Revista Cultura de Guatemal. Vol II Año 2015

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CULTURA DE GUATEMALA Enfoques humanísticos Cuarta Época

Facultad de Humanidades Relatos urbanos y visiones de ciudad Año XXXVI, Vol. II, julio-diciembre 2015

Guatemala, 2015


307.76 R454

Revista Cultura de Guatemala : enfoques humanísticos Relatos urbanos y visiones de ciudad / Coordinadores María Eugenia DelCarmen, Eduardo Blandón; Víctor Muñoz … [et al.]. - - Guatemala: URL : Editorial Cara Parens, 2015. x, 192 p. , il. - - (Cuarta época, año xxxvi, vol.2, Julio – Diciembre 2015) ISSN: 2304-7003 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

Ciudades capitales Sociología urbana Guatemala – Ciudades capitales Centro histórico de la ciudad de Guatemala Guatemala - Historia Arte Martínez, Karen – Entrevistas Universidad Rafael Landívar. Facultad de Humanidades – Publicaciones

I DelCarmen, María Eugenia, coord. II Blandón, Eduardo, coord.. III Muñoz, Víctor … [et al.]

Relatos urbanos y visiones de ciudad ISSN: 2304-7003 Revista Cultura de Guatemala. Enfoques humanísticos. Cuarta Época. Facultad de Humanidades. Relatos urbanos y visiones de ciudad Coordinadores: Mgtr. María Eugenia DelCarmen y Mgtr. Eduardo Blandón 1.a edición, Año XXXVI, Vol. II, julio-diciembre 2015 Correo electrónico: culturadeguatemala@url.edu.gt Editorial Cara Parens de la Universidad Rafael Landívar Reservados todos los derechos de conformidad con la ley. No se permite la reproducción total o parcial de esta publicación, ni su traducción, incorporación a un sistema informático, transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, grabación u otros métodos, sin el permiso previo y escrito de los titulares del copyright. D. R. ©

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AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR Rector Vicerrectora académica Vicerrector de Investigación y Proyección Vicerrector de Integración Universitaria Vicerrector administrativo Secretaria general

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Mgtr. Hilda Caballeros de Mazariegos Mgtr. Hosy Orozco Mgtr. Irene Ruiz Godoy

CONSEJO EDITORIAL DE LA REVISTA Mgtr. María Eugenia DelCarmen Dra. Karina J. García Ruano Mgtr. Hilda E. Díaz de Godoy Mgtr. Roberto Martínez Palma Mgtr. Alejandro José Mena Mgtr. Eduardo Blandón Dr. Miguel Flores

COLABORADORES DE ESTE NÚMERO Víctor Muñoz Méndez Vides Javier Payeras Juan Pensamiento Karla Martina Olascoaga Dávila Carlos René García Escobar Dennis Escobar Galicia José Antonio Arana María Elena Schlesinger Mgtr. Ethel Batres Mgtr. Silvia Moino Dr. Jorge Chen Sham Mgtr. Claudia García Gaitán Dr. Amílcar Dávila Estrada Mgtr. Roberto Martínez Palma Daniel Hernández-Salazar



Índice Presentación …………....……………………….......………………….. ix I. Área monográfica Triste el ocaso Víctor Muñoz .............................................................................................. 3 El santuario Méndez Vides ............................................................................................ 17 Gregorio Samsa Javier Payeras ............................................................................................ 25 “Suidá” Juan Pensamiento ..................................................................................... 39 Recorriendo el pasado por tus calles Karla Martina Olascoaga Dávila ............................................................... 43 Cuando conocí el Centro Histórico Carlos René García Escobar ........................................................................ 47 Exaltación al Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala Dennis Orlando Escobar Galicia ................................................................. 51 Las normales en Guatemala José Antonio Arana .................................................................................... 61 La historia de Gregoria María Elena Schlesinger ............................................................................ 65


II. Colaboraciones La canción en la niñez y juventud de Guatemala Mgtr. Ethel Batres ...................................................................................... 71 ¿Hay un uso posible para el psicoanálisis en Guatemala? Mgtr. Silvia Moino .................................................................................. 111 III. Pluma invitada Tiempo kairológico y profetismo en Rubén Darío: Salutación del optimisma Dr. Jorge Chen Sham ............................................................................... 121 IV. Reseña Eduardo Galeno y la cátedra para andar al revés Mgtr. Claudia Lucrecia García Gaitán ...................................................... 141 Sexo y raza Dr. Amílcar Dávila Estrada ...................................................................... 149 V. Entrevista “Desde ese momento me di a la tarea de escuchar”. Entrevista a Karen Martínez Mgtr. Roberto Martínez Palma ................................................................ 163 VI. Arte Los seres que habitan el espacio (urbano) Daniel Hernández ................................................................................... 175


Presentación Con ocasión del nombramiento de la Ciudad de Guatemala como Capital Iberoamericana de la Cultura 2015, la revista académica de la Facultad de Humanidades, Cultura de Guatemala, le dedica su volumen II, de juliodiciembre 2015, titulada “Relatos urbanos y visiones de ciudad”. Desde hace algunos años, las principales ciudades de Latinoamérica han sido restauradas, sobre todo en su centro histórico, para hacer revivir estos espacios, que además de representar la historia y cultura de los distintos países, permiten crear ambientes dedicados al arte y a la convivencia ciudadana en sus distintas expresiones. La Ciudad de Guatemala no es una excepción, ya que últimamente se está dando un renacimiento, que en lo personal, como residente del Centro durante toda mi vida, puedo valorar, especialmente cuando las nuevas generaciones, que perdieron el contacto por residir en otros sitios de la ciudad, vuelven a sus raíces, a partir de la visita de lugares emblemáticos y nuevas ofertas culturales y de convivencia, al lado de quienes rememoran momentos especiales de su pasado. Dedicar este volumen a la ciudad es importante y significativo, sobre todo porque se hace a través de valiosos aportes en la parte monográfica. Asimismo, se enriquece con otras temáticas abordadas en las secciones de “Colaboraciones”, “Pluma invitada”, “Reseña” y “Arte”, que se complementan con una importante entrevista a Karen Martínez, actriz guatemalteca muy reconocida por su participación en la galardonada película La jaula de oro. Agradezco al equipo editorial y a los autores que nos ofrecen esta publicación, e invito a los lectores a deleitarse con ella. Mgtr. Hilda Caballeros de Mazariegos Decana Facultad de Humanidades Universidad Rafael Landívar



I. ÁREA MONOGRÁFICA



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Triste el ocaso Víctor Muñoz* Recuerdo a don Estanislao Ludoski, cuando entré a trabajar a su ferretería. Se trataba de un hombre maduro pero todavía entero. Tal vez tendría unos cuarenta o cuarenta y cinco años, pero por sus canas y su calvicie aparentaba mayor edad. Era judío polaco. Siempre se vestía de camisa blanca, traje y corbata negra. Que era el luto que guardaba por su pueblo, me confió un día. Debo decir que por alguna causa que nunca logré comprender, me tomó un gran aprecio. A tanto llegó su aprecio que me enseñó algunos secretos del comercio que me fueron muy útiles en los negocios a los que me dediqué después. Durante las tardes en que el trabajo escaseaba a causa de la lluvia o de algún desorden político tan común por esos tiempos, me contaba de cuando había salido de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial y de las penas que tuvo que pasar. Que un día los soldados alemanes se llevaron a sus hermanos y a sus papás y jamás los volvió a ver; que él se salvó gracias a que esa tarde una tía se lo había llevado a visitar a un pariente que vivía al otro lado de la ciudad. También me contaba la forma en la que vino a parar por acá, del asombro que le causó el clima, las costumbres de la gente y la abundancia de frutas por todas partes. Había constituido una familia, dijéramos normal, que consistía en su esposa, también judía, y tres hijos que fueron tomando cada quien su camino, que en todo caso no fue la ferretería. *

Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias” 2013. Ha publicado cuatro novelas, libros de cuentos y poesía.


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–Vine solo –me decía–, hice mi hogar y fuimos cinco, pero ya mis hijos se fueron y me estoy quedando de nuevo solo. Quisiera morirme antes que mi mujer, pero esa es una cosa que no la puede disponer uno. Por la costumbre de la gente de andar abreviando los nombres, todos lo conocíamos como don Stán, y él lo había aceptado como algo normal. Siempre estaba ocupado haciendo sus cuentas y cuidando su negocio; sin embargo, desde que el último de sus hijos le anunció que tampoco estaba interesado en la ferretería, se comenzó a poner triste. Además, ya estaba entrando a viejo y a veces, durante nuestras pláticas, me confiaba que ya se sentía un poco cansado. –Uno se va cansando de todo, hasta de la vida –me dijo un día de poca venta y excesivo calor. Fueron muchas las cosas que admiré en él, pero la más importante fue su inmensa capacidad de trabajo y el estricto control que mantenía sobre su negocio. Era capaz de detectar un centavo que faltara o sobrara en alguna de las operaciones del negocio; además, tenía algunas otras inversiones de las que solo tuve noticias de forma accidental, pero nunca me metí a averiguar lo que no fuera de mi incumbencia. Muchas veces he escuchado comentarios y chanzas al respecto de la tacañería de los judíos, pero luego de haber estado tan cerca de uno de ellos puedo dar fe de que tal cosa no deja de ser una mera mala fama. Al menos don Stán, si bien es cierto no despilfarraba su dinero, tampoco vivía miserablemente; y es más, le gustaba vivir bien. Siempre veló por que sus hijos estudiaran en buenos colegios. Luego los inscribió en buenas universidades. Eran profesionales exitosos y también vivían con las comodidades propias de la gente adinerada. Tal como arriba lo dejo consignado, a este don Stán le fue entrando un como cansancio y poco a poco fue delegando en mí muchas de las labores de la ferretería. Se fue volviendo un hombre parco y taciturno; sin embargo, de pronto se dio un cambio en él. De un día para otro, como si hubiera


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recuperado el gusto por la vida, se volvió un hombre jovial y hasta su forma de vestir cambió. Su tradicional traje negro con camisa blanca y corbata negra fue sustituido por ropas menos formales. Además, le dio por hacer bromas a costa de nosotros, sus empleados, cosa que nos sorprendió en sobremanera. Uno va caminando por la vida y se va haciendo figuras o ideas al respecto de ciertas cosas. Son los llamados estereotipos. Entonces, y según el estereotipo, quiere decir que un judío es una persona seria, nunca dada a la broma y cuidadosa de sus negocios, su familia y sus creencias. Por eso por poco me caigo del susto cuando una tarde de lluvia dormida, en que las actividades habían entrado en algo así como un trance, don Stán me llamó a su oficina, cerró la puerta con llave y me dijo que se sentía muy contento. Abrió un cajón de su escritorio y sacó un documento que me extendió. Se trataba de la fotografía de una muchacha que a simple vista no mostraba nada fuera de lo común; más bien sin ninguna cualidad que la hiciera extraordinaria. Luego de observar más detenidamente la fotografía le pregunté quién era. Arrellanándose en su sillón y esbozando una sonrisa un poco como apenada, me contó que se trataba de la muchacha que hacía el servicio doméstico en su casa y que se llamaba Simona. De nuevo me quedé mirando la fotografía y entonces de veras me sentí intrigado. Que era algo así como su novia, me dijo, e inmediatamente se puso colorado y no supo qué hacer con sus manos. Y sí, la muchacha se llamaba Simona y según la fotografía, se trataba de una muchacha morena, de complexión rolliza, pero sin llegar a obesa. Y eso era todo. A trompicones, seguramente porque en el fondo se sentía avergonzando, me dijo que él mismo no se lo podía explicar, pero que tal vez por eso de la cercana relación había comenzado a tener tratos con ella. Me pareció divertida la forma de darle nombre a la cosa; es decir, me pareció divertido que me explicara el asunto como si se tratara de algún negocio. Por lo de los tratos. Luego de que advirtiera mi confusión me pidió que le devolviera la fotografía, de nuevo la guardó dentro de la gaveta y acto seguido me preguntó por unas importaciones que estaban pendientes de llegar. Todavía perplejo le expliqué lo de las importaciones. Nuestra plática giró sobre dicho tema y el mundo continuó su camino sin mayores complicaciones.


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Cada día don Stán llegaba más contento y hasta comenzó a usar lociones. Y también cada día, en cuanto se daba la ocasión, me llamaba a su oficina y nos poníamos a platicar de las cosas de la vida. Que él no sabía en qué iba a parar su relación con la Simona, me decía, pero sin importar lo que pasara, él se sentía feliz. –Con mucha frecuencia –me dijo una vez, refiriéndose a los judíos– nos casamos por razones que nada tienen que ver con el amor; como si tal cosa fuera algo a la larga sin importancia, pero no es sino hasta cuando uno conoce el amor y su fuerza, que llega a darse cuenta de que la vida tiene muchas facetas, tiene muchos escondrijos, muchos caminos que están ahí, que siempre han estado ahí, pero que uno nunca los ha podido ver. Si antes yo era el confidente de don Stán en cuanto a los negocios de la ferretería, de pronto tuve plena certeza de la enorme confianza que me tenía, y que tal circunstancia me había conferido un poder que en adelante podría utilizar a mi mejor conveniencia; sin embargo, no soy del tipo de personas capaces de sacar ventajas mezquinas. Por otro lado, yo a él lo apreciaba profundamente. Es que desde siempre me demostró una gran deferencia. Cosas como su apoyo en mis problemas de estudios y de mi familia. Por eso, siempre que había ocasión, le aconsejaba que tuviera cuidado, no fuera a ser que la muchacha tratara de sacar alguna ventaja a raíz de sus relaciones. Él solo se me quedaba mirando y se sonreía feliz, mientras me decía que la Simona era un dulce. Y claro que era un dulce si tomamos en cuenta que la Simona tenía veintiún años, y ya don Stán andaba por los sesenta y cinco. Mi papel de confidente incluyó tareas como salir a comprar perfumes, ropa interior y hasta joyas que don Stán le daba a la muchacha. –Se lo merece –me decía, como justificándose. Y me quedaba claro que se lo merecía, ya que había logrado darle vida y felicidad a un hombre más bien triste, agobiado por sus recuerdos y casi al final de la vida.


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Cierto día me puse a pensar en la forma como don Stán estaría manejando el asunto en su casa. Porque las mujeres son por naturaleza desconfiadas y tienen una innata capacidad para saber cuando las cosas están caminando en forma anormal. Por ejemplo, me preguntaba yo, cómo hacía don Stán para que su esposa no advirtiera de los perfumes, las joyas y las ropas finas que la muchacha estaba usando últimamente, si es que los usaba, claro. Además, hasta un ciego podía advertir su cambio de actitud y la felicidad que mostraba tan abiertamente; sin embargo, mis dudas se disiparon cuando en su oportunidad se lo pregunté. –Por eso no hay pena –me dijo–, desde el principio de nuestro matrimonio lo acordamos con mi esposa, aunque no de manera formal sino más bien en forma tácita, que por nuestras costumbres las conveniencias quedaban antepuestas a todo. A raíz de tal cosa nos respetamos profundamente, y mientras no nos perjudiquemos ni nos lastimemos, no hay problema. Ante tal respuesta se supone que debí haber quedado satisfecho, pero me inquietaba lo que podría ocurrir si la señora se llegaba a enterar de los enredos de su esposo con la muchacha. Es que mucha puede ser la conveniencia pero hay cosas que no admiten ciertas complacencias. Es que mucha puede ser la conveniencia, pero tampoco se trata de un negocio en lo que la frialdad es lo que manda. Se supone que todo ser humano tiene sentimientos y corazón, al menos es lo que yo he creído en cuanto a las relaciones maritales. –No va a ocurrir nada –me dijo durante una de nuestras pláticas–. Para mi mujer es absolutamente inconcebible que pueda ocurrir lo que está ocurriendo. Además, he sabido llevar las cosas de una forma en que todo está caminando bien, no te preocupes. Y claro, yo no me preocupaba porque en todo caso a mí no debía importarme lo que don Stán hiciera o dejara de hacer en su casa y con sus cosas. Él era el dueño del negocio, era mi jefe y yo su empleado a quien él pagaba un sueldo a cambio del desempeño de un trabajo. Es decir, nuestra relación para nada tenía que ver con los asuntos de su hogar y de su matrimonio. Ahora bien, la cosa se resumía en el sencillo siguiente asunto: un hombre que


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ya había arribado a la vejez se había enamorado de una muchacha que bien podía ser su nieta. Eso era todo, que en todo caso no dejaba de ser una cosa reprobable; pero por otro lado, también se trataba de un hombre que al final del camino había conocido el verdadero afecto, y tal vez hasta el amor. Las cosas iban por un camino sencillo y sin muchas complicaciones, hasta que todo comenzó a cambiar. Don Stán comenzó a tener un comportamiento errático y a mostrar arrebatos de ira totalmente injustificados. Él, que siempre había sido una persona afable, de trato ponderado y ecuánime, de pronto se volvió un hombre impredecible. Las bromas, que a veces hacía, desaparecieron. Tuve la intención de hablar con él para ver si podía ayudarlo de alguna forma, pero no lo creí prudente. Además, temí que me respondiera con alguna grosería. Sin embargo, una tarde en la que su comportamiento había sido particularmente hosco me llamó a su oficina. Creí que deseaba saber algo sobre unos pagos que estábamos esperando de parte del Gobierno desde hacía ya dos meses, pero no. Luego de que revisáramos superficialmente algunos papeles se quedó pensativo y de pronto, y para mi enorme sorpresa, comenzó a llorar. No supe qué hacer, ya que jamás en la vida lo había visto llorar. Sumamente asustado le pregunté si se sentía bien y me respondió que sí. Luego que se calmara se me quedó mirando y comenzó a hablar despacio. –La Simona me dice que ya no quiere tener ningún trato conmigo –me dijo. Antes de que terminara de sobreponerme de mi asombro continuó. –Dice que tiene un pretendiente que ya le ofreció matrimonio y que está pensando que se va a ir con él. ¿Y qué voy a hacer yo si la Simona se va? Luego de decirme tales cosas de nuevo se quedó callado y también, de nuevo, se echó a llorar. No supe qué hacer porque uno nunca sabe qué hacer cuando se enfrenta a situaciones que nunca antes ha enfrentado. Terminé por decirle que no tuviera pena, que lo más seguro era que ella se estaba comportando de tal forma para chantajearlo porque las mujeres son así, cuando quieren obtener alguna cosa acuden a golpear donde están seguras que más duele. Y a lo mejor le dije otras


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cosas pero no lo recuerdo, solo que traté de consolarlo lo mejor que pude y luego de un rato volví a lo que estaba haciendo. Durante los siguientes días no hubo cambio qué mencionar, sino que todo siguió igual. Antes don Stán tomaba decisiones en forma dinámica y siempre estaba atento a todo, pero ahora no decidía nada y las cosas comenzaron a caminar mal. Yo hubiera deseado darle algún consejo, explicarle que el mundo no se iba a detener a causa de una muchacha que no representaba mucho para nadie; o decirle que no valía la pena que su negocio peligrara a causa de un amor trasnochado, pero nunca lo hice; en primer lugar, nunca tuve la ocasión para hacerlo; y en segundo, consideré una verdadera falta de respeto tomar la iniciativa para tratar un asunto de tal delicadeza y trascendencia para él. Grande fue mi sorpresa cuando un día recibí una llamada telefónica de doña Mary, la esposa de don Stán. Me decía que deseaba hablar conmigo de un asunto sumamente importante, pero que no podía ser ni en su casa ni en la oficina, y que tampoco lo podíamos tratar por teléfono. Jamás me imaginé que ella supiera de mí; sin embargo, consideré que don Stán le había hecho algún comentario sobre mi persona. Me propuso que nos reuniéramos a tomar un café en una de las cafeterías del comercial Montúfar, ese sábado a las diez de la mañana. El problema consistía en que yo trabajaba los sábados hasta el medio día y así se lo hice saber, pero ella estaba sumamente alterada. Me dijo que por lo que don Stán le había comentado, yo era un hombre de su absoluta confianza, y que le pidiera permiso una media hora. –Por favor –me dijo en tono de súplica. De esa forma conocí a doña Mary. Se trataba de una señora distinguida, de modales finos y de forma exquisita para hablar; sin embargo, en esa oportunidad se le notaba la angustia. Casi sin darme tiempo para los saludos, y porque sabía de mi problema con el tiempo, comenzó a explicarme el motivo de la cita. –Disculpe que lo haya molestado de esta forma –me dijo–, pero por lo que Estanislao me ha hablado de usted, me he permitido la confianza de citarlo


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en este lugar. Tiene que ayudarnos –continuó–. Estanislao se está muriendo. Yo no sé qué es lo que le pasa. Casi no quiere comer, se despierta y se pone a llorar, está perdiendo peso y no quiere ir al doctor. Ayúdenos, por favor. ¿Sabe usted de algo que lo esté molestando? Al escuchar tales cosas casi me echo a reír, pero guardé la compostura. De pronto no supe qué hacer ni qué decir. Es que jamás pensé que ese fuera el motivo de las penas de la señora. –Porque usted ya se habrá dado cuenta de su desmejoría, ¿verdad? Mire, quiero que me diga qué problemas hay en el negocio, porque me imagino que debe ser algo muy grave lo que está ocurriendo para que él esté en tal situación. Quise encontrar algún argumento para justificar ante la señora el comportamiento de don Stán, pero no solo no pude hallar nada, sino que ni siquiera tuve las palabras adecuadas para explicarle que no, que en la empresa no había ningún problema sino todo lo contrario, pero soy del tipo de personas a quienes les cuesta mucho encontrar los argumentos cuando es urgente encontrarlos. Tenía que actuar rápido pero no sabía qué hacer. Mientras tanto, ahí estaba frente a mí doña Mary con su cara afligida y sus ojos inquisidores. Para ganar tiempo le dije que sí, que ya había notado que don Stán no se veía bien. Y comencé a hablar de una serie de cosas hasta que por fin se me ocurrió decirle que estábamos esperando una importación muy grande, pero se habían presentado problemas e imprevistos muy graves, al extremo de que si no llegaban a tiempo las mercaderías el banco haría efectivas las garantías y perderíamos muchísimo dinero. Que claro, que don Stán estaba sumamente preocupado si tal cosa pasaba porque luego de más de cuarenta años de trabajar duro, ahora estaba a punto de perder casi todo. Y le dije una serie de mentiras más, hasta que llegué casi a estar convencido de la próxima ruina del negocio. –Qué extraño –dijo ella– porque tenemos algunas inversiones de las que en cualquier momento podemos echar mano; además, tenemos créditos abiertos en los bancos.


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Percibí que no había quedado satisfecha con mis explicaciones, pero para ese momento ya mi mente había comenzado a caminar. Le hablé del cariño al negocio, del esfuerzo perdido, de los problemas de la edad y de cuanta cosa del sentimiento se me ocurrió; y luego, e incómodo por tener encima su mirada de incredulidad, le dije que no se preocupara, que yo me iba a encargar de hablar con él. –Pero no le vaya a decir que platicó conmigo. Le dije que no tuviera pena. A esas alturas yo ya había revisado varias veces el reloj. Poniendo cara de mucha preocupación le dije que estaba seguro de que de ahí en adelante las cosas irían cambiando para mejorar, que solo era cosa de que las mercaderías llegaran al puerto y que ella haría muy bien en no preguntarle nada, ya que hay cosas que lo mejor es no tocarlas para que no sean motivo de aflicción perenne. Recuerdo muy bien la expresión de su cara como de profundo agradecimiento y me sentí culpable porque estaba consciente de que de pronto me había vuelto un mentiroso, pero es que en asuntos de amores prohibidos las mentiras son cosa corriente, aun cuando este no era un caso de amor prohibido sino más bien de amor trasnochado. Ya de vuelta a la ferretería y sentado en mi silla, me puse a cavilar al respecto de los problemas de la gente y de la forma en que uno para involucrándose. De pronto me di cuenta de mi gran afecto por don Stán y me sentí mal. Como quiera que fuera la cosa, él no merecía estar pasando por las penurias por las que estaba pasando, pero nadie más que él tenía la culpa. Ahora bien, ¿es alguien culpable por las veleidades del corazón? ¿Quién de los mortales no está expuesto a verse enredado en semejantes problemas? Don Stán había encontrado una felicidad prohibida bajo todos los puntos de vista, comenzando por la edad y terminando por los preceptos sociales. Llegó la hora de salida, nos fuimos todos para nuestras casas y nos olvidamos del trabajo; sin embargo, a eso de las cinco de la tarde del domingo se me vino de repente don Stán y sus extraños amoríos. Me habría gustado


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tener alguien con quien compartir la historia para encontrar alguna solución, pero lamentablemente no tenía a la mano a ese alguien. Solo a mi esposa, pero está claro que estos temas no se pueden tratar con la esposa de uno porque cuando ocurre una de estas situaciones, todas las mujeres asumen que el infiel se vuelve un ser despreciable y una malísima compañía. Llegó el lunes con sus carreras y sus obligaciones. Y también llegó don Stán, más taciturno que nunca, con la diferencia de que ahora sí se le veía de veras enfermo. Poco a poco fui comprendiendo que de seguir así las cosas, más temprano que tarde el negocio se iba a resentir. Es que lo que antes siempre estaba a punto, ahora no lo estaba. Por ejemplo, a más tardar en agosto comenzábamos con los pedidos de adornos navideños, pero ahora estábamos ya a finales de septiembre, y a pesar de mis constantes recomendaciones no habíamos planificado nada de eso. Y tal situación no solo se daba en lo de los productos navideños sino en todo. Como si un manto de dejadez hubiera comenzado a caer sobre la ferretería. Y claro, semejante situación nos iba a causar problemas a todos. Fue hasta entonces que comprendí lo fundamental e importante que resulta el hecho de que un negocio, cualquiera que sea, funcione correctamente, y en nuestro caso particular, del buen funcionamiento de la ferretería, de la que dependíamos todos los empleados. Es decir, que de seguir las cosas como estaban, todos terminaríamos perdiendo nuestros trabajos. De pronto, al igual que el propio don Stán, me hallé preocupado. Y no me habría dado cuenta si no hubiera sido porque mi mujer me notó triste. Me preguntó qué era lo que estaba ocurriendo y tuve que acudir a alguna mentira para dejarla satisfecha. Cierto día decidí hablar claro del asunto con don Stán. Y es que los demás empleados habían comenzado a preguntar qué era lo que le estaba ocurriendo, y a mostrarse inquietos y preocupados. Un lunes, apenas media hora después de haber abierto la ferretería, me fui a hablar con él. Comencé por explicarle la situación financiera y comercial a la que estábamos llegando. Y estaba por explicarle lo de los comentarios de los empleados cuando me interrumpió con las manos y me hizo un gesto para indicarme que me callara. Acto seguido abrió la gaveta de su escritorio y sacó una cajita forrada de terciopelo de la que extrajo un collar.


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–Es de perlas genuinas –me dijo, mientras me las ponía a la altura de los ojos. Nunca he terminado de comprender muy bien eso de las joyas. Para mí da lo mismo un collar de perlas genuinas que uno de perlas corrientes, si es que las hay. –¿Sabes cuánto me costó? Es lógico que yo no podía saber cuánto le había costado semejante cosa, por lo que solo me lo quedé mirando y le hice un gesto negativo. Y no porque quisiera darle a entender que no lo sabía, sino porque estaba consciente de que el buen hombre ya había llegado a un estado en que lo único que le interesaba era la muchacha. –Yo estoy seguro –me dijo– de que cuando se lo entregue, ya no se va a querer ir con el hombre. Luego de un silencio que aproveché para organizar mis pensamientos comencé a explicarle que se había vuelto urgente que revisáramos ciertas cuentas que había que pagar, pero pronto me di cuenta de que él andaba por otros mundos. –Además –continuó–, ya pasé encargando un reloj que tiene una corona de diamantes. El sábado lo voy a recoger porque le están grabando su nombre. Traté de llevarlo a lo que me había llevado a él esa mañana, pero comprendí que iba a ser imposible. Don Stán ya no era el mismo. Don Stán estaba metido dentro de su enorme fantasía y muy poco le interesaba lo que siempre le había interesado. Aun cuando yo era el testigo más cercano de los acontecimientos que estaban ocurriendo, sabía que no podía hacer nada. El negocio se estaba viniendo abajo, pero yo me hallaba como atado de las manos. Me imagino que le dio el collar y el reloj a la muchacha, pero, o no se los recibió, o se los


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recibió y de todos modos se fue con el hombre a quien supuestamente amaba. Lo entendí así porque si antes don Stán apenas atendía las cosas del negocio, de pronto ya no atendió nada. Algo así como una tristeza silenciosa se fue apoderando de la ferretería. De nuevo recibí una llamada de doña Mary. Esta vez no deseaba que platicáramos en alguna parte sino todo fue por teléfono. Casi me exigió que le confesara qué era lo que estaba pasando. –Es que no puede ser –me dijo–, Estanislao de veras está enfermo y quiero que usted me diga qué es lo que está pasando allá. Es que nunca, ni siquiera en las peores crisis que nos tocó vivir se puso así. Yo estoy sufriendo mucho y no sé qué hacer porque no sé qué es lo que está pasando con él. Quiero pedirle que nos ayude. Si usted sabe algo, por favor dígamelo para que podamos encontrar alguna solución. Entre explicarle que esto y lo otro e inventarle toda clase de mentiras se me fue una hora y está claro que de todos modos no pudimos arreglar nada. Es que estando las cosas como estaban, nada se iba a arreglar. Un sábado en que don Stán se veía muy mal me llamó desde temprano y nos pasamos toda la mañana platicando. Me habló de su niñez, pero ahora fue diferente porque me contó algunas cosas de las que nunca me había dicho nada antes. Me habló de sus aspiraciones, de su felicidad por ver a sus hijos ya todos realizados en sus respectivas carreras, de sus nietos, de los hallazgos que de pronto advertía al encontrar el parecido de alguno de ellos con sus padres o sus hermanos, y de su lucha por levantar su negocio. Y habló y habló y habló toda la mañana, hasta llegar a confesarme que no comprendía en qué momento había perdido la razón, cosa que yo interpreté como un mensaje positivo para nuestros intereses. De pronto abrió la gaveta de su escritorio y me entregó una pluma fuente. –Es de oro –me dijo–. La compré porque siempre quise tener una buena pluma para firmar mis papeles, pero nunca la usé. Y es una cosa rara –siguió-, pero luego de haberla comprado me sentí extraño. De pronto me di cuenta


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que ya no me interesaba y después no supe que hacer con ella. La he tenido guardada durante más de treinta años. Quiero que la conserves contigo. Me costó una fortuna y ahora ha de costar mucho más. Luego de agradecerle el gesto le dije que no tuviera pena, que conservara su pluma porque lo más probable era que yo tampoco la llegaría a usar nunca. –No, no, no –me dijo–, yo quiero que tú la conserves. A mí ya no me interesa. Quiero que conserves un buen recuerdo de mí. Traté de explicarle que no hacía falta que me diera nada para que yo siempre tuviera un recuerdo lleno de afecto y respeto por él, pero se mantuvo firme. Luego de hablar de cualquier cosa me di cuenta de que ya había llegado el medio día y era hora de cerrar el negocio. Él se puso a revisar algunas cosas que tenía en su gaveta, luego nos despedimos. Esa tarde don Stán llegó a su casa, se encerró dentro de su estudio y se pegó un balazo.



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El santuario Méndez Vides* Carola Mota se dirigió corriendo a la Embajada de España, atraída por la bulla y el incendio. Las ambulancias y carros de bomberos pasaban chillando. Se detuvo en la esquina opuesta del edificio, al lado de una carreta de comida, a observar la leve columna negra de humo que se elevaba y disolvía en la atmósfera clara. Aspiró la mezcla fétida de humanidad. El paisaje de los volcanes y montañas era el fondo de siempre. Dos hombres armados se paseaban por el techo de terraza, saltando de un piso al otro y curioseando a través de las ventanas rotas. La toma de la Embajada duró poco. Unos cuantos mirones afirmaban que la policía los incendió, otros que se inmolaron o lo llamaban accidente. Carola pensó que pobre gente, pero en realidad ella estaba pensando en su madre flaca, pequeña, de piel ceniza, contándole en una cama de hospital que iban a cortarle las dos piernas. –Tráeme un papel para que firme que estoy de acuerdo con que me pongan la inyección para morirme de una vez. Carola le explicó que los humanos no somos chuchos, pero su madre la agarró con fuerza de las muñecas y quiso saber qué le estaba ocultando. –Tú no eres así, algo te molesta y se te nota. –Lo de sus piernas. –No, es algo más profundo.

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Novelista, columnista de cultura (libros) y opinión política en elPeriódico de Guatemala, docente del seminario sobre literaturas indígenas: Literatura Indígena y Precolombina, en la maestría en Literatura Hispanoamericana de la Universidad Rafael Landívar.


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Ella negó todo porque había prometido que nunca sería fiadora de nadie pero igual cayó, y un abogado acababa de informarle que la casa ya era propiedad del banco, que solo terminaban el proceso y la sacaban a la calle con todos sus chunches, que por favor se evitara la vergüenza. Le habían salido bien caros los besos en el almacén de las pelotas de básquet. Estaba a punto de quedar sola en el mundo, lo que no pesaba tanto como saber que los hombres roban. Cayó la noche y bajó la temperatura. Las calles se fueron quedando vacías, ya no quedaba nada que ver en el lugar. Los fotógrafos se dispersaron y Carola observó desarmar la carreta de shucos de salchicha con aguacate, todo envuelto en plástico de colores, y acomodado en un picop amarillo canario, porque ya era hora de desaparecer. En la mañana llegan los vendedores de flores, y de noche la esquina le pertenece a los travestis. Enríquez llevaba el bigote peludo sobre la boca, como bestia, y su achichincle, el muchacho Walter con pose de mecánico especializado en ejes de suspensión y amortiguadores, sintonizaba las noticias evitando la música de marimba de la cadena nacional. –¿Cuánto me cobraría por llevarme a La Parroquia? –Usted súbase, porque nos queda de paso. A Carola le costó encaramarse en la palangana, andaba sin suéter y con el vestido azul de botones deslucido por la angustia y las horas, arrugado por tanto acarreo e insuficiente escudo para protegerla del frío. Walter le pasó una manta para que se cubriera las piernas. Iban hacia la zona 18, por la cárcel. Ella se acomodó sobre las cajas con envases vacíos de bebidas de sabor y un tambo de reserva de gasolina, y se cubrió la cabeza con la pañoleta, tiritando. A lo lejos se miraba disipada la columna de humo de la Embajada en brasas. Nadie asomaba la nariz a la calle, se escuchaban lamentos femeninos y motores encendidos desperdiciando gasolina. Pobre la gente. Carola le besó las muñecas cubiertas de esparadrapo a su madre, quien la encomendó a Maximón, el santo al que se acude para desear el mal a los demás.


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–Voy al santuario –compartió ya subida en el vehículo, y ellos pensaron que la mujer había perdido a alguien en la Embajada. –Cómo no. Enríquez llevaba una camisa de manga larga, reloj plateado y botines de Parramos, todo un catrín, mientras Walter parecía ayudante de camioneta, con los brazos tatuados de pizarrín. –¡Qué atrevidos ustedes que lo presenciaron todo! Enríquez manejaba imaginando una mesa de comedor larga, con mantel de lino y lámpara de lágrimas. La vidriera daba al campo, con el horizonte moteado de colores vivos, de dalias y claveles de la India. Los vasos de vidrio servidos con ron y coca-cola. En un extremo estaba él, y a su lado izquierdo una mujer de vestido escotado, y en los demás puestos los invitados con disfraz de perro. Carola deseaba que aquel novio apareciera dentro de una bolsa de abono, descuartizado. –El Maximón de La Parroquia es milagroso. –Un grupo de rock llega todos los viernes en concierto. Redujeron la velocidad por el Campo de Marte, ante un punto de revisión de la policía militar. Les marcaron el paro y deslumbraron con las linternas, Carola se cubrió los ojos. Andaban buscando estudiantes y sindicalistas, o quizá contrabando. Los agentes iluminaron el cajón donde ella iba sentada. –¿Qué esconden allí? –¿Qué andan buscando?


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Ella se levantó para que revisaran el mueble, y entonces el agente se fijó en lo desgastado de sus zapatos y en las ojeras. El cajón estaba vacío y caliente, sin aceite ni detergente en polvo de El Salvador. –Usted aquí atrás y el muchacho drogo bien cómodo en la cabina. ¿Dónde quedaron los caballeros? –Los quemaron en la Embajada de España. Un penetrante aroma a drenaje descompuesto inundó el ambiente, y los hizo sentirse incómodos. Walter se cubrió las fosas nasales con gesto de culpable. –Huele a rábano podrido. –Con cuidado, señorón, porque dicen que están asaltando por La Martí. La iglesia de La Parroquia ya estaba cerrada y a oscuras. Una fila de durmientes yacían envueltos en sobrecamas de colores junto a la puerta del templo. Enríquez calculó que después del puente escaseaba el agua, y que tras tanto pan y fuego ya se merecía un caldo hirviendo, con verduras y pedazos de carne. Res o chucho, daba lo mismo. Y en el canasto, el montón de tortillas. –Lo del pasaje se los voy a deber –dijo Carola al bajar, devolviendo la manta. –¡Que tenga suerte, mujer! Pero recuerde que los problemas se resuelven acortándose la falda. Ella se orientó en la oscuridad por los callejones hacia el barranco. Algunos rostros quietos la vigilaban como tecolotes con los ojos abiertos. Los chuchos la rastrearon cobardes. A quinientos metros las viviendas se apelotonan, con sus aceras nítidas y el río del drenaje corriendo al medio. Ella siguió la ruta de las candelas. Los serenos la dejaron pasar sin inquirir nada. Susurró que iba en busca del santo. La abarrotería de la esquina estaba cerrada a esas horas,


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aunque en la calle un grupo de albañiles tocaba con insistencia en la ventanita, con el gaznate seco. –Buenas noches –saludó. Las sombras le miraron de espalda las piernas. Ella se sumó al bullicio de los peregrinos dispersándose, en retirada, atenta a las miradas de los desconocidos embozados. Entró al santuario y se desplazó indecisa por el corredor adornado con figuras de papel de china. Solo una vez había estado ante el santo, pero en otro sitio. La imagen se cambiaba de casa. Los hijos dejaban de acudir a la escuela, la mujer podía elegir otro acompañante, lo que fuera, pero el promitente debía cuidar el santuario por doce meses seguidos. Dormir a su lado, cambiar las candelas, utilizar la limosna para la compra del guaro. Subió dos piedras hasta alcanzar el umbral del altar. Los guardianes bebían sin reír y el humo de los cigarrillos mentolados se mezclaba con el incienso. Un hombre le alargó el canasto para que empezara depositando su ofrenda, porque el santo tenía que pagar renta. –No tengo ni un centavo –confesó Carola esculcándose los bolsillos del vestido–. Me acaban de asaltar. Los guardianes se miraron entre sí y no se atrevieron a detenerla. –Sin ofrenda no hay milagro –le advirtieron. –No vengo a pedir gran cosa. Junto a la imagen de un Cristo Negro sepultado entre flores de papel brillante, se erguía Maximón en su silla. Cara de conquistador blanco, bigote espeso, sombrero de dictador de otra época, corbata, saco de sacristán y un pañuelo rojo atado al cuello. Los ojos le brillaban. La madera era carne. Estaba fumando y bebiendo. Uno de los hombres abrió la caja de las culebras y eligió una. El olor era el mismo de los alrededores de la Embajada de España durante el incendio. ¿Los cuerpos carbonizados fueron retirados en bolsas negras? Colocó la serpiente sobre los hombros de Maximón, para que decidiera si


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quería hablar con ella. El reptil se movió de un lado al otro, inquieto ante la presencia nocturna de la mujer sudada, atento al vaso de aguardiente y a la gallina muerta a los pies. –Háblele con confianza –le dijeron–, porque el santo entiende todos los idiomas. Eran cinco los guardianes de la imagen, uniformados con camisa blanca, el mismo perfil de familia, las caras lampiñas, y la piel tostada por el sol de tanto jugar al fútbol los sábados en los tierreros debajo del puente del ferrocarril. Carola dio las gracias y le sonaron las tripas porque se moría de hambre. Pensó en su madre sin piernas y sintió una profunda tristeza. La culebra se calmó, mirando con atención a Carola, con los mismos ojos azules de su madre. –Ya no sé qué hacer –pronunció ella en voz alta, y creyó que la culebra la estaba castigando. La imagen giró la cabeza y penetró con la mirada a sus protectores arrodillados, con los corazones palpitando. –Manda decir que me concede la voluntad, porque una mujer sin piernas es como un reptil. Ellos rezaron un padrenuestro, susurrando. El principal fue por un generoso pedazo de carne cruda envuelta en hojas tiernas de plátano, bañada de salsa roja picante, servida en plato de peltre con dos rodajas de pan de máquina, ya tiesas, y un vaso de guaro turbio. A Carola le regresó el aliento. –Muchas gracias –dijo a la imagen de madera, como si los guardianes estuvieran pintados. Maximón la había invitado.


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Carola buscó un rincón discreto donde cenar de espaldas a los guardianes respetuosos, por pudor. Ellos se comportaban idéntico a los hombres comunes en las cantinas de los alrededores del Parque Colón. Carola no tuvo qué hacer ofrenda alguna. Lamió el plato y se chupó los dedos. El estómago revuelto le hizo ruido. Se quedó dormida, velada por los extraños, sudando a pesar del frío, pensando en dónde iba a vivir de allí en adelante, madurando su deseo de venganza, aunque al menos su madre no tendría que perder las piernas. Los titulares de prensa amanecerían dedicados a la quema de la Embajada de España, a nadie le interesaba Carola.



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Gregorio Samsa Javier Payeras* Qué hielo hace dentro de las sábanas. Qué vacío. El vacío no es oscuro. El vacío es un cuarto con luz de bombilla 25 watts. El vacío se siente por la columna. Masturbación. Odio. La gloria de acomplejarse ante el bit de un teléfono. Mensajes que no tienen destino. Abrazos y caricias que se dicen, pero que no llegan. .1 escribe mensajes de texto mientras habla conmigo, habla con otro y yo debo callarme. Se acuesta con otro. Se besa con otro y lo niega muy bien. Ella es la gente, la gente que nunca llega. El vacío no es histeria ni infelicidad. Es desgano. Es indiferencia. Esa ansiedad que despelleja blísters de Alprazolam. Una decisión que no llega. Amparos y juicios. Un monólogo insoportable. Todos los caminos son correctos, pero hay que decidirse por uno. Yo estoy en el limbo, a medio camino, entre un extremo y otro. Pasar del infierno más celeste al paraíso más caluroso. Subir y bajar como si fuese la baba de un loco. ¿Qué es esta mierda? Ver documentales acerca de un escritor. Otro tipo tan solitario, delirante. Otro enfermo. Otro insecto. *

Narrador, poeta y ensayista. Ha publicado: Fondo para disco de John Zorn (diarios, 2013), Imágenes para un View-Master (antología de narrativa, 2013), Déjate caer (poesía, 2012), Limbo (novela, 2011), La resignación y la asfixia (poesía, 2011), Post-its de luz sucia (poesía, 2009), Días amarillos (novela, 2009), Lecturas menores (ensayo, 2007), Afuera (novela, 2006; segunda edición, 2013), Ruido de fondo (novela, 2003; segunda edición, 2007), Soledadbrother (2003; segunda edición, 2011; tercera edición, 2012; adaptación al teatro a cargo de Luis Carlos Pineda y Josué Sotomayor, 2013), (...) y otros relatos breves (relatos, 2000; segunda edición, 2012), Raktas (2000; segunda edición, 2013). Es antologador de Microfé. Poesía guatemalteca contemporánea (2012). Su trabajo ha sido incluido en diversas revistas y antologías en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Actualmente escribe en el blog: www.javierpayeras.blogspot. com y en la columna de opinión “El Intruso” en el diario Siglo 21 en Guatemala.


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Aquí no hay nadie más. La metamorfosis está terminando. Eso es todo. Ser dos cosas al mismo tiempo es la única manera de mantenerse acompañado. Hombre e insecto. Garganta. Deseo hilado. El lomo extendido de un libro. Apuntes que pensás ocultos, pero que luego reanudás. Vamos yendo. Vamos yéndonos. La inspiración no tiene gracia. La gracia no tiene aspiración. Regodeo zen. Luego viene mi lugar mortal. Un duende sube por mi camisa y me pellizca el oído. Otra vez abajo. Lacra lacrimosa. Debe ser medianoche para todos. Sigo con mis ideas. Radio de tubos encendida en medio de un campo solitario. Música que me persigue. Transpiración y resistencia. Atleta del pesimismo. El vacío rocoso de un vaso con güisqui. Amenazas y metáforas. Celos. El privado delito de ver. Grasa. Te quedás sostenido del aire. Sentís el insano privilegio de permanecer echado como una piedra al fondo de un barranco. Dormir no basta. La soledad no es suficiente para sentirte pleno. Cierra los ojos, alejate de este estrecho pasillo. Un tanto cansado de repasar las cosas que me sucedieron este día decido acostarme. Me quedo en penumbra escuchando la música. Siento dolor. De mis cavidades chorrea líquido. En mi cabeza amarilla surgen imágenes. Miles de imágenes: la gente moviéndose de un lado a otro, Wingston hablándome, La Plaza Central, .1 y su embarazo , la entrevista con Cortázar. Me he perdido dentro de todo esto, un día corre como si llevara la esencia de una vida. Soy todo eso que experimento. Este lugar deja de existir para mí, porque esta ciudad es cualquier ciudad en cualquier otra parte. Comienzo a soñar, comienzo a trasladarme a un sitio donde soy un poeta chino de hace ochocientos años, donde soy Virginia Wolf o James Joyce o


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Jorge Luis Borges o Catulo o Dante; luego regreso para arrancarle algunas imágenes a este lugar. El mismo sitio una y otra vez. Apenas voy modificando mis ideas cuando va entrando el sueño, se me cierran los ojos y la oscuridad alrededor va borrándome. Un poema es un día, un relato es un día, un párrafo, una coma, un instante es un signo, días en mayúscula o en vocal o con puntos suspensivos. Todos mis sentidos se detienen y poco a poco empiezo de nuevo a caminar, allí, en ese otro día y en esa otra ciudad. Paso por el lugar de la herida. Tanta ciudad abierta, tanta gente que brota. Las calles infectadas por las pequeñas promesas. Esa hemorragia de luz que viene con el amanecer. Largo pasillo de aceras que van fulminándose una por una. Pequeños seres desolados se interponen en mi camino, yo los alejo con descortesía, yo deambulo con avaricia. En esta habitación escucho el ruido del televisor. Diálogos inconexos. Escucho a los vecinos cambiar una y otra vez de canal. Me distrae. El hilo de palabras se rompe momentáneamente. Tartamudeo. Pero inmediatamente devienen miles de formas sonoras. El mundo está repleto de diálogos inconexos. La literatura es un zapping continuo. Nada se detiene en una sola historia. Bla, bla, bla, esta imagen sacude. Esta otra. Y la fría claridad que repentinamente llega a mi cabeza. El día fue una frase muy larga. No como una oración predecible, con simples sujetos y simples predicados. Fue una larga sintaxis de cosas que irrumpieron unas con otras. Las calles cicatrizadas con letreros por todas partes. Las personas tan prontas a invadir los sitios. El ruido. La música de mi incombustible walkman viejo. El café. El diálogo tan detonante que tuve con mi amigo poeta. Mi familia que no desea verme. Soy una cámara sin otra vida que esa, dejar que lo demás permanezca intacto. Sin añadir nada a nada.


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Cruzar fantasmalmente por la sexta avenida, llegar a la Plaza de la Constitución y quedarme añadido a ella como un intruso. Luego anotar todo cuanto veo. Pero nada es simple en realidad. Ningún detalle. Ningún lugar. Yo he logrado sobrevivir como sobreviven los insectos. Pero el dolor que más duele, a ese sí le temo. El dolor está en el mismo lugar donde está lo que más se ama. Ese es el lugar más vulnerable. Amaneceres con la lengua sin saliva posible. La condecoración de una culpa sin remedio. El malestar físico ininterrumpido y el deseo de no levantarse para abrir la puerta que alguien, insistentemente, no deja de golpear. La cocaína y la cerveza son fragmentos de la infancia. Es un alquiler de la euforia por una niñez perdida y nunca superada. La poción que momentáneamente sube de mi nariz. El eructo básico. Luego la deformidad. El tirano. El celo y las lágrimas efusivas que buscan un blanco. Desde luego todo termina mal. No llega el sueño. Todo se aplaca. Esta habitación se hace más angosta todavía. Pierdo el horario que destila rutina. No existe parentesco con nada. La sobriedad es muy solitaria. Aquí abrigo la espera que pueda abrirme paso lejos del miedo, que cubre de oscuridad este lugar. La ciudad cubierta por una nube negra. El zodiaco de criminales que beben de la cabeza de sus víctimas. Violan, matan, mutilan. No basta con robar, es necesario arrancar la memoria de cuanto pudo ser la vida. Destruir para no dejar rastro de otra cosa que no sea crimen. Los letreros luminosos no tardarán en apagarse. La luz opaca que recorre la Ciudad de Guatemala. Los acostumbrados anuncios de Coca-Cola. La luz interna colándose por los ventanales de los restaurantes chinos. Eternas patrullas negras. Picops llenos de policías. 45 milímetros. Pasa un motor en lenta marcha y las prostitutas vigilan el tramo. Los ojos amarillos de una joven indígena se detienen a ver hacia la esquina. Calle de escupideros. Hoteles. Ferreterías. Desde arriba, la ciudad asemeja la copa de un árbol sin podar. El tránsito y las personas parecen una colonia de hormigas rojas.


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A distancia, no pueden verse los colores de las paredes. La sombra de los postes va muriéndose en las aceras y las viejas manchas de hemoglobina tirada en los portones se convierten en un café amarillento. El destino solitario de este lugar. Este maldito y recóndito lugar que se quema hasta volverse brasa. Un sitio de rombos y de cuadros. El espacio dispuesto tres siglos atrás para simbolizar una catedral y un cuartel. Aquí siempre fue la finca repleta de mataderos, depósitos de grano y tiendas. Metrópoli de tenderos y carniceros que construyeron escudos y mayorazgos a fuerza de reinventar su sangre. Incesto infinito. Entre arzobispos y militares fueron dejando este lugar convertido en un cementerio. Ellos trajeron piedra por piedra a una ciudad remota y la construyeron desde la plaza. Construyeron y encalaron las paredes con las manos de los indios esclavos y los mestizos. Amoldaron para sí el poder y la memoria. Compraron títulos nobiliarios y máquinas. Con ambas cosas rompieron surcos y espaldas. Extrajeron lo mejor de la ignorancia. La mirada blanca de la cal y el sonido blanco de la cal por todas partes. La perpetuidad de balcones con efigies ilegibles y apellidos. Llenos de rencor y oscuridad, decidieron romper con el lodo peninsular y fracasaron al imponer sobre sus siervos un pensamiento en común. Se reunieron y hablaron sobre su herencia, sobre su propiedad. Solo la miseria de sus azulejos tildando el abolengo de viejos zaguanes. Ahora la promiscuidad cristiana y la pólvora. Por esa extraña fe se diluyó la inteligencia. Conocimiento solo para hacer adobe, para limpiar pisos y para cargar bultos. Trabajo de lunes a lunes a cambio de un plato lleno de odio y una botella de ron barato. La sangre más común, la que se riega en las piedras. Cargaron enormes sacos de dinero y lo dejaron enmohecerse en las bodegas. El dinero que financió guerras y dictaduras en miles de tonos. Dinero de las familias que construyeron esta ciudad. Escondido y raptado debajo de las mesas. Por las calles queda el rastro de las carretas llenas de cadáveres. La respiración del cólera morbus diezmando la ciudad de los pobres y la ciudad de los ricos. Todo brotó de las alcantarillas. Era mediados del siglo XIX y estas mismas


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calles eran el hospital y el campamento. La guerra por no morir ya quedaba entre las múltiples cantinas para indios y en los palenques. Agua envenenada para cada boca. Los periódicos deshechos de huellas dactilares rebotaban por la ciudad. Por ellos corrió la tinta de poetas-aristócratas que doblaron una y otra vez la historia. Ennoblecieron el trabajo forzado, atrajeron la novedad por nuevas ideas liberales, máscaras. Sus palabras disminuyeron su hilo de voz. Muchos de ellos trabajaron como pisapapeles de algún dictador vesánico. Influyeron sobre las termitas que emborronaron constituciones y tratados. Diligentes y provincianos contabilizaron la nostalgia heredada. Nostalgia por la derruida España que sus abuelos dejaron. La ciudad de ellos es precisamente ese fragmento de patria, de pequeña España que nunca pudo consumarse. Teóricos de la luz sepia, sus ideas son como un candil siempre a punto de apagarse. Sus libros vuelven la memoria en olvido. Olvido errático de ese eje podrido que dio origen a este país. Un lugar que no es más que un lago de halógeno, una instantánea de otro mundo. Esta ciudad inmersa dentro de otra ciudad, una isla en un mar que no se mueve. Ahora los carros suenan sus bocinas entre la estrechez de la sexta avenida. Circo de rugidos y numerosos dientes que hacen llaga en el silencio. Progreso erosionado por la ignorancia. Este caminar sonámbulo del hastío. Las calles donde pasaron numerosos frankenstein construidos con cuerpos de tiranos. Dictadores del siglo XX con ese prisma de malas decisiones. Esos moldes que grabaron en cada terraza del Centro una fecha, un extraño símbolo y la caduca esperanza del asombro. La idea era escapar hacia otro país. Revolver una y otra vez el instinto de fuga. Generar nobleza para el dolor. Lo único que dejaron como posible fue cerrar los ceños y llenar las cárceles. Tirar a jóvenes en la basura. Así llovieron meteoros y botellas desde el cielo. Muchas lenguas cortadas. Emergió el miedo en su imagen. Entonces murieron los jóvenes una y otra vez. Esta avenida es la de las pancartas tiradas.


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Luego terremotos. Se quebró esta esquina del mundo. Pero nada hace mutar el color de esta ciudad. Los largos muertos de las revoluciones breves. Aquellos que bajaron por los escalones del dolor o la tortura. La juventud en esta muy noble Ciudad de Guatemala está para extinguirse. Consignas e imágenes. Raptos de ruido lodoso. Quedan los enrejados que sobran en las costillas de una casa. La muerte alquila hoy este lugar, luego de las revueltas y las renuncias. Muchos ciclos de invierno. Largas avenidas que no tocan ningún verano. Espacio más que lugar. Trago de sabor distinto a cada sorbo. Pequeño y complicado lugar lisiado por el odio. Este lugar siempre cede a luchas que parecen derrotas tempranas. La savia que corre en nosotros no es la de los soldados. No. Nosotros somos desordenados y mercenarios que asaltamos un futuro que nos es negado. Somnolencia. Algo nos atrae de obedecer. De eso que una y otra vez se repitan los mismos ciclos interminables. La ciudad es la maqueta de nuestros proyectos fallidos. Siempre volvemos sobre el mismo camino. Un espasmo que no tiene ruta. Un espacio de espera. Un paréntesis. Eso somos. Todo es la experiencia inmediata que no deja más horizonte que este horizonte. Aquí el horizonte es difícil, es vertical. El siglo XX fue parte de la época colonial. Por eso la crónica de la conquista continúa vigente. Seguimos siendo la Audiencia de los Confines. Mucha prisa larga. Mucho fanatismo nos golpea. Edulcorada tradición. La tradición es el miedo. “Miedolatría”. Activado ante cualquier cosa. Ante cualquier idea dispersa. Miedo solo. Tal vez aliviado por las muchas formas que tenemos de olvidar.


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Tenemos la sangre tibia. Somos el bufido espiral. Pronunciamos palabras como si comiéramos de ellas y su compasión. De ello que nunca hallemos en nuestra memoria algún recuerdo de una época dorada. Siempre quisimos cambiar, pero siempre fue ayer, todo está en el pasado interminable, en el pretérito absoluto. Nunca hemos traspasado la puerta del pasado. Estamos arrobados, en suspenso, detenidos a medio camino de una metamorfosis que no deseamos. Queremos seguir siendo la misma conjunción de errores. Quejarnos por los siglos de los siglos. Entre gas lacrimógeno y secuestro, consignas enterradas y avenidas. Pero llega el viento frío, luego la lluvia fría. Rutina de zombis que rumian su propia tragedia mientras avanzan por la avenida. Este lugar sin propósitos. Gente que no son personas. Masa. Maleza. Ruido. Sombras de consumo rápido, ¿hasta cuándo? Envejece el tiempo. Y los meses que son días tienen el cielo despejado. Cientos de cabezas o millones de cabezas guatemaltecas no incluyen este cielo de noviembre. Constelaciones, eso sí. Nubes que somos, somos opacos. El azul no escampa por ningún lado. Son las correcciones. Es el coro de voces que practican la gratitud no espontánea. Rezan de forma inexplicable. Placer, dolor, culpa. Esa es nuestra imaginería. El dolor desfila todo el año. Despegan de las iglesias, siempre cargadas por feligreses vestidos de púrpura o de negro. Velan el luto de todos nosotros. Guardamos toda la oscuridad. El estallido de la pólvora. Balas y cohetillos. Sacrificio que no envejece. Envejece únicamente la inocencia. La inocencia –nuestra inocencia– no va a ningún lado. Se encierra en el fondo de nosotros y se convierte en una práctica del olvido. Se desvanece y corre a quedarse a resguardo. Siempre llevamos un intruso dentro. Esa textura tan rara que se atenúa en la opacidad. Esa opacidad que drenamos. Desde niño he pensado que deambular por la ciudad es como adentrarme en mí mismo. Lleno de luces blancas y lugares húmedos y oscuros. Así la gloria y la miseria. Barrer las aceras y orinar las paredes. Ese odio tan propio es un


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lugar para ser muchos lugares. Hurgar gritos. Gritos, pero jamás respuestas. Comienzos, pero no finales. Inicios prolongados. Breves destellos que decaen. El murmullo aventaja la mirada. Luego todo se forma en el piso. La maleza de la voz que se degrada en las aceras quebradas. Gorjeos atroces y el zumbido de una detonación. Las aceras son cuadros continuos donde las siluetas asoman en formas extrañas. Delirio visual de líneas trazadas con la mano izquierda sobre los bloques de cemento roto. Las grietas en la acera son escritura. Caligrafía de rúbricas y pasos. Pasos y tiempo. El reemplazo de las imágenes por un devenir de días. Gris y monótono es como todo. Cuadros helados. Escombros. La ciudad es bella en su monotonía deforme. Gris de aislamientos. Rendijas de cieno. Fermento de marchas forzadas, contenidas, silenciosas. Cambios, amanecer, anochecer. Esta ciudad no es más que la orilla de una realidad que se despedaza. Caminar en ella es vagar en formas de escritura y de silencio. Rayar un papel sucio. Esperar que llegue el material del olvido. Generar fragmentos y párrafos, o entender que cada vida en este sitio va conformando las líneas de un ábaco. Ejercitar luego los ojos para que llegue la oscuridad. El Centro que retiene todos los pasos, aquí la vida es un espejismo de la soledad. Es la secuencia del hastío. El paisaje que se demora entre bolsas plásticas llenas de basura y arrojadas en las junturas de las aceras. Es difícil que todo esto se me enfrente. La mierda petrificada y deyecta bajo los letreros de “se vende”. Los amenazantes grafitis de desalojo. Tantas imágenes rebotando por todos lados. Todo está saturado de una vegetación de promesas. Episodios del subdesarrollo. Una miga de capital latinoamericana con el único mérito de sobrevivir a dos terremotos. Aquí, la única fuga posible es buscar labios y besar cuerpos ajenos. Tomar revancha, hacer artefactos. Lo mejor es escanciar la imaginación y reconstruir la música que subyace en el ruido. La epifanía de las bocinas, gritos y zumbidos


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interminables. Imaginar que lo mismo es aquí que en cualquier otro sitio. Ese consuelo. Entonces, me asomo para hallar lugares distintos donde quedarme. Leer (que es como dormir: lo deseable y maravilloso) en algún pequeño rincón donde nadie me estorbe. Rincones donde un todo me abandona. A veces me siento golpeado por miles de peatones inoportunos. Esa gente que irrumpe añadida para estorbar. Entonces el sueño se demora. Cuando no lo hago, cuando no estoy leyendo, solo me queda la ansiedad. El pánico y el error. Morder los cables y palpitar en la calle. Me aproximo. El teléfono. La espera de una respuesta, de una voz deseada. Supersticiones. Fe enferma. Es difícil hallar una nueva fe. Nada diluye la situación. Me conformo con echar la carga sobre mi espalda. Irme. Pancartas de asedio al miedo. Necesidad de vidas secretas e ilimitadas. Me desvanezco y me confundo. Transfusión de palabras. Horas de verbos y espantos. Esta ciudad, este país concentra la energía póstuma. Esta ciudad es la novela. Un día es todos los días. La nomenclatura es el presente. Un presente a momentos, nada más. Oleaje. Infusión de signos. Una marea rodea todas estas islas. Una isla aquí dentro. Aquí donde uno se pierde. Se pierde en uno mismo. Un movimiento. Trozos de imágenes que se sepultan. Libros imposibles de terminar. Gente que aplasta los cigarrillos. Ese leve nevar. El anochecer de siempre y la perplejidad. Cada día comienza desde cero. La acción es verter la vida en miles de vasos. Días que son rumbos y decisiones. La poesía que se pierde sin remedio. Llevar las notas de cada minuto. Demasiadas cosas. Demasiados rincones. Cosas impronunciables y deseos que tienden a acabar. Así, de esta manera viene cierto hielo al corazón. Aliento. Nada más. Escribir como caminar. Dar el paso siguiente y el próximo y el próximo también…


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Pensar en tanta forma, en tanto moverse. Eso que en la cabeza respira y enciende otros movimientos. Se decoloran las superficies de la infancia transcurrida. Se queda el residuo de las cosas no dichas. De las cosas incomprensibles que traen de lejos el miedo y la ansiedad legítimas. Muchas maneras. Formas en movimiento asilado. Memoria. Trazo de ciudad que no tiene puntuación. Balbuceo. Vómito saturado. Soledad. Aquí me veo, aquí busco la tarea de ordenar mis ideas. Aquí me quedo perdido. Pero buscar el orden hace enloquecer. Afuera está la frontera. Allí la vigilia. Los cuerpos que vuelven vacíos por las noches y se hallan cerrando los párpados. Es la luz más inmediata. Intermediarios de la luz, cuerpos vacíos. Cuerpos de ruido. Me canso y evito desistir. No estoy en este sitio. Esta condensación. Esta neutralidad. Estoy harto. Eso también sucede. Tanto dolor innecesario. A veces viene el más leve olvido. Agotándome paso una y otra vez la misma calle. Siento que ni siquiera ella existe. Ni mi vida. Ni la pereza ni el agravio. Solo espero soledad. Nubes tuberculosas. Electricidad. Camino y camino y camino y me voy escribiendo a mí mismo. Pervertido. Ridículo. Pensando. Es hastío. No leo mentes. No puedo decir algo que pueda entenderse. Me siento como una mancha, como un animal extraño en una selva de animales extraños. Nada es más delirante que hacerse un experto en razones ajenas. La razón del desorden. Miseria. Tránsito. Luz. Letrero neón titilante que se resiste a morir. Ruido de bolsas plásticas. Vidrios polarizados. El color del domingo. Cumbias. Mingitorios. Piñatas. Cuadernos con apuntes. Lodo y sangre. Gente paseando perros caníbales. Artistas sin suerte. Mañanas. Tardes. Noches. Policías sodomitas. Restaurantes chinos. Botellas rotas en la acera. Tetas con aretes. Candados. Películas de karate. Melancolía. Mierda amontonada junto a las puertas. Cometas nocturnos. Vientres vacíos de indigentes. Sombras detrás de los vidrios. Olor a marihuana. Amas de casa que se resisten a la pornografía. Rockeros. Ancianos con ojos de vidrio. Ramas que se quiebran. Chinaski. La niña con la lengua pegada. Rasposo y blanco semen.


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Cuchillos. Cerumen. El dorado en los vidrios. Este momento. Este lugar. Todo adherido al sonido de este disco. Sonido de tiempo. Tiempo completo. Las canciones suenan una tras otra. Luego son dibujos. El hilo del ruido y mi memoria. Memoria de música sin pausa. Pensamientos oscurecidos. Poesía planeada. Pasta blanca. Cemento. Track de una cerilla encendida. La vida se va día tras día en un continuo encender y apagar. Acabarme sin haber liberado todos los nudos. Las miradas graves de las personas que andan a mi lado. Su frío intenso. Calles. Noviembre. Papeles que se arrastran con el viento. Me acostumbré a este encierro. Creo que soy todo esto. La Ciudad de Guatemala por fin se construyó dentro de mí. Esta ciudad está dentro de mi cabeza. Estoy fuera y dentro de ella. Invadido por fanáticos del ruido y de la furia. Así es la estrategia para vivir en este lugar: violencia y ruido. Guatemala y la normalidad de su fracaso. Perder se vuelve rutinario. Invertir para perder. Luego anestesiarse. Hablar con expertos en la tristeza. La vida es breve, solo queda la expectativa por la pérdida. Ir dejando madejas de pelo. Papeles llenos de segundos. Neuronas. Muchas botellas de vino. Quemarse los dedos con cigarrillos que se mueren dentro del cenicero. Las vidas de esta ciudad son parajes. Distorsiones de palabras. Deseos terrestres y profanos. Este cenicero. Este espacio capital. Las migas que me guían a través de calles. Desertor borracho de bares repletos. Bares del Paisaje Aycinena. Lodazal-trinchera y materia gris derramada. El origen del olvido. Los escaparates de las pacas de ropa usada en la sexta avenida. Calles con sobremaquillaje que irrumpen en la vida. Mucho material “beatnik”. Un radio amplio de destrucción alrededor. Solo es la vida que pasa. Espuma de cerveza orinada que baja con cadencia por la novena calle. Tilde de naftalina en las pastillas contra el dolor de la ausencia. Un tour intestinal por el crimen contemporáneo. Las aceras aceitosas. Todo ese prorrumpir, incluyendo, el origen de la respiración. La solemnidad. Las horas de la rabia.


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El agotado tintineo de la melancolía. Este tratado de las causas. Todo se va demasiado rápido. Todo se va. Todo se va. Urgen baterías nuevas para encender el horizonte. Es suficiente. Solo me he puesto a hablar. Hablar todo el día. Melancolía anacrónica. Mis dedos se vuelven morados a causa del aire helado de hoy. Ya estoy muerto. Este lugar desaparece. Me he transformado completamente en insecto. Dormir no es suficiente, hay que transformarse completamente. Alejarse. Largo parpadeo que es el sueño. Aquí, un tumulto de cosas a punto de derrumbarse.



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“Suidá” Juan Pensamiento* –Pobre don –pensó Celia al pasar al lado del hombre borracho dormido en plena banqueta–. No tiene cara de mala gente; m’ija, no te le quedés viendo; vos sabés bien que una cosa es ser malo y otra tener mala suerte… y mala suerte tenemos todos de vez en cuando. La niña, de alrededor de unos once años, levantó la cara curiosa del suelo y volteó a ver a su abuela, sonriendo. Le gustaba ir a la escuela; le gustaba el uniforme azul marino, la blusa blanca de manga corta y las calcetas caladas. Lo que más le gustaba eran los zapatos nuevos que le compraban sus abuelos cada seis meses para usar con el uniforme. –¡’Purate, hombre, m’ija, que vos no vas tarde, pero yo ya! La niña apuró el paso de la mano de su abuela –que se consideraba demasiado joven para ser abuela– y preguntó sin tono de tristeza: –Mamá Celia, ¿mi papá también se quedará tirado así en la calle? Ya habiendo dejado a la niña –y a su mochila exhorbitantemente llena– en la puerta destartalada de la escuela destartalada, Celia corrió como pudo a la parada de camioneta. Ronald, el dueño del salón de belleza donde trabajaba la abuela, la esperaba temprano ese día, más que de costumbre, para ayudarle con las pruebas de peinado de una quinceañera. Por suerte, justo había una de “las rojas” esperando pasajeros, aunque eso de la suerte resultó relativo: en *

Artista visual, narrador dedicado a cuentos breves y columnista de opinión. Perenne y consumado comunicador en redes sociales, ha escrito también para distintos medios, incluyendo Siglo 21 y Plaza Pública. Sus cuentos han sido incluidos, entre otras, en la compilación de 2012 Ni hermosa ni maldita de Alfaguara, y compilados en su primera antología individual PerZONA, publicada en 2015 por Editorial Cultura.


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realidad el chofer pensaba esperar un buen rato más antes de arrancar, así que se quedó allí donde estaba, justo a media calle, abarcando casi los dos carriles y estorbando el paso a los demás carros. Mientras, un policía de tránsito pitaba sin aparente sentido ni efecto. Celia no podía sacarse de la cabeza la imagen de su hijo durmiendo en la calle, pero no dijo nada. Nunca hablaba de eso, ni sola ni acompañada. –¿Disculpe, qué hora es? –le preguntó un patojo encorbatado que recién se había levantado de su asiento de cuerina verde, rajada y con pelusa blanca escapando por los otrora remiendos. –No sé, joven –respondió Celia. Que no sabía, era verdad; que no tenía reloj, también era verdad; como también era verdad que prefería no sacar su celular y ver la hora por temor a que se lo robaran otra vez. –‘Ta bueno, gracias –respondió el patojo, que, dirigiéndose al chofer, preguntó–: don, ¿ya va a arrancar? Voy bien tarde... –Nel, patojo. No hay suficiente gente y si no, no sale pa’ pagarle el día al dueño. El joven, Raúl, apretó los puños de la frustración (cosa que nadie notó porque su saco era demasiado grande y le cubría casi enteras las manos), murmuró algún tipo de insulto y se bajó de la camioneta. Tomó un taxi blanco que paró casi instantáneamente, al que pensaba pagar con la mayor parte de lo que tenía para su almuerzo del día. Ya en el taxi, Raúl se relajó un poco. Era apenas su segunda semana de trabajo como procurador legal y le aterraba un regaño por llegar tarde o, peor, un despido. Se rascó una de las manos, rajada por lavar su propia ropa, y empezó a repasar en silencio las quince causales de divorcio que vendrían en el examen de la tarde. Por la ventana del taxi vio a un borracho dormido en plena banqueta, tirado, así como si nada, mientras la gente caminaba a su alrededor o, incluso, le pasaba encima, como si nada. –Rico está durmiendo aquél, mire –le dijo el taxista–, la suidá es su colchón.


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El taxista, Ludbim, dejó a Raúl en la puerta de un edificio relativamente alto, cubierto, de muy mal gusto, con azulejos color melocotón. –Son veinticinco quecsal –dijo, mientras empezaba a desbaratar un manojo de billetes, preparándose para dar vuelto. Siguió buscando pasajeros en las cuadras de alrededor, pero por el resto de la mañana no hubo más clientes. A la hora del almuerzo se encontró a Raúl en la misma carreta de tortillas con carne. Ambos se reconocieron, pero ninguno se saludó, evitando verse a la cara. Ninguno reflexionó el porqué. Después de comer, Ludbim regresó a recorrer la ciudad. –Ve qué buen culo me está haciendo la parada –dijo entre dientes mientras reducía la velocidad y encendía las luces de emergencia. Al acercarse, arrancó nuevamente, pues notó que “el de buen culo”, era un hombre con pantalón de mujer, cejas depiladísimas y brillo de labios rosado pálido. Esther, mujer transexual en proceso de transición, pensó que el taxi se detendría y no se detuvo. Lo maldijo. Le dolían los pies por caminar toda la mañana cotizando muebles y suplementos de cocina para el comedor que se había dispuesto a inaugurar, como intento de nueva forma de vida. Ya se había acostumbrado –toda una vida, vaya– al desprecio casi nunca discreto del resto de la humanidad, pero entre el cansancio y la decepción de lo caro que todo parecía, un par de lágrimas le corrieron el rímel, cual reina de belleza emocionada. Siguió caminando (ni modo, pues), hasta toparse con un hombre borracho tirado en la banqueta. Se detuvo frente a él, pero no tanto por curiosidad sino por genuino interés. Se agachó para percatarse: sí, respiraba. Sacó un billete de veinte quetzales (con eso habría pagado el taxi) de su bolso comprado en paca, y se lo colocó al tipo entre el bolsillo de la camisa. Siguió a pie, pero ahora la tristeza que sentía era compartida: pensaba en ella, pero pensaba también en su tío “el charita”. Hace mucho no lo veía. Mientras caminaba, rezaba seguidos muchos padrenuestros y muchos avemarías, cosa que desde niño/ niña (ella usaba los términos indistintamente) le daba tranquilidad.


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El sol ya estaba bajando cuando el borracho de la banqueta despertó. Lentamente, abrió los ojos; le tomó tiempo incorporarse, notar dónde estaba. La piel curtida le ardía. Arrastrándose un poco se sentó recostado contra la pared. No había notado el billete en su camisa. Jaló mocos ruidosamente, que escupió aún con más escándalo, masticó algo invisible y colocó la mano en posición para pedir limosna. Le urgía un su octavito.


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Recorriendo el pasado por tus calles Karla Martina Olascoaga Dávila* Volver a empezar como antes, desde el inicio, desde el comienzo, desde la raíz. Y voy caminando, diecinueve años después, por esas mismas calles citadinas que antes me veían silenciosas, fieles testigos de mi ir y venir cotidiano. Entonces ibas de mi mano y eras mi vida, mi mejor creación, mi mundo, mi universo, mi todo. He vuelto al barrio después de transitar sin detenerme. He vuelto a ese Centro Histórico que me recibió una tarde fría de diciembre con sus casas grises, sus calles angostas, su gente amable y su soledad contenida; pero tú no estás conmigo ahora. Antes también te me escapabas. Salías corriendo alegre, ingenuo, libre y feliz, y mi corazón latía apresurado, con miedo a no alcanzarte. Una vez te enfermaste, casi te vas de mi lado, nunca lo olvidaré. De allí te quedó esa cicatriz que ha crecido como tú. ¿Cuántas cosas nos han pasado desde entonces? ¿Cuántos caminos hemos recorrido los dos? La ciudad también ha cambiado con nosotros, pareciera haber tomado vida propia, parece haber resucitado o despertado de un letargo inexplicable. Volver al principio. Volver a nuestro barrio. Volver al ayer. Un ayer que no se borra, que no pesa. ¿Cuánto estuve contigo? ¿Cuánto te dejé? Hoy te extraño desde mi centro porque no estás. Otra mano se aferra a la tuya, otros ojos te miran arrobados y tú le prodigas ese amor que aprendiste de nosotros; con sus errores, con sus aciertos y siempre inmenso, limpio: un amor que viaja *

Filóloga. Magíster en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Rafael Landívar. Actualmente es coordinadora de Proyectos del Centro de Danza e Investigación del Movimiento de Artes Landívar, y catedrática de la Escuela de Cine y Televisión de Casa Comal.


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desde las estrellas y que brilla en tus ojos y da vida. Desde muy pequeño te dije que eras el fruto del amor y lo sostengo. Lo diré hasta el final de mis días, hasta el último suspiro. Diecinueve años viéndote crecer en este país que no es el mío, pero que también lo es. Intentando vanamente amoldarme en un molde ajeno, descubriendo códigos para enseñártelos cada día, para darte las armas necesarias, para formarte como un buen ser humano, para enseñarte a discernir lo bueno de lo no tan bueno y de lo malo y sus esencias. Pude quedarme en el barrio y talvez no percibir su metamorfosis como cuando pasamos mucho tiempo con alguien. Pude ser el ama de casa perfecta. También pude quedarme cocinando, lavando y planchando, o leyendo diarios amarillistas para tener tema simple de conversación, o viendo la tele y, a la vez, viéndote crecer como el único proyecto de mi vida. Sin embargo, solo tres fueron los años que te dediqué a tiempo completo. Mi amor por ti sigue siendo de tiempo completo: durante el sueño, mientras leo, cuando como, mientras escribo, cuando te pienso (que es a cada momento), cuando camino, mientras manejo o cuando veo a algún joven que me recuerda a ti… en cada respiro. He vuelto al principio regresando al barrio que compartimos, al barrio del que salimos hace muchos años. Tal vez no lo recuerdes, pero pasamos muchas tardes en el parque San Sebastián y otras en el Morazán, que ahora se llama Jocotenango, visitamos el parquecito Isabel La Católica cuando en una de sus esquinas había una panadería de españoles. Otras veces caminábamos desde la casa hasta el Parque Central, en donde corrías a tus anchas y les dabas maicillo a las palomas. Allí te tomé una foto de parque: con sombrero y subido en un caballito acartonado. Yo me sentaba a contemplar la imponente Catedral Metropolitana, el Colegio San José de los Infantes –que ya no está allí– el Palacio Nacional con su hermosa y original piedra verdosa. Entonces no había visitas guiadas que nos permitieran ver su belleza interior. La Sexta estaba atestada de rótulos enormes que no permitían ver la belleza de sus casonas, los viejos cines habían quedado soterrados entre ventas callejeras, los cines Capitol estaban abandonados. No había vida cultural para nosotros, salvo en


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el Teatro Abril, adonde te llevaba los domingos. Eras feliz con el teatro, sus vestuarios coloridos y esos personajes que tanto te gustaban. Hace diecinueve años lo estaban restaurando y olía a quemado, sus butacas habían absorbido el olor a chamuscado después del incendio. Como verás, te escribo desde este mismo lugar: el lugar que escogimos para ti, el país adonde me quedé por ti, por tu padre, por los tres, y porque en la vida, una familia, un hijo, significa también un principio: una forma de echar raíces en tierra que sea fértil. Hoy camino contemplando las aceras, los parques con verjas pero más limpios, las casonas repelladas, restauradas y pintadas con colores más brillantes, las nuevas bancas, los jardincitos recién estrenados. Ahora La Sexta luce iluminada, la gente ha tomado las calles y transita a cualquier hora. La ciudad está viva, nace y respira cada día. Todo se ve mejor en el barrio San Sebastián. Los negocios han proliferado, hay bares, cafeterías, espacios más libres para que el arte prevalezca. El barrio es el mismo, solo que menos triste, menos sombrío, menos frío, menos gris y menos desolado que cuando llegamos. Recuerdo cuando salía contigo a comprar tortillas, qué particular me parecía la forma de echar las tortillas de maíz con las manos. Ahora me parece normal, como me parecen normales muchas cosas que no lo son. ¿Cuánto ha llegado a mi vida y cuánto se ha ido? ¿Cuánto ha llegado y se ha ido con esa rapidez con la que suceden las cosas hoy? Los años escapan de mis manos, de mis cuentas regresivas, pero estás tú. Siempre estás tú aunque estés lejos. Como están lejos los años de tu infancia. Nunca saboreé la maternidad de esta manera: de tu mano, pero sin ti, conectados con los hilos invisibles de esa tecnología que tanto te gusta. Ahora me doy cuenta que tú eres mi verdadera huella en este mundo, en este planeta convulso, injusto y real, tan real como cada quien escoja vivirlo. Hoy camino tan rápido como antes, pero más sucesos llaman mi atención porque siempre hay algo nuevo que saborear. He aprendido a interpretar


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códigos y señales, y sigo en esas revoluciones aceleradas que caracterizan a las mujeres de mi estirpe. Hoy te escribo, tal vez para expiar la soledad en la distancia, para dejar constancia en cada línea del trabajo más duro, más hermoso y perpetuo: el de ser madre. Hoy es el momento de cerrar un capítulo más, de pedirte, como dijo una amiga querida: que te toques el ombliguito de vez en cuando y sepas que estamos unidos, que siempre lo estaremos a pesar del tiempo, la distancia y la vida, o la muerte. Hoy volví a ver el nido vacío con otros ojos, lloro menos pero lloro por tu ausencia, extraño tu olor, tus ojos grandes y bondadosos, tu pelo ensortijado, tus manos largas de artista, pero lo que más extraño es ese amor que siempre me diste, ese perdón que me entregabas por mis errores humanos, por mis exageraciones, por mis juicios apresurados, por mis aprehensiones, por mis miedos; porque tu amor infinito siempre estará vivo en mi pecho, en cada latido de ese corazón que nació para amarte. Tu mamá.


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Cuando conocí el Centro Histórico Carlos René García Escobar* El primer recuerdo que guardo en mi memoria, proveniente de mi niñez más temprana, es en la Avenida Bolívar. Una tarde en que mi madre me sacó a la puerta de la Radio Bolívar, puerta que aún existe, la única que se encuentra entre dos columnas dóricas y su tímpano en la 28 calle de dicha avenida, para observar el paso de la larga caravana que le daba la bienvenida al ganador de la maratón de Boston, el guatemalteco Doroteo Guamuch conocido, posteriormente, como Mateo Flores. Era una caravana que desde el Aeropuerto La Aurora se dirigía hacia el centro de la ciudad, de la Ciudad de Guatemala. Yo tenía cuatro años de edad. El Centro. Una palabra mágica con la que crecí desde esos años y de la que tuve noción desde los doce años. Ya viviendo en La Florida, hoy zona 19 de la capital, mi madre me llevaba de la mano, tomábamos la camioneta número 7 e íbamos a hacer mandados para que yo aprendiera los lugares a donde después mis padres me mandarían a comprar las cosas que necesitabamos, en una colonia que aún no lo tenía todo cerca, como hoy. Fue así como incursioné y visité El Centro, convertido hoy en el Centro Histórico de esta ciudad. Asunto que vengo realizando desde mi adolescencia y juventud. De ahí que ahora guardo en mi memoria cada recodo urbano del Centro, con lo cual he ido formando mi particular identidad urbana de la Ciudad de Guatemala. Y es que considero que la identidad está formada de recuerdos y los recuerdos están formados de esencias de distinta índole ya *

Antropólogo por la Universidad San Carlos de Guatemala, con maestría en CC. SS. y Etnología por la Universidad de París VIII. Escritor de novelas, cuentos y artículos de opinión sobre literatura. Especialista en culturas tradicionales y populares y antropología de la danza tradicional.


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sea temporal y territorial, así como familiar, sentimental, o con mezclas de picardía y aventurerismo. Cosas de la vida de cada quien. El Centro representa todos estos recuerdos en el imaginario de los guatemaltecos que lo han conocido, y más fuertemente en aquellos que lo han vivido con intensidad, y no digamos de aquellos que aquí han nacido y permanecido toda su vida. Obviamente, ese número de recuerdos alcanza el infinito. Empiezo con algunos de ellos, desde la condición de citadino que ha vivido en la periferia del Centro, es decir, desde la colonia La Florida. La camioneta de la ruta 7 me llevaba por la calle San Juan, pasando por la aldea El Rodeo, la colonia Centroamérica, Kaminal Juyú –cuando no estaba urbanizado–, La Quinta Samayoa, El Trébol, y toda la Avenida Bolívar, luego toda la novena avenida hasta la octava calle. Allí tenía que bajarme para ir a los almacenes donde tenía que comprar lo que se me había encomendado. Todo eso, para mí, era el puro Centro. Imaginemos a un niño de doce y trece años metido en todo esta aglomeración de edificios, la mayoría antiguos, la minoría modernos, entre los que estaban los almacenes y comercios. Para este caso, hablo del año 1960. Entonces me movilizaba entre el Parque Central, el parque Colón, el parque La Concordia y la 18 calle, acompañando a mi madre primero y después en solitario. Poco a poco fui conociendo los nombres de los lugares que miraba con curiosidad, y así sembré en mi memoria y corazón tantas imágenes del Centro Histórico. No se me olvida Santa Clara porque quedaban cerca los cines Cápitol, Pálace y Roxi, que después fue Tikal, pero sobretodo Radio City, donde le compraba sus repuestos de radioreceptores a mi papá. A una cuadra de la iglesia El Carmen estaba Cantel, y más allá Los Dos Leones donde le compraba telas y retazos a mi mamá. A la vuelta de la Empresa Eléctrica,


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donde pagaba la luz, estaba Novatex, donde buscaba telas para que nos hiciera nuestros pantalones un sastre amigo de la familia. Siempre pasé por la casa del Banco Agrícola Mercantil, y cuando ya tuve cuenta en ese banco la conocí por dentro y quedé prendado de su belleza. Pasados los años, en mi juventud, pude ver la casa de la Escuela Normal de Música Jesús María Alvarado, porque era mi camino al INCA para ir a esperar a ver si le decía algo a mi enamorada. Pasaba por la Escuela Nacional de Danza “Marcelle Bonge de Devaux”, hasta que un día entré a darle a las chicas una charla sobre danzas tradicionales y me dí cuenta del estado deplorable en que los Gobiernos insensatos han mantenido ese edificio. Cuando bajaba de la camioneta y subía al Parque Central pasaba por el antiguo almacén Paiz, contiguo a donde ahora está Arte Centro, que lleva el nombre de su fundadora Graciela Andrade de Paiz. Incursionando a veces por el templo de Ntra. Sra. de Guadalupe, por allí empezaba un lugar clínico donde se han encargado de reducir la población guatemalteca por todos los medios anticonceptivos posibles y que luego se llamó Aprofam, y bajando de la antigua Escuela de Medicina conocí la antigua casa de la familia Ferrando Muñoz, que se conoció siempre como el bufete popular de la Landívar. Viví por tres años en la novena avenida y primera calle de la zona 1, conocí en mi camino hacia la Catedral, el edificio de la Cruz Roja atrás de la iglesia de Santa Teresa, sin imaginarme que con el tiempo yo contribuiría relatando aquellos sucesos, en la exaltación que la Cruz Roja hizo del drama danzario Rabinal Achí, debido al específico tratamiento del prisionero Quiché Achi, consignado en la historia del etnodrama. Por supuesto, hay tantísimos lugares del Centro Histórico que impregnan mi existencia de recuerdos indelebles, que nombrarlos aquí sería prolijo, entretenido, llevaría mucho tiempo y el encargo que tengo se reduce a mencionar solo diez puntos de interés identitario, con lo que me quedo corto y mejor lo dejo para algún relato autobiográfico que en el futuro sea oportuno escribir.



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Exaltación al Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala Dennis Orlando Escobar Galicia* Introducción Tarea fácil es glorificar, de manera global, a un patrimonio cultural como nuestro Centro Histórico. Tarea difícil es mencionar todos los elementos existentes de esa agrupación de historia que es el Centro; y es que en cada metro cuadrado hay algo que contar, algo que decir, y que es parte de nuestra identidad, de nuestra historia. Por eso es que la investigación científica, para no dejar nada sin mencionar, recurre a la delimitación espacial, temporal y temática, y hace muestras estadísticas. Pero en este escrito, en cambio, haremos una remembranza en la que aflorarán lugares y hechos que han conformado la identidad del autor. El Centro es una de nuestras mayores joyas históricas, arquitectónicas y urbanísticas. Es en este punto del territorio en donde ha sucedido lo más trascendental de la historia moderna de Guatemala. Recorrerlo, observarlo y entrar en contacto con su ambiente, y ante todo, con su gente, nos permite conocer el epicentro de la cultura citadina guatemalteca. En él existe todo lo que una sociedad urbana necesita para definirse como tal: vivienda, comercio, distracción, arte, servicios públicos, centros educativos, restaurantes, transporte, centros religiosos, oficinas administrativas públicas y privadas, medios de comunicación, etc. *

Periodista y comunicólogo por la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Actualmente es periodista, editor y docente de la misma casa de estudios.


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1. Mis vivencias Escribir del Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala es referirme a mi vida, principalmente de los periodos que, hasta el día de hoy, considero los más fructíferos y apasionados: la niñez, la adolescencia y la juventud. Tuve la fortuna de haber vivido parte de mi infancia en una casona solariega de la sexta avenida (actualmente es un encumbrado edificio moderno), situada enfrente de la iglesia de San Francisco. Allí vivían dos familias: la Vásquez, integrada por uno de los hijos de los almacenes Vásquez; y la Escobar, compuesta por mis abuelos paternos y tres de sus hijas. En el lugar también compartíamos con don Manuel Paz, propietario de Foto Luz, quien tenía el mostrador del negocio en el zaguán. Él utilizaba la inmensa pila de la casona para llevar a cabo el proceso fotográfico. Mi relación con Foto Luz se debía a que una de mis tías era asistente de don Manuel; así que los sábados y en los periodos de vacaciones del colegio me portaba servicial: avisaba cuando llegaba clientela, colocaba en la entrada maniquís de cartón de la Kodak, sacudía vitrinas, ordenaba el aparador donde había sacos, corbatas y peines, y pasaba el trapeador en el piso. Por ser acomedido, don Manuel me obsequiaba fichitas de cinco centavos, pero una de ellas alcanzaba para comprar una gran variedad de productos. A pocos metros de la casa, en la esquina de la 13 calle, aún se encuentra la Curacao. En la banqueta estaba el estanquillo de doña Belén. Ella vendía dulces, cigarros, galletas, papalinas, números de la lotería, fotonovelas y cómics. Como era amiga de mis tías me prestaba historietas, con la condición de que no las ensuciara ni las doblara. Así que mientras mi tía leía fotonovelas yo me solazaba con las aventuras de Juan sin miedo, Capulina, el Llanero Solitario, el pato Donald y demás. Debo reconocer que gracias a doña Belén me volví aficionado a la lectura y a tratar con cuidado los impresos. Otra de mis entretenciones era salir a la puerta y ver pasar a la gente. Recuerdo que me impresionaba el señor que en la noche bajaba las persianas y les ponía candado, y al día siguiente en la mañana les quitaba el candado y las levantaba. También a la niña y al niño que botaban el canasto con


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enchiladas y se ponían a llorar, para que los transeúntes se compadecieran y les dieran dinero. Estos pequeños fueron tan famosos que el programa televisivo “Campiña” del animador Chalo Hernández les dedicó un reportaje. Otro personaje que rememoro es el vendedor de El Imparcial, quien en varios sitios de la sexta avenida interpretaba con sonidos guturales música moderna y remedaba a locutores de radioemisoras juveniles. La época navideña era bastante bonita para los niños. Los almacenes los adornaban con guirnaldas, pinos y foquitos, y casi todos ponían a Santa Claus en la puerta. Los más especiales eran el de Casa Música y el de La Juguetería. En este almacén colocaban un trineo en la cornisa y a las seis de la tarde salía un “Santa” que lanzaba dulces y nos deseaba feliz navidad. Era muy simpático porque aparte de ser muy gordo no se sabía los nombres de los renos y decía: “Corre Bambi, corre Sultán y corre venado”. Algunos años colocaron tarimas en las principales esquinas y hubo presentaciones de coros, de teatro y de cantantes, todos con motivos navideños. A lo lejos recuerdo que La Paquetería sufrió un atentado terrorista. La gente decía que en uno de los trajes de caballero que ahí vendían habían colocado una bomba incendiaria y que por eso se había quemado. Además, evoco cuando me enviaban a la panadería Las Victorias a comprar el pan. En el camino pasaba frente a las vendedoras de tostadas y atol de elote del parque Concordia. Al transitar por el parque me detenía frente a los señores que estaban sentados en las bancas leyendo El Imparcial. Ellos tenían extendido el periódico y por mi estatura no me veían. Yo observaba al muñequito del diario. Al regresar a mi casa, más de alguna vez me regañaron porque llevaba champurradas de la panadería La Esperanza y no de Las Victorias. Otro recuerdo inolvidable, es cuando certificado en mano iba al restaurante Cantón para que me dieran pescaditos de colores. Me los entregaban en una bolsa plástica e inmediatamente me iba a la casa y los echaba en la descomunal pila. Nunca más los volvía a ver, y muchas veces fui reprendido porque por estar buscándolos estuve a punto de caer de cabeza en el agua.


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A los diez años dejé de vivir en el Centro, pero lo seguí frecuentando los sábados y en los meses de noviembre y diciembre cuando estaba de vacaciones en el colegio. Nos fuimos a vivir a la zona 7, pero mis tías continuaron trabajando en almacenes de La Sexta. Casi siempre acompañé a la tía que trabajaba en Foto Luz y le ayudaba en sus quehaceres. Me gustaba ir porque el Centro era mi diversión: veía gente y vitrinas, leía historietas y don Manuel Paz me obsequiaba fichitas. Cuando ingresé al Colegio Mateo Perrone en 1972, a estudiar la secundaria, y ya con doce años de edad, me identifiqué más con el Centro porque en los periodos libres iba con otros compañeros a “vitrinear” por distintas calles y avenidas. Además porque en las vacaciones presté mis servicios en algunos almacenes. Recuerdo los nombres: Akí, Kokín y Foto Ortiz. Ya ninguno de los tres existe. Fue durante esta época que me volví asiduo cliente de los Helados La Quinta, que otrora estaban en la quinta avenida, entre 16 y 17 calle, y que después estuvieron ubicados en la 16 calle, entre quinta y cuarta avenida. Ahora ya no existen. Al volverme “aplanador” de las arterias del Centro, tuve oportunidad de conocer hasta sus más recónditos lugares, muchos de ellos ya desaparecidos, otros totalmente transformados, y algunos, los menos, se mantienen como detenidos en el tiempo. En este recuerdo continúo por la primera avenida entre octava y novena calle, lugar donde se encuentra el santuario de Guadalupe. Aquí nos llevaban a los niños, el 12 de diciembre, vestidos con trajes regionales de Guatemala. Nos trataban de vestir de la manera más auténtica, que hasta con corcho quemado nos hacían bigotes, y a las niñas les pintaban los labios y las mejillas con achiote. En la misma calle del santuario, en la segunda avenida, está la Sociedad Protectora del Niño, casa fundada hace aproximadamente cien años. Durante la época de sus rifas de beneficencia se ve a sus diligentes niñeras vendiendo números por todo el Centro. “Estas señoritas se aparecen hasta en la sopa”,


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decía una vez un amigo mientras se disponía a degustar una sopa mein del restaurante Rubí. En la tercera avenida está el parque del poeta con el monumento a José Batres Montúfar; el Conservatorio Nacional de Música “Germán Alcántara”, lugar donde vi por última vez al poeta Manuel José Arce. Esto fue en 1978, cuando la Coordinadora de Estudiantes de Educación Media (CEEM) organizó una actividad cultural para despedir a la delegación de estudiantes que participaría en el 11 Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, a celebrarse en Cuba. Recuerdo que el poeta me dio un fajo de hojas mimeografiadas con un saludo a la delegación guatemalteca. Ese día, antes de llegar al conservatorio, estuve con otros normalistas en el Bar y Restaurante Atitlán, ya desaparecido y que se encontraba en la tercera avenida y sexta calle, esquina. En esa misma calle aún se encuentra la heladería Marylena, conocida por su variopinta diversidad de sabores y colores. En la sexta calle, entre tercera y cuarta avenida, existen muchos lugares frecuentados por los citadinos: Tux-Tepito, de Imeri, China Hilton, Óptica América, El Gazebo. Antes, en esta calle, estuvo la Cafetería Capri, El Góspel y Mariscos Montreal, lugar que frecuentaba don Rigoberto Bran Azmitia y don Rufino Cortave. También en esta arteria está un edificio que se resiste a morir; primero fue teatro, después cine y ahora un salón de baile. Me refiero al Variedades. Siguiendo por la sexta calle se encuentra otro punto de nuestra identidad: el Hotel Centenario; lugar de muchas leyendas porque por estar tan cerca del Palacio Nacional, se ha asegurado que ahí han pernoctado personajes famosos que buscanan pasar inadvertidos. Más adelante se localiza el Almacén Lucky. Plaza de la Constitución: que también es llamada Parque Central. Recuerdo sus bancas de metal, sus arriates muy bien ornamentados, sus faroles de luz amarilla y su fuente central siempre iluminada por las noches. Al otro lado está el Parque Centenario con su Concha Acústica, pero ya no está el famoso “peladero”, o ya no es como antes. En la concha se presentaban diferentes eventos artísticos y ahí culminaban las manifestaciones populares.


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Fue en este lugar, en 1978, cuando Oliverio Castañeda de León pronunció su último discurso. Minutos después fue asesinado en la sexta avenida. Prosigo con mi recorrido: ingreso al Portal del Comercio. A decir verdad, este lugar lo considero el “epicentro del Centro”. Muchos de los negocios se resisten a desaparecer, entre los más importantes están los quioscos de números de lotería, las ventas y compras de joyas y de monedas antiguas. Y el famoso Portalito, bar emblemático de nuestra urbe que ha cobijado de la lluvia y en la bohemia a revolucionarios, a escritores y a cuanto nacional y extranjero se considere especial. Fue aquí cuando saludé al poeta Otto Raúl González (q. e. p. d.), por mencionar a uno de los grandes parroquianos de ese lugar. En la novena calle, entre sexta y séptima avenida, se encontraba el Shangai, restaurante chino que fue para muchos el bebedero de cerveza más económico, más cercano a la parada de buses y el que siempre estaba abierto. Continúo por la sexta avenida, la “Calle Real”, la más importante avenida del Centro y que otrora albergó a los más importantes almacenes del país, a saber: la Perla, lugar en donde aún está un reloj que servía de guía para estar a tiempo en las diligencias. Algunos lugares que estuvieron en esta avenida, y otros que aún están y que deben considerarse emblemáticos son: Cine Lux, Maymo, Canche Serra, La Cafetería Peñalba, Fu Lu Sho, El Embajador, Centro Capitol, Cines Pálace, Mansión San Francisco, Mixtas Frankfurt, iglesia Santa Clara, Radio City, Casa Música, Radio Nuevo Mundo, Cine Sexta Avenida, La Curacao, iglesia de San Francisco, Foto Luz, Edificio de la Policía, Cine Tikal, Almacén El Siglo, El Favorito, Refresquería San Francisco, Farmacias Klee, Almacén Najmán, Abarrotería Chemita, Cantón, Capuano, La Singer, Restaurante Nuevo Mundo, Papelería ABC, Restaurante y Cafetería El Buen Gusto Oriental, Super Radio, Camisas Pamarco. 2. El Fu Lu Sho: lugar emblemático del Centro Histórico Este restaurante me provoca recuerdos, no culinarios, sino intelectuales. De niño lo veía de reojo y me provocaba un gran respeto porque siempre veía


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personas muy bien ataviadas leyendo los periódicos o conversando con mucha seriedad. Me llamaba la atención ver caballeros encorbatados, algunos con sombreros Stetson o Borsalino, como los que usaba mi abuelo, degustando con gran estilo una taza de café y observando el humo de sus cigarrillos. No veía niños ni adultos comiendo desmedidamente, por lo que no me animaba a entrar, pues creía que era solo para personas que más que comer, requerían un lugar para descansar o conversar. Cuando me enteré del nombre del restaurante me provocó mayor interés porque me sonaba a chino, pero era muy diferente a los otros donde llegaban familias completas a degustar el famoso chow mein. Fue hasta mi adolescencia cuando finalmente ingresé al lugar. Un tío me invitó a comer hamburguesa y a beber batido de leche con fresa. Él pidió un sándwich de pollo y una cerveza. Mientras comía me dediqué a observar el lugar y a escuchar a los comensales. Recuerdo que unos hablaban de fútbol, otros de política, otros de negocios y no faltaron algunos, sentados en las mesas cercanas al ingreso, que piropeaban a las colegialas que por ahí transitaban. A decir verdad, me agradó la merienda y ante todo el ambiente. Me imaginé que cuando grande me sentaría en la mesa de entrada, pediría un café, encendería un cigarrillo y sobre la mesa extendería El Imparcial para leer con más comodidad. Supuse que me sentiría a gusto y que las colegialas del Liceo Francés, del Sagrado Corazón o de la Casa Central se fijarían en mí por la forma de leer el periódico. 3. Otros puntos de referencia En la quinta avenida, otra importante arteria citadina, vale mencionar a: Delicadezas Hamburgo de la 15 calle, Librería Progreso, Helados La Quinta, La Esperanza, Las Victorias, el edificio Hispania, Coto Escobar, almacén Los Monitos, parque Enrique Gómez Carrillo, almacén El Esfuerzo. E indiscutiblemente, a otro de los puntos importantes del Centro: el Restaurante Altuna, apreciado por su servicio y su especialidad en platillos españoles, principalmente los callos a la madrileña. Para finalizar, me veré en la necesidad de hacer un recorrido a vuelo de pájaro y mencionar lugares de otras calles y avenidas del Centro. Algunos


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sobreviven, otros han desaparecido. Por ejemplo: el bar y restaurante El Zócalo que estaba en la 18 calle entre cuarta y quinta avenida; almacén Los Dos Leones, Cafetería Ethel, almacén Magno; José Matta, fundador de telas (cuarta generación), y el eslogan de este almacén era “El que los precios mata”, pero las costureras decían “El que a precios mata”. Almacén Jaro, almacén El Gato, librería Ideas (en la novena avenida en el 8-53). El Instituto Central, la Escuela de Comercio, Industrias de la Riva (libros, revistas y anillos de graduación), Tortas Mexicanas “Las Tortugas”, Cine y Cafetería Lido, Zapato Royal, Centro de Variedades Librería y Papelería, Refresquería y Dulcería El Divino Rostro, Teatro Abril, El Ateneo Metropolitano, Restaurante y Cafetería Las Vegas, La Astoria, Gambrinus, Hotel Continental, Taquería el Tenampa (octava calle entre décima y onceava avenida), Arimany, Universidad Popular, La Pensión Meza. Conclusión El Centro es, en suma, la parte de nuestra Nueva Guatemala de la Asunción, donde se agrupan monumentos históricos, órganos de la administración, del comercio y de la vida pública en general. Su conocimiento nos permite a los guatemaltecos redescubrir nuestro pasado, recuperar la memoria histórica y forjar nuestra identidad. El Centro es la antesala de nuestra casa en donde acogemos a nuestros coterráneos y a quienes nos visitan del extranjero. Urge, por tanto, que lo recuperemos y lo mantengamos con decoro. Sus calles y avenidas deben ser lugares que reflejen historia, cultura y el sentir de los guatemaltecos. No permitamos, pues, que se conviertan en un laberinto, sin rostro ni hospitalidad. Abrigo la esperanza a que, a quienes la identidad es como una fuerza centrípeta que nos atrae y nos dirige hacia el Centro, lograremos unir voces y acciones para hacer de nuestra ciudad el recibidor de nuestra casa: Guatemala. Concluyo con el último párrafo de un texto de Marco Vinicio Mejía, publicado en La Hora el martes 14 de agosto del 2007, que dice:


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Le Corbusier, el genial transformador de la arquitectura moderna nos advierte: “La decadencia de las ciudades hiere nuestro amor propio y ofende nuestra dignidad”. Tal vez por eso es necesario resistir la pérdida de la ciudad, para que no nos arrastre en su abismo, para que la ofrenda diaria del cáliz callejero no nos desfigure el espíritu.



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Las normales en Guatemala José Antonio Arana* Para el año 1875, no había educación pública en Guatemala. Con el ingreso de la Revolución liberal de Justo Rufino Barrios, puesto que no había maestros graduados, hizo construir las escuelas normales (Escuela Normal Central para Varones, Instituto Nacional Central para Varones, Instituto para Señoritas: Belén, Insos en algunas cabeceras departamentales). Trajo maestros de Cuba para la formación de otros maestros. Entre quienes vinieron estaban: José Martí, José Joaquín Palma, Ildebrando Martí, tío de José Martí, primer director del Instituto de Varones. Teniéndose los establecimientos educativos y los maestros, el alumnado se conjuntó al traer a uno por cabecera departamental. En la isla de Flores, Petén, hay una casa con una plaqueta de bronce donde se lee: “Aquí nació y vivió José Benítez Gómez primer Maestro Graduado de Petén”. De Salamá, vino un chico descalzo con un costal al hombro, quizá con una sábana y una o dos mudadas, venía a pie por la cordillera, pasaba por San Raymundo hasta llegar a la Normal de Pamplona, debido a la distancia, venía al inicio de clases y se retiraba para la clausura, al despedirse de sus compañeros les advertía: “No olviden que todo sabio empieza por aprender el abecedario”. Por supuesto que los estudiantes eran internos, a los normalistas les daban permiso para viajar a Guatemala, porque de La Aurora a la 18 calle queda lejos, abordaban el tren en la estación de Pamplona. Poco a poco se entabló una rivalidad entre los estudiantes del Instituto Nacional, con los de la Escuela Normal, por contiendas deportivas y actividades académicas. Como *

Escritor merecedor de varios premios literarios a nivel nacional, entre los que destacan el Certamen Mirna Mack y el Carnaval Mazateco (en tres ocasiones). A nivel internacional ha sido reconocido por la Universidad Católica de Valparaíso, Chile, y por la Casa de la Cultura de Aguascalientes, México.


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a los instituteros les daban shecas en su dieta diaria fueron bautizados como “los shecas”; y a los normalistas, un atol de arroz con rapadura, alimento que un alumno taxisteco nombró “güifa”, por ello recibieron el mote de “güifas”. Empero de ambos planteles egresaron prominentes estudiantes que pasaron a la Universidad de San Carlos, graduándose en distintas disciplinas de la ciencia. Por citar unos ejemplos: Dr. Luis Martínez Montt, Lic. Ramiro Ponce Monroy, Dr. Juan José Arévalo, Lic. Tomás Baudilio Navarro, los hermanos Piedra Santa. En el Instituto Central, fungió como docente, Manuel Galich, gran dramaturgo. En el plano deportivo, la Escuela Normal estuvo en la Liga Mayor de fútbol, uno de sus baluartes fue “el Gato” Samayoa. Pasaron por ahí los hermanos Estocks, los Taylor. En el Instituto para Señoritas, Belén, estudió Rogelia Cruz Martínez quien fue electa Miss Guatemala y representó a nuestro país en el certamen de Miss Universo; así mismo, destacó la ahora trabajadora social, Floridalma Lima de García con su tesis sobre la transgresión juvenil. Obvio, en el contexto político, estudiantes y docentes, fueron partícipes de históricas luchas en pro de la democracia del país, todos se vieron involucrados en las jornadas de marzo y abril, contra el régimen de Miguel Idígoras Fuentes. Como castigo, los establecimientos de varones fueron militarizados. El primer día de clases en la Escuela Normal, el catedrático Amílcar Echeverría, preguntaba en el aula: “jóvenes, levanten la mano quiénes aún no tienen apodo”. Un reducido número levantaba la mano. El docente sugería: “arrodíllense ante sus compañeros y suplíquenles que les pongan apodo, aquí los apodos hacen historia”. Así, en la Escuela Normal hubo apodos famosos como: Goliat, Tarzán, Plátano, Pocholo, Machete, Albóndiga, Terror, Tata Nacho, Pescado, Jute; al chofer del bus le apodaron Pupo. Recuerdo que al petenero, Carlos Pinelo, no le pusieron apodo pues creyeron que Pinelo era apodo. Como una biopsia, en el año de 1967, egresó una promoción de 120 maestros del nivel primario, de la Escuela Normal, claro que no todos se dedicaron a la docencia, pero quienes así lo hicieron, lo hicieron con suma entereza y profesionalismo: Manuel Burgos Berges en Petén, Manuel Aguilar


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Enríquez en Retalhuleu, Leopoldo Sagastume en Jalapa, Guillermo Colindres en Izabal, Fredy Reyes en Jutiapa, Ángel Muñoz en Quiché, etc. De ellos, 37 son médicos destacados, entre otros el pediatra Otto Durini Franco, nieto del ingeniero Durini, quien trazó la Avenida Reforma. El ingeniero Juan Luís Arias, el agrónomo Edgar Ríos Valladares, orquidiólogo; todos profesionales de bien, quienes le han dado lustre a Guatemala.



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La historia de Gregoria María Elena Schlesinger* Gregoria me contó su historia mientras trapeaba con una mecha empapada de gas el piso de cemento rojo de la casona del Centro. –Yo fui casada y tuve una hija –dijo sin levantar la mirada, concentrada en la tarea de limpiar con cuidado cada una de las piezas del piso de cemento rojo con enramadas verdes del corredor–. Se llamaba Cecilia y nació el día del arcángel Gabriel. Aquella confidencia no dejó de asombrarme, pues de Gregoria no sabíamos mucho: que había llegado a tocar a la casa de los abuelos poco tiempo después del terremoto de 1976 y que le había suplicado a la abuela trabajar en la casa a cambio de tener cuarto y comida. Gregoria iba vestida en andrajos y llevaba únicamente en la mano un atado con su ropa envuelta en una manta raída. Andaba descalza y con el pelo arreglado en dos trenzas, pero lo que más impresionaba, contaba la abuela, era su mirada, como perdida en alguna latitud extraña y confusa. Dijo que se llamaba Gregoria y eso le bastó a la abuela para decidirse, pues pensó que Gregoria era un buen nombre para una sirvienta. Desde aquel día le asignaron las labores más extrañas y detestables de la casa, las que todos rehuían porque les daba asco o apestaban. Gregoria era la encargada de vaciar cada mañana las bacinicas, echar los líquidos amarillos en los helechos del patio, lavarlas en la pila con amoniaco y *

Licenciada en Letras y Filosofía por la Universidad Rafael Landívar, autora de obra narrativa y columnista de historia cotidiana en elPeriódico de Guatemala, profesora de Literatura en la Facultad de Derecho de la Universidad Francisco Marroquín.


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volverlas a poner antes de la tarde en los compartimentos de las mesillas de noche de cada habitación, distinguiéndolas según color y tamaño. Se encargaba también de poner las trampas de los ratones, con sebo de pellejo de carne y tortilla tiesa, y de ver por las mañanas, antes que todos se levantaran, para evitarles el disgusto. Cuántos roedores habían caído en las trampas. Ella les daba el golpe mortal en la cabeza con un palo de escoba, y luego los envolvía en papel periódico como si fueran tamales, antes de tirarlos en el tonel de la basura. Gregoria se encargaba, además, de lavar los paños femeninos de las señoritas de la casa, los restregaba con lejía y, luego, los ponía al fuego en una olla de caldo de azulillo y jabón de coche, y esperaba que hirvieran moviéndolos con un palo para que salieran blancos, libres de flujos femeninos. Limpiaba diariamente los petates que cubrían el piso de barro, arreglaba la jaula de canarios, ponía el alpiste y el jilipliegue, cuidaba a Arturo, un loro de plumaje hermoso, muy verde y de pico negro y torcido, que había llevado el tío Fernando a la casa como pago por curar a una niña de disentería en el Hospital General. En la casa de los abuelos, habitó el último de los cuartos de la casa, frente a la pila y al lado de una puertecita hecha de tablas que conducía al tercer patio en donde crecía el naranjal, el árbol de anonas y estaba el excusado que usaban los empleados de servicio. Su cuarto era pequeño, con las paredes encaladas y con una ventana con vistas al cielo, y por todo haber, un camastrón con colchoneta de paja, una silla renca y un arcón de madera en donde colocó su atado de ropa. Gregoria me contó esa tarde que se había casado en Amatitlán con vestido blanco de satín hasta el tobillo, velito y un ramo de jazmines. –En la iglesia grande, la de dos torres de campanarios, que está frente a la ceiba en la plaza.


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Había conocido a su esposo para las fiestas del Día de la Cruz, en mayo, cuando sacan a pasear al niño Jesús por el lago, en canoa arreglada con flores y tiritas de papel de colores. Él la había visto de lejos, la siguió hasta su casa y dos días después le susurró al oído, ¿te querés casar conmigo? Me costó imaginarla de novia, joven, con la mirada alegre y trasparente, pues con el tiempo Gregoria se había convertido en una especie de espanto de ropa holgada, brazos huesudos y boquita pequeña de ombligo poblada de bigotes. De repente, me pareció ver la figura de un caballo. No quise preguntarle por Cecilia, su hija, ni la razón por la cual había llegado a la casa de los abuelos llorando, huérfana de hija y esposo, llevando por único haber el tanate de ropa y un atadito de cuartillos de plata que guardaba celosamente pegado a su cuerpo, en lo que ella denominaba el buche. No dijo nada más y prosiguió trapeando el piso de arabescos del corredor mientras entonaba entre dientes un canto de alabanzas pidiendo clemencia a Jehová y a su ejército de arcángeles aludos. No quiso hablar de Cecilia, su niña, y en quedito contó, como para que no la oyera o para que no le regresara el dolor, que antes de morir, la niña tenía la panza inflada de lombrices y los ojos saltones, como de sapo, a pesar del apasote que le machacaba diariamente en el atol. –Me voy a ver a Arturo –dijo el loro milenario de la casa, tan lleno de años y de achaques como ella. –Hace días que no se le ve bien. No quiere comer tortilla remojada en caldo ni papaya fresca, de la que le compro en el mercado. Se le caen de a poquito las plumas y está triste, con el pico gacho. Parece como si a esta criatura del Señor le estuvieran doliendo los huesos y el alma –dijo– como a mí.



II. COLABORACIONES



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La canción en la niñez y juventud de Guatemala Ethel Batres* “La sociedad, la cultura musical y la educación, se hallan en una situación inextricable de dependencia recíproca, y todo cambio en una de ellas se refleja, y se vuelve a reflejar en las otras” Christopher Small Resumen La autora repiensa la canción para niños como un patrimonio de la memoria, que subsiste a pesar de los procesos de globalización en el interior de la familia. Su objetivo es valorar un producto simbólico al cual pasa inadvertido, y estimular a estudios más profundos, para ser empleados como un instrumento valioso del proceso enseñanza-aprendizaje. Asimismo se esperaría generar una reflexión en cuanto a la responsabilidad del educador, el educador musical, el creador y el intérprete de canciones infantiles y juveniles, en el devenir del grupo etnocultural en el que se autoadscribe, como elemento valioso e importante dentro de la posibilidad de una sociedad intercultural, en el contexto mayor de su país y su época. A través de una ingeniosa estructura, este ensayo enfoca la epistemología y su inclusión en la historia de Guatemala de un nuevo objeto de estudio pocas veces investigado. *

Guatemalteca. Pedagoga musical. Investigadora contratada por el Departamento de Educación Artística (Digecade), del Ministerio de Educación de Guatemala, para realizar la recopilación que da respaldo al presente trabajo.


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1. Anacrusa La canción para la niñez y juventud en Guatemala es parte de un repertorio musical amplio, conocido y cantado por diversos sectores, y difundido por otros. Proviene de un universo sonoro mayor que sobrevive en la familia, un poco en la escuela, en festividades sociales comunitarias, en agrupaciones religiosas y otras. Actualmente compite –aunque inconscientemente quizás– con los grandes emporios transnacionales de la radio, la televisión, el internet, el cine y los videoclips. Es engullido a veces, refuncionalizado otras, subutilizado por unos, comercializado por otros, pero aun así, disfrutado por muchos y con grandes posibilidades de ser aprovechado para el desarrollo. Como mercancía –para algunos–, la canción parecería un subproducto cultural, con escaso mercado y por lo tanto poco merecedora de atención. Para otros, siempre desde el ámbito mercantil, es un “nicho” de ese mercado, no explotado del todo y susceptible de masificarse. Algunos quizá vean en la canción para niños un hecho trivial, refrescante, divertido, “inocente e ingenuo” que sirve para entretener, para realizar un espectáculo, para amenizar una fiesta infantil o para distender el aburrido tiempo que no avanza dentro de alguna guardería. Son menos los que atisban en la canción y el resto de la música para la niñez y juventud, un carácter que no es inocuo, sino una intencionalidad y direccionalidad fuertes, y un efecto poderoso en cuanto a elementos formativos que desde una edad temprana van consolidando ciudadanía, desarrollo personal, sensibilidad, sociabilidad, identidad, lenguaje, musicalidad, movimiento, expresividad, consciencia, juicio crítico, creatividad, libertad o condicionamiento, adscripción o rechazo a un grupo, imaginarios culturales, estereotipos o ruptura de los mismos y varios elementos más. Se espera que este ensayo permita explicitar algunas referencias en cuanto al tema y brinde estímulo para una profundización mayor, que facilite a los educadores ubicar la música y las canciones para niños y jóvenes en contextos formativos, que trasciendan los conceptos de alegría y diversión, para que –sin descartar o descalificar esa concepción–, también remita a otro tipo de reflexión, que impacte seriamente en creadores y difusores conscientes y


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confiados en el poder transformador de la música, de la literatura y de la canción, como opciones para la emancipación individual y social dentro de la escuela y fuera de ella. Se esperaría generar una reflexión en la responsabilidad del educador, el educador musical, el creador y el intérprete de canciones infantiles y juveniles, en el devenir del grupo etnocultural en el que se autoadscribe, como elemento valioso e importante dentro de la posibilidad arquitectónica de una sociedad intercultural, en el contexto mayor de su país y su época. Una canción construye o destruye por igual, alegra o entristece; la música educa y deseduca. El sonido se escucha y también se intuye, el silencio también suena y la conciencia está en él. Por estas razones es importante recopilar, encontrar, valorar y difundir la música de Guatemala para niños y jóvenes. Finalmente, se busca una aproximación y relación con la historia de Guatemala, como referente primario para ubicar la génesis de los juegos musicales, de los cantos, de las rondas, de las canciones escolares, de las rimas musicalizadas, de los ritmos que las definen, de los timbres que se utilizan, de los estilos que se manejan, de las formas de composición utilizadas, de los temas tratados, de las canciones más difundidas, o de las que quizá tiendan a olvidarse o invisibilizarse. Como cierre se transcriben algunos fragmentos de una síntesis poética de Silvio Rodríguez (1985), justamente contenida en una canción: “…Te doy una canción y hago un discurso sobre mi derecho a hablar… Te doy una canción y digo Patria y sigo hablando para ti… Te doy una canción… como doy el amor….” (Rodríguez, s. p., Tríptico)


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2. Primer compás (propósitos, universo, alcances y delimitación de este trabajo) La recopilación del material musical y literario que sustenta este ensayo, inició a requerimiento del Departamento de Educación Artística del Ministerio de Educación (Mineduc), el cual según los términos de referencia buscó como propósito fundamental “dotar al Ministerio de Educación de un banco de recursos musicales y de un repertorio de canciones guatemaltecas tradicionales y contemporáneas para uso dentro del Sistema Educativo Nacional” (Flores, 2014, p. 2). Las canciones infantiles y juveniles fueron extraídas de un universo mayor, a partir de un trabajo de investigación iniciado para el Mineduc en 2013 (Batres, 2013), pero que daba continuidad al repertorio personal de la investigadora, como consecuencia de muchos años de ejercicio docente musical. El trabajo de acopio de partituras, grabaciones y otras fuentes, continúa hasta hoy. Después de la lectura, audición y revisión de 3 500 canciones aproximadamente, se elaboró un listado de cien obras recomendadas, para ser incluidas por parte del Mineduc en una publicación. Finalmente, se espera para mediados de 2015, la publicación de la versión impresa, acompañada con audios. Para estos se contó con el trabajo de arreglos profesionales de los maestros Paulo Alvarado, Nery Cano, Léster Godínez, Danilo Pineda y Gamaliel Mayén, quienes con sus respectivos conjuntos musicales realizaron la grabación de las canciones. Por otra parte, varias canciones fueron extraídas de producciones anteriores que fueron autorizadas por los autores o productores de las versiones. La recopilación de material incluye obras desde el año 1550 aproximadamente, hasta el año 2014. La muestra refleja, aunque a grandes saltos, un panorama por épocas.


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3. Segundo compás (la canción para niños y jóvenes como capital cultural a partir de la escuela) La canción para niños y jóvenes, como creación musical y espacio artístico, tanto desde la literatura como desde la música, ocupa un punto de tensión entre fuerzas contrastantes a partir de un capital cultural común: los conocimientos, las habilidades, la técnica, la tecnología, el espacio educativo, el espacio de difusión social, los parámetros axiológicos, los referentes artísticos y otros. Ese capital cultural manifiesta abordajes diferentes según la procedencia desde donde se enuncia: el mundo académico, el ámbito popular, la tradición cultural, los espacios de innovación contemporánea, el sistema educativo, la educación extraescolar y similares. Como elementos adicionales se incorporan al juego de poderes: el ámbito mercantil, las transnacionales mediáticas del mundo musical y audiovisual, las cadenas editoriales e incluso las políticas culturales de los Estados. Finalmente, también se incluyen en el intercambio otros involucrados: los creadores y los intérpretes, y estos últimos muchas veces limitados por la presión de los contratos laborales generados por las empresas fonográficas, mediáticas y publicitarias. A veces hay unidad entre todos, en otros casos, complementariedad. Pero en muchas ocasiones, sobre todo en el ámbito de los países que tienen una industria musical altamente desarrollada y rentable, hay un fuerte condicionamiento por el mercado, que debe ser asegurado mediante la venta masiva. Esto puede conllevar a la elaboración de propuestas de fácil absorción por un público genérico, independientemente de la calidad musical o literaria. La “industria cultural” toma posesión de un ámbito tradicionalmente reservado a los artistas, o en todo caso, con incursión de los educadores.


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Las producciones infantiles pueden tener varias motivaciones y derivaciones: a. Producciones de canciones y música para niños condicionadas directamente por la línea mercantil. Muchas veces están asociadas a espectáculos mediáticos y a la venta de elementos adicionales: CD, DVD, vestuario, álbumes, pósters, lápices, etc. b. Producciones de canciones y música para niños a partir del sistema educativo, no comerciales, pero impregnadas de fuerte didactismo. Muchas de ellas, elaboradas para satisfacer el “calendario de efemérides escolares”, antes que para propiciar el canto per se. c. Producciones de canciones y música para niños generadas desde la literatura infantil y la música como arte, o bien, desde la educación por el arte, con clara conciencia lúdica, ética, estética y liberadora. d. Producciones de canciones y música para niños surgidas desde ámbitos sociopolíticos, sociorreligiosos u otros similares, con clara definición de las pautas y propósitos que buscan formar y moldear en su público. e. Probablemente algunas producciones híbridas, con predominio de unos u otros elementos, y con dificultad para ser delimitadas por la ambigüedad, falta de claridad e inconsciencia discursivas. En algunas ocasiones, en familia se generan improvisaciones, juegos rítmicos y vocálicos, así como canciones espontáneas o producidas por situaciones del entorno o trasladadas a partir de una herencia musical cercana. Estos elementos contribuyen a nutrir el patrimonio sonoro y musical del niño, que puede revestir en estas circunstancias una tónica de creatividad y autonomía. En otras oportunidades, los padres de familia, la escuela y los espacios sociales funcionan como mecanismos reproductores del repertorio impuesto por los medios de comunicación. Los estratos sociales que tienen capacidad económica para celebrar cumpleaños y efemérides infantiles, incorporan canciones del repertorio de difusión masiva, porque es lo que


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tienen a su alcance y, adicionalmente, otorga prestigio social, va con la moda y puede ser coreado multitudinariamente por los participantes, que se convierten en consumidores “naturales” de esta línea de producción musical. Socialmente, Pierre Bourdieu, comenta sobre las relaciones que se perciben en estas interacciones: Los medios de comunicación, particularmente la televisión, son percibidos como un lugar de igualdad en el cual los actores se piensan autónomos. La ilusión de la igualdad desempeña un papel fundamental como mecanismo de perpetuación de la dominación [...] La cultura no está desprovista de contenido político, sino que es su misma expresión (Bourdieu, 2000, p. 18). Una situación verdaderamente compleja, casi un problema ético, ocurre a innumerables educadores musicales que notan la escisión enorme entre la música de los medios masivos, la tradición musical local y la tradición escolar y académica que ellos poseen. Elegir entre propuestas carentes de significado o reproducir los éxitos comerciales es una decisión complicada, que a veces no es asumida con legitimidad, sino a partir de la imposición de una comunidad educativa poco formada y generalmente acrítica: los mismos padres de familia, otros colegas docentes e incluso autoridades educativas. La canción es uno de los procedimientos didácticos más utilizados por los maestros en todos los tiempos. Quizá, junto a los cuentos y los juegos, ocupa un lugar estelar dentro de la valija de recursos de todo profesor. La investigadora Luzmila Mendívil (2007), apunta que la canción se utiliza, entre otras funciones, para: • Recreación. • Motivación inicial. • Aprendizajes temáticos de distintas disciplinas (matemática, lenguaje, ciencias, etc.). • Aprendizajes de elementos musicales.


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• Aprendizaje y vehículo de expresión corporal, gestual y mímica. • Aprendizaje de repertorio nacional y tradicional. • Aprendizaje de pautas de conducta, hábitos y valores. • Propaganda diversa: de actividades deportivas, de actividades culturales, de equipos políticos escolares, etc. • Desarrollo auditivo, vocal, rítmico, melódico y armónico. • Montaje de actos y eventos escolares (Día de la Madre, Independencia, etc.). • Cohesión social: canción lema de la clase, del grado, del equipo, etc. Luis Pescetti (1998), compositor para niños y crítico argentino, menciona que las canciones otorgan sentido a la experiencia que refieren. Y ve en esto una importancia fundamental, porque permiten trabajar con experiencias que no se reducen a la palabra, sino que van más allá, porque en muchas ocasiones, es imposible traducir sentidos en palabras. Esto nos da luz sobre el porqué del impacto de las jitanjáforas, juegos de palabras, juegos mímicos, kinestésicos y miméticos que los niños disfrutan con las canciones. Finalmente, se anota un planteamiento de Bourdieu: “Las necesidades culturales son el producto de la educación… todas las prácticas culturales y las preferencias están estrechamente ligadas al nivel de instrucción y en segundo lugar al origen social” (2003, p. 129). La construcción individual y social que se realiza con la canción, es un arma cultural contundente. La canción para jóvenes tiene las mismas implicaciones revisadas anteriormente, con el añadido de una mayor carga agresiva por parte de los procesos de industrialización masiva de la música. Los adolescentes son considerados como los más valiosos consumidores de música y productos musicales, y como tales, son codiciados receptores.


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Pero, además de la canción, hay una serie de universos sonoros en medio de los cuales están inmersos los niños: los juegos de palabras, las rimas, los juegos rítmicos, los recitados ritmizados acompañados de palmadas, las orquestaciones básicas realizadas en las aulas, las historias sonoras, los cuentos musicales, los cuentos musicalizados, los cánones gráfico-sonoros, las sonoridades corporales, los juegos percusivos diversos, el teatro musical, las manifestaciones de zarzuela y ópera escolares, la música de los videojuegos, la música asociada a la imagen en televisión y cine, etc. La música para niños y jóvenes tiene una amplia proyección, varias ramificaciones y profundas implicaciones formativas. El reto es asumir la responsabilidad de usarla apropiadamente, desde la escuela y fuera de ella. La construcción colectiva de una sociedad más respetuosa de lo humano, incluyente y generadora de relaciones interculturales puede potenciarse totalmente desde la música, desde los universos sonoros y desde la canción para niños y jóvenes. 4. Tercer compás (las vertientes musicales en Guatemala: maya, garífuna, xinca y mestiza. El panorama para niños y jóvenes) A diferencia de lo que ocurrió en otros países, los estudiosos de la literatura infantil en Guatemala indican que en esta tierra la cultura oral no constituyó el punto de partida para el género (Morales Barco, 2004, p. 55). Esta ruptura de la literatura infantil guatemalteca con la tradición oral se da, fundamentalmente, porque a partir de la Reforma Liberal de 1871, el Estado de Guatemala se embarca en el proyecto ideológico de construcción de una identidad homogénea, monolingüe y representativa del sector político y económicamente dominante: el criollo/ladino (mestizo). Esto conlleva la invisibilización de las otras culturas que conviven en el país y que pese a ser mayoritarias, carecen de oportunidad para ser escuchadas e incorporadas al proceso. En tal sentido, la literatura infantil no surge espontáneamente ni es trabajada estrictamente por literatos. Tras la intervención ideológica del


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Estado, el proyecto educativo se traslada a la escuela y el material de estudio es, más bien, un trabajo desarrollado por educadores, quienes inician en aquel momento la creación de material escolar, que era realmente escaso en el medio. Este impulso dará la pauta de la creación de los primeros materiales escritos para niños en el territorio de Guatemala. Simultáneamente, la tradición oral –aunque presente– es dejada de lado y no incorporada al proceso que apenas empezaba. La literatura infantil y juvenil en Guatemala, nació con un perfil nacional ideológico que tendió a la formación de una identidad nacional particular, la del ladino, con un perfil puramente estético. En este contexto juega un papel muy importante la escisión que se produce entre la tradición oral y la escrita para la conformación de un sistema literario infantil y juvenil nacional (Morales Barco, 2011, pp. 26-27). 5. Cuatro vertientes 5.1. Vertiente de origen maya. Corresponde a los 22 grupos lingüísticos ubicados en el territorio que hoy delimita a Guatemala, y que descienden directamente de la familia cultural y lingüística maya, asentada en el área mesoamericana en el período anterior a la invasión española. Es interesante destacar que es un grupo numéricamente grande del país, y no constituye una minoría étnica, como en otros estados latinoamericanos. Las referencias poblacionales y las estadísticas difieren considerablemente, pero coinciden en afirmar que es un pilar fundamental del crecimiento económico de la nación, a pesar de representar uno de los sectores de mayor pobreza y marginación en la organización social de Guatemala. El pueblo maya ha vivido cada uno de los procesos que Leonardo Acosta (1982, p. 89) tipifica, como las tres formas posibles de dominación cultural. En este ensayo se propone uno más, a saber: a. Destrucción cultural: por medio de la invasión militar, genocidio, eliminación física de un pueblo o sus manifestaciones de cultura,


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destrucción del idioma, textos literarios, manifestaciones artísticas, música y danza, devastación en general. b. Descalificación: anulación y daño a la autoestima personal y colectiva; discriminación; hegemonía cultural de un grupo sobre otro por considerarse superior; subestimación, estereotipia. c. Invisibilización: negación del otro; supresión de su presencia; anulación de espacios para que se manifieste; eliminación de oportunidades para la expresión, difusión y divulgación de sus realizaciones artísticas en general; imposición de silencio. d. Globalización: planteamiento a partir de una política económica contemporánea. Con el propósito de generar una aparente “proyección” a nivel mayor y difusión mundial, desdibuja las identidades particulares, para insertarlas en un patrón homogéneo cultural, que responde a los requerimientos de la cultura dominante, a partir de la búsqueda de satisfactores de masificación y consumo. A costa de grandes esfuerzos, los pueblos de origen maya, han visto la supervivencia de sus idiomas y manifestaciones culturales. El proceso ha sido complejo, entre otras, por razones como las siguientes: a. El agresivo proceso de conquista y posterior colonización que buscó eliminar tajantemente la cultura y vínculos prehispánicos, para asentar la hegemonía española sobre los habitantes originarios de Guatemala. b. La imposición de la lengua española, que conllevó la marginación de los idiomas mayas, descalificándolos, invisibilizándolos e incluso castigando por la utilización de los mismos. c. La discriminación social hacia los grupos indígenas, por la relación de poder dominante-dominado, que descalificó y proscribió los juegos y elementos tradicionales de la vida comunitaria en general, y del


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sistema educativo en particular, haciéndolos incluso objeto de burla y chiste generalizados. d. La presión religiosa que impuso rigurosamente la eliminación de manifestaciones de fe no afines a las creencias de los conquistadores, que generaron desvalorización de las expresiones artísticas indígenas, conminándolas a espacios cerrados, alejados o escondidos, para evitar la burla, la reconvención o el castigo. e. Las tendencias del sistema educativo, que fueron inicialmente asimiladas a la cultura ladina, y que producían una negación implícita de la valoración cultural del otro. Los pueblos maya, xinca y garífuna poseen una cultura cuyos principios básicos provienen de la oralidad, mientras que el pueblo ladino, que constituye la minoría poblacional, se rige por una cultura escrita bastante influenciada por la occidental. A pesar de esto, todos integran, en su conjunto, la nacionalidad guatemalteca y, desde el punto de vista legal, esta identidad nacional es respaldada por el hecho de que todos ellos habitan en un territorio delimitado geográficamente y por ser miembros de una sociedad regulada por un Estado y una Carta Magna. Dentro de esa comunidad imaginada, consecuentemente, también con el correr del tiempo se ha venido acumulando un capital cultural que la representa e identifica como un pueblo ante los otros pueblos del mundo (Morales Barco, 2001, pp. 20-21). “Los sucesos históricos derivados de la conquista resultarían, infortunadamente, en la descalificación, discriminación, menosprecio y exclusión de los indígenas, xincas y garífunas, y tenderían a la valorización de los grupos emergentes, criollos y ladinos” (Morales Barco, 2001, p. 21a). “Lo oral, considerado como algo bárbaro, debía excluirse, lo que justificaba la no asimilación de la misma cultura ancestral” (Morales Barco, 2001, p. 21b).


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Los argumentos anteriores nos llevan a reflexionar sobre la importancia fundamental de incorporar las manifestaciones sonoras, lingüísticas y musicales de los distintos grupos mayas a un corpus de material de trabajo, que pueda ser utilizado por educadores musicales, maestros de grado y personas vinculadas directa o indirectamente a la educación. En este contexto, se considera que: Las canciones en idiomas mayas, pueden constituirse en puentes interculturales entre guatemaltecos. El trabajo desde la educación musical debe ser valorado en una dimensión mayor considerándose su carácter fundamental para el desarrollo humano y para la promoción y difusión de elementos desde las distintas culturas del país. Para ello, ha de ser ubicado con carga horaria y visibilización curricular mayor que la que actualmente posee (Batres, 2013). Vertientes de música tradicional maya se perciben en numerosos elementos sonoros, algunos reconstruidos a partir de trabajo arqueomusicológico. Otros, por recopilación en las comunidades, en donde las cofradías y músicos tradicionales son depositarios de un archivo nemotécnico ancestral. Las canciones no han sido tan difundidas. El siglo XX recibió el aporte de la investigación, con visitas y recopilaciones de investigadores que desde la cultura occidental hicieron acopio y sistematización de las manifestaciones musicales. Esta labor nos permite, actualmente, tener un acervo para trabajar a partir de estudios de Alfonso Arrivillaga Cortés, Enrique Anleu Díaz, Matías Stockli, y en referentes auditivos como los discos Música de Guatemala I y II de Igor de Gandarias, entre otros. El Popol Wuj, libro sagrado maya- k’iche’, es referido por poetas como Humberto Ak´abal, como una fuente adicional para la indagación en la lírica de cantos con raigambre prehispánica. Tal es el caso del Canto Qamuqu, incorporado en idioma k’iche’ y en español, dentro del cancionero que próximamente se difundirá. La reconstrucción musical es parte de un trabajo posterior, que actualmente se encuentra en proceso.


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Afortunadamente, es en el siglo XXI en donde se aprecia una “explosión” de manifestaciones sonoras de las nuevas generaciones mayas. Se espera que esta actividad continúe en aumento y cada vez con mayor proyección. En la complejidad de la definición del arte maya contemporáneo, se percibe la búsqueda por la manifestación de identidades. Así, hay artistas de origen maya que realizan arte occidental, o lo que podría denominarse, un movimiento artístico dentro de la colonialidad; y artistas mayas que buscan una expresión que pueda definirlos desde la propia cultura, para lo cual se recurre a varias posibilidades: a. La realización de arte a partir de la espiritualidad. b. La realización de arte a partir de la cotidianidad. c. La realización de arte a partir de la modernidad. Y podríamos añadir, en el caso de las canciones para la niñez y juventud: d. La creación artística a partir de la escolaridad. A nivel musical, es notable el trabajo del grupo kakchiquel Sotz´il Jay, en El Tablón, Sololá; así como las agrupaciones: Sobrevivencia, de la comunidad mam; Armadillo, k’iche’, en Totonicapán (teatro); Grupo AJ, kakchiquel, de San Juan Comalapa; Música Maya Xahil, de San Juan Comalapa; Aj Batz, rock maya; Kab´awil, de Nueva Ixtahuacán, Quetzaltenango; Grupo Ajchoweén, de Sololá (teatro); Ri´Ajux, movimiento de artistas, entre los que se cuenta al solista de arpa Francisco Quisquinay; El Tzutu, cantante de rap tzutujil; MC JRMa-íz, rapero tzutujil de San Pedro la Laguna, Sololá; Chumilkaj Curruchiche, de San Juan Comalapa; Ajkeem, que interpreta música de Job Sis, compositor achí, entre otros. Entre las particularidades genéricas de los grupos artísticos mayas se encuentran:


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• Cantar el repertorio en idiomas mayas, en algunos casos con traducción de algunos segmentos al español. • Utilizar ritmos tradicionales refuncionalizados algunas veces para brindar una audición contemporánea al oyente. • Combinar ritmos occidentales dentro de las canciones, que en conjunción con la fonética maya, aportan una sonoridad inusual para el oyente. • Uso de instrumentos tradicionales, tocados de manera usual o con refuncionalidad contemporánea. • Uso de instrumentos electrónicos y batería, sobre todo en los grupos de rock, aunque muchas veces con incorporación en algún segmento de la canción, de marimba, tzuj o percusiones tradicionales. • Los grupos están constituidos en su gran mayoría por varones. Utilizan vestuario tradicional, total o parcialmente. Es un caso interesante, pues la ropa maya para el varón –en oposición a la femenina– tiende a ser sustituida por la vestimenta occidental. • Las temáticas de las canciones son variadas: ecológicas, relativas a la cosmovisión maya, la espiritualidad, la vida comunitaria en general, y también la denuncia de la situación en que vive el pueblo maya: abandono y pobreza. • Las canciones seleccionadas en la recopilación que se menciona tienen temática infantil o acorde a sus intereses. Se extrajeron de producciones existentes. • Otras de las canciones han sido tomadas de la producción de grupos musicales mayas contemporáneos de reconocida trayectoria, y aunque no fueron pensadas para niños, estos las han recibido con agrado.


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• Las canciones seleccionadas con nombre de autor, han sido grabadas en las comunidades por mayahablantes originarios del lugar, y grabadas en diversos estudios. • El instrumental tradicional que suele utilizarse dentro de las agrupaciones mayas es el siguiente: pitos de barro, muchos de ellos zoomorfos; ocarinas; xules (variedad de flautas) elaboradas con caña de Castilla, arcilla y hueso; tambores de madera vaciada con parche de badana de cabrito; tunes: troncos de árbol vaciado, con un extremo aplanado y en el que se han practicado por lo menos dos ranuras, que forman lengüetas que producen dos o tres tonos sonoros; guacalitos (jícaras que se entrechocan); chin-chines (sonajas); marimba de tecomates, marimba sencilla y marimba doble; chirimía; en algunos lugares, arpa sencilla, y diferentes tipos de cordófonos (violines llamados “chirrines”, contrabajos de tres cuerdas, también nombrados “violones” y “tololoches”). • En el Popol Wuj, libro sagrado maya k’iche’, se encuentra el canto más antiguo del que se tiene referencia en territorio guatemalteco. Se trata del Qamequ, un segmento lírico hermoso, que se menciona en relación a una dura espera en la que estaban todos los pueblos reunidos: “entonces cantaron el canto…”. Se conserva la letra, más no la música original. Sin embargo, se está realizando un trabajo de reconstrucción de la misma, que quedará a consideración de los oyentes. El CD producido adjunto incluye canciones en idioma k’iche’, kakchiquel, mam y tzutujil. Adicionalmente, en el cancionero impreso se agrega una canción en idioma ixil. Tanto las canciones k’iche’ como como las canciones en kak´chiquel, han sido grabadas por niños. Es interesante también, que hay dos canciones grabadas por niños hispanohablantes, con lo que se promueve el intercambio lingüístico. Las canciones en mam y tzutujil han sido grabadas por adultos.


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5.2. Vertiente de origen garífuna. El pueblo garífuna llegó a Guatemala en 1802 (López Álvarez, 2012, p. 47), procedente de la isla de San Vicente, bajo el mando de su líder Marcos Sánchez Díaz. Blanca Franzúa, maestra garífuna, traslada este relato de la tradición oral: En 1635, nuestros ancestros venían como esclavos en un barco desde el África. Cuando estaban llegando a América se rebelaron, tomaron el mando del barco y llegaron a Yorumein. Allí fueron recibidos por los arawakos, que eran los habitantes de la isla y fueron mezclándose, peleando contra el hombre blanco. Luego de muchos años de lucha, lamentablemente los ingleses nos expulsaron de nuestra Isla de San Vicente y así los abuelos se fueron dispersando desde Roatán, hacia Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua. Y seguimos luchando… (Pérez Guarnieri, 2012, p. 100). El pueblo garífuna marca definidamente su afroascendencia, y ubica la tradición como un elemento importante y significativo en función del mantenimiento de su identidad. A partir del artículo de Augusto Pérez Guarnieri (2012), se hace referencia al concepto de narratividad, como categoría epistemológica para establecer la relación entre música y construcción de identidad. Establece dos pautas importantes, tomando como base las ideas de Simon Frith (2003): • La identidad es móvil, un proceso y no una cosa, un devenir y no un ser. • La mejor manera de entender nuestra experiencia de la música –de la composición musical y de la escucha musical– es verla como una experiencia de este yo en construcción. La música, como la identidad, es a la vez una interpretación y una historia, describe lo social en lo individual y lo individual en lo social, la mente en el cuerpo y el cuerpo en la mente; la identidad, como la música, es una cuestión de ética y estética.


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Es decir, si la identidad es móvil, la música es la actividad cultural que proporciona las herramientas para construir las narrativas (Batres, 2013). La música se vincula fuertemente a la identidad, ya que constituye una herramienta en la apropiación de la realidad, y a la vez ayuda a conformar una caracterización de quién se es y hacia dónde se dirige. El pueblo garífuna se identifica como un conglomerado único, distribuido en cuatro países: Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua. En Honduras se concentra la mayoría de personas. En Guatemala, el punto central de ubicación es Lívingston, y un poco menos en Puerto Barrios, ambos del departamento de Izabal, al nororiente del país, junto al océano Atlántico. Con las situaciones de migración de Guatemala hacia Estados Unidos, hay conglomerados en ese país del norte, cuyos miembros se identifican plenamente como garífunas. La nacionalidad garífuna se reconoce entre sí, como un conglomerado transnacional, pero también se autoreconoce con particularidad y especificidad en el país en que se ha ubicado. También se reconoce y manifiesta en este grupo cultural, una necesidad de reconocimiento étnico-social, sobre todo por la invisibilización de que ha sido, y es, objeto. Este diálogo entre Blanca Franzuá y el investigador Pérez Guarnieri, lo ilustra: … Acá ya vinieron muchas veces. Nos grabaron y ni siquiera nos dieron las gracias. Después andan vendiendo nuestros discos. La otra vez… nos prometieron que nos iban a grabar el Himno y todavía no vinieron… –¿El himno? ¿Qué himno? –le pregunté intrigado. –El himno a Guatemala pero en nuestro idioma garífuna –contestó levantando los hombros con orgullo, y en un movimiento se incorporó y proclamó–: ¡Porque nosotros también somos guatemaltecos! (2012, p. 103). Tanto los niños garífunas, como los niños y jóvenes de otros conglomerados étnicos de Guatemala, necesitan conocer y tener la música en los idiomas


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originales, cantada por los representantes de la propia comunidad y dignificada mediante la difusión apropiada. La educación musical, mejor potenciada y refuncionalizada dentro del sistema educativo contribuirá a fomentar el aprecio, valoración, aprendizaje y difusión de este caudal musical, que se constituye en un extraordinario elemento de relación intercultural (Batres, 2013). La riqueza del universo sonoro y musical garífuna incluye los instrumentos musicales: garaón primera (tambor más agudo), garaón segunda (tambor de mayor tamaño y en consecuencia, más grave), sisiras o maracas, illacus (caracoles alrededor de las pantorrillas, cosidos a una tela), tortugas o buguduras, caracoles o wadabagues (utilizados como trompetas). La fusión entre danza y música es integral, y los esquemas rítmicos interpretados por los instrumentos se complementan muchas veces con voces, que se relacionan a la vez con diversas danzas. Las principales son: la wanaragua, el hüngühüngü; la chumba, la parranda, y la punta. Las canciones seleccionadas son cuatro del repertorio infantil tradicional, y las demás del repertorio general. En el caso de estas últimas, pueden ser utilizadas por jóvenes. De vital importancia es cantar en el idioma original. La frase: “sin idioma no hay canción” proferida por la maestra garífuna de canto gayusa Elvira Álvarez (citada por Pérez Guarnieri, en la obra mencionada antes), expresa la profunda y estrecha relación que hay entre la transmisión de saberes por medio del texto, la conciencia de este hecho, y la necesidad de preservar este elemento como portador de identidad (Batres, 2013). 5.3 Vertiente mestiza. La tradición musical española se impuso rápidamente en toda la América que políticamente dominaron, como producto de la hegemonía cultural lograda, al ser los triunfadores en la lucha de poderes por el territorio. Al inicio, se partió de música religiosa que sirvió en algunas ocasiones como medio de conquista pacífica, y en otros sencillamente como una obligatoriedad litúrgica. Varios indígenas fueron incorporados al


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culto católico. En Guatemala recibieron el nombre de “fiscales”. Su función era acompañar musicalmente el culto religioso y proveer de música para los eventos de todo el año, destacando los momentos de fiestas específicas. Fue ya entrada la colonia y con el asentamiento y fundación de las ciudades, que muchas mujeres vinieron de España, para constituir matrimonios “no mixtos”, sino blancos, para consolidar el poderío criollo en América. Probablemente fueron estas mujeres las portadoras e impulsoras inconscientes de innumerables romances, juegos y pequeños cantos que fueron nutriendo el crecimiento de los niños y niñas, criollos y mestizos, que iban poblando el continente. Cada país de la América hispánica fue recibiendo y adaptando los juegos y cantos, los cuales se repiten con innumerables variantes de país en país. No hay una versión mejor que otra, ya que cada pueblo las hace propias, conforme a su necesidad afectiva o introduciendo variantes lingüísticas diversas. Ana Consuelo Vivar (1983) recopila y propone los siguientes géneros que se usan en Guatemala dentro de la tradición oral en habla española: canciones de cuna, mimos con palabras y ritmo, nemotecnias, canciones, versos al azar, rondas, sucesos, versos alusivos, versos de réplica, versos de engaño, cuentos de nunca acabar (cantados), rimas del juego, juegos. En el área de las rondas, cada país tiene sus propias versiones y Guatemala canta –entre otras–: Vamos a la vuelta (que no, vamos a la “huerta”), El patio de mi casa, Arroz con leche, Matatero-tero-lá, En la batalla del calentamiento, Los pollos de mi cazuela, Un elefante se columpiaba, La señorita, Pobrecita huerfanita… Las rondas aportaron el tono lúdico a la vida infantil, probablemente fuera y ajenas a la vida escolar. Pero el tiempo calmo de la vida antañona era propicio para el juego colectivo y el cantar en medio de la algarabía del barrio. Varios términos guatemaltecos empezaron a nutrir las “versiones” de este país


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(por ejemplo, la sustitución de “huerta” por “vuelta”), pero los temas básicos no sufrieron gran alteración en relación a lo que fue traído, y algunos textos conservan arcaísmos, expresiones y elementos que pueden percibirse lejanos o ajenos al contexto contemporáneo. En cuanto a los romances ubicamos Estaba la Catalina…, En un pueblecito de San Agustín…, Ángel del oro, Volando venía un pato, patito… Cada día más difícil de ser encontrados en situaciones de juego natural, fueron populares todavía en las comunidades sobre todo del oriente de Guatemala, hasta los años 60 del siglo XX. Este tipo de manifestación se jugaba predominantemente entre las niñas, combinando en algunas ocasiones palmadas, juegos de manos, o en variantes de rondas dramatizadas, puestas en pie, y algunas, hincadas en semicírculo o con materiales complementarios (lazos, bastones y otros). En otro orden, fechado en 1896, tenemos el son El barreño, considerado tradicional, aunque podemos ubicar sus antecedentes, gracias al aporte del Maestro Léster Godínez, quien se refiere al mismo indicando su procedencia en San Sebastián, Retalhuleu, y citando como su autor a Laureano Mazariegos (Godínez, 2000). Otras canciones representativas de la tradición ladina son El mishito, (considerada por algunos la canción tradicional más difundida a nivel interno del país), con la versión de letra de José María Muñoz Siliézar; Un lorito de Verapaz (muy popular sobre todo en los conjuntos corales). Menos escuchada ahora –no así en otras épocas– y mencionada en varios cancioneros internacionales, tenemos Vamos a la mar, tum, tum… y En un pueblecito de San Agustín. Entre los corridos, hay innumerables en el oriente del país. Uno de los más conocidos es: La Magalena, el cual fue recopilado en Ipala, Chiquimula, y divulgado en los años 80 por los grupos Guayacán y Canto General.


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Siempre dentro de la tradición española, hay variados ejemplos de: • Versos al azar como: “Ángeles somos del cielo venimos, ayote en dulce pedimos, si no nos lo dan puertas y ventanas nos lo pagarán” (utilizado el 1 de noviembre) • Juegos tradicionales, como el conocido Andares, andares… • Romances antiguos, tradicional de la infancia, con tendencias a desaparecer, ubicados principalmente en el oriente del país, como: Estaba la Catalina1 o Ángel del Oro2. • De la tradición navideña, (en versión de menor antigüedad), el villancico: Vamos a chinear al niño… que ha sido difundido por el Coro Estrella. Con la instauración del Régimen Liberal (1871-1944), se dejaba claro camino a criollos y mestizos para sentar las bases de la nación imaginada, dentro de la cual jugó un papel fundamental el “cantar para configurarla”3. Numerosos himnos se encargaron de ello: el himno popular (antecesor del canto patriótico oficial), el himno nacional, el himno a Centroamérica (posterior), el himno a Justo Rufino Barrios, a Minerva, y canciones cívicas: a la patria, a la bandera, al héroe nacional. En una etapa temprana, el tono 1

Reportado por Miriam Ramírez de Gálvez. Recopilado en La Pepesca, Zacapa.

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Reportado por Ethel Batres, recopilado en Oratorio, Santa Rosa.

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Declaración que busca enfatizar la estrecha relación entre los discursos literario, musical e ideológico, impuestos desde el sistema educativo.


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centroamericanista fue fuerte, ya que se mantuvo la nostalgia por la Federación que se había perdido. Los educadores musicales contribuyeron a fundar y difundir esa mirada desde el concepto de “nacionalismo” que se afincó en los corazones de muchos guatemaltecos. Consciente o inconscientemente, se aportó a la construcción musical de una identidad homogénea, que está siendo revisada desde hace tres décadas. La fuerza del texto literario se redobla al integrarse a ritmos atractivos para el oyente, a melodías hermosas para quien canta, a armonías desafiantes para el oído atento, a timbres seductores para los tímpanos sedientos. De allí, la importancia de la canción y la música en el aula. La tarea del educador musical se convierte en una fuerza que puede contribuir a transformar las visiones homogéneas y estereotipadas de la vida y la sociedad, para girar hacia construcciones más humanas, multi e interculturales, desde la composición musical, desde la interpretación, desde la difusión, desde la apreciación. 5.4 Vertice de origen xinca. Para los efectos de este trabajo, no fue posible obtener música de tradición xinca. Se espera en una ampliación futura, poder incluir la investigación e incorporar música y canciones de la etnia. 6. Cuarto compás (la música escolar en relación con el surgimiento de la literatura infantil. Música de autores populares en el repertorio escolar. Referencias en la música juvenil. Una clasificación por etapas) La música escolar vino precedida por la obligatoriedad del calendario cívico. A la par de “cantar por cantar”, por el gusto de hacerlo, el maestro de educación musical debía (y todavía cumple esa exigencia en la actualidad) preparar programas musicales para complementar las distintas efemérides escolares: la bienvenida a la escuela; el carnaval; el Día de la Madre, del padre o de la familia; el 15 de septiembre, el 12 de octubre, las vacaciones… Por lo mismo, muchas canciones parecen reiterar momentos y temas surgidos de ese contexto. El propósito de hacer música para el aula y para la escuela, circunscribió muchas veces la inspiración creativa, y también pudo limitar el alcance de


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las canciones, generando un efecto funcionalista de las mismas. Además, la relación “canto escolar” y carácter lúdico y libertario de la canción para niños, no siempre fue de la mano, lo que pudo impedir una mayor apropiación y difusión. Muchas canciones escolares reiteran los lugares comunes, literaria y musicalmente hablando. Con letras simples y carentes de poesía, también avanzan tímidamente en sucesiones ordenadas de sonidos, que no exploran melódica o armónicamente, elementos interesantes desde lo musical. De allí la consideración de la canción escolar, como una creación menor, poco significativa o sencillamente aburrida. Pero no todos los creadores surgen del y para el ámbito escolar. Las canciones van con la vida y toman rumbos diversos. Aún muchas creaciones surgidas en el seno de la escuela, se libraron de la escolarización y el didactismo. Y otras, provenientes del “más allá” de los portones escolares, ingresaron y tomaron lugar con alegría y propiedad para iluminar sonoramente las aulas. En el contexto de este trabajo, ubicamos algunos períodos dentro de este proceso evolutivo de los cantos infantiles y juveniles en Guatemala: 6.1 Precursores. Como la música ha sido parte de la vida escolar en el sistema educativo guatemalteco, y ante la carencia de educadores especializados, muchos músicos realizaron trabajo docente en las épocas colonial, independentista y posterior a la Reforma Liberal del 71. Así tenemos, por ejemplo, a Germán Alcántara cuya emblemática mazurca Bella Guatemala (inicialmente escrita para piano), cobró relevancia a finales del siglo XIX, y alcanzó gran divulgación al ser interpretada en marimba desde principios del siglo XX. Se atribuye a la maestra Lucía Martínez Sobral de Tejada, la incorporación de la letra, a partir de la necesidad de que conglomerados estudiantiles pudieran cantar la melodía (Batres de Zea, 1966, p. 56). El reconocido compositor Salvador Iriarte también ejerció la docencia, y de su trabajo como educador, derivan una serie de cantos escolares, conservados gracias al trabajo de copia de su alumno Alfonso Tercero Paz.


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Otra figura destacada de este período es el maestro Rafael Álvarez Ovalle, ampliamente conocido como autor de la música del himno nacional de Guatemala, pero menos reconocido por sus creaciones musicales en general, y por su trabajo como docente que generó varias composiciones para escolares. El musicólogo Igor de Gandarias (2005) transcribe varias de sus composiciones, entre ellas cuatro zarzuelas infantiles: El bautizo del bebé, La gira, Princesa aldeana (1903) y Una fiesta improvisada. Todas incluyen solistas y coro, con acompañamiento de piano, en un acto y con varias escenas que encierran enseñanzas morales en un ambiente jocoso. También hizo un arreglo para la zarzuela infantil La murmuración. De Gandarias anota: “Su labor como docente, constituye un ejemplo de vocación, entrega y efectividad docente en sentido integral” (2005, p. 8). Al igual que José Escolástico Andrino y Benedicto Sáenz hijo, fue autor de numerosos himnos, los que se dan en el contexto que prepara la música para el himno nacional. 6.2 Fundadores. En los inicios del siglo XX destacan tres educadores que toman consciencia de la canción para niños en la formación humana, y se proponen intencionalmente escribir para ellos. En orden cronológico son: a. Lucía Martínez Sobral de Tejada (1888-1965): educadora de párvulos y de música, quien en su obra Cantos y rondas infantiles anota: Convencida de la importancia que tiene el canto en la Escuela, y de que es un factor en la educación del pueblo –pues creo que cantando se hace patria, ya que el canto patriótico une a los hombres en un mismo espíritu– me propuse escribir esta pequeña obra, inspirada en los sentimientos de amor a Guatemala y a la niñez, y en el deseo de ser en algo útil a ambas (Martínez Sobral, 1934, p. 3). Es la obra más antigua que explicita el propósito de elaborar un cancionero para niños. Su temática es el mundo cercano al niño: animales, familia, escuela, y enfatiza la formación de valores, moral, patriotismo y fe. Comenta que su obra se inspiró en las canciones francesas, las cuales tradujo en un inicio,


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pero que después le sirvieron de pauta para generar obras propias. Mantiene un tono didactista, pero abierto al juego y a la invención. Combina rondas y juegos dramatizados dentro de las canciones. b. Daniel Armas (1897-1984): escritor y maestro, cuyo poemario Mi niño, es considerado fundacional de la literatura infantil guatemalteca. Como músico, edita los libros Álbum lila y Álbum azul, en los cuales incluye canciones infantiles. Fue el ganador del Primer Concurso de Canción Infantil en Guatemala (1934). Su búsqueda va más allá de lo didáctico, según su propio apunte: “El entusiasmo de mis chicos me dejó entender en ese entonces, que a su edad (10 a 12 años) tenían preferencia por temas más bien universales que escolares” (Armas, 1975, s. p.). Espera agradar al niño y ponerse en contacto con sus intereses, por medio de un lenguaje poético y libre que invite a disfrutar y reír4. c. Jesús María Alvarado Velásquez (1896-1977): figura altamente significativa y prolífica en el ámbito de la creación musical infantil en Guatemala. Su obra abarca diez libros de música para niños, tres óperas infantiles y dos obras para ballet infantil. Editó dos discos long-play con sus canciones, y difundió su obra musical en los programas radiales infantiles que patrocinó Radio Nacional TGW en distintos momentos. Inspirado en el cancionero infantil de Monserrate Déliz, inició su primer libro tomando poemas de autores diversos, para los cuales creó la música. Posteriormente, él también elaboró textos para sus canciones. Felizmente, su capacidad musical, en muchos casos enriqueció un texto breve y quizá menor; y en obras literarias de hondura poética, la melodía y armonía estuvieron a la altura de las circunstancias. Gran pianista, autodidacta, don Jesús María Alvarado proveyó a los oídos infantiles, variaciones armónicas interesantes, desafiantes e inesperadas, en medio de temas inocentes, lúdicos y diáfanos del mundo de la infancia. 4

Daniel Armas es considerado uno de los diez autores fundacionales de la literatura infantil guatemalteca, según la obra Voces de la literatura infantil y juvenil de Guatemala. Barco, Masaya et al. Ineslín, DIGI, USAC. Guatemala, 2011.


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6.3 Autores fundamentales. Es en 1938 cuando se dan los primeros pasos en la formación de maestros para la enseñanza musical en Guatemala. Una pionera en la formación de docentes fue la maestra María Teresa Mora, pianista conservatoriana que, preocupada por el aprendizaje musical, viajó a Nueva York y realizó una especialización en pedagogía. Al retornar a Guatemala, fundó en el Conservatorio Nacional de Música el curso de “Preceptores de Canto Escolar” (Batres de Zea, 1962, p. 114). Los tres primeros graduados: Dolores Batres de Zea, Roberto Valle y Emilia Soberón, no egresaron de una escuela normal, sino de un centro de formación artística vocacional; a ellos se sumaron varios más, que constituyeron una generación importante de educadores musicales formada en el período anterior a la Revolución del 44, que se proyectaron después. Es importante anotar, que aunque inician su labor pedagógica en los períodos 40-50, su trabajo y proyección continúan casi durante veinte años más, dado que la labor docente suele ser de largo aliento. Referimos a: a. Adrián Orantes Dorantes (1908-1986): maestro de educación musical, supervisor de educación estética, compositor de música escolar, organizador del Primer Seminario Centroamericano de Educación Musical, en donde destacó mostrando su experiencia pedagógica. Publicó tres libros de canciones escolares, editó un long-play, publicó varios himnos (el himno al maestro es uno de sus más conocidos, también himno a la madre, a la patria); y escribió cuatro obras de teatro musical: El muñeco de cuerda, La granja, Graduación de marinos y El corderito. b. Eduardo Tánchez Coutiño (1918-1995): educador musical, autor de libros de formación musical, compositor, intérprete, investigador, editor. Entre sus canciones destacan: A mi mamita, El carnaval, Canción de cuna, Despedida, El chimán. c. Roberto Valle (1918-2007): sus composiciones suman más de quinientas en todos los géneros. Hizo veintidos guarimbas, una para cada departamento de la República. Publicó Canciones de la infancia (1956), libro que permitió la difusión de sus obras: El son chapín, El gusanito, El patito, El nido, Las gallinas,


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Entonando alegres, La monja blanca, La pulguita, entre otras. Fue fundador y director del Coro Guatemala. Trabajó con Marilena López, poniendo música a canciones de ella y también divulgando las de él, en la revista infantil Alegría. d. Dolores Batres de Zea (1920-1977): cantante, educadora musical, supervisora en la dirección de educación estética, compositora, directora coral, investigadora, editora. Con publicaciones propias como Ronda de canciones (1955) y Evolución de la música vocal a través de la historia, entre otras; también aporta una valiosa recopilación de 74 canciones de distintos educadores de su momento: Antología de la canción infantil guatemalteca (1966). e. Antonio Elías Vidal Figueroa (1925-2000): compositor, director coral, arreglista, maestro. Su trabajo fue incesante, sobre todo como fundador y director de coros notables: el Coro Internormal, y el Cancionero Nacional. Entre sus obras destacan: los arreglos a cuatro voces de El barreño, Un lorito de Verapaz, Arrullo, y su conocida canción Tamborcito de mi aldea. Otras de sus canciones son: Marcha del optimismo, Canción de mascotas, Atitlán, Leyenda del arco iris, Dios es amor, Tapichín y Chapincito. Durante la época de la Revolución del 44, las artes en general toman un auge inusitado que cosecha elementos invaluables aún en décadas subsiguientes. Dos hechos son fundamentales y positivos para la educación musical guatemalteca: a) La creación de la Dirección General de Educación Estética (en sus inicios adscrita a la Dirección de Cultura y Bellas Artes, del Ministerio de Educación); b) La fundación de la Escuela Normal para Maestros de Educación Musical “Jesús María Alvarado” (1959). Estos dos sucesos posibilitaron la formación técnica de educadores musicales, que ya tuvieron incluido el curso de Literatura Infantil, que propició la creación de canciones escolares; a la vez, desde la Dirección de Educación Estética, tomó impulso la realización de festivales corales que contribuyeron a divulgar el repertorio nacional y extranjero. Importante labor desempeñaron educadores que, ante todo, se dedicaron a difundir las canciones infantiles en aquél momento. Entre ellos:


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• Martha Bolaños de Prado: quien desde el radioteatro impulsó la interpretación de música para niños “en vivo” desde las instalaciones de TGW. • Gloria Ponce Colindres: cuentos musicalizados y canciones, también en TGW. • Tita Corina (Lucía Martínez Sobral): desde la televisión, en Canal 8. • Roberto Valle: como copista para las canciones en la revista infantil Alegría y la Revista del Maestro. La obra de estos maestros estuvo impregnada de fuerte nacionalismo, mucho desarrollo, principalmente en los aspectos vocales, lo que contribuyó a la formación de repertorio coral –que hasta la fecha pervive–, recuperación de tradición oral mestiza, exploración de ritmos guatemaltecos y utilización de temáticas cercanas al mundo infantil. 6.4 Los maestros de música en el período posterior a la Revolución de 1944. La dirección de educación estética. A los creadores enumerados en el período anterior, se suma un grupo numeroso, cuya labor se proyecta durante aproximadamente dos décadas más. Un listado significativo –y probablemente aún muy limitado– de nombres enriquece esta época: Isabel Lemus de Mejía, Laura Valle de Segura, Consuelo Mendizábal, Filomena Herrera, Ana María Ortega de Pira, Horacio Segura Barrientos, Gladys Flores, Guadalupe de Hernández, Leonor de Orellana, Marta Córdova Cerna, Joaquín Mejía, Mario Zelada Ramos, Arturo García, Elena Lemus de Lainfiesta, Arturo García, Alfonso Sierra, Hilda de Gómez, Luis Arriaza, Salomón Muñoz, Rafael Valle, Carmen Tercero de Valle, Óscar Castellanos, Miguel Ángel Aldana, Mario Álvarez Vásquez. Del ámbito no escolar, proceden innumerables canciones que constituyen patrimonio musical de la nación. Desde la visión del deslumbramiento por el paisaje, se levanta José Ernesto Monzón Reyna, quien canta al país y crea monumentos musicales, como Soy de Zacapa, Milagroso Señor de Esquipulas,


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La Sanjuanerita, Canto a mi Guatemala, que también llegan a los niños y jóvenes, aunque estos no hayan sido los destinatarios iniciales de las obras. Luna de Xelajú, romántico vals de Paco Pérez, se erige en el imaginario del guatemalteco como “el segundo himno nacional” y canciones como ¿Por qué será? (Guillermo Fuentes Girón), Chichicastenango (Paco Pérez), Luna de miel en Río Dulce (Paco Aldana), Escuintla (María del Tránsito Barrios), Amatitlán (Miguel Marroquín Godoy), Mañanitas chapinas (José Ernesto Monzón), Mañanitas guatemaltecas (Benigno Mejía), El grito (Everardo de León), Juventud antigüeña (Manuel Samayoa), Un vals para mi madre (Santiago Pivaral Caravantes), Mi plegaria (César de Guatemala) y muchas más, pasan a formar el corpus de la canción guatemalteca por antonomasia. Pero la canción infantil guatemalteca con mayor proyección internacional, es La gallinita Josefina, del compositor popular Víctor Manuel Porras. Su éxito, a ritmo de rock ’n’ roll, cuenta la historia de una gallina que baila twist. Sin intenciones de ser dedicada al público infantil, cobró difusión en los ámbitos adolescentes de los años sesenta y fue difundida desde México hasta Colombia, por grupos juveniles del momento. En la actualidad, en Guatemala se sigue cantando y bailando en los ámbitos escolares principalmente, y cuenta con diversas versiones. 6.5 De los años 70 a los 90. En el período de 1970 a 1995, aproximadamente, 16 becarios guatemaltecos asistieron a los cursos de formación del Instituto Interamericano de Educación Musical (Intem), ubicado en Santiago de Chile. El paso por esta institución marca un momento de inflexión en la educación musical del país, porque varios de ellos retribuyeron a su país, con el aporte de innovación que esa institución les brindó. Destacan, desde la inclusión de nuevos elementos en pedagogía de la rítmica, el maestro Alfonso Alvarado, quien buscó la inclusión del curso de Ritmo Auditivo en la Escuela Normal para Maestros de Educación Musical; la misma iniciativa tuvo el maestro Manuel Gómez, en el Conservatorio Nacional de Música; en pedagogía de la flauta dulce: Ramón Guerra Baños, y en la creación metodológica y producción musical para niños, Aníbal Delgado Requena.


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Algunos creadores destacados: a. Julio Aníbal Delgado Requena (1924-1998): polifacético maestro de educación musical, supervisor de educación estética, becado del IntemChile, compositor de música para marimba y de música escolar, pedagogo musical, director de múltiples conjuntos musicales, cofundador de Amares (Asociación de Amigos del Arte Escolar). Sumamente prolífico y creativo. Sus canciones tienen gran actividad y gustan a los niños. Incorpora el movimiento y la instrumentación al propio texto de las canciones. Su Guía de orientación rítmica (1975) es, a la vez, una didáctica del ritmo y la lectoescritura musical inicial. Compuso más de ochocientas canciones, las cuales publicó parcialmente en ediciones mimeografiadas. Su canción Los derechos de los niños (sin fecha), marca un cambio en la forma de entender al niño, y en el ángulo de enunciación del discurso infantil. b. Manuel Juárez Toledo (1931-1980): educador musical, subdirector de la Escuela Normal de Educación Musical, becado a Venezuela para estudiar folclor, es un investigador reconocido por su adaptación musical de El Paabank. Varias de sus canciones fueron publicadas en los folletos editados por la Dirección de Educación Estética. c. Elizabeth MacVean (1927): educadora musical, traductora de canciones de inglés a español y viceversa. Compuso El vals de las notas, Candelita, y adaptó muchas más. Influyó en la inclusión de metodologías participativas en el aula, y en la realización de canciones acompañadas instrumentalmente. Formó maestros por medio de capacitaciones realizadas conjuntamente entre el Colegio Americano y la Universidad del Valle de Guatemala. d. Mario Álvarez Vásquez5 (1933): pedagogo, apasionado por la formación lectora del niño, escribió, compiló y publicó títulos que, en los años 70, fueron utilizados como textos escolares, impresos por la Editorial “José de Pineda Ibarra”, del Ministerio de Educación. Su obra musical comprende un 5

Es considerado uno de los diez autores fundacionales de la literatura infantil guatemalteca, según la obra Voces de la literatura infantil y juvenil de Guatemala. Barco, Masaya et al. Ineslín, DIGI, USAC. Guatemala, 2011.


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repertorio amplio de canciones infantiles, con temas de animales, cívicos, la patria, su tierra natal: Huité, Zacapa, y otras de vocación religiosa. Su trabajo se dio a conocer por medio de sus libros, y también en presentaciones en establecimientos educativos. En la década de los 80, su hijo, el cantautor Mario Álvarez Porta, las difundió por medio de la televisión estatal. 6.6 El largo período durante el conflicto armado. En pleno conflicto armado, Guatemala sobrevivía en medio de realidades disímiles y complejas. El contexto escolar no siempre reflejaba la gravedad de la situación, la cual variaba en intensidad según la localidad. El ámbito de la escuela urbana, del cual procedían los educadores anteriores, continuaba produciendo música para esa escuela, aunque –paradójicamente– muchas veces con los ojos cerrados a la situación. Pero en contextos más críticos, los jóvenes escuchaban la música de protesta, que en voces de cantautores como José Chamalé cobraba fuerza y vigencia en aquel momento. De igual manera, las Comunidades de Población en Resistencia, en las sierras y montañas, generaban canciones para alentar su dura condición, en donde tras el sonido de balas de los enfrentamientos, se escuchaba la marimba (Santos, 2007). Treinta y seis años de conflicto armado incidieron en el desarrollo de la canción infantil y juvenil, y en consecuencia, contribuyeron al sostenimiento de una generación más imbuida del ruido de la guerra, o del silencio del temor, que de la frescura por el hábito de cantar las canciones de su propio país, y menos en los distintos idiomas de Guatemala. La rápida expansión de la televisión y de los medios foráneos de difusión masiva, proclives a la difusión de música comercial y de corte internacional, más que local, contribuyeron a privilegiar un repertorio que menoscabó a los autores, compositores e intérpretes de Guatemala. De igual manera, los programas radiales y televisivos destinados a los niños, tuvieron pocas opciones para las propuestas de compositores guatemaltecos. Con todo, hay un historial de creadores que puede nombrarse en este período: Roberto Vidal, William Orbaugh (que incluye rap y canciones introspectivas), Vida Amor de Paz (productora de televisión y autora de


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innumerables canciones), Francisco Orantes (cantante infantil del sector evangélico), Raúl López “Colibrí”, José Arroyo, Mario Álvarez Porta, Sergio Martínez, Ethel Batres, Valeska Paredes, Óscar Conde, Mayra Rossell, Coro Estrella: Hermanas Tiú, José Chamalé, Gad Echeverría, Fernando López, canciones de las CPR (Comunidades de Población en Resistencia). Entre los arreglistas y directores corales destacan: Julio Santos y Rubén Darío Flores, y entre los cantautores para niños: Mario Álvarez Porta y Raúl López “Colibrí”. Del ámbito no escolar, pero ubicados etáreamente en este período, Alux Nahual, emblemático conjunto musical que acompañó a la juventud guatemalteca en su momento, y cuyas canciones fueron coreadas multitudinariamente. Entre muchas más, la canción Alto al fuego, marcó un hito en medio de una Centroamérica golpeada por la guerra en tres países. Fernando Sheel se hizo notar en el momento del cese del conflicto armado (1996), particularmente con la canción: Hablemos de paz. Alrededor de los años 80, inicia su carrera también el cantante Ricardo Arjona, el intérprete guatemalteco con más proyección en el exterior actualmente. Aunque su obra no está destinada estrictamente a niños o jóvenes, sus canciones se han traslado al ámbito escolar y muchos maestros las utilizan en el aula, donde son disfrutadas y compartidas por las nuevas generaciones. En el período que nos ocupa, las temáticas ya han variado notoriamente en relación a las de otros momentos: para los niños se introducen los temas del espacio, se incorporan ritmos populares de la actualidad, hay un tono introspectivo y de cuidado por aspectos psicológicos y de seguridad, el idioma inglés gana terreno y se percibe con notoriedad. En el caso de los jóvenes, hay una relación ya con la protesta, tanto social como personal, y los tópicos relativos a las fiestas, la emancipación, los derechos humanos y la autonomía también se hacen presentes en los textos de las canciones. Destacan en este período, varios creadores: a. Carlos Roberto Vidal Robles (1956): educador musical, compositor, arreglista, director musical de diversas agrupaciones escolares y populares. Sus canciones han obtenido reconocimientos internacionales, al quedar finalistas


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en certámenes como OTI, “América esta es tu canción” y otros festivales. Ha sido productor de realizaciones musicales diversas para la TV (Estrellas de Televisiete), arreglista de anuncios publicitarios y ha realizado giras artísticas internacionales. Entre sus obras más conocidas están: Al espacio, Paloma y La misa criolla para marimba y coro, estrenada en 2013. En la década de 1980, conjuntamente con Angelika Maier, realizó la transcripción y acompañamiento musical para la grabación de cien canciones guatemaltecas. La compilación fue publicada por Futurismo (1989), en diez fascículos de diez canciones cada uno, acompañados de sendos casetes. Editó también el CD: 2 generaciones que cantan, con patrocinio de Adesca. Incluye obras del maestro Antonio Vidal (su padre) y de él. b. Raúl López Colibrí: cantante, titiritero, actor y compositor de música infantil. Se ha dedicado durante más de 25 años a la difusión de canciones y espectáculos para niños. Ha editado dos CD: Matatero-tero-lá y Cuentos, el primero con apoyo de Adesca y basado en las canciones tradicionales guatemaltecas. Busca revalorizar la canción infantil tradicional, promover canciones que respeten al niño y lo hagan reflexionar, sin perder de vista la importancia del juego y la recreación. Es de destacar el esfuerzo de este cantautor, como un artista que de manera constante mantiene espectáculos de canciones para niños en la escena guatemalteca. Durante una etapa de su carrera produjo el programa televisivo infantil: Barriletes. c. Mario Álvarez Porta: cantautor que realizó, sobre todo en la década de 1980, la difusión de canciones infantiles por medio de la televisión estatal (Canal 5). Pionero de los videoclips para niños y niñas; interpretó las canciones de su padre, el compositor Mario Álvarez Vásquez, en arreglos musicales de Vinicio Quezada, con coros de Karla Salas y Silvia Mertins. 6.7 Compositores de música infantil en el período posguerra: 19962015. Dentro de un período de contemporaneidad, en medio de posibilidades tecnológicas amplias, que facilitan tanto la creación, como el registro y difusión de las obras, se ubica a dos generaciones que –al igual que en los casos


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anteriores– coexisten y comparten escenarios, aunque en algunas ocasiones no son exactamente compatibles en edad. Los compositores de este período pertenecen a distintos períodos, estilos, tendencias, y motivaciones. Algunos proceden del ámbito escolar, y centran sus temáticas en tópicos afines a los tradicionalmente incluidos en el calendario escolar. Otros, más cercanos al ámbito coral, enfocan sus esfuerzos y creaciones al mundo de los arreglos a varias voces. Finalmente, otro sector, puede referirse al plano creativo dentro de la estética de la poética musical, o bien, inclinarse más hacia una producción cercana al mundo comercial, claramente influida por los medios masivos de comunicación, las tendencias motivacionales o las modas musicales del momento. Los nombres más conocidos son: Fernando Archila, Aleida Piñón, David Par Chavajay, Vinicio Salazar, Julio Edgar Julián Sipac, Víctor Herrarte, Grupo Na´ik Madera (Herbyn Galicia, Heidy Gressi), Evelyn Franco, Jack Delberth García, David Carranza, Pedro López, Vinicio Salazar, Erwin Duarte Alemán, Marvin de León, Ariel García, Rocío y Sofía Recinos, Nancy Recinos, Carlos Augusto Galicia Silvia y Diego Zarat. Entre los arreglistas corales están: Fernando Archila, Julio Edgar Julián, José Alfredo Quiroa, Ricardo Velásquez, Miguel Ángel Duarte Alemán, entre otros. La cantante y presentadora de televisión Nancy Recinos, por medio de espectáculos y del programa Chiquirrines Club TV, difunde repertorio infantil que, eventualmente, es de autores guatemaltecos. Del ámbito popular proceden Nelson Leal y Gaby Moreno, cuyas canciones son difundidas masivamente y cantadas por los jóvenes. También las de grupos como La Gran Calabaza, El Tambor de la Tribu, Malacates Trébol Shop, El Clubo, Razones de Cambio, y otros, que son solicitados particularmente por el público juvenil, y cuya música ha sido incorporada al aula, por el gusto de ellos mismos.


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Algunos representantes de este período: a. Carlos Fernando Archila Salguero (1971): educador musical, director y arreglista coral, investigador, editor, productor de eventos musicales, administrador de proyectos musicales. Destacan sus composiciones originales, en donde toma temas de la tradición oral, a partir de textos de autores y escritores reconocidos, para elaborar entramados vocales complejos con armonías contemporáneas. b. Heidy Gressi: miembro del grupo femenino Na´ik Madera, con el cual enfatizan su lucha por la equidad de género. Incursiona en la canción infantil, procurándola interesante, inteligente y desafiante. c. Miguel Ángel Duarte Alemán: cantante, educador musical y productor musical. Se ha caracterizado por buscar realizaciones artísticas originales y con amplia proyección escénica, dentro del formato del musical. d. Nancy Recinos: cantante y animadora de televisión, produce, dirige y actúa en el programa Chiquirrines Club TV, desde donde proyecta canciones infantiles, algunas de las cuales son originales o de autores guatemaltecos. Tiene mucha difusión por el alcance mediático. e. Joaquín Orellana: destacado y original compositor guatemalteco. Aunque no pertenece generacionalmente a este período, se anota aquí, pues es a partir de 2006 cuando incursiona en la producción para niños, con el juego melódico Tinta China, creado para el taller experimental de Ethel Batres. Escribió la canción infantil Lurius, en memoria de su perra. Ampliamente conocido como creador de música contemporánea y constructor de universos sonoros por medio de su propia utilería, Joaquín Orellana preparó en 2010, la cantata: Historia del niño que se llama espejito con ojos, basada en un cuento de Miguel Ángel Asturias, obra para coro de niños, orquesta de cámara y utilería sonora. Es una versión resumida de una ópera infantil aún no estrenada. Otras obras suyas forman parte del repertorio coral


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juvenil, como Tanajunarim, y pueden utilizarse como un elemento distinto e innovador dentro del universo musical de los adolescentes. 7. Coda. Retos futuros A partir de 1996, educadores musicales de Guatemala ingresaron al Foro Latinoamericano de Educación Musical (Fladem) y, posteriormente, al Consejo Latinoamericano de Educación por el Arte, lo cual ha posibilitado el intercambio profesional, la asistencia a congresos y seminarios especializados, y la participación en las publicaciones físicas y virtuales de estas instituciones. Está pendiente la inserción plena de Guatemala en el Movimiento de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña. Ya en el año 2013, Raúl López Colibrí, inicia las primeras sesiones para la fundación de un movimiento de la canción infantil guatemalteca, que pueda corresponder y participar del movimiento latinoamericano homónimo, pero el proceso es aún incipiente. La canción infantil en Guatemala sigue siendo una creación dispersa y casi solitaria, con pocos espectáculos para que los niños y niñas puedan participar. Se da, más bien, de manera esporádica, por iniciativas independientes, o bien, por el patrocinio de empresas comerciales que están más atentas a su promoción mercadológica, que al trabajo artístico para los niños. Hay pocos programas para niños, y con niños como protagonistas, tanto radiales como televisivos. El ámbito escolar es el que ha propiciado la generación de la mayoría de canciones. Pero a la vez, este punto –en algunos casos– ha limitado el florecimiento creativo, al orientar la temática hacia los usos escolares, y no necesariamente artísticos. La formación de públicos y la difusión por los medios masivos debe ser tomada como prioridad dentro de las políticas de estado. Se esperaría que bajo las pautas de la reforma educativa y la búsqueda de cambios estructurales para la conformación de la nación intercultural que buscamos, el ámbito de la creación musical infantil empezara a salvar anacronismos en cuanto a la concepción social del arte y de la música, en


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cuanto a la forma de dialogar con el niño, y en la valoración y abordaje de la música para la infancia. Se desearía también mayor valoración hacia las distintas culturas del país, y la abundancia de producciones representativas por parte de los diferentes grupos artísticos y en la variedad de idiomas del país. Se visualiza la necesidad de conformar agrupaciones musicales destinadas al público infantil, perfiladas como intérpretes de alta calidad expresiva, con honda sensibilidad y selectivos en un repertorio que potencie la calidad literaria y musical. Los participantes deben pertenecer a movimientos internacionales que propicien el intercambio y desarrollo individual y colectivo. Este ensayo apenas se perfila como un esbozo de la producción de música infantil de Guatemala. La promesa es a los creadores y educadores, por la continuación del trabajo y el esfuerzo siguiente para lograr una segunda publicación que amplíe esta labor. Finalmente, se esperaría que las canciones propuestas en el documento que editará el Ministerio de Educación, pudieran constituir un homenaje a sus creadores, y un instrumento útil para todos los maestros e interesados en difundir un patrimonio de canciones: literario, musical, intangible, diverso e intercambiable, que denote a una nación polifónica, que retoma el sonido con voz propia, en espera de vencer al silencio con la felicidad de cantar juntos y constantemente. ¡Así sea!


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¿Hay un uso posible para el psicoanálisis en Guatemala? “… en una época como la que vivimos, una época dónde predominan los pasajes a la acción y las impulsiones; una época donde el sujeto suele estar a la deriva ya que carecen o se fragilizan los reparos identificatorios; una época que está marcada por el avance de la tecnología científica donde prolifera el sin-sentido de la existencia y donde el imperativo de gozar sin vergüenza parece constituir el único punto de referencia. Podremos simplemente caracterizar a la experiencia analítica como un paréntesis de sentido en el cual pueda abrirse para el sujeto contemporáneo la posibilidad –si así lo quiere y puede– de acceder a esos significantes sin-sentido que marcaron su existencia y develar cuál es su forma de gozar –no regida por el mercado– para hacerse responsable de ello”. Leonardo Goroztiza1

Silvia Moino* ¿Psicoanálisis hoy? Es el cuestionamiento que me da la excusa para reflexionar y escribir unas líneas que permitan construir una aproximación inicial al uso posible de una práctica psicoanalítica en la Ciudad de Guatemala. Analizar las posibilidades de una acción en el campo de la salud mental, que haga un lugar al psicoanálisis y con esto, un lugar a la particularidad del sujeto. Hasta ahora, esta pregunta parece ser la respuesta constante ante la alternativa del psicoanálisis al malestar del sujeto contemporáneo frente a los estragos que el discurso científico, las políticas actuales y los movimientos 1

El principio de lo ininterpretable. Algunas consideraciones sobre el poder de la palabra y los límites del sentido en la experiencia psicoanalítica.

*

Psicoanalista, psicóloga y docente universitaria en la Facultad de Humanidades en la Universidad Rafael Landívar y en la Universidad Mariano Gálvez. Maestría en Educación por Indiana University, en Bloomington, Indiana. Licenciada en Psicología por la Universidad Rafael Landívar, con estudios en psicoanálisis y en filosofía.


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mundiales dejan en su camino. Época de un otro que no existe, en donde el síntoma se constituye como resultado de la “forclusión” del sujeto y da paso a creaciones sintomáticas que acrecientan su sufrimiento. Estas se patentizan en un malestar que incide en el deterioro de la dinámica familiar, política y social, a través de una diversidad de conductas: entre estas, la violencia, ya sea doméstica, delincuencia común, terrorista o política. El malestar del sujeto en el ámbito colectivo no es nada nuevo para el psicoanálisis. En su texto El malestar en la cultura, Freud aborda el tema magistralmente y evidencia cómo, cada uno de los acontecimientos impuestos por la cultura, originan sufrimientos excesivos en el sujeto. El resultado de esta imposición cultural es una insatisfacción generalizada, que él llama “frustración cultural”2 y le adjudica a esta “la causa de la hostilidad opuesta a toda cultura”3. Tomaré esta reflexión “freudiana” para considerar la particularidad en la que estamos inmersos; un país en posguerra, que actualmente vive una crisis social y política, y así buscar dar una respuesta que permita abordar lo social desde el discurso psicoanalítico. Freud, al analizar el contexto social de su época, relacionó el papel de la cultura a través de las imposiciones sociales y los ideales, con el síntoma del sujeto. Afirmó que este, insertado en dispositivos sociales o instituciones que ofertan felicidad y creados por él mismo con la pretensión de proporcionarle un bien, se constituyen, más bien, en una serie de mandatos de goce que evidencian la estructura perversa de la sociedad. En la actualidad, estas instituciones, acomodadas a manera de amo4, llevan al sujeto hacia el goce. Un goce que no interroga, que actúa y que como un precepto divino, hacen que cada uno se adjudique una porción de sufrimiento, con el cual vive sin cuestionar su origen. El efecto, una queja estandarizada en denominaciones casi populares como: “estoy depremida”, “soy bipolar”, “sufro de ataques de 2

Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Obras completas. Barcelona, España: Editorial Biblioteca Nueva.

3

idem.

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El que lucha por la dominación, el control y la penetración. Elaborado por Lacan a partir de la dialéctica del amo-esclavo de Hegel.


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pánico”. Discursos que de entrada demuestran la objetivización del sujeto y la dominiación de un amo en particular, que lo hace ajeno a su deseo. La prepotencia del discurso del amo es la que, hoy día, determina el lazo social. Este otro se ampara en movimientos mundiales cimentados en la economía, el consumo y la globalización y marcan el paso en la vida de cada sujeto. Se afianzan en el discurso científico, que a través de herramientas como la estadística y las neurociencias determinan qué es lo que desea o no desea, padece o no padece. Estas políticas sociales invitan al consumo y exacerban el individualismo egocéntrico, olvidándose, no solo del otro, el semejante y de su particularidad; lo desresponsabilizan de su sufrimiento. También se olvidan de que, tarde o temprano, eso que aparece como desconocido al sujeto, su deseo, está por efecto de la cultura reprimido, pero que como material reprimido, retorna y a veces con el matiz de la pulsión de muerte. Mientras, el resultado es un malestar que instala al sujeto en el punto mortífero del goce, la queja se desencadena y se articula la demanda, exige al otro su felicidad, su bienestar personal. De inmediato, al no obtener la satisfacción, el sujeto sufre. Para resolver, se instalan formas alternativas de conducta, que a manera de consumo, de violencia, de corrupción, proveen una experiencia frágil de paz y tranquilidad. Este sufrimiento, que proviene del colectivo, es uno de los problemas que más asalta a la sociedad actual. El desencadenamiento de la violencia provoca todo tipo de respuestas; desde manifestaciones multitudinarias propaz, hasta la inversión millonaria de agencias internacionales en proyectos que promuevan los derechos humanos y la justicia. Aún así, pareciera que no hay aparato estatal, ni privado, que logre encontrar una manera efectiva de impactar en la psique de las grandes masas sociales, cada vez mas desprotegidas y vulnerables, para facilitar una porción de salud mental. Freud, al hacer referencia a esto, dice: “…no atinamos a comprender por qué las instituciones que nosotros mismos hemos creado, no habrían de representar más bien protección y bienestar para todos”5. 5

idem.


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Guatemala no está lejos de esto. Somos objetos de una sociedad que amparada en movimientos mundiales, invita al sujeto a alienarse, a desresponsabilizarse de sí mismo. Los índices de violencia contra la mujer, violencia intrafamiliar, violencia política, asesinatos, robos, secuestros, corrupción, evidencian quién es el amo. El sufrimiento que estos generan en los colectivos sociales son evidenciados por los medios de comunicación, y demuestran que las instituciones creadas y los métodos establecidos son impotentes e insuficientes para regular las relaciones humanas en la familia, el Estado y la sociedad. Nuestra sociedad, a través de la particularidad de cada sujeto, sufre los avatares del mundo globalizado. Nuestro país no solo vive las consecuencias de años en que se violentaron y se forzaron las subjetividades, sino que también aquellas que son producto de la violencia común y el enriquecimiento ilícito, que se incrementan rápidamente. Ante esta experiencia devastadora, los sujetos guatemaltecos hemos vivido silenciosamente, sin asumir ninguna responsabilidad, el aniquilamiento de nuestra subjetividad, de nuestra particularidad. En una espera por que el otro, cualquiera que sea su representación y revelado en la versión actual del buen pastor (presidente, sacerdote, jefe del sindicato, etc.) haga algo, que nos reconozca a la manera del amo con el esclavo. Renunciamos a la palabra, al deseo, y nos sometemos a esta dimensión del sufrimiento que Lacan llamó la dimensión de goce del sujeto. Un goce sin límite, un llamado constante a la muerte, que no esta más que para evidenciar la división subjetiva y la pérdida del sentido, una experiencia devastadora que vuelve objeto al sujeto, ante la imposibilidad de articular en la cadena significante algo de ese “su sufrimiento”. Buscamos la salida por la reivindicación, el resarcimiento a manera de compensación, o simplemente por venganza como medio para reparar el daño hecho; sin saber que la única vía posible para dialectizar el sufrimiento es la palabra.


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Las consecuencias: nuestro entorno social se ha convertido en un generador de malestar que no solo masifica el sufrimiento, sino que desencadena una serie de síntomas que se expresan en lo social y que evidencian a un sujeto agónico en la particularidad de su deseo. Así, circula una queja más o menos generalizada, que concentrada en la angustia, en el padecer, se expresa a través de miedos, ataques de pánico, adicciones, fobias, trastornos alimenticios, gastritis, entre otros; malestar que sin ser escuchado transita en la subjetivida. Todos significantes de la máxima “freudiana”: “lo reprimido siempre retorna”. A través de la vertiente de salud mental, las instituciones guatemaltecas han abordado las diferentes secuelas, no solo de una guerra de 36 años, sino de la anomia que se impone en la época. El punto de partida es la aplicación de técnicas y conceptos exportados que acentúan la promesa de la felicidad, invitan a un fortalecimiento “yoico”, y con esto promueven acciones que procuran un bienestar pasajero con poco involucramiento de los sujetos, eximiéndolos de la responsabilidad inherente a la vida. Con respecto a esto Freud menciona que: En condiciones normales nada nos parece tan seguro y establecido como la sensación de nuestra mismidad, de nuestro propio yo. Este yo se nos presenta como algo independiente, unitario, bien demarcado frente a todo lo demás. Sólo la investigación psicoanalítica nos ha enseñado que esa apariencia es engañosa (1930, p. 2). Palomera (1998) lo refiere como el auge de la enfermedad delante de la objetivación científica, y el despojo de la dimensión moral que antiguamente tenía el discurso social. Este discurso de salud mental, más allá de favorecer la recuperación, desarrolla la concentración del sufrimiento y violenta la vida del sujeto. Así, los dispositivos político-gubernamentales, a través de la cuestión salud-enfermedad, ofrecen tratamientos estandarizados que excluyen la singularidad del sujeto, masifican las conductas y brindan servicios de salud con técnicas, en donde las diferencias quedan borradas, el padecimiento se generaliza en la masificación, en la segregación.


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Si anotamos la frase de Lacan, “el psicoanálisis no es una terapéutica como las demás”, como punto de partida para comprender el lugar del psicoanálisis en la sociedad contemporánea, estamos apostando por dar cuenta, con su posición subjetiva, del sujeto del inconsciente. Es evidenciar en la vida humana la preferencia de no querer saber nada de lo que es. Patentizar el desgarro, el desamparo de la relación del sujeto con el mundo. Anticipar que, el sujeto se resiste y prefiere la posición de la ignorancia; ignorancia del horror del que es portador: la pulsión de muerte. Así se entrega a una búsqueda ingenua por lo bueno, lo benevolente, a la búsqueda de una paz que deviene guerra, malestar, soledad, o podríamos decir, sufrimiento. ¿De qué sufre un pueblo? De la frustración, de la ignorancia, al no darse cuenta que nada escapa a la pulsión de muerte en la medida que esta no sea registrada como tal. Encubierta por las pasiones del ser: amor, odio e ignorancia, la muerte aguarda al sujeto; la muerte que transita en esa búsqueda interminable de la felicidad. La muerte del sujeto en la era de la globalización y el grito sintomático, silenciado en que se instaura la sociedad, que nos lleva lentamente a Thanatos, que ya no busca decirse, pero que demanda una salida. Abrir la posibilidad a la escucha del caso por caso, a la dimensión de la palabra, al sujeto subordinado a la palabra o dicho de otra manera, a la ética del bien-decir, es desde donde el psicoanálisis puede asumir un espacio en los discursos actuales. El psicoanalista no solo hace una lectura del sufrimiento particular, sino que se aproxima más a lo real del mundo, eso que lejos del diván invade lo cotidiano del sujeto. El psicoanálisis hoy está para evidenciar ese circuito de goce al que el amo, la ciencia, la cultura, impone al sujeto, en su lucha feroz por someterlo. El uso posible del psicoanálisis en Guatemala se instala entonces, desde la escucha paciente de la particularidad de cada sujeto, que evidencia los avatares de una vida inmersa en una sociedad, que de no detenerla, nos llevará a la muerte. Hacer valer la ética del deseo y dar cuenta de ese exceso de goce que impide al sujeto amar, dejarse amar y crear. Así mismo, el psicoanalista puede constituirse en el portavoz del malestar del sujeto y dar cuenta, en las instituciones del sufrimiento al que está sometido.


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Referencias Brousse, M. (s. f.). De qué sufrimos. Virtualia 5. Consultado en: http:// virtualia.eol.org.ar/005/default.asp?notas/mhbrousse-01.html Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Obras completas. Barcelona, España: Editorial Biblioteca Nueva. Lacan, J. (2002). La agresividad en psicoanálisis. Escritos I. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores. Laia, S. (2003). La práctica analítica en las instituciones. Los usos del Psicoanálisis. Primer Encuentro Americano del Campo Freudiano. Buenos Aires, Argentina: Paidos, Campo Freudiano. Palomera, V. (1998). El síntoma charlatán. España: Paidos, Campo Freudiano.



III. PLUMA INVITADA



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Tiempo kairológico y profetismo en Rubén Darío: Salutación del optimista Jorge Chen Sham* La gran revolución continental y el espíritu de unidad, a los que aspiran Cantos de vida y esperanza (1905), no podría entenderse fuera del dominio de la poesía cívica, uno de esos géneros que entrará en desuso y será ubicada en el dominio solamente de las celebraciones encomiásticas. Sin embargo, desde la antigüedad grecolatina, esta tendrá marcado su valor colectivo y de identificación comunitaria, solamente pensando en el espectro de los himnos pindáricos o de la épica virgiliana. Se trata de una poesía que apela a los más altos bienes de la colectividad, que invitaba a identificarse y a comulgar con idearios y valores que expresan los designios de grupo y el compromiso en la búsqueda del Estado o polis; de ahí su designación de poesía cívica, al servicio de las grandes causas y con un marcado sentido del compromiso ideológico, pues el poeta en tanto ciudadano, no puede sustraerse a la actitud reformadora ilustrada y a los idearios político-sociales a los cuales el talento poético y su pluma debían servir (Pérez Bernal, 2005, p. 378). En el caso de la poesía en lengua española, la poesía cívica tendrá un papel significado, en periodos de crisis y de ebullición de ideas, con lo cual expresa la posición partidista de un grupo, como sucede en el caso de las luchas *

Doctor en Estudios Románicos, especialidad española por la Université Paul Valéry, Montpellier III, Francia (1990). Es profesor catedrático de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura de la Universidad de Costa Rica (2003), en donde enseña literatura española, teoría literaria y literatura centroamericana. Sus campos de investigación son los siguientes: literaturas centroa¬mericanas, prosa del siglo XVIII español e hispanoamericano, Generación del 98 y del 27, y lírica hispánica. Ha recibido varios premios y distinciones al igual que becas de intercambio científico en Europa. Es miembro del Consejo Editorial de las siguientes revistas: Revista de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica, Alba de América, El pez y la serpiente (2002-2008), Sirena (2004-2008), y de las revistas electrónicas Cartaphilus (2006) y Aura lírica (2010). Ha impartido charlas y conferencias en numerosas universidades del ámbito internacional.


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ideológicas que se desatan en la península ibérica en torno a las Cortés de Cádiz, la invasión napoleónica, los enfrentamientos entre monárquicos e ilustrados, etc. La poesía cívica se nutre de un patriotismo y de una efervescencia de ideas que apoyará un bando de cualquier contienda frente al otro, o que abroga una causa en contra de otra. La poesía cívica se transforma en un arma política y se mete de lleno en las luchas ideológicas que suceden entre los últimos años del siglo XVIII y el primer tercio del XIX, en una Hispanoamérica ávida de cambios políticos e ideológicos, y estará al servicio de las transformaciones que se traman con el nacimiento de la vida republicana y de la conformación de los incipientes Estados. Su carácter militante y combativo nos parece alejado de los gustos poéticos, pero no podemos pensar en esa “función estratégica del primer momento de encender los ánimos, el valor y la conciencia [...] por la patria” (Rodríguez Gutiérrez, 2006, p. 325). Será, con el discurso ensayístico, la tribuna y la cátedra perfecta, que se invoque y convoque a los seres humanos “ciudadanos”, para tomar en sus manos las riendas y los destinos de sus propias vidas. En la introdución a Lira patriótica del Perú: colección escogida de poesías nacionales, desde antes de la proclamación de la Independencia hasta el día, Manuel Nicolás Corpancho (1853) escribe lo siguiente: “Los himnos nacionales y cánticos guerreros ejercen en el espíritu popular una influencia indisputable. Despiertan y robustecen el patriotismo, irritan las pasiones generosas y hasta cierto punto preparan las más bellas heroicidades” (citado por Achugar, 1997, p. 15). De esta manera, hay conciencia de que la poesía puede estar al servicio de la construcción de una identidad colectiva y patriótica, por lo que se vincula no solo al proyecto de independencia, sino a la construcción de imaginarios a partir de eventos de amplia significación histórica: “La pertenencia a una tradición o una comunidad nacional pasa por el reconocimiento como propios de una serie de hechos o de mitos históricos que aspiran al diseño de un pasado diferenciado del de otras comunidades” (Achugar, 1997, p. 15). Cantar y escribir ese hito fundacional, como lo es la independencia, pasa por la emergencia de una sensibilidad social que se reconoce y se identifica en ese gesto soberano de autonomía y definición, y en la conformación de


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una conciencia nacional (Achugar, 1997, p. 17). La poesía cívica, de himnos, odas y canciones patrióticas, cantará aquello que se identifica como las raíces fundantes de la comunidad nacional. Sirvan estas palabras introductorias no tanto para insistir en lo que ya se ha expuesto como interpretación consumada de esa revolución estética e ideológica a la que aspiraba Darío, como para subrayar la irradiación y la fuerza discursiva que posee el tan celebrado poema Salutación del optimista. Su definición de una identidad continental, con un claro llamado hacia la “hermandad” y “fraternidad” de los pueblos hispanos, pasa por la emergencia de un yo poético que se erige en voz de la comunidad, con un protagonismo y una clarividencia que solamente pueden venir de sus vaticinios proféticos; es decir, de su profetismo, como sucede en aquella poesía cívica que presagia peligros si no se mantiene la unidad, o que vislumbra el triunfo de los valoresa favor de los cuales se combate. Esta correlación entre valor profético y poesía está arraigado en los orígenes de la cultura occidental. Su significación auténtica radica en el origen trascendental de la poesía y, desde el punto de vista filosófico, remite a Platón, a su diálogo Ion o de la poesía, donde se plantea la raigambre divina de la poesía y la asocia al delirium tremens, a esa manifestación de lo sagrado. La divinidad, por medio de las musas, se posesiona del alma del poeta y se inspira; dice Sócrates a Ion en este sentido: En igual forma, la musa inspira a los poetas, éstos comunican a otros su entusiasmo, y se forma una cadena de inspirados. No es mediante el arte, sino por el entusiasmo y la inspiración, que los buenos poetas épicos componen sus bellos poemas. Semejantes a los coribantes, que no danzan sino cuando están fuera de sí mismos, los poetas no están con la sangre fría cuando componen sus preciosas odas, sino que desde el momento en que toman el tono de la armonía y el ritmo, entran en furor, y se ven arrastrados por un entusiasmo igual al de las bacantes (1957, p. 96).


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El acto poético pretende aquí la interpelación de esas fuerzas motoras del universo y, al demostrar que la poesía no es de factura humana porque se nutre de un posesión (delirio) que lo arrastra y lo saca de sí misma, Platón subraya el origen divino y transcendental de la inspiración poética, razón por la cual no puede explicarse bajo leyes humanas o conceptos de verdad. El poeta es un iluminado y un enardecido por una energía vital, y al ser instrumento de los dioses, están en la misma categoría que otros tipos de oficiantes. No nos extrañe que el poeta esté en la misma línea que el adivinado, pues los dos necesitan de ese entusiasmo e inspiración. Platón los coloca en la misma categoría: Porque el poeta es un ser alado, ligero, sagrado, incapaz de producir mientras el entusiasmo no le arrastra y le hace salir de sí mismo. Hasta el momento de la inspiración, todo hombre es impotente para hacer versos y pronunciar oráculos (1957, p. 96). Tanto la poesía como la adivinación tienen el mismo estatuto en Platón; su origen es trascendental y, por la palabra del poeta o del adivino, habla de la divinidad. Como nos recuerda Roberto Cañas: “La poesía es el efecto de una posesión divina semejante al frenesí de los sacerdotes y profetas” (1995, p. 82). Por esa razón, poeta y profeta tienen la misma función en Darío; por ello también, reivindica la locura, ese salirse de sí mismo para abrogarse el daimon de la creación. Así, desenfreno y locura se dan la mano y promueven el enardecimiento del espíritu y una energía liberadora1. La fuerza emotiva, persuasiva e ideológica de este tipo de poesía venía de su talante trascendental, otorgado como don divino como bien supremo, tal y como Platón desarrolla en Fedro, cuando Sócrates afirma que intenta separar la simple adivinación de la que tiene su origen en los oráculos: [...] habiendo recibido de los dioses el don de la profecía, inspiraron a los hombres sabios pensamientos, anunciándoles el porvenir [...] Si le dieron este nombre, fue porque pensaron que era algo algo bello, al producirse 1

Y si sabemos leer el texto de Platón, también es libidinoso. Por otra parte, Cañas nos recuerda que el término en griego clásico que corresponde a la locura es mania (manía), pero se trata de una locura en tanto don que proviene de los dioses (Cañas 1995, p. 83).


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por aliento divino [...] Así pues, cuando el don de profecía excede en perfección y dignifidad al arte augural en el nombre y en la cosa, tanto excede en nobleza el delirio que procede de los dioses a la sabiduría que viene de los hombres (2004, p. 132). Lo mismo sucede en la otra tradición que moldea nuestras concepciones acerca de esta posición extraordinaria del profeta, la tradición judeo-cristiana. Jesús Asurmendi nos recuerda, en efecto, que el oficio del profeta se afianza en esa necesidad de conocer la voluntad de la divinidad y que, en las culturas de la Mesopotamia antigua, los oráculos tenían un carácter cultural y eran el centro de una comunicación inspirada (Asurmendi, 1987, p. 14). La consulta a la divinidad es sinónimo de conocer su voluntad: Hay que saber en cada instante, y especialmente en las circunstancias difíciles o cuando se trata de problemas graves, lo que Dios quiere. El profeta es precisamente el hombre que sirve de intermediario en esta comunicación, tan deseaada, entre la divinidad y sus fieles. El profetismo supone, por otra parte, que los dioses comunican su voluntad (Asurmendi, 1987, p. 14). Por ello, el profeta se transforma en un vidente, en tanto transmisor de una palabra, mensaje y comunicación de la divinidad. La esencia del profetismo bíblico se basa en cuatro premisas: a. La actualizaciónde la palabra de Dios para sus contemporáneos, pues “el profeta es aquel que, en nombre de Dios, habla en el presente en función del pasado” (Asurmendi, 1978, p. 7). b. La continuidad de la acción de Dios a la luz del pasado y hacia su porvenir: “porque cree que Dios es fiel; por tanto, el porvenir del pueblo es posible y Dios seguirá actuando a su favor” (Asurmendi, 1978, p. 7).


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c. El profeta habla por medio de oráculos; se trata de una declaración solemne en nombre de la divinidad, cuya exigencia es una respuesta por parte del hombre. d. La palabra del profeta debe ser anunciada por el profeta y ser escuchada porque de ella depende el futuro del pueblo de Dios; “la esperanza en la acción de Dios está en la base del profetismo” (Asurmendi, 1978, p. 8); de ahí la vehemencia de una palabra que resuena llamando a la unión y a la acción. A la luz de anterior, sin la emergencia de este profetismo no podemos comprender la virulencia ideológica de Cantos de vida y esperanza. En Salutación del optimista, la voz entusiasta y colectiva del profeta se dirige a una comunidad a la que quiere aleccionar y persuadir. La situación comunicativa de estos poemas es el “oráculo”, transmisión y exigencia de una respuesta desde el punto de vista del profetismo bíblico. Marasso nos recuerda que, como lo atestigua Vargas Vila, la Salutación al optimista se escribió en un instante de la madrugada, “en estado de sonambulismo lúcido” (citado por Marasso, 1954, p. 183); es decir, en un momento de trance místico y de apertura hacia lo trascendental, para luego ser declamado en Ateneo de Madrid, el 28 de marzo de 1905 (Arellano, 2010, p. 181): Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda, espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve! porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos lenguas de gloria. (vv. 1-4) La invocación inicial se inicia con el “¡salve!” en el que se rinde homenaje y se apela al interlocutor. El espacio comunicativo creado es el de la simetría de saberes; estamos en el discurso de la fiesta y de la celebración (Gumbrecht, 1979, p. 364), en el que el orador se dirige en tono altivo (“Ínclitas razas ubérrimas”) y de elocuencia panegírica (“espíritus fraternos, luminosas almas,


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¡salve!”). La actitud de recepción apropiada se configura a partir de esta remisión al teatro de la oratoria, en el que auditorio y orador entrarán en comunión gracias a la búsqueda de tal identidad. Y de inmediato se explica la causa del estado de optimismo, el efecto de dos planos en la relación causaconsecuencia, que dibuja la estrategia de la instancia poética: “Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda” - consecuencia (el estado final y último) “porque llega el momento en que habrán de cantar” - causa (el estado inicial y el agente) Darío invierte el esquema lógico y anticipa el estado de triunfo y de protagonismo de América, solamente posible a través del canto. En la mentalidad grecolatina de la épica,la heroicidad y la ejemplaridad preceden a la memoria de la letra, de manera que Ínclitas razas ubérrimas (el reconocimiento de la heroicidad) debería anteceder a la alabanza paradigmática del poeta (“habrán de cantar nuevos himnos/lenguas de gloria”). ¿Por qué ocurre esto? La instancia poética quiere “actuar” sobre el ánimo del auditorio y lo hace produciendo un efecto patético, fait appel aux passions motrices de laction et son succès se manifeste par lévidence de laction à laquelle procède sur-lechamp lauditeur/lecteur (Gumbrecht, p. 350). En la retórica clásica, el pathos actúa inmediata y violentamente, provocando la emoción que se dispara: el elogio particularizante de la “raza” hispana en el marco del regocijo y de la celebración. Se nos invita a la euforia y a la alegría. Y para ello escoge Darío, para la Salutación del optimista, posicionarse en lo que el profetismo bíblico llama el “oráculo de felicidad”, en el que la acción de Dios es inmediata. De ahí el tono escatológico en el sentido judeo-cristiano de su juicio prospectivo, en donde la retórica de la aurora y de la regeneración dominan la escena: [...] Un vasto rumor llena los ámbitos; mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto;


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retrocede el olvido, retrocede la engañada muerte; se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron encontramos de súbito [...] la divina reina de la luz, ¡la celeste Esperanza! (vv. 4-11) Los signos de los tiempos se suceden y es tarea de la instancia poética, oracular y clarividente, saber leerlos. Hacer que los hechos coincidan en una misma línea de interpretación asegura la credibilidad del profeta y ayuda a que los oyentes sepan y crean en la acción benéfica en un porvenir promisorio. Con tal finalidad, observemos cómo se opone la vida a la muerte, se proclama la palabra verdadera y, por eso, se utiliza el verbo anunciar, propio del profetismo, para vaticinar la venida del Reino, dentro de una esperanza escatológica que neutraliza el funesto atavismo de la “caja de Pandora”. Se trata de esa oposición oscuridad/luz que hace del mito de Pandora, el origen de todos los males y enfermedades. Por eso, no nos extrañe que la estrofa siguiente insista con una serie de sinécdoques que expliquen en qué consiste esa oscuridad que ha gobernado al mundo, con el fin de oponerlas de nuevo a la victoria que se ensalza: Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba o a perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo, ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras, mientras dos continentes, abonados de huesos gloriosos, […] digan al orbe: la alta virtud resucita, que a la hispana progenie hizo dueña de siglos. (vv. 12-18)


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La oposición emerge entonces: La “caja pandórica” (v. 8)

vs.

un reino nuevo (v. 7);

“tantas desgracias” (v. 8)

vs.

mágicas ondas de vida (v. 5);

“pálidas indolencias” (v. 12)

vs.

la divina reina de la luz (v. 11);

“desconfianzas fatales” (v. 12)

vs.

“noble entusiasmo” (v. 13).

La transición o el pasaje de la “caja pandórica” (v. 8) hacia “un reino nuevo” (v. 7) valora la función de la poesía, pues una equivalencia se dibuja aquí:

“porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos lenguas de gloria” (vv. 3-4) ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras (v. 14)

Las dos imágenes se producen en clave metapoética: el amanecer, motivo propio del cambio regenerativo, está al servicio de los “nuevos himnos” que cantarán “lenguas de gloria” (v. 4), es decir, de “triunfo de liras” (v. 14), con lo cual Darío retoma la tradición de la poesía cívica, que ensalza y canta los triunfos y las victorias colectivas, apelando al motivo de las “glorias nacionales”, propio de los apologistas de la cultura española, en ese debate en que el siglo XVIII hace del papel y de la imagen de España en el resto de Europa (Mestre, 1983). La nostalgia del imperio y del tiempo de las hazañas colectivas se dibuja aquí al elogiar ese “hispanismo” que mancomuna la América hispana y la Madre Patria en un sagrado y perpetuo lazo. Si la poesía cívica llama a la unidad colectiva, he aquí cómo bajo el profetismo bíblico, dibuja las esperanzas de un papel protagónico y encomiable. Además, con motivos tan perdurables y entrañables como la “fecundidad”, que viene de la raza como flujo vital y la regeneración, que supone el ciclo de la continuidad y de la herencia. Por ello,


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no es casual que Darío siga su poema con lo que, en el profetismo bíblico denominamos “oráculo de juicio” o de destrucción, en donde se anuncia el “juicio de Dios contra un individuo o contra un pueblo” (Asurmendi, 1978, p. 9), y se anuncian una serie de calamidades. Tal vez influido por esa tendencia al espiritualismo y a las lecturas ocultistas y esotéricas, Darío mezcla “manifestaciones de descontento social y los progresos del movimiento revolucionario mundial [...] que adoptan la forma de presagios que anuncian una especie de juicio final provocado por la ira de Dios” (Aguilar, 2010, p. 193): Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del mundo, la inminencia de algo fatal hoy conmueve la Tierra [,] fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas, y algo se inicia como vasto social cataclismo sobre la faz del orbe. (vv. 23-27) La conciencia del poeta/profeta no se dirige a denunciar una situación moral específica como ocurre en el profetismo bíblico; más bien el anuncio del juicio vaticina, bajo una retórica del apocalipsis, la destrucción purificadora, porque de ella surgirá la renovación sobre “la faz del orbe”, tal y como pregona el verso 27. El “cataclismo” inminente desencadenará ese movimiento desde “las entrañas del mundo” (v. 23); pero lo interesante en la Salutación del optimista es que esta isotopía de lo telúrico se desarrolla en la unidad siguiente con el signo inequívoco de la vitalidad, que saldrá de la tierra misma. El apóstrofe lírico en esa emoción experimentada se despliega para que las preguntas se vuelvan retóricas, en un contexto de fecundidad de la tierra y de regeneración de la “raza”: ¿Quién dirá que las savias dormidas no despierten entonces en el tronco del roble gigante bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana? ¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos


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y que al alma española juzgase áptera y ciega y tullida? (vv. 27-31) El primer motivo, vegetal, el de la “savia” y el “roble”, desarrolla el símbolo de la fuerza y de la continuidad de la sangre, de ese patrimonio que hereda la tenacidad y la fuerza de “la loba romana” (v. 29); mientras que el segundo motivo, el cuerpo, en la sinécdoque “vigor español” (v. 30), subraya la fortaleza y la vigorosidad de la raza española, además de su capacidad para emprender el vuelo y tener grandes iniciativas. Llegamos a la identidad de saber que apunta hacia el elogio y la celebración de los valores colectivos. El consenso y la comunidad se materializan cuando el discurso epidíctico de la Salutación del optimista se transforma en exhortación que apremia al cambio y al compromiso por parte del auditorio; se trata de un reclamo y a la vez una exigencia de conversión: Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos; formen todos un solo haz de energía ecuménica. Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas, muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo. (vv. 38-41) Con los verbos en imperativo, volvemos a la necesidad de unión, solidaridad y victoria. La vigorosidad de la “energía ecuménica” (v. 39) posibilita ese dinamismo y ese movimiento vivificador que despierta las conciencias y rescata la herencia pasada. En un tono exultante y reiterativo, la instancia poética nos invita a comulgar con los valores de la hispanidad espiritual que invoca en un acto de súplica en crescendo: Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente que regará lenguas de fuego en esa epifanía. Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros


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[y] las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora [...] (vv. 42-45) La imagen de Pentecostés surge de inmediato para “resemantizar” el acto al que asistimos: la “epifanía”, es decir, esa manifestación de la divinidad hace que se borren todas las fronteras en esa comunión y sentimiento grupal experimentado, gracias al canto que corona y atestigua el cambio. Pero por otro lado, surge ese escenario propio de la victoria, de esa marcha triunfal que Darío nos propone, con el fin de que la poesía celebre y cante las egregias gestas. No olvidemos, entonces, la función de la escritura poética: “habrán de cantar nuevos himnos/ lenguas de gloria” (vv. 3-4) “veréis el salir del sol en un triunfo de liras” (v. 14) “regará lenguas de fuego en esa epifanía” (v. 43) Y se refuerza en la estrofa final para volver a la función panegírica del poema: Un continente y otro renovando las viejas prosapias, en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua, ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos. (vv. 50-52) Pasamos, entonces, como lo propugna el profetismo bíblico, del anuncio a la ejecución de la profecía, veamos esa transición ahora: porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos lenguas de gloria. (vv. 1-4) ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos (v. 52)


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La instancia poética es testigo de esos cambios que ya empezaron; de ahí la credibilidad y la autenticidad de su mensaje profético. La transición de los versos 3 y 4 al verso 52 no es de un detalle; se trata de toda la fuerza del profetismo bíblico y de su vaticinio. Salutación del optimista marca ese proceso que va hacia la certeza y la realización inmediata. Por otra parte, las equivalencias con las estrofas anteriores surgen para lograr esa trabazón del discurso que busca la repetición eufónica y distributiva, por un lado, y el reforzamiento de sus conceptos desde el punto de vista argumentativo para quien escuha/lee, por otro. Y lo es porque el auditorio al que se dirige el vate (etimológicamente quien vaticina) se va persuadiendo e identificando con los valores y conceptos esgrimidos por el sujeto poético, de tal manera que el verso 51 funciona como un verdadero catalizador ideológico y de clímax poético: “noble entusiasmo” (v. 13)

“antiguo entusiasmo” (v. 42)

“ansias” (v. 51)

“espíritus fraternos” (v. 2)

“espíritu ardiente” (v. 42)

“espíritu” (v. 51)

“lenguas de gloria” (v. 4)

“lenguas de fuego” (v. 43)

“lengua” (v. 51)

En conclusión, no cabe mayor intuición con ese poder adivinatorio conferido al vate, para que en esa reunión/convocatoria de “ansias” (motivación), “espíritu” (unión en valores superiores) y “lengua” (el vehículo de comunicación y patrimonio común), se proceda a enunciar ese tiempo kairológico, el de instante justo y decisivo, y ese tiempo de la preparación para llevarlo a cabo (Kerkhoff, 1997, p. 49). Esta dimensión de preparación y de potencial entra en escena para redinamizar esa perspectiva cristiana del Kairós, eso es cierto, pero lo es en la medida en que se subraya la noción de un destino común y de ese tiempo maduro. Indica Manfred Kerkhoff al respecto de esas contradicciones, de ese estado de carencia y de negatividad, que el tiempo kairológico quiere suplir y superar: La situación que clama por la ayuda de la filosofía, se caracteriza por la desunión (contradicción) de fenómenos que deberían formar una unidad, un organismo; una situación en la que una relación dinámica (dentro de un todo armonioso) se ha tornado en oposición inmóvil, irrelacionada, en una autoafirmación extrema de cada uno de los componentes; una


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situación, en fin, que indica la caída de la vida petrificada (Kerkhoff, 1997, pp. 49-50). Comprendemos ahora, a la perfección, como esos valores a la unidad continental bajo el alero de la hispanidad, como muy bien ha formulado Edgardo Buitrago Buitrago: “Nos pide por igual a ambos grupos de los dos lados del océano, abandonar decidida y resueltamente toda actitud negativa y disponernos a dar cumplimiento feliz al destino de ese momento por llegar ya” (Buitrago, 2005, p. 96). Solamente este espíritu renovador/integrador puede emerger bajo el dinamismo de un poeta/profeta que revela un oráculo de conversión en su sentido más prístino, tal y como se instaura en este tipo de poesía cívica y ciudadana, de cuya tradición se nutre Darío para hacer “el llamado urgente del poeta, a la conciencia de nuestros pueblos para que sepamos reconocer nuestras fallas y depuremos nuestra actuación en la historia” (Buitrago, 2005, p. 97). Ya tenía razón Ángel Rama en acuñar la expresión de “poeta en movimiento”, para advertir esta dimensión del escritor latinoamericano atento y crítico a los tiempos acelerados de la modernidad (1987, p. 48), que Feliciano Victoriano explica como “metáfora del curso que, desde entonces, adoptaron las transformaciones socio-culturales impulsadas por la modernización” (2005, p. 72). Por lo tanto, en Salutación al optimista, Rubén Darío se transforma en “poeta en movimiento”, impulsado por el tiempo kairológico que avisora y vaticina.


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IV. RESEÑA



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Eduardo Galeano y la cátedra para andar al revés Claudia Lucrecia García Gaitán* Eduardo Germán María Hughes Galeano, destacado periodista y escritor uruguayo contemporáneo; quien fue la voz de los que no tienen voz, de los “nadies” del siglo XX y XXI. En Patas arriba. La escuela del mundo al revés1, expresa con un tono humorístico, satírico, con mucha fuerza en los argumentos, pero delicado en la expresión. Utiliza un vocabulario estándar, pero requiere una lectura hábil, dispuesta a inferir. Busca la reflexión sobre la realidad, sobre todo de la realidad latinoamericana. Cuestiona la forma en que funciona nuestro mundo que al parecer está de cabeza, por lo que el título del libro, resulta totalmente adecuado. En este describe las contradicciones sociales, y también propone un mundo diferente, llama a combatir la pobreza, la miseria material, pero sobre todo la miseria moral que es la que más duele, la que más hiere. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: [...] la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor; […] la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar; […] los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas; […] la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna *

Licenciada en Letras, con maestría en Educación y Aprendizaje. Trabaja en la Universidad Rafael Landívar como catedrática, facilitadora de talleres para el Centro de Actualización Pedagógica (CAP) y tutora en el Programa de Formación de Educadores en Servicio, para la provincia y la capital de Guatemala.

1

Galeano, E. (2009). Patas arriba. Escuela del mundo al revés. Patagonia, Argentina: Sombraysén Editores. Recuperado de: http://es.slideshare.net/daniajimenez/patas-arriba-para-leer-completo


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se convertirá el canalla en virtuoso caballero; […] serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma (Galeano, 2009, p. 269). Aunque este libro fue escrito en 1998, el retrato que hace de la sociedad está vigente. Un ejemplo de ello es la siguiente descripción, aplicable a cualquier país latinoamericano en la actualidad: En los años de la guerra, había paz en las calles de las ciudades de Nicaragua. Desde que se declaró la paz, las calles son escenarios de guerra: los campos de batalla de la delincuencia común y de las pandillas juveniles (Galeano, 2009, p. 255). Galeano siempre fue fiel a su ideología izquierdista, por lo que padeció el exilio en un par de ocasiones. Sin embargo, este libro fue escrito en Montevideo, Uruguay. En él plasma su experiencia y la de muchas personas a quienes agradece; son alrededor de cuarenta colaboradores, incluida su esposa. Termina dándole gracias a santa Rita, patrona de los imposibles. Este detalle es una muestra del sentido del humor que lo caracteriza. Después invita al lector a que vea el espectáculo del “mundo al revés”. Escribe varios versos titulados “¡Vayan pasando señoras y señores!”. Invita, tal como lo haría un presentador de circo que llama a ver un espectáculo increíble, a observar las contradicciones del mundo al revés. La serie de casi todos los títulos de los ensayos que desarrolla, conforman el “programa de estudios”, como si fueran “materias” y estas son: la escuela del mundo al revés, cátedras del miedo, seminario de ética, clases magistrales de impunidad, pedagogía de la soledad y la contraescuela. Los títulos revelan la carga crítica del libro hacia los aspectos negativos de la sociedad, sobre todo a los efectos del capitalismo. Esto es necesario para comprender la propuesta final del autor. ¿Usted confiaría la educación de su hijo a Al Capone? Por medio de este personaje, el autor da un interesante mensaje a los padres, hace referencia a


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un fragmento de una entrevista en donde el gánster dice que en estos días la corrupción es la única ley, ya que no se respeta el honor, la verdad, la ley. ¿Uno de los más reconocidos gánsteres del siglo XX es quien nos da lecciones de ética? Definitivamente, el mundo está al revés. Luego, el autor hace referencia a Alicia en el país de las maravillas. Dice que si Alicia reviviera, no haría falta atravesar el espejo, sería suficiente sentarse a ver por la ventana. Y es que después de la lectura del libro somos conscientes de experimentar el caos por vivir al revés. En el fragmento titulado “Educando con el ejemplo”, el autor expone que entre otros maestros de este mundo al revés están Milton Friedman o Rockefeller, quienes consideran que solo los más aptos sobreviven. Luego reflexiona que esto aplica para los países ricos, organismos internacionales o empresas grandes que devoran a la pequeña empresa o a los países pobres; pero que no se le ocurra a un desempleado tomar un arma para conseguir comida para su familia, porque será ajusticiado. Al final, el resultado de esta educación es la falta de libertad, porque quien no está preso del hambre, está preso del miedo. Esta idea es desarrollada en distintas partes del libro, reforzada por hechos y anécdotas que prueban la hipótesis del autor: el mundo está patas arriba. “Los alumnos” son los niños que no pueden disfrutar su niñez. Ningún estrato social se salva de ello. Los ricos porque son tratados como dinero y más adelante deben seguir produciéndolo; los pobres, como basura y los de clase media son alienados por la televisión para que acepten su destino. Hay casi tantos niños perdidos en el ciberespacio como niños perdidos en las calles. Mientras a muchos niños ricos les llega el tiempo de perder su inocencia con las drogas, muchos niños pobres ya la perdieron antes oliendo pegamento. Todos los niños han aprendido a ser materialistas y viven para consumir o solamente desear. Otros niños trabajan desde temprana edad y mueren en las minas, en los campos fumigando, en las guerras como carne de cañón, son abusados sexualmente y utilizados como mercancía. Pero no basta con esto, gran cantidad de ellos no son “aprovechados” y son un peso de delincuencia


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para la sociedad latinoamericana. Algunos países de esta región han llevado escuadrones de la muerte a la calle para asesinarlos. Ningún niño parece tener la oportunidad de ser libre. Unos son presa de la terrible realidad que enfrentan, debido a la opulencia que los cosifica o debido a la miseria que los abandona, mientras que otros son víctimas del encierro para protegerse del miedo. Ellos son los alumnos. “Curso básico de injusticia”. En esta asignatura Galeano explica cómo funciona la economía. Hace ver que se ofrece tanto a las personas, pero se reducen las oportunidades de obtener lo deseado, lo que provoca más delincuencia. Acá se critica la publicidad y a los medios de comunicación por incitar al consumismo desmedido, y también a la economía mundial que exige mercados de consumo, pero con materia prima y mano de obra barata. El tiempo se va vaciando de historia y el espacio ya no reconoce la asombrosa diversidad de sus partes. A través de los medios masivos de comunicación, los dueños del mundo nos comunican la obligación que todos tenemos de contemplarnos en un espejo único, que refleja los valores de la cultura de consumo (Galeano, 2009, p. 29). Los datos y estadísticas que presenta el autor abren los ojos y despiertan la mente del lector. Como en la siguiente cita, en donde compara la situación económica de los países latinoamericanos con los europeos, y hace ver que no hay excedentes de población, sino mala distribución de la riqueza. ¿Excedentes de población en Brasil, donde hay diecisiete habitantes por kilómetro cuadrado, o en Colombia, donde hay veintinueve? Holanda tiene cuatrocientos habitantes por kilómetro cuadrado y ningún holandés se muere de hambre; pero en Brasil y en Colombia un puñado de voraces se queda con todo (Galeano, 2009, p. 39). A pesar de tratar temas serios, de presentar datos reales o historias dolorosas, en el momento justo cuando el corazón se sobrecoge y el pesimismo pudiera adueñarse del pensamiento, el autor parece describir una viñeta o


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cómic, dentro del tema o en cuadros aparte. Escribe con tono humorístico, totalmente adecuado para que el lector pueda seguir con interés los temas desarrollados en estas cátedras. “Donde los hindúes ven una vaca sagrada, otros ven una gran hamburguesa” (p. 36), asegura Galeano. En el “Curso básico de racismo y machismo” presenta cómo los estereotipos que maneja la sociedad son totalmente contradictorios. Un ejemplo es que mientras se dice que el indio y el negro son haraganes, ellos son explotados en los campos, son quienes luchan en los conflictos internos, en las guerras. Además, describe la realidad que la mujer debe enfrentar en el ámbito laboral, cómo es que las mujeres reciben menos sueldo que un varón, cuando hacen el mismo trabajo. Muchas veces el trabajo de la mujer no es remunerado, es visto de menos. Este libro desenmascara los trucos de los políticos, los publicistas, los Estados poderosos y a quienes se aprovechan de las mayorías para sacar ventaja y concentrar esa riqueza en manos de pocos. Galeano critica la hipocresía de los países ricos que “defienden la paz mundial”, pero que a la vez producen y ganan dinero por la venta de armas a los países del sur. Este contenido es parte de las “Cátedras del miedo”, donde explica con detalles cómo la injusticia económica y los engaños, son la raíz del miedo que sufren los habitantes del mundo. En “Trabajos prácticos: cómo triunfar en la vida y ganar amigos”, habla del poder imperial, el poder secreto, el poder divino, el poder político, el poder de los secuestradores, el poder globalitario y el poder del casino. En el poder secreto señala que hay varias formas de participar en el Gobierno de este mundo al revés. Cuenta el caso de Suiza, que no participó directamente en conflictos armados, pero que ofreció a los millonarios, a los nazis y a los políticos corruptos la forma de convertir en divisas internacionales el dinero que roban: “Por sucio que llegue el dinero, y por complicados que resulten los enjuagues, la lavandería lo deja sin una sola manchita” (p. 121). También critica a la Iglesia católica y la forma en que maneja la riqueza. El poder


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político empieza con una cita de Roberto Artl (s. f.), citado por Galeano, quien aconsejaba a los políticos: Usted proclame: “He robado, y aspiro a robar en grande”. Comprométase a rematar hasta la última pulgada de tierra argentina, a vender el Congreso y a instalar un conventillo en el Palacio de Justicia. En sus discursos, diga: “Robar no es fácil, señores. Se necesita ser un cínico, y yo lo soy. Se necesita ser un traidor, y yo lo soy” (2009, p. 125). Pero como esto no funciona, la mayoría de políticos opta por actuar conforme a lo que espera la gente y comprar elecciones si es necesario. La degradación y desfachatez llega a tal punto que es normal el ascenso de personas con falta de escrúpulos, el mundo está patas arriba porque “Se castiga abajo lo que se recompensa arriba” (p. 230). El poder de los secuestradores, el poder globalitario y el poder del casino, lo relaciona con el manejo de los bancos, de la venta de recursos nacionales a transnacionales. También de la bolsa virtual que engorda y crece gracias a la gente, en lugar de ayudar a las personas a desarrollarse. “Clases magistrales de impunidad” es una denuncia de las distintas formas en que el abuso de poder se convierte en sentencia de muerte. Dentro de otros temas, habla de cómo nos acabamos el planeta, acusa a las empresas multinacionales que envenenan el ambiente y que quieren limpiarse la conciencia invirtiendo en grandes campañas publicitarias para hacernos creer que están haciendo algo por salvar el planeta, cuando esto es lo que menos les importa. “Pedagogía de la soledad” señala que los medios de comunicación no cumplen esa función. Son medios de mercadeo que empuja al consumismo, es en los medios donde se siembra violencia en la niñez y son los medios quienes los educan. “En los discursos, los políticos mueren por la educación, y en los hechos la matan, dejándola librada a las clases de consumo y violencia que la pantalla chica imparte” (p. 237).


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Además, estos medios están manipulados y monopolizados por los que tienen poder. Cuando hay alguna iniciativa creativa, las grandes empresas las ahogan o las compran. No deja fuera a los videojuegos y toda la tecnología que esclaviza, atonta, aliena, deforma. Termina el libro con “La contraescuela. En ella hace un recuento de lo expuesto, hace ver cómo el siglo XX inició con revolución y esperanza, y terminó con destrucción y desesperanza. La confianza ciega en la ciencia quedó defraudada, porque al contrario de lo que se esperaba, la ciencia y la tecnología abrieron nuevas brechas y deshumanizaron a la sociedad. Sin embargo, de la injusticia del sistema social, renace el tejido colorido de los que piden justicia. Aunque se viva en paz, el precio que se paga es muy alto. Los que mandan también se dan cuenta del tremendo error y temen sus consecuencias. En la contraescuela enseñan todos los que viven en solidaridad, los que luchan por precios justos, por servicios adecuados, por la defensa del ambiente, por el bienestar de la comunidad. Al final del milenio se puede delirar de nuevo con un mundo regenerado en donde todo será distinto. “Si el mundo está, como ahora está, patas arriba, ¿no habría que darlo vuelta, para que pueda pararse sobre sus pies?” (p. 270). Después de la descripción de la dura, colorida y variada realidad, donde la dignidad se ve pisoteada; el autor cierra magistralmente su obra y nos llena de ideas para cambiar y regresar el mundo a su lugar. La tristeza que se siente al reconocer el mundo al revés, se contrarresta cuando el autor hace notar aspectos bellos de la humanidad, esto permite sentir la esperanza de provocar cambios. Además del humor constante, fruto quizá de sus inicios, cuando era caricaturista político en una revista; los datos, las historias, hacen que el lector recuerde con facilidad el tema de este libro: lo normal en este mundo no es lo que debería ser, es mejor que veamos de nuevo, evaluemos y procuremos darle vuelta a este mundo que está patas arriba. El autor fue militante de izquierda, y sin embargo es lo suficientemente objetivo; señala las debilidades del capitalismo y del socialismo, como también


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acepta las cualidades de la tecnología. Critica duramente al capitalismo, pero no distorsiona los hechos, plantea la percepción de las personas a través del tiempo porque cuenta historias actuales y hace referencia a datos históricos. Los textos tienden a ser cortos, lo que facilita su lectura. La edición original está acompañada por grabados del artista mexicano José Guadalupe Posada (1852-1913), que contextualizan el libro en América Latina, porque son grabados de calacas mexicanas, animales al estilo prehispánico, entre otros. Aunque la edición digital tiene 274 páginas y la impresa tiene más de 400, es un libro que se lee con rapidez porque el lenguaje lo permite. Concuerdo con Galeano en que la misión de la humanidad es darle vuelta a las situaciones injustas para que la justicia reine con la paz; darle vuelta a la caridad para que la solidaridad nos permita ser más humanos; darle vuelta al consumismo para que todos tengan lo que necesitan y no haya más víctimas del miedo, de la soledad, de la pérdida de identidad; darle vuelta a la explotación del planeta para que todos los seres vivos podamos convivir en este bello hogar.


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Sexo y raza1 Amílcar Dávila Estrada* Introducción La perspectiva del dispositivo sexo-raza –cuya conceptualización y comprobación metodológica responde a un planteamiento transdisciplinario por demás original– permite profundizar en la comprensión del racismo como fenómeno. El mayor logro de esta novedosa aproximación es mostrar el deseo de la blancura como un factor clave en la producción y reproducción de las subjetividades sociales. Se rescatan dos elementos cruciales ausentes o muy poco abordados: el aspecto productivo del poder (no solo su lado represivo o discriminador) y la aspiración a la blancura como eje articulador de la dinámica sociopolítica. Sexo y raza. Analíticas de la blancura, el deseo y la sexualidad en Guatemala es producto de un proyecto de investigación que dio inicio formalmente en enero de 2012, con una fase preparatoria, precedida a su vez por una reflexión teórico-sistemática de más largo aliento (por lo menos un lustro), que cuajó en el manuscrito Para una analítica del racismo guatemalteco, del sociólogo y antropólogo Alejandro Flores. La fase preparatoria incluyó un estudio exploratorio con estudiantes universitarios en Quetzaltenango, Jutiapa y la capital. En esta fase se identificaron discursos racistas vigentes entre la juventud de clase media. La hipótesis subyacente –prefigurada en Para una analítica– 1

El presente texto sintetiza y reelabora por completo otro preparado en conjunto con Marlon Urízar, también profesor de filosofía de la Universidad Rafael Landívar. No obstante, la responsabilidad de esta versión recae completamente en el autor.

*

B. A. en Filosofía y Literatura por el Saint Michael’s College, Vermont; licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Rafael Landívar, Guatemala; magíster y Ph. D. en Filosofía por Loyola University, Chicago. Actual profesor de filosofía en la Universidad Rafael Landívar.


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vincula la formación de las identidades raciales y las prácticas sexuales con la ideología de la superioridad de la blancura, considerada “genéticamente moderna”. Asimismo, vincula tales identidades y prácticas con una demanda de mejoramiento, de acuerdo con una pirámide social, en cuya cúspide se ubica la población blanca, seguida por una ciudadanía diferenciada, legitimada de acuerdo con su papel activo en la modernización, y relegando a la base a indígenas y campesinos, considerados como población no moderna o hasta antimoderna por naturaleza. Los hallazgos confirman la hipótesis planteada e iluminan otros rasgos del racismo guatemalteco completamente novedosos o poco estudiados, entre los que destaca el hecho de que sus mecanismos reproductores alcanzan tanto a mestizos como a indígenas de la capital y los departamentos, pero afectan más a las mujeres. Con los insumos de la fase preparatoria se procedió a elaborar una encuesta dirigida a estudiantes de magisterio. Al mismo tiempo, se empezaron a preparar los textos que vendrían a integrar el volumen Sexo y raza, en el que se plasman reflexiones grupales e individuales. También se ensayan, dentro de un mismo espectro analítico, nuevos abordajes teóricos, metodológicos e historiográficos. Así, en su trabajo “Régimen disciplinar: la construcción de cuadros vivos”, la politóloga Andrea Tock organiza los resultados preliminares de los diálogos colectivos y la encuesta, a partir de un conjunto bien hilado de imágenes disciplinarias desplegadas por el deseo de mejoramiento racial. En “Ontología de la raza y racismo S&M”, Alejandro Flores revisa y sintetiza las intuiciones originales de Para una analítica, al tiempo que procura explicitar el tránsito de la dominación física a la violencia simbólica dentro de una misma, aunque transformada, matriz colonial. En “Cuerpos cautivos: subjetividad colonizada y potencia del cuerpo”, el politólogo Fernando Jerez escarba, en términos de Bourdieu (citado por él), el revestimiento natural de la ley arbitraria que instituye las subjetividades racializadas a través de “una somatización de las relaciones sociales de dominación”. Por su parte, en “El virus-palabra raza”, el filósofo Ángel Orellana ofrece una consideración fenomenológica del cuerpo, que revela que a la construcción social racista de la corporalidad le subyacen potencialidades insospechadas, cifradas en el concepto de «carne», que bien pueden resultar puntos de apoyo para resistencias y reversiones


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decoloniales a partir de otro tipo de deseo que el de la blancura. Por último, el texto del filósofo Marco Chivalán, “Nodrizas e infantes a finales del siglo XVIII: biotanatopolítica de la lactancia”, reflexiona sobre el modelo básico de extracción y precarización de la vida indígena, a partir de la práctica criolla de forzar y explotar nodrizas indígenas para el amamantamiento de su prole, con el evidente perjuicio de la indígena, que, con todo, resiste y sobrevive gracias a la adopción de estrategias comunales. 1. Antecedentes y marco teórico Es sin duda necesario un mejor entendimiento de la dinámica del racismo guatemalteco como prerrequisito para su combate efectivo. Esfuerzos recientes por atajar el problema (acuerdos políticos, penalización jurídica, políticas públicas, observatorios, campañas, sanciones sectoriales –por ejemplo, en el futbol–, etc.) no alcanzan para contenerlo siquiera parcialmente. Lo más probable es que ello se deba en gran medida a la falta de comprensión del fondo del asunto, irreducible a sus manifestaciones parciales. Desde finales del siglo pasado han proliferado las aproximaciones teóricas y metodológicas al fenómeno. La propia Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales (Avancso) ha sido voz y plataforma importante del estudio y discusión de la problemática, así como de sus posibles vías de salida. Son señeras sus publicaciones colectivas o individuales, de investigaciones propias o ajenas: ¿Racismo en Guatemala? Abriendo el debate sobre un tema tabú (vv. aa. 1999); Racismo en Guatemala: de lo políticamente correcto a la lucha antirracista (vv. aa. 2004); El reto de no ser racista… ni víctima del racismo. Bases para un trabajo pedagógico contra la discriminación y el racismo (Meike Heckt, 2004); Imágenes de nuestra realidad, realidad de nuestras imágenes. Imaginarios sociales y subjetividad en Guatemala (2006); La construcción de los significados de la identidad étnica, de género y clase en Jocotán y Quetzaltenango (2007); Las políticas del reconocimiento. Una mirada al quehacer sobre racismo y discriminación en Guatemala (2008); “Más que un indio”. Ambivalencia racial y multiculturalismo neoliberal en Guatemala (Charles Hale, 2008). Poco de esta u otra producción, aún la más pragmática, ha dirigido sostenidamente su atención al corazón del mecanismo de producción y


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reproducción de las subjetividades racializadas y jerarquizadas. Como ha quedado dicho, el mayor aporte del novedoso abordaje de Avancso es el sistemático y multifacético desvelamiento del centro de animación de tal mecanismo, el dispositivo sexo-raza, y el motor principal de la dinámica, el deseo colonial de la blancura. Hay aquí, sin duda, una clave importantísima, no solo para la mejor y más completa comprensión del problema del racismo, sino también, ojalá, para su combate efectivo. Ya se mencionó que el marco teórico-metodológico general se originó en buena medida a partir de un estudio reflexivo e histórico amplio, plasmado en un texto inédito de Alejandro Flores, cuyo título completo es Para una analítica del racismo guatemalteco. Construyendo un enfoque indisciplinado de investigación social. El manuscrito incluye un prólogo de la antropóloga Karen Ponciano y consta de una introducción, que provee las bases teóricas y metodológicas del estudio; seis capítulos, uno de planteamiento del problema y cinco de desarrollo; y un resumen general, que ofrece conclusiones y una propuesta política. Es un texto que está cocinándose a fuego lento desde hace varios años y representa una contribución impostergable para la discusión académica, social y política. Como el estudio entero al que da lugar, orientación y sustento, representa un hito en los estudios del racismo en Guatemala, con potencial de trascender más allá del mundo académico nacional. Sin duda, dará mucho de qué hablar cuando se publique. Constituye un giro importante en el enfoque, el abordaje y la propuesta teórica y metodológica de los estudios del racismo en nuestro contexto y fuera de él. No se ensayaba un abordaje con ambiciones tan abarcadoras desde el Diagnóstico del racismo en Guatemala. Investigación interdisciplinaria y participativa para una política integral por la convivencia y la eliminación del racismo (2006). Aquel enorme esfuerzo, que cristalizó en varias docenas de estudios, partía de una aproximación multidisciplinar de la que derivarían políticas públicas para un Estado disfuncional e incoherente en demasiados sentidos, así como genética y estructuralmente racista y funcional al poder del estatus quo. En contraste, el estudio de Flores ofrece un abordaje transdisciplinar –que él denomina «indisciplinado», enfatizando así su filo


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crítico– que hace visibles y estudia a profundidad dos elementos esenciales del racismo guatemalteco contemporáneo: el papel sociopolítico de la oligarquía criolla-blanca, y de la producción de subjetividades racializadas y jerarquizadas. Hace dos años, el antropólogo Sergio Palencia publicó Racismo, capital y Estado en Guatemala. Análisis de las relaciones de poder desde la teoría crítica (originalmente su tesis de licenciatura), sesudo esfuerzo por abordar la problemática desde la escuela crítica marxista. Este texto comparte con el de Flores un planteo crítico hacia las ciencias sociales, que se han ocupado de la problemática en Guatemala, aunque es mucho más explícito en su desglose de textos y autores concernidos. Flores se preocupa más por una crítica sintética y una propuesta integral que amplía y profundiza el campo que conscientemente está abriendo, el del mecanismo de la producción de subjetividades desde el deseo de la blancura. Por su parte, Marlon Urízar ha concluido recientemente su tesis doctoral en filosofía titulada El nuevo racismo. En este trabajo, intenta comprender las bases morales, políticas y sociales del racismo del siglo XXI a nivel global, un racismo que él ve operando de manera más sutil. En confluencia con el análisis del dispositivo sexo-raza, Urízar enfoca los sentimientos o afectos (y desafectos) que produce el racismo, así como su influencia en la conformación social. A diferencia del estudio de Avancso, no ofrece consideraciones empíricas propias desde el contexto nacional. El trabajo de Flores (que ha circulado muy restringidamente) dio pie al diseño y la puesta en marcha del estudio que ahora se publica. Como ya se indicó, el estudio desarrollado incluyó un acercamiento a comunidades educativas universitarias y secundarias, público con el que se contempla trabajar en fases posteriores de la investigación, que ahora comprenderá también una propuesta educativa. Es de notar que la puesta en marcha del proyecto implicó la integración de un equipo de investigación joven, que aprovechó con creces y gran creatividad las oportunidades invaluables de formación teórica y metodológica ofrecidas, algunas de las cuales el mismo equipo procuró, en una dinámica virtuosa de estudio, diálogo e investigación.


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2. Sexo y raza Se trata de una colección de textos reflexivos que, desde las perspectivas individuales de cada integrante del equipo, plasman los aprendizajes y los debates teórico-metodológicos sostenidos a lo largo del proceso de investigación, enriquecido, además, por los datos empíricos y las nuevas vetas teóricas. El texto escrito por Andrea Tock, “Dispositivo sexo-raza y poder disciplinar”, recoge las categorías más importantes surgidas en las entrevistas colectivas a universitarios y en la encuesta circulada entre estudiantes de secundaria. Se trata de un “entramado arquitectónico” de imágenes o «cuadros vivos» concatenados de acuerdo con una lógica que muestra capas de sentido importantes del entrelazamiento sexo y raza. Inicia con los imperativos de «casarse bien» y de darle un «nieto canche» a la familia morena, mestiza o indígena. Prosigue con la explicitación de una dicotomía clave, «racero/ maxcuil», el primero correspondiendo, como lo sugiere el origen ganadero del término, al macho canche encargado de mejorar la raza, y el segundo, su antípoda. Profundizando en el polo positivo de la dicotomía, se habla de la «europeidad» y la «blancura» como piezas cruciales del engranaje sexoraza, en tanto denotan una superioridad física, intelectual, económica y, en general, civilizatoria. Relacionado con esto, se habla también de los «apellidos higienizantes», extranjeros o de abolengo, que el primer estudio del equipo de imaginarios sociales (Imágenes de nuestra realidad, realidad de nuestras imágenes) consideraba como “la forma más instituida del orden social” guatemalteco. Completa la secuencia «el otro culpable», esto es, el indígena que es rechazado merecidamente debido a su falta de esfuerzo por integrarse, por relacionarse con blancos y ladinos, por ser inferior… Semejante culpabilidad necesita ser purgada, si bien ya no con la violencia infernal del genocidio, sí con el exterminio de las características físicas y el atraso atribuido a los indígenas. Tal es también el anhelo que mueve a la sociedad entera a embarcarse en la empresa de la mejoría por el blanqueamiento. El ensayo de Alejandro Flores, “Ontología de la raza y racismo S&M”, está dividido en seis secciones: dos preliminares, tres de desarrollo y una de


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conclusión. Inicia con el concepto de «violencia simbólica» que Flores define como agresión de una estructura representativa; la «ontología de la raza», que precede a la violencia racial y preside sobre ella. La primera sección replantea las tesis básicas desarrolladas en Para una analítica desde el marco explicativo de la colonialidad o, más precisamente, de la colonización de los cuerpos. La segunda sección ensaya desde este marco un análisis de la novela de Luis de Lión, El tiempo principia en Xibalbá, que ilustra muy bien la «herida colonial» que incita a la posesión sexual de la blancura y al “exceso de la violencia contra la mujer morena”, explorando en la dimensión simbólica el hallazgo de las entrevistas grupales y la encuesta respecto de que la mujer es quien lleva la carga principal del dispositivo sexo-raza. La tercera sección propone dos hipótesis genealógicas de la colonización de los cuerpos o «herida colonial»: «la paradoja de las castas» y «la mímesis y mejoramiento». La primera expresa el hecho histórico de que durante prácticamente toda la colonia “[l]a ontología de la raza se preocupaba más por diferenciar a las castas inferiores de los blancos que de promover el deseo entre estas de mimetizarse con este tipo de «hegemonía»”. La segunda, cuyo origen Flores localiza en la vuelta del siglo XVIII al XIX, representa un cambio en el sentido de buscar “convertir los cuerpos «subalternos» en espacios de intervención, «domesticación» y «aprendizaje» … mediante el estímulo de la mímesis de la blancura”. La conclusión hace acopio de las ideas desarrolladas y termina con una tesis general: “El colonizado no es el subalterno, sino todos los cuerpos posicionados en el régimen sádico-masoquista que ha producido la ontología de la raza”. Fernando Jerez, en el texto “Cuerpos cautivos”, considera el dispositivo sexo-raza como estructura subjetiva funcional a una economía político-moral colonial de la blancura y la culpa. Presenta y discute sus conceptos principales en sus entrelazamientos originarios: subjetividad, intersubjetividad y subjetivación; cuerpo, colonización, deseo y moral. Subjetividad es subjetivación, plantea Jerez; es decir, proceso de volverse sujeto. Este proceso es, a su vez, uno de sujeción intersubjetiva: ‘Ser sujeto es estar sujeto’, como sentencia Gabriel Tarde. Tal subjetividad “se «instala»”, afirma Jerez, en la máquina que es el cuerpo, entre cuyas complejidades destaca su carácter semiótico o discursivo,


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que lo hace portar significados que inducen conductas y maneras distintivas de ser, y le asignan posiciones, funciones, tareas y privilegios. Se trata de una verdadera –en palabras de Judith Butler– sumisión primaria al poder, en la que Jerez ve una “colonización de lo que somos capaces”. Invocando a Baruch Spinoza y a Gilles Deleuze, Jerez destaca el papel del deseo como “motor de esta máquina de producción social de sentido”, de subjetivación y de orden social. Spinoza le aporta la definición positiva: el deseo es el esfuerzo (fuerza, potencia) de la unidad alma-cuerpo para conservar su ser. Deleuze aporta sobre todo la definición negativa: deseo no es falta, dato natural, estructura, génesis, sentimiento, cosa, persona o subjetividad. Y es que la definición deleuziana positiva es densísima: deseo es una disposición de heterogéneos, proceso, afecto, acontecimiento y acto de individuación (haecceidad) que “implica la constitución de un campo de inmanencia o de un ‘cuerpo sin órganos’, que se define por zonas de intensidad”… La ampliación de la definición spinoziana a lo colectivo le basta a Jerez para pasar al examen –con ilustraciones de las entrevistas grupales– de cómo se introyecta moralmente la relación dominadordominado, encarnada originalmente por el blanco y el indígena, convirtiéndose así en autodominación, sadomasoquismo o hasta esquizofrenia. Por su parte, el argumento vertebrador del ensayo de Ángel Orellana, “El virus-palabra raza”, descansa en la distinción crítica entre cuerpo y carne. En concordancia con lo que se ha venido diciendo, el primero se define como una construcción sociodiscursiva, cuyo sentido, para los efectos de este estudio, es la raza; mientras la segunda se refiere a la materialidad excesiva que escapa a lo ya dicho y al sentido establecido. Orellana propone entender el sentido «cuerpo» colonialmente racializado como un «virus-palabra» “que infecta los cuerpos desde antes de su nacimiento” por designio o legitimación estatal y de las instituciones sociales. De manera que la realidad del cuerpo es solo formal, mera “actualización de puras virtualidades circundantes”, en palabras de Slavoj Žižek, o un artificio semiótico-material, según Donna Haraway es decir, rápidamente, idea. El racismo, escribe Orellana, “es idealista […] pues supone que la realidad se restringe a la esencia de la raza y la sexualidad normalizada, que el sentido se cumple en la realidad”. Llegado a este punto, aborda el concepto de la carne como materialidad no dicha y no institucionalizada del cuerpo, y


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procede a analizar la discusión del discurso obtenido en las entrevistas grupales, concentrándose en la excepción, la transgresión o la ruptura de la norma que supuestamente se ha naturalizado por completo. La transgresión, explica, responde a la potencialidad y potencia de la carne expresada en el amor y el deseo, poderes «i-rracionales, i-lógicos, des-articulantes». De ahí su conclusión: Evidentemente el virus-palabra raza no es el único sentido de la corporeidad, la única forma posible del cuerpo. Un sentido distinto del cuerpo, unos nuevos relatos, no solo son posibles, sino que se han dado ya a lo largo de todas las resistencias de las carnes-en-el-cuerpo (Orellana, s. f.). Cierra la colección el texto de Marco Chivalán, “Nodrizas e infantes a finales del siglo XVIII”. Este inicia con una demanda a ir más allá de las políticas de reconocimiento en la dirección de una desprogramación de las subjetividades producidas por el dispositivo sexo-raza. Asimismo, describe la práctica histórica que sirve de base para sus reflexiones; a saber, el rapto y explotación de nodrizas indígenas para el servicio de familias criollas ricas en la Nueva Guatemala de La Asunción. La primera sección deriva del pensamiento poshumanista, feminista y queer de Donna Haraway y Beatriz Preciado, reflexiones acerca de las nociones de sexo, raza y naturaleza, las cuales, advierte, “no son categorías inocentes”. Específicamente acerca de la “humanidad del indio”, considera que esta está “signada […] por la ‘monstruosidad’”. En la segunda sección se detalla la práctica bajo estudio a partir de una controversia surgida entre autoridades eclesiásticas y civiles. La tercera ofrece una comparación con las prácticas europeas de la época, particularmente en Francia, donde la lactancia a proles ajenas estaba siendo mercantilizada por las propias nodrizas. La conclusión de Chivalán, llegado este punto, subraya al carácter patriarcal-colonial de la práctica en Guatemala, ya que implicaba la reducción de las mujeres india y criolla por igual a aparatos somáticos vivos, a la vez que se reducía al cónyuge indio a funcionar como aparato productor inseminador. De manera que la dinámica entera de extracción de fluidos de vida se revela como un auténtico vampirismo. La siguiente sección reflexiona sobre el carácter bio-tanato-político operante en los momentos fundacionales de la nación; mientras que las dos secciones


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restantes derivan conclusiones acerca del imaginario colonial que funciona de manera casi intacta desde los tiempos de los debates de Valladolid, hasta los actuales, signados por el extractivismo minero y energético. El párrafo final resalta la resistencia comunitaria que se revela en la contrapráctica del amamantamiento colectivo de la prole a la que se le arrebataba la madre. Chivalán se refiere a esta práctica como una “alegoría potente para pensar en nuevas formas de producir, reproducir y gestar la vida […] y una nueva forma de pensar la nutrición, la crianza y el cuidado más allá de la biopolítica del patriarcado-capitalista-blanco”. Cada uno, y en su conjunto, los textos del volumen son pasos adelante en la brecha abierta por Para una analítica y la investigación empírica. Sin caer en repeticiones innecesarias, ahondan las reflexiones iniciadas bajo el título del dispositivo sexo-raza y amplían las perspectivas para su abordaje, al tiempo que hacen acopio de los resultados obtenidos en los estudios cualitativos. Una ojeada aunque sea rápida a las bibliografías revela una extensa variedad de fuentes para la reflexión sobre las hipótesis originales, los hallazgos realizados y el marco de visión histórico, social y político descolonial que se ha venido ensayando. Constituye un rasgo notable de los autores, individualmente y en equipo, el dominio que exhiben de las más diversas teorizaciones (filosóficas, psicológicas, sociológicas, antropológicas, históricas, etc.). No sucumben a los riesgos de ser manejados por los conceptos utilizados o que las discusión de estos se agote en su exégesis o explicación. Sexo y raza responde bien a su vocación de dilucidar la reproducción social del racismo en espacios micropolíticos cotidianos. Asimismo, refleja creativamente el modo de proceder institucional de Avancso, atento a los vacíos y necesidades teóricas y conceptuales para el planteamiento crítico estratégico ante el poder y el estado de las cosas. En este sentido, ofrece herramientas conceptuales y argumentales para la reflexión y acción críticas. Queda camino por recorrer, desde luego, particularmente en la dirección de señalar oportunidades de resistencia y lucha efectiva contra el racismo. Sin embargo, este trabajo quizá sea mejor desarrollarlo en conjunto con organizaciones sociales y otros grupos que buscan, piensan y adoptan acciones transformadoras del statu quo.


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Conclusiones recapituladoras El dispositivo sexo-raza es una clave importante para la mejor comprensión del racismo guatemalteco en su entramado psicosociopolítico, plano radical cuyas manifestaciones polimorfas se conocen y han estudiado ya en mayor o menor grado: exclusión, discriminación, marginación, segregación, invisibilización, burla, desprecio, etc. La descripción de este mecanismo ofrece una teoría del vínculo efectivo entre el deseo de blancura, la producción y reproducción de subjetividades, y las identidades sexuales y raciales, todo un despliegue de disciplina civilizatoria. Por su parte, la investigación empírica de la relación entre sexualidad y raza logró establecer, por lo menos en el discurso, la asociación estrecha prevaleciente entre el deseo de blancura, el mejoramiento de la raza, el ascenso social y el planeamiento de la prole, así como las ideas de decrepitud que aún se asocian con los indígenas, especialmente por parte de las mujeres. Asimismo, constató la insuficiencia de las miradas dicotómicas de la realidad étnico-racial, cristalizadas en la vieja polaridad ladino-indígena, que oculta a los criollos y blancos de la dinámica de las relaciones étnicas en Guatemala.



V. ENTREVISTA



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“Desde ese momento me di a la tarea de escuchar”. Entrevista a Karen Martínez Mgtr. Roberto Martínez Palma* Karen, de presencia tranquila, es una de las actrices más jóvenes en el cine guatemalteco, y ganadora, junto a sus compañeros de la película La jaula de oro, de premios y reconocimientos internacionales. Agradecemos su aporte al arte nacional e internacional, y le deseamos éxitos en su carrera artística y de compromiso social. ¿Cómo inició la aventura del arte en tu vida? Mi mamá es católica y mi papá es evangélico. Pero como mi mamá siempre ha hecho lo que ella ha querido, me motivó a participar en las pastorelas y en los sociodramas de Semana Santa. Entonces digo que sí, desde hace mucho tiempo estoy conectada con lo artístico. En la juventud fue primero el criterio político, la incidencia, el trabajo de estudiantes. Realicé trabajo en directivas estudiantiles, trabajo de organización y después empecé a hacer puentes de poesía, puentes de teatro, puentes de danza o algo así, porque creo que en el proceso lo primero fue empaparme de qué quiero hablar, qué quiero comunicar. Primero empecé a recibir talleres metodológicos y después vino lo artístico. Desde la organización juvenil en mi colonia, aprendí a montar zancos, luego expresión corporal, después hice más teatro, más danza, y empecé a hacer malabares.

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Magíster en Educación y Aprendizaje por la Universidad Rafael Landívar. Licenciado en Pedagogía y Ciencias de la Educación por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Director del Departamento de Psicopedagogía en la Facultad de Humanidades de la Universidad Rafael Landívar.


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¿Si tuvieses que presentar a Karen Martínez, cómo la describirías? Karen Martínez Pineda ha vivido en Ciudad Quetzal, prácticamente, toda su vida. Es la segunda hija de ocho hermanos, cuatro varones y cuatro mujeres. El hermano mayor solo le lleva un año y la menor acaba de cumplir cuatro años. Su mamá apenas cumplió cuarenta. Acaba de fundar, con otras compañeras, la Fundación por ti Mujer, que se enfoca en los derechos de la mujer, y dice que dentro de cuatro años será abogada. Su papá tiene 46, es electricista y le gusta mucho el fútbol. En su casa se vive un ambiente artístico-deportivo-político. La cuestión social es lo que más le llama la atención, compartir con mucha gente y ser cariñosa. Le gusta el contacto físico, contacto visual, contacto con la naturaleza, con la gente, con los animales, con las cosas. Qué bien estar en armonía, en contacto con la existencia. Si quisieras resaltar los puntos importantes de tu vida, ¿cuáles resaltarías? Destacaría tanto en mi familia como en mi comunidad la actitud de ser lideresa. A veces por travesuras, a veces por ideas. Es como decir “hagamos esto”, llevar el pie de las cosas, porque soy de la opinión de que si uno no empieza, no va empezar nadie. Creo que eso es lo que me empuja siempre a decir: “mirémonos” y calendarizar día, hora. También resaltaría que la unión familiar siempre me ha mantenido. La comunicación con mis papás ha sido muy importante. No dejar a mis papás fuera de los planes es básico. ¿Cómo fue tu experiencia en la filmación de la película La jaula de oro? Supe de la película, no porque la buscara, sino porque estaba en el lugar preciso. En ese momento yo estaba inscribiéndome en un listado de asistencia para un foro de política pública de juventud y me dijeron: “¿queréis hacer un casting?”. Y yo dije que no, como unas cuatro veces, pues insistían. Al final, pues, pasé, lo hice y la temática de migración, que puede asustar, me interesó mucho.


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Mi experiencia fue aprender a confiar en la gente. Primero durante el casting, que no es muy común que digamos. Luego irme mucho tiempo de mi casa con gente desconocida fue extraño. Y, también, confiar en toda la gente que ha participado conmigo como los productores, el director y mis compañeros de trabajo. La gente que se ha involucrado ha hecho que la experiencia sea agradable y, realmente, que uno quiera decir: “quiero seguir haciendo esto”. Porque a veces son muy fríos. Recuerdo que el año pasado me presentaron a un director y me levantó la cara y me vio el perfil, y después me vio el otro perfil y siguió hablando conmigo. Le pregunté, al que me lo había presentado, que por qué había hecho eso, y me respondió que si a él no le hubiera gustado mi cara no me hubiera seguido hablando. Curioso, ¿verdad? Ellos también usan mucho el término “materia prima”. Luego tuve que entender que ese término, sin sentirme ofendida, significaba “que traigan a los actores”. Finalmente, es cuestión de traducir todo a las propias palabras para no tener confrontaciones y pasar un mal rato. Es toda una experiencia. La experiencia de un nuevo mundo. Tú habías trabajado en teatro para ese entonces, pero enfrentarte con los términos de la técnica, o léxico propio de los artistas del cine, eso habrá sido impresionante. ¿Qué fue lo que más te gustó de esta experiencia? Muchas cosas. Algo interesante son los diferentes roles. El director quiere hacer una cosa y por eso busca a alguien que cree que puede hacerlo posible, de eso se encargan los productores. Al encontrar a los productores y cuando leen el guión, se pasa a organizar el equipo. Luego se busca a los actores y empieza todo el proceso. ¿Cómo se hace la gestión? El director busca a uno para lograr determinado rol, y para lograr otro rol, necesita algo distinto, y sin darse cuenta el trabajo es un círculo grandísimo, es mucha gente detrás de ese proceso que, finalmente,uno como actor nunca se imagina viendo en la película. Me impresionó cuando el productor dijo: “esto es una producción pequeña, no te emociones, nada que ver con otras”. Lo otro que me gustó es conocer lugares, porque el cine sí abre esa posibilidad.


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¿Y qué fue lo que más te impactó? La gente con la que me tocó compartir, por ejemplo: los inmigrantes reales. En la película hubo más de ochocientos extras; migrantes que nos encontramos en el camino, ¡migrantes de verdad! Cada vez que me encontraba a uno, trataba de escuchar, porque en esta película mucho de mi tarea fue escuchar. Yo siempre he sido una persona de preguntas. Finalmente, en el camino pude ver a la gente que si no va con entusiasmo, va con una decisión. Ellos no necesitan una negativa, no necesitan que se les esté diciendo para qué o por qué. Recuerdo que alguien de la producción me dijo: “es que toda la gente que intenta cambiar el mundo o cambiar a la gente, es un héroe”. Esa frase me impactó, desde ese momento me di a la tarea de escuchar. Ver que personas decidían irse de países centroamericanos a Estados Unidos, ¿te causó conflicto interno? ¿En algún momento te cuestionó? Sí, porque finalmente tanto en la película como en la vida real estaba haciendo lo mismo. A mí me vinieron a sacar de mi país, aunque fue por mi voluntad, yo dije: “sí quiero estar”. Al final fue el mismo proceso: salir del país, pasar por México, buscar llegar, porque finalmente el personaje quería llegar. Y, obviamente, como actriz e interpretando al personaje, me hubiera encantado llegar. Entonces me encontré en esa situación, yo también soy una de ellos, en circunstancias distintas, pero con un objetivo igual. Voluntariamente… y acompañaste a gente en ese proceso. ¿Conociste de primera mano experiencias de personas que estaba viviendo la migración de verdad? ¿Hubo alguna de estas personas que se acercó a ti y te contó alguna de sus historias? No, nos dejaban interactuar mucho con la gente hasta que empezaba la filmación, tampoco nos dejaban solos, el único momento era antes de que dijeran: “acción”. Como yo todo el tiempo interpretaba a un niño y no se daban cuenta que era mujer, eso me permitía entablar comunicación: ¿de dónde venís?, ¿cuántos años tenés?, ¿dónde dormiste ayer?, ¿cuánto tiempo


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tenés de haber salido?, ¿por dónde pasaste? Ese tipo de preguntas sí logré hacerles. Hubo un joven de 14 o15 años que se me hacía familiar, de esos que uno no conoce, pero que ha visto y le pregunté de dónde era, y me dijo que de Guatemala, de Ciudad Quetzal, y de la colonia Gótica. La Gótica y mi colonia quedan como a quince minutos. Obviamente no le pude preguntar nada más y creo haberlo visto una vez más, no estoy segura. Creo que no pasó. A principio de año unos amigos míos, que bailan break dance, tenían la bulla de que habían matado a fulano y a dos amigos. Cuando vi la foto y me quedé viendo a los dos hermanos, estoy segura que era él, el muchacho con el que conversé. Nunca he compartido esa experiencia porque realmente nunca supe si era él, o no, pero me quedé con la duda de las vueltas de la vida, del mundo o de las situaciones. Impactante, te encuentras las situaciones a la vuelta de la esquina. Y digamos, en este tema específico de los niños migrantes,ya ves que en la actualidad está en el ambiente y salió en la prensa, ¿tuviste la oportunidad de ver niños migrantes? No habían tantos, pero sí se veían. Un par de veces vimos niños de ocho años, pero con su mamá o su papá en los albergues, no en el recorrido que hicimos. Viajaban mayores de 18 años que, obviamente aún son niños, pero no vimos de edades menores. No sé si a estos niños la gente los ayuda más o si tienen alguna estrategia para llegar a los albergues, solo allí los vimos. Un proyecto grande, ¿verdad? Sí… y tampoco me imaginé el tipo de gente con la que estaba conviviendo, la experiencia de ellos, su trayectoria. Trayectoria artística, técnica, etc. Sí, porque el director dice que él subió la escalerita del departamento de cámara. Primero cargaba la cámara, luego fue asistente, y después logró dirigir.


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¿Cómo te sientes con los reconocimientos internacionales que has recibido, y que han recibido como elenco? Extraña, porque finalmente, como te decía, no lo esperábamos. Yo veo que fue buena la estrategia del director y de los productores no decirnos la grandeza del proyecto desde el inicio. Nos mantuvieron siempre con palabras como: “probablemente esta es la única película que hagan”, “no se emocionen”. Todo el tiempo nos trataron como si estuviéramos haciendo el trabajo mal. Fue muy extraño, pero era su estrategia o es que estaban muy preocupados. Pero conforme nos han ido dando los premios hemos sabido que son muy importantes y que sí tienen bastante peso en la trayectoria, incluso cuando dijo en Panamá, al nominarme para los premios Platino, un director de República Dominicana: “date cuenta que ustedes lograron la primera vez lo que muchos actores, en una trayectoria de treinta años, no han logrado”, allí veo la grandeza, lo importante. Entonces al comparar esas situaciones, se entiende qué tan importantes son, es como un efecto retrasado de la emoción. Hace un año se ganó premio en Cannes y hasta ahora entendemos: “tenemos un Cannes”. ¿Les dieron físicamente un diploma? ¿O un galardón? Sí, nos dieron un diploma donde dice que era de parte del festival, la categoría del festival y por qué se estaba otorgando. A mí me gusta mucho ese diploma. No nos los trajimos en la maleta porque nos dijeron que era muy importante como para que se extraviara en la maleta. ¿Para ti cuales serían los retos del arte escénico y cinematográfico en Guatemala? ¿Qué es teatro y qué es cine? Porque tienen una práctica distinta. Me pasó aprincipio de este año, con la técnica del teatro agresivo, vulgar, violento, exagerado, muy fuerte; el maestro de actuación me decía: “está bien, pero hay algo, hay algo que no es teatro en usted”. De pronto me dijo: “inténtelo hacer con la voz. Usted trabaja con la voz muy tranquila, le da los matices que necesitamos, sí, pero para teatro, necesitamos que sea más fuerte”. Entonces


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empecé a hacer ese cambio de teatro. El teatro es una sala con personas, donde uno tiene que exagerar y engrandecerse tanto física como internamente. En cambio en el cine es una cuestión más interna, con movimientos pequeños y exagerados. Aquí en Guatemala la gente que hace cine no lo divulga, veo que a la difusión y a la promoción nadie le dedica el tiempo necesario, piensa más en el tiempo de estar viajando, y en el dinero para andar viajando por todo el mundo promocionando la película. En el teatro de Guatemala las puestas en escena se han vuelto clásicas y necesitamos algo que atienda a las necesidades del pueblo, que lo muestre disponible para la comunidad. ¿Cuánto cuesta una entrada en la gran sala y cuáles son los horarios? Antes de llegar a estudiar a la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD), ¿cuándo yo iba a estar a las diez de la noche en el teatro viendo una obra? Es cuestión de poner el teatro accesible a la gente en una comunidad sin que debilite el trabajo escénico o el trabajo de escenografía; entonces, todo es un conflicto porque los artistas quieren llevarlo accesible, pero saben que allí hace falta algo más en el rompecabezas. Y lo técnico es necesario… También es necesario llevarlo a la gente porque se acostumbra, por ejemplo, en la ciudad, ver la técnica del teatro oprimido, el teatro pobre, el teatro sin telón. Todo lo que tenga que ver con pocos elementos, pero mucho trabajo interno y mucho trabajo físico. A veces es necesario realmente ver una puesta en escena un poco más elaborada, un poco más ensayada, y es así como se empieza a acostumbrar al público. ¿Cuál es tu reto hacia el futuro? Seguir manteniendo ese nivel de trabajo. Mi miedo es tener la segunda película a la vuelta de la esquina, porque no sé si esta vez lo voy a hacer bien, porque el método de esta película no va a ser igual al de la otra película, porque esta la quisieron hacer de esa forma, pero otra no la van a querer hacer de esa misma manera. Entonces, ¿cómo saber que voy a estar bien, que voy a quedar bien con la gente del equipo? Y, también, ¿cómo se va a ver y qué van a pensar los demás? Sucede que muchos guatemaltecos cuando hacen algo


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impactante, se sabe esa única vez y luego nunca se vuelve a escuchar de ellos, y eso es lo que nosotros como guatemaltecos no queremos. Necesitamos que ese alguien siga, siga y siga, y que se mantenga. Entonces ese es el reto. Por ejemplo, yo este año hacía el chiste con eso de que llevaba las dos materias perdidas porque va a ser una total tediosidad que uno estudiando actuación pierda una carrera por clases que no son de la rama, entonces eso es lo que va a ser extraño y, entonces, ¿cómo mantener todas esas cosas? Porque, finalmente, ya está hecho el nombre y ya lo visualizan de cierta manera y, ¿cómo hacer que funcione como uno quiere sin dejar que los demás piensen? Es todo un reto. Me acuerdo cuando empezaron los viajes, mis amigos cercanos, en cuanto a la forma de trato, yo les decía “muchá sin tratar diferente, ¿verdad?” y ellos contestaban “vos tampoco, sin actitudes distintas” y luego evitar decir: “aaah, patojos, cuando yo fui a Paris” o “muchá, cuando estuve en Panamá”, y muchas veces uno sigue siendo la misma persona, pero la gente siempre quiere verlo distinto. Uno siempre lucha, creo que uno siempre quiere mantener esos puentes, como mantener personajes, mi personaje de actriz al ir a entrevistas, mi personaje en la comunidad, mi personaje como persona con experiencia en eso… saber dónde separar las cosas y cómo manejar que te digan, de repente, en la calle: “tu eres Karen Martínez de la película”, yo aún no sé cómo reaccionar con eso. Todavía tengo miedo de reaccionar de alguna forma y que la gente diga “no, es que ella no es como pensé” o que, de repente, uno se muestre muy cariñosa y la gente te agarre de los pies, yo aún no se manejar ciertas cosas. ¿Qué le pedirías a la sociedad guatemalteca? Simplemente que no tengan miedo de ver las cosas tal y como se muestran en una película, en el teatro o en lo que se presente de la comunidad, porque realmente con ver, pensar y sentir, nadie les quita nada. Hay ciertos estigmas en el país. Yo tenía mucho miedo de cuando la película se exhibiera en Guatemala, por el tema del desnudo. No me imaginaba cómo lo podrían tomar las personas de la comunidad donde vivo. Ahora sé que la gente se impacta, se conmueve o llora, y dice “púchica” (esto es la realidad) y que no lo ven de una forma morbosa porque, realmente, la escena no es morbosa. Yo


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pediría que se comprometan con la realidad del país, y se atrevan a ver y sentir lo que mucha gente vive. ¿Qué mensaje te gustaría dejar a la niñez y a la juventud guatemalteca? Habemos algunos jóvenes que sabemos lo que queremos desde el principio y otros que no lo saben aún. O algunos que creemos saber lo que queremos y que, finalmente, terminamos haciendo cosas que ni siquiera pensábamos. Hay que mantenerse haciendo cosas de calidad, en los estudios, en el trabajo, cosas que nos gusten. El tema de la superación tiene que existir, yo me doy cuenta en cuestión de estar haciendo lo mismo y lo mismo sin avanzar porque lo enriquece a uno; me encanta esa frase que dice que la felicidad no se encuentra en alguien más, en un objeto, o en alguna carrera. Uno piensa que estudiando cierta profesión va a ser feliz, y finalmente, pasar cuatro años estudiando me hace ser feliz. Nuestras acciones son las que nos vuelven felices. Los invito a tener contacto con todo lo que está en su entorno, ya sea contacto físico, visual o auditivo. Por algo están las cosas y realmente solo dos ojos en este mundo no nos alcanzan para todo lo que existe… hay que mantenerse alertas. ¿Algo que te gustaría decir o expresar libremente? Ahora estoy compartiendo algo… cuando fue el estreno de la película en Guatemala hubo entrevistas, mi mamá nunca se ha involucrado con eso, ella siempre me ha pedido que las cosas que tengan que ver con la película las mantenga aparte. La casa es aparte. Pero ella me acompañaba a las entrevistas y me dijo una vez: “si a mí, alguna vez me entrevistan, ya sé qué decir”. Le pregunté qué diría y me dijo: “quiero decirle al señor presidente, a todos los señores del gabinete de Gobierno y a la vicepresidenta, que nuestras áreas no son áreas rojas como piensan, como las estadísticas lo dicen, les puedo compartir que somos áreas rojas de dolor, de luto, pero no un luto negro sino rojo; de preocupaciones, de aflixiones, de todas esas cosas que pasan y lo mantienen a uno con aceleración y el pulso cardiaco a mil por el miedo. Somos áreas rojas porque estamos llenos de amor a pesar de todo lo que pasa, sabemos cómo curarnos entre todos, como una cicatriz, ¿no? Porque cierra. También somos un área roja porque el color rojo expresa muchas cosas.


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Realmente no solo somos un área roja de violencia, y la violencia solo es un error más de los humanos por buscar cosas innecesarias”. Me dijo un montón de cosas. Recuerdo que el director de la película se interesa en este tipo de temas, y cada vez que había una entrevista me decía: “quieres decir algo a tu comunidad, algo de Guatemala”, pero yo digo: ¿para qué quieren realmente que lo diga si va a pasar desapercibido? Pero cuando mi mamá me lo comentó, pensé que lo que a uno le interesa es estar bien y que sepan que no queremos una lástima, sino que sepan que somos gente normal. En otras entrevistas que me han hecho siempre han dicho “y ella, a pesar de que es de un área roja, logró sobresalir de...” y no hay diferencia, realmente es como seguir el ejemplo de mi mamá. Yo recuerdo que molestaba a una señora que se expresaba de esa forma: “es que yo vivo en un área roja” y le decía “qué bonito color”, así, por molestarla. Pues es la realidad que nos toca vivir y es de la realidad donde surge la vida. No esperamos que la vida surja de donde no hay movimiento, sino de donde estamos en constante movimiento… Voy a poner un ejemplo: se podría decir que tengo un novio desde hace como un año seis meses. Yo antes no tenía novio porque me he interesado más en otras cuestiones y lo considero más como un amigo por la forma de trato, él vive en Peronia y yo vivo en Ciudad Quetzal. Se puede aplicar eso de amor de lejos… Y yo digo que eso es relativo porque depende de la distancia que pongas internamente y mentalmente, y eso de compartir porque a pesar de que los dos somos de áreas rojas yo le digo: “nos aprovechamos de todo porque es un área roja de amor, de no sé qué, de felicidad, hay que jugar con eso”. Aprender a vivir con esas situaciones, a moldear el mundo.


VI. ARTE



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Los seres que habitan el espacio (urbano) Daniel Hernández* El Centro Histórico es el corazón de la ciudad y está habitado por una multiplicidad de seres materiales, intangibles, presentes, históricos. Los distingo en tres grupos, que muestro en las imágenes de este portafolio. Los “seres naturales”, personas que viven o han vivido en este espacio; los “seres pétreos”, representaciones antropomorfas que nos observan desde las fachadas de algunos edificios, y los “seres desaparecidos”, imágenes de personas que fueron forzadas a irse de esta vida a causa de sus ideas, pero cuya presencia incorpórea aún deambula en las calles. Para mí, todos están presentes y a todos los siento cerca. Son parte de mi identidad y los reconozco como parte de mi familia extendida. Me considero parte de ellos, ahora y siempre. Cuando me desplazo por las calles y espacios del Centro los pienso, los veo y los siento. A los naturales los considero portadores de la identidad de una realidad cambiante; me gusta encontrarlos casualmente y reconocernos. Son parte de la realidad con la que me identifico y sus cambios me hacen pensar en el paso del tiempo. Los pétreos son los guardianes silenciosos y frágiles. Representantes de ideas y maneras de hacer. Los desaparecidos me recuerdan y previenen, que las ideas son lo más valioso que tengo, que debo tomar posturas y atreverme a opinar… pero ser consciente del riesgo que corro.

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Fotógrafo, curador y activista de derechos humanos. Sus áreas principales de trabajo son la foto documental, el desnudo y el retrato. Ha hecho más de treinta exposiciones individuales, y ha participado en más de cuarenta colectivas en Norteamérica, Centroamérica, Suramérica, Europa y Asia. Dentro de otras distinciones fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Gobierno francés.


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Al final, caigo en la cuenta de que todos estos seres combinados resultan siendo mis mentores. Me siento en deuda con ellos, por lo que siento a la vez un deber y un privilegio documentar y dejar testimonio de su paso y presencia, más o menos efímera, más o menos permanente, en el corazón de la ciudad. Mi afecto lo muestro poniendo lo mejor de mi práctica fotográfica: la técnica análoga con la que me inicié –a través de la captura en película negativa y el uso primordial del blanco y negro–. En esta serie doy luz a mis personajes, usando la fotografía dentro de su sentido semántico más estricto, “escribir con luz”.


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Juan Francisco Cifuentes. Dibujante (1999). Daniel Hernández-Salazar

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Jesús, amo de llaves del Centro Histórico (1999). Daniel Hernández-Salazar

Daniel, Aberzaín y Elías. Limpiabotas (1999). Daniel Hernández-Salazar


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Isabel de los Ángeles Ruano, poeta (1999). Daniel Hernández-Salazar

Hotel Tranquilidad I (balletista) (1999). Daniel Hernández-Salazar

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Relatos urbanos y visiones de ciudad

Madona (1999). Daniel Hernรกndez-Salazar

Julio Cristรณbal Mateo. Vendedor de helados (1999). Daniel Hernรกndez-Salazar


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Tasso Hadijoudoudou. Tasso en la entrada del callejón que lleva su nombre (1999). Daniel Hernández-Salazar


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Relatos urbanos y visiones de ciudad

Clemente. Guardia de seguridad (1999). Daniel Hernรกndez-Salazar

Hotel Tranquilidad II (1999). Daniel Hernรกndez-Salazar


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Alfonso Alfaro Buendía. Vendedor de números de lotería (1999). Daniel Hernández-Salazar

José (1999). Daniel Hernández-Salazar

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Relatos urbanos y visiones de ciudad

Francisco (1999). Daniel Hernández-Salazar

Espíritus de la sastrería (2015). Daniel Hernández-Salazar


Cultura de Guatemala / Universidad Rafael Landívar Cuarta Época: Año XXXVI, Vol. II, julio-diciembre 2015

Espíritus de la escuela (2015). Daniel Hernández-Salazar

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Relatos urbanos y visiones de ciudad

Pilastra (1999). Daniel Hernรกndez-Salazar

La ciudad del futuro (2015). Daniel Hernรกndez-Salazar


Cultura de Guatemala / Universidad Rafael Landívar Cuarta Época: Año XXXVI, Vol. II, julio-diciembre 2015

Monstruo marino. Detalle (2015). Daniel Hernández-Salazar

Éxtasis (2015). Daniel Hernández-Salazar

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Relatos urbanos y visiones de ciudad

Tocador. Palacio Arzobispal (1999). Daniel Hernรกndez-Salazar

Infierno. Detalle en residencia detrรกs del Palacio (2015). Daniel Hernรกndez-Salazar


Cultura de Guatemala / Universidad Rafael Landívar Cuarta Época: Año XXXVI, Vol. II, julio-diciembre 2015

Mural Universidad Popular (1999). Daniel Hernández-Salazar

Vibración. Mascarón. Residencia 8.a avenida (2015). Daniel Hernández-Salazar

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Relatos urbanos y visiones de ciudad

Reina. Mascarรณn ornamental (2015). Daniel Hernรกndez-Salazar

Mascarรณn. Barrio de San Sebastiรกn I (2015). Daniel Hernรกndez-Salazar


Cultura de Guatemala / Universidad Rafael Landívar Cuarta Época: Año XXXVI, Vol. II, julio-diciembre 2015

Cancerbero del portal del tiempo (2015). Daniel Hernández-Salazar

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Este libro fue impreso en los talleres gr谩ficos de Serviprensa S. A., en septiembre de 2015. La edici贸n consta de 500 ejemplares en papel bond beige 80 gramos.




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