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Adversidades: preparación para renacer
ADVERSIDADES:
preparación para renacer
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Ningún equipo, empresa o persona gozan el éxito sin haber pasado por dificultades. Ellas son como rocas que aparecen en el camino, y al esforzarnos para quitarlas desarrollamos músculos que nos preparan para superar obstáculos cada vez más desafiantes. El motivador Willie Jolley, autor del libro “El reto, toda caída nos prepara para una victoria mayor”, afirma que hay personas que “pueden estar al borde de la muerte o de rendirse y decir que todo está terminado, pero siempre que quede una pequeña chispa, existe la posibilidad de revertir la situación y regresar”.
Cuando un equipo tiene alma ganadora y entra en una crisis, aunque lo den por difunto, sabrá levantarse en el momento oportuno con la fuerza labrada en el gimnasio de la vida, en el que se enseña, como señala Jolley, que al subir las montañas aparecen tres tipos de personas: los “desertores”, que abandonan la caminata
cuando surgen los problemas; los “conformistas”, que al ir subiendo se estancan en algún lugar cómodo y no siguen, y los “escaladores”, que ven los contratiempos como catalizadores del éxito y del desarrollo de capacidades, y por lo cual nunca dejan de ascender. Sin retos, no podríamos madurar y crecer.
Si una empresa está totalmente comprometida con su meta, no hay pero que valga, adversidad que sea definitiva, ni problema que aniquile sus ideales. Aunque algunos miembros tiendan a rendirse, la mayoría más bien comienza a unirse, a revitalizar su visión, su meta y a trabajar cada día más fuerte y en silencio, hasta que renacen con más energía que la que poseerían si sólo hubieran caminado sobre la alfombra roja.
Ellos saben que perdieron batallas, pero nunca fueron derrotados, jamás alejaron su vista del objetivo y trabajaron con constancia, uno de los valores más sólidos de aquellos que luchan por hacer realidad sus sueños. “Sin ambición uno no comienza nada, y sin trabajo no termina nada”, agregaría Janice Krouskop.
El mérito de levantarse es aún mayor si se logra en medio de quienes critican pero no ayudan. Einstein es claro: “Los espíritus grandes siempre se enfrentan a oposiciones violentas de las mentes mediocres”. Inventores como Edison, Graham Bell y los hermanos Wright también recibieron burlas de quienes luego disfrutaron sus creaciones. Si el sueño es suficientemente grande, los problemas no importan, reitera Jolley. Las adversidades son el alimento de quienes están dispuestos a renacer para procurar la victoria que merecen los que jamás se rinden, porque saben que nada es más fuerte que una mente totalmente resuelta a triunfar.
Ecuanimidad ante las crisis
El desempeño de un equipo puede ser influido por problemas o circunstancias no positivas, externas y cercanas que se presentan a su alrededor. Una presión agobiante afecta el estado de ánimo y causa estragos en la productividad colectiva, ya que, como dijo Cicerón, “sólo pueden crear las personas cuya mente está serena, pues en ella las ideas fluyen como relámpagos.”
Conservar la ecuanimidad es una prioridad cuando el entorno se encuentre confuso o complicado. Si aumenta la tensión, baja la tolerancia; de allí que el equipo necesite procesar las influencias y ser inteligente para poner una barrera al contagio de situaciones que le rodean. Sus miembros deben convertirse en vigilantes y filtros de los insumos que dejan entrar en sus mentes. Esa misma tensión puede provocar cambios repentinos en el ambiente del equipo, así lo señala Milton, autor de El Paraíso Perdido: “La mente es tu propio hogar, y puede, por sí misma, hacer un paraíso del infierno y un infierno del paraíso”. Si ante la influencia externa el equipo de trabajo o la empresa pierde confianza, disfrute y esperanza, el rumbo es peligroso. La ilusión por las grandes metas se cambia por la atención a los problemas inmediatos y los malos resultados intensifican la inseguridad, pero, sobre todo, el desgaste emocional al ocuparse del “día a día”. Margaret Fuller argumenta que en momentos así los hombres nos olvidamos de vivir porque nos ocupamos en ganarnos la vida, en apenas sobrevivir.
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¡Cerrar filas! ¡Unión! ¡Poner a prueba la fibra de la que estamos hechos! Los momentos difíciles son aprovechados por equipos inteligentes que logran que la adversidad juegue a su favor. La tarea consiste en cambiar el discurso que viene de afuera por uno positivo adentro, con una actitud constructiva que atraerá sólo lo que es compatible con ella, lo demás rebota. El equipo maduro sabe que si dedica mucha energía a lo que no desea, terminará atrayéndolo. Aquí funciona aquel principio de que uno atrae lo que piensa, entonces la receta es concentrarse en pensamientos y acciones positivas, a pesar de…
La fortaleza de un equipo contempla también su preparación integral para no claudicar en la consecución de sus metas, para no tranzar su serenidad aunque a su alrededor haya inestabilidad, incertidumbre o ambigüedad. Como dice el adagio popular, a lo mejor algunas circunstancias podrían evitar que sus miembros consigan todo lo que desean, pero lo que importa es que siempre sean las personas que desean ser, y eso no se los arrebata ni el más convulso entorno inmediato.
Las piedras en el camino son parte de la vida de todo equipo; no postrarse ante ellas es lo que mantiene encendido el fuego del ganador, que sabe de memoria la premisa del escritor Oscar Wilde: “Vivir es una de las cosas más raras en la vida, pues la mayoría de las personas solo existen”. Conservar la ecuanimidad ayuda a mantener vivo el sentimiento de que pase lo que pase, todo pasa.
Aprender a mejorar
El destino de quienes tienen la sensatez de prohibirse el conformismo, el estancamiento, la mediocridad o sucumbir a las adversidades es el mejoramiento constante. Decirlo es más fácil que hacerlo porque exige tres cualidades: actitud reflexiva, humildad y coraje para cambiar.
Aprender a reflexionar en medio de un proceso o ante la exigencia de manejar situaciones críticas, implica mesura y ecuanimidad para no casarse con conclusiones prematuras o personalmente convenientes. Se requiere también un prudente desprendimiento emocional de las situaciones para juzgarlas con calma y objetividad.
Para nadie es grato reconocer que las equivocaciones de toda la orga-
nización se originan generalmente en decisiones propias; de allí que es frecuente encontrar personas que esconden su disposición para reflexionar porque creen que arriesgarían su poder e imagen al darse cuenta de que es suya gran parte de la responsabilidad por los errores. En general, los buenos líderes sí hacen estos altos en el camino y enriquecen sus conclusiones al involucrar a sus colegas más cercanos y colaboradores de la empresa en el aprendizaje, análisis y toma de decisiones para mejorar.
La humildad también es esencial para superarse porque hay que aceptar que se está equivocado. Mejora el que se cuestiona a sí mismo, el que no ha inflado su ego y no teme decir “me equivoqué”, el que todavía se considera un mortal y no se sube a las torres de marfil. Una persona así está siempre dispuesta a recibir consejo y a ser evaluada. Con la conciencia tranquila, aprovecha toda oportunidad para crecer, sin mirar cuánto sufre su prestigio por no mostrarse autosuficiente. Sus principales herramientas son escuchar y ser accesible; por eso siempre está aprendiendo. Es capaz de reírse de sí mismo, gozar con sentido del humor lo que hace y contagiar de optimismo a los demás.
Finalmente, se necesita una buena dosis de coraje para dejar atrás el error y rectificar. Persistir en argumentos pobres para justificar equivocaciones sólo ayuda a profundizarlas y a condenarse a su repetición, lo que no es aprendizaje sino negligencia. En lugar de malgastar energía culpando a otros o buscando chivos expiatorios, los que mejoran “pasan la página”, olvidan el pasado, perdonan y se perdonan, y todos los días emprenden su caminata hacia sus metas desafiantes.
Aprender a mejorar es un sano hábito empresarial que cosechamos al cuestionarnos diariamente qué y cómo hacemos las cosas, porque así rescatamos y aplicamos nuevas lecciones. Al programar nuestros pensamientos para convertir la persistencia y la superación en consignas, entonces cada crisis y/o etapa de desarrollo de la organización es una escuela que nutre su talento para consolidar una cultura de empresa con raíces sólidas que soportan hasta los huracanes del ambiente tan competitivo.
German Retana; Ph.D. Profesor Pleno, INCAE. Doctor en Organización, USC, California.