navajazos, seguro que se ha manchado la camisa. ¿Le importaría enseñármela? Gallardo sacó con rapidez la navaja del bolsillo de su pijama. La abrió y osó amenazar a Sor Consuelo con ella, para quitársela también de en medio. Y lo hubiera logrado, si no estuviera avisado el inspector Leiva, que irrumpió de inmediato en el piso, seguido de la aguerrida policía nacional y la guardia civil de Jaén.

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Anton i o

B ar né s - Doctor en Filología

El griego Homero (800 a. C.) no podía saber que en el futuro un romano llamado Publio Virgilio Marón (siglo I a. C.) iba a leer la Ilíada y la Odisea. Y menos aún podía conocer que la lectura de estos poemas épicos impulsaría a Virgilio a la escritura de otro poema semejante: la Eneida. Y es que la lectura incita a la escritura, y la escritura abre un proceso comunicativo que se activa cada vez que un receptor-lector escucha o lee un texto; ese proceso se cierra, si puede decirse así, cuando el receptor-lector responde con otro texto. Esto es lo que ha sucedido cabalmente cuando Virgilio responde a la lectura de los poemas homéricos con la escritura del suyo. Y es lo que ocurrirá más de mil años después cuando Dante Alighieri, florentino que vivió entre los siglos XIII y XIV, escriba su Divina Comedia como respuesta a su lectura de la Eneida. Es interesante comprobar cómo una obra en griego ha inspirado a otra latina y cómo esta latina ha inspirada a otra italiana: las lenguas no tienen por qué ser muros, pueden ser puentes.

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La Ilíada es la historia de varios episodios de la guerra entre griegos y troyanos. La Odisea es el relato del accidentado regreso de un héroe griego, Ulises, a su isla de Ítaca. La Eneida cuenta la salida del troyano Eneas de su ciudad asediada, y los combates de Eneas en Italia hasta vencer y asentarse como inicio de un gran pueblo: el romano.


mosaico Luchas y viajes. En la Odisea y la Eneida, además, Ulises y Eneas descienden al infierno en busca de oráculos oportunos. Virgilio no cita a Homero, pese a que los seis primeros libros de la Eneida evoquen la Odisea y los seis siguientes a la Ilíada. Homero no asoma su cabeza en la Eneida. Su presencia permanece en la estructura profunda, en el subconsciente del texto. Dante, sin embargo, sí explicita esa relación entre las obras convirtiendo a su inspirador en personaje. Virgilio será el guía de Dante en su viaje por el infierno y el purgatorio. La Eneida poetiza los orígenes de Roma. La Divina Comedia, al poetizar el viaje del propio autor, Dante, está poetizando el propio proceso de creación literaria, y se convierten autor y modelo en personajes relevantes de la obra. Como ya hemos dicho, Virgilio no cita a Homero; pero Dante no solo cita a Virgilio, sino que lo convierte en personaje principal. En este aspecto, la diferencia entre Eneida y la Divina Comedia es enorme: de inspirador ausente a inspirador casi omnipresente. En la Eneida el yo del autor se oculta tras un narrador en tercera persona, que ha usado la primera solo en los primeros versos: arma virumque cano (canto las armas y el héroe). En la Divina Comedia, el yo del autor y el yo narrativo se identifican, y el diálogo que todo autor establece con otros autores en la génesis de su obra, extra operam, digamos, se inserta dentro de ella: el yo del autor, Dante, dialoga con el tú del maestro, Virgilio. Roma ha bebido en las fuentes griegas, y la Edad Media europea ha bebido en las fuentes romanas. Griego, latín y lenguas europeas han mantenido una relación muy fructífera en lo lingüístico y en lo literario. Cada uno de estos autores ha mantenido su personalidad. Virgilio ha fundido en una las dos obras homéricas. Y el resultado es único, diverso, específico. Dante ha convertido en central lo que en la Odisea y en la Eneida era accidental: el viaje al mundo de ultratumba.

Griego, latín y lenguas europeas han mantenido una relación muy fructífera

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bendita María

PRIMER MISTERIO:

La Oración de Jesús en el huerto Enrique Solana de Quesada - Arquitecto

Cristo ha venido para devolvernos el amor que habíamos abandonado y para zanjar en su cuerpo la deuda del mal generado por el hombre. Cuando el mundo rebosa toda capacidad imaginable, Dios ha de resolver el enigma de tanta injusticia, deshacer los infinitos nudos que ahogan la vida, que la hacen irrespirable, porque sin justicia la vida no es viable. Y llegado el momento culminante de la historia, Dios preparó el cadalso para ejecutar al culpable de ese mal: el hombre. Mas he aquí que, si Dios había acariciado el proyecto de la creación del ser humano, más meticulosamente aún el mismo Dios acarició el proyecto de su recreación, que iba a resolver la situación sin salida en la que el hombre se encontraba, sin menoscabo de la justicia, porque era preciso hacer justicia. Pero lo que nadie podía imaginar, ni los ángeles en el Cielo, era la forma en que iba a llevarlo a cabo. Dios mismo usurpó el papel al culpable: el hombre. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”. (Jn 3, 16) La víspera de su Pasión el Señor confiesa abiertamente: “Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer” (Lc 22,15), y consciente de su final “marcha como un héroe a recorrer su camino”, ávido de entregar la vida para salvar al ser que ama con todo el alma. Pero acabada la cena, tras instruir en el amor a los discípulos lavándoles los pies, y una vez instaurada la Eucaristía, sale con tres de ellos al huerto de los Olivos y comienza a sentir una tristeza mortal.

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El momento decisivo de la Pasión está a punto de llegar. Cristo se aleja para rezar, como tantas veces hiciera, pero se encuentra solo; por primera vez no siente la cercanía del Padre. Satán, que tras el descalabro sufrido en el desierto lo dejó hasta otra ocasión más propicia, aprovecha este momento de máxima fragilidad y le llena de hielo el corazón. Y queda solo, solo frente a todo el universo, “en una soledad poblada de aullidos”, con enemigos que le rondan por fuera y enemigos que le roen por dentro y que le impiden rezar. Lo hace con el cuerpo, con las manos, con los labios…, pero no le acompaña el alma —que ha quedado congelada— y pide ayuda a los suyos: “Triste está mi alma hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo” (Mt 26,38), mas ellos duermen. Envuelto en un estado de ansiedad asfixiante, comienza a sudar sangre, tal es su angustia, y grita: ¡Abba Padre! ¿Dónde estás? ¡No te siento! La tentación alcanza aquí su clímax: Si me oyes… “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz” (Mt 26,39). Y ante estas palabras el universo queda como traspasado por un silencio estremecedor. En un solo instante, el Cielo entero se paraliza y los ángeles enmudecen, cierran los ojos… ¡Dios tampoco responde! Está a punto de desmoronarse la salvación, pero Dios calla y una vez más lo hace depender todo de un Sí en libertad... Y como un nuevo “Hágase en mi según tu palabra”, Cristo se entrega a tumba abierta: “Padre, ¡no se haga mi voluntad sino la tuya!” (Mt 26,39).


bendita María

El Cielo vuelve a respirar, se estremece con un suspiro cósmico y los ángeles, a la más leve indicación del Dueño absoluto de los Cielos, se arrojan a consolar a su Señor: le lavan con sus lágrimas y le secan con sus cabellos —como hiciera aquella mujer agradecida que nos precederá a todos en el Reino de los cielos porque mostró mucho amor. Ha pasado el momento decisivo. Tras el delirante combate, Cristo es ya el manso cordero que enmudece ante quien viene a degollarle. El enemigo tiembla; el aparente vencedor comienza a intuir la derrota.

Tras el delirante combate, Cristo es ya el manso cordero que enmudece ante quien viene a degollarle. El enemigo tiembla

Como un nuevo “hágase en mi según tu palabra”, Cristo se entrega a tumba abierta: “Padre, ¡no se haga mi voluntad sino la tuya!”

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Pe dro B a r ra d o Fe r n รก n d e z - Bi bl i sta

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cine No es despreciable la aportación artística que el cine puede prestarle a la Sagrada Escritura, aunque también es claro que esta puede fecundar al cine mediante la profundidad argumental o de planteamientos, ya que las historias bíblicas son en gran parte universales, a pesar de las inevitables «encarnaciones» culturales. El pasado 4 de abril se estrenaba en los cines la que hasta ahora es la última película bíblica: Noé (Darren Aronofsky, 2014). Por cierto, en Exeter (Inglaterra), uno de los cines que la proyectaban acabó inundado, y no se trataba de efectos especiales sino de la avería de una máquina de hielo. En la historia del cine encontramos, casi desde sus inicios, versiones de episodios o relatos bíblicos. Así, ya en 1903 hallamos una película de seis minutos con el título de Sansón y Dalila, dirigida por Ferdinand Zecca, o Judit de Betulia (1913), y dos de las historias de Intolerancia —la pasión y muerte de Jesús y la caída de Babilonia—, de D. W. Griffith (1916). Aunque probablemente sean Los diez mandamientos, de Cecil B. DeMille, el icono clásico del cine religioso —la versión conocida por todos, protagonizada por Charlton Heston, es de 1956, pero DeMille rodó otra anterior, en 1923.

Conexión entre relato e imágenes Habitualmente se suele distinguir entre «cine religioso», es decir, apologético o explícitamente confesional —a veces hasta catequético— y «cine espiritual», más vinculado a valores y encarnado en películas «laicas». Aunque esta distinción no es aceptada unánimemente, sí resulta útil a la hora de considerar y valorar el papel del texto bíblico en el cine. A mi modo de ver, la principal dificultad con que choca el cine religioso con respecto a los textos bíblicos es la confusión de géneros y lenguajes. Hay que darse cuenta de que, en el fondo, estamos ante géneros distintos, normalmente con lógicas, enfoques, lenguajes y objetivos diferentes. Así, textos que en la Biblia no tienen carácter histórico —aunque el lenguaje del relato haga que puedan ser interpretados equivocadamente de esa manera—, en la pantalla aparecen o podrían aparecer, por mor del guión y de las imágenes, como sucesos realmente acaecidos en la historia y, por tanto, distorsionados con respecto a su fuente original. Baste imaginar una película basada literalmente en el relato del Apocalipsis, con un cordero degollado que permanece en pie y comparte trono con un venerable

anciano de cabellos blancos, o un desfile de jinetes montando caballos de colores —y no es un tiovivo—, o una prostituta sentada sobre una bestia de color escarlata… Una buena adaptación de un relato bíblico exigiría sin duda un trabajo de elaboración mucho más profundo y una verdadera «traducción» —no solo mera y superficial plasmación— en diálogos e imágenes. Por seguir con el ejemplo del Apocalipsis, en la saga de películas de El Señor de los anillos (Peter Jackson, 2001-2003) encontraremos pasajes de enorme proximidad con el último libro bíblico, aunque formalmente bastante alejados de él. Por otra parte, en no pocas ocasiones el cine simplifica la trama del texto bíblico, privándolo así de sus riquezas: ciertamente, por ejemplo, el relato del Éxodo —con sus matices e incluso contradicciones— no se ve tratado con justicia en muchos aspectos de Los diez mandamientos. Así, las aguas del mar Rojo se dividen en la película de forma instantánea únicamente por la acción de Moisés, con su brazo extendido sobre el mar, mientras que se olvida que también «el Señor hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche» (Ex 14,21).

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El hombre elefante (David Lynch, 1980) Sin embargo, en otras ocasiones el cine ha logrado llevar a ciertos textos bíblicos a insospechadas cumbres estéticas y de sentido. Veamos solo dos ejemplos: el primero lo encontramos en el Salmo 23, que ha sido llevado a la pantalla en decenas de películas, habitualmente norteamericanas. En todas ellas se repite casi fatigosamente la misma escena del entierro o el funeral en el que el pastor o el sacerdote de turno recitan al menos las palabras iniciales del salmo: «El Señor es mi pastor, nada me falta…». Sin embargo, en El hombre elefante (David Lynch, 1980), el salmo ocupa un lugar diferente. Ya no se trata de un entierro, sino todo lo contrario: el «nacimiento» de la humanidad de una persona, considerada hasta ese momento poco menos que un monstruo o un animal. El hombre elefante cuenta la historia real de Joseph Merrick (John en la película), un hombre con unas deformidades tales que le asemejan a un elefante. Un médico, el doctor

En Enrique V (Kenneth Branagh, 1989), cuando le comunican al rey el resultado de la batalla, este ordena a sus hombres no jactarse de un triunfo que solo le corresponde a Dios

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Treves, lo encuentra en un circo y lo lleva — tras comprarlo— al hospital de Londres, donde se topa con la oposición de su director para que Merrick pueda quedarse. El doctor Treves enseña a John algunas frases corteses y el comienzo del Salmo 23 para que lo repita ante el director, pero, llegado el momento del «examen», Merrick no está a la altura de las circunstancias. Sin embargo, cuando el director del hospital y el doctor Treves abandonan la habitación, John Merrick recitará el Salmo 23 entero, dejando así patente que es una persona inteligente y que incluso sabe leer. Preguntado por el doctor, Merrick confiesa que de pequeño su madre le leía los salmos y que el Salmo 23 es su favorito. De este modo, el Salmo 23 ha sido «relatado» en la película de tal manera que ha acabado formando parte de una historia de dignidad humana e incluso, por el contenido del salmo, de providencia divina: también Dios está (v.4) con el «hombre elefante».

En El hombre elefante (David Lynch, 1980) el Salmo 23 ha acabado formando parte de una historia de dignidad humana y de providencia divina


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Enrique V (Kenneth Branagh, 1989) El segundo ejemplo lo hallamos en la película Enrique V (Kenneth Branagh, 1989), donde otra vez un salmo —en esta ocasión el 115— va a entrar en una «narración», alcanzando la conjunción entre imagen, música y texto (latino) del comienzo del salmo un resultado verdaderamente notable. La película pone en escena una obra de William Shakespeare, La vida de Enrique V (1599), en la que se cuenta la campaña militar llevada a cabo por el joven monarca inglés en Francia. El culmen de la historia es la batalla de Agincourt (o Azincourt), librada el día de San Crispín, el 25 de octubre de 1415, en la que las tropas francesas superaban a las inglesas en una proporción de cinco a uno. Sin embargo, la victoria caerá del lado inglés, además con sorprendentes pocas bajas —diez mil franceses por apenas veinticinco ingleses, según la obra. Cuando le comunican a Enrique el resultado de la batalla, el rey reconoce que «Dios luchó por nosotros» y ordena a sus hombres no jactarse de un triunfo que solo le corresponde a Dios. A continuación manda rezar el Non nobis y el Te Deum como acción de gracias. En la obra de Shakespeare, este es justamente el final del acto IV: «Cumplamos los santos ritos. Cantemos el Non nobis y el Te Deum. Enterremos a los muertos caritativamente en cal, y después a Calais y luego a Inglaterra, adonde nunca habrán llegado de Francia hombres más felices», pero sin rastro de las oraciones mencionadas.

Sin embargo, en la película, el director aprovecha e introduce una hermosa pieza —compuesta y empezada a cantar por Patrick Doyle— que consiste en la repetición cantada a varias voces de las primeras palabras del Salmo 115 en su versión latina: Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam («No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria»). Mientras tanto, en la pantalla lo que se contempla es un travelling de casi cuatro minutos de duración en el que en primer plano se ve al rey con su escudero muerto —asesinado vilmente, junto a los otros pajes, por los franceses— llevándolo hasta un carro; en segundo plano van y vienen muchos personajes: gente del pueblo, soldados, oficiales o nobles ingleses o franceses, unos recogiendo cadáveres, otros mostrando su satisfacción, su rabia, su acatamiento al monarca… El Salmo 115 —un salmo de confianza y reconocimiento de Dios frente a los ídolos— ha entrado así a formar parte de un relato en el que se reconoce que la victoria, en este caso construida por desgracia sobre la sangre y la muerte, no corresponde a los hombres, sino solo a Dios: «Solo a tu nombre da la gloria». Y lo hace además mediante el movimiento de cámara más «narrativo» de la técnica cinematográfica, el travelling, un recorrido que va mostrando —y construyendo— el desarrollo de una acción, es decir, una narración. 107


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Título Original: Boyhood (momentos de una vida). Dirección: Richard Linklater. País: USA. Año: 2014. Duración: 166 min. Género: drama. Interpretación: Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Ethan Hawke, Lorelei Linklater, Jordan Howard, Tamara Jolaine, Tyler Strother, Evie Thompson, Tess Allen, Megan Devine, Fernando Lara, Elijah Smith, Steven Chester Prince, Bonnie Cross, Libby Villari, Marco Perella, Jamie Howard, Andrew Villarreal, Shane Graham, Ryan Power, Sharee Fowler. Guión: Richard Linklater. Productora: IFC. Fotografía: Lee Daniel, Shane Kelly. Montaje: Sandra Adair. Estreno en España: 12 Septiembre 2014.

Gloria M arí a To m ás y G a r r id o C a t e d rát i c a h o n o ra r i a d e B ioé ti c a U C A M

Boyhood ha ganado importantes y merecidos premios: Mejor director (Festival de Berlín); Sección “Premieres” (Festival de Sundance); Gran Premio FIPRESCI: Mejor película del año (Festival de San Sebastián), Cuatro nominaciones: mejor película, actor, actriz, actor revelación (Premios Gotham). Lo más curioso y original de la esta película es que vemos al protagonista, Mason, cómo evoluciona durante doce años: desde que tiene seis hasta que cumple los dieciocho e

ingresa en la Universidad. Y estos años que se reflejan en la película han ocurrido en la vida real, puesto que su director y guionista, Linklater, ha dedicado ocho años para hacerla; eso sí, a tres días de rodaje por año, la película ha ocupado unos treinta y nueve días de rodaje. Para la puesta en marcha del film ha contado con los mismos actores-protagonistas a lo largo de este tiempo; y claro, van cambiando y envejeciendo de una manera real.

los años que se reflejan en la película han ocurrido en la vida real, puesto que se han dedicado ocho años para hacerla 108


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Un elogio de lo cotidiano Linklater nos ofrece una película distinta, una auténtica genialidad en su sencillez. La película, desde la temporalidad, presenta una maravillosa armonía sin solución de continuidad al narrar la vida de este niño —o mejor, desde este niño—: su paso a la adolescencia y a su primera juventud. Hay una fuerza creativa grande, tanto en la dirección como en el guión, para saber resaltar, suprimir y facilitar la imaginación en la continuidad del relato, que implica una aportación muy interesante desde el punto de vista cinematográfico y también antropológico. Linklater desarrolla en esta película macro-conceptos (principalmente la mella o huella del paso del tiempo en el devenir de la existencia). El film puede definirse como un elogio de lo cotidiano. Un pedazo de vida real llevado a la pantalla. Una película en la que todo evoluciona. Crecer —todos lo hacemos— es una aventura apasionante en la que estamos —nos demos cuenta o no— en un permanente cambio. Cambiamos por dentro y cambiamos por fuera. En el crecimiento real del niño (Ellar Coltrane) y de los actores, entre los que destacan los padres (Ethan Hawke y Patricia Arquette) nos vemos nosotros mismos. ¿Cómo hemos cambiado desde hace doce años hasta aquí?, podemos preguntarnos. Llama la atención cómo se facilita al espectador que se introduzca con enorme naturalidad en la vida de Mason, que fluye, como ocurre en cualquier chaval, de la ingenuidad infantil a los cambios inestables de la adolescencia que,

en este caso tienen un matiz negativo y tristón —lógico porque, además de la edad, las circunstancias familiares son inestables—, y también un cierto escepticismo cuando llega a la juventud. Su hermana Sam, que al principio es una niña simpática, ligeramente cursi y algo repelente (es la propia hija de Linklater) llega a convertirse en una muchacha hermética, ensimismada y también interesante. Al lógico cambio físico de Mason y su hermana se une también el cambio que va experimentando la madre; que pasa de ser una mujer luchadora y atractiva a una mujer descuidada, marcada por las arrugas amargas de cada uno de sus fracasos sentimentales, ya que no ha tenido suerte con los hombres. También evoluciona el padre, que abandona su planteamiento bohemio e infantiloide de la vida y forma una segunda familia, a la sombra de un árbol casi peligroso de puro conservadurismo. Este chaval ve así a sus padres y…, así los quiere. Ellos son su familia a pesar de los pesares. En cada una de las diversas secuencias pueden descubrirse retazos preciosos de la felicidad que siempre proporciona el ambiente familiar, aunque cuando no sea un momento maravilloso. Una vez más, se presenta el cine como espejo de la vida que merece vivirse. También evoluciona, ¡cómo no!, el país, con la herida de la guerra de Irak, que experimenta una transición hacia el gobierno de Obama. Evolucionan los coches, los móviles, los ordenadores… Solo el paisaje (bellísimo) se mantiene firme, apasionante e inmutable.

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Instantáneas de la vida misma El núcleo del film es la infancia y juventud de Mason, un chaval amante de la fotografía, que nos hace participar de lo que ve y de lo que quiere ver; pero la película supone también ver el devenir de su familia natural, a la que se unen y se separan diversos personajes, y a los que la cámara presta atención a pesar de partir siempre del punto de vista de Mason. Además, asistimos a diversos avatares dramáticos de distintas relaciones humanas en donde se impone, con potencia expresiva, la noción del paso del tiempo que modifica casi todo. Todo fluye de una forma natural, como el paso de las fotografías en un álbum familiar, sin que pesen las elipsis, sin necesidad de más explicaciones. Se podría afirmar que se nos relata el viaje íntimo y épico de Mason en el que comprueba, en la euforia de su joven vida, los sísmicos

cambios de su familia a través de esos años. No se ve nada espectacular pero sí dramas, como puede ser un cruce de miradas cómplices entre un hombre y una mujer captado por un niño desconcertado, y que afecta a la historia de una vida. (Se ha dicho que solo por esta escena, el director merecería un León de Oro). Mason adopta la actitud de un observador permanentemente insatisfecho, de alguien que tiene que madurar aceptando una realidad imperfecta que no es de su gusto, de un adolescente que le da muchas vueltas al coco tratando de entender al padrastro autoritario o a esa chica de intenciones complicadas. Lo suyo es sacar fotografías y dejar en ellas su espíritu creativo, reflejar en esas instantáneas una sensibilidad herida por la vida.

El paso del tiempo y sus heridas Para Linklater, fotógrafo e investigador del tiempo, esta película quedará como legado, ya que a este modo de proceder nos tiene acostumbrado el director. En efecto, en el año 1995 Richard Linklater rodó “Antes del amanecer”, film que iniciaba una trilogía sobre las relaciones de una pareja de enamorados. A esta les siguieron “Antes del atardecer” (2004) y “Antes del anochecer” (2013); las tres fueron protagonizadas por los mismos actores. En estas películas se descubre un cineasta con un firme pulso narrativo, capaz de contar historias cotidianas con enorme seriedad. Pero hay algo importante que destaca Ana Sánchez de la Nieta en Boyhood, y es que —como en el resto de la filmografía del director británico— hay una especie de determinismo, de tristeza existencial que tiñe de melancolía sus películas y que, curiosamente, las hace menos verdaderas. Para Linklater, el tiempo acaba siempre con la vida, los amores, las esperanzas y los ideales, sin alternativas ni opciones. Sin toparse con el hombre, ese hombre real que con épica, con lucha, es capaz de mantener amores, ideales y esperanzas a través del tiempo. Un hombre al que, como refleja de una forma soberbia Malick en “El árbol de la vida”, el tiempo puede corromper pero también madurar, hacer crecer y mejorar. Un hombre que puede atravesar el tiempo, y no al revés. Algo de este contrapunto le falta a Boyhood para ser una obra maestra.

Boyhood se ve con gusto y sin mirar el reloj durante las casi tres horas de duración, señal de que su director ha sabido captar la vida real y no se ha empantanado en artificios de falsedad. El paso del tiempo y las heridas que deja en el alma están ahí…, lo mismo que el deseo de encontrarle un sentido y de aprender a vivir. Quizás, en el crecimiento de Mason nos vamos viendo reflejados todos porque sus reacciones, su rostro, su físico, su forma de andar y de relacionarse, van evolucionando en la película de una manera fluida, con una naturalidad sorprendente. Al final de la película, Mason —apasionado por la fotografía— va tomando instantáneas de objetos viejos: un semáforo roto, un farol oxidado, una toma de agua inutilizada… Son los símbolos del paso del tiempo, del envejecimiento, de lo que ha sido y no será. Crecer es duro, nos dice el film; conlleva alejarse de lo amado (la madre, el hogar…) para poder ser uno mismo. Solo el amor da sentido a esas idas y venidas físicas e interiores que conllevan los años. Solo el amor es inmutable. La película pone punto final cuando, Mason tiene que asumir sus responsabilidades para así graduarse en la vida y abrirse al amor que se le presenta en su primer día de Universidad. Una película que, en palabras de Rodríguez Chico, nos habla del paso del tiempo y sus heridas.

Crecer es duro, nos dice el film; conlleva alejarse de lo amado (la madre, el hogar…)

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Desde Irak llega un grito unánime: “Ayudadnos, los cristianos de Irak somos náufragos que extienden la mano para que alguien los salve de la muerte”. Hoy los bautizados de este país, tras siglos viviendo como una minoría, están amenazados por los terroristas del Estado Islámico. Solo les queda abandonar su país o vivir como refugiados internos. Pero la Iglesia quiere seguir siendo el rostro de Cristo en esta tierra, cuna de la civilización. Ahora, más que nunca, estamos llamados a ser una sola Iglesia y ayudar a nuestros hermanos: ¡todos somos cristianos de Irak! Miles de cristianos han tenido que huir con lo puesto ante el avance de los yihadistas en la zona de Mosul y la Llanura de Nínive, al norte de Irak. Les han dado un ultimátum: “Convertíos o morid”. Hasta 120.000 personas abarrotan las calles, colegios, iglesias y descampados del Kurdistán iraquí, una zona de momento segura. La Iglesia está presente en Irak desde los primerísimos tiempos del cristianismo. Esta tierra aparece ya en los orígenes bíblicos. Fue en Ur de los Caldeos, al sur de Irak, donde Abraham recibió la promesa de Dios de formar un pueblo numeroso. Pero la comunidad cristiana es cada vez más pequeña. Tras la campaña militar contra Saddam Husein en el año 2003, el número de bautizados ha pasado de ser 1,6 millones a apenas unos 300.000. Muchos han abandonado el país por la violencia de los radicales musulmanes. No hay familia cristiana que no cuente con algún miembro mártir o asesinado por los extremistas. Los pocos que se quedaron habían emigrado al norte, donde la convivencia era más estable. Ahora han tenido que huir de nuevo. Ya no se oyen las campanas en pueblos ancestrales como Qaraqosh, Alqosh o Karamlesh.

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Al menos cinco obispos han tenido que huir de sus diócesis; los conventos y seminarios han quedado vacíos y unos treinta sacerdotes han perdido sus parroquias. “Los cristianos en Irak tendremos un futuro si la comunidad internacional nos ayuda inmediatamente. No lo olvidéis”, dice el Patriarca Católico de los Caldeos, Luis Rafael Sako I, quien está haciéndose cargo de los refugiados. Solo algunas instituciones eclesiales han respondido a la petición de apoyo. La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) envió el pasado verano varias ayudas de emergencia por un valor de 200.000 euros. Pero la necesidad sigue siendo acuciante, y más ahora con la llegada del duro invierno del Kurdistán. Por eso, AIN ha vuelto a lanzar una nueva campaña por un importe total de 1,5 millones de euros, destinada a bienes de primera necesidad, alojamiento, educación, ayuda a la formación de seminaristas, sostenimiento de religiosas y sacerdotes, y regalos de Navidad para los niños.

miles de cristianos han tenido que huir ante el ultimátum de los yihadistas: “Convertíos o morid”


luz para el mundo

Escuelas y abrigo para los más pequeños Rania y Ranin son dos hermanos mellizos que acaban de cumplir diez años y les gusta ir a la escuela. Al menos así era hasta que les obligaron a abandonar su casa por el avance de las fuerzas del Estado Islámico. Rania y Ranin ahora viven junto a su madre Thirka y su hermano Habib, en Ankawa, un barrio periférico de la capital kurda Erbil. Allí comparten con otras familias una tienda de campaña en los terrenos de la comunidad católica caldea de San José. Para niños como Ranin, Rania y Habib, Ayuda a la Iglesia Necesitada ha aprobado una partida para proyectos escolares. En el marco de este programa se construirán ocho escuelas: cuatro en Ankawa y otras cuatro en la provincia de Dohuk. La preocupación de las familias por la educación de sus hijos es una de las principales causas de salir definitivamente del país. Mons. Bashar Warda, arzobispo caldeo de Erbil, necesita 630.000 euros para cubrir los gastos de escolarización de 7.500 niños y para repartir paquetes con alimentos básicos y medicinas para las familias de los pequeños.

La madre de Rania y Ranin se muestra entusiasmada cuando oye hablar de los planes para educación. «Muchas gracias por su amable ayuda», dice. Thirka viste de negro, en señal de luto por su marido, que era policía en Qaraqosh y murió por la explosión de una bomba. «Si queremos tener alguna esperanza en el futuro, la escuela es una absoluta necesidad», asegura. Ayuda a la Iglesia Necesitada no les va a dejar en la estacada. Además, para que los niños puedan vivir con alegría este tiempo de Navidad, AIN les va hacer llegar paquetes navideños con ropa de abrigo, biblias para niños, juguetes y dulces. Se calcula que hay unos 15.000 niños cristianos refugiados. Para este proyecto se donarán 300.000 euros, contando con que cada paquete cuesta 20 euros.

hay unos 15.000 niños cristianos refugiados. AIN donará 300.000 euros para hacerles llegar paquetes navideños con ropa de abrigo, biblias, juguetes y dulces

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Niños cristianos con religiosas

Cristiana de Irak que ha tenido que abandonar su pueblo por amenazas de los yihadistas

Mons. Bashar Warda, arzobispo caldeo de Erbil

Patriarca Caldeo, Rafael Sako I

futuro sacerdote al servicio de un pueblo mártir Las bombas caen y el estruendo de las explosiones llena el corazón de temor. En medio de los llantos y de una actividad frenética, la gente hace el equipaje con las pertenencias que puede transportar, y desaparece en la noche. Entre ellos está Martín Baani, un seminarista de 24 años de edad que se da cuenta de que esta es la última batalla de Karamlesh, un pueblo a las afueras de Mosul. Durante 1.800 años el cristianismo ha permanecido en los corazones y las mentes de los habitantes de esta antigua población. Los yihadistas avanzan. Martín no lo piensa dos veces, corre disparado hacia la iglesia de San Addai. Toma el Santísimo Sacramento y un manojo de documentos oficiales y sale de la iglesia. Fuera ya le espera su párroco, P. Thabet, y otros tres sacerdotes montados en un coche. Abandonan rápidamente Karamlesh llevándose los últimos vestigios de la presencia cristiana en el pueblo.

Martín comparte su testimonio desde el seminario de San Pedro, a las afueras de Erbil, donde ahora convive junto a otros 27 seminaristas. «Lo tendría fácil para irme —explica tranquilo—: mi familia vive actualmente en California, y yo ya he obtenido un visado para ir. Sin embargo, quiero quedarme. No quiero huir del problema». Martín ya ha hecho la elección que caracteriza a los sacerdotes que han decidido permanecer en Irak: su vocación es servir al pueblo, pase lo que pase. Está terminando sus estudios de Teología y pronto será ordenado sacerdote, gracias a la ayuda aportada por AIN para la formación de seminaristas y catequistas, por un total de 78.000 euros. “Gracias por vuestras oraciones —refiriéndose a Ayuda a la Iglesia Necesitada—: contamos con vuestro apoyo”.

Para Martín Baani, seminarista de 24 años, su vocación es servir al pueblo, pase lo que pase

Ranín y Rania, dos hermanos cristianos de Irak, refugiados en Erbil

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Martin Baani en el seminario de San Pedro de Erbil



fuerza en la mirada

Periodista

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fuerza en la mirada En el marco del XI Encuentro Misionero de Jóvenes 2014, organizado por las Obras Misionales Pontificias, este joven chino —que ha pedido que su foto no salga publicada en ningún medio de comunicación, dada la difícil situación que experimentan cada día los católicos chinos en su país— da su experiencia de fe, y comienza hablando de su propia vida: “Yo he nacido en una familia cristiana como vosotros, y, desde pequeño, mis padres me han instruido en la fe, una fe que es transmitida por los padres católicos chinos de generación en generación. Yo tengo cinco hermanos, y la gente me pregunta cómo es posible si en China solo se rige la ley del hijo único. Lo primero que quisiera decir es que el Señor siempre te ayuda a superar los obstáculos y a vivir la fe. Para mí esos años con mis hermanos han sido inolvidables. Mis padres querían tener más hijos, no el “hijo único” establecido por la ley china, y por esta causa vivieron escondidos. Teníamos dos casas, y mis hermanos y yo vivíamos en una de ellas; el mayor era el que cuidaba de los demás... Mis padres hicieron esto porque querían estar abiertos a la voluntad de Dios”.

la Iglesia oficial y la clandestina Como ya hemos dicho, la situación de los cristianos en China —y de los católicos en particular— es complicada. Dado el férreo control chino sobre la información, no existen datos estadísticos comprobables sobre el número de católicos chinos; se estima que son unos doce millones, aunque este número podría ser mayor o menor. Por otra parte, en China coexisten dos “Iglesias”, la oficial y la clandestina. La primera, bajo la autoridad política, estaría controlada por la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos, y en ella están inscritos el 60 % de los católicos chinos. De la segunda, la clandestina, que solo reconoce la autoridad del Papa, formaría parte el 40 % restante. Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI se mostraron muy atentos a la situación de los chinos católicos y ambos intentaron, y de alguna manera consiguieron, acercar las dos “Iglesias”; de hecho, de los 79 obispos “oficiales”, actualmente el 90 % de ellos han sido reconocidos como tales por el Vaticano. Si tenemos en cuenta que China tiene 1.360 millones de habitantes, la proporción de católicos en ese país es ridículamente pequeña… “Ya sabéis que China es un país mucho más grande que España —dice Andrés— y que toda Europa,

y la población es una cuarta parte de la población mundial. De cada cuatro personas que hay en el mundo, una es china. Y los católicos en China somos solo el uno por ciento. Es decir que de cada cien personas, 99 todavía no han conocido a Cristo. Pero ellos también tienen derecho a conocerlo, ¡porque Cristo también murió por ellos! ¡Los ha salvado con su muerte! Yo creo que la Iglesia es santa, católica y apostólica y, por tanto, los misioneros tienen un papel muy importante en la evangelización. Sabemos por nuestra historia que san Francisco Javier llevó el Evangelio al Extremo Oriente, al Japón y a la India; luego, Mateo Ricci, misionero jesuita, en 1584 llevó el Evangelio a China. Desde aquel momento, la Iglesia siempre ha estado en China. ¡Pero la situación es tan difícil…! Muchos obispos y sacerdotes hoy día están encarcelados por su fe. Entre los años cincuenta y ochenta del siglo pasado muchos han pasado gran parte de su vida en campos de trabajo, encarcelados por ser fieles al Papa, por ser fieles a Cristo. Ellos, con su vida, han dado testimonio de qué es lo más importante; con su actitud nos han dicho que la fe vale más que la vida. Y han muerto en la cárcel, después de muchos años encarcelados. Han muerto diciendo con su vida que la fe es el regalo que nos ha dado el Señor”.

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Obispos y sacerdotes desaparecidos La persecución contra la Iglesia clandestina sigue en pie. Algunos estudiosos hablan de dieciocho obispos y diecinueve sacerdotes en prisión o desaparecidos. Se estima que el número de obispos clandestinos podría ser cincuenta. Abundando en los datos —siempre con la consabida reserva— diremos que el número de seminaristas que estudian en seminarios no aprobados por el gobierno chino, rondaría los ochocientos. Por otro lado, los sacerdotes “oficiales” son más de dos mil doscientos, y actualmente hay diecinueve seminarios aprobados por el gobierno, en los que se preparan para el ministerio sacerdotal más de mil trescientos seminaristas. Andrés, el joven seminarista chino, prosigue: “Hoy día, todavía hay sacerdotes y obispos que con su propia vida están dando testimonio de nuestra fe. Porque esta fe sí que vale la pena vivirla, a pesar de las situaciones difíciles, cueste lo que cueste. Ellos con su vida así nos lo dicen. Conozco a un obispo que antes de ser nombrado obispo estuvo veinte años encarcelado por ser sacerdote. Él prefirió esta situación antes que renegar de Cristo, porque Jesucristo es lo más importante; Él es más fuerte que cualquier dificultad. Ninguna situación es más grande que nuestra fe. También conozco la historia personal de otro obispo que, por ser fiel a Cristo y a la Iglesia de Roma lleva más de cuarenta años encarcelado. Muchas veces le han ofrecido la ocasión de abandonar su fe, y le decían: “Serás libre, podrás hacer cualquier cosa”, pero él respondía siempre: “Yo quiero ser fiel a Cristo, sé de quién me he fiado”. Así es nuestra fe. Con la ayuda del Señor ha testimoniado el valor de la fe durante estos cuarenta años. Hoy día no sabemos nada de él, quizás ya está en los brazos del Padre, pues desde el año 1997 no tenemos ninguna noticia sobre él. Ha sido un obispo valiente”.

“los católicos en China somos solo el uno por ciento. Es decir que de cada cien personas chinas, 99 todavía no han conocido a Cristo. Pero tienen derecho a conocerlo, ¡porque Cristo también murió por ellos!” 122


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Mantienen la fe con la oración Andrés, por otra parte, nos da algunas pinceladas sobre la forma en que defienden su fe los católicos chinos: “Los fieles católicos chinos viven su fe de una manera muy, muy piadosa. La mayoría se reúnen juntos a rezar, no en iglesias tan bonitas como las nuestras, sino en casas particulares; porque en los pueblos los católicos somos muy pocos, una minoría. Por ejemplo, en mi pueblo solo somos cien católicos, y hay pueblos en los que solo una familia es cristiana. Pero aun en estas condiciones tan extremas, ellos mantienen su fe: cada día rezan por la madrugada y por la noche durante una hora. Y muchos españoles me preguntan si “eso tiene valor”. “¡Pues claro!, así mantenemos viva nuestra fe”, les digo.

Y continúa describiendo un panorama ciertamente distinto a lo que nosotros, los españoles, estamos acostumbrados. “En algunos lugares de China quizás veas a un sacerdote solo una vez al año, pero esa carencia te puede ayudar a vivir esperando el día en que puedas recibir al Señor en tu corazón. Por otra parte, el domingo, para nosotros los católicos chinos es un día especial porque es el día en que resucitó el Señor para nuestra salvación. Este día lo dedicamos única y exclusivamente al Señor. El domingo rezamos cuatro veces, en cuatro momentos distintos del día. ¿Estamos locos? Sí, locos por Cristo. Los católicos chinos dedicamos cuatro horas del domingo a orar, a alabar al Señor, viviendo la fe, que es más importante que nuestro ocio o nuestro tiempo libre”.

Pocos sacerdotes católicos Desde 1980 han sido abiertas en China más de cinco mil iglesias y capillas, pero, aun así, la necesidad de lugares de culto y de sacerdotes católicos sigue siendo grande: “El sacerdote tiene mucho trabajo; sin ir más lejos, mi párroco tenía a su cargo setenta pueblos, y esto ocurre porque hay pocos sacerdotes en China. Los fieles están muy necesitados, tienen ansia de recibir la sagrada comunión; durante el año solo pueden recibir al Señor en la comunión y participar de los sacramentos una o dos veces. Por eso los católicos chinos esperan la llegada del sacerdote con ansiedad”. Sobre la entrega generosa de estos sacerdotes católicos en China, de número tan escaso, Andrés explica: “En algunas fiestas importantes de la Iglesia, como la Cuaresma, por ejemplo, el sacerdote está más de diez días escuchando las

confesiones de los fieles y dando la absolución. Y cada día fácilmente puede dedicar más de diez horas a esta labor de confesar a la gente. Es un trabajo duro, ¿o no? Evidentemente, sí. Y la causa de ello es porque no hay sacerdotes suficientes en China”. Por último, Andrés hace una petición a todos los presentes: “Quiero pedir a todos que recéis por nuestros hermanos chinos necesitados del don de la fe, porque ellos también tienen derecho a conocer a Cristo. La oración es muy importante; encomendemos la labor evangelizadora de China a santa Teresa de Lisieux, patrona de las Misiones. Rezad por ellos. Y si alguno siente la llamada del Señor a entregar su vida a la misión, ¡ánimo y adelante! No tengáis miedo, porque el Señor es más grande que cualquier dificultad. El Señor te ayudará. Una vida apasionante te espera”.

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fuerza en la mirada

Marta A. Guerrero Periodista

La juventud es el espejo en el que se mira la sociedad. Por esta razón, en el contexto general de la dramática situación que atravesamos, llaman especialmente la atención los alarmantes indicadores relativos al desempleo y la precariedad laboral de los jóvenes. La naturaleza de la crisis que padecemos provoca, como es lógico, que la mayoría de las preocupaciones se centren en los aspectos relativos al ámbito económico. Sin embargo, muchas personas e instituciones, como la Iglesia, van más allá e identifican una correlativa crisis de valores que azota a nuestra sociedad y, con especial crudeza, a los jóvenes.

Centinelas del futuro Desde el comienzo de su Pontificado, el Papa Francisco nos ha advertido sobre esta realidad. En la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro (2013), el Santo Padre mostraba su preocupación por la exclusión de los jóvenes en la sociedad y se refería a ellos como “la generación que no tiene la experiencia de la dignidad por el trabajo”. En efecto, el trabajo es una de las principales expresiones de la dignidad del ser humano porque es el medio que le permite subvenir a sus necesidades y las de su familia. Mediante el desempeño de su profesión, el joven se puede proyectar y cumplir con su vocación y misión personal en la vida. Ahora bien, si el trabajo es una actividad fundamental y básica para el hombre, lo ha de ser en su justa y necesaria medida. En la actualidad no solo asistimos al drama del desempleo y la precariedad laboral juveniles, muchas organizaciones, conscientes de esta coyuntura, fomentan la identificación del trabajo con el único ídolo por el que merece la pena sacrificarlo todo: el tiempo libre, la familia, las relaciones sociales y el descanso.

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Estas situaciones extremas han agravado la ya mencionada crisis de valores. Los jóvenes, con o sin empleo, corremos el riesgo de ser los protagonistas de una generación perdida, en la que el trabajo y la búsqueda de los bienes económicos se conviertan en los dueños de nuestros destinos. Benedicto XVI y Francisco han reflexionado mucho acerca de estas cuestiones, invitándonos a adoptar un punto de vista diferente, con Cristo como referencia. En la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid (2011), el Papa emérito reconocía que “vosotros, jóvenes, tenéis el derecho a recibir de las generaciones que os preceden puntos firmes para hacer vuestras opciones y construir vuestra vida”. Así, Benedicto XVI nos recordaba el papel responsable que han de ejercer sobre nosotros los que nos preceden, en general, y la Iglesia, en particular. Por su parte, Francisco también exhortaba a los propios jóvenes para que nos concienciáramos acerca de lo fundamental de nuestra misión en la sociedad, ya que “la juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo”. Así, nos invitaba a no dejarnos excluir en una sociedad en la que tenemos que hacernos valer y luchar por nuestros valores.


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Como jóvenes, tenemos que sentirnos interpelados y apoyados realmente por las palabras de los dos Pontífices para ponerlas en práctica. San Juan Pablo II también creyó en nosotros y nos definió como “los centinelas del futuro”, llamados a ser “los apóstoles de nuestros coetáneos”, porque somos nosotros la esperanza de la sociedad y de la Iglesia.

Santos del nuevo milenio No somos la generación perdida. Reconocer este error supondría poner en duda los planes de Dios sobre todos nosotros y la misión que nos ha otorgado como individuos y como generación. Por tanto, no tenemos derecho a considerarnos ni a que nos consideren como tal. Somos los jóvenes que han de conquistar la santidad en la cotidianeidad y las dificultades de esta etapa de crisis. Somos aquellos que han de superar esta decadencia y forjar un futuro próspero y pleno para los que nos sucederán. No somos una generación perdida. Somos la generación de la que han de surgir los santos del nuevo milenio. Somos los escogidos por Dios para iniciar este nuevo tiempo con el apostolado desde nuestros lugares de estudio o trabajo, en nuestros grupos de amigos y en la sociedad en general.

Arraigados verdaderamente en Cristo todo es más sencillo. Las situaciones difíciles se hacen más llevaderas porque Él siempre camina a nuestro lado. Él nos muestra nuestra verdadera dignidad, aquella que no depende ni de nuestra situación laboral ni de nuestro estatus social: la dignidad de los hijos de Dios. En este sentido, el Papa Francisco nos recuerda que Jesús cuenta con nosotros y nos pide que seamos sus discípulos toda nuestra vida. Mediante la oración, los sacramentos y el servicio nos invita a descubrir y dejar crecer la semilla que Dios ha sembrado en cada uno de nosotros. “No se metan en la cola de la vida, sean protagonistas, métanse adelante y construyan un mundo mejor. Jesús nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz”. Por tanto, no somos la generación perdida ya que Dios nos ha dado una gran misión: la renovación del mundo. Todos hemos de sentirnos copartícipes en esta tarea y debemos poner al servicio de la misma nuestros talentos y empeño. Como jóvenes estamos llamados a ser más rebeldes que nunca y a mostrar nuestro inconformismo con los planteamientos que imperan en nuestra sociedad y tratan de negarnos un presente y un futuro plenos. No somos la generación perdida. Somos la generación que ha de reconquistar el mundo y portar la esperanza con un ejemplo de vida santa y llena de Dios. bn

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Estamos de paso

Se cuenta que un turista americano fue a la ciudad de El Cairo (Egipto) con la finalidad de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco. —¿Dónde están sus muebles? —preguntó el turista. Y el sabio, rápidamente, también preguntó: —¿Y dónde están los suyos? —¿Los míos? —se sorprendió el turista—: ¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso! —Yo también —concluyó el sabio—: La vida en la tierra es solamente temporal. Sin embargo, algunos viven como si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices. El valor de las cosas no está en el tiempo que duran sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables.

Amor de madre

Cuatro madres están hablando de sus hijos sacerdotes. La primera dice: —Mi hijo es monseñor, y cuando entra en una sala, la gente se pone de pie y le saluda diciendo: “Buenos días, Monseñor”. La segunda no puede ser menos, y dice: —Mi hijo es obispo, y cuando entra en una sala, la gente se pone de pie y le saluda diciendo: “Buenos días, Excelencia”. La tercera, por no ser menos, replica: —Mi hijo es cardenal, y cuando entra en una sala, la gente se pone de pie y le saluda diciendo: “Buenos días, Eminencia”. La cuarta madre, cuyo hijo es un sacerdote, señala:

En la mesa

—Mi hijo mide 2,20 metros y pesa 190 Kilos, así que cuando entra en una sala la gente dice: “Oh, Dios mío”.

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Ante muchos invitados, la madre de la familia le pide a su hija de seis años: —¿Te gustaría bendecir la mesa? —No sé qué decir —responde la niña. —Di lo que me has oído decir a mí —le sugiere la madre. Entonces la niña, sintiéndose más segura, inclina su cabeza y dice: —Dios mío, ¡cómo se me ocurrió invitar a tanta gente a la cena!

Cristo para todos Una viejecita del país de Gales decía que Cristo era de nacionalidad galesa. Un inglés que le escuchó le dijo: —No, señora, fue judío. —Jesús es galés —insistía la anciana— porque cuando yo le hablo siempre me entiende


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Al calor del buey

Una vez, una maestra le preguntó a un niño de primaria qué personaje quería representar en la obra de teatro navideña. A lo que el niño respondió: “Profe, me gustaría ser el buey”. La maestra se llevó las manos a la cabeza y le dijo que no fuera grosero. Pero el niño le replicó que así se lo había dicho su hermano mayor que estaba estudiando para ser sacerdote. Y le explicó: “El Niño Dios es un bebé pequeñito, y como está haciendo mucho frío allá afuera, necesita calor. El oro, el incienso, y la mirra son buenos, pero ahora no los necesita. Solo tiene frío, y el buey le da calor al estar a su lado. Por eso en Navidad me gusta ser el buey”. Llegó el día de la representación y todo el público se llevó una grata sorpresa al ver que el buey no paró de soplar aire caliente al recién nacido durante toda la obra de teatro.

El compañero fiel

Un chino que se había convertido recientemente, explicó: “Estaba caído en un pozo, casi ahogado por el barro, clamando que alguien me ayudara. En eso apareció un anciano de aspecto venerable que me miró desde arriba y me dijo:

Parecía estar lejos, muy lejos. Era Buda, y me dijo:

—Hijo, este es un lugar muy desagradable.

—Sí, lo haré cuando salga del pozo. ¿Mientras tanto…?

—Sí que lo es. ¿No puede usted ayudarme a salir?

Pero Buda se había ido. Yo ya estaba desesperado cuando se me presentó otra persona muy distinta. Llevaba en su rostro las huellas del sufrimiento, y le grité:

—Hijo mío, me llamo Confucio. Si hubieses leído mis obras y seguido lo que ellas enseñan, nunca hubieras caído en el pozo —dijo mientras se marchaba. Pronto vi que llegaba otro personaje; esta vez era un hombre que se cruzaba de brazos y cerraba los ojos.

—Hijo mío, cierra tus ojos y olvídate de ti mismo. Ponte en estado de reposo. No pienses en ninguna cosa desagradable. Así podrás descansar como descanso yo.

—¿Puedes ayudarme? Y entonces bajó hasta donde yo estaba. Me tomó en sus brazos, me levantó y me sacó del pozo. Luego me dio de comer y me hizo descansar. Y cuando yo ya estaba bien no me dijo: “No te caigas más,” sino “ahora andaremos juntos.” Y desde entonces caminamos de la mano Jesucristo y yo.

Dios llama a los ocupados No te preocupes si Dios te llama para alguna misión y estás muy atareado. Cuando Dios llamó a Moisés estaba con sus ovejas. Saúl estaba buscando asnas. Eliseo estaba arando con bueyes. David estaba pastoreando ovejas. Nehemías estaba sirviendo al rey. Pedro y Andrés estaban echando las redes. Juan y Santiago estaban aderezando sus redes. Mateo estaba cobrando impuestos… Ninguno se encontraba de brazos caídos, y todos le dijeron “sí”.

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Tierra, trágame Rosa Montero

«Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad, compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo, y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas; tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y es entonces cuando descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta».

El puercoespín Durante la era glacial muchos animales morían por causa del frío. Los puercoespines percibieron esta situación y acordaron vivir en grupo. Así se daban abrigo y se protegían mutuamente. Pero las espinas de cada uno herían a los vecinos más próximos, justamente a aquellos que brindaban calor, y por eso se separaron unos de otros. Volvieron a sentir frío y tuvieron que tomar una decisión: o desaparecían de la faz de la tierra o aceptaban las espinas de sus vecinos. Decidieron volver a vivir juntos. Aprendieron así a vivir con las pequeñas heridas que una relación muy cercana podía ocasionar, porque lo que realmente era importante era el calor del otro. ¡¡¡Sobrevivieron!!! La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, es aquella donde cada uno acepta los defectos del otro y consigue el perdón por los suyos propios.

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entretenimiento mosaico Caminando en sus cabalgaduras por los antiguos y conocidos campos de La Mancha se torna don Quijote hacia su escudero y dícele:

En los tiempos estos en los que la física cuántica y otras ciencias todo lo explican, querido Sancho, se ha venido a decir que no está Dios en el universo creado; la razón es que, después de intensa búsqueda, no se le ha encontrado por parte alguna. ¿Qué te parece, buen Sancho?

Atienda vuesa Merced: en mis cortas entendederas llego a comprender que Dios, buen carpintero como es, no va a hacer un armario para quedarse luego “dentro” de él.

A fe mía, querido Sancho, que te asiste toda la razón.

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Oración

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Bendito seas Señor porque en tu grandioso poder e infinita misericordia te has fijado en una insignificante niña de Nazaret para colocar en su seno a Aquel que es inabarcable en los Cielos, a fin de que yo, miserable pecador, pueda llegar hasta ti, limpio de culpa. Con lágrimas de alegría y un inmenso agradecimiento, quiero postrarme de rodillas ante el humilde pesebre en el que, encarnado, tu bendita Madre te adora junto a san José, su dichoso esposo. ¡Gracias, mi Dios y mi salvador! Te ofrezco mi vida con total confianza e inmenso amor para que me ayudes a entrar en tu voluntad. Amén.

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mosaico

MERKABA PEREGRINACIONES Está al servicio de las parroquias, sacerdotes, fieles, y comunidades religiosas. Nuestro propósito es ayudar a la Iglesia a difundir el Evangelio a todo el Universo a través del tiempo de Gracia que se abre en la Peregrinación. Ponemos toda nuestra dilatada experiencia, profesionalidad y nuestro espíritu de servicio para que durante las Peregrinaciones organizadas por nosotros, todos los aspectos del viaje (desplazamientos, hoteles, celebraciones litúrgicas, sacramentales), nos ayuden a tener experiencia de Jesucristo que nos salva a través de su Iglesia al encontrarnos con nuestra Madre la Virgen, visitando los Santos lugares, o siguiendo las huellas de los Santos que nos han precedido en la fe. PROGRAMACIÓN DE PRÓXIMAS PEREGRINACIONES PREVISTAS

2 al 9 de marzo de 2015 Tierra Santa 15 al 21 de abril de 2015 Italia. 29 abril al 3 de mayo 2015. Medjugorje. 22 al 29 junio de 2015. Tierra Santa. 31 julio al 07 agosto de 2015. Medjugorje. 03 al 09 de septiembre de 2015. Polonia. 08 octubre al 12 octubre de 2015. Medjugorje. 09 al 16 noviembre de 2015. Tierra Santa. 04 diciembre al 08 diciembre de 2015. Medjugorje.

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MERKABA PEREGRINACIONES Pasaje de Dolores, 16 Oficina 5 28002 MADRID Tfno.: +34 911 722 458. Mail: info@merkaba.es

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