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Sobreviviendo eventos naturales y desastre políticos Vanesa Contreras Capó
Vanesa Contreras Capó
Durante un conversatorio sobre los terremotos en Puerto Rico, que se ofreció en la Universidad Interamericana, un profesor recordó el principio de la incertidumbre de W. Heisenberg haciendo alusión al estado en el que nos encontramos en Puerto Rico desde el 7 de enero y que, al parecer, seguiremos estando durante un buen tiempo. La sensación de no saber cuándo van a parar los terremotos, si vamos a volver a tener uno de mayor categoría y si nuestras estructuras van a aguantar lo que puede que venga, es una sensación a la que no estamos acostumbradas, aunque, para no invisibilizar las experiencias de algunas personas, esa incertidumbre, que ahora vive una gran parte del país, no ha sido ajena para mucha gente desde hace mucho tiempo. Ignorar que hay personas que han perdido todo desde hace mucho tiempo y que sus terremotos y huracanes fueron económicos debido a despidos, ejecuciones de hipotecas o reformas laborales es también parte del problema que tenemos que enfrentar como pueblo.
Desde 2017 la Colectiva Feminista en Construcción ha sido enfática en su planteamiento en que el verdadero desastre en Puerto Rico es político, y cuando hablo de político no me refiero a que “la política” es mala, partiendo del concepto de la política como un sistema de acuerdos entre las personas que comparten un espacio para lograr una convivencia relativamente justa para todxs, sino que las políticas públicas, implementadas desde hace más de dos décadas, han sido nefastas para nuestras vidas. Al igual que después del paso de María, en estos momentos
de intensos eventos naturales la respuesta del gobierno ha sido igual de desastrosa, completamente corrupta y espantosamente indiferente ante el dolor de las personas refugiadas. Estamos claras de que sin la ayuda de las miles de personas que fueron al sur a apoyar a los pueblos más afectados por los terremotos las cosas estarían mucho peor y esto ha llevado a la discusión sobre la necesidad, o no, del estado.
A lo largo de las últimas décadas nos hemos ido acostumbrando a la desaparición de lo que en otros países se llama el estado benefactor y aunque no hay una fecha exacta del momento en que el gobierno en Puerto Rico, al igual que en otros países, empezó a desatender sus funciones principales, que es proveer los servicios esenciales necesarios para garantizar la calidad de vida de las personas que viven en el archipiélago, a nadie le cabe duda que del estado nada bueno se puede esperar. Sin embargo, no significa que “el estado no existe”, como muchas personas han comentado, lo que ha desaparecido ha sido la función principal del estado. En realidad, lo que se ha visto ha sido una transformación progresiva del gobierno de uno que se supone que atienda las necesidades de la gente a uno que solo se preocupa por atender las “necesidades” de las empresas privadas. Es decir, un gobierno en función de un sistema neoliberal cuyo propósito principal es allanar el camino, a través de políticas públicas, para que sean las empresas las que se encarguen de vender los servicios esenciales a las personas. Definitivamente, ante este panorama
el debate sobre la necesidad de tener un estado tiene mucha relevancia, sobre todo cuando vivimos en un país en donde mientras más dinero pagamos al estado, a través de los impuestos, el aumento en las facturas del agua y la luz y los peajes, menos y peores servicios obtenemos del estado.
La existencia del estado moderno como lo conocemos hoy en día no es tan antigua y, al igual que con el resto de las instituciones, urge su revisión y modificación para atemperarla a nuestras nuevas realidades o, incluso, no nuevas realidades sino repensarlo y reorganizarlo desde una perspectiva que tome en consideración las necesidades de las personas desde todas sus diversidades y particularidades. El ejemplo más reciente que conozco de comunidades que decidieron reorganizarse y romper completamente con el estado moderno es el de las comunidades zapatistas, en Chiapas, que desde 1994, comenzando la era de la globalización neoliberal, lograron romper con todas las estructuras del gobierno
mexicano y organizar su propio gobierno indígena revolucionario. Hay que preguntarse, preguntarnos, qué queremos hacer aquí y hasta dónde estamos dispuestas a cambiar para romper, o transformar, de una vez y por todas el estado neoliberal y colonial de Puerto Rico.
Mientras seguimos acomodándonos a esta nueva realidad, a mirar la nueva aplicación en el teléfono que nos informa sobre los sismos o seguimos preparando planes de emergencia; dentro de toda esta realidad arropada por la incertidumbre solamente hay un elemento cierto y constante, la precarización de nuestras vidas, mucho antes de los huracanes y terremotos, por culpa de un estado neoliberal que se ha empeñado en vendernos al mejor postor. No obstante, si bien los terremotos y los huracanes no se pueden ni evitar ni controlar, en el verano de 2019 demostramos que ni los gobernantes, ni los gobiernos, son infalibles y que no hay terremoto más poderoso que la movilización social, ¿a qué esperamos?
Fotografía de Dayron para meteored.mx