Revista ciudad edi final 15

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Revista de Asuntos Urbanos

ISSN: 0123-238X

Ediciรณn 15

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La calidad del

aire es cuestión de todos

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Tú eliges el futuro ambiental de la región. Apoya la solución del problema de contaminación atmosférica del Valle de Aburrá y el Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008 centro de Antioquia.

Calle 41 Nº 53 07 Conmutador: 385 60 00 www.metropol.gov.co


CONTENIDO

Editorial..................................................................................................................................... 2 Beber para escribir José Trigo........................................................................................................................................ 3 Una lúcida embriaguez María Helena Giraldo González.................................................................................................... 7 Notas para una defensa del cannabis Pedro Posada................................................................................................................................14 Orgía de afección Bernardo Angel S..........................................................................................................................19 Embriaguez éxtasis y lucidez Luz Marina Duque Duque............................................................................................................20 Entre copas y amigos Jaime Ovidio Giraldo Gómez.......................................................................................................23 Vino y éxtasis Raúl Henao...................................................................................................................................25 Embriaguez suma Omar Alberto Lopera López.........................................................................................................27 De la embriaguez y el éxtasis Oscar Jairo González Hernández.................................................................................................35 Embriaguez de enamoramiento Elsa Ruiz.......................................................................................................................................38 El consumismo como gran responsable del cambio climático Tomás Felipe Tintinago Vásquez..................................................................................................41 Una vieja Antonio Arenas B..........................................................................................................................44 Los papas de jairo alberto José Martínez Sánchez..................................................................................................................45 Los amigos ciegos Raúl González H...........................................................................................................................49 Ella no estaba alli Antonio Arenas B..........................................................................................................................51 La casa de resfa Carlos Mario Garcés Toro............................................................................................................52 La del estribo Federico Giraldo Valencia............................................................................................................55 Dariolemos Guillermo Álvarez Álvarez ...........................................................................................................57 Forget mai 68 Amantita Osorio. ..........................................................................................................................62 Plegaria por los ebrios Hernán Lara Zavala ....................................................................................................................65 Globalización, financierismo, solidaridad y resistencia Oswaldo León Gómez C...............................................................................................................67 Ex - libris.................................................................................................................................70 La escuela de derecho Raúl González H...........................................................................................................................72 Concurso fotografía lectura Giovana Pezzotti..........................................................................................................................74 Natividad y vino Carlos Gutiérrez Cuevas...............................................................................................................75 Poemas de vino Charles. Baudelaire - Carlos Patiño............................................................................................78 Anís precioso tesoro Diego Calle Restrepo....................................................................................................................82 “El indio borracho” Rebecca Earlee.............................................................................................................................83

PORTADA

Autor carátula, PAPAS ROZADO XV- Pintor Jairo Alberto Mejía CIUDAD revista de asuntos urbanos Edicion No. 15, Noviembre de 2008 Licencia 0013 de mayo de 1984 ISSN 0123-238X Sede: Calle 48 Nº 38 – 55 Tel 228 16 83 CORPORACIÓN CIUDAD, Centro de estudios urbanos Medellín, Colombia E-mail: corporacionciudad@une.net.co, www.ciudad.com Director Guillermo Álvarez Á. Consejo Editorial Darlo Ruíz Gómez, Mario Vélez S, Fernando Viviescas M, Gustavo Vivas R, Osvaldo León Gómez C, Federico Giraldo V. Diseño y Diagramación Imago Fotodiseño imagofotodiseno@gmail.com www.imagofotodiseno.blogspot.com Fotografía Raúl González H. Ilustraciones José Luis Rodríguez S. Los Papas de Jairo Alberto Mejía Pintor PENSARE Contabilidad Fabio Cardona Vargas Suscripciones y Ventas Calle 48 Nº 38 – 55 Teléfono: 228 16 83 Corresposales Gustavo Vivas R. España; Elsa Ruiz, Francia Gloria Havautis, EE-UU María Clara Mejía B. EE.UU Amantina Osorio R. Canadá Diana Madrigal, Alemania Fundadores John Jairo Hoyos Ochoa Luis Guillermo Álvarez Álvarez Cofundadores Estanislao Zuleta (+), Fernado Cruz Kronfiy, Fabián Rendón(+), Carlos Granada, Dario Ruíz Gómez, MarioVélez S. Andrés Velásquez R, Fernando Viviescas M, Gustavo Vivas R, Osvaldo León Gómez, Federico Giraldo Valencia, Hubert Ariza, Jaques April, Emilio Latorre, Edgar Váquez B, German Colmenares, Anibal Patiño, Alberto Saldarriaga R, Verónica Perfetti, Benjamín Barney, Jorge Mazo, Samuel Jaramillo, Antonio Montañas, Rogelio Salmona(+), Silvia Arango, Armando Silva, Pedro Santana, Gloria Gaitán, Saúl Sánchez, María Clara Mejía, Amantina Osorio R, Juan Camilo Ruiz, Fabio Betancur, Carlos Estaban Arrubla P, Jaime Jaramillo Panesso, Carlos Julio Calle, Juan Luis Mejía, Fernando Arbeláez, Alberto Aguire, Manuel Mejia Vallejo(+), Luis Guillermo Pardo, Juan Fernando Álvarez (+), Omar Castillo, Aura López, Juan Guillermo Betancur, Hernán Henao Delgado(+), Margarita Gómez, José Martínez S, Elsa Ruiz, Beatriz Gómez, Gloria L, George, María Eugenia Beltrán, Gloria Burgos, Victor Gaviria, Rubén Darío Lotero, Ramiro Tejada, Fernando Baena, Alberto Baena, Pedro Cano(+), Raúl González, Ligia Pimienta, Luz Ruiz de Baena(+), Jorge Rodas, Edwin Diez, Alvaro Pardo C.(+), Hernán Darío Villegas, María Eugenia Arango, Antonio Restrepo(+), Juan Guillermo López(+). CIUDAD, Revista de Asuntos Urbanos, es una publicación que revela, en palabras, e imágenes, el devenir de las ciudades colombianas y que se propone articular discusiones sobre la vida urbana, con el fin de hacer de la ciudad una humana y alegre residencia y morada para el ciudadano. Siendo de carácter pluralista e interdisciplinaria las opiniones expresadas son de los autores, reservando la sección editorial para manifestar los puntos de vista o criterios de la revista. «La Ciudad para los ciudadano» resume nuestro criterio urbanístico sobre la ciudad LAS OPINIONES FIRMADAS SON RESPONSABILIDAD ÚNICA DE SUS AUTORES


EDITORIAL Es una fuerte confrontación aquella de elegir entre la sobriedad y la embriaguez; entre la virtud y la pasión. O entre la libertad y el orden. “Ni tan poco que no queme al santo ni tanto que no lo alumbre.” Tonta confrontación inicua que no tiene en cuenta la hechura humana que se es: virtud y pasión somos. No sólo virtud. No sólo pasión. Contradicción somos: pasión y virtud. Dioniso y Apolo. Eros y Tanatos La condena a la embriaguez obedece a razones políticas, morales y policiales más que a interés de protección de la salud pública. Corresponde a una visión autoritaria y retrógrada de la sociedad y el individuo, pretendiendo, hoy, echar por la borda lo que conquistó mayo 68 en términos de abolir tabúes y ampliar las libertades individuales, hoy consagradas en Colombia con el derecho a la libre determinación o derecho a la intimidad. Importantes proyectos empresariales y sociales han sido empujados con embriaguez. Célebres hombres de empresa y dirigentes públicos en quienes la embriaguez era un motorcito. Para no ir muy lejos, fue Diego Calle Restrepo quien en Antioquia dio sostenibilidad a Empresas Públicas y la enrrutó entre coplas y aguardientes. Los triunfos en los negocios y en las batallas y guerras se celebran, casi siempre, con licor. Qué sería del arte y la literatura sin embriaguez, que sería de la fe religiosa sin embriaguez mística, que sería de la pasión y el amor sin embriaguez de enamoramiento, fue la pregunta que nos hicimos al proponernos este dossier. ¿Hay un deseo de inmortalidad que otorga la embriaguez? La embriaguez es un asunto urbano que trasversaliza toda la vida sociocultural de la ciudad. ¿Será la embriaguez una desmesura, una liberación exquisita de las riendas culturales, de la racionalidad? Se pensaría que es una inutilidad escribir sobre la embriaguez y con mayor furia si la sentencia es de un abstemio, apologético del “Orden” o de un farsante con sitial escriturado en una taberna “clandestina”. Empero a esta convocatoria a escribir sobre la relación EMBRIAGUEZ-LUCIDEZ-ÉXTASIS respondieron quienes acá están para su lectura, muchos otros fueron los invitados. ¡Tal vez por embriaguez tuvieran la lucidez de no disipar el éxtasis! Relacionamos también un importante artículo alusivo a la crisis financiera mundial, con epicentro en EUA, de Oswaldo León Gómez, un homenaje a Dariolemos con ocasión de los 50 del nadaísmo y un artículo cedido por Daniel Cohn Bendit a la antropóloga Amantita Osorio, quien hizo la traducción y arreglos. Bienvenidos, la mesa está servida. 4

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BEBER PARA ESCRIBIR Por: José Trigo. (Tomado de la Revista Dinero)

Dostoiesvski, Edgar Allan Poe, Malcom Lowry, Omar Khayam, Baudelaire, Juan Rulfo, Catulo, Hemingway, y hasta San Fran cisco de Asís; los escritores de todos los tiempos han encontrado en la magia ritual del alcohol una inagotable fuente de inspiración y alegría. Apología del licor como numen.

Siempre recordaré la memorable ocasión en que acompañé a mi abuelo a su última visita al médico. El olor a naftalina que reinaba en el consultorio hacía sentir enfermo hasta al más saludable de los mortales. Fue la última vez que él se acercó a ese consultorio y que se dejó tratar por cualquier otro médico. El hombre detrás del escritorio, voluminoso, envuelto en su sepulcral bata blanca, le espetó un insulto que mi abuelo siguió recordando en sus pesadillas más difíciles: “Amigo mío a usted lo que lo tiene mal es que ha tomado mucho trago en la vida”.

De inmediato mi abuelo, con un estrepitoso puñetazo sobre el escritorio del galeno y una mirada glaciar rígida que penetraba sin misericordia los monumentales anteojos del pobre hombre, nervioso detrás de su bata, le explicó su filosofía de vida: “Si estoy tan mal doctor, es porque he tomado mucho menos de lo que debería”. Seis años más tarde me enteré en la página de obituarios del periódico que el doctor había muerto. Mi abuelo, quien acababa de cumplir 79 años el funesto día del vere15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos

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licuefacto Nunca lo olvides” Así, gracias a la adicción de mi abuelo por la literatura remojada en licor, fui aprendiendo poco a poco a apreciar a Faulkner y su whiskey de centeno, las miserias de Dostoievsky y su vodka, las dificultades gramaticales de Gunter Grass y su afición por la cerveza. Y con Bajo el volcán de Malcolm Lowry aprendí a beber decenas de licores a la vez sin que me temblara la mano con la que sostenía el libro. Y gracias a Gram. Greene y Francis Scout Fitzgerald me sumergía en la champaña y supe que si estaba buscando alguna verdad, este era el licor indicado, mucho más aún que un detector de mentiras. Porque, ¿qué fue primero? ¿El licor o la literatura? Alguna vez escuche de labios de Juan Rulfo que los dos eran regalos de Dios, los dos emborrachaban y los dos escondían la felicidad bajo sus faldas. Quizás fue el autor que más en serio se tomó el licor Después de escribir El llano en llamas, Pedro Páramo y el guión de El gallo de oro, algún Dostoievsky y el vodka. El ruso escribió en su compañía Crimen médico -quizás pariente del de mi y castigo abuelo- le prohibió el alcohol. Jamás volvió a probar el tequila, pero de igual manera dicto del médico, lo sobrevivió 18 años más. Murió el mexicano jamás volvió a escribir. Su médico a los 103 años y su último delirio de bohemia tuvo había matado su felicidad, su borrachera, su dios. lugar unas cinco horas antes de su deceso. No todos tuvieron la mala suerte de Rulfo. Omar Khayam, por ejemplo, el célebre poeta persa, no Él nunca escribió una línea excepto por solo dedicó buena parte de sus Rabaiyat al vino, las escasas letras que le dolía estampar en los sino que escribió a sus hemistiquios gracias al cheques cuando hacía pagos a los proveedores de amable impulso báquico. O ya hace 20 siglos, su droguería. Pero leía. Leía mucho. Y sentía una Catulo, el poeta romano, que en medio de sus extraña simpatía por los escritores dipsómanos o insignes borracheras declaraba divertido a todo el por quienes sólo lograban escribir con el impulso imperio, entre gritos y risas, que un hombre tenía noble del alcohol. que ser un verdadero estúpido para emborracharse. Un día lo sorprendí leyendo El viejo y el Fueron hombres felices y de cerebro más ágil que mar de Hemingway. Sólo suspendía la lectura para sus contemporáneos, pues dominaron el demonio ingerir un largo trago de ron. “Es para honrar al del alcohol y lo sometieron para enriquecer sus maestro”, me dijo. “¿Sabías que Hemingway fue ideas. No deja de rondarme la cabeza la vieja el mejor bebedor de todos los tiempos y que su historia que cuentan sobre Dostoievsky. Adicto al bebida favorita era el ron?”. Pocos días después vodka, tahúr, e incluso hijo de alcohólico, decidió lo encontré muy serio, casi desesperado con el reconciliarse con la vida redactando un libelo muy enorme tomo de Ulises de James Joyce entre las breve en contra del alcoholismo, llamado Los manos. Durante esos dias sólo bebía vino blanco, el borrachos. Se ayudó tanto de su ruso vodka, que preferido del irlandés, y si yo me dejaba pillar me terminó escribiendo Crimen y Castigo. obligaba a tomar una copa y me recordaba: “Joyce Durante los últimos siglos, y no sólo entre comparaba al vino blanco con la electricidad, y los escritores, la pasión por el licor se ha iniciado al vino tinto, que lo detestaba, lo llamaba bistec 6

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con la cerveza. Australianos, latinoamericanos, europeos, los escritores al norte y al sur del Rio Bravo, todos empezaron por una alianza sacra con la bebida de cebada. También recuerdo que fue la primera prueba a que me sometió mi abuelo. Por esos dias se ocupaba en la lectura de El enano de Par Lagerkvist, un gran bebedor de cerveza. En un solo día me endilgó 21 cervezas. También declaró que era mi mayoría de edad. Yo tenía doce años. “Un escritor sin cerveza es un abuelo sin nietos”, decía. La cerveza es la primera musa de la escritura, la más inocente pero también la definitiva, y sin ella Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Thomas Mann y José Saramago se habrían sentido como los más áridos de los escritores. ¿Estarían perdidos los escritores sin licor? Seguramente no todos. Pero Edgar Allan Poe se habría quedado sin Cuervo y quizás sin el terror demencial, casi de delirium tremens, de sus macabras historias. Francisco Quevedo y Lope de Vega habrían vivido sin su vino y el Siglo de Oro habría lucido opaco demasiado sobrio para alcanzar la genialidad. Malcolm Lowry y Samuel Beckett habrían perdido lo delirante de sus narraciones y obras de teatro sin el apoyo decisivo del whisky, y Manuel Mejía Vallejo, el paisa de La casa de las dos palmas, habría estado tan aburrido sin aguardiente que quizá jamás se hubiera sentado a escribir. El octanaje alcohólico, sin ninguna duda, se ha suavizado durante los últimos años. Ayer pasaba exactamente por el mismo sitio en el que mi abuelo, acompañado de algunos amigos, y de vodka o cerveza según el caso, comentaba a Maiakovski o a Herman Melville, y me encontré un nuevo grupo de bebedores, cuarenta años más jóvenes que el grupo de mi abuelo, hablando, con la ayuda de algunos vasos con Baileys de Bukowski y Burroughs. Hoy entre los escritores esta es una bebida con mucho prestigio. Pero no la conocieron Raymond Chandler, Lawrence Durrell ni Dylan Thomas, que embriagaron sus obras

El francés Charles Baudelaire encontró en el ajenjo el mejor aliado de la escritura con los más fuertes whiskies. Y mucho menos los autores malditos de la generación Beat, como Allen Ginsberg y Jack Kerouac, quizá los más democráticos de los bebedores, quienes jamás tuvieron prejuicios sobre qué tomar. Una lata de cerveza les venía tan bien como un buen litro de ginebra. “¿Morir borracho?”, se preguntó un día Kerouac, su principal adalid. “Vale la pena se ha de vivir de la misma forma” .Y cumplió. “Escribir bajo el efecto del alcohol”, escribía Malcolm Lowry- y lo hacía precisamente bajo el efecto del alcohol- es una elección como tantas otras. Y creo que es la mejor elección de mi vida”. Lowry escribió toda su obra bajo la tutela del licor. Los probó y manejó todos: whisky,

ginebra, vodka, ron, tequila, e incluso mezcal, quizá la bebida más brava de todo el mundo conocido. Mi abuelo, frustrado, dejó de leer a Lowry porque nunca encontró mezcal. Yo estoy seguro de que si a Noé le hubiera dado por escribir lo habría hecho la noche de la providencial borrachera que le ayudaron a contraer sus hijos. Justo de la misma manera en que yo escribo hoy, envalentonado primero por dos tragos largos de vodka y tres un poco más cortos de whisky. Y apuesto mis falanges y las de mi abuelo muerto hace ya tiempo, que las mejores páginas de Álvaro Mutis provienen de su afición a los cocteles y al buen licor de las altas tierras escocesas. Y que Vargas Llosa y García

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Márquez serían hoy más Vargas Llosa y García Márquez si no se hubieran inventado la disciplina que los aleja del delirio alcohólico a la hora de sentarse frente a la máquina de escribir. Y que sin cerveza las eternas novelas de Gunter Grass dejarían de ser cuento largo para convertirse en folletines insípidos. Y que Julio Flórez sin chicha habría sido más aburrido que Miguel Antonio Caro, y que el mismísimo José Eusebio, abstemios los dos y por lo tanto escritores demasiado educados.

Foto Edgar Allan Poe ha sido el dipsómano más genial de la literatura de terror

Foto Manuel Mejía Vallejo y sus largos aguardientes 8

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Mariano Azuela y el tequila. Kazuo Ishiguro y la cerveza –que los japoneses llaman sake, pero yo juro que sabe igual que la cerveza-, Iván Bunin y cada uno de los tipos de vodka de la estepa transiberiana. Baudelaire y el ajenjo. Rimbaud y todos los licores del universo. Fitzgerald y el whisky que suvizó su muerte. Jean Genet y un exótico licor que jamás entendió mi abuelo. Federico García Lorca y el buen vino. Mi abuelo. Yo. Después de todo, como decía Verlaine, lo único que nos separa del cielo y de la gloria mientras estamos vivos es un buen vaso de licor. Resultó gratificante encontrar hace algunos días, entre los papeles que navegaban en la biblioteca que fue de mi abuelo, un estudio publicado en 1973 por la Universidad de Berkeley. Los científicos- todos abstemios, vale la pena aclararencontraron que de cada 100, 97 se acompañaban de un vaso de licor para escribir una nota de amor, una carta de renuncia, o una propuesta de negocios. Después de todo, no hace falta ser un bohemio dipsómano para sentir, de cuando en cuando, la fuerza inspiradora del licor.

Foto Tomás Carrasquilla y el aguardiente


UNA LÚCIDA EMBRIAGUEZ Por: María Helena Giraldo González. Sicóloga, poeta y ensayista

Al hablarle a un amigo sobre la embriaguez me dijo: —vas a escribir sobre los borrachos. —No, le contesté. La embriaguez a la que me referiré es de esas que no descarta el vino, pero que apunta a la esencia de lo que constituye a lo humano. Aludiré al héroe, al filósofo, y finalmente a algunas puntuaciones psicoanalíticas. Empezaré por decir que la embriaguez es estar poseído por una pasión que irrumpe como un mar impetuoso, se apodera de los sentidos. Es el sobresalto de los ánimos, de los afectos, se contagia del vino que se derrama sobre la simiente, sobre el cuerpo hecho música. La embriaguez se hace voz y mirada. Máscaras, comedia y risa. Se nutre de la tierra, del viento que sopla. Viento de dioses que convive con los mortales. A estos dioses los griegos les celebran fiestas de agradecimiento por la cosecha, por las guerras y la muerte de los enemigos, o para pedir benevolencia por las ciudades.

Retrata en imágenes poéticas el transcurrir cotidiano de los griegos. La Iliada, epopeya que canta a Aquiles, el de los pies ligeros. Le canta a su fuerza, a su belleza, igual a la de los dioses. La epopeya homérica alude en un comienzo al enojo de Aquiles contra Agamenón porque le arrebata a Briseida, dada como recompensa después de tomar a Tebas. Los dioses del Olimpo nutren la existencia griega. A ellos se les rinde ofrendas cuando están enfadados. Tratan de reconciliarse con rogativas o cumpliendo lo que estos invocan. Las ofrendas

Ruegan a los dioses, para que en medio de la batalla las fuerzas contrarias desistan, y el soplo divino les permita pasar desapercibidos en medio del campo enemigo. Ofrendas o fiestas en las que emerge el espíritu humano con todos los desenfrenos y todas las virtudes.

DIOSES GRIEGOS TRADICIONALES La religiosidad del pueblo griego se caracteriza por una extrema proximidad entre lo divino y lo humano, y a la vez, un extremo distanciamiento por su condición de mortales. La cercanía con lo humano consiste en que los dioses también están embriagados por las pasiones. Toda su ira o virtud, toda su benevolencia puede ser despertada. No se cuidan de las vanidades, ni de los desencuentros con otros dioses, ni de las tretas que utilizan en la batalla para que sus héroes o mortales preferidos ganen la contienda. Homero en la Iliada describe bellamente la relación de los hombres y los dioses. 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos

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a los dioses en la Iliada, consisten en rogativas en las que esparcen harina con sal, luego degollan un animal y lo tiran al fuego. Después de comer y beber, distribuyen vino a todos los presentes y entonan cantos al dios ofendido, en la Iliada, por eso Agamenón y los Aqueos buscan con las ofrendas reconciliarse con Apolo, quien oye complacido los desagravios, y celebra el festín tañendo la citara. También alude a Zeus, dios de dioses, y sus arrebatos de ira. Esquilo en sus tragedias narra cómo el dios Prometeo, roba el fuego para los hombres y Zeus manda a Hefesto a encadenarlo, por ir contra su soberana voluntad. Nada que le permita al hombre apropiarse del fuego de los dioses. En la ilíada Zeus conserva su poderío, pero algunas diósas se salen con la suya. Hera, esposa de Zeus, en la guerra contra los troyanos monta en cólera porque ella está del lado de los aqueos y Zeus le dice: —qué graves ofensas te infieren Príamo y sus hijos para que quieras destruir a la ciudad de Ilión. Hera le responde: —no quiero que sea en vano todo el trabajo y sudor que me costó reunir al ejército contra Príamo. En otra ocasión Zeus envía un sueño inmortal a Agamenón, para que cumpla su mandato: «armar te ordena a los Aqueos de larga cabellera y sacar toda la hueste: ahora podrías tomar a Troya»1. Todas estas pasiones de los dioses y la relación con los hombres la describe Homero en La iliada, sin hacer juicios morales. Rivalidades entre dioses, rivalidades entre hombres, pasiones y poder. Embriaguez de vida, embriaguez de muerte. Una especie de locura desenfrenada que se apodera de los ánimos.

EMBRIAGUEZ IRRACIONAL EN LA ÉPOCA ARCAICA Y CLÁSICA Si nos acercamos a un libro distinto al de La iliada, al capítulo II de un texto de R. Dodds, va a decir que en La iliada aparecen elementos irracionales de la conducta humana, propiciados por agentes no humanos, los dioses, que influyen en el pensamiento y la conducta. Dichos dioses están emparentados con la mentalidad propia de la época arcaica, época que se presupone para la obra de Homero. Son hechos y relaciones que persisten a lo largo del periodo arcaico y clásico, pero dándose pequeñas variaciones en la conducta tanto de los dioses como del hombre mismo, aún algunos filósofos de la época clásica, señala Dodds, con1. HOMERO. La iliada. Bogotá, Editorial Bedout, 1986, p.21

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servan las ideas acerca de los dioses como Píndaro, Sófocles, y en mayor medida Heródoto diciendo, ellos que una de las cosas que más los sorprenden es la conciencia más viva de la inseguridad humana y de la condición desvalida del hombre, que está en estrecha relación con sentimientos que brotan de la hostilidad de los dioses, no porque los consideren malignos sino porque hay un poder y una sabiduría dominantes que los mantienen abatidos y les impide remontar su condición. Más adelante hace alusión a lo que he expresado de otra manera, “embriaguez de los dioses” y que siguiendo a Dodds podemos constatarlo en lo que dice Heródoto, la divinidad siempre celosa y perturbadora, y como a ese poder dominante le duele cualquier éxito que puede elevar nuestra mortalidad por encima de su condición mortal. Ni


los heroísmos mismos traen felicidad, la única recompensa es la fama. Y continúa Dodds, haciendo alusión a los príncipes Homéricos: Temen a los dioses como temen a los señores humanos, y no se sienten oprimidos por el futuro ni aún cuando, como Aquiles, sabe que su muerte está cada vez más cercana. En otro pasaje, después de dar Aquiles muerte a Héctor, dice: —«¡Alégrate Patroclo, aunque estés en el Hades! Ya te cumplo cuanto te prometiera. El fuego devora contigo a doce hijos valientes de Troyanos ilustres; y a Héctor Priámida no lo entregaré a la hoguera, sino a los perros para que lo despedacen.»2

LAS FIESTAS DE INVIERNO Y DE PRIMAVERA AL DIOS DIONISIO El pueblo griego también fue adorador de Dionisio, llamado también Baco, de carácter muy distinto al de los tradicionales dioses griegos. Probablemente de procedencia extranjera( Tracia, Frigia, Lidia). A este dios le celebraban las fiestas de invierno y de primavera en medio del vino. Su culto primitivo tuvo características orgiásticas antes desconocidas en la religiosidad griega: « En sus fiestas de invierno, grupos, sobre todo de mujeres, presas de una gran excitación colectiva, recorrían los campos con antorchas y tambores y, en medio de gritos y gestos convulsivos, devoraban animales crudos y realizaban toda clase de actos salvajes. 3 Finalmente el culto se fue asentando en toda Grecia y su rudeza primitiva se desvaneció. Dionisio dios de la fecundidad y las fiestas de primavera, acompañadas de ritos populares, representaciones teatrales, comedias y tragedias. Celebraba el renacer de la vegetación y la reapertura de la navegación interrumpida en el invierno.

El vino se unía a los placeres más importantes: la belleza, la sexualidad, la fertilidad de la naturaleza se representaban con el coito. Manuel Briceño en su libro El genio literario de los griegos se refiere a la comedia griega en la que nunca faltaba la sátira social, política o personal, muchas veces hiriente. En todas estas expresiones emergía la exaltación del ánimo a la que se unía el vino. Las fiestas dionisiacas se semejan a las fiestas de blancos y negros en Pasto, a las fiestas del diablo en Riosucio, y a muchas otras, guardando las proporciones, porque tal vez estas últimas han perdido, o no tienen esa cercanía con los dioses. Sin embargo hay en ellas mucho de la embriaguez que suscitaban las fiestas dionisiacas, todo el colorido, la majestuosidad, sin el atributo religioso que tuvieron alguna vez. En la actualidad se hace más como una recuperación de las formas culturales tradicionales. En este sentido podemos hablar de unos dioses como garantes de la existencia del hombre, es un fluir del saber mítico que se impone como manera absoluta de construcción del mundo y de las relaciones. Es así como el saber mítico es una narración profana sobre el origen, sobre la creación, la vida y la muerte . También el saber mítico se constituye como un paradigma dominante, que igualmente da cuenta de un sistema de parentesco, pero seguirle la huella no nos interesa en este ensayo

EL PUEBLO GRIEGO Su concepción del mundo termina en la ciudad, y en los templos se da el encuentro con los dioses. Por eso cuando hacemos alusión a la Iliada podemos ver en la descripción que hace Homero a una Grecia en la que se atiende a los sentimientos, a la embriaguez que suscita la guerra, pero también el arte, las fiestas, las comedias y la tragedia. En fin, una embriaguez que se nutre de las pasiones. La filosofía es la última institución del pueblo griego. Su saber se interesa por el ser, por la naturaleza. La palabra se constituye en un estatuto esencial en el pueblo griego. La filosofía empieza propiamente con Sócrates y Pitágoras, los otros filósofos fueron pensadores. «El pueblo griego era un pueblo que cultivaba la sabiduría más que la razón, por eso atendía más a los sentimientos que al intelecto, un pueblo en el que había más inspiración y no únicamente técnica, en el que lo sagrado era el ágora y no tanto los

2. Ibid.,329 3. SANDOVAL HUMBERTO. De la psicología: la muerte del centauro.Santa fe de Bogotá, Arfin ediciones,1995, p.125

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Otra cosa es la filosofía con Sócrates, retoma la virtud de la que hablaba Homero, pero esta vez radicada en el entendimiento. A partir de Sócrates se dará una fuerte oposición entre las virtudes y las pasiones.

templos, en que lo religioso era el hombre mismo y no una secta o una casta sacerdotal”4 La filosofía misma, era cuestión de afectos y de sentimientos, antes que de razón y conocimientos. Había una relación directa del lado de la percepción, del lado de lo Dionisiaco. Para Heidegger en los griegos dominaba la presencia, para nosotros la representación. Freud finaliza Tótem y tabú diciendo podemos arriesgar la proposición siguiente« en el principio era la acción» Uno lo puede observar en la Iliada donde los hombres se preparan para la guerra y los dioses se transfiguran en combatientes para hacer presencia ante los mortales o ante los héroes. Para Saúl Sánchez, en su ensayo Sobre lo griego dice: la verdad es que la fundación de la ciudad dio un vuelco suficiente al mundo para pensar en la necesidad, en primer lugar, de un orden artificial a instancias de la ley y, por ende de la palabra. El amor no fue cuestión de armonía sino de deseo(orexis), para este entonces es un pasar de la acción de los héroes, al lenguaje, al pensamiento, a la palabra. Aún en la Iliada, Atenea le dice a Aquiles: «cesa de disputar, no desenvaines la espada e injúriale de palabra como te parezca».5

4. SAÚL SANCHEZ. Sobre lo griego. Medellín: Revista contexto No. 7. Universidad de Medellín, p.140. 5. HOMERO. La iliada. Bogotá , Editorial Bedout, 1986, p. 11 6. LAURENT ERIC, BRODSKY GRACIELA. Coloquioseminario sobre el seminario 23 de J. Lacan el sinthome. Buenos Aires: Eol Grama. Marzo 29 de 2007, p.41 7. R DODDS. Documento: De una cultura de la vergüenza a una cultura de la culpabilidad. Capítulo II, p.40

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Esto lleva a pensar a Nietzsche, en una división entre el espíritu apolíneo y el dionisiaco. Dionisio como un dios de la naturaleza, del vino, de la embriaguez, el sátiro barbudo de las fiestas orgiásticas de los bacanales, dios que representa la alegría desbordante del vivir y la exaltación de una vida triunfante, sin trabas morales, Apolo es un dios de la belleza y de las formas perfectas, de la apariencia radiante y el equilibrio del mundo interior.

UNA LUCIDA EMBRIAGUEZ Ahora detengámonos en el héroe y el sabio, los dos prototipos humanos de la cultura clásica griega. Aquiles- Sócrates. Sócrates acepta la muerte, la elige como un camino. En el Coloquioseminario sobre el seminario 23 El sinthome, Eric Laurent dice «seguimos hablando de Sócrates como el inmortal, el inmortal Sócrates que introdujo un discurso nuevo muriendo para esto e hizo de su muerte, de su sacrificio, el signo de lo que es la filosofía»6 Sócrates elige el camino de la muerte no por una biopolítica que establece las pautas sobre la vida y la muerte, lo hace por una elección, una haeresis, dice Laurent. Aquiles la elige, aunque dudo un poco. Él deja entrever un reproche, un estar supeditado a los dioses cuando le dice al rey troyano Príamo, quien reclama el cadáver de su hijo Héctor:«Por qué los dioses han tejido el hilo de la desgraciada humanidad de tal suerte que la vida del hombre tiene que ser dolor, mientras ellos viven exentos de cuidado»7. ¿Podemos hablar de Aquiles de una elección desde él mismo y de querer transitar ese destino? Sin embargo, el héroe en la Iliada tiene su sitial de reconocimiento, y desde ahí podemos decir que hay un deseo de inmortalidad que otorga la polis griega. Un deseo de inmortalidad, de perdurar en la memoria de la ciudad a la que le sirvió. Ser reconocido después de muerto por sus glorias.


EL héroe sale del terror de la nada que es la muerte, que para Homero, era vagar por el hades, distinto al reconocimiento en la memoria de los demás, que proporciona una vida después de la muerte. Porque para los griegos la idea de gloria heroica es la de aquel que ofrenda su vida, siendo elevado al ser más alto, por encima de la mera existencia humana, conserva la gloria de su nombre, alcanza la inmortalidad que la polis le otorga, se convierte en el ideal del yo de la ciudad. Una lúcida embriaguez que está del lado de un goce singular, pero también del deseo.

está la verdad y hay que rescatarla. Haciendo alusión a la máxima de Delfos, Sócrates conduce a Alcibíades al conocimiento de si. Sólo conociéndonos nosotros mismos conocemos la manera de cuidarnos, dice Sócrates en los Diálogos de Platón. Rescatando el alma de Alcibíades, le dice que el alma es uno mismo. Continua Sócrates, el que ignora lo que hay en si no puede ayudar a los otros. Cuida de ti y luego administra. También le pregunta

Por su parte Sócrates, solidario a su deseo, se convierte en el maestro que no enseña más, ni practica más la ternura, pone en acción la razón. Va a abordar la virtud como lo más bello, oponiéndose al espíritu dionisiaco. Resalta la virtud, ¿la pasión por la virtud, tal vez? Pasa a segundo plano la idea de que los dioses disponen de los hombres. Aunque sigue subsistiendo lo mítico y lo religioso para el pueblo griego, la filosofía se constituye en una nueva manera de explicar la naturaleza de las cosas. A Sócrates se le va a llamar el maestro, y va a decir que el maestro debe suscitar deseo, porque si no hay deseo nada puede aprenderse, será inútil intentarlo. Sócrates pone en práctica la máxima de Delfos “Conócete a ti mismo” En este sentido está el saber como conocer, pero eso no es lo definitivo. Para Sócrates el acceso al saber es posible por el reconocimiento de la ignorancia. Para Sócrates la mayéutica es una forma de indagar y llevar al otro a lo que no sabe de si. En el capítulo II de las Obras completas de Platón, Alcibíades de la naturaleza del hombre, Alcibíades cree estar enamorado de Sócrates. Finalmente Alcibíades se encuentra con que su amor está dirigido a Agatón. Para Sócrates es en el alumno donde

en las sociedades arcaicas, míticas la pasión provenía de los afectos:amor, odio, envidia, ira, muerte, siendo estos sentimientos propiedad de los dioses y los hombres, y nutria la relación de los hombres y la ciudad; con la filosofía socrática la razón y la conciencia de sí aparecen, y se sobrevalora la virtud como una nueva manera de quedar en la memoria de la ciudad. Una nueva manera de concebir el mundo y de relacionarse con los otros. Si en la Grecia antigua el hombre no era dueño de los actos, ateniéndonos un poco a la epopeya homérica, que puede dar noticia en parte, de una época que se inscribe en lo mágico, en una religiosidad que espera gratuidad de los dioses. Se pasa entonces de los mitos, de las fiestas, de los dioses benefactores de la sinrazón a la razón, a la valoración de la virtud, propiamente a la filosofía socrática, a la mayéutica que en cierta forma desprecia lo irracional en el ser para concentrarse en la virtud. Pero surge además la técnica y la ciencia.

NIETZSCHE Y LA EMBRIAGUEZ

Sócrates a Alcibíades: ¿será posible dar lo que no se tiene? Alcibíades responde: de ningún modo. Entonces Sócrates le dice: habrás de conseguir ser virtuoso. Y así le ocurriría a quienquiera que desee administrar y cuidar de su persona y de sus asuntos como también de la ciudad y de las cosas de la ciudad. El que ignora que hay en si no puede ayudar a otros. Cuida de ti y luego administra. Como vemos, la filosofía como nuevo discurso es antológica, apunta al ser, a la manera de explicar la realidad, concierne a la persona, a la virtud. Si

Nietzsche crítica a Sócrates porque hace un rompimiento con lo dionisiaco Considera que lo dionisiaco y lo apolíneo son propios de lo humano. Para Nietzsche, Sócrates exalta las virtudes, como si el hombre no fuera un ser de entrecruzamientos de fuerzas que se rozan. Dice que la cuestión de los valores es fundamental, pero una valoración que hable de la voluntad de poder, que es suprema entrega en el juego del azar con la muerte (de la superación de si mismo). No somos en esto precisamente griegos, dice. No somos adoradores de las formas, de los sonidos, de las palabras, y por ello artistas. En el Zaratrustra, va a decir Jorge Mario Mejía Toro, siguiendo a Nietzsche, que hablar es una bella locura: hablando, baila el hombre sobre todas las cosas. Corrió el riesgo del malentendido, agrega Jorge Mario, con las ideas Nietzscheanas: las mismas palabras pueden provenir tanto

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la maldición es también bendición, la noche es también un sol, alejáos o aprenderéis: un sabio también es un loco9 Nietzsche toma al ser humano en su verdadera dimensión, sin exclusiones. El hombre es dolor y alegría, amor odio. Es de contrastes y de variaciones que muchas veces el mismo hombre no comprende. Su alteridad salta como la liebre y la sobrepasa. Es día, es noche. En el libro tercero termina con el canto de amor al eterno retorno, «que puede cantar quien haya mezclado, en el cántaro de las mixturas, lo más remoto con lo más próximo, el fuego con el espíritu, la alegría con el sufrimiento, lo más inicuo con lo más bondadoso, “para que se desborde la espuma del cántaro”.10»

de la afirmación de la vida como de su negación. Las palabras que salen de los labios amorosos de Ariadna, pueden salir también de la boca hastiada del encantador. En los Ditirambos con el titulo Sólo loco-sólo poeta dice:

Ávido de presa, enmascarado bajo muchos colores, para si mismo máscara, para si mismo presa eso- ¿el pretendiente de la verdad? ¡Sólo loco! ¡Sólo poeta! 8

.Se puede ser máscara y presa al mismo tiempo, dualidad que emerge a pesar de las máscaras, a pesar de las insignias. Ante las exigencias y las prohibiciones aparece lo abismal de cada hombre, con lo que le sorprende a diario. Lo contradictorio de sí. Por eso Nietzsche en Así Habla Zaratustra, en el canto a la embriaguez, libro cuarto va a ser escueto en sus reflexiones: la media noche también es medio día, el dolor también es alegría, 8. MEJÍA TORO JORGE MARIO. Incursiones de un tercemundano en la ficción del pensamiento. Medellín, Colección de autores antioqueños. 1995,p.51 9. Ibid., p. 52 10. Ibid., p.50

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ÉL no se queda en la exaltación del pesimismo. Va más allá de la sobrevaloración de lo trágico, de las identificaciones. Él quiere dar cuenta a mi modo de ver, de lo esencial en lo humano. Él se detiene en los entrecruzamientos que constituye lo humano, la pulsión de muerte que subyace al eros sobre el que solventa la cultura. Él hace referencia a la subjetividad como un “entre” que da cuenta de la pluralidad en uno mismo. No está de acuerdo con la voluntad de poder únicamente como voluntad dominadora. La noción “entre” para Nietzsche, permite pensar de otra manera: quien domina es lo indomable, lo no manejable totalmente, la irrupción que acontece más allá de los designios de una voluntad que se cree dueña de las circunstancias. Un hombre que se domina así mismo y domina las fuerzas no es el hombre nietzscheano. La identidad para Nietzsche es como una des-identificación, la excursión en un reino extranjero, la extranjeridad de esa perdida que siempre supone encontrarse así mismo. Somos desconocidos para nosotros mismos señala en el prólogo de la Genealogía de la moral. No cree en una identidad última. No cree en la felicidad como mantenimiento de la homogeneidad. Entrecruzamiento entre los otros y lo otro es la otredad de uno mismo, a esa apunta la reflexión Nietzscheana. El discurso psicoanalítico, la clínica analítica apunta a esa otredad que produce sufrimiento, a lo indomable que nos domina: lo real del ser humano: sexualidad y muerte. Esa entremezcla que describe Nietzsche constituye lo que en psicoanálisis llamamos goce.


LA CLÍNICA PSICOANALÌTICA La clínica psicoanalítica se mueve en un discurso diferente en la que se supone un saber al analista como agalma, lo que significa objeto precioso y que vía está suposición de saber se construye un saber sobre la verdad del sujeto. El discurso psicoanalítico es un tratamiento del goce. En el confluye la embriaguez de lo irracional, lo dionisiaco y lo apolíneo. A pesar de que Sócrates rechaza lo irracional del hombre y Nietzsche crítica a su vez la posición de Sócrates. Ambos cuestionan lo que el psicoanálisis busca con la clínica: la verdad que subyace en el sujeto. El psicoanálisis encuentra que ambos subvierten los goces estipulados por el discurso social y apuntan, sin tal vez saberlo, a lo más particular de la subjetividad, al sujeto del inconsciente, sujeto con el que trabaja el psicoanálisis. Ya no es el mito como una forma de discurso colectivo, no. Con el psicoanálisis se trata de indagar sobre el mito freudiano y el goce particular. En este sentido Sócrates y Nietzsche se acercan de una manera inédita a los acontecimientos, subvierten el orden establecido con su discurso que resuena con las hipótesis freudianas y lacanianas. Tanto Sócrates como Nietzsche, Freud y Lacan, se han inmortalizado a la manera griega, no han cedido en su deseo, aunque produzcan escozor en cada uno de nosotros, que además de las pasiones referidas a lo largo del ensayo, tenemos otra pasión, la pasión por la ignorancia. La clínica analítica es una clínica de la real del sujeto, su goce. ¿Con qué goza ese ser sufriente que se debate en una embriaguez que lo devora? Juan David Nasio en Cinco lecciones introductorias sobre la teoría de Jacques Lacan dice que el goce es una tensión intolerable, mezcla de ebriedad y de extrañeza. Plantea además, que el goce no es sólo el desafío lanzado a sus semejantes sino también el hecho de poner a prueba los propios límites. El goce es el estado energético que 11. Op. Cit., 88

vivimos en circunstancias límites Una embriaguez, una ebriedad. El psicoanálisis bordea estos extremos que se hacen mixtura. Juan David Nasio, en este mismo texto, va a decir que hay una droga más poderosa que actúa en el ser humano, un goce mudo y dominador, El goce desprecia las palabras y el pensamiento para dirigirse sólo a la acción. El goce, concepto escindido por la ciencia, la cual hace una construcción científica de la naturaleza y del ser. Escinde entonces verdad, saber y goce. Mientras la ciencia escinde lo mítico, el psicoanálisis lo incluye. Díganos que la ciencia presenta a un sujeto sin sustancia, independiente de un saber mítico, del equivoco, del inconsciente. Sostiene en una verdad formal, se soporta en la matemática, produciendo ruptura entre el sujeto que sabe y el sujeto que goza. La verdad de la ciencia está formalizada, la verdad del psicoanálisis opera como causa. De las sociedades míticas a las sociedades históricas hay un impase, lo que queda del saber mítico al histórico es el inconsciente y tiene consecuencias sobre el saber. Por eso Eric Laurent tiene una redefinición sobre la culpa«Uno no es culpable de gozar sino que es responsable de ese saber hacer con el cual construye algo de lo que no puede gozar

del todo»11. El psicoanálisis apunta a eso que es constitutivo del ser humano desde siempre, pero implica al sujeto para que construya un saber hacer con eso que constituye su goce, quedando al final un síntoma conclusivo: «Yo soy como gozo».

BIBLIOGRAFIA ELIADE MIRCEA . El mito del eterno retorno. P.25 Sobre lo griego. Medellín: Revista contexto No. 7. Universidad de Medellín, p.140. HOMERO. La iliada. Bogotá, Editorial Bedout, 1986 LAURENT ERIC, BRODSKY GRACIELA. Coloquio-seminario sobre el seminario 23 de J. Lacan. El sinthome. Buenos Aires: Eol Grama. Marzo29 de 2007. MEJÍA TORO Jorge Mario. Incursiones de un tercemundano en la ficción del pensamiento. Medellín Editorial Seduca, 1997 PLATÓN. Obras completas. Madrid: Editorial Aguilar R. DODDS. Documento: Capítulo II De una cultura de la vergüenza a una cultura de culpabilidad. SANDOVAL HUMBERTO. De la psicología: la muerte del centauro. Santa fe de Bogotá, Arfin ediciones, 1995, p.125 SAÚL SANCHEZ. Sobre lo griego. Medellín: Revista contexto No. 7. Universidad de Medellín.1969

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NOTAS PARA UNA DEFENSA DEL CANNABIS1. Por: Pedro Posada, filósofo, editor

“...los que preferimos las tabernas y los estancos a las farmacias echamos de menos que la cuestión de las llamadas drogas rara vez se plantee en su auténtico terreno hedonista, es decir, el de la reivindicación humanísima del derecho a la embriaguez...” F. Savater2 “La razón para tomar drogas es conocerte a ti mismo. Hay que tomarlas queriéndose a sí mismo, respetándose y, por supuesto, respetando a los demás”. A. Escohotado

1

“cannabis. Cáñamo índico, usado como estupefaciente”; “estupefaciente. adj. Que produce estupefacción. || 2. Sustancia narcótica que hace perder la sensibilidad...” DRAE “Cannabis sativa es el nombre científico de la planta de la que se obtienen los “cannabinoides”. Los efectos psicoactivos (alteración de las funciones psíquicas al actuar sobre el sistema nervioso) de estas drogas se deben a uno de sus principios activos: el tetrahidrocannabinol (THC)” Microsoft Encarta 2007 2 Fernando Savater: “El delito de Alcibíades”, El País. España, septiembre del 2004. Aquí Savater reseña el libro: Colocados (una historia cultural de la intoxicación), de Stuart Walton, Alba Editorial.

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Dicen que decía Einstein que es más fácil descomponer un átomo que destruir un prejuicio. Así que asumo esta defensa del cáñamo índico con escepticismo y sigilo. Antonio Escohotado resumió alguna vez los prejuicios a los que nos enfrentamos: «Que el cáñamo lleva a drogas peores, que su ebriedad es agresiva, que puede enloquecer al cuerdo, y que puede formar un hábito invencible, hasta el extremo de convertir todo uso en abuso» Las ideas que expondré son las siguientes: 1. La traba3 es una forma sui generis de embriaguez (aunque lo mismo puede decirse de cualquier ‘droga’ no alcohólica). 2. El consumo habitual de marihuana no hace a nadie una persona peor o mejor (aunque tengo dudas de lo último). 3. Casi siempre, la fobia al bareto y la persecución contra el marihuanero obedecen a razones morales y políticas y no a criterios de salud o mejor convivencia social.

Veamos: 1. Se equivoca de cabo a rabo la Academia de la Lengua (y todas las autoridades que en ella se apoyan), cuando consigna que el cannabis es un ‘estupefaciente’ porque ‘hace perder la sensibilidad’. Esto lo puede negar cualquiera que la haya probado más allá del primer susto. Algunos la usan para pensar, poetizar o meditar, otros para hacer el amor, jugar un partido de fútbol o cometer un asesinato. Oigamos a una autoridad en la materia: “Cuando la marihuana es de calidad, son previsibles claros cambios en la esfera perceptiva. Se captan lados imprevistos en las imágenes percibidas, el oído -y especialmente la sensibilidad 3. Aunque el DRAE no consigna (aún) nuestro uso del término, permite una serie de asociaciones ociosas: “traba. (Del lat. trabs, trabis, madero). f. Acción y efecto de trabar (triscar).Triscar: Retozar, travesear. Travesear. (De travieso).1. Andar inquieto o revoltoso de una parte a otra. || 2. Discurrir con variedad, ingenio y viveza. || 3. p. us. Vivir desenvueltamente y con deshonestidad o viciosas costumbres.” DRAE

4. Antonio

Escohotado: fenomenología de las drogas, en: Historia General de las Drogas. Pág. 1305-1316. Ed. Espasa, 2005. Disponible en: http://www.escohotado.org 5. Antonio Caballero: La marihuana: Memorias del olvido, para la revista SoHo.

musical- aumentan, las sensaciones corporales son más intensas, el paladar y el tacto dejan de ser rutinarios. De puertas adentro, esta suspensión de las coordenadas cotidianas hace aflorar pensamientos y emociones postergados o poco accesibles. Con variantes potentes y sujetos bien preparados, cabe incluso que se produzca una experiencia de éxtasis en el sentido antes expuesto, con una fase inicial de «vuelo» o recorrido fugaz por diversos paisajes y otra de «pequeña muerte». Naturalmente, este tipo de trance resulta tan buscado por quienes sienten inclinaciones místicas, como abominado por quienes pretenden simplemente pasar el rato, y por sujetos con una autoconciencia cruel. A nivel personal, diría que el cáñamo me ha proporcionado un par de experiencias comparables en intensidad a las mayores obtenidas con drogas visionarias”.4 En el mismo sentido se pronuncia otro conocedor: “La marihuana abría puertas al mundo físico y al mental, a los apetitos y a las curiosidades: a la música, el sexo, a la meditación, al sonido y al sentido de las palabras; incluso puertas al hermético -para mí- reino de las matemáticas puras...” 5 La traba es una forma particular de embriaguez porque, lejos de enmudecer la sensibilidad, la abre a aspectos de la realidad que pasan desapercibidos, como una especie de sueño despierto que encuentra lo fantástico entre las piedras o las manchas del baldosín. El pequeño milagro que estaba ahí, pero en el que no nos habíamos fijado.

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Pero el estímulo neuronal del cannabis va más allá de las pequeñas alucinaciones. Se dice que algunos grupos budistas usan el hachís para favorecer la meditación. Sea así o no, es innegable que la yerba favorece tanto la introspección, el auto-examen o la auto-contemplación, como la charla ingeniosa y desprejuiciada. No se equivoca del todo la deriva etimológica de la palabra ‘traba’ cuando nos lleva a ‘triscar’, ‘travesear’: “Discurrir con variedad, ingenio y viveza”, aunque agrega otro sentido: “Vivir desenvueltamente y con deshonestidad o viciosas costumbres”.

La experiencia de la traba varía de persona a persona y de situación a situación. Como toda embriaguez tiene un aspecto insondable, que permitiría decir de ella lo que Omar Jaiam dijo de la embriaguez del vino:

La marihuana no hace más delincuente al delincuente, ni mejor pintor o poeta al que carece de talento. Eso sí, les permite realizar sus tareas con mejor ánimo. Volvamos con nuestros expertos. Savater opina al respecto:

En cuanto a su efecto en la actividad sexual dice Escohotado: “En cuanto al sexo, la marihuana goza de prestigios no enteramente infundados. Sin ser un afrodisíaco genital, potencia y matiza las sensaciones en todas las fases del contacto erótico. Mirar y tocar pueden convertirse en experiencias nuevas, como el propio orgasmo. Por otra parte, lo fácil quizá parece demasiado fácil, y lo difícil insuperable, induciendo desánimo; pero en una civilización obsesionada por puros rendimientos, como la nuestra actual, este desánimo presenta virtudes no despreciables, que devuelven formas de espontaneidad y finura muchas veces dejadas de lado. Desde luego, es incomparablemente más sutil para el erotismo que desinhibidores como el alcohol, o que puros estimulantes. Resumiendo sus rasgos a este nivel, diría que hace a las personas más exigentes de lo común y que, por eso mismo, verifica una criba a la hora de buscar compañía; como compensación, proporciona a veces experiencias cualitativamente distintas.”

no es exhaustiva). Cuando construyeron al lado un barrio de mejor estrato económico, conocí otra especie de marihuanero, que no se parecía a los de mi barrio: los jóvenes aficionados al rock, los peludos, los ‘hippies’. Esto me llevó a dudar de la relación causal inmediata entre marihuana y delito que los mayores me habían inculcado.

“Como un familiar de todos los secretos del ser y del no ser, sondeé los abismos e indagué en las alturas. Con todo,ignoro el revés de la trama de la embriaguez”6 2. El mariguanero (como el ‘drogadicto’ en general) tiene muy mala fama. En el barrio popular donde pasé mi infancia, en los 60’s, eran marihuaneros: los vagos, los atracadores, los cuchilleros y los pederastas (la lista

6. Robaiat de Omar Jaiam, Ediciones la flor, trad. de R Bartholomew, Robaiat 62. El traductor agrega que ‘embriaguez’ (‘masté’, en la lengua farsí) vale por el ‘éxtasis’ de los sufís, de R. Lulio y San Juan de la Cruz. 7. Fernando Savater: “La invención del drogadicto”, El País. España, 3 de junio de 1984.

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“Dejemos de lado la hipocresía mojigata: numerosísimos líderes políticos, grandes capitanes de industria, artistas, profesores de universidad y por supuesto policías y magistrados, toman habitualmente cocaína o heroína sin por ello hacer cosas más raras o reprobables que el resto de la población. No sé si tomar unas copas o pincharse de cuando en cuando mejora a nadie; admito que la salud pueda resentirse; pero el que cualquiera se convierta por ese medio en una piltrafa babeante de forma obligatoria es obviamente falso. Los hay que van al fútbol a pegarse con el vecino por un quítame allá ese gol y los que disfrutan olímpicamente del espectáculo: a unos la pasión futbolística les sienta mejor y a otros peor. Hace falta mucha química para convertir en piltrafa a quien no tiene vocación, mientras que sin química ninguna puede esclavizarse a multitudes.”7

Y Escohotado: “Parece haber una polaridad básica, o quizá mejor una alternancia, en el efecto subjetivo. Por una parte están las risas estentóreas, la potenciación del lado jovial y cómico de las


cosas, la efusión sentimental inmediata, el gusto por desembarazarse lúdicamente de inhibiciones culturales y personales. Por otra, hay un elemento de aprensión y oscura zozobra, una tendencia a ir al fondo -rara vez risueño- de la realidad, que nos ofrece de modo nítido todo cuanto pudimos o debimos hacer y no hemos hecho, la dimensión de incumplimiento inherente a nuestras vidas.”, “Yo creo que cierto tipo de personalidad, la que se teme a sí misma, la persona que lleva puesta una máscara, que se impone un papel, no debería tomar marihuana y sufrir sus efectos porque lo desnudaría, rompería su caparazón de rutinas. El cáñamo tiene el poder de revelar esta diferencia radical entre el aspecto y la interioridad de las personas, así que todas las personas que vivan disfraz no deberían tomarla.”8

Y, de nuevo Caballero: “La hierba crea ilusiones: puertas que tal vez no lo sean en realidad, pero que lo parecen. Visto desde la sobriedad, un enmarihuanado puede parecer un perfecto imbécil, riéndose dulce y locamente de cosas que no existen. Pero, ¿qué importa que no existan, si se ríe? Vuelvo a Henri Michaux, que en sus años tardíos abandonó la experimentación con mezcalina como inspiración de cuadros y poemas, y calificó los efectos alucinatorios de la droga de “miserable miracle”. Miserable, tal vez; pero también milagro.”9 3. La fobia al bareto y la persecución contra el marihuanero obedecen a razones morales y político-policiales. La repulsa moral se puede explicar desde la mirada social sobre el ‘vicioso’ (alcohólico, drogadicto, perverso) y desde el temor del bienpensante a lo que agrede sus esquemas de comportamiento. La tradicional adoctrinación de los grupos familiares, y las instituciones educativas 8.

Antonio Escohotado: fenomenología de las drogas, y Consejos de un abuelo psicodélico, Entrevista con Antonio Escohotado, por Juan Rendón. (También en la web citada). Igualmente puede consultarse: Escohotado, A.: Aprendiendo de las drogas. Ed. Anagrama, Barcelona, 2001. 9. Agrega Caballero: “Recuerdo... que un día, abierta mi conciencia por la hierba, supe inventar (o descubrir, no sé), una serie de números naturales hasta entonces no encontrada ni concebida por nadie. Una serie, por supuesto, infinita (la hierba abre las puertas del infinito con asombrosa facilidad; de otra droga, la mezcalina, decía el poeta Henri Michaux que es “un mecanismo de infinito”), construida sobre el crudo modelo de la de los números primos y constituida por todos los números enteros que no son divisibles ni por sí mismos ni por la unidad. Una serie impensable y que, sin embargo, pude pensar. Aunque después no encontré ningún número que cupiera en ella. Sin duda no busqué lo bastante. La marihuana tiene también eso: que uno se distrae y piensa en otra cosa, y se le olvida, y se va.”

y religiosas, se ve reforzado y desbordado por los medios masivos de comunicación, a la vez reproductores y recreadores de los preceptos morales. Sólo una sociedad, o al menos una comunidad, que entienda el sentido de “la reivindicación humanísima del derecho a la embriaguez” de la que habla Savater, puede abolir el atropello a los que eligen esta opción de vida. Las razones políticas de la persecución al marihuanero, al drogadicto, han sido ya explicadas por Noam Chomsky y Antonio Escohotado, entre otros. Me apoyo en ellos y en Savater. Empecemos con algo chistoso (y que Alá me proteja de la sombra de Alí): “Suele mantenerse que Mahoma prohibió severamente el vino. En realidad, solo consta que mandó a azotar a un borracho por incumplir sus deberes. Como murió sin más aclaraciones, su cuñado Alí forjó una sentencia célebre: “El que bebe se emborracha, el que se emborracha hace disparates, el que hace disparates forja mentiras, y a quien forja mentiras ha de aplicársele la pena.”” (A. Escohotado). Lo que es menos chistoso es que haya tanta gente que sigue practicando este sorites. Savater constata así la aparición de una nueva criatura, el drogadicto: “Uno de los inventos más fecundos y remuneradores que el control social ha lanzado al mercado en los últimos años es el drogadicto. 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 19


Pasto de sociólogos y psicólogos, de médicos y policías, de jueces, sacerdotes y políticos, esta dócil criatura mitológica “nuestro semejante y hermano, hipócrita lector” es sentimentalmente tan polivalente como un cuchillo de excursionista: infunde pánico, inspira compasión, suscita desprecio, merece castigo o readaptación, es objeto de estudio, simboliza y expresa como un logotipo penalizado los males de este siglo que le conjuró.”10 Por su lado, Chomsky ha realizado el análisis político de este fenómeno: “... Hay que deshacerse de la gente superflua y controlar a los que viven en el padecimiento. Pero, ¿cómo controlarlos? Una de las mejores formas de controlarlos es mediante el aumento del miedo y el odio, haciéndolos odiarse entre sí y temerle a la gente superflua. Esta es la forma de control que se da en todas partes y que se está aplicando en los Estados Unidos. Y es aquí donde encaja la lucha antidrogas. En los EEUU se trata básicamente de una técnica para controlar a las poblaciones que se consideran peligrosas dentro del país, y que tiene muy poco que ver con las drogas en sí mismas. Esto ha sido siempre verdad.” “... en los Estados Unidos la marihuana se criminalizó con el objeto de poder controlar a la población de inmigrantes mexicanos. La llamada lucha antidrogas comenzó en la década de los ochenta y estuvo directamente dirigida a la población negra. Era una forma de criminalizar a los negros...” “Nada de esto tiene que ver en absoluto con las drogas, sino con una forma de controlar y criminalizar a las poblaciones consideradas peligrosas. Es, en cierto modo, una especie de homologo estadounidense de la “limpieza

social” en Colombia. Las autoridades norteamericanas no intentan detener el suministro de drogas.”11 Claro que en el caso colombiano las autoridades han hecho ingentes esfuerzos para que la “lucha contra las drogas” se convierta en lucha contra los “narcoterroristas”. En ese extraño juego semántico que pretende, como Humpty-Dumpty, en Alicia a través del espejo, que las palabras crean la realidad, a voluntad del que habla (o la deshacen, como el que en medio del pánico dice: esto no está pasando o aquí no hay guerra...etc.). En otros países se hacen esfuerzos para tratar el asunto de las drogas. Escohotado a propuesto para España una Comisión Nacional sobre el Cáñamo. Y si de él dependiera, nombraría como presidente a Fernán Gómez, a Francisco Umbral o a L. E. Aute.12 Stuart Walton, enólogo, ensayista y periodista de The Observer y The Sunday Telegraph, ha recordado que la prohibición de las drogas ha creado un mal peor que el que intenta combatir: “... al intentar reducir legalmente el daño que puede causar el abuso de ciertos intoxicantes, los gobiernos del siglo XX provocaron la mayor catástrofe jurídica de la historia. Las leyes relativas a las drogas han creado en todo el mundo una nueva categoría de delincuencia imparable, cuyos efectos han sido muchísimo más tóxicos para la armonía social que cualquier raya de coca cortada o que cualquier pastilla adulterada.” Este mismo autor fue interrogado sobre el significado de la pregunta de Nietzsche: “¿Quién narrará la historia

10. Fernando Savater: La invención del drogadicto, El País. España, 3 de junio de 1984. 11. El imperio y su política antidrogas, por Noam Chomsky. Fragmento de la entrevista “Una conversación con Chomsky”, tomado de Justicia y Paz, revista de Derechos Humanos, No. 2, abril-julio de 1996. 12. Escohotado nos recuerda que las ratificaciones de España a los convenios internacionales fueron realizadas en 1925 y 1961. Años de las dictaduras de Primo Rivera y del general Franco. 13. “La embriaguez es un derecho: Stuart Walton”, entrevista de Ricardo Pacheco Colín (200602-03)

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completa de los narcóticos? Es casi la historia de la ‘cultura’, de nuestra denominada cultura superior”, a lo que respondió: “Entiendo que Nietzsche se refería a que los estados de conciencia que las drogas han hecho posibles para la humanidad, desde el principio de nuestra especie, influyeron en el desarrollo de nuestras formas más elevadas de cultura. Esto se debe a que nos entregan sensaciones parecidas a la felicidad y al bienestar espiritual, justo como cuando vemos y disfrutamos del gran arte, de la gran música, etcétera.” Y agrega en la misma entrevista: “Tenemos el derecho de acceder a todos los estados de conciencia que nuestra mente sea capaz, y el intento de eliminar todas ellas durante el siglo XX fue un acto mayor de robo espiritual.”13 En nuestro país, Caballero, Molano, Samper y Kalmanovitz, entre otros, se han pronunciado a favor de la legalización. No sabemos cuánto tiempo más habrá que esperar para que la clase dirigente comprenda lo que un liberal como Ortega y Gasset ya entendía a principios del siglo XX: “Tan viejo y tan extendido como el hacer fuego es el embriagarse, quiero decir, el uso de procedimientos o sustancias que ponen al hombre en estado psico-fisiológico de exaltación deliciosa o bien de delicioso estupor. La droga, el estupefaciente es un invento tan primitivo como el que más” (Meditación de la técnica, 1939) Como bien dice Savater: “Porque realmente drogadicto es el que toma drogas prohibidas, le sienten bien o mal, esté esclavizado o tan contento. Es la prohibición lo que convierte a la droga en droga y son las consecuencias de la prohibición las que han servido para inventar el mito del drogadicto”. Por lo pronto, aquí nos conformamos con lo que afirmaba un grafiti cuando se discutía la penalización de la dosis mínima: “Con pena o sin pena, la hierba es legal”. San Cipriano, Febrero de 2008.


ORGÍA DE AFECCIÓN Por: Bernardo Angel S. Grupo de Teatro: “La Barca de los Locos”

Éxtasis, disolución, resto de mi mismo en el Yo a contraluz del sueño cuando estuve pendiente fui éste pero más tarde cuando las rosas fulgieron me hirieron, me deshicieron y a continuación me interné en el sepulcro de alevosa interdicción. Supe que no era de aquí, que mi llaga costaba la mácula de una eternidad. Si a vivir iba debía hacerlo extasiado, fulgurado, entregado, rabiado, encorsetado. Eché encima de mí todos los licores posibles las místicas insatisfechas los licuantes poderes. Me arrodillé, me encarné, me arrastré, me pajié, fui volcán, estercolero y desmán. arranqué con las palabras, fulminé con los gestos hundí la familia, ausculté el yoga,

Vi la estrella de siete puntas tantas las putas obcecado fui menoscabado rasgado, pisoteado bríos no me faltaban ríos me deslizaban Vi que antes y después eran iguales largo y atrás no me importaban feo creciente en menguante mis salivas caían me hundía, la barca nos mareaba el velo del templo se rasgaba ¡Argóticos rufianes! ¡Qué caigan todos los manes! jurisprudencias, juderías y malparidos, todos los ungidos, todos los pervertidos, el venablo de la injusticia yace en la carne. ¿Quién retirará este dardo escozor? porque estamos sumidos en el dolor de tanto pertenecer, de tanto ser. Por eso con esta advocación bailemos el éxtasis de nuestro deshonor. ¡Fuera la culpa! para que la poesía caiga verdaderamente sobre nuestros hombros y nos exponga al silencio y nadie se apodere de nosotros, ni Dios, ni la historia, ni el tiempo. ¡Mierda jumento! 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 21


EMBRIAGUEZ ÉXTASIS Y LUCIDEZ

Por: Luz Marina Duque Duque. Licenciada en filosofía Universidad de Antioquia

UNA MIRADA DESDE LA MÍSTICA Para hablar de la embriaguez a partir de lo espiritual, debemos acudir a dos grandes dioses de la mitología griega muy significativos desde este punto de vista: Dionisos y Apolo.

Primero empezaremos reverenciando a Dionisos, dios del vino y por tanto el más íntimamente relacionado con la embriaguez, además de otros apelativo que iremos mostrando a lo largo de la lectura.

medio aristotélico; por el contrario Dionisios es el dios de los extremos, es la vida misma llevada hasta el extremo y con mucha intensidad, por eso a Dionisios no le gusta la medida porque a Dionisios se le da “es todo o la nada”.

Dionisos representa para los griegos ese dios desmesurado, ese dios que rompe toda regla, todo parámetro dentro de los límites establecidos para que se pueda catalogar como un verdadero dios.

Yo me atrevería a darle otro calificativo a Dionisios, que tal vez no se le haya dado, Dionisios es el dios de la libertad. Se le puede nombrar de este modo, porque en Dionisio la vida se presenta sin ataduras de ninguna clase, para Dionisios no existen barreras físicas, morales o emocionales, Dionisios es la existencia llevada al extremo, es la finitud de la vida humana llevada su máxima expresión y esto lo podemos corroborar en su misma vida que fenece: Dionisios es uno de los pocos dioses o tal vez el único dios mortal.

Para que un iniciado pueda identificarse y hacerse uno como ese dios, necesita la embriaguez, fruto del vino, pero esto no lo podemos tomar desde una forma negativa, no es que el iniciado tenga que llegar hasta lo más bajo de su ser para que allí pueda encontrar a su dios y sentirlo, tomar de su sabiduría, lo que pasa es que siendo Dioniso un dios desmedido, necesita que su iniciado también participe de esa desmesura. Para Dionisos no puede existir el punto 22 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

En Dionisios el espíritu del iniciado sale de sí (éxtasis), sale de su prisión física para hacerse uno solo con la naturaleza y con su dios. Dionisios quiere hacerse unidad con su presa, con su


discípulo, quien para experimentar el conocimiento necesita morir para sí y así vivir para su dios.

muere, él lo hace después de haber agotado todas las posibilidades de su existencia.

Con esto ya tenemos una cualidad más en Dionisios; es la forma de relacionarse con su iniciado, Dionisios no toma distancia de su discípulo, por el contrario lo toma para sí, el dios toma posesión de ese espíritu y lo hace suyo, es un momento en que ese espíritu camina hacia la pluralidad convertida en unidad al hacerse uno solo con su discípulo. Por tanto Dionisios no es un dios aristocrático, a él no le gustan las distancias, por el contrario él se va directamente contra su presa y se ensaña con ella, pues como ya lo dijimos es un dios desmesurado.

Ahora pasemos a hablar de Apolo, contrario a Dionisios, este es el dios de la mesura, de las reglas de la moral, es un dios que toma distancia de su discípulo. La embriaguez en Apolo esta dada en un plano netamente espiritual.

“Así pues el dios conoce lo porvenir, lo manifiesta al hombre, pero parece no querer que el hombre lo comprenda. Hay un ingrediente de perversidad, de crueldad en la imagen de Apolo, que se refleja en la comunicación de la sabiduría” Apolo parece ser un dios cruel, en el sentido que no entrega su sabiduría directamente sino que lo hace a través de jeroglíficos, de simbologías, además hay otro elemento contrario a Dionisios, y es la forma de dar muerte a sus adoradores, Dionisos se ensaña con la víctima, la caza y la mata mostrando toda su perversidad y desenfreno, sin embargo es una muerte que ocurre en instantes imperceptibles, en cuanto Apolo lanza sus dardos desde la distancia, por lo tanto es una muerte lenta, es un dolor insoportable y duradero, es una forma cruel de purificación, pero a la vez es una especie de sadismo por parte del dios, quien para demostrar su poderío, su fuerza se deleita con el sufrimiento de su pueblo para que comprenda quien es el dios que manda.

“Dionisios era el único dios que permitía la participación de las mujeres y los esclavos en sus ritos. Estos eran seguidos por las mujeres, denominadas Ménades, el menadismo representaba una verdadera cultura de la locura, contrapuesta a la racionalidad, una cualidad que el helenismo consideraba en todo punto exclusivamente masculino. El ciclo estaba ligado exclusivamente con el ciclo de la vegetación que se concluía con la vendimia (retorno a una condición natural animal)”. Dionisios también era el dios de la fertilidad, de los cultivos, de las cosechas, no es para menos, un dios ligado al desenfreno, a la desmesura, debe ir ligado a la fertilidad porque se necesita mucha energía, muchos ganar de vivir para poder engendrar vida, ya que la vida no emana de un ser que acaso si respira, porque la vida es movimiento, ciclo vital, circularidad, y aunque Dionisios

duría, pero tomando distancia de su iniciado, por eso Apolo se representa con la flecha y con el arco; Apolo lanza sus dardos desde una distancia considerable, estos dardos pueden ser de sabiduría o de muerte.

En este dios no existe el intermediario que existe en Dionisios, que en este caso vendría a ser el vino, en Apolo existe una especia de éxtasis fruto de la concentración, del ayuno, es el espíritu que cobra vida cundo el cuerpo físico se abandona totalmente a su dios, pero Apolo no toma posesión del iniciado, Apolo es una especie de aristocracia hecha dios, el dios entrega su sabi-

“Sus flechas causan enfermedad y muerte en el campo de aqueos. No es una muerte inmediata, directa, sino una muerte a través de la enfermedad. El atributo del dios, el arco, arma asiática, alude a una acción indirecta, mediata, diferida” * *1 Grupo Océano, Atlas Universal de filosofía, p.p. 16-17 Editorial Océano, Barcelona-España *2 Giorgi, Colo, El Nacimiento de la Filosofía En Apolo sí podemos hablar de auténtica embriaguez mística y espi-

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ritual, en Dionisios ayuda el vino pero en Apolo es un éxtasis totalmente espiritual, aunque existen otros elementos que también cuentan como son: la falta de alimentos por un determinado tiempo, la abstención sexual, la oración que hace parte de la conversación con ése dios. Apolo es el dios de la armonía, de la mesura, del arte, porque solo en un cuerpo bien proporcionado se puede hallar belleza, es por eso que Apolo siempre es pintado como un joven muy bello, por ser el dios de la belleza.

lo que pueda llevarlo a la verdad, el auténtico conocimiento del ser. Dionisios es la vida llevada más allá del límite (la muerte), este es el dios de los extremos, la vida se vive intensamente sin importar las consecuencias, sin mirar hacia un futuro, solo importa vivir en el presente, la vida dionisiaca, son muchos ahoras (el ser llevado a su plenitud), se confluye en un no ser definitivo, irremediable, irreversible, pero después de que se ha agotado hasta el último aliento vital.

Apolo es el dios de la armonía, esa que solo se manifiesta en un ser dueño de sí mismo, capaz de dominar su naturaleza animal, es el dios de la sabiduría, pero es la sabiduría como conocimiento de sí mismo, porque para conocer a los otros debo empezar conociéndome a mi mismo.

Apolo es el justo medios aristotélico, es calma, serenidad, sabiduría que parte la mesura, aunque infringe locura, es la clase de locura mencionada en el mito de Fedro, una locura relacionada con la mántica y por lo tanto con la sabiduría, puesto que sin esta clase de locura, la Pitia no podrá adivinar el futuro.

Apolo es el dios de la contradicción, por un lado están sus flechas lanzadas desde lejos que causan enfermedad y muerte, pero al mismo tiempo estas flechas son lanzadas a sus iniciados a través de la pitia para entregar su sabiduría indirectamente. Apolo dice, para adquirir sabiduría, piense, analiza, busque en el fondo de su ser todo

Dionisios entrega su sabiduría en medio de una embriaguez desenfrenada, fruto del abuso del vino, mientras que Apolo lo hace en un momento de exaltación del iniciado, y aunque Apolo no tome posesión de su espíritu, esta conlleva a una sabiduría más profunda, por cuanto el dios no la entrega directa ni gratuitamente.

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ENTRE COPAS Y AMIGOS Por: Jaime Ovidio Giraldo Gómez. Docente y escritor

El licor es tan antiguo como el ser humano, fue (un descubrimiento, o un invento?) Empleado en los rituales de los antepasados o en las fiestas modernas como encubrimiento no solo para enmascarar y distraer la pesada realidad, sino también, en su aspecto fundamental para alterar la percepción de los sentidos, alebrestar el cerebro para alucinar y enajenar la mente y descontrolar el funcionamiento del sistema nervioso, comenzó en los primeros tiempos como un ritual mágico, puente que “comunicaba con los dioses”

Los brujos y/o chamanes lo asumieron como una fuga de la realidad para escapar al acoso de los dolores, ahuyentar las tempestades y las enfermedades y así, la conciencia adormilada no percibiera la tiranía de los sentidos. El licor como catalizador de la existencia se consumió y se consume como un pretexto para alegrar los encuentros o acelerar los desencuentros, y una vez anestesiada la conciencia el cerebro en su pesadez etílica se idiotiza, hasta desordenar la razón y sin razón y sin conciencia y perdida la vergüenza, llega baco con la felicidad plena y sin pena. El licor tiende puentes para la diversión, suelta las neuronas y cuando estas se excitan y se agitan bambolean el cuerpo como frágil barquillo a la deriva, y desconectan la lengua de la torre, para que bailen las enloquecidas palabras como un trompo en la labioteca de la fermentada boca. El consumo de licor no solo desgreña el cuerpo y la mente, sino que descompone las relaciones sociales, por culpa del licor se destruyen las relaciones familiares, las más queridas amistades nos abandonan, El consumo de licor nos empobrece, nos embrutece y nos enferma. Nos empobrece porque gastamos sin medida y en el gasto somos manirrotos e irresponsables, quedamos al día siguiente con los bolsillos rotos y colgados de deudas como salchichón de tienda vieja. Al otro día el llamado guayabo viene acom15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 25


problema, para conseguir mujeres, porque se perdió una mujer, porque si, porque no.

pañado de gritos, catilinarias, sermones, malacaras, pedorreas, verborreas injuriosas, reclamos, lloriqueos, sentimientos de culpa, desprecios, arrepentimientos, disculpas, vergüenzas, señalamientos, arrinconamientos, aislamientos, sed, soledad, ansiedad, cargos de conciencia, inseguridad, tembleques, nervios, depresión, tristeza, malparides existencial, hijueputes, escándalos públicos, advertencias, depresión, cirrosis, psicosis, deudas. Para justificar la bebeta, cualquier excusa ha sido un motivo, veamos porque bebemos: Por el encuentro con un amigo, por la pérdida de ese

amigo, por un cumpleaños, por un nacimiento, por una muerte, por un triunfo, una derrota, la mala suerte, la buena suerte, para hacer un negocio, por un fin de año, un comienzo de año, porque hace frió, porque hace calor, porque estamos contentos, porque estamos berracos, para arreglar una apuesta, porque ganamos la apuesta, porque la perdimos, por un desaire, por un desplante, por que gane, porque perdí, porque estamos contentos, porque estamos tristes, por una canción, porque estoy solo, porque estoy acompañado, para perder el miedo, para hablar, para bailar, para coquetear, para arreglar un problema, para poner

Tomo porque estoy joven, porque estoy viejo, porque me fue bien, porque me fue mal, porque esta lloviendo, porque hace calor, porque estamos en fiestas, para entrar en confianza, para perder la pena, por una despedida, por un nuevo encuentro, para llevar la contraria, porque me ofrecen, por qué es viernes, porque es de noche, porque me da la gana, porque me gusta, porque me cambia el estado de animo, porque no tengo más en que gastarme la plata, por medicina, para la circulación, para olvidar, para recordar, para llorar, para reír, para abrir el apetito, por los amigos, por los recuerdos, por el ambiente, porque me incitan y me da pena decir que no, bebemos para olvidar, para recordar, para celebrar, porque gane el año, porque perdí el año, para desahogarme, para ahogar las penas, por el estrés, para acompañar, por moda, para no desentonar, para entonarme, para entrar en ambiente, para que me vean, porque soy mero macho, por que soy liberada, por no quedarme atrás, por envidia, por una pena de amor, para embellecer a las feas, porque me da la gana, para emborracharme y que?, para hacer amigos, porque me da la gana no sea metido, porque me esta yendo muy bien, porque me esta yendo muy mal, para verme distinto, para olvidarme de que estoy aquí, para olvidarme de mi, para cambiar la rutina, etc.etc.etc… para morirme lentamente sin afán que hijueputas, ya me emborraché y mañana prometo que no vuelvo a beber.

Calle 48 Nº 38 – 55 Tel: 228 16 83 Cel: 315 830 6731 26 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008


VINO Y ÉXTASIS (*) Por: Raúl Henao. Escritor y poeta surrealista

En la década del sesenta, en todo occidente, se presenta el fenómeno que el mitólogo Jean Charles Pichon llamará “el despertar de la juventud”, con características libertarias y anárquicas que se materializaran en la revolución o revuelta del 68 en Francia, y menos patentemente, en la resurrección de viejos y olvidados mitos de índole dionisíaca, frente a los que nuestras autoritarias y patriarcales sociedades se han mostrado tradicionalmente desconfiadas. Herbert Marcuse, por ejemplo, hablará en Eros y Civilización de la urgente necesidad de reemplazar toda la ideología represiva, utilitarista del “trabajo” encarnada en el mito prometéico, por las imágenes más gratas de Orfeo y Narciso, que representan la lucha mitológica de Eros contra la tiranía de la razón y la muerte: la reconciliación final en el seno de una “cultura sensual” y utópica. Como contraparte Jean Brun, un profesor de filosofía de la universidad de Dijon en Francia, dará la voz de alarma en un libro poco conocido por el lector de habla hispana, pero no por eso menos sugestivo: El retorno de Dionisos (Editorial Extemporáneos. México, 1969). Allí concluye, luego de analizar todos los aspectos del mito dionisíaco redivivo en nuestros tiempos, que “Dionisos, adorado como el dios de la liberación, no es más

que el ídolo de la fuga, pues por embriagante y audaz que sea la imagen de sí mismo, no podrá darle al hombre el poder de atravesar ese eterno espejo que es su condición”. En el seno de esta apasionante polémica, habría que situar el libro de Víctor Gómez Pin, filósofo español de la “generación del destape” que se propone mostrarnos como “la embriaguez” lejos de ser la ocupación preferida de algunos alcohólicos o dipsómanos anónimos, es también objeto de la investigación filosófica y quizás su tema esencial y sustancial. Para el efecto nada mejor que recurrir a Platón, ya que, al fin de cuentas, como lo asevera en alguna parte Alfred North Whitehead, “toda la filosofía occidental no es sino una nota al pie de página de Platón”. Y efectivamente, a lo largo de los archifamosos diálogos socráticos desde La República y Las Leyes, pasando por El Banquete, Fedro y Fedón, para terminar con El Protágoras, Parménides y El Sofista…la antítesis manía y usía, embriaguez y razón, locura y cordura, pudor e impudor, va a ser objeto de la más encendida controversia, a pesar de la aparente condena platónica a los ebrios: “muerte a los ebrios es el grito conservador que parece resonar a lo largo de los fragmentos platónicos que Foto. Víctor Gómez Pin 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 27


hemos presentado”(pág.26). Y lejos de formularse una solución clara y definitiva del problema, como lo quisieran algunos lectores ingenuos del filósofo griego, el mismo Gómez Pin señala a cada paso, que semejante ambigüedad persiste sin resolverse en ningún momento. Así en La República, la embriaguez será paradójicamente el premio de los justos, la recompensa del éxtasis platónico: “Museo y su hijo conceden a los justos dones todavía más abundantes llevándolos mentalmente al Hades y sentándolos allí a la mesa de los hombres puros, coronados de flores y enteramente ebrios por toda la vida, cual si el mejor premio para la virtud fuera la embriaguez eterna” De esta manera la embriaguez va a ganar un terreno abonado en el ámbito de las tres vías propuestas por Platón para trascender las limitaciones del tiempo y el devenir: el amor, la dialéctica y la muerte. De ahí a dar por

sentada la tesis sorprendente y heterodoxa que identifica a la filosofía misma con la embriaguez y al filósofo con el beodo, el ebrio y el loco (1) no habrá más que un paso. No resulta nada casual entonces que ya en pleno siglo XIX, ese moderno avatar de Platón que fuera G. W. Fiedrich Hegel, se hicera solidario de la tesis atrás mencionada nada menos que en la “suma” del pensamiento racional y dialéctico, La Fenomenología del Espíritu: “lo verdadero es de este modo el deliro báquico, en el que ningún miembro escapa a la embriaguez y como cada miembro al disociarse se disuelve inmediatamente, por ello mismo este deliro es al mismo tiempo, la quietud traslúcida y simple” Entre tanto, Víctor Gómez Pin, nos sugiere una simbiosis liberal de la usio-manía, unión regocijante y asistemática de vino y razón, locura y cordura, fundado e infundado:

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“Vivir la locura creyendo la ley fundada, afirmar la identidad sospechándola ficticia” Y en la línea de los modernos “bricoler”, verá finalmente confirmadas sus intuiciones al respecto en la pintura cubista de Picasso, en la tauromaquia de Antonio Ordóñez, en la aventura, el éxtasis, la muerte en Venecia de Aschenbach, personaje de Thomas Mann. NOTAS (*) De Usía a Manía. Por Víctor Gómez Pin. Editorial Anagrama, Barcelona. España.1972. (1) En el prólogo a su traducción de Los Presocráticos, dice Juan David García Bacca: “La apariencia más propia del filósofo genuino, tal vez sea ante y respecto de la Gente y de Don Nadie, la de “loco de remate”.


EMBRIAGUEZ SUMA Por: Omar Alberto Lopera López Aprendiz de filósofo - editor Revista Ambiental Ëolo

“Es muβ heraus, das groβe Geheimnis, das mir das Leben gibt oder den Tod.” Friedrich Hölderlin El epígrafe que precede a estas líneas es de una estatura fulminante: “Tiene que ser puesto al descubierto ese gran misterio que me da la vida o la muerte”. ¿Cómo escribir nada cuando se ha osado anteponer esas catorce palabras sobrehumanas que entrañan una autodeclaración de guerra sin cuartel; tamaña petición de principio existenciario, a lo que auguraba no pasar de un divertimento? Porque, a priori, considerar la embriaguez un tema serio de disertación, sólo se le ocurre a los sacrílegos que presiden las reuniones de Alcohólicos Anónimos, según me han revelado mis informantes, y el aspecto que ofrecen de paso sus abúlicas comunidades terapéuticas no anima a frecuentarlas, y menos a palo seco. ¿A quién se le ocurre trocar una vibrante tertulia sibarita (así sean liliputienses en comparación

con las de Mejía Vallejo o León de Greiff y sus Pánidas); así sea para opinar acerca del desplome de los bancos de inversión o de las fotos de Yidis Medina en Soho, por la hebdomadaria apostasía de una fe mantenida por la humanidad desde la noche de los tiempos, y que, tras aposentar sus templos en la Atenas de Pericles y la Roma de Trajano, llegó hasta nosotros en lugares sin tanta nombradía, más no por ello menos dignos: los bares y cafés contemporáneos. Porque nada distinto a perjurios y anatemas en desdoro de la majestad que deidades tan augustas como Dionisos y Baco han alcanzado en buena lid, suelen proferirse en aquellos heréticos conventículos de autoayuda. Para no extendernos, la cuestión de marras la zanja el duque de la Rochefoucauld con una de sus saetas: Es más difícil resistir que evitar la tentación. Por eso hay más abstemios que moderados. 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 29


El alcoholismo es una patología y así debe considerarse, como un asunto de salud pública. En caso de persistencia sintomática podrá acudirse a la psicología transpersonal o a la respiración holotrópica. O al polifuncional ibuprofeno de nuestras eps. Es de general conocimiento que William Faulkner, el novelista que viviseccionó a los ee. uu. (al que plagiaba García Márquez en su juventud, según sus propias palabras ¿o las de La hojarasca?) desayunaba con un vodka triple. Que Hemingway se citaba con la lucidez en su mesa escriturada de la Bodeguita del Medio habanera. Que Omar Kahyyam, tras agotar la ciencia de su tiempo, redactaba sus tardías Rubayatas atemperado por los taninos del vino en las tabernas persas. Que don Tomás Carrasquilla, ya lisiado y casi ciego, aliviaba su penuria otoñal con tabaco y aguardiente en abundancia: dos frascos y 108 cuscas le contaron cierto día. Que el joven Mozart cinceló de la nada, en 1.791, el Requiem inconcluso –a la larga su propio epitafio–, a pico de botella. Para resarcir a nuestro ilustre premio Nobel de literatura –en caso de un precoz Alzheimer nuestro– citémosle esta perla elucidatoria de su corresponsalía juvenil en Europa: “Esa era la vida de los periodistas de antes; entonces sufríamos tanto, que nos teníamos que emborrachar todos los días”. A pesar de una síntesis tan críptica, que daría pábulo a las sesudas disquisiciones de toda una cohorte de sociólogos, escribió el volumen Cuando era feliz e indocumentado, en rememoración de tan aciaga época. Todos lo vimos unos decenios después, ataviado de liki-liki veraniego recibir, en la gélida y bella Estocolmo, el máximo galardón reservado a quienes se ganan la vida tejiendo ficciones ante un teclado. Moraleja (o conclusión silogística, para quienes sospechen que estamos “mamando gallo”, según locución venerable días después en el Instituto Caro y Cuervo): beber a diario (trancando con dos

paquetes de pechis) incrementa de manera dramática las posibilidades de ganarse un Nobel de Literatura. Y también de ser feliz, según se desprende de la segunda premisa. Mientras ven la luz estas líneas, El País madrileño nos reporta que se han cerrado para siempre los intensísimos ojos azules de uno de los íconos de Broadway –filántropo, activista contra la invasión a Vietnam, productor de alimentos saludables, y enemigo declarado de Nixon: Paul Newman. Hace cuatro años (a la edad de 79) le respondía entre risotadas a J. Sánchez Cristo, a la pregunta por el secreto de su evidente bienestar, lo siguiente: two six-pack of beers today! “La risa es un ser malicioso, pero con conciencia tranquila”, le habría sentenciado Nietzsche a Alberto Casas, en el habitual comentario posterior a la entrevista, entre audífonos, micrófonos y tazas de café. El exmincultura ha sugerido sin empacho alguno la posibilidad in situ de uno que otro “lamparazo”. No es el caso ofrecer un minucioso listado de ilustres habitués a la bebida –sería interminable–, sino aventurar vasos comunicantes entre lo que va de la embriaguez a la lucidez; aquí no cabrían la perpetua beodez de Boris Yeltsin (requiescat in pax), mientras se

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derrumbaban a sus pies tambaleantes los últimos rescoldos del enorme imperio construído por Iván IV, el zar de todas las Rusias; ni la reciente rasca oficial de Nicolás Sarkozy (el actual marido de Carla Bruni) frente a un ejército de caníbales mass-mediáticos. Tampoco adscribimos la impotable patanería de la Araña Salazar, a lomo ecuestre en el ¿ficticio? Polo Club, de la novela de Laura Restrepo, celebrada, hay que decirlo, en exceso por José Saramago; ni mucho menos la pusilánime respuesta esgrimida por el ebrio impenitente al principito de Saint-Exupéry: “–¿y por qué bebes? –Para olvidar que estoy bebiendo…”. A Samuel Beckett, que rondaba por allí, se le oyó mascullar: “El hábito es el lastre que encadena el perro a su vómito”. Se trata de la embriaguez con agua pura de Arthur Miller, descubierta “no como uno de esos budas de piernas cruzadas” sino “con una alegre y dura sabiduría” (Primavera negra). “Estoy deslumbrado por el grandioso derrumbe de este mundo”. A Albert Camus no le hacía ninguna gracia esta última apreciación. En sus cuadernos de apuntes refuta el adjetivo sustituyéndolo por “sórdido”; y muy cerca, le hace decir a uno de sus proyectados personajes: El mundo es una carroña. Quienquiera que desee una parcela de él tendrá que vivir con los perros.


Más, coincide con Miller en la necesidad de persistir con lucidez en medio de ese caos cuyo orden desborda los límites de la inteligibilidad, surgida de la aceptación de la condición humana y de la fe en algo que aún nos suena abstracto, pero permanece en el horizonte (a pesar de la paranoia de Michel Foucault): la Humanidad. En la que también creyó David Foster Wallace, antes de interrumpir las entregas de su última novela al The New Yorker, para ahorcarse en su domicilio de Claremont, California, el pasado 12 de septiembre, según reportó la policía llamada por su esposa, Karen Green, a las nueve de la noche de ese viernes. Cansado de una crítica que lo acusaba de brillar sólo con cuentos cortos y ensayos (como si Borges no hubiera sentado ya, ante todo con el ejemplo, lo innecesario de extenderse 300 páginas para expresar lo que se podía plasmar en tres), le enrostró una novela pantagruélica, una hipernovela en los términos de Calvino, de 1.092 páginas con un suplemento de 115 páginas de notas y supuestas “erratas” (en la versión española); quizá la Ulises del siglo XXI, lo dirá el tiempo. La broma infinita es un texto inabarcable derivado de la minuciosa observación de la vida cotidiana en una sociedad opulenta; describe con exasperación el alcoholismo, la drogadicción y demás patologías de su idiosincracia para conformar un fresco melancólico de las distintas formas de neurosis presentes en ella, bajo una fórmula terapéutica afín a los métodos del conde de Lautréamont y el Marqués de Sade: la curación del cáncer inoculando células cancerígenas en el organismo enfermo.

Amén de una monstruosa orografía, la “Gran Concavidad”, (no sé por qué atravesó fugaz el horizonte el “Morro Aburridor” de Angosta, de Héctor Abad, 2.003) producto del obsceno confort norteamericano y europeo: un enorme pozo maloliente, vertedero pasto de interminables mutaciones, oficiando como crisol orgánico de residuos radiactivos; bombardeado con más detritos, radiación y sustancias tóxicas, para lograr una taumatúrgica inocuidad de los contaminantes arrojados mediante lo que llamó fusión anular.

años.

Nos legó una obra distanciada por completo de los pastiches de la periclitada estética del realismo, con unas estructuras narrativas mímesis del actual paradigma cultural: hartazgo informativo, tiranía global de las corporaciones financieras, h i p e r- c o municación, un desmesurado aluvión de entretenimiento audiovisual, emanado de la industria del punto.com (uno de los detonantes de la actual crisis financiera, no se olvide): “la destilación de la ética capitalista en estado químicamente puro”, le comentó a Eduardo Lago hace unos

Aunque cubrió la campaña de Mac Caín para la revista Rolling Stones, era notoria su obsesión con Barack Obama, futuro presidente de los EE. UU. de no disuadirlo un gatillo, cuyos discursos repasaba con atenta mirada estos últimos días. Cerrado el paréntesis, concluye Camus: “¿Por qué se bebe? Porque con la bebida todo adquiere importancia, todo se dispone de acuerdo con una medida máxima. Conclusión: se bebe por impotencia y por condena” (Carnets 2, 1.963, pp.283-4).

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¿La condena a la libertad, sugerida por Sartre, la impotencia de superar la descorazonadora mediocridad de la vida, subrayada por Wallace Stevens (“El mundo es feo / y la gente está triste”), regurgitada por Ciorán: “la lucidez es el único vicio que hace el hombre libre: libre en un desierto”? La mayoría de nosotros, tras padecer el mazazo de la decepción frente a las circunstancias que desencantan la vida cotidiana, simplemente optamos por sobrellevarla, como una lápida portátil. En una reciente conversación espirituosamente salpicada con el maestro Luis Carlos Agudelo et al, como dicen en las bibliografías, encontramos una sorprendente analogía con este pensamiento de Philip Roth (Sale el espectro, 2.008): “Con el tiempo, todas las neuronas motoras van muriendo, pero como el cerebro se libra, el paciente tiene conciencia de ser un cadáver viviente”. Yo también creí que era profesor de literatura. No ocurre igual en el revoltoso espíritu de los creadores en quienes “el alma sufre decenios y hasta milenios, por obra de implacables poderes” –Ernesto Sabato, Abbadón el exterminador, (“ed. def.”, 1.990), p.370–, (me niego a agregar “y creadoras”, esa jarta tautología gramatical, institucionalizada por un sanedrín local de deudores morosos que acaban de descubrir la existencia de las mujeres. Dixit), empeñados como viven en desentrañar el sortilegio de la beatitude vital, como bien lo puede ejemplificar La casa del silencio de Orhan Pamuk (2.006), donde Fatma, viuda de un frustrado médico alcohólico, recibe en los veranos la visita de sus tres nietos, mientras padece con Faruk, el mayor de ellos, la réplica del fracaso de su difunto marido. Muchos de los adeptos a mezclar, como Kahyyam, la febril posesión creadora con el fervor etílico habrían suscrito esta cuarteta entresacada de una novela de entreguerras: “Divino, divino es este vino / a los veinte y también el amor. / Mas, con los años, pasado el ardor, / ya es divino sólo el vino” (Franz Werfel, Estafa de cielo).

Cabría preguntarse ¿Qué estado iniciático genera la ingesta de una bebida espirituosa en el animus de un individuo? ¿Por qué es “divino” el producto de la fermentación y destilación de frutas, granos, tallos y raíces?

La embriaguez sería entonces una hybris, una desmesura, un sobrepaso del límite fijado a los mortales para merodear la exquisitez de la existencia en la entreabilidad abierta para dioses y mortales.

Robert Graves en La Diosa Blanca, What food the Centaurs, Los mitos griegos, etc. nos ofrece una serie de hallazgos acerca del inveterado consumo de hongos y setas entre tesalios y etruscos, y luego, el testimonio de un jarrón ático evidenciando su uso entre la realeza pre-clásica, acaso modelos de los dioses de la mitología griega.

Cabría recordar las palabras de la carta dirigida a Lowry si nos preguntamos por la soberana embriaguez narrada por Platón en uno de sus Diálogos de madurez: El Banquete o Simposio. En tal festejo, ocurrido en casa de Agatón un día después del triunfo del anfitrión con su primera tragedia, para evadir la fluida concurrencia que convoca la más obtusa celebración, se reúnen nueve amigos a disfrutar de las delicias de la conversación mediada por el vino.

La ambrosía (nada que ver con la planta causante de la “fiebre del heno” mencionada por Jared Diamond, Armas, gérmenes y acero, 2.006), como el néctar olímpico, producía alucinaciones “imborrables” –fiebre de heleno– cercanas a la sensación de inmortalidad y su ingestión era el epicentro de los rituales órficos y eleusinos. Píndaro, el vate encargado de componer la oda justa (kairotykés) para cada vencedor en las competencias olímpicas (antes del uso irrisorio si no fuese trágico, de esteroides y anabolizantes), que acompañada de una diadema de laurel, conformaba toda la anhelada presea que coronaba el lúdico sometimiento de soma y psiké a los límites del aniquilamiento, en su Pítica 8a sentenció: “¿Qué es el Hombre? ¿Qué no es? El sueño de una sombra somos”. Quizás trasbordar el Estigia, laureada la frente y un poema en la mano (amén del óbolo indispensable bajo la lengua para pagar a Caronte la travesía), fuese argumento suficiente para acceder a la inmortalidad platónica. En la carta del editor de la novela etílica Bajo el volcán de Malcolm Lowry leemos: “En la cábala se compara el mal empleo de los poderes mágicos con la embriaguez (…) convendrá ciertamente conmigo cuando digo que la agonía del ebrio encuentra su más exacta analogía poética en la analogía del místico que ha abusado de sus poderes.”

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Sabido es que en tales ocasiones alguien oficiaba de maître, no bebía y se encargaba de administrar los dos vasos que cada quien podía consumir en la velada. ¿Sólo dos vasos? A una pregunta tan juiciosa respondería Graves: lo que menos había en ellos era licor. Especies como la amanitas muscaria o el panaeolus papilionaceus redondeaban el excelso cóctel por quien fuera castigado el rey Tántalo al compartirlo con nosotros, mortales plebeyos. En un horizonte abierto por la relación subyacente entre la embriaguez y la lucidez, de inmediato acuden nombradías tan ilustres cuan disímiles su frecuentación de bares como Rainer Rilke y Edgar Poe; François Villon o San Agustín ya pentagenario. Entre estos, Anacarsis, el viejo escita presocrático predicaba el justo medio –fundamentado después por Aristóteles–, y jamás (dicen) incurrió en las heces de la intoxicación alcohólica. Sócrates fue un gran cultivador de esta misión vital, visión política y filosofía etílica. Hasta los actuales paraítos del centro de Medellín, resuenan las maratónicas jornadas mayéuticas del más lúcido entre todos los ebrios, a quienes siempre se preciaba


de acostar, derrotados en las lides de la juglaría y la especulación dialéctica. Para Isócrates, en el universo nada había más sagrado, más augusto y noble que la belleza. En opinión de Sócrates, el vino participaba de estas ínclitas virtudes. Si hasta Jesucristo, muy jaranero, mandó por otra tinaja a la tabaquería de Canaán, agotadas las existencias en pleno furor del ágape nupcial. O transubstanció el agua en vino, al decir de Eloíno Nácar & Alberto Colunga, aprovechando ciertos vínculos filiales con el creador de “todo lo visible e invisible”, lo cual, para el caso (salvo la lamentable pérdida de la fórmula), es igual. Es que todo tiempo pasado fue mejor: uno se iba para la boda de Jacob con Raquel y libaba siete días uno tras otro; en un reciente viaje astral proporcionado por un reputado espiritista del Parque Bolívar, un glorioso antepasado de parte de mi mamá me enteró que la de Tobías y Sara duró ¡quince! Quince días cantando, bebiendo y resolviendo enigmas, como en… ¿Recuerdan “La última tentación de Cristo” (1.988) de Martin Scorsese, basada en la novela ídem de Nikos Kazantzakis (librito que, de paso, le costó la excomunión)? Estrenada en toda Latinoamérica salvo en el Chile de Pinochet y la Colombia del nieto del general Virgilio Barco, a quien se le otorgó –recordemos también de paso–, ya en sus cuarteles invernales, una de las primeras concesiones petroleras en la historia del país. La que vimos por primera vez hacinados en algún garage pegado a la de Antio-

quia gracias a la apertura mental del Opus Dei (o KKK o TFP, vaya uno a saber quien pone cruces y chulos en los listados del cine conveniente para la parroquia) criollo. Claro que no faltaba algún pernicioso con una copa de más, como el que le puso pereque al hijo de Dios por llegar al festejo con la Magdalena y otras amigas un poco disolutas, con el perdón de Florence Thomas. En su modus operandi, las bodas de aquellas idílicas épocas (repásese Macabeos) eran una clara reminiscencia de la forma en que las tribus guerreras se abastecían de mujeres. Florence: lo dice Susan Ackerman, Warrior, Dancer, Seductress, Queen (1.988) o Ester Menn: Sexuality in the Old Testament …(2.003), y a primera vista Susan y Ester son nombres femeninos. Para que no nos vayan a confundir con nadaístas escupehostias y quemacatecismos, terminamos este breve interregno sacro con lo ocurrido en la boda de Sansón, el forzudo peludo. Medio encartados con las pretensiones románticas del revoltoso israelita hacia la joven Timna, finalmente los filisteos se resignaron a llamarlo compadre en adelante. El día de la boda, éstos asignaron un número inusual de compañeros para departir con el novio durante el festejo –medidas precautelativas, diríase en jerga antiterrorista–, mientras la cónyuge se hacía por allá con sus amigas, a la usanza de la época. Resulta que el buen Dios quiso que, camino a su matrimonio, Sansón 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 33


reconociera un león que había descuajaringado días atrás con sus tiernas manos y cuya osamenta fungía ahora de chasís para la instalación de un enjambre para tan recursivas abejas. Pues bien, algo mareado por el vino filisteo, y tras insistir en que la especie de chirimía que amenizaba la algazara, le tocara por vigésimonovena ocasión consecutiva cierta tarantela de Cafarnaún que lo ponía melancólico (según los expertos, las únicas partituras existentes de aquel aire oriental no sobrevivieron a este episodio) le propuso a sus patners –maluco decirles tiras o sapos– este enigma: “del que come brotó lo que come y del fuerte la dulzura”, y convencido como estaba de que los filisteos eran los pastusos de Tierra Santa, les apostó 30 túnicas y les dio siete días para cranear, mientras se dedicaba a las mieles del jolgorio. Los filis, al parecer antepasados de los gallegos, no caían y muy amablemente amenazaron a la anfitriona con quemarla viva en caso de no colaborar con la expansión de sus conocimientos. Quizá motivada por el regionalismo, la bella Timna se la ha sabido montar a su foráneo esposo de tal manera que éste (como Otelo) aflojó la lengua a la puesta del sol del séptimo día. “¡La miel, el león!” gritaron a una los 30 rufianes ilustrados. Sansón, un poquitín receloso con el asunto (su dedicación a los cuádriceps aún no le había atrofiado el entendedero), marchó a Escalón –algo así como Maicao en esta tierra de infieles– por los 30 estrenes prometidos. Dicen que llegó convencido de lo que estaba rumiando, porque mató a 30 escalones, los despojó de sus atuendos y pagó su deuda sin molestarse en pasar por la laundry. Días después –cabrito en mano– pasó por la casa de sus recientes suegros a saludar y recoger lo suyo. Informado por el padre que su inmaculado botín ya era la nueva esposa de uno de los propietarios de las túnicas de marras, y tras declinar la oferta de la cuñada, algo menorcita: “es más bella aún” decía entre zalemas el muy tunante, nuestro doblemente ultrajado héroe giró sobre sus talones (que a diferencia de los de Aquiles se encontraban en perfecto estado), y arrasó las bucólicas campiñas filisteas atando 300 antorchas a la cola de igual cantidad de zorras. Y como alguien se atreviera a manifestar su animadversión hacia la piromanía, le tomó prestada la quijada a un burro y despanzurró a un millar de arcaicos ambientalistas. Parece que a la Sociedad Protectora de Animales de Jerusalem (faltaban milenios para el nacimiento de Aníbal Vallejo), no se molestó en 34 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

demasía por los daños colaterales sufridos por la fauna, pues Sansón terminó su pacífica existencia promoviendo la tolerancia ya en la mezquita de Hebrón, ya en las Alturas del Golán, e impartiendo justicia como juez promiscuo en un despacho a unos doscientos metros del actual mercado popular de Majanés Yejuda, en pleno corazón de Jerusalem. Tan edificantes historias dignas de ser leídas en voz alta a los herederos en sus tibias cunas, al mejor estilo de Andrés Felipe Arias, nuestro tierno min-agricultura (dice estimular a su primogénita leyéndole la lista de lo que él considera sus antecesores en el solio de Bolívar) nos regalan una nueva moraleja: con la honorable senadora María Isabel Urrutia ni un sabajón en una primera comunión. El telos al que debiera aplicarse la lucidez humana con su máxima energía se evidencia en esa embriagada escucha permanente del “ruido del mundo” de Jean M. G. Le Clézio para, en palabras de I. Calvino “buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio”. Está expresado en este dístico de Creación, poema perteneciente al ciclo Mitología, de José Saramago: Hacer de la Tierra un Dios que nos merezca, / Y dar al universo el Dios que espera. (Fazer de Terra um Deus que nos mereça, / E dar ao Universo o Deus que espera.). Aunque exista ese “yo pienso”, anterior a una conciencia que nos empujaría hacia las arenas movedizas de la inacción. Si estamos condenados a ser libres (según el énfasis de Sartre), y cualesquiera sea nuestra decisión, es absurdamente inútil, pues pedí el último y vamonós. Si a la áurea mediocridad de la vida se le suma la propia, ya estaríamos hablando de parálisis. ¿A qué emprender el menor farfullo de obra, si el resultado es tan anodino como un insulto? En el epígrafe citado se reta la totalidad de las posibilidades humanas, la sumatoria de sus facultades para desentrañar la ousía, la essentia, la razón de ser de nuestra apasionada fugacidad. Allí naufragó Hölderlin, para recabar en las áridas marismas del mutismo. Uno de los más logrados poemas de mi profe José Manuel Arango sintetizó su drama: “quizá la locura / es el castigo // para el que viola un recinto secreto // y mira los ojos de un animal // terrible”. La locura ha de ser el portazo inclemente padecido por todo mortal que se atreva a hollar el berenjenal de lo innombrable.


Kant retrocedió: en los dos prefacios a su Crítica de la razón pura (donde, de paso, le conecta un contundente uppercut al prominente apéndice respiratorio del buenazo de Descartes), establece los límites de la razón humana. El ser humano se las ve con apariencias (phaenomenai) y no con las cosas en sí (noumenai); por lo tanto, deje así y continúe mercando pan y leche, que a posteriori son más saludables para el espíritu, como la evidencian la forzosas dietas frugales de Nietzsche o Simón Bolívar, en el crepúsculo de sus borrascosas vidas. Permítaseme una palabra a propósito de este último. Antonio Briceño (uno de los alias de Jojoy, el que se cree el Ché Guevara, según nuevo reporte de mis informantes), tras una exitosa expedición contra un pelotón de isleños canarios le envió a Bolívar dos cabezas y una carta escrita con sangre, en la que reportaba su victoria. El general, quien no había encendido jamás una brizna en un campamento derrotado ni saqueado un pueblo enemigo, en el brindis del tratado de la regularización de la guerra con su adversario español Pablo Morillo, el 26 de noviembre de 1.820 alzó la copa “a la heroica firmeza de los combatientes de uno y otro ejército” mientras juraba “odio eterno a quienes desean sangre impunemente”.

Como no todos estamos dispuestos a pender de un madero en el Gólgota para expiar las indelicadezas de nuestros congéneres (verbigracia, la inversa proporcionalidad entre el dudoso gusto musical del inquilino del 708 y los decibeles usados para darlo a conocer, o el inmisericorde sadismo de cierta beata albanesa dedicada con vesania a deshonrar el nombre de Calcuta), pues le aplicamos piadosa tijera al tetrabrick y nos despachamos los metafísicos amperios de sus alucinaciones.

lante diun fórmula nascar o un circular coonatra en plena batalla campal por recoger tres pasajeros, ni … ¿vieron La Femme d´a côte (“La mujer de al lado”) de François Truffaut? ¿Esa escena horrible en que al vecino (Gerard Depardieu), invitado a la despedida por vacaciones de la feliz pareja recién mudada al frente, le exhuman las copas su antiguo amor nunca sepultado por aquella presunta extraña para su esposa (Fanny Ardant) y se pone la fiesta de ruana en un numerito de un patético subido?

Casus belli de por medio, más vale la lucidez del decoro que la embriaguez de la confrontación, por más justificada que esté. La caída de un enemigo no es menos trágica que la de un amigo o la de un jefe aliado, como nos enseñó la Ilíada. Convendría mucho recordar, en estos días de frenesí belicista, las gallardas palabras pronunciadas por el Libertador, con el sabor del vino en la boca.

¿Y qué sucede? Que se explayan ante nuestros ojos las límpidas campiñas de Guarne o Cachemira, a según. ¿Y qué más pasa? Que retorna el mundo de la infancia, con su espontáneo asombro, el thaumadzein platónico. Una pinche botella de tapetusa compartida en una acera de la señorial Santa Fe de Antioquia libera los colores del atardecer, las lenguas taciturnas, y los abrazos reprimidos. De nuevo W. Stevens: “La dificultad de pensar al final del día / cuando ya nada queda sino luz en tu piel”. Y a éstas, ¿qué más sigue?

Véanla si no. Cada que la padezco, inconsciente, invariable, ese instinto que por aquí llamamos “pena ajena” me aparta la mirada abochornada de la pantalla al encuentro de la mano pudorosa. Como dicen esos malhablaos adolescentes de hoy día: ¡Qué gonorrea, parce…!

Decíamos, como a los “terribles encantos que tiene el hogar” los ronda un incorregible pilluelo tras la estufa de los Pachkhom (Tolstoi, Cuánta tierra necesita un hombre), el diablo nos continúa seduciendo, auncuando el Divino Maestro lo haya metamorfoseado en piara de cerdos rumbo al despeñadero.

En dependes. Un sinfín de matices comprendidos entre estos extremos: mamar gallo y reír como locos, cual si Dios se acordara de nosotros o sumergirse en las grises aguas de la introspección autopsicoanalítica de vertiente lacaniana. No clasifica aquello de repartir trompadas a lo Pambelé carnavaliao, ni chocar carros al vo-

Como bochornosa fue mi primera rasca, junto a la ruleta de una rueda de Chicago, entre las papeletas y chorrillos de un diciembre alucinante; con los apaches, corsarios, superhéroes y rufianes que conformaban mi gallada, hicimos la primera vaca de aguardiente. El resultado no pudo ser más desopilante: aceras, luces, globos, rostros, ventanas, y las calles girando a la velocidad del vértigo; la hiel de las tripas en la boca, la indignada azotaina paterna (no tengo el honor de pertenecer a la familia del autor de El olvido que seremos). No podía ser peor, teníamos diez años.

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“Él creía que esa locura (la palabra es mía, no de él) era el coste de haber visto las cosas con demasiada claridad […] ´La lucidez se paga caro´, escribía mi padre irónicamente”. Elliot Perlman, Ambigüedad (2.006) p.793. Para ese patriarca novelístico, todo estaba desenfocado, y como siempre lo hemos visto así, deducimos de ello un signo de salud mental. De esa manera, lo que Durkheim llama “anomia” (la ruptura de los vínculos sociales tradicionales, de la vida social auténtica, una especie de solipsismo), es la consecuencia lógica de una persistente lucidez. La religación (religare, raíz etimológica de la noción de religión), sería según Erich Fromm la coincidencia de intereses comunes entre un individuo lúcido y su entorno. Pero una sociedad fundamentada en la competencia y el consumo no estimula el reencuentro con aquello que le oímos chiquitos a Miguel Bosé: cuando era un inocente / y creía que la gente era toda amiga mía. ¿Por qué creés que se suicidó hace poco María Mercedes Carranza? Quedaría someterse a lo que Martin Seligman, en sus pesquisas psicoterapéuticas llamó “indefensión cognitiva”. Eso que aplicamos la mayoría de nosotros a las seis de la mañana, entre loncheras y portafolios, ciegos a “los errores desastrosos que hemos cometido, que nos impiden percibir lo que avanza bajo la superficie y la verdadera interpretación de la tendencia de

las cosas”, como escribía John Maynard Keynes en ese otro desastre financiero de 1.929. “No fue Marx el que resucitó sino Roosevelt”, le acabamos de oír a Paul Krugman, ese insidioso recién Nobel de Economía, muy a pesar de quienes toman sol fumando rubios / y exhalando alcohol, en sus opulentos yates, obscenos a estas alturas. Y de quienes nos han mentido para escalar en ese oprobioso mundo que suicidó a Foster Wallace hace un mes (y en su momento acorraló a Vincent van Gogh; desempólvese Antonin Artaud: El suicidado por la sociedad), como ese pelaíto Jayson Blair, del New York Times; como Jack Kelley, más viejo que yo, generando reportajes ficticios de Osama bin Laden, en el USA Today; como Janet Crooke, quien obligó a devolver un Pulitzert (ustedes me corregirán), al Washington Post, por una anodina crónica ficticia de un niño heroinómano que le podrá importar a su familia, pero no al periódico que desastró del poder a Richard Nixon con su inquebrantable verticalidad periodística. O resistir. Llamando a patadas a las puertas de esos laberintos kafkianos, no sabemos a qué, pero necesitándolo. Para hacer lo que ha sido hecho ya en incontables ocasiones, cuando nos queda “sólo la lucha por recobrar lo perdido y encontrado y vuelto a perder una y otra vez y ahora en condiciones que no parecen propicias. Mas quizá ni pérdida ni ganancia: para nosotros sólo hay el intento. Lo demás no es cosa nuestra”, según nos legara Thomas Stearns Eliot (East Cooker), uno de los suculentos granos que sazonó la poesía del siglo XX. Nos queda, a nuestro modo, hasta donde no dé, rastrear la senda abierta por Jean Rimbaud (espero que ya William Ospina se haya enterado de qué se trata), hacernos videntes mediante un “largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos” para buscar “todas las formas del amor, del sufrimiento, de la locura”; agotar, como el rey Mitrídates, todos los venenos para “no guardar sino sus quintaesencias”; asumir “la inefable tortura para la cual se requiere de toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana, para llegar a ser, entre todos “el gran criminal, el gran maldito ¡y el supremo sabio! Porque se ha llegado a lo desconocido!”. Ser poetas, como un oficio cotidiano. Sin los desmanes de los asiduos a los conventículos pseudoliterarios. ¿Mucho pedir? Si estamos hablando de educación integral por estos pagos (tras la huella trazada por Rudolf Steiner, Johann Pestalozzi, J. Piaget, W. Dilthey, B. Russell o María Montessori), de eso se trata.

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DE LA EMBRIAGUEZ Y EL ÉXTASIS Por: Oscar Jairo González Hernández. Profesor Profesor Universidad EAFIT

I. DE LA EMBRIAGUEZ Y EL ÉXTASIS DEL SOLITARIO Los solitarios se dice que aman la soledad. Ellos no saben bien de que se trata cuando les hablan de ella. Hacen oídos sordos a lo que se pueda decir, donde ellos están, de la soledad. No hay metáfora para ella, es lo que ellos dicen. No, en un sentido estricto más bien insinúan. Los solitarios son insinuadores no voluptuosos. Calman la tempestad en el ellos, porque no les importa quedar mal con los demás. Tienen cuidado de no anunciar sus prevenciones, y son maestros en el arte del Criticón de Gracián. Leen, pero no mucho, porque un libro para ellos no es compañía. Expresan pocas veces su pensamiento; se podría decir que no piensan. No rumian sino hierba de soledad, es su hierba aromática preferida. Cuando les hablan de la soledad, se burlan de ella, ironizan. No quieren perturbarla. Ellos la conocen. Quiero decir, conocen sus sintaxis, conocen su semántica. No tranzan con ella, viven en su trance. Trance de la soledad, en cada uno, como cuando se dicen: Lo amamos todo, pero no podemos comunicarlo. Quedamos en silencio, porque silencio y soledad son más o menos lo mismo. Indecibles ambos. Cuando los domina la melancolía, saben como exorcisarla lenta y sutilmente: la beben a sorbos, como quien se va a suicidar. Beber a sorbos de suicida. Tienen una metódica y una tensión, sorber como Socrátes, aunque no tanto como él, puesto que no son muy afectos a las disquisiciones racionales. No saben que es eso. Tiemblan ante las cenizas de su rostro muerto. Acceden a lo transparente por vía de la inquietud.

II. DE LA EMBRIAGUEZ Y EL ÉXTASIS DE LOS SANTOS Precisan bien que es la bondad. Tienen méritos para todo ello. No causan problemas a nadie, porque conocen bien su diferencia. Padecen del sufrimiento del coleccionista de los estados emocionales sublimes e inalcanzables. Prefieren lo inefable, ante cualquier hecho humano. Tienden a emanciparse de sí mismos, de sus cadenas para poder hacer visible la realidad de Dios, como borrachos de Dios, al decir de Spinoza. Celebran sus

bodas con el cielo y el infierno, con sus Amantes místicas. No confunden el licor místico con otra bebida que no sea ella. Tienen catadores, poco amplios y expansivos, demasiado intolerantes y nunca interesados por la mixtura. Poseen libros que al leerlos los limpian de toda culpa. Porque la lectura de un libro basta para sanarlos. Expían a Eva cuando se baña desnuda, sin manzana de expulsión del Paraíso —una taberna que ellos conocen y frecuentan, sin decirle a nadie, por su carácter hermético y cabalístico—, en los ratos que ceden a pesar de ser arrebatados 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 37


por la demencial posición de la carne. Carne y espíritu les son irreconciliables. No tienen para ellos ni paz ni reconciliación. No beben, porque están embebidos en Dios, y su éxtasis que parecería frívolo, es solamente camino trascendental. Tienen clara predilección por la severidad. Tienen alas trémulas, porque mantienen las puertas de sus celdas cerradas. No escuchan sino la voz de Dios. Y su mayor complacencia estriba en leer, porque creen, que también son leídos por libros de revelaciones que leen.

de ebrio sin que les importe la censura. No conocen los límites. El excéntrico como el nómada no se perturba por conocer los límites. Es ansioso en su estructura sensible y cruel con el mismo cuando no puede saber el sentido de su elección. Colec-

III. DE LA EMBRIAGUEZ Y EL ÉXTASIS DE LOS EXCÉNTRICOS

IV. DE LA EMBRIAGUEZ Y EL ÉXTASIS DE LOS TRANSEÚNTES DE UNA CIUDAD BABILONICA

“¡OH MI BIEN! ¡Oh mi Belleza¡ ¡Fanfarria atroz donde jamás vacilo! ¡Caballete mágico! ¡Hurra por la obra inaudita y por el cuerpo maravilloso, por la primera vez! Aquello comenzó con el reír de los niños, terminará con él. Ese veneno ha de permanecer en todas nuestras venas, aun cuando, al irse la fanfarria, hayamos vuelto a la vieja desarmonía.” Arthur Rimbaud Manifiestan en realidad lo que son, en todo momento. Nunca se excusan, porque son estetas. Y les atraen los mundos raros y extraños. Expresan su emoción sin establecer medidas contrarias a la eclosión del exceso. Tienden a ser manieristas y barrocos, en su estética. El éxtasis para ellos proviene de una secreta cámara donde están todos los sueños en preparación. No lo llaman Taller del Éxtasis, no son demasiado aplicados ni operativos. Toda su práctica es esencialmente intencional: Mostrarse como son. Exhiben su excentricidad

Discrepa y repele de los lectores del Libro de Té. Hace estudios de los astros, pero en silencio, ni siquiera quienes se atreven a vivir con ellos lo saben. Nadie inquiere nada de lo que hace. Los respetan los pueblos. Bebe solamente vodka. No es un zar, pero lo tiene por condición imperial. Tiene amantes voluptuosas, por aquella efímera e indefinible pasión por la forma excesiva de la carne. Dicen: A aquellas se les derraman las carnes. Es como su tino. Y sus éxtasis se dan en el momento en que ceden a la tentación de la voluptuosidad.

“Por el camino los árboles/ Dos lunas para la danza/No tanto sueño como creen las esquinas/ Tus guantes/ tu nieve de cirujano en el armario/ Estación/en el país de Lesbos/ Ebrio/rodando por las calles/ Un ojo menos/ cicatrices en el rostro/ Mi nariz/en un mar de oscuras agujas/Petirrojos en el patio muertos”. Carlos Bedoya Correa

ciona osamentas. Y su visión es la de quien sabe asimilar una derrota y un triunfo al mismo tiempo. Duda de la certeza del tiempo. Imprime a su vida un estilo en el que el azar es fundacional, por los elementos de aventura que tiene. Y no conoce sino la profundidad de la superficie. Es elemental, no hace tratos con el láudano. Y su enfermedad más recurrente y preciada es el ocio. Orienta sus inquietudes hacia la ciencia de la quiromancia.

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Extienden sus redes hacia lo inalcanzable. Y su máxima tensión es fracasar. Observan metódicamente la contaminación de la ciudad. Conocen por la contaminación de su sensibilidad. Idolatran el caos y la turbulencia de las ciudades. Tienen como principio, aquello que dice Baudelaire: No a todos los es dado tomar un baño de multitud: gozar de la muchedumbre es un arte; y sólo puede darse un festín de vitalidad a expensas del género humano aquel a quien nadie un hada insufló en su


en donde abundan y se extiende el exterminio. Esas relaciones son hermosamente prosaicas. Funden su hierro en fábricas de éxtasis. Y experimentan un frenesí incalculable por apoyar las causas pérdidas. Leen Alcohols de Apollinaire. Conservan, por estética, los dientes cariados y los muestran a los transeúntes que no saben que viven en Babilonia.

V. DE LA EMBRIAGUEZ Y ÉXTASIS DE LOS ASTRONOMOS Cada vez que ven una constelación, que es para ellos como su el Libro de Horas, cancelan todos sus asuntos cotidianos y se invisten de la autoridad de los ortodoxos de los cielos. No les fastidia. Concretan su sobriedad, es una forma ideal de lo estético. No sucumben fácilmente a los arrebatos, pues su tranquila mirada alrededor de su Anillo de Matrimonio es como la mirada lanzada sobre los Anillos de Saturno.

cama el gusto por el disfraz y la máscara, el odio al domicilio y la pasión por los viajes. Cada vez que mira un parque se convierte en una plaza y viceversa. Y si mira los muslos acreditados de una dama sin cliché, ve como se le amontonan en ellas raras aves sin cabeza hermenéutica. No proponen proyectos que indiquen como ha de construirse la nueva ciudad, y han leído muy bien los proyectos de Bruno Taut, pero saben y son conscientes de que nada de ello podrá interesar al caduco hombre moderno. Incluyen sin incluir. Hace mixturas extrañas con sus licores, que nada tienen que ver con los llamados obscenos cokctails. Experimentan inclinaciones de humillación inclasificable ante el éxtasis. Explican poco de sus pasiones atribuibles al estudio el estoicismo senequiano. Consumen parte de la noche, en una práctica absurda y desconcertante: Mirar a los demás por encima del hombro. No tienen mucho aprecio por las montañas. Escuchan la voz de los muertos, por ello no son bien vistos,

Son inconformes con el beneplácito que existe por la duda. Exponen su Vicio Supremo, sin que ello comporte temor, ya que tiemblan ante el misterio de las estrellas. Y su pose es la del que mira hacia arriba y no al revés. No son excavadores de la tierra sino de los cielos. Raras veces se cansan de someter a examen su amor a los precipicios. Frecuentan los extravíos de los mediosems, en un libro de Michaux que les sirve de punto de apoyo y fortaleza. Lo leen cuando están extenuados de ser ellos mismos. No experimentan sensaciones irrelevantes. Toda su tensión se concentra y radica en extasiarse ante lo efímero que es el universo. Tienen desvaríos cuando se ven desnudos. Tienen lentes de azufre. No pontifican pues no conocen todavía a Roma. No tienen animal predilecto, excepto la Estrella de Mar.

Notas: RIMBAUD, Arthur. Una temporada en el infierno. Las iluminaciones. Carta del vidente. Caracas. Monte Ávila Editores. 1976. Págs. 75. BAUDELAIRE, Charles. Poemas en prosa. Bogotá. El Áncora Editores. 1994. Págs. 104. BEDOYA CORREA, Carlos. Pequeña Reina de Espadas. Medellín. Ediciones Unicornio.1985. Pág. 60.

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EMBRIAGUEZ DE ENAMORAMIENTO Por: Elsa Ruiz- Antropóloga

Sigilosamente emplea el sentido del tacto para orientarse en la oscuridad de los muslos. Con un temblorcito de ladronzuelo carente de inocencia asciende las manos hacia el vértice donde está la exquisita e incendiada orquídea Y con arrullos y caricias lleva los labios al clítoris haciéndola aullar de emoción en el juego exploratorio que ejecuta, aplicando los dedos sobre las partes externas de la vulva y en las cavidades accesibles. Rozando con fuerza y rapidez el clítoris y demás chimbitos que hay alrededor. Lúbrica y voluptuosa gime ella de emoción y se contorsiona. Embriagada de lujuria. Está toda húmeda y sudorosa y brillante como un cobre recién patinado. Desde tiempo inmemorial o muy remoto él se destacó como muñidor muy diestro en estos oficios de tocar con las manos una cosa para percibirla o reconocerla por el sentido del tacto, como un ciego, lo que le permite, sin verla, conocerla tan claramente como si se la viera y tocara. Los latidos del corazón, sensibles y más frecuentes que lo normal estaban acompañados de jadeos y ayes, con contracciones y dilataciones 40 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

alternativamente, a causa de la emoción, aumentando su palpitación natural. Una parte de su cuerpo se movía y agitaba interiormente con movimiento trémulo e involuntario. En sus gestos y palabras palpita la pasión, el deseo desenfrenado carente de rencor. El estado en que se halla actualmente le dice: Con buena calma te vienes para la prisa que yo tengo Pareciera que ella preguntara ¿Quién es usted para conmigo? Un vino incendiado, dulce licor, él parecía contestarle, ¡el fuego en la hoguera! Para eso no me hubiera molestado en venir, respondió. Y luego, con esa risita como burlona, preguntó ¿Para qué sirve ese instrumento? Siempre lleva la contraria con ideas extrañas u opuestas a las de la común opinión, dándose con apariencias de docta o intelectual . De sobrada. Esa pregunta era un distractor. ¿Dizque instrumento?


Me estaba tratando como a un cliente. ¡Cliente y además borracho! Su habitación estaba convertida en un jardín de delicias donde ella colocó pétalos de rosas rojas, perfumes y sahumerios. En un lugar en que los bienaventurados gozan de la presencia de Dinosios, lo que hace de este un lugar muy ameno o territorio donde la ausencia de controles se da para la total libertad. Luego del orgasmo se da la disminución del movimiento de una o varias partes del cuerpo. Se detiene toda actividad, hay silencio, reposo. Como si ocurriera la parálisis de las pasiones Cae una tempestad de lluvia con viento en la tarde gris. Pero acá hay un incendiado infierno. Cuando le da por parlar habla con desembarazo, revela y dice lo que se debe callar o lo que no hay necesidad de que se sepa. Viene la hilaridad y le da por hablar demasiado y sin sustancia. Entonces el entra en un largo silencio y depués salen de noche tomando vino y fumando bareta para divertirse. Una ráfaga de viento golpea con fuerza y arrecian las lluvias en el crepúsculo. Ella acostumbra ir siempre a los mismos establecimientos públicos. La plazuela del periodista y alrededores. Por allá él la busca. O en la Universidad de Antioquia, La Boa, La Buerta . A él le parecía un acto de valentía, por el esfuerzo hecho, mejor dicho una hazaña heroica ejecutada con valor: ser capaz de pasar unos días sin verla o llamarla. Realmente le parecía una acción esforzada y vigorosa que excedía sus fuerzas naturales. Cuando ella está trabada se la ve arrastrando por el aire, casi tocando el suelo. Una vagarosa mariposa. Así era ella. Libre e inocente. Con ella los gustos o disgustos eran

pasajeros. Tenían que ser pasajeros para que no hubiera dolor. Y si lo había, era cuestión de entrar en silencio y distanciarse un poco para después de un tanto volver a abrir lo que estaba cerrado. Reabrir la herida y realegrarse: sentir alegría extraordinaria, sin darse cuenta de lo que ocurre verdaderamente en la práctica, en contraposición con lo fantástico e ilusorio. Porque ya se estaban dando representación de escenas o imágenes de objetos, que daban la sensación de no tener existencia real. Una embriaguez de enamoramiento que iba camino a la borrachera y que hacía que él fuera perdiendo estabilidad y firmeza. De verdad, él trataba de darle realismo a la situación de forma de presentar las cosas tal como son, sin suavizarlas ni exagerarlas. En el justo medio aristotélico, con mesura. Ni el desenfrenado Dionisio ni el riguroso Apolo.

Pero había una magia en esa relación con elementos fantásticos inmersos. La frescura de ella lo desquiciaba a él porque ella era en extremo realista. Que le hacía perder el conocimiento y la serenidad que le caracterizaban y hasta la autonomía la había perdido, en suma lo tenía abatido y parecía quererlo dirigir en sus opiniones, gustos. Se sentía manipulado en su espíritu, totalmente invadido en su voluntad. Así es la embriaguez de enamoramiento. Y si se pasa de copas la resaca tarda tiempo en ser calmada, como toda borrachera. Bajo una borrachera desaparece todo interés o preocupación racional sobre el comportamiento y sus efectos, y para la persona alcohólica lo único que cuenta es el instante y escapar temporalmente de la autoconciencia para consagrarse por entero a la vitalidad de existir con una actitud desinhibida de euforia.

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La embriaguez de enamoramiento hay que tratarla al estilo del bebedor francés. Por sorbos. Los amores livianos son los más placenteros. A media caña, como dicen. Porque los instintos se rebelan y sublevan y no hay resistencia que valga. Se sale el animal del corral, de la riendas culturales La embriaguez de enamoramiento es dionisiaca y da lugar al total desenfreno ayudado por el vino. Él padecía una nueva resaca de enamoramiento. Tenía que reflexionar, volver a meditar sobre los sucesos del viernes. Ese achante que le hizo dar. ¡Venir a la reunión con otro! ¡Qué desplante! No podía disimular o esconder un sentimiento de rencor que le invadió. ¡Los echó!. No se despidió de él, no le aceptó las manos que tendió para saludar. Ella se fue con el amigo, fresca y sonriente, cínica, pensaba él. Bañado en sudor e incendiado el rostro volvió donde estaba. Todos miraban y decían que no ha por qué irse, se quedó entonces. Se sentía como si le hubieran manchado con una asquerosa sustancia. Sabía que tenía que recuperarse, en especial volver sobre sus propios actos, asumir su autonomía y autoestima. Pero estaba embriagado de enamoramiento y ese singular vino en esa exquisita vasija le llevaba al éxtasis Ella sabía encubrir u ocultar lo que no quería que se viera sin mostrar recelo en tomarle o dejarle parado en una esquina. Era hora de sacar del encierro los impulsos domeñados de manera involuntaria o forzada. El vino propiciatorio permitía entrar en la irracionalidad y en la tiniebla moral para que aflore el imperio de los sentidos y agitarse con ligero temblor en voluptuosidades sin fin.

El vino del deseo que incendia en la irracionalidad y la tiniebla moral el imperio de los sentidos, ese sigilo del sentido del tacto, ése temblorcito de ladronzuelo inexperto con manos y lenguas buscadoras.

Juicio y cordura. Moderación, prudencia en la acción quedaban suspendidos, vacantes en disposición a la orgía y a lo orgiástico

Y libre de riendas culturales es inmortal como los niños en la vivencia del instante, atemporal, amoral, sin obligaciones, lúdico: ¡libre!

Ella daba a su rostro un color distinto al habitual como una camaleona, y lo seguiría buscando a él de cuando en cuando, como si nada.

Y con caricias y arrullos explora embriagado de enamoramiento la abigarrada geografía del deseo: palpa, roza, lame, ausculta, cate, lenguas y labios. Voluptuosidad. Lujuria. Emoción y contorsiones. Embriaguez de enamoramiento.

Todo indicaba que él estaba dispuesto a aguantar la tiranía de esa embriaguez de enamoramiento, que no era lo que se dice amor, que domina el ánimo y arrastra el entendimiento, perdiendo la estabilidad y firmeza, incendiado por el fuego abrasador de la pasión y por el fuego del vino. 42 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

Embriaguez de enamoramiento, ésa cuenta a crédito por pagar que jamás se cancela. En cuerpo tu cuerpo te amé, en otros cuerpos.


EL CONSUMISMO COMO GRAN RESPONSABLE DEL CAMBIO CLIMÁTICO Por: Tomás Felipe Tintinago VásquezIngeniero Sanitario Pudiéramos asegurar que el calentamiento global y el cambio climático que de este se deriva son, si no los más, dos de los temas más abordados en todo el mundo. Artistas, políticos, deportistas y famosos de todos los niveles se proclaman partidarios de aportar a la solución del problema y, tras los rostros impotentes y traumatizados de las tragedias generadas por el huracán Katrina en Nueva Orleans y el Tsunami que azotó a los países del Océano Índico, desfilan preocupados y solidarios “los de moda”. Por mencionar un caso, me refiero al último Nobel de la Paz, el exvicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, quien fue reiteradamente galardonado por su producción audiovisual “Una Verdad Incómoda”. Para entrar en el tema, sería interesante entender lo que muchos consideran como la principal causa del calentamiento global. La explicación del fenómeno no se ajusta a la lectura de unos cuantos científicos ambientalistas o revolucionarios, sino a los conceptos de la mayoría de los científicos del planeta e incluso a la preocupación de gran parte de los países del mundo, reflejada en la firma y ratificación del Protocolo de Kyoto, el cual busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un cinco por ciento para el año 2012, con respecto a las emisiones de 1990. El calentamiento global es atribuido al “efecto invernadero”, el cual se da por el aumento excesivo de gases en la atmósfera de la tierra, aportados por la actividad industrial. En términos muy simples, la presencia de dichos gases impide la salida de la radiación solar y calienta el planeta (calentamiento global), producto de lo cual las temperaturas usuales del ambiente, las corrientes de aire y los comportamientos climáticos habituales cambian drásticamente en muy poco tiempo (cambio climático). Colombia y muchas de sus ciudades principales, tienen la fortuna de encontrarse enquistadas en los Andes, por lo cual las posibilidades de huracanes son muy pocas (casi nulas). Sin embargo, nevadas en Bogotá e inundaciones en amplias zonas del occidente del país (incluyendo grandes ciudades como Barranquilla y Medellín), dan cuenta de que el cambio climático es un asunto de todo el

planeta. Tantas evidencias no han logrado que el país de origen del Nobel Gore firme el Protocolo de Kyoto, a pesar de ser el principal generador de los mencionados gases, pero sí han logrado que el mundo reconozca el problema y busque soluciones. Se cuenta con varios caminos para detener o mitigar el calentamiento global. Estos caminos se pueden recoger en dos visiones fundamentales, sin embargo todos tienen la intención de reducir al máximo la cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera. La visión predominante propende por desarrollar tecnologías que permitan minimizar los contaminantes derivados en los procesos productivos, manteniendo el actual modelo de producción. La segunda visión, sostiene que el modelo de producción y de consumo debe ser reevaluado, ya que éste se basa en el crecimiento económico, lo cual deriva en una permanente

Huracán Katrina. Fuente: buenosdiasplaneta.org 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 43


demanda de recursos naturales y la generación creciente de elementos contaminantes. La situación es tan seria, que no sabremos cual es el camino adecuado sino hasta que se presente un desenlace total del fenómeno, es decir, solamente sabremos si estamos haciendo lo correcto cuando la especie humana adquiera nuevamente la garantía de su supervivencia o cuando desaparezca. Si sobrevivimos como especie, entenderemos que tomamos las decisiones adecuadas y en el momento adecuado, en caso contrario, sabremos que nos equivocamos en nuestras elecciones. Desde el punto de vista histórico, ha predominado la percepción de que el desarrollo y bienestar de las sociedades es consecuencia del crecimiento económico de las mismas. Esta tesis no ha sido exclusiva de las economías capitalistas, basadas en la acumulación de capital por parte de los dueños de los medios de producción, sino también de significativas expresiones comunistas, cual es el caso de la extinta URSS y la China comunista, en cuyos modelos el crecimiento de la economía juega un papel fundamental, pero en este caso con los medios de producción en manos del Estado. Así las cosas, al medir el desarrollo de las sociedades a través de su crecimiento económico, necesariamente se requiere del crecimiento de su industria y es poco discutible que el crecimiento de una industria se mide a través del aumento en sus ventas (ya sean bienes o servicios) lo cual demanda mayor producción y grandes cantidades de recursos naturales renovables y no renovables, que terminan convertidos en GEI y otros desechos. Muchos ven este modelo de producción como único e intocable, aferrados al actual orden hegemónico mundial y desconociendo que la humanidad ha pasado por muchos diversos modelos, a los cuales ha renunciado por diversas razones. Entre estos se pueden mencionar el esclavista y el feudal como los más recientes que, aunque también basados en el aumento de la producción, en teoría son muy distantes del ac-

Recursos Naturales

tual modelo económico y social. Para mantener el actual modelo, se han generado mecanismos de descontaminación conocidos como de “final de tubo”, bajo los cuales continuamos creciendo económicamente, generando altos niveles de contaminación, pero desarrollando a la par tecnologías de descontaminación que atrapen o eviten los gases de efecto invernadero en los procesos productivos. Se promueven medidas como la producción más limpia, el buen manejo de los desechos sólidos y líquidos, el reciclaje y las soluciones tecnológicas. También se promueven en los hogares “buenos hábitos de consumo”, enviando correos electrónicos que hacen énfasis en la importancia del tema e indican cada cuánto se deben afinar el motor y las llantas del carro, que tipo de bombilla usar en casa, cómo manejar el aceite usado y, por supuesto, cambiar sus electrodomésticos por otros más “amables” desde el punto de vista ambiental. Por otra parte, el tímido control sobre las compañías o individuos contaminantes parece no estar teniendo un efecto a la velocidad que se requiere. Quien tiene una capacidad económica que le permita impactar el ambiente y posteriormente retribuir económicamente los daños causados, sencillamente lo hace sin reconsiderar sus prácticas. Algunos argumentan que con la premisa “quien contamina paga” se puede llegar a un equilibrio en la oferta y demanda de recursos naturales, pero esto ha derivado en “quien tiene con qué pagar que contamine”, llevando al incremento en el consumismo que impone el sistema económico. Todo el mundo se dice comprometido con el ambiente y están dispuestos a tomar medidas,

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separando sus residuos sólidos en la fuente y con un compromiso tan íntimo, como no arrojar el papel en la taza del sanitario. Sin embargo, como ya se mencionó, el modelo de producción se mantiene intocable y las mismas compañías fabricantes de automóviles aumentan sus ventas al sacar al mercado un carro “verde” impulsado por agrocombustibles (mal llamados biocombustibles) y, si antes vendían mil carros a gasolina, ahora venden dos o tres mil de los imprescindibles nuevos amigos del ambiente. Por otra parte, quien compra uno de éstos no lleva el viejo a la siderúrgica para que sea convertido en chatarra, ni lo deja como recuerdo sin moverlo del parqueadero para contarle a su descendencia como fueron los modelos antiguos, claro que no. El carro viejo debe ser vendido o cedido, es decir, sigue funcionando y generando contaminación. Así las cosas, circulan en el mercado más carros, aparatos de una nueva generación que atienden las necesidades morales y la responsabilidad ambiental del consumidor. Las grandes compañías solamente aplican con juicio su premisa de darle al consumidor lo que pide y, si no pide nada, le dan algo para pedir. Si ahora se requiere ser amigo del ambiente, pues le dan al consumidor artículos amigables con el ambiente para que cambie los viejos artículos por nuevos y el modelo de producción basado en el consumo se mantiene. Las compañías se mantienen y se sostienen con base en la incontrolable demanda de recursos naturales. Fuente: www.elmundo.es En últimas la gente esta dispuesta a realizar algunas actividades, pero las causas fundamentales de la problemática ambiental, las mantiene incólumes. El celular debe ser cambiado al menos cada dos años (en el mejor de los casos) y basta que un famoso personaje comprometido con el ambiente, una especie de “famoso verde”, luzca una pintoresca camisa o unos curiosos zapatos, para que hordas de consumidores acudan a renovar

su guardarropa para dejar en los anaqueles del olvido trajes casi sin usar. Mejor dicho, tiene razón el moderno Ramón Fano, en el título de su libro “La Moda Mata (pero no engorda)”. Ni hablar de las promociones que llevan a las amas de casa a tener en sus casas tasitas y tazones que nuca utilizan, o a los viriles consumidores de grandes cajas de herramientas que ni siquiera saben por donde se abren, todo comprado porque “estaba muy barato y tenía que aprovechar”. El modelo de desarrollo no está funcionando para detener el deterioro ambiental y muestra de esto es que muchos sostienen que la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera (representativo gas de efecto invernadero) se incrementó entre 2000 y 2006 en 4100 millones de toneladas anuales, mientras que en las décadas de 1980 y 1990 el valor fue de 3200 y 3400 millones de toneladas anuales. Ahora no es una especulación, estamos muy cerca del límite ambiental y este es el del crecimiento económico, tal como lo manifiesta Goodland en su libro Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible - Más Allá del informe Brundtland -, “el tamaño de la economía debe mantenerse en los límites de la capacidad del ecosistema global que la sostiene”. Esto es fundamental si queremos mantener la definición de desarrollo sostenible como “el desarrollo que atiende las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de atender sus propias necesidades”.

preocupados amigos del ambiente, mientras mantienen el modelo de desarrollo adoptado por la mayoría de los países en transición (vía de desarrollo), soportado en la ampliación de los mercados y el crecimiento económico, el cual deriva en mayor consumo, productividad y demanda de recursos naturales. Ratificamos todos los acuerdos ambientales a nivel internacional (Río, Kyoto, Basilea y otros) pero propendemos por el ingreso de las grandes compañías multinacionales, aunque los costos ambientales sean irresponsables. No se sabe a ciencia cierta que tan acordes sean las medidas del gobierno central con las transformaciones sociales que se requieren para recuperar el equilibrio natural, pero si tuviéramos la oportunidad de mirar el ropero del Ministro de Ambiente y los artículos “inútiles” en su hogar, nos podemos hacer una idea de si estamos tomando las decisiones correctas. Tomás Felipe Tintinago Vásquez Ingeniero Sanitario Medellín, agosto 5 de 2008

Nuestro país y nuestros grandes centros poblados siguen siendo duales en este sentido y se declaran 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 45


UNA VIEJA Por: Antonio Arenas B. Docente y escritor En el segundo piso del Café - bar. En un aire de ventilación artificial. Inclinada sobre una mesa de madera con figuritas de cerámica incrustadas, está sentada una mujer vieja en compañía de su nieta. Beben café y té helado. La nieta es una mujer bella y no tiene más de dieciséis años. Sus ojos son claros y hermosos, su mirada a veces es triste. Refleja la tristeza de un ser solitario y en estado de sometimiento. En el abandono de la tarde que se va y la noche que llega. La gente entra y sale del Café- bar. En sus meditaciones y cavileos la vieja reflexiona, interiormente, con precisión y cálculo. Medita a quien entregará a su nieta, no sin antes pensar en el beneficio económico que tendrá. Sabe bien que para ella la vejez es un

lastre, que ha envejecido mucho y el tiempo no es su mejor aliado. En la decrepitud de su vejez el dinero es lo único que importa, pues con él todo se compra, con él todo se obtiene. Ve en la joven su salvación y sólo espera un galán que desee una niña virgen. La vieja no se detiene en su locura. Está allí en el Café-bar a la espera de uno de esos hombres maduros y con una posición económica definida. Quizá un doctor, abogado sería mejor. El hombre sólo debe desear una noche o un rato de placer con una virgen. La decisión no hay que pensarla mucho. El hambre y su delicada situación, la llevaron a tomar la determinación. La cita fue concertada vía telefónica, mejor aún una de sus amigas íntimas le dio un número de un celular y ella simplemente llamó y planteó el asunto. El hombre llega al Café-bar. Sube al segundo piso. Hace frío y es por el aire acondicionado. Se dirige a la mesa de la vieja. Le susurra algo al oído. La vieja no alcanza a oír bien. ¿Está virgen? Grita el hombre. La vieja mueve la cabeza en señal de afirmación. El hombre saca de su chaqueta una chequera, elabora un cheque, la suma parece alta, se lo entrega a la vieja. Toma de la mano a la joven, se van. La vieja ríe a carcajadas, se aturde de risa. Luego llora de gozo, se queda apoyada en la mesa. Inclina su cabeza, pensando en su vejez asegurada. ¡Que locura! …dice la vieja. No recuerdo haberle dicho al hombre cuando debe devolvérmela. Mi pobre niña. Llama al mesero, paga lo consumido. Hace frío, cae la noche. Sabe que ésta no fue una ocasión perdida. Se ríe de su insensatez. Se burla de su juventud perdida y no explotada. La vieja sale. Se aleja. En sus pensamientos sólo cabe la idea de una virginidad perdida.

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LOS PAPAS DE JAIRO ALBERTO Por: José Martínez Sánchez-escritor/Jairo Alberto Mejía Pintor

A Jairo Alberto Mejía Estrada lo sorprendieron los papas cuando intentaba atrapar ímpetus nemorosos. Nadie sabrá nunca cuántas tardes y noches de paciente labor invirtió en el proceso. Lo cierto es que él atendió la visita con la misma desaprensión del más cauto de los hombres de Blanca Nieves. El primero venía envuelto en

un medallón sobre papel corrugado, de manera que la tinta sólo dejaba al aire libre un ojo de guerrero japonés maquillado en uno de los estudios comerciales de Hollywood. El siguiente parecía demasiado encorvado en la parte superior de la espalda, como si el avío de pilatunas petrificables hubiera incubado en forma desmesurada.

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Visto de frente o de perfil, este pontífice pensativo, apoyado en un bastón de idéntica textura a la de la capa externa e incomparablemente protectora, despertaba en los curiosos una peligrosa sospecha: “¿Qué enigmas supersónicos esconderá su santidad al resto de los mortales?” ” ¿Por qué la cruz de madera no ejerce presión alguna sobre la cadena alrededor del cuello, quedando relegada a una estricta condición vasalla a escasos dos centímetros del inmaculado tórax?” Por lo demás, el blanco de la túnica resaltado al extremo lo hacía ver incontaminado, casi de la ralea idealizada por Heliogábalo en la pluma nerviosa de Antonín Artaud. La pared, que en realidad revestía cualquier estructura menos la de una auténtica pared, era más bien una especie de embadurnado de aquella substancia menstrual apetecida por los sirios, de la que el poeta nos transmite sus peculiaridades alimenticias. A diferencia de la anterior, la nueva aparición apenas disponía de una cabeza de niño bastante insignificante. En su presencia, Jairo Alberto Mejía debió realizar una operación cerebral equivalente a la del loco Marroquín ante su perrilla, o sea que por algún acto de encantamiento su santidad no era papa ni era nada. Ni qué decir del borroso portador de la cruz, convertido en prolongación variopinta de bandera colombiana usada por un retraído presidente para sonarse la nariz en El Vaticano. La homilía empezaba a ponerse color tatabra para los visitantes que no acertaban a romper el iceberg de enviados celestiales, tanto como para el visitado a quien le rondaba una idea en la mollera desde hacía luengos años. Así que la otra imagen resultó menos severa. A cierta risita antisimétrica se añadía una pequeña mariposa verde, muy moderna ella, la frente coronada por gafas oscuras al modo decorado de los detectives Ian Flemming. Del trasero de la mariposa se desprendían dos conos virginales interceptados por una raya que podía ser interpretada en muchos sentidos, lo más cercano al realismo erótico, al menos en lo que de tal remite Guillaume Apollinaire, máster en la materia desde que su madre polaca emprendió ruptura con el catolicismo masculino. Sin tomar en cuenta las manos, defectuosas por ir todo el tiempo cosidas a las alas contra la voluntad dogmática del supremo. Este papa, como otros de la caterva jairesca, recreaba la escena mefistofélica con rigor sibilino, así el visitado nunca hubiera estirado la mano para autorizar al genio cortesano: “Querido señor Goethe, demonícese usted”, lo que sin duda lo habría hecho sonrojarse. Es de advertir que en épocas pretéritas o presuntas multitud de parientes de la bestia humana se habrían visto obligados a ejecutar determinadas demandas ajenas por completo a su parecer, y nada nos impulsa a creer que 48 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008


Jairo Alberto Mejía Estrada lograría substraerse a esa inclinación ancestral, mas lo único de veras interesante consistía en comprobar cómo, a expensas de la supremacía papal, él mismo urdía la tendencia narcisista de nombrarse pontífice ad honorem, envuelto en un traje de papel corrugado del color preferido por los cosecheros de papa en Rionegro, Antioquia, Colombia, al momento de entregar los pedidos a los demandantes. Inclusive nos atreveríamos a formular una hipótesis apostólica: si la luz recogida bajo el brazo en mixtura plástica exaltaba la condición de un vicediós, el visitado no sólo transformaba la vieja usanza de santidades lampiñas sino que arrastraba a su paso la variedad sugestiva del arte Pop compuesto, entre tantas baratijas, de perros calientes, latas de conservas, hamburguesas made in usa, en fin... Nuevo dueño de su cargo, al visitado le caía como anillo lumbar la configuración del gorro pisciforme, los dedos entrelazados a la altura del diafragma en osada interrupción de la secuencia de girasoles mientras un rostro bonachón no cesaba de recordarle: “Excelentísimo anfitrión, no olvide que ahora somos colegas”. Lo contradecía su eminencia vestida de payaso, que a ese poder de seducción llegaba la diligencia , no tanto para que unos ojos suspendidos en el vacío del papel

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corrugado destacaran su presencia entre manchones de tinta informe. ¿Acaso no había tesitura y contexto en la papada romana, heredera legítima de la opulencia intestinal? El visitado aún rondaba el cuadro mefistofélico, acosado por súcubos de alas godificadas y un tridente desafiando al sumo pastor que respondía haciendo pistola con el dedo gordo bajo un índice desinflado. De hecho para continuar aferrado a un crucifijo sofocado por una sombra momificada en pos de arrepentimiento, dicho crucifijo ascendido a feto inocultable de clínica León XIII. Salvados los intentos por mantener en alto el sacrificio redentor, Jairo Alberto Mejía Estrada no escondía su asombro ante el empalamiento, la punta del vertical hundida en las vísceras de nuestro amo. ¿A qué venía, entonces, tanta plañidera? ¿Llorar solitario en medio del paraíso, como el visitante azotado por las deudas en el negocio de Camilo Cienfuegos o estirar la diestra hacia un billete mutado en piedra preciosa, impostergable Midas? Mejor sacar la lengua y pedir silencio, insistían entre sí los vicedioses, convencidos de la imposibilidad de abrir el corazón del novísimo colega, uno más de la estirpe de Celestino Sexto, padre nuestro colgado del cielo por obra del paradójico Papini, guía y castigo de la cristiandad flatulenta. Sí, a Jairo Alberto Mejía lo sorprendieron los papas, una noche de la que nunca nadie podrá hablar de sacrilegios, ni de piratas ni de simples fraijuníperos condimentados en frailejones. 50 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008


LOS AMIGOS CIEGOS La única esperanza es el próximo trago. Si te apetece puedes dar un paseo. Sin tiempo de pararse a pensar. Fragmento poema del poema deMalcolm Lowry “Sin tiempo de pararse a pensar”

Por: Raúl González H. Economista y fotografo ragohe2009@gmail.com

Los tres amigos ciegos pasan felices recorriendo la avenida La Playa, con sus tientos como brazos suben palpando irregularidades de las aceras, van seguros, charlando amenamente, se ríen y gesticulan como videntes. Pasan todos los días y a la misma hora, llevan mochilas donde cargan posiblemente sus libros y cuadernos de estudio, esto se deduce por las palabras que sueltan por el aire cuando pasan cerca donde estoy sentado; siguiendo un ritmo diferente al de ellos, me siento siempre a leer y a tomar tinto en un café del bulevar de la avenida y en los descansos me pierdo mirando las personas que pasan, a todas trato de describirlas imaginando su presente y su futuro, a muy pocas el pasado. En las horas de la tarde, al caer el sol, cuando la penumbra se apodera de las horas, observo a los tres amigos que pasan nuevamente contentos y charlando pero muy ebrios y sus bastones bailando al compás de sus pasos.

A estos tres amigos nunca he podido imaginarlos después de que se pierden de mi campo visual; sólo me quedan resonando muchas preguntas sin respuestas. Siempre que pasan, me tocan como dardos lejanos recuerdos de personajes y de algunos accidentes que he visto de ciegos; uno que iba tranquilo por una avenida de esta ciudad y al mover el bastón que es el tentáculo sensitivo de su ser, no percibió el obstáculo que se le interponía y en cuestión de segundos su cuerpo rebotó como si fuera una estructura plástica, había chocado al siguiente paso con un poste de cemento. También recuerdo el ciego del poema de José Manuel Arango el cual conduce al borracho y nos comunica en medio de la incertidumbre del destino, que irán a la hoya. La ciega, sorda y muda 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 51


y escritora, en su difícil arte del aprendizaje de los símbolos de la comunicación con el mundo y como experiencia cercana con un compañero ciego en el trabajo, el descubrimiento de la habilidad y astucia tan sorprendentes, siempre parecía que tuviera ojos ocultos, pues percibía todo movimiento y reconocía a las personas. Estos y muchos otros ciegos con los que me había encontrado en el trasegar por la vida, siempre me habían inquietado y sorprendido, pero estos tres personajes me turbaban demasiado. La última vez que los vi tuve una tentación impulsiva de caminar unos metros con los ojos cerrados para percibir o entenderlos, pero de inmediato presentí que caería en un abismo, por lo que deseché esta absurda idea; escogí otra opción ya

que sobrepasaban con su realidad mis momentos imaginativos; necesitaba claves, indicios y por ello decidí seguirlos: sus andares eran extremadamente cómicos, pues sus zapatos de suela de caucho negro los movían bailando un ritmo extraño y sus cuerpos cubiertos con camisas coloridas y pantalones de dril oscuro los doblaban en inflexiones hacia los lados, las mochilas volaban con sus pasos, pero los bastones verdaderos sensores los alertaban de cualquier alteración del piso. Se movían al unísono en una sola unidad viviente y lo que sentía uno, parecían sentirlo todos: nunca durante el corto espionaje tropezaron con algo. Además veía que siempre caminaban como por una ruta preconcebida. Iban muy juntos pero sin obstaculizarse entre ellos en su avanzar; reían tanto que todos los que los mirábamos, quedábamos atrapados en una envidia profunda, de vida, por su alegría desbordante. Alcancé a mirarlos subir a un bus del barrio Villa Hermosa, parecían no ser hermanos por su fisonomía tan dispar. Deduje que eran amigos vecinos y que su invidencia los había acercado y posiblemente unido también en sus gustos, claro, era una compinchería permanente.

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¿Por qué bajaban borrachos siempre? ¿Quién los recibía al bajar del bus? Seguramente eran personajes ya conocidos en todos los buses del barrio donde vivían y los conductores y habitantes nocturnos les ayudaban en su movilidad hacia sus casas, o tal vez que fueran tan vecinos, que recíprocamente se guiaran. En sus casas, sus padres les toleraban sus borracheras, como purgando una pena interminable, una culpa de engendramiento. Sus rostros denotaban una alegría juvenil que aumentaba con el elixir, este era seguramente un modo para subvertir un orden aparentemente fijo, habían descubierto como cualquier joven que en la vida de ciegos, también se podían cometer las mismas locuras de los videntes. Lo que hacían era vivir, sentir y juguetear con la vida como cualquier trío de mortales; simplemente habían aprendido unas normas dentro de esa subversión que los atraía y los unía y los hacía felices; a lo mejor los templaría para su devenir, pero creo sentían que sus ojos no eran impedimento. Ellos libres y acompañados, prácticamente sin ataduras y yo aquí solitario, observándolos. Esta misma rutina la llevan realizando año tras año y siempre caminando contentos y riéndose creo... de la vida. RAGOHE, Nov/29/2007


ELLA NO ESTABA ALLI Por: Antonio Arenas B. Docente y escritor Tomé el Metro en la estación Niquía. Rápido corrí a la segunda silla junto a los pasamanos de la puerta de salida. Al momento el vagón del tren estaba lleno y a mi lado pude contemplar el misterio de la belleza. Misterio que no pueden descifrar ni la retórica ni la psicología. Ella estaba allí a mi lado. Estaba quieta y su hermosura intimidaba, de reojo la fui mirando lentamente. Poseía una piel suave y tersa, era joven no más de los dieciocho años. Su cabellera negra y abundante. Senos bien modelados. De su abdomen sobresalía un ombligo perfecto. La blusa blanca que usaba era pequeña y dejaba ver piel. Sentada parecía tener porte de

reina. Su boca era suave y modelada, las manos finas y las uñas de los dedos tenían cierta blancura que entonaba con su piel. Mi codo, friccionaba su cuerpo y en silencio controlaba los fuegos ocultos de mi pasión. Toda ella atraía como un bálsamo delicioso. En el oído sentí que la mujer me decía: La experiencia sensual o sexual no está en lo que te sucede: Sino en lo que haces con lo que te sucede en un instante. Estaba dormido. No me hubiera despertado, si el metro no hubiese frenado bruscamente. Iría lejos de la estación Industriales, donde tomaría el bus que me llevaría a casa.

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La casa de Resfa —Septiembre 18 de 2008 - 7:30 p.m.— Carlos Mario Garcés Toro (Medellín, 1962), “licenciado en Historia y Filosofía, es profesor en San Antonio de Prado, un corregimiento asentado en las montañas al suroccidente del Valle de Aburrá. Tiene inédito ‘Diario de un maestro de escuela’, texto que quizá sea una novela. No muestra afán. Quiere cribarlo, claro está, mientras desmenuza los recuerdos de su insólita adolescencia en el burdel más famoso de Medellín, Antioquia, tierra pródiga en putas y adulterios” (Esteban Carlos Mejía). Obtuvo recientemente el Premio de Poesía Ciudad de Itagüí. “La casa de Resfa” (2008) es su primer libro de poesía.

Presentación del autor y su obra por Jaime Jaramillo Escobar (X-504) ***

*** Era muy corriente que los padres vendieran a sus hijas a ciertos establecimientos de Yoshiwara o “Barrio de las farolas rojas”. El Yoshiwara resulta ser, en cada ciudad japonesa, el barrio más visitado, tanto por los extranjeros como por los del país. N. Kishi. Las Geishas. Por su calidad literaria, este libro constituye una sorpresa en un país donde el arte de la escritura ha venido a menos, a pesar de tantos talleres y festivales de toda clase donde se exhiben los nuevos genios. (...) Excepcional en la poesía colombiana por el tema y el tratamiento, cuenta con minuciosa veracidad la historia de una de las más famosas casas de Medellín. Criado en ella, para el autor es experiencia vivida, no dudoso relato de segunda mano. La emoción en la poesía tiene que ser directa, no herencia de investigadores. (...) Se recorren estas páginas con creciente interés, en un encadenamiento de sorpresas que van de lo anecdótico a lo dramático, de lo cómico a lo trágico, de lo pintoresco a lo escatológico, de lo triste a lo jocoso, de lo fugaz a lo trascendente, en un crescendo de alto impacto sustentado por el estilo. Nunca frívolo, como podría sugerirlo el tema, es por el contrario una obra cuya importancia crecerá con los lectores, con la decantación del tiempo, con la historia. A la calidad nos atenemos. Únicamente a la calidad, aunque el tiempo se demore en reconocerla. Jaime Jaramillo Escobar

Nota preliminar Por Carlos Mario Garcés Toro La casa de Resfa abrió sus puertas a mediados del siglo XX, cuando en Medellín se presentaba el fenómeno de las migraciones: transición de lo rural a lo urbano. A la par de la ciudad creció su buen nombre durante más de cincuenta años. Dio origen a la también célebre casa de Marta Pintuco, y durante los últimos treinta estuvo ubicada al frente

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de la fábrica Inextra, a un paso de El Poblado. Fue el escenario en donde se representó en una u otra forma el acontecer de la ciudad. Trajinaron sus escaleras famosos políticos, deportistas, empresarios, humoristas, curas, contrabandistas y señoras extraviadas en la noche. Los poemas de este volumen son la crónica de aquella casa. William Faulkner escribió: “Me hubiera gustado desempeñar el nostálgico oficio de portero en un prostíbulo, porque en su interior bulle todo un


mundo velado, embozado por la clandestinidad y las sombras que esconden las secretas pasiones de la noche”. No fui el que ejerció de portero. Fui más que eso: fui residente de una casa de citas. Mi madre, que estaba enamorada de un hombre, no podía tenerme con ella y por eso me llevó a vivir desde la infancia con la abuela Resfa, una mujer recia y dominante, no sólo con las mujeres sino también con los hombres y con la situación que se le presentara. En esa casa enorme, de profusos inciensos en la tarde y discretas luces en la noche, habitada por numerosas mujeres, transcurrieron muchos años de mi vida hasta llegar finalmente a comprender que lo que allí se escenificaba era en buena medida la representación del hombre y sus pasiones antagónicas. Todo lo que aquí se escribe parte, no de la ficción, sino de un mundo real, antiguo como el hombre mismo. En la casa de Resfa se resume medio siglo de la verdadera vida de Medellín. El tiempo repite los mismos círculos del ayer. *** Carlos Mario Garcés Toro (Medellín, 1962) ***

Refugio de pecadores Por Esteban Carlos Mejía

La casa de citas de doña Resfa Toro abrió a finales de los 50 en el centro de Medellín, en Carabobo con Vélez, junto al teatro Olympia, un cine de reestreno, en lo que hoy es una congestionada esquina de quincalleros a la vera de una estación del Metro. El negocio prosperó y se trasladó a un callejón al frente de Inextra, una fábrica de detergentes, al pie de El Poblado, el barrio de los ricos. Cerró hará cinco años, derrotada por legiones de estriptiseras, masajistas y chicas prepago. Su antigua ama y señora, reclama con compostura “el epitafio digno de una célebre meretriz: / Verdadera madre, amiga, confidente, refugio de pecadores”. “En esa casa enorme, de profusos inciensos en la tarde y discretas luces en la noche”, transcurrieron los primeros años de la vida de Carlos Mario. Allí aprendió a leer: novelas de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía y poemas de Julio Flórez, Epifanio Mejía, Porfirio Barba Jacob. Después se encerró en la Biblioteca Pública Piloto a leer y a jugar ajedrez. Baudelaire. Rimbaud. Verlaine. Saint-John Perse. Jorge Manrique. Quevedo. Fray Luis de León. Robert Frost. Emily Dickinson. Cribó sus lecturas y se aficionó a Álvaro Mutis. De un tirón me declama Canción del este: A la vuelta de la esquina / un ángel invisible espera; / una vaga niebla, un espectro desvaído / te dirá algunas palabras del pasado. Y, ante la mirada atónita de la

La carátula es blanca, con hirientes letras rojas y precario diseño. Detrás hay una advertencia: “El editor garantiza que este libro no ha recibido ningún premio”. El editor es El Gaviero, no Maqroll sino otro, inspirado en la penetrante y esquiva criatura de Mutis. Los epígrafes son cuatro, de desusada extensión, y versan sobre lo mismo: la prostitución de las mujeres. Sigue un Pórtico, firmado por Jaime Jaramillo Escobar, el X-504 de toda una vida, y luego La casa de Resfa, escrita (o resucitada, da igual) por su nieto mayor, Carlos Mario Garcés Toro. 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 55


mesera que nos sirve el desayuno, los ojos se nos encharcan a ambos. “La poesía es un espejo, una respuesta a la existencia, aunque sin explicaciones”, dice. “Hoy no soy nada pero la nada que soy se la debo a la poesía”. El año pasado, por los lados de la iglesia de La Veracruz, a dos cuadras de las esculturas de Botero, se topó con los restos vivientes de Mónica, la bella, la muchacha a la que amó en casa de su abuela. ¡Qué latigazo, Dios mío! Iluminado por los epitafios de Spoon River, de Edgar Lee Masters, en mes y medio compuso La casa de Resfa, 54 poemas conmovedores y descomplicados, tras la huella de Raúl Gómez Jattin, Víctor Gaviria, Adriana Cote, Elkin Restrepo y Jaime Jaramillo Escobar. Ahora Carlos Mario, licenciado en Historia y Filosofía, es profesor en San Antonio de Prado, un corregimiento asentado en las montañas al suroccidente del Valle de Aburrá. Tiene inédito Diario de un maestro de escuela, texto que quizá sea una novela. No muestra afán. Quiere cribarlo, claro está, mientras desmenuza los recuerdos de su insólita adolescencia en el burdel más famoso de Medellín, Antioquia, tierra pródiga en putas y adulterios. Fuente: Periódico El Espectador, columna de opinión Rabo de paja, agosto 28 de 2008. *** Tres poemas de Carlos Mario Garcés Toro

Dirección de la casa La casa estaba ubicada al sur de Medellín, en la calle 8a, número 52-41, entrando por el antiguo callejón frente a la fábrica de detergentes Inextra. Se distinguía por el balcón de azulejos blancos y negros, y las dos palmas que sobrepasaban por encima del tejado. Por eso la casa en un tiempo se llamó Las Palmitas. Sólo después vino a llamarse La casa

de Resfa. Al subir las amplias escaleras nos encontrábamos con una espaciosa sala bien amoblada, con dominio de los tonos cálidos y acogedores. En los divanes conversaban las parejas bajo alegres lámparas circulares, en las paredes exóticos gobelinos, y pinturas de mujeres entre pavos irreales. Cruzando el pasillo se distribuían la segunda y tercera salas, que daban acceso a catorce estancias. Si se giraba a la derecha, se encontraban dos habitaciones suplementarias con delgados tabiques. Por disimulados orificios se podía mirar a los que dejaban luces encendidas. Al gordo Juancho le vimos follar: tenía un culo grande y peludo, que mecía como una batea. Le gustaba poner a sus queridas en la posición de monje. El atractivo balcón exhibía a las muchachas, que esperaban como en un puerto, el puerto de la noche, a ver quién atracaba con sus distintas luces. En un costado el despacho de la administración, donde se seleccionaba la música y las chicas entraban contoneándose, con sus labios de brandy, a pedir una canción, o pagar la tarifa. Por esas escaleras vimos subir desde famosos políticos, deportistas, empresarios, humoristas, hasta curas y señoras extraviados en la noche. ***

Mónica la bella Tuve la fuerza de la belleza que poco a poco fueron limando el bar y las horas de trabajo. Por mi atractiva figura pude elegir con quiénes iba a la cama. Pero Fabio fue mi único amor. Lo mataron con otros la noche que robaban en el almacén eléctrico

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de Carabobo con Juanambú. Durante largo tiempo me pareció verlo que llegaba en la noche, vestido con su pantalón blanco (que tanto me gustaba), su barba bien afeitada, y entraba a la sala donde las muchachas esperábamos. Ahora que estoy vieja y sola (hijos no tuve), acostumbro entrar en la tienda de licores que queda detrás de la iglesia de La Veracruz, donde las coquetas intentan atraer a los transeúntes con sus caderas pálidas y sus ojeras de caballo. Dibujo frente al espejo con el lápiz la raya de mis cejas y salgo a la calle. La misma calle Boyacá donde ya nadie me recuerda. Tres cuadras abajo hace más de cuarenta años yo era la reina. Los amigos con los que me gustaría hablar ya están muertos. ***

Alfonso

Tenía apenas quince años. No había conocido hembra, hasta la noche en que Sandra entró a mi cuarto. Dicen que cuando una mujer quiere algo, obra y no hay barranca, cielo raso o muro que la detenga. Las mujeres siempre están hilvanando con el hilo, con el ojo húmedo de su aguja. Si la historia se mirara desde un lecho se comprenderían mejor las grandes hazañas y derrotas. Mi derrota fue haber amado a Sandra, que me contagió la sífilis. Por inexperiencia y vergüenza guardé silencio, pudriéndome y quedando casi ciego y estéril. Fuente: Garcés Toro, Carlos Mario. La casa de Resfa. El Gaviero Editor, primera edición, Medellín, 2008.


LA DEL ESTRIBO Por: Federico Giraldo Valencia Economista

Me invita el director a departir disquisiciones/ Y me digo de entrada hay que definir estilo y colocar de trasfondo unas canciones/ Mascullo aristas y recuerdo a los griegos cuando afirmaban que la cuarta es la de la locura/ La mente se me puebla de gentes del común y de infinidad de artistas/ que abrevaron en alcohol una media caña de lucidez con la cual cruzar incólumes los sueños y el azar/ Sabemos que hubo civilizaciones en las que fue primero el vino cuando arribaba la pubertad/ antes que el agua u otras bebidas/ En ciertas latitudes se frecuenta como síntoma de aquello que los franceses llaman control de si mismo/ sabemos que los epicúreos contradecían a séneca y al estoicismo/ Practicando placeres como los de Baco y Venus y que como decía ya reciente León de Greiff el sibarita/ Se jugaban la vida pues el resto da lo mismo/ Aquí en nuestra geografía y en la época vital que se nos confirió/el factor alcohol desinhibía hacia el imperio de los sentidos/

Mas allá de prejuicios y cortapisas del falso moralismo de la negación del cuerpo y de la desviación oscura del espíritu/ También destrababa la conversa y la volvía proyecto/ Aunque en veces por abuso conduzca a la ofuscación/ El delirio o la asociabilidad/ Cuantos amores construidos al amparo de una copa/ Pero también cuantas salidas erráticas como lo registran las estadísticas del delito/ Tomémoslo a lo bien/ Si como volvió a decir De Greiff es licor de mandrágoras que destila demencia/ si ha sido fuego de poetas moderado en la alquimia del palabracémonos/ bastión de oradores para domeñar auditorios caldeados cuando de afanes indescriptibles se ha tratado/ alcohol permite ese self / ese yo mismo del transmisor/ Para insuflar ritmos y dar con los mensajes que son y nos convertimos en pura interacción/ me parece haber conocido a Euforio González / Quien profesaba culto controlado a baco y en su pueblo y la región tenía fama de berraco/ 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 57


En la fundación de la res pública dirimieron los delegados fuentes principales de la hacienda / Y encontraron /entre copas/ recursos del aguardiente y del tabaco/ Algún día diría el bardo que así salud y educación se han nutrido del sacro oficio de beber/ Y las juventudes han visto escuelas y hospitales gracias a ese furor de acontecer/ También cuentan historiadores de alto rigor / Que Churchill en medio de la guerra/ conducía las huestes de Inglaterra con serenidad de copetón/ habiéndose bebido en la jornada su litrón de whisky sin pestañear ni casi nada/ La bebida dependiendo de su estirpe nos puede poner en un éxtasis inasible o sumirnos en los meandros de lo triste/ sirve para escribir los versos locos o medir en cada frase el poco a poco/ Bajo la vasta influencia de la cultura mejicana/ de rancheras y tequilas/ Inspiró generaciones/ y están actuales resonancias/ Como sirvánme la del estribo que se acabaron las canciones/ los abuelos negociaban en los incipientes pueblos del café/ En los rituales de unas copas de aguardiente y al amparo de la buena fe/ Igual lo han hecho etnias por regiones con ron y vallenato o chirimías al son de nativos y contraltos/ hay ocasiones en que licor implica silencios/ Esa combinación de soledad y silencios/ Y otras en que reclamamos los otros/ as para dirimir en baile o en alcoba los magnetismos de la especie/ hay/ dicen los expertos/ bebedores sociales/ Y otros circunspectos embebidos en lecturas o en el escrivivir inspirado en los afectos/ hay rituales de cantina/ cócteles propios de arribismo/ tragos inconclusos /

Pero así mismo lucideces que bordean el abismo/ Se cierran los tratados con copa y ceremonia/ Para no hablar de matrimonios negocios o como dice el tango intenciones torvas de inocultable felonía/ De todas ellas nos llegan datos que impregnan el cuerpo social de saberes / De taras o simplemente de remotos ciclos náufragos de desmemoria/ En la embriaguez solemos ser como niños/ unos consentidos por el desconocimiento del sentido/ Otros juguetones al borde de alegría o del peligro u otros que inspirados en atavismos y oscuros mandatos de la sangre/ Todo lo disuelven en violencia o en búsqueda destructiva de ese espejo trastocado y para muchos inaceptable que es el otro/ Baco en tiempos modernos es puerta temprana a elementos ciertamente propicios a la alucinación/ de todas formas/ Ni en uno u otro caso los moralistas a ultranza aceptan que es por la conducta y la salud pública/ que puede y debe encontrarse soluciones/ Ya en los años veinte del siglo que pasó/

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Bastó despenalizar consumos para ir logrando manejos culturales/ Todo esto lo digo desde la autoridad de mis cabales/ Y bajo exigua coherencia / Porque sé que estamos hablando de un fuego espirituoso y milenario que no se puede graduar por vil denarios/. Por hoy baste esta reseña eufórica/ que en veces pienso que es la experiencia/ Habiéndose inspirado con sabio equilibrio en la alquimia de una conciencia ampliada/ La que puede conducirnos por los amplios e inasibles contornos de la sabiduría / O de la NADA/ SALUD.


DARIOLEMOS Por: Guillermo Álvarez Álvarez In memoriam

Parecía un pajarraco de tristeza perdida y amordazada. Pero también había en su semblante una melancolía alegre que anunciaba, o denunciaba, nostálgicos recuerdos de bríos idos e incendiadas fiestas ya pasadas.

La Tarde A veces llegaba tarde a La Arteria, pero casi siempre estaba ahí desde las ocho y media o nueve de la mañana como de regreso al punto de partida. Quizá mascullaba trasnochados versos, pero lo cierto es que él no escribía, siempre parecía peleando con serpientes. Sus horas son minutos para la inercia que asumía en la que parecía un pajarraco de tristeza perdida y amordazada. Venia siempre con voces bajas y llevaba el coraje en ruinas, y también llevaba, casi siempre, cristificados versos en el rostro y una oscura, muy oscura mirada, a pesar de sus ojos claros y sus cabellos tiznados de tardes sudorosas y del hollín conservado de varios dias de no limpiarlo. Pero también había en su semblante una melancolía alegre que anunciaba, o denunciaba, nostálgicos recuerdos de bríos idos e incendiadas fiestas ya pasadas. En una tarde juevecina de julio apenas me miraba su cara tostada que no sonreía y con voz sonora todavía pronunciaba palabras como sentencias que no buscan opinión. Es que con él

no se conversaba porque era un monólogo de hilaridad confusa. Parecía que no se pertenecía y su contradicción era con el mundo todo, la sociedad, el sistema, que llamaban. Acaso relacionábamos ocurrencias sobre cosas sin importancia, sobre las que siempre, sin darse cuenta, ponía un acento místico. Tal vez era otra rebeldía suya contra la falta de religiosidad ambienta en la intelectualidad y la gente de ambiente académico y universitario. O un emparentamiento claro con su logia nadaísta. Porque era un fiel devoto de su profeta jefe, Gonzalo Arango, y, a pesar de su iconoclasta conducta, siempre fue soldado de ese ejército cuyas armas fueron la irreverencia y la poesía en su periodo de esplendor.

Jamás le perdonaron su falta de virtuosidad Fue el más impuro de los poetas nuestros, pero no inmoral. Y aunque no acudía al Goce Pagando era un genuino pagano de místicos rezos Sus versos no tienen la factura de gran poeta como tampoco los de su santo mayor Fernando González, pero como éste fue íntegro y conse15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 59


cuente. No habíase de criticarle su irresponsabilidad social como padre o como ciudadano, porque él estaba fuera del establecimiento y no en estrategia de ascenso social, como la mayoría de sus camaradas terminaron por demostrarlo cuando les pasó el sarampión contestatario. Si no fue el gran poeta que muchos critican, cómo habría de serlo si iba sin intencionalidad ni fin, no tenía lo que el embobecimiento institucional, editorial y de los ominosos medios hoy llama proyecto de vida, autoestima, clínicas de masajes del alma y otros clústers de carreras hacia El Éxito, a comprar, a comprar. O qué era lo que pensábase de un ente aterido por afectos truncados, fervores de hogar perdidos, constreñido en un alma abatida, hundido en el más inextricable abismo, cuyos versos intentaron iluminar las horas de tristeza tratando de interpretar un mundo abigarrado y sin futuro. Tal vez era la materialización de la inercia, que era la nada sin movimiento: hacer consigo una madeja de minutos sin tiempo y sin alegría, pero sin quejas, ni dolor. El dolor de la piedra, se diría.

Su mirada. Detrás de su mirada parecía que no había habido sombras ni secretos. Porque no hablaba de su pasado propiamente, aunque relatara historias de los Nadaístas, anécdotas. Pero su vínculo afectivo no aparecía, era un simple relator de historias de las cuales fue testigo. Un testimoniador era y un testimonio, sí, de que existió en Medellín un poeta maldito poeta como una gangrena de la poesía, de la buena, de la mala Y así son sus versos, una sinfonía ecoloidal, retórnica, inconclusa. La vuelta del péndulo. Toda una crisálida transparente como venida de cosmos aztecas o de universos mayas, fue su inspiración. Relamía los labios no húmedos saboreando pensamientos frescos, hamacas tahamíes, y en las manos un cántaro de barro, vasija para el exquisito vino de esposas o amantes de faraones y guerreros.

Dariolemos era ciego. Lo maravilloso no es perceptible a los ojos de todos, pero había momentos, pocos por cierto, en que le brillaba la mirada como a un iluminado. Entonces con palabras de inédita gramática comenzaba a describir paisajes desconocidos de horizontes distantes y exquisitas y brillantes policromías. Con el índice de la mano derecha, encorvada, hacía lentamente círculos al rededor de su cabeza, en la sien, y jalaba un mechón de su rojiza y enmugrecida cabellera, mientras zurcía una idea o pintaba un imaginario pasaje de su reciente iluminación - revelación.. De ariscas montañas descendían sus personajes, vagabundos y ebrios y solitarios, con apariencia de juiciosos labradores que disfrutaban el descanso en sus costumbres montañeces. Eructaban y peían a lo parias. Pero eran zánganos sanguijuelas como él, ávidos de expoliar a quien diera tiro, para dejarlo sin una lana. Pero él, bate maldito, lo hacía con inocencia y sin perversidad. De modo espontáneo tomaba lo que necesitaba sin empacho por respetar lo ajeno: ¡acaso fue paladín defensor de la propiedad privada! Era entonces encarnación de cinismo y amoralidad nietzchiana. El temblor de sus párpados, jóvenes pero embombados de un infinito insomnio, indicaba que sus ojos se brotaban de indignada rebeldía, pero no por la candidez de esos tipos y por su villanía, de la cual era cómplice y parcero, sino por la inocuidad de la lujuria que sentía. Vuelve a tu exacta dimensión, no te exasperes, ni pases flancos que no te corresponden, vuelve siempre a tus asuntos y a tu esplendor a secas, regresa a tu laberinto y no avances a abismos que te son vedados, me decía al observar esta nadez sin dimensiones.

Era el señor Etcétera El señor Etcétera lanzaba proclamas incendiarias y panegíricas incitando a la rebelión, sin escribir

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un verso ni pronunciar un discurso. Ejércitos de seguidores vitorean sus peroratas y se alzan las voces como cuadrillas de estudiantes o como sube el griterío de los grupos después del quinto aguardiente en la cantina. Pandillas de estudiantes hincados de fervor revolucionario, contestatario llevan la efigie del señor etcétera en las pancartas y corean sus consignas, invitando al juego de las conductas iconoclastas, derribando ídolos falsos de una sociedad falsa. Sueños de frivolidad, decían los psiquiatras y defensores de unas instituciones en evidente decadencia, familias fragmentadas, monjas prostituidas, madres putas… hogares dispersos, escuela adocenada, saber marchito, cotidianidad aburridora, cinescrutables utopías.

Utopía La Ciudad desconocida de brillos mustios era invadida por gritos y bocinas. Por rostros cenizos y semblantes en fumarolas y espirales. Y en la noche el humo del cigarrillo hacía arder los ojos y el olor de la mariguana aguzar los sentidos. Como la yerba maldita ahí estaba él, ¡el maldito dariolemos! El reptil que muchas veces cruzó La Playa indiferente a la velocidad de los automotores. El Irreverente que no respetó propiedad, ni horario, ni norma, porque estaba out site. Que hizo de su nada el poema viviente del Nadaísmo, muy a pesar de sus camaradas nadaístas y quizá también dadaístas. Inocencia sin intención ni fin e inconsecuencia con credos que no creía, conciencia de un no ser, tal vez de un alma atormentada. Era indiferente a la muerte, a la vida, a la vida engangrenada. Repulsión compulsiva a acumular nada, ni grasa para los dias de sequía. Tal vez como el árbol tomaba la savia de la tierra sin pedir permiso, él demandaba lo requerido de sus semejantes en la tierra, sin pedir permiso. Inacción que causa estupor y censura. Un talento perdido, decían. Y dicen. Tal vez, quizá jamás se sepa.


Hasta se habría ganado un premio. ¿Acaso le interesaba? El dinero sí, por supuesto: el dinerito, tan útil que es. Para estar fuera, idos, viajando, anestesiados. Ebrios, siempre ebrios: ¡de lo que sea! Estar fuera es una forma de la nada. El otro lado de adentro, pues. Un chorizo vacío y sin forro, decía el profe. Y el aguardiente y la droga lo facilitan, y a mayor exceso, más lejos. Ante la desinflación de ideales y utopías, Todo vale. Se acopló al postmodernismo. Y como estaba desinflándose el globo de El Nadaísmo, el sería el hueco en el cual lo enterrarían. El abismo para las más profundas honduras. Y así fue. Todo lo más genuino del Nadaísmo como expresión social, él lo encarnó. El fue la carroña en que quedó esa mortecina. Lo demás es literatura y expediente social, y en parte judicial. Época de herejías sociales en la que en el Medallo parroquiano la sexotangosalsobacanería dio visa a todo, y que suenen las copas y pululen los barullos. De El suave, al Oro de Munich y del Oro de Munich pasábamos al Chigwan. Al Brisas de Costa Rica, al Aristi...en procesión pagana, ¡qué barbaridad! La ciudad es toda una zona de tolerancia y de estados alterados. La vida te da sorpresas…Por la otra calle de la otra esquina lo vi pasar……Un diente de oro. Y la policía con sus requisas. Se llevaron al Mono y quedó dariolemos en la mesa y con la cuenta, qué va a pasar. Ver que no se había tomado sino dos. ¡Tranquilo, pelao, q´esa cuenta la pagamos luégo! Usted sabe, el hombe sale mañana, y cuadramos, ¡entiende!, le decía Mario al Caleño del Oro. La dosis personal era prohibida y perseguida totalmente en busca de propinas, claro, para cuadrar la nómina del policía. Fue un yerro en la existencia, muchos dirían. ¿Y quién no? Un ser sin trascendencia porque fue un devenir gerundio. Por eso fue efímero y en silencio de no actos esculpió su obra, que no tiene méritos que no buscó, ni intencionalidades que no tuvo. Obra escuálida y sin pliegues ni secretos, que muchos buscan con fruición. Y esto es lo que deja atónitos a sus más allegados y lo que atrajo a jóvenes admirados y curiosos. Un ser sin aspiraciones. Un condenado. Un hombre que no hablaba del suicidio pero que parecía no tener ganas de vivir. Así no administró su salud, ni cuidó su enfermedad. No buscó la muerte, pero no se aferró a la vida.

Empero reflejaba un toque místico claro en sus frases y en sus versos. Tal vez lo único extraño e incongruente con sus actos. Que eran todos del más inmediato hoy, sin futuro. En La Arteria era como una gran mascota, a la que hasta cierto grado de la algarabía y del incendio etílico se le celebraba cualquier rebuzno de su boca desdentada. Porque representaba en esos momentos el alter ego de la sociedad desencantadora. Iba a fiestas, claro cuando lo amigos, que los tenía, y muchos, lo invitaban. Y en ellas se divertía en brindis y fumeras. Y las más de las veces se tomaba la palabra y hablaba y hablaba y hablaba a cada copa, a cada brindis. No se lavaba los dientes que no tenía, y su rojizo cabello encrespado estaba por la mugre. Pero no olía mal, solo a cigarrillo y hollín. Y no era humildad sino que Narciso parecía no haberlo enamorado ni un instante, además era una forma mordaz de desdén social. Comportamiento antisocial que tanto fervor le daba. Una noche lo vi cruzar pensamientos transversales con su ego. Habló de Boris su hijo, con admiración y un mal disimulado orgullo, qué maravilla, siente el hombre y reconoce un cosquilleo en el cuerpo que es envoltura del alma, dicen. Ese viernes a las doce nadie le brindó más, entonces enfurecido se puso pesado con unos universitarios que en la mesa de al lado estaban con media de ron Medellín. Porque a pesar de su inercia tenía una energía monumental, un imán de muchos voltios de fuerza. La Cuadrilla de estudiantes en el Chi Wa, hacen sus cruces de libros, de papelitos y de papeletas y Camilo que estaba con dariolemos se separa un momento de la mesa. Se despide del amigo y deja que se vaya con su padre sin seguirlo sino con 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 61


su mirada distante y fría, desdeñando la invitación de transportarlo en el automóvil nuevo. Adiós, adiós, nos vemos. Inmediatamente clava la mirada en el paisaje de casuchas empinadas pegadas a los barrancos orientales de la ciudad adónde debe llegar a eso de las siete de la noche, y si no el peligro es grave. Era inútil decirle, pues si allá llegaban de seguro no saldrían, al menos ilesos, no podían ir: no debían. La cuadrilla de salvadores del barrio imponían sus normas “por las buenas” armas que cargaban. Las muchachas no podían usar ombligueras, ni ponerse persing en el ombligo, no ir a la heladería de noche. El jefe de la cuadrilla se reservaba las más bonitas y nadie protestaba, por temor, por miedo. Su semblante de guapo y su arisca mirada las seducía a todas, que se morían por tener su pinta.

Nada dice, solo balbucea ripio de palabras y afonías. ¿Es verdad que dan a sus enamorados a  libar exquisitos venenos que les arroban en sueños eternos y lujuriosos? Ripio de palabras y afonías, solo afonías, solo ripio.

La Conciencia está asociada al cuerpo y al espíritu: es el cruce transversal que los comunica. A veces sentimos que exhala el alma, luego existe, Pero nadie la ha visto, como el rumor del viento. Como la inocencia y la fragancia del espíritu, sólo se perciben. ¿Se perciben? Embriagado de frenesí y de júbilo en una íntima desnudez fragante, deleita los perfumes exquisitos de recuerdos acariciadores, vive el encantamiento del amor y se zambulle en el mar de la dicha, con imagineras musas, nautas de cosmos inéditos.  Visitante de  lejanos mundos, distante viajero de mundos extraños y planetas inauditos, habla de enamoradas vampiresas desnudas que vagan por todos sus recuerdos. ¿Qué tanto encanto tienen, cuál es su atractivo, cómo son sus ojos, de que color es su mirada?

¿Qué sus néctares atraen  a todos los  dioses y los dejan rendidos ante ellas sin razón ni gloria? Parpadear, solo parpadear. Una sobredosis. ¿Qué de cierto es que  en esos sus bosques silvestres descansan guerreros

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de todas las guerras y ellas los divierten en masajes con linguales bálsamos y perfumes? Son poesía embustera, núbil mujer, fémina querida, descanso de guerreros Reinas desarraigadas que tienen de estandarte al más feroz y al más guapo y que vagando en sus confines extraños están los cíclopes y los gladiadores romanos, y los reductos de todos los ejércitos sedientos esperando su turno. Para bañarse en la maravillosa compañía de ellas encantadoras ninfas. Son mundos inverosímiles y extraños, de fantasía. Mundos de otras gramáticas y de otros calendarios en los que otras cosmogonías hablan de deidades humanas que iluminan el pensamiento en horizontes diáfanos. En horizontales y transversales orgías, se diría. Es mera ilusión o cuentos de hadas. ¿Has visitado esos mundos alguna vez?, le decía la universitaria al artesano compañero, mientras este cargaba un cigarrillo. Es que hay que experimentar mundos nuevos, cotidianidades nuevas, deseos nuevos: soltar las bridas y que salga el animal a su disfrute. Que muera la maldita razón carcelaria. Cuentan que en las ciudades hay el remedo de esos paraísos, con dragones y llamas de verdad. Y con poetas malditos como dariolemos el gangreno. Porque esa era su proclama silenciosa: que abran todas las cárceles y cierren todas las mazmorras. Bañarse en comunión ecuménica en universal desnudez, ebrios de felicidad, de dicha, de inocencia plena.


Qué dicha tan desdentada, vigorosa e irónica. Es que el amor es así de extrañas maneras. Ayudaría a visitar a esos mundos, llevando a conocer esas deidades y esos dioses, a sus seguidores. Guiaría a ese mundo perverso a ver si purificaban en algo la castidad. Quizá en el goce pagano se santifique la existencia trascendiendo el dolor de existir. A propósito, qué hay de las brujildas. Qué de amores y pasiones. ¡A danzar con ellas!. Y bien, siempre en un acá indefinido estaba, siempre a vuestra merced. Dispuesto a lo que quieras hacer damisela, doncella o dama. Absolutamente a vuestra disposición. Señorita o exseñorita. Recorrerías el huerto donde sembraste tus más queridas flores, verías que tan erguidas están para tu disfrute y que tan florecidas, cómo se abren los estambres y las corolas a tu gusto; mirarías los estambres humedecidos y el lúbrico pistilo. Ese maravilloso paisaje en una tarde fresca como cualquiera. Te embriagarías de frenesí y de júbilo en íntima desnudez fragante, huméctate con los perfumes de recuerdos acariciadores, viviendo el encantamiento zumo y zambulléndote en el mar de la dicha, imaginera musa, nauta de cosmos inéditos. Pero helo acá que te ve lejana, distante, impertérrita, habitante de mundos extraños. De cosmos siderales, de planetas inauditos. Venus enamorada y desnuda a todos los planteas, en tu santo monte encantado oraría sin pausa y sin prisa libando los exquisitos venenos que supuras; néctares fueran para dioses sin razón ni gloria, en esos bosques de espesor oscuro; Venus en que descansan los guerreros todos que te hemos tenido de estandarte y sigue vagando en esos extraños mundos, mundos fenicios, mundos escandinavos, mundos árabes, otros mundos. Y otros lenguajes. Cosmogonías quechuas, gramáticas aztecas, calendarios mayas. Otras deidades y otras musas iluminando el pensamiento. Déjamente libaría, todavía, el himen de tu castidad y compartiría el clítoris de tu humedecida inocencia, que ebrio querría estar, si, todavía, ebrio de amor, de virtud y de belleza, como el bate de la suma embriaguez, dijo, por una temporada, dijo. Deambularías sin desmayo en su huerto y libarías de todos los jugos sin restricción ni prisa, que habrás de arder con él en el fuego de la sinrazón sin fin, como en una rueca, móntate, a volar, a volar.

Dariolemos no aportaba valor agregado al ingreso nacional porque no trabajaba. En las cuentas nacionales ni una retención en la fuente suya hubo nunca, no pagó diezmos ni cotizó a seguro alguno… porque llevaba insegura su existencia, que era un relámpago, un estallido y una lenta combustión-ebullición. Su locuaz verborrea de afonías y sentencias terminaba en lucubración mundana, de cenizas y etílicas resonancias. Y los devotos gozando con su parla y sonando las copas en adoración regocijada, hasta perderse la noche en las primeras luces de la mañana, ahí en La Casa Rosada, hospicio de tantos desarraigados de la sociedad y de tantos cofrades sin credo cierto y sin brújula ni amor. Porque ir a La Casa Rosada era adentrarse a mundos imaginarios y a cosmos inauditos, a aventuras inpensadas de desorganizar lo organizado, de demoler estatuas y derribar íconos, ídolos y dioses, abrazando sentimientos desclasados y descalificados, y conductas desarraigadas, nada de apegamientos a nada, nada de normas de nada, había que inventar “el hombre nuevo”, había que ensayar “la nueva cotidianidad” alternativa a la de la sociedad aburridora y burocrática de infamias milenarias, alternativa a la sociedad del espectáculo y la farsa; había que ensayar cofradías de amistad y transparencia, de amor espontáneo sin condiciones, ni restricciones. Esa promesa era la Casa Rosada: encantada por nuevos embrujos y nuevos goces, siempre estaba la mesa servida para gozar y disfrutar. Y allí llegó en varias oportunidades dariolemos. Nadie vio salir dragones por su boca ni llamas de sus ojos ensombrecidos más que iluminados. Sin embargo, parecía que sacara conejos de un sombrero invisible y muchas de sus palabras llegaban como brasas al oyente. Palabras blasfemas contra el establecimiento todo, incluidos los señores de báculo y los “comemocos” del Palacio Presidencial, como el Brujo de Otraparte los llamaba. ¿Qué tenía entonces de encantador este hombre, qué poder hacía, qué atraía a la gente hacia él? Él. Su inercia e intemporalidad. Es que ésa nadez de él, era al mismo tiempo un todo, inescrutable, infraccionable, la suma toda del SER. Tal vez un cristo atormentado no resucitado sino renacido y mortal; por eso no miraba sino veía, veía cosmos y cosmogonías, y los deliraba en cristáceas palabras y en músicas profanas. Sinfonía ecoloidal. Palabras y músicas que aún resuenan intempestivamente, a veces como truenos, las palabras de dariolemos.

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FORGET MAI 68 Daniel Cohn Bendit Conferencia dictada en Montréal abril 2008 Cedido a la doctora en antropología de la Universidad de Montréal. Amantita Osorio, para Revista Ciudad, Traducido y organizado por Amantita Osorio.

Non, rien de rien Non je ne regrette rien Édith Piaf

Yo no quiero cuestionar mayo del 68, puse este titulo porque fue un acontecimiento que es conocido por todos. Es mágico y mítico a la vez habla a los jóvenes y a su historia. Yo dije ya todo lo que tenía que decir, a cada uno su época à cada uno su revolución. Mayo del 68 fue una acción política una palabra de orden. Francia estaba en crisis general, existía una brecha entre los obreros, los estudiantes, los jóvenes quisieron manifestaron y declararon la huelga y a partir de ahí los diferentes movimientos se mezclaron, toda la sociedad fue invadida con reivindicaciones de todos los sectores de la sociedad. El presidente De Gaulle creía que este movimiento quería el poder pero el poder non nos interesaba. En una conversación con Sartre, él dijo es la revolución y le dije no es una revuelta, un proceso de cambio de la sociedad, queremos apropiarnos de nuestra vida, cambios en la familia y apertura intercultural. 64 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

Porque que era la sociedad en ese momento? La mujer casada tenia que pedir autorización al marido para abrir una cuenta bancaria, mucha violencia en la casa y en el colegio, la homosexualidad estaba prohibida. Era la prohibición por todo, fue la revuelta de la generación que nació después de 1945. Queríamos otra vida, poder tener derechos cívicos y una estructura antiautoritaria. Olvidar mayo del 68… porque ganamos cultural y socialmente, porque en la sociedad hay un reconocimiento de lo que hicimos, se comenzó a desbloquear por todos partes…pero perdimos políticamente. Luchamos por la libertad, por una sociedad más libre, no había ninguna locura que no pudiéramos hacer. Pero políticamente no estábamos a la altura, era un discurso políticamente arcaico. Teníamos la emoción, el deseo de vivir, la sonrisa la poesía en los muros…


había frases extraordinarias : “con la imaginación al poder”, “está prohibido prohibir” Olvidemos el 68… yo no me arrepiento de nada, fue un gran momento en mi vida. Éramos estudiantes No teníamos miedo al desempleo, a lo desconocido Prometíamos, deseábamos el mundo, El futuro nos pertenecía Éramos capaces de gerenciar nuestro futuro El SIDA no lo conocíamos No conocíamos la degradación, ni el problema de la mundialización tal como se presenta hoy La pobreza no la conocíamos Pero para los jóvenes era el fin de la historia y la vida continúa, el mundo que vivimos comenzó a cambiar. No podemos hoy, ni con la emoción ni los instrumentos políticos responder a la situación actual. Hay otros problemas que se plantean hoy en día. Es más difícil ser joven hoy, hay unas revueltas diferentes, más angustiantes. La revuelta del 68 dio lugar también en ciertos países a la guerra y al terrorismo. Hay ciertas cosas que nos interpelan: la revolución cultural, el leninismo, las luchas de emancipación. La locura no fue solo de nosotros, no podemos quedarnos insensibles entre la elección que teníamos si capitalismo o comunismo y elegíamos comunismo. Es necesario poner atención que el ser humano cambia, podemos ser victimas de la historia y en otro momento ser otra cosa. Pensamos que el hombre es bueno y la sociedad es libre. Pensábamos que toda vida privada es política y que todo el mundo actúa en permanencia en lo político. Pero hay un error, la realidad es que los seres humanos no quieren hacer toda la vida la política, ellos quieren ocuparse de ellos. Una de las conquistas es la protección de la vida privada. La democracia garantiza a los individuos una esfera inalienable que les pertenece a ellos. En el 68 no comprendimos que las instituciones democráticas protegen a los individuos contra la locura de los individuos. Hay una ideología de la liberación radical que está lista a sacrificar el presente de la mayoría. Aceptar en profundidad el debate hoy los problemas de incivilidad, lo que es cierto es que debemos mantener nuestra reacción antiautoritaria.

Fotógrafo Raul González Hay reglas que se pueden negociar en permanencia con los hijos y jóvenes, un sistema de organización de pensar la vida, no hay falso o verdadero. Uno de los logros del 68 es haber comprendido que toda personas tiene el derecho a conquistar su libertad y su autonomía y por ella hay necesidad del otro, no para que le dé o le imponga su autonomía, sino que le permita en la confrontación abierta que las mujeres, jóvenes, puedan en un momento de su vida comprender que pueden adquirir la autonomía en un debate permanente. El sentido de mayo del 68 es poder comprender y reconocer si se cometieron errores, olvidemos el 68 y partamos con un nuevo proyecto de civilización que es el proyecto ecológico pero esa es otra historia.

Las paredes hablan Algunas de las frases que aparecieron en las paredes de la ciudad durante la revuelta estudiantil de Mayo del 68, en París, las conocemos hasta hoy, porque han quedado en la memoria colectiva como signo de esperanza, de voluntad libertaria, de energía joven, esta es una pequeña selección de graffitis “¡Viva la comunicación! ¡Abajo la telecomunicación!” 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 65


“La barricada cierra la calle pero abre el camino”

“La libertad es la conciencia de la necesidad”

“Olvídense de todo lo que han aprendido. Comiencen a soñar.”

“Es necesario explorar sistemáticamente el azar”

eso.”

“No me liberen, yo basto para

“Desabrochen el cerebro tan a menudo como la bragueta.”

“Un policía duerme en cada uno de nosotros, es necesario matarlo.”

“Lo sagrado: ahí está el enemigo.”

“Camaradas: proscribamos los aplausos, el espectáculo está en todas partes” “El que habla del amor destruye el amor” “Es necesario llevar en sí mismo un caos para poner en el mundo una estrella danzante (Nietzche)” “No es el hombre, es el mundo el que se ha vuelto anormal (Artaud)” “No es una revolución, majestad, es una mutación” “El patriotismo es un egoísmo en masa” “La burguesía no tiene más placer que el de degradarlos todos” “Pensar juntos, no. Empujar juntos, sí.” “Gracias a los exámenes y a los profesores el arribismo comienza a los seis años.” “Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición.”

“Mis deseos son la realidad.” “Y sin embargo todo el mundo quiere respirar y nadie puede respirar; y muchos dicen ‘respiraremos más tarde’. Y la mayor parte no mueren porque ya están muertos”. “La revuelta y solamente la revuelta es creadora de la luz, y esta luz no puede tomar sino tres caminos: la poesía, la libertad y el amor(A. Bretón)” “La imaginación toma el poder.” “En los exámenes, responda con preguntas.” “No puede volver a dormir tranquilo aquel que una vez abrió los ojos.” “No hay pensamiento revolucionario. Hay actos revolucionarios.”

“Cambiar la vida. Transformar la sociedad.” “Heráclito retorna. Abajo Parménides. Socialismo y libertad.” “Contempla tu trabajo: la nada y la tortura forman parte de él.” “¡¡Roben!!” “¡¡Roben!!” “¡¡Roben!!”, en los bancos. “La emancipación del hombre será total o no será.” “Queremos las estructuras al servicio del hombre y no al hombre al servicio de las estructuras. Queremos tener el placer de vivir y nunca más el mal de vivir.” “El arte ha muerto. Liberemos nuestra vida cotidiana.” “¡La pasión de la destrucción! Es una alegría creadora. (Bakunin)”

Fotógrafo Raul González

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“Digo no a la revolución con corbata.” “Yo me propongo agitar e inquietar a las gentes. No vendo el pan, sino la levadura (Unamuno)” “La voluntad general contra la voluntad del general.” “No queremos un mundo donde la garantía de no morir de hambre se compensa por la garantía de morir de aburrimiento.” “No se encarnicen tanto con los edificios, nuestro objetivo son las instituciones.” “Proletario es aquel que no tiene ningún poder sobre el empleo de su vida y que lo sabe.” “Un pensamiento que se estanca es un pensamiento que se pudre.” “Sean realistas: pidan lo imposible”


PLEGARIA POR LOS EBRIOS Por: Hernán Lara Zavala

Dé Dios de beber a los borrachos que al alba despiertan, totalmente exhaustos, farfullando en el regazo de Belcebú, y asoman a la ventana para divisar, una vez más, el terrible puente cortado del día. Malcolm Lowry

WHISKY DE MALTA Varios amigos a los que he tratado de introdu malta (single malt) me salen con que les sabe raro y prefieren el scotch, es decir, el tradicional whisky escocés. Pero ignoran que la disparidad que ellos encuentran no es tanto de gusto como de costumbre y acaso de experiencia. Ambos llevan

la denominación de whisky y ambos provienen exclusivamente de Escocia (o de Irlanda), pero mientras unos están elaborados solamente con agua, grano de cebada “malteado” y un poco de levadura, los otros surgen de diversas mezclas de granos entre los que invariablemente se incluye algún single malt que será el que le imprima carácter a la botella. El whisky de malta se caracteriza por un gusto más puro, más identificable y se produce invariablemente en una sola destilería. No hay dos whiskies de malta iguales. El single malt es también más exclusivo y más caro, entre otras razones porque tiene que añejarse entre ocho y dieciséis años, en contraste con los tres años que exige el scotch, salvo cuando se especifica de otro modo en la etiqueta. El añejamiento de los whiskies de malta se lleva a cabo en barricas de roble blanco en donde previamente se maduró jerez, bourbon, oporto o madeiras y de ello dependerá el toque final de su aroma y su sabor. Los whiskies de malta se producen en el norte de Escocia y se dividen en seis áreas fundamentales que van de norte a sur: Skye, Speyside, The Highlands, West Highlands, Islay y The Lowlands. Todas las destilerías de whisky de malta se ubican junto a importantes ríos (Findhorn, Spey, Fiddich, Deveron, Lossie, entre otros), de donde se abastecen del agua fresca y cristalina impregnada de aromas de hierba y de montaña que les otorgará un sabor particular. El nombre del whisky proviene del gaélico uisge (uisge beatha) y significa “agua de la vida”. Entre los single malt existen whiskies suaves, fuertes y robustos, los hay ahumados, aromáticos y amielados o avainillados con ecos de violeta, cereza o durazno. Depende del gusto de cada quien si se inclina por unos o por otros pero lo cierto es 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 67


que mientras más desarrollado esté el paladar, más robusto será el whisky. Se dice que una nariz de catador puede identificar más de veinte componentes en un whisky de malta y sus aromas transitan de lo frutoso y floral hasta lo ahumado y lo que los escoceses denominan como peaty flavors, es decir, el sabor de la hierba utilizada como combustible en algunas destilerías para secar la cebada. Para describir un single malt se hace referencia a su origen, a su añejamiento, a su aroma, a su grado de ahumado, a su sabor, a su balance y a cómo se “cuelga” en el paladar. El Glenfiddich, de botella oscura y triangular y uno de los más conocidos en América Latina, es ligero. El Cardhu, el Dalwhinnie y el Oban son más fuertes aunque de carácter sedoso y de gran prestigio, mientras que el Glenlivet, el Glenmorangie, el Glenkinchie (Glen en gaélico significa valle), el Cragganmore y el Macallan poseen ya un espíritu fuerte. Se consideran whiskies realmente robustos el Talisker, el Lagavulin, el Strathisla, el Laphroig y el Glenfarclas. Existe una asociación de destiladoras que incluye una marca de cada una de las seis principales regiones productoras de whiskies de malta y que se reconoce por la leyenda Classic Malts of Scotland, así como por el logotipo de un quaich (pronúnciese cueigh), que es el pequeño recipiente de plata en el que se cata el whisky en las destilerías. Gran parte del atractivo de los whiskies de malta reside en las cajas en las que se presentan, generalmente cilíndricas, bellamente diseñadas y con tapas de metal. Los nombres gaélicos de sus destilerías resultan tan exóticos como fascinantes y el diseño tipográfico de cada caja y de las etiquetas refleja la

elegancia, la sobriedad y la distinción de las destilerías. Si el scotch “normal” apenas acepta hielo y agua, al whisky de malta es un pecado enfriarlo o diluirlo pues con ello se pierde su tan cuidado balance aromático y de sabor. Por lo general un single malt se bebe solo o “derecho”, en vaso corto, tipo old fashion liso y transparente, aunque hay quien prefiere el cristal cortado para darle señorío al contenido.

Se bebe como un whisky normal a manera de aperitivo o como digestivo sucedáneo del coñac. Es un licor fuerte que oscila entre los 40 y los 43 grados, pero puede llegar hasta los 60; no obstante es de una gran nobleza pues tiene dos y hasta tres destilaciones. Definitivamente no se toma para apagar la sed. El ambiente ideal para beberlo se asocia con lugares cerrados, tibios y tranquilos, tal vez frente a una chimenea, en una biblioteca o en un recinto con iluminación y música discreta, cuando mucho jazz pero nunca salsa ni rock. Me da la impresión de que el single malt es, como la pipa, para personas mayores de treinta años, que poseen ya una cierta madurez y que gozan de la experiencia, la sensibilidad y la calma para degustar un buen licor. El whisky de malta no es de turbas; más bien se disfruta en corto -con dos o tres amigos- para paladearlo y comentarlo. No es un licor que exalte los ánimos como el tequila o el ron. Tampoco lleva a la seducción rápida como el martini o el champaña. Es un licor que invita a la reflexión, a la conversación y, en compañía femenina, conduce sin mayores sobresaltos al entendimiento amoroso.

Algunos lo acompañan con un cha-ser y otros prefieren tener una jarrita a la mano para agregar apenas unas cuantas gotas de agua para que el whisky saque su peat. Después de comer puede servirse en copa coñaquera para disfrutar su bouquet. Es común también vaciarlo en una licorera en vez de servirlo directamente de la botella. El whisky de malta tiene la ventaja de ser propicio para toda ocasión.

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Puede beberse con absoluta confianza siempre y cuando no se rebase la cuota que cada quien fija para sí pues su indiscutible nobleza no llega a hacer milagros. El whisky de malta, como el scotch tradicional, mantiene la juventud, la serenidad y el ánimo de vivir, como bien lo certifica Sean Connery, uno de sus consumidores más asiduos. Robert Louis Stevenson celebró su espíritu dorado y Robbie Burns, el poeta nacional de Escocia, antecesor del romanticismo inglés, comentó: “El whisky y la libertad van siempre acompañados de la mano”.


GLOBALIZACIÓN, FINANCIERISMO, SOLIDARIDAD Y RESISTENCIA. Por: Oswaldo León Gómez C. Gerente Corporativo CONFIAR

“ Roben!!” Escribían en las paredes de los Bancos “ El patriotismo es un egoísmo en masa” Mayo del 68…

“Soy de un país vertiginoso donde la lotería es parte de la realidad…”, sentencia Jorge Luis Borges en “La lotería en Babilonia”, un cuento en el que los mercaderes ofrecían a los babilonios un juego dirigido a sus esperanzas, donde era despreciado quien no jugaba o quien perdía, a pesar de que algunos moralistas razonaban que la posesión de monedas no siempre determina la felicidad y que otras formas de dicha son quizá más directas. Babilona no era otra cosa que un infinito juego de azares. Hoy el mundo es Babilonia, en los últimos años los mercados financieros y la actividad de los bancos han cambiado de naturaleza. Antes, los bancos se dedicaban preferentemente a recoger

los recursos de los ahorradores para ponerlos a disposición de los inversionistas de capital o de los consumidores manteniendo un volumen mínimo de reservas para hacer frente a los reintegros. De esa forma alimentaban constantemente la economía productiva. Hoy día, los dedican preferentemente a comprar “papel”, es decir, a comprar y vender activos financieros (títulos de todo tipo, contratos de cualquier naturaleza, seguros, reaseguros...) El problema es que la abundancia de operaciones especulativas y el riesgo que comportan es lo que produce la llamada financiarización, que ha convertido a la economía mundial en un auténtico casino, como dijo el Premio Nobel de Economía Maurice Allais. Una lotería, un sistema, con leyes y mecanismos, para usar el dinero. 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 69


Estamos ante un momento de emergencia mundial que, en palabras del presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, puede provocar la muerte de “millones de personas en breve”. La impresionante subida de los precios de los alimentos está produciendo una gravísima debacle en el mundo entero, el hambre se extiende velozmente por los países pobres provocando importantes revueltas populares de protesta, la situación de pobreza se está agravando seriamente y, según la ONU, más de 100 millones de personas van a sufrir especialmente esta crisis alimenticia

El dinero con que Bush pretende hacer frente a la crisis financiera tendrá que salir de tres grandes fuentes. Conociéndolas, podremos aventurar también lo que va a ocurrir en el mundo en los próximos tiempos.

Veamos. En primer lugar, los recursos saldrán de un mayor endeudamiento exterior de la economía estadounidense. Para ello tendrá que lograr colocar en el exterior bonos y otros títulos de deuda, lo que entre otras cosas va a ir

Según las Naciones Unidas cada día que pasa mueren alrededor de 5.000 niños de sed. Para dar agua potable a todo el planeta se necesitarían 32.000 millones de dólares (y frenar la avaricia criminal de algunas de las grandes multinacionales, claro está). En el mundo hay 925 millones de personas que pasan hambre y quizá otros tantas severamente desnutridas. Para acabar con ese drama la FAO afirma que serían necesarios 30.000 millones de dólares. Es decir, que para que nadie en el mundo muriera de hambre o de sed, solo sería necesario más o menos el 40% de lo que el Banco Central Europeo inyectó en los mercados solo el pasado día 29 de septiembre. Es normal que los ciudadanos se hagan preguntas sobre este asqueroso e inmoral contraste. Que se pregunten cómo es posible que el hambre y la sed de 1000 millones de personas no se considere una crisis suficientemente seria como para que los bancos centrales aporten la financiación que pudiera resolverla.

ello. En diciembre de 2005, la Reserva Federal acordó que a partir de marzo de 2006 ya no se iba a publicar la cifra que los economistas llamamos M3 (la cantidad de dólares que circulan en forma de billetes, monedas y depósitos a la vista). Estimaciones no oficiales señalan que M3 pasó de representar algo más del 7% del PIB de Estados Unidos en junio de 2006 al 18% en febrero de 2008 Para que esta fuente de obtención de recursos sea viable, Estados Unidos tendrá que recurrir a su poder imperial para colocar en el mundo una moneda cada vez más depreciada y menos valiosa. La consecuencia más que previsible no es muy agradable: incrementará su presencia militar y tratará de provocar focos de inestabilidad que justifiquen su presencia para asentar así su poder como primera potencia mundial. Finalmente, los recursos provendrán también de los propios ciudadanos, directamente en forma de impuestos o indirectamente como renuncia a gastos públicos que representan ingresos indirectos (como la sanidad o la educación) o diferidos (como las pensiones).

cambiando irremediablemente el mapa político y la distribución de poder en el mundo. China, India y otros países irán haciéndose más fuertes, mientras que la economía de Estados Unidos se va a ir debilitando y haciéndose más dependiente. En segundo lugar, los recursos procederán de la impresión de más dólares. Esto es algo que ya viene sucediendo de forma premeditada aunque no se suele hablar mucho de

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El discurso de que el Estado no debe intervenir en la economía, que el mercado planea, regula y ajusta los desequilibrios que se presenten en el sistema capitalista, se va literalmente al diablo cuando de salvar a grandes capitalistas se trata. Ahí si interviene el Estado, compra empresas quebradas, hace préstamos blandos, da subsidios, condona deudas y pone a toda la sociedad a tributar a favor de unos pocos capitalistas corruptos, que como el señor Richard Fuld, de Lehman Brothers ganaba hasta 17.000 por hora dólares (Samper Pizano, 2008). Recordemos


que la gran mayoría de trabajadores de bajos ingresos y los millones de inmigrantes en Estados Unidos reciben entre 8 y 10 dólares por hora, sin ninguna prestación social. De esas fuentes saldrá el dinero para que los ricos que han provocado la crisis con su codicia criminal salgan de ella sin despeinarse ni un pelo. Es absolutamente inmoral e injusto el plan de salvamento a los especuladores norteamericanos aprobado al gobierno neoconservador de George Bush de 700.000 millones de dólares que terminara sacrificando el derecho a la salud, a la educación, a la alimentación, al trabajo a millones de ciudadanos norteamericanos (más de 40 millones están en la pobreza) y mantener en la pobreza a 2.800 millones de seres humanos del planeta por salvar unos capitalistas corruptos, indolentes y voraces, que en su momento sin sofocarse ni arrugar sus camisas calculadamente remangadas, con el juego de Mont-blancs asomados en el bolsillo, la corbata Hermès, los celulares BlackBerry y computadores personales de última tecnología con los que a través de cuadros en Excel montaban escenario chimbos con una simplicidad pasmosa, frente a juntas directivas que poco dirigen o controlan. No será que de esta crisis nace la conciencia de que la economía debe enmarcarse en un complejo de otras relaciones sociales, basadas en principios de solidaridad, democracia y justicia social. Cada crisis es una oportunidad, y uno u otro la explotaran. La cuestión es: ¿Será esta confusión un pretexto suficiente para que el capital llegue a las últimas consecuencias y pretenda salvarse mediante la internacionalización de la guerra? O ¿será este último fracaso de los mercados no reglamentados el catalizador necesario para reivindicar en el mundo entero, y con toda la movilización que implique, otra civilización? Con la actual crisis, de nuevo aparece el debate en torno a la validez de la economía solidaria, o sea que se nos presenta una oportunidad histórica para cambiar la propia racionalidad económica existente. La probabilidad de que se tenga más éxito en esa dirección es más grande conforme más global sea el carácter de la crisis. De suerte que la solidaridad me salvará. En una economía solidaria, el acento se pone en las relaciones humanas y no en la posesión de las cosas. La economía solidaria fomenta el compartir, la reciprocidad y la circulación del bienestar. Por ello una tarea sin duda del cooperativismo, es hacer de las cooperativas espacios para promover un modelo y un estilo de desarrollo

solidario redistributivo, que permita el desarrollo del mercado y la iniciativa privada, pero que regule y controle la monopolización, la especulación, el rentismo y los abusos del gran capital; que genere nuevas y productivas fuentes de empleo y garantice los derechos de los trabajadores que apoye de manera clara la pequeña y mediana empresa y la economía social y solidaria. Todo con un enfoque superior de buscar el desarrollo de un ser humano autónomo. Si el proyecto cooperativo no es simplemente una empresa redituable más en el sistema capitalista, sino que quiere ser resistencia o alternativa a la salvaje e inhumana propuesta del capital entonces, y sobre todo en el campo de combate ideológico que son la educación y la cultura, el actuar no se puede regir por el principio de la mercancía, “se hace para vender”, sino que debe estar orientado por el anhelo de luchar y apostar por unas relaciones sociales y humanas cualitativamente superiores a las que impone y depara la orgía capitalista de ganancia, estupidez y destrucción. En otras palabras, un proyecto cooperativo de simple sobrevivencia podrá medir-y enfatizo: medir”, esa obsesión que Heidegger caracterizaba como propia de la época de la técnica que todo, incluso lo humano, lo quiere calcular y cuantificar, es decir, volver asunto de números, según una alquimia que cree poder transmutar la calidad en cantidad-su logro, al que llamará éxito, en sus libros de contabilidad; alcances en sus cuentas de rentabilidad o para ser resistencia o alternativa no podrá simplificar la constatación de sus alcances en sus cuentas de rentabilidad o, para ser taxativo, no puede evaluar el sentido y la pertinencia de lo que hace mediante el simple expediente de “numerizar” todo lo que emprende. Creemos en una economía comprometida con la gente, en la democratización del ahorro y crédito, en un Pensamiento Solidario que se traduzca en certezas visibles, en imaginarios, en activos visibles e invisibles, en bienes tangibles e intangibles. Cooperativizar no es bancarizar, la diferencia es simple pero no por menos compleja: Cooperativizar es hacer de la economía y de la política -como ejercicio del poder- un camino para que la alegría sea un bien y un derecho que nos abrace y del que gocemos todos. Cooperativizar es alentar un escenario en el que se nos reconoce como seres humanos, dignos de una vida placentera y colmada de aquellas pequeñas cosas (extraordinarias heroicidades) que le dan sentido a nuestra existencia. Es convocar y forjar, una creencia, una convicción, un poder, el de nuestra propia capacidad, nuestra inteligencia, nuestra visión para modelar lo que somos y lo que queremos. 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 71


EX - LIBRIS LOS OCTÁMBULOS

María Elena Giraldo González, Luis Orlando Valencia, Raúl González. Alonso Mejía, Rafael Aguirre, Alberto Botero Londoño, Rubén López Rodrigé., Fabio Zuluaga Ediciones Los Octámbulos, 2006, 189 pgs

Los Octámbulos es una tertulia de Medellín, con ocho integrantes, quienes, hace ya seis años, se asociaron para comentar y confrontar sus escritos. No tienen más identidad que el gusto por la literatura, pues no se perfilan como una escuela, género o estilo. Los Octámbulos, incluye un neologismo que refiere a estos soñadores de profesiones distintas, pero unidos por la pasión común que los convoca en largas noches sabatinas de tertulia y bohemia: la pasión por la escritura. El Libro LOS OCTÁMBULOS es una compilación de escritos diversos en género y calidad, que recoge la primera producción de textos comentados en la Tertulia: libro rampa con la cual los ocho integrantes confirman su voluntad asociativa para crear un fondo editorial-Ediciones Los Octámbulos- que los visibilice y confronte, aunque algunos ya habían publicado. 72 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

Contenido 1. Luis Orlando Valencia Sonidos de un hiperbóreo. 2. Fabio Zuluaga Ángel. -La ensambladora de hombres. El hombre del retrato. La visita-. 3. Raúl González. -El aspirador de imágenes. Diario del llano San Juan y otros poemas-. 4. Alonso Mejía. -Eporimios.Poemas.El noble cazador.El pájaro asesino.La silla.El conejo en el sótano-. 5. Rafaél Aguirre.-Las grietas del infierno.Tocar madera. El reidor del rey-. 6. María Helena Giraldo González.-Poemas. En Aguas Frías las noches se calientan. Sueño de Caín-. 7. Alberto Botero. -Poemas-. 8. Rubén López Rodrigué. Proemio. García Márquez,la Real Academia y los otros diccionarios. Unos Ojos que parecían palomas


LOBOS INCENDIARIOS María Elena Giraldo González Ediciones Los Octámbulos Son los sonidos de ecos enardecidos lo que nos traduce María Helena Giraldo a través del fantasma poético que llega a deambular en este libro. Congrega y destila metáforas hechiceras con las que se junta para bailar una danza pasional orquestada por furiosos incendios. (Reinaldo Rodríguez Ospina)

ANTE EL ABISMO DE LAS HORAS Luís Orlando Valencia Ediciones Los Octámbulos, 2008. 202 pgs. En nombre del “progreso un pueblo fue borrado del mapa de Colombia y sus habitantes, desarraigados, se vieron condenados a no poder pisar nunca más las calles que los vieron nacer y crecer. Esta novela narra la historia de Federico, quien padeció ese desarraigo y las secuelas de un acontecimiento que cerró para siempre las puertas del regreso.

MEMORIAS DE UN LIBRERO Rafael Vega Bustamante Editorial FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, 2005, 140 pgs. Este libro constituye un manual práctico para lectores, libreros, editores y humanistas sobre cómo conservarla importante tradición librera a partir de la valiosa experiencia de don Rafael Vega Bustamante, quien fundó y dirigió casi sesenta años la Librería CONTINENTAL de Medellín, pionero que contribuyó a la presencia de grandes fondos editoriales

y musicales en Colombia, por ejemplo el Fondo de Cultura Económica desde 1940. Memorias de un librero, Librería Continental, Medellín 1943-2001, es la crónica singular de quien ejerció a lo largo de su existencia un oficio cada vez más escaso en nuestros días. En el antiguo local actualmente se encuentra el parqueadero de motos Continental.

¡QUÉ NOS UNE? Jóvenes, cultura y ciudadanía Carlos Mario Perea Restrepo Editorial LA CARRETA ¿Qué nos une? La pregunta evoca el hondo trastorno que recorre la sociedad contemporánea. No es para menos. Una vez se formula, forzando a mirar al otro, las palabras escasean como si se hubiera desgarrado el lenguaje con que se designa los demás. Quizá se trate de la precariedad con la que es posible concebir hoy la solidaridad. Algo se ha escabullido, algo que vuelve pedregoso el intento de conectarse con las personas, con la de aquí cerca pero aún peor con la de más allá. ¿Con quién me conecto? Y en caso de una tentativa de solución, ¿qué me conecta? Traducido a los términos de un universo donde se ha ensombrecido la presencia del Otro, ¿habrá algún nexo con los demás más allá de la biografía personal? Y una vez se mira hacia la ciudadanía –que no es sino una forma de imaginar un vínculo-, ¿qué queda de la esfera pública en la sociedad contemporánea? En el cruce de estos interrogantes se para el presente libro. En él el lector hallará una reflexión sobre el vínculo y la ciudadanía a partir de unos y otros de los nodos cruciales de la sociedad de nuestros días.

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LA ESCUELA DE DERECHO

Reportaje fotográfico Por: Raúl González H.- Fotógrafo

Universidad de Antioquia PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO MUNICIPIO DE MEDELLÍN

Dirección: Carrera 43 (Girardot) No 48-23 Construcción: años1925-1930 Estilo: Republicano Neoclásico Arquitecto: Agustín Goovaerts (Belga) Inicialmente fue la sede de la facultad de derecho de la UdeA, posteriormente fue ocupado por el Colegio Javiera Londoño, hoy en día después de una restauración significativa de $ 7.000 millones por parte de la alcaldía de Medellín, es la sede del Centro de Idiomas de la UdeA, del instituto Confucio para la enseñanza del chino Mandarín, y del Consultorio Jurídico de la Facultad de Derecho de la misma universidad. En esta Escuela de Derecho estudió Fernando González y se graduó como abogado con la tesis: “Una Tesis, el derecho a la desobediencia civil.” 74 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008


ARTE Y ARQUITECTRURA NEOCLÁSICA El movimiento neoclásico que comenzó a mediados del siglo XVIII como reacción al rococó de ornamentación naturalista y contra algunos rasgos clasicistas de barroco tardío, produjo el estilo arquitectónico neoclásico o Arquitectura Neoclásica., El advenimiento de nuevas técnicas constructivas y nuevos materiales y el nuevo concepto funcional, a raíz de la revolución industrial del XVIII, cambió radicalmente el esquema de organización espacial. La arquitectura neoclásica es una arquitectura progresista que prescinde de adornos sin sentido y busca la perfección pero basada en el racionalismo, sin depender de las impresiones subjetivas e imperfectas del artista. Recordemos que la Ilustración sostenía que la infelicidad del hombre era debida a la ignorancia

e irracionalidad y fue la precursora de la educación como camino de llevarle al hombre la luz de la razón, vendimia de felicidad. Para la arquitectura académica o neoclásica implicaba ir a las fuentes del conocimiento racional, dándole un carácter más científico a las artes, por lo que los artistas debían ser más técnicos que inventores. Como puede observarse en las imágenes captadas por el fotógrafo Raúl González, en la arquitectura de la Escuela de Derecho predomina la sobriedad y mesura, no hay adornos innecesarios ni clichés y deformidades, el manejo de la luz y de las simetría es perfecto. La generosidad, amplitud y frescura en el manejo de los espacios es un deleite estético observarla objetualmente. 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 75


CONCURSO FOTOGRAFÍA LECTURA

La Librería PALINURO realizó un concurso de fotografía con el tema de la lectura. En él participaron 142 propuestas, con imágenes muy sugestivas todas, pero definitivamente la seleccionada no da duda del acierto del jurado. Ganadora: Giovana Pezzotti Seudónimo Scales TOÑILAS, un célebre bandido de Medellín les lee a sus compañeros: de la cárcel La Ladera de Medellín, mientras toman el baño.- 1963. Libreria PALINURO Teléfono: 239 9394 Carrera 42 No. 54 - 58 76 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008


NATIVIDAD Y VINO Para disfrutar un buen vino será favorable pensar en sus gratas consecuencias: paroxismo, satisfacción y otros umbrales. Aquí, un viaje que llevará a idólatras y ocasionales consumidores de esta noble bebida por los senderos de su elaboración y versatilidad, a propósito de estas fiestas. Por: Carlos Gutiérrez Cuevas* La bondad del vino depende de la técnica de su preparación, los minerales de la tierra, las destrezas del aire y el candor del agua, además de lo orgánico de la madera. ¿Qué hace bueno a un vino? Aunque todo vino es, por principio, bueno (siempre que estemos hablando del producto de la uva y no de esos mejunjes con sabores a manzana, fresa o melocotón), una marca reputada decepciona si se sirve con des-cuido; mientras una botella sin abolengos puede resultar en experiencia memorable siguiendo algunas sencillas pautas. El vino es, al mismo tiempo, sencillo y noble, ancestral y cosmopolita. Estimula el apetito como ninguna otra bebida, debido a su bajo contenido de azúcares y alcohol. Combina prácticamente con cualquier bocado; desde un simple pan o un pedazo de queso, hasta el más elaborado banquete.

La geografía del vino Las vides crecen entre los 30 y los 50 grados de los hemisferios sur y norte, en terrenos arcillosos, calizos y silíceos y de preferencia en zonas de inviernos cortos y veranos moderados. Regiones, que atraviesan el Viejo Continente, sirven de asiento a diversas cepas: Cabernet, Sauvignon, Chardonnay, Malbec y Merlot, de origen francés.

vinos añejos: los viñedos chilenos. Son los únicos del mundo que mantienen sin injertos las características de las cepas antes nombradas. Allí, por las barreras naturales de los climas interandinos, no se desarrolló la plaga de filoxera que asoló los viñedos europeos durante el último tercio del siglo XIX.

Pero, al sur del continente americano se preserva, como en ninguna otra parte del mundo, lo que podría ser el más genuino aroma de los

De cepa y etiqueta Varios hechos confluyen en el aumento del consumo de vino en Colombia, especialmente en15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 77


tre los sectores medios de la población urbana. Más que una moda pasajera promovida por una expansión de la oferta, se trata de una tendencia que incorpora, a los usos convencionales, una bebida susceptible de adaptarse a diversas posibilidades. En la actualidad se encuentran sellos de renombre y marcas que eran desconocidas en el país y con un amplio rango de precios. Así, dispuestos a celebrar con vino, conviene tener en cuenta algunas observaciones que faciliten la elección.

De entradas y salidas Un anfitrión debe tener en cuenta lo básico: vinos jóvenes, afrutados y secos para las entradas y como aperitivo. Los vinos blancos se sirven antes de los tintos; los ligeros antes de los de más cuerpo; primero los de menor gradación alcohólica, y los atemperados después de los fríos. Excepto algunas marcas de producción limitada y controlada, todo vino resulta de mezclas entre cepas, regiones y edades. Incluso en los vinos de crianza, de reserva y gran reserva, se mezclan los caldos de solera (los barriles que reposan sobre el piso), con los de criadera (que están encima), antes de pasar a la botella.

del tapón de corcho permita la oxidación o que se quiebre al momento de sacarlo. El vino debe agitarse lo menos posible antes de servirlo. Quitar la parte superior de la funda de papel metálico y limpiar los bordes antes de descorchar son operaciones claves para impedir la entrada de residuos al líquido. Las copas, de un tamaño suficiente para contener un trago largo y permitir la aireación, además de limpias y secas, deben ser de boca ancha para permitir olfatear los aromas antes de tomar. La costumbre de tomar un sorbo de agua antes del vino, común en las provincias italianas, permite apreciar mejor las características de cada tipo de vino. Abierta la botella no es necesario volver a taparla; se sirve hasta terminarla y, en todo caso, no conviene mezclar varios tipos en una misma copa.

El clima y las añejadas El calendario vinícola del hemisferio norte, que no ha tenido variaciones desde la antigua Roma, señala que la vendimia se realiza entre agosto y

La mayoría de los vinos tintos que se ofrecen en nuestros mercados encaja con arroces, pastas, embutidos, carnes y pescados de río, pero no con mariscos y pescados salobres, cuyo sabor resaltará con un vino blanco suave y seco. En cambio, un tinto vivaz y joven acompaña mejor la trucha y el salmón fresco.

¡Que sirvan las copas! Aunque es de suponer que los importadores colombianos han tenido el cuidado de transportar las botellas acostadas y en la oscuridad, evitando sacudones y cambios extremos de temperatura, luego de la compra y antes de servir se deben mantener en reposo, para impedir que la resequedad 78 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

septiembre dependiendo, al momento del corte, del comportamiento del clima durante ese año. En el Cono Sur la vendimia es entre marzo y abril, cuestión a tener en cuenta al calcular la edad del vino. El año que figura impreso en la etiqueta de los vinos corrientes corresponde al de embotellamiento, no al de la vendimia que, en cambio, sí es clave para establecer la categoría de los vinos superiores. Por lo general, los vinos blancos proceden de racimos recogidos antes de alcanzar la madurez fisiológica del fruto. Los vinos licorosos, los espumosos y los caldos para destilar el brandy se obtienen de racimos sobremaduros. Los tintos proceden del corte en el periodo de maduración.

A la postre se sirve el condumio El año que figura impreso en la etiqueta de los vinos corrientes corresponde al de embotellamiento, no al de la vendimia que, en cambio, sí es clave para establecer la categoría de los vino superiores. «Mientras sirven el condumio, gozosamente se parla, mientras se parla se fuma, se bebe mientras se


yanta», relata Ramón Antigua al término de una jornada de arriería que, como el fin de toda correría, reclama un rato para restaurar el ánimo y el cuerpo. «La comida es la fiesta de los pobres, su desquite ancestral, el festival del día», expresó el poeta argentino Armando Tejada Gómez en su Canto popular de las comidas. Los sencillos actos del comer y del beber trascienden más allá de lo cotidiano mediante la celebración colectiva, sin olvidar lo que dijo Antonio Machado de las buenas gentes que viven, trabajan, aman y sueñan: «Cuando hay vino beben vino, si no hay vino, agua fresca». Quizás el más grande atractivo del vino radica en su versatilidad equilibrada y frágil. Mientras el segundo sorbo de otros licores se parece demasiado al primero, el del vino es impredecible, se modifica a sí mismo con el lento transcurso del tiempo, los bocados y la tertulia, a la que anima sin llevar a la irritación. Literario y libertario. Mítico y místico. Ecuménico y local. Complejo. Pero la idea no es loar al más cantado de los elíxires, ni suprimir su

encanto con exhaustivas referencias que habrían de trasmutar lo elemental en densa materia. Solo quedaría por decir que la bondad del vino depende de minucias, más que de técnicas, emparentadas con los minerales de la tierra, las destrezas del aire y el candor del agua, sumadas a lo orgánico de la madera.

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POEMAS DE VINO Por: Charles. Baudelaire- Carlos Patiño

Hay que estar siempre ebrio. Esa es la clave: es la única cuestión. Para no sentir el fardo horrible del tiempo que destroza vuestros hombros y os inclina hacia el polvo, es forzoso que os embriaguéis sin tregua. ¿Y de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embriagaos. Y si alguna vez, en las escalinatas de un palacio, en la verde hierba de una zanja, en la triste soledad de vuestra habitación, os despertaís, disminuida ya o desvanecida la embriaguez, preguntad al vino, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, os contestarán: “!Es hora de embriagarse! Para no ser matizados esclavos del tiempo, embriagaos, embriagados sin cesar. De vino, de poesía, de virtud, al limitum. Traducción y prólogo de Alvaro Rodríguez Poemas en prosa. Bogotá. El Áncora Editores. 1994. Págs. 104.

MAÑANA DE EMBRIAGUEZ ¡OH MI BIEN! ¡Oh mi Belleza¡ ¡Fanfarria atroz donde jamás vacilo! ¡Caballete mágico! ¡Hurra por la obra inaudita y por el cuerpo 80 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

maravilloso, por la primera vez! Aquello comenzó con el reír de los niños, terminará con él. Ese veneno ha de permanecer en todas nuestras venas, aun cuando, al irse la fanfarria, hayamos vuelto a la vieja desarmonía. ¡Oh tiempo presente tan digno para nosotros de esas torturas!, recojamos fervientemente esa promesa sobrehumana que hicieron a nuestro cuerpo y a nuestra alma creados: esa promesa, ¡esa demencia! ¡la elegancia, la ciencia, la violencia! Nos prometieron enterrar en la sombra del árbol del bien y del mal, deportar las honestidades tiránicas para que introdujéramos nuestro purísimo amor. Aquello comenzó con algunos sinsabores y terminó —al no poder desde luego asegurarnos de esa eternidad—, terminó con una desbandada de perfumes. Reír de los niños, discreción de los esclavos, austeridad de los vírgenes, horror por las formas y los objetos de aquí, consagrados seáis por el recuerdo de esa vigilia. Comenzó con todo lo rústico y ahora termina con ángeles de llama y de hielo. ¡Pequeña, santa vigila de ebriedad!, aunque sólo fuese por la máscara con nos has gratificado. ¡Nosotros te afirmamos, método! No olvidamos que ayer glorifi-


caste cada una de nuestras edades. Confiamos en el veneno. Sabemos dar nuestra vida entera todos los días. Ha llegado el tiempo de los ASESINOS. Traducción y presentación Raúl Gustavo Aguirre. Una temporada en el infierno. Las iluminaciones. Carta del vidente. Caracas. Monte Ávila Editores. 1976. Págs. 75—76.

LAS CANTINAS Por: Malcolm Löwry

ORACIÓN PARA BORRACHOS Dios da bebida a esos borrachos que se despiertan al amanecer farfullando sobre las rodillas de Belcebú, totalmente destrozados, cuando una vez más espían a través de las ventanas acechando, el terrible puente cortado del día.

MAR DE OSCURAS AGUJAS Por: Carlos Bedoya Por el camino los árboles Dos lunas para la danza No tanto sueño como creen las esquinas Tus guantes tu nieve de cirujano en el armario Estación en el país de Lesbos Ebrio rodando por las calles Un ojo menos cicatrices en el rostro Mi nariz en un mar de oscuras agujas Petirrojos en el patio muertos bajo el rocío que cae de los árboles Pequeña Reina de Espadas. Medellín. Ediciones Unicornio.1985. Pág. 60.

IV Noches en pleno día Tinieblas de Pilorge En vuestras negras curvas Mi cuchillo lo forjan. Dios heme aquí desnudo

Por: Jean Genet

En mi Louvre terrible Reconocido apenas Que tu punto me abra Yo no soy sino amor Arden todas mis ramas Si oscurezco la luz La sombra en mi recula. Puede que en puro aire Mi cuerpo se deshaga Apoyado en el muro Tengo el fulgor del rayo. Se hunde el centro del sol Con el canto del gallo Pero jamás el sueño Derrama sus figuras. Sin fuerza ante el deseo El silencio yo fijo Cuando aves de fuego Despegan de mi árbol. Versión y prólogo de Antonio Martínez Sarrión Poemas. Madrid. Visor libros. 1996. Págs. 35-36.

ALBERTO CARAÇO No escapamos de lo falso más que con la ayuda de la furia, pero en cuanto volvemos en nosotros mismos, regresamos a lo falso y no pudiendo ir a lo verdadero, sin caer en la desesperación y el desenfreno, hablamos de autenticidad, para no confesar todavía que mentimos. Hemos llegado a mentir en dos planos y los oponemos, a fin de persuadirnos de que la objetividad mantiene sus derechos, hablamos incluso de dialéctica en el momento de cambiar de plano, lo esencial de la mentira es agitarnos en lugar de impulsarnos y sustraernos de la confrontación en lugar de buscarla. Así nos fermentamos en una esfera cerrada, damos ahí un espectáculo y la logomaquia triunfa todas las veces, pero esta esfera es llevada por una Historia vuelta fatal y que determinaremos cada vez menos, un torbellino al cual nuestras obras imprimieron a pesar de nosotros una sacudida decisiva y que nuestras ideas no recuperan. Hemos dejado de concebirnos a nosotros mismos, ya no nos consideramos al mando y nos hundimos en un estado que nos complace y del que sólo la catástrofe nos hará salir, estamos faltos de virilidad frente a nuestra evidencia, somos mujeres ante el destino. Breviario del caos. México. Editorial Sexto Piso. 2004 Pág. 30.

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RELATO DE SERGIO STEPANSKY León de Greiff

Juego mi vida, cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida... Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo, la dono en usufructo, o la regalo... La juego contra uno o contra todos, la juego contra el cero o contra el infinito, la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito, en una encrucijada, en una barricada, en un motín; la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin, a todo lo ancho y a todo lo hondo —en la periferia, en el medio, y en el sub-fondo...— Juego mi vida, cambio mi vida, la llevo perdida sin remedio. Y la juego, o la cambio por el más infantil espejismo, la dono en usufructo, o la regalo...: o la trueco por una sonrisa y cuatro besos: todo, todo me da lo mismo: lo eximio y lo rüin, lo trivial, lo perfecto, lo malo... Todo, todo me da lo mismo: todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo donde se anudan serpentinos mis sesos. Cambio mi vida por lámparas viejas o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil: —por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil: por los colgajos que se guinda en las orejas la simiesca mulata, la terracota nubia; la pálida morena, la amarilla oriental, o la 82 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

hiperbórea rubia: cambio mi vida por una anilla de hojalata o por la espada de Sigmundo, o por el mundo que tenía en los dedos Carlomagno: —para echar a rodar la bola... Cambio mi vida por la cándida aureola del idiota o del santo; la cambio por el collar que le pintaron al gordo Capeto; o por la ducha rígida que llovió en la nuca a Carlos de Inglaterra; la cambio por un romance, la cambio por un soneto; por once gatos de Angora, por una copla, por una saeta, por un cantar; por una baraja incompleta; por una faca, por una pipa, por una sambuca... o por esa muñeca que llora como cualquier poeta. Cambio mi vida —al fiado— por una fábrica de crepúsculos (con arreboles); por un gorila de Borneo; por dos panteras de Sumatra; por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra— o por su naricilla que está en algún Museo; cambio mi vida por lámparas viejas, o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas... ¡o por dos huequecillos minúsculos —en las sienes— por donde se me fugue, en grises podres, la hartura, todo el fastidio, todo el horror que almaceno en mis odres...! Juego mi vida, cambio mi vida. De todos modos la llevo perdida...


VI – ACUARIMANTIMA Porfirio Barba Jacob

Y fui después un numen transitorio, sombra y canción en la embriagante tierra, un sino raro y un deleite raro. Ya el crepúsculo estivo el día cierra y lejos brilla un tenebroso faro. La dama de cabellos encendidos fecunda con mi sangre sus huertos prohibidos. Y una inquietud frenética y gozosa mi paz, mi sueño, mi vigor consume, y un huracán mi plenitud doblega. ¡Soy esa sombra que cruzó el camino, en sangre tinta… de lujuria ciega! Soy esa sombra pávida, cautiva de un gran misterio en el Misterio oculto. Huella la flor azul pata lasciva de cabrón negro, y el divino himnario sella Satán con sellos de su culto. Mi pena errante con mi vino loco en el turbión del vicio la sepulto. Soy huésped de garitos y tabernas. Disputo al “puede ser” un pan ingrato; y dejo que mi carne, ruïn loba de lúgubres anhelos arrecida, se me abandone al logro del deleite, desnuda en la impudicia de la vida. Entúrbiase la clara inteligencia. La idea afluye en nieblas ondulantes. Es el goce monótona frecuencia: igual en el deliquio y el suspiro... ¡Dadme un beso, un contacto y una esencia, una sensualidad de nuevo

Mi vaso lleno -el vino del Anáhuacmi esfuerzo vano -estéril mi pasiónsoy un perdido -soy un marihuano-

BALADA DE LA LOCA ALEGRÍA Mi vaso lleno -el vino del Anáhuacmi esfuerzo vano -estéril mi pasiónsoy un perdido -soy un marihuanoa beber y a danzar al son de mi canción... Ciñe el torso oloroso, tañe el jocundo címbal. Una bacante loca y un sátiro afrentoso conjuntan en mi sangre su frenesí amoroso. Atenas brilla, piensa y esculpe Praxiteles, y la gracia encadena con rosas la pasión. ¡Ah de la vida parva, que no nos da sus mieles sino con cierto ritmo y en cierta proporción! Danzad al soplo de Dionisos que embriaga el corazón... La Muerte viene, todo será polvo bajo su imperio: ¡polvo de Pericles, polvo de Codro, polvo de Cimón! Mi vaso lleno -el vino del Anáhuacmi esfuerzo vano -estéril mi pasiónsoy un perdido -soy un marihuanoa beber y a danzar al son de mi canción... De Hispania fructuosa, de Galia deleitable, de Numidia ardorosa, y de toda la rosa de los vientos que beben las águilas romanas, venid, puras doncellas y ávidas cortesanas. Danzad en deleitosos, lúbricos episodios, con los esclavos nubios, con los marinos rodios. Flaminio, de cabellos de amaranto, busca para Heliogábalo en las termas varones de placer... Alzad el canto, reíd, danzad en báquica alegría, y haced brotar la sangre que embriaga el corazón. La Muerte viene, todo será polvo: ¡polvo de Augusto, polvo de Lucrecio, polvo de Ovidio, polvo de Nerón!

a beber y a danzar al son de mi canción... Aldeanas del Cauca con olor de azucena; montañesas de Antioquia, con dulzor de colmena; infantinas de Lima, unciosas y augurales, y princesas de México, que es como la alacena familiar que resguarda los más dulces panales; y mozuelos de Cuba, lánguidos, sensuales, ardorosos, baldíos, cual fantasmas que cruzan por unos sueños míos; mozuelos de la grata Cuscatlán -¡oh ambrosía!y mozuelos de Honduras, donde hay alondras ciegas por las selvas oscuras; entrad en la danza, en el feliz torbellino: reíd, jugad al son de mi canción: la piña y la guanábana aroman el camino y un vino de palmeras aduerme el corazón. La Muerte viene, todo será polvo: ¡polvo de Hidalgo, polvo de Bolívar, polvo en la urna, y rota ya la urna, polvo en la ceguedad del aquilón! Mi vaso lleno -el vino del Anáhuacmi esfuerzo vano -estéril mi pasiónsoy un perdido -soy un marihuanoa beber -a danzar al son de mi canción... La noche es bella en su embriaguez de mieles, la tierra es grata en su cendal de brumas; vivir es dulce, con dulzor de trinos; canta el amor, espigan los donceles, se puebla el mundo, se urden los destinos... ¡Que el jugo de las viñas me alivie el corazón! A beber, a danzar en raudos torbellinos, vano el esfuerzo, inútil la ilusión... xxxxxxxxxxxxxxx

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DÉCIMAS DEL AGUARDIENTE Por: Diego Calle Restrepo, gobernador de antioquia y gerente por diez años de Empresas Públicas de Medellín Anís precioso tesoro, que Mi querido amigo Luis: Hace seis meses corridos que aqui en Estados unidos suspiro por un anís. Porque en este gran país por espantosa ironía cualquier cosa se haría que la fantasía invente pero un trago de aguardiente nunca se conseguirá. Que dolor, que desencanto me tiene el alma opresa unos Andes de tristeza y un magdalena de llanto fuera menos mi quebranto y mi mal menos doliente si tuviera el aliciente que es propio de los varones un farallón de limones y un atrato de aguardiente.

que no hay humana corteza que falsificarlo pueda pues cambia color y queda en descubierto la empresa. Que es un paisa sin anis? que soy yo sin aguardiente? soy una nación sin gente, soy un árbol sin raíz, soy un Nevado del Ruiz, lóbrego, desierto y frío,

No hallo en la existencia halago ni fuerzas para luchar cuando no puedo gozar la satisfacción de un trago; para hablar me siento un gago, para ver me falla un ojo, para andar me siento cojo, y hasta pienso en mi aflicción no debo llamarme “rojo”. Yo nunca abrigo en mi mente místicas aspiraciones o inefables ilusiones de las que abriga la gente mas confieso francamente que en esta ocasión quisiera ser un Moisés, pues pudiera (y mucho que me provoca) sacar anís de una roca y beber el que quisiera. Anís precioso tesoro, que no se produce en mina ...pero que en cualquier cantina lo dan nada mas por oro, tan claro, tan incoloro, y tan fiel a la pureza 84 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

sin mar y sin quieto lago, un Antioqueño sin trago es un cántaro vacío. Es pues de necesidad (no teniendo mas a quien) (como tu sabes bien) pedirte de caridad que a la mayor brevedad atiendas este pedido y me envíes de corrido una media de aguardiente por lo que yo enteramente te quedare agradecido. Si logras satisfacer este afán que esta con migo probaras que eres mi amigo como lo dijiste ser, probaras que hoy, como ayer te portas como un señor, y que tienes por honor refrescar nuestra amistad en la blanca caridad de una copa de licor. Parece poco decente escribirte estas décimas, que yo bien se que son pésimas, no mas pidiendo aguardiente, mas se que serás clemente y excusarás mi torpeza ya que por naturaleza y obra del destino aciago eres inclinado al trago y lo bebes sin pereza. pongo ya punto final y silencio mi laúd deseándote salud y hasta éxito comercial te doy mi brazo cordial te agradezco este favor te deseo lo mejor y en nombre del aguardiente me suscribo nuevamente, tu seguro servidor.


“EL INDIO BORRACHO” en el imaginario criollo Por: Rebecca Earlee En 1923, el rimbombante modernista peruano José Santos Chocano escribió un poema para evocar la atmósfera de un festival indígena. 1 La poesía de Chocano celebra con frecuencia la grandeza del Imperio inca, pero su trabajo sobre el mundo andino contemporáneo tiene un cariz muy distinto. El poema comienza con una descripción de la danza juvenil, los ritmos primitivos y el ambiente lúgubre que en su opinión caracterizaban las fiestas indígenas: Hay un hervor de indios en la sonora plaza. Gime la chirimía. . . Redobla el tamboril. . . Es un día de fiesta de la caduca raza, a la que, con un lento monorritmo, solaza música que resulta, por vieja, algo infantil… (Chocano, 1954, p. 836). El aspecto clave del festival, más allá de su falta de gracia, su tosca música y sus canciones funerarias, era el alcohol:

La embriaguez de los indios exalta su tristeza, renovando las pompas de una antigua grandeza en la exhumación de una muerta suntuosidad: suntuosidad cesárea, grandeza faraónica fueron las de los Incas, en cuya suerte irónica hoy la embriaguez consuela nostalgias de otra Edad. Para Chocano, los festivales indígenas eran ocasiones de tristeza nostálgica, no de celebración. Los indios de Chocano, que –observemos– eran una “caduca raza”, buscaban olvidar su degradación presente a través de los efectos del alcohol. La danza “primitiva”, la música “infantil” y el ambiente lúgubre resaltan la distancia que separa a los indios contemporáneos de las graciosas vírgenes y los sensuales incas que abundan en los poemas incaicos de Chocano, los cuales celebran la grandeza aristocrática del Imperio inca y se nutren de una larga tradición de exaltación criolla de este.

toriedad por haber matado a un rival literario en un duelo. Él mismo fue asesinado posteriormente en Chile. desaparecido imperio (Chocano, 1954, p. 836). La triste ebriedad que caracteriza esta fiesta poética representa a una cultura indígena atrapada entre un pasado glorioso e irrecuperable, y un mundo moderno en el cual, por primitiva, no puede participar. Los indios de Chocano son al mismo tiempo degenerados y obsoletos, y es por esto que son borrachos. En “La embriaguez sagrada”, Chocano imagina un indio desmoralizado y degradado, para quien la borrachera representa un intento fútil de recuperar la grandeza perdida. En este breve ensayo sitúo esta visión poco atractiva del “indio borracho” dentro de un análisis más amplio del discurso criollo relativo a la embriaguez indíge-

Además de su reputación como poeta, Chocano gozaba de cierta no-

“una embriaguez espesa sobre el ambiente flota. . .”.Chocano tituló el poema “La embriaguez sagrada”, pues para él la embriaguez era el centro de dichas reuniones. Sin embargo, la ebriedad general no le daba al evento un aire de jovialidad. Ésta no era una bacanal griega. Por el contrario, Chocano enfatiza la predominancia de un tono de pérdida y pesar: 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos 85


na en la Colonia y la post-Independencia. Con esto pretendo mostrar los cambios y algunas de las continuidades en las construcciones criollas de lo indígena y su lugar dentro del Estado colonial y nacional. Mi óptica es deliberadamente hemisférica, la cual refleja la considerable continuidad de la cultura criolla a través de Hispanoamérica en la post-Conquista. “Vino, que es lo que ellos más estiman” (Fernández de Oviedo, 1959 [1547], II, p. 198) Chocano no fue el primero en lamentarse de la estrecha relación entre el consumo de alcohol y la cultura indígena. Las quejas acerca de la propensión de los indígenas a embriagarse son un tema recurrente en los escritos coloniales durante las primeras décadas posteriores a la Conquista. Durante el período colonial, funcionarios del gobierno y el clero católico deploraban por igual las “continuas borracheras de los indios”, a las cuales atribuían males que iban desde la debilidad física hasta la rebeldía. Crónicas y gacetas de todo el continente reprobaban los patrones de consumo de alcohol de los indígenas. “La embriaguez y la intemperancia en el consumo de alcohol era… una pasión característica de esta gente”, afirmaba una crónica peruana del siglo XVI (Relación de las costumbres antiguas de los naturales del Perú, c.1550, citado en Cummins, 2002, p. 40). “Naturalmente, todos los indios son inclinados a vicios y borracheras y ser holgazanes, sin aplicarse de su voluntad a ningún género de trabajo”, observó el Consejo de Indias unas décadas después (Consejo de Indias 1962 p. 45). Un oficial en la Colonia tardía en Guatemala, insistía: “El vicio dominante entre la raza indígena es el de la embriaguez” (Batres Jáuregui, 1894, p. 130). En pocas palabras, es casi imposible leer fuentes coloniales sin encontrar jeremiadas sobre los indios y su tendencia a embriagarse. Fuentes de la época republicana, por su parte, delatan la persistencia de esta tendencia discursiva. Este material ha generado un considerable debate sobre el verdadero significado del consumo de alcohol entre los pueblos indígenas. Las tendencias preponderantes han sido considerar las alegaciones de un arraigado costumbre indígena de emborracharse o como una indicación más de la devastación cultural producida por siglos de opresión y abuso, o bien, por el contrario, como una señal de la vitalidad de los patrones culturales de la pre-Conquista, los cuales permitían manifestaciones exuberantes de intoxicación pública en festivales y rituales.

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Cuál de estas interpretaciones tiene más fuerza explicativa es un problema enormemente complicado, pero está claro que estas fuentes plantean preguntas interesantes para la interpretación de las prácticas indígenas y del impacto de los procesos de colonización en los pueblos indígenas. El discurso español y criollo relativo al consumo indígena de alcohol puede utilizarse, en otras palabras, para analizar la naturaleza de la cultura indígena de la época post-Conquista. Este ensayo no se propone, sin embargo, contribuir a dicho análisis. Su propósito es más bien examinar lo que este discurso revela acerca de las actitudes de los mismos españoles y criollos que con tanta vehemencia condenan la pretendida embriaguez de los indios. En particular, creo que las actitudes hacia los “indios embriagados” ilustran muy claramente la relación cargada –y cambiante– entre los indígenas y el Estado en el imaginario de la élite. Presento aquí una caracterización panorámica de los variados comentarios de la élite sobre “el indio borracho”, porque a pesar de las continuas denuncias desde el siglo XVI hasta nuestros días de la supuesta afición indígena a la borrachera, tal discurso no es homogéneo ni en su comprensión de la embriaguez ni en sus explicaciones.


Para empezar, consideremos la Colonia temprana. En primer lugar, es notable que el discurso de este período no estimaba que la embriaguez estuviera asociada única o primordialmente con el alcohol. Por el contrario, los cronistas describían muchas sustancias que los grupos indígenas ingerían, en busca de lo que los españoles llamaban “borrachera”, mientras que el franciscano Gaspar de Recarte sostenía que el pecado producía un estado de “embriaguez” mucho peor que el causado por una discusión variada, ver Gibson (1964, pp. 7, 150, 409); Madsen y Madsen (1974, p. 439); Taylor (1979); Saintoul (1988, p. 26); Gruzinski (1993, p. 203); McCreery (1994, p. 87); Mancall (1995, pp. 7-8); Caetano et al. (1998, p. 237); Beauvais (1998, p. 256); Eber (2001, p. 6); y Milbrodt (2002, pp. 25-32). el vino.5 En segundo lugar, se creía generalmente que la embriaguez, sin importar su causa, era provocada por actos del demonio, al menos tal y como se manifestaba en los indios. Veamos algunos ejemplos. En una crónica del siglo XVI, el clérigo franciscano Gerónimo de Mendieta insistía en que, si bien en tiempos de la pre-Conquista “los naturales condenaban por muy mala la beodez, y la vituperaban como entre nuestros españoles”, en la Colonia, los indios en México bebían cotidianamente hasta quedar en un estado de estupor etílico, “lo que no era en tiempo de su gentilidad” (De Mendieta, 1971 [c1596], II, p. 139). En el siglo XX, muchos académicos han usado este tipo de afirmaciones para demostrar el impacto destructivo de la Conquista en la sociedad indígena. Serge Gruzinski, por ejemplo, escribe que en el México colonial, “La dominación española intensificaba los efectos desintegradores [del alcohol], debido al estado de anomia que instigaba” (1993, p. 203). Sin embargo, la explicación proporcionada por Mendieta no alude a los efectos perjudiciales de la colonización. Por el contrario, Mendieta veía en la embriaguez una lucha a muerte

por las almas de los indígenas, lucha en la que él y los demás clérigos estaban involucrados. Para Mendieta, el mundo precolonial –una tierra todavía no tocada por la palabra de Dios– había languidecido en una oscuridad casi total antes de la llegada de los frailes cristianos. Ni siquiera Satanás mismo se ocupó mucho con América y sus habitantes. Fue sólo hasta el advenimiento de la evangelización que el demonio se hizo sentir en el Nuevo Mundo, en parte, llevando a la población indígena a la embriaguez, “para que por él dejasen de ser verdaderos cristianos” (De Mendieta, 1971 [c1596], p. 139). De esta manera, la embriaguez indígena era para Mendieta una manifestación de que las colonias españolas eran el escenario de una lucha entre las fuerzas del bien y el mal. De otro lado, otros escritores coloniales pensaban que el demonio ya había puesto su marca firmemente en todos los aspectos de la sociedad de la pre-Conquista, incluidas las normas de consumo de alcohol. De acuerdo con estos escritores, la embriaguez reflejaba el dominio que Satanás tenía antes de la llegada de los españoles, quienes eran, por supuesto, mucho menos propensos a este vicio. Los franceses, fl amencos, germanos, etc., pecan mucho deste pecado”, afi rmaba el fraile franciscano Gaspar de Recarte en 1584 al referirse a la embriaguez. Los españoles “pequen poco de este pecado, o porque son más sobrios, o porque tienen mejores cabezas” (De Recarte, 1914, p. 363). Con respecto a los conceptos españoles de moderación, ver Taylor (1979); Flandrin (1983, p. 68); Wadsworth (1630, p. 74); y Frezier (1717, pp. 251, 253). A través de “la siembra y cultura del maguei”, comentaba un sacerdote en México a comienzos del siglo XVII, “el astuto enemigo ha introduçido y puesto tan de asiento entre los indios el viçio de la borrachera” (Ruiz de Alarcón, 1953, tratado 3, capítulo 1). En la misma época, un terrateniente en la Nueva Granada escribía que “antes que en este Reino entrase la palabra de Dios… el demonio usaría de su monarquía”,

lo cual, según él, explicaba por qué todas las reuniones sociales de la preConquista habían degenerado en orgías de ebrios (Rodríguez Freyle, 1986, p. 81). En resumen, estos escritores de la Colonia temprana consideraban que la embriaguez indígena, sin importar si había aparecido antes o después de la llegada de los europeos, era un signo de actividad demoníaca. Para contrarrestar esta fuerza diabólica, sermones y catecismos describían los males del alcohol, y enfatizaban la debilidad de los indios ante su atractivo (De Alva, 1999, pp. 93-97, 106, 118; Sell, 1999, pp. 26-8). Más aún, para las autoridades coloniales la embriaguez indígena también estaba asociada con la persistencia de creencias religiosas anteriores a la Conquista. El Segundo Concilio de Lima, que se reunió al final de la década de 1560 para implementar las resoluciones del Concilio de Trento, concluyó así que “el vicio de la embriaguez… es la raíz de la infidelidad” (Cummins, 2002, pp. 149 [cita], 224; Durán, 1967 [1570], I, pp. 200-204; Rodríguez Freyle, 1986, pp. 69, 74, 81-82; Recopilación de leyes, 1943 [1791], II, pp. 197-198; y Gibson, 1964, p. 150). Por lo tanto, beber de forma incontrolada se consideraba fundamentalmente incompatible con el cristianismo, cuya introducción en América fue la principal justificación de toda la empresa colonial española. En otras palabras, era necesario eliminar el consumo de alcohol por parte de los indígenas, para que éstos se pudieran convertir en verdaderos cristianos, y la mejor manera de conseguir este objetivo era a través de la imposición del régimen colonial. Estas visiones reflejaban muy claramente la idea de que los pueblos nativos no podían ser dejados a merced de sus propias voluntades, pues eran incapaces de resistir las tentaciones del demonio o de gobernarse a sí mismos. El discurso de la Colonia temprana acerca de la embriaguez presenta una imagen de la cultura indígena como llena de vitalidad pero al mismo tiempo profundamente peligrosa. En la Colonia tardía, esta imagen de la cultura indígena como un obstáculo para la evangelización fue

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matizada por el énfasis que el Estado Borbón puso sobre la disciplina y el control de la población. Este énfasis se manifestó en los intentos de limitar el número de animales que vagaban por las calles de las ciudades hispanoamericanas (incluso las más grandes), de introducir la iluminación de las calles para “reducir los desórdenes”, de controlar los “excesos” característicos de los carnavales y otros eventos festivos, y también en los esfuerzos para limitar la embriaguez pública. En otras palabras, la embriaguez comenzó a ser vista fundamentalmente como un asunto biopolítico. Por ejemplo, los esfuerzos de la Corona por monopolizar la venta y producción de alcohol, tan característico del siglo XVIII, reflejaban no sólo las preocupaciones fiscales del Estado, sino también la noción de que los súbditos del rey necesitaban ser disciplinados y gobernados por su propio bien y también por el bien del cuerpo político (Scardaville, 1980; y Viqueira Albán, 1999). Esta nueva comprensión de la embriaguez se refleja en las definiciones registradas en el Diccionario de autoridades español de finales del siglo XVIII. “Emborracharse” está definido como “tomarse del vino o de otro género de los que suelen causar la embriaguez, quedando sin tino y sin el uso libre y racional de las potencias” (Real Academia Española, 1963 [1726], II, p. 391). La palabra clave en esta definición es “racional”: la embriaguez era indeseable porque reducía a los seres humanos no a un estado pecaminoso, sino a un estado de irracionalidad. El énfasis estatal en la biopolítica continuó después de la Independencia. Así, por ejemplo, no fue sólo por razones fiscales que el estanco de aguardiente permaneció vigente en muchos estados republicanos. Desde México hasta Argentina, los efectos destructivos del consumo excesivo de alcohol eran analizados minuciosamente en informes que detallaban su efecto nocivo sobre la salud y los niveles de civilización. El funcionario boliviano Pedro Vargas describió así en 1864 la situación de los infortunados indios, quienes vivían “sin más goces que algunos actos de embriaguez, en los que se entregan a los desórdenes más reprehensibles e inmorales” (Vargas, 1864, p. 2). La preocupación por “civilizar” a la población indígena aumentó durante el transcurso del siglo, debido en parte al énfasis positivista en la importancia de la población como la clave del progreso. Se consideraba que la Nación necesitaba una ciudadanía sana, moderna e, idealmente, blanca. Si bien las élites hispanoamericanas nunca adoptaron 88 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

el lenguaje del racismo científico en la misma medida que los pensadores de las élites de Europa y Estados Unidos, hubo durante el último cuarto del siglo XIX, tal y como lo ha expuesto Nancy Stepan, expresiones frecuentes de ansiedad –provenientes particularmente (aunque no exclusivamente) de los defensores de la eugenesia– sobre las consecuencias fatales para cualquier Estado que tuviera una población “débil”, enfermiza y amestizada. Dicha debilidad estaba estrechamente relacionada con la recién definida enfermedad del alcoholismo, que era una de las condiciones que conjuró al terrible espectro de degeneración que ensombrecía los sueños de progreso a lo largo del continente. “El alcoholismo”, afirmaba el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, “es el factor que más ha contribuido a señalar con taras degenerativas al indígena” (Asturias, 1971, p. 85). El alcoholismo no sólo perjudicaba el estado presente de la nación, sino también su futuro, pues los científicos estaban convencidos de que este desorden producía defectos hereditarios que persistían durante generaciones. Como reflexión de esta nueva constelación de conceptos, la discusión acerca de la embriaguez se fue llenando poco a poco de términos médicos, así como la discusión sobre su impacto en el cuerpo político: la embriaguez provocaba la enfermedad del alcoholismo, que producía una población degenerada y enfermiza, que condenaba al Estado a la mediocridad y el estancamiento. Por ejemplo, en 1915 el escritor peruano José de la Riva-Agüero se quejaba del alcohol fuerte, el cual “envenena a los indios, y produce así la degeneración de su raza y la consiguiente decadencia del Perú” (De la Riva-Agüero, 1955, p. 45). El alcohol era asociado, de esta manera, con varios factores que debilitaban el desarrollo nacional. Estas preocupaciones sobre el alcoholismo (término sobre cuya especificidad cronológica quiero llamar la atención: entró al idioma español tan sólo en la década de 1890) y sus efectos en el cuerpo político nacional se extendían, por supuesto, más allá de la población indígena. Las élites hispanoamericanas estaban igualmente preocupadas por el impacto destructivo del pulque y otros intoxicantes La transformación de la embriaguez de una condición moral a una condición médica se ve reflejada en la invención, a finales del siglo XIX, de un nuevo vocabulario para denominar el consumo excesivo de alcohol;


“alcoholismo”, término que entró al léxico español en la década de 1890, era una enfermedad, no un pecado: Real Academia Española (1992, II, p. 204). utilizados por las clases bajas en las poblaciones urbanas, mestizas y de inmigrantes, en metrópolis como la ciudad de México o Buenos Aires. ¿Cuál es, entonces, el rasgo distintivo de la preocupación de las élites decimonónicas por el consumo de alcohol de los indígenas? Para responder a esta pregunta, creo que es útil regresar al poema de Chocano con el que comencé este ensayo. Para empezar, el poema capta de manera general muchos aspectos de la preocupación del siglo XIX tardío sobre el consumo de alcohol. Por ejemplo, los indios de Chocano eran simultáneamente primitivos e infantiles: su música es “por vieja, algo infantil” y su baile es “primitivo”. Estos términos evocan precisamente la imagen de degeneración, simultáneamente juvenil y no evolucionada. Sin embargo, los indios de Chocano muestran otra cualidad adicional que trasciende la simple degeneración, aunque está muy relacionada con ésta, y es una cualidad que el poeta relaciona específicamente con el carácter nativo. Ésta es que los indios eran para Chocano fundamentalmente obsoletos. Eran, como dice la tercera línea de su poema, una “caduca raza”. Esta visión se repite a lo largo de todo el poema. El yaraví atenuado y melancólico que da el tono musical a la fiesta (“a través de los siglos llega tan fatigado/ que al salir de la trémula y dolida garganta/ del indio, aun éste ignora si llora o grita o canta. . .”) es para Chocano un símbolo de los indios mismos, “tan fatigados a través de los siglos”. Es precisamente esta conciencia de su propia derrota lo que los mueve a beber en exceso: “los indios se embriagan para aturdir su mente/… La embriaguez insinúa, por entre su

vapor, / la nostálgica imagen de cuanto ya no existe/ y la hunde en la orgullosa tristeza del licor”. Chocano presenta su compulsión a beber no simple o primordialmente como un problema para el Estado. Más bien, se trata de una aceptación de su propia derrota por parte de los indios. En otras palabras, el consumo de alcohol, que para algunos académicos contemporáneos es una manifestación de la vitalidad de una cultura festiva autóctona (“agradable para los santos y una ocasión social satisfactoria”, en palabras del historiador David McCreery), es interpretada por Chocano como el reconocimiento de una derrota cultural total y contundente (McCreery, 1994, p. 87). Al mismo tiempo, Chocano comparte con los indios de su poema una admiración por los logros de los incas, cuyos elegantes fantasmas contrastan con los indios degradados de la fiesta. La visión que ofrece el poema del Estado inca es magnífica y atractiva: Las coyas en el triunfo de sus sienes augustas alternan con la gracia virginal de las ñustas; tiemblan fogatas locas, en torno de las cuales bullen prolijamente fervorosas vestales, envolviendo cuya ágil figura se destaca la piel de la vicuña o el ve-

llón de la alpaca; y tras los femeninos y lánguidos perfiles, pasar se ve un tumulto de sombras varoniles. . . . Mientras los indios contemporáneos son primitivos y sin gracia, estas visiones incaicas son ágiles, graciosas y cautivadoras. La “suntuosidad cesárea, grandeza faraónica” del Imperio inca es gloriosa, pero se encuentra en el pasado. Todo esto refleja de manera muy interesante el lugar problemático asignado a los indígenas dentro de los nuevos estados nacionales por la élite decimonónica. Como varios historiadores hemos mantenido, las élites postcoloniales apreciaban el pasado profundo y monumental que ofrecieron los imperios aztecas y incas, pero en general consideraban que los indios contemporáneos eran un enorme problema para el Estado (Earle, 2007). En efecto, no es mera coincidencia que Chocano compare al Imperio inca con la antigüedad clásica europea, específicamente, con Roma y Egipto (“suntuosidad cesárea, grandeza faraónica”). Estas culturas eran, precisamente, el punto de referencia que todos los escritores pertenecientes a las élites en el siglo X I X

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evocaban para celebrar el pasado americano. Las comparaciones con la antigua Grecia, Roma y Egipto revelaban con particular claridad el deseo de las élites nacionalizantes de utilizar el pasado precolombino como un equivalente local de la antigüedad europea clásica, y es precisamente esta comparación la que Chocano emplea en su poema. Este deseo contradictorio por un pasado antiguo (y, por lo tanto, necesariamente indígena) y por un presente sin indios era, por supuesto, inestable, y es esta inestabilidad la que queda representada en el poema de Chocano. El discurso de obsolescencia refleja el deseo desesperado de los criollos de separar el pasado indígena del presente indígena. El pasado glorioso era un elemento valioso en la construcción de la mitología nacionalista, mientras que el presente era nada más que una resaca arcaica, que se esperaba estuviese destinada a desaparecer. Para regresar al tema de la embriaguez, en el poema de Chocano se articula una explicación muy específica de por qué los indios beben (a saber, para olvidar su obsolescencia), que refleja las preocupaciones generales del nacionalismo de las élites a finales del siglo XIX. De esta manera, el poema combina un interés típico de finales de siglo XIX (o, si se prefiere, de comienzos del XX) por la ciencia, la dieta y la degeneración, con la idea específica y, al menos para los criollos, más bien optimista de que los indios, efectivamente, desaparecerían por voluntad propia, ahogados en un mar de nostalgia y alcohol. El poema de Chocano refleja, por supuesto, las preocupaciones específicas de la cultura criolla de fin de siglo de Perú, que veía en la población indígena supuestamente retrógrada y apatriótica la causa principal del deterioro moral y material de su país, deterioro que quedó poderosamente simbolizado en la derrota del ejército peruano a manos de Chile en la guerra del Pacífico de la década de 1880. Al mismo tiempo, esta imagen de embriaguez como signo de derrota y obsolescencia era ampliamente compartida por escritores de otros países. Así, por ejemplo, el académico ecuatoriano Pío Jaramillo, quien al igual que Chocano escribía en los años veinte, describía el consumo excesivo de alcohol, el cual para él caracterizaba a los pueblos andinos, como una consecuencia natural de la “amargura de la raza vencida” (Jaramillo Alvarado,1925, I, pp. 230-1).18 Para tales escritores, el indígena era un rasgo obsoleto de un mundo pasado y premoderno, y por eso era también un ebrio consuetudinario. 90 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

CONCLUSIONES Quisiera concluir con unas reflexiones finales relativas a lo que dicho discurso revela sobre las visiones de las élites acerca del lugar de lo indígena dentro del cuerpo político. Como hemos visto, muchos escritores hispanos de comienzos de la Colonia tendían a ver la supuesta embriaguez de los indígenas como una prueba de los esfuerzos constantes del demonio por obstaculizar la salvación humana. Al mismo tiempo, estas visiones reflejaban muy claramente la noción de que los pueblos nativos no podían valerse por sí mismos, dada su incapacidad para resistir las tentaciones del Enemigo, del demonio. En otras palabras, los pueblos nativos eran un elemento vibrante pero peligroso del mundo colonial. A finales del siglo XIX, la imagen de lo indígena era bien distinta. Los indios embriagados seguían siendo representantes de lo bárbaro. Estos seres degradados personificaban el miedo de las élites hispanoamericanas de que sus naciones estuviesen tan entrelazadas con lo indígena como para ser incapaces de progresar. Al mismo tiempo, el indio borrachorepresentaba cada vez más la obsolescencia fundamental que se le atribuía a la cultura indígena en general. Para la importancia de la dieta indígena en el imaginario criollo, ver, por ejemplo, Matto de Turner (1996 [1889], p. 58); y Bulnes (1899). De esta manera, el significado que se le atribuyó a la embriaguez indígena refleja el lugar que ocupaba la población indígena dentro del proyecto colonial o nacional. Escritores de comienzos de la Colonia no afirmaban que el consumo de alcohol indígena fuera una manifestación de la naturaleza fundamentalmente obsoleta o degenerada de la cultura indígena. Por el contrario, indicaba su alarmante vitalidad y su potencial para desafiar al Estado colonial. En la era republicana, período en el cual pensadores de todo el continente generalmente coincidían en condenar a la cultura indígena por ser un obstáculo para el progreso y la modernidad, los escritores veían la embriaguez como la agonía de una cultura moribunda. La embriaguez era, de acuerdo con el pensador ecuatoriano Pío Jaramillo, un signo de “la amargura de la raza vencida”. Para concluir, he tratado de sugerir que las explicaciones específicas de la supuesta propensión de los indígenas a la Embriaguez en sí mismas revelan mucho sobre el pensamiento de la élite, más allá de lo que revelen acerca del significado que en realidad tenía el alcohol para cualquier cultura indígena particular. Tal vez la embriaguez, citando escandalosamente mal a Levi-Strauss, sea buena para pensar.


25 años del Bolero Bar Por Reinaldo Spitaletta

El café bar puede ser la escuela de todas las cosas, como lo advierte Enrique Santos Discépolo. Puede ser un pretexto para la poesía, la amistad, el intercambio de palabras, para la habladuría y el chisme. El café-bar es la posibilidad de que entre sus mesas haya sabihondos y suicidas, algún agitador político, un enamorado a punto de sucumbir, en fin, que esta institución cultural tiene historia y ha sido clave en la formación de ideas, en la preparación de amotinamientos y, como también ha pasado, en la creación de equipos de fútbol.

guno canta, en los que alguien recita, y así. El café, al estilo Bolero Bar, es un lugar imprescindible de tertulia, pero también de escritura.

este gesto cultural, que enaltece por supuesto a Buitrago y a los autores de los artículos, pero también le da un aire de gran interés a la ciudad.

Porque o si no qué otra cosa es, por ejemplo, que esta noche estemos presentando un libro sobre la mujer

Porque, además, cafés como el Bolero Bar se van volviendo parte de la historia ciudadana, se convierten en patrimonio cultural y en sitios de referencia para los lugareños y los visitantes de otras latitudes. Es ahí en este punto cuando un café se torna importante no solo como espacio de congregación, que es su esencia, sino como una especie de emblema de la vida cultural y literaria.

El café tiene algo de sagrado, como de templo, en el cual se ofician distintos cultos. Hay un énfasis emocional en las conversaciones de café. Es, a veces, una prolongación de la esquina, una entrada al mundo de la pluralidad, que, como decía Claudio Magris refiriéndose al Café San Marcos, es la expresión triunfante de la variedad. Se ha dicho del café que es una suerte de academia platónica en la cual no se enseña nada pero “se aprenden la sociabilidad y el desencanto”, y aquí vuelvo a Discépolo: se aprende filosofía, dados, timba y la poesía cruel de no pensar más en mí. o en vos. En realidad, estoy muy tanguero cuando estamos en una celebración de uno de los principales cafés o bares de Medellín, ciudad que ha sido, en otros tiempos, rica en cafetines céntricos y de barriada. Estamos en la celebración de un cuarto de siglo del Bolero Bar. Y esta efeméride cultural es la que nos congrega hoy. El Bolero Bar, pese a ser un bar temático, trasciende el bolero como género musical y se instala en lo que son los cafés de verdad, aquellos en los cuales es posible la diversidad, en los que algún pintor realiza una exposición, en los que al-

Así que a punta de arpegios de bolero, al son de guitarras y vientos, aparece un libro con olor y sabor a mujer, con la visión plural sobre un género musical que sigue enamorando. Es un libro en el que se mezclan arte y bohemia, en el cual el profano puede degustar las palabras acerca de los orígenes y desarrollo de esta expresión cultural popular, y el muy entendido no fruncirá el seño en demostración de fastidio sino que se reafirmará en sus pasiones por el bolero.

en el bolero, en el cual participan 18 escritores, con una especie de director de orquesta que es el dueño del Bolero Bar, Jorge Buitrago. Es poco probable que un libro de esta naturaleza y de tal calidad se edite en otras ciudades colombianas. Es ya un hecho noticioso y hasta subversivo el que un dueño de café sea capaz de convocar a un grupo de investigadores y escritores a que le celebren los 25 años de su bar a punta de palabras, de ensayos y crónicas, de entrevistas y memorias. Parece insólito

Bienvenidos entonces a esta variedad de estilos, a esta multitud de palabras que nos invitan a penetrar en la belleza de la mujer cantada y contada, en las armonías y secretos de un género que está vigente y que tiene en el Bolero Bar mucho más que una academia platónica. Larga vida a este lugar de la noche y a su dueño, don Jorge Buitrago. O buen trago, como también le decimos. (Medellín, diciembre 3 de 2008)

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