![](https://assets.isu.pub/document-structure/230312004328-251bded1b6113c38fa6a28116dc19313/v1/cbab0cc82bdeebae700a379af3c63820.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
2 minute read
ESTACIÓN CATORCE violencia a través de los ojos de un niño
from REVISTA CAMEO 20
La película dirigida por la cineasta Diana Cardozo, se centra en Luis, un niño de siete años que muestra lo difícil de crecer en las zonas más marginadas del país
¿Cómo fue trabajar esta historia?
Advertisement
Diana. Fue salir de este estado de la “niñez idílica”, es decir, ser lo suficientemente honestos como creadores y como ciudadanos para decir que ahí está toda la vida concentrada, pues la niñez tiene luces y sombras.
Martín. Alguna vez leí en las memorias de Sergei Eisenstein, que un niño que no le arranca las alas a una mosca no es niño ¿no? No hablo de la crueldad en sí, sino de cómo los niños se están preparando para un mundo violento, porque está violencia que retratamos en la película no es nueva en la historia de la humanidad.
¿Cómo nace la historia de Estación Catorce?
D. Tiene muchas etapas el proceso de creación, define la historia hace muchos años, me gusta escribir, es un trabajo que hago naturalmente pues escribo casi todos los días. La historia nació de una de esas preocupaciones que te llevan a hacer una película, un evento que lees en el periódico y dices “¡Esto es una película!”, claro que hay que trabajarlo. Fue un trabajo de mesa muy minucioso.
M. Nuestro presupuesto fue limitado, y hubo que echar parte de una parte creativa para involucrar a personas que pudieran apoyar. Algunos trabajadores cinematográficos que ven un proyecto y que aunque es pequeño, pero con corazón van y de lo que te cobran originalmente te cobran mucho menos. Fuimos muy cobijados.
¿Cómo es trabajar con niños?
D. Los niños fusionan naturalmente a través del juego, es decir, el mecanismo del cine lo tienen asumido por una especie de juego, van sobre el “play” ese actuar y jugar, un verbo que español no es tan claro pero engloba el que la ficción es parte del mecanismo psíquico humano, todos friccionamos. Gael
Vázquez es un grandísimo actor natural, tiene unos ojos y una mirada particularmente expresiva, evidentemente lo tiene y además tiene una memoria increíble. Fue algo parecido a su vida, eso era parte del desafío porque decidimos que no fuera un niño de la Ciudad de México trasplantado a esa realidad, era un niño de esa realidad llevado a la pantalla y esa fue la ecuación y el trabajo con el niño.
M. Además de los niños, era lograr que todos los animales, las gallinas, los borregos y todos entran a cuadro. Fue el entender que no era sencillo trabajar con niños, pues no era sólo un niño, era ese niño más el niño más chiquito, más el bebé y todos en cuadro, todo era lo que menos te quieres imaginar en un rodaje, pero todo eso le da una vida interesantísima a la película. Fue muy lindo el aprender a valorar esas cosas que muchas veces uno tiende a quitar por practicidad, pero ese era el retrato. Encontramos a Gael Vázquez después de mucha búsqueda por muchas escuelas mediante pequeños talleres actorales en el pueblo.
¿Cómo fue abordar la violencia desde el punto de vista de un niño?
D. Esa es la capacidad que tiene el mecanismo, la herramienta, este dispositivo cinematográfico en el que sí podemos transformarnos en el otro por hora y media, tener la percepción o punto de vista del otro, sus sensaciones en el cuerpo, eso es lo fabuloso del cine y nosotros como trabajadores del cine somos agradecidos de tener esa posibilidad de darle a una historia todas las herramientas sensoriales, porque finalmente en ese pasaje al “otro” que tenemos en una sala de cine es donde podemos entender algo más profundo de la vida, que es que el otro es un semejante, con la historia que carga, con sus circunstancias, es un igual con los mismos derechos, pero con otra historia, es algo filosóficamente más profundo.