2 minute read

EL DIvINO

AldO FuLcAnelli

Ha muerto el rey, dice la gente, mientras la noticia se esparce rápidamente por todo el orbe, con la misma facilidad que aquella voz forjada en Memphis; al calor de la música negra, penetraba en los oídos rozando sensualmente la piel de los escuchas.

Advertisement

Solamente la frialdad del duro piso helado aquel fatídico 1977, fue capaz de suspender la marcha de aquel cometa inexplicable, que asaltó a la opinión pública desde la aparente timidez de los años 50’s, y creció como el cachorro favorito del Rock and Roll, erigiéndose como el más grande integrador de la música de innegable aporte afroamericano; hacia las grandes audiencias cuando la tolerancia no era la principal cualidad de América.

Pero ha muerto el rey, y los periódicos se venden como pan caliente, los cafés de paso hacen eco de “Love me tender”, que suena como una rapsodia fúnebre desde el interior de las rockolas, mientras los televisores rescatan el recuerdo de la presencia de Elvis Presley en el “Show de Ed Sullivan”, y de cómo las cámaras intentaron contener con tomasa modo-los escarceos pélvicos de aquel joven de mirada naturalmente lasciva, incontenible, mientras la voz pasaría de los graves a los agudos en medio de una imbatible ráfaga de gestos, tics, miradas furtivas; algunas preparadas pero muchas otras inesperadas, aunque todas al final irresistibles, que innegablemente formaron parte de la totalidad interpretativa de aquella estrella en ascenso. Al ver a aquel muchacho enfundado en un chaleco brillante, las amplias hombreras que apenas contuvieron la sinuosa figura o la sonrisa picaresca que desde luego, denotó la embriaguez natural de la juventud, uno comprende que Elvis personificó al rockabilly, era uno con él, mientras que la interminable lista de guiños o jadeos compulsivos se volvieron la sal y pimienta de su performance, una manera explosiva de quebrantar el aburrimiento de la puritana sociedad americana de la posguerra.

Ni las cintas románticas de Cary Grant, las voces de Crosby o Sinatra, o los machacones programas familiares de la televisión supervisada por una audiencia fundamentalmente moralista, podrían contener a la exaltada turba representada por la juventud que aguardó con impaciencia, para irrumpir en los foros de los shows televisivos de Steve Allen, Milton Berle, Tommy & Jimmy Dorsey; para atestiguar los inusuales movimientos del joven Elvis Presley, cuyo cuerpo parecía estar conmovido por un furor ex- travagante, que le llevó a escandalizar a las ligas de la decencia estadounidense, las cuales incluso; lanzaron cartas a la autoridad declarando al joven Presley, “una terrible influencia para la sociedad americana”.

Pero todo intento por contener aquel torrente de voz fue inútil, aquel año de 1956- histórico para el acervo de la televisión-, Elvis rompería todos los records de audiencia acompañado de guitarra, bajo, batería y un cuarteto de coristas. En los nuevos tiempos, la juventud americana pareció aferrarse a la falda levantada de Marilyn Monroe, o a la masculina gestualidad de Marlon Brando y James Dean, para olvidar los duros años de la depresión y la guerra; las motocicletas, las chamarras de piel, el lenguaje pronunciado con un acento salvajemente procaz, sustituyeron a los guiones rebuscados, los trajes de amplias hombreras o el estilo “políticamente correcto”.

La joven América cambió de piel junto con Elvis, evolucionó con las letras de “Don’t be cruel”, “Hound dog”, “Blue suede shoes”, la exaltación de la música negra a través del Blues, el Rock and Roll, el Góspel: también el Folk de incontenible sabor a Country, Elvis representó el exitoso mestizaje de la música negra con las nuevas modalidades, también, junto a las posteriores vestimentas exóticas incluyendo el cuero que compitió en sensualidad con su piel bronceada, igualmente las capas brillantes que le convirtieron en el héroe de un encordado imposible sin su presencia.

Nació el showbiz estilo Elvis, junto a las legiones de fans que cayeron al suelo privadas, o los millones de dólares que desfallecieron sobre las paredes de “Graceland”; el Taj Majal erguido para exorcizar la antigua pobreza de aquel tímido niño criado en Memphis; un sitio para esconder la soledad interior de un estrella en agonía.

This article is from: